EL MELODRAMA EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA:
USOS, VERSIONES Y DISTORSIONES DE LA REALIDAD
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 14 de ENERO de 2018 ■ Núm. 1193 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
G ustavo o Garrio
EntrEvista con Juan Domingo argüEllEs • angélica FaJarDo El salvaDorEño toño salazar • lEanDro arEllano célinE sobrE sEmmElwEis • alEJanDro HosnE El marFil DE la torrE: arturo gonzálEz cosío • aDolFo castañón
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O tras mutaciOnes del i c hing ( fragmentOs ) Arturo González Cosío
EL MELODRAMA EN LA ÉPOCA CONTEMPORÁNEA En su claro y conciso ensayo sobre el papel que juega el discurso melodramático en nuestros días, Gustavo Ogarrio sostiene que “las cartografías de nuestra cultura y de sus escrituras se convierten en desafíos
36. Ming I/El obscurecimiento de la luz En la obscuridad sólo se escucha revolotear de cuervos.
colectivos, en rutas de la
37. Chia Jen/El clan
sensibilidad que buscan
Jardín cercado,
compulsivamente los territorios culturales en los que se pueda habitar con creatividad e
flores y risas acompañan al viento.
imaginación trágicas las contradicciones de nuestro
38. K’Uei /El antagonismo
tiempo.” Apoyándose en las
Fluye el manantial,
ideas de George Steiner, Antonio Gramsci, Isaiah Berlin, Bolívar Echeverría, Carlos
inmóviles las garzas forman cascada.
Fuentes y otros autores, Ogarrio analiza las causas y los efectos del uso, a veces inconsciente y muchas otras claramente
39. En la barranca,
convenenciero, que se le da
entre las hierbas,
actualmente a las formas
un halcón herido.
melodramáticas en diversos órdenes de la vida cultural colectiva.
40. Hsieh/La liberación Tropilla multicolor galopa altiva
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
en la tormenta.
Directora General: C armen L ira S aade , Director: L uiS T ovar , E d ic i ón : F ranCiSCo T orreS C órdova y r iCardo y áñez . Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo G arCía n orieGa , Formación: B renda m onCada , Diseño de Columnas: J uan G aBrieL P uGa , Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a L e J a n d r o P av ó n , Publicidad: e va v a r G a S y r u B é n H i n o J o S a , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: La (mala) educación sentimental Foto: Barbara Stanwyck y Ralph Meeker en Jeopardy
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
14 de enero de 2018 • Número 1193 • Jornada Semanal
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El marfil dE la torrE. arturo GonzálEz Cosío
Foto: María Meléndrez Parada/ La Jornada
(1920-2016)
Adolfo Castañón
A
rturo González Cosío vivía en una torre. En el piso 11 de un alto edificio desde donde se podía dominar Chapultepec y el parque España. Su casa era una biblioteca y una galería de arte. Era, además, al igual que sus amigos Juan José Arreola y Eduardo Lizalde, un apasionado del ajedrez. De hecho, parte del tesoro que había en su casa eran las decenas de tableros de ajedrez de todos los países y épocas, hechos de diversos materiales, colores, tamaños y formas. Como muchos ajedrecistas, Arturo conciliaba la afición por la poesía y las bellas letras, por los misterios del lenguaje, la traducción y los arcanos de las formas artísticas del pasado y del presente de Asia y de Europa, con la pasión por la política, la historia, las ideas. Poco tiempo después de morir, su amigo de juego, el escritor, notario y abogado Ángel Gilberto Adame, escribió: “La tradición ajedrecística, de origen impreciso, ha inculcado en sus más altos exponentes la cercanía con la fatalidad. Los ejemplos abundan: jóvenes talentos que rompen amarras con la cordura y se retiran prematuramente, campeones que envejecen agobiados por revelaciones metafísicas y una notable lista de suicidas.” Gracias a Arturo descubrí que, como bien dijo Helguera, el ajedrez requiere buen cerebro y buenas posaderas. A la par de esa lección me adiestró en las manías propias de los maestros y aficionados mexicanos. Uno de los más notables de la primera categoría, el yucateco Carlos Torre Repetto, era un esteta que prefería una gran exhibición antes que la victoria. Nosotros, que siempre fuimos amateurs, comprendimos que ello no nos eximía de protagonizar grandes partidas. Arturo halló en Arreola a uno de sus mayores contrincantes. Con vehemencia me platicaba las interminables contiendas que sostuvo con él y cómo fraguaron un vínculo imperecedero; prueba de ello es la dedicatoria que inaugura el Bestiario, de Arreola. Según Robert Graves, el ajedrez tuvo un uso oracular entre los sufíes de la antigua Persia, recuerda René Rebetez en el Preámbulo a Otras mutaciones del i Ching,
A UN AÑO DE SU MUERTE, HE AQUÍ LA PUNTUAL SEMBLANZA DE UN ILUSTRE POLÍGLOTA Y VIAJERO, POETA, POLÍTICO, LECTOR Y AJEDRECISTA DEDICADO QUE VIVÍA EN UNA TORRE.
el antiguo libro adivinatorio chino que condensó y reescribió González Cosío. Sobra decir que era un hombre libre y a la vez obediente a las cláusulas que él mismo se había impuesto desde muy joven. Políglota y viajero, poeta, político y lector, sobre todo lector. Fue sobrino nieto de Venustiano Carranza, contrajo matrimonio con una descendiente del villista y maderista Felipe Ángeles, militó en el movimiento opositor contra Miguel Alemán a favor del candidato Miguel Henríquez Guzmán, quien sostenía haber sido objeto de un fraude electoral, y se involucró en el movimiento de resistencia civil pacífica organizado como protesta. Esto lo llevó a Alemania, donde obtendría un doctorado en derecho. Perteneció a la generación de Medio Siglo, pero también a otros grupos y atmósferas. Junto con Eduardo Lizalde, Enrique González Rojo y Marco Antonio Montes de Oca, se adentró en los laberintos del poeticismo, aventura literaria cuyo naufragio describió Eduardo en su libro Autobiografía de un fracaso. Tuve la fortuna de conocer a González Cosío desde distintos ángulos. Primero, como autor de manuscritos poéticos que se terminarían publicando en el Fondo de Cultura Económica en la época en que su amigo Miguel de la Madrid dirigía la editorial. Casi simultáneamente empecé a encontrármelo en distintos recodos del tablero. Era amigo de muchos amigos y conocidos: Enrique González Pedrero, Miguel González Avelar, con quien compartía la pasión por los palíndro-
mos, y Salvador Elizondo. Luego me vine a enterar de que había sido muy amigo de Emilio Uranga (con quien compartía el hecho de haberse casado con una ciudadana de ese país y de haber realizado estudios universitarios ahí), Salvador Díaz Cíntora, Sergio García Ramírez y prácticamente todos los poetas de la república literaria. Vivía en una torre. Pienso ahora que esa era una torre de marfil, hecha de libros en distintos idiomas, levantada con tableros, peones, alfiles, caballos, damas, reyes y, desde luego, torres. Esos encuentros casuales culminaron con una encomienda que me hizo la Academia Mexicana de la Lengua cuando él falleció. Berenice Montes, su heredera y viuda, decidió donar a nuestra corporación los libros de la biblioteca de Arturo que tuviesen que ver con las disciplinas afines. Fui el encargado de ir a practicar esa criba. Los libros de la biblioteca de Arturo desfilaron por mis manos durante varias semanas. Pieza por pieza, fueron pasando por mis manos los diversos volúmenes e impresos del rompecabezas mental que armaba su vida. No sólo me emocionó comprobar la amplitud de los horizontes intelectuales de González Cosío, sino el hecho mismo de que esos horizontes, en cierto modo, lo vinieran a saludar a él en persona: los libros dedicados o las colecciones de las obras más preciadas que había podido reunir en sus viajes. De los poetas alemanes y pensadores, románticos y contemporáneos, a los historiadores, narradores, filósofos y artistas. La biblioteca se compone de muchos libros de historia, política, teoría política y filosofía. Una segunda parte la configuran los libros de poesía, poética, arte, teoría literaria, novela, libros de viajes, libros misceláneos. Berenice Montes resolvió que la primera parte de la biblioteca se diese a la Universidad y la segunda a la Academia Mexicana de la Lengua. El valioso donativo de los libros de Arturo que están en la Academia consta de 55 cajas y 4 mil 400 volúmenes.
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*Palabras leídas en el Homenaje a Arturo González Cosío celebrado en la sala Manuel m. Ponce, en el Palacio de Bellas Artes, el pasado 20 de noviembre.
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La función de las antologías José María Espinasa CUESTIONADAS Y AL CABO TAMBIÉN NECESARIAS, LAS ANTOLOGÍAS DE POESÍA SIGUEN APARECIENDO Y CUMPLIENDO SU VARIA FUNCIÓN. AQUÍ SE COMENTA CON ACIERTO UNA DEL MUNDO LUSITANO: NUEVOS POETAS PORTUGUESES PARA UN NUEVO SIGLO.
A
unque en otros momentos he señalado la desconfianza que me provocan las antologías, también he dicho que son un instrumento muy útil para situarse en territorios poco conocidos, a la vez guías para un viaje y menú de degustación de una cierta estética, área lingüística o período. Hace ya unos años la editorial La Otra lanzó una interesante colección bajo el título genérico de 20 del xx. Un sistema cartográfico basado en un número fijo de poetas –20– y un período cerrado –el siglo xx– dirigido sobre todo al espectro latinoamericano, del cual han salido ya muestras de Ecuador, Colombia, Chile, España, Venezuela y México. Si bien las coordenadas limitan la selección, al mismo tiempo la facilitan y le dan una redondez. También es cierto que pronto el corsé resulta estrecho y termina por romperse. Un buen ejemplo es la de Poetas catalanes, que más bien se ocupa de los escritores de las últimas décadas. Una buena decisión, anunciada con la muestra catalana, fue el no limitarse a lo escrito en español. Recientemente han aparecido dos muy atractivas, de las cuales nos ocuparemos en esta nota: Poetas portugueses y Poetas italianos. No son lenguas y geografías que hayan sido ignoradas en nuestro país. Recientemente, del portugués han aparecido algunas, entre ellas una notable de Nuno Judice y José Javier Villarreal, Nuevos poetas portugueses para un nuevo siglo. La lírica de la patria de Pessoa vive, desde hace un par de décadas, una especie de primavera entre nosotros. Esta muestra de La Otra, selección y traducción de Luis María Marina, cae como anillo al dedo en esa corriente, no sólo en México sino en general en los países de lengua española. Desde que en los años setenta y a partir de la presencia de Pessoa –introducido en México por las versiones de Octavio Paz– Francisco Cervantes se volvió un promotor de la lírica portuguesa en el país, no dejan de aparecer antologías de autores o traducciones de libros completos de escritores como Antonio Ramos
Rosa o, entre los más recientes, Nuno Judice. Se trata sin duda de una poesía fascinante, con una luz muy peculiar y un tono de sosiego melancólico muy atractivo. Durante años fue una literatura ignorada fuera de sus fronteras, salvo el caso de Pessoa, y fue probablemente la irrupción de José Saramago y el otorgamiento del Premio Nobel a su narrativa lo que vino a beneficiar la aparición de traducciones a otras lenguas. De allí que el trabajo de traslación de esa lengua, sólo en apariencia fácil de verter al español (la cercanía se vuelve dificultad), de Marco Antonio Campos, Eduardo Langagne, Blanca Luz Pulido, Miguel Ángel Flores, Rodolfo Mata, además del mencionado Villarreal, contribuya a que en México la presencia de la poesía portuguesa pase por un buen momento. Luis María Marina, escritor español que vivió un tiempo en México, es un especialista en el tema. En España publicó De la epopeya a la melancolía. Estudios de poesía portuguesa del siglo xx. Como poeta su sensibilidad es cercana al tono de melancolía solar mencionado líneas arriba. En su prólogo muestra su conocimiento y familiaridad con el tema, y propone un camino de lectura pertinente de una lírica que en las dos últimas décadas ha tenido una especie de luna de miel con la lengua española, pues abundan las buenas traducciones de autores portugueses (ya antes los brasileños habían recibido también una atención notoria). La aparición de Poetas portugueses en la serie 20 del xx ocurre en un buen momento, ya que la Feria del Libro de Guadalajara de este año estuvo dedicada a ese país. Si bien los índices de lectura en Portugal son de los más bajos de Europa, con la poesía sucede algo curioso: es más leída que en otros países. Durante una larga postguerra Portugal sufrió la dictadura de Salazar y, a la caída de ésta, con la Revolución de los claveles, su literatura fue redescubierta por el mundo, que se dio cuenta de que no nada más existía Pessoa. Yo fecho el nacimiento de ese interés en México con la visita a
nuestro país de Eugenio de Andrade, a finales de los años setenta, para un festival de poesía. La manifestación más visible en el mundo fue el ya mencionado otorgamiento del Premio Nobel a José Saramago en 1998 y en el mundo hispánico el FiL Guadalajara a Antonio Lobo Antunes en 2008, y el Reconocimiento del Mundo Latino a Nuno Júdice hace un par de años. Son, sin embargo, pocos para una literatura tan rica. Esta selección de Luis María Marina se ve complementada por la hecha precisamente por Nuno Judice, con traducción de José Javier Villarreal, de Nueve poetas portugueses para un nuevo siglo, publicada por la unam en su colección Ensayos y poemas. A la aparición de muestras, selecciones y antologías debe proseguir la publicación de libros unitarios de autores. Es lo que ha sucedido con Antonio Ramos Rosa, de quien se cuentan, publicados en México, al menos cuatro libros, o con el propio Nuno Judice. Las editoriales deberían pensar ya desde ahora qué novedades aportar a la presencia lusitana en México el año que viene. Me gustaría mencionar también que en la misma serie, 20 del xx, apareció recientemente Poetas italianos, selección y prólogo de Emilio Coco, pero inexplicablemente no se consigna traductor. La colección de antologías suma ya diez títulos –catalanes, canarios, mexicanos, chilenos, colombianos, venezolanos, ecuatorianos, españoles–, y aunque el criterio no ha sido uniforme –a veces son muestras históricas, a veces son los nuevos poetas– su corpus reúne la lista más amplia de una editorial mexicana de poesía. Volvamos al principio: las antologías son menús de degustación, después hay que volver a los períodos y autores que le llamen la atención al lector. Comer lo que apetito nos pida y mejor en plan de bacanal. La muestra comentada en estos apuntes es un umbral para lo que debería haber en la FiLG 2018, sobre todo frente a lo decepcionante que fue la muestra presentada en este 2017, con la ciudad de Madrid como invitada
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entrevista con Juan Domingo Argüelles Angélica Fajardo C.
México en cien plumas, cien voces, cien poetas
14 de enero de 2018 • Número 1193 • Jornada Semanal
Foto: Luis Humberto González/ La Jornada
EL AUTOR DE LA ANTOLOGÍA ESENCIAL DE LA POESÍA MEXICANA, DE RECIENTE APARICIÓN, SOSTIENE EN ESTA CONVERSACIÓN QUE TODA LITERATURA ES UNA REBELIÓN, UNA FORMA DE OPONERSE A LA VIDA “CARENTE DE MISTERIO, BELLEZA E INQUIETUD.” Juan Domingo Argüelles, poeta, ensayista, crítico literario y editor, se dio a la tarea de compilar a los más representativos poetas de nuestro país a lo largo de la historia. El resultado inicial lo constituyen los dos tomos de la Antología general de la poesía mexicana (Océano, 2012-2014), que en dos millares de páginas incluye a 278 autores, desde la época prehispánica hasta nuestros días. Como él mismo comenta: “No es una antología exclusivamente para poetas, es una antología pensada para los más diversos lectores, incluidos aquellos que quizá leen muy poca poesía mexicana o apenas se están interesando en leerla y que no suelen encontrarla fácilmente en el circuito comercial de librerías y puntos de venta.” Continuación de este proyecto es la reciente Antología esencial de la poesía mexicana: Cien poetas de los siglos xv al xxi (OcéanoHotel de las Letras, 2017). El autor expone su opinión acerca de la poesía y de su experiencia como investigador y compilador de este nuevo volumen.
-¿ E
s cierto que, en general, se lee poca poesía en nuestro país? –Así es, pero esto se debe, en gran medida, a que el género poético tiene muy poca atención en el circuito comercial, lo que a su vez ha producido una deficiencia en el conocimiento de la poesía, pues muchas personas dicen, y lo admiten con sinceridad, que “no leen poesía porque no saben leerla o porque no la entienden”. Este tipo de argumento resulta por demás curioso, porque en el caso del género poético, como bien lo apuntaba José Lezama Lima (poeta realmente complejo) lo importante, lo básico, es sentir la emoción y la música del poema y luego comprender, o bien comprender simultáneamente con la experiencia de la
emoción. Borges mismo decía que si alguien, al leer un poema, no lo comprendía a partir de la emoción, se estaba perdiendo de lo mejor que tiene la poesía. –¿Qué tanta poesía se escribe actualmente en México? –Sintomáticamente, entre todos los géneros literarios, el de la poesía es el más cultivado. Hay cientos, hay miles de poetas en México. Cuando llevé a cabo la investigación para integrar el corpus general, éste sumó más de ochocientos autores: unos más talentosos que otros, unos más conocidos y reconocidos que otros, y muchos que están iniciando con muy buenas perspectivas. Pero entre toda esa multitud creativa a lo largo de al menos seis siglos, la poesía mexicana ha producido extraordinarios exponentes que están entre lo mejor de nuestra literatura, comenzando con Nezahualcóyotl, en la época prehispánica, siguiendo con sor Juana Inés de la Cruz en el México colonial, y continuando con grandísimos poetas de los siglos xix , xx y xxi , entre los cuales no podríamos dejar de nombrar, ni de leer, a Salvador Díaz Mirón, Manuel José Othón, Manuel Gutiérrez Nájera, José Juan Tablada, Ramón López Velarde, Carlos Pellicer, José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Efraín Huerta, Octavio Paz, Margarita Michelena, Guadalupe Amor, Alí Chumacero, Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Enriqueta Ochoa, Eduardo Lizalde, Juan Bañuelos, Gerardo Deniz, Hugo Gutiérrez Vega, Gabriel Zaid, Francisco Cervantes, José Emilio Pacheco, Francisco Hernández, Elsa Cross, etcétera. –¿Hay que ser rebelde para ser poeta? –En realidad, toda la literatura es una rebelión, o mucho mejor, una insatisfacción respecto de la existencia cotidiana, antiliteraria y antipoética. Es una rebelión y una revelación, como dijera Octavio Paz. Pero especialmente la poesía es una reacción ante la chatura de la existencia. Todos los grandes poetas y todos los grandes poemas se oponen a un mundo adocenado y a una vida carente de misterio, belleza e inquietud. –¿Cuáles fueron los motivos para crear la antología? –El proyecto antológico de la poesía mexicana publicado por la Editorial Océano de México (al cual se sumó Sanborns) consta de tres etapas: primero, la Antología general de la poesía mexicana: De la época prehispánica a nuestros días (los dos grandes volúmenes, con 278 autores, que se seguirán reeditando);
luego, la Antología esencial de la poesía mexicana: Cien poetas de los siglos xv al xxi, que intenta ser una “versión portátil” de los dos grandes volúmenes de la Antología general, que es la que ahora ha aparecido, y después, en una tercera etapa, la Antología mínima de la poesía mexicana, que contendrá aquellos poemas y aquellos poetas que un lector mexicano no debería ignorar. (Este volumen es el que está pendiente y en el cual estamos trabajando.) El motivo de este proyecto antológico es muy preciso en su humildad y en su pragmatismo: poner al alcance de los lectores comunes, de los lectores en general, de cualquier lector, algunos cientos de poemas que abran el apetito para seguir leyendo poesía mexicana. –¿Cómo fue el proceso de escoger a los poetas que están en la Antología general y en la Antología esencial? –Es un proceso que va de lo general a lo particular. Como ya he dicho, primero investigar y conformar el gran corpus de los poetas y los poemas a lo largo de la historia y la actualidad de la literatura mexicana, y a partir de ello leer y releer, decantar, seleccionar, e incluir poemas y autores, auxiliado por el juicio histórico, la recepción de los lectores, la presencia de los poetas en la literatura mexicana y, obviamente, la calidad de los poemas desde una perspectiva estética, literaria, en la que el gusto personal, siempre muy subjetivo, no es lo más determinante. Como ya he dicho también, lo que buscamos son lectores de poesía, y por ello también pensamos en la diversidad de esos lectores. En los lectores de Nervo y de Díaz Mirón, pero también en los lectores de Pellicer y Paz y Sabines, y en los de la nueva y novísima poesía mexicana. –¿Cómo ve el futuro de la poesía en México? –Dijo Carlos Monsiváis, en relación con la lectura en general, que “el futuro de la lectura depende del futuro de los lectores”. Yo creo que este diagnóstico, esta conclusión acertadísima, se puede aplicar específicamente al caso de la poesía: el futuro de la poesía en México depende no sólo de los poetas, sino también de los lectores y de los editores de este género literario que, con frecuencia, es desdeñado por muchas editoriales, por muchos lectores, por no pocos profesores y por un sistema educativo que, tristemente, en los últimos años, expulsó a la poesía de las aulas
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6 14 de enero de 2018 • Número 1193 • Jornada Semanal
El salvadoreño
E
TOÑO SALAZAR
UNA CÁLIDA SEMBLANZA Y MERECIDO ELOGIO DE UNO DE LOS MÁS GRANDES CARICATURISTA DEL SIGLO PASADO, AMIGO CERCANO DE GRANDES PERSONAJES DEL ARTE Y LA LITERATURA LATINOAMERICANA Y EUROPEA.
n uniforme diplomático, con toga, en su propia carne, entre artilugios del vino y de la mesa, proyectado en líneas geométricas... de esas y otras mil maneras dibujó, caricaturizó e ilustró a Alfonso Reyes su amigo, el artista salvadoreño Toño Salazar. Luego de haber expuesto en El Salvador, muy joven aún, Toño Salazar obtuvo apoyo del gobierno de su país para estudiar en el extranjero. Su meta era París, pero nuestros mares le impusieron una escala, embarcando en febrero de 1920 hacia México. Aquí el estruendo de la Revolución aún no se asentaba. Sólo ese año ocuparon la presidencia tres sucesivos caudillos: Venustiano Carranza, Adolfo de la Huerta y Álvaro Obregón. Salazar estudió en la Escuela de Bellas Artes, donde tuvo acceso al trabajo de Rivera, Mérida, el Dr. Atl, Posada y varios más; y esa estancia le permitió codearse con Porfirio Barba Jacob, José Vasconcelos, Jaime Torres Bodet, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano y otros artistas e intelectuales. El Universal y El Heraldo publicaron su obra. Cumplida la etapa mexicana, en noviembre de 1922, Toño Salazar partió a Francia. En París pronto hizo amistad con el caudal de escritores y artistas latinoamericanos que radicaban allá entonces (Alfonso Reyes, Gabriela Mistral, los hermanos García Calderón, Enrique Gómez Carrillo y muchos otros), lo mismo que con la intelectualidad española y francesa que residía o transitaba por París. Expuso en el Salón de Humoristas de la Araña con Marc Chagall y t. Foujita en 1925, y cinco años después publicó el libro Caricaturas 1930. Henri Cartier-Bresson, uno de sus mayores amigos, lo fotografió incansablemente y años más tarde lo secundó en un proyecto cuyo recorrido daría comienzo en México y continuaría en Sudamérica, pero que al final se frustró. Salazar abandonó París para trasladarse a Nueva York, adonde viajó con el confeso propósito de reunir algún dinero. Hizo allá ilustraciones para Fortune y Vanity Fair (en cuya sede conoció a Miguel Covarrubias), pero la fortuna había dispuesto otra cosa: Estados Unidos vivía la Gran Depresión. Como no hay mal que por bien no venga, Toño Salazar se casó entonces con Carmela Gallardo, salvadoreña nacida en Londres, a quien había conocido en París. Vuelve a la capital francesa en 1932, sólo para descubrir que París ya no es una fiesta. Decide embarcarse a México en 1934 y de allí continúa el viaje a Argentina, donde trabajará para La Razón y otros medios. La Guerra de España, el fascismo y sus impulsores –Hitler, Franco, Mussolini...– son entonces los motivos de su arte. Su obra causó malestar al régimen de Perón, naturalmente, por lo que en 1945 fue expulsado de Argentina. Se refugió en Montevideo para volver poco después a Buenos Aires, a ocuparse de ilustrar libros de Rafael Alberti, Miguel Ángel Asturias y otros escritores. Al cabo de más de tres décadas de ausencia, Toño regresa a su país –en 1953– con motivo de su nombramiento como Cónsul de El Salvador en Montevideo. Más adelante es nombrado embajador en Francia y posteriormente en Italia e Israel, manteniéndose activo en la diplomacia hasta mediados de los años setenta. Permanece, así, otros veinte años en el exterior. Escribió sus memorias entre 1971 y 1978; ilustradas por él mismo, fueron publicadas en un diario salvadoreño. En 1978 le fue otorgado el Premio Nacional de Cultura de El Salvador. Es innegable que gozaba de cariño y consideración en su país
Leandro Arellano
una vez que regresó en definitiva, pero él se sentía “un habitante extraño”. Se resistía a las complacencias del arte “vernáculo” que muchos le aconsejaban, justo cuando el germen de la ideologización cundía con avidez en la sociedad salvadoreña. Dibujos, caricaturas, ilustraciones, su obra toda es una expresión plástica luminosa. Sus técnicas, variadas: tinta, acuarela, bolígrafo, lápices de color. De todas tuvo gran dominio y así, mediante líneas, trazos y contornos recoge los rasgos sobresalientes de las personas y las exagera o simplifica para exponer su visión, de un estilo único. El poeta Miguel Huezo Mixco ha escrito que México es el sitio donde se recuerda mejor a Salazar. La verdad es que Toño irradiaba simpatía y que su naturaleza le granjeaba amistades con facilidad. En carta a Fredi Gutmann –de marzo de 1949–, Julio Cortázar escribe: “Me hice muy amigo de Toño, que es un hombre estupendo.” Como Oscar Wilde y Cortázar, Toño Salazar mantuvo por años rasgos y apariencia juveniles. ¿Habrá alguna correspondencia entre el aspecto infantil y la disposición espiritual? Alfonso Reyes, a quien conoció en las tertulias latinoamericanas de París, fue una de sus amistades más cercanas. Toda su generación sabía del cariño que Reyes profesaba por el artista, a quien acogió y promovió sin medida. Emir Rodríguez Monegal, con quien Toño Salazar trabajó en Marcha, recuerda con afecto aquella amistad. En su artículo “Alfonso Reyes en mi recuerdo” –de 1980– escribe: “Toño Salazar, el fino caricaturista salvadoreño, que había sido íntimo de Reyes en los años de París...” El propio Reyes dejó testimonio de su admiración por el amigo y artista salvadoreño, en un artículo fechado el 20 de julio de 1949, titulado simplemente “Toño Salazar”. Además de Reyes, entre los mexicanos que dibujó se encuentran Rivera, Vasconcelos, Orozco, Tablada, Tamayo, Siqueiros, Cuevas, Eduardo Mata y varios más. En España, Francia y Argentina también dibujó a contemporáneos y amigos: Picasso, Valéry, Borges, Cortázar, Chaplin, Greta Garbo, Mae West... Aquejado del mal de Parkinson, murió el caricaturista el 31 de diciembre de 1986, a los ochenta y nueve años. El Museo de Arte de El Salvador organizó una magna exposición de su obra en 2005, a la que bautizó Disparates. Toño Salazar. El catálogo reproduce parte de la obra inagotable del artista y el autor del texto es el poeta Miguel Huezo Mixco, indiscutible autoridad en el tema. Pero el singular epígrafe del texto pertenece a Manuel Andino, periodista salvadoreño, contemporáneo del caricaturista: “¡Llenaos de orgullo y de vergüenza, polvorientos ciudadanos de San Salvador! De entre vosotros, mercaderes, escribientes y politiqueros, ha surgido el genial Toño Salazar...” Además de Toño Salazar, la estrecha franja mesoamericana ha sido cuna de varios gigantones, de algunos Premios Nobel y del mayor poeta Neruda, por Toño Salazar . Ilustración tomada de El puercoespín: política, periodismo, literatura, hispanoamericano zoología. 8 de julio de 2011.
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Alejandro Hosne
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más o menos precisas, se deja uno llevar por sus ambiciones, por sus rencores, por su pasado. Es uno de los lugares más reflexivos de nuestra época, es nuestro santuario moderno, la Calle.
Último retrato de Ignaz Semmelweis, 1863. Foto del dominio público
emmelweis,, la tesis de medicina de Louis-Ferdinand Céline, fue publicada por primera vez en 1924 y ahora aparece en español bajo el sello Marbot ediciones. Llama la atención que no cumple con ninguna exigencia académica ni científica y que describe la singularidad de un espíritu maldito con una prosa descaradamente literaria. Sin duda, Philippe Ignace Semmelweis califica como maldito: fue intenso, genial, caprichoso, rebosante de vida, dolor y muerte (a la que, como doctor, persiguió con tenacidad mientras que como hombre la ignoró y se dejó llevar por ella antes de tiempo). Céline lo narra como un personaje romántico de la literatura del siglo xix, evade el aburrido estilo de las tesis clásicas y logra un texto inspirado y emotivo. Podemos imaginar a sus tutores recibiéndolo ¿con perplejidad, con gusto? No sabemos qué ocurrió, pero más que la bienvenida al mundo de la medicina se la deberían haber dado al universo de la literatura. Semmelweis descubrió que la fiebre puerperal en las parturientas podía evitarse casi por completo si los médicos se aplicaban una efectiva lavada de manos antes de atender un parto (solían diseccionar cadáveres y luego pasar directo a maternidad sin siquiera limpiarse en el delantal). Las cifras de mortandad de las madres en hospitales eran devastadoras. Semmelweis probó que su teoría era correcta y que con una asepsia básica se salvarían muchísimas vidas. Y sí, suena simple, hasta fácil, pero sus colegas (salvo unos pocos defensores incondicionales) lo rechazaron con furia. El resultado estaba a la vista y nadie quiso verlo. La tragedia de Semmelweis fue, en pocas palabras, tener que lidiar con la desidia y el egoísmo de sus pares, a tal punto que esa batalla imposible lo llevaría a la muerte. Como pasa con muchos genios de la historia, ganó la guerra cuando todos, genio y enemigos por igual, ya estaban muertos. La exaltación que hace Céline del desdichado médico húngaro funciona como una diatriba contra la estupidez humana y, quizá por única vez en sus textos, a favor de su inventiva y generosidad. Semmelweis vendría a representar lo mejor de nosotros: las ansias de aprender, de ayudar, de llegar a un absoluto que no nos condene ni nos destruya. Céline elogia menos la investigación que el talento, deja de lado a la academia y alaba a la calle y a la infancia como fuente de sabiduría: [A Philippe] no le gustaba la escuela, una aversión que tenía desesperado a su padre. Amaba la calle. Más aún que nosotros, los niños tienen una vida superficial y profunda. Su vida superficial es muy simple, se resuelve en unas cuantas disciplinas, pero la vida profunda de cualquier niño es la difícil armonía de un mundo que se crea. El niño
hum e i an s : a
14 de enero de 2018 • Número 1193 • Jornada Semanal
o b s r e e S n e i l m é m r t a n l a o
EL MÉDICO QUE ENCONTRÓ EL REMEDIO PARA LA FIEBRE PUERPERAL Y NO FUE RECONOCIDO POR ELLO, A LOS OJOS DEL ESCRITOR Y TAMBIÉN MÉDICO QUE ENCONTRÓ A LA LITERATURA DE SU TIEMPO ANQUILOSADA Y ESTÉRIL. “CARGAR CON LA VERDAD ES COMO CARGAR CON LA MUERTE”, SE AFIRMA EN ESTE ARTÍCULO SOBRE AMBAS FIGURAS. debe introducir en este mundo, día tras día, todas las tristezas y todas las bellezas de la Tierra. Tal es el inmenso trabajo de su vida interior. ¿Qué pueden hacer los maestros y su saber por esta gestación espiritual, por este segundo nacimiento, donde todo es misterio? Prácticamente nada. El ser que llega a la conciencia tiene por maestro principal al Azar. El Azar es la calle. La calle diversa y múltiple hasta el infinito en verdades, más simple que los libros. ¿Qué se hace en la calle, por lo general? Se sueña. Se sueña en cosas
La obsesión de Semmelweis por descubrir qué era lo que mataba a las parturientas luego de dar a luz se confunde, por momentos, con la búsqueda de una verdad poética. Las madres fallecidas le taladraron la conciencia como almas en pena. Acabará por descubrir el porqué, y también por qué el resto de los necios y envidiosos médicos del hospital de Viena no avalaban su teoría (demostrada en la práctica): sólo por no reconocer que estaban equivocados. Semmelweis los ataca con todas sus fuerzas, los acusa de hipócritas y de asesinos: “Quería hacerlos pedazos. No se hace pedazos a nadie. Quiso echar abajo todas las puertas que se rebelaron contra él, y se hizo crueles heridas”, apunta Céline. Cargar con la verdad es como cargar con la muerte. Sólo el futuro lavará los prejuicios y recién ahí bebés y madres serán salvados, pero hoy no, hoy todos deben morir, parece entender, y de la peor manera, Semmelweis. Él descubrió cómo preservar la vida, el mayor homenaje que un idealista puede hacerle a la humanidad. A su vez, Céline –y aquí es donde los dos chocan, se hacen uno y nos llevan a la inevitable comparación– encontrará la forma de renovar la literatura del siglo xx . Cuando Semmelweis se suicida, cortándose con un escalpelo y metiendo el brazo herido en el tejido de un cadáver para infectarse a sí mismo*, se cierra el personaje romántico y se abre un interrogante estético en Céline que, años después, cuando publique Viaje al fin de la noche, lo llevará a cuestionar la literatura de su época, tal cual el húngaro lo hizo con la medicina. Céline se identifica con Semmelweis más como artista que como científico. Si Semmelweis descubrió lo que significaba meter las manos en un cadáver descompuesto antes de asistir a un parto, Céline descubrió lo que significaba meter las manos en la literatura anquilosada de su tiempo: nada menos que toparse con una infección de libros y autores que ya no tenían vigencia literaria y que curó con una literatura ruidosamente viva y revolucionaria. Claro que, al igual que Semmelweis, terminaría pagándolo caro en vida y en carne propia. Pero acaso sea ese, siempre, el costo que paga un verdadero revolucionario
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*Hoy se considera una leyenda esta forma de suicidio de Semmelweis, pero la aceptada no es menos terrible: fue internado por loco en un psiquiátrico y al querer escapar fue golpeado salvajemente por los guardias, lo que le causó la muerte.
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El melodrama en la época contemporánea: LAS IDEAS DE GEROGE STEINER, ANTONIO GRAMSCI, ISAIAH BERLIN¸ BOLÍVAR ECHEVERRÍA, PAUL DE MAN¸ IMRE KERTÉSZ, RUTH SCODEL Y CARLOS FUENTES SON EVOCADAS AQUÍ PARA ACERCARSE CON ACIERTO AL DRAMA DE UNA SOCIEDAD EN LA QUE EL MERCADO OCUPA EL LUGAR DE DIOS.
NO HABRÁ FINAL FELIZ
L
Portada del libro A tale of Mystery en 1802
a providencia, afirmaba Antonio Candido, entraba a la personalidad de los románticos como racionalización y los orillaba a desplazar el arbitrio y la voluntad al ámbito de lo divino. Si trasladamos esta idea a la situación contemporánea del melodrama y del poder político y económico, es probable que el poder casi divino que domina las voluntades seculares, que normaliza e inserta lo providencial en ámbitos profanos, encarne en los designios realistas de la actual política dominante y en la supuesta racionalidad metafísica, inescrutable y aparentemente única del mercado capitalista en su versión neoliberal. El mercado ocupando el lugar de Dios. Uno de los hechos fundamentales para la sobrevivencia y potencialización del melodrama, a finales del siglo xx, fue su inserción masificada en el mercado neoliberal de imágenes. La telenovela es sin duda el género mediático por excelencia que conduce este proceso en el siglo xx , basta solamente con mencionar su conquista a gran escala de la programación televisiva y comercial en casi todo el mundo durante décadas, a pesar de su actual declinación y crisis como género mediático hegemónico.
Además, las diferentes estrategias de melodramatización de la política y cultura también ayudaron a que el melodrama se erigiera en la sensibilidad de mayor difusión en las últimas décadas, lo que derivó en una fusión de modelos de sensibilidad e interpretaciones, en la imposición de un tipo de discurso político y cultural que podríamos caracterizar como realismo melodramático y que se encarga, en términos generales, de hacer coincidir cualquier realidad con la interpretación melodramática de la misma. Lo anterior no es más que un guiño de los alcances del modelo actual de sensibilidad melodramática, al tiempo que nos advierte de su fuerza y vigencia. Pero ¿qué tipo de fuerza cultural empuja esta actualidad melodramática? En una desmesurada ironía sobre los orígenes del melodrama, que puede ser mejor entendida si se lee como una parodia sobre su Antigüedad y sobre la superstición vanguardista del cine hollywoodense, Guillermo Cabrera Infante afirma:
El final feliz fue inventado, como tantas otras cosas, por los griegos. Homero en La Ilíada creó el final terrible. A petición, en La Odisea, originó el final feliz. Después de tantos tumbos y mujeres maliciosas, Ulises regresa a casa, a reunirse con su pareja Penélope, su hijo Telémaco y su padre Alertes. Es cierto que antes, de regreso, hace una carnicería de los pretendientes de su esposa. Pero eso es peccata minuta. La matanza no importa. Lo que importa es que Ulises describe el lecho de su amada antes de volver a compartirlo. The End. Que, ya ven, Hollywood parecía haberlo inventado.
¿Qué es esa vida emocional que identificamos actualmente como melodrama, las películas con final
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usos, versiones y distorsiones de la realidad
http://coursesite.uhcl.edu/
En muy buena medida seguimos siendo románticos. Eludir la tragedia es norma constante en el teatro y en cine de hoy. Por más que esto se oponga a la realidad y a la lógica, los finales deber ser felices. Los villanos se reforman y el crimen no paga. Esa gran aurora hacia la que se encaminan, dándose la mano, los amantes y los héroes de Hollywood al final de la película, despuntó inicialmente en el horizonte del romanticismo.
Esta imaginación romántica no es uniforme y al igual que en sus primeras manifestaciones posee una
dimensión contradictoria. Tales afirmaciones nos hacen sospechar que el romanticismo no sólo fue una época de la cultura y de la política en Europa y América Latina, sino “una revolución sin precedentes en la perspectiva de la humanidad”, como afirma Isaiah Berlin, que dejó profundas marcas y grandes zócalos de cultura en la época moderna. Así, es posible plantear que la misma modernidad no ha sido una experiencia unívoca y secuencial. Como afirmaba Bolívar Echeverría: “su dominio no es absoluto ni uniforme” y tampoco es una “realidad monolítica”, más bien “está compuesta por un sinnúmero de versiones diferentes de sí misma –versiones que fueron vencidas o dominadas por una de ellas en el pasado, pero que, reprimidas y subordinadas, no dejan de estar activas en el presente”. Bolívar Echeverría localiza, al menos, cuatro versiones de lo moderno, cuatro ethos que se han conformado conflictivamente: el barroco, el romántico, el clásico y el realista capitalista. Una modernidad romántica dominante, profundamente melodramática y adoradora del libre mercado, que para sobrevivir se ha entrelazado a otro ethos, el realista capitalista, es posible que se presente como una cartografía de la crisis de lo moderno. Sin embargo, oculto y silenciado por la cultura política dominante, otro romanticismo actualizado pervive en la sensibilidad contemporánea. ¿En dónde y cómo se expresa esta sensibilidad también romántica pero no melodramática? Sin duda, algunos románticos se sintieron cómodos en esta sensibilidad trágica contenida y eludida por el melo-
1878. Henry Irving y Ellen Terry, famosa pareja del teatro inglés
feliz, las series de superhéroes, por ejemplo, vistas en su relación conflictiva con la “alta cultura” y la cultura popular? Antonio Gramsci había reflexionado también sobre los orígenes populares del “superhombre” de Nietzsche y se contraponía a la idea de que esta figura era solamente un producto de la “alta cultura” aristócrata del filósofo alemán: “Me parece que se puede afirmar que una gran parte de la sedicente ‘super-humanidad’ nietzschiana tiene como único origen no a Zaratustra sino al Conde de Montecristo, de a. Dumas.” Gramsci ya había emprendido su propia crítica al “gusto melodramático” en una sociedad italiana de tendencia fascista durante la década de los años treina del siglo xx, y que se encontraba a las puertas de un proceso de “masificación”. Además, Gramsci combatía aquella
“solemnidad exagerada” y el sentimentalismo con el que se promovían en su época el acercamiento a la literatura y, en particular, a la poesía. Gramsci también reconocía el potencial de la literatura de folletín, por ejemplo, en su orientación político-social: el melodrama de folletín se encargaba de dirigir las contradicciones de una sociedad hacia cierta armonía sentimental que redimía los conflictos, como los grandes “sufrimientos” en las telenovelas de nuestra época, y en los que finalmente se “resolvían” todos los problemas mediante el final feliz. ¿Cuáles es hoy la estructura melodramática de la sociedad contemporánea? No se puede pasar por alto el sentido cultural y político de figuras como Superman, por ejemplo, la manera en que su imagen simboliza a esa supra-humanidad que también “resuelve” a su manera los grandes conflictos de la “sociedad occidental”. Quizás las hazañas de este “héroe” son, de algún modo, el anzuelo melodramático para proyectar nuestros miedos, así como una forma imaginaria y sumamente autoritaria de “disipar”los conflictos y orientarlos hacia una serie de desafíos y finales siempre armónicos, previsibles. Para algunos críticos literarios y analistas de la cultura, por ejemplo, para George Steiner, todavía vivimos bajo la sombra del romanticismo, en los límites de su imaginación y en formas estéticas y culturales que se conforman a partir de la dialéctica entre lo trágico y lo melodramático:
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drama. Nietzsche veía en Sócrates el término del esplendor de la edad trágica griega y el triunfo del racionalismo, mientras los poetas frenéticos del romanticismo perseguían las revelaciones trágicas en el paraje tiránico de la vida moderna. Paul de Man asevera que es posible localizar en la literatura contemporánea escrituras postrománticas y ve en la obra de Borges un paradigma de ellas. Por otro lado, el escritor húngaro Imre Kertész, sobreviviente de los campos de concentración de Auschwitz-Buchenwald, ha visto en el terror de la experiencia concentracionaria el futuro de la humanidad: “Cuando reflexiono sobre los efectos traumáticos de Auschwitz, reflexiono paradójicamente más sobre el futuro que sobre el pasado.” Kertész, en relación con la tensión artística que se produce entre la ausencia de la tragedia y cierto acento trágico en la era moderna, se pregunta: “¿Qué posibilidades tiene el arte cuando ya no existe el tipo humano (el tipo trágico) al que nunca ha dejado de describir? El héroe de la tragedia es el hombre que se crea a sí mismo y fracasa. Hoy en día, sin embargo, el ser humano ya sólo se adapta.” Para Kertész, la “alienación” del ser humano en el mundo moderno proviene también de su renuncia a la tragedia, de su inmersión en una “pseudorrealidad” cuyo horizonte totalitario estaría marcado también por la articulación entre la “realidad” pura del capital y el melodrama. Sin embargo, también desde la época romántica está latente un acento trágico en el arte que propicia otras paradojas. En palabras de Carlos Fuentes: “La tragedia de la historia moderna ha sido la ausencia de tragedia. Restaurar la visión trágica ha sido el empeño, sobre todo, de algunos novelistas: Kafka, Broch, Faulkner, Beckett.” O como enuncia el mismo Kertész: “Su vida es en gran parte un delito trágico o un error trágico, pero sin las consecuencias trágicas.” Entendida la tragedia como esa “forma del género dramático inventada en Ática en el siglo vi ac.”, esa “visión terrible e inflexible que cala en la vida humana… una narración que cuenta la vida de algún personaje antiguo o eminente que sufrió una mengua de fortuna para llegar a un fin desastroso…”, en palabras de Ruth Scodel, y en la que el sujeto se enfrenta a un destino y a la misma voluntad de los dioses, a fuerzas que rebasan su entendimiento y que lo destruyen pero que al mismo tiempo le dejan cierta dignidad trágica, esa forma de la Antigüedad griega, muere como tal en la época moderna y al mismo tiempo sobrevive a través de su transformación en una perspectiva trágica que se articula a géneros modernos como la novela, en el proceso de recomposición narrativa y artística impulsado por el romanticismo. En sus dos versiones, expresadas a través de la sensibilidad melodramática y del relato trágico, el romanticismo dilata su sombra y todo indica que dominará parte de la imaginación cultural y política del siglo xxi, lo que orillará a sus receptores y cómplices a comprender y aprender de sus añejas contradicciones y de sus relatos, a recorrer las nuevas rutas de su geografía imaginaria, de sus poéticas narrativas y de sus modelos estéticos. Ahora más que nunca, las cartografías de nuestra cultura y de sus escrituras se convierten en desafíos colectivos, en rutas de la sensibilidad que buscan Grabados de JF Götz sobre el melodrama Lenardo y Blandine, 1783
Ilustración Juan Puga
compulsivamente los territorios culturales en los que se pueda habitar con creatividad e imaginación trágicas las contradicciones de nuestro tiempo. Desde el fondo temporal y espacial de su formación romántica, desde su historia de amor improbable con el melodrama, la modernidad latinoamericana nos susurra al oído una de sus formas históricas de resistencia, que al mismo tiempo se nos presenta como una utopía “sin optimismo” ni candidez moral o espiritual: para nosotros, los huéspedes contemporáneos de la imaginación romántica en conflicto, no habrá final feliz
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De la vasta piel, Carlos Martín Briceño, Ficticia, México, 2017.
De pieles y otros peligros EDUARDO CERDÁN
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n lo que va de este siglo, Carlos Martín Briceño se ha colocado en el panorama nacional como uno de los narradores más notables de su generación. Bajo el sello de Ficticia –cuyo catálogo, gracias al buen ojo de Marcial Fernández, es ya un referente importante del cuento mexicano contemporáneo– se publicó en 2017 De la vasta piel, antología personal del yucateco que reúne veintinueve relatos provenientes de sus libros anteriores. El erotismo y la violencia obsesionan al autor de Montezuma’s Revenge, quien se ocupa de sendos temas sin caer en el tratamiento que han fatigado varios de nuestros narradores contemporáneos. Él apuesta por los grandes temas, pero prefiere fijarse en los acontecimientos anodinos, en lo cotidiano, y partir de ahí para tender las cuerdas tensísimas que son sus relatos. Una característica encomiable en las ficciones de Carlos Martín Briceño –que, por cierto, se acaba de estrenar como novelista con La muerte del ruiseñor, publicada en Ediciones b – es la creación de las atmósferas. Sabemos perfectamente qué comen los personajes, cómo condimentan sus platillos, a qué huelen las cocinas de sus casas. Como casi todos sus cuentos suceden en el sureste mexicano, el lector se ve envuelto en un ambiente provinciano, caluroso y húmedo, con trova de fondo, con gente que siempre
Mínimos deleites, Dina Grijalva, La Tinta del Silencio, México, 2017.
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tiene cervezas a la mano, con señoritas que tocan el piano en sus casas de muebles antiguos y desgastados por el salitre. Coincido con Mónica Lavín, quien prologa el volumen, cuando emparienta a Briceño con el estadunidense Raymond Carver. No porque sus estructuras se asemejen (Carver, ya se sabe, es de la escuela chejoviana, mientras que el mexicano prefiere
rematar la mayoría de sus cuentos por el camino de la sorpresa), sino por el tipo de caracteres en que ambos se fijan. Los de Carlos Martín Briceño son personajes carentes y, por lo tanto, llenos de aspiraciones, porque sin ausencia no hay deseo. Aunque las criaturas del yucateco buscan escamotear las fragilidades propias mediante el contacto con los otros, nada les sale bien. Es fama que, para un cuentista, la felicidad no es un buen asunto. Por ello no extraña que estos cuentos estén poblados por perdedores, corruptos, parias, drogadictos, jóvenes ingenuos, ricos venidos a menos, esposas hastiadas y hombres que se sienten emasculados. Hay en la cuentística de Carlos Martín Briceño un amplio catálogo de masculinidades, acaso uno de sus mayores aciertos. Sus personajes varones –niños, adolescentes y adultos– se enfrentan a problemas propios de su sexo: el machismo que se ejerce en contra de los hombres, ritos iniciáticos sui generis y experiencias intramuros que, aunque casi nunca se dicen, ocurren con frecuencia. La vida conyugal es, desde luego, el terreno propicio para que el cuentista indague en las dinámicas de las relaciones amorosas y de la paternidad. De la vasta piel, muestra de rigor estilístico y de talento en la urdimbre de sus tramas, es una excelente puerta de entrada para la obra del yucateco
Regodearse en la travesura
entro de la narrativa, hay un género que no por breve debe ser menospreciado. Se trata de la minificción, cuyos relámpagos verbales buscan permanecer grabados en la mente del lector, sin caer en meras ocurrencias. Dina Grijalva (Ciudad Obregón, 1959) se ha consagrado al género con buena fortuna. Prueba de ello es Mínimos deleites, su nueva travesura literaria. Dicho volumen cuenta con setenta y seis textos y se divide en seis apartados: “Juegos de metaficción”, “Retórica erótica”, “Perversidades textuales”, “69 palabras”, “Miscelánea” y “Crímenes no ejemplares”, donde asoman textos lúdicos, sorpresivos, cachondos, irónicos, rebosantes de humor negro; ávidos de ser, en sí mismos, reflexiones sobre el género narrativo y el oficio literario, como en “Definición”: “La minificción es una gota de agua que es un mar, un grano de arena que evoca la inmensidad del desierto, una estrella que ilumina el cielo, una flor que contiene el jardín, una página que es un mundo.” Se abordan los avatares propios de las relaciones amorosas, como en “Redacción rápida” y “Cambios”. Se cita el segundo: “Transitaste de s u j e t o a o b j e t o . D e s p u é s d e o b j e t o d i re c t o a indirecto y de allí a circunstancial. Ahora pongo punto final.” Estos osados microrrelatos no sólo dejan pensando al lector, sino que le arrebatan sonoras carcajadas, como “Poligenérica”, donde la picardía del doble sentido remata en un manifiesto creativo: “las minificciones deben liberarse de toda atadura
ELENA MÉNDEZ y regresar a las palabras su poder mágico, su poder de sorprender, deslumbrar y escandalizar”. Grijalva es capaz de vincular la tradición de bestiarios con la reivindicación del placer femenino, como ocurre en “Los sirenos”, texto aparentemente disparatado pero genial en realidad. La autora, cortazariana hasta la médula, hace guiños al exquisito erotismo del famoso capítulo 7 rayueliano en “Sueño con lluvia” y “Cita a ciegas”, elaboradas fantasías con finales inesperados.
Aquí hasta las aliteraciones son acariciantes, como en “El sesentainueve es sexy”. Cito un fragmento: “Sonreímos, suspiramos, sentimos, s e g u i mos, soñamos, sumamos, sorbemos, ¡sorpresa!: surge la sinfonía.” Recurrir a la repetición de un determinado sonido recuerda a otro libro insólito: Las vocales malditas, de Oscar de la Borbolla; si bien Dina prefiere las consonantes, como en el mencionado microrrelato y en otros más. Cabe hacer hincapié en el tópico de la reivindicación del placer femenino, mencionado líneas arriba. Se defiende la sensualidad que una mujer puede (re)descubrir a solas, caso de los textos “Encuentro marino” y “El verdadero amor”. En medio de tanto texto juguetón, contrasta, por melancólico, “El retorno a sí misma”, cuyo final hará estremecerse e identificarse a más de una mujer: “Y de nuevo la soledad, el eterno retorno a sí misma, a su búsqueda incesante como el vaivén de las olas del mar que buscan en la playa y regresan a su centro.” En el último apartado, “Crímenes no ejemplares”, hay vampiros, homicidas, suicidas, un ejecutado y hasta una caníbal. La crueldad de ellos sólo puede equipararse a su nulo arrepentimiento. Acaso el mejor ejemplo de esto sea “Adicta”, donde a la protagonista no le preocupa lo grave de su delito, sino los inconvenientes que le producirá en su rutina. Mínimos deleites es un libro pequeño como pupila de colibrí, pero enorme en los goces que proporciona
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Nada es tumulto, Ramón Bolívar, Ediciones La Cuadrilla de la Langosta, México, 2017.
Como una plegaria RICARDO VENEGAS
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ace más de quince años tuve oportunidad de presentar el poemario Summa de la noche, título sugerente para un libro de poemas; una invitación al viaje en que el lector puede tropezar con un ángel, con un demonio, o en todo caso, con su sombra. Nada es tumulto, el nuevo libro de Ramón Bolívar, es una compilación que incluye los libros Con lágrimas de flores de tristeza (Ante el espejo de tus ojos) (Conaculta/Jornadas Internacionales, Carlos Pellicer, a.c./inba, 1993), Memorial de la noche (o cómo se concibió el feliz encuentro del autor con su buen ángel) (Conaculta/El Cocodrilo Poeta/Jornadas Internacionales, Carlos Pellicer, a . c ., 1997), y Descendemos desde la mirada de los monos (compilación de textos, pre-textos y paratextos interiores codificadamente nocturnos) ( u j at /Ediciones Monte Carmelo, 2007), así como el poemario Nada es tumulto o cartas de navegación desde las tierras bajas (Stammpa Editores, 2010). La poesía de Ramón Bolívar principia para finalizar, como una plegaria que cierra la entregada conversación del autor con la divinidad. La voz antigua de estos versos conduce a una lectura escrupulosa, evoca figuras métricas del siglo xii, así como asuntos precedentes de nuestra lengua, que bien podrían ser algunas de las primeras formas métricas de la tradición literaria: las jarchas mozárabes. En algunos poetas el soneto es un paso inicial que pronto abandonan, en otros una obsesión que desemboca en el hallazgo. Este es el caso de Bolívar. En cada poema la estructura es única, lo visita un “duende” o gracia natural. Juan Rengifo decía que el soneto “es la más grave composición que hay en la poesía española: y por esto este nombre que parece común a todo género de copla, se da por autonomasia de ésta. De ordinario no lleva sino un solo concepto, y éste dispuesto de tal manera que no sobre ni falta nada. Recibe comparaciones, semejanzas, preguntas y respuestas, y sirve para cuantas cosas quiera uno usar de él: para alabar, o vitupe-
El pacto de la hoguera hoguera, Alfredo Núñez Lanz, Era, México, 2017.
eno‑ De un tiempo a esta parte, más que frecuente ya es eno joso hallar, en las mesas de novedades de las librerías, una novela histórica junto a otra y otra y otra más,
rar: para persuadir, o disuadir, para consolar, y animar: y finalmente para todo aquello que sirven los Epigramas Latinos” (Arte poética española). Palabras abrazadas por la sintaxis que ha dejado a un lado los arcaísmos, ecos de Villaurrutia (“Nocturno de la estatua”), claroscuros definitivos, adjetivos precisos (“El adjetivo, cuando no da vida, mata”, consigna Huidobro), aliteraciones, guías del erotismo, sin el cual sería imposible explicar un poema místico, el erotismo sagrado: la musicalidad de lo árabe en nuestra lengua: la cabellera que cae y se disuelve en el azar.
Nada es tumulto es un libro que se terminó de imprimir el día del segundo temblor que sacudió al país, dato consignado en el colofón del volumen. Los signos de los amantes, la evocación de la naturaleza, la vida que nace y no sabemos de dónde proviene, los dos que se devoran en secreto, son sus temas. La reflexión, eje central de estos poemas, permite la conciliación de los contrarios: el que mira hacia el mundo es dualidad del horizonte. No sólo es posible advertir las voces de San Juan de la Cruz, Santa Teresa o Fray Luis de León con los Cánticos, también pasan revista autores como López Velarde (“padre soltero de la poesía mexicana”, Hugo Gutiérrez Vega dixit): “en las alas oscuras de la racha cortante”; a Villaurrutia “en medio de una calle de miradas”, a Elías Nandino en la “eternidad del polvo”, a Concha Urquiza: “la dulce noche te será enemiga”, a Manuel Ponce: “quien escucha tu voz no escucha nada”… y otros que antes y después seguramente han sido lecturas inevitables del poeta. El propio Bolívar confiesa que Carlos Pellicer, Julieta Campos, Derek Walcott y Vicente Aleixandre han sido voces que acompañan su escritura. La preocupación del autor va más allá de una búsqueda, enciende una pregunta que clama: “¿Desde cuándo permites que tus pasos horaden / el más leve rincón de la inconciencia?” El poema avanza en su introspección. Toca al lector la interpretación más lúcida, como se ha dado en poemas como el Cantar de los Cantares atribuido a Salomón, en el cual los eruditos han encontrado a un hombre y una mujer, al pueblo de Israel y a su dios, pero también a un dios y a un ser humano: “Primigenio tiempo que extasiado en el espejo de los días/ intacto al instante permanece, y oloroso también/ como el más callado encuentro./ Comunión de tibio pan en su inocencia compartida.”
exceso de abundancia en buena medida explicable en razón de la viabilidad comercial que propios y extraños le han visto al subgénero, al que no dejarán de recurrir hasta que una nueva moda entre al quite. Por simple lógica, lo que no sucede con la misma frecuencia es dar con el grano entre tanta espiga, y menos aún que una buena novela de este tipo sea escrita por un autor relativamente joven. Este es el afortunado caso de Núñez Lanz, que a sus treinta y pocos años de edad y con un par de libros en su haber, emprendió con buen tino la “lite‑ raturización” del Tabasco de los años treinta del siglo pasado, el de Tomás Garrido Canabal y sus Camisas Rojas. Sin dejar del todo a un lado los típicos recursos narrativos propios de cuanta novela histórica es publicada, a El pacto de la hoguera le alcanza, sin embargo, para no ser inmediatamente olvidable como muchas otras.
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
La Jornada Semanal
@JornadaSemanal
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
LA TRILOGÍA MEXICANA DE MALCOLM LOWRY Alberto Rebollo
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Jornada Semanal • Número 1193 • 14 de enero de 2017
Arte y pensamiento
MONÓLOGOS COMPARTIDOS francisco torres córdova
LA OTRA ESCENA miguel ángel quemain
ftorrescordova@gmail.com
quemainmx@gmail.com
PLEGARIA DEL NIÑO DE LA CALLE
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DESPUÉS DE BABEL ,
UN ROMPECABEZAS DE DAVID PSALMON o trozos de cemento, terrones de polvo y chapopote, tampoco piedras de lodo y excremento, sino guijarros de ríos extraviados me encandilan aquí sentado en la banqueta. Con el suelo siempre cerca, en los tamaños de la urbe que
me empuja, me dejan insistir en otra parte por instinto, me devuelven la estatura de persona. A estas altas horas de la noche todo el día, descanso las plantas de mis pies del impulso de sus pasos sin sentido, su ir y venir por las calles a la misma calle indefinida para volver al cabo sin remedio al cerco del inicio, con el zumbido de la sed, el fuego lento de las tripas, la comezón de vidrios en la piel. Más allá, las columnas de concreto que bajan del puente hacen un hueco que de noche me oculta y de día me refresca o me guarda de la lluvia. Con una manta esquino el suelo y me acurruco; con uno o dos cartones y restos de una silla me arrincono. El puente pasa y alarga su distancia; oigo cómo crujen sus goznes de acero, cómo truena en sus losas la ciudad que aleja su destino. Yo me quedo impuesto a su penumbra. No me muevo aunque luego aparezca en una esquina diferente, en la otra acera ayer vendiendo un caramelo o dos, una flor o tres, o un pedazo de papel fortuna, quizás con un trapo jabonoso trepado a un parabrisas o recostado en una banca de metal entre perros sueltos y basura, al alcance de todos los recursos del olvido, o de frente a una vitrina de ropa o restorán, sólo apenas antes del grito, el manotazo o la mueca de aversión que me ponga de nuevo en la espiral de alma y pensamiento que me abren tan pronto las orillas. Yo obedezco y me escabullo por los puntos ciegos de la luz, ésos que vuelven transparentes y mudos los objetos, que los hacen perdedizos y confusos, uno así, la mirada grande abajo, en el suelo siempre cerca. Pero voy atento a los guijarros de los ríos extraviados que llegan a mis pies. A veces suenan sus aguas claras en mi nuca y entonces cierro los ojos y me lavo el rostro. Ya no huelen mis manos a limosna, la tela cetrina de mi ropa ya no exuda orina; no me arden de sarna las axilas, no retumba en mis entrañas el vacío, no me punza de piojos la cabeza. En este vórtice de asfaltos y ráfagas de coches y cuchillos; de recelos y delirios desatados por humores y vapores de solventes, de caricias a la fuerza y riñones robados a la venta, apartarme así de mi presencia para irme a otra que me salva es la última salida de la infancia que me queda, el único juego en que gano si me pierdo. A los ocho años la miseria en su abundancia me concede todavía esa licencia. Sin embargo, sitiada por las casas y edificios, cruzada por el filo de las bardas y el eco de baldíos, tejida en los viaductos y traspatios, tendida en los balcones y azoteas y rugosa en las plazas y zaguanes, despunta y avanza una brillante soledad que abarca toda mi memoria, que se enrosca y aprieta adentro en mi silencio y en mi cuerpo a contrapelo flamea azulosa su múltiple violencia de Estado y de familia por lo menos. Muchos somos ya el sueño embrutecido que provoca, el miedo que el ruido de su risa disimula, uno a uno la vasta cofradía del abandono en este puente por ahora. Apenas asomado a la ventana de tu coche, por ejemplo, sé que no me ves cuando me miras y que yo tampoco siquiera me vislumbro en el negro de tus ojos. Por eso entonces, en el claro desencuentro que tenemos día a día en camellones y cruces de avenidas, una sola gracia espero si la hu-
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ESPUÉS DE BABEL, reconstruyendo comunidad, nuevamente enfrenta a los espectadores de Teatro sin Paredes con uno de los productos artísticos corales más eficaces y dinámicos del teatro mexicano contemporáneo. Si bien no es el único sobre la escena nacional, sí es uno de los más solventes y creativos, sostenido en un quehacer intelectual y artístico cuyo laboratorio, es evidente, se trata de una idea que va y viene a la escena, y de la escena a la política y de la política nuevamente al mundo de los conceptos. Babel es un debate que no cesa y que David Psalmon se ha propuesto modelar en las conciencias que se entreguen al rito, a la ceremonia de sus ideas celebratorias, tribales, de denuncia en que convierten sus puestas en escena, sus rutas visuales, sus laberintos con un minotauro que poco a poco el espectador descubre que se lleva dentro y sigue ahí aún cuando el laberinto ha desaparecido. La función concluye en hora y media o poco más y el viajero se da cuenta de que ese mundo agitado dentro de sí es una respiración minoica que ha derribado los primeros muros para salir de la interrogante que propone este laberinto. La idea original y la dirección artística es de David Psalmon (con la dirección artística adjunta de Jorge Maldonado), quien encabeza una enorme lista de créditos que, desde el programa de mano-mapa-sugerencia de periplo, construye una especie de comunidad donde cada quien tiene su semilla, su fruto y su grano de arena para que el teatro aparezca como en esa magia proustiana que hace aparecer el paisaje después de haber tragado y digerido cada pieza de esa catedral de lo contemporáneo, del vértigo de interpretaciones e ideas que conforman el panorama decadente, postbabélico y nómada en el que vivimos sin saberlo, o mucho menos de lo que creemos. Postbabélicos, postfreudianos, postnizcheanos, posteinsteinianos, un mundo Post y al mismo tiempo un mundo Ex (como lo calificaba Matvejevitch), que no deja de vivir de sus peores recuerdos y de sus más quiméricas esperanzas. Hay algo que obliga a seguir al teatro de Psalmon y es la gran continuidad de una exploración que, sin temor a exagerar, diría que es monumental y enciclopédica por la voluntad de contener y mostrar las conexiones menos evidentes de un mundo que tenemos grabado en la piel, que es la piel misma de algunas zonas y que el espejo no nos devuelve con fidelidad; por el contrario, lo oculta, lo invisibiliza hasta el colmo de nuestra imbecilidad negadora, oprimida, desde esa mirada que, obsesiva sobre la necesidad de liberarnos, de ofrecernos un insight e integrarlo inmediatamente al colectivo contestatario que bajo la forma del teatro pareciera que pretende una segunda, una tercera y cuarta revolución, diríamos mexicana si no estuviéramos tan ciertos de que se trata de una visión de la decadencia tan amplia y universal como la que se plantean los mundos del futuro y el postfuturo (cualquier cosa que pueda significar esta forma de speculative theater o teatro especulativo): Orwell, k . Leguin… Bajo las formas diversas de Emigrados, Humbolt, México para los mexicanos, Los náufragos... Este montaje exige una visión detallada, una costura fina para hacerle justicia a este gran proceso de creación colectivo (no de creación colectiva), porque hay una autoría en la idea y en el trabajo de dirección que consiste en decantar lo mejor que hay en la dramaturgia de Ángel Hernández, Sara Pinedo, Guillermo León, Luisa Pardo, Sergio López Vigueras, Diego Álvarez Robledo y David Psalmon. En la escenificación (tampoco hay suficiente claridad en el programa sobre esta concepción de dirección y montaje dentro del propio proceso) están los propios directores Psalmon y Maldonado, con Diego Álvarez, Guillermo León y Sergio López Vigueras. Ya detallaremos cuando establezcamos las correspondencias entre las actuaciones y las rutas de la escenificación. Hay que decir que esta tribu babélica de actores se reparte también en distintos actos. La puesta tuvo lugar en Casa Refugio Condesa: sugerentes paisajes interiores en un jardín austero, casi verde-casi ocre, en un despeinado abandono aparente con un casi cuidado-casi mantenimiento que le da un sentido en vertical a esa torre que representa un imaginario que dice:“Hubo una vez una torre” y así en pasado se trazan seis historias que en realidad serían seis verbos transformadores. Esta visión del espacio se transformará en Casa del Lago, su próximo escenario cuando se reestrene en enero
biera: que no te salven de mí en su arrebato con una rápida moneda la llana compasión y la efímera ternura
Después de Babel
Arte y pensamiento
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LAS RAYAS DE LA CEBRA
LA CASA SOSEGADA
javier sicilia
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L MUNDO DE OCCIDENTE nació de una cultura verbal, es decir, de una cultura en la que, hasta el siglo xx , la confianza en la palabra como detentadora del sentido fue su fundamento. De allí que Octavio Paz, resumiendo siglos de esa tradición, pudiera decir:“El mundo está hecho de palabras.” Ese fundamento tiene su origen en el sentido que la tradición hebrea le da a la palabra (dabar) como fuerza creadora y que San Juan traduce en el Prólogo de su Evangelio con el griego logos: “En el principio era el logos” –la dabar con la que Dios en el Génesis crea y que San Juan rememora al decir en el mismo Prólogo que con él “todas las cosas fueron hechas”. La lenta degradación de este sentido, que señoreó a Occidente, tiene que ver, junto con muchas otras cosas, con la pérdida de esa significación profunda. El logos, para hablar del español, fue traducido como “palabra” (en otras traducciones y con el fin de conservar algo del sentido creador que tiene la (o el) dabar hebreo, se le tradujo como “verbo”), es decir, como un simple nombrar desprovisto de su responsabilidad creadora y de su peso significante, como una simple moneda de intercambio lingüístico para hacer habitable la vida social y que puede cambiar arbitrariamente de valor. El logos, sin embargo, es más que la palabra, cuyo sentido etimológico –también extraviado– viene del griego parabole (comparación), que se refiere a la forma en la que Jesús habla en los Evangelios. El logos, por lo tanto, significa al mismo tiempo acto, comparación, relación, proporción que nos permite entrever el sentido absoluto e indecible que los orígenes de Occidente llaman Dios. De allí que San Juan pueda deducir, en el mismo Prólogo, que
verónica murguía
PALABRA Y PROPORCIÓN ese logos, “por el cual todo ha sido hecho”, se encarna y “levanta su tienda entre nosotros”. Dios se vuelve así proporción en lo humano, se vuelve relación, comparación: “Quien me ve a mí ve al Padre”, y en consecuencia sacralidad. De allí también la confianza de Occidente en la palabra y su peso en la poesía: el lenguaje más profundo y más fino del habla. La pérdida de esas profundidades de la palabra, que el lingüista Pierre Souyris definió como “la desintegración del Verbo”, tiene que ver con sus lastramientos históricos y significantes que la velocidad y la desproporción de los medios modernos de comunicación –Twitter, Facebook, WhatsApp, etcétera–, y los discursos políticos donde la palabra se ha vuelto una manera de mentir y de encubrir grandes crímenes, nos han llevado a grados alarmantes de no-significación. Probablemente, lo que de violencia y anomia estamos viviendo en México y en el mundo tiene su origen en una crisis del lenguaje, en una destrucción y un vaciamiento de los últimos vestigios de
ARTE CISORIA
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LGUNOS ANTROPÓLOGOS suponen que el antiguo gesto de darse la mano significa “no vengo armado”. ¿Por qué? Porque parece que algunos corde nuestros antepasados ya no creían en el lenguaje cor poral: ni en la sonrisa, ni en el acercamiento pausado. Resulta que algunos, sonrientes y parsimoniosos se acercaban a otros y zaz, les daban una pedrada o les pegaban con una quijada de burro o lo que se pudiera según la época. A diferencia de los animales, cuyo lenguaje corporal suele ser inequívoco, los hombres pueden mentir y les resulta utilísimo. El dar la mano aseguraba, al menos, que la extremidad usada para esgrimir las armas estaba vacía. Por cierto, la palabra arma viene del griego armos, brazo. En inglés brazo y arma se escriben y suenan igual: arm. Ya ni digo todo lo que se me viene a la cabeza por eso. Pero la cosa es que darse la mano era un gesto de paz, que al menos aseguraba que el encuentro tenía intenciones pacíficas. Pero podía ser que alguno trajera en la túnica un pequeño puñal, escondido ahí para lo que hiciera falta. Esos puñalitos se llamaban pistolas. La palabra podía derivarse del checo píst’ala, flauta. Todo esto me ha traído obsesionada, porque la pasión de ciertas personas por las armas me apabulla y porque somos animales peleoneros e hipocritones. Pero las armas, en ciertas épocas, eran indispensables. En la Edad Media, la mayor parte de los hombres usaba cuchillo. ¿Para qué sirven los cuchillos? ¿Para cazar conejos, cortarse el pelo y la barba, bajar manzanas de los árboles, rebanar el pan y la carne, matar al de junto? Pues para todo eso y más. Imagine el lector a un hombre medieval, y digo medieval porque en el mundo clásico las reglas de convivencia eran otras, yendo a una comida en casa de un amigo. Esta era una persona acostumbrada a usar el cuchi-
sentido que tenía la palabra, en una desencarnación, cuya consecuencia es precisamente la pérdida de la palabra, del logos, como acto creador y como mediación entre los seres entre sí y lo trascendente. Hemos llegado así a olvidar la luminosa enseñanza de El libro de los proverbios, escrito en esa lengua en la que la palabra guarda el contenido que tuvo alguna vez para Occidente: “La vida y la muerte están en poder de la lengua, del uso que de ella hagas, tal será el fruto”; o del Critón, de Platón, que tenía un claro sentido de lo que el logos significa: “La incorrección en la lengua no es sólo una falta contra el lenguaje, hace también daño a las almas”. En una sociedad donde la palabra –que era todo y bajo la cual Occidente se hizo como cultura– se ha vuelto tan líquida como el mercado y sus flujos, lo único que queda es la anomia, la violencia, el daño y la muerte de la vida humana y su sentido civilizador. La corrupción de un mundo basado en la sacralidad de la palabra tiene necesariamente que derivar en el horror del nihilismo que hoy padecemos. La palabra, para nuestra desgracia, ha perdido mucho de su genio humano y sagrado, se ha deshumanizado, se ha reducido a un espantoso galimatías, se ha convertido, dice George Steiner, en una “gramática de lo inhumano”. Frente a ello lo único que queda es intentar refundarla a partir de sus orígenes o elegir, en lo que aún conserva de significación, su otro lado fundamental, el silencio. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a las autodefensas de Mireles y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales y refundar el ine
llo como ahora nosotros usamos el teléfono celular. Una persona acostumbrada a las condiciones de vida más rudas, a comer con la boca abierta, a limpiarse los dedos en el mantel cuando lo había o en el pelaje de los perros cuando no. Un individuo que consideraba el colmo de la cortesía tirar los huesos bajo la mesa en lugar de arrojárselos a alguien y al que tenía que recordársele que no escupiera en el mantel o el vaso. Imagine el lector una mesa a la que están sentados varios hombres. En la mesa no hay platos ni tenedores. La carne se tomaba pinchándola con el indispensable cuchillo y se colocaba sobre una rodaja de pan. En la mesa, una jarra; en la jarra, cerveza, y en las casas más pudientes, vino. No es de sorprender que las comidas terminaran en pleitos sanguinarios.
El largo transcurso de “desarmar” la hora de la comida es la expresión de un desarrollo civilizatorio. Esa observación, al mismo tiempo llana y genial, fue argumentada por Norbert Elias en el hermoso libro titulado El proceso de la civilización, publicado en 1939. En él, Elias considera el lento camino recorrido por la humanidad para crear un ámbito civilizado y seguro para convivir; de andar todos armados y acuchillándose por quítame aquí estas pajas, se llegó al momento en el que sólo una persona en el comedor usaba un cuchillo grande: el encargado de trinchar. Esta persona era, en los palacios, el maestro del arte cisoria, el arte de cortar la carne. El Écuyer Tranchant en francés. En España, en el siglo xv, don Enrique de Villena, apodado el Nigromante porque también tenía intereses mágicos, escribió en 1423 un libro, titulado Arte Cisoria. Así, el comer seguro y conversar serenamente se convirtió en uno de los placeres más apreciados. Entre los cubiertos hay cuchillos muy diferentes del ubicuo cuchillo que se usaba lo mismo para degollar perdices que para cortarse el pelo. Lo que me trae 2018. Habrá que esforzarnos por no pelear en la mesa a causa del voto. Yo no sé por qué, pero ningún tema provoca las pasiones que suscita la política. Desde el año 2000 he visto y participado en muchísimos pleitos que han arruinado amistades y separado familias. He gritado, me han dado ganas de aventarle un bolillo a una tía, he abandonado la mesa antes de terminar la comida, etcétera. No convencí a nadie, nadie me movió a mí. Presiento un año en el que se va a discutir mucho. Ya desde ahora estoy mareada por la propaganda (para los partidos, dicen, como si quienes no militamos estuviéramos sordos). Pero hay que discutir, no pelear. O el arte cisoria se aplicará a la sociedad mexicana
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GALERÍA
Antonio soria
PEQUEÑO PANFLETO CONTRA EL “NO”
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CINEXCUSAS
Arte y pensamiento
ACE UN PAR DE AÑOS por estas fechas, el Estado Islámico mató a más de cien personas en seis atentados terroristas en París. Poco tiempo después, Francia bombardeó Siria en veinte lugares distintos. Más tarde, un coche bomba estalló en una calle muy transitada en una ciudad que podría llamarse de cualquier modo. Hace unos días, el presidente de Corea del Norte informó que todo el tiempo tiene el botón nuclear al alcance de su dedo y el presidente de Estados Unidos, otro machito bravucón igual o peor que el primero, respondió que su botón es más grande, más poderoso y sí funciona. Es lo de siempre, como siempre: la humanidad que ni un segundo deja de amenazarse y de matarse a sí misma; sólo va cambiando el nombre que le damos a la barbarie. Hemos sido y seguiremos siendo una especie sin remedio; liquidarnos unos a otros está en nuestros genes. Hermosos y horribles a partes iguales, no tenemos el hábito de los términos medios –sí de la mediocridad, pero ese es otro asunto–, preferimos el extremo y el exceso. Muchos, muy, siempre, todo, nunca, nada, máximo, mínimo. Esta es nuestra naturaleza. El luto, los lamentos, la tristeza misma, todo es momentáneo y nunca nos alcanzará para cambiar el fondo de nosotros mismos. Elias Canetti habla de aquello que define al escritor y, entre otros atributos, menciona el compromiso con su tiempo, a la manera de Hermann Broch, por ejemplo, y afirma que necesariamente toca estar en oposición al tiempo que a cada quien le ha correspondido en suerte. Por supuesto que ha debido ser fácil para cualquiera en cualquier época, de modo que debe ser la simple coexistencia con/en el tiempo de uno, además de ese terco gusto-deseo de creer que la época de uno es “la más” de esto y de aquello, lo que en este presente fugacísimo mueve a
Luis Tovar @luistovars
decir que, si ha sido fácil para el autor de cualquier tiempo, lo es todavía más para el de éste, porque nos ha tocado uno particularmente canalla y horroroso. De seguro han dicho exactamente lo mismo incluso autores previos al Siglo de Pericles, pero eso no vuelve menos válida la afirmación, así sea por la simple “ventaja” de ir, digámoslo así, al final de la fila, razón por la cual este tiempo tiene muchísimos más errores y horrores acumulados de los que había, por tomar cualquier edad humana, en tiempos de Espartaco. Sobran muestras: Canetti escribió aquello sobre Broch en 1936, luego de la barbarie de la Gran Guerra pero antes de la brutalidad, paradójicamente tan sofisticada en lo tecnológico, tan rudimentaria y retrógrada en lo humanístico, de la segunda guerra mundial.
Si algo nos sobra a los humanos es capacidad para superar nuestra barbarie y nuestro salvajismo, ejercido contra todo y contra todos. A diferencia de lo evidente en el reino vegetal y en los demás animales, los humanos parecemos tener tatuado en los genes el signo de nuestra propia destrucción y, aún más, esa pulsión atávica no es apacible: nuestra conducta como especie indica que preferimos las hecatombes a los colapsos, el pleito al diálogo, el escándalo a la discreción. Saltamos, engallados y lomoerizados, con una facilidad pasmosa, a la menor provocación y muchas veces sin ella, pues cualquier cosa nos parece buen motivo para blandir garrotes de toda suerte: verbales, corporales, herramentísticos, con sus miles y miles de variantes, del dardo a la ojiva nuclear. Cuestión de proporciones, quizá y meramente: entre más humanos –dicho sólo en términos cuantitativos–, más y mejor es la capacidad para liquidar humanos. Hubo un tiempo en el que bastó con quijadas de asno; ahora requerimos asustar a nuestro hermano con la fusión nuclear. Desazona esa clara inmovilidad fundamental: no somos mejores ni peores los presentes en este presente, que nadie de cualquier otra época; sólo mostramos una coherencia total con lo que jamás hemos dejado de ser: arlequines vestidos de vida y de muerte, fascinados por la primera, seducidos por la segunda, siempre queriendo alcanzarlas a las dos al mismo tiempo. Por todo lo anterior, la única guerra noble, la única digna de ser librada sería contra la palabra “no”: contra las puertas que no se sabe para qué existen porque nunca se abren; contra la espalda de los que primero dan la espalda; contra ese cáncer llamado silencio; contra la parálisis que suele conllevar el egoísmo. Aunque no se sepa qué sentido tiene, o ninguno, y no falten los que aseguren la derrota
MONSTRUOS IRREALES Y DE LOS OTROS
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ARA CUANDO USTED esté leyendo las presentes líneas ya habrá sido estrenada comercialmente The Shape of Water (eu, 2017), de Guillermo del Toro, y a ella será destinada, cuando menos este fin de semana, casi la totalidad de los espacios mediáticos dedicados al cine, además de muchos otros que lo hacen sólo de manera oportunista. Refractaria al coro de balidos, por ahora esta columna sólo dirá al respecto que la mejor pleitesía que podría rendírsele al cineasta nacido en Guadalajara consiste en ver su película sin el apoyo previo de las diez mil innecesarias muletas que le están arrimando: que si el León de Oro, que si los Globos de ídem –chistosísimo Mediomundo, que simultáneamente denunciaba el ínfimo valor de este último premio, pero no dejaba de celebrar que se lo hubieran dado “al gordo”–, que si está nominada a un montón de premios Bafta, que si el Oscar ya lo tiene prácticamente en la bolsa… Magnífico caldo de cultivo para que una vez más florezca el viejísimo despropósito de hacer equivalentes lo premiado y lo valioso –que llega a suceder, pero sólo a veces–, todo lo que se habla en torno al filme abona, a su vez, a la costumbre insana de poner la carreta delante de los bueyes: premiolitis mediante, a The Shape of Water se le pondera más por lo ganado y lo que está por ganar, y no por ella misma. Flaco favor le hacen a Del Toro, pero es tanto su entusiasmo chovinista por el éxito ajeno que ni cuenta se dan.
EntrañablE (y sin EfEctos) Mientras Casitodos canta sus loas, también han sido estrenadas dos o tres películas que, en términos de calidad cinematográfica, nada le piden a los monstruos deltorianos. Una de ellas es The Square (Ruben Safari
Ostlund, Suecia-Alemania-Francia-Dinamarca, 2017), ganadora de la Palma de Oro en Cannes, y otra es A Ghost Story (David Lowery, eu , 2017), de la cual hace un par de meses se dijo en este espacio lo siguiente: [La cinta] de David Lowery es una bofetada deliciosa en el rostro de aquellos que cifran la calidad y la suerte de un filme más en los efectos digitales y la postproducción –que suponen obligados a la sobreabundancia y la capacidad de “apantallar”–, que en la concepción de la trama y el desarrollo argumental. Para muchos tipos de historias poco importa en realidad la presencia o ausencia de dichos efectos, pero para una cinta como A Ghost Story –en español bien titulada sencillamente como “Historia de fantasmas”– cualquiera los daría por infaltables, y es ahí donde este filme de Lowery acierta el golpe, pues prescinde casi en términos absolutos de ese recurso y propone como protagonista a un fantasma literalmente ensabanado y con dos recortes ovalados en calidad de ojos. Son el tono y la atmósfera de la cinta, así como la fuerza intrínseca del cuento que se cuenta, los que le confieren
a la cinta la elevada verosimilitud de la que goza, que ya quisieran para sí los fabricantes cinematográficos de toda suerte de monstruos, criaturas y apariciones de un más allá que, por más sofisticada que sea la técnica con la cual se elaboren sus engendros, está destinada a detonar la permanente insatisfacción del espectador, ya muy malacostumbrado a mirar mucho e imaginar poco a la hora de ver una película.
El animal no Es El salvajE Lejos de grandes reflectores y sonados galardones, en la Cineteca Nacional han programado Safari (Austria, 2016), de Ulrich Seidi. Filmado en la sabana africana, el documental exhibe a ciertos monstruos de la vida real: los cazadores de impalas, ñús, cebras, elefantes, jirafas… que siguen creyendo que asesinar animales indefensos es un “deporte”, pagan fortunas para cometer legalmente su barbarie y luego posan, henchidos de un orgullo definitivamente estúpido, junto a la cabeza del ser al que le arrebataron la vida de un balazo. De seguro aguantándose las ganas de estrangularlos ahí mismo, Seidi acompaña en sus expediciones a varios de estos psicópatas potenciales, los muestra en todo su antiesplendor y combina el despliegue de esos horrores con las entrevistas que le hizo a varios de ellos, en las cuales asoma de cuerpo completo la monstruosidad de los razonamientos equívocos de quienes pretenden justificar lo injustificable o, llanamente, muestran su amoralidad satisfecha con un cinismo absoluto. Safari demuestra que podrá ser un lugar común, pero eso no le quita lo cierto: en materia de monstruos o cualquier otra, y para infortunio colectivo, la realidad suele superar a la mayor de las fantasías
ENSAYO Hoy Rodolfo Mata Porque no te quemaste cuando decías arder Porque no fuiste amado cuando te entregaste Porque quisiste sobreponerte y el tiempo se había ido ya Por eso Porque te llovieron piedras y ni cuenta te diste Porque no escuchaste el silbato para partir Porque vegetabas embebido en el árbol que te habría de nacer Por eso hoy estás aquí hoy que es más hoy que antes Por eso porque no tocaste fondo nunca porque no hay fondo Por eso hoy no hay vuelta Nada más
Convicción Rodolfo Mata Si consigo es en el sí del sigo del contigo del ser del ser del consigo mismo del conmigo sismo del contigo del sí en sí ¿me sigues? ¿estás conmigo? si consigo un sí contigo sigo será un sinfín si estás conmigo en este sí que sí
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Dos poetas Canción anarquista Juan Manuel Roca
De lo único que en verdad me siento complacido es de lo que no soy. No soy clérigo repartiendo cruces de aire a una corte de feligreses muertos, no soy embajador de Babilonia vestido de buitre o de Loyola. No soy fabricante de rejas y mortajas. De lo único que en verdad me siento complacido es de lo que no soy. No soy el que calla para salvar su cabeza, un lazarillo ciego, un guía hacia el desastre, el flautista desafinado al que empujan los ratones al abismo. De lo único que en verdad me siento complacido es de lo que no soy. No soy el que niega tres veces al gallo que canta en el corral porque tiene el alba en su garganta. No soy el tartufo que quisiera tener una docena de manos para aplaudir sin tregua el paso del rey.
De lo único que en verdad me siento complacido es de lo que no soy. No soy sombra de nadie, sacristán de la patria, mercenario de sí mismo, hombre de estado ni novio de la muerte. No soy vecino del olvido, juez de aduanas, notario de ausencias, perro de aguas, cuidandero de un árbol genealógico en cuyas ramas penden brujas de Goya y frutos sin piel. No soy guardagaleras trotaconventos, espía o contralor, estatua de prócer, enemigo del ocio, poeta de cielos, caballero del santo sepulcro. No he sido apóstol de un señor de horca y cuchillo, capataz de su oscura cosecha. No ignoro la dignidad del árbol, su maestrazgo silencioso y sus altas potestades. De lo único que en verdad me siento complacido es de lo que no soy. No soy intérprete de los himnos, patriota del vacío, policía, granadero, cadáver insepulto, guía de insomnes o caudillo de mí mismo. De lo único que en verdad me siento complacido es de lo que no soy.
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