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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 15 de febrero de 2015 ■ Núm. 1041 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Huberto

Batis y el amor a la palabra Marco antonio caMpos, Fernando curiel, luis chuMacero, Mariana doMínguez y B ernardo r uiz

caMpBell y La era de la criminalidad, José María espinasa Entrevista con n oeMí l una , editora de Eterno Femenino


15 de febrero de 2015 • Número 1041 • Jornada Semanal

bazar de asombros Una ricotta maniErista Para Annunziata Rossi

Maestro en Letras Españolas por la unam , donde hasta la fecha imparte

cátedra; fundador y codirector de la revista Cuadernos del Viento, que circuló entre 1960 y 1968; coeditor de la célebre colección SeP -Setentas; en algún tiempo director del Centro de Estudios Literarios de la unam , así como autor de ensayo y narrativa, además de jefe de redacción de La Cultura en México, entre otros medios, a Huberto Batis se le recuerda sobre todo por Sábado, suplemento cultural del diario unomásuno que, bajo su dirección, fue un referente ineludible y marcó toda una época. Los textos de Campos, Curiel, Chumacero, Domínguez y Ruiz que aquí publicados toman como feliz pretexto los ochenta años de vida recientemente cumplidos por este jalisciense que siempre ha manifestado un profundo amor a la palabra y a su difusión. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

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on frecuencia me encuentro con las palabras y las imágenes de Pier Paolo Pasolini. La semana pasada lo hice en un excelente ensayo de la maestra Rossi titulado “El primer manierismo toscano y Pier Paolo Pasolini”, publicado por el inba en el catálogo de la exposición Manierismo, el arte después de la perfección. En la primera parte de este ensayo, nos habla del alto Renacimiento y de la perfección inalcanzable de las obras de Leonardo, Rafael y Miguel Ángel; después de ellos viene el manierismo, que recorre los años del siglo xvi y cubre la transición entre el Renacimineto y el barroco. Los manieristas hacían arte a su manera y, por lo tanto, mantenían una rigurosa voluntad de estilo. Andrea del Sarto, Jiacopo da Pontormo, Bronzino, Rosso Fiorentino y Giorgio Vasari, pintor y teórico aretino, son los principales representantes de esa manera de acercarse al fenómeno artístico. Todos ellos nacieron en la Toscana, bajo el poder de la dinastía Medici. La maestra Rossi recuerda el levantamiento organizado por un grupo de intelectuales en contra de Lorenzo el Magnífico. Mientras ellos gritaban; “¡Viva la libertad!”, el pueblo contestaba: “¡Viva Lorenzo, que nos da el pan!”Por eso el episodio fue conocido con el nombre de la “Conspiración de los locos”. La segunda parte del ensayo se dedica fundamentalmente a recordar y analizar un trabajo cinematográfico de Pasolini, que la autora considera inspirado en buena medida en el proyecto manierista. Se trata del episodio titulado “La ricotta”,dirigido por él en la película RoGoPaG, (Son los apellidos de Rossellini, Godard, Pasolini y Gregoretti). “La Ricotta” (que es un requesón romano), fue filmado con técnicas rudimentarias en recuerdo del cine mudo. El tema central es la Pasión de Cristo, pero en torno a él giran las preocupaciones socioeconómicas del director y se mezclan los elementos trágicos con los cómicos. Es inolvidable el personaje llamado Stracci (Harapos); extra de cine, hambriento y desasosegado, que hace el papel de Dimas, el buen ladrón. Permítanme hacer un paréntesis para rendir homenaje a una lavoratrice ejemplar: nuestra empleada doméstica romana, Acenza, cuando terminaba su trabajo en nuestra casa salía a la calle con un carrito con ropa usada y se convertía en straccivendola. El rasgo esencial de Stracci es su hambre constante. Vive en espera de la paga del sábado para poder

Hugo Gutiérrez Vega comprarse un panino, o un plato de pasta asciutta. Un día le obsequian una gran porción de ricotta, que devora fuera de la cueva donde se reúne con sus compañeros de trabajo. El director de la película, interpretado por un divertido y locuaz Orson Wells, llama a filmar la parte final. Stracci es amarrado a la Cruz, dirige la vista hacia un Cristo excesivamente maquillado, se encoge víctima de un retortijón y muere a causa del hambre saciada. En Stracci están todos los personajes del hambre y la picaresca del dopoguerra romano: Accattone, los ragazzi de vita, los pajaritos y los pajarracos, el monstruoso ser humano de Il porcile, quien declara: “He matado a mi padre, he comido carne humana, tiemblo de alegría”; y tantos otros de la imaginería del poeta de Casarsa. Todo este universo concentracionario está presente en su poema “El llanto de la excavadora”: Aquel barrio desnudo bajo el viento, no romano, no meridional, no de trabajadores, era la vida bajo su luz más actual; vida, y luz de la vida, plena en el caos subproletario descrito en el burdo periódico de nuestra célula; era la nota roja del vespertino, el hueso de la pura existencia cotidiana real por ser tan cercana, absoluta por ser al fin tan miserablemente humana.

Hace muchos años, en un aniversario de su muerte, escribí un poema en el que hablo de los alimentos terrenales que constituyeron gran parte de la vida de Pasolini, y hago un recuerdo de Stracci: “ y tu hambriento de ricotta, muerto junto al Cristo maquillado”. Ahora sabemos que su muerte, fraguada por los poderes fácticos que tanto odiaban y temían la actitud crítica del poeta, obedeció a razones políticas. El director grita: “¡Corten!”, y los ayudantes bajan a los crucificados. Entonces se dan cuenta de que Stracci, el pueblo hambriento, está muerto, y tiene pedacitos de ricotta seca en las manos

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Portada: El amor a la palabra Foto de Mariana Domínguez

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José maría Espinasa

El periodismo fue su primera vocación, se convirtió en su escuela y disciplina.

A UN AñO DEL FALLECIMIENTO DE FEDERICO CAMPBELL EL LIBRO, FRUTO DE SU TRABAJO PERIODíSTICO

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Campbell L

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de esos textos un diario público de sus a publicación póstuma de La era lecturas, preocupaciones e intuiciones de la criminalidad, de Federico reflexivas sobre el mundo en que vivía, Campbell, muestra que la muerte mismo que lo fascinaba como a un insecdel autor ocurrió en un momento to la luz, pero que no le gustaba para de absoluta madurez como escritor y nada, y que había visto moverse desde la nos replantea el sentido de su escritura estrategia agónica del Pri en los años sey su método. El libro recoge, revisados, los libros La invención del poder y Másca­ tenta y ochenta hasta la irrupción del ra negra, agotados hace ya varios años, narco, y la violencia, la pérdida absolual que suma La era de la criminalidad, que ta de valores y la crisis cada vez más proda título al volumen de más de ochofunda de una sociedad marcada por la cientas páginas. corrupción y la avaricia. Publicado a fines de 2014, cuando no Federico Campbell pensaba todo el se cumple aún el año de su fallecimiento, tiempo: se encontraba con los amigos el libro es fruto de un proyecto al que en cafés para pensar a dúo, leía revisCampbell le daba vueltas desde hacía ya tas y suplementos con voracidad, quevarios años. La expresión “darle vuelta” ría estar al tanto de las novedades en es una buena forma de describir cómo el otras lenguas y a la vez se sumergía en trabajo de Federico se da en el tiempo y lecturas clásicas, y esas lecturas se volexplica en parte su método. Al empezar vían también su equipaje, su bibliotea leer La era de la criminalidad se constaca personal, sus quevedianos interlota lo que ya se había intuido en la lectura cutores. Le interesaban el cine y el de libros suyos anteriores, en especial teatro, la fotografía y la pintura, la múPost scriptum triste y Padre y memoria: sica clásica y los corridos populares, que la ausencia de método que tanta las minucias del idioma y las teorías Campbell en 2003. Foto: Roberto García Ortíz/ La Jornada gracia y libertad les otorga es en realidad sociales. Camuflado en la distracción un disfraz que camufla un trabajo constante, riguroso y prolongado, de lecturas, era uno de los hombres más atentos a su entorno que he conocido. notas y reflexiones. Él siempre estaba pensando sus temas y tematizaba sus obEn ese desgarramiento entre lo fechado y lo atemporal, Campbell conseguía sesiones, y el poder fue, desde su deslumbrante Pretexta hace más de cuarenta años, aumentar la intensidad interior de sus textos. Y se volvían permanentemente achoy editado por el fce en una nueva versión, su tema central. tuales, como demuestra La era de la criminalidad (desde el título mismo, escrito anSu método –o ausencia de él, según decía– tenía uno de sus modelos en Elías tes pero casi una adivinación de Ayotzinapa). Campbell no era el personaje que Canetti y su Masa y poder. El extenso volumen del gran escritor se compone de texmuchos escritores construyen de sí mismos; al contrario, su egotismo implicaba un tos breves que sumados proponen, no tanto un todo, sino una mirada abarcaanonimato. En términos de Daniel González Dueñas, quería ser nadie, es decir Ulises dora, no ideologizada, del universo que vivimos. O casi. Y el matiz se debe tanto ya de regreso a su isla. Por eso La era de la criminalidad es un intento no de diseccioa Campbell como a Canetti, pues nunca detenían su proceso reflexivo, no querían nar un fenómeno sociológico como el que actualmente vivimos –un abrupto retorser conclusivos. Ese método tiene que ver, en Campbell, con la disciplina que no a los señores feudales y las grandes matanzas–, tratado por un científico social, adquirió con el periodismo como práctica profesional y vocación permanente. La sino un intento de comprenderlo cuando está ocurriendo, ante nuestros ojos; una exigencia de entrega de sus colaboraciones y columnas semanales en Proceso, llamada de atención y también, tal vez, una llamada de auxilio a los rescoldos de lo La Jornada y Milenio, entre otras publicaciones, le daba forma a sus libros, lo obligaque consideramos constitutivo del hombre, el respeto por la vida. ba y se construían así por acumulación. Pero no creo equivocarme al decir que él los No podía escapársele esa condición absurda del poder combatiendo problesabía y pensaba “libros” desde el principio, y sólo había que esperar que alcanzaran mas de nuestra sociedad, la salud o la educación, por ejemplo, con grandes y cosla madurez del fruto. Por eso no tienen los defectos de la mayoría de aquellos que tosas campañas que el libre mercado borra de un plumazo con su comercio de corecogen las publicaciones periodísticas y sí sus virtudes: son una conversación ininmida chatarra, bebidas adulteradas o vida insalubre, o bien el gasto en educación y terrumpida, pero con sus descansos, relajamientos, digresiones y olvidos. cultura combatido por la ideología en los programas televisivos que desprecia todo Si el periodismo fue su primera vocación, se convirtió en su escuela y disciplina. sentido cultural y formativo. Se gastan grandes cantidades de dinero que el nuevo Supo intuir desde el principio las tentaciones y peligros, desde la corrupción hasta poder, el del mercado, tira por la cañería con un sentido a la vez muy concreto, las sola banalidad, del escritor que quería ser: honesto, crítico, politizado sin ser político, ciedades se empobrecen sin remedio y sin posibilidades de reconstruir el tejido social; y por eso pensaba sobre el poder sin querer poder alguno, porque tal vez como y uno simbólico: la criminalidad es legítima si es redituable económicamente. Cioran sabía que, y él lo cita, “el poder es malo”. Y en su conversación solía tener un La importancia del libro crece en la medida en que ese diario moral –porque solo tema: el poder mismo. Era una manera de protegerse, no tanto contra el anodisfrazado de un libro de crítica literaria, es ante todo una crítica moral– testifica un nimato posible y probable del periodismo, sino contra la disolución del concepto cambio de paradigma. Campbell se da cuenta de que elevar los valores de la justicia de obra en las páginas escritas con fechas de caducidad. que daban sentido a la sociedad es ya una ingenuidad que, sin embargo, hay que Se propuso, y La era de la criminalidad demuestra que lo consiguió plenamente, seguir reivindicando, como el condenado a muerte que dice: “Soy inocente.” Esa no escribir textos que se agotaran en su fecha de publicación. Pero no apostaba por inocencia, en sus varios sentidos, es lo que da sentido a su escritura. Por eso se exuna engolada posteridad sino por la difícil continuidad reflexiva. Llevaba a través traña su presencia entre nosotros

La era de la criminalidad


VOZ INTERROGADA

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quehacer editorial: adrenalina pura entrevista con noemí Luna García Edgar Aguilar NOEMí LUNA ES POETA, ARTICULISTA Y EDITORA. COMPILó EL LIBRO CGH-UNAM ENSEñANzAS DE LA JUVENtUD REbELDE DEL MoVIMIENto EStUDIANtIL PoPULAR 1999-2005

(Estado de México, 1980) estudió Ciencias de la Comunicación en la unam . Fue directo­ ra de Sidereus Nuncius, publicación de la Sociedad Astronómica de la Facultad de Ingeniería de la unam , y colaboró en la revista de divulgación científica ¿Cómo ves? Dirigió la revista Las Generas y es compiladora de un volumen sobre movi­ mientos estudiantiles. Aparece en varias antologías de poesía y actualmente es direc­ tora de Eterno Femenino Ediciones.

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ómo inicia Eterno Femenino Ediciones? –Prácticamente la editorial comienza en septiembre de 2010. Surge como una propuesta de sobrevivencia personal por esta cuestión de desempleo. Yo traía una experiencia de algunos meses atrás cuando trabajé en una librería de ocasión o librería de viejo. El estar ahí me permitió conocer esta parte de cómo encuadernar libros, cómo darles una maquilladita, cómo arreglarlos. Además, desde pequeña me han gustado y he amado los libros. En esos momentos en que no contaba con un empleo, yo tenía una biografía y me dije: la quiero publicar y tiene que salir y lo quiero hacer. Luego, junto con Juan Pablo García Vallejo, quien también es parte de este proyecto (él había escrito en ese entonces La disipada historia de la mariguana en México, que era una historia de cuatrocientos años sobre cómo llegó el cáñamo a nuestro país), le dije: yo creo que tu libro te puede dar para comer y bastante bien. Entonces el hecho de estar tocando puertas con nuestras obras y que ninguna editorial las aceptara, me hizo pensar que no necesitábamos del reconocimiento de nadie, que lo podíamos hacer nosotros. Por este libro que te menciono sólo una editorial apostó y le dijo al autor que su forma de pagarle esta obra, que le costó veinte años de investigación, era con una regalía de sesenta ejemplares. Entonces empezamos nosotros a hacer la producción de manera artesanal: imprimíamos, encuadernábamos, cosíamos y

empastábamos, además de elaborar las portadas en diversos colores. Cuando surge el primer libro, que se llama Amores transcontinentales, que es un poemario, la editorial se llamaba Musas de Papel, y posteriormente cambió el nombre a Eterno Femenino Ediciones, porque buscaba también hacer una revista o tener otros productos culturales que tuvieran que ver con esta cuestión editorial. Hoy, después de cuatro años, te puedo decir que hemos publicado más de cien títulos y eso ha sido realmente trabajo, pues la editorial no solamente soy yo sino somos todos los escritores que están de por medio, porque ellos también se encargan de promover su obra. –¿Realmente se puede vivir o subsistir del trabajo editorial? –Seguimos subsistiendo. Es real. Los lazos de hermandad que a veces tenemos con tantísima gente hace que sobrevivamos. Los mexicanos somos mucho de eso. Sobrevivimos de lo que los otros nos apoyan y nosotros también apoyamos a los otros. Este trabajo me ha dado la posibilidad de eso. Pero también soy una persona con la adrenalina de decir: tengo que hacer esto, tengo que hacer lo otro, y pues para mí hacer un libro es así, adrenalina pura, por lo que es un asunto también personal. –¿Podríamos hablar de escritores “marginales” refiriéndonos a aquellos autores que publican en editoriales independientes? –No sé si “marginal” sea el término. Creo que más bien es un asunto de percepción y de sensibilidad de los editores. Lo que sí es real es que en algún momento la gente

El trabajo de un editor no solamente es decir aquí está tu texto, ya te lo publiqué y ahí nos vemos.

La poeta y editora Noemí Luna García

te etiqueta. Pero lejos de eso, un fenómeno que se está dando a nivel de editoriales es el asunto de que los escritores tienen que pagar su edición para que sean publicados. El trabajo de un editor no solamente es decir aquí está tu texto, ya te lo publiqué y ahí nos vemos. El ser editor implica que promuevas a tu autor, que vayas con él a presentaciones, que lo lleves a ferias de libros, no sólo a librerías, sino que lo des a conocer al público. Por otra parte, se requiere que el escritor dé la cara por su hijo. Y muchos editores no hacen eso; lo que hacen es que se vuelven una especie de impresores. –Manejas títulos polémicos y también actuales en el contexto en que vivimos. Por ejemplo, además del que ya mencionaste, estos otros: Manifiestos cannábicos o El mariguano en la narrativa mexicana del siglo xx. –Este último es un ensayo de Juan Pablo García Vallejo, en el que se visualiza cómo los escritores mexicanos están dando a conocer a un personaje mariguano con sus gestos, con sus acciones, con su diálogo. Estos rasgos tan peculiares o mensajes que están ahí implícitos en la literatura mexicana es lo que llevó a su autor a hacer un análisis de veinticinco novelas, en donde revisa, por ejemplo, la obra de José Juan Tablada, de Gonzalo Martré, de Parménides García Saldaña, el tan famoso Vampi­ ro de la colonia Roma, de Luis Zapata, entre otros. Esta cuestión de la “línea verde” que tenemos nosotros, que es una colección de letras verdes, yo aseguraría que es la única editorial que ha manejado más libros sobre la temática de la mariguana, porque también estamos convencidos de que la guerra contra el narcotráfico es un asunto de poder, pero también de falta de conocimiento. –¿Seguirá existiendo el editor tradicional? –Hay gente en estos momentos que ni siquiera sabe leer ni escribir. Y creo que México no se va a alfabetizar en los próximos cincuenta o cien años. Hay muchos intereses de por medio. Ahora, imagínate qué está sucediendo con esta cuestión de internet. Internet es solamente un asunto de dinero, de la persona que puede tener determinado acceso, y luego, además, nos van a controlar los contenidos. Se está visualizando esa especie de control, de qué es lo que estás diciendo, qué es lo que estás publicando. No por nada existe la policía virtual. Y todo eso da la pauta a que el editor tradicional siga existiendo. Entonces creo que para mi suerte me voy a morir y no lo voy a ver morir a él

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Batis

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para neófitos

Batis

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EL PASADO 29 DE DICIEMBRE, HUBERTO BATIS CUMPLIó OCHENTA AñOS ES MAESTRO EN LETRAS ESPAñOLAS POR LA UNAM

Foto: archivo de la familia Batis

Fernando curiel

Al tocayo tola de Habich

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s digo que a algunos toca el nacimiento de una nueva época y, a otros, su extinción. Aunque suene pedante (palabra que saco del desuso), a mí me tocó el arranque y el frenazo de la que se dilata entre 1959 y 2014. De la víspera del Cincuentenario de la Revolución Mexicana, acontecimiento fundacional del siglo pasado (¿y también a la postre, decisivo de éste, todo grilla electoral pero des-ideologizado?)… Decía: de la víspera de las Bodas de Plata de “La Bola” a 2014, annus horribilis, dado al catre. Época hipercultural al comienzo e hiperpolitizada al final. In, pop, vanguardista hasta el ’68, dizque democrática, dizque de apoderamiento ciudadano, de burocratización cultural, de ímpetu iconoclasta, de alternancia sin transición y regreso del pri, y del infierno de Iguala, 26/27 de septiembre. Telón que baja entre llamas. Pero no soy el único que puede dar fe. Lo mismo le pasa a quienes, en 1959-1960, andaban entre los quince y los veinte años de su edad.

El jalisquillo de origen y, en el origen, una escala seminarista (¿o se la inventó?); crítico, algún día becario de El Colegio de México (cuando Reyes sembró a Arreola, a Segovia y otros); editor de raza, profesor, erotómano, fotógrafo, heredero del diván de Freud; lector de tiempo completo y horas extras; atraído por la ciencia; mi jefe en Sábado. (Él le dio el banderazo de salida a mi tren sub­ terráneo, con un recuadro que me recordaba los carteles de las estaciones ferroviarias). Impulsadebutantes, abrepáginas, pródigo y generoso a más no poder.

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En esa época, en la onda explosiva de Fernando Benítez, Emmanuel Carballo y Luis Guillermo Piazza (el primero, para mí, de lejitos; los otros dos, entrañables); de gente del Medio Siglo, de Casa del Lago y Onderos y Demás Yerbas; del Monsi y José Emilio; de etcétera; la gira, a paso vivo, sentimental pero neuras, Huberto Batis.

Autor, Batis, entre otros títulos, de Lo que Cuadernos del Viento nos dejó; adelantado aporte a la Historia Intelectual a la que, acabada la imperial Haute Couture Français (Barthes, Foucault, Deleuze, Derrida y colegas), nos aferramos unos cuantos ávidos de los contextos de los textos, el panorama humano (luces y sombras, fulgores y miserias) de la literatura. Pieza clave, su tenaz y No Alineada rev., en el rompecabezas de los sesenta que, ya setenta,

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4 Larguísima sería la crónica de su impronta y gozo, que comparto, por la provocación. El canon al caño. Que por cierto tanto hace falta en la actual República de las Letras, feudal, adocenada, facciosa, políticamente correcta, becaria, crepuscular; y con un cementerio de Plumas Ilustres que crece día a día (y no hay semana que falle).

declaró una Guerra Sucia, so pretexto de Mala Conducta en el ’68, a Guzmán, Novo, Yáñez, Torres Bodet, Luis Spota, Solana y paro de contar; y borró del mapa a las patrias letras del xix . Él, no. Crítico implacable pero de lectura abierta, juiciosa, de perspectiva histórica. No de balde estudió y editó El Renacimiento, de mi paisa Altamirano. 6 ¡Uf, se me acaban espacio y tiempo! Acelero. Sin tacha son sus fervores por los Laquenses: los tres Juanes, García Ponce, Gurrola y Melo. Por su siempre amada (opino) Inés Arredondo. Las puertas de cuyo departamento en la Condesa me abrió Batis para lograr la factura de un texto autobiográfico que terminó en las buenas manos de Claudia Albarrán. 7 Ni modo, una anécdota, sal fina o gruesa de la Kultur. En Práctica de vuelo, colección benemérita que, tiempos de la Delegación Venustiano Carranza mudada VenuSnam , le expropiamos al inba , le publiqué Aquiles trágico. Negociación complicada para un ensayo en verdad sobresaliente. Gracia le hacía (y con esto termino) el reporte que un colaborador administrativo me hacía de la circulación del cuaderno: “Aquí les traigo, va lento, pero va.” Y no pocos fines de año tertuliamos en Santa Rita Tlahuapan, huéspedes de mi tocayo Fernando Tola. A quien (lo hemos conversado Huberto y yo) debemos el sobreprecio del libro de las Librerías de Viejo. Ya nada es como antes


EnelSábadode marco antonio campos

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HubertoBatis EN 1985 OBTUVO EL PREMIO DE ENSAYO LOS ABRILES POR Lo qUE CUADERNoS DE VIENto NoS DEJó EN 1999 FUE RECONOCIDO CON EL PREMIO JALISCO DE LITERATURA

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o sé cuántos años colaboré regularmente en el Sábado de unomásuno; de seguro fueron más de diez. Había dejado de colaborar semanalmente en la revista Proceso a principios de 1985 y no encontraba una publicación periódica donde me sintiera a gusto. En una, era adscribirse a un grupo, en otra, me alejaban motivos ideológicos, en otra, era ser desleal, o en otras porque yo no era bien visto. Mi anhelo era publicar en Sá­ bado, que me parecía lo mejor, y que luego de la salida de Fernando Benítez, Huberto Batis dirigía. Empecé a mandarle colaboraciones, pero no las publicaba; supuse que la causa provenía de que no le simpatizaba y que nuestra relación era ríspida, lejanamente cordial. No: averigüé pronto que la causa era otra: suponía que yo seguía colaborando en Proceso. Fui a verlo y en dos minutos se arregló todo. Empezó a publicarme y no dejaría de hacerlo, salvo un intervalo, hasta que dejó la dirección. Fue lo mejor que pudo haberme ocurrido. Poco después salí del país. De fines de 1987 hasta 1993 di clases en el extranjero. Todo lo que le enviaba a Huberto me lo publicaba. No sólo eso: me daba a menudo un sitio privilegiado, que quizá no merecía, pero que

Huberto Batis, Guillermo Sheridan, Magdalena Canas y Mercedes Benet. Fotos: archivo de la familia Batis

Unos predican y aseguran en sus publicaciones periódicas que son demócratas; Batis lo fue, incluso hasta el exceso. aún le agradezco mucho. Una medalla de oro a Huberto: jamás me dijo ni insinuó de qué tenía que escribir, ni dejó de publicar una sola colaboración, ni le quitó jamás una coma a mis textos. Unos predican y aseguran en sus publicaciones periódicas que son demócratas; Batis lo fue, incluso hasta el exceso. Si llegaba a darse el caso, publicaba aun a sus maldicientes y detractores más acérrimos, o en dado caso no los censuraba, por ejemplo, si un colaborador les entregaba una nota o un ensayo sobre ellos. Jamás, o yo nunca lo vi ni lo oí, fue de aquellos que por permitir a los jóvenes aparecer en su suplemento les dijera sobre el

José de la Colina y Huberto Batis en la redacción de Sábado

libro de un autor a reseñarse: “A éste lo elogias”, “a éste lo elogias pero no mucho”, “a éste le das con todo”, “a éste le pegas pero sólo un poquito”, ”a éste sólo reséñalo sin dar ningún juicio de valor”… Una de las cosas más degradantes es envilecer a un joven para que haga carrera. El Sábado, a grandes rasgos, estaba dividido en tres partes: la de aquellas colaboraciones que podríamos llamar serias, la amplísima sección dedicada a la reseña de los libros (en las que se incluía su columna “Laberinto”), y una sección de los pleitos de callejón, donde destacaban los llamados “Desolladeros”, que ignoro por qué deleitaban tanto a Huberto. Las dos primeras secciones

me parecían excepcionales, pero en la tercera me parecía estar saltando entre vísceras de toda índole de escritores, cuya mayoría, fuera de Sábado, no existían y dejaron de existir una vez que se terminó la aventura del suplemento. “¿Por qué no, en vez de “Desolladero”, lo llamas “Polémica?”, le pregunté alguna vez ante un grupo de colaboradores, en su caótico cuarto de redacción donde parecían sobrepasarlo pilas y pilas de libros y periódicos. “¡Estás jodido, cabrón!, a ver ustedes, ¿qué opinan de los desolladeros?” Todos –cada quien tendría sus motivos– dijeron que estaban bien. Pero con todo y contra todo para mí lo altamente meritorio de Huberto en Sábado, entre muchos méritos que tuvo, es sin duda su cerrada defensa de la literatura mexicana, haber abierto la puerta y dado una mano amiga a multitud de jóvenes escritores y crear un espacioso mapa de la crítica literaria. Por lo demás, quien lo haya tratado, no podrá olvidar al gran fabulador que no dejaba de contar historias llenas de imaginación y humor. Era también un milagro ver su intuición periodística a la hora de escoger el material apropiado o exacto para cada número. Huberto no sabe ni imagina cuánta importancia tuvo para mí haber colaborado tantos años en esa zona neutra que fue Sábado. No sabe ni imagina cuánta gratitud le guardo. No sabe ni imagina, ahora que cumple ochenta años, cómo falta un Batis en el medio cultural, atrabiliario, rabioso, generoso, imaginativo. No sólo hizo el mejor suplemento de parte de los ochenta y noventa, sino logró que el suplemento se integrara con él. Para la historia literaria Sábado es Huberto Batis y Huberto Batis es Sábado. En verdad, de pleno corazón, muchas gracias, Huberto

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Recuerdo,Huberto

EN 2001, BATIS RECIBIó EL PREMIO DE PERIODISMO CULTURAL FERNANDO BENíTEZ EN 2010, EL INBA LE OTORGó LA MEDALLA DE ORO DE BELLAS ARTES

Batis estudiante. Fotos: archivo de la familia Batis

Bernardo ruiz

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legué en 1971 a la Facultad de Filosofía y Letras de la unam . Para Metodología de la Literatura en el segundo semestre se había asignado a Huberto Batis, quien entre sus medallas contaba con su prestigio de hacedor de revistas e investigador del reconocido Centro de Estudios Literarios. Batis había trabajado los índices de la revista El Renacimiento, imagen que difería de su cátedra. Como el señor Teste de Paul Valéry, Batis demostraba que la estupidez no era su fuerte; en particular cuando alguna pregunta era mal respondida por los educandos. Toda muestra de cantinflismo le provocaba un rechazo inmediato, ¡y ay de quien mostrara alguna compasión ante la debilidad mental o la ausencia de neuronas! Batis gustaba de evocar la actitud de Júpiter olímpico de Luis Cernuda cuando el poeta español daba sus cursos en la facultad, vuelto hacia la ventana del salón, en tanto contemplaba la explanada frente a Rectoría y las Islas, explayándose respecto a sus razonamientos, ignorante de la masa amorfa que para él constituían nuestros predecesores en aquellas bancas, a fin de que sus argumentos o sus pausas no fueran abruptamente interrumpidos por alguna pregunta surgida entre los mortales. Los tiempos magníficos del magister dixit. Cabe señalar, no obstante, que el curso de Huberto Batis era excepcional, ya que era una visión viva y fresca de la literatura, donde se subrayaban sus relaciones con otras disciplinas como una puerta al conocimiento o al saber. Ya entonces Batis tenía una erudición ejemplar, muy lejos de esos monólogos o malas reseñas en que se convierten muchas horas de clase mediante la repetición mecánica de conceptos –cuando por milagro llega a haberlos. Para sobrevivir con Huberto Batis, había que esforzarse: romper inercias, aprender a investigar, aprender a hacer relaciones entre ideas por encima de corrientes históricas o geográficas. “Inter et ligare no están lejos de ‘inteligir’”, explicó alguna vez al referirse a la Enciclope­ dia definida por Diderot en contubernio con Huberto “como una manera de ir cerrando ciclos de conocimiento”. E igual nos recomendaba leer el Laocoonte, de Lessing, o Arte y poesía, de Heidegger, intentar la escritura de la propia biografía, o construir nuestra base de datos (“montaña de hielo” la llama Antonio Alatorre, nos aclaraba); y se extendía respecto alguna anécdota sobre el maestro Alatorre para pedirnos fichar la palabra imagen conforme avanzáramos en diversas lecturas. Él insistió, e insiste, en la conveniencia de no ser un lector de una sola materia o de un mismo tema; sino abordar el mundo en su pluralidad, formarnos en la lectura o aprendizaje

Batis en sus primeros años de profesor en la FFyL de la UNAM

Batis y las nuevas generaciones en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM

de toda especialidad o lenguaje, especialmente con las armas de la filosofía y la historia. Sabíamos de sus trabajos como editor, como corrector de pruebas en la Imprenta Universitaria, de su placer por hacer libros o coordinar revistas, de su gusto magnífico por las mujeres, de su amplia erudición acerca del erotismo y de su visión respecto a lo obsceno. Para Huberto, ciertamente, vida y literatura nunca han estado divorciadas. Su trato con los escritores no es ajeno a su análisis de la literatura: en alguna aparente digresión, hablaba de su visión de Alfonso Reyes, lejos de toda solemnidad y, sin más trámite, se refería a la vida del doctor Johnson y la entrega de James Boswell para consignar cada detalle de la existencia del enciclopedista, para sugerir la importancia que la crónica y la biografía pueden ofrecer al estudioso de toda época; o bien, cómo Tomás Segovia y él se formaron para leer todo tipo de obras y hacer correcciones de estilo para Orfila, acerca de los temas más diversos del saber que preocuparon al fundador de Siglo xxi. Un semestre con Batis podía ser por momentos cuesta arriba: implicaba una mayor cantidad de horas alcanzar la b o el penoso andar a tientas por el lodo como personaje de Beckett para acariciar el mb . Sin embargo, no sólo los estudiantes de la unam , también los de la Ibero se convertían en sus grupis.

Varios de mi generación, no satisfechos con los primeros repasones o en un experimento ultrasadomasoquista de altura, nos reinscribimos con él para otras materias. Adolfo Castañón, Luis Chumacero, Marcelo Uribe, Coral Bracho y otros que en el mundo han sido, nos volvimos clientes frecuentes de Huberto. Al salir de clase íbamos a desayunar con él, y –al paso del tiempo– nos convertimos los sábados en semanales de su biblioteca-hemeroteca, en su casa de Matamoros en Tlalpan. Una torre de papel, un laberinto de papel. Batis sabía contagiar la pasión respecto al valor de una hemeroteca propia y, al modo de Juan García Ponce, o de muchos otros de su generación (y las previas) da testimonio de la importancia de una biblioteca como un cuarto propio. Todavía, al presentar el examen de la licenciatura, me tocó una buena rociada de Huberto por no citar con precisión una idea de Plutarco al referirse al velo de Isis. “Con Batis siempre se aprende”, me quise confortar después. Sí y no. Había más que aprender con él. Huberto emprendió su aventura en Sábado de unomásuno, lo cual era razón para visitarlo o leerlo, pues –sabemos– los cambios de actividad en esta ciudad atentan siempre contra la frecuencia del trato entre los amigos. Durante veinte años, Huberto Batis mostró su capacidad para transformar la crónica, el ensayo, la reseña y la actualización bibliográfica como un todo unitario y magnífico, donde sobresale su creatividad y los dones que lo distinguen. Todavía no ha llegado quien integre esa amplia visión de la cultura del siglo xx que Sábado marcó con la originalidad y puntualidad que consigna la gran mayoría de los textos de Huberto. Hay más que agradecer, mas no olvidemos que, en suma, para Huberto la pluma ha sido un arma, y los libros el fundamento y punto de partida de su búsqueda y de sus hallazgos


Batis

El multifacético Izquierda: Batis en el seminario jesuita Abajo: Cuando era corrector en el Fondo de Cultura Económica Fotos: Cortesía del archivo de la familia Batis

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Huberto

ADEMáS DE EDITOR, BATIS ES AUTOR DE ENSAYOS COMO P CoMAS LoS CoNoCERéIS Y EStétICA DE Lo obSCENo. DURAN DÉCADAS, Y HASTA LA FECHA, IMPARTE CáTEDRA EN LA UN

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uberto Batis pertenece a ese grupo de lectores, escritores, bibliófilos, investigadores, editores que además de la creación, también se han dedicado a la enseñanza, a la formación de creadores, a la crítica y a la difusión de la literatura y a buena parte de nuestra cultura. Ha formado parte del Centro de Estudios Literarios de la unam y dirigió con Carlos Valdés, de quien afirma que falta el que le dé el lugar que merece en nuestra literatura, la revista Cuadernos del Viento, la Revista de bellas Artes; fue coeditor de la colección SepSetentas, que incluía en su catálogo de publicaciones obras de historia, de antropología, de crítica cinematográfica, de mitología prehispánica, de ensayos sobre historiadores, antes de haber dirigido Sábado, suplemento cultural del diario unomásuno, que para muchos jóvenes escritores se convirtió en una escuela de creación y de cómo hacer ediciones, porque la oficina-escritorio de Batis siempre estaba abierta para escuchar, para sugerir lecturas, resolver dudas y en ocasiones desechar artículos que no merecían publicarse. Quizá la obra más conocida de Huberto Batis sea su investigación sobre El Renacimiento, el periódico semanal que había fundado Ignacio Manuel Altamirano en 1869. El estudio preliminar de Índices de El Renacimiento es más que eso, porque se lee como un libro que narra buena parte de la historia de nuestra literatura; de política, de diferencias y pugnas que posteriormente fortalecerán a los conservadores y simpatizantes de Porfirio Díaz. Índices… es un recorrido por las causas de las crisis económicas en ese lapso del siglo xix , de la recesión. Nos acerca a la vida cultural de esa etapa, a quienes participaban en los movimientos literarios cuenta las afinidades ideológicas de la prensa, como la que defendían La Voz de México, La Sociedad Católica, además de las labores, las presencias y las obras de, entre otros, Ignacio Manuel Altamirano, Justo Sierra, José Díaz Covarrubias, José Tomás de Cuéllar, Hilarión Frías y Soto, Guillermo Prieto. La actividad y la disciplina de Huberto Batis como ensayista, crítico y editor se reflejan también en Estética de

Luis chumacero

lo obsceno, Lo que Cuadernos del Viento nos dejó y Por sus comas los conoceréis. El primer libro es una selección de reseñas sobre literatura erótica, sus presentes obsesiones, y una indagación acerca de la importancia que tiene la pornografía. En palabras de Herbert Read, la censura sólo sirve para “agravar la dolencia de las fantasías sexuales viciosas de una sociedad decadente”. No hay que olvidar la persecución de que fue objeto d. H. Lawrence después de publicar the Rainbow. Batis se vale del juicio y de las conclusiones de abogados, de psicoanalistas, de escritores y de filósofos para determinar qué es la pornografía, y a lo único que se puede llegar es a que resulta contraproducente prohibirla y sólo puede definirse en términos legales. Los autores que Batis ha elegido para referirse a lo erótico son, entre otros, Pierre de Bourdeilles, Abad de Brantôme, autor de Las damas elegantes, donde cuenta acerca de cómo las mujeres en la corte en el palacio de Louvre escondían miembros artificiales en los arcones de sus habitaciones. Oskar Panizza, con El concilio del amor, nos presenta una Trinidad decrépita, exhausta, que convoca

Juan José Gurrola, Luz del Amo y Huberto Batis


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PoR SUS NTE NAM

Arriba: Batis en su casa-bilioteca-hemeroteca Derecha: Con sus hijas Ana y Gaby

a un Demonio fresco, inteligente, para que cree una mujer que sirva como flagelo y venga al mundo en nombre del Señor a castigar al hombre, porque la tarea del Cielo es detener la obscenidad humana y así el Diablo debe contagiar con su semen luético a una mujer suficientemente mala para esparcir el mal. Tres capítulos están dedicados. El primero a Georges Bataille; el segundo a Henry Miller, y el tercero a Anäis Nin, por quienes Batis ha manifestado en muchas ocasiones su admiración. Madame Eduarda es el relato acerca de la posesión de una puta, la huida del burdel que termina con lo que podría ser un ataque epileptoide. Batis concluye que es un relato poético y al mismo tiempo una discusión teológica acerca de los principios del mal y de las tinieblas, o sea, la muerte. Acerca de Henry Miller, Batis se pregunta si hay que considerarlo sádico u obsceno. Un solitario que jamás se acercó en París al grupo de quienes se reunían con Gertrude Stein, como William Faulkner, Ernest Hemingway, Sherwood Anderson, etcétera. El demonio y el salvaje que era Miller encontró en el dibujo o en la pintura parte de la emoción que no acababa de manifestar o recrear en su literatura, como también lo había hecho d . H . Lawrence. De Anäis Nin nos recuerda cómo su amistad con Henry Miller y su esposa le hizo comprender que era necesario “acabar con la canonización de la mujer… sobre todo la de aquellas que gustan ser tratadas como objetos sexuaCon Juan García Ponce y Roberto Vallarino

Quizá la obra más conocida de Huberto Batis sea su investigación sobre El Renacimiento, el periódico semanal que había fundado Ignacio Manuel Altamirano en 1869

Batis y Carlos Valdés, con quien hizo Cuadernos del Viento

les”. La tarea, según Anäis Nin, es encontrar una mujer nueva, que aquella que esté naciendo “sea liberada completamente de la culpabilidad de crear y autodesarrollarse”. El subcapítulo dedicado a su biografía y a Delta de Venus es un relato en que Anäis Nin confiesa que escribía cuentos por encargo y se obsesionaba por las narraciones en que no podía avanzar porque no encontraba la manera antes de lograr una fusión entre sexualidad y sentimiento, entre sensualidad y emoción. La conclusión de Huberto Batis acerca del erotismo y la pornografía, después de dedicarle en el mismo Estética de lo obsceno un capítulo a un libro del historiador a. L. Rowse, traducido como Homosexuales en la historia. Estudio de la ambivalencia en la sociedad, la literatura y las artes, en que se hace pública la vida de reyes, poetas, filósofos, secretarios de Estado “diferentes”, y de erotismo para mujeres y para hombres, deseos morbosos y códigos de decencia, es que “sólo cuando la ley intervino para condenar la obscenidad aparecieron las perversiones en los libros como elemento de rutina destinado a la excitación erótica”. Lo que Cuadernos del Viento nos dejó es el relato de cómo se fundó esa revista, que se publicó de agosto de 1960 a enero de 1967 , y es un testimonio, una narración de cómo Batis descubre su vocación de lector, de hombre de letras y su relación con cuentistas, novelistas, poetas, editores, actores. Cuenta con un tono desenfadado, coloquial, cómo conoció el mundo literario de aquella época, anécdotas acerca de otras revistas, sus primeros encuentros con quienes dirigían centros culturales, con escritores mayores, burócratas y políticos, además de la lucha por poner en circulación una revista. También, cómo se armaron algunos números, cómo llegaban los textos, las animadversiones hacia Batis por haber publicado un artículo en contra de un poeta que, según Fernando Benítez, estaba más cerca de la burocracia que de la poesía. Las revistas literarias han tenido un proyecto, han representado tendencias, intereses, y el relato puede sintetizarse en que no es la autobiografía de Batis (el libro se anunció como la primera entrega de sus memorias), sino una narración de los esfuerzos de una generación de escritores que han dado obras de importancia, como José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Salvador Elizondo, Gustavo Sainz, José Agustín, Inés Arredondo, Beatriz Espejo.

Por sus comas los conoceréis reúne conversaciones con Batis, textos suyos y de otros escritores acerca de revistas literarias, entrevistas con Juan García Ponce e Inés Arredondo sobre la Revista Mexicana de Literatura, sus acercamientos al cine, su admiración compartida con Emmanuel Carballo, contada en una conversación telefónica, por la poesía de Efraín Huerta, en ese momento recientemente fallecido, y por Elena Garro durante una emisión del programa de radio que Batis tenía con Carballo, Crítica de las Artes, Sección Literatura, y que desapareció de Radio Universidad porque, afirmaba Carballo, era un programa “atrevido y libérrimo”. Huberto Batis es un promotor y un animador de trascendencia en la vida intelectual y literaria de México. Su generosidad ha sido proverbial y ha compartido sus conocimientos, su biblioteca y hemeroteca no solamente en las aulas. También lo ha hecho en las publicaciones culturales que ha dirigido. En sus conversaciones enseña literatura, historia, recuerda pormenores del mundo literario, con la sencillez de quien siente que compartir su conocimiento es una parte de estar y sentirse vivo


LEER Hacia el ámbito del Derecho Municipal, Ricardo Tapia Vega/ Eduardo Oliva Gómez, Eternos Malabares, México, 2014.

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Clasificar en psiquiatría, Nestor a. Braunstein, Siglo xxi Editores, México, 2014.

EN EL ÁMBITO JURÍDICO

LA PSIQUIATRÍA COMO DETONANTE

RICARDO VENEGAS

RICARDO GUZMÁN

oeditado por el Instituto de Desarrollo y Fortalecimiento Municipal del Estado de Morelos y Ediciones Eternos Malabares “Temas selectos. Hacia el ámbito del Derecho Municipal” se prefigura como el número uno de la serie “Temas Selectos”, y cuyos coordinadores son los doctores Ricardo Tapia Vega y Eduardo Oliva Gómez Con prólogo de Silvia Salazar Hernández y la presentación de Raúl Vergara Mireles, en sus páginas interiores puede leerse el arbitraje que sobre el volumen realiza el doctor Leonardo B. Pérez Gallardo, profesor titular de Derecho civil y notarial de la Universidad de La Habana, quien subraya: “contiene aportaciones originales y novedosas en la esfera del Derecho Municipal respecto del sistema jurídico mexicano, por lo que considero que es una obra digna de publicarse y divulgarse en la comunidad científica del derecho y las ciencias sociales, siendo además una obra entendible para doctos y legos en dichas materias”. Más adelante, Pérez Gallardo, quien también es presidente del Tribunal Nacional Permanente para las ciencias jurídicas en La Habana, advierte: “Téngase en cuenta que se trata de una temática que se ha estudiado con poco detenimiento en el Derecho comparado hispanoamericano por lo cual resultará de enorme provecho no sólo para el gremio jurídico profesional sino también para la enseñanza del pregrado en las universidades mexicanas y allende sus fronteras”. El inicio de la serie “Temas Selectos”, dentro de la colección “Derecho y Ciencias Sociales”, pretende reunir a diversos académicos para realizar el análisis sobre diferentes temas dentro del entorno jurídico y de las ciencias sociales. Lo anterior como una muestra de las innovadoras rutas de investigación que se trabajan dentro del Posgrado de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la uaem . En esta primera obra, dedicada al ámbito municipal, se conjugan temas que van desde el derecho fiscal, ambiental, familiar, procesal, constitucional, hasta la sociedad de la información •

pesos a la implementación de la reforma penal, el sistema de hospitales psiquiátricos apenas es tomado en cuenta en el gasto público, comparativamente. Un texto imprescindible, útil para comprender más áreas de las implicadas en la psiquiatría • La filosofía de la liberación, hoy. Nuevas sendas de reflexión. Tomo ii, José Gandarilla Salgado, Jorge Alberto López (coordinadores), afyl / unam , México, 2014.

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a importancia de la obra general de Braunstein se refleja en este libro, del que muchas líneas reflexivas pueden obtenerse. Quizá la más importante sea evidenciar cómo el pensamiento profundo, sin importar la disciplina del conocimiento, necesariamente la lleva a interconectarse con las demás, existentes o futuras. La problemática de nombrar las cosas, las ideas, las situaciones y a las personas, no es un asunto menor. A los gringos les fascina el uso suavizado de las nomenclaturas, pues tiende a esconder la situación objetiva. Así como en psiquiatría tiene sus implicaciones no decir que una “situación” mental es una enfermedad, en lo político y en lo social sucede lo mismo. Cuando se habla de desaparecidos, se limita la comprensión de los alcances del problema a que una o miles de personas no sean encontradas: no sólo la actuación directa de los criminales, sino también la existencia de muchas muestras de la falta de efectividad del Estado que lo permite, propicia y solapa; incluso la ausencia del mismo. En psiquiatría, nombrar la enfermedad tiene implicaciones sobre el poder del gremio tratante (si se determina que la causa de la enfermedad es bioquímica, no mental, el psiquiatra dejará de tratar al paciente y será turnado al neurólogo o al endocrinólogo), pero también económicas: el negocio detrás de las medicinas “mentales” es millonario. El autor evidencia el empoderamiento médico. Desde hace décadas se da por firme que el Estado debe velar por la salud de la población (“si no te da la medicina, que te la pague”, decía un oportunista partido en campaña) y es el médico el que determina hasta dónde llega esa salud y hasta dónde debe darse tratamiento al enfermo. Si en disfunciones mecánicas, donde los doctores dan por “normal” cierto grado de limitación y niegan el tratamiento público, la determinación de tales límites ya es dudosa, pues el dolor del paciente nunca podría ser tomado como “normal”, en afecciones mentales la determinación de esa normalidad es todavía más compleja y evidencia el poder del gremio, tanto en el tratamiento individual como en el diseño de políticas públicas. La preponderancia mediática y legislativa reciente del bullying resulta opinable ante los profundos trastornos que la violencia (incluso la de Estado) deja en una población cada vez con mayor sentimiento de indefensión. El análisis de las causas que hacen de México el país con más obesos en el planeta también debería incluir las mentales, pero el discurso político no entra en tales recovecos del deber médico del Estado en el área de la psiquiatría (ni hablemos de la responsabilidad estatal en permitir la venta de “alimentos” dañinos). Mientras se destinan miles de millones de

FILOSOFÍA Y LIBERACIÓN EN NUESTRA AMÉRICA: ACTUALIDAD Y PERSPECTIVAS ORLANDO LIMA

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a problemática de la dependencia en nuestra América, de ya larga data, ha suscitado las más diversas reflexiones, posiciones y postulaciones en pro de su cancelación. Una de ellas se manifiesta en las filosofías autodenominadas “de la liberación”, constituidas desde hace ya más de cuatro décadas en Argentina. Dichas producciones intelectuales han abordado la problemática de la “liberación” desde enfoques, ámbitos y matices distintos en sus orígenes y hasta ahora. Igualmente acontece con las problemáticas y temáticas que este paradigma ha abierto filosóficamente. En tal sentido, José Gandarilla Salgado y Jorge Alberto Reyes López coordinan el segundo tomo de una obra cuyas reflexiones son de importante consideración para una de las más difundidas formas de estas filosofías: La filosofía de la liberación, hoy. Nuevas sendas de reflexión, obra cuyo contenido está integrado por una selección de ponencias presentadas en el Simposio Filosofía de la liberación, coordinado por Enrique Dussel y Jorge Alberto Reyes López, llevado a cabo en México hacia octubre de 2011 en el marco del xvi Congreso Internacional de Filosofía: Filosofía, razón y violencia. La obra presenta el horizonte de uno de los, actualmente, principales animadores de estas filosofías, el ya citado filósofo Enrique Dussel. Además, dicha selección de materiales ha sido estructurada en seis partes que dan cuenta de las distintas sendas que ha transitado en sus variadas formas desde un sentido de la liberación como tema, problema y utopía (positivamente hablando): las mismas pueden ser leídas, ya desde el abordaje temático de una “Crítica de la razón colonial ( i )” y una “Simultaneidad, irrupción y novedad en la historia ( ii )”; ya desde el problemático, con “Hacia una democracia participativa ( v )”, los “Entrecruzamientos de la economía y la ética críticas ( vi )”, que contiene un escrito del mismo Dussel, y la sugerente cuestión sobre “El otro y la imagen: hacia una estética de la liberación ( iv )” ; así también se encuentran sus propuestas sobre “Diálogos entre filosofías liberadoras ( iii )”, que muestran discusiones en torno a la nombrada “filosofía de la liberación” con la modernidad, el postcolonialismo y algunos filósofos que, sin formar parte de estas filo-

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LEER

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sofías “de la liberación”, sí han abonado a dicha cuestión, como son el español Ignacio Ellacuría, el mexicano Porfirio Miranda y el chileno Emilio Recabarren. La obra en su conjunto representa una importante contribución al pensamiento y al diagnóstico, y a las relecturas de problemáticas como las de la dependencia y la liberación de nuestra América. Si bien podría incluirse también un balance histórico de la propia “Filosofía de la liberación” que ayude al lector a ubicar su trayectoria intelectual, el libro aquí reseñado deja abiertos los caminos para “nuevas sendas de reflexión”. Sendas que han mostrado, cerrando esta obra en su segundo tomo, los tránsitos tenidos por distintos campos filosóficos, como la ética, la ontología, la metafísica, la filosofía de la historia o la estética, y disciplinarios, como la política, la economía o el derecho, en torno a la actualidad de esta filosofía y la vigencia y fecundidad de la liberación de nuestra América que alienta sus diversas discusiones y debates en la región como la contracara de una vida digna anhelada • Las ruinas de la memoria. Ideas y conceptos para una (im)posible teoría del patrimonio cultural, Ignacio González-Varas Ibáñez, Siglo xxi,

EN BUSCA DE LA RUINA AUTÉNTICA ANDREA TIRADO

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na aparentemente imposible, y sin embargo asequible teoría del patrimonio cultural, es lo que propone Ignacio González-Varas Ibáñez en esta obra situada en el contexto de una cultura obsesionada por rememorar y registrar todo. El autor analiza el concepto de patrimonio cultural, particularmente a partir de su institucionalización en el siglo xix . Para comenzar, deja claro que el patrimonio cultural no es algo inmutable, sino que se cuestiona y se redefine continuamente. Se trata de una construcción social, de una selección subjetiva de elementos culturales del pasado elaborada desde un presente. De ahí que más que el contexto del patrimonio cultural creado en el pasado, importa el contexto del presente en el cual se sacraliza. Baste recordar los intentos totalitarios de “suprimir” o “imponer” en la memoria colectiva monumentos conmemorativos para consagrar y transmitir acontecimientos que terminan siendo una forma de identidad impuesta. Durante mucho tiempo el patrimonio fue entendido (y puede seguir siéndolo) como construcción de identidad. Se estudia también el valor de los bienes culturales, su valor de antigüedad o su valor afectivo, por ejemplo. Algunos monumentos son ya tan lejanos del presente que se ha creado un distanciamiento que el autor califica como “enfriamiento”. Las placas conmemorativas son necesarias para explicar y justificar su presencia. Otros monumentos son

resignificados y convertidos en elementos de afectividad local, como por ejemplo el Monumento a la Revolución. Destinado a ser un Palacio Legislativo, la obra quedó inconclusa al estallar la Revolución. Antes de ser abandonado, destruido o que sirviera de base para otro edificio, el arquitecto Carlos Obregón Santacilia lo convirtió en Monumento a la Revolución. Hoy es uno de los puntos centrales para distintas marchas; un monumento resignificado, portador de valor de afectividad. El patrimonio cultural es también visto como depósito de la memoria colectiva y de la identidad nacional, especialmente durante la hegemonía del Estado-nación. El patrimonio era considerado como unificador, anulando entonces cualq u i e r e x p re s i ó n s u b a l t e r n a . S i n embargo, ante la crisis del Estadonación y la globalización, el patrimonio cultural debe ser repensado. Una de las consecuencias de la globalización ha sido el surgimiento del concepto patrimonio mundial o patrimonio de la humanidad, entendiendo por ello que un bien cultural se extrae de la cultura local y se abstrae en beneficio de la humanidad; es proyectado hacia una dimensión global. Al mismo tiempo que el patrimonio de la humanidad se enriquece, algunas culturas pierden sus bienes, pues del tránsito de lo local a lo mundial el objeto se transforma, pierde su valor identitario local y se vuelve un icono de validez universal. La globalización requiere el reconocimiento de la pluralidad cultural: existen otros patrimonios dentro de las sociedades multiculturales y multiétnicas; la disolución de la hegemonía identitaria occidentalista para reconocer al otro. Se sugiere, por ello, la reformulación del concepto patrimonio cultural. Según el autor, otro tema esencial son las ruinas auténticas: la sociedad ya no sabe convivir con ellas. Raras son las “ruinas auténticas”, o bien son eliminadas o transformadas en atracciones patrimoniales y su valor de autenticidad debe ser museificado. Al igual que con los bienes culturales locales, el proceso de institucionalización sitúa a la ruina en un horizonte temporal preciso, se traza una frontera divisoria entre pasado y presente y se anula la memoria imaginativa de evocar el pasado. La ruina es vaciada de su contenido y extraída de su contexto, deja de ser ruina auténtica en beneficio de una institucionalización. Hoy en día, la discusión de la autenticidad ya no gira tanto en torno a la alteración de la materia del objeto o de la relación de éste con su autor como “sello” de garantía, sino más bien se cuestiona la posibilidad de que en la postmodernidad no importe el propio concepto de autenticidad como valor cultural. ¿Podría la cultura de la hiperrealidad y de la simulación anular la necesidad del original? El autor plantea dichas cuestiones a partir de un contexto dominado por la sociedad de consumo y de masas. El patrimonio cultural inevitablemente se ha convertido en un producto más de esta cultura, y en ciertos casos es incluso un producto que se puede consumir.

El valor de autenticidad remite también a la cuestión de la réplica. ¿Réplica como solución para salvar el patrimonio auténtico? En la sociedad de consumo, el patrimonio cultural está fácilmente expuesto. En este contexto surge un modelo de turismo de masas: planificado, pasivo y con poca participación del viajero; así son, por ejemplo, los tumultos en el Louvre para ver a la Gioconda por sólo unos minutos. El patrimonio cultural cae en la red del tiempo racional, estructurado. En cuanto a la conservación del patrimonio, las Cuevas de Altamira son un ejemplo de elaboración de réplicas a modo de preservación del original. Con el fin de heredar un patrimonio en buen estado a generaciones futuras, el recurso de exhibir réplicas ha comenzado a consiconsi derarse cada vez más. Si las consecuencias provocadas por la sociedad de consumo pueden parecer negativas, el autor muestra cómo en todo hay un lado bueno. Incluso con el turismo de masas hay un efecto positivo para el patrimonio; frente a esta forma de turisturis mo se está considerando la necesidad de implantar formas individuales de ejercer la experiencia viajera. Otros viajeros, en cambio, ante esta sociedad que no quiere “perder el tiempo”, rescatan aspectos del viajero romántico (siglo xix ); buscan experiencias cognitivas, intensas y profundas, no se conforman con una sensación directa situada en un tiempo racional. Hay quienes todavía buscan ruinas auténticas, las que no han pasado por el proceso de patrimonialización. Las ruinas auténticas son las que conectan con la memoria más subjetiva y desencadenan sentimientos y emociones. Quizás esos viajeros perciban el aura ( w . Benjamin) de los monumentos y de las ruinas. Para los viajeros más románticos queda descubrir cuáles siguen siendo las ruinas auténticas hoy en día; se trataría , por decirlo así, de antiguos exploradores de ruinas •

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JAVIER BARROS SIERRA y la lectura de la historia

Hugo Aboites, Cristina Barros, Víctor Flores Olea, Luis Hernández Navarro y Manuel Pérez Rocha


ARTE Y PENSAMIENTO ........

15 de febrero de 2015 • Número 1041 • Jornada Semanal

Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Remedios A nadie le sorprendió que Remedios se suicidara. Un desastre era su vida. La mayor de siete hijos, sufrió siempre los celos de la madre, que se sentía desplazada por ella, y los celos del padre, rijoso y autoritario. Las hermanas se fueron casando, los hermanos fueron escapando, y Remedios se fue quedando al cuidado de los viejos, que seguían imponiéndole su voluntad. ¡Cállate!, gritaba la madre cuando Remedios cantaba. ¡Mi desayuno, a qué horas piensas traérmelo!, gritaba el padre desde la cama. Remedios volvió a ver a sus hermanos, por unos minutos, en el velorio de la madre. Con algunos no había hablado en años. El padre siguió gritando por las mañanas, y comenzó a acosarla. Alguna vez consiguió meterle mano. A nadie le sorprendió que se colgara. Ni que lo hiciera allí, en el enorme vestíbulo, donde fue lo primero que su padre vio por la mañana, al salir de su recámara, enfurecido porque Remedios no llegaba con el pan, con la taza de café •

Ricardo Yáñez DE PASO Feliciano Feliciano Carrasco es físico matemático, maestro en el Politécnico, compositor y cantante, lo que con esa palabra compuesta a la que difícilmente nos acostumbraremos llamamos cantautor. Juchiteco, es naturalmente hombre de raíces, y no sólo tiene como primera lengua el zapoteco sino que además lo enseña, en el foro José Martí, por la Alameda. Discreto, equilibrado, sereno, buen escucha y por tanto muy buen conversador, es un hombre dispuesto a la alegría. De espíritu comunitario, en su vena de promotor cultural dirige en Tlatelolco un acaso modesto, pero lleno de vida, centro en honor a la memoria del poeta Macario Matus, de quien el pasado 2 de enero se conmemoró lo que hubiera sido su cumpleaños setenta y dos. Dentro de la campaña que el gobierno capitalino ha emprendido contra el racismo y la discriminación, en andenes y vagones del Metro puede usted toparse –blanco y negro– tras unos lentes claros, con el a la vez serio y contento, humilde y orgulloso, rostro de Feliciano •

bitácora bifronte

Francisco Torres Córdova ftorrescordova@gmail.com

monólogos compartidos

Ensayes, Josu Landa

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antear y catar, dos formas de sopesar la obra de varios autores latinoamericanos. El ensaye es un ejercicio de “prosa no fictiva, de cariz estético-epistemológico”. En Ensayes ( inba /Conaculta/Eternos Malabares, 2013), Josu Landa entrega un panorama ceñido a sus aprecios y riguroso en la crítica, tanteando en lo profundo de aguas a veces tranquilas, pero en ocasiones procelosas, con pareja soltura que demuestra en tópicos en extremo polémicos y sensibles, como registro del papel de la escritura, la educación y el pensamiento en estos tiempos y hacia el porvenir. Su visión se ensancha a todo el ámbito latinoamericano, revisitando con ojo atento a creadores de renombre que han marcado pautas innegables para la producción literaria actual del continente, lo mismo que recala en jóvenes promesas de la lírica con idéntica intención de revelar los mecanismos del inasible estro, que pone en el entendimiento de los hombres el sagrado misterio de la creación. Autores como José Lezama Lima son revisitados por la agudeza de un ejercicio intelectual que también reconoce la espiritualidad del tema: la expresión americana, que connota una dialéctica de sacrificio y expresión,“la imagen participando en la historia”. Octavio Paz (contar y cantar) aparece como poeta absoluto, poema encarnado en la tradición cósmica de su escritura. José Carlos Becerra y su “Espejo de piedra”, ofrecen otra lectura de los acontecimientos, la historia y la poesía nos remiten a las ruinas de Tlatelolco en el funesto ‘68 que cambió el curso del país, el fuego y la sangre de ese año que nos conducen a las antiguas ceremonias del sacrificio. Eduardo Milán, Rafael Cadenas, Eugenio Montejo, José Balza, Efraín Huerta, Hernán Lavín Cerda, María Rosa Palazón, Daniel Téllez, Verónica Volkow, Saúl Ibargoyen, Silvia Eugenia Castillero, Eduardo Hurtado, Jorge Esquinca. Armando Gonzáles Torres, Jorge Fernández Granados y Claudina Domingo, entre otros, integran esta bitácora de “ensayes”. En su búsqueda, Landa emplea las herramientas de una aguzada inteligencia con el oficio del auténtico hombre de letras, que puede embelesarse en la contemplación del objeto digno de escrutinio para contagiarnos de ese ánimo y develarnos la semilla de su arte, que palpita también en nuestras manos. Josu Landa (Caracas, 1953) ejerce la docencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la unam en áreas como filosofía de la literatura y ética. Esta actividad se refleja en sus libros Más allá de la palabra (1996) y Poética (2002). Es autor de varios poemarios, entre los que destaca Treno a la mujer que se fue con el tiempo (1996, Premio de Poesía Carlos Pellicer). La editorial Monte Ávila publicó en 2006 Estros, la antología que mejor representa su labor poética. Landa es un escritor convencido de que el hombre actual vive con los mismos avatares del pasado, los que la vida le presenta a diario, ante lo cual el ensayista interpreta y traduce los signos de su tiempo •

Nunca un solo día Desde ese día el tiempo ya no es lo que era. Cambió de modo y ruta, de lugar y peso en la mente y en el alma. Volcado en la emergencia en todas partes, en cada minuto desgranado, seco y denso su aire en la garganta y la memoria hasta el calor de los pulmones y la voz que empujan el reclamo a la violencia, pasa quebrado, fibroso y extranjero. Las horas, si sólo fueran eso y no el caracol de su vacío, ocurren en espasmos de insomnio y sobresalto cotidiano, y erizadas sin reposo en la cresta de una urgencia que se enquista en la conciencia, se van deshaciendo de su cifra y en ninguna agenda o manecilla encuentran punto de consuelo o referencia que dé razón de dónde queda lo extraviado, para ir a su encuentro y regresarlo, para ponerlo de pie, el rostro al alcance de la mano como era y ha de ser lo más cercano vivo, lo más propio en la distancia que es un hijo. Ahora ese día es este tiempo despojado, quitado a la cadencia y el tramado milenario que era del agua y los otros elementos, y no comprende ni acepta como antes el profundo engranaje de la luz y los planetas que le pasan por el cielo, bajo el suelo y aun a los costados en un horizonte que era sin fisuras como había sido desde siempre, porque ya no hay ese siempre, y así alarga y aprieta su puño en la razón, derriba la puerta de la casa con su ruido y disloca en la boca la palabra de familia, su íntimo silencio con todo lo soñado roto, cruzado por los humos de un fuego imposible y mudo a la intemperie –nadie vio ni oyó el preciso crepitar de huesos, o respiró en el viento algún olor a miradas que flameaban en la gran indiferencia minuciosa de las cosas. Ese día que nunca habrá de ser un solo día, sino al contrario y desatada una ardua y sinuosa eternidad a escala humana, que es decir a flor de piel su hielo y adentro en las entrañas su lenta y rigurosa desazón, no concede a la ausencia contrahecha o a la muerte sucia el reposo del olvido. Porque en el horror que retuerce las letras de sus nombres –Acteal, Atenco, San Fernando, Tlalaya, Ayotzinapa y muchos más apenas estos años en esta geografía–, no hay una simple coyuntura de azar y de infortunio que los salve en la inmensa coartada del destino. No son un accidente, un sismo incalculable, una repentina anomalía o un nimio desatino impredecible en el algún bucólico sosiego de los días, y en las parcas verdades de la historia no caben en la punta ubicua e inasible de un instante, de un momento aciago –como concede intocable y pulcro en su arenga sudorosa la iletrada investidura del poder–, pero al cabo imponderable y que habrá de superarse con no se sabe qué resignación ajena a la justicia. Los crímenes de Estado, de la barbarie y la estulticia que son aquí y en todo el mundo, en el alma de los vivos que lúcidos insisten en la vida, no prescriben, no clausuran su presencia. Cuán oscura e incurable pequeñez hay en reducir entonces a un instante ante los padres la ausencia de sus hijos. Y cuán siniestro es su cinismo en el poder •

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Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com @quemain

Cabaret, de Tito Vasconcelos a César Enríquez

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EBE APARECER AQUÍ EL nombre de Tito Vasconcelos como una forma de anclaje referencial para valorar el trabajo innovador y vanguardista de César Enríquez, porque sin el trabajo pionero, subversivo y crítico de este poderoso hombre de teatro (que dirige, actúa, escribe, viste, maquilla, musicaliza, adapta, polemiza, por decir lo menos) no se entendería un espectáculo (trans)fronterizo, (trans)genérico y (trans)formativo como Eunucos, Castratis y Cobardis, codirigido con Paola Izquierdo, que mira desde la geydad, y no sólo a partir de ahí desconstruye los arquetipos desde los que parodia estereotipos y lugares comunes. Su legibilidad crece gracias a los aportes brindados por la lucidez, la valentía y la honestidad académica de Antonio Marquet (El coloquio de las perras, principalmente, pero no prescinde de Que se quede el infinito sin estrellas, Crepúsculo de heterolandia, Mester de jotería y esa actualidad que lleva a sus blogs). En 2014 publicó un texto sobre la situación actual del cabaret mexicano y eso que llama “escena elegebetera” por las siglas lgbttti en la revista electrónica Tiempo y escritura (núm. 27) de la uam Azcapotzalco (http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/articulos/TyE_27/TyE27.pdf ). Marquet ha propuesto un discurso polivalente y heterodoxo para entender la multiplicidad performativa de un conjunto de artistas que han irrumpido en la escena del teatro, de la noche y del performance con un poder transgresor, crítico y paródico que coloca a la escena mexicana que ellos han posibilitado en el concierto internacional más exigente. La propuesta estética, política y ética de César Enríquez tiene más de una década de desarrollarse, reescri-

LA OTRA ESCENA

birse y reelaborar una textualidad novedosa en los territorios del cabaret. Enríquez se somete a las operaciones escénicas que propone el cabaret: una pista por lo general circular, con luces cenitales y/o seguidores; aquí, una escenografía de gran movilidad, corredores entre las mesas para interactuar con los bebedores que se desinhiben conforme avanza la noche y se abre ese umbral que entonces deja fluir el autoescarnio, la autoparodia y la autocrítica. Si se trata de describir el trabajo de Enríquez y quiere prescindirse del adjetivo para valorar la belleza verbal, vale decir que se trata de una poética delirante de asociaciones, comparaciones, exhibición de contigüidades, semejanzas, oposiciones, paraíso para el oído lacaniano que se solazaría en las sorpresivas salidas del lugar común, de la frase hecha, del supuesto básico. Politizado, molesto, profundamente herido por el México atroz que se acumuló en nuestros días, César Enríquez dejó atrás el albur barato y estúpido que terminó por cas-

Tito Vasconcelos

trar a la carpa, al burlesque y llegó absolutamente podrido a la televisión (tal vez el Loco Valdés fue el último absurdo coherente), que va de la imbecilidad importada de Raúl Astor a la nacional de Sergio Corona y Ortiz de Pinedo, hasta la abyecta de Adal Ramones y toda la corte de albureros eunucos y cobardis. Pero no sólo son estas grandes oleadas de lo masivo lo que trata en sus elaboraciones, también parodia al sujeto bulleado (¿así se dice del escarnio, la burla, el insulto?), el acobardado, el confuso, el valiente, el idealista, una lotería de referencias a la música popular, a los estados emocionales que nos remiten a canciones, poemas, personajes, escenas de telenovela, frases que todos podemos completar por una especie de reconocimiento según nuestros niveles de castración y cobardía nacionales, personales, intersubjetivas, intradocilizadas. El recorrido por los objetos de nuestra cultura es un bordado interpretativo de gran valor antológico, que no sólo se sostiene en la memoria y el reconocimiento de un público mixto en la docilidad de un discurso que mira lo mismo el perreo que las certezas heteronormadas. Si el lector se ha preguntado por qué estamos como estamos, por qué la docilidad, el disimulo servil, la delación institucionalizada; si se pregunta cómo se ha castrado, sin tijeras, a gran parte de los mexicanos, encontrará aquí una posible respuesta. El espectáculo unipersonal (como ahora llaman a un monólogo musical) propone a un querubín indígena (“recuerden que soy un ángel, pariente de las palomas, no volteen pa arriba, no los vaya yo a cagar”); un castrati del siglo xvi que ha regresado para montar una ópera en “veinte minutos” y la monja pacheca que aparece en los billetes de 200 pesos que todo mundo cita y que muy pocos han leído. Todo esto los dos próximos jueves en el Foro Shakespeare. Y sigue •

Alonso Arreola @LabAlonso

Cerati + Blur + Vinyl = Marvin

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OMO DICE PAUL MEDRANO en el prólogo del libro Cerati, siempre seremos prófugos, los puentes entre el pentagrama y las palabras son muy viejos. No obstante, también es cierto que muchos de los más jóvenes músicos del rock y pop de habla castellana actuales exhiben debilidades líricas por la simple falta de lecturas y, dentro de ellas, de lecturas profundas. Algo que no le sucedía a Gustavo Cerati, un tipo interesado en pulir versos tanto como en perfeccionar ejecuciones guitarrísticas o interpretaciones vocales. Fue por ese compromiso con la calidad que su muerte generó un temblor que no acaba de pasar. (No se preocupe la lectora, el lector, que no hablaremos de nuevo del astro argentino; él es sólo un pretexto.) Como a muchos colegas, a nosotros también nos invitaron a participar en distintas emisiones editoriales, radiofónicas y televisivas a propósito de su fallecimiento. La mayoría de los entrevistadores que nos interpelaron, sin embargo, exigían sentencias breves y cómodas para “entender” su relevancia en la música latinoamericana. Pensando precisamente en esos días, y preparando las palabras con que recientemente participamos en la presentación del mentado volumen (editado por la revista Marvin en su colección Rock para Leer), fue como distinguimos tres rutas básicas para relacionarse con un artista. La primera: la tipo periodista. Revisando su vida, leyendo biografías, visitando sitios con datos específicos sobre sus esfuerzos, proyectos, triunfos y fracasos. Data fría de obituario. La segunda: la tipo colega o investigador. O sea, estudiando su obra, analizando las armonías de sus composiciones, sus preferencias rítmicas, su lírica y desarrollos melódicos, la manera como ha transforma-

BEMOL SOSTENIDO do sus influencias y el tipo de evolución que presenta en cada disco. Costumbre poco desarrollada en músicas populares no tradicionales y que deberíamos trabajar más quienes entendemos de teoría. La tercera: la que más nos gusta, la tipo corazón. La que hace que el oficio de un músico nos acompañe en la vida diaria, sencilla y naturalmente, impregnando con su sonido nuestros amores, alegrías, sufrimientos y más variopintas situaciones imaginativas. De allí nuestro entusiasmo de que los veinte textos ilustrados de Cerati, siempre seremos prófugos propongan una banda sonora que abandona el ruido de fondo para tomar el proscenio, para ser personaje central, clave y guiño en prosas de muy diversa estirpe. Un recordatorio de la valía de algunas canciones, pero sobre todo de ese mantra de los melómanos de cepa: la vida no es necesariamente mejor con música, pero sí es más significativa. Y es que la música puede, por ejemplo, salvarnos literalmente el pellejo con su presencia inesperada, como apunta René Lopez Villamar en “Diagrama de flujo para reconstruir a Gustavo Cerati a partir de objetos inanimados de fácil acceso”, texto inaugural del libro. Igualmente puede ser un empujón hacia el abismo, como señala Gabriel Bauducco en “El mareo”; o el escenario de recuerdos dolorosos en las plumas de Gabriela Conde y Marc Dorian; o la radiografía de una voz de barrio que le habla al artista en ciernes, según la imaginación de Juan Carlos Hidalgo; o la visita a Buenos Aires en que Paola Tinoco metió la pata dos veces frente a seguidores del ídolo; o el detonador químico que pueden ocasionar 120 beats por minuto en una ama de casa que se cambia las bragas en su automóvil, como acusa Enrique Blanc desde Guadalajara… Es imposible comentar aquí todos los textos e ilustraciones de Cerati, siempre seremos prófugos, pero créalo, vale la pena obsequiar su poder conjurador a algún melómano naciente de la familia. Editado con sencillez (según

parece gracias al patrocinio de una marca de papas fritas), está claro que es hijo del periodismo por encargo más que del Monte Parnaso. Aun así, su aparición coyuntural y la honesta liviandad que contiene le otorgan eficacia divulgativa para la obra de un cantautor notable cuya locura extrañaremos, y también para nuevas plumas interesadas en aumentar su inspiración. Creemos que los jóvenes que lo lean estarán listos frente a retos más profundos. Eso es de suyo bueno. Y cabe añadir algo: ya antes, a inicios del año pasado, los de la revista Marvin habían dado un paso en el mismo sentido con el título Blur, amor&paranoia en los 90. Además editaron –simultáneamente al libro de Cerati– otro llamado Casi todo lo que sé acerca del vinyl, de Mauricio Esparza Oteo de Icaza. Ambos lucen pertinentes hoy que la música ha ido transformando sus valores; cuando adquiere nuevos significados en nuestra existencia. Esperamos que su esfuerzo continúe. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


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tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

Nomás checo mis mensajes

La generosidad venenosa

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ACE TIEMPO VI EN el periódico una foto de un mural reciente del artista inglés Bansky en el que dos amantes se besan mientras cada uno mira por encima del hombro del otro el teléfono para checar el correo. Me pareció al punto, aunque tristón. Luego leí que la mitad de los estadunidenses que participaron en una encuesta admitieron que escudriñan el teléfono mientras hacen el amor. Eso me pareció a medias ridículo y a medias alarmante. Si, como sabemos, la mente nos impide vivir plenamente en el presente porque, o nos lleva al futuro o nos ata al pasado, el teléfono amplía esa dislocación. Todos hemos interrumpido algo por el teléfono celular, propio o ajeno: conversaciones, clases, lecturas, comidas, siestas. A mí me fastidia, a otros les vale. El espec-

táculo de una familia sentada en la mesa de un restaurante, cada uno con su pantalla, me provoca melancolía. He visto, hasta ahora, cuatro. Los niños jugando, la madre mirando un catálogo de no sé qué, el padre absorto en una hoja de Excel. La verdad, a mí el solipsismo ajeno, elegido libremente, me importaría un pepino si no fuera porque: 1. la gente maneja, escribe textos y atropella a otros y 2. cualquier criminal con un teléfono puede registrar hechos horribles que los medios están obligados a recoger y que la gente mira con fruición embruteciéndose (estos son los días terribles del asesinato de Moaz al-Kasabeh a manos de isis). La discusión del derecho a saber, de la banalización de la muerte y la pornografía de la violencia es urgente, pero el tema no lo voy a tratar aquí porque requeriría mucho espacio. Baste con mencionar que los fotógrafos de guerra se entrenan y preparan para registrar las imágenes; que hay quien queda marcado de por vida al hacerlo y que la mínima pantalla del teléfono no le da contexto a esas víctimas y su dolor. Seguro que hay valía en muchos registros, pero otros son propaganda del horror, como lo de isis. Una de las ventajas de no usar iPhone o teléfono inteligente es que, en lugar de mirar el teléfono, observo a la gente mientras ellos lo hacen. Se ha dicho, y se hacen bromas y estudios, que la forma de relacionarnos, al menos en esta parte del mundo, ha cambiado de manera irreversible desde el advenimiento del teléfono inteligente. Que los gestos con los que los individuos se alejaban momentáneamente del grupo, quizás escudados tras un cigarrillo, una libreta o el silencio, ahora se han transformado en la relación con un grupo, en el que hay desconocidos, por medio de un adminículo del tamaño de una mano. Estoy segura de que es verdad, aunque no sé si sea bueno.

Hace meses leí que Steve Jobs no permitía que sus hijos tuvieran iPads. Busqué la entrevista para redactar estas líneas (y no andar inventando) y sí: en septiembre del año pasado el periodista Nick Bilton y Evan Williams, el inventor del blogger y el Twitter, limitaban o prohibían el acceso de sus hijos adolescentes a los gadgets con lo que se habían hecho ricos. El más estricto era Jobs, quien de plano prohibía las pantallas. Bilton, quien se había imaginado la casa de la familia Jobs como el paraíso nerd, con iPods de regalo para las visitas, sintió que viajaba en el tiempo. En la casa de Jobs no había muchas pantallas. Sus hijos tenían, eso sí, miles de libros de papel. En el café miro, además de a las personas que conversan entre sí, a muchas que se hacen compañía mientras se dejan hipnotizar por el teléfono. Se dice, incluso, pero me parece una tontera, que nunca se ha leído tanto como ahora porque las personas leen mensajitos. Sin necesidad de atender estadísticas, uno puede distanciarse de esa optimista afirmación. Es como decir que la gente está bien alimentada porque anda por ahí masticando chicle. El cigarro, tan impopular ahora, me parece mucho menos inoportuno que un mensaje o timbre telefónico, pero soy muy celosa de algo que va desapareciendo y que se llamaba “vida privada”. Además, el cigarro como que la consagraba, pues cuando uno guardaba silencio y fumaba, aparentaba cierto talante filosófico. Se hablaba con el otro envuelto por el humo, se preparaba para escuchar o decir, verbos que describen actos ya anticuados. No sé por qué no puedo participar del entusiasmo con el que todos miran sus pantallas.Y quizás, lector, así es como lees esto que escribo. Es decir, no hay remedio •

LAS RAYAS DE LA CEBRA

Verónica Murguía

UÉ CURIOSO QUE UN gobierno neoliberal y descaradamente proclive a los ajustes que sociabilizan las pérdidas (pero privatiza las ganancias, según dicta el intervencionismo financiero del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, esos parnasos del expolio) para regentear la pobreza con propósitos mezquinamente políticos regale algo. Y qué peculiar situación que ese algo sean aparatos de televisión en un régimen postulado, sostenido y defendido por los principales consorcios mediáticos de México. Y qué sospechoso que ese gobierno, que regala televisiones (en cuyas cajas se lee como un estribillo burlesco “mover a México” a pesar de que el Instituto Nacional Electoral definió la leyenda como ilícita) lo haga precisamente el año en que hay elecciones intermedias en el país. Sí, “mover a México”. En cámara lenta. En retroceso. Al fondo del pozo. O de la fosa clandestina… No es que escandalice gran cosa ese maridaje entre las televisoras y “su” presidencia conocido hasta la náusea. Es que ya no nos escandaliza nada. No sé –quizá los haya– de ningún mexicano que con toda dignidad hubiera rechazado esos televisores que regala el gobierno “para mover a México”. Ya los mexicanos llevamos décadas sumidos en el aletargamiento y casi nadie se atreve, cuando se las ofrecen, a decirle al gobierno y sus compinches que se metan sus canonjías por donde les quepa. Unos pocos –multitudes de decenas o cientos de miles, sí, pero en una población de más de cien millones apenas un puñado– hemos salido en algún momento a las calles, a desquiciar esa apatía cotidiana, el tráfico usual, la exacerbada percepción de grandeza que de sí mismos tiene esa runfla de patanes que con puestos públicos se sienten (y son casi siempre) intocables, impunes, refractarios a las leyes o inmunes a cualquier aproximación a la moral, a un mínimo, relativizado concepto de decencia. Al mexicano no parece ya molestarle gran cosa nada, ni las balaceras en la puerta de casa, y parece que sólo unos pocos reaccionan cuando las hordas de delincuentes y policías, que en muchos lugares del país son lo mismo, les secuestran a sus hijas o les matan a sus hijos. Pero el grueso de la población sigue envarada entre el sopor y el miedo. La clase media persiste en dividirse entre hacer algo y no hacer nada, y los de la segunda opción, me temo, parecen ser mayoría. Mientras existan fanatismos religiosos y futboleros o recursos facilones de distracción entre vulgaridades y chismes –precisamente los tópicos con mayor incidencia en las producciones televisivas nacionales, incluyendo esos mal llamados noticieros– seguirá teniendo vigencia el párrafo que como vaticinio dejó escrito Décimo Junio Ju-

venal en la décima de sus Sátiras romanas:“Desde hace tiempo –exactamente desde que no tenemos a quien vender el voto–, este pueblo ha perdido su interés por la política, y si antes concedía mandos, haces, legiones, en fin todo, ahora deja hacer y sólo desea con avidez dos cosas: pan y juegos de circo.” Acá ya no hay mucho pan, pero queda mucho circo. Y el maestro de ceremonias por excelencia es la televisión. Por eso en un año de crisis económica, con el desplome de los precios petroleros, el gobierno aprieta el presupuesto en la salud y la educación pero sigue manteniéndose a sí misma, caterva de vividores y delincuentes, con sueldos escandalosamente estratosféricos, y sostiene lujos absurdos para funcionarios ineptos y huevones, aunque signifiquen menos hospitales, y mantiene un parlamento mayoritariamente constituido por gente inútil, imbécil y perversa, aunque eso signifique una resta terrible en el inventario de bancos de escuela o bibliotecas, y en lugar de regalar becas y libros o medicamentos regala… televisiones. Con un pretexto francamente idiota: al darse el apagón analógico, pobrecita la población que se va a quedar sin su novela de la noche, sin su lectura de noticias a modo, sin sus partidazos de fut. No vaya a ser que demasiada gente vaya a leer los demasiados libros, las noticias en redes sociales o en medios no lacayunos y críticos; que vaya a interesarse por lo que de este país se publica en la prensa extranjera, que es, según parece, donde los mexicanos podemos saber cuánto se ha robado quién y en qué lujosos menesteres ha dilapidado nuestro dinero… ¿Y si en lugar de televisiones regalara computadoras y conexiones a internet? Pues claro que no, porque entonces la gente podría salir del letargo. Y de eso se trata “mover a México”. De mantener el poder. A perpetuidad •

CABEZALCUBO

Jorge Moch


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Luis Tovar @luistovars

Ricardo Guzmán Wolffer

A Roberto Carreño

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NTES DE QUE LLEGARA a la fama mundial como uno de los grandes escritores de ciencia ficción, el maestro Ray Bradbury intentó con afán ser autor del género policíaco: a principios de la década de los cuarenta, sus cuentos aparecían en Dime Detective, Dime Mistery Magazine, Detective Tales y Black Mask. Una de sus mejores recopilaciones es Memoria de crímenes. Ya desde sus iniciales relatos policíacos se podía ver una peculiar forma de divulgación científica: en la mayoría hay un dato acreditado que sustenta la trama o algún diálogo. En “El pequeño asesino”, un recién nacido mata a sus padres; uno de ellos le explica al doctor qué pasaría si, por cualquier causa, un niño entre billones naciera lúcido, capaz de pensar instintivamente: le bastaría fingir que es una criatura indefensa e ignorante para hacer lo que quisiera; cierto de que no tiene moral, pero sí decisión de eliminar a sus padres, que conocen el tipo de hijo que han engendrado. Se trata de un relato con crímenes pero con un misterio avasallador, casi terrorífico, donde el bebé de meses terminará por enfrentar al doctor que blande un escalpelo. En “Muere un hombre cuidadoso”, el protagonista padece de hemofilia y debe cuidarse de cualquier derrame sanguíneo. Especialmente por estar escribiendo una novela donde habla sobre el narcotráfico y sus participantes, entre ellos su exnovia, quien se divierte más con el vendedor de droga. Al final, la novia lo deja sangrando a la mitad de la montaña. Todo indica que morirá si no llega a un hospital, pero, qué demonios, “¡qué día tan espléndido para pasear!” Al borde de la muerte el personaje ríe frenéticamente ante el reto que su traidora novia le ha puesto. En medio de sangre y devastación, la rabia por seguir vivo deja a un personaje entrañable en las cercanías de la inmortalidad literaria. Incluso en estos relatos “menores”, la vena heroica, donde la vida es grandiosa, brota: efecto que llevaría a niveles máximos en sus novelas señeras. Este guiño a la divulgación científica que caracterizó a la inicial ciencia ficción, conocida como “dura”, mezclada con muertes y bajos fondos de los cuarenta, encumbran de nuevo a Bradbury, más si se le añade una intención poética, a veces a rajatabla y a veces sutil. En “¡Me quema!” estamos en un relato contado por el muerto, ante la esposa que coquetea con un reportero, los detectives y policías y el forense que revisa el cadáver. Pero su narración es distinta:“Estoy muerto./ Descanso aquí, dormido, y estas personas son los fragmentos de mis sueños sin sangre.” La hermosa viuda es descrita continuamente como un leopardo que se lame las patas, satisfecha de su cacería. Al final, cuando sabe que sólo será la noticia del día siguiente y, tal vez, el perpetuo miedo infantil inconsciente de la pequeña vecina que lo ha visto tendido, sabe que será cremado, pero espera que, ese día, a su esposa y demás involucrados en levantar su cadáver, una mota se les meta en los ojos. “Una mota de ceniza gris”,

La Ley deL cine Ramón Obón es, al mismo tiempo, narrador, guionista, realizador cinematográfico y, egresado de la Facultad de Derecho de la unam, también es un reconocido especialista en derecho de autor y legislación cinematográfica. Esta combinación de profesiones lo vuelve particularmente sensible a la necesidad del gremio fílmico de contar con un amplio conocimiento legal aplicable al desempeño cineasta. Derecho de autor y cine, editado por el cuec , es un compendio de los tópicos fundamentales al respecto: Libertad de expresión, Responsabilidad civil, Censura y supervisión en el régimen legal mexicano, Ley Federal de Cinematografía, El sistema del copyright, Los autores de la obra cinematográfica, Los artistas intérpretes, Atentado al derecho de divulgación (la “piratería”), Problemática del doblaje, Remuneración, Exhibición y comercialización, Ataques a la moral, Censura en el cine, Reproducción para venta o renta, Ley Federal del Derecho de Autor, Originalidad, El ejercicio de los derechos morales, Temporalidad de la transmisión de la obra cinematográfica, Derechos patrimoniales, Regalías y, finalmente, Aspectos contractuales y registrales. Basta el título de estos apartados para dejar clara la importancia del volumen.

Más de estos, por favor

como si su alma tuviera un último refugio en esas motas de su cuerpo quemado que vuelan para anidarse en los ojos que lo han visto y, tal vez, le sirvan para mirar el mundo de nuevo. Bradbury, no obstante, no deja el humor. Su detective expolicía Douser no necesita de golpes o armas para acabar con los delincuentes: logra desesperarlos y a unos los enloquece, literalmente, y a otros los lleva a tal grado de confusión que terminan por matarse entre sí. Una novedad del género. La veta oscura anidaba desde joven en Bradbury, según demuestran “Media hora de infierno” y “Circo de cadáveres”, entre otros. En el primero matan a un ciego, pero luego nos enteramos de que previamente esa víctima había sido el victimario de su asesino, al sacarle los ojos, y todo por la novia en disputa, que termina casándose con un tercero, sólo por el detalle de que éste no es ciego. En “Circo” logra una historia paralela a los “Freaks” de Browning en lo que parece un clásico planteamiento de cuarto cerrado: matan a uno de los siameses, el cual es separado del moribundo y luego se dedica a buscar al culpable. La monstruosidad termina por ser interna, no física. Además del inevitable crimen, cada cuento tiene un componente de mayor peso, generalmente relacionado con la fantasía oscura o con agentes perturbadores de la psique básica. Bradbury pone en su lugar a autores más reconocidos en el género policíaco: un autor completo, capaz de brillar en distintas áreas literarias sin perder la calidad. Bradbury, el imperecedero •

No puede haber cinéfilo mexicano que se respete y que al mismo tiempo ignore la importancia de La perla (1945), una de las cumbres no sólo de la trayectoria brillante de Emilio el Indio Fernández sino, por supuesto, de la filmografía mexicana entera. Asimismo, es bien sabido que la historia original pertenece al estadunidense John Steinbeck; lo que se desconoce, y que Reyes Bercini pormenoriza en Poética del instinto, es el complejo y dilatado proceso que felizmente culminó en la obra cinematográfica. En su ensayo, Bercini cuenta la histo r i a d e t r á s d e La perla, p e ro h a ce mucho más: a partir de este caso particular, reflexiona en torno a conceptos fundamentales como la adaptación cinematográfica, la transcodificación, la transposición semiótica, la imagen como escritura, la siempre polémica relación entre cine y literatura, la relación creativa entre novelista, guionista y realizador, y la dimensión mítica del relato. Denso en su contenido pero no por eso menos accesible en su discurso, este libro constituye una feliz aportación a la literatura histórica, crítica y analítica relativa a la cinematográfica mexicana; literatura más bien escasa y, por lo tanto, tremendamente necesitada de estudios como el presente.

La exposición deL pecado Permítase a este juntapalabras recurrir a la definición inmejorable dada por los editores para entender de qué se tratan los volúmenes Avaricia y Lujuria,, primeras entregas de la serie “Historia de los afectos”, también del cuec:“Los participantes del proyecto universitario de investigación ‘Cine y filosofía. Poéticas de la condición humana’, inician con Avaricia. Historia de los afectos una colección de libros en donde se registra y testimonia el diálogo entre cineastas y filósofos en torno a la condición humana, específica-

mente en torno a los afectos y, para ello, asumen como punto de partida el acercamiento reflexivo y narratológico a los pecados capitales que han sido motivo tanto de análisis teórico en la tradición filosófica de Occidente, como de encarnación en múltiples personajes e historias de la cinematografía mundial.” En el primero de los libros, Avaricia –coordinado por Armando Casas y Leticia Flores Farfán–, se abordan, entre otros temas, “reflexiones teóricas de Santo Tomás, Dante, Spinoza, Kant, o [se] describen detalladamente personajes clásicos tales como Harpagón de El avaro de Molière y Ebenezer Scrooge de Cuento de Navidad de Dickens”, por supuesto sin dejar de lado a Trina, personaje de la mítica cinta titulada precisamente Avaricia, de Von Stroheim, y llegando hasta ejemplos recientes como el Jordan Belfort que Scorsese dibujó en El lobo de Wall Street. Por su parte, el volumen Lujuria –coordinado también por Casas y Flores Farfán, aquí en compañía de Paul Majkut– “se trata y da cuenta tanto de la teorización filosófica del pecado de lujuria como del abordaje cinematográfico y audiovisual de los excesos de la carne. […] La lujuria es analizada desde una perspectiva interdisciplinar que enriquece su enfoque y enmarcada en la reflexión más amplia de la condición humana”. Créalo el lector: este par de libros son una verdadera delicia que no provoca sino el deseo de seguir pecando. Que vengan pronto los cinco pecados capitales que faltan • (Continuará.)

CINEXCUSAS

Bradbury, el poeta policíaco

PERFILES

Para documentar la cinefilia (ii de iii)


CREACIÓN

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Batis y el amor a la palabra Mariana Domínguez Batis

A mi avus

I

n illo tempore, dice observando con curiosidad cómo el brandy se calienta sobre un pebetero y se evapora un poco, dejando sólo lo mejor. La mesa redonda está colmada de quienes hace más de tres décadas fueron sus alumnos y ahora son escritores; de jóvenes que ahora tienen apenas diecinueve años y descubren a los literatos que los marcarán en sus clases de Filosofía y Letras de la unam; de su pareja y su familia. La copa pasa de mano en mano y cada comensal bebe un sorbo, al tiempo que las anécdotas que Huberto Batis cuenta, aparentemente sin ninguna relación entre sí, se van engarzando una a una al son de sonoras risotadas y expectantes silencios. Todo para conformar un breve viaje que resume cómo llegó a cumplir ochenta años de vida y otros tantos de escritor, crítico, periodista, editor, fotógrafo y profesor. “La casa donde crecí no es como ésta donde estamos”, dice, mientras acompaña a los curiosos a dar un paseo por los cuatro pisos de su morada-biblioteca, donde los pasadizos, los juegos de luz-oscuridad y los varios caminos para arribar a un mismo lugar, hacen pensar en una construcción medieval. Donde lo mismo convive un librero inclinado poco más de 60 grados –en pie de milagro y hogar de una colección completa de literatura grecolatina–, con algún idolillo azteca, interminables pilas de periódicos de los años cincuenta, toneladas de películas de todo género, una muñeca a la Marilyn Monroe o una reproducción tamaño real de Bibi Gaytán, en algún tiempo musa de escritores. Así comienza un relato de su vida, no del tipo de los extractos biográficos que hace el Conaculta- inba o la Wikipedia, sino uno a su manera: con gustosas anécdotas, cada una como una cuenta esférica que, al unirse con las otras conformará un bello y cíclico collar. Con su voz pausada, que por momentos se acelera o sube y baja según la historia se lo pida, Huberto recuerda su infancia en Guadalajara. “Sentarse a la mesa tampoco era como ahora”,

asegura tajante, y recuerda cuando su padre lo interrogaba a él y a sus hermanos en el momento de la comida: “¿De dónde viene el jitomate?”, preguntaba inquisidor, ante el pánico de los niños si no atinaban la respuesta. “Desde bebé pusieron mi cuna junto a un librero de literatura. Entonces jugaba con los libros, los llenaba de papilla y hasta de caca”, dice con una sonrisa traviesa. Ya a los trece años escribía cuentos y los dejaba anónimamente en el mostrador de El Informador de Guadalajara, con la esperanza de que los publicaran en sus páginas. Todos los días buscaba el periódico con inquietud para sólo llevarse una desilusión. Hasta que, para su sorpresa, una de sus historias apareció en el diario. “Debí ser médico. Es lo que se esperaba de mí. Mi padre tenía un importante laboratorio en Jalisco y quería que siguiera sus pasos.” Un día, en vez de eso, se despidió de su familia y se encaminó hacia el noviciado de San Cayetano, en Santiago Tianguistenco, donde fue educado para ser jesuita a base de rezos, estudios de griego y latín y de los clásicos, así como de castigos y penitencias. Fue un psicoanalista de la orden quien le hizo ver que sólo había huido de casa y su vocación estaba en otro lado. Con los semblantes curiosos de su auditorio, continúa la cena en la mesa de Matamoros 170, en Tlalpan, donde tantas personas se han sentado a lo largo de los años, a manera de tertulia, para compartir opiniones sobre política, pintura, música, matemáticas, filosofía, habladurías... Ahí donde el tiempo se dilata y los minutos se encojen o se estiran al antojo, y una visita de doctor se puede convertir en una de ocho horas sin respiro, sin siquiera advertirlo. “Huberto, pero qué es eso”, pregunta una guapa escritora desde una esquina del comedor, frunciendo el ceño al ver que “el maestro”, como le llama, muestra a su público una mantita ensangrentada, la de su familiar Luis Bátiz, ahora santo. “Pude seguir el camino de la Iglesia, también. De continuar en la Compañía de Jesús, hubiera salvado almas, en vez de perderlas, como lo hice”, afirma con risa. “Batis, hablemos de Sábado”, pide un hombre ya de canas sentado a la mesa, quien inició su

fructífera carrera en aquellas páginas hace ya más de veinte años. “Yo le aposté siempre a los jóvenes”, responde el que ahora es reconocido como uno de los mejores editores y “maestro de escritores”, por sus tiempos en el suplemento cultural del unomásuno. “Fernando Benítez me pedía: ‘Tráete a tus niños y hacemos un suplemento’. Y duramos veinticinco años”, cuenta con orgullo y cierta nostalgia. Con ochenta años cumplidos, Batis se acuerda de vivencias con sus guías Alfonso Reyes, Julio Torri, Antonio Alatorre o Fernando Benítez –con quien publicó en La Cultura en México desde los veinte de edad. Habla con cariño y recuerda aventuras vitales y librescas al lado de sus contemporáneos Juan García Ponce, Emilio Carballido, Hugo Gutiérrez Vega, Juan Vicente Melo, Inés Arredondo o Juan José Gurrola. Y revive pasajes memorables con sus alumnos, y más tarde colegas, Adolfo Castañón, Alberto Ruy Sánchez, Pura López Colomé, entre tantos nombres más tan entrañables. De sus compañeros de generación, “casi todos murieron jóvenes”, lamenta Batis en un giro melancólico de la conversación. “El único sano es Batis”, decían algunos, a lo que Inés Arredondo respondía: “Pero está peor que todos; está de manicomio.” Esa “locura que le permitió vivir”, y ser sobreviviente de un cáncer que sólo lo hizo más fuerte. Durante la velada, los recuerdos de distintas épocas confluyen: Cuadernos del Viento, la Revista de Bellas Artes, la Dirección General de Publicaciones de la unam , la Revista Mexicana de Literatura, la Dirección Editorial del fce , la Ibero, el unomásuno, El Colegio de México y sus más de cincuenta años en la unam , que son sólo picos en una apasionante trayectoria. Conforme la plática va alcanzando su fin y el brandy se agota, Batis enuncia el origen de los vocablos, otra característica de su personalidad, sin duda heredada del riguroso estudio durante su tiempo en el noviciado y en la Facultad de Filosofía y Letras como estudiante o profesor. La etimología más atrayente, sin duda, y la que refiere más conmovido es la de “filología”: el “amor por las palabras”, ése que ha marcado el paso de sus días •

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