■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 15 de mayo de 2016 ■ Núm. 1106 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Fernando del Paso entre la historia y la ficción del Paso y la vocación novelesca de la historia Gustavo oGarrio El estilo literario en Fernando del Paso
enrique Héctor González
Entrevista con Roberto Saviano
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Alexander Naime S. Henkel
La maleta de
Es interminable la lista de los premios y reconocimientos
San Antonio
obtenidos por Fernando del Paso a lo largo de su trayectoria creativa, que además de sus célebres novelas Noticias del Imperio, Palinuro de México, José Trigo y Linda 67 incluye poesía, literatura infantil, teatro y ensayo, pero también obra plástica, difusión cultural y un fecundo paso por la publicidad. Los recientes festejos por sus primeros ochenta años de vida, así como el otorgamiento del Premio Cervantes de Literatura –con el que se suma a Octavio Paz, Carlos Fuentes, Sergio Pitol, José Emilio Pacheco y Elena Poniatowska como el sexto autor mexicano que lo recibe–, son claras manifestaciones del primerísimo lugar que Del Paso ocupa en el ámbito de la cultura en lengua hispana. Los textos de Enrique Héctor González y Gustavo Ogarrio aquí publicados se hacen eco de esa importancia. Completa el número una entrevista con el italiano Roberto Saviano, el polémico autor de Gomorra y CeroCeroCero, donde habla de sus temas y motivaciones literarias.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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uando Jonás Pérez Salas llegó a casa, ella ya llevaba un día entero en la Subdirección de Alternancias Evidenciables de la Coordinación Médica Forense con las cicatrices de la liposucción y extracción de costillas bien cocidas, las uñas recortadas y los talones limados, la piel embellecida con tratamientos especiales y perfumada con bálsamos de Francia, esperando –manca, decapitada, mutilada y sin una sola gota de sangre, dentro de una maleta azul– a que la inspeccionaran. En las cámaras de la terminal El Rosario, colindante con el Estado de México, se ve a un anciano arrastrar una maleta azul. El anciano y la maleta subieron y bajaron escaleras. Pasaron torniquetes. Viajaron once estaciones y al llegar a San Antonio el anciano descendió con la maleta, esperó unos instantes en el andén y se fue sin la maleta. Nadie sospechó del contenido. Dos horas después, usuarios del Metro alertaron a las autoridades. Para inspeccionar, la Policía Auxiliar fue remplazada por la Policía del Agrupamiento Fuerza de Tarea de la Unidad Policíaca Contractual, la cual acordonó la zona y se retiró para dejar que le Policía Provisional de Contingencia Urbana Delegacional hiciera el levantamiento de pruebas requerido para limpiar la zona, pero al llegar a la escena el jefe de estación les informó que la Policía Especializada de Cud estudiaría los hechos pero ésta nunca arribó a la escena porque el Director Regional de la Delegación le informó que la Policía Auxiliar ya levantaba la evidencia. Mientras tanto, el jefe de gobierno capitalino emitió un comunicado informando a la población de los hechos ocurridos en la estación San Antonio. El comunicado aseveraba que el crimen había sido cometido en el Estado de México y que los asesinos sólo dejaron la evidencia en la estación. En respuesta, el gobernador mexiquense instó a las autoridades capitalinas a asumir responsabilidad ante la delincuencia y a no aventar culpas ya que a él nadie le “echa el muerto de nadie”. El jefe de gobierno informó que reforzaría el personal de patrullaje de la frontera con el Estado de México porque era “imposible vivir en paz colindando con la anarquía”. El gobernador mexi-
quense reforzó su frontera justificando que el jefe de gobierno buscaba invadir su territorio. Horas después, el presidente se vio forzado a comentar sobre la escala de acciones preventivas entre las dos entidades, declarando que “México es un país comprometido con los mecanismos para no obstante combatir la violencia y no por ello estas dos entidades que no pueden, ya que, científicos y sociedad lo han dicho, en el ejercicio de sus políticas públicas y asumido en legislación propia combatir el crimen en lo que ocurre, en lo que está ocurriendo, con los seres humanos, hemos también lamentablemente afectado el marco de la responsabilidad de este fenómeno global que es, la violencia. Así que le pido al señor gobernador y al jefe de Gobierno, de comprometerse, de desistir estos ensayos de egocentrismo que a final de cuentas cuyas resoluciones no obstante afectan a la población que en sí somos todos los mexicanos. Muchas gracias. Y viva México.” Al segundo día, los médicos inspeccionaron a detalle el contenido de la maleta. Primero percibieron el fuerte olor a perfume emanando de bolsas negras selladas con cinta adhesiva. Al manipularlas identificaron que eran partes del cuerpo humano. Era Ella. Engrapado a la solapa de la maleta, entre los miembros disecados, había una nota. La nota leía: “No le robes a la familia. Vas tú Jonás Pérez Salas”, pero para entonces Jonás ya nunca salió de casa
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Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Diseño de portada y dossier: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: Noticias de Fernando Foto de AFP Photo / Gerard Julien
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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Ricardo Guzmán Wolffer
La visión externa de
Don Winslow NACIÓ EN ESTADOS UNIDOS; ES ESPECIALISTA EN NOVELA NEGRA. TIENE UN EXTENSO CONOCIMIENTO DE LAS PRÁCTICAS DEL NARCO EN MÉXICO.
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on Winslow (EU, 1953) escribe novela negra y sus ventas millonarias hablan de la calidad de su escritura, pero también del conocimiento sobre los temas que trata. En sus dos libros sobre el narcotráfico en México (El poder del perro, 2005, y El cártel, 2015) evidencia la investigación necesaria para escribir sobre ello. No hace falta que para muchos personajes no use el nombre real: las descripciones obligan a saber quién es. A diferencia de las novelas sobre su detective Neal Carey, donde la trama suele ser sorpresiva, bien escrita y de la que deriva un entretenimiento que justifica la lectura, las novelas sobre el narcotráfico van más allá de la mera diversión. Un historiador o un sociólogo podría develar las huellas del crimen en México teniendo como referencia sólo a Winslow. En El poder del perro muestra los hechos de los setenta que llevaron a la configuración de los cárteles que sobreviven hasta la fecha, con la complicidad de las autoridades; en El cártel estamos ante los narcos del siglo xxi . Más allá de esa investigación y de la manera de plasmarla, con lo que estamos ante una lectura fluida, cambio de escenario en el momento justo, personajes logrados, historias impactantes por saberlas ciertas, lo más importante es el mensaje que subyace a la narración directa. Winslow es claramente un autor que vende bien en su país natal y en todo el mundo. Tan se le sabe conocedor del tema que El cártel, ya con ingresos millonarios, incrementó sus ventas ante la captura del Chapo Guzmán, como si fueran a encontrarse pistas de la vida de este narco publicitado por Forbes. El cártel contiene las luchas entre cárteles, la intromisión de la dea en México, muestra el estilo de vida narco y deja bien claro que los políticos están involucrados y se benefician económicamente. También aclara que algunos policías en verdad luchan por el bienestar del país, pero son los menos; y, de todos modos, cuando se trata de evitar un mal mayor, sin asomo de culpa pactan con el narco. Recursos usados durante siglos, como colocar imitadores de los buscados para confundir al enemigo; aquí un obsesionado agente de la dea en matar al Chapo, aunque use otro nombre. Cuando el público se extraña respecto de la costumbre del narco de evidenciar las ganancias con casas horribles, armamentos bañados en oro, coches y joyas, Winslow explica la necesidad de mostrar ese poder más para la propia organización delictiva que para los demás: el rey necesita mostrarse como tal, o pierde el respeto de sus subordinados. El autor explicita las torturas de los Zetas, el fanatismo de los michoacanos
para justificar las matanzas y escandaliza a los lectores de otros países. En México, por muy horrorizados que estemos, sabemos que no hay mucha exageración en las descripciones. Para un público estadunidense, todo sonará muy parecido a las guerras promovidas por Estados Unidos y a las atrocidades hechas en el sudeste asiático o en el Golfo, y ni se diga en la guerra contra el terrorismo, desde Nixon hasta Obama: Winslow vende porque muestra a un amplio público gringo que los narcos son iguales o peores que el ejército gringo, y eso les da un pequeño suspiro. Y es que, implica el autor, en una guerra donde se busca encarcelar enemigos para efectos publicitarios, el respeto a la vida no resulta útil: los capos dirigen sus imperios desde la cárcel. La huida del personaje central de la cárcel de Puente Grande es presentada como una consecuencia ineludible al poder que incluso adentro tiene sobre carceleros, policías y funcionarios. Sería necesario torturar y matar para lograr disuadir a los asesinos. En la novela se plantea la existencia de una célula de “matazetas” conformada por marinos mexicanos, asesorada por el agente de la dea : no puede haber tregua con una organización donde siempre habrá repuestos para todos los niveles. Y si falta personal, será reclutado a la fuerza. De ahí la necesidad del exterminio. La del autor es una mirada estadunidense que no hace concesiones; ni siquiera con la propia población gringa, consumidora inamovible de las toneladas de droga que ingresan todos los días al vecino país. Juárez y Nuevo Laredo son los sitios estratégicos donde la guerra se desarrolló durante años, ante la imposibilidad oficial de contenerla: muertos, extorsiones, pueblos desocupados. Winslow nos recuerda lo que se omite en los medios con el cambio de sexenio. Como si la pesadilla vivida en el sexenio de Calderón debiera olvidarse. Decenas de miles de cadáveres perdidos, sin identificar. Winslow explica el mecanismo para acallar a periodistas y expone la libertad mediática en internet. El “Blog del narco”, aquí llamado “esta vida” muestra fotos, videos, notas de muertos y torturas sin ningún recato, y expone la autocensura en los medios, además de la compra de plumas. Por algo México es de los países con más periodistas muertos. La problemática de los niños sicarios es puesta a la mano. Las noticias aisladas de asesinos menores de edad no muestran la realidad: durante décadas se han usado para casi todas las etapas del narcotráfico. En El poder, Winslow concluye que a muchos las condiciones sociales no les permitían otra opción: narcotráfico o muerte. Es la absoluta impunidad ante la desolación irremediable. ¿Qué más da confirmar nombres de políticos involucrados? En un sistema pensado para que el fuero sirva de escudo infalible, la bonanza miserable de los cómplices en el poder no oculta a millones de huérfanos, unos por perder a los ascendientes, otros por vivir en tal pobreza que los padres no tienen opción de ofrecer lo indispensable a esos millones de niños. Muchas aristas expone Winslow, pero la novela concluye con el final que el público gringo amaría para el capítulo que vivimos en México en la segunda década del siglo xxi : la muerte del Chapo a manos de un esforzado y obsesionado agente de la dea , tan capaz que logra controlar a las policías mexicanas y a los políticos gringos: el individuo que por sí mismo logra cambiar al mundo e imponer su visión: el american dream exitoso
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VOZ INTERROGADA
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Mafias, cárteles y bandas entrevista con Roberto Saviano Fabrizio Lorusso Como es bien sabido, una de las vertientes temáticas más importantes en el trabajo como narrador, ensayista y periodista del italiano Roberto Saviano consiste en la exposición y el análisis del panorama mundial de la producción, el comercio y el consumo de estupefacientes. En esta conversación, que se suma a la publicada en este diario el pasado 30 de enero, el autor de CeroCeroCero, Gomorra, Lo contrario de la muerte y La belleza y el infierno habla del vínculo directo, así como las diferencias de grado establecidas entre cárteles de las drogas, bandas criminales –conocidas como BaCrim– y mafias alrededor de todo el mundo.
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n CeroCeroCero afirmas que la cocaína gobierna al mundo, pero ¿y la heroína? ¿Las metanfetaminas? ¿Qué papel o alcance tienen hoy? –Hablo así de la coca porque es una droga performativa, es la droga de drogas, que no es percibida como tal. Por lo tanto queda como la reina de las drogas por la sensación y los daños que provoca, en el sentido de que, si la sabes manejar, no te lleva inmediatamente a ser su esclavo; es una relación muy compleja. Con la heroína, después de un uso promedio inicial, enseguida te vuelves dependiente, mientras que la coca te permite una gestión mayor, lo cual no significa que no te haga daño. Las metanfetaminas están creciendo mucho, junto a la heroína, pero ésta crece por otro motivo. Nace como nuevo mercado por varias razones. Antes que nada, porque para hacerle competencia a la cocaína se están bajando notablemente sus costos, que ya eran bajos. Además ha cambiado el consumo: hoy en día la heroína se
de la literatura a la EL ESCRITOR ITALIANO, AUTOR DEL CÉLEBRE LIBRO GOMORRA, ES TAMBIÉN PERIODISTA Y ENSAYISTA.
fuma o se inhala. La revolución es ésta: ya no se introduce al cuerpo con una aguja, es como si fuera más “socialmente aceptable”. Los daños son los mismos, pero la imagen es diferente: el pinchazo se asocia con el sida, la hepatitis, la desesperación, el “drogadicto-zombi”. –Según la dea, los cárteles mexicanos están “creando la demanda” al promover la heroína. ¿Por qué? ¿Qué dinámicas has detectado? ¿La tendencia es la misma también en Europa? –Los cárteles están promoviendo la heroína porque la producen en Sinaloa, es de excelente calidad, no cuesta nada y entonces consiguen venderla en Estados Unidos a precios muy inferiores a los de la coca. De esta manera logran ampliar el mercado: más consumidores y siempre, inclusive en períodos de crisis. En Europa se registra lo mismo; en Italia, sobre todo en Milán y en Perugia. Esta ciudad es una capital de la heroína en el sur de Europa, y en todo el este europeo la heroína es fuertísima: los cárteles rusos, ucranianos y georgianos se volvieron más fuertes gracias a esto. –Has hablado de la evolución de algunas organizaciones criminales mexicanas en verdaderas mafias. ¿A cuáles grupos te refieres y en qué sentido? ¿Qué alcance tienen, entonces, los términos “cártel” y “BaCrim” (banda criminal)? –El cártel tiene una estructura jerárquica– militar compleja y tiende a construir lo que es el motivo por el cual se le define así, o sea el precio de la substancia. El cártel combate porque su propio precio “se haga cártel”, es decir, lograr que sea el mismo grupo el que determine el precio de la coca o de la droga más en general. La Ba-Crim es una banda criminal que no cuenta con una organización o jerarquía tan compleja como el cártel. Hay un jefe y hay integrantes. No tiene siquiera una complejidad de intervención en el territorio. Las Ba-Crim se forman usualmente por la disolución de organizaciones más grandes y estructuradas, como sucedió por ejemplo tras la desmovilización de las auC colombianas, y ganan a través del crimen, incluso de pequeños crímenes: roban coches, manejan prostitutas, hacen asaltos, venden alguna droga. La banda criminal es otra cosa con respecto del cártel que, a su vez, es otra cosa con respecto de la mafia. Lo digo a menudo: los narcos actúan por dinero, los mafiosos para construir un sistema de poder del cual el dinero sólo es una de las herramientas. Las mafias, y por ende la estructura mafiosa, son un paso ulterior respecto del cártel y las organizaciones mexicanas hoy son mafia. Entonces, según yo, quienquiera que hoy utilice las palabras nar cos o cártel, está usando una acepción menor, una clara acepción menor que no tiene nada que ver con la descripción de los hechos.
–¿Qué estructura tienen las mafias mexicanas? ¿Redes, multinacionales integradas, franquicia u otras? –La estructura de la mafia mexicana es, como decíamos, compleja. Decir mafia es decir reglas morales y culturales que, entonces, derivan de años de usos, caminos, elecciones, comportamientos. ¿Es una multinacional? Sí, porque siguen el camino propio de la multinacional, pues producen en un territorio favorable y venden en un territorio favorable, lo cual se traduce en mano de obra de bajísimo costo y en ventas en las zonas que ofrecen mayores ganancias y en donde el producto es más demandado. En algunas organizaciones mexicanas podemos encontrar también el modelo de la franquicia, o sea de células autónomas que, sin embargo, operan en territorios distintos con base en reglas y comportamientos comunes. Los Zetas, por ejemplo, se organizan de esta manera sobre el territorio mexicano, pero los cárteles frecuentemente cuentan con células en países extranjeros como Estados Unidos o España… Hoy en día en España hay numerosas investigaciones para averiguar si es demostrable su presencia allí. Yo estoy seguro de ello, pero estamos todavía en el inicio. La franquicia lo es tam-
El cártel combate porque su propio precio “se haga cártel”, es decir, lograr que sea el mismo grupo el que determine el precio de la coca o de la droga más en general.
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s criminales: realidad
Tasa de Piero, CC-BY-SA-3.0. Fuente: it.wikipedia.org
bién en la violencia: hay grupos que, bajo la égida de una organización o de un cártel, deciden adoptar las prácticas más feroces, bárbaras, como las decapitaciones. De alguna manera es un mecanismo que utiliza también el terrorismo islámico, que tomó muchas de sus prácticas de las organizaciones mafiosas. La decapitación, herramienta del ei / iSiS (Estado Islámico), que ya muchos años antes había sido usada por los cárteles mexicanos (aunque estoy consciente de que la decapitación es una herramienta de guerra nacida con el hombre mismo), y los homicidios rituales siempre han sido perpetrados por las organizaciones criminales. Un detalle según yo importante acerca de la cuestión de la franquicia es que se trata de una suerte de estructura comparable a la de las organizaciones informales: o sea, es cuando una persona en Milán quema un cajero bancario y yo, que tengo una organización contra los cajeros del otro lado del mundo, siento que aquella acción la puedo reivindicar, puedo atribuírmela, aunque no la haya organizado yo, ni la haya conseguido hacer yo. En fin, frecuentemente la diferencia entre las organizaciones italianas y las mexicanas es que estas últimas tienen fuerte este aspecto: hay apéndices en el territorio, personajes que se mueven autónomamente y luego, para no ser masacrados y promover su propio ascenso, deciden trabajar por cuenta del Cha po, aun antes de que el Chapo decida que sí o no. Ellos realizan actividades criminales y dan lo que deben, por ejemplo al cártel de Sinaloa, y entonces Sinaloa los incorpora, los toma. Por lo tanto, su comportamiento está ya “dentro del cártel”, pero el cártel aún no los reconoce. Obviamente, si llegaran a moverse contra el cártel estarían muertos. –¿Cómo definirías las dinámicas entre las organizaciones criminales más globalizadas? ¿Ves más cooperación o competencia? –Las dinámicas entre las organizaciones criminales son de grandísima colaboración y, al mismo tiempo,
Cuando una familia calabresa no paga la coca, muchas veces intervienen otras organizaciones calabresas para pagar su deuda y por eso todos están felices de trabajar con la ‘ndrangheta. de grandísima competencia. Hay numerosas investigaciones que demuestran la colaboración entre las organizaciones colombianas y la ‘ndrangheta, no sólo para hacer llegar la coca a Italia, sino también para llevarla a Nueva York y a Canadá, en donde los calabreses son muy fuertes. En años recientes, los mexicanos han tratado de entrar directamente en el mercado europeo de la cocaína, territorio que hace un tiempo era un coto exclusivo de las organizaciones colombianas (mientras que los mexicanos vendían sólo en el norte de América). Entonces los cárteles mexicanos se están volviendo competidores de los colombianos para la distribución en Europa. Además, los grandes distribuidores confían la distribución al menudeo a varias organizaciones: por ejemplo Nueva York es una ciudad donde gran parte de la estructura distributiva de los pushers está bajo el control de los dominicanos, una organización criminal muy fuerte junto a la jamaiquina.
Ambas son esencialmente ignoradas porque no se masacran en las calles. La cooperación nace por una razón específica: el aprovisionamiento tiene que llegar de Sudamérica, por lo que las relaciones que, por ejemplo, tienen los napolitanos, los calabreses, los albaneses o los serbios con los cárteles sudamericanos no pueden ser sino colaborativas, pues de lo contrario se cierra la relación y ellos están acabados. En este sentido, las organizaciones italianas son las que tienen una mayor colaboración con las sudamericanas por regla de honor. Un simple ejemplo: cuando una familia calabresa no paga la coca, muchas veces intervienen otras organizaciones calabresas para pagar su deuda y por eso todos están felices de trabajar con la ‘ndrangheta. Pagan esa deuda, luego se van a desquitar a su manera, habrá una mano violentísima que caerá sobre la familia incumplidora, pero éste es un problema de ellos, interno, italiano. El frente fundamental es que los italianos siempre pagan, por lo tanto con los italianos puedes pactar acuerdos entre caballeros, puedes fijar precios óptimos y puedes confiar: este es el mecanismo. La competencia: también sobre esto hay especificidades. No es que por ejemplo dominicanos, mexicanos e italianos se masacren para controlar Nueva York o Londres. Incluso la modalidad de matarse, la elección de pelear, dependen mucho de los negocios, porque si tú decides matar, como se hizo en Duisburg a causa de la que, sin embargo, era una disputa interna de las organizaciones calabresas, o bien, por decirlo así, si calabreses y rusos decidieran dispararse por las calles de Berlín, al día siguiente todos sus referentes políticos corruptos tendrían que dejarlos, ya no podrían secundarlos. La presión política, social y mediática sería tan grande como para forzar a todos los negocios a detenerse. Esto hace que en las grandes ciudades hoy, a diferencia de ayer, no haya luchas de clanes. Por lo tanto, los mismo grupos mexicanos, italianos, rusos, que se matan en su propia casa, no se matan en Nueva York o Montreal, en donde hacen negocios, a veces juntos incluso
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Enrique Héctor González
El estilo literario en
Fernando del Paso
Foto: Marco Peláez/ La Jornada
HA SIDO DIPLOMÁTICO, PINTOR, DIBUJANTE Y ESCRITOR DE VOZ VIGOROSA. ES AUTOR DE NOTICIAS DEL IMPERIO, UNA DE LAS MEJORES NOVELAS HISTÓRICAS. SU “VASTA MAQUINARIA VERBAL” ES MUCHAS VECES SURREALISTA. I
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l humorismo en la literatura ha fecundado productos notables aun antes de que, como tal y bajo la acepción moderna del término, la crítica hubiera estado dispuesta a reconocerlo. Como actitud vital y filosófica, tiende a desentenderse de las rígidas ideas que una visión unívoca de la realidad obliga siempre a asumir. En la literatura mexicana no abundan los ejemplos de obras humorísticas o de autores dedicados en exclusiva a su cultivo. En escasos atisbos del teatro prehispánico, en ciertos poemas de Nezahaulcóyotl, sobrenadando algunas crónicas de conquista (de manera casi siempre involuntaria) y, por supuesto, en la comedia novohispana y en los poemas jocosos de la monja jerónima, la presencia del elemento lúdico, sin ser flagrante, resulta más o menos evidente. Por su parte, la vena humorística de Fernández de Lizardi y de cierta novela decimonónica (verbigracia, El hombre de la si tuación, de Manuel Payno) sirven apenas de contrapunto a nuestro Romanticismo y Realismo plomizos y demasiado corrugados, en términos generales, pues son gaviotas que no hicieron verano los retratos costumbristas y caricaturescos de autores como Ángel de Campo o López Portillo y Rojas. Hacia el siglo xx el panorama cambia, sin duda, pero no de manera sustancial, si bien la poesía estridentista y ciertas cabriolas calemburescas en la obra de Villaurrutia acusan un tratamiento formal casual e irreverente, juguetón e insumiso; por su parte, Tablada, Novo,
Efraín Huerta y Gerardo Deniz son poetas vigesémicos (autores del siglo xx , como decimonónicos son los del siglo anterior) por cuya obra atraviesan, a veces, gatos agazapados en su sonrisa oblicua. En prosa la cosecha es más abundante, sin perder de vista, como queda sugerido, que la nuestra es una literatura casi siempre seria, cuando no solemne o dramatizante. Fuera de ese notable cuento de Rulfo, obra maestra de la narrativa breve amena y con el personaje cínico mejor trazado en nuestra historia literaria, el Lucas Lucatero de “Anacleto Morones”; de la obra de Jorge Ibargüengoitia y Carlos Monsiváis; de la prosa desternillante y al mismo tiempo concisa e irónica de Julio Torri; del regocijo, otra vez, de Salvador Novo y el ánimo desenfadado de Tito Monterroso; de algunas crónicas y cuentos de Juan Villoro y de los atrabilarios artículos de Guillermo Sheridan, son pocos los autores dispuestos a desenfundar el alma de su cripta de responsabilidades sabihondas para enjuagarla en el espacio relativizador del humor, caldo en que se escalda la lengua todo discurso unívoco y donde pierde pie la piedad que no sabe ser indolente y la risa que no entiende de sufrimientos ambiguos.
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na de las voces más vigorosas de la literatura mexicana contemporánea es, sin duda, la de Fernando del Paso, autor repartido en una no muy
abundante cantidad de obras diversas –desde el poema eventual y el artículo originalísimo hasta la novela policíaca o el ensayo quijotesco– y concentrado en tres novelas fundamentales de la narrativa hispánica: José Trigo (1966), Palinuro de México (1977) y Noticias del im perio (1987). Es posible que la tercera de ellas sea una de las mejores novelas históricas de nuestra tradición literaria, pero no cabe duda que la segunda, por sus incuestionables méritos lingüísticos, porque es un monumental ejercicio de la ficción como arte de ingenio y, cabe decirlo, por el desolador panorama descrito en el primer apartado, es la más acabada novela humorística mexicana, la única que entronca directamente en nuestra lengua con el ápice que, en este y en muchos sentidos, representa el Quijote de Cervantes.
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a historia de México es una de las preocupaciones esenciales de la narrativa de Del Paso, aunque su obra no se plantee a sí misma como una empresa de reconstrucción histórica al estilo decimonónico de Galdós. Producto de su interés por ese México cruzado de mitos que devienen Historia y hechos cuyo origen hay que buscar en creencias milenarias, José Trigo, su primer trabajo novelístico, se apropia de una ciudad (México, dF ) y de un barrio particular (Nonoalco-Tlatelolco) para desarrollar la vida y la imaginación de un
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ferrocarrilero mexicano al que rastrea afanosamente el narrador, desamparado Juan Preciado en busca de su páramo. Así como la experimentación formal de la narración y ciertos barruntos de barroquismo verbal son la cuota de ludibrio que declara esta novela, la rica y milimétrica exuberancia narrativa del monólogo de Carlota es muestra incuestionable de la audacia formal que alcanza la prosa delpasiana en Noticias del imperio: “Me embarazó el Mariscal Aquiles Bazaine con su bastón de mariscal. Me embarazó Napoleón con el pomo de su espada. Me embarazó el General Tomás Mejía con un acto largo y lleno de espinas. Me embarazó un ángel con unas alas de plumas de quetzal que tenía, entre las piernas, una serpiente forrada con plumas de colibrí. Y quedé preñada de viento y de vacíos, de quimeras y de ausencias. Voy a tener un hijo, Maximiliano, del peyote, un hijo del cacomixtle, un hijo del tepezcuintle, un hijo de la mariguana, un hijo de la chingada.” Dislocado como el propio discurso de Carlota, el humorismo de Del Paso se abre paso entre dos de sus pasiones –la historia y la medicina– y se convierte en pleno protagonista de su prosa sólo en Palinuro de México. Sicalíptico, surrealista, desorbitado, metafísico, panteísta, el ingenio desaforado de esta novela se mueve libremente desde la anécdota misma hasta el constante juego de palabras, constituyendo una lección y una reacción de alergia frente a la escasa alegría verbal de nuestra narrativa, lo mismo que un ameno homenaje a esos grandes humoristas librescos (Cervantes, Sterne, Rabelais) cuya desmesura es disfraz de la maniática minuciosidad de su minimalismo literario. A veces, el texto involucra objetos concretos en el juego desconstructor de la ceremonia humorística y
hace pensar en el ludibrio a lo Ramón Gómez de la Serna, en esa prosopopeya donde el factor humano involucra la enfermedad y el deceso de las cosas, como ocurre en el capítulo octavo de la novela, “La muerte de nuestro espejo”: “Estefanía quiso plancharme una camisa y se encontró con que teníamos que operar a nuestra plancha Juana de un cortocircuito en el estómago. No habían pasado tres días cuando a nuestros saleros gemelos les dio retención de agua y a nuestra televisión Admiral le sobrevino un ataque de daltonismo y comenzó a confundir todos los colores.” En otras ocasiones el delirio y el exceso son de naturaleza rabelaisiana, de una exquisita obscenidad cuajada en la desmesura, reinvención de equilibrios a partir de la exaltación sexual y digestiva. En “La Priapiada”, capítulo de la segunda parte del libro, los personajes masculinos que lo protagonizan (Molkas, Fabrizio y Palinuro) se enfrascan en una competencia de virilidad sustentada en las dimensiones de sus miembros, cuya apología avanza (obviamente in crescendi) en parlamentos alternativos destinados a preconizar las virtudes, longitudes y ventajas de sus respectivos órganos: “Yo lo que puedo decirles es que mi verga representa la degeneración del Manierismo en el estilo serpentinata. Yo tengo la verga tan larga –dijo Molkas– que cuando nací el doctor la confundió con el cordón umbilical y por poco me lo corta. Eso no es nada –dijo Palinuro–, yo tengo la verga tan larga que tengo tatuado en ella el texto completo, inexpurgado, del Kama Sutra. Pero como está en alfabeto Braille tiene que leerse con los dedos.” Si existe una naturaleza gentilicia en la aproximación humorística a la realidad real o literaria, el jugueteo de
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instante, persigue, como observa Adolfo Castañón, “emancipar al lenguaje de las tutelas de la verosimilitud”.
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ach en fuga (la novela es tan musical como el Gargantúa, de Rabelais, que juega interminablemente con las modulaciones y registros del francés de la rue), suculento refrigerio de un banquete libresco, Palinuro de México es una novela profundamente corporal, profusa como un organismo vivo y en actividad delirante. Del Paso estudió medicina, como el escritor francés, pero eso explica sólo en parte la fisiología del libro, que es de naturaleza erudita de un modo más amplio, diríase renacentista, pues la sabiduría literaria que rebosa reviste perfiles botánicos y zoológicos, pero asimismo históricos, geográficos, mitológicos o pictóricos, casi siempre aderezados por la lengua franca del humor. Porque amplia y caudalosa es su naturaleza, el Pali nuro cabe en esa vieja clasificación que denominaba a estos textos totales como novelas-río, pero parece convenirle más el término de libro-mundo, un cosmos ilusorio pues parece, más bien, un caos desmesurado y febril a la manera del que constituye el Ulises, de Joyce, novela con la que comparte la atmósfera lúdica, su aleccionadora combinación de exquisitez y vulgaridad, el intento desesperado por decirlo todo. Las imágenes que genera la vasta maquinaria verbal de la novela de Fernando del Paso son muchas veces de ascendencia surrealista: músicos que crecen en los kioskos, quesos “dóciles”, vinos “que se ruborizan”, “pensamientos envasados” y estornudos con logotipo. El libro se atarea plena y placenteramente describiendo lo que es y no es Estefanía, la prima amada, lo mismo que el abuelo Francisco o, en un par de capítulos, las anómalas y delirantes agencias de publicidad que recuerdan otro oficio practicado por el autor, oficio de tinieblas que ejerció sólo en la juventud pues su creatividad se resistió a ser secuestrada por criterios meramente mercantiles y no literarios. Otro rasgo hipnótico de la escritura de esta novela hiperbólica es la manera natural con que pasa de una proposición concreta y precisa a una abstracción igualmente rigurosa pero desaforada: “Estefanía nunca tuvo un metro setenta y cinco de estatura, cuarenta y tres escarabajos sagrados de ancho o veinte esmeraldas de profundidad.” Su prosa progresiva se comporta a veces como una espiral que va agregando notas a la elegía, a la oda sinfónica de Estefanía, columna vertebral, asidero emotivo del libro. Asimismo, son numerosos los contrapuntos que la escritura ofrece en su poliédrico procedimiento narrativo, de modo que de un capítulo a otro, como ocurre también en Joyce, la técnica se altera sin el menor escrúpulo, si bien el ritmo poético, el aluvión de metáforas y las enumeraciones ensimismadas siguen constituyendo el soporte estructural del vastísimo mural en homenaje al mundo que alienta en la novela.
Fernando del Paso en la Embajada de París. Foto: Jacqueline Colde
V Del Paso subraya, desde el título de la novela, que sus escarceos y bromas reafirman la mexicanidad de su historia, que lo es menos por un prurito cívico que por la elaborada imaginería de su condición de enorme albur verbal. Pero la novela no se entiende sólo como una muestra o mera ilustración de un recurso o un discurso autóctono, pues su clave y prodigioso procedimiento cuasi escénico es el de la subversión: de la palabra, del acto de contar, de la realidad percibida, del cuerpo y sus numerosas funciones, de la huidiza naturaleza del amor (que con humor se paga, pues su fiesta verbal parece asentarse en la adoración de Estefanía). Además, el cuidadoso caos de sus 700 páginas, en su promesa de inventario, de querer agotarlo todo y abarcar la totalidad del
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alinuro de México es un libro de paréntesis y parentescos interminables, una obra donde la palabra es cuerpo, verbo encarnado; donde el incesto es tentación garciamarquiana y la digresión un desternillante guiño a Sterne y la escatología revelación de Rabelais y la riqueza verbal y la ocurrencia infinita bacilos propios de la buena leche de Joyce: después de todo, la Vía Láctea es, como sugiere el libro, resultado de una masturbación de Dios. Nada mejor que celebrar a Fernando del Paso, en sus ochenta años y a propósito de su flamante Premio Cervantes, de la mejor manera posible: releyendo la incesante pertinencia de su obra
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ernan F Gustavo Ogarrio
CUMPLIÓ OCHENTA AÑOS EL PRIMERO DE ABRIL Y RECIENTEMENTE LE FUE ENTREGADO EL PREMIO CERVANTES 2015. EN SUS LIBROS DEL PASO HACE UNA “RECONSTRUCCIÓN ARTÍSTICA DEL PASADO”.
ción lingüística que ahora (1967) se extiende también sobre América Latina y transforma el viejo español clásico con mayor rapidez de lo que el país materno alcanza a hacerlo, procede sobre todo de Joyce. Y Del Paso construye su obra conscientemente sobre el modelo en su estudiada técnica estilística, manteniendo como fabulador una independencia total. Tiene también, naturalmente, precursores más cercanos: en primer lugar, Carlos Fuentes, quien pocos años antes escribió la novela mexicana más vital y de más envergadura, La región más transpa rente, y, en segundo, Asturias con sus vehementes aceleraciones estilísticas.
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Foto de Fernando del Paso tomada por Daniela Edburg para Federico Álvarez
al parece que la historia es una obsesión para los novelistas latinoamericanos o, como sería planteado por Enrique PupoWalker, es posible advertir una “vocación literaria del pensamiento histórico en América”; vocación en la que no es fácil distinguir los límites de la ficción en su articulación con un uso determinado de la historia. Sin embargo, la novela latinoamericana de la segunda mitad del siglo xx ha conquistado su derecho a fusionarse con la noción misma de historia. La Nueva Novela Histórica, como la conceptualiza Seymour Menton, afirma una cierta supremacía finisecular de este subgénero literario que también revela los conflictos propios para delimitar los géneros de ficción de los géneros que establecen una relación directa con la “verdad” del pasado: “Pese a los que teoricen sobre la novela del pos boom, los datos empíricos atestiguan el predominio, desde 1979, de la Nueva Novela Histórica, muchas de las cuales comparten con las novelas claves del boom el afán muralístico, totalizante; el erotismo exuberante; y la experimentación estructural y lingüística (aunque menos hermética)”. En este arco de novelas, Seymour Menton ubica a Noticias del imperio, de Fernando del Paso, como una novela cuya complejidad artística no radica únicamen-
te en la carnavalización del pasado mismo o en el ocultamiento de las fuentes históricas: “Fernando del Paso nombra sus fuentes literarias para elaborar retratos detallados, multifacéticos, sin embargo, no definitivos de sus personajes históricos”. ¿Cuál es este uso particular –muchas veces directo y otras tantas alegórico– de la historia y de las líneas de fuga de la historia de México en la obra de Fernando del Paso, en particular en su novela Noticias del imperio, pero que de algún modo ya está presente en novelas anteriores como José Trigo o Palinuro de México? ¿Qué reconstrucción artística del pasado encontramos en las novelas de Fernando del Paso? ¿Qué relación existe en su obra entre nación, historia y novela?
NOTICIAS NARRADAS DE UN DELIRIO TRÁGICO Y MORTAL LLAMADO MÉXICO
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n su prólogo de 1967 a José Trigo, Artur Lundkvist señala las claves de esta novela tanto en su dimensión cosmopolita como en su relación con la novela mexicana del siglo xx : En la liza que ha surgido entre latinoamericanos por escribir el equivalente del Ulises de su continente, Del Paso se ha acercado más que ningún otro a la meta. La revolu-
Los dos “temas” de José Trigo, la figura social y popular del ferrocarril, las huelgas del gremio en los años cincuenta y sesenta del siglo xx –como herencia de la Revolución mexicana– y que fueron derrotadas, así como la cruzada cristera, un movimiento armado y religioso de signo contrario a la Revolución, van a ser también los “puentes” sobre los cuales va a surgir el espectro de José Trigo y la interrogación sobre su identidad: “¿José Trigo? / Era. / Era un hombre. / Era un hombre de cabello encarrujado y entrecano. Tenía cuántos años. Treinta y cinco, cincuenta. Cincuenta y cuatro trenes salen todos los días de la vieja estación de Buenavista y yo los cuento como cuento los años.” José Trigo: un símbolo, una interrogación que se va respondiendo con rumores, con miradas y testimonios fugaces que arman también su condición de espectro que revela su no-existencia al final de la novela. Afirma Lundkvist: ¿Quién es José Trigo, que ha dado su nombre a la novela? No es nadie o es todos, cualquiera, una mistificación, un símbolo indefinido. Se pregunta por él a lo largo de todo el libro: ¿dónde está José Trigo, quién lo conoce, quién lo ha visto? A veces parece existir en el mundo de los sentidos como una determinada persona: lleva un cajón en la espalda –que es un ataúd infantil, blanco o negro–, está perdiendo un zapato o acaba de perderlo, lo sigue una mujer –a la que ha abandonado el traidor Manuel Ángel–: su hijo acaba de morir y ella lleva en los brazos un gran ramo de girasoles. Pero tal vez ese hombre no sea José Trigo.
La figura fantasmal de José Trigo se emparenta con otros personajes de la novelística latinoamericana del siglo xx , como el mismo Ixca Cienfuegos (La región más trans parente) y su “eterno salto mortal hacia mañana”; como Larsen o Juntacadáveres (El astillero y Juntacádaveres,
ndo del Paso
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y la vocación novelesca de la historia respectivamente, de Juan Carlos Onetti) y su doble muerte como figura narrada por los rumores, los chismes y las especulaciones de los habitantes de Santa María; y como el mismo Palinuro: “PALINURO ERA UN MUCHACHO / sin experiencia en la vida. Lo que es más, un muchacho sin nombre. Para que eligiera el suyo, para que escogiera el nombre que le daría fama en la vida, el gerente de la Agencia Encantada, acompañado por Estefanía (la madre de la tortuga, la señora del Edén terrenal de los chinos inmortales Hsi Wuang Mu) condujo de la mano a Palinuro rumbo a…” Si José Trigo puede ser entendida como la novela que relata la derrota modernizadora tanto de las rebeliones ferrocarrileras como del anacronismo humanizado de la rebelión cristera, Palinuro de México ha sido interpretada como la narración carnavalesca y alegórica de la muerte de un estudiante de medicina en la matanza de estudiantes de 1968, en el teatro de la historia contemporánea de México: el Estado mexicano y su poder de exterminio, extraviado en su vocación de muerte, narrado desde las entrañas de una ficción novelesca que, desde la múltiple referencialidad cosmopolita, culta y popular a un mismo tiempo, se enfrenta con su poder de vida, arte y comedia, a su propia aniquilación y permanencia.
HISTORIA Y FICCIÓN: LA EVOCACIÓN DEL IMPERIO
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l hablar de sus novelas en su ensayo “Un siglo y dos imperios” (1989), Fernando del Paso expresa de manera sumamente didáctica el uso peculiar de ciertas ideas sobre la historia, enfatizando sobre su apropiación narrativa del efímero segundo Imperio mexicano: “La historia no se repite, pero a veces se parodia a sí misma: el pretexto que buscaba para intervenir en México Napoleón iii el Pequeño –el sobrino de Napoleón el Grande– y que alguna vez soñó con transformarse en rey de Nicaragua, la excusa para derribar la República presidida por Juárez, inaugurar una monarquía y poner al frente de ella a un príncipe Habsburgo, fue la insolvencia de México.” También justifica este regreso novelesco al pasado decimonónico que abre un ciclo de ficción histórica que perdura hasta nuestros días: “Las grandes conmociones sociales y políticas del siglo pasado [xix] todavía, sin embargo, están en espera de los escritores que las novelen. Novelistas de nombre, Altamirano, Payno, Mateos y otros muchos, están muy lejos de alcanzar la altura y la profundidad de algunos de sus contemporáneos, como Flaubert, Zola o Tolstoi.” Yo soy María Carlota de Bélgica, Emperatriz de México y de América. Yo soy María Carlota Amelia, prima de la Reina de Inglaterra, Gran Maestre de la Cruz de San Carlos y Virreina de las provincias de Lombardovéneto acogidas por la piedad y la clemencia austriacas bajo las alas del águila bicéfala de la Casa de Habsburgo…. / Yo soy Carlota Amelia, Regente de Anáhuac, Reina de Nicaragua, Baronesa del Mato Grosso, Princesa de Chichén Itzá. Yo soy Carlota Ame-
lia de Bélgica, Emperatriz de México y de América: tengo ochenta y seis años de edad y sesenta de beber, loca de sed, en las fuentes de Roma. / Hoy ha venido el mensajero a traerme noticias del Imperio. Vino, cargado de recuerdos y sueños, en una carabela…
Al definirse el tono y la perspectiva de la narradora Carlota, “Emperatriz de la Mentira”, un delirio narrativo desde su decrepitud alucinada y al mismo tiempo evocativa, en las primeras páginas de la novela Noticias del imperio, también se va a definir otro modo de narrar, esto mediante un relato que corre paralelo al de Carlota, compuesto por crónicas, relaciones de hechos, momentos casi historiográficos, epístolas. Una voz múltiple que también se da una licencia para mezclar un peculiar relato histórico con la radical ambigüedad de la ficción novelesca, que intimida con la definición de personajes como Benito Juárez: “‘La patria y sus hijos te bendigan Benito: porque les diste libertad, porque separaste el Poder Temporal del Poder Espiritual y acabaste con el yugo de la Iglesia…’ / Y llamarlo héroe: ‘Y triunfaste sobre los invasores y el Príncipe extranjero y restauraste la República’… / O bajarlo del nicho y maldecirlo: por atentar contra las creencias más sagradas de su pueblo, por querer hacer de México un país de herejes y protestantes. Y llamarlo traidor: por querer vender México a los Estados Unidos…” Uno de los recursos artísticos en la ficción histórica de Noticias del imperio ha sido el de la ucronía, como ese desvío de un narrador que imagina otra historia, y que es el fundamento artístico y compositivo de la misma novela: Ah, si pudiéramos inventar para Carlota una locura inacabable y magnífica, un delirio expresado en todos los tiempos verbales del pasado y del futuro y de los tiempos improbables o imposibles para darle, para crear por ella y para ella el Imperio que fue, el Imperio que será, el Imperio que pudo haber sido, el Imperio que es… / Si pudiéramos, también, inventar para Maximiliano una muerte más poética y más imperial. Si tuviéramos un poco de compasión hacia el Emperador y no lo dejáramos morir así, tan abandonado, en un cerro gris y yermo, lleno de piedras. Si lo matáramos, en cambio, en la plaza más hermosa y más grande de México…
Podríamos afirmar que en estas tres novelas de Fernando del Paso –José Trigo, Palinuro de México y Noti cias del imperio– se concentran ciertas verdades novelescas sobre tres momentos trágicos de la historia de México: la modernización autoritaria de la nación a mediados del siglo xx y el arrasamiento de las huelgas ferrocarrileras, la matanza de estudiantes de 1968 y la ambigüedad trágica del Segundo Imperio mexicano del siglo xix . En estas fracturas violentas de la nación mexicana se filtra la verdad novelesca de la obra de Fernando del Paso: si pudiéramos inventar otro país en todos los tiempos verbales; el país que fue, que no fue y que será.
EPÍLOGO DE UNA HISTORIA SIN FICCIÓN: LA VERGÜENZA CRÍTICA QUE NOMBRA EL CAMINO HACIA EL TOTALITARISMO
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ernando del Paso es quizá el novelista más autorizado en el campo de la ficción histórica para certificar la actual fractura de la nación, o de las naciones que se hacen llamar todavía México, en el proceso de autodestrucción del Estado mexicano en su agónica versión neoliberal. Del Paso ha tenido el valor de decir estas palabras que, de alguna manera, se asemejan a un personaje espectral que en su delirio sin ficción evocan la tragedia de su propia conciencia crítica sobre el presente, esto al recibir el Premio Cervantes 2015. Es el escritor del delirio imperialista que recibe de la Corona Española en plena descomposición el reconocimiento de sus verdades novelescas, en el gran teatro que es el mundo global visto desde los restos de la nación mexicana: “Las cosas no han cambiado en México sino para empeorar, continúan los atracos, las extorsiones, los secuestros, las desapariciones, los fe minicidios, la discriminación, lo abusos de poder, la corrupción, la impunidad y el cinismo. Criticar a mi país en un país extranjero me da vergüenza. Pues bien, me trago esa vergüenza y aprovecho este foro internacional para denunciar a los cuatro vientos la aprobación en el Estado de México de la bautizada como Ley Atenco, una ley opresora que habilita a la policía a apresar e incluso a disparar en manifestaciones y reuniones públicas a quienes atenten, según su criterio, contra la seguridad, el orden público, la integridad, la vida y los bienes, tanto públicos como de las personas. Subrayo: es a criterio de la autoridad, no necesariamente presente, que se permite tal medida extrema. Esto pareciera tan sólo el principio de un Estado totalitario que no podemos permitir. No denunciarlo, eso sí que me daría aún más vergüenza.”
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Un cazador de historias llamado
Galeano
Antonio Soria
HA TRANSCURRIDO UN AÑO, UN MES Y DOS DÍAS DESDE QUE EDUARDO GALEANO ABANDONARA FÍSICAMENTE ESTE MUNDO.
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acido y muerto en ese Montevideo tan suyo como fue, cada uno de ellos a su muy personal manera, para otros autores uruguayos notables como Mario Benedetti, Felisberto Hernández y Juan Carlos Onetti, Eduardo Germán María Hughes Galeano publicó en vida poco más de cuarenta títulos, a los que se ha sumado póstumamente El cazador de historias. Si se toma en cuenta que la causa de su deceso no fue fortuita sino consecuencia de una enfermedad necesariamente prolongada –cáncer de pulmón–, así como lo que se afirma en la Nota del editor firmada por Carlos e . Díaz, es decir que “en el verano de 2014”, un año atrás de la fecha de aparición de El ca zador…, Galeano y la editorial Siglo xxi habían “cerrado hasta el último detalle” del libro, y que demoraron su publicación precisamente debido a que el estado de salud del autor de Las venas abiertas de América Latina “no era bueno”, es pertinente la especulación: en algún momento Galeano debió intuir o incluso anticipar que este sería posiblemente el último de sus libros, no obstante hallarse escribiendo “una nueva obra” –prosigue la nota que abre el volumen– a la que tentativamente llamaba Garabatos. Y fue decisión de los editores incluir, como ellos mismos informan, “una veintena de esos ‘garabatos’” en El cazador de historias. Más allá de que la antedicha circunstancia dificulta imaginar que dentro de algún tiempo pueda aparecer un libro póstumo más, es el contenido mismo de El cazador… lo que mueve a pensar en clausuras y silencios, pues en efecto los dos últimos apartados de los cuatro en los que el libro está dividido, dan la impresión de pertenecer a otra obra, por la unidad intrínseca de los temas que tratan: “Autobiografía completísima”, “Brevísimas señas de autor”, “Por qué escribo/1”, “Por qué escribo/2”, “Por qué escribo/3”, “El oficio de escribir”, agrupados en el capítulo Prontuario, así como “Vivir por curiosidad”, “Última puerta”, “Pesadillas”, “Al fin de cada día”, “Al fin de cada noche”, “Vivir, morir” y “Quise, quiero, quisiera”, reunidos bajo el nombre de este último, hablan del propio Galeano de un modo distinto al habitual, o no del todo a la manera que el autor acostumbraba y en la cual fue maestro: hablando invariablemente de sí mismo pero a través de los otros, de los seres y los objetos del mundo, en especial de lo pequeño, lo aparentemente nimio, aquello en lo que muchos otros o casi nadie pone su atención. Prontuario y Quise, quiero, quisiera, esos apartados que siendo el remate de este libro lo son también, irremediablemente, de todo su opus literario, son
algo así como la firma que va al final del dilatado y unitario libro que, en el fondo, son todos los libros publicados por Galeano. Efectivamente poco dado a ventilar públicamente cualquier pormenor de su vida íntima –en las antípodas totales, por ejemplo, de Mario Vargas Llosa–, sorprende el tono cuasi elegíaco en algunas de las líneas que componen esas brevedades, es preciso insistir, sobre todo considerando que con toda seguridad Galeano pensaba en la cercanía de su ocaso biológico. Sin embargo, y de manera deliciosamente paradójica, lo que el autor de Memoria del fuego y Bocas del tiempo hace aquí es una elevada celebración de la vida, al mismo tiempo que una denuncia del horror, pero también un registro de la cotidianidad, y un retrato de los seres conocidos y desconocidos, y un apunte de anécdotas extraviadas, y el perfil, en fin, del rostro infinitamente múltiple de la humanidad y sus cuitas, las grandes y las pequeñas. En realidad estas líneas lo que deberían hacer es dejar paso completo a la cita textual, para que el lector anticipe el goce que promete ese diálogo póstumo, pero jamás último, con un autor de quien pueden, y de hecho deben, decirse todos los lugares comunes aplicables: insustituible, inimitable, fundamental, memorable, pero sobre todo algunos otros que ya no se estilan por culpa del abuso que han sufrido ciertas palabras. Eso no quita, empero, que Galeano sea un autor entrañable, dueño y difusor de muy personales vertientes del humor, la calidez y la ternura, muchas Foto arriba: Mr. Tickle, CC BY-SA 3.0. Fuente: www.wikiwand.com
de las veces juntas en un solo texto, sólido como gema y precioso como piedra. Constátelo el lector en este mínimo muestrario:
LA COSTURERA
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osía los mejores jubones, chalecos que eran elegantes corazas contra el frío, y en la ciudad de La Paz no había quien compitiera con ella en la calidad y el buen gusto de todas las ropas que creaba. Pero la maestría de Simona Manzaneda llegaba mucho más allá. Esta costurera de manos delicadas y voz suavecita actuaba contra el poder colonial. Entre sus paños hilvanados y los pliegues de sus múltiples polleras escondía mapas, cartas, instrucciones y mensajes que mucho ayudaron a la libertad de esa tierra que ahora se llama Bolivia. Y Simona cosió y conspiró hasta que fue delatada. Y le cortaron las trenzas y le raparon el pelo, y montada en un burro la hicieron desfilar, desnuda, por la plaza principal, y la fusilaron por la espalda después de aplicarle cincuenta latigazos. Ni una queja se le escuchó. Ella sabía que no moría por error.
MI CARA, TU CARA
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egún dicen los que saben, los delfines se reconocen en el espejo. Cada delfín identifica la imagen que el espejo le devuelve. También nuestros primos, los chimpancés, los orangutanes y los gorilas, se miran al espejo y no tienen dudas; este soy yo. A nosotros, en cambio, la cosa nos resulta más complicada. Ocurre en esos días de bajón y mala racha, lindos días para recibir noticias tristes y comer sopa de clavos: al iniciar esos días enemigos, uno piensa quién será este tipo que me mira, de quién carajo será esta cara que estoy afeitando.
LA LLUVIA
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ntre todas las músicas del mundo y del cielo, entre todas las que escucho desde arriba y desde abajo, yo elijo el concierto para lluvia sola. Como en misa la oigo, cada vez que se deja sonar en la claraboya de mi casa
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LEER
Jornada Semanal • Número 1106 • 15 de mayo de 2016
El libro de los americanos sin nombre, Cristina Henríquez, Malpaso, España, 2015.
UN TEMA SIN PUNTAS ORLANDO ORTIZ
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i intentáramos ubicar en qué momento surgieron los migrantes, estoy cierto de que la migración es tan antigua como la humanidad. Se me dirá que una cosa es migrar y otra el nomadismo. Es posible, pero ¿acaso ambos fenómenos no nacen de la necesidad? Necesidad de encontrar –en el caso de la tribus nómadas– lugares donde pudieran cazar o recolectar granos, frutos y plantas comestibles; necesidad de encontrar trabajo –para los migrantes actuales–, mejores condiciones de vida y seguridad, lejos de zonas de guerra. En ambos casos, a fin de cuentas, el instinto de supervivencia está en la base del fenómeno. El tema ha estado presente desde siempre en la humanidad –hacia atrás no se le ve la punta, y tampoco en el horizonte–, pero en la actualidad se ha agudizado. En Europa, son miles los migrantes que huyen de sus países para salvar la vida; en México, porque las “trumponadas” (léase bufonadas de Trump) no dejan de ser intimidantes para los paisanos –y los latinoamericanos en general– que están en el vecino país sin documentos migratorios, y para los que piensan ir en busca del sueño americano. Aquellos huyen de la muerte violenta; éstos, de la miseria y del hambre. Ese mundo ha quedado en numerosas novelas, a veces los protagonistas son los “espaldas mojadas”, o los “braceros”, o los chicanos o los pachucos o los mexicoamericanos, denominaciones que responden a momentos específicos. En este libro, los migrantes son los americanos sin nombre, denominación que uno de los personajes le asigna a los latinos en general. Y no por xenofobia, sino por rabia contra los anglosajones racistas. Esta novela aborda el tema de la migración pero con una particularidad: la familia Rivera, originaria de Pátzcuaro, se traslada a Delaware, con sus papeles en orden y un trabajo seguro, no porque el padre estuviera desempleado, sino porque su hija, Maribel, después de un accidente se ve afectada por una lesión axonal difusa y los médicos opinan que el mejor centro para su rehabilitación es la Evers School. De haber sido una adolescente vivaracha y llena de vitalidad, la chamaca queda con apariencia de retrasada mental. Se instalan en una vivienda contratada con anticipación, miserable, pero al menos es un techo. Carecen de muebles, en fin, las penurias son numerosas, pero que acepten a su hija en
el Evers anima a los padres. También resulta estimulante la solidaridad de algunos vecinos, de origen panameño, y en general de la comunidad, todos latinos, de Nicaragua, de Puerto Rico, de Venezuela, de Paraguay... Y se presenta la atracción entre Maribel y Mayor Toro, hijo de la familia vecina que apoya incondicionalmente a los Rivera. La historia linda con el melodrama –en el buen sentido de la palabra–, pues las emociones, los sentimientos están siempre en primer plano. Sin embargo, menudean las referencias sociales e históricas –las torres gemelas, la invasión de Granada, la invasión a Panamá para aprehender a Noriega, Obama, etcétera– y hay secuencias muy logradas. La autora muestra oficio narrativo, sabe manejar la tensión y tramar con astucia, desarrollando con malicia los acontecimientos, en crescendo que desemboca en un desenlace sorpresivo y sin concesiones. Sí, es una historia de amor, pero muy bien contada y resuelta con habilidad sorprendente • El sacrificio humano entre los aztecas, Michel Graulich, Fondo de Cultura Económica, México, 2016.
La primera edición de este libro, en la lengua francesa del autor –por cierto fallecido el año pasado– data de 2005, y es hasta ahora, once años más tarde, que ve la luz editorial en español. El título del mismo indica, con una claridad que se despliega página tras página, la encomiable intención del antropólogo belga: desmitificar el que para muchos ha sido, a lo largo de la historia, quizá no el único pero sí el principal asunto de interés para muchas personas a la hora de asomarse al mundo prehispánico, y concretamente a la cultura azteca. Al desprejuiciamiento colectivo está dedicado este profuso, documentado y agudamente analítico estudio, surgido de la pluma de quien fuera uno de los mexicanistas más reconocidos a nivel internacional. El sacrificio humano entre los aztecas se suma a otros títulos del mismo autor, como El arte precolombino, Ritos aztecas: las fiestas de las veintenas y Quetzalcóatl y el espejismo de Tollan. Francisco entre los lobos. El secreto de una revolución, Marco Politi, Fondo de Cultura Económica, México, 2015.
especialistas más confiables en temas que tienen que ver con El Vaticano, lo cual no es poca cosa considerando la verdadera pléyade de seudoconocedores y oportunistas que suele sobrevolar los cielos en torno a la basílica de San Pedro. El también colaborador de cnn, la bbc inglesa y France 2, entre otros medios prestigiados, ha seguido de cerca y puntualmente las más recientes sucesiones papales y, claro está, los papados a lo largo de su dilatada duración, como la de Carol Wojtila, así como en sus crisis y momentos culminantes. Uno de ellos, afirma Politi con razón, es la “transformación radical” y de largo plazo a la que se halla sometida actualmente la Iglesia católica, transformación emprendida por el papa de origen argentino que hoy ocupa ese lugar destinado para el otrora llamado Vicario de Cristo, que ha encontrado no pocas resistencias, como es obvio, dado el carácter de codiciadísima sede de grandes poderes terrenales –como lo dijera Anthony Burguess en la espléndida novela homónima– que es el Estado Vaticano. Queda por ver, y sólo el futuro tiene la palabra, lo que de cierto tenga, y lo que de real pueda ser verificado, de ese ánimo revolucionario que tantos, como el propio Politi, atribuyen a Jorge Bergoglio. Por lo pronto, y en la línea de lo que ha sido su especialidad al menos durante las últimas dos décadas, el también editorialista en Il Fatto Quotidiano describe las principales líneas de pensamiento y de acción de éste que, sin lugar a la menor duda, es uno de los líderes mundiales más polémicos e interesantes.
Los años sin perdón, Victor Serge, Universidad Veracruzana, México, 2014. En el Prefacio a la traducción de esta espléndida y en ciertos aspectos mítica novela, afirma Richard Freeman que “los libros de Serge padecieron una vida casi tan difícil como la de su autor”. No le falta razón: la vida del autor, belga de nacimiento que huyó del nazismo y terminó sus días en México en 1947, estuvo llena de vicisitudes, como dirían los clásicos, tanto como azarosa fue la suerte de sus libros: El caso Tuláyev y Memorias de un revolucionario, por citar sus dos títulos más conocidos, han experimentado –y en cierta medida siguen así– un desconocimiento demasiado parecido al anonimato y definitivamente injusto, lo cual queda comprobado con la lectura de Los años sin perdón, que incluye lo que algunos especialistas han dado en llamar “el capítulo México” cuando, en realidad y como sostiene Freeman –quien por cierto es secretario de la Fundación Internacional Victor Serge–, afirmar eso es “quedarse un poco corto”. O un mucho, vale enmendar.
Traducido por María Julia de Ruschi, este nutrido ensayo-semblanza fue escrito por el periodista y escritor romano Marco Politi, reconocido como uno de los
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En nuestro próximo número
BICENTENARIO DE El Periquillo Sarniento María Rosa Palazón
ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Naief Yehya
Agustín Ramos
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E QUÉ IRÁ A SERVIR otra experiencia electoral? Antes de tratar sobre esa detestable farsa a la que nos somete Leviatán para legitimarse, daré un rodeo por la experiencia según la entendería Sánchez Ferlosio y desde el ángulo del conocimiento bergsoniano; del significado que representa según Aldous Huxley como circunstancia para abrir caminos y evitar tropiezos, así como del eufemismo que es para Wilde eso que llamamos experiencia. Rafael Sánchez Ferlosio dice:“Las llamadas ‘experiencias personales’ quizá sean necesarias y hasta puedan reportar en ocasiones alguna utilidad, pero es de todo
punto imprudente e inadecuada la garantía que suele atribuírseles; me refiero a la autoridad casi tiránica con que se impone el que dice: ‘¡Es que esto yo lo he vivido en carne propia!’; precisamente por ser las que siempre nos afectan con placer o con dolor, tales experiencias son las más fuertemente amenazadas por distorsiones o arreglos ideológicos.” Henri Bergson, en La risa, reivindica el concepto de experiencia en contraste con la miopía propia de la especulación. Y lo hace con una anécdota de necedad proverbial: “Se le quiso hacer ver a un filósofo contemporáneo –platica Bergson– que sus razonamientos, por demás impecables, eran contrarios a lo que demostraba la experiencia. Entonces aquel argumentador impenitente dio por terminada la discusión con esta simple frase: ‘¡La experiencia está equivocada!’” Oscar Wilde, a su vez, había dicho que la experiencia no tenía más valor ético que el de ponerle nombre a nuestros errores, mientras que para Aldous Huxley la experiencia no es precisamente lo que nos sucede sino lo que conseguimos hacer con aquello que nos sucede. Mi escritor mexicano de cabecera, Pterocles Arenarius, tiene un cuento llamado “La experiencia” en el que resume e ilustra la coyuntura mexicana. Un narrador bisoño asiste llevado por un agente de la judicial a una tertulia de teporochos. Al describir sus propios estados etílicos, clasifica así las etapas de la borrachera: “la fase mono, en que se procura ser muy gracioso, pelar diente gratis y ganarse unas risotadas con la mejor monería”. Luego viene la fase león, “cuando entra lo bravo y lo muy cabrón y se cree uno capaz de apagar un incendio a pedos”. Después se cae en la fase vaca, “en que se muge, se rumia y ya no puede uno consigo”. Y por último se llega a la fase cerdo, “cuando se revuelca uno entre la propia basca”. Pues bien, cuando el narrador está en la fase mono, adula a los ahí reunidos y recibe a cambio la siguiente respuesta por parte de un padrote “calmudo y autocomplaciente” que forja y rola un churro de mota: “–Lo que pasa es que aquí llegan muchos intelectuales. Cuates muy huevones que… nos roban todo y luego se jactan de lo que no les pertenece. Y el barrio no tiene ningún beneficio. Aquí hay intelectuales del barrio, no necesitamos a los de afuera. Y tú, mi cuate…
Vienes a echarnos flores gratis. Nosotros no damos nada gratis, tú lo has de saber. Tampoco lo queremos. Este barrio tiene su historia y mucha gente nos reconoce. Muchos que nunca han pisado Tepito dicen que nacieron aquí para pararse el cuello…” Se arma entonces la discusión. No falta quien eche en cara al patriarca la vileza con que prostituye a las mujeres de su familia. Animado, el aprendiz de escritor pasa a la fase león pero ya cruzado con grifa y cuestiona al mencionado papá grande: “-¿Ha sido usted amado hasta la muerte? ¿En su vida ha hecho algo como para que lo manden matar, un acto de rebeldía muy cabrón y contra el gobierno o por lo menos ha encabezado un movimiento social? ¿Nunca ha matado a un ser humano? Algo que valga la pena.” Y así se sigue hasta sacar al interlocutor de sus casillas. Pero hablando de casillas. ¿Qué pueden representar para lo que queda del país unas elecciones confeccionadas desde la dizque insaculación, la capacitación y el montaje de casillas con el único objetivo de torcer la voluntad ciudadana? La experiencia ética comienza con la autocrítica o no es experiencia. Y esa autocrítica que los “intelectuales” reclaman a los eternos defraudados no tiene nada que ver con la traición del chucho perredista que empezó en la guerrilla y concluyó en la complicidad del golpe de Estado llamado Pacto por México: la autocrítica significa disposición para superar errores, como se ve en el libro Con las armas de la ficción, de Patricia Cabrera y Alba Teresa Estrada ( unam , ciich , 2012) •
Ocho años de Obama Obama es un buen tipO O si no, por lo menos, es un tipo con buenas intenciones. O quizás es un buen tipo que se ha esmerado demasiado en hacer las paces y complacer a muchos tipos muy siniestros. Obama no es como George Bush, Donald Trump o, Dios nos libre, Ted Cruz. Obama obtuvo un Premio Nobel de la Paz con sólo llegar a la presidencia. Obama prometió terminar las guerras de agresión estadunidenses y cerrar Guantánamo. No logró ninguna de las dos cosas, pero no se puede decir que no lo intentó. Es cierto, Obama heredó un país arruinado por la beligerancia, la ambición y la desregulación de los neoconservadores bushianos (y antes los neoliberales clintonianos y carterianos); un desastre empantanado en guerras sin fin, imposibles de ganar o de perder, desangrado por una crisis financiera planetaria y lastimado socialmente por quienes nunca pudieron aceptar tener un presidente negro. Obama tuvo que luchar desde su primer día en la Casa Blanca contra un grupo de multimillonarios organizados en torno a los hermanos Koch, quienes lanzaron una costosísima campaña dedicada a destruir cualquier programa social y nulificar toda legislación reguladora de la industria, el medio ambiente o las finanzas que afectara las utilidades de las grandes corporaciones. Obama y su equipo, a pesar de haber demostrado enorme astucia durante la elección, fueron sorprendidos por esos ataques y por el endurecimiento de los republicanos del Senado y la Cámara de Representantes, quienes en su mayoría cedieron ante la presión y se dedicaron a bloquear toda iniciativa gubernamental, con tal de no ceder ni un triunfo a su gobierno y matar en embrión su legado. Así, por ejemplo, lo que Obama imaginó originalmente como un seguro de salud universal y gratuito, terminó por convertirse en un seguro de paga, obligatorio, que ofrecería beneficios limitados a los usuarios e inmensas ganancias a las aseguradoras.
Obama es un hOmbre brillante y sensible
Sin embargo, nombró a Hillary Clinton como secretaria de Estado a pesar de conocer su obsesión belicista. Obama creyó que, si bien no podía retirar todas las tropas de Irak y Afganistán, por lo menos podía reducir la intensidad de la guerra al transformarla en una especie de conflicto de baja intensidad, utilizando principalmente drones para asesinar a los líderes de la insurgencia y a los más peligrosos terroristas. Obama quiso convertir la guerra en una cacería de villanos. Ocho años después, sabemos (por los Drone Papers y el trabajo de investigación del Bureau of Investigative Journalism, entre otros) que el noventa por ciento de las personas asesinadas por drones no eran los objetivos designados. Obama no es un hombre cruel, sin embargo ha dado lugar a una política que tiende a convertir a todo el planeta en un campo de bata-
lla y ha permitido que se justifique esta monstruosidad argumentando que toda víctima de este programa, en edad militar (entre doce y sesenta años), es un combatiente.
Obama es un hOmbre de estrategias Logró eliminar viejísimos tabúes políticos al restablecer relaciones con Cuba y encontrar una solución razonable para contender con los chiflados que creen que Irán desarrolla armas nucleares. Trató de recalibrar las relaciones internacionales que Bush y su banda lesionaron. A pesar de que las relaciones entre Estados Unidos y Rusia pasan por un momento pésimo, la tensión con China sigue aumentando e incluso Arabia Saudita está descontenta. Con gran cuidado, trató de manifestar su inconformidad con las políticas expansionistas y racistas del gobierno israelí de Netanyahu, y aun así se comprometió a entregar a Israel el paquete de ayuda más grande de la historia y no hizo ni una sola crítica directa en contra de las políticas brutales de ese gobierno.
Obama tiene un cOmprOmisO cOn lOs despOseídOs
Pero cuando tenía que apoyar a las víctimas de una economía en colapso prefirió ayudar a Wall Street y recortar 8.7 mil millones a la ayuda alimenticia en forma de estampas. Obama se unió a los republicanos (y a los Clinton) en su programa para tratar de acabar con la pobreza, matando de hambre a los pobres (alrededor de 46.7 millones de personas, alrededor del quince por ciento de los estadunidenses) en el país más rico del mundo. Obama rescató a los bancos con 700 mil millones de dólares, de los cuales los inversionistas estafados no vieron un centavo, y que fueron a dar a bonos para los ejecutivos. Ni uno solo de los responsables de la catástrofe económica fue a la cárcel y han vuelto a las andadas con nuevos instrumentos bursátiles tóxicos.
Obama es lO más parecidO a un pOlíticO íntegrO
En ocho años no pudo cambiar un sistema podrido. Obama no es un hombre de actos radicales, sino de conciliación y respeto que cree en las mejoras graduales y en la paciencia. Lamentablemente, esa actitud no lleva muy lejos en una economía de buitres y una política de chacales. Mentiría si digo que no lo respeto y lo voy a echar de menos •
JORNADA VIRTUAL
Crítica de la experiencia
TOMAR LA PALABRA
naief.yehya@gmail.com
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........ ARTE Y PENSAMIENTO O
Jornada Semanal • Número 1106 • 15 de mayo de 2016
Alonso Arreola @LabAlonso
Visita al Museo Nacional de San Carlos
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L MUSEO NACIONAL de San Carlos es uno de los recintos más dinámicos de nuestro país, aunque quizá su visibilidad es menor a la de otros espacios. Su incansable directora, Carmen Gaitán, ha estado al frente de este recinto desde 2011 y en los últimos tiempos ha organizado relevantes exposiciones como De Rubens a Van Dyck, La pintura flamenca en la colección Gerstenmaier, Poética de la infancia. Los niños en el arte y Manierismo. El arte después de la perfección. Su programa de servicios educativos es altamente nutrido y además de cursos y talleres in situ, cuenta con visitas a escuelas y hospitales, conciertos, obras de teatro, cuentacuentos, sesiones de poesía y apoyo especial a invidentes, lo que hace de este hermoso museo un espacio vivo cada vez más visitado por un amplio público heterogéneo. Desde el inicio de su gestión, Carmen Gaitán –con el apoyo de su sólido Patronato– se ha abocado a llevar a cabo un programa integral de mejoras al imponente Palacio del Conde de Buenavista y los resultados hoy saltan a la vista. Entre ellos, se inauguró hace unas semanas la Sala Gótica que inicia el recorrido histórico de los acervos del museo. La museografía de esta sala obedecía a un criterio ya caduco en el que las fascinantes tablas y retablos medievales desmerecían, dentro de unas vitrinas polvorientas que se usaban décadas atrás e inmersas en una atmósfera sombría en la que no se apreciaba la belleza de las trece piezas que integran la colección. Ahora, estas piezas lucen en todo su esplendor en unos nichos bien iluminados que permiten al espectador ver con detalle sus cualidades pictóricas; el refinamiento y la estilización son características de un arte que siglos atrás se consideró “oscuro” , de acuerdo con el criterio del historiador de ar te italiano Giorgio Vasari, quien acuñó el término en el siglo xvi desde su mirada renacentista, totalmente ajena a los cánones estilísticos de la Edad Media. El gótico surgió en Francia –otrora Galia– en el siglo xii y se extendió por toda Europa hasta principios del xvi. El temple sobre tabla fue una de las técnicas más utilizadas en el medievo y el mensaje, primordialmente evangelizador, fue plasmado en pinturas heredadas de los iconos de Bizancio en los que predominaba el uso del dorado en contraste con colores brillantes que evocan una atmósfera de misticismo. La colección gótica del acervo del mnsc es la más importante de América Latina y las piezas expuestas en la sala recién remozada provienen de los siglos xiv al xv . La pieza central es el espléndido Retablo de la Encarnación, del artista catalán Pere Espallargués (ca 1465), que se conserva
ARTES VISUALES
Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
intacto. La obra perteneció a Nicolás González Jáuregui, quien llegó a reunir una destacada colección de arte. El retablo pasó a manos de la Secretaría de Hacienda a raíz de problemas económicos del coleccionista y, posteriormente, fue donado al mnsc en 1973. La exposición El nuevo rostro del gótico en el Museo de San Carlos se complementa con dos exquisitas piezas invitadas, pertenecientes a la colección de la familia Lazo Margáin: un relicario en tríptico tallado en marfil y un icono sobre tabla de la Virgen amamantando al Niño, ambos del siglo xv. Asimismo, se inauguró en días pasados en el mnsc la exposición Grandes maestros novohispanos. La colección del Museo de San Ignacio de Loyola Vizcaínas, integrada por una treintena de piezas pertenecientes a los acervos de ambos museos; el guión curatorial establece un diálogo entre el arte barroco europeo y los artistas novohispanos. La colección del antiguo colegio de Vizcaínas se conserva en el museo ubicado en este portentoso recinto y es la primera vez que sus piezas salen de su sede, toda vez que es un espacio muy poco visitado por la escasa difusión que se le hace. Esta muestra cuenta con obras de artistas de la talla de José de Ibarra, Juan Correa, Miguel Cabrera, Juan Patricio Morlete Ruíz y Cristóbal de Villalpando, en las que se palpa la huella de maestros europeos como Francisco de Zurbarán, cuya Cena de Emaús es una de las obras estrella del acervo del mnsc. Desde mi punto de vista, la pieza destacada de esta muestra es La Virgen de Aránzazu de Cristóbal de Villalpando, obra que quizá fue regalo de los cofrades vascos al colegio, según apunta doña Elisa Vargaslugo, y que sin duda constituye una de las más bellas y poéticas pinturas del excelso artista novohispano, y merece mucho la pena ser admirada en esta exposición • Pere Espallargués, Retablo de la Encarnación Arriba: Cristobal de Villalpando, Nuestra Señora de Aranzazu
Repite repite repite repite repite repite…
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RA EL AÑO 2012. Estábamos en Ségou, junto al río Níger (afluente legendario que cruza buena parte de Mali, país del África subsahariana conocido por su gran tradición musical). Tras caminar largo rato en las hermosas calles de aquel sitio polvoriento y pateado por el sol, escuchamos tambores. Mejor dicho: la sombra de unos tambores. Nos dimos a la tarea de encontrarlos. Lo hicimos. Se trataba de una pequeña escuela donde algunos niños tocaban djembes (tambor tradicional africano). Salió a recibirnos su único maestro. Un hombre delgado y serio, con más de dos metros de altura.
Entre su bambara y nuestro inglés llegamos a algún arreglo. Nos daría una clase. Inspirados por el entorno, ansiosos por entender algo de su complejo repertorio rítmico, entramos para elegir el dundun-kinkini, instrumento integrado por dos bombos verticales: uno grave y el otro agudo (su nombre es onomatopéyico). El maestro se puso frente a nosotros y nos dio un par de instrucciones. La primera: mover los pies como si camináramos en nuestro lugar. La segunda: dar cuatro golpes simples con las baquetas. Dos en el tambor agudo, dos en el grave. Sólo el inicial estaría un poco retrasado en el tiempo, el resto serían idénticos y equidistantes. “Pan comido”, pensamos. Arrancamos. A los pocos segundos, el gran hombre retira las baquetas de nuestras manos con un gesto firme. Reproduce aquellos cuatro golpes con cara de “te estás equivocando”. Ponemos mayor atención. El patrón rítmico no ha cambiado, pero en sus manos suena distinto. Sabemos que se trata de algo sencillo y podríamos transcribirlo en veinte segundos, pero no somos africanos. El maestro observa condescendiente. Paso a paso, literalmente, lo vamos consiguiendo. Entonces se aleja para sentarse en el piso y escuchar al ensamble completo. Éramos unos seis ó siete músicos alineados en la pared de fondo. Hacía mucho calor. Aún llevábamos puestas las gafas negras. El maestro conversaba con amigos que aparecían en la puerta, tomaba té, bromeaba con una mujer y, de repente, nos echaba una mirada calificadora. Los minutos comenzaron a juntarse al borde del precipicio. Cinco. Diez. Quince. Veinte… Veinte minutos sin detenernos, moviendo los pies y las manos, dudando de aquel método.“El concepto está claro”, nos decíamos con la típica soberbia de quien reduce la experiencia a data fría. “No nos sale perfecto pero podríamos aprovechar el tiempo para aprender otras cosas y estudiarlas en casa. ¿Estaremos en el lugar adecuado? ¿Nos estarán timando?” A veces, el hombre se levantaba y se acercaba para rectificar movimientos, fuerza, velocidad o intención con la mirada, pero sin palabra o comentario. Había que seguir. Veinticinco minutos. Treinta. Treinta y cinco. Suena fácil. No lo es. El calor se hacía insoportable. El sudor abandonaba el cuerpo a mares. Treinta y seis. Treinta y siete minutos… “¡¿Qué hacemos allí insistiendo con esos cuatro malditos golpes?!” Entonces, como una estrella fugaz en la noche de la estupidez, nació esta duda centrípeta entre los parietales:“¿Hace cuanto que
no repetías la misma frase musical por más de diez minutos seguidos?” Una lágrima comienza a mezclarse con el sudor. Treinta y ocho. Treinta y nueve (como los años que teníamos entonces). Cuarenta. D os lágrimas. Tres lágrimas. Cuatro lágrimas… y allí estamos, transportados a la habitación de la vieja casa, adolescentes en la memoria, dándole vuelta a un ritmo en el bajo eléctrico. El tiempo no existe y lo repetimos sin parar hasta que el hilo de saliva escapa de los labios y termina sobre las cuerdas rompiendo un trance en el que gobierna el movimiento puro. Han pasado muchos años desde que poseíamos horas y días sin angustias. Cuarenta y uno y dos y tres y cuatro y cinco minutos... Sentimos que nuestras piernas son de otro; de un alguien más antiguo. Lloramos bajo las gafas. Nadie lo nota. Pensamos en los imanes repitiendo frases del Corán mientras los fieles tocan un féretro sufí. En los budistas rodeando estupas sin detenerse. En los mantras hindúes que sólo permiten pequeños cambios melódicos. En nuestros voladores de Papantla multiplicados por el aire, negando las variaciones que supondrían un futuro vanidoso e irreflexivo. Levantamos la mirada. El maestro está frente a nosotros. También sonríe. Nada será igual. Nunca. Entendemos brevemente el poder de la repetición, sus beneficios físico-químicos. Fenómeno de innumerables culturas y religiones, ha sido estudiado y relacionado lúcidamente con nuestra percepción musical por investigadoras como Elizabeth Hellmuth y Diana Deutsch. Búsquelas para conocer nuevas puertas sensoriales y entender mejor sus propios derroteros sonorosos. Y repita con nosotros: buen domingo buena semana buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
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ARTE Y PENSAMIENTO ........
15 de mayo de 2016 • Número 1106 • Jornada Semanal
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Jorge Moch Ana García Bergua
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
SCENARIOS Y PROVOCACIONES, editado por la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la unam, es un libro de relatos de autoras panameñas y mexicanas, compilados por Mónica Lavín y la escritora venezolana radicada en Panamá Carolina Fonseca. Reúne a narradoras que escribimos desde los años ochenta, por señalar una franja no de edad sino de tiempo, y está dividido en dos partes. En la parte panameña se pueden leer los cuentos de Alondra Badano, Rosa María Britto, Ana Lucía Herrera, Moravia Ochoa, Isabel Burgos, Marisín González, Isabel Herrera de Taylor, Lissete e. Lanuza Sáenz, Amparo Márquez, Giovanna Bene-
detti, Bertalicia Peralta, Melanie Taylor Herrera, Consuelo Tomás Fitzgerald y Maribel Wang González. En la mexicana estamos Cristina Rivera Garza, Ethel Krauze, Rosa Beltrán, Ana Clavel, Rowena Bali, Daniela Tarazona, Anamari Gomís, Julieta González, Teresa Dey, Adriana Azucena Rodríguez, Paola Tinoco y Nadia Villafuerte, Rosina Conde, la propia Mónica Lavín y quien esto escribe. Es muy interesante percibir el aire de familia de un país literario. Por ejemplo, la mayoría de los cuentos de las autoras mexicanas son satíricos, humorísticos, postmodernos, algunos abordan las violencias de distintos tipos, todos buscan jugar con los géneros y los estilos. En el caso de las autoras panameñas hay una preocupación por la historia, por los distintos grupos y culturas que confluyeron en Panamá durante la construcción del Canal, una necesidad de contar rupturas y encuentros, por decirlo así, que permea en muchos de los cuentos. Aires de familia, les decía, que buscan sus correspondencias en esta antología, la cual se editó primero en Panamá y ahora lo hace en nuestro país, y cuyo impulso proviene de las antologadoras, por supuesto, y también del célebre e infatigable Enrique Jaramillo Levi, quien a la labor que representa su vasta obra, buena parte de ella escrita en nuestro país donde vivió más de una década, añade la de formar escritores, los autores de otros muy distintos y nobles Panama papers. Y es que Panamá tiene muchos y buenos cuentistas, así como un premio de literatura importante, el Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán, que cada año va alternando novela, cuento y poesía. Rogelio Sinán, seudónimo de Bernardo Domínguez Alba (1902-1994) fue el escritor emblemático de siglo xx en Panamá, se formó en Chile y en las vanguardias europeas, y fue amigo y contemporáneo de Neruda. Su obra prolífica abarca poesía, cuento, novela –de esta última se reeditó hace poco su gran novela de corte
barroco y fantástico La isla mágica. El premio Sinán de Literatura lo organiza la Universidad Tecnológica de Panamá y lo coordina el poeta y narrador Héctor Collado, otro infatigable promotor de la literatura. Este año el Premio en la rama de cuento correspondió al buen prosista Eduardo Jaspe Lescure por su libro Origen del Ninfa y tuve el honor de ser jurado. Gracias a eso pude viajar invitada a Panamá y, entre otras cosas, ser testigo, desde el cerro Ancón que alberga ranitas negriverdes y perezosos perezosos entre muy su rica fauna, del trazo de esta ciudad donde tantas cosas pasan, entre ellas los barcos por el prodigioso Canal que han tenido que ampliar. Desde el cerro puedes ver toda Panamá: de un lado el Canal, del otro el barrio de los rascacielos, una pequeña y brillante Manhattan rodeada por la cinta costera por la que corren y bailan esbeltos panameños al atardecer, más cerca el hermoso Casco Antiguo colonial y la carretera que cruza el mar, y por ahí en el camino el coloridísimo Museo de la Biodiversidad diseñado por el gran arquitecto Frank Gehry, en el que vemos cómo la fauna del norte y la del sur cruzaron cuando ambos continentes americanos se unieron en Panamá: perezosos de hasta seis metros con los osos del norte de América, tigres dientes de sable con otros animales barbados. En todos los espacios de la ciudad asoma la historia de Panamá, desde la esclusa de Miraflores, en cuyo museo se exhiben fotografías e instalaciones de la saga protagonizada por los trabajadores –franceses, chinos, estadunidenses, panameños, entre otros –que lo construyeron, hasta el reconstruido barrio del Chorrillo que fue quemado durante la invasión estadunidense de 1989. Gran orgullo hay en estas tierras panameñas de la recuperación del Canal, de la belleza que ahí vemos, de sus buenas letras y afanados escritores, como dije, otro tipo de Panama papers •
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ON UNOS PERSONAJAZOS los abogados. Casi siempre (ojo: casi) son gente más bien mala, pero hay algunos negritos de bondad en ese arroz zafio. Son calculadores y un poco retorcidos. Conocen todos los vericuetos para salirse con la suya. La televisión y el cine los adoran porque pueden encarnar héroes pero también los peores villanos. Son montones las series televisivas que llegan a México y en las que invariablemente un abogado está presente: Law & Order, por ejemplo, lleva casi ocho años al aire. Cómo olvidar a Perry Mason, a Matlock, o personajes como Saul Berenson, que tiene ya su secuela de Breaking Bad, en Netflix por internet:
Better call Saul, estupenda. Es cosa sabida (y onerosa al erario, si recordamos aquella foto en Cancún que fue, se dice, pagada con muchos cueros de rana de dinero público) que al pusilánime Peña le gustaría ser como el despiadado Frank Uderwood que interpreta Kevin Spacey en House of Cards. Se ve que lo intenta. Lo extraño es que prácticamente no haya series mexicanas de abogados, ni siquiera para ensalzarlos, aunque desde luego sería mucho más amena una serie que hiciera escarnio de cierta clase de leguleyos, ésos que padecemos todos los mexicanos como una plaga que se ha instalado, entre otros estamentos de la vida pública, en las cámaras de diputados y senadores. Lo peorcito y lo mejorcito de la vida pública está habitado por abogados. Los peores presidentes del México contemporáneo, como Felipe Calderón o Enrique Peña, son abogados (o dicen serlo, porque en el caso de Peña sigue siendo una suerte de misterio qué estudió más allá de la secundaria, que algunos sospechamos trunca). Y es extraño, porque una de las profesiones más socorridas en México es la de abogado. Lo que ahora conocemos genéricamente como “licenciado”, aún ostentado el título sin tenerlo como tanto se acostumbra entre las huestes burocráticas, era aplicado, desde la segunda mitad del xix y hasta el segundo lustro de la sicotrópica década de los setenta, solamente a quienes habían cursado (y concluido y presentado y aprobado su examen profesional y obtenido la cédula, se entiende) estudios universitarios de Derecho. Luego irrumpió una miríada de carreras que apergollaron la naturaleza de una licenciatura; los “lics” proliferaron por generación espontánea, como los ratones y los escuerzos de los alquimistas aristotélicos. Ahora hay licenciados hasta en alfabetización. Sin embargo, todos tenemos como verdad no escrita, tácita en nuestras conciencias, que no hay más “lic” que el abogado, de la misma manera que “doctores” segui-
rán siendo únicamente el médico, el veterinario y el dentista. Pero volvamos a nuestros abogadazos: Era –es– orgullo de toda familia respetable contar entre sus miembros algún abogado. Recuerdo claramente la pomposa respuesta de alguna tía abuela cuando la visita preguntaba qué iba a estudiar aquel baquetón hijo suyo que recién salía milagrosamente del bachillerato (hoy la prepa) y, al pronunciar la palabra, esbozando una elocuente sonrisa, la fina dama establecía los límites clarísimos que demarcarían de ahí en adelante las diferencias estatutarias, las castas entre las familias: “Leyes”. Poetas, ensayistas y narradores estudiaban Leyes antes de ser poetas, ensayistas y narradores. Ahí Salvador Novo, Hugo Gutiérrez Vega, Sergio Pitol, Pacheco y López Velarde, nomás como ejemplo veloz de la facultad de Derecho como gloriosa antesala del Parnaso. La cosa funcionó más o menos bien, en cuanto a lo que de respetuosos señores tenían los abogados, hasta bien entrada la primera mitad del siglo xx. Pero algo pasó, que la caballerosa esencia de los señores abogados se convirtió en materia de tortuosos leguleyos. La especie mutó: de los señorones juristas de las películas de Andrés Soler y Joaquín Pardavé (ésos como Burgoa Orihuela; intolerantes, tronantes y justos varones temerosos solamente de Dios), como mi bisabuelo Delfino, a los atildados abogados millonarios –ahí por ejemplo Diego Fernández de Cevallos o ese otro abogado, Juan n . Velázquez, que se hizo famoso por sus prácticas gansteriles (demasiado a menudo en México “abogado” y “gángster” son sinónimos), que defienden pájaros de cuenta como Humberto Moreira, conocedores de la Ley precisamente para encontrarle el resquicio aquilino por el cual herirla de muerte (ésos, que vemos manejando sus autos importados, blindados, seguidos de cerca por una camioneta de guaruras) sin soltar el celular y que vacacionan en Acapulco, Las Vegas y a veces en Almoloya • (Continuará…)
CABEZALCUBO
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Leguleyos (i de ii)
PASO A RETIRARME
El libro, el premio, el canal: Panamá
........ ARTE Y PENSAMIENTO O
Jornada Semanal • Número 1106 • 15 de mayo de 2016
Luis Tovar
Juan Domingo Argüelles
Twitter: @luistovars
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NO DE LOS MAYORES problemas derivados de la dictadura del mercado, en el ámbito editorial, es el que se refiere a la marginación de los libros de poesía. La novela, los libros de autoayuda, espectáculos, chismes y ensayo político absorben prácticamente todos los afanes de la industria editorial. Como consecuencia de esto, las nuevas generaciones leen muy poca poesía y son muchos los lectores que confiesan abiertamente que no saben leerla o que no la entienden. Por si ello fuera poco, la escuela y, en general, el sistema escolar, por lo menos en el ámbito iberoamericano, han hecho muy poco para que los niños y los jóvenes aprendan a leer poesía y, con ello, se aficionen a la lectura de este género que es, sin duda, el de mayor concentración nosotros, niños, leemos lo siguiente verbal y riqueza idiomática en cual- sin comprender mucho pero extasiados por la música y el misterio:“Padre y quier lengua. Desafortunadamente, en nuestras maestro mágico, liróforo celeste/ que escuelas no son abundantes los profe- al instrumento olímpico y a la siringa sores que saben leer poesía, compren- agreste/ diste tu acento encantador;/ derla, interpretarla y comunicarla. En ¡Panida! Pan, tú mismo, que coros conlos ejercicios, dinámicas y estrategias dujiste/ hacia el propíleo sacro que de lectura en la escuela, el cuento, co- amaba tu alma triste,/ ¡al son del sistro mo género, es el más utilizado para y del tambor!” Sé bien de lo que hablo, acercar o incentivar el gusto de leer. La pues, niño aún, cierto profesor, en la poesía siempre queda relegada. Desde escuela primaria de una pequeña ciuel punto de vista pedagógico y didácti- dad perdida en la selva, puso en mis co, la poesía es hoy una gran ausente en manos y ante mis ojos el inolvidable las aulas. Puedo afirmarlo, a partir de las “Responso” en honor de Verlaine, enobservaciones y experiencias direc- tre otros poemas darianos, y modificó tas en varios países de América Latina, para siempre mi existencia. Si en la escuela elemental y secuny de los estudios e investigaciones de España y otros países de lengua española. daria se enseñara en serio pedagogía Tenemos un déficit de lectura poé- de la lectura y si en estos niveles escotica, que por supuesto se refleja en la lares se abrieran los espacios para leer industria editorial y afecta a los lectores y comprender la poesía y, en general, de todas las edades, pero muy especial- el idioma español y sus peculiaridades mente a los niños, los adolescentes y sonoras, rítmicas, sintácticas, semántilos jóvenes. Todo ello a pesar de que si cas, gramaticales, imaginativas, metaexiste un género literario más adecua- fóricas, etcétera, nadie, absolutamente do para la lectura incluso en dispositi- nadie diría que no entiende la poesía vos digitales, éste es justamente el gé- o que ésta es aburrida. Hemos puesto nero poético. Hoy parece obvio que si tan poca atención al idioma y a la poeno se aprende a leer poesía en me- sía en los centros escolares que las gedios impresos, resulta más complica- neraciones antipoéticas se multiplican do leerla –sin ese aprendizaje previo– y se dan a conocer no sólo porque dicen que “no entienden” la poesía, sino poren las pantallas. Como la poesía es hoy lectura mino- que, aun sin decirlo, es obvio que no la ritaria, en español y en otros idiomas (si entienden puesto que incurren en tomamos en cuenta los elevados tirajes construcciones verbales tan evidentede las novelas, las guías de la frivolidad mente antipoéticas que hasta la aclaray los libros de autoayuda), son muy po- ción resulta innecesaria. Hay que leer poesía para saber qué cos (incluidos los promotores del libro) quienes echan de menos este género, es la poesía. Hay que poner en evideny más pocos aún los que incentivan su cia lo poético y lo no poético. Pero, por encima de todo, hay que conseguir que lectura. La poesía es por principio emoción, la gente que no lee poesía la descubra antes que explicación. Emoción inteli- como ha descubierto otras posibilidagente. Y es esto lo que no han compren- des de gozo y de libertad. Por lo demás, dido los sistemas escolares que la han para los poetas, escribir poesía para condenado a la marginalidad, debido que sólo la lean y la celebren los poeal empeño que ponen en la tan reputa- tas es un asunto fastidioso y una utilida “comprensión de la lectura”, motivo dad egoísta o, mejor dicho, una lujosa por el cual en gran medida han expul- inutilidad • sado a la poesía de la escuela. Es por ello que en las aulas se prefiere leer y explicar un cuento que leer y sentir un poema. Es innegable que cada vez que leemos poesía nace una emoción, encontramos alguna imagen, escuchamos cierta música, experimentamos cadencias, metáforas y un lenguaje cifrado que luego desciframos en nuestra propia experiencia para saber que la poesía es necesaria para vivir y que le da sentido a nuestra existencia. Como cuando el divino Rubén Darío (1867-1916) escribe y
cOrtO unO A partir de un guión de su autoría y editado por él mismo, Carlos Lenin Treviño es el director de 24’51” Latitud Norte (2015), cortometraje producido por el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (cuec). El también autor del corto titulado Inverso, 3 y media vueltas en posición c , de 2012, se entrega con evidente gozo al ejercicio de la nostalgia y la contemplación del instante: historia de trazo ligero y por momentos hasta delicado, la que cuenta es la de un tal Ernesto, suerte de anonimísimo hijo pródigo que vuelve al igualmente anónimo poblado en don-
Patricia Reyes Spíndola en La teta de Botero
de creció; doble anonimato no anulado por el nombre del protagonista y reforzado por el título de la película, es decir, la simple ubicación de las coordenadas geográficas de ese lugar paradójicamente perdido, por más que se le sitúe con toda precisión. Igual que Ernesto en cierto sentido, que quizá por eso vuelve: para vivir el reencuentro con eso que Kavafis muy bien dijo que sucede con Ítaca o, más prosaicamente dicho, para descubrir que por mucho que uno viaje y se ausente, si se nació pa maceta no se pasa del corredor. O quién sabe: quizá para desmentir, involuntariamente, a cierto autor español cuyo consejo dice que al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver… Sin embargo de lo cual, Ernesto vuelve y, clásicamente, no hace sino encontrarse consigo mismo en el retorno.
Corto dOs A Humberto Busto lo ha visto usted en más películas –y alguna serie de televisión también– de las que quizá pueda recordar: desde Amores perros (2000) hasta Familia Gang (2014), pasando por Abolición de la propiedad (2012) y Sobreviviente (2003), Busto ha sido protagonista o actor de cuadro con la misma eficiencia en más de cuarenta producciones hasta la fecha. En contraste, casi nulo es lo que se sabe de él como guionista, productor y director: tiene tres cortometrajes en su haber, el más reciente de los cuales es La teta de Botero (2014), que coprotagoniza con Patricia Reyes Spíndola, y en el que cuenta la historia de un hombre joven y más bien saludable, cuya hipocondría o su exceso de autoconciencia –valga el pleonasmo– lo vuelven poco dado a mirar de verdad a los demás, como no sea para utilizarlos a manera de espejo en el cual reflejar la imagen propia, egoísmo que medra sin cotas hasta que la Sofía interpretada por Spíndola –felizmente sin los ripsteinismos con los que se le ha visto últimamente– le hace comprender, en cuerpo ajeno, que el universo no se acaba donde termina la humanidad de uno mismo. Hay una clara evolución en Busto como cineasta,
evidente en la sencilla eficacia narrativa de La teta…, comparada con su primer trabajo como realizador (Hasta la ciruela pasa, 2012), ejercicio de claustrofobia paranoica decididamente abstruso, por abarrocado.
cOrtO tres Conspicuo como pocos hoy día en el medio fílmico nacional, Roberto Fiesco es muchas cosas de manera simultánea: productor incluso disputado; historiador, memorista y coleccionista cinematográfico suscitador de envidias buenas y de las otras; conductor radiofónico y promotor de ese muy escaso haber que es la cultura cinematográfica, este orgulloso egresado del cuec también es guionista y director, verbigracia, del premiadísimo largometraje documental Quebranto (2013) y, entre otros, de los cortometrajes Actos impuros (1993), David (2005), Paloma (2008) y Fisuras, de este año. Pero de los trece filmes dirigidos por él hasta la fecha, acaso Trémulo (2015) es en donde mejor quedó plasmado eso que de diversos modos transmite su filmografía entera, y que habría que definir como calidez, ternura o, quizá menos enclichadamente definido, como condición de entrañable. Sin rebasar un ápice los límites del canon cuentístico, Fiesco narra memorablemente la breve historia feliz de dos que, como dijera Serrat, de súbito viven el milagro de existir, el instinto de buscar, la fortuna de encontrar, el gusto de conocer… Peluquero y soldado, solitarios bailarines nocturnos que se acompañan, elocuentísimos a fuerza de silencios, en virtud de la luz que primero los envuelve de noche y la otra que los devuelve a la vida diurna, sus personajes son alegoría de esa rara joya que es el amor recién nacido.
lOs OtrOs tres Con Esclava, Malva y 3 variaciones de Ofelia, los anteriores cortometrajes competirán por el Ariel correspondiente el próximo sábado 28. Algo al menos había que decir de esta faceta del cine, soslayada siempre que no gana uno o más premios rimbombantes fuera de México •
CINEXCUSAS
Tres cortos tres
Por un retorno de la poesía a las aulas
JORNADA DE POESÍA
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CREACIÓN
15 de mayo de 2016 • Número 1106 • Jornada Semanal
Los gobelinos Guillermo Samperio Ilustración de Juan Gabriel Puga
E
a Felipe Garrido
l salto del tigre desde una roca, que marcó una elipsis perfecta en el aire cálido, y que iba hacia el cuello del hijo del sultán, se quedó en el aire de un gobelino que se encontraba en la sala de un señor italiano mayor de edad, quien presumía de su gobelino a cuanto cristiano llegaba a su casa. Por su lado, las rayas del tigre crearon tres palmeras hacia el fondo, dos camellos delante de ellas, un horizonte sepia y una espada que degolló, finalmente, al sultán y no a su hijo. Al verlo morir, sus cuatro guardias, como se lo habían prometido a Alá, se degollaron uno al otro en cadena; al caer, las cabezas no sólo sonaron bofo, sino que se convirtieron en pelotas de futbol que niños egipcios utilizaron para jugar, pero pusieron la portería en el lugar equivocado y los balones cayeron fuera del gobelino. Quisieron ir por ellas, pero sus madres los tomaron de las orejas para que las acompañaran a la velación del sultán y de los cuarenta y ocho amantes de sus cuarenta y ocho esposas pues éstas, al enterarse del fallecimiento de su marido, lanzaron a sus amantes desde las ventanas del lado oriente del palacio. Del golpazazo, los amantes quedaron tan aplanados como el grueso de los gobelinos o de las alfombras mágicas y, desde luego, fallecidos. De esta manera, al sultán tuvieron que pegarle la cabeza como si nunca lo hubieran degollado y a los cuarenta y ocho amantes, en general trabajadores del palacio y soldados a las órdenes de Mustafá-Alé-Mega-Fuf, capitán en jefe de la armada del sultán, quien no tenía necesidad de engañar a su jefe, pues contaba con catorce esposas a las cuales, desde entonces, tuvo encerradas con doble llave y cinturón de castidad medieval, aunque faltaran dos siglos para el medioevo (un árabe siempre encuentra la solución sin importarle la época). Por otro lado, las cuatro pelotas de futbol que se desbordaron del gobelino, una fue melón, otra
papaya que se despanzurró sobre un tapete del siglo xix , la tercera fue una cabeza de un negro, esclavo del sultán, y la última siguió siendo pelota de futbol. Rebotó en el tapete y de ahí se fue contra una vitrina del Museo de Antigüedades de Trieste; allí desquebrajó una vajilla que fue la última que utilizó Juana la Loca y, por lo mismo, los empleados del museo se volvieron locos, incluido el director de sangre prusiana e itálica. Como el manicomio de Trieste estaba lleno debido a que en la zona este de la ciudad habían degustado carne de cocodrilo enloquecedora, mandaron a los locos triestinos al manicomio de Venecia, el más cercano y el más amplio de la zona. Al verlos llegar, un loco veneciano vio un tigre que saltaba hacia él y que en la pared se quedaba enredado en un gobelino egipcio que nunca había estado en esa pared. Esto causó la famosa rebelión de los locos de Venecia, los cuales no sólo ahorcaron al director del nosocomio que no se volvió loco como el triestino, sino que además raptaron a las enfermeras y secretarias del sitio y, acompañados de ellas, abordaron las góndolas que iban de aquí para allá; y las que iban ocupadas por turistas ingleses o estadunidenses, simplemente los echaron al agua con todo y esposas o amantes gritonas. Luego, procedieron a desvestir a los gondoleros y, como ya se había vuelto costumbre desde un principio, los degollaron; sus cabezas, al caer al agua verdosa de los canales venecianos, se convirtieron en pelotas de futbol (no hubo ninguna papaya ni melón). De inmediato, los locos se pusieron la ropa de los gondoleros, acariciaban a su enfermera o a su secretaria, y mandaron los balones a la liga del futbol de Italia. De ahí viene que el nivel futbolístico de los italianos se elevara hasta las nubes y que algunos jugadores se golpearan la cabeza con la panza de los aviones que pasaban por ahí. Desde luego que ninguno de estos locos gondoleros asumió la personalidad de Napoleón, sino que, más finos y elocuentes, se creían Dantes
o Virgilios y cantaban versos en italiano antiguo, lo cual agradecían los turistas aunque no entendieran una chingada. Claro que no faltaron los que entonaron historias de gobelinos en las que saltaban tigres que se quedaban tejidos y donde las princesas eran llevadas sobre literas de cargadas por hombres de músculos inmensos, seguidas de su corte semiprimitiva y de más de tres enamorados, los cuales tendrían que batirse a muerte en la arena italiana; un velo casi transparente atravesaba el rostro de las doncellas y no le daban importancia a que se les viera un seno desnudo, o buena parte del pubis de vellos castaños o pelirrojos; era ya una vieja costumbre y los hombres no se sorprendían de tales muestras de desenfado de las mujeres, pues eran ellas las que dominaban los gobiernos y los desiertos. Hacia el fondo del gobelino donde transitaban las literas y el gentío había, esta vez, muchas palmeras y el sol que se iba derrumbando poco a poco en el horizonte amarillo y rojizo era el mejor balón de futbol de la historia, pues en aquella época no se había inventado un balón; incluso, era mucho mejor que cualquiera de la liga profesional. Mientras tanto, los otros gondoleros seguían cantando a Virgilio y a Dante; por ello, las autoridades de Venecia dejaron que ellos siguieran manejando las góndolas, acompañados por enfermeras o secretarias. Incluso, ellas siguieron cobrando su salario, aunque ya hubieran llegado otros locos al manicomio de Venecia. Sabían que otras mujeres deseaban con ardor ocupar sus puestos y en Italia como en Egipto o en cualquier parte del mundo siempre habrá locos, aunque los locos sean los que los internan. Lo único que se ha tratado en las Naciones Unidas es que en los nosocomios de lo que ellos llaman enfermos mentales, es que a los locos se les enseñen los mejores poemas de la tradición literaria de sus países. Parece que los Estados Unidos de América y Rusia votarán en contra. Ni modo; mientras sigan existiendo los gobelinos parece que todo podrá arreglarse •
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