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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 11 de octubre de 2015 ■ Núm. 1075 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Théodore GéricaulT

y la otra mirada del otro, a ndrea T irado Berlín a fuego lento,

esTher andradi

Juan Manuel roca: la extrañeza y la lucidez,

José ÁnGel leyva Textos sobre Borodinó, ZaGorsk,

María Mercedes carranZa y GuillerMo JiMéneZ

Grecia una crisis anunciada Mariana Domínguez Batis


11 de octubre de 2015 • Número 1075 • Jornada Semanal

Hugo Ricardo Yáñez

Q Como dice el título de este número, la de Grecia es una crisis anunciada: el profundo deterioro de la economía griega, que ha dado pauta a una convulsión sociopolítica de la que aún no

ué aire de familia tenía, proyectaba, se percibía en el poeta; qué aire, en más de un cierto modo, de bendición. Supongo que internamente sonreía de contradecir –cual sin querer queriendo– al rumano Cioran (y lo rumano no le era ajeno), para quien conocer a un poeta significaba una maldición. Cual sin querer queriendo, desde una clara bondad que no excluía la travesura cómplice, el límpido divertimiento con el relato social, las lágrimas no por sino con la poesía (me honró alguna vez llamándome “compañero de lágrimas”), comprometido noblemente –y como sin querer– con el teatro, el periodismo, la diplomacia, el magisterio, todo lo resolvía con una seriedad que atemperadamente irra diaba lirismo (un principio de juego que es principio de fuego), su mejor –pero él en todo era de lo mejor– guía. ¿Es posible dejar en herencia la gracia? No digno de ella, agradecido le abro un espacio en mí –porque la gracia lleva (y Hugo bien lo sabía) a la siempre improbable, siempre comprobable felicidad

alcanza a verse el final, emana directamente de ser un laboratorio

Sueño y realidad

donde los poderes económicopolíticos del mundo ponen en

(adiós, jefe)

práctica sus probadamente ineficaces métodos, para desgra-

Aleyda Aguirre Rodríguez

cia del grueso de la población, en este caso la griega, que en medio de los vaivenes sólo ve cómo su futuro se vuelve cada día más incierto. Mariana Domínguez visitó Grecia, habló y convivió con la gente de a pie, y el resultado es una crónica de obvia relevancia para México puesto que, como el país de Kavafis y Elytis, también hemos sido víctimas del mismo tipo de ensayos y errores. Publicamos además artículos sobre el pintor francés Théodore Géricault, los poetas colombianos María Mercedes Carranza y Juan Manuel Roca, y el olvidado narrador jalisciense Guillermo Jiménez. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

SUEÑO NÚMERO 1

L

uis Tovar llama, no sabe cómo decirme que el jefe ha muerto. Mi despertar es instantáneo. El agua que alguna vez fue del mar sale de mis ojos, me declaro incapaz de detenerla. “Estabas soñando”, brama la mañana, hace alianza con la ronda infinita y terca de las manecillas del reloj y con el calendario en que está impreso el 14 de sepFoto: archivo La Jornada tiembre. La jornada de trabajo se parece a la de todos los días: Hugo Gutiérrez Vega pide que vaya a su oficina para señalarme algunos cambios en su Bazar de asombros –es, aunque todavía no lo sé, el antepenúltimo que escribirá en su vida. En la realidad todo asoma su cotidianidad; son la noche y la cabeza sobre la almohada las que todo descomponen.

SUEÑO NÚMERO 2 Hugo está en un féretro, supino, vestido de frac. Me paro a un costado y del otro lado la sombra dibuja una cruz con el ataúd y con mi cuerpo... Julieta Egurrola pasa y se pierde la imagen. Empiezo una plática posiblemente absurda: –Jefe –le digo entre sollozos, también le quiero llamar padre, abuelo, amigo–, alguien me pidió darte el aviso de que cuentas con cuarenta y nueve días de permiso para hacer lo que tú quieras, viajar por la Tierra o visitar a alguna persona. Luego, debes presentarte ante el Mundo Astral, entregarte. ¡No te fugues!, ¡no te quedes aquí como espíritu! –Ya sé todo eso, ya viajé mucho –me contesta y sigue con sus ojos cerrados, muerto; me detengo a observar sus manos finas, afiladas; ésas como las de la niña de Guatemala, ésas que tanto escribieron, ésas tan frías los últimos años; descansan sobre su estómago en mudra de rezo. –No quiero hacer nada, estoy cansado, sólo quiero irme, ya sé lo que sigue, he sido embajador también de esos mundos, los he visitado varias veces igual que lo hizo Borges. Me quedo en paz de haberle dado el recado. Abajo de sus párpados –siento– sus ojos se mueven para mirarme. Me despido y suspiro agradecida por nuestra breve conversación.

LA REALIDAD Es viernes 25 de septiembre, las nueve veinticinco del horario nocturno. El teléfono celular da brincos, imita un paro cardíaco múltiple, los mensajes son feroces: Hugo en verdad ha fallecido. Mis sueños se confirman... Lo velamos; otros lo cremaron. Una pregunta me asalta y roba la tranquilidad: ¿Cómo se va el lunes a trabajar cuando el jefe ha decidido pisar una embajada que aún no tengo permiso de visitar?

Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo gutiérrez Vega(†), Jefe de Redacción: LuiS toVar, Edición: FranCiSCo torreS C órdoVa , a Leyda a guirre r odríguez y r iCardo y áñez , Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo g arCía n oriega , Diseño de portada y dossier: marga Peña, Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a LeJandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: Portada: PintaNueva Tsipras,embajada Atenas, Grecia Ilustración de Antonio Helguera Foto: Mariana Domínguez Batis

La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Sema­ nal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.

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Berlín

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a fuego lento

Verano en Teufelsee (el lago del Diablo) Berlín. Foto: DLRG LV

Esther Andradi

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ocas veces he visto mayor actividad que en el verano berlinés. A diferencia de las ciudades donde el calor se impone como algo inevitable mientras sus habitantes huyen o se refugian en la oscuridad, en Berlín el verano es una fiesta. La fiesta del sol se vive cada día como única e irrepetible. Se suceden bailes, partys, raves, la movida adquiere su forma superlativa mientras el sol derrite el asfalto. Los estallidos del verano berlinés pueden durar lo que un relámpago, pero mientras tanto, quién le quita lo bailado. Y si digo baile no es por azar. Al Carnaval de las Culturas, un verdadero desfile de la multiplicidad étnica de la que hace gala esta ciudad, le sigue el Cristopher Street Day, con más de medio millón de participantes, comenzando por el exalcalde Klaus Wowereit, reconocido miembro de la comunidad gay. Y aún cuando el Ministerio de Finanzas redobla sus recortes en áreas sensibles de la cultura, para alcanzar la “Deuda Cero” con la que alardea su titular Wolfgang Schäuble, a falta de un baile millonario, pues se organizan dos, tres, muchas raves en cada barrio y cada calle a modo de consuelo. Ya que el verano dura lo que un suspiro, no hay lugar para la mesura. En esta ciudad de inviernos sólidos, el sol actúa como resorte anárquico. No hay mar pero se inventan playas en cafés, al lado del río y también donde no hay río. Basta que asome un rayo tibio, y los berlineses ya se descalzan. Y cuando las temperaturas apenas sobrepasan los 20 grados, parques y plazas y bosques y lagos se llenan de desnudos como en una pintura de Renoir. O de Rubens, depende. En verano todo se junta y se mezcla y se baila y se danza frenéticamente, porque hoy brilla el sol pero mañana no se sabe. Con 170 días de lluvia y 9 grados de temperatura de promedio anual, el desenfreno aparece como lógico. “Por cuatro días locos que vamos a vivir”, escribió en los años cincuenta Sciammarella, un italiano argentinizado que merecería ser canonizado como filósofo.

ESTAMPAS DE VERANO EN LA CAPITAL ALEMANA. DEL CERRO DEL DIABLO AL OPULENTO BARRIO EUROPA CITY. El lago del Diablo –Teufelsee– es síntesis de esta sociedad de free lancers de todo pelo, jóvenes ejecutivos con sus bicicletas por la arena, anarquistas desocupados en busca del letargo del mediodía, entrenadores de malabares en plena siesta. A los pies del Cerro del Diablo, una montaña artificial de ciento veinte metros de altura, construida con los escombros de la última guerra, y punto de observación de la bases estadunidenses durante la guerra fría, el lago del Diablo es naturaleza concentrada en plena ciudad. De hecho, la mayor parte de sus riberas son reserva ecológica, con excepción de esta ribera del sur, en el invierno retozo de los jabalíes que corretean libremente por el bosque, y en el verano solaz para bañistas. No hay fitness ni rigores ni dictaduras estéticas en el lago del Diablo. No es Copacabana, donde las garotas lucen cachetes traseros apretados en tangas, ni tampoco ostenta la pulcritud de una playa de principios de siglo con señoras en camisón, ni una concentración de efebos y andróginos adolescentes ni un esterilizado campo de nudistas. En el lago del Diablo, flexible como el espíritu de quien le da nombre, se mezclan todos los cuerpos: la sílfide con la embarazada, las carnes abundantes con las anoréxicas, criaturas con ancianos. Aventureros. Anarcos. Tímidos y exhibicionistas. Bronceadas, lechosas, oscuras, pieles de todos los colores. El único culto que se practica es el del placer, con las variantes que implica sus libertarios criterios, tenderse sobre el pasto, exhibir el paisaje tatuado en hombros, muslos, espaldas, brazos, asolear anillos incrustados en testículos, prepucios y pezones. Se puede ver a una émula de Maléfica con un mechón rojo intenso sobre la cascada de su cabellera negra y un vestido de raso verde hasta el suelo, y detrás una pareja de gordos que infla su colchoneta azul y se tienden como dios los mandó al mundo. Acarician sus met nbales, él, los testículos bordados de clavos, ella con anillos atravesando los labios de su vulva, se ríen y sonríen mientras la pareja de al lado,

una embarazada de siete meses y su hombre se untan mutuamente con protectores solares. Ella, cubierta por menudísima ropa de baño, él, con auriculares. En el lago del Diablo no hay residuos de comida ni botellas vacías ni ruidos ni parlantes ni estridencias, los cuerpos se mueven como si fuesen una continuación de la naturaleza circundante –¿lo son acaso?–, un resabio de bosque humano con ínfulas democráticas en un orden donde el único que reina es el sol. Al atardecer es posible compartir el ejercicio de la natación con alguna nigra-nigra, culebra inofensiva de porte respetable de más o menos un metro de longitud que se desvía en su recorrido para depositar sus huevos en la ribera opuesta, lejos de desnudos, argollas, bestsellers, fresas y palmeras inflables. Por la noche, cuando la temperatura persiste y el sol se apaga por unas horas, los sonidos y las voces se recluyen en bares y cafés y patios de edificios y balcones y terrazas. Hileras infinitas de mesas alineadas, la difusa luz de las velas acompaña alguna palabra en el aire, susurro de amores recién estallados. Y la vida sigue su curso. En Berlín se construye y no se deja de construir. Ya está en marcha el barrio denominado Europa City en las inmediaciones de la Estación Central de Trenes, en la costura del muro que separaba la ciudad en este y oeste y durante mucho tiempo “tierra de nadie”. Ahora es el paraíso de los inversores. Se trata de la construcción de dos mil ochocientas viviendas, de las cuales sólo cuarenta y dos de ellas tendrán alquileres económicos. El resto, así como las oficinas, constituirán un barrio muerto para ricos, según la opinión de voceros del Partido Verde. Como el cerro del Diablo, como los bañistas del lago, el verano es excitación y murmullo, desmantelamiento y exposición, el ejercicio de sentarse sobre la memoria. La ciudad se construye de nuevo en verano, cada día como si fuese el último. Mañana dios dirá. Febo, quiero decir


11 de octubre de 2015 • Número 1075 • Jornada Semanal

Jorge Bustamante García UNA JOYA DESANGRADA DE COLOMBIA. CARRANZA FUE POETISA Y PERIODISTA NACIDA EN BOGOTÁ.

Borodinó, Zagorsk y

MaríaMercedesCarranza Mercedes a los 18 años

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n la adolescencia me parecía que para ser poeta había que estar muerto: sólo los poetas muertos tenían el poder de la palabra. Mi padre hablaba de Bécquer, del Tuerto López, de Rubén Darío: todos muertos. El profesor que nos daba literatura disertaba sobre Guillermo Valencia, Espronceda o José Martí: todos muertos. Mi amigo el flaco Speaker predicaba a Unamuno, a Cervantes, a Barba Jacob: todos muertos. Era como si a los que vivían y escribían había que esperar que murieran para sentirlos poetas. Cuando llegué a Rusia sucedía igual: los poetas eran Pushkin, Lérmontov, Maiakovski, Esenin: todos muertos. Los que estaban vivos en los años setenta apenas se estaban construyendo. Había que esperar para sentirlos poetas, aunque algunos fueran realmente extraordinarios. En el curso de esos años moscovitas vi algunos de carne y hueso desde lejos. Poetas latinoamericanos que visitaban la urSS y que daban charlas y recitales a la comunidad latina. De lejos vi y escuché al cubano Eliseo Diego, a los colombianos Luis Vidales y Enrique Buenaventura, al nicaragüense Ernesto Cardenal. Eliseo Diego nos leyó en la Biblioteca de Lenguas Extranjeras, además de sus poemas, sus traducciones de Esenin, que realizó con ayuda de una traductora. Ella hacía la traducción literal de los textos de Esenin y Eliseo Diego les daba forma poética en español. El experimento a veces se sostenía, a veces no. En otra ocasión Luis Vidales, toda una referencia en la lírica colombiana desde la publicación de su primer libro Suenan timbres, nos dio en el auditorio de la universidad una interesante charla sobre la poesía colombiana. Otro día Ernesto Cardenal habló de Solentiname y la lucha de liberación contra la dictadura somocista en su país; nos leyó, casi levitando, parte de su Canto nacional y su emblemática Oración por Marilyn Monroe con voz pausada y cadenciosa: “Ella soñó cuando niña que estaba desnuda en una iglesia (según cuenta el Times)/ ante una multitud postrada, con las cabezas en el suelo/ y tenía que caminar en puntillas para no pisar las cabezas.” A la poeta colombiana María Mercedes Carranza la conocí en marzo del ’76, cuando ya el invierno moscovita daba sus últimos aletazos de agonía. Llegó con una delegación de sindicalistas, asambleístas y artistas de algunos departamentos colombianos. Vestía siempre un sombrero redondo de paño, bufanda y un abrigo oscuro. Pobrecita, era una verdadera rara avis entre ese grupo rudo de machos arribistas, burleteros y mamagallistas, bromistas pues, al cual más. Noté que ella misma se sentía fuera de lugar, asunto que se acentuaba porque

algunos de los machos del grupo la llamaban un tanto despectivamente “la poeta”. Al pedirles explicación alguno de ellos me dijo que ella no sólo escribía poemas, sino que también era la hija del poeta Eduardo Carranza. Tan pronto como lo supe procuré acercarme y conversar con ella. Yo había leído poemas de su padre que me gustaron. Se lo dije y se estableció repentinamente una especie de camaradería entre nosotros. Creo que se sintió aliviada de poder hablar con alguien de cosas que le interesaban. Acompañé al grupo en varias de las excursiones por la ciudad y sus afueras y siempre me sentaba

Algunos de los machos del grupo la llamaban un tanto

despectivamente “la poeta”.

Al pedirles explicación alguno de

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ellos me dijo que ella no sólo escribía poemas, sino que

también era la hija del poeta Eduardo Carranza.

a su lado en el autobús. Le traducía los letreros, los avisos, los nombres de las avenidas y los almacenes, le contaba historias de esa ciudad inaudita, por ejemplo cuando visitamos las colinas de Borodinó donde los moscovitas habían vencido a las huestes napoleónicas en 1812. María Mercedes se mostró sorprendida y feliz cuando supo que se encontraba en el corazón mismo, en el lugar exacto de la batalla que Tolstói había descrito magistralmente en Guerra y paz. En otra ocasión el grupo visitó el Monasterio de Zagorsk, con tal suerte que pudimos presenciar una ceremonia ortodoxa en la catedral de la Asunción; María Mercedes miraba para todos lados, no perdía detalle, como si quisiera degustar ese instante con toda pasión y deleite. La emoción llegó a su punto más alto cuando nos informaron que en esa catedral estaba la tumba de Borís Godunov, uno de los zares más célebres de Rusia. Pero lo que más sorprendía a María Mercedes era ver a seminaristas y popes caminar con sus atuendos dentro del monasterio, creía que la revolución bolchevique los había exterminado desde los años veinte, al menos era lo que hacían creer en Occidente, pero lo cierto era que los creyentes podían practicar sus ceremonias religiosas dentro de los muros de los monasterios y las catedrales; tal vez los popes y los estudiantes religiosos no podían salir con sus atuendos por las calles, o mostrarse así en lugares públicos, pero estudiaban teología y marxismo, economía y ciencias en sus seminarios; es más, la jerarquía ortodoxa y los patriarcas apoyaron a Stalin y al Ejército Rojo en los momentos más críticos de la guerra, esto era vox populi entre los adultos rusos de los años setenta. Cuando el grupo regresó a Colombia, María Mercedes me dejó su primer libro Vainas y otros poemas publicado en Bogotá en 1972. Lo leí semanas después, creo que no me gustó del todo, aunque aprecié el desenfado, la picardía y la frescura de sus poemas. La volví a ver en 1993 en un encuentro a la que ella asistió en Morelia, la ciudad donde vivo. Tuvo muchas actividades y muy poco tiempo, así que compartimos muy brevemente, no hablamos de nuestro encuentro moscovita, me dio la impresión que no lo recordaba, aunque habló de algunas de las traducciones mías de poetas rusos que había leído en alguna parte. Al despedirnos me dejó Tengo miedo, no me gustó para nada el título, me sonaba a señora bien, aunque descubrí ahí dos o tres poemas que todavía me acompañan: “Una rosa para Dylan Thomas”, Bogotá 1982 y “El oficio de vivir”. Con su padre Eduardo Carranza. Fotos: antologiadepoesiacolombiana.com


11 de octubre de 2015 • Número 1075 • Jornada Semanal

Cuatro años después nos encontramos de nuevo en el dF en una comida que organizó en su casa un conocido poeta, ahora académico de la lengua, a la que asistieron como invitados especiales José Emilio Pacheco y García Márquez. Al lado de esas estrellas merodeaba un grupo de escritores “emergentes”, algunos de ellos funcionarios e investigadores universitarios que han logrado publicar algunas novelas producto de sus investigaciones. Incluso uno de ellos es ahora un muerto literario en vida, acusado de un plagio mortífero que lo sacó del ring de las letras y lo fulminó. Con María Mercedes, ese día, apenas cruzamos palabra, inmersa como estaba, como estábamos todos, escuchando las historias del Nobel y del poeta de No me preguntes cómo pasa el tiempo. Cuando publiqué mis traducciones de poemas de Anna Ajmátova en Bogotá, Carranza las saludó con un sugerente artículo que publicó en una influyente revista colombiana. Decía que, según los que la conocieron, la poeta rusa era muy hermosa, de “cabello oscuro, piel clara, ojos de un pálido gris verdoso, esbelta y altísima”, toda una bomba y un bombón pues, nacida en el mismo año que Chaplin, la Sonata a Kreutzer, de Tolstói, y la Torre Eiffel, es decir en 1889. A María Mercedes los poemas de ese libro de Ajmátova le parecían breves, donde “predominaban la intimidad sutil y un lirismo puro”. En 1999 pasé por su oficina en Bogotá para dejarle dos libros míos que le había llevado de México. No la encontré, pero le dejé los dos volúmenes. A los pocos días me llegó un paquete suyo con dos libros y una nota con su puño y letra diciendo que leería los libros que le dejé antes de entregarlos a la biblioteca de la Casa Silva. La visité la última vez en 2001 en esa casa de la poesía, en la que llevaba años como directora. Me mostró las instalaciones, la biblioteca, la librería, el auditorio, la fonoteca, caminamos por el patio y las salas, recordamos nuestros breves encuentros en México pero nunca pareció acordarse de nuestro primer encuentro moscovita, no lo mencionó, ni yo se lo sugerí, y ahora que escribo sobre ello la veo vaporosa en el recuerdo, con su sombrerito redondo de tela, su bufanda, su holgado abrigo oscuro, caminando silenciosa e insegura, tímida, por las calles heladas de Moscú. Creo que fue así, no estoy seguro, el paso de los años fragmenta la memoria y todo se evapora sin remedio por los resquicios del tiempo. El 11 de julio de 2003 la escritora se suicidó en su apartamento, deprimida, golpeada por el interminable secuestro de uno de sus hermanos por parte de la guerrilla de la FarC y, tal vez, por el eterno desangre de esa joya desesperada que es Colombia. Años antes había publicado El canto de las moscas, veinticuatro cantos cortos cada uno titulado con el nombre de una población colombiana víctima de una masacre: Mapiripán, Vistahermosa, Soacha, Tierralta, Uribia, Miraflores… Cuando me enteré de su muerte me puse a caminar por las calles de Morelia, como siempre lo hago cuando se me va un familiar, por lejos que esté, o muere un poeta que he leído y que he visto al menos una vez en la vida. Esa es la condición que me impongo: que lo haya leído y que lo haya visto al menos una vez. Caminando reconstruyo, reinvento, ensancho la memoria, las imágenes y la palabras revolotean en la cabeza, aquello que parecía borroso, opaco, cobra nitidez. Entonces la vi, la reconocí, era cierto, aunque ella no lo recordara habíamos estado un día ya remoto en Borodinó, cual testigos mudos e imposibles de tantas batallas de la guerra y la paz; y en el monasterio de Zagorsk, como asistentes taciturnos en una misa ortodoxa frente a la tumba de Borís Godunov

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La suerte de los

libros Ilustración de Huidobro

Leandro Arellano ¿QUIÉN, QUE LOS POSEA, NO HA EXTRAVIADO UN LIBRO?

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Adónde van, dónde recalan los libros que se extravían? ¿Qué mano anhelante o desaprensiva los acoge? Hace varios años, mientras aguardaba un vuelo en el aeropuerto de Narita, desaparecieron no sólo mi pasaporte y mi boleto de avión, sino también una hermosa edición –lectura de viaje– de El hombre que fue jueves. A otros les aguardaban destinos más atroces. Nacionalismo y cultura, de Rudolf Rocker, fue desgarrada por una de nuestras mascotas, indignada una tarde en que otros apuros nos obligaron a postergar su atención. Cuidadosamente empastado después, la mutilación no pudo reponer la guarda y parte del prólogo, la cuarta de forros y las últimas páginas, pero sobre todo dos secciones interiores del libro, que lo tornaron imposible de leer. Los extravíos más lastimosos, sin embargo, han sido los provocados por amistades o personas que han sustraído furtivamente ejemplares de nuestra biblioteca, desamparada en nuestras prolongadas ausencias. Entre varios, recuerdo la desaparición de una bella edición ilustrada de La historia del Renacimiento en Italia, de Burckhardt. Poseía todas las obras de David Martín del Campo, las coleccioné –contemporáneo al fin– una tras otra, desde Las rojas son las carreteras, y no queda al presente más que una de sus novelas. Igual, en otra mano encapotada huyó la primera edición de El vampiro de la Colonia Roma, de Luis Zapata. De Arturo Azuela descubrí en un paseo reciente por mis estantes, que sólo sobrevive una de sus obras. Cien años de soledad me fue sustraída tantas veces que perdí la cuenta. No ha sido escaso el volumen de libros así extraviados. Mas en este ir y venir de un lugar a otro, ¿a quién inculpar? Algunos más han huido vaya usted a saber dónde, lector amable: un ejemplar empastado de De lo sublime; una edición del Círculo de Lectores de Mientras la ciudad duerme, de Frank Yerbi; una autobiografía de Caryl Chessman, son libros cuyo paradero desconozco. Con la pérdida de La ciudad y los perros, en mis años universitarios, adquirí el hábito deplorable de anotar mi nombre en la primera página. ¿Quién, que los posea, no ha extraviado un libro? ¿Existen categorías en esos asuntos? A veces la mano del propietario se ve obligada a deshacerse de ciertos ejemplares, a depurar, sobre todo ante la inminencia de una mudanza; tampoco es infrecuente que por negligencia o descuido se nos escapen. El más famoso entre los libros desaparecidos es, quizás, la segunda parte de la poética de Aristóteles, y todos conocemos que la vertiginosa trama de El nombre de la rosa gira en torno a ese libro cuya lectura aniquila al lector. Por su parte, la sola cercanía de El libro en blanco, de Julio Ramón Ribeyro, no dejó sino ramas secas sobre un manto de pétalos marchitos del antiguo rosedal. No todo ha de atribuirse a la mano del hombre, pues. Con La lozana andaluza nos ha ocurrido algo curioso, que puede rozar los umbrales de lo fantástico: en el lapso de una década lo extravié en tres ocasiones, siempre al comenzar su lectura y siempre al embarcarme en un vuelo. El cuarto ejemplar que me allegué reposa hace años en mi biblioteca: una reverente aprensión me impide adentrarme en su lectura


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Hiram Ruvalcaba ABRIÓ LAS PUERTAS AL REALISMO FANTÁSTICO

Jiménez, Guillermo Jiménez, un narrador de provincia Guillermo Jiménez. Fuente: lajirafazapotlan.blogspot.mx

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ue en el sur de Jalisco en donde Juan José Arreola dio sus primeros pasos y fraguó sus primeras letras. El silencioso Juan Rulfo vio manifestarse la Comala de su ilusión en estas mismas tierras, y no demasiado lejos de ellos José Luis Martínez y Antonio Alatorre también abrieron los ojos al mundo. Estos cuatro nombres hablan ya de un fenómeno notable, una anomalía genética que sembró el germen de las letras en una región específica, y dio a ciertos individuos el hálito de la genialidad. No obstante, no es arriesgado decir que la luz de estos personajes fue el reflejo magnificado de otra luz anterior, una luz que tenía muchos nombres y que, por desgracia, es apenas visible ante el resplandor que estos cuatro autores emiten. Dentro de aquella estirpe puedo distinguir con claridad a Guillermo Jiménez. El nombre tal vez no diga nada. Guillermo Jiménez no es carta de presentación del occidente mexicano, ni siquiera de su ciudad natal. Algunos dicen que nació en Tonila, pero el capricho –necesario– de la historia literaria nos enseña que nació en Zapotlán el Grande, el 9 de marzo de 1891. Su formación estuvo enmarcada por una familia matriarcal: la figura melancólica de su madre, la perpetuidad de su tristeza, fueron temas que alimentaron la obra del autor. En Constanza refleja la angustia que le provoca la congoja materna: “Llorando está mamá; sus tristes ojos parecen un precioso manantial, sus lágrimas mansamente caen sobre su falda negra de jerga, como las cuentas cristalinas de un rosario que se desengarzara.” La descripción biográfica presenta algunas dificultades. Por una parte, las historias en torno a su niñez rozan a veces el terreno fantástico que, aunque resulta sumamente conmovedor, poco puede aportar al rigor de la academia. Tampoco se puede decir mucho de su formación escolar, pero su labor profesional despierta cierto interés en el lector promedio. Guillermo Jiménez trabajó en diversas instancias de gobierno, como la Secretaría de Educa-

ción Pública, la de Gobernación y la de Relaciones Exteriores. En esta última campeó y logró establecerse como canciller en Francia y España, y posteriormente fungió como embajador de México en Austria. Durante estos viajes al extranjero, Jiménez se dio a la tarea de enviar libros a la biblioteca personal de un amigo suyo en Zapotlán, Alfredo Velasco, y de esta biblioteca se nutrieron las mentes brillantes de su tierra natal. Entre ellas el propio Juan José Arreola. Poco se ha estudiado sobre su vida, aunque en años recientes ha surgido un esfuerzo loable de investigadores y entusiastas de su obra en Zapotlán. El lector interesado podrá encontrar ahora dos libros que son un esbozo –muy necesario, pero apenas un esbozo– acerca del autor. El primero, Guillermo Jiménez, fue elaborado por Héctor Rodríguez Aguilar, y aunque se lee con cierta cautela –en un volumen que evoca la ternura de las ediciones de Archivos Históricos de pueblo– es evidente el esfuerzo que su autor se impuso para recopilar información de cualquier fuente disponible. El segundo libro, más académico, fue editado por la Universidad de Guadalajara y bajo el título Obras es­ cogidas recupera poco más de una decena de libros del jalisciense. El texto, recopilado y prologado por Milton Peralta y Ricardo Sigala, habla de un interés que trasciende los localismos y pretende llevar a los lectores una obra necesaria o, por lo menos, relevante. Obras escogidas es un mosaico pertinente de la obra de Jiménez. En el libro se encuentran los trabajos que dieron reconocimiento al autor en su tiempo. Allí está Zapot­ lán, obra precursora de La Feria, de Juan José Arreola, y en la cual se encuentran elementos que parecen abrirle las puertas al realismo fantástico –tan reconocido en las letras hispanoamericanas. Está Constanza, que tuvo aceptación entre la caprichosa crítica francesa. Está también Del pasado, colección de relatos que fue elogiada por Enrique González Martínez y por José López Portillo y Rojas. El vitral, tramado en torno a aquellos textos que despertaron entusiasmo entre los críticos

de la época, da una referencia clara de una obra que no debe pasar desapercibida. Es incomprensible el olvido al que ha sido relegado Guillermo Jiménez en nuestros tiempos. Desde un punto de vista político, el canciller mexicano se manejaba entre la elite intelectual de su tiempo: Pablo Picasso, Diego Rivera –quien, según indican Peralta y Sigala, lo incluyó en uno de los murales de la SeP –, Pablo Neruda, Alfonso Reyes, José Gorostiza, José Clemente Orozco –su coterráneo– y Alejo Carpentier, quien era uno de sus amigos cercanos. En Europa, Jiménez recibió reconocimientos por su labor literaria, como las Palmas Académicas de Francia, como Hombre de Letras (1947), la Orden de Caballero de la Legión de Honor de Francia, como Hombre de Letras (1951), la Gran Cruz de Austria (1959), entre otros reconocimientos. Incluso en la caprichosa Sur, la revista de Victoria Ocampo publicó (número 5, año 2) un texto de Jiménez. Se trata de un conmovedor tratado sobre la danza en México, en donde el autor no pierde la oportunidad de mencionar los festejos tradicionales de su natal Zapotlán. Ante esto, resulta incomprensible que su nombre haya sido difuminado en la historia de las letras mexicanas. Este olvido difícilmente puede atribuirse a una consecuencia en la recepción de su obra. Los textos de Jiménez demuestran una conciencia de la realidad literaria internacional, y puede percibirse el oficio, la preocupación por encontrar le mot juste mientras fluye el relato, y, sobre todo, es evidente el compromiso sincero con la religión de las palabras. Quizá sea posible atribuir este olvido a motivos políticos o a alguna confrontación con los grupos de poder. Estas opciones, aunque no tienen mucho que ver con la literatura, son posibles si se piensa en el fuerte peso que la política o los grupos de poder tienen en la realidad literaria de cualquier nación. La precisión en sus descripciones, el dominio de la técnica narrativa y el trabajo consciente y comprometido con la cultura hacen de Guillermo Jiménez una figura de relevancia en la literatura mexicana del siglo xx . Su injusto olvido no debe distraer de la calidad de la prosa de este hombre de letras que se entregó a la formación literaria y a la difusión de la cultura nacional. Por fortuna, en nuestros días puede leerse la obra de Jiménez, recuperada en el citado volumen


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11 de octubre de 2015 • Número 1075 • Jornada Semanal

Juan Manuel Roca: la extrañeza y la lucidez José Ángel Leyva TEMPORADA DE ESTATUAS Y BIBLIA DE POBRES, LO COLOCAN COMO UNA DE LAS VOCES PRINCIPALES DE COLOMBIA

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a poesía de Juan Manuel Roca (Colombia, 1946) responde a una preocupación esencial: la poesía. Cada verso suyo emerge de la extrañeza y de la lucidez ante la realidad que habita y lo contiene, nombra, expresa, descifra. Lo suyo es la imagen, la palabra que alumbra e ilumina, que mueve agua y viento para revelarnos lo que está detrás del sonido, de las vibraciones de la lengua y la escritura. Un pase mágico y allí está el sortilegio, la idea, el sentimiento, la contraparte del sentido. No es una poesía del yo lírico, del tú dramático, sino del nosotros íntimo. Sus versos brotan del espectador, del viajero, del cronista que es a la vez creador, paisaje, suceso. Un yo colectivo se desnuda en su discurso en el que la parte agarra al todo por los cuernos para desconstruirlo y ensamblarlo en el foro de los perplejos. Dos de sus poemarios más recientes serán publicados en México por la editorial Praxis –amenazada por los escombros de una constructora, cuya acción es ilegal, en la colonia Doctores, según demanda de su director, Carlos López–, en un solo volumen: Tempo­ rada de estatuas y Biblia de pobres (Biblia pauperum), obras distintas con temas diferentes; no obstante, ambas van al nervio de la historia, de la conducta humana. Los poemarios intercambian más señales y asuntos de los que anuncian sus títulos. Los une el aliento de sus versos, la voz que ensambla cada pieza, cada sentido, ideas y chispazos de ingenio en toda la extensión de sus dominios conceptuales y emotivos. Lo suyo, del poeta, es lo visual. Sinestesias recurrentes y metonimias a flor de piel, nos hacen ver lo que el oído fotografía, el color del tacto, la imaginación del olfato, la revelación del gusto y, por supuesto, lo que la vista palpa, huele, toca, gusta, descubre. Roca exhibe destreza verbal, pero también un talento genuino para armar sus textos poéticos con una delicada trama y una resolución impecables. Quizás en parte ello aclare su particular inteligencia cultivada en y con humor. En Temporada de estatuas pone sobre la mesa de trabajo las herramientas básicas de su juego discursivo: la paradoja y la antítesis. Dos instrumentos muy apreciados por él a la hora de mover las piezas del poema, de enhebrar las líneas de su composición verbal. Aquello que parece no es, y aquello que es pasa inadvertido para quien transcurre la vida haciendo cálculos y razonamientos lógicos. “El arte del desdibujo/ y los tratos cotidianos con la mudez/ […] porque ella aprendió en la escuela de la niebla/ el arte del desdibujo”, nos advierte en “Novísima parábola de las manos”. El humor ironizante es una de sus constantes, uno de sus ingredientes básicos. Recurre a una alquimia de significados y aplica dosis precisas de satirización, de burla, de caricaturización, de farsa, de sarcasmo, de retruécano, de parodia para

descomponer en distintos resultados lo que podría parecer de inicio un cuento fantástico, como es el caso del poema: “Del amor y los bienes raíces” en el que emplea esta solución para trasgredir y transfigurar el significado y la forma, para desolemnizar y sorprender. Roca ensaya descubrir estatuas públicas, ejércitos ocultos –como los guerreros de terracota de Xian, de la dinastía del emperador Qin Shi Huang, en China–, estatuas bíblicas como la mujer de Lot, convertida en sal en la historia de Sodoma y Gomorra, gestos perpetuados en personajes por las cenizas del Vesubio en Pompeya, Italia, o en Acrotiri, Grecia. Formas que pretenden perpetuar una identidad extinta, un gesto sin significado, una anatomía de nadie en un porvenir vacío. Una especie de antropología de lo inútil. Un mundo de seres encantados. En Biblia de pobres (Biblia pau­ perum), el autor aborda uno de los temas cruciales de la poesía y de la historia de la civilización: la pobreza. Un asunto que nos hace pensar de inmediato en poetas que no sólo han escrito sino vivido en carne propia este flagelo. El dolor habla desde la carencia y la marginación, la impotencia y el olvido, el hambre y la enfermedad. César Vallejo, Miguel Hernández, Victor Hugo, Antonio Gamoneda, por mencionar algunos nombres que vienen a la cabeza. Una llaga que revela la injusticia, la insolidaridad, la guerra, el infortunio. O desde perspectivas también del sarcasmo, como el poema “Los pobres en la estación de autobuses” del brasileño Lêdo Ivo. Juan Manuel Roca aporta también su mirada y su compendio de revelaciones de la pobreza. Una vez más, la ironía y las paradojas vuelven a ser instrumentos precisos en el arte de desocultar y descifrar los otros filos de la realidad. “Por carecer de flechas,/ Los mendigos/ Arrojaban/ A los nobles/ Sus propias heridas./ Una raza de pordioseros/ Más mísera aún:/ Robaba heridas ajenas/ Y las vendía/ En la plaza de mercado” (“Mester de servidumbre”). Si la ironía puede tener un propósito o un efecto moralizante, un rastro de enseñanza, en los poemas de Juan Manuel Roca hay una clara vocación transgresora, una liberación de maniobras para extraer significados impredecibles de sistemas morales rígidos, de inercias sentimentales, de historias y promesas sin fin, de falsas esperanzas. No es un ejercicio pesimista, escéptico del profeta de la nada, sino la elaboración estética de quien descubre en su propia fortuna la silueta de los desposeídos, el corazón de los ausentes, las preguntas de los sin voz, la soledad de la muchedumbre, la gratuidad de la poesía. Temporada de estatuas y Biblia de pobres son una prueba elocuente de por qué Juan Manuel Roca es hoy una de las voces principales en Colombia y un autor imprescindible en la poesía escrita en español

Lo suyo es la imagen,

la palabra que alumbra e ilumina, que mueve agua y viento para

revelarnos lo que está

detrás del sonido, de las

vibraciones de la lengua y la escritura.

Foto: Carlos Mario Lema. Fuente: commons.wikimedia.org/ CC


Grecia

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una crisis anunciada EL MÉXICO DE LA UNIÓN EUROPEA. UN PUEBLO ENTERO A PUNTO DE LA QUIEBRA. gran capital”, en opinión de algunos, o continúa siendo la “esperada promesa del cambio”, en voz de otros.

CAMBIAR CON LOS TIEMPOS

Merkel y la UE, stencil en Atenas

Mariana Domínguez Batis

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omo una reciente víctima del fuego luce el Monte Pilio, aquel que mitológicamente habitaban los centauros. Ya son historia sus frondosos y milenarios árboles, arrasados por voraces incendios apenas en 2007. Así se percibe también el espíritu griego, minado por llamas distintas, por brasas que azotaron su economía desde 2009 y lo han condenado a inacabables medidas de austeridad, a un creciente desempleo, al aumento en la tasa de suicidios y de fuga de cerebros, así como a la constante duda de si el país, como el bosque, renacerá de sus cenizas o profundizará su declive. “La crisis griega no es complicada, es encabronada­ mente difícil”, cuenta cerca del mítico monte Basili Lambros, con un español cubano, aprendido en sus tiempos de embajador griego en África hace ya más de una década, mientras corta su puro en dos, antes de llevarse una de las mitades a la boca. “Desde que comenzó la crisis, fumo la mitad para ahorrar”, dice con una juguetona sonrisa, potenciada por las arrugas que enmarcan una mirada de poco más de sesenta años. La broma no está tan fuera de lugar, en un contexto en el que Grecia aumentó el iVa de trece a veintitrés por ciento, como parte de los requisitos para alcanzar un tercer rescate europeo. iVa , rescate, referéndum, crisis, Tsipras, Syriza, grexit, elecciones, son palabras que se escuchan en casi cada conversación griega. Apenas el 20 de agosto, Grecia recibió el primer tramo de un tercer rescate económico, y aún así se encuentra sumergida en una profunda incertidumbre económica, acrecentada con la renuncia ese mismo día del primer ministro, Alexis Tsipras, y el anuncio de unas elecciones adelantadas –las quintas desde el inicio de la crisis en 2009. Un mes más tarde, los comicios del 20 de septiembre desembocaron en la reelección del joven politico, aquel que “traicionó a Grecia y la vendió a Alemania y al

“Sabemos que estamos en crisis por el precio del cigarro y del café espresso, que ya se puede comprar hasta en 3.50 euros una taza”, continúa Lambros, que ahora se dedica al negocio de bienes raíces. La conversación tiene lugar durante una especie de respiro del contexto económico: el 15 de agosto, el día en que toda Grecia se vuelca para celebrar a la Virgen María con música, baile, cerveza y vino. Los impuestos han aumentado, los sueldos bajaron, creció el desempleo, pero la escasez no se nota en la celebración. Es tiempo de ofrendar abundancia a la divinidad. El municipio de Zitsa, en la región de Épiro, lleva ya tres días de fiesta. Durante el día, los jóvenes participan en largos y animados desfiles en los que hacen gala de suertes a caballo. Por la noche, el dios Dionisio retoma la batuta y colma las plazas y las calles de hombres y mujeres de todas las edades, abocados a una mezcla de danzas tradicionales y modernas, a la comida y al alcohol. A pesar del ánimo festivo, la pequeña localidad en la montaña tiene una apariencia de abandono, de un antiguo esplendor, al igual que Tebas, Arajova o Ioannina, como tantas otras poblaciones de la zona. “Hace veinte años esta era una región muy rica, había grandes sumas de dinero”, cuenta el exdiplomático, pero ahora todo es distinto. “Hace diez años la crisis se veía venir, pero muchos ciegos no quisieron ver. Yo le recomendé a varios amigos adinerados, con negocios, como a un dueño de un lujoso hotel: ‘bajen sus precios’, y no quisieron escuchar. ‘No, porque mi hotel es para la elite’, me respondió. ‘¿Cuál elite?, no te das cuenta que ese sector está a punto de desaparecer. Es mejor tomar un poco de dinero de muchas personas, que mucho dinero de muy pocos’, le aconsejé. Lo demás es historia. Ahora los cuartos de su hotel, que en algún momento ofreció en 200 euros, no los logra rentar en más de 40 y está a punto de la quiebra, al igual que el pueblo entero.” El corredor de bienes raíces sube y baja la voz conforme habla, según la intensidad de la música de la banda en vivo. Unas doscientas personas celebran en una de las plazas de Zitsa. Unos engullen jugosas brochetas de cerdo. Otros beben ouzo, la bebida tradicional. Unos más alcanzan cierto éxtasis colectivo, al bailar en círculos tradicionales de música griega en la pista, o incluso sobre las sillas y mesas de plástico colocadas en la plazuela. “Yo no tengo lástima de los griegos que sólo se quejan”, sigue Lambros. “Tengo sesenta y cinco años e incluso en invierno trabajo trece horas seguidas. Ellos no trabajan y sólo van con la Unión Europea y le piden dinero. Toman préstamos para agricultura, por ejemplo, y en vez de cultivar se compran un Ferrari, se construyen

una casa lujosísima, pagan tractores carísimos que nunca van a usar. Lo cierto es que, incluso hoy, aquí en Grecia, cualquiera puede hacer dinero muy rápido con las conexiones necesarias y conociendo a las personas indicadas, pero es dinero efímero. Se tiene que ser inteligente y cambiar con los tiempos”, termina, antes de beber un poco de ouzo y seguir observando con cierta nostalgia a los jóvenes bailar.

EN LA CRISIS NACEN LOS MONSTRUOS “Tira una piedra contra las nuevas medidas de la ue ”; “Tsipras, muere traidor”; “Ven y lucha por la revolución global”; “Tsipras traicionó al no”, son algunas de las consignas que se pueden leer en los pocos grafitti que aún quedan en Atenas. La capital griega luce remozada. Antes del referéndum y de las elecciones, las pintas dominaban las paredes, incluso las del Parlamento en la Plaza Syntagma, como se puede adivinar por los parches de pintura fresca. Sin embargo, hay un reducto donde sobreviven los muros que gritan protesta: se trata de Exarjia, el barrio anarquista, donde no cabe una muestra más de inconformidad. “La verdad es que estamos desilusionados de Tsipras. Votamos por él porque es joven, porque tenía ideas frescas, por eso le dimos trabajo. Organizó un referéndum y la gente votó no a un tercer rescate, pero él y su Partido Syriza actuaron como si hubiéramos dicho que Sí . Votamos por él pensando que habría un cambio, pero ahora podría ser peor”, dice en uno de los cafés del barrio el escritor Dimitris Solidakis, quien se autodefine como un filósofo cínico, a la manera de Diógenes.


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Llamados a votar por el OXI (NO) en el barrio anarquista y aspecto de una libreria en Atenas

cuenta con una gran popularidad en el país, misma que lo llevó a renovar su mandato por cuatro años más (con más de un tercio de la votación), incluso después de abandonar su discurso desafiante contra la ue , aceptar un duro tercer rescate y renunciar a su cargo, sólo para “ser perdonado y reelegido poco después”. Lo que hay que recordar en todo momento es que “en la crisis nacen los monstruos”, dice Solidakis, a modo de máxima filosófica.

EL ÉXODO MODERNO: TODOS SOMOS MIGRANTES El grueso de la población griega se tambalea entre trabajos mal pagados y el desempleo. La tasa actual de desocupación alcanza al veintiséis por ciento de los ciudadanos y al cincuenta por ciento de los jóvenes, entre quienes salir del país aparece como una de las mejores opciones. De acuerdo con datos publicados en The Guardian (19/i /15), unos 200 mil jóvenes talentosos –y contando– han protagonizado un éxodo masivo en busca de oportunidades hacia otros países miembros de la Céntrica calle en Atenas. Fotos: Mariana Domínguez Batis

Kiosco en Atenas. Derecha: en Zitsa, festejo de la virgen María

A la pregunta de si le preocupa la crisis, el hombre ya maduro responde sin ningún atisbo de inquitetud: “No tengo nada. No tengo dinero. Y entonces no tengo crisis.” A pesar de que su último libro –que se traduce como Las sombras desde el futuro– ha tenido éxito, Solidakis se gana la vida pintando casas, como lo denotan unas manos y una vestimenta salpicadas de blanco. “La gran pregunta era quién sería el nuevo primer ministro”, afirma el literato, quien apostó en todo momento a que sería el mismo Tsipras, quien, pese a todo,

ue , principalmente Alemania o Gran Bretaña. Los flujos

de emigración griega han crecido trescientos por ciento, con respecto a cifras de antes de la crisis, según el diario británico. “De aquí a diciembre va a haber turbulencia. Aún cuando regresó Tsipras como primer ministro, pase lo que pase, debemos pagar el rescate”, cuenta Elefteria Dima, una estudiante de Enfermería de veinticuatro años que trabaja medio tiempo en el hospital para costear el final de sus estudios. “No sabemos quién va a pagar, si los jóvenes están saliendo de Grecia hacia otros lugares donde hay más oportunidades. El problema es, sobre todo, que la gente educada se está yendo.” Elefteria gana 400 euros al mes por su trabajo, mientras que su hermana, Margarita, percibe casi el triple por las mismas labores en la ciudad inglesa de Bristol. “Yo apenas tengo qué comer y lo básico; al menos a ella le alcanza para algo más”, refiere la joven, cuyos planes son alcanzar a su familiar en Inglaterra apenas termine su carrera. Mientras unos salen del país, otros entran. Sólo en lo que va del año, más de 230 mil personas han llegado a Grecia a través de sus islas desde el Mediterráneo (número casi equivalente a los jóvenes griegos emigrantes), según datos del ministro adjunto de la Marina Mercante de Grecia, Nikos Zois (03/ ix /15). Se trata de personas que huyen de la guerra en Siria, Somalia, Pakistán, Afganistán o Irak, con la esperanza de alcanzar una nación de la eurozona. “Ellos piensan en Grecia sólo como un lugar de paso para llegar a Alemania o a algún otro país más desarrollado y alcanzar a su familia, pero de pronto se ven atrapados aquí. Apenas sacaron a muchos de ellos de las islas griegas, porque ‘afeaban’ el paisaje para los turistas. Y los trajeron aquí a Atenas, donde los tienen hacinados en campamentos insalubres bajo temperaturas de 40 grados”, cuenta otra joven, Theodora Zouka, una alumna de maestría en Antropología, quien bebe un café en el barrio anarquista. A sus espaldas, por mera coincidencia, se lee en un grafitti: “Todos somos migrantes.” “En Grecia se inventó la democracia. Lucharemos”, puede verse en otro muro del centro de la capital helena, uno aledaño a la Acrópolis. Junto a él, los turistas pasean con ropa fresca, para enfrentar los casi 40 grados de temperatura. Algunos se detienen un momento, atraídos por los brillantes colores del grafitti, y lo fotografían sin tener una pista de su significado. La frase colocada en la pared ateniense hace resonancia a la misma que remarcó Dimitris Solidakis, aquel filósofo cínico, quien explicó: “Aquí nació la democracia. En ese entonces, cualquier ciudadano podía participar en el Parlamento como legislador, al menos una vez en la vida. Ahora, no nos permiten ni entrar al Palacio Legislativo; sólo nos dejan votar en referéndums sin eco y en elecciones sin más. Y... si se me permite una conclusión, podría atreverme a decir que Grecia es el México de la Unión Europea. Quizá ustedes actúen a tiempo.”

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LEER La construcción moral del sujeto desde Levinas, Carlos Ham Juárez, Ediciones Palabra en Vuelo, México, 2015.

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Diario para una gitana, Honorio Robledo, Ediciones el Ermitaño, México, 2015.

UN HUMANISMO PLURAL

SORTILEGIOS Y ENCANTAMIENTOS

ORLANDO LIMA ROCHA

RAIMUNDO AGUILERA

ue el sujeto tenga una importancia imprescindible para toda reflexión humanística y social, es una cuestión de valor nodal. En efecto, frente a toda argumentación que plantee la posibilidad de pensar sin sujetos concretos como forma quimérica de reflexionar la propia realidad, un análisis de la realidad en torno a la existencia de construir mundos distintos al propio se torna no sólo necesaria sino urgente. Ésta se hace patente al estudiar la filosofía de un pensador como Emmanuel Levinas (1906-1995). Es en este tenor que encontramos en La construcción moral del sujeto desde Levinas, escrito por el filósofo Carlos Ham Juárez, un estudio conciso, agudo y profundo del pensamiento levinasiano. En efecto, esta obra nos acerca al trabajo reflexivo de un pensador que, inmerso en el contexto de la segunda guerra mundial, hizo valiosas aportaciones al campo de la ética desde una metafísica y fenomenología que buscaba filosofar desde el sujeto concreto, cuya existencia llega a perderse en el desarrollo de sistemas opresores y colonizadores. La obra de Ham Juárez muestra estas dimensiones, denotando con ello la importancia que tiene reflexionar desde la experiencia concreta de la existencia de otros sujetos diferentes a nosotros mismos, para poder construir una dignidad humana más dialógica y plural. En La construcción moral del sujeto desde Levinas encontramos un trabajo cuyo valor estriba en la síntesis profunda de los planteamientos de este filósofo lituano y con un abordaje no apologético sino crítico. En tal sentido, abordando el problema de la existencia humana, Ham Juárez plantea su desvitalización al permanecer dentro de los cánones de un sistema total que norma la vida y homologa todo tipo de diferencias en una única forma de ser y de existir. Frente a este régimen del homologamiento (presente aún en los cánones postmodernos y aún los enfoques de la complejidad), Ham resalta la importancia que tiene el planteamieto levinasiano de la trascendencia. Éste postula la centralidad de los sujetos, existentes en un “entorno marginal” del sistema, que se presentan a los sujetos “sistémicos” por medio del diálogo directo y franco para poder abrir el horizonte propio desde el lenguaje, una corporalidad y un erotismo que pone en comunicación a los sujetos entre sí y permite la construcción de un humanismo pacífico, concreto y abierto a la existencia de otros sujetos. Sin embargo, Ham plantea muy bien los límites de ese pensamiento: ¿hacia dónde nos lleva este planteamiento de “moral mesiánica”?, se pregunta el autor. Si bien concede que los postulados levinasianos pueden caer en un subjetivismo, acepta también que quizás “en su imposibilidad esté la fuerza de su pensamiento, al grado que nos obligue a pensar de otra forma al sujeto y al sistema de los cuales no hemos podido salir”. Y es aquí que se nos presenta la tarea, misma que está aún en proceso, de la liberación social con un humanismo pluralmente construido •

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urante siglos se creyó que escribir era simplemente contar algo, legado de tiempos primitivos, cuando la poesía, señalaría List Arzubide, funcionaba como un medio nemotécnico para recoger los empeños de los pueblos; relatos engarzados, rítmicamente dispuestos, que buscaban penetrar fácilmente en la memoria de la congregación en aquellos días de incipiente escritura. El Ramayana y el Mahabarata, con sus miles de versos, que hoy pocos saben, cumplieron con la necesidad de registrar en sus larguísimas líneas las crónicas de sus pueblos. En dichas épocas los poetas recitaban para recordar lo acontecido y transmitir a otros guardianes aquel tesoro histórico. Esta lejana forma de poesía la encontramos en los poemas del mítico Homero o, en nuestra lengua, en el Poema del Mío Cid. La exhibición de las pasiones de los hombres obligó al escritor a adosar con su propia vida los relatos y poner en boca de sus héroes sus emociones; de ello nació la poesía lírica, caballeresca y juglaresca. Entonces se creyó que escribir era narrar las situaciones de los hombres. Con el tiempo esto se fue reduciendo a reglas precisas, un verdadero recetario literario que enseña los trucos y ardides para quienes pretendemos hacerlo. Empero, el escritor que merece ese nombre no es un simple acumulador de palabras. Hay mucho más en la elaboración de una obra: hasta cierto punto es fácil relatar lo que se ve. Resulta más difícil expresar lo que se siente y, para esto, simplemente, no hay reglas válidas. Para ello, los escritores como Honorio recurren al lenguaje, a la metáfora, a la imagen. En conjunto, le dan a las palabras algo más que el mero valor gramatical y las ponen en libertad. Convierten a una gitana en instrumento de creación, mientras sueñan despiertos y entonan un bello son: “Con ese dulce mirar/ te apareces de repente/ y me siento naufragar/ en tu mirada sonriente.” Resonancias que nos transforman en músico, en compositor y, a la vez, en melodía. Convierten a la poesía en música de ideas. Con el Diario para una gitana el hoy comienza a ser ayer. La obra de Honorio tiene ese mito de origen, deambula en un lenguaje oculto bajo la falda de su gitana. Es mar, agua marina, arenas en dunas sosteniendo el horizonte, diáspora de palabras escritas, ondulado lenguaje acompasado en canto errante, trabajos para el amor –“Cuando tú no estás, me leo las manos para ver qué me dejaste"–, de conjuros –“La gitana con las faldas recogidas, a punto de orinar... lanzó uno de sus conjuros… la espuma por ella p ro d u c i d a c re c í a y c re c í a h a s t a c o n f o r m a r u n montículo blanco que ocultó a la mujer por completo”– y de sortilegios– “Años después… una niña, jugando, encontró el frasquito y, al destaparlo, soltó un llanto inconsolable; era la gitana que, desde ese momento, adquirió el don de expresar sus cantares con voz clara y cristalina.” Este libro cumple las cuatro leyes básicas gitanas: el deseo: cuanto más intenso el anhelo, más seguro será el efecto (la intensidad en sus líneas nos sorprende); la concentración: nadie debe distraer al mago cuando trabaja (es un libro detallado y lleno de color); la

paciencia: todo debe crecer poco a poco para desarrollarse con fuerza (poco a poco nos va atrapando para no dejarnos ir); y el secreto: jamás se debe decir nuestro propósito (hechizarnos). Honorio nos hechiza con esta obra. Por ello, si usted está interesado en una mujer que no le presta la debida atención, sin que ella lo note riegue arena alrededor de usted para que en su descuido deje sus huellas; enseguida recoja el puñado de arena en el que se ha marcado la huella de la amada y llévela hasta el árbol más cercano; al pie del tronco haga un agujero y deposite esas arenas conjuradas en el pozo; mientras lo hace, léale algunos fragmentos del Diario para una gitana, de Honorio Robledo. El sortilegio llevará sus voces hasta el ensueño de ella •

Fierros bajo el agua, Guillermo Arreola, Joaquín Mortiz, México, 2014.

TIJUANA, TERRITORIO EMBAUCADOR YOLANDA RINALDI

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uando Guillermo Arreola pinta, revienta los colores y con asombro se descubre que no cuenta una historia: sólo expresa sus obsesiones. Sin embargo, las palabras e imágenes que modela cuando escribe son un ramalazo de trazos y tonos trágicos plasmados en un retrato intimista y desmesurado: de una sociedad que lo mismo hunde más a los pobres, explota a los migrantes, que agrede a homosexuales, toda una mezcla de escenas de violencia, corrupción, impunidad y muerte. La frontera con Estados Unidos es el espacio recreado en Fierros bajo el agua con un lenguaje oral del norte, cuidado, sin abuso de jergas, un dibujo con tintes sombríos que forman un monstruo de pesadillas en la vida cotidiana, pero también ofrece pigmentos de amor. El punto es Tijuana, ciudad hostil y amenazante para una enorme masa depauperada, que intenta sobrevivir perdida en cinturones de miseria, que tampoco es ajena a actitudes homofóbicas con sus secuelas de violencia psíquica y física. Tijuana, donde muchas veces nadie se llama como se llama y están convencidos de que no hay nada que hacer, ni siquiera en espacios transformados por ediles, como intento de planificación urbana, en “texturas vinílicas artisteando la mirada”. En sus cuadros, Arreola esmalta los colores que le obsesionan y en la escritura dibuja la descomposición de una ciudad de playas embaucadoras: “Hurga en el debajo de las cosas, y desde ahí se te darán las señales de tu destino… ¡Fierros bajo el agua! Eso es lo que encontrarás si te ilusionas…”

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LEER

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Fierros bajo el agua, instantáneas que la memoria va disgregando en la voz del protagonista, Leonardo, que evoca un mundo que ha quedado atrás. ¿De verdad así es? Porque el recuerdo se instala y recrea hasta lo que no se quiere imaginar; poéticamente dice: “¿Quién querría recordar lo que nadie vio?” El presente del relato se lee en las líneas del pasado, en la mirada inquisitiva de Leonardo que recorre la ciudad en taxi y va reconociendo barrios miserables que contrastan con otros que denotan el poder y el dinero –la mirada inquieta alcanza a Hank Rhon y su familia en indiscretos episodios–, registra vendedores que gesticulan, gente que habla de precariedades o de secretas heroicidades, multitudes de migrantes con sus ropas arrugadas, que esperan, que palian con bromas y risas su vulnerabilidad. Esa mirada, en busca de “lugares donde alguna vez tuve encuentros esporádicos”, reconoce todas las capas superpuestas de vidas. La búsqueda de datos sobre Danielle Gallois, pintora francesa, se mezcla con un dolor personal, la muerte de su amante de juventud, Cas Medina, cuyo brutal asesinato –“nutrimento del morbo reporteril”– nadie recuerda, “ni siquiera queda un expediente”, según el expolicía Mauro Rodríguez Almeida: “en 1985 sucedieron algunos asesinatos de personas, de esa… minoría sexual… un plan de limpieza por parte de un programa policíaco…” El encuentro entre el protagonista y un expolicía evidencia la manipulación de autoridades que oculta información y disimula la criminalización de la homosexualidad: “Dígame una cosa… su amigo, ¿ya se había convertido por completo en mujercita?” Así, Fierros…retrata el universo de gente común, hombres que sólo conocen el miedo, “locos” que vagabundean por antros, que se desplazan de algún punto del país, o desde la misma ciudad, en busca de sueños de prosperidad o libertad sexual, unos aplicados en dudosos n e g o cios, como parte de ese germinar y crecer del narcotráfico, otros sujetos a padecer el narcoterrorismo, de tal forma que se estructuran indivi las relaciones entre los individuos y los grupos en la frontera, un punto donde no hay lugar para la compasión. El desti protagonista recrea los destianti nos de cada uno de sus antiguos conocidos, historias que inves va entretejiendo con la investigación acerca de la pintora, también marcada por la tensión y la violencia de género; quiere c o m p re n d e r, e x a m i n a r e s a violencia que al parecer se reinventa siempre, en todo tiempo, hasta en la modalidad de “operativos”, como el que sufre y los soldados lo amedrentan. “¡A qué ha venido aquí! ¿Quién lo ha enviado?”, no les importa que esté herido; quiere gritarles: “Vine tras el rastro de una parte de mi historia”. El viaje de Leonardo se vuelve revelación y diagnóstico, un tránsito al reencuentro con la marca del

fierro, fragmentación de identidades sociales, referencia vil reflejada en la prensa local, una explicación de la aventura de hacer dinero fácil con el tráfico de personas y drogas. Cas Medina, que un día quiso ser mujer, fue hallado muerto en extrañas circunstancias, igual que miles de individuos brutalmente ejecutados. Una experiencia callada. “¿Qué dices que viste?”; “cuerpos apilados en un bar”, “¿diez?”, “¿siete?” “Señor procurador, ¿me puede contar lo que ha visto?”: “lo innombrable, pero no lo va a escribir ¿verdad?” • Creación bajo el volcán, Ricardo Venegas, Ediciones Eternos Malabares/Fonca/Conaculta, México, 2015.

LA JOYA DE LA NIEVE VÍCTOR TOLEDO

Este volumen, con prólogo de René Avilés Fabila, muestra la intensa creatividad y entusiasmo del auténtico promotor cultural, la generosidad, cariño y respeto por la obra del Otro. Ricardo Venegas es un entrevistador inagotable y oportuno, formado e informado, y Con-versaciones, entrevistas a poetas mexicanos de los 50 (2013) lo demuestra: documento imprescindible para comprender esta generación que dejará huella esencial en la gran historia de la poesía mexicana. Las entrevistas bajo la sombra luminosa, que perfiló (a) Malcolm Lowry, se convertirán en una sinfonía de notas imperecederas del magnífico coro, y su coreografía colorida, de “la ciudad de la eterna primavera”, como epónimo canto. Venegas construye con enorme fe un gran proyecto, con altos sacrificios y ricas ofrendas al Dios del Porvenir, la deidad del Tiempo, al triunfo de la vida: desde la revista Mala Vida (veinte años ya) hasta la actual Bitácora Pública, dentro de la ambiciosa empresa Ediciones Eternos Malabares: busca dar continuidad a la difusión literaria en el estado de Morelos. Foro referencial para la creación literaria reciente local y nacional. Xalapa con José Homero, difusor incansable de la cultura de esa entidad veracruzana (sus revistas y ediciones), y Ricardo Venegas, en Cuernavaca, son dos magníficos representantes de la verdadera vocación por la cultura. Y dos volcanes tutelares (el Pico y el Popo), dos joyas de la nieve irrigando estas ciudades maravillosas de poderosa fertilidad en su naturaleza y creación, al grado de competir con Ciudad de México y todo el presupuesto nacional centralizado, gracias al impulso vocacional periodístico y a la dinámica incontenible de espíritus como los de estos dos poetas. En otra cosa coinciden sus magníficas capitales estatales: han sido devastadas por sus gobiernos y el narcotráfico en oscura relación. Por nuestra lamentable época, no obstante, la creación es rayo que no cesa. Morelos tiene en este documento (recopilado con amoroso empecinamiento) un testimonio de tinta indeleble. Un argumento

en nuestro próximo número

histórico fundamental. Una joya mexicana cultural. La mayoría de los creadores morelenses, con su conciencia profunda inherente a un espíritu verdadero, muestra gran preocupación por la situación que vive nuestro sufrido país. A veces las ideologías o cosmovisiones son opuestas, como la del poeta católico Javier Sicilia y el caricaturista ateo Rius, celebridades nacionales. O la crítica inteligente de Enrique Serna, la jocosidad y misticismo de los escritores de la onda como José Agustín y Sergio Mondragón (vitalidad y entusiasmo por la libertad del conocimiento), la enérgica vocación de Ricardo Garibay, etcétera, pero todos coinciden en su profundo amor y dolor por nuestra nación y la esperanza de cambio y de justicia. Y en su búsqueda espiritual a través de la poesía y el arte. Así los pintores, tendientes a hablar de su técnica sin dejar de heredarnos su preocupación social, el genial Vlady, el brillante Von Gunten –elegida–, los interesantes Cauduro y Mexiac, el popular paisajista clásico Cázares, el fotógrafo Ricardo María Garibay –ilustrando el libro con la mirada de los creadores. Retrato del alma profunda de Cuernavaca, de su eterna primavera espiritual, gracias a la habilidad interlocutora de Venegas que no sería posible de no estar sostenida por su bagaje cultural profesional que da e n e l b l a n c o c o n l a p re g u n t a aguda y certera. Reúne ricamente las reflexiones esenciales de los escritores y pintores aglutinados, cobijados, por la luz maravillosa del volcán y su reflejo en el paisaje, en su exuberante naturaleza, en su proyección espiritual, y que sigue iluminando en su bella, cálida y gozosa ciudad –a pesar de la violencia y la miseria social contemporánea– sus preocupaciones y obsesiones: su visión trascendente del mundo. Unos escriben con el rayo (la poesía), otros con el agua (la prosa), otros con el color (la pintura), otros con la luz (la fotografía). Todos con el Espíritu, bajo el triángulo p r o y e c t a d o d e u n a p u r e z a permanente, incorruptible. Libro fundamental –y ameno-de esa mágica ciudad que debe estar complacida por este entusiasmante trabajador poético. Esta es una obra que se convertirá con el discurrir de los años en el brillo sólido del diamante, del fabuloso volcán •

visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

La Jornada Semanal

@JornadaSemanal

LUCINDA URRUSTI, PINTORA: retrato de una época

Elena Poniatowska


ARTE Y PENSAMIENTO ........

11 de octubre de 2015 • Número 1075 • Jornada Semanal

Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES

bitácora bifronte Palabras, con lluvia y tristeza, para Don Hugo Gutiérrez Vega

La presa Jorge, Alex y yo salimos con Tere, Myrna y Mara. Estábamos en secundaria. En casa de mi abuelo, de vacaciones. Fuimos a la presa. De vez en cuando les dábamos la mano a las muchachas para avanzar por las piedras. Nos sentamos en la cortina, con las piernas colgando sobre el agua y vimos pasar las nubes hasta que empezó a caer la tarde. De regreso, Jorge tomó a Tere por los hombros. Alejandro ciñó a Myrna por la cintura. Se adelantaron un poco. Mara era blanca como la harina. La nariz ligeramente aguileña. Iba contándome una película. Yo la veía, a metro y medio. No hallaba cómo acercarme, qué decirle. Finalmente la casa estuvo a la vista. Los demás habían entrado. Media cuadra antes de llegar, Mara se detuvo en una puerta para sacarse una piedrita de una de las sandalias. Le di la mano para que se apoyara. Ella dio un paso atrás y me llevó a la sombra. Me rozó los labios con la boca.“Búscame mañana”, me dijo antes de que volviéramos a la luz •

rguedea@hotmail.com @rogelioguedea

Malos negocios Para Hugo Gutiérrez Vega, in memoriam

Tengo una secreta admiración por los comerciantes, ésos que compran barato y venden caro. Yo nunca he podido. Todo lo he comprado caro y vendido barato. Siempre pierdo. Otros, en cambio, venden al triple lo que compraron a precio de remate. O eso es lo que me dicen. Porque esa es otra: como los amigos ya me conocen, en los convivios familiares lo primero que hacen es contarme sus hazañas comerciales. ¿Ves ese coche? Sí. Ah, pues lo compré a mil pesos y mañana me lo pagan a diez mil. Siempre termino con los hombros caídos. Tan errada llevo la vida, me dijo un día un amigo, que me dediqué a un oficio ingrato. Y, aunque me duela, es así. Los poemas que he escrito me han costado noches y nunca, a decir verdad, me han servido ni parar abrir la caja fuerte de un banco ni, siquiera, para enamorar a una mujer. Nada. He decidido, sin embargo, gritar este destino cruel: amigos, yo soy de los que compran caro y venden barato. Soy de los que pierden siempre. Así que, ahora que ya lo saben, vengan a casa cuando se encuentren derrotados y quieran ganar •

La lucha Thanasis Kostavaras

Con Luis Tovar, amigo entrañable

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o leerás estas palabras, querido Hugo, no en este mundo sino en su envés, del otro lado del río, en aquella orilla que te convoca en un día lluvioso en Ciudad de México. Mientras te miro, recostado, acompañado por todos los que te queremos y admiramos, durmiendo el sueño que es un despertar, pienso en estas palabras, en las palabras que te escribiré para decirte adiós y agradecer tu generosa amistad. Recuerdo cuando nos conocimos en Tlaxcala; nos presentaron y dijiste: “Tú eres un poeta niño” y yo no pude sino darte un abrazo y decirte cuánto me alegraba, por fin, conocerte y poder presentar uno de tus libros de poesía. Berenice y yo estuvimos fascinados con tu plática durante horas, nos diste “consejos para recién casados” y nos hablaste como siempre hablabas, manando una pasión luminosa por la palabra. Y otro día, en Zacatecas, con Juan Gelman, mientras comíamos en un hermoso jardín, recitabas los versos de López Velarde, y saludabas a todos con un gesto de inusitada camaradería. Siempre tenías tiempo para escuchar a quien se acercaba a ti, siempre tenías una frase para iluminar el día. Y recuerdo también cuando te escuché decir que todo lo que hacías era “testamentario” y me estremecí sólo de pensar en que podías morir. Por eso pienso mucho en las palabras que usaría para despedirnos, y mientras las balbuceo, recuerdo esos versos que escribiste y que tanto nos dicen de ti: “Amaneció en la almohada/ una desolación tan pequeñita/ como una flor de libro;/ encendió la mañana/ sus luces enemigas./ Tiemblo sin exaltarme./ Estoy seguro de que mis huesos,/ flautas antes llenas/ del aire de la vida,/ resentirán el frío./ Tal vez el sueño o la humildad,/ o tal vez el desprecio/ o la compasión tibia,/ reemplazarán el exaltado amor./ Entre mis manos/ se están poniendo oscuras/ las naranjas del día.” Y siento cómo este día se hace oscuro de tristeza por tu muerte y no encuentro palabras para decirte adiós porque no se le puede decir adiós a alguien como tú, porque la poesía no se hizo para despedir a nadie, se hizo para seguir platicando con los que “ya no están”, porque nombrarlos es tenerlos otra vez entre nosotros. Ahora, viejo roble que eres, nos cobijarás bajo otro tipo de sombra, y mirarás, miraremos, el paisaje que has ayudado a inventar. Como podrás leer, no encontré palabras mías, querido Hugo, pero hallé éstas, que son tuyas, para no despedirnos, para no decir adiós: “Digamos palabras…/ una, dos, cien, mil palabras;/ hagamos ruidos con huesos frotados,/ campanas benditas,/ matracas de cuaresma,/ magnavoces/ grabadoras,/ claxons,/ gargantas,/ trompetas,/ tal vez se haga el milagro/ y se descifren los signos…” •

No merecí una hermosa muerte

Allá arriba en Pilio* muchacho de dieciséis años entonces

cruzadas las cartucheras disparaba y sangraba

Que así acabara entonces allá arriba. Por aquella bala que pasó a sólo dos pulgadas del corazón bajo los bosques de plátano coronado de hojas brillantes y perennes inmarchitable en las historias de los tristes compañeros y en las noches en vela (junto a un cuerpo de mujer que viajes baratos reclaman) en sus ojos. No sería ahora un hombrecito rodeado de miedos de amarguras de lumbagos e infartos. Sobre todo de ese otro miedo que no tiene curación: A la nueva vileza que mañana me espera a la nueva humillación lejos del orgullo que había tocado los ojos más lejos que ayer y desde siempre para siempre ya ahora: más lejos cada vez.

*Masa montañosa en Tesalia, entre el mar Egeo y el Golfo de Volos. Thanasis Kostavaras (1927-2007), nació en Anakasia, Volo. Desde muy joven participó en la Resistencia contra la ocupación alemana y resultó herido. Estudió odontología. Es autor de diez libros de poesía, dos de narrativa (cuento) y tres obras de teatro. En 1983 recibió el Premio Estatal de Teatro y, en 1987, por su libro Poemas eróticos, el Segundo Premio Estatal de Poesía, el cual rechazó. Ha sido traducido al francés, inglés, polaco y alemán. Véase La Jornada Semanal, núm. 931, 6/ i /2013 Versión de Francisco Torres Córdova

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Jornada Semanal • Número 1075 • 11 de octubre de 2015

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com @mquemain

LA OTRA ESCENA

Danza al filo, el retorno de lo primordial

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E SIDO TESTIGO DE estos veinticinco años de trabajo de Drama Danza y de esa incursión de Rossana Filomarino en lo que sería su vida definitiva como creadora independiente. Desde entonces era previsible que recorrería un largo camino de imaginación coreográfica y de interpretación, hasta que el cuerpo lograra ejecutar lo que la mente imagina y, pudiera seguir las rutas nuevas de una mujer decidida a desaprender e iniciar un aprendizaje distinto: el encuentro consigo misma. Disiento de la coreógrafa sobre el tema de los ciclos como eje rector, si se contempla su trabajo como otra manera de componer que ya no tiene que ver con el pasado, sino con la experiencia coreográfica y el riesgo de proponer ejecuciones sobre cuerpos con la capacidad y el entrenamiento suficiente para sentirse seguros fuera de las modas y los movimientos más comercializados y probados. En el programa celebratorio de sus setenta años, el regreso a la danza es radical. Abandonó el teatro-danza y ahora se sitúa en la geometría, la emocionalidad y un anudamiento complejo y rico con la música, la luz y el vestuario. Es un trabajo de tal novedad que ha logrado hacer envejecer algunas de las propuesta de su mejor maestra, Guillermina Bravo, a partir de una lección que le aprendió a la Bruja quien a su vez la aprendió de Rufino Tamayo: hacer un arte que no fuera susceptible a las explicaciones racionalistas. No estoy a favor de una visión impresionista, donde el que mira sólo está sujeto a entender lo que ve a partir de exclamaciones e interjecciones, claro que no. Lo que aprecio de esta visión de la danza, que se expresa sobre todo en la coreografía de estreno, Ditirambos, es la transcripción y

reinvención de la emoción y sus cadenas expresivas, sin que tenga que mediar una historia en estricto sentido. La historia es la de las emociones, y puede tener orígenes del más variado tipo, no necesariamente una historia formal. En la entrega anterior destacaba el papel de Amada Domínguez, porque se trata de una bailarina en la que se distingue con gran claridad la creación personal y la mano del coreógrafo, que también es una gran entrenador y observador del desarrollo personal del bailarín. Esto sin dejar de reconocer que el talento grupal convierte en piezas de relojería las imaginaciones y exigencias emocionales, líricas y técnicas de Filomarino, cuyo rigor tiene la marcialidad de sus propias formaciones múltiples; una crucial es el Butho. En escena hay silencios, resonancias, altos volúmenes expresivos que rompen silencios elocuentes donde sólo habla y grita el cuerpo, y hasta pasajes donde la música parece una creación del movimiento y no su compañía, según suele pasar con ciertas rutas musicales que marcan el camino y el sentido del movimiento.

El programa consta de dos reposiciones y un estreno. A mis soledades voy (1997), Los jardines del alma (2007) y Ditirambo (2015). Ditirambo, con música de Rodrigo Castillo, es un himno celebratorio al espíritu dionisíaco de la vida y la creación. Es un conjunto de movimientos que encuentran gradualmente el tránsito entre franjas temáticas que van de la juventud intuitiva, sensorial y de descubrimiento del entorno, hasta la profundización en el erotismo, la vida íntima y la comprensión más interna de lo que está en el espejo, mirándose hacia el pasado y el porvenir en busca de un equilibrio que ordene las pulsiones contradictorias que rigen la vida anímica. Los tres trabajos presentados en esta celebración tienen una lógica y un lenguaje común que asombra por su coherencia e intuición del futuro. La más antigua coreografía tiene veinte años y la siguiente una década, y van del quinteto al dueto para llegar de nuevo a lo grupal, al tiempo que conservan la posibilidad de que cada bailarín acceda a la notoriedad del primer plano. Es el pensamiento movilizado de tres décadas que están muy lejos de ser resultado de una evolución. Son resultado de un pensamiento complejo que le da una actualidad fascinante a ideas que pudieron gestarse treinta años atrás, en total correspondencia con las de antier. Cuando estamos frente a una antología de estas características, la idea de ciclos y, desde luego, la de evolución, son insuficientes para entender tales desarrollos. En estas décadas hay composiciones que corresponden a momentos “comprometidos” (migración, feminicidios), que quedan como una poderosa arqueología de la política y sus relaciones con el arte, indagación que en Drama Danza también es una danza al filo de la historia •

Alonso Arreola @LabAlonso

Música morelense al Cervantino

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UCHAS VECES NOS VEMOS favorecidos con el eco de lectores que se toman el tiempo de escribirnos a propósito de tal o cual juicio, de tal o cual disco o concierto, de tal o cual músico o banda. Pocas reverberaciones, empero, son tan articuladas como una que nos llegó hace poco a cargo de Marcelo Rangel, baterista de Cuernavaca y fundador de Never After Before, banda abocada a un electropop energético que juega con el metal. Su mensaje no sólo era lúcido sino sensible e informado:“Desde hace algunos años se ha ido gestando en Morelos (particularmente en Cuernavaca) un movimiento muy interesante en el ámbito de la cultura, en especial en la música. Pareciera que a la par de la nota roja y tantos, pero tantos sucesos tan lamentables, se gestó por disgusto, por necesidad o por mera sublimación, un movimiento musical digno de atender.” El hecho de que vinculara la escena sonora de aquella tierra con su realidad social nos emocionó, pues tristemente muchos músicos de nuestros días no están reflejando su entorno en el oficio que practican, lo que durante años fue natural para espíritus rebeldes que buscaban cambiar el statu quo. Además de ello, Marcelo nos dio algunas ligas de internet con artículos y entrevistas, lo que sustentaba su confiada tesis: “Dicho esfuerzo conjunto ha hecho que en Morelos se viva lo que en muchos años no se ha dado –explica–. Entre estaciones de radio, periodistas, escuelas de arte y televisoras locales, se ha comenzado a hablar de una Escena Musical.” De los proyectos que nos llamaron la atención –además de Never After Before– y que, por cierto, han sido invitados a la actual edición del Festival Cervantino, se hallan Los Pápalos, el dúo formado por el guitarrista Diego Icaza y el baterista Lolo. Ellos gustan de las distorsiones pero se inclinan hacia formas atmosféricas en las que el

BEMOL SOSTENIDO iPad juega como tercer integrante. Intuitivos y mastuerzos, lo suyo es preeminentemente lúdico. Igualmente recomendamos a la interesante Monodram, liderada por Nazario Meshoulam, banda inclinada a un rock pop de tintes progresivos con un primer disco homónimo en tiendas. Otros notables son los de Capital Sur, más serenos y reflexivos, con buenas letras y melodías llamativas que bordean la nostalgia. O Electrafic, con reminiscencias de Fobia. O Las Galletas de Mr. Esqueleto con su sabroso jazz cabaretero. O Chronos con su jazz rock fusión. O Magatama con su apuesta por el folk global. En fin. Como verá nuestra lectora, nuestro lector, realmente son muchas y variopintas las agrupaciones morelenses que alimentarán al Cervantino este 2015. Búsquelas para tomarle el pulso a esa tierra. A las mencionadas se sumarán la Sociedad Acústica, Rinno, Fake Fémina, 300 Rubias Suicidas, Malmalario, Señor Atómico, Valsian, La Perra, Meteora, Seres Lunáticos, Kamikaze Beat Band, Neoplen, La Bolonchona,

Never After Before

Paula Rechtman y otras más. Todas ellas, según lo que pudimos comprobar buscando videos en vivo, subsisten en foros de muy distinta especie. Lo mismo bares que restaurantes o tinglados de fiestas. Ello vuelve a respaldar los dichos en el correo de Marcelo:“La música que se caracteriza por su rebeldía encontró un camino en varios lugares locales para hacer tocadas de esas de tipo underground.” Lo que más sorprende en su mensaje, empero, es que lejos de quejarse de los obstáculos en tiempos tan complicados como éstos, incluso reconoce el esfuerzo de las autoridades. Dice que el gobierno en turno, “en su búsqueda por reivindicar al estado de Morelos, llegó a maneras más formales para que esta música disidente y transgresora formara parte del próximo Festival Internacional Cervantino”. Nos consta que la Secretaría de Cultura de Morelos está en buenas manos y que, efectivamente, este año ese estado es el invitado al gran festival, pero habrá que ver lo que pasa después y qué otras acciones llevan a cabo las autoridades para lograr un largo aliento. Finalmente, Marcelo ofrece un dato más. En Cuernavaca y alrededores hay bandas de todo tipo: “ska, surf, world music, jazz, post rock y alternativo, y la mayoría tienen discos y videos […]; no hablo de meros demos –dice–, sino de producciones profesionales hechas por gente conocida que está en el medio de la música nacional o internacional, entre ellos: Gordon Raphael, Diego Herrera, Rogelio Gómez (recientemente fallecido)”. Y sí. Desde hace años hay productores visitando esas latitudes, viviendo en Tepoztlán y apostando por un clima que, cerca del df , ofrezca un discurso nuevo. Les deseamos toda la suerte y seguiremos atentos a su movimiento. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


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Jorge Moch Verónica Murguía

Pinche populismo

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E TEMO QUE NO hay mucho misterio en el origen de nuestra agresividad, de la humana propensión a fregar al prójimo. Tenemos en el lugar más recóndito del cerebro un rescoldo reptiliano que, se supone, no piensa ni siente, cuya sola función es defenderse. Somos mamíferos depredadores, carnívoros para más señas. Territoriales, agresivos. Así como los grandes monos entablan complejas luchas tribales para ocupar el puesto alfa, así como los lobos obligan al omega, el más débil de la manada a comer las sobra e ir detrás, así nosotros con los débiles, los infortunados o los pobres. Porque en franco desacuerdo con el dicho, no es hasta donde el cobarde quiere, es hasta donde el abusivo alcanza. El “cobarde” del dicho puede estar, simplemente, inerme.

Sinceramente, ya estamos grandecitos para seguir con esos comportamientos. Pero ahí están, en todas partes. Incluso son celebrados y olvídese el lector de los lobos alfa y omega, lo que se ve es una confusión de dragones de Komodo pegándose unos mordiscos asquerosos. Para muestra, el asunto Joseph Blatter, quien dice que no se va; el dispositivo tramposo en los autos diesel de la Wolskwagen; el gobierno de Otto Pérez Molina… y sólo en estas semanas. Hacia donde uno mire hay una pequeña facción que explota, hiere y se friega a los demás. No sólo por medio de la violencia armada. Hay otras violencias. Hace unos días, por ejemplo, Martin Shkreli, de treinta y dos años, fue nombrado director comercial de la farmacéutica Turing. Lo primero que hizo Shkreli, quien se describe a sí mismo en su perfil de ok Cupid –un servicio de citas por internet– como inteligente, guapo y en resumen, un partidazo, fue subir el costo de un medicamento cuyo precio era de 13.50 dólares a ¡750! Un medicamento, ojo, necesario para cóctel de muchos enfermos de sida. Ya Turing obtenía un beneficio del precio anterior, pues la pastilla le cuesta a la farmacéutica un dólar. Uno. El partidazo, quien en el mismo perfil de ok Cupid afirma que “pasa mucho tiempo pensando en el sufrimiento humano” es joven y tiene la arrogancia de los ambiciosos, de los que nunca han estado enfermos, de los ricos y de los que consideran la decencia una actitud de ñoños y perdedores. La foto en su perfil de ok Cupid lo muestra con una sonrisita inocentona, el fleco artísticamente despeinado, un libro entre las manos y ceja subida de María Félix. En todas sus fotos hay una repelente muestra de vanidad y fingida inocencia con señales que aluden a su intelecto superior (peones de ajedrez que sostiene con descuido, etcétera). Ha de ser listísimo, sí, pero tiene la moral de una

hiena y si existieran los dioses griegos su hybris lo destinaría a vivir sin salud, ni forma de obtener alivio. Lástima, hombre. No sólo él infla los precios de los medicamentos, argumenta. Pero hasta ahora, sólo él lo ha hecho de forma tan descarada, sonriendo y encogiéndose de hombros cuando le preguntan qué van a hacer los enfermos para adquirir su medicina. Ha logrado irritar a muchísima gente, pero también tiene defensores. Son otros que aspiran a ser como él: rico, cínico y arrogante. Aquí se cuecen muchas habas de ésas: pensando sólo en el asunto médico recuerdo que la exgobernadora de Yucatán, Ivonne Cervera Pacheco, tuvo a bien iniciar la construcción de un hospital rural que dejó inconcluso, cerca de otro que también está sin terminar, éste debido al ímpetu demagógico de su antecesor, Patricio Patrón Laviada. Patrón Laviada ha protestado porque su obra no fue terminada por Cervera. Los dos son culpables, pero ella por partida doble y no sólo por el desfalco de 50 mil millones de pesos; su negligencia causó la muerte de enfermos de la zona que fallecieron porque el hospital más cercano estaba lejos y rebasado, con las camas atestadas y poco medicamento. A quien piense que “pelitos a la mar” le sugiero que se imagine cómo será padecer una gastroenteritis en un lugar bellísimo, sí, pero donde se puede cocer un huevo en la banqueta (donde las haya, que no abundan en las áreas rurales de Yucatán). 50 mil millones de pesos. Shkreli les aplaudiría. Tuve, mientras escribía estas líneas, el impulso de mirar una foto de Ivonne Cervera, porque la cara y actitud de Shkreli me parecieron muy reveladoras. Pues la primera imagen que vi de Cervera Pacheco la muestra al volante de un coche. Su pasajero es Carlos Salinas de Gortari. ¿Qué más puedo decir? •

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Hasta donde el cobarde quiere

NDA ALEBRESTADA LA CÚPULA. Se espanta sola con el petate del muerto y lanza una recocida campaña “en contra del populismo”. Apresta baterías en los medios oficialistas y acomodaticios; prepara estrategias sucias para mover tapetes y desacreditar adversarios; se agrupa en concilios secretos (o ni tanto) lo más rancio del neoliberalismo tecnócrata y usurpador, otra vez reunidos (si es que alguna vez se separaron) personajes tan nocivos para la democracia como Diego Fernández y desde luego, agazapados sus principales personeros, cobardes sin recato, el salinismo redivivo que sigue controlando buena parte del tinglado, incluyendo esos vendidos de una parte de la que se llamaba izquierda y oposición. Se lanzan discursos contra el populismo, se le dedican largas invectivas y presuntos análisis; se lo denuesta a ladridos en reuniones de agremiados al poder. El aplauso a estas

proclamas es pura endogamia, disciplina de partido, ausencia de dignidad o el más destilado enajenamiento. Algo debe estar verdaderamente retorcido en los centros del poder cuando se considera enemigo a quien se opone abiertamente a la corrupción institucionalizada ya de los gobiernos entreguistas y contrarreformistas que con el pregón de que el capital privado nos va a retribuir permitirle explotar nuestros recursos elevando (¿pero cuándo?) el nivel de vida de los mexicanos con una presunta pero nunca saboreada derrama económica, se ha empeñado en ponernos en venta sin nuestro permiso. Mientras por décadas ya, al menos desde 1986, se nos ha prometido Jauja a cambio de cierta permisividad mercantilista en el reparto de lo que es nuestro, como el territorio nacional, los litorales, las riquezas minerales o petroleras entre otros rubros socialmente sensibles, México se ha degradado totalmente en sentido contrario: la seguridad pública es un guiñapo, los niveles de corrupción se han disparado hasta situarnos como uno de los países más socialmente podridos del orbe; empresarios y políticos “chapulines” saltan de un lado al otro a conveniencia: cuando políticos gestionan privatizaciones y prebendas que benefician solamente a unos cuantos entre los que luego, convertidos en flamantes ejecutivos de empresas trasnacionales o sus símiles nacionales, se encuentran ellos mismos. Empresarios que regalan casas o viajes a cambio de concesiones carreteras y contratos multimillonarios en obras que luego, meses o pocos años después, descubrimos fallidas o incompletas, realizadas con materiales de tercera pero cobrados como primera, con facturas infladas, estimaciones de obra falseadas y una bonita cauda de recursos de la imaginación para chingarse al erario. Mientras tanto, el grueso de los mexicanos ni se ente-

ran, felices en sus tradicionales apatía y valemadrismo: mientras haya un partido de fut, una peregrinación religiosa, una feria de pueblo con harto alcohol y enervantes tamboras y elogios a personajes siniestros que viven del crimen glorificado en narcocorridos y similares expresiones de la estulticia colectiva, no pasa nada. Allí la televisión juega un papel fundamental, y lo juega bien. Porque el discurso antipopulista es risible por esencialmente contradictorio en una barra programática como la de Televisa y t v Azteca, principales vocerías del gobierno mexicano, cuyos contenidos son la quintaescencia del populismo ramplón, paternalista y tramposo. Es populismo puro, pero del verdaderamente dañino, la promoción de partidos de futbol cuyos propietarios son los mismos dueños de las televisoras o sus cuates y el bombardeo publicitario de porquerías que todo ello acompaña. Es populista hasta las cachas, en la más lamentable acepción de populismo, el argumento de cualquier telenovela. Son populistas hasta la náusea los programas de entretenimiento y concursos. Pero sobre todo es populista el contenido de los presuntos espacios informativos que desvirtúan la realidad en función de una agenda dictada por esos mismos consorcios y sus políticos compinches. Recuerdo escenas de una telenovela de tv Azteca en que dos actricillas en un diálogo imposible ponderaban los presuntos beneficios de las privatizaciones… Populismo ha sido siempre el acarreo, la compra de votos, los programas clientelares de gobierno que lucran en votos con la pobreza, la coerción de la voluntad popular y todo el aparato cosmético de un gobierno criminal y tramposo, incapaz (o flagrantemente negado) a cumplir cabalmente con la más elemental de sus obligaciones: gestionar bienestar para los mexicanos •

CABEZALCUBO

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch


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Luis Tovar @luistovars

Javier Sicilia

Para Hugo Gutiérrez Vega que habita ahora en el misterio de mi fe

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ESDE EL ASESINATO DE mi hijo no he dejado de preguntarme por la fe, en particular por mi fe. ¿Qué es? Si alguna vez pude dar cuenta de ella, hoy me es imposible. Sé que está allí. De lo contrario, hace tiempo me habría pegado un tiro. Pero se ha vuelto profunda, indecible,“desnuda”, diría la mística. A pesar de ello, ¿hay algo, en los límites del lenguaje, decible sobre la fe? Está en San Pablo: “La fe es la sustancia de las cosas esperadas.” Es decir, de la vida plena, de lo que es pero todavía no. ¿Existe todavía en el mundo? O, para formularlo con la desconcertante pregunta de Jesús:“Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿hallará fe en la tierra?” (Lucas 18, 8).

La palabra que el griego del Evangelio usa para nombrarla –dice Giorgio Agamben en un espléndido artículo que Gustavo Esteva, con quien hablo de estas cosas, me hizo llegar, “Si la feroz religión del dinero devora el futuro”– es pistis:“el crédito del que gozamos cerca de Dios y del cual goza la palabra de Dios cerca de nosotros, a partir del momento en que creímos en él”. La existencia de lo que todavía no es, pero que será “en la medida en que nuestra fe logra dar sustancia, o sea, realidad, a nuestras esperanzas”. Sin embargo, como él mismo lo dice, ese crédito, ese sentido fundamental de la pistis, ha sido corrompido por la lógica económica del capitalismo. La fe de nuestro tiempo se ha convertido en una realidad bancaria. Trápeza tes pisteos –una frase que aparece en algunos establecimientos de Grecia– quiere decir “Banco de crédito”. En una época de desesperación, de muerte, de crímenes, de desprecio por la persona y la naturaleza, nuestra fe y sus profundos vínculos se han convertido en una puerilidad mercantil, en un juego de dinero cuyo templo es el banco y cuyo futuro depende de nuestra solvencia. Si no eres solvente careces de credibilidad y, en consecuencia, de futuro. Así,“la banca, con sus funcionarios grises y sus expertos, ha tomado el lugar” que antiguamente ocupaba la Iglesia, y “gobernando el crédito manipula y administra la fe –la escasa, incierta confianza– que nuestra época todavía tiene en sí misma. Y lo hace de la manera más irresponsable y carente de escrúpulos, tratando de lucrar con la confianza y las esperanzas de los seres humanos, al determinar el crédito del cual cada quien puede gozar y el precio que debe pagar por ello (incluso el crédito de los Estados, que han abdicado dócilmente de su soberanía). De esta manera, gobernando el crédito, gobierna no sólo el mundo, sino también el futuro de los hombres, un futuro que la crisis acorta

cada vez más y tiene plazo de vencimiento”. El poder financiero ha corrompido no sólo la fe evangélica, sino también la fe política, que es el servicio al bien común y la solidaridad entre los seres. Con ellos ha destruido el futuro, la esperanza y ha dado un rotundo “No” a la pregunta de Jesús cuando pensaba en su regreso. “Mientras nuestra sociedad que se cree laica siga esclavizada” a esta oscura e irracional religión, sólo podrá recuperar su crédito y su futuro “de manos de estos tétricos y desacreditados pseudosacerdotes, banqueros, profesores y funcionarios de las diversas agencias calificadoras del crédito”. Un falso crédito, porque en sus oscuros flujos habita lo que hoy vivimos en México: la muerte, el crimen, el despojo y la violencia sin fin. Toda víctima es consecuencia de esa corrupción de la fe. Quizá por eso yo ya no puedo dar cuenta de la mía. La preservo en mi corazón, desnuda, pobre, como una vela encendida en medio de las tinieblas crediticias. Desde allí, como quiere Agamben, he dejado de mirar el futuro. Mantengo mis ojos vueltos hacia adentro de mí y hacia el pasado para mantener mi libertad y mi dignidad. “La arqueología, no la futurología –yo agregaría, la vida interior de la fe preservada por la tradición– es la única vía de acceso al presente”, la única salida a la llamada crisis que es la manera en la que los flujos del capital, al degradar la fe, destruyen nuestro presente y nuestra intimidad con el misterio de la vida y de los hombres. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas, a Nestora Salgado y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, boicotear las elecciones y devolverle su programa a Carmen Aristegui •

A Hugo, siempre

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RECE O CATORCE AÑOS atrás, el vago azar o las precisas leyes, que dijera Borges, permitieron que este juntapalabras literalmente recorriera un trecho no con Alfonso Reyes sino con Hugo Gutiérrez Vega y Carlos Monsiváis: íbamos en automóvil rumbo a Querétaro, a presentar un libro del primero. Nos acompañaba la queridísima Lucinda, que vivió muchas veces una situación como ésta y no me dejará mentir: Hugo y Carlos dedicaron el trayecto entero a decir de memoria poemas –interminables Villaurrutia, Cuesta, Pellicer, Becerra, López Velarde, Placencia, González León, Sor Juana, Paz, Manrique…– , así como títulos y tramas, directores y elencos de películas –inagotables asimismo Buñuel, Bergman, Kieslowsky, Kubrick,

Wajda, Polansky, Pasolini, Visconti, pero también el Indio Fernández, Rodríguez, Galindo, Gavaldón, Urueta, Bracho… De entre todos los posibles adjetivos que podrían aplicarse a lo vivido –deslumbrante, apabullante, impresionante…–, me quedo con este otro: gozoso, porque gozo era lo que ese par de memorias prodigiosas experimentaban y hacían sentir, además e inevitablemente, claro, de la pequeñez propia, el noviciado eterno al escucharlos disertar sin pretensiones en torno a los alcances últimos y la riqueza infinita de eso que Hugo definió como “ese tesoro incomparable que es el cine de verdad, el que se hace con intenciones artísticas y el que fortalece los testimonios fundamentales del humanismo” en Obsesiones de un espectador, libro que cualquier interesado en escribir acerca de cine hace mal en desconocer.

dos tontos que son tres Esta columna de crítica de cine le debe la existencia a la generosidad de Hugo Gutiérrez Vega, que con haber leído apenas unas cuantas pergeñadas de este sumaverbos en alguna revista ya perdida en el pasado, sacó su proverbial generosidad y me brindó un espacio. Hace más de tres lustros de eso, y desde entonces inauguramos una larguísima, deliciosa charla sobre cine, literatura y tantas otras cosas, que sólo pudo interrumpir el personaje bergmaniano que baila en las colinas en El séptimo sello. Para evitar lo que el propio Hugo evitó cuando su hermano José Carlos Becerra perdió su propia partida de ajedrez, evitaré los elogios fúnebres y, saludándolo con la punta de mi corbata inexistente, dando una cabriola de cine mudo, sólo diré lo esencial: he vuelto a quedar huérfano. No sé cómo haré para volver a ver una película de Bergman, una de Visconti, todo el neorrealismo, a Pasolini… sin que las palabras de Hugo se me vuelvan agua entre ojos y pantalla. Por eso, que sea él, con su infinito amor al cine, quien termine estas líneas que se quiebran:

"Con Carlos Monsiváis y con nuestro prosista mayor, Sergio Pitol, íbamos a las sesiones conocidas con el nombre de All Night Cinema, organizadas por el National Film Theatre. […] Nos pasábamos la noche entera viendo películas de los hermanos Marx, de Buster Keaton, de Ingmar Bergman, Orson Welles, Busby Berkeley o Greta Garbo. Salíamos a la mañana neblinosa del Londres otoñal, llevando entre las manos ese tesoro incomparable […] por estas razones, los tres amábamos el neorrealismo italiano y éramos capaces de ver tres veces seguidas Il Gattopardo, del maestro Visconti." […] "Resulta que el autor goza del cine, llora cuando hay que llorar, se ríe estrepitosamente, acepta las reglas del juego del melodrama y de la comedia musical, y se niega a aceptar cualquier forma de sacralización de una obra o un cineasta, por la sencilla razón de que, si lo hiciera, dejaría de gozar y de hacer el papel de tonto, que es uno de los más bonitos que pueden hacerse en este mundo tan lleno de aquello que López Velarde llamaba ‘la inepta cultura’. Sabe que detrás de ese gozo hay un trabajo abrumador, una buena carga de esfuerzo y la convicción de un grupo de personas seguras de que el juego es una necesidad espiritual, una dimensión esencial de lo humano. Esto lo obliga a huir de las exégesis, a entrar con la mayor cautela en el terreno de las reflexiones sobre la obra de Buñuel. A un terreno tan delicado no se puede entrar dando zapatazos psicoanalíticos o interpretando caprichosamente todos los jugueteos de un autor que, frecuentemente, le guiña el ojo al espectador para tranquilizarlo o le tira de las fibras más sensibles para producirle un estado de tensión y de ansiedad. Los niños poetas del cine: Keaton, Langdom, Laurel y Hardy, Murnau, Lang, Renoir, Eisenstein, Buñuel y algunos más, nos están diciendo con sencillez socrática la frase de Alberti: ‘Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.’“ •

CINEXCUSAS

Cinero

CASA SOSEGADA

La fe degradada


ENSAYO

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Sin embargo, los locos me siguen atrayendo, y vuelvo hacia ellos constantemente, atraído, bien a mi pesar, por el misterio banal de la demencia. Guy de Maupassant, “Madame Hermet”, Cuentos crueles y fantásticos. A Hugo Gutiérrez Vega, In memoriam

E

s un retrato a escala natural, como visto por el marco de una ventana. Es una mujer madura, no muy mayor, pero su rostro severo la avejenta. No mira de frente, no ve a nadie, ni siquiera a quien la retrata. Es humilde; una cofia blanca cubre su cabello gris y alborotado. Su cuerpo parece estar envuelto en una manta verde, que a su vez envuelve el fondo. Sus labios apretados parecen reprimir un lamento; su nariz hinchada revela malestar; el ceño fruncido y sus ralas cejas grises enmarcan unos ojos enrojecidos, párpados húmedos y mirada dura. Una lágrima a punto de caer, apenas perceptible, revela en ella algo de locura e impotencia; un anhelo fijo como una obsesión. El título del retrato es La monomanía de la envidia, pero esta mujer es conocida como La hiena de la Salpêtrière. Forma parte de la serie de diez monomaníacos, inmortalizados por el pintor francés Théodore Géricault (1721-1824). Sin embargo, hasta ahora sólo se conocen cinco; los otros permanecen ocultos, esperando ser descubiertos quizás algún día. Théodore Géricault es un artista profundamente inmerso en el contexto político-cultural de su época. La Francia del artista se encontraba en una etapa de transición, inestabilidad y constante lucha entre burgueses y aristócratas. Dicha etapa afectó no sólo la vida pública, las instituciones y la sociedad en su conjunto, sino también a los individuos, y Géricault no escapa a ello. Según el médico Étienne Esquirol, tal inestabilidad derivó en el incremento de la monomanía: una enfermedad de delirio único. La premisa es que el padecimiento de los monomaníacos se desencadena a partir de una idea específica: el robo, la envidia, las fantasías mesiánicas, etcétera, pero son perfectamente racionales en cualquier otro aspecto. En el terreno artístico los románticos iban abriéndose paso, deseando liberar al arte de los cánones de la tradición. La iconografía comienza a cambiar. Los protagonistas de las obras son los antihéroes, todos aquellos a quienes la sociedad no voltea a ver: el soldado que huye de la batalla (El coracero herido), los náufragos que sobreviven (La balsa de la Medusa), el hombre llevado al suicidio por el amor (El general Letellier en su cama, suicidio por amor); los enfermos mentales, etcétera… ésos que la sociedad veía como otros, se vuelven protagonistas. Géricault nunca pudo ocultar su alma romántica. Según el historiador Bruno Chenique, desde su juventud, en sus cuadernos de estudiante se halla una palabra: infeliz. Posteriormente, en numerosas cartas se revela su personalidad depresiva y melancólica. Su salud siempre frágil fue también, en cierto modo, reflejo de su interioridad –siempre expuesto a depresiones y

Pintar la locura sensible fue parte del sino del artista francés

Théodore Géricault y la otra mirada del otro Andrea Tirado episodios paranoicos. Tal fue su depresión que en una ocasión su amigo Auguste Brunet lo dejó en manos del médico Étienne Georget, quien en ese entonces trabajaba en el hospital-asilo femenino de París, La Salpêtrière. A partir de ese momento empezará una colaboración médico-pintor. De esta relación nace la serie monomaníacos, y aunque el motivo del encargo siga siendo un misterio, existen dos principales suposiciones. En ese entonces se creía en la fisiognomía, es decir, en el rostro del loco en tanto que objeto de estudio científico; el rostro como un lienzo donde se plasma la locura. Étienne Georget era un joven médico que comenzaba a ganar fama por su tesis: “irresponsables son los criminales en estado de demencia”. Para demostrar lo anterior, es muy probable que haya requerido de pruebas visuales, como los óleos de Géricault; menos criminales que reformar, más locos que analizar. Se quiere suponer que la serie fue, más que un mero encargo clínico, una suerte de terapia personal para el pintor –como lo planteó Denise AiméAzam–, una manera de entender lo inentendible y de acceder a lo inaccesible. Los médicos que colaboraban con artistas se conformaban con dibujos, como los de Georges François Gabriel para ilustrar la tesis de Étienne Esquirol. Los monomaníacos de Géricault, en cambio, no son solamente dibujos, sino óleos sobre lienzo, realizados prácticamente a escala natural. Otra diferencia con los dibujos usualmente utilizados por los médicos consiste en que Géricault no se concentra únicamente en el rostro – espacio privilegiado donde se lee la locura–, sino se toma la libertad de ser más detallista e individualizar cada monomanía-locura. Cada enfermo es retratado con sus pertenencias personales: una cofia, una medalla, una muleta y un gorro.

La precisión y el detalle de cada óleo deja presumir que esos retratos fueron más que pruebas clínicas. Además, es muy probable que Géricault sintiera cierta empatía con la locura, pues dos miembros de su familia fallecieron locos. Después de todo, quizás los monomaníacos pudieran ser una suerte de espejo en donde él mismo se refleja. La originalidad de Géricault reside en su representación de la locura, la cual no es ni la teatralización de ésta –como pueden ser las obras de Bruegel y de Goya, donde la locura debe ser [e]vidente: locos como seres inquietos, monstruos furiosos, bufones o individuos poseídos por demonios–, ni la objetividad de g . f . Gabriel, sino un justo medio entre teatralización y realidad/objetividad. Géricault se acerca de manera sensible a la locura, tratando a los locos no como seres fuera de sí mismos, sino como seres normales con un sutil rasgo de locura: la mirada. A primera vista los óleos podrían parecer retratos comunes; sin embargo, el artista introduce una mirada de locura característica que unifica los retratos. Mirada como signo de interioridad psíquica; mirada vacua y ausente del mundo “normal”. Géricault transgrede el género del retrato, el cual usualmente busca homenajear al individuo. Sin embargo, para el pintor francés, el protagonista de su pintura no es el individuo –el enfermo–, sino su síntoma; la locura revelada en la mirada perdida se vuelve objeto de representación. Théodore Géricault desentierra los secretos escondidos en lo más profundo de las almas de los enfermos y los plasma en el gesto de sus ojos. Marca un camino para desvelar su interior, atravesando la locura, indagando en la mirada del otro • Foto: Wikipedia


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