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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 17 de agosto de 2014 ■ Núm. 1015 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

Sergio Galindo Édgar aguilar

Un fragmento de El bordo, de Galindo

entre el delirio y la belleza La profundidad del cielo austral, Norma Ávila Leer en la voz materna, Alfredo Fressia Un vuelo en Playas Tijuana, Alessandra Galimberti


17 de agosto de 2014 • Número 1015 • Jornada Semanal

bazar de asombros JORGE SOUZA EN EL SEMINARIO

Al veracruzano Sergio Galindo le bastaría con El Bordo y Otilia Rauda, sus dos novelas más célebres, para ser reconocido como lo que es: uno de los narradores más importantes del siglo xx mexicano. Sin embargo, quizá en

parte debido a la fama alcanzada por algunos de sus contemporáneos, ni las otras siete novelas por él publicadas –Las esquinas oscuras fue la última e, inconclusa, apareció de manera póstuma– ni sus cuatro espléndidos libros de cuentos forman parte plena del referente literario común. Por esa razón, hace poco celebramos que la Universidad Veracruzana reeditara la obra completa de este narrador extraordinario, y por ello mismo ofrecemos aquí a nuestros lectores un conciso ensayo de Édgar Aguilar, así como una brevísima muestra de la intemporal calidad literaria de Galindo. Publicamos también artículos sobre George V. Higgins y Mario González Suárez, el poeta español Manuel Álvarez Ortega, el cielo austral visto desde el telescopio VLt en el norte chileno, y una entrevista con la socióloga, poeta y editora Elena de Hoyos. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

Hugo Gutiérrez Vega

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iene razón Jorge Souza cuando reflexiona so­ y, al mismo tiempo, hablar de Miguel Ángel y de la bre su poética, pues conviene que el escritor se nieve en la que nacen los puntuales narcisos del equi­ detenga, de tiempo en tiempo, a pensar sobre noccio de primavera. las razones de su quehacer. Encontrar de qué mate­ Todo esto pertenece al mundo de las sensaciones riales están hechas las palabras del poema es una que Souza analiza para nuestra fortuna desde una empresa que todo escritor debe enfrentar en algún perspectiva lírica y sin intromisiones psicoanalíticas. momento de su vida y de su trabajo. Shakespeare de­ López Velarde, en una visita a Lagos de Moreno, cía que estamos hechos de la materia de los sueños. fue a saludar al poeta González León. Se reunieron en Si eso sucede en el terreno de nuestros egos, es claro la trasbotica y el jerezano le pidió al laguense que le que en el trabajo poético adquiere nuevos elementos leyera uno de sus poemas. Don Francisco, tímido e oníricos que, como lo descubrió Freud, tienen su ori­ inseguro, leyó dos o tres que deslumbraron al padre gen en las regiones del inconsciente. La palabra es el soltero de la poesía mexicana moderna. González camino para dar forma y comunicar esas ensoñacio­ León no estaba interesado en publicar y, aunque sa­ nes. Una anécdota contada por el bía el valor de su voz, tenía miedo de poeta griego Yorgos Seferis ilustrará enfrentar a los críticos de la pedante mejor estas especulaciones: era di­ ciudad capital. López Velarde le pi­ plomático de carrera y, después de dió sus poemas, que estaban es­ la invasión nazi a Grecia, huyó con la critos en papel de estraza, y se los familia real, en su calidad de se­ llevó. Al poco tiempo apareció el cretario general del Ministerio de mejor libro del poeta de Lagos: CamEx teriores. El gobierno en el exilio se panas de la tarde, con un prólogo estableció en Alejandría bajo la pro­ entusiasta escrito por el jerezano. tección del ejército británico. Al Estas son algunas de las opiniones poco tiempo, Seferis fue mandado a del prólogo: “Monje de emociones in­ Londres en misión especial. Lo pri­ termedias”, “su originalidad es la de mero que hizo a su llegada fue co­ las sensaciones”, “su simplicidad tie­ municarse con t. s . Eliot, a quien ha­ ne paréntesis laberínticos”, “él sabe bía conocido en su primer estancia que la poesía es el pasmo de los cin­ londinense. Se reunieron a comer y co sentidos”, “la originalidad es el Jorge Souza. Fuente: Youtube Seferis le manifestó su preocupa­ sexo mismo del poeta”. ción porque durante meses no había podido escribir Así como López Velarde hace muchos años, Jorge un poema. La problemática griega y la terrible domi­ Souza en esta velada de su ingreso al Seminario de nación nazi ocupaban todo su pensamiento. Eliot lo Cultura Mexicana, navegó los mares de Baudelaire tranquilizó diciéndole que era conveniente que los y se afilió al flexible credo simbolista. Bienvenido al poetas tuvieran una actividad para mantenerse en Seminario, amigo Jorge. Estás reflexionando sobre contacto con la realidad, ya que una buena parte de el ser de la poesía y sobre su función en la vida de la la nebulosa inicial del poema proviene directamen­ humanidad. Esto significa que, desde tu primer tra­ te del inconsciente. Seferis replicó que las preocu­ bajo, has enriquecido el caudal de conocimientos paciones habían invadido ya el contenido de sus sue­ que dan vida y sentido al Seminario ños. “Saque el poema de sus sueños y dele forma para que comunique su carga emotiva. Escriba prosa Fe de erratas y de ella extraiga la materia de su nueva poesía”. El duende de la edición quiso que de dos grandes escriTiene razón Jorge Souza cuando nos dice que los tores saliera uno solo, cuya única virtud es su absoluta temas de la poesía son tan interminables como inexistencia: Henry Camus James. Naturalmente, el Balas palabras. El poeta, después de Eliot, dio salida a los zar de la semana pasada se refería a Henry James. Ofretemas que antes no formaban parte del exclusivo len­ cemos una disculpa a nuestros lectores. guaje poético. Después de Eliot podemos hablar de pacientes eterizados y compararlos con el crepúscu­ jornadasem@jornada.com.mx lo; de tabernas con aserrín y ostras tiradas en el suelo

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Portada: Imaginar el rostro Collage de Marga Peña

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Alfredo Fressia

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i ingreso al mundo de los libros ocurrió muy poco a poco. Comenzó, tal vez hacia mis cuatro años, mediado por la voz de mi madre que me leía historias –y esto debe o debería suceder con todos los niños. ¿Las primeras historias que recuerdo? Respondo sin la menor vacilación: las del libro Corazón, de Edmundo de Amicis. Recuerdo bien la última que me leyó en ese libro. Se llamaba “De los Apeninos a los Andes”, y terminó en desastre. El niño lloraba tanto que la madre paró la lectura, asustada. Y el niño lloraba más todavía porque quería saber el desenlace de ese relato de un chico migrante. De esas aventuras con libros, mediadas por la voz materna, saco dos conclusiones: 1. Para el niño que fui, el chico de De Amicis prefiguraba al migrante que yo sería un día –y entraba en diálogo con las migraciones de mis ancestros. (De hecho, ellos llegaron a ese Montevideo del que yo partiría, joven, expulsado por una dictadura); y 2. Como muchos lectores yo también tiendo a desconfiar, a priori, de la “literatura para niños” (y no ignoro que también se trata un prejuicio). Pienso que los niños leen como pueden lo que todos leemos (como podemos también). La “literatura para niños” parece haberse desarrollado como una invención postfreudiana, una proliferación ocurrida una vez que se creó el sujeto “psi” llamado Niño, con sus características, sus etapas de evolución, etcétera. Esto no vuelve esa literatura menos legítima y conozco admirables artistas que la practican. No creo que Borges tenga razón cuando imagina: “Quien escribe para los niños corre peligro de quedar contaminado de puerilidad” (en el prefacio a las Obras completas, de Lewis Carroll, Buenos Aires, Corregidor, 1976) ni que en tiempos de Nathaniel Hawthorne “no había (sin duda felizmente para los niños) literatura infantil”. En cambio, pienso que si los niños conviven tan bien con esas historias casi de terror que vienen de la tradición europea, Charles Perrault, Hans Christian Andersen y compañía, ¿por qué no deberían ser expuestos a la literatura leída por los adultos? Hablé de la literatura mediada por la voz materna. Me pregunto si yo “leía” cuando mi madre leía para mí. Pienso que sí. Es verdad que a los tres, cuatro, cinco años yo no sabía descifrar las letras, pero “leer” es una actividad que va más allá de un chato ejercicio exegético de vocales y consonantes. La etimología del verbo leer resulta significativa. Legere, en latín, quiere decir “escoger” –y también vienen de esa raíz palabras hermosas como “inteligencia” y “elegancia”, pero quedémonos en la idea de opción, de elegir. Elijo cuando leo y elijo cuando oigo. El chico que oye a su madre leer también lee. Yo sabía que leía en la voz de mi madre. Después vinieron las sopas de letras. Los libros para niños. Me aburrían. Recuerdo mejor las historias que venían acompañadas de dibujos. Un libro sobre la vida cotidiana en China, los manuales de la escuela, jugar a leer las propagandas en los carteles callejeros. Leía sin gran placer los relatos moralizantes de la escuela, con niños y familias ejemplares. Los libros sin ilustraciones yo los descartaba, ni pensar en leerlos. Uno de Emilio Salgari, grueso, ilegible. Lo usaba para escribir por encima, o hacer borradores de deberes escolares. Para mí, el milagro sucedió con poemas. Era una Historia de la literatura española, y decía “con Antología”, un libro para normalistas argentinas que cayó en la casa de mis padres como un meteorito. Fue una revelación. Primero la sorpresa de ver que el idioma podía tomar la forma de versos y organizarse en grupos

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que se llamaban estrofas. Y que eran como música. Rimas, asonancias, una música que estaba en el lenguaje, que entreoía a veces y de la que los adultos no parecían ser muy conscientes. Aquel chico empezó a leer sonetos clásicos. No importa lo que leía/elegía en los sonetos. Y es claro que debía leer/elegir lo que un niño de edad escolar puede entender. Pero los leía, e iba más lejos, los memorizaba. Si eran música, ¿cómo no guardarlos en la memoria? Las canciones se cantan, las poesías se dicen. O se recitan, pero no siempre me gustaba una señora que “recitaba” poemas en la radio que mi madre oía en aquel Montevideo de los primeros años cincuenta. Después de la radionovela de las 22 horas venía esa recitadora, con sus poemas dichos con énfasis, antes de un programa donde el locutor anunciaba “un piano en la noche”, y durante el cual caía en el abismo del sueño infantil. Siempre pensé que si después fui poeta, eso se debe a los poemas que leía, miraba, elegía, decía de niño. Puede haber sido lo contrario, a saber, si aquel chico se sentía tan interpelado por los poemas que aparecieron en la casa, eso se debió al hecho de que él era poeta. No sé. ¿Es posible ser poeta avant la lettre? Pero si acepto que mi identificación con el chico migrante de De Amicis venía de las migraciones que me cercaban y que yo mismo protagonizaría, ¿por qué no podía ser un niño poeta? Así: niño-poeta-que-todavía-no-escribía. O escribía sin escribir. Un último detalle. Se habla últimamente sobre la muerte del libro, su sustitución por la pantalla del computador, por el ebook, etcétera. Es posible, aunque yo pertenezca al mundo analógico no me opongo a la idea de nuevos “soportes” para la lectura. También me interesa la literatura oral y las experiencias de la oralidad en poesía. Sólo querría que mi historia –la de tantos niños que oyeron libros– sirva para recordar ese viejo “soporte”, poco mencionado, definitivo y tan íntimo: la voz materna


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GonzálezSuárez yHiggins: C

uando los grandes de la literatura negra comenzaron a vender miles de libros, los prontos detractores del género dijeron, entre otras cosas, que se escribía con demasiadas palabras soeces. Años después, la literatura policíaca donde los muertos o los crímenes son sólo una de las especificaciones del estilo negro, muestra varios autores cuya particularidad es, precisamente, hablar “como carretonero”, decían antes. Desde las novelas sobre gángsters de Harry Grey (alguna publicada por la mexicana editorial Constancia), la intención ha sido reflejar el verdadero lenguaje de los personajes y no darles la voz de cuidadosos escrutadores de la censura, y así es hasta los recientes George V . Higgins y Mario González Suárez. Habrá quien incluya las mexicanas Sin resaca y La saga de la v voladora o al cronista tepiteño Armando Ramírez. George V . Higgins (eu , 1939-1999) era abogado y pasó de combatir la delincuencia organizada en Boston a escribir sobre los muchos aspectos del derecho penal que apenas se ventilan en nuestro país. En La rata en llamas desglosa el tema de los arrendatarios morosos y las desventajas que implica tenerlos para los arrendadores, siempre sujetos por un Sat gringo que no perdona el pago de impuestos, aunque no se cobren las rentas. ¿Cómo sacarse de encima a los negros que destrozan el edificio y que no pagan un clavo? El arrendador se burla de la única mujer que paga puntualmente. ¿No sabrá que vive en un maldito hotel social, del que soy el mecenas; será que no habla con sus vecinos y que nadie le ha comentado que se puede robar la tubería y luego argumentar un servicio deficiente?, se pregunta el casero. Claro, en el dF vivimos por décadas el tema de las “rentas congeladas”, pero nadie documentó desde la literatura los abusos por ambas partes que llevaron a muchos abogados especializados a comprar edificios enteros por dos pesos, para luego dedicarse a sacar a los morosos por décadas y hasta por generaciones en ciertas áreas de Ciudad de México. Higgins incide en la exageración sarcástica para detonar los diálogos: para describir que la comida del bar es mala, el hampón refiere: “Te esperé bebiendo Bally hasta acabar oliendo a meada de caballo y, después de pasarme allí lo que me pareció una semana, me entró hambre otra vez. Entonces me pedí una de las bazofias vomitivas de Danny que ningún perro con un mínimo de dignidad se comería y me la comí, unos trozos grasientos de neumático viejo con pimientos verdes de lata que sabían a calcetín sucio metidos en un puto panecillo que si lo usabas para hostiarle la cabeza a alguien lo matabas y, claro,

la hipérbole como derivación

traducciones, aterriza en la jerigonza mexicana, en una mezcla del centro del país con el norte y las derivaciones implicadas en el narcotráfico rural que asalta lo urbano. A wevo, padrino, es una destacada novela sobre el narcotráfico que no sólo cuenta una historia poco publicitada: la narcoleva; escrito con “ortografía fonética”, intencionalmente para que el lector capte mejor cómo debe pronunciarse o escucharse (desde el título “a wevo”, para concretar la primera sílaba de “huevo”) y la reinterpretación nominal de lugares, situaciones y personas: Mazachústez por Mazatlán; los “Gargajales”, por los Grajales; “también era familiar del señor Kóblenz”, por referir al usuario de la cocaína inhalada; “usted no diga frío hasta que vea pinwinos”, por miedo; “poner a la perrada bien birrionda, y de buen humor”, por complacer a los compañeros del negocio. Y más. Es la historia del taxista que empieza vendiendo droga y luego, un poco por azar, se entromete en una balacera de narcos, de donde saldrá con un conocido para entrar de lleno al submundo de la venta y producción del narco. Con un final rural, digno de cualquier película, nos quedamos con la historia que narra el George v . Higgins y Mario González Suárez (autorretrato) personaje a su padrino, que lo mismo podría ser un amigo que un fantasma. El lenguaje como finalidad es una meta difícilmente alcanzada en los distintos idiomas. Más por los probleEs la historia del taxista que mas de traducción y regionalización que involucra. Es empieza vendiendo droga y probable que muchos mexicanos del sureste tengan dificultades para leer a González, pero en ello también luego, un poco por azar, se reside la alegría de la lectura, en internalizar esos modos entromete en una balacera de hablar que no por lejanos dejan de ser menos divertidos. Las “groserías” que en ciertas regiones llevarán al de narcos. enfrentamiento físico, en otras apenas darán para una sonrisa y un mohín de aburrimiento. González reúne la novedad de ese lenguaje fonético y regional, así como los modismos propios del medio. El personaje inicia luego tuve que beber más cerveza para bajar la comida.” su narración con una distancia respecto del narcomenuPara referirse a las necesidades femeninas: “Esa zorra que deo, pero a media novela ya magnifica su conocimiense follaría una linterna si no tuviese nada más a mano.” to de las palabras clave y llega a posicionarse anímica y Para hablar de proveedor de tiempo: “Se encarga de tolaboralmente dentro del negocio. No falta la mujer fatal, das mis reparaciones desde que Lázaro despertó de su un poco de sexo, las fugas carcelarias, los policías y polísiesta.” Y muchos más. ticos corruptos, pero la parte central del texto reside en El tino de Higgins reside en encontrar tramas novela forma. Para quienes conozcan otros trabajos del autor dosas. La dificultad se advierte en la traducción: al caso será más evidente la intención, pues no suele usar esas española, que redunda en el regreso a las décadas en que construcciones gramaticales y menos tales palabrelas ediciones de “subgéneros” –ciencia ficción, fantasía, jas, para muchos novedosas, para todos divertidas, puepolicíaco, etcétera– llegaban de España o Argentina con do aventurar. la correspondiente carga de lenguaje popular local. Autores, incluso con su traducción, que renuevan liDe ahí el acierto de Mario González Suárez ( dF , 1964), teratura y lenguaje, aunque a muchos no les guste quien luego de muchos premios y publicaciones con

Ricardo Guzmán Wolffer

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Álvarez rtega O el poeta español más europeo Manuel Álvarez Ortega. Fuente: blocs.xtec.cat

Antonio Rodríguez Jiménez

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as letras hispánicas han perdido recientemente a Manuel Álvarez Ortega, el poeta español más europeo del siglo xx . La obra de este gran poeta, nacido en Córdoba en 1923 y fallecido en Madrid en 2014, evolucionó en el transcurso de los años hacia una poesía cada vez más metafísica y esencial, aunque repleta de imágenes surrealistas inmersas en unos versos básicamente musicales. Se trata de un poeta raro, isla, que no admite raíces estéticas concretas y que no gustaba de que lo emparentaran ni con los poetas de su generación (José Hierro, Gabriel Celaya, Blas de Otero), ni con los poetas de Cántico, que también pertenecen a su tiempo. Él se sentía orgulloso de ser un poeta diferente, no influido plenamente ni siquiera por los poetas simbolistas franceses (a los que tradujo). Afín a las corrientes simbolistas y del surrealismo francés, su poesía se caracteriza por una vertiente sensual y repleta de imágenes brillantes que arrancan del vanguardismo y del 27, pero siempre con la expresión contenida, la elegancia musical del verso, la perfección estilística y una temática de preocupaciones existenciales en torno a la muerte y el tiempo que lo acercan a la tradición barroca y a la línea más metafísica del romanticismo anglogermánico. Álvarez Ortega creía en la imposibilidad objetiva de un acercamiento crítico del poeta a su propia obra. Escribió que el poeta toma aquellos matices que percibe del mundo exterior y crea por sentido reflejo, por incidencia, lo que su ánimo intenta transferir: un estado, una sensación o, simplemente, un modo de ver aquello que se le opone. Pensaba –como Ortega y Gasset– que el alma del

verso es el alma del hombre que lo va componiendo, y que el poeta, cuando es sincero, lo que deja en su poesía es un sedimento de su vivir. Pero ese vivir que muchas veces es contado en tono elegíaco se convierte en algo que está más allá, en lo pretérito, algo que está totalmente muerto, que ya no existe. Y el poeta cordobés –como lo hizo Rilke– entona una extensa e inacabable elegía a la muerte, un canto continuo y circular que va evolucionando en torno a las transformaciones del significante, que a su vez depuran la capacidad expresiva del poeta, proporcionando al contenido un valor creativo que está muy lejos de la monotonía. Manuel Álvarez Ortega perteneció a la primera promoción de postguerra. En 1949 fundó la revista Aglae, en la que editó dos de sus primeros libros, Clamor de todo espacio y Hombre de otro tiempo. Becado varias veces por la Fundación March en Francia para estudiar y traducir poesía francesa, fue autor de las antologías Poesía francesa contemporánea (1967), Poesía simbolista (1975) y Veinte poetas franceses del siglo veinte (2001), además de colaborar en Poesía belga contemporánea (1967) y haber publicado traducciones de Lautréamont, Laforgue, Saint John-Perse, Éluard, Breton, Segalen, Jarry, Apollinaire, Patrice de la Tour du Pin, Péret y Milosc, entre otros. Desde su primera obra publicada, La huella de las cosas (1948), han visto la luz más de una treintena de libros, algunos de ellos galardonados y dos accésits al Premio Adonais (Exilio e Invención de la muerte). Obtuvo numerosos galardones y, en mayo de 2001, la Universidad de Saint Gallen, junto a una treintena de es-

critores españoles, presentó ante la Academia Sueca su candidatura al Premio Nobel de Literatura, reiterada asimismo, en mayo de 2003, por el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Para hablar de la poesía de Álvarez Ortega hay que situarse justo en la postguerra, en esa época en la que estaba tan de moda la poesía social, en la que era muy intensa la influencia de Machado y de Unamuno. Entonces, este poeta raro, que no perteneció a ningún grupo conocido ni a bandería determinada, tuvo la ocurrencia de mirar al exterior, mostrando con ello una inteligente postura. Su insistencia en el apartamiento, en el cultivo de una poesía con caracteres de universalidad, fundada en el esteticismo y construida con una exquisita complejidad, creada a base de pasión e inteligencia, con especial cuidado de la imagen y del lenguaje en general, este no seguir la corriente de la mayoría le costó que su poesía fuese apartada durante años de las antologías y de los premios. Todo esto fue marcando, de alguna manera, su propia personalidad y Álvarez Ortega se mantuvo siempre independiente de cenáculos y capillas, pues no hizo lecturas públicas ni dio conferencias. No se prodigó a sí mismo, se sumergió en un voluntario exilio y huyó de la parafernalia fácil, de la publicidad. Llegó a decir que “en un país enfermo, cualquier gusto que signifique un propósito de curación es un insulto para los que viven de la enfermedad. En poesía también: cualquier intento de dignificación atenta contra aquellos que cimentan su nombre en lo más trivial y deleznable.”

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Fuente: Revista GenteBien Morelos , núm. 277

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entrevista con Elena de Hoyos Ricardo Venegas

escritura

como válvula de escape Socióloga, poeta, escritora, editora y actriz, Elena de Hoyos emigró a Morelos en 1986 y encabeza la librería El Valle Sagrado en Tepoztlán. Fundó en 2006 la editorial Mía de Mí, en la que publica sus propios libros. En 2008 publicó su Recetario para mujeres desobedientes. En el Cereso de Morelos ha impartido talleres literarios con enfoque de género, en los reclusorios femenil y varonil, y ha sido editora de revistas y libros desde 2008. En 2013 coordinó la colección “Revelación intramuros”, narrativa, ensayo y poesía de mujeres en prisión auspiciada por Bellas Artes. Ese año realizó una gira en universidades de tres ciudades del Reino Unido para presentar dichas obras.

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arece un proyecto inédito en Morelos dar voz a las reclusas en las cárceles a través de un trabajo como el del taller literario y la publicación de su trabajo. ¿Cómo se originó el proyecto editorial Hermanas en la Sombra? –Efectivamente, es un proyecto que no se había desarrollado antes de 2007, año en que fui asignada como tallerista del programa “Mujer, escribir cambia tu vida”. Hasta entonces sólo se habían dado talleres de manera aislada, principalmente en el penal varonil de Atlacomulco. Al encontrarme por primera vez con ese grupo de quince mujeres presas interesadas en escribir, mi voca-

ción se manifestó de inmediato y supe que en ese lugar encontraría el significado más profundo a mis cuestionamientos existenciales. Recuerdo mis primeras conversaciones con Socorro Venegas, la impulsora inicial de este programa, en el que nos asombramos de la inverosimilitud de las razones que habían llevado a algunas de estas mujeres a la cárcel y nos sorprendimos ante hechos reales que superaban a la fantasía. Lo que determinó mi permanencia en ese lugar fue mi interés por el trabajo editorial, que encontró eco en el entonces Patronato para la Readaptación, que en su calidad de ente autónomo y descentralizado me contrató para elaborar una gaceta mensual impresa en el penal varonil. Ésta se alimentó de los productos de los talleres literarios con perspectiva de género que impartí a hombres y mujeres. La primera publicación fue un número especial de la revista feminista En-aguas Zurcidas, con la participación de Xochiquetzal Salazar, Bárbara Durán y Denisse Buendía. Durante dos años fungí como coordinadora de comunicación y cultura del patronato y editora de la gaceta Y Ahora Qué Sigue, con un tiraje mensual de 3 mil ejemplares, que se distribuyeron en ambos penales, entre el personal de éstos, los familiares y las instituciones. Al extinguirse el Patronato y con él la gaceta carcelaria, obtuve el apoyo de Conaculta para la publicación de Específica, revista cultural con perspectiva de género para grupos vulnerables. Duró dos años, uno con apoyo oficial y otro tratando de ser sustentable con la publicidad. Esa revista incluyó cultura carcelaria en todos sus números. En ese tiempo se trabajó en la edición del libro-video, Bajo la sombra del Guamúchil, para compilar los resultados del Taller Historias de Vida que la antropóloga Aída Hernández llevó a cabo durante dos años bajo los auspicios del CieSaS y del Patronato. Fue publicado gracias a los fondos internacionales de igwia (International Work Group for Indigenous Affaires). Marina Ruiz entró en 2011 a impartir un taller de libros artesanales, de donde nace la publicación cartonera Fragmentos de Mujer. Continuamos con la publicación de un libro-objeto, que es una caja de plaquettes barnizada con café llamada Mujeres habitando un sueño de libertad. En ese mismo año publicamos otro libro artesanal elaborado por las mismas autoras internas llamado Mareas cautivas, que fue

presentado en un simposio académico en Nottingham, Inglaterra, junto con el libro video Bajo la sombra del Guamúchil en 2012. En 2014 ya hemos publicado un calendario ilustrado por las internas y otro libro-objeto en conjunto con las internas de Santa Martha, a través de la unam . –Obtuviste el apoyo del inba para la edición de tres títulos. ¿Qué resultados tuvo la convocatoria para este proyecto? ¿Cómo ha recibido el lector estos libros?, porque han despertado la curiosidad sobre cómo se ve el mundo detrás de los muros. –El apoyo del inba se obtuvo gracias la trayectoria de la Colectiva y a la calidad de sus publicaciones. Me parece un acierto reconocer que es posible producir cultura desde un lugar invisibilizado y rechazado por la sociedad. Precisamente en estos lugares es donde hay que mirar para sanar a la sociedad en su conjunto. Las publicaciones han sido recibidas con interés en los medios académicos y culturales. En diciembre de 2013 las tres editoras hicimos una gira de presentaciones en tres universidades de Inglaterra. Los libros se encuentran en bibliotecas de universidades europeas y también los hemos enviado a cada uno de los estados de la República. –Parece como si la escritura funcionara como válvula de escape. ¿Cómo observas esto en las participantes de los libros? –Hemos tenido fantasías de fugas colectivas, y las hemos realizado con la escritura. A través de sus palabras, las internas han viajado fuera de la prisión, no sólo en su vivencia interior, sino al ser miradas por personas en el exterior y escuchadas en su verdad. Uno de los aspectos que más me conmueve del trabajo de escritura con las internas es su sinceridad y valentía. En un lugar como la cárcel, los sentimientos son poco gratos y se evitan en la medida de lo posible, se vive en una especie de coma emocional. Sin embargo, en el taller de escritura de la Colectiva no sólo nos atrevemos a sentir, sino a comunicarlo con toda honestidad. De esta manera se resignifica el encierro y el dolor se comparte en forma de poesía, el arte contribuye a sanar la herida de la separación

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El vuelo de la guacamaya en

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CRóNiCA

PlayasTijuana Alessandra Galimberti

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i esposa va a venir; sabe… mi esposa no está aquí, está del otro lado, pero ya me habló; dice que va a venir, que va a venir a verme, que va a venir por mí; es que mi esposa no está aquí, está del otro lado, pero ya mero va a llegar…” Así balbuceaba de manera entrecortada un hombre de poco más de treinta años; un hombre que se me acercó con paso lento y quebrado, pantalones desgarrados, pupilas contraídas, palabras ensalivadas y mirada extraviada. Llevaba colgada en los hombros una mochila rajada y descolorida por el tiempo, quién sabe cuánto tiempo; en una de las bolsas laterales, asomaba un pequeño espejo del tamaño de una postal, de aquellas que antes se acostumbraba enviar religiosamente durante los viajes, desde un lugar lejano y paradisíaco, a los que, ávidos de exotismos, permanecían al resguardo de la cotidianidad de sus vidas. ¿Se miraría de vez en cuando ese hombre en ese espejo? ¿Cuántas veces al día? ¿Y qué cosa vería? ¿Haría repaso de los estragos de la heroína en su rostro o, más bien, contemplaría ahí el reflejo de Tijuana donde, quién sabe desde cuándo también, se quedó atrapado y entrampado porque nunca logró cruzar o, peor aún, porque ahí lo deportaron y abandonaron a su suerte? ¿La ilusión se tornó pesadilla? La línea fronteriza del norte del país, es –no cabe duda– una fractura, una hendidura, una herida a cielo abierto, siempre abierta, en carne viva, que supura una y otra vez dolor; una franja amurallada que ordena, marca y determina las historias de vida de todas y de todos que, como el hombre del espejo como postal, llegan o nacen ahí; el límite donde se dan de topes los anhelos, una, dos, tres veces y así hasta el infinito, hasta que todo se va esfumando y tomando forma de un espejismo, una ensoñación, cuando no un atormentado delirio. Sin saber bien qué hacer de repente con ese sufrimiento ajeno, encarnado en ese hombre de pantalones desgarrados y pupilas contraídas, nomás atiné a responder algo así como “qué bueno, compañero”. Despuesito, felizmente, me repuse, recapacité y entonces le señalé con mi mano ahí cerquita, hacia el faro, ahí donde se estaba llevando a cabo una fiesta fandanguera, una celebración a la que muy bien hubiera podido arrimarse para dejarse llevar y contagiar. Era finales de mayo y, como cada año, desde hace exactamente siete, en Playas Tijuana, es decir, en la primera o última esquina del país, ahí donde empieza o se estrella en estampida la patria, se estaba celebrando puntualmente el Fandango Fronterizo: un conjuro de sones y aires jarochos que año tras año congrega, en vez de dividir, a decenas y decenas de personas de ambos países limítrofes. Una cita que una y otra vez convida a un grupo siempre mayor y más diverso de gentes de lado y lado y al pie de la inamovible y abominable estructura divisoria (muchos chicanos y latinos del lado de allá, mu-

Encuentro Fandango Music Event Border. Fuente: b1mas4.com

chos amantes del son del lado de acá) que se miran, se huelen, se saludan y se platican a través de la tupida malla y que, echando mano de toda la floritura del son veracruzano, logran ponerle un cuatro al muro y a todos sus sombríos destellos: frente a la frialdad de los barrotes de acero, el canto compartido; frente a la mirada gélida de los policías, el verso libremente declamado; frente a la amenaza siempre latente del tolete, el zapateado rítmico e incesante de las bailadoras en las tarimas de madera; frente a la crispación de los dispositivos de control, la simple sonrisa relajada de todos los presentes. La contradicción misma de la vida. Se llora y se canta a la vez. El exorcismo del dolor o de la impotencia a través de la música, la danza y la poesía, como un mecanismo para restablecer el equilibrio, transgredir el orden establecido y también, cómo no, visibilizar la extrema violencia que emana, segundo a segundo, de cada uno de los barrotes que conforman, kilómetro a kilómetro,

la línea divisoria entre Estados Unidos y México, entre el norte de neones y el sur de peones, entre el hombre de mirada extraviada y su señora igualmente hace tiempo perdida. Así, una tradición musical del sur mexicano (muy ligada, por cierto, al proceso histórico de emancipación de los esclavos cimarrones) trasladada y reactualizada de esta manera en un contexto como el de la frontera norte, se convierte ciertamente en un ritual de sanación donde poderse lamer las heridas, en un acto de protesta, en un acto de resistencia, pero sobre todo en un espacio donde nace, renace, se recrea y comparte la esperanza. No la esperanza vacua de que se va a derrumbar o diluir el muro en cualquier momento por el advenimiento de una profecía bíblica; no la esperanza pueril de que así, sin más, se van a producir vuelcos milagrosos en las políticas y los políticos, obcecadamente cegados por lógicas totalitaristas, sino más bien aquella esperanza que fragua lenta pero certeramente al calor de los lazos y los vínculos construidos desde coordenadas más humanas, más sensitivas, más colaboradoras, más cercanas a los corazones que a las patrullas y los sensores. Y sí, el hombre de poco más de treinta años, de paso lento y quebrado, sabía bien a qué me refería, sabía qué cosa exactamente le estaba señalando con mi mano tendida; de ahí venía. “Está bien bonito lo que cantan.” Y sí, era bien bonito; justo en ese momento escuchamos cómo se entonaba en coro y algarabía, al ritmo de los requintos y las jaranas, los versos de “La Guacamaya”: “Vuela, vuela, vuela/ como yo volé/ cuando me llevaban preso/ y yo sin saber por qué.”


SergioGalin entre el delirio y la belleza

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sergio Galindo con su perro Rex abajo: Con su madre, quien fue el origen de sus lecturas Fotos: archivo de la familia Galindo

Édgar Aguilar

L

Para las dos Anas (m . Galindo y m . Salazar)

as Vigas es un pequeño poblado ubicado en la cuenca del Río Actopan, en el centro de Veracruz, que nace en la montaña del Cofre de Perote, al poniente de Xalapa, y desemboca en el Golfo de México a través de la barra de Chachalacas. El movimiento de las masas de aire que van del mar hacia la sierra se detiene al llegar a las montañas, donde los vientos fríos de la región de Perote se encargan de enfriar y condensar las masas de aire tibio procedentes de la costa, lo que origina la formación de nubes o de una espesa capa de niebla (neblina). El clima húmedo, con lluvias todo el año, favoreció en la zona el desarrollo del bosque mesófilo de montaña: bosques de pinos, de encino y de oyamel. La vía de acceso a Las Vigas es por la carretera federal México-Perote-Rafael Ramírez-Xalapa, en el kilómetro 140. La localidad, de caseríos que aún conservan sus techos de teja a dos aguas y sus fachadas blancas con corredores de gruesas columnas y de elevados arcos, se encuentra a 35 kms de Xalapa, en un tiempo aproximado de 40 minutos por carretera desde la capital del estado. Gozó hasta hace algunos años Las Vigas de gran popularidad por su exquisito queso, su fábrica de sidras y embutidos, su producción de madera, por la elaboración del pulque y por la explotación comercial del hongo comestible (champiñón). En esta otrora apacible y brumosa región del sudeste de México, Sergio Galindo situó las tramas de lo que serían dos de sus novelas más importantes: El Bordo y Otilia Rauda.

Por las esquinas del bordo Autor de una de las obras más intensas y más hermosamente escritas de la literatura en nuestro país de la segunda mitad del siglo xx , Sergio Galindo (Xalapa, 1926-Veracruz, 1993) publicó los libros de cuentos La máquina vacía

(1951), Este laberinto de hombres (1979), ¡Oh, hermoso mundo! (1984) y Terciopelo violeta (1985); un extenso y alucinante relato, El hombre de los hongos (1976); las novelas Polvos de arroz (1958), La justicia de enero (1959), El Bordo (1960), La comparsa (1964), Nudo (1970), Los dos ángeles (1984), Declive (1985) y Otilia Rauda (1986), así como una novela inconclusa, publicada póstumamente en 2007 pero fechada en 1985: Las esquinas oscuras. En su novelística (sus cuentos merecen otro estudio), Sergio Galindo cultivó una depurada técnica narrativa que se centró en una desoladora visión de la condición humana y que tenía en el núcleo familiar de provincia su modelo más opresivo. Este hombre esbelto, de frente amplia y pelo rizado, como sumergido en sus pensamientos o de sonrisa generosa, decidió echar mano de las historias que sus amigos y parientes le proporcionaban para así tejer y desentrañar los vericuetos más terribles y profundos de las vidas de las familias adineradas o venidas a menos de Xalapa y sus alrededores del período postrevolucionario. La influyente familia Coviella de El Bordo es ya un paradigma del fatídico clan –especie de aristocracia mestiza que gusta de beber coñac– que generación tras generación ha de cul-

minar en la irremediable tragedia que se hace evidente en la muerte aparatosa (en sentido material, físico y moral) de uno de sus integrantes: Hugo, el carismático hermano menor que intentará desafiar la severidad de su tía y que padecerá al mismo tiempo un alcoholismo –constante en los personajes de Galindo– exacerbado. Por dos razones fundamentales Sergio Galindo es un maestro, en lo tocante a sus novelas, como narrador y confeccionador de personajes. La primera se refiere a la asombrosa capacidad de alternar, con un lenguaje preciso, una historia en saltos temporales que se despliegan siempre en amplitud del personaje o los personajes. Galindo no emplea dicho recurso para articular meticulosa o artificialmente la historia y encaminarla a un reconocimiento temático, sino que plantea algo mucho más ambicioso: el devenir de los acontecimientos en sucesivas regresiones motivará –obligará– a sus personajes a manifestarnos, en toda su capacidad, su odio, su ingenuidad, su locura, su desasosiego o su alegría, en otras palabras, su fealdad o belleza de sentimientos. Los ejemplos más acabados provienen sin duda de sus personajes femeninos: la concentrada crueldad de Emma en El hombre de los hongos, la fantasía senil de Camerina Rabasa en Polvos de arroz, y el estigma incitador de Otilia en Otilia Rauda. La segunda razón es de carácter más bien intertextual. ¿Por qué se narra lo que se narra? O mejor: ¿Por qué se cuenta lo que se cuenta? Si de una cosa estaba convencido Sergio Galindo era de que una historia, cualquiera de ellas, debe contarse con la misma sensación y arrobamiento como si alguien nos la estuviera contando de viva voz en un momento dado. Nos remitimos entonces no al arte fabulador de narrar historias –Borges, Cortázar, Rulfo, García Márquez– sino al arte evocativo de contar historias tal y como en un instante determinado y determinante de la vida tendrían que haber sucedido –Faulkner, Dickens, Pérez Galdós, Dostoievsky, Tolstoi, Virginia Woolf. La intención de contar en Galindo subyace, desde otro ángulo narrativo, quizá más subjetivo y complejo, no tanto en mantener el interés de una historia como en retratar paródicamente a sus personajes. En La comparsa, obra delirante y festiva (apoteosis del desenfreno de la sociedad xalapeña), Galindo ridiculiza a dicha sociedad en una serie de divertidas viñetas acerca de la posibilidad de crear una “comparsa” en la que los personajes logren, ante la imposibilidad real de la existencia, revestirse de un disfraz que los haga pasar inadvertidos ante los demás pero sobre todo ante sí mismos. Declive, y en cierta manera Nudo, representan el exceso como forma de evasión de la clase urbana y pudiente. Los personajes se mueven cómodamente entre Ciudad de México, Acapulco y San Miguel de Allende. Es, sin embargo, en La justicia de enero donde se ceba la infelicidad.


ndo

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El Bordo (fragmento) Sergio Galindo

En una entrevista realizada a Sergio Galindo por la crítica cubana Nedda g . de Anhalt en 1987, es decir cuando nuestro autor prácticamente había concluido su trabajo literario, se refiere así a la construcción de sus personajes: “Créeme cuando te lo digo: son ellos los que me manejan a mí.”Y luego: “También me río cuando escribo. Ellos existen con tal fuerza que Ángela y mis hijos pueden estar conmigo pero yo en realidad estoy dialogando con mis personajes.” Más adelante acentúa: “Pero el sentido del humor se encuentra también en La comparsa, en ‘Carta de un sobrino’ y prácticamente en toda mi obra.” Ya el investigador veracruzano José Luis Martínez Morales, uno de los más entusiastas de la obra galindiana, veía en algunas novelas de Galindo una declarada sátira de las novelas mexicanas costumbristas del siglo xix. Coincido con él y con el propio Galindo: desde Polvos de arroz hasta Otilia Rauda hay un marcado humor, no exento de conmiseración hacia los actos “heroicos” de sus personajes, que se derivan de sus decisiones equivocadas. ¿No es acaso Otilia Rauda una gran dama circense, que domina histriónicamente el arte de la simulación interior para aminorar su pesar amoroso, o el de la exhibición deliberada para instigar la envidia y la maledicencia de sus enemigos? Recordará el lector la memorable escena de Otilia Rauda bajando desnuda las escaleras en casa de Chona, con un tenate en la cabeza. Lo que nos lleva inevitablemente a otro personaje esperpéntico salido de la pluma de Galindo: la vieja y adorable cantante Anabella, del excelente relato “Retrato de Anabella”. En ese poblado boscoso y brumoso de Las Vigas, Sergio Galindo halló una fuente de inspiración estéticamente original, simbólica y repleta de seres delirantes que viven el yugo de la vida bajo una consecución de hechos irracionales que los enfrenta con un destino doloroso. ¿Deambulan en un territorio que no les permite ver más allá de sus fuerzas? La confusión mental no es producto del Boletus Satanas, sino de la necesidad de venganza; la confusión mental no es obra de la vejación a los “setenta abominables, ridículos, años” de Camerina Rabasa, sino del amor impostergable; la confusión mental no deriva del oprobio cometido por Melquiades, sino de la voluptuosa belleza de una mujer que bulle de pasión y que tuvo la desdicha o la fortuna (nunca lo sabremos) de enamorarse violentamente; la confusión mental no entraña tanto el deseo de justicia como el deseo de poseer algo inaprehensible; la confusión mental no se valora en términos de grados de alcohol en el organismo, sino de un delirio provocado por el temor a aquello sin rasgos definidos que se aproxima; la confusión mental no se desprende de los riesgos del amor compartido, sino de la eventualidad del placer que experimenta un grupo de extranjeros; la confusión mental permea a la familia Coviella no como una maldición generacional, sino como acceso a lo irrefrenable, justo allí donde termina la tierra y nace la niebla: El Bordo. A través de sus entrañables historias y personajes, Sergio Galindo nos conduce a paisajes bellamente delirantes del alma humana

S

í, un día espléndido –dijo Lorenza y le compuso a su suegra el prendedor de perlas cultivadas que se había puesto casi al borde del cuello de su vestido de lana negra. El adorno era algo que no entraba en las costumbres de doña Teresa desde hacía siete años. Lorenza prosiguió–: Me alegro por ella; yo tuve una impresión triste el primer día, no se veía a un metro de distancia por la neblina. –Así fue también cuando me trajo mi marido –estiró el cuello y se observó en el espejo. –¿Lindo? –No, con neblina. Mucha neblina –respondió doña Teresa. Lorenza examinó la sala. Todo estaba limpio y en orden. Cuando ellas callaban había una inmovilidad tan grande en la enorme estancia que parecían dejar de existir. Lorenza descubrió que era el reloj; se había detenido a las ocho de la noche anterior, poco antes que ella y su marido fueran a dormir. Miró su reloj pulsera y dio cuerda al otro. El tic-tac se inició con pereza, contra su deseo, hasta adquirir su ritmo acostumbrado y reintegrar a la vida todo lo que había allí dentro. –Menos mal que tú y yo estábamos acostumbradas a la niebla –dijo doña Teresa aludiendo al hecho de que las dos habían nacido en Jalapa. Se alisó las canas. Continuó–: Pero esa pobre chica está acostumbrada al sol, al calor… Qué bonitas flores. ¿Dónde las compraste? –En el pueblo. Uno de los hombres fue por ellas. –La iglesia estaba llena de alcatraces hoy… Pedí mucho por ellos, porque Dios los traiga con bien y los haga felices. He prometido hacer otra vez los “primeros viernes”. –No hubiera usted prometido nada. Luego se descompone el tiempo y no puede ir. –Iré, hija, iré. Una vez más Lorenza se asomó a la ventana a observar el camino que iba al pueblo. Era extraño verlo así de luminoso porque durante casi todo el año la niebla cubre el pueblo de Las Vigas –una niebla húmeda y espesa que elimina la distancia del cielo y lo hace descender hasta tocar el escaso empedrado de las calles. Los alrededores –el bosque y los huertos– están habitualmente sumidos en densas tinieblas. Hay ocasiones, aun en primavera, en que el pueblo parece haber desaparecido, totalmente oculto a la vista de los automovilistas que viajan por la carretera de Jalapa a Perote. Eran raros los días luminosos en que se podía apreciar el aspecto de la villa enclavada en la montaña, y el cerco de cerros poblados de pinos. Un abrir y cerrar de puertas quitó a Lorenza de su punto de observación. –¿Y Gabriel? –preguntó Joaquina. –Se está bañando –dijo Lorenza–. Estuvo en los chiqueros, dos cochinas parieron anoche, hay quince cochinitos más. –Quince críos –repitió Joaquina haciendo rápidamente cálculos–, no está mal. Dile que los hombres no han llevado el alimento a los corrales. Que los riña, para holgazanes basta con nosotras. Salió aprisa con rumbo a los chiqueros sin importarle su nuevo vestido de seda negra. Lorenza percibió un olor: era raro, Joaquina se había puesto perfume. Miró a su suegra, que se había sentado con las manos cruzadas. No había nada que hacer, sólo esperar, y se sentó a su lado

Tomado de la edición del Fondo de Cultura Económica, Col. Popular, México, 1960.

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ENSAYO

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Medio siglo de rock Miguel Ángel Adame Cerón 1957 y el rock & roll

En 1957 fallecieron el actor-ídolo Pedro Infante y el pintor izquierdista Diego Rivera; un terremoto sacudió al Distrito Federal y el Ángel de la Independencia se cayó. Pero fue, sobre todo, cuando el rock and roll emergió como fenómeno de masas, influyendo en el gusto/consumo de los adolescentes-jóvenes (teens). Después de grabar sus primeras canciones en 1954/1955 y su primer álbum elepé en 1956, Elvis Presley se convierte en una estrella del espectáculo musical en 1957. A tal grado logró éxito este show man que cada uno de los sencillos en el primer semestre fueron número uno en los top de Estados Unidos y el Reino Unido. A finales de 1957 se estrena en México El rock de la cárcel. El rock and roll empieza a “enloquecer” a los teens mexicanos y nacen los primeros grupos que se perfilan como profesionales. De 1957 a 1963 destacan Los Gibson Boys de Manolo Muñoz, los Black Jeans de César Costa, Los Teen Tops de Enrique Guzmán, Los Rebeldes del Rock de Johny Laboriel, Los Locos del Ritmo de Toño de la Villa, Los Hooligans de Ricardo Roca, Los Rockets de los hermanos Treviño, Los Crazy Boys de Luis Vivi Hernández y Los Hermanos Carrión de Eduardo y Ricardo.

Elvis Presley

jóvenes, sino también sus inquietudes, sus demandas, sus modas: las melenas, los trajes pegados y los botines para los hombres, y para las mujeres las minifaldas, la botas de charol y los peinados crepé; para ambos, lentes negros.

La ola inglesa: Inglaterra, Estados Unidos y México

Manolo Muñoz

De 1954 a 1964

En 1964 los acordes, las frases y los ritmos de rocanrol en español (mexicano, pues) y también en inglés, se escuchaban en varias las estaciones de radio: Radio Variedades, Radio Mil, Radio xedf , Radio Éxitos, Radio Capital, Radio 590.... Este año marcó un hito en la historia del rock and roll mundial. Inglaterra fue sede y catapulta de la transformación del rock and roll. Pero cuna del rhythm & blues, del rockabilly y del rock & roll fue la zona sur de Estados Unidos. Desde los primeros años de la década de 1950 se inició el auge popular de ritmos de origen negro y urbano-rural (blues, boogie-woogie, jazz, folk, country). Destacaron intérpretes y compositores como Chuck Berry, Bo Diddley, Fats Domino, Little Richard, Carl Perkins. Budy Holly, Billy Halley, Jerry Lee Lewis y Elvis Presley. El rhythm & blues se fue “blanqueando” y comercializando, y un 19 de julio de 1954 se editó la primera grabación comercial de este jovenzuelo que iniciaría la era rock and roll propiamente dicha. De Estados Unidos y desde 1954 arrancó la primera invasión hacia Europa, pero casi diez años después inicia la segunda invasión, la inglesa hacia Estados Unidos y el resto del mundo. No sólo comienza la mundialización del rock and roll como expresión artístico-musical de los adolescentes y

Con “I wanna hold your hand” a finales de 1963, arrancó la llamada ola inglesa: Con este sencillo, Los Beatles alcanzan por primera vez el primer lugar en las listas de popularidad de Estados Unidos. El 7 de febrero del ‘64, el cuarteto Liverpool llega apoteósicamente a Nueva York y dos días después, ante millones de fanáticos, hacen su legendaria aparición en el programa de tv El Show de Ed Sullivan. En abril, Los Beatles hacen

Los Beatles

historia al ocupar los cinco primeros lugares en el top ten estadunidense. La beatlemanía llega y se manifiesta en México: en 1964 Los Juniors graban en su segundo l p “Debería conocerla mejor”. Otros grupos mexicanos que quedan atrapados en la invasión del rock and roll en lengua inglesa, y que basan sus grabaciones en covers, son norteños e invaden Ciudad de México: Los Rocking Devils de Tijuana graban s u p r i m e r l o n g p l a y, s o b re s a l i e n d o s u c o v e r “Sospechas”. Los Ángeles Azules de Matamoros (que después serían Los Yaqui) graban el tema “El pequeño”. Los Apson (Agua Prieta, Sonora) llegan al df y graban “Atrás de la Raya” y “Cuando era un jovencito” (“Cotton Fields”, de Creedence Clearwater Revival). Los Johny Jets de Reynosa llegan con éxitos como “Yeah, Yeah, Yeah” y “Es Lupe”. Los Hitters, que tuvieron éxitos como “Hanky Panky” y “Un hombre respetable”, inician su carrera musical en Tijuana, tocando en fiestas particulares. Lo mismo sucede con Los Reno, originarios de Monterrey, Nuevo León. En este año inician grupos que, igualmente influidos por la nueva invasión británica, crean composiciones originales, reinterpretando estilos y ritmos del rock and roll. Dos ejemplos de Tijuana: Los Dugs Dugs, alineación creada por el guitarrista Armando Nava, y Javier Bátiz, quien formó el grupo de los tj ´s desde 1957, pero fue hasta1964 cuando se dio a conocer. La mayoría de estos grupos se conocieron por los medios masivos de comunicación, fundamentales para lograr éxito, fama y dinero, por ejemplo el fundacional programa Discotheque Orfeón a go-gó, famoso por las chicas con minifalda que se movían rítmicamente dentro de jaulas. Hubo otros como Bailando con Vanart y Operación Ja-ja. En Inglaterra, aparte del furor beatle debutan, también en 1963, The Rolling Stones. Justamente tuvieron su primer relativo éxito con una canción de Lennon y McCartney , “I wanna be your manˮ. Pronto aparecen dos grupos ingleses extraordinarios: en mayo de 1964, el grupo originario de Newcastle, The Animals, con la voz de Eric Burdon

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The Kinks, con los hermanos Davies a la cabeza, Ray componiendo y Dave en el requinto, graban otra poderosa rola, muy semejante a su primer hit: “All Day and All of the Night” sale en septiembre de ese mismo y emblemático año, y llega al número dos en el Reino Unido y repite el séptimo puesto en Estados Unidos. Como Pete Townshend y Roger Daltrey lo reconocen, este rolón influyó en el despegue musical de The Who; concretamente en su canción de 1965 “I Can´t Explain” •

Los Rolling Stones

y el fino teclado de Alan Price, recrean una antigua canción de la tradición oral folk: “La casa del sol naciente”, que llega al primer lugar del top en el Reino Unido y en Estados Unidos, siendo The Animals el segundo grupo británico en lograr esta hazaña de popularidad.

The Kinks

“You really got me” (Deveras me atrapaste), canción de The Kinks escrita por su líder Ray Davies, fue publicada en agosto de 1964 y al mes siguiente llegó al número uno británico y estadunidense. Este gran éxito los llevó a ser una de las bandas más representativas de la invasión británica. La canción, que se basa principalmente en un riff ejecutado por Dave Davies, es clave para los posteriores géneros del rock, en particular el hard rock, el heavy metal y el punk rock. En 2005, la bbc la proclamó como la mejor canción británica del decenio 1955-1965. El distorsionado y pesado sonido de la guitarra se debe a una invención de Dave, quien colocó en su amplificador una hoja de afeitar y alfileres.

Los Animals

Los Kinks

Tiempos de oscuridad. Historia de los golpes de Estado en América Latina, Marcos Roitman Rosenmann, Akal, Madrid, 2014.

LA OSCURIDAD DE LOS TIEMPOS LATINOAMERICANOS ORLANDO LIMA

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l “vínculo entre desarrollo y seguridad se convierte en el primer eslabón de la cadena para la militarización de las sociedades”. Este es quizá una de las frases nodales que definen el tema y problema de Tiempos de oscuridad. Historia de los golpes de Estado en América Latina. El intelectual chileno Marcos Roitman (1955) escribe esta obra no sólo desde un cariz netamente científico, sino además subjetivo, pues está animado por “Colegas, compañeros de militancia y estudiantes” que han acompañado al autor en un continente lleno de golpes de Estado históricamente diversos. La idea central de la obra podría sintetizarse con aquella frase de Eduardo Galeano en Las venas abiertas de América Latina: “Se encerraba a los hombres para que los precios puedan ser libres.” Y es que el patrón de acumulación capitalista y sus métodos de desposesión atraviesan distintos campos como los de la economía, la política y la social en su conjunto. Roitman da cuenta fehaciente de las diversas formas de golpes de Estado y el papel, central o no, siempre presente de una institución como la militar. Plutocracia y neocolonialismo: estos son los elementos sustanciales que el autor destaca en Tiempos de oscuridad. Cada uno de los golpes de Estado funciona para mantener al statu quo en sus posiciones. Gatopar-

EL SIGLO DEL CRONOPIO Julio Cortázar, 1914-1984

Esther Andradi, Xabier F. Coronado y Antonio Valle

dismos transformistas son el fondo de los nacionales y el temor es la forma cuya violencia simbólica permite el control para tal “orden y progreso”. A lo largo de cuatro apartados, el autor desarrolla históricamente los elementos y procesos en que se han gestado, y se gestan hasta hoy, diferentes formas de golpismo, cuya sentencia heracliteana, “la guerra es el origen de todas las cosas”, es reflejo de ello. Como destaca Atilio Borón, el autor subraya la figura del “enemigo interno” como uno de los cohesionadores de esta guerra y panacea golpista que se distingue de los procesos revolucionarios y anticapitalistas, asunto que pone a debate la categoría de “regímenes totalitarios” para analizar la realidad latinoam e r i c a n a re s p e c t o d e l o s p a í s e s c e n t r a l e s y, d e s d e h a c e casi cuatro décadas, la “guerra total” que cuestiona mucho más todo esto al dirigirse también hacia campos como el económico, el social e incluso el individual bajo el modelo del americanismo capitalista. De allí que Roitmann afirme que los golpes de Estado en el capitalismo latinoamericano fueron “expresión de un fascismo criollo representativo del accionar político de los ejércitos latinoamericanos”. Sentencia que denota elementos de ciertas teorías de la dependencia aún vigentes y a debate. En Tiempos de oscuridad se desarrollan reflexiones de imprescindible estudio para la realidad actual de toda América Latina. Es un agudo análisis de las formas establecidas del miedo para la dominación social y la violencia silenciosa donde los golpes de Estado se muestran como el mecanismo por excelencia para la dominación nacional y regional en su conjunto •

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La Jornada Semanal

próximo número

A cien años de la Gran guerra


ARTE Y PENSAMIENTO ........

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Jair Cortés jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes

MENTIRAS TRANSPARENTES Última Thule La noticia se desbordó: una isla desierta había sido descubierta. La última. Un paraíso intocado. Aguas esmeralda y turquesa, playas doradas, cascadas, lagunas, grutas. Profusión de plantas que nadie conocía. Se hallaba exenta de fauna, excepto por aves acabadas de llegar. De inmediato comenzaron a construirse hoteles, carreteras, dos ciudades: San Telmo de los Esteros y Bocana del Carmen, cada una con aeródromo; la segunda, además, con un puerto turístico. La isla floreció. Luego ocurrió aquello. El 23, en la barranca de Pajaritos desaparecieron catorce excursionistas, y su guía. La tarde del 25, centenares de paseantes que estaban en las playas fueron engullidos por la arena. En escenas televisadas alcanzó a verse cómo se abrió el suelo y cayeron al abismo. Esa noche, el cataclismo. Los puentes, caminos y edificios; todos sus ocupantes fueron devorados por la isla. Antes de que hubiera tiempo de bombardearla, volvió a las profundidades •

Rogelio Guedea AL VUELO Guerra No hay peor cosa en la vida que la muerte, porque la muerte es lo contrario a la vida. La muerte destruye, anida el mal, propaga el odio. La vida, en cambio, edifica, une y, al unir, siembra otra vida. La vida es el amor; la muerte, la guerra. Por eso toda guerra, así sea entre un vecino y otro, entre una ciudad y otra, entre uno y otro país, no es la vida, porque no engendra sino destrucción, anida el mal, propaga el odio. Y no hay peor cosa para el amor que la guerra, como no hay mejor cosa para la muerte que la vida. En la guerra, como en el amor, siempre hay dos, uno en uno extremo y otro en el otro. En el amor, que no tiene extremos, aunque sí orillas, los dos que hay siempre se reconcilian. En la guerra los dos pierden, no importa quién tenga la verdad, o quién tenga la mentira. En el amor los dos ganan, aunque ninguno tenga la verdad o ambos tengan la mentira. El que se pone del lado del amor ve la vida. El que se pone del lado de la guerra, la caída •

BITÁCORA BIFRONTE

Felipe Garrido

Desarrollo Titos Patrikios

Los de abajo, los de siempre

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n 1916 se publicó la primera edición de la novela Los de abajo, del escritor y médico mexicano Mariano Azuela (1873-1952), en la que se exponen los hechos y circunstancias que fueron esenciales para el desarrollo de la Revolución mexicana. La idealización de este movimiento (que podría suponer el despertar de una conciencia social) contrasta con la terrible realidad a la que fue sometido el país: masacres, robos, violaciones y un sinfín de crímenes cometidos por todos los bandos implicados en el conflicto armado. Una de las mayores virtudes de Los de abajo es que la Revolución se experimenta, reflexiona y expresa a través de sus protagonistas, que van desde un caudillo revolucionario hasta el campesino más (aparentemente) insignificante. En uno de los muchos diálogos entre los personajes de Los de abajo, Luis Cervantes, quien antes había pertenecido a las fuerzas federales para después formar parte de la insurrección revolucionaria, le pregunta a Alberto Solís: “¿Se ha cansado, pues, de la revolución?”, a lo que éste último responde:“Amigo mío: hay hechos y hay hombres que no son sino pura hiel… Y esa hiel va cayendo gota a gota en el alma, y todo lo amarga y todo lo envenena. Entusiasmo, esperanzas, ideales, alegrías… ¡nada! Luego no le queda más: o se convierte usted en un bandido igual a ellos, o desaparece de la escena, escondiéndose tras las murallas de un egoísmo impenetrable y feroz.” A esta desoladora imagen podemos añadirle las palabras de “la Pintada”, una de las tantas mujeres revolucionarias, que exclama:“Llega uno a cualquier parte y no tiene más que escoger la casa que le cuadre y ésa agarra sin pedirle licencia a naiden. Entonces ¿pa quén jue la revolución? ¿Pa los catrines? Si ahora nosotros vamos a ser los meros catrines.” Los de abajo no es una novela que pueda entenderse como una mera crónica de la realidad; tanto su estructura como los recursos literarios que utiliza (metáforas, alegorías, rescate del habla coloquial, tensión narrativa) la convierten en una obra que trasciende al tiempo porque no sólo alude a un hecho histórico sino a la condición humana: “La revolución es el huracán, y el hombre que se entrega a ella no es ya el hombre, es la miserable hoja seca arrebatada por el vendaval.” A un siglo de distancia podemos leer Los de abajo y preguntarnos, desde la más absoluta sinceridad: ¿qué nos dejó aquella revuelta, la sangre de culpables e inocentes, llamada Revolución mexicana? ¿Qué heredará el conflicto armado en el que ahora vive México a las futuras generaciones? Quizá la idea de revolución que ha enraizado en este país no sea la de crear una nueva forma de pensamiento y visión de la realidad, sino la de matar a balazos y despojar de sus pertenencias a los ricos y poderosos que antes mataron de hambre a los de abajo, es decir, a los de siempre •

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Entonces llegó a la reunión Jarílaos, nombre real Ierásimos, y dijo: “Compañeros de lucha, venceremos.” Lo mataron dos días después. Y llegó en su lugar Alexis, nombre real Nikos, Y dijo: “Compañeros de lucha, venceremos.” En la tercera ola de terrorismo tomó un puesto de contador. Entonces llegó en su lugar Gregoris, de apodo Armenis, nombre real desconocido y dijo: “Hermanos, tendremos muchos sufrimientos, pero venceremos.” Más tarde se hizo cargo de una tarea de mayor responsabilidad. Y llegó en su lugar Rosa, nombre real Faní, y dijo: “Ahora debemos adaptarnos a las nuevas condiciones.” Cuando la apresaron llegó en su lugar Pedro, Nombre real Dimitris y dijo: “El índice de las huelgas ha subido.” Más tarde murió en un sanatorio. Y llegamos en orden yo, Pelópidas y Stratis llegaron muchachos nuevos, las condenas de líderes llegaron los que duraron cinco o siete años y las sucesivas revoluciones llegaron los congresos, la redención de los héroes muertos la muerte por vejez se enturbió el orden de los nombres, se enredó la continuidad… Y dijo el joven trabajador en la nueva reunión: “Compañeros, venceremos.” Titos Patrikios (Atenas 1928), abogado, sociólogo y traductor es también miembro de la Primera Generación de Postguerra o de la Derrota. Formó parte de la Resistencia durante la ocupación alemana y estuvo a punto de ser asesinado por los colaboracionistas. Después de la Guerra civil griega (1946-1949) fue arrestado por sus ideas de izquierda y condenado al exilio durante tres años. Traductor de Lukács, Stendhal, Balzac y Valéry, es autor de quince libros de poesía. En 1992 recibió el Premio de Poesía Internacional Salerno, y en 1994 el Premio Nacional de Poesía de Grecia por toda su obra. Véase La Jornada Semanal, núm. 851, 26/ vii /2011 Versión de Francisco Torres Córdova


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Jornada Semanal • Número 1015 • 17 de agosto de 2014

Alonso Arreola

Miguel Ángel Quemain

La plasticidad onírica de José Alberto Gallardo

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O QUE SOÑÉ ESE día que me quedé dormido bajo el puente, escrita por Antonio Zúñiga (editada por Carretera 45) y dirigida por José Alberto Gallardo, transcurre en una especie de drenaje que contiene las imágenes/discursos de un sueño con su plasticidad aforística, poética, atomizada en un conjunto de iluminaciones que hieren signadas por su repetición, por una concatenación bizarra y de apariencia sumamente provocadora para quienes cierran sus ojitos cuando les caen de frente imágenes que no pueden digerir de inmediato y que en su primera aparición patean el estómago, por imprevisibles, sin pretenderse efectistas. Parece que todo gira en torno a una sexualidad torcida que inaugura una ninfómana, cuyo reflejo y eco son el umbral de una materialidad sórdida de unos seres tan insatisfechos que están condenados a la permanente repetición de sus actos inútiles, de su salvación estéril. Gallardo elabora una bella metáfora coral, orquestal, con solos prominentes de gran belleza actoral, aunque aquello que consiguen los actores incomode tanto al que mira a través de esa boca, de ese ano, de ese túnel donde convivimos con estas entidades en una especie de límite que está a punto de salpicarnos pero que nos mantiene protegidos en nuestra butaca salvadora. Como pasó con De la calle, de Jesús González Dávila, en esta obra de Antonio Zúñiga se reúne una serie de temas, personajes y escenas que hemos vivido sin tregua pero que ningún procedimiento artístico había recogido, dándole continuidad a mundos que aparecen separados afuera, pero que la mente de algunos hilvana como protagonistas o como testigos de ese viaje que ocurre en los márgenes de lo social: cuartos oscuros, profesiones que terminan por tragarse a su oficiante: mariachi, prostituta, padrote, travesti, homosexual en variantes osito y leather, en un cuerpo que se exhibe pero que tiene poco que ver con el estríper musculado, y más con esas expansiones de la carne que permiten castigar con severidad, a manotazos, un vientre peludo como se hace con las nalgas. Aquí, ni la heterosexualidad ni la homosexualidad son estorbos, como suele pasar en ese inconsciente que ejercen las militancias de género. Gallardo tiene a los actores de su lado, como un oficiante que opera un rito donde todos se transfiguran. Son golpeados con esa saña que sólo el alto profesionalismo actoral permite, nublándole el entendimiento a ese ser frágil cuya única trinchera es su minúscula butaca/silla. Por eso lo que pasa en ese ducto, en esa alcantarilla en la que se reconoce un refrigerador/ropero/alacena, adquiere un estatuto de verdad, porque atraviesa el cuerpo del actor que termina identifica-

do con las sensaciones que el espectador es capaz de reconocer como parte de su experiencia, sea que formen o no parte de ella. Escucho, siento, veo y testifico, dentro y fuera del teatro, que esa mamada golosa que el Neurótico (personificado por Antonio Zúñiga) le da al joven Mariachi (Christian Cortés) los abofetea. Se pide algo más simulado, alegórico, pero no, ni Gallardo en lo escénico ni Zúñiga en lo literario ceden a la alusión, prefieren el vértigo de esos besotes llenos de saliva que se dan los actores, los personajes en busca de una conexión que haga creíble la existencia fantasmal de cada uno en esa soledad que posee toda existencia. Gallardo tiene una trayectoria escénica que explica la belleza umbría de su estética; desde el título de sus obras, las exigencias físicas que le propone a unos actores que saben resistir tanto besos como golpes, atender a una serie de tareas objetales, esculturales, que terminan por minarnos en la comodidad de nuestro asiento, a pesar de que la obra es relativamente breve pero tejida en la complejidad escenográfica y de luz que imaginó Jesús Hernández, con el vestuario de Carolina Jiménez y el cada vez más experto compositor y diseñador sonoro Rodrigo Castillo Filomarino. El trabajo de las actrices tan ninfómanas (Sandra Rosales, Margarita Lozano e Isabel Benet), tan insatisfechas, tan explotadas y servilmente suripantas, es un contrapunto en ese catálogo de presencias masculinas/bisexuales/homosexuales disfrazadas como ese Yo que se multiplica en los sueños, en formas que nos maltratan y excitan al mismo tiempo. Todos son el Neurótico, todos son pobladores de esa memoria que atomiza en dolorosas esquirlas ese Yo quebrado, escindido, que el dramaturgo Zúñiga crea y reparte en un rompecabezas que se parece tanto a los retazos de nuestra propia vida. Concluye el 26 de agosto •

De bestias y prodigios

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NTES QUE NADA, PERMÍTANOS querida lectora, apreciable lector, saludar y felicitar al director de este suplemento dominical, el escritor Hugo Gutiérrez Vega, por la recepción de la Medalla Alfredo r. Placencia otorgada en el seno del Seminario de Cultura Mexicana, así como por la apertura de La Galería de los Poetas en su otrora oficina de Guadalajara, Jalisco, un espacio que estará ligado a la Cátedra que lleva su nombre. Allá nos lo encontramos la semana pasada, comiendo en el restorán del hotel compartido (sin saberlo), acompañado por su amorosa esposa Lucinda. Fue una bella casualidad. Nosotros estábamos en las tierras que lo vieron nacer hace ochenta años para presentar Bestias y prodigios en el Teatro Degollado (lo comentamos hace un tiempo en este mismo espacio). Un espectáculo comisionado por la Secretaría de Cultura de Jalisco para clausurar la Feria Estatal de las Artes celebrando los cincuenta y cinco años del Bestiario, de Juan José Arreola, amigo y coterráneo del propio Gutiérrez Vega. Escuchar su voz nos trajo recuerdos importantes. Nos hizo pensar luego en la música que anima a la poesía, en las posibilidades que los grandes escritores ofrecen a quienes componen partituras. En el caso de Hugo, verbigracia: “La Abuela abría las puertas de la mañana;/ entraba el sol por el balcón cerrado/ y un rayo se pegaba a sus gafas solares./ El día andaba ya por los corredores/ abrillantando las plumas del pájaro ciego,/ jugando un rato con los peces anhelantes/ en su marecito engañoso,/ y con el caracol de filos negros/ en su playa de cristal.” En el de Arreola y para seguir con los animales:“La cebra toma en serio su vistosa apariencia, y al saberse rayada se entigrece.” O, sobre el sapo:“Salta de vez en cuando, sólo para comprobar su radical estático. El salto tiene algo de latido: viéndolo bien, el sapo es todo corazón.” En ambos casos el texto vibra tañendo cuerpos anhelantes o latentes, prestos a transformar los poderes del instante. Algo que, precisamente y para el mentado espectáculo en el Degollado, la cantante Iraida Noriega supo aprovechar de manera extraordinaria, acompañada por la lectura de José María Arreola y los dibujos de tinta china a cargo de Arturo López “Pío”. Nacida en 1971 (ayer fue su cumpleaños, por cierto), Iraida es hija del legendario cantante de jazz Freddy Noriega, lo que definió su carrera desde pequeña, aunque no fue sino hasta el año 90 cuando decidió formalizar su compromiso estudiando en Nueva York con maestros y colegas como Sheila Jordan, Mimi Daitz, Bob Norton, Goussy Celestin, Theo Bleckmann y Rolando Briseño. De vuelta en México, y según cuenta su biografía, el contrabajista Roberto Aymes fue el primero en darle oportunidad dentro de un ensamble. Es verdad, pero recordamos que también se echaba “palomazos” en foros tipo el Arcano al lado de músicos como Agustín Bernal (igualmente contrabajista). Desde entonces esperábamos el momento adecuado para trabajar con ella. Finalmente sucedió. Lo primero, empero, fue juntarnos para hablar del proyecto: debería musicalizar la lectura de algunos textos breves del Bestiario, obviamente dedicados a animales, al tiempo que éstos fueran ilustrados en vivo sobre una pantalla. El resultado no pudo ser me-

jor. De allí que hoy decidiéramos dedicarle esta columna que comenzamos a escribir en el aeropuerto de Guadalajara, sentados frente a ella. Digamos que tanto en los ensayos aislados que realizamos como en los ensayos generales a las que se sumó el resto del elenco (Jaime López, Fernando Rivera Calderón, Nicolás Alvarado y Troker), la sensibilidad de Iraida para inspirarse, para involucrarse con los escritos de Arreola, fue un ejemplo de compromiso y belleza. Parece fácil. Suena evidente. Pero no. Cada vez es menos común que los músicos populares jóvenes profundicen en las entrañas de la literatura. Por el contrario, no hay escritor capaz que no valore los poderes de la música. De Chopin a Bach pasando por Mahler, el tocadiscos de Arreola influyó en su pluma tanto como quienes lo antecedieron en la literatura. “¡No!, no es posible –dijo Hugo Gutiérrez Vega en alguna ocasión–, la música necesita del poema y el poema necesita la música. La poesía y la música son como hermanas.” Allí el logro de Iraida. Una conquista que sobrepasa los caminos típicos de la musicalización poética para realmente inundar los espacios entre letras, palabras y oraciones aprovechando provocaciones como la de “El elefante”:“Viene desde el fondo de las edades y es el último modelo terrestre de maquinaria pesada, envuelto en su funda de lona.” Así las cosas, no hay mejor homenaje a Gutiérrez Vega, Arreola e Iraida Noriega que leerlos y escucharlos un día como hoy. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos • Iraida Noriega

BEMOL SOSTENIDO

@LabAlonso

quemainmx@gmail.com

LA OTRA ESCENA

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

17 de agosto de 2014 • Número 1015 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Verónica Murguía

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OR RAZONES MISTERIOSAS, a mi madre le disgustaban las manifestaciones de compasión. Paradójicamente, fui testigo de cómo podía ser solidaria, sensible y generosa. Sin embargo, la expresión verbal de la piedad la irritaba.“Pobres los estreñidos” replicaba cuando oía que alguien expresaba lástima o misericordia. La verdad es que la frase que mi madre usa todavía es más colorida, pero el significado es algo como “ay de aquél cuyos intestinos tienden a la pereza”. Lo demás: ruina económica, enfermedades –con la notable exclusión del estreñimiento–, persecución política o marginación podía ser problemático, pero no digno de lástima. “No lo pobretees“, decía si alguien manifestaba pena por, digamos, un pariente feúcho.“No frieguen, no me estén pobreteando”, nos dijo el día que rodó por las escaleras del banco y quedó con la frente sobre el zapato del policía de la entrada y la muñeca izquierda rota. Sospecho que esa repugnancia por la manifestación verbal de la piedad tiene sus orígenes en la evidente hipocresía de muchas personas que han convertido la compasión en una bandera, pero a las que les falta en el corazón lo que les sobra en la boca. Pienso en Marta Sahagún o en Serrano Limón, famosos sepulcros blanqueados que se han gastado el dinero destinado a los necesitados en propiedades, botox y tangas. Mi madre fue educada en un internado de monjas en el que parece que reinaba una superiora con un corazón más duro que una pedrada. Yo no sé. Lo que me queda claro es que el mundo ha alcanzado a mi madre (quien modificó su postura) y ha ido más lejos: la palabra piedad es vergonzosa y el sentimiento, peor. Hay una frase peyorativa en inglés que sirve para nombrar a las personas compasivas: bleeding heart, corazón sangrante. Yo soy uno. Y además suelo consultar el diccionario, así que me asomé para ver qué decía. La definición de “corazón sangrante” es “aquél que siente pena por todos y todo, y que se da a las emociones con facilidad”. Suena como una monserga. Pero ojo con los “sinónimos”: liberal, comunista y políticamente correcto. Es fácil entender por qué el término “políticamente correcto” es sinónimo de hipócrita. Vuelvo a Martita Sahagún: de ella fue la iniciativa de convertir el Instituto Nacional de la Senectud en el Instituto Nacional del Adulto en Plenitud, para que los ancianos no se ofendan por el término senectud mientras hacen cola para recoger sus escasas pensiones. Martita también decretó llamar a los niños de la calle, “niños en situación de calle”, como si alargar el término les diera con qué taparse mientras ella se acaloraba bajo sus abrigos. Es decir, lo políticamente correcto no ha pasado de ser un superávit de eufemismos y los sentimentales de profesión son cooptadores del sufrimiento ajeno. Uno de los estereotipos teatrales es el sentimental egoísta que llora para atraer la atención. Ser compasivo no es ser bueno, tampoco, porque la bondad se debe demostrar con acciones.

Pero hay, quizás, un falsa disyuntiva: la del sentimiento contra la razón. Para conocer a fondo un problema, no bastan los sentimientos solos o la pura razón. Estos falsos antagonismos se han filtrado en cada una de nuestras conversaciones con aquellos que no piensan como nosotros: eres sentimental o tonto, dice uno, y el otro le responde: eres indiferente o tienes ética. Los más vulgares son éstos: si eres feminista, odias a los hombres; si eres de izquierda, eres hipócrita. Según ellos, sólo la gente de derecha ve la realidad. Y como la entiende y sabe que es inútil tratar de cambiarla –pues la Historia enseña que los ideales más justos han sido pervertidos por la ambición–, sólo los ingenuos son capaces de sentir compasión. Hay que ser blasé y encogerse de hombros ante la violencia. Si eres religioso, eres un ingenuo fanático y simplificaciones brutales parecidas. Si amas a los animales, tienes que escoger: o ellos o la gente (éste me parece especialmente molesto, porque suele hacer su aparición en sobremesas variadas). Y la cereza del pastel: la compasión y la inteligencia se excluyen mutuamente. Yo quiero pensar que es al contrario: que la compasión es una forma sofisticada de la razón, pues supone el ejercicio de la imaginación y del valor. De la imaginación porque permite intuir la situación del otro. Y del valor, porque me parece mejor actuar de buena fe y equivocarse, que no hacer nada y poner cara d e bagre •

Ah, qué los diputados del pan tan fiesteros…

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ARECE QUE EN MÉXICO los políticos nunca nos fallan: siempre son capaces de los más vergonzosos y abyectos escándalos de miseria moral. Quizá de todos los partidos políticos el que fue tradicionalmente la oposición de derechas, del apego a la ortodoxia que suponía el pensamiento conservador mexicano –con sus evidentes tintes de simpatía intervencionista, ese ultranacionalismo abstruso, católico recalcitrante entreverado con un inocultable, evidente enamoramiento de Estados Unidos–, es decir Acción Nacional, es el que más se ha traicionado a sí mismo. Más que la artera izquierda entreguista y sumisa, o que el priísmo tradicionalmente cínico y corrupto. Baste ver cómo se comportan en sus particulares festejos algunos dizque legisladores,“dizque”, porque legislar, lo que se dice legislar, lo

han trucado por cabildeo y cortesanía en pos de los poderes fácticos, por porrismo y golpeteo contra las causas populares, causas que favorecerían paradójicamente a ese pueblo intonso y cándido que ha vuelto a votar por ellos, a otorgarles estafeta de rumbo y preponderancia social que ellos, con la mano en la chequera, desvirtúan (allí el nefasto Javier Lozano en la Secretaría del Trabajo el sexenio pasado, por ejemplo). Y no es cosa solamente de sus cenas privadas en los jardines del Senado o de si tienen debilidad por el mercado sexual (recordemos al patético “Pancho cachondo”), sino de presuntas reuniones de quehacer legislativo, de comisiones de trabajo, de lo que hacen en sus asistencias a congresos, comitivas o convenciones. Era sospecha de muchos pero sin confirmación que hay legisladores perdularios, de fuerte inclinación por la francachela. Ni duda cabe que de todos los colores partidarios. Sabíamos ya de los fiestones del líder del partido Verde en Cancún, y otros casos de misoginia y hasta de brutales abusos, pero no había documentos gráficos como el que hizo público Reporte Índigo, de la fiesta en una mansión en la costa de Jalisco donde reconocidos panistas, actuales diputados, expresidentes municipales –de estados de tradición refractaria y ultraconservadora, ya se ve que profundamente hipócritas, como San Luis Potosí o Guanajuato– aparecen departiendo alegres y ebrios –abundan el whisky, el vodka, el tequila– con un grupo de guapas mujeres que, se nos dice, resultan ser bailarinas exóticas. No le hagamos al tío Lolo: se trata de una fiesta que probablemente desembocó en orgía. Lo que aparece en video es el preámbulo a los revolcones que seguramente vinieron después. Lo que vemos es un grupo de hombres ebrios de poder y dinero, pequeños berlusconis, dando rienda suelta a sus putañeras diversiones co-

mo mafiosos de película, como narcos del ideario colectivo. Más que padres legislativos de la patria, esos son criminales con ínfulas elegantes; el fondo musical es elocuente: del electro pop de Adele a la tambora sinaloense. No sería de extrañarse que luego surja la segunda parte, donde aparezcan en calzones o en cueros y dándose un pericazo. Pero al margen de novelescas especulaciones (distorsión de oficio por la que se disculpa este aporreateclas, proclive a la literatura negra), hay que cuestionar seriamente la calidad moral de alguien que gozando de fuero –y de lacayunas demostraciones de sumisión de quienes los rodean–, en lugar de deberse a la nación se larga a una mansión que cobra tres mil dólares la noche rodeado de bailarinas de table dance, a la fiesta, al desmadre, al “cuánto dura el amor, compadre”,“¿cuánto? ¡Pues lo que dura dura!” y carcajearse como mocosos de secundaria del chiste vulgar. Qué clase de diputado federal tenemos en el individuo que ebrio alarga la mano para tentarle el culo a una de las muchachas que aparecen allí y que, evidentemente, están acostumbradas a ese trato misógino. ¿Qué opinarán las esposas, madres e hijas de esos señores?, ¿qué dirían de sus correligionarios don Efraín González Luna, Manuel Clouthier o Carlos Castillo Peraza? ¿Cuántos de ellos aparecerán luego en comisiones legislativas de equidad de género o de defensa de los derechos humanos o de combate a la trata? Qué talla moral pueden tener individuos como esos, que seguramente buscan ser gobernadores o hasta uno de los próximos presidentes de un México que ya no está para seguir aguantando sátrapas, padrotes o proxenetas disfrazados de paternalismo, severidad o corbata, con apellido de alcurnia y una curul en su haber que es, en suma, uno de los mayores fraudes cometidos al erario público y en contra de la nación •

CABEZALCUBO

En defensa de la compasión

LAS RAYAS DE LA CEBRA

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch


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Jornada Semanal • Número 1015 • 17 de agosto de 2014

Javier Sicilia

Luis Tovar

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N 1945, HERMANN BROCH publicó su novela La muerte de Virgilio. En uno de sus múltiples y complejos sentidos, la obra es una meditación sobre el decir poético que quiere llevarnos, como reza la oración final del libro,“al mundo que está más allá del lenguaje”. Obra espléndida e irrepetible, como el Ulises de Joyce, la novela de Broch toca un tema que, aunque ha estado presente a lo largo de la tradición mística, quizá sólo se convirtió en motivo de reflexión con el Tractatus, de Ludwig Wittgenstein, publicado en 1921. ¿Por qué hay un sentido más allá del lenguaje hablado y por qué ese sentido, aunque pertenece al lenguaje, no puede ser dicho más que en el silencio? Todo poeta en su quehacer se ha planteado, al igual que el místico, ese asunto. Dante, desde el canto x hasta el xxiii del “Paraíso” no deja de decirnos que el lenguaje le falla, que la luz de las significaciones últimas está más allá de la palabra. Ese hecho, del que da testimonio conforme se acerca a Dios, tiene, curiosamente, un acto de consumación en el canto v del “Infierno” donde, después de mirar el castigo de los adúlteros, Dante escucha el testimonio de Francesca y se desmaya, guarda silencio hundiéndose en una experiencia que simula la muerte. Algo está sucediendo allí que lo rebasa, algo cuyo sentido no puede decir y el cual dice con el silencio. Dante lo expresa de manera contundente en ese canto; en los del “Paraíso” lo enuncia. Lo mismo sucede, pero de manera más honda y reflexiva, en las 482 páginas de delirio lingüístico de La muerte de Virgilio. Cuatrocientas ochenta y dos páginas en las que, moviéndose en los límites inexorables de la palabra, sondeando hasta la desesperación lo último del lenguaje, Virgilio y Broch, como Dante en el canto xxxiii del “Paraíso”, guardarán silencio. Hay veces que el poeta llega a tal extralimitación en esa búsqueda que, así como le sucedió a Hölderlin, termina en la demencia o, como a Paul Celan, en el suicidio. En todos esos casos hay una experiencia de los límites últimos del lenguaje, la experiencia de que, dice Georges Steiner, existe una “brecha sustantiva entre la aprehensión que [el poeta] registra y los medios de expresión que le proporciona el lenguaje [una brecha que le hacen sentir] que hay una auténtica gama de percepción inmediata que está más allá de la expresión articulada, pero que es, no obstante, de índole sobrenatural, perteneciente al numen” y que conduce al silencio. Ese silencio tiene muchos rostros y tantos significados como el vacío que lo contiene y del que emana todo lo creado, es decir, todas las significaciones del lenguaje. Tiene también, en el caso de Paul Celan, cuya búsqueda por devolver-

le la significación, es decir, la trascendencia, a la lengua alemana degradada en la no significación del crimen nazi, la fuerza de una protesta. Iván Illich, que tenía como su poeta tutelar a Paul Celan, lo expresó en su reflexión sobre las movilizaciones silenciosas que en la década de los ochenta se llevaron a cabo en Alemania contra los misiles atómicos Cruise y Pershing: frente al horror, frente a la no-significación de las armas atómicas, hechas, como los campos de exterminio nazi, para el genocidio y la destrucción, no queda más que el silencio. El silencio, igual que el alarido, la sílaba om del yoga, y los últimos versos incomprensibles de Celan, es más elocuente que la palabra. Es un “no” a la no-significación y una afirmación del sentido que el lenguaje degradado destruye en el horror que genera, pero que siempre está porque es la vida. “Quien permanece callado es ingobernable.” Guardar silencio es un acto de sentido más allá del lenguaje que se agotó. “Yo también decidí observar el silencio –escribió Illich en 1983, como una explicación de ese “mundo que está más allá del lenguaje” y que en medio de la imposibilidad de decirlo dice desde allí– porque la ‘zona de silencio’ que rodeó al genocidio bajo los nazis ha sido reemplazada por una ‘zona de debate’ [sobre armas genocidas]; porque sólo mi silencio habla claramente en esa zona de negociación coercitiva de paz; porque nadie puede explorar o manipular mi silencio horrorizado.” Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas y a todos los zapatistas y atenquenses presos, hacer justicia a las víctimas de la violencia y juzgar a gobernadores y funcionarios criminales •

Gringoína

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A VUELTO A SUCEDER: en las cerca de seis mil pantallas cinematográficas comerciales del país, al momento de escribir las presentes líneas no está exhibiéndose ni una sola película concebida, escrita, producida, coproducida, filmada o referida a México. De hecho, si no fuese por las tres cintas nacionales aún sobrevivientes en la Cineteca Nacional y las dos sedes de Cinemanía –dos largometrajes, Huérfanos y Workers, más el estupendo cortometraje Música para después de dormir, de todos los cuales se ha dado cuenta en este espacio–, el cien por ciento de la oferta cinematográfica sería extranjera, a lo cual se añade que, para no variar, los porcentajes son escandalosos: dieciséis filmes de diecinueve disponibles son estadunidenses. Crasa desporporción/distorsión, de la que se ha hablado hasta el hastío lo mismo aquí que en otros espacios –muy escasos e infrecuentes, para la gravedad del asun-

to–, pero de la cual, y en vista de los hechos concretos y no de los bienintencionados discursos, nadie parece hacerse real cargo. Más allá de los habituales argumentos mercachifles para justificar tamaña tara, la situación prevaleciente tiene al menos dos lecturas, a cual más grave: la primera, que mientras no se tomen medidas no necesariamente determinadas por las jamás impolutas ni inocentes leyes de mercado para cambiar esta dinámica, la hoy abundante producción fílmica mexicana, dicho en buen mexicano, viene valiendo madre. La segunda lectura, no de orden sectorial y local sino de orden macro, rebasa el ámbito cinematográfico y planta el pie en los terrenos de la geopolítica y puede que incluso, a estas alturas metastásicas, en los de la idiosincrasia: sobresaturados de nombres, marcas, firmas, corporaciones, instituciones, referentes, personalidades mediáticas, historias, voces, ideas e ideales principalmente madeinusa; bien amaestrados en el arte tristísimo de dar por hecho que inversiones, soluciones, innovaciones y transformaciones sólo pueden llegarnos de fuera porque resulta que somos –o eso parece creer Lamayoría– ciento diecisiete millones de perfectos incapaces para pensar por nosotros mismos y resolver nuestros problemas; hechos a la idea de que “así son las cosas” y, aún peor, que así están bien, nada de extraño tiene que, entre tantísimos entreguismos, el más reciente y el mayor, consumado hace apenas seis días, no haya movido a casi nadie ya no se diga a la indignación y la protesta, sino al menos al acopio de información no distorsionada y manipulada, y a una consecuente toma de postura.

Todo que ver Podrá decir Unoqueotro que qué tiene que ver todo eso con la exhibición cinematográfica, a lo que habría que responHermann Broch

derle precisamente que tiene todo que ver. Aquí se trata de distintos ámbitos pero un solo neocolonialismo verdadero: desde hace algunos ayeres, pero hoy más que nunca si contamos del 18 de marzo de 1938 a la fecha, este país ya no se llama México y ni siquiera México, s.a., como lo rebautizara en la práctica el nefando Miguel Alemán en los años cincuenta del siglo pasado, sino ya de plano Mexico ltd Company Inc. No son precisas muchas luces, culturalmente hablando, para darse cuenta de que si los gringos no nos han cosido y cocido a bombazos –como de nuevo está a punto de suceder en el también petrolizado Irak–, invadido el cielo con drones y el suelo con marines, en una medida inmedible pero bastante notable se debe a que jamás han dejado, desde que concluyó la segunda guerra mundial, de bombardearnos el intelecto –o lo que queda de él–: ahí están, para no ir más lejos, las pestilencias belicohegemónicas recientes, juntando lana en cartelera mientras licuefactúan seseras, como Guardianes de la galaxia (Guardians of the Galaxy, James Gunn, eu, 2014), la aquí ya vituperada Transformers, e inclusive burradas recicladas tan ridículas como Tortugas ninjas ( Jonathan Lienesman, eu, 2014). Sociología elemental: una sociedad es como un organismo biológico, en el que todo está interrelacionado, todo cuenta y toda parte afecta al todo. Ayer el cine y la comida y el modo de vestir y el de divertirse y el de desear y el de imaginar y...; ayer todo eso, hoy la electricidad y, sobre todo, el petróleo. Mañana, siempre y cuando a los-de-siempre/ nuevos patroncitos les interese o les convenga, de una vez el territorio, no nada más el subsuelo. Mientras, pongámonos exageradamente tristes porque Robin Williams se suicidó y luego vayamos al cine por una dosis más de esa droga dura llamada gringoína •

CINEXCUSAS

El lenguaje más allá del lenguaje

CASA SOSEGADA

twitter: @luistovars


CIENCIA

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elimitada por el brillo de millones de estrellas integrantes de la Vía Láctea –la galaxia a la que pertenece nuestro Sistema Solar‒, y formada por oscuro polvo interestelar, La gran llama, con sus brillantes ojos, las estrellas Alpha y Beta Centaury, cada noche observa a los astrónomos que se internan hasta los confines del Universo, desde el Very Large Telescope ( vlt ) o Telescopio Muy Grande, ubicado en el Cerro Paranal, en el norte de Chile, a 2 mil 635 metros de altura. Así como los habitantes de antiguas civilizaciones trazaron las constelaciones a partir de la ubicación de las e s t re l l a s , l o s a n t i g u o s i n d í g e n a s c h i l e n o s bosquejaron una llama –animal representativo de los Andes‒, a partir de las zonas oscuras que se observan dentro del camino lechoso. Quien por primera vez distingue esa figura ubicada casi en el centro de la galaxia, queda atrapado por esa materia interestelar repleta de secretos. La gran llama, El costal de carbón, La cruz del sur y las Nubes de Magallanes, entre otros cuerpos estelares, dan la bienvenida a los afortunados que se zambullen en el océano celeste austral.

17 de agosto de 2014 • Número 1015 • Jornada Semanal

das de higo y cereza, entre otras delicias. Como Chile está en zona sísmica, el observatorio y la residencia fueron construidos para resistir temblores. Christian Spille, director de Seguridad de Paranal, asegura que cuentan con agua, gas, petróleo y alimentos para resistir quince días, en caso de que la carretera por donde llegan los insumos resultara afectada por un terremoto. Ya en la zona de telescopios, Ueli Weilenman, subdirector del Observatorio de Paranal, explica que cada espejo de 8.2 metros de diámetro pesa veinte toneladas, tiene 17 centímetros de grosor y 150 puntos de apoyo debajo. Estos últimos son una especie de soportes que se mueven tres veces por minuto para mantener al espejo plano, sin las depresiones o crestas que puede provocarle su propio peso. A esto se le conoce como Óptica Activa. “Es diferente a la Óptica Adaptativa, que corrige las deformaciones ocasionadas por la turbulencia atmosférica, a la luz emitida por las estrellas. Para lograr que las imágenes de los cuerpos celestes se vean nítidas, los telescopios tienen, además del espejo principal, uno secun-

Antu, KuEyEn, MElipAl y yEpun: los vErdAdEros cuAtro fAntásticos

El Observatorio Europeo Austral ( eso , por sus siglas e n inglés), conformado por quince países ‒Alemania, Austria, B é l g i c a , B r a s i l , D i n a m a rc a , España, Finlandia, Francia, Holanda, Italia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Suecia y Suiza‒, a través de su program a d e d i v u l g a c i ó n , recientemente invitó a representantes de la prensa internacional a visitar varias de sus instalaciones. Conducidos por Laura Ventu ra, la oficial de divulgación de e s o en Chile, dos holandeses, dos estadunidenses, dos alemanes, tres chilenos, un británico, una argentina y quien esto escribe, tuvimos la oportunidad de conocer a los verdaderos cuatro fantásticos integrantes del Very Large Telescope: Antu, Kueyen, Melipal y Yepun, los telescopios que miden 8.2 metros de diámetro en el espejo principal. Sus nombres, que vienen del idioma mapuche, significan: Sol, Luna, Cruz del Sur y Venus, respectivamente. Otros cuatro telescopios auxiliares de 1.8 metros de diámetro en el espejo también forman parte de este observatorio, desde donde es posible ver el Océano Pacífico coronado por nubes. Antes de subir al área de telescopios, nos instalaron en la residencia de los astrónomos, en donde disfrutamos del salmón, el cordero, la piña, ensaladas con choclo (maíz) y las mermela-

Ilustración de Juan G. Puga

La profundidad del cielo austral Norma Ávila Jiménez

dario y otro deformable controlado por computadora, que se mueve doscientas veces por segundo para corregir en tiempo real las distorsiones.” Esta tecnología requiere de una estrella guía creada artificialmente con la emisión de un rayo láser disparado hacia la bóveda celeste, a 90 kilómetros de altura. La crean cerca del objeto a investigar para tener la referencia de cuánto está distorsionada la luz del citado cuerpo en estudio y corregirla. El titilar de las estrellas inspira a los poetas, pero ocasiona dolor de cabeza a los sabios, como diría Saint-Exupéry. El vlt y El vlti

Antu, Kueyen, Melipal y Yepun pueden unirse en el Very Large Telescope Interferometer ( vlti ) o Interferómetro Gigante del vlt que permite a los astrónomos ver con una precisión dieciséis veces mayor a la obtenida con un solo telescopio. Henri Boffin, astrónomo de eso , utiliza el vlti para estudiar sistemas de estrellas binarias masivas. “Podemos estudiar con más detalle cómo interaccionan y las explosiones de supernova (resultado de la muerte de las estrellas masivas).” Cuando las condiciones atmosféricas n o s o n las adecuadas y no puede realizarse la interferometría, los especialistas trabajan de manera individual. Eso sucedió la primera noche que estuvimos en Paranal. Steffen Mieske, apoyado por su operador de telescopio, Cristian Romero, se dedicó a estudiar galaxias enanas ‒como son las Nubes de Magallanes‒, “las más numerosas en el universo y que nos pueden decir mucho de la materia oscura”, que no se ve pero se detecta por los efectos gravitacionales que provoca en cuerpos celestes visibles. Con ayuda de espectrógrafos, detectores infrarrojos y otros instrumentos, el vlt y el v lt i han realizado destacados descubrimientos, entre ellos: la demostración de la aceleración de la expansión del Universo; “la obtención de la primera imagen de un planeta extrasolar, ubicado a cincuenta y cinco veces la distancia entre el Sol y la Tierra, y un mayor entendimiento de la masa del agujero negro que está en el centro de la Vía Láctea, equivalente a la de cuatro millones de soles”, asegura Claudio Melo, director del Departamento de Ciencia de eso en Chile. Las profundidades del cielo austral continuarán estudiándose desde este observatorio cuya oscuridad, estructura, sonidos, movimientos –de las cúpulas y telescopios‒ quedan grabados en la piel de los felices visitantes •

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