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La triLogía mexicana de

Malcolm

Lowry Alberto rebollo

Oscuro como la tumba donde yace mi amigo (fragmento) MAlcolM lowry Los paisajes poéticos de c Arlos M onteMAyor y l uis G ArcíA M ontero Marco Antonio Campos

JAiMe torres bodet y la historia de otro México

Ricardo Guzmán Wolffer

■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 21 de enero de 2018 ■ Núm. 1194 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver


LA TRILOGÍA MEXICANA DE MALCOLM LOWRY Muchos y relevantes son los escritores que un día llegaron a México y establecieron con este país

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Carlos Montemayor. Fuente: catedracarlosmontemayor.org

un vínculo indisoluble, reflejado en mayor o menor medida en su obra: además de quienes eligieron residir aquí, como Gabriel García Márquez y

Los paisajes poéticos de

Augusto Monterroso, entre otros están B. Traven, Jack Kerouac,

Marco Antonio Campos

Antonin Artaud y, especialmente,

CarLoS m

Malcolm Lowry. Este 2018 se conjuntan varios aniversarios en torno a Lowry: su obra maestra Bajo el volcán está ambientada en el México de hace ocho décadas exactas, en 1938; Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, secuela de aquélla, fue publicada en inglés hace medio siglo exactamente, pero hace apenas dos décadas apareció la primera traducción mexicana al español, y debió llegar el año de 1996 para que viera la luz editorial La mordida, novela que completa la trilogía mexicana de Malcolm Lowry, todavía sin traducir al español. Publicamos un ensayo de Alberto Rebollo y un fragmento de la espléndida Oscuro como la tumba donde yace mi amigo.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

COMENTARIO SOBRE DOS LIBROS DE DOS POETAS ENTRAÑABLES PARA UN CRÍTICO QUE SABE LEER DESPACIO Y EN VOZ BAJA, Y NOS LO COMPARTE CON CALIDEZ Y PRECISIÓN.

1.

Los poemas de Tsin Pau. Este libro, de nuestro extrañado amigo Carlos Montemayor (19472010), salió en una primera edición en las ediciones de La Cabra en 2007 y acaba de ser reeditado en diciembre de 2017 por el Instituto de Filológicas de la unam con un prólogo y una selección hecha por su hermana Martha Montemayor Aceves. Los poemas de Tsin Pau es un libro en el que el autor, a la manera de Ezra Pound, uno de sus poetas favoritos desde su juventud, se convierte en un poeta chino, y crea poemas de belleza honda que a menudo llevan implícita una moralidad. A la manera de la tradición china, con delicadeza y hondura traza imágenes como si realmente estuviera en el Lejano Oriente y fuera realmente Tsin Pau. Se está en China, pero al lector que conoce la obra de Montemayor le parece que en buen número de momentos habla de México y más concretamente de Parral, Chihuahua, el pueblo en el que nació y creció. Incluso varios poemas tienen un vivo parentesco con algunos de su bello libro Finisterra (1982), en especial del capítulo “Memoria”, donde se recuerdan imágenes de infancia y adolescencia de paisajes o de situaciones cotidianas donde aparecen el padre y las hermanas. En los poemas, Montemayor parece hablar al lector en voz baja, pero en eso o detrás de eso se oyen también silencios, murmullos, bisbiseos, rumores, ligeros pasos, ecos…

En los poemas asimismo suelen hallarse dos lecturas donde se unen la descripción de la naturaleza y los hechos que le suceden a Tsin Pau o a otros hombres y mujeres. Por ejemplo, las tristezas por la llegada del invierno coinciden con la llegada de la muerte (“La espera”); o una doncella es tan hermosa que se iguala con los elementos de la naturaleza y “embellece a todo aquel que la toca y la ama” (“Lin Tao”); o la crueldad de la guerra puede dibujarse atrozmente en el recuerdo con un detalle final anticlimático (“Hung Huan, el victorioso”); o la escritura de signos que dibuja el autor –como en algunos textos de Borges– se vuelve el jardín que se describe (“Caligrafía”). Menos que una traducción o versión, Los poemas de Tsin Pau son a la vez adaptación y creación. Tsin Pau es un heterónimo de Montemayor, como lo fueron, por ejemplo, los heterónimos creados por Fernando Pessoa (Ricardo Reis, Álvaro de Campos, Alberto Caeiro) o el Sidney West que (se) inventó Juan Gelman o el Mardonio Sinta de Francisco Hernández. De esa manera, Montemayor se inserta en la historia de la poesía china y es también un poeta de la dinastía Tang, es decir, del siglo viii dC . Lo hemos dicho otras veces: Montemayor no fue sólo un notable narrador, sino asimismo un poeta de valía. De sus libros de poesía, Finisterra y Los poemas de Tsin Pau son la mejor muestra.

2. A puerta cerrada. La editorial Visor publicó hace unas semanas, en noviembre pasado, A puerta cerrada, el último libro de poemas de Luis García Montero. García Montero parece tener los ojos completamente abiertos para seguir las vicisitudes de su alma. A puerta cerrada, como casi todos sus libros, es una larga confesión melancólica en la cual cuenta su andar por este mundo que es a menudo un camino de sombras. En el libro aparece de continuo una figura peligrosa, el lobo, que

Directora General: C armen L ira S aade , Director: L uiS T ovar , E d ic i ón : F ranCiSCo T orreS C órdova y r iCardo y áñez . Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo G arCía n orieGa , Formación: m arGa P eña , Diseño de Columnas: J uan G abrieL P uGa , Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a L e J a n d r o P av ó n , Publicidad: e va v a r G a S y r u b é n H i n o J o S a , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx

Portada: El alter ego del Cónsul

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lo heMos dicho otrAs veces: MonteMAyor no fue sólo un notAble nArrAdor , sino AsiMisMo un poetA de vAlíA . d e sus libros de poesíA , F inisterra y L os poemas de t sin Luis García Montero. Fuente: circulodepoesia.com

pau son lA MeJor MuestrA.

monTemayor y LuiS GarCía monTero proteicamente sale de los versos y pasea, haciendo el mal, en los lugares que frecuenta el poeta. García Montero ha viajado incesantemente por Europa y América Latina. Sin embargo, detrás de todas las ciudades visitadas, están Granada y Madrid. Granada es el país de la infancia, el pájaro que lleva en el vuelo el aire andaluz, las hojas de los árboles que caen desde siempre de las laderas de la Sierra Nevada. Madrid es el ayer reciente y el hoy que se mira en el mañana, y donde el poeta ha conocido “los pasos de la ambición, el éxito, la angustia, la lealtad, las traiciones”. Después de todo, diría, se “aprende a vivir en dos ciudades”. Si bien, entre otros, García Montero tiene en su ascendencia lírica a los clásicos españoles, a Bécquer y a Antonio Machado, a Lorca y a Alberti, a Gil de Biedma y a Joan Margarit, a César Vallejo y a Bonifaz Nuño, a Jaime Sabines y a José Emilio Pacheco, hay algo en su poesía que me recuerda, en una orilla devastada del bosque, la lírica de Georg Trakl: el cuerpo se pudre, el hombre se descarna, el ocaso ya entra en la noche, un mundo está a punto de derrumbarse. Las imágenes de destrucción, como las del poeta austríaco, parecen augurar un fin de época. Oscuridad, vacío, “los malos años”, las desgracias repartidas, los amores como “árboles caídos”. Como en Memorial de Isla Negra, de Neruda, o en Pasado en claro de Paz, A puerta cerrada es un libro de quien se acerca a los sesenta años, el libro de alguien que en las “horas tardías” busca saber quién fue y en qué se ha convertido ese “joven español que se hace viejo”. Dónde –parece preguntarse– están las imágenes y las sombras del niño, del adolescente y del hombre maduro, esas imágenes y sombras que él mismo vio pasar, y que se repiten, modificadas una y otra vez en la pantalla de la memoria. Quiere saber en qué se ha convertido ese pasado y hasta dónde es posible saberlo en un tiempo que es una llama fugaz. Del lenguaje de García Montero, hecho de las palabras y frases de todos los días, surgen de pronto llamaradas de imágenes y metáforas que no se parecen a nada y sólo pudieron haber sido escritas por él: “Todavía camino por aquella ciudad/ y soy el habitante de lo que sucedió/ la semana que viene.” Poesía de solitario, sus poemas parecen haber sido escritos en hoteles, en habitaciones sin domicilio, en salas de esperas de estaciones de autobuses y de ae-

ropuertos, en compartimientos de trenes tediosos y monótonos, en bancas de parques abandonados, en cafés con luz ya casi ciega. O para decirlo mejor: García Montero es un solitario solidario. Si mal no recuerdo, García Lorca, en un poema de Poeta en Nueva York, escribió: “Yo, poeta sin brazos, perdido entre la multitud que vomita.” Lorca, claro, decía esto porque en 1929 y 1930 los pasó en el dédalo neoyorquino, y podía sentirse solo, o más, perdido en la multitud de la gran ciudad que sentía tan adversa que a él le parecía simbólicamente que vomitaba, pero todos quienes lo conocieron, sabían que Lorca era también muy alegre y sociable. En los poemas de García Montero hallamos con alguna frecuencia la mención a su condición de solitario, pero todos quienes lo conocemos sabemos asimismo que es muy sociable y comprometido políticamente con la izquierda desde hace décadas, que es también, en fin, un solitario solidario. Quizá, si hubiera vivido entre los años treinta y sesenta, las izquierdas lo hubieran juzgado por su poesía como un desviacionista o un pesimista oscuro que descreía de la llegada inminente y radiosa del alba del socialismo. La soledad y la sociabilidad es uno de los contrastes en su poesía, pero también hay otros juegos de contrarios: el melancólico que tiene sentido del humor, el cobarde que puede ser valiente y viceversa, la libertad que nos pone grilletes, el otro o los otros que habitaron en él, ese “demasiado amor en tanto odio”, amoríos que, aunque se alejan con los años, vuelven a la memoria del corazón descorazonadamente… Su poema “Final de año” puede ser la síntesis, no sólo del año que pasó, sino de aquellos ayeres que no volverán: “Ya ha cerrado la puerta./ Da igual./ Si vivo en el presente de mis ojos/ es porque estoy ayer toda la noche/ y me pesa la historia.”“Estoy ayer toda la noche” es un verso bello, irrepetible. Igualmente hay un verso suyo, angustioso y terrible, un verso absoluto que deja al lector con el alma a la deriva: “vista cansada de vivir a ciegas”. Quizá por eso, me digo, la palabra invierno sea una de las más familiares en su obra como lo son tristeza, lejanía, despedida, oscuridad, noche, soledad, otoño, pérdida… Unas palabras repetidas suelen definir un estilo, y estas son algunas de García Montero. No faltan asimismo en las páginas de A puerta cerrada asuntos muy próximos al poeta granadino: la

familia entrañable, el fervor y la rabia por España, la crítica política y social, los amigos que se fueron y los que aún lo acompañan. En el libro hay brevedades magistrales como “Veneno”, “Crédito ilimitado” y “Epitafio”, el cual cierra el volumen y resume muy bien al hombre y al poeta: “Le han perdonado mucho/ sus libros muchas veces./ Quizá también lo hagan/ sus hijos, sus amores./ Y aquí sigue sin prisa,/ ante ningún altar,/ padre de mundos libres,/ poeta y perdonado.” El giro último, “poeta y perdonado”, causa en el lector una ternura tristemente piadosa. En la poesía del comunista crítico Luis García Montero enraízan también hondamente los principios cristianos


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Jaime

Ricardo Guzmán Wolffer

Torres BodeT y la hisToria de oTro

méxico

LAS MEMORIAS DE ESTE SINGULAR FUNCIONARIO NOS REMITEN A UN PAÍS HOY INEXISTENTE DONDE EL HONOR Y LA AUTOEXPOSICIÓN EN EL CARGO ERAN PRIMORDIALES.

L

a vida pública de Jaime Torres Bodet (19021974) es conocida: secretario de Educación Pública y de Relaciones Exteriores, embajador, director de la Unesco, entre muchos otros. Se le reconoce como político destacado, intelectual e institucional. No sólo formó parte de aquel México vertical donde las políticas públicas se definían de acuerdo con el ideario de los dirigentes, funcionaran o no, sino, también, para establecer el perfil de este político que hoy resulta tan distante de muchos contemporáneos ante la falta de memoria, de cultura o de congruencia.

LA NECESIDAD DE EXPONER

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a transparencia de Torres Bodet con la publicación de sus memorias, incluso a décadas de haber dejado el cargo, sorprende en un país donde muchos políticos y sus familias han transitado por las cámaras legislativas por décadas, algunos han hecho sus propios partidos y muchos han establecido sus cotos en sindicatos y direcciones generales, ya sean del Ejecutivo o del Judicial, y entre menos se sepa, mejor. Quizá lo más destacado de las memorias de don Jaime sea, precisamente, su necesidad de dejar un registro para la historia: sorprende porque muchos políticos buscan habitar las sombras de la res pública y pasar desapercibidos. Su mejor opción es continuar en el cargo o esperar que algún conocido sepa subirse al tren del sexenio por iniciar y ser añadido al gabinete. Torres Bodet quiere dar cuenta de todos sus encargos. Además, no era ajeno al fenómeno artístico y sus poemas y ensayos muestran una calidad que podríamos disociar de los cargos sobradamente cumplidos, tan sólo por el tiempo que requiere, por ejemplo, llegar a secretario de Educación Pública y lidiar con el gremio magisterial antes de que los sindicatos obedientes facilitaran la labor educativa. En el ánimo de escribir tan detalladamente sus memorias suponemos su certeza de sentirse honrado por permitírsele servir a la población: le es tan prestigioso cualquier cargo que quiere rendir cuentas, al menos anímicas en muchos casos, de su desempeño. La figura de este escritor empeñado en explicar cómo era esa labor en un México donde muchas instituciones que hoy damos por seguras apenas se gestaban o ni se contemplaban, evidencia una sencillez que muchos políticos hoy ni siquiera logran mantener en el discurso, menos en las acciones. Casos como el del exgobernador de Puebla, quien para eludir la intervención del ine en su campaña anticipada se publicita como escritor, resulta ridículo en contraste con un verdadero autor como Torres Bodet. ¿Cuántos aspirantes a candidato presidencial serían capaces de resistir el escrutinio público del mero seguimiento de sus accio-

nes como funcionarios, ya no digamos de explicarlas, como hace Torres Bodet a lo largo de sus memorias? Y no es que fuera infalible, pero su ánimo registral y explicativo destaca en un México donde no sólo la memoria colectiva es de muy corto alcance, capaz de votar de nuevo por la misma pandilla que lo ha tenido en la miseria por generaciones o por pillos identificados, sino que el propio político es capaz de negar los hechos en los que han participado él o sus colaboradores, bajo el argumento del olvido o del cinismo. Y aún si el hecho tiene registros, el político apuesta a la desmemoria o al guadalupano perdón de sus futuros votantes, incapaces de documentarse o de ser analíticos, como Torres Bodet que busca razones y, a veces, justificaciones hasta para los hechos menos defendibles. El registro no es plano. Jaime Torres Bodet encuentra pormenores en los lugares menos esperados. Antes de narrar sus impresiones al ser nombrado secretario particular de José Vasconcelos cuando era rector de la Universidad, el memorioso analiza a Salvador Novo y a Xavier Villaurrutia, por haber sido estudiantes contemporáneos. Les establece poemas “en cuyas estrofas se duplicaba, con diferentes refracciones temperamentales, la luz del atardecer simbolista francés”. No es casual que Torres Bodet, estadista al final, recuerde una traducción de Novo sobre Lee Master donde habla del silencio entre padre e hijo, entre esposos y del que atañe a la nación: “Hay el silencio de los que han fracasado;/ y el vasto silencio que cubre/ a las naciones rotas y a los apóstoles vencidos…” Al conocer a Vasconcelos, re fiere, medita sobre si este admirado escritor y funcionario resiste el análisis como hombre. En unas cuantas líneas, Torres Bodet establece esa multipersonalidad de quienes destacan en varias esferas humanas y cómo ello hace que olvidemos que atrás del poeta afamado o del estadista comprobado, también hay un hombre que suele pasar desapercibido para la historia, a veces para fortuna de su faceta recordada. ¿Cuántos reconocidos intelectuales son pésimos padres o despreciables esposos o vecinos? ¿Cuántas familias quedan en el abandono para que esos funcionarios cumplan con las labores encomendadas? No sorprende que, en ciertas funciones públicas, los jubilados sean solteros y terminen sin más compañía que una labor cumplida. Y Torres Bodet descubre en Vasconcelos que no revela en su primera impresión esos detalles “con que otros seres, menos francos en el discurso, adornan su instalación dentro de la gloria o disimulan su adaptación a la soledad”. Pasaría a la posteridad Vasconcelos como hombre de letras y de proyecto de nación, más que como político vencido, pero, narra Torres Bodet, en 1921 era un ser magnético, un cabal “delegado de la Revolución”. Como si descubriera las propias referencias de Vasconcelos en sus poemas, Torres Bodet recuerda el final de Foto: IISUE/AHUNAM/ Fondo Incorporado Jaime Torres Bodet

un poema del rector, quien con “ímpetu muy genuino” escribía: “aprovecha la lección del sol. No basta resplandecer. El ser a quien buscas… ha de ser capaz de deslumbrar.”

EL ARTE COMPLEJO

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aime Torres Bodet escribe sobre sus viajes y trámites, pero también sobre sus quehaceres conceptuales artísticos. Recuerda su correspondencia con Lugones, sus críticas con Ortega y Gasset, y recuerda ese 1925 como una época donde el arte se deshumanizaba, según los ensayos que Torres Bodet y Ortega y Gasset discurrían: “el placer estético emana del triunfo sobre lo humano”, “el poeta empieza donde el hombre acaba”. Casi cien años después, en la era de internet, de los mensajes mínimos de Twitter, del apego a lo tecnológico en las nuevas generaciones que han sido recluidas en sus casas o escuelas por un crimen organizado capaz de obligarnos a todos a evitar las calles o de entrar a la intimidad por medios violentos o cibernéticos, donde lo digital es el nuevo lenguaje que pretende suplantar o modificar ciertas expresiones artísticas, de nuevo cabe ese planteamiento hecho en condiciones distintas (el interludio de las dos grandes guerras y donde el México postrevolucionario tomaba rumbos impensados unas décadas antes, contra la actual cri-


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Promotor de la Campaña Nacional de Alfabetización y precursor de los museos Nacional de Antropología y de Arte Moderno, Torres Bodet fue un pensador humanista, un poeta fino, elegante y de gran fuerza expresiva. Fuente: elsiglodetorreon.com.mx

sis político-económica multifactorial) para establecer si el arte corresponde a la naturaleza humana o si ésta ha cambiado para evadir identidades y desarrollos grupales ante generaciones de individuos disminuidos en sus capacidades y oportunidades para contactar con una sociedad que parece alejarse irremediablemente de los menos favorecidos.

LA POLÍTICA MÚLTIPLE

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os andares de Torres Bodet son muchos y revelan aspectos subjetivos de la política mexicana. Al tomar posesión de la Secretaría de Educación Pública durante la administración de Ávila Camacho, recibe una oficina ante el silencio de quienes entregan y ante el reto de tratar con el gremio magisterial. Apenas ha llegado al cargo y se siente solo ante la responsabilidad asumida. En ello no ha cambiado la situación: llegado a cierto nivel en el escalafón, el hombre está solo ante sus decisiones. Algunas habrá oportunidad de comentarlas con el jefe, si es que lo hay en el organigrama o en los poderes fácticos, pero la firma es del solitario en palacio. Se habla de los políticos actuales y sus defectos, se le buscan a todo aquel que osa tomar el micrófono, por necesidad propagandística o por obligación institucional, pero no se les considera seres aislados del grupo o del partido. Como en el deporte mexicano, si atinan en sus decisiones, serán ganadores con su equipo, pero si son fallidas y sancionables, estarán solos ante la ley. Más allá de las complicidades legales y de la posibilidad de demostrar la red de coautores materiales e intelectuales que permiten que gobernadores, presidentes o sindicalistas roben fortunas que servirían para sacar de la pobreza a estados o municipios, el que firma la ley, la orden ejecutiva o la sentencia judicial, está solo frente a la historia y el registro. Por eso, Torres Bodet recuerda las horas previas a su encuentro con el presidente para ir al Palacio de Bellas Artes a la ceremonia definitoria: decide pasar a la Calzada de los Artistas

en el Bosque de Chapultepec, donde décadas antes estudiara para aprobar la preparatoria. Se mira entre los grandes árboles, los describe, cavila sobre los lugares que ha recorrido desde esos años preparatorianos y los avances que como hombre y escritor ha visto y hecho. Reflexiona sobre la soledad interior en la que se adentraba y que aumentaría con los años a pesar de los encargos, las inquietudes, las obligaciones y festejos. Deja el bosque para llegar a su cita presidencial y recuerda a Pellicer cuando al felicitarlo le dice: “Te has retirado, Jaime, a la vida pública.” Esta confesión del escritor que ve transcurrir su vida en esa soledad que, dice, sólo aumenta sin contar con los reconocimientos y los desempeños, da a las memorias de Torres Bodet un atisbo de alivio al suponer que, con todo y esa “soledad interior”, tendrá la oportunidad de comunicarse con la posteridad, que su sacrificio no ha sido inútil, que otros entenderán los esfuerzos que ha realizado en esos encargos. Lo dice en el momento en que enfrentará al magisterio, bajo su personal premisa de que debe lograr que en los maestros nazca aquello que se les exige que den a los niños y jóvenes: “la mejor lección que puede dar un educador a cualquier alumno es la de la esperanza. ¿Por qué, entonces, privarlo a él de esa capacidad de esperar, que deberá transmitir a sus educandos?” El tiempo juzgará si logró su cometido, cuando, en varios lugares de la República, los movimientos magisteriales son sinónimo de conflicto, violencia e inestabilidad, en detrimento innegable de esos alumnos que no tienen otra opción educativa, más allá de la discutible justicia de los reclamos.

LA POLÍTICA Y SUS FORMAS

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ncluso en etapas tan complejas como su paso al frente de esa secretaría o la de Relaciones Exteriores, Torres Bodet apenas logra hablar mal de sus compañeros o de sus antecesores: evidencia su carácter institucional y partidista, pero deja en el tintero una parte necesaria de la crítica esperable de una mirada tan

profunda como registral. Son sus memorias y podría argumentarse que así era de bondadosa su contemplación de lo humano y lo político, incluso capaz de no hablar de muchos trances complejos y violentos de esos años en que era parte medular de un partido que buscaba un rumbo para las muchas naciones mexicanas por conjuntar y dirigir en el mismo territorio, pero si las memorias pretenden ser un testimonio de un observador privilegiado por la profundidad de su comprensión y estudios, y por ser actor de los quehaceres nacionales, podría sugerir la situación con mayor amplitud. Un ejemplo: del presidente López Mateos establece que le historia ha sido injusta con “la luz de su inteligencia y la llama de su carácter.” La amplitud de las memorias de Torres Bodet impiden dar nota de todos sus quehaceres, pero en política internacional destaca su participación en el incidente diplomático causado por el poeta Pablo Neruda y la “inexperiencia” del embajador al establecer un “hospedaje diplomático” para el poeta. Torres Bodet tuvo que acudir con el presidente Alemán para atender al embajador de Chile. Los días que tardó en resolverse la falta de asilo fueron horas “deplorables”. Ante las críticas de Neruda se muestra afectado, como era de esperarse de un político y artista con su sensibilidad. Torres Bodet regresaría a la SeP en 1958. Al tomar posesión, mira la estatua de Minerva, comprada hacía 37 años por Vasconcelos, y al detectar “cierta ligera herida”, reflexiona sobre cuántas cosas “habían quedado truncas en la inmensa y difícil secretaría”, como si de verdad en esa secretaría residiera la sabiduría del Estado. Las memorias de Torres Bodet son un registro del México que muchos queremos conocer; uno donde se busca consolidar al país con hechos; uno donde el actor es testigo de sí mismo; uno donde percibimos que el país tiene muchas aristas interconectadas: un México donde los actores aceptan el sacrificio de ofrendar su parte más sensible e interior para beneficio de todos los mexicanos y no de unos cuantos. Torres Bodet, el político, el artista. sigue

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P oemas de T orres B odeT

P oemas de T orres B odeT m úsica oculTa

en tu mundo más íntimo: la muerte. Una muerte sin frases y sin fosas,

Como el bosque tiene tanta flor oculta, parece olorosa la luz de la luna.

la que erigiste en ti, callado y fuerte, cuando ansioso de estar contigo mismo aceptaste morir por conocerte.

Como el cielo tiene tanta estrella oculta parece que brilla la noche de luna. Como el alma tiene su música oculta parece que el alma llora con la luna!...

u n ruiseñor Un ruiseñor perdido regresa con la sombra… Es un poco de olvido que de nuevo te nombra. ¿Quién dijo que el recuerdo sabe más que el olvido? En la fruta que muerdo todo un bosque está herido. Todo un bosque de sombra se abre en el olvido sólo porque te nombra el ruiseñor perdido. *** Extractos de “Trébol de cuatro hojas”, poemas dedicados a cuatro artistas admirados

d e “e legía en memoria de B ernardo o rTiz de m onTellano ” Moriste un día azul, como esperabas. Era en abril: ardían las saetas, pugnando por huir de sus aljabas; enmudecían horas y veletas bajo el peso del sol –y el cielo abría sus pupilas más claras y secretas. Glorioso azul la tierra prometía desde la madrugada hasta el poniente y era un zafiro inagotable el día. México te dejaba estoicamente cambiar la vasta luz de su altiplano por otra luz más honda y más urgente. Y sólo al fin, como lo está la mano que escribe un adiós último a las cosas, cerraste a tiempo tu destino humano. Desde ese día tan azul reposas

Tamaña realidad no es ostracismo para quien, como tú, cavó su pena y de su propio ser hizo un abismo. Ciego que se ve, dijiste con serena piedad para tu vida inadaptada, y viste lo que a todos nos condena: la ira de la sombra mutilada en cada trozo arrebatado al sueño, el terror de durar no siendo nada, el infinito en gotas –tan pequeño, que no lo mide bien sino el que llora– la carne y su maléfico beleño, la insistencia del sol llamada aurora y en todo, en todo, la sangrante herida que es fuerza restañar hora tras hora. ¡Ciego que se ve!, pensaste… Y, sin medida. (sic) sustituiste al ansia de los ojos la avidez de tocar lo que se olvida. Palpaste una verdad hecha de abrojos, un tiempo sólo perceptible al tacto y un corazón al que se va de hinojos. El sueño fue tu río más compacto. Y tú, que no llegaste a nada en punto, para soñar mejor te hiciste exacto. En ese urente y pávido trasunto de cuanto imaginamos, existías. Soñar la realidad era tu asunto.

d e “e PísTola a c arlos P ellicer ” ¡Cuánta luz torrencial, súbita y cierta! Bajo sus delirantes osadías Todo un país de músicas despierta. Siento caer los cocos y los días del bosque de palmeras donde avanzas sobre una tierra de álgidas estrías y te veo, entre oscuras añoranzas de volcanes y templos derruidos, enarbolando estrofas como lanzas. El mar, el mar de intrépidos latidos palpita en cada verso que proclamas y nos llena de sal ojos y oídos. Ídolos, plumas, flechas y oriflamas pasan en precesión por tus poemas sin que sepamos bien cómo los tramas,

pues de todas tus perlas y tus gemas la más oculta es la que más cintila y en su rescoldo místico te quemas. Estrella de verdad, siempre intranquila, lágrima entre los párpados discreta que agranda y profundiza la pupila; mientras a un sol triunfal tienes sujeta la dulzura de ser, en ella sola tu inacabable combustión se aquieta. Cesa la tempestad, pasa la ola y de la sangre el cálido torrente en el espejo ustorio se arrebola: pero esa luz delgada y transparente no pasa, ni se nubla, ni agoniza y ni el olvido mismo la desmiente. Como esa luz que el tiempo cristaliza, es tu ansiedad de ser lo que perdura: alba sin tedio, fuego sin ceniza.

d e “e PísTola a J osé g orosTiza ” Como apenas principian a entenderte y no descubren lo que les hechiza en tu fidelidad frente a la muerte, algunos te suponen, Gorostiza, nacido entre campanas funerales un miércoles de angustia y de ceniza. Yo no, porque pondero lo que vales y sé cómo es cristal tu inteligencia que traduce misterios siderales. Ese cristal, no hay nada en la existencia que pueda liberarlo, ni un minuto, de su dura misión de transparencia. […] ¿Quién sabe, como tú, lo que la avara forma pide al cristal del agua pura en el rigor del vaso que la aclara? ¿Y por qué la conciencia y la figura son ecos, una y otra, eternamente, de un ser que sólo con morir perdura?

d e “e vocación a X avier v illaurruTia ” ¿Era suya esa máscara –o la invento? Porque el perfil de un hombre tan abstracto más que perfil resulta pensamiento. Había concertado un noble pacto consigo mismo al empezar la vida: el de pulir un mármol siempre intacto, huyendo de la forma conocida y arrancando a la flor de cada tema la esencia pura que el profano olvida.


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Emily Dickinson, Anna Ajmátova y Grete Trakl. Fuente: commons.wikimedia.org

Sofía Ramírez

emiLy dickinson, anna ajmátova y grete trakL: tres estaciones femeninas

EMILY DECIDE QUEDARSE EN CASA

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usan entra en la habitación. Emily mira fijamente por la ventana pero está ausente. Fragmentos de vida esparcidos por el suelo, hojas que recuperan palabras nunca pronunciadas, jamás compartidas. Emily llora sin lágrimas, no existe referencia a su dolor pero duele. Susan le acaricia el cabello, luego toma su rostro y la besa. Emily mira por la ventana, sólo su reflejo en el cristal. Treinta años. Durante treinta años he disfrutado del verde pasto y del rojo de las rosas. Mojé mis pies en las fuentes y perseguí palomas en la plaza. Me acerqué con cautela a una casa inundada de rocío y celebré arruinando mis zapatos en una tarde de lluvia. Treinta años de emborracharme de azul y sol, de conocer el abismo de la dicha, de saber que su voz hacía eco en la ausencia. Ahora los años que le siguen a los treinta me alejo del azul y del sol, del rojo de la rosa y del verde pasto, me alejo del lodo y de la dicha, de la casa inundada de rocío. Porque ahora su voz fue prohibida aun en la ausencia y yo me transformo en una sombra blanca que prescinde del verano. Emily escribe. Una mujer barre con escobas de colores una casa que guarda un estanque en el oeste. Se afana en su tarea y parece que el polvo sólo cambia de lugar. Se afana en su tarea y parece que una o dos palabras cambian el lugar. No es que morir nos duela tanto, escribe, es el polvo, la verdad tras la puerta, piensa. Las dos mujeres se saben pájaros y Emily se resigna a la jaula.

Soy isla de páramo estéril que no conoce azucenas. Soy casa de fieras que marcan su desesperación en el camino que cruzan los ochos. Soy las tardes sin rumbo al viento y la herida que el cielo no vuelve cicatriz. Soy Susan y soy Emily. Soy huésped de mí misma.

ANNA ESCONDE MILAGROS

A

nna podía conocer los pensamientos antes de ser palabras y desmenuzaba los sueños antes de despertar. A él esto le asustaba, por eso intentó aprehenderla dieciséis veces distintas, pero ni el lienzo ni la piedra consiguieron expresar la incomprensible esencia de la veinteañera. El futuro se presentaba a la vuelta de la esquina pero apenas era la prehistoria de su vida, la de cada uno, la de los dos en la distancia. Anna conocía sus inviernos austeros y él, su verano en plenitud. Había en Amadeo un débil halo de soledad que ella cubría de pétalos de rosa y poemas de Verlaine. Dos niños apenas, ella tejiendo su sombrero mientras él tocaba la cornamusa. Juntos rezaban por las noches para no despertar famosos de repente. Llovía sobre Anna la tibieza de un agua festiva y Amadeo interrumpía esa lluvia con su paraguas negro. Anna vigilaba su sombra dilatada en el portal y la pintura devoraba entonces a la poesía. Pero Anna escondía milagros y Amadeo lo sabía.

que el hermano le explique el abandono ni el silencio de Dios. De su boca brotan cantos negros cubiertos de inmundicias, pero ella siempre encuentra el polvo de una estrella en su resplandor. Aprendieron a leer la cartografía de sus cuerpos y por las tardes huían por oscuros senderos. Jugaban a los muertos tumbados en la humedad de la hierba y describían la ruta que trazan las gaviotas. Grete memoriza con sus dedos ese rostro de ángel perdido en la tierra. Él se sabe forastero cuando se recuesta en su regazo y ella le reprende con cariño ese gesto de culpa por la corrupción de la carne. Grete también sufre: sabe que la madre no tardará en descubrirlos y el miedo la estremece. II Grete despierta. En su interior, el vacío de una infancia confusa de remordimientos. Comparte la casa con un anciano que no conoce de ángeles enlodados ni murmullos nocturnos. Es un buen hombre. La llama esposa. Pero el hermano libra sus propias batallas en una guerra ajena y en el sueño se reencuentran: comparten la misma tristeza y el mismo naufragio. Grete, la pequeña huérfana, escucha cantos oscuros al amanecer: el hermano ha decidido aliarse con la muerte y la abandona. III

HERMANA GRETE I

G

rete despierta. Es la única que entiende esa mirada vacía y los brotes de la locura. No le asusta

Grete despierta. Descubre sobre las sábanas una mariposa muerta. Su desnudez le revela un añejo tatuaje de manos y lenguas. El aliento le sabe a alquitrán y a vino fermentado. Grete es mariposa y se aleja. Desde el viento, su cuerpo despierta


La triLogí

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BAJO EL VOLCÁN, OSCURO COMO LA TUMBA DONDE YACE MI AMIGO Y LA MORDIDA SON LAS NOVELAS DEL AUTOR INGLÉS AMBIENTADAS EN MÉXICO. SÓLO LA PRIMERA FUE PUBLICADA EN VIDA DE LOWRY MIENTRAS QUE LA MORDIDA, INCREÍBLEMENTE, CONTINÚA INÉDITA EN ESPAÑOL.

Alberto Rebollo

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alcolm Lowry publicó únicamente dos novelas en vida: Ultramarina y Bajo el volcán. Ultramarina pasó sin pena ni gloria por las imprentas de Jonathan Cape y está basada en su experiencia personal a bordo del ss Pyrrhus. Posteriormente trabajó en varias novelas simultáneamente, logrando publicar sólo Bajo el volcán, debido a que durante el incendio que consumió su casa de Dollarton en British Columbia, apenas logró rescatar precisamente el borrador de esa novela, mientras todas sus demás obras se carbonizaron. Después de su muerte y de muchas peripecias, de alguna forma se fueron rescatando manuscritos suyos: borradores perdidos, guardados por amigos o familiares, y poco a poco se han ido publicando novelas póstumas, como Hear Us Oh Lord, From Heaven Thy Dwelling Place! (1962), Lunar Caustic (1968), Dark as the Grave Wherein My Friend Is Laid (Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, 1968),

Malcolm Lowry en Dollarton, 1953. Fuente: heswall.today

oscuro coMo lA tuMb (fragmento) 11

Continuación de la célebre Bajo el volcán, al morir Malcolm Lowry dejó inédita Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, novela que Margerie Bonner, su viuda, y su biógrafo, Douglas Day, se encargaron de publicar. Editorial Era la publicó por primera vez en español hace dos décadas exactamente.

L

a luz de la habitación de Stanford había estado encendida incluso de día: cuando los Wilderness regresaron del museo por la calle 20 de Noviembre, hasta el Hotel La Luna, su luz seguía encendida. ¿Estaría volviéndose loco, para quedarse así en su habitación? Tenía puertaventanas que daban a una galería y Sigbǿrn oyó su voz grave y absurda entrecortada por risitas entre dientes y también el tintineo de botellas: le produjo una satisfacción absurda, pero, agotado el viaje, tuvo un repentino ataque de miedo a entrar en La Luna; tenía miedo a beber, miedo a lo que pudiera pasar, miedo a Oaxaca, miedo al Covadonga, miedo incluso a tomar una copa en el Modelo. El miedo, como si surgiera de las tumbas de Monte Albán, había adoptado de nuevo la forma de un terror misterioso ante la idea de intentar en-

contrar a Fernando. Ni siquiera había hecho lo lógico para encontrarlo: se explicaba por su miedo a su terrible vida de otro tiempo en La Luna –pero Primrose, sabiendo cuánto lo deseaba en el fondo, desde luego, lo animaba. –Y no podemos irnos sin que me lleves al Farolito. Habanero y una noche terrible, a pesar de no tener cruda; Sigbǿrn volvió a decir a medianoche, con lo que despertó a Primrose, que no iba a buscar a su amigo: tenía miedo y, encima, Stanford era quien le hacía sentir miedo del pasado. Dios mío, ¿y si acabase como su Cónsul y lo enterraran con un perro a los pies también, sólo que tras haberlo tirado por una barranca abajo? ¿Tendría miedo de Fernando porque también éste era un “personaje”, si bien inocente: el doctor? Pero, ¿no lo había llamado Fernando “el creador de tra-


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ía mexicana de

Malcolm

Lowry October Ferry to Gabriola (1970), La mordida (1996), y recientemente In Ballast to the White Sea (2014) e incluso su poesía y correspondencia. Sin embargo, creo que a los lectores mexicanos lo que más nos interesa de Lowry son las obras ambientadas en nuestro país, y son solamente tres: Bajo el volcán, publicada en 1964 por Ediciones Era con la excelente traducción de nuestro querido amigo Raúl Ortiz y Ortiz; Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, publicada por Monte Ávila Editores en 1969, en Caracas, y en 1999 por Ediciones Era en México, y La mordida, que increíblemente sigue inédita en español debido a que no hemos logrado aún concretar el proyecto con ninguna editorial. Como bien se sabe, Bajo el volcán está basada en la experiencia que Lowry vivió en México en su primera visita, en 1936-37. Luego, tanto Oscuro... como La mordida son una continuación lineal en la vida literaria de Lowry, es decir, ambas novelas relatan de alguna manera lo que le sucedió a Lowry cuando regresó a México

en 1945 con Margerie Bonner, su segunda esposa. Oscuro... es una especie de un “detrás de cámaras de Bajo el volcán” porque en ella Lowry explica cómo fue concibiendo su obra maestra, qué es en realidad y donde está la mítica cantina El Farolito, habla de la Virgen de los Desamparados en Oaxaca, vuelve a recorrer los lugares que incluye en la novela, hasta convertirse él mismo en una especie de personaje en una nueva novela superpuesta a la primera en la que se describe a sí mismo; incluso él se sentía un personaje conducido por la pluma de algún ser divino. Lowry regresa en 1945 al lugar donde había concebido y escrito las mejores partes de Bajo el volcán en 1937, entra a las mismas cantinas donde escribió las líneas más desgarradoras de su novela, camina las mismas calles y arrenda la casa donde vivía, en la ficción originaria, uno de los personajes principales de Bajo el volcán, el francés Jaques Laruelle, con quien Yvonne engaña al Cónsul (alter ego de Jan, su primera esposa,

y Lowry, respectivamente) para terminar habitando en la vida real dentro del chalet de Laruelle, una casa clave para Bajo el volcán; mismo lugar del hoy famoso hotel homónimo en Humboldt y Las Casas (calles Nicaragua y Tierra del fuego respectivamente en la novela). Pero lo importante de Oscuro... es que asistimos a una nueva historia donde se cuenta el background de la novela anterior, a la vez que se va creando una nueva historia hasta que el nuevo personaje creado por Lowry como su alter ego para la ocasión, Sigbjorn Wilderness, mientras busca a su amigo Juan Fernando descubre que ha sido asesinado de la misma manera en que Lowry había asesinado (de manera literaria) al cónsul de Bajo el volcán: a balazos en un pleito de cantina. Con esa tragedia coincidente y escalofriante termina la primera secuela de Bajo el volcán, es decir, Oscuro como la tumba donde yace mi amigo. En la siguiente novela de ambiente mexicano, La mordida, Lowry cuenta su fatídico viaje a Acapulco, sigue

F

bA donde yAce Mi AMiGo Malcolm Lowry gedias”? Aquella vezen la madrugada cedió ante su miedo y no se levantó, sino que esperó a que Primrose lo hiciera primero. Mientras ella estaba en la ducha y Sigbǿrn estaba escuchando los ruidos habituales que resonaban en el techo de vidrio, alguien llamó a la puerta. Presa de sus terrores habituales, Sigbǿrn se levantó, intentó meterse los pantalones con la acostumbrada dificultad entre sus ropas y él. –Perdone, ¿vive aquí el señor Sigbǿrn Wilderness? Sigbǿrn asomó la cabeza por la puerta. Era Stanford. –¿Es usted Sigbǿrn Wilderness? –Pues, sí –dijo Sigbǿrn, aparentando una mirada inexpresiva e intentando poner, medio desconcertado, expresión de sorpresa y reconocimiento.

–Soy John Stanford. ¿No te acuerdas de mí? –Pero, hombre, por Dios, John… –entonces se sintió violento por un instante, al pensar que Primrose podía volver medio desnuda; además, no quería que lo viera hablando con Stanford o, mejor, no quería presentarle a Primrose–. Espera un momento. –Vivo justo ahí, en el extremo del pasillo –dijo Stanford desde fuera, donde evidentemente estaba esperando. La puerta había estado entreabierta ese rato: ahora Sigbǿrn volvió a su habitación, llevaba puesto un solo zapato, tuvo un momento de indecisión, de estremecimiento, cogió el otro zapato y salió a la galería. John esperaba unos pasos más allá, el techo de vidrio no parecía tan alto sobre su cabeza, pero Sigbǿrn lo llevó con delicadeza hasta el comienzo de la escalera, sigue

F

Fuente: www.facebook.com/MalcolmLowryAuthor


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F La triLogía mexicana de maLcoLm Lowry

donde es detenido por la policía de migración acusado de deber una multa. Luego de pasar por un engorroso y nefasto trámite de deportación, es robado y vejado por un agente que lo lleva hasta Nuevo Laredo en tren y lo echa del país hacia Estados Unidos, el 4 de marzo de 1946. El propio título de la novela hace referencia al pago de un soborno que le exigía la policía para dejarlo en paz, pero como nunca entendió la situación, terminó siendo humillado y deportado. Tiempo después, cuando Lowry entendió lo que la policía pretendía, tituló su relato precisamente La mordida, así tal cual, en español. La novela tiene un valor literario por sí misma, no se trata simplemente del diario de un escritor viajero, sino que es toda una nueva aventura que termina en Estados Unidos y cierra tristemente el ciclo mexicano de Lowry. En ella el escritor va describiendo, desde los ojos de Sigbjorn Wilderness y su esposa Primrose (mismos personajes de Oscuro...) lo que va pensando, lo que está viendo y sobre todo los miedos que siente al embarcarse en una nueva aventura hacia Acapulco, mientras va recorriendo Taxco y algunos otros poblados con extraordinarias descripciones del lugar y de las costumbres (como los chinelos bailadores, por ejemplo), y termina con una lúgubre, sombría y dolorosa despedida de México desde Estados Unidos: Caía la noche. Las luces surgieron. Más allá del Río Grande en el viejo México las luces en el anuncio parpadeaban: “Cartablanca, Cerveza Exquisita” y las luces en el puente se encendieron. Se durmieron, se despertaron, alucinaciones de fatiga y de tensión parpadeaban en el cuarto: “los amantes deben avisar al encargado del hotel antes de las 12 del día, evite la penalización.”“Carta Blanca, exquisita” Y ahí, separado de ellos por el Río Grande, por muchos siglos, por la eternidad, estaba el antiguo México; el magnífico, oscuro, católico y misterioso México al cual, quizás, nunca podrían regresar… ¿Pero qué era México? ¿Qué significaba México? ¿Por qué era la sensación de no poder regresar tan terrible?

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F oscuro como La tumba donde yace mi amigo

dando la vuelta al pasillo, donde no podría ver a Primrose, en caso de que volviera, violenta, del baño. John estaba ya riendo ronco entre dientes y arqueándose de un modo ya copiado en otros tiempos a Sigbǿrn –que en sus mejores momentos, o borracho, era un joven de modales bastante germánicos–, si bien con un solo zapato era bastante difícil, la verdad, chocar los tacones. –Vaya, vaya, vaya, vaya. –Pero hombre, por Dios, John, ya me parecía que podías ser tú –empezó a decir Sigbǿrn, mintiendo, si bien estaba disfrutando de lo lindo; era evidente que el viejo patán obsceno la había estado pasando mal los últimos días, debía de haber empezado, de hecho, a dudar un poco de su salud mental; era difícil decir si había estado bebiendo o no, sin embargo, pues presentaba muy buen aspecto, como si, de estar en su habitación con la luz encendida, hubiera quedado intensamente bronceado. –Pues es que ya te había visto y no podía dar crédito a mis ojos –dijo Stanford–. Pero fui a preguntar al director: ¿hay alguien aquí llamado Sigbǿrn Wilderness?... Vaya, vaya. Desde luego, tienes un aspecto ciento por ciento mejor que la última vez que te vi. Sigbǿrn, que, a pesar de su relativa abstinencia, tenía ligeros temblores, se sobresaltó. –Gracias, muchas gracias, John. –Supongo que no pruebas la bebida. Yo ya no puedo permitírmelo. Las que me acompañaban eran mi esposa y mi suegra. Trabajo. No tengo necesidad de trabajar, pero estoy ganando mucho dinero… Ahora tengo una mina… –Por el amor de Dios, ¿qué clase de mina? –Una mina de plata y… –Bien hecho. –La gente habla mal de mí porque no fui a la guerra y yo les enseño estas manos. –Se rió con ganas y como un tonto, al tiempo que se inclinaba y se restregaba las manos, que enseñó a Sigbǿrn; eran grandes y carno-

sas y, sin duda alguna, las mantenía en forma dando azotes a traseros femeninos y acariciando muslos de mujer, pero, aparte de eso, no parecían haber hecho demasiado trabajo: hasta Sigbǿrn tenía un callo en el dedo medio de la mano derecha. Sigbǿrn tenía también callos en los nudillos y con frecuencia se preguntaba si serían causados, como en el caso de Milton, por la gota. –Ya lo creo –dijo Sigbǿrn, comprensivo–. En fin, me alegro mucho de verte con tan buen aspecto a ti también. –Y tú, ¿en qué arma serviste? –preguntó Stanford. –En ninguna. –¿Qué hiciste? –Mandar todo a la mierda. –¿Y tus libros? –¿Libros? Ah… aquel Rumbo al mar blanco, el que tú enviasta al agente literario… se quemó en un incendio. –¿Qué se quemó? –Sí, se quemó el día del desembarco, no es que tuviera nada que ver con eso, junto con nuestra casa. Reconstruimos la casa, con estas manos, como se suele decir, pero del libro no se salvó ni una página. –Oh, cuánto lo siento –dijo Stanford el compasivo–. Entonces, ¿dónde vives ahora? ¿Y a quién te refieres con eso de “nosotros”? Creía que estabas divorciado. –En Canadá, con Primrose, mi esposa. Fui a Canadá aproximadamente un año después de marcharme de aquí… tras pasar una temporada en Estados Unidos. No teníamos demasiado dinero, con que compramos una cabañita, la que se quemó, y hemos vivido en ella desde entonces. –¿Y qué fue del otro libro que estabas escribiendo que aquel tipo… cómo se llamaba… salvó de la casa del Cónsul en Acapulco? –Lo acabé hace un año y hasta ahora lo han rechazado tanto en Inglaterra como en Estados Unidos, aunque en Inglaterra todavía no es definitivo. Tal vez lo acepten, si lo retoco.

–Leí ese Rigodón del borracho y me acordé de ti, ja, ja. –Gracias –dijo Sigbǿrn, aunque estaba pensando que se trataba de una observación puramente gratuita, pues, en realidad, Stanford no había leído en su vida un libro hasta el final. –Por cierto, ¿sabes que han demolido el Münchener Kindl? –¿Te refieres al sitio en que dejé tu sombrero en prenda? –dijo Sigbǿrn, al tiempo en que pensaba en lo poco que hablaba aquello en favor de sus recuerdos, en lo pobres que debían de ser, la verdad, si podía recordar semejante lugar con tal nostalgia por el simple motivo de que en cierta ocasión, estando los dos borrachos y sin un centavo, había dejado en prenda el sombrero de otro, un enemigo, por cierto–. Sí, ya lo sé. Nada más llegar, fui a ver qué había sido de él. No lo han demolido, simplemente ahora es otra clase de “cantina”. Pero ya no es lo mismo. También fui al Petate, donde tuviste la bondad de salvarme unos poemas. Los que escribí en el menú. Stanford se rió, encantado con los recuerdos, a pesar de que El Petate había sido sencillamente el más desolador de los refugios para las tragedias de ambos, donde se ponían unas borracheras de espanto cuando vivían en el Tarleton. –Sí, El Petate, Dios mío, El Petate. –Y, por cierto, te diré, por si te interesa, que pagué la factura íntegra del Tarleton cuando me fui de México –dijo Sigbǿrn–. Quiero decir, en 1938. Pagué también tu factura. El director me dio algunas camisas tuyas, blancas, estilo Arrow. –¡Cómo! –dijo Stanford, ruborizado–. Tiene gracia, yo también pagué. ¡Huy, Dios mío! –Bien hecho –dijo Sigbǿrn–. En fin, ya sabes cómo son las cosas en México

Traducción de carlos Manzano


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Jornada Semanal • Número 1194 • 21 de enero de 2018

Perspectivas hermenéuticas, Mauricio Beuchot, Siglo xxi Editores, México, 2017.

Hacia una nueva hermenéutica ANDREA TIRADO

M

auricio Beuchot es un filósofo mexicano reconocido como uno de los principales representantes contemporáneos de la filosofía en Iberoamérica, y es el fundador de una propuesta hermenéutica que llama “hermenéutica analógica” y sobre la cual, previo al presente volumen, ha publicado ya numerosos ensayos, entre ellos: Tratado de hermenéutica analógica. Hacia un nuevo modelo de interpretación y Epistemología y hermenéutica analógica. En esta ocasión, como indica el título, trata sobre distintas perspectivas hermenéuticas pero, más precisamente, sobre la utilización de hermenéutica analógica en varias disciplinas o campos, los cuales van desde la pedagogía, la estética, hasta la mística o el turismo. Beuchot comienza explicando lo que entiende por “hermenéutica analógica” para que ello funcione como marco teórico; se encarga de definir por separado a la hermenéutica y a la analogía para poder aprehender este nuevo concepto. Pasando por Heidegger y su discípulo Gadamar, Beuchot expone las diferencias que ha adquirido la hermenéutica en la filosofía a lo largo de distintas épocas. Según el filósofo, la hermenéutica actual se debate entre corrientes unívocas y equívocas. La unívoca pretendería una interpretación clara y definitiva, completamente adecuada, rescatando plenamente la intención del autor; mientras que la equívoca delegaría casi totalmente la interpretación en manos del lector para que sea éste quien diga lo que quiera sobre el significado del texto, considerando cualquier interpretación como válida. Es decir que, según el autor, hoy en día oscilaríamos entre una hermenéutica excesiva en su rigor, y la otra, excesiva en su apertura. Es por ello que haría falta el justo medio: una hermenéutica analógica. “Analogía” en un sentido de mediación, como la mediadora que toma lo mejor de cada corriente sin circunscribirse a una sola, esto resultaría en “una interpretación abierta pero seria.”

De la misma manera que para la hermenéutica, Beuchot procede a explicar desde dónde entiende la analogía, para lo cual realiza también un recorrido histórico. Explica que fueron los griegos los que introdujeron la idea en la filosofía, definiéndola como proporción. La analogía como lo que se coloca entre la univocidad y la equivocidad porque trata de llegar a un significado proporcional entre ambas. Una vez habiendo expuesto su propuesta de hermenéutica procede a exponer su tesis, es decir, su aplicación en distintos campos, para evidenciar por qué es necesaria dicha hermenéutica analógica. Para ello estructura sus capítulos casi de la misma manera: cada uno inicia con un “propósito”, le sigue el tema del que trata el capítulo y finalmente termina con un “resultado”. Esto conviene a la lectura

La mano de Onán Onán, Enrique Héctor González, Revarena Ediciones, México, 2016.

Los diecisiete relatos –unos cortos, otros largos, como apunta el editor Alejandro Del Castillo en su prólogo-- que componen este libro tienen a su favor, entre otras cualidades, la libertad más bien desfachatada con la que aborda el tema de fondo que les da unidad: un erotismo que en estos días anda de capa caída, a consecuencia de la reacción –por lo demás lógica, comprensible y bienvenida-- en contra de quienes han hecho de la depredación sexual una forma de vida. Nada más lejos para este Onán que prefiere mirar la infinita complejidad de la atracción y el impulso eróticos desde el humor, principalmente, pero también desde el ingenio y la sinceridad; además, como podrán comprobar los lectores, de la buena pluma de un autor al que no le tiembla la mano… igual que al mítico personaje del título.

porque queda suficientemente claro de qué se hablará en cada capítulo, recapitulando además al final. Comienza por el campo más evidente para la utilización de dicha hermenéutica: el de las humanidades. Procediendo siempre con repasos históricos, Beuchot aborda las humanidades desde los griegos, pasando por Maquiavelo y Comte hasta llegar a la actualidad. Según el escritor, las humanidades buscan principalmente la comprensión del ser humano, dicha comprensión va de la mano con la interpretación, la cual se halla en la hermenéutica. Por lo tanto, la hermenéutica analógica permitiría a las humanidades una seriedad que no se conseguía cuando se les imponía el modelo positivista de las ciencias naturales, ni el de algunas posturas postmodernistas que las dotaban de una amplitud igualmente desmesurada. Gracias a la hermenéutica analógica, se garantiza que las humanidades tengan una epistemología interpretativa –la más adecuada para ellas–, diferente de la de las ciencias formales y naturales. A partir de la utilidad y pertinencia para las ciencias humanas, el autor argumentará en qué otros campos, o como bien lo dice el título, desde qué otras perspectivas, puede ser aplicable o útil su hermenéutica analógica. Éstos son la pedagogía, la ética, la estética, el derecho, la mística y la cultura del ocio –turismo–, siguiendo siempre la estructura “propósito”, exposición de la temática y “resultado”. En el presente libro, Beuchot propone entonces una hermenéutica que supere el absolutismo de la univocidad y el relativismo excesivo de la equivocidad. Sin embargo, tampoco pretende llegar a una síntesis o “reconciliación plena”, pues ello sería nuevamente cerrar a una sola respuesta, sino más bien una dialéctica inconclusa, constante, que vive de la tensión entre los opuestos, los cuales al convivir, se ayudan mutuamente: una concordancia entre ambas. Una dialéctica permanente que genere mayor comprensión y mejor aprehensión  Entrevistas, Ida y vuelta. Entrevistas Elena Poniatowska, Ediciones Era, México, 2017.

Desde sus comienzos y hasta la fecha, la ganadora del Premio Cervantes en 2013 ha sido lo que todo mundo sabe: una periodista y una entrevistadora insoslayable –por más que uno que otro malqueriente, que los tiene como cualquiera, le regatee méritos–, que ha conversado con todo México. Ese fue, precisamente, el título de las primeras recopilaciones de su dilatada labor periodística: Todo México, al que tiempo después siguió el volumen Palabras cruzadas (2013), ya en Editorial Era, casa que ahora publica este Ida y vuelta, que incluye las conversaciones de la Poni con David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, Mario Vargas Llosa, Vicente Leñero, Elvira Vargas, Rosario Sansores, Jaime García Terrés, Gustavo Sainz, Ángela Gurría, Mathias Goeritz, Alejandro Jodorowsky, Augusto Roa Bastos, Eduardo Galeano, Gabriel García Márquez y Juan Rulfo.


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21 de enero de 2018 • Número 1194 • Jornada Semanal

Psicoanálisis y teoría social. Inconsciente y teoría social de Freud a Zizek, Mario Pasqualini, Fondo de Cultura Económica, Argentina, 2017.

La travesía social del psicoanálisis ORLANDO LIMA

E

n el caleidoscopio de las distintas discipli-

resto, un residuo, un trauma que surge de la opaci-

nas y saberes que se han ocupado por inda-

dad de la vida social”.

gar sobre el ser humano, ya como individuo

El misterio de los vínculos entre individuo y

o en colectivo, se abre paso el psicoanálisis a partir

sociedad, entre realidad y sueño como deseo o

de las primeras décadas del siglo xx de la mano de

fantasía, o bien entre lo subjetivo y lo objetivo,

Sigmund Freud (1856-1939). El pensador vienés

trazan horizontes donde el psicoanálisis abre

pone en la mesa la idea de que la cultura, signo de

caminos en tanto teoría social de lo subjetivo. Lo

lo humano, es también síntoma de su inalterable

real aprehendido simbólica e ideológicamente es

situación crítica constitutiva, que es el trauma y la

también fuente de deseo e imaginación, allí donde

vida civilizada como efectos necesarios de una vida

la fantasía y la memoria se abren como facultades

social y origen del inconsciente humano (donde

intencionales que permiten al sujeto vincular su

reside, sin embargo, la fantasía como facultad

existir con el convivir en acción y recreación de lo

humana transgresora de tal orden social). Desde

arcaico y reprimido con lo vigente y represivo para

entonces, es posible afirmar que lo subjetivo es polí-

la proyección de un mundo propio, ineludiblemen-

tico y va más allá del Estado y la producción social.

te humano. Tal es el planteamiento de la obra de Pasqualini.

Es en tal sentido que Mario Pasqualini quiere

Cabe destacar que, si bien se trata de una obra

contribuir en un campo poco abordado, según su entender, como la relación de la teoría social con el

les e históricos, tales como las ideologías, los tota-

que profundiza las relaciones del psicoanálisis con

psicoanálisis. Tal es la intención de Psicoanálisis y

litarismos y autoritarismos, la identificación de

la teoría social, el autor parece marginar el aporte

teoría social. Inconsciente y teoría social de Freud a

lo personal con lo social, las utopías, la represión

de la filosofía como un vínculo importante entre

Zizek. Recientemente publicada por el Fondo de

sexual y social, el consumismo y los peligros de

ambos saberes y sin el cual tampoco podrían expli-

Cultura Económica de Argentina, esta obra rescata

la fetichización social. Esto permite a Pasqualini

carse. Tal es el caso de la memoria como centro del

los aportes de figuras importantes que reflexiona-

establecer lo que ha mostrado la referida cauda

psicoanálisis, apenas esbozado por el autor.

ron desde o en torno al psicoanálisis. Se destacan

de pensadores, como un más allá de lo real, cognos-

desde las de su fundador hasta el filósofo Slavoj

cible y racionalmente controlado; que lo no-racio- ye a una relectura necesaria de clásicos del pensa-

Zizek, sin olvidar a marxistas como Wilhelm Reich,

nal es también real y el psicoanálisis, en este tenor,

miento social y humanista que nos permite apre-

Erich Fromm, Herbert Marcuse o Louis Althusser,

es un conocimiento sobre lo real desde lo subjetivo

ciar lo andado para continuar indagando sobre el

antropólogos como Kardiner o especialistas de la

en tanto político. Así “lo real combina dignidad y

problema antropológico desde su marco más ínti-

personalidad como Erikson y Lacan, así como poli-

excrecencia en una sola entidad. Es algo más eleva-

mo y, por eso mismo también, más relevante para

tólogos de la talla de Laclau y Mouffe, entre otros.

do, por encima del material cultural a través del

el estudio de lo social y colectivo en la travesía del

Todos ellos han reflexionado sobre debates cultura-

cual nos comunicamos, pero al mismo tiempo es un

psicoanálisis 

La Jornada Semanal

@JornadaSemanal

En nuestro próximo número

Con todo, Psicoanálisis y teoría social… contribu-

visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

LA NOCHE INFINITA DE ISAAC BÁBEL Jorge Bustamante García

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Jornada Semanal • Número 1194 • 21 de enero de 2018

Arte y pensamiento

ARTES VISUALES germaine gómez haro



BITÁCORA BIFRONTE ricardo venegas

germainegh@casalamm.com.mx

JOSEF ALBERS EN MÉXICO

3. De la serie “Variante/Adobe”, 1947

A

NADIE LE ES AJENO que hay quienes han tenido sendas habilidades para hacerse más poeta que escribir poesía. A la hora de premiar, más por amistad que por calidad, no se prevé el daño –a veces de niveles demenciales– que le han causado a algunos galardonados, haciéndoles creer que son eminencias en su disciplina, cuando en la realidad distan mucho de serlo. El resultado: obras que se derrumban en la segunda –a veces en la primera– lectura con la inherente prepotencia y arrogancia de quien decidió vivir en el autoengaño. La corrupción en el tema de las becas y los premios literarios es tan antigua como el oficio más viejo de la humanidad. Ya no sorprende ver dictámenes que cínicamente avalan a los amigos de los amigos, como los realizados por Kenia Cano; favores que serán retribuidos en una cadena interminable de “te doy-me das”; lo raro es encontrar justicia y honestidad, palabras más ligadas a una campaña política que a una institución cultural. Así la feria de las vanidades con la poética de la voracidad y el hambre. En este contexto, la poesía de Morelos ha sabido sortear los avatares de su oficio. Entre los poetas más jóvenes se distingue Afith Hernández (1980), quien hace uso de una intuición que le conduce la voz: “Los danzantes queman sus pies como una manda./ Tambores, semillas secas en los tobillos,/ el ritmo cifrando una palabra nunca dicha./ Un silabeo./ Plumas que parten el aire; sus escamas fulgurantes/ rozan la piel desnuda de la doncella en supuesto sacrificio./ Aquí, ¿qué dios se nutre con la farsa?” Por su parte, Elizabeth Delgado (1981) deduce en lo inefable:“Qué extraño es padecer de un nombre solitario,/ de miradas hundidas en un sueño,/ de pensamientos sin gramática.” Alejandro Campos Oliver (1983) usa la memoria como móvil del poema:“Mi abuela me dijo/ en un sueño/ que después/ de leer un buen libro/ las hojas pesan entre/ nuestras manos/ y que los dedos son/ como enanitos/ desmayados/ que amilanados/ de tal peso,/ se sumergen/ en un/ recóndito/ letargo/ subterráneo.” Itzela Sosa (1972) apuesta por una senda donde el ritmo se ciñe al significado (contar y cantar):“No hay más pez/ que tu corazón intacto/ ardiendo en medio de la nada/ siendo todo/ una vez más/ sin miramiento/ No hay camino más rojo/ que tu nombre/ ciudad/ cincelado/ en la tibieza de mi sangre.” Armando Alonso (1974) va en un viaje: “La luz abatida en la penumbra de lo incierto abandona la arena tomada por la muerte. Baja la cabeza, saluda a la señora, quítate el sombrero de la duda, tiende tu cuerpo sobre el camino, lame la piedra en que te convertirás.” Alma Karla Sandoval (1975) es una de las voces que en su alquimia nos devuelve al poema: “Hay quien quema la columna de un pescado/ y esconde una llave ensangrentada/ Quien sepulta un cáliz./ Hay quien dice que el campo es para eso,/ para que el tiempo no encuentre lo que ha sido.” Así la poesía morelense, archipiélago donde no hace falta la corrupción ni el arte de trepar  Viñeta de Juan Puga

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L ARTE Y LA ARQUITECTURA del mundo prehispánico han sido fuentes de inspiración de numerosos artistas modernos y contemporáneos. Es el caso de Josef Albers, el reconocido pintor abstracto que fue uno de los principales impulsores de la Bauhaus, la escuela de arte, arquitectura y diseño que revolucionó el sistema de enseñanza artística en Alemania en las primeras décadas del siglo xx. El Museo Guggenheim de Nueva York presenta la exposición Jo- 1. Gran Pirámide de Tenayuca, 1937 sef Albers en México, un fascinante recorrido por la trayectoria pictórica de este artista desarrollada en América, cotejada con las imágenes fotográficas de los motivos arquitectónicos mesoamericanos que dieron lugar a su concepción teórica del color y de las formas abstractas en el arte moderno. Josef Albers nació en 1888 en Bottrop, Westfalia, y desde muy joven alternó su práctica artística con la docencia. En 1913 pintó su primer cuadro abstracto inspirado en Piet Mondrian. En 1923 comenzó su magisterio en la Bauhaus en Weimar en el Departamento de Diseño. Por esos años se casó con Anni Fleischmann, quien más tarde se convertiría en una de las más renombradas artistas del textil del siglo xx. Tras la clausura de la Bauhaus por el régimen nacionalsocialista en 1933, los Albers emigran a Estados Unidos y Josef se incorpora como maestro al Black Mountain College (Carolina del Norte), institución pionera en la que introduce con gran éxito su revolucionario sistema de enseñanza. En 1935 el matrimonio Albers viaja por primera vez a México y el encuentro con la civilización prehispánica marca de manera definitiva la creación de ambos. “México es la tierra prometida del arte abstracto –expresó Albers– pues aquí data de 1000 años de antigüedad.” Josef se dedica a registrar con su cámara fotográfica los monumentos arqueológicos y la arquitectura vernácula de los pueblos. Su pasión por el mundo precolombino los lleva a realizar alrededor de catorce viajes a nuestro país y visitan una y otra vez Teotihuacán, Chichén Itza, Uxmal, Monte Albán, Mitla, Tenayuca, entre otros sitios. “Monte Albán es una de las más grandiosas experiencias en mi vida”, sostenía el pintor. La espléndida curaduría de la exposición en el Guggenheim pone en claro el diálogo íntimo de las formas geométricas de la arquitectura prehispánica con las emblemáticas composiciones constructivistas de Albers. Elementos 2. Tenayuca, 1938 tradicionales de la arquitectura de los templos y palacios antiguos, como el talud y tablero, los chicalcoliuhqui (grecas escalonadas) y los coatepantli (muros de serpientes) son traducidos al lienzo por el pintor visionario que supo captar su esencia y plasmarla en un lenguaje plenamente contemporáneo. Al ver sus fotografías, sorprende la mirada aguda y sagaz del artista que centra su visión en el geometrismo intrínseco del diseño prehispánico que capta magistralmente con su lente para después transportarlo a sus lienzos en composiciones sintéticas abstractas. Cabe mencionar que su exploración del color, que devino una importante reflexión teórica sobre el cromatismo, también tuvo como fuente de inspiración el brillante colorido del arte popular mexicano y las fachadas de las casas de los pueblos, principalmente de Yucatán y Oaxaca. Su extensa obra pictórica consiste en piezas de pequeño formato en las que despliega sus composiciones geométricas en colores encendidos y combinaciones atrevidas; se puede decir que su manejo de la abstracción pura antecede al menos una década al minimalismo de los años sesenta. Paralelamente a su creación plástica y al magisterio –en 1950 se trasladó a la Universidad de Yale (New Haven)– , Albers dedicó gran parte de su tiempo a la investigación y publicó varios libros sobre la teoría de la forma y el color, entre ellos Interacción del color (1963), que sigue siendo un texto imprescindible para artistas y diseñadores. En su última serie Homenaje al cuadrado, realizada de 1950 hasta su muerte en 1976, explora las interacciones cromáticas entre cuadrados de distintos colores organizados de manera concéntrica en el lienzo. Fue el primer artista vivo al que se dedicó una exposición retrospectiva en el Museo Metropolitano de Nueva York en 1971. La exposición Josef Albers en México bien podría haberse titulado “Homenaje de Josef Albers a México”. En sus fotografías y fotocollages se palpa su pasión por nuestro grandioso pasado prehispánico y nos ofrecen una mirada fresca e inédita de esa arquitectura majestuosa que nunca dejará de provocarnos sorpresa 

SENDAS DE LA POESÍA MORELENSE


Arte y pensamiento

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BIBLIOTECA FANTASMA

TOMAR LA PALABRA

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agustín ramos

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EUS DA A MINOS, rey de Creta, un toro que los cretenses deberán ofrendar. Codicioso, Minos se lo apropia hurtándoselo al pueblo. La reina Pasifae, no menos codiciosa, se disfraza para que el animal la posea y engendra con él un hombre con cabeza de toro, el Minotauro. Dédalo construye un laberinto donde el monstruo cautivo será alimentado periódicamente con jóvenes mujeres y hombres atenienses hasta que Teseo lo mata y, mediante el hilo de Ariadna, sale del laberinto para derrocar a Minos. Hace exactamente un año repasé aquí las palabras de Pterocles Arenarius sobre este mito y la lección que proporciona: “El gobernante que por su ambición, su debilidad o su estupidez se convierte en tirano, con su acción terrible y cretina, labra la desgracia para todos, en primer lugar para sí mismo.” En este juego, dice en otro texto,“todos pierden, porque Minos es maldecido, odiado… Y además carga con la vergüenza de lo que pasó con Pasifae.” En http://pterocles-arenarius.blogspot.mx están disponibles los textos de donde proviene lo aquí citado y mucho más. En Los reyes, primer libro publicado en 1949 con su verdadero nombre, Julio Cortázar da otro sentido al mito. ¿Algo cambia? Nada, la acción y el desenlace son los mismos. Sin embargo, la obra, que se propone de manera escénica, resignifica críticamente la figura del héroe y subvierte el papel que los personajes parecían condenados a representar eternamente. La obra no requiere más de cincuenta páginas, su estructura dramática corresponde al virtuosismo narrativo de Cortázar que después será admitido sin objeción, el lenguaje está a la altura adecuada de un tema clásico pero a la vez contiene en su economía la gracia de la agilidad que distingue al autor. Construida con escenas sin título, la obra avanza con un ritmo suntuoso y sobrio. La primera expone al rey Minos enfren-

eve gil

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L ESTRENO DE LA PELÍCULA El castillo de cristal, dirigida por Destin Daniel Cretton, me ofrece un espléndido pretexto para hablar sobre una de esas joyas que se confunden entre el maremagno de bestsellers, no necesariamente sinónimo de mala literatura. Esta novela ni siquiera se escribió con esa intención: exhibe esa cara de la sociedad estadunidense en la que nadie piensa mientras ve películas hollywoodenses o acaricia el sueño americano… y no alude a inmigrantes o afroamericanos, sino a la prototípica familia gringa, caucásica y consumidora de sopas instantáneas, convertidos sus miembros en outsiders a consecuencia de ciertas particularidades de orden psíquico e intelectual que los ponen del otro lado. Todo empieza cuando la autora, Jeannette Walls, periodista de renombre, se dirige, a bordo de un taxi, a una fiesta vip en el corazón de Manhattan. En medio de un embotellamiento, reconoce a su madre hurgando en un basurero de Central Park. La imagen golpea tanto a la narradora como al lector. Jeannette pide al chofer que la lleve de regreso a casa. Lo último que imaginó aquella joven que vivió en calidad de apestada gran parte de su vida, fue que terminaría cubriendo la sección de alta sociedad para New Yorker Magazine. Afirmar que su madre era pintora y su padre inventor, no era más que la verdad. Sólo se ahorra detalles, como que hacía relativamente poco se alimentaba de sobras, escarbando en los basureros de la redacción de la revista, y no disponía de domicilio fijo. Quien viera su maravillosa sonrisa no creería que ella se hizo su propia ortodoncia, sirviéndose de algo tan simplón como un viejo calcetín y unas ligas. Nacida en Phoenix, Arizona, en 1960, segunda de cuatro hijos de Rex y Rose Mar y Walls, Jeannette Walls no conoció otro estilo de vida que la adrenalina y el movimiento continuo. No por nada se arrojó a las fauces del lobo cuando se le comisionó para cubrir las actividades de la gente bonita… ella, a quien siempre segregaron por llevar ropa vieja y rota, perseguida por la

ENTRE HÉROES Y TIRANOS

Dibujo de Pablo Picasso

tado a la pesadilla general del poder con un desdoblamiento particular que lo convierte en amo y esclavo, en carcelero y reo. La segunda escena la ocupan las duplicidades de Teseo, héroe y rey destinado a matar al Minotauro, cosa que da por hecha, y luego a encarar su verdadero problema, la salida del laberinto. En la siguiente escena aparecerá Ariana (sic), voluntad definitiva, aun cuando sea utilizada como instrumento de Minos para conseguir un pacto con Teseo; de Teseo para poder salir del laberinto y del amor recíproco para cumplirse como destino y desenlace. La escena siguiente es del monstruo (ahora nadie se atrevería a llamarle “antihéroe” aunque suponga la pri-

mera piedra del multidimensional edificio cortazariano de la transgresión), a diferencia del héroe, cuya visión de la muerte y el amor es secundaria, derivada, no central, el Minotauro carga la muerte y el amor: la levedad del amante verdadero y el peso mortal de amar de veras. Sirvan algunas frases para intentar definir a los personajes de Los reyes. Minos censura así la sumisión de sus tributarios: “Y los atenienses siempre temerosos. Los atenienses inclinándose con el tributo anual.” Sin embargo, cuando lo exaspera la rebeldía amorosa de Ariana por su hermano el Minotauro, exclama: “Debí encerraros juntos, cederte a sus mandíbulas.” Ariana justifica ante el rey la exigencia de muchachos y doncellas atenienses por parte del Minotauro: “La cólera nació del primero que tuvo hambre.” Luego se inculpa por no entrar a rescatar al Minotauro: “Un horror solitario y astuto cohíbe mis pasos.” Finalmente, esa soledad y esa astucia la hacen concebir el truco del hilo; así, tras entregarlo a Teseo, ella implora: “¡Minotauro, cabeza de purpúreos relámpagos, ve cómo te lleva la liberación, cómo pone la llave entre las manos que lo harán pedazos!” Teseo es sencillo: “Tengo un problema, salir del laberinto.” “Me obedezco sin preguntar mucho. De pronto sé que debo sacar la espada.” Minotauro no confronta a Teseo con fuerza sino con entendimiento: “No es con los ojos que se enfrenta a los mitos. Ni siquiera tu espada me está justamente destinada. Deberías golpear con una fórmula, un ensalmo: con otra fábula.” A fin de cuentas, en la reformulación de Cortázar, ocurrirá un equívoco propiciado por la inocencia, será un malentendido lo que posibilite el cumplimiento del destino, la muerte indeseada de Minotauro y la absurda victoria de Teseo. Empero la sorpresa no termina ahí, falta la escena del citarista… Hoy vendría al pelo una farsa con un Minos tricolor 

ESQUIRLAS inefable vieja estirada, armada de espray aromatizante. Bañarse, como comer, era un lujo que no siempre se podían dar. Más cotidiano que el alimento y el baño, era el riesgo. Los padres de Lori, Jeannette, Brian y Maureen, distan de ser analfabetos o incapaces: Rex es un genial, carismático y atractivo inventor empírico que, cuando no está absorto en libros de física, se aboca a los planos del Castillo de Cristal que planea construir cuando se haga rico con uno de sus inventos. Rose Mary posee un fuerte temperamento artístico que la lleva lo mismo a pintar un cuadro, por el que le pagarán una bicoca, que a escribir una novela, a cambio de la cual recibirá una carta de la editorial alentándola a “continuar intentándolo”. Con todo y que sus padres nutren su imaginación con libros y relatos, los niños son tempranamente vacunados contra Santa Claus, alegando razones políticas que en realidad son de orden práctico pues, independientemente de ser un mito capitalista, los niños Walls no pueden darse el lujo de creer en alguien que difícilmente les hará una visita navideña. Habrán de conformarse con recoger los desperdicios del día

posterior, cuando envolturas y moños hayan sido olvidados en la basura. En medio de la escena idílica de los miembros de la familia leyendo a pierna suelta, crepita la zozobra de que en las próximas horas aparezca algún policía o trabajador social que amenace la unidad familiar y los fuerce a dejar atrás el hogar temporal. Los incendios forman parte de esta familia itinerante que invariablemente se pone a salvo en el poblado más próximo, no importa que pasen a convertirse en la más miserable familia del más miserable pueblucho. Lo emocionante es empezar de nuevo. Conforme crecen, los niños Walls adquieren conciencia de que la vida real no es una interminable aventura. Sus espíritus autónomos les indican que no pueden permanecer inmersos en esa dinámica que les impide crecer. Uno a uno van desertando sin que los padres opongan resistencia. Lori, la mayor, es la primera en partir rumbo a Nueva York, también con aspiraciones artísticas, pero una idea más concreta de lo que quiere y cómo lograrlo. Apenas concluir el bachillerato, Jeannette sigue a su hermana… y Brian sigue a Jeannette… y Maureen, de apenas doce años, a Brian. Una vez solos, Rex y Rose Mary optan por seguir a sus hijos hasta Nueva York, aunque imponiéndose no depender de ellos. Se convierten primero en homeless, posteriormente “ascienden” a squakers, indigentes que se apoderan de edificios abandonados. Pero siempre al tanto del devenir de las vidas de sus hijos, orgullosos de ellos. El castillo de cristal es una novela dickensiana, tan dolorosa como entrañable, a través de la cual presenciamos el relativo éxito de una familia viviendo a contracorriente de una sociedad materialista, racista y conservadora. Lo más loable es que Jeannette Walls la relata con excelente sentido del humor, sin compasión ni pudor; llena de amor no sólo por sus padres y hermanos, sino por todos aquellos marginales –negros, mexicanos, expresidiarios y prostitutas– que la acompañaron en este proceso donde sobrevivir, ya no digamos, crecer resulta toda una aventura 


CINEXCUSAS

BEMOL SOSTENIDO

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Arte y pensamiento

Jornada Semanal • Número 1194 • 21 de enero de 2018

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Alonso Arreola @LabAlonso

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AFONÍA EN LAS GALÁPAGOS

RÁCTICAMENTE SIN MÚSICA. Así pasamos los primeros doce días del año. De vez en cuando un restorán soltaba algo de reguetón; de pronto un barecito algo de salsa-choque (de la que ya hablaremos), sí, pero no mucho más y siempre a volumen moderado. Porque en las islas Galápagos (Océano Pacífico, a mil kilómetros de Ecuador, país al que pertenecen) el dominio animal se ha impuesto a muchas de las leyes que limitan el comportamiento humano tanto en lo espacial como en lo auditivo. Es así que el sonido del océano, de las aves, de los insectos y de los lobos marinos predomina en el aire, impulsando una sensación paradisíaca que llega al extremo cuando comprobamos que muy pocos de estos seres le tienen miedo a nuestra especie y que, cotidianamente, se le acercan con diáfana curiosidad. Entonces: prácticamente nadie con radio portátil en la playa. No hay parapentes ni bananas acuáticas con gente gritando. No hay paseos en helicóptero perturbando el andar de la brisa. Los permisos de las embarcaciones están clasificados al extremo: pesca manual, pesca vivencial, buceo, visita en tierra, etcétera. Sólo una línea local hace viajes en avioneta entre las tres islas principales del archipiélago, así que es rarísimo escuchar un motor aéreo. En la callecita principal de Puerto Ayora (isla de Santa Cruz, la más poblada), empero, la vida comercial se perfila hacia ese terrible futuro en donde cada establecimiento será tienda de suvenires plásticos o agencia para excursiones de un día. Parece inevitable. Digamos que los turistas han abandonado los pequeños cruceros –de precios estratosféricos– para dormir en tierra a costo de hostal, lo cual ha ido modificando el entorno rápidamente. Decenas de idiomas. Decenas de costumbres. Decenas de paladares. Epidermis varias... Pero eso sí, la mayoría exigiendo que el terreno pueda conquistarse con un par de sandalias –chanclas–, soslayando

Luis Tovar @luistovars

si se pisa lava milenaria, arena, adoquín, tierra o concreto. Senderos y veredas bien trazados han aparecido en los paisajes más remotos, rodeando volcanes o en medio de tupidos humedales, permitiendo que un mediano esfuerzo consiga vistas lunares, marcianas, oníricas de tan verdes o singulares. Verbigracia: las poblaciones de Escalesia en torno a oquedades y túneles de magma seco, ahora desnudos para indeseados visitantes. Lo bueno, decíamos, es que la naturaleza nos acalla. Cantan su vulnerabilidad las tortugas gigantes de tierra, y nos arman de sigilo. Sacan su cabeza las tortugas de mar para inhalar ocho horas subacuáticas, y nos renuevan el mutismo. Nadan zigzagueantes las iguanas y en su leve singladura acarician la mudez. Entre los lobos de mar se llaman la madre y el cachorro, juegan los más jóvenes, se pelean los machos mayores… Articulan en conjunto comas, acentos, artículos y preposiciones entre viajeros azorados, pues deambulan junto a ellos en embarcaderos, playas, malecones, hoteles, bancas públicas y camastros, llamando a su sordina. Flamencos, pelícanos, piqueros, gaviotas, canarios, pinzones y demás aves hacen lo suyo siguiendo el discurso de lagartijas, ciem-

DE GATOS Y CASCABELES

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S ALTAMENTE PROBABLE que quien pase sus ojos por estas líneas haya leído alguna vez las novelas Primer amor, últimos ritos, Trópico de Cáncer, Los once mil falos y Justine, por citar sólo cuatro. Como sabe quien las conoce, esas obras no se distinguen precisamente por lo que hoy se da en llamar “corrección política”, en este caso tocante a la sexualidad humana, que en más de un aspecto sólo es el nombre moderno del puritanismo. Pues bien: si eso que hoy es considerado ya no digamos el mejor, sino incluso el único comportamiento aceptable, fuera llevado hasta sus últimas consecuencias lógicas, usted tendría no solamente que arrepentirse públicamente de haber leído esos y otros libros de Ian McEwan, Henry Miller, Guillaume Apollinaire y el Marqués de Sade, respectivamente, sino además debería organizar una pira pública para quemar en ella las obras completas de dichos autores, retirarle hasta el saludo a quienes no hagan lo mismo o expresen su desacuerdo con tal decisión, escrachar a quienes lean y conserven en sus bibliotecas esos libros y otros por el estilo, no participar en ningún proyecto ni actividad que los incluya del modo que fuese… Después, por estricta congruencia, tendría que repetir el proceso con libros que, sin ser explícitos en su “incorrección” o que ni siquiera abordan esos temas, fueron escritos por autores de los que antes o después llegó a conocerse una o más conductas moral y/o legalmente reprobables… Y después se vería obligado a proceder exactamente igual con la pintura y los pintores, la escultura y los escultores, la dramaturgia y los dramaturgos, la música y los músicos, el cine y los cineastas... Pero el asunto no para ahí, porque la sexualidad sólo es uno de los muchos asuntos potencialmente convertibles en esas arenas movedizas donde el menor paso en

piés, escarabajos, moscas, libélulas y hormigas; de tiburones, rayas, cangrejos y peces multicolores que con bellos alfileres de garganta, pata o burbuja detienen al silencio ya ondulante, bandera de patria que no nos necesita. Nadando en la torpeza, con visores y respiradero artificiales, el aliento se acelera ajeno al espectáculo que cobija amorosamente. El pulso recuerda que somos invasores, por más distancia que tomemos. Volcanes, cavernas, montañas y valles se tienden a los ojos pidiendo no ser musicalizados, tarareando periferias inauditas. Todo nos pide recato, reducción de fonemas. Todo nos reduce desde algo anterior a la belleza con evoluciones lentísimas del pico, la rama, la garra, la piedra y el colmillo. El sol subraya que estamos en la panza de la Tierra y cobra doble factura. Muerde vigorosamente cuando en las zonas altas coronan las nubes su líquida venganza. Todo alza la voz y nos somete, todavía. Claro. En esa polifonía reverberante hay un solo silencio: el nuestro. Humillación pasajera de ideas y pensamientos que día con día erigen su injusta potestad en las Galápagos, como en cada vez menos partes del planeta que cumplen su estancia sin ambiciones, demostrando las mejores conclusiones de un panteísmo, de una hermandad soberana de la que vamos quedando fuera. Y no se trata de callar forzadamente ni de ser vegetarianos. No se trata de apagar las máquinas ni enmudecer los instrumentos musicales. Se trata de contemplar sin palabras, de rato en rato, imaginando ese tiempo antes del tiempo tal y como escribe el gran poeta veracruzano Francisco Hernández:“El pelícano se clava/ en el azul vespertino./ Semeja un tizón de lava/ o un arcángel submarino,/ cuyo vuelo no se acaba/ donde termina el camino./ El pelícano soñaba./ No hay mar. Tampoco destino.” Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

falso puede condenar a cualquiera al ostracismo. Así que, de nuevo en aras de la lógica y la congruencia, tendría usted que seguirse con el rechazo, público y elocuente, a cualquier obra y autor sospechoso de apologetizar en su trabajo, y/o practicar personalmente, y/o no manifestarse tan mediática y notoriamente como sea posible, contra la intolerancia a la diversidad sexual, el racismo en sus infinitas manifestaciones, el clasismo ídem, la violencia preeminente, el supremacismo biológico humano, la irresponsabilidad ecológica… En el improbable final –improbable porque una tarea así seguramente no ha de acabar jamás–, su entorno, sus referentes y su imaginario serán inmaculados –es decir, lo que su entonces muy angosta moralidad considere susceptible de ser calificado así–, pero de manera irremediable su universo cultural habrá quedado reducido al mínimo, con tendencia a empequeñecer.

No dictar: reflexioNar La aclaración debería ser innecesaria, pero más vale hacerla: ni media palabra puede decirse a favor de los Nassar en el deporte, los Maciel en la religión o los Weinstein en

el cine, y queda fuera de toda duda lo saludable, a nivel individual y colectivo, de acciones como #MeToo y similares. Dicho con una expresión popular, ya era hora de que a ese gato se le pusiera el cascabel, con miras a eliminar la depredación sexual –cosa que se antoja imposible, pero no por eso menos exigible–, lo mismo en el ámbito de lo privado que en el de lo público, al que pertenecen las artes y los espectáculos. Empero, esa tarea urgentísima no estará completa si al mismo tiempo no se le pone su correspondiente cascabel a otro gato, que puede ser llamado revisionismo, maniqueísmo, extremismo, absolutismo… Póngase un ejemplo práctico: en esta columna, dedicada a la crítica cinematográfica, se ha hablado innumerables veces del cine de Woody Allen, sobre quien pesa en este preciso momento la carga mediática más fuerte de algo que están dando en llamar “la era postWeinstein”, debido a las acusaciones de abuso sexual erigidas hace un par de décadas contra el autor de Manhattan, por cierto ya resueltas jurídicamente. En la lógica neovictoriana que ha movido a muchos de quienes han colaborado con Allen a desmarcarse de él y, a toro pasado, expresar su rechazo, ¿qué debería hacer, por ejemplo, alguien como este ponepuntos? ¿Desdecirse de todo cuanto haya manifestado, favorable o no, relativo al cine alleniano? ¿Ignorarlo de hoy en adelante o asumir el riesgo de ser considerado un apologista suyo? Y una vez más en esa lógica: ¿de hoy en adelante debería ver todo el cine bajo esa luz y autocensurarse en caso de habérselas con un defenestrado más? Pocos temas merecen tanto ser abordados con total disposición a escuchar, y no a dictar posturas desde una superioridad moral igualmente cuestionable. La reflexión está abierta 


ENSAYO

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EVOCACIÓN PERSONALÍSIMA DEL GRAN NARRADOR Y ANTROPÓLOGO JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, AUTOR DE UNA DE LAS OBRAS EMBLEMÁTICAS DE LA LITERATURA INDIGENISTA DEL SIGLO PASADO.

Los ríos profundos: de vidas, viajes y caminos Xabier F. Coronado Los indios llaman “yawar mayu” a esos ríos turbios, porque muestran con el sol un brillo en movimiento, semejante al de la sangre. José María Arguedas, Los ríos profundos

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esde el principio, a todos se nos abren los caminos, aunque luego se cierran a medida que vamos aceptando la realidad exclusiva. La ruta oficial ya estaba trazada sin consultarnos previamente. Todo se hizo obligado, marcado por el destino que tocaba vivir, limitado a la senda ya señalada por aquellos que nos habían precedido. Pero la realidad es que siempre están abiertos los caminos, aunque parezca que permanecen cerrados. Muchos recordamos aquella vez que caminábamos de la mano de una persona cercana que nos llevaba a un lugar determinado. En un momento, distraída por algo, nos soltó y entonces seguimos adelante, solos, por un camino lateral que captó nuestra atención infantil. Sin temor, porque aún no existían los miedos, tomamos ese camino alterno, libres, guiados por un instinto aventurero… hasta que la voz familiar nos llamó a su lado con alarma. Entonces aprendimos que debemos andar sólo por caminos establecidos, siguiendo el rastro de otros que no llegaron a ninguna parte. Pero eso no importa, había que seguirlos y actuar como si fueran a llevarnos a un lugar extraordinario. Así, recorrimos el sendero común que la educación impone, años de estudios y tareas, de incomprensiones y requerimientos. El viaje cotidiano recorre siempre la misma ruta sin fin dentro de casa, el mismo itinerario cada día, a la escuela, al trabajo, a las responsabilidades familiares, por esa línea precisa marcada en el mapa de la vida con regla, escuadra y cartabón. Afortunadamente, nada es tan absoluto y, a veces, se dan las vías alternas. Otras rutas se abren y, ante la disyuntiva, podemos decidir ir a la contra… pero se necesita voluntad y confianza, entregarse, creer en lo que se elige. Hay vías alternas pero para emprenderlas hace falta decisión. La que se tiene cuando la luz que se intuye al fondo del túnel es más fuerte que la voz que nos detiene. Entonces, esos otros caminos se hacen realidad, caminos que tampoco llevan a ninguna parte, porque la muerte los reúne igualando los destinos, pero dejan una satisfacción diferente por ser veredas que se van construyendo cada día, forjadas a base de latidos, en un viaje abierto sin itinerarios preconcebidos ni rutas acordadas. Es elegir entre lo conocido y lo que se puede conocer. Al menos una vez en la vida surgen otras posibilidades. Nos percatamos de que la colateral está ahí porque percibimos huellas de pioneros que hollaron esas rutas fronterizas. Muchas veces, la atracción que producen los misterios por descubrir no es suficiente para dar el golpe de timón y cambiar el rumbo. Entonces sublimamos el impulso, miramos alrededor, a la conocida realidad que atrapa, y reafirmamos el viaje cotidiano. No convence a la razón el impulso del instinto.

Otras veces nos ciegan las luces desveladas, la corriente de aire fresco que augura ambientes renovados, horizontes abiertos y escondidos. Encandilados por reflejos del futuro, por voces misteriosas que susurran secretos al oído, nos lanzamos en pos de esos murmullos de sirenas, no importa si llevan a un abismo. Hay ocasiones en que esa senda a lo desconocido, a lo que queda fuera de la hoja de ruta, está detrás de una puerta que abierta por azares o impuesta por circunstancias, un día se hace presente. Así le pasó a José María Arguedas: en su infancia una serie de vicisitudes familiares lo llevaron a un viaje sin retorno, a un periplo sin fin, a través de los ríos profundos que bajan de la sierra, entre paisajes que, a pesar de estar ahí, no se ven desde el camino. Ese cambio de ruta marcó la existencia de Arguedas y pudo experimentar otras realidades que quizás nunca hubiera podido descubrir. Jorge Manrique acuñó en sus coplas que el viaje de la vida es como un río, uno de esos ríos profundos que Arguedas descubrió cuando era niño. Cauces que marcan los caminos de una vida, que cruzan valles y barrancas, que van desde las milenarias piedras del Cuzco, hasta las cimas de las cordilleras que envuelven el Apurímac –“dios que habla” significa el nombre de este río– donde “los cañaverales reptan las escarpadas laderas o aparecen suspendidos en los precipicios”. Desde arriba, la voz del río suena lejana, traída hasta las cumbres desde abismos profundos, “como un rumor del espacio”; después se llega a la quebrada bruscamente y no se escucha más que esa voz del río que parece cantarnos al oído un huayno triste que habla del olvido y que despierta en el viajero recuerdos de los sueños más lejanos, de afanes muy antiguos. Por esas rutas José María Arguedas llegó a Abancay, el pueblo silencioso, después de atravesar toda la sierra en un peregrinaje que, momentáneamente, allí se detendría. Un tiempo importante de su infancia que le marcó la vida. “Awankay es ‘volar planeando, mirando la profundidad’, un pueblo perdido entre bosques de pisonayes y de árboles desconocidos, es un valle de maizales inmensos que llegan hasta el río.” Arguedas llegó a este lugar con su padre, atravesando el puente de cal y canto de tres arcos sobre otro río profundo, el viejo Pachachaca. La vida es un viaje inmerso en ríos profundos que fluyen hacia adentro, para explorar el origen, donde se encuentra la razón de la existencia. La búsqueda es sin tregua y es precisa, el viaje se modela con la tierra y el agua del camino, se fragua con el fuego interior que da su sentido a cada vida. El barro se convierte en memorias que con el sol se cristalizan, el trabajo continuo engendra obras que van quedando a lo largo del camino como estelas grabadas en el códice de la vida: son señales que marcan una huella, hitos en un mapa que a otros guía y forman un mensaje que perdura 

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