Mexicanos en Estados Unidos: “felices” pero invisibles Yareli Arizmendi
¡Diez segundos! El box, determinación y sacrificio Roberto Garza Iturbide
Entrevista con el narrador mexicano Daniel Saldaña París Alejandro García Abreu
SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 21 DE JULIO DE 2019 NÚMERO 1272
200 AÑOS
DEL DISCURSO DE ANGOSTURA
LA FILOSOFÍA SOCIOPOLÍTICA DE SIMÓN BOLÍVAR Gustavo Ogarrio
LA JORNADA SEMANAL
Portada: Rosario Mateo Calderón
2 21 de julio de 2019 // Número 1272
200 AÑOS DEL DISCURSO DE ANGOSTURA. LA FILOSOFÍA SOCIOPOLÍTICA DE SIMÓN BOLÍVAR Pronunciado el 15 de febrero de 1819, al instalarse el segundo Congreso Constituyente de Venezuela, el célebre Discurso de Angostura del libertador Simón Bolívar es, además de piedra de toque para la construcción de la República venezolana, un documento esencial en la historia de Latinoamérica entera: en el Discurso están plasmados los principios, las aspiraciones y los fundamentos sociales, políticos y humanísticos de aquello que Bolívar concibió como la Patria grande. A dos siglos de distancia, la vigencia de sus ideas permanece no sólo incólume, sino que aumenta en virtud de la evidente necesidad de transitar al futuro con herramientas muy distintas a las ofrecidas por el neoliberalismo, de probada ineficacia.
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LA ESCUELITA*
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profesor: ¡Enrique, beautiful boy! (abraza y besa a
(Salón de clases. Están la maestra, los alumnos y un profesor visitante) maestra: A ver niños, saluden al profesor Landau. niños: ¡Buenos días profesor Landau! maestra: El profesor Landau viene de Estados Uni-
dos a darnos una clase sobre… niño periodista: Miss maestra: Dime, Ciro. niño periodista: ¿Puedo ir al baño? maestra: No. Saquen sus cuadernos. La clase se llama cómo derrocar a un gobierno en cinco pasos. Como subtítulo, manual del golpe de Estado suave o blando. niño político: Blando con b… maestra: ¡Marko! profesor: Okey, okey, no preocupar, ah… niños, mí creer necesario aprender ustedes ah… cinco pasos para tumbar gobierno, sin necesidad de militares, tanques o balazos, como antes jajajá, okey. Ah… hoy guerra moderna es con armas psicológicas, sociales, económicas y políticas. niño empresario: Perdón, profesor, pero ¿qué tan efectivas son esas guerras? O sea, ¿no se tardan mucho? Porque a nosotros nos urge un poco. profesor: ¿Efectivas? ¡Efectivísimas! Brasil, Honduras, Paraguay, Argentina, Venezuela… niño empresario: Ahí ya se tardaron un poco, ¿no? maestra: ¡Gustavo! profesor: Okey, okey, no preocupar. En Venezuela un poco, sí, pero ah… cómo decir ustedes… ya mera, ya mera. niño político: Mejor volvemos a comprar las elecciones. profesor: ¿Y esperar seis años? No, no. Ustedes aprovechar ah… revocación de mandato, en dos años, yo ah… garantizar resultados. niño periodista: Miss (la Maestra lo ignora) profesor: Bien, ah… los cinco pasos son: ablandamiento, deslegitimación, calentamiento de la calle, combinación de formas de lucha y ah… fractura institucional. niño político: Ablandamiento con b… profesor: ¡Con b de banco! porque financiamiento económico muy importante, ¿eh? ¿Qué tal? Jajajá, okey. Ah… desglosemos: ablandamiento. ¿Cómo piensa ustedes ablandar este gobierno? niño político: Creándole problemas económicos, sociales y de todo tipo. profesor: ¡Okey! niño intelectual: Soliviantar a las comunidades indígenas, al ezln, a los descontentos con los recortes al gasto, sabotear sus proyectos. profesor: Okey. Pero haber algo más efectivo, a ver, piensa, piensa. niño ombusdman: ¿La inseguridad? profesor: ¡Bingo! No haber nada que molesta más que vivir insegura, con miedo, con alto criminalidad. Hay que desatar actividad criminal; asaltos, secuestros, asesinatos. niño intelectual: ¡Claro! Que la gente sienta que este gobierno empeoró las cosas, que no hay ningún cambio; hashtag ¡Si no pueden renuncien! profesor: ¡Generar clima de malestar social! niño ombusdman: Inducir denuncias de todo tipo, de corrupción, abusos; intrigar, provocar pleitos. niño empresario: Crear problemas económicos, pro-
Javier Bustillos Zamorano ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
Tomar instituciones emblemáticas; desarrollar operaciones de guerra psicológica, organizar acciones armadas, ¡crear clima de ingobernabilidad!
vocar escasez de productos, escaladas de precios… niño intelectual: ¡Habrá un malestar general contra el gobierno! ¡Lo debilitaremos; erosionaremos su base de apoyo! (Aplauso general; la Maestra y el Profesor sonríen) profesor: ¡Paso número 2! ¡Quitar legitimidad al gobierno! (Varios niños levantan la mano entusiasmados.) niño periodista: ¡Miss! maestra: Sí, Ciro, dinos. niño periodista: ¡¿Puedo ir al baño?! (La maestra lo fulmina con una mirada.) profesor: A ver, tú (señala al más alborotado de todos) ¿cuál ser tu nombre? niño intelectual: ¡Enrique, señor profesor! Este gobierno es autoritario; el presidente se ubica por encima de la ley, gobierna como un dictador porque tiene mayoría en el Congreso. profesor: ¡Oh yeah! ¿Y qué hace un dictador? niño ombusdman: ¡No le gusta la crítica! ¡Insulta a la prensa! ¡Limita la libertad de expresión! ¡Atenta contra los derechos humanos! niño empresario: ¡Descalifica a los que no piensan como él! ¡Nos llama fifís! niño político: ¡Divide a la sociedad! profesor: Ustedes aprender rápido, oh sí. ¡Desarrollar intensas campañas defensa de libertad de prensa y de derechos humanos! ¡Acusar de totalitarismo! ¡Gobierno autoritario! Si esto repetirse ah… machaconamente, pronto calles llenarse de manifestantes. niño intelectual: ¡Y ese sería el paso número 3! profesor: ¡Oh beautiful boy! ¡Yes! En esta fase centrarse en lucha activa callejera por reivindicaciones políticas y sociales, ah… promover protestas violentas que amenacen a instituciones; si haber sangre, mucho bien. niño periodista: ¡Miss! maestra: ¡Que no, Ciro, maldita sea! profesor: ¡Paso número 4! ¡Combinar formas de lucha! Una vez caliente calle, tomar instituciones emblemáticas; desarrollar operaciones de guerra psicológica, organizar acciones armadas, ¡crear clima de ingobernabilidad! niño político: ¿Guerra qué? niño intelectual: ¿Me permite explicarlo, señor profesor? (el Profesor asiente sorprendido). La guerra psicológica consiste en quebrar la moral y confianza de nuestros enemigos, los chairos. ¿Cómo?, atemorizándolos con mensajes y rumores, adueñándonos de sus mentes para que ni siquiera intenten defender a su mesías tropical. A través de un buen sistema de propaganda, es posible cambiar la mentalidad de esas masas inmundas. Un rumor bien sembrado colapsaría a las fuerzas armadas y desmoralizaría a los organismos de seguridad.
Niño Intelectual) ¡Yo ver gran futuro para ti! (Los demás niños aplauden y la maestra se limpia una lágrima). Y finalmente, querida niños, ¡el paso número 5! ¡Fractura institucional!: sobre base de acciones callejeras, tomas de instituciones, pronunciamientos civiles y militares y clima de ingobernabilidad… ¡se obliga renuncia del presidente! (Brincan los niños de sus pupitres, vuelan cuadernos, gritan eufóricos) Calma, niños, calma un momento. Yo decir algo muy importante (cesan los gritos) Ah… recordar siempre esto: manipulación de audiencia por parte medios de comunicación es arma principal para preparar terreno antes de golpe de Estado. maestra: Ciro (el Niño Periodista no se mueve) ¿Ciro? profesor: Oh my God, ¿Qué ser ese olor?... *Basado en el ensayo “De la dictadura a la democracia” de Gene Sharp (Estados Unidos 1928-2018) que describe 198 métodos para derrocar gobiernos, mediante los llamados “golpes suaves”.
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Crónica
¡DIEZ SEGUNDOS!
EL BOX, DETERMINACIÓN Y SACRIFICIO E Mucho se ha escrito sobre boxeo: desde crónicas periodísticas de batallas épicas hasta textos de grandes autores como Sir Arthur Conan Doyle (Rodney Stone), Jack London (A piece of steak, The Mexican y The Game ), Ernest Hemingway (Cincuenta de los grandes), j. Bernard Shaw (La profesión de Cashel Byron), Julio Cortázar (Torito y La noche de Mantequilla), Norman Mailer (El combate) y Ricardo Piglia (El Laucha Benítez cantaba boleros).
Inspirado en esas grandes plumas, este artículo parte de una sudorosa charla de gimnasio y narra la historia de un talentoso boxeador mexicano que llegó a ser campeón nacional supermosca y que, como cientos de pugilistas de ambos sexos en todo el país, se vio forzado a dejar el boxeo, aún en plenitud, por la falta de un promotor.
Roberto Garza ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
l sudor escurre por mi cara. Puedo ver las gotas que caen de mi nariz al suelo y de inmediato se absorben en un mismo punto que se expande como estrella. Estoy en posición de plancha, horizontal al piso y firme como una mesa. “¡Diez segundos!,” truena la voz del entrenador y al instante me invade una sensación ambivalente: sólo faltan diez segundos y aún quedan diez segundos. Esa sensación, que puede ser vista como una de las tantas analogías que existen entre el boxeo y la vida, sintetiza lo que experimenta un pugilista cuando está en pleno combate y escucha la llamada “campanada de los diez segundos”, sonido que, casi de manera inconsciente, lo motiva a cerrar con fuerza y a no doblegarse durante los instantes finales de un round o combate. Afortunadamente, en esta ocasión me tocó estar del lado donde los “diez segundos” no se convierten en diez minutos de castigo interminable. No. Se van rápido, con el soportable dolor físico que implica estar un rato en esa posición. “¡Tiempo!”, indica en voz alta el coach y me reincorporo rápido en un par de movimientos. Respiro profundo. Bajo el ritmo cardiaco y percibo que el tiempo se dilata. Mientras me recupero para el siguiente ejercicio, dirijo la mirada hacia el entrenador. Lo observo fijamente y me topo con un rostro sereno, amable, que no empata con el referente de un peleador rudo (tipo Robert De Niro en Toro Salvaje, de Martin Scorsese) pero que refleja y es congruente con su propia historia, la de un boxeador profesional que fue monarca nacional supermosca y que hoy, a los treinta años de edad, en plena forma física y mental, recibe, como un gancho al hígado en plena campanada de los diez segundos, el sólido golpe de la realidad del mundo del boxeo en nuestro país. “No todos somos El Canelo ni todos tenemos la suerte de contar con un promotor que te apoye de la manera correcta”, me dijo el día anterior el entrenador, Efraín Matador Pérez, boxeador con más de diez años de experiencia en el ámbito profesional y en cuyo currículum sobresale el haber sido Cinturón de Oro, campeón del mundo hispano y campeón nacional supermosca. Actualmente, Efraín da clases de boxeo en el Gimnasio Coyoacán de Ciudad de México. “El plan era ambicioso. Soñaba con ser campeón mundial. Todo iba bien, pero llegó un punto en mi carrera en el que necesitaba forzosamente el
apoyo de un promotor. Tras ganar el campeonato nacional, irónicamente, me quedé sin promotor y conseguir peleas fue muy difícil.” Con el cinturón de campeón supermosca en la cintura pero sin promotor, el Matador se encontró ante un dilema. Se le conocía en el mundo del boxeo como un peleador duro, fino en su técnica y de buen manejo de los ritmos, pero que no estaba clasificado a nivel internacional. Abrirse camino fuera de México fue casi como empezar de cero. “Así estuve unos tres años, con dos peleas al año a lo mucho pero, eso sí, sin dejar de entrenar un solo día porque podía pelear en cualquier momento.” Efraín Pérez Lázaro entrenaba de manera ininterrumpida con el coach Marcos Mendoza en el legendario Gimnasio Pancho Rosales, ubicado en la colonia Tránsito de Ciudad de México. “Lo que te dicen es que siempre hay que estar preparado para cuando salga una pelea. Pero así no se hace, porque existen los procesos de preparación. Si todo el tiempo entrenas como si fueras a pelear la próxima semana, pues te desgastas, te quemas. Las peleas requieren de su tiempo. Hay que estudiar bien al rival y seguir un proceso para subir al ring en las mejores condiciones. Pero si te avisan una semana antes, pues no sólo vas en contra de un peleador ya clasificado internacionalmente sino que llegas sin la preparación adecuada. Es brutal entrenar así, la verdad. Y ese es el gran problema de no contar con un promotor, que no puedes planificar bien tus procesos.”
Otro tipo de terapia EFRAÍN PÉREZ TENÍA diecisiete años cuando decidió ser boxeador. Corría el año 2006, su familia acababa de regresar de Houston, Texas, a Ciudad de México y su mamá, la señora Lázaro, había enfermado gravemente del hígado. De hecho, se encontraba al borde de la muerte, en etapa terminal. “Estaba muy afectado por la enfermedad de mi madre y me recomendaron que fuera a terapia, al psicólogo. Pero decidí hacer algo distinto con esa energía, con el enojo, el dolor, la frustración. Por ese tiempo un amigo me invitó a hacer boxeo y me gustó tanto que ahí me quedé,” recuerda quien seis años después se coronaría en la categoría supermosca. Tras la muerte de su madre, Efraín juró que la haría sentir orgullosa de él y se enfocó a entrenar duro con Marcos Mendoza, quien al poco tiempo le puso el mote de Matador tras vencer a un peleador invicto que era promovido por el Canelo.
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Efraín debutó en el boxeo profesional en el torneo Cinturón de Oro, al que llamaban “La fábrica de campeones.” Apenas llevaba dieciocho peleas amateur y había rivales con mucha más experiencia que él. “Tuve una preparación muy intensa, muy dura, incluso podría decir que excesiva, a cargo de Marcos Mendoza hijo. Cuando entrenaba con él, a veces regresaba a casa con fiebre. Pero mi cuerpo se adaptó bien a su estilo. De esa primera pelea no olvido lo que se siente cuando, por primera vez, te colocan el vendaje profesional y percibes que tu mano está sólida, que la muñeca no se mueve nada, como si fuera un marro. Y dices: ¡Ay cabrón! ¿También van a vendar así a mi rival? Desde ahí ya sientes la adrenalina en el cuerpo. Luego viene el camino al ring, que es otro momento bien fuerte. Ese trayecto es como una droga a la que te haces adicto. La primera vez que lo haces como profesional es muy impactante, inolvidable, porque tienes las cámaras, las luces, la gente que te observa, y te diriges paso a paso al cuadrilátero donde, una vez que suena la campana y empieza el combate, entras en otro canal: te enfocas al cien por ciento en la pelea.”
Sacrificio y determinación NO ES FÁCIL ser boxeador en México. Para dedicarse a este deporte hay que amarlo profundamente. Efraín Matador Pérez, el coach que me entrena cinco días a la semana, es el claro ejemplo de un pugilista talentoso –como los miles que hay en México– a quien el mismo mundo del boxeo le está regresando los golpes a la cara y triplicados. Ha dedicado su vida a este deporte, incluso abandonó en dos ocasiones la universidad para dedicarse a entrenar con todo su ser para llegar a ser campeón. Pero una vez que se coronó en casa y tuvo la oportunidad de dar el brinco a la escena internacional, no hubo un promotor que impulsara su carrera. Si eso pasa con un campeón, ¿cuál es el escenario para los miles de boxeadores y boxeadoras nacionales que sueñan con triunfar pero no pertenecen a la élite? De entrada, como me explicó Efraín, los y las pugilistas en nuestro país no cuentan con seguros de gastos médicos. “En México, cuando firmas un contrato para una pelea, la empresa no se hace responsable de lo que te pase en el ring.” El Matador propone que exista una bolsa de trabajo para que el peleador pueda tener una chamba digna que a la vez le permita entrenar como profesional. Desalienta que un peleador de probada calidad tenga que alejarse del cuadrilátero por dichas causas. Un hombre de hierro que ha entrenado en Japón con campeones mundiales, que se ha entregado por completo al boxeo, pero que está fuera de la escena por no contar con un promotor. Ante esta situación y una tendinitis que le aqueja, Efraín Pérez tuvo que dejar de pelear y se incorporó de lleno como entrenador en la Alcaldía Coyoacán, trabajo que, fuerza es decirlo, realiza con gran esmero y dedicación. “Ahora tengo que ver por mi esposa y por mi bebé; necesito un ingreso fijo para mantenerlos y, desafortunadamente, en este momento el boxeo no me lo da. Me encantaría seguir peleando pero no existen las condiciones.” Lo observo y veo un rostro sereno, de mandíbula dura pero relajada, y pienso en la palabra “resignación”. Se lo comento y el Matador hace honor a su alias y contraataca con una palabra clave en su vida: “decisión.” “¡Diez segundos!”, le digo en voz alta para que suelte una última reflexión antes de la campanada final. “Tal vez no llegué a ser campeón del mundo, pero si pudiera regresar el tiempo volvería a ser boxeador una y mil veces. Cuando me refiero al box, cambio la palabra “sacrificio” por “determinación” l
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MEXICANOS “FELICES” EN ESTADOS UNIDOS: PERO INVISIBLES Una invitación a reconocer e impusar la cultura mexicana y el ser mexicano en un país que se ha vuelto hostil a pesar de su propia tradición de libertad y apertura, y de depender tanto de nosotros.
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Buenos días, cómo están? ¿Cómo se sienten? Debían sentirse muy muy felices –o qué, vamos a hacer quedar mal a las Naciones Unidas? Por si no lo sabían, en su más reciente informe de la Felicidad Mundial la onu declaró a México el segundo país más feliz de Latinoamérica –nos ganó Costa Rica, casi empatamos. ¿Qué? ¿No les late que nos tachen de felices? El informe dice que a pesar de la pobreza, la violencia y la desigualdad, México y sus mexicanos somos los numero dos en felicidad. Ya sé lo que están pensando: ¿Pues a quién le preguntaron? ¿Y cómo le hicieron para medir la felicidad? Buenas preguntas. A ver, les leo el dictamen que dice así: “El factor que más contribuye a la Felicidad de los Mexicanos es la abundancia y la calidad de relaciones interpersonales cálidas y genuinas. Esto reduce las angustias y preocupaciones. La sensación de sentirse querido es tan importante como comer.” ¡Estamos gorditos de cariño! Eso me suena a que, en nuestro caldo de cultivo, o sea en nuestra cultura, la familia, la amistad, socializar, el cariño, pues son la neta. ¿Pero será que es un valor cultural tan arraigado, uno que se nos da tan natural, que ya ni cuenta nos damos de que es un don? Algo especial que no todos saben hacer.
Yareli Arizmendi* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
¿Cómo vamos, ya más felices? Bueno, la verdad es que para nada les reprocho su escepticismo. ¿Cómo está eso de que a pesar de todo lo malo estamos felices? Eso me hace recordar una pregunta que me hizo hace años David Ávalos, un artista amigo mío: ¿Sabe el pez que esta mojado? ¿Sabe el pez lo que es el agua? ¿De qué está hecha o dónde ir a buscarla? ¿Sabrá que sin agua lo más seguro es que se muera? ¿O será que el pez intuye que de tener que hacerlo, es capaz de aprender a respirar aire? A mí me sacaron del agua a los catorce años, me mandaron de Ciudad de México a Atchison, Kansas –por ahí donde vive Dorothy la del Mago de Oz. Hablaba inglés bien, era una chava curiosa, amiguera y agradecida de dejar atrás una situación familiar muy difícil, así que al principio no sentí que me faltara agua. Terminé prepa y la vida me llevó a San Diego, California, a la Universidad. Y ahí sí me cambio el mapa. Seguía yo en Estados Unidos, con los güeros, pero San Diego estaba lleno de mexicanos, bueno, de unos que parecían mexicanos pero no hablaban español: Los chicanos, México-americanos. Eso sí, comían tortillas, tacos y tamales. Es más, los hacían –from scratch, a mano– no como yo que los tamales los sabía comprar en la panadería, y las tortillas en la tortillerías o más bien empacadas en bolsitas en el súper. Ellos fueron gotas de agua que me recordaron que aunque yo había aprendido a respirar aire, mis pulmones anhelaban el agua, los abrazos, los chistes, el llorar sin pena, la solidaridad de amigos y las discusiones políticas apasionadas para cambiar nuestro mundo. Conocí a Luis Valdez y su Teatro Campesino y desde allá, en Estados Unidos, con ellos aprendí a amar a Mexico, a verlo con la perspectiva que da la distancia. Y saben de qué me di cuenta? Que los chicanos estaban enamorados de un México mítico, nostálgico, pero que si actualizaban la visión y los lazos con el México del presente, el que yo conocía, podrían dejar de sentirse menos ciudadanos de segunda como los gringos los hacían y hacen sentir. Pero luego me fui dando cuenta de otra cosa: que los mexicanos de México sentían que los que se habían ido pa’l otro lado,
los habían traicionado, no eran de fiar, y no merecían que pensaran en ellos. Así estaba la cosa, hermanos, peleados y alejados, que ya no se hablaban por sentirse traicionados. Pero la realidad que yo veía y sigo viendo, es que la visión política de Estados Unidos y el poder de sus medios para difundirla, aplasta una y otra vez a los dos –a los mexicanos de acá y a los de allá. Le resta importancia a las contribuciones que el méxicoamericano aporta para hacer de Estados Unidos una potencia, al mismo tiempo que se hace guaje, pretendiendo que no ve el papel clave que su vecino, México, juega en su economía y bienestar social. Hacernos invisibles era y sigue siendo el objetivo del gran poder estadunidense. Dato curioso: En términos psicológicos, uno niega aquello a lo que más miedo le tiene y a lo que tiene más cerca. Negarnos, borrarnos, es una estrategia para no tener que darnos el lugar que merecemos, con los derechos y el respeto a iguales que eso significa. ¿Se acuerdan cuando el güey que ahora ocupa la Casa Blanca tachó de violadores e indeseables a la fuerza laboral mexicana que llega a Estados Unidos –los mismos trabajadores que contrata y lo hacen rico, trabajando en sus hoteles y campos de golf? ¿Y nosotros, qué hicimos? Lo tiramos de a loco, dejamos que nos insultara y nos lamimos las heridas entre amigos y con tequila. ¿Y nuestros líderes? Nuestros líderes no nos defendieron. Dejaron que nos humillara y, es más, lo invitaron a pasar a la casa, le dieron las llaves, un tequila y le dijeron: “Mi casa es tu casa.” ¿Pero saben que es lo que más me pesa? Que así como somos buenos para ser felices aunque nos esté llevando el tren, para hacernos invisibles somos unos profesionales. El servilismo y la invisibilidad que adoptamos como estrategia de supervivencia, se nos ha ido haciendo costumbre. Pero, caray, somos artistas, creadores de realidades, ganadores de medallas y honores internacionales, basta ya de que nos anulen, nos insulten, nos humillen, y de que nos dejemos. Yo, como pez híbrido fuera del agua, que respira aire cuando es lo único que hay, he buscado entender de que está hecha el agua y siempre voy buscán-
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dola: mi cultura mexicana –donde la abundancia y calidad de las relaciones humanas son una prioridad. Son un don que hace que la vida valga la pena. Miguel Basáñez, exembajador de México en Estados Unidos, observa que ahora que los humanos estamos tan mezclados, hablar de culturas por país es limitado, y en su libro Un mundo de tres culturas, habla de las tres culturas que dominan en el mundo: la del honor, la del éxito, y la del disfrute. ¿Y cuál creen que domina en México? honor, éxito o disfrute? Pues claro, si somos los segundos más felices en Latinoamérica y el número 23 en el mundo, por fuerza nos toca ser los del disfrute. ¡Y a mucha honra! En la cultura del disfrute se trabaja para vivir, no se vive para trabajar. Y ya se imaginan quién sí vive para trabajar. Claro, la cultura del éxito, la de los vecinos del norte. Pero ojo, Basáñez nos recuerda que un mundo sustentable es un mundo donde las tres culturas estén en balance. Y ahí fue cuando se me ocurrió que aprovechando la generosa invitación de la International Society for the Performing Arts y la Universidad de Guadalajara para ser parte de este encuentro donde la fortaleza sí que está en nosotros, yo podría plantearles algo que nunca he dicho en voz alta: ¿Que tal si así como la onu encontró la forma de medir la felicidad, nosotros, artistas, pensadores, científicos y poetas, buscamos cómo medir el valor social que aportamos los mexicanos al bienestar global y en específico a Estados Unidos? Darle un valor económico a eso que se nos da tan, tan fácil, que hasta lo regalamos: la amistad, la lealtad, la empatía y simpatía, que alivianan el dolor social –ese es el término que me dicen que ya existe para describir la desesperación, depresión y nivel de angustia en Estados Unidos, y que, a juzgar por los niveles de suicidio, número uno entre los países desarrollados– y su abuso de opiáceos, alcohol y drogas, su ranking de dolor social está por las nubes. Entonces, frente a eso, cuánto vale saber apapachar, hacer reír, escuchar, llorar, cuidar, hacer que una persona se sienta querida, vista y no invisible –porque esos son talentos que tienen precio y deben convertirse en una moneda de cambio reconocida. Y no sólo para que nosotros,
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Foto de El Teatro Campesino de Luis Valdez
Pero la realidad que yo veía y sigo viendo, es que la visión política de Estados Unidos y el poder de sus medios para difundirla, aplasta una y otra vez a los dos –a los mexicanos de acá y a los de allá.
los del disfrute, sanemos nuestra autoestima que esta por los suelos y dejemos ya de pensar que sentirnos menos y aceptar ser humillados es lo que nos toca. No, señor, pongámosle números duros a lo que nuestro don aporta a la sociedad, y acabemos ya con ese menosprecio que nos inflige la cultura dominante del éxito, donde lo más –y casi lo único– reconocido y aplaudido es el dinero y las posesiones materiales. Y conste que no estoy diciendo que no haya espacio para tener y disfrutar los bienes materiales, pero tanta casa para vivir solo, ¿de qué vale? ¿Cuántos mexicanos hay en el salón? Bien. ¿Me permiten hacerles una pregunta? Pueden contestar en voz alta o guardarse la respuesta, prometo no juzgar. Y por supuesto, los que no son mexicanos también pueden jugar. Ok, va: sabiendo todo lo que sabes, si pudieras volver a nacer, ¿escogerías nacer mexicana o mexicano? Hay mil razones para decir que no, pero les juro que hay más razones para decir que sí. Yo, con todo y todo, volvería a nacer mexicana. ¿Saben por qué? Porque el mundo como es, no siempre fue así, lo creamos nosotros y por supuesto que lo podemos deshacer y volver a hacer, porque el amor lo puede todo. Y por suerte, los mexicanos, con todo y nuestra autoestima abollada, tenemos un coeficiente de amor y solidaridad altísimo, del cual debemos regresar a beber a menudo. Yo, un pez al que no le asusta estar fuera del agua porque ya sabe de qué está hecha y donde encontrarla, he logrado aprenderle cosas al otro lado, a la cultura del éxito. He aprendido a definir objetivos, lo importante de fijar una estrategia, cumplirla y tener éxito. Pero me queda claro que sin alguien con quien gozarlo, alguien a quien realmente le importe verme feliz, el éxito sabe amargo. *Actriz, directora cinematográfica y guionista nacida en México y nacionalizada estadunidense. Coprotagonista, coautora del guión y coproductora de Un día sin mexicanos (Sergio Arau, 2004) l
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200 AÑOS DEL DISCURSO
DE ANGOSTURA LA FILOSOFÍA SOCIOPOLÍTICA DE SIMÓN BOLÍVAR
Gustavo Ogarrio ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Relectura crítica y muy pertinente de las ideas políticas y sociales contenidas en el famoso Discurso de Angostura pronunciado por Simón Bolívar en 1819, su contexto histórico, los afanes de lucha y los peligros del poder, y la enorme insistencia en la educación de los pueblos y la necesidad de Estados nacionales fuertes para hacer frente a las oligarquías europeas y el intervencionismo estadunidense.
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uizás se piensa que vivimos actualmente en Nuestra América el tiempo del agotamiento de las ideas políticas de Simón Bolívar. O más propiamente: el fin de un proceso de estructuración conflictiva del Estado nacional y de su legitimación moderna entre un poder casi absoluto y la utopía de un orden democrático-popular. Esto implicaría también un cuestionamiento sobre doscientos años de procesos históricos que le dieron sentido político a la época moderna en América Latina. De ser así, cabría preguntarse: ¿serán posibles revoluciones emancipatorias en el siglo xxi? ¿América Latina está destinada a un orden global de subordinación y dependencia “suave” de un capitalismo cada vez más agresivo y recargado de elementos fascistas? ¿Toda transformación popular implica la instauración de un orden autoritario? Al parecer –y siempre desde una perspectiva inmediatista y conservadora– vivimos un tiempo sin perspectiva histórica, es decir, con un frágil nexo entre los presentes abiertos y los pasados ya inmovilizados por una franja de la ideología del pensamiento único y del neoliberalismo; es ésta y no otra manera de proceder la que nos deja en el abismo de la repetición del pasado como una historia ya concluida. Sin embargo, habrá que romper estos círculos cerrados del tiempo, así como la idealización de ese mismo pasado, y qué mejor figura para emprender esto que la de Simón Bolívar: libertador contradictorio y perturbador, criollo atrapado también en las contradicciones de su época; estratega militar que pensó la política no sólo como una táctica de guerra sino como una articulación entre el poder de la sociedad y su formalización en las leyes; pensador político que irrumpió en el horizonte de nuestras repúblicas con la convicción de construir Estados nacionales fuertes, pero también con la tentación del poder absoluto. Bolívar está implicado en nuestro tiempo histórico por una exigencia del presente de esclarecer y usar nuestros legados políticos en los momentos de mayor peligro: sus acciones y pensamientos constituyen una singular referencia de nuestra identidad política; la Patria grande como la utopía de una soberanía nacional y regional que sólo era posible mediante Estados nacionales fuertes; su batalla contra las oligarquías europeas y contra el intervencionismo estadunidense. Izquierda: Mi delirio en el Chimborazo, Tito Salas, 1929, óleo sobre tela. Derecha: Apoteosis del Libertador.
Además, Bolívar se pronuncia con toda claridad en lo que concierne al problema de la propiedad de la tierra, quizás el más importante generado por el capitalismo en América Latina: “Ya, pues, no habrá mendigos en Venezuela, todos serán propietarios, todos tendrán un interés en la conservación no sólo de su existencia sino de la de su propiedad.” Con el Reglamento Ejecutivo del 20 de mayo de 1820 deja consignada la concepción de un reparto de tierras con una perspectiva étnica y de justicia: “se devolverá a los naturales, como propietarios legítimos, todas las tierras que deformaban los resguardos según los títulos, cualquiera que sea el que aleguen para poseerlas los actuales tenedores”. A estas acciones jurídicas corresponde la declaración de “libertad absoluta” de los esclavos, de 1816. A pesar de que la abolición de la esclavitud se ha interpretado como parte del proceso de liberación de mano de obra moderna necesaria para el nuevo ciclo de acumulación de capital en América Latina, no puede soslayarse el contexto libertario y emancipador en el que se dio. Más que la imagen de su espada como un ideal militar que recorre la historia de América Latina, Simón Bolívar podría ser redefinido como la tinta derramada que buscaba romper el vínculo colonial de servidumbre y dependencia. Por lo anterior –y también porque la figura de Bolívar exige otro “uso” de ese pasado, emancipador pero contradictorio– es urgente recuperar y reconceptualizar –¿acaso no será lo mismo?– su legado como una acción política del presente.
Bolívar entre el poder absoluto y la ley SE CUMPLEN DOSCIENTOS años del célebre Discurso de Angostura (1819), dado por Simón Bolívar al instalarse, en esa ciudad, un Congreso que tenía como objetivo debatir y aprobar un conjunto de leyes que le darían certeza a la república de la Nueva Granada, la Gran Colombia.
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Uno de los rasgos de este discurso y de su relación con el momento en el cual Bolívar lo pronuncia es su tránsito entre dos tiempos: el de la fractura del orden colonial por los ejércitos independentistas y que deja también un poder casi absoluto en manos de Bolívar, y el de la búsqueda de la legitimidad institucional que el mismo poder popular había conquistado para fundar un nuevo orden. Afirma Bolívar: “¡dichoso el ciudadano que bajo el escudo de las armas de su mando ha convocado la Soberanía Nacional para que ejerza su voluntad absoluta! Yo, pues, me cuento entre los seres más favorecidos de la Divina Providencia, ya que he tenido el honor de reunir a los representantes del pueblo de Venezuela en este augusto Congreso, fuente de la autoridad legítima, depósito de la voluntad soberana y árbitro del destino de la Nación”. En este discurso, Bolívar manifiesta su abierta renuncia al poder absoluto que le han dado las armas y la lucha militar y política por la independencia, lo que implica trasferir ese poder al Estado, a los legisladores, al Poder Legislativo. Bolívar busca la legitimidad de la independencia no sólo en las armas, sino en el proceso de formalización jurídica de las nuevas instituciones: ¡Legisladores! Yo deposito en vuestras manos el mando supremo de Venezuela. Vuestro es ahora el augusto deber de consagraros a la felicidad de la República: en vuestras manos está la balanza de nuestros destinos, la medida de nuestra gloria; ellas sellarán los decretos que fijen nuestra Libertad. En este momento el Jefe Supremo de la República no es más que un simple ciudadano; y tal quiere quedar hasta la muerte.
Lo anterior refuerza la idea del maestro de Bolívar, Simón Rodríguez: Bolívar no es ningún Napoleón americano; por el contrario, fue siempre un fundador de repúblicas y la tentación del poder absoluto no culminó en la traición a ese espíritu republicano, como ocurrió con Napoleón al transfor/ PASA A LA PÁGINA 10
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Izquierda: Una lección de Andrés Bello, Tito Salas, 1930, óleo sobre tela.
¿No dice El Espíritu de las Leyes que éstas deben ser propias para el pueblo que se hacen? ¿Que es una gran casualidad que las de una nación puedan convenir a otra? ¿Que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los pueblos; referirse al grado de libertad que la Constitución puede sufrir, a la religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a su comercio, a sus costumbres, a sus modales? ¡He aquí el Código que debíamos consultar, y no el de Washington!
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marse en emperador. Bolívar construyó una sólida “filosofía social”, sentenció Rodríguez. Y añadiríamos: una sólida filosofía política en la que prevalece la figura del jefe de un ejército popular, que declina su espada ante los poderes institucionalizados de las nuevas repúblicas que él mismo ayudó a crear, sobre la de un “criollo separatista” que defiende los intereses económicos de esa clase criolla que ya emerge como la nueva oligarquía del siglo xix. Simón Rodríguez, precursor del socialismo utópico latinoamericano, no fue un ingenuo defensor de Bolívar. Como instructor intelectual del Libertador, Rodríguez advierte que el destino titánico que debe cumplir Bolívar está lejos del destino del socialismo y de su propia labor como maestro de América. Sin embargo, la idea que tiene Rodríguez de Bolívar es siempre la de un Libertador: un defensor irrestricto de las libertades y del proceso de emancipación de las repúblicas americanas. En el Discurso de Angostura también encontramos enunciadas las consecuencias de esa ausencia de educación popular en nuestras repúblicas: “un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción; la ambición, la intriga, abusan de la credulidad y de la inexperiencia de hombres ajenos de todo conocimiento político, económico o civil; adoptan como realidades las que son puras ilusiones; toman la licencia por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia”. El mismo Simón Rodríguez ve a Bolívar como un estadista que tiene claridad en los fundamentos
Simón Bolívar podría ser redefinido como la tinta derramada que buscaba romper el vínculo colonial de servidumbre y dependencia.
jurídicos que darán lugar a repúblicas con ciudadanos con igualdad de derechos; pero ésta no es una igualdad abstracta, es una respuesta radical a una desigualdad histórica y se expresa como la urgente necesidad republicana de una igualdad social y política. En el Discurso de Angostura es posible leer toda la potencia del pensamiento de Bolívar, un despliegue de recursos retóricos, pero también, diríamos hoy, interdisciplinarios: derecho, filosofía, educación, política, economía… son algunos de los saberes que Bolívar empuña y articula para fundamentar la creación de las repúblicas americanas. Bolívar se pregunta:
Es evidente que para Bolívar el proceso legislativo y jurídico de la formación de las repúblicas pasa por una reflexión sobre la pertinencia de otros modelos constitucionales en las sociedades americanas; es decir, el punto de partida para establecer un marco normativo puede ser otra ley de otro país –Estados Unidos o Francia, por ejemplo–, en circunstancias muy distintas, pero el punto de llegada es, inevitablemente, la propia historia que se expresa en el presente, el proceso propio de lucha de emancipación que exige leyes acordes con esas libertades conquistadas. El célebre Discurso de Angostura de Bolívar es solamente una muestra del amplio corpus de textos e intervenciones que conforman su pensamiento, pero también un paradigma de la fecundidad y actualidad de ese pensamiento. Quizás también conviene reflexionar sobre algunos tópicos que se desprenden de este discurso de Bolívar y, sobre todo, ampliar las reflexiones de Bolívar en el marco actual de la crisis neoliberal de nuestras repúblicas y del desafío para pensar un Estado nacional no homogéneo, ya sea como crisis en la que los Estados latinoamericanos se han vuelto violentamente contra sus propias sociedades, de los cuales ya no esperamos procesos de equidad y justicia, o como Estados que se resisten a volverse plurales, con pluralidad de naciones y de lenguas. A partir del pensamiento de Bolívar podemos afirmar que las revoluciones de independencia del siglo xix se comprenden como la primera ruptura moderna con el orden colonial. Sin embargo, habría que pensarlas también como parte de un proceso político que tiene como antecedentes varias rebeliones indígenas, como la del Túpac Amaru y que, por supuesto, marcó, como afirma Horacio Cerutti, “las luchas por la independencia en el área andina. Y aquí surgiría claramente una dimensión ineludible de todos estos procesos: el miedo, el pavor frente al descontrol de los subordinados. No era posible aceptar que negros e indígenas se sublevaran. Carne de cañón sí podían ser, pero nunca protagonistas de estos procesos”. Por lo que una interpretación criolla de las independencias no sólo es insuficiente, sino abiertamente parcial. A esas repúblicas, en su proceso actual de descomposición, sería necesario fortalecerlas con una concepción de justicia ampliada, no solamente liberal sino comunitaria e indígena, y habría que exigirles, en su proceso de recomposición actual, que dejen de identificar al Estado con una sola nación: quizás eso no soñado por Bolívar, pero ineludiblemente equitativo, sería imaginar que las naciones americanas, indígenas y no indígenas, deberían tener plena correspondencia jurídica, lingüística, cultural y política, con Estados ampliados, plurales, populares y democráticos l
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EL OTRO SIMÓN BOLÍVAR
UNA TEORÍA DEL NOSOTROS LATINOAMERICANO Breve y certera mirada a la otra faceta del gran Libertador, la del hombre profundamente ocupado y preocupado por dar continuidad, con originalidad creativa y mediante la educación y la reforma política, al gran proceso que exige la independencia más allá del momento culminante de su declaración tras la lucha armada.
Mariana Brito Olvera* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||
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Ni calco ni copia, sino creación heroica. José Carlos Mariátegui
espués de doscientos años, todavía seguimos mirando demasiado al norte, demasiado al otro lado de las aguas. Mientras el presente estalla ante nuestros ojos, mientras miramos nuestros rasgos amulatados, aindiados, en el espejo, aún queremos ser otros, ser otras. Se cumplen doscientos años del otro Bolívar. No del Bolívar de a caballo y espada en medio de la guerra, no del Bolívar que planea estratégicamente por qué zona entrar para vencer a los españoles. Estamos hablando del otro Bolívar, de aquel que, una vez proclamada la independencia, se preguntó cómo gobernar. De aquel que fue declarado jefe supremo y que, una vez que se enfrentó a la heterogeneidad de nuestros pueblos, continuó preguntándose cómo gobernar. Nos encontramos ante el libertario que, después de hombre de hierro, se presenta a sí mismo con la humildad propia de los grandes, como “vil juguete del huracán revolucionario”, como una “débil paja” en medio del vendaval. El Discurso de Angostura es la reflexión del revolucionario que enfrenta su ideal a la realidad concreta. Lejos de tratar de amoldar las circunstancias sudamericanas a lo que otras naciones realizaron para hacer de su pueblo un pueblo libre, o de intentar imponer lo que la teoría política extranjera declara, Simón Bolívar hace un esfuerzo por contextualizar la forma de gobierno de Venezuela. Esta necesidad de apropiación de las teorías provenientes del exterior y de invención de teorías propias es la misma que esbozaría a finales de esa centuria José Martí, en Nuestra América, al decir: “Nuestra Grecia es preferible a la Grecia que no es nuestra. Nos es más necesaria” y “la salvación está en crear. Crear es la palabra de pase de esta generación”. Pero si Martí es uno de los más enfáticos en el tema, el debate sobre lo original en la región atraviesa todo el siglo xix y podemos rastrear sus premisas desde mucho tiempo atrás, enunciadas también por el antiguo maestro de Bolívar, Simón Rodríguez: “La América no debe imitar servilmente, sino ser original.” El Libertador se une a esta lista de pensadores de la originalidad, y piensa este valor en términos políticos: “¿No sería muy difícil aplicar a España el Código de libertad política, civil y religiosa de Inglaterra? Pues aun es más difícil adaptar en Venezuela las leyes de Norteamérica.” Bolívar lee la teoría política con ojos nuestroamericanos: en función del país, el clima, el terreno. No desprecia el pensamiento proveniente del exterior, pero se aleja de la imitación servil, lo que hace de su interpretación de la realidad americana un acto descolonizador. Sin embargo, la realidad es tan compleja que a veces Bolívar parece angustiarse: ¿Cómo mantener el movimiento independentista con vida? Porque si algo se entiende en este discurso es que la independencia de un pueblo es más que la fecha de su declaración: es un proceso. Después de las numerosas turbulencias vividas a partir del inicio de los procesos independentistas, vemos a un Bolívar en busca de equilibrio, como con temor de que todo lo construido se desvanezca de pronto y no sea más que arado en el mar o sembrado en el viento. El Libertador reflexiona, estudia, lee, interpreta y a partir de esto ve la necesidad de reformar el gobierno venezolano. Pero si Bolívar ve en las leyes un elemento fundamental para la transformación de la sociedad, también sabe que no basta con eso para lograr
Retrato de Simón Bolívar joven (1800-1801).
un cambio profundo. “Nuestras manos ya están libres, y todavía nuestros corazones padecen de las dolencias de la servidumbre”, escribe. Todavía hay “hábitos de dominación” arraigados profundamente en la médula de nuestros pueblos y para ello es necesario un programa de largo y profundo alcance: es necesaria la educación popular, “para que se purifique lo que se haya corrompido”. “Un pueblo ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción”, afirma. A partir de ello, podemos ver que la educación es pensada como un modo de transformación de las estructuras de dominación de la sociedad, pero también tiene la función de crear hombres y mujeres críticas, capaces de poder decidir por sí mismas y por sí mismos. Es decir, la educación tendría que desarrollar desde la niñez un sentido de la democracia, una democracia crítica, realmente participativa, activa. La educación a la que le apuesta Bolívar es una educación emancipadora, que nos forme para “la libertad, para la justicia, para lo hermoso”, tal como le había escrito Bolívar a su maestro Rodríguez en una carta. Una educación que no nos enseñe a obedecer ni a imitar, sino a soñar, a imaginar, a actuar. “Empezad vuestras funciones; yo he terminado las mías.” Así cierra el Discurso de Angostura. El mensaje tuvo un receptor específico en ese momento. Sin embargo, hoy en día, esa frase se dirige a todos. La gran utopía americana que soñó Bolívar aún se está construyendo, y mientras eso sucede, su pensamiento seguirá vigente. Hasta que nos miremos al espejo y nos guste lo que veamos l *Ensayista y licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Fue becaria en la Fundación para las Letras Mexicanas. Ha publicado en Tierra Adentro, Marabunta y Sonámbula, entre otras revistas.
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Leer
HUMANISMO (Y ECUMENISMO) PARA TODOS Cartilla moral, Alfonso Reyes, (Edición y prólogo de Javier Garciadiego), El Colegio Nacional, México, 2019.
Alejandra Atala
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LA DUDA ANTE la belleza no cabe cuando de actos amorosos se trata. Bien decía Argüelles que decía Garibay que decía que Luis Rius decía que “no se puede vivir como si la belleza no existiera”, y creo que es una sentencia que no requiere de la ciencia o de la especulación para ser comprobada. La belleza es o no es; este opúsculo nos la muestra y lo confirma, primero, por el tiempo, la entrega, el respeto de Garciadiego para elaborar las setenta páginas que preceden a la Cartilla moral y después, por el resultado tan valioso como agradecible tendido sobre la fluidez narrativa, la elocuente articulación y la cronología de los hechos, en momentos tejida con las múltiples y misceláneas voces de los lectores de este polémico texto, que dieron historia a esta obra alfonsina. Dada la fina urdimbre de esta edición, queda claro que el camino del conocimiento es el amor y andarlo es un acto amoroso. Trece son las ediciones, contada ésta de El Colegio Nacional –la más reciente que ha tenido la Cartilla moral, de Reyes– y doce son las brevísimas lecciones con dos resúmenes en las que se tendió la lúcida pedagogía del autor regiomontano para aportar algunos de los códigos que van bordando la moral. Dice la autora francesa de El amante, Marguerite Duras, en su ensayo “Escribir” que “todo libro es inocente”. Este opúsculo y su caminar por el tiempo es un ejemplo de ello, primero y antes que nada, frágil e inerme ante el desconcertante silencio de Jaime Torres Bodet, que en 1944 estaba al frente de la Secretaría de Educación Pública y quien dio la encomienda a Reyes para su escritura, con la pretensión de acompañar la Cartilla alfabética. Parece que ese silencio rotundo y manifiesto espetado al rostro del autor, traía consigo un designio que fue tornándose en indiferencia a la Cartilla ya escrita y luego en sucesivos rechazos revestidos con argumentos anodinos. Qué susto –¿o disgusto– les dio, primero y posiblemente, al mismo Manuel Ávila Camacho, por
el comentario que Reyes le hace a Torres Bodet acerca de su mención en la obra, y años más tarde, en 1992, a los dirigentes del snte con la aparición de los setecientos mil ejemplares de un manual que tenía que ver con la ética y el civismo, rechazado por “moralista, anacrónico y fuera de contexto”. Sin embargo, en el alma, en el pensamiento, no existe el tiempo; de ahí que no considero, por su pertinencia y vigencia, que esta Cartilla, como se ha dicho en este y en aquel medio, sea anacrónica. Si así fuera, tendríamos que determinar anacrónicos todos los libros escritos unos cuantos años atrás y de ahí, por marcar una fecha, hasta Aristóteles, Sócrates, Platón y la misma Diótima de Mantinea. De ética, de moral, de civismo, de educación, pero sobre todo de humanismo se trata la Cartilla moral, de Reyes, de tradición judeocristiana, sí, pues es la cultura a la que inevitablemente pertenecemos. Es una guía sencilla y refinada que lleva de la mano al educando hacia los veneros de la buena convivencia, dejando caer con suma elegancia la piedra al agua de la conciencia y que en su choque con la superficie blanda irá generando las ondas, como esos círculos concéntricos de los “respetos” en los que Reyes asienta una tangible estructura a los actos y sus repercusiones o consecuencias, partiendo de la persona hacia sí misma, pasando por la familia, la sociedad, la patria y la nación hasta llegar al Cosmos. Nada es fortuito. La Historia va haciendo su bordado, esa historia con mayúscula inicial de la que habla León Tólstoi en Guerra y paz a modo de disertación filosófica: “La Historia, es decir, la vida inconsciente, la vida común, la del enjambre de la Humanidad, se aprovecha de cada momento de la existencia (de cada uno) de los reyes como de un arma para conseguir sus propios fines.” Así pues, queda claro que la Historia con mayúscula también ha hecho de la suyas con la Cartilla moral, de Reyes, para traerla hoy a nuestras manos, a nuestros ojos y a nuestro criterio
EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
SILVIO RODRÍGUEZ:
cuando cantan la vida los buenos (en el 60 aniversario de la Revolución cubana)
Arte y pensamiento
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Artes visuales/ Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
Francisco Icaza: Me quiero ir al mar
Llegando a puerto en sentido contrario
VIAJAR AL MAR fue su ilusión perenne. El rumor del océano reverbera en muchas de sus pinturas; fue su fuente de inspiración, su sueño y su paraíso interior. El pintor Francisco Icaza (19302014) siempre quería ir al mar. Así lo consignó en el título de una exposición que tuvo lugar en 1984 en la Galería Alternativa, donde presentó una serie de obras con este tema: Me quiero ir al mar. Treinta y cinco años más tarde, el curador Santiago Espinosa de los Monteros retoma ese título evocador para la exhibición de 145 piezas que se presenta actualmente y hasta el 8 de septiembre en
Ave en descenso
el Museo del Palacio de Bellas Artes. El guión curatorial –en coautoría con Natalie Gama Pourdanay– muestra la diversidad de temas e investigaciones técnicas y estilísticas en las que Icaza incursionó a lo largo de su quehacer artístico. El resultado es sorprendente, porque saca a la luz a un creador que escapa a cualquier clasificación y cuya obra no había sido mostrada con anterioridad en su gran conjunto. Es, por lo tanto, una aportación importante si tenemos en cuenta que Icaza participó en algunos de los movimientos más significativos de su época, como el cine independiente, los interioristas, nueva presencia, Confrontación 66 y el Mural efímero, acción colectiva que se llevó a cabo en la explanada de la unam a raíz del movimiento estudiantil del '68, cuyo registro filmado por Raúl Kamffer se presenta en una copia recién restaurada ex profeso para la muestra. También se exhibe por primera vez fuera de su contexto el mural La farándula, realizado en 1959 para el teatro del extinto Casino de la Selva en Cuernavaca, Morelos, una extraordinaria pintura en formato de media luna que rinde homenaje a Bertolt Brecht con alegorías al universo del teatro. Tuve el privilegio de recorrer esta exposición acompañada por Santiago Espinosa, cuyo sensible conocimiento del trabajo de Icaza me introdujo a su vida y obra. Francisco Icaza fue un artista muy activo y prolífico; no obstante, su trabajo no gozó en su momento de la atención y valoración merecidas. “Nunca bajó el ritmo de trabajo –comenta el curador–; en unas temporadas trabajaba más que en otras, pero cuando no pintaba, viajaba y leía. Su prioridad fue crear dando rienda suelta a su sensibilidad sin importarle el éxito comercial. Por eso se pudo dar el lujo de pasar por muchos momentos distintos, de la abstracción a la neofiguración, haciendo homenajes a artistas tan diversos como Leonora Carrington, Pedro Friedeberg, José Clemente Orozco, las historietas de Jodorowsky, James Ensor, entre otros.” La exposición da inicio con un poético video animado realizado por el equipo del museo donde vemos al pintor plasmado a partir de uno de sus autorretratos, alternando con algunos de los más significativos elementos de su iconografía pictórica: el mar y los pájaros. El mar, su paraíso sensorial; las aves, una especie de alter ego que simboliza la inteligencia y la libertad. El guión curatorial consta de tres núcleos temáticos: Memorabilia presenta el bagaje fundacional del artista y su interés en los retratos y autorretratos. Conforme el espectador recorre los siguientes grupos temáticos, se va adentrando en un universo de simbologías unas veces poéticas, otras crípticas. El humor es una constante que va y viene, el erotismo desbordante es tratado con elegancia y finura extre-
Primavera y la x
mas, sus memorias de viajes por el Medio Oriente inundan de exotismo sus atmósferas misteriosas; la escritura siempre está presente y las aves cruzan con libertad absoluta los lienzos como cielos abiertos; el mar, siempre el mar, es el hilo conductor de su vida y de su obra, como se percibe en el núcleo Pájaros y figuras. Dentro de su Obra última, conmueve un cuadro que dejó inacabado y que aparece como punto final de la exposición: vemos el océano embravecido, vehemente, que explota en pasión y coraje. Fue quizás la manera en la que Icaza quiso decir adiós. Es ahí donde dejó su último suspiro: en su evocación del mar
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Tomar la palabra/ Agustín Ramos
En el principio fueron los Ramírez Y EN EL FINAL, también. Portavoz y profeta de varias generaciones además de la suya, José Agustín abrió camino en varios frentes. Para empezar, en el literario. –Los agarramos cagando –decía al explicar cómo lograron, él y otros escritores jóvenes de los sesenta, saltar el cerco de Doña Literatura. Por todos lados le caían madrazos. Alguno de los más toscos y peor intencionados venía de La Academia, esa profesora que pasó de ser pizarrón con aspiraciones sorjuanescas a muro de medallas de cobre vía puestos políticos. Otros arponazos eran más agudos pero de menor alcance. Casi no había crítica sólida y las capillas no se comparaban con la mafia retratada parcial pero suficientemente por otra víctima de la misma, Luis Guillermo Piazza. Las descalificaciones a la participación de José Agustín en el cine no eran menos ojetes. Se omitía casi del todo su labor editorial junto a Emmanuel Carballo y mucho más su talento innovador en la telera. Sólo Florence Toussaint, tras repasar el pobre papel de los literatos en la televisión nacional, escribió: “Un buen modelo de la combinación del conocimiento y práctica de la literatura con el conocimiento y práctica de la televisión se encuentra en Letras vivas, programa que se transmite por Canal 13. El productor es José Agustín…” Era 1984. Armando Ramírez, ya una celebridad, recién había publicado Tepito y José Agustín lo invitó a participar en Letras vivas. Estos dos Ramírez garantizaban por sí mismos un triunfo mayor que la memorable serie efímera del Bachiller Gálvez y Fuentes en el Canal 2, de no ser porque quien caciqueaba el Canal 13 pautaba Letras vivas a la una o dos de la madrugada. Sin embargo un camino quedó abierto: digo yo no más digo, ay ojitos pajaritos, qué tanto es tantititito. –Imagínate –dijo Armando a Juan Carlos Aguilar García– ser un hijo de boxeador y ama de casa, originario del barrio más canijo de Ciudad de México, y que Salvador Elizondo te tenga envidia. Quizá porque en 1971 la naturalidad narrativa superaba por una nariz lo “literario” como criterio cualitativo o, tantito peor, como medida de la universalidad, whatever that means, lo cierto es que los más inteligentes astros de las editoriales, de la crítica y de la recepción colectiva se alinearon para permitir la erupción del volcán Ramírez. Otra cosa es que uno o dos lustros después sobreviniera la hibridez del lenguaje moderno –jóvenes hablando de jóvenes y como jóvenes–, con el habla pasada en limpio a la página escrita mediante la vulgarización del vulgo y la tecnología de la grabadora Uher. En la brecha abierta por la audacia joseagustiniana, ensanchada a lo cabrón por la vitalidad literaturizada de Armando, quedó una pálida sombra, la literatura nacional no tan rala como anémica. La obra de Armando Ramírez, tras un arranque heterográficamente demoledor, siguió prodigándose en escritura periodística, en guiones de cine –los más, adaptaciones de sus novelas–, en el colectivo Tepito Arte Acá al lado de Daniel Manrique y Felipe Ehrenberg, pero sobre todo en libros que serán obligatorios para quien quiera saber el México Tenochtitlan más neto: Crónica de los chorrocientos mil días del barrio de Tepito, El regreso de Chin Chin, Pu (Violación en Polanco), Quinceañera, Me llaman la Chata Aguayo, Sóstenes San Jasmeo, La casa de los ajolotes, La tepiteada, Bye bye Tenochtitlán y ¡Pantaletas para viejas gordotas! Y por lo menos dos tomas claras de posición ante el fraude electoral de 2006: El presidente entoloachado y La chachalaca, el pelele y el legítimo. En ocasión de la muerte del autor de Chin Chin el teporocho, el editor Andrés Ramírez opinó así sobre esta novela: fue un suceso que, “aunque siempre menospreciado en los círculos literarios que ostentaban su hegemonía estética, su valor literario crecerá día con día. Parece fácil escribir hoy de Tepito desde esa altura del suelo, pero en 1971 sí era una hazaña”. Así sea
Biblioteca fantasma/ Eve Gil
La presencia ausente ATREVIDA, INGENIOSA, suspicaz, observadora de lo que nadie quiere ver, en particular la sordidez escondida en las almas puras, la narradora poblana Isa González nada como un pez en los márgenes de la literatura mexicana que, por lo general, provee el mejor material de lectura, a la par del más rudo. Federico Vite se refiere a la esencia de su narrativa como “feminidad turbia”, pero considero que no nada más las mujeres de sus historias están tocadas por una especie de “deformidad moral”, sino sus personajes en general. Su primera novela, Tóxica(s) (Librosampleados, México, 2019), subraya ese rasgo de autor, esa forma de mirar el mundo desde los escondrijos de la cotidianidad. Las gemelas Ana y Susana tienen mucho en común, además del físico. Pero su más grande semejanza, la que determinará sus vidas, es haber caído en manos del primo Ángel que, desde muy pequeñas, comienza a envolverlas con juegos fascinantes, leyéndoles cuentos de Edgar Allan Poe y erotizándolas, lo que al final le permitirá subyugarlas más allá del mero estupro. Las inseparables hermanas se ven obligadas a dividirse cuando su padre encuentra unas fotos que les hizo Ángel y, en vez de arremeter contra el retorcido joven, echa a sus hijas. Ana encuentra refugio en casa de su abuela, pero Susana, atormentada por la vergüenza y la necesidad de dejar de ser ella –o “la gemela de Ana”– empieza a recorrer las calles corriendo riesgos que no parecen amedrentarla. Es así como la línea recta en que enfilaban se bifurca. Ana hereda la fortuna de su abuela, lo que le permite darse el lujo de no trabajar y llevar una vida holgada, cuyo único sentido es su afición por los hámsters, mientras que Susana termina dedicándose a embellecer cadáveres tras su embalsamamiento. Pero algo las intranquiliza: el recuerdo del primo Ángel, causante de su separación, y la certeza de que cuentan con una doble que vivió la misma experiencia traumática, aunque les cuesta trabajo pensar en cada una como en hermanas. Más bien son una especie de doppenlgänger –bien lo señala Vite–, palabra alemana para definir al “doble fantasmagórico” o “sosias malvado” de una persona viva. Cada cual representa el trauma infantil de la otra, y en el caso concreto de Ana, que ha
Isa González
optado por permanecer en casa de su abuela, intuye que Ángel no ha desaparecido del todo de su vida. Ana parece tímida y apocada, su pasatiempo favorito consiste en contemplar a los inquilinos del edificio de enfrente, cuya ventana está exactamente a la altura de la suya, unos amantes que llevan una vida intensa, tanto en el aspecto erótico como en todo lo que constituye la vida en pareja, incluidas apasionadas peleas. Al menos, esa es la percepción de Ana, que empieza a alimentar una obsesión por el muchacho que tiene una cicatriz en la cara. Esto, y criar hámsters, es lo que da sentido a su vida, aunque poco a poco va surgiendo en ella una personalidad alternativa. Por su parte, Susana, pese a su macabro oficio que considera un arte y además disfruta, luce como una chica alegre, fiestera, que nunca ha tenido una relación verdadera y se ha impuesto la regla de no acostarse más de una vez con el mismo hombre. El trauma sexual de la infancia las afecta de manera distinta: mientras que Susana rehúye al dolor, Ana lo busca incesantemente, aunque volteando los roles y convirtiéndose en la agresora. Ninguna ha considerado ni remotamente la posibilidad de recurrir a un terapeuta o médico de ninguna especie, prefieren continuar escondiendo lo que las define. Contrario a la solitaria y torva Ana, Susana tiene amigos, y es uno de ellos, Hipólito, su compañero de trabajo, quien se propone reunir a Susana con su gemela, considerando que es lo que su amiga necesita para llenar ese vacío que sólo él ha sido capaz de percibir. Pero… ¿en verdad es buena idea propiciar un reencuentro entre las gemelas que han vivido huyendo de sí mismas, ergo, la una de la otra? Quizás una de ellas crea tener la solución radical para el dolor que las une, incluso más que los genes
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Cinexcusas/ Luis Tovar
Bemol sostenido/ Alonso Arreola
@luistovars
@LabAlonso
Fiona Apple, “Criminal” FIONA APPLE ES una cantautora estadunidense con cuarenta y un años de edad que en 1997 se unió a las huestes femeninas del pop distorsionado, pero también del preciosismo armónico y la inteligencia lírica. Su joven empoderamiento –debutó a los veinte– es imposible de explicar sin el acompañamiento de presencias contemporáneas como las de Alanis Morissette, Dolores O’Riordan (Cranberries), Shirley Manson (Garbage) o pj Harvey. Antes de esa generación, desde luego, hubo pioneras incómodas en los ochenta (Sinéad O’Connor), así como en el underground de los setenta (Chrissie Hynde con los Pretenders y Debbie Harry al frente de Blondie). Previamente: Suzanne Vega y Joni Mitchel (leyendas del folk de los sesenta), así como algunas estrellas del jazz que desde los años cincuenta tenían una profunda conciencia social. ¿Aretha Franklin, Nina Simone? Dicho en otras palabras, esta es una tradición en que la calidad interpretativa resulta tan importante como el posicionamiento social y político. Hablamos de la inercia en la que hoy se montan talentos como el de St. Vincent y otras cantautoras que han decidido presionar el tablero de juego. ¿A dónde vamos con ello? A señalar el reciente anuncio que Fiona Apple hiciera a propósito del destino de las regalías que en los próximos dos años obtendrá el sencillo más exitoso de su carrera: “Criminal”. La nacida en Nueva York ha dicho que destinará todas las ganancias de dicha canción a la iniciativa While They Wait, dedicada a la protección legal de los refugiados maltratados por la migración en la frontera sur y en los centros de detención estadunidenses. Una idea precisa, concreta, oportuna ante la amenaza de redadas masivas impulsada por el inhumano Trump, encarnación de la estulticia. Por cierto: no será éste el espacio para diferenciar a los refugiados de los migrantes. Baste decir que prácticamente todo refugiado es migrante, pero no todo migrante es refugiado (en términos legales). “Después de meses y meses leyendo noticias acerca de cómo mi país está tratando a los refugiados, me he destripado con frustración tratando de imaginar la mejor manera de ayudar –escribió la artista–. Claro que se puede donar dinero para cubrir necesidades básicas […] pero me parece que la mejor manera de ayudar a los detenidos es contribuyendo para pagar sus servicios legales […] Lo que necesitan es representación y guía porque esta gente está siendo procesada como criminal sólo por pedir asilo. Cuando es separada de sus hijos necesita ayuda para navegar el sistema.” La canción “Criminal” es, precisamente, la más solicitada en el repertorio de Fiona Apple para usarse en programas de televisión y películas. Fue sencillo de su primer álbum, Tidal, con el que consiguiera triple platino a finales de los noventa. Además, ha sido seleccionada como una de las mejores de aquella década y el videoclip se recuerda entre los más peculiares y provocativos de su carrera. Fue dirigido por el gran Mark Romanek, visionario videoasta con colaboraciones que van de los Rolling Stones a u2. Así pues, renunciar a ese ingreso no es poca cosa, por lo que hoy celebramos la decisión de unirse a dicha campaña (While They Wait), lanzada en enero por Brooklyn Defender Services, The Refugee y el Immigrant Center for Education and Legal Services (raices), así como por la aclu de Southern California. “Puedo escribir una canción acerca de esto y tal vez lo haga –ha dicho la compositora– pero por ahora usaré ‘Criminal’ para ayudar a que gente equivocadamente criminalizada obtenga ayuda.” Finalmente, es posible que la mentada canción le parezca un tanto anodina. No es de nuestras favoritas, aunque entendemos lo que significó en su momento de salida; la polémica que ocasionó. Pero esperamos que le sirva como preámbulo a una discografía harto valiosa. Le recomendamos especialmente el disco Extraordinary Machine, una obra que Fiona alumbrara “en dos ocasiones” –por una historia intrincada– y que nos parece notable. Es sumamente teatral y compleja. Una de esas evoluciones velocísimas que las grandes audiencias no comprenden ni perdonan. Vaya, un álbum de artista consumado. Escúchelo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos Fiona Apple
Guanajuato 22 (i de ii) José Carlos Ruiz
DESDE AYER, sábado 19, y hasta el próximo domingo 28 del presente mes, se llevará a cabo la vigésimo segunda edición del Festival Internacional de Cine de Guanajuato, usualmente conocido como giff, por sus siglas en inglés, primero en San Miguel de Allende, la ciudad que lo vio nacer, y después en Guanajuato capital. En todo festival cinematográfico suele rendirse homenaje a una o más figuras del medio, y el giff22 decidió festejar a los estadunidenses Gus Van Sant y Nicholas Cage, director y actor, respectivamente, así como a José Carlos Ruiz, uno de los mejores actores mexicanos de todos los tiempos, y de este último es de quien quiere hablarse en estas líneas.
“Yo no fui a la escuela…” Azarosamente nacido en la zacatecana ciudad de Jerez pero chilango en realidad, don José Carlos –y pocas veces el “don” es tan merecido–, próximo a cumplir ochenta y tres años de edad, comenzó su carrera cinematográfica con algo menos de treinta; relativamente tarde, pero con el pie derecho, en Viento negro (1965), de Servando González. No fue ése un papel relevante pero, desde entonces, ha forjado una trayectoria notable, prácticamente sin que transcurriera un solo año en el que no haya filmado al menos una cinta y llegando a participar, como sucedió en 1985, nada menos que en ocho producciones. Sólo así es posible sumar, hasta la fecha, las noventa y cuatro películas que han contado con su solvencia histriónica notable y su siempre memorable presencia a cuadro. Es imposible referir en un espacio tan breve como éste la totalidad del trabajo actoral de don José Carlos, de modo que valgan como magníficas muestras algunos de los títulos más relevantes en los que ha participado, el primero de los cuales sin duda es Actas de Marusia (Miguel Littín, 1976). Ese mismo año coprotagonizó El apando, de Felipe Cazals, y Los albañiles, de Jorge Fons, producciones emblemáticas de la cinematografía nacional, como sin duda es también la muy
polémica Los hijos de Sánchez (1978), de Hall Bartlett. Nueve cintas después tendría una participación fundamental en Bajo la metralla (1983), de Felipe Cazals; más adelante protagonizaría Vidas errantes (1985), el venturoso debut largometrajista de Juan Antonio de la Riva, y al año siguiente encarnaría al arzobispo Óscar Arnulfo Romero en Salvador, de Oliver Stone. En 1988 le dio cuerpo y voz impresionantes al atormentado pintor mexicano Francisco Goitia en Goitia, un dios para sí mismo, de Diego López; dos años más tarde repetiría la experiencia con De la Riva en Pueblo de madera, y siguió teniendo papeles pequeños, medianos o protagónicos desde entonces hasta el presente, en filmes de toda laya, incluyendo El extensionista (1991), Juana la cubana (1994), Reclusorio iii (1999), Acosada (2002), Curandero (2005), Cementerio de papel (2007), Suave patria (2010) y En el último trago (2014), por mencionar algunas. Empero, quizá sean sus dos interpretaciones más recientes las que dan la prueba más alta de su enorme calidad profesional: Almacenados (2015), de Jack Zagha, y Tormentero (2017), de Rubén Imaz. En ambas, el peso absoluto de la trama, el tono y la fuerza narrativa descansa en los hombros de don José Carlos, quien alguna vez fuera peón en la Compañía de Luz y Fuerza, ayudante en una carnicería, comerciante y decorador de interiores; luego estudió actuación en Bellas Artes, ha hecho teatro y televisión de modo profuso y ha obtenido seis premios Ariel, entre muchos otros reconocimientos. Hace muy bien el giff en honrar su larga y notable carrera fílmica, y lo mismo vale decir de la Filmoteca de la unam, que merecidamente le ha entregado la medalla homónima, así anunciada: “elaborada con plata extraída de nuestros laboratorios, se trata de un reconocimiento otorgado a quienes con su trayectoria contribuyen a enriquecer el patrimonio fílmico del mundo”. Así don José Carlos. Honor y larga vida a quien alguna vez dijera: “Yo no fui a la escuela, fui al cine”
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LA JORNADA SEMANAL 21 de julio de 2019 // Número 1272
Entrevista con Daniel Saldaña París
La constante modificación de la memoria Daniel Saldaña París
El narrador de El nervio principal (Sexto Piso, 2018), de Daniel Saldaña París, es un hombre de treinta y tres años postrado en una cama en su departamento que, a través de recuerdos distorsionados, regresa a 1994 –año del levantamiento zapatista, lo cual suscita el retrato de una época–, cuando tenía diez años y su madre viaja a Chiapas y no vuelve. Aquí, Saldaña París (Ciudad de México, 1984) conversa sobre la mutabilidad de la memoria, la infancia, la muerte asistida, el suicidio y la orfandad.
Alejandro García Abreu
–“Escribir sobre el pasado […] es escribir hacia adentro, no hacia delante”, asevera el narrador de El nervio principal. ¿De qué manera contrarrestas los efectos de Leteo? –El narrador asume, en algún momento, lo que hay de ficción en el recuerdo. Creo que esa es la clave, en su caso, para contrarrestar el olvido. Y en mi caso también: al escribir ficción, inevitablemente, se activa mi memoria, y me sirvo de mis propios recuerdos –reales o inventados– para la construcción de ese relato. –¿Por qué elegiste el origami y sus metáforas para el narrador? –El origami me sirve como metáfora de la escritura: ambos son cosas que hacemos en papel. El origami, de algún modo, es libro. Las marcas que hacemos en papel no se borran: siempre queda algún trazo del doblez. Si hacer origami es crear formas doblando y desdoblando el papel, escribir es crear formas doblándose y desdoblándose uno mismo en el papel. –“En aquella soledad poblada de fallidos origamis, peciolos y nervios principales pasé las primeras horas de la mañana —de aquella primera mañana de orfandad que ahora, veintitrés años después, parpadea en mi memoria como la primera mañana de la historia”, escribiste en El nervio principal. El narrador y su hermana son huérfanos e hijos sin hijos. –En la novela, la orfandad es una modalidad extrema del silencio y el secreto que siempre prevaleció al interior de la familia. Con la desaparición de los padres, los hijos se quedan sin la posibilidad de aclarar ni reclamar nada. Son, además, hijos sin hijos: la orfandad los deja desvinculados de esa cadena de significados que puede ser la descendencia. –“A veces pienso que, de no haber sido por la morfina, mi padre habría muerto en cuestión de semanas. En cambio, sobrevivió casi tres meses flotando en una nube cada vez más alta y más densa de opiáceos, hasta que la distinción entre el sueño y la muerte se volvió superflua. Sólo entonces se atrevió a dejarse morir del todo”, se lee en la novela. ¿Qué opinas sobre la muerte asistida y el suicidio? –Defiendo el derecho de cualquier humano a matarse si así lo decide. La idea del suicidio, como cuestión filosófica, me da una especie de calma. En el caso de las enfermedades que infligen dolor y sufrimiento, la muerte asistida me parece un imperativo moral, incluso. –“Así, bajo la luz blanquecina de la sala de espera, releí El llamado de lo salvaje de Jack London, La isla del tesoro de Stevenson y una parte de Veinte mil leguas de viaje submarino”, cuenta el narrador. ¿Qué implica el retorno a las lecturas de la infancia?
–Para mí, como narrador, regresar a esas lecturas supone una revaloración de la trama, de la centralidad de la trama en la narrativa. Creo que regresar a la trama, y a las lecturas de infancia, implica para mí recuperar un tipo de entusiasmo lector que a veces echo de menos. El nervio principal significó una reconciliación con la trama y con la aventura, con la idea de que una aventura y un misterio pueden vertebrar una novela. Pero aquí se trata de aventuras tristes, de misterios que nunca pueden resolverse del todo. –¿Cómo fue el desarrollo novelístico del misterio que rodea a Teresa? –Hay muchas cosas que no sé cuando comienzo a escribir. Hay algunos huecos en la historia que sé que serán importantes, sin saber muy bien por qué. El misterio del personaje de Teresa era uno de esos huecos. Sabía que tenía que escribir rodeando ese vacío, y que a su debido momento terminaría por nombrarlo, por indicar su profundidad. Creo que me gustan los finales redondos, o que de alguna manera modifican todo el resto de la novela, que le cambian el signo al libro. Y creo que me gustan porque se sienten como una revelación. Me gusta descubrir un orden, una especie de sentido provisorio y frágil que sería imposible o improbable en el mundo. Cuando descubrí cuál era el misterio que rodea a Teresa, como dices, sentí que la novela ya no era mía del todo, ya era un mundo propio, con un sistema de reglas que no tenía caso cambiar. –“Los tres o cuatro recuerdos que mejor conservo […] los he dejado aquí escritos para fijarlos de algún modo, para ver si mi memoria deja de distorsionarlos y la copia de la copia de la copia detiene, finalmente, su lenta pero segura degradación”, afirma el narrador. ¿De qué manera concibes la memoria en función de la escritura? –La memoria, y creo que en general la personalidad, es algo en constante modificación. Muy pocas cosas me unen con el niño que fui hace veinticinco años. Lo único que más o menos sigue igual es que a veces hago marcas con una pluma en un cuaderno. La escritura me permite inventar una especie de continuidad. –¿Qué le depararías a Úlrich González, desdoblamiento ficticio del narrador? –Creo que la suya sólo puede ser una vida de ficción: si el narrador de El nervio principal escribiera una novela, Úlrich sería su narrador, su personaje. A lo que apunta ese guiño es a un posible pliegue barroco en la novela. Quizás Úlrich, a su vez, decide escribir su historia, en clave de ficción, y su personaje es Daniel Saldaña París