Suplemento Semanal

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LA

NAVIDAD

Fonseca, Garza Iturbide, Ogarrio, Perucho, Tovar y Valle

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 23 DE DICIEMBRE DE 2018 NÚMERO 1242

ES UN CUENTO


LA JORNADA SEMANAL

Street arts de Bansky

2 23 de diciembre de 2018 // Número 1242

LA NAVIDAD ES UN CUENTO Han pasado 175 años desde que Charles Dickens publicara la que sin duda es su obra más célebre: A Christmas Carol –traducida lo mismo como “Una canción” que como “Un cuento” de Navidad– es una novela corta que trascendió la época en que fue concebida por su autor, así como los propósitos que lo llevaron a escribirla. Una de las consecuencias, y no sólo en la literatura de habla inglesa, es la costumbre editorial de publicar, en estas fechas, cuentos que directa o indirectamente aludan a la celebración navideña; eso es precisamente lo que llevan a cabo los seis narradores aquí convocados, que entregan a nuestros lectores sendas historias en donde queda de manifiesto que, dickensianamente, la Navidad es un cuento. ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| DIRECTORA GENERAL: Carmen Lira Saade DIRECTOR: Luis Tovar EDICIÓN: Francisco Torres Córdova y Ricardo Yáñez COORDINADOR DE ARTE Y DISEÑO: Francisco García Noriega FORMACIÓN DE DOSSIER: Marga Peña FORMACIÓN DE COLUMNAS: Juan Gabriel Puga RETOQUE DIGITAL: Jesús Díaz, Ricardo Flores, Felipe Carrasco y Jorge García PUBLICIDAD: Eva Vargas y Rubén Hinojosa 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. CORREO ELECTRÓNICO: jsemanal@jornada.com.mx PÁGINA WEB: http://semanal.jornada.com.mx/ TELÉFONO: 5604 5520.

DE 1968 A 2018: FINALES E IN La reflexión histórica y la crítica social, política y de las ideas sobre la cultura están en el meollo de este artículo que repasa con agilidad y acierto el Movimiento estudiantil del ’68, cuyos logros son indudables aunque, más allá de su cincuenta aniversario, algunos de sus objetivos y retos siguen vigentes.

||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||| La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción

Mario Campuzano ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

¿Dónde están nuestros muertos?

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a cabeza, me duele la cabeza, y casi no puedo respirar, estoy oprimido entre otros cuerpos, desnudos como yo, apilados en esto que parece ser un camión, pero ellos están fríos, no se mueven, yo tengo que moverlos, como pueda, para salir de aquí… Los recuerdos me van llegando, poco a poco: hubo asamblea en la prepa y nos organizamos para ir a la marcha y mitin en Tlatelolco. Estábamos ahí, en la explanada frente al edificio Chihuahua oyendo a los primeros oradores cuando empezaron los disparos sobre nosotros, sobre los miles ahí reunidos, los disparos venían de todos lados: del helicóptero, del edificio Chihuahua y de otros edificios, así como de los soldados que nos habían rodeado y atacaban disparando y con la bayoneta calada… Salí corriendo cuando me di cuenta de la situación, buscando llegar a Reforma, atravesando la explanada llena de cuerpos de los caídos, no logré llegar, un soldado me dio un culatazo en la cabeza y no supe más… hasta ahora… me deben haber dado por muerto, como éstos que pesan horrores y tengo que mover… Logro por fin salir, ya es de noche, alcanzo a distinguir que estaba en un camión del ejército y hay varios más en fila, alrededor. Logro llegar a una casa, me auxilian, me proporcionan ropa, logro comunicarme con mi familia y, cuando es posible, van por mí y salgo de esta pesadilla, con una interrogante obsesiva en mi pensamiento: y los demás, ¿quiénes se salvarían?, ¿quiénes que-


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NICIOS DE ÉPOCA darían entre esos cientos de muertos y heridos que vi tirados en el piso de la explanada?...

Javier no sabía que ahí cerca, afuera del sitio de

su pesadilla, estaba un joven estudiante de medicina que también asistió al mitin pero logró salir ileso a la avenida Reforma y estaba observando, a la distancia, la continuación de los acontecimientos. Llegó un punto en que la balacera disminuyó de intensidad y frecuencia y arribaron camiones del ejército donde apilaron cadáveres y algunos probables heridos. Tenía estacionado en un lugar cercano su coche, fue por él porque había decidido seguirlos y su observación terminó cuando los vio entrar al Campo Militar No.1. Al día siguiente, en el Poli, algunos pocos alumnos y maestros se reunían y escuchaban a un médico que trabajaba en la milicia desesperado pidiendo que hicieran algo, ya que estaban pasando cosas horribles con sus compañeros muertos y heridos… Nada pudo hacerse, cundía la desmovilización ante la intensa represión policíaca y militar, la ocupación de las escuelas por el ejército y la andanada propagandística de los medios de comunicación en contra del movimiento estudiantil. A un médico que trabajaba entonces en un servicio de urgencias le tocó atender a un oficial del ejército que había sido herido por el fuego cruzado. Le preguntó si hubo muchos muertos: cientos, le contestó. El presidente Gustavo Díaz Ordaz dio la cifra oficial a la prensa nacional y extranjera: ¡Veintiséis muertos y cien heridos tras

esa intensa balacera donde participaron múltiples cuerpos policíacos, ejército, francotiradores del Estado Mayor Presidencial, paramilitares, un helicóptero artillado, un tanque que lanzó un par de disparos de su cañón contra el edificio Chihuahua y varias ametralladoras de trípode! (Testimonio personal y de compañeros de esa época; Carlos Montemayor, 2000; Julio Scherer y Carlos Monsiváis, 1999; Fabrizio Mejía Madrid, 2018).

El contexto de época Antes del ’68 existieron distintos movimien-

tos sociales en México, tanto estudiantiles como gremiales, entre otros de maestros y de ferrocarrileros, por razones semejantes de malas condiciones en las universidades o en las condiciones salariales y de trabajo. En todos los casos los movimientos fueron duramente reprimidos por los gobiernos en turno. Tras las dos guerras mundiales desencadenadas por la competencia por los mercados coloniales entre los países más avanzados dominó un ambiente de escepticismo y rebeldía en relación a las propuestas ideológicas dominantes. En esa atmósfera social aparecieron propuestas ideológico-filosóficas alternas, entre ellas el existencialismo y el estructuralismo, así como movimientos sociales como el hippismo. Otras venían desde el siglo anterior como el anarquismo y el socialismo. Ese fue el clima cultural e ideológico en el que

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Izquierda: Estudiantes en la movilización pacífica del llamado Halconazo el 10 de junio de 1971. Foto: Twitter. Arriba: Algunos ejemplos de lo publicado el jueves 3 de octubre de 1968 en la prensa mexicana.

nos formamos quienes nos inclinamos por las posturas progresistas. Y fuimos la generación nacida en los cuarentas una generación pasional, con pasiones que trascendían las amorosas y sexuales y abarcaban intensas pasiones sociales y políticas orientadas a cambiar el mundo, cosa que, omnipotentemente, considerábamos posible a corto plazo. Hoy, los años nos han enseñado a ser más conservadores en la exigencia de los plazos. En 1968 hubo una erupción de movimientos juveniles en una particular combinación propia de cada país, relacionados con reivindicaciones políticas y culturales, con planteamientos como la búsqueda de un mundo más justo, la construcción del hombre nuevo, la revolución sexual, la igualdad de género, el antiautoritarismo, la democracia, etcétera. En ese año surgió en México el Movimiento estudiantil, justo cuando el autor de estas líneas cursaba el internado de pregrado y muchos nos incorporamos al proceso, diferenciados del que se gestaba en la Facultad de Medicina, donde sólo se cursaban los dos primeros años de la carrera, ya que el resto transcurría (como hasta la actualidad en la unam) en los hospitales. Aunque el Movimiento fue siempre duramente reprimido, especialmente en algunas unidades del Politécnico que ofrecieron ejemplar resistencia, como la Vocacional 7 en Tlaltelolco y el campus de Santo Tomás, donde se libraron verdaderas batallas entre estudiantes contra policías y granaderos y, finalmente, el ejército terminó de forma / PASA A LA SIGUIENTE PÁGINA


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todavía más sangrienta con la matanza de Tlaltelolco, donde los muertos oficialmente admitidos fueron infinitamente menores a los reales, porque la mayoría fueron llevados al Campo Militar No.1, donde se incineraron los más posibles y el resto fueron trasladados en aviones al Océano Pacífico, donde fueron arrojados sus cuerpos, práctica que venía realizando desde tiempo atrás la policía política y que se mantuvo durante la guerra sucia de los setentas como lo confirmaron investigaciones de la Comisión de la Verdad en Guerrero. En Lecumberri estaban presos políticos antiguos como los ferrocarrileros y recientes como algunos exmiembros del Movimiento médico, que participaron en el germen de un grupo guerrillero promovido por el periodista Víctor Rico Galán: Rolf Meiners y Miguel Cruz; también estaban otros, entre ellos los miembros del Partido Comunista a quienes se atribuyó, sin fundamento, la emergencia del Movimiento estudiantil. En realidad el Movimiento fue detonado por provocaciones de funcionarios del gobierno que luchaban por la sucesión presidencial, especialmente por Luis Echeverría, que utilizaba esas manipulaciones para explotar la conocida paranoia y espíritu represivo de Díaz Ordaz y así ganar la competencia, como efectivamente sucedió. Nada casualmente, ambos eran agentes de la cia plenamente identificados en épocas posteriores. La primera provocación fue realizada por golpeadores al mando del Fish, un lumpen que generalmente trabajaba para el pri y que en esa época fue colocado en el extinto Departamento del Distrito Federal, incorporado a una nómina extraoficial donde estuvieron también los Halcones; estas provocaciones fueron complementadas por los granaderos y cuerpos policíacos que reprimieron ferozmente, metiéndose incluso a las escuelas a golpear alumnos y maestros. Estos hechos históricos desencadenaron el malestar general que subyacía en la población; son poco conocidos y es necesario ventilarlos. No estoy diciendo que el Movimiento lo condujera el gobierno, lo cual, por

supuesto, siempre intentó sin éxito, aunque llegaron a causar confusión sus infiltrados, principalmente Sócrates Campos Lemus y Áyax Segura; el primero, agente de Gobernación y estudiante de Economía del Politécnico; el segundo, policía de Gobernación y supuesto representante de una Escuela Normal por correspondencia. Seguramente hubo otros que no alcanzaron a identificarse con la precisión de los mencionados. Por indignación y por conciencia política los estudiantes nos organizamos de manera independiente, más allá de las provocaciones, en torno a demandas de corte democrático y antiautoritario impecables, que dieron lugar a un proceso de cambio político y social que sigue hasta la fecha; de ahí su importancia. Este movimiento continuó (con la misma feroz respuesta represiva desde el gobierno) en 1971, donde aparecieron los tristemente célebres Halcones. Como consecuencia de la falta de espacios políticos por el autoritarismo y cerrazón gubernamentales, aparecieron distintos movimientos guerrilleros tanto rurales como urbanos que fueron igualmente reprimidos. Mientras, en la derecha se daba un cambio de estrategia económica generado por la disminución de ganancias del capital tras la reconstrucción de la Europa devastada por la segunda guerra mundial que mantuvo altas sus ganancias, y esa disminución dio origen al modelo económico neoliberal que generaba nuevos negocios privados mediante la destrucción de los servicios gratuitos que el Estado Benefactor proporcionaba a la población. La deuda externa pagada en la gestión de López Mateos se reinició con Díaz Ordaz y fue el instrumento de presión para el cambio al neoliberalismo, que se inició en el gobierno de Miguel de la Madrid, bajo la égida de Carlos Salinas, quien ofreció sostenerlo por veinticinco años y sumó más de treinta. Las estrategias contrainsurgentes diseñadas y controladas desde Washington fueron, hasta los

años setenta, de guerra de exterminio, la cual produjo miles de muertos y desaparecidos, así como un gran número de exiliados en todos los países del subcontinente latinoamericano, incluido México, donde la represión fue igualmente feroz pero con menor número de afectados debido a la despolitización del país. Una parte significativa de los exilados centroamericanos y sudamericanos vino a México en función de la tortuosidad priista, que diseñó una política interior represiva y una política exterior progresista o, cuando menos, no abiertamente alineada a la de Estados Unidos. A partir de los ochenta, como consecuencia de la autocrítica a la derrota de Vietnam, se cambió a una nueva estrategia para buscar el control de los movimientos insurgentes: la guerra de baja intensidad, que se aplicó en Nicaragua en los ochenta y, desde los noventa a la actualidad, en Chiapas, México.

La actualidad y sus desafíos La tarea de hoy es más compleja. Al igual que

en el pasado hay que afrontar las consecuencias de la represión y, además, hacer frente al modelo económico neoliberal depredador y excluyente, así como a sus modalidades de control de las subjetividades por diversos medios aunque, predominantemente, por el uso de los medios masivos de difusión, para cambiar las utopías sociales y políticas del pasado por ideales individualistas, narcisistas, hedonistas y consumistas que enajenan y mantienen, por esa vía, el control social. Situaciones todas ellas que representan un desafío sobre cómo enfrentar esos problemas e implican, consecuentemente, nuestro reto actual l

Estudiantes detenidos en Tlatelolco, 2 octubre 1968


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APÓCRIFO I

smael llegó a mi casa. Aquí lo vi crecer. Traía una bolsa llena de dátiles frescos para comerlos conmigo. Ya lo esperaba, sentada en el suelo a la entrada de mi casa. Me quité el velo con el que me cubro este cabello rojo que llama demasiado la atención. Noté que su barba negra ya tenía partes blancas. Él envejecía más rápido que yo. Pronto será difícil que crean que es mi hijo. Quizá entonces deberé dejar de verlo y marcharme lejos. –¿Cómo has estado, madre? –Te he dicho que no me digas así cuando estamos solos. Los demás deben creer que eres mi hijo, pero tú no, respondí. Lo besé en la frente y le di un abrazo largo y ceñido. Comenzamos a comer los dátiles, juntando las semillas en un montículo que fue formándose en el suelo frente a los dos. –Ese hombre que murió en la cruz hace un tiempo. Sus discípulos buscan adeptos pero son perseguidos por el imperio de Roma. Ellos dicen que su mesías no murió, y que se elevó al cielo; que nació en un día como hoy y lo celebran en secreto. En sus ritos comen pan y beben vino, dicen que es el cuerpo y la sangre del salvador. Aseguran que así vivirán después de la muerte, en el paraíso, al lado de Dios. Me contaste que yo también nací la noche en que una estrella gigante cruzó el cielo. –Todo eso es cierto, Ismael. Tú viste la crucifixión. También viste a la madre de ese hombre y cómo sufría junto con todos los discípulos de Jesús de Nazareth. Ella es tu verdadera madre. –Pero yo no la conozco. –Lamento que ella haya llorado tanto por un homúnculo al que nunca parió, pero no me arrepiento de lo que hice. Es mejor que él haya muerto y no tú.

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Cuento Gabriela Fonseca

–Pero me correspondía... –¿Querías abandonar a tu esposa y tus hijos? ¿Querías sufrir tormentos indecibles e injustos por nada? No debes sentirte culpable, te dije hace tiempo que él no era humano… hijo de Dios tampoco. Él fue un invento mío. Pronunció palabras y obró milagros que eran tuyos, pero el precio por ellos era la muerte. –Necesito que me cuentes la verdad, madre. –La verdad es que no soy tu madre. Creciste conmigo como si fueras mi hijo, pero yo no te parí; fue esa mujer llena de dolor quien merece ese nombre. Quizá la busque para decirle la verdad, y tal vez alivie su pena, pero no sé si te aceptará como su hijo. Lo que sé es que me odiará por lo que hice, pero yo sólo quería salvarte. –¿Qué le dirías? –La verdad. Que nací en el reino de los cielos. Que fui hecha de barro por las manos de Dios para ser la primera mujer y la esposa de Adán pero fui echada del paraíso y me cambiaron por otra mujer hecha de una costilla. Entonces me llamaron un demonio. Luego Adán y Eva también fueron expulsados del paraíso por desobedecer a Dios. Después uno de los hijos que ellos tuvieron mató a su hermano porque Dios lo prefería, y él también fue condenado a vagar por la tierra. Después el Creador mandó al infierno a sus ángeles favoritos. Los llamó demonios como a mí. Fueron ellos quienes me dijeron que Él planeaba tener un hijo con una mujer humana para sacrificarlo y así demostrar su amor por los seres que él creó y devolverles el paraíso. Ismael me miró y se rascó la barba, confundido. –¿No bastaba con abrirles las puertas? ¿Para qué torturar a un hijo? –No lo sé, Ismael. Nos crea, nos expulsa y nos destruye. El día de tu nacimiento seguí la estrella, como tantos otros que querían verte, pues se

SuperJesus Christ, stencil, arte urbano

había anunciado que nacería el salvador. Mientras tanto, miles de niños morían por órdenes del rey Herodes, quien temía ser derrocado por un primogénito cuyo nacimiento se había vaticinado. De esa matanza huían tus padres cuando naciste en Belén. Los ojos de Ismael eran iguales a como los tenía de niño; oscuros y hondos como pozos. El hombre crucificado era pálido como yo. Tenía mis ojos grises y su cabello era castaño rojizo sin tener color de flama como el mío. –Días después de que naciste, cuando se marcharon todos los que te llevaron regalos, entré a la choza en la que dormías en un pesebre junto a María y José. Te miré lo suficiente para memorizar tu aspecto y luego robé un costal de harina y una botija de vino y atrás de esa casucha los mezclé con arena del desierto y amasé hasta formar un lodo rosado, y con él hice a un niño igual a ti. Regresé a la casa y lo puse en el pesebre a tu lado. En cuanto sintió tu calor cobró vida y bostezó. Entonces te llevé conmigo y lo dejé a él en tu lugar. –¿Pero cómo pudiste tú darle vida? –No lo sé. Quizá porque nací en el paraíso y tampoco fui parida sino hecha de barro. O porque soy un demonio, como dicen. Quizá fuiste tú quien le dio vida por ser Dios tu padre. Yo sólo tenía la certeza de que esa era la forma de que no sufrieran más inocentes. –¿Y por eso su carne era de pan y su sangre de vino? ¿Por eso despertó después de muerto? –Haces demasiadas preguntas. –¿Qué pasará si Dios se da cuenta y nos castiga? –Lo que Él quería hacer se logró, Ismael. Nada es tu culpa. Si acaso volverá a castigarme a mí, pero yo no soy más que barro. Soy sólo un invento, igual que el mesías crucificado l


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Cuento Roberto Garza

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o cuento como lo recuerdo. Un viernes en la tarde fui a casa de mi mejor amigo y vecino, Paco el güerito Gamboa, un cuate muy buena onda de origen yucateco. Teníamos doce años y ni un pelo en los testículos. Jugamos futbol y vimos televisión hasta que llegaron sus hermanos, Chalo y Roger, que tenían dieciséis y catorce años cada uno, acompañados de otros tres amigos de la misma rodada. Venían eufóricos. Se acababan de lacrear una botella de Bacardí blanco de casa de otro vecino adolescente y se tomaron unas cubas libres en el patio trasero de la casa del güerito, cuyos padres habían salido a un compromiso social. El sol se había metido, en el tocadiscos giraba el Greatest Hits de Eagles y el cabrón de Chalo, que ya andaba jalado, me extendió su vaso. –Chúpale Rober, chúpale… Tomé el vaso y remojé los labios un par de veces. Chalo me miró con los ojos cristalinos e insistió: –¡Dale un buen trago, güey! Tomé un trago, miré a Chalo a los ojos y dejé el vaso sobre la mesa. El efecto del alcohol en mi joven organismo fue mínimo. Unos meses antes me había puesto mi primera peda con tres copas de sidra y sabía que esta vez no andaba ni tantito pedo. Eran las ocho de la noche y en casa me esperaban a cenar desde las siete. Cuando me di cuenta de la hora, en mi mente se prendió un foco rojo de alerta. Hice como que iba al baño y, sin despedirme, salí corriendo a casa impulsado por el miedo, acción digna de un perro educado bajo las normas del conductismo. Ya saben: premio y castigo. Si obedece y se porta bien, le damos croquetas y cariño. Si desobedece y se porta mal, le damos vara y desdén. Total que me asusté por la hora y corrí a casa y al llegar percibí el olor a alcohol en mi boca. Puse

ARRASTRE la mano enconchada frente al bozo y soplé un par de veces ¡En la madre!, olía a alcohol. O eso pensé en mi paranoia. Pero ni pedo, ya estaba en la puerta y era tarde, así que toqué dos veces el timbre. Al minuto abrió mi hermana: –Rober, ya llegó mi papá y estamos cenando… Me hice pendejo para no saludarla y caminé detrás de ella rumbo a la cocina, donde se encontraba reunida la familia. Cuando los vi sentados a la mesa entré en pánico. Mi padre observó la hora en su reloj y luego volteó a verme ¿Qué hacer? Si saludaba de beso a mi madre, pensé, olería de inmediato mi aliento a alcohol. Entonces mi padre se enteraría y mejor ni pensarlo. Así que, ante la mirada de mis progenitores y hermanos, se me ocurrió soltar un improvisado: –Híjole, híjole, híjole me hago pipí, tengo que ir al baño, ahorita vengo. Debo aceptar que lo dije de la manera más patética imaginable, mientras agitaba las manos como idiota y doblaba una rodilla hacia adentro con absoluta ridiculez. Una pésima actuación, lo reconozco, y además me delaté solito. En lugar de pasar al baño que me quedaba más cerca –a unos pasos–, me di la vuelta y subí corriendo las escaleras rumbo al baño de mi cuarto. Me encerré a lavarme los dientes con un chingo de pasta para, según yo, quitarme el aliento a alcohol. Bajé un par de minutos después. Mientras me acercaba a la mesa sentí la vibra densa y las miradas de mis padres. Avance asustado y lento hacia a mi padre y lo saludé de beso. Intuyó lo sucedido y perdió el control, como solía sucederle en estos casos. –¿Por qué te lavaste los dientes antes de cenar? –Porque me olía mal la boca, respondí. Detectó mi nerviosismo y al instante me agarró de los hombros y levantó la voz. –¿Qué hiciste?... Tomaste, ¿verdad?... ¡Contesta cabrón!

Tres street arts navideños. Fuente: isupportstreetart.com

Estaba furioso, iracundo. Como pude me zafé y salí corriendo. Llegué al cuarto de servicio. Abrí la puerta y apenas entré sentí nuevamente el peso de sus manos sobre mis hombros. Me jaló con fuerza, luego me tiró sobre la cama boca arriba y literalmente me montó. –¿Estás pedo, verdad?... ¡Estúpido!, eres un niño. Entonces vinieron los golpes en la cara con las manos abiertas pero con la fuerza suficiente para lastimarme. Tres o cuatro bofetones seguidos que me voltearon la cara como en las películas de luchadores. Un hombre de 70 kilos contra un niño de doce años que era el eterno segundo de la fila en la escuela. –¿Quién te dio alcohol?, ¿quién?... Entre llantos y con mi padre encima solté la sopa. –Fue Chalo, pero sólo le di un trago, lo juro. Intervinieron mi madre y mis hermanas, hasta donde recuerdo, y me lo quitaron de encima. Mi madre me mandó a la cama para tratar de alivianar a mi padre, que tras tundirme fue a casa del güerito y amenazó a Chalo. –Si le vuelves a dar alcohol a Roberto te parto tu madre –le dijo. Fue una noche horrible. Sólo recuerdo gritos que venían del cuarto de mis padres. Lloré en silencio hasta que me dormí. Al día siguiente, como si no hubiera pasado nada, mi padre nos llevó a cu a ver Pumas vs. Toluca. En algún momento del segundo tiempo, lo recuerdo con claridad, mi padre me volteó a ver, puso sus manos en mi cara y observó las consecuencias de su ira. Un ojo morado y el labio superior inflado. No me pidió disculpas por los golpes sino que me dijo en voz baja: –Mira lo que provocas l


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Cuento Javier Perucho

REGALO DE NOCHE VIEJA

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a Navidad no existía, tampoco los reyes magos para los niños que trabajábamos en el circo. Nadie me pedía que les escribiera una carta, mas lo hacía contagiado por el ánimo festivo de diciembre. Así, cada año borroneaba en una méndiga hoja cualquiera, Señor rey, tráigame un cochecito a control remoto; en otra, Sepa, don Baltazar, que no he desobedecido a mi mamá, ¿me podría dejar una bicicleta?; en una más, Por favor, señor Santaclós, mándeme una pistola de municiones. Nada llegó para mí en esos años. Para consolarme, mis compañeros me regalaron un cuchillito de madera –tallado por El Contorsionista–; en otro año, un soldadito de plomo con el fusil roto por el cañón –un recuerdo de la mocedad de El Fortachón–; y en el pasado, una rueda de bicicleta, torcida de sus rayos, a la que adosé una varilla para correr en los descansos. Nunca supe quién la dejó a la puerta de nuestro carromato una mañana del seis de enero. Sólo una vez tuve un regalo. Fue en la Noche Vieja de 1972, lo recuerdo porque la noche anterior había nevado y el páramo donde instalamos el campamento amaneció salpicado de nieve. Anochecía cuando El Barbudo me preguntó, Oye, qué te dejó el avaro del Santaclós. Le respondí de inmediato, Ese desgraciado nunca se acuerda de mí. Tampoco tenía ilusión de que los reyes me obsequiaran un juguete. No te preocupes, dijo El Barbudo, mesándose las barbas

mugrientas. Ni me preocupo por esos cabrones, le respondí para fastidiarlo. Más tarde, cuando estaba por meterme a la cama, El Barbudo azotó con sus manazas la puerta del carromato. Abrí la puerta para preguntarle qué se le ofrecía. Nada, sólo ven, me ordenó. Yo lo seguí, pues nadie en el circo lo desafía o se atreve a desobedecerlo. Caminamos hasta el carromato de la Mujer Araña. El Barbudo abrió la puerta de un jalón y me dijo, Aquí te dejo. Tu regalo de navidad te está esperando. Cuando entré al camerino, vi a la Mujer Araña tendida sobre su cama en desnudo absoluto, las manos y las piernas abiertas en cruz. Una grieta sonrosada y un pelambre negrísimo. Su disfraz de araña circense arrumbado al pie de la cama. Al azotar la puerta, El Barbudo me gritó, Hazle lo que quieras, es tuya nomás. Sin pensarlo, brinqué sobre su cama. De inmediato me hinqué entre sus muslos y empecé a contar los vellos de su pubis, un matojo de cabello hirsuto. Primero los separaba con la lengua, los trenzaba y después los desmenuzaba con los dedos. Cuando llegué al centenar tenía la lengua escaldada, un sabor agrio y un ovillo de pelos en la boca. Luego me dormí. Desperté, por el estruendo de los pedos que aflojaba, con la cara entre los muslos de la Mujer Araña. Aunque pestilente, aquella mañana conocí la dicha de dormir en el vértice piloso de sus piernas l

Cuento Gustavo Ogarrio

SOFÁ E

ntonces mi padre se quedaba dormido, con la pistola de agua en la mano derecha, en el extenso sofá rojo, como enfundado en la armadura de acero, como si un remolino lo hubiera demolido en un dormir súbito de zapatos bostonianos puestos y como si aquella escena no fuera más que el fin de una batalla que rápidamente se disipaba con los ronquidos que provenían de sus pulmones todavía jóvenes y enérgicos. A veces se hacía el inmóvil que soñaba, como un extraterrestre caído del cielo que era también una roca y cuya actuación iba siendo impecable. Nosotros empezábamos a mover-

nos con precaución a su alrededor, en un sigilo siempre expectante y desconfiado ante el falso durmiente. Mis hermanas se llevaban el dedo a la boca para imponerme silencio mientras yo me acercaba lo más que podía al rostro de mi padre… Él luchaba por convencernos mediante el fragor de su hacerse actor tendido en el sofá, en su quietud de huracán rígido que hacía uso hasta del método de las babas adormecidas en el hilito colgante, que luego se quitaba de un manotazo sonámbulo. Entonces, cuando nos convencía de que el mundo estaba detenido en él y el absurdo de los relojes no penetraba en sus sueños, cuando lograba conquis-

tar algo de nuestra confianza de cachorros que nadaban en la alberca de la vida, los huesos de mi padre se activaban en el momento más inesperado… un escándalo de prisioneros, los gritos del que escapa y de la que es atrapada por el monstruo… otra vez se inauguraba en la sala de la casa el carnaval de las persecuciones y de las risas algo delirantes; naufragio feliz de aquellas noches de espuma cuyo mármol se confunde con el llamado final a dormir de mi madre, mientras el gigante durmiente guardaba apresuradamente, debajo del sofá, la pistola de disparos hidráulicos que alguna noche no muy lejana sacaría de nuevo l


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Cuento Antonio Valle

LA VUELTA DE I

a Carlos Payán

ntento decir en español queste parole, porque se ha espigado el prestigio acicalado de los machos, el fantasma de una práctica fascista que otra vez andare in giro per il mondo. Como su madre, desde muy joven, Isabella, la ragazza, fue objeto de la apremiante avidez de aquel fascista. Sin que el mismo pezzo grosso lo supiera, hubo una época en que la madre y la hija formaban parte de los inventarios del uomo potente, l’uomo que ejercía su dominio sobre las cosas animadas o inanimadas. Eso incluía el curso del río y los arroyos y las sombras de los árboles, el destino de los naturales (indios, negros, y aunque menos, de mestizos), el manejo de plantas, animales y minerales; incluso llegaba a apoderarse de los sueños de los pobres. Desde la cumbre, donde el uomo spesso había diseñado su mansión mediterránea, solíamos mirar la línea dorada que ponía fin a sus tierras junto al mar. Saboreando cocteles escarchados, desde la terraza veíamos la bahía donde le barche a vela jugaban regatas. Fue en aquella playa donde un día Isabella comenzó a escribir la trama en la que el uomo spesso se embrollaba en una messa in scena italiana. Bajo la sombra de los colorines tanteábamos el peligro y la felicidad,

el efecto de la sorpresa y los inconvenientes que tendría hacer el montaje del il lungo sonno della ragazza. Luego subíamos cantando O sole mío (Che bella cosa na jurnata ’e sole/ n’aria serena doppo na tempesta!) por el camino abierto entre los cafetales.

*** Conocí a Isabella escribiendo versos inspirados en poemas de Sesto Propercio y en Ovidio; especialmente le fascinaba Fasti, de Publio Ovidio, esa pequeña obra inconclusa que, entre otros meses del año, revelaba los atributos di Jano, il mitologico, que además de constituir il nome di enero, concedía a sus fieles cierta autoridad sobre il passato, il presente e il futuro. Con el nombre de aquella deidad bautizaron a Río de Janeiro, la región divina donde una noche hosca desembarcaron sus ancestros. Gracias a esas lecturas, Isabella fue creando al personaje que aparecería con su máscara bifronte en la pequeña pieza teatral que años después representamos. Como el antiguo dios romano, era el dueño de fines y comienzos, transizioni y umbrales; fue en esa zona liminar (táctil, acre, acústica y visual) donde arrancó la

única escena que para algunos espectadores-histriones pertenecía al género dramático, mientras que para otros, era un accesorio quimérico de la Commedia divina. Mi noble amiga, de la que terminé siendo amanuense e complice, hablaba un italiano fluido, y aunque tenía el perfil clásico de una donna romana, se había criado en un recóndito paraje de una serranía en América. Era una ragazza culta y sencilla, en cuyos ojos, cielo blu dipinto, solía brillar la inteligencia que filtraba a través de una voce profonda, parecida a la de las cantantes negras que jazzeaban en París o en Roma. Como algunos de mis ancestros habían participado en la Quatro jornali di Napoli, solíamos ver el filme O sole mio, mientras cantábamos encendidas junto al levantamiento popular que derrotó a la alianza fascista y nazi en la segunda guerra. (Pe’ ll’aria fresca pare gia’ na festa,/ che bella cosa na jurnata ’e sole.) Isabella también ensayaba con el dramaturgo alemán Erwin Piscator, de quien Bertolt Brecht aprendió las duras lecciones de la guerra. Como Piscator, la bella ragazza, además de abominar del militarismo, solía encontrar soluciones escénicas organizando schizzi con actores improvisados que dirigía en parques y


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JANO cervecerías, mientras parodiaba all’arte erotica fascista e alla pornografia italiana. Durante décadas se deslavó el poderoso personaje del uomo spesso, hasta que terminó por colocarse la maschera onorevole di un democratico. Sin embargo, cuando el fascismo experimentó un renacimiento, el uomo onorevole quiso recuperar los viejos días de gloria en los que il Sacro Romano Impero esplendió en su finca. Comenzó por aumentar sus estrategias despóticas en la región infausta, a donde una linda mañana se presentó la ragazza per sedurlo e decorare la sua immaginazione. Años atrás, el uomo spesso buscó desesperado a una mujer aceitunada a la que había violado. A salto de mata, la bella signora encontró una cañada escabrosa a donde los pistoleros dell’uomo violento la asesinaron en un’alba piovosa. Después de cortarle la cabellera y de arrancar sus amuletos (para presentarle pruebas al patrón), tomaron a la preciosa bambina que a cambio de un fajo de dólares comerciaron con una pareja de navegantes suizos. Isabella descubrió que cada vez eran más frecuentes los arranques violentos del uomo perverso, quien además de coleccionar obras de arte,

era adicto a una combinación de coca, mujeres disfrazadas de uomo y porno hard. El uomo onorevole solía mirar hipnotizado el rostro de Isabella, y después de aprobarle su diseño para el decorado, que parecía el guion museográfico de una exposición di arte mediterranea, le prometió que estaría de regreso in inverno cuando transportara óleos manieristas del siglo xvii napolitano. Fue durante los días ardientes de la canícula cuando Isabella interpretó los deseos sexuales d’iluomo que nos invitó a dar un paseo en su yate. Isabella estaba segura de que el uomo perverso había picado el anzuelo mediante la postergación indefinida de su deseo. Así, mientras yo seducía con dulces lácteos al diabolico figlio interiore dell’uomo, Isabella estudiaba el espacio, las luces y la ambientación donde desplegaría la tragicommedia. Pronto el fascista haría cualquier cosa con tal de llevarnos a la cama o de tomarnos a mar abierto en su barca a vela. Desde Nápoles le hicimos el juego infantile di insegna e nasconde en videos on-line, hasta que para las fiestas de fin de año tomamos un vuelo llevando los elementos que hacían falta en la messa in scena. Justo en la notte di San Silvestre,

cuando las trabajadoras ya se habían retirado a sus ranchos a festejar, Isabella y yo nos reíamos en aquel recinto decadente porque al fin, durante la la festa del nuovo anno, el fascista pagaría el terror con el que había quebrado el cuerpo y el espíritu della madre della bambina y el de las indias, mulatas y negras que tuvieron la disgrazia di avere corpi aggraziati en la apócrifa república de aquel bandito. Desnudo y esposado, medio ebrio, estúpidamente excitado, el padre y su diabolico figlio interiore, después de concederle el honor de un brindis, escuchó al dios Jano, al guerrero bifronte de Roma meditando acerca de su propia existencia. Luego, ligeramente sorprendido, atendió la declamación de una composizione di Sesto Propercio: …y se me obliga a ser esclavo no tanto de mi inspiración como de mi dolor y a lamentar los días penosos de mi juventud. Así transcurre mi manera de vivir, así es mi renombre, de esa forma deseo que se extienda la fama de mis versos.

Mientras tienes noticias del tiempo que, si ahora vuelve, es tan sólo para hacer justicia. ¿Acaso esa voz pertenece a alguna de le ragazze que mataste? No, es el dios Jano a quien escuchas temeroso. ¿Acaso se trata de una arpía practicando el aquelarre primitivo en la notte di San Silvestre? No, sólo es la fiesta de año nuevo y el brindisi con la bevanda que preparó tu huésped y anfitriona. Pero antes de que el poderoso Jano se retire, abrirá las puertas del teatro para que te visiten i demoni e i fantasmi delle donne que violaste y que abandonaste mar adentro.

*** Isabella no ha regresado para cantar conmigo O sole mío. La dolce ragazza se fundió en lo más profundo de quella giungla americana, allá donde se existe protegido por antiguos dioses, allá donde le donne hanno una seconda vita entre árboles inmensos, allá donde resisten indios de colores y negros cimarrones con antifascistas e figli d’Italia l

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Cuento Luis Tovar

LA NOCHE DEL PERDÓN

no tras otro los intentos terminaban en fracaso, tanto más inquietante cuanto el asunto, aunque no carente de importancia, se suponía más que asimilado y era, según lo que se decía a sí mismo, apenas un inquilino extra en la memoria. El problema comenzaba con el aislamiento de la imagen, es decir, con la ausencia de un contexto, de las circunstancias, y peor, los verdaderos motivos de aquel acto solitario y en definitiva silencioso, aunque hubiera pronunciado una palabra. Una sola. El problema se agravaba porque había decidido no inventar, y si bien lo más fácil era rodear el hecho concreto con ficción, ahora ese recurso le habría sonado a trampa. No era como aquella otra vez, de la que podía recordarlo todo con exactitud: jugaban en la calle, ya de noche, no menos de diez o quizá quince incluyéndolos a él y a sus hermanas, a “los encantados”, y cuando Patricia decidió hacer trampa fingiendo que no la había tocado y siguió corriendo hacia la base, él quiso resolver la situación usando una palabra recientemente aprendida que, hasta ese momento, no había tenido ninguna oportunidad de usar. Algo que, mucho tiempo después, descubriría equivalente a la sensación de poder, fue lo que sintió al gritarle “¡estúpida!” a su hermana, y tal placer, hasta ese punto inédito, se hizo grande ante la falta de respuesta de Patricia y el silencio quizá sorprendido, quizá sólo indiferente, de los otros jugadores. Lo que no podía saber en ese momento era que lo lustroso de su pequeña victoria sería aplastado entero, apenas un par de horas más tarde, por el padre de ambos: él no vio ni oyó que su hermana lo acusara, pero su padre tenía muy poco de haber vuelto del trabajo cuando, todavía cambiándose de ropa, lo llamó a la recámara y, sin voltear a verlo, preguntó: –A ver, ¿cómo le dijiste a tu hermana allá afuera? Lívido, con la nuca hirviéndole tanto como las mejillas, no le salía la voz y sólo permanecía de pie pero temblando imperceptiblemente, junto a la cama donde su padre, todo el tiempo sin mirarlo, seguía esperando una respuesta. –Te estoy hablando. Probablemente no alcanzó a escucharlo cuando dijo, sin aliento casi, los labios negándose a funcionar, esa palabra que si antes le había sonado a triunfo, ahora valía como si se tratara de la prueba de un delito. –Ah. ¿Y sí sabes qué quiere decir? No es que tuviera dispuesta una definición de diccionario –por ejemplo, la del Sopena de bolsillo, el primero y durante años el único que rodaba por la casa, en la que por cierto en aquel entonces no había siquiera un librero–, y aunque en efecto aquella tarde había consultado el pequeño volumen de pastas azulgrises, algo le dijo que lo menos sensato era exhibir el conocimiento recientemente adquirido y, por esa razón, se limitó a pronunciar un “no” inaudible pero de cualquier modo suficiente porque ahora sí, ya incorporado de la cama y frente a él, su padre lo miraba con un gesto mucho más sereno de lo que supuso, pues imaginaba cólera, un par de gritos, quizá ver que su padre se sacara el cinturón que acababa de ajustarse, nada de lo cual sucedió porque, de nuevo sin mirarlo, su padre concluyó el regaño: –Pues entonces no andes diciendo cosas a lo tarugo. Ni siquiera le había ordenado ir a disculparse con Patricia y, por eso tal vez, esa suerte de amnistía o absolución se le había quedado tan grabada: era la prueba de que los castigos podían evitarse, por benevolencia del juez y no por astucia o suerte del culpable, pero eso importaba menos que el hecho de haber salido bien librado. La imagen de sí mismo, primero en la calle gritándole a su hermana y luego siendo confrontado por


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su padre, no era más nítida que esta otra y, si lo pensaba, bien podrían valer lo mismo vistas así, a la distancia de los años transcurridos. Pero, entonces, ¿por qué de la segunda no recordaba los detalles, hasta convertirla en un hecho aislado, sin explicación visible la imagen escueta de él frente a la casa vecina, la reja del patio cerrada igual que la puerta que conducía a la sala, luz en las ventanas pero sin una sola silueta distinguible? Ya estaba: por lo menos era capaz de dibujar con palabras la fotografía mental, exactamen­­te co­mo había sucedido. Podía añadir –más bien debía– que afuera no había nadie aparte de él, que de seguro detrás de esos muros y ventanas alguien tomaba la merienda, como en su propia casa y en el resto de las ocho en su manzana, y debía añadir también –y era un alivio, aún ahora, saber que sí podía– que gracias a esa soledad nadie lo escuchó pedirle a nadie un “perdón” que de tan murmurado, tan casi dicho para adentro, habría hecho falta estar pegado a él para entender lo que decía: “perdón”, una sola vez, frente a la reja cerrada lo mismo que la puerta y que la casa entera, dentro de la cual Toño, el destinatario de la petición, de seguro tomaba su café con leche y por supuesto no tenía modo alguno de saber que ahí afuera estaba él, disculpándose por algo que posiblemente ninguno de los dos recordaría bien a esas alturas, ni completo, y aunque así fuese no tenía gran relevancia porque al día siguiente nada podía ser más seguro que verlos juntos, como siempre, jugando a cualquier cosa o hablando de tal o cual asunto, ya olvidados de lo dicho y hecho en esa prehistoria que a los seis o siete años es el día de ayer.

De vuelta en casa –no había permanecido afuera más de cinco minutos–, todo seguía el curso ritual de cada noche: en la recámara del fondo, su padre se cambiaba de ropa; en la cocina, su madre servía cinco vasos de leche mientras el guisado de la tarde se recalentaba; en la sala y el comedor, sus hermanos iban guardando cuadernos, lápices, escuadras, o ya sólo miraban la televisión en la que, un par de horas más tarde, lo mismo ahí que en millones de lugares, el oficialismo mediático dictaría su verdad de cada noche, tarea en aquel entonces asignada en exclusiva a un sujeto llamado Jacobo Zabludovski, ora periodista moralino, ora boletinero burdo, siempre funcional en su carácter de supuesto/impuesto miembro más de cada familia mexicana. –¿Qué pasó, qué te dijo Toño? –preguntó su padre, ya sentado a la cabecera de la mesa. –Nada. –¿Pero sí te disculpaste con él? –Ajá. La escasa convicción para responder hizo que despertara la suspicacia de su madre. –¿Sí le dijiste o no? –Yo dije “perdón”. –¿A quién? ¿Salió él, o su mamá, o quién? –Nadie –respondió, inaudible casi. –¿Cómo que nadie? ¿Pues entonces a qué saliste? No sabía si además de ella, que se había quedado inmóvil con una cuchara en la mano, alguien más lo miraba hacerse pequeño en la silla del comedor. Daba por hecho que sus hermanos, en silencio, preferían mirar reconcentradamente su respectivo vaso de leche o girar el rostro hacia

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la televisión, fingiendo una indiferencia imposible por completo. –Te estoy hablando –insistió ella, la voz apenas alterada. –Ya, vieja, déjalo –intervino su padre, cuando el mutismo empezaba a tensar el aire. –¿Pero qué no ves que… –Ya se disculpó, ya déjalo que meriende. Pudo sentir con claridad cómo su nuca iba dejando de ser la sede ardiente del miedo, cómo sus manos volvían a responderle y cómo sus hermanos, de manera tácita, entendían que el juicio había terminado y podían hablar de nuevo, mientras su padre ya estaba más atento al plato frente a él que a cualquier otra cosa. El resto, mejor dicho el antes, la causa de aquella noche de perdones inaudibles dichos para nadie, seguía empeñado en no salir del limbo. Quién sabe qué habría ameritado que lo mandaran a protagonizar un ritual del que no podía sacar en claro ninguna utilidad; quién sabe si había sido ella o él, o ambos, los que le ordenaron salir a disculparse. Borrado desde el primer momento, aun oscuramente algo le daba a entender acerca del posible desencuentro de una consecuencia con su causa, y una cosa más: que la verdadera importancia estaba en otra parte. Después habría de recordar el vaso de café con leche y el pan de aquella merienda, que no tenían nada de especial, como lo más ricos que había probado hasta esa noche l


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Leer

EL MERCURIO VOLANTE, CARLOS CHIMAL El mercurio volante, Carlos Chimal, fce , México, 2018.

Roberto Feregrino

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EL ENCUENTRO con el continente Americano en el lejano año de 1492, trajo consigo una suerte de cambios tanto para los europeos como para los indianos. Mitos como el de Las amazonas o El dorado, fungieron como incentivo para que los soldados españoles –lectores de libros como el Amadís de Gaula o Tirante el Blanco– se asentaran en estas tierras y fueran en su búsqueda. La religión fue otro factor que confrontó a los dos mundos: monoteístas y politeístas; unos honrando la san-

gre de Cristo muerto en la cruz, otros cumpliendo los designios de Tláloc, Tonatiuh o Tonantzin en juegos de Pelota rudimentarios a los ojos de los conquistadores. Poco a poco esa amalgama de realidades (que trajo muertes y violencia) fue creando castas (criollos, mestizos, mulatos, saltapatrás) en América. Hubo tres órdenes religiosas fundamentales: franciscanos, dominicos y jesuitas, de cuyas escuelas salieron humanistas preocupados por dar cuenta de lo que sus ojos veían en búsqueda de un rostro propio, de una voz, de una escritura. Juan Ruiz de Alarcón, sor Juana Inés de la Cruz, Luis de Sandoval y Zapata o Carlos de Sigüenza y Góngora, son sólo algunos ingenios que hasta hoy permanecen estoicos mediante sus obras a pesar del tiempo. Octavio Paz nos habló de la poeta jerónima en Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe; Enrique Serna se vale del teatro de Luis de Sandoval y Zapata para su novela Ángeles del abismo y ahora Carlos Chimal se atreve a novelar –de una manera magistral–, la vida del ilustre don Carlos de Sigüenza, bajo el título de El mercurio volante (fce, 2018), donde da cuenta de las peripecias que debe sortear durante su vida. Chimal navega entre la ciencia y la literatura debido a sus estudios universitarios que han marcado el rumbo de su quehacer literario, hace parecer las cosas más fáciles de lo que verdaderamente son en escritos como Tras las huellas de la ciencia (2015), El universo en un puñado de átomos (2016) o Las neuronas de Shakespeare (2012) e incita al lector, sin percatarse de ello, a convertirse en investigador. El mercurio volante lo mismo nos interesa por el espíritu histórico que por el literario o el científico, y al final encallamos en el cosmos que el autor nos va creando para hacernos conscientes de que en cada ser humano está latente el gusto por el saber. Irving a. Leonard dedica un capítulo a la importancia de este humanista en La época barroca en el México colonial; no obstante, Chimal apuesta

por este mundo visto a través de los ojos del que llegara a ser Cosmógrafo Real, Capellán, Catedrático en la Universidad o Corrector en la Inquisición y que desde niño únicamente anheló mirar a las estrellas. La observación fue esencial para Sigüenza, en 1692 escribía al inicio de Alboroto y motín de México del 8 de junio de 1692 que el “que mira un objeto, interpuesto entre él y los ojos un vidrio verde, […], lo verá verde. Los anteojos que yo uso son muy diáfanos”. Esta metáfora al final de sus últimos años de vida nos habla de la objetividad con la que escribe y estuvo presente en poemas (Primavera indiana), almanaques astronómicos y biografías noveladas (Infortunios de Alonso Ramírez). El científico literario que es Carlos Chimal nos hace vivir diáfanamente al científico literario que hay en Carlos de Sigüenza y Góngora junto a su fiel compañero Serafín Ocelote. Dice Luis Villoro: “El ojo es una alegoría de la capacidad cognoscitiva; [...] ordena a la mano cambiar el mundo que él contempla.” El oficio del escritor es eso, observar y comunicar mediante el artificio: la mano de Carlos recrea la mirada y la escritura de don Carlos, guiadas ambas por el conocimiento. Sigüenza le dio mucha importancia a la astrología porque era una manera de comprender el presente, pues sabía que “no sirven para adivinar el futuro” y tampoco “dirigen ni determinan nuestras vidas, sino que las iluminan, dándoles un sentido de acción”. El mercurio volante es una invitación al pasado, a contemplar que: “Somos seres finitos, inacabados, inseguros, débiles frente al destino, pequeños.” Las tierras que otrora vieron hombres barbados llegar a quemar, aniquilar, destruir, ahora observan calladamente cómo es que los hombres del siglo xxi han cambiado, mas no sus ganas de saber. En la cuarta de forros dice Evodio Escalante que esta es una invitación “a regresar con unos ojos frescos a esta parte invaluable de nuestra historia” y para muestra basta un Mercurio 

EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

EMILY DICKINSON:

permanecer sin ve Gil E dejarse mirar


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Artes visuales Germaine Gómez Haro

germainegh@casalamm.com.mx

Wassily Kandinsky en Bellas Artes PARA CERRAR EL AÑO y el sexenio recién concluido, elijo una de las exposiciones más exquisitas que se han presentado en nuestro país en los últimos tiempos: Kandinsky, pequeños mundos, en curso hasta el 27 de enero en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Se trata de la primera vez que se ve en nuestro país una muestra monográfica del creador ruso, quien ha sido considerado protagonista fundamental de las vanguardias artísticas del siglo xx. Deseo hacer un reconocimiento a la impre-

Improvisación tormenta

sionante labor que el director de esta institución, Miguel Fernández Félix, ha realizado a lo largo de los últimos seis años, brindando a nuestra ciudad el privilegio de tener exhibiciones que han estado a la altura de los mejores museos del mundo. Cabe recordar algunas de ellas: Tesoros de la Hispanic Society of America, la muestra anterior a la presente, conformada por alrededor de doscientas obras de la colección de esa institución que abarcaban 3 mil años de la historia de España, una exhibición espectacular que inclusive en el Museo del Prado en Madrid causó un gran impacto. Rojo Mexicano, en la que se hizo patente el papel que jugó la producción de la grana cochinilla en nuestro país y como valor de exportación en el período virreinal; aquí se vieron obras de Van Gogh, Tintoretto, Tiziano y Velázquez, entre muchas otras. Pinta la Revolución, inaugurada en el Philadelphia Museum of Art, que abarcó la pintura moderna mexicana del período entre 1910-1950. Leonardo da Vinci. La idea de la belleza y Michelangelo Buonarrotti. Un artista entre dos mundos, han sido de las exhibiciones más taquilleras de los últimos años en México; aunque no viajaron las obras más reconocidas, estas dos muestras conmocionaron a miles de mexicanos que con paciencia franciscana hicimos largas filas para recorrerlas. Vanguardia Rusa. El vértigo del futuro fue una exhibición precursora de la actual de Kandinsky que mostró a 125 artistas rusos, protagonistas de uno de los movimientos históricos y artísticos más importantes del siglo pasado. Con esta escueta memoria que deja fuera muchas otras exposiciones, me interesa subrayar la importancia de seguir promoviendo el esfuerzo titánico de ofrecer al público mexicano, cada vez más creciente en los museos, exhibiciones de óptima calidad y nivel internacional, y que contribuyen poderosamente a la educación de nuestro pueblo como parte de la “política de regeneración del tejido social y del bienestar del alma” que pro-

Alrededor del círculo

pone nuestra nueva secretaria de Cultura, Alejandra Frausto. Merece también un reconocimiento la Fundación Mary Street Jenkins por su invaluable apoyo en la edición de todos los magníficos libros-catálogos que han acompañado las muestras durante la gestión de Fernández Félix, y que constituyen importantes fuentes de consulta tanto para los investigadores como para el público aficionado. Algunos de ellos han recibidos premios al arte editorial como el de la caniem. Lejos de ser una muestra exhaustiva, la peculiaridad de Kandinsky, pequeños mundos consiste en el rigor de la curaduría realizada por el equipo del museo, la cual ofrece al visitante un recorrido panorámico por el quehacer artístico y el pensamiento teórico del creador ruso a través de sus diferentes períodos de experimentación y su diversidad estilística. Si bien es cierto que otros artistas exploraron por esos años, o inclusive antes, senderos similares en busca de una expresión no representativa, a Kandinsky se le atribuye la paternidad del arte abstracto porque fue el primero en desarrollar todo un sistema teórico para legitimar la sustitución de las formas reconocibles por el poder de la emoción. La suya es una pintura pura que consigue captar lo espiritual a través de la forma y el color. “La creación de la obra de arte es la creación del mundo”, escribió Kandinsky. Esta exposición ofrece al visitante el recorrido de esos pequeños mundos que cambiaron la ruta de arte del siglo xx 

Bitácora bifronte Ricardo Venegas

Taibo ii en el Fondo de Cultura Económica “PIDO UNA AMNISTÍA para las malas palabras” dijo Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua en 2004. La reflexión sobre la pertinencia de las palabras, buenas o malas, precisas o ajenas, insultantes o halagüeñas, es de antaño. Un sector de la sociedad mexicana se escandaliza porque un español naturalizado mexicano dirija la casa editorial más grande de México (fce), pero defiende a los extranjeros cuando le conviene. Se ha dicho que en el arte no hay nacionalidades, que el artista es ciudadano del mundo, que todos merecemos las mismas oportunidades, que el arte es universal y un largo etcétera que consumiría esta columna. En el propio Senado de la República se reprobó la expresión (que no celebro pero tampoco condeno) que Paco Ignacio Taibo ii utilizó para declarar el triunfo de su nombramiento con la aprobación de la ley que lo permite. Ese mismo Senado que ha servido a muchos para sus fines personales, y que ahora, setenta años después, cuando un presidente

de izquierda nombra a un escritor con probada trayectoria, se queja de la ausencia de modales, como si la amabilidad, la cordialidad y las palabras que desbordan miel hubieran salvado alguna vez a este país de la corrupción y el saqueo. Dice el maestro José g. Moreno de Alba que tanto el náhuatl como el español usan los diminutivos como una coincidencia. Podría añadirse que el español de México ha usado esos diminutivos (adiosito, quedito, apenitas, diosito…) como una forma timorata de asumir la realidad, como una negación al temor de herir susceptibilidades. Y esta estrategia, en apariencia temerosa, de cordialidad y buenos modales, la ha sabido aprovechar con creces la clase política como una forma de colonización y conquista del pueblo. En este contexto Paco Ignacio Taibo ii puede resultar incómodo para la aristocracia cultural por no corresponder con sus modales (mucho menos si se cree que hay palabras “buenas” y “malas”) y a las formas establecidas (no es para menos, ¡no es ordinario remover cochambre de setenta años!) Más conocido por sus trabajos biográficos del Che Guevara y de Pancho Villa, así como por la saga del

detective Belascoarán Shaine, Taibo ii cuenta en su haber con más de cuarenta libros, muchos de ellos publicados en inglés y algunos recientemente editados por Restless Books. Como José Vasconcelos con los clásicos de la literatura, pretende introducir al mercado ediciones a precio de ganga de algunos clásicos del Fondo. Veamos qué pasa cuando hay cambios 


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Tomar la palabra Agustín Ramos

La guerra y las palabras (ii de iii) LA OBRA CONOCIDA de Svetlana Alexiévich en México representa un mural de momentos decisivos que culminaron con la desaparición de la Unión Soviética: Chernóbil y las guerras mundiales y de Afganistán. Se compone de testimonios de las víctimas ignoradas de estas tragedias, pero ante todo es una obra de arte que ha convertido la estridencia de la queja en canción y la oscuridad del dolor en una gama solar. Si optamos por la vista, Alexiévich ha pintado murales panorámicos; si privilegiamos el oído, la autora construyó monumentos corales. Así, Vera Zdhdan tenía catorce años en la segunda guerra mundial. “Me dan miedo los hombres –dice–. Nos apuntaron con fusiles y nos llevaron al bosque… Seguimos caminando… Nos decían: –Una chusma como vosotros no merece que la aplastemos en un sitio tan bello…– Yo ya no temía a los muertos sino a esos vivos. Desde entonces –concluye Vera–, me aterran los hombres jóvenes.” En el libro Voces de Chernóbil. Crónica del futuro, es la propia autora bielorrusa Svetlana Alexiévich quien anota que aunque su país no tiene una sola central nuclear y es de diez millones de habitantes eminentemente agricultores, la catástrofe de 1986 en Chernóbil “representó un cataclismo… Durante los años de la Gran Guerra Patria, los nazis destruyeron en tierras bielorrusas 619 aldeas… Después de Chernóbil, el país

perdió 485 aldeas… Durante la guerra murió uno de cada cuatro bielorrusos; hoy, uno de cada cinco vive en un territorio contaminado…, la tercera parte de ellos son niños.” “Habíamos leído los mismos periódicos –recuerda un soldado en Afganistán refiriéndose a Pravda, Izvestia, etcétera–, nos habíamos reído como locos… Una depresión de caballo. Y a tu alrededor todo es una patraña… Estás harto del cuartel… la única alegría es ir al combate. Salir de misión. Que te mataran o no, daba lo mismo… no [era] por la Patria, [ni por] el deber, ¡paparruchas! Era porque nos faltaban sensaciones. Pasábamos meses enteros detrás de una alambrada.” A partir de la historia oral de gente con demasiada información vivencial y con demasiada carga emocional, Svetlana Alexiévich pudo componer sinfonías linealmente progresivas en el tiempo (día uno, día dos, día tres) sobre un tema de variaciones infinitas, la búsqueda del alma: “la verdad personal, confinada a la clandestinidad, y la verdad

Svetlana Alexiévich

colectiva, empapada del espíritu del tiempo”, explica la escritora. “¡Agua! ¡Agua! Nos moríamos de sed –dice otro combatiente en Afganistán…– Subíamos a montañas que estaban a la altura de las nieves, buscábamos nieve fundida, bebíamos de los charcos, mordíamos el hielo… Detrás sonaba la ametralladora… Preferíamos atragantarnos antes que morir sin haber satisfecho la sed. Los muertos yacían bocabajo, con rostros sumergidos en los charcos, parecía que estaban bebiendo.” En su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, Alexiévich exaltó “la vertiente oral, que los literatos no logramos conquistar”. Y sintetizó así su obra: “Recolecto la vida de mi tiempo. Me interesa la historia del alma. La cotidianidad del alma. Aquello que la Gran Historia suele obviar. Yo me dedico a la historia omitida. He escuchado muchas veces y sigo escuchando ahora que eso no es literatura sino documento. Pero, ¿qué es la literatura hoy en día?... No hay frontera entre el hecho y la ficción, uno salpica a la otra. Tampoco un testigo es imparcial. Cuando una persona narra, lucha contra el tiempo, igual que un escultor lucha contra el mármol. Es a la vez el actor y el creador (el artista).” En 2015 el Premio Nobel fue para Svetlana Alexiévich, una obrera de la tradición oral que cimbró los supuestos teóricos acerca de lo que sí es y lo que no es gran literatura. En 2016 fue para un cantor, Bob Dylan, como señal de que en estos tiempos de guerra urge volver a las fuentes primordiales: de incandescencia y no sólo de brillo, de la colectividad tanto como del individuo, de emoción estética antes que de placer puro  (Continuará.)

Biblioteca fantasma Eve Gil

Un crimen literario Peruano de origen, radicado en España desde 1991, Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, 1964) es autor de una docena de libros de fuerte contenido político –Los años inútiles, El año que rompí contigo, entre otros– escasamente conocidos en México, que pega una arriesgada voltereta hacia la novela policíaca donde, sin abandonar su postura crítica y analítica, apunta hacia la subterraneidad de las agencias literarias, negocio que puede llegar a ser todo menos literario. En El asesinato de Laura Olivo (Alianza Literaria, España, 2018), ganadora del xix Premio de Novela Fernando Quiñones, una despiadada agente literaria –de la cual conoceremos diversos matices de personalidad conforme avanza la trama– es asesinada por su amante, la periodista Lucía Luján, o al menos todo apunta hacia ella, considerada sospechosa única debido a lo tormentoso de su relación con la Olivo, casada con un hombre. Pudiérase afirmar que Lucía está perdida, pero su única parienta, una tía que vive de sus rentas, convencida de la inocencia de la chica, le suplica a uno de sus inquilinos, Apolonio Larrazabal, el Colorado, que haga algo por encontrar al verdadero asesino a cambio de cederle el mínimo apartamento que le arrenda en la céntrica barriada de Lavapiés, en Madrid. Larrazabal es un expolicía peruano de origen vasco y raza negra, retirado en plena juventud tras el asesinato de un querido amigo y compatriota, el abogado Tejeda, al

que debe el hecho de haber abandonado su país de origen para empezar de cero en España. Su vida transcurre con engañosa apacibilidad, alterada apenas por el apasionado romance que vive con una joven marroquí de nombre Fátima. Convencido más por las lágrimas de la buena señora que por la posibilidad de resolver un caso al parecer perdido, Larrazabal sale de su inercia e ingresa a ese mundo ignoto para los propios escritores, cuantimás para un hombre que no comprende la devoción de su novia por la literatura. Tras encarar a los tiburones que se encargan de representar autores, y los múltiples motivos que tendrían varios de ellos para odiar no sólo a sus agentes sino en particular a Laura Olivo, el Colorado –al que reiteradamente le comentan su parecido con Denzel Washington, al tiempo que lo hacen objeto de discriminación y prejuicio– termina por advertir que cualquiera de estos personajes tiene motivos en verdad

Jorge Eduardo Benavides

razonables para por lo menos desear la muerte de aquella mujer. En medio de su pesquisa descubre la existencia del manuscrito de un legendario escritor ecuatoriano de nombre Marcelo Chiriboga, que bien pudiera ser clave del asesinato de Laura Olivo. Si el nombre les suena es porque se trata de un personaje ficticio creado por José Donoso que aparece en sus libros El jardín de a lado y la bellísima Donde van a morir los elefantes. Carlos Fuentes lo tomaría prestado posteriormente para Cristóbal Nonato y Diana o la cazadora solitaria. Se dice que Chiriboga fue creado para cubrir la ausencia de ecuatorianos en el llamado Boom, aunque de hecho existe un gran autor de dicha nacionalidad al que podría considerársele parte del mismo: Jorge Enrique Adoum (1926-2009). Incluye también como personaje al escritor chileno Jorge Edwards, quien alerta al detective sobre la posible existencia de dicho inédito que podría ser parte de un mito. El asesinato de Laura Olivo no sólo es digna exponente de un género absurdamente menospreciado en nuestra lengua, que tiene por eje la literatura misma, sino que cuenta con un protagonista apartado del estereotipo del detective cincuentón, cínico y divorciado. Larrazabal es un tipazo tierno y algo ingenuo que cuenta con el incondicional amor de “la morita”, Fátima, quien como voraz consumidora de literatura le enseñará que muchas veces la realidad imita a la literatura y será, para el caso que nos ocupa, una formidable asistente. Al concluirlo uno espera que Benavides nos permita reencontrarnos con el Colorado en otra historia relacionada con las bajas pasiones y la mezquindad de quienes están tras los grandes nombres de la literatura y de los literatos mismos 


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Bemol sostenido Alonso Arreola @LabAlonso

Cienfuegos de Guadalajara LA DE CIENFUEGOS es música buena que le hace honor a un apellido revolucionario (ignoramos si adrede o no). Su disco debut, lanzado este 2018, se llama Bestiario sonoro. Pudo tener cualquier otro nombre, pese al concepto que lo anima y que explican las notas acompañantes. Ello no es una flaqueza. Aplaudimos el intento de sus músicos por comprenderse a sí mismos, allí donde el pasado y el presente, el jazz y el progresivo se tocan “bestialmente” para luego relacionarse con la cosmogonía prehispánica. Su portada es poderosa. En ella aparece una especie de venado multicolor, entre psicodélico y huichol... Sí, radican en Jalisco, ese bastión de prolífico talento. Sus integrantes son Chen Quintero (sax barítono), Francisco Pérez-Rul (guitarra y electrónicos), Carlos Rolón (bajo eléctrico), Fer Franco (batería) y Sara Ventura (sax alto). Todos son músicos competentes y expresivos, sin embargo, el arte por el que apuestan es el del ensamble y no el de lucimientos individuales. Claro que hay solos e intercambio de roles, pero lo suyo es la narración colectiva. Son maduros prematuros. Lo que hacen lo hacen sin prisa. Eso nos gusta. En cada una de sus seis piezas suceden desarrollos naturales que pasan por muy diferentes y bien desarrollados estadios. Hay ritmos latinos,

desplantes guitarrísticos a la King Crimson, atisbos melódicos que van de Irakere a Chac Mol y, sobre todo, temas –cabezas o heads– de honesta estirpe. Eso queda claro desde su arranque, allí donde repta “La serpiente” abrazada siempre por el número siete. También en “El jaguar”, sofisticada entre arbustos de intensa trama. La tercera es “El alebrije”, una obra que, pese a sus clichés genéricos, nos entusiasma por chatarrera. Abordada sin confianza cultural pero con el suficiente cinismo intelectual, sirve para ampliar la trama de un álbum de autoconocimiento. “Caribe de azotea” (no es peyorativo), se disfruta como remanso entre tormentas y funciona a Quintero para que su flauta juegue con picantes hexafonías. El inicio melódico de “El cenzontle” es bellísimo. Su armonización triunfa cambiando de carácter por las variantes rítmicas que la fuerzan a mutaciones repentinas, meros pretextos para la hondonada en que se retuerce la batería de Franco que aquí escapa de lo ordinario. Celebramos sus pedales electrónicos de fondo, además, pues anclan bien un centro de gravedad senti-

Cienfuegos

mental. “El perro de agua”, por su lado, comienza con una melodía de alientos entrecortada. Es la quinta del álbum. Allí se goza a pleno el balance entre saxofones barítono y alto. Creativa, provocadora, esa introducción exhibe una coherencia evolutiva basada en los ostinatos de bajo y guitarra limpia que fueron tejidos en una cuenta que sube y baja del uno al cinco contrayendo y expandiendo su longitud. El interludio es otro buen ejemplo de congruencia estética. La última, “El sumidero”, es el abrevadero que reúne a todos los animales, como haciendo síntesis del disco. Contrastando con el misterioso felino que la introduce, tiene algo de pantera rosa. Tal vez sea su compás ternario, tal vez el ánimo positivo de sus alientos. No estamos seguros. Lo cierto es que el tema y solo de Ventura tienen mucho de citadino, lo mismo que la respuesta de PérezRul. Igualmente, en ella se confirman las capacidades políglotas que Rolón ostenta en el álbum entero. Estamos seguros de que pronto mostrará una personalidad total. Dicho esto, hay un par de cosas que los de Cienfuegos pueden repensar para un siguiente esfuerzo. Nos parece que la producción pudo conocer otros territorios de exagerarse algunos de sus rasgos. Asimismo, aunque la mezcla y masterización suceden con pulcritud extrema, la fuente tímbrica pudo tener orígenes de mayor afectación. En lengua callejera: pudo tener más mugre, de pronto ser más arrabalera, más bestia. De cualquier forma, nos encanta lo que hicieron y creemos que será un proyecto al cual ponerle atención en el porvenir. Escúchelos nuestra lectora, nuestro lector. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos 

Cinexcusas Luis Tovar

@luistovars

Retrato de familia (iii de iv)

LA ESCENA ES engañosamente costumbrista: faltan pocos minutos para las ocho de la mañana y los niños abordan el vocho familiar que los llevará a la escuela. Mochilas, uniformes, voces y prisas hacen que –como marcan los cánones que debe suceder con una escena bien trazada– la atención del espectador se concentre en eso, que es el centro de la acción, pero cuando el vocho se aleja en línea recta según la perspectiva y va empequeñeciéndose a cuadro, la escena cobra su verdadero sentido, mucho más profundo, que hace estallar un costumbrismo por lo demás estupendamente logrado: una “banda de guerra” se aproxima a cámara, con sus tambores de redoble insistentemente monótono y sus trompetas destempladas, ejecutando una pieza militar pobrísima en términos musicales. La “banda de guerra” está compuesta exclusivamente por hombres muy jóvenes, seguros menores de edad en 1971, cuando habían pasado apenas dos años de que los derechos plenos en México se alcanzaran a los dieciocho y no a los veintiuno. “Engañosamente costumbrista”, se apunta arriba, y esta escena de inocuidad aparente, muy al principio de Roma, al final del filme revelará completa su aplastante carga de significado: esos mismos muchachos, tal vez otros, volverán a pasar por

la calle maltocando su pieza mediocre, haciendo evidente que todos los días sucede igual, y que aun sin ser militares de-a-deveras, esos muchachos normalizan la presencia pública del aspecto, la conducta y los “valores” castrenses, situación que a sólo tres años de ocurrida la matanza de Tlatelolco no podía ser menos que amenazante, desasosegante y, como bien se sabe, fue ni más ni menos que en 1971 cuando dicha militarización, construida de modo subrepticio, irrumpió violentamente bajo la imagen infausta de los Halcones, el cuerpo paramilitar organizado por una Secretaría de Gobernación dejada por su titular inmediatamente anterior, Luis Echeverría, a la sazón presidente de la República, a un propio de todas sus confianzas, para encargarse de reprimir cualquier nuevo brote de protesta a punta de palos y balas. La secuencia de Roma que exhibe la represión sangrienta del jueves de Corpus es, hasta el momento, no la única pero sí la mejor realizada en cine, –y con mucho–, para denunciar esa barbarie cometida por el gobierno contra sus gobernados, y cabe entender en un sentido alegórico la decisión guionística de ubicar juntos en tiempo, espacio

y situación, a Cleo y al exnovio que –días y escenas atrás– la abandonó en el cine al enterarse de que ella estaba embarazada: las “autoridades” no aparecen a la hora de ayudar sino a la de violentar las garantías; a más de uno puede parecerle que represores y reprimidos “están lejos” social y geográficamente hablando, pero no es así, porque puede encontrárseles incluso en el círculo social más íntimo. Respecto de esto último, la secuencia donde Cleo va a buscar al futuro padre que no quiere saber nada de su hijo ni de la futura madre es de una elocuencia extraordinaria para indicar quién es quién en el juego sociológico y político de poder/represión/normalización y mantenimiento del status quo nacional: terminado el entrenamiento de los Halcones, el “halconcito” que no quiere ser padre amenaza de muerte a Cleo y, con un clasismo inverosímil en él, que es pobre de solemnidad, le espeta un despectivo “pinche gata”: acto seguido, corre a reunirse con los otros, igual de miserables, que viajan en la parte de atrás de una redila. Entonces Cuarón lo vuelve a hacer: la cámara ejecuta un dolly hacia la izquierda y, a lo lejos, decenas de halcones abordan un camión de la basura, que eso y nada más es lo que representan para un gobierno necesitado de carne de cañón fresca, ingenua y fácilmente manipulable, a la que –terrible, exasperantemente– primero pauperizó para luego venderle la idea de que su mejor oportunidad de “salir de pobre” consiste en “servir a México” salvaguardando a “las instituciones”  (Continuará.) Roma


Ensayo Norma Ávila Jiménez 16

LA JORNADA SEMANAL 23 de diciembre de 2018 // Número 1242

EXOPLANETAS: ¿HAY ALGUIEN AHÍ? A pesar de los 2 mil 600 exoplanetas que el satélite Kepler ha descubierto, la duda persiste sobre la existencia en el Cosmos de un ambiente propicio para la vida como la conocemos, y mantiene a la ciencia y a la imaginación, cada una por su lado y juntas también, ahí asomadas de puntas a ver si lo ven.

¿Dónde está todo el mundo?”, se preguntó alguna vez el físico Enrico Fermi al referirse a la existencia de civilizaciones extraterrestres sin detectarse, pero lo que sí se han descubierto son más de 3 mil 800 exoplanetas –planetas externos a nuestro Sistema Solar. Lo más probable es que en algunos de ellos se desarrolle la vida.

Tránsitos y bamboleos En su artículo “Otros astros, otros mundos” publicado en la revista ¿Cómo ves? de agosto de 2015, El doctor Luis Felipe Rodríguez, investigador del Instituto de Radioastronomía y Astrofísica de la unam, explica que como los planetas son cuerpos opacos que reflejan de manera tenue la luz de la estrella que orbitan, se han registrado de manera indirecta. Los dos primeros fueron descubiertos en 1992 por Aleksander Wolszczan y Dale Frail, al observar el pulsar psr1257+12. Se percataron de que ese cuerpo celeste, resultante de la explosión de una estrella gigante, se bamboleaba periódicamente, lo cual se explicaba si lo orbitaban dos planetas. Con el tiempo se desarrollaron otros métodos, como “el de tránsito, el más común”, asegura la doctora Yilen Gómez Maqueo Chew, especialista en exoplanetas del Instituto de Astronomía de la unam. Se basa en el registro de la obstrucción de la luz de la estrella, ocasionada por el planeta cuando pasa frente a ésta siguiendo su órbita. Para observar de mejor manera este eclipse, se han puesto en órbita satélites “como CoRoT, en 2006, de la Agencia Espacial Europea (esa, por sus siglas en inglés) y Kepler, en 2009, de la nasa. Ambos encontraron muchos exoplanetas”.

Imaginar esos mundos remite a la ciencia ficción, a escenas como la de aquel planeta con olas del tamaño de una montaña, recreado en la película Interestelar, o a esos seres semejantes a una mano gigante con siete dedos que describe Ted Chiang en su libro La historia de tu vida, que pasó a las salas de cine como La llegada. Finalmente, lo que busca la raza humana es una respuesta a la pregunta lanzada al Universo por el astrónomo Carl Sagan en 1980: “¿Hay alguien ahí?”

La zona de habitabilidad La doctora Gómez Maqueo Chew aclara que, hasta el momento, no se ha detectado vida en ningún exoplaneta y explica que los factores detonantes de ésta son la presencia de agua líquida (en donde los organismos realizan procesos metabólicos), estar ubicado ni tan lejos ni tan cerca de su estrella anfitriona, y contar con atmósfera: “Necesita estar en la denominada zona de habitabilidad.” Algunos de estos mundos forman parte del catálogo de 219 planetas nuevos, presentado en junio del año pasado por los responsables de la misión Kepler. Diez tienen un tamaño similar al de la Tierra y probablemente contengan agua líquida depositada sobre superficies rocosas. Después de descubrir 2 mil 600 exoplanetas aproximadamente, Kepler ha dejado sus labores de detective interestelar. Su sucesor es el Satélite de Sondeo de Exoplanetas en Tránsito (tess, por sus siglas en inglés), lanzado en abril pasado y que, en septiembre pasado, detectó una Supertierra (planeta más grande y masivo que el nuestro) en la constelación Mesa. En su misión de dos años observará 214 mil estrellas de un catálogo y otras más, lo que se traducirá en el descubrimiento de miles de los citados cuerpos cósmicos.

Otros candidatos en donde pudiera haber células trabajando en conjunto, los dio a conocer en febrero de este año el Observatorio Europeo Austral. Forman parte del sistema trappist-1, ubicado a casi cuarenta años luz de la Tierra, con una estrella enana ultrafría alrededor de la cual siguen sus trayectorias siete planetas. El cuarto, trappist -1e, es el más parecido a nuestra casa en el Cosmos, por su densidad y la cantidad de radiación que recibe de la estrella. Además, parece ser el más rocoso de los siete y podría alojar agua. “¿Existe una segunda Tierra en el Universo?”, se pregunta Johann-Dietrich Wörner, director general de la esa, agencia que lanzará en 2026 la misión plato para encontrar sistemas extrasolares.

México también apunta a los exoplanetas Para contribuir a esta búsqueda “estamos construyendo un telescopio dedicado a ese objetivo en el Observatorio Astronómico Nacional de la unam, ubicado en la sierra de San Pedro Mártir, Baja California”. Se llama saint-ex, en honor de Antoine de Saint-Exupéry, autor de El Principito: mide un metro en el espejo principal, y “buscará exoplanetas alrededor de las estrellas más pequeñas y frías de nuestra galaxia por el método de tránsito”. En este proyecto participan la unam, las Universidades de Berna, Cambridge y Ginebra, y el grupo de trabajo PlanetS, de Suiza. Si Rufino Tamayo y Roberto Matta vivieran, es probable que varias de sus pinceladas se nutrirían de las imágenes de esos nuevos mundos capaces de detonar la fantasía, los cuales tal vez alberguen aquellos alienígenas señalados por Stephen Hawking como peligrosos ●


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