claribel alegría,
Premio Reina Sofía Ricardo Bada Las Noches áticas de a ulio g elio Leandro Arellano La narrativa sin ficción de
vicente leñero Enrique Héctor González
la enorme brevedad
MINIFICCIÓN:
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 7 de enero de 2018 ■ Núm. 1192 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Javier Perucho
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MINIFICCIÓN: LA ENORME BREVEDAD Minificción, minicuento, microensayo… son algunos de los nombres bajo los que hoy en día se habla de lo que antes podía ser llamado viñeta,
Entrevista a Leonel Maciel. Fuente: YouTube
estampa o greguería, entre
José Ángel Leyva
otras denominaciones. Más allá de la nomenclatura, el hecho literario es uno solo y, esencialmente, consiste en el talento del autor para contar completa una historia o desarrollar íntegra una idea, siempre con la mayor economía de recursos posible. Javier Perucho, autor de brevedades además de ser el más destacado investigador y teórico mexicano en la materia, aborda los pormenores de este arte literario de la enorme brevedad, y a él se debe igualmente la cuidadosa selección de minificcionistas incluidos aquí, que van desde el imprescindible y pionero Alfonso Reyes, hasta autores que se encuentran en plena actividad.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
PINTOR QUE LEE Y LECTOR QUE PINTA, A SUS SETENTA Y OCHO AÑOS NO HAY COLOR QUE SE LE VAYA NI SABOR QUE NO TENGA COLOR. Y DECLARA CON GUSTO DE CONOCEDOR: “EL ARTE EN MÍ FUNCIONA COMO LA COCINA”.
M
is padres, Justo y María, me dieron por nombre Leonel. Mi apellido Maciel aparece en los balbuceos de la lengua sefardí desde donde corrió sin trabas por Portugal e Italia tras la expulsión de los judíos de España; sin duda así llegó a La Soledad, Municipio de Petatlán, Guerrero, donde descubrí, en la sonrisa de mis progenitores, que el amor es verde. Soy de este lado exuberante del país, México, donde vine a nacer sin pretenderlo. María, quien sabía más cosas de las que confesó, me dijo un día a la luz de los relatos de mi padre, “Maciel significa lector de libros, pero la lectora soy yo, tu padre los reescribe en cada historia que nos cuenta.” Soy un insaciable lector por el lado Sánchez, de mi madre, y un cuentero por el lado de su esposo. Soy pintor porque se me dio, porque todo lo que escucho, palpo, veo, huelo, saboreo, se convierte en líneas y en colores, en manchas y en figuras, en imágenes que únicamente puedo ver en ciertos poemas de ciertos poetas que en verdad lo son. Soy de la Soledad de Maciel, adonde aún pertenezco. Dicen que soy hiperbólico, y debo serlo, porque cuando la vida humilde transcurre en el hervor de la naturaleza, en el prodigio de la tierra y el agua, donde el sol incendia de clorofila todo lo que toca, la imaginación no puede escapar a los efectos de la fertilidad y la abundancia, la distancia entre la violencia y el placer es casi imperceptible. A mí me tocó estar del lado del gozo, según el curso de mi sangre. Como la violencia y el terror se desprenden de la belleza, ejerzo estas fuerzas en la pasión de las artes plásticas, allí fuente y caudal renuevan sus urgencias, desatan la necesidad de abrir nuevos caminos y nuevos nacimientos. La Soledad de Maciel es siempre el origen de otro viaje. El verde y el rojo son fundamentales en mi obra, porque además son colores complementarios. Una vez más la clorofila y la sangre, la vida y la muerte, la muerte y la
vida. Por mis venas corren genes europeos, africanos y americanos, es decir, indios. Soy un mestizo completo. En mi obra se revelan con toda claridad esas presencias culturales; lo variopinto es su dominio. Crecí en un ambiente donde el color de piel no hacía la diferencia, cada persona asumía el color de su carácter. El mío va del negro al blanco y se exacerba en los tonos carmesí y en todos los acentos de la verdura tropical sin desdeñar la inherente al frío. Tengo mis períodos grises e incluso mis temporadas oscuras, que de tan tenebrosas son alegres, pero las hay en pequeñas porciones lúgubres, sombrías. De cualquier modo el negro, que es la ausencia de color, es desde muchos ángulos un color extraordinario en el que me gusta arrojarme sin prejuicios ni temores, como buscándole sus propias claridades. De mis apodos el más común es el Siete. No tengo claro su origen, pero debe ser que de adolescente y aun adulto, me ha gustado recorrer largas distancias a pie, como al corcel Siete leguas de Pancho Villa, que era el que más estimaba. Algunos comenzaron a llamarme Tazol por el diablo que aparece en Mulata de tal, la gran novela de Miguel Ángel Asturias. Mi admiración por este autor me llevó a realizar una serie de gran formato que titulé justamente así, Mulata de tal. El sobrenombre desapareció, pero a mi primogénito comenzaron a llamarle Tazolín, y a él le heredo en vida esa gran fortuna. Tazol es el primer diablo que aparece, entre hojas de maíz, en la novela del Premio Nobel guatemalteco, de donde le viene el apelativo, y dicen que deriva del nombre náhuatl Tlazol, que los aztecas llamaban Tlazotecóatl. Entre los mexicas era un dios que limpiaba las culpas de los bebedores de pulque, y en Asturias un diablo que hacía pecar a las mujeres. Como dije, lo mío es el mestizaje, así que hay un poco de ambas mitologías. La mala crítica ve en mi obra la emergencia de mi geografía natal, la sitúa del lado exótico de lo mexicano, de
Directora General: C armen L ira S aade , Director: L uiS T ovar , E d ic i ón : F ranCiSCo T orreS C órdova y r iCardo y áñez . Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo G arCía n orieGa , Formación: m arGa P eña , Diseño de Columnas: J uan G abrieL P uGa , Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a L e J a n d r o P av ó n , Publicidad: e va v a r G a S y r u b é n H i n o J o S a , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: Cuando poco no es menos Ilustración de Huidobro
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
7 de enero de 2018 • Número 1192 • Jornada Semanal
LeoneL soy yo un mexicanismo simplón. Pero en realidad, cuando comencé a pintar estaba releyendo a mis autores de la infancia, los que marcaron el imaginario de mi niñez. Mis padres compraban libros por correo, como lo hacían algunos vecinos, o los encargaban a los vendedores itinerantes que recorrían toda la región ofreciendo Biblias y productos de mercería. A mi madre le gustaba leer en familia capítulos de Los miserables, de Victor Hugo, y algunos libros de Vargas Vila, que dicen era medio erótico; nunca le hallamos lo pecaminoso por ningún lado, pero lo soportamos. A Alejandro Dumas lo disfrutamos por capítulos, como por entregas, sobre todos sus Tres mosqueteros y El conde de Montecristo. Emilio Salgari puso mi cabeza a girar y creo que desde entonces no para de dar vueltas. No sólo yo, todos los niños que nos aficionamos a sus novelas encarnábamos a sus personajes y sus aventuras. Ese mundo de Los tigres de Malasia, Los piratas de las Bermudas, El Cor sario Negro, y el despliegue de una imaginación desbordada por Indochina, África y Norteamérica. No hay otro escritor que haya perdurado con tanta fuerza en mi vida como Salgari. Cuando me enteré que se había suicidado, algunas versiones sostienen que se hizo el harakiri o seppuku, pinté en su honor un cuadro que se titula Samurai. Salgari inspiró no sólo mi creación artística sino mi ánimo de aventura, de viaje, de libertad. En mi inconsciente quedó la curiosidad por conocer los glaciares y Europa. Digo inconsciente porque sólo cuando aterricé en Islandia me percaté del im-
pulso, ése que me llevó hasta Reikiavik a visitar a un amigo pintor islandés, y que venía de mi lectura de Los cazadores de focas de la bahía de Baffin. Fue también con certeza la oralidad de mi abuelo y de mi padre, el gusto a tabaco y coco de los cuenteros de mi pueblo, los aromas del café, la gracia de quien echa mano del silencio para crear y recrear sus argumentos, para envolver a los oyentes con una red de embelesos, como si fueran testigos de una aurora boreal, misma que pude ver en dos viajes por los países escandinavos en otras etapas de mi vida. La literatura, en sus fuentes orales y en sus grandes obras escritas, ha sido el motivo principal de mi curiosidad por recorrer mundo, pero también la gran inspiradora de mi trabajo plástico. Todo lo que leo y escucho deseo verlo y sentirlo en carne propia. Todo lo que siento, veo, huelo, saboreo, escucho, deseo, imagino, me veo obligado a expresarlo en términos pictóricos o gráficos. La sensualidad es parte de mi discurso. No es algo que piense, es algo que unto en la tela. El arte en mí funciona como la cocina. Pienso en un platillo y me pongo a prepararlo con base en una intención, un sueño, una conversación, un pretexto o una necesidad. Los olores vienen al platillo que preparo, se añaden los sabores que ya bullen en mi lengua; no sigo recetas. Por supuesto, para cocinar hay que saber, hay que dominar la base y la técnica culinaria, pero no basta la ciencia y la administración de la gastronomía; hay que tener ese toque, el
El pintor Leonel Maciel trabajando en su versión del Popol Vuh, detrás de la mesa se observa su mural Los placeres divinos y terrenales, Cuernavaca, Morelos, 20 de junio de 2016. Foto: Máximo Cerdio
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sazón, el poder dialogar de manera natural con los sentidos. La cocina no sólo es olor y sabor, hay además una composición de formas y colores, de signos, de conversación. Eso mismo sucede en mi obra plástica, hay un diálogo sensorial, una conversación íntima donde se vierten todos los sentidos para encontrar sus formas y sus variaciones cromáticas. Insisto, hay un presentimiento que se transforma en deseo, en hambre, en gusto de hacer y compartir. El humor es parte esencial de mi quehacer estético y de mi vida cotidiana. No importa la simplicidad de las formas, del lenguaje, lo que en verdad importa son sus significados, el gozo, los placeres y el misterio de la obra. Por eso digo que el arte es una consecuencia de mi deseo y de mis apetitos, de mis demonios. Ah, pero eso sí, hay que ser constantes en la pasión hasta alcanzar la disciplina y el rigor, hasta desaparecer todo signo de complacencia. El Leonel que pinta es múltiple como sus exigencias físicas e intelectuales, como los sentimientos y presentimientos de su libertad. Mis apetitos son crecientes y diversos, no hay tiempo para satisfacerlos, se me agotan los días y me crecen las ganas de cocinar, de paladear, de amar, de plasmar cuanta idea y tentación ocupan mi cabeza y mis sentidos. Parafraseando a Flaubert, mi pintura soy yo
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*Recreación de numerosas conversaciones formales e informales con el artista.
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Vicente Leñero en entrevista para La Jornada en noviembre de 2009 Foto: Carlos Ramos Mamahua/ La Jornada
Enrique Héctor González
La narrativa sin ficción de
Vicente Leñero
EN DICIEMBRE PASADO SE CUMPLIERON TRES AÑOS DE LA MUERTE DE ESTE ESPLÉNDIDO NOVELISTA, DRAMATURGO Y CRONISTA SAGAZ, AUTOR DE LAS FAMOSAS NOVELAS LOS ALBAÑILES (1964) Y LOS PERIODISTAS (1978). ESTE ARTÍCULO INVITA CON GUSTO A SU (RE)LECTURA.
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n la presentación del número 31 de Material de Lectura (serie ya ancestral de breves antologías literarias editada por la unam desde finales de los años setenta), donde publica cuatro cuentos, Vicente Leñero (1933-2014) se presenta a sí mismo como devoto practicante de una muy clara obsesión literaria: “el ejercicio de una narrativa sin ficción”. Si esto pudo corroborarse con frecuencia a lo largo de su generosa y vasta práctica literaria (acerca de la cual van siendo ya necesarias, como en el caso de Monsiváis, unas obras completas), es también reconocible en ella un hábito que acaso sea difícil asociar al empeño de cronista ya señalado: su innegable afinidad con la experimentación. Dudo que en la literatura mexicana exista un escritor que haya llevado a efecto con tal felicidad tan fecundo maridaje. Nacido en Guadalajara y formado en el jesuitismo, Leñero es sin duda uno de los narradores más peculiares de la generación nacida en los treinta (ésa que fue dócil a autobiografiarse en los sesenta, obedeciendo a un proyecto tan excéntrico como eficaz de Empresas Editoriales), pues a la naturaleza mestiza de su literatura añadió una práctica periodística de probidad poco común, la escritura de notables guiones para las pantallas chica y grande y una vocación teatral que lo llevó a pergeñar piezas de peculiar fuerza dramática. Sólo porque no dejó poesía publicada, podemos restarle a Leñero un género cultivado espléndidamente por el otro gran polígrafo de la segunda mitad del siglo xx mexicano, José Emilio Pacheco; pero, como él, fue un autor tan interesado e intenso en su trato con el tiempo presente como con la tradición. Es curioso que su producción literaria vaya de la novela al teatro y otra vez de la novela al teatro en un orden que no parece casual: de 1960 a 1967, novelas (entre ellas El garabato, Los albañiles, Estudio Q); del ‘68 al ‘72 teatro (se destacan Pueblo rechazado y la adaptación de Los albañiles); entre el ‘73 y el ‘79 vuelve a la narrativa (Redil de ovejas, Los periodistas, El evangelio de Lucas Gavilán); regreso al teatro entre el ‘79 y el ‘81 (La mudanza, Alicia, tal vez, Martirio de Morelos), para cerrar los ochenta con nove-
las como La gota de agua y Asesinato. Claro que ese orden no se mantuvo en su acaso escasa producción de los últimos años y que su debut literario lo constituye, más bien, un libro de relatos, La polvareda y otros cuen tos (1959), pero es notable cómo su destreza y versatilidad literaria obedecieron a lapsos reconocibles. Nunca es de fiar el juicio del propio autor sobre su obra, como no lo es, y a menudo peca de injusta, la apreciación que un padre tiene de sus hijos; así, que Leñero abomine de La voz adolorida equivale a su aprecio emocional por La vida que se va. La crítica ha proferido dictámenes diferentes e igualmente equívocos, aunque no entrampados en deudas de amor o desamor. Según Emmanuel Carballo, Leñero impuso “una nueva imagen de lo que puede ser entre nosotros el escritor católico que abandona el sectarismo en beneficio de la comprensión”, observación de orden moral más que literaria, pues nos encontramos frente a un autor cuya obra es casi siempre la puesta en juego de dilemas éticos, de elecciones personales drásticas. Si hizo “de la desobediencia de diferenciar entre periodismo y literatura” su principal aportación a la literatura mexicana, según Alberto Paredes, cabría preguntarse si tal desacato, en primer lugar, define lo esencial de sus novelas, y si el bisturí entre ambas actividades no fue abolido desde el siglo xix por numerosos autores de vastas latitudes. En todo caso, dos novelas fundamentales de Leñero lo muestran de cuerpo entero como una de las voces narrativas más plenas de la literatura mexicana del siglo pasado: Los albañiles (1964) y Los periodistas (1978). Esta última cuenta, con pasmoso buen pulso dado que el asunto había ocurrido apenas dos años atrás, uno de los episodios más lamentables de la historia del periodismo mexicano: la expulsión, dictada por el presidente Echeverría y disfrazada como decisión de los asambleístas del diario, del grupo comandado por Julio Scherer al frente del periódico Excélsior durante la que fue su mejor e irrepetible época (19681976), proyecto del que el propio Vicente Leñero formó parte esencial. Recordar a los numerosos periodistas y escritores que animaron tal período redundaría
en una lista interminable de lo mejor de nuestra intelectualidad. La novela recupera, en tono de relato real, los intríngulis, las peripecias, los desmayos anímicos, las trai ciones alevosas y la integridad moral que registró ese lapso de ocho años. Los logros literarios de Los albañiles, reconocidos desde su obtención, en 1963, del premio literario más codiciado en lengua española en los años sesenta, el Biblioteca Breve de la editorial Seix Barral, son asimismo numerosos. Ante todo, se trata de una novela po licíaca que estrictamente no lo es porque, lejos de obedecer a recetas genéricas, aporta a este tipo de literatura precisamente eso, literatura, asunto que olvidan muchos practicantes de la creación policial. La estructura, el flujo de narradores, los juegos de palabras de espléndido humor negro (el velador de una construcción, don Jesús, que se “vela solito”), son reveladores de la riqueza de planos del texto, que no se deja asir como una novela sobre la locura paranoide de la víctima –pues sus temores resultaron ciertos– ni tampoco como la historia de un asesinato inmotivado, porque muchos son los personajes y las razones que los culpabilizan. Ingeniero de profesión, actividad que Leñero abandonó desde muy pronto para dedicarse a la escritura, los puentes que establece en la trama de la historia y la meditada construcción de los testimonios que la conforman, dejan ver que alguna sutileza en el peso y equilibrio de los materiales está en la base del edificio narrativo construido por Leñero. El narrador de la obra es avieso, múltiple, huidizo, adopta tonos de voz que ironizan lo que dice, se deja confundir felizmente y de manera fluida con el alter ego del personaje de quien en un dado momento se habla, asume riesgos y anticipa anécdotas como quien sabe que el poder de adivinación no pertenece al dominio artístico sino al de la más elemental y taimada taumaturgia. Y así, enhebrando con pericia la historia, Leñero deviene leñador incansable en el deforestado bosque de la narrativa mexicana de asunto criminal como quien criba en el lugar común la savia de su esencia imperecedera
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5 7 de enero de 2018 • Número 1192 • Jornada Semanal
S eis
textos cardíacos Febronio Zatarain
LA HERENCIA
EN LA RAYA
Jugaba con mi hijo y sonó mi alarma del iPhone. –Mi pastilla. –¿Para qué es, papi? –Para la presión. –¿Y puedes morir de eso? –Sí. –¿Me puedo quedar con tu iPhone si te mueres? –Sí. Se quedó callado. –¿En qué piensas? –En cosas malas, papi.
Siento dolor en las esquinas del tórax y me meto a la cama. Me acomodo mirando hacia el techo y los ganchos del dolor se juntan en mi esternón. La respiración se vuelve corta, agitada; el aire apenas llega a la mitad de los pulmones y algo lo expulsa; me giro hacia la izquierda y quedo mirando ese cuadro de calendario de abarrote de Marcos Raya, donde una mujer alegre, campirana, lleva su rebozo lleno de minas terrestres mientras un avión de caza la sobrevuela. Empiezo a exhalar abruptamente y la tos me obliga a ponerme boca arriba y por la pantalla del techo me transporto a 1989, camino en el barrio de Pilsen por la calle Dieciocho, y a la luz del mediodía veo a Marcos Raya sentado en un batiente, con sus ojos hinchados por la falta de sueño y con su pachita de aguardiente en la mano. Me lo imagino horas atrás en el alba de un callejón entre carritos de supermercado parloteando y aullando como lobo con los hombres paridos por la mala vida. La tos se vuelve incontrolable y aparece la diapositiva de un Raya con lentes oscuros tendido en su lecho como de hospital, como de muerte, y en medio de la tos pienso en marcar el 911 y diviso el iPhone sobre el buró, estiro la mano para alcanzarlo y el mundo se ladea y yo me caigo, me caigo y sigo cayendo...
CONFUNDIDO El perro de mi novia no la dejó dormir. El animal sufría de ataques epilépticos y en el transcurso de la noche tuvo más de diez; su estado era deplorable. Por la mañana lo llevó con el veterinario para que lo pusiera a dormir. Hace un mes sufrí un desmayo debido a un ataque cardíaco y, al caer, me desgarré la cara; me veía más deplorable que su perro... no entiendo por qué no me llevó con el veterinario.
MEMORIAL DAY Las sábanas las cambiaba conforme me visitaban las mujeres; al principio dos, tres veces por semana; luego, cuando tuve la primera recaída cardíaca, las cambiaba cada quince días; después se alargó a una vez al mes. Tuve una segunda recaída y pasaron dos, tres meses y no escuché toquidos a la puerta, a los siete ni siquiera un texto en el iPhone, a los nueve meses me conformé con esas luces faciales de p a nt a l l a . Cre o q u e ya ha pasado un año porque con la última subí a la azotea para divisar los fuegos pirotécnicos, y ahora voy a aprovechar la lluvia de estrellas y los fulgores de meteoritos a lo lejos para brindar por el primer año sin cambio de sábanas.
EL MAÑANERO Hace una década un amigo tomó Viagra a los tres minutos de haberse tomado su pastilla para la presión. Su esposa, mucho más joven que él, al ser interrogada por el médico forense, simplemente dijo: Bebíamos café en la cama y ahí quedó.
AUTORRETRATO Debido a mis problemas cardíacos, he perdido algo de control sobre mis movimientos. Anoche, cuando lavaba los trastes, tumbé una copa y chocó contra una sartén. No se rompió pero sobre su transparencia se cinceló un relámpago. Iba a ponerla en la basura, pero me detuve; la observé y concluí que había hecho un autorretrato; que esa copa, al igual que yo, caminaba sobre la cuerda floja y debía seguir acompañándome durante mis cenas
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Ilustración de Huidobro
6 7 de enero de 2018 • Número 1192 • Jornada Semanal
Las Noches áticas de Leandro Arellano EL ORIGEN DEL TEXTO BREVE, ÁGIL Y CONCENTRADO, ENCUENTRA A UNO DE SUS REFERENTES MÁS ANTIGUOS EN LA OBRA DE ESTE AUTOR NACIDO EN GALIA EL AÑO 130 DC. CONTEMPÓRANEO DE LUCIANO Y MARCO AURELIO, LA INSACIABLE CURIOSIDAD DE AULIO GELIO ABARCÓ UNA GAMA AMPLÍSIMA DE TEMAS.
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N
osotros también hemos cumplido sesenta y tantos años, y a nuestra edad las coincidencias o novedades importan menos que lo que creemos verdadero. Hace tiempo que alcanzamos la edad en la que se lee menos y se relee más: releer es un privilegio que concede la vejez. Ese convencimiento nos ha enseñado que quien procura novedades las halla con más facilidad en los autores antiguos, acaso porque nuestros contemporáneos se asemejan demasiado a nosotros. No son infrecuentes las ocasiones en que volvemos los ojos al pasado con anhelo, con fervor reverente en busca de consuelo, paz o guía para nuestras vicisitudes y vacilaciones. No es difícil hallarlas en las páginas de la historia, pero sobre todo en las de literatura. ¿Todo tiempo pasado fue mejor? Puede que sí, puede que no. Pero de contado, la lectura es fuente constante de felicidad. En otra jornada memorable en el curso de nuestras lecturas, en semanas pasadas releímos a un autor menos popular que erudito, cuya influencia renovada sigue derramándose entre un grupo creciente de escritores actuales. Su herencia ha sido popularizada en los tiempos que corren por los cultivadores del llamado texto breve o texto corto, microrrelato o microficción. Aulo Gelio floreció en el siglo ii de la era cristiana, una de las épocas (98-180 d C ) más felices del imperio romano, conducido por las virtudes y habilidades de Nerva, Trajano, Adriano y los dos Antoninos. En esa época –como dejó escrito Edward Gibbon–, el imperio abarcaba una porción considerable de la Tierra y la parte más civilizada de la humanidad. Noches áticas, tituló Aulo Gelio la obra por la que lo recuerda la posteridad. Pocos libros tan deleitables como la lectura del libro del erudito latino. En el Prefacio –cuya amenidad y juicio revelan la influencia que ejerció en Cervantes– el autor mismo informa que le dio ese nombre por haberlo escrito “en las largas noches de invierno de la campiña del Ática”, durante un viaje a Grecia. Con agudeza y sorna, anota también que adoptó ese nombre en señal de rechazo a los títulos pomposos o cursis al uso, de otros autores griegos y latinos tales como: Musas, Silva, El velo, El cuerno de la abundancia, La colmena, La pradera, El prado, El vergel, Lugares comunes, El puñal, Recuerdos, Pasatiempos... Todos los textos que componen el libro son breves, siendo ésa su característica principal. Van desde un pá rrafo de cuatro líneas el más corto, hasta poco menos de doce y media cuartillas el más extenso y único. Los llama “recreos literarios” y los escribía “sin orden ni concierto”, según confiesa, pues a la postre no son más que un caudal de anécdotas, curiosidades, apun-
tes, vivencias e información del mundo clásico y de sus autores. Muestra la afición y curiosidad inagotable de aquellos rudos hombres del imperio por temas de todo género, por asuntos terrenales, subterráneos o celestes, como los precios elevados que Platón y Aristóteles pagaron por ciertos libros de su interés; sobre las virtudes del número siete; del temor a los terremotos; o la frugalidad de los antiguos romanos. Para ilustrar, citamos el capítulo referido al estilo de Platón: Decía Favorino de Lysias y Platón: Modificad o suprimid una palabra en los discursos de Platón; por hábilmente que hagáis el cambio, alteráis la elegancia: haced lo mismo con Lysias y alteráis el pensamiento.
Las Noches áticas están formadas por veinte libros –los poseemos enteros, con excepción del octavo, del que
sólo se conserva el índice de capítulos– en los que aborda temas históricos, de filosofía, gramática, geografía, coquinarios, jurídicos, de filología, costumbres y un sinfín de otras materias y curiosidades. Una característica de su estilo es la manera como va introduciendo, como va intercalando entre sus textos una reflexión, un comentario o un chisme o hablilla, que además de su valor intrínseco avivan la lectura o moderan la gravedad de un asunto. Como aquel capítulo en el que narra en un párrafo cómo Demóstenes abandonó el magisterio de Platón para atender la cátedra de un demagogo. En otro más, al contar las mortificaciones que padecía Sócrates con el carácter quisquilloso de su mujer, concluye con una reflexión de Varrón sobre cómo los defectos son más soportables que los vicios, en un tono y forma en que anuncia a Montaigne. Ensayo, recordemos, si la palabra es reciente, lo que nombra es antiguo.
Frontispicio de la edición de 1706 de Auli Gellii Noctium Atticarum (Aulus Gellius Attic Nights) libro xx . Autor desconocido Fuente: www. wikiwand.com
7 7 de enero de 2018 • Número 1192 • Jornada Semanal
AuLio GeLio en
e l c a P í t u lo i v
del l ibro ix confie Sa el abandono de c i e r ta S l e c t u r a S Porque “ no Pueden co n t r i b u i r a l d e leite y utilidad de la vida ”.
Ambos autores compartían no sólo proximidad en su visión literaria, sino también la afición por lecturas comunes. En su ensayo “Defensa de Séneca y Plutarco”, escribe Montaigne: “El trato que tengo con estos personajes y la ayuda que prestan a mi vejez y a mi libro formado únicamente con sus despojos, oblíganme a comprometerme con su honor.” Para aligerar su propio desarrollo narrativo y no detenerse en teorizar, Aulo Gelio prefiere citar lo que han escrito autoridades reconocidas. Entre los latinos, Ennio, Favorino, Varrón, Séneca, Cicerón, Suetonio, Catón, Plinio el viejo, Salustio, Virgilio son recurrentes... y entre los griegos Homero, Aristóteles, Platón, Eurípides, Crisipo, Plutarco... Consciente del mérito propio, no duda en elaborar un cuidadoso índice de su obra en seguimiento de Plinio el viejo. No son escasas sus enseñanzas. Gracias a sus múltiples citas, fragmentos y referencias, conocemos a autores y personajes contemporáneos suyos y de la época clásica, que de otro modo se hubiesen perdido. 2
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a literatura latina no fue escasa en la época de nuestro autor, un período en el que proliferaron biógrafos –inspirados por Plutarco y Suetonio–, retóricos y gramáticos. Contemporáneos suyos Fueron Luciano, Apuleyo, Apiano, Marco Aurelio, y reinaban emperadores tan hábiles y diestros en la espada y el buen gobierno como en la cultura y a veces con la misma pluma, como Adriano y Marco Aurelio. Las mayores noticias biográficas que de él poseemos se hallan en su libro. Nace hacia el año 130 dC , en la Galia –según propia confesión– y se cree que muere hacia el 180. Su obra es publicada durante el reinado de Marco Aurelio y por siglos permanece adormecida hasta que el Renacimiento la reivindica. No han faltado críticos que minimizan su trabajo. Agustín Millares Carlo, en su Historia de la literatura latina (Bre-
viario 33, del Fondo de Cultura Económica), reconoce que Aulo Gelio es “el más importante de los eruditos de este período... pero [concluye] no es la de Gelio una obra de valor literario”. Era un hombre al que importaba la discreción, un ciudadano convencido del provecho y la bondad de las leyes y los hábitos de Roma. Para europeos y americanos hay un orden casi único que antes llevó el nombre de Roma y actualmente es la cultura de Occidente. Su inclinación por la vida y obra de Catón, Escipión africano y Crisipo revelan la medida de su calidad moral. En el capítulo iv del Libro ix confiesa el abandono de ciertas lecturas porque “no pueden contribuir al deleite y utilidad de la vida”. Fue un hombre enamorado de la lengua, de las etimologías y de la erudición concebida como un juego. Tenía muy presente –lo recuerda en el Prefacio– la advertencia de Heráclito al respecsto: “No es la cantidad de conocimientos lo que enriquece al espíritu.” Y es en el juego y en el regodeo literario donde hallamos repetidos ecos en Cervantes. Los dos apelan continuamente al lector y, en el propósito y la intención del libro, aquel ruega a los lectores que no lo reciban mal y no lo rechacen si encuentran en él algo que hayan leído en otra parte, mientras que el autor del Quijote señala: “puedes decir de la historia todo aquello que te pareciere, sin temor que te calumnien por el mal ni te premien por el bien que dijeres della”. Se descubre que no fue solamente un sabio afanado en compilar datos curiosos, pues además de la erudición, de la pureza y propiedad del lenguaje, del original estilo, con ese libro el autor crea una forma novedosa de tratar asuntos literariamente, se convierte en precursor avanzado del ensayo moderno y del texto breve. Precursor o inventor, su arte mayor reside en discurrir o narrar en unas pocas líneas y no más. En ello prefigura a su coterráneo Montaigne, quien diserta sobre un asunto tan vasto como la grandeza romana, en sólo cuartilla y media (ii - xxiv ). Texto bellísimo es el de la supuesta rivalidad y emulación entre Platón y Jenofonte. Gelio trata el asunto en un párrafo de poco más de una página y, luego de exponer las razones de aquella falacia, concluye lo siguiente: “Otros eran los que disputaban sobre superioridad y, en último caso, dos genios superiores que se elevan a la vez presentan siempre apariencia de rivalidad.” En otros capítulos anota que la avaricia encierra todos los vicios; discurre sobre los caldeos y las predicciones; sobre el famoso actor –Polo– de Grecia; de las siete ciudades que se diputaban el nacimiento
de Homero; sobre el impacto de las impresiones; del régimen alimenticio de Pitágoras y docenas de referencias filológicas y jurídicas. En una página reseña la vida, costumbres y muerte de Eurípides, y se refiere a la época en que florecieron los historiadores griegos en sólo seis líneas. Fue también un gran adelantado al señalar un fenómeno que sobrevive y pulula en nuestra época: cómo desde la Antigüedad los premios literarios han estado viciados por “el favor, la intriga y las cábalas”, informando que Eurípides y Menandro lo padecieron. Su estilo incluye un lenguaje pulido, que gobierna con sencillez y armonía, y si bien la cita como arte tiene su gracia, Aulo Gelio abunda en ellas mediante extractos, pasajes y párrafos, no para ostentar sus conocimientos sino para iluminar un concepto, destacar un principio, señalar una falta o para destacar su belleza. Si la obra de Aulo Gelio sobresale como antecedente o fundamento del ensayo actual, Javier Perucho –autoridad mexicana en estos menesteres– ha escrito que “es la microficción un género propio, nacido el siglo veinte con antecedentes tan remotos como el cuento corto chino o las Noches áticas de Aulo Gelio, pero construido a partir de la obra de Marcel Schowb, en especial sus vidas imaginarias y La cruzada de los niños”. También señala que sus mayores seguidores se produjeron en Argentina y en México, siendo entre nosotros sus pioneros Alfonso Reyes y Julio Torri y sus cultivadores Arreola, Valadez, Elizondo, Pacheco, Avilés Fabila y varios más. “He escrito hasta hoy veinte libros de comentarios y lo que reste de mi vida deseo dedicarlo a estos trabajos”, informa en el prefacio Aulo Gelio, un hijo privilegiado de la civilización más duradera y predominante de la humanidad. El mismo que con fervor y humildad alaba en el curso del libro “la gracia y la riqueza de la expresión griega”. Otra de sus enseñanzas es que escribe con gracia, escribe para el gozo y entretenimiento del lector –un concepto ignorado en la era actual– y sus comentarios iluminan un caudal de hechos, una lección que la posteridad le agradece. Resaltar la importancia del oído como la clave, como el patrón, la medida definitiva de la calidad literaria, es una de sus enseñanzas centrales. Pero acaso la mayor lección del erudito latino sea –en esta etapa transitoria de la humanidad, caracterizada por la violencia, la volubilidad y el vacío espiritual– recordarnos que el elemento indispensable en la formación de la cultura sigue siendo el conocimiento de las letras clásicas
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MINIFICCIÓ UNA HISTORIA COMPLETA EN UNA FRASE, O DE UN PLUMAZO, DE ALIENTO INTENSO Y NECESARIAMENTE BREVE, A CABALLO ENTRE EL AFORISMO Y EL POEMA EN PROSA, LA GREGUERÍA Y EL CUENTO, LA MINIFICCIÓN ES POR SÍ MISMA UN GÉNERO COLOSAL.
DESLINDE ENTRE LAS FIERAS: DE FÁBULAS Y BESTIARIOS Javier Perucho
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uándo aparecieron los animales en nuestra literatura? Vislumbro a la Monja Jerónima como a la escritora que primero los pastoreó en la lírica. Las literaturas orales y los códices indígenas que sobrevivieron a la devastación de las civilizaciones aborígenes dan cuenta de sus representaciones en adivinanzas, cuentos de tradición oral y en la gráfica del amate y el papel colonial. ¿Cuándo irrumpieron en las prosas cuentísticas o novelares? En el siglo xix , Justo Sierra Méndez los domeñó para sus cuentos románticos: “La sirena” (El Rena cimiento, 1869). A fines de esa centuria, Heriberto Frías se enfrentó otra vez con ese animal fantástico: La sirena blanca y el tritón negro (Maucci Hermanos, 1899). Habrá otros ejemplos más añejos, sólo especulo para bocetar una pregunta que obliga a una indagación minuciosa por los estratos de la narrativa nacional. No ha sido un tema usual entre los medios de la crítica o la academia, aunque recientemente en México y Brasil se empiezan a formular los análisis iniciales y a excavar entre los acervos para ubicar sus símbolos, representaciones y transmutaciones. Inicialmente los escudriñó Mireya Camurati en una práctica novedosa que inició con su estudio sobre La fábula en Hispanoamérica (unam , 1978), donde buscaba los orígenes de un género, sus artífices, influencias, significaciones, inventarios, la aparición en el espacio literario de una especie, un ejemplar o de una fauna completa. El análisis filológico de Carlos García Gual quiero asumirlo como su complemento europeo, El zorro y el cuervo. Estudios sobre las fábulas (FCe, reedición de 2016), donde indaga a partir de Esopo la historia del género, estructuras, parodias e intertextualidades, más algunos ejemplos fabulísticos antiguos y modernos.
Ahora bien, los deslindes entre fábula y bestiario aún están en proceso. Una tarea necesaria de cumplir, ardua y exigente. ¿Qué diferencia a estos géneros si el epicentro de su narrativa recae en un animal y en los dos se procura una enseñanza? Ambos géneros se han procurado con fervor en la literatura mexicana, por no mentar a la hispanoamericana. Para orientarme en el deslinde, recurro al libro de Guillermo Tovar y de Teresa, El pegaso o el mundo ba rroco novohispano en el siglo xvii (Renacimiento, 2006) para obtener una conjetura cierta. En sus folios eruditos encuentro un primer indicio. Sor Juana Inés de la Cruz fue la primera en introducirlos en la lírica mexicana con la figura de un equino dotado de unas alas imposibles. La Décima Musa ayuntó al animal fantástico con los símbolos del mestizaje, la autonomía y la independencia de una nación emergente. Desde entonces, los animales ramonean plácidamente en el campo florido de las letras mexicanas. El libro más afamado donde pacen es el Bestiario de Juan José Arreola (Joaquín Mortiz, 1972), desvestido de atributos independentistas, aunque recargado de insidia. Desde la Antigüedad grecolatina las colecciones de animalias fueron tapizadas con atributos humanos con el propósito explícito de criticar con fiereza los defectos de nuestra especie, siempre despreciables. Esopo y sus fabulillas conceden el ejemplo inmediato para demostrar. La fauna doméstica o selvática sirvió al fabulista griego para moralizar sobre la raza humana. El escritor como educador cumplía, así, una función social que ya ha perdido o éste ha decidido renunciar a ella, temeroso de asumirla. Los bestiarios modernos se despojaron de dicha carga de moralidad, a la vez que se desprendieron de las vanas pretensiones de predicar entre sus contemporáneos. ¿Con qué autoridad lo haría? Las fábulas y los bestiarios contemporáneos carecen de los predicados de educar a los mortales sobre la vida social, la formación de ciudadanías, las carencias o defectos de la especie humana. Como ya no esconden un afán educativo y han dejado de pregonar una moraleja, ahora reciben el nombre de anafábulas: adolecen de intención moral y no esconden el propósito de enseñar a su prójimo. Este cambio radical en la estructura literaria y en la ética literaria que se proclamaba en los bestiarios antiguos y modernos se vislumbra en los microrrelatos aquí seleccionados, apenas una veintena, que ilustran las metamorfosis que ha sufrido el género
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en tiempos recientes. En cada narración los animales cumplen la distinguida función de héroe del relato. Ya no son aquel espejo del hombre donde éste podría contemplar sus defectos para procurar su enmienda. Deja de asumir las funciones del confesionario o el diván, espacios donde se podría explayar secretamente sobre sus inmoralidades y dilemas; renuncia a las de una tribuna libertaria donde aclamaba, en la plaza pública, las virtudes del ser humano. Ahora, a tres metros bajo tierra, el gusano se lo carcome y le taladra dulcemente el oído. En su columna “Inventario”, José Emilio Pacheco pespuntó una “Vindicación de las cucarachas”: El poder y el abismo. La cucaracha es el insecto sin nombre: llamamos así a unas dos mil especies distintas. Entre los ortópteros, los insectos masticadores de alas rectas, la cucaracha es el lumpen, mientras que el saltamontes es la aristocracia, el grillo la burguesía y la langosta el vigoroso proletariado campesino. Tal vez al hablar sólo de langostas la Biblia se refirió a veces a las cucarachas. En Números 13:13 está prefigurado su destino tercermundista: “Y éramos como langostas y así les parecíamos a los gigantes.” Proverbios 30:27 alude al triunfo de su bien organizada anarquía: “No tienen rey, y salen todas por cuadrillas.” Como las hormigas, los conejos y las arañas, son “de las cosas más pequeñas de la tierra y más sabias que los sabios”. Finalmente, en Apocalipsis 9:3, cuando el quinto ángel abre el pozo del abismo, “salieron y se les dio poder”. (Proceso, No. 548, 4 de mayo, 1987)
Pacheco no fue un fabulista, pero muchos animales recorren su obra, tanto lírica como narrativa; éstos nunca asumen un afán moralizador o un dejo aleccionador para la especie, de esos vanos propósitos JeP renunció en su poética. ¿Para qué moralizar? Sobre todo él, cuyo arco iris narrativo se tapizaba con el gris del pesimismo, la desesperanza y la nostalgia. Para la épica revolucionaria fueron fundamentales. Los federales al anochecer, antes de asaltar la choza de Demetrio Macías, acribillan al Palomo, que le avisaba con sus ladridos la cercanía de los forasteros, el perro de compañía, salvamento y protección de la familia Macías. Los caballos de la gavilla insurgente de Los de abajo fueron usados como máquina de guerra como la del ferrocarril de los federales. Los caballos, objeto de la discordia, el despojo y el saqueo. Por atreverse a entrar cabalgando a la cantina, el atrevido insurgente es castigado con la pena de muerte.
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ÓN:
enorme brevedad En cambio, la fauna que aparece en la cuentística de Juan Rulfo se arropa con los colores de la muerte, asume incluso los símbolos del oprobio, la fatalidad o la persecución. En “No oyes ladrar los perros” para el padre son anuncios de esperanza y salvación del hijo enfermo, que carga a cuestas como animal de carga. En “Diles que no me maten”, reptiles y aves colaboran con la desesperanza, pues los animales rastreros acompañan al perseguido en su huida por el monte, incluso le sirven de alimento; las aves negras le vaticinan una tragedia, señales de mal agüero. La vaquita que sería herencia de la Tacha (“Es que somos muy pobres”) y su salvación de un oprobioso destino, manifestado en el ejercicio prostibular de las hermanas, un río cercano la arrastra por la crecida, dejándola en la miseria y en la maldita condición de repetir el oficio de sobrevivencia que ejercen las hermanas: “La apuración que tienen en mi casa es lo que pueda suceder el día de mañana, ahora que mi hermana Tacha se quedó sin nada. Porque mi papá con muchos trabajos había conseguido a la Serpentina, desde que era una vaquilla, para dársela a mi hermana, con el fin de que ella tuviera un capitalito y no se fuera a ir de piruja como lo hicieron mis otras dos hermanas, las más grandes.” (El Llano en llamas, 1953). De José Revueltas apenas recuerdo su cuento “El sino del escorpión” (Material de los sueños, 1974), del que entresaco este pasaje magistral: Como no pueden otra cosa y se pasan la vida escuchando lo que ocurre en el mundo exterior, los escorpiones se dan entre sí los más diversos nombres: amor mío, maldito seas, te quiero con toda el alma, por qué llegaste tan tarde, estoy muy sola, cuándo terminará esta vida, déjame, no sabría decirte si te quiero. Palabras que oyen desde el fondo de los ladrillos, desde la podredumbre seca y violenta, entre las vigas de algún hotelucho, o desde los fríos tubos de hierro de un excusado oloroso a creolina.
Los microrrelatos que se incluyen en la selección inmediata siguen la premisa de los bestiarios y las fábulas antedichos, pues no profesan una lección cívica, moral o sexual; el epicentro de cada narrativa breve recae en los animales: domésticos, selváticos o fantásticos. Ilustran, sí, una conducta humana, mejor dicho, contemplan uno de los dilemas morales que corroen a la especie humana, aunque no pretenden una enseñanza, sino enfrentar, en el espejo negro de obsidiana, a la fiera que habita en nosotros
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Ilustraciones de Huidobro
R ex y la culPabilidad Enrique González Rojo Arthur
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ex había nacido para cuidar la puerta de la casa. Sus ladridos eran la forma sonora del letrero “se prohíbe la entrada”. Sólo permitía acceder a la casa a los dueños de ésta y eso si llevaban el salvoconducto del timbre identificable de la voz familiar. Durante años fue defensor de la propiedad privada con el mismo ahínco con que lo hace la Carta Magna que rige nuestra vida civil. Pero en una ocasión –¡en una sola– se descuidó. En la parte trasera de la casa había un agujero que, aun enrejado, dejaba ver desde adentro lo que ocurría en la calle. El caso es que en ese sitio se posó, como quien no quiere la cosa, una perra de ladrar insinuante y vaivenes lujuriosos. Rex, desde adentro, pero con un ansia desmedida de hallarse afuera, concentró toda su atención en ese maravilloso punto del espacio. Y descuidó de tal manera la puerta de la casa que hizo posible que un ladrón, escalando la puerta, penetrara subrepticiamente, cruzara el jardín y se introdujera, llevando saco al hombro sus malas intenciones, en la mansión. Rex, aturdido por la sensualidad, no oyó nada; pero el ratero, tan lento como torpe, hizo tamaño ruido al interior de la casa, que Rex paró oreja, abandonó el sitio donde se había evidenciado su debilidad y su apetito irrefrenable de pecado, y se puso a ladrar de tal modo que no permitió al ladrón salir de la casa. Los dueños de ésta, más un policía del barrio que había oído el escándalo, llegaron en ese momento y aprehendieron sin mayor dificultad al delincuente. Los amos de Rex lo colmaron de felicitaciones, pero él, desde entonces en adelante, sentía que la culpa le quemaba las entrañas. Ya viejo, empezó a ahorrar sus ladridos, prefería estar acostado en un charquito de sol que todas las mañanas se formaba junto a la puerta. Ante cualquier extraño, enseñaba los colmillos y emitía un rumor de pocos amigos. Pero cuando sintió que le llegaba la hora se fue a tender junto al hoyo de la parte trasera del jardín y allí, cabe su viejo pecado, recibió la muerte. sigue
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a mblar Eduardo Torres
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Ilustraciones de Huidobro
l mediodía la sirena llega presurosa a los bajos de la bahía para mirar el cadencioso andar de las bañistas, quienes apenas cubren el vértice de sus muslos y la pirámide del pecho con un girón de tela. Asoma sus ojos por la espuma de las olas y se zambulle de súbito cuando un nadador se acerca a ella. Luego vuelve a emerger, emboscada entre las olas, sus ojos atentos al andar de las bañistas que caminan a la vera del mar para encontrar un asiento donde reposar la planicie procelosa de sus cuerpos. Arena y sol. Brisa y olas temperadas: una lujuria para las visitantes. Un hogar sempiterno para ella. En el ocaso, cuando las fogatas de los pescadores se han extinguido, remonta las olas para dirigirse a la playa. Ahí, donde desembocan las olas y la resaca, en la fusión del torso con la cadera, se adhiere una estrella de mar y, en el volcán de los senos, dos pudibundas algas anudadas a la espalda los velan. Inmediatamente practica el andar sinuoso y ambarino de las bañistas que había contemplado desde la espuma marina a la luz del alto sol, mas su cauda, aun cuando se ejercita en demasía, siempre le atrofia el paso. Granos de arena en la comisura de los labios, ningún bañista como testigo, salvo el resplandor de la luna, la brisa y las estrellas. Un anhelo farfulla mientras se sacude la arena, Mañana, en el crepúsculo del día, me robaré sus sandalias.
c anario el origen de laS eSPecieS
Luis A. Chávez Fócil
David Chávez
A l a SerPiente Alfonso Reyes
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o tengo mis dudas. Lo digo con respeto y pido perdón. La tentación del Árbol, la viciosa ostentación de los Frutos, eran ya, en sí, incentivo bastante para precipitar los destinos. ¿Pero la Serpiente? ¡No, la Serpiente no puede aconsejar el amor, esta bendición de las bendiciones! El amor no puede ser condenado en el plan de la Creación. La Serpiente aconsejó el rencor; quiso dividir a Eva de Adán: le contó historias sobre su esposo. Algo les dijo para sembrar entre ellos la desconfianza y el desamor. Ése fue el pecado mortal; ésa, la pérdida del Paraíso. Es el caso de la primera intriga para entristecer a los que se aman. La Serpiente anuncia a Yago, no a Celestina, la calumniada.
me quieren cortar laS alaS Dina Grijalva
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esde que brotaron alas en mi espalda, me siento etérea; capaz de elevarme y volar. Desde que me brotaron alas me han querido encerrar. Me ofrecen un auto rojo, un empleo estable, un hogar ibídem, un puesto, una oficina, ¡qué sé yo! Todo me ofrecen. Por envidia a mis alas.
un canario se le hinca un número mientras se aprieta el puño entre la bolsa; los colmillos pueden ser dos, cuatro. Se observa cómo la poca sangre del ave escurre una miseria, brevedad no suficiente. El ama del pájaro mira en ese instante el ósculo, la jaula abierta y el “aprendizaje” del niño de diez, once años. A la dama asisten leyes, médicos, hospital, justicia; ella tiene la razón de grito y golpes. En el momento ignora la mujer de cómo y por qué se significa tanto a un niño. Se pueden excluir el gato ahogado, la lumbre con periódicos hace dos meses, el sapo, la culebra, el lodo. No vienen a la mente de los que le acompañan el estiramiento colosal de la columna infante, el vello púbico, cartílagos; son sólo plumas, maldad y desazón y muerte. Los padres del menor, atosigados por chillidos y quejas sin demora, cubren el gasto del daño. Sin reprender al hijo abren su casa para ver televisores y macetas. El cruel sube a su cuarto, vierte una sustancia atroz en la pecera y todo deja de vivir. Ahíto de llanto, crecido a pataletas y pujidos, observa cómo un ave de forzado curvo pico entra a su cama, como mágica, le extrae un ojo, raspa con sus dos agudas patas el estómago menor que una pelota. Brota sangre, materia fecal en abundancia. Llegan los progenitores con revistas en las manos, el prodigio vuela llevando entre su pico una porción de carne y trapos. Los papás, en el centro médico distante, abrazan un rosario, solicitan les enseñen a rezar porque no saben, nunca lo han hecho. Un médico les cree. Él tiene un ojo de cristal desde hace mucho: también quemó canarios, martirizaba a un perro. Les dice que del cielo a veces baja una crueldad divina.
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e todas las criaturas mitológicas que han habitado esta región nunca nos intrigó tanto el origen de las sirenas como el de los centauros. Del de las primeras, luego de algunas conjeturas y varios casos muy conocidos en el pueblo, descubrimos cómo las muchachas vírgenes y casaderas resultaban preñadas por la hueva de ciertos peces que habitan el río donde ellas se bañaban luego de lavar la ropa, aunque algunos sigan culpando a naguales, chaneques, duendes y otros seres del agua, algunos más libidinosos que otros. Sin embargo, no fue sino hasta que una noche en el pueblo vecino el señor cura, al regresar caminando de una cena en casa del alcaide, descubrió en lo alto de una ventana a un caballo que entraba lo más sigilosamente que sus cascos se lo permitían a lo que después se supo era la recámara de la hija del dueño de la posada. El animal fue muerto al día siguiente, luego de ser sometido la noche anterior. Fue impedido de consumar su unión con la doncella, a lo sumo de unos catorce años, gracias a que el religioso que pasaba a esa hora por la calle alertó inmediatamente a los padres de la joven, quienes acudieron en tropel y con su prisa despertaron a huéspedes, quienes a su vez se sumaron a la comitiva ignorando lo que pasaba. Pese a todo, mi mujer y yo ya habíamos pensando en que algo similar pasaba, aunque a ella le parece exagerado que las autoridades vecinas colgaran el miembro del equino como una especie de advertencia a jumentos y caballares, porque a decir suyo: “Hay otros animales de cuatro extremidades que caminan erguidos y nunca escarmientan.”
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a Jolote
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la corta vida de efímero
Adriana Azucena Rodríguez
Sergio Astorga
Roberto Abad
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medida que los ajolotes literarios se multiplican, los ajolotes naturales desaparecen. Como la leyenda infantil que pregona que cada vez que alguien dice “Las hadas no existen” una de ellas muere, ocurre también con la especie mexicana: cada vez que alguien manifiesta por escrito su asombro ante estos mágicos artificios de la conciencia (los axolotl), los ajolotes mueren a miríadas. Los ecologistas y estudiosos sostenidos por raquíticos programas destinados a detener la catástrofe afirman que la extinción se debe a la incorporación de especies de consumo humano en las aguas en que habita el monstruo acuático, pero también al hecho de que el ajolote es una de las bases de la alimentación de los lugareños. Y aunque han realizado esfuerzos por modificar estas condiciones, las medidas resultan un fracaso pues no atacan la causa última. Nadie, hasta ahora, había descubierto la proporción entre ajolotes textuales y su mortandad como especie. Pero es tan cierta que tiemblo a medida que me acerco al punto final. Sólo espero que la advertencia llegue a tiempo a quienes son responsables de este crimen biológico.
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in gloria, la locura de parecerse a una beldad marina, una Nereida, de talle frío y sangre templada, resultó la idea que la arponeaba desde la infancia, cuando en la laguna de su pueblo se pasaba horas metida en el agua hasta que la piel le quedaba arrugada. A fuerza de los baños de agua y la lectura de historias antiguas sucedidas en el mar de las Antillas, consiguió que su cuerpo quedara escamoso. Cuando todo parecía viento en popa, su voz era un infortunio, como la de aquel sapo, grotesco trovero, que por las noches le cantaba a la luna. Sireta supo llevar su desdicha con dignidad; el sonido de su cuchillo era más efectivo que su voz. Así lo consignan dieciocho llorosas madres.
PaStor o el cuento máS breve Adolfo Castañón
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nunciando nuevamente al lobo, aulló.
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el animal llamado Efímero –y gracias a los pocos estudios que le han hecho en distintas universidades–, se sabe que come la misma porción que un insecto, a pesar de tener la masa de un elefante; su fisionomía polimorfa complica la tarea de catalogarlo en el reino de las especies: sus garras, sus tres picos y su único ojo podrían ponerlo en el grupo de los ovíparos, pero cuando alza las alas y deja ver el succionar desesperado de las branquias, o la consistencia glutinosa que toma su cresta al querer reproducirse, hace pensar a los científicos que es un híbrido proveniente de la familia de los vivíparos. Sin embargo, luego de reflexionar un rato, esta suposición termina por confundirlos más. Hubo un tiempo en que pensaron nombrarlo sólo “criatura”, pero a alguien se le ocurrió que sería mejor hacerle honor a su ciclo de vida llamándolo Efímero. Esta analogía del nombre se relaciona, claro está, con el tiempo que pasa en la Tierra, pues tarda más en nacer que en morir, es apenas un instante, y también es por eso que únicamente se conocen estas características. Si se hablara de su vida, de lo que hace en ella, no alcanzaría ni para escribir un párrafo; ni una línea. Tal vez, una palabra.
J anto o roPéndola
Raúl Renán
i dilio con Sangre
Rafael Toriz
Agustín Monsreal
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laras, distintas y semejantes son buena parte de las aves del reino; sin embargo la oropéndola es la única que ha nacido del engaño. Discreta, dorada y hermosa, su canto es un abismo que deforma los sentidos. Con frecuencia es confundida con la agreste sinestesia quien, pese a lo que delata su aparente morfología, no es un animal sino una plantica narcótica. Entre sus particularidades se cuenta el hecho de que puede imitar el trino y el graznido de cualquiera de las aves: replica a todos los pájaros del mundo pero ninguno le responde. No pocos la consideran un ave hipócrita, perversa y desalmada, plumífero funesto que pierde a los incautos entre la hojarasca de los bosques y la orilla de los ríos. El canto de la oropéndola sólo suena para los enamorados, para aquellos que precisan del engaño y no se resignan a vivir sin sus amantes. Fieles y devotos sostienen que en realidad es la única ave que existe y que las otras son sólo un eco de sus cantos viejos y perdidos. Es imposible descubrir su engaño porque la oropéndola, en lo profundo de su nido, sólo canta para ti.
e l cara de niño Luis Ignacio Helguera
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n carrera enloquecida, huyendo, entre las piedras, de los zapatos. –¡Déjame ver tu cara de niño, papá! –No tiene cara de niño, se llama así nada más. Voltearon con una rama la masa aplastada, con patas estertóreas todavía. Y un golpe de la luz radiante en plena cara del insecto reveló al verdugo una instantánea desconocida, en que aparecía él mismo cuando niño haciendo un gesto luminoso y plañidero porque quería seguir jugando en el jardín y le habían dado alcance inapelable.
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marte, sabes, es la única manera que tengo de confirmar mi existencia, dijo el gusano con lamento íntimo al oído del cadáver.
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anto, el corcel profeta de Aquiles, dijo a su jinete que tomara ejemplo de sus pies que volaban como la voz de los montes, y de su relincho que arrojaba piedras para espantar a la muerte. Aquiles no relincha y el vuelo de sus pies está tocado por el designio
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Leer Filósofos y políticas de la filosofía de nuestra América en el tiempo, Mario Magallón Anaya, Editorial Torres Asociados, México, 2016.
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Por un derecho al propio discurso ORLANDO LIMA ROCHA
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imensionar la especificidad de la filosofía en y desde lo humano demasiado humano, situándola en sus redes sociohistóricas para captar los lazos de poder y mutualismo que la constituyen: tal es tarea de todo sujeto que, en su ejer ejercicio filosofante, reflexione sobre el llamado acto de filosofar en su sentido praxis y, por eso mismo, como acto político situado en su realidad histórica. Ello implica dimensionar filosóficamente lo político del ser humano y destacar la dimensión política de la filosofía. Allí donde la pluralidad humana es condición de toda politicidad y donde la experiencia manifestada en ideas es condición de todo filosofar. Tal es el objetivo que se propone realizar el filósofo Mario Magallón Anaya en su obra que hoy nos convoca: Filósofos y políticas de la filosofía de nues-
Atentado celeste, Alejandro Campos Oliver, selección y prólogo de Ricardo Venegas, Secretaría de Cultura de San Luis Potosí, México, 2017.
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lejandro Campos Oliver (Cuernavaca, Morelos, 1983) apunta con frecuencia que la poesía fue su terapia para superar airoso las vicisitudes de su adolescencia, e incluso hasta hoy día es uno de sus contrafuertes favoritos para los días más aciagos y grises. Para Alex –como le decimos los amigos que lo queremos–, no resulta un “atentado” recobrar los poemas de esta etapa de dudas (adolescencia) cuando él encontró su lugar en el mundo. Aunque sabe que no tiene el genio de Rimbaud, como le han dicho sobre su valor e intención de mostrar sus poemas mozos (otros quienes “hinchados de edad”, tal vez han olvidado su niñez). Para Campos es motivo de orgullo no negar ni esconder lo que publicó en revistas y está consignado en parte en sus primeros cuatro libros que publicó entre 2000 y 2008 con una formación literaria totalmente autodidacta hasta esos años. Si la poesía permite ver qué y cómo ama cada cual, y comprender cómo habita el mundo; si la adolescencia es cuando de verdad se aprende algo, puedo decir que en esa etapa Alex c . Oliver aprendió a amar la lectura y las palabras, el gozo de la expresión libérrima, la seducción por la belleza eufónica de los actos humanos, el trabajo constante y los misterios de la vida; su asombro por la naturaleza y particularmente por los árboles, el caminar como cantando, la soledad, la docencia, la edición, la sanación,
tra América en el tiempo. Obra elaborada con la perspicacia del historiador, la agudeza del filólogo y la densidad del filósofo desde un horizonte de complejidad interdisciplinaria. Su intención es dimensionar el tiempo del filosofar latinoamericanista como un tiempo múltiple expresado en distintos espacios. Los cuales están abiertos por la proyección humana hacia una utopía de democracia radical que logre superar las situaciones opresivas del capitalismo en su faz neoliberal y de dependencia imperialista. Así, por medio de una filosofía de la praxis, el autor considera las raíces de la filosofía en campos no sólo gnoseológicos, epistémicos y ontológicos, sino también las sociales y, por eso mismo, políticos que la constituyen. En efecto, dimensionar políticamente a la filosofía sólo es posible a partir de su análisis histórico, no sólo al modo de una mera “historia de la filosofía” (en sentido doctrinario), sino como una idea en su historicidad concreta. Se trata entonces de la filosofía planteada desde una historia de las ideas ejercida, en este caso, desde nuestra América. Tal es el enfoque teórico-metodológico y onto-epistémico de nuestro autor. Es así que se hace preciso disputar el “derecho al propio discurso” por medio de la crítica de todo logocentrismo etnocida y egológico, más allá de todo
autocolonialismo, para constituir un propio modelo del filosofar auténticamente latinoamericano, constituido en su tradición por sus sociedades diveras en dinámica procesual histórica. Lo cual supone y denota que la comunidad es el horizonte de toda asociación y esta conlleva participación activa en convivencia ético-política con todos los miembros de la comunidad y aquellos extraños a la misma. La tarea es siempre la ruptura y disrupción del filosofar en una realidad opresiva y dependiente de logocentrismos autoritarios. La filosofía que Mario Magallón nos presenta en Filósofos y políticas de la filosofía desde nuestra América en el tiempo es expresión de un humanismo latinoamericano que bebe sus aguas de la tradición del pensamiento propio, como propio es lo americano y lo europeo. Un humanismo que se plantea la función liberadora de la filosofía a partir de su dimensionamiento historicista. Mismo que permita configurar utopías posibles en la realidad e imprescindibles desde la imaginación y los anhelos subjetivos del ser humano. La tarea del humanismo latinoamericano, concretado desde el filosofar de Magallón, es hacer de este mundo nuestra morada y morar éticamente en compromiso responsable y solidario con el otro por un bien común, a través del diálogo solidario y colectivo que permita unirnos en la diferencia.
Atentado poético RICARDO VENEGAS la promoción cultural… En 2000 Alejandro Campos contaba con diecisiete años y como lector compulsivo de poesía –abstraído en su cuarto con las vicisitudes del día a día–, inició por mímesis con estructuras e intenciones poéticas que descubría solo, transfigurando así su derredor doloroso o lo que le asombraba del huerto donde creció y los portentosos mantos acuíferos de su Cuautla. Así descubrió la catarsis liberadora que le proporcionaba la escritura o como él le llama “su poder terapéutico”. Cuautla, Morelos, ciudad donde residió hasta los veinticuatro años, contaba con por lo menos con doce mil habitantes y en la casa de Cultura de Cuautla, a los diecisiete años, coordinaba en los veranos el único taller de apreciación y expresión literaria que existía en dicha ciudad y, en períodos regulares, una sala de lectura en el Museo José María Morelos y Pavón del entonces Instituto de Cultura de Morelos. Javier Sicilia cree que justo en el primer poemario el aprendiz de poeta mostrará sus temas y obsesiones futuras. Desde Oraciones temblorosas (2005), Alejandro ha sido fiel a sus temas, a pesar de que no son del gusto de quienes idolatran la ultravanguardia (como si no fuera necesario o parte del trayecto formativo). Cada poemario de Alex es un ejercicio personalísimo por abrevar en nuestra interminable tradición y decantarla.
Hoy Alex ha participado e n t a l l e re s c o n u n a docena de escritores en Ciudad de México y es e d i t o r d e más de una centena de libros de autores contemporáneos, donde sobresale el probado oficio que ha mostrado en Ediciones Eternos Malabares, editorial independiente en la que ha elaborado varios volúmenes que hoy conforman una serie considerada de consulta imprescindible. Es autor de una veintena de libros (parte de su trabajo traducido a seis idiomas), un apasionado catedrático y gestor cultural, infatigable tallerista y terapeuta en los sistemas más heterodoxos de medicina alternativa, pero sobre todo, es un eterno estudiante que vive para leer, aprender y escribir. Ojalá que una buena dosis de ingenuidad siga siendo una fuerza natural en el noble corazón de hombre sensible que es Alejandro, para que no olvide nunca que la historia de cualquier sociedad y la historia personal no pueden convertirse en un ingenioso juego intelectual de ficción. Para fortuna o infortunio de Alex –él sabe desde hace mucho, tal y como lo aprendió de Valéry– la honestidad o “el ingenio sin talento, es bien poco”, y que el talento no es más que esa enorme aptitud para la paciencia ◆
Jornada Semanal • Número 1192 • 7 de enero de 2018
Arte y pensamiento
BITÁCORA BIFRONTE Jair Cortés Venegas
ARTES VISUALES germaine gómez haro
EL ARTE INMATERIAL DE YVES KLEIN
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VES KLEIN: EL ARTISTA del azul profundo, de la profundidad del azul. Quizás sea por esta característica por lo que más se le conoce a este gran creador nacido en Niza, Francia, en 1928: la invención de un azul ultramarino intenso, brillante, como no se había visto antes. El Azul Internacional Klein (ikb, por sus siglas en inglés) es el nombre que patentó para el uso comercial de su azul distintivo, con el que creó pinturas y esculturas, y también lo utilizó para algunas de sus acciones. La exposición que se presenta en el Museo de Arte Contemporáneo (muac) de la unam hasta el 14 de enero es la primera gran retrospectiva en México, integrada por setenta y cinco piezas que dan cuenta de una carrera breve pero prolífica, en la que en sólo ocho años experimentó toda suerte de técnicas y medios nunca antes empleados para reflexionar sobre la condición material del arte y su inmaterialidad. Tanto la excelente museografía como la inclusión de valioso material documental (cartas, dibujos, fotografías, documentos, películas) permiten al espectador hacer un recorrido por el quehacer artístico de Klein y comprobar cómo sus planteamientos teóricos y estéticos marcaron un hito en el arte de la Antropometría sin título segunda mitad del siglo xx. En 1950 crea sus primeras obras monocromas en gouache y acuarela sobre papel o cartón, en paralelo a su Symphonie Monoton-Silence (Sinfonía Monotonal-Silencio), compuesta de un solo tono seguido de un largo silencio. Klein consideró su obra musical el equivalente sonoro de la monocromía en su pintura. La muestra toma como punto de partida su primer monocromo pictórico color naranja –Expresión del universo de color naranja plomo– rechazado en el Salon des Réalités Nouvelles, en París. Klein seguirá incursionando en una serie de pinturas monocromas hasta llegar, en 1957, a lo que conocemos como la Época Azul, cuando inventa el ikb y despliega su uso en pinturas y objetos tridimensionales elaborados con esponjas marinas, ramas, biombos, globos terráqueos, y la apropiación de esculturas de la Antigüedad clásica como la Venus o la Victoria de Samotracia, trastocadas por su recubrimiento con el pigmento azul. Ese año presenta en diferentes galerías de París una serie de trabajos que anticipan sus futuras exploraciones: monocromos, esculturas, ambientes, tinas de pigmento puro, y su Escultura aerostática, conformada por 1001 globos azules que se elevaron al cielo el día de la inauguración. La utilización recurrente del azul lo lleva a la construcción de una sensibilidad pictórica, de un campo de percepción que va mucho más allá de la dimensión material de la obra de arte. Esta etapa lo lleva a desarrollar series misteriosas e inquietantes, como los Relieves planetarios y Cosmogonías, en los que también explora las calidades matéricas y lumínicas, hasta llegar a la ambiciosa intervención arquitectónica en el Teatro de la Ópera en Gelsenkirchen (Alemania) y La marca del fuego el proyecto de iluminar en azul el obelisco de la Plaza de la Concordia en París. Una de sus series más destacadas es la de Antropometrías, proyecto de pinturaacción realizado con lo que él llamó “pinceles vivientes”, es decir, cuerpos de modelos embadurnados de pintura los cuales, mediante movimientos rotatorios, dejaban su impresión en papeles en blanco colocados en el suelo. Siguió incursionando en este “lenguaje corporal” con el que buscaba imprimir los fugaces “momentos-estados de la carne”. La Antropometría del período azul fue una acción pública en la que las modelos plasmaron su impronta en el papel al ritmo de la Sinfonía Monotonal-Silencio, ejecutada por varios músicos. Otra de sus ocurrencias fue “pintar con fuego” usando llamas de gas que en algunos casos alcanzaban los 3 o 4 metros para dejar en el lienzo la huella del inasible brote de fuego. En el campo de la acción desarrolla su Teatro del vacío y el concepto de impregnación y vacío a través de sus Monocromos en oro y Zonas de sensibilidad inmaterial pictórica en las que cavilaba sobre la evolución del arte hacia lo inmaterial. Yves Klein muere de un infarto a los treinta y cuatro años de edad en su casa de París. Célebre por sus excentricidades artísticas y un carisma irresistible, deja un importante corpus de obra que va íntimamente ligado a su pensamiento ético y estético, reunido en textos teóricos de una vigencia luminosa. “Mis cuadros no son más que las cenizas de mi arte”, promulgó el artista. Cenizas que son esencia, que son espiritualidad. Vista de la exposición, muac
“JUGUEMOS AL PENDEJO, VIDA MÍA” , UN SONETO DE SALVADOR NOVO PARA CELEBRAR EL AÑO NUEVO
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IGURA CAPITAL de la literatura mexicana, Salvador Novo (Ciudad de México, 1904-1974) se distinguió por su incisiva y profunda mirada sobre los temas que atañen no sólo al individuo sino a la sociedad; su obra, extensa y variada a nivel temático y formal, es una de las más ricas en el panorama de nuestras letras sobre todo porque (en una parte considerable) da continuidad a un tono poco frecuentado por los poetas mexicanos: el humor. Novo, quien perteneció al Grupo sin grupo, como se conoció a los Contemporáneos, encontró en la sátira una de sus muchas formas expresivas sin que dejase de lado el rigor que exige la forma más perfecta en la poesía: el soneto. En su Antología personal. Poesía 1915-1974, en la que incluye poemas escritos desde su infancia hasta su madurez, Novo escribe una nota crítica sobre el soneto en la que resume su historia y concluye lo siguiente:“Así llega el soneto hasta nuestros días de silvas vergonzantes: de ‘verso libre’o ’blanco‘ en largas tiradas cuya utilería de metáforas y adjetivación ha de parecer dentro de algunos años tan cliché y obsoleta como hoy nos lo parecen las ’odas‘ del siglo xviii o del xix . Y él se salva de ese envejecimiento. Como el siglo xv , como después, como mañana, representa y encarna la perfección concreta de la idea poética plasmada sin falta ni sobra de elementos estructurales y ornamentales.” Esta entrega y apuesta por la permanencia del rigor formal y conceptual del soneto se ve reflejada en los tres últimos poemas que clausuran su Antología personal: “Tres sonetos sobre sí mismo”, en donde Novo transparenta su madura condición reflejada en un desdén hacia el mundo en el que sólo importa (muy poco) la poesía, como se refleja en el primer soneto fechado en 1959:“Juguemos al pendejo, vida mía;/ verás qué bonito, cuando a huevo/ tienes que celebrar el año nuevo/ con sonetos y muecas de alegría./ Verás qué lindo, cuando cada día/ (al surgir en oriente el rubio Febo)/ sientes que el mundo ya te importa sebo/ y un ardite nomás la poesía./ Acaso te amanezca alborotada – otrora erecta, dura y agresiva– / la dulce prenda, por mi mal hallada./ No te hagas ilusiones. Pensativa/ en cuanto expulses la primera miada,/ se volverá a arrugar, triste y pasiva.” Un soneto que equilibra la tensión verbal entre lo coloquial (“a huevo”, “alborotada” y “miada”) y lo culto (“el rubio Febo” y “otrora erecta”) para hacer manifiesta la ironía del año que comienza con vanas ilusiones y obligatorios festejos donde gobierna la apariencia pública que contrasta, en la íntima soledad, con la disminuida condición sexual del pene que sólo se estimula para orinar. Un inesperado y provocador soneto para comenzar el Año Nuevo mexicano: un 2018 en el que se despejará la duda sobre si la nación mexicana se levantará o seguirá siendo “triste y pasiva”.
Viñeta de Juan Gabriel Puga
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Arte y pensamiento
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BIBLIOTECA FANTASMA
TOMAR LA PALABRA
agustín ramos
MENTADAS MENTALIDADES
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ROSARIO DE HISTRIONISMO pésimo o monumento al kitsch del México oficial? Materia para las mentadas mentalidades. El video fb /mariafelixfrases quiere ser una antología de frases de María Félix o la Doña o la Doña María Félix, que empieza con un dicterio de ella contra Zona sagrada, de Carlos Fuentes: Ni siquiera me pidieron permiso para hacer el libro. ¿Y no demanda?, le pregunta el reportero. ¿Para qué?, si la gente tiene hambre, que coma. Los hombres no me escogieron a mí, yo escogí a mis hombres, por eso he sido tan feliz. Donde estoy yo, está la suerte. El hablar de mí es muy severo, porque soy mucho mejor de lo que parezco. Nunca he querido a nadie como me quiero yo a mí misma, entonces nadie me ha podido hacer sufrir. Si usted supiera cómo me aburre hablar de mí, es mucho más divertido hablar bien de mí que mal de los demás, eso desde luego. Es el respeto que yo le tengo al público, al público le gusta verme con las cosas que yo traigo de París, al público le gusta verme arreglada, ¿cómo quiere que venga, así, huarachuda, aquí al programa?, me pongo lo mejor que puedo. Otro de sus típicos entrevistadores le acerca el micrófono:“A la edad que tiene, señora, se ve hermosísima”“¿Por qué a la edad que tengo, a usted qué le importa? Luché mucho por mis películas, por hacer un buen trabajo, cuando tuve éxito para mis mexicanos siempre.” Sin embargo, el chiste no termina ahí, porque dura seis minutos y se adoba con frases dizque célebres de los filmes en los que…, apareció…, decir que actuó es hacerle un favor. Dos ejemplos, en una escena de la cinta Juana Gallo, la Doña en su eterno papel de María Félix o, viceversa, María Félix en su eterno papel de la Doña, tras escuchar la mala nueva de que ya se acabó el parque da la orden:“Échales mentadas,
Eve Gil
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que también les duelen.” En el segundo, todo el peso de la escena recae en Eulalio González, Piporro. Cuando él reclama que el animal muerto era como su padre, ella le dice “Pues le doy mi pésame, porque ahora se quedó huérfano de padre y de madre”. “¿Y de amá por qué?”, dice Piporro. “Porque nunca la tuvo”, dice la Félix al tiempo que da un violento mordisco a un muslo de pollo para que la burla pueda apreciarse por encima del único tono posible en ella, el tono bronco, incapaz del mínimo matiz. Sin regatear una belleza que ella se encargó, en su esplendor, de explotar como minera canadiense y a la cual, durante su decrepitud, se aferró en forma grotesca, el ego de doña María fue una pista aérea, previsible y unidimensional. Y su personaje monomaniaco, cultivado artificialmente a partir del filme basado en la novela homónima de Rómulo Gallegos y perpetuado socialmente en la percepción vicaria del
Pedro Infante y María Félix en Tizoc
indio Tizoc actuado por Pedro Infante, deriva en la mísera mitificación propia del México superficial, la deidad burda de esta farsa. Esta reducción al absurdo, empero, no constituye una visión antagónica sino una mirada actualizada al envés del México profundo que erigió y ha sostenido, en el otro extremo del mismo tablero nacional, a la Virgen de Guadalupe… Pero esa es otra historia. Aquí debía venir una alusión a Bonfil Batalla, una cita de Le Goff y consideraciones de Solange Alberro sobre las mentalidades, pero cuando escribo estas notas el pri y sus contlapaches fecalistas, gordillistas, verdepús y demás, aprueban las leyes de Seguridad Interior y de Archivos y reforman el artículo 1916 del Código Civil Federal. Lo primero para reprimir el descontento social, así sea tan pacífico y regulado como la participación en las elecciones. Lo segundo, para secuestrar desde su raíz cualquier prueba, indicio o testimonio de sus crímenes de lesa humanidad, matanzas de las que son protagonistas o partícipes o responsables por omisión, saqueos sistemáticos, entreguismo y abandono de la defensa de la soberanía nacional, corrupción asumida, colusión con el crimen organizado y con empresas transnacionales, ocultamiento de información, construcción y difusión de falsedades, etcétera, etcétera con el fin, principal pero no único, de garantizar su impunidad, así como para proteger la autoestima de la imbecilidad antonomásica que regentea nuestras instituciones, de manera tal que sea ilícito “comunicar, a través de cualquier medio, de un hecho cierto o falso que pueda causar deshonra, descrédito, perjuicio o exponer al desprecio de alguien”. Reglamentar la memoria y el silencio, matar con olvido las palabras, acallar la verdad. De eso se trata.
LA GAMBERRA DE LA RIVE GAUCHE
¿CÓMO ES QUE a una chica joven y guapa como Michèle le gusta aparentar que es un gamberro fugado de una correccional?”, se escandalizó el muy católico Francois Mauriac, fascinado a pesar suyo tras leer Todos los caballos del rey, de la novel escritora de veintiocho años, Michèle Bernstein (París, 1932), mejor conocida como la mujer del filósofo, escritor y cineasta Guy Debord (1931-1994), fundador de la Internacional Situacionista, movimiento artístico creado en 1957, encaminado a buscarle nuevos sentidos al arte convencional, según lo explica Asgern Jorn (1931-1973), cineasta y artista plástico danés, “el mejor de los pintores”, lo denomina la propia Michèle. El situacionismo explota el concepto de la vida como una acumulación de espectáculos. Se le considera uno de los catalizadores ideológicos de la revolución de 1968. Todos los caballos del rey, publicada en 1960, es probablemente el último hito de la estética situacionista, susceptible de confundirse con otras corrientes como la noveau roman y hasta el surrealismo. Se insiste en evocar a Debord como su máximo instigador, pero la única en llevarlo a la práctica fue su mujer, quien escribió con el propósito de convertirse en bestseller. El plan era llenar con sus ganancias las entonces exiguas arcas de la Internacional Situacionista. Gallimard y la Table Ronde le dieron un rotundo no. La Julliard le dio esperanzas. La única condición que ponía el editor era eliminar “ese odioso pasaje de Hèlene”, pero Michèle solo rebautizó al personaje como Virgine. De hecho, en la edición española, pretendiendo acaso fidelidad absoluta al original, conserva una errata en la que Hèlene aparece como “Virgine”. Finalmente apareció bajo el sello Buchet/ Chastel. Entre lánguidas fumadas, la autora describiría su obra como “un argumento pobre que se
desarrolla en forma complaciente en la Rive Gauche y en la Costa Azul, entre interminables borracheras”. Se trataba en realidad de una versión pop de Las relaciones peligrosas. A decir de Juan Goytisolo, que tenía veintidós años cuando los conoció, en el cuarto de la Rue Racine de la despeinada pareja, reinaba un desorden extremo: “Libros, periódicos, prendas de vestir, botellas de vino o cerveza vacías cubrían la moqueta y el gran lecho. Aunque era mediodía acababan de despertarse y permanecían en cama risueños y juguetones.” En su novela, Michèle no hace sino reflejar su propia y heterodoxa realidad de buhardillas: Genevèive, la narradora, es su alter ego, mientras que Gilles, marido de la protagonista, no es otro que Guy. Al igual que la Merteuil y su cómplice, Valmont, esta pareja se complace en relatarse sus mutuas canalladas. Juegan con la pequeña Carole, adolescente andrógina, como ara-
Michèle Bernstein, al centro
ñas con la mosca. Gilles despliega sus dotes de seductor de quinceañeras con el propósito de brindarle un espectáculo a su joven esposa de inclinaciones lésbicas. Genevèive, no obstante, se aburre rápido y tras arrullar un rato a su muñeca nueva, marcha en pos de nuevas emociones. Por aburrimiento más que otra cosa, Genevèive vive un amorío, que no aventura (ella sabe distinguir una cosa de la otra) con Bertrand, apuesto poeta, algo más joven que ella, durante el cual Bertrand le confesará un amor no correspondido hacia Hèlene, adusta aristócrata. Cuando Hèlene le es presentada, Genevèive la seduce con inusitada rapidez. Al advertir esta situación, Bertrand queda moralmente destruido: las dos mujeres que adora sostienen un “amorío” que lo excluye por completo… pero no a Gilles. La indestructible pareja se rodea de invitados con la única finalidad de desbaratar grupos externos a ellos. En la destrucción de relaciones paralelas encuentran una curiosa forma de realización que les permite recobrar su preciada intimidad. Como en la noveau roman, no existe perfil psicológico ni justificación para sus actos. Se dejan de lado los antecedentes de la pareja; ni siquiera sabremos qué hacen para subsistir, aunque ambos podrían responder “paseo, nada más paseo”; el propósito central es socavar los valores tradicionales, ponerlos en tela de juicio, exhibirlos con crueldad, lo cual mucho tiene que ver con el llamado situacionismo y su teoría del espectáculo como clave de la alienación social. Michèle escribiría una segunda novela sin las repercusiones de la primera: La nuit (1961). Termina mudándose a Inglaterra con el pintor Ralph Rumney (1934-2002), otro artista situacionista. Guy Debord, quien se casaría con la franco-indochina Alice Becker-Ho, se suicidó el 30 de noviembre de 1994. Michèle está hoy retirada
CINEXCUSAS
BEMOL SOSTENIDO
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Arte y pensamiento
Alonso Arreola @LabAlonso
ATENCIÓN: LA NEUTRALIDAD DE INTERNET
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USTO EL DÍA que la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos derogó –con tres votos republicanos contra dos demócratas– el principio de “igualdad en la red”, recibimos en casa el primer vinilo con música nuestra. Tenemos cuarenta y tres años de edad y, aunque todavía nos tocó grabar en cinta magnética de dos pulgadas, consumir y coleccionar acetatos y registrar primeras ocurrencias en casete, el compact disc se impuso como formato general de reproducción en el momento que comenzamos a editar álbumes. Dicho esto, huelga decir que mirar los giros del vinilo rojo en la tornamesa nos hizo dichosa la madrugada. Entre gritos y cantos discutimos sobre la diferencia entre, precisamente, acetato y vinilo (que ya hemos tratado aquí); señalamos cualidades sonoras de uno y otro formato sin atender a cuál sucede mejor en el oído experto y “objetivo”. La conclusión unánime fue que en la tornamesa percibíamos una naturalidad que nos otorgaba sana crudeza. Vaya usted a saber, lectora, lector, si eran las copas o la pura felicidad, pero nos dio gusto escuchar las dinámicas e inflexiones de nuestros dedos en un lp de ese tipo. Resignados al mundo digital, este acontecimiento nos devolvió algo que habíamos perdido hacía tiempo: esa fogata musical entre amigos. Al día siguiente, empero, la emoción se vistió de realidad y volvimos a los temas urgentes: la reconstrucción, la Ley de Seguridad Interior, la Ley mordaza y, ahora, el efecto dominó que la susodicha modificación al consumo de internet del país vecino pudiera provocar en este lado de la frontera y en el resto del mundo. ¿Qué tiene que ver eso con nuestro vinilo? Mucho. Durante la presidencia de Barack Obama se estableció que el uso de internet era
abierto y público, que las restricciones sobre su información correrían a cargo de los propios usuarios y no de las compañías proveedoras. En cuanto entre en vigor la nueva ley, sin embargo, serán esas compañías las que filtren, bloqueen, ralenticen o determinen contenidos dependiendo de tarifas y criterios que pueden atentar contra la libertad de expresión, discusión y organización social. Aparentemente, y según claman sus defensores, esta ley no afectará a los usuarios corrientes. Mentira. Si internet entra en mundo diferenciado de la “oferta y la demanda”, compañías como Youtube, Amazon, Netflix, Spotify y tantas más abocadas a la difusión de entretenimiento, cultura y conocimiento, deberán pagar más, por lo que inmediatamente sus servicios subirán de precio a los consumidores. Los daños no se detienen allí. También sucederá que un montón de compañías más pequeñas que intentan distribuir otro tipo de contenidos, al tener que pagar más por una banda ancha, desaparecerán debilitados en nichos de mercado pequeños. Así las cosas, si las ganancias para los músicos y creadores de todo tipo ya se ha-
bían reducido a números ridículos, el futuro suena más desalentador. Internet había sido una ventana de diálogo, pero ahora nos quitarán palabras, frases y discursos enteros impulsando –otra vez por el sacrosanto Libre Mercado– la ignorancia y la estupidez, la exacerbación polarizante, el control ideológico. Entrevistado por la bbc inglesa, Ryan Singel, experto en neutralidad de la red del Centro de Estudios de Internet y la Sociedad de la Universidad de Stanford, dijo algunas cosas que nos pusieron en alerta: “Será una internet más controlada por las empresas más poderosas, habrá menos posibilidades para que emprendedores digitales hagan sus proyectos y limitará en general la libertad y variedad de la red […] Cualquier empresa o bloguero, por ejemplo, que abogue por discursos controversiales u opiniones polémicas, podría ver censurada o bloqueada su web […] Las posibilidades de entrar en el mercado digital estadunidense se harán más difíciles, burocráticas y llevará procesos en los que serán los proveedores de internet quienes tendrán la última palabra.” Finalmente: sí, esto es producto de hombres como Donald Trump… Ese ignaro, iletrado, inconsciente, limitado y lego político que –acusado de abuso a mujeres, enemigo del medio ambiente, la ciencia, el respeto religioso– va ganando terreno político. ¿Que los republicanos perdieron en Alabama? Es cierto, pero siguen teniendo mayoría. Además, la construcción del muro empieza a verse tan real como la eliminación del Telecan (tan cuestionable como sea), todo lo cual representa serias fracturas culturales. En tal contexto, reunirse alrededor de un vinilo giratorio para crear nuevas revoluciones, parece más que sensato. Buen domingo de Reyes. Buena semana. Buenos sonidos
Luis Tovar cinexcusas@yahoo.com
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L AÑO RECIÉN CONCLUIDO arrojó la elevada cifra de 175 producciones fílmicas mexicanas. En promedio, es como si se hubiera concluido una película un día sí y un día no. Pero como viene sucediendo desde hace ya algunos años, cuando se rebasó la media centena, ni siquiera la mitad de esas películas fueron estrenadas no sólo comercialmente, sino al menos en festivales. Así las cosas, fueron solamente ochenta y cinco las cintas mexicanas que el público pudo ver a lo largo de las cincuenta y dos semanas de 2017. Con todo y el enorme rezago, eso da una media de tres producciones asequibles cada quince días, lo cual debió ser suficiente para que cada fin de semana hubiese, mínimo, una película nacional en cartelera. Pero no sólo no fue así, sino que de esas ochenta y cinco, una buena cantidad consistió en rezagos de años anteriores; baste como ejemplo mencionar que La región salvaje, el más reciente, multipremiado a nivel internacional y magnífico largometraje de Amat Escalante, fue producido en 2016 y será hasta este mes de enero que tenga su estreno comercial. Lo anterior, entre otras cuestiones, da pauta a la pregunta que encabeza estas líneas: tratándose de cine mexicano, los recuentos, ¿para qué sirven? ¿Tiene sentido apuntar siquiera el nombre de esas casi dos centenas de producciones, si apenas un puñado –pero de veras mínimo– de los ciento veinticinco millones y pico de habi-
RECUENTOS, ¿PARA QUÉ? tantes de este país han podido verlas? ¿Lo tendría si se tratara aunque sea de las “afortunadas” ochenta y cinco exhibidas, considerando que la mayoría de ellas pasaron por la pantalla con una fugacidad que las hizo estar tres días y va pa’fuera, por lo que muy pocos pudieron verlas? Esta situación, padecida por el cine mexicano desde hace tanto tiempo que a Todomundo ya le parece lo más normal, es como los resfriados, pues el problema está dentro pero aunque a primera vista no lo parezca, la causa viene de fuera –y, claro está, padecer de bajas defensas no ayuda–: el virus se llama cine estadunidense, pero ese cuerpo en el que consiste la cinematografía en México, es decir el ciclo producción-distribución-promoción-exhibición, está tan acostumbrado a vivir malsanamente, que los refuerzos del virus no son recibidos con alarma sino echando porras malinchistas a más no poder: antier se llamó La liga de la justicia, ayer cambió a El último Jedi –y ojalá fuera de verdad el último, por amor de dior–, y mañana trocará en Rápidos y babosos número veintitrés, da lo mismo. A tal grado se vive con el enemigo adentro, alimentándolo tanto como lo quiera su voracidad, que Unosyotros vive mil veces más pendiente de aquello que suceda en la “Meca del Cine” y sucedáneos, que de lo que acontece frontera hacia dentro. Pero a esa distorsión exasperante
debe añadirse la superficialidad con la que atienden los asuntos del patio ajeno: refocilados en la que hoy es infausta suerte de un productor cinematográfico otrora poderoso, le dan el mismo tratamiento epitelial, por ejemplo, a un dato que debería alertar porque influye directamente en eso que tanto les gusta ver y comentar –o, dicho de modo más ad hoc para su modo de pensar, que tanto les gusta consumir–: en días recientes, y salvo los segmentos de noticias y deportes, la compañía Disney absorbió a la Twentieth Century Fox. En buen español, lo anterior se llama monopolio y se llama, por ende, constreñimiento de la oferta de contenidos y reducción de perspectivas temáticas pero, sobre todo, éticas y estéticas, ahora obligadas a converger en la bien conocida visión Disney, arranciada desde siempre en la promoción de los “valores” estadunidenses más caros, entre los cuales destacan la “decencia” y la “moralidad” tal como las entiende el estadunidense clase media estándar, el paternalismo cultural de Occidente y la asimilación de las “periferias” –véase como ejemplo insuperable Coco, en virtud de la cual Disney-Pixar se apropió, le guste a quien le disguste, de un bien cultural/inmaterial. Eso es lo que suele y le gusta manducar a Mediomundo, que ni a chistar se anima ahora que su acostumbrada sopa fría será todavía menos variada. A ver a qué le sabe cuando Disney compre Warner y cada película de ésas que plagan las pantallas mexicanas acabe teniendo, intangibles, las orejas de Miquimáus. Mientras eso sucede, el cine mexicano seguirá acumulando invisibilidades o, como por ahí anuncian como si fuera digno de aplauso, se cambian todos a la producción de series tipo Netflix. Sólo que a esta última, como verán tarde o temprano, también le van a salir orejas negras
ENSAYO EL PREMIO CONCEDIDO EL A„ O RECIƒ N PASADO A LA POETA, NARRADORA Y ENSAYISTA SALVADORE„ A DETONA EL RECUERDO DE UNA PLƒ YADE DE NOTABLES ESCRITORES REUNIDOS EN EL VOLUMEN NEW VOICES OF HISPANIC AMERICA. AN ANTHOLOGY.
Claribel Alegría, Premio Reina Sofía Ricardo Bada
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onosamente dice el viejo refrán español que por la boca muere el pez: donosamente. Y este adverbio lo uso y lo repito al pensar qué escribir en honor de la nueva premio Reina Sofía, la poeta salvadoreña Claribel Alegría, y recordando lo que hace treinta años le contó José Donoso a la revista Quimera, en Barcelona. Y lo que contó fue que le propuso a la Universidad de Iowa “hacer un taller sobre narrativa latinoamericana”, y le respondieron –“era el año 1965”, añade Donoso– que eso no existía. “Poesía sí –siguió diciendo Donoso–, Octavio Paz, Neruda, Vallejo... pero novela... ellos no sabían ni que existía”. Y concluyó Donoso que también preparó “una antología para la revista Tri–Quaterly, que fue la primera publicada en los Estados Unidos”. Levanté entonces los ojos de las páginas de Quimera, miré a un rincón de mi biblioteca y me pregunté: ¿La primera publicada en Estados Unidos, en 1965? De ese rincón de mi biblioteca saqué un volumen cuya cariñosa dedicatoria avisa: “este libro que ya merecería estar en un anticuario”. La dedicatoria está firmada por Claribel Alegría y Bud Flakoll. Era un libro al que yo de todas formas pensaba dedicar un artículo, así es que la lectura de la entrevista con José Donoso sólo actuó como una espoleta de efecto acelerado, o como esa ducha de agua fría que uno necesita a veces para sacudirse la modorra de las buenas intenciones y los proyectos, y poner de una vez por todas manos a la obra. El libro se titula New Voices of Hispanic America. An Anthology, y son los editores y autores de una introducción Darwin j. Flakoll y Claribel Alegría. El sello editorial es Beacon Press, de Boston, y la fecha de edición el año 1962. Repito: 1962. Vide supra la de la antología de Donoso, y sabrán por qué dije que, donosamente dicho, por la boca muere el pez. Y escribí aquel artículo y aquí lo recupero, en honor de Claribel Alegría en una faceta menos conocida de su quehacer: haber sido coautora de la primera antología que se editó en Estados Unidos abarcando toda la nueva literatura latinoamericana, y de cuya publicación se cumplen ahora nada menos que cincuenta y cinco años, que no son paja ni moco de pavo, como también donosamente se dice en España. New Voices of Hispanic America es un libro que vi por primera vez en Ca’n Blau Vell, en el refugio mágico de Claribel y Bud en Deyá, en la isla de Mallorca. Fue en enero de 1985, y la carretera de Deyá a Palma estuvo bloqueada hasta el día anterior a nuestro arribo, ¡a causa de la nieve!, algo que los más viejos del lugar (entre quienes todavía
7 de enero de 2018 • Número 1192 • Jornada Semanal
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se contaba Robert Graves) no recordaban que sucediera desde muchos años atrás. Claribel y Bud hasta habían temido no poder salir a buscarnos al aeropuerto. –¡Qué jóvenes y buenmosísimos se les ve en la foto! –comenté. –¿Sabés de quién es esa foto de la contraportada? –me replicó Claribel, aclarando ante mi silencio: –de Mario Benedetti. De New Voices of Hispanic America creo que es bastante elocuente el índice, y por creerlo así lo reproduzco íntegro: Juan Rulfo, Rubén Bonifaz Nuño, Juan José Arreola, Rosario Castellanos, Octavio Paz (México); Nivaria Tejera, Cintio Vitier, Fayad Jamis (Cuba); René Marques (Puerto Rico); Augusto Monterrroso, Otto Raúl González (Guatemala); Dora Guerra, Hugo Lindo (El Salvador); Ernesto Cardenal, Alberto Ordóñez Argüello, Joaquín Pasos, Ernesto Mejía Sánchez (Nicaragua), Alfredo Cardona Peña (Costa Rica); José Guillermo Ros Zanet (Panamá); Carlos Castro Saavedra (Colombia); Antonio Márquez Salas, Ida Gramcko (Venezuela); Hugo Salazar Tamariz, Adalberto Ortiz (Ecuador); Blanca Varela, Porfirio Meneses, Sebastián Salazar Bondy (Perú); Augusto Roa Bastos (Paraguay); Mario Benedetti, Idea Vilariño, Ida Vitale (Uruguay); h . a . Murena, Julio Cortázar, Elba Fábregas, María Elena Walsh (Argentina); y Alberto Rubio, Gonzalo Rojas, Eduardo Anguita, Nicanor Parra, Enrique Lihn... and last but not least José Donoso (Chile). Nada menos que cuarenta y un nombres de los que al menos la mitad son ahora súper consagrados, unas auténticas vacas sagradas de la literatura latinoamericana, incluyendo el de ese José Donoso que en 1962 no era muy conocido más allá de las orillas del Temuco. Pero ¿quién conocía en 1962, fuera de sus respectivos países, o de un área bastante restringida, o bien al nivel de los sabelotodos (y no uso el sustantivo de manera peyorativa sino descriptiva), a Juan Rulfo, a Juan José Arreola, a Tito Monterroso, a Julio Cortázar, a Augusto Roa Bastos, a Mario Benedetti? Y aun a ellos es posible que se los conociese ya en algunos círculos de entendidos y hasta puede que en algunas universidades, si bien esto último me cuesta un grandísimo esfuerzo imaginarlo. Pero ¿y a Ernesto Cardenal, a Gonzalo Rojas, a Blanca Varela, a Idea Vilariño, a Nicanor Parra, a Enrique Lihn... quién los conocía en 1962, y sobre todo, quién hubiese apostado, en 1962, por una posible y feliz perpetuidad de sus nombres en la historia olorosa a olvidos y a descuidos increíbles de la literatura en lengua de Castilla? Luego de todo lo dicho, supongo que se me entenderá bien qué clase de sorpresa sentí al leer que la primera antología narrativa latinoamericana publicada en Estados Unidos hubiese sido, según confesión de parte, la hecha en 1965, por un autor que figuraba en la editada en 1962 por una salvadoreña y por uno de esos estadunidenses que te hacen seguir teniendo fe en la tierra de Lincoln y de Faulkner. Y vaya por delante que en ningún momento creí que Donoso intentase anotarse puntos como pionero: más bien sospecho que la memoria, ese “obsceno pájaro de la noche”, le jugó una mala pasada. Amén de ello imagino que se entenderá asimismo por qué pienso que era de justicia dedicarle un artículo a esa primera antología de literat u r a l a t i n o a m e ricana aparecida al norte del Río Grande. A pesar del c a b i z b a j o t o r e r o d e s u portada, que me hace recordar que las corridas de toros brillan casi por su completa ausencia en esa literatura. Pero esa, diría Rudyard Kipling, es otra historia. Es decir: otro artículo