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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 8 de febrero de 2015 ■ Núm. 1040 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Szilágyi

y la judicatura,

Ricardo Guzmán

Décimas para recordar a

Xavier

Villaurrutia, Hugo Gutiérrez Vega

Las mujeres de Casa

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ochiquetzal X ra cuba o d a n uc

Fabrizio Lorusso

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8 de febrero de 2015 • Número 1040 • Jornada Semanal

bazar de asombros “Roma nun fa la stupida stasera” “Afuera nunca se han preocupado por mí, ni preguntan, ni nada, y ahora sí que como dicen, que el mundo gire, aquí estoy contenta, tengo mis compañeras, encontré lo que en muchos años no se puede encontrar; el calor de una hermana o una amiga”: así habla Elia, una de las habitantes de Casa Xochiquetzal, refugio y hogar para sexoservidoras de la tercera edad en Ciudad de México, que en este reportaje de Fabrizio Lorusso hablan de ellas mismas, de sus experiencias y de lo que significa en sus vidas la verdadera solidaridad. Publicamos además una semblanza de otra mujer extraordinaria: la maestra cubana Leonela Relys, creadora del exitoso método de alfabetización Yo sí puedo, fallecida el pasado 15 de enero, así como un artículo sobre el novelista húngaro Ferenc Szilágyi y unas décimas para recordar a Xavier Villaurrutia.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

E

l programa de televisión presentaba al cantan­ te Andrea Bocelli en el muelle de Portofino. An­ daba ya caminando la madrugada y me quedé dormido. Lucinda me despertó y oímos una canción de nuestros lejanos tiempos vividos en Italia, titulada “Roma, nun fa la stupida sta sera”. Se avivó la memo­ ria y escuchamos la letra que mezclaba el italiano con el romanaccio y le pedía a la ciudad que favoreciera los amores: “spegne tutte le stelle/ piu’ brillarelle che c’hai, / nasconneme la luna se no so’ guai”. Esta canción per­ tenece a una exitosa comedia musical de fines de los cincuen­ ta, Rugantino, interpretada por el actor y cantante Renato Ras­ cel quien, unos años antes, ha­ bía hecho el papel de burócrata desabrigado en la película de Lattuada Il cappotto, basada en el cuento de Gogol. Los re­ cuerdos abarcan todos los sen­ tidos: ahí estaba la canción, el olor de la pasta asciutta recién hecha, el sabor del spaghetti romano por excelencia, el sabio carbonara que cocina el huevo con su propio calor y se enriquece con la panceta crujiente y el que­ so pecorino bien rayado. A principios de los sesenta, Roma pasó en poco tiempo del ensordecedor ruido de la Vespa, a la cinquecento. Las calles no estaban preparadas para reci­ bir tanto vehículo y, a la hora de la pasta, el ballet de los agentes de tráfico perdía todo sentido. Por eso Rafael Alberti, jugando con el soneto quevediano, llama a la ciudad eterna: “garage inmenso”. Unos si­ glos antes, el maestro de la lírica, las moralidades y la sátira, don Francisco de Quevedo y Villegas, le dijo a la Roma saqueada por los mercenarios del César catoliquísimo Carlos i de España y v de Alemania: cadáver son las que ostentó murallas, y tumba de sí propio el Aventino.

También tiene razón al decir: ¡Oh Roma! en tu grandeza, en tu hermosura huyó lo que era firme, y solamente lo fugitivo permanece y dura.

Los años pasados en Italia nos entregaron la certeza de que cada esquina, cada pequeño pueblo, monas­

Hugo Gutiérrez Vega terio rural, iglesia renacentista, manierista o barro­ ca son los más bellos del mundo. En Italia se va de sorpresa en sorpresa, y la nueva hace que palidez­ ca la anterior. Veo las porticadas y las grandes torres de Bolog­ na, y percibo el aroma del “bollito misto” y los “tor­ tellini in brodo”. Recuerdo también las comidas de los jueves en nuestro apartamento de Via Lanciani: Lucinda preparaba platos mexicanos, Acenza hacía la pasta cotidiana, la pequeña Lucinda actuaba de intérprete simultánea, la sonriente Fuen­ santa consumía su porción de leche, que a veces desapare­ cía de las tiendas cuando había “sciopero”, y Mónica estaba pre­ parándose para nacer. Asistían a estas comidas los jesuitas Ig­ nacio Gómez Robledo y Claudio Favier y, algunas veces el obis­ po Méndez Arceo quien partici­ paba en las sesiones del Concilio convocado por Juan xxiii, el Papa inteligente y bondadoso que, por razones inexplica­ bles, fue canonizado con el más antiguo de los papas modernos, Juan Pablo II. Con Claudio Favier, arquitecto, pintor, graba­ dor, escultor y vitralista, recorrí varias ciudades de la ruta de la Serenísima. Pasamos varios días en Vero­ na y, ya de regreso a Roma nos detuvimos en Parma y vimos la primera película de Bertolucci, “Prima della rivoluzione”. El entusiasmo de la izquierda italiana de esos tiempos se frustró por las divisiones y conflic­ tos de grupo. Sin embargo todavía en algunas de las ciudades de esa región siguen en el poder los eficien­ tes y actualizados comunistas. Compramos quesos y embutidos, y a la sombra de un álamo hablamos de Pepone y don Camilo, los personajes de la jovial gue­ rra fría descrita por Guareschi. Acenza nos invitó una vez a su pueblo situado en las montañas “degli Abruzzi”. Fueron memorables las costillas de cordero al “scottadito” perfumadas por el romero silvestre, rosmarino para los italianos. En esa ocasión estuvimos cerca del pueblo generoso y con­ tradictorio, y de la realidad de una Italia que se mo­ dernizaba, pero afortunadamente, seguía aferrada a algunos girones de la tradición republicana

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El a c u erdo

creación

Javier Bustillos Zamorano

(L

a escena se desarrolla en una oficina pública. En la pared está la fotografía del Presidente, franja tricolor al pecho y gesto altivo. Los muebles en desorden y amontonados en las es­ quinas; papeles, portarretratos y cristales en el piso. Está el edil, una mujer y ocho civiles de complexión atlética, corte militar, chamarras negras, panta­ lones de mezclilla y zapatos tenis. El edil y la mujer están sentados en el piso; él con la camisa desgarrada, ella con el traje sastre roto, abierto, despeinada y las mejillas manchadas por el rímel corrido; ninguno trae zapatos, espalda con espalda. Es de noche, porque la única luz que alumbra el sitio es la que proviene del farol de un poste de la plaza. El sonido de los radiotransmisores y sus frases inentendibles es lo que se oye. Después de una pausa, se oye una voz en el radio que pregunta algo que no se entiende por la estática). CIVIL 1 . Adelante… ( se oye de nuevo el ruido) …en­ terado. (Al Edil y a la Mujer) Ya llegó el subsecretario (se oyen pasos en lo que parece ser un largo pasillo; se abre la puerta y entran otras cuatro personas, una con traje y corbata). SUBSECRETARIO. ¡Pero por qué los tienen así, chingao!, ¡dos sillas! A ver, Juan Manuel, mira nada más, carajo, por favor señora, deme la mano. ¿No los habrán golpeado? –MUJER. ¿De qué se trata, hijos de la chingada? ¿Por qué nos tienen así? ¡¿Quién es usted!? SUBSECRETARIO. Señora: estoy aquí para arreglar las cosas y procurar que usted y su marido no salgan perjudicados, pero si me va a tratar de ese modo, me voy y los dejo a su suerte. O se calma y arreglamos las cosas o se atienen a las consecuencias… (Ante la falta de respuesta, ordena:) denles algo de tomar. Bien. Vamos a ver: su situación es difícil… EDIL. Nosotros no tenemos nada que ver… MUJER . Esa estupidez de que yo ordené que los sacaran es una mentira, es una estúpida mentira; tenemos testigos, a esa hora estábamos en mi casa; ese acto del que hablan había terminado dos horas antes; ahí estaba el capitán Gómez de la zona militar… SUBSECRETARIO . Lo sé, lo sé; nosotros sabemos que ustedes no tuvieron nada que ver, de eso no hay duda, tranquilos. Es simplemente que los hechos ocurrieron tan deprisa que apenas nos vamos acomodando, son investigaciones iniciales… EDIL. ¿Entonces por qué nos tienen aquí? MUJER. Estamos secuestrados ¿o qué? SUBSECRETARIO. O le baja señora o no se lo diré otra vez. EDIL . Ya Carmen, ya, cálmate; que nos explique qué está pasando. SUBSECRETARIO. Ya les dije: son investigaciones iniciales y siempre se tienen tropiezos al principio. EDIL. Pero la radio y la televisión ya están diciendo que nosotros somos los que los mandamos matar y ustedes sa­ ben que no es cierto, ustedes saben que aquí manda el Ejército y la policía federal, no se hace nada sin su permiso… MUJER. Ellos cerraron las carreteras; fue un operativo. SUBSECRETARIO . Ya le dije Juan Manuel; eso lo sabemos, cálmense.

MUJER . ¿Entonces por qué están saliendo así las no-

ticias? SUBSECRETARIO. Ya ve cómo son los periodistas, pero

tranquilos. Lo que vamos a hacer es esto, escúcheme bien Juan Manuel: mañana convoca usted al Cabildo y soli­ cita licencia a su cargo… EDIL. ¿Pero por qué? Eso no lo puedo hacer, sería como… SUBSECRETARIO. A ver Juan Manuel, vamos entendiéndonos; o hace usted lo que le ordeno o se va a la cárcel mañana mismo por homicidio, ¿ya sabe de quién, no? La averiguación está abierta y nosotros sabemos que usted mismo lo mató y mandó matar a los otros dos. ¿Estamos? No son ustedes unas blancas palomas; usted (a la Mujer) está relacionada con ese cártel de narcotraficantes, su familia, y desde hace mucho tiempo. Sólo con valuar todas sus propiedades, sus centros joyeros, sus negocios… ahí los atoramos. ¿Nos vamos entendiendo? Bien. Después de pedir licencia, inmediatamente se vienen con

nosotros; los van a acompañar aquí nuestros amigos (señala a los civiles) y ya; ya después les daremos otras instrucciones. EDIL . No, de una vez díganos qué va a pasar, ustedes saben qué va a pasar ¿no?... si nos explica bien lo que va a pasar, nosotros colaboramos sin problemas, pero necesitamos saber todo lo que tienen planeado, digo, por favor, le ruego que nos entienda; si nosotros sabemos qué va a pasar vamos a estar más tranquilos, sin la incertidumbre, que es lo que más acaba. SUBSECRETARIO . Va. A ver, por favor déjenme solo con ellos (salen todos los civiles, se acerca a ellos al punto de que sus rodillas se tocan). En principio vamos a culparlos a ustedes y a su policía (ataja con un ademán las interpelaciones); en principio. Los vamos a acusar de delitos que a la larga no se pueden comprobar, por ejemplo: asociación delictuosa, lavado de dinero, secuestro, etcétera. Estarán en proceso de dos a seis meses, sólo usted irá a prisión, su esposa será arraigada; lo más probable es que no haya pruebas para encarcelarla, en fin, es sólo para focalizar el asunto, es decir, hacerlo local, ¿me entiende? Es un asunto de un presidente municipal y su policía que fue (hace el gesto manual de comillas) infiltrada por el narco, etcétera (nuevo ademán de contener sus respuestas). Quizá sea necesario tenerlo unos meses adentro, hasta que se calme el asunto. Y ya. EDIL. Perdone, pero yo necesito garantías. ¿Quién me garantiza que va a ser así? Estando en la cárcel ya es difícil… SUBSECRETARIO . Le debe bastar con mi palabra, Juan Manuel. MUJER . No. Necesitamos garantías, algo que nos asegure que no seremos engañados, creo que es lo mínimo que podemos pedir. SUBSECRETARIO. ¿Qué se les ocurre? MUJER. No firmamos nada, ni declaramos nada. SUBSECRETARIO . Pues legalmente pueden reservarse su derecho a declarar. EDIL. Nada que nos incrimine. MUJER . Y el compromiso de que nadie nos toque; no nos golpeen. SUBSECRETARIO. De acuerdo. Además de esos delitos incomprobables, habrá las consabidas fallas procesales para que en un tiempo breve salgan sin problemas. Sus negocios seguirán operando normalmente y quizás haya una gratificación posterior, eso ya se les avisará. MUJER. ¿Qué va a pasar con mi familia? SUBSECRETARIO. No se les tocará para nada. EDIL. ¿Mi jefe de la policía municipal? SUBSECRETARIO. Ahí sí hay un pequeño problema. Parece como que se le quiere ir la lengua; bueno, eso me dijeron, en realidad no sé bien, pero si colabora pues no habrá problema; eso lo está viendo otra persona. EDIL . Es que está desaparecido… SUBSECRETARIO . Ustedes ocúpense de ustedes y déjennos a nosotros lo demás ¿sí? Bueno, pues ya estamos…


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LeonelaRelys: Rosa Miriam Elizalde

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stoy viviendo los mejores momentos de mi vida”, me dijo en La Habana Leonela Relys, una mujer pequeñita, de sesenta y siete años y herida de muerte. Yo no tenía ni idea de que padecía un cáncer de pulmón y ella tampoco dio señales de llevar tal peso encima. Todo lo contrario. Sonreía como siempre y respondió a un comentario que le hice sobre el abuso de las tecnologías en la enseñanza, con su opinión volcada a los hechos y enhebrada con discreción y sabiduría. Esa prudencia en la firmeza (y aun diría en el combate) es lo que conocía de Leonela, la mujer que inventó el método Yo sí puedo, para enseñar a analfabetos de cualquier edad a leer y escribir en pocos meses. El programa comenzó a aplicarse en 2001 en Haití, donde la mitad de la población era entonces analfabeta. La primera palabra que aprendió en creole, lengua que llegó a dominar, fue “grangou”, que quiere decir “hambre”. “El analfabeto no entiende bien por qué tiene que aprender a leer. Su urgencia es alimentar a su familia. Algunos preguntaban cuánto se pagaba por estar allí, y otros, cuando le entregamos por primera vez un lápiz, lo apoyaron por la parte de la goma de borrar, en pleno siglo xxi . ” Allí comprendió la relación del analfabetismo con la pobreza, el hambre, la insalubridad. “El analfabetismo existe, porque existen iniquidades e injusticias sociales. Existe porque no hay educación para todos.” Más de 100 mil personas fueron alfabetizadas en Haití con el método de Leonela, desplegado a través de la radio. Ella elaboró una cartilla en pocas páginas en las que combinó los números con las letras; “los pobres siempre aprenden a contar a la fuerza, y había que ir poco a poco de lo conocido a lo desconocido, de lo sencillo a lo complejo”, me explicó. En Haití sufrió un accidente que la obligó a regresar a Cuba y someterse a varias operaciones en una pierna. Convaleciente, recibió una llamada de Fidel Castro. El líder cubano le habló de su niñez en Birán, de los cam­ pesinos analfabetos que conoció y no sabían contar, pero asociaban el número de los billetes con las imágenes que traían. El diálogo con Fidel dio a la experiencia de Leonela una dimensión homérica: quería que aquel método para enseñar a leer pudiera llegar a todos los analfabetos del mundo, comenzando por los de los países latinoamericanos que quisieran sumarse a la aventura. El gobierno del presidente Hugo Chávez fue el primero en apuntarse. Leonela recordaba perfectamente esa primera con­ versación, y las que se sucedieron después. Fidel estaba convencido entonces de que sólo se consigue erradicar el analfabetismo si los países que lo sufren se empeñan en acabar con él. Sabía perfectamente que, en algunas naciones, ser analfabeto equivale a ser menor de edad para el ejercicio de los derechos cívicos. “Si no sabes leer, no sabes votar, no puedes reclamar nada”, y Leonela insistía en esos diálogos en una dimensión esencial: la autoestima. El analfabeto carga, además, la vergüenza de serlo.

Leonela con el presidente René Préval de Haití

La persistencia de los altos porcentajes de iletrados depende de factores estrictamente políticos, argumentaba Fidel en encuentros que a veces se prolongaban hasta la madrugada. El mundo tiene 700 millones de analfabetos: diez por ciento de la población humana que habita este planeta. La historia de la mujer –ellas suponen sesenta y cuatro por ciento de los iletrados actualesque acude al vecino para que descifre la carta de su hijo; el drama de los analfabetos que se ven asaltados en las grandes ciudades por señales incomprensibles, por impresos que para ellos son papeles garabateados; la escena del analfabeto que quiere redimirse y no halla en la sociedad los instrumentos precisos para procurarse la cultura, son imágenes que reflejan el fracaso de una política alfa­b etizadora internacional que no ha alcanzado sus objetivos primordiales. La metodóloga nacional de Español y Literatura del Ministerio de Educación, que había organizado una primera cartilla en creole, se vio de la noche a la mañana dirigiendo “un equipo multidisciplinario” que incluía técnicos y actores vinculados al recién creado Canal Educativo, de la Televisión Cubana. “Comenzamos a escribir los guiones, a hacer el trabajo de mesa, a reunirnos para ver las imágenes y la música, y nació el Yo sí puedo.” La idea que encabezó en 2001 con una vocación latinoamericana, se materializó en 2002, cuando comenzaron las grabaciones. Los actores dramatizaban las historias e intervenían maestros locales y alumnos iletrados que aprendían, observados por las cámaras. El sistema incluyó manual, cartilla, apoyo audiovisual y capacitación para los facilitadores, siempre “con la premisa de

que fuera agradable, ameno y alegre, porque no había que sumar cargas nuevas a la vida de los pobres, que ya es de por sí bastante dura”. Los programas se grabaron en quechua y aymará (Bolivia), creole (Haití), tetum (Timor Leste), inglés (Nueva Zelanda), suajili (Tanzania), portugués, francés y varias versiones del castellano (para un numeroso grupo de países latinoamericanos y España). También armó cartillas “ecológicas” –con más de trescientas imágenes de árboles y animales– y otras que utilizaban la computa­ dora y el teléfono móvil: “Descubrí que los pobres en muchos de estos países no tenían para comer, pero andaban con celulares.” Los signos de la computadora y el móvil son números y letras. “La tecla 2 del móvil, por ejemplo, va con las letras abc. Es como un Yo sí puedo masificado… No hay que fajarse con los instrumentos populares, hay que utilizarlos. El mensaje que siempre quisimos llevar es ‘aprender a leer es bueno, útil y divertido’”. Este resultado de la pedagogía latinoamericana –ella nunca permitió que dijeran que el Yo si puedo era sólo cubano– logró alfabetizar en treinta y tres países de diversos continentes, México entre ellos. Graduó a más de 8 millones 800 mil personas y tuvo un beneficio colateral que Leonela no podía prever: “Cuando lo estábamos implementando en distintas partes de América Latina nos dimos cuenta de que había personas que no podían leer ni escribir porque tenían problemas en la vista. Entonces comenzó la Operación Milagro para devolver la visión a todas esas personas y que eso no fuera limitante para aprender.”

Alfabetizadora con 13 años El aula era su felicidad y ella lo celebraba con un gesto discreto, porque la humildad de Leonela era tan grande como su genio pedagógico. Su metodología no sólo era una enseñanza útil para la alfabetización, sino una pedagogía que, como tal, comprendía también una filosofía Leonela con Fidel Castro en una reunión en el Palacio de la Revolución en 2002


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elogio de la maestra

Con Martín Torrijos, presidente de Panamá

ración dotada de capacidad profesional pero sin corazón. La competencia habrá de prevalecer entonces sobre la solidaridad y el capital sobre los seres humanos. Y así iremos a la barbarie”, anoté en mi agenda y sus palabras quedaron ahí, hasta este 17 de enero, en que amanecimos con la noticia de su muerte. Un dato, que quedó relegado en los titulares, porque lo único que parecía importar de la Isla eran las conversaciones entre los gobiernos de Estados Unidos y Cuba. Nadie en la prensa dijo, por ejemplo, que el fraile dominico Frei Betto dio una conferencia en la Casa de las Américas, de La Habana, dedicada a otro gran pedagogo, el brasileño Paulo Freire, profeta de la educación solidaria. Al terminar su disertación y cuando ya sonaban atronadores los aplausos, Betto pidió a su audiencia que se pusiera de pie y que esas palmas batieran para abrazar y despedir a una mujer: Leonela. Con el presidente Hugo Chávez en Caracas

una veintena de libros y recibió los más altos honores del país –incluido el título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, que muy pocos ostentan. La unesco le otorgó dos Menciones Honoríficas Rey Sejong (de 2002 y 2003), y el premio de 2006, mientras la Universidad de Gerona le entregó el Premi Mestres 68, en su edición de 2012. Todo eso lo hizo mientras, como cualquier otra cubana, hacía malabares para llevar el hogar y atender a sus dos hijos, una mujer y un varón ahora cuarentones, que le dieron tres nietos a los que adoraba. Sus últimas horas las vivió en la casita verde que ella y su esposo levantaron casi desde los cimientos en una calle llena de baches y grietas de la barriada de Diez de Octubre, en la periferia de La Habana. Aquel día, el último en que conversé con ella, volví a la carga sobre el método audiovisual del Yo sí puedo y el peligro de sustituir al maestro por el televisor. “El problema no es la tecnología. Sin humanismo tendremos una gene-

El reloj se detuvo

El rostro de esta mujer, que hizo tanto y cuyo nombre aparece en miles de referencias en Google, apenas aparece en internet. Ni siquiera se asoma en su propia casa, fiel a su personalidad, capaz de mover el mundo sin estridencia. Rolando Hernández, su esposo por “treinta años más cinco prestados, de novios”, entra en la pequeña habi­ tación donde Leonela tenía su estudio y va sacando de una en una las fotos que ella guardaba, en la que se le ve con los presidentes Fidel Castro, Hugo Chávez, René Preval, Martín Torrijos… Es la primera vez que Rolando abre la puerta del estudio desde la muerte de su mujer y se disculpa, porque le cuesta hurgar entre sus papeles, todavía desordenados, como ella los dejó. Leonela trabajó mientras tuvo fuerzas, casi hasta el final cuando, teniendo todos los premios de su profesión y la posibilidad de mantenerse como académica en el Instituto Pedagógico Latinoame-

Contra la vo­luntad de su familia, se apuntó como alfabetizadora para la gran campaña donde un millón de cubanos aprendió a leer y la contrarrevolución asesinó a maestros voluntarios y a sus alumnos campesinos.

sobre el ser humano y la sociedad, que está atada a su biografía, en particular a su niñez y adolescencia. Nació en Camagüey, en las llanuras del centro oriental de la Isla. Su madre murió cuando ella era muy pequeña, y fue criada por sus abuelos. Su abuela la enseñó a leer en una Biblia y era una niña todavía cuando, en 1961, dos años después del triunfo de la Revolución y contra la vo­ luntad de su familia, se apuntó como alfabetizadora para la gran campaña donde un millón de cubanos aprendió a leer y la contrarrevolución asesinó a maestros voluntarios y a sus alumnos campesinos. Leonela tenía trece años y fue destinada, con otra compañera, a Brisas de Yareyal, un pueblo del norte de la Isla que ni siquiera estaba en el mapa. Ahí encontró su vocación y descubrió que su vida iba a ser “más que una lucha por la alfabetización, simplemente una lucha contra el analfabetismo, que es algo cambiante con la evolución de la sociedad y mucho más complejo que el no saber leer y escribir”. Se graduó de maestra primaria en 1964 y dio clases de Español y Literatura; años después se hizo doctora en Pedagogía, escribió

ricano y Caribeño (iplac) de Cuba, decidió volver al punto donde había comenzado: maestra. El agravamiento de su enfermedad la sorprendió en el preuniversitario “Tomás David Roig”, del Vedado habanero. Se había jubilado para retomar sus clases de Español y Literatura y cuando el médico advirtió a la familia que el cáncer apenas le permitiría tres o cuatro meses de vida, le dolió dejar el trabajo de psicopedagoga en ese preuniversitario. “Mire, yo soy ateo, pero Leonela tenía algo, un don, no sé…”, confiesa Rolando. “Ella me regaló este reloj en 1999 –se lo quita de la muñeca y me lo muestra. Lo he llevado desde entonces y jamás se adelantó ni se atrasó un minuto. Leonela murió a las 10:55 de la mañana, lo sé porque a esa hora cerré sus ojos. Cuando llegué a la funeraria, el reloj seguía detenido en las 10:55, y ha seguido así, sin moverse, por más que le doy a la cuerda.”

Fotos: Ladyrene Pérez/ Cubadebate y archivo de la familia de Leonela Relys

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Décimas para recordar a Xavier Villaurrutia Hugo Gutiérrez Vega Para Ricardo Yáñez

1 Siempre estás ante la puerta como invisible presencia, pues hay en tu misma esencia una certidumbre incierta. Ya la encontrarás abierta cuando la vida lo ordene sin que mi deseo refrene tu voluntad destructora. Tu llegada aterradora será como un viento leve.

5 Hemos intentado todo para vencer al vacío, pero el tesonero brío siempre sucumbe en el lodo. Contemplamos el recodo donde la vida termina y la muerte que camina a nuestro encuentro seguro, nos dice que ya maduro está el árbol que se inclina.

7 No necesitamos nada. Inventa nuestro deseo un constante devaneo, la felicidad buscada. La realidad ensoñada no es posible en el momento, por eso se lleva el viento al batallar sin sentido. La vida es un barco hundido en el mar del pensamiento.

2 Que vendrá después la nada por la razón lo sabemos, sin embargo no entendemos esta suerte desolada. Nuestra vida enmarañada sale agitando las manos y los esfuerzos humanos abandonan su esperanza, pues es la desesperanza la certeza que encontramos.

6 Sólo algunos sinsabores enturbiarán el momento: el herido pensamiento, la ebriedad de los dolores. Callarán nuestros amores y se borrará ese día. En nuestra mano vacía se recostará la nada. Al rendir esta jornada triunfará la simetría.

8 Sabemos que los amores y las noches delirantes, las alegrías, los instantes en que se abren las flores; los gozos, los sinsabores que entenebrecen los días, el dolor de manos frías y los cuerpos encontrados, son pasajeros cuidados, actos que al viento confías.

3 Una hermosa indiferencia nos espera en el futuro, un viento lejano y puro borrará nuestra conciencia. De nuestra pobre presencia sólo quedará un destello, el aire apagado y bello de las noches que cantamos, los amores que buscamos, nuestro canoso cabello.

9 Mas lo único que tenemos son estos bellos momentos, los besos, los pensamientos y lo poco que sabemos. Basta, al fin, que nos amemos para decir que en la vida no hay esperanza perdida. Se borrará la memoria, pero en la pequeña historia será una página herida.

4 Será un descanso la nada, un remanso en el vacío. No habrá ni dolor ni frío, sólo obscuridad callada. Nuestra vida enamorada será o no será una historia conservada en la memoria de las personas que amamos. Al silencio nos marchamos. Esa será nuestra gloria.

10 Tal vez la nada no sea más que otra cara de Dios, un viento que va veloz sin que la vista lo vea. La perplejidad que crea esta vida que vivimos y esta duda que sentimos son nuestra herencia más dura: saber que nada perdura, que en la muerte no hay caminos.


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Szilágyi

y la judicatura Ricardo Guzmán Wolffer

siglos, el Estado responda con mayores garantías pro­ cesales para los detenidos. Lo que el texto llama a mirar de nuevo es cómo para el juez su reputación parece estar por encima de todo. No se permite a sí mismo tener un momento de regresión infantil y añorar la propia niñez, ni siquiera ser cuestionado en su forma de caminar. Cuando se halla en el forcejeo con la hermosa joven que parecía estar dispuesta a rematar un entrañable día de sorprendente camaradería, la presencia del guardia (de la autoridad vigilante, encarnación de una sociedad con leyes por aplicar) la salva de la imposición que pa­ recía hacer el señor juez: cuando ella lo somete con el señalamiento de que el guardia puede volver, él pier-

En pocos párrafos el autor evidencia la importancia social del juez y cómo se espera de él que tenga mesura y prudencia hasta para caminar en la calle.

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a liberación del juez, de Ferenc Szilágyi (Budapest, 1895- Estocolmo, 1967) es una pequeña historia con tanto contenido que, para aquellos no interesados en la vigencia del esperanto, apenas se recordará haber sido escrito en esa lengua. En la historia no se mencionan nombres (de perso­ najes o de provincias), ni el año de la acción. Si bien fue publicado originalmente en 1933, su contenido es vi­ gente. La anécdota es sencilla: el juez, de treinta y cinco años, aburrido por la esposa grosera y por un trabajo que cada tanto le es tedioso, decide salir a pasear a un balneario cercano. En el tren conoce a una joven con la que camina por el campo y, al llegar a una cabaña de retiro vacía, después de comer y beber lo que encuentran, se besan. En un instante el encuentro sube de tono y cuando ella parece arrepentirse y él quiere continuar, la presencia fortuita de un guardián detiene el escarceo y ambos vuelven a tomar el tren, cada uno hacia su destino: él hacia su casa, con la harpía. Es curioso que León Tolstói (1828- 1910), en su relato judicial La muerte de Iván Ilich, también incluyera el binomio juez aburrido-esposa fastidiosa. Si bien la causa, el desentendimiento masculino de las labores caseras, podría aplicarse a muchas otras profesiones, en ambos relatos matiza al juez. Con Szilágyi, el día inicia con la molestia de eludir los reproches maritales, de ahí que no sorprenda su deseo de dejar encargado el despacho judicial a un colega, para poder escapar de una sociedad que lo vigila y asfixia: antes de la huida es reconocido por una mujer que lo cuestiona al verlo que camina haciendo figuras de los movimientos de ajedrez; previamente huye de los reclamos de un niño, por suponer que su figura como juzgador puede deteriorarse si el infante lo acusa de molestarlo por intentar jugar con la arena en la que está el pequeño. En pocos párrafos el autor evidencia la importancia social del juez y cómo se espera de él que tenga mesura y prudencia hasta para caminar en la calle. En los tiempos que corren en un país ensombrecido por crímenes apenas aclarados, donde la impunidad es tal que comienza a formar parte de la aceptación pública ante la aparente imposibilidad de remediarla, sin importar a qué partido pudiera reprochársele su aumento, la figura de los juzgadores adquiere relevancia, en algunos casos por ser la aparente última opción social. La publicitada reforma penal, donde los juicios orales prometen dar todas las garantías a detenidos y procesados, enfrenta el reto, entre muchos otros, de contar con personal judicial, ministerial y de litigio preparado para una “nueva” forma de juzgar. Sus detractores reclaman que, ante la mayor impunidad y criminalidad vivida en

de el impulso erótico: “El guardián, las convenciones, las costumbres, la moral reaparecieron de pronto en ese sueño improbable. También él empezó a sentir de nuevo un escalofrío en la columna, pensando en el escándalo que habría podido producirse. Pensando en su posición social. ¡Es juez! ¡Qué festín para los periódicos! Y su primera sensación fue de amargura contra las cadenas de la vida, de desesperanza contra las ataduras. La vida es efímera y es injusto ordenar lo efímero como si uno viviera eternamente.” La importancia social de la figura judicial llega al extremo de que su labor contenciosa es opacada por cuestiones personales, incluso cuando no afectan sus de­ cisiones judiciales. La narración de Szilágyi permite interpretar un forcejeo que no necesariamente es cri­ minal, pues ella por momentos parece consentir, e incluso se aparta de él sin dificultad: es el instante de falta de control lo que rompe el sorprendente vínculo logrado entre el juez y la paseante, en un día de liberación de las rutinas personales (y, por extrapolación, de toda la sociedad: la falta de personalización de los personajes permite considerarlos como cualquier individuo que está huyendo de las convenciones sociales: el individuo como muestra de lo universal) y compenetración con la naturaleza. Por unas horas dejan atrás las reglas sociales y vuelven al deleite de caminar en el bosque: “todo el episodio promete placer, una aventura olvidable, feliz y excitante”. Cuando son los únicos pasajeros que bajan en la estación, recuerdan a Eva y Adán en el paraíso. Durante los momentos previos a la cabaña son felices y plenos, sin saber siquiera el nombre del otro: la identidad también sujeta, parece decir todo el texto, y es más gratificante el olvido momentáneo de lo social precisamente por ser un juez, la encarnación misma de todas las leyes y su aplicación, la esencia de lo social. Pronto se nos recuerda que no es permisible el olvido de las reglas. Los toqueteos en sí no serían reprochables si el juez no hubiera perdido el control: si hubiera seguido el curso natural del encuentro, tal vez habría obtenido la entrega de la mujer, pero al precipitarse rompe ese ritmo y la oportunidad. La actitud de la mujer es de mayor conciencia y se recupera casi instantáneamente. Para el juez, el hecho de haberse asomado a ese peculiar edén le hace peor el regreso al hogar, como si se tratara de un castigo autoimpuesto. La liberación del juez es un texto clásico de un autor más conocido por sus aportaciones a la concreción de la lengua artificial creada en 1887, que por sus dotes literarias, aquí evidenciadas en una problemática que nos resulta cercana: la pérdida del control, individual y social, y sus consecuencias


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Norma en su dormitorio

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Fabrizio Lorusso Fotos: Bénédicte Desrus, tomadas del libro Las amorosas más bravas, editorial Los Libros del Sargento

Casa

Paola se maquilla, 2008

lia Guadalupe siempre trae puesta una gorrita de beisbol y una sonrisa de señora mayor, alegre, vívida y melancólica a la vez. Se sienta en la cama, a lado de Berta, su compañera de habitación. Después de una cirugía, Berta acaba de salir del hospital y descansa. No obstante, quiere escucharnos, le gusta la compañía. Acerco mi silla. Este cuarto es uno de los más amplios de Casa Xochiquetzal, el único albergue del mundo para sexo­ servidoras de la tercera edad que, actualmente, hospeda a más de veinte mujeres que se han dedicado a la prostitución en los barrios de la Merced, Tepito, Loreto, Granaditas y la Soledad. Su nombre viene de la diosa mexica de la belleza, la fertilidad y el placer amoroso. El refugio está en el Centro Histórico de Ciudad de México, cerca del barrio de Tepito, y para encontrarlo se atraviesa una selva densísima y ruidosa de vendedores ambulantes, puestos y pobladores de tianguis metropolitanos. Sin embargo, una vez que se abre el portón de madera de la casona, en el patio, los ruidos y el caos desaparecen y prima un estado de paz casi surreal. El tiempo se detiene. Mi anfitriona es amable y platicadora. Las paredes a lado de su cama están vacías, pero en su estante personal hay unos peluches, una radio y dos botecitos de cremas. Eso, y unas pocas prendas de vestir, es todo lo que tiene. Pero los bienes materiales no lo son todo en la vida. “Aquí compartimos muchas cosas, alegrías, tristezas, llanto, y de todas formas nos apoyamos, como ahorita con la compañera enferma, todas la hemos visto, y gracias al Señor, la estamos cuidando”, me dice Elia con su voz aguda. Después de haber pasado cincuenta y tres años en la calle, viviendo en bancas y adoquines del Centro Histórico, finalmente, hace casi dos años, encontró familia y protección en este lugar tan peculiar.

Las amorosas más bravas A principios de 2014 salió el primer libro sobre la Casa y sus mujeres, con base en el proyecto “Voces de Casa Xochiquetzal” de la fotógrafa francesa radicada en México, Bénédicte Desrus, y de la periodista mexicana Celia Gómez Ramos. De hecho, cuando se creó la casa en 2006, la idea de fondo era buscar, mediante el arte y con un enfoque multidisciplinario, cambios en la comunidad y en el conjunto de la sociedad. La obra de Desrus y Gómez va justamente en este sentido y servirá para apoyar las actividades de este hogar. Quizás no sean suficientes 150 páginas de imágenes y textos para contar Casa Xochiquetzal, pero el libro Las amorosas más bravas, de la editorial indepen­

mente cuando estamos enfermas”, explica Elia. “Gracias a Dios y a ellas no se fue mi compañera de cuarto, Berta, porque ya estaba a punto de morirse, la llevaron al hospital y luego empezaron a hospedarla aquí en la casa, pues es la última que llegó.” Antes, durante medio siglo, el hogar de Elia fueron unas calles empedradas “por la Virgen de la Soledad y el Parque de la Soledad” porque el dinero no alcanzaba para nada y “la prostitución de ahorita no es como antes, nos quieren pagar muy poco y luego los clientes no quieren pagar y no nos alcanza para pagar un cuarto”.

Respeto, para variar diente Los Libros del Sargento, logra condensar de manera inmediata y veraz las vivencias, las historias y la cotidianidad de estas mujeres. Su día a día, tristezas y momentos gratos son retratados por las miradas y las palabras de las autoras, quienes trabajaron durante seis años en este libro. “Si las mujeres trabajadoras sexuales no luchaban por ellas mismas, nadie iba a poder ayudarles: lo hicieron, y existe el albergue”, sentencia la frase de la feminista y artista Jesusa Rodríguez, en la primera hoja del libro. ¿Te has preguntado qué sucede, al envejecer, con las mujeres que dedicaron su vida al trabajo sexual? Esta es la pregunta central que motivó el proyecto y fue estructurando la investigación periodística y visual que lo sustenta. Su obra trasciende el espacio mental y físico de un simple reportaje escrito o fotográfico. Crónica, prosa poética, narración y fotografía se alían para describir a unas mujeres únicas, con sus defectos y virtudes, quienes ahora, además de contar sus relatos de vida, pueden contar con una vejez más digna después de una existencia callejera. Los lenguajes de la cámara y de la pluma se funden para retratar la vida, la muerte, las travesuras y las ternuras de estas “amorosas más bravas”. Elia lleva más de un año en la casa. Todavía se puede considerar como una de las “recién llegadas”. “Es el hogar que nunca tuve, el calor que nunca tuve, aquí hay mucha comprensión y cariño, es familiar”, cuenta. La directora de la Casa, Jessica Vargas, y la Asociación Semillas, se encargan de administrarla, atendiendo las exigencias de sus huéspedes con la colaboración de al­ gunas trabajadoras sociales, y son infatigables para conseguir donaciones y recursos, ya que el apoyo de instituciones como el dif o Inmujeres no cubre todos los gastos. “Las señoritas nos apoyan mucho, económicamente y físicamente, bueno, de todas formas nos apoyan, principal-

Aquí reina la discreción. El respeto hacia las inquilinas es obligatorio. No hay placas fuera del portón, ni interfonos o buzones para el correo. El oasis está para dejar entrar la luz y no el ruido. La música de los sonideros llega de lejos; alegra, pero no molesta. “Ya hacia 2001 nace la idea de un albergue de este tipo y será Carmen Muñoz, líder de las sexoservidoras de la zona, quien va a lanzar la propuesta junto a algunas militantes feministas y la escritora Elena Poniatowska”, relata Jessica. “El gobierno del Distrito Federal inauguró el proyecto en 2006 y el plan originario preveía que se diera hospe­ daje hasta a sesenta y cinco mujeres, a condición de que tuviesen más de cincuenta y cinco años de edad y que no contaran con ninguna red familiar ni hogar fijo; sin embargo, ha sido problemático encontrar los recursos y poner de acuerdo a tantas inquilinas, tan diferentes y acostumbradas a desconfiar o incluso a competir”, cuenta. Por ahora el objetivo sigue siendo obtener recursos suficientes como para atender a unas treinta y cinco mujeres, “aunque no es fácil tampoco, porque a veces la lucha es para que no cerremos, más que para crecer más”. La calle es una habitación grande y gélida, pero familiar. Frente a la soledad y al miedo se puede crear comunidad, crear un espíritu de grupo, pese a las diferencias y a la competencia que, a veces, es despiadada: “Tenía compañeras con quienes compartíamos las noches, el parque y el lugar donde nos quedábamos; había mucho frío, pero también miedo de que le peguen a una, se burlen de nosotras, o lleguen los polis y nos lleven a la cárcel”, relata Elia, quien también fue víctima de abusos sexuales. De hecho, después del último episodio violento, fue rescatada en el Parque de la Soledad. Llevaba días sin comer. “A mí me encontraron en el parque, me encontró una señorita porque estaba yo muy golpeada, me golpearon

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ochiquetzal X en el jardín, pues no quise dejarme violar y una trabaja­ dora social me trajo a esta bendita casa que considero lo máximo, gracias al Señor y a esa chica.” Aquí las heridas sanan, con paciencia, compañía y medicinas para el alma y el cuerpo. “Me trajo porque estaba yo mucho muy mal moralmente, físicamente, en todo estaba mal, pero aquí estamos, en Casa Xochi…” Elia no puede pronunciar el nombre de la casa, se traba siempre a la mitad y acaba riéndose. “Afuera nunca se han preocupado por mí, ni preguntan, ni nada, y ahora sí que como dicen, que el mundo gire, aquí estoy contenta, tengo mis compañeras, encontré lo que en muchos años no se puede encontrar: el calor de una hermana o de una amiga.” Elia supo cuidarse de la tira y de los peligros de su profesión. “Gracias a Dios no estuve en la cárcel, no tuve ninguna enfermedad, siempre tuve mucha precaución en eso.” Fue sexoservidora en Ciudad de México desde los trece años de edad y hasta los sesenta y cinco, aunque “antes tenía mi casa y mis hijos, pero pues, no se comportan, no espera uno nada de los hijos, ahora sí que agarran su rumbo.” Elia dio a luz seis veces: “Los primeros los tuve a los veinte años y otros después, tuve seis partos de puro corte de res, de puros hombres porque simplemente en la prostitución nos descuidamos a veces y sale una em­ barazada. En aquel tiempo a veces tomaba y no sabía el bebé de quién era.”

Elia no tuvo niñez ni adolescencia. Salió de su casa a los trece para dedicarse a la prostitución. Era la única opción de vida para ella, venía de un hogar muy violento. “De verdad mi familia nunca estuvo, no tuve el cariño familiar, nadie me apoyó moralmente, uno quisiera tener muchas veces la comprensión del padre o de la mamá, pero en mi casa sólo había problemas y, entonces, me desesperaba y pronto me salí de la casa, me entregué directamente a la prostitución.”

Una familia otra Todas las mujeres de Xochiquetzal tienen historias familiares muy complicadas y, normalmente, sus hijos las rechazan por su profesión, por vergüenza o ignorancia. O simplemente se fugan, desaparecen. “Bueno, en mi caso, un hijo se lo llevó su papá, otros se quedaron conmigo pero no en la calle, los dejaba con mi madre que vivía aquí en Zaragoza y se dedicaba a la limpieza de los hogares, y cada quince días, cada mes, yo regresaba a verlos.” De seis varones, Elia sólo conoce el paradero de dos y tiene contacto nada más con uno, el más joven, j . m ., quien vive en el df . El otro se fue a Acapulco y radica allí hace veinticinco años, se casó y jamás volvió a saber de su madre. En cambio, “el más chiquito está bien contento porque me anduvo buscando, preguntando por dónde María Isabel en su dormitorio de la Casa Xochiquetzal, 2013

Amalia, residente en Casa Xochiquetzal, se acicala antes de salir a trabajar en las calles de La Merced, 2010

estaba en las calles, y le dieron señas de que yo estaba aquí en mi Casa Xochiquetzal, por eso me siento muy contenta.” La directora y las mujeres están conscientes de los potenciales conflictos, de los problemas de convivencia y adaptación dentro de la vida comunitaria en la Casa, con sus deberes y derechos, con sus satisfacciones y dificul­ tades, por lo cual “se hacen reuniones, iniciativas colectivas, talleres de psicología y hasta cursos sobre higiene, nutrición, el cuidado personal, la no violencia, las cuestiones de género y de equidad, y la autoestima”, especifica Jessica. “El temor principal de muchas personas mayores que se quedan con nosotros es acabar en una fosa común, o ser cremadas en los hornos de la policía sin que nadie las llegue a buscar o les dé una sepultura digna”, explica, “y en cambio aquí sus familiares pueden encontrarlas o al menos saber en dónde está su entierro”. Antes de despedirme, Jessica me enseña la foto de una mujer anciana, de mirada muy profunda. Las paredes de su oficina están tapizadas de retratos de las mujeres de Casa Xochiquetzal, de las que allí habitan y de las que ya no están. Carmelita, la de la foto, falleció hace tres años, cuando tenía setenta y seis. Crió a sus hijos ejerciendo la prostitución. Después se puso también a vender dulces en la calle, para juntar algún dinero extra, pero un día, mientras trabajaba, un coche la atropelló y le fracturó la cadera. Su primogénito la cuidó durante seis meses, pero cuando le tocó a su hijo menor, éste se alejó, culpando de ello a su esposa quien, según él, había amenazado con dejarlo, y abandonó a su madre en una parada del Metro. Tras haber sobrevivido entre penurias y limosnas durante unas semanas en un paradero de autobuses, Carmelita fue recibida en Casa Xochiquetzal, solamente por un tiempo, antes de morir lejos de su familia pero cerca de las compañeras del refugio. Decir que la prostitución es el oficio más antiguo del mundo puede convertirse en la repetición de un cliché que justifica prejuicios y generalizaciones de quienes piensan ser portadores de “la moral”, pero olvidan las luchas, los abusos, imposiciones, condiciones y elecciones, muchas veces radicales, que están detrás de las historias personales de cada una de estas mujeres. Hace casi diez años que Casa Xochiquetzal rompe estereotipos y barreras, soledades y exclusiones, representando el lado solidario de la Ciudad Monstruo

Nota: Para conseguir Las amorosas más bravas, ir al blog: vocesdecasaxochiquetzal.com


LEER Los procesos, Erik Alonso, Fondo Editorial Tierra Adentro, México, 2014.

LOS ELEMENTOS DEL PROCESO JOAQUÍN GUILLÉN MÁRQUEZ

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n la tradición del ensayo breve y personal, Los procesos, de Erik Alonso, es un respiro en la mesa de novedades. Un respiro porque el libro se apropia del género ensayístico para escribir, al mismo tiempo, una autobiografía, precoz y fragmentada, a través de las experiencias personales, las obsesiones televisivas, la genealogía familiar y las lecturas predilectas. Las experiencias del autor, con o sin filtros narrativos, son un puente para reflexionar sobre el amor, la tradición y la lectura. El libro está compuesto por tres partes: “Una casa”, “Imágenes en la pantalla” y “El espacio interior”, que a su vez contienen ensayos breves (a veces de un solo párrafo), todos ellos sin título, lo que ocasiona en el lector un sentido de unidad (temática, literaria) en medio de tanta fragmentación. En “Imágenes en la pantalla” encontramos a un escritor que se sienta a ver películas o series de televisión. La elección de lo que verá parece azarosa, más cercana al hábito de quien se sienta frente al televisor porque no tiene nada que hacer más que matar el tiempo (uno de los textos empieza “En el autobús para regresar a la ciudad pasaron la película Una separación, de Asghar Farhadi”). Con la premisa aforística de “Vemos escenas de televisión con la memoria del olvido”, Alonso hace un recorrido visual en donde cada párrafo es una visita breve a lo que los otros ven. Transforma el zapping de la televisión y la búsqueda del catálogo de Netflix en un método para escribir sobre televisión. Piglia aquí, The Office allá, Los Simpson y Octavio Paz. “Ver tele, ir de canal en canal, se ha vuelto la única circunstancia en que de verdad siento que desperdicio el tiempo”, nos dice. La primera sección, “Una casa”, revela el proceso del libro: la escritura como construcción, el lenguaje como un lugar habitable. Al inicio de Los procesos se nos describe la casa de Juan O’Gorman, para después decir que la arquitectura es un acto “que surge entre el papel y la materia física. Entre unas manos que dibujan y la colocación de la primera piedra”. En el siguiente ensayo, Alonso edifica la memoria y después la desconstruye. Pasamos de las memorias de la casa que construyó el abuelo del autor a lecturas de Thomas Bernhard. Este es el estilo que sobresale a lo largo del libro, aunque no siempre con la misma destreza. Los paralelismos y la fragmentación de la prosa hacen que sea el lector quien una los puntos para trazar por completo el diagrama que Alonso presenta. Dentro de todas las virtudes de Los procesos, hay dos aspectos que me parecieron descuidados. Los ensayos más breves de “Imágenes en la pantalla” y “El espacio interior” son más una recopilación de citas, un cuaderno de notas inacabado, borradores para ensayos breves que se quedaron, apenas, en

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afirmaciones y descripciones. Además, la manera de presentar las ideas parece más sólo formulación que el producto de una decisión estética. Claro que estas dos objeciones son, como todo en la literatura, ambivalentes. Si parecen notas de cuaderno, si son formulaciones, hay que recordar que el ensayo debe darse esas libertades. Los procesos tiene la ambición de entretener y contar, pero, sobre todo, de activar recuerdos en el lector. Para ejemplo está “El espacio interior”, donde encontramos la clave para entender este volumen de ensayos, en donde la escritura no sólo parece una nota suelta, sino un cuaderno en constante crecimiento: los cuadernos son esbozos que no terminan por definirse, espacios ambiguos que no se consumen a pesar de tener un número limitado de hojas, como si lo escrito en ellos siempre estuviese llegando. Escribir cuadernos es un proceso. De pocos libros podríamos decir eso • ¿Qué es la izquierda mexicana?, Sol Arguedas, Orfila, México, 2014.

PETER PAN Y EL PAÍS DE SIEMPRE JAMÁS ALEJANDRA ATALA

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on el libro tricolor entre las manos, me abismo en su blanco fondo en donde no hay sombra que perseguir, al contrario, en esa inocencia que porta todo libro, como dice Marguerite Duras, se abren, a modo de fractales, espacios recreados en el tiempo de un México que parece el mismo en cuanto a lo que le es dado para el aprendizaje de sí mismo. Arguedas, la Peter Pan de la política en México, hace cincuenta años se abismó en la albura de su conciencia para entregarse a la elaboración nutrida de lecturas, instrucción y conocimiento, de una serie de preguntas torales a los personajes que entonces guiaban las hebras del tejido político social de izquierdas, y que hoy encuentra su explicación en las respuestas dadas a lo largo de 113 páginas sin polvo o paja que conturbe la claridad del entendimiento de sus lectores; de ahí el acierto en el diseño y el caldo de cultivo de este libro de inspiración periodística, ya que, abundando con lúcidos comentarios y algunos vasos comunicantes, la autora deja a la luz las voces de los protagonistas de las izquierdas mexicanas en los años sesenta. Entre los entrevistados se encuentran Vicente Lombardo Toledano ( pps ), Manuel Terrazas ( pcm ), Carlos Sánchez Cárdenas ( pocm ), José Revueltas y Eduardo Lizalde ( lle ), j . Trinidad Estrada ( cnf ), Alonso Aguilar ( mln ), José Luis Ceceña (economista) y Carlos Fuentes (escritor). Sol, Rosa Alpina, Carmen María, Dominga, Antonia, Grazia de Jesús Arguedas Urbina, mejor conocida como Sol Arguedas, politóloga, abogada, física, matemática y antropóloga nacida en Heredia, Costa Rica y mexicana por amor, es la bordadora del mencionado libro titulado: ¿Qué es la izquierda mexicana?, publicado por primera vez hace cincuenta años, con una muy venida a cuento portada del comprometido muralista Adolfo Mexiac y ahora vuelto a editar por Orfila, acompañado por un agudo y nutricio prólogo del también doctor en Ciencia Política, Octavio Rodríguez Araujo.

“Lo personal es lo político”, decía la inglesa Virginia Woolf en su libro Una habitación propia, y Sol Arguedas, como aquella Leona de la Independencia, manifiesta con clara contundencia un proceder político que abraza la integridad de ser y no sólo el aspecto de un mero reflejo social; en ambas periodistas entra el sentido humanista y libertario en sus tareas, pues no dejan de lado el acercamiento de los seres humanos para su mejor definición, en la captación de su postura a través de sus pensamientos. Por un lado, la Vicario levanta su voz por escrito, cuando Lucas Alamán espeta un diserto en contra de las luchas y razonamientos de las mujeres en la revolución aquella, y por el otro, Arguedas en la búsqueda constante de la libertad humana, lucha y batalla con la intelectualidad mexicana y asimismo con la férrea tarea del docto cultivo para abrirle paso a la Peter Pan que la ha revestido, siendo sus propias convicciones el vuelo compartido en sus libros y sin sombra que cazar, pues bien hilvanada al cuerpo la tiene, como todo sol que siendo sol, no guarda en su naturaleza lugar para la oscuridad. Combativa, persistente y audaz, Sol Arguedas es autora también de otros libros, entre ellos: Cuba no es una isla (1962); El Estado benefactor, ¿fenómeno cíclico? (1988) Y El México que vivimos (1997). Lleva el blasón de la “aristocracia de espíritu”, de la que ha hablado Menéndez Pidal y que ella reconoce no como una cuestión de rango o clase y sí como el vestido de una naturaleza que ama lo que es bello y por eso verdadero, y el gozo que esta capacidad de visión le otorga. El ritmo convulso de nuestro país ha traído a nosotros, con la ventura de su reedición, esta perspicaz encuesta que sigue siendo absolutamente vigente, así como las concretas y visionarias respuestas de los dirigentes de hace diez lustros que nos llevan a verificar, con desazón, cómo la trama de la historia nos juega una reveladora propuesta en forma de complicada telaraña, en donde se ha desdibujado la izquierda y la derecha y en el centro del tejido, una araña atroz, inmensa: el hueco de la carcajada insumisa de la indiferencia de un mundo consumista y desleal • Textos dispares, Teresa del Conde, Siglo xxi, México, 2014.

DISPARIDAD SIN PAR MANUEL MARÍN

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. Todo texto único es dispar. Ironía que aparece en un conjunto apareado sin pareja. 2. Los Textos dispares, de Teresa del Conde, pertenecen a un tejido de veintidós capítulos que se distribuyen en catorce temas sobre tres campos, todo ello dentro de tres ámbitos que se expanden. a) El primer ámbito es aquel donde dispone los datos duros y sus narrativas.

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LEER

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b) El segundo, permite establecer parámetros y categorías para análisis y relaciones que conforman sistemas para el entendimiento y la apropiación de manifestaciones artísticas concretas. c) El tercer ámbito pertenece a los juicios. Lugar donde los enunciados asumen una visión del fenómeno y su lenguaje. De esta manera los capítulos, sus temas, desde campos que procuran ámbitos, tejen la trama de un texto sin par, único, que atiende un panorama sustancial del arte mexicano del siglo xx . 3. El primer campo toca los siguientes artistas: Ruelas, Diego Rivera, Clemente Orozco, Siqueiros, Frida Kahlo, Toledo, Cuevas, Felguérez. A cada uno de los cuales dedica uno o más capítulos que abordan aproximaciones diferentes. Ruelas se encuentra con Arcimboldo y Magnasco, con El Bosco, Hogart o Blake. Pero sobre todo con el fetichismo de Klinger, buscando el deseo, la seducción y las luces reprimidas de los íncubos y los vampiros. Orozco busca a Daumier y Berdsley, a Whisler o Botticelli. A Masaccio y Dostoiesky. Perdidos en la forma encontrando su figura. En Siqueiros se toca la piroxilina y los espacios angulares. La guerra de España y la Bienal de Venecia de 1950. El premio Lenin y el Concilio Vaticano ii . Así como la cárcel, La Tallera y el cáncer. Tamayo, indio puro de raza zapoteca, es afrancesado que también pintó alcatraces pero eludiendo la perspectiva. Aparece María Izquierdo y los pintores metafísicos. Está De Chirico, Carrá o Villaurutia, en un arte exento de ideas y mensaje. Teresa del Conde asevera: “Tamayo necesitaba enemigos para poder sobrevivir a la Década de la Asfixia (1940).” Tamayo era experto en la Gramática pictórica. Toledo es un pedazo de río, un contemporáneo arcaico que prevé fetichismos en cada objeto, sobre todo en los animales con zapatos. Animismo, hechizo, brujería y sexualidad extrema. El diablo de la lotería. Encuentra un conejo macho-hembra con lenguas y penes. Es la creación del deseo en la saliva. Alegría siniestra. Invención de una iconografía personal, sensible, no simbólica, en la manera de configurar lo otro. La sexualidad es un arte de lo carnal en los disfraces, dentro de una naturaleza asombrada. Ánima, no ánimo, si se ve como gato al chango. Toledo modela, no construye formas huecas, son vientres que justifican vaginas para permanecer vasijas. Así es su manera de configurar: rito de juguetes. Encuentra a Agustín Lazo, Dubuffet, Paul Klee, los aborígenes australianos y los antiguos mexicanos. Nada en él concluye más que en la naturaleza chocarrera al reproducirse. Cuevas no cuenta historias sino que trabaja series. Dibuja anotaciones en clave, mutaciones de mutantes, pictogramas que acumulan signos de apariencia que develan contenidos manifiestos (o tal vez apariencia develada de una manifestación contenida). La rapidez es intención significante. El automatismo es significado. Las asociaciones no tienen una libertad más que en el inconsciente. Mociones precons-

cientes. Se encuentra a Cuevas en prostíbulos, manicomios y hospitales o en morgues, reclusorios y castillos. En él reproducimos a Van Eyck a Doré, a Sade o a Rafael Sancio. Mas todo ello es teatro, actores y lunáticos. ¿Pero Cuevas participa del Arte Correo o sólo de las cartas? ¿De la comunicación cruzada o de la incomunicación? Cuevas es el parangón de fealdades como categoría de la belleza. Prestigia el lugar del ombligo y la similitud del dedo índice con el pene o la oreja vaginal hecha aguacate. ¿Es paleológico o antilógico? Es decir ¿arcaico o absurdo? Es quien accede a los deseos. Felguérez es Espacio Múltiple, sin acudir a la mimesis de una mente ordenada. Zadkine, Henrry Moore, Barlach, tienen, con él, un placer biológico de envolver los cuerpos taxidérmicos. Felguérez tiene una obsesión por revelarse en la Máquina Estética. Sin embargo, se reúne con Ashile Gorki, Lilia Carrillo, Enrique Echeverría y Cézamme. Es Premio de la xiii Bienal de Sao Paulo. Octavio Paz encuentra en Felguérez el espejo reproductor de los espacios. Y a un emisor de imágenes. Teresa del Conde asevera que Felguérez encuentra clasicismo surrealista no ortodoxo de arranque barroco en la modernidad de la belleza contenida. Clásico, surreal, barroco, moderno. Curiosamente en el capítulo sobre Felguérez es en el único donde se refiere al manierismo. En Felguérez se encuentra un abstraccionismo lírico pre-consciente de romanticismo agresivo llegando a “diferentes similitudes”. Un cuadro dentro del cuadro procura sombras ficticias y colores brillantes como en Memling y Frank Stella. Felguérez es experiencia que nunca se sacia.

definen, ya que en cada caso el vector específico del artista o del momento ofrecen su configuración. La configuración consolida cinco soluciones: – La fantasía (subjetividad) frente a lo fantástico (irrealidad). – La creatividad (principio) frente a la compulsión de repetición (programa). – La ilustración (pretexto) ante la serialización obsesiva (contexto). – La sexualidad sobre la alienación del disfraz y el reflejo (reproducción-representación). – El caos (permutación) es un ordenamiento infinito (el todo). 5. Teresa del Conde propone la disparidad del texto no apareado como lo singular de la repetición de lo variante •

4. El texto así va cubriendo el primer campo. El segundo toca a la Ruptura y hace un mapa amplio de referencias primero; después se detiene en el mundo de los años ochenta. Se trata de narraciones que recrean dos etapas cuya lectura nos transporta. La Ruptura nos completa, los ochenta nos incompletan. El tercer campo nos asila en Freud, en los surrealismos y en la crítica de arte. Nunca antes había estado en la posibilidad de encontrarme ante el despliegue de los tres Ámbitos Estéticos cuyos límites se borran: a) La historia del arte: la existencia del hecho. b) La teoría del arte: el ordenamiento de un sentido. c) La crítica de arte: el juicio como fundamento. Estas tres disciplinas corren transversalmente en los textos, tejiendo la urdimbre de la figura que aparece en un término que se repite casi inconscientemente a lo largo de cada uno, apuntando a una esquina del poliedro que se resuelve en el libro; concepto que Del Conde construye y al que le aporta configuración. Aparecen en forma sistemática: iconografía- forma- figura-signo- imagen. Se despliegan pero no se

 Albricias Felicitamos a

Gonzalo Celorio

amigo y colaborador de este suplemento, por haber obtenido el Premio Mazatlán de Literatura 2015.

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La Jornada Semanal

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En nuestro próximo número

HUBERTO BATIS y el amor a la palabra

Marco A. Campos, Fernando Curiel, Luis Chumacero, Mariana Domínguez, Bernardo Ruiz


ARTE Y PENSAMIENTO ........ Ricardo Guzmán Wolffer

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Naief Yehya

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A FAMILIA FANG, DE Kevin Wilson (eua, 1978), un éxito para el autor, retoma la clásica discusión sobre el arte y la vida. ¿Hasta dónde se pueden enlazar; en qué momento el artista deja a un lado la concepción o la ejecución de lo artístico para dedicarse a comer, dormir, apretar las tuercas de la silla de la cocina o cualquier otra actividad de “mantenimiento” de la sobrevivencia? Wilson propone lo extremo en su primer novela, donde lo absurdo llama a lo humorístico y hace hipérbole del artista de tiempo completo.

La familia Fang está compuesta por los padres y dos hijos. Desde su primera infancia, los hijos han sido “invitados” a participar en las líneas de acción planeadas por sus padres: los hacen tocar terriblemente en la calle para pedir dinero argumentando la operación del perro y, cuando se junta gente para escucharlos, los abuchean: pronto los padres son agredidos por los compasivos oyentes. O disfrazan de mujer al hijo y cuando va a ganar un concurso de belleza femenino evidencia su masculinidad: de nuevo son agredidos. Y muchas más. No todo les funciona: intentan estafar a los empleados de una tienda de comida rápida con vales falsos de comida gratis que han repartido, pero los trabajadores de la tienda obsequian la comida sin notar el timo. Los padres buscan conmover a la parte de la sociedad que, sin saberlo, participa en estas escenificaciones. Un día, los hijos se emancipan: el menor trabaja como escritor independiente, hasta que, al hacer un reportaje sobre una bazuka de papas, casi pierde medio rostro por el impacto de una papa; eso lo lleva de vuelta con los padres. La hermana también vuelve cuando se hace famosa como actriz y se deprime. Al estar juntos después de años, los padres se van. Los dan por muer tos y, tras una búsqueda complicada, los hijos se enteran de que viven con otra identidad: han tenido vidas paralelas como una forma de arte, han logrado realizar un montaje durante años. Los padres Fang se plantean hasta dónde llega el arte personificado. Cuando los hijos les reclaman haberlos dejado y que el padre se casara con otra mujer con hijos, uno de ellos les pregunta si los segundos hijos saben que su vida es una representación y el padre, al negarlo, añade: “No son verdaderos artistas, no sabrían cómo manejarlo.” La escritura de Wilson, aparentemente sencilla, cada tanto lleva a la reflexión: el padre insiste en que no podrá dejar nunca sus representaciones: el arte es su vida,“somos lo que hacemos”. Además, cada acción se dirige contra conceptos sociales: la idea de la masculinidad; la necesidad de obtener cosas gratis, de ganarle al “sistema”; las “buenas costumbres” en lugares públicos; la necesidad de los espectadores de apropiarse de los hechos a su alrededor; la idea de que donar unas monedas cambiará la vida de quien pide dinero por una causa “justa”, etcétera. En estos tiempos de declaraciones oficiales sorprendentes, de una sociedad harta de sufrir a manos de sectores gubernamentales culpables por acción u

omisión, la idea de los Fang toma más sentido: esta relación Estado-sociedad parece ser una representación donde uno de los actores sabe más que el otro y sólo espera ver su reacción para reacomodar la trama y seguir en una actuación que, a pesar del sufrimiento, tiene todos los tintes de una comedia fársica, donde los personajes son risibles por absurdos, pero que desemboca en tragedia tanto por la indolencia de unos como por las lágrimas profundas de los otros, no sólo ante las pérdidas y los agravios cotidianos, sino ante la sensación cada vez más demostrada de que muchos involucrados estatales están dispuestos a decir lo que sea y a matizar al extremo su representación, con tal de que el transfondo de esta obra en la que se ha convertido la vida nacional no se modifique y los dueños del negocio lo sigan siendo: un gatopardismo extremo, en donde somos como los espectadores de los performances de los Fang: manipulados y llevados a ciertas conclusiones para lograr, de entrada, el regodeo de los actuantes del caos dirigido. Las escenificaciones de los Fang son grabadas y, con los años, son considerados artistas importantes. Pronto tienen seguidores que desean presentar al público la historia de estos “visionarios”. La familia Fang es una novela que convence en su intento de recordarnos que la vida puede dirigirse, incluso bajo la premisa del arte, por dudoso que sea, y que la actuación de unos pocos puede cambiar la vida de muchos. Es una muestra de que el humor puede recurrir a lo sutil y a lo políticamente incorrecto, y lograr su objetivo: abrirnos los ojos •

Quinta edición de los premios Cinema Tropical Renacimiento El cine latinoamericano es un misterio. En buena medida porque tal cosa no existe; englobar en la misma categoría películas chilenas, cubanas, brasileñas y dominicanas es, en el mejor de los casos, confuso. Pero a la vez tenemos una lengua en común y una tradición compartida de religión, costumbres relativamente parecidas y una historia vagamente similar de colonialismo y crisis sucesivas. Sobre todo padecemos las mismas dificultades para difundir, distribuir y proyectar nuestro cine fuera y también dentro de nuestras fronteras. La organización Cinema Tropical ( ct ) fue creada en la ciudad de Nueva York en 2001 por dos egresados de estudios cinematográficos de la Universidad de Nueva York, el mexicano Carlos Gutiérrez y la colombiana Monika Wagenberg, con el fin de promover el cine latinoamericano en Estados Unidos. Era claro que el cine del sur del continente vivía un vibrante renacimiento que estaba pasando desapercibido en el principal mercado planetario del filme. ct logró en poco tiempo establecerse en un medio competitivo y en una era en que se reducían el número de salas y la diversidad de los filmes que se estrenaban. Gutiérrez y Wagenberg pasaron de organizar cineclubes y retrospectivas a asesorar festivales en diversas partes del mundo, a curar muestras y ciclos, así como ofrecer conferencias en todo el país, exponiendo los tremendos cambios que vivían y viven las cinematografías desde la Patagonia hasta el Caribe, pasando por el cine latino hecho en el mismo Estados Unidos.

Reconocimiento Entre muchas actividades de su apretada agenda, ct ha estrenado en cines alrededor de dieciséis películas, ha coproducido con David Bowie una muestra de cine latinoamericano y español, y en 2011 fue objeto de un homenaje en el Museo de Arte Moderno de Nueva York: In Focus: Cinema Tropical. Para sintetizar la importancia de la revolución fílmica de la que esta organización ha sido testigo y en cierta forma partícipe, publicaron el libro The Ten Best Latin American Films of the Decade (en el cual incluyeron un ensayo de quien esto escribe), y desde hace cuatro años organizan un concurso para premiar lo mejor del cine latinoamericano en largometraje de ficción, documental, mejor ópera prima y mejor director de ficción y documental. También se entregan premios de ficción y documental para los mejores filmes “latinos” hechos en Estados Unidos.

Carlos Gutiérrez; arriba, Monika Wagenberg

Recapitulación En la quinta y más reciente edición de los premios Cinema Tropical, se presentaron veiticuatro filmes de ficción, de ocho países. Destaca la presencia del primer filme costarricense en estos foros, la comedia Por las plumas, de Neto Villalobos, así como la película más reciente del veterano Alejandro Jodorowsky. Algunas de estas películas son de una calidad extraordinaria, pero las cinco cintas nominadas son relevantes, ya que más allá de contar buenas historias y tener excelente factura, presentan inquietantes y atrevidas visiones personales. El premio al mejor filme lo obtuvo El lugar del hijo, de Manuel Nieto Zas (Uruguay), un filme complejo, introspectivo y sobrio que es una reflexión política y a la vez un estudio de personajes con cierto humor agudo y mordaz. El documental ganador fue Café (Cantos de humo), del mexicano Hatuey Viveros. El premio al mejor director lo ganó el argentino Gustavo Fontán, por su extraña y misteriosa El rostro, una obra evocativa y melancólica en la que el fondo es forma. El mejor debut en largometraje fue otorgado a la brillante cinta chilena Las niñas Quispe, de Sebastián Sepúlveda. El ganador del premio al mejor director de documental lo obtuvieron los chilenos Camila José Donoso y Nicolás Videla, por su notable cinta Naomi Campbel. Y las mejores cintas “latinas” fueron Las Marthas, de Cristina Ibarra y Purgatorio: Journey into the Heart of the Border.

Riqueza Las cintas premiadas son sin duda extraordinarias. Sin embargo, entre las propuestas más interesantes que fueron consideradas este año había películas que merecían mejor suerte, como la atrevida propuesta estética de El hombre de las multitudes, de los brasileños Marcelo Gomes y Cao Guimarães; la extraordinaria película argentina Historia de miedo, de Benjamín Naishtat, y las controvertidas cintas mexicanas Heli, de Amat Escalante, y Güeros, de Alonso Ruizpalacios. El cine latinoamericano sigue siendo un misterio, pero si de algo no hay duda es que vive un tiempo maravilloso y gracias a Cinema Tropical no pasará inadvertido en un país que tiene la manía de ignorar todo el cine que no se hace en Hollywood •

JORNADA VIRTUAL

Fang o la vida como performance

GALERÍA

naief.yehya@gmail.com


Jornada Semanal • Número 1040 • 8 de febrero de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

www.casalamm.com.mx

Henri Matisse: dibujar con tijeras

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L AÑO PASADO SE cumplieron los sesenta años de la muerte del gran artista y figura central del arte del siglo xx, Henri Matisse (1869-1954). Diversas exposiciones conmemorativas se llevaron a cabo en varios museos del mundo, festejo al que se unió este suplemento con un artículo publicado el 2 de noviembre de 2014 por quien esto escribe. A manera de colofón de ese recorrido por la vida y obra del creador francés nos referiremos aquí a la magna exposición que se presenta en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (moma), inaugurada meses atrás en la Tate Modern de Londres: Henri Matisse: The Cut-Outs. Una exhibición ambiciosa e inusitada que se centra en el muy peculiar trabajo que reali-

La piscina, 1952

zara el artista durante la última década de su vida: los recortables –también conocidos como cut-outs en inglés o papiers decoupés, en francés–, una técnica fascinante y realmente poco conocida y valorada por el público no especializado. A sus setenta años de edad, Matisse sufría de una salud precaria que lo mantenía postrado en una cama o anclado en una silla prácticamente todo el día, impidiéndole pintar en el caballete. En una charla con el escritor André Verdet en 1952, Matisse expresa: “Como me tengo que quedar tumbado gran parte del día, he decidido fabricarme un pequeño jardín a mi alrededor donde puedo caminar con mi imaginación.” Su buen talante y espíritu lúdico hicieron que su casa Villa Le Rêve en Vence, sur de Francia, y el Hôtel Régina en Niza, se convirtieran en laboratorios gozosos en los que desarrolló un corpus de obras de papel recortado que colocaba de piso a techo por todas las habitaciones. El catálogo de la muestra consigna un buen número de fotografías tomadas en diferentes momentos en esas casas, donde vemos al artista trabajando y cubriendo los muros con toda suerte de formas orgánicas, figurativas y geométricas, con la ayuda de sus fieles ayudantes quienes, bajo su supervisión, desarrollaron el delicadísimo proceso de prepararle los papeles pintados con gouache de todos los colores imaginables que el artista recortaba de una sola intención y sin previo dibujo con una habilidad sorprendente. Se presenta en la exhibición un video amateur filmado por Adrien Maeght que resulta absolutamente fascinante, pues se percibe claramente el gozo del pintor que toma las tijeras y no las suelta hasta conseguir las formas deseadas, unas más caprichosas que otras, inmerso en un estado de concentración que parecería casi en trance. Es un privilegio ver ese proceso en manos del artista, vislumbrar después en las fotografías las obras colocadas en las diferentes estancias de sus casas donde arma-

ba las composiciones, pegándolas en los muros con alfileres, y finalmente poder apreciarlas ya montadas sobre superficies de papel y telas, exhibidas como obras de arte independientes en los muros del museo. La pieza central de la exhibición es el celebérrimo friso titulado La piscina, que Matisse realizó en 1952 como un divertimento personal en el Hotel Régina, para poder disfrutar de los bañistas que le encantaba ver en la Costa Azul pero no podía porque le prohibían estar bajo el sol y el calor. “Voy a hacer mi propia piscina”, dijo a su asistenta y modelo Lydia Delectorskaya, quien le colocó una cenefa a la altura de los ojos en todo el perímetro de la estancia, sobre la cual Matisse compuso una especie de danza acuática con sinuosas y sensuales figuras dinámicas en color azul ultramarino. La obra fue adquirida por el moma en 1975 y exhibida en una sala ambientada ex profeso para la pieza, pero por motivos de deterioro fue retirada hace veinte años, sometida a un complejo trabajo de restauración y ahora regresa en todo su esplendor a la vista del público. La exhibición, integrada por más de cien obras, presenta también las hermosas piezas realizadas para sus impactantes publicaciones, como el célebre Jazz de 1947, considerado uno de los primeros grandes “libros de artista” del siglo, maquetas para escenografías de ballet, todos los diseños para la decoración de la Capilla del Rosario de Vence, que fue su última gran obra integral, y la serie icónica de los cuatro Desnudos azules que raramente se han expuesto juntos. “Estoy en medio de mi propia jungla”, le divertía decir a Matisse a sus visitantes que no acababan de captar la magnitud de todos esos papiers decoupés que invadían su hábitat. Así se perciben las salas del moma , una jungla colorida que proyecta el “lujo, calma y voluptuosidad” que nadie ha plasmado como el gran Matisse •

¿Whiplash?, perdón pero no

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a sonrisa, los gestos, la elevación de los brazos de Papa Jo Jones mientras tocaba la batería. Eso es disfrutar la música, trascender el reto técnico para alcanzar la gracia. Busquen nuestros lectores del domingo su célebre solo de 1964 acompañando a Coleman Hawkins en la bbc de Londres al compás de “Caravan” (1936), elevadísima composición de Juan Tizol. Dan ganas de meterse a la pantalla, de abrazarlo. Pocas veces se puede presenciar semejante soltura en un músico que no olvida entretener al público y que aun así consigue nuevos y relevantes descubrimientos para el futuro de su instrumento. Pues bien. Whiplash (Música y Obsesión), película de Damien Chazelle nominada a cinco premios Oscar (entre ellos Mejor Película y Mejor Actor de Reparto), es todo lo contrario al ser de Papa Jo Jones (enaltecido en su guión a través de una anécdota bien documentada y mal empleada). Nos parece, como tantas veces en el mundo de la entretenga, el producto de una ocurrencia con lagunas históricas (carece de rigor en su investigación), sin una asesoría artística seria (faltó un viejo lobo de mar que les pusiera límites), y que confía demasiado en el valor intrínseco del repertorio usado (maravilloso), así como en las capacidades histriónicas de sus convidados, en su buena fotografía y en algunos aciertos literarios. Claro, la vieja idea del sufrimiento como umbral del éxito es toral en la trama. Sufrimiento necesario, gasolina del arte… sí, pero no de manera tan ramplona como se expresa en la película: un joven mimado (bueno, perdió a su madre) sueña con el éxito desde una postura gimnástica más que sentimental. Sabemos los beneficios del sufrimiento, pero no desde la utilitaria propuesta de “las 10 mil horas”. ¿Conoce el concepto? Aunque no se expresa de manera literal inunda la obra. Es el que supone que se deben tocar al menos tres horas diarias por diez años para alcanzar la grandeza en un instrumento. Eso ayuda, por supuesto, pero los golpes de timón en la historia de la música no los dan los atletas, perdón. Otra falla grave es que los músicos que la nutren –y entre ellos los bateristas, aún más inverosímil– se ven convertidos en una suerte de bailarinas envidiosas peleándose por su lugar en la banda, como si se tratara del pap el del Cisne Negro. E s absurdo porque la tesis de la competencia por ver quién es el mejor (sustento inagotable de Hollywood, trampa motriz en argumentos sin refinamiento) no es aplicable a un género construido a base

Papa Jo Jones

de solidaridad e intercambio entre colegas desde los tiempos del algodón. Igualmente es una tontería que la velocidad de las manos –leimotiv del filme– se presente como el reto a superar. Y más hoy cuando podemos ver a tantos ejecutantes notables. Está también el enaltecimiento de la Academia, otro sinsentido tratándose de jazz. ¿Cómo es que un verdadero maestro del género abusa del castigo –psicológico y físico– para sustituir lo que históricamente moldea a un creador de estirpe? Nos referimos a la calle, al contacto con los amigos, a la experimentación fuera de regímenes militares (como el de la cinta) relacionando la vida cotidiana y afectiva con lo que sale de alientos, cuerdas y tambores. ¿Cómo es que utilizan de ejemplo a seguir a Buddy Rich, cuando su figura en la batería fue tan polémica entre los grandes cats de su tiempo? ¿Cómo es que la vida autodidacta de Charlie Parker o del propio Jo Jones pretende servir a una filosofía tan rígida? La respuesta a estas preguntas nos parece solo una: con calzador. Ni siquiera los mayores detractores de Wynton Marsalis y su “renovación” del jazz en el Lincoln Center (mencionados en los diálogos) pueden atribuirle semejante visión. No hay que dejarse engañar. Los actores, malos o buenos –o buenísimos, como j. k. Simmons, el desalmado maestro que impulsa Whiplash–, todos están al servicio de la historia y el director, determinantes para la eficacia. Por ello, seguir alimentando la idea de que una película es buena gracias a la actuación de alguien –por más que deseemos hacer valer la tarde de un domingo– lo único que consigue es reducir las posibilidades de una exigencia mayor en las audiencias, de una calidad mejor en los realizadores del mañana. Como bien dice el maestro Fletcher cuando se “abre” ante el ambivalente Andrew en el bar (ambos personajes se resquebrajan): “No hay peores palabras que good job.” Así que nosotros no vamos a darle una palmadita en la espalda a esta cinta. Por el contrario, vamos a darle la espalda por atentar contra un género musical simbólico que no requiere sangre escurriendo en los tambores sino, como lo demostraba Papa Jo Jones, interrogantes honestas y sabiduría corriendo en las venas. (¡Suert e p a r a Birdman!) Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

@LabAlonso

ARTES VISUALES

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ARTE Y PENSAMIENTO ........ Ana García Bergua

8 de febrero de 2015 • Número 1040 • Jornada Semanal

Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch

es verdad. Y el escritor Orlando Barreto ha visto o ve a toda clase de médicos y se ha tratado, pero la enfermedad sigue ahí, en rachas desiguales, modificando el tiempo, convir tiendo en bruma el transcurso de la vida. “‘En efecto’, dice Don Quijote al salir de la cueva de Montesinos, ‘ahora acabo de conocer que todos los contentos de esta vida pasan como sombra y sueño o se marchitan como la flor del campo.’ Sí, piensa Orlando Barreto, pienso que soy y no soy Orlando Barreto, que soy y no soy el joven que fue Orlando Barreto, que soy y no soy el joven que fue joven, p i e n s a O r l a n d o B a r r e t o, p i e n s o yo, q u e no sólo pasan como sombras y sueños los contentos de esta vida; también los descontentos de esta vida pasan como las sombras y los sueños; todo se desagrega, se difumina, desaparece; todo tiene la consistencia de las sombras y de los sueños, y todo pasa con la misma velocidad; los ayes, los gritos y las palabras pasan; pero si todo pasa, ¿a dónde se dirige, a dónde se va después de que pasa?” La nueva novela de Luis Zapata se llama, citando al Quijote, Como sombras y sueños (Cal y Arena, 2014). Es una novela escrita a fragmentos en los que se suceden la vida actual del escritor deprimido Orlando Barreto, la del joven que fue Orlando Barreto cuando le dio la depresión en el año posterior al “glorioso año” en que el hombre pisó la luna, y una serie de meditaciones sobre la muerte, la televisión, el cigarro, la hipocondría y todo lo que afecta a este personaje. Las listas y los pensamientos del escritor Orlando Barreto sobre distintas cosas a lo largo de esa vida enclaustrada, junto con su diario y el diario del joven Orlando Barreto forman un flujo de voces en medio del transcurrir de esas sombras y esos sueños que llamamos vida, en el que pasa el tiempo conforme leemos y nos hacemos conscientes de ese paso inexorable, a la vez que vamos de una época a la otra, de un Orlando Ba-

rreto al otro que es y no es el mismo (y es y no es el narrador) con una naturalidad impresionante, es decir que con todo y lo tortuoso que podría ser el tema –piénsese por ejemplo en el libro que escribió Willian Styron–, Como sombras y sueños avanza con una ligereza sonámbula que nos atrapa hasta el final. Ya en el celebérrimo Vampiro de la colonia Roma o en Siete noches junto al mar, por ejemplo, Luis Zapata mostraba el oído finísimo que tiene para retratar voces, conversaciones; pícaros y a la vez profundos, en sus libros más que presentar a los personajes, como si fuera un médico los ausculta, escucha su corazón y nos los muestra como ejemplo de desgracia o comedia siempre vivas. Lo que le sucede a Orlando Barreto es gravísimo, es terrible, pero los circunloquios del narrador, las vueltas y revueltas por distintas meditaciones, aprensiones, miedos y recuerdos de su personaje entrañable son también un paseo a veces francamente divertido, a veces desesperante, entre esos dos postes del comienzo de la enfermedad y un ahora inaprehensible que es también el ahora de la escritura, y que no cesa de transcurrir y a la vez no pasa: “Avanza y no avanza, por más saltitos, saltotes y saltines que dé yo o que quiera dar, el tiempo no avanza pero la novela que no es novela al mismo tiempo avanza, o el tiempo de la novela que no es novela al mismo tiempo no avanza y la novela del tiempo real avanza, no consigo avanzar en el tiempo, en ese tiempo de esa casa embrujada en la que el tiempo corre pero no avanza, avanza pero no va más allá de ese año posterior al glorioso año, avanza pero no va más allá de los primeros días de ese año que ya no era el glorioso año sino más bien el funesto año en que enfrenté de veras el dolor…” Virtuosa y conmovedora, la novela de Luis Zapata detiene el tiempo y a su manera sencilla en apariencia, Orlando Barreto nos da una lección •

PASO A RETIRARME

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L ESCRITOR ORLANDO BARRETO está deprimido. Pero no está deprimido ahora, sino desde hace mucho tiempo, como cuarenta años. Estar deprimido significa, para el escritor Orlando Barreto, una incapacidad, un desánimo, sueño, ver la televisión, escribir y leer en la cama, tomar Coca Cola, considerar cada actividad que signifique salir de su casa, hablar con gente, como algo totalmente cuesta arriba. La depresión –no sólo la de Orlando Barreto– es una enfermedad terrible, incapacitante, y sin embargo sujeta a cierta desconsideración: hombre, levántate, no es para tanto, es cosa de animarse, le dicen al deprimido, como si fuera un simulador. Pero eso no

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UCHOS MEXICANOS CREEMOS QUE no puede haber progreso en un país al que su propio gobierno miente con descaro y reiteramos que la propaganda mediática en México se ha convertido en algo obsceno. Hemos visto escándalo tras escándalo de corrupción que demuestran que la política en México nunca ha dejado de ser un cochinero y que la porqueriza no tiene visos futuros de limpieza: la democracia es cosmética y desde luego la transparencia es parte del maquillaje, pero lo que consolida el disfraz de gobernar que oculta en realidad una cáfila mafiosa de rateros y vividores es la propaganda. El gobierno gasta miles de millones

de pesos, que deberían emplearse en mejorar la vida de los mexicanos, en espacios publicitarios, producción de minificciones para la radio y sobre todo la televisión. Y en año electoral como este ya calamitoso 2015, la propaganda se multiplica: el pri , tramposo ancestral, propala presuntos logros gubernamentales para “lograr” otro de sus esquinazos al sistema de vigilancia de gastos partidistas, y de suyo, junto con el resto de la partidocracia inútil pero ávida siempre, derrocha cientos de miles de millones de pesos en un pregón inútil, creado supuestamente para buscar votantes pero en realidad usado para enaltecerse a sí mismos, azuzar a sus correligionarios y militantes, satisfacer el hambre inmarcesible de los consorcios mediáticos por si se obtienen escaños o puestos públicos desde los que luego habrán de tejerse complicidades que buscan perpetuidad del círculo vicioso. Pero en los hechos son una infamia los anuncios de los partidos y son un insulto los de un gobierno que auspicia esa partidocracia que le cuesta casi doscientos mil millones de pesos al mismo país al que se le recortan más de siete mil millones en rubros estratégicos y vitales como la educación. Es una bofetada diaria y quemante lo que ganan los politicastros que mantenemos, el presidente y sus secretaruchos de Estado, los gobernadores, los alcaldes o esos rebaños mayoritariamente constituidos por verdaderos lenones que son los miembros de las Cámaras, los diputados y los senadores. Y ni hablar de asesores, subsecretarios, directores de área, jefes de oficina, líderes de algo o simples aviadores. La impericia y la corrupción han hecho que el gobierno que prometió no hacer más ajustes vuelva a las andadas, y hablan, y mucho, de bajarse los sueldos “hasta en un veinticinco por ciento...”, pero sueldos de cientos de miles de pesos al mes en un país donde el salario mínimo recibió un aumento de… 2.5 pesos. Una mierda. Y entonces, sabedores ya de que no habrá mejoría en infraestructura de coLuis Zapata

municaciones, porque no hay dinero (pero sí avionsote de lujo y hangar presidencial como para el rey de Arabia), tenemos que soportar esos anuncios mentirosos y cínicos, esa propaganda perversa del pri , que “apoya a los mexicanos luchones” (pero les vuelve una miseria el estipendio a los pensionados que se sobaron el lomo toda la vida), o del prd que, dice machaconamente, saber “todo lo que está mal” cuando ellos mismos son parte del problema por vendidos y zalameros, o el Acción Nacional con sus posturas de figurines de oposición que en doce años nos embarraron hasta el colodrillo de sangre y lodo, o los del partido menos verde y ecologista del mundo que descaradamente se atribuye “logros” legislativos ajenos mientras es una de las más vergonzosas y nauseabundas comparsas del priísmo mafioso de siempre, o del panal clientelar, o del nuevo partido pseudohumanista tras el que se esconde el infame Felipe Calderón, o los del que quizá sea el único verdadero partido de oposición, el Movimiento de Regeneración Nacional que sin embargo ya repite los viejos vicios del dedazo, la imposición de candidatos y la sordera ante las expresiones de sus propias bases. Y mientras cientos de miles de millones o quizá demenciales cifras de billones se botan en las faltriqueras sin fondo de los dueños de los medios (y patrocinadores de monigotes como el mismo Enrique Peña Nieto), miles de escuelas y hospitales padecerán escasez; millones de niños mexicanos sufrirán desnutrición y deficiencias de desarrollo cognitivo fatales para nuestro futuro. Pero un perverso, parásito ladrón obtendrá su puestazo. Su sueldazo. Su fuero. Su camionetota con chofer. Y guaruras, porque sin guardaespaldas se sabe inerme ante la gente que en mayoría lo repudia. Y seguiremos sin lograr cambiar las taras de un país que alguna vez pudo destacar por sus triunfos y virtudes y no por sus deficiencias, vicios y retrocesos •

CABEZALCUBO

Perversa propaganda

Una novela en la depresión

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Jornada Semanal • Número 1040 • 8 de febrero de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Orlando Ortiz

Luis Tovar Twitter: @luistovars

H

ACE POCO MENOS DE un año me invitaron a participar en una mesa de homenaje a Emmanuel Carballo; habían transcurrido pocas semanas de su fallecimiento. Acepté de inmediato y preparé un texto que a la postre no leí. Opté por improvisar, pues lo que había leído en la prensa y lo que escuchaba eran elogios a una de su obras, sin lugar a dudas emblemática e imprescindible, pero –intencionalmente o por omisión– ignoraban el resto de sus obras; y los esbozos biográficos aludían siempre al mismo Carballo y a su Protagonistas de la literatura mexicana. No recuerdo que nadie mencionara, por ejemplo, su Historia de las letras mexicanas en el siglo xix, o El periodismo durante la guerra de Independencia, o Ya nada es igual, Notas de un francotirador... en fin, sus otros libros, algunos de ellos cargados de crítica implacable, por momentos despiadada y hasta cruel a obras y autores contemporáneos. No hacía concesiones ni a santones ni a los amigos por ser amigos; esto le valió, obviamente, enemistades a diestra y siniestra, y casi siempre vitalicias. (Para mí, eso que algunos llaman “crítica positiva” no son más que halagos, apapachos y similares: la crítica siempre es crítica, sin adjetivos, por eso no entiendo cuál es la “crítica negativa”, de la cual acusaban con frecuencia a Carballo. Creo que los escritores e intelectuales mexicanos sufrimos de un infantilismo atroz: si alguien nos “critica”, nos señala fallas o errores, nos recrimina desaseo en la escritura, epigonismo mal embozado o falta de originalidad, de inmediato hacemos un puchero, soltamos el llanto y nos alejamos indignados del canalla que no festejó la “gracia” que hicimos. Los críticos, al parecer, deben estar ahí para celebrar cuanto hagamos. Si su comportamiento es lo contrario, resultan incómodos y hasta detestables. A lo largo de su trayectoria Emmanuel tuvo tales experiencias numerosas veces, sólo porque se atrevía a decir lo que pensaba de alguna obra o escritor. Incluso cuando sabía que se colocaría contra la corriente. En ocasiones, tal vez, se equivocó, pero en principio nunca estuvo dispuesto a solapar a nadie, tampoco a la lisonja fácil sólo para estar a la moda o con la mayoría. Era esencialmente contestatario, beligerante y provocador, mas no por pose sino por convicción. Desde sus inicios en el medio intelectual y cultural, en Guadalajara, dio muestras

de empeño creativo y criterio renovador. Se trasladó a Ciudad de México en 1953 con el propósito de, en principio, entrar al Centro Mexicano de Escritores y dar salida a sus impulsos e inquietudes literarias. Fundó o contribuyó a la creación de varias revistas culturales, dirigió revistas y suplementos culturales y colaboró en otros que hoy por hoy son paradigmáticos; impulsó la realización de la primera exposición de escultura abstracta en México; en fin, siempre fueron evidentes su actividad, energía y desenfado. Por los años cincuenta fue el enfant terrible de la literatura mexicana. (Una espléndida y apretada semblanza la hace Beatriz Espejo en el “Estudio preliminar” del libro Emmanuel Carballo: Protagonista de la literatura mexicana, publicado por la Universidad de Monterrey en 2004), por ello no insistiré en lo que respecta a su faceta literaria. En la ocasión mencionada al principio de esta columna, no hablé de su desempeño como crítico, tampoco del importante papel que jugó como editor y difusor de la letras mexicanas. Me propuse hablar, muy brevemente, del hombre fiel a sus ideas, congruente con sus principios, y que para nada gustaba de andar navegando con bandera ajena ni presumiendo de lo que no era. Él mismo declaraba ser un francotirador, es decir, un individuo solitario que no se apoyaba en otros para disparar a un objetivo. En otras palabras, nunca perteneció, que yo sepa, a ninguna organización de izquierda, tampoco se ubicaba como comunista, revolucionario o proletario. Se decía pequeñoburgués; no obstante, desde esa posición se manifestaba a favor de las causas revolucionarias de México y de Latinoamérica. Su compromiso no era de dientes para afuera, pues participó en alguna huelga de hambre, siguió puntualmente el desarrollo de la Revolución cubana y manifestó su simpatía por este movimiento (lo cual, reconozco, no tiene nada de heroico, pues entonces eran muchos los intelectuales que defendían a la Revolución cubana); se entusiasmó con el Movimiento Estudiantil del ‘68 y estuvo en la Plaza de las Tres Culturas el 2 de octubre. De esta faceta y otras muy importantes hablé ese día y escribiré en mi próxima columna • (Continuará.)

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EINTICINCO AÑOS DESPUÉS, EL Departamento de Publicaciones del Centro Universitario de Estudios Cinematográficos –el indispensable cuec– sigue cumpliendo los objetivos que se planteó en 1990, y que de acuerdo con el estimado Rodolfo Peláez pueden resumirse así: publicar obras de cineastas destacados, textos académicos y manuales técnicos de peso internacional. Simultáneamente, Estudios Cinematográficos, la revista emblemática del cuec , cumple en este 2015 dos décadas de llevar a buen término sus propósitos, enunciados de este modo, otra vez en palabras del jefe del Departamento de Publicaciones cuequero: “ser instrumento para la formación y actualización tanto de alumnos, docentes y profesionales del quehacer fílmico y audiovisual, promover la reflexión e investigación de nuestros académicos y contribuir a la difusión de la cultura cinematográfica entre el público en general”. La proliferante anemia teórica, histórica y conceptual que desnutre, a niveles de pena ajena, a un enorme número de voces y plumas que en tiempos recientes han venido incorporándose al ejercicio de algo que quisieran crítica pero suele no pasar de la roma enunciación del gusto o del disgusto, cuando no del mero comentario trivial/circunstancial/coyuntural, hace que no resulte ocioso repetir una vez más lo que se ha mencionado aquí mismo respecto de cuán conveniente –y en vista de lo antedicho, cuán urgente– sería que la cada día más nutrida miríada de comentadores y opinócratas haga parte de ese “público en general” a quien revista y publicaciones también van dirigidos; cuán bueno sería, para decirlo rápido, que abandonaran la comodona creencia de que para hablar de cine basta con ver cine, y se pusieran a leer. Materiales de lectura sobran, y para muestra van a continuación las mínimas reseñas de lo que el cuec ha editado a lo largo de los últimos veinticuatro meses.

La revista El número 36 de Estudios Cinematográficos festeja el vigésimo aniversario de la revista, está dedicado al cine documental y ofrece textos sin desperdicio alguno. Abren sendas conversaciones con dos documentalistas de primera talla: el checo Harun Farocki, recientemente fallecido, que formó parte del Nuevo Cine Alemán –al que criticó acerbamente para luego abandonarlo–, fundó y editó la célebre revista Filmkritik e impartió cátedra alrededor de todo el mundo. El otro grande es el entrañable brasileño Eduardo Coutinho, muerto hace un año y seis días exactamente, cuyo trabajo ha fundado escuela, sobre todo en lo relativo a la función, los vínculos y las implicaciones sociopolíticas de las que el cine documental no puede desentenderse. A las entrevistas sigue un sólido cuerpo de ensayos en el que se aborda gran cantidad de elementos ya constitutivos, ya relativos, ya de aplicación, tocantes al cine documental: entre otros, su retórica, sus fundamentos en la investigación, su función educativa,

sus métodos de producción y sus posibilidades en cuanto a financiamiento. Remata el número un cuento olvidado de Juan Bustillo Oro, titulado “Cómo murió Charles Prague”, precedido por un estudio sustancioso en el que se aborda la conocida filia del cineasta por la narrativa del thriller y su manera de trasladarlo al cine que realizó.

Los libros En coedición con el Conaculta se hizo la segunda edición, actualizada, del bien conocido Manual básico de producción cinematográfica, de Martha Orozco y Carlos Taibo, con la colaboración de Sandra Paredes. Más claro será citar la explicación dada por los propios editores: están aplicadas “las opiniones de maestros y alumnos [del cuec y el ccc, sobre todo] que lo utilizaron como libro de texto y se trabajó en hacer una versión más pedagógica y con más detalle. […] Se actualizaron las estadísticas y se cuidó que los ejemplos y formatos fueran más claros y mejor explicados en su contexto”. Se enfatizan ahora, en virtud de las actuales condiciones para la producción cinematográfica en un país como el nuestro, los aspectos laborales y jurídicos que resulta indispensable tomar en cuenta si lo que se busca, como es obvio, es que una producción llegue a buen término. Detalle sustancial, para quien ignore las credenciales de Orozco, Taibo y Paredes, es que ellos mismos son productores cinematográficos a la vez que docentes y autores, lo cual confirió a esta obra, desde su primera edición hace un lustro, el valor insustituible de contar con la experiencia directa trasvasada en método y sistema • (Continuará.)

CINEXCUSAS

Para documentar la cinefilia (i de iii)

A casi un año (i de ii)

PROSAÍSMOS

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ENSAYO

8 de febrero de 2015 • Número 1040 • Jornada Semanal

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Visiones de Caracas Leandro Arellano

¿

Qué podemos decir de Caracas que no lo sepan todos? Nada más que nuestras p ro p i a s v i s i o n e s . M u c h a s c i u d a d e s históricas se han desarrollado a la vera del mar o a la vera de un río, con la vecindad de un volcán, la cercanía de un desierto o cualquier otro capricho topográfico. Ciudad de México es impensable sin la sociedad de los volcanes que la escoltan. Esas formaciones naturales se convierten no sólo en seña particular, sino que se tornan divinidades tutelares. A Caracas la abriga y perfila una columna montañosa de verde enciclopédico que separa la ciudad del mar por unos metros. La opulencia de ese centinela perpetuo, coronado a menudo de nubes blancas o grises y de una como sonrisa satisfecha, se desdobla jubilosa hasta las calles de la urbe. En la cima se escucha el resuello de los árboles y la visión hacia abajo es transparente y holgada. La elevación enseña que Caracas es una ciudad tropical y caribeña, a la que se disputan el cielo, el mar, la bulla y una luminosidad que se disuelve en la distancia. Ubicada sobre la cintura ecuatorial, los amaneceres deslizan sobre la ciudad una luz regocijada. Un airecillo dorado la despierta con prisa. Caracas es un toponímico proveniente de la tribu que habitaba uno de los valles costeros de la actual ciudad, fundada por el conquistador español Diego de Losada, con el nombre de Santiago de León de Caracas, el 25 de julio de 1567. Es irregular la topografía en que se asienta, rica en ondulaciones y regodeos. La infraestructura urbana es vasta y el enjambre de torres de concreto perfila su fisonomía. Por estos días atraen la mirada decenas de construcciones de vivienda en varios rumbos de la ciudad. El este acoge las urbanizaciones más desarrolladas, pero en el oeste habita la mayoría. Partiendo del centro rumbo al oeste, más o menos a una hora al volante, se desciende al aeropuerto de Maiquetía, junto al mar, y no alejado de ahí, al puerto de La Guaira, en el litoral donde se desahoga el ocio de los caraqueños. Inclinados al clima frío, Caracas nos confirmó que la vida no va en línea recta.

Ilustración de Juan Gabriel Puga

Pero alguna deidad local vigila la temperatura. El Monte Ávila ataja las ondas cálidas que se desprenden de la costa y la altura de la ciudad amortigua los embates del calor y la humedad. El uniforme diplomático no ahoga ni fatiga en el vaivén cotidiano. Adonde uno voltee, destella el verde imperioso de los árboles y la abundancia de plantas apologéticas. Aunque el verano reciente fue más bien seco, las lluvias de temporada tienen proporciones bíblicas. En las calles predomina el mestizaje, bien que la población cabe en las distintas tallas y tonos de piel. Los hábitos colectivos los hacen vestir con la informalidad y ligereza propias del trópico y las imitaciones de Miami. Ellas llevan ropa ceñida: talle largo, cintura angosta, caderas vastas y piernas rectas y llenas es la norma. Más cercanas al ideal griego que a los modelos de las revistas femeninas. Y si es cierto que la cirugía es una industria floreciente, la materia prima ya da mucho de sí, producto quizás de la amalgama de gente arribada de distintos puntos del planeta el siglo pasado y de la alimentación que nutre a la población desde hace décadas. Es así también como ofrece variadas cocinas: española, italiana, portuguesa, peruana, china, libanesa, mexicana, japonesa, abundante carne asada e intensa cocina criolla. En todas partes, trátese de restaurantes o areperas, las porciones s o n e n o r m e s , a c o m p a ñ a d a s s i e m p re d e s u s contornos –las guarniciones, como las llamamos en México–, con indudables ingredientes caribeños. De pocos años acá invade la ciudad una marea de motociclistas, quienes disputan espacios a los automóviles y desafían la habilidad de todo el que maneja, igual que las normas de tráfico. Como en toda ciudad en desarrollo, el transporte público es azaroso y las motos combaten esa insuficiencia. El Metro es moderno y funcional, pero demanda nuevas líneas y más kilómetros de vía si ha de competir con las calles y avenidas sitiadas por el tráfico. Más que mercados populares, abundan los centros comerciales. Pasean allí las pasiones y los

anhelos de los moradores de la urbe, y contra los afectos no valen razones, lo sabemos. Adentro, en alguna parte, se hallan tiendas de autoservicio, donde la población se abastece. ¿La alternativa? Surtidas misceláneas o un sí es no es de puestos callejeros. Es la capital más al norte de Sudamérica y alberga fácilmente a más de cinco millones de habitantes. Aumenta su tamaño la anexión de las zonas conurbadas, igual que las entradas y salidas cotidianas de los visitantes. Sobre cualquier otro sitio, las multitudes se congregan en los estadios de beisbol, el deporte nacional, cuya calidad batea en las grandes ligas. Aunque formalmente católico el país, nos llevó tiempo llegar a la Catedral de Caracas, ubicada en el Centro. Por fuera cuesta distinguirla de otros edificios vecinos. Más tarde descubrimos la Catedral bautista, una enorme Mezquita y la iglesia la Virgen de Guadalupe. La cultura es cosa íntima y no puede apreciarse sólo en un paseo por las calles. El número de universidades y escuelas superiores no es pobre. Las hay públicas y privadas, siendo la Central de Venezuela la mayor. La actividad cultural abunda y los espacios para teatro, cine, conciertos, exposiciones y otras manifestaciones son más que menos. De prestigio enorme goza la categoría y universalidad del movimiento musical que envuelve al país entero, un fenómeno cultural desde cualquier punto de vista. En esa jurisdicción poseen acaso el mayor tesoro del hemisferio, con su sistema nacional de orquestas. La ciudad es el espacio de convivencia por antonomasia. ¿Qué hay más dulce que la ciudad?, se preguntaba Tibulo hace 2 milenios, en la Roma de los césares. Somos y nos reconocemos en función de los demás, de nuestra relación con los otros. No hemos andado Caracas como Dios manda todavía. Pero ello no nos impide consignar que si el movimiento es la primera manifestación vital, Caracas vive y se sacude, que la efusión del trópico se agita en cada una de sus venas y, desde su entraña inmensa y regocijada, el Monte Ávila la custodia sin alterarse •


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