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SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 17 DE JUNIO DE 2018

MARGARET RANDALL Y EL LENGUAJE DEL DOLOR Eve Gil

Como un campo de huesos rotos Tres poemas de Margaret Randall La pulsión de muerte en la narrativa de Calvert Casey José María Espinasa A 25 años de la muerte de Luis Cardoza y Aragón Marcos Daniel Aguilar


JORNADA SEMANAL

Foto: Jim Norrena/ CCA Photography. Fuente: Flickr

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MARGARET RANDALL Y EL LENGUAJE DEL DOLOR “Sus textos van más allá del simple disenso”: este fue uno de los argumentos esgrimidos por el estadunidense Servicio de Inmigración y Naturalización para intentar expulsar de su país a la poeta, académica, fotógrafa y activista Margaret Randall, nacida en Nueva York hace poco más de ocho décadas. Avecindada en México –y nacionalizada también- en la década de los años sesenta del siglo pasado, Randall tuvo además largas estancias en Cuba y Nicaragua –de las que emanaron diversas obras literarias-, para finalmente regresar a su país de origen. Incómoda para el status quo, Randall ha hablado siempre desde la honestidad absoluta y sin temor alguno, lo mismo del paisaje sociopolítico de los lugares donde ha vivido, que del paisaje interno, ahí donde el dolor de experiencias terribles puede aniquilar o ser convertido, como es su caso, en un canto que reconstruye.

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DEL MANIFIESTO A EL CAPITAL: “E

Sin duda hay obras que no cesan de inquietar el pensamiento, y este es el caso de los trabajos de Marx y Engels –el famoso Manifiesto, en 1848, y El capital, en 1867-, que aquí se tratan desde la conciencia del lenguaje como instrumento político y literario. La lectura de autores como Shakespeare, Píndaro, Homero y Sófocles ayudaron a conformar los que en este ensayo se denomina “una estrategia escritural-política” en la obra del gran filósofo alemán.

estrategias del lenguaje y literarias en Marx Enrique G. Gallegos

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l 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días”: así se expresó Frederick Engels en su discurso ante la tumba de Marx en Highgate, el 17 de marzo de 1883. Ciento cincuenta años después, el historiador Erik Hobsbawm comparará a Marx con Isaac Newton, Charles Darwin y Sigmund Freud. En su discurso, Engels describió a Marx como un “hombre de ciencia”, pero tal descripción habría sido incompleta si no hubiera agregado, párrafos más adelante, que “Marx era, ante todo un revolucionario”. Y esto lo convirtió, según relata el mismo Engels, en “el hombre más odiado” de su tiempo y, podríamos agregar con matices, también del nuestro. Wheen recuerda que en los años setenta del siglo pasado no era extraño encontrar artículos y libros con títulos tipo “nota roja”, como el de un tal Richard Wurmbrand: Was Karl Marx


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Karl Mark en las calles. Izquierda: en una calle de Hamburgo. Derecha: Trier, la ciudad natal del influyente pensador comunista Karl Marx, está celebrando el 200 aniversario de su nacimiento con nuevas luces peatonales. Fotos: www.hamburg.com

a Satanist? (“¿Fue Karl Marx un satánico?”), que estaban a tono con la esquizofrenia que se desarrollaría en los años ochenta con la política neoliberal del expresidente estadunidense Ronald Reagan. En un mundo donde filósofos, sociólogos, historiadores, literatos y politólogos de diversa cepa se empeñan en las ideologías de saberes “neutros y objetivos” y en el que las universidades, por su parte, expulsan el pensamiento crítico y rechazan la politización de la experiencia escolar, esa combinación entre el “hombre de ciencia” –porque escribió el mayor estudio sobre la génesis y lógica del capitalismo– y el hombre comprometido con la emancipación, no ha dejado de generar malentendidos, rechazos y suspicacias, particularmente en el momento neoliberal actual. ii

Es conocida la historia: en 1844 Marx y Engels

se reúnen en París y entablan una alianza que durará hasta la muerte del primero. De la dialéctica de esa amistad y de la creación en 1847 de la Liga de los Comunistas saldrá uno de los panfletos más importantes e influyentes que se han publicado en la época moderna: el Manifiesto del Partido Comunista (1848). Es difícil encontrar un documento, como el Manifiesto, que haya logrado situarse con singular eficacia tanto en el plano de la divulgación y la agitación política, como en el de las complejas ideas filosóficas y políticas. La tantas veces citada, usada y parafraseada expresión con la que inicia el Manifiesto: “Un fantasma [Ein Gespenst] recorre Europa…” y la arenga con la que se cierra el panfleto: “¡Proletariados de todos los países, uníos!” son de una fuerza performativa con pocos parangones en la historia. La primera frase es como una inquietante sombra o espectro (que es como Roces traduce el vocablo Gespenst) que se cernía misteriosa y terroríficamente sobre las clases dominantes y que

no sólo sirvió como eslogan de identidad a organizaciones obreras y políticas, sino también ha sido resemantizada por sociólogos y en algunos estudios feministas contemporáneos. La segunda frase, con la que se cierra el Manifiesto, convoca a la organización y movilización de los trabajadores. Las dos frases operaron como un paréntesis histórico cargado de dinamitas políticas y revolucionarias que no cesaron de estallar durante el siglo xix, parte del xx y que, suponemos, aún esperan por tiempos más propicios, quizá ahora bajo el liderazgo del feminismo radical. iii

Los manuales de historia de la filosofía sue-

len destacar las tres críticas de las que partió el pensamiento de Marx: la filosofía idealista alemana (Hegel), la economía clásica inglesa y el socialismo utópico francés, pero pasan por alto lo mucho que su estilo y prosa deben a la literatura. Marx era un conocedor y lector de Shakespeare, de Dante y de algunos poetas y escritores griegos como Píndaro, Homero y Sófocles. Tenía una particular sensibilidad para el lenguaje y, es sabido, de joven escribió poemas. Esto explicaría la raíz de su preocupación por la forma, el estilo y la escritura de sus textos filosóficos, económicos

“Esta acumulación originaria desempeña en la economía política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana, y con ello el pecado se posesionó del género humano.”

y políticos. Por ello, la manera en que se sitúa estratégicamente el Gespenst en la apertura y la forma en que cierra el Manifiesto no pueden ser gratuitos y obedecen a una estrategia que se podría denominar escritural-política, para operar sobre las conciencias de los proletariados y movilizarlos a la acción política. Pero hay otro ejemplo de mayor significación que se encuentra en el núcleo de El capital. El capítulo xxiv, en el cual Marx analiza la denominada “acumulación originaria”, traza una poderosa analogía que opera en varios planos. La acumulación originaria es el relato sanguinario y casi infernal de los mecanismos y dispositivos de los que se valió el protocapitalismo para apoderarse de la riqueza social y transformarla en capital privado. Incluía las expropiaciones violentas de territorios, la esclavitud, el asesinato, el exterminio de poblaciones, las prácticas de colonización, la tortura, la mutilación y explotación de niños y niñas. Una “acumulación originaria” que, habría que agregar, aún no ha culminado en pleno siglo xxi, sólo se ha vuelto más simulada y menos visible (pienso en la explotación de las trabajadoras del hogar, en las labores domésticas y de cuidado que realizan las esposas, en los trabajos que realizan los inmigrantes, etcétera); acumulación que habría que calificar de neoliberal por su exceso de positividad y autoexplotación, como bien ha visto Byung-Chul Han. La analogía que traza Marx es la siguiente: “Esta acumulación originaria desempeña en la economía política aproximadamente el mismo papel que el pecado original en la teología. Adán mordió la manzana, y con ello el pecado se posesionó del género humano.” La analogía que Marx dibuja entre pecado original y acumulación originaria obedece al registro de una sociedad judeocristiana y traza el comienzo de un tipo de arreglo histórico asociado al modo de producción capitalista. La expulsión del paraíso hace las veces de la caída en el infierno del capitalismo. Llama la atención que Marx no lleve la comparación hasta el punto patriarcal del Génesis (3:6), que responsabiliza a la mujer de la expulsión del paraíso. Es clara la estrategia narrativa de Marx al no asumir el relato bíblico hasta la misógina acusación a Eva, para condensar la analogía en el momento de la expulsión del paraíso. Una vez que se ha instalado en el lector esa analogía y / PASA A PÁGINA 4


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Cool Karl Marx realizado por nerdamus

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Las contradicciones internas y externas de la

que es reforzada por el contexto de la tradición judeocristiana del mundo occidental, el siguiente punto era ilustrar lo sanguinaria que ha sido la acumulación originaria y su transformación en capital privado. Cuando se termina de leer ese capítulo es imposible no recordar la Comedia, de Dante. En el Infierno, Dante describe una geografía moral en la que aparecen “desgraciados” a los que infernales mosquitos “… de sangre el rostro les bañaban,/ que, mezclada con llanto, repugnantes/ gusanos a sus pies la recogían” (Canto iii), en la que existe “gente zambullida en el estiércol,/ cual de humanas letrinas recogida” (Canto xviii), a las que “por las piernas las tripas le colgaban”, “busto[s] sin cabeza” y cabezas que devoran la nuca de otras cabezas (Cantos xviii y xxxii). La asociación entre ambas obras no es descabellada, pues Marx era lector de Dante, como se puede constatar por las referencias que hace de éste en El capital. iv

Por supuesto, no es la primera vez que se

repara en la potencia política de la literatura y el lenguaje marxiano. Pienso en Ludovico Silva, Nicolò Pasero y Francis Wheel, incluidos aquellos que han tratado de plantear una estética marxista. En Las metáforas teológicas de Marx, Enrique Dussel ha llamado la atención sobre las metáforas religiosas que hacen del capital “el Anticristo, el demonio visible”; aunque me parece acertada la hipótesis, creo que existen riesgos al enfatizar la raíz religiosa por encima de la operación política y performativa. Por lo demás, Dussel parece consciente de este riesgo al negar expresamente la presencia de “una teología formalmente explícita”. Por su alta conciencia literaria, Marx sabía lo importante que era apropiarse políticamente del lenguaje y operar al nivel de las conciencias, las sensibilidades, la producción de las subjetividades y movilizar a la praxis política. Por ello, las metáforas, analogías y otros tropos no son residuos o recursos externos al proyecto emancipatorio de Marx, sino parte de una estrategia deliberadamente concebida para operar en el campo político. En este sentido, desde ya se debe descartar que aquí se esté sosteniendo una estetización de la obra marxiana; más bien se trata de resaltar que también existe una dimensión estratégica del lenguaje en Marx, necesariamente vinculada a sus propósitos críticos y emancipatorios. Por otro lado, esto tampoco debe llevar a reducir la literatura a mero reflejo de las relaciones materiales. La grandeza de Marx está en que siempre fue consciente de que la literatura y el arte mantenían espacios de inconmensurabilidad y diferencia. Este uso estratégico del lenguaje y literatura también se corrobora con una carta de Marx a Engels, del 13 de septiembre de 1867, en la que ante la inminente publicación de El capital, le escribe crípticamente que “no conviene que ni siquiera los mejores libreros vean demasiado a fondo nuestro juego”; se entiende: existían riesgos políticos y de censura de su “maldito trabajo”, como lo denomina Marx en otra carta del 14 de agosto. Por ello, es ingenuo cuando los impacientes seguidores de Marx apelan a la onceava Tesis sobre Feuerbach para insinuar que, sin praxis, el pensamiento se vuelve retórica, creyendo inocentemente que hay que pasar inmediatamente a la acción y dejarse de reflexiones teóricas o filosóficas.

La grandeza de Marx está en que siempre fue consciente de que la literatura y el arte mantenían espacios de inconmensurabilidad y diferencia. v

Párrafos arriba escribí “relato” y no “histo-

ria” de la acumulación originaria, para enfatizar la operación política de Marx. El relato no debe entenderse como un registro ficcional sino como un arreglo intencional, espacial y temporalmente, de los materiales históricos con los que contaba. Se trataba de ordenar esos materiales y los hechos, tanto en función de cierta intencionalidad política, como para producir determinados efectos reactivadores en la conciencia de las clases sometidas. No en balde Marx recupera estratégicamente, en la última sección del capítulo xxiv, las mismas ideas expresadas casi veinte años antes en el Manifiesto: cómo en la medida en que se intensifica la opresión, la miseria y la servidumbre de los trabajadores, se “acrecienta también la rebeldía de la clase obrera”. Es un uso estratégico porque sobre la conciencia de la explotación a la que eran sometidos los trabajadores, venía a colocar una capa de descripciones crueles y sanguinarias de la manera en que se dio el proceso histórico de acumulación originaria, con lo cual remachaba la percepción de opresión, miseria, injustica y salvajismo. Esa afirmación de un incremento e intensidad de las rebeliones y luchas –que históricamente ha tenido subidas y bajadas, hasta llegar al día de hoy, con la casi nula militancia política de las clases trabajadoras–, se ha interpretado como un fracaso en la predicción marxiana de la emancipación, pero en mi opinión también admite otra lectura menos causalista y con alta conciencia historiográfica: corrobora el uso tácticorevolucionario que hacía de los resultados de sus investigaciones “científicas” para operar sobre las subjetividades obreras y sobre la “tradición de los oprimidos”. Lo anterior también debe clarificar que las concepciones historiográficas de Marx son mucho más complejas que las del historicismo decimonónico, y que acusar a Marx de teleología, esencialismo y determinismo es insostenible.

extinta urss, que habían comenzado a aparecer en los años setenta del siglo pasado, el Gulag, la figura siniestra de Stalin, el ascenso del neoliberalismo en los ochenta y la final debacle soviética en 1991, sumieron en la oscuridad a Marx y a la rica tradición marxista del siglo xx, como bien apunta Hobsbawm. Esto tuvo una triple significación: por un lado, dejó el campo geopolítico libre para la constitución hegemónica del neoliberalismo y, por el otro, éste se instaló cómodamente en la vida cotidiana y el sentido común de las personas. Finalmente, Marx fue expulsado de la mayoría de las universidades y no pocos intelectuales, profesores y escritores renegaron de su obra o se sumergieron en la desesperanza y la desilusión, y se convirtieron en devotos defensores del mercado y el liberalismo. A pesar de ello, en México un puñado de autores mantuvieron el legado de Marx (pienso en Adolfo Sánchez Vázquez, Bolívar Echeverría, Enrique Dussel, Jorge Veraza y otros), pero han pasado casi treinta años desde el derrumbe soviético y cierta izquierda sigue repitiendo el “bonito juego neoliberal”, remachando elementales confusiones históricas entre Marx y Stalin, haciendo responsable a Lenin del Gulag, confundiendo los marxismos con las dogmáticas directrices del Comintern, repitiendo el sonsonete de Daniel Bell sobre “el final de la ideología” y despachando con superficialidad las posiciones políticas que se habían ganado con Marx y con los marxismos más vigorosos, para terminar refugiándose en ambiguas posiciones y conceptos confusos como el “populismo”, que parecieran volver un paso atrás al infantilismo de la izquierda decimonónica. No es gratuito que el “populismo” pueda ser tanto de derecha como de izquierda, pues al omitir en su análisis la lógica con la que opera el capital y su dependencia vampiresca del trabajo vivo, y al depositar sus ideas en contingencias y en una retórica que descansa en ésta, basta con que sobrevenga una nueva crisis (de créditos, de migraciones masivas, medioambientales, de cupo escolar, de agua, etcétera), para que el populus apoye al bando opuesto. vii

El proyecto político emancipador de Marx

se mantuvo consistente en el arco temporal que abarca los casi veinte años que separan la publicación del Manifiesto a la de El capital. Formalmente son dos textos diferentes: uno era un folleto, el otro un grueso libro dividido en varios capítulos; el primero era un panfleto de una agrupación política clandestina, el otro un estudio económico, histórico y filosófico que cumple con los estándares de los más rigurosos trabajos académicos que hoy en día se exigen. La dialéctica que abren ambos textos entre los cuerpos de los explotados y el cuerpo de leyes que protegen al capital, entre la agitación política y la epistemología, está mediada por el lenguaje y la literatura, y constituye el arduo camino de la emancipación. Pero ¿habría otra manera? Como recuerda Marx en algún punto de El vapital: si el dinero puede estar manchado de gotas de sangre (como contingencia), del capital –en cambio– manan chorros de “sangre y lodo” (como necesidad). Justamente porque el dominio del capital no puede no ser opresivo y no puede no descansar en la explotación de la fuerza de trabajo, el adecuado punto de vista para el análisis del capital y de la sociedad capitalista no puede no ser el de la búsqueda de la emancipación l


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Dramaturgia

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Cartón de los años setenta del genial Abel Quezada

EL TRINO DE LOS * CANALLAS Javier Bustillos Zamorano |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

El manotazo en la mesa del máximo dirigente empresarial del país hizo brincar los vasos y tazas de café de los periodistas. empresario 1: ¡¿De qué se trata, hijos de la chin-

gada?! periodista 1: Don Juan… empresario 1: ¡Estamos a días de la elección!

¡Estamos a punto de que nos lleve el carajo! ¡¿De qué dudas hablan, maldita sea?! empresario 2: (Posa su mano en el antebrazo del empresario 1) Tranquilo Juan, calma, deja que nos expliquen. A ver, Carlos, más despacio. periodista 1: Gracias, Gustavo. Le juro, don Juan, que hacemos todo lo que podemos; dennos unos días más; salió algo de uno de sus hijos; lo estamos confirmando; eso, junto con lo que Pablo escri-

bió respecto de su salud y lo de la secuestradora seguramente tendrá efecto. empresario 2: Sí, pero dijiste que tenían dudas respecto de nuestro candidato… periodista 1: Estamos confundidos; un día nos dicen una cosa y a la semana siguiente otra. empresario 2: Habla claro, Carlos. periodista 1: Habíamos acordado apoyar al candidato b para subirlo en las encuestas y ayer nos dijeron que siempre no; que debemos apoyar al candidato oficial. empresario 1: ¿Quién carajos te dijo eso? periodista 1: El dueño del periódico. empresario 2: Pero ¿cómo te dijo o qué? periodista 1: Así, que tratáramos de apoyar al candidato oficial que porque al b lo iban a obligar a declinar. (Los empresarios se miran desconcertados; el Empresario 1 ordena a su secretaria que busque telefónicamente a alguien). periodista 2: Mi caso es el mismo, don Juan. En la reunión que tuvimos, ustedes nos ordenaron ir contra el candidato de la oposición y apoyar al candidato b; pero luego me cambiaron la jugada... empresario 2: A ver, Pepe, tú y yo hablamos de esto la semana pasada, el lunes, ¿no? periodista 2: El martes, Gustavo, después de la entrevista que te hice en la radio. empresario 2: Bueno, ese día me dijiste que te había hablado alguien del gobierno… periodista 2: Sí, de comunicación social; que estaba inflando mucho al candidato b; yo lo tomé como una opinión más, por eso no me importó, pero luego me llamaron de la dirección de la radio y me ordenaron apoyar al otro candidato, que porque sería relanzado por el nuevo dirigente de su partido. periodista 3: A mí también me dijeron lo mismo. Ustedes saben que cuentan conmigo incondicionalmente. López no tiene cabida en mi noticiario y amplié la cobertura de las actividades del candidato b, pero en la empresa me piden otra cosa; quiero saber a quién le hago caso... empresario 1: ¿Quién te paga lo que estás ganando, Jesús? periodista 3: Bueno... empresario 1: ¿Tu salario en la radio te da para que vivas como vives? ¿Para que tengas las inversiones que tienes? (El Periodista 3 calla al sentir el temblor de sus piernas bajo la mesa) No hagas

preguntas pendejas. (La secretaria le dice algo al oído). empresario 2: Vamos a tranquilizarnos todos, ¿sí?, seguramente se trata del error de alguien en el gobierno; alguien menor que pretende confundirlos, ahorita lo arreglamos. Respecto de lo que planteas tú, Ciro, pues… periodista 4: Por favor, Gustavo, digo, es lo menos que se puede hacer por un compañero. Ricardo se quedó sin trabajo. empresario 1: Lo que hizo fue estúpido. periodista 4: Sí, él reconoce su error, pero… empresario 1: Mira, para no darle vueltas al asunto, nosotros no podemos hacer nada. Ricardo ha recibido mucho, mucho, de nuestra parte y del gobierno; sus inversiones son millonarias; su empresa tiene más de cuarenta trabajadores... periodista 4. Sí, pero no se compara con... empresario 1: ¡A mí me vale madre si se compara o no! ¡Tiene lo suficiente para que hasta sus nietos vivan tranquilos! ¡No pretendas chantajearnos con eso! periodista 4: Con todo respeto, don Juan... empresario 1: Mira cabrón, tú y todos ustedes han recibido mucho de nosotros. No le pellizquen los huevos al tigre; no nos provoquen; tenemos facturas y documentos de todos sus negocios; de todo lo que han recibido del gobierno y de nosotros. ¡De todo! ¡Hasta de sus putas! empresario 2: Ciro, ahorita estamos en este pedo que es muy grave; falta muy poco para las elecciones y seguimos perdiendo. Ustedes nos aseguraron que iban a tirarlo y mira cómo están las cosas; es un pinche caos. empresario 1: (Al empresario 2) Que se larguen. (Los periodistas se levantan y recogen apresuradamente sus cosas). empresario 2: (Mientras los conduce a la puerta) Tranquilos, muchachos; dennos unas horas para arreglar esto; no sé qué pasa, no sé si el gobierno quiere romper el acuerdo o algunos se quieren ir por la libre, pero yo mismo averiguo y les aviso. periodista 4: Sí, Gustavo, gracias, pero mientras tanto ¿qué hacemos? ¿A cuál de los candidatos apoyamos o qué…? l *“El periodismo es un arte que hoy está en manos de canallas”: Paco Ignacio Taibo i


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Entrevista con Gilberto Prado Galán |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

UNA CHARLA ENTRE SUEÑOS Marcos Daniel Aguilar |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

A 25 años de la muerte de Luis Cardoza y Aragón Una conversación sosegada y rica con un conocedor de la obra de un maestro multidimensional, poeta, ensayista, crítico de arte y cronista, que conoció a Octavio Paz, Orozco y André Breton, y afirmaba que “la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”.

Artista que ramificó la poesía hasta la política, Luis Cardoza y Aragón murió hace veinticinco años en el país que lo adoptó y lo convirtió en “el extranjero más mexicano” del siglo xx. Nacido en Antigua, Guatemala, en 1901, este escritor viajó a Europa en la década de 1920 en donde se vinculó con los artistas de vanguardia, en especial con los surrealistas. Tras la aventura democrática y liberal que experimentó como militante en su país natal; tras el triunfo y caída de la Revolución de 1944, Cardoza fundó su hogar en México en 1954. Colaborador y protagonista constante de revistas literarias como Contemporáneos, Taller, Cuadernos Americanos, El Nacional, Cardoza fue pieza fundamental de la república de las letras mexicanas a través de la crítica de arte y la poesía, que lo acercaron a artistas como José Clemente Orozco y Octavio Paz. Para recordar al antigüeño, charlamos con Gilberto Prado Galán, uno de los estudiosos de la obra de este autor quien consideraba que escribir “era como hablar dormido”.

–C

ardoza y Aragón vivió en México tras su exilio y hasta su muerte el 4 de septiembre de 1992. ¿Cuál es el legado de este guatemalteco para la cultura mexicana? –Es de importancia capital y diversiforme, pues abarcó varios campos del saber literario. Cardoza y Aragón, como se solía decir de Nerval, fue poeta en todos los géneros que abordó. Se desdobló siempre con fortuna en el ensayo, en la indagación autobiográfica (Guatemala, las líneas de su mano, 1955), en la poesía (Ontología de la soledad: “los solitarios son los seres más solidarios”) y en la crónica ensayística y poética como, por ejemplo, en El río: novelas de caballería (1986). No dejó de costado su arista como crítico de arte en un sentido lírico, poético, porque, como dijo: “el asombro en la obra pictórica es ileso” y, además, hay que “prolongar la felicidad de lo visto”. Ojo/voz y Dibujos de ciego son libros centrales, pero me inclino a pensar que su obra cumbre en este sentido fue y es Orozco. –Fue un defensor de las causas democráticas y de la justicia social, ¿cómo entender al Cardoza militante? –Cardoza y Aragón, el más mexicano de los extranjeros, siempre estuvo, como el corazón humano, a la izquierda y avispado. Su exilio es consecuencia de los regímenes totalitarios con el énfasis puesto en Guatemala: el general Jorge Ubico Castañeda. Cardoza se solidarizó con Juan Jacobo Árbenz quien, como sabemos, fue presidente de Guatemala en un lapso de sólo tres años. Esa dolorosa persecución como exiliado fue testimoniada en el umbral del libro Guatemala, las líneas de su mano. Allí narra el entrañable encuentro con su madre, cuando volvió a Antigua, la bellísima ciudad natal del “eterno niño antigüeño”, como le apodo en mi ensayo Luis Cardoza y Aragón las ramas de su árbol. –Sus primeros libros fueron Luna Park. Poema. Instantánea del siglo 2x y Maelstrom. Films telescopiados. ¿Qué nos deja este escritor para la historia de la poesía y la prosa? –En prosa tres o cuatro libros que tramontarán los años, las décadas: Orozco, El río, novelas de caballería y Guatemala, las líneas de su mano. Su poesía íntegra ha de salvar el valladar del tiempo e iluminará los espíritus lectores en cualquier latitud. Solía decir Cardoza y Aragón que “la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre”. También recomiendo los libros que dedicó a figuras centrales de la literatura universal: el de Miguel Ángel Asturias y, asimismo, el dedicado al surrealismo, a André Bretón.

Luis Cardoza y Aragón en 1986. Foto: Rogelio Cuéllar. Izquierda: Gilberto Prado. Fuente: es.wikipedia.org

–Hablas de la importancia de su libro crítico en torno a la obra del muralista Orozco, ¿por qué le interesó la crítica de arte? –Escribió Cardoza y Aragón varios libros que giran sobre el gozne de la pintura. Incluso uno panorámico sobre la pintura mexicana. En esto se emparienta con Octavio Paz. En que despliegan las alas de una crítica nada académica ni acartonada. Es una crítica, si me apuran, libérrima, gobernada o presidida por la reflexión poética y que sólo pretende acercar al espectador de un modo distinto y gozoso a la obra de arte. La poesía funge como lámpara para mejor gozar lo visto, para despertar o espabilar la sensibilidad artística de quien observa, por eso la perspectiva es fundamental: ver los aspectos de la obra de arte como Ortega y Gasset recomendaba apreciar los aspectos de la manzana. –Hoy es raro ver que alguien se interese en este personaje, parecería olvidado. Sólo hay algunos textos de David Huerta y Alberto Enríquez al respecto, ¿qué piensas? –Sí, parece olvidado, pero recordemos que el mérito vivo se hunde. En la novela cardinal de Baltasar Gracián, El Criticón, en sus capítulos crepusculares aparece La isla de la inmortalidad. La isla de la inmortalidad tiene un portero. El portero es el mérito: Cardoza y Aragón es inmortal, su literatura es imperecedera. Él lo sabía: “Sin memoria no habría sensibilidad artística; el olvido es anestesia”, aseveró en El río. –Tienes un ensayo sobre Cardoza y Aragón publicado en 1997, ¿por qué te interesó trabajar su obra? –El libro surgió de manera particular de una anécdota curiosa. Vivía yo en mi anagramático Torreón. Participé en el primer concurso Lya Kostakowsky. Escribí este libro que se acerca de múltiple manera a la obra del poeta guatemalteco. Con un título parafrástico (Guatemala, las líneas de su mano/Luis Cardoza y Aragón, las ramas de su árbol). Nunca pensé que ganaría el concurso. Felipe Garrido me dijo que me había premiado el mejor jurado del planeta (Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes y Eduardo Galeano). Cuando me llamó Pablo González Casanova yo fungía como director de Radio Torreón. Don Pablo me dijo, incrédulo: usted ha ganado el primer Premio Lya Kostakowsky, pero dígame una cosa: ¿siempre ha vivido en Torreón? Le dije, sí, siempre. Y agregó: es increíble que usted haya ganado. Le respondí: no minimice a la comarca lagunera. Me dijo: no, no la minimizo. Sencillamente es increíble. Es un homenaje múltiple a la obra del gran escritor guatemalteco/mexicano/universal: Luis Cardoza y Aragón. Ahora está vivo, está presente. Recordemos: “La espera, sólo la espera, es más torturante que la ausencia.” l


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Ensayo José María Espinasa

La pulsión de muerte en la narrativa de Calvert Casey Acercamiento crítico a la obra de un escritor cubano, “raro entre los raros” en la literatura cubana, autor de una breve obra narrativa reunida en Cuentos (casi) completos, publicado por el cnca en México. LA PRIMERA VEZ QUE escuche hablar de este escritor fue, si no me falla la memoria, en voz de Alberto Ruy Sánchez. Hace unos treinta años. Leí después algunas páginas suyas, supongo que las que se volvieron después prólogo al Material de lectura, que lo volvían muy atractivo, pero sus libros eran muy difíciles de encontrar y circulaban en sobadas fotocopias. Era un raro dentro de la ya de por sí rara literatura cubana. Nacido en Estados Unidos (1924) y muerto por su propia mano en Roma, en 1969. Aparece de vez en cuando en textos de algunos otros autores cubanos, como Cabrera Infante, y todos ellos mostraban una gran admiración por su breve obra. Lo único que se conseguía era el ya mencionado Material de lectura. Pesquisas en librerías de viejo me permitieron conseguir, con el tiempo, Memorias de un simulador y El regreso y otros relatos. Pero no los leí entonces y de vez en cuando alguna llamada de atención –un brillante texto de Rafael Rojas en Letras Libres, por ejemplo– me recordaba la asignatura pendiente de su obra. Hace unos Era un raro dentro años el cnca publicó de la ya de por sí en México los Cuentos rara literatura (casi) completos, obra cubana. Nacido en casi completa de este autor en una edición Estados Unidos (1924) y muerto por hoy también muy difícil de encontrar. Las su propia mano en ediciones españolas no Roma, en 1969. han llegado a nuestro páramo librero. Es curioso que cuando se dice de un escritor que es cubano no sólo se informa sobre su nacionalidad, parece que se lo califica con algo muy concreto, aunque difícil decir qué es. Y eso pasa tanto con la literatura más canónica y oficial –Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Nicolás Guillen– como con la más heterodoxa. Los críticos dicen, con razón, que está marcada por una insularidad, pero ese señalamiento no agota el misterio. Así, al reflejarse Lezama en el espejo lo que ve es a Virgilio Piñera. Y no todo se agota en el mentado barroco tropical propio de la isla Por eso, ahora que lo releo con entusiasmo, no deja de sorprenderme su relación con ese calificativo: cubano. En cierta manera había olvidado esa pulsión de muerte obsesiva que hay en sus libros. Y que en cierta forma es tan poco cubana.

Con el obvio riesgo de generalizar y simplificando en exceso, lo cubano trae, incluso cuando se manifiesta de forma melancólica, una alegría aparejada. Pienso en otro de los grandes escritores cubanos, Guillermo Cabrera Infante, y en su canto a La Habana, y que al reflejarse en el espejo lo que se ve es a Severo Sarduy. Hay algo de la trágica historia social cubana que se juega en el lenguaje y eso está presente desde Martí. Imaginar al Caribe como un Mediterráneo que nunca se ha civilizado –huracanes, injusticia social, pobreza, violencia– es un buen marco para tratar de entender qué quiere decir “ser un escritor cubano”. En Notas de un simulador, el personaje principal busca afanosamente poder ser testigo del último parpadeo de un hombre al morir, poder “ver” en los ojos del otro el umbral entre la vida y la muerte. Recalco la diferencia entre “el último suspiro”, donde ese tránsito se escucha, y el último parpadeo. Pero esa anécdota, en apariencia elementalmente simbolista, está narrada con un peculiar realismo en el que el cuerpo deteriorado por el tiempo o la enfermedad ocupa el escenario. Establecer relaciones con moribundos lleva al protagonista a visitar un hospital con diferentes excusas, a frecuentar ancianos pordioseros, a atisbar la agonía de lejanos conocidos, pero ese instante no es nunca visible, algo nos parta, nos distrae y ya se ha ido el momento, y su búsqueda, su persecución se diría, es un sentido de vida para el protagonista, labor a la que dedica sus empeños, abandona el trabajo y le lleva a perder toda relación social y amistosa. Lo que importa es ese mundo de abandono. Para contrastar con Buñuel, con quien tiene puntos en contacto, Casey no habla de los olvidados sino de los abandonados, ese mundo de la miseria del extrarradio que años después aparecerá en las novelas de Leonardo Padura a través de los ojos de Paco Conde. Digamos que en ese mundo los niños y jóvenes son olvidados por Dios, pero los viejos son abandonados por los hombres, y en los personajes de Casey, más allá de su edad en la narración todos están viejos, o, mejor dicho, envejecidos. Esa festividad tan protagónica del homosexualismo literario cubano (como en Reinaldo Arenas), en Casey no está presente, pero –aclaro– no hay tristeza, porque es destino, y en el destino ese sentimiento está fuera de lugar. Con una prosa de gran densidad expresiva y llena de claroscuros, Casey retrata unos ambientes que no pueden ser calificados de otra forma sino como cubanos, habaneros incluso y que, más allá de retratar la condición de miseria de la modernidad en cualquier ciudad del mundo, no pueden sino pertenecer a la isla. Así, la iniciación sexual de un adolescente en un prostíbulo está narrada con una mesura absoluta, sin la menor sordidez, apoyando todo el peso de la atmósfera en los roles cumplidos de la

madre y las hermanas, el tío que guía al muchacho, las muchachas que saben de qué va el asunto implícito en los gestos, porque él ya es todo un hombre y hay que hacerle unos pantalones largos. Y con ese muchacho, todos los personajes de Casey viven una soledad extrema, porque es una soledad en compañía. Todo el entramado social está hecho de sobreentendidos, de pactos en proceso de incumplimiento, asomados al precipicio de la traición. En ese sentido Casey, que se entusiasmó por la Revolución cubana –perteneció al grupo de Lunes de Revolución– pronto fue un disidente (su homosexualidad sin disimulo era inaceptable para el régimen) y abandonó la isla para abandonar poco después este mundo, pero su disidencia más que política fue anímica e intuitiva. No hay en su narrativa nada del optimismo o la esperanza que se podía esperar, pues su dolor es inherente al propio cuerpo. Ninguna revolución los librará del deterioro físico. Su relación con el cuerpo está marcada a fuego por un hecho poco cubano: la sensación del deterioro físico. Porque ese deterioro está íntimamente conectado con el deterioro social. En los breves años de su vida creativa –la década de los sesenta– no era aún tan evidente el papel de fetiche que la juventud tiene hoy día en el capitalismo salvaje. Tal vez si, como su escrutador, consiguiéramos ver –reconocer– ese umbral entre la vida y la muerte todo sería de otra manera l


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MARGARET RANDA

Y EL LENGUAJE DEL DO

Semblanza de una mujer de inagotable fuerza vital y compromiso político, que nació en Nueva York, vivió en México, Cuba y Nicaragua, ensayista, poeta y activista, madre de cuatro hijos y abuela de diez nietos. Con el poeta Sergio Mondragón, en México fundó la famosa revista bilingüe The Plumed Horn (El Corno Emplumado) en 1962, tuvo dos hijas y fue perseguida por el régimen de Gustavo Díaz Ordaz por su participación en movimiento del ’68.

Eve Gil |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

COMO UN CAMPO DE HUESOS ROTOS (tres poemas)* Margaret Randall |||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Mal y mal (Fragmento) 1 Abordé mi primer tren de guerra en 1942 cuando papá vino a sentarse una noche en la orilla de mi cama. con un tenue aroma a Old Spice y sarga militar: la guerra como ausencia pequeño árbol de la soledad Demasiado viejo para el reclutamiento y padre de dos, el judío que se puso un nuevo apellido para complacer a mi madre pero que odió la injusticia, escuchó los rumores y fue hacer su parte, el fascismo royendo su collar de privilegio. Para mi generación esta fue La Guerra Que pondría Fin a Todas las Guerras, la buena guerra a la que nadie se opuso, al menos nadie en ese terreno de la confianza donde libré mis batallas infantiles.


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ALL

OLOR

A

decir de la autora nicaragüense Gioconda Belli, “Margaret Randall tiene la calidad de esos pájaros deslumbrantes que se le quedan a uno grabados en los ojos cuando se camina por las veredas de Mombacho […] Una mata de pelo largo y blanco todavía húmedo en los bordes, los ojos azules llenos de melancolía y la voz que oscila entre el lamento y el canto…” ¿Quién asociaría esta descripción con la niñita vestida de encaje y moño, nacida en el seno de una tradicional familia judía de clase media en Nuevo México, que enfrenta contrita a la cámara mientras su abuela materna: “rodea mi trasero engalanado como para una fiesta, tus dedos en una rara postura, como haciendo un signo secreto” (“La segunda foto”)? Nacida en el seno de una familia judía de la clase media, el 6 de diciembre de 1936, en Nueva York –aunque se criaría en Nuevo México–, Margaret fue sistemáticamente violada desde la más tierna infancia por su abuelo materno, solapado por la abuela. La poeta calló porque no supo qué nombre darle a aquello que la rompió por dentro y la condenó a vivir recogiendo pedacitos de sí misma por todo el mundo. Apenas graduada de high school en

De izquierda a derecha: Ernesto Cardenal y Margaret en Nicaragua, 2013. Randall en una fábrica de tabacos en La Habana, 1970. Con el periodista argentino Rodolfo Walsh en La Habana, 1968. Fotos: Havana Times

1954, emprendió su primer viaje en motocicleta por el norte de África y Europa. Pararía en Sevilla durante un año, empleándose como criada a cambio de asimilar la lengua de la que habría de enamorarse: el español. Y si bien probó la libertad absoluta, y le encantó, por alguna razón terminaría de vuelta en Nueva York y conocería a quien sería el padre de Gregory, su primer hijo. Durante el proceso de adaptación a la maternidad, en 1961, despertaría su conciencia política al extremo de hacerla pegar otra voltereta de 360 grados, y, con su bebé de diez meses en brazos, marchó rumbo a México. Allí, dice Margaret, se hizo feminista y publicó su primer libro sobre feminismo, una antología documental y clásico del tema, Las mujeres (Siglo xxi Editores, 1970). Al tiempo que compila este libro empieza a escribir poesía, permitiendo que las suturas que la han preservado del trauma se desprendan. Su herida al fin encuentra nombre: incesto. La niña violada, que nunca dejará de ser niña, encara al abuelo violador, a la abuela cómplice y a la anonadada madre que, con toda seguridad, pasó por lo mismo: “por favor, mamá, no sigas diciéndonos las palabras

que piensas que queremos oír. Háblanos desde tu propio miedo. […] Mira, yo ahora reúno a mis hijos agrupo sus estaturas mato al santo a treinta años de su muerte toco su carne putrefacta bajo la luna veo cómo caen en los pilares. […] Recojo sus pedazos”. (“Para matar al santo”).

De México a Cuba, Nicaragua… y vuelta a casa

En México fundaría, junto con el poeta Sergio

Mondragón, la revista bilingüe The Plumed Horn (El Corno Emplumado), en 1962, que alcanzaría treinta y dos números y publicaría, además, más de veinte títulos de poetas estadunidenses y latinoamericanos. Con Mondragón –autor, entre otros, del bellísimo libro Hojarasca– procrearía dos hijas: Sarah (1963) y Ximena (1964), separándose al poco de nacer la última. El hecho de que fuera madre de dos niñas mexicanas no suavizó la mano represora de Gustavo Díaz Ordaz contra aquella estadunidense subversiva, implicada hasta el alma y las vísceras en el movimiento / PASA A PÁGINA 10

Íntimamente derrotado El abuelo de melosas manos me jaló dentro de la guerra de “nuestro pequeño secreto”, su belicoso “no digas nada o te mato” la sonrisa soñadora era su engañosa arma. Todos estos años después la guerra de guarnición de papá permanece en mi mente de seis años, aunque sé que la llevó consigo al entrenamiento básico de Fort Knox y la llevaba en cualquier permiso de ir a casa.

Meditación acerca del transplante de corazón Del vicepresidente estadunidense Dick Cheney Él se despierta con el nuevo músculo maestro en su sitio, Pero algo anda mal. Años de sincronía entre el corazón y la cabeza. el ansia de poder fluyendo a través de ambos en sinfonía sincopada, codicia en el campo de batalla manteniendo el ritmo

[…] Esa guerra era también Roger, mi perro al que ellos entrenaron para matar, así no podían enviarlo de regreso a un niño, decía la carta oficial.

con la avaricia corporativa y la batuta que esgrime tanto en el seno de su familia como en la cacería con amigos. Él se despierta y no hay duda: el trasplante ha tenido éxito. En todos los sentidos, menos uno.

No hay rechazo del órgano ni riesgo de infección, no hay fiebre más alta que los dos grados abajo de lo que otros mortales conocemos como normal. Este es un problema que preocupa a los especialistas. Tal vez incluso a la medicina moderna. Las sonrisas de esposas e hijas se dibujan a través de una niebla de anestesia: ellas no entenderían lo que él teme, así que no les explica. Vietnam. Halliburton. Irak. Afganistán. Vigilancia constante en el interior y en el extranjero un avión no tripulado en una distancia que desparece. Ninguno de los cinco ataques anteriores Apuntan a semejante dilema. / PASA A PÁGINA 10


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estudiantil de 1968. Esto la llevaría a vivir en la clandestinidad, aunque al poco de nacer Ana, su tercera hija, fruto de su unión con el poeta estadunidense Robert Cohen, salió de este país que no hubiera querido abandonar jamás, con destino a La Habana, donde viviría hasta 1980. No consiguió recuperar la nacionalidad estadunidense a través de su unión con Cohen, y le sería nuevamente regateada en 1986 tras comprobársele que era “comunista” por escribir un poema al Che Guevara. Se le cuestionó por asuntos tan absurdos como pintar desnudos en una clase de arte y trabajar como mesera en un bar gay. Sus conceptos, más que sus experiencias, se reflejan en tres ensayos sociológicos publicados por la editorial mexicana Siglo xxi: Los hippies, expresión de una crisis, El espíritu de un pueblo: las mujeres de Vietnam, Mujeres en la revolución, y una hermosa crónica en coautoría con el poeta cubano Ángel Antonio Moreno, sobre un querido artista callejero de Matanzas, el Che Carballo: Sueños y realidades del Guajiricantor (1979). En los ochenta se mudaría a Nicaragua para vivir desde dentro la lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que daría lugar al testimonial Todas estamos despiertas, donde detalla la muy activa participación de las mujeres contra el terrible General Somoza. Publicado en su país natal bajo el título de Sandino´s daughters, y destinado a ser su libro de culto, por el que hasta la fecha recibe amorosas cartas de sus lectores. El despertar de una conciencia feminista, particularmente durante su experiencia nicaragüense, hizo a la poeta y periodista reparar

en el hecho de que, como poeta, había trabajado su propio dolor como si fuera arcilla; que era suyo pero también de los demás. El dolor concientizado, internalizado, autopsiado, se transforma en la posibilidad de una enseñanza mutua, en una lección que requiere ser compartida y transmitida hasta volverse leyenda. Madre de cuatro hijos, abuela de diez nietos, inició una nueva vida en Albuquerque con la pintora Barbara Byers, su relación más perdurable y prolífica. A Barbara dedica su obra antológica, Esto sucede cuando el corazón de una mujer se rompe. Su delicioso poema “Nuestro aniversario”, incluido en uno de sus más recientes poemarios, Dentro del otro tiempo: reflejos del Gran Cañón, ilustrado, por cierto, por Barbara, plantea el compromiso amoroso entre dos mujeres; un clásico intercambio de anillos que adquiere un toque de sublime subversión. Dentro del otro

tiempo… es también un himno al paisaje y a la naturaleza de Estados Unidos, que la petrifica hasta dejar mudo a su cuaderno. Aunque su poesía la escribe en inglés por ser su lenguaje del dolor, Margaret está muy influida por Sor Juana Inés de la Cruz, César Vallejo, Roque Dalton, Violeta Parra y Carlos María Gutiérrez, aunque reconoce la presencia de Whitman, Hart Crane y de la también poeta lesbiana Adrienne Rich. A decir de algunos críticos, el lugar de Margaret está al lado de escritoras negras, indias e hispanas como June Jordan, Audre Lorde, Sandra Cisneros, Michelle Cliff, Janice Gould, Sonia Sánchez, Luci Tapahanso y Gloria Anzaldua. José Vicente Anaya la ubica, ¡muy atinadamente!, junto a otras poetas de su generación que transformaron el entorno doméstico en nueva poesía, como Sylvia Plath, Anne Sexton y Diane di Prima l

Papá, ¿te acuerdas de mí? El hombre todopoderoso descansa entre sábanas blancas. Equipos sofisticados Zumban y resuenan alrededor de su cama. Fuera de su cuarto de hospital lo mejor del Servicio Secreto planta a un guardia serio contra la amenaza latente. Y el hombre que siempre ha tenido una respuesta, que ha conservado su fría y afilada nitidez se pregunta por el hombre –¿o era una mujer?– cuyo cuerpo sólo unas horas antes albergaba este corazón que ahora late en él. ¿Sería ella demócrata? ¿Habría él perdido su trabajo o su hogar? O, dios no lo permita, ¿detestaría la guerra? ¿Mujer? ¿Negra? ¿Lesbiana? ¿Transgénero? Las angustiantes preguntas cursan por sus venas: marea ominosa de pequeñas puñaladas, emociones desconocidas que no recuerda haber experimentado antes, este extraño latir irregular que por fin lo deja físicamente entero e íntimamente derrotado.

Dieciséis años y no puedo evocar el consuelo de tu mano alrededor de la mía, tu olor a Old Spice fijado por la temperatura que elevabas jugando tenis con vecinos de la mitad de tu edad.

Cuando la confusión de la edad destrozó tus conocimientos básicos, tu naturaleza gentil hizo la transición más fácil. Ahora yo era la madre, tú el niño cuya silenciosa sabiduría finalmente descansaba.

No puedo recordar el nombre del libro con el que me enseñaste a leer, pero sus letras negras sobre cubierta roja aún deambulan detrás de mis ojos, y recuerdo tu historieta de Pufti y Mike, esos días de campo donde masticaban las piernas de pollo hasta dejarlas en los huesos.

Tu fuerte cuerpo disminuyó en la cama del hogar de ancianos, los ojos perdidos en focos decrecientes hasta que lo único que podía hacer era decir Te amo y todo lo que me podías responder era Igual.

Cuando tenía seis años te acompañé a la ciudad en tren. Me dejabas mezclar tabacos en tu pequeña tienda y rompíamos Saltines en tazones de sopa Campbell para el almuerzo. Me enseñaste a nadar y a conducir y a decir la verdad.

Ahora las cenizas que quedan de aquellas que esparcimos donde caminabas con tu amado pastor alemán en las montañas que hicimos nuestro hogar, las tengo en una vasija de cerámica roja en este estudio donde escribo. Papá, ¿te acuerdas de mí?

Tres años antes de tu muerte estuvimos juntos, mis dedos furiosos se cerraban en los tuyos –gruesos y protectores– una fría noche de enero en la Plaza Cívica de Albuquerque, protestando contra una guerra preludio de otras que no vivirías para ver.

Tomados del libro El rizoma. Como un campo de huesos rotos, versiones de María Vázquez Valdez y Quetzálcoaltl León Calixto, Secretaría de Cultura, Dirección de Publicaciones, México, 2017.


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PATADAS Y PALABRAS Como bien se sabe, no ha sido Galeano el único

Cerrado por fútbol, Eduardo Galeano, Siglo xxi Editores, México, 2017.

Antonio Soria

una reunión de todos los textos escritos por él

que se vio en la necesidad de recurrir al arte, casi

sobre futbol, aparecidos originalmente en diversos

nunca sencillo, de trocar, o vaciar, según el caso,

volúmenes, pero, como avisan los editores, “tam-

una afición apasionante por otra; más específi-

bién varios inéditos y verdaderos hallazgos, como

camente, de sustituir la muy intensa de agarrar a

la crónica en que, con sólo 23 años, llama ‘traidor’

patadas un balón, por el trato delicado y talentoso

al Che Guevara en persona por haber adqui-

–que de todos modos se supone lo mismo debería

rido en Cuba la pasión por el béisbol”. En total

ser con “la de gajos”– dado a las palabras. Ahí está,

son casi una centena de textos, necesariamente

antes que cualquier otro, Albert Camus –alguna

breves como en buena medida es la escritura de

vez guardameta y siempre aficionado–, para quien

Galeano, auténtico maestro del corto aliento y la

el futbol representaba muchísimo más que un sim-

intensa concentración semántica, agrupados bajo

ple juego o un deporte, y era capaz de descubrir

los rubros Cerrado por fútbol y El fútbol, la única

en ese ritual colectivo la inmensa carga simbólica

religión sin ateos. Además de una nota inicial del

que conlleva, más allá de la mercantilización, la

editor, se incluye Historia de un mendigo, a cargo

farandulización y la trivialización mediática. Entre

de Ezequiel Fernández Moores.

mexicanos, claro, el escritor panbolero paradigmá-

Para explicar la naturaleza del volumen y el

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tico es, sin lugar a dudas, el querido Juan Villoro,

título que se le ha dado, nada mejor que para

ESTE LIBRO FORMA PARTE de la Biblioteca

para quien el Necaxa de los once hermanos lo

cerrar esta reseña, sea el propio Galeano quien

Eduardo Galeano que la editorial se ha ocupado

sería todo al respecto, más que el equipo actual,

lo explique: “Cuando el Mundial comenzó, en

de poner en circulación, sobre todo a partir de la

desnaturalizado en una ciudad de Aguascalientes

la puerta de mi casa colgué un cartel que decía

muerte del autor de Las venas abiertas de Amé‑

que quién sabe si los quiere mucho, pero de seguro

Cerrado por fútbol. Cuando lo descolgué, un mes

rica Latina, con el propósito de volver accesibles

menos de lo que el autor de Tiempo transcurrido.

después, yo ya había jugado sesenta y cuatro par-

todos los libros escritos por el entrañable escritor

Y no es que haya escrito sobre futbol –al menos el

tidos, cerveza en mano, sin moverme de mi sillón

uruguayo, para quien el futbol –en el título de este

autor de estas líneas ignora si existe algún texto

preferido. Esa proeza me dejó frito, los músculos

volumen, como en toda Sudamérica, con acento

suyo y en dónde podría encontrarl—, pero vol-

dolidos, la garganta rota; pero ya estoy sintiendo

en la “u”– era literalmente una pasión de la que

viendo al Cono Sur americano, imposible olvidar

nostalgia.”

nunca habría podido, ni hubiera querido des-

que a Ernesto Sábato le gustaba, y mucho, como

prenderse. En sus propias palabras: “Desde chico

puede desprenderse del brevísimo pero mítico

zado, un libro como el presente no servirá quizá

quise ser jugador de fútbol. Y fui el mejor de los

intercambio verbal que, sobre el tema, sostuvo con

de consuelo para los millones de suspirantes por

mejores, pero sólo en sueños, mientras dormía.

Jorge Luis Borges, aquí citado de memoria: Borges:

un “quinto partido” mexicano que seguramente

Al despertar, no bien caminaba un par de pasos y

“No me gusta el fútbol, es una actividad para estú-

otra vez no será, pero sí tendrá la utilidad de

pateaba una piedrita en la vereda, ya confirmaba

pidos.” Sábato: “A mí me gusta el fútbol y no soy

encausar esa pasión jamás correspondida –más

que el fútbol no era lo mío. Estaba visto: yo no tenía

ningún estúpido.”

bien tratada a patadas por un equipo consisten-

más remedio que probar algún otro oficio. Intenté

Bien se sabe igualmente que, a lo largo de su

De cara al Mundial Rusia 2018, recién comen-

temente decepcionante– por la otra, hecha de

varios, sin suerte, hasta que por fin empecé a

extensa obra, Galeano abordó de manera recu-

ideas y palabras, que sí sabe gratificar a sus bien-

escribir.”

rrente el tema, y este volumen es precisamente

querientes.

En nuestro próximo número

CULTURA DE MASAS Y PROPAGANDA Mario Campuzano

La Jornada Semanal

@JornadaSemanal


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EL AGENTE DE ANGOLA Jaime Bunda. Agente Secreto. Historia de algunos misterios, Pepetela, Elefanta Editorial, (Traducción de Rodolfo Alpízar), México, 2017.

Emiliano Becerril ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

LA CONJURA DE LOS NECIOS –esa fenomenal obra que hizo que el mundo volcara su atención a la vida de su autor, John Kennedy Toole, para sospechar morbosamente que éste se había suicidado por no haber conseguido publicar en vida dicha novela, misma que posteriormente vio la luz gracias la a tenacidad de su madre, reivindicadora del trabajo de su hijo– es una novela canónica sobre el gordo. Ignatius Reilly, fanático de los hot dogs y la filosofía medieval, pone su gordura por delante y el mundo por detrás. Dignidad, seguridad y un cinismo absoluto desparramándose por encima de las lonjas de la piel como mantequilla, en un caminar pendular, consuman a un personaje memorable. Reilly tiene algo de Mr. Pond –que también vio la luz después de que su autor falleciera–, ese otro gordo que crearía Chesterton para observar el mundo desde su redondez personal. Reformulo: Pond y Reilly son personajes distintos, pero con una ansiedad similar, calculadora y ansiosa, probablemente producto de las demasiadas calorías acumuladas haciendo combustión en su cerebro y estómago. Primero almuerzo, luego existo. Primero me embuto, luego dilucido. Y si se radicaliza ese dogma, aparecerá, como un holograma hecho de cinismo literario, el personaje que aquí nos ocupa: Jaime Bunda, del gran escritor angoleño Pepetela (Premio Camões 1997, por el conjunto de su obra). Jaime Bunda es el epítome de la gordura y lo policíaco a la vez. Bunda en portugués quiere decir trasero, y Jaime Bunda, fonéticamente, hace alusión James Bond. Y ahí radica el primer escalón de su patetismo: Bunda quiere, pero no puede. Desea ser Bond pero su realidad luandense no podría estar más alejada del londinense, de hecho es todo lo opuesto al agente inglés. Incluso podría decirse que Bunda ni siquiera es un investigador propiamente dicho, sino un burócrata megalómano que evade su realidad, por cierto inescapable. Y lamentablemente él sólo cuenta con eso, con su personalidad, y con su cuerpo que, como ya quedó claro, es voluptuoso, pesado y nada recomendable para perseguir a la trepidante velocidad de los esquíes a maleantes en los Alpes suizos. Pero, por suerte, Bunda no está On Her Majestys Secret Service y no tiene que enfrentarse

a ninguna montaña –más que la suya propia–, y tiene, eso sí, un arma secreta: ser un gran lector de novela policíaca, de tal modo que sus decisiones generalmente tienen algún sustento literario –y edificante para el lector. Y aunque el personaje es agudamente intuitivo, tampoco hay que confiar enteramente en su criterio, porque su necesidad de demostrar que es un hombre de mundo, también es una debilidad latente. Así, mientras Bunda se refiere sin miedo a equivocarse a Chandler y Chester Himes con enorme familiaridad, también cree que Kierkegaard es un poeta español –sin miedo a estar en lo correcto. Vamos, Bunda es una fichita. En palabras de Pepetela: “Bunda es un James Bond sin tecnología, un James Bond subdesarrollado.” Jaime Bunda. Agente Secreto, recién publicada por Elefanta Editorial, con traducción del autor cubano Rodolfo Alpízar, es una novela policíaca tragicómica en la que la grandilocuencia heroica de la epopeya inglesa de Ian Fleming no puede consolidarse tan fácilmente debido a la omnipresencia de la corrupción postcolonial africana, y esta es otra mirada que subyace en el libro: cómo se estructuró Angola después de su independencia, de qué está hecha. No hay que olvidar que Pepetela fue el primer Ministro de Educación de la Angola independiente. Jaime Bunda existe en una pequeña saga de dos novelas: Jaime Bunda. Agente secreto y Jaime Bunda y la muerte del americano. En ambas se manifiesta una sátira deliciosa sobre las aspiraciones del ser tercermundista que desdeña lo propio; una crítica al poder, un recorrido casi antropológico por la enorme diversidad que constituye a Angola, y un humor irónico y casi didáctico. Bunda aglutina estilos, historias y referencias, a través de él, sonrisa tras sonrisa, Pepetela cumple la máxima del brasileño Garcia-Roza: tanto la psicología, la filosofía como la novela policíaca son un ejercicio de sospecha.

Todo lo que sabemos. Cancha, itinerario y cultura, Federico Fernández Christlieb, Ficticia, México, 2018.

Dice el autor: “Para nosotros el futbol llanero es celebración. Es rito semanal, es duelo y resurrección. Es nuestro código de conducta, es la base de nuestra educación y por lo tanto de nuestros problemas con la agresividad, el machismo y la desidia. Al mismo tiempo es la base de los buenos códigos de comportamiento: de la amistad, la complicidad, el saber reponerse ante la injusticia. Hablo por mí y por mis compañeros de equipo con los que he compartido aventuras desde hace 30 años. Para ellos escribo, Y para ustedes que creen que el futbol llanero es importante.” El libro forma parte de la colección Ediciones del Futbolista y su autor, además de ser panbolero irredento y feliz, es geógrafo e historiador, en ambas cosas titulado por la Universidad Nacional Autónoma de México, y actualmente es director general de Cooperación e Internacionalización de la propia unam. Fernández Christlieb habla sobre todo, como él mismo avisa, del futbol llanero, ése que sucede entre polvaredas y bajo un anonimato casi total, pero lo mismo aborda, vía la historia, la anécdota y la memoria, los tópicos inevitables del balompié, verbigracia las figuras rutilantes, los partidos inolvidables, los sucesos futboleros que decidieron un destino, más un etcétera contado en clave de cercanía y pertenencia: la que cabe esperar de un practicante asiduo y un aficionado contumaz.


Arte y pensamiento

Destino humano Yorguís Kótsiras ¿Qué mano tira Del telón del cielo? ¿Quién roba la luz Para venderla en las noches de invierno Cuando no haya Ni una estrella que destelle olvidada Ni una estrella falsa que brille Como medalla mohosa en el cielo? Se perforó el techo en el cielo y el agua se mete Cae una lluvia triste Gotean sus lágrimas. ¿Qué boca soplará un viento Para secarlas? Llueve sin cesar en la oscuridad Crujen las puertas Se hincha el mundo de agua Pensativo se dilata Como madero empapado Que se pudre en el mar.

Yorguís Kótsiras (Atenas 1921-1998) estudió leyes y ciencias políticas en la Universidad de Atenas. Notario de profesión, también tradujo poesía, teatro y novela, del francés, español e italiano (La divina comedia, de Dante) al griego moderno. Premio Estatal de Poesía (1958), el Premio Nacional (1975) y el Premio de la Academia de Atenas (1978). Sus poemas han sido traducidos al inglés, español, francés, alemán, húngaro, polaco, rumano, ruso y árabe. Véase La Jornada Semanal, núm. 1111, 18 /vi/2016 Versión de Francisco Torres Córdova

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Prosaismos Orlando Ortiz

Según el sapo... Dice el refrán: según el sapo es la pedrada; habría que añadirle, en ocasiones, que también según nuestras ideas, gustos y prejuicios. Porque no podemos negar la existencia de individuos que se horrorizan con la presencia de un sapo. Ignoro si es por su aspecto o por la idea tan difundida en algunas regiones del país de que los sapos son venenosos y las ranas no. Las ancas de rana son deliciosas, dicen; no puedo asegurarlo porque nunca las he probado; en cambio nunca he sabido de alguien que haya comido sapos. Que hayan comido ratas, sí, de campo, me dicen, y en San Luis Potosí llegué a ver racimos de ratas colgadas en el mercado. También he escuchado que la víbora, las iguanas y los monos son manjares exquisitos. Esas mismas personas, al cuestionarles por los sapos hacen gestos de horror. A los sapos se les desprecia por prejuicio, supongo: se piensa que son ponzoñosos, están muy feos, su carne es dura, o argumentos similares. Sin embargo, ranas y sapos son batracios muy parecidos, tal vez aquellos se vean más feos, pero no más. Es como si a la hora de comer un bistec para acopiar proteína animal, despreciáramos la carne de cebú porque tiene joroba y exigiéramos que nos dieran solamente de angus. (Acepto que puedo estar completamente equivocado, pues no soy gourmet.) ¿Prejuicio? Sin lugar a dudas. ¿Fundado? No sabría decirlo. Por eso en esta ocasión únicamente diré que detecto algo similar en los meses más recientes, o para ser más exacto, en los que llevan las precampañas, intercampañas y campañas electorales. Me ha sorprendido la ensalada de juicios emitidos por los opinólogos, es decir, los politólogos. En su mayoría presumen de objetividad y algunos hasta de científica evaluación, porque se apoyan en cálculos matemáticos (encuestas, pues, que no es lo mismo), no obstante me late que sus columnas y artículos adolecen de subjetividad (lo que no tiene nada de malo), porque no utilizan la misma vara para medir lo que un candidato dice y lo que declara el otro. Yo soy muy ingenuo y pienso que tal conducta obedece a falta de perspectiva y a prejuicios y no a intereses de otro tipo. Porque veo muchas semejanzas en las propuestas (bastante simples o bocetadas) de los candidatos, no obstante los columnólogos acusan a uno de ellos

de, por así decirlo, populista, y los otros emergen impolutos del pantano en el que supuestamente está el otro. Es decir, no se está utilizando la misma vara. Por ejemplo, Meade promete que becará a todos los jóvenes de educación media superior y les garantizará el ingreso a la universidad. Eso no parece despertar la inquietud de los comentaristas respecto a de dónde va a sacar el dinero para eso. Cuando lo hizo el otro, de inmediato saltaron a acusarlo de populista y etcétera; no repararon en otro aspecto cuestionable de éste, ¿educación de calidad o de cantidad? ¿Convertirán las escuelas universitarias y de nivel medio superior en guarderías? Ya se tienen elementos para evaluar resultados de una política educativa de ese tenor. No me preguntaré sobre los resultados de la Universidad de la Ciudad de México, pero sí sé que el porcentaje de egresados de prepas y ceceaches es de alrededor del cincuenta por ciento, y los titulados por la unam es de más o menos lo mismo. ¿Cuestión de oportunidad? Cuando di clases, la cantidad de alumnos desertores o apáticos me quitaba el sueño. Yo hacía circo para evitarlo, hasta que un compañero docente me dijo: “Para qué te preocupas, ¿nunca te has percatado de que hay chamacos a los que no les interesa estudiar?” Por ahí podría plantear más preguntas no sólo respecto a la educación, también en cuanto a seguridad, energía, minas, el campo, etcétera. Preguntas a los tres candidatos principales, y sus respuestas, estoy convencido, serían muy semejantes, si acaso diferentes en matices y entonación, acentos de más o de menos. El caso más reciente respecto al candidato “populista” es el de los empresarios. Muchos se alarmaron, gritaron, se han espantado viendo salir de ultratumba el fantasma de la lucha de clases, la polarización a ultranza de los sectores empresariales, por un lado, y de los pobres y los trabajadores, por el otro. Yo, repito, soy bastante ingenuo. Aquí sólo veo color y sabor. Recordé, aunque muchos me han visto feo cuando lo digo, las palabras de alguno de esos teóricos del marxismo que dijera: los burgueses son capaces de fabricar la cuerda con la que serán colgados, si eso les reditúa ganancias. Yo la completaría: y los políticos son capaces de acomodarse cuando se les voltea el chirrión por el palito.


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Las rayas de la cebra Verónica Murguía

Postergar la vida MI MARIDO DICE que las palabras que ha escuchado con más frecuencia en veinticinco años de matrimonio son “comienzo el lunes” y “después”. Afirma que, si la procrastinación fuera un deporte, yo sería una figura de clase mundial que llegaría a buscar mi medalla de oro, haciendo alarde de tardanza, cuando ya hubieran pasado las competencias. Me lo recuerda cada vez que aplazo algo que quiero hacer: un viaje, tomar una clase, ¡ir al fisioterapeuta!, llamar al señor que tapiza los muebles, bordar. Y así los ahorros para conocer Delfos y quedarme con la boca abierta ante las ruinas del oráculo se esfuman; trato de aprender latín y nomás hago perder el tiempo al maestro (no hacía la tarea porque la relegaba); las rodillas comienzan a doler; al sillón se le ven los resortes y yo sigo pensando que me queda tiempo para bordar el cojín del bebé aquél que me tiene fascinada. Y el tiempo, lector, no se puede reemplazar ni comprar, aunque lo perdemos cotidianamente. El tiempo es lo que nos roban las ambiciones frívolas. El tiempo es la vida. La vida es frágil y siempre se va como agua. Lector: “Ama y haz lo que quieras” dijo San Agustín. Dejemos lo del amor, porque no es ese amor cinematográfico que tú crees, es el amor al prójimo, aunque ese prójimo vaya a votar por aquél que odias o ande tirando la basura en la acera. Es casi imposible cumplir con lo que San Agustín pide, pero conformémonos con: “No infrinjas la ley, ni friegues a los demás y haz lo que quieras.” Ojo, no pospongo el trabajo. En cuestiones laborales soy de una puntualidad ñoña, acentuada por los nervios. Pospongo aquello que me dará placer porque creo

que no tengo tiempo para lo que me gusta, que habrá un mejor momento o, simplemente, por insegura. Por ejemplo, las tangas. Convengo en que no son para todo el mundo, pero tuve una a los veintiún años, un regalo traído de Brasil. Siempre he sido insegura, pero lo supe al verme en el espejo: era entonces o nunca, porque esa tanga era diminuta. Mejor el año que entra, me dije. Y hago desplantes. O sentadillas. Los desplantes, aclaro, no eran necesarios por esas épocas. Ahora, ni con dos millones de desplantes diarios podría reponer lo que el tiempo se llevó. Siguieron las minifaldas, que tuve algunas. Lo mismo: ahora no, luego. Cuando me sienta mejor y me haya asoleado un poco. Cuando me haya depilado las piernas con láser. O suba de peso. O baje de peso. Según. Un día, las minifaldas se fueron al bote de la basura en una bolsa, limpias y listas para ser halladas por alguien con más decisión, porque el asunto no se trata de la forma de las piernas, sino de la voluntad para ponerse lo que a uno se le dé la gana. Por el mismo camino se fueron los bikinis, los tacones de vértigo, cierto tipo de medias, el pelo de colores y cualquier escote. Creo que no demoro los asuntos laborales por la misma razón por la que retraso los placeres: por neurosis. De niña, cuando ya este problema despuntaba, no hacía la tarea. Era tarda e incumplida: llegaba a la papelería, cuando estaban bajando la cortina, a comprar mi mapa orográfico de la República Mexicana, mi estampita de Benito Juárez o la monografía sobre la vaca. Mis trabajos eran mediocres. Pero no crea el lector que yo disfrutaba las tardes ociosas: al contrario. Mientras veía Los locos Addams, pensaba en los problemas aritméticos que tenía que resolver. El tío Lucas se quitaba la jaqueca en una prensa; el tío Cosa llegaba en su coche con una

guapa en el asiento del copiloto; Morticia le daba de comer a la planta carnívora y yo me reía a medias, pensando en la regañada que me tocaría al día siguiente si no me aprendía el ciclo reproductor de las gallinas. La cosa fue complicándose porque el mundo no espera. Mis compañeros aprendieron a dividir mientras yo miraba por la ventana y pensaba que luego entendería esa mecanización tan rara. Pero no fue así. Mi confusión escolar llegó a tal extremo que en el mundo laboral tuve que cambiar: cumplir de antemano y de sobra porque si no, me daba colitis. Ese era, y es, mi modus operandi. Me ha echado a perder decenas de cosas importantes y debido a él mi felicidad está compuesta por veinte por ciento de alegría y ochenta por ciento de sensación de alivio. Alivio de haber cumplido, de no haberla regado, de no haber metido la pata, de no haber lastimado al prójimo. ¿Qué felicidad domesticada es ésa? Cómo quisiera tener tiempo para pensar en este problema. Ay. Otra vez.

La otra escena Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com

Danzatlán, el terremoto solidario de Elisa Carrillo LA HISTORIA ES MUY SENCILLA: una joven talentosa vive y crece para la danza, la disciplina que consiste en crear un instrumento con su cuerpo; uno de la misma calidad y precisión con la que los jóvenes músicos rusos y austríacos tocan ese cuerpo periférico que no es ajeno sino que vive fuera, se compromete con lo suyo, lo suyo es lo de ellos, aunque ya la diferencia entre lo que recibe y lo que da tiene ese aire de naturaleza e invisibilidad que llamamos adaptación. Un día tiembla en su país y los suyos se fracturan. Se da cuenta de que está lejos pero tan cerca que siente la fractura dentro de ella. Se da cuenta de que tiene que hacer algo importante, pero no es Plácido Domingo, que puede llenarse de polvo y ponerse un casco. Ella busca y encuentra mecanismos para apoyar económicamente a los suyos. Se da cuenta de que lo que sabe vale mucho y permite la ayuda. Pero sigue lejos y decide venir a México. No hay que tener una gran intuición para darse cuenta de que rápidamente se convierte en un personaje político y cultural al que los medios le dan voz, y entonces se empodera. La escuchan, se hace oír y sus amigos y colegas del otro lado del mundo apoyan sus iniciativas. Se inicia un proceso de regreso o de compenetración, que incluye todo un proyecto que pone en escena y, bajo la forma de la Fun-

dación Elisa Carillo, incluye la pedagogía que permite por un momento ser ella, ser como ella, aunque vivas en México y seas pobre o pertenezcas a un medio impermeable e ignorante de la disciplina artística. La convocatoria fue compleja. La hizo a través de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, para que aparecieran los sellos de la Secretaría de Cultura y el inba –que para ponerse en los créditos se pintan solos, aunque muchos artistas serían capaces de cualquier cosa por tener esa legitimidad que da el reconocimiento institucional. Se trata de una convocatoria a profundizar en la pedagogía de la danza clásica, dirigida a docentes de la enseñanza técnica de este arte a partir del método Vaganova, que está en la base de la Escuela Rusa de Ballet en el que se formó Nuréyev, por ejemplo. Se entusiasma con facilidad. Todo marcha sobre ruedas y emprende un festival al que invita a sus amigos europeos: Danzatlán, del 7 al 15 de julio. Y por amigos también quiero decir una deslumbrante organización que hace posible que las estrellas a su alrededor tengan facilidades de toda índole para mostrar su arte. Ella es la protagonista, pero es un protagonismo que tiene que ver con la capacidad de imantar y no con esa visión comercial tan frecuente en los espacios comerciales. La amistad incluye una difusión muy experimentada que sabe conducirse de manera transfronteriza, y la lengua no es obstáculo alguno. La encabeza Itzel Zúñiga, quien promovió el año dual con Alemania y viene de trabajar en el Festival Internacional Cervantino para independizarse por fin y acompañar proyectos como éste, que requieren formas novedosas y de respeto para relacionarse con los medios.

Elisa Carrillo

Elisa Carrillo parece alemana, es alemana, y actúa con el rigor que las artes escénicas tienen en su país, aunque también sea mexicana, una mexicana asombrada, diría maravillada, a quien vemos defender su proyecto y hacer que Nacho Duato haga lo que odia: ponerse al teléfono a explicarle a un conjunto de reporteros culturales en qué consiste su participación, sin que falte alguien (“tan bien que íbamos”) preguntándole cuál es el “estado de salud” de la danza mexicana y “por qué baila”. Fuera de esas curiosidades, queda la certeza de que lo venidero permitirá tener una muy necesaria valoración del camino que ha tomado la Compañía Nacional de Danza. El programa de Danzatlán es una muestra de la gran capacidad de convocatoria de Elisa Carrillo, quien pudo traer a uno de los grandes coreógrafos del mundo, Nacho Duato, para sostener un impulso incluyente y generoso con la danza de México. Duato representa hoy un replanteamiento de las artes escénicas, de las diferentes corrientes de la danza, y permite entender cómo funciona un trabajo autoral en el marco de una compañía estable, equivalente al la Compañía de Teatro de Berlín, de muy alto estándar de calidad. Sólo una última nota sobre Nacho Duato, cuya teatralidad coreográfica podremos ver en White darkness, con el Staatsballett Berlin, una coreografía autobiográfica extraordinaria sobre el universo de luz cegadora de las adicciones. Con la compañía de danza de Sao Paulo viene también de Duato: Gnawa, otra joya. La programación completa está en www.danzatlan.com


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Bemol sostenido Alonso Arreola

@LabAlonso

Taller Orquesta de

Música Experimental, pintando el aire RITMO AL CAMINAR. Melodía al hablar. Armonía al conversar. Mezclado todo en la espontaneidad de un paseo dominical puede reflejar la antigua capacidad humana de improvisar música en la cotidianidad, así como la importancia de la prosodia como expresión anterior a la teoría y los lenguajes escritos. En otras palabras, mientras fluimos socialmente con el entorno atendemos a la entonación, la interpretación, la calidad sonora y la transmisión de emociones, por lo que muchos pedagogos han intentado perspectivas de educación artística sustentadas en ello, rompiendo esquemas tradicionales. Allí están los métodos Waldorf, Suzuki y Orff. Este último –Método Orff– adquiere su nombre, precisamente, de su creador, el compositor alemán Carl Orff. Hombre polémico nacido en la primera mitad del siglo xx, por un lado se vio ligado al nazismo y, por el otro, supo desarrollar un sistema de enseñanza musical para niños basado en percusiones e instrumentos melódicos como la flauta. Siguiendo un modelo de tres vías (palabra, movimiento, música), su éxito y propagación internacional se debe a la relación inmediata de los “alumnos” con repertorios creados y seleccionados ex profeso, cuyos parámetros provienen del folclor y las tradiciones populares que los rodean. En buena medida se trata de un sistema activo que subraya la posibilidad de aprender haciendo.

Cinexcusas Luis Tovar @Luistovars

De filmes híbridos no vistos EN 2012, ACOMPAÑADO por Julio Chavezmontes como guionista, Sebastián Hoffman dirigió Halley, su primer largometraje de ficción, con el que puso pie firme entre los nuevos cineastas mexicanos –por cierto abundantes— que, ya sea siguiendo huellas formales bien establecidas genéricamente hablando –sobre todo decantados por la comedia romántica, el melodrama y el terror, y en mucho menor medida el cine de época y el biográfico–, ya sea experimentando con mayor o menor timidez la mixtura genérica y tomando de ese modo uno que otro riesgo. En su debut largometrajista Hoffman se inscribió claramente en la última postura, pues si algo distingue a Halley es una saludable capacidad de incomodar al espectador, en virtud de su tema y la forma en que lo aborda, sobre todo en términos estético-visuales. Ahora, de nuevo en compañía de Chavezmontes, con Tiempo compartido (2018) no sólo parece, sino que declaradamente –lo dijo para la revista Proceso, a principios de este año– se ha propuesto que su segunda incursión fílmica transite por caminos más convencionales y, en consecuencia, resulte más asequible para un público masivo, lo que en otras palabras significa –aunque esto último no lo diga el cineasta–, de entrada, una morigeración formal que no por conscientemente asumida es menor, así como el comienzo de una potencial asimilación –ojalá que a final de cuentas no cumplida– al grueso

Relacionado de alguna forma con el Método Orff por la naturalidad que persigue, el llamado soundpainting que Walter Thompson creó en 1974 conduce a músicos durante una ejecución a través de señales que expresan la imagina‑ ción de quien dirige. Él lo define como un “lenguaje de señas para composición multidisciplinaria en vivo”. Fundamentado en una sintaxis tomada del lenguaje hablado, Thompson propone cuatro grupos con cientos de signos corporales para manifestar quién, qué, cómo y cuándo. Verbigracia: batería / entra / lentamente / ahora. Teniendo ese marco referencial, el “pintor sonoro” impulsa la creatividad instantánea de los intérpretes que pueden pasar de un instrumento convencional al uso de la voz, la danza o el video. Para que comprenda lo que describimos, busque en Youtube la presentación de Thompson en el Conservatoir de Poteaux en 2013. Excepcional. Dicho lo anterior podemos hablar de lo que el músico mexicano Ramsés Luna está haciendo al frente del Taller Orquesta de Música Experimental (tome) de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (uacm), fundado hace ya cinco años. Inspirado en Orff y Thompson, entre otros, su trabajo parece profundamente necesario y político en los momentos que vivimos, pues democratiza la creación experimental llevándola a espacios más o menos típicos y otros normalmente vedados. ¿Cuáles? Sí, teatros como el Esperanza Iris, foros como el del Museo del Chopo, festivales y los cinco planteles de la propia institución, pero también centros de readaptación como el Reclusorio Norte en donde los presos intentan nuevas vías de reestructuración individual y social; porque esa es una de las condiciones del sound‑

painting, la producción de un diálogo colectivo. Dirigiendo a cerca de treinta estudiantes con o sin experiencia musical previa, Luna celebra el lanzamiento de un segundo disco al frente de tome. Si el primero fue dedicado a juegos y juguetes tradicionales, el segundo hace hincapié en los sitios que lo gestaron, a saber: instalaciones de la uacm, pero también espacios públicos como el barrio de La Merced. Construyendo instrumentos con materiales reciclados, sus pupilos también atienden al lenguaje de señas con objetivos performáticos. En tal exploración hacen sonar guitarra, trompeta, gaita, berimbao, corno, trombón, saxofón, melodión, piano, fujara, sintetizador, kinect, holusi y, desde luego, la voz. Otrora miembro de Cabezas de Cera, Ramsés vive la mitad del año en Santiago de Chile y la mitad en Ciudad de México, lugares en los que ensaya su oficio pedagógico, pero también la ejecución de numerosos instrumentos de aliento, muchos manipulados por una compleja parafernalia electrónica. Desde hace un tiempo compartimos con él ese espacio musical llamado Luz de Riada, por lo que conocemos bien sus motivaciones e intereses. Ahora que, por esa misma razón, nos hemos obligado al silencio… pero su ímpetu en pos de una nueva educación artística lo amerita. Retomando la idea de que la música y las artes escénicas nos pertenecen a todos en el instante presente, artistas como él nos recuerdan que al niño –real o interior– siempre se le puede dotar con herramientas que provoquen el crecimiento de su talento. Acérquese a tome, lectora, lector, y festeje con nosotros su existencia. Buen domingo. Buenos sonidos. Buena semana.

de cineastas nacionales que le tienen franca aversión a la palabra “riesgo” cuando va acompañada del adjetivo “creativo”.

De focos repartidos

Consistente con el aire híbrido derivado de dicha intención, el foco narrativo de Tiempo compartido tampoco es unitario sino que se divide, si bien a partes muy desiguales, entre los cuatro o hasta cinco personajes principales, a saber: Andrés (Miguel Rodarte), empleado de hotel, encargado de esas dinámicas pueriles con las que se busca “entretener” turistas ñoños, que un día cualquiera –años antes del desarrollo pleno de la trama– sufre un colapso que lo relega del contacto con los huéspedes, y Gloria (Montserrat Marañón), su esposa, igualmente empleada del mismo hotel, convencida de que vender tiempos compartidos es una variante incontestable del “éxito” y la “realización personal”. A ese hotel, en un Acapulco que la película finalmente no retrata, llegan Pedro (Luis Gerardo Méndez) y Eva (Cassandra Ciangherotti), un matrimonio joven, con su hijo, inmersos en una crisis de pareja de la que se ignora la causa pero pueden apreciarse, de manera intensa, sus múltiples y constantes manifestaciones, unas crasas, otras sutiles, todas potencialmente letales. Inesperadamente –aunque la principal falla del guión consiste precisamente en no haber logrado naturalidad en este punto–, Pedro y Eva se ven obligados a convivir directa, íntima y permanentemente con otra familia, formada por Abel (Andrés Almeida), su esposa e hijos, en algo que a lo largo de la trama se convierte, esta vez plausiblemente, en un proceso de transferencias afectivas cuyo principal damnificado es Pedro –y aquí otra falencia guionística lamentable por las previsibles, inverosímiles

Tiempo compartido

e innecesariamente cargadas tintas que hacen de este personaje el proverbial perro al que se le arriman todas las pulgas. Finalmente figura Tom (Roy Frank Mitte), el súper vendedor de tiempos compartidos, paradigma patético de algo que la película quiere denunciar y alcanza a hacerlo: la burrada monumental, con hoteles o sin ellos, con tiempos compartidos o en soledad absoluta, de decirle a la gente que debe ser feliz por decreto y, por medio de esta crítica, otra de más calado: la que se hace a la capacidad o incapacidad, según el caso de cada quien, para entender quién es realmente el otro –o verlo entero y no sólo la parte amable o buena–, ése en quien uno puso primero su entusiasmo y sus esperanzas pero que, sin darse cuenta, de manera progresiva y como si lo hiciera por la puerta de atrás, terminó por ser fuente de resignaciones, costumbre y tedio, confundidos con estabilidad, invariablemente aderezada con hiel. En la más reciente entrega de los premios Ariel, Tiempo compartido ganó los correspondientes a Coactuación Masculina y Actor de Cuadro, para Miguel Rodarte y Andrés Almeida, respectiva y merecidamente, pues son los mejores desempeños de ese par de actores habitualmente instalados en la comodidad de interpretarse a sí mismos. Para competir por el Ariel, la película tuvo que exhibirse comercialmente, lo cual de seguro sucedió pero sin que casi nadie se enterara, que es decir sin que casi nadie la viera. A ver hasta cuándo acaba esta distorsión del fenómeno cinematográfico mexicano.


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Ensayo Leandro Arellano

Diseño de J u an P uga

El juego y el Mundial de Rusia Una reflexión oportuna sobre la naturaleza e importancia del juego, esa actividad acaso no solamente inherente al hombre, que en el deporte de las patadas y el balón involucra a todo el planeta SI NO HAN ESCALADO las hostilidades por el conflicto sirio, en estos días millones de aficionados siguen por televisión, desde Rusia, el campeonato mundial de futbol. Los fanáticos en todos los continentes estarán atentos a su desarrollo, un evento en torno al cual también fluirá un comercio multimillonario. ¿Quién se coronará? No importa, importa más que haya buen futbol. Si se juega bien, el interés del juego prevalece y vencer o no es irrelevante. El juego ha estado presente en todas las civilizaciones como una de las experiencias humanas más plenas, y representa también uno de los fenómenos más sorprendentes de la naturaleza. El hombre es cuerpo y espíritu, ala y paso terrenal. Si la auténtica felicidad radica sólo en vivir, el juego es sin duda uno de los contornos que la orlan. Como prueba de ello, quizás, los juegos que mayor satisfacción proporcionan entrañan asimismo una convocatoria a la participación de los demás, a la convivencia con otros. El juego es una ofrenda, una dádiva gratuita que la Providencia concede a los humanos y a los animales. Al jugar, los humanos aflojamos los impulsos –físicos y espirituales– más generosos y nobles que nos gobiernan. A la vez, existen pocos momentos de regocijo comparables a los de contemplar a las mascotas mientras juegan o, mejor aún, participar con ellas, trátese de perros, gatos, loros o cualquier otra especie, porque también juegan, con mayor o menor rudeza, los elefantes, las gacelas, las ballenas, los delfines, los carneros, las cebras... ¿Y quién asegura que las plantas, los minerales y otros seres no participan también de él? ¿Quién puede negar que, a su modo, el agua juega con su oleaje y su fluir, que el viento se divierte impulsando ráfagas y remolinos y que las nubes se solazan en su marcha caprichosa? ¿Quién puede demostrar que las mismas piedras, en su rodar, no sonríen maravilladas? Los griegos, inventores –también– de las Olipiadas, sometían todo a competencia. Desde la destreza y la capacidad físicas hasta las creaciones

artísticas. Si los poetas trágicos debían conmover con su arte al público, en las competencias los atletas mostraban su areté, su virtud, mediante su habilidad, vigor, capacidad y resistencia. Los juegos panhelénicos premiaban a los triunfadores con coronas de olivo o de laurel, y eran colmados de gloria su nombre y su lugar de origen. Los vencedores obtenían, además de las coronas, honor y prestigio. Buena parte de la poesía de Píndaro está encaminada a exaltar las cualidades del triunfo y a acrecentar la fama de los ganadores. El deporte es ejercicio físico o juego que se realiza con o sin competencia, pero cuya práctica entraña aplicación y sometimiento a reglas. Es también recreación, pasatiempo y placer. Lo practica cualquier persona durante su ocio: esos momentos de asueto que ocupamos sobre todo en divertirnos y jugar con otros o con nosotros mismos; ese espacio donde las artes se convierten en expresiones multiplicadas del juego, en depuradas manifestaciones intelectuales. El juego superior lo crean y lo practican los humanos, desde luego. Chesterton afirmaba que el propósito verdadero de toda vida humana es el juego, en tanto que Johan Huizinga consideraba que para jugar de verdad, el ser humano, mientras juega, tiene que convertirse en niño. Para Alfonso Reyes el trabajo estético consiste en no otra cosa que en un juego superior. Ahora bien, la condición central es que los jugadores conozcan y se atengan a las reglas, un principio válido para todo pacto, acuerdo o convención humana, incluida la competencia democrática. De donde resulta que las varie‑ dades del juego son tantas como el universo de sus practicantes: temperamentos y aficiones distintas que se solazan y crean modalidades propias de esparcimiento. Casi no hay deporte que no se incluya en la categoría de juego. Los Juegos Olímpicos, desde la Antigüedad, consisten esencialmente en competencias deportivas y los deportes que se han impuesto a las multitudes son los que gene‑

ran mayor competencia, el futbol señaladamente. En años recientes, sin embargo, la legítima jurisdicción de la competencia deportiva ha aminorado para fundirse en una argamasa que trocó el olivo y los laureles por metálico. La codicia es la gran enfermedad del presente, aseguraba José Emilio Pacheco. Esa afección, que también alcanzó a los deportes, ha tornado al futbol profesional en un negocio lucrativo, en una industria millonaria alentada por todas partes: empresarios, gobiernos locales y nacionales, corporaciones multinacionales... Envuelta en ese remolino, la motivación del deportista profesional se ha alejado de la auténtica actitud lúdica, de la pura esfera del juego al ignorar la espontaneidad y la despreocupación, elementos indispensables del juego. Acaso esas circunstancias tornen imposible hoy la constitución y sobrevivencia de equipos de futbol de raigambre popular como lo fueron en su momento –hace un siglo– y por décadas después, el Atlante y el Necaxa, por ejemplo. En su libro Dos ciudades, Adam Zagajewsky ha escrito que en su temprana juventud, siendo fanático del futbol, el estadio equivalía a un espacio de liberación porque ni él ni nadie sabía cuál de los dos equipos que se enfrentaban ganaría. Nadie conocía de antemano el resultado del partido porque se trataba de una competencia auténtica. El totalitarismo del régimen comunista polaco no alcanzaba para otras sofisticaciones. En nuestra primera juventud nos tocó mirar a la –quizás– mejor selección de futbol que, hasta ahora, ha juntado el barro del tiempo: la del Brasil de 1970. La de Pelé, Brito, Carlos Alberto, Gerson, Tostao, Rivelino, Felix, Cloloaldo, Jairzinho... Entre el futbol recio y técnico de los alemanes, el omnisciente de los ingleses, el refinado y seguro de los argentinos, el persistente de los italianos y el meneo plástico y festivo de los brasileños, me he quedado con éste desde entonces.


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