■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 12 de junio de 2016 ■ Núm. 1110 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Marguerite Duras: palabras de música e imagen X abier F. C oronado
Artaud y la crueldad del pensamiento
Kuniichi Uno
Multatuli y El Observador de Maguncia
Ricardo Bada Salvador Díaz Mirón
y los estridentistas Adiós a E nrique F ierro
Artau
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y la cru
El 3 de marzo de 1996, cuando estaba a un mes y un día de cumplir ochenta y dos años de edad, víctima del cáncer murió Marguerite Duras. A dos décadas de su desaparición física, la célebre novelista, guionista y
EL POETA, ENSAYISTA, ACTOR Y DIRECTOR DE TEATRO FRANCÉS, ASEGURA QUE “EN EL LENGUAJE HAY ALGO INJUSTO”.
directora de cine francesa, pero Poco o nada sabemos de los pensadores
nacida en su entrañabilísima
contemporáneos de Japón. Kuniichi Uno,
Indochina, sigue siendo conside-
prolífico traductor de Artaud, Beckett,
rada de manera unánime como
Deleuze y Guattari, es uno de ellos. En los
una de las más altas representan-
años ochenta, bajo la dirección de Gilles
tes contemporáneas de la
Deleuze, Kuniichi Uno se doctoró con una
literatura y el arte galos. Con
tesis sobre Artaud, de quien tradujo Los
la cálida semblanza de Xabier
tarahumaras, Para acabar con el juicio de
F . Coronado que ofrecemos a los
Dios y Cartas desde Rodez. En el siguiente
lectores, celebramos la vigencia
artículo, Uno explora la crueldad del pensar
y la belleza de novelas como
en Artaud y propone que ésta ya estaba presente en su obra desde los años veinte.
El amante de la China del Norte y La canción de la India, y de películas como Hiroshima, mon amour y Esta tierra cruel, entre muchas otras obras. Completa el número un ensayo del japonés Kuniichi Uno sobre Antonin Artaud y otro de Arturo García Niño sobre los estridentistas y Salvador Díaz Mirón.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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o cruel, antes que nada, es el pensamiento. Para Artaud, pensar es cruel. Pensar, que consistiría en los hechos de dividir, componer, asociar, determinar, diferenciar, identificar, se transforma en un proceso extraño, indeterminable. Pensar es cruel, porque, si logramos pensar, el pensamiento invade nuestro ser, irrumpe en toda la espesura de nuestra vitalidad, el enmarañado interminable de nuestras sensaciones y recuerdos, todo lo que llevamos grabado en el cuerpo. El pensamiento nunca se ejerce sin la compañía de una forma de poder y violencia, lo que Artaud nombrará más tarde “microbios de Dios”. Pero pensar es cruel, sobre todo, porque nunca logramos pensar como se debe. Y es en la imposibilidad, o en la terrible parálisis del pensamiento, que Artaud descubre y redescubre la crueldad. Cuando él no puede pensar, y en ello insiste en sus cartas y libros, muestra que el pensamiento nunca es lo que se entiende por esa palabra. Pensar es cruel, pero no
poder pensar también lo es. Y finalmente, pensar, para Artaud, consiste en nunca poder pensar, en la medida en que nunca un pensamiento hace funcionar al espíritu con una que otra regla conocida, pero reencuentra en cada ocasión materiales y cuerpos desconocidos. Cortar, perforar, herir, minar, calentar, enfriar, abrir, apilar –con un infinito de variantes– son actos necesariamente interminables, indelimitables. Es por eso que pensar y no pensar es casi coextensivo. Para Artaud, constituyen un idéntico proceso, donde la coextensividad rinde crueldad al pensamiento. Cito aquí un fragmento de la correspondencia con Jacques Rivière, donde cada palabra explora todos los aspectos de esa crueldad: “Sufro una terrible enfermedad del espíritu. Mi pensamiento me abandona en todos los niveles. Del hecho simple del pensamiento al hecho exterior de su materialización como palabra. Palabras, formas de frases, direcciones internas del pensamiento, reacciones simples del espíritu, estoy en constante búsqueda de mi ser intelectual. Así que cuando logro alcanzar una forma, por imperfecta que sea, la fijo por temor a perder todo el pensamiento. Yo estoy debajo de mí mismo…” Sí, él está debajo de sí mismo. Por lo tanto, todas esas palabras se dirigen afirmativamente por debajo de él mismo, de la unidad personal, de su pensamiento, de las formas, hacia los niveles inferiores de la razón, intensa y obstinadamente. Al hablar de la “materialización del pensamiento en las palabras”, Artaud designa, sin duda, el pensamiento como el proceso más profundo en que trabaja la materia. En el pensamiento y los esfuerzos de pensar, sufre una extraña violencia y, al mismo tiempo, inflige violencia al pensamiento. Y es así que el pensamiento es cruel. Quien piensa, lo que pensamos y lo propio del pensamiento, sufren igualmente la crueldad, que mina y transforma al sujeto y al objeto del pensamiento y, sin duda, a la propia condición del pensamiento. Sabemos que la enfermedad y el sufrimiento tienen un sentido determinante en la vida, la creatividad y todas las experiencias de Artaud. Su “terrible enfermedad” podría ser definida en términos psiquiátricos. Pero, literalmente, Artaud “trabaja” su enfermedad, tanto es así, que ésta se singulariza de una manera incalificable y, en su experiencia del pensar, Artaud creó una relación casi extraordinaria con el sufrimiento. ¿Estamos una vez más ante la historia de un artista mártir o un poeta maldito? Ciertamente
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Kuniichi Uno
ueldad del pensamiento lo era. Ahí radica una de las razones por las que siempre nos resulta atractivo. Pero su sufrimiento no era el precio a pagar por la creación. Él sufrió al mismo tiempo por ser capaz de pensar y por no ser capaz de pensar. El sufrimiento en Artaud es un verdadero trabajo de transformación del pensamiento. ¿Quién piensa? ¿Quién sufre de este estado imposible y absurdo por pensar? ¿Soy yo o mi espíritu o mi cuerpo o mis nervios los que sufren? La crueldad es un cuestionamiento de todo ello y, esencialmente, la señal del colapso de lo que sería un sujeto del pensamiento. Pero es necesario decir finalmente que la crueldad nombra algo que excede y transborda la dimensión del pensamiento. El pensamiento es cruel porque siempre afronta lo que viene de su exterior, lo que es impensable, lo que continúa amenazándolo, manifestándose como caos o desorden. La crueldad del pensamiento es un signo de invasión de lo extranjero. Y lo extranjero, como ya vimos, es la materia y el cuerpo sin los cuales el pensamiento no existiría, pero también todas las fuerzas, todos los flujos que atraviesan el cuerpo y la materia. Al interior del pensamiento, la crueldad significa la mutación de todo lo que caracteriza al pensamiento, de lo que condiciona al sujeto y objeto de pensamiento, incluyendo al lenguaje. Pero la crueldad es, en el fondo, el signo de lo que es extranjero al pensamiento, de una cruel apertura del pensamiento al exterior. En los textos poéticos de los años veinte el tema de la crueldad y del pensamiento está siempre presente, aunque Artaud no subraye explícitamente la crueldad como concepto-clave –lo cual realizará con el teatro de la crueldad. Y porque se trata de poesía, más allá de la resistencia y la vigilancia contra todas las normas estéticas o formales implicadas en la poe-
sía como género literario, la crueldad habla esencialmente del lenguaje. La misma operación violenta se efectúa tanto en la lengua como en el pensamiento. Evidentemente, el lenguaje no es sólo un instrumento o un sistema de signos para el pensamiento. El lenguaje es el cuerpo del pensamiento, su parte casi material. El pensamiento hace uso del lenguaje, pero el lenguaje bloquea y paraliza al pensamiento. Artaud siempre advirtió en el lenguaje algo injusto, envenenado, enfermo, hostil. Cito un pasaje de El ombligo de los limbos: “Deja tu lengua, Paolo Uccello, deja tu lengua, mi lengua, mi lengua, mierda, ¿quién es éste que habla?, ¿dónde estás? Más allá, más allá, Espíritu, Espíritu, fuego, lenguas de fuego, fuego, fuego, come tu lengua, perro viejo, come su lengua, come, etcétera, yo me arranco mi lengua.” Se trata, así, de arrancar o comer la lengua como lenguaje y la lengua como órgano de la boca. De cualquier forma, las palabras son concebidas en su límite como pura vibración corporal y simultáneamente como puro objeto paralizado. El lenguaje es el cuerpo del pensamiento, pero, en relación con el cuerpo orgánico, pertenece a lo incorpóreo. Para Artaud, por lo tanto, el lenguaje se ubica siempre en el umbral entre lo corpóreo y lo incorpóreo. Su escritura poética constituye una operación difícil sobre este umbral en el que el cuerpo y el lenguaje son, al mismo tiempo, puestos en riesgo. Además de ello, la crueldad se realiza primero en el pensamiento y, casi al mismo tiempo, en el lenguaje, pero a través del lenguaje que constituye el cuerpo opaco y amenazador del pensamiento. Lo que importa, al final, es otra cosa. Esta otra cosa es exactamente el propio cuerpo, el cuerpo como organismo. ¿Pero de qué cuerpo, de qué tipo de relación con el cuerpo estamos hablando? “Profeso el culto –escribió
La crueldad habla esencialmente del lenguaje. La misma operación violenta se efectúa tanto en la lengua como en el pensamiento. Man Ray, retrato de Antonin Artaud, 1926
Artaud– no de mí, sino de la carne.” Sabemos que es con ese culto de la carne que busca su odisea, su viaje apocalíptico a México, Irlanda y Rodez. Evidentemente, su culto a la carne no es ni un elogio al erotismo, ni afirmación de los placeres que afectan al cuerpo, ni una mera apología de la realidad corporal. Cuando dice en un texto de 1925, “me libero de ese condicionamiento de mis órganos tan mal articulados con mi yo”, manifiesta muy claramente su odio a los órganos, lo que indica que él rinde culto a la carne, pero detesta los órganos. A través de este culto paradójico, problematiza el cuerpo de una manera totalmente original. La crueldad de Artaud nunca será comprendida si se la concibe fuera de esta problemática del cuerpo, insustentablemente paradojal. Al trazar la línea de la crueldad, del pensamiento al lenguaje, del lenguaje al cuerpo, Artaud desplaza su cuestionamiento a una dimensión teatral. Es ahí que su problemática de la crueldad se concreta y cristaliza de una manera distinta de la escritura. Pero lo memorable es que, en casi todos sus textos poéticos y en sus cartas que exploran su propia crisis del pensamiento, indagando, describiendo, operando la crueldad en el pensamiento, pasa a dramatizar el pensamiento. Todo lo que sucede en el pensamiento, en el seno de la crueldad, se asemeja a eventos geológicos, volcánicos, con imágenes de hielo, piedra, metal, fósforo, carbono, azufre, fuego y tierra. Y de pronto, ese espacio se satura de figuras magras, desmenuzadas, móviles, trémulas y extremadamente sensibles como cuerdas, cintas, filamentos, membranas, radículas, etcétera, y sobre todo nervios. Su poesía trata siempre de un teatro del pensamiento sin el cual jamás sería posible el teatro de la crueldad, y en el teatro del pensamiento los personajes son, muy a menudo, piedras o metales
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Nota iNtroductoria y traduccióN de iváN García Antonin Artaud y Eli Lotar, 1930. Foto: Roger Vitrac
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Caminar, caminar, Jorge Bustamante García RECORRER EL MUNDO INSPIRA, CALMA, LIBERA Y CONTRIBUYE A CONOCER UN POCO MÁS AL OTRO.
East Village, New York, 1998. Fuente: wikiwand.com, dominio público
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e gusta caminar. Algo siempre me dice camina y mira, callejea, zambúllete en la vida. Cada vez que llego a una ciudad, me voy a vagar por sus calles, me gusta meterme a algún café, husmear en librerías y almacenes, mirar vitrinas, sentarme en algún parque. Uno puede vivir toda la vida en una ciudad y entender casi nada de ella, si no sale, si no visita sus mercados olorosos, sus casas y sus rincones legendarios en donde han latido todas sus historias. Hay ciudades que uno no acabaría de conocer nunca, porque se extienden sin cesar, se regodean en su laberinto, un lugar conduce a otro, se inventan a sí mismas de manera permanente. Toda ciudad crea los seres que la han conquistado. Existen ciudades que tras la avalancha chispeante de lugares, de murmullos estridentes y algarabías etéreas y hermosas, se pierden luego para siempre en los intrincados senderos del silencio. Y el silencio, al fin y al cabo, es casi todo: la ausencia, los gemidos tenues, imperceptibles, música muda que permanece tras los actos de amor y la catástrofe. Cuando estudiaba en Bogotá caminaba veinte cuadras para llegar a la universidad, de adolescente deambulaba todo el tiempo con mis amigos por las arterias de mi pueblo después de la escuela. Cuando supe de la muerte de mi madre, en el invierno moscovita de finales del ’72, caminé varios días sin descanso. Salía muy temprano de la residencia estudiantil y regresaba muy tarde para calentarme y dormir. Nunca he caminado tanto como en esa época, aunque me partiera el frío. Cuando ya estaba al límite me metía al Metro, circulaba de una estación a otra hasta que caía en el anillo periférico que se cruzaba con todas las otras líneas. En ese anillo del Metro moscovita podía uno viajar horas y horas sin llegar al final. Una vez estuve todo el día
dando vueltas y vueltas, a veces leía partes de La condición humana –libro que llevaba siempre conmigo por esos días– o me quedaba ensimismado sentado en un rincón del vagón, la gente entraba y salía con sus botas y abrigos y gorros de invierno, tal vez pensaba en mi madre, en la última vez que la vi en el aeropuerto alzando su mano a lo lejos en señal de despedida. Quizás errando de esa manera, muchas cosas se derrumbaban para mí; a ese joven de veintiún años se le diluían sentimientos y certezas en medio de un tren subterráneo que giraba y giraba sin descanso. Ahora pienso, después de tantos años, que pasear así, sin aparente rumbo, pudo significar también volver a mirar, reflexionar, explorar ignotos e inéditos pasillos de mi ser para llenar de sentido nuevo las cosas del mundo. Al moverme así se transformaban también mis sentimientos y mis ideas. Ahora me parece creer que me he pasado la vida caminando. Si pudiera uno hacer el cálculo de lo que ha caminado en la vida de seguro le alcanzaría mínimo para una vuelta a pie por el planeta. Años y años caminé por mi pueblo, por las avenidas largas de Bogotá, por las amplias perspectivas de Moscú y Leningrado, de Vilna y Tallin, por las montañas del Cáucaso y Crimea, de pe a pa transité incontables veces por la avenida central de San José de Costa Rica, he vagado sin término por bulevares, callejones, arterias, vías, paseos, rincones, barriadas de Popayán, Lima, Toulouse, Guadalajara, Morelia y muchas otras ciudades y pueblos de México, Colombia, Costa Rica, Francia, Perú o Rusia. A eso hay que agregarle más de treinta años de caminatas por campos y montañas en trabajos de geología. Siendo conservador sí me alcanza para al menos una vuelta a la tierra, los poco más de cuarenta mil kilómetros de su perímetro. Si al menos durante cincuenta años se caminan dos o tres kilómetros diarios se sobrepasa ese perímetro.
De hace unos años para acá he agarrado la costumbre de hacer largas caminatas matutinas por la Avenida Universidad y el campo estudiantil en la ciudad que habito. Me gusta desentrañar nuevas formas en los paisajes que veo, aunque intuyo –como escribe el inimitable w . g . Selbald– que “sobre cada forma nueva se cierne ya la sombra de la destrucción”. Camino, miro, pienso y me deleitan las dimensiones y los colores de las cosas, el olor de las flores y las hojas, el chirriar del musgo que piso, los efluvios de las personas con las que me cruzo. En esos paseos matutinos rehago recuerdos, entretejo relatos que en primera instancia parecen imposibles, pero que conforman una red que resulta ser un abanico prodigioso e inesperado de historias, situaciones y personajes que me gustaría aprehender antes de que se esfumen, llevarlos al papel para que mis sueños no se me mueran de frío. Entonces regreso a casa y pergeño palabras que en un inicio se muestran caóticas y arbitrarias, pero que luego parecen encontrar un cauce que no sé a ciencia cierta a dónde conducirá, quizás a la reconstrucción de la experiencia, tal vez a la destrucción del sueño, ¿quién lo sabe? Caminar y escribir, leer el mundo. En esas caminatas matinales veo gente de la más diversa condición. Estudiantes que circulan despreocupados con sus mochilas rumbo a clase, algunos desayunan tacos o tortas y jugo de naranja. Otros sacan copias en las papelerías. Mujeres que van tal vez a su trabajo, o a una cita, esperan la combi rosada o la verde. Mujeres y hombres maduros manejan coches hacia
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caminar distintos destinos. Veo unos cuantos viejos que pasan ensimismados, con bolsas en las manos. Camino y miro. Marcho y recuerdo. Paseo e invento. Tejo y destejo para “poner el panorama en palabras”, como lo quería Stevenson. Escribo en mi mente lo que pienso de mí mismo, lo que creo recordar de los sucesivos seres que he sido, lo que pienso de los demás, de mis amigos y conocidos. Camino y revivo historias de otros y mías, cada día saco nuevas deducciones, la narrativa se deshilacha mientras camino y todo parece un galimatías, un embrollo que tengo que tejer y destejer para que adquiera cierta unidad. Un poeta ruso salía a caminar por las calles de Moscú en los años treinta del siglo pasado, sólo para inventar sus poemas. Caminaba y caminaba, elaboraba cada línea, cada verso, cada metro, y únicamente regresaba cuando ya tenía todo el poema en la cabeza y se lo decía a su esposa Nadezhda, quien lo aprendía de me-
De regreso de mis paseos mañaneros por la avenida Universidad me encuentro todos los días a Álvaro Mutis a la entrada de una librería: en un rincón detrás de un cristal atisba a los transeúntes con su leve mirada. Si no fuera porque es la entrada a una librería, uno podría pensar que alguien lo olvidó en ese rincón para que siguiera en la vida.
moria para salvarlo de la censura estalinista. Era un poeta que no escribía, sino caminaba, y con ese método escribió cosas como esta: “¿Qué calle es esta?/ La calle Mandelstam./ Qué apellido más espantoso:/ si no lo aireas/ suena curvo y no recto./ Poco en él es lineal/ más bien de carácter sombrío/ y es por eso que esta calle,/ mejor este foso,/ lleva el nombre/ de ese tal Mandelstam.” Una vez no siguió ese método, escribió en papel un poema que leyó a varios contertulios y que al final le costó la vida. Tildó al tirano de “montañés del Kremlin” y lo dibujó con “sus gruesos dedos grasosos, cual gusanos” rodeado de una “chusma de jefes catrines” al cual más lameculos y serviles, a quienes podía golpear a su antojo “en la ingle, en la frente, en las cejas, en los ojos”. Y terminó el poema con dos versos irónicos que se incrustaron como dardos en las entrañas de dictador y que éste jamás perdonó: “él puede matar y a la vez ser dulce,/ es un oseta de gran corazón”; oseta, es decir originario de Osetia, región de Georgia de donde era Stalin. Ahí comenzó el calvario final del poeta, con arrestos y destierros, hasta que murió en la miseria absoluta y en la humillación en un campo de trabajos forzados en 1938. Su viuda no supo de su destino sino veinte años después, pero salvó su memoria con un libro prodigioso, Contra toda esperanza, que sobrevivió a los embates de la injusticia y el tiempo. Camino en las mañanas por la Avenida Universidad, rodeo el Campus, llego al Estadio Universitario y troto un rato sobre la tersa pista color ladrillo. La gente que camina no puede dejar de pensar. Pienso todo el tiempo, miro a los otros que trotan o caminan y me parece ver sobre sus cabezas una nube imaginaria repleta de palabras, como en los cómics, con sus pensamientos. Caminamos por la pista, discurrimos, cavilamos, recreamos, inventamos recuerdos, escribimos. Se escuchan los motores y los cláxones en las avenidas cercanas. Un helicóptero rasga el firmamento, se dirige al poniente de la ciudad, luego se pierde en la lejanía. Ese escarabajo volador me recordó lo ocurrido durante una campaña de exploración geológica en 1994. En esa ocasión tres geólogos esperábamos en el aeropuerto de Morelia el helicóptero que vendría de Toluca
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Fuente: weburbanist.com, dominio público
para dirigirnos a la sierra costera. Esperamos dos o tres horas, pero el aparato nunca llegó. Recibimos la orden de regresar a la oficina. Al llegar, los compañeros nos soltaron a quemarropa: “El helicóptero no llegó porque ayer se cayó en trabajos de campo en el Estado de México. ¡Nadie sobrevivió!” Quedamos aturdidos, no lo podíamos creer. Cuatro geólogos, nuestros compañeros y el piloto, se habían matado al perder las hélices entre unos cables de alta tensión. Unos campesinos que fueron testigos del hecho afirmaron después que el aparato alcanzó a volar sin hélices río abajo unos 300 metros antes de estrellarse, trescientos metros antes de morir ¿10, 20 segundos? Hoy puedo recordar sus nombres: Raúl, Armando, Toño, Everardo. Eran todavía jóvenes, la muerte los sorprendió en sus labores, como lo quería Ovidio. De regreso de mis paseos mañaneros por la avenida Universidad me encuentro todos los días a Álvaro Mutis a la entrada de una librería: en un rincón detrás de un cristal atisba a los transeúntes con su leve mirada. Si no fuera porque es la entrada a una librería, uno podría pensar que alguien lo olvidó en ese rincón para que siguiera en la vida. Ahí está su imagen, su rostro con ojos traviesos, bigote claro, su sonrisa curiosa mirando pasar las cosas del mundo. La gente deambula a su lado, mira la foto, sigue de largo. Cada vez que camino por la avenida me quedo ahí al lado unos segundos, pienso en Amirbar, en Abdul Bashur soñador de navíos, en el errante Maqroll el Gaviero que valoraba la amistad y descreía de todo. Pienso y camino. Paseo y miro, fisgoneo y contemplo, medito y oteo, pienso y recuerdo. Cada nuevo día de la vida es una nueva página que podríamos escribir. Una persona que escribe intenta leer los entresijos de la vida, interpreta los pliegues del mundo, intuye sus misterios, y escribe. Realiza, también, un viaje interior, tanto cuando camina por la calle como cuando se interna en las historias de otros, cuando intenta una introspección, una indagación de sí mismo y traduce todo eso en palabras: escribe. Anda y escribe, y al caminar descubre, tal vez, algunos motivos del ser. Parece nada, pero en realidad lo es todo
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Salvador Díaz Arturo E. García Niño ESTABLECIERON SU SEDE EN XALAPA, A LA QUE LLAMABAN SU “ESTRIDENTÓPOLIS”.
PRIMERA POSTAL
y la lujuria verde de blanco y de carrete pesca con su kodak sirenas de Macksennett ¿Quién tomará el pulso a este corazón infatigable? La luna esquirola se ríe de los focos comunistas y los ojos parpadeantes del peligro avizoran los naufragios En la ruleta del faro he perdido mis diamantes MAS hay miles de cocuyos que rayan los bazares de la noche Mientras se suda a chorros el fastidio hay que sorber cristales de recuerdos
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n 1925 Germán Lizt Arzubide editó en Puebla El pentagrama eléctrico, de Salvador Gallardo (San Luis Potosí, 1883-Aguascalientes, 1981), poemario que incluía diez textos entre los que estaba uno fechado en Veracruz el año enunciado: “Puerto”, que cerraba el libro de escasas treinta y cuatro páginas no numeradas y que a la letra dice: En todos los horarios el tiempo se derrite y en un árbol sonoro ha florecido el sol Plumeros de las palmas que han sacudido el cielo palmeras cimbreantes cocos en erección Zopilotes numismáticos sobre la cruz del campamento Kindergarten de marinos que han mareado el carrusel Los troles se agarran de los cables para que los tranvías jadeantes no se arrojen al mar –¡¡Playa 5 centavos!!– ¡Oh! El vientre acogedor de la B-A-H-I-A preñada de mástiles y adioses Los bañistas cabalgan sobre un mar domesticado
SEGUNDA POSTAL
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n 1927, Ediciones Horizonte (Xalapa, México) publicó Poemas interdictos, de Manuel Maples Arce (Papantla, 1900-Ciudad de México, 1981), poemario que incluyó otro texto igualmente llamado “Puerto”, que a la letra dice:
Llegaron nuestros pasos hasta la borda de la tarde; el Atlántico canta debajo de los muelles y presiento un reflejo de mujeres que sonríen al comercio de los países nuevos. El humo de los barcos desmadeja el paisaje; brumosa travesía florecida de pipas. ¡Oh rubia transeúnte de las zonas marítimas, de pronto eres la imagen movible del acuario! Hay un tráfico ardiente de avenidas frente al hotel abanicado de palmeras. Te asomas por la celosía de las canciones al puerto palpitante de motores y los colores de la lejanía me miran en tus tiernos ojos. Entre las enredaderas venenosas que enmarañan el sueño recojo sus señales amorosas; la dicha nos espera en el alegre verano de sus besos; la arrodilla el océano de caricias, y el piano es una hamaca en la alameda.
El núcleo del grupo estridentista, de izquierda a derecha, Germán List Arzubide, Ramón Alva de la Canal, Manuel Maples Arce, Leopoldo Méndez y Arqueles Vela, Xalapa, Veracruz, 1925
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Mirón El Puerto de Veracruz, 1925
Se reúne la luna allá en los mástiles, y un viento de ceniza me arrebata tu nombre; la navegación agitada de pañuelos y los adioses surcan nuestros pechos, y en la débil memoria de todos estos goces sólo los pétalos de sus estremecimientos perfuman las orillas de la noche.
Gallardo no niega la cruz de su vanguardia y hace referencia a lo cosmopolita, a la modernidad que viene desplazando lo existente para instalarse ya de manera definitiva en el puerto: los medios de transporte como el tranvía, medios de expresión como la fotografía y el cine –Kodak y Mack Sennett–, el turismo cámara en ristre y bañándose en la playa... Pero aún hay rémoras: los zopilotes, muestra de la insalubridad que todavía existe, así como los cocuyos como presencias de la vegetación que resiste al concreto y al asfalto. Es el puerto rompiendo amarras al que los estridentistas, convertidos en vanguardia literaria celebradora y panegirista de la energía eléctrica, de los tranvías y de los cables de luz cruzando las ciudades, vislumbran y proponen con afán. El poema de Maples Arce mantiene los rasgos esenciales presentes en el de Gallardo, pero con el aporte distintivo de la sensibilidad y el background de alguien que ha estado cerca del mar durante gran parte de su vida.
TERCERA POSTAL
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l 25 de julio de 1926, el diario El Dictamen, bajo la cabeza “El Estridentismo, su Pontífice y sus Sacerdotes”, dedica al movimiento tres planas e incluye el poema citado de Gallardo. No se conoce hasta hoy fuente alguna que documente nada más acerca de la presencia del movimiento en la ciudad de Veracruz durante ese año ni en los anteriores o posteriores de la década de los veinte; ni se sabe que hayan participado en sesiones literarias, en tertulias, que hayan impartido conferencias o que hayan tenido seguidores en ese primer territorio libre de la lógica formal que es el puerto de marras. Quizás las tres planas dedicadas por el auto designado “decano de la prensa nacional” a los estridentistas haya sido un hecho que debió sonar a provocación,
aunque de ello no tengamos pruebas, en la ciudad que era de tiempo atrás el coto de Salvador Díaz Mirón, cuestión que los estridentistas supieron de siempre. Esto posiblemente condujo a que optaran por cederle la plaza al enorme poeta cimiento del modernismo y concentrar su actuar en Xalapa, lugar que a fin de cuentas era el centro del poder político y donde se sentían arropados; era su cancha, ahí jugaban en casa, a tal grado que la capital veracruzana era llamada “estridentópolis”. Además, sabido es que el movimiento significaba también una expresión social revulsiva y vanguardista imbricada con el proyecto cultural de Heriberto Jara, en oposición a todo aquello que representaba un Díaz Mirón apoltronado ya en el conservadurismo político.
EL VATE QUE SE BATE
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aples Arce contaría años después en su autobiografía (Soberana juventud, Madrid, Editorial Plenitud, 1967) que durante su labor como diputado se había presentado, contra la costumbre de la época y de los legisladores, desarmado a las sesiones de la Legislatura del Estado, a manera de protesta contra el pistolerismo imperante del cual el autor de Lascas era un conspicuo representante: amante de las armas, broncudo y duelista consuetudinario. Y que, motivado por la agresión de Díaz Mirón a un alumno de la Escuela Preparatoria cuando el poeta era director de la misma –había agredido al estudiante dándole de cachazos con la pistola porque el muchacho, según el agresor, le “había faltado al respeto”–, dirigió un telegrama al presidente del Comité que por esos días le iba a hacer un homenaje al poeta y director del Ilustre Instituto Veracruzano, proponiendo, dice Maples Arce, que se le diera al homenajeado una pistola en premio por sus hazañas de violencia descritas; el homenaje se suspendió. En el puerto y para la segunda mitad de los años veinte, Díaz Mirón veía pasar el tiempo sin interés alguno desde sus setenta y muchos años de edad, ya instalado en el parnaso y en su ahora tradición que alguna vez había sido vanguardia. ¿Más por pertinencia que por respeto, en aras de evitar fricciones y sabedores de que la figura de Díaz Mirón era totémica en el puerto, los estridentistas de-
cidieron ir ahí sólo como visitantes que hacían turismo, sin desarrollar ninguna actividad pública no por falta de ganas, sino porque el vate aún tenía mucha fuerza política en la ciudad? No sabemos. Podemos aventurar, esto sí, que la versión del poeta del puerto dada a sus correligionarios y compañeros de tertulia en la cantina/café al aire libre del Hotel Diligencias en torno al homenaje fallido, seguramente no incluía el hecho de que los estridentistas, o mejor dicho Maples Arce, se habían opuesto a que se le galardonara; y seguiría de tarde en tarde asistiendo a tomar la copa en el portal del hotel, luego de caminar las cuatro cuadras y media que había entre su casa –ubicada en Ignacio Zaragoza, entre Esteban Morales y Mariano Arista– y el lugar de la reunión cotidiana, siendo ya parte integrante y dato del paisaje citadino que atraía las miradas de quienes iban también de tarde en tarde, y especialmente los domingos, “a caminar por Principal”, como se decía entonces y continuó diciéndose muchas décadas más hacia adelante, tal cual lo recordaba ya viejo un por entonces niño: Uno sabía que parte del castigo por haber hecho alguna travesura, por ser grosero, por sacar malas calificaciones… ¡vamos, por haberse portado mal!, incluía a fuerzas que no lo llevaran a caminar por Principal. Y uno se daba cuenta del tamaño de la falta cometida por el tiempo en que sólo caminaba por 5 de Mayo o Madero o cualquier otra calle del centro. Es que caminar por Principal era motivo de alegría, porque veías los aparadores y en una de ésas hasta te compraban algo, cualquier cosa, ya fueran golosinas o panes en el café de chinos o mantecados o volovanes al medio día o veías sentado en el Hotel Diligencias al poeta Díaz Mirón. Pero todo eso sólo podía hacerse caminando por Principal y, claro, si uno no estaba castigado. (Joel Rodríguez Saborido , Entrevista, 1981.)
¿Lo verían también alguna tarde ahí sentado, copa en ristre y pontificando en corro, Manuel Maples Arce y Salvador Gallardo al transitar Principal, antes o después de haber escrito sus respectivos “Puerto”? Sólo sabemos hasta hoy que no sabemos sí así fue, como no sabemos el porqué de la ausencia de los estridentistas en El Puerto, el único del mundo según los porteños, porque los demás, dicen, son simples y pinchurrientos embarcaderos.
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Xabier F. Coronado
LA NOVELISTA VIETNAMITA PARTICIPÓ EN LA RESISTENCIA FRANCESA. VEÍA A LA ESCRITURA COMO LA VIDA MISMA.
Margu
Dura
palabras de música e im
Fuente: wikiwand.com/ CC BY-SA 3.0
No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo. Escribir es lo
C
único que llenaba mi vida y que la hechizaba. Lo he hecho. La escritura nunca me ha abandonado. Marguerite Duras, Écrire
ada escritor tiene una manera propia de entender su trabajo. Hay quienes llegan a la literatura para contar historias repetidas a las que trasmiten un estilo más o menos personal. Se conforman con seguir las rutas trazadas que recorren el mundo literario, autopistas de peaje donde el autor deja parte de sus ideas y proyectos originales en la caseta de cobro. Estos escritores se convierten en asalariados de la literatura, escriben para vivir, realizan un trabajo que sigue patrones establecidos con el objetivo de venderlo a editoriales comerciales que rara vez se arriesgan con planteamientos literarios que no aseguren beneficios. Por otro lado, están los autores que no se conforman con recorrer carreteras transitadas, creadores inquietos que abren brechas hacia territorios desconocidos. Apuestan por la literatura de exploración, de riesgo, y asumen el rechazo editorial o la incomprensión del público. Son pocos los escritores que viven para escribir, entregándose incondicionalmente a su trabajo; entre ellos es-
tán, sin duda, los que contribuyen al desarrollo de la literatura. En la segunda mitad del pasado siglo, Marguerite Duras recorrió casi todos los caminos literarios. Se dejó poseer por la escritura, dedicándose a ella sin reservas. El resultado fue una obra que desbordó los cauces literarios habituales. En uno de sus últimos libros, que recopila textos y entrevistas, reflexiona sobre el oficio de escribir y afirma que muchos libros que se publican no son libres ni originales, “son libros cautivos, estandarizados, ordenados, una alegoría que recuerda al amo bienpensante, recto, convencional y acartonado.” (Escribir, 1993.) Marguerite Duras comentaba lo fácil que sería para ella escribir con el estilo de sus primeros libros y contar historias que se entiendan sin esfuerzo. Pero la autora decidió tomar el camino difícil, aventurarse con sus propios personajes por territorios desconocidos, estableciendo una nueva ruta en el mapa literario. A pesar de que alcanzó el éxito con una de sus novelas, el conjunto de su obra, una propuesta multidisciplinar donde se fusiona la palabra escrita con la imagen y el so nido, aún no ha sido comprendida ni valorada en toda su dimensión.
VIVIR PARA ESCRIBIR Toda mi vida he escrito./ Como una imbécil, lo he hecho/. No está mal que haya sido así./ Nunca fui pretenciosa./ Escribir toda la vida, enseña a escribir. Aunque eso no salva de nada. Marguerite Duras, C’est tout
Con Jean-Luc Godard
M
arguerite Donnadieu Legrand nació en 1914 en Gia Dinh, pueblo cercano a Saigón, capital de la antigua colonia francesa de Indochina, hoy Vietnam. Fue la tercera hija de un matrimonio de profesores, antes habían nacido Pierre, en 1909 y Paul, en 1912. Su padre murió cuando ella tenía siete años. A partir de 1925, su madre dirige una escuela en Sa Déc, una pequeña ciudad en el delta del río Mekong, donde Marguerite recibe educación escolar elemental hasta la preparatoria que cursa interna en un colegio de Saigón. En 1932 viaja a Francia para poder acceder a una enseñanza universitaria. En la Sorbona estudió Matemáticas, Derecho y Ciencias Políticas; trabajó como secretaria en el Ministerio de Colonias de 1935 a 1941. Su primer libro fue escrito en ese período, un volumen de propaganda oficial, L’Empire Français (1940), realizado en colaboración con Philippe Roques. Ambos trabajaban en la Agencia General de Colonias y la obra fue encargada por el ministerio con el propósito esencial de “enseñar a los franceses que poseen en ultramar un inmenso dominio”. Es el único libro que Marguerite y Antonioni
Marguerite Donnadieu firmó con su nombre auténtico y se ha convertido en una obra oculta que no se incluye en su bibliografía. Se trata de un texto de difícil justificación que sólo puede explicarse en términos de inmadurez y sentido del deber profesional mal entendido. Poco después escribe sus primeras novelas: Los impudentes (1943), La vida tranquila (1944) y Un dique en el Pacífico (1950), esta última es lectura obligada para quien quiera estudiar su evolución como escritora. Es un texto donde ya aparecen explícitos los ejes temáticos que desarrollará a lo largo de su carrera literaria, casi todos derivados de las propias vivencias de la autora: relaciones familiares y amorosas, conciencia de la feminidad, la pasión y el placer. Duras participa en la Resistencia francesa, responsabilidad que le crea una conciencia política. Al final de la guerra escribe un intenso diario, El dolor, que estuvo perdido durante años y será publicado hasta 1985; “el dolor ha sido una de las cosas más importantes de mi vida”. Sus siguientes novelas: El marinero de Gibraltar (1952); Los caballitos de Tarquinia (1953) y El Square (1955), se centran en las relaciones de pareja. Con la publicación de Moderato cantabile (1958) emprende un camino literario muy personal que evoluciona hacia el teatro y el cine. A partir de entonces se suceden interesantes novelas –La tarde de m . Andesmas (1960), El arrebato de Lol v. Stein (1964), El vicecónsul (1966–; obras de teatro –L’ Eden cinéma (1977), Savannah Bay (1984–; guiones cinematográficos y adaptaciones dramáticas o fílmicas de sus textos. Entre ellos destaca India Song, publicado en 1973 con el subtítulo, “Texto/Teatro/Film”; un experimento literario concebido como teatro que llevó al cine en 1975: “Primero vi el teatro de India Song y después escribí el libro. Luego la visión fue remplazada por las páginas enfrentadas de la escritura misma, y después, cuando hice la película, todo fue barrido.” Un trabajo intergenérico que su autora comparaba con una composición musical en tres tiempos: “Es un moderato cantabile al comienzo, sin juegos de palabras, luego un vivace en el medio y al final un andante interminable.” La obra literaria de Marguerite Duras reúne casi treinta novelas, una docena de textos teatrales –su trayectoria dramática fue premiada en 1983 por L’ Academie Française–, libros de relatos y ensayos diversos. Sus trabajos cinematográficos son una faceta importante de su obra: escribió y publicó numerosos guiones, entre ellos Hiroshima, mon amour (1958), película realizada por Alain Resnais, y dirigió una veintena de cintas de largo y cortometraje. Entre ellas: La música (1967); Nathalie Granger (1972), que fue el debut de Gerard Depardieu en el cine; El camión (1977), que protagonizan Depardieu y la propia m . Duras; y Los niños (1985), su última película. La biografía más completa sobre la autora es de Laure Adler (Marguerite Duras, 1998), que recopila datos
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Abajo; con Gerard Depardieu revisando el guión de El camión,1977
aparecidos en estudios anteriores y aporta documentación inédita, una buena guía para conocer su trabajo creativo. Aunque a nivel literario es ubicada dentro del nouveau roman y en cine incluida en la Nouvelle vague, la obra de Marguerite Duras es muy personal, independiente de estos movimientos a pesar de haber trabajado con escritores y realizadores cinematográficos de su época. Tampoco se posicionó en la línea del feminismo militante del Mouvement de Libération des Femmes ( mLF ), liderado por Simone de Beauvoir, pero fue asidua colaboradora de la revista femenina de vanguardia Sorcières y amiga de Xavière Gauthier y Michelle Porte, que publicaron interesantes libros de conversaciones con ella (Les parleuses, 1974; Les lieux de Marguerite Duras, 1977). Duras se sintió atraída por el periodismo, que para ella significaba “escribir en el acto. No esperar”. Publicó numerosos artículos y reportajes en periódicos y revistas (France-Observateur, Vogue, Libération, Cahiers du Cinéma, etcétera), que reflejan su pensamiento progresista y solidario. Algunos fueron recopilados en varios volúmenes: L’ eté 80 (1980), Outside (1984) y Le monde extérieur (1993). En 1988 se publica El amante, novela donde la autora retoma sus vivencias en Indochina, un libro que la hace mundialmente conocida: se vendieron millones de ejemplares en cuarenta idiomas diferentes. Marguerite Duras vivió para entregarse con pasión a la escritura y dejó una obra amplia y diversa de interés indiscutible: fue la escritora más leída, traducida y comentada de la segunda mitad del pasado siglo.
LITERATURA Y CINE Es un libro./ Es una película./ Es la noche./ La voz que aquí habla es, escrita, la del libro./ Voz ciega. Sin rostro./ Silenciosa. Marguerite Duras, El amante de la China del Norte
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o es sencillo escribir sobre la obra de Marguerite Duras debido a la complejidad formal de una labor creativa que asocia géneros y artes. En sus libros, novela, poesía y teatro se
“El dolor ha sido una de las cosas más importantes de mi vida”. funden para hibridarse con el guión cinematográfico, un tipo de textos que en Francia fue denominado, ciné-roman. Aunque nunca regresó a Indochina, la antigua colonia francesa está presente en su obra como espacio habitual donde se desarrollan las historias que escribe. En ellas, personajes atípicos se relacionan en ambientes donde confluyen el exotismo profundo y la angustiosa inquietud existencial en lucha con la muerte, la memoria y el olvido. Sus libros tratan a veces sobre los mismos personajes y relatan la historia desde varios puntos de vista. Las novelas de tintes autobiográficos derivan unas de otras y los miembros de su familia son encarnados por diferentes protagonistas. El amor y las maneras de entregarse, mental y físicamente, a la persona amada es su principal obsesión. En sus textos invierte los roles de la relación hombre/mujer; rompe con el concepto tradicional de pareja y trata abiertamente temas como la homosexualidad, el incesto o la infidelidad; también subraya la influencia posterior que las relaciones familiares ejercen en la vida de las personas. La raíz que nutre y mueve sus historias es la pasión. Duras sintió desde muy joven el deseo de vivir con libertad su feminidad: “Morales de orden diverso llenaban ya mi espíritu de confusión.” La condición femenina fue el fundamento de una obra
donde las mujeres tienen el protagonismo y la palabra para manifestar sus sentimientos y frustraciones. En sus historias la naturaleza, en especial el agua, crea atmósferas donde los personajes viven bajo esa constante influencia. En los títulos y páginas de sus libros se repiten nombres de mares y ríos: Pacífico, Atlántico, Ganges, Mekong, Loira: “Miro el río y no consigo apartar los ojos del agua. No pienso en nada, en nada. Qué orden.” Margarite Duras poseía un corazón inquieto, ávido por experimentar, que necesitaba entender la razón de sus latidos y sólo se calmaba al realizar el acto genuino de crear. Escribir fue la solución para comprender lo que sentía; para ella no hay vida sin escritura porque la escritura es la vida. Sobre las relaciones entre su obra y su experiencia vital se han escrito muchos trabajos. También hay análisis psicológicos de su escritura realizados por Julia Kristeva y Jacques Lacan. Los textos de m. Duras se liberan de lo racional o normativo y renuncian a la construcción gramatical obligada. La puntuación es libre; el fraseo, corto y sencillo, reiterado, aislado por comas o unido por nexos copulativos. La repetición de palabras crea esquemas rítmicos que producen efectos sonoros y en muchos libros el discurso narrativo se integra en forma de versos. Una característica de su estilo es la preponderancia del diálogo. Sus obras se fueron acercando al género dramático y al guión cinematográfico, una transformación que dio lugar a un tipo de textos que no encajaban en la clasificación literaria acostumbrada y fueron llevados a la escena teatral o al cine. La propuesta fílmica de Marguerite Duras, como realizadora y guionista, es una manera particular de vincular imagen, palabra y concepción espaciotemporal, consecuencia de la búsqueda de nuevas formas de expresión y estructura. A pesar de los diálogos continuos, sus obras se nutren de silencios que marcan la angustia de los personajes ante la imposibilidad de transmitir con palabras lo que sienten. Los textos se van haciendo más enigmáticos y ambiguos, más líricos, con voces múltiples y finales abiertos, particularidades que obligan al lector a reflexionar para poder entender las historias y los personajes creados por ella. La obra de Marguerite Duras es controvertida, provoca interrogantes y suscita debates en críticos y lectores. Para penetrar la complejidad formal de sus creaciones es necesario enfocar el mundo emocional que las envuelve, pues la autora somete la palabra dentro de esquemas creados para expresar la complejidad de los sentimientos. La aportación de Marguerite Duras a la literatura contemporánea es una obra original, libre y progresiva, que trasciende el concepto formal de género e impregna la escritura de imágenes y música
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Adiós a
EnriqueFierro José María Espinasa
LA RISA ES EL MEJOR ANTÍDOTO CONTRA TODO, INCLUSO CONTRA LA MUERTE, DIJO ALGUNA VEZ EL POETA URUGUAYO.
En 2002 apareció Mutaciones, 2 (1983-1986), extraño título para un libro que no llegaba a las 50 páginas. La broma inevitable: un volumen delgado para unque cada vez es más frecuente, un escritor gordo. En 2004 la aparición de Queda no deja de sorprendernos cuando –apenas diez páginas más– me hizo pensar en la ocurre la distancia que hay entre ambigüedad o polivalencia de ese título –de su eso que llaman actualidad y la poeuso del lenguaje en general–, pues durante un sía: hace unos días se supo de la tiempo pensé en la voz en el estudio de filmación manera más secreta de la muerte de Enrique Fieque señala a la toma que se usará cuando el director rro, el poeta uruguayo que vivió en nuestro país grita: “queda”. Pero con el tiempo se me fueron impounos años, y donde dejó sembrados amistades y liniendo otros sentidos de la palabra, el que se usa en bros. Esa manera secreta corresponde con el simatemáticas, sobre todo en la suma, o el químico, de lo lencio inherente a la buena poesía, ésa que él que se precipita en el matraz depurado de la contingenescribió con discreción y humor. Compañero de cia de las impurezas, o hasta del musical, cuando se Ida Vitale, Enrique siempre tuvo un humor desaindica una disminución del volumen. Al revisar la solatado sólo controlado por la sutil ironía que lo hacía pa que escribí para el libro veo que digo casi lo mismo la viva imagen de la carcajada en un susurro. Sus con otras palabras. amigos lo llamaban con cariño el Gordo Fierro, a mí Como dije antes, su poesía era risueña, pero tamme parecía una reiteración innecesaria de su conbién melancólica; transparente pero también misdición física: gordo lo era a ojos vista y era el único teriosa, como él, un enigma que encarnaba su proFierro bueno como el pan. pia respuesta. Cuando años después se publicó Sin embargo, hace apenas unos meses, no muResta (2010), que ya tenía un buen grosor, volví a la cho más de dos años, cuando vino a México para idea matemática y acabé pensando que ambas participar en el homenaje a Octavio Paz, me enconpalabras eran una manera de decir lo mismo. En tré con él y con Ida, y me sorprendió verlo tan delgavarias ocasiones presenté libros suyos y desarrodo. La mesura con que habló de sus males físicos me llé –mejor: desenvolví– algunas de las reflexiones hizo pensar que era mucho más grave lo que lo aqueque me sugería su poesía, pero siempre quise jaba de lo que él admitía. dedicarle un ensayo de largo aliento. No lo he Su muerte fue anunciada en México, creo, por Guihecho hasta ahora y lo lamento: me habría gusllermo Sheridan. Y pasó inadvertida, pues no pertenece tado que lo leyera. a la actualidad; yo habría seguido hablando de él como a Enrique, como muchos escritores de su gesi estuviera vivo y de pronto sonaría el teléfono anunÁngel Le yv ro. Foto: José er Fi ue q ri En neración, vivió un exilio extraño: ni del todo laciando su presencia en esta ciudad, dispuesto a reír Ida Vitale y boral ni del todo político, pero con connotaciones de ambos elementos; y conversar de poesía, de literatura, de lo que estaba hale asfixiaba un poco el cosmopolitismo aldeano de nuestras ciudades y le asciendo y de sus planes ya nunca cumplidos de volver con Ida a nuestro país. fixiaba también el provincianismo académico de las universidades gringas Enrique es el claro ejemplo de que la risa es el mejor antídoto contra todo, inen las que daba clases. Sin embargo, y lo sé por amigos mutuos, combatía cluso la muerte, pues no puedo sino pensar en él sonriendo (él, y yo también, ambas cosas con valentía y hallaba el tiempo de escribir una poesía fuera del haciéndole segunda, a pesar de la tristeza). Tuve la suerte de editar tres libros tiempo, muy temporal, pero sin contingencias ni deudas con el reloj. suyos, Mutaciones 2, Resta y Queda, en Ediciones sin Nombre, y lo leí una y otra Esa vida de profesor no le impedía viajar –lo disfrutaba a pesar del ajetreo vez en los libros que me regalaba o conseguía por ahí, oscilando entre la que representaba– a México, a España, a Uruguay, casi siempre con Ida, y gracia que me hacía esa escritura juguetona, deudora tanto de las vanguardias verse con sus amigos y sus lectores más jóvenes. Resultaba una figura familiar, como del crucigrama, tanto de Mallarmé como del sudoku. con la doble interpretación, de cotidiana –no nos extrañaba verlo entrar de Misteriosa siempre en esa aparente levedad muy propia de un gordo, de pronto por la puerta del café– y ligada por el parentesco, pues era un maestro un serafín barbado que con los años ganaba en su aspecto de niño travieso, que, más que de figura paterna, ejercía de hermano mayor. cuando pensaba en su poesía me sorprendía que su levedad siempre se me En México, además de Ediciones Sin Nombre, Taller Ditoria, el Fondo de presentara como esencial en mi imagen de la poesía latinoamericana de su Cultura Económica y la Secretaría de Cultura Federal han publicado libros generación –había nacido en 1942–, una lírica siempre a punto de estallar, o suyos; libros que van encontrando sus lectores en el tiempo propio de la mejor, ya ocurrida la explosión, hecha de las esquirlas encontradas en el párapoesía, esa demora que le sienta bien, como mandada a hacer, a la buena limo del sinsentido, milagrosamente transformadas en amuletos contra la soteratura. lemnidad del desencanto. Por eso pienso, ahora que ha muerto: no se ha dado la noticia, no pertenece Enrique tomaba con sabiduría oriental –deudora a la vez de Juan Carlos a la actualidad, pero tampoco a la realidad; entrará por la puerta y contará un Onetti y de los chinos– la mala distribución de la editorial y se ponía feliz sabroso chisme o nos dirá que acaba de descubrir, él que lo sabía todo, pero cuando le llevaba ejemplares para que regalara a sus amigos: la poesía era disimulaba, a un nuevo poeta del barroco. Y algo nos sugerirá que en realipara él un regalo. dad se ha descubierto a sí mismo. Y lo releeremos y sabremos que tenía razón, El juego y el extremo formalismo de sus poemas anticiparon, sin el barroque no es un fantasma quismo, algunas de las búsquedas de la poesía en español de los últimos años.
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A Ida Vitale, con todo el cariño del mundo
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LEER
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Pedagogía de la indignación, Paulo Freire, Siglo xxi Editores, México, 2016.
LA EDUCACIÓN COMO LIBERTAD RICARDO GUZMÁN WOLFFER
L
a celebridad de Paulo Freire (Brasil, 19211997) se explica fácilmente con la lectura de este libro póstumo donde se recopilan sus cartas. Temas recurrentes en su obra son presentados bajo nuevos enfoques: la libertad personal frente al sistema; la necesidad de educar desde la familia, no sólo desde la escuela; la alfabetización como herramienta para salir de la miseria, tanto económica como espiritual o de conciencia; la esperanza puesta en la educación; la utopía al alcance del individuo y de la sociedad. El discurso de Freire tiene varios niveles, de ahí su riqueza. Una de las premisas conceptuales del texto es que la realidad no es inmutable, que todos la podemos cambiar, pero para eso es necesario tener conciencia de nuestro papel histórico, como objeto de la historia pero también como sujeto de la misma, con la posibilidad de modificar para bien cuanto nos rodea. Esto abre a las clases menos protegidas la opción de participar en los debates por un proyecto de mundo. En un país con la lastimosa condición educativa, donde decenas de millones de mexicanos viven en condiciones de pobreza extrema, establecer la importancia de una verdadera educación es la diferencia entre continuar con la inercia de un país perdido en muchas áreas (como la propia pobreza, para no ir más lejos) y obtener nuevos caminos para mejorarlo. Freire inicia con la educación familiar. Las nuevas tendencias “educativas”, donde se impone a los padres la tarea de ofrecer una libertad permisiva que, apunta Freire, termina por ser una imposibilidad para el desarrollo del niño, ante la falta de límites que le muestren su propio camino escogido en esa libertad de conciencia. Los extremos son perniciosos: ni la permisividad ni el autoritarismo. Pero eso debe partir del ejemplo de los padres. ¿Cómo predicar la libertad o la fe, si se actúa totalmente al contrario? La importancia de los padres, explica Freire, es llevar a los hijos a la reflexión sobre los pasos de los progenitores para permitirles ver la coherencia entre lo dicho y los hechos. Una práctica cotidiana de lo moral, no del moralismo. El libro se extiende a la educación formativa, no de entrenamiento, y llega hasta la alfabetización de adultos para permitirles concientizar su situación en un contexto histórico amplio para comprender tanto que los pobres no son culpables de su situación, como la posibilidad de valorar su
situación y comprender, punto fundamental del discurso de Freire, que la realidad se puede modificar, que la necedad en sufrir la inmutabilidad del sistema, además de impuesta por los grupos del poder, es falsa. Busca en muchos campos la dialéctica entre la “lectura del mundo” y la “lectura de la palabra”. Establece las posibilidades de la educación televisiva, pero advierte, como bien sabemos en México, sobre los mensajes, a veces abiertos, a veces ocultos: impone la mirada crítica ante los medios de comunicación. Un texto para reafirmar la grandeza de Freire como educador, pero también como visionario de una sociedad mejorable a partir del esfuerzo individual • Pedagogía de los sueños posibles. Por qué docentes y alumnos necesitan reinventarse en cada momento de la historia, Paulo Freire, Siglo xxi, Argentina, 2015.
PEDAGOGÍA Y UTOPÍA GERMÁN IVÁN MARTÍNEZ
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ublicada originalmente en 2001 por la editorial Paz e Terra, la Pedagogía de los sueños posibles de Paulo Freire recoge testimonios, ensayos, entrevistas, cartas, diálogos y conferencias del educador brasileño. Esta obra, reeditada en 2014, pudo un año más tarde aparecer en español gracias a la traducción de Teresa Arijón y la filial Siglo xxi Editores Argentina. En ella, “Paulo nos invita a soñar, a osar y a luchar. A soñar sueños posibles. A osar hacer posibles los sueños imposibles de hoy. A luchar siempre por concretar los sueños de transformación hacia un mundo mejor y más justo”. Sueños educativos y, por eso mismo, políticos, éticos, estéticos, utópicos… En el prefacio, Ana Lúcia Souza de Freitas subraya que el sueño no es una idealización ingenua sino el producto de una reflexión crítica que realiza dos tareas simultáneas: denunciar una realidad opresora y excluyente; y anunciar posibilidades de liberación y democratización. Por ello la obra abona a la reinvención de la educación y torna posible lo imposible. Freire está convencido de que marginación, pobreza, analfabetismo, desempleo, y otros tantos problemas, no son realidades inevitables a las que el ser humano tenga que adaptarse; son condiciones que pueden (y deben) transformarse. Por ello insiste en que la educación es un hacer y quehacer cultural e histórico, e instiga a concebirlo dentro una trama más amplia, donde diversas trabas (hambre, violencia, racismo, sexismo, guerras, etcétera) son interdependientes y se hallan correlacionadas. Freire sugiere re-ver el quehacer educativo para romper con una educación alejada de la
En nuestro próximo número
vida, magistrocéntrica, libresca, impulsora de la pasividad y la obediencia. Sabe que, además de ser un acto gnoseológico, la educación es un acto ético, político y estético. Reconoce igualmente que el futuro es problemático y que no puede haber existencia sin lucha y sin esperanza. Por ello escribe: “todo mañana que se piense y para cuya realización se luche implica necesariamente sueños y utopía. No hay mañana sin proyecto, sin sueños, sin utopía, sin esperanza, sin el trabajo de creación y desarrollo de posibilidades que viabilicen su concreción”. En la perspectiva freireana, la esperanza no es una añoranza estéril sino una necesidad ontológica que se ancla en la práctica y puede enseñarse. Freire no separa el sueño de la esperanza y la utopía porque gracias a ellos es posible crear y re c re a r e l m u n d o , s i g n i f i c a r l o y resignificarlo. Siempre estuvo consciente de que cambiar es difícil pero posible, y de que el mundo no es sino que está siendo. Para él resulta impensable entonces existir en el mundo sin tener en mente el mañana. Por ello, respecto a la construcción de la escuela democrática, precisó que “es un sueño por el que debemos luchar todas y todos los que apostamos a la seriedad, la libertad, la creatividad y la alegría dentro y fuera de la escuela”. Pero advirtió que es necesario entender la educación como formación y no como entrenamiento, por lo que pugnó por la preparación permanente del profesorado. Ésta, decía, no ha de ser tan sólo profesional, científica y técnica, debe ser ética y política; y como consecuencia, utópica y esperanzadora. Para el educador brasileño, no se puede hacer nada sin decisión política; pero tampoco podemos iniciar a hacer algo sin claridad política. De ahí su crítica a la ideología que cubre la realidad o la enmascara. Freire estaba convencido de que la ideología enturbia la realidad y nos vuelve miopes cuando no ciegos. Por ello cuestiona el discurso neoliberal y postmoderno, que afirma que la educación es una prioridad sin que ésta se traduzca en presupuesto para las escuelas y mejores salarios para el magisterio. Discurso fatalista y desesperanzado que mengua la capacidad de organización de los docentes y los obliga a cruzar los brazos en señal de impotencia. Bajo su óptica, es necesario oponer al desánimo pedagógico una pedagogía de la indignación y de la esperanza; que se contraponga a la enseñanza tradicional, empecinada en la transferencia del conocimiento. Es necesario, entonces, capacitar a los maestros para que sean “educadores de su tiempo, a la altura de su tiempo”. Paulo sugiere una formación eficaz, una actualización permanente y una claridad política indispensable por parte de los educadores para reflexionar, analizar y transformar su práctica •
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CUBA CUENTA: los nuevos narradores de la Isla Textos de Ana Fernanda Aguilar, Iris Dávila, Esther Díaz, José Ángel Leyva y Gustavo Ogarrio
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Naief Yehya
Agustín Ramos
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RAULIO, EL SACERDOTE CASADO. Fragmentos de identidad recuperada, El santo don Patricio y otros demonios y la novela Hijo de hombre, son tres libros de ficción que presentan situaciones problemáticas relativas a la moral derivada de las prácticas cristianas. Todos, empero, plantean cuestionamientos que trascienden el ámbito religioso e inciden en convicciones, valores y actos del lector, creyente o no. Pero los plantean con diferentes grados de apego a la realidad-real. En Hijo de hombre, Miguel Ángel Hernández Acosta elige un género que le permite un distanciamiento literariamente eficaz, maduro, para presentar el dra-
ma de un protagonista cuya herencia es el oficio de pastor religioso. En este caso, la ficción pura se despliega para exponer el drama de quien enfrenta el dilema de asumir o no una vocación impuesta por las circunstancias. El polígrafo y académico David Alberto Muñoz hace pesar, con la levedad que propone Calvino, sus preocupaciones espirituales. Aunque hablar de peso y preocupaciones es impropio ante el tono lúdico, aparentemente desenfadado, que predomina en El santo don Patricio y otros demonios, un libro donde las preguntas a los dogmas y prejuicios se formulan con el aguijón de la ironía, al modo del Retrato del ar tista adolescente. Muñoz seduce con textos breves sin ceñirse al género cuentístico sino, más bien, amparándose en la libertad que da unidad a un volumen donde “el santo don Patricio” es uno más entre “otros demonios”. Así, si hubiera que encajonar en un género los cuarenta y dos textos, éste género sería el de “demonios”, tanto en su significado actual como en su etimología de “pequeñas divinidades”. Porque la materia prima es el goce vital (alegría, rebeldía, curiosidad, incertidumbre) de personajes profundos y verosímiles que habitan este mundo, equilibrando sutilmente el erotismo, la nostalgia y la reflexión sobre la muerte, el amor y la futilización y utilización de la fe. El autor mencionado en segundo término, entonces, no elude incurrir en disquisiciones filosóficas y subrayados morales, como tampoco evita transparentar el carácter autobiográfico de algunos textos e, incluso, acude a este carácter para entrar a fondo en los problema existenciales de la fidelidad, la paternidad y el sustento social de lo culpígeno (por ejemplo, dos textos ajenos entre sí, “La llamada” y “¿Qué estaban haciendo?”, ocurren en un mismo espacio, la Escuela Secundaria Sara Alarcón). En cambio el tercer libro, Braulio, el sacerdote casado. Fragmentos de identidad recuperada, escrito por Ramón Jiménez López y Arturo Ramos Ortiz, es punto menos que testimonial y mucho más que una denuncia. Al principio se alude veladamente al origen posible de perversiones características de muchos clérigos. Adelante se lanzan dardos directos contra el celibato impuesto:“Ustedes [conocen las consecuencias mejor que nadie porque] tienen en sus manos los expedien-
#MiPrimerAcoso I LREDEDOR DE LA MITAD de la humanidad padece discriminación, desigualdad y violencia debido a su género. El acoso sexual contra mujeres y niñas es una pandemia. Cualquiera con un mínimo de sensibilidad y decencia lo sabe. No es necesario que la onu lo ratifique ni que los gobiernos más obtusos lo descubran mágicamente. Quienes lo ocultan, lo niegan, lo desconocen o lo ridiculizan son ingenuos o cómplices de una vergüenza planetaria injustificable, de una situación que en el siglo xxi ya debería haber pasado a la historia. A menudo pen-
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samos que en las últimas décadas hemos avanzado en materia de derechos humanos. Y si bien no hay duda de que ha habido progresos (basta considerar las actitudes insensibles y grotescas hacia las minorías que eran comunes hace sólo treinta años), estamos muy lejos de una situación aceptable de igualdad entre los géneros. ii
David Alberto Muñoz
tes, han juzgado los casos. Las consecuencias son hipocresía, doble moral, pederastia, alcoholismo.”Y al final salta la acusación contra un freno establecido en el siglo xii, freno cruel “que ni San Pablo ni el mismo Cristo quiso imponer…” Empero, el peso de la narración no está en los alegatos. Tampoco en las meditaciones sobre “la gran desilusión, al ver las ventanas abiertas por el papa Juan, ahora cerradas, con una sonrisa seductora y un guiño de ojo al mundo, por Juan Pablo ii”. Ni siquiera en la revelación de que entre la castración y la traición al celibato “¡Sí hay una tercera salida: el sacerdote casado!” Tal revelación aparece en un apunte inicial, cuando el protagonista propugna un catolicismo “centrado no en la divinidad de Jesús sino en su humanidad”. Porque “Dios no nos necesita, el hombre sí”. Y, sobre todo, porque el sentido de la encarnación radica para estos autores tanto en el alma como en el cuerpo. En una palabra, se debe y se necesita amar en y con todos los sentidos. “Para muchos el celibato –dicen citando a alguien– es una fábrica de lunáticos… A los que están cogidos en esa trampa yo les aconsejo que se liberen.” Eso es el mensaje más fulminante, si hay alguno, en la encarnación de Cristo tal como la asumen tres narradores que se apartan de los temas de moda y reinciden en la tradición de Mauriac, Bloy, Shaw, Böll, Bernanos, O’Connor, Green y de nuestro Vicente Leñero, cuya obra toda, leída en clave religiosa, presenta una militancia audaz y desolada desde dentro y en contra de su fe •
Con la caída de la Unión Soviética y el fin de la Guerra fría, a finales de la década de los ochenta, se anunciaba el umbral de un tiempo de “pequeñas luchas”, de reivindicaciones pendientes que habían sido ignoradas en una era de conflictos ideológicos: igualdad, ecología, comercio justo y descolonización. Ese tiempo coincide con los albores de la era de internet, que entre muchas otras cosas dio lugar a las plataformas donde tiene lugar una multiplicidad de diálogos heterodoxos que se caracterizan por la horizontalidad de las comunicaciones y la desaparición de hegemonías convencionales. Millones de voces comenzaron a hacerse escuchar dando por fin oportunidad a discursos marginales. Con la aparición de las redes sociales, las minorías adquirieron una presencia sin precedente. Esta sacudida a los monopolios dominantes en los medios de comunicación implicó una transformación social y cultural inmensa que ha tenido y seguirá teniendo repercusiones enormes. La cacofonía de intervenciones en el ciberespacio ha hecho visibles a numerosos grupos marginales y ha obligado a muchos a considerar las injusticias que padecen quienes son objeto de estigmatización, desprecio sistemático e institucionalizado. Es imposible evaluar de manera concluyente cuánta gente ha sido transformada o ha cambiado de opinión respecto a los estereotipos de género por leer o participar en los espacios de discusión en línea, pero podemos intuir que muchos lo han hecho. Lamentablemente, a pesar de esta multitud de espacios y foros, la inercia social demuestra que las cosas en el fondo no han cambiado tanto; que las mujeres, la comunidad lgbt, los indígenas y otras minorías siguen siendo discriminados y en gran medida considerados ciudadanos de segunda clase. iii
Para muchos fue una sorpresa leer en abril pasado en Facebook, Twitter y otras redes las confesiones que hicieron miles de mujeres bajo el hashtag “Mi primer acoso”, el cual fue concebido por Catalina Ruiz-Navarro y Estefanía Vela, quienes sólo lanzaron las preguntas: ¿Cuándo y cómo fue tu primer acoso? El hashtag se volvió viral y generó una cantidad fabulosa de respuestas.
Los testimonios generaban frustración, ira y dolor. Si bien buena parte de lo que se contaba en ellos eran situaciones de acoso, traumáticas sin duda, otros eran auténticos crímenes sexuales (por lo menos el 40.4 por ciento de acuerdo con una muestra evaluada por Distintas Latitudes) que quedaron impunes. iv
La respuesta fue muy variada, pero junto a las muestras de solidaridad, de congoja y reconocimientos de culpa, hubo una gran cantidad de lectores que ni siquiera consideraba que las acciones descritas por las víctimas del acoso fueran ofensivas. Algunos seguían creyendo que lo que las participantes llamaban acoso era casi una forma de elogio a las mujeres, quienes deberían sentirse agradecidas de llamar la atención. Una gran cantidad de comentarios reflejaban indiferencia, burla, o bien revelaban actitudes defensivas. No fueron pocos los que acusaron a quienes ofrecían sus historias de “explotar su condición femenina”, de victimizarse para llamar la atención. Por supuesto, no faltaron los y las que no perdieron la oportunidad de culpar a las víctimas por la ropa que usaban, su maquillaje o sus actitudes. Así llovieron insultos y condescendencia de parte de hombres y de mujeres en contra de cualquiera que se dijera feminista. v
Si algo aprendimos de #MiPrimerAcoso fue que en la era digital el machismo y la misoginia siguen vivos y robustos, aunque ligeramente ocultos y agazapados. También fue importante reconocer que el acoso sigue sin respetar edades ni clases sociales, que sucede en una gran cantidad de casos a niñas prepúberes (a partir de seis años) y que así como viene de desconocidos, muchas veces se debe a familiares, amigos y novios. Sería una terrible decepción que las valientes palabras de estas mujeres, que lograron superar la vergüenza y contar sucesos particularmente humillantes y dolorosos, no tuvieran impacto ni transformaran a nuestra sociedad •
JORNADA VIRTUAL
Militancia, (ii y última)
TOMAR LA PALABRA
naief.yehya@gmail.com
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........ ARTE Y PENSAMIENTO
Jornada Semanal • Número 1110 • 12 de junio de 2016
Alonso Arreola @LabAlonso
Paul Westheim: historiador del arte mexicano In memoriam Felipe Solís Olguín
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AUL WESTHEIM ES UNA figura fundamental y fundacional en la historia del arte mexicano. Nacido en Eschwege, Alemania, en 1886, estudió Historia del Arte en la Escuela Superior Técnica de Dormstadt y en la Universidad de Berlín, y fue ferviente seguidor de las teorías de Wilhelm Worringer, Alois Riegl y Heinrich Wölfflin. Su desarrollo intelectual se dio en el ámbito de la República de Weimar, cuando dirigió, entre 1917 y 1933, dos importantes revistas de arte: Das
Kunstblatt y Die Schaffenden, en las que destacó por sus aportaciones críticas sobre las artes plásticas europeas de su tiempo, en especial por su defensa del expresionismo alemán. Tras la ocupación nazi huye a París, donde reside de 1933 a 1941 y participa en la segunda guerra mundial del lado de los Aliados. En 1941 decide emigrar a América y elige México como su segunda patria. Westheim se enamoró de nuestro país y de nuestra cultura, y de inmediato se integró al medio intelectual y artístico que en esos años vivía una gran ebullición. A su intensa labor crítica plasmada en periódicos y a su amplia bibliografía debemos los fundamentos de lo que significó una nueva visión estética del arte prehispánico y moderno. El Museo de Arte Moderno ( mam ) le rinde merecido homenaje con la exposición titulada Paul Westheim. El sentido de la forma, un recorrido visual por la trayectoria intelectual de este eminente historiador a través de pinturas, esculturas, fotografías y grabados de creadores mexicanos y extranjeros. Se presenta también una selección de piezas prehispánicas de la Colección Stavenhagen y una muestra documental de sus publicaciones. A su llegada a México, Westheim encuentra un medio cultural en efervescencia en el que las artes plásticas jugaban un papel crucial. Fue testigo y cronista del devenir de la pintura y escultura de la generación del muralismo, pero también se ocupó de los artistas que comenzaban a despuntar en esos años. Desde su llegada se apasionó por el mundo prehispánico y publicó un artículo sobre los tejidos indígenas (Textile Art in Ancient Mexico, 1948). Dos años más tarde apareció su libro Arte Antiguo de México, obra hoy clásica, en la que explora “ un primer intento de llegar a una estética del arte precortesiano […] partiendo del concepto que el hombre de pensamiento mágico se formaba en la naturaleza”. Para Westheim, el quehacer artístico del
hombre mesoamericano se asocia a un modo de descifrar la naturaleza, la existencia humana, el poder de las fuerzas sobrenaturales. A partir de este estudio, se inicia la publicación sistemática de sus interpretaciones del arte prehispánico visto a través de una concepción filosófica. Se sirve de la estética kantiana y retoma la obra Lo santo, de Rudolf Otto, para aplicar a las culturas antiguas la idea de “tremendo”. Así, sostiene que “el hombre del México prehispánico, arraigado en el mito, impregnado de éste, recurre al mito para interpretar lo que ve. Ve a través del mito. Al pensamiento mítico le corresponde un ver mítico: un ver que descubre en todo fenómeno un sentido mítico”. Una de sus conclusiones reside en que “en el mundo del pensamiento mágico-mítico la obra de arte no es objeto de la vivencia estética, destinado a ‘depurar las pasiones’: es vehículo de energías propias para enardecer la pasión religiosa”. Hoy en día es considerado el precursor de la interpretación estética del arte prehispánico. Su bibliografía sobre el tema es extensa y quizás su obra clave sea Ideas fundamentales del arte prehispánico en México (1957). Paralelo a sus libros, Westheim publicaba ensayos en periódicos mexicanos, particularmente en el suplemento México en la Cultura de Novedades, y en La cultura en México de la revista Siempre! En ellos abordaba temas variopintos, entre ellos la pintura europea de las vanguardias y de su tiempo, la arquitectura antigua y moderna tanto mexicana como internacional, y por supuesto, su visión del arte prehispánico. Paul Westheim volvió a Alemania en 1963 para asistir a la inauguración del Museo Lehmbruck, escultor a quien había dedicado su primera monografía. Tenía programadas una serie de conferencias sobre el arte mexicano en diversas ciudades cuando la muerte lo sorprendió en Berlín. La exposición en el mam revalora la figura del erudito historiador y tiende un puente para revisar la historia de la crítica de arte en México • Geles Cabrera, Mujer sedente Arriba: Oscar Kokoschka, Retrato de Paul Westheim
ARTES VISUALES
Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
De cuando Iggy Pop nos cayó encima
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ODO TUVO SENTIDO CUANDO el rostro de Iggy Pop quedó en nuestras manos. Fue cosa de dos o tres segundos, durante “Success”, última canción de su concierto al lado de Josh Homme en el Royal Albert Hall de Londres. Sí, allí donde Paul McCartney y Elton John. Allí donde Eric Clapton y David Gilmour. Allí donde Brian May y Jimi Page y Mark Knopfler... Allí volvimos a creer en el rock. Las mejillas ajadas. Los ojos desorbitados. La sonrisa plena y rota. El cabello ralo, mal pintado… Todo en un cubismo encarnado, poderosamente magnético. Ziggy entregado en un salto al océano de brazos amorosos donde resulta impo-
sible sentirle sesenta y nueve años por mucho que sepamos de su vida loca, por mucho que cojee al caminar, por mucho que se le haya colgado la piel del torso. Ese torso. El más famoso torso del rock. El torso del punk. El torso que abrazaran Lou Reed y David Bowie. El torso de los chiflados y la crudeza del cristal cortado. Sí. Las cosas se ordenaron cuando Iggy Pop hizo el último stage diving –invención suya– y nos cayó encima con todo y su equipaje. Con sus discos. Con sus abusos. Entonces tuvieron fundamento los años escuchando música, yendo a espectáculos cada vez más alejados de la claridad y de la comunión con el espacio en que se producen. Sí. Para cuando pudimos tocarlo, el de Michigan ya había caminado entre butacas, se había colado a los pasillos del primer piso, se había dejado rasguñar, besar, morder, jalar y aplastar por quienes entendían un momento histórico. Sin guardaespaldas que lo protegieran, desbordando pasión y ternura, Iggy estiró la liga que naciera a finales
en Chavez y Skunk. Juntos han hecho un entramado que dejará huella en lo mejor del año, de la década y, seguramente, más allá. ¿Qué repertorio abordaron? El álbum en el que han decidido coincidir y que da nombre a su gira: Post Pop Depression. La mayoría de sus nueve piezas (coescritas entre Iggy y Homme) consigue boleto directo al mundo de los clásicos. “Break Into Your Heart”, “Gardenia” y “American Valhalla”, las que lo inauguran, presentan una magnitud melódica notable en los icónicos vibratos de la voz tenor, así como una simpleza sospechosa que viene de regreso, es decir: que se queda con el oro de la criba exigente. Lo mismo pasa con “German Days”,“Chocolate Drops” y “Paraguay”, las que lo clausuran. Hablamos de un disco celebrado globalmente y que, aun con todo lo dicho, queda lejos de su manifestación en vivo. Asimismo, en el concierto hubo espacio para canciones del pasado:“Lust for Life”(que abrió la noche desatando un clamor que ya no cedería),“The Pas-
de los sesenta para catapultarnos en un senger”, “Sixteen”, “China Girl” y “Success”, todas contenidas en los emblevuelo que habíamos olvidado. Cómplice inigualable, Josh Homme máticos Lust For Life y The Idiot, discos supo dirigir a un quinteto abrumador en los que Pop colaborara tan estrechaen el que se enredan tres guitarras (la mente con David Bowie. Llegados a este punto de la nota, suya siempre liderando). Respetado instrumentista, compositor y cantante lectora, lector, dudamos de nuestras al frente de Queens of the Stone Age, emociones. Claro, Iggy Pop nos cayó Homme vive en las antípodas escéni- encima para mirarnos con sus ojos de cas de Iggy Pop. Allí el lujoso comple- niño, y eso lo cambia todo. Pero no nos mento. Peinado con pistola y uniforma- equivocamos. Confíe. La del Royal Aldo con sus músicos a la usanza de los bert Hall fue una noche de cinco estreTeddy Boys (chaquetas de terciopelo llas en cada reseña que leímos después rojo metálico), su desplazamiento so- de nuestras reflexiones. Verbigracia: “I bre las tablas semeja al de una cobra have been going to gigs for a very long acechante que viaja a los años cincuen- time and that was one of the best I have ever seen” (Neil McCormick, Teleta apenas prende el cigarrillo. Segundo colega que nutre al con- graph). “Tonight is as downright brijunto, Matt Helders es también bateris- lliant a rock n roll show as it is possible ta de los Arctic Monkeys. En su lenguaje to see” (Shaun Curran, Independent). se cruzan el pasado y el presente –pro- “Sadly, encroaching years will mean bablemente el futuro también– propul- that not even Iggy Pop can do many sando la maquinaria con precisión, pe- more shows like this. But this will be the ro sobre todo con la enérgica aspereza way to remember him: primal, priapic que un simiesco decano como Iggy and peerless” (Ian Gittins, The Guardian). Pop necesita. Otros invitados al tingla- Sí, cuando tuvimos el rostro de Iggy do son Dean Fertita (guitarra, teclados Pop en nuestras manos volvimos a y percusiones), también miembro de creer en el rock... al menos por un moQueens of the Stone Age, y Matt Swee- mento. Buen domingo. Buena semana. ney (bajo), conocido por sus trabajos Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
12 de junio de 2016 • Número 1110 • Jornada Semanal
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Jorge Moch Ana García Bergua
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
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ODA ESCRITURA ES UNA invocación. En toda escritura surgen voces, murmullos que escuchamos en algún lugar y de repente aparecen escritos por nuestras manos, como los de Pedro Páramo, nacidos de la tierra y de los pueblos sembrados de muertos. El país de las mandrágoras (Alfaguara, 2016), la novela más reciente de Ethel Krauze, es una novela hecha de murmullos también, de los susurros que ahora también surcan el aire además de las palabras, ese ciberespacio que ha añadido a nuestras vidas otra dimensión en apariencia intangible pero cada vez más presente e invasora. Murmullos como raíces de mandrágora que todo lo invaden,
la muerte ramificada que ha ido asfixiando a vastas zonas del país y que es imposible no dejar de escuchar. “La mandrágora es una de las plantas más misteriosas (mandragora autumnalis). En España se da en abundancia, especialmente en Andalucía. La forma humana de su raíz le ha dado el prestigio histórico de ser una planta mágica por excelencia, y se le han atribuido toda clase de poderes y supersticiones. Pitágoras la llamó anthropomorphon, pues la raíz de la mandrágora tiene tronco, cabeza, dos piernas y dos brazos. Hay dos clases de mandrágora: una macho, si la raíz tiene forma de hombre; y una hembra, si la raíz tiene forma de mujer. Si dos de estas raíces se juntan, ya se sabe lo que puede ocurrir: ‘o home e lume e a mulher estopa’, como dicen los portugueses.” El país de las mandrágoras cuenta la historia de un muchacho asesinado en Morelos en la época en que el hijo de Javier Sicilia y sus amigos fueron encontrados asesinados en un automóvil. En el pueblo de Xiutlaltepec, a las afueras de Cuernavaca, viviría este muchacho que un día desaparece. Lo que le sucede es percibido por su maestra, la maestra Tana, una docente universitaria que de alguna manera empieza a escuchar estas voces, a ser invadida por ellas de las misma manera en que las mandrágoras extienden sus raíces y sus ramas por su jardín. La leyenda mágica dice que las mandrágoras gritan cuando son arrancadas de la tierra; así parecen gritar todos los personajes que esta maestra universitaria consigna a lo largo de la novela, la novia del muchacho, Adrián, sus padres, su amiga que fue a estudiar a Europa y ha decidido acompañar el movimiento de los indignados en España, entre muchas otras voces que Tana consigna e invoca para unirlas quizá al concierto de voces que todavía no encuentran justicia en este país y en otros, también las voces de quienes los buscan a través de las redes y forman sus propias ramas y raíces de solidaridad, las voces de toda una generación de jóvenes que está siendo sacrificada sin piedad, truncadas sus vidas por una mandrágora sedienta de violencia, venenosa e insaciable. “Peregrinos de todos los pueblos a la redonda vienen llegando con silenciosas lágrimas entre manos, para dar de beber al Árbol de la mandrágora recién nacido. "Es verdad. Siempre ha sido verdad: las mandrágoras comen carne humana. De ella obtienen la materia que conforma su raíz, y nuestras lágrimas mantienen viva a su savia. Por eso son temibles
y amargas. Por eso han sembrado este horror.” La historia que cuenta El país de las mandrágoras se despliega o más bien vuela por medio de cartas, mails, twits, diarios, los recuerdos de un cuaderno adquirido en Praga, una recolección de hojas que se vuelven vegetales también, una especie de expediente abierto e incontenible en el que vibra también, como una inyección vital, la juventud de la maestra Tana, su propia búsqueda de identidad que continúa ramificándose y produciendo flor y fruto en la madurez. En todas estas hojas la poeta Ethel Krauze plasma las palabras y las imágenes que se desbordan, formando una novela que no es precisamente fragmentaria, sino móvil, vegetal, una raíz de mandrágora que no se estanca. La belleza y el dolor profundo que suscita la gran metáfora con la que nos revela aquella realidad terrible de vidas truncadas y el deseo, la urgencia, de que esto termine.“¿Cómo puedo tener estos pensamientos? ¿Estas imágenes en mi cabeza que se desgranan en palabras que no quiero pronunciar?”, se pregunta la maestra Tana y nos preguntamos todos los que día a día presenciamos esta realidad oscura como la hoja de la mandrágora, amarga y enloquecedora como su fruto. Quizá escribir lo que hablan todas estas voces aunque sus palabras nos atormenten, quizá prestarles el ramal de nuestras manos, como ha hecho Ethel Krauze en esta fuerte, vital y dolorosa novela •
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S COSA SABIDA QUE Veracruz es un cochinero histórico y las elecciones del domingo pasado son muestra impepinable: acoso a opositores y disidentes, acarreo de votantes, compra de votos, escándalos de todo tipo alrededor de las elecciones, sospechosos funcionarios que fueron sorprendidos con grandes sumas de dinero en efectivo y hasta balaceras en casillas, epítome de una violencia endémica y brutal que ha resituado el territorio veracruzano en el mapa del crimen internacional y modificado la cotidianidad de buena parte de sus siete millones y medio de habitantes. Pero no es una violencia gratuita: no han pasado ni seis meses desde el secuestro de unos jóvenes en Tierra Blanca, que fueron detenidos por
policías estatales y al parecer fueron entregados por éstos a miembros de un grupo criminal. Constantemente aparecen por diversos rincones del estado cabezas humanas, o cuerpos troceados, ejecutados en prácticamente todos los pueblos y ciudades del estado en cuyas calles a menudo aparecen mantas o cartulinas con mensajes del narco: amenazas e insultos para bandas antagónicas o para determinados funcionarios. Hay balaceras a cada rato. Hace apenas un par de semanas un comando armado acribilló a cinco personas en un bar de Xalapa (se dice que fueron muchos más muertos pero el cerco mediático del gobierno estatal mantuvo la versión de cinco). Cientos de desaparecidos, feminicidios, trata… Parecería que toda esa violencia iba encaminada a descarrilar las elecciones, que ya se preveían de difícil desenlace para el pri . Los medios locales suelen callar estas cosas, y un ejemplo claro de la subyugación que ejerce el gobierno del estado sobre los medios es el quehacer de Telever, la filial jarocha del consorcio Televisa: omisa y frívola, es por antonomasia la televisión del “aquí no pasa nada”. No es gratuito que la locutora principal del noticiero local nocturno de Telever, Araceli Baizabal, resultara candidata a una diputación local en los comicios de hace una semana. ¿Por cuál partido? Es adivinanza fácil: el pri. tvAzteca Veracruz no es un ápice distinta. Mismo perfil, mismos vicios cortesanos. Pero Veracruz acaba de romper su propio molde en las elecciones del 5 de junio. Quizá no para bien, porque el aparente triunfador es el neopanista Miguel Ángel Yunes Linares, quien ya fue gobernador de facto – priista entonces– cuando fue secretario general de gobierno del potosino Patricio Chirinos, a mediados de la década de 1990, en pleno salinato. Como segundo de a bordo nominal pero capitalizando todo el poder de la silla grande del estado, Yunes se hizo fama de perseguidor de opositores y periodistas. El periódico Sur por
aquel tiempo había“destapado”a Cuauhtémoc Cárdenas y se dice que Salinas de Gor tari hizo una rabieta. La brillante interpretación del gobierno del estado fue acosar al personal del periódico, aplicar cuantas auditorías punitivas pudieron y perseguir al dueño, que se tuvo que ir de Veracruz por mucho tiempo. Se sabe que fue Yunes Linares quien buscó “reventar” los mítines de Cárdenas en 1994 usando contingentes de travestis que se prostituían en el malecón del puerto. Por cierto, fue algo peculiar ver a alguien como Yunes Linares, avezado en el montaje de escenarios de guerra sucia y propaganda negativa, quejarse en semanas recientes de recibir el mismo trato que él por años obsequió a la oposición política. Finalmente, parece, se salió con la suya y va a ser gobernador del mismo estado que ya flageló hace dos décadas. Lo único bueno de este merengue, quizá, sería que efectivamente, como tanto cacareó durante su campaña, encarcele a tanto funcionario corrupto del gobierno de Veracruz, empezando por el rechoncho emperadorcete Duarte. ¿Qué tanto de esa alternancia panista se decanta como producto de alianzas y complicidades que no sabemos? Por lo pronto, llama mucho la atención que los medios locales se han volcado en pos del panista como si todos esos años fueran panistas…de clóset. Otro asunto interesante es la reacción del ine , que por voz de esa decepción ambulante que es Lorenzo Córdova, afirma que las elecciones pasaron “la prueba del ácido”, como si no hubiera habido toda la cauda de triquiñuelas y francos delitos electorales que vimos el domingo por todos lados, sin recato, sin descanso. Sin madre. Hay por lo pronto una larga lista, que encabeza Javier Duarte de Ochoa, de pillos redomados que no saben si van a seguir impunes o a salir despavoridos. Se dice que algunos ya hacen maletas. Y transferencias bancarias •
CABEZALCUBO
Mientras tanto, en Veracruz…
PASO A RETIRARME
Revelación de la mandrágora
Jornada Semanal • Número 1110 • 12 de junio de 2016
........ ARTE Y PENSAMIENTO Luis Tovar
Juan Domingo Argüelles
Twitter: @luistovars
Cine de anormales
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AMOSA ES LA FRASE hecha que la gente suele usar cuando, durante la conversación, produce una rima: “Salió en verso y sin esfuerzo.” Pero el verso no necesariamente exige la rima. De tal forma que habría que cambiar esa frase, para que también la gente aprenda a diferenciar entre prosa y poesía y entre poesía rimada y poesía sin rima. Se me ocurre que esa frase podría ser:“Salió en rima/ que da grima.” No necesitamos ir a un diccionario de poética y retórica para saber algo tan elemental. En el Diccionario de la lengua española de la rae podemos leer en la entrada correspondiente a “rima”: “identidad de sonidos vocálicos y consonánticos, o sólo vocálicos, a partir de la última vocal acentuada en dos o más versos”.
He aquí un ejemplo de José Alfredo Jiménez: “Dirás que no me quisiste/ pero vas a estar muy triste.” A esto se le llama rima consonante. O bien, un ejemplo de Antonio Machado:“Dijo el árbol: Teme al hacha.../ contigo la poda es tala”. A esto se llama rima asonante. ¿Y qué es un verso? Un verso es la unidad más pequeña o la menor división en la estructura de un poema. A decir del drae , es la “palabra o conjunto de palabras sujetas a medida y cadencia o sólo a cadencia”. Esta acotación es importante, porque el verso puede ser libre, no sujeto a medida, pero sí debe ser rítmico. Y, en cuanto a la extensión, el verso puede tener lo mismo una palabra que varias de ellas. Hay versos de una sola palabra, dentro de un poema de varios versos de medida mínima. He aquí un ejemplo de Celedonio Junco de la Vega (1863-1948), que incluye Gabriel Zaid en su Ómnibus de poesía mexicana: el sonetino que lleva por título “A un pajarito”: “Canoro/ te alejas/ de rejas/ de oro.// Y al coro/ le dejas/ las quejas/ y el lloro.// Que vibre/ ya libre/ tu acento.// Las alas/ son galas/ del viento.” Por ello, así como no hay que confundir el verso con la rima, tampoco hay que confundir el verso con el poema. Son dos cosas distintas. Un verso, como ya dijimos, es la unidad mínima dentro del poema. El primer verso del sonetino de Celedonio Junco de la Vega sólo tiene una palabra: “Canoro”, que en sí mismo es un verso. El poema, en cambio, en este caso, está formado por catorce versos, como lo exige la forma del soneto. Dicho de otro modo, un poema puede tener un solo verso, pero el término verso no es sinónimo de poema ya que, por lo general, el poema está compuesto de varios versos. Un poema es lo mismo la Divina comedia (de miles de versos) que el siguiente terceto de Antonio Machado:“El ojo que ves no es/ ojo porque tú lo veas,/ es ojo porque te ve.” Un poema de dos versos se llama dístico, y uno de tres, terceto, pero puede haber poemas de un solo verso (por ejemplo, “Hoy es siempre todavía”, también de Antonio Machado) y poemas de cientos o miles de versos. Por todo ello no es lo mismo leer o escribir un poema que leer o escribir un verso, del mismo modo que no es lo mismo hacer por casualidad un verso en la conversación, que producir una rima. Es un disparate escribir lo siguiente, como lo hizo un destacado lingüista mexicano ya fallecido, que además dirigió la Academia Mexicana de la Lengua, refiriéndose a un “conocido verso” cuando en realidad estaba citando cuatro versos y no uno: “En la edición
de la Gramática académica de 1931 se transcribía como ejemplo de esto el conocido verso de Tomás de Iriarte: ‘–He reñido a un hostelero./ –¿Por qué?, ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿cómo?/ –Porque donde cuando como,/ sirven mal, me desespero’. ” En realidad, el lingüista quiso decir que se transcribían, como ejemplos, los conocidos versos de Tomás de Iriarte (puesto que son cuatro y no uno). En Veracruz, cuando uno está disfrutando muy contento, en Boca del Río, su pámpano frito, se acerca un “versero” y pregunta:“¿No quiere que le diga un versito?” “Pero sólo uno, por favor”, le respondemos irónicos. Y acto seguido se suelta con una retahíla de décimas (cuarenta o cincuenta versos), y a eso él le llama versito. Está bien que así lo diga un decimero jarocho (que llama verso al poema por una deformación popular), pero no un lingüista ni un lexicógrafo. Hay quienes se refieren a un verso de una página entera. Esto es imposible. Todavía no se ha inventado un verso de toda una cuartilla, y no se inventará jamás porque eso no sería un verso, sino enorme racimo de de palabras. La ignorancia poética es a veces insondable, pero el sistema educativo sigue muy campante con sus programas tecnocráticos donde la didáctica de la poesía y la poética de la lengua no aparecen allá ni por asomo. Es muy fácil saberlo: preguntémosle a los niños (y a muchos maestros) cuál es la diferencia entre un verso y un poema, entre un verso y una rima, entre la prosa y la poesía. Muy pocos responderán acertadamente •
JORNADA DE POESÍA
Verso, poema, rima
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O SÓLO EN LA cinematografía sino en cualquier disciplina narrativa, es un hecho que los dos temas más recurrentes –el vínculo amoroso con sus infinitas variantes, primero, y después el poder con sus no menos infinitas manifestaciones– son seguidos muy de cerca por la diferencia o, dicho de modo más específico, la anormalidad, a pesar de, o quizá precisamente debido a, la tremenda dificultad que implica definir de modo unívoco e inequívoco exactamente a qué se refiere alguien cuando utiliza la palabra “normal” y, por ende, la que denomina lo contrario. La más liviana de las reflexiones al respecto arroja por lo menos dos o tres conclusiones muy claras: uno) hay exactamente una “normalidad” por cada persona
que la define; dos) consecuentemente, citamente, por todos aquellos que la cantidad de “normalidades” resulta la ciencia médica, la psicología, la psiinfinita; y tres) cada una reclama para sí quiatría, tienen a bien calificar de ese el hecho mismo de serlo, en detrimento modo, para lo cual cuentan con una larguísima serie de variantes denode las otras. Habría una cuarta conclusión, ema- minadoras, sobre cuya definición nada de manera directa de las tres an- precisa, se sup one, solamente los teriores: a falta de consenso, que por e s p e c i a l i s t a s e s t á n a u to r i z a d o s a lógica debería ser el primer atributo expresarse. para que la definición de “normal” de verdad tuviera un sentido y, más impor- AlienAción o memez tante, una aplicación que no generase Sería de esperarse que la lectura al melos millones de complicaciones que tan nos de Michel Foucault, Jean Baudrievidentemente genera; a falta de con- llard y Elias Canetti, por sólo referir un senso, pues, en torno a qué significa trío de esenciales en la materia, hubie“normal”, suele cometerse el abuso se- se alimentado reflexiones quizá paremántico de hacer equivaler esa palabra cidas a las anteriores, aun someras e con “bueno”, con “correcto”, con “acepta- incompletas como evidentemente son, ble” y con casi cualquier otro vocablo y que todo ello debió ser parte del trausado para calificar ética y moralmente bajo previo para elaborar el guión de una realidad en particular, es decir, una yo (México-Suiza-Canadá-República bien definida en el espacio y en el tiem- Dominicana-Países Bajos, 2015), cuarpo. Sobran ejemplos de lo anterior: sin to largometraje de ficción dirigido por ir más lejos, para la cultura occidental Matías Meyer, y no por un afán intelecde los últimos siglos y hasta bien entra- tualizante ni por ínfulas culteranas para do el anterior, no había nada más “nor- apantallar a nadie, sino para conferirle mal” que vender, comprar y esclavizar al filme un mínimo de solidez dramátiseres humanos. ca que, en este caso, sería equivalente Del mismo modo y para esa misma a un mínimo también de seriedad arcultura, todo aquel individuo cuya con- gumental. ducta se aleje de la socialmente aceptaInfortunadamente no parece ser el da –se insiste, por considerarla “buena” caso, pues lejos de la que pudo ser una pero no sólo eso sino, en un nuevo abu- saludable ambigüedad en la confecso que rebasa lo semántico, al mismo ción del personaje principal –el homótiempo “única”–es condenado a una u nimo yo–, así como de los acontecimienotra variante del ostracismo, basándose tos que se le hace vivir ficcionalmente para hacerlo en las estructuras mismas hablando, lo que la película propone, o del Estado, es decir las leyes respecti- involuntariamente resuelve, no es sino vas –penales y sanitarias, entre otras– el trazo palmario, desmatizado, epitelial, que deciden, con una arbitrariedad de algo que en tiempos menos “polítidemostrada en lo cambiante que a lo camente correctos” cualquiera hubiera largo de la historia ha sido dicha deter- definido como la vida de un tarado, un minación, quién es “normal” y quién no, lelo, un retrasado mental. No ayuda, siy en este último apartado se hace caber no todo lo contrario, el tremendo ancho a toda suerte de transgresores: los de de la brocha para el dibujo de tanta aclila legalidad, pero no sólo delincuentes maticidad, que por sobreabundante y y criminales sino también, equiparados lugarcomunesca termina siendo paraen lo esencial debido a la marginación dójica y ejemplarmente plana, y provode la que son objeto, los tránsfugas de cando un tedio notabilísimo. Al menos la “normalidad” –y aquí precisamente es no se recurrió, como suele hacer el cine donde el tinglado social hace agua por de anormales, a la búsqueda de empasu flagrante condición urobórica–, co- tía por caminos sensibleros, y esa es menzando por los locos o, más explí- quizá la sola nota positiva del filme •
CINEXCUSAS
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ENSAYO
S
i conversáramos acerca de temas culturales y artísticos y nos preguntasen de repente qué nos sugiere la palabra Noruega, es casi seguro que automáticamente responderíamos “Ibsen”, y si nos preguntaran por Dinamarca, “Andersen”. Pero ¿y si nos dijesen Holanda? Ahí tengo mis dudas, aunque sólo sobre el nombre que se citaría el primero de estos tres: Rembrandt, Vermeer, Van Gogh. Y sin embargo, a poco que nos detengamos a pensar, sí conocemos la literatura neerlandesa, bien que sea de un modo periférico. ¿Qué persona medianamente culta no ha leído las cartas de Van Gogh, el diario de Ana Frank y El otoño de la Edad Media, de Johan Huizinga? Otro es el caso, naturalmente, de los grandes holandeses que fueron Erasmo de Rotterdam y Spinoza, pues su idioma literario fue el latín. Por eso, siempre que puedo, me gusta hablar de una de las personalidades más fascinantes y más ignoradas de la literatura universal, que es la del neerlandés Eduard Douwes Dekker, quien inmortalizó el seudónimo de Multatuli, que tomó de un verso de Horacio en su Ars poetica: “Multa tulit fecitque puer, sudavit et alsit” (“Sudando y tiritando mucho es lo que ya tuvo que hacer y soportar cuando niño.”) Multatuli nació en Ámsterdam el año 1820 y falleció exiliado en un lugar a las orillas alemanas del Rhin, sesenta y siete años más tarde. El conjunto de su obra abarca el drama, la novela que hoy llamaríamos comprometida y la que desde siempre fue llamada picaresca De Geschiedenis van Wourtetje Pieterse (La historia de Waltercito Pieterse, es una verdadera delicia), y además la reflexión articulada en esos siete volúmenes rotulados sencillamente Ideën (Ideas), que lo convierten en el sucesor natural de La Rochefoucauld y Lichtenberg. Multatuli fue el primer novelista occidental, de un país colonialista, que se enfrentó a pecho descubierto con una potencia colonial, con su propio país, los Países Bajos, en una novela que, de no haber sido escrita en neerlandés sino en inglés o francés, gozaría de la misma fama universal que las de Rudyard Kipling o André Malraux, tan inferiores ambos a Mulatuli en el coraje y en el talento. Sea como fuere, en esa novela, titulada Max Havelaar o Las subastas de café de la Compañía de Comercio Neerlandesa (1860), Max Havelaar, el protagonista, funcionario colonial de los Países Bajos en Indonesia, devela la corrupción del sistema connivenciado entre la burocracia de los europeos y la oligarquía de los sátrapas y reyezuelos vernáculos, y concluye cuando el propio Multatuli le arrebata la pluma a su personaje para preguntarle al rey en ejercicio, Guillermo iii : “¿Es
12 de junio de 2016 • Número 1110 • Jornada Semanal
vuestra imperial voluntad [...] que más de treinta millones de súbditos de Su Gracia en las Indias Orientales Neerlandesas sigan siendo maltratados y explotados en vuestro nombre?” El tono y el gesto prefiguran ya el formidable J’accuse, de Zola, en 1898, y la novela supuso un revulsivo casi cataclísmico en la Europa de la segunda mitad del siglo xix , una Europa que se creía llamada a la noble empresa de cristianizar, occidentalizar y, en suma, civilizar al resto de la ecúmene. Tan fuerte fue la reacción, que Multatuli debió abandonar ese país suyo que hasta hace poco parecía como un paradigma de la tolerancia y un oasis de la convivencia. Siempre que, claro está, no le toquen ni la cartera ni el monedero, porque entonces ¡adiós a los valores universales! Y resul-
Multatuli y El Observador de Maguncia Ricardo Bada
ta que Multatuli, que ni siquiera era extranjero, con esa novela suya les tocó no sólo la cartera y el monedero, sino además las cuentas corrientes y las cuentas no tan públicas, tanto de los particulares como del Estado y la Corona. Ay amigo, eso es grave. Multatuli tuvo que exiliarse. Pero sus lectores lo querían a toda costa, por lo menos en las páginas de algún diario, aunque sólo fuese como corresponsal en el extranjero. Y qué extranjero, además. Porque Multatuli se había ido a vivir a uno de los lugares más conflictivos de Europa alrededor de 1865, nada menos que la Renania, donde se estaban mirando de reojo, y con muchas ganas de pelearse, Napoleón iii y Prusia. Un diario holandés, finalmente, nombró a Multatuli su corresponsal en esa zona crítica, pero bajo la condición de que sus crónicas debían ser irreprochablemente objetivas. “Objetivas, objetivas, objetivas”, remachó alguna vez el redactor jefe. Y entonces Multatuli se limitó a enviar crónicas donde traducía los distintos puntos de vista de la prensa alemana: El Tiempo de Hamburgo, El Matutino de Múnich, La Gaceta de Berlín, El Liberal de Fráncfort, El Espectador de Colonia, El Observador de Maguncia... etcétera, etcétera, etcétera. Curiosamente, algunas crónicas (como la del 8/ x /1867) sólo contenían citas de este último diario, por el que Multatuli parecía sentir cierta debilidad. Todo funcionaba a la perfección hasta que un espíritu curioso se enteró de que en Maguncia no existía ningún diario que se llamase El Observador. Claro que no. Las opiniones de ese Observador eran las de Multatuli, quien había descubierto así el modo de zafarse de la censura “objetiva” que le imponían desde los Países Bajos. Quien esto escribe tiene entretanto más de medio siglo de periodismo a las espaldas, pero puedo asegurar que no conozco otro caso como éste, de un gran escritor doblado de periodista, que le haya ganado la partida, de manera tan revolucionaria y original, a los dictados del poder. Los periodistas compatriotas suyos contemporáneos tienen muy bien aprendida esta lección de astucia y de puro deseo de supervivencia del derecho a la propia opinión: y así, cuando en los diarios neerlandeses de nuestros días aparece una columna rotulada en alemán, der mainzer beobachter (el observador de maguncia) eso quiere decir que allí es donde el diario está expresando su libre opinión. La más libre de todas ellas, la que rinde homenaje al más grande de sus colegas y al más grande escritor de los Países Bajos: Eduard Douwes Dekker, alias Multatuli, ante el cual sólo cabe sacarse el sombrero. En mi caso, y con muchísimo respeto, la gorra de visera • Ilustración de Juan Gabriel Puga
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