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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 22 de mayo de 2016 ■ Núm. 1107 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

El Periquillo

Sarniento: dos siglos de novela en América Latina María rosa Palazón

Mario Vargas llosa:

una pasión intacta

Héctor iVán gonzález

Walter BenjaMin

y la obra de arte

Miguel a. andrade

Entrevista con s elMa a ncira Elogio de la envidia y los poetas Ondas gravitacionales: la niñez del cosmos


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22 de mayo de 2016 • Número 1107 • Jornada Semanal

Carlos Martín Briceño

Son pocos quienes tienen presente el dato, pero al cumplirse el bicentenario de El Periquillo Sarniento, título emblemático del mexicano José Joaquín Fernández de Lizardi, también se están cumpliendo los primeros dos siglos de la novela en América Latina, pues dicho género literario no existía como tal antes del célebre Periquillo. Claramente influenciado por Don Quijote, con el inolvidable personaje mexicano queda fundada también en nuestra región la estirpe del pícaro, del que tantas y tan buenas muestras hay en la narrativa latinoamericana. María Rosa Palazón, la principal especialista en el tema, habla de la importancia y la actualidad de la novela lizardeana, así como de sus equivalencias con la obra mayúscula de Cervantes. Completa el número un ensayo sobre la intacta pasión literaria de Mario Vargas Llosa, una entrevista con la traductora del ruso Selma Ancira, así como un artículo sobre Walter Benjamin y la obra de arte.

Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

A la española

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oco faltó para que el caso llegara a la policía. Los que nos negamos a denunciar, fue por lealtad a Alfredo. Quienes se empeñan en hacerlo desistieron cuando les demostramos que tenían más deseo de venganza que razón. Lo difícil será hallar otro sitio donde obtener tanto por tan poco. El Sansouci, como siempre, repleto. Tuvimos que esperar un buen rato para conseguir una mesa. Alfredo nos trajo las primeras cervezas a la barra. Llevábamos varios meses viniendo a diario porque era el único lugar donde servían brochetas como botana. Al principio creí que ser condiscípulos del hijo del dueño era nuestra carta de recomendación, pero luego observé que todos los clientes recibían el mismo trato. “El éxito del Sansouci –decía don Roberto, el padre de Alfredo– es que no tenemos preferencias: da lo mismo atender a un albañil que a un licenciado.”Y sonreía con esa actitud franca de aquél que ha logrado lo que quiere. Le gustaba presumir su ascendencia española y creía que, boina y puro, aunados a un ceceo fingido, daban mayor validez a sus afirmaciones. Recuerdo que era el último viernes del período de clases. Al día siguiente saldría cada cual a su pueblo a pasar la temporada navideña. No siempre tuvimos la oportunidad –y el dinero– para comer y beber sin límite. Esta vez, parecía que lo hubiéramos planeado. Y entre trago y trago comenzó una tarde que pudo haber transcurrido plácida, sin mayor problema. Poco a poco las mesas del Sansouci fueron quedando vacías hasta que sólo se mantuvo con vida la nuestra. Alguien le pidió a Alfredo que ahora sí enviara otra tanda de brochetas. “¡El ron –gritó el padre de nuestro amigo desde atrás de la barra sin dejar de contar el dinero– abre el apetito! ¡Coman hasta reventar, que esta noche la casa invita!” Y así lo hicimos. De haberme aguantado, quizás no hubiera ocurrido nada; pero uno no puede contener la vejiga cuando ha bebido tanto, y entre esperar a que se desocupe el baño, mearme en los pantalones o forzar una puerta con un letrero que decía “exclusivo meseros, prohibido el paso a clientes”, escogí esto último. Una débil claridad se filtraba por el dintel de la puerta; apenas la indispensable para no tropezar. Frente a mí noté el inodoro. Aun con el cerebro embotado, elegí correctamente; el lugar alguna vez fue baño. Como pude llegué al borde del bacín y me puse a orinar en él sin saber que estaba roto y fuera de uso. Siempre que estoy en un baño público procuro respirar con la boca en lugar de la nariz para no sentir la pestilencia del sitio. Y mientras hacía esto luchaba por conservar el equilibrio y atinar justo al centro. Hasta hoy recuerdo perfectamente el instante en que distinguí que algo, o alguien, me miraba desde el suelo. Fue cuestión de segundos. Abrí bien los ojos y me agaché cuanto pude. Vomité en el acto. Estaba parado sobre un montón de pequeños cráneos y esqueletos a punto de ser alcanzados por la orina que corría a mis pies. Ante el desconcierto de mis compañeros, salí maldiciendo de aquel cuarto, porque allí, en la cantina de ese gachupín hijo de puta, las brochetas eran de perro

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22 de mayo de 2016 • Número 1106 • Jornada Semanal

Aprender a oír a los

LA MEXICANA RADICADA EN BARCELONA HA TRADUCIDO A MARINA TSVIETÁIEVA, A LEV TOLSTÓI Y A YANNIS RITSOS, ENTRE OTROS AUTORES.

autores entrevista con Selma Ancira Iván García Foto: Sebastián Machado

Selma Ancira vive en Barcelona desde 1988 y es una de las principales traductoras mexicanas. A lo largo de treinta y cinco años de carrera, ha traducido del griego y del ruso más de un centenar de libros, entre los que destacan la prosa completa de Marina Tsvietáieva, los diarios de Lev Tolstói y la poesía de Yannis Ritsos. Su trabajo más reciente es Zorba el griego, de Nikos Kazantzakis. Ha sido reconocida con varios de los galardones más importantes para un traductor, como el Premio de Traducción Ángel Crespo, el Premio Nacional a la Obra de un Traductor (España) y el Premio de Traducción Literaria Tomás Segovia. En esta entrevista, realizada vía correo electrónico, Ancira comparte la mirada personal con que ha encarado su oficio.

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uando llegaste a la Unión Soviética tenías dieciocho años y no sabías nada de ruso. “El primer año fue muy duro”, dijiste en alguna ocasión. Al final, te doctoraste y ahora has traducido una cantidad con­ siderable de libros. Sin embargo, ¿queda algo de aquella experiencia primera, del desamparo ante una lengua desconocida en la relación actual que, como traductora, mantienes con el ruso? –Ese primer año fue muy duro no sólo por el desconocimiento de la lengua, que poco a poco fui aprendiendo, sino porque de pronto me encontré viviendo en un mundo diametralmente opuesto a todo lo que conocía. El clima, las costumbres, la comida, la manera de entender la vida, las relaciones humanas, la naturaleza, las tradiciones, todo era nuevo y diferente. La sen-

sación de desamparo no se limitaba al lenguaje, iba mucho más allá. Con el tiempo y el estudio, fui penetrando poco a poco en ese mundo, hasta conseguir amarlo y formar parte de él. La sensación de desamparo desapareció. Con todo, hoy en día, sigo descubriendo giros, palabras, matices, ¡la lengua es inabarcable! –Alguna vez dijiste que para ti es necesario que el traductor esté en sintonía con la obra que traduce, que traductor y autor vibren en una misma nota, como si empataran tonos. ¿Qué es para ti el tono? ¿De qué dirías que se alimenta el tuyo? –Lo he dicho en muchas ocasiones, es algo que a mí me parece fundamental. La empatía entre el autor y el traductor, la sintonía entre ambos es, en mi opinión, lo que permite al traductor crear una verdadera obra literaria. Escribir aquello que él hubiese escrito si fuese escritor. O escribir de la manera en que hubiese escrito si su profesión fuese no la recreación literaria, sino la creación. Si de pronto te sorprendes pensando que te habría encantado escribir aquello que estás leyendo, es que estás en sintonía con tu autor. Si la lectura te contagia, si comienzas a sentir una necesidad imperiosa de traducir aquello que estás leyendo, es que estás vibrando en la misma cuerda que tu autor. Cuando esto ocurre, las posibilidades de que la traducción tenga “duende”, por recordar a García Lorca, son mayores que si las cuerdas entre traductor y escritor no se rozan. Cada autor te brinda posibilidades distintas. Te alimenta de maneras distintas. El tono no es uno, es uno distinto cada vez. –Varios de los escritores rusos y griegos que has tra­ ducido también han sido traductores. ¿Qué has aprendido de ellos en este sentido? –Las traducciones de los autores que elijo son, para mí, una fuente muy valiosa de información. Descubrir cómo entendían ellos la traducción literaria es, entre otras cosas, una guía para saber cómo les habría gustado ser traducidos. Cada uno de mis autores me ha enseñado cosas distintas, me ha sugerido cómo debo traducirlo y a qué debo aspirar cuando lo traduzco… –Llevas treinta y cinco años en el oficio. ¿Cuáles di­ rías que son tus principales aprendizajes? –He aprendido a oír a mis autores. A seguirlos. A intuirlos, incluso. He aprendido a dar a cada uno las prioridades que él me pide. He aprendido que traducir es

Crear. Así, con mayúscula. Y también que traducir es una forma de vivir. –¿Qué te llevó a creer en la traducción? –No sé. Se dio así. Mi primera incursión en este mundo maravilloso fueron las cartas del verano de 1926 entre Pasternak, Tsvietáieva y Rilke. Las traduje sin ninguna experiencia, sin ningún conocimiento del oficio, las traduje con amor, con entusiasmo, con admiración, con devoción incluso. Y creí en eso. Y sigo creyendo. La traducción es una manera de entender la vida. Se desborda del ámbito profesional y se derrama sobre otras esferas, las más diversas, de la existencia. Al menos, eso es lo que me ocurre a mí. –Al recibir el Premio Tomás Segovia, hablaste de tu necesidad de “caminar las palabras”, de conocer los lugares donde vivieron tus autores y de los que hablan en sus escritos. En tu trabajo como traduc­ tora, ¿tienen un peso importante tus propios lu­ gares o quedas satisfecha con recorrer los de tus autores? –Por supuesto que tienen un peso, y muy importante, mis propios lugares. De alguna manera conviven con los lugares de mis autores. Digamos que… se complementan. Hay un lugar emblemático en mi vida y muy mío: la isla de Naxos en el Egeo. Llegué ahí hace muchos años, me enamoré de la isla y se ha convertido en mi lugar ideal en la Tierra. Ahí camino mis propias palabras. –¿Qué es lo más extraño que te ha pasado al tradu­ cir? No sé, estoy inventando. Algo como soñar con tu autor u oírlo en sueños. –Suelen ocurrirme cosas curiosas cuando estoy en absoluta sintonía con mis autores. A veces padezco sus padecimientos, como me ocurrió con Tolstói cuando traducía sus Diarios. Yo, que afortunadamente no sufro de los dientes, de pronto tenía el mismo dolor de muelas del que se quejaba Tolstói. El dentista se volvía loco. Mi boca estaba perfectamente sana… Otras veces vivo situaciones que parecen salidas de la novela que estoy traduciendo, como me ocurrió hace poco con Kazantzakis y su Zorba. En el viaje que hice a Creta siguiéndolo a él y al personaje, día con día vivía pasajes que había traducido y encontraba a personas con las que incluso podía reproducir diálogos enteros del libro. Sorprendente y no


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22 de mayo de 2016 • Número 1107 • Jornada Semanal

MarioVargasLl Héctor Iván González EN SUS LIBROS, EL ESCRITOR PERUANO, PREMIO NOBEL DE LITERATURA 2010, HABLA DE LA SITUACIÓN DE LAS MUJERES, LA VIOLENCIA, LA TORTURA, LA PERSECUCIÓN POLÍTICA...

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n Cartas a un joven novelista, Mario Vargas Llosa hace una exposición del arte de narrar, concebir una historia y cómo novelarla. Igual que lo hiciera Rilke en Cartas a un joven poeta, el experimentado novelista responde a un novelista en ciernes para compartir su pasión por la literatura, su obsesión por algunos libros y la ilusión de fraguar una novela. Desde el comienzo, Vargas Llosa recurre a dos figuras zoológicas, la solitaria y el catoblepas; a la primera para subrayar que cualquiera que busque convertirse en escritor debe gozar y sufrir en beneficio de su vocación literaria, como sucede con las personas que padecen ese parásito. Recurriendo a un ser medieval, citado por Flaubert y Borges, el catoblepas es un ser que tiene una cabeza tan pesada que no la puede levantar, se alimenta con una lengua larga, que terminó llevando hasta sí sus propias patas. El catoblepas se volvió un ser que se alimenta de sí mismo, tal como el novelista, pues su biografía es la materia prima con la que están hechas sus novelas. Vargas Llosa también menciona técnicas como los vasos comunicantes, los juegos de espacio y juegos temporales que se pueden incluir en las novelas. El ejercicio se vuelve atractivo si a Cartas a un joven novelista el lector lo relaciona con La ciudad y los perros, La casa verde y Conversación en la catedral, las novelas que le dieron celebridad internacional. El hecho de haber fraguado estas novelas y el cuentario Los jefes/Los cachorros le dio la oportunidad de ser uno de los más jóvenes de un grupo de autores en el cual estaba Julio Cortázar, y llegar a disputarle el Premio Rómulo Gallegos a Juan Carlos Onetti. Si por un momento queremos concebir la distancia, podemos imaginar a un Vargas Llosa doctorante teniendo como objeto de estudio los libros de Gabriel García Márquez. A diferencia de los autores antes referidos, Vargas Llosa empezó a escribir a partir de una experiencia casi traumática, como fue haber estado en el Colegio Militar Leoncio Prado. Con base en la discriminación racial en Perú, exhibiendo el machismo y la brutalidad castrenses, Vargas Llosa logra crear la historia vertiginosa de Alberto, un trasunto del autor, quien escribe novelitas obscenas para tener un trato privilegiado respecto de sus camaradas; del Esclavo, un chico que ha devenido víctima de la tropa, y del Jaguar, el personaje más complejo de la novela. Los episodios, los monólogos interiores, las violaciones o los escarceos prostibularios son presentados de forma fragmentaria y aleatoria. Esto refuerza la forma de la historia y la dota de un suspense que no permite que la tensión decaiga. En La utopía arcaica, Mario Vargas Llosa señala que la mayoría de los narradores latinoamericanos de ini-

cios de siglo no estaban interesados en la técnica. Las novelas de esta época pueden tener virtudes, grandes descripciones, un aliento poético innegable; sin embargo, técnicamente son pobres. Vargas Llosa se refiere a la técnica como una suerte de atención a los entresijos narrativos: tipo de narrador, elección del punto de vista, inclusión de juegos espacio-temporales, distribución de los capítulos con una intención dramática definida, el dato oculto, etcétera. Es decir, un conglomerado de recursos que los anglosajones y angloamericanos han cultivado desde el siglo xViii y que los latinoamericanos han incorporado de manera más reciente. Vargas Llosa empieza a incorporar estas herramientas, premedita el orden de sus capítulos y el cómo irá agregando elementos para que la novela goce de una construcción definida. En el orden no hay espontaneidad, son novelas cuidadas hasta el último retoque. La técnica que adopta Vargas Llosa en particular es la del William Faulkner de Mientras agonizo o ¡Absalón, Absalón! La complejidad de las novelas de Vargas Llosa lo vuelve más exigente con su lector; sin embargo, éste es recompensado con la riqueza y la complejidad de la historia.

CASA, CIUDAD Y CATEDRAL

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a casa verde es claramente faulkneriana a partir de la exploración de la selva, Santa María de Nieva, donde don Anselmo el Arpista crea el prostíbulo, así como Sutpen (¡Absalón, Absalón!) llegó, en una mulita, a tierras sureñas para erigir su imperio algodonero. Abastecida de un dato oculto, La casa verde narra tres espacios simultáneamente, se presenta una pareja con problemas de violencia y otra, donde hay el deseo de encontrarse para finalmente estar juntos. ¿Cuál es la relación de estas dos parejas en la historia? La respuesta está en el desenlace. A la vez, el pensamiento dogmático, representado por la facilidad con la que la gente arengada por el párroco embiste contra el prostíbulo, nos muestra el choque de un mundo constreñido por los dogmas y enfrentado al mundo de la prostitución. Vargas Llosa ha expuesto la afición por la prostitución, el alcoholismo y el machismo en

Perú. Ya sea en Los cachorros o en Pantaleón y las visitadoras, este autor ha encarado la preeminencia que tiene el sexo en nuestras sociedades. El autor de Los jefes lo ha hecho de una forma casi sistemática, al punto que uno lo puede ubicar como un antecedente en la crítica de numerosas prácticas de nuestra sociedad que, por momentos, se absuelven como si se tratara de usos y costumbres. Por otra parte, La casa verde comprende un aspecto que no ha sido tan destacado por la crítica o la academia, precisamente, la exposición de la mujer como alguien que debe padecer una realidad violenta debido a la poca importancia que le es otorgada en la sociedad machista. Una mujer en Bolivia o Perú al inicio de siglo está condenada a la vida religiosa o a la servidumbre, ya que la alfabetización, la educación o la profesionalización están absolutamente fuera de sus posibilidades. La prostitución se vuelve la opción que le proveería cierta independencia, lo cual es lamentable. La casa verde no ha sido interpretada como una novela que retrate la vida de las mujeres, pero sus personajes femeninos son descritos con una sensibilidad que pocas estudiosas del feminismo podrían negar que hace una aportación valiosa en la denuncia del lugar que le da nuestra sociedad a la mujer. Conversación en la catedral retoma la vida de Mario Vargas Llosa como estudiante en la Universidad de San Marcos. Retrata las conversaciones y proyectos de un grupo de activistas universitarios, quienes resisten a la dictadura de Manuel Antonio Odría (1896-1974), figura cuya nefanda memoria logró construir el autor de Cinco esquinas. Esta obra es fundamental para la obra vargasllosiana debido a que insiste en su búsqueda de retratar todos los estratos sociales –tal como exigía Balzac en su Comedia humana–: sirvientas, choferes, editores, políticos, guardaespaldas, universitarios o amas de casa tienen un lugar y una historia. Ambicioso en su tendencia por retratar la hormigueante existencia de aquella “Lima la fea”, Vargas Llosa logra un convulso universo, un retrato de los años sesenta en Perú cooptado por los militares, los politiquillos y la corrupción. En esta obra, una de las frases iniciales, “¿En qué momento se jodió el Perú, Zavalita?”, se acuña una de las realidades más palpables de países con un pasado


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losa: una pasión intacta Foto: Arild Vågen/ CC BY-SA 3.0. Fuente: commons.wikimedia.org

precolombino importante. ¿Dónde quedó el esplendor de países como Perú o México? ¿Qué ha quedado de esas culturas indígenas de tanta trascendencia? La presencia indígena, los cholos o los serranos conviven con un mundo blanco. La existencia de tal balcanización racial en Perú hace que la vida se vuelva más dura para las clases desprotegidas, explotadas o menospreciadas por parte de las elites. La dureza en muchos de los casos es retratada por un joven Vargas Llosa que se sentía interpelado por este mundo. Por otra parte, la violencia, la tortura y la persecución política se vuelven algo central en Conversación en la catedral; además es retratada desde la perspectiva de la víctima y de aquel que la inflige. La forma en que el verdugo vive también se debe a situaciones de franca pobreza y de un mundo donde la necesidad hace del desempleado materia dispuesta para una sociedad piramidal. La novela de corte histórico fue una tarea latente para los escritores latinoamericanos, desde El señor presidente, de Miguel Ángel Asturias, pasando por Terra nostra, de Carlos Fuentes o El otoño del patriarca, de Gabriel García Márquez. A esta cita, Vargas Llosa no le hizo ascos y buscó reafirmarse como un gran novelista que frecuentaría la investigación histórica y agregó a su obra la catedralicia La guerra del fin del mundo, la cual cumple su trigésimo quinto aniversario este 2016. En ella retrata un episodio fundamental de Brasil, acaecido en la última década del siglo xix. Una vez más conformada por decenas de personajes, la historia consiste en la urdimbre de numerosas historias personales, episodios sociales y sentimientos trágicos o épicos. A diferencia de las obras anteriores, es en La guerra del fin del mundo donde se concreta una épica que hasta el momento no había tenido esta contundencia. Debido a su formación militar, Vargas Llosa es un experto en la dirección de una o varias columnas militares. Es probable que esta sea la razón por la cual ha dicho que esta novela le proveyó de una de “las aventuras lite-

rarias más ricas y exaltantes”. La creación de la novela surgió de la lectura de la obra maestra Los sertones (1902), de Euclides de Cunha, la cual goza del mérito de haber retratado la masacre sucedida en Canudos muy pocos años después de la tragedia que retrabajara Vargas Llosa. Debido a la valía literaria de La guerra… podemos ver cómo los resultados en su narrativa son un tanto desiguales; el peor problema de Vargas Llosa es que tiene novelas de una grandeza apabullante con las cuales coexisten obras muy menores como El héroe discreto (2013). Vargas Llosa tiene un opus rico en novelas, entre las que se encuentran Lituma de los Andes, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, Elogio de la madrasta, Cuadernos de don Rigoberto, etcétera.

LA POSTURA DEL NOVELISTA

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n su última etapa, Vargas Llosa ha buscado acercarse a temas más asequibles, como se ve en El paraíso en la otra esquina o El sueño del celta, lo cual es un intento de alcanzar un público más amplio en diferentes idiomas. La postura, legítima, se separa de algo que el autor naturalizado español defendía: la necesidad de escribir sólo de temas que lo interpelaran personalmente. Se percibe que hay obras menos intensas o menos trabajadas, como las tres primeras que aquí he abordado brevemente. Como resultado de éstas, Vargas Llosa ha cosechado premios como el Premio de la Crítica, el Rómulo Gallegos, el Cervantes, el Asturias y, a manera de un reconocimiento mundial, el Premio Nobel en 2010. En Cartas a un joven novelista, Vargas Llosa afirmó lo siguiente sobre la búsqueda por escribir: “Producto de una insatisfacción íntima contra la vida tal como es, la ficción es también fuente de malestar y de insatisfacción. Porque quien, mediante la lectura, vive una gran ficción regresa a la vida real con una sensibilidad mucho más alerta ante sus limitaciones e imperfecciones, enterado por aquellas magnífi-

Primera página de una de las primeras versiones manuscritas de su novela La ciudad y los perros

cas fantasías de que el mundo real, la vida vivida, son infinitamente más mediocres que la vida inventada por los novelistas.” Autor de teatro, de ensayos muchas veces debatibles y columnista con ideas asaz discutibles en el campo político, Mario Vargas Llosa es una figura crucial en la literatura en español; a ratos inconsecuente y contradictorio, el autor de La ciudad y los perros ha creado un paradigma de la figura literaria en Latinoamérica. Para quienes hemos leído sus novelas con fascinación, sus ensayos y columnas con tolerancia, Vargas Llosa ya tiene un lugar indiscutible en cualquier biblioteca que albergue libros en la lengua que Miguel de Cervantes llevó hasta su punto más alto


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Elogio de la envidia y los poetas José Ángel Leyva LOS ENVIDIOSOS DUELEN, SOBRE TODO LOS QUE SE DICEN “AMIGOS”. DETRÁS DE UN ENVIDIOSO HAY UN ADMIRADOR. HAY ENVIDIOSOS CARROÑEROS, ACTÚAN EN GRUPO Y SE DISPUTAN EL CADÁVER DEL DÉBIL, SON TRAICIONEROS Y TRABAJAN EN LA OSCURIDAD.

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vagrio Póntico dividía a los pecados en concupiscentes o anhelantes de posesión. A la primera clase correspondían la gula, la lujuria, la avaricia y la vanagloria; la segunda estaba constituida por los nacidos de la privación o vicios irascibles: ira, tristeza, pereza y orgullo. En una serie de televisión dedicada a los pecados capitales, Fernando Savater afirmaba que éstos se dividen en placenteros y dolorosos; entre los primeros estaban la gula, la lujuria, la pereza y de algún modo la ira cuando significa una liberación; entre los segundos estaban la codicia o avaricia, la soberbia y sobre todo la envidia. Los primeros suelen ser motivo no sólo de sinceridad sino de orgullo. No es extraño escuchar “yo soy muy lujurioso”, “me encanta la hueva”, “yo no como, trago”, “si me buscan, me encuentran”. Pero ¿cuántas veces escuchamos a una persona reconocerse como usurero, pedante, arrogante o mamón? Más escasas aún son las confesiones de seres envidiosos. La envidia suele ser oculta y negada porque disminuye a quien la padece, muestra debilidades y carencias, el deseo de poseer lo que el otro tiene. Entre artistas e intelectuales, escritores y creadores en general, en el mundo del poder y la fama, la envidia es el factor aglutinante. La envidia duele, tortura y a veces aviva el deseo y las capacidades creativas, pero casi siempre suele nulificarlas o aguza las armas contra el destinatario de ese sentimiento adverso que, por regla general, ignora el dolor causado por sus virtudes, sus propiedades, su fortuna. Hay casos también en que el envidiado siente dolor por ese sufrimiento. El querido poeta Lêdo Ivo contaba que le dolían los envidiosos, pero sobre todo si era el caso de un amigo, porque uno sabe que hay amigos que lo envidian. Un colega suyo, escritor y académico, sufría cada vez que Lêdo recibía un reconocimiento. Una ocasión Lêdo fue invitado a un país nórdico. Mientras contemplaba la belleza inaudita de los fiordos recordó a su amigo y sintió aflicción por

su memoria. Apenas volvió a la ciudad le pidió a una chica que escribiera un email: “Querido amigo... te escribo envuelto en la niebla de esta glacial geografía, padezco la nostalgia de nuestro incomparable clima; más que nunca admiro los dones de nuestra naturaleza, la belleza solar de nuestra gente, el calor de Río de Janeiro. No sabes cuánto te recuerdo y te envidio.” Una vez escrito el mensaje, Lêdo durmió tranquilo liberando en los sueños la dicha de conocer los paisajes noruegos y de regalar un bálsamo al amigo. Vicente Huidobro definía a los poetas como pequeños diosecillos, y sí, el artista en general aspira a una categoría divina. Reconoce un don en su voz, su inteligencia, su capacidad creadora, su destreza, sus posibilidades imaginativas. Podríamos decir que hay en ese reconocimiento una fuerte dosis de soberbia. Y la hay. Un artista o escritor además de la neurosis posee un ego voluminoso. No obstante, los hay sinceramente humildes o no tan vanidosamente ostensibles, pero son… casi inexistentes. Abundan, sí, los falsos humildes. Luzbel al exilio. La envidia de Dios es quizás un sentimiento oculto, ignorado en los genios, en los grandes creadores. Pero a nivel de los artistas sobresalientes, muy buenos, pero no geniales, los esforzados, los perseverantes son a menudo atenazados por la envidia; quisieran a su vez ser envidiados. En su maravilloso análisis “El amor y la cólera”, Rubén Bonifaz Nuño nos muestra a un Catulo apasionado hasta la enfermedad. Impulsado por el despecho, odia a la amada, aborrece a sus amantes, desprecia a los ricos y poderosos que pueden tenerla con el magnetismo de sus fortunas y sus influencias. En Los idus de marzo, de Thornton Wilder, lo vemos resuelto en el mismo ácido pasional. Es admirado por Julio César, a quien odia porque es amado por Clodia Pulsh (Lesbia). Odia todo aquello que le impide poseer a esa mujer, todo aquello que compite y le gana. Envidia el poder, lo anhela, y lo desprecia a la

vez. Sus poemas denuestan y ridiculizan a quienes tienen lo que él no puede retener para sí. El poeta es un bufón en la corte que goza de sus prebendas y su reconocimiento, pero carece del control para fijar el rumbo de sus apetencias. Recibe, sí, beneficios, pero no los que anhela. Envidia a la amada, envidia la suerte de ella, a los destinatarios de sus caricias, de sus atenciones. Todo lo que no posee, lo que desea, incluso lo que adora, es motivo de cólera, de odio, de llanto, de perfidia, de ponzoña. Los críticos de oficio y abolengo aborrecen la mediocridad y la atacan con ferocidad, suelen también hacerse enemigos de creadores cuando éstos los deprecian y truecan entonces su admiración en odio. En cambio los enemigos gratuitos saben todo de uno, son consistentes y sistemáticos, son fieles a su causa. Hablan mal y mucho del objeto de su envidia. Les dedican horas y días de su vida para llamar su atención, para impedir su felicidad, su éxito, su empuje. En realidad no son predadores sino admiradores vergonzantes. Los destinatarios de esos actos de difamación por regla general se sienten halagados. Los extrañan cuando menguan su activismo y sus calumnias. En el fondo se agradece esa lealtad, ese esfuerzo de divulgación y de atención en la obra y la trayectoria del otro. A los enemigos gratuitos no se les odia, se les compadece y se les echa de menos. Los envidiosos son una buena señal del camino, no hay admiración más sincera que la de ellos. Por supuesto, no puede desdeñarse su capacidad destructiva. Hay envidiosos que no actúan como predadores sino como carroñeros. Esos son terribles porque actúan en grupo y se disputan al cadáver o al débil, suelen ser traicioneros y trabajar en la oscuridad, entre el ruido de la selva. Concluyamos con Marcial: “Mis epigramas los canta y los ama Roma mía./ Ando en los bolsillos y las manos de todos./ Pero hay uno que enmudece y palidece y se enfurece:/ Por eso estoy contento de mis cantos.”


Walter Benjamin y la obra de arte

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Miguel Ángel Adame Cerón A 80 AÑOS DEL ENSAYO LA OBRA DE ARTE EN LA ÉPOCA DE SU REPRODUCTIBILIDAD TÉCNICA.

UBICACIÓN DE LA COYUNTURA ENTREGUERRAS: BENJAMIN Y HEIDEGGER

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n 1936, más de quince años después del final de la primera guerra mundial y en vísperas de la segunda, los cambios científicos en la producción capitalista estaban ya acelerados y se hacían sentir en todos los campos de la cultura. La producción, circulación y recepción de las “obras de arte” participaban como mercancías sui géneris, las transformaciones sufridas por dichas obras hacían ver al pensador Walter Benjamin que la rapidez de las mismas se empataba con la producción mercantil: la repercusiones de la estructura en la superestructura se volcaban. El crítico marxista había sido alertado por el ensayo de Paul Valéry denominado “La conquista de la ubicuidad”. En 1938, Martin Heidegger constataba que los fenómenos característicos de época de la imagen del mundo apuntalaban ese fenómeno: la ciencia, la técnica mecanizada, el arte, la cultura y la desdivinización. Pero fue Benjamin, en La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, quien desde la perspectiva crítico-revolucionaria puntualizó las conexiones entre la tecnociencia, la cultura y la des-aurización de las obras de arte modernas; concretamente respecto al cine, precisamente en el contexto de la irrupción de las masas proletarias en la recepción consumista y en la intención de las mismas de desmercantilizar dichos fenómenos y, por tanto, asumir la posibilidad latente en esa coyuntura de entreguerras (como subrayó Bolívar Echeverría), de vencer el avance del nazismo/fascismo y abrir camino a la revolución proletaria socialista en Europa occidental.

LA APARATIZACIÓN PSICO-SOCIOCULTURAL DEL CINE

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l cine es una de esas nuevas plásticas que pueden ser vistas como fenómeno tecno-científicoartístico-cultural emergente, donde la modernidad capitalista de este período ha aparatizado su nivel de desarrollo sociohistórico y ha mostrado sus tensiones clasistas (o como dijo t . w . Adorno: de la manifestación de la lucha de clases) en el mundo de su industria de las bellas artes; sus negatividades y sus positividades, sus limitaciones y capacidades, sus peligros y sus riquezas. Dicha tecnificación sociocultural ya emana complejamente en la obra cinematográfica a partir de sus múltiples fenómenos instrumentales, sensorio-socioculturales y de lo psico-ideológico-imaginario. De esta manera el cine se convierte, en la transición del aura

MODERNIDAD, ARTE POR EL ARTE Y PLASTICIDAD FUTURISTA

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enjamin profundiza que la modernidad ha trastocado el aura de las relaciones estéticas entre productor de arte y destinatario y, por lo tanto, ha distorsionado la de las obras y las condiciones de su confección, y amenaza con aniquilar toda la constitución aúrica de su circuito productivo-reproductivo; es a través de su manipulación como objetos de reproductibilidad técnica bajo el capital como está posicionada para acabar con toda esa capacidad perceptiva sensible aurática. Por ende, el marxista Benjamin denuncia esa realidad y prognosis avasalladora que, en su dimensión más extrema y descompuesta, se vierte en “un arte por el arte”, y apocalípticamente culmina en un “hágase el arte y perezca el mundo”: actitudes estéticas no sólo antisensibles sino antihumanas, encarnadas y reivindicadas en muchas de las vanguardias artísticas europeas de un período como el dadaísmo, pero especialmente en el futurismo extremo.

capitalistas convertidas en tanáticas y antinaturales en vez de vivificantes. El telos necrófilo de la imagen del mundo capitalista consiste en enaltecer las imágenes estetizantes de las guerras de la industria militar capitalista que propugna el fiat ars, peret mundus. Así, el polo pesimista del pronóstico benjaminiano fue el que se cumplió, en primer lugar, con el advenimiento de la segunda guerra mundial interimperialista: las fotografías y los filmes realistas y retóricos de los horrores de esta guerra, que tuvieron como clímax los “hongos nucleares del exterminio” de Hiroshima y Nagasaki. En segundo lugar están las guerras imperialistas, neocolonialistas, frías y calientes de la inmediata postguerra mundial hasta finales del siglo xx , y en tercer lugar las imágenes televisivas postmodernas de las guerras inter e intra terroristas del siglo xxi , comenzando con el atentado a las Torres Gemelas de 2001, la in-

Walter Benjamin en la Biblioteca Nacional de París, 1937. Foto de Gisèle Freund

ritual al aura exhibicional, en el medio de expresión más excepcional de la época.

ESTETICISMOS DE GUERRA, TECNOLOGÍA TANÁTICA Y LAS RESPUESTAS DEL COMUNISMO

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o sólo las corrientes vanguardistas de la primera mitad del siglo xx apuntan a la política esteticista, sino que las vanguardias capitalistas de la guerra, concretamente el nazismo y el fascismo, buscan alimentar el esteticismo político a través de la guerra masiva en la que “se hace posible movilizar todos los medios técnicos del tiempo presente, conservando a la vez las condiciones de la propiedad”. El más inmenso peligro destructivo que Walter Benjamin vislumbró claramente era y sigue siendo la decadencia total de dichas fuerzas productivas técnicas

vasión de Irak en 2003, continuando con las demás guerras en territorios estratégicos de los países del sur y, recientemente, en las guerras contra los migrantes, contra los indígenas y los movimientos populares en América Latina, la guerra en Siria y contra iSiS y los atentados parisinos y ahora en Bruselas. Igualmente los instrumentos cibernéticos, como los smart phones, los i-pad, las tablets y los celulares participan de esa estética violenta y del terror, dentro de la cual las redes digitales se convierten en los aparatos futuristas masificados de las imágenes y las textualidades de esta época post-hiper-moderna. Sin embargo, el polo esperanzador que planteó Benjamin sigue vigente: el comunismo, como proyecto histórico dirigido a revertir esa enajenación, responde a los neofascismos y terrorismos con la politización del arte y con la praxis de un arte y una tecnociencia liberadores, críticos, humanistas, ecológicos y pacifistas


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Dos siglos de picaresca: bicen María Rosa Palazón Mayoral

COMO HICIERA CERVANTES CON EL QUIJOTE, FERNÁNDEZ DE LIZARDI ESCRIBIÓ EL PERIQUILLO SARNIENTO EN LA CÁRCEL.

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stamos de manteles largos no sólo por el cuarto centenario de Cervantes, sino también por ser el bicentenario de El Periquillo Sarniento, de José Joaquín Fernández de Lizardi, El Pensador Mexicano. El Periquillo... es un libro influenciado por Don Quijote. Este Perico es un libro de consejos. Januario, uno de los personajes malandrines, afirma que en 1816 los bigotes ya no se usaban, y menos deambular por estas tierras de Dios aconsejando, mensaje que le había dado Sancho Panza a su amo Don Quijote, que andaba rutas enteras para predicar sobre las prácticas sociales que harían un mundo mejor. Don Quijote de la Mancha y El Periquillo Sarniento (cinco libros destinados a la educación) fueron escritos en la cárcel. ¿Por qué José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827) lanzó al mundo la primera novela de Latinoamérica desde la prisión de Ciudad de México en 1816? Respondo: en Cádiz, en 1810, se decretó la libertad de imprenta, y como las buenas noticias viajan en barco lento, arribaron a la Nueva España en 1812. Hubo un ingenuo que se la creyó: ahora se hablaría claro, directamente, sin hipocresías, al modo de Sócrates en el mercado o en el Ágora, y Lizardi se lanzó al ruedo con su periódico El Pensador Mexicano, el primero de autor único que, además, dio entrada a quienes no tenían acceso a la prensa. En el número 5 del tomo i , criticó de frente a la Inquisición. La libertad se suspendió. El necio Pensador

(ahora lo usa como seudónimo) siguió habla y habla, critica y critica en folletos. Total, su destino fue la prisión. Allí escribió El Periquillo… La literatura se compromete con todo, menos con la realidad corrupta, en este caso con la corrupción de la enorme colonia llamada Nueva España. Esta fue la oferta, pero la cosa de la recepción fue más seria: con fantasía y exageraciones, o hipérboles, escribió cinco libros de educación para los jóvenes; luego pocos o casi nadie ha leído toda la novela en cuestión. Es una narración vendida por entregas, dividida en las tres fases de la ortodoxia cristiana, a saber, pecado, castigo y redención. La diégesis, la historia, el asunto, se centra en la narración de las acciones aberrantes en el ambiente corrupto en que actuó y vivió Don Pedro Sarmiento, quien se expresa, contando que cuando era joven era conocido como el Periquillo Sarniento. Periquillo porque en el Real Colegio de Tepozotlán, donde habían destinado a su padre como médico, su hijo asistió a una escuela nahuatlaca. Para lucirlo, su madrastra le puso una chaquetita verde y un pantalón caqui: un perico humanizado. En aquel ambiente contrajo sarna. He aquí su nombre, el bullying que arrastró hasta su adultez avanzada. “No pude quedarme sin mi seudónimo o alias.” Por esos colores de su vestimenta, los maestros lo llamaron Pedrillo, que degeneró en Periquillo: “heme ya conocido no sólo en la escuela ni de mucho, sino ya hombre y en todas las partes por Periquillo Sarniento”. En Ciudad de México estudió, con preceptores que usaban como aulas su casa, gramática, retórica y filosofía. Luego se inscribió en la Real y Pontificia Universidad para ser bachiller. El Periquillo… perfila una sociedad en decadencia, hundida, desde las clases de arriba o ricos, hasta las

de abajo o pueblo, en mórbida y democrática corrupción. Ideológicamente siempre quiso la independencia. En Taxco participó con las tropas de Hernández, un ramal de los contingentes de Hidalgo. Después apoyó a los liberales diputados de Cádiz que, en vista del fracaso de España como metrópoli, enriquecía a Inglaterra y demás enclaves poderosos mediante los piratas con patente de corso. Pensó que los admirables diputados de Cádiz nos darían la independencia sin derramar una gota de sangre. Por enésima vez fue al mesón de la Pita, o sea, la cárcel. Apoyó después la única opción que proclamaba cierta independencia: la conjura de la Profesa y concretamente a quien lo invitó a la revuelta, Agustín de Iturbide, hasta que éste se coronó y dejó que los españoles se llevaran sus capitales. Tampoco estuvo demasiado satisfecho con el presidente Guadalupe Victoria, tan altivo que se “sacramentaba en Palacio”. En 1823 quedó de nuevo tras las rejas y un año antes había sido excomulgado por su Defensa de los francmasones, y dice que esto fue un antecedente de la Reforma que admiró y siguió, más a fondo, Ignacio Ramírez, más conocido como El Nigromante.

LA BUENA LECCIÓN DEL MAL

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l Periquillo Sarniento enseña cómo el mal nuestro puede dar buenas lecciones educativas: educa sobre los malos amigos, los malos tratos, las malas autoridades, por ejemplo, los malos profesores que no ponen límites en la conducta de sus educandos, o los sátrapas que inspiran tal pavor que nadie aprende sus lecciones y el temor propicia las micciones en el salón de clase. El mal maestro instruye sobre la infidelidad amorosa y sobre las desviaciones corruptas de los abogados, capaces de salvar a una guapa asesina y enviar como culpable a un indio borracho tirado en la calle. Enseña que en la vida en curso, los escribas –los de buena letra– por unos reales incriminan a inocentes y salvan a culpables. Oyendo sus palabras, uno se entera de que los boticarios, quienes venden los líquidos curativos, rellenan las redomas con agua del mismo color del medicamento.


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ntenario de

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El Periquillo

Sarniento: La existencia muestra la falta de honestidad de los médicos, en la mayoría sin preparación, como el doctor Purgante, que para cualquier mal recetaba lavativas. Periquillo, disfrazado de galeno, fue invitado a Tixtla, donde no había médicos (de tal había presumido) y, sin mayores dudas, mató a media población. Los sobrevivientes lo persiguieron hasta que huyó como liebre perseguida por perros labradores. En aquellos inicios del siglo xix , los barberos eran también odontólogos. Habiéndolo acogido Rapamentas en su peluquería y consultorio, en una ocasión en que no estaba en el lugar de su trabajo, Perico cogió a un perro, le ató las patas y el hocico, lo sentó en la silla reclinable y procedió a rasurarlo. “El miserable perro ponía sus gemidos en el cielo. ¡Tales eran las cuchilladas que solía llevar de cuando en cuando!” No contento con el corte de pelo, se atrevió a sacarle una muela a una vieja que rabiaba de dolor. Abrió la boca de la acuitada señora. “Tomé el descarnador y comencé a cortarle trozos de la encía alegremente.” “Le corté tanta carne cuanta bastó para que almorzara el gato de la casa.” El hábil Periquillo o Perico fue cura por lo descansado del oficio; después de hacer el ridículo en doctrina y en la Biblia, aceptó el oficio de ladrón y asaltó a pie y en coche. Por regla general en esta ciudad colonizada, que en cien años dejó de ser el ombligo de Mesoamérica, robaban el oficial, el soldado, el mercader, el escribano, el juez, el abogado, los obispos y los canónigos. El verbo rapio se conjugó en todos los modos y tiempos: “se hurtaba por activa, por pasiva, por circunloquio y por participio”. En la rapiña generalizada eran lo mismo el que robaba en coche que quien roba a pie, y tan dañino a la sociedad, o más, es el salteador en las ciudades que en los caminos despoblados, supone Lizardi. Empecinado en lograr bienes furtivos con prácticas aciagas, fue cócora, es decir el que reproduce la combinación de cartas del monte, favoreciendo a algún participante en la mano de los albures que obviamente dan una compensación monetaria al cócora. Ante la podredumbre se debía ser muy prudente, aconsejaba don Pedro Sarmiento ya redimido. Cuídense de guardar secretos, no sólo por la humanidad venenosa que se sale de misa para desacreditar a prójimo con mentiras. Abundan las personas que son como el gato, el cual lastima al ratón mientras que juega con él cariñosamente. No asuman la costumbre de hablar de más.

Bartolomé Esteban Murillo, Niños comiendo uvas y melón, 1650. Dominio público. Fuente: www.wikiwand.com

La bondad consiste en la sociabilidad; la maldad, en la insociable sociabilidad, dijo Kant magistralmente. Somos sociables por naturaleza y cultura. Luego, la insociabilidad es el odiado anticomunitarismo, siempre enfermo o de enfermos.

ESCRIBIR PARA SER OÍDO

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iterariamente, Fernández de Lizardi es un escritor relevante porque si el paso universal ha sido generalmente de la oralidad a la escritura, El Pensador Mexicano escribió para ser leído por una po-

blación mayoritariamente analfabeta. Uno, seguramente cada vez distinto, compraba el papel para el tiempo exacto de un descanso en las labores. Los demás escuchaban, de manera que en aquel entonces la población era más culta que ahora, en tiempos de la no lectura ni de los comentarios entre escuchas. De la reunión tras la chimenea pasamos a la radio, a la televisión y a la soledad de quienes vegetan tras un teléfono, cámara o diccionarios, mal ordenados, y no se acepta que sólo se trata de máquinas útiles, no de seres humanos. La imaginación ha sido la base del avance científico y artístico; hoy está enjaulada en un sigue

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Joaquín Pallarés, Abandonados, 1881. Dominio público

aparato con dos asociaciones: sí o no, en tanto que un individuo tiene, más o menos, veintiséis respuestas, aunque veinticinco estén equivocadas. Los discursos educativos hubieran sido cansinos, aburridos; por lo mismo, el humor fue la tabla de salvación. En su influencia modélica, a saber, Don Quijote de la Mancha, Sancho Panza le dice a su amo que va por el mundo predicando cómo salvar almas. Lizardi sigue sus pasos y, por si fuera poco, comparte el espíritu humorístico. Por esta doble faceta de anormalidad contra los idiots, su bondad y su inteligencia llena de humor, que no de chistes, amamos a Don Quijote y a El Periquillo como a nuestras entrañas: ambos con mucha “sal en la mollera”, porque siguieron la norma contraria a la conducta siempre igual de los idiotes (palabra griega que significa el que sigue las direcciones que existen, la norma). Son los del planeta ovejo, al decir de Lizardi.

LA INSOCIABLE SOCIABILIDAD

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l mal se hace por vil imitación irracional, por venganza o como disfraz del bien. El Periquillo estuvo sumido en sus fronteras hasta que, dejando de ser una normal oveja o un idiotes, se quiso deshacer de la mancha, de la culpa, de los desastres sociales que existieron y a los que se adhirió un poco demasiado tarde. Pedro Sarmiento explica a sus hijos que es demasiado tarde para justificar las manchas con que se enfangó como un cerdo, porque el ayer es lo ido, pero mientras hay vida hay esperanza. En algún momento de lucidez, siendo El Periquillo, trató de suicidarse porque: “Fui fraile, fui secretario/ y aunque ahora tan

El Periquillo… perfila una sociedad en decadencia, hundida, desde las clases de arriba o ricos, hasta las de abajo o pueblo, en mórbida y democrática corrupción. pobre estoy,/ fui comerciante en convoy,/ estudiante y bachiller./ Pero ¡ ay de mí/ esto fui ayer/ y hoy ni petatero soy”. Ya habiéndose pulido como una estatua que se deshace de adherencias para ser una buena obra de arte, reconoce que su nacimiento en la clase media estuvo opacada por sus extravíos, y su salud se arruinó por sus excesos. Su mente desvarió o se hundió en un pozo sin fondo por su falta de bondad o insociable sociabilidad. Don Quijote, Sancho Panza y Don Pedro detestan a las clases altas porque pierden sus goces en las apariencias y en ejercer la peor vagancia. Sarmiento había nacido en una buena condición para su existencia, o sea en la medianía. En el magín de Fernández de Lizardi estuvo la pretensión de ser leal a la forja de su patria independiente, generar un sentimiento centrípeto, ni chovinista ni xenófobo, sino de autoestima y estima al prójimo en un país colonizado durante siglos, esto es decir que quiso inventar una novela que fuera la encarnación de la injusticia. Obviamente tenemos en nuestro acervo literario al autor que se lanzó a usar el habla popular de México, incluso de ladrones y “fulleros”. Los demás autor-

cillos imitaban el decir español, en una suerte de mezcla por regla mal lograda. No eran ya tiempos de Sor Juana, sino del fragor bajo el espíritu nacionalista, separatista y republicano. Al final de la novela, muy lejos estaba de su incursión en la odontología y de la época en que fue cófrade de una fantasiosa cuadrilla de pillos, y ejerció el contrabando y la rapiña en agencias mortuorias y como escribiente de subdelegado de Tixtla, quien se sacaba su “principalillo” torciendo los hechos y estafando comercialmente a los indios; ya eran de ayer sus años de tahúr cócora, de cura que predica a favor de los gachupines y del Imperio Hispano, trabajo que abandonó porque no conocía los libros sagrados y detestaba el celibato. México estuvo al borde del precipicio: hoy, en una crisis donde el país se borra en un pantano de corrupción y ventas de sus patrimonios ¿mantiene al menos en parte El Periquillo Sarniento su actualidad? ¿Qué corrupciones de cuello blanco o sucio se han eliminado? ¿Amamos a Fernández de Lizardi como a nuestro otro yo por su a-normal locura rebelde y liberadora? Mira, considera, advierte, por si vives descuidado, que ahí yace un extraviado que al fin logró santa muerte. No todos tienen tal suerte; antes debes advertir que si es lo común morir según ha sido la vida, para no errar la partida lo seguro es buen vivir


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LEER

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Más allá de la crisis. El reclamo del desarrollo, Rolando Cordera (coordinador), Fondo de Cultura Económica, México, 2015.

LA CRISIS Y SU (NECESARIO) ESTUDIO

hablar de derechos humanos cuando una mínima parte de la población tiene muchísimo, mientras decenas de millones apenas tienen menos de lo que sería digno. Este es un libro de largo alcance que condensa miradas profundas en la vida nacional, algunas de necesaria continuación para presentar propuestas más concretas. Una llamada de fondo para iniciar la impostergable modificación del rumbo tomado por un país a la deriva en muchos campos •

El último desayuno, Rogelio Guedea, Random House, México, 2016.

RICARDO GUZMÁN

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nte los evidentes retos para mejorar la calidad de vida nacional, la sociedad debe expresarse para proponer, fiscalizar y, por lo menos, expresar en el voto su inconformidad tanto con los partidos como con políticos en particular. Un canal de expresión invaluable es el académico. Este libro se forma a partir de parte de la producción del denominado Grupo Nuevo Curso de Desarrollo (gncd) y contiene propuestas en el desarrollo industrial y regional, el petróleo, el empleo en la participación del ingreso nacional y varios más. Los nombres de este gncd garantizan un trabajo serio y habrá que discutir cada parte de esta elaboración para establecer su integración. El planteamiento lo condensa bien el coordinador al establecer la necesidad de un Estado moderno, actualizado ante los cambios globales, sin olvidar la historia que nos tiene en la actual situación: sin un discurso político acorde con las necesidades del país y una sociedad que, en general, no logra salir de un estancamiento que para millones de mexicanos se traduce en buscar lo mínimo para sobrevivir en la adversidad implacable. Entre los textos más llamativos está la visión del petróleo de Cuauhtémoc Cárdenas. Más allá del fondo de la discusión que propone, Cárdenas establece la necesidad de afianzar mecanismos que permitan la expresión popular, al recordar cómo la Suprema Corte de Justicia de la Nación limitó la opción de la consulta popular con vistas a las disposiciones legales. Cárdenas nos recuerda cómo en México la ley se puede dividir en el fondo del asunto y el trámite para llegar a la resolución: tan importante resultaba la decisión que se tomara en la consulta popular como establecer el mecanismo mismo para llevarla a cabo. Esto resulta destacable cuando, una vez más, se establece que partidos y legisladores están tan distanciados de la población que ésta busca conductos para expresarse, de preferencia en la legalidad. Como dice implícitamente Mario Luis Fuentes, el discurso de los Derechos Humanos en la Constitución apenas se ha reflejado en la vida nacional, no sólo por falta de caminos legales para implementarlos, sino también por falta de condiciones en los factores de poder y en las instituciones mismas, que buscan resolver lo inmediato sin modificar la falta de condiciones que permitan una vida más equitativa. Ningún sentido tiene

La Edad Media, I. Bárbaros, cristianos y musulmanes, Umberto Eco (coordinador), Fondo de Cultura Económica, México, 2015.

Al recientemente fallecido pensador, comunicólogo, catedrático, semiólogo y novelista italiano se le conoce sobre todo, o casi exclusivamente, por la última de las profesiones enlistadas: la popularidad de El nombre de la rosa, por mencionar solamente la más festejada de sus novelas, acabó por opacar incluso al espléndido ensayo Apocalípticos e integrados, que marcó época y escuela desde su primera aparición. Peor suerte han corrido otras obras de Eco, y entre ellas destaca la profusa labor que desarrolló en torno a la Edad Media –de donde proviene, como es obvio, el espíritu, la atmósfera de El nombre…, de Baudolino y otros títulos equianos–, que fue, de acuerdo con su propia confesión, uno de los temas que más lo apasionaron. Fruto de esa pasión es este grueso volumen que coordinó y que vio la primera luz editorial en 2010. Traducido por Omar Daniel Alva Barrera y Dennis Peña Torres, con la revisión técnica de Juan Carlos Rodríguez Aguilar, La Edad Media es una obra cuyo amplísimo alcance y densidad no impide, felizmente, la accesibilidad a la información que ofrece a cualquier tipo de lector, ya sea especialista o sencillamente interesado en el tema. Lo que permite, muy al contrario, es disfrutar la materia de eso que apasionaba a Eco: los pormenores, el detalle, y también los grandes acontecimientos, ideas y personajes que, constituyendo una época histórica fundamental en el curso de la humanidad, son el obvio antecedente que explica y de donde procede todo lo que, al menos en Occidente, ha sido llamado modernidad.

La Jornada Semanal

@JornadaSemanal visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/

Ganador hace algunos años del premio por primera novela que concede la Semana Negra de Gijón, uno de los eventos más importantes en el género policíaco a nivel mundial, el también colaborador de estas páginas Rogelio Guedea deja momentáneamente los bártulos del poeta, el ensayista y el crítico literario que también es para sumar una novela más a su haber, y que sin ser parte de la Trilogía de Colima –compuesta por Conducir un tráiler, 41 y El crimen de los Tepames– para entregar otro thriller como los que él sabe escribir: crudo, intenso, anclado en el piso de la vida real cotidiana y en el habla ídem –cualidad bastante mal entendida por uno que otro pseudocrítico por ahí, que le reprochó a Guedea detalles irreprochables–, todo lo cual hace de El último desayuno una novela que, como dirían los clásicos de la reseña, se lee de un tirón y queda en la memoria.

No pasarán. Contra la economía caníbal, Édouard Martin, Malpaso, España, 2013.

No hay errata en el año de edición de este libro, fue editado hace tres años pero es apenas recientemente que su disponibilidad en México es un hecho. El ánimo del también sindicalista que es el autor de este libro de título más que elocuente, es descrito bien por Alfonso Guerra, autor del prólogo: “el poder del dinero, con la complicidad a veces de los gobiernos, está imponiendo unas reglas que chocan frontalmente con los valores humanistas de la sociedad”. Se trata, pues, de enfrentar el fondo de la crisis actual que se vive en el mundo entero, consistente en la entronización del capital y sus necesidades, en desmedro de cualquier cosa –y subráyese ese “cualquier”– que vaya en contra de los lineales y barbáricos propósitos del esquema económicofinanciero-político en boga, consistentes en la simple continuación del estado de cosas. Narración ensayada, o ensayo narrativo si se quiere, este volumen es la puesta en palabras de la experiencia y la acción directas desarrolladas por Martin. Libro incómodo como es hoy todo discurso provisto de claridad expositiva en estos temas pero, sobre todo, basado en otro tipo de claridad, la ideológica, No pasarán es al mismo tiempo una herramienta útil para quienes buscan esa rara avis de empatar el pensamiento con el acto.

En nuestro próximo número

EIHEI DOGEN, la sencillez y el zen Iván García

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

22 de mayo de 2016 • Número 1107 • Jornada Semanal

Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes

Felipe Garrido MENTIRAS TRANSPARENTES Promesa Para Johann Rodrigo Romero Ayala

Papá me acarició la cabeza, apenitas, pasando por mis cabellos sus dedos trabajados por sus trabajos; me creyó dormido y no quiso despertarme. El sol todavía no despuntaba, pero ya había esa claridad que lo anuncia. Volveré. Voy a traerte todo lo que te falta. Habló a mi oído con un susurro que ya olía a mezcal. Me dio la espalda y tomó en brazos a mi hermano, que mamaba todavía. Tal vez no quiso que yo lo viera llorar. A mamá eso no le importaba. Las lágrimas le rodaban y le caían en las manos, que tenían estrujada una estampita. Se abrazaron un rato largo, largo, largo. Luego se oyeron voces que lo llamaban. Ella no salió. Por la puerta entornada vio cómo se iba. No sé cuánto tiempo hace de ese día. En la repisa, escondida detrás de San Judas, está aquella estampa; a veces mamá la toma y vuelve a llorar. Mi hermano ya camina y ya aprendió a hablar y no se acuerda de papá. Yo sí. Yo sé que volverá •

Rogelio Guedea rguedea@hotmail.com @rogelioguedea

AL VUELO Un escritorio Yo a veces más que un escritor me siento un escritorio, uno de esos escritorios llenos de retratos en sepia de familiares idos, plumas fuente inservibles, pagarés vencidos escondidos debajo de una pesada rondana de acero, mapas con rutas que no llegan a ninguna parte, testamentos de bienes inembargables e inservibles, manuscritos con historias que comienzan y terminan mal, pero muy mal, pastas de libros que nadie leyó, un reloj de pulsera que siempre marca la hora de un país ajeno y lejano, los dientes postizos de mi abuelo adentro del vaso de agua junto al lavabo, los anteojos sin mica de mi abuela, etcétera. Yo soy, a veces, como les digo, ese escritorio de pesada madera que nadie sabe qué hacer con él y que termina en un rincón de la casa o abandonado a su suerte en el sótano, si bien le va. Nada de que un escritor, ¡bah!, un escritorio nomás. Y punto •

bitácora bifronte Plata y plomo: Balacera, de Armando Alanís Pulido

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sí como la violencia tomó por asalto las calles de México desde 2006, algunos poetas también han fijado su postura en la conformación de una nueva conciencia colectiva. Uno de los proyectos más relevantes en este proceso de reorganización de la sociedad civil es el conocido como Acción Poética, fundado y dirigido por el poeta Armando Alanís Pulido (Monterrey, nl, 1969), que busca intervenir las bardas de innumerables ciudades con versos breves e intensos, para convertir a cada transeúnte en un potencial lector. Alanís Pulido es autor de más de una veintena de libros de poemas y en todos ellos hay una abierta actitud respecto a la poesía: el poema es parte de la vida cotidiana y modifica a quien se acerca a él. Así lo demuestra su más reciente libro, Balacera (publicado por Tusquets en su colección Marginales), en donde se reúnen muchas de las virtudes poéticas que posee Armando Alanís Pulido: una inusitada capacidad de síntesis, rescate del habla coloquial, un tono aforístico y epigramático, utilización eficaz del humor, transparencia del mensaje (sin sacrificar recursos retóricos) y, quizá la más importante, una marcada conciencia social. Dividido en siete partes, Balacera aborda el problema de la violencia desde diversas perspectivas que se reflejan en el lenguaje (“Los de la letra/ deberían ser los poetas, no otros”), y se muestran como un estallido semántico (“Escribí un poema trabajosamente ejecutado…/ Pero lo desaparecí porque todos lo relacionaron con el narco.”). La estructura de Balacera se sostiene por un andamiaje que intenta unir un universo social desmembrado a partir de epígrafes, notas al pie de página, referencias a notas periodísticas, canciones, nombres de figuras públicas y fotografías de las bardas donde se suscitaron ejecuciones o explosiones, que fueron intervenidas por el autor, como aquella en la que puede leerse: “Ardo por ti”, cerca de un automóvil incendiado. Todo el libro es una visión panorámica de muchas escenas del crimen que, vistas en conjunto, muestran un mapa de sangre, desapariciones forzadas, corrupción y dolor. “¿Plata o plomo?” es una pregunta que el narco suele hacer a aquellos a quienes recluta y que se traduce como: “¿Dinero o balazo?” Armando Alanís Pulido ofrece en Balacera el argénteo resplandor de la poesía y también el pesado, e hiriente, plomo de la realidad:“Con otra musicalidad, la roja carcajada sigue…/ Sólo que hoy, la fruta de temporada es la granada.” Balacera (un libro que será emblemático en la poesía mexicana y que situará a Armando Alanís Pulido como uno de los más importantes poetas actuales) se publica en el momento de mayor desasosiego para México, y a pesar de la desgracia en la que nace no sólo busca retratar los orificios que las balas dejaron, si no también registrar la luz que de ellos pueda nacer, como lo declaran sus palabras:“Tu sonrisa me salva.” •

Los besos Dimitris Doúkaris

Lo único que recuerdo son los besos se me escapan todos los demás detalles, cuerpo, movimientos esbozos etcétera. Lo único que recuerdo son los besos en los labios, como cortes en los labios – la pasión aún la siento en los labios como una desesperación los besos.

Dimitris Doúkaris (Atenas 1925-Atenas 1982). En 1944 se hizo miembro del Frente de Liberación Nacional y formó parte del movimiento de resistencia contra la ocupación alemana (1941-1944). Debido a sus actividades políticas, pasó tres años y medio en varios campos de detención y prisiones; en 1951 se afilió a la Unión de la Izquierda Democrática, pero renunció desilusionado cuando Rusia invadió Hungría (1957) y, a partir de entonces, abandonó toda actividad política. En 1958 viajó a África (Ruanda, Congo Belga y Sudáfrica) como supervisor en plantaciones y como periodista. Al regresar a Atenas (1961) trabajó como asesor de la fao y nuevamente como periodista. En 1975 fundó la revista literaria Tomés (Cortes), misma que dirigió hasta su muerte. Es autor de diecinueve libros de poesía y ha sido traducido al inglés, francés, italiano, alemán, búlgaro, húngaro, rumano y polaco. Véase La Jornada Semanal, núm 979, 8/ xii / 2013 Versión de Francisco Torres Córdova

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........ ARTE Y PENSAMIENTO

Número 1107 • 22 de mayo de 2016

Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com

Miscelánea de montajes imprescindibles

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EMEDIOS PARA LEONORA, de Estela Leñero, dirigida por Gema Aparicio y con las actuaciones de Gabriela Betancourt y Bertha Vega, en el teatro El Milagro, es una convergencia entre la visión histórica y una ficción provocadora y lírica sobre dos personajes que cruzaron la plástica mexicana y se instalaron en el canon internacional artístico del siglo xx como parte de las migraciones, los exilios y el mundo transfronterizo de las creaciones que florecieron a pesar de la persecución y los autoritarismos. El trabajo actoral es resultado de un pensar, indagar e investigar en conjunto. Es una experiencia conocida para Estela Leñero y Gema Aparicio, que han compartido intuiciones y hallazgos en varios montajes que precisan de una visión y un sentido histórico, la profundidad de visión para construir al personaje desde unas entretelas íntimas y psicológicas que si lo sitúan en la Historia también lo abstraen de ella para colocarlo en las dimensiones universales de lo que llamamos condición humana. El repertorio es amplio y conocido, por eso no lo enumero. Como Aparicio y Leñero son animales teatrales absolutos, han construido una poética del espacio singular con elementos que recuerdan cuadros de Remedios y Leonora, puntos de partida para pensar momentos de sus vidas aquí tratados como un discurso onírico enriquecido con los datos del contexto, que hasta en un anexo al programa de mano –a modo de un glosario de artistas y conceptos– se le entrega al público para que la ignorancia no sea pretexto de que se escapen datos que con una mejor formación seguro entenderían más, e incluso disfrutarían tantos guiños que hay en la obra. Pedagógico o no, aclara las intenciones. Tanto Estela Leñero como Gema Aparicio saben que incluso quienes han cursado una educación de nivel superior ignoran capítulos esenciales de la vida y la creación

LA OTRA ESCENA de figuras reconocidas y admiradas por un gran público que, sin embargo, no puede decir demasiado de los objetos de su admiración, devoción y guía. Por eso ese sueño creador está sembrado de guiños, de referencias a un mundo que entra y sale de sus producciones plásticas y que la dramaturga se arriesga a explorar en un horizonte de deseo, cuya riqueza consiste en no etiquetar por género, explorar el territorio del sueño y del inconsciente sin confundir uno con otro y mostrar cómo ambos recursos constituyen uno de los motores fundamentales que la imaginación artística organiza en el marco de un devenir artístico y una tradición creadora. Ese sueño creador no sería transitable sin ese camino de objetos, luces y conceptos que trazaron con enorme belleza Carolina Jiménez, Julio Martínez y Carlos Guzmán,

Remedios para Leonora

en la multimedia, y el diseño sonoro y gráfico de David Martínez, que logran evadir los lugares comunes que suelen representar el surrealismo.

De lo coreográfico a lo teatral y De regreso Solos en Tránsito ix es el festival que Andante Danza, ahora en colaboración generosa y solidaria con El Milagro (esto significa un reconocimiento a los esfuerzos y acreditación y legitimación de una calidad que institucionalmente es difícil de asimilar por el gobierno federal), presenta Rafael Rosales que antologa, compromete y convoca a lo mejor de la danza contemporánea nacional, aunque fundamentalmente del centro del país (los recursos no permiten una convocatoria más amplia). Son nueve años de insistir en la necesidad de mostrar la emergencia de una interpretación fuera de los cánones de una compañía estable a la que muchos bailarines pertenecen, la oportunidad de darle algunas variaciones y agregados a trabajos propios presentados bajo la rúbrica de un programa, y también la posibilidad de mostrar un pensamiento coreográfico en formación de bailarines que persisten en la escena como “instrumentos” de un coreógrafo que escribe sobre sus anatomías. Impresiona el esfuerzo que cada uno realiza por presentar lo mejor de sí mismo a pesar de todas las carencias, tropiezos escénicos y técnicos, resultado de hacer “todo solos”. El fin de semana pasado lo más destacado fueron los trabajos de Amada Domínguez y Rosario Armenta, poseedoras de un pensamiento coreográfico y una poderosa ejecución. El resultado es de aplauso por la convocatoria de credibilidad y pasión de la que carecen muchas agendas institucionales que, por cumplir y mantener vivo un teatro, programan sin imaginación. Este domingo 28 concluye con Stephanie García, Karla Rosales, Olga Rodríguez, Mikail Rojas, Rafael Rosales y José Roberto Solís •

Alonso Arreola @LabAlonso

Música para fumarse el alba

E

RAN LAS DOS de la madrugada. El taxista daba su versión sobre la responsabilidad de las mujeres en el acoso sexual: “Pinches viejas, que no se hagan, ellas también son culpables”, decía con seguridad, justificándose en los muchos años que trabajó como subdirector de una empresa en la que varias secretarias, según dijo, le ofrecían favores sexuales que nunca aceptó, a cambio de vacaciones y prebendas. Era la voz misma de la ignorancia. Lo escuchábamos en silencio y, cuando se le agotaba la cuerda, lo provocábamos con alguna pregunta que desataría nuevas diatribas. Sí. El vino de la cena había hecho mella y nos moríamos por un cigarro. Un cigarro. “Maldito vicio”, pensábamos mientras la sinapsis enloquecida escarbaba en la memoria. Así comenzamos a escuchar la letra de una canción. “En la Torre de Babel, vivían cincuenta cigarros, vivían amontonados hechos todos de papel. Uno a uno alineados, todos muy bien formados, el más pequeño era aquél y se llamaba Gabriel.” Era “La Torre de Babel” de Los Tres, mítica banda de rock chileno. Nuestra pieza favorita dedicada a este vicio antiguo que hoy nos calma al escribir. Alegoría perfecta sobre los deseos, el riesgo de perseguirlos, la irresponsabilidad y la paradoja de algunas muertes, termina así:“Solamente un buen fuego puede dar muerte a un cigarro, pero si muere mojado es igual que si a un hombre lo mataran colgado.” Siempre nos gustó ese coro que hasta el final manifiesta su lírica (los precedentes van sin voz). Un cigarro mojado, un hombre colgado. Agua contra fuego. Aire contra tierra. La soga contra las palabras que nos hacen libres en tan distintas formas. ¿Ejemplo? Nuestro taxista.

BEMOL SOSTENIDO

“A mí me encabrona que me hablen de tú –continuaba–. Sobre todo los mierdas ejecutivos de las compañías… De todas las compañías. ¿Por qué me van a tutear si yo les hablo de usted?” Transformando su discurso en sueño, nuestra mente nos llevó a la película Coffe and Cigarettes, del director Jim Jarmusch, específicamente a la escena que comparten dos leyendas de la música, Iggy Pop y Tom Waits, en un bar de carretera. Apenas se encuentran, el primero le dice al segundo: “Puedes llamarme Jim, o Iggy, o Jiggy, como quieras.” Entonces ocurre un simpático diálogo con altas dosis de silencio, entre cafeína y humo: “Lo mejor es que, como ya dejamos el cigarro, podemos fumar uno cuando queramos”, dice Tom, mientras abre la cajetilla que alguien olvidó en la mesa. Una maravillosa colisión entre el optimismo y la paranoia, pero que sucede suavemente por la complicidad ante un vicio que muestra debilidad de carácter, falta de voluntad. “Usted se ve inteligente”, siguió el taxista sacándonos de la película.“A ver si puede responderme esto que llevo años queriendo saber: ¿por qué los oficinistas, incluso estando casados, se pelean siempre por la más puta de sus

compañeras de trabajo?” Bastó que le dijera algo como “no tengo idea”, para que se lanzara con nuevas conclusiones. En otro momento del día le hubiéramos dicho que no estábamos de acuerdo con sus tonterías, que se callara, que nos bajábamos en la esquina… Pero pasaban las dos de la mañana y la necesidad de nicotina nos traía a Pink Floyd a la cabeza. La canción era “Have a Cigar”, crítica al mundo de la industria musical encarnada por un ejecutivo cínico: “Ven aquí chico querido, toma un habano; vas a llegar lejos, vas a llegar alto, nunca morirás […] Por cierto, ¿quién de ustedes es Pink?” “Lo único que uno debe cuidar es su dignidad… sin eso, no tenemos nada.” Algo así decía el taxista cuando se estacionó frente a la tienda donde compraríamos los Marlboro blancos. Luego continuó con la historia de un hombre grosero al que llevó con su familia a no sabemos dónde. Estábamos perdidos en una y otra canción a propósito del vicio cigarrero, así nos acordamos de “La colilla”, esa retorcida historia que canta el genial catalán Albert Pla:“¡Welcome to United States of America! Santa Bárbara bendita, protege a esta pobre colillita que echa, que echa, que echa humo.” Un cuento febril de cómo la colilla que cae de los labios de un espalda mojada decapitado en la frontera por federales racistas, inicia el mayor de los incendios que alcanza para quemar a Estados Unidos completo. Una canción que apenas llegamos a casa, ya sin importarnos la hora, buscamos en su versión en vivo para sorprendernos de nuevo. Increíble. Luego, hacia el fin de nuestro cigarro sobre un viejo cenicero color ámbar mientras mirábamos la ventana, sonaron como despedida las palabras del gran Atahualpa: “Qué larga la madrugada, cuánto tarda en aclarar. Bien haiga mi cigarrito, hermano en mi soledad.” Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •


ARTE Y PENSAMIENTO ........

22 de mayo de 2016 • Número 1107 • Jornada Semanal

Jorge Moch

Verónica Murguía

tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch

H

ACE UNOS DÍAS FUI a la Ibero a charlar de literatura con jóvenes de la carrera de Comunicación. Como soy una papa para hablar de mis libros, pero un desenvuelto perico cuando hablo de libros escritos por otros, me alegré mucho cuando nos pusimos a conversar sobre Juego de Tronos. Comentamos un montón de asuntos: el primero, previsiblemente, fue la admisión de que “nadie puede encariñarse con un personaje, aunque sea el más bueno del mundo, porque se puede morir”. Juntos entonamos la alabanza de Eddard Stark, recto y bueno hasta la aburrición, decapitado en la plaza de King’s Landing como un traidor al final del primer libro. Un asunto tristísimo. Esto fue, además, un pisotón a mansalva para el lector, quien, aunque Stark es tercamente árido, llega a quererlo y a desear su liberación.

escabrosas del Fantasy, al menos el que yo he leído.“Ten tu libro de niños y a ver si no chillas”, parece decirle a los tercos, mientras recrea episodios horrorosos de la Historia. Y le ha resultado. Para mí al menos, ha sido delicioso observar cómo millones han sido llevados de la mano a un mundo de torneos, armaduras, divisas, pendones, caballos, brujas, maldiciones, dragones y castillos. La heráldica inventada por él, las ciudades sitiadas, los hechos heroicos, las destrezas militares o mágicas de sus personajes son universalmente conocidas. Lo malo es que ahora ese mundo, su mundo, le ha sido arrebatado por la televisión, y eso me da tristeza. Los chicos de la Ibero me decían que “ya no importa porque ya tiene todo el dinero del mundo” y “es el más famoso”. Seguro que la parte del dinero es verdad, pero no creo que esté feliz. No lo creo ni por un segundo. En primer lugar, porque es un verdadero escritor y ha empeñado años y años de su vida en crear Juego de Tronos: esos personajes y geografías. Y mientras más lo presionen, menos podrá hacer. Ya la nueva temporada está en pantalla, pero no se debe a él. Mientras, Martin publicó un capítulo del sexto libro en el que aparece la familia real de Dorne. Pasó medio inadvertido, sobre todo si se compara con el anunciado, esperado y comentado inicio de la sexta temporada, en la que se aclara el misterio de la suerte de Jon Snow. Millones de fans exigentes y petulantes se preguntan en internet si Martin tiene con qué seguir. Que si está viejo, que si está gordo, que si le gusta la buena vida y ya no tiene la fuerza física y mental para terminar la serie. Qué bola de ingratos. Le vendió el alma al Diablo. Ahora tiene dinero y fama, pero no puede escribir. Ay, pobre •

E

N LAS SERIES (prácticamente todas extranjeras) que podemos sintonizar en televisión siempre habrá por ahí un abogado. En lo personal encuentro muy divertidos a los que rodean a la chaparra tirana neurótica Selina Meyer (cualquier parecido con la presidencia de México es mera coincidencia… espero), que encarna maravillosamente Julia Louis-Dreyfus en Veep, bastante más divertida que la otra presidenta televisiva de Estados Unidos, Mackenzie Allen (Geena Davis), que estuvo al aire apenas de 2005 a 2006. Mackenzie no estuvo en el poder ni un año (septiembre a junio), mientras Meyer va por su quinta temporada ya. ¿Y cómo olvidar a ese equipo pasivo-agresivo de abogados que siempre rodea al señor Burns en Los Simpson?, si parecen sacados de un despacho de recuperación de cobranza de los que contratan los bancos mexicanos. O qué tal en Silicon Valley el viscoso Ron LaFlamme, el abogado oportunista, millonario, convenenciero y gandalla que interpreta con brillo Ben Feldman (el Michael Ginsberg de la recientemente extinta Mad Men), que parece sacado de una semblanza de Manlio Fabio Beltrones. Yo tengo excelentes amigos abogados y déjeme decirle que cultivar esas amistades ha sido una de las elecciones más inteligentes que este gordo escribano ha hecho en su vida. Un consejo: nunca se pelee con un abogado. A menos, claro está, que usted también lo sea. Menos aún vaya usted a cometer el lamentable error de pelearse con su abogado. Los abogados en México (y probablemente en todo el mundo) son el enemigo más formidable que puede uno tener. Doctores, brujos, pestes, chamanes, curas, terremotos, perros rabiosos, cuadrillas de trabajo de la Comisión Federal de Electricidad y contadores públicos titulados se eclipsan ante la enormidad de recursos que tienen los señores abogados para cuadricularle la existencia al prójimo. Probablemente sean la segunda causa indirecta de suicidios en este país (a la estrechez económica no la ha podido destronar nadie todavía del bien ganado primer puesto) y sin temor a equivocarme puedo afirmar que son la primerísima razón de que haya tantos mexicanos en las cárceles. Si los castigos o las bendiciones de Dios existen, los abogados encarnan a la perfección la dualidad del ángel y el demonio en un solo estuche. También les debemos el verdadero origen del

Síndrome de Estocolmo, ése que hace que la víctima de un secuestro desarrolle un fuerte, inexplicable vínculo emocional con su plagiario; el abogado nos apapacha freudianamente y nos quita tamaña bronca de encima (o simula magistralmente hacerlo), para que quedemos abonados en su lista de deudores por el feliz resto de nuestras vidas. Viéndolo así, mirando esa apabullante habilidad para manipular la psique humana y la cartera de la clientela, uno no puede menos que inferir que ya que vivimos en un país donde impera el predominio histórico de los abogados, y en la mayoría de los casos –salvo algunas deshonrosas excepciones que involucran a los espadones y su alegre inclinación a la violencia física– ellos mismos promulgaron las leyes que rigen la vida nacional, no cabe en la reducida sesera de este escribidor una respuesta satisfactoria que explique por qué vivimos en eterna francachela. Misterios de los abogados. Hubo ya un montón de ellos. Hay muchísimos. Va a haber más, con todas las fachas ideológicas y complexiones sociológicas y tesituras políticas posibles, pero los une un objetivo común: la dominación del mundo. Hablan, promueven, querellan, embargan, litigan, auditan, publican y apelan. Solamente ellos conocen el rumbo de sus acciones. Detrás del trono, manejan los hilos del poder y el timón del barco de tontos en el que vamos trepados. En el Senado y en el Congreso promulgan leyes y luego las modifican, las derogan y las vuelven a promulgar con una ostentosa capacidad creadora. Especulan algunos investigadores – que para evitar una demanda prefieren mantener el anonimato– que: a) Se trata del metódico y rencoroso resurgimiento de los Cátaros, esa secta de herejes que Roma diezmó en el Medioevo tardío, o b) Von Daniken tenía razón y los embajadores de una súperespecie extraterrestre son, precisamente, los abogados. Como sea, yo prefiero llevármela suave. Así que ya me voy, a invitar a mi abogado a comer, para que vaya preparando la contrademanda al litigio fulminante que seguramente estas inconsecuentes líneas habrán de suscitar. Chance y él me explica por qué en México hay tantas leyes y tantos abogados y seguimos viviendo en el desmargayate •

CABEZALCUBO

Leguleyos (ii y última)

LAS RAYAS DE LA CEBRA

George, el rey sin reino

Pero el autor, dueño del porvenir de todos sus personajes, decidió que la picota y los escupitajos del populacho serían el destino del noble Eddard y así comienza el desfile de asesinatos. Si a George Martin le place, los héroes se mueren. Y no nada más desaparecen: muchas veces les toca una muerte infamante y arbitraria que nos dejará boqueando como charales. La expresión “justicia poética” no significa nada en ese mundo: los buenos, como en nuestra agria y apabullante realidad, no están protegidos por su virtud, ni los niños por su inocencia. El incesto, la tortura, la traición, la crueldad más absurda y gratuita, son la extraña divisa con la que Martin ha ganado un reconocimiento a su obra que proviene de lectores inusuales, valoración que le ha sido negada, por ejemplo, a El Señor de los Anillos. Me refiero, claro, al respeto del lector que no lee Fantasy. Es de todos sabido que el Fantasy –extraña denominación, como si en la crónica o la novela realista no operaran ni la imaginación, ni la fantasía– es un género sospechoso de puerilidad. “Es para niños”, dicen muchos cuando se menciona que en Juego de Tronos hay dragones, como si éstos no ocuparan lugares de honor en los cantares de gesta europeos y las mitologías del mundo entero. No importa que no hayan leído una sola página y que desconozcan la prosa, a veces deslumbrante, de Martin. No les interesa que los libros estén atestados de guiños cultos, de trivia literaria o histórica, de portentos de imaginación, de astutas observaciones sobre la guerra y el honor, esos dos clarines de notas casi siempre discordantes entre los que se movía el espíritu épico de la Edad Media. Martin, incluso, ha creado religiones preciosas y terribles para su serie. Si hay magia, es de niños, repiten. Como para acallarlos, Martin entretejió en su tapiz las escenas de violencia más

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........ ARTE Y PENSAMIENTO O

Jornada Semanal • Número 1107 • 22 de mayo de 2016

Luis Tovar

Javier Sicilia

@luistovars

Los premiadores, el premio y los premiados (i de ii)

¿H

los premiaDores

A EXISTIDO SIEMPRE el Estado? No lo sé. El tema ha suscitado grandes debates. Lo que sí sé es que muy pocos hoy en día, a pesar de las tesis anarquistas y del magnífico libro de Pierre Clastres, La sociedad contra el Estado, pueden imaginarse sin él. Ese hecho, sin embargo, no garantiza su existencia. Nos han dicho que existe, que se expresa mediante instituciones, normas, leyes y coerciones. Pero en realidad nadie lo ha visto, como nadie ha visto a Dios o al Demonio. Se padece o se goza, según la experiencia, pero sustancialmente ¿es real? Independientemente de mi fe en Dios, me parece que el Estado pertenece al mundo de lo fantástico, en particular al de los monstruos compuestos de muchos seres que, como Borges decía al referirse a ellos, no parece que “pronostica nada

bueno”,aunque en muchos casos la imaginería de lo religioso pretenda decirnos lo contrario. Pensemos, por ejemplo, en el monstrum horrendum ingens que Virgilio describe en el libro iv de la Eneida: hecho de miles de plumas, lenguas, ojos y oídos que personifican el Escándalo; o en la Fiera Arconte, de la Visión de Tundale, en cuyo vientre habitan los réprobos atormentados por perros, víboras, leones, osos y lobos. Del lado “positivo” recordemos al Simurgh del sufí Farid al Din Attar, el rey de los pájaros que es a la vez uno y treinta, y que Borges concibe como una metáfora del panteísmo, o el Águila de Dante, en el canto xviii del Paraíso, criatura numerosa de reyes justos que al hablar dice yo en lugar de nosotros, y es símbolo del Imperio. De esa estirpe es el Estado, en particular el Estado moderno. Hobbes, que sabía de su monstruosidad, lo llamó Leviatán, el prodigioso ser que el libro de Job describe en su capítulo 41: “Nadie hay tan osado que lo despierte... De su grandeza tienen temor los fuertes... No hay sobre la Tierra quien se le parezca, animal hecho exento de temor. Menosprecia toda cosa alta; es rey sobre todos los soberbios.” Hizo algo más. En el frontispicio de su primera edición (1651) colocó un grabado que, semejante a los monstruos descritos, muestra a un rey, de rostro hierático e impasible, armado con un báculo –símbolo de la soberanía– y una espada –símbolo del uso legítimo de la fuerza–, cuyo cuerpo está hecho de miles de hombres –símbolos de la abdicación de sus voluntades a la conducción del monstruo. Pese a su aterradora imagen y sus inmensas injusticias, el Estado, como el Águila de Dante o el Simurgh de Farid al Din Attar, se pretende positivo. Sin él –no dejan de decirnos–, el mundo de las relaciones humanas sería una anomia, un guerra de todos contra todos, porque “el hombre –dice Hobbes como si se tratara de un axioma– es el lobo

del hombre.” Sin embargo, como sucede con todos los monstruos y los seres de la imaginación, su existencia sólo es posible por la creencia. El Estado existe porque decidimos, primero, creer que somos incapaces de establecer libremente relaciones humanas entre nosotros. En segundo lugar, que el monstruo, a pesar de su condición fantástica, existe para evitarlo. Por último, que su invisible e imaginaria presencia es real porque, en nombre de él, construimos un conjunto de instituciones que dicen representarlo. Sólo existe lo fantástico cuando, como los niños de El señor de las moscas, de William Golding, decidimos jugar seriamente a que existe. ¿Qué sucedería si un día dejáramos de creer en él? ¿Si, como lo mostró Gandhi, dejáramos de obedecerlo, de prestarle nuestro apoyo, de ir a las urnas, de pagar impuestos, y comenzáramos a generar relaciones proporcionales y humanas al margen del monstruoso entramado que creamos para hacernos creer en su existencia? Se desvanecería lentamente como se desvanecen las pesadillas cuando despertamos, se desmoronaría paulatinamente como un edificio que dejamos de habitar. “El parlamento –escribió alguna vez el Mahatma– no tiene ninguna existencia independientemente del pueb l o. I m a g i n e m o s a u n p u e b l o n egándose a obedecer y dispuesto a soportar las consecuencias. Toda la maquinaria ejecutiva y legislativa se encontraría de repente totalmente paralizada.” Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, boicotear las elecciones, devolverle su programa a Carmen Aristegui y exhumar e identificar a los cuerpos de las fosas de Tetelcingo •

CASA SOSEGADA

El Leviatán

El 3 de julio de 1946, los actores Fernando Soler y Ángel Garasa, los directores Alejandro Galindo y Adolfo Fernández; los cinefotógrafos Gabriel Figueroa y Felipe Gregorio Castillo; Carlos Pellicer en calidad de guionista y Raúl de Anda como productor; los compositores Ignacio Fernández Tata Nacho y Eduardo Hernández Moncada, así como los periodistas Fernando Morales y Eugenio Maldonado, entre otros, registraron ante un notario público la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas ( amacc ), que por consiguiente este año cumplirá siete décadas de vida y que, de acuerdo con sus estatutos, tiene como principal cometido “promover la difusión, la investigación, la preservación, el desarrollo y la defensa de las artes y ciencias cinematográficas”. Cuarenta y dos años después de haber sido fundada, la amacc vivió su primera transformación importante, cuando pasó de estar conformada por lo que en México se denomina personas morales, a integrarse por cineastas: productores, directores, actores, fotógrafos, compositores, etecé. Hasta la fecha con más de 650 ganadores del Ariel –que junto con el hecho de haber sido nominado al menos dos veces concede el derecho de ser miembro activo de la Academia–, el primer presidente de la nueva amacc fue el director Jorge Fons (1998-2002), a quien han sucedido en el cargo la actriz Diana Bracho (2002-2006), el actor Pedro Armendáriz hijo (2006-2010), el director Carlos Carrera (2010-2012), el produc tor Jorge Sánchez (agosto 2012-enero 2013), el director Juan Antonio de la Riva (enero a julio de 2013) y las actrices Blanca Guerra (20132015) y Dolores Heredia, esta última presidenta hasta 2017. Dicho sin acrimonia alguna, las funciones específicas y los resultados concretos de la difusión, investigación, preservación y desarrollo de la cinematografía nacional de la amacc son virtualmente invisibles, y como consecuencia de tal invisibilidad la percepción colectiva es que la Academia tiene como única tarea la entrega del premio Ariel, aunque no sea verdad. Por lo menos desde aquel ya medianamente lejano 1998, la amacc tiene entre otros un doble cometido fundamental: volverse un agente e interlocutor mucho más activo y decisivo en el medio cinematográfico y lograr que esos incrementos también sean visibles, y por otro lado revertir el pobre prestigio del que desafortunadamente goza el Ariel.

el premio Una de las muchas cosas masivamente desconocidas del Ariel es, para empezar, cuál es su origen y por qué se llama así. Pocos saben –y ni la Academia ni nadie lo menciona, como si la historia fuese irrelevante– que el premio toma

su nombre de la novela homónima del mexicano José Enrique Rodó, quien a su vez se hace eco del personaje del mismo nombre creado por Shakespeare en La Tempestad; tampoco se sabe que la estatua original tomada como modelo para el trofeo cinematográfico se debe al escultor Ignacio Asúnsolo, y que dicho original estuvo emplazado varios años, hasta 1958, sobre el citadino Paseo de la Reforma. Menos conocido aún es el significado del Ariel, con el que se quiere simbolizar la unidad y la defensa de la cultura hispanoamericana. Aunque las hordas malinchistas lleven ganadas tantísimas batallas y no hagan sino hablar del Oscar como si ese fuera no sólo el principal sino el único premio al que debe aspirar el cine mexicano, y del Ariel como algo que “no sirve ni para detener la puerta” –babosada que este ponepuntos ha escuchado demasiadas y desagradables veces–, el hecho concreto es uno e irrebatible: el Ariel es el premio cinematográfico mexicano más importante, y quienes lo deturpan y al hacerlo se sienten en posesión de una supuesta superioridad dizque compuesta de cultura y cosmopolitismo, en realidad lo único que consiguen es minimizarse o minusvaluarse a sí mismos. Para ellos dos refranes; uno: el pasto del vecino siempre se ve más verde que el propio, y dos: cuando los perros ladran el único que sabe por qué lo hace es el primero. El próximo sábado 28 de mayo el Ariel será entregado por quincuagésima octava vez, puesto que entre 1947 y 1958 la ceremonia se llevó a cabo sin interrupciones pero se dejó de celebrar trece años, entre 1959 y 1971, según esto por la mala situación del cine mexicano en dicho período, aunque con posterioridad hemos conocido épocas peores. El evento se desarrollará por primera vez en el Auditorio Nacional y ya no en el Palacio de Bellas Artes, y por varias razones –que se mencionarán aquí dentro de una semana– cabe esperar cosas positivas • (Continuará.)

CINEXCUSAS

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ENSAYO

22 de mayo de 2016 • Número 1107 • Jornada Semanal

Ondas gravitacionales:

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la niñez del cosmos

H

ace dos años, junto con un grupo d e reporteros, tuve la oportunidad d e observar “a ojo” y desde el Hemisferio Sur, esa especie de manchas blancas vaporosas ubicadas a un costado de la espina dorsal del cielo o Vía Láctea. Se trataba de las Nubes de Magallanes (galaxias irregulares) que, desde el exterior del Very Large Telescope, ubicado en el Observatorio de Paranal, en Chile, atrapaban la atención. Quién iba a imaginar que detrás de ellas, hace mil millones de años luz de distancia-tiempo, dos agujeros negros colisionaron y se fusionaron para formar un solo caníbal del Universo, con una masa 62 veces mayor que la del Sol. El cataclismo generó un tsunami del espacio-tiempo que viajó por el cosmos hasta llegar, como una brisa húmeda, a la Tierra. Fueron las ondas gravitacionales detectadas en septiembre del año pasado por investigadores del Observatorio de Ondas Gravitatorias por Interferometría Láser ( ligo , por sus siglas en inglés). Después de más de “cuarenta años de intentos, un costo mayor a los mil cien millones de dólares, millones de horas de cómputo y trabajo –asegura Darío Nuñez, investigador del Instituto de Ciencias Nucleares de la unam –, en febrero del año pasado se dio a conocer al mundo el descubrimiento de este chiflidito de 0.2 segundos de duración”. Para ejemplificar lo que son las ondas gravitacionales hay que imaginar a dos personas sujetando y tensando una mascada por sus extremos. La mascada sería el Universo. Si otra persona coloca una naranja en el centro la mascada se hunde, forma una curvatura; si cerca de esa fruta se coloca un limón, también se genera una depresión, aunque menos pronunciada. Eso sucede en el Universo: los objetos celestes curvan el espacio-tiempo provocando “olas” en continua interacción.

D esDe el origen Del U niverso Después de ocurrido el Big Bang que dio origen al cosmos, hace aproximadamente 13.8 mil millones de años, sucedió la inflación cuando éste apenas contaba con lo equivalente a un punto

Norma Ávila Jiménez seguido de 34 ceros y un uno ¡de segundo! En un brevísimo lapso, el Universo pasó de ser miles de millones de veces menor en tamaño que la partícula atómica protón, a alcanzar un radio de aproximadamente 10 centímetros, subraya Gerardo Herrera Corral, especialista del Centro de Investigación y Estudios Avanzados del ipn, en su libro Universo: la historia más grande jamás contada. En esa etapa temprana se podrían haber generado ondas gravitacionales que permanecen como huellas fósiles en la radiación de fondo. Cuando logren ser detectadas, afirmó, se estará observando “el fenómeno más antiguo que existe en el Universo”. El crecimiento tan rápido del cosmos generó grumos de materia con energía cinética (la asociada a los cuerpos en movimiento). “La conversión de energía en materia dio lugar a violentas ondas (de otro tipo, menos energéticas que las derivadas de la inflación) que deformaron el espacio-tiempo.” Estas últimas, al igual que las inflacionarias, tal vez algún día puedan ser medidas, aunque será difícil; ambas son muy débiles. Además de ligo , existen otros proyectos para medir ondas gravitacionales generadas por objetos celestes, asegura Gerardo Herrera, líder del comité de físicos mexicanos que trabajan en el Centro Europeo de Investigación Nuclear ( cern , por sus siglas en francés). Aunque las fluctuaciones despedidas por estos objetos no son tan débiles como las inflacionarias, tampoco tienen mucha fuerza, lo que es afortunado, porque si lograran entrar a la Tierra y alcanzar a alguien, “achataría y alargaría su cuerpo como un resorte”, subraya el doctor Darío Nuñez. Los personajes del cuento La distancia de la Luna –incluido en Las cosmicómicas–, de Italo Calvino, hubieran querido que esas ondas fueran muy energéticas, para que los alargara y tocaran al objeto selenita sin necesidad de escaleras.

U n mexicano en el histórico momento Desde agosto de 2015 Guillermo Adrián Valdés Sánchez, mexicano e investigador del Centro

Ilustración de Juan G. Puga

de Astronomía de Ondas Gravitacionales de la Universidad de Texas del Valle Río Grande, trabaja en el detector de ligo ubicado en Louisiana (el otro detector está en Washington) realizando análisis de los datos registrados, para no confundir las posibles ondas gravitacionales con ruido ambiental o instrumental; ha colaborado en el sistema de aislamiento sísmico, así como en la corrección de aberraciones ópticas. Eso le dio la oportunidad de contener la respiración junto con sus colegas, al momento de la detección cósmica.

¿a hora qUé sigUe ? El poder registrar estas olas del espacio-tiempo permitirá a los investigadores “‘ver ’ lo ocurrido desde fracciones de segundo después del Big Bang. Hay muchos aspectos desconocidos de los inicios del Universo, porque no tenemos observaciones que nos guíen y las ondas gravitacionales pueden hacerlo”, subraya el doctor Valdés Sánchez. “Hay que seguir explorando –asegura el doctor Darío Nuñez– con gran atención al centro de la galaxia a la que pertenece el Sistema Solar; las ondas gravitatorias pueden dar una visión muy clara de lo que ocurre, por ejemplo, si continúa cayendo materia al hoyo negro allí ubicado, o si ya llegó a un estado de equilibrio.” El especialista de la unam destacó que en India ya se aprobó la construcción de otro detector del Observatorio ligo: “Eso aumenta la probabilidad de hacer realidad el proyecto de un detector de ondas gravitacionales que orbite alrededor del Sol, por parte de las agencias espaciales europea y estadunidense”, integrado por tres módulos que formarían un triángulo; cada uno de los lados de este triángulo mediría cinco millones de kilómetros. Darío Nuñez destacó que un tipo de entrenamiento para detectar señales sensibles como las ondas citadas, son las competencias en las que participan grupos de científicos: gana el equipo que, entre infinidad de datos, encuentran la “señal escondida”. ¿Qué sigue?: “trabajar para continuar descubriendo el cosmos” •


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