Gerardo Villegas
LA BUENA SEMILLA DE
NICK CAVE
DE LA NOTA MUSICAL A LA PALABRA
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 14 DE OCTUBRE DE 2018 NÚMERO 1232
La creación y la muerte: Nick Cave en México Sergio Ceyca El gabinete del traductor Lorel Manzano La persistencia de Álvaro Mutis Eduardo García Aguilar
LA JORNADA SEMANAL
2 14 de octubre de 2018 // Número 1232
Foto: ©Roberto Cavalli
La persistencia de
LA BUENA SEMILLA DE NICK CAVE: DE LA NOTA MUSICAL A LA PALABRA Artista de culto cuyo nombre es recordado aun sin conocer su obra, el australiano Nick Cave es multiinstrumentista, compositor, cuentista, novelista y guionista cinematográfico. Vocalista emblemático de la mítica banda The Bad Seeds, Cave lleva más de cuatro décadas haciendo de su labor artística un todo de absoluta coherencia, no obstante ser vaciado en múltiples vertientes creativas. Emparentado lírica y musicalmente con Lou Reed y Leonard Cohen, recientemente Cave visitó México como parte de Skeleton Tree, gira homónima de su más reciente álbum musical, y con ese motivo ofrecemos a nuestros lectores una mínima semblanza de este autor complejo y difícil de aprehender.
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ÁLVARO MUTIS Recuerdo entrañable y homenaje más que merecido al amigo y poeta gaviero reconocido con múltiples premios internacionales, entre ellos el Cervantes en 2001, en ocasión del primer coloquio en su honor, celebrado la última semana de julio de 2017, en la abadía de Fontevraud, Francia.
Eduardo García Aguilar |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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a casa de Alvaro Mutis (1923-2013) en San Jerónimo, Ciudad de México, siempre estaba abierta a los jóvenes escritores o a los viejos y nuevos amigos que lo visitaban y compartían con él la pasión por la lectura como una actividad fascinante. Ahí vivió durante varias décadas y tenía un estudio amplio y bien organizado que era su guarida secreta, una de cuyas puertas daba hacia un antejardín donde deambulaban sus gatos. La increíble vida aventurera del creador de Maqroll el Gaviero, sus ires y venires por Europa y el mundo desde su infancia, y los acontecimientos dramáticos que vivió, como la orfandad prematura o la cárcel, hacían de él un ser humano de tiempo completo cuya principal divisa era no juzgar a los humanos y tratarlos como lo que son, con sus sombras y luminosidades, mentiras y secretos alternados con actos de coraje, cobardía, mezquindad y valentía. Mutis trabajó desde muy joven como locutor o empleado de relaciones públicas de diversas empresas multinacionales petroleras, aéreas o cinematográficas y en esas lides viajó primero por todo el país y después por América Latina y Estados Unidos, lugares que conocía al dedillo y donde tenía amigos en todos los rincones, capitales o pueblos. Esos trayectos como agente viajero, relacionista público, publicista, hacedor de revistas, vendedor de películas u otras actividades, lo llevaron por muchas ciudades y lo hicieron frecuentar hoteles donde después de sus actividades laborales podía dedicarse al gran placer solitario de la lectura. Igual que el propio personaje Maqroll, que llevaba en su pequeño equipaje algunos libros básicos, como las biografías de san Francisco, las novelas de Balzac, las Memorias de Casanova o del Cardenal de Retz, entre otros libros, Mutis fraguaba en esas soledades los poemas que poco a poco fueron convirtiéndose en una summa poética que exploraba los arcanos de la muerte, la enfermedad, la soledad y las fuerzas desbordantes e insondables de la naturaleza. En sus viajes laborales por el continente americano cruzó los caracteres femeninos o masculinos que pueblan la saga narrativa que empezó a escribir poco antes de jubilarse para sorpresa de sus amigos. Algunos de ellos, como el poeta argentino Enri-
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que Molina, compartían con él esa atracción por barcos y mares, el encuentro y diálogo con mujeres independientes y aguerridas empresarias de sus propios desastres, la sapiencia frente a los azares del destino y sus trampas y en especial la certeza de que toda ambición es inútil. Por eso Mutis era un gran amigo y un excelente anfitrión, aunque en otros escenarios podía ser cortante e implacable con aquellos a quienes él denominaba los listos, los vivos, todos aquellos seres infames que creen que nadie se da cuenta de sus mentiras, engaños y patrañas para sacar pequeñas ventajas desleales. Como anfitrión abría las puertas de su estudio a los visitantes y horas después los despedía ya entonados tras degustar las variedades de whiskies por él preferidos, o vinos rojos, coñacs, ginebras, vodkas, camparis o amarettos, entre otros muchos espirituosos. En los bares del camino degustaba cocteles cuyas recetas diversas conocía como en su tiempo Ernest Hemingway, asiduo como él del famoso Harry's Bar de París, donde según la leyenda se toman los mejores del mundo. Hasta el fin de su vida, ya casi nonagenario, Mutis degustaba sus whiskies y cocteles y enumeraba siempre su decálogo del buen bebedor, entre cuyos mandamientos figuraba el no beber con desconocidos, no libar para ahogar las penas o no aceptar bebidas de baja calidad, lo que en términos coloquiales significa no tomar mal trago. Debo decir que muchas veces, antes y después de fabricar con él en largas conversaciones el libro Celebraciones y otros fantasmas, salí de San Jerónimo no sólo ebrio de aquellas bebidas espirituosas que él extraía de su bar secreto, sino siempre cargado con algunos de los libros en francés u otras lenguas de los que él se separaba porque había hallado nuevas ediciones o quería aligerar su biblioteca. De allí que guarde con cuidado la biografía de San Francisco del danés Jörgensen, lectura especial de su personaje Maqroll, los tres volúmenes de las Memorias, de Casanova, editadas por la Pléiade, El cuaderno gris, del catalán Josep Plá, y varias historias del Imperio Bizantino por Schlumberguer y muchos otros que devoré y devoro con placer indescriptible. Amigos suyos, como los polígrafos Adolfo Castañón y Alejandro Rossi compartieron con él también aquella pasión por los libros, los intercambios de volúmenes y los hallazgos en las librerías de viejo del Centro Histórico de Ciudad de México, en especial las de la calle Donceles. Mutis descubría a sus interlocutores algunos escritores raros como Paul-Jean Toulet, Valery Larbaud, Paul Morand o Joë Bousquet, o compartía los libros de sus amigos contemporáneos como el gran poeta martiniqués Edouard Glissant, cuyo tema central fueron los mares y las naves y los seres humanos que los frecuentan. Alguna vez, cuando lo visitamos juntos el poeta colombiano Jorge Bustamante García y yo, pude descubrir su afición por lo ruso y eslavo, sus músicas, poetas y personajes históricos, y lo escuché cantar y tararear en alta voz los coros del ejército ruso que tenía en viejos long play y que ponía en su tocadiscos, animado ya por varios whiskies. Como yo había vivido en París, compartíamos el amor por esa ciudad y sus lugares y autores secretos, y con Jorge, que había estudiado en Moscú, el secreto de la lengua y la vieja historia del imperio ruso con sus zares y zarinas, sus popes ortodoxos y el destino
de aventureros como Rasputín, que bien podían ser emanaciones ficticias de las obras de Tolstói, Gogol, Turguéniev o Bulgakov. En la inolvidable abadía de Fontevraud, donde se encuentran las tumbas de Eleonor de Aquitania y Ricardo Corazón de León, sede del primer coloquio en su honor después de su partida, varios de sus interlocutores franceses como André Velter o Dominique Rabourdin coincidieron en relatar la experiencia de esa amistad y sus secretos. Organizado por el novelista Patrick Deville y por el ensayista Philippe Ollé Laprune, el coloquio reunió a un grupo multinacional que convivió en esa abadía el cuarto fin de semana de junio de 2017 y parecía, por la gran exaltación de las conversaciones al calor de vinos, almuerzos y cenas entre las arcadas y pasillos del milenario sitio, que Mutis estaba presente flotando allí entre todos nosotros, animándonos a celebrar la vida y sus fan-
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Página anterior: Álvaro Mutis en su casa de San Jerónimo, Ciudad de México, 1981. Foto: Rogelio Cuéllar. Arriba: Foto de Carlos Cisneros/ La Jornada
tasmas. Sin duda estaba ahí, celebrando con nosotros en Fontevraud, porque la literatura, los libros, las palabras, las voces, tienen la peculiar cualidad de la persistencia, igual que las rocas, los escasos minerales y los monolitos tallados y grabados como la Piedra de Rosetta o el Código de Hamurabi. Los vinos que bebimos en aquellas jornadas en su honor y nos incitaron a mirar las estrellas en las noches despejadas de junio debieron circular por las venas de su obra y su presencia inalterables. La persistencia de la vida y la obra de Álvaro Mutis excita en los lejanos camarotes de las naves del tiempo a los lectores y a los vitalistas que se estremecen con la existencia l
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Fábula de la niña, el niño y el cangrejo Francisco Hernández
La mirada de la Niña Reinante está suspendida en el aire. Se ha desprendido de la foto que habita en el librero, para fijar su belleza en el espacio. Junto a ella vemos la imagen del Niño Doctor de los Enfermos. Hay flores doradas en su traje blanco y un Sagrado Corazón brilla en su pecho. Ambos sonríen al escuchar los truenos. Piensan: son dados rodando entre las nubes negras. Se va la luz. Mi mujer se aterra y ese terror construye un enorme cangrejo en el techo de la recámara. La Niña Reinante y el Niño Doctor de los Enfermos se enfrentan al crustáceo: con cuentas de vidrio lo agrietan y sepultan. Después la noche queda en calma. La Niña y el Niño regresan al sitio donde estaban, sin olvidar los moribundos ojos saltones del sexto signo del zodiaco.
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HISTORIA Y FICCIÓN Entre nosotros, Jorge Ibargüengoitia, Martín Luis Guzmán y José Vasconcelos, evocados aquí, son algunos de los escritores que han dado voz a acontecimientos de la Historia que a su vez ha nutrido su ficción.
Vilma Fuentes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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scribir nunca es una tarea simple. Sobre todo cuando se trata de eventos históricos. A semejanza de un iceberg, la memoria sólo asoma su punta y esconde el gigantesco témpano de hielo donde yacen los recuerdos, sea de los asuntos íntimos, sea de los sucesos públicos que irán formando la Historia. Un ejemplo evidente de la dificultad de escribir, a pesar de lo que piensan quienes publican numerosos libros o artículos de prensa, es cuando se tiene la ocasión de leer un volumen o una página de periódico donde se habla de un acontecimiento considerado histórico. Sin embargo, el atractivo y, en algunos casos, la fascinación que despierta este género de eventos, provoca una abundante literatura libresca y periodística. Los ejemplos no faltan: desde la guerra de Troya o las conquistas de Alejandro Magno, pasando por las Cruzadas, el descubrimiento de América en 1492, el fin del imperio azteca, la Revolución francesa, la epopeya napoleónica, las luchas de independencia en América Latina o la caída de los zares, hasta eventos más recientes, como el desembarque de los aliados en Normandía, la guerra de Vietnam, mayo del ’68 en Francia, la matanza del 2 de octubre del ’68 en México. Mientras arqueólogos e historiadores se esmeran en descubrir la verdad precisa de los hechos, no siempre con éxito, otros autores toman caminos distintos. Hay quienes se lanzan a la novela histórica porque poseen la inspiración de un novelista o porque el asunto les parece novelesco. Otros, con inclinaciones políticas, se deciden por el ensayo ante acontecimientos que les parecen de la más alta importancia sobre el abuso de los poderes o la lucha de clases. Algunos más desean dar testimonio de lo que han visto, escuchado o vivido, y se sienten con el deber de compartir con el mayor público posible el tesoro, más o menos rico, de sus relaciones. Difusión verbal que lleva a pensar en la frase de Shakespeare: “words, words, words…” y a preguntarse si los únicos que tendrían el legítimo derecho de escribir sobre tales eventos, sean guerras, revoluciones, matanzas, conquistas y derrotas, luchas de liberación y demás, no serían precisamente quienes nunca podrán hacerlo porque han muerto, asesinados, y sus cadáveres no pueden hablar ni escribir. Los muertos rara vez tienen la palabra. Los vivos, sobre todo si son escritores o periodistas, luchan por imponer su palabra lo más posible, así sea sacrificando sin piedad una gran cantidad de papel. De todos modos, es siempre positivo que existan escritores y periodistas que, bien o mal, escriban, den testimonio y conserven la memo-
Books, Street Art en Jacksonville, Florida, por Case Maclaim
ria de los pueblos, pues los muertos no pueden hacerlo. En literatura tenemos obras admirables, escritas por grandes autores, testigos capaces de hacer revivir una época o ciertas jornadas históricas. El duque de Saint-Simon escribe sus célebres Memorias pero se abstiene de publicarlas en vida, primero porque no tiene ambición literaria alguna, y para un aristócrata publicar un libro significaría caer a la condición de polígrafo, y segundo, porque su fresco de la corte de Luis xiv podía expulsarlo de Versalles o incluso encarcelarlo en la Bastilla. El resultado es un libro póstumo admirado más de tres siglos después por los mejores lectores. Acaso es recomendable, y muy positiva, la publicación póstuma pues se evitan las desviaciones narcisistas, las tendencias partidarias, los ajustes de cuentas. Alejandro Dumas, en cambio, fecunda a la Historia con criaturas ficticias que conviven con personas históricas. Convierte al D’Artagnan real en un personaje inventado, crea a los tres mosqueteros, pone en escena a la reina Ana de Austria o al cardenal Richelieu. Y la Historia sale ganando con estos hijos putativos que le engendra Dumas, quien nos permite descubrir toda una época histórica, reinventada tal vez, imaginaria en parte, pero más verdadera que el realismo o la exactitud de los mejores historiadores. En México, Jorge Ibargüengoitia y Martín Luis Guzmán, entre otros, incursionan en la novela histórica. El primero satiriza en Los relámpagos de agosto la Revolución mexicana a través de un dictado imaginario de las memorias de un general al autor. Su humor dinamita Historia y realidad. Guzmán, por su parte, traza en La sombra del caudillo un fresco sarcástico y cruel de los presidentes Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. El filósofo, escritor y político José Vasconcelos nos hace el suntuoso regalo de su monumental serie autobiográfica, iniciada con el Ulises criollo, memorias de una época de México donde presenta una perspectiva existencial. Los pintorescos viajes en tren a través del territorio mexicano, la lucha por la presidencia del país, sus amores con Antonieta Rivas Mercado. Es conmovedora la narración hecha por Vasconcelos del suicidio de esta bellísima mujer en Notre-Dame de París. Con una sobriedad magistral, el amante describe los trágicos hechos. No sobra ninguna palabra y ahí está toda la fuerza de la escritura de quien creó el lema: “Por mi raza hablará el espíritu” l
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EL GABINETE DEL TRADUCTOR Lúcida semblanza de la figura y la obra del gran traductor nacido en Estridón, en 347, que vertió al latín, del griego y del hebreo, nada menos que la Biblia, Chronicon, las tablas cronológicas de Eusebio de Cesarea, la hagiografía de Pablo el Ermitaño y el Antiguo Testamento, a partir del hebreo o arameo. Se llamaba Eusebius Sophronius Hieronymus, conocido como san Jerónimo. Murió el 30 de septiembre del año 420 en Belén. Durero, el Bosco y Antonello da Messina inmortalizaron su figura en penitencia y en reflexión. Es considerado un ser iluminado por su difusión de las sagradas escrituras y santo patrono de los traductores.
Lorel Manzano ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
San Jerónimo en su gabinete
A
compañado por aquel león, su perro, y los más caros objetos al traductor: un escritorio con su atril, el reloj de arena, libros aquí y allá. A través de los ventanales entra el sol manso de ¿una mañana? ¿El atardecer? Albrecht Dürer, grabador alemán conocido como Durero, colocó el detalle final de su grabado en 1514. Se había unido con lazo eterno a Caravaggio, Da Messina, El Greco… a Tiziano con su Jerónimo penitente, castigando al cuerpo y los vicios de la carne a mitad del desierto. En los confines de Dalmacia, en Estridón (n. de la t.: aquella ciudad arrasada por los godos después del ascenso de Constantino, me lleva sin querer a Macondo, cuando “era ya un pavoroso remolino de polvo y escombros centrifugados por la cólera del huracán bíblico”), alrededor del año 347, nació Jerónimo. Marchó muy joven a Roma para estudiar con el gramático Elio Donato, célebre profesor encargado de recuperar a los clásicos cuando los seguidores de Cristo los consideraban indignos, literatura pagana. En la gran urbe, según confiesa el propio Jerónimo al describir sus penitencias, se entregó al hedonismo. El ardor de la carne, el vino, los banquetes, las termas, el teatro… y la literatura. La poesía latina lo sedujo irremediablemente: Cicerón, Virgilio, Horacio. (n. de la t.: vid. El epistolario de Jerónimo. En éste abundan las referencias llenas de familiaridad –¡y hasta de cariño!– al referirse a los escritores latinos. Llega el momento en que resulta imposible negar nuestras pasiones: autores, obras y géneros arden en los pechos traductores desde el principio de los tiempos.) Alrededor del año 370, Jerónimo buscaba relacionarse con diversos grupos cristianos y había comenzado el estudio de la Biblia, aunque con ciertas dificultades, pues echaba en falta
la belleza de un Virgilio en los textos sagrados. Reconoció entonces que la pasión por los clásicos se oponía a la verdad evangélica y austera de la Biblia. Cabe señalar que Jerónimo tenía serias tendencias a la vida ascética. En Tréveris recibió el bautismo, y ya se había puesto en marcha al desierto cuando enfermó de gravedad. Debió permanecer un tiempo en Antioquía, ciudad donde encontró el reposo para profundizar en la lengua griega, escribir su primer texto de exégesis bíblica y asistir a las lecciones de Apolinar de Laodicea, el heresiarca cristiano y polémico erudito.
San Jerónimo en oración Tumbado sobre una piedra, con un Cristo entre
las manos y la túnica sobre el cuerpo consumido. En torno, la naturaleza ¿perturbadora? ¿A medio andar entre el cielo y el infierno? Una suerte de altar de madera rodea al hombre, y al fondo un río corre hasta perderse detrás de las colinas. Hieronymus Bosch, conocido en el mundo de habla hispana como el Bosco, pintó alrededor del año 1480 la penitencia de Jerónimo. (n. de la t.: ¡cfr! Jerónimo no aparece, ni antes ni después, tumbado en el desierto de Calcis. ¿Acaso no jugaría mejor papel una obra distinta en este punto de una hagiografía informe? Quizá. Pero la autora de estas notas hace tiempo dejó el pensamiento –tan asiduo a la vagancia y al placer– a su suerte. Por fortuna, el Bosco no dejó fuera de la penitencia jerónima el capelo ni el libro, tampoco al inseparable león.) El buen amigo Evagrio, también asceta, visitó varias veces a Jerónimo en Calcis y se ocupó de enviarle libros, noticias y polémicas desde Antioquía. En la hagiografía también aparece un compañero ermitaño, judío converso, que socorrió a Jerónimo en aquellos tiempos, especialmente en
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Michelangelo Merisi da Caravaggio, San Jerónimo escribe, 1605-1606
Biblia, reflexiones en torno al arte de traducir, cartas que se vuelven confesiones y tratados en torno a la exégesis bíblica. También ensayó el pensamiento en la bella forma de la polémica, la diatriba, la sátira. Debía hacerlo: lo tachaban de ¡latinista!, “ciceroniano empedernido”. Polemizó con Joviniano, Vigilancio, con Rufino de Aquileya, y también con los pelagianos, quienes asaltaron e incendiaron el monasterio de Jerónimo en el año 414. Vivió mal sus últimos años: las queridas compañeras espirituales habían fallecido y el cuerpo castigado por la penitencia, el ayuno y la vejez, lo abandonaba. En carta se quejaba por la enfermedad de los ojos que le impedía revisar a detalle sus traducciones: “Llamo a un amanuense y le dicto de inmediato lo que me viene a la boca. Pero, si me detengo a pensar para redactar algo mejor, entonces él me reprende sin decir nada, contrae la mano, frunce el ceño, y con el gesto de todo su cuerpo protesta que su asistencia es inútil.” (n. de la a.: Agradezco sinceramente al investigador Roberto Heredia Correa por su San Jerónimo: ascetismo y filología, libro perfecto y encantador.) el estudio del hebreo, librado con gran esmero por las noches. Después de dos años en Calcis, Jerónimo regresó a Antioquía, donde fue ordenado sacerdote pero sin servicios ministeriales a petición suya. Continuó su periplo a Constantinopla para tomar parte del Concilio del año 381. Entonces conoció a Gregorio de Nacianceno y a Gregorio de Nisa, los Padres Capadocios que alimentaron la teología cristiana de los primeros tiempos. Por su parte, Jerónimo ya era reconocido por su Chronicon, la traducción al latín de las tablas cronológicas de Eusebio de Cesarea, y la hagiografía de Pablo el Ermitaño. En aquellos años recibiría del papa Dámaso el encargo de revisar la traducción latina de la Sagradas Escrituras, es decir, confrontar la consagrada edición griega de los Setenta. La tarea del traductor no fue bien recibida. (n. de la t. vid. Walter Benjamin reconoció aquella labor en su Tarea del traductor, Die Aufgabe der Übersetzer, a partir de los verbos übersetzen, überleben, übertragen –traducir, sobrevivir, trasladar. “Tal supervivencia da un plus de vida, más que un sobrevivir. La obra no sólo vive más tiempo, vive más y mejor, por encima de los medios de su autor” –apunta Jaques Derrida en Torres de Babel. Mediante la traducción, una obra satisface su deseo de sobrevivir, un deseo intrínseco a su propia estructura. De acuerdo con Derrida y Benjamin, la relación entre el original y la traducción se origina en los términos del crecimiento y el desarrollo, es decir, de la vida, liberando al traductor de su condición de traidor, de copista, de mal imitador: si “no restituye ni copia un original, es porque éste sobrevive y se transforma. La traducción será en realidad un momento de su propio crecimiento, él se completará en ella creciendo.”) Lamentablemente, los cristianos no consideraron la Vulgata como un momento en la vida de las Sagradas Escrituras, sino como una necedad, una negación de la palabra divina. Estalló la polémica.
Jerónimo los hirió con sus sátiras. Los detractores señalaron de sospechosas las relaciones con las discípulas piadosas Marcela, Paula, Fabiola y Eustoquio, en especial juzgaron que los rigurosos ayunos y penitencias impuestas por Jerónimo a Blesila, la habían llevado a la muerte. Jerónimo abandonó Roma, la “Babilonia”, “la meretriz purpurada”, “la imperial prostituta”. En compañía de Dídimo el Ciego, marchó al desierto egipcio para visitar las comunidades de anacoretas. Se estableció finalmente en Belén. Paula y él fundaron tres conventos para mujeres y un monasterio para hombres, un hospicio de peregrinos y una escuela con una magnífica biblioteca, donde Jerónimo enseñaba el latín a partir de los clásicos. En el año 391 inició la traducción al latín del Antiguo Testamento a partir del original, hebreo o arameo. La Vulgata, edición para el pueblo, fue el texto bíblico oficial de la Iglesia católica hasta 1979.
San Jerónimo en su estudio Vestido como cardenal, contempla un libro
abierto sobre su atril. En las repisas, algunos objetos al descuido y otros libros de par en par, quizá recién consultados. El día lo ilumina en el primer plano ¿de una iglesia? ¿Un monasterio? Al fondo, los ventanales dejan ver el paisaje y a las palomas recortadas contra el cielo. Esta vez lo acompañan un pavorreal, un gato y su fiel león entre las sombras. Antonello da Messina, italiano cuatrocentista, representó a Jerónimo alrededor del año 1474. Mientras traducía la Biblia, Jerónimo escribió De viris illustribus, Sobre hombres ilustres, biografías de eruditos cristianos, incluida la semblanza del propio autor donde refiere su obra: comentarios acerca de distintos libros de la
Sol manso y león Jerónimo de Estridón murió el 30 de septiem-
bre del año 420 en Belén. En su recuerdo, el Instituto Goethe conmemora el Día Internacional de la Traducción, el Hieronymustag, con la presentación de un Traductor Transparente que trabaja en su gabinete, y en compañía de quien desee acompañarlo. (n. de la t. p.: ¿Necesitará el traductor del sol manso que se tiende sobre las páginas de sus libros? ¿Será un impulso gremial buscar el resguardo de una ventana? ¿Y también su horizonte? Quizá, adivinamos un mundo lleno de caminos entre las líneas del texto, y el pensamiento –tan asiduo a la vagancia, a la ilusión y a la libertad– escapa una y otra vez por la ventana. Necesita ir de un lado a otro y jugar con las formas, complacerse con las imágenes, abandonarse –inflamado de placer, siempre es así– a la musicalidad de las palabras. Las formas en que un pensamiento puede expresarse son infinitas…) Mientras el traductor se afana en su tintero, vienen a su mente los recuerdos de la prosa más cara a su corazón, el deseo de comentar al margen el momento en que Raskolnikov entra a la casa de la usurera, cuando Justine relata sus desventuras al monje perverso, y la noche en que el señor Hagebucher ruega a Dios una condena ejemplar para su hijo, inútil por poeta. Las lecturas de la infancia y la juventud han dejado su impronta, forman parte de la educación sentimental. Acaso siempre regresa el recuerdo del sol manso sobre las páginas y el horizonte recortado contra el marco de la ventana. Ahí, adivinamos los caminos que se abrirán al tren del pensamiento. A veces son escarpados, también vastos, por momentos angustiantes de tanta inmensidad… l
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La buena semilla
Australiano de nacimiento y ya consagrado internacionalmente, el compositor, cantante y escritor australiano ofreció un concierto en CDMX en el significativo 2 de octubre. Artista complejo y completo en la música, la literatura y el cine, en Skeleton Tree, su producción musical más reciente, procesa el duelo por la súbita muerte de uno de sus hijos gemelos.
Gerardo Villegas Rodríguez ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Ilustración de Jesús Díaz
LA CREACIÓN Y LA MUERTE. L
Sergio Ceyca ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
os reporteros de la sala donde se realizaba la rueda de prensa no saben quién será el primero en preguntar sobre Skeleton Tree, el disco más reciente de Nick Cave. Cuando se anunció en la sala que Cave ya iba a salir, todos los reporteros contuvieron la respiración: Nick Cave es una leyenda musical que no todos los días visita México. Algunos tenían, incluso, fotografías de Cave en los fondos de pantalla de su celular. Tras la espera, el cantante salió de una puerta al lado del escenario, posó para algunas fotografías y luego se sentó en una mesa frente a un fondo azul. Respondió a las primeras preguntas diciendo que últimamente su periodo creativo ha ido muy bien y que ha estado en el estudio produciendo un nuevo álbum, de cuyos detalles guardó silencio; también ha estado escribiendo mucho porque la única cosa la cosa que le permite continuar es tener oportunidad de escribir; lo mencionó ante los reporteros culturales, de
espectáculos y de periódicos nacionales, lo mencionó tras cambiar sus ademanes humorísticos, sus gestos relajados, por una cara estresada cuya frente tiene que frotar para no perderse en los recuerdos dolorosos, para encontrar las palabras entre el océano de problemas que es continuar vivo. “Si no puedo escribir”, puntualizó, “las cosas se ponen muy difíciles.” Ante la pregunta de cuáles son sus temas más recurrentes, sonríe antes de decir: “Dios, la muerte”. Habla sobre sus ficciones: él considera más fácil trabajar con la premisa, en su mundo ficticio, de la existencia de Dios. Esto es una manera muy efectiva de trabajar para él y abre una dimensión espiritual en su escritura; si, como persona, cree o no en Dios, es irrelevante. “Siempre he sido un contador de historias”, argumentó ante los reporteros que no dejaban de mirarlo mientras hablaba. “Recuerdo que cuando estaba en cama junto a mi hermana, le inventaba his/ PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
de
NICK CAVE:
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de la nota musical a la palabra
on sesenta y un años cumplidos, luego de más de cuatro décadas en el medio artístico y musical, Nick Cave devino referencia imprescindible en la escena artística internacional, fundamentalmente por su paulatino refinamiento como compositor e intérprete, labor que lo ha consagrado como icono de la cultura occidental, capaz de superar algunas modas pasajeras y marginales para lograr llegar en este 2018 (sólo por una noche) al público global a través de la entrega cinematográfica Distant Sky, filme correspondiente al concierto de su gira Skeleton Tree, rodado en Copenhague, Dinamarca. A la par de su trayectoria como frontman de la banda The Birthday Party, así como líder legendario del combo The Bad Seeds, lo mismo que de proyectos subsidiarios como Grinderman, Cave ha incursionado de manera sobresaliente en diversas disciplinas, como el cine y la literatura, en los que ha logrado el reconocimiento de audiencias, lectores y crítica especializada. Sus incursiones como novelista, cuentista y guionista cinematográfico constatan que este australiano nacido en 1957 no es un producto más de la mercadotecnia que habitualmente acompaña
a las estrellas de rock que a menudo se aventuran como escritores, sino que su auténtico oficio literario lo ha consolidado como un artista complejo y de altos vuelos. En su primera novela, titulada Y el asno vio al ángel (Black Spring Press, Reino Unido, 1989), cuyo título estuvo inspirado en la revelación bíblica del profeta Balaam en el libro Números del Antiguo Testamento, que trata sobre la futura llegada del Mesías: “Y el asna vio al ángel de Jehová, que estaba en el camino con su espada desnuda en la mano”, en palabras del propio Cave lo que se narra es una “historia, ambientada en el Sur de Estados Unidos y contada a través de la voz (o no voz) de Euchrid Eucrow, un loco y hermético niño mudo que estalla en una catarsis de ira y enloquece a la comunidad religiosa en la que vive”. El texto, compuesto en un lenguaje netamente literario, “fue escrito en una especie de hablapensamiento hiperpoético no pensada para ser hablada, un lenguaje mestizo que era parte bíblico, parte en dialecto sureño profundo, la jerga del delta, a veces obscenamente reverente y en otros reverentemente obsceno”. Al mismo tiempo, es una síntesis de las reiteradas lecturas
Nick Cave en concierto en el Pepsi Center de CDMX, 3 octubre de 2018. Foto: NOTIMEX/COR/ACE
bíblicas de Cave y sus correspondientes contemplaciones plásticas, en las que revela su obsesión por la noción de Dios y el Padre, en sus diversas formas de existencia y ausencia. Surgidas en su infancia, esas pulsiones arquetípicas, psicológicas y literarias se convirtieron en los anatemas que siempre lo han acompañado, como el constante tema existencial de sus composiciones –que a veces devinieron en canciones de amor y desamor, de crimen y castigo y de fe o duda–, muchas de las cuales narran un sinfín de historias desconcertantes, por otro lado concebidas también bajo el influjo poético de Leonard Cohen, Lou Reed y Capitain Beefheart, e interpretadas con una voz que a veces evoca el estilo de Howlin’ Wolf, Shane MacGowan y Johnny Cash.
“Esto, mi niño, es literatura.” De acuerdo con la historia narrada en la
novela, Dios satura de información al hijo mudo de una alcohólica y un loco que encuentra más compasión en la mula de la familia que en sus / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA
NICK CAVE EN MÉXICO
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semejantes, “y lo carga con malas ideas”, que transforman a Eucrow en una especie de anarquista coronado o un suicidado de la sociedad, lo que da pie a la especulación sobre el carácter autobiográfico de Y el asna vio al ángel, que según esta interpretación sería una suerte de taxonomía de pensamientos e historias personales, de las que guarda memoria literal, al grado de contar con un curador de esos objetos para un futuro museo. En 1996, en una entrevista para la bbc, Cave explicó su experiencia con la educación espiritual cristiana: “A los ocho años me uní al coro en nuestra iglesia anglicana local, y asistí a los servicios dos veces por semana durante los siguientes cuatro años. Pero el Dios del que escuché predicar parecía remoto, extraño e incierto. Así que me senté en los establos, en mi sotana carmesí, mientras pensamientos rebeldes rezumaban bajo la puerta atornillada de mi imaginación”, confesó. “A medida que crecía y entraba en mi adolescencia, mi padre, ya fallecido, decidió que era hora de transmitirle cierta información a su hijo. Yo tenía trece años, y él me llevaría a su estudio, cerraría la puerta y comenzaría a recitar grandes pasajes sangrientos de Titus Andronicus, de Shakespeare, o la escena crucial de Crimen y castigo, o capítulos enteros de Lolita, de Nabokov. Mi padre agitaba sus brazos, luego me señalaba y decía: ‘Esto, mi niño, es literatura’.” Entonces comprendió que su padre le estaba otorgando un conocimiento prohibido. “Me sentaba y escuchaba todas estas locas palabras
/ SIGUE:
LA CREACIÓN Y LA MUERTE. NICK CAVE EN MÉXICO torias y las he estado escribiendo desde entonces. Luego pasé a la escritura de narrativa de ficción; siempre ha sido el intento de escribir una gran y enorme historia sobre las cosas”. También comentó que no pensaba mucho en los políticos, ya que con sus creaciones tenía su propia agenda política trabajando en un nivel personal con su audiencia, ayudando a ésta a mirar hacia arriba, y esa intención está relacionada con conectar con todos, a pesar de sus opiniones políticas. Aunque en los inicios de su carrera sus historias eran mucho más impersonales. “No estoy seguro cuándo inició pero, en cierto punto, empecé a escribir sobre mi propia vida. Creo que durante un tiempo sólo escribí canciones sobre personajes que hacían cosas y en cierto punto descubrí que la única autoridad que tenía era escribir sobre mí mismo. Durante mucho tiempo estuve plasmando estas alucinaciones, en La canción de la bolsa para el mareo y en The boatman’s call. Cuando digo que escribo cosas sobre mí mismo me refiero a que escribí
saliendo de su boca, feliz de ser invitado a su extraño y anómalo mundo”, y vio que lo que Colin Cave encontraba “en su amada literatura, era a Dios. La literatura lo elevó, lo despojó de la normalidad, lo sacó de la mediocridad y lo acercó a la esencia divina de las cosas”. Entonces el pequeño Nick tuvo la certeza de que sólo a través del arte podría aislarse del mundo, por lo que decidió, según sus palabras, escribir algunos “poemas y canciones malas” con sus amigos de la escuela con los que había formado la banda de rock The Boys Next Door.
“La banda en vivo más violenta del mundo” Nick Cave sobrevivió, elegantemente y gra-
cias a su búsqueda artística, a algunos movimientos a los que se afilió en su juventud, como el punk rock del circuito Little Band, de los suburbios de Fitzroy y St Kilda en Melbourne, donde en las Little Band Nights del Champion Hotel desfiló un sinfín de bandas más enfocadas en un discurso artístico que orientadas a la búsqueda del éxito comercial. De esa escena surgieron músicos que más tarde harían carreras de alto perfil como Lisa Gerrard y Brendan Perry, de Dead Can Dance, y sirvió también de inspiración para la película de culto Dogs in the Space (1986), protagonizada por el extinto líder de inxs, Michael Hutchence, ambas entidades actualmente diluidas.
Ya desde 1976, la influencia primigenia del joven Cave fue el rock de los sesenta y el glam, cuya estética y repertorio adoptó para adecuarlo a sus influencias y quehaceres literarios, que más tarde estallarían en The Birthday Party, un grupo afincado en Londres, poseedor de una atmósfera disonante y actitud dandy-junkie que adquirió reputación como “la banda en vivo más violenta del mundo”. En 1980, la revista New Musical Express describió a Nick como “el gran señor de la exuberancia gótica”, penoso cliché que lo persigue hasta la fecha pero que no empató siempre con su lírica y escritura, emanada del Berlín monocromático de los años ochenta. Al igual que Eucrow, el personaje de su novela, Cave escuchaba voces en su cabeza, pero las de Nick lo dejaban tan arruinado que durante algún tiempo uso heroína para disfrutar del silencio y sus revelaciones. Lo cierto es que a lo largo de ese viaje opioide de más de cuarenta años, literalmente del underground al mainstream, Nick Cave se convirtió en un artista atemporal forjado por un serio oficio, casi ascético, y rodeado de músicos con carreras propias como Blixa Bargeld, de Einstürzende Neubauten, Nick Harvey, Barry Adamson, Conway Savage, Jim Scaluvnos, el difunto y fundamental adicto, Roland s. Howard, Lydia Lunch, así como el disonante Warren Ellis, y por supuesto sin olvidar a Wim Wenders, quien lo mostró al gran público en pantallas del cine en inolvidables escenas de Las alas del deseo (Der Himmel Über Berlin, 1987), coescrita con Peter Handke l
Nick Cave en imagen promocional del documental 20.000 días en la Tierra, producido en 2014.
sobre situaciones que nos ocurren a todos, que nos ocurrían a mi esposa y a mí, cosas que pasan en la casa, pequeños momentos, detalles, de mi vida. Creo que era un periodo alucinatorio sobre la vida cotidiana. Hoy mismo estaba leyendo un artículo sobre Frida Kahlo, por ejemplo, y parece ser una situación similar: ella estaba pintando sobre su situación personal pero expandiéndola de una manera alucinatoria, muy similar a lo que he hecho. Se sienten como alucinaciones, pero son sólo historias sobre detalles de mi vida.” La rueda de prensa continúa sin ningún punto tenso. A veces Cave se burla por haber entendido mal alguna pregunta, o interroga a los reporteros sobre diversos temas. De hecho, cuando el equipo que lo acompañaba quiso terminar la rueda de prensa, él decidió continuarla, seguir respondiendo preguntas a pesar del tiempo. Finalmente, alguien le preguntó sobre su creación basada en la pérdida. Todos en la sala saben que Skeleton Tree, su disco más reciente, surgió de la muerte accidental de uno de sus hijos gemelos
y era un tema que se había mantenido en el aire sin que nadie se animara a abordarlo. Moviéndose el cabello largo dijo que él no podía comentarlo desde su punto de vista pero sí del de su esposa: encuentra más fácil verlo en ella que en sí mismo. “La vi por ser alguien que pasó literalmente de no poder moverse, a ser una mujer increíblemente funcional e inspiracional en sólo unos años. El duelo paraliza, puede destruirte, pero también puede empoderarte. En ese aspecto, sólo puedo decir que es posible sobreponerse de esas cosas y hay una fuerza que sale del duelo y puede hacerte una mejor persona: una que funcione mejor, que sea más empática y esté mejor conectada al mundo”; es lo que ha visto en su esposa y siente que también le ocurrió a él. “Pero primero, en una tragedia así, tienes que gritar y después algo sale de eso.” Cuando, más tarde, alguien le pregunta si está listo para la pasión del público mexicano, responde sonriendo que está listo para la pasión mexicana l
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HOMBRES DISFRAZADOS DE SATANÁS La muerte de Bunny Munro, Nick Cave, Malpaso Ediciones, España, 2018.
SOBRAN LOS MIEMBROS del mundo del espectáculo que han publicado novelas. En librerías podemos encontrar los nombres de Hugh Laurie, Carrie Fisher, Marlon Brando y, recientemente, hasta de Tom Hanks; siempre con las contraportadas repletas de halagos que pocas veces provienen de críticos serios sino de compañeros del gremio que se sorprenden ante la habilidad oculta del colega. Encontrar una novela de Nick Cave en el aparador puede resultar, entonces, sospechoso,
Sergio Ceyca ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
más si el título tiene aires de ridiculez: La muerte de Bunny Munro. Esa sensación no cambia hasta que se toma el libro y, en donde deberían estar los halagos de los amigos, está la primera frase de la novela: “Estoy perdido, piensa Bunny Munro en un repentino instante de lucidez reservada a quienes tienen las horas contadas.” Nick Cave se ha dedicado desde hace tres décadas a la banda The Bad Seeds y ha tenido un proyecto alterno llamado Grinderman; además, ha demostrado que es un hombre dispuesto a defender sus ideologías: acusó a Roger Waters de ser un bully cuando quiso obligarlo a cancelar un concierto en Israel y rechazó un mtv Award por Murder Ballads, argumentando que no componía para participar en competencias. Hasta escribió el guión de un western australiano llamado La propuesta. Sin embargo, su carrera literaria no es nueva: puede conseguirse La canción de la bolsa del mareo, una colección de fragmentos poéticos que el cantante iba escribiendo en bolsas de mareo que fue obteniendo durante la gira que realizó en 2014 para promocionar Push the Sky Away: cada bolsa de mareo es una ciudad y hay momentos, imágenes, en los que maravilla la carga emotiva lanzada ante el lector, aunque en ocasiones no pasa de la simple descripción del viaje. Además, existe una novela llamada Y el asno vio al burro, que puede conseguirse más fácilmente en su edición en inglés. Malpaso apostó por editar La muerte de Bunny Munro, publicada en 2009, que bien podría ser la pesadilla de cualquier feminista: Bunny Munro, el protagonista, es un vendedor de maquillajes por encargo que no hace más que pensar en vaginas y aprovecha cualquier oportunidad para insinuarse a las mujeres. Nunca se detiene a pensar en su esposa. En la escena de apertura, Bunny tiene el presentimiento de que está perdido mientras se encuentra hablando por teléfono con ella desde un hotel en el que está hospedado con una prostituta y muchas botellas de alcohol. Intenta tranquilizarla, ya que ella está diagnosticada como depresiva. La mujer le dice que tiene mucho miedo porque hay un desquiciado disfrazado de diablo que anda acuchillando personas a unas cuantas ciudades de ellos. A pesar de eso, no tiene ningún remordimiento para engañarla diciendo que anda de viaje de negocios. Luego regresa a sus necesidades sin dudar que la calmó, como siempre. Pero cuando llega a su casa, su hijo le da la noticia que su madre se encerró con llave desde la noche pasada, que destruyó todas las cosas que pudo de Bunny y que por más que se
lo ha pedido, no sale. Bunny fuerza la puerta para encontrarse con un escenario terrible: su esposa cuelga del techo. Desde ese momento la suerte de Bunny Munro (nombre que pronunciado en inglés suena mejor, aunque no menos ridículo) empieza a desaparecer: entre el duelo y la responsabilidad sobre su hijo de ocho años, un niño mucho más curioso por el mundo y el conocimiento que su padre, las decisiones que toma van de mal en peor hasta que decide continuar con su tarea de vender cosméticos para luchar contra la vida que busca aplastarlo, y se lleva a su hijo por una gira maratónica por varias ciudades en las que se topa cualquier tipo de mujeres: solteronas urgidas, feministas karatecas, ciegas que compran maquillaje, que van demostrando la desesperación de las intenciones de Bunny, quien no imagina que pronto empezará a ver a su esposa por las ventanas, dando la vuelta en alguna esquina, hostigándolo desde la muerte. Un conocedor de la música de Cave podría pensar en “Papa Won’t Leave You, Henry”, canción en la que un padre va contando a su hijo las atrocidades y crueldades que ha visto en el mundo mientras le promete que jamás lo dejará, así que no tiene necesidad de llorar. Este es quizá el tema central del libro: el traslado de las venenosas costumbres varoniles a una nueva generación. El abuelo Munro, también vendedor, llevó a Bunny en alguna ocasión a hacer una ruta de venta mientras le enseñaba de qué se trata vivir la vida y el oficio; fue su padre quien le enseñó el porte para convencer a las mujeres, quien resaltó los relieves de la mente de un varón que no puede vivir más que para ser seductor y crear envidia en los hombres que lo rodean. De alguna manera, Bunny quiere enseñarle a su hijo lo mismo, antes de que la muerte lo alcance. El mundo en el que transcurre la historia recuerda los ambientes góticos y pantanosos donde los personajes de las canciones de Cave suelen vivir y cantar: un mundo lleno de hombres disfrazados de Satanás que van asesinando gente sin motivo claro, con agencias de venta de cosméticos que tienen trabajadores con nombres de animales (un colega del protagonista se llama Poodle), y en el que finalmente ningún adulto parece ser cien por ciento bien intencionado. Un mundo siempre rodeado de absurdo, de elementos ridículos, que en cualquier momento podría destruir tanto al padre como al hijo; dicha atmósfera entona bien con la de las canciones de Nick Cave, haciendo que el lector se transporte a un escenario perverso que, sin embargo, es muy similar al nuestro
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EL TODO Y SUS FRAGMENTOS Por mirarlo todo, nada veía, Margo Glantz, Sexto piso, México, 2018
Rosario Mateo ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
A mis amados padres, Ana e Isaías, porque encierran una admirable historia. UN FRAGMENTO ES una porción, un pedazo, una parte de algo que adquiere significación propia, precisamente por separarse de un todo, y precisamente por eso el mundo se puede reconstruir con base en fragmentos. Esa intención se revela en Por mirarlo todo, nada veía, de Margo Glantz, un libro construido por innumerables enunciados que parten de un evento noticioso. Al comenzar la lectura se puede suponer que la presencia de los enunciados relativos a dichas noticias será breve y que su cometido sólo es introductorio. Sin embargo, a medida que las páginas se
suman, la obra se construye casi exclusi vamente con trazos de “realidad”; uso entre comillas esta palabra porque no cabe la certeza absoluta de que todas las oraciones se apeguen a los acontecimientos que llenan los medios de información. Sin embargo, todas adquieren una manera de la veracidad por habitar aquí, en este libro, donde se conectan y relacionan temporal y espacialmente la multiplicación exponencial de la palabra. La autora comienza por preguntarse: “Al leer noticias ¿cómo decidir qué es lo más importante?” A partir de ese momento hila acontecimientos que, sin ser cronológicos, se ajustan para formar una cadena, un tejido de eventos afortunados y no afortunados. Algunos ejemplos: que el ajolote mexicano sea el único animal capaz de regenerar extremidades, órganos y tejido; que haya ganado el Nobel Bob Dylan y no fuera a Estocolmo a recibirlo, y que sin embargo lo haya aceptado; que mucha gente esté en estado de vejez prematura; que todos los fines de año se consuma comida con desenfreno; que el ochenta por ciento de la riqueza del mundo esté en manos del uno por ciento de sus habitantes; que haya más de cien figuras retóricas y que muchas sean variantes de la misma; que últimamente la gente está obsesionada con asuntos del corazón; que Edgar Alan Poe dijera, soy escritor… por lo tanto no estoy cuerdo; que de cada siete personas en el mundo una sea migrante, refugiada o desplazada; que inventaran un dispositivo que simula el sexo oral; que Walter Benjamin dijera que siempre es posible lo peor; que una noticia que se lee en Facebook, guste, encante, divierta, asombre, entristezca, enfade, sea indiferente, alarme, aterrorice, se viralice; que Rulfo escribiera que la enfermedad y el dolor oyen cuando les hablan; que las mujeres trabajen más y ganen veinticuatro por ciento menos que los hombres; que las ciudades tengan arterias; que Cervantes tenía muy pocos dientes; que sea muy bello un proverbio otomí: toda agua, todo cielo, toda sangre llega al lugar de su quietud; que se haya descubierto un misterioso río de hierro líquido en el centro de la Tierra; que es maravilloso que todavía haya algo por descubrir dentro de nosotros mismos y en el universo; que México se encuentre hoy dentro de los diez países más violentos del mundo; que a veces hasta los genios retuitean; que Cortázar dijera: Confío plenamente en la casualidad de haberte conocido;
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
que el ajo ayuda a proteger n uestro sistema inmunitario; que los hombres de Neanderthal se hayan extinguido hace cuarenta millones de años, pero que sigan vivos en nuestro genoma; que Venus sea el planeta más brillante de nuestro sistema solar; que en todas partes se cuezan habas; que Marichuy sea la única mujer indígena que se proclama como candidata a la presidencia en México; que se pueda vivir en un estado de errata permanente debido a la celeridad de los dedos; que la humanidad haya acabado con más de la mitad de los animales del planeta; que Oscar Wilde asegurara que la generosidad es la esencia de la amistad; que Virginia Woolf haya escrito que no hay barrera, cerradura, ni cerrojo que puedan imponer a la libertad de mi mente y que Sor Juana haya dicho lo mismo con otras palabras, tres siglos antes; que en una de sus últimas entrevistas, el periodista asesinado Javier Valdez haya dicho: El narco sometió al gobierno, sometió a los empresarios y está sometiendo a los periodistas... Por mirarlo todo, nada veía revisita a Kafka, acude a las figuras literarias y a las definiciones de metáfora en un adecuado collage literario donde Margo Glantz ofrece el regalo de recordar eventos que por poco se quedan en el olvido y la sorpresa de algunos que se ignoraban. Es indispensable hacer una cita e ir al encuentro con este mosaico del mundo y disfrutarlo en un fragmento, un pedazo, un trozo de nuestras vidas
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Albricias Felicitamos a
Hermann Bellinghausen y Javier Sicilia por haber obtenido el Reconocimiento Juan Gelman en el marco de la Feria Internacional del Libro en el Zócalo de Ciudad de México 2018
La pasión pictórica de Saturnino Herrán Marco Antonio Campos
Arte y pensamiento
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Artes visuales Germaine Gómez Haro
germainegh@casalamm.com.mx
Joniel León Marrero: Contrapunteo EN CASA LAMM se presenta la exposición Contrapunteo del joven artista cubano Joniel León Marrero (La Habana, 1984). Una muestra exquisita integrada por dibujos de pequeño formato realizados con grafito sobre cartulina y pinturas en óleo y acrílico. Es la primera vez que el artista se presenta fuera de su país e inclusive en su terruño es todavía poco conocido. Joniel León Marrero es un dibujante excelso. Desde que se acuerda, las crayolas, temperas y lápices de colores han formado parte de su quehacer cotidiano. Su abuela materna fue la responsable de encender la chispa del oficio en el niño. Normalista de formación, ella percibió el talento de su nieto, su extraordinaria habilidad
Sin título
dibujística, y dedicó mucho tiempo a impulsarlo y dirigirlo. “El hecho es que siempre que me sentaba a dibujar algo que para mi edad era complicado, le pedía su ayuda”, comenta Joniel en entrevista y agrega: “Ella fue mi primer paradigma, mi primer referente; después de recibir su ayuda y ver cómo lo lograba, intentaba hacer lo mismo, lo más similar posible. Poco a poco iba poniéndome el listón más alto, viéndolo todo como sólo los niños lo pueden ver, de un modo lúdico.” Así, Joniel creció inmerso en esa pasión por el dibujo que fue desarrollando y perfeccionando a través de la recreación de personajes animados, de videojuegos y cómics, temas comunes entre los niños. Al ver en la actualidad la perfección de su oficio dibujístico, resulta increíble que su formación haya sido prácticamente autodidacta, pues no cursó la carrera formal en la Academia Nacional de Bellas Artes de San Alejandro por no haber contado con la preparación necesaria que se le exigía. Finalmente decidió matricularse en la Escuela de Instructores de Arte (eia) y más adelante optó por la carrera de Sociología que no terminó. Volvió a insistir en dos ocasiones más en la Academia de Bellas Artes, pero no logró el ingreso. Eso no lo frenó. Después de cuatro años y medio de trabajo como instructor de arte, cursó un trimestre de producción documental en la Fundación Ludwig de Cuba donde después trabajó como camarógrafo y editor. Así lo recuerda el artista: “Estuve tres años muy fructíferos trabajando con ellos y tuve la oportunidad de codearme con infinidad de artistas nacionales y extranjeros. Todo esto me sirvió de entrenamiento a nivel formal e intelectual.” Pero su pasión no era otra cosa que el dibujo. Fue entonces cuando desarrolló su primera serie de dibujos titulada Home Sweet Home (Hogar Dulce Hogar) de la cual se exhiben unas piezas en esta muestra. En esa serie, Joniel recreó imágenes emblemáticas de la cultura estadunidense, como la Casa Blanca o la
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Estatua de la Libertad con ese dibujo perfecto que lo caracteriza, y las intervenía con algún mensaje irónico como “Libertad”, “Home Sweet Home”, o la Coca-Cola como uno de los símbolos del imperio estadunidense. En su más reciente trabajo, que se exhibe por primera vez, Contrapunteo, Joniel ha captado fragmentos del paisaje urbano habanero y los reproduce con esa mano prodigiosa que no da lugar al menor error o titubeo en la perfección de sus trazos. Las escenas son recortadas de tal forma que uno pensaría que está mirando a través de una rendija. Los fragmentos del paisaje se vuelven más poderosos en su concreción, en su capacidad de síntesis visual. En los techados de las casas coloniales reproduce las caprichosas formas de cada teja, así como los pisos adoquinados de las plazas y los paseantes con sus sombras inasibles. Sus cielos y nubes perfectamente conformadas logran captar lo etéreo de una manera sublime. Su arte remite a los iluminadores de miniaturas de la Antigüedad –pienso en el extraordinario Luis Lagarto, pintor de las capitulares de los libros de coro poblanos–, a esa perfección que sólo es posible conseguir con una paciencia infinita y un don especial en el manejo de la técnica. Sus dibujos son un regocijo para la mirada y un ejemplo de amor y dedicación a este oficio que en nuestros días está en peligro de extinción
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Bitácora bifronte Jair Cortés
jair_cm@hotmail.com
twitter: @jaircortes
El deseo que perdura en la memoria Un poema de Konstantinos Kavafis “PERMANECER”, un breve e intenso poema de Konstantinos Kavafis (Alejandría, 1863-Atenas, 1933), publicado en 1919, aborda el tema de la experiencia erótica y de su permanencia en la memoria: “Debe haber sido la una o la una y media./ En un rincón de la taberna, tras la división de madera, aparte de nosotros, nadie./ La lámpara apenas iluminaba./ El mesero dormía cerca de la puerta./ Estábamos tan excitados que nada nos importaba./ Nuestras ropas entreabiertas... –no usábamos mucha/ por el excesivo calor del mes de julio–/ Goce de cuerpos semidesnudos, contacto rápido de pieles/ visión de lo que ocurrió hace veintiséis años/ y que ahora permanece en
el poema.” Lo que atrae del poema es la manera en la que el poeta aborda, por medio de rápidas y condensadas descripciones, la anécdota, permitiéndole al lector utilizar una de las fuerzas más poderosas del erotismo: la imaginación; no sabemos, por ejemplo, entre quiénes se da este íntimo encuentro, no se mencionan ni el género, ni los nombres, ni las edades, ni rasgos distintivos de los involucrados porque en el fondo, en su substancia, el deseo es inherente a todas las personas. Por otro lado, la memoria juega un papel fundamental en el poema: han pasado “veintiséis años” y el poeta recuerda casi la hora exacta y ciertos detalles necesarios para arengar nuestra curiosidad: la madrugada, la lámpara que “apenas iluminaba”, el mesero dormido como símbolo del cuerpo que está presente pero distante en el territorio del sueño y la puerta como el espacio de entrada y salida del onírico mundo de la sensualidad. Este encuentro erótico, este “Permanecer”, se presenta siempre en un estado fronterizo (de ahí la importancia del uso de los tres puntos) entre dos zonas: la luz y la penumbra, la vigilia y el sueño, la desnudez y el vestido, lo cerrado y lo abierto, lo fugaz y lo inolvidable, todo ello circunscrito en la “división de la
taberna”, y en esa ambivalencia entre “nosotros” y “nadie”, de tal manera que el poema rememora una ensoñación estival tan intensa que no se ve agotada en la satisfacción sexual y que permanece viva. Así, este maravilloso poema es encarnación del deseo en el lenguaje y la experiencia del placer se vuelve eterna, no sólo por ser evocada sino por haber sido nombrada desde la Poesía
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Arte y pensamiento
Tomar la palabra Agustín Ramos
Fenomenología del espíritu chingativo El conocimiento es un instrumento, para mirar lo absoluto o para apoderarse de él sg. w. f. Hegel
ES UN HECHO. Disertamos sobre el porqué, el como si, el en sí y el para sí de la conciencia. Nos obsesionamos por saber quién y cómo manejará y repartirá el botín científico y cultural pero no la deuda ni la moneda. Discutimos si un aeropuerto no hace Holas!, mientras una boda sí. Si quitar los homenajes a un genocida borrará la historia de la histeria. Si ésta renunció antes de llegar pero después de que sus fans celebraran con bombo y platillo y de que su grupo la sahumara con inserciones pagadas, mientras éste, para furia y preocupación de exquisitos, telectuales y videntes, aceptó el encargo. Es un hecho. Queremos impartir conocimiento o, de modo más modesto pero igualmente pontificio, vertemos nuestra visión, opinión e información, desde que nos dimos cuenta de que podemos contrarrestar la radio, la tele y la imprenta, mediante las redes sociales. Es un hecho. Bueno…, no exactamente un hecho sino, más bien, la percepción que tenemos de esto. Por ejemplo, lo que pasa nos llega primero por los sentidos. Los sentidos, todos, son la oficialía de partes o la oficina
donde una recepcionista manda poner el sello de recibido y turna la cosa al área correspondiente. Esta área, lo dice la experiencia, puede no ser la idónea o, peor aún, no brillar por su sagacidad ni por su disponibilidad, así que buenamente partirá de un equívoco y se esmerará en seguir equivocándose. A veces, no muchas, el área de destino resulta ser la correcta, de chiripa o porque la alineación de los astros es la ídem. En esta ocasión, por tratarse de un ejemplo, la veleidosa pero guapa y bien pagada edecán recepcionista le atina al buzón correcto, a la ventanilla adecuada. La documentación y el entendimiento requerido abren paso al siguiente escalón gnoseológico, que consiste en saber cómo va el trámite, a quién encomendarlo y cómo distinguir entre el celofán y el regalo (porque en el departamento previo nos suelen persuadir de que, para que la cosa en sí marche cual debe y el esto llegue a la neta del planeta, hay que aportar un esfuerzo suplementario). ¿Mordida a nuestra economía mental, acaso? No, tal vez un coscorrón, molesto quizá pero indoloro, o un raspón con las esquinas de lo real, remediable g. w. f. Hegel
con paciencia, saliva y antiséptico. Las conexiones subsecuentes a la entrega del regalo son prácticamente inmediatas. La certeza del sí mismo se procesa y digiere para ascender, de la capacidad de conocer el esto, a la seguridad que se confirmará cuando al esto se le dé la gana. Y ya después, como decía mi abuelita, sólo Dios. Y en particular una de sus tres personas, el Espíritu (¿santo o chingativo?, eso depende). La respuesta correspondiente al esfuerzo de la autoconciencia por trascender a la conciencia y acceder al saber real, nunca está libre de los problemas circulatorios propios de la megalomanía implícita en el deseo de llegar a la verdad absoluta o al poder que aporta ésta. Y si sólo fuera la circulación, vaya y pase, con perseverancia no hay aglomeración que dure cien años ni semáforo perverso que resista a la voluntad. Pero no. Hay variables, aporías, confusiones del esto con lo otro, dialécticas de señores y siervos o de clases en lucha. Que así sí pero discretamente, que así de plano no nunca jamás. Que asombra la velocidad de enquistados y chapulines para colarse al reparto del pastel, que mientras unos se resignan con los míseros sueldos de cien mil pesos otros declinan por motivos personales. Que los portavoces de los amos y señores siembran paparruchas a media plana con viñetas a color y engordan el caldo de La Opinión Pública Sociedad Civil de r. l. de c. v. para que los lectores-votantes se arrepientan y vuelvan a creerles, porque ellos se adueñaron de La Palabra y La Verdad por la ciencia infusa de la mediocracia, sin necesidad de conocer a Hegel, el de Polanco
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Biblioteca fantasma Eve Gil
Destino MIENTRAS LEÍA Comunidad, la más reciente novela de Ann Patchett (Los Ángeles, 1963), publicada para Latinoamérica por Alianza Editorial, pensé en la Biblia. Me pregunté si la autora se habría propuesto conscientemente narrar una historia con el libro sagrado como modelo; historia no lineal, aunque comienza por lo elemental: un hombre y una mujer, y donde los miembros –descendientes– de familias emparentadas –dos en este caso– narran su historia a retazos, como si se armara un rompecabezas que es, al mismo tiempo, la aventura primigenia de la humanidad. Desde su arranque, Comunidad deja claro el papel determinante del destino en la peculiar alianza entre dos familias que no pueden ser más distintas. Albert Cousins, un ambicioso ayudante de fiscal de distrito, de buena posición económica y padre de tres hijos (y un cuarto en camino), no tiene nada que hacer un domingo y, francamente, ha empezado a aburrirse de la rutina familiar. Por alguna razón que ni él mismo entiende, obedece al impulso de presentarse en la fiesta de bautizo de la segunda hija de un policía muy apreciado de la zona, Fix Keating, con quien habrá cruzado un par de frases. Si algo odia Cousins son los bautizos católicos y las fiestas con niños… desprecia, de hecho, a los policías. Pero ahí está, intimidando al resto de los invitados con su elegante e insólita pre-
sencia. En algún instante, Albert consigue apartarse del bullicio y tendrá un encuentro con la mujer más hermosa que ha visto en su vida, que resulta ser la esposa del oficial Keating, Beverly, quien lleva en los brazos a Franny, la festejada. Albert y Beverly intercambian algunas frases banales y, de pronto, tienen sus bocas unidas, con la cabecita del bebé entre ellos. Este beso sella el principio de una vida en común que habrá de incluir a la prole de ambos. Patchett, de las más hábiles narradoras en lengua inglesa, no se extiende en la tragedia de dos familias rotas, sino que ahonda en el proceso de reconstrucción de los implicados. En el capítulo que sigue a la sorprendente introducción, los personajes de aquella infausta fiesta se han transformado o, de plano, desaparecido. El padre Joe Mike ha pasado a ser tío de las hermanas Franny y Caroline Keating…. el joven y vigoroso Fix está postrado en la cama de un hospital recibiendo tratamiento contra el cáncer y a su lado, una Franny de casi cincuenta años lo asiste y escucha fascinada sus anécdotas de cuando era el policía del que se enamoró Beverly. Patchett nos permite acce-
der a las vidas de las dos chicas Keating y los cuatro chicos Cousins –dos niñas y dos niños– que, descubrimos con sorpresa, conviven con gran familiaridad, trasladándose unos a casa de los otros, desarrollándose como seis hermanos de personalidades muy definidas, aunque uno de ellos perderá la vida de manera trágica que, al igual que el primer encuentro entre Albert y Beverly, parece escrito en su destino. La muerte del mayor de los hermanos Cousins fortalecerá la unión de los cinco restantes, que de una u otra forma se sienten responsables de lo sucedido. Estudiar Derecho, como su padrastro –y la profesión con la que alguna vez soñó su padre– parece el inminente destino de Franny y Caroline, pero sólo esta última lo concretará. Franny se queda como camarera en el restaurante de un lujoso hotel de Los Ángeles, donde conocerá al afamado escritor Leon Posen, que no sólo habrá de convertirse en su gran amor, sino que inmortalizará en una novela –que termina siendo bestseller– la historia de su jovencísima novia y sus hermanos. Una vez más el destino tiende su telaraña y las vidas de la abogada Caroline, la romántica Franny, la intelectual-boba Jeannette, la espiritual Holly y el muy problemático Bert, volverán a entrecruzarse tras la invasión de ese escritor en sus dolores más íntimos. Ann Patchett es autora de una notable novela, Bel canto, aunque Commonwealth, su título en inglés, expone una técnica narrativa deslumbrante. Es también propietaria de la librería Parnasus Books, en Nashville
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Ann Patchett
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Bemol sostenido Alonso Arreola
@LabAlonso
Entre flautas, venados y laboratorios EL OTRO DÍA pasó a visitarnos Wilfrido Terrazas. Nos hubiera gustado platicar más rato con él. Notable flautista, compositor y creacionista efímero, hace un tiempo que vive en Estados Unidos, adonde fue para seguir ampliándose el eco. Aprovechando una breve estancia, empero, pasó a dejarnos el último disco con su Sea Quintet, Pirate Songs. A diferencia de Cátedra, la obra anterior que nos envió y en la que sonaba junto a su Generación Espontánea (también editada por Ápice), aquí escuchamos esa otra personalidad suya abocada a una “formalidad” en tenis que siempre –y qué bueno– se entrega a momentos de enorme libertad. Libertad condicionada, debemos decir, por influencias nítidas (brasileña, verbigracia) cuyos arreglos exhiben gran diseño, expresividad y sentido del humor. Hablamos de ocho piezas en las que compartió autoría con Edwin Montes (guitarras, percusión y voz), Abraham Lizardo (batería y voz), Iván Trujillo (trompeta, flugelhorn, percusión y voz) y José Fernando Solares (saxofones, clarinete y percusión). Una colección de gran expresividad producida en Ensenada y Ciudad de México para la que no se quedaron con ganas de nada. De estética sonora simple, en ella
celebran el poder de la perorata entre piratas aéreos que, surcando un caldo elemental, consiguen mostrar formas primigenias –y mucho más que eso– transformando un domingo lluvioso en un día de sol. Ahora bien, luego de escuchar a Terrazas posamos la mirada del oído en otros álbumes “relacionados” que aguardaban por comentarios tiempo atrás. Editados en los últimos dos años por Cero Records (otro bastión de la necedad contemporánea de cuyo catálogo ya hemos recomendado con anterioridad), Luz negra y Caminando a Wirikuta representan esfuerzos encomiables en distintas direcciones. El primero es de otro flautista comprometido con destellos introspectivos: Alejandro Escuer. Aunque se trata de una suerte de compilado con piezas compuestas en la última década, su diseño y unidad sonora alcanzan grados de asombro (saturaciones pasajeras incluidas). El texto que lo acompaña propone una reflexión reveladora que apela al relámpago que va del individuo al ser colectivo, así como a los orígenes de composiciones interculturales; pero nosotros preferimos tirarnos en su abismo sin paracaídas presupuestos. La experiencia resulta magnífica, poética, potente. Destaca su sociedad con Ganesh Anandan (percusiones), Carla López (voz) y Ramin Arjomand (piano), aunque todo nos acaricia buenamente.
El segundo, desde luego, está dedicado al pueblo huichol. Caminando a Wirikuta es un viaje de estambre entreverado en que se expresan la tradición del combo Niwetzika, el conocimiento histórico de Anawak y la mano tendida del compositor Alejandro Colavita, principal responsable del proyecto. Remolino de carácter ritual, dejándolo correr imaginamos el sonido de la mezcalina en túneles de esforzada excavación, un tránsito sin ramplonerías superficiales ni solemnidades de vitrina. Así, instrumentos tradicionales y modernos, electrónica, lengua indígena y castellana en certeras orquestaciones digitales hacen guiños que alcanzan al Alan Parsons más etéreo… un inquieto venado mutante, cuadro multicolor con la voz humana como llave de toda habitación. Planteadas las recomendaciones, queda transferir la siguiente información: Cero Records está colaborando con la Muestra Internacional de Música Electroacústica (muslab 2018). Hablamos de un festival de conciertos en formato multicanal combinados con video y video-mapping que se presentarán entre octubre y noviembre, en su mayoría en cdmx. Es un festival que se realiza desde 2014 y que ha programado más de 750 obras de compositores de cuarenta y ocho países en más de setenta y dos conciertos de México, España, Inglaterra, Brasil, Argentina, Portugal y Francia. Una labor titánica, un festival de renombre que se ha estado realizando de manera gratuita e independiente, contra viento y marea, prácticamente desconocido en nuestro país. Toda la información está en www.muslab.org y en www.cero-records.com. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana
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Cinexcusas Luis Tovar @luistovars
Simple sentido común “EL CINE NO ES tratado como un elemento de la canasta básica sino como un lujo, lo cual hace menos accesible su alcance a un sector importante de la población […] y el público mexicano no hará contacto con su cine si no encuentra opciones para verlo.” Imposible de rebatir, la idea suprascrita podría firmarla cualquier persona medianamente enterada del fenómeno cinematográfico en México: boletos de taquilla comercial con un costo similar e incluso superior al salario mínimo; dispersión de salas orientada, a lo largo del país entero, exclusivamente en función del poder adquisitivo; producción cinematográfica nacional abundante pero mayoritariamente desconocida… han redundado en distorsiones de múltiple naturaleza: la más visible consiste en el último absurdo mencionado, por culpa del cual sólo un puñado de las ciento setenta o más películas mexicanas producidas anualmente pueden ser vistas –y eso únicamente por algo así como veinte por ciento de la población–, y el sinsentido remata con una situación no sólo anómala sino, en su profunda injusticia, replicante y perpetuadora de un clasismo que lleva demasiadas décadas dañándonos como sociedad. A los pejefóbicos no les va a gustar nadita, pero la cita que abre estas líneas proviene del documento Proyecto 18, es decir, la plataforma programática presentada desde hace meses por quienes ganaron
las elecciones presidenciales y la mayoría legislativa el pasado 1 de julio. Se trae a cuento aquí a propósito del foro convocado recientemente por el equipo de Alejandra Frausto, próxima titular de la Secretaría de Cultura federal, así como por María Novaro, que dirigirá el Imcine, en el que se invitó a la comunidad cinematográfica a dialogar y plantear propuestas de cara al próximo sexenio y, es de esperarse, a mucho más largo plazo. No se menciona para colgarse medallas, pero muchas de las ideas ahí vertidas han sido reiteradamente manifestadas en este espacio, además de otros, pero se celebra ese “lo dije yo primero” por lo verdaderamente crucial: coincidimos, desde hace años, en las medidas de obvia urgencia para sacar al cine mexicano del marasmo en el que suele chapalear. Sin duda, la más relevante de todas es la que anunció Frausto: según informó, el nuevo acuerdo comercial entre Canadá, Estados Unidos y México incluye una cláusula de excepción cultural que abarca “a la industria audiovisual y cinematográfica”, que Canadá tuvo desde siempre y que México, entreguista sempiterno, había omitido desde 1994, y así nos fue. Nunca será demasiada la insistencia al respecto: fue a partir
de entonces que la producción, pero sobre todo la distribución y la exhibición cinematográfica comenzó a adquirir los perfiles que, al día de hoy, hacen que Todomundo considere natural e inevitable –por las “sacrosantas” razones de mercado– la postración vergonzosa de una manifestación cultural tan importante como es el cine. Se habló también –lo hizo Ernesto Contreras, presidente de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas, lo cual es bueno– de la necesidad de revisar la Ley Federal de Cinematografía, que data de aquellos años noventa. Asimismo, se propuso aumentar los tiempos de pantalla reservados a la exhibición de cine nacional, punto polémico en el que coincide el citado Proyecto 18 y buena parte de la comunidad fílmica, y que deberá verse hasta dónde llega y cuál es su beneficio real. Hay un añadido importante, que de entrada le quita el aire de llamada a misa: el Proyecto amloísta propone estímulos fiscales para los exhibidores que cumplan la nueva norma. Del mismo modo se planteó la necesidad de establecer nuevas vías de exhibición, independientes de las grandes cadenas comerciales; que los filmes hechos con recursos estatales sean exhibidos de manera gratuita; que el Estado cuente con su propia distribuidora; que la Cineteca Nacional honre su nombre expandiéndose por toda la República… En resumen, se revisaron ideas que han circulado desde hace años. El punto es que ahora dichas ideas por fin pueden, y el simple sentido común indica que también deben, volverse realidad
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María Novaro
16 LA JORNADA SEMANAL
14 de octubre de 2018 // Número 1232
Ensayo José María Espinasa
Ilustración de Juan Gabriel Puga
De libros inconseguibles y otros pesares
Guillermo Sucre
“De lo perdido, lo encontrado”, reza el refrán: aquí la anécdota de un bibliófilo entusiasta que lamenta la ausencia de los libros que ama y que agradece la redición y el regalo de un libro que estaba agotado.
U
n curioso error que los lectores cometemos es pensar que los libros que nos gustan están disponibles siempre, que los recomendamos a un amigo o a un alumno, a un posible lector, y si lo convence la recomendación puede ir a la librería y preguntar por él, se lo dan, lo compra y se lo lleva. Nada más lejos de la realidad. Durante mucho tiempo, por poner un ejemplo extremo, En busca del tiempo perdido en los volúmenes de Alianza, la única disponible, eran inencontrables. Hace poco una amiga quería dar un curso sobre José y sus hermanos, de Thomas Mann. No lo dio porque no había manera de conseguir los ejemplares en español, salvo en fotocopias (son muchas, muchas páginas). Cuando pregunté por qué, me enteré de que la editorial Aldus, que hizo una edición en México, tuvo que mandarla al molino por un acuerdo legal con la editorial española que los pensaba publicar y tenía los derechos. No sé qué pasó, creo que nunca salió y el resultado es que no está en librerías. Estas reflexiones me vienen a la cabeza a propósito de uno de los libros más importantes de crítica literaria del siglo xx latinoamericano: La máscara, la transparencia, de Guillermo Sucre. En cursos y talleres suelo recomendar su lectura y me aqueja el desencanto cuando me hacen poco caso. Un día supe que no era tanto el desinterés sino la dificultad para conseguir la edición, cosa que me extrañó, pues lo había editado el Fondo de Cultura Económica y suponía que seguía estando en circulación. “Está descatalogado”, fue la respuesta del librero. No podía creerlo: uno de los clásicos del análisis de la poesía latinoamericana reciente no se podía conseguir y la editorial no lo pensaba reeditar. ¿Se había vendido poco acaso? Y se recurría a las fotocopias para defenderse de ese criterio editorial que dejaba a los lectores nuevos sin un referente fundamental. Si
acaso, había que leerlo en bibliotecas, y eso lo condenaba a ser o bien pasto de la academia o bien de la piratería disimulada de la máquina Xerox. Si no recuerdo mal, el libro fue editado en un momento en que el fce vivía una época dorada, con la dirección primero de José Luis Martínez y luego de Jaime García Terrés, y con Adolfo Castañón en la gerencia de producción. Mi generación había leído el libro de Sucre en la edición de Monte Ávila en los años setenta y fue rescatado por el Fondo con gran tino, cuando la editorial venezolana entró en una de sus crisis cíclicas. Y me quedé con la idea equivocada de que allí se reeditaba cada cierto tiempo hasta que caí en cuenta de que no se conseguía, pues estaba descatalogado. Se supone –eso se dice en los cursos de edición– que la riqueza de una editorial, tanto en sentido intelectual como monetario, está en su catálogo, en los derechos de los libros que detenta. ¿Por qué el Fondo había descatalogado el libro? Se supondría una lectura obligada para los muchos alumnos que entran cada año a estudiar Letras Hispánicas o Latinoamericanas, pero el hecho es que no se disponía de ejemplares a la venta, pues tampoco lo había retomado ninguna otra editorial. El libro suele salir también en la plática de los entusiastas de la poesía y yo suelo –o solía– hacer de vez en cuando una fotocopia y regalarla a alguien que no lo conocía. Hace poco, en una de esas conversaciones salió a colación otra vez La máscara, la transparencia, y me sorprendieron mostrándome una nueva edición del libro. Mostré tanta sorpresa y tanto entusiasmo que en un acto de generosidad me lo regalaron. Esta nota es una manera de mostrar mi agradecimiento. Además, el libro trae pilón: Sucre agregó un nuevo texto sobre Pablo Neruda, una ausencia de la primera y segunda edición
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