SEMANAL
“México tardó tres siglos en ser conquistado” Entrevista con Enrique Semo
La Bienal de Venecia 2019: entre Sokurov y la rebelión chilena Roberto López Belloso
SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 15 DE DICIEMBRE DE 2019 NÚMERO 1293
CONQUISTA Y300VIRREINATO AÑOS DE HISTORIA Antonio Rubial García, Guadalupe Pinzón y Martín F. Ríos
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
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CONQUISTA Y VIRREINATO: TRESCIENTOS AÑOS DE HISTORIA La explotación y el racismo, así como la imposición religiosa y cultural se cuentan, ineludiblemente, entre los rasgos que definen tanto la Conquista de México como el extenso período del Virreinato. Como bien afirma el historiador e investigador Enrique Semo en la entrevista incluida en esta entrega, el hito fundacional de lo que hoy es nuestra nación no fue un simple lapso de la historia, entre 1519 y 1521, sino que tardó trescientos años, es decir, el Virreinato entero. Para conmemorar, pero sobre todo comprender más a fondo la naturaleza de aquellos hechos, convocamos a un grupo de historiadores que abordan diversos tópicos en torno al nacimiento y conformación iniciales de lo que hoy es México. Agradecemos especialmente a Olivia Moreno su invaluable colaboración.
LA BIENAL DE VENECIA 2019
ENTRE SOKUROV Y LA REBELIÓN CHILENA* El diálogo del ruso Aleksandr Sokurov con el barroco de Rembrandt y la denuncia anticolonial de la chilena Voluspa Jarpa se destacaron entre ochenta y nueve envíos nacionales a la Bienal de Venecia 2019, que concluyó el pasado 24 de noviembre. Uruguay volvió a mostrar una presencia levemente ondulada.
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Roberto López Belloso ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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riptas anegadas, lanchas y vaporetti encallados, librerías y comercios con la mercadería empapada, algunos museos cerrados, ochenta por ciento del tejido urbano bajo agua, alarmas de advertencia que sonaban como los viejos aullidos que décadas atrás anunciaban un bombardeo. “Que vivas tiempos interesantes”, es el lema de la edición 58 de la Bienal Internacional de Arte, que culmina en Venecia este domingo. La apócrifa maldición china pareció hacerse realidad a dos semanas de su finalización, cuando la ciudad vivió la segunda peor inundación de su historia moderna. El acqua alta habitual de cada otoño alcanzaba las cotas que la volvían acqua grande. No es sólo la Serenísima República, es el planeta el que se hunde. Una semana no es suficiente para recorrer 89 pabellones de países y 21 exhibiciones satelitales, además de los dos grandes hangares con las decenas de artistas invitados. Mucho menos si el arte está inmerso en una ciudad única en el mundo que reclama atención con cada uno de sus elementos urbanos, desde los palacios que brillan y se descascaran en el Gran Canal hasta las verdulerías montadas en barcazas al pie de alguno de los quinientos puentes. A veces, la única solución es dejarse llevar como enajenado de exposición en exposición para descubrir, con mirada de neófito, el holograma del esqueleto de un astronauta negro flotando en el vacío, o a una joven artista japonesa que decide cortar sus pies por una enfermedad degenerativa y se vuelve el material de su creación. Dos propuestas de la bienal de este año cuyo curador, Ralph Rugoff, evitó algunas excentricidades de responsables anteriores y simplificó los recorridos, ganando en claridad sin por eso perder en espesor. Ayuda, en ese sentido, la decisión de que los mismos artistas de Jardines se repitan en Arsenal, insuflando una pizca de familiaridad en medio de la vorágine. La muestra más importante de arte contemporáneo del mundo está dividida en tres segmentos. El más tradicional es Jardines, donde se encuentran el hangar central para los artistas invitados y los pabellones nacionales de los países que fueron los primeros en tener techo propio, entre ellos Uruguay. El segundo sitio es Arsenal, antiguo
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Arriba: obra de Tavares Strachan. Derecha: obra de Mari Katayama.
astillero de la república marítima, donde hay más pabellones nacionales y donde el curador dispone de un área más amplia incluso que en Jardines, pero en la que el edificio desafía en las obras en interés y belleza. El tercer segmento de la bienal no es un único lugar, sino el mapa completo de Venecia para recorrer ahora sin pagar entrada y sin la restricción de ingreso de 48 horas que implica el billete para Jardines y Arsenal; aquellos pabellones nacionales y muestras colaterales que están distribuidos a lo largo y ancho de la ciudad con forma de pez.
Intensidades TAVARES STRACHAN NACIÓ en Bahamas y trabaja en Nueva York. Este año, en Venecia presenta una serie de collages en Jardines, además de una instalación en Arsenal sobre Robert Henry Lawrence Jr, el primer astronauta negro de la NASA, que murió en un vuelo de instrucción cuando tenía treita y dos años. Junto a la belleza del holograma central que parece mostrar el cuerpo ingrávido de Lawrence, la obra se ancla con un texto en el que se recuerdan los mensajes de odio racista que recibió la viuda del piloto después del accidente. Lo que se ve en Venecia es un reflejo de la obra completa, que fue lanzada al espacio el 3 de diciembre de 2018 para que siga orbitando alrededor de la Tierra hasta 2025. Lo que está ahí afuera es una urna de oro de 24 quilates, con el rostro esculpido de Lawrence, al estilo de los sarcófagos del antiguo Egipto, en una ecléctica combinación con otras tradiciones que también preparan a los muertos para su viaje hacia el más allá. En el arte contemporáneo no sólo importa el resultado, sino en igual o mayor forma el proceso, así que el autor se preparó entrenando él mismo en el centro para cosmonautas Yuri Gargarin de Rusia. Este camino fue financiado por el Museo de Arte de los Ángeles y es coherente con apariciones anteriores de Tavares Strachan en Venecia, como cuando en 2013 estuvo a cargo del pabellón de Bahamas y generó una instalación sobre uno de los exploradores polares menos conocidos, el afroestadounidense Matthew Henson.
Fotograma de El arca rusa, Aleksandr Sokurov.
Belleza e intensidad también están presentes bajo la firma de Mari Katayama, una de las artistas más impactantes de la bienal. Lo que se ve del trabajo de esta Frida asiática y radical son fotografías en las que aparece rodeada de sus prótesis de pie y de una iconografía mitad naïf y mitad aterradora. La perfección de un rostro, la sensualidad general que emana de esos autorretratos, combinados con la mutilación, colocan el dardo en el centro de la diana del estremecimiento. Si se lee el texto curatorial se descubre que desde niña la artista sufrió una enfermedad que le provocaba grandes dolores. Pronto se enfrentó al dilema de pasar la vida en una silla de ruedas o cortar sus dos pies, decisión que tomó –dice la leyenda biográfica– con sólo nueve años. Su mano izquierda, con dos únicos enormes dedos, también es parte de una estética en la que suele yuxtaponer imágenes de sí misma con cangrejos o quimeras. En Jardines y Arsenal también está presente Artur Jaffa, ganador del León de Oro a mejor obra individual. El León de Oro a la mejor participación
nacional fue para Lituania con Sun & Sea (Marina), una ópera sobre el cambio climático cantada en una playa falsa encerrada en un corral de madera.
Dream team ruso EN EL EQUIPO de una muestra no es habitual tener a uno de los principales cineastas de la actualidad, al director de uno de los grandes museos del mundo, a un artista que se las arregla para desacralizar sin dinamitar la esencia de aquello con lo que está dialogando y, en cierta medida, al propio Rembrandt. El pabellón ruso los tiene y no es necesario saberlo de antemano para sentir el golpe en el mentón de Lc 15:11-32, título críptico en referencia a un pasaje del Nuevo Testamento de la Biblia. La parte superior del edificio está en manos de Aleksandr Sokurov, quien ya tomó por asalto el Hermitage con su película de una sola toma El arca rusa (2002), aquel ejercicio majestuoso que, sin embargo, es una obra menor si se la compara con
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la poética morosa, tarkovskiana, de Madre e hijo (1996). Ahora, en Venecia, Sokurov trabaja a partir de la pintura El regreso del hijo pródigo (1662), de Rembrandt. Esa que narra el episodio bíblico del joven que pide a su padre que le adelante su porción de la herencia, parte al extranjero, la malgasta, y regresa en harapos; el padre lo recibe con una fiesta y despierta las protestas del otro hijo, que se ha quedado a trabajar la hacienda familiar. Para releer esa obra de Rembrandt, Sokurov la tridimensionaliza. Acostumbrado al plano de la pantalla, que podría ser un equivalente al lienzo y que, de hecho, tantas veces Sokurov ha tratado como tal, en Venecia el cineasta ruso da cuerpo a los personajes en grupo escultóricos y en una siembra de objetos que parecen recrear el estudio del artista neerlandés. La gestación de la obra está ocurriendo. El hijo está regresando, el padre lo está abrazando, Rembrandt está procesando todo eso para llevarlo a su cuadro, y en ese instante, quebrando el límite del tiempo, Sokurov se introduce con el visitante. La interrogación del presente se planta a través de dos pantallas: una con dos soldados vencidos o cansados, otra con los escombros de una ciudad en llamas. ¿Cómo no pensar en Chechenia? La redención, el perdón, el arrepentimiento, la mirada adusta del “otro hijo”. Todo eso deja de ser una certeza y pasa a a ser sólo una posibilidad. Si Sokurov nos coloca en el momento en que está ocurriendo, aún es posible que suceda de otra manera. No debería ser así, ya que de confiar en los evangelios, por fe o por deber, nada tendría que salirse de lo escrito. Y podría pensarse que para recordar este carácter es que está el Cristo que Sokurov introduce entre las imágenes. Sucede que no es cualquier Cristo. Es el Cristo en el desierto (1872), de Iván Kramskói. Un Cristo reflexivo, atribulado, abierto a la duda, que le valió el rechazo de las autoridades eclesiales de su tiempo pero también la admiración de Lev Tolstói. Un Cristo abierto a que la parábola del hijo pródigo ocurra, entonces y hoy, de un modo diferente. Que nos recuerda que son muchos los instantes contenidos en lo que parece ser un único instante. Estamos en un presente en que estamos viendo qué cosa. ¿El regreso del hijo pródigo, el momento en que Jesús lo narra, en que Rembrandt lo pinta
o en que Sokurov lo relee? A todo eso nos asomamos asomándonos al pabellón de Rusia para asomarnos, en definitiva, a una única pregunta: ¿hay redención después de Grozny? Sokurov no la nombra, pero la muestra con todas las letras. Para otro espectador será otro lugar, otro tiempo, otra imposibilidad, otra Chechenia. Escaleras abajo, el pabellón contrasta la seriedad de Sokurov con la provocación festiva y oscura –como de taberna centroeuropea– que propone Alexander Shishkin-Hokusai. Artista plástico vinculado con el teatro, casi veinte años menor que Sokurov, porta, en la segunda parte su apellido, un homenaje al “artista del mundo flotante” que vivió en Japón, a caballo entre el siglo XVIII y el siglo XIX. Las figuras de Shishkin-Hokusai no flotan, sino que saltan o giran, como atracciones de feria, saliéndose de los cuadros que parecen más bien retablillos de titiriteros.
Chile anticolonial UNA FAMILIA DE indígenas aplastada bajo el peso de su carga. Los restos del atentado fascista contra la estación de trenes de Bolonia. Un tren bananero. Retratos de pacientes estigmatizadas por el diagnóstico de histeria. El rostro de Aldo Moro a través de la lente de sus secuestradores. Una mujer maltratada. Circos humanos disfrazados de “interés antropológico”. Son algunas de las imágenes que forman parte del pabellón chileno, en Arsenal. La primera sensación es que hay “demasiada información” para el espacio con el que se cuenta. Pronto se comprende que no puede ser de otra manera. Que si algo es “demasiado” es lo que ha venido ocurriendo en la construcción de las Visiones alteradas (título global de la obra) que surgen de una larga historia de imposiciones desde los centros hegemónicos sobre las regiones, clases, etnias y géneros de la periferia. Voluspa Jarpa ordena ese material en tres recorridos. Primero el “Museo hegemónico”, que narra visualmente seis casos en que esa hegemonía se materializa de la manera más cruel: desde un linchamiento político y canibalismo en plena Europa del siglo XVIII hasta el golpe contra Jacobo Arbenz en la Guatemala del siglo XX.
Jarpa es una de las figuras más interesantes y politizadas de las artes visuales actuales de su país. Es conocida por su trabajo con los archivos desclasificados del Plan Cóndor (siniestra coordinación represiva de las dictaduras del Cono Sur en los años setenta), que Jarpa diseccionó en una muestra anterior en la que la belleza no estaba divorciada del horror, como se pudo comprobar en sus exposiciones en el MALBA de Buenos Aires y en Matucana 100 de Santiago. También tuvo una participación menor en la BienalSur de este año, con una instalación sonora en el Museo Nacional de Artes Visuales del Parque Rodó. Precisamente una versión ampliada y enriquecida de esta instalación, Ópera emancipatoria, cierra el recorrido veneciano. En Venecia, en lugar de los cartelones declarativos que pudieron verse en Montevideo, Jarpa coloca un video donde el coro de los dominadores hace contrapunto con el coro de los subalternos. Entre ambos, no como síntesis sino como agudización de ese imposible entendimiento, dos voces protagónicas, un arriero y una mujer trans, se plantan, uno en la cordillera, la otra en la Biblioteca Nacional de Chile, y se declaran soberanos. “Nos disculpan, somos bárbaros”, dice el arriero. “¿Qué es ser una mujer, y qué es ser un hombre?”, pregunta la otra voz, mientras deshace un ejemplar decimonónico del Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas y se come las páginas. El eco de Ai Wei Wei quebrando hace veinte años un jarrón de la dinastía Han –uno de los momentos inolvidables del arte contemporáneo– pero con una conceptualidad mucho más carnal.
Glasstress EL ARTISTA CHINO del jarrón roto, que suele ser una de las vedettes de toda bienal en la que participa, en la de 2019 tiene un papel secundario. Casi clandestino. Para verlo hay que cruzar a la isla de Murano. Ahí está, reproducido varias veces en cristal de colores, su gesto provocador del dedo medio levantado. Desde hace diez años, coincidiendo con las bienales, la tradición de este frágil oficio en la más frágil de las ciudades se deja intervenir en Glasstress por artistas contemporáneos. Algunos, siguiendo la línea de Thomas Stearns,
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el estadunidense que se internó en Venecia para aprender y subvertir, trabajan el vidrio como uno de sus caminos de exploración. Otros se sumergen en el nuevo lenguaje casi por primera vez. En esta ocasión el resultado se vuelve una de las mejores propuestas de la bienal. El secreto parece haber estado en la elección de los curadores, dos de las mentes y manos más brillantes que ya han expuesto en anteriores bienales: los también artistas Vik Muniz, brasileño residente en Nueva York, y Koen Vanmechelen, belga, autor del evento colateral de 2011 Nacido en Venecia, un capítulo más de su largo manifiesto en favor de la impureza elaborado a partir de cruzar razas de pollos. No parece casual que la medusa de cristal de Vanmechelen en este Glasstress 2019 sea un busto de mujer negra de cuyo pelo salen serpientes y gallos. Muniz, que expuso dos veces en Montevideo en la galería Xippas, en esta ocasión utiliza murrinas venecianas para crear retratos en forma de mosaico. El brasileño vuelve a mostrar, pero ahora con cristal, una técnica que ya usara para retratar a Pelé y a Barack Obama en dos de sus obras más conocidas, pero que luego abandonó para dedicarse a proyectos de otro vuelo, como el que hizo a inicios de esta década con los hurgadores del mayor vertedero de basura de Río de Janeiro, y cuyo proceso creativo se puede ver en Youtube en el documental Waste Land (2009), Premio del Público en el Festival de Sundance y nominado al Oscar de la Academia.
La isla PARECE HECHO A propósito. Para llegar al envío de Cuba hay que ir a la isla que se usaba de manicomio y donde sólo hay otro pabellón, el de Siria. Situados en edificios diferentes de San Sérvolo, comparten, sin embargo, cuidadora. Si en los días finales de la bienal se visita uno, hay que esperar que ella lo cierre y se traslade con el ocasional curioso y abra el otro. Lo que se encuentra vale el esfuerzo. Margarita Sánchez Prieto cura una propuesta que lleva el título genérico de Entorno aleccionador. Apela, con inteligencia, a lugares ajenos a Cuba, pero significativamente cercanos, para hablar de la realidad propia. Ahí conviven alfombras rotas de la Rumania de Nicolae Ceau-
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Imagenes tomadas de: https://www.labiennale.org/en
La perfección de un rostro, la sensualidad general que emana de esos autorretratos, combinados con la mutilación, colocan el dardo en el centro de la diana del estremecimiento.
cescu con una serie de imágenes de las casamatas abandonadas de la Albania de Enver Hoxa. Encierros y desgarramientos de dos experiencias socialistas cuyo fin estuvo lejos del sedoso terciopelo de Praga. Hay un trasfondo ecológico, pero incluso eso, como el experimento de las colmenas que guían a las abejas a formar patrones asociados con momentos y dinámicas de los sistemas económicos, tiene un eje claramente político. Unas esculturas caladas en papel moneda venezolano y una baraja para un campeonato clandestino de póquer con la figura de Fidel Castro a modo de arlequín, marcan el aspecto más evidentemente crítico –y menos interesante– del conjunto.
Checoslovaquia y alrededores ES UN PAÍS que sólo existe en la Bienal de Venecia. La República Checa y Eslovaquia, dulcemente divorciadas hace ahora treinta años, aún comparten el pabellón en Jardines bajo el nombre de Checoslovaquia. No es sólo una convivencia fría, sino que cada vez acuerdan el envío “nacional” que represente a las dos naciones. Casi siempre la elección es acertada, y esta vez no fue la excepción. Permite descubrir –desde la ignorancia general del otro lado del océano y particular del neófito– a un artista que con la sencillez de medios modestos y el
vuelo de una mente brillante lleva a otra dimensión lo que los occidentales intentaron hacer, contemporáneamente, en movimientos de vanguardia sesentista. Se trata de Stanislav Kolibal, hoy de noventa y cinco años, una de las figuras del UB12, expresión de la Primavera de Praga en las artes visuales. Otros envíos nacionales y otros artistas individuales también dejan su impresión en la sobrecargada retina de visitante. El pabellón de Perú, con la muestra Indios antropófagos, de Christian Bendayán, que cuestiona la forma en que se ve a los habitantes originarios de la selva y la hipersexualización de sus mujeres a partir de la mirada de los ojos urbanos. El de Austria, que este bienio deja su edificio encalado en manos de la artista feminista Renate Bertlmann para que construya la instalación Discordo ergo sum como un manifiesto contra el amor romántico. El de Ghana, con una poderosa entrada en escena en su primera bienal que, sumada a los pabellones de Sudáfrica y Costa de Marfil, da cuenta de la potencia de las artes africanas. O el envío de Hungría, que refleja el vínculo entre técnica y arte mediante la experimentación de Tamás Waliczky en Cámaras imaginarias (una veintena de modelos, que mayoritariamente son utopía y en menor medida prototipo, que macluhianamente recuerdan que el artilugio que se invente para mirar modificará de manera inevitable aquello que se mira y registra). Diferentes modos de ingresar al sentido dual del tema de esta bienal. Tiempos interesantes en una ciudad que puede ser una metáfora del mundo en cataclismo. Se hunde ante nuestros ojos y sólo respondemos sacándonos una selfie sonriendo con el agua a las rodillas y el fondo de la anegada basílica de San Marco. ¿No es la barrera surgida de los desvelos de los ingenieros y detenida por la ineficacia o la corrupción de los burócratas lo que puede salvar a la ciudad, sino su belleza? No hay respuesta feliz para esa pregunta estúpida, parece responder Bertlmann desde el pabellón austríaco con un campo de rosas en forma de navajas. Discordo, ergo sum ● *Tomado del número 86 de Cultura, suplemento del periódico uruguayo La Diaria.
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A PROPÓSITO DE LA
CONQUISTA Y LA NUEVA ESPAÑA Para hablar de la conquista y de la Nueva España, se argumenta en este ensayo, es necesario replantearse algunos de los criterios con los que se ha estudiado este importante acontecimiento tanto para España y México, como para Europa y el continente americano, lo cual supone una crítica de la historiografía que permita hacer una “nueva historia de la conquista” más allá de filias y fobias.
Martín F. Ríos Saloma* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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a disciplina histórica tiene como objetivo fundamental explicar los procesos ocurridos en el pasado, evitando proyectar sobre el ayer los valores, ideas y visiones del tiempo desde el que se escribe, renunciando a la simplificación y evitando, a toda costa, construir una explicación maniquea de los acontecimientos. De la misma manera, la historiografía académica huye de los esencialismos –particularmente de las “esencias patrias”–, pues se interesa por la dialéctica entre transformación y permanencia a lo largo del tiempo y asume que las sociedades contemporáneas no son sino resultado de la interacción entre distintos grupos humanos en el discurrir de los siglos. Lamentablemente, las explicaciones históricas –que son, en última instancia, interpretaciones realizadas por el historiador a partir de las fuentes de que dispone– en muchos casos se ven opacadas por los discursos nacionalistas que desde el siglo XIX deformaron la historia con el fin de crear una lectura particular del pasado –la “Historia Nacional”–, empleando el discurso historiográfico como un elemento legitimador de determinados grupos políticos y sus respectivos proyectos. La historia, en consecuencia, fue manipulada en la centuria antepasada para crear una identidad colectiva y un sentimiento de pertenencia a las jóvenes naciones que surgieron a ambos lados del Atlántico, como consecuencia de la disolución del Antiguo Régimen.
Ello ocurre, en el caso mexicano, con la historia de la conquista de la Nueva España. Considerada al mismo tiempo como un “trauma”, un “genocidio”, una “acción civilizadora”, una empresa “redentora y salvífica” o como el inicio de un período de colonización, dominio y explotación de los indígenas, lo cierto es que, como consecuencia de la difusión de un relato nacionalista a través de los grandes murales de temática histórica realizados durante los años treinta y cuarenta del siglo XX, o de los libros de texto, hoy impera en la sociedad mexicana una visión sesgada y deformada de la conquista, a pesar de los notables esfuerzos que en su día realizaron autores como Edmundo O’Gorman, José Luis Martínez o Charles Verlinden. Dicha visión no permite comprender ni las lógicas políticas, sociales y militares que se pusieron en juego a partir del desembarco de Hernán Cortés en Veracruz, ni el hecho de que el proceso de reconocimiento, conquista y colonización llevado a cabo por la Corona castellana a partir de 1492 se inserta en una perspectiva histórica de larga duración, en la que es posible constatar la proyección de experiencias de distinta naturaleza y de larga data –iniciadas en el siglo XI– del espacio mediterráneo sobre el espacio atlántico.
La gran ciudad de Tenochtitlán, Diego Rivera, 1945.
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Entre las experiencias más importantes pueden señalarse: el fortalecimiento de las monarquías europeas, el desarrollo del capitalismo mercantil y financiero, la búsqueda de fuentes de abastecimiento de metales preciosos y materias primas, la apertura de nuevas rutas comerciales, el dominio y control de los espacios marítimos, el desarrollo de la tecnología naval y militar y, en fin, la definición de Europa como una sociedad cristiana que tenía como misión combatir a los enemigos externos –paganos e infieles– e internos –herejes y judíos– de la cristiandad. El proceso desencadenado a partir de 1492 fue sumamente complejo y son múltiples las lecturas que pueden hacerse sobre sus diversos sentidos y significados, como múltiples fueron los actores que lo protagonizaron: navegantes marineros, funcionarios reales, empresarios, hombres de guerra, religiosos de las distintas órdenes, mujeres que cruzaron el océano junto con sus maridos, esclavos africanos, grupos indígenas, encomenderos. De esta suerte, para poder hacer una “nueva historia de la conquista” es necesario, primero, acudir de nuevo a las fuentes –como ha hecho en tiempos recientes Carmen Martínez Martínez en sus diversos trabajos sobre Hernán Cortés– y considerar, al mismo tiempo, las fuentes indígenas y las fuentes europeas. Pero también es imperativo asumir una serie de asertos que contradicen directamente el relato de la historia nacional: a) México en el siglo XVI no existía como nación ni España tampoco, por lo que estamos obligados a construir un relato en el que los sujetos históricos no sean las naciones contemporáneas, sino los múltiples actores del siglo XVI a los que hacíamos referencia más arriba; b) “Mesoamérica” tampoco existía, pues éste es un concepto historiográfico acuñado en la década de 1940, y si bien ha sido sumamente útil en la definición de una macro-área cultural original, ha impedido ver, cuando se trata de la conquista, el variado conjunto de
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El abrazo, Jorge González Camarena.
El proceso desencadenado a partir de 1492 fue sumamente complejo y son múltiples las lecturas que pueden hacerse sobre sus diversos sentidos y significados.
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poblaciones asentadas sobre nuestro actual territorio que eran poseedoras de elementos culturales propios; esa misma diversidad es la que explica la variedad de respuestas frente a la presencia de los conquistadores castellanos; la conquista de México-Tenochtitlan fue en realidad el inicio del proceso de conquista y colonización del territorio de lo que sería llamado la Nueva España y en ese proceso participaron activamente diversos pueblos indígenas como los tlaxcaltecas o lo otomíes, como han demostrado los trabajos de los últimos años de Laura Matthews, Michel Oudjik o Raquel Güereca; la enorme mortandad sufrida por la población indígena no fue consecuencia directa de la guerra, sino del desarrollo de las epidemias; los indígenas sobrevivientes fueron considerados jurídicamente vasallos de Su Majestad y eso significaba que en términos legales eran hombres libres, no obstante su explotación económica ejercida tanto por encomenderos castellanos como por los propios caciques indígenas; durante los siglos XVI y XVII la Nueva España no fue una “colonia” de España, sino que poseía
los mismos derechos y obligaciones que el reino de Castilla y, por lo tanto, se encontraba en igualdad jurídica –aunque no tuviese representante en Cortes– y se integró plenamente en una monarquía policéntrica y planetaria; g) la Nueva España contribuyó de manera significativa al desarrollo de la llamada “economía mundo” y si bien una gran cantidad de metales preciosos fueron llevados a Europa, otra buena parte fue invertida en el propio territorio y ello permitió el florecimiento de las ciudades que hoy articulan nuestro país, de sus conventos e iglesias y de sus élites. La conquista de la Nueva España no fue ni buena ni mala, pero tuvo consecuencias positivas y negativas para europeos y americanos, como todo proceso histórico. Donde es más evidente ver estas consecuencias es en los aspectos culturales, pues como resultado directo de aquellos hechos el castellano es la lengua mayoritaria de nuestro país y el cristianismo, más allá de la laicidad del Estado, rige nuestra concepción del tiempo y nuestro sistema de valores. Sin embargo, el intercambio cultural ocurrió en ambos sentidos y, como he afirmado en otro lugar, España –y Europa– no puede entenderse sin América y ésta no puede entenderse sin España. El quinto centenario del arribo de Cortes a la tierra que éste bautizaría como la “Nueva España” es sin duda una magnífica oportunidad para conocer mejor nuestro pasado y reconocernos en él, más allá de filias y fobias. Pero también es una oportunidad para asumir que los males que aquejan hoy a nuestro país no son consecuencia directa de la conquista, sino de nuestra incapacidad para crear una sociedad genuinamente democrática, justa, equitativa y solidaria● *Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM.
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EVANGELIZACIÓN DOS CARAS DE UN Y CONQUISTA: MISMO PROCESO
De la mano que blandía las armas a la mano que blandía el crucifijo, en el período de la conquista de la Nueva España, había una distancia mínima y, en muchos casos, una gran complicidad para lograr la dominación y la evangelización. Las excepciones son muy conocidas –fray Bartolomé de las Casas, Bernardino de Sahagún, fray Alonso de Molina o fray Diego Durán–, pero la norma era otra. En este artículo se cuestionan algunos mitos establecidos por la historiografía del siglo XVI.
Antonio Rubial García*
Bautizo de Ixtlixóchitl, José Vivar y Valderrama, Museo Nacional de Historia, Conaculta-INAH.
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finales del siglo XIX, quienes se dedicaron a la historia del siglo XVI novohispano, como Joaquín García Icazbalceta, hicieron una marcada diferencia entre la conquista armada y la llamada conquista espiritual. La primera fue condenada como sinónimo de esclavización y destrucción, la segunda fue exaltada como un proceso civilizatorio. Católicos fervientes, estos hombres ilustrados veían en los frailes no sólo a los defensores de los indios sino también a quienes introdujeron el cristianismo y con él los valores morales occidentales con los cuales ellos comulgaban. El caso de fray Bartolomé de las Casas se convirtió en un lugar común y su actitud en defensa de los derechos indígenas y sus críticas a los encomenderos se consideró el ejemplo más claro de lo que había sido la posición de todos los frailes frente a la conquista y la encomienda.
No obstante, esta visión de un maniqueísmo tajante debe ser ahora cuestionada o por lo menos matizada. Ni en la conquista armada todo fue violencia y destrucción, ni en la evangelización la armonía y la bondad estuvieron siempre presentes. Conocemos ahora los testimonios indígenas sobre las persecuciones que se dieron contra los sacerdotes de las religiones antiguas y de los caciques que continuaron idolatrando después de ser bautizados. Las denuncias de quienes seguían practicando sus ritos ancestrales y los castigos que se les impusieron, desde azotes hasta la pena de muerte, fueron una de las premisas consideradas fundamentales por los frailes en esa lucha que creían llevar a cabo contra Satanás y sus secuaces. Por otro lado, ayudados por los jóvenes colaboradores indígenas, los frailes implementaron campañas para descubrir “idolatrías” que provocaron denuncias, persecución y rupturas familiares, así como la muerte de algunos de los denunciantes.
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Asimismo, los historiadores decimonónicos, influidos por la lectura de las crónicas de los siglos XVI y XVII, vieron la conversión de los pueblos indígenas al cristianismo como un proceso de convencimiento y se dejaron llevar por la idea de una transmisión eficiente de los mensajes cristianos hacia los indios. Ahora sabemos que, salvo frailes excepcionales como fray Bernardino de Sahagún, fray Alonso de Molina o fray Diego Duran, la mayoría de los religiosos tuvieron un dominio muy deficiente de las lenguas indígenas y que la comunicación con sus fieles fue sumamente dificultosa. El cristianismo se impuso en un principio de una manera muy superficial, no sólo por la incomprensión de los códigos culturales del otro por ambas partes, sino también porque, como religión de los invasores, el cristianismo fue rechazado en un principio. Como en otros muchos aspectos de la colonización, los indios aceptaron externamente la imposición pero internamente y en el ámbito doméstico siguieron haciendo lo que les dictaban sus costumbres ancestrales. Otro de los prejuicios que marcaron nuestra visión del siglo XVI fue el de considerar a los indios como seres pasivos dentro del proceso. La visión negativa del período virreinal y la carga de esclavización y miseria que se le dio en el siglo XIX, propiciaron una visión victimizadora y generalizadora de las complejas situaciones que vivieron los pueblos indígenas del siglo XVI. Esas visiones deformantes ocultaron el hecho que muchos nativos participaron como activos colaboradores de los conquistadores y de los evangelizadores y que el éxito de la imposición del sistema español se debió en buena medida a sus actividades de apoyo y colaboración. Del mismo modo que en la conquista armada, muchos de los logros de los españoles se dieron gracias a los pactos y negociaciones que los invasores hicieron con los dirigentes de los pueblos inconformes con el dominio mexica, los frailes también consiguieron muchos de sus objetivos gracias a sus
Guatemala, zona estratégica del virreinato de la Nueva España Guadalupe Pinzón Ríos* La historia vincula profundamente a lo largo de los siglos XVI y XVII a México y Guatemala. En este ensayo se repasan las condiciones geográficas, de mar y tierra, el comercio, el asedio de las potencias europeas y las políticas de la Corona que hicieron de Guatemala una región nodal entre el virreinato de la Nueva España y el de Perú.
alianzas con los señores indígenas que veían en el bautismo y en el apoyo de los religiosos un instrumento para fortalecer su preeminencia regional. Los casos de Ixtlixóchitl en Texcoco, de Mazicatzin en Tlaxcala y de Tanganxoan en Michoacán son ejemplo de estas alianzas entre los franciscanos y los más cercanos colaboradores indígenas de Cortés. No es gratuito que los primeros conventos de esta orden fueran fundados en los palacios de Texcoco, Ocotelulco y Tzintzuntzan, y que los primeros que recibieron el bautismo fueran esos señores. Varios de los dirigentes nativos locales aliados con los invasores aprovecharon la conquista y la evangelización como un medio para saldar viejas rencillas, y gracias al apoyo que brindaron a los frailes y a los encomenderos pudieron tener un papel privilegiado dentro del nuevo sistema que se impuso, e incluso se volvieron exploradores y perseguidores de sus coterráneos. Por otro lado, la idea de unos religiosos que llegaban solos a los poblados predicando y convirtiendo a las masas por miles, sin ninguna oposición y sin conocer las lenguas indígenas, es una visión idílica creada por los cronistas; la mayoría de ellos escribieron sus historias en una época de conflicto entre los frailes y los obispos, quienes pretendían quitar a los religiosos las doctrinas indígenas, por lo cual los religiosos necesitaban enaltecer la labor de los primeros evangelizadores. Ahora sabemos que en sus correrías los misioneros iban acompañados por numerosos contingentes indígenas: tamemes, guías, intérpretes y todo un ejército de colaboradores los acompañaban y les facilitaban los contactos con las poblaciones aborígenes. Una vez asentados los pueblos, hubiera sido imposible el relativo éxito de su labor misionera sin la colaboración de los jóvenes nobles que se educaban en sus conventos, quienes los ayudaban en las innumerables tareas que llevaban a cabo, desde la escritura y elaboración de textos para la misión, hasta la catequesis, la denuncia y persecución de los “idólatras”,
n la actualidad se da mucha importancia a las fronteras políticas establecidas entre territorios y se olvida que éstas no responden necesariamente a las características naturales, poblacionales y aun económicas de esos territorios. También se tiende a olvidar que México y los países de Centroamérica tuvieron un pasado común y que los intercambios comerciales y culturales que mantuvieron durante la época colonial marcaron su devenir histórico. Un claro ejemplo es la estrecha relación que existió entre la Nueva España y la Capitanía General de Guatemala. Esta Capitanía, que abarcaba desde el territorio de Chiapas hasta el de Costa Rica, tuvo un papel destacado en las navegaciones que se realizaban por el Océano Pacífico. Habría que recordar que Guatemala formaba parte del virreinato de la Nueva España, si bien gozaba de autonomía jurídica por contar con su propia Audiencia, encabezada por un gobernador. Guatemala era el territorio más al sur de la Nueva España y su frontera inmediata era el istmo de Panamá, que formaba parte del Perú, el otro gran virreinato americano. No contaba con grandes yacimientos mineros y por ello dependía de remesas de plata mexicana o peruana que servían para pagar añil, zarzaparrilla, cacao de Soconusco (que era de los mejores) y embarca-
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la decoración de sus templos y conventos y toda la gama de las actividades litúrgicas, incluidos los decorados y gastos para las actividades festivas, el teatro evangelizador, la música, el canto y la danza en las ceremonias religiosas, etcétera. No debemos olvidar tampoco que los frailes llegados en las primeras décadas que siguieron a la caída de Tenochtitlán, fueron enviados como agentes del imperio. En su labor, perfectamente compatible con los planes de expansión de Carlos V, fundaron pueblos, congregaron a las comunidades indígenas y generaron la llamada policía cristiana, es decir, la implantación de patrones urbanos y sociales occidentales como cofradías, hospitales, cajas de comunidad, distribución y concentración de poblados, entre otras. Tal labor no solamente tuvo la finalidad de cristianizar, también facilitó el cobro de tributos y la distribución de la mano de obra entre los encomenderos y posibilitó el mejor control por parte de las autoridades virreinales. Ciertamente la labor de los frailes como denunciantes de los abusos que cometían los españoles laicos fue innegable, pero no debemos olvidar que muchos de ellos fueron también colaboradores de los españoles, como el caso de los agustinos en Michoacán o de los dominicos en Oaxaca, y que cuando el rey limitó los alcances de la encomienda en 1542 con la promulgación de una serie de leyes que tendían a su abolición, los primeros que defendieron la continuación de dicha institución fueron los provinciales de las tres órdenes, quienes viajaron a España a solicitar al rey la anulación de dichas leyes. Por último, debemos considerar que el relativo éxito de la imposición cristiana fue una consecuencia de la conquista armada. En otros lugares donde llegó el cristianismo, como China, Japón o India, la misión no tuvo el apoyo de los militares y el cristianismo no se convirtió en la religión de la mayoría ● *Facultad de Filosofía y Letras-UNAM
ciones fabricadas en los astilleros de Realejo (Nicaragua) y Sonsonate (Salvador), así como diversas maderas de gran calidad que se usaban en la construcción naval en otros astilleros como Guayaquil y El Callao (puertos del virreinato peruano), o cuando se hacían reparaciones a los Galeones de Manila que anualmente llegaban al puerto de Acapulco. Además, cuando en Nueva España se requerían embarcaciones que patrullaran las costas por donde llegaban los galeones, o bien para ayudar en labores a realizar en Acapulco, esas naves se encargaban al gobernador de Guatemala y su fabricación se hacía en los astilleros de ese territorio. Su estratégica posición geográfica hizo que Guatemala mantuviera contacto con ambos virreinatos. Por tierra, ese territorio se cruzaba por el Camino Real de Tierra Adentro que lo conectaba con Oaxaca y México hacia el norte, y con Panamá y Portobelo hacia el sur. Y de cara al Pacífico se practicaron distintas navegaciones en sus múltiples bahías, siendo las más importantes las de Sonsonate, Realejo y San Miguel. Durante el siglo XVI las navegaciones entre Nueva España, Guatemala y Perú eran permitidas, pero en el XVII la Corona prohibió el comercio marítimo entre esos territorios, pues era usual que llegaran comerciantes peruanos a Acapulco para comprar los productos asiáticos que traían / PASA A LA PÁGINA 11
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“MÉXICO TARDÓTRES SIGLOS EN SER CONQUISTADO” Entrevista con Enrique Semo
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Tormento de Cuauhtémoc, David Alfaro Siqueiros
El historiador y ensayista Enrique Semo (Bulgaria, 1930) acaba de publicar una obra de investigación, titulada La Conquista. Catástrofe de los pueblos originarios I y II, con ilustraciones que ayudan a dar mayor contexto a la historia que protagonizaron, también, los pueblos amerindios durante la conquista de la Nueva España, pero bajo un sistema de dominio, explotación y racismo.
Javier Galindo Ulloa |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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scrita durante más de tres años, La Conquista. Catástrofe de los pueblos originarios I y II (UNAM-Facultad de Economía, Siglo XXI), aborda el episodio de la conquista de México desde la visión de distintos actores sociales. Es una respuesta a los estudios realizados, entre otros, por Walter Prescott y José Luis Martínez, que sólo alcanzaron abordar la personalidad del conquistador español. El historiador Enrique Semo comenta –en una sala de juntas de la editorial Siglo XXI– que no es partidario de las biografías para sustituir a la historia, porque considera que los grandes hombres influyen en el acontecer histórico, pero a su vez son influidos por una
cantidad de circunstancias que determinan sus acciones: –Mi obra no trata del protagonismo de Hernán Cortés contra Cuauhtémoc –dice Semo–, sino del papel del pueblo en la historia de los chichimecas, aztecas, tlaxcaltecas, etcétera. Entonces, me baso en las circunstancias en que siguió todo aquello. A veces el hombre, más que un director musical, es un miembro de la orquesta. En el primer volumen de mi obra represento a cuatro actores de la Conquista: los pueblos originarios de América; los españoles (o conquistadores); los europeos –porque en Europa se estaba dando un gran auge del cambio del capitalismo–, y los africanos que llegaron a la Nueva España en gran cantidad como esclavos. Pongo cada quien en su lugar en ese escenario del Nuevo Mundo. La conquista es un episodio muy importante en la formación de la nación mexicana, porque en ella se encuentran los indí-
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genas que en su momento no tenían conciencia de ser americanos, eran miembros de determinada tribu. Los pueblos europeos del siglo XVI sí tenían esa conciencia más amplia en la formación de su propia nación, como los españoles. –¿Por qué considera que fue una catástrofe la conquista? –Porque antes de la llegada de los españoles había en el centro de México, en el Anáhuac, alrededor de ocho millones de indígenas y en 1605 había solamente un millón doscientos mil. Habían desaparecido casi siete millones a resulta de las guerras y el trabajo excesivo. Los españoles querían hacerse ricos en América lo más pronto posible. Así que explotaban a los indígenas haciendo que muchos murieran. La primera relación entre conquistador y conquistado fue la esclavitud durante largo tiempo. Eso ayudó a la mortandad y, luego, a la liquidación de sus culturas. –¿A qué se debe que la conquista no se realizó de manera completa? –En la conquista de México siempre se cuenta sobre la maravilla del imperio azteca y del ingreso de quinientos españoles dirigidos por un jefe sobrehumano, al que llamaban Hernán Cortés, para conquistar la tierra de millones de indígenas, como de milagro. La imagen es completamente errónea. El episodio de la conquista en el centro de México ocurrió durante los primeros seis años desde la llegada de los españoles, pero en las tierras del sur, sureste (mayas y mixes) y del norte, duraban décadas para ser conquistadas. Por ejemplo, cuando se logra la independencia en México, muchos pueblos indígenas no han sido conquistados. Son totalmente libres y su relación con los españoles es de una guerra de baja intensidad que dura siglos. Hoy luchamos, mañana conversamos, luego nos casamos, pero después volvemos a pelear. México tardó tres siglos en ser conquistado. –En la colonia surge una nueva sociedad en la cual la mayoría de los españoles pertenece a la clase dominantes y los amerindios son los explotados. ¿Cómo llegó a entender esta idea para desarrollarla en su estudio? –Observé que los españoles eran muy pocos. En la mitad del siglo XVI había siete mil españoles en México. Un español por cada quinientos indígenas. Pero los indígenas, a excepción de una capa aliada a los españoles, fueron sometidos a trabajos forzados.
VIENE DE LA PÁGINA 9/ GUATEMALA, ZONA ESTRATÉGICA...
los Galeones de Manila. La prohibición buscaba evitar que la plata peruana se dirigiera a Asia. Las naves peruanas no pudieron llegar más a Acapulco pero tuvieron licencia de viajar a las costas de Guatemala para comprar maderas de sus astilleros y vender en el lugar sus producciones de vino y frutos secos. Por su parte, desde Nueva España se podía comerciar con Guatemala por tierra y sólo ocasionalmente, cuando las lluvias impedían transitar el camino de Tierra Adentro, se permitía hacerlo por vía marítima. La posibilidad de llevar a cabo intercambios con ambos virreinatos hizo de Guatemala una región nodal. El tráfico marítimo fue regular en esa zona; su relevancia no radicó tanto en su volumen como en su constancia. Esa estratégica posición geográfica no pasó desapercibida para los enemigos de España. Los
La mayoría de los trabajadores de hoy desciende de las condiciones en que vivieron los indígenas. Los de arriba eran un puñado de españoles que se enriquecían rápidamente y tenían una vida completamente diferente a los de abajo. Así nace el racismo colonial. Los blancos europeos son mejores, más inteligentes, disciplinados, incluso físicamente más capaces. Los morenos, lo negros o los amarillos son una raza inferior. Están hechos para la explotación y así son contratados. Todavía tenemos residuos importantes en la vida nacional. No es lo mismo ser moreno que ser blanco, tener un nombre extranjero, aunque sea de la quinta generación. Eso todavía perdura desde la colonia. No debemos desestimar las grandes epidemias que trajeron los españoles. Los indígenas no tenían inmunidad y no se hizo nada para salvarlos de esa catástrofe. Entonces fue terrible la unión de explotación, de epidemias y de guerras. Todo eso en conjunto ha hecho que la conquista fuera una catástrofe para los pueblos originarios. –¿De qué modo compara los modos de producción de Mesoamérica y la civilización europea? –Coloco a la conquista de México en el centro del mundo. Fue un fenómeno que influyó mucho en Europa e inevitablemente los pueblos originarios de América fueron los perdedores. Europa se enriqueció con todo el oro y la plata que faltaba en
ingleses intentaron en varias ocasiones posicionarse en el territorio pues esto les permitiría conectar el Atlántico con el Pacífico y de esa forma extender sus navegaciones a este océano. Aunque desde Jamaica –isla que capturaron a los españoles en 1655– avanzaron a las costas centroamericanas para cortar palo de tinte (conocido también como palo de Campeche o de Brasil), lo más que lograron fue tener un asentamiento en las costas del actual Belice. No obstante, en diversas ocasiones cruzaron por tierra hacia el Pacífico y en sus narraciones de viaje señalaron lo útil que sería contar con un asentamiento en esa zona. Cuando otras potencias marítimas europeas se hicieron presentes en el Pacífico desde fines del siglo XVII y los ingleses incrementaron en el XVIII sus ataques a las costas americanas, fue necesario restablecer los comercios intervirreinales
Mural de José Clemente Orozco
su continente en aquel período. El nuevo comercio y las nuevas invenciones demandaban mucha moneda. La explotación del oro y la plata cambió Europa. –¿Cuál fue el papel del indígena en el sistema del gobierno español? –Los indígenas fueron divididos en dos. La clase de arriba pertenecía a los herederos de los nobles, a quienes desplazaron y se colocaron en su lugar como intermediarios entre los conquistadores y los indígenas. Esa gente colaboró más con los españoles, sin duda, en todo, y aprendieron a vivir como ellos. La otra clase de abajo era la inmensa mayoría de los indígenas, condenada a trabajos forzados. –¿Cómo fue el sistema tributario antes y después de la colonia española? –El tributo estaba constituido en el centro de México, pero no en el norte. En el sur era menos obligatorio para los indígenas. Con el imperio español el tributo recibido por los españoles fue cambiado por dinero. Entonces las exigencias sobre los indígenas fueron en ese sentido tremendas, hasta el punto de acortar sus vidas ●
para incrementar la presencia de naves hispanas en ese océano. Esto fomentó aún más los contactos que ya se venían dando de forma indirecta desde el territorio guatemalteco, territorio que continuó siendo punto de contacto, abasto y reparación de las naves que transitaban a lo largo del Pacífico. Valdría la pena, pues, voltear nuevamente la mirada a la historia de esos territorios –como han hecho Murdo MacLeod, Gustavo Palma, Héctor Pérez Brignoli, Julio César Pinto o recientemente Luis Alberto Arrioja– y preguntarse por qué hoy se dan la espalda unos a otros siendo que comparten un pasado común, que conservan muchas similitudes culturales heredadas del periodo virreinal y que un día colaboraron, como hemos visto, en proyectos económicos y hasta defensivos. *Instituto de Investigaciones Históricas-UNAM
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Leer
ELTIEMPODELAESCRITURA El tiempo real, Luis Tovar, Universidad de Guanajuato, México, 2018.
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ada tipo humano merece su retrato literario. Los héroes de ayer tuvieron la épica; los estadistas eminentes, la novela histórica; las tribus recién descubiertas, el tratado antropológico; las poblaciones urbanas y anónimas, la sociología. Pero detrás de la estampa de héroes y estadistas, chamanes y burócratas, está el escritor, categoría independiente por derecho propio. ¿Quién lo describe a él? ¿con qué género literario? Fatalmente sólo a su propio oficio puede el escritor confiar su descripción profunda. Hubo un tiempo en que la poesía, en la tribu, era un oficio de uno o, a lo más, de un restringido colegio o clerecía. Pero en nuestro tiempo, ¿a qué número ascenderá el grueso de la población egresada de facultades de letras? Miríadas de escritores, editores, correctores, guionistas, profesores de letras y periodistas fatigan a diario, y cada vez más, las calles y avenidas. De donde se ve que, casi estadísticamente, es necesario que la literatura preste atención a este nicho peculiar y en expansión que es ella misma (y alguno se ha atrevido a decir, tal vez con razón, que hoy hay más poetas que poesía…). La novela de Luis Tovar, El tiempo real, no sólo es la descripción del letrado contemporáneo, híperreflexivo y solitario, analítico y embotado a un tiempo, descastado y desencantado, prometico incluso, sino su realización misma en una escritura que duda, critica, ironiza, produce, persevera, se avergüenza, regresa y se expande. Es una novela psicológica, por llamar de algún modo la adusta decisión de elaborar un soliloquio continuado donde las acciones no suceden sino se cuentan alternativamente como recuerdos, consignaciones en tiempo real o premoniciones; un soliloquio que se asemeja al flujo de conciencia, que prohíja las asociaciones, el recuento del pasado inmediato y la descripción del nublado clima espiritual en que vivimos: todo articulado por la enunciación del narrador/agente híperomnisciente llamado Mario, corrector de pruebas de una
David Noria |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
revista, cuya vida transcurre entre el péndulo amoroso (de los recuerdos) de Beatriz y Marta, la recién hallada Alejandra, el Gandhi viejo de Miguel Ángel de Quevedo, un hotel en Matehuala, nombres propios de nuestra literatura reciente y sucesivas marcas de cigarro. Cuando por desaliento o recreación mórbida la inteligencia cobra consciencia de su inutilidad, el letrado se encierra más en sí mismo, cultiva el retruécano (“cuidado con ése que sabe gramática”) y hace de la obscuridad el modo de expresarse. Por eso al pensador, al filósofo, al escritor, se lo compara con la araña, que se aparta de la luz y la compañía para habitar en soledad los rincones oscuros. Entonces la autoobservación deviene exacerbada (el arácnido tiene ocho ojos; y sólo ve bien de cerca). Así, la única salud posible consistirá en destilar el veneno con los mismos elementos del tormento: las palabras. No sin ironía, el protagonista se sabe en medio de una “hermenéutica desaforada” y una “pseudoterapia solipsista”. Que tire la primera piedra el letrado ventilado, claro, ligero. No: sobre todo en nuestro tiempo –lo describe bien el novelista– el lugar asignado al caviloso, en la derruida o inexistente plaza pública, es el malestar apartado, mascullante, altivo a veces. El tema de esta reflexión corroyente, tanteo y recreación de la memoria sentimental, es el literato mismo, y la paradoja de su incomunicación con los otros. Desdicha creciente: al tedio pequeñoburgués de Cortázar le quitamos la fantasía y aún el embeleso frente al arte, y lo trocamos por un desencanto realista o cuando menos una naturalización de sus dioses personales, escritores o músicos que están por dentro tan mudos como uno. La soledad del protagonista se materializa en las llanuras desérticas de San Luis Potosí, al paso que su compañera de viaje, la deseada Beatriz, se revela como un espejismo enmarañado, decepcionante y enervante. El deseo choca con el silencio y la inmovilidad de un cuerpo indispuesto, y sin embargo, cómplice en el fracaso. Esta con-fusión deliberada, retrato enérgico y arisco de la mente en sus laberintos, ofrece como halos de luz y frescas ráfagas de aire recuerdos estilísticos de García Márquez, Rulfo, Gorostiza, y aún alberga presencias entrañables como las de Hugo Gutiérrez Vega, administrado todo por los infatigables arrestos narrativos del autor. Por otra parte, la estructura narrativa, donde todo sucede o, mejor dicho, se narra en sólo 15 minutos (ficticios) mientras Mario espera a Beatriz afuera del Metro, es una superposición de planos sobre la
misma anécdota que es el viaje de ambos a Real de Catorce, cada uno revelador u ocultador de más matices, dudas y cavilaciones sobre las malogradas relaciones con el otro y con uno mismo. Algún crítico agudo ha notado que la publicación de La interpretación de los sueños (1900) alteró para siempre la literatura (y con ella el arte y la vida), colocando el distanciamiento y la duda en el centro de los enunciados del yo: aquí radicaría nuestra modernidad. Así, Luis Tovar, en medio del remolino de elucubraciones, se pregunta: “¿El que se mira bien y completo puede afirmar que sabe quién es? ¿O sólo está entonces capacitado para saber cómo es? ¿O sólo tiene lo que hace falta para saber cómo se ve?” No es casualidad que la novela se inscriba afirmativamente en esta tradición moderna, freudiana-beckett-joyceana, nutrida ciertamente de un inconsciente fílmico abundante, evocador acaso de Antonioni o Bergman, artesanos en expresar la incomunicación. El vehículo de este difícil mensaje (con su dosis de antídoto) es justamente el tiempo que transitamos leyendo la novela y escribiendo estas líneas. El tiempo real es el tiempo de la escritura ●
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En nuestro próximo número
SEMANAL LOS OTROS CUENTOS PARA NAVIDAD SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA
Arte y pensamiento
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La otra escena/ Miguel Ángel Quemain Las rayas de la cebra/ Verónica Murguía
Un centauro de crin morada HE SIDO LECTORA atenta de los libros de Alberto Ruy Sánchez desde la aparición de Los nombres del aire. La voluntad poética de su prosa, aunada a la libertad con la que se ha sumergido en mundos poco frecuentados por la mayoría de los escritores mexicanos, más precisamente el mundo arábigo, me ganaron como lectora. Así, he leído sus bitácoras del deseo y cómo templa a sus protagonistas en la fragua de los elementos: el aire, el agua, la tierra y el fuego. Ruy Sánchez ha logrado, por medio de esta alquimia, crear su particular universo de amor erótico. Ahora, en otro momento de su incesante diálogo con las cosas, Ruy Sánchez ya no da voz al aventurero de Mogador. Ha llegado como Ulises a Ítaca y ha encontrado el lecho conyugal construido con el olivo donde lo esperaba todo aquello que buscó en sus recorridos, pues Ruy Sánchez es un viajero de excepción. Ha enriquecido su escritura con las noticias que regularmente trae de Asia, de África, de Europa y de México mismo, lugares que recorre con los ojos abiertos y ánimo generoso. Estas odiseas lo han traído de nuevo a su hogar y han reinaugurado su mirada. Pero no es un soldado y marino griego, es un novelista y poeta mexicano cuyo árbol-lecho, árbol-hogar, árbol-ciudad, está construido en una jacaranda. Y lo que la jacaranda murmura en su oído es una petición que se transmuta en orden gracias a su sabiduría: detente, escucha y mira. Escucha a la savia y a tu sangre: mira la belleza esplendente, su plenitud, su noble caída y espera su resurrección. La palaba “jacaranda” tiene cuatro sílabas y una sola vocal: la a, un sonido abierto y regocijado. Los mexicanos la pronunciamos llanamente con el acento en la penúltima sílaba: jacaranda. En otros países, la pronunciación es aguda: jacarandá, y por lo tanto es un grito alegre, no de sorpresa sino de celebración. El poeta olvida sus apremios: “hasta la huella se esfuma/ de las heridas profundas,/ de amarguras obsesivas/y demagogias insanas.” Y “cada marzo un terremoto/ de flores en filigrana/ se meten entre nosotros,/ sacuden certezas vanas/ con su belleza ligera:/dan al sorprendido instante/ el logro de ser eterno”. Así, el ritmo del viajero cambia: se detiene ante el compás de la maduración y el cambio de vegetales, de sus pausadas migraciones. En un poema Ruy Sánchez se maravilla por el periplo de este árbol que ha venido desde el Amazonas a Ciudad de México de la mano de un jardinero japonés; de su respiración dividida en estaciones, de su parpadeo violeta. Esa respiración para la cual noche y día son inhalación y exhalación de un ser aparentemente inmóvil, un centauro que sólo precisa de la luz y la lluvia para elevarse y tocar el cielo, elementos que constituyen el ritmo que Ruy Sánchez le ha dado a estos poemas. Dicen las jacarandas: detente. Escucha la música coral: “…las jacarandas/ han gritado todas/ al mismo tiempo/ con una voz hecha de cálices amoratados […] y si la flor es su nota/ la rama es su resonancia” en su “idioma verde” de savia que busca el sol en ramas que se parecen a las venas de los brazos de quienes oran, ese árbol-centauro, este ser equino y vegetal cuya crin se sacude en el viento de la ciudad, que alfombra sus aceras con “dos palabras extendidas: plenitud fugitiva.” Este breve libro es una exhortación: mira, dice. Mírala, derramando sobre nosotros la miel milimétrica, las copas de su floración, la música del viento en sus ramas. Mira su tronco oscuro semejante al cuerpo de la serpiente y esa mirada te llevará a otro árbol, otra flor, una enredadera. Verás que hay otra ciudad, una ciudad hecha de seres vivos y pacíficos dentro de este mundo de cemento y humo en el que batallamos. Vive. Serénate. Ama y observa con el cuerpo entero. Eso es lo que dicen las jacarandas y Ruy Sánchez se ha convertido, gracias a la atención con la que está en el mundo, en su alegre vocero ●
Luis de Tavira, arquitecto de permanencias LA PRESENCIA DE Luis de Tavira en el teatro mexicano es de las más permanentes, ejemplares y proliferantes de las últimas cinco décadas. Es un fundador, un pensador, un ensayista, un dramaturgo y un director de escena de lo más fecundo entre dos siglos. No es fácil entrar en materia para empezar a describir ese entramado, esa emboscadura que implica la vida creativa de Luis de Tavira. Este apunte intenta bosquejar de entrada esa trayectoria que seguramente lo colocará en una candidatura definitiva, la de El Colegio Nacional, justo ahora que la silla del también dramaturgo Miguel León-Portilla ha quedado vacía. Pero una de las entradas es la vida dedicada a la enseñanza. De Tavira está entre los fundadores del Centro Universitario de Teatro, el CUT, que para la UNAM significó auténticamente la posibilidad de hacer un teatro contemporáneo capaz de asimilar el mundo clásico y enfrentar los lenguajes de la representación a la luz de teorías y perspectivas modernas, contemporáneas y de actualidad sobre la dirección escénica, la actuación y el tejido fino de lo que llamamos puesta en escena. También la construcción de un pensamiento ético, propio del teatro, como una de las artes de mayor compromiso con el presente social y político, con la discusión y debate de las ideas sobre nuestra historia social, cultural y política, resultado de su formación múltiple que entiende que la educación artística no está desligada de los procesos sociales y que la cultura no tiene una función ornamental, sino que modifica y es modificada por el quehacer del creador y el espectador. Maestro y alumno de Vicente Leñero, De Tavira logró imponer una idea del teatro como realidad total, donde todas las artes que lo integran son periféricas y centrales, márgenes que convergen en el territorio de la actuación, que en este director ha alcanzado sus más grandes logros en México. La Feria del libro de Guadalajara y los Premios Nacionales de Ciencias y Artes le restaron visibilidad a la entrega de la Medalla de Bellas Artes a este enorme creador, quien ya ha recibido el Premio Nacional y, además, estuvo en Guadalajara para comentar la edición del Teatro náhuatl, prehispánico, colonial y moderno de Miguel León-Portilla (Colegio Nacional, 2019). Aunque a De Tavira siempre lo siguen los reflectores, el reconocimiento que significa esta Medalla que otorga el INBAL es significativo porque en esos escenarios hizo posibles avances muy significativos para el desarrollo del teatro y sus públicos. El Centro de Experimentación
Luis de Tavira. Foto: La Jornada/María Luisa Severiano
Teatral (CET) y, derivado de esa experiencia, el Núcleo de Estudios Teatrales (NET), es una de esos logros que permiten entender el teatro como proceso y experimentación, con la posibilidad de revisar y auscultar lo que entendemos como clásico y clásico contemporáneo. En ese espacio, De Tavira profundizó en su conocimiento y pudo mostrar cómo amaba la tradición del teatro alemán, desde su filiación artística con Botho Strauss (una de sus vidas paralelas posibles), hasta su visión de la estabilidad y la formación de públicos. Luis de Tavira tiene setenta y un años, es un hombre joven en relación con sus logros. Tal vez a otros les hubiera tomado más de un siglo hacer lo mismo. Amigo de Brecht, Kleist, de Jean Paul y Novalis, lector de los grandes rusos, pareciera que ha tenido más de una vida paralela. Sólo así se explican sus múltiples legados. Está tan vivo y tan joven que sus movimientos y su inteligencia siempre sorprenden; cuando uno cree que lo conoce, aparece siempre algo nuevo. Inclusive en tareas tan simples en apariencia, como conversar, que en el fondo es el eje de la relación con el proceso creador de lo escénico y con el actor, que es el centro de sus transformaciones estéticas. ¿Para qué sirven hoy las inquisiciones sobre Luis de Tavira? En una cronología, hay que trazar una línea compleja y rica que incluye al CUT, el CET, el NET, la Compañía Nacional de Teatro y la Casa del Teatro, para respondernos en qué consiste fundar y refundar instituciones ●
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14 15 de diciembre de 2019 // Número 1293
Arte y pensamiento
Galería Alejandro García Abreu
Antonio Tabucchi, el cuentista lusitano de la muerte
ASIDUAMENTE SOÑABA EN portugués. Escribió la novela Réquiem (1991) en esa lengua. En un mismo relato, Antonio Tabucchi constató la grandeza de Fernando Pessoa e incluyó una especie de vaticinio fúnebre: “Pessoa es un genio porque supo comprender el otro lado de las cosas, de lo real y de lo imaginado, su poesía es un juego del revés.” Treinta y un años después, Tabucchi moría de cáncer a los sesenta y ocho años en el hospital de la Cruz Roja de la capital lusitana. Sus restos están en el cementerio Dos Prazeres, en Lisboa. Cuentos (Anagrama, 2018), de Antonio Tabucchi, reúne los cinco libros de relatos del escritor italiano: El juego del revés, Dama de Porto Pim, Pequeños equívocos sin importancia, El ángel negro y El tiempo envejece deprisa. Publicados en 1981, 1983, 1985, 1991 y 2009 respectivamente, los libros de cuentos resultan artefactos narrativos que abrevan de distintas sabidurías, incluidas la que provee el pensamiento en la muerte, la otorgada por el destello lusitano y la ofrecida por los balleneros. Tabucchi lamentaba la muerte de las ballenas y la perfidia de los seres humanos. En Dama de Porto Pim escribió que Alberto I, príncipe de Mónaco, pasó por las Azores. El escritor italiano quedó impresionado por la descripción realizada por Alberto I del final de un cachalote: “La muerte del cachalote es majestuosa como un enorme desmoronamiento, y en la necrópolis que los balleneros disponen en las pequeñas ensenadas, sus despojos se acumulan como las ruinas de una catedral.” “Cine”, incluido en Pequeños equívocos sin importancia, “le debe mucho a una tarde de lluvia, a una pequeña estación de la costa y al rostro de una actriz
ya fallecida”. En “Voces traídas por algo, imposible decir qué” –perteneciente a El ángel negro– evoca a Pessoa: “cae la noche aun en pleno día, y sólo en ese momento se desencadena el temporal, con un viento devastador y una lluvia que llega oblicua”. En el prólogo a la edición definitiva de El juego del revés, cuyo primer cuento da título al libro, Tabucchi escribió: “Por más que aún no haya sido capaz de comprender cuál es el nexo que une la vida que vivimos y los libros que escribimos, no puedo negar que el primer relato conserva cierto reflejo de autobiografía.” Quizás el vínculo entre la escritura y la vida sea la reflexión sobre la muerte. Tabucchi se aproxima literariamente a la muerte de manera cautelosa. La veta fúnebre incluyó la muerte voluntaria: “he de confesarle que el suicidio es un hecho al que he dedicado y dedico con frecuencia mis pensamientos. No como problemática, entendámonos, sino puramente como espectáculo: en el sentido de que me gusta imaginarme mi suicidio, sin que me interese lo más mínimo ponerlo en práctica”, escribió en “Fuegos artificiales”, cuento recuperado de 1986. En “Hespérides. Sueño en forma de carta, parte de Dama de Porto Pim, se lee: “Por eso he pensado que podría tratarse del dios de la Felicidad: pero la felicidad de quien ha comprendido tan plenamente el sentido de la vida que para él la muerte ya no tiene ninguna importancia; y por eso los pocos elegidos que van a rendirle honores ya no vuelven.” En el libro cita a Michelet: “La soledad es inmensa. Un extraño escenario de muerte y de silencio parece dispuesto para esta fiesta de la vida ardiente.” “El rencor y las nubes” –perteneciente a Pequeños equívocos sin importancia– contiene una evocación de Antonio Machado: “en una librería de viejo, después de repetidas insistencias, encontró un retrato de Machado con una dedicatoria autógrafa en una esquina: 22 de enero de 1939. El poeta estaba huyendo hacia la frontera, hacia la muerte”. Una alusión a Scott Fitzgerald, en la que insiste en la imposibilidad de comprender la muerte, cierra el círculo luctuoso de los cinco libros de cuentos: “Tampoco tú podías entender la muerte, estaba fuera de tu alcance, por el momento. Tú podías entender al muerto, pero la muerte y el cadáver son dos cosas distintas”, escribió Tabucchi en “El pequeño Gatsby”, incluido en El juego del revés. Cuando el círculo se cierra la muerte resulta incomprensible ●
De los elegidos Aristóteles Nikolaídis Era de los elegidos del partido, En los desfiles siempre presente, en las asambleas el último que dejaba de aplaudir. Obtuve medallas y condecoraciones varias el listón negro, el martillo rojo, obtuve el segundo premio del partido. El primero (y aquí empieza el sufrimiento) naturalmente lo obtuvo el ejecutado. Y con justicia. Pues él fue la causa de las desgracias el que nos arrastró con sus tretas con sus sonrisas encorvadas, su práctica rigurosa pero sobre todo con su necio apego a los textos. Él, el lineal, el secretario, el que proscribe (y en fin, el predecesor) de los elegidos el más notable del partido. Aristóteles Nikolaídis (1922-1996) originario de Mitilene (Lesbos), se graduó como médico en la Universidad de Atenas en 1948. Durante la ocupación alemana de Grecia (1941-1944) formó parte de la Resistencia como miembro del Frente Nacional de Liberación y, en la insurrección comunista de diciembre de 1944, participó en la guerrilla, hasta que fue detenido por el ejército británico y encarcelado por cuatro meses. Como psiquiatra prestó sus servicios en varias clínicas y hospitales de Atenas, París, Estados Unidos y, finalmente, en Génova y de nuevo en Atenas. Es autor de varias novelas y cuentos –algunos de ellos traducidos al francés y alemán–, de diez libros de poesía y traductor de T.S. Eliot al griego. Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, alemán, sueco y húngaro. Véase La Jornada Semanal, núm. 1059, 21/vI/2015 Versión de Francisco Torres Córdova
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 15 de diciembre de 2019 // Número 1293
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Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso
Movimiento… Educación… Belleza… (I de III) A VER… para terminar este 2019 deseamos hablar de esos espíritus que animan a la música –al arte en general–, pero que también impulsan la buena educación: movimiento y belleza. Con ellos germina el desarrollo. Sin ellos no hay posibilidad de nada. Hablamos del primer paso o toma de decisión para la posterior consecución de felicidad, justicia y libertad. Citemos primero a María Zambrano en Filosofía y poesía: “En el principio era el verbo, el logos, la palabra creadora y ordenadora que pone en movimiento y legisla.” No importa si es con los dados de Dios o con el singular impulso del Big Bang, todo comienza con el movimiento porque allí nace el tiempo y, con él, la posibilidad creadora. Esto nos lleva a pensar que todo aprendiz ha de dar un primer paso, ponerse en movimiento con una idea por simple que parezca. Es eso lo que deben facilitar los educadores; esa toma de decisión que inicia el juego interminable de la causalidad y que está por encima de toda finalidad. Hablamos del hacer por el hacer mismo; del arranque cinético que, ya con el viento en la cara, podrá luego abandonarse a reflexiones más profundas. Para lograrlo se debe integrar a las artes en el cuerpo de la pedagogía general en etapas tempranas; luego hay que lograr su peso en las actividades profesionales (para quienes deseen dedicarse a ellas de lleno); pero sobre todo debemos utilizarlas como conexiones sensibles para conseguir profesionales de cualquier ramo cuyo pensamiento creativo use al arte. Esto implica, primero, romper los miedos que se cocinan en la familia, el barrio y la escuela tradicionales; sobre todo el miedo al ridículo, como apunta el gran músico y pedagogo Stephen Nachmanovich: “El miedo es lo contrario al juego.” ¿Cómo? Para empezar, moviéndonos, tomando decisiones aunque no tengamos la total certeza de nuestro rumbo. David Le Breton, en su Elogio del caminar, dice: “El primer paso, el único que cuenta según el dicho popular, no resulta siempre fácil: nos arranca de la tranquilidad de la vida cotidiana por un tiempo más o menos largo y nos libra a los avatares del camino.” Luego agrega: “Los primeros pasos tienen la ligereza del sueño: el hombre camina en el filo de su deseo.” Podríamos decir que tal movimiento es, entonces, un reencuentro con nuestro ser interno que vuelve a valorar el cruce de dificultades en lugar de tomar atajos. No tiene prisa. Es la tortuga contra Aquiles. Por ello dice Le Breton: “El caminante no elige domicilio en el espacio, sino en el tiempo […] el caminante es el artista del tiempo que pasa.” Y no se trata de observar pasivamente a los insulsos que pisan el acelerador de su carrera hacia el “éxito”, tantas veces basada en la violencia, sino de aproximarse a ellos desde otros senderos, lanzando preguntas trascendentales. Esto nos lleva a Joan Hersh en Tiempo y música: “El presente es la única dimensión del tiempo que nos da una cita real con el mundo… Actuar sólo es posible ahora.” Es así que nuestros enemigos en los espacios de creación del conocimiento son la postergación, la procrastinación, la pereza, la simulación de dinamismo a través de vehículos virtuales que, sin moverse, habitan cables y aire evitando el cansancio físico, el único que triunfa en la noche del descanso. En tal sentido el movimiento parece esencial pese a lo que diga el amigo Descartes: “pienso luego existo”, pero ese pensamiento no es estático ni extático; es inicio dialéctico, es promesa de civilidad que transformará su entorno a través de acciones concretas y puntuales. Nada mejor que el arte para experimentarlo y llevarlo a cabo. Eso creemos. Por ello en las próximas columnas seguiremos elucubrando sobre la educación artística y la belleza. ¿Qué nos mueve? Que ambas cosas están cayendo a pedazos en la mentalidad colectiva y, sin ellas… ¿para qué hablar de música? Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos. (Continuará.)
Cinexcusas/ Luis Tovar
Entre hitazos y rezagos VOLUNTARIA O involuntariamente, la programación de la Cineteca Nacional –es decir la regular, no la que integra la Muestra y el Foro— se ha convertido en un buen barómetro del estado que guarda la exhibición cinematográfica en México: en ella es posible percibir tendencias, inercias, retrasos y otras situaciones. La prueba puede ser tomada en cualquier momento; por ejemplo, el presente: la preeminencia, por no decir invasión, de las películas-hitazo, provengan de donde provengan, traten de lo que traten y sean del tipo que sean. Es el caso reciente de Joker, y si bien es perfectamente claro que a este blockbuster no le hacía ninguna falta contar con un espacio en la Cineteca, a juzgar por los criterios en usanza, a la Cineteca sí “le hacía falta” contar con Joker. Es también el caso actual de The Irishman, la nueva obra maestra de Martin Scorsese que –en sintonía con el caso también reciente de Roma–, habiendo sido producida por Netflix no tendría una salida comercial convencional, de modo que las posibilidades de verla en pantalla grande quedaron restringidas a espacios como, precisamente, la Cineteca. Mezcolanzas difíciles de digerir, a fin de cuentas: qué suerte contar con El irlandés; qué fastidio tener que aguantarse al Guasón, programadas ambas en un espacio de pluralidad eso sí innegable –y agradecible también, desde luego, que para dar contexto y continuidad a The Irishman hayan programado Goodfellas, para un banquete completo.
Cuatro rezagos cuatro EN TANTO ESPACIO natural y obvio para que la filmografía local reciente sea exhibida, la Cineteca va programando, a como vaya siendo posible, producciones que de otro modo quedarían no sólo rezagadas, sino de plano ignoradas, como no sea en los aún más restringidos espacios festivaleros. Esta es la situación actual de Luciérnagas, Esa era Dania y Tiempo sin pulso, filmadas respectivamente en 2018 la primera y en 2016 las dos restantes. De ellas se dijo lo siguiente en este espacio, cuando fueron presentadas en algún festival: Coproducida por México, Grecia y República Dominicana, Luciérnagas es
la ópera prima en largoficción de Bani Khoshnoudi, cineasta iraní radicado en México; cuenta con soltura y sensibilidad la historia de Ramin, inmigrante que va a parar involuntariamente al puerto de Veracruz, donde todo le es ajeno: el idioma, los hábitos y costumbres, la idiosincrasia… en la búsqueda de la sobrevivencia, este joven gay de maneras tímidas vive la suerte bifronte de ser al mismo tiempo ayudado, ignorado, cobijado, repudiado, hasta que la fuerza misma de la cotidianidad va poco a poco amoldándolo a su nueva condición. Magníficas actuaciones de Arash Marandi y Luis Alberti, pero sobre todo de Edwarda Gurrola. Esa era Dania, debut en el género de Dariela Ludlow Deloya, combina sin mucha suerte los registros formales de la ficción y el documental, para contar una historia real de adolescencia con horizontes chatos; la película pareciera contaminada por la inexpresividad de su protagonista. Tiempo sin pulso, primer largo de Bárbara Ochoa Castañeda, expone sin cumbres pero sin abismos la historia del hermano vivo opacado por el hermano muerto e idolatrado por la madre. Bien actuado, bien contado, deja buen sabor de boca y hace esperar un segundo trabajo de Ochoa en el que supere su aceptable nivel.
Una mirada peculiar TAMBIÉN SE EXHIBE el largometraje documental Lo mejor que puedes hacer con tu vida, coproducción AlemaniaMéxico filmada el año pasado por Zita Erffa, consistente en una mirada peculiar a un mundo del que suele hablarse sin mucho conocimiento de causa, más bien de oídas e, inevitablemente, en medio de la distorsión que provoca el escándalo. Ese mundo es, nada menos, la vida al interior de la orden religiosa llamada Los Legionarios de Cristo. La principal virtud del filme, y sin duda la más difícil de alcanzar en un caso como éste, es haber logrado una perspectiva neutral que muestre, tal cual es, la cotidianidad de un joven aspirante a formar parte de la controvertida orden ●
LA JORNADA SEMANAL
16 15 de diciembre de 2019 // Número 1293
Alexander Naime Sánchez-Henkel
Mundos imposibles: La imaginación, que sin duda es una forma refinada de la inteligencia, ha creado innumerables obras desde los conceptos de utopía y distopía, ejercicios que reflejan sin concesiones quiénes somos por lo que podríamos ser, para bien y para mal, como sociedad e individuos. Aquí se presenta el comentario certero sobre ocho obras de la literatura y el cine muy conocidas por su elocuencia y calidad artística.
L
as utopías/distopías son ejercicios de imaginación sobre sociedades con principios y leyes fundadoras, formas de gobernanza, políticas públicas y costumbres nada alejadas a las nuestras; describen sociedades con tendencias sociales actuales que llevadas a situaciones (in)deseables surgen como obras artísticas de referencia o advertencia. Históricamente, el concepto de “utopía” ha servido como medio artístico para interrogar y desafiar el statu quo. Está bien que las ideas utópicas no sean realistas; eso no significa que no tengan ninguna aplicación en la realidad. Las utopías son ideas sociales para mejorar la realidad: para progresar, no perfeccionar; como dijo alguien alguna vez, las utopías sirven para guiarnos en el andar. La distopía nos advierte que lo nuevo no siempre es lo mejor; que el progreso no es involuntario y puede ser peligroso; que lo que beneficia a muchos, daña a pocos; que las máquinas y la tecnología pueden devorarnos, así como también las corporaciones o las revoluciones o las ideologías. Las distopías son, en sí, pesadillas sencillas y extremas de mundos posibles que nos alertan de lo que viene en el camino. En específico, avanzo estas obras de literatura y cine que muestran preocupación por situaciones contemporáneas extrapoladas a sus extremos por el ejercicio de la imaginación social. Gracias a estos ejercicios que se atreven a pensar en grande, podemos cuestionar quiénes somos, a dónde vamos y lo que hacemos como individuos respecto a la dirección que llevamos como especie humana.
El proceso, Franz Kafka (1925)/El proceso, Orson Welles (1962) HEMOS VIVIDO MOMENTOS en nuestras vidas donde sentimos la importancia de poder hacer algo respecto a “tramites” “papeleos” y esas cosas del sistema. El proceso trata justo de la deshumanización de la ley que, tristemente profético, se encarna en cada generación de burócratas. La pesadilla jurídica de Josef K. empieza cuando un uniformado llega a su habitación: “Estás arrestado.” Así. Sin más. Por el resto de la historia, K. acaba en situaciones cada vez más bizarras, sin que jamás nadie le diga el PORQUÉ de su culpabilidad. Tras un año en busca de la verdad dentro del laberinto de la justicia, K. se rinde. Sus últimas
utopías y distopías del cine y la literatura
Imágenes de: El proceso y Stalker
palabras antes de la larga siesta bajo tierra son, “¡Como un perro!” porque así lo trató la ley. La distopía burocrática de El proceso fue llevada al cine por Orson Welles y es hoy reconocida como una obra maestra por sus ángulos y enfoques que comunican visualmente la desorientación de Josef K. La única alteración notable es el final, donde el Josef K. de Orson Welles muere desafiando al sistema en un grito de liberación desesperada, pero igual, como un perro.
Picnic en la carretera, los hermanos Strugatski (1972)/Stalker, Andrei Tarkovski (1979) SI LA DIFERENCIA genética entre simios y humanos es del 1.2 por ciento, ¿cómo resultaría encontrarnos con una especie dos por ciento superior a nosotros? ¿Nos hablarían? ¿Tendrían interés en conocernos? Los aliens llegaron. Armaron su pícnic en la Tierra en camino a otras galaxias y se fueron. Dejaron toda su basura y ni nos pelaron. La obra de los hermanos Strugatski presenta con humor ácido una distopía antihumanista que trata de la insignificancia de la civilización humana y la imposibilidad de comunicarnos con algún ser superior. Las Zonas –lugares de basura alienígena– están llenas de trampas mortales y sólo los “stalker”, considerados un mal social necesario, se cuelan para resacar la basura de interés humano. Stalker, la película de Andrei Tarkovski, se desprende de este personaje y logra generar, con mucho menos humor y gracia, su propia contemplación. Los humanos que se adentran a la Zona luchan con la posibilidad de ingresar (o no) a la zona donde hay mayor concentración de basura para recibir su más profundo deseo. Pero, como en el libro, los humanos no logran comprender aquello que queda fuera del entendimiento de su limitada inteligencia… y apenas son las colillas y basuras de los aliens.
Frankenstein, Mary Shelley (1818)/ Ex Machina, Alex Garland (2014) LAS DISTOPÍAS DESARROLLAN sus propias tradiciones dentro del “contrato social” que la sociedad tiene consigo misma respecto a sus valores. Estos valores nunca son pura fantasía ya que
la imaginación está atada a la experiencia de vida, a un territorio especifico, a una forma y estilo de vida, y dentro de esas experiencias de vida, como sociedad, resentimos el ingreso de una persona o cultura ajena en nuestros valores. ¿Cómo reaccionaríamos ante otra forma de vida? Frankenstein, de Mary Shelley, habla acerca de un científico irresponsable –logra crear vida a partir de la electricidad– que al negar y huir de su propia creación desencadena una serie de asesinatos que lo llevan hasta el Polo Norte. Ex Machina, de Alex Garland, va de un científico responsable –logra crear vida a partir de la programación– que al aceptar y secuestrar a su propia creación desencadena una serie de asesinatos que llegan hasta Nueva York. En ambas obras, las “creaciones”, física y mentalmente superiores a los humanos, desarrollan su propia conciencia y sistema de valores para sobrevivir en una sociedad cuyo “contrato social” no los considera. Ambas se ubican en una distopía donde el humano es tan simple como un enchufe o un algoritmo, nada divino en realidad.
El Juego de Ender, Orson Scott Card (1985)/Ven y mira, Elem Klimov (1985) EL NIÑO SOLDADO es la figura más escalofriante de la ficción distópica. Y también de la realidad. Según la ONU, 200 mil infantes han sido empleados en conflictos armados en lo que va de este siglo. El Juego de Ender presenta un futuro distante donde ya dominamos los viajes intergalácticos y la ley de la gravedad. El problema es los denominados “Bichos”, extraterrestres que quieren controlar el planeta. Irónicamente, buscando un mejor futuro, la humanidad recurre a los infantes Ender (6), y sus hermanos, Peter (10) y Valentina (8). Ellos tienen un superpoder: entender a los demás. Peter entiende sus temores y los aprovecha. Val simpatiza y apoya. Ender empatiza y anticipa. Ven y mira, de Elem Klimov, reta a ver la horrible transformación de un niño juguetón, Flor, en un soldado con cicatrices emocionales y mentales. El enfoque de la trama es la invasión nazi de Bielorrusia y combina lo real con lo surreal: la niñez curtida en guerra: la distopía total, donde personas con pequeños cuerpos logran sobrevivir a terribles experiencias con gran espíritu. Como Ender, Peter, Valentina y Flor… y cientos de miles más en el mundo real ●