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De nuevo Operación Masacre Entrevista con H eRnán l aRa z avala • L a B aBeL de Las sigLas
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 21 de diciembre de 2014 ■ Núm. 1033 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
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21 de diciembre de 2014 • Número 1033 • Jornada Semanal
BAZAR DE ASOMBROS ORGULLOSOS MORIRÁN
“El imperio de la sangre ha llegado y es necesario señalarlo; primero, para concientizar parte del agobio ya anidado en millones de personas; segundo, para entenderlo y acercarnos a esta forma de vida”; y tercero, cabría añadir a las palabras de Ricardo Guzmán, para ir apuntando hacia la salida de lo que, acertadamente, el ensayista define como necropolítica: un conjunto de hechos, escenarios y elementos históricos cuya combinación actual ha hecho crisis en términos absolutos, comenzando por la institucionalidad y llegando hasta la vida misma, tanto colectiva como individual. Urgente como nunca, además de actuar también es necesario reflexionar sobre el perfil social que la sangre, la brutalidad, la corrupción y la impunidad están dejando en el México de hoy. Publicamos además un artículo sobre la terrible actualidad de Operación masacre, la novela del argentino Rodolfo Walsh, así como una entrevista con el narrador mexicano Hernán Lara Zavala.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
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Portada: ¡Basta! Ilustración de MargaPeña
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n la anterior columna les hablé de la retórica falangista y fascista de los educadores religiosos de nuestro país. Estos extremos ideológicos se modificaron al terminar la segunda guerra mundial, pero quedaron polvos de aquellos lodos y el himno del colegio de los jesuitas en Guadalajara siguió convocando a la lucha, a la victoria o la muerte, a sus alumnos y, en particular, a los que pertenecían a la Congregación Mariana y a otras agrupaciones piadosas. Vale la pena recordar otras partes del belicoso himno: “Nuestro Instituto, / Fuerza y Energía,/ forjando temples que amen su deber,/ te ofrendará una juventud bravía/ que por saber morir sabrá vencer.” Todo un programa militar que mantenía los olores de la cruzada nacional del espadón Franco, de la segunda guerra cristera que, según mi abuela, fue ya puro bandidaje, y del levantamiento de un extraño caudillo religioso llamado Lauro Rocha que fue ultimado por la policía en algún barrio de Ciudad de México. El olor a pólvora se iba desvaneciendo, pero las obsesiones en materia de moral social e individual no habían cambiado un ápice. Mi compañera Lucinda, estudiante en un colegio de monjas de Querétaro, recordaba hace poco una oraciónpoema de pésima factura, pero de tremenda carga ideológica. Así dice: “Porque es el beso a la corola blanca de las flores más puras de la vida, la hoja primera que al pudor se arranca.” Una oración nos ponía a temblar todas las noches ligerísimamente pecaminosas: “Pecador, no te acuestes nunca en pecado, puede ser que despiertes ya condenado.” Mi primo Héctor, pío y escrupuloso, se levantaba de repente en la madrugada y corría rumbo a la residencia de los que mi abuela llamaba “los santos padres de la Compañía”. Uno de ellos dejaba su ventana abierta toda la noche para que los jóvenes pecadores fueran a confesarse. Mi primo era uno de los clientes más asiduos al rito del perdón, lo que significaba que su voluntad de arrepentimiento era más bien débil y escasa. El Colegio ya había firmado una especie de modus vivendi con el gobierno estatal, que le permitía violar impunemente el artículo tercero de la Constitución y cubrir las apariencias vistiendo a los profe-
Hugo Gutiérrez Vega sores con ropas civiles y quitando crucifijos e imágenes religiosas de las aulas cuando llegaba el inspector, sin duda miope perdido. En mis primeros años escolares la jerarquía recordaba las viejas épocas del dominio eclesiástico total sobre el país. El mejor alumno era nombrado príncipe del Colegio y las “dignidades” eran las siguientes: cuestor de pobres, edil de clase, jefe de filas, jefe deportivo. Se rezaban oraciones al principio de las clases y al final del día, pero los controles políticos salían del confesionario y de la estrategia basada en el sentimiento de culpa. Cuando estaba ya en secundaria noté los cambios. Para empezar, el príncipe desapareció y apareció una figura militar peninsular, el brigadier general. Los que ostentaban ese título eran generalmente miembros de las buenas familias de Guadalajara y, casi todos ellos, rubitos y de ojos claros, bien vestidos y modositos. Un año fue nombrado brigadier general un joven de apariencia indígena. Pronto nos enteramos que era hijo de un político influyente casado con una señora de las buenas familias. Esto significaba que los rudos revolucionarios mejoraban la raza uniéndose a las pálidas flores de invernadero de la ciudad reaccionaria. Debo advertir que esas flores eran bellísimas y que sus padres las cultivaban con esmero, para llevarlas al mercado matrimonial y casarlas con un nuevo rico al que la Revolución había hecho justicia. “No importa que sea prieto –decía mi tía Chole–, con tal de que tenga influencias y dinero.” Teniéndolos, se vuelve un prieto polveado y, como la segunda educación es la de la esposa, sin duda se volverá piadoso y civilizado. La tía recordaba el ejemplo de don Porfirio Díaz, polveado por doña Carmelita. Ramón Pérez de Ayala, en su novela a . m. d. g ., recuerda con pavor los días que pasó en un colegio jesuita del norte de España. Mis recuerdos son menos terribles. Yo diría que son más bien amables, pues las corruptelas, los arreglos y el cuidado de las apariencias nos daban un buen margen de libertad y obligaban a los hijos de Loyola a ser menos rígidos y militaristas. Además, entre los maestrillos crecían ya las voces de la Teología de la Liberación
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Manuel Martínez Morales
Ciencia bajo el puente puede asomarse a los hallazgos de la secta privilegiada.
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Enrique Serna, Genealogía de la soberbia intelectual
stimados compañebrios, acérquense por favor, que quiero solicitar su amable contribución para una noble causa. –¿Y ora qué te traes, Mané? Se me hace que nos quieres transar, como la otra vez que nos hiciste el cuento de que ya habías encontrado la fórmula matemática para ganar el Melate, le entramos a la quiniela y ni un rabito vimos del premio. –Por favor, Chon –responde Mané–, no dudes de mi integridad, debidamente documentada por el título de Doctor en Ciencias Estrambóticas, otorgado por la Universidad de Miskatonic que, por si no lo sabes, se encuentra en la ciudad de Arkham, Massachusetts. Fue fundada en 1690 y su lema es Ex Ignorantia Ad Sapientiam; Ex Luce Ad Tenebras (de la ignorancia a la sabiduría; de la luz a la oscuridad). Además, mi título es reconocido por el Promec, pues tengo la cédula respectiva emitida ahí afuerita de la SeP , en la Plaza de Santo Domingo. –Entonces ya la hiciste, Mané, ni caso tiene que te juntes con el vulgo, sobre todo el que frecuenta esta modesta cantina.
–Para que mejor me entiendan, compañeros de farra, de lo que se trata es precisamente de que los privilegiados que hemos tenido acceso a una educación avanzada, descendamos de nuestro bien merecido pedestal y compartamos nuestro conocimiento con las masas. En pocas palabras, que salgamos del clóset de la academia y difundamos el saber científico por calles y mercados. –¿Y nosotros, humildes beodos, cómo podemos colaborar con tan noble causa? –Muy sencillo, amigos, basta con que acepten pagar derecho de piso cada vez que entren a la cantina y lo que
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De lo que se trata es precisamente de que los privile giados que hemos tenido acceso a una
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La manera más primitiva de acaparar el conocimiento es negarse a compartirlo, tapiar las puertas y ventanas por donde la gente común
Fotos tomadas de: www.zocalo.com
educación avanzada, descendamos de nuestro bien merecido pedestal y compartamos nuestro conocimiento con las masas.
se recaude lo destinaremos a enriquecer la biblioteca de doña Olimpia Lozada, quien vive a unas cuadras de aquí, bajo el puente sobre el Periférico. Si bien su casa consiste en un montón de láminas y pedazos de hule tendidos sobre lo que alguna vez fueron una mesa, dos sillas y un sofá, también cuenta con una pequeña biblioteca. En unas tablas sostenidas por guacales, doña Olimpia tiene una pequeña colección de libros para sus hijos y otros jóvenes que se acercan a leerlos. En su biblioteca puede encontrarse alguna edición de La madre, de Máximo Gorki, y libros de ciencia ficción, de Julio Verne e Isaac Asimov, y otros de divulgación de la ciencia, como algunos de Carl Sagan. Y vieran que a los chamacos les encantan. A veces se juntan y uno de ellos lee en voz alta y entre todos comentan lo leído. Lo malo es que ya los leyeron todos y algunos hasta dos veces, por lo que se me hace justo que colaboremos con un impuesto para acrecentar la biblioteca bajo el puente. Además, les propongo que voluntariamente nos presentemos en casa de doña Olimpia y que el profe Malacates y yo, los supersabios del contingente, condescendamos a impartir algunas pláticas sobre ciencia a los chavos. ¿Qué les parece? –Para empezar, a mí lo que no me gusta es el pago por derecho de piso y, en segundo lugar, Mané, ¿por qué si Malacates y tú pertenecen al exclusivo club de quienes saben algo de ciencias, deben empeñarse en divulgar lo que la masa jamás comprenderá? Ese tiempo mejor inviértanlo en jugar dominó con nosotros y al calor de unas chelas divulguen sus discretas andanzas con las hermanitas de la vecindad. Es más divertido que una disertación sobre biología molecular. –Puede ser –responde Mané– que, como señala Enrique Serna, en los institutos científicos, y en los cenáculos académicos, sigue habiendo mucha gente obstinada en exagerar la complejidad de sus disciplinas para crear feudos impenetrables, y no se ha erradicado el viejo egoísmo de las castas sacerdotales, menos aún la soberbia que viene aparejada con la erudición, la capacidad analítica o la destreza verbal. Pero yo los exhorto, comparsas de cantina, a que haciendo a un lado esa perniciosa soberbia nos demos a la tarea de sacar a la ciencia del clóset elitista y la llevemos a pasear bajo el puente
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(Doña Olimpia Lozada es una persona real, ese es su verdadero nombre, vive bajo el puente con sus hijos y mantiene una pequeña biblioteca en su precaria vivienda. Ver: http:// noticias.terra.com.mx/mexico/df/familia-que-vive-bajopuente-invita-a-pena-a-pasar-una-noche,4568be348539 0410VgnVCM3000009acceb0aRCRD.html )
ENSAYO
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l abuso de siglas para nombrar instituciones u organismos públicos y privados hace, muchas veces, difícil la lectura de los periódicos e, incluso, la comprensión entre dos personas durante una conversación. Abrir un diario del propio país es un acto cotidiano al cual estamos más o menos acostumbrados. Así, en México son comunes las siglas del Pri , Pan , Prd , la onu , uneSCo , la unam , el iPn , las iniciales de amLo y de otros políticos de renombre. No es lo mismo para un extranjero de visita en el país, como para un mexicano en otra nación, así se hable la misma lengua, como es en España. Las siglas cambian, las abreviaturas también. Ya no se diga si usted abre un periódico francés y lee que la Cgt , Fo y CFdt se unen a la huelga contra la reducción de personal en la SnCF . Y, sin embargo, puede usted leer en cualquier artículo de prensa: “Apoyado por el bm , el Fmi reclamó a la ue la proliferación de ongS que escapan al control de la onu y no respetan las reglas de la omS ni de la oCde . Estos reclamos anuncian medidas de retorsión que han provocado manifestaciones en Francia.” Una persona venida de otra época, de principios del siglo xx para no ir más lejos, no podría comprender este párrafo, como tampoco podría descifrar los jeroglíficos de un pergamino egipcio. Sin hablar de siglos pasados, simplemente en la actualidad, se equivoca quien cree poder leer un periódico, por ejemplo en francés, porque posee el diploma de la Alianza Francesa u otro instituto donde se enseña esta lengua. Acaso podrá leer una novela, un cuento, escrito con sencillez y claridad en un idioma comprensible, clásico, pero leer las cabezas de los diarios es otro asunto. Hay siglas más o menos conocidas en muchos países, no se diga en todo el planeta, como son: onu , uneSCo , ong , la desaparecida urSS , uS , la sustituida Cee por ue . Pero cada país tiene sus siglas propias y sus abreviaturas que forman todo un lenguaje de iniciados y para iniciados. Sin embargo, las siglas se han vuelto parte de la vida cotidiana en el mundo moderno. ¿Quién va a decir Organización de la Naciones Unidas en vez de onu u Organismo No Gubernamental en lugar de ong , Partido Revolucionario Institucional y no Pri , Union pour la Majorité Presidentielle en vez de umP ? En una época donde reinan la velocidad y la prisa, donde la urgencia parece empujarnos a vivir lo más rápido posible, se trata de ganar tiempo al tiempo. Ir de un lugar a otro en el mínimo posible de horas, si no de minutos. Comunicar al otro lado del planeta de inmediato. Decir en pocas palabras lo que quiere comunicarse. Abreviarlas, cortarlas a la mitad, buscar apócopes, reducir el lenguaje a su más corta expresión, así se reduzcan sentido y significado. No importa que, de paso, las ideas se debiliten y el pensamiento se empobrezca. Se ha ganado tiempo. En el mundo de negocios y de eficacia de los intercambios internacionales, las siglas son las bienvenidas.
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La
Babel de las siglas Vilma Fuentes
Esta nueva lengua de siglas que circulan ahora en todos los medios de comunicación del planeta nos revela, tal vez, el sentido moderno de nuestras sociedades contemporáneas. Este lenguaje de siglas, ¿no es el lenguaje ideal de la burocracia? Al mismo tiempo próxima y lejana, abstracta y real, significante y enigmática, la sigla, compuesta de algunas letras mayúsculas que pretenden decir todo y no dicen nada, provoca el sentimiento bastante absurdo de vivir, desde ahora, en un mundo imaginado por Kafka. El poder es a la vez visible e invisible, anónimo y todopoderoso; se expresa, pues, por siglas. Es necesario reconocer que los poderes burocráticos obtienen así una autoridad multiplicada, casi mágica. Si usted dice: “se trata, querido señor, de una decisión de la onu ”, hay muchas probabilidades de que su interlocutor, incluso si es incapaz de explicar qué significan exactamente estas tres letras mágicas, se incline con respeto ante la autoridad de las siglas de las cuales ni siquiera conoce el sentido. De manera semejante, en el universo de Kafka, cualquier decisión proveniente del castillo se hallaba dotada de una autoridad superior, casi divina, que se aceptaba con terror. La autoridad, y en ocasiones el prestigio de una sigla, es tan importante que algunos personajes consideran una especie de gloria, tan resplandeciente como una corona incrustada de piedras preciosas, cuando su nombre es remplazado por sus simples iniciales: decir JFk en lugar de John Fitzgerald Kennedy es un célebre ejemplo de este fenómeno. A tal punto que algunos hombres políticos intentan hacer pasar en los medios de comunicación, con ayuda de periodistas complacientes, las iniciales de su propio nombre. Esto parece proporcionarles la importancia de una marca depositada. Una sigla muy conocida por las jóvenes generaciones, quienes se comunican a través de celulares, es el famoso SmS (short message service). Esto permite enviar mensajes muy breves, y, para abreviar aún más e ir más rápido, los mensajes están escritos a menudo en una especie de nueva lengua, en la cual las palabras no tienen necesidad de cada una de sus letras y se reducen a su expresión fonética. Esto da resultados sorprendentes o pintorescos, según la opinión de cada persona. Hay quienes detestan este nuevo lenguaje utilizado por los jóvenes, los cuales no toman en cuenta para nada ni gramática ni sintaxis. Otros, en cambio, se divierten con estos juegos fonéticos. Los conocedores recuerdan la leyenda bíblica de la torre de Babel. Para castigar la ambición de los hombres que deseaban erigir una torre tan alta que subiese a los cielos, Dios hizo confuso su lenguaje. Esta leyenda podría parecer actual cuando se ve la desmesura de ciertas construcciones vertiginosas. Algunos países, poseedores de medios financieros ilimitados, parecen luchar para ganar el título de propietario de la más alta torre del mundo. Cabría preguntarse si el nuevo lenguaje de innumerables siglas que circula ahora alrededor de la Tierra no es el castigo por tanta vanidad
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CUENTO
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Felipelaboa Guillermo Samperio
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na boa se escapó por la mañana del serpentario del arquitecto Quiroga Mancillas al norponiente de Ciudad de México, informó aFP . Se supone que Quiroga es adicto a este reptil y otros semejantes; el nombre o apodo del animal es Felipe, pues Quiroga suele bautizar a sus animales con nombres humanos, debido a que es proveniente de una población cercana a la selva chiapaneca donde se adoptan estas bestias, según explicó su delictuoso propietario. Dijo que la serpiente no es peligrosa, pero recomendó a los ciudadanos del dF que no se acercaran al animal, pues podría atemorizarlos, además de que tiene un poco más de una semana sin alimentarse; entonces, realiza movimientos extraños como retorcerse y abrir la boca de forma desmesurada, en general desatando su instinto de defensa o conservación. Eso sí, explicó Quiroga Mancillas, es posible que Felipe devore ratas gordas o perros de mediana estatura en general callejeros, pero el arquitecto está en plena disposición de reponer a las familias dañadas por aquellos canes o gatos que, en un error o confusión de la boa, llegue a devorar. Felipe logró su escapatoria levantando una parte de la puerta de la jaula del serpentario, cuyo cuidador, de nombre Lucero Acosta, ya preso en el Reclusorio Norte, no la dejó cer rada de manera hermética. Los expertos Medina y Fernás comentaron que la boa es de la familia de las pitónidas reticuladas que llegan a medir de 2 a 10.32 metros, no contienen veneno y su técnica de atrapar a sus víctimas es por constricción, enrollándose en ellas hasta asfixiarlas, procediendo después a devorarlas. Eligen a sus presas dependiendo del tamaño de la Pythoninae y de sus necesidades alimentarias; pero afirmaron que, en el caso de Felipe, “había escasas posibilidades” de que atacara a alguien, además de que no era seguro que consiguiera sobrevivir por sí sola durante mucho tiempo, amén de los casos mencionados. Sobre el asunto de que si era posible que la boa constriñera a bebés y/o niños pequeños, aventuraron a responder que en el caso de bebés lo veían complicado debido a que la responsabilidad paterno/materna, en general, es acuciosa respecto de los rorros; en cuanto a los niños más grandes, alrededor de seis años,
en la actualidad tienden a permanecer en sus casas enajenados en torno a sus aparatos electrónicos y atendidos por gente de la casa o la servidumbre. No dudamos –añadieron–, en un extremo de hambre, que pudiera atacar a un adolescente, incluso a algún adulto, pues tenemos entendido que la extensión de Felipe es de 8.47 metros. Sería una desgracia, apuntaron, que Felipe se introdujera en una casa de cuna, pero éstas, por lo general, se encuentran bien vigiladas y, por decirlo así, es en suma difícil que una boa o una pitón puedan girar picaportes, a menos de que alguna enfermera, por equivocación, dejara entreabierta una puerta. Sin embargo, finalizaron, esta descendiente de la antigua Macrostomata es apenas un peligro menor ante el rapto de menores con fines ilegales en usos internos del país y exportación de niños al extranjero; la cifra promedio de ambas prácticas asciende a 30 mil por año. Esta industria criminal va desde dar a los menores en adopciones ilegales hasta la prostitución, uso pornográfico y tráfico de órganos. No descartamos a las bestias humanas que degluten niños muy pequeños en la clandestinidad, como podría ser el caso de Felipe. No se olvide, agregaron, que nuestros descendientes indígenas llegaban a degustar carne humana, en especial la de los enemigos derrotados, y que los cruzados europeos, entre ellos los de la Iberia, hacían lo mismo cuando caía un fuerte morisco. En este contexto, nosotros –dijeron Medina y Fernás– pensamos que el escape de Felipe es un caso de relativa importancia. En el extremo de que llegara a devorar a un par de niños, en todo caso es responsabilidad del arquitecto Quiroga Mancillas, ya que éste sabía muy bien que estaba infringiendo la ley y que tales ofidios y otros animales que mantiene en cautiverio deberían encontrase, obviamente, en zoológicos. Esperamos que las autoridades procedan como es debido. La última información que se tiene es que el arquitecto Quiroga Mancillas ha desaparecido de su residencia; sus familiares comentaron no saber el paradero del adicto ofídico. Hay dos tesis al respecto: que se fue al extranjero con otro nombre o protegido por alguna autoridad influyente, o que fue devorado dentro de su enorme serpentario al pretender alimentar a sus animales
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Luis Guillermo Ibarra
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Tlatlaya, lugar donde efectivos del Ejército Mexicano ejecutaron a 22 personas. Foto: Agencia MVT / Beatriz Rodríguez
OperaciónMasacre R
icardo Piglia nos dice de manera insistente que los dos grandes temas de la novela son la aventura y el crimen. Por medio de ellos se mueven los personajes de su órbita, quedan abolidas las fronteras, se desarrollan un sin fin de sueños y de horrores de los que es capaz el ser humano. ¿Hasta dónde puede llegar el hombre? Esa parece ser la pregunta que arroja toda gran narrativa literaria. Rodolfo Walsh sabía de estos asuntos. Las entrañas de esa realidad a la que se asomó escondían los inagotables ecos del horror y de la barbarie. A estos rincones solamente tuvo acceso por medio de una insistente y aguda investigación; por una exhaustiva y terca forma de hacer de la aventura un plan para mostrar las verdades escon-
didas por la historia oficial. Crimen, investigación y aventura, ficción y realidad, centro y marginalidad, quedaron entrelazados en las páginas del escritor argentino. De aquella anécdota sucedida en José León Suárez, provincia de Buenos Aires, en junio de 1956, donde un grupo de civiles son fusilados por la policía de la libertadora, se desprenden todos esos hilos que darán como resultado la novela Operación masacre. A Walsh le resultó sumamente revelador encontrarse, seis meses después de aquellos acontecimientos, con un sobreviviente. Aquel “fusilado que vive” lo llevó a encontrar a otros sobrevivientes más, hasta lograr encontrar un total de siete personajes que habían sorteado la muerte. Ante los ojos del escritor surgía un archivo vivo de voces, en el que las palabras flagraban otra vez el destino humano. Eran los muertos hablando de nuevo. Uno de ellos con medio rostro a causa de una bala; todos ellos huyendo, escondiéndose ante el temor del aniquilamiento y la muerte. La versión oficial arrojaba que aquellos hombres eran parte de una subversión, que una “ley marcial” decretada al día siguiente de los acontecimientos, permitía al nuevo gobierno apagar cualquier llama que alterara la paz de la nación. La seda de la ley del discurso oficial, por lo tanto, admitía todo. Los telones que abre Rodolfo Walsh dirían otra cosa. Esa mano justiciera, capaz de devolver el orden ante la más mínima provocación, era sistemáticamente criminal. Entre la civilización y la barbarie de
Sarmiento, en el discurso se mostraba de una forma más insistente la primera. Sin embargo, bastaba escarbar un poco para encontrarse con el claro despliegue de injusticias, con el instinto del aniquilamiento del otro, con la hazaña de sangre impune que cobraba vidas humanas; con la eterna sombra de la barbarie. Para nada es exagerado decir que Walsh se adelantó a todo. No sólo a esa configuración poética de un estilo denominado “novela sin ficción”, reino de unión entre la literatura y el periodismo, que en los años sesenta tuvo como centro a Truman Capote. Walsh se impuso la creación como un viaje y un destino que apelaba a las frágiles versiones oficiales de los acontecimientos. Su relato ponía como centro no sólo la verdad que le interesaba descubrir, sino la propia búsqueda de la verdad. Una exploración llena de piedras y de personajes sorprendentes, de contradicciones que develaban los alcances de lo que eran capaces los hombres que dirigían los destinos de su nación. Esa realidad que interesó al escritor no hubiera llegado a volverse gran literatura sin el proceso de selección y el descubrimiento de los elementos representables, sin esa aguda mirada que descubría las tramas ocultas de un sistema y el crimen que escondían los discursos legitimados desde los más oscuros intereses. Operación masacre se publicó por vez primera en 1957. En ediciones posteriores se le agregarían nuevos prólogos y algunos hallazgos que fue realizando el escritor argentino. De hecho, el mismo periplo de las ediciones de la novela merecería una historia aparte. Aquellos hechos de 1956 siguieron formando parte de la historia reciente de Argentina, y tendrían su mayor intensidad durante la dictadura militar de 1976 a 1983. El mismo Rodolfo Walsh, con su desaparición y su muerte, sería una víctima más de estos acontecimientos. A estas alturas, ¿qué tan lejos estamos de aquella Operación masacre? Los escenarios en la época actual no son inamovibles. Las fichas mayores del horror actual en el mundo parece estarlas aportando el gobierno mexicano; los casos de Tlatlaya y Ayotzinapa no dicen otra cosa. La Operación Masacre y el crimen de Estado a estas alturas son innegables. Los culpables se esconden en las versiones de sus propios discursos oficiales, cada vez más absurdos e increíbles. No cabe duda de que es necesario continuar la senda marcada por Rodolfo Walsh en su novela, por medio de la denuncia y la resistencia
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Rodolfo Walsh leyendo un capítulo de Operación Masacre
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Artículo
Paseo de la Reforma, durante la 5a Jornada Global por Ayotzinapa, 1 de diciembre de 2014. Fuente: Facebook/ Desinformemonos
Javier Bustillos Zamorano
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s un sitio parecido al interior de un submarino, monitores en las paredes, un comando en media luna, con botones, palancas, teclados, cables etcétera. Al centro, mesa color metálico con seis sillas; no hay ventanas y sólo dos puertas ubicadas una frente a otra. El silencio es absoluto, como si estuviese en un subterráneo. Están el Presidente y los jefes del Ejército y la Marina sentados y en silencio). generaL : Señor Presidente… lo de mañana… PreSidente : No sé, General. Supongo que no habrá cambios… (Mira su reloj) espero que esta reunión… no sé… sea rápida para dormir unas horas (no termina la frase porque entra el Embajador, seguido de un militar). embaJador : Señor Presidente (le da la mano), General, Coronel, siéntense por favor. Señor Presidente, Francisco, perdona la hora. El presidente Krugman está al teléfono (le pasa el teléfono inalámbrico, PreSidente se para y va a un costado de la oficina). PreSidente : Bueno, bueno… qué tal, presidente Krugman… no se preocupe; dígame (todo en un inglés mal pronunciado) no… no, señor Presidente Krugman, escúcheme un momento, por favor… estoy junto a los jefes del Ejército y la Marina; ya todo está bajo control, lo de hoy en la mañana fue absolutamente necesario… no, presidente Krugman, yo le aseguro… sí… pero, no, no, no… bueno hablaré con él, pero inmediatamente le hablaré a usted… por favor, gracias (le devuelve el teléfono). Embajador… embaJador : Cálmese Francisco, por favor siéntese; déjeme explicarle: tal como el presidente Krugman le dijo, la única salida que tenemos es que renuncie y lo haga mañana mismo; no hay tiempo para más…
PreSidente : No, embajador, no. Este es mi país, este es
embaJador : Si esa es su respuesta definitiva, en este
mi gobierno y sé que vamos a superar la crisis… lo de esta mañana, lo reconozco, fue un error pero no de nuestra parte, la policía de la ciudad era la encargada de controlarlos pero fueron rebasados… no había otra opción, además varios de ellos iban armados, en este momento ya me tienen el resultado de las investigaciones… embaJador : Francisco, nuestro equipo tiene pruebas de lo contrario a lo que usted dice, tenemos videograbaciones; la policía federal llegó disparando… PreSidente : Pero iban a incendiar el aeropuerto… generaL : Si me permite, señor embajador… embaJador : ¡Por favor, señores! ¡Usted sabe que es cierto! ¡Que no le hayan informado bien al Presidente es otra cosa! Francisco, por favor, usted sabe que ya no tiene el control… CoroneL : El secretario de Gobernación… embaJador : ¡El secretario de Gobernación es un corrupto que sólo se ocupa de sus ambiciones propias! Perdón, Francisco, pero tú sabes que tenemos la historia completa de todos ustedes, completa y lista para ser usada en este mismo momento si no accedes. Creo que el presidente Krugman fue claro; él ya no puede con la presión de los empresarios, la economía está por los suelos, ya no hay forma de contener la salida de capitales y la devaluación es inminente. Todo lo que se consiguió con las reformas pende de un hilo. Francisco, por favor, usted lo sabe, no tengo que entrar en detalles. Además el acuerdo original preveía esto. PreSidente : Me puedo negar, embajador, finalmente estoy en mi país y tengo el deber de enfrentar esta situación hasta sus últimas consecuencias…
mismo momento le informo al presidente Krugman. Suerte, señor Presidente (se para). generaL : (Deteniéndolo) por favor señor embajador, se lo suplico, un momento, por favor, un momento. Señor Presidente: es mi deber decirle que como su subalterno le debo respeto y obediencia, pero como soldado mi primera lealtad es con la patria. En este momento nuestra patria se incendia y si la única salida para preservarla de mayores daños es su renuncia, como militar y como mexicano le pido que renuncie… ¿Coronel? CoroneL : Primero y antes que nadie la patria. embaJador .- Francisco: tengo órdenes expresas del presidente Krugman de velar por su seguridad y la de su familia; en este momento están listos los helicópteros y el avión para llevarlos a suelo estadunidense, mientras usted y nosotros enfrentamos esta situación. PreSidente : ¿Qué va a pasar? embaJador : Ya lo sabe: asumirá el secretario de Gobernación y posteriormente el Congreso de la Unión designará como substituto al dirigente de izquierda que usted ya conoce. Como siempre, usted tendrá toda nuestra protección, tiene mi palabra y la palabra del presidente Krugman. Ahora le ruego que apresuremos los detalles… escena 2 PreSidente (frente al micrófono de la sede parlamentaria): Honorable Congreso de la Unión…
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MÉXICOHOY necropolítica e identidad D
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Ricardo Guzmán Wolffer
esde el momento en que se declara la guerra a la “otredad indefendible” (el crimen organizado, la corrupción, el abuso político, la represión cínica y muchos más), el discurso público saca de contexto las noticias de sangre que hay por millones en el país y, con ello, limita su comprensión y sus implicaciones. La sangre sigue siendo la primera plana en México. No es sólo por el complejo contubernio –a veces inconsciente, queremos creer– entre factores de poder y medios de comunicación. En la actual administración, con cambios legales que literalmente modifican el concepto de país y cuyos efectos ni siquiera se vislumbran, todo parece opacarse frente a las notas de muertos y desaparecidos: estamos en un país que será modificado a partir de los fallecidos y no de los vivos. La presión generada por los deudos de esos miles de asesinados y desaparecidos no se limita a los manifestantes ni a quienes recurren a organismos internacionales para obtener una simple respuesta sobre si viven o no sus parientes. El imaginario colectivo es otro, a partir de que resultó inocultable la avalancha de sangre. Son los muertos los que reinan este tiempo.
LA IMPUNIDAD COMO COSTUMBRE La necesidad de explicar las causas de la violencia extrema se altera ante la evidencia de que la otredad no reside en los asesinos anónimos, de los cuales algunos son detenidos sin aminorar el desamparo colectivo, sino que la estructura general de poder forma parte de ese mecanismo apabullante. Se han perdido los referentes personales y colectivos. Una respuesta social son las autodefensas ciudadanas, pero jamás podrán acudir a la bolsa de valores o a los mercados internacionales para cambiar los negocios que hacen posible la depredación ambiental irreversible, así como muchos otros problemas: la premura por salvarse de lo micro impide ver la necesidad de resolver lo macro. ¿Sabrán los diputados los alcances que tiene señalar
como delito con derecho a fianza los derivados de la especulación o de la elaboración de contratos que empobrecen a millones? ¿Por qué es más fácil encarcelar al delincuente callejero que al de cuello blanco, o al local que al nacional y al internacional? Con su oferta de bienestar económico en un país donde resulta irremediable la existencia de millones de pobres, a causa de la avaricia de unos y la incompetencia o complicidad de otros, ha dejado de tener sentido la división maniquea entre el narco –los “malos” por antonomasia– y el resto de la sociedad, intrínsecamente “buena” toda ella, de acuerdo con dicho maniqueísmo; comenzando esa supuesta bondad, claro está, por gobernantes y todo tipo de autoridades. Mientras los legisladores comen chocolates con figuras de sus rostros, la vida se evapora de tantos modos que los cadáveres ensangrentados resultan ser minoría en este cementerio dividido en municipios. El imperio de la sangre ha llegado y es necesario señalarlo; primero, para concientizar parte del agobio ya anidado en millones de personas; segundo, para entenderlo y acercarnos a esta forma de vida, donde muchos quieren ver reflejada la cultura prehispánica de la sangre. Suele mirarse la estrepitosa impunidad nacional como resultado de una incompetencia inamovible de la voraz clase política, la cual es capaz de recibir millones y millones de pesos sin siquiera salir a exponer los hechos que debería resolver: cada administración y sus partidos “de oposición” ejecutan “novedosos” mecanismos para aparentar cambios en una realidad que cada vez se evidencia más como perpetua. La sangre es una derivación de esa política basada en el olvido. Los que buscan modos de desaparecer a otros (los queman, los diluyen, etcétera) no viven en otro país. La identidad autorreferenciada con la que actúan los depredadores no puede ser vista como otro hecho aislado: los mecanismos de autorreforzamiento en la delincuencia, sus cómplices forzosos y los insuficientes mecanismos legales, hacen de la impunidad una práctica. En México no puede perderse de vista una historia ininterrumpida de colonización. La mayoría sigue defendién-
dose de unos cuantos; ya no importa si son españoles con caballos, si son ladrones de tierras, si son saqueadores de riquezas naturales, si lo hacen desde la “legitimidad constitucional”, si nacieron aquí o llegaron en tránsito: hay grupos que devastan sin considerar la continuidad de la vida misma. Octavio Paz explicaba cómo el mexicano vive sintiéndose agredido y cómo desconfía de todos (chingas o te chingan, no hay nada más), y los hechos le han dado razón. Ya no hace falta dividir entre autoridad y pueblo para saber que el peligro acecha de tantos modos, que sobrellevarlo es ya un reto para millones de depresivos clínicos o presas del estrés que también aniquila, lo cual está clínicamente comprobado. Para muchos, lo que más lastima es ver a otros tomar a manos llenas y advertir la propia imposibilidad de ser parte de ellos: el país ha dado para generaciones de voraces sin pudor y seguramente habrá para más, pero los hastiados caminantes de esas calles colectivas exigen tomar lo suyo, aunque sea intangible, aunque sea la idea de un país por el que aún vale el reclamo.
LA NECROPOLÍTICA AL PODER La compulsión consumista derivada de las riquezas que se acumulan detrás de los negocios donde unos sangran y otros expiran en la inanición indefendible, termina por consumir a los supuestos triunfadores de la sangre y permea entre quienes miran con horror el camino que ha tomado una sociedad donde, hasta hace unas pocas generaciones, el sentido del aquí y el ahora partía hacia lugares donde no se esperaba ver cuerpos amontonados o reclamos multitudinarios por la presentación de desaparecidos. Solía mirarse a los exportadores de armas para buscar culpables, pero la barbarie se ha diversificado a tantos utensilios como los que requieran los hombres salvajes que viven en la necesidad de causar dolor y muerte. Los primitivos imponen la ruta y los argumentos no lavan el camino encostrado. El poder lo sabe y busca perpetuarse, incluso si es necesario mentir o deslegitimar. Los recientes videos donde se muestra a los vándalos como parte de una corporación policíaca sólo reafirman la percepción de que la desestabilización viene de las propias esferas de “seguridad”: crea la necesidad para hacerse inevitable, pero al ser captado por los miles de pequeños Grandes Hermanos, se evidencia el timo. Este último tiene su contrapartida: frente a los millones de descontentos que confían en el efecto de hacer catarsis pacífica, pública y colectiva, también están los estudiantes que queman y golpean y, al hacerlo, aceptan ante ese mismo auditorio virtual que son parte del caos y de la violencia orquestada desde esa sociedad civil que tiene tantos sustratos reactivos como niveles de ultraje dado o recibido. Si son puestos en libertad no es por su inocencia, sino por el desconocimiento aparentemente voluntario (¿qué otra explicación puede haber ante los nimios resultados?) sobre los elementales procesos acusatorios: habrá que ver a esos Ministerios Públicos y policías ante la publicitada reforma penal. Mientras tanto, en la confrontación mediática se pierde de vista quiénes dieron el paso principal hacia la necropolítica: los delincuentes que saben callar cuando sus peones estatales salen a enfrentar a esos ciudadanos que Graffiti en una calle de la ciudad de Oaxaca. Fuente: Facebook
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gar de restituirlas a los miles de secuestrados, mutilados y deudos de asesinados.
PROMESA DE MUERTE
Street art en calles de la ciudad de México y Monterrey. Fuente: Facebook
suponen estar en un ajedrez de dos oponentes: el reclamo de seguridad se ha cambiado por la revancha generacional, se reprocha a los censurables políticos por su cómplice tibieza –los muertos deben ser tomados en cuenta–, pero en el fondo del reclamo hay mucho más: salarios miserables, servicios insuficientes, tarifas excesivas, distribución inexistente de la riqueza... Muchos tienen ya muy poco o nada que perder, y en su desconsuelo han encontrado una bandera para ondear, aunque no se trate exclusivamente de clamar por los aniquilados. Para este Estado que no quiere mirar al verdadero enemigo, es más fácil manipular la expresión inconforme que atacar la causa generadora y, por lo tanto, lo primero –y casi lo único– que se hace es aprobar con velocidad una Ley para la Movilidad supuestamente neutra en términos políticos. En un sexenio de leyes que dicen prometer un futuro mejor, la realidad sigue poniendo a los legisladores en su lugar: ¿de qué sirve esa movilidad si no hay a dónde ir?
DELINCUENCIA, NORMA Y LEGALIZACIÓN El Estado se ha perdido en manos de los impunes y los papeles parecen haberse cambiado: el porcentaje de políticos enjuiciados legalmente es mínimo, a pesar de las evidencias reiteradas. Basta hacer cuentas para establecer matemáticamente la culpabilidad ética de los “estadistas”, y sería suficiente ver quién manda en territorios cada vez mayores para establecer hasta dónde se han cambiado los papeles. Se paga el “derecho de piso” porque hay más eficacia social con los cárteles que con esos aparatos de “procuración” de justicia que conllevan niveles casi totales de impunidad.
La insurrección civil ha llegado, pero los de hoy son peores tiranos: al imperio del dinero han ampliado el mandato de la sangre. En un Estado no funcional, la violencia es la única rectora que no se puede simular; quizá por eso “funcionarios” de distintos niveles recurren a ella, ante la certeza de que las leyes existen en lugares que no habitamos, de que esas palabras se las llevó el viento en boca de voraces legalistas que creen reformar un mundo ajeno a sus delirios: hace tiempo que dejaron de ser Estados paralelos: subordinado uno, en el mejor de los casos; inexistente, en cualquier otra realidad que no sea la de “legalizar” los cobros al incluirlos en la nómina. Tal como fue sentenciado desde hace siglos, la historia pendular se repite. Ante la masacre sostenida, la República centralista parece que quiere volver: se busca minar las células del federalismo, presumido como democrático, al asumir su inercia ante los salvajes que vuelven para conquistar y mostrar la inexistencia del poder de la legalidad en muchas parcelas, tantas que suman más de las que deberían. ¿Cómo es que ahora la Guerra de Intervención viene de adentro? ¿Cuántos territorios más habrán de perderse? Una de las Siete Leyes expedidas en 1836 otorgaba al Supremo Poder Conservador facultades para declarar la incapacidad física o moral de cualquiera de los tres poderes de la República; hoy se inicia con los municipales. En la evocación de la historia, muchos miran con suspiros al ostracismo de Atenas: si un político reunía determinado número de votos, sin importar la causa, era desterrado por diez años de la ciudad. Hoy tenemos la variante de los políticos autoexiliados que se llevan dinero suficiente para varias generaciones de gozosos ausentes. También están los narcos, que pactan encierros en el extranjero (en cárceles con condiciones tolerables, no como las mexicanas) con penas muy inferiores a las que merecerían bajo una mínima justicia, y con la fácil obligación de dar al Estado gringo sólo un porcentaje menor de las ganancias ilegales, en lu-
Una mujer durante una de las marchas de familiares de los normalistas desaparecidos de Ayotzinapa en Iguala, Guerrero, 12 de diciembre de 2014. Foto: Xinhua/ Edgar de Jesús Espinoza (EE) (DA) (SP)
Ante los ojos internos y externos, México ha dejado de ser la tierra de la gran promesa o el líder de una Latinoamérica que ahora apenas existe en el discurso, para volverse un país cuyos muertos tienen voz en muchos países, cuya búsqueda ha llevado a escenarios insospechados; está siendo convertido en un sitio donde los campos exponen sus terribles siembras y manchan los tiempos mefíticos del regreso de una forma de gobernar que supone la primacía de la imagen y el discurso frente a los regueros de plasma que conducen a altares que esperábamos desaparecidos, pero donde se siguen sacrificando miles de vidas a cambio del bienestar fugaz de unos pocos. El postcolonialismo polimorfo ha encontrado un nuevo laboratorio donde los colonizadores tienen tantos nombres que parecen inagotables, pero donde, también, la intolerancia anida en el ciudadano desconfiado y temeroso de las autoridades, a las que mira como si fueran un solo ente que incumple con su labor de proteger a una sociedad perdida entre nubes escarlatas; ciudadanos dispuestos a cobrarse con furia los agravios largamente causados, incluso los verbales: como si no hubiera una interdependencia, como si no necesitáramos la cohesión para avanzar. No extraña que ante tales realidades muchos busquen escapar por caminos autodestructivos. En este punto, entorno y ensoñación pesadillesca se hacen una serpiente circular que nos recuerda lo rastrero y lo cerca que estamos de la tierra que reclama vidas para brindar algún futuro, con la esperanza de que sea mejor
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En el verano, la tierra, Carlos Martínez Assad, Seix Barral, México, 2014.
El ojo histórico histórico, Eduardo Mosches, Universidad Veracruzana, México, 2014.
Aunque se trata de un poemario, y por razones que tal vez tengan que ver con el aliento y con los temas de los textos que lo conforman, la uv ha incluido este volumen en su célebre colección de Ficción. Una buena clave para entender esta aparente mezcla genérica, al menos en cuanto a la definición de lo que es este ojo histórico, la proporciona Cristina Peri Rossi en el prólogo: “El lector entenderá si le digo que siendo un libro épico y lírico, es, también, cinematográfico. Hay poesía visual y no es la que juega con la ortografía o los espacios. Es la que nos muestra, como éste, el llanto de un niño, el amor de una madre, la muerte horrible de los soldados o el desbordamiento de un río con palabras, con imágenes descriptivas.” Descriptivas, dice Peri Rossi, y le asiste toda la razón: Mosches ha querido, aquí, contar una historia, nada menos que la del siglo recién pasado, y hacerlo desde la consignación de las heridas más significativas que, como especie, nos hemos autoinflingido en la última centuria, pero también desde la voz de un espíritu colectivo que siempre se ha rebelado a sucumbir. Muchos poemas que son uno solo: “El ojo histórico”, que puntúa el libro entero, misma tarea ejecutada por otras dos vertientes: “Desde el horror” y “El vuelo de los sentidos”. En su apoyo están “La cantante muda” y “El escaparate”, y todos en conjunto forman un poliedro verbal que es, nuevamente en palabras de Peri Rossi, “la crónica poética de un siglo, el xx, especialmente cruento, perverso, terrible; siglo de grandes utopías y de dolorosos desencantos; siglo de matanzas, persecuciones, escarnio, humillaciones y, a la vez, de proyectos, revoluciones, deseos”. El ojo histórico de Mosches, a la manera de quien atestigua y entiende la necesidad imperiosa de consignar lo visto y lo vivido, le ha dado cuerpo verbal, desde una poesía desnuda, conversada, directa, a este que puede leerse como “un largo lamento, una melopea, una oración del reconocimiento”.
MARTÍNEZ ASSAD Y EL DIÁLOGO URGENTE AGUSTÍN RAMOS
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n el verano la tierra consta de tres capítulos y está escrita a dos voces. Su tema central es el amor. De José y Alina, y del abuelo de José por la tierra como espacio de peregrinajes, por México como tierra de destino y por Líbano como tierra natal. En esta última, desde diversas situaciones y en distintas condiciones, coinciden los tres personajes: el abuelo, su nieto José y Alina. Y así, merced a la historia, el título En el verano, la tierra, de ser una invitación y un consejo del viejo al joven para visitar la tierra natal en las vacaciones, se convierte en una admonición: es tiempo de bajar al edén aunque el edén sea el infierno. ¿Merced a qué historia? A la historia ficticia…, inevitablemente asociada con la historia real. Empecemos por la ficción. José conoce a Alina en París y viaja con ella al Líbano de la inminente guerra civil de los años setenta del siglo xx . Así Alina, bella mujer gala de ascendencia libanesa, constituye la personificación de Líbano en la misma medida que Líbano representa la encarnación de Alina como un personaje en riesgo de muerte. Esta metáfora de Alina, que la novela propone y permite, ayuda a comprender una nación, remota y presen presente, con sus esplendores y devastaciones. Y aunque llama la atención que el viaje de José, un ser ficticio, coincida en más de un punto con el que efectuó en esa misma época el Jean Genet real, esta coincidencia es sólo una más de las formas de diálogo que propone la novela. Por una parte, la voz del abuelo de José trae resonancias milenarias, edades de oro y travesías mitológicas: recrea leyendas y tradiciones, el germen de sus mitos y biografías. A su vez, la narración del nieto, mexicano de ascendencia libanesa que parte de París al Medio Oriente, es la de un testigo conmovido ante una patria y una historia originadas en el abuelo. Por ello, el relato cronológico del nieto sostiene el tono de quien descubre un legado ancestral, y también carga un misterio que sólo terminará de develarse hasta la última página de la novela: misterio que persiste y se concentra en el propósito del viaje de Alina al corazón de un Líbano a punto de estallar. A través de sus diálogos ideales con el abuelo, y del diálogo amoroso con Alina, José va dejando de ser el forastero del Medio Oriente para renacer en el reverso de lo que antes sólo
aparecía como una civilización desconocida o falsamente conocida, excluyentemente victimizada, temible, extraña, y ahora se presenta como el asiento real de lo maravilloso y lo trágico. En uno de los turnos del abuelo, cuando el nieto ya se halla en Beirut, aquél le habla desde el recuerdo para decirle: “Encontrarás la plaza de los Cañones con sus gruesas palmeras, sentirás en el ambiente el aroma del café y del tabaco de las tertulias del atardecer. En cualquier puerta te ofrecerán un té de menta y mermelada de pétalos de rosa con algún otro dulce como el rapajalum. No hay en el mundo pueblo más hospitalario.” Esto recuerda a la madre de Juan Preciado cuando va guiando a éste en su entrada en Comala: “Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche.” El incumplimiento suscita reclamos. En la novela de Rulfo, Juan Preciado reprocha a su madre: “Hubiera querido decirle ʻTe equivocaste de domicilio, me diste una dirección mal dada. Me mandaste al ¿dónde es esto y dónde es aquello? A un pueblo solitario. Buscando a alguien que no existeʼ.” De manera parecida José, el protagonista de En el verano, la tierra, al sentirse apabullado por la realidad libanesa de 1975, llega a decir: “¡Abuelo!, ¡abuelo!, esto no es lo que me contaste. No hay historias maravillosas, sino intereses políticos. ¿Dónde está el país cantado por Salomón, tocado por la gracia de Dios? Medio Oriente es un pasadizo a la muerte como único destino. Por eso huiste, por eso buscaste otra tierra y me dejaste la penitencia de regresar para gritar que todo está perdido. ¡Abuelo!, no te vayas, no sin antes contarme otra de tus historias…” Y el abuelo acude a este llamado narrando al nieto un viaje por los jardines colgantes de Babilonia, el faro de Alejandría, la pirámide de Keops, el Coloso de Rodas, el templo de Zeus en Olimpia, el templo de Artemisa en Éfeso y el mausoleo de Halicarnaso. Una vez detectando a Rulfo, nada impide rastrear las formas empleadas por Faulkner en ¡Absalón, Absalón! y en Desciende Moisés... Y así como el protagonista José es de algún modo un personaje paralelo a Jean Genet, Carlos Martínez Assad se asemeja a Rulfo, como Rulfo a Faulkner, como Faulkner a la tradición de comprender al otro, ese otro que fuera de la gran literatura se designa generalizadoramente, abusivamente, como negro, huérfano, indio, árabe, palestino. En el verano, la tierra constituye un diálogo. El diálogo como instrumento para trascender los tiempos y responder a la tragedia presente. Esta interpretación obedece a que el concepto “diálogo” ‒antónimo de “monólogo”‒ es clave en los propósitos de toda la obra de este autor, un discurso para que la comprensión se vaya abriendo paso entre las tinieblas de la representación. En uno de sus libros más recientes, Los cuatro puntos orientales. El regreso de los árabes a la historia, Carlos Martínez Assad indica que “el orientalismo” es una “representación de los árabes construida por Europa” desde los tiempos de la invasión napoleónica a Egipto. Y Martínez Assad trabaja, como científico social
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y también como novelista, de cara a esa representación. Ahora, cuando urgen nuevos oídos para clamores antiguos, sus textos sobre Medio Oriente resultan esclarecedores y, sobre todo, vigentes. Como muestra y síntesis está el diálogo que, en un capítulo crucial de En el verano, la tierra, sostienen los personajes Alina, José, Ahmed y Michelle, con respecto al Líbano de 1975. En paralelo al personaje José, que sigue al abuelo y sigue a Alina, Martínez Assad, con eficacia literaria o con rigor científico, sigue a Maalouf, a Genet, a Edward Said, y abre vías al entendimiento sin eludir los enfoques desde donde se ven las coincidencias y las diferencias, las generalidades y las particularidades que vigorizan y confieren peso y levedad, color y matiz a las historias verdaderas, sean reales o ficticias. Por lo que toca a esta ficción, los diálogos no se limitan a las respuestas del abuelo a un nieto que escribe un diario en presente, sino que se extienden al intercambio de la crónica del presente con la evocación de las tradiciones del Medio Oriente, que bajo los efectos del Tiempo está hoy como una merma de la Historia, como una lesión de la humanidad. Si en la edición de 1994 En el verano, la tierra era un canto dialogado, veinte años después se intensifica y deriva en un llamado a la urgencia de dialogar. Filosofía de la educación. Ideología y utopía, Miguel Romero Griego, Ediciones del Lirio, México, 2014.
FILOSOFÍA Y EDUCACIÓN GERMÁN IVÁN MARTÍNEZ
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rente al desprecio institucional y el embate que desde distintos frentes sufren las humanidades y las ciencias sociales; de cara también a la minusvaloración de las ideas filosóficas, Miguel Romero Griego afirma en este libro que dichas ciencias son indispensables para una comprensión cabal de la realidad y que, no obstante la desconfianza que genera el pensamiento filosófico, éste se halla inmerso en toda concepción educativa. Señala por ello la importancia de conocerlo, desentrañarlo e identificar la ideología que impregna todo proyecto educativo al identificar los supuestos de los que parte; valores, comportamientos y actitudes que defiende; fines que persigue; aciertos y desaciertos con que cuenta. Estas son tareas que ha de llevar a cabo la filosofía de la educación, disciplina
que involucra otros ámbitos: epistemología, ética, lógica, gnoseología, axiología, etcétera, e implica una “reflexión seria, rigurosa y sistemática” gracias a la cual se puede advertir qué tipo de ser humano se pretende formar, con cuáles conocimientos, habilidades y destrezas, y para cuál sociedad; también posibilita reconocer las contradicciones existentes entre teorías educativas y entre discursos oficiales y prácticas concretas. Así, frente a un sistema educativo enajenante y deshumanizado que busca uniformar creencias, ideas, actitudes y comportamientos mediante una educación dogmática y, por lo mismo, acrítica; frente a una escuela que defiende las peores prácticas: magistrocentrismo, memorización, repetición, pasividad del estudiante, obediencia, sumisión y docilidad, se precisa impulsar una educación distinta, que promueva lo contrario: reflexión, curiosidad, libertad, investigación, comprensión, profundización, crítica. Romero Griego afirma que la filosofía “deber orientarse a una toma de conciencia y una praxis”; esto es, debe ser especulación pero también práctica o, en otros términos: reflexión permanente y acción transformadora. El autor subraya que la filosofía es un producto social e histórico que posibilita la humanización. Desde una postura latinoamericanista, defiende la idea de que aquélla debe servir para reconocer, analizar, comprender y superar desafíos que aún aquejan a diversos países del mundo: pobreza, hambre, marginación, explotación, analfabetismo, dependencia. Dice además que en la historia de la educación mexicana se han omitido personajes fundamentales sobre los que es preciso ahondar. Subraya que ignorar filosofía e ideología es un error, tanto como circunscribir la educación al ámbito escolar, olvidando el papel que juegan la familia y otras instituciones sociales como instancias formativas. Romero Griego advierte que la institucionalización de la educación responde a intereses económicos y políticos de ciertos grupos; que la educación escolar sigue siendo un mecanismo gubernamental de control mediante el cual el Estado intenta preservarse. Acusa por ello que en la actualidad “no se está formando una conciencia social en los estudiantes”, lo que deriva a la postre en una falta de compromiso de los profesionistas respecto a la sociedad a la cual se deben. Para el autor, resulta “impensable una educación al margen de la ideología y la filosofía”. Su imbricación deviene relación dinámica, cambiante y compleja; asegura por ello que pronunciarse por un tipo de educación es asumir, conscientemente o no, una filosofía y una ideología. Agrega asimismo que todo proyecto educativo se instala en dos dimensiones: realidad e imaginación. Lo que aspiramos ser tiene que ver entonces con una visión utópica de la vida que se basa en una inconformidad respecto a lo que somos en el presente. Aspirar a un mundo mejor, piensa, no es sueño ni fantasía sino esperanza. En este sentido, la filosofía de la educación no la concibe como
el análisis sobre lo que los filósofos han pensado respecto al acto educativo, tampoco como mera especulación relacionada con el lenguaje desprendido de teorías distintas, y menos como una simple clarificación de conceptos. La piensa como praxis que puede ayudar a conocer más y mejor este hecho social, a descubrir falacias, abatir fanatismos y tomar conciencia de nuestra realidad y nuestros problemas con la finalidad de superarlos •
Para no hacerte el cuento largo, Enrique Héctor González, Praxis, México, 2014.
Libro primero de breverías, Treinta y tres textículos y Percata minuta son los tres grandes apartados en los que e.h. González, colaborador frecuente de estas páginas, ha dividido su más reciente cuentario, de muy vigoroso aliento corto: cien cuentos cien, conviviendo armoniosamente en sólo ciento sesenta y nueve folios, en los que González luce sus dotes narrativas, con la ironía, la crueldad, la irreverencia, la incorrección política y un muy negro humor por delante. Van algunos textículos a manera de ejemplo: “Tú escribe el cuento. Quien lo lea, jamás notará la diferencia.” (“Espacio disponible”); “La vio lento, labio lento: la violentó” (“Amor a primera vista”); “El agua le llegó al cuello cuando ya la soga lo degollaba y justo en el instante en que, simultáneamente, un infarto al miocardio le paralizaba el resuello y una bala piadosa le atravesaba el corazón.” (“Concurrencia”). González cumple y no hace el cuento largo, como sí lo es, largo, duradero, el placer de su lectura.
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La Jornada Semanal
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En nuestro próximo número
NUNO JÚDICE: un siglo de poesía portuguesa
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M.A. Campos, Antonio Carlos Cortés, Luis García Montero, Luis María Marina, Blanca Luz Pulido y Jenaro Talens
ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Francisco Torres Córdova
Ricardo Venegas ricardovenegas_2000@yahoo.com
Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Rosa encantada De los desiertos de Siria, príncipe dilecto, de las riberas del Jordán, procede la llamada rosa de Ariha. De dos clases la hay. Una se cultiva y sirve de ornato, no por sus flores, que son blancas y pequeñas y forman primorosas espigas, sino porque al secarse sus ramas y hojas se contraen en un apretado nudo, una pelota que se deshace y extiende cuando se pone en agua, y vuelve a cerrarse si se saca de ella. La otra es silvestre y crece al pie de las palmas; ésa es la que debes buscar. Es una mata humilde, de apenas dos palmos de alto, con tallo delgado y muy ramoso, hojas estrechas y blanquecinas, flores diminutas y frutos como los granos de la granada, amargos y oscuros, color de sangre. Si acaso la encuentras, debes mandar que una joven que sea doncella prepare con sus hojas una infusión. Si la bebes de noche, cuando no haya Luna ni viento, no habrá veneno que te pueda dañar. [De las historias de san Barlaán para el príncipe Josafat.] •
DE PASO Ricardo Yáñez Guido/Güido Lo conocí en su carriola, aunque antes en la portada de un disco, Los tres: sus padres, el cantautor José Luis Rochín y Alma Rocío Jiménez, voz sobre todo de ópera, no obstante su muy buen sentido de la lírica popular, y al centro él, la foto en blanco y negro. Para mí siempre ha sido Guido (si bien también se llama Augusto). De ahora en adelante, sin duda, se le conocerá a la italiana, como nombramos al padre de la notación musical. La frase “buen muchacho”, lo define, pero no le hace plena justicia, pues también tiene sus momentos de rebeldía, de enojo y de debraye. Mas aplicado es, y atento, y, quizá sobre todo, hombre de vocación. Sabía de su talento. Lo había oído tocar piano y guitarra y cantar algo entre rock y canción contemporánea. Hace apenas unos meses se me hizo escucharlo en la veta del bel canto. Gratamente sorprendido, lo celebré. Pero volvamos cierto tiempo atrás, diez, once años... José Luis, su padre, “se fue con las primeras lluvias de junio” y el ahora joven orgullo de Tepic concluyó algo como esto:“Quizá desde allá pueda cuidarme mejor.” •
ftorrescordova@gmail.com
monólogos compartidos
bitácora bifronte Aguacate: país que arde
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n joven se prende fuego en las calles de Chiapas para exigir justicia, otro muchacho levanta la bandera mexicana en Oslo y le pide a Malala no olvidar esta tierra humedecida por las lágrimas y la sangre; la asfixia de un hombre que muere ejecutado por el narco; un presidente que viaja a China para quitarse el estrés mientras se incendia lo que no gobierna; funcionarios de la cultura depositan los honorarios atrasados de artistas el mismo día en que han muerto; padres de normalistas que gritan con un dolor y un desconsuelo que ningún discurso apacigua ni mengua; los mismos padres que le gritan en la cara a los legisladores que no sirven para nada (y la razón les asiste). La Casa Blanca que nadie aclara, pues de tan blanca, es intocable. Calles donde la bestia desata su furor. La bestia reprimida hace su nido de impunidad, la bestia cotidiana, la rumorosa, silente bestia en las entrañas, en el ombligo de la luna, fosa de todos. La ley no escrita dice:“Ya es fácil ser delincuente en el país y no pagar los platos rotos.” Indignación, fuego y olor a pólvora por todas partes. Sendas imágenes de actualidad permiten vislumbrar la ausencia del Estado mexicano, la patria sin ley, acéfala, en que vivimos. Este es el tema de la exposición Aguacate, realizada en el Centro Morelense de la Artes, en el marco de la ix Semana de las Artes, en la cual exponen Benjamín Torres, Daniel Guevara, Lisandro Arenas, Manuel Arcos, Osmar Ramírez, Paola Martz y Paul Mujica. Para Citlali Ferrer, escritora y curadora de la muestra, “en esta exposición podemos ver el resultado del trabajo de jóvenes artistas atentos a la realidad deleznable que es, sin duda, el caldero del mal. Antiguamente la violencia estaba ligada al cambio, a la transformación, ahora nos enfrenta a lo peor. Muros y cerraduras nos separan del mundo, vivimos confinados, mientras los delincuentes transitan libremente por las calles. La resignificación de este infierno no sólo estriba en la forma sino en un fondo absolutamente convulso”. El balance de esta exposición deja entrever, en el lenguaje de estos artistas jóvenes, al millón y medio de desplazados por la violencia; mientras el presidente se lima las uñas el costo de la gasolina se eleva, el kilo de tortilla y la canasta básica siguen levitando, y ninguna reforma es suficiente para dar sustento a los desposeídos. “Televisa: Orgullo de México”, una declaración que avergüenza y deja con la boca abierta a más de uno que se pregunta, ¿de dónde habrá salido el ignaro que lo dijo? Cuando se reúnen la ignorancia, la estupidez y la ambición, algo grande está por ocurrir, nos dice el arte cuando denuncia. No sólo hay Estado fallido, también hay aviones de millones de dólares para mostrarnos la pobreza del país. Ayotzinapa, el fantasma que nos confronta, la herida más profunda que somos todos. ¿Démosle vuelta a la página? La fantasía por excelencia es imaginar que el gabinete actual termina su sexenio •
Armas las que sean
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uede pasar inadvertida en la rígida penumbra de un dormitorio para niños, en una sacristía sin ventanas, en el pa-
tio roto de una escuela rural sin bebederos, en la terrosa soledad de los caminos o al fondo en la confusa y asediada muchedumbre de los días. Su voz puede ser afable y sus modales contenidos, de aspecto trivial y atuendo modesto, las uñas limpias y tibia la sonrisa. O no, y entonces mostrarse en oros y diamantes desbordados en anillos, dientes y relojes que valen lo que pesa por lo menos una muerte, que es mucho o poco o nada según se vea en estos tiempos ya de siempre. Puede reservar o atemperar sus ansias primitivas en el suelo del alma si la hubiera, o guardarse en la conciencia gota a gota, compartir insospechada en comederos de mercados o festejar discreta y a veces incluso seductora en banquetes de manteles largos con arreglos rebosantes de orquídeas o alcatraces. Puede no ser lo que parece y engañar al ojo atento, o parecer lo que no es y encandilar al ojo ingenuo. Es concentrada y eficaz en sus asuntos, sabe acercar su silla forrada en piel con remaches de cobre a las pesadas mesas de exóticas maderas en que tanto se trenzan y celebran tratos de abundancia para algunos, y se acuerdan múltiples destinos cotidianos de esperanzas rotas y sólidas carencias para muchos; poner su índice en tableros financieros que todo lo sopesan y cotizan, lo calculan y sentencian, y trazar con elegancia solemne su firma en concesiones y convenios impresos en folios ribeteados con emblemas, banderas o sellos en relieve. Es estricto su negocio, provechoso y sustentado en amenazas y terrores que se cumplen y consagran el poder de su sordera, que en ella no es flaqueza en absoluto. A fuerza de insistir y repetirse, de pulir sus instrumentos y recursos con la piedra porosa de la historia, no le tiembla la mano o la mirada a la barbarie. Su pulso está impuesto como dicen al temple de las armas las que sean, y en parlamentos, congresos y senados, ministerios y cortes, su lengua derrocha gracia y sutilezas. Es ubicua o equívoca si quiere, o precisa o roma o delirante si toca la estrategia, pues lo mismo le da un contubernio de satín o terciopelo, de casa grande y blanca con soberbia vista a la miseria, que un lodazal de cuerpos y ojos extraviados. Y aunque oculta bien su paso, al final el empuje de su huella es indeleble. Sus obras no caducan, no se diluye en calendarios y discursos la sangre que vacía en la memoria, la de entonces que es ahora todavía y también será mañana: “Habrá que lavar no sólo el piso: la memoria./ Habrá que quitarle los ojos a los que vimos,/ asesinar también a los deudos,/ que nadie llore, que no haya más testigos./ Pero la sangre echa raíces/ y crece como un árbol en el tiempo./ La sangre en el cemento, en las paredes,/ en una enredadera: nos salpica,/ nos moja de vergüenza, de vergüenza, de vergüenza.// Las bocas de los muertos nos escupen/ una perpetua sangre quieta” (“Tlatelolco 68, fragmento 3”, Jaime Sabines.) •
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Jornada Semanal • Número 1033 • 21 de diciembre de 2014
Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com
LA OTRA ESCENA
Édgar Ceballos, en escena una ciencia de la puesta
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A PASIÓN INTELIGENTE Y acuciosa que por el teatro siente Edgar Ceballos –editor, investigador, crítico, tallerista y antologador– ha derivado en la edición de un monumental diccionario: Diccionario mexicano de teatro, siglo xx (Escenología, 2014), que se propone “historiografiar todas las manifestaciones escénicas comprendidas concretamente entre 1900 y 2000, aunque estén actualizadas hasta este nuevo milenio”. La aparición de un trabajo de esta amplitud (3 mil 500 fichas y mil 400 fotografías) siempre recibe el aplauso y la gratitud de un gran sector que precisa de una documentación rigurosa y autorizada, pero también se hace acreedora a una gran exigencia conceptual, teórica y formal. La obra de Ceballos no engaña, es clara su vocación y la dimensión de sus logros:“reúne las más significativas biografías de actores, directores, autores, escenógrafos, teóricos, así como instituciones públicas y privadas”. Como dato curioso, Ceballos indica que no incluyó un acervo de cerca de 4 mil fichas que contemplan a los que participaron del teatro y luego renunciaron. Son más los que se han ido que los que permanecen. Claudicar es lo fácil, pero no es lo suyo. En este Diccionario, Ceballos renunció a una labor más enciclopédica que incluyera conceptos, valoraciones críticas de orden histórico, analítico y estético, pero es una manera de avanzar en este trabajo conjunto que fue aprobado por el poder Legislativo para apoyar a través del inba y Conaculta a un gran sector de editores independientes (obvio, del mercado). No es lo mismo decir un Diccionario mexicano de teatro que "Diccionario de teatro mexicano." Este último estaría obligado a lo exhaustivo y a lo nacional, converso u origi-
nario, pero nacional, mientras el primero lo único que necesita es una ciudadanía, una intención de exhaustividad y un espíritu de pluralidad. Todas las características las tiene el trabajo que ha publicado Ceballos bajo su propio sello editorial. Lo aclaro porque proliferan obras con títulos pomposos que no son ni lo que prometen ni lo que parecen. Falsificaciones con títulos sensacionalistas. Algunos, aprovechando los recursos que están a la mano y que no representan erogación para el erario, por ejemplo el estupendo esfuerzo que la finada Josefina Lara hizo en la antigua dirección de Literatura del inba , apoyada por varios directores que la dejaron hacer (hasta que se fue) esfuerzo que sólo hasta la llegada de la escritora Silvia Molina, pudo reconducirse, subsanar errores y dirigirse bajo una norma coherente que verificara la información ficha a ficha. El resultado fue el Diccionario bio-bibliográfico de escritores de México. Ese esfuerzo editorial creció hacia la consulta electrónica, otro de los méritos de Molina al frente
de la Coordinación Nacional de Literatura, junto con el desarrollo de una página web que permitiera la consulta de ese acervo, que conserva su estructura desde entonces. Claro que si bien hay una referencia al trabajo dramatúrgico, la dramaturgia no es el teatro mexicano. Hay otros que son soportados bajo un orden programático que permite revisar anualmente los avances y mostrar los desafíos a cumplir, como el Archivo del Diccionario de escritores mexicanos del siglo xx, del Centro de Estudios Literarios de la unam , que avanza día a día para reordenar lo que les llevó casi tres décadas y que tiene un eje de consulta hemerográfica titánico y de origen parcial, porque si bien incluye medios relevantes, no incluye las publicaciones de textos significativos sobre nuestra literatura, pues muchos de ellos han sido publicados en revistas y suplementos de aparición irregular o muy fugaces. En algunos, las fechas de nacimiento y muerte son imprecisas. Otro ejemplo: una de las cualidades que destaca de Enrique Olmos de Ita es que es sobrino del crítico Fernando de Ita. Hay algunas que no le hacen justicia al sujeto: no puede ser que el tamaño de la ficha de María Elena Velasco, la India María, sea equivalente a la de Carlos Olmos. En fin, son bastantitas así. Se agradecen los créditos en las fotografías, pero el peso de lo biográfico hace que proliferen los retratos de caritas en demérito de las puestas en escena, lo que permitiría ver en acción a los actores consignados y las escenografías que podrían llamar la atención del lector con sus referencias al pie, espacios que están desaprovechados. Si se emprendiera la edición electrónica de este documento, tendríamos la posibilidad de su actualización permanente y a un costo muy bajo •
Alonso Arreola @LabAlonso
“La música no es frágil”: David Byrne
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OMOS IRRESPONSABLES. HABLAREMOS DE su libro sin haberlo terminado. No nos contamos entre sus ciegos feligreses. A no preocuparse. Tomaremos el riesgo por dos razones. Una: lo que llevamos leído es provocador y honesto. Dos: su índice es promisorio. Y hay una tercera razón: las reseñas que nos hallamos antes de comprarlo resultan más que variadas, contradictorias. Ello refuerza nuestra impresión de que Cómo funciona la música –que así se llama el voluminoso objeto– vino a incomodar a quienes no soportan que un músico hable de asuntos tan diversos (artísticos, científicos, antropológicos), incluso llamándose David Byrne. Así, mientras unos lo denuestan a favor de obras especializadas, otros enaltecen el ego propio ubicando debilidades donde nosotros, contrariamente, intuimos el nacimiento de una reflexión sobre el consumo y la forma misma del arte, pero que deja la puerta abierta para el diálogo. Publicado originalmente en 2012, Cómo funciona la música se renueva este año porque la editorial Sexto Piso ha editado su versión ampliada en español; de allí que trajera a su autor a la fil de Guadalajara hace unos días, donde lo compramos. A la presentación asistió poca gente. Eso nos dijeron quienes fueron. Lo peor, y en eso también coincidieron, fue que el diálogo entre el músico y su moderador no fluyó y que las preguntas de los melómanos carecieron de sentido. Observaciones que no nos constan pero que parecen unánimes, lo que sí podemos decir es que mientras andábamos por pasillos atestados de adolescentes que gritaban lanzando por el aire condones inflados, pensamos que la experiencia de Byrne fue uno de los muchos y complejos reflejos de una fil bastante caótica.“Está llena, pero pocos compran”, nos dijo una editora importante cuando preguntamos sobre las ventas de este año. “Las cosas no pintan nada bien”, remató.
BEMOL SOSTENIDO Muy diferente fue la vivencia de la youtuber Yuya, quien registró las mayores cosechas en un solo día (cuando ni siquiera intentamos entrar por las marejadas de quienes aullaban desde la calle, en ambas entradas de la Expo Guadalajara). Antípoda de Byrne, lo de esta joven de pocas luces abocada a dar consejos en Youtube con la voz, actitud y edición más estridentes que hayamos visto, fue arrollador: desplazó más de tres mil ejemplares en una presentación desbordada que requirió apoyo extra de la fuerza de seguridad. En fin. El asunto que hoy nos ocupa es el de la sabiduría desplegada por David Byrne en su último libro. Partiendo siempre de su experiencia personal, el exlíder de Talking Heads se propone desarrollar la respuesta –una Hidra auténtica– a la pregunta: ¿cuáles son los aspectos no artísticos que en cada sociedad y cultura influyen en la existencia, apreciación, mercadeo, promoción y consumo de la música? Lúcidamente, lanza algunas tesis arriesgadas: los
compositores –incluso los estrafalarios– trabajan para encajar en los foros y audiencias de su tiempo. La tecnología da forma a la música (de lo analógico a lo digital). La producción de un espectáculo en vivo, las colaboraciones entre artistas, los negocios y las finanzas, todo afecta y determina el valor que se le da a la música, independientemente de su calidad intrínseca. Coincidiendo con buena parte de sus argumentos –aunque nuestra experiencia viviendo en Latinoamérica reclama adaptaciones–, entendemos algunas diatribas por lo excesivo de su título frente al resultado: Cómo funciona la música. Es cierto. Es un error, primero, por el bien conocido trabajo de John Powell; segundo, por la serie televisiva de Howard Goodall. Ambos tienen el mismo nombre. Más aún, es un desatino porque el tono resulta autoritario y científico, ajeno a lo que se aprecia en su interior. Porque sí, David Byrne es un hombre humilde que se mantiene creciendo, madurando siempre. En este y otros escritos se muestra dudoso, necesitado de diálogo y en la búsqueda de los que aman los procesos, de quienes ejercen su oficio y proponen temas de conversación. Y no se aflija nuestra lectora, nuestro lector del domingo. Aunque parece dirigido a creadores y músicos, este proyecto interesa a curiosos que no se conforman, que quieren saber más sobre la existencia intermedia de la música, entre la creación y el oído. Desde su prefacio el fundador de Luaka Bop Records justifica esta disección:“¿Arruina el deleite hacerse tales preguntas en un intento de ver cómo funciona la máquina? Para mí no. La música no es frágil […] Tratar de verla con una perspectiva más amplia y profunda pone de manifiesto que el lago es más amplio y profundo de lo que creíamos.” Estamos de acuerdo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
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21de diciembre de 2014 • Número 1033 • Jornada Semanal
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Jorge Moch Verónica Murguía
Enredos de las redes: Trol, trolecito ( ii de iii)
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E NUEVO ES NAVIDAD. No lo puedo creer. Como dice todo el mundo, cada vez los años duran menos. O será que éste estuvo tan lleno de plagas como aquél en el que Jehová dejó caer su cólera sobre los egipcios y por eso nos ha parecido una caída en el abismo: breve, dolorosa, puro vértigo. En las noches de este diciembre polvoriento, me asaltan los recuerdos de la infancia, cuando la Navidad me parecía la época más bonita del año. En diciembre la escuela cambiaba: los maestros perdían el mal humor y todos decorábamos el salón y poníamos el árbol. Supervisados por una monja distraída, hacíamos intercambios de regalos y posadas. Los que tenían buenas calificaciones eran elegidos para personificar a la sagrada familia o a los ángeles en la pastorela. El mejor actor, aunque repro-
bara todas las materias era, siempre, el Diablo. El resto salíamos de pastores genéricos y lo mismo daba si éramos niños o niñas, así que uno se podía ir de pinta y nadie decía nada. En las escapadas, sentadas alrededor de mesas de lámina, las niñas de Sexto hacíamos listas de lo que deseábamos para la Navidad y la vida. Porque esa era la característica más acusada de la Navidad: pedíamos cosas. En Año Nuevo se hacían listas de propósitos; en Navidad, de deseos. Mi mejor amiga de entonces era una niña sin imaginación: quería casarse. Tener una casa con alberca, hijos guapos y coche. Logró todo menos la alberca. Yo quería un caballo porque es un animal indispensable en los libros de aventuras y, confusamente, ver el mundo. Quería que mi casa estuviera llena de gatos, perros y hámsters; quería ya no tener miedo en las noches; quería (sin poner nada de mi parte, así son los niños) sacarme dieces sin estudiar. Ahora mi lista de deseos me parece todavía más ingenua que las planas de esos años. Parece un discurso de ésos que recitan las Miss Universo cuando desfilan en traje de noche y farfullan muy sonrientes:“Mi mayor deseo es que haya paz en el mundo y que el hambre desaparezca del planeta.” Digamos que no quiero paz mundial, pero que me conformaría con un poco de paz nacional. Deseo justicia, y que quienes la han hecho, la paguen, estén en el crimen organizado, en puestos gubernamentales o donde sea. Que quienes le hayan levantado la mano (léase macana, objeto contundente, revólver, arma larga, arma blanca o de grueso calibre) a un inocente, sea condenado al infierno. A un infierno como el que describe la literatura religiosa de la humanidad entera: que sufran en el Mictlán, en Gehenna, en Xibalbá, en el Hades, en el Tártaro, en el Lago de Fuego de los antiguos egipcios, en
la Estepa de Hielo de los tibetanos, en los círculos del Infierno cristiano que Dante describió como nadie. Que la comida no les sepa, que Freddy Kruger los espere en sus pesadillas. Que el agua no les quite la sed. Que se les vuelva el corazón de pollo y cada noche se les aparezcan sus víctimas. Ya encarrerada, que soñar no cuesta, como dice el dicho, quisiera con todo el corazón que una mañana decembrina y vaticana de este 2014, el Papa se despertara con el alma sacudida, presa del viento paráclito. Entonces, dictaría una urgente reforma a los Diez Mandamientos. Nada de que “no matarás” siga en el ¡quinto lugar! Es absurdo que ocupe su lugar después “santificarás las fiestas”. Ése, fuera. No vayas a misa, pero no mates. Mucho mejor. Hay que reformar “No consentirás deseos impuros”. Ten los deseos que quieras, pero aguántatelos. El primer mandamiento, con apenas dos atenuantes será “no matarás”, con mayúsculas y en negritas, seguido de “no te aprovecharás del puesto”, que sustituirá a “No codiciarás bienes ajenos”. Este mandamiento que tiene una parte rara: la que prohíbe expresamente codiciar a la mujer y al burro ajeno. Se vale codiciar, sobre todo al burro, pero hasta ahí. “No extorsionarás ni secuestrarás”, suplirá a “No cometerás actos impuros”, ya que estos delitos son crueldades asquerosas. Las prohibiciones de robar y dar falso testimonio quedan como estaban. Todo lo anterior garantiza el cumplimiento de “Amarás a Dios sobre todas las cosas”. ¿Por qué? Porque si no matas, ni mientes, ni robas, ni te aprovechas; si no dañas a nadie, no ofendes a Dios. Eso es mejor que amarlo y andar fregando al prójimo. Así, quedarían Diez Mandamientos acordes a los tiempos que corren. Amarás a Dios sobre todas las cosas. No al dinero, ni al poder. A Dios. Y ahora sí, feliz Navidad •
LAS RAYAS DE LA CEBRA
La lista de deseos
ROLEAR SIGNIFICA MOLESTAR. ACOSAR, hostigar, insultar en las redes –trol es en español un neologismo derivado del inglés troll, a su vez herencia de las mitologías escandinavas medievales de territorios de la Europa septentrional como Suecia, Dinamarca y Noruega, y las tradiciones orales nórdicas y eslavas, donde el troll se conocía con varias acepciones, a saber si provenía del subsuelo o de la montaña o si se convertía en piedra al exponerse al sol, etcétera (un ser mítico, humanoide, malvado, conocido como Jötunheimr). La figura variopinta del troll fue luego retomada a finales del xix y principios del xx como personaje idóneo para libros de cuentos de hadas ilustrados por artistas como John Bauer y Theodor Kittelsen. Siendo tradicionalmente zafio, servidor del mal y perpetrador de malas acciones que le compliquen la vida a la gente (podía desde esconderles los aperos de labranza hasta devorar aldeanos), su acepción moderna, aunque en culturas ecuatoriales como la nuestra quizá quedaría mejor la personificación del “chaneque”, es ideal para aquellas personas que dedican su tiempo a enchincharle la vida al prójimo. En México buena parte del troleo en las redes sociales se inserta en esa especie de guerra civil de opiniones políticas que ha convertido a plataformas de comunicación simultánea como Twitter o Facebook en auténticas arenas de combate. El troleo puede adoptar varias formas e intensidades, desde el hostigamiento burlón que pretende ridiculizar cualquier opinión –particularmente aquellas que cuestionan o a su vez ridiculizan a un funcionario público o a un estamento gubernamental–, hasta el insulto agresivo, profusamente vulgar, llegando a las amenazas, que en México constituyen delito. Quienes escribimos en medios de comunicación somos a menudo blanco del troleo (conocí de cerca ese deporte cibernético de la mala leche cuando hace unos meses en esta columna cuestioné el empleo clasista y deprecativo de la palabra “chairo”). Una de las características, aunque no condicionante, de un trol en las redes es que busca esconder su verdadera identidad, actuar desde el anonimato, particularmente cuando sus ataques son virulentos y parecen obedecer a una agenda política de silenciamiento o acoso a periodistas, líderes sociales de oposición al gobierno o activistas políticos, aunque también del lado de la oposición y el activismo social hay troleo y, lamentablemente, también escondido detrás de identidades falsas. Se puede, sin embargo, trolear a alguien, someterlo a una cauda de comentarios mordaces o insultarlo y eso sin esconder el nombre propio, pero por regla general quien trolea a conciencia suele ha-
cerlo desde el anonimato, lo cual a algunos no deja de parecernos un evidente rasgo de cobardía. Sin querer generalizar, me atrevo a decir que la mayoría de quienes somos u s u a r i o s d e l a s re d e s s o c i a l e s h emos troleado o hemos sido troleados en algún momento. Y está bien, es parte del juego de exponer ideas o críticas o simples comentarios banales en una palestra pública y viva como son las redes hoy. El asunto del troleo adquiere sin embargo tufo a aparato represor cuando es dirigido desde algún tipo de centro neurálgico. Y eso es precisamente lo que hace la Nomenklatura priísta cuando lanza a sus operadores a golpear tendencias en las redes porque son molestas o incómodas al régimen o, insisto, para callar las voces de la disidencia que, por cierto, no recuerdo que hubieran sumado tantas de los más variados orígenes y aun de ideologías antagónicas, como con los reclamos ya internacionales de la renuncia de Enrique Peña Nieto a partir del clamor genuino de justicia para los estudiantes secuestrados y desaparecidos en Guerrero, pero también en muchos rincones de esta geografía mancillada por la violencia, la idiotez, la corrupción y una indolencia ya inaceptable. Al trol, empero, es fácil neutralizarlo. Basta bloquear la cuenta de quien nos hostiga para que, aunque haga pataleos y berrinches reclamando que se lo censure y enarbolando el discurso imbécil de que se le troncha la libre expresión –trolecitos, entiendan, la negativa a tener que soportar sus exhibiciones de odio y rabia no es censura, es simple sentido común ante la estupidez– se elimine el asunto. Las plataformas de las redes tienen además recursos de ayuda y soporte técnico para reportar amenazas o insultos reiterados, y cuando comprueban ese comportamiento abusivo, cancelan la cuenta. Y eso sí funciona. Se calla el trol y se desvanece en su anhelada anonimia • (Continuará.)
CABEZALCUBO
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
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Jornada Semanal • Número 1033 • 21 de diciembre de 2014
Enrique López Aguilar
Luis Tovar
¿Soy o me parezco? (reflexiones acerca del retrato)
Más tinta en el tintero
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L RETRATO MODERNO NACE como la necesidad burguesa de expresarse figurativamente a través de la pintura; esto ocurre alrededor del Trecento y Quattrocento, consecuencia de la afirmación de un nuevo grupo social en Europa, con una ideología y un estilo de vida innovadores que provocaron el paso de la Edad Media al Renacimiento. No pueden dejar de asociarse al retrato las ideas individualistas de la vida ni las imágenes recurrentes sobre el mérito y el talento personales para transformar lo que antes parecía inamovible (debe recordarse que, durante la Edad Media, el ecumenismo religioso reducía al individuo a una parte del plan divino, donde la salvación ocurría colectiva, no individualmente); Maquiavelo diría después, para la política, lo que la burguesía había comenzado a ejercer, desde antes, para los escalamientos social y económico. Un grupo que se instalaba tan pragmáticamente en el mundo, que deseaba transformarlo, sólo podía aspirar a lo que ahora llamaríamos una visión “realista” de la vida, cuya expresión visual se denomina “figurativismo”: el yo inflado de un burgués triunfante deseaba ser trasladado a la pintura por dos razones: para perpetuarse frente a los otros de manera inconfundible (individualismo) y para mostrar su éxito social. Desde 1300 hasta el siglo xix , el retrato pictórico fue evolucionando en verosimilitud, en acercar cada vez más la imagen objetiva del mundo a la imagen estética del lienzo, lo cual implicó acentuar los experimentos con la luz, el color, los volúmenes, el dramatismo psicológico o la franca sugerencia de una personalidad. El siglo xix ve surgir el daguerrotipo, la fotografía y el cine, evidente competencia para la pintura y la literatura, artes cada vez más instaladas en el fenómeno realista. Y, sin embargo, no debería verse como accidental el hecho de que surgieran, precisamente en ese siglo, invenciones mecánicas para reproducir la realid a d. Po r u n l a d o, l a te c n o l o g í a y l a filosofía habían potenciado la fe en la ciencia: imposible dejar de entender el nacimiento de la fotografía como una especie de acto artístico positivista; más allá de la pintura realista, la fotografía pudo capturar la expresión exacta (por lo menos, eso se pensaba en ese momento) de los personajes fotografiados. Ahora contamos con reproducciones de daguerrotipos que nos permiten saber cómo “eran” Baudelaire, Poe, Chopin, Marx, Darwin...; tal vez todavía no se pensaba que la manera como el fotógrafo elige un segmento del rostro, cierta luz, esa expresión, para producir algo tan creativo como la mirada del pintor, implicaba una interpretación y una selección de la realidad, por más fidedigna o copiada que pareciera a través de un instrumento mecánico. Quizás no es desmesurado suponer que la fotografía sea una invención acabadamente burguesa, necesaria para, en un primer momento, perfeccionar las ur-
gencias de mirarse en un espejo riguroso, de ser mirados con exactitud sin las aparentes desviaciones de la interpretación pictórica. Salvo los mejores retratos del siglo pasado, en los que podemos adivinar una tentativa psicologista, es cierto que muchos de los que se hicieron sólo eran una mala copia costumbrista de una persona posando: eso no es un problema de la fotografía sino del fotógrafo o, tal vez, de las premuras vanidosas del modelo. De todos modos, esa idea del retrato prosigue en aquellas personas que conciben a la cámara como un instrumento chabacano, no como un ojo selectivo, que puede “inmortalizar” la primera sonrisa del bebé, la fiesta de quince años, tal inolvidable día en la playa... La historia de la humanidad, sobre todo la historia de los avances tecnológicos y el progreso, ha marchado exponencialmente desde la Revolución Industrial; el hombre ha parecido ir más rápido desde 1750 hasta 2014 que desde la prehistoria hasta 1749. No es desmesurado, por tanto, decir lo mismo de la fotografía. A lo mejor, la idea que actualmente tenemos del retrato sigue siendo fundamentalmente figurativa y realista, pero la amplitud y diversidad con que actualmente se maneja la cámara para acercarse a un personaje ha avanzado de manera fulgurante en ciento cincuenta años, tanto técnica como conceptualmente, de la misma manera en que la pintura tardó seis siglos para cambiar sus nociones figurativistas, desde Giotto hasta el hiperrealismo pop de Andy Warhol. Sí: el retrato fotográfico es mucho más que tomar, con una instamatic, la inmortal sonrisa de la novia; o, con los teléfonos celulares, los llamados selfies •
twitter: @luistovars
A LÁPIZ
alapiz2000@gmail.com
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ACE UNOS TRES MESES, bajo el título “Vaciar el tintero”, se habló aquí de siete cintas mexicanas que, luego de haber hecho un más largo o más corto recorrido por festivales cinematográficos, no fueron programadas para su exhibición comercial este año. Puesto que al agonizante 2014 le queda un solo fin de semana, es absolutamente seguro que las siguientes ocho películas mexicanas correrán una suerte idéntica: González, de Christian Díaz Pardo; Penumbra, de Eduardo Villanueva; Espectro, de Alfonso Pineda Ulloa; Pares y nones, de Gregorio Carrillo Vázquez; La fórmula del doctor Funes, de José Buil; Cuatro lunas, de Sergio Tovar Velarde; Familia Gang, de Armando Casas, y Los muertos, de Santiago Mohar Volkow. El denominador común de todas ellas es que fueron producidas en 2013, de modo que la posterga-
ción está muy próxima a convertirse en una virtual cancelación, considerando las prácticas de distribución y exhibición que se padecen. Producidas en 2014 –algunas muy al principio, otras a finales de año– y también exhibidas en festivales, al menos otra veintena de películas están en riesgo de repetir la historia. Se trata de Las horas contigo, de Catalina Aguilar Mastretta; En el último trago, de Jack Zagha Kababie; La tirisia, de Jorge Pérez Solano; Los ausentes, de Nicolás Pereda; Carmín tropical, de Rigoberto Perezcano; El comienzo del tiempo, de Bernardo Arellano; Dólares de arena, de Israel Cárdenas y Laura Amelia Guzmán; Eddie Reynolds y Los Ángeles de Acero, de Gustavo Moheno; Güeros, de Alonso Ruizpalacios; Hilda, de Andrés Clariond Rangel; Las oscuras primaveras, de Ernesto Contreras; Plan sexenal, de Santiago Cendejas; Yo soy la felicidad de este mundo, de Julián Hernández; Elvira, te daría mi vida pero la estoy usando, de Manolo Caro; Me quedo contigo, de Artemio Narro, Tiempos felices, de Luis Javier m . Henaine; Asteroide, de Marcelo Tobar; Edén, de Elise DuRant, y El incidente, de Isaac Ezban. Se excluye de la lista Gloria, de Christian Keller, que ya anunció su estreno comercial para dentro de unos días. Lo anterior da como resultado poco menos de tres decenas de películas; es decir, unas treinta propuestas cinematográficas que, en caso de continuar la tendencia reciente, en su mayoría formarán parte de esa montaña cada vez más alta de filmes apenas vistos, que acaban siendo parte de la cifra alegre de producciones anuales que propios y extraños hemos festinado en algún momento, unos más irreflexivamente que otros –cabe aclarar que aquí se habla únicamente de largometrajes de ficción–, pero que al mismo tiempo son parte de la cifra atrozmente deficitaria de un cine nacional virtualmente invisible, salvo para el público festivalero que, como bien se sabe, por necesidad es restringido hasta casi rozar lo marginal.
A pesAr de todo No es improbable que algunas de las cintas enlistadas finalmente alcancen –aunque ese sí resulte harto improbable– el olimpo de la cartelera comercial; sobre todo, claro, aquellas de cuya temática y composición pueda decirse, así sea con reservas, que ofrecen alguna posibilidad de retorno económico. Es
aventurado decirlo, pero sería quizás el caso de Familia Gang, Elvira, te daría mi vida…, doblemente quizás Las horas contigo, y pare usted de contar. Con base en la experiencia reciente, a las restantes les aguarda –y eso si la suerte es mucha– un estreno al que la palabra “discreto” habrá de sentarle como un superlativo, una presencia mínima en términos de cantidad de salas, una práctica ausencia en cuanto a promoción y difusión, un trato como de pariente pobre en la asignación de sitios y horarios y, como resultado de tan funesta combinación, una permanencia en cartelera más fugaz que la felicidad eterna. No es que se suscriba la tesis imposible de que absolutamente todas las cintas mencionadas son dechados de virtudes cinematográficas, lo que haría aún más deplorable su indisponibilidad masiva, pero sí se sostiene –una vez más en este espacio– que la aplicación rajatablesca de las reglas de mercado en la industria cinematográfica no sabe sino prohijar una distorsión tras otra, y que una de las más exasperantes es ésta, precisamente: la de ser un país con una larga y por momentos brillante historia fílmica; ser una definitiva potencia cinematográfica mundial en términos de valor económico; ser una cultura que genera, y mucho, pero que insiste en anularse a sí misma, cinematográficamente hablando. Por todo lo anterior, más adelante habrá de seguir hablándose aquí de ciertos filmes nacionales de valor innegable, a despecho de su centavera exclusión de la cartelera comercial •
CINEXCUSAS
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Entrevista
23 de noviembre de 2014 • Número 1029 • Jornada Semanal
con Hernán Lara Zavala
Ilustración de Juan Gabriel Puga
Considerado como uno de los más sólidos narradores de México, Hernán Lara Zavala impartió una conferencia en la Escuela de Escritores Ricardo Garibay sobre su experiencia literaria; invitado por Citlali Ferrer a través de la Secretaría de Cultura y Conaculta, el autor de Después del amor y otros cuentos (Premio José Fuentes Mares 1995 otorgado por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez) y merecedor del Premio Iberoamericano de Novela Elena Poniatowska 2009 y del Premio Real Academia Española 2010 por su novela Península, península, desglosó, en sus propias palabras, su labor como tallerista en la ciudad que Malcolm Lowry eligió para vivir, beber y escribir.
En el taller de Cuauhnáhuac Ricardo Venegas
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mpartiste uno de los primeros talleres literarios que Cuernavaca tuvo en los años ochenta. ¿Cuál fue tu experiencia en este sentido?
‒Cuando el tallerista Poli Délano regresó a Chile, y gracias a los buenos oficios de Carlos de la Sierra, quien entonces era el director del Instituto Regional de Bellas Artes, tuve la oportunidad de empezar a dirigir el taller literario. Yo tenía interés en participar y dar algo de mí a este grupo de escritores de Morelos, lo cual fue toda una aventura. Siempre estuve en contra de esa burda definición que dice que la literatura regional está pasada de moda y que la mejor literatura es la urbana de Ciudad de México; lo cierto es que yo quería fomentar la escritura de los escritores de Morelos. –¿Cómo trabajan los escritores actuales, qué exploran?
‒Creo que se ha demostrado que muchos de los mejores escritores han explorado la vida y la idiosincrasia de diversas regiones: Daniel Sada exploró Mexicali, Baja California, igual que Federico Campbell o Élmer Mendoza la parte de Sonora; Rafael Ramírez Heredia lo hizo con Tamaulipas, Severino Salazar incursionó en Zacatecas, Eduardo Antonio Parra la región de Nuevo León; Eraclio Zepeda explora el habla y el sentir de Chiapas. En fin, ha habido una interesantísima generación que ha tratado de recuperar, como debe ser, la estirpe de su lugar de origen y lo que el escritor conoce de primera mano. –¿Cuánto tiempo duró ese taller?
‒Calculo que estuve entre seis y ocho años impartiendo el taller de Cuernavaca. De ahí surgieron escritores muy interesantes, como José Antonio Aspe, Jorge Arvizu, Jenny Hayen,
Georgina Fernández, Rafael Gaona y Carlos Antonio de la Sierra. –¿Cuál es el objetivo de un taller?
‒Para mí impartir un taller consiste en “orientar” a los escritores para que encuentren su voz, con el ánimo de que todo ello cristalice en un proyecto específico, de preferencia un libro. Cuando uno “tallerea” un libro, se adopta la consigna de “tómese o déjese” para que el autor trabaje de manera libre y eficaz. Nunca le pido a mis alumnos que lean mis libros ni trato de inculcarles mi estilo o temática. –¿Quiénes fueron tus maestros?
‒Mis dos grandes maestros fueron Juan José Arreola y Juan García Ponce. Ellos me iniciaron en la escritura, lo cual implicó que yo después pudiera impartir los talleres de narrativa.
–¿Cómo combinas el oficio de escritor y el de profesor de letras inglesas en la unam ?
‒Para mí impartir clase implica aprender, estar al día y en contacto con los jóvenes. Detrás de todo escritor hay un lector y, por consiguiente, lo que uno enseña en el salón de clase es parte de lo que uno ha aprendido a través de sus lecturas. -¿Son suficientes los talleres en México para formar nuevas generaciones de escritores?
-En la actualidad parecen ser suficientes, talleres de creación literaria los hay por todo el país, escuelas como la Sogem, que surgen especializadas en fomentar todo tipo de escritores en diversos géneros. Lo cierto es que estos talleres le han dado un enorme impulso a la nueva literatura mexicana, a la literatura emergente. No hay mejor escuela para un aspirante a escritor que asistir a un taller. Los coordinadores de los talleres son distintos, pero todos contribuyen a formar mejores escritores. Quizá lo que necesitamos es tener más y mejores lectores •
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