eStHer anDraDi, Hugo gutiérrez vega y mario roBerto moraleS
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 24 de mayo de 2015 ■ Núm. 1055 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Entrevista con J avier S icilia • H einricH B öll y Hans el payaso • El erotismo en D aniel l ezama
24 de mayo de 2015 • Número 1055 • Jornada Semanal
BAZAR DE ASOMBROS SEIS MOMENTOS EN LA OBRA DE ORSON WELLES Nació hace quinientos años y su nombre real fue Teresa de Cepeda y Ahumada, pero se le ha llamado indistintamente Santa Teresa, Teresa de Jesús y Teresa de Ávila; fue beatificada en 1614, canonizada en 1622, muy tardíamente proclamada doctora de la Iglesia en 1970, más de una vez tuvo problemas con las autoridades eclesiásticas y su imagen ha quedado asociada para siempre con la célebre escultura que de ella hiciera el italiano Gian Lorenzo Bernini. La labor literaria de Santa Teresa comprende, entre otros títulos, Camino de perfección, El libro de las fundaciones y, sobre todo, la espléndida El castillo interior, también conocida como Las moradas. Los textos de Andradi, Gutiérrez Vega y Morales rinden homenaje a una de las voces más claras, potentes y hermosas que ha dado la lengua española. Publicamos además una entrevista con el poeta y colaborador de estas páginas Javier Sicilia, un artículo sobre el erotismo en la obra de Daniel Lezama, así como un texto sobre el narrador alemán Heinrich Böll. Comentarios y opiniones:
San de ta Ávi Ter la: esa
jsemanal@jornada.com.mx
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.- Una película corta de Welles, La historia inmortal, revive la historia contada por muchos marineros en distintos puertos del mundo: el marinero llega a un puerto lejano y extraño, baja del barco y camina por las calles de la ciudad. Se le acerca un criado y le dice que está invitado para ir a cenar a la casa de un rico comerciante en telas. El marinero llega a la casa, lo recibe el mayordomo, toma un baño y se perfuma profusamente; lo con ducen al comedor, le ofrecen una excelente cena que devora con gran apetito, lo llevan a su habita ción, se acuesta, se abre la puerta y aparece una hermosa mujer madura que se desprende de su li gero camisón y entra en la cama del afortunado marinero. Pasa la noche de amor y el marinero duer me hasta que le llevan el desayuno. Le indican que debe irse y sale con sus memorias en las manos y en los ojos. El viejo comerciante en su enorme silla de bejuco observa todo lo que pasa y revive la historia inmortal que pronto se repetirá en otro puerto y en otra latitud. 2.- La figura del envejecido ciudadano Kane se multiplica en los espejos al pasar con su soledad a cuestas por los pasillos de la inmensa casa que construyó para él y para la incompetente cantante de ópera que fue su última compañera. El magna te periodístico pasó sus últimos años en el silencio del absurdo e inmenso castillo. En su memoria que da sólo el pequeño trineo de la infancia. Poca cosa son sus éxitos periodísticos, sus fracasos políticos y el gozo excesivo del poder que acumuló en vida. Antes de morir lo único que queda es el trineo entre la nieve de la infancia. 3.- Orson Welles amaba a España. Había engor dado de una manera inmoderada. La gastronomía y el consumo de enormes puros habanos llenaban su vida y sus viajes. Hacía películas comerciales pa ra ganar dinero y poder llevar a cabo sus proyectos personales. En España fue Falstaff, el bufón sha kesperiano, en su gran película Campanas de media noche. Su obsesión fue filmar una versión de El Quijote. Trabajó incansablemente, filmó kilómetros de cinta, pero el proyecto no cuajó. Quedaron los frag
Hugo Gutiérrez Vega
mentos. Por cierto que el actor que hacía el perso naje de nuestro señor Don Quijote se vino a México como exiliado republicano. Se llamaba Paco Re gueira e hizo en nuestro país muchos pequeños y siniestros papeles: inquisidor y fraile loco y ase sino. Tal vez lo recuerden mis lectores: ahí está su cara larguísima y lívida en Viva María y en otras muchas películas en las que hacia pequeñas partes. Un día hablé con él y me contó su aventura quijo tesca. Recordaba a Orson con afecto. Me dijo: “Era tan genial que molestaba a mucha gente, pero era bueno y, a pesar de todo, hizo una buena parte de lo que quería hacer en el cine y en la vida.” 4.- Orson Welles es un corrupto policía en la frontera con México; Heston es el honesto policía mexicano; Janet Leigh es su esposa; Akim Tamiroff es el patriarca de la banda de delincuentes y Mar lene Dietrich es la madura prostituta que escucha incansablemente su caja de música y ama y com padece al envejecido policía corrupto. El tema es la corrupción, la crueldad, la violencia del poder y de los criminales. Todo termina en el charco pu trefacto donde agoniza el policía corrupto. 5.- Desde sus primeros momentos de escanda lo y talento en la emisión radiofónica, Orson Welles preparaba su personaje en la vida del cine, e iba haciendo su máscara que pasó por la Dama de Shangai, El tercer hombre y otras películas que dirigió o en las que actuó. La música griega de El tercer hombre se escucha en las calles de la Viena de la post guerra en la que la corrupción y el contrabando son el dato cotidiano. Welles aparece y desaparece en la sombra callejera de la ciudad en ruinas. 6.- Orson Welles es el director de una versión de la pasión y muerte de Jesucristo en la película cor ta de Pasolini titulada La riccotta. Mientras dirige pronuncia su discurso contra la mediocridad bur guesa, el sistema capitalista y la voracidad empre sarial. Muere en la cruz Stracci, el personaje de Pa solini que representa al hambre subproletaria
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jornadasem@jornada.com.mx
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Portada: La flecha encendida Gian Lorenzo Bernini, Éxtasis de Santa Teresa (detalle), 1647-1652, Capilla Cornaro, Roma
Directora General: Carmen Lira Saade, Director: Hugo gutiérrez Vega, Jefe de Redacción: LuiS toVar, Edición: FranCiSCo torreS C órdoVa , a Leyda a guirre r odríguez y r iCardo y áñez , Coordinador de arte y diseño: F ranCiSCo g arCía n oriega , Diseño de portada y dossier: marga Peña, Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a LeJandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/ SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
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La
boca
LA GRIETA HORIZONTAL ARRIBA , LA GRIETA VERTICAL ABAJO.
El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Gabriel García Márquez, Cien años de soledad
Aleyda Aguirre Rodríguez
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a boca, esa abertura horizontal que llevamos los humanos en el rostro, símbolo rosado generador lo mismo del habla que del beso; monstruo tragador, o expulsor de vómito. Bucca, bocado, “concavidad hinchada”; hallazgo de Cortázar: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.” Hoyo mamífero de Freud (primera infancia de Sigmund), “órgano de contacto con el mundo”, de experimentación del yo; formador de recuerdos indelebles para la “personalidad futura”. Año y medio infantil de chupar y mamar para conocer el mundo que luego se eternizará en el placer de algunos; un cardumen belliano de peces en la boca. Cavidad bucal: labios, mejillas, paladar, dientes, saliva, y más allá la faringe y el tubo digestivo. Boca agua, comida, amor, sexo de Gioconda “como gata boca arriba”, boca palabra. Tierra que todo lo devora, pasaje al reino del inconsciente y lo desconocido... Orificio de Marcel Marceau... De Chaplin: mudo, son riente, enojado ¿fruncido? Bip frágil, “aventura del silencio”. “Labios de tristeza” de Sabines. Perforación de risa humana, de primate, de perro, de caballo y rata. Boca abierta lista para los sonidos hace más de 40 mil años; distinción entre humano y animal... Nombrar las cosas, crearlas, recibir con gusto el otro rayo adánico, después del castigo original, y ahora sí: usar la boca y no la intuición o los dedos para “llamar” y luego de tener ese “humo” bucal, verba volant, scripta manent (la palabra vuela, lo escrito permanece, de Caio Titus), fijar lo que de la grieta sale y así inmortalizarlo. La boca poblada de bocas: “pájaro lleno de pájaros” de Miguel Hernández. La boca arriba, la vagina abajo, punto de cruz expedito para expulsar la vida o el verbo. El mundo domesticado por la creación y la palabra. Benedetti pregunta: “¿Dónde empieza tu boca?/ ¿en el beso?/ ¿en el insulto?/ ¿en el mordisco?/ ¿en el grito?/ ¿en el bostezo?/ ¿en la sonrisa?/ ¿en la amenaza?/ ¿en el gemido?/ Que te quede bien claro, donde acaba tu boca, ahí empieza la mía.”
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Vilma Fuentes
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Unagotadeeternidad O EL ESTREMECIMIENTO DE LO EFÍMERO.
Si como afirma el griego en el Cratilo El nombre es arquetipo de la cosa En las letras de “rosa” está la rosa Y todo el Nilo en la palabra Nilo.
Cuando la palabra no contiene la cosa, el pensamiento vaga, extraviado entre fantasmas, en un “páramo de espejos”, de la “inteligencia, soledad en llamas,/ que todo lo concibe sin crearlo”, nos señala Gorostiza en el altísimo vuelo que emprende en “Muerte sin fin”. La única salida, entonces, salvación del naufragio de la palabra, es la poesía. Sólo en ella, a través de ella, el hombre encuentra, de nuevo, sentido a las palabras. Elle est retrouvée. Quoi? L’éternité. C’est la mer allée Avec le soleil. (Se reencontró/ ¿Qué? La eternidad./ Es el mar ido/ con el sol.)
Arthur Rimbaud rencuentra y recupera la eternidad, dándole sentido a esta palabra al representarla y otorgarle una realidad visible a la mirada, operando el milagro de la aparición: “Hágase la luz y la luz se hizo”, poder creador
de la palabra. El poeta nos abre los ojos y nos sitúa frente a frente con la eternidad, haciéndola, de súbito, palpable y casi al alcance, como lo canta San Juan de la Cruz: Por una extraña manera mil vuelos pasé de un vuelo, porque esperanza de cielo tanto alcanza cuanto espera; esperé sólo este lance, y en esperar no fui falto, pues fui tan alto, tan alto, que le di a la caza alcance.
Más de quince años después, sin que mi edad pudiera alcanzar nunca la de Salvador, tuve la suerte de platicar con Jorge Luis Borges durante los días y noches de una inolvidable semana en la ciudad de Biarritz. Por esa mag-
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La única salida, entonces, salvación del naufragio de la palabra, es la poesía. Sólo en ella, a través de ella, el hombre encuentra, de nuevo, sentido a las palabras.
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ebo haber tenido veinte años cuando, en un acceso de insolencia, creí que era una ventaja ser más joven. Ante la apabullante disección que Salvador Elizondo hacía, deleitándose de mis ridículos, le dije que, de todos modos, yo era más joven y de seguro seguiría viva cuando él ya estuviese bajo tierra. La respuesta, sangrienta, no se hizo esperar. –¿Qué edad tienes? –Diecinueve años –respondí con la petulancia de mi edad. Salvador, siempre de pie, dio algunos pasos en su departamento formando círculos alrededor mío, encarcelándome. Rodeada, sin escapatoria, iba a ser cazada como una mariposa cualquiera. Con su voz nasal, sin siquiera aparentar ironía, con la sensatez de quien se cansa de enunciar evidencias, mirándome compasivo: –Dieciséis años más que tú para siempre. Nunca podrás alcanzarme. Siempre tendré dieciséis años más que tú por toda la eternidad. Me dejó perpleja. Salvador tenía razón. Pero yo no sabía cuál era esa razón. La idea de la eternidad perturbó mis sentidos y mi mente. Hasta entonces, era un concepto abstracto, irreal, descarnado, una especie de no man’s land a donde se llegaba después de la muerte, negación a la vez de lo efímero y de la eternidad misma. La eternidad comparte con la muerte, la propia, el extraño destino de palabras cuyo concepto es inconcebible. O, en todo caso, inimaginable. La palabra corresponde a la cosa, o debería corresponder. Michel Foucault permite asomarnos a los lazos misteriosos que forman esa realidad que une la cosa y su nombre. Lector de Jorge Luis Borges, sin duda leyó los versos que dicen:
nífica ironía divina que le dio “a la vez los libros y la noche”, Borges era el invitado de honor a ese primer festival de cine latinoamericano en esa ciudad. Los responsables me pidieron recibir al escritor: no podía imaginar mejor regalo. Lo recibí al pie del avión cuyas hélices no terminaban de girar. Sin hacer caso del estruendo de motores, cuando dije a Borges que era mexicana, me recitó algunos versos de López Velarde y de Juan de Dios Peza. Borges ya era entonces un hombre sin edad, como si hubiese entrado en ese tiempo sin tiempo que debe ser lo eterno. Me pidió que me vistiera de amarillo, era el único color que sus ojos casi ciegos aún distinguían. Me apresuré a comprarme un vestido y un saco amarillos. Nunca antes me había atrevido a ponerme ropa de ese color: “Quien de amarillo se viste, a su hermosura se atiene o de sinvergüenza se pasa.” No era difícil platicar con Borges: bastaba dejarse llevar por la mano, o por las alas, en un vuelo cada vez más alto, sus respuestas elevaban cualquier pregunta por necia y terrenal que pudiera ser. Su humor, su ironía, salpicaban su plática, sin traza alguna de solemnidad, lejos de la pedagogía que se toma en serio. El ejercicio del pensamiento era un juego. Y una broma a la inteligencia. Cuando se me ocurrió preguntarle qué pensaba de En busca del tiempo perdido, me respondió con seriedad fingida: “No me gustan las novelas de espionaje.” Una de esas noches, entre el ruido de las olas del mar al estrellarse contra las rocas, acallado por la música de la orquesta en los suntuosos salones del Hôtel du Palais, construido por Napoleón iii como palacio veraniego para su mujer, Eugenia de Montijo, se hizo un momento de silencio entre Borges y yo. Me hablaba de su madre, de la traducción que él le atribuía de Palmeras salvajes, como atribuía a Spinoza su poema del Gólem. Sin que yo le preguntara, me dijo: “Son ya demasiado años. No quiero llegar al siglo. Sólo deseo morir, pero morir de verdad, no otra vida. La eternidad me estremece de horror.” Sin duda, Borges sabía de qué hablaba al tratar escapar a un futuro sin confines, muerte sin fin, la temible eternidad. En la profunda reflexión filosófica sobre el tiempo que es En busca del tiempo perdido, Marcel Proust, en la parte final titulada “El tiempo recobrado”, describe a sus personajes gigantescos, acrecentados por los años de vida que se acumulan, volviéndolos monstruosos por la magia misma del tiempo, los cuales no son vistos por un microscopio, señala adelantándose a la crítica, sino con un telescopio. Borges sabía bien que la eternidad es monstruosa. Una idea aterrorizante. Con esa magnífica grandilocuencia, sólo perdonable en él, Victor Hugo provoca el escalofrío del lector cuando escribe: “Soñaba en la eternidad futura, extraño misterio; en la eternidad pasada, misterio aún más extraño.” Y sí, Salvador, exististe durante dieciséis años antes de que yo existiera, y entraste antes en la eternidad
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HeinrichBöll
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y Hans el payaso:
conciencia de una sociedad vacía Alejandro Anaya Rosas
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treinta años de la muerte de Heinrich Böll, uno de los escritores de lengua alemana más celebrados, cabría hacer una atenta relectura de su obra, pues si bien es cierto que las historias que Böll nos narra son un cuadro de la Alemania de postguerra, de igual modo la facilidad con que sus personajes pueden representar una sociedad del siglo xxi es algo que obedece a un atributo que las literaturas más sólidas poseen: la vigencia del texto, lo atemporal. En una de las obras más significativas de este autor, la novela Opiniones de un payaso, se patentiza el malestar que emana del entorno social de la segunda mitad del siglo pasado y que ciñe al escritor de Colonia. Para llevar esto a un terreno donde la sospecha del lector no sea un impedimento ante la verosimilitud del texto, Böll se vale de un arquetipo, no como comúnmente se puede pensar en ello, sino como la necesidad de un hombre sensible ante la verdad y la justicia; como el héroe campbelliano que se aparta de la comunidad, intenta una reconciliación con el padre, busca la unión mística con la diosa amada y regresa con los suyos para compartir los frutos ganados en esa batalla intrínseca. Pero no se puede pasar por alto que el héroe es un clown. En la novela, Böll hace que la figura protagonista del payaso Hans se desenvuelva en un ambiente sombrío. Si se piensa que el clown, hasta cierto punto, alegoriza la máscara que pretende ocultar los defectos humanos, o por lo menos suavizarlos, entonces en Hans esto se lleva a cabo de forma casi perfecta porque, según él, su vida está pletórica de fracasos. La máscara es, pues, un artificio, una mentira y, como tal, los católicos, antagónicos de Hans y sumisos ante los preceptos del Decálogo, no creen verse reflejados en ella ni en los funambulismos que el joven artista –es factible nombrar así a este entrañable payaso– realiza para sobrevivir, menos en su modo de pensar: tienen la piedra en la mano y la lanzarán tan pronto crean ver a un pecador, y para ellos Hans es un rufián transgresor. El maquillaje simbólico del payaso no sólo representa una línea divisoria vastísima entre él y los católicos, quienes le ponen trabas a su felicidad, sino que es contundente al grado de impedir que las opiniones de Hans lleguen de forma directa a quienes deben atenderlas, incluyendo sus familiares. La idea del payaso como un “otro” grotesco, irónico, alegre y desenfadado, la desmitifica Böll en un sutil juego de espejos. Quien se observa en el azogue que Hans simboliza no es refrangible a la mirada propia, sino a la del deplorable payaso, pesimista, fracasado y oscuro. Los personajes que lo enfrentan reciben de golpe el exabrupto; les agravia el maquillaje, pero no poseen la audacia suficiente para ver quién está detrás de esa careta y por ello deciden no volver a buscar el reflejo. Sin embargo, Hans no los observa –los llama por teléfono–, los imagina, los visualiza uno por uno en un ejercicio de digresiones –ejercicio escritural por parte de Böll–, que hacen del payaso el centro de un sistema y, de cada uno de los católicos o personajes a los que éste recurre para pedir ayuda, los satélites de ese mismo sistema. Hans alegoriza, de dicha forma la conciencia de una comunidad consagrada al va-
EL OTRO, NUESTRO DOBLE, ESE ESPEJO ELUDIDO.
cío de la imagen, una conciencia que no se puede ver desmaquillada porque dolería de tanta verdad. En este sentido, enfrentar al personaje principal de Opiniones de un payaso implicaría buscar un razonamiento escondido en el dédalo de la memoria, como una idea que acecha desde el topus uranus –o sea, desde el cielo de las ideas–, porque sólo con su ayuda la sociedad podrá alcanzar cierta dosis de conocimiento sobre sí misma. Pero, como ya se ha mencionado, si el payaso es el otro, el reflejo de uno mismo, entonces representa de igual manera una escisión en el carácter de la sociedad, una otredad susceptible de ser nombrada “el doble”. Hans se convierte así en sucesor de una investidura que se reivindica con fuerza en el período del romanticismo alemán: el doppelgänger. Pero así como sucede con los cuadros de Escher o con los espejos cóncavos, el autor de Billar a las nueve y media altera también la acostumbrada y lóbrega imagen del doble, porque el lado oscuro del “yo”, es decir el doppelgänger, bien podría no ser representado por la decadencia del payaso ni mucho menos por la desmoralización que aparenta cargar, sino por la moralina que profesan los católicos, por la tendencia a las banalidades, al hedonismo perverso. Se podría decir, entonces, que el malogrado artista es la verdad de la sociedad que retrata Böll, o sea su propio descalabro, la resaca de una desmesurada embriaguez de poder, la pierna coja que amilana cualquier intento de avance firme hacia la tolerancia, mientras que sus conocidos y familiares encarnan la crueldad y la ceguera con que el doble siniestro se acicala casi siempre en las literaturas: he ahí el juego de espejos. El artista Hans no pretende ceder ante la presión de una comunidad cada vez más deteriorada, que le pide abocarse a unas reglas por demás absurdas, además de que éstas, evidentemente, lo dañan. No hace falta un tenaz ejercicio reflexivo para advertir que todos estos disparates de la sociedad persisten hasta hoy, y por eso evocar la obra de Heinrich Böll se vuelve necesario. Sin embargo, si en estas líneas se ha tratado de homologar al payaso Hans con el arquetipo del héroe, es forzoso, además, acentuar su inconformismo, pues gracias a éste decide salir de la posición que lo mantenía en sigilo y hacerse visible. Entonces, su voz ya no se escucha a través del auricular como un susurro de la conciencia, sino que se vuelve canción y resuena en los oídos de los transeúntes –sale a la calle renqueando, maquillado y con guitarra en mano–, y la sociedad que camina sobre los escombros de una guerra o, en nuestro caso, sobre fosas comunes donde aparecen a diario las cenizas y los huesos de nuestros muertos, tendrá que escucharla, se verá obligada a escuchar el canto triste del payaso. Y también a verlo porque, aunque lastime, su maquillaje es el reflejo chocante de la actual falsedad y el acobardamiento. Cabe insistir en que no todo está perdido: si esa misma sociedad es capaz de mirar a Hans, es decir a la persona que está detrás del artista, podrá asir un trozo de humanidad y agradecer a Böll por decirnos la verdad a través de un hombre que se pinta el rostro
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Lsalade la tierra José María Espinasa
DOCUMENTAL DE WIM WENDERS. HOMENAJE A SEBASTIÃO SALGADO.
Sebastião Salgado en un momento del documental, La sal de la tierra
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o que pone en juego Wim Wenders en su homenaje al gran fotógrafo brasileño Sebastião Salgado, es la ya mítica pregunta de Hölderlin, reformulada por Adorno, después del Holocausto: ¿para qué poetas en tiempos de miseria? El autor de Paris, Texas, el único gran autor de ese momento dorado que fue el cine alemán en los setenta y ochenta que sigue presente en la segunda década del nuevo milenio, responde con su actitud. Hace ya varios años que el cineasta alemán ha desarrollado su obra en la línea de lo que llamaremos, con un título de Cioran, ejercicios de admiración (a Nicholas Ray, Pina Bausch, Yasujiro Ozu, a Antonioni), y nos ha mostrado cómo esa admiración es parte también de su propia obra. La a ratos irresistible fuerza de las fotografías de las hambrunas en África, de las guerras tribales o la explotación de los trabajadores en cualquier lugar del mundo no se transforma en denuncia sino en revelación de eso que nos hace hombres después de negar lo humano. No podemos aceptar tanta belleza en la violencia, en la injusticia, en el crimen. No, no podemos. Y, sin embargo, es esa belleza lo que vuelve a la justicia inaceptable. No es un arte de denuncia el de Salgado, es un arte de restitución de lo humano. Y Wenders sabe que no necesita otra cosa que narrarlo, describirlo. Por eso La sal de la tierra elige ser un documental casi didáctico, transformado por la sintonía que Wenders y el hijo de Salgado, Juliano Ribeiro Salgado, dejan fluir en las imágenes. No es necesario repetir los elogios que el manejo visual de Wenders tiene en su uso del blanco y negro y en su respeto por la voz de su homenajeado. La relación entre el cine y la fotografía ha sido muy estudiada, pero está lejos de dilucidarse; su cercanía es evidente, sus diferencias también. Cuando Roland Barthes habló del tercer sentido en el cine, en realidad hablaba de la fotografía al interior de la narrativa fílmica, de esa condición icónica al interior de su duración, dialéctica irreconciliable del tiempo y el instante. Por su lado, Wenders ha desarrollado en forma paralela a su cine un trabajo como fotógrafo nada desdeñable (muy distinto al de Salgado) y que justamente se cuestiona esa condición del instante como negación de la duración. Las fotografías de Salgado son altares ante los cuales la humanidad debe pedir perdón por su crueldad en el siglo de la técnica, el xx , crueldad que está muy lejos de desaparecer y que más bien parece sofisticarse. En un determinado momento, Salgado señala que ha salido enfermo del alma de su estadía en el Congo, que ya no puede fotografiar nada. Eso el espectador lo ha
pensado desde las primeras imágenes, desde las icónicas minas de oro a cielo abierto. Al brasileño la fotografía lo lleva a comprender esa economía que estudia de joven y que no parece “sentir” la realidad, mientras que a través de la cámara, si no la comprende (porque es incomprensible, porque no hay que comprenderla) al menos la siente y ese es un principio de transformación, de revelación. Pero ¿cómo vivir después de ver eso, de fotografiar eso? Y la cura puede ser vista, según la película, como esa inmersión en –admitan que la califique de esa manera– la santidad que lo lleva crear Terra, a plantearse junto a su esposa, cómplice y factor esencial en todos su trabajos, el plantar un millón de árboles. Sin duda, ese proyecto, que le permite volver a tomar la cámara, ahora para mirar la naturaleza, tiene las virtudes de la epifanía optimista. Pero ¿lo es? Se ha dicho muchas veces que la santidad linda con la estupidez. Sin embargo, sabemos diferenciarlas. En las fotografías de Salgado se revela la condición sagrada y por eso más allá de su belleza son irresistibles en su violencia. El tratamiento de la luz y sus contrastes tiene algo de medieval; se busca sustraer ese “tercer sentido” a lo transitorio y fugaz. Esa liberación que el espectador sien-
te en la secuencia final de la película en la que se narra el éxito del proyecto Terra no puede sin embargo trivializar lo visto antes. Insisto, no lo redime, no lo perdona, no al menos a nosotros. Y es que por más pictórico que sea el tratamiento de una fotografía, no puede ni debe ocultar su contenido de realidad. Como se dijo al principio de esta nota, Wenders nos da una lección con su actitud ante el mundo. Si hay algo muy distinto de juzgar es la capacidad de admirar. Y eso es lo que le permite superar el didactismo. No nos habla de las virtudes de Salgado, sino de su sorpresa ante la manera de mirar, de su “espanto”. Quien asiste a la película no aprende a fotografiar sino a mirar el mundo. Antes hablamos del aura de lo real que invade toda fotografía, incluso toda fotografía mediocre. ¿Es Salgado un artista que podamos comparar con Goya? Desde luego que el epígrafe goyesco –la razón produce monstruos–puede ser el emblema de estas fotografías, pero es que esa razón no es razonable, no es siquiera razón, por eso produce la pesadilla de la modernidad. Por eso no hay que confundir la manera de mirar de Salgado con un esteticismo. Quien nos dice ven y mira en realidad tiene un imperativo ético. Ese imperativo debe aceptar la redención cuando ésta ocurre, por más que lo recorran dudas de que se trata de una estrategia del poder. Vuelvo a la condición medieval de esta fotografía: los hombres consumidos por el hambre son en ella más hombres que nosotros, quiero decir, más humanos. Pues nos acusan, claro, nos lo echan en cara (expresión que calza como anillo al dedo a sus retratos). Para entender lo que contiene la palabra miseria en el poema antes citado de Hölderlin (más allá de los que dicen que esa palabra es una mala traducción) hay que mirar estas fotografías y aceptar nuestra miseria. Eso es también lo que hace Salgado en sus fotografías, al sumar a la condición icónica de sus imágenes, condición que implica la individualización de cada imagen, la secuencia fotográfica compuesta por sus libros. No importaría si Wenders al titular así su película pensó en La sal de la tierra de Herbert J . Biberman; el nexo entre ellas es no sólo inevitable sino evidente para un espectador mexicano, sobre todo en el contexto actual, cuando el cine documental toma un lugar que durante años le ha sido negado, no sólo como espacio de aprendizaje y experimentación, sino como modo ideal de pensar en imágenes, de cumplir esa aparente contradicción: pensar visualmente
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entrevista con Javier Sicilia Renzo DÁlessandro LOS MUERTOS, LOS DESAPARECIDOS Y LAS VÍCTIMAS SON UNA PRESENCIA QUE ACUSA AL SISTEMA
Javier Sicilia es un actor indiscutible del cambio social en México. Líder y fundador del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, después del asesinato de siete jóvenes, entre ellos su hijo Juan, llegó en 2012 a Washington, eu, junto con la caravana de víctimas binacionales causada por la guerra contra el narco del expresidente Felipe
y explotar. Entonces, si no nos recomponemos desde una hondura espiritual para volver a mirarnos en esa profundidad y volver a mirar el mundo, pues se va a destruir la vida misma. Esta hidra es la expresión del mal. –¿Qué papel juegan nuestros muertos y desaparecidos en esa revitalización espiritual? –Pues ellos son un gran clamor. El clamor de los muertos es: “No deberíamos estar muertos.” Si siguen en esta línea y siguen permitiendo que los capitales –tanto legales como ilegales– sigan depredando al mundo va a haber más muertos. No va a haber justicia para nosotros. Los muertos, los desaparecidos y las víctimas son una presencia que acusa a este sistema y acusa al Estado como el vehículo de este sistema de muerte. –¿Cómo deberían articularse los movimientos que demandan romper el pacto electoral con el Estado? –Ese es el clamor. Vivimos una crisis civilizatoria. Un parteaguas histórico. Sucede a lo largo de la historia y esta es una de esas crisis. Quiere decir que el Estado, tal y como lo concebimos desde el siglo xVii para acá, la Revolución francesa y las diferentes revoluciones e in-
una alianza clave para fortalecer a estos movimientos? –La Iglesia es fundamental. Si la Iglesia volviera a su espíritu evangélico, como lo han demostrado las figuras más públicas, como el padre Solalinde, Raúl Vera o como fray Thomas –quien también está en la línea de trabajar con migrantes y le van a dar el Premio Sergio Méndez Arceo– y se convocará a una verdadera movilización hacia una política inspirada en el Evangelio, es decir en el bien común y la encarnación, esto podría ser una transformación fundamental. La Iglesia es la única institución que está en cualquier lugar. Más allá, en lo lejano, siempre hay una parroquia. Entonces nos hace falta esa voz que pudiera ser una diferencia fundamental. Creo que la jerarquía no ha entendido su responsabilidad evangélica y se ha puesto a defender una ideología que no es precisamente la evangélica. –Estamos ante una ideología que promueve la remilitarización, según Carlos Facio, la inversión en armas de este sexenio no tiene precedentes en ninguno de los anteriores, incluso tú has subrayado el cambio de un Estado garante de la seguridad a un agente policíaco, ¿qué papel juega esta nueva estra-
Calderón. Su propuesta por un cambio en la política de seguridad, en contra del uso del ejército en tareas de seguridad pública y por una mayor visibilidad de las víctimas, dio origen a la Ley general de atención y protección de víctimas. Sicilia continúa en su lucha y denuncia la violación de los derechos humanos y colectivos ante el despojo territorial y sistemático de los recursos naturales de pueblos autóctonos, impuesto en el Proyecto Integral Morelos, un megaproyecto de infraestructura para transportar agua y gas a largas distancias que ya afecta a cientos de pueblos campesinos e indígenas sin derecho a la consulta. Sicilia nos presenta un panorama de la complejidad humana y social en la que nos tiene sumergido el capitalismo voraz. Devela que la forma de control del Estado actual es una nueva forma de totalitarismo que necesita ser repensada desde otras categorías y paradigmas para comprenderla, pero sobre todo señala que esta forma nueva de pensamiento está emergiendo desde abajo.
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Foto: Marco Peláez/ La Jornada
Contra el Estado totalitario, desde abajo
onsideras que la tormenta actual es externa o interna? –Es interna y es externa. Hay una crisis global de un orden criminal en el sentido criminal de la palabra, coco mo también criminal en el sentido de la lógica depredadora del capitalismo global. Pero la tormenta también tiene sus elementos a nivel interno. Viene del exterior pero encuentra tierra fértil para poder generarse con mayor fuerza internamente en los países y en las localidades.
–¿Será tan interna como para llegar al espíritu? ¿Piensas que tendríamos que revitalizar nuestra fe para combatir a lo que los zapatistas llaman “la hidra del capitalismo”? –Sí, absolutamente. Si hay algo que tiene esta tormenta, esta “hidra”, es un carácter absolutamente pragmático, materialista y absolutamente desacralizado. Para esta lógica depredadora, el mundo no es una imagen del cosmos, no es un universo sagrado que hay que cuidar, sino una resistencia que hay que vencer, utilizar
dependencias que hubo son parte de una crisis. Son construcciones históricas que nacen, crecen, se corrompen y terminan muriendo. Nosotros estamos asistiendo a la muerte de este sistema. Lo que nace de asambleas como la del Congreso de los Pueblos de Morelos y de otras movilizaciones es lo que viene, lo nuevo. Estamos en una franja ambigua porque lo que concebíamos como la estabilidad política y social dejó de funcionar como tal y se ha vuelto todo lo contrario. Se está desmoronando y tenemos que construir a partir de ahí un nuevo pacto social que no sabemos de qué orden es. Sabemos que empieza a balbucirse a través de este Congreso y de los movimientos sociales y propuestas que vienen de abajo. La democracia se está reconquistando en ese orden de cosas, porque el sentido de la democracia es el poder de la gente, el gobierno de la gente. Entonces sí: lo nuevo está emergiendo desde abajo. –Yo percibo una ausencia de actores, particularmente los eclesiales ¿consideras que la Iglesia es
tegia en el contexto de despojo actual que sufren los pueblos? –Es una estrategia muy grave y muy compleja. La militarización está coludida con las militarizaciones del crimen organizado. Ya no es el Estado nada más, sino que es el Estado que se mueve y está coludido y nos deja en el lodazal en el que estamos metidos, y donde las fuerzas armadas y las fuerzas delincuenciales están enfrentadas, pero también están en una mezcla que se retroalimenta una de la otra. Estamos asistiendo a una nueva forma de totalitarismo, a una nueva forma de control del Estado que es mucho más perversa que la de los antiguos totalitarismos, porque está en la lógica del mercado. El totalitarismo del mercado está disfrazado de libertades y es sostenido por una cosa que no es ideología y se llama economía. La economía es terriblemente perversa y absolutamente inmoral, pero se muestra como si fuera un rostro neutro. Entonces, estamos asistiendo a una nueva forma de totalitarismo que necesita ser pensada con otras categorías y otros paradigmas, ya que es parte de la crisis civilizatoria
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Santa Teresa
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la escritora y su amante LA PALABRA DEL AMOR EN PALABRAS DE TODOS LOS DÍAS
Esther Andradi
El Éxtasis de Santa Teresa de Bernini en la Rue de la Glacière Vitry, París
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o es fácil entenderse con Teresa de Ávila. Sin la curiosidad psicoanalítica o el privilegio del fervor religioso, no es una tentación entrar a esa prosa del siglo xvi que la ignorancia se empeña en corregir. Sin embargo, una vez superado el bloqueo del prejuicio, cuando la mirada se deja llevar por la obra de esta personalidad excepcional, ya no hay regreso, porque esta escritora nacida en Ávila hace quinientos años, elevada a la categoría de santa en 1622, es más contemporánea de lo que cabría esperarse. ¿Qué pueden tener de actualidad literaria las revelaciones de una monja que estaba convencida de tener encuentros amorosos con Dios, y que además los escribía? Fue Teresa quien, al testimoniar los encuentros con su amante en El libro de la vida, introdujo el yo subjetivo en la literatura, saltando a la modernidad en plena Edad Media. Poco después vendría Montaigne y más tarde Rousseau, pero primero la santa, la que no sabía latín, la que escribía porque se lo ordenaba su confesor, y la que “poquita cosa podía hacer” en comparación con los nobles y cultos hombres. Teresa tenía temple de guerrera. Nacida en 1515 en el seno de una familia de judíos conversos, en una España
donde el fundamentalismo religioso se imponía a sangre y fuego, a los siete años se escapó junto a su hermano para ir a evangelizar a los moros, pero no llegó muy lejos. Algún amigo de la familia descubrió muy pronto a los niños y los devolvió a casa. Teresa comprueba muy pronto que en el rol de las mujeres no había lugar para ser soldado de Jesús. Entonces será el amor en vez de la guerra. A los veinte volvió a huir de su casa y se fue al convento. Y aunque el lugar elegido no era de su gusto, por demasiado mundano y frívolo, allí se quedó veinte años hasta que contrajo una grave enfermedad, no se sabe cuál, y entonces se dedicó a lo suyo. Compró una casa con la ayuda de una amiga viuda y allí instaló el primer monasterio, el convento de San José, en Ávila, con una docena de monjas que vivían en la pobreza y practicaban la oración en clausura total. Es la primera de sus “moradas”, la que después iba a conformar la orden de las Carmelitas. “Y ansí determiné a hacer eso poquito que yo puedo y es en mí”, escribe Teresa. Comenzó así para Teresa la empresa de las Fundaciones; de la guerra entre “calzadas” y “descalzas”. Una empresa que duró quince años, entre epistolarios y conflictos, y concluyó con la separación de las dos órdenes y la funda-
ción de la orden de las Carmelitas descalzas. Andariega e inquieta, con problemas de salud constantes, Teresa funda diecisiete conventos, y al mismo tiempo escribe Las moradas del castillo interior, El camino de la perfección, y sobre todo El libro de la vida, que cayó en sospecha de la Inquisición, al igual que muchos de quienes la habían apoyado, entre ellos San Juan de la Cruz, aliado en su causa y confesor de uno de los conventos de la orden. Teresa muere en pleno viaje en medio de visitas organizativas a sus conventos, el 4 de octubre de 1582. Llama la atención la osadía de Teresa. Hablar de sí misma, hacerse sujeto, y en primera persona, no era natural ni sobreentendido. ¡Mucho menos siendo mujer! Antes de ella, sólo San Agustín había incursionado en la escritura en esa forma. El libro de la vida es su prosa autobiográfica, “llena de atrevimiento, de vitalidad, en agotadora lucha por expresar lo inédito, visiones bellísimas, documento sobre la vida cotidiana de la Castilla del siglo xVi , autorretrato de una personalidad arrolladora y, sobre todo, relato de una pasión, el amor arrebatado, tierno, enigmático y poderoso, entre Santa Teresa y Jesucristo”, según la aguda descripción de su editora, la escritora española Laura Freixas.
Diálogo con Carmelita
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n 1567 se encontraron en Medina del Campo, ciudad que preside una parte de la meseta castellana, San Juan de la Cruz y la reformadora del Carmelo, la madre Teresa de Jesús. Hablaron largamente y acordaron unirse en las tareas de reforma de la orden y en el fortalecimiento de los conventos de descalzas y descalzos. Era claro que la monja necesitaba al recién ordenado para que atendiera los aspectos de la reforma de los conventos de frailes. Desde ese momento los dos religiosos unieron sus esfuerzos. La monja llamaba cariñosamente “Senequita” a su pequeño colaborador. Afirma Luce López-Baralt que los dos religiosos vivieron de distinta manera la experiencia mística. Teresa de Jesús consideraba que el misticismo del fraile Juan de la Cruz era “demasiado refinado... todo lo espiritualiza”. Fray Juan le replicaba cordialmente: “Madre, cuando usted se confiesa, se excusa maravillosamente.” Pero la madre insistía: “Dios nos libre de aquellos que son tan espirituales que quieren convertirlo todo en una contemplación perfecta.”
Mientras Fray Juan había trascendido las manifestaciones corporales de la experiencia mística, la madre Teresa, dedicada en buena medida a sus labores reformadoras con toda su carga de peripecias administrativas, y siempre (salvo en los momentos de pura contemplación) tan cerca de las cosas sencillas del mundo y de la vida, en los momentos de exaltación mística reflejaba en sus sentidos la tremenda tensión espiritual que la embargaba. Por lo tanto, escuchaba voces, veía imágenes simbólicas, en ocasiones levitaba y se entregaba en cuerpo y alma en el momento de la transverberación. El Dios que andaba “entre las cazuelas” invadía todos los sentidos de la monja. Por eso Bernini, en su prodigiosa escultura, muestra a la Santa en brazos del Ángel y hace que su rostro refleje la tensión de un poderoso orgasmo. En 1976 fuimos a España con el grupo teatral de La Casa del Lago. Patrocinaban nuestro viaje y la gira por varias ciudades la Socialdemocracia Alemana, el todavía semiclandestino Partido Socialista Obrero Español, el agonizante Instituto de Cultura Hispánica que estaba a punto de convertirse en el Instituto de Cooperación Iberoamerica-
Hugo Gutiérrez Vega
na, y varios colegios mayores de universidades de Madrid y de otras ciudades, y el Pri de Porfirio Muñoz Ledo. La gira tenía el propósito de avanzar en el tema de la reanudación de relaciones entre México y España. La obra que llevábamos se titulaba Sabaoth, que consistía en un collage de fragmentos de obras de Gil Vicente, Calderón de la Barca, Quevedo, Santa Teresa de Jesús, Sor Juana Inés de la Cruz, Valle-Inclán, Villaurrutia y Gorostiza. Lo subtitulamos: La muerte en la literatura hispánica. La gira comprendió Madrid (actuamos en el pequeño teatro del Colegio Mayor de Guadalupe, dirigido en aquellos años por Emiliano Moreno), Segovia, Sevilla y Salamanca. La prensa se ocupó muy poco de nuestro sospechoso (por sus variados patrocinios) periplo por colegios mayores y auditorios escolares. Sin embargo, los jóvenes que estaban en los primeros asomos del llamado “destape”, mucho agradecieron nuestras intenciones innovadoras y un poco desnuditas. En Salamanca tuvimos una función en El Colegio de Santa Teresa, dirigido por unas amables Carmelitas. Poco
de Ávila:
“Vi a un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo en forma corporal...víale en las manos un dardo de oro, largo, y al fin de el hierro me parecía tener un poco de fuego. Éste me parecía meter por el corazón algunas veces, y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba abrasada en amor grande de Dios...” Que el psicoanálisis se regodee con estas confesiones no es extraño, pero además del eros que desborda el texto, lo extraordinario es que Teresa lo haya formulado de esa forma y en su tiempo: su dios tiene cuerpo y voz. En esa sensualidad, la narradora, la que testimonia, hará el camino de una mujer enamorada. Incertidumbre primero, temor al engaño después, paso a paso hasta la entrega total a esa voz y ese cuerpo divino que se le ofrenda a su vez, y luego su narración en primera persona, pero no como “Querido Diario”, sino con la búsqueda constante del desplazamiento de su propio yo para comunicarse con el amado, y ser una en él. No es poca cosa, si se piensa que ocurrió en el siglo xVi donde las mujeres, aunque fueran monjas y consagradas a dios, tenían derecho alguno y menos a la escritura. “Querría ya esta alma verse libre; el comer, la mata; el dormir, la congoja; ve que se le pasa el tiempo de la vida pasar en regalo, que parece vive contra natura, pues ya no querría vivir en mí sino en Vos...” Las conversaciones que Teresa entabla con su amante tienen la frescura de la espontaneidad. No corregía los textos; una prosa enmendada bien podría despertar sospechas... y además, entre ella y su amante no había lugar para secretos: “...rompa vuestra merced esto que he dicho, si le pareciere...y perdóneme, que he estado muy atrevida”. En el Éxtasis de Santa Teresa, obra cumbre del barroco, de Gian Lorenzo Bernini, una expresión de gozo sensual ilumina el rostro y atraviesa la actitud corporal de la monja. El escultor italiano tenía razón: Teresa la pasaba bien con sus éxtasis. Acaso gracias a ellos pudo sobrevivir y encontrar un refugio para reinventarse en un medio hostil para la creación y las mujeres, como los artistas, que se reconstituyen en cada obra, en cada producción. Aunque hoy no se hable de éxtasis sino de obsesiones y pasiones. Lo mismo da
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Santa Teresa
y la religiosidad erótica Mario Roberto Morales
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ace quinientos años, el 28 de marzo de 1515, nació Teresa de Cepeda y Ahumada, quien ha pasado a la historia de la literatura y de la Iglesia como Santa Teresa de Jesús o Teresa de Ávila, fundadora de la orden de las Carmelitas descalzas y autora de los mejores textos erótico-religiosos del Renacimiento español. Se dice que el siguiente pasaje del capítulo 29 de su El libro de la vida, inspiró al escultor Lorenzo Bernini para realizar su conocida pieza El éxtasis de Santa Teresa, que se encuentra en la iglesia de Santa María de la Victoria, en Roma: Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento.
Podemos –gracias a Freud– interpretar una metáfora como “dardo de oro largo” de hierro y con fuego, como un evidente símbolo fálico. Y la acción de que ese dardo le fuera metido a la autora “por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas”, una clara alusión al acto sexual sublimado en amor espiritual. Asimismo, la mención del abrasamiento por amor y de un dolor espiritual muy grande después de esta experiencia, expresa el éxtasis sensual de la desfloración como resultado de la entrega y el abandono, aunque la autora proyecte todo al plano del alma que se funde con su creador. Aquí, el éxtasis religioso como experiencia orgásmica no sólo valida espiritualmente la sexualidad humana, sino ratifica que el motor de la revelación mística es el deseo de fundirse con el Otro como resultado del impulso de la libido. No en balde una célebre edición de El erotismo, de Georges Bataille, lleva en la portada un detalle del citado berniniano El éxtasis de Santa Teresa. He aquí otra prueba de que nuestra santa predilecta fue una mujer con sus hormonas bien puestas: Cuando el dulce Cazador me tiró y dejó herida, en los brazos del amor mi alma quedó rendida; y, cobrando nueva vida, de tal manera he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado.
Hirióme con una flecha enherbolada de amor, y mi alma quedó hecha una con su Criador. Ya yo no quiero otro amor, pues a mi Dios me he entregado, y mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado.
La fusión de las almas es aquí una sublimación del deseo de la fusión de los cuerpos, pues el epíteto de Cazador con que la autora alude a Cristo le otorga a éste una inequívoca masculinidad poseedora, y la alusión a la herida que Él le causa con la flecha expresa de nuevo la desfloración, ya que la flecha es otro símbolo fálico y el alma una metáfora del genital femenino. Por último, la entrega como preámbulo de la fusión de dos seres en uno confirma a la pulsión libidinal como causa del deseo religioso de negarse a sí mismo para llegar a ser en el Otro. Si aceptamos este análisis, Teresa de Ávila personifica una liberadora y vitalista manera de entender y practicar la religiosidad
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LAS FUNDACIONES, NO MENOS IMPORTANTES QUE EL CASTILLO INTERIOR EN LAS REGIONES DE LA PASIÓN DIVINA, LA REALIZACIÓN ESPIRITUAL QUE NO EVADE EL CUERPO Gian Lorenzo Bernini, Éxtasis de Santa Teresa (detalle), 1647-1652, Capilla Cornaro, Roma
antes de levantar el telón, nos preocupamos mucho por su posible reacción de disgusto ante una de las escenas de la obra, aquella en la que Santa Teresa (interpretada por Helena Guardia, actriz de gran sensibilidad) decía su “vivo sin vivir en mí”, en el silencio de su celda. Las ideas de los directores se basaban en la escultura de Bernini, el Éxtasis de Santa Teresa y en la conjunción de la experiencia mística con la orgásmica. Esa circunstancia despertó nuestro temor de ofender a las simpáticas monjas. Al terminar la obra nos ofrecieron una merienda de chocolate y picatostes. Me acerqué a la directora y la encontré muy contenta y dicharachera. Al intentar disculparme por nuestras audacias escénicas, la Carmelita me paró en seco con un: “Nada, hijo, que en esos momentos nuestra santa madre debe haber sentido algo parecido a un orgasmo.” Nada pude decir, pero esa noche pensé que la transición peninsular era ya un hecho, curiosamente presidido por la voz de los místicos, el espíritu de la democracia, el instinto de placer de Freud y la función del orgasmo de Reich
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LEER Música para difuntos, Gabriel Trujillo Muñoz, Lectorum, México, 2014.
24 de mayo de 2015 • Número 1055 • Jornada Semanal
Detritos, Gabriel Bernal Granados, errr Books, México, 2015.
EL SERIAL KILLER COMO ESCAPE
PARTÍCULAS DE PROSA
RICARDO GUZMÁN WOLFFER
LOBSANG CASTAÑEDA
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on la última entrega de su trilogía fronteriza, el prolífico autor de Mexicali añade una serie más a las muchas que ya lo consolidan como una de las figuras de la literatura nacional (ni se diga la norteña fronteriza): su serie de fantasía Orescu, publicada en Times, nada le pide al hoy de moda Juego de tronos. Su bien establecido abogado Morgado sigue caminando entre muertos y mucha historia. Cuando en México ni se hablaba a nivel oficial de los derechos humanos, Trujillo ya tenía varias novelas cortas de este abogado defensor de tales derechos. En Música para difuntos estamos ante un peculiar asesino en serie que, además de torturar y descuartizar a sus víctimas, envía partes del cuerpo con mensajes musicales de canciones relacionadas con Mexicali. La comprobada eficacia narrativa de Trujillo solventa el reto de mezclar este subgénero del asesino serial con la difusión de la historia de la ciudad fronteriza tanto en lo social como lo musical. Pareciera que el personaje central es la ciudad: terminamos por querer conocer Mexicali, a ver si la mitad de lo escrito es verdad. Pero eso sólo es parte de la contundencia narrativa, pues gracias a los pocos personajes a desarrollar nos enteramos de los abusos de políticos, sindicatos y empresarios. Como en cualquier lugar de México, hay interacciones sociales donde se da por hecho que unos tendrán trato distinto a otros. Pero Trujillo nos da una esperanza, al menos literaria: allá las cosas son distintas por dos aspectos: la música y la fiesta nocturna hermanan a los ciudadanos, sin importar condición social, y alguien con determinación es capaz de hacer la diferencia. La hermosa Mónica, apoyada por los familiares policías, tuvo los tamaños para cobrarse a lo chino la violación del junior y hacerlo su esposo a punta de golpes, con lo cual logra entrar a la alta sociedad local y a partir de ahí se vuelve una mujer independiente. Es literatura, pero no deja de ser un sueño social. Lo mismo sucede con la figura del asesino serial: es un loco que aterroriza a la ciudad entera, forzando a los políticos a dar el toque de queda, pero saca de la sociedad las ganas de no vivir en el miedo y de habitar la calle como ha hecho por generaciones. El inesperado final mostrará que la sociedad está hasta la madre de ese miedo y que está dispuesta a cobrarse como pueda. Trujillo convence no sólo por su tino narrativo y su facilidad para entretener; también lo hace por sus lecciones de historia que evidencian la valía de cada región de nuestro país (no hace falta vivir el centralismo para justipreciar lo local y, en materia musical, ciertamente cada rincón del país tiene glorias universales), así como por lograr encarnar los sueños sociales que buscan la paz y la posibilidad de participar equitativamente en una guerra que nos ha marginado para mirar con tristeza cómo la vida nacional parece disminuirse entre muertos y políticos tan ajenos a la población •
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abriel Bernal Granados es un escritor atento a las formas. A lo largo de su ya extensa obra ha cultivado, además de la poesía, una serie de procedimientos en prosa poco recurrentes en nuestras letras: el ensayo, el aforismo, la reflexión filosófica, la nota autobiográfica, la crónica y el apunte. En varios de sus libros confluyen dichos recursos dando paso a una escritura mestiza, difícil de clasificar, quizás porque su batalla contra la página en blanco se encuentra siempre en otro lado, más allá de lo físico, lo obvio o lo evidente. En un ensayo dedicado a Salvador Elizondo, una de las flores de su jardín, Gabriel escribe con la lucidez que lo caracteriza: “Todo ejercicio en prosa, hasta donde la propia experiencia me lo dicta, parte del silencio para llegar a él. El silencio encuentra su expresión plástica en la página en blanco; en la página vacía se vuelve tangible, o visible, y es con ella, en el momento de la escritura, con quien se dialoga o se combate.” Así, pues, su prosa proviene del silencio y lucha en su contra para llegar a él; va de una de sus orillas a otra, descomponiéndodescomponiéndo lo, manipulándolo y armándolo de nuevo. Esta ruptura y posterior reconstrucción del silencio es similar a la descomposición de un sólido en partículas que volverán a ensamblarensamblar se de manera distinta e irreconocible. Se trata, propiamente hablando, del detrito. Como ensayista, Gabriel es capaz, como pocos, de mantener la tesitura de sus interpretaciones sin provocar tedio o aburrimiento. Sabe escribir bien, lo cual va siendo cada vez más raro en un gremio, el de los ensayistas, en donde el galimatías se ha convertido en moneda corriente. Da la impresión de que, antes de soltar palabras a diestra y siniestra, Gabriel medita cada frase, piensa, valora los elementos que le servirán y, finalmente, tras un desgastante esfuerzo, arroja cada signo con parsimonia hasta decir lo que quiere decir. Es un obsesivo. Al acercarse a sus ensayos uno puede advertir la influencia innegable de Guy Davenport, magnífico escritor, pintor y dibujante estadunidense que Gabriel ha traducido en numerosas aunque nunca suficientes ocasiones para beneplácito de muchos lectores. Si, como dice Borges, cada autor crea a sus precursores, que Gabriel haya creado —consciente o no de ello– a Davenport parecería, de entrada, excesivo, quizá soberbio, pero hasta ahora podemos decir que ha estado a la altura de las circunstancias. Como los de Davenport, los ensayos de Gabriel son pulcros, sugerentes, interdisciplinarios, pródigos en referencias eruditas, exigentes con el lector pero cálidos. Además del nervio, en ellos puede verse una indomable búsqueda del conocimiento. Como autor de aforismos, notas y apuntes, Gabriel es igualmente admirable pero distinto en la medida en que asume los vaivenes de la reflexión. En efecto, en su estado natural, el pensamiento fluctúa, parpadea y arroja continuamente intuiciones que no necesitan de un discurso sostenido para salir a la luz. Si en
los ensayos Gabriel es el gondolero, en los apuntes se deja llevar por la marea de los acontecimientos. En las partículas de prosa que acertadamente ha llamado “detritos” confluyen, pues, la perspicacia del ensayista y el estupor del escritor mundano que está al pendiente de su entorno. No se trata de un Gabriel menos lúcido sino de uno más sensible a lo circundante. El detrito es la escritura sin la dureza de la forma preestablecida o, mejor aún, la escritura contenida en la forma suave y proteica. Más que aforismos, los detritos son apuntes sueltos sobre acontecimientos de la vida interna y externa del escritor. En ellos cabe todo y de todas las maneras posibles. Pero lo más importante es que reflejan la esencia misma de la escritura. Esto lo sabían Paul Valéry, Albert Camus, Carlos Díaz Dufoo, Nicolás Gómez Dávila y, por supuesto, Elias Canetti. Aunque el ritmo del apunte tiene el encanto de lo libre, su secreto radica en no verlo como el antecedente de un texto ulterior, sino como la consecuencia de algo que ya se ha albergado en la inteligencia de quien lo ejecuta. El apunte no es la idea en ciernes o la nota al vuelo, sino la idea asimilada y la nota pulida por la mente activa. Aunque en los apuntes puede haber un orden –ya que nunca se está exento de caer en la tentación del diseño–, éste no es decisivo. Más que subrayados de un texto invisible, bocetos de algo que no se concluirá, discursos interrumpidos, respiraciones entrecortadas, lucubraciones de ocasión, pretextos para practicar la escritura en tiempos de abulia, impertinencias, ruidos, desechos o e s q u i r l a s , l o s a p u n t e s son, al m i s m o t i e m p o , m a rg i n a l i a y memorabilia. Parten de lo establecido y lo transforman en palabras. Detritos es, pues, una pequeña muestra del cuaderno de apuntes que seguramente Gabriel continuará llevando mientras siga siendo escritor. Los cuadernos de apuntes tienen siempre un inicio pero nunca un final. Son obras abiertas por naturaleza que se interrumpen sólo con la muerte, virtual o efectiva, de su autor. Por eso es siempre motivo de celebración que una parte de ellos salga a la luz. Aunque desvanezcan el ideal de la obra redonda procuran un conocimiento más profundo de quien escribe. Registro de lecturas y experiencias estéticas, anecdotario, catálogo de ideas sueltas sobre todo tipo de asuntos, diario, bitácora de sueños, descripciones de la realidad, carnet de conjeturas y suposiciones, introducción al ciclismo, crónica de costumbres, repositorio de cuentos y relatos, manual de operaciones mentales, este cuaderno de apuntes de Gabriel Bernal Granados es en todo caso el testimonio fehaciente de un escritor acostumbrado a pensar •
visita nuestro PDF interactivo en: http://www.jornada.unam.mx/
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LEER
Jornada Semanal • Número 1055 • 24 de mayo de 2015
Marfil, seda y oro. Una antología general, Manuel Gutiérrez Nájera, Claudia Canales (estudio preliminar y selección), José María Martínez y Gustavo Jiménez Aguirre (ensayos). Fondo de Cultura Económica/Fundación para las Letras Mexicanas/unam, México, 2014.
SOBRE LA NUEVA ANTOLOGÍA DE GUTIÉRREZ NÁJERA JOSÉ RICARDO CHAVES
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o podría quejarse Manuel Gutiérrez Nájera de su fortuna literaria, pues si en vida gozó de justo reconocimiento, ya muerto su nombradía ha seguido vigente, generación tras generación, como se hace evidente por las constantes antologías divulgativas y recopilaciones académicas de sus múltiples y dispersos escritos, tanto en prosa como en verso. El libro que hoy comento, la antología general titulada Marfil, seda y oro, aludiendo a la dedicatoria que le hiciera José Martí (“A Manuel Gutiérrez Nájera, marfil en el verso, en la prosa seda y en el alma oro”), es el último intento, y uno de los mejores, por llevar a nuevos lectores los textos multicromáticos, proteicos y escurridizos de uno de nuestros primeros modernistas, si no es que el primero, no sólo de México sino en general del mundo hispanoamericano, acompañado en aquel arranque literario por los cubanos José Martí y Julián del Casal, así como por el colombiano José Asunción Silva. Sé que esta afirmación es polémica, pues no faltará el riguroso taxonomista literario que diga que nuestro autor no es en verdad un modernista, sino apenas un precursor, no el Cristo de los versos azulíneos (esto se lo dejarán a Rubén Darío, o a Amado Nervo, a nivel mexicano), sino apenas un Juan el Bautista predicando, no en el desierto oriental, sino en el vertiginoso México porfirista de fines del siglo antepasado. Este carácter transicional de Gutiérrez Nájera entre un romanticismo cansado, que nunca voló muy alto, ni aquí ni en el resto del mundo hispánico, y un naciente modernismo que venía a proponer (y a imponer) nuevas reglas al juego literario en español, es algo que ha generado ya mucho debate y poco consenso. Señalo el hecho pero no le hago mucho caso ya que, después de todo, creo que romanticismo y modernismo son dos momentos de un mismo impulso renovador en la literatura, con sus diferencias, claro, pues así como el romanticismo tiende a ver hacia atrás y, como la mujer de Lot, a quedarse petrificado, al modernismo lo seduce más bien el futuro, lo que vendrá, y hacia allá canaliza sus energías. Y esto sin duda es lo que hizo Gutiérrez Nájera en su escritos: una apuesta al futuro, al movimiento, a la velocidad, aprovechando para ello las nuevas condiciones de comunicación que su época brindaba y que tenían su culminación en la prensa, que es donde desembocará el
vasto río de su literatura. De ahí la identificación casi total que hizo en la práctica entre prensa y literatura, aunque al mismo tiempo mantuviera una conciencia íntima de su diferencia, al afirmar en “Los literatos y los periodistas”, que “la prensa, en cierto modo, viene siendo algo que pudiera llamarse un salón de desahogo de la literatura (…) Me atrevería a afirmar que casi es incompatible la literatura con la prensa. Literato era Flaubert, que empleaba en la conquista de una frase el mismo tiempo que se emplea en la conquista de una mujer honrada. El periodista no conquista: busca las frases prostitutas que andan en la calle, y las recoge”. ¿No nos remiten estas frases prostitutas asediadas por Gutiérrez Nájera a la invectiva de Octavio Paz, muchas décadas después, en su poema “Las palabras”, cuando azuza al poeta: “Dales la vuelta,/cógelas del rabo (chillen, putas)/ azótalas, dales azúcar en la boca a las rejegas”? Palabras y frases prostitutas porque se van con cualquiera… Sí, Gutiérrez Nájera se identifica con el medio periodístico y su ritmo vertiginoso, desde una perspectiva cultural cosmopolita al tiempo que fuertemente arraigada en su país y en su ciudad natal, lo que nos hace cuestionar la supuesta contradicción que muchos sostienen entre cosmopolitismo y amor patrio. Este doble valor es el corazón de su condición moderna y modernista, la que supone cruzamiento en la literatura, su necesaria hibridez para una mayor riqueza, el desvanecimiento de los límites entre los géneros literarios, el cromatismo de sus textos, sus múltiples seudónimos (que no son sólo estrategias laborales sino también posibilidades de mirar distinto desde cada nombre falso, tal vez intuyendo que no hay nombres verdaderos), las muchas reversiones, inversiones y perversiones de sus textos, y que sacan canas verdes a los investigadores que hurgan en los viejos periódicos en su búsqueda. Esta temprana apuesta futurista de Gutiérrez Nájera, que le dio un sabor original y único, es la que ha llevado a uno de sus lectores actuales, a José María Martínez, autor de uno de los dos ensayos críticos incluidos en la antología, el dedicado a la prosa, a decir que “aunque parezca una exageración, puede afirmarse que de 1850 a 1900 no hay en México ningún autor con la trascendencia o proyección literaria de Gutiérrez Nájera (…) Como se ha afirmado a propósito de Rubén Darío, también creo que puede decirse que Gutiérrez Nájera marca un antes y un después en la literatura mexicana. La devoción y admiración que tuvieron por él los modernistas mexicanos de la segunda generación (Amado Nervo sobre todo) no apuntan en otra dirección”. Habiendo asentado la importancia del autor y su obra, describamos rápidamente la arquitectura del libro, dividido en ocho partes: un excelente estudio preliminar de Claudia Canales, la antologadora, seis secciones de Gutiérrez Nájera dedicadas a historia y política, la primera; periodismo, la segunda; estética y crítica literaria, la tercera; crónicas líricas, anecdóticas y humorísticas, la cuarta; narrativa (cuentos y novela corta), la quinta; y una sexta sección dedicada a la poesía. La parte final se conforma por dos ensayos críticos, uno dedicado a la prosa, el de José María Martínez, ya mencionado; y otro dirigido a la poesía, realizado con agudeza y sensibilidad por Gustavo Jiménez Agui-
rre. Como puede apreciarse, el panorama textual es verdaderamente amplio, sugerente, entretenido, y, para quienes desconocen la obra de Gutiérrez Nájera, es una magnífica oportunidad de adentrarse en su mundo de la mano sabia de Claudia Canales, y para quienes sólo conocen una parte, es la ocasión para redondear el periplo y anexar nuevas facetas, que seguramente harán que aprecien todavía más al autor. Yo confieso que entro en esta última categoría, pues mi conocimiento de la poesía de Gutiérrez Nájera era más bien escueto, y lo ahí encontrado me ha servido para ampliarlo y revalorarlo. Hay ahí poemas de melancolía romántica como “En la orilla”, “Para entonces” o “Non omnis moriar”, que inicia así: “¡No moriré del todo, amiga mía!/ De mi ondulante espíritu disperso,/ algo en la urna diáfana del verso,/ piadosa guardará la poesía”; pero también hay otros poemas divertidos y casi prosaicos, como “En las regatas”, que inicia así: “Un indito en las regatas/ miraba pasar los botes,/ y casi abierto de patas,/ hablaba con unas gatas/ que estaban comiendo elotes”. Como se ve, el registro poético de Gutiérrez Nájera es bastante amplio y dinámico. Mi única objeción como lector a esta antología es no haber incluido en la sección de crítica literaria el escrito “El arte y el materialismo”, tan importante para entender la estética del autor, como bien lo señalan los dos ensayos críticos del libro, tanto el de Martínez, referido a la prosa, como el de Jiménez, dirigido a la poesía, y que ha sido punto de roce entre diversos críticos, unos para hacer de él un manifiesto modernista antes de tiempo, otro más bien para reforzar su filiación romántica. Hubiera sido útil tenerlo a mano en la antología para leerlo o releerlo y tomar una posición al respecto. En todo caso, su omisión es pecata minuta en comparación con la riqueza y variedad de los materiales antologados y no demerita el conjunto ahí reunido •
@JornadaSemanal
La Jornada Semanal
En nuestro próximo número
CRÓNICA Y FRENESÍ de Pedro Lemebel Mario Bacilio Tijuana y Gustavo Ogarrio
Fernando del Paso y David Toscana: locura y erudición
ARTE Y PENSAMIENTO ........
24 de mayo de 2015 • Número 1055 • Jornada Semanal
Jair Cortés jair_cm@hotmail.com @jaircortes
bitácora bitácora bifronte bifronte Felipe Garrido MENTIRAS MENTIRAS TRANSPARENTES TRANSPARENTES Felipe Garrido Triángulo Siempre supo Sol que quería tocar violín. Tenía once años cuando sus padres le dieron uno que habían mandado hacer. La niña sintió que se pertenecían. Sol se hizo una adolescente linda e inalcanzable. No quería sino tocar. Un domingo, la familia en misa, les vaciaron la casa. Sol no aceptó otro instrumento. Postrada, dejó pasar los días. Y el violín robado se negó a tocar. Fue vendido y revendido y regalado. De un mariachi a unos jarochos a un trío a un presunto ciego que pedía caridá. De un basurero –él quería tocar violín, pero su familia no había podido comprarle uno–, Pablo lo rescató. Lo limpió, le puso cuerdas y ensayó frente al espejo, con movimientos apasionados. Pablo era monaguillo; había visto a Sol. Se apostó a lo lejos, donde ella no esperara escuchar. Pero también el violín la había visto. El virtuoso fue el violín y Pablo el instrumento. Sol despertó de su letargo, salió a la calle. Ya no podrían separarse. Lo supieron los tres •
AL VUELO Rogelio Guedea El traductor incansable Mi hijo siempre se pone nervioso cuando me hablan en inglés. Se adelanta, siempre, y me traduce, como ahora que un dependiente de Mitre 10 me explicaba el uso de una cadena. Es verdad que a veces me cuesta entenderle a los neozelandeses, pero esta vez el dependiente me hablaba en un inglés muy claro, y en un ritmo pausado. Pero mi hijo sufre. Por eso, mientras el dependiente me explicaba, mi hijo me traducía, en voz baja, frase por frase, velozmente. Y entonces ya me costaba entenderle al hombre porque la voz de mi hijo me distraía, y enternecía. Me sentí de pronto como esos ciegos ayudados a cruzar la calle por un transeúnte piadoso, que los deja en el otro extremo pero que quisiera en realidad llevarlos hasta su casa. Mi hijo es ese transeúnte piadoso traduciéndome en voz baja lo que me dicen mis interlocutores. En ocasiones, como hoy, ni siquiera le dije que entendí lo que se me explicaba. Mejor me di media vuelta y, susurrándole al oído, le dije:“qué haría sin ti, campeón”. Con los hijos hasta los que pierden, ganan •
La transmigración de los cuerpos, de Yuri Herrera: una obra maestra contemporánea
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onfieso que al iniciar la lectura de la novela La transmigración de los cuerpos, de Yuri Herrera, tuve la impresión de estar frente a una obra maestra y que, conforme avanzaba por sus páginas, esa idea se confirmaba. Novela de aparente sencillez, La transmigración de los cuerpos (Editorial Periférica, 2013) se desarrolla en medio de la epidemia de influenza o, mejor dicho, la epidemia de desinformación y manipulación mediática que hace unos años azotó a nuestro país. Una historia que, gracias a las investigaciones detectivescas de su personaje central (el Alfaqueque), se va complicando para después resolverse por medio de giros inesperados que nos asombran y emocionan. La habilidad narrativa de Yuri no sólo se concentra en el entrecruzamiento de historias, sino en las cualidades del lenguaje que utiliza: equilibra el habla coloquial y logra cargarla de sentido y ritmo. El inicio nos indica cuál es el voltaje que Yuri Herrera (nacido en Actopan, Hidalgo en 1970) utiliza en su discurso novelístico:“Lo despertó una sed lépera, se levantó y fue a servirse agua pero el garrafón estaba seco y del grifo escurría nomás un hilo de aire mojado.” A los abundantes destellos poéticos que encontramos en su novela, Yuri Herrera suma reflexiones de una profundidad filosófica admirable: “Por eso es que nos hacemos enemigos de nuestros amigos en cuanto empezamos a separarnos de ellos, pensaba, porque ahora sí sus defectos son sólo suyos, no como cuando son defectos compartidos. Quizá lo mejor sea tener amistades breves, si uno se retira pronto, ellos se quedan con los vicios.” En La transmigración de los cuerpos, los nombres de los personajes son sustituidos por sus apodos, a tal grado que llegan a convertirse en sus verdaderos nombres, como si las experiencias de cada uno de ellos provocaran un nuevo bautismo y el nombre fuese una cicatriz o una herida apenas en proceso de sanación. Este “renombrar” a sus personajes también es un renombrar al mundo; Yuri Herrera exprime y altera el lenguaje tensándolo hasta sus últimas consecuencias: “Venganza alias Desquitanza. El Carajo alias No se preocupe usted. Desprecio alias Quién se acuerda. Cuánto miedo alias Yo no sé nada. Cuánto miedo alias Aquí estoy bien. Un hijuelachingada cualquiera, cualquiera, alias Su mero padre. Esto es lo que esperaba alias Ni crean que me la pueden hacer. Verbo desbravado alias La pura verdad.” Yuri Herrera no se limita a contar historias, construye una mitología a partir de las sombras de la corrupción social que emerge de la otra corrupción, la casi invisible, la del espíritu humano que a sí mismo se devora, y todo esto con una prodigiosa capacidad de síntesis, con toques de humor negro y entrañables pasajes de dolor y ternura donde la luz parece ser una verdadera salvación o, por lo menos, una esperanzadora promesa •
Lluvia en la noche Yorgos Yeralis
Con la lluvia, Dios encerrado abre una ventana al cielo y sueña, la amada de otros tiempos apaga la luz y piensa en algo olvidado e inoportuno, como un paseo al sol de primavera o un nombre roto con ternura. Con la lluvia, Anna olvida todo lo que ha leído mientras da vuelta a la página, escucha atenta pájaros que pasan cantando, mi soledad tu soledad. Con la lluvia, la madre teje una suave nube para nuestro amparo, los amigos cambian de rostro, de silencio los ríos. Con la lluvia, los muertos cambian de lado, abren los ojos y se duermen de nuevo.
Yogos Yeralis, abogado de profesión, nació en Esmirna (1917), pero tras la Catástrofe de Asia Menor (1922) su familia, como miles otras, se refugió en Atenas. De 1942 a 1946, trabajó en Ferrocarriles Nacionales en Atenas, luego en varias editoriales y como parte del personal de redacción del Gran Diccionario de la Lengua Griega y de la Gran Enciclopedia Griega. Es autor de varios libros para niños y de seis libros de poesía. Su obra ha sido traducida al inglés, alemán, francés, italiano, polaco, búlgaro y rumano. Obtuvo el Premio de la Sociedad de Escritores Griegos (1950), el Segundo Premio Estatal de Poesía (1957) y el Premio del Grupo de los Doce (1961). Véase La Jornada Semanal, núm., 887, 4/ iii /2012 Versión de Francisco Torres Córdova
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Jornada Semanal • Número 1055 • 24 de mayo de 2015
LA OTRA ESCENA
........ ARTE Y PENSAMIENTO Miguel Ángel Quemain quemainmx@gmail.com @mquemain
Titerino Circus Trouppe, el festín de la longevidad
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L TRABAJO DE LA Compañía Teatral La Trouppe, con treinta y cinco años sobre la escena, forma parte de nuestro patrimonio teatral dedicado a los niños. Tal vez todavía no podemos asegurar que ya se trata de una compañía teatral estable porque contradiría el paisaje de desastre económico que vive la cultura, donde nada posee estabilidad suficiente para garantizar largas temporadas en escena. La historia de La Trouppe es edificante y ejemplar, porque es la aventura de un grupo de egresados de la Escuela Nacional de Arte Teatral del inba que, para acreditar una materia, decidieron montar un espectáculo que se llamó Barrionetas. En ese espacio creativo de investigación y difusión de las artes escénicas que sostiene con el nombre de Zonaescena, la periodista Maricruz Jiménez refiere, tras un encuentro con la Compañía para difundir estos primeros treinta y cinco años de trabajo, que en 1980, para terminar su carrera en la Escuela de Arte Teatral del inba, Sylivia Guevara y Mauro Mendoza, los actuales directores de La Trouppe junto con Carmen Luna, se presentaron con su generación en el Segundo Festival Latino de Nueva York; participaron representando a México con Guadalupe Años Sin Cuenta, dirigidos por uno de los pilares de la creación colectiva colombiana: Santiago García. Cuando regresaron al país, decidieron soñar despiertos y crearon una “compañía teatral independiente, de repertorio para toda la familia y con un elenco estable”. En los años sesenta Seki Sano –el gran renovador del teatro en México– ya lo había soñado y lo llamó “Conjuntos permanentes”, pero fue uno de esos sueños que
no alcanzan a unirse con la vigilia, y menos la de los años sesenta. Todo mundo intentó desanimarlos, tratando de convencerlos de que lo que hacían no interesaba porque se trataba de “artes menores”; sin embargo, los Trupos –especie híbrida nacida de las artes escénicas–“pulieron un pequeño montaje de títeres y payasos que ya funcionaba, y empezaron a rentar un local: así surgió la ‘Compañía Teatral La Trouppe’ el 8 de diciembre de 1980, día en que murió John Lennon y fecha en la que se celebra el Día del Payaso”. Pocos alumnos universitarios tienen la fuerza y la confianza para enrutarse artísticamente con los trabajos escolares que, en muchas ocasiones, se hacen decididamente sólo para acreditar una materia. Las cadenas de la mediocridad estudiantil se vinculan con eslabones de profundo tedio y desilusión de orígenes múltiples y sobredeterminados. Unos tienen su origen en una familia que condena la elección vocacional. Otros, en la decepción provocada por el sistema escolar, fuente de frustración gracias al resentimiento de profesores que quedaron atrapados como moscas en la telaraña académica que
odian y defienden al mismo tiempo. Pero ese no es el caso de una compañía que terminó integrada por actores que no necesitaron formarse en la inexistente opción, en aquel entonces, de hacer un teatro infantil, pero respondían a una línea de exigencia internacional que prosperaba en otras latitudes e hizo de La Trouppe un grupo respetado por su creatividad y capacidad de realizar trabajos signados por la elocuencia del silencio, de ese mundo no verbal al que obligan la danza, el baile, el juego de objetos en la escena, los títeres, el teatro negro. La Trouppe sostiene su fe no sólo en su capacidad de creer sino también en su voluntad de saber, su actitud y su vocación de estudio, de indagación técnica, actoral, musical, escénica y de investigación para sostener con rigor y coherencia los espectáculos que presentan. Hay algunos en los que su exhaustividad puede ser demasiado pedagógica. Trupus calacus es un ejemplo. Hay obras cuyas referencias al México de hoy resultan lugares comunes; hay alguna función en la que incluso me ha tocado escuchar uno que otro albur, y me parece chocante esa forma de condescendencia hacia los padres de los niños. ¿Lo harán para que no se aburran mientras “esperan” a sus hijos? No lo sé, pero sí sé que no lo necesitan. La complejidad de sus espectáculos expresa más confianza en la capacidad comprensiva de los niños como espectadores que en la de sus padres. La Trouppe aprendió a comunicarse mejor con el público infantil que con el adulto, si bien quienes se fascinan con el juego animado de la plástica, la música y la luz, encontrarán en sus trabajos un buen pretexto para divertirse. Titerino Circus Trouppe estará a las 13 horas todos los domingos de mayo y hasta el 7 de junio en el Lunario del Auditorio Nacional •
BEMOL SOSTENIDO Alonso Arreola @LabAlonso
La famosa nota de b. b. King
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CUÁNTAS VECES HABREMOS ESCUCHADO esto?: “ b . b .King dice más con una sola nota que muchos otros guitarristas tocando mil por segundo?” ¿Decenas, cientos, miles de veces? Estamos de acuerdo, pero la famosa “nota” del Rey nacido en Misisipi fue producto de muchas cosas y no únicamente del puro y vilipendiado feeling. Escuchándolo hoy que ha muerto se nos ocurren algunas señales que compartir. En viajes contrarios, sus frases en la guitarra se diluían terminando en una pequeña gota de cristal que nunca se rompía o, por el contrario, estallando en una gran gotaza sobrevenida tras el intempestivo silencio que guillotinaba al solo. Digamos que lo suyo era estirar la liga al máximo, sin efectos externos (pedales análogos o digitales), para conquistar la cima de una expresión atrevida y eficaz, llena de sentido, surgida en viejos, muy viejos bares del Delta familiar. Solía llegar ese gemido –la famosa nota solitaria–, suave o ruda, como cola de un brevísimo arpegio de notas mudas percutidas con la plumilla en descenso continuo, para luego morir en un glissando de reversa. Justo entonces cabe preguntarse lo que la voz, la garganta de b . b . King, le dio a los dedos de b. b. King sobre el diapasón. Sólo un cantante de su clase, creemos, pudo alcanzar semejantes dinámicas en su instrumento. Los arrebatos, los desacatos de cada improvisación que dialogaba con la letra eran tan diáfanos como los que expulsaba al pronunciar palabras. Ahora bien, cualquiera que escuche blues o jazz sabe que la repetición de una frase es esencial para aumentar la profundidad de la herida que se abre para fascinar al ojo del oído. Es cuchillo que corta poco a poco. En muchos casos, empero, este recurso se vuelve falso o hueco,
pues también es anzuelo para presas fáciles. En su caso, como pasa con quienes se impulsan desde lo hondo, la repetición guardaba una credibilidad inmaculada. Digamos que b. b. King podía exagerar, dramatizar, interrumpir su canto y escalas para contar una historia verbalmente, todo sobre una banda de músicos que se hacía pequeña, y así llevar a la audiencia al trance sin dejarse tentar por caballos de la velocidad ni por búsquedas armónicas ajenas al club donde todos buscan pretextos para desnudarse. Y sí: bendito internet. Gracias a él hoy se puede ver a b . b.King hablando sobre su guitarra –la famosa Lucille marca Gibson– diciendo que nunca quiso coleccionar instrumentos y que apenas si tuvo dos o tres de repuesto; se le puede ver confesando que trabajó hasta pasados los ochenta años porque necesitaba el dinero, pues durante décadas no supo cómo cobrar ni entendió el negocio de la música; se le puede ver confesando su miedo al tocar con bandas como U2, pues “no era bueno entendiendo acordes”; se le puede ver al centro de una docena de guitarristas entre los que reconocemos a Eric Clapton, Slash y Ron Wood, pastoreando a quienes lo santifican en un terreno
pleno de verdades. Bendito internet, sobre todo, porque podemos ver la mano izquierda del Rey deslizándose antes de bordar una melodía, porque podemos presenciar su magnífico vibrato de meñique dialogando con el rostro contrariado, cazuela donde dos labios se retuercen, hablando sin decir palabra. Porque podemos ver ese movimiento de guitarra de abajo hacia arriba, como sacando agua del pozo, como haciendo nacer al blues en una mayéutica fugitiva. ¿Le gustan los aniversarios lectora, lector? Pues bien, este año se celebran los cincuenta años del álbum Live at the Regal de b . b . King. Es justo el trabajo que debe buscar hoy domingo para recordar la relevancia de un hombre que creía en la palabra y la melodía, en el misterio de liderar una banda comunicada hasta la médula, en el poder creador que ofrece una audiencia entregada al alarido y el aplauso, al diálogo de quienes se saben afortunados por presenciar la visita de un dios que los adora desde el escenario. También, si su entusiasmo es suficiente, tendrá que buscar el documental The Life of Riley, salido apenas el año pasado, en donde el actor Morgan Freeman cuenta la vida de Riley Ben King, alias b. b. King, con la ayuda de incontables opiniones: Eric Clapton, Bono, Bill Wyman, Slash, Santana, Buddy Guy, Bonnie Raitt, Ringo Starr, Mick Jagger, George Benson, John Mayal, Keith Richards y Joe Bonamassa, entre otros. Se trata de un trabajo dirigido por Jon Brewer que, sin duda alguna, lo conmoverá sobremanera y, lo más importante, le dará pistas sobre esa famosa y solitaria nota preñada en la que vivían tantas otras cosas, en la que sonaba el Delta del Misisipi entero tanto como las horas de práctica subiendo la montaña del sufrimiento. El rey ha muerto. Viva el rey. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
ARTE Y PENSAMIENTO ........
24 de mayo de 2015 • Número 1055 • Jornada Semanal
Verónica Murguía
Jorge Moch
Enamórate de mi
Esta democracia nuestra tan… televisiva
des para que publicaran el cuestionario. El 13 de febrero lanzaron una aplicación con las preguntas. Luego, publicaron fotos de parejas que las respondieron. Lo comenté en el gimnasio y a todo el mundo le pareció un tema apasionante. Llegué a mi casa dispuesta a inaugurar una nueva etapa en mi matrimonio. Le pregunté a mi marido que si tenía tiempo de contestarme unas preguntas. Como chilango puro que es, me miró con suspicacia: –¿De qué? ¿Por qué? –Es un cuestionario. Crea intimidad. –¡Llevamos 25 años casados! –Es que hay preguntas raras. Ándale. Tres. Contéstame aunque sea tres. –¿Cómo cuál? –“Si pudieras despertar mañana con una cualidad o habilidad nueva, ¿cuál sería?” (pregunta 12). –… Hablar más idiomas. ¿Y tú? –Ser optimista. Me miró con pena. Yo lo miré con envidia. Su respuesta fue mejor: más vital, más divertida. Mi amiga p . contestó a esa misma pregunta “ Tocar instrumentos musicales”. Todos responden mejor. No sólo soy pesimista, sino una pesimista aburrida. Le hice las otras dos preguntas pactadas: las respondió con sensatez y humor. Llegó el momento de mirarnos a los ojos. Pasó medio minuto y le ganó la risa. Aunque rezongué, prefirió ver la tele. Decidí concluir el cuestionario yo sola, pero fui incapaz. La pregunta 7 es “¿Tienes una corazonada secreta acerca de cómo vas a morir?”. Soy mexicana: no me pongo a pensar demasiado en eso porque la realidad del país traspasa los límites permeables de la fantasía. Mejor me acerqué al sillón donde dormía el gato. Lo desperté y lo miré a los ojos. Recordé los versos de Neruda: …ojos amarillos/ dejaron una sola/ ranura/ para echar las monedas de la noche. “Te amo, gato” le dije al cabo del primer minuto. Le acaricié las orejas. Y zaz, que me araña •
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N ESTE MÉXICO TAN nuestro, y decir tan nuestro significa descompuesto, tan corrupto e hipócrita, hemos logrado, los unos con criminal intención y los otros por omisión, apatía o miedo, pervertir el concepto elemental de la democracia, gobierno del pueblo cuya soberanía radica en el que debería ser el más alto deber cívico: votar la insaculación de aquellos que por un breve tiempo tendrán la responsabilidad de administrar con decoro el dinero público. En cambio, la hemos convertido en ese adefesio que padecemos a diario y con el que se llenan el hocico tantos vividores del sistema que, lejos de consagrarse al deber implícito en toda obligación gubernamental y más lejos todavía de sacrificar vida y obra al bienestar público, las encauzan al enriquecimiento explicable y criminal, a lucrar con canonjías que usos y costumbres podridos obsequian a un nombramiento de servicio a la nación y hacer divisa de la necesidad de la gente; a cosechar votos llegando a extremos penados por la ley, como hacer acopio de credenciales de elector en intercambio sucio de promesas u obsequios que van desde una humilde “despensa”, es decir, una bolsa de supermercado con logo partidario que contiene una botella de aceite, una bolsita de sal, un par de paquetes de fideo seco y quizá una lata de puré de tomate, hasta dinero en efectivo, pantallas planas, dispositivos electrónicos como tablets y, tal que metonímico berrido de concurso televisivo… ¡un auto! En los estamentos de gobierno se multiplican “ladies” y mirreyes, tiranuelos y señoritos feudales de camioneta blindada y escolta feroz, que habitan aislados herméticamente de la realidad en casas de precio estratosférico e históricamente caracterizados por el nepotismo (suelen heredar curules o gubernaturas a hijas y ahijados, queridas o sobrinos), pero sobre todo por una virulenta prepotencia (vienen a la memoria de corto plazo las lamentables escenas del neandertal diputado federal y también aspirante a diputado, claro, del pri - pvem , ese engendro mafioso, Fernando Zárate, disparando un artero cabezazo, aprovechando una distracción del inspector delegacional del Distrito Federal, José Antonio Cuéllar Rodríguez, amparándose, además de su mayor corpulencia y el hecho de estar rodeado de sus secuaces, en un fuero legislativo evidentemente mal empleado para abusar), prepotencia que muchos sospechamos que tras la fachada de altanería insufrible esconde una naturaleza cobarde: por eso los políticos mexicanos suelen dar esquinazo, salir por la puertita trasera del escenario, palidecer, balbucear o hacer vergonzoso mutis cuando son interpelados por un ciudadano indignado en medio de la grandilocuencia vacua de su pinchurriento discurso de siempre. La democracia, en cambio, la de rostro amable, ésa existe solamente en los medios lacayunos y ninguno como en la televisión. La realidad de las campañas electoreras (no las podemos definir propiamente como “electorales”) es brutalmente contrastante con su símil televisivo. En los spots de la propaganda partidista no hay candidato malo, ni vil, ni vendido, ni transa, ni corrupto, ni taimado; allí todos son mujeres y hombres de pro, sinceros, amistosos, sonrientes siempre a pesar de la adversidad y, en resumen, si los candidatos de veras se parecieran tantito siquiera a sus avatares televisivos, en lugar de México esto sería Nueva Zelanda.
Porque habla de coherencia social el desalmado que quiere privatizar el issste y el Seguro Social, y porque habla de honestidad el que es un ratero probado de siete suelas, y de templanza el que pillamos en una bacanal con meretrices, y de valor el que probó varias veces ser un redomado culero, y de vocación de servicio la desgraciada que atropelló hace un par de meses a un ciclista y se niega a pagar las curaciones. En el contraste enseñan el cobre, y allí es donde debemos los ciudadanos quizá considerar su verdadera naturaleza: exactamente en lo contrario a lo que dicen ser en sus machacones, falsarios y onerosos, carísimos anuncios, spots, espectaculares, inserciones y cualquiera recurso mediático por donde asoman constantemente la jeta: si se dicen interesados es que les vale madre; si juran ser honestos es que son unos pillos de la peor calaña; si preconizan derechos humanos, son crueles y proclives a la represión y la tortura; si proclaman los derechos de la mujer, seguramente son misóginos. Así no habrá sorpresas. Interpretando el revés de su promesas. Exactamente como tienen al país los malditos mustios: patas arriba •
CABEZALCUBO
UANDO ERA NIÑA, ME resultaba fácil ser amiga de quien fuera. Nunca he sido confiada, pero siempre he sido lela. Para agilizar el proceso, ya que era muy gregaria y siempre estaba en busca de nuevos amigos, redactaba listas de preguntas: ¿Prefieres a Pablo Mármol o a Pedro Picapiedra? ¿Chamoy o chocolate? ¿Addams o Munsters?¿Santa Claus o los Reyes Magos? ¿Ultramán o Ultraseven? Las respuestas eran lo de menos. Se trataba de platicar. Más tarde me aficioné a contestar babosadas como: ¿qué te inspira el bosque? (ganas de leer El señor de los anillos); ¿qué sientes cuando ves el mar? (ganas de nadar, si es el Caribe; de ir por un vaso de agua de coco con Tehuacán si es el Pacífico). Estas preguntas se suponía que revelaban cosas muy profundas: la actitud hacia la muerte (¿ganas de leer El señor de los anillos?) o el amor (¿beber agua de coco?) . De este y
LAS RAYAS DE LA CEBRA
tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
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cuestionarios semejantes nunca saqué un solo dato útil o lógico. En prepa llegó la hora de la vocación. Los orientadores vocacionales aplicaban el Inventario Multifásico Minnesota como locos, mismo que les sirvió para determinar que 1) no sirvo más que para leer y escribir con pasión y 2) que soy desobediente. El Minnesota tuvo la culpa de que me descalificaran para un empleo que yo ansiaba –dar clases de Historia Medieval– que porque “era una persona con problemas frente a la autoridad”. Así, en lugar de pavonearme sobre una tarima con un libro de Historia bajo el brazo, ponderando las virtudes de Georges Duby como yo quería, pasé algunos meses atormentando al personal del despacho de contadores Price Waterhouse (antes de que fuera PricewaterhouseCooper), pues me contrataron como recepcionista y jamás pude usar correctamente el conmutador. Cuando los pobres se cansaron de contestar llamadas que no les correspondían me sugirieron que buscara algo más acorde con mi personalidad. Quedé muy desanimada. Y les agarré tirria a los cuestionarios, hasta que tropecé con uno que me entusiasmó y espantó a partes iguales. Me explico: en enero de este año, en el ny Times apareció un artículo de Mandy Len Catron titulado Para enamorarte de quien sea, haz esto. En él, Len Catron cuenta con mucha gracia que un día, un amigo y ella decidieron resolver el cuestionario diseñado por el psicólogo Arthur Aron, en los años ochenta, para desarrollar cercanía entre dos sujetos. Esta pareja cumplía uno de los requisitos: no ser muy incompatibles. El cuestionario consta de tres secciones, cada una más íntima que la anterior. Al final de la tercera sección hay que mirarse a los ojos al menos por dos minutos. Idealmente, por cuatro. Len Catron se casó con su amigo. El Times recibió ocho millones de solicitu-
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Jornada Semanal • Número 1055 • 24 de mayo de 2015
........ ARTE Y PENSAMIENTO Luis Tovar
Javier Sicilia
@luistovars
Agotamiento del MiniCon
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L MONOPOLIO DEL SABER, que nace de las instituciones universitarias, reduce el conocimiento a autores que piensan el mundo desde categorías llamémosles, a falta de un mejor nombre, clásicas. Hay otros, sin embargo, cuyo pensamiento pone en crisis esas categorías y permanece, por lo mismo, en las periferias del monopolio. A ellos pertenece Majid Rahnema, quien murió en París el 14 de abril pasado a la edad de noventa y dos años. Lo conocí en la década de los noventa por medio de Jean Robert. Hijo del traductor del Corán en farsí y descendiente de Rumi, Rahnema pasó su juventud en territorio árabe. Al concluir sus estudios volvió a Irán, donde se integró como representante de su país en la onu. Comisionado en Rwanda y Burundi, se involucró en los procesos de independencia de esos países. En 1971 fue nombrado minis-
tro de Ciencias y Educación Superior de Irán y conoció a Iván Illich. Seducido por su personalidad y su pensamiento, renuncia a su encargo y funda el Instituto de Desarrollo Endógeno con los campesinos de las provincias normandas de Lur. Al retirase se dedicó a dar clases en diversas universidades. Su trabajo, tocado por sus estudios con Iván Illich, lo convirtió en un crítico audaz del desarrollo y en un analista de las alternativas de la pobreza como solución a la destrucción desarrollista. Sus posiciones, que expresó en una obra breve pero substanciosa, adquirieron su más clara y profunda expresión en Quand la misère chasse la pauvreté (Fayard, 2003) y La puissance des pauvres, escrito en colaboración con Jean Robert. De ese libro magnifico existe una traducción al español, La potencia de los pobres, publicado por la Universidad de la Tierra de Chiapas. Para Rahnema, como para Jean Robert, el desarrollo, que tiene su fuente en el modo de producción capitalista, hace que cada vez haya más cosas útiles en las bodegas y cada vez más gente inútil, gente expropiada de sus poderes de palabra y acción. Es decir, gente callada políticamente y pauperizada y vuelta impotente. Pobres modernizados, dice Iván Illich. Una forma de la pobreza inédita en el sentido de que, dice Rahnema,“representa una carrera sin fin, entre las necesidades personales de consumo, creadas socialmente, y las dificultades cada vez mayores que el individuo enfrenta para encontrar los medios materiales que las satisfagan”. Esta situación no sólo vuelve a la gente más dependiente del mercado y de las necesidades que continúa creando, sino que la empobrece a grados miserables. Incapaz de proveerse a sí mismo, constreñido a alquilarse por salarios muy bajos en la producción de mercancías que nunca podrá comprar, y destruido en su creatividad, el destino del pobre mo-
dernizado es la frustración, la marginación, la miseria y la dependencia sin fin, una especie de Tántalo moderno. Para contrarrestar esa lógica deshumanizante, hay, dicen Rahnema y Robert, que cambiar la noción de riqueza por la de prosperidad que no consiste en valores acumulados, sino en las capacidades de hacer, como lo mostraron San Francisco, Gandhi, Spinoza y actualmente los zapatistas o las comunidades indias de Cherán. Esa capacidad está allí en el ser humano como potencia y conatus, que es la forma más íntima de las ganas de vivir y, en consecuencia, la forma de la creatividad y de la autonomía creadora. Despertarlo es difícil, porque el exceso de mercancías y deseos lo vela y fomenta la impotencia. “Los pobres –dice Rahnema– han sido despojados de sus propios recursos para regenerar su ingreso. Pero ellos siguen siendo las personas idóneas y mejor calificadas para encontrar las soluciones adecuadas para enfrentar su problemática. Eso quiere decir que, si algunos de nosotros, entre los no pobres, de veras estamos interesados en auxiliarlos (y por tanto ayudarnos a nosotros mismos a revivir y regenerar los millones de potencialidades que el capitalismo actual ha condenado a la no participación y a la apatía), la mejor forma de comenzar es ‘dejar a los pobres en paz’, como una vez Gandhi nos sugirió.” Rahnema se ha ido a donde habitan las respuestas. Pero nos ha dejado un camino para acceder a ellas. Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, detener la guerra, liberar a José Manuel Mireles, a sus autodefensas, a Nestora Salgado, a Mario Luna y a todos los presos políticos, hacer justicia a las víctimas de la violencia, juzgar a gobernadores y funcionarios criminales, boicotear las elecciones y devolverle a Carmen Aristegui su programa •
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OPRODUCIDO EN 2014 POR Argentina, Dinamarca, Estados Unidos y México, el largometraje de ficción Jauja se estrenó en la pasada edición del Festival de Cannes, es decir, hace un año exactamente, pero es apenas hasta hace unos días que se exhibe en salas comerciales en México y, cabe añadir, no sería extraño que haya dejado de hacerlo cuando estas líneas vean la luz. La tardanza y la fugacidad –para no hablar de su muy desventajosa convivencia en cartelera con trabucos taquilleros tipo Avengers y el autorrefrito Mad Max– tiene al menos una razón concreta: Jauja se halla bastante lejos del cine narrativo más convencional, es decir, precisamente el que representan los dos filmes citados, y también de otras propuestas cinematográficas quizá con menos aire de maquila, pero de cualquier manera enganchadas a criterios fílmicos que dejan poquísimo margen a la experimentación y la osadía o, mejor dicho, al riesgo. Quizá sea esta última palabra la que más convenientemente aplique para definir éste, el quinto largometraje dirigido por el argentino Lisandro Alonso, de quien vale decir, sin forzamiento alguno en las definiciones y sin exagerar, que se trata algo así como del Carlos Reygadas del Cono Sur del Continente Americano –no es de extrañar, pues, que la participación mexicana corresponde a la productora Mantarraya, precisamente de Reygadas–: igual que el mexicano, Alonso ha presentado todas sus películas en Cannes; como el de aquél, su cine se caracteriza por la condensación narrativa, el ritmo pausado y la generosidad iconográfica, además de que, salvo este último filme, ha elegido trabajar con actores no profesionales.
De tu arte a mi arte… Nadie puede afirmar, con un margen de error igual a cero, hasta dónde será posible estirar la liga de este cine reygadasalonsesco, por nombrarlo de algún modo, cuyas pautas dramáticas y formales muestran un agotamiento evidente a estas alturas. Lo cierto es que la propuesta fílmica, que muchos han dado en denominar minimalismo contemplativo –llamémosle MiniCon–, no se caracteriza por su variedad. Como si se tratara de ser axiomática y rajatablescamente antípoda de los archiconocidos clichés cinematográficos hollywoodenses, mismos que son compartidos por toda la extensa suerte de paralelos, aproximaciones y sucedáneos a ese cine acedo, eterna pero sólo pretendidamente disfrazado de novedad, el MiniCon ha hecho cuanto ha podido para desmarcarse de aquellas fórmulas y recetas. Empero, y para su infortunio, en el camino ha venido creando los suyos propios, es decir sus lugares comunes, su predictibilidad, sus convencionalismos y, en consecuencia, acusa ya una notable pérdida de frescura, por cierto muchísimo más
veloz que la sufrida por su “competencia” conceptual. Al respecto, Jauja es una muestra elocuente: esa especie de sotto voce dramática, que se diría indispensable para el MiniCon, aplicada en la Patagonia del siglo xix , que es donde se desarrolla la acción –aunque “acción” sea casi sólo un decir, al menos durante la primera media hora del filme–, acaba por ser mero letargo, tanto más acusado cuanto una vez transcurrida dicha media hora la historia se vuelve otra, ciertamente más atractiva por cuanto revela su pertenencia al universo de lo onírico, pero no por eso menos enclichada en el aparentemente inevitable gusto MiniConesco por alongar escenas y secuencias como quien vive convencido de que, en todos los casos y en todas las historias, los paisajes tienen que hablar por sí mismos y aportar sentido a la trama –y si no lo hacen, peor para los paisajes. Lástima particular en este caso, pues la extrañísima belleza del territorio patagónico aquí retratado, es forzada a desertar de sus funciones semánticas por culpa del exceso. Hay en Jauja, como en las anteriores películas de Alonso, una clara filiación tarkovskiana: los seres que pueblan la –en este caso breve– anécdota se desplazan, hablan e interactúan como si una tenue fuerza extraña estuviera obligándolos a moverse incluso en contra de su voluntad, pero en la narrativa del argentino siempre hay algo que traiciona esa empatía con la del ruso; en el presente filme, la poco inconsútil manera de trocar lo que parecía hiperrealismo en un onirismo que se autoconcede todas las licencias posibles, incluida la falta de una mínima congruencia dentro de sus propios códigos, como quien a todo trapo descerraja explicaciones de último momento para que las fallas previas no lo parezcan tanto. Y de nuevo es lástima, pues en sí la idea de concluir diciendo “¿qué crees?, todo era un sueño”, no es mala por principio. David Lynch lo ha hecho siempre, y siempre mucho muy bien •
CINEXCUSAS
Majid Rahnema
CASA SOSEGADA
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ENSAYO
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compañada de abundantes referencias a la pintura occidental de varias épocas, la obra de Daniel Lezama es compleja porque propicia una lectura en la que los campos de interpretación se extienden no sólo al devenir de las innumerables fuentes de la plástica (utilizadas con lógica entre forma y contenido), sino también a referentes sociales contemporáneos. Con innegables cualidades formales, en la pintura de este artista hay numerosos cuadros cercanos a lo que Bataille llamó sexualidad profunda (sangre,
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El erotismo transgresor de Daniel Lezama Ingrid Suckaer
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crimen y todo aquello que degrada la virtud); no obstante los excesos, por lo regular en sus personajes destacan la inocencia y la falta de culpa. El erotismo de Lezama habla de aquellos que no reconocen el límite y, fascinados por ello, encuentran el éxtasis en la trasgresión violenta de toda norma social • Obras 1. Los amantes muertos, 2012. 2. El nacimiento de la Ciudad de México, 2002. 3. Niña dormida, 2012.
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