SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 19 DE ABRIL DE 2020 NÚMERO 1311
CRISIS Y PANDEMIA EL OCASO NEOLIBERAL
Ética y pandemia: la afirmación de la vida humana. Entrevista con Enrique Dussel Pilar Calveiro, Orlando Aragón Andrade, Gustavo Ogarrio, Antonio Valle y Helena Fabré Nadal
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
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CRISIS Y PANDEMIA: EL OCASO NEOLIBERAL La pandemia ocasionada por el Covid-19 nos enfrenta, en tanto sociedad global, a una disyuntiva que desemboca en un solo punto: ya sea que lo aceptemos o nos cueste reconocerlo, el neoliberalismo está tocando a su fin, al menos tal como lo conocemos y, sobre todo, lo padecemos. En palabras del filósofo Enrique Dussel, “esta civilización moderna que se ha tornado suicida” tiene ahora la gran oportunidad o, mejor dicho, está obligada a revisar profundamente las bases sobre las cuales construyó una estructura económica, política, cultural y social que hoy se muestra mucho más endeble de lo que pregonaban los palafreneros del capitalismo salvaje, para quienes el aumento en las tasas de ganancia ha sido el único propósito posible, por encima de la democracia, la igualdad, los derechos humanos, la ecología y aun la vida misma. Los textos que conforman esta entrega abonan a la reflexión en torno al momento histórico en el que nos encontramos, así como los posibles –y deseables-- derroteros y horizontes que nos aguardan. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN: Rosario Mateo Calderón LABORATORIO DE FOTO: Jorge García Báez, Ricardo Flores, Jesús Díaz y Felipe Carrasco PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
Fragmento de la obra del artista Jules Muck (Muck). Toamada de https://www.instagram.com/muckrock/
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MIEDO Y NEOLIBERALISMO E
l mundo actual reúne un sinnúmero de amenazas –ecológicas, nucleares, bélicas, mafiosas, sociales– en expansión, cada una con sus respectivas violencias. En efecto, la amenaza se percibe como tal y es capaz de atemorizar, cuando se ha probado de manera directa o indirecta su capacidad destructiva. Por lo tanto, la sensación de peligro y el temor a convertirse en víctima de alguna de estas violencias no se pueden explicar simplemente desde un registro subjetivo y algo paranoico, sino que comportan también un sentido de realidad bastante desarrollado. Es posible afirmar que existe una ampliación de ciertas amenazas –a la vez que la sobreexposición de otras–, lo que da lugar a la sensación de peligro que conlleva también una ampliación del miedo social. Amenazas, sensación de peligro, miedo, son producto de violencias específicas del mundo global, que contradicen el discurso pacificador, flexible y tolerante que ostentan incluso los Estados más abiertamente represivos. Es posible afirmar –con Bauman, Lechner, Reguillo y otros– que nos encontramos en una época “umbral”, frente a un cambio civilizatorio de grandes dimensiones que no ha concluido. Desde la teoría política, este cambio se puede pensar como una reorganización hegemónica gigantesca, de carácter global, que conecta lo internacional, lo nacional y lo local de maneras novedosas. Quiero decir, por ejemplo, que lo local puede impactar y conectar con lo global sin pasar previamente por lo nacional, y que fenómenos “menores” pueden incidir de manera significativa sobre los de mayor escala, como ocurre, por ejemplo, con los procesos autonómicos. Al hablar de reorganización hegemónica me refiero a la articulación de diferentes actores – locales, nacionales y supranacionales– en torno a un proyecto económico, político, intelectual y de construcción de subjetividades –la globalización neoliberal– capaz de imponerse y, simultáneamente, de encontrar y construir consensos. Implica la combinación de fuerza y consenso, así como la construcción de discursos que buscan
Pilar Calveiro* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
la adhesión social a un determinado sistema de valores, a una concepción del mundo creíble, aceptable y congruente con el proyecto general. Sigo, por lo tanto, la idea propuesta por Antonio Gramsci, según la cual la hegemonía no es simple dominio ni puro consenso, sino que organiza ambas dimensiones del poder político. Por ello, su ejercicio no involucra sólo a las instancias organizadoras del poder social, sino que penetra profundamente en las visiones del mundo aceptadas por amplios sectores de la sociedad.
Resistir al aislamiento** Creo que esta coyuntura, en la que más de 3 mil millones de personas permanecemos confinadas y asustadas, bajo estados de excepción, abrirá una nueva fase de la globalización neoliberal, una profundización de la misma y no un retorno a lo nacional. Ampliará la penetración de lo público por los intereses privados; no me parece previsible un fortalecimiento de los Estados sino su adecuación para hacerse cargo de los costos que representan las emergencias… especialmente para las empresas. Acelerará la declinación de Estados Unidos y lo obligará a cierta multilateralidad con otras potencias igualmente autoritarias. Concentrará aún más la riqueza, dejando en el abandono económico, social y sanitario a grandes masas de población, en una auténtica biopolítica de selección de la vida –que mata y deja morir simultáneamente. Propiciará el aislamiento social, las relaciones virtuales y a distancia, con el consecuente deterioro y precarización de las relaciones laborales y de los vínculos interpersonales. La “sana distancia” puede convertirse en un paradigma aterrador de los vínculos entre las personas, asumidas como posibles agentes infecciosos. El aislamiento que hoy se practica va de la mano de políticas inmunitarias, que consisten en cerrar el cuerpo individual –o social–, para impedir la entrada de agentes “peligrosos” que pudieran desintegrarlo. Nuestra sociedad es una sociedad inmunitaria y así estamos reaccionando frente a este virus, de la misma manera que lo hacemos frente a otros “peligros”, que supuestamente vienen siempre de afuera. Pero ya Espósito nos advertía sobre los riesgos del “síndrome inmunitario”, que va construyendo barreras sucesivas para
contener aquello que se concibe como amenaza biológica, social o ambiental. Nos decía: “La inmunización, a altas dosis, es el sacrificio del viviente, esto es, de toda forma de vida cualificada, en aras de la simple supervivencia.” Y tal vez en ese lugar es donde nos coloca no este virus sino la forma que tiene nuestra sociedad de lidiar con él. Sin embargo, estos son apenas los designios del poder, que no todo lo abarcan. Frente a ello hay también múltiples resistencias; se abren alternativas de aprendizaje y otras formas de organización de la vida. En estos tiempos del coronavirus, las resistencias no se ven demasiado, pero no desaparecen. Siguen silenciosamente y retornarán más temprano que tarde. Hay muchas y muy variadas resistencias pero, por lo pronto, es necesario resistir al aislamiento manteniendo y profundizando los vínculos de solidaridad por todos los medios posibles. Es preciso reconocer y enfrentar el miedo en compañía de los otros, con los otros y para los otros; frente a las prácticas inmunitarias, construir comunidad. Es necesario cobijar, de alguna manera, a los que han quedado desprotegidos. Pero también aprovechar la disminución del ritmo vertiginoso de la producción y la devastación como una oportunidad. Adueñarnos de los espacios de “encierro” para pensar, intercambiar y construir pueden ser formas de la resistencia. Hoy más que nunca es necesario observar, detenernos y aprender de esto absolutamente nuevo que está ocurriendo: reconocer el poder gigantesco que se cierne sobre nosotros, pero que también se está cayendo a pedazos, y en esa caída tal vez encuentre su propio límite l
*PILAR CALVEIRO es argentina, residente en México desde 1979. ES doctora en Ciencia Política y profesora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Ha publicado, entre otros, los libros: Poder y desaparición (Buenos Aires, Colihue, 1998), Violencias de Estado (Siglo XXI, 2012) y Resistir al neoliberalismo. Comunidades y autonomías (Siglo XXI, 2019). Este es un fragmento de “Víctimas del miedo en la gubernamentalidad neoliberal”,en Revista de Estudios Sociales, no. 59, enero de 2017. **Fragmento de “Coronavirus en tiempos de biopolítica”, en La Otra. Revista de poesía, artes, otras letras. Edición en línea, abril de 2020.
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EPIDEMIA Y CONCIENCIA cine, amor y erotismo
Es casi imposible, en medio de la pandemia que padece el mundo, no recordar ciertos escenarios apocalípticos que ha generado el cine de ciencia ficción. Mediante el comentario de los filmes The Matrix, Cuando el destino nos alcance, Star Wars y Los límites del control, aquí se reflexiona sobre algunas de las causas y consecuencias políticas, sociales y culturales inherentes a la crisis que vivimos.
Antonio Valle ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
–Me encanta tu ardiente amor a la vida. Se debe amar la vida por encima de todo. –¿Incluso más que al sentido de la vida? –Desde luego. Hay que amarla antes de razonar, sin lógica, como has dicho. Sólo entonces se puede comprender su sentido. Los hermanos Karamazov, Dostoievsky
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n la trama The Matrix (1999), de las hermanas Wuachowski, se presenta a una humanidad que vive inconsciente y sometida a un poder virtual, absoluto y desconocido. Paradójicamente, algunos analistas de la epidemia actual han sugerido que la vacuna que podría liberarnos de la muerte incluiría un microchip, componente que una vez infiltrado en nuestro torrente sanguíneo se “instalaría” en alguna parte de nuestro sistema nervioso. Entonces una corporación planetaria y secreta (como en The Matrix) tendría el control de nuestros pensamientos, sensaciones y emociones. Es interesante observar cómo el cine y la literatura han desarrollado elementos siniestros creados por el género de ciencia ficción que años después
Fotograma de Star Wars.
suelen aparecer en el inconsciente colectivo y de vez en cuando en la realidad. Por otro lado, son varios los filmes de utopías y distopías que encuentran en prácticas espirituales del lejano oriente la fórmula idónea para oponerse a las aviesas intenciones de grupos y facciones vinculados con las fuerzas más oscuras y autoritarias del planeta. Como en el caso de The Matrix, un empleo masivo de dispositivos digitales (black mirrors) sería la forma en la que ciertas élites realizarían sus inhumanos objetivos. En el terreno de la pandemia actual, representarían a ciertos grupos globales que desde hace décadas desarrollaron políticas como los ilusorios sistemas de salud pública que terminaron de colapsar durante la epidemia de Covid-19. Literalmente todo el mundo sabe que dichos sistemas de salud fueron desmantelados de manera silenciosa por grupos previsiblemente neoliberales que lograron someter a sociedades enteras que, como en The Matrix, parecían actuar profundamente dormidas. “Sólo el valor de unos cuantos –como en la canción “La maldición de Malinche, de Gabino Palomares–
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opusieron resistencia”; pero el poder absoluto que obtuvieron ante la derrota del “socialismo real” hizo que esos grupos lograran imponerse con facilidad. Durante décadas “todo pareció salir a pedir de boca”, hasta que surgió la amenaza del coronavirus en Asia, América y Europa. Sin embargo, ante la magnitud y letalidad de la epidemia actual, es importante decir que a los esfuerzos gubernamentales, de manera inédita, se ha sumado un importante grupo de hospitales privados mexicanos. La genial historia creada por las hermanas Wachowsky fue precedida por distopías cinematográficas como Cuando el destino nos alcance (1973). En esta legendaria historia, el calentamiento global ha provocado una terrible escasez de alimentos, lo cual es en realidad una metáfora del proceso de “chatarrización” alimentaria a la que fueron confinados grandes sectores de la población, especialmente de sectores populares que incluyeron a grupos de enorme fuerza y tradición cultural, como las comunidades indígenas que, por ejemplo, terminaron sustituyendo bebidas elaboradas con maíz por refrescos de cola altamente endulzados. Este proceso de “chatarrización” ha generado una epidemia menos escandalosa, aunque igual de letal que la pandemia del Covid-19. Se trata de enfermedades cerebrovasculares y cardiovasculares que –según los informes de la OMS y de las autoridades sanitarias de México– han sido determinantes, incluso, para aumentar los índices de letalidad del mismo coronavirus. Las películas de ciencia ficción suelen revelar, también de manera involuntaria, impresionantes radiografías de catástrofes y pandemias latentes. Tal es el caso de Cuando el destino nos alcance, cinta dirigida por Richard Fleischer, en la que un personaje llamado Libro, viejo ayudante del detective que investiga un extraño asesinato, representa (como en la epidemia actual) al sector más vulnerable de la población contra el que parece dirigir sus baterías el coronavirus. Este grupo de la tercera edad, improductivo desde la perspectiva de la economía y la filosofía neoliberal, encarna la capacidad de memoria más viva y extendida de la humanidad. En otras palabras, el virus pareciera amenazar a uno de los sectores sociales más importantes por su capacidad de registrar historia/s, paradoja que resulta inquietante, sobre todo cuando la filosofía postmoderna ha basado su existencia en un supuesto fin de la historia. Para el proceso cultural que actualmente vive México, es vital que sobreviva el mayor número de ancianas y ancianos, ya que si, en términos generales, durante las últimas cuatro décadas el arte y la cultura fue monopolizada por una pequeña élite, prácticamente “todas” las historias y relatos
(literarios y cinematográficos) de nuestro país están por escribirse y realizarse. En ese sentido, es alentador que durante la crisis actual se haya tenido una atención especial hacia ese sector “neoliberalmente” despreciado. Por otra parte, hoy podemos ver, a través de los dispositivos móviles, escenas paradisíacas sólo posibles en unas cuantas semanas de ausencia humana en las que las aguas de los mares recobran sus colores originales y los animales transitan por calles vacías en pueblos y ciudades, escenas insólitas que ponen entre paréntesis el breve lapso en el que la humanidad parece poner en juego su destino ambiental. En contraste, como en las escenas distópicas de Cuando el destino nos alcance, otra parte de la humanidad continúa viviendo hacinada en grandes urbes insalubres donde millones de personas son gobernadas por pequeñas élites humanas, ambientalmente insensibles. En México, la pandemia de Covid-19 se ha convertido en un campo de batalla virtual: por un lado se encuentran quienes están decididos a salvar la vida del mayor número de personas, y por otro, quienes parecen desear que la pandemia se convierta en un gran aquelarre que justifique sus tentativas para hacerse del poder. Prácticamente todos los días, en las distintas plataformas digitales, en las redes sociales se enfrentan ciudadanos independientes a grupos de opositores que, apoyándose en “granjas de trolls y de bots”, hacen correr toda clase de fake news y rumores cuyo objetivo es atemorizar a la población, con la esperanza de que su “guerra virtual de desgaste” logre derrocar al gobierno electo democráticamente. No está de más decir que el porcentaje de ciudadanos que participa en esas batallas virtuales, aunque activo, es realmente bajo. Star Wars es el título de una serie de películas que George Lucas creo desde la década de los setenta. Sus historias y argumentos se desarrollan en una galaxia en la que una energía espiritual amorosa se contrapuntea con un lado oscuro generado por la ira y el miedo. Estos elementos, que también se encuentran planteados en The Matrix, ponen en juego importantes valores filosóficos humanos. Es interesante observar cómo, justamente durante el gobierno de Vicente Fox, las cursos y materias de filosofía fueron sometidos a una gran presión mediática, política y financiera. El cineasta David Linch considera que para superar la crisis provocada por la pandemia de coronavirus es preciso hacer algún tipo de meditación, actividad que desde hace treinta años practica el propio Linch, y que sólo así podremos ver “cómo el mundo será diferente y mucho más inteligente”. Linch piensa que es importante, pues la meditación nos conecta con la propia conciencia, conciencia que no es distinta de la conciencia del mundo. ¿A
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Fotogramas: izquierda The Matrix y derecha Los límites del control.
qué se refiere el cineasta cuando habla de ese tipo de conciencia? En algunas películas, Linch alude al concepto de bioética que, contemplando valores éticos que deben existir en la medicina y la biología, también explora la relación armónica que los seres humanos tienen (o deben tener) entre sí y con los demás seres vivos con los que compartimos la Tierra. En el plano nacional, algunos intelectuales neoliberales han considerado que la historia ya no le importa a la generación actual, y que, en ese sentido, el concepto de identidad nacional le sale sobrando. Es increíble enterarse de cómo, a estas alturas de una pandemia que está cambiando el curso de la historia de México y el mundo, todavía ciertos sectores no entienden el fracaso de las estrategias privatizadoras que colocaron por encima del país –y las necesidades de millones de mexicanos de agua, energía, educación y salud– al poder “plenipotenciario” que tiene el mercado nada más porque sí, mecanismo absoluto de un sistema económico que hoy se encuentra a punto de colapsar debido a una partícula intangible. Por fortuna, los sistemas económicos, políticos y culturales que durante décadas impusieron las élites intelectuales, desde hace tiempo comenzaron a ser cuestionadas por las historias distópicas del cine y la literatura. Y, en el caso de México, también por la profundidad y la fortaleza de una cultura nacional en la que creadores indígenas, populares, universitarios y ciudadanos de todas las clases sociales resistieron a prácticas segregacionistas. Por supuesto, fueron millones los mexicanos que decidieron cerrarle el paso a la “cultura institucional” del fraude electoral, los mismos que se negaron a creer que México era un país de sinvergüenzas, un país que insistía en la máxima “el que no tranza; no avanza”, un triste país con el que –según algunos políticos e intelectuales– no valía la pena tener identidad alguna, porque la corrupción era una práctica cultural de todos. Evidentemente no fue ni es así, y la cultura mexicana está más viva que nunca. En Los límites del control (2009), de Jim Jarmusch, hay una escena en la que el personaje principal, (Isaach De Bankolé) hace movimientos de Tai Chi, el director bloqueó el sonido para que los espectadores sintieran la concentración total de esos movimientos. Como David Linch, Jarmusch también desarrolla cierto tipo filosofía y meditación oriental que suele estar presente en sus historias. Algunas escenas y locaciones de sus películas (y de las demás comentadas en este ensayo) son semejantes a las imágenes de las ciudades y las calles vacías de humanidad durante la actual crisis epidemiológica, ambiental, ética y cultural. Son historias de multitudes que han
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¿Con qué conceptos, narrativas y silencios vamos a elaborar una interpretación propia de la pandemia del coronavirus? ¿Es el debate sobre la continuidad o no del neoliberalismo el principal o único debate de consecuencias dramáticas para millones de personas en el mundo? ¿Qué papel juegan en este y en otros debates las experiencias regionales, nuestras propias experiencias de dolor, miedo y angustia (la necesidad de acercamiento solidario a las y los otros y, de nueva cuenta, la revelación de que todas y todos somos esas otras y esos otros), las formas de organización, comunidad y resistencia que previamente ya estaban oponiéndose al momento más agresivo del neoliberalismo? ¿Habrá una ruptura total con la época anterior a partir del virus o se reacomodarán las continuidades y se acelerarán algunas fracturas?
EL TIEMPO SUSPENDIDO
PANDEMIA Y NEOLIBERALISMO Vivimos el futuro de un pasado que no es el nuestro. Esta es una historia de fantasías utópicas e idealización del apocalipsis. Es un orden social global patológico de futuros imaginarios construidos sobre el genocidio, la esclavización, el ecocidio y la ruina total. ¿Qué conclusiones pueden extraerse en un mundo hecho de huesos y metáforas huecas? Un mundo de finales fetiche calculados en medio de ficciones colectivas con virulentxs espectadorxs Repensando el Apocalipsis. Un manifiesto indígena antifuturista (Todo lo que nos queda es (el) ahora. Textos con corazón y dignidad sobre la pandemia de nuestro tiempo, marzo 2020, La Reci.)
Q Gustavo Ogarrio* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
uizás este virus es la “herida narcisista” –Freud dixit– de la soberbia neoliberal: la libre propagación de una pandemia que utiliza emblemáticas figuras modernizadoras (aviones, automóviles, trenes) para su expansión, que enlaza viralmente y cruza los cuerpos en silencio y a su vez los orilla a suspender sus vínculos sociales para individualizarlos en una cuarentena global escalonada, aquello que facilita la competencia económica también facilita la propagación del virus. Una pandemia que a primera vista no sólo pone en duda la viabilidad del capitalismo financiero y congela en una foto aterradora el proyecto histórico del capital en su vacío de significado para la sobrevivencia, también intenta inmovilizar en trágicas situaciones estructurales a regiones como América Latina: pobreza, infraestructura de salud pública insuficiente o destruida en su círculo vicioso de saqueo neoliberal, amplias zonas sin servicios básicos (agua, luz electricidad), acumulación de violencias que no suspenden su reor-
ganización y destrucción (feminicidios, crimen organizado y crímenes de defensores ambientales, pero también extractivismo y la imparable industria de la construcción). Además, en su sentido más amplio, la pandemia nos obliga a reconsiderar la “naturaleza” y el destino de los seres humanos: somos otro tiempo con el destino en suspenso. Nos obliga a detener el tiempo en un mismo espacio e interrumpe el futuro abierto y voraz del capital, el tiempo de la acumulación ilimitada. Esa triada agustiniana de estructuración del tiempo (pasado, presente, futuro) sucumbe en los encierros y un presente perpetuo, un futuro cancelado que se vuelve ahora una utopía que apunta hacia el pasado modelizado por el encierro, se instala en los tiempos sincrónicos y diacrónicos de la cuarentena. Quizás nos estamos dando cuenta de que el tiempo que vivíamos no era del todo nuestro.
El tiempo suspendido y el repliegue capitalista PERO EL CAPITAL sólo ha sido obligado a replegarse. Es probable que esté en crisis una de sus modalidades, la neoliberal, pero la fuerza de la ley del valor propuesta por Marx (“el valor que se valoriza”, el “trabajo muerto” que se apropia del “trabajo vivo”) solamente se encuentra en una dilatación estratégica. Por esto mismo no podemos aceptar que el mismo “virus” sea una metáfora de esta época que nos ha tocado vivir, su sentido analógico es ahora absolutamente capitalista: esa biomolécula que parasita y enferma cuerpos, pero también dispositivos informáticos en su extensión metafórica, debe su capacidad de multiplicación al movimiento del capital. Es más, en su ambigüedad significante, es probable que el virus esté cumpliendo de manera eficaz con una de las
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Foto: AFP / Noel Celis.
leyes del valor del neoliberalismo: despojarse del valor ya “prescindible”, ahora aceleradamente, de aquellos seres humanos más vulnerables o cuya “fuerza productiva” no es ya compatible con la acumulación de capital. Es el caso de las y los ancianos, pero también el de los pueblos en lucha contra el extractivismo o de aquellos cuyo proceso comunitario es asfixiado por gobiernos estatales, como la situación que vive la comunidad Ayutla Mixe, en la sierra norte de Oaxaca, que lleva más de dos años sin agua. Ante la crisis del tiempo suspendido de la pandemia encontramos varios comportamientos gubernamentales en América Latina. Por ejemplo, la idea de que este virus obliga a acelerar el proceso de transformación del Estado neoliberal en un nuevo Estado benefactor, que de manera urgente comenzaría por rescatar a la salud pública como un derecho social amplio ante su mercantilización y privatización en las últimas décadas, entre otros derechos que se transformaron violentamente en “servicios”. Como afirma Pilar Calveiro en su caracterización del neoliberalismo: “El neoliberalismo no sólo privatiza bienes del Estado, sino que a través de este y otros mecanismos hacia el sector privado tiende a la privatización de todos los ámbitos de la sociedad” (Resistir al neoliberalismo. Comunidades y autonomías). También se ha desplegado un uso militar del virus, un férreo y dictatorial control social en nombre de la pandemia en países en los que ya se venían escenificando procesos de ilegitimidad gubernamental o de abiertos desafíos al neoliberalismo. Los gobiernos de Brasil, Bolivia, Chile y Ecuador respondieron ante la pandemia como dictaduras. En el caso de Ecuador y Chile, sus sociedades estaban en plena rebeldía antineoliberal; en Brasil, todo parece indicar que son los militares los que están tomando el control político del país, ente la negligencia fascista Bolsonaro.
No podemos aceptar que el mismo “virus” sea una metáfora de esta época que nos ha tocado vivir, su sentido analógico es ahora absolutamente capitalista: esa biomolécula que parasita y enferma cuerpos, pero también dispositivos informáticos en su extensión metafórica. debe su capacidad de multiplicación al movimiento del capital.
¿Se sumarán las consecuencias del virus a las tendencias de transformación que ya se venían escenificando en América Latina? ¿Será la pandemia un elemento más de la crisis del neoliberalismo en América Latina, o será el motivo para una inflexión política y económica hacia una posible reconfiguración de un Estado de bienestar o el momento de ruptura para el repunte y emergencia de formas regionales de organización política y económica que tomen distancia del Estado nacional para impulsar una resistencia desde prácticas comunitarias y autonómicas? Quizás estamos en la cumbre de la ambigüedad que ha dejado el uso político de la pandemia: no sabemos bien hacía dónde van estas fuerzas acumuladas prepandémicas ni tampoco los
demonios que se han desatado en el encierro; es decir, todavía no sabemos si tendremos fuerzas sociales organizadas a partir de la crisis civilizatoria generada por el virus, una crisis cuyo punto más vulnerable está en las economías informales en América Latina, en las y los ancianos, en la violencia contra las mujeres, en los pueblos y comunidades sin agua y sin servicios médicos, en el espíritu anticapitalista que se expresa ya sea como hartazgo de la explotación y la precariedad, y en un proceso de conciencia que nos exige no aceptar el regreso a una “normalidad” de violencias y espanto.
El silencio del mundo: resistir al neoliberalismo y a la pandemia ³SE PUEDE PENSAR la pandemia de igual manera para todo “Occidente”? ¿Da lo mismo vivir y pensar el virus desde Wuhan o Nueva York o Guayaquil o Lombardía o Ciudad de México o desde la sierra norte de Oaxaca? ¿Se debe ir a los testimonios más cercanos, a las experiencias propias, a los “paisajes” devastados más próximos para entender la manera heterogénea y múltiple en que estamos sitiados y envueltos en este purgatorio que parece a primera vista tan global pero que nos interpela en lo más inmediato de nuestra territorialidad? ¿Con qué herramientas narrativas y conceptuales vamos a impedir que nos despojen de nuestra propia interpretación sobre estos últimos meses de vida planetaria del virus? La escritora y lingüista mixe Yásnaya Elena Gil Aguilar ha expresado lo siguiente: “En las periferias del capitalismo y del Estado hemos aprendido otras verdades […] la población mixe que salió de la catástrofe demográfica del siglo XVI se organizó en estructuras comunales para resistir el estable/ PASA A LA PÁGINA 12
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ÉTICA Y PANDEM El filósofo Enrique Dussel (La Paz, Argentina, 1934) es uno de los fundadores de la Filosofía de la Liberación y uno de los más importantes humanistas contemporáneos. Para desarrollar sus teorías se apoyó en una ética latinoamericana en la cual se tiene que propiciar la trascendencia de la alteridad. En esta entrevista, el autor argentino conversa sobre los planteamientos que cobran importancia en el plano de la ética durante la época de la pandemia causada por el SARS-COV-2.
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ara Enrique Dussel (La Paz, Argentina, 1934) la ética es la afirmación definitiva de la vida humana ante su posible aniquilación. En Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión el filósofo argentino escribió: “Es un problema de vida o muerte. Vida humana que no es un concepto, una idea, ni un horizonte abstracto, sino el modo de realidad de cada ser humano concreto, condición absoluta de la ética y exigencia de toda liberación. No debe extrañar, entonces, que esta Ética sea una ética de afirmación rotunda de la vida humana ante el asesinato y el suicidio colectivo a los que la humanidad se encamina de no cambiar el rumbo de su accionar irracional.” El académico Martín Retamozo planteó sobre Dussel: “El proyecto de la Filosofía de la Liberación es, sin dudas, uno de los más importantes esfuerzos intelectuales elaborados desde América Latina para la comprensión crítica de los problemas que afectan a los pueblos, en particular de nuestra región. Este intento de la filosofía de pensar en y desde los oprimidos, surgió en los años sesenta a partir de lo que Dussel, uno de sus fundadores, identifica como el ‘descubrimiento’ de la masividad de la dominación que se juega en los diferentes ejes (centro-periferia, élites-masas, hombre-mujer, etcétera) y la necesidad de un tratamiento filosófico crítico-comprensivo de ese constructo de la dominación con un horizonte de cambio social emancipatorio.” El investigador Mariano Moreno Villa recuerda que en 1973 Dussel comenzó la publicación de Para una ética de la liberación latinoamericana (con un total de cinco volúmenes). La noche del 2 al 3 de octubre de ese año, Dussel y su familia fueron objeto de un atentado con bomba por
Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
parte de la extrema derecha –miembros del sindicato metalúrgico a través del denominado Comando Ruci–, que destruyó la mitad de su casa en Mendoza. Lo acusaron de ser “marxista” y de “corromper a la juventud”. Luego fue amenazado de muerte por escuadrones paramilitares. El día 15 de agosto de 1975 partió de Argentina al exilio en México. En 1977 vio la luz su obra Filosofía de la liberación, escrita de memoria, sin bibliografía. Sus libros y ficheros se quedaron en Argentina. Enrique Dussel escribió en la edición de 2006 de Filosofía de la Liberación: “Otros y Otras silenciados e invisibles, más allá del horizonte del ser occidental, blanco, machista, burgués, que domina el mundo a comienzos del siglo XXI.” La Filosofía de la Liberación localiza estas exterioridades como los espacios creativos de sus enunciados. Esas negatividades corporales son el locus enuntiationis del discurso descolonizador de liberación, hoy mucho más que hace treinta años. Por otra parte, han surgido numerosos gestos de liberación, en especial en América Latina donde, iniciando el siglo XXI, pareciera que el pueblo latinoamericano comienza a ponerse de pie y se dispone a labrar el camino hacia su segunda emancipación. Sobre su obra Filosofía de la Liberación el autor argentino –doctor en Filosofía por la Universidad Complutense de Madrid en 1959, doctor en Historia por La Sorbonne de París en 1967 y doctor Honoris causa por la Albert-Ludwigs-Universität Freiburg en 1981– también argumentó: “Hay que leerla como el anuncio desde el pasado de muchas catástrofes que pudieron evitarse, pero que por desgracia han continuado hasta el presente. De no corregirse el rumbo en el corto plazo todo esto conducirá a la extinción de la humanidad y de la vida en la Tierra, fenómeno de fondo que ya es anunciado por el aumento gigantesco de la pobreza en el sur (y también por la desocupación estructural en el norte), que nos mueve a continuar cultivando la tradición de la Filosofía de la Liberación como pensamiento crítico radical desde la alteridad.” Los planteamientos la Filosofía de la Liberación –una filosofía “popular, feminista, de la juventud, de los oprimidos, de los ‘condenados de la tierra’, condenados del mundo y de la historia” cobran importancia en el plano de la ética durante la época de la pandemia causada por el SARS-CoV-2 en su ciclópea dimensión. Sobre ello versa esta entrevista con Dussel. –La primera Filosofía de la Liberación en tanto ética contextualista, escribió el pensador austríaco Hans Schelkshorn, “se apoyó en una filosofía ética latinoamericana en la cual se tenía que hacer valer la exterioridad y alteridad de los pueblos de la región contra la postura dominante de la civilización occidental. Sin embargo, en la base de la primera concepción ya había una orientación ética global, pues no se trataba sólo de la liberación de Latinoamérica sino del Tercer Mundo en su conjunto.” ¿De qué manera concibe el universalismo ético y el neokantismo en función de la pandemia global causada por el SARS-CoV-2? Me pregunto cómo fue que mi generación –la de 1968– pudo hacer un diagnóstico de la situación
Obra del artista callejero Hijack Art. Tomada de: https://www.instagr
MIA
ram.com/hijackart/
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Entrevista con el filósofo Enrique Dussel ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
mundial que hoy adquiere más valor que cuando fue planteado. Lo que pensábamos en aquella época, por desgracia, se ha cumplido, y de una manera aumentada. Nuestro diagnóstico se adelantó. La idea era interpretar filosóficamente la realidad del mundo de los oprimidos, de las víctimas, de los que han quedado fuera, desde los que para la filosofía eran el no ser. La Filosofía de la Liberación sigue una consigna de Hermann Cohen, filósofo alemán neokantiano, fundador de la Escuela de Marburgo: el método consiste en situarse en el lugar de los pobres y desde allí hacer el diagnóstico de la patología del Estado. Yo lo he cumplido y se ha convertido en una verdadera escuela. Ahora tiene una vigencia total. Vemos un sistema montado sobre ciertos parámetros y éstos indican el desarrollo de una sociedad. Doy un ejemplo: actualmente se venden menos automóviles en el mundo. Es una medición: para la industria es un desastre. No se venden tantos autos hoy en día porque la gente está resguardada en casa por temor al contagio del SARS-CoV-2. Casi nadie comprará un automóvil si piensa que su vida está en peligro por un virus. Resulta un efecto positivo: la cuestión ecológica mejora. No lo dicen los miembros de la industria automotriz porque los criterios de evaluación del mundo triunfante en la competencia excluyen a los pobres. No son tomados en cuenta en esos sistemas porque no contribuyen, por ello afirman los grandes industriales que los pobres están demás. Entonces colocarse en el lugar de los pobres resulta un principio filosófico que hace interpretar todo de otra manera. –¿Cómo vislumbra el futuro en función de la pandemia generada por el SARS-CoV-2? Hasta que no se invente la vacuna será un desastre. Eventualmente existirá la vacuna contra el SARSCoV-2, pero surgirán nuevos patógenos aún más serios. Entonces se vislumbra un destino más complicado. El diagnóstico racional de la Filosofía de la Liberación ahora puede tener la atención del sistema vigente, pero éste tendrá que sufrir más para que se dé cuenta en verdad del camino nefasto que tomó hace mucho tiempo y que es realmente suicida. El sistema nos da razón. Nuestro diagnóstico fue acertado. El neoliberalismo es infausto. Se veían sólo los inventos positivos, pero los efectos negativos son el verdadero tema y no se mostraban. El sistema al que me refiero lleva cinco siglos. La intervención de la naturaleza puede destruir las posibilidades de las condiciones para la reproducción de la vida en la Tierra. El coronavirus tiene un efecto negativo global. Esto no lo advirtió inicialmente la filosofía moderna ni la postmoderna. Lo advierte la Filosofía de la Liberación. –En Ética de la liberación en la edad de la globalización y la exclusión usted escribió: “La ética deviene así el último recurso de una humanidad en peligro de autoextinción” contra el peligro de “suicidio colectivo”. –Me gusta mucho que cite ese pasaje porque es como si lo yo escribiera hoy hablando sobre el SARS-CoV-2. En el ámbito filosófico el argumento que usted recuerda no se ha tomado completa/ PASA A LA PÁGINA 10
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mente en serio porque se cree que la idea de “suicidio colectivo” es una exageración. Esa idea, como toda la Filosofía de la Liberación, nació en América Latina. Los europeos y los estadunidenses no habían pensado en el “suicidio colectivo” porque somos los latinoamericanos los que lo sufrimos. Así replanteamos la realidad desde el no ser. Implica una revolución teórica a nivel mundial. Debido a la crisis que atraviesa el planeta actualmente por el coronavirus se pone en evidencia la Filosofía de la Liberación y se entiende mejor. –En la edición de 2006 de Filosofía de la Liberación se lee: “[esta corriente es un] pensamiento crítico radical desde la alteridad de muchos rostros oprimidos y excluidos: los de las mujeres, de las razas no-blancas, de los ancianos y los niños, de los marginales y los inmigrantes, de los obreros y los campesinos, de los indígenas y las culturas negadas, de los países periféricos del capitalismo transnacional globalizado, de las generaciones futuras que recibirán una Tierra destrozada.” El diagnóstico es acertado, pero el desastre avanza, como lo demuestra el SARSCoV-2. La historia pone en perspectiva lo que sucede actualmente. ¿Percibe alguna mejoría? –Hay una sola mejoría. Actualmente se toma conciencia por primera vez en la historia de que el fenómeno del SARS-CoV-2 es global y que incluye a todos los seres humanos. Usted tiene razón al afirmar que la historia pone en perspectiva lo que sucede actualmente. Otras pandemias históricas como la peste negra –que a mediados del siglo XIX cambió el rumbo de Europa–, la viruela –que a partir de 1520 empezó a diezmar a la población originaria de América–, la fiebre amarilla –propagada
El coronavirus tiene un efecto negativo global. Esto no lo advirtió inicialmente la filosofía moderna ni la postmoderna. Lo advierte la Filosofía de la Liberación.
mediante la mordedura de un mosquito común en zonas de África y América del Sur–, la gripe española –que se produjo entre 1918 y 1919– o el ébola –identificado por primera vez en 1976– eran percibidas como enfermedades relativamente parciales, aunque en suma mataron a muchos millones de seres humanos. Pero en 2020 surge por primera vez una conciencia global e instantánea de una pandemia. Nunca había acontecido. Es un hecho mayor. Si no se toma conciencia las cosas empeorarán. La civilización tiene que cambiar sus criterios. El problema es que no se tiene claro qué criterios deben cambiar. –¿Qué criterio cambiaría usted? –El criterio del sistema es el aumento de la tasa de ganancia. Es un criterio del capital cuantitativo. Si tomáramos como criterio qué nos da
más vida hablaríamos de la salud. Me refiero a un cambio literalmente vital. El coronavirus nos hace reflexionar sobre la vida y la muerte. La toma de conciencia es profunda, pero la humanidad todavía no toma algunas decisiones fundamentales. Hay caminos hacia un cambio. Pero lo que ocurre es un anticipo del futuro. –En el texto “Cuando la naturaleza jaquea la orgullosa modernidad” –publicado recientemente en las páginas de La Jornada– escribió sobre el SARSCoV-2: “muestra la vulnerabilidad de un castillo de naipes que vivimos cotidianamente como si tuviera la consistencia de una estructura invulnerable”. ¿Qué piensa de la vulnerabilidad humana? –Es muy oportuno que lo cite. También afirmé en ese texto que el SARS-CoV-2 nos da qué pensar en el silencio y aislamiento autoimpuesto de cada ser humano ante el peligro inminente. Los seres humanos somos sumamente vulnerables. Las instituciones son muy frágiles. La pandemia ha producido múltiples reacciones de colegas científicos y filósofos porque llama profundamente nuestra atención. Solamente queremos agregar un grano de arena a la reflexión acerca del estremecedor acontecimiento global. –¿Cómo interpreta la pandemia global desde los conceptos de modernidad y posmodernidad? –Interpreto la pandemia del SARS-CoV-2 como si se tratase de un boomerang que la modernidad y la postmodernidad lanzaron contra la naturaleza –porque es el efecto no intencional de las mutaciones de los virus que la ciencia médica y la industria farmacéutica en cierta medida han propiciado–, y que regresa contra ellas en la forma de un patógeno, tal como planteé en el texto “Cuando la naturaleza jaquea la orgullosa modernidad”, que usted citó anteriormente. –Escribió: “Hoy, la madre naturaleza (ahora como metáfora adecuada y cierta) se ha rebelado; ha jaqueado a su hija, la humanidad, por medio de un insignificante componente de la naturaleza (naturaleza de la cual es parte también el ser humano, y comparte la realidad con el virus). Pone en cuestión a la modernidad, y lo hace a través de un organismo (el virus) inmensamente más pequeño que una bacteria o una célula, e infinitamente más simple que el ser humano que tiene miles de millones de células con complejísimas y diferenciadas funciones.” ¿Cómo el ser humano comparte la realidad con el SARS-CoV-2 desde una perspectiva ética? –La naturaleza protesta y reclama actualmente. Escribí: “¡O me respetas o te aniquilo! Se manifiesta como un signo del final de la modernidad y como anuncio de una nueva Edad del Mundo, posterior a esta civilización soberbia moderna que se ha tornado suicida.” Se abre el abismo y sólo queda la formulación de la que hablamos antes: la ética deviene el último reducto de la humanidad en peligro de autoextinción, de la humanidad que puede cometer un suicidio colectivo. Y la ética se funda en un principio absoluto y universal: afirmar la vida.
Obra del artista callejero Hijack Art. Tomada de: https://www.instagram.com/hijackart/
–¿Qué ha concluido sobre la humanidad durante esta época de pandemia? –Tengo más preguntas que respuestas. Pero si tuviese que elegir concluiría como lo hice en el ensayo al que se refirió usted previamente: tomemos el tiempo que sea necesario para reflexionar sobre el destino de la humanidad en el silencio de nuestro aislamiento reclamado por los gobiernos para evitar el contagio del SARS-CoV-2 , un signo espeluznante de la actualidad l
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ME CUIDA MI COMUNIDAD:
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EL TRABAJO EMOCIONAL EN TIEMPOS DE COVID-19
En estos días de forzoso confinamiento debido a la pandemia, se ha puesto en evidencia que la cuarentena no es la misma en todas partes ni para todos: hay sectores de la sociedad y grupos extremadamente vulnerables para quienes las consignas “quédate en casa” y “si te cuidas tú, nos cuidamos todos”, literalmente ponen en riesgo sus vidas. Indígenas, personas en situación de calle y, en especial en este artículo, mujeres amenazadas por la violencia intrafamiliar, sobreviven al filo de el navaja.
L
os contagios por coronavirus que empezaron la alarma sanitaria en Europa han causado un cambio drástico en el enfoque de los problemas prioritarios a enfrentar. A nivel global, prácticamente todos los gobiernos han realizado distintas advertencias y medidas, más o menos estrictas, para contener la propagación del virus. Sin embargo, en México, la consigna “quédate en casa”, si bien busca mitigar un problema, es una estrategia que sólo es posible llevar a cabo por las clases más favorecidas de las ciudades, es decir, no toma en cuenta a la mayor parte de la población del país que vive al día y forma parte de la economía informal. Tampoco se han tomado en cuenta otras geografías donde la reproducción de la vida no pasa por quedarse en casa, donde la alimentación se logra a través del trabajo cotidiano en la milpa, en los huertos o en los montes. Aunado al llamado “quédate en casa”, hemos escuchado el “si te cuidas tú, nos cuidamos todos”. Nosotras nos preguntamos: ¿cómo pueden quedarse en casa las y los habitantes de Ayutla, en la sierra mixe de Oaxaca, donde el gobierno de Alejandro Murat lleva más de mil días obstaculizando el derecho fundamental del acceso al agua? Desde el primer registro de coronavirus en México se han reportado alrededor de 224 feminicidios, según el mapa elaborado por María Salguero. El “quédate en casa” tampoco tiene en cuenta las dificultades de ser mujer en México, exacerbadas en esta situación extraordinaria: ¿Cómo pueden quedarse en casa las mujeres en un país feminicida como lo es México, donde la casa es un espacio de peligro por la violencia intrafamiliar, sexual y feminicida a la que están expuestas? Desde esta perspectiva, el “si te cuidas tú, nos cuidamos todos” reactualiza las desigualdades históricas que viven mujeres, comunidades indígenas y comunidades en la periferia porque ese “tú”, ese “todos” parece no contemplarnos. Esta enunciación, además, presenta
Ana Karen León Sánchez Diana Thalía Jiménez Martínez Helena Fabré Nadal * ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Fragmento del mural elaborado por los artistas: @hera_herakut @tomerlinaje @heroidea @oscaraxoartz. Tomado de: https://www.instagram.com/hera_herakut/
el cuerpo desde una cuestión individual y lo piensa únicamente desde su dimensión física, como si la salud pasara, únicamente, por nuestra integridad física y el trabajo con nuestros sentires y emociones estuviera relegado a un segundo lugar.
La división sexual del trabajo emocional CUANDO SILVIA FEDERICI habla de la división del trabajo hace referencia a una división sexualsocial injusta basada en la desigualdad, en donde hay un no reconocimiento o infravalorización del trabajo realizado por mujeres –el trabajo reproductivo–bajo el capitalismo. Cuando hablamos de trabajo reproductivo es importante puntualizar el espectro de múltiples actividades que se realizan bajo esa categoría. Sobre todo porque al ser un trabajo feminizado, no reconocido como tal, ha sido precarizado y negado. Desde esta perspectiva, ¿qué significa para las mujeres el “quédate en casa”?: “Tengo más cosas que hacer en casa”, “estoy estresada”, “me preocupa mi familia”, “qué le vamos a hacer, ya hemos salido de peores”, “¿de dónde voy a sacar dinero?”, “¿cómo voy a alimentar a mis hijos?”, “¿y si mi mamá se enferma?”, son frases que retomamos de pláticas efímeras con mujeres amas de casa del Estado de México ante esta cuarentena. A diferencia del trabajo productivo, en donde los tiempos son marcados precisamente por la producción, en el trabajo reproductivo no es tan fácil diferenciar los tiempos para cada actividad, ya que muchas de
ellas implican ser sostenidas en el tiempo-espacio porque precisamente lo que se produce es la vida misma. Muchas mujeres amas de casa están sintiendo cómo su carga de trabajo aumenta –justamente porque todos están en casa–, pero no sólo eso: la carga mental de las mujeres está aumentando. Esto implica que “siempre tienes que estar alerta y acordarte de todo”; no sólo tienes que preparar la comida del día, también tienes que pensar qué cocinarás, dónde comprarás los alimentos, cómo protegerte del virus mientras realizas las compras, cómo evitar hablar en los pocos espacios de socialización que tenías, cómo “hacer rendir” el dinero, cómo desinfectar los alimentos, cómo decirle a tu pareja que te ayude a lavar los trastes sin que se enoje… todo esto mientras simultáneamente realizas otras actividades y tienes otras preocupaciones. La carga mental es constante, agotadora y, en muchos casos, invisibilizada. Mientras históricamente las mujeres hemos sido cuidadoras de otros, no nos hemos cuidado a nosotras mismas. ¿Cómo construimos, entonces, prácticas de cuidado para nosotras? Si el discurso estatal está enfocado exclusivamente en la dimensión física del cuerpo, ¿cómo hacemos para construir prácticas de cuidado en la que se evidencie la multidimensionalidad del cuerpo? De hecho, si el Estado históricamente ha tenido el monopolio de la violencia ¿por qué asumir que también tiene el monopolio del cuidado? Nuestras reflexiones van en otra dirección: ¿cómo construimos prácticas comunitarias de cuidado cuyo centro sea el cuerpo, el territorio, la vida y en donde el trabajo reproductivo –¡y emocional!– no sólo lo tengan que realizar las mujeres? CONTINUA EN: https://semanal.jornada.com.mx/
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VIENE DE LA PÁGINA5/ EPIDEMIA Y CONCIENCIA...
desaparecido bajo estrategias de ruptura del tejido social, o que permanecen escondidas por el terror de extraños virus, de rumores y falsas noticias. Historias “libres” de gente en las que se ven máquinas y objetos nuevos e inútiles. En contraste, podemos adivinar la existencia de multitudes hacinadas e inconscientes que, como preámbulo de la desgracia, parecieran festejar (como si disfrutaran de una pulsión de muerte anticipada) de asfixia y proximidad. Durante semanas los mexicanos hemos experimentado –y seguiremos experimentando– los salvoconductos vitales de las frases: “sana distancia” y “quédate en casa”. Para algunas ciudadanas y ciudadanos estas experiencias pueden resultar claustrofóbicas, para otros la oportunidad de solidarizarse y hacer activismo digital. Si durante la pandemia (con posibles ataques de ira, angustia, depresión o miedo) está en busca de alguna alternativa para usted y/o los niños, tal vez podría funcionarle esta reflexión de David Linch: “En un mundo de miedo e incertidumbre como el actual, cada niño debería tener un tiempo al día en la clase para sumergirse dentro de sí mismo y experimentar el silencio –la dicha absoluta–, el enorme depósito de energía e inteligencia que está profundamente adentro de todos nosotros. Esta es la manera de salvar a las próximas generaciones.”
VIENE DE LA PÁGINA 7/ EL TIEMPO SUSPENDIDO...
cimiento paulatino del régimen colonial y luego el establecimiento del Estado, comunalmente hicieron la vida que hizo posible que, a pesar de las cruentas epidemias, del despojo y la violencia, aquí continuemos. El cuidado comunal salvó la vida de Luisa que hace posible que ahora yo pueda repetir los últimos consejos de mi tatarabuelo ante la epidemia que le tocó vivir: el bien individual es el bien colectivo” (“Jëën pä’äm o la enfermedad del fuego”, en el diario El País, 22 de marzo de 2020.) Es probable que las luchas de resistencia antineoliberales en América Latina acumulen fuerzas en esta crisis y se potencien en su capacidad para sobrevivir a los apocalipsis del capital: comunidades en procesos de contraconquista que hacen viable la vida con intervenciones cada vez más débiles del capital en sus economías, experiencias comunitarias de pueblos indígenas como Cherán, que han demostrado que la articulación autonómica entre política y económica también puede poner freno a la violencia del crimen organizado. Así como la comunidad indígena de Cherán usó de manera contrahegemónica el derecho, como afirma Orlando Aragón, la resistencia cotidiana a la pandemia puede abrir la brecha de un uso contraneoliberal de la economía más local.
Fotograma: Cuando el destino nos alcance.
Los ejercicios de meditación y respiración generan niveles altos de conciencia. El oxígeno es el elemento energético que nos hace vivir desde el nacimiento hasta la muerte. Esta práctica genera e irradia conciencia personal, social, histórica, bioenergética y colectiva. En un pequeño libro titulado Apocalípticos, el poeta Antonio Castañeda escribió: “Cuando estalla/ la noche con sus luces/ tu desnudez/ me pone a salvo del desastre.” He aquí otro sendero del amor abierto para transitar la cuarentena. En Más allá del principio de placer, Freud explica cómo la pulsión de muerte (alentada por la mani-
pulación del instinto de conservación a través de la ira y el miedo) provocó el surgimiento de Hitler y el nazismo. Por fortuna, los mexicanos nos encontramos ante un nuevo comienzo en el que (más allá de la pulsión de muerte” que todavía subsiste en los sectores más egoístas de nuestra sociedad) evidentemente nos hemos decidido por la inteligencia y el erotismo, por el cine y la literatura; cada vez son más los mexicanos que, mientras respiran hondamente, se solidarizan con sus semejantes, con los temores (y los pulmones) de otros, con los perros, bosques, flores, ríos, cañadas, nubes, lobos, parques, montañas, abejas… l
El gran historiador inglés Eric Hobsbawn escribía que en 1860 la palabra capitalismo aparece ya en la semántica de la economía y la política: “Y es que el triunfo mundial del capitalismo es el tema más importante de la historia en las décadas posteriores a 1848. Era el triunfo de una sociedad que creía que el desarrollo económico radicaba en la empresa privada competitiva y en el éxito de comprarlo todo en el mercado más barato (incluida la mano de obra) para venderlo luego en el más caro” (La era del capital, 1848-1875, Crítica). Quizás el nuevo horizonte de visibilidad –como le gustaba decir al pensador boliviano René Zavaleta Mercado– está ya dibujándose en imágenes aún secretas de esta pandemia. Todavía no sabemos el alcance de esta probable agonía de la era neoliberal en las sociedades latinoamericanas, pero sí podemos captar, de manera más evidente, una semántica del actuar común, una era de lo comunitario, con un péndulo completamente a contracorriente de las modernizaciones capitalistas: no va de sociedades en proceso de acumulación hacia sociedades periféricas, por el contrario, va de comunidades autónomas a sociedades destruidas por el capital y se afirma en cualquier brote organizativo que se dé con el espíritu de resguardar lo común.
Somos parte de una trama de voces que se activan en nosotros cuando las invocamos y nos hacen comprender una parte sutil y poderosa de la continuidad de la vida: también somos comunidades que se anudan en la sucesión del tiempo… siempre la comunidad detrás de la sobrevivencia. Nada de robinsonadas, como atinadamente decía Marx. Quizás es hora de escuchar, en estas noches de pandemia, por primera vez, el silencio del mundo, un silencio heterogéneo y que viene de muy lejos, un silencio que nos dice que no sobreviviremos de manera aislada, aunque estemos aislados, ya sea en las redes del capital y del consumo o en la cuarentena… y que lo único que nos queda es resistir al neoliberalismo y a la pandemia a través del lugar que vayamos ocupando en esos brotes de comunidad, en los que también se manifiesta la capacidad de sobrevivencia de la vida misma y de los seres humanos l
En nuestro próximo número
*Narrador, ensayista y profesor en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Es autor de La mirada de los estropeados (FCE), Épicas menores (UNAM-Eón) y Breve historia de la transición y el olvido (CIALC-UNAM), entre otros libros. Ha trabajado sobre las formas de violencia en América Latina y su dimensión cultural y política, sobre derechos y extractivismo narrativos, y sobre las relaciones entre testimonio, memoria, historia y política en América Latina.
RUBEM FONSECA, SEMANAL EL CONTADOR DE HISTORIAS SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA
Arte y pensamiento
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La otra escena/ Miguel Ángel Quemain
Tomas Urtusástegui, un síntoma de nuestro teatro (I de II) Rayas de la cebra/ Verónica Murguía
La espera interminable ESCRIBO CANSADA DE no moverme. Harta de sentir incertidumbre, tan desalentadora. Estoy llena de dudas: ¿será pertinente lo que diga acerca del momento que corre? Las lecturas que puedo sugerir, ¿añadirán algo a las muy buenas recomendaciones que llenan internet? Lo dudo. No uso redes sociales, pero hay días en los que pienso que sería buena idea tener cuentas de Twitter, de Instagram, de Linkedin, de Facebook, un blog, dos, tres. Unirme a chats, a grupos de estudio, acudir a reuniones virtuales con mis compañeros de primaria. Pero, ¿a quién engaño? Desde mi encierro miro el mundo virtual y sé que me falta mucho para estar a mis anchas ahí. Las rutinarias batallas en Twitter debido a temas políticos me repelen: ambos bandos saben cómo insultar y manipular los hechos. Todo es instantáneo, menos la cuarentena, la única posibilidad de “aplanar la curva”. Así que hay que seguir aislados en estos días contradictorios en los que la emergencia se debe combatir con una muy específica inmovilidad. Lector, tengo que contar lo mismo que tú, excepto si eres un médico o un trabajador de la salud, en cuyo caso, me rindo a tus pies. Estoy aburrida e inquieta. El encierro me ha hecho valorar actividades que no sabía que me importaban tanto. Ignoraba, por ejemplo, que ir a caminar –en mi caso, cojear como Ricardo III– a los Viveros es un asunto de vital importancia, así como la posibilidad de tomarme un café donde se me dé la gana. Me muero de ganas de ir a comprar dos pliegos de papel para acuarela, que languidecerán con otros en el fondo de mi clóset (no caben en otra parte). Me digo: “Ahora es cuando, saca la caja de acuarelas, no pierdas un segundo más.” Voy al mueble donde guardo tubos de gouache secos, acuarelas, tintas, tubos de acrílico… y me pongo a limpiarlos. Me sigo con los pinceles. Encuentro un cuaderno lleno de bocetos feísimos. Me desanimo. ¿Para qué insisto? Mira nomás. Me detengo frente al librero.
Hay estantes repletos de libros sobre la Peste Negra, esa que llegó de las estepas de Asia Central en 1348 y entró a Europa por Génova y Marsella. Como un incendio se extendió por Europa y acabó, por lo menos, con la mitad de la población. Hasta hace poco era mi lectura favorita, un extraño consuelo. Obviamente, en estos días me asusta. En 1348 hubo todas las respuestas posibles: la solidaria, la flemática, la histérica. Marsella fue ejemplo de hospitalaria serenidad. El papa Clemente VI enfrentó la epidemia como un valiente, asistido por un médico formidable, Guy de Chauliac, quien padeció la peste y la superó. El papa, frívolo, mujeriego y manirroto, fue también cerebral y generoso. Defendió a los judíos –el martirizado chivo expiatorio de la Edad Media y otras épocas– con argumentos teológicos indiscutibles, amenazando con la excomunión a quienes los agredieran. Se quedó en Aviñón, donde entonces tenía asiento el papado y allí murió, amado por los sobrevivientes. Clemente escribió una Misa de la Plaga que estuvo en uso hasta el siglo XX. Lo malo de dicha misa es que garantizaba a quien la escuchara 260 días de indulgencia. Las iglesias se abarrotaban de creyentes desolados y se armaban unos contagiaderos de órdago. Durante la peste dar malas noticias, aunque inevitable, se consideraba cruel. Algunos lugares prohibieron al campanero tocar a muerto con cada defunción, porque entristecía a la gente que no podía escapar del sonido que retumbaba por todas partes. Como el noticiero de ahora. En algunos lugares, como Alemania y Bruselas, se organizaban bailes comunitarios que reunían a cientos de personas y acababan en lloraderas (atribuidas a demonios). Este fenómeno se llama choreomania. Quedémonos encerrados. El devenir del mundo es hoy como un torrente caudaloso y veloz. Nos aburrimos adentro, pero podemos enfermar y contagiar a otro afuera. Y recordemos que después de la peste surgió el Renacimiento. Algo es algo l
EN LA ENTREGA anterior no me atreví a perfilar la trayectoria y legado de Tomas Urtusástegui (1933-2020) porque sabía que era en realidad un obituario; lo que me motivaba a revisar su pasado artístico, su generosidad y simpatía personal, su discreción y solidaridad, era una especie de despedida. Así lo entendí y así fue. En su página de Facebook, Urtusástegui compartió con sus amigos su estado de salud y de ánimo en los últimos días de su vida guerrera, enfrentándose con optimismo y valentía a un cáncer que puso en escena la espiritualidad e inteligencia que conservó hasta su última línea, aunque fuera para describir una desazón que no era capitulación sino transición, metamorfosis y expresión de gratitud en el más bello sentido con el que nos alecciona la experiencia budista: la correcta disolución. En un texto titulado “Cáncer”, publicado el 28 de marzo en su página, relata su tránsito y su lucha con la enfermedad, así como su voluntad de recuperarse, que finalmente cedió a la violencia de la enfermedad y de su tratamiento. No voy a reproducirlo todo, pero me parece que ahí está una explicación valiente de su retirada y su resignación, lo mismo que una gran capacidad y lucidez para hacer de cuerpo entero un autorretrato de su actitud, tan humilde como valiente, frente a la muerte y la vida artística, la gratitud, la amistad y la aceptación de un reconocimiento que llegó tarde: Más de 6 meses inició la invasión del cáncer… no pude recuperarme. Quedé con bastante inutilidad. La inutilidad aumenta día a día… la cama es el único sitio que aguanto. Afortunadamente hasta la fecha tengo mi mente y mis facultades mentales todavía funcionando. Perdí el gusto para leer y escribir, no tengo interés en nada de lo anterior. Escribo esta nota para agradecer a todos los que se ha preocupado por mí. Así también agradecer a Toluca y Alejandro Ostoa por el homenaje que me iban a hacer el día 26 de marzo y sobre todo a Andrés Torres por el gran reconocimiento que se iba a llevar acabo mañana en el Palacio de Bellas Artes. Este reconocimiento me trae a la mente mi preparación con maestros, alumnos y compañeros. Mi amistad con Andrés Torres viene del tiempo de nuestra asistencia al Politécnico, a la UNAM, a la UAM, a Bachilleres, muchísimos sitios de la República y de la Capital junto con Susana Robles, Rommy Guzmán, Socorro Albarrán, Mario Ficachi, Jesús González Dávila y Víctor Hugo Rascón Banda. Sigo poniendo mis obras y cuentos a la disposición de todos. Un fuerte abrazo y sobre todo mi agradecimiento, reconocimiento y amistad.
Es sintomático que un hombre de teatro tan pleno, con obras muy representadas, con una producción registrada y llevada a escena de manera tan amplia, esté fuera de todo un conjunto de vínculos asociados a un establishment teatral expresado como parte de un teatro que tiene la legitimación del aparato cultural a partir de sus mecanismos consagratorios: becas, homenajes nacionales, publicaciones, entrevistas en la televisión cultural oficial, frecuentes apariciones en diarios y revistas culturales. Conocí a Tomás Urtusástegui hace treinta y cinco años, en las presentaciones de la colección Teatro mexicano, de Editores Mexicanos Unidos, que la editora Sonia Miró ya no se atrevió a publicar, y renunció a que su casa fuera el lugar de reunión para un espacio inaugural del teatro mexicano de los años ochenta que, junto con la UAM y su apuesta por la nueva dramaturgia mexicana, reanimaron la escena nacional. Así se bautizó a esa nueva corriente de dramaturgos que hicieran del teatro un epicentro literario que no existía desde las gestas episódicas del Centro Mexicano de Escritores, la fundación del CUT y los gloriosos e intermitentes capítulos de la carrera de Teatro en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, así como lo fue el paso de Ramiro Osorio por la Dirección de Teatro y Danza de Difusión Cultural de la UNAM. En ese contexto se modeló la trayectoria de Tomás Urtusástegui (Continuará).
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL
14 19 de abril de 2020 // Número 1311
La Casa Sosegada /Javier Sicilia
Avante despacio
¿Dios ha muerto?
Odysseas Elytis
I ( I DE II)
Vatican News via AP.
NUNCA COMO HOY, en que una pandemia ha paralizado por vez primera al mundo entero, la frase de Nietzsche, “Dios ha muerto”, se experimenta con el peso de la orfandad. El confinamiento en el que una buena parte de la humanidad se encuentra, la imagen del papa Francisco dando su bendición el 23 de marzo en una Plaza de San Pedro vacía y la ausencia de culto público en las iglesias durante la Semana Santa de la pandemia, son más que elocuentes, tan elocuentes como el final del cuento “El Loco” en el que la sentencia de la muerte de Dios apareció hace 132 años como una profecía (apartado 125 de La gaya ciencia, 1882): “ El loco entró ese mismo día en varias iglesias. [Al salir y ser] interpelado respondió: ‘¿Qué son ahora ya estas iglesias, si no las tumbas y panteones de Dios?’.” Pero realmente, ¿Dios ha muerto? Si entendemos a Dios como un poder capaz de resolver los problemas de los seres humanos, tal y como la Iglesia lo ha planteado durante siglos, Dios está absolutamente muerto. Esa idea infantil, hija de una mirada puramente antropomórfica (Dios como un rey que premia, castiga, perdona, salva o condena), es, en sentido estricto, ajena a la revelación del Evangelio en la que Dios se muestra en la persona de Cristo –de allí su insoportable escándalo– como debilidad e impotencia, es decir, como amor, que la palabra griega, agape (reunión fraterna), más que la latina, caritas, expresa mejor. Dios es, en este sentido, un puro don y aparece allí precisamente donde los seres humanos se dan de manera gratuita, sin utilidad alguna, en una pura entrega de sí. No es otra cosa lo que muestra la vida de Jesús desde su nacimiento hasta su crucifixión: una donación, aún en el fracaso insoportable de la muerte. En este sentido, si Dios está muerto, no es porque realmente lo esté, sino porque quedó oculto bajo la idea de un poder que al mostrar –como ha sucedido con el Covid-19– su inoperancia para resolver algo, lo pretende muerto.
Para redescubrirlo, es necesario encontrarlo allí donde parece no estar. En la debilidad misma con la que nos acompañamos, nos protegemos y nos ayudamos unos a otros en la familia, en el hospital, en la calle, a pesar de la muerte. Dios es la enseñanza de una sociedad inerme frente al mal; no está en el poder que fracasa ante la enfermedad y que, al fracasar, revela su propio deceso, sino donde siempre ha estado: en el encuentro que nos permite mirar nuevamente al otro y al mundo en su fragilidad y en su necesidad de acogimiento. Eso no resuelve la finitud ni la muerte. Pero preserva la vida y su sentido. Frente al fracaso del poder, Dios vuelve a revelarse en lo que Iván Illich llamaba la “vocación del amigo”, que hace posible el agape, una vocación que no se hace con palabras, sino con los pequeños actos de renuncia y hospitalidad hacia el prójimo, el que está cerca. Si cuando pase la pandemia volvemos a tratar de reformular la existencia como poder –ese poder que le atribuimos a Dios y que ahora, a fuerza de tecnología, de dominio del mundo, de bienestar material, muestra otra vez su fracaso–, y no la reformulamos en los términos de la debilidad del amor, que la brutalidad del Covid-19 nos ha redescubierto, no sólo Dios seguirá muerto en la conciencia humana, sino que la humanidad continuará, en las violencias creadas por la ambición del poder –cambio climático, corrupción, criminalidad, etcétera– su terrible carrera hacia abismos más profundos. Quizá nunca como ahora la humanidad, ante el fracaso de la salvación como poder, tiene la disyuntiva de recuperar a Dios o de asesinarlo para siempre en las tinieblas de sus obsesiones. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, esclarecer el asesinato de Samir Flores, la masacre de los Le Barón, detener los megaproyectos y devolverle la gobernabilidad a Morelos l
EN UNA HUMANIDAD acomplejada, sobrecargada por los pecados de viejos y nuevos dogmas, he levantado mis cincuenta metros cuadrados y espero; con dos auriculares invisibles para los demás en los oídos, radiotelegrafista autodidacta que sabe que sobre todo en los viajes in situ es posible que se presenten las más inesperadas, las más estremecedoras aventuras. Un día que le pregunté a Picasso cómo nunca hizo grandes viajes en su vida, me contestó: “En lugar de correr tras el mundo, ¿no es mejor hacerlo venir a usted?” Y antes de que pudiera abrir la boca, continuó: “¿Sabe usted cómo? Es muy simple. Depende de la manera en que uno vive, trabaja, se enamora. Bref, yo los cinco continentes los tengo en mi taller.” A pesar de su cierta jactancia, sus palabras me llegaron. Daban importancia no tanto a la movilidad misma, sino a la capacidad de nuestra mente para instalarse en ella. Y ponían el acento en la sílaba correcta cuando a mi alrededor abundaban las faltas de ortografía. En efecto. Hacía años que observaba, con comprensión pero también con desconcierto, los esfuerzos que hacían algunos de mis compañeros para diferenciarse de los burgueses. Uno invirtiendo sus horarios. Otro modificando su aspecto. Muchos saltando de un avión a otro sólo para ganar al regreso algunos miles de kilómetros y un poco de aire comprimido. Y qué decir sobre los consagrados y hacía tiempo muy difundidos “momentos sensibles” de algunos otros: aquellos atardeceres en el puerto, el mendigo que toca la armónica bajo la llovizna, el niño cojo en el empedrado del barrio pobre, el largo pasillo de un hospital con las camillas de ruedas y la capa blanca que al fondo se pierde; tarjetas postales todas arrugadas y de arribo retrasado que cuando veo que aún “provocan lágrimas” me dan ganas de abrir la ventana y pedir auxilio a mi amigo el viento del norte. Se requiere viento etesio vigoroso, nacido en Tinos, que venga con la bendición de la Virgen a limpiar el país de todo tipo de residuos de Turquía y de la anciana Europa. ¿Entonces de qué se trata? ¿La verdadera vida poética? No hay respuesta, no hay testigo, y tal vez eso es lo bello. En el punto en que la molécula del alma se vuelve otra vez molécula de la materia, además de ti mismo nadie más puede presentarse. Y es, en verdad, en un experimento de ese tipo en que consiste el secreto: que se cree también en el mundo exterior, por tus actos y tus hechos, un núcleo equivalente al que se forma por tus emociones y tus ideales en todo lo que escribes. Es importante la coherencia y no solamente; es el funcionamiento de los vasos comunicantes lo que interesa. Que el misterio circule en los dos espacios igualmente plausible. Que todos los derivados de la sonoridad secreta que realiza la escritura encuentren su analogía al nivel de las relaciones humanas. De tal modo que incluso la unión de las palabras, aproximaciones de la adivinación, encuentren proporcionalmente su aplicación en tus actos y vínculos posibles más allá de la racionalización, si se puede decir eso. La mano desconocida que estrecha tu mano. La oscuridad a la que le pones un astro. Los niños que cantan salmos y la iglesia, al final, aparece. Todo junto y cada uno por separado. (Continuará.) Versión de Francisco Torres Córdova
Arte y pensamiento
LA JORNADA SEMANAL 19 de abril de 2020 // Número 1311
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Cinexcusas/ Luis Tovar Bemol sostenido Alonso Arreola @LabAlonso
El jazz y la pandemia LO PROMETEMOS: no convertiremos esta columna en un obituario pase lo que pase con la pandemia. En todo caso, si se vuelve obligado –incluso negando la realidad por un momento y porque podemos soñar– echaremos un vistazo al pasado de algunos artistas sin mentar la forma de su muerte. Decidido está. Hoy, empero, es nuestro primer recuento y rendiremos tributo a cinco jazzistas que se vieron arrastrados por esta ola invisible. Todos menos uno eran mayores de edad. Ninguno merecía terminar así. Si puede, lectora, lector, enciérrese con ellos. 1. La dinastía Marsalis comienza cuando Ellis Marsalis (1934) se sienta frente a un piano luego de abandonar el saxofón tenor. Nacido en Louisiana, creció en una de las mayores cunas del jazz: Nueva Orleáns. A diferencia de muchos músicos de su generación, enfocó sus miras hacia el swing moderno, lo que lo llevó a tocar con Ed Blackwell, Al Hirt, los hermanos Cannonball y Nat Adderley. Desde los sesenta fue maestro del New Orleans Center For Creative Arts y profeta para músicos de la talla de Harry Conick Jr., Nicholas Payton y Terence Blanchard. Crecidos bajo su tutela, sus hijos menores Delfeayo (trombón) y Jason (batería) han alcanzado notoriedad, pero jamás como sus hermanos mayores Branford y Wynton. Este último ha sido tan virtuoso como polémico. Las palabras que le dedicó a su padre fallecido fueron conmovedoras: “Por él entendí lo que significa creer en la sustancia fundamental de una idea cuyo único credo es la verificación.” Búsquelos tocando juntos “Struttin’ With Some Barbecue”. 2. Luego de hablar de la familia Marsalis resulta imposible soslayar la reciente desaparición de Wallace Roney, trompetista de clase mundial a quien Miles Davis heredara su famosa trompeta roja como un “pase de estafeta”. No sólo fue su protegido, sino que representó lo contrario al academicismo de Wynton, con quien –Miles– tuviera diferencias en vida. Roney era un auténtico demonio del aire. Tras una juventud de penurias, tocó con grandes de su tiempo incluidos los máximos supervivientes del hard
bop y el be bop. Muerto Davis, Roney giró con el legendario quinteto que lo acompañara: Herbie Hancock, Ron Carter, Tony Williams y Wayne Shorter, grabando un tributo que sacudió al mundo y ganó un Premio Grammy. Búsquelos tocando “So What”. 3. Conocimos a Manu Dibango en la recepción de un hotel en Rotterdam, hace una pila de años. Platicamos con él por unos minutos. Fue muy amable y sonriente. Su camino vital es de los improbables, de los difíciles, de los que superan obstáculos raciales, de clase y sobre todo geográficos. Nacido en Camerún, llegó a Francia en el ’49. Tocó con Nino Ferrer pero en el ’73 se lanzó como solista, triunfó en el Olympia de París, giró con Fania All-Stars y desde entonces no se detuvo incorporando diversos ingredientes a su jazz africano. De Herbie Hancock a Sinéad O’ Connor, pasando por Peter Gabriel, Fela Kuti o Eliades Ochoa, sus colaboraciones y grabaciones propias lo mantuvieron girando hasta 2019 cuando, con ochenta y cinco años de edad, celebró siete décadas de carrera. Búsquelo tocando “Lion of Africa” en el Barbican de Londres, al lado de Courtney Pine. 4. Mike Longo fue un pianista y compositor estadunidense ligado por muchos años al gran Dizzy Gillespie. Lideró su propio trío por más de cuatro décadas y fue gran impulsor de la pedagogía del jazz hasta su muerte a los ochenta y tres años de edad. Como músico blanco fue de los primeros en tocar en iglesias negras por invitación de Cannonball Adderley. Alumno de Oscar Peterson, su sonido era cálido, redondo. Búsquelo tocando “Ding a Ling” con Gillespie. 5. “Bucky” Pizzarelli, padre del también guitarrista John Pizzarelli, es otro de los silenciados por la pandemia. Él tocó con Les Paul, Benny Goodman y Stephane Grappelli. Con gran técnica y sentido del humor, sus dotes en el estilo manouche fueron de los más celebrados en América y Europa. Escucharlo, verlo tocar, es un agasajo total. Búsquelo interpretando “Route 66” junto a su hijo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos l
Cine y cuarentena (IV de V) “³QUÉ VES CUANDO ves una película?” Esa es una de las preguntas que este juntapalabras suele hacer al arrancar la materia de análisis y apreciación cinematográfica que, en los años recientes, ha impartido gracias a la generosidad de Altrafílmica –cuyo diplomado de realización, así como diversos talleres, siguen dándose en línea durante la #cuarentena . Las respuestas van desde las muy elaboradas y completas hasta las definitivamente huecas, pasando de manera abundante por los lugares comunes; lo más socorrido es “la fotografía”, “las actuaciones”, y no falta quien diga que “los efectos especiales”. Acto seguido, los alumnos son confrontados con “el cuadro de las bolitas”, que se conforma del siguiente modo: se les pide que anoten el título de cinco películas, sin más aclaración salvo que se trate de las que les hayan gustado o sientan que los ha marcado de alguna manera. En el pizarrón hay trazada una retícula sencillísima que divide el espacio en seis áreas; se les pide, uno por uno, que digan en voz alta los títulos que anotaron, y a cada título corresponde una bolita que este juntapalabras va marcando en el área que, hasta ese instante, sólo él sabe a qué corresponde. Invariablemente, el cuadro superior izquierdo termina siendo el que más bolitas alberga, en una (des)proporción evidentísima, pues al menos un par de los otros cuadrantes acaba poco menos que vacío. “¿Qué significa esto, qué ven aquí?”, es la siguiente pregunta que se les hace, y suele ser algo así como un tercio de la concurrencia el que se ha dado cuenta y responde, palabras más, palabras menos, que “son películas gringas, ¿verdad?” Es el momento de explicarles que así es, aclarándoles el resto: el cuadro superior izquierdo corresponde al cine estadunidense de la década de los años noventa hasta el presente; debajo de este cuadro se anota, por darle un nombre común, el cine clásico hollywoodense y de autor estadunidense; el cuadro superior de en medio es para el cine mexicano contemporáneo –digamos, de los años noventa a la fecha–, y debajo de él va todo el cine mexicano anterior: época de oro, comedia ranchera, cómico, de ficheras, de albures, de luchadores, etecé; el cuadro superior derecho corresponde a cine europeo, asiático, latinoamericano y africano contemporáneos, y finalmente el inferior derecho es para esas mismas cinematografías regionales, tanto en su vertiente clásica como de autor. La distribución, de suyo desbalanceada, asume de entrada una realidad sabida de antemano, de acuerdo con la cual en sólo dos casilleros cabe el cine entero de tres regiones del mundo, en contraste con los dos correspondientes al país sabidamente hegemónico. El alumnado cumple la pequeña profecía e, inevitablemente, satura de bolitas el cuadro superior izquierdo y algo casi testimonial deja en el inferior; corrobora la hipótesis de este juntapalabras en cuanto a que conocen poco y mal el cine de su propio país, lo mismo el contemporáneo que el histórico, y comprueba que, del resto, sólo el cine europeo –y un poquito el asiático– medio se salva en virtud de ciertas películas prácticamente de cajón, mientras que del latinoamericano y el africano, ni hablar: es prácticamente nada lo que han visto. Puesto que se trata de un diplomado de realización, la escasez de conocimiento mostrada en torno a la cinematografía nacional es particularmente alarmante; por decirlo con una analogía, es como si quisieran poner un restaurante de comida mexicana pero sin saber cómo se preparan el mole, el pozole, las enchiladas, el caldo tlalpeño… Peor todavía, es tanto como querer preparar una cochinita pibil cuando sólo se conoce la receta para las hamburguesas. Al menos en teoría, quien se inscribe a un diplomado de realización sabe de cine “algo más” que el ciudadano común, de tal modo que una distorsión idéntica, pero aumentada, es la que determinaría la respuesta del espectador cinematográfico promedio a la pregunta inicial: ¿qué ves cuando ves una película? (Continuará.)
LA JORNADA SEMANAL
16 19 de abril de 2020 // Número 1311
Orlando Aragón Andrade*
La urgencia de nuestra persistencia. México ante la pandemia del Covid-19 Los tiempos de crisis son por definición tiempos de incertidumbre. Hoy que nos enfrentamos a los estragos del Covid-19 no tenemos certeza de cómo será México y el mundo después de este momento de emergencia. Ciertamente, el pesimismo domina los pronósticos sobre nuestro futuro. Nuestro sentido común más optimista apenas alcanza para desear el regreso de la normalidad que gobernaba hace unas cuantas semanas, a pesar de estar conscientes de qué implicaba esa normalidad.
M
ientras se define el futuro inmediato creo que es conveniente pensar nuestro presente para, posteriormente, tratar de orientarnos hacia un horizonte más benévolo. Visto desde México, hay tres fenómenos que a mí me parecen relevantes en este momento: 1. El regreso del Estado. 2. El regreso de la política y 3. La persistencia de las exclusiones. Creo que, si hay un fenómeno visible a nivel global, después de varias semanas de crisis por el Covid-19, es el clamor por la intervención del Estado frente a la emergencia. Como se ha dicho en términos sarcásticos, hasta los más fervientes anarco-capitalistas (cual milagro católico) claman ahora por la intervención del Estado para “salvar a la economía”, para garantizar la seguridad, para salvar vidas, etcétera. La gran paradoja en nuestros países reside en que, justamente, fueron los paladines del neoliberalismo quienes se encargaron de desmantelar durante décadas las instituciones públicas y dejarnos en la vulnerabilidad en la que nos encontramos hoy en día, por ejemplo, en lo relativo a la salud pública. Esta situación, que está definiendo nuestro presente, no deberíamos pasarla por alto, puesto que se trata de una derrota estrepitosa de la legitimidad del modelo neoliberal. Un modelo que, desafortunadamente, se niega a morir y que en nuestra América aún busca ser impuesto, incluso de manera autoritaria e intervencionista. El neoliberalismo no sólo ha sido un modelo incapaz de sacarnos de la pobreza durante casi cuatro décadas, es también un modelo sin futuro ante los nuevos desafíos que, todo parece indicar, nos deparan los años por venir. ¿Qué sociedad regulada únicamente por el libre mercado podría hacer frente a una nueva pandemia de las dimensiones del coronavirus? En cuanto al “regreso de la política”, debemos entenderlo en un sentido parcial y nacional. Es parcial porque no desafía al sistema capitalista en su conjunto, sino únicamente a un modelo
Fragmento del mural elaborado por los artistas: @hera_herakut @tomerlinaje @heroidea @oscaraxoartz. Tomado de: https://www.instagram.com/hera_herakut/
de capitalismo. Es nacional, porque no todo el mundo, ni siquiera la mayoría de los Estados, lo están desafiando. Más allá de estos matices, no puede infravalorarse la posición del gobierno mexicano en este punto, al contrario, se debe considerar una nota distintiva. Como es bien sabido, la mayoría de los Estados han reaccionado ante esta crisis dentro del concierto de racionalidad neoliberal. En abierto contraste, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se atrevió a romper con el dogma neoliberal que se expresa en la idea de que la economía de libre mercado, sus capitales e intereses, se encuentran más allá de la voluntad popular expresada en el voto. De tal manera que, durante décadas en México, la última razón de Estado fue el modelo económico neoliberal sobre cualquier otro sujeto, bien, consideración o cosa. En la actualidad, AMLO está siendo linchado mediáticamente por los empresarios, la intelligencia neoliberal y amplios sectores de la clase media por no cumplir con el credo del libre mercado. No obstante, estos actores devotos de su fe pierden de vista que AMLO llegó a la presidencia con una promesa que intenta cumplir incluso en este escenario tan adverso: “primero los pobres”. En este sentido, AMLO está reactivando, después de décadas de inactividad neoliberal, un principio central de cualquier democracia que se precie de serlo: la voluntad popular está sobre cualquier imperativo económico del libre mercado.
Desafortunadamente, el giro político de AMLO para enfrentar esta emergencia se ve desde ahora insuficiente, a pesar de lo que digan sus detractores del sector empresarial y de los consorcios mediáticos. Muchos mexicanos tenemos presente que AMLO es un político que tiene muy clara la realidad de desigualdad económica que enfrenta nuestro país y que muchos de sus esfuerzos van encaminados a tratar de disminuir y amortiguar esta situación. Sin embargo, tampoco es un secreto su miopía sobre la complejidad y diversidad que asume la exclusión y la marginación social en México. Son conocidos, por ejemplo, sus momentos desafortunados frente a las protestas de los movimientos feministas en contra de la violencia de género y del feminicidio. Una situación similar observamos muchos de los que estamos comprometidos e involucrados en la defensa de los pueblos y comunidades indígenas de México en el tema relativo a los megaproyectos. Esta situación se advierte también en las medidas que se están tomando para enfrentar los estragos del Covid-19 en México. Desafortunadamente, no parecen ser lo suficientemente amplias para ajustarse a los múltiples lugares de la exclusión y marginación. Por ejemplo, ¿qué tipo de estrategias se podrían tomar en un país donde la vida de las mujeres pareciera ser tan poco preciada y en el que se les obliga a quedarse en casa muchas veces con sus principales agresores? CONTINUA EN: https://semanal.jornada.com.mx/