Semanal19022017

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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 19 de Febrero de 2017 ■ Núm. 1146 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

El tiempo líquido de

Mayra Inzunza y Miguel Ángel Adame Cerón

ZygmuntBauman

(1925-2017)

El viajero en el andén: la poesía de J osé E milio P acheco

Marco Antonio Campos

Donald Trump, un desastre

(también) cultural

José María Espinasa

Fronteras y escritura

Juan Manuel Roca


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La audiencia

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Javier Bustillos Zamorano ¿EXISTE EL LIBRE SUFRAGIO?

Bauman, modernidad y gloBalización

Al filósofo, sociólogo, catedrático y ensayista de origen polaco Zygmunt Bauman se le debe, entre otras contribuciones fundamentales al pensamiento contemporáneo, el concepto de “modernidad líquida”, por el cual se volvió mundialmente conocido y reconocido, pero el autor de Tiempos líquidos, La sociedad sitiada y La globalización: consecuencias humanas, entre más de una treintena de títulos, es al mismo tiempo uno de los críticos más lúcidos y certeros del fenómeno de la globalización, cuyos efectos nocivos suelen ser soslayados por quienes se benefician directamente de ella. Mayra Inzunza y Miguel Ángel Adame revisan los aspectos más relevantes del inmenso corpus intelectual de Bauman, quien murió el pasado 9 de enero. Publicamos además un ensayo de Marco Antonio Campos sobre la poesía del enorme José Emilio Pacheco. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

(Dormitorio de la residencia oficial. El Presidente duerme, pero sus ojos y labios se mueven, gesticula; sueña que está en su despacho frente a Emiliano z aPata que le había solicitado una audiencia.) presidente: Qué honor tenerlo aquí General. Como Presi… zapata : No hablo al Presidente de la República, a quien no conozco, ni al político, del que desconfío; hablo al mexicano, al hombre de sentimiento y de razón, a quien creo imposible que no conmuevan alguna vez (aunque sea un instante) las angustias de las madres, los sufrimientos de los huérfanos, las inquietudes y las congojas de la patria. Voy a decir verdades amargas, pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justo y honradamente dicho. Desde que en el cerebro de usted germinó la idea de… presidente: Nada más no me ofenda, por favor. zapata : … Desde entonces pensó usted, primero que nada, en encumbrarse… presidente: Estoy en la Presidencia por el voto de millones de mexicanos. zapata :… en provecho propio y de un pequeño grupo de allegados, de amigos o de incondicionales que lo ayudaron a usted a subir y luego lo ayudaron a disfrutar el botín alcanzado: es decir, riquezas, honores, negocios, banquetes, fiestas suntuosas, bacanales de placer, orgías… presidente: A ver, don Emiliano, le ruego que hablemos de temas concretos. zapata : En el terreno económico y hacendario, la gestión no puede haber sido más funesta. Bancos saqueados, imposiciones de papel moneda, una, dos o tres veces, para luego desconocer, con mengua de la República, los billetes emitidos; el comercio desorganizado por estas fluctuaciones monetarias; la industria y las empresas de todo género agonizando bajo el peso de contribuciones exorbitantes, casi confiscatorias; la agricultura y la minería pereciendo por falta de garantías y de seguridad en las comunicaciones; la gente humilde y trabajadora, reducida a la miseria, al hambre, a las privaciones de toda especie, por la paralización del trabajo por la carestía de los víveres, por la insoportable elevación del costo de la vida… presidente: Bueno, si la gente no está de acuerdo pues que lo exprese en las próximas elecciones y ya. zapata : ¿Existe el libre sufragio? ¡Mentira! En la mayoría, por no decir en la totalidad de los estados, los gobernadores han sido impuestos por el centro; en el Congreso de la Unión figuran como diputados y senadores creaturas del Ejecutivo y en las elecciones municipales los escándalos han rebasado los límites de lo tolerable y aun de lo verosímil. En materia electoral ha imitado usted con maestría y en muchos casos superado a su antiguo jefe Porfirio Díaz. presidente: Señor Zapata, por favor… zapata : Usted gobierna saliéndose de los límites fijados al Ejecutivo por la Constitución… presidente: Son tiempos difíciles, don Emiliano. zapata :… ha instaurado en el país, desde el comienzo de

la era “constitucional” hasta la fecha, una mezcla híbrida de gobierno militar y de gobierno civil, que de civil no tiene más que el nombre. presidente: ¡La actuación del ejército es constitucional! zapata : La soldadesca llamada constitucionalista se ha convertido en el azote de las poblaciones y de las campiñas. Esa soldadesca en los campos roba semillas, ganados y animales de labranza; en los poblados pequeños incendia o saquea los hogares de los humildes y en las grandes poblaciones especula en gran escala con los cereales y semovientes robados, comete asesinatos a la luz del día, asalta automóviles y efectúa plagios en la vía pública… presidente: Son casos aislados. zapata : Usted, su Primer Jefe; usted sigue siendo el responsable ante la ley y ante la opinión civilizada, de la marcha de la administración y de la conducta del ejército, y sobre usted recaen esas manchas y a usted salpica ese lodo. ¡Con cuánta razón los gobiernos extranjeros no tienen confianza en el de usted! presidente: Si se refiere al señor Trump… zapata : Usted, con sus desaciertos y tortuosidades, con sus pasos en falso y sus deslealtades en la diplomacia, es la causa de que México se vea privado de todo apoyo por parte de las potencias triunfadoras, y si alguna complicación internacional sobreviene, usted será el único culpable. Usted ha orillado a nuestro país a la ruina en lo económico, en lo financiero, en lo político y en el orden internacional. La política de usted ha fracasado ruidosamente. presidente: ¡Hago lo que puedo! No me despierto todos los días... zapata : Nadie cree ya en usted, ni en sus dotes de pacificador, ni en sus tamaños como político y como gobernante. Es tiempo de retirarse, es tiempo de dejar el puesto a hombres más hábiles y más honrados. Sería un crimen prolongar esta situación de innegable bancarrota moral, económica y política. La permanencia de usted en el poder es un obstáculo para hacer obra de unión y de reconstrucción. Devuelva usted su libertad al pueblo… presidente: Debo despertar, debo despertar. ¡Despierta, maldita sea! zapata :… abdique usted sus poderes dictatoriales, deje usted correr la savia juvenil de las generaciones nuevas. Ella purificará, ella dará vigor, ella salvará a la patria. Y si usted, como simple ciudadano, puede colaborar en la magna obra de reconstrucción y de concordia, sea usted bienvenido. Pero, por deber y por honradez, por humanidad y por patriotismo, renuncie usted al alto puesto que hoy ocupa y desde el cual ha producido la ruina de la República. presidente: (Se incorpora bruscamente, sudoroso, despeinado, agitado.)

*Basado en frases textuales de la carta de Emiliano Zapata a Venustiano Carranza el 17 de marzo de 1919.

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Portada: Profeta del presente Fuente: uncleginger.com

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Marco Antonio Campos

El viajero en el andén: la poesía de

José Emilio Pacheco Jose Emilio Pacheco durante la conferencia Ser poeta en México, en el Aula Magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 3 de septiembre de 2003. Foto: Yazmín Ortega Cortés/ La Jornada

EL CORAZÓN, LA MÚSICA, LA HONRA DEL IDIOMA Y EL INFINITO POEMA COLECTIVO.

POESÍA Y POÉTICA

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osé Emilio Pacheco repetía a menudo la sentencia de Ezra Pound: “La poesía debe estar escrita tan bien como la prosa.” Esto se articularía con lo dicho en su magnífico poema a Flaubert: “Todo escritor debe honrar el idioma.” Podemos decir que ambas sentencias él las cumplió cabalmente en su poesía y en su literatura. Como lo llevaban a cabo de manera magistral Jaime Sabines y el español Claudio Rodríguez –ya tomándolos como asunto del poema, ya dándoles un giro, ya haciendo un nuevo juego verbal–, Pacheco buscó darles una nueva vida al lugar común y a las frases hechas, como: “tener los pies en la tierra”, “morir como un perro”, “con la cola entre las patas”, “andarse por las ramas”, “pasársela como ostra”… Una de las causas por las que José Emilio corregía tanto, aun después de publicado, tanto en poesía como en prosa, era porque sabía que, ante lo que uno escribe, debe dudar. No pocas veces, en momentos de escepticismo, pudo preguntarse por qué y para qué pulir un lenguaje ya seco o desgastado, si la poesía estaba agotada. Aun en algún momento de hartazgo, Pacheco recriminó agriamente: “Ya no hay nada capaz de alimentarme, poesía./ Muérete de ti misma/ o por favor ya cállate.”

En sus poemas, al menos desde No me preguntes cómo pasa el tiempo (1970), luego de sus dos primeros libros (Los elementos de la noche, 1963, y El reposo del fuego, 1966), hay una idea base, o si se quiere, más de una idea. Pacheco siempre cuenta algo. Contra las pirotecnias y los fuegos fatuos de las vanguardias, contra el hermetismo donde encontramos muy pocas veces el corazón del poeta, contra un barroquismo que separa con su floritura al autor del lector, Pacheco apostó por una poesía legible pero con secreto, o como decía el checo Jaroslav Seifert, que algo quedase oscuro, aun para el autor. Lo que era visto antes del siglo xx más como terreno de la prosa –el tono conversacional, la detallada cotidianería o la descripción de la ciudad–, se volvió una parte esencial de la poesía hasta nuestros días. Pacheco, como Fernando Pessoa y el propio Jaime Sabines, los llevó al exceso, pero, como ellos, a menudo ocultaba dentro del poema consideraciones metafísicas: el problema de Dios, la reflexión sobre la muerte, el despiadado paso del tiempo, el ser y el no ser… Inclusive algunos títulos son expresiones coloquiales: No me preguntes cómo pasa el tiempo, Irás y no volverás, Desde entonces, Tarde o temprano…

Como Borges, de otra manera que Borges, JeP buscó la sencillez en la forma y la complejidad en los contenidos. Sencillos, directos, secos, algunos poemas son, sin embargo, de una honda complejidad psicológica. Dentro de los incontables poetas que José Emilio leyó, tengo la impresión de que sus dos poetas paradigmáticos del siglo xx fueron, en lengua española, Ramón López Velarde, y en otro idioma, t .S . Eliot. Y sin embargo, no se parece nada a ellos. O por eso. En cambio, hallo una profunda afinidad en los temas y el tratamiento del poema con un poeta casi gemelo, que él tradujo, o si ustedes quieren, trasladó o vertió a nuestra lengua: el polaco Zbigniew Herbert. Hay en ambos un lenguaje en el que parece no contarse gran cosa, pero de pronto percibimos cosas y hechos terribles. En una reseña lejanísima de 1970 de No me preguntes cómo pasa el tiempo, yo notaba sobre todo un autor que estaba detrás de su obra sin verse: Jorge Luis Borges. Yo diría que ahora, aún sin verse, la gran sombra en la obra poética y de prosa de Pacheco fue Jorge Luis Borges: todo lo aprendía de él para huir inmediatamente de él. Baste recordar que Pacheco escribió un libro sobre el argentino y denominó el siglo xx como El Siglo de Borges. sigue

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En cuanto a la música de sus versos, me parece que casi siempre hay una música ligera, suave, cambiante, como la música de Debussy, de Erik Satie o mucha de la de Mozart, ese Mozart cuya música admiró más que a ninguna, es decir, un verso sin estridencias, sin gritos, lo cual da más fuerza y hace más terrible lo que a menudo cuenta. Para Pacheco todo era poetizable. Baste recordar piezas líricas con un tema mínimo: al pulgar de una mano, a la pulpa del fruto de la granada, a los tres días de la camelia, a un tenedor, a una s que da la imagen de un personaje sinuoso, a la letra o, que no llama a la luna en español como en el inglés donde se vuelve doble… Pacheco fue un maestro del poema breve y brevísimo. Yo diría que los poemas extensos de Pacheco, son, o al menos me parecen, una sucesión de fragmentos o piezas cortas. Véase, por ejemplo, su libro-poema “El reposo del fuego” o la “Elegía del retorno”, su larga composición sobre el aciago terremoto en Ciudad de México en septiembre de 1985. Aún más: hay un poema, “A quien pueda interesar”, que la investigadora anda-

Pacheco entendía que la poesía era siempre un borrador y que cada poema formaba parte de un infinito poema colectivo. Muchos poemas de él, en su versión final, fueron antes poemas publicados que corrigió, los cuales a su vez tuvieron otros borradores. A su vez Pacheco creyó, como Borges, que su poesía formaba parte del infinito poema colectivo que han escrito todos los poetas desde siempre, poema que sigue haciéndose y deshaciéndose y seguirá haciéndose y deshaciéndose en el futuro. Es decir, para José Emilio no hubo noción de autor: todos los poetas en la historia son uno solo y escriben un solo poema y podrían llamarse Anónimo o Todos.

especies marinas e insectos son los de los hombres, un espejo delator de nuestros defectos y de nuestras miserias, pero también en estos textos puede encontrarse que el reino animal es víctima de la ferocidad del hombre y los animales llegan a increparlo para demostrarle su fútil arrogancia y su condición inferior a la de ellos. En el poema en prosa José Emilio halló una vena que le era del todo natural. Urdió en ellos una malla de temas, de subtemas y microtemas. Ninguno de sus poemas en prosa –escribí en otra parte–“me impresiona más que ‘La conspiración’, breve obra maestra, donde un acto ajeno –el suicidio de una muchacha– llena de culpabilidad para siempre a un grupo de amigos”.

FORMAS POÉTICAS

EL POETA Y LA POESÍA

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osé Emilio trabajó en poesía diversas formas, géneros y metros: verso libre, verso blanco, el epigrama, el poema en prosa, el soneto, la lira, la casida, la fábula, el haikú… Él sabía que no importaba lo que se escribiera, sino el objetivo era hacer una buena ta-

“d iafanidad / repentina en la tarde opaca ./ Ú ltimo sol / m inutos antes de que lo humille la somBra ./

¿q ué será de estos árBoles / c uando no pueda verlos / e l día que se ha marchado para siempre ?”

Durante la conferencia Ser poeta en México Foto: Yazmín Ortega Cortés/ La Jornada

luza Francisca Noguerol reproduce en un notable y documentado prólogo, el cual explica lo que pensó José Emilio que terminaría siendo su obra: “Otros hagan aún el gran poema,/ los libros unitarios, las rotundas/ obras que sean espejo de armonía./ A mí sólo me importa el testimonio/ del momento inasible, las palabras/ que dicta su fluir el tiempo en vuelo./ La poesía anhelada es como un diario/ en donde no hay proyecto ni medida.” Eso: un Diario poético. Lo pequeño y diseminado para hacer lo grande. Una vasta obra hecha a lo largo de casi sesenta años, y que si se separara poema por página, quizá darían 2 mil 500 páginas. Un amplio número de los poemas de Pacheco tiene dos bases, como en buena parte de la poesía europea del siglo xx: conocimiento e ironía. Conocimiento, porque a menudo parte del hecho cultural, artístico o histórico; en cuanto a lo otro, es una ironía amarga, negra, contra los otros pero también contra sí mismo. Esa ironía a veces traza lo ridículo y lo irrisorio hasta volverlo caricaturesco, como hallamos en cuadros de grandes pintores flamencos como el Bosco, Brueghel y mi muy admirado James Ensor, o entre los mexicanos, el genial grabador José Guadalupe Posada y José Clemente Orozco, quizá el mejor pintor latinoamericano del siglo xx.

rea, porque a fin de cuentas, como escribía su admirado T.S. Eliot, sólo hay versos buenos, malos y el caos. Los epigramas de José Emilio parecen –se sienten– como una puñalada en corto en el estómago, una tasajeada en el rostro, un golpe seco que se recibe sin esperarlo. Buen número de finales son como un martillazo inesperado. Pongo dos ejemplos: “Levantas una piedra y los encuentras/ ahítos de humedad, pululando” (“Envidiosos”), y: “Ya somos todo aquello/ contra lo que luchamos/ a los veinte años”(“Antiguos compañeros se reúnen”). Animales, aves, fauna marina e insectos aparecen en las fábulas de Pacheco. Quizá el primer acercamiento lo tuvo con Juan José Arreola, quien, como es sabido, le dictó en una semana, a fines de los años cincuenta, su inolvidable Bestiario. En México hay poetas que insisten tanto sobre un ave, un animal, una fiera que uno los acaba relacionando, de una u otra forma, con ellos: González Martínez con el búho, Rafael López con el gato, Carlos Illescas con el simio, Ramón López Velarde y Eduardo Lizalde con el tigre… En Pacheco es difícil definirlo, porque ha hecho en sus fábulas lo que se ha dado en llamar un álbum de zoología o una animalia. En estos textos es donde se ve muy bien al moralista despiadado. Los hábitos y lenguajes de las aves; los animales, las

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l poeta ha sido visto de múltiples maneras: estando del lado del demonio (William Blake), o como pararrayos celeste (Darío), o como un pequeño dios (Huidobro), o como un gran fingidor (Pessoa). Para Pacheco, según le contesta en un poema a George Moore, lo que es y ha sido su vida está en su propia poesía, y para mí tiene razón, porque la obra de un poeta es la historia del alma, es decir, lo más profundo e íntimo que hay en nosotros, y eso está en nuestra poesía. Muy joven, en una de sus reprensiones a la poesía, José Emilio escribió: “La perra infecta, la sarnosa poesía,/ risible variedad de la neurosis,/ precio que algunos pagan/ por no saber vivir.” Los primeros son versos muy duros, tal vez escritos en un momento de rabia, pero con el último verso es difícil, en alguna medida, que no se identifiquen muchísimos poetas. También muy joven José Emilio destacó que la poesía, como se observaba desde el Romanticismo, por un lado, atestigua el sufrimiento, y por otro, es un arte que pocos leen y muchos detestan. En una sociedad donde desde hace dos siglos el dios tutelar es el dinero, el poeta, el verdadero poeta, es a la vez el iluminado y el marginal. No es otra la tesis central del ensayo de Baudelaire sobre Edgar Allan Poe. ¿Cuántas veces no hemos oído: “es poeta” para decir despreciativamente que ese hombre o esa mujer son unos parásitos sociales que no trabajan ni producen dinero o viven en la luna de Valencia o simplemente en la luna? En una sociedad consumista es algo incomprensible y reprensible comprar versos. Es una contradictio in adjecto. Pero el que me parece uno de sus poemas más amargos y crueles se llama, precisamente, “Vidas de los poetas”. Permítanme transcribirlo: “En la poesía no hay final feliz./ Los poetas acaban/ viviendo su locura./ Y son descuartizados como reses/ (sucedió con Darío)./ O bien los apedrean y terminan/ arrojándose al mar o con cristales/ de cianuro en la boca./ O muertos de alcoholismo, drogadicción, miseria./ O lo que es peor: poetas oficiales,/ amargos pobladores de un sarcófago/ llamado Obras completas.” Cita a Darío, pero al que apedrean los niños podría ser Verlaine y el que se arroja al mar es Auden y los que viven su locura son, entre muchos, Hölderlin, Gérard de Nerval y Emile Nelligan; el que se traga la pastilla de cianuro es el mexicano Manuel Acuña y los muertos de alcoholismo, drogadicción y miseria sencillamente no podrían contarse. Pero preferible eso a ser el Poeta Oficial, es decir, vivir reconocido y exaltado por el establishment, eso, que disfrazada o abiertamente, buscan o quisieran algunos.

TEMAS ESENCIALES

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o hay obra o libro unitarios, pero José Emilio ha aspirado a la unidad en el tono y en los temas que trata. De los principales temas, el primero, me


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parece, es la fugacidad irremisible: lo que se fue, lo que no fue, lo que ya no está, lo que cambió para mal y ya no podemos modificarlo, lo que pudo ser y nos entristece su vacío, lo que ya no veremos o si lo vimos se olvidará. Un segundo tema, me parece, es que los seres humanos somos los “dueños del vacío”, somos nadie y acaso sólo alguien cuando conocemos un instante de amor, de amistad, de solidaridad o de alegría. Pero eso casi nunca pasa. No en balde una de las palabras favoritas de José Emilio es “nunca”, y a veces llega a decir, “nunca, nunca”, “nunca más”. Nunca más habrá la experiencia que vivimos y al lugar que llegaremos la inmensa mayoría de las veces es ninguna parte. ¿Qué nos queda?, diría José Emilio. Hacer nuestro trabajo, una y otra vez, innumerablemente, aunque sea inútil. Por eso, ya sea mencionado o aludido, un personaje de la mitología griega aparece varias veces en sus poemas y encarna muy bien lo anterior: Sísifo. Ese personaje del que partió Albert Camus para escribir a los veintiocho años El mito de Sísifo, libro que nos marcó tanto en su momento, y que más que con ningún otro personaje de la mitología el hombre se identifica. El hombre debe subir con la roca y, cuando va a llegar a la cima de la montaña, la roca cae, y el hombre baja y vuelve a subirla, y así una y otra vez, pero en uno y otro y otro ascenso, cuando va a llegar a la cima y la roca cae, comprende en ese momento que es feliz y la lucha ha valido la pena. Un tercer tema de José Emilio es el horror del mundo o el horror al mundo que nosotros mismos creamos. No en balde el fratricida Caín es nuestro verdadero padre. Nuestra raza es la de los cainitas. No en balde también podemos llegar a parecernos a ese niño de siete años que no quiere ver la muerte del cerdo, pero que acabará tragándoselo como un cerdo. Como en Franz Kafka hay la culpa y la Culpa, y a veces, como en El proceso, en los poemas del mexicano no sabemos cuál fue la culpa que cometimos para que se nos castigue funestamente. Un cuarto tema de José Emilio es el poder, o más específicamente, contra el poder. Recuerdo que en los años sesenta y setenta no había casi lectura o conferencia en que alguien del público al final no se levantara y preguntara al expositor o lector si la poesía no debería estar al servicio de las mayorías desposeídas y si no creía en la literatura comprometida. Al oírlos, yo recordaba dos frases. Una de García Márquez: “El deber de todo escritor revolucionario es escribir bien”; la otra, de Borges, quien ironizaba contestando que aquello de literatura comprometida le sonaba como a “equitación protestante”. Al principio José Emilio escribió poemas sobre Vietnam o el Che, pero muy pronto advirtió que lo mejor era hacer de lo particular algo general. Que un tirano fuera todos los tiranos y una víctima todas las víctimas, y que aun la víctima, si las circunstancias lo deparaban, podía ser el peor de los victimarios. En su poesía el tirano, cuya persona es algo aterradoramente invisible, se nos vuelve por sus actos terriblemente concreto, aquí y en cualquier parte. Basta leer los epigramas excepcionales del primer capítulo de su libro El silencio de la luna (1996). Al cortesano no le importa serlo con tal de que el tirano lo premie, y si el cortesano llega al poder será igual de tirano que a quien sirvió, o simplemente el cortesano doblará tanto la cerviz que su nariz topará con su pie y un día lo tirarán de un puntapié para abajo… ¿La historia nunca es la misma? Para José Emilio la historia, con todas las variaciones que se quieran, se repite: el hombre es el lobo del hombre y en la república de los lobos, todos, bien o mal, aullamos, y desde siempre el pez grande se ha comido al chico y las leyes existen y en su nombre se cometen toda suerte de crímenes e injusticias.

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LAS CIUDADES DEL POETA

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. Ciudades mexicanas: José Emilio fue ante todo un poeta urbano y el centro de su mundo fue Ciudad de México. Sin embargo, nuestra ciudad representó asimismo una ciudad de horror, y si se quiere, en momentos, una visión apocalíptica. La muy Noble y Leal Ciudad de México, como se le exaltó por siglos, se vuelve en una línea de JeP “la innoble y letal Colonia Penitenciaria”. En esta ciudad que, quizá hasta los años cincuenta, lo normal era ver el Popocatépetl y el Iztaccíhuatl con sólo voltear hacia el oriente, o la serranía del Ajusco al mirar hacia el sur, ahora sólo encontramos un sinfín de edificios que nos han robado la vista al cielo. Esa ciudad que Pacheco, en 1985, luego del terremoto, dibujó en toda la dimensión de su desastre: “México en el páramo/ que fue bosque y laguna/ y hoy es terror y quién sabe.” La otra ciudad mexicana es Veracruz, el puerto de la infancia, a la que Francisca Noguerol le da una gran importancia como fondo e influencia de su vida y tema recurrente en sus poemas y su narrativa. 2. Ciudades en el mundo: José Emilio viajó numerosamente por Europa y América. De las ciudades y los paisajes quedaron muchos instantes en su poesía: el trazo del alba en Montevideo; Ontario y el lago Eire perdiendo sus especies; Montreal y el río San Lorenzo congelado en el duro invierno; el océano visto en California; el Mississipi en Nueva Orleans, que ha estado desde siempre y estará siempre; Londres a través de los cuadros de Whistler con una cita de t . S . Eliot vista como una ciudad irreal (“unreal city”); la música de una fuente –el agua es sólo música– en Valencia; volver a vivir, en el Pont de la Tournelle parisiense, la experiencia de Ungaretti que miraba “l’illimitato silenzio di una ragazza tenue”; la con templación quevediana de una Roma ruinosa; una macabra visita en Viena a la cripta de los Habsburgo en la iglesia de los Capuchinos para ver el mínimo sarcófago en que quedó el Kaiser von Mexico (Maximiliano); la niebla que hace contradictoriamente más real a Bogotá como una ciudad fantasma, e imágenes de Santiago y Lima y Río. Quizá para no olvidar la ciudad en que estamos, como un homenaje a la ciudad en que estamos y en la que él vivió, valga recordar su breve pieza “Salamanca: un ángulo de Tormes”, en la que dibuja un crepúsculo viendo al río: “Diafanidad/ repentina en la tarde opaca./ Último sol/ Minutos antes de que lo humille la sombra./ ¿Qué será de estos árboles/ Cuando no pueda verlos/ El día que se ha marchado para siempre?”

FINAL

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ara finalizar me gustaría citar algunos versos que resumirían mucho la visión del mundo de JEP: “Y los amigos se van. Son viajeros en los andenes”, “Mañana/ dejaremos de nuevo la vida para mañana”, “Los paraísos duran un instante”, “No quiero nada para mí, sólo anhelo/ lo posible imposible: un mundo sin víctimas”, “Bajo el nombre del Bien/ el Mal se impuso”. Dos palabras compendian para mí la lectura total de su poesía: desasosiego y descorazonamiento. En un artículo que escribí hace unos años, repasaba las lecciones que había recibido de José Emilio Pacheco desde cuando lo conocí, por mayo o junio de 1970, hasta el año que le dieron el Premio Cervantes. Como en ese artículo, le volvería a decir, aun si ahora, lo sé, ya es demasiado tarde: Gracias, muchas gracias, José Emilio, cronista mayor de nuestra época, poeta mayor

En la embajada de España, 10 de junio de 2009. Foto: Carlos Cisneros / La Jornada


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Fronteras y escritura Juan Manuel Roca

Javier Téllez, One Flew Over the Void (Bala perdida) [still], 2005. Cortesía del artista y Galerie Peter Kilchmann, Zurich

LA ESCRITURA DESVANECE FRONTERAS, COMO LO SUPO EL PEROGRULLO DE QUEVEDO, EXPERTO EN VADEAR FRONTERAS ENTRE LO CÓMICO Y LA SOLEMNIDAD.

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as fronteras, podríamos decir una y mil veces, han sido territorios propicios para los genocidios y la promulgación de leyes deplorables, para el sojuzgamiento parcelado del hombre. Donde miremos hay fronteras, convenciones inicuas, fronteras visibles e invisibles, muchas de ellas erizadas de misiles y cañones. Ambrose Bierce, “el gringo viejo”, solía definir de esta manera el cañón: “instrumento empleado en la rectificación de las fronteras”. No hay geógrafos más nefastos que los que tienen ese instrumento retumbante como lápiz indeleble para trazar linderos. Ni más peligroso que un yankee haciendo mapas. No se quedan atrás los hacedores de muros, desde Jericó hasta Berlín, cuyo largo paredón terminó por llamarse “el muro de la vergüenza”. El que pretende hacer Donald Trump podría ser llamado “el muro del sinvergüenza”: ni siquiera tiene el pudor de recordar que su madre fue una inmigrante escocesa, una paria llegada a Estados Unidos a buscar un mundo de libertades que ahora su hijo enajena en nombre de una patria fraudulenta. Cómo no va a querer un mundo estrecho alguien de mente más estrecha aún, un nacionalista de los que creíamos extintos, sordo al afuera, atrapado en sí mismo entre las paredes de la ignorancia, el odio, la brutalidad y el cinismo. Creo, y a lo mejor es el consuelo del acorralado, que al menos la escritura permite el salto fronterizo para vadear aduanas. Y que desde ella no podemos dejar de ejercer acciones dispuestas a sabotear la pasión de los que quieren un mundo en menguante, un desierto de seres aislados y fronterizos. Todo esto me asalta mientras pienso en un artista venezolano, Javier Téllez, alguien que centra su obra en el irrespeto a las fronteras. Usa un cañón, ya no para rectificar las convenciones fronterizas según el diccionarista del diablo, sino para abolirlas, convertido en hombre-bala.

En un extraño festival en Tijuana, Téllez cargó un cañón con su cuerpo y saltó las alcabalas. Convertido en proyectil de sí mismo, en medio de un grupo de enfermos mentales, se cuenta que voló por espacio de 35 metros para aterrizar en una playa de San Diego. A todas éstas, los pacientes del hospital de Mexicali por taban unos carteles que decían: “los enfermos mentales también tenemos derechos”, como lo supo el Marqués de Sade al crear el psicodrama en Charenton y hacer que los llamados locos actuaran como enfermeros en una pieza que ya anunciaba el esquizoanálisis o reafirmaba la patafísica, la febril ciencia de las soluciones imaginarias. Los alienados, a la orden del revoltoso Marqués trocado en director de teatro, empezaron a portarse como médicos y enfermeros en un episodio de la locura vista por el lado más cercano del catalejo. La escritura desvanece fronteras, como lo supo el Perogrullo de Quevedo, experto en vadear fronteras entre lo cómico y la solemnidad. Lo saben muy bien el ciego que no declara en las aduanas los paisajes que lleva escondidos en su tacto y el viento, que siempre vive de paso por el mundo en su condición de extranjero. Me dirán que todas estas aventuras contra los muros y las fronteras devienen solamente arte o literatura. Que miles de kilómetros de muro, de enrollados alambres de espino, de altas paredes de hormigón y torreones de alarma son levantados más que para controlar el paso de la droga (que por lo regular pasa por las narices de los aduaneros para llegar luego a las narices de los consumidores), son levantados en verdad por puro y legítimo miedo al otro. No puede haber algo más primitivo que este temor de un país que se dice la avanzada del mundo y que no hubiera podido existir sin inmigrantes. Un ironista diría que hay algo bueno en la construcción del afrentoso muro visto desde el lado mexicano: al menos por esa frontera no entrarán tan fácil los depredadores como cuando le dieron el zarpazo a Texas en 1936 y a un territorio que era un país entero. Pero ni el humor nos hace

sentir a salvo del vacío al que estamos abocados en el mundo ante un peligroso sujeto que parece haber saltado desde el cómic de una ciudad gótica a la pura y dura realidad. Es imposible no cuestionar la escritura, de apariencia tan inútil, ante tanto poder acumulado en las peores manos posibles. Sin embargo, esto de “escribir en la oscuridad”, como diría David Grossman, en no poca medida nos lleva a sentirnos menos escindidos, solidarios en la perspectiva de resistir a un mundo manejado por millonarios, por gente sin otro mapa que su ego. Lo demás para su fuero resulta una tierra baldía. Bien vale la pena recordar uno de los “principios de an-anarquía pura y aplicada” de Paul Valéry: “Durante 80 años los europeos vieron la Alsacia Lorena tan grande como la China y China tan grande como la Alsacia Lorena. Pero en política la perspectiva ha dejado de existir. Bismarck veía África mucho más pequeña que Austria y aún ahora, ni Canadá ni Siberia son otra cosa para Europa que meras extensiones.” Lo mismo es aplicable, no diría que a la visión de un país como Estados Unidos, pero sí a un gobierno que se anuncia brutal y cínico. Los imperios miden la vida con un teodolito distorsionado que corre las distancias, como esos cuatreros que en el oeste corrían los cercados con el guiño del alguacil. Es rara la paradoja de las artes y de la escritura en un momento en el que quieren aislarnos entre cuatro muros cardinales, en un tiempo en el que quieren uniformarnos el pensamiento y además el lenguaje que lo sustenta. Nos remueve los dogmas. Es como descreer del arco y poner la esperanza en la flecha. Coda: “Vi en un cuadro enmarcado las fotos de todos los vicepresidentes que hemos tenido, el cual pudo haber servido para una exposición de la cursilería. Algunos de ellos parecían criminales; otros imbéciles; y los demás simplemente idiotas. A decir verdad, los presidentes no parecían mejores.” Henry Miller (“ uSa , Nación de locos”)


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DonaldTrump, UN DESASTRE (TAMBIÉN) CULTURAL José María Espinasa

SU ARROGANCIA, SU BARBAJANERÍA, SU AUTOSUFICIENCIA, SON ASUNTOS CULTURALES

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ara muchos, sobre todo los que nacieron en los setenta, la caída del latinos: el rechazo hacia el otro –el diferente– otra vez como grito de guerra. Y no Muro de Berlín en 1989 fue como la adaptación que hizo la realidad de ya en una región lejana de continentes olvidados, sino en el centro mismo de nuestra civilización (no es una broma) occidental. Se ha insistido, por el terror que un disco de Pink Floyd: el factor simbólico de opresión se caía como provoca el desastre en el terreno económico, pero otra vez se queda fuera la forma los bloques de cartón piedra del espectáculo o de la película. Por más en que eso se materializa en la cultura como tejido social. que se repitiera la música en el tornamesa o el Cd , el casete o la radio, El comportamiento de Trump: su arrogancia, su barbajanería, su autosuficienla sensación era de distensión y tranquilidad: había terminado una época que cia, son asuntos culturales. Y reflejan el pensamiento (es un decir) de ese cincuenta –vana esperanza– no volvería. Doce años después, el ataque a las Torres Gemelas por ciento de país vecino que votó por él, pero también el de muchos mexicahizo de un derrumbe otro símbolo, esta vez aterrador, y elegimos taparnos los ojos. nos. Si, sin el menor empacho hace un muro, cuánto tardará en traducir eso en Ese hecho hoy nos pasa factura al mundo entero: la llegada de Donald Trump a la actos bélicos. Y hay pocos signos alentadores, pues esa arrogancia incluye el despresidencia de Estados Unidos. precio no por la reflexión políticamente correcta sino por la reEntre el 11 de septiembre de 2001, cuando el atentado a las Toflexión a secas. Su política no es meditada sino instintiva. rres Gemelas fue coronado en su ignominia por el discurso Eso incluye desde luego a la multitud de mujeres guerrerista de George w . Bush Jr., y el triunfo electoral que le expresó su rechazo el día siguiente a la toma de Donald Trump el martes 8 de noviembre, hay de posesión: no ha moderado o dulcificado su una clara línea causal que más que anunciar concomportamiento, lo ha hecho más agresivo. firma esa “oscuridad a medio día” en la que Las reacciones, sean activas, como la menestamos viviendo. Casi con miedo –ahora cionada, o fruto del pasmo como la de se comprueba que más que justificado– varios gobiernos, incluido el mexicano, los analistas políticos apenas se atreven no hacen sino reafirmarlo en su agrea comparar la situación alemana de sividad. los años treinta con la actual: el asUn síntoma de la forma en que censo de ideologías que pervierten esa actitud se adhiere al tejido solas ideas sobre las que Occidente cial y cultural es que el escritor ha había construido supuestamendejado de ser un referente para el te su identidad en el último siglo. ciudadano, por eso hablan poco y Para un ya no tan reducido grutímidamente; el peso de la crítica a po de ciudadanos del mundo, todo Trump la ha llevado la industria citrasluce ignominia: el fanatismo renematográfica –actores, guionistas, ligioso, el militarismo rampante, las directores, pero no productores–, no tensiones de una nueva Guerra fría, la la comunidad intelectual. Lo mismo derrota (no siempre en las urnas) de las pasó en Alemania hace ochenta años. Y corrientes democráticas. Basta fijarse en si bien el cine en este último país en aqueel uso del lenguaje. Hillary Clinton repetía lla época era extraordinario, no podemos constantemente, y con un subrayado histriódecir lo mismo del actual en el vecino país del nico, que Trump no estaba preparado para ser norte. Si reacciona es porque realmente es muy presidente y “Comandante en Jefe de las Fuerzas escandaloso el discurso del nuevo presidente. Armadas”. Su rival no había ganado aún en las urnas El arraigo de las libertades ganadas es mucho más frápero ya le tomaba ventaja en el significado de dicha elecSticker en una calle de Japón. Artista: Nuke 281_anti gil de lo que se pensaba. Si se retira una efigie de Martín Luther ción: lo que importaba era el poder militar, no la democracia. King y se la sustituye con una de Churchill, aunque éste nos merezca todo Para los mexicanos vino el insulto y la amenaza: hacer un muro, romper el respeto, el valor simbólico del gesto es muy evidente. A la vez se ha creado un el tLC . Y la discusión nuevamente equivocada: ¿Quién lo paga? Seguramente la vértigo de lo inmediato: el nuevo dislate diario de Trump, la fluctuación del peso, Muralla China la construyeron esclavos, pueblos derrotados, y si hoy podemos el anuncio de medidas, el abandono de acuerdos. Desde la firma del tLC –Salinas, pensar en ella como una “maravilla de la humanidad” es porque el tiempo la vació de su contenido horripilante y la volvió una ruina, como la de cartón piedra de Pink Zedillo, Fox, Calderón, Peña Nieto–, las voces que hablaban de diversificar el merFloyd. Pero el Muro de Berlín está todavía muy presente –usted puede comprar cado y la producción, fomentar el consumo interno y multiplicar los acuerdos con cascajo en internet– o para el caso las alambradas en Gibraltar o las fronteras con otras naciones han sido ignoradas. Asia Menor. Y en ese contexto, el presidente del país más poderoso del mundo Los términos económicos son fácilmente traducibles en términos culturales habla fervientemente de la necesidad de hacer ese muro. ¿Por qué no de una vez porque de origen son culturales. La crisis petrolera en el mundo nos dio una bofede hacer también cámaras de gases y campos de exterminio? tada tremenda. Pero México había dado la espalda a América Latina, su espacio Quien ha viajado a Tijuana y conoce la línea sabe que el muro no es ficción, político y social natural. Hoy no tiene aliados. Cada quien ve por lo suyo: las ratas abandonan el barco, pero no se han dado cuenta de que no hay barco y, tal vez, símbolo sí, pero terriblemente real. Y que puede dejar de ser un síntoma y alartampoco muelle garse 2 mil kilómetros. Las mujeres, los negros, los homosexuales, los árabes, los


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El tiempo líquido de

Zygmunt Bau Mayra Inzunza EL SOCIÓLOGO, FILÓSOFO Y ENSAYISTA POLACO MURIÓ EL PASADO 9 DE ENERO. FUE PREMIO PRÍNCIPE DE ASTURIAS EN COMUNICACIÓN Y HUMANIDADES 2010.

Y

He venido al desierto pa’quemar Porque el alma prende fuego Cuando tiene ganas de amar Lhasa de Sela

estaba Polonia en llamas, falta de agua como alguna vez lo estuvo Petra. Entonces devino un sociólogo, filósofo y ensayista a saciar sedes en Israel, la hoy extinta Unión Soviética, Alemania, Estados Unidos, Canadá y el Reino Unido. Obtuvo El Premio Príncipe de Asturias en Comunicación y Humanidades 2010. Influido, entre otros, por Gramsci, recibió el Premio Theodor Adorno y falleció el pasado 9 de enero del presente año en Leeds. Antisionista. Nunca criticó al marxismo. Publicó cincuenta y siete libros y más de cien ensayos, y acuñó el término “modernidad líquida”. Probablemente su animal totémico fue el camello, que puede permanecer más de veinticuatro horas sin beber. Sin aludir a esas gibas de grasa que son los cerebros, mucho menos a las anheladas esteatopigias, podríamos reflexionar en torno a la dipsomanía crediticia quienes portamos con dígitos oponibles y luego tomamos vitaminas sólo para producir una orina más cara. Como sea, hablando de una zooschule moderna (o de cómo vamos del pez globo al pavo frío), esto es, érase que se eran ciertos bípedos no vólatiles los cuales comenzaron a correr. Niklas Luhman opina que, grosso modo, la comunicación se origina desde la autorreferencia, digamos desde la autopoiesis. ¿Y qué es lamerse a sí mismos, sino escurrirse un poco en una suerte de esmalte, derretirse para rascarse con las uñas propias? Es lo que diríamos la mayor parte de la sociedad que cree en ¿Heidegger? Claro, también está Totosy de Sepetnek y los polisistemas, burbujas de ese géiser que sería el crisol identitario, como plantea Sloterdijk, de quien hablaremos más adelante en el afán de tener una teoría diversa aunque cercana a Bauman. Mientras para Marshall Berman con la modernidad todo lo sólido se desvanecería en el aire, para Zygmunt Bauman lo antes sólido se fusiona en líquido. Así pues, nos solidarizamos y licuamos, o de plano nos evaporamos. Mejor cambiemos de estado. O bien,

podemos caernos del canon –ya lo vimos con Bloom: modernidad líquida, he ahí el leit motiv de Bauman (además de la “nueva pobreza”). Faltaría comentar el síndrome de Peter Pan y dar una repasada a las compras compulsivas a lo Thinkerbell.

LA LIQUIDEZ DEL AMOR Y OTRAS FRAGILIDADES

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n Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Bauman establece que aquél no sólo concierne a las parejas no sólidas, también a quienes nos rodean, familiarizan o amistan. En general, se discute a lo Jameson (El postmodernismo o la lógica cultural del capitalismo tardío) es decir, en torno a cómo la economía va avasallando nuestra vida, al grado de que el hecho de interactuar y relacionarse con otra persona es considerado evaluándolo en función de qué rendimiento nos proveerá. Lo “líquido” de la modernidad –volviendo a la concepción de Baumam– se refiere a la conclusión de una etapa de “incrustación” de los individuos en estructuras “sólidas”, como el régimen de producción industrial o las instituciones democráticas, que tenían una fuerte raigambre territorial. En cambio, ahora “el secreto del éxito reside […] en evitar convertir en habitual todo asiento particular”. De acuerdo con esa postura, la apropiación del territorio ha pasado de ser un recurso a ser un lastre, debido a sus efectos adversos sobre los dominadores: su inmovilización, al ligarlos a las inacabables y engorrosas responsabilidades que inevitablemente entraña la administración de un territorio. Como en cierto sentido Agamben, en Modernidad y Holocausto Bauman aventura que este último era lógico, mas no inevitable; como quizá podrían ejemplificar Freud y Arendt, lo que impera es el miedo y eso que Sloterdijk llamó muros no en calidad de refugios sino como amenaza visible. Amén de una identidad incierta (¿invisible, versátil o de plano esquizoide, tipo indígena, inmigrante, alterna?), una asunción proteica no basta para redimir y ungir (Canetti) a esa identidad. Como diría Sloterdijk en Esferas, en paralelo a Bauman, siempre vivimos con miedo: por ejemplo, está la incertidum-

Foto de portada del libro de Zygmunt Bauman, ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?, Ed. Paidós Ibérica, 2014

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uman Foto: Michał Nadolski, 22 de noviembre de 2010. Fuente: commons.wikimedia.org / CC BY 3.0

bre ante un ataque terrorista, la violencia desenfrenada, enfermedades incurables, peligros en general del exterior: mientras más seguridad, mejor. ¿Cómo no, cuando en plena crisis identitaria se teme al terrorismo, al fundamentalismo, a regímenes totalitaristas donde la única salida para escapar del odio, del desempleo, es la muerte? ¿Qué sucede si, como en Identidades inciertas: Zygmunt Bauman, de Helena Béjar, a las minorías como los “nuevos pobres” se les rechaza, y a los migrantes e indígenas se les despoja de su cultura y se les sustituye e incluso se les excluye o de plano se les invisibiliza? Bauman recurría a El extranjero, de Camus, para ejemplificar al impredecible desconocido: el Otro me desconcierta, llega a irritarme; es quien franquea las fronteras, desestabiliza mi zona de confort…. Esas Identidades... de las que habla Béjar como parte de una identocracia, son inciertas porque ya no son estables sino inconclusas, flexibles: vivimos amenazados por el rechazo y abandono de los otros, la identificación es un proceso que no acaba y conduce a la desigualdad social. Ahí están los desempleados, los ilegales, los refugiados y demás marginados sociales. La individualización sustituye al bien común por los diversos estilos de vida. Y qué decir de las imposturas intelectuales. O del Otro, que da miedo y que, quizá sin querer provocarlo, inspira temor y nos hace habitar en una cultura de riesgo, donde hay cada vez más víctimas pasivas que acuden a psicoterapeutas. El libro de Béjar es una aproximación idónea al pensamiento de Bauman.

LIQUIDEZ QUE LIQUIDA

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n el modernismo tardío o líquido el amor es efímero. Hay un individualismo exacerbado, vivimos con temor a perder nuestros empleos,

impera el consumo de objetos con gran rapidez de obsolescencia. Como diría Lipovetsky en Los tiempos hipermodernos, el individuo hipermoderno es hedónico y bulímico, y al mismo tiempo padece una gran ansiedad. Gracias a los dispositivos móviles estamos conectados pero no necesariamente nos vemos, lo que para Levinas – en su ensayo Entre nosotros. Ensayos para pensar en Otro– era el principio de la conciencia afectiva. Para Bauman, actualmente las relaciones se basan en su potencial de costo beneficio y la liquidez financiera impregna todos los ámbitos en nuestras vidas, de ahí que quienes carecen de trabajo sean marginados, cuando no detestados: incapaces de consumir, van siendo hechos a un lado, a los suburbios, a las calles, a refugiarse en el alcohol, a muertes prematuras por actos desesperados y nulidad de esperanza (en la era de la liquidez, ¿liquidarlos?). Según Rorty, como sostiene en Contingencia, ironía y solidaridad, en todo caso hay una esperanza común, pero es egoísta, irónica. La modernidad líquida es un tiempo sin certezas. Sus sujetos, que lucharon durante la Ilustración para poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición, se encuentran ahora con la obligación de ser libres. Hemos pasado de ser individuos de iure a individuos de facto, y con ello a tener que diseñar nuestra vida como si fuera un menú de opciones donde cada cual fuera soberano. Pero sólo se trata de un espejismo. La cultura laboral de la flexibilidad, la elasticidad, lo versátil, arruinan la certeza cualquier previsión

de futuro deshace la solidez, un sentido de carrera profesional y de provisión tras la experiencia acumulada. Por su parte, la familia nuclear se ha transformado en una “relación pura” donde cada “socio” puede abandonar al otro a la primera dificultad. Sin responsabilidad para con el otro, el amor derrite y su mejor expresión es el vínculo sin cara que ofrece la Red. Las instrucciones no son ya anclas de las existencias pero sí de las conexiones, de ahí que Bauman acuse a las redes sociales de ser una suerte de farsa emocional… Leandro Sequeiros se pregunta si la religión podría reconfortarnos en estos tiempos de incertidumbre y falta de asideros, para lo cual comenta cómo, en su ensayo Implicit Religion, C . n de Groot “sistematiza su pensamiento en tres tipos de religiones líquidas: el primer tipo se refiere al fenómeno líquido en la esfera religiosa: fenómenos religiosos, pequeñas comunidades, redes de religiones globales y comunidades virtuales. El segundo tipo se refiere a los límites entre las religiones y la esfera secular, tal como se muestra en los servicios religiosos en un hospital o en una prisión. El tercer tipo de religión líquida consiste en el encuentro y actividades comunes fuera de las esferas religiosas, tal como se muestra en las esferas políticas y culturales en las que hay importantes dimensiones religiosas. Son tres caminos a lo largo de los cuales muchas personas pueden encontrar sentido a su propia vida en una sociedad líquida en donde las certezas y las seguridades parecen desvanecerse.” Estas líneas comienzan hablando de una sed rayana en la dipsomanía. Bauman analizó una modernidad que para él es líquida, afirmando cómo lo sólido se ha ido fusionando, de qué manera lo que antaño fue estable ahora es proteico y escurridizo, como las relaciones mismas –no es gratuito que una de sus obras más exitosas sea Amor líquido. En muchos de los referidos cincuenta y siete libros y más de cien artículos habló precisamente sobre la liquidez. Tomando en cuenta que nuestro cuerpo está formado por un setenta a setenta y cinco por ciento de agua, ¿será entonces que sólo se puede amar en una modernidad sólida?


LEER Humanismo cristiano y capitalismo, Bernardo Bátiz Vázquez, Porrúa, México, 2016.

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Apuntes para un nuevo humanismo ANDREA TIRADO

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n el marco de la coyuntura internacional que cuestiona desde diversos ángulos el sistema neoliberal que ha caracterizado buena parte del siglo xx y lo que va del xxi , resulta por demás oportuna la lectura de Humanismo cristiano y capitalismo, de Bernardo Bátiz. Esta obra aborda la crisis del neoliberalismo desde la perspectiva de reflexiones propias y la exposición del pensamiento de autores del siglo xix y xx que exaltan el valor del humanismo cristiano. Uno de los objetivos del libro es probar que el catolicismo y el materialismo capitalista son antagónicos. Para Bátiz, el capitalismo tiene como valor central el individualismo y tiende por naturaleza al egoísmo, además de adoptar como método la competencia feroz e inhumana, haciendo que la sociedad actual gire en torno al dinero, el poder, la fuerza y la soberbia, privilegie a unos pocos y margine en la pobreza a las mayorías. Por lo tanto, un regreso a los valores del humanismo cristiano implicaría un regreso a la colaboración y la caridad. En la primera parte la pluma del autor corre con libertad reflexionando sobre la fe, la Iglesia, el Estado y la política, la fraternidad y el humanismo cristiano para el siglo xxi . En esta parte Bátiz toma posición y contextualiza el estado actual de la Iglesia, y hace una exégesis de nuestra sociedad. La posición del autor es la de un creyente, apegado a la fe cristiana. Fe entendida como un dato nuevo que no pretende contradecir la verdad científica ni tampoco sustituir la realidad; pide aper apertura de mente al considerar la fe como un enfoque propio y distinto que pueda explicar esta realidad. Mediante un recuento histórico sobre la relación IglesiaE s t a d o d e s d e l o s p r i m e ro s siglos del cristianismo hasta hoy en día, Bátiz refiere cómo la Iglesia ha ido perdiendo, poco a poco, su papel de guía y de transformadora del mundo, exhortándola a volver a la tarea de alentar procesos sociales que lleven a la fraternidad, como son la asimilación, la integración y la cooperación; es decir que prevalezca una Iglesia en busca de una sociedad igualitaria. La fraternidad, explica Bátiz, se ha ido desvaneciendo en favor del egoísmo y de las diferencias (jerarquías) sociales, tanto en la política como en otros ámbitos de interrelaciones sociales. En el mundo capitalista e individualista en el que se vive actualmente imperan la desconfianza y la indiferencia hacia los demás. El apartado sobre el humanismo cristiano para el siglo xxi hace hincapié en el “para”, porque aquí se encuentra la tesis principal del autor. Si bien Bernardo Bátiz lo propone como un libro que muestre el antagonismo entre el cristianismo y el materialismo capitalista, la propuesta primordial es ésta: la fórmula para que la sociedad globalizada pueda volver a una fraternidad. Esa fórmula se encuentra dentro del humanismo cristiano que

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propone Bátiz, pues en la batalla contra las “estructuras de explotación y autoritarismo inhumano, de indiferencia por la cultura y la filosofía, coinciden las diversas líneas del humanismo, incluida la del humanismo cristiano”. El autor demuestra entonces su admirable conocimiento de filósofos que reflexionaron acerca del sentido del devenir humano o “filosofía de la historia”. Así se trate de una formación humanista de expresión cristiana abierta o implícita, Bátiz destaca que el sentido de ésta es volver a los valores, a los conocimientos y al interés en la vida social y en la política, es decir, contrarrestar la discriminación y la injusticia. La segunda parte del ensayo expone a autores que ilustran el humanismo cristiano: Jacques Maritain, Emmanuel Mounier, Gilbert Keith Chesterton, José María Gallegos Rocafull, Léon Bloy y José González Torres; coetáneos de finales del siglo xix y xx y coincidentes en su inquietud por el sentido de la existencia humana. Estos ensayos, publicados en distintos momentos y lugares, se reúnen aquí a manera de declaración personal de principios. Todos son autores cuyas valiosas aportaciones deberían ser retomadas hoy en día. Bátiz evoca el doble progreso contrario de Maritain: el bien avanza tanto como el mal. Para este filósofo francés depende de nosotros saber cuál de las dos tendencias prevalecerá; el destino del mundo no es producto de una fatalidad ni del azar, y de nosotros depende construirlo. Recuerda al sacerdote Gallegos Rocafull como alguien a quien los clérigos de altos rangos actualmente podrían tomar como ejemplo para que la Iglesia resurja y recupere su posición de guía hacia la justicia y la paz. Recomienda rescatar a Mounier, quien propone una revolución no violenta, sino a partir de la energía de las ideas, elemento que se necesita hoy en día para devolver la confianza en las instituciones públicas y democráticas. Todos son, por lo tanto, autores que, como Chesterton, se ponen del lado de los humildes y de los marginados; critican al capitalismo o a los gobiernos fundados en la protección de los intereses de los poderosos y recuerdan ciertos valores olvidados –pero insustituibles–, sin embargo necesarios para la regeneración de nuestra sociedad. El ensayo finaliza con la parte autobiográfica que el autor comparte: el camino que recorrió desde su paso por la preparatoria en el Colegio de San Ildefonso hasta la Facultad de Derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México, así como experiencias más cotidianas que lo ayudaron a formarse en ese camino hacia lo que él llama la (su) ortodoxia. Recuerda y agradece a sus maestros a lo largo de esos años, quienes dejaron una huella en él y le inculcaron un espíritu crítico. La última parte expone desde dónde escribe Bernardo Bátiz y qué es lo que lo hizo ser quien es hoy en día. Todo influyó en su formación: su alrededor, su trabajo de aprendiz de abogado, su vecindario en la colonia Álamos, las pláticas con amigos, escuchar a sus maestros y seguir leyendo. Esta es otra clave del libro: se trata de una obra que invita a reflexionar, que alienta al lector a alimen-

tarse de todo lo que lo rodea: lo que ve, lee, platica, etcétera. El autor se pregunta qué es necesario para salir de la sociedad de egoístas y poco solidaria establecida, y crear una nueva construcción social con paz, justicia, equidad y un verdadero estado de derecho. Probablemente la clave se encuentre en lo que se presenta tan obviamente frente a nuestros ojos: los libros; la lectura –y por consiguiente la recuperación– de pensadores cuyas teorías y reflexiones parecen tener eco hoy en día más que nunca • La nación desdibujada. México en trece ensayos, Claudio Lomnitz, Malpaso, México, 2016.

PENSAR LA NACIÓN HUGO JOSÉ SUÁREZ

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laudio Lomnitz es uno de los autores cuyos libros compro prácticamente sin mirar el título, sé que sus letras están garantizadas. Así me pasó con La idea de la muerte en México ( fce , 2006), El regreso del camarada Ricardo Flores Magón (Era, 2016) y varios más que guardo en lugar especial. Unos meses atrás me encontré en una librería de Coyoacán con La nación desdibujada, México en trece ensayos (Malpaso, 2016); sin pensarlo, casi hipnotizado, minutos más tarde me vi frente al cajero. Y no me arrepiento. El texto reúne documentos de distinta naturaleza que giran alrededor de una sola intención que explica el autor en el segundo párrafo: “El libro es una invitación a pensar la cuestión nacional contemporánea y ofrece al lector varios de los puntos de entrada por donde yo he procurado sondear de una temática que es de suyo polifacética.” El primer valor del documento está en recuperar los escritos paralelos a la producción académica formal en un solo volumen con un hilo conductor. Ahí uno se puede encontrar con un ensayo, una c o n f e re n c i a , u n p r ó l o g o , u n artículo. Se trata de recuperar las reflexiones que por distintas razones acaban desperdigadas en múltiples soportes y cuya compilación facilita su acceso a los lectores y permite comprender mejor el pensamiento de un autor. También se agradece poder leer al universitario en sus episodios más personales, que a menudo se pierden –acaso se ocultan- en las grandes obras. Por ejemplo, Claudio explica que redactó esas letras porque migró a Nueva York en 1988 desarraigando a su familia: “Mis hijos a veces resentían esa decisión, y la cuestionaron en varios momentos. Quise escribir un libro acerca del


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LEER

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México de los años ochenta para que ellos comprendieran algún día el contexto en que los había desarraigado.” En la misma dirección, en el apartado “A caballo en el río Bravo” el autor narra su trayectoria personal, su vida en Santiago de Chile –donde nació-, su llegada a México, sus estudios de antropología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, su migración a la academia estadunidense, sus lecturas, su relación con sus padres. En suma, como bien sugería George Deveraux hace tiempo, no se oculta bajo la alfombra. Por el contrario, sus experiencias, sus miedos, sus apuestas están sobre la mesa y permiten comprender más sus escritos. El documento muestra otra manera de analizar lo social no acudiendo sólo a los lugares comunes y grandes nombres sobrados de legitimidad. Un ensayo sobre Octavio Paz convive con una reflexión sobre las “travesuras de Memín Pinguín”; con la misma soltura habla de Oscar Lewis que de Mamá Rosa –mujer responsable de un albergue para niños en Michoacán intervenido por autoridades federales. Son muchas más las virtudes del libro. Quien quiera leerlo puede empezar por el apartado “A caballo en el Bravo”, pues se encontrará con Lomnitz en sus hazañas vitales y sus vaivenes académicos. Verá con mayor claridad por qué escribe a galope entre Ciudad de México y Nueva York, por qué se siente propio y ajeno en ambos lugares. Puede continuar con el Bonus: “La etnografía y el futuro de la antropología en México”, para tener clara la importancia de la antropología, de mirar los datos más allá de los números, d e d a r s e e l t i e m p o p a r a c o n v i v i r y p e n s a r. Entenderá que escribir, describir y descubrir forman parte de un mismo proceso, y que toma tiempo, esfuerzo y mucha pasión. Luego se puede transitar por cualquiera de los capítulos; no dudo que, cuando concluya, el lector quedará satisfecho de haber compartido unas horas con un autor indispensable •

Boy, Snow, Bird, Helen Oyeyemi, Traducción de María Belmonte, Acantilado, España, 2016.

FÁBULA DE TRES MUJERES SIN MORALEJA ILALLALÍ HERNÁNDEZ RODRÍGUEZ

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l reflejo miente, no todo lo que vemos a través del espejo es en verdad una persona. Para el psicoanálisis, lo especular juega un papel básico en el desarrollo emocional de un individuo y el primer espejo en el que nos observamos es la mirada de la madre, o de quien juegue ese papel. El espejo está contenido por un marco, incluso el lago transparente en donde se ahogó Narciso esta-

ba cercado por tierra. El marco del espejo es en sí una frontera, el corte entre la realidad (afuera) y lo que nos muestra (adentro), es el sitio que limita el engaño. Ese es uno de los principios de esta novela de Helen Oyeyemi (Nigeria, 1984), Boy, Snow, Bird, en donde tres mujeres –con esos nombres singulares–, van trazando las líneas de una historia que se suscribe en el racismo estadunidense de los años cincuenta. Para contar un cuento es necesario que nos apropiemos de él y después lo cambiemos, para revestirlo con elementos que nos resuenan a nosotros mismos; por ejemplo la maldad, para asimilarla, debe ser una experiencia personal. Oyeyemi recurre a cuentos de hadas clásicos y a figuras mitológicas para cubrirlos de la realidad, de la actual y de aquella que nos viene a través de las lecciones de historia; va más allá, además de colocar en juego las tensiones de los opuestos: bondad y maldad, secretos y verdades, blanco y negro, sitúa arquetipos que en unas cuantas páginas comienzan a dislocarse. La fábula de estas mujeres se colma de simbolismos, el principal –que se repite con mayor frecuencia– es el triángulo de las tres protagonistas. En geometría, cualquier polígono se deforma cuando se ejerce presión sobre éste, pero no sucede así con el triángulo, su rigidez lo convierte en la figura más fuerte, capaz de sostener incluso enormes estructuras. No es de extrañar que cuando esta figura aparece simbólicamente, es tan potente que romperla cuesta, muchas veces, la vida. Así, en Boy, Snow, Bird este polígono tensa los tres capítulos que, además, se encuentran colmados de espejos y miradas. Una fuerza triple que desentrama secretos y da cuenta del transcurrir de las épocas. Boy es una adolescente rubia, vive en Nueva York con su padre, un exterminador de ratas que caza a estos animales de una forma peculiar: los deja encerrados en jaulas que guarda en su propio sótano hasta que el hambre las convierte en animales voraces. Es en ese momento cuando les saca los ojos; entonces, y sólo entonces, estos animales podrán correr a los sitios más recónditos de las casas para encontrar a sus congéneres que serán su almuerzo. Boy creció en ese sitio sombrío al lado de un hombre violento que aprovecha cualquier oportunidad para mostrarle su desprecio. Ella entendió muy joven que su padre detestaba la belleza, desde pequeña supo que los espejos mienten, que esa joven rubia que ella veía, tenía otro rostro para su padre. Sale de casa una mañana, toma dinero de su padre y se refugia en el primer autobús que la aleje de Manhattan. Así es como desembarca en Flax Hills. Flax Hills es un lugar en donde el arte y los oficios determinan la vida de los pobladores. Ahí Boy encuentra una casa de asistencia que paga con el poco dinero que le queda, comienza a realizar trabajos temporales y va teniendo una pequeña vida social con las otras inquilinas. Conoce a Arturo, un viudo diseñador de joyería que tiene una hija de piel extremadamente blanca y ojos negros, Snow, una niña que perdió a su madre el mismo día en que nació.

Boy y Arturo se casan como un trámite. Para ella después del matrimonio no llega el final feliz. El cuento da otra vuelta de tuerca y los secretos comienzan a salir. Cuando nace su hija Bird, pone un nuevo eslabón sobre la familia de Arturo, es una niña negra. Boy decide que una de las niñas viva con su cuñada Clara y esa separación que impone sólo el tiempo habrá de romperla. Boy, Snow, Bird expone la figura de la mujer como un tema central, el cuerpo femenino y la forma en la que se va constituyendo. En pleno apartheid el color de la piel es un tópico, pero conforme avanzan las páginas, también aparecen mujeres que en situaciones extremas o íntimas deben asumirse, cada una se levanta de distintos yugos, encabeza pequeñas batallas personales, usando los recursos que tienen a su alcance: hay algunas que utilizan su belleza como la moneda que les dé libertad, otras que se abrazan a su inteligencia, unas más a la maternidad. La autora no sólo evidencia los arquetipos que se juegan en los mitos –o en las realidades–, sino también muestra la vigencia de los roles vigentes hasta el día de hoy. Esta novela de Oyeyemi nos interna con fluidez en la trama, su escritura es una casa de espejos que regresa algunos reflejos distorsionados de sus propios personajes o de nosotros mismos. Nos recuerda que la literatura se hace de literatura, de los cuentos clásicos, de los mitos, las fábulas y las viejas leyendas, de la biblioteca personal, ella misma le va otorgando una nueva dimensión a estos elementos juntos. Ya en sus libros anteriores demuestra este gozo por recorrer con sus letras la fantasía, la ficción y nos acerca los temas de una forma que se nos revelan perturbadoramente familiares •

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ELFabrizioADULTO ADOLESCENTE y la cultura del consumo Andreella


ARTE Y PENSAMIENTO ........

19 de febrero de 2017 • Número 1146 • Jornada Semanal

Naief Yehya

Agustín Ramos

USEBIO RUVALCABA y Jorge Arturo Borja compilaron cincuenta y dos textos de diversos géneros y Luis Fernando Borja Hernández escribió el prólogo del libro Los 43, antología literaria, publicado por Los Bastardos de la Uva. La segunda de las presentaciones se realizó en el Museo de la Cultura Indómita, que conmemora centralmente la lucha encabezada por Rosario Ibarra en reclamo de los desaparecidos durante la guerra sucia del gobierno en los años setenta del siglo pasado. “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, es la consigna identificadora de ese movimiento que antes de decaer crece con el movimiento por los 43 estudian-

tes de Ayotzinapa, confirmando que lado como el imbécil… incapaz de que cuatro décadas después seguimos con- su propia esposa le fuera leal, …el criminal que por ocultar su vergüenza y, jugando tal presente. Respecto de la antología, en su mo- antes, su robo y su engaño al pueblo, mento argumenté mi preferencia por provocó que sus gobernados sufrieel acto escénico “El acuerdo”, de Javier ran, pagando con sangre esa descomuBustillos Zamorano, la viñeta “Hambre nal estolidez, ambición y deshonestide triunfo”, de Jorge Arturo Borja y el dad”. Si Cortázar en Los reyes reformuló cuento “Trabajar limpiamente” de Pte- este mito cuando la literatura reclamarocles Arenarius. Los tres con perso- ba con urgencia el fin del protagonisnajes convincentes y tangibles, vivos, mo de los héroes, Arenarius propone redondean historias de estrategias algo no menos osado ante la tragedia narrativas ejemplarmente eficaces por social causada por “la traición, la malsu tangencialidad, pues mientras pa- dad y la increíble estulticia de la bestia recen darle la vuelta al suceso central que no se atreve a mostrar su rostro. El delinean con escalpelo los márgenes de libro Los 43 –afirma– es, antes que nada, éste, completando un panorama del un libro de literatura […], en este mocrimen de Estado que resultaría impo- mento nos preguntamos ¿qué literatusible e incomprobable para efectos le- ra es viable? ¿Qué se debe o se puede gales, pero que la literatura y sólo la li- escribir hoy en México? ¿Para qué da la teratura puede imaginar y sumar para circunstancia?” Después de tal cuestionamiento iluminar más cabalmente el hecho real. Bustillos representa un arreglo turbio Arenarius fundamentó su yo acuso al cuya finalidad es borrar la participa- régimen ladrón, mentiroso y asesino ción de los gobiernos federal y estatal recontando los 160 mil muertos y 30 cargando las tintas en las autoridades mil desaparecidos, los 2 millones de municipales. Borja presenta al princi- desplazados a la fuerza y los periodispal responsable jugando un partido tas asesinados, el desastre económico de golf simultáneo al crimen. Arenarius con 70 millones de pobres –30 millones penetra en las entrañas del primer res- extremos– y un uno por ciento dueño ponsable material del acto represivo del 40 por ciento de la riqueza. Reflexiomostrando la culminación de un cri- nando sobre la felicidad posible en la men que, como el de Iguala, no admi- actual situación, presentó sus armas, tía cabos sueltos ni testigos, un final todas, al desnudo. Y al final, anticipánmodelado por la conducta y los proce- dose dos años al militarismo desbodimientos intransferibles de la perso- cado de hoy –con la inminente cobertunalidad del personaje comisionado ra legal proporcionada por los golpistas del Pacto por México–, Arenarius propupara dar cerrojazo a la verdad oficial. El texto de Pterocles Arenarius en la so a los soldados un juramento nuevo presentación mencionada se refiere a que los compromete a nunca levantar Minos, rey de Creta, quien degrada un sus armas en defensa de los gobernandon de Zeus a la peor monstruosidad, el tes enemigos del pueblo sino para deMinotauro. “La historia –explica Ptero- fender a ese pueblo y a su territorio. El cles Arenarius– es fantástica y horren- juramento de no masacrar y, antes bien, da, pero, mito al fin, nos da una grandio- “desobedecer cualquier orden de jerarsa lección ética. El gobernante que por quía superior, castrense o civil, aun del su ambición, su debilidad o su estupi- más alto mando político… para protedez se convierte en tirano, con su ac- ger al poder político, porque el propio ción terrible y cretina, labra la desgracia Ejército Mexicano es hijo del Pueblo para todos, en primer lugar para sí mis- Mexicano y porque la ley así lo establemo. Será un maldito para siempre, seña- ce” [en el artículo 39 de la Constitución] •

Pterocles Arenarius

Asesinos propios y extraños

“¿

Y NOSOTROS SOMOS INOCENTES?” Como todos saben no soy el primero en decir que hasta un reloj descompuesto da la hora correcta dos veces al día. En su entrevista previa al Super Bowl, con el conductor de la cadena Fox, Bill O’Reilly, Donald Trump repitió que respetaba a Vladimir Putin, algo que ha dicho ya en innumerables ocasiones y que sigue causando inquietud entre algunos estadunidenses. O’Reilly lo cuestionó e, intentando que matizara, que diera por lo menos alguna señal de rechazo del líder ruso, le dijo: “Es un asesino.” A lo que el magnate de bienes raíces respon-

dió: “Nosotros tenemos muchos asesinos, tenemos muchos asesinos.” Y añadió:“¿Qué, piensas que nuestro país es inocente?” Estas palabras no tienen precedente en la boca de un presidente estadunidense. Decenas de comentaristas demócratas y conservadores saltaron a condenarlo y varios republicanos intentaron explicar que en realidad no había querido decir lo que había dicho. No es la primera vez que Trump dice una verdad tabú para el establishment estadunidense. Durante la campaña acusó a George Bush de haber lanzado la guerra e invasión de Irak con base en mentiras, aunque acompañó esta verdad con otra mentira al decir que él siempre se había opuesto a ese conflicto. Asimismo, condenó a Goldman Sachs y a Wall Street por explotar a la clase media, pero en cuanto llegó a la Presidencia incorporó en su gabinete a cinco exejecutivos de esa compañía de inversiones y finanzas.

nihilismo y leninismo

y que asegura que su política consiste en “América primero”, hable de ciertos líderes extranjeros con admiración babeante y presente una visión apocalíptica, al borde de la caricatura, de su propio país. En las fantasías de Donald, Estados Unidos es la víctima permanente, un país bueno y generoso, pero al borde de la estupidez, y del cual todos abusan. Trump promete cambiar el espíritu de la nación con actos de crueldad, como cerrar las fronteras a los refugiados, erigir un muro y obligar a México a pagarlo, vetar a los musulmanes, torturar militantes y matar a las familias de los terroristas, todo esto mientras se lamenta de que sus predecesores no se hayan robado el petróleo iraquí. Para tratar de dar coherencia a esas políticas, Donald contrató como consejero supremo a Stephen Bannon, un ideólogo del nacionalismo cristiano blanco, quien en 2013 le aseguró a Ronald Radosh que era leninista, porque él “también quiere destruir al Estado.”Este nihilismo desquiciado va perfectamente acorde con los miembros del gabinete de Trump, entre los que tiene a un secretario que prometió destruir la Secretaría de Energía que ahora dirige, otro secretario que ha demandado catorce veces a la Secretaría de Protección Ambiental que le han asignado, una Secretaria de Educación que odia las escuelas públicas y un secretario de Estado que dirigía una empresa petrolera.

Es fácil imaginar la histeria que hubiera provocado Obama si se hubiera atrevido a cuestionar la superioridad moral estadunidense. Si bastó que en abril de 2009 hiciera una reverencia al saludar al rey Abdulá de Arabia Saudita para que sus enemigos gritaran que se estaba postrando ante las potencias extranjeras. Ahora el partido que se ha apropiado del patriotismo tiene que hacer toda clase de malabares para justificar que su líder, quien promete hacer a “América grandiosa otra vez”

En su primera acción militar, Trump se convirtió en un asesino internacional: entre treinta y cincuenta personas murieron en el ataque de Yemen el 28 de enero. Con la excepción de la Casa Blanca, todos los analistas han concluido que el ataque fue un desastre. No obstante, veremos qué efecto tiene la sangre en el imaginario de Trump, quien ahora ya puede sentirse parte de esa élite de asesinos poderosos a los que siempre ha admirado •

Pasión Por los hombres fuertes Al reconocer que en su país también ha habido asesinos en el poder, Trump no mostró vergüenza ni remordimiento alguno, aunque tampoco pareció hacer alarde. No era realmente una denuncia ni tampoco una defensa, sino que intentaba constatar lo obvio para justificar los crímenes de Putin. La fascinación de la exestrella de reality show con los líderes autoritarios no es nueva: admiraba a Saddam Hussein y a Muamar Gadafi por “matar terroristas” y en su entrevista con la revista Playboy en 1990 elogió al gobierno chino por “mostrar el poder de la fuerza”, al aplastar la manifestación prodemocracia en la Plaza Tiananmen en 1989, donde murieron cientos de estudiantes y activistas. Es claro que ese es el tipo de liderazgo al que aspira y es ahora el momento de preguntarse con seriedad si podrá imponer un régimen autoritario en Estados Unidos. Es un hecho que ya está realizando movimientos y haciendo declaraciones con el fin de debilitar la democracia al ignorar la Constitución, descalificar a los tribunales y tratar al Congreso como a su mascota.

miembro del club

JORNADA VIRTUAL

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TOMAR LA PALABRA

Un juramento nuevo

naief.yehya@gmail.com

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........ ARTE Y PENSAMIENTO

Jornada Semanal • Número 1146 • 19 de febrero de 2017

Alonso Arreola @LabAlonso

La Quiñonera: tres décadas de actividad A Héctor Quiñones, In memoriam

A

PRINCIPIOS DE LOS OCHENTA surgió en nuestro país la corriente conocida como “neomexicanismo”, término acuñado por Teresa del Conde para referirse a los artistas que se sirvieron de la hibridación, el reciclaje, el pastiche y la apropiación de imágenes y clichés provenientes de la cultura popular nacional para recontextualizarlos en una nueva estética kitsch. En esos años, en que las transformaciones económicas y políticas definieron la producción artística, surgieron

espacios independientes y paralelos a las galerías comerciales como un reflejo de la necesidad de algunos creadores de incidir activamente en la sociedad civil. En ese contexto se crea en 1986 La Quiñonera, espacio autogestivo impulsado por los gemelos Héctor y Néstor Quiñones, en lo que fuera la casona de su familia en el Barrio de la Candelaria, en Coyoacán. A distancia vemos a La Quiñonera como un eslabón entre el neomexicanismo de los ochenta y el neoconceptualismo que despegó en los noventa con un impulso inter- ii nacional afín al espíritu global. A decir de Rubén Ortíz-Torres, impulsor de este espacio junto con los gemelos Quiñones, “La Quiñonera realmente no tuvo ni un modelo, ni una agenda y se tuvo que inventar como pudo en lo que hasta la fecha sigue resultando como el más ‘alternativo’ de los espacios en un sentido literal de la palabra.” La Quiñonera fue un semillero de creadores que alcanzó una dimensión inesperada. La inmensa casona deshabitada cobró vida con la llegada de artistas que rentaron sus habitaciones como estudios, y se convirtió en lugar de reunión de rockeros, teatreros, cineastas, escritores y actores. Al lado de los Quiñones trabajaron ahí Rubén Ortíz-Torres, Claudia Fernández, Diego Toledo, Mónica Castillo, entre muchos otros, y participaron numerosos artistas de diferentes generaciones, desde Aceves Navarro o Helen Escobedo a Gabriel Orozco y Francis Alÿs, por mencionar unos cuantos. Ahí trabajaron los cineastas Carlos Cuarón y Fernando Eimbcke, y curadores como Rubén Bautista y Guillermo Santamarina aderezaron las multivariadas exhibiciones. Las inauguraciones y fiestas se volvieron legendarias, así como los conciertos de Caifanes y Santa Sabina. Lo más notable es que, a más de tres décadas de su creación, La Quiñonera sigue viva gracias al incansable empeño de Néstor Quiñones, quien tuvo la gentileza de invitarme a visitar la exhibición que se presenta ahí desde noviembre pasado y continuará hasta el mes de marzo. La muestra se titula Ser sensible, y en palabras del propio organizador, “se trata de hacer una reflexión entre artistas acerca de la “sensibilidad” en Ciudad de México que está muy apasguatada. Quise generar vínculos entre artistas de diferentes generaciones, unos muy conocidos y otros muy jóvenes, y poner a dialogar a pintores y coniii ceptuales mezclándolos.” La exposición está integrada por treinta y cnco participantes, entre individuales y colectivos. Es una muestra variopinta que incluye pintura, escultura, video, instalación, obra procesual, un caleidoscopio de propuestas que da cuenta de la diversidad de las preocupaciones temáticas y estéticas del arte actual, en su mayoría nimbadas por una reflexión en torno a la condición social y política de nuestro tiempo. Este proyecto se complementa con un encuentro de charlas, actividades culturales y talleres multidisciplinarios que se llevarán a cabo en el mes de marzo. En 2008 escribió el cineasta Carlos Cuarón en la revista Generación: “La Quiñonera es un lugar de confluencia y divergencia, de amores y desamores, de amistades y odios, de trabajo y ocio. Es un espacio de creación y recreación. Existe para y por el Arte. Siempre se ha brindado generosamente como si deseara ser de todos. Y lo será, mientras los Quiñones sigan compartiéndola con el mundo.” En 2010 se constituyó como una Asociación Civil y desde entonces las actividades tomaron nuevo vuelo bajo el impulso de Ileana Peña y Néstor Quiñones, quien comenta para La Jornada Semanal: “Yo creo que la principal aportación de La Quiñonera es haber apostado por ser un espacio abierto a los fenómenos sociales y culturales sin tener una postura parcial de la realidad. El hecho de que tenga un gran poder de convocatoria me hace pensar que es gracias a una postura ética consecuente y el seguimiento hacia el desarrollo de los fenómenos estéticos actuales sin denostar el pasado.” El pasado 22 de diciembre falleció Héctor Quiñones, a cuya memoria dedico este texto. Su pintura reciente inspirada en la esencia espiritual y la cosmogonía de los huicholes estuvo presente en la muestra aquí mencionada. Los gemelos Quiñones nos abrieron las puertas de su casa hace treinta años y es de aplaudir que siga la yunta andando •

ARTES VISUALES

Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx

No te veo en los Grammys, Al Jarreau

C

ORRE EL MINUTO 7 con 05 segundos. El bajista Marcus Miller golpea la tercera cuerda de su instrumento con el pulgar mientras una voz expresiva y juguetona se adhiere a la misma línea melódica. Es verano de 1994. Tenemos veinte años de edad. Nos maravillamos instantáneamente. Tiempo después sabremos que hay un registro en video de aquella sesión que nos han recomendado y que hoy, más de dos décadas después, se puede ver con facilidad en distintas plataformas. Hablamos del disco Tenderness, de Al Jarreau, grabado en el escenario del estudio sir de Los Angeles con audiencia incluida.

Probablemente sea el mejor de su carrera, el pináculo de una trayectoria que cuenta con 26 álbumes e incontables colaboraciones como la de aquella noche, cuando además de Miller lo acompañaron el celebrado baterista Steve Gadd (pulso básico en la banda de Paul Simon), así como los saxofonistas Michael Brecker, Kenny Garrett y David Sanborn, el pianista Joe Sample, los percusionistas Paulinho DaCosta y Don Alias, y muchos músicos notables del jazz electrificado estadunidense. ¿Por qué recordarlo este domingo? Porque murió en Los Angeles hace una semana exactamente, horas antes de que en la misma ciudad se hiciera la entrega lix de los premios Grammy. Un día curioso si pensamos que durante sus presentaciones en aquella ceremonia de premiación, la cantante Katy Perry y los raperos A Tribe Called Quest hicieron poderosas alusiones al veto migratorio y llamados a la #Resistencia –hashtag emblema de los artistas unidos en apoyo a los migrantes–, con lo cual dieron una lección de claridad estética y postura política a los muy confundidos Metallica y Lady Gaga, por cierto. Un día curioso si pensamos que Al Jarreau era símbolo de la comunidad artística negra que en múltiples grabaciones como Tenderness pagó tributo a compositores de distintas razas, culturas y geografías. Ejemplo son sus extraordinarias versiones a “Más que nada”, del brasileño Jorge Ben; “Summertime”, de Gershwin; “She’s Livig Home”, de los británicos Lennon y McCartney, o “Your Song”, de los amorosos Elton John y Bernie Taupin. Hombre de garganta favorecida, el ganador de siete Grammys podía cantar un tema melancólico y de pronto y de la nada lanzarse con juegos sibilantes o guturales que diluían la solemnidad en un abrazo de humor, siempre atento a la temática y profundidad de la lírica que cantara. Un artista de la vieja guardia que sabía dialogar con productores, autores y arreglistas diversos en pos de una conquista que no consideraba el egoísmo escénico de nuestros días. De allí sus trabajos con Miles Davis, George Benson o Chick Corea.

El universo adornado ( ii , iii y iv ) iv

Al Jarreau

Lo anterior nos parece relevante cuando tantos de los músicos de hoy buscan convertirse en celebridades que ignoran la convivencia con sus pares para, una vez alcanzado cierto estatus, abandonar los riesgos inmanentes del hacer artístico y del cuestionamiento político. Es así que sus diseñadas colaboraciones responden únicamente a posibilidades de mercado y que cualquier comentario sobre temas sensibles es censurado para “nadar de muertito” sin perturbar las aguas de propios y extraños. Pero bueno, de eso ya hemos hablado demasiado en este espacio. Dejemos el asunto por un rato. Hoy queríamos honrar esa tarde de 1994 cuando el tema “You Don’t See Me” entró a nuestros oídos caminando vía el beatboxing (ritmo hecho con la voz) de Al Jarreau, para luego volarnos la cabeza con los bajeos de Marcus Miller. Queríamos hacerlo porque su talento nunca fue reconocido en México, porque fue perdiendo fuerza global con los años y porque no se le hizo justicia en la mentada ceremonia de los Grammy 2017, el mismo día de su muerte y en la misma ciudad. Algo injusto para quien revolucionara notablemente el uso de la voz en el caldo de Rhythm & Blues, jazz, funk y balada crooner; para quien debió ser recordado aunque fuera de manera improvisada y fuera de los estrictos guiones de los patrocinadores. Pensando en todo ello, mientras la cantante británica Adele detenía el tema con que celebraba a George Michael y pedir disculpas a la audiencia por un error y volver a iniciarlo, no pudimos evitar preguntarnos: ¿qué hubiera hecho Al Jarreau en su lugar? Hubiera seguido adelante sacando a flote el barco a través del juego y la magia de la improvisación. Sin duda. Y no nos malentienda, lectora, lector, Adele nos cae muy bien. Es realmente talentosa y su disco 25 es encomiable. Lo malo es que parece vivir en la soledad de las tablas, sin poder apoyarse en nadie ni en nada. Usted apóyese hoy en Al Jarreau, quien siempre estará listo a sorprendernos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

BEMOL SOSTENIDO

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

19 de febrero de 2017 • Número 1146 • Jornada Semanal

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Jorge Moch Ana García Bergua

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch

E

N EL SIGLO XIX habría caballerizas y cocheras para los carruajes, y no es descabellado pensar que en algunos barrios de las ciudades se formarían embotellamientos de berlinas tiradas por caballos y habría sitios especiales donde se guardarían las sillas de posta, los landós y las pesadas diligencias, como bellas habitaciones suspendidas con sus forros y sus cortinajes. Pero los carruajes no debían ocupar tantísimo espacio en las ciudades, no como ahora, desde luego. Fue el siglo xx el que inventó y ensalzó los estacionamientos. Primero esos garajes pulcros y ordenados para cinco o seis Fords o Buicks o Mercedes, de los que quedan

pocos y admito que me causan mucha fascinación, y después esas moles grises, gigantescas y sucias que se han apoderado de nuestro espacio y devoran parques, jardines, plazas, pues ahora le llaman plaza a un lugar para estacionar los coches (en realidad ahora le llaman plaza a todo, algún día alguien nos dará la bienvenida a la plaza de su comedor). Necesitamos los estacionamientos para llegar a un sitio y podernos detener sin quedarnos dando vueltas cuadras y cuadras como caballitos de carrusel, no hay otro remedio si somos motorizados, y muchos lo somos. Muchas películas y series de suspenso se desarrollan en esos lugares no siempre siniestros, ni oscuros, ni cerrados, pero sí inhóspitos, aunque libros como Crash –esa novela de j . g . Ballard que luego llevó al cine David Cronenberg– les otorguen un pulsante y metálico erotismo, e imagino que habrá parejas que logren consumar ocultos amores en la penumbra de esos hoteles para máquinas. De hecho, los clásicos moteles incluyen un pequeño estacionamiento para esconder el coche con una cortina, como si el auto también formara parte de las pasiones secretas de las parejas en ménage à car. Pero fuera de esos eróticos casos o de los jolgoriosos autocinemas donde el coche detenido se convierte en una sala, un sofá e incluso una cama para quien lo ocupe, forzosamente los estacionamientos nos excluyen. Quedarse atrapado en uno de esos lugares acarrea la oscura amenaza de morir por la inhalación del dióxido de carbono que nuestras bestias lanzan por sus belfos como caballos en la niebla, atrapados pisos y pisos bajo tierra, por un asalto en medio de esa soledad rotunda y llena de ecos, o por lo menos de sufrir un cinematográfico asesinato a la hora de subir al coche. Prohibido permanecer en el automóvil, se lee en muchos estacionamientos, porque son el reino de lo inhabitable, lo desierto y lo inórganico, y ese reino repele la vida en su interior.

Algo horrendo hemos hecho con nuestra hermosa ciudad al invadirla de automóviles necesitados de estacionamientos, algo horrendo ha pasado para que el oficio más inmediato, más socorrido, consista en limpiar coches o acomodarlos, quitárnoslos de las manos como una especie de enfermedad o como antes se llevaban al caballo a pastar y moverlo de aquí a allá, acomodarlos como las piezas del cuadrado mágico (escribiendo esta nota me enteré de que así se llamaba), lidiando con ellos como el obrero de Tiempos modernos y esas enormes agujas del reloj. Nuestros paisajes se han poblado de estructuras de muchos pisos rellenas de metal con ruedas, e incluso la Cineteca que atesora las más valiosas películas ostenta, a la entrada, un estacionamiento, para darnos un mensaje que nunca he terminado de entender. Y todo porque una vez en el destino nomás no sabemos qué hacer con ellos, donde botarlos, desaparecerlos, y todo porque es muy buen negocio. Y así se queda el coche, entre sus miles y miles de iguales, cosas inertes de basurero anticipado. La verdad, no hay nada más deprimente que una multitud de coches estacionados y eso que hay multitudes terribles. No es la multitud alegre de personas que van a una fiesta o un teatro, ni las multitudes furiosas que marchan en protesta, ni aquellas que le cantan a un supuesto salvador de la religión que sea, y ni siquiera las multitudes de expulsados, a quienes debemos socorrer. Una multitud de coches es como una multitud de zombis, un campo inútil, una invasión. Desde hace tiempo ya que la calle afuera de mi edificio se convirtió en un estacionamiento. Si antes hubo una fonda que combinaba los mariscos con los antojitos, si mucho antes colindó con una de las primeras calzadas de la ciudad (en serio), ahora es un espacio donde acomodan coches los vienevienes de los restaurantes cercanos.Y no podemos evitar la desilusión, cada que llegamos a casa, de ver la explanada de zombis cuadrados, para después, nosotros también, estacionar el coche •

E

MPIEZO A ESCRIBIR ESTE texto a unas horas de concluida la marcha que algunos de sus convocantes, el empresario papelero y personero de Televisa, Claudio x. González, la señora Isabel Miranda de Wallace, de turbio pasado pero reconocida filiación con el poder político de derechas, y algunas otras organizaciones no de derechas y ciertamente más críticas con el régimen, tuvieron el desatino, para la malicia lúbrica de sus detractores, de bautizar Vibra México. Las redes sociales son un campo de guerra civil y no se hicieron esperar las reacciones de quienes consideramos que en buena parte esta convocatoria, a pesar de la pre-

sencia de personajes y organizaciones muy respetables, era al final una maniobra gobiernista de las cúpulas afines al régimen y sus intelectuales orgánicos, de las televisoras y de los grupúsculos protoempresariales vinculados al poder político. El machaconeo promotor de la marcha en Televisa, por ejemplo, resultaba harto sospechoso por decir lo menos. Es cierto que, como al día siguiente de la marcha afirmó la politóloga Denisse Dresser en la mesa de discusión que organizó Carmen Aristegui el lunes 13, en la que debatió con Julio Hernández López, Témoris Grecko y Fabrizio Mejía Madrid, es necesario presentar un frente común ante la amenaza que supone Donald Trump para nuestro país. El problema fue que la convocatoria de sesenta y cinco organizaciones estuvo dominada desde un principio por aquellas que, como la que preside Claudio x. González, se han caracterizado desde hace años por declararse enemigas de movimientos populares y la disidencia política. Baste revisar opiniones del señor González sobre el derecho mismo a la protesta social cuando ésta afecta, según dice, sus intereses “y libertades”.Y otra de las principales convocantes fue Isabel Miranda de Wallace, criatura salida de los escándalos mediáticos y de los falsos noticieros de Televisa y quien durante algún tiempo fue considerada vocera de víctimas de secuestro en México, pero quien terminó siendo feliz alfil (o peón) del régimen para golpear a voces disidentes o críticas al gobierno; y prueba irrefutable de esa al menos sospechosa cercanía son sus constantes apariciones en actos públicos con Enrique Peña y otros ejemplares de la fauna de la represión y la corrupción que son ya clase social en este país. Para más inri , la señora Miranda afirmó en entrevista antes de la marcha que ésta era, sí, para arropar a la figura presidencial. Podría decirse también que esta marcha naufragó, sobre todo si se compara en términos de cantidad de participantes (diecisiete mil, se dice, pero

solamente en Xalapa un mitin de Morena hace una semana metió 3 mil más) con otras convocadas por algunos de esos mismos organismos, y ni qué decir si se compara con las multitudinarias concentraciones que han concitado, por ejemplo, la inseguridad pública, las tropelías cometidas por el gobierno de los vendepatrias a la riqueza y la soberanía nacional o aquellas en las que hemos participado cientos de miles, sino millones de mexicanos, para exigir justicia y el esclarecimiento de viejas causas judiciales que siguen impunes. Pero creo que reviste otro aspecto muy importante: el triunfo de las redes sociales sobre el que fuera otrora el unívoco vaso comunicante de la sociedad mexicana: la televisión ha tenido que conceder buena parte de su añejo poder de penetración a Twitter, Facebook, Pinterest, Instagram y similares. Y se trata de un proceso gradual pero indetenible. Y definitivamente con desenlace poco feliz para la televisión tradicional en México. No es casualidad que por estos mismos días se han replicado los informes de pérdidas accionarias en Televisa y t v Azteca, ni que se repiten constantemente versiones de que Azcárraga Jean ya no sabe qué hacer para incentivar a una teleaudiencia francamente harta de las sobadas fórmulas televisivas –falsarias, oficialistas, impermeables a la crítica social– que le funcionaron muy bien hasta hace poco en el fino arte de la manipulación de la opinión pública. La marcha de la gente bonita – había vallas para discriminar la calidad social de algunos manifestantes– fracasó porque permitió que una parte de su convocatoria se salpicara de un servilismo que muchos mexicanos rechazamos ya. Curioso que en parte fuera convocada por la televisión para tratar de manera distinta a dos creaciones televisivas: Donald Trump y Enrique Peña Nieto. Al primero para señalarlo como nuestro enemigo y al otro para apapacharlo. Aunque sea el que más nos ha perjudicado •

CABEZALCUBO

De marchitas fresitas y otras criaturas mediáticas

PASO A RETIRARME

Un lugar para estacionarse


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Jornada Semanal • Número 1146 • 19 de febrero de 2017

Luis Tovar

Juan Domingo Argüelles

Twitter: @luistovars

De redenciones y otras imposibilidades

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UCHAS PERSONAS NO lo saben, o a veces se les olvida: en nuestro idioma no todos los sustantivos tienen un correspondiente masculino o femenino. El dios se opone o se complementa con la diosa, el escritor con la escritora, pero es obvio que la cuenta no es par del cuento, que la libra no es par del libro, que la broma no es par del bromo. Esto viene a cuento porque así como el sustantivo “pitonisa” carece de masculino, dado que es derivado común del nombre propio “Pitonisa”, que así se llamaba la sacerdotisa de Apolo que daba los oráculos en el templo de Delfos, sentada en el trípode, y que, por supuesto, era mujer, así también el sustantivo “musa” (del latín

musa, y éste del griego moûsa) no posee masculino, pues el nombre proviene de “cada una de las nueve deidades que, según el mito, habitaban, presididas por Apolo, en el Parnaso o en el Helicón y protegían las ciencias y las artes liberales” ( drae ). Las nueve musas son Calíope, Terpsícore, Erato, Talía, Urania, Clío, Euterpe, Melpómene y Polimnia. El diccionario académico añade otras cuatro acepciones de sentido figurado al sustantivo femenino musa: “Inspiración del artista o escritor; ingenio poético propio y peculiar de cada poeta; poesía; en plural, ciencias y artes liberales, especialmente humanidades o poesía”. Ejemplos: “Emily Dickinson obedeció siempre a su musa. La musa latina ha dado pródigos frutos. Las musas lo visitaron en la mad r u g a da.” Ahora que se reivindica la llamada “paridad de género” (que en realidad tendría que ser paridad de sexo), paradójicamente, las artistas y las escritoras, aunque también los escritores, han creado el falso sustantivo masculino “muso”, que oponen, por supuesto, al femenino “musa”. Es desbarre similar al de los hombres que inventaron el falso masculino “pitoniso” y un tanto parecido al dislate de los creadores del supuesto masculino “azafato” ya admitido vergonzosamente por el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española. (Nunca hubo “azafatos”; las azafatas eran siempre mujeres y, específicamente, las viudas nobles que cuidaban de las alhajas y vestidos de la reina, y que se llamaban “azafatas” por el azafate o cestillo que llevaban siempre en las manos mientras ayudaban a vestirse a la reina.) No hay “pitonisos”, sino “adivinadores”; no hay “musos”, sino “inspiradores”. Con “pitonisos” y con “musos” se tuerce el idioma y se echan por la borda la lógica y la historia. El sustantivo “musa” es femenino porque las “musas” son mujeres y siempre lo fueron. Sor Juana Inés de la Cruz, Jane Austen, George Sand, Mary Shelley, Emily Dickinson, Edith Wharton, Anaïs Nin, Katherine Mansfield, Virginia Woolf, Gabriela Mistral,

Rosario Castellanos, etcétera, al igual que otros grandes escritores y poetas, tuvieron siempre “musas”, no “musos”. Así como no hay “pitonisos”, sino “adivinadores”, y así como no debiera haber “azafatos”, sino “asistentes de vuelo”, insistir en la existencia de los “musos” es algo aun más extremo que creer en la existencia del monstruo del lago Ness. No es “muso”, es “inspirador”; no son “musos”, son “inspiradores”. Hasta ahora, el drae no admite la existencia ni de los “musos” ni de los “pitonisos”, pero dado que ya torció el rabo con los “azafatos” y con los “modistos”, no sería extraño que en su próxima edición admitiera estos engendros. Más allá de que pueda utilizarse con un sentido irónico o festivo, es decir burlesco (“tú serás la estrella de mi firmamento/ y yo seré el muso de tu inspiración”, a sabiendas de la ironía (como en la estupenda canción de Julio Haro, intitulada precisamente “El muso”, del grupo mexicano El Personal), el problema es que el término “muso” ha comenzado a emplearse ridículamente en serio, lo mismo en el habla que en publicaciones impresas. La cantante mexicana Carla Morrison escribe en serio y no sin cursilería: "Eres el muso de mis versos,/ esta conexión penetra el universo,/ mis besos conectan tus besos,/ las chispas de tu alma son mi complemento.” Si esto provoca el “muso” de sus versos, ¡así ha de estar el tal “muso”! Pero más allá de esto, la cantante debió escribir y cantar lo siguiente: "Eres el inspirador de mis versos", etcétera. He aquí otros ejemplos de esta barbaridad:“digamos que te toca a ti sudar la gota gorda, mientras el muso se queda sentado”,“¿qué le parece ser el muso de esta nueva generación?”, “ambos diseñadores consideran al joven cantante Justin Bieber como su muso particular”, “más de uno querría ser su muso”, “Depp fue su muso en películas”, “felicitaciones a ti y a tu muso”,“tu muso tiene que sentirse feliz con esta dulzura de letras” y, peor aún, “mi muso, mi hombre-musa”, etcétera. Es obligado que a algunos y a algunas no los visite la musa, sino el diccionario •

JORNADA DE POESÍA

De musos y pitonisos

Me han encontrado mis fantasmas. Igual que mi pasado, creen que les pertenezco. Tracy Chapman

E

N REALIDAD NO ERES viejo, pero es un hecho que a tu edad –y sobre todo con tus antecedentes– sería más bien difícil que alguien te diera trabajo, aunque tus necesidades económicas no son muchas ni demasiado altas y para satisfacerlas

bastaría con unos cuantos soles, que es precisamente lo que ahora obtienes. No será gran cosa el taxi, piensas, pero con lo que sacas cada día te alcanza para ir tirando y eso –bien lo sabes–, ya es más de lo que muchos pueden presumir en estos tiempos. Sí, es dura la friega: todas las noches que vuelves a casa sientes la espalda como si la tuvieras hecha de tablones viejos que amenazan con partirse en cualquier momento; a veces los riñones te duelen tanto que sientes deseos de sacártelos; comes cualquier cosa por ahí, apoyado en el coche sin siquiera tener tiempo, menos dinero, para ir a un restaurante. Qué le vas a hacer; a tu edad –pero sobre todo con tus antecedentes– hay que darse de santos de no ser un alcohólico que deambule por las calles, sin oficio ni beneficio, o de no haber quedado definitivamente loco, o de no estar muerto ya. Además, tienes la suerte de contar con el dinerito extra por llevar a pasear al coronel de tarde en tarde, y eso es lo único que, con toda seguridad, tienes que agradecerle a tus antecedentes. No conoces su significado, y ni siquiera la palabra estoicismo, pero de eso viene tratándose tu vida desde que causaste baja del ejército, hace ya ¿cuánto?, veintitantos años, puede que treinta, y no es que no seas capaz de recordarlo con exactitud sino que la rutina –hoy te sucede sin ser consciente– tiene sobre la memoria el mismo efecto que el de un ácido sobre la piel, que cuando no deforma borra, y casi siempre las dos cosas. Por eso al principio te costó aceptar que era ella; no le creías a tu memoria y te pareció imposible que se diera esa casualidad pero sí, era Celina la que se subió al taxi, tan apurada que no reparó ni un segundo en ti, limitándose a indicarte el sitio de destino y ocuparse de sus asuntos. Más adelante no podrás decidir si habrá sido mejor que no te reconociera –mejor dicho, que ni siquiera te mirara– en ese primer momento, mientras a ti no te quedaba de otra más que fijarte bien dónde se bajaba, dónde se metía, pues era claro que tenías que regresar a buscarla.

Escena de Magallanes

Por eso, cuando te hiciste pasar por un cliente cualquiera que fue al pequeño negocio de Celina por un corte de cabello y barba, y ya sin ésta ella te reconoció, no fue tu desmemoria sino las profundas e incorregibles deformaciones de tu recuerdo lo que te hizo creer que serías bien recibido o, para decirlo con total justicia, que no serías rechazado con esa vehemencia; que no ibas a ser repudiado así, a los gritos; que no te verías execrado por esa mujer a la que lo último que se le hubiera ocurrido era ya no se diga desear sino siquiera imaginar que alguna vez volvería a ver tu cara. Sobre todo, o más bien precisamente a causa de tus antecedentes. O de los suyos. Igual que la otra palabra también ignoras el significado de ésta, pero lo que fuiste a buscar a la peluquería de Celina, lo que buscaste en el cajoncito desvencijado de tus recuerdos de militar de bajo grado en retiro, lo que buscarás con el chantaje chapucero que vas a intentar, se llama redención. Quieres que te perdonen. Más claramente, que Celina te perdone, y para conseguirlo la quieres ayudar. Ella no podría explicarte por qué es imposible que la ayudes, por qué no sólo es absurdo sino una absoluta aberración que pretendas hacer algo por ella, que no podría explicarte nada, porque tú entenderías eso precisamente: nada. Ni tú ni ella lo saben, pero lo que les ha sucedido cuando se conocieron –y qué eufemismo decirlo así, como si se hubiera tratado de algo sin consecuencias nefastas, como si aquello no hubiera quedado marcado irremisiblemente por la humillación, la vejación, la degradación–, todo lo que pasó y lo que les habrá de suceder ahora que el azar volvió a acercarlos, es tan frecuente en estas latitudes y estos tiempos latinoamericanos, que rebasa con mucho los límites de su empobrecido barrio limeño. Tampoco lo saben, pero ambos son víctimas de algo más grande, llamado sistema político/económico, en el que la redención personal sólo es una entre muchas otras imposibilidades. Magallanes (Perú-Colombia-Argentina-España, Salvador del Solar, 2015) •

CINEXCUSAS

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ENSAYO

P

ara este sociólogo y ensayista de origen polaco, la modernidad se desdobló en dos fases: “la modernidad sólida” (o “de hardware”) y “la modernidad líquida” (o “de software”), a esta última faceta es a la que correspondería la postmodernidad. En “la modernidad sólida”, el poder y el conocimiento, al igual que sus objetos, eran esencialmente locales y adheridos a la tierra; el capital y la información tenían las mismas raíces, dependían del espacio y estaban limitados por el tiempo como las fuerzas laborales y militares, y al pueblo que instruían, vigilaban y supervisaban. El Estado, la nación y el capital eran territoriales pues fue una era de “compromiso” entre la élite y el pueblo. En “la modernidad líquida” presenciamos la agonía de ese compromiso y entramos en una era postcompromiso, en la que los poseed o re s d e l p o d e r e c o n ó m i c o y cultural no están espacialmente confinados, han generado un “gusto” por la movilidad y han cortado los lazos que los unían al pueblo; así, tanto el capital como el conocimiento se han independizado de lo local. Dichos poderosos ocupan el espacio global, el ciberespacio y se han vuelto extraterritoriales. Igualmente:

19 de febrero de 2017 • Número 1146 • Jornada Semanal

El poder del capital se desmaterializa, se torna cada vez más “irreal” a juicio del sentido que tiene la realidad para las personas que no son miembros de la élite global ni tienen la oportunidad de integrarla. La nueva capacidad de eludir y escapar ha sustituido al compromiso de vigilar-supervisarentrenar como primera característica y derecho del poder. Esa capacidad ha tornado redundante cualquier compromiso. (En busca de la política).

Zygmunt Bauman señala que el “sinóptico” del tipo “hágalo usted mismo” ha hecho inútil al “panóptico” de la vigilancia y la supervisión. Asimismo, a diferencia de la “sólida”, la “modernidad líquida” se presenta como una condición en que las formas sociales (estructuras, instituciones y modelos de comportamiento): ya no pueden ni se espera que puedan mantener su forma por más tiempo, porque se descomponen y se derriten antes de que se cuente con el tiempo necesario para asumirlas […] y, dada su breve esperanza de vida, no pueden servir como marco de referencia para las acciones humanas y para las estrategias a largo plazo; de hecho, se trata de una esperanza de vida más breve que el tiempo necesario para desarrollar una estrategia coherente y consistente, e incluso más breve que el tiempo requerido para realizar un “proyecto de vida” individual. (Tiempos líquidos).

Algunas de las consecuencias de esta condición socioeconómica, cultural y política de liqui-

serie de proyectos de corto alcance: vidas fragmentadas. e) Las condiciones volátiles y siempre cambiantes recaen sobre las espaldas de los individuos, de quienes se espera que soporten las consecuencias de sus supuestas “elecciones libres”, que paguen el precio de los riesgos implícitos causados por las fuerzas globales; se exige a los individuos la virtud de la “flexibilidad”, la presteza para cambiar de tácticas y estilos en un santiamén, para abandonar compromisos y lealtades sin arrepentimiento; y para ir en pos de las oportunidades según la disponibilidad del momento, en vez de seguir las propias preferencias consolidadas o hábitos de la tradición. f) Se vive en una sociedad de “exceso” de tradiciones o post-tradicional, donde hay “lecturas del pasado compitiendo por ser aceptadas”; esto genera policentrismo, desconfianza, insatisfacción en las decisiones, volubilidad, compulsión de elegir; más que identidad genera identificación: identidades fracturadas y múltiples según diferentes discursos y posiciones a veces entrecruzados y antagónicos. En suma, el efecto general de la “modernidad líquida” es que las actuaciones de los individuos (calcular, planificar, valorar, etcétera) se realizan en “condiciones de incertidumbre endémica”, lo que genera la explotación deliberada de los temores, inseguridades y miedos generalizados de la jungla glocal y de los enemigos fantasmales y reales. Es por eso que, en las ciudades, los amigos, los enemigos y, sobre todo, los extraños, se mezclan codo a codo. Este tipo de “convivencia” y de compartir espacios se convierte en un modus vivendi “ambivalente”; por un lado: 1. con “mixofobia” o miedo a la diversidad y la diferencia; y por otro lado: 2. con “mixofilia” o deseo de reconocerse en esas alteridades multic u l turales. Esta ambivalencia coexiste intrínsecamente –nos dice Bauman– y parece llevar a la búsqueda de “islas de similitud e igualdad”. Ilustración de Juan G. Puga Ante lo anterior, nuestro autor plantea el entendimiento urbano mutuo de todos, la “fusión de horizontes” (gadameriana), mediante la creación de espacios públicos abiertos, atrayentes y hospitalarios para generar experiencias espaciales compartidas. Sin embargo, creemos que para desarrollar un nosotros verdaderamente fusional, es decir, mixofílico y unifílico, se necesita compartir, además y fundamentalmente, proyectos emancipatorios que den sentido a los espacios y experiencias. Construcciones y utopías libertarias y genéricas; compartir lo singular, lo particular y lo universal del ser humano: indiviAdame duos, colectivos, sociedades, culturas y especie •

dez son: a) El poder del que disponía el Estado “sólido” para actuar con eficacia se desplaza al incontrolable espacio global y extraterritorial. La política que decide la dirección y el propósito de la acción se concentra localmente. b) Así, muchas de las funciones del Estado y de las instituciones quedan a merced del mercado y del capital “líquido”, y la ausencia de control político convierte a los nuevos poderes en una fuente de fuertes y cuasiindomables incertidumbres de la vida social. c) La sociedad se ve y se trata como una “red” en vez de una estructura “sólida”: se trata y se percibe como una matriz de conexiones, desconexiones y permutaciones posibles. d) Hay un colapso del pensamiento, la planificación y la acción a largo plazo, con lo cual se reducen la historia política y las vidas individuales a una

La modernidad según Bauman Miguel Ángel Cerón

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