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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 11 de marzo de 2018 ■ Núm. 1201 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

das” n e y e sus “l Domingo r o p a an ido s e g u l e d u c , J u e l l i b ro y l r e p : ia educ p a ra l ic ano s Tric x a a o e c T P i a l m r e n v i s t a co n ticas púb Siglo XIX o PrieTo, í rm o E n t r e l e s Po l E s p i n a s a uille g ellan , r E l a t A í e r N ü o a a r m M Arg , J o s é ez El Nigro e s , L e a n d a r u t n lec amír r os do r o i t c o a y ign rma

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Renato Le entrevista con su hija Patricia Leduc Juan Domingo Argüelles

CINE Y MEMORIA: PATRICIO GUZMÁN Y LA BATALLA DE CHILE Asociado indisolublemente con la memoria de Chile, su país natal, la figura del documentalista Patricio Guzmán ha trascendido desde sus inicios esa frontera para erigirse como uno de los pilares de la memoria visual de Latinoamérica y del mundo entero. Ganador entre muchos otros reconocimientos del Gran Premio otorgado por la Academia del Cine Europea en 2010 y el Oso de Plata de Berlín, en 2015, forma parte de la Academia de Hollywood desde 2013. Es presidente y fundador del Festival Documental de Santiago, FIDOCS. Desde su impresionante filme La batalla de Chile –en el cual se enfoca el ensayo de Paulina Tercero aquí publicado–, hasta su más reciente obra, El botón de nácar, Guzmán ha llevado a la práctica el que ha sido su lema profesional y vital: “Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías.” Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

a: ori m e m án y y e C i n c i o G u z m Chile

P a t r iatalla de La b

A CONTRAPELO DE LOS DIMES Y DIRETES QUE HICIERON DE ÉL UN PERSONAJE BOHEMIO, MAL HABLADO, INESTABLE Y ACASO MISTERIOSO, RENATO LEDUC FUE EN REALIDAD UN SOLITARIO GENUINO, UN CONOCEDOR DE LOS CLÁSICOS Y UN POETA DOTADO, CON OFICIO IMPECABLE, PROFUNDO SENTIDO SOCIAL Y LÚCIDA VENA SATÍRICA. Refiriéndose a Mariano Azuela, Juan Rulfo sentenció hacia 1956: “En México, sólo los solitarios han podido hacer obra hasta ahora y quizá seguirán siendo ellos los únicos creadores de conciencias.” Nuestro más grande escritor no se equivocó en su diagnóstico ni en su predicción. La obra, la verdadera obra literaria, está muy lejos de la llamada “vida literaria”: está en la escritura concentrada, en la soledad del autor que, gracias al rigor, la disciplina y el genio, se transmuta en conciencia colectiva, en diálogo, en arte imperecedero. Desde su primer libro de poesía (El aula, etc.), publicado en 1929 por Efrén Hernández, en Pachuca, Hidalgo, Renato Leduc ironizó justamente en la misma sintonía que Rulfo, en su poema “Temas”. Ahí leemos: “No haremos obra perdurable. No/ tenemos de la mosca la voluntad tenaz.” Para Carlos Monsiváis, Renato Leduc (1895-1986) “le añade un público a la poesía”, pues la torna “popular”, pero a partir no del desaliño, sino del rigor formal y los ecos clásicos. Compulsivo lector de los más grandes autores (los clásicos antiguos y modernos), Leduc invoca la gran creación literaria incluso en sus textos más humorísticos (en realidad, satíricos). Se ha hablado de su maestría, de su originalidad, pero también se le ha rodeado de “bohemia” y “leyendas” (producto de esa “bohemia”) que, sin ninguna duda, han obstaculizado la valoración justa de su obra, tal como lo observa, atinadamente, su hija Patricia Leduc. En 1966, en el prólogo de Poesía en movimiento, Octavio Paz caracteriza a Leduc como excéntrico y francotirador, además de sentimental, erótico y sarcástico; un anarquista, a su manera, un descendiente de Laforgue “condenado a vivir entre nosotros”. Acierta Paz en emparentarlo con Laforgue, por lo que respecta a su vocación autoparódica, anticanónica y en cierto modo pesimista, pero, desafortunadamente, estas características, propias de la obra excéntrica, hay quienes las trasladan al autor para convertirlo no en un poeta sino en un “personaje”. Paz mismo cae en este error, y Monsiváis, otro tanto. De su rechazo al medio literario, de su vocación de solitario (como lo entendía Rulfo para el caso de Azuela), se desprenden “leyendas” que van de la “bohemia” a la “antiintelectualidad”, sin comprender que el carácter antisolemne, desenfadado y paródico le viene a Leduc de su plena asimilación de la cultura clásica. Acierta Monsiváis cuando afirma que “en Leduc la devoción por la musicalidad del idioma se enlaza con la (genuina) indiferencia por el prestigio, y el desdén hacia el tótem cultural de su infancia y adolescencia, el Poeta, con las mayúsculas de la obligación”. A ello se añade, dice Monsiváis, “un impecable oído literario [que] se consagra a la descripción de sensaciones que es gozo de la forma”. Por todo lo anterior, cada vez se hace más necesaria una valoración justa del poeta, el prosista y el periodista Renato Leduc, más allá de la imagen facilona en que se le ha encasillado y que ha impedido que su obra literaria (especialmente la poética) sea apreciada como se merece. Para aportar elementos a esa valoración, pero también al conocimiento real del autor, este acercamiento con su hija, Patricia Leduc, estudiosa de la obra de su padre y preservadora del gran archivo periodístico y literario de uno de nuestros más grandes poetas. Tal es el sentido de esta conversación.

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Portada: Documentar la familia

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Leduc -¿C

–Dime algo de la vena autobiográfica de algunos poemas de tu padre. ¿Hay poemas que parten de una experiencia amorosa que es posible reconocer? –Algunos poemas deliberadamente románticos y un prólogo en cierto modo innecesario (Alcancía, 1933) los escribió Renato para Amalia Fernández Castillón, mujer de la que estuvo profundamente enamorado; para decirlo de manera coloquial, fue el amor de su vida. El poema titulado “Té” que forma parte del poemario, en la versión original dice: “i/ Cuando vino Amalia y Leonor se fue/ nos quedamos viendo/ con esa mirada que no dice nada,/ las frágiles tazas/ y un terrón de azúcar/ y las ambarinas burbujas de té.// ii / Índice y pulgar/ tan finos, tan finos,/ que al verlos alzar la taza de té/ me digo:/ Esos dedos se van a quebrar…// iii / Dónde está Leonor?.../ Índice y pulgar levantan la taza de té/ Ama-

VOZ INTERROGADA

perseguido por sus “leyendas”

ómo lees, a la distancia, la poesía de tu padre? ¿Cuáles son las virtudes que encuentras en ella? –Mi opinión sobre la poesía de mi padre es la de una lectora que tiene predilección por algunos poemas en los que se percibe cierta cadencia y cuya temática hace aflorar diversas emociones. De la obra poética de Leduc, “Los buzos diamantistas” es mi poema favorito: lo encuentro luminoso y musical. Alguna vez escuché decir a mi padre que su poesía, más que imaginativa, era vivencial por lo que intuyo que cada poemario corresponde a una etapa de su vida. Aunque en 1935, en una carta dirigida desde París a Amalia Fernández Castillón, comenta: “No quiero hacer las glosas aquí, porque si el papel es barato en cambio la mano de obra es fabulosamente cara; por otra parte es un libro en el que ya no tengo ningún interés y no lo publicaría si no fuera por el compromiso que tengo con Lolita. No sé por qué los versos me causan ya una repugnancia casi fisiológica; cuando leo versos me pasa exactamente lo mismo que cuando como arroz de leche: siento náuseas y se me afloja el estómago.” Creo que una virtud de la poesía de Leduc es que, a pesar del tiempo, su temática es actual: el amor es un tema universal y siempre vigente. En 1963 publicó Catorce poemas burocráticos y un corrido reaccionario para solaz y esparcimiento de las clases económicamente débiles, donde hace una crítica mordaz de algunos especímenes de la vida política nacional tales como el líder, el diputado, el cumplido funcionario, el señor magistrado. Este poemario aún hoy puede considerarse actual, porque tales personajes no han cambiado desde hace cincuenta y cinco años. Leduc escribió la mayor parte de lo mejor de su obra poética en su juventud y madurez: El aula, etc. (1929), Algunos poemas deliberadamente románticos y un prólogo en cierto modo innecesario (1933), Prometeo (1934), Breve glosa al libro de Buen Amor (1939), La odisea (1940) y Desde París (1940, 1942).

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El joven Renato Archivo: Patricia Leduc

María Félix le propuso matrimonio a Renato Leduc. Él le contesto: “Adorada doña... ¿cómo chingaos quieres que acepte convertirme en el señor Félix?”

lia me mira con aquellos ojos/ hondos, prodigiosos,/ que según afirma le dio el niño-dios// iv / Índice y pulgar/ bajan poco a poco la taza de té/ ¿Leonor…?, ¿y Leonor…?/ y la voz de Amalia: ¿sabes? –me quemé.” Cuando en 1933 se publican Algunos poemas... la relación amorosa entre Amalia y Renato estaba rota, y el poema “Té” aparece con algunos cambios: “i/ Cuando vino usted –cuando ella se fue,/ miramos ¿miramos?/ con esa mirada que no dice nada/ las frágiles tazas/ y un terrón de azúcar/ y las ambarinas burbujas de té.// ii / Índice y pulgar,/ tan finos, tan finos,/ que al verlos alzar la taza de té/ me digo:/ esos dedos se van a quebrar…// iii/ ¿Dónde estaba usted?.../ Índice y pulgar levantan la taza de té./ Usted me contesta con aquellos ojos/ hondos, asombrosos,/ que según afirma le dio el niño-dios.// iv / Índice y pulgar/ bajan poco a poco la taza de té./ ¿Dónde estaba usted?.../ Y la voz de usted: ¿sabe?... –Me quemé…” Una lectura de este poemario nos revela a Leduc como un romántico malgré lui –Francisco Liguori dixit. “Inútil divagación sobre el retorno” y “Alusión a los cabellos castaños”, entre otros poemas, son una muestra del cúmulo de sentimientos que Leduc experimentó por Amalia Fernández Castillón, quien por cierto rompió su relación con Leduc por un nuevo amor llamado Alejandro Gómez Arias. Como lo señalé antes, la poesía de mi padre proviene de vivencias; tal es el caso del poema “Epístola a una dama que nunca conoció elefantes” –el cual, por cierto, era de sus predilectos. Asiduo asistente los domingos a las corridas de toros en México, a falta de este espec-

táculo durante su estancia en París, paseaba por el zoológico de Vincennes y vio a una anciana que observaba con inusitado interés a los elefantes, intrigado le preguntó si nunca había visto uno: ella le comentó que vivía en un pueblo de los Alpes adonde jamás había llegado un circo, que no conocía los elefantes, y que la habían impresionado. En xv fabulillas de animales, niños y espantos (1957) aparece el poema “Se explica a María la condición de una vaca sentada” que, según narra María Félix, se gestó así: “Viniendo de Guadalajara, estuve a punto de chocar con una vaca tumbada en la carretera. Llamé a Renato y le dije que por poco me mataba por culpa de una vaca sentada. Se carcajeó en el teléfono y me dijo: ‘–Las vacas no se sientan, María’. ‘–¡Eso lo dirá usted! La que yo vi estaba sentada y mirándome directo a los ojos’.” Al día siguiente, mi padre publicó en su columna “Cinco minutos” del Esto un poema titulado “Donde se explica a María la condición de una vaca sentada”. Dice así: “María: las vacas sentadas/ son vacas que hablan inglés/ aunque usted las haya visto/ –las ubres desparramadas–/ mugiendo y dándose pisto/ en Guadalajara… pues.// Explíqueme usted, María,/ si la vaca susodicha/ cruzando estaba la pierna/ honestamente, o tenía/ ese impudor que delata/ al casto perro-salchicha.// ¿La vaca llevaba anteojos/ montados en la nariz/ y los belfos exhibía/ más bien exangües que rojos…?/ Pues en tal caso sería/ una vaca institutriz.// Aunque se encuentre ocupada/ la vaca sentada es/ por definición, vacante./ Toda persona sentada/ es sedente o es sedante/ según sea dama o sea res.// Mugiendo van por lo sigue

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bajo/ –ojo al parche y cuerno gacho–/ las vacas por la pradera./ Y cual peones a destajo/ devoran la carretera/ como andaluz el gazpacho.// Las vacas se dicen cosas/ –chismes de establo y ordeña–/ por las noches y en secreto./ Por tal razón, perezosas,/ siéntanse a modo de reto/ cuando les hace uno seña…// Por eso, tal vez, María,/ vio usted sentada a la vaca/…/ o a lo mejor estaría/ pues estaría haciendo caca.” –¿Cuál es la diferencia entre el Renato Leduc real y el Renato Leduc de su “leyenda” o “leyendas”? –Renato Leduc durante su larga existencia vivió muchas vidas: telegrafista, estudiante universitario, burócrata en la Secretaría de Hacienda y, posteriormente, empleado de la Delegación Fiscal de México en París, y finalmente periodista. Esta diversidad de actividades le permitió recorrer el país y el mundo y conocer una serie de personajes pertenecientes a los más diversos ámbitos. En alguna ocasión leí en la revista Siempre! un artículo de un periodista cuyo nombre no recuerdo, el cual afirmaba que Leduc construía de manera deliberada su propia leyenda, cuestión absolutamente falsa, pues el Renato Leduc real dista mucho del de la leyenda; desde luego que no era un bohemio, poseía una vasta cultura, de la que nunca alardeó, departía lo mismo con un trabajador que con un intelectual o un político, era un hombre más bien solitario que no perteneció a ningún grupo intelectual ni político, aunque desde luego tuvo su muy personal línea de pensamiento inclinada siempre hacia la izquierda, y por sobre todas las cosas fue honesto y congruente en su manera de pensar y actuar. –¿Esta “leyenda” o “leyendas” han afectado la valoración de Renato Leduc como uno de los grandes poetas e intelectuales de México? –Desde su juventud la leyenda persiguió a Leduc – como bien lo señaló José Alvarado–; su condición de telegrafista en épocas turbulentas en el país lo obligaba a ausentarse de la capital por largos períodos, durante los cuales se especulaba sobre su paradero. Lo mismo sucedió cuando, trabajando en la Delegación Fiscal de México en París, estalló la segunda guerra mundial. Estos hechos, aunados a su personalidad, han contribuido a crear una “leyenda”. Octavio n. Bustamante, en el prólogo a Los banquetes, escribió: “Quien conoce a Renato –¿quién conoce a Renato– sabe que en realidad no lo conoce mucho. Sólo el que lo conoce cree tener de él un concepto preciso, una definición… Pero, como el agua… parte de él se va por miles de intersticios, de invisibles ranuras, o se derrama cuando acontece en su vida un temblor de grado siete, o cuando, en fin, se rompe el vaso que lo contiene todo: entonces se fuga el todo

de Renato, con todo y Renato, para volver poco después.” El bohemio, el personaje mal hablado, el señor que rechazó la propuesta matrimonial de María Félix, son “leyendas” que han perseguido a Leduc y no han permitido valorarlo en su justa dimensión. –Renato Leduc estuvo siempre del lado de las causas nobles y tuvo un compromiso social inocultable. ¿Cuál es tu opinión al respecto? –En efecto, Renato Leduc se comprometió siempre con los movimientos sociales y militó del lado de los sectores progresistas del país. Defendió siempre a los más desposeídos desde su trinchera periodística y demostró que la ironía y el sentido del humor son letales como armas de la crítica. En su archivo existe un cúmulo de cartas de denuncia de obreros, campesinos, maestros y trabajadores de diversos sectores a los que Leduc dio voz. Desde la poesía también asumió un compromiso social; a este respecto Alfonso Yáñez Delgado señala: “Al estallar en Puebla la reforma universitaria de 1961, Leduc criticó acerbamente los intentos de los sectores derechistas y clericales del estado tendientes a sofocarla, y pugnó desde diversas trincheras por la libertad de líderes estudiantiles como Enrique Cabrera.” En apoyo al movimiento universitario, escribió su célebre poema “Puebla 1961”: “El Señor Obispo predica en el atrio…/ La gente le escucha este día domingo/ Bajo la amenaza de Jenkins el gringo./ Exhibe el obispo un fervor tan patrio…/ tan patrio… tan patrio…/ que ni el padre Hidalgo jamás exhibió…/ ¡Cristianismo sí! - ¡Comunismo no!// Lanza monseñor bombas incendiarias/ contra las impías reformas agrarias…/ ¡Comunismo no! - ¡Cristianismo si!/ Y en Chihuahua, Puebla y San Luis Potosí/ los santos varones/ realizan acciones,/ piadosas acciones bancarias…// Seráfica ayuda al módico diez/ al menesteroso y buen feligrés./ Diezmos y primicias a cargo del mismo…/ ¡Viva Cristo Rey! - ¡Muera el comunismo..!// Beatíficamente/ –bien nutrido el cuerpo, serena la mente–/ El señor obispo guarda sus millones/ en la caja fuerte…/ No es que tenga suerte…/ Son sus oraciones/ que Dios escuchó…/ ¡Cristianismo sí! - ¡Comunismo no…!” –¿Cómo juzgas la obra de Renato Leduc periodista? –Renato Leduc ejerció el oficio periodístico por más

renaTo leduc duranTe su larga exisTencia vivió muchas vidas : TelegrafisTa , es TudianTe universiTario , burócraTa en la secreTaría de hacienda y, PosTeriormenTe , emPleado de la d elegación f iscal de méxico en París, y finalmenTe PeriodisTa.

de cuarenta años. En 1948 colabora con Jorge Piñó Sandoval en el semanario Presente en el que se denuncia la corrupción y voracidad del grupo gobernante; la consecuencia de ello es la represión, por lo que Presente se publicó únicamente por treinta y seis semanas. En mayo de 1951, conjuntamente con el caricaturista Antonio Arias Bernal, inicia la publicación de El Apretado en contra los propósitos reeleccionistas de Miguel Alemán, y de la pretensión de Fernando Casas Alemán –entonces regente de la ciudad– a lanzarse como candidato a la Presidencia de la República. En 1954 dirige el semanario Momento de México cuyo primer número aparece el 10 de mayo y en él se señala: “Intentamos hacer de este Momento un órgano de información, de crítica y de análisis de los problemas económicos, sociales y políticos del pueblo de México. Para tales efectos consideramos pueblo de México a todos aquellos sectores de la población que viven exclusivamente del producto de su propio trabajo. Y, por consiguiente, no consideramos pueblo de México a aquellos sectores cuyos miembros medran en forma abusiva y se enriquecen a costa del esfuerzo o las necesidades de los otros.” El último número aparece el 28 de septiembre de 1956. A lo largo de esos cuarenta años escribió en diversas publicaciones columnas que fueron emblemáticas al volverse referentes, tal es el caso de “Semana Inglesa” en la revista Siempre!, “En Cinco Minutos” en el diario Esto, “Banqueta” en Últimas Noticias de Excélsior, y “Semana Escocesa” en el semanario Órbita, entre otras. –¿Sus notas autobiográficas de Cuando éramos menos nos lo revelan tal como era? –Cuando éramos menos es una recopilación de artículos que aparecieron en la revista Interviú y en Interviú en Lucha, donde Leduc narra con un estilo desenfadado sus memorias desde la infancia hasta la invasión de los estadunidenses a Veracruz, cuando tenía diecinueve años. La publicación de estos textos animó a descendientes de algunos personajes que Leduc mencionó, a escribirle, para corroborar sus dichos o bien para pedirle información sobre algún pariente del cual se había perdido la pista. –En los archivos que dejó, y en las hemerotecas, ¿hay obra de tu padre que es necesario rescatar y poner a circular nuevamente? –La mayor parte de los archivos de Leduc son artículos periodísticos en los que se comentaron sucesos del momento, por lo que habría que hacer una revisión del material existente y localizar textos intemporales o bien que puedan considerarse actuales por la similitud de circunstancias –¿Qué diría la hija, no la lectora, de Renato Leduc sobre su padre? ¿Cuál es tu recuerdo más profundo de él? –Diría que fue un padre sui generis: hombre de la calle, poco hogareño, pero consentidor y cariñoso. Mi recuerdo más profundo se remonta a mi ya lejana infancia: cuando mi madre se encontraba de viaje, fui a vivir temporalmente con mi abuela materna cuyo domicilio se ubicaba en Avenida del Rastro, hoy Eduardo Molina; cursaba yo la primaria en el Colegio Hispano Americano ubicado en la calle de Ciprés en Santa María la Ribera, escuela que estaba cercana a nuestro domicilio, así que de manera provisional fui inscrita en el servicio de transporte escolar. El primer día, al no estar familiarizada con la logística para abordar el autobús, éste partió sin mí. Desconcertada salí a la calle y, para mi sorpresa, mi papá estaba ahí, esperando a que yo subiera al camión. Acto seguido abordamos un taxi que nos condujo a la casa de mi abuela. A partir de ese día mi papá diariamente llegaba a la puerta de la escuela a supervisar que yo subiera al autobús

Renato Leduc, David Alfaro Siqueiros y José Pagés Llergo Archivo Patricia Leduc


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el libro y la lectura

ACERTADA REFLEXIÓN QUE INSISTE EN LA URGENTE NECESIDAD DE GENERAR UNA ESTRATEGIA VIABLE Y EFICAZ PARA LA DISTRIBUCIÓN DE LOS LIBROS, SOBRE TODO DE LAS EDITORIALES INDEPENDIENTES, QUE SON COMO “ANTICUERPOS PARA LA SALUD DE LA CULTURA”.

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políticas públicas para José María Espinasa

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esde que el surgimiento de editoriales literarias independientes se volvió un fenómeno cultural muy importante, a principios de los años noventa del pasado siglo, es llamativo que las políticas del Estado sobre el asunto sean tan fallidas. Ha pasado ya medio siglo y, mientras el número de editoriales independientes, así como su calidad, no cesa de crecer, la situación ante el m e r c a d o sigue siendo terrible. En el transcurso se publicó una Ley del Libro descafeinada, se implementaron en un buen número las salas de lectura y se hacen coediciones por convocatoria, se realizan todo tipo de ferias del libro, pero la situación no cambia porque no se ataca el verdadero problema: la distribución. Incluso la creación de lectores nuevos ha tenido cierto éxito, pero las condiciones de distribución para los sellos independientes no cambia: pocas librerías y rechazo de ese material en las pocas que hay, solicitud de descuentos leoninos, mala exhibición… en fin. Al no haber una distribución mínimamente aceptable, los esfuerzos anteriores se pierden en el vacío. Se pensará que a las librerías privadas no se les puede obligar a recibir un material según ellas poco rentable. Pesa, por ejemplo, una maldición sobre los libros de poesía: no se venden. Por cierto, maldición equivocada. Y en parte es cierto. Pero se podría volver atractivo que exhibieran esos sellos a través de estímulos fiscales y leyes que protegieran la bibliodiversidad, apoyando proyectos de distribución y campañas publicitarias. Pero el asunto es bastante peor. De las librerías mexicanas, un sesenta por ciento son públicas (es decir, gestionadas por el Estado). Dependen de la Secretaría de Cultura Federal (Educal), de secretarías estatales y de universidades. En ellas todavía es más difícil que las independientes sean distribuidas: como en las privadas, hay una burocracia infernal para que reciban material y otra para cobrar cuando pueden cobrar, si es que pueden. Si esas librerías del Estado no dan el ejemplo a las privadas, el asunto se complica. Véase la paradoja: se apoya a escritores y artistas con becas, se apoya la edición de sus obras, pero no se las distribuye, no se las publicita ni se las promueve, no se compra ese material para bibliotecas y salas de lectura; se organizan coloquios y homenajes sobre un autor pero no se piden sus libros para que estén a la venta en el lugar, ni siquiera durante dicho homenaje. Cuando se editan autores de otras lenguas y regiones se prefiere exhibir la edición española, más cara y casi siempre en peor traducción. Por otro lado, no se contempla a la edición independiente como un hecho específico con características propias y el Estado cede a los chantajes de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), complicando trámites, pidiendo cumplir exigencias no sólo innecesarias sino absurdas. La Caniem piensa que defender la industria editorial mexicana es combatir los proyectos independientes. Así, los requisitos que solicitan en las convocatorias de apoyos y coediciones, en

Ilustración de Huidobro

las librerías y en los listados de proveedores, son muchas veces imposibles de cumplir. Se aplica el criterio de exigirles como a un corporativo, se dice, sabiendo que se miente, que es porque no tienen un nivel profesional adecuado y son poco eficientes. Una de las características de los editores independientes es no tener el personal para ocuparse de esos requerimientos burocráticos. El Fondo de Cultura Económica, que tuvo en su momento una actitud distinta, hoy se ha sumado a esa tendencia y, por ejemplo, suprimió la exitosa Feria del Libro Independiente en la librería Rosario Castellanos sin que mediara explicación alguna. Tampoco se normalizó la recepción de libros en esa y en sus otras librerías: se les envían novedades, las registran, aparecen en las computadoras pero nunca se hace un pedido. Si a eso se suma una política del Estado de libro barato y constante saldo, la edición independiente tiene que optar entre cerrar el proyecto, cambiar de signo, volverse a veces maquiladores, a veces integrarse al modelo convencional de edición sin que tengan el éxito económico asegurado, o aceptar, no sin orgullo, sobrevivir en la marginalidad, a la vez que depende de los apoyos públicos para editar libros que terminarán a diez pesos en los saldos o en el molino, en el peor de los casos. Desde luego, la edición independiente no se va a acabar, es como un anticuerpo necesario para la salud de la cultura, pero es una lástima que el Estado no la comprenda ni la apoye adecuadamente, para que así la industria editorial mexicana, que llegó a ser la más importante de lengua española, vuelva a recuperar su lugar protagónico. Pedirle a las librerías privadas o a la Caniem que hagan su parte es, para mí, un esfuerzo inútil. El protagonismo del dinero público en la industria editorial mexicana –Escalante señaló hace diez años en su ensayo A la sombra de los libros, que era del setenta y ocho por ciento y yo creo que, desde entonces, antes que disminuir ha crecido al mismo tiempo que el Estado sigue manteniendo una política de libre mercado–, provoca que ésta no tenga que buscar lectores. Y ante eso las librerías prefieren no tanto no recibir ese material, sino privilegiar no lo que se vende sino lo que se vende mucho y –ninguneo de por medio– de preferencia editado en España. Pero el Estado sí tiene una responsabilidad en lo que ocurre, no sólo por su protagonismo y sus contradicciones internas, sino también por no crear condiciones adecuadas para que esas editoriales independientes, sin dejar de serlo, tengan un buen fun cionamiento económico y comercial. Las ferias, por ejemplo. A Guadalajara van los independientes –unos cuantos– con una representación mínima pues es muy cara, en Minería los precios son impagables y en las ferias estatales no se cuenta por lo general con estructura para atenderlas. Sólo las ferias del Auditorio y el Zócalo son atractivas para el conjunto de editoriales independientes. Insisto: el diseño de los apoyos a las editoriales independientes debe ser pensado en el contexto que ellas representan, no mezclarlos con los corporativos ni acotados por la Caniem , y para ello se debería escucharlas y atender más a lo que necesitan: distribución


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Siglo XIX mexicano:

iGnaCio ramírez, GuiLLermo Prie LIBERALES A CONCIENCIA Y HOMBRES DE ACCIÓN, GRANDES PROMOTORES DE LA REFORMA, DESTACARON POR SU PERSONALIDAD CONGRUENTE Y HONESTA, RASGOS QUE EN LA POLÍTICA NACIONAL ACTUAL SON LASTIMOSAMENTE ESCASOS.

SEGÚN OCTAVIO PAZ, EL NIGROMANTE –DE QUIEN ESTE AÑO SE CELEBRA EL BICENTENARIO DE SU NACIMIENTO– FUE “QUIZÁS LA FIGURA MÁS SOBRESALIENTE” DE LOS LIBERALES Y GUILLERMO PRIETO, CUENTA LA LEYENDA, CONTUVO A UN PELOTÓN DE FUSILAMIENTO CON LA FRASE: “LOS VALIENTES NO ASESINAN.”

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a historia de México ha sido violenta y cruel. ¿La violencia? El libro rojo, de Manuel Payno y Vicente Rivapalacio la documentan desde la fundación de nuestro país. En la actualidad, los medios informativos la reportan diariamente y paso a paso. Mayor que nunca antes, el número de víctimas que genera alcanza cifras de dos dígitos cada día. Durante el siglo xix México padeció todas las desazones y vaivenes que un país en formación puede arrostrar: luchas civiles, invasiones del exterior, dictaduras, golpes de Estado, ensayos imperiales... Con todo, mantuvo momentos –escasos y breves– en los que florecieron páginas luminosas en la evolución del país, impulsadas por la acción de varios de sus mujeres y hombres más brillantes. Cercanos a nuestros anhelos, dos entre ellos cumplen el presente año dos siglos de haber nacido, uno en San Miguel de Allende, Guanajuato, y el otro en Ciudad de México. Ambos formaron parte del grupo de los liberales. Aunque el término liberal ha evolucionado con el paso de los años, siempre ha estado vinculado con el concepto de libertad. Fueron los liberales quienes pugnaron por valores y derechos fundamentales de la nación que –a siglo y medio de distancia– aún padecen por incumplimiento o siguen dolorosamente ausentes. ¿Qué procuraban los liberales? La igualdad, el laicismo y el progreso. Defendían la democracia representativa, el federalismo, la separación de poderes, la independencia de la Iglesia y el Estado. Luchaban por la defensa de las libertades individuales en todos los ámbitos: desde el laboral y comercial hasta el educativo y periodístico, así como el progreso de la ciencia y de la sociedad a través de instituciones como el municipio y la escuela, establece Liliana Weinberg (Ignacio Ramírez, La palabra de la Reforma en la República de las letras. FLm / unam / FCe , 2009.) La élite de aquel conjunto extraordinario de personajes estaba formada por los “dieciocho letrados y doce soldados”, a los que canonizó don Luis González en su relato sobre la “República restaurada” (Historia General de México, Tomo iii , El Colegio de México, 1977). Eran, la mayoría, abogados, políticos y literatos. Mas, si bien la literatura constituyó un elemento de primer orden en su vida y obra, lo cierto es que en general eran magníficos versificadores pero no grandes poetas. Su prosa, en cambio, se cuenta entre lo más selecto de la literatura mexicana del siglo xx . La prensa fue el conducto principal mediante el cual se expresaban. Desde la Guerra del ’48 proliferaron los

periódicos, sobre todo en la década de los sesenta. El Renacimiento, El Monitor Republicano, El Siglo xix fueron los medios más recurrentes de los liberales. Fue a través de la Constitución de 1857 como los liberales infundieron muchos de sus ideales y aspiraciones. Mediante la educación impusieron los propósitos más hondos de la Reforma, llevando su convicción hasta decretar la enseñanza libre, cuando Ignacio Ramírez se desempeñaba como Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Eran partidarios del sistema federal, impulsores de la igualdad, el laicismo y el progreso; buscaban dotar a México del sentido de patria. “Los liberales –escribió Carlos Monsiváis– conceden al Estado la formación de los mexicanos: la enseñanza e imponen a la nación un proyecto histórico y muy a medias un modelo de sociedad.”

IGNACIO RAMÍREZ (1818-1879)

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el gran héroe liberal casi todo se ha dicho; la mayoría de las veces con reconocimiento y elogio. Es uno de los mexicanos más brillantes que ha procreado el país y forma parte –asegura un juicio histórico– de los tres artífices de la Reforma: José María Luis Mora, Valentín Gómez Farías e Ignacio Ramírez. No deja de ser una contradicción que se apodara el Nigromante, a él que era un iluminado, un hombre al que guiaban las luces de la razón, formado en el Colegio de San Gregorio y en el Colegio de Abogados de la Universidad Pontificia Nacional, además de ser miembro de la Academia de Letrán. Fue amigo y colaborador de Guillermo Prieto en varios proyectos; con él y Manuel Payno fundó el periódico Don Simplicio. Jurista eminente y polemista agudo, no hubo asunto ni tema político que no tratara en su búsqueda por la emancipación, la libertad y el desarrollo del país. Orador y escritor dotado, recorría el territorio nacional proclamando el ideario liberal. En campaña permanente por impulsar los cambios que la nación demandaba, iba por todas partes dando discursos y conferencias y publicando artículos, decisivos para la Reforma. Más que un ordenado autor literario, fue uno de los grandes propagadores de la Reforma. Electo Diputado Constituyente por Sinaloa en 1857, destacó en la Cámara por su arrolladora elocuencia. Aunque sólo fuesen períodos breves, sus opiniones lo hicieron padecer cárcel en varias ocasiones. Y no se ha destacado bastante que fue un radical promotor de la igualdad de género. En 1861 fue nombrado Ministro de Justicia e Instrucción Pública del gabinete juarista y en 1868, ya distanciado de Juárez, fue nombrado Ministro

de la Suprema Corte de Justicia, cargo que mantuvo hasta su muerte, en 1879. Los hombres de su época lo admiraban sin entenderlo, escribió Alfonso Reyes. No es imposible que así haya sido si un escritor tan escrupuloso y prolífico como fue Reyes hace un breve y encendido elogio “por este hombre fogoso y desigual... verdadero enigma para la crítica”, pero ni abunda ni escribe más sobre él. Por su parte, Octavio Paz lo ubica como: “Quizás la figura más saliente de este grupo –los Liberales– de hombres extraordinarios.” No es improbable que quien mejor lo ha juzgado literariamente sea José Luis Martínez, al señalar con acierto que el héroe de la Reforma “tenía una personalidad política más definida y acentuada que su personalidad literaria”, que la “parte principal de sus escritos son discursos, estudios sobre materias políticas, cívicas, económicas y sociales”... y que el “drama intelectual de Ignacio Ramírez fue su dispersión, querer hacerlo todo”. De su conducta y temple frente al poder –un fenómeno que embruja, enreda y marea a los latinoamericanos con naturalidad y sin excepción– dos episodios lo muestran con nitidez. Uno es su oposición a la reelección de Benito Juárez y otro su conocida reconvención al presidente Porfirio Díaz: “Usted es casi omnipotente como lo son en México todos los triunfadores. Puede quitar sus grados a todos los generales y dárselos a otros sujetos que no hayan peleado nunca; puede abolir la Federación, unir la Iglesia y el Estado, nombrar diputados a los sujetos que le plazca, restituir los fueros, imponer el sistema monocamarista o el bicamarista y hasta acabar con las cámaras. Pero hay cosas que no están en su mano y yo deploro que no estén, porque me duele que sea limitado el poder de los generales triunfadores; por ejemplo, hacer que dos y dos sean nueve, cambiar el curso de las estaciones e improvisar sabios, aunque sean tan modestos como los que aquí tenemos.” De haber vivido en la actualidad, acaso nada hubiese resentido más este hombre todo enjundia, todo inteligencia, todo honradez, como contemplar los niveles que ha alcanzado la corrupción en el país. Naturalmente, este hombre ecuménico, espíritu y motor de la Reforma, de probidad irreprochable, murió con menos de lo que proporciona la dorada medianía.

GUILLERMO PRIETO (1818-1897)

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u admiración y cariño por Ramírez era sagrado. “Para hablar de Ramírez –escribió– necesito purificar mis labios, sacudir de mi sandalia el polvo de la Musa Callejera, y levantar mi espíritu a las alturas


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Leandro Arellano

To, La

reForma y otros dones

Benito Juárez y los liberales, representados en un Mural del Palacio de Gobierno de Oaxaca

en que se conservan vivos los esplendores de Dios, los astros y los genios.” Prieto fue poeta, periodista, orador ferviente, político genuino, diputado constituyente, más de una docena de veces miembro del congreso y Ministro de Hacienda varias veces también. Menos fogoso, pero no menos radical y convencido que su amigo el Nigromante, Guillermo Prieto representa al héroe épico de la Reforma. Como casi ninguna otra, asegura Carlos Monsiváis, la trayectoria de Prieto expresa el valor, el talento, el entusiasmo, la indignación patriótica y la generosidad. La invasión de Estados Unidos a México en 1847 lo resolvió a entrar de lleno en la política. Fue un gran patriota y protagonista de grandes transformaciones del país, sin que él hiciera alardes. Uno de tantos episodios anecdóticos que propició la audacia de Prieto fue la salvación de ser pasado por armas con un grupo de –unos ochenta– liberales encabezados por Juárez, en el que el carácter y la palabra de Prieto privaron sobre la soldadesca. Lo relata el mismo Prieto y a la historia ha pasado, convertida en leyenda, con una de las frases claves de su arenga: “Los valientes no asesinan.” Con los hermanos José María y Juan Lacunza y Manuel Tossiat fundó la Academia de Letrán, una de las sociedades literarias más importantes del siglo xix mexicano, a la que pertenecieron también Andrés Quintana Roo, José Joaquín Pesado, Manuel Carpio, Ignacio Rodríguez Galván, Ignacio Ramírez, José María Lafragua y Manuel Eduardo de Gorostiza, entre otros. Hombre versado en un caudal de artes y disciplinas escribió sobre un sinfín de materias. Así, cuenta Juan

eran ParTidarios del sisTema federal, imPulsores de la igualdad, el laicismo y el Progreso; buscaban doTar a méxico del senTido de PaTria. de Dios Peza que Prieto es también autor de unas autorizadas Lecciones de economía política. A su vez, José Luis Martínez señala que Prieto es el costumbrista y el romancero de las gestas nacionales y, como el Nigromante, desbordaba sus convicciones en El Siglo xxi y el Monitor Republicano, los diarios proclives a los liberales. Para Prieto también fue prioridad la acción política y sus escritos giraban en torno a la propaganda reformista. No obstante ello, algunas de sus obras rebasaron esa zona, como lo demuestran sus libros de viajes. Pero lo que sobrevive de él en literatura por sobre todo, es su monumental Memoria de mis tiempos, libro en el que relata “las costumbres de la época”. Cierto es que es esa una de sus características notables, pero son múltiples sus significaciones. Uno de los episodios que mayor deleite produce es la lectura del capítulo relativo a la dieta alimentaria de cada día, tanto para las clases pudientes como para las menesterosas. Prieto atendía en toda persona a sus cualidades y virtudes. Veneraba a Quintana Roo y a Morelos. Generoso y humilde, relata con simpatía su conocimiento de Lucas Alamán, su adversario en política. Conocer lo que opinaban de él sus amigos y contemporáneos es admirar su grandeza de ánimo, su buen humor y su simpatía.

Ramírez lo describe como un hombre festivo, ingenioso y audaz. Sin ser condescendiente, era amable y gentil con todos. Al frecuentarlo, nosotros nos hemos creado la impresión de que por temperamento, Prieto era un líder natural. A su entierro acudió todo el gabinete, incluyendo a don Porfirio. Los oradores en la ocasión fueron Juan de Dios Peza y Juan a . Mateos.

LEGADO

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i el grupo liberal lo constituía un volumen no escaso de personajes –brillantes y resueltos todos–, Prieto y Ramírez sobresalían por sus méritos y atributos personales. Sus contribuciones a la causa liberal no pocas veces trocaron en la ruta que tomó la historia patria. Si la Reforma creó el perfil de la nación, ellos la dibujaron con sus ideales. Herederos de la Ilustración, mantuvieron siempre la puerta abierta a la calle, al pulso de los acontecimientos cotidianos, participando de todos los aspectos de la vida. Los dos fueron hombres de acción y polígrafos naturales. Su asiduidad a publicar en la prensa diaria provenía de su convencimiento del poder de la frase escrita. Pero acaso reconocían que la inteligencia no debe aspirar al poder supremo, que no es ése su fin. Si entre lo más selecto de la civilización destaca el espectáculo de una vida plena, estos dos Liberales la bordearon. A dos siglos de su nacimiento nosotros también –uno entre miles– les ofrecemos un modesto homenaje


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C i n e y m e m o r i a: Patricio Guzmán y

La batalla de Chile Paulina Tercero RECIENTEMENTE, EL FESTIVAL FILMAR EN AMÉRICA LATINA 2017 DE GINEBRA, SUIZA, RINDIÓ HOMENAJE AL CÉLEBRE CINEASTA CHILENO PATRICIO GUZMÁN CON UNA RETROSPECTIVA DE SU FILMOGRAFÍA.

Arriba: Federico Elton y Patricio Guzmán en los muelles de Estocolmo junto al barco que transportó los materiales de La batalla de Chile desde Valparaíso hasta Suecia, marzo de 1974. Foto: Ulf Berggren. Fuente: www.patricioguzman.com

CINE DOCUMENTAL INTELIGENTE Y VERSÁTIL QUE PONE AL ESPECTADOR EN LA ESCENA DE LOS HECHOS, CON LO CUAL A LA VEZ FOMENTA LA MEMORIA Y EL DIÁLOGO PRESENTE. LA BATALLA DE CHILE SE FILMÓ EN 1975 Y SE EDITÓ EN EL EXILIO.

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Derecha: La noche de la victoria. Allende gana las elecciones después de cuatro campañas presidenciales en 1970. Fuente: www.patricioguzman.com

Abajo: Salvador Allende dialoga con los obreros en una fundición de acero en Concepción, 1971. Foto: Bundesarchive. Fuente: www.patricioguzman.com

A Luis Tercero Gallardo

e encienden las luces y en la sala el silencio es pesado. A dos lugares de distancia una mujer en sus sesenta de edad se cubre el rostro y llora sin hacer ruido. Entre ella y yo se encuentra su hermana, que le extiende un brazo sobre los hombros. Acabamos de ver la primera de tres partes de La batalla de Chile, documental que Patricio Guzmán filmó en 1975. Dos horas antes, en los minutos previos a la proyección, la hermana se encuentra a una amiga y su acompañante que se sientan en la fila de atrás. Ahí me entero de todo: que son chilenos, como muchos en la sala; que ella vio la película hace años, pero su hermana, que vive en Santiago y está de visita en Ginebra, “nunca la ha visto y quiere verla”. Hago el propósito de no per derme la reacción al documental que pueda tener esa mujer venida de Santiago, cuya inclinación política no conozco y que poco importa. Calculo que era una adolescente cuando tuvo lugar el golpe militar que derrocó al presidente Salvador Allende en 1973 y es posible que haya vivido en Chile parte de los diecisiete años de la dictadura militar de Pinochet. Ahora la mujer vive en un país que, el 17 de diciembre del año pasado, acudió de nuevo a las urnas para elegir Presidente. Se alarga el debate después del documental. Un hombre de negro y bufanda roja relata que a sus veintitantos años vivió la turbulencia social de los meses anteriores al golpe, precisamente el período que vemos en La batalla de Chile i, de mediados de 1972 –con la huelga de transportistas que paraliza Chile, seguida por la huelga del cobre y la de los pequeños comerciantes– a junio de 1973, cuando se produce el fallido levantamiento del regimiento blindado No. 2 que anuncia ya lo que ocurrirá el 11 de septiembre de ese año. El hombre afirma: “No se trata de hechos aislados en la historia de Chile. Ha habido y habrá civiles y militares


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Patricio Guzmán en el estreno de la segunda parte de La batalla de Chile, El golpe de Estado, en el cine Logos en París. Fuente: www.patricioguzman.com

de derecha que si se encontraran en una posición de poder, serían capaces de ejercer violencia contra la gente… La historia del pueblo mapuche es un ejemplo” y concluye: “No hay remedio. No va a cambiar, esto será así siempre.” Otro espectador, entonces un joven obrero, participa en la huelga del transporte pues es miembro de uno de los sindicatos que muestra el documental, marchando por las calles de Santiago… Esta noche la Historia es de carne y hueso y tiene rostros concretos en una de las salas de la Maison Culturel du Grütli. Aquí se dan cita desde 1998 los cinéfilos locales y un gran número de latinoamericanos que residen en Ginebra –la internacional y multicultural Ginebra, sede de Naciones Unidas ( onu ), de la omPi (Propiedad Intelectual), la omS (Salud), la omC (Comercio) y otros organismos internacionales. En Suiza muchos chilenos han encontrado refugio y un hogar. Al iniciar el debate, Vania Aillon nos informa que Patricio Guzmán, el invitado de honor, por una cuestión de salud no podrá acudir a la cita con el público, programada para el día siguiente. No será posible, por ahora, la conversación con el cineasta de setenta y seis años que esperábamos tener para nuestros lectores. Aillon lleva por primera vez las riendas de Filmar en América Latina –quizá uno de los festivales dedicados al cine latinoamericano más importantes en el circuito europeo– y comenta que la decisión de hacer una retrospectiva a Guzmán fue algo que ella y su equipo pensaron mucho. Y con razón.

CINE DOCUMENTAL: LA OBSTINACIÓN DE LA MEMORIA

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on Patricio Guzmán –creo que podría resumir, con afecto, su posición con uno sus títulos: Memoria obstinada– esta retrospectiva resulta ser

una apuesta afortunada, pues hace evidente el diálogo que sus filmes sostienen entre sí a pesar de las décadas que los separan. Nos damos cuenta de que el director chileno vuelve de manera distinta a temas que ya había tocado antes, lo cual invita a una mirada nueva sobre la historia reciente de Chile. “Es importante, porque hay elementos que no se tenían antes –explica Héctor Lesón, presidente de la Asociación de Chilenos Residentes en Ginebra–, por ejemplo, en Memoria obstinada, de 1997, aparece la foto, antes no divulgada, del cuerpo inerte del presidente Salvador Allende, la cual causó gran impacto en su momento y ahora se admite que confirma lo que pasó el día del ataque al Palacio de La Moneda.” Muchos chilenos se preguntan ¿Para qué seguir con el tema? Tantos años… ¿Qué vigencia puede tener un documental de 1975? Esta noche resulta evidente que existe una necesidad de hablar del tema, dadas las reacciones de los chilenos de Ginebra y la de la mujer que vino de Santiago, quien se apresura, abraza a Aillon y reitera lo importante que es para ella ver que hagan algo así. La joven cineasta Lissette Orozco me dice en el pasillo: “Lo que vio Guzmán [en 1996] al mostrar La batalla de Chile a jóvenes universitarios en Santiago, eso yo lo vi en la generación de estudiantes de 2012 cuando hacía mi propio documental.” Patricio Guzmán ha dicho que ver La batalla de Chile y otros documentales debería ser parte obligada del programa de estudios de las escuelas de su país. Durante más de cuatro décadas como cineasta y profesor, Guzmán ha insistido en que tanto quienes crecieron bajo una censura sistemática, durante diecisiete años de dictadura, como las nuevas generaciones de chilenos, merecen tener una visión más amplia de su propia historia. Guzmán participa también en otras áreas del cine, él crea el Festival Internacional de Documentales

de Santiago de Chile (FidoCS ), en 1997. El 27 de enero, el 8° Festival Cineteca Nacional de Chile organizó un maratón de La batalla de Chile i , ii , y iii . En esos días, el cineasta da un seminario sobre dirección de documental en Barcelona. Patricio Guzmán tenía treinta y un años de edad cuando filmó La batalla de Chile. Su olfato es agudo para lo esencial y cuenta con la enorme fineza de Jorge Müller Silva quien, con la cámara, lleva la mirada del espectador a pequeñas cosas que informan de la vida del hombre que responde a Patricio, a través de la ventanilla del coche, en el caos vial de una manifestación; o de la mujer y su hijo que entrevistan en la calma de su hogar. A veces Müller lleva en las manos la pesada cámara y no se detiene para hacer un encuadre “correcto”. Pasan veinte años antes de que filmar cámara en mano sea aceptado como un recurso del lenguaje del cine, gracias a Lars von Trier y el Dogma 95. Jorge Müller es detenido y desparecido en 1974. Guzmán explica su idea de lo que será La batalla de Chile al cineasta y ensayista francés Chris Marker: “una película de forma libre, que utilice el reportaje, el ensayo, la fotografía fija, la estructura dramática de la ficción, el plano secuencia, todo empleado según las circunstancias, como la realidad lo proponga”. Sin saberlo, Patricio, Jorge y el resto del equipo estaban documentando para la Historia, pues perciben la seriedad de lo que acontece y mantienen la cámara rodando. En una escena vemos que Salvador Allende es un hombre que camina muy erguido. Este detalle cobra fuerza porque sabemos lo que viene después. Oímos la voz del presidente de Chile, electo democráticamente, al defender la posición de su gobierno. La importancia del documental como género es que nos coloca ahí, en los hechos, y así nutre nuestra opinión. sigue

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LA ESTADUNIDENSE MANO QUE MECIÓ LA CUNA

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ecordemos que Salvador Allende gana las elecciones presidenciales de 1970, motivo por el cual Estados Unidos declara un embargo comercial a Chile. Años después, Edward m . Korry, quien fuera embajador de aquel país en Chile de 1967 a 1971, sonríe a la cámara (la entrevista aparece en Memoria obstinada) y, como si fuera una anécdota de amigos, explica con detalle cómo su país apoya con dinero a grupos de oposición. Los patrones del transporte pueden ponerse en huelga “por tiempo indefinido” y los alimentos no llegan a las tiendas, no hay transporte público… Se van dando las condiciones que llevarán a Chile a una dictadura militar. Golpea el contraste entre el relato del simpático Mr. Korry y lo que está diciendo. Ahí está, en la cinta, ¿el exembajador se daría cuenta, alguna vez, de que el costo humano fue inmenso? Patricio Guzmán recuerda: “En Chile, la derecha logró crear una sensación de caos en la mayoría de las ciudades gracias a los propios opositores chilenos y la ayuda económica del gobierno de Richard Nixon y Henry Kissinger. Una situación de incertidumbre se apoderó del país.” Para sorpresa de los cowboys en Washington, la Europa postmayo de ’68 y de la Primavera de Praga no piensa como ellos: la gente en las calles de París seguía con interés la democracia chilena. Según Vania Aillon, “querían que eso funcionara”: el programa socialista de un presidente legítimo, conocido por tener un apego particular a resolver problemas dentro del marco de la ley. Mucho se debe a Chris Marker, quien en 1972 había llevado a Francia, Bélgica y Suiza la ópera prima de Guzmán, El primer año [de Allende], con una presentación para el público francófono. Tras el golpe, Marker difunde su versión (autorizada) de Compañero Presidente, de Miguel Littin.

SANTIAGO DE CHILE, OCTUBRE DEL ‘72

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l problema más urgente de Patricio Guzmán es el bloqueo estadunidense, que no le permite comprar material virgen para filmar. Guzmán escribe a Marker: “Nuestra situación política es confusa y el país está viviendo una situación de preguerra civil […] Hay que filmar […] Un reportaje amplio he-

Escena de La batalla de Chile. Fuente: Cineclub laquimera

Una escuadra del grupo fascista Patria y Libertad, entrenado por la CIA y financiado por las organizaciones patronales chilenas, abril de 1973. Foto: Antonio Ríos. Fuente: www.patricioguzman.com

cho en las fábricas, campos, minas […] Film muralista […] cuyos protagonistas son el pueblo, sus dirigentes, por una parte, y la oligarquía, sus líderes y sus conexiones con el gobierno de Washington […] Película trepidante realizada a partir de los hechos diarios, cuya duración final es imprevisible…” Marker responde al llamado de auxilio, pronto reúne dinero y compra el material directamente en la famosa fábrica de film de Rochester, Nueva York, desde donde envían al director chileno 43 mil pies de película en blanco y negro y 134 cintas magnéticas para sonido. Hay lo suficiente para

filmar La batalla de Chile. Es el segundo momento de gloria para nosotros gracias a Chris Marker. La batalla de Chile existe de milagro. “Se quemaron muchas películas y libros en el momento de la dictadura –confía Vania Aillon, la directora de Filmar en América Latina fue la primera bebé nacida de refugiados políticos chilenos en la Suiza italiana, sus padres eran estudiantes de sociología y de historia–. Las latas con La batalla de Chile salen de Chile en valijas diplomáticas de la embajada de Suecia. Los militares lo examinaban todo.” Los golpistas no imaginaron que varios emba jadores asumirían una posición rebelde estando en territorio chileno, como el mexicano Gonzalo Martínez Corbalá, quien daría asilo a cientos de personas. Pronto la dictadura declara persona non grata al embajador sueco, Harald Edelstam. Hoy podemos ver el documental gracias a Marker y a la solidaridad de Suecia con un joven cineasta de pelo largo, detenido en el Estadio Nacional. Liberado dos semanas después del golpe, Guzmán edita La batalla de Chile en el exilio. Para Aillon, “Patricio Guzmán es un fundador, nunca ha dejado de hablar de la memoria y de lo que es importante para Chile. Él cuenta que a partir del momento en que hubo el golpe de Estado para él todo se paró. Era como que se quemó su casa. A partir de ahí él siempre siguió haciendo películas sobre eso.”

Detenciones en La Moneda el 11 de septiembre de 1973 Fuente: www.patricioguzman.com


Javier Bustillos Zamorano

El obsequio Sede del Congreso de la Unión. Sesión solemne por el bicentenario del natalicio de Ignacio Ramírez, el Nigromante, que está sentado a la mesa de honor con la mirada fija y tieso como un maniquí.

PRESIDENTE DEL CONGRESO: Señor Presidente, distinguidos invitados, a continuación el acto que estábamos esperando. (El Nigromante se levanta y se dirige con pasos mecánicos hasta la tribuna de oradores). Este excepcional robot, obsequiado por el gobierno ruso, cuenta con inteligencia artificial que… EL NIGROMANTE : Varones ilustres, que hace veinte años regís los destinos de la patria, no me intimidáis ni con vuestras frentes rugosas, ni con vuestras casas cubiertas con los símbolos de vuestros milagros, ni me deslumbra vuestro nombre en la historia. Sigo en el suelo mexicano las huellas de vuestra carrera política y encuentro las flores de la Independencia ajadas; abundantes los frutos de la discordia; entre miseria y sangre, apagándose nuestras esperanzas... PRESIDENTE DEL CONGRESO: Ah caray, parece que se activó solo. EL NIGROMANTE : … no veo sino infecundos sentimientos de libertad y corrompidas fuentes de ilustración. Unos cuantos hombres, más atrevidos o menos ignorantes que el resto de la nación, hicieron de ella su patrimonio. P R E S I D E N T E D E L CO N G R E S O : M i l disculpas señor presidente, algo está… EL NIGROMANTE : Si nuestros primeros legisladores no hubieran hecho del presidente una caricatura de los mon a rc a s, c u b r i é n d o l o d e h o n o re s y preeminencias ridículas y sueldos exorbitantes, alimentando así su ambición y su codicia, sino un magistrado modesto, que comunicara y cumpliera las sentencias y decretos de los otros poderes,… el pueblo lo creería. PRESIDENTE DEL CONGRESO : A ver, algo está fallando, po­ demos… EL NIGROMANTE : Infames, hipócritas: quieren envilecer al genio de la libertad, haciéndolo eunuco. Quieren dominarnos con el pretexto de dirigirnos… PRESIDENTE DEL CONGRESO: Desconéctenlo, por favor. EL NIGROMANTE: Ved, conciudadanos, a los sectarios de tan profana libertad vacilar, moverse, saltar inconstantes de una a otra fila, hasta encontrar la colocación sublime que buscaban… PRESIDENTE DEL CONGRESO: Por favor, desconecten al robot. EL NIGROMANTE : No puede ser peor nuestra sociedad; ¿por qué no podría subsistir sin vosotros? Ahorraríamos algunos millones y vuestro pedantismo. PRESIDENTE DEL CONGRESO: ¡Debe tener un interruptor! ¡Apáguenlo! EL NIGROMANTE: La elección de presidente ha sido siempre el escollo en que han fracasado nuestras constituciones… DIPUTADO DE OPOSICIÓN: (Desde su curul) ¡No lo desconecten, déjenlo hablar! EL NIGROMANTE : Cuatro son los partidos que actualmente contienden en la República: el moderado, el monarquista, el santanista y el republicano progresista, que por apodo ha sido llamado puro. DIPUTADO DE OPOSICIÓN: ¡Eso son!: ¡Santanistas! ¡Monarquistas!

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EL NIGROMANTE : El primero no tiene absolutamente programa político, ni sus

hombres profesan más principios que los de hacerse de los puestos públicos para no saberlos desempeñar: carecen de todas las virtudes cívicas; pero en sustitución están dotados de un miedo cerval a todo lo que pueda separarlos del poder… DIPUTADO DE OPOSICIÓN: ¡Duro! ¡Duro! EL NIGROMANTE : Siguen forjando eslabones con que crezca la cadena de males que empieza a agobiar al pueblo, hasta que, tocando el punto de insufribles, los precipite a un insoportable abismo… PRESIDENTE DEL CONGRESO: (Agitando su campanilla) ¡Orden! ¡Orden! EL NIGROMANTE: Los monarquistas deliran, si lo son de buena fe, o han adoptado estos principios políticos como un nombre o un pretexto para una revolución de objetos misteriosos. El sistema monárquico encuentra en el país dificultades que estorban, que imposibilitan su establecimiento. La primera es que el pueblo no lo quiere... SENADOR DEL PARTIDO OFICIAL: ¡Corruptos! ¡Lavadores! ¡Dobles caras! EL NIGROMANTE: El partido santanista sólo pretende que su héroe domine a la nación bajo las leyes y formas que cuadren a su capricho, y ya se ve que tal proyecto no puede encontrar aceptación porque no da garantía a ninguna clase de la sociedad: a mayor abundamiento ese partido, si puede llamarse así, ha venido a quedar reducido, en primer lugar, a unos cuantos charlatanes que han gastado tiempo, dinero y papel en escribir diatribas asquerosas ofendiendo la vida privada de sus contrarios… SENADOR DEL PARTIDO OFICIAL: ¡Amarillos oportunistas! ¡Paleros! EL NIGROMANTE: Resta sólo ocuparnos del partido puro: éste es el único que sinceramente profesa los principios democráticos, que de buena fe marcha con el siglo, que desea la prosperidad y gloria de la República… LEGISLADORES DEL PARTIDO OFICIAL: ¡Populistas! ¡Populistas! EL NIGROMANTE : No hay hoy hombres más aborrecidos, más despreciados, más vigilados ni más abatidos que los amantes de la patria, de la libertad y el orden… SENADORES DE OPOSICION: ¡Es un honoooor estar… EL NIGROMANTE: A los indios: PRESIDENTE DEL CONGRESO: ¡Apaguen a ese maldito robot! EL NIGROMANTE: … vosotros, hijos de razas generosas y desgraciadas, debéis trabajar por el triunfo de los liberales puros, si aspiráis a recobrar la dicha y esplendor que disfrutasteis en los tiempos de Nezahualcóyotl… PRESIDENTE DEL CONGRESO: ¡¡¡Apáguenlo, maldita sea!!! EL NIGROMANTE : Nunca deis vuestro voto sino a un puro. Ved con suma desconfianza a los dueños de las haciendas, a sus mayordomos, a los eclesiásticos, a todos los ricos… LEGISLADORES DEL PARTIDO OFICIAL: ¡México chingón! ¡México chingón!

*Basado en textos periodísticos de Ignacio Ramírez el Nigromante (“A los viejos”, periódico Don Simplicio, núm. 1, p.2 1845; Editorial y “A los indios”, Temis y Deucalión, periódico Político, 6 de abril de 1850).

El Nigromante now. Fuente: Twitter/ @johnnycolours

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DRAMATURGIA

11 de marzo de 2018 • Número 1201 • Jornada Semanal


Leer

11 de marzo de 2018 • Número 1201 • Jornada Semanal

La jaula de hierro. Max Weber y el marxismo weberiano, Michael Löwy, Universidad Veracruzana, México, 2017.

La ciudad blanca, Karolina Ramqvist, traducción del sueco de Carmen Montes Cano, Anagrama, Barcelona, 2017.

Nieve ardiendo EVE GIL

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na joven madre primeriza se encuentra completamente sola con su bebé en una amplia y preciosa casa que muestra prematura señas de deterioro, como si aquella moderna belleza arquitectónica estuviera a punto de aplastarlas. Conforme avanza la narración de La ciudad blanca, de la autora sueca Karolina Ramqvist (Gotemburgo, 1976), que con la puntita de los dedos coge los gruesos hilos del suspense, vamos descubriendo que Karin, la protagonista, es la mujer de un prófugo de la justicia, que está a punto de perderlo todo, no nada más las casa y los muebles, también el auto y todos los costosos obsequios que le hizo John, cuyo paradero desconoce. La mayor cualidad de esta novela perfecta es la asombrosa capacidad de la autora para dejar en claro lo que ha sucedido con esta joven, no mayor de veinticinco años, a la que conocemos mientras explora sus pechos abultados, estriados y rasguñados por el frenesí de su lactante, recurriendo apenas a flash-backs. La de Karin frente al espejo parece una circunstancia cotidiana. Pero los cambios en su cuerpo se mimetizan en las cuarteaduras y la herrumbre de aquella casa ridículamente grande para una joven y un bebé, como también en el desmoronamiento de la vida a la que se habituó al lado de su novio, de seguro joven e inmaduro como ella misma, al que le cumplió el capricho de concebir un hijo, sin suponer por un instante que sus negocios turbios, que jamás se nombran, podrían fracasar, por decir lo menos. Lo único “nimio” en que se posa la sutil voz narrativa es en las reacciones emocionales y fisiológicas de Dream, la hijita de Karin, pero no es gratuito que consagre varias líneas a describir el lamentable estado de su pañal o su constante babear. La soñadora inconsciencia propia de los bebés, su absoluta dependencia de la madre, acentúan la soledad y la vulnerabilidad de Karin, para quien su hija es, a un tiempo, motor y dique. Aunque es realmente poco lo que llegamos a conocer a Karin como persona, dos cosas nos quedan perfectamente claras: su principal motivación para salir de ese profundo agujero es s u h i j a y s i b i e n n o l e q u e d a m á s re m e d i o q u e acarrear a Dream doquiera que va a falta de un cuidador, lo último que busca de las personas a las que recurre, relacionadas con los asuntos de John, es compasión. Y es justo en este punto donde vale la pena detenerse. Los comentarios de conocidos escritores y prestigiadas publicaciones que suelen acompañar la contratapa o el cintillo rojo de los libros, tienden a

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lisonjear el producto hasta la comicidad. Eso pensé ante la comparación que el tabloide sueco Expressen establece entre esta novela y La carretera, de Cormac McCarthy, una distopia en la que un padre se ve forzado a acarrear a su hijo en un carrito de supermercado a través de un mundo semidesértico donde campea la violencia. Pero dicha equiparación no pudo ser más atinada, a pesar de que el apocalipsis de La ciudad blanca es exclusivo de la joven madre que acarrea el carrito del bebé por las calles que la conducen hasta los amigos –y cómplices– de John, que no sólo podrían conocer su paradero, sino guardar “algo para ella”; algo que John, en su infinito amor hacia Karin y la hija que se empeñó en concebir con ella, pudo dejar para rescatarlas del inminente desalojo. Salvo la piedad de Therese, quien fuera su amiga antes de conocer a John y actualmente vive con Alex, “socio” de aquel, Karin obtiene reacciones no sólo contrarias a la esperada, sino innecesariamente violentas, como la del antes citado Alex que no tiene reparos en estrellar contra la pared el carrito de bebé, irónicamente lujoso en contraste con la posición de Karin, y casi destrozarlo. Pero Karin no suplica, no se permite exhibir su humillación. “Las ruedas menudas dejaban huellas profundas en el arcén, por donde iba caminando. A cada paso le costaba más avanzar, y las ruedas no tardaron en atascarse. Quitó a patadas la nieve que se había apelmazado entre ellas, pero al cabo de solo unos metros estaba otra vez igual, así que en vez de llevar la sillita rodando tuvo que ir empujándola.” Algo semejante ocurre cuando Karin enfrenta a Abbe, de quien también se omite información aunque salte a la vista que es algo así como “el jefe”. Nunca se menciona su edad o su aspecto, pero por su forma de dirigirse a la mujer de John es casi un hecho que se trata de un hombre maduro. Contrario a Alex, Abbe ofrece “hacerse cargo”, aunque no será su buen corazón o su conciencia –después de todo es culpable directo de la situación– lo que lo lleva a brindarles protección a la chica y a su bebé. A estas alturas ya sabemos que Karin no reaccionará como se esperaría de una joven en semejantes circunstancias… pero ante lo que pareciera pasividad –que no sumisión– no imaginamos, una vez acorralada por las circunstancias, hasta dónde es capaz de llegar con tal de proteger a su criatura, en especial de esa otra amenaza que es el gobierno que quiere arrebatársela. Y su respuesta podría ser tan extrema como la del protagonista de McCarthy, con un toque de Thelma y Louise 

En nuestro próximo número

Traducido por Karla Sánchez Domínguez, este ensayo del sociólogo brasileño y director de Investigaciones emérito del Centro Nacional de la Investigación Científica francés, “es un acercamiento a las relaciones entre Max Weber y Carlos Marx, y compara sus métodos de análisis y su actitud hacia el sistema capitalista”. Lo que se propone el también autor de La teoría de la revolución en el joven Marx y Walter Benjamin: aviso de incendio, entre otros títulos, es “determinar el origen y el desarrollo del ‘marxismo weberiano’, término acuñado por Merleau-Ponty para definir a los críticos marxistas con mayor influencia de Weber, tales como Georg Lukács, Walter Benjamin […] la Escuela de Frankfurt, Ernst Bloch y Erich Fromm, entre otros”. Un volumen de actualidad y oportunidad indudables, de cara al bicentenario ya en puerta del autor de El capital.

Las escorias del mundo. Figuras del paria, Eleni Varikas, Universidad Veracruzana, México, 2017.

La autora es una de las especialistas internacionales más renombradas en materia de feminismo y género en la política moderna, así como en temas relativos al racismo y la colonialidad, e imparte cátedra sobre teoría política y de estudios de género en la Universidad París VIII. En este ensayo traducido por Irlanda Villegas y Agustín del Moral Tejeda, Varikas aborda “la constitución de la figura del paria como tropo del humano deshumanizado”, como miembro involuntario del grupo social compuesto por aquellos a quienes Gustavo Ogarrio, sagaz cronista mexicano del mundo urbano y las culturas populares, llama “los estropeados”: por la sociedad misma y por quienes, dentro de ella, ejercen contra el paria, ese “estropeado”, una violencia que incluye en primer término los diversos usos léxicos empleados para determinar lo que se considera, erróneamente por supuesto, su “inferioridad social”. Escrito desde una sencillez que vuelve accesible un aparato teórico de otro modo seguramente indigesto para cualquier lector no especializado, el ensayo de la también autora de Sobre las ciencias sociales y el género. Relecturas críticas de Max Weber a Bruno Latour, analiza el fenómeno de la exclusión social, política y cultural del paria, sin soslayar los peligros inherentes a su idealización, que “puede servir también como mistificación de su condición o como coartada moral de su impotencia para confrontar las raíces reales del rechazo y la dominación que ha padecido”.

NUESTRO JOSÉ REVUELTAS: democracia y rebeldía perenne Evodio Escalante y Luis Hernández Navarro


Jornada Semanal • Número 1201 • 11 de marzo de 2018

Arte y pensamiento

MONÓLOGOS COMPARTIDOS

francisco torres córdova

Ominosa lotería

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ajo asedio la vida cotidiana. En el umbral de las puertas hacia adentro y hacia afuera, al subir al autobús o caminar a la farmacia; a la vuelta de la esquina y en la esquina, en la tienda, la oficina pública o privada, en un

puente, una calle saturada, una plaza, a la orilla de un andén. A cualquier hora ondea la sombra rugosa del peligro, en cualquier lugar por encima del hombro el recelo de la luz. Cada vez más nos toca con el filo de sus dados el azar, cada tumbo en el aire de sus cifras nos acierta y nos prodiga como nunca sus múltiples violencias. Porque ya no es el azar que era sólo raíz de lo posible, el viejo ciego y afanoso que era juego y acertijo, el engrane oculto de un destino, una salvación en la cresta del instante, una decisión final por su inocencia. Hace tiempo que ha perdido el poder de su equilibrio y anda ahora desatado y tendencioso, a flor de nuca la bestia de su aliento tibio con los bordes fríos y su hedor. Ya es otro en todas partes, sus caprichos calculados, pactados sus absurdos. Lame los muros de la casa, trama encierros y recónditos temores, y de arriba abajo, desde el centro y a los lados retumba el zumbido de su cerco, el vacío de su silencio, el tableteo de sus armas de pólvora o de lino. Hace tiempo que somos cada uno por su parte y todos juntos el botín de sus apuestas, el cuerpo que saquea, su dieta de abundancia. Somos la rifa, lo que rifa y lo que gana. Nos pone el sobresalto en los talones, nos agrietan la lengua sus amagos, nos escarcha de sudor el cuello y las palmas de las manos, nos crepita en las rodillas el temblor de su contorno siempre a punto del asalto, el secuestro, el manoseo, el arrebato, la punta, el picahielos, el tajo, la cacha repujada y el cachazo, el incendio, el dolo, la injuria y la insolencia, impasible el rostro, descarada su íntima persona si tuviera. O en pleno púlpito o templete, escaño o tribunal; en la corte, el estrado, el ministerio público o de fe, seguros y arrogantes sus modos de jerarca o alto funcionario que traga a gusto su saliva, truena los dedos anillados, adorna sus discursos con bucles de pureza y compromiso mientras salta sin tropiezos la cuerda deshilada de la ley. De puerta en puerta viene, en uniforme, en mangas de camisa, a pie, en bicicleta o limusina cuando quiere, a sus anchas su acechanza en camellones y avenidas, escuelas, mercados y hospitales, y colecta derechos de piso y paso, rompe cráneos, tobillos y palabras, quebranta niños y muchachas. A nadie rinde cuentas y nunca le falta una coartada. Ya puede lo que sea y sin estorbo este azar con su violencia maquinada, escrita con plumilla de oro en folios de papel texturizado o en mantas sucias su grotesco garabato. Pone y dispone, corta y arrebata en su ruleta el tiempo que tenemos pues ya es de sus dominios y peculio. En la amplia lotería que maquilan sus cómplices sabidos, va gritando nuestra carta. Somos el músico, la dama y el soldado, el periodista, la luna y el catrín, el árbol, la sirena y el doctor, el valiente, el pájaro y el perro, la actuaria, el estudiante y el juez, la guapa, el alto y

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LA OTRA ESCENA

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Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com

Las teatralidades equidistantes en el df : el inba

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PARTIR DE LAS FUNCIONES de Testosterona, de Sabina Berman, dirigida por Ana Francis Mor y ese aliento de lo comercial en el inba, me pareció importante revisar y exponer aquí los proyectos teatrales institucionales más importantes en Ciudad de México. Cuando digo institucionales me refiero a los modelos ejemplares de facturar el teatro por parte de las iniciativas artísticas privadas y las que patrocina el Gobierno Federal a través de las instancias de la Secretaría de Cultura como Bellas Artes, el Cenart, el Fonca y todo el sistema programático de lo que entendemos y muchos aceptan como el proyecto cultural de esta administración federal. Habría que empezar por dar cuenta de lo que viene para la Compañía Nacional de Teatro y empezar a distinguir la autoridad artística y administrativa de Luis de Tavira y la de Enrique Singer, diferenciar los planes programáticos de las iniciativas personales, que marcan una manera de conducir a la Compañía, y observar los compromisos institucionales que adquiere de manera inevitable por acuerdo de las cúpulas administrativas. Ahí pactan, se tienden la mano y organizan sus legitimidades artísticas a través de convenios, copatrocinios, apuestas que marcan las producciones de un sexenio, que muestran también las formas de continuidad transexenal y los huecos e iniciativas sostenidas por los monumentos profesionales que sostienen a la Compañía Nacional de Teatro. Monumentos marmóreos algunos, que, valga la metáfora, también le pueden caer encima a los más jóvenes y aniquilarlos o incapacitarlos de por vida. Enrique Singer persigue un trabajo de conjunto con dramaturgos mexicanos que colaboren entre sí formando, con las iniciativas actorales, borradores literarios que se pretenden parte de un laboratorio que enriquece los procesos escénicos, convirtiéndolos en auténticas cátedras de dramaturgia, dirección, actuación y sugerencias espaciales, musicales y plásticas. Van a estrenar en el primer semestre Instrucciones para ir al cielo, escrita y dirigida por Benjamín Cann, y El origen del mundo, de Jorge Volpi, así como Latir, de Bárbara Colio. Continuarán montando Conferencia sobre la lluvia, de Juan Villoro, en un trabajo sólido de Sandra Félix, tanto que Arturo Beristain ha hecho de ese trabajo un continuum que se presentará en abril en el Teatro de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica. Hay un homenaje, cuyo origen y proceso desconozco, pero intuyo que viene de la gratitud de Luisa Huertas y Julieta Egurrola, a la figura de Víctor Hugo Rascón Banda, quien falleció en 2008 y cuya influencia en nuestro teatro permanece de maneras diversas. Cuando se presentó la programación, Julieta Egurrola explicó por qué la Compañía Nacional reestrenará Desazón, una obra que sigue espejeándose con la realidad violenta y brutal de nuestro país. Dijo que fue estrenada en 2003 y se ha interpretado a lo largo de quince años.“El teatro es tan generoso que nos ha permitido envejecer con nuestros personajes, y Desazón es una obra que hemos seguido presentando en pequeñas temporadas.” Alberto Lomnitz, titular de la Coordinación Nacional de Teatro (CoonT) del inba , presentó su plan de trabajo y señaló que a partir de este 2018 se atiende lo que considera un “reclamo histórico”, pues se han mejorado las condiciones económicas de colaboración de los equipos teatrales, tanto actorales como creativos, ya que se han agregado dos nuevos pagos a cada producción. Ahora se les pagarán los ensayos a los actores, y al equipo creativo se le pagará cada función y no por temporada, independientemente del éxito que alcance en la taquilla. A pesar de ese logro, el plan de Lomnitz fue recibido con desdén y reclamos de algunos medios y sectores del gremio teatral nacional, dado que la atención a los grupos del interior del país es mínima en la programación, como se puede constatar en www. teatro.bellasartes.gob.mx y en sus redes sociales. El reclamo es justo, pero va más allá de las intenciones y posibilidades de Lomnitz. Creo que se ha hecho oídos sordos a sus señalamientos diagnósticos sobre el tema. Tal vez hace falta mayor énfasis en la problemática que explicó en el marco del programa. No es lo mismo ser el gran artista que es, que lidiar con una burocracia tan indolente en todos sus niveles, de lo federal hasta lo municipal. No se quiere reconocer que falta apoyo al teatro en el interior, compañías estables y añejas que no cuentan con apoyo suficiente en sus entidades, para poder presentarse en escenarios con tantas posibilidades de convergencia nacional como los que hay en Ciudad de México 

el feo, la empleada y el obrero, el taxista, el migrante, el corazón y la bandera si algo queda del país, tú, contigo yo, conmigo ustedes aquí a su merced… 

Alberto Lomnitz


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11 de marzo de 2018 • Número 1201 • Jornada Semanal

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El librero de David Foster Wallace

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LA CASA SOSEGADA

LAS RAYAS DE LA CEBRA

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N LAS NOVELAS POLICÍACAS, cuando alguien desaparece, los inspectores van a la casa de la víctima y miran el librero. El inspector Wallander, la popular creación de Henning Mankell, no sólo revisa el librero, también se fija en la decoración y la ropa con el fin de dibujar un perfil psicológico. Suelo hacerme cruces sobre lo que pensaría Wallander de mis libros en caso de que él existiera, yo desapareciera y le tocara investigar el caso. Como vivo en México esas disquisiciones no duran mucho porque me gana el miedo. No quiero desaparecer ni cinco minutos y tampoco quiero que ningún policía del universo toque mi librero. Mi librero es una especie de retrato de mi alma. No me gusta mucho que la gente lo escudriñe. Allí están mis intereses, mis filias y mis fobias; los libros que me enorgullece haber leído, parafraseando a Borges, y otros que leo para dormir o por manía. Sentiría mucho más pudor si alguien se acercara a mis libreros con interés de analizar mi personalidad, que si se asomara al clóset (con todo y el cajón de los calzones) y al álbum de fotos. Después de todo, mi clóset está lleno de ropa preciosa que no me pongo jamás y el álbum está compuesto por fotos de mi marido y el gato. Creo que David Foster Wallace me hubiera dado la razón en el asunto del alma y el librero. Como recordará el lector, el brillantísimo Foster Wallace se suicidó a los cuarenta y seis años de edad a causa de una depresión. No es necesario que diga aquí hasta qué punto este escritor era inteligente, compasivo y contradictorio. Votaba por los republicanos, experimentaba con cuanta droga pasaba frente a él, jugaba tenis pasionalmente y confesaba que tendía a racionalizar todo. Sus relaciones amorosas tendían al desastre y cuando se deprimía bebía como espon-

ja. Era una tempestad. Me ha sucedido que, metida hasta las cejas en sus ensayos, siento una identificación total y luego, casi inmediatamente, leer algo que me irrita. Es fascinante. Lo traigo en la cabeza desde hace unas semanas porque el gobierno suizo prohibió la costumbre de cocinar a las langostas vivas –ay, si los chinos fueran un poco así– porque es una crueldad innecesaria. Esto ya lo había señalado Wallace en Pensemos en la langosta, publicado por primera vez en 2004 en la revista Gourmet. Este ensayo está escrito sin la menor gana de quedar bien con la revista: es un texto al mismo tiempo hondo y divertido que me hizo ver con ojos de furia a los restaurantes que tienen peceras turbias donde las langostas languidecen con las pinzas atadas con masking tape. Cuando leí Esto es agua, el discurso de graduación que dirigió a los estudiantes del Kenyon College en 2005, sen-

verónica murguía

tí como si cayera de cabeza en un lago cristalino. Fue como si Foster Wallace me sacudiera. No brutalmente; con energía. El discurso es una defensa de la empatía y la búsqueda de sentido que se diferencia muchísimo de la pose lánguida y blasé con la que se pavonean la mayoría de los escritores contemporáneos. El objetivo del discurso, según sus propias palabras, era hacer pública su preocupación sobre el poder del consumismo para crear muertos vivos, esclavos del ego, la vanidad, la búsqueda de poder. Es un alegato concebido, me parece, mientras Foster Wallace luchaba a brazo partido contra la depresión y el nihilismo que ésta suele traer bajo el brazo. Es horrible que la depresión le haya ganado la partida a este espíritu inteligentísimo; que se haya suicidado apenas tres años después de dirigir esta arenga eléctrica a un grupo de jóvenes a quienes imagino con la boca abierta. Y escribo todo esto porque su biblioteca, sus libros llenos de anotaciones, sus notas y borradores –con conmovedoras calcomanías, tachaduras, subrayados, interrogaciones–, su radiografía espiritual, están en un fondo especial en la Universidad de Austin, más precisamente en el Harry Ransom Center. De los papeles personales son cuarenta y cuatro cajas y ocho fólders gigantes. La lista de libros es impresionante por el eclecticismo de sus intereses. Hay libros de autoayuda, profusamente anotados, libros de matemáticas, física, de terror, de físicoculturismo, de tenis, un inquietante Cómo desaparecer sin dejar huella, decenas de libros de gramática y un montón de literatura venerable. Somos lo que leemos, me dije después de leer y releer la lista. Y si sabemos leer y no lo hacemos, quizás no somos. O somos menos humanos de lo que podríamos ser 

El logos de Pura López Colomé

H

AY MUCHAS FORMAS de entrar en la poesía de Pura López Colomé. Yo he elegido una que pertenece a la tradición que ambos compartimos: “En el principio era el Verbo”, dice San Juan. La palabra que el evangelista usa en griego es Logos. La distinción es importante. El logos, cuya traducción más inmediata es “palabra”, tiene muchos sentidos que se relacionan entre sí. El “verbo”, que significa en español, “acto”, es una de ellas. El logos es, por lo tanto y en primer lugar,“acción”. Sin embargo, a diferencia de nuestro “verbo”, esa acción no es indicativa. Es, por el contrario y al igual que dabbar –palabra, en hebreo–, el acto mismo. Nombrar, decir la palabra, es, tanto en griego como en hebreo, crear la realidad. La palabra hace que el mundo sea o, mejor, que lo que está allí, frente a nosotros como una existencia pasiva, se vuelva presencia activa, realidad, sentido. Sólo existe, dice la tradición, lo que ha sido nombrado. Con el logos, el dabbar, Dios, dice esa tradición, creó el mundo. Con ella, dice también, el hombre lo recrea, lo hace cada día posible en sus infinitas profundidades y evita así que se deshaga, que se suma en la no significación. El logos, quiere decir también relación, vínculo: Dios, al igual, que el ser humano, se revela en su palabra. Sólo a través del logos, la inasible profundidad de Dios y del hombre, se nos hacen presentes y nos llevan a sus insondables abismos donde sólo cabe el silencio de la contemplación. Hay otras significaciones. Basten éstas. Para Pura, la palabra de la poesía –el logos– con la que están escritos todos los grandes libros sagrados, es creadora en el sentido en que lo dice la tradición judeocristiana y, en consecuencia es relacional. A través de sus poemas, no sólo el mundo aparece en sus resonancias más exquisitas, sino que ese mundo se convierte también en

una llave de entrada para contemplar el misterio del que emana el lenguaje. No Dios (Pura sabe que nombrar a Dios es destruirlo), sino el reverso de la palabra del que emana el mundo: el silencio eterno o lo que los budistas llaman el vacío o, para seguir en nuestra tradición, la contemplación beatífica. Tal vez uno de los poemas que mejor lo muestra sea este fragmento de “La muerte del beso”: “Quise hallarte dentro de mí/ sabiendo que aquella oscura habitación/ me deparaba vértigo en concavidades./ Quise, busqué tu rostro./ Quise de tal modo contemplar/ la parte tuya dentro mío/ que lograra atraer a las demás/ y unir mi boca a otra, otras,/ para ver cómo el sueño./ Saber que en todo hay dos/ salivas, ríos de vida,/ fluyendo, influyéndose,/ saber/ qué sé, a qué sé,/ lenguas de fuego sumergidas/ en este mar de los misterios, / bañadas

javier sicilia

de oro/ porque oro/ el Verbo se desprende hablando/ y es muerte corporal escrita, divina materia que besa eternamente/ las espumas de una luz marina./ Mors osculi/ hecha de amar, desear, sacar la cifra/ pura, impura, lengua que dijo:/ En el principio,/ conjugada y sublimada:/ Soy el que soy,/ ven a mí,/ acércate con la boca abierta,/ siente mi aliento,/ llénate del Nombre,/ abre los ojos y verás/ Nada.” Para Pura, la palabra que crea el mundo es siempre una relación de proporción –otro de los sentidos de logos– con el más allá. El mundo que la ha hechizado, guarda el secreto que hace presente la profunda inasibilidad de la que su poesía brota. Todos los títulos que conforman sus más de treinta años de labor lo dicen, pero, quizás, el que mejor revela esta relación de proporción sea Un cristal en otro. El cristal, la transparencia del logos, que se superpone al cristal de los sentidos que capturan el mundo, nos permite ver, escuchar, sentir y saborear lo Real. En este sentido, la poesía de Pura se aproxima a la experiencia que nos provoca la música y el canto que también cultiva. Por ello, la peor manera de leerla es querer encontrar en sus poemas un sentido racional. Para saber, en el sentido del sabor –saber y sabor vienen de la misma raíz –, lo que su poesía suscita hay que leerla en voz alta, dejando –como lo hacemos con la música y el canto– resonar en nosotros sus ritmos, sus imágenes y sus sentidos. Al terminar, lo único que queda en el silencio que, diría Pura, resuena, es la hermosa y maravillosa presencia de lo inefable. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el ine  Pura López Colomé


CINEXCUSAS

BEMOL SOSTENIDO

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Jornada Semanal • Número 1201 • 11 de marzo de 2018

Arte y pensamiento

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Esteban tenía razón… sobre Spinetta

Alonso Arreola @LabAlonso

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AY UN AMIGO CUBANO –gran músico, por cierto– que cuando nos visita fastidia invariablemente con la misma cantaleta: “Te hace falta escuchar más a Luis Alberto Spinetta.” Se llama Esteban. Usualmente le decimos que sí, que ya lo haremos, pero no sucede. Claro, es su ídolo personal. Dice que cuando ya no cree en nada, que cuando lo abandonan las ganas de tocar, lo único que lo salva es poner un disco de el Flaco Spinetta. Nosotros, por supuesto, siempre hemos sentido admiración por el compositor argentino. Claro, conocemos varias de sus piezas insignia (“Bajan”, “Barro tal vez”). Claro, entendemos su relevancia en el cancionero latinoamericano y sabemos de su originalidad extrema… Claro… pero… la verdad-verdad… es que Esteban tiene razón… nos falta entrar a fondo en su peculiar universo. ¿Por qué no lo hemos hecho? Sentándonos disciplinadamente para la sobredosis prometida –con nuestro amigo hablando de bulto entre manotazos y pinchazos de índice–, fuimos razonando de a poco el porqué de nuestro distante y desidioso respeto hacia Spinetta. Lo primero, creemos, es que nunca nos gustó del todo su producción técnico-sonora en el estudio de grabación. Nos referimos a que no se entienden completamente sus letras y a que algunos de los sonidos que eligió para teclados y efectos de guitarra suenan anacrónicos, mal añejados. Además, la mezcla (el volumen de los instrumentos) nos parece continuamente desatinada. Esteban dice –y no le falta razón– que eso pasa porque la humildad del compositor lo hizo sumergir su voz en la prioridad instrumental. No olvidemos que es muy su fan. La segunda molestia que identificamos es la tesitura de la voz. Parece que el Flaco eligió permanentemente la zona alta más extrema e incómoda para sus limitadas capacidades vocales. Esteban dice –y no le falta razón– que eso pasa porque una vez nacida la creación no acepta mo-

dificación. Dice, sonriendo, que a él le pasa lo mismo… que es cosa de genios. Esto es: si una pieza surge en una escala ya no se debe transportar a una tonalidad distinta, aunque sea más cómoda vocalmente. No olvidemos que es muy su fan y que, digamos lo que digamos, argumentará algo que justifique las decisiones del ídolo sudamericano. Y siempre tendrá algo de razón. Así las cosas, ¿cuál fue la novedad que vivimos escuchando a Spinetta a seis años de su muerte y sin mayor resorte que la insistencia de nuestro amigo caribeño? Los que antes nos habían parecido momentos pasajeros de genialidad armónica, se acumularon ahora canción tras canción mostrando su laboriosidad destellante, su búsqueda de arreglos finos que compás tras compás sacuden las convenciones del rock. Inclinado a lenguajes jazzísticos, progresivos y culteranos, el artista consiguió que la sobre-argumentación fuera su bandera. En la mayoría de los casos las novenas y oncenas en acordes alterados, los obligados rítmicos entre versos, son un obstáculo para la conexión con audiencias masivas. No para él. Lo más sorprendente de nuestra sesión, empero, fueron las letras. Pocas veces literal, muchas veces arriesgada, su poesía evade la forma canción y provoca melodías con débil gancho en la memoria. Esa rareza, sin embargo, la hacen tan atractiva como paisaje lunar visto desde un tren. Llena de agua, luz de sol, árboles y gente que sueña, su pluma relampaguea en mecanismos de precisión:“Cuento las notas de las horas, tengo la piel de tu llovizna.” Leyéndolo en el aire recordamos al poeta Vicente Huidobro en su decálogo creacionista, cuando señala: “Al poeta debe interesarle el acto creativo y no el de la cristalización.” Así era Spinetta. Luego dice Huidobro:“En todas las cosas hay una palabra interna, una palabra latente y que está debajo de las palabras que las designa. Ésa es la palabra que debe des-

cubrir el poeta.” Una vez más, el Flaco es de esos perfumistas que cree en el aroma del lenguaje más allá del cuerpo sólido. Verbigracia:“Hay un gran doberman verde en el iris de tus ojos.” Huidobro agrega:“Un poema sólo es cuando existe en él lo inhabitual. Un poema debe ser algo inhabitual, pero hecho a base de cosas que manejamos constantemente.” Nada mejor para describir al Flaco: “Una pelícana, con su ala partida, se echó a volar y se perdió en la tempestad, fue hacia la tierra donde habita el androide.” Según Huidobro, “la vida de un poema depende de la duración de su carga eléctrica” y “un poeta debe decir aquellas cosas que nunca se dirían sin él”. Ambas sentencias cuadran con los atrevimientos de Spinetta, capaz de fabulaciones infantiles (“Un jabalí engordó pensando en el dinero, el muy pillín”) lo mismo que de reflexiones intelectuales (“Tengo tiempo para saber si lo que sueño concluye en algo”). Sea como sea, apenas metimos dedo en la piscina del creador de Las bandas eternas. Lo sabemos. Pero tiraremos el clavado entero. ¿Nos acompaña, lectora, lector? Sí: Esteban tenía razón. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

De feminicidios y horrores aledaños

Luis Tovar @luistovars

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OMO PUBLICÓ LA QUERIDA colega Columba Vértiz en Proceso, de acuerdo con la versión oficial y según los datos disponibles más recientes, de 2015 a 2017 fueron integradas en nuestro país mil 640 carpetas de investigación por el delito de feminicidio, es decir, 1.5 en promedio diario durante dicho período, mientras que el año pasado se registraron 106 mil 706 llamadas de emergencia relativas a incidentes de violencia contra mujeres, para una media de 292 llamadas cada día. Aun sin considerar que dichas cantidades son apenas una parte de la realidad –verbigracia, el colega periodista Pedro Miguel, autor de la columna Navegaciones, habla de siete feminicidios al día en México–, por aquello de la cifra negra de lo que no se denuncia, los datos son escalofriantes. A tres días de verificado ése que llaman “día de la mujer”, por lo regular mero pretexto para una retórica todavía más exasperante en razón de la realidad arriba descrita, abrir estas líneas sin mencionar por su nombre la barbarie en medio de la cual llevamos lustros y hasta décadas hundiéndonos –y de la que el acoso sexual, hoy tan denunciado, es una parte–, habría sido un despropósito imperdonable, pues de lo que se trata es de contextualizar al filme De las muertas (2016), dirigido por el egresado del cuec José Luis Gutiérrez Arias, exhibido por primera vez hace exactamente un año en el 31 Festival Internacional de Cine en Guadalajara, y que apenas el fin de semana anterior accedió a la cartelera comercial.

Mujeres otras Confeccionado en clave thrilleresca, el guión de Rubén Escalante Méndez narra los pasos de un periodista llamado Julio Bocanegra; tras entrevistar al sujeto que las “au-

toridades” ya consignaron como el autor material de dos decenas de feminicidios signados por una brutalidad extrema que incluye tortura, sadismo y violación, a partir de una muy natural y alimentada desconfianza de la versión oficial y del alegato del propio acusado, que se declara injustamente inculpado, Bocanegra hurga en la información disponible y, cumpliendo con uno de los tópicos del género, pasa de reportero a detective, no sin enfrentar en ese camino tortuosísimo la oposición de la policía judicial precisamente encargada de esclarecer los hechos. Aun cuando Escalante Méndez y Gutiérrez Arias decidieron ubicar la historia en un lugar ficticio llamado Malagua, la referencia abierta a cualquier ciudad de la República Mexicana es totalmente obvia: lo mismo puede tratarse de Ciudad Juárez –urbe que inspiró los primeros bosquejos del argumento– que de Ciudad de México, en virtud de un diseño de producción pensado precisamente para conseguir tal universalidad. Algo similar sucede con el tiempo diegético, pues la historia bien puede ubicarse hace un año, tres, seis o los que sean, el mes anterior o la semana entrante; da lo mismo, pues una vez más el contexto real –para desgracia colectiva– confiere al filme una actualidad constante. En múltiples entrevistas, el director ha declarado el interés, tanto suyo como de la compañía productora, de que De las muertas consiga impactar la conciencia del espectador por cuanto a la gravedad del tema que aborda; asimismo, ha explicado su elección en términos de tratamiento formal aduciendo la facilidad que brindan los recursos habituales del thriller para hacer más digerible el horror intrínseco que la trama lleva en el fondo. Si bien el riesgo que se corre es el de trivializar en cierta medida algo de suyo tan grave, convirtiéndolo por instantes en la mera y

De las muertas

consabida pesquisa emproblemada del género policíaco, al concentrar el foco dramático en el desfacedor del entuerto más que en el entuerto mismo, no obstante el filme sale aceptablemente librado, virtud en la que colabora –en muy buena medida– la decisión de no incurrir en tremendismos visuales, que habrían resultado irremediablemente pobres e insuficientes si se considera la terrible posibilidad que tenemos todos los mexicanos de encontrarnos, un día sí y otro también, con diarias muestras gráficas, y hasta presenciales, de ésta que es acaso la más vergonzante de nuestras abundantes taras sociales. Con todo y el horror del que se hace eco –y precisamente por eso–, es altamente positivo contar, como espectadores, con un filme que hable de mujeres tan en las antípodas de las que no tienen filtro y otras por el estilo en el mundo de ficción 


ENSAYO

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El I Ching: la lectura de Salvador Elizondo Vilma Fuentes

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alvador Elizondo me obsequió, apenas salido de imprenta en 1969, el I Ching o Libro de las mutaciones, traducido al español de la versión alemana de Richard Wilhelm, cotejada con la inglesa de Cary f . Baynes, por Malke Podlipsky. Desde tiempo atrás, pues tuve la suerte de conocer a Elizondo apenas cumplidos mis quince años, y en múltiples ocasiones, Salvador me había hablado del I Ching con un entusiasmo contagioso. La escritura china, el erotismo, el horror, la tortura, la adivinación y el I Ching fueron las obsesiones que lo llevaron a escribir Farabeuf o la crónica de un instante, publicado por don Joaquín Diez Canedo en 1965. Por ello aceptó escribir una Introducción al libro traducido por Malke Podlipsky. Poco a poco, contagiada por la pasión de Elizondo, iría descubriendo los caminos y motivos por los cuales Salvador se adentró hasta el extravío en los vericuetos eternamente fluidos y mutantes del I Ching. Como él mismo señala, este libro canónico es doble: Su “exégesis se divide en dos grandes tradiciones interpretativas. Quieren aquéllos que estudian la historia de la cultura en China considerarlo como un libro de sabiduría; quienes estudian la historia de las tradiciones en China como un libro de oráculos. Esa diferencia no modifica su sustancia. Con cualquiera de esas formas, la validez de su contenido está avalada por una tradición inmemorial que las abarca a ambas y que se sustenta, por lo demás, en configuraciones que, en el orden de una clasificación lingüística son representaciones de universales. Basta para comprobar esto echar una ojeada a la historia de la evolución de la escritura china para hallar en sus orígenes la presencia de un principio organizador de líneas”. Salvador, creo no equivocarme, accedió al I Ching y a la escritura china a través de otra de sus pasiones: la obra de Ezra Pound. El poeta estadunidense, en busca de un caleidoscopio poético y universal, había utilizado los ideogramas chinos en su obra poética. Con Ernest Fenollosa, escribió El carácter de la escritura china como medio poético. Tradujo también poemas de Li Po. Para Pound, el I Ching era un libro sobre la escritura china, como llegó a serlo para Elizondo.

Si al principio yo me limité a leerlo y consultarlo como un libro de oráculos, con el tiempo fui descubriendo su escritura, descifrando sus ideogramas, leyendo la escritura de la escritura en formación, su historia. Me atrevería a decir que de esta visión nació en el espíritu de Salvador su libro Escribo que escribo. Como todos los libros fundadores de una civilización, el I Ching se fue formando a través de los siglos. Podría decirse que el período de conformación hasta su organización canónica final abarca un lapso aproximado de mil 700 años anteriores a la construcción del Partenón y el nacimiento de Platón. Tal vez más, si se toman en cuenta las intervenciones de los discípulos de Confucio, después de la muerte de éste, en los comentarios a las líneas individuales según su lugar en el hexagrama. El I Ching es el único de los cinco grandes libros canónicos de China que sobrevivió a la quema decretada por el déspota Ch’in Shih Huang Ti en el año 213 antes de Cristo. Sus orígenes son tan vagos como las fechas aproximativas de su nacimiento. Su creación es atribuida por algunas tesis a héroes protohistóricos. Posteriores a ellos, la tradición, eminentemente sincrética, cita en general a cuatro personajes como los autores: Fu Hsi, hombre legendario, amante de la caza y la pesca, inventor de la cocina y de los signos lineares que componen los hexagramas, el rey Wên, su hijo el Duque de Chou y King Fu Tze (Confucio), quien llevó a cabo gran parte de las interpretaciones de las líneas. El principio del I Ching se basa en la dialéctica del binomio yin y yang, lo luminoso y lo sombrío. No debe olvidarse que la dialéctica china es la manifestación de elementos, no opuestos como en Occidente, que constituyen un número infinito de correlaciones cambiantes en un solo momento dado. El emblema esencial, Tai chi tu, “El supremo último” es un círculo dividido en dos partes separadas por una “S” que parte de la orillas y no del centro: juego de curvas dinámicas que forman y deforman, de manera musical, un eslabonamiento rítmico de números originados en los procedimientos oraculares. Indicio fundamental para estudiar la matemática china: de ahí el interés de Leibniz, quien vio en el I Ching la primera formulación de la aritmética binaria.

Diario de Federico Elizondo

Lenguaje y

escritura chinos son sintƒ ticos y concretos, a diferencia de

occidente

donde son

anaLê ticos y abstractos.

Lenguaje y escritura chinos son sintéticos y concretos, a diferencia de Occidente donde son analíticos y abstractos. Yin y yang no son antagónicos sino complementarios. Como señala Liou Kia-hazy en L’Esprit Synthétique de la Chine: “el juicio paradójico en la China antigua tiene por fin restaurar la naturaleza en sus totalidad indivisa, naturaleza que ha sido fragmentada por la inteligencia práctica de todo hombre empírico”. Es un orden sintáctico –observa Salvador Elizondo en su Introducción–, por la naturaleza misma de la lengua china, el que subyace al pensamiento chino.” De ahí otra posibilidad interpretativa del I Ching, piensa el mismo Salvador, si se le considera una sintaxis, es decir “un instrumento de co-ordinación, de un habla”, siendo la “sustancia de la que está constituida esta habla eminentemente escritural”. El I Ching es, así, no sólo un libro de sabiduría o de oráculos, es también un libro de escritura. Líneas quebradas, yang, líneas continuas, yin, donde se manifiesta un esquema esencial del universo, su cosmogonía y su ritmo astral: “la manipulación de estas configuraciones es, en cierto modo, la manipulación de las posibilidades del mundo”. “No debe extrañarnos, por lo anterior –concluye Elizondo, que sean algunos sinólogos europeos, cuya probidad desde luego es incuestionable, quienes han afirmado, como Granet, a propósito del contenido relativo a la teoría de los números del I Ching– que es en estos 64 símbolos gráficos donde están contenidos una sabiduría, un poder total.” 


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