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■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 25 de enero de 2015 ■ Núm. 1038 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

La te r ce ra ind ep

Juan Manuel Roca

en

• Albert Camus y el exilio,

que vende armas,

Víctor Manuel Mendiola

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• Ayotzinapa y el drogadicto

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y la autobiografía, V ilma F uentes

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• Emmanuel Carballo

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25 de enero de 2015 • Número 1038 • Jornada Semanal

BAZAR DE ASOMBROS UN LIBRO DE JUAN MANZ (II y última )

Los acontecimientos más recientes en el entorno latinoamericano –de manera particular el giro que ha dado la relación entre Cuba y Estados Unidos– obligan a la reflexión y el replanteamiento de varios conceptos, comenzando por la forma en la que el propio subcontinente se ve a sí mismo, pasando por el análisis de las ideologías –de ninguna manera superado por el supuesto fin de la historia–, hasta llegar a la necesidad, como afirma Gustavo Ogarrio, de plantearse la tercera independencia de América Latina, considerando “el nuevo ciclo de colonización neoliberal”, así como “la creciente ‘americanización’ estadunidense del subcontinente”. Proponemos este lúcido ensayo como punto de partida

E

n el fondo de la escena, el escultor enamo­ rado de su obra, el que gritó: “¡Habla!” a su Moisés, no puede apartar la vista de tanta perfección. A pesar del silencio del mármol el mancebo entabla un diálogo misterioso con algunos de los que admira. Ese diálogo camina por los rum­ bos de la creación artística que es, ya lo decía Marx, “una dimensión esencial de lo humano”. Hay en él un susurro sobrenatural y la admiración por ese momento dorado de la humanidad que fue el Renacimiento. En él participamos todos, pero la voz predominante tiene la humildad del trabajo pastoril. Yo quería nada más mi anhelo era alabarte me contentaba la sola idea de ser guardador de mi ganado que es el tuyo Como tú sólo deseaba pastorear a mi rebaño llevarlo a lo más alto del otero y trashumar la dehesa en otros verdes.

para un debate cuya importancia y urgencia son evidentes. Completan el número un artículo de Víctor m. Mendiola sobre Ayotzinapa y su relación con la venta estadunidense de armamento, un texto de Juan Manuel Roca sobre Albert Camus y el exilio, así como una reflexión de Vilma Fuentes sobre Emmanuel Carballo y la autobiografía.

La rogativa final del libro se dirige a Sabaoth, el Se­ ñor de los ejércitos. Porque yo te conozco y amo demasiado y en Ti templo mi espíritu sé que Tú no eres el Señor de los ejércitos y de ninguna manera estás de acuerdo en que se mate a nombre tuyo ni de nadie.

Hugo Gutiérrez Vega Porque tú me conoces y amas demasiado y ardes con el fuego de estos versos y pulsas cada intención latida por mi sangre sabes que yo iré tras mis contrarios por mi cuenta por mi cuenta por mi solitaria cuenta

En el mundo se va reduciendo y los misterios se entregan a quien tiene la virtud de la sim­ plicidad. Tú no tienes misterios para mí Señor eres tan tierno y pastor bueno y niño con rebaños nuevos que te miro estar ir y volver tras la invisible comba que salvan las ovejas en el tráfago de claridad umbrosa que tiembla con mi alma ahora que la luz levanta y sienta precedente.

Muchas gracias Juan, por este libro de alabanzas, reflexiones y ruegos. En él nos dices que la poesía es una oración lanzada a la rosa de los vientos. Por eso Díaz Mirón, con intensidad postrománti­ ca, la llama “radioso Arcángel de ardiente espa­ da”, la espada que sella los labios del profeta, el fuego que arde en el alma de las palabras

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Portada: Entraña viva Ilustración de Gabriela Podestá

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Ayotzinapa

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y el drogadicto que vende armas Víctor Manuel Mendiola

E

n México hemos transitado de ver un clima permanente de zozobra. No a las autoridades con resignado quiere violencia. No quiere la patria ducansancio y cierta repulsión, a mira. Quiere La suave patria, que también rar a todos los políticos con agoexistió y existe todavía. Y al tocar esto, bio y rabia. Nos indignan los crímenes llegamos al fondo de la cuestión. injuriosos e insoportables de los últimos ¿En las condiciones actuales es po­ meses, sumados a los asesinatos ocusible resolver el problema de la insegurridos durante los tres go­b iernos an­ ridad? Si por un procedimiento casi máteriores, en particular las matanzas en gico el gobierno lograra reorganizar las la administración de Felipe Calderón y policías (para empezar pagándoles más) del procurador Genaro García Luna –de y disminuyera un poco las diferencias de manera inexplicable nadie le ha fincaingreso, ¿podríamos aspirar a que la viodo responsabilidades a este exfunciolencia bajara de manera sensible? nario por sus teatros y mentiras. No, no sería posible. Todos sabemos lo que sucede en La razón es que la fuente del problenuestro país. Lo que vivimos es fruto ma del miedo y la incertidumbre social, de la tremenda desigualdad históride la presencia de la dureza despiadada, ca de nuestra sociedad y de la corrupno está en México. No es México. Su orición. Un pequeño grupo inmenso no gen es el drogadicto que vende arsólo elude de todas las maneras posimas. Ese hombre, ese maleante, no está bles cumplir sus deberes (evaden imaquí. Está al otro lado. Está en Estados Uni­ puestos con fundaciones, residencias dos. Es Estados Unidos, el mercado más prolongadas fuera del país –a la manegrande de drogas y el vendedor satisfera de Gerard Depardieu–, costosos cho y feliz de pistolas, rifles, cuchillos y equipos de contadores y administradotoda clase de pertrechos para matar. res y un sinfín de artimañas más), sino Da un poco de esperanza ver una que obtiene superutilidades en condiserie de tv como Breaking Bad, donde ciones ventajosas por irregulares. los vecinos del norte asumen una parMientras, los empleados y los traba­ te no pequeña de su responsabilidad jadores reciben minisueldos y mini­ en la producción, distribución y consusalarios. Además, como sabemos los mo de drogas. Pero una golondrina no que hemos tratado de enfrentarnos con hace verano. Los del otro lado han intelas empresas dedicadas a destruir el grado, como nadie en el resto del munpatrimonio arquitectónico de Ciudad do, a su vida social el uso de los estu­ de México (inmobiliarias y firmas de pefacientes y, además, son una nación arquitectos), los principales corruptoUso recreativo, El Fisgón pro­f undamente feroz. La olla podrida res de funcionarios públicos no son los de narcóticos más armas es un explosivo. La sociedad estadunidense puede mepolíticos; son los empresarios. Este comportamiento de los creadores de “desadio controlarlo por su enorme riqueza, pero para los mexicanos es una desrrollo” en el terreno de la industria de la construcción es exactamente el mismo en el área de los bosques, las playas, el agua, el mar y todos los recursos suscepgracia estar junto al país donde se toma esa sopa. tibles de ser enajenados (ahí está el caso de la contaminación del río Sonora por La única solución sería tratar a las drogas como tratamos al alcohol: una susla minera Cananea), aunque esas riquezas representen un bien y una propiedad tancia estimulante permitida y un asunto de salud pública. Sin embargo, como colectivos. Asimismo, no pocos políticos poseen tan grandes riquezas que no los políticos mexicanos sí pueden aceptar consumir el enervante alcohol y, al hay forma de explicarlas de manera honesta y, en el mejor de todos los casos, son mismo tiempo, se escandalizan con el uso de los otros enervantes y piensan responsables de lavar dinero de negocios ilícitos (por ejemplo, recibir porcen­ –aunque sean jóvenes– como viejitos gagás, no van a echar mano del único retajes por tráfico de información confidencial u otorgar obras a discreción). medio verdadero: legalizar las drogas. Además, los empresarios estadunidenses A esto habría que agregar, en general, la disposición de una buena parte de probablemente ya decidieron que el negocio de los narcóticos es suyo y no perlos mexicanos comunes y corrientes a quebrantar normas y reglas: si con frecuenmitirán que el gobierno mexicano camine en esa dirección. cia nos pasamos el alto, poniendo en riesgo la vida de otras personas, por qué no Ayotzinapa sucederá, más tarde o más temprano, otra vez, como ya ocurrió nos vamos a pasar el alto en otros planos y carriles del orden y la convivencia. San Fernando en Tamaulipas. Lo que han creado estos crímenes atroces es, por Pero lo inédito del momento actual es que se ha hecho evidente una situación un lado, el tráfico de estupefacientes hacia casi toda la Unión Americana y, radical: de un lado están las autoridades, los políticos de todos los partidos y los por el otro, la capacidad de las organizaciones de delincuentes para “equipargrandes empresarios y, del otro, los más pobres (campesinos, obreros y desemse” en las cuatro mil o más armerías que los miembros de la Asociación Nacional pleados), las clases medias y toda laya de pequeños empresarios que tratan de del Rifle en Estados Unidos han establecido en la frontera norte del lado yansobrevivir. La mayoría de los participantes en las marchas es –unos más, otros qui. El drogadicto que vende armas está ahí, tiene muchas ganancias, sopla al menos– la gente que vive al día y que ya no quiere sobrellevar su existencia en fuego y no se irá

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Cinco vistas del Monte Fuji Alberto Blanco I Cuando el monte aparece claro

La cima aparece de pronto

todo en mí es claridad.

blanquísima ante nuestros ojos.

Cuando aparece oscuro,

Ha nevado, nieva o va a nevar.

la oscuridad se apodera de mí.

¿Cuál es la diferencia?

Miro en todas direcciones

IV

y no siento preferencia alguna. La mente no nacida

nada sabe de luz ni oscuridad.

II ¿Qué importa la estación?

¿Qué más da el día, el mes o el año? Me recuesto y reposo

Toda montaña

necesita tener faldas para tener una cima; Toda montaña

necesita tener cima para tener faldas.

Pero sólo en las faldas prospera la vida.

a mis anchas esperando el sueño. Y no me vengan ahora

con que el artista no trabaja… La cumbre nevada del Monte Fuji

es la más bella de mis realizaciones.

V Baja siempre, siempre,

de las cumbres nevadas de la sabiduría a los verdes valles de la estupidez. Esto lo comprendió

III Ilimitado y libre es el cielo.

Ilimitado y libre el Monte Fuji. Tanta sabiduría hay en la luna llena como en una noche de nubes.

con absoluta claridad Katsushika Hokusai casi dos siglos antes

que Ludwig Wittgenstein.


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Décimas Ricardo Yáñez

De par en par, eso pido,

No ingenuidad, o eso creo,

Volver en mí, vaya reto,

y mirar si de verdad

sentir fresca la saliva.

Sobre esa verdad me paro,

abrirme a la soledad,

vivo como yo he querido. Mal el tiro me ha salido muchas veces y ya no

tengo tiempo. Ya pasó el que se me concedía

como gracia. Llegó el día en que yo debo ser yo.

Si yo supiera quién soy qué dificultad habría,

pero lo sé. Es fantasía

eso de que nunca estoy

conmigo mismo. Ora voy a demostrarme solito

que en el susurro y el grito, aunque más en la canción, soy de todo corazón

muy más la verdad que mito.

¿Emito yo la verdad?

No quiero comprometerme a cosa tal. Quiero verme nomás en la libertad

que mis límites me dejan.

Fieles ellos me aconsejan

nomás no extralimitarme, pero eso sí, acomodarme

a mis anchas a mí mismo.

¿Lo lograré? Es mi optimismo.

ya se verá. Me motiva

Si directo o con rodeo

no me importa. Llegaré a la raíz de la fe

que a escribir aquí me ha puesto. Hoy por hoy no me molesto

conmigo mismo. Me encuentro siendo afuera desde dentro.

Desde muy adentro digo el todo que me contiene. Esta palabra que viene

tan descalza da conmigo. Solo estoy y solo sigo el hilo de mi decir.

No hay nada que presumir, nada que ocultar tampoco. Si me ves fuera de foco

es que aún no aprendo a existir.

Pero en mi nueva existencia ya voy entrando, atrás dejo, innecesario trebejo,

el cuerpo de la demencia

que habitaba con violencia, contra de su parecer

lo que en verdad es mi ser.

Soy quien soy, sin más ni menos, reconozco mis terrenos.

Creo que he sabido volver.

pero volví. Quede claro.

con ella me comprometo. Desde ahora me respeto

más que siempre, más que nunca. Iba mi palabra trunca solicitando muletas.

Del oro doy con las vetas

en la más negra espelunca.

En la gruta más oscura doy con el oro callado

que me estaba destinado. Andaba yo en tal ardura que ni pa dónde voltear y conmigo vengo a dar, con el oro de mis días.

Adiós las melancolías,

adiós los desasosiegos.

Oídos fueron mis ruegos.

Mis ruegos fueron oídos y acabo donde empecé. Lo que ignoraba ya sé

y en colores encendidos.

Hablo en mis cinco sentidos, ya total me pertenezco.

Siento, sí, que me merezco

haber llegado a buen puerto.

Aunque sueño voy despierto y respiro este aire fresco.


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Vilma Fuentes

Emmanuel Carballo

y la autobiografía El joven Emmanuel Carballo

E

ra el año de 1966. Froylán López Narváez entregó el manuscrito de mi primera novela a Emmanuel Carballo, quien andaba buscando “nuevos talentos” para su naciente editorial Diógenes. Mi edad y mi escritura le interesaron. Sería la “José Agustín femenina” y la “Françoise Sagan mexicana”. Por fortuna, no fui ni uno ni otra, pues manuscrito, pruebas de galera y copias fueron devorados por las llamas con mi consentimiento. Sólo me quedaron el contrato y la maqueta de la portada de Autodestrucción, título premonitorio de esa novela. Antes del justo enojo de Emmanuel ante este acto, nos reímos mucho. Lo conocí en su casa de Copilco, donde vivía con Neus Espresate. Formaban una pareja radiante, ¿no irradiaban amor? Durante los primeros tiempos de su relación, me contó Emmanuel, Neus y él siguieron en un mapa los avances de Castro y sus tropas en Cuba como si fueran los de su relación amorosa. Escuchar a Carballo durante las tardes asoleadas de 1967 era, para mí, entrar a la caverna de Alí Babá de libros. Emmanuel conocía todos los secretos de la vida tras bambalinas del mundo literario mexicano de la época. Mundillo descrito sin complacencias, con sorna y, sobre todo, ingenio, donde los elogios, raros, sonaban ver­ daderos, en su “Diario Público”. En persona, su sarcasmo era de una ferocidad sólo comparable, entonces, a la de Salvador Elizondo. “Sans la liberté de blâmer, il n’y a pas d’éloge flatteur” (Sin la libertad de vituperar, no hay elogio halagüeño), señala Beaumarchais con esta evidencia a menudo olvidada por los autores de interminables flo­ rilegios de panegíricos laudatorios. Virulento, cáustico, Emmanuel arrancaba la sonrisa a los más escépticos. Su espíritu, de la familia de Voltaire, lejos de la acidez avinagrada del viejo Novo, se expresaba en frases lapidarias donde resonaba los ecos de la verdad. Carballo decidió crear una colección de “Autobiografías”. Calibradas, había que contar su vida en cuarenta páginas. El desafío era un vértigo y una fascinación. Los riesgos y peligros eran muchos y mortales. Salvador Elizondo los sorteó con verdadero genio. Su “Autobiografía” es una joya de la literatura sin literatura. En cuarenta páginas toca el milagro del ser y el enigma del tiempo, las interrogaciones sobre la locura y la obra de arte, su vida, el amor, las mujeres. Cuenta su huida de los amores descompuestos que vive con dos hermanas, el recorte de

periódico que le envían a Europa, donde aparece la noticia del suicidio atroz, degollándose, de una de ellas. Punto y aparte genial, Salvador prosigue su relato: “La arquitectura en Roma…” José Agustín logra también narrar su aún corta vida, en ese entonces, sin artificios literarios, insolente: amor y viaje a Cuba. Pitol escribe párrafos magistrales, como ése donde habla de Luis Prieto, sus caminatas y los encuentros insólitos en las calles de México, momentos de epifanía que sólo se viven gracias a la magia de Prieto. En los años sesenta escribí una segunda “Autobiografía” a pedido de Silvia Molina, quien deseaba renovar la idea de tal colección. Quizás, algún día, si una autobio­ grafía llega a parecer aproximarse más de cerca a la inasible verdad, me decidiré a publicar las solicitadas por Carballo, en los años sesenta, y por Molina en los noventa. Escribir su autobiografía es una tentación frecuente, no sólo entre escritores, también entre personas que desean contar su vida con la esperanza de comprenderla. La autobiografía es, sin embargo, un ejercicio peligroso. ¿Cómo no caer en la trampa de la complacencia vis a vis de sí mismo? Sobre todo cuando el autor se enternece con recuerdos infantiles, sus descubrimientos de la vida, del amor, convencido de revelar al mundo una experiencia única, sin percatarse que esto es único sólo para él.

Riesgo más grave que la complacencia es la mala fe de la autojustificación. Sus autores parecen, en ocasiones, librarse a un alegato de defensa en una corte: se explica, se justifica, responde a una acusación imaginaria. De alguna manera, quiere ser el juez de sus actos sin dar la palabra a los otros, tratando de usurpar el papel del tiempo e introducirse en la Historia. Existe un ejemplo de autobiografía perfecta. Se trata, de manera asombrosa, de una obra filosófica. En este monumento del pensamiento, El discurso del método, René Descartes comienza por contar su vida en unas páginas. Libro fundamental, denso en su brevedad. Su objeto es establecer las reglas para distinguir lo verdadero de lo falso, y Descartes se ajusta a sus propias reglas. Con rigor y sobriedad, el filósofo expone unos cuantos hechos verdaderos de su infancia, su educación, la formación de su espíritu, los errores que le enseñaron, y la manera en que aprendió, poco a poco, a dudar de todo. Los lazos entre lo vivido y el descubrimiento de su sistema de pensamiento con un arte llevado a la perfección. No falta ninguna palabra, ninguna está de más. Se podría evocar también la autobiografía de Virgilio. Se halla contenida en sólo dos versos latinos: Mantua me genuit, Calabri rapuerunt, tenet nunc Parthenope… La cuestión esencial de una autobiografía, como en toda obra de escritura, es la búsqueda de la verdad. Un autor pretende no tener una ambición diferente. Cumplir ese deseo es un desafío: la verdad, como un espejismo, se aleja a medida en que se le aproxima. Rousseau presenta sus Confesiones como el libro más sincero jamás escrito. Pero la sinceridad es una virtud moral, la verdad es un enigma indisoluble. Esa es acaso la paradoja más misteriosa de la literatura: la verdad se encuentra, a veces, mejor en la invención que en un relato fiel, en apariencia, a lo real. Quizá sea necesario dar algunos rodeos para acceder a la parte más oscura y verdadera de la existencia. Aureliano Buendía y Úrsula tiene más realidad, son más reales, e inolvidables que muchas personas de carne y hueso. Los personajes de Proust siguen vivos y cada uno de ellos encarna la verdad de su autor. Flaubert confiesa su verdad cuando dice: “Madame Bovary soy yo.” Pero el striptease es un arte y un don que no se da a todos. Qué le vamos a hacer: los dioses son caprichosos


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Albert Camus, el exilio en casa

Juan Manuel Roca

¿Q

ué pensaría usted al encontrar ratas muertas o en agonía en su café preferido o en la escalera de su edificio? Posiblemente, que vive una pesadilla o que lee demasiado la Biblia, con sus Nilos de sangre, invasiones de ranas, gavillas de mosquitos, nubes de langostas y un Faraón cercado por diez plagas y el Dios de Israel. O, como el portero del edificio del doctor Rieux en la argelina ciudad de Orán, que es cosa de bromistas. Escrita en 1947, dos siglos después de El año de la peste, de Daniel Defoe, la novela de Albert Camus recuerda que “ha habido tantas pestes como guerras y sin embargo pestes y guerras cogen a las gentes siempre desprevenidas”. Todo empezó un día, en una ciudad portuaria con espacios fóbicos al árbol, cenicienta y mortecina, pero como la mujer envuelta en piel de asno con una seducción oculta. Una ciudad de gente modosa que cree en el matrimonio, al que Camus llama “una larga costumbre a dúo”. Llega la peste. La ciudad portuaria, como una muñeca rusa que guarda dentro otras muñecas, parece parir ratas moribundas. Tras limpiar calles y rincones de esas emisarias de muerte, un nuevo cortejo envuelve a la ciudad en atmósferas de espanto. Como si pasara el flautista de Hamelin –al que evoca Günter Grass en La ratesa–, las ratas morían a los pies de los habitantes. Entre el 16 y el 25 de abril, según el expediente estadístico, se recogieron 6 mil 321 ratas muertas. Con las primeras muertes humanas la peste y el miedo hacen pareja. Camus, que señala la precariedad de la razón, la brutalidad del ser, la tragedia humana, hace de su novela un coto de caza para el pensamiento. Parece decir que el miedo nos hace reflexivos. Todo esta crónica de la peste flota en una vigilante pesadilla. Cuando se tiene que acudir al “servicio municipal de des-

ratización” y el periódico local debe rendirse a la evidencia, se desplazan las demás noticias y sólo se habla de fiebre, ganglios, vómitos y muertos que empiezan a hacer de Orán una ciudad supurante. La felicidad no sabe contar. Nadie hace el censo de los momentos felices de un hombre, pero siempre hay un ábaco para contar tragedias y muertos. Camus nos recuerda que el Estado se niega a ver los males de la sociedad pues resulta mejor la ignorancia que el pánico. Pero con los centenares de muertos por la peste no hay quien pueda esconder la cabeza. Un paisaje enfermo humaniza más a los personajes de la novela. La llegada de un ángel pestífero a un mundo profiláctico hace meditar en la muerte y en la vida. Un tema constante empieza a ser la incomunicación, el exilio en casa y el de quienes no pueden volver a Orán a visitar sus familias. El exilio de los que se fueron, el inxilio de los que se quedaron. Hasta el lenguaje sufre mutaciones y palabras como “transigir”, “favor”, “excepción”, se ahuecan de contenidos. Hay una visión cercana a un cuadro de Breughel con carretones de ratas muertas. Camus traza un símbolo, cruel como la llegada de los bárbaros y también como los bárbaros promotor de reflexiones, para un alegato moral. El sentido agonista termina cuando la peste, tras miles de muertos, desaparece. Vuelven los trenes y se acaba la feroz cuarentena de la ciudad. Pero aun nos reserva la duda: “el bacilo de la peste no muere ni desaparece jamás, puede per­ manecer durante decenios dormido en los muebles, en la ropa, en las alcobas, en las maletas”. La peste, como la guerra, quizá no sea más que la forma de hacer al hombre prisionero de su impotencia


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La

independencia de América I. DE LAS DIFICULTADES PARA NOMBRAR A “NUESTRAS REPÚBLICAS DOLOROSAS DE AMÉRICA”

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n su célebre ensayo Nuestra América, José Martí afirmaba con lúcida urgencia: “Los pueblos que no se conocen han de darse prisa para conocerse.” Martí exigía una estratégica reconstrucción del pasado de los pueblos latinoamericanos, con mayor justeza “nuestroamericanos”, que tendría que articularse de manera apremiante a ese presente de finales del siglo xix , 1891, en el que ya se prefiguraba una incursión colonial esta­ dunidense en tierras latinoamericanas. El texto de Martí va a dar lugar a una importante tradición ensayística que pensaba América Latina desde la dificultad propia de un ciclo histórico altamente cargado de una amenaza de recolonización, ahora por parte de Estados Unidos; la necesidad de lo que Martí denominó como una “segunda independencia” hacia finales del siglo xix : “De la tiranía de España supo salvarse la América española; y ahora, después de ver con ojos judiciales los antecedentes, causas y factores del convite, urge decir, porque es la verdad, que ha llegado para la América española la hora de declarar su segunda independencia.” Ese “ahora” de Martí implicaba también una cuestión que no era menor: volver otra vez a nombrar al subcon­ tinente como una manera de relanzar la pregunta por el sentido y actualidad de su independencia. Si Martí se refiere a este subcontinente como Nuestra América es también porque en la formación histórica de la región es de primer orden la cuestión de cómo referirse a ella. Nombrar una región no es exterior a su percepción política y cultural; implica ya una interpretación y una cuestión epis­ temológica: condiciona la manera de conceptualizar la realidad misma de la región nombrada. John l . Phelan rastreó el origen de la idea de América Latina en el siglo xix y al mismo tiempo planteaba que el problema de “la nomenclatura en las américas ha reflejado, muy a menudo, de una manera simbólica, algunas de las aspiraciones de los poderes europeos hacia el nuevo mundo” (“El origen de la idea de Latinoamérica”). El nombre “América Latina” surge en 1860 como parte de una acción política de Francia en su programa de expansión colonial. Obviamente, esta manera de nombrar al subcontinente se ha resemantizado y ahora podemos afirmar que América Latina es, al menos, una noción polisémica que ha desbordado su origen de pretensiones coloniales por parte de la Francia expansionista del siglo xix. La cuestión de cómo nombrar lo que problemáticamente se denomina como “América Latina” tiene también otras perspectivas históricas. Edmundo O’Gorman, en su libro La invención de América, alude al problema del surgimiento de América en la

conciencia occidental mediante la reconstrucción histórica de la invención de su ser, como afirma en el prólogo de 1976 de su libro: “En esta obra, pese a afirmaciones que hoy considero que deben ser revisadas, puse en claro, para mí por lo menos, la necesidad de considerar la historia dentro de una perspectiva ontológica, es decir, como un proceso productor de entidades históricas y no ya, según es habitual, como un proceso que da por supuesto, como algo previo, al ser de dichas entidades. Estas reflexiones me sirvieron para comprender que el concepto fundamental de esta manera de entender la historia era el de ‘invención’.” América y su aparición en el seno de la cultura occidental sería una “invención” del mismo pensamiento occi­ dental, afirma O’Gorman. Esta invención, opuesta a la noción teológica de “creación”, es reconstruida críticamente en su larga historia de textos e interpretaciones que intentaron nombrar y dar por sentado que América había sido “descubierta” por Cristóbal Colón. Para O’Gorman, esta misma reconstrucción la podíamos denominar como una filosofía de la historia o, más propiamente, como una perspectiva filosófica de la interpretación histórica: “El análisis de la historia de la idea del descu­ brimiento de América nos ha mostrado que estamos en presencia de un proceso interpretativo que, al agotar sucesivamente sus tres únicas posibilidades lógicas, desemboca fatalmente en el absurdo.” Antonello Gerbi, en su libro La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica 1750-1900, ubica históricamente este conflicto de nombrar y otorgar sentido a la región a través de la suma de interpretaciones sobre el Nuevo Mundo. A partir de la exégesis del naturalista Buffon, a mediados del siglo xviii , se comienza a desarrollar la tesis de la “debilidad” o “inmadurez” del continente americano. Gerbi reconstruye lo que históricamente será una manera de interpretar y nombrar en perspectiva siempre comparada al Nuevo Mundo para, posteriormente, analizar ese síndrome ideológico de superioridad o de madurez que va a sostener las interpretaciones de un importante cuadro de pensadores europeos y que, para Gerbi, culminarán en la restauración de una filosofía de la naturaleza en Hegel y en su condena para América como figura inmadura e impotente. Afirma Gerbi: Hegel, impresionado por la visión de la rápida adolescencia de la república norteamericana y de las reiteradas y victoriosas explosiones revolucionarias de la América española, pero inseguro en cuanto a la manera de incluir el continente en sus tríadas dialécticas de tendencia eurocéntrica, no niega a los pueblos de América el crisma glorioso de la juventud, a la que pertenece el Porvenir, pero remacha sobre la América física la condena de in­ madurez.

También es cierto que el patrón comparativo entre el Nuevo Mundo y Europa comienza con la llegada misma de Cristóbal Colón, como se puede ver en las primeras incursiones del Almirante en tierras americanas, por ejemplo, en la del martes 16 de octubre de 1492: “Y vide muchos árboles muy disformes de los nuestros, y dellos muchos que tenían los ramos de muchas maneras y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro de otra, y tan disforme que es la mayor maravilla del mundo cuánta es la diversidad de una manera a la otra” (Cristóbal Colón, “El descubrimiento”, en Descubrimiento y conquista de América, selección, prólogo y notas de Margarita Peña, unam , México). Para Colón, esta “diversidad” y diferencia de flora y fauna entre el Nuevo Mundo y Europa todavía no es sinónimo de inferioridad, aunque ya está presente en su criterio de conquistador una matriz cultural sim­ plificadora, su propia conciencia explicativa de la naturaleza y una perspectiva de comparación en la que lo “propio” europeo siempre será el criterio último de valoración de lo que encontrará en el Nuevo Mundo. ¿Para qué evocar este breve rastreo en la forma de nombrar lo que hoy conocemos como “América Latina”? América Latina lleva, en el nombre mismo, las marcas de su propia historicidad y heterogeneidad. Un amasijo de pasados vistos a la luz del presente, del comienzo de este siglo xxi , en el que es necesario relanzar no sólo el problema de la nomenclatura de la región sino el de una “tercera independencia”, esto ante el nuevo ciclo de colonización neoliberal y ante la creciente “americanización” estadunidense del subcontinente. ¿Se puede entender América Latina, con toda su polisemia, sin una mínima reconstrucción histórica de sus formas de ser nombrada? ¿Son los estudios sobre y desde América Latina –entendidos en todas sus acepciones: como estudios regionales, como estudios de área, como estudios en perspectiva intercultural o como un legado de ámbitos como la historia de las ideas, la historia de las mentalidades, el postcolonialismo o el giro descolonial, por ejemplo– una heterogeneidad conflictiva con múltiples formas de nombrar y problematizar lo que es actualmente el subcontinente, o se pueden reducir a una simple disputa por imponer una sola manera de pensarnos como latinoamericanos?

II. DE LA HETEROGENEIDAD PARA INTERPRETAR AMÉRICA LATINA DESDE UNA PERSPECTIVA HISTÓRICA Y GEOPOLÍTICA Ninguna disciplina o saber, ninguna teoría o metodología, tiene asegurado su acceso a la “verdad”; tampoco tiene garantizada una relación infalible con la historia. Los estudios sobre América Latina representan también una heterogeneidad de disciplinas y saberes que se mueven en un permanente conflicto de interpretaciones, que cuentan con


Gustavo Ogarrio

tercera

Latina

América Latina lleva, en el nombre mismo, las marcas de su propia historicidad y heterogeneidad.

una sólida ventaja en sus debates y posiciones: al ser herederos del quiebre de una “universalidad occidental”, al pensar el mundo moderno desde una o varias regiones, han tenido que ejercer una fuerte relación con un saber histórico y muchas veces geopolítico. Es sumamente heterogénea esta manera en que cada disciplina y saber construye y ejerce su propia perspectiva histórica y geopolítica. Por eso mismo es imposible hablar, por ejemplo, de una simple renuncia al historicismo desde los estudios latinoamericanos, entendido reductivamente el historicismo como un metarrelato, como esta exigencia que el discurso postmoderno en Lyotard le quiso imponer al debate sobre la crisis de paradigmas. Más bien, pensados como estudios regionales, los estudios sobre América Latina cuentan con un punto de partida estratégico para moverse en su propia heterogeneidad y en la misma crisis de paradigmas: la perspectiva histórica y geopolítica, que al menos evita empuñar una ingenua universalidad o totalización eurocéntrica del espacio y el tiempo, esto en la manera de comprender y trabajar con disciplinas y saberes como la historia, la filosofía, la antropología, la ciencia política o los estudios literarios. No es un problema nuevo el de la impugnación a la legitimidad misma de los estudios sobre América Latina como estudios regionales o como estudios de área, o como esa articulación de disciplinas para interpretar lo que actualmente es el subcontinente y sus fundamentos epistemológicos como “objeto” de estudio. Esta impugnación se desvanece súbitamente en nuestros días si aceptamos que los estudios sobre América Latina no tienen por qué responder de la misma manera al supuesto “cambio de paradigmas” que en los últimos años ha cuestionado la legitimidad científico-social de disciplinas como la antropología, la filosofía, la historia, los estudios literarios y la ciencia política. Los estudios latinoamericanos cuentan con la ventaja de enfrentar esta crisis de paradigmas con una nueva regionalización de las mismas disciplinas de origen universalista y de sus modos de articular o desarticular sus pautas metodológicas sobre América Latina. Los estudios lati­ noamericanos pueden ser entendidos como una herencia legítima –y muchas veces poderosa– de esa fractura del universalismo con el que se concebían las ciencias sociales y las humanidades en la llamada cultura occidental. Quizás ahora, más que nunca, los estudios latinoamericanos dependen de tradiciones de pensamiento asimétricas, no simultáneas, respecto a las recurrentes crisis de paradigmas de las disciplinas entendidas en su concepción clásica y eurocéntrica. Más bien, es la oportunidad de volver a discutir el ámbito de pertinencia de cada disciplina, los modos de unificación o integración entre di-

ferentes campos del conocimiento sobre América Latina y los debates y la acumulación de conocimiento que cada saber ha conquistado por su cuenta en sus investigaciones sobre el subcontinente. Por supuesto que es necesario reconocer que los problemas de integración o desarticulación en los estudios sobre América Latina son diferentes a los que, por ejemplo, hace algunos años señalaba el discurso postmoderno para las ciencias sociales y las humanidades. Más bien, pensar actualmente a América Latina tiene que ver con ensayar cierta perspectiva histórica y pluriétnica que impida el rechazo arbitrario de todos sus pasados, con el abordaje de nuevas formas de nombrar al subcontinente, aunque no sea siempre a través de la modificación directa del nombre de “América Latina”; tiene que ver también con aclarar el nuevo mapa geopolítico del subcontinente, lo cual implica

Ilustración de Gabriela Podestá

también una intensa disputa ideológica que todavía tiene como una de sus claves la definición misma de Estado. Es probable que la América Latina actual esté, otra vez, “cubierta de tinieblas”, como el momento en que Simón Bolívar escribió su “Carta de Jamaica” (6 de septiembre de 1815), y que cualquier respuesta apenas se pueda ofrecer como una conjetura ante la posibilidad de una “tercera independencia” –ya no criolla sino enfáticamente descolonizadora y con una definición pluriétnica del Estadonación–, ante una nueva manera de afirmar su soberanía regional frente a los poderes hegemónicos en la era del neoliberalismo, de comprender su propia heterogeneidad estructural, de problematizar la articulación entre sus múltiples perspectivas históricas y su actual condición geopolítica. Ante las dificultades de lograr la primera independencia de lo que serían los países latinoamericanos, Bolívar afirmaba algo que ahora se puede entender como una resonancia de larga duración que nos obliga a buscar formas novedosas para interpretar nuestro presente latinoamericano, nuestra contemporaneidad como sujetos políticos que afirmen su heterogeneidad en perspectiva histórica y crítica ante la avalancha neoliberal del pensamiento único: “sólo se pueden ofrecer conjeturas más o menos aproximadas, sobre todo en lo relativo a la suerte futura y a los verdaderos proyectos de los americanos; pues cuantas combinaciones suministra la historia de las naciones, de otras tantas es susceptible la nuestra por su posición física, por las vicisitudes de la guerra y por los cálculos de la política”


LEER Cartas de estética. Apuntes de sociología del arte, Héctor Ceballos Garibay, Ediciones Coyoacán, México, 2014.

EPISTOLARIO DE SUPERHÉROES ANDREA TIRADO

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n el reino de la tecnología, la comunicación entre los seres humanos se ha vuelto impersonal y, en ocasiones, limitada a mensajes cibernéticos; las cartas manuscritas han quedado en el olvido. En este contexto resulta reconfortante descubrir un libro que recupera la tradición epistolar para la didáctica del arte. La práctica de enviar cartas, comenzada por Héctor Ceballos para informar a sus alumnos sobre el contenido de sus próximas clases, pronto se transformó en un epistolario dirigido a un mayor número de destinatarios; dejó de tener una mera función informativa de índole artística, al incluir reflexiones personales acerca de temas políticos, sociológicos, ecológicos, culturales, etcétera, aunque manteniendo al arte en el centro de su atención. El autor ilustra la historia del arte en cada carta y, en cada una, Ceballos pone el arte al alcance tanto de neófitos como de expertos. El lector es llevado cronológicamente desde el arte paleocristiano hasta el siglo xx . Se elige a uno o varios artistas como los principales exponentes de cada movimiento artístico y se revelan detalles de sus biografías. Ceballos busca que el lector reflexione e indague sobre la vida de los artistas, por ejemplo, la del iracundo Bernini. ¿Quién podría imaginar que el creador del Éxtasis de Santa Teresa fuera capaz de mandar desfigurar a su adúltera esposa? O la generosidad de Camille Corot, quien rescató a Honoré Daumier de su penuria económica obsequiándole una casa. Esos detalles han sido, sin duda, determinantes en la vida y en la obra de cada artista reseñado. Ceballos abarca todo: de pintura a escultura, de paisajes a desnudos y retratos, una pizca de literatura y poesía, e incluso arte de denuncia y rebelde. Cada texto busca ir un paso más allá; además de su objeto de estudio, el autor reflexiona sobre el mundo actual, ya sea el México contemporáneo, Siria, Libia o Afganistán. Hay una perfecta amalgama entre pretérito y presente, reminiscencias del pasado en el ahora. Las cartas se vuelven contemporáneas, coetáneas, lo cual permite sugerir la existencia de una cierta empatía con los artistas y sus experiencias, e identificación entre lo escrito y lo cotidiano. En Cartas de estética, el arte se presenta como un espejo del mundo actual, como un reflejo de la sociedad. Espejo que instruye y que, si es visto correctamente, muestra errores cometidos en la historia. Frente al balance que existe de lo bueno y lo malo, Ceballos realza la creación artística. El arte, entonces, como manera de mejorar el mundo. En medio de distintas guerras y destrucciones, se recuerda que el hombre es capaz de mucho más. Desde este punto de vista, los artistas son una suerte de “superhéroes del arte” que desde el pasado advierten acerca de los problemas que habría en el futuro; Edgar Degas, por ejemplo, bien previno sobre el deterioro de la comunicación humana.

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Ceballos invita no sólo a descubrir distintos movimientos sino, sobre todo, a tener presente y a practicar virtudes como la bondad y la generosidad. Propone cultivar una cierta espiritualidad para hacer frente a la cotidianidad violenta que amenaza. Espiritualidad lograda mediante una mayor educación con base en el arte; éste puede brindar esa apertura de espíritu y sensibilidad que tanta falta hace para lidiar con la conflictividad humana. La originalidad y delectación del libro reside en estar escrito en género epistolar, que hace sentir que la carta es dirigida a cada uno de los lectores; así se personaliza la historia. El libro es una llamada de atención, un despertar en contra de la violencia que envuelve al mundo. Cartas de estética busca rescatar un carácter esencial y propio de la humanidad: su capacidad de hacer y de apreciar arte. Si se desea preservar la magia y la sorpresa contenidas en cada carta y adivinar el tema, se aconseja no leer el índice hasta haber terminado el libro; en él existen títulos, y en las cartas únicamente fechas. La falta de información podría, en este caso, modificar de manera beneficiosa la lectura de las epístolas •

De tránsito, Martha Bátiz, Terranova, Puerto Rico, 2014.

PERSONA Y CRISIS: LA NARRATIVA BRUTAL DE MARTHA BÁTIZ NÉSTOR E. RODRÍGUEZ

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n “Writing Short Stories”, uno de los pocos ensayos rescatados del archivo personal de Flannery O’Connor tras su muerte en 1964, la escritora estadunidense define el cuento como “un acontecimiento dramático que implica a una persona, en tanto comparte con nosotros una condición humana general, y en tanto se halla en una situación muy específica”. Las precisiones de O’Connor sobre el arte de escribir cuentos resultan iluminadoras al acercarse al portentoso volumen De tránsito (2014), de la escritora mexicano-canadiense Martha Bátiz. Bátiz ha tenido clara su vocación de escritora desde sus inicios en el ruedo editorial, a los veintitrés años. Su nombre se conoce no sólo en su natal México y en el mundo literario hispanoamericano, sino en las letras anglófonas de Canadá, en cuyo circuito del libro se mueve gracias a la traducción de Boca de lobo (2007), finalista del Premio Internacional de Novela Casa de Teatro, en la República Dominicana. Los relatos que integran De tránsito, volumen armado a partir de las colecciones de cuentos: A todos los voy a matar (2000) y La primera taza de café (2007), están exentos de toda artificiosidad estilística. Como en la narrativa de los grandes maestros del cuento, nada en ellos sobra, y en ese sentido las historias de Bátiz resultan ser artefactos infalibles en su capacidad de producir en el lector ese sacudimiento propio a toda experiencia estética vivida con intensidad.

La pericia narrativa de Bátiz hace que los conflictos que atraviesan sus personajes puedan ser experimentados como dilemas que bien pudo haber enfrentado el lector que sigue el desarrollo de sus historias. Es justamente esa rara habilidad de combinar el virtuosismo técnico con la capacidad de retratar en sus personajes esa “condición humana” de la que hablaba O’Connor lo que más cautiva de la artesanía de esta singular autora. Juan Rulfo pontificó que en el arte de contar hay sólo tres temas: “el amor, la vida y la muerte”, y que el trabajo del escritor consiste en ensayar variaciones eficaces de estos arquetipos. Bátiz se hace eco de las palabras de Rulfo al armar relatos de gran hondura en los que va tejiendo memorables traslaciones de los temas a los que alude el jalisciense. En efecto, en las trece historias que conforman De tránsito, la vida, el amor y la muerte se entrecruzan en un balance perfecto. Los relatos tienen como protagonistas personajes femeninos enfrentados a situaciones límite que las más de las veces desembocan en salidas inesperadas y finales de pesadilla. Un relato en particular, el que muy atinadamente se encuentra en el centro del volumen, tiene hoy día una impresionante vigencia. Me refiero al titulado “Día de plaza”. En este intenso relato, Bátiz aborda el tema de la masacre de estudiantes, profesores y obreros por parte del Ejército Mexicano en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco en octubre de 1968. La perspectiva elegida para su relato es la de la hija del responsable de dar la orden de reprimir a los manifestantes: el presidente Gustavo Díaz Ordaz. La joven regresa al escenario de la masacre el día en que se conmemora un año más de los hechos, buscando respuestas a la angustia que le había acompañado por años en el exilio. Su angustia es una angustia moral: el amor de hija la inhibe de guardar rencor al padre, pero el amor a la tierra de su infancia y sus sujetos aplastados por la represión estatal de entonces no le permite sosiego. Mientras marcha con los manif e s t a n t e s , l a p ro t a g o n i s t a d e “Día de plaza” entiende que ella también está en duelo, como esas madres que lloran todavía a sus hijos asesinados. Con esa agobiante certeza termina el relato: “Es justo que me lleve de aquí este gusto acre. Es justo que me lleve en los pies el polvo de mis calles. Así no olvidaré lo perdido. Y aunque mi cuerpo no pertenezca a ninguna parte, mientras me alejo algo me dice que es verdad, que no me equivoco: en este instante mi corazón pertenece aquí, porque yo tampoco puedo dejar de llorar.” A cuarenta y seis años de la masacre de Tlatelolco, el duelo de la narradora de “Día de plaza” se extiende al grito de la sociedad civil del México de hoy, un país nuevamente pateado por la violencia de Estado con una crudeza acaso más desgarradora que la experimentada en la plaza de Tlatelolco. 43 estudiantes desaparecidos hace dos meses sin que hasta ahora se conozcan más que atroces conjeturas sobre su paradero. En 1958, María Zambrano escribió desde su exilio en Puerto Rico un lúcido tratado sobre la condición humana titulado Persona y democracia. En él desarrollaba la idea del surgimiento de un nuevo tipo de sujeto marcado por la crisis de la postguerra. Según la filósofa española, sólo en estos momentos de crisis puede definirse un horizonte utópico que pueda materializar la “esperanza”. El tipo de comunión en el dolor que exhibe la protagonista de “Día de plaza”

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con respecto a sus compatriotas apunta a que, a pesar de la sempiterna crisis institucional mexicana, aún queda la ilusión de una redención posible, y es precisamente este anhelo de reconquista al interior de las etapas de crisis lo que hace de las indagaciones intimistas en la narrativa de Martha Bátiz un ejercicio tan magistral como urgente • Fragmentos de Bagdad, Sinan Antoon, Turner, España, 2014

¿QUÉ HACER CON LO QUE QUEDA? LAURI GARCÍA DUEÑAS

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sta novela, finalista del International Prize for Arabic Fiction 2013, plantea la pregunta de qué hacer con lo que queda de una vida atravesada por la guerra, la migración y el paso implacable de los años. El que habla en un inicio es el cuerpo del anciano Yúsef, cuerpo que resguarda la casa familiar que él construyó para que su padre y su familia tuvieran un lugar más amplio. Ahí también se guarecen muchas fotografías, hasta una del protagonista con una Sofía Loren de cera, de la que inventa una antigua historia de amor. En el segundo piso de la casa viven su sobrina Maha y su esposo Loai, quienes se han refugiado de la persecución que sufren los cristianos en Irak. Todo se desata cuando Maha, quien perdió el bebé que esperaba en un atentado, se pelea con su tío. El dolor de la chica que nunca ha percibido su país en paz choca con los recuerdos sucesivos de Yúsef, quien insiste en que sí hubo un pasado apacible para la ciudad que ahora vive en una perenne tensión luego de la invasión de Estados Unidos. La novela transita por el pasado de Yúsef, sus amigos de infancia, sus hermanos, el amor que perdió por no profesar la misma religión que su novia de juventud, ella que lo ponía tenso al entrar en la misma habitación, con quien intercambió besos apasionados en el asiento de atrás del coche a escondidas de las familias y a quien le regalaba en su tiempo jazmines. Recuerdos pesados, como el de aquel hermano que se murió de depresión por no haber ganado un contrato millonario con una empresa extranjera. Todo sucede desde una mirada de intimidad ulterior, muy parecida a la de las palmeras de dátiles testigos de la historia. Como alegorías del tiempo que avanza sin reparar en el dolor o el goce de los seres humanos. La segunda parte de la novela cuenta la historia de la sobrina, Maha, estudiante de medicina, cuya vida se desploma luego de la pérdida de su bebé. Ella no se repone a pesar de lo que le recomiendan las mujeres de su familia. No puede pasar la página.

Camina por las calles de Bagdad con tapones en los oídos. No quiere escuchar nada. Maha arremete contra Yúsef y le reclama ese su vivir en el pasado, esa su aparentemente inexplicable confianza en que todo mejorará. La pelea es parte de la historia y la fatalidad. La madre triste sufre de incontables pesadillas: “Despierto empapada en sudor y lágrimas, encogida como un niño que llora a su madre. No, como una madre que llora a su hijo.” Otro de los personajes importantes de la historia es Hinna, la hermana de Yúsef, quien vivió su vida entregada a los demás miembros de su familia y no pudo convertirse en monja, como hubiese deseado, pero vivió su vida entre quehaceres domésticos y estampas religiosas. La novela permite conocer un poco más de la historia y la vida cotidiana en Irak, más allá de los prejuicios y clichés de los medios de comunicación; también hace partícipe al lector de la dicotomía entre los ancianos que no pretenden dejar el lugar donde nacieron, pase lo que pase, y los jóvenes, quienes decepcionados sueñan despiertos con la inminente migración. A pesar de la guerra, el entorno que parece venirse encima, la lucha por el poder, los estragos del enfrentamiento entre religiones disímiles, el odio entre contrarios; Fragmentos de Bagdad muestra que el hilo luminiscente, eso que algunos llaman esperanza, surge de ese amor incondicional entre personas que se enfrentan juntas a la adversidad. A pesar que todas las circunstancias están en contra, existe la posibilidad de crear historias entrañables sólo con los fragmentos • Tristania, Andrés Acosta, Ediciones El Naranjo, México, 2014.

LA IRREALIDAD COMO PREMISA RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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l oficio de décadas se nota en esta novela para jóvenes, escrita con inteligencia y conocimiento de las obsesiones y gustos de una parte de esos afiliados al cine de horror y los videojuegos. Acosta toma a unos hermanos, Morby y Sick, para llevar al lector a un mundo a lo Escher donde lo inmediato se distorsiona para hacer de esta novela una escalada por gradas que se interconectan y se modifican. Por fin, Morby y Sick han llegado al lugar soñado durante años. Y mejor, pues la hermosa y atractiva Tristania es capaz de pelear con las manos y los pies (lleva cuchillas ocultas) y vencer a algunos zombis. Una novela de jóvenes que buscan adecuarse a un mundo donde parecen no tener lugar. Apenas logran funcionar entre ellos, pero perciben un

complot: la conquista alimentaria con alimentos transgénicos, los que pueden convertir a los mexicanos en seres mutantes. Con esa premisa se abre una peculiar puerta al país de las no maravillas. Este divertimento para adolescentes de Acosta logrará que lean, pero también plantea una posibilidad: si los alimentos transgénicos (o los chatarra o los caducos) o cualquiera que no debería ser vendido, pero que se consume por falta de acceso a mejores nutrientes o, de plano, por ser lo más barato, son capaces de modificar nuestra percepción o nuestra genética, ¿a dónde podríamos llegar? Para empezar, a divertirnos. La novela, más que puntualizar sobre los riesgos de comer cereales multicolores, como hacen Morby y Sick, retoma la dicotomía entre fantasía y realidad, muchas veces confundibles para los cinéfilos extremos, más para quienes no satisfacen sus necesidades básicas, como tener una vida social o conseguir una novia. También habla de los fanáticos del zombi: los hermanos intentan organizar una caminata zombi, pero sólo obtienen burlas y maltratos. Podemos imaginar a Acosta en los contingentes chilangos de disfrazados que han logrado romper el récord mundial de caminatas zombis con más de 150 mil participantes. Más todavía: los hermanos divagan sobre la posibilidad de que ellos, y la raza humana completa, sólo seamos los juguetes de un Dios caprichoso que se divierte a nuestra costa. Muchas de sus dudas existenciales se resuelven o amplían al conocer a Tristania, una guapa jovencita vestida de negro que insulta en italiano y que es el puente entre las películas gore y la vida de los hermanos. En algún momento, incluso salen de la pantalla de un cine para seguir peleando con los zombis golosos que los han estado persiguiendo a los tres. Y Zick reconoce a los otros zombis, los más peligrosos: “las ideas obsesivas, los miedos que me acosan”: “sus pensamientos invasivos” que no lo dejan en paz. Las certeras ilustraciones de Marco Chamorro redondean una edición cuidada. Esta es una amena novela para jóvenes, con más contenido del que parece. Una muestra de que la obra de Acosta es una presencia en la literatura nacional •

@JornadaSemanal

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En nuestro próximo número

JUAN GOYTISOLO a la intemperie Adolfo Castañón y Xabier F. Coronado

Entrevista con Ludwig Zeller y Susana Wald, los últimos surrealistas jsemanal@jornada.com.mx


ARTE Y PENSAMIENTO ........

25 de enero de 2015 • Número 1038 • Jornada Semanal

naief.yehya@gmail.com

Jardiel Poncela, el eficaz

La entrevista: comedia, hackeo y la niebla de la ciberguerra (ii y última)

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A EXTENSA OBRA DE Enrique Jardiel Poncela (Madrid 1901-1952) es más conocida como dramaturgo (más de 40 obras de teatro), decenas de novelas cortas, guiones de cine y muchos etcéteras. A pesar de una obra tan amplia, en su narrativa logró mantener el estilo que lo caracterizó: un humor cercano al de Groucho Marx, pero claramente castellano, que por momentos era producto de la asociación libre fonética, y que también requería un amplio bagaje cultural del lector para serle accesible. Probablemente la novela que logra una mejor muestra de ello es Amor se escribe sin hache (1928), cuya calidad la hace vigente y disfrutable casi un siglo después.

Como puede suponerse por el título, la novela buscaba divertirse a costa de los lugares comunes de las novelas “de amor”, pero termina siendo un ataque contra la literatura sosa relacionada a esos amores absurdos por irreales y a esas novelas eróticas de inicios de siglo xx, que hoy en día apenas serían leídas en internet. Los personajes son arquetipos caricaturizados: la mujer fatal tiene esposos por los motivos más absurdos y luego, cuando se queda con uno, se dedica a tener amantes. Uno de estos intenta quedarse con ella “en propiedad”, no sólo en “posesión”, ante la mirada escéptica del marido de ella, quien está seguro del deseo transitorio de su mujer: está tan acostumbrado a saber de los amoríos de ella, que ha impreso cartas haciéndose sabedor de la aventura extramarital y otorgando su consentimiento. Al formulario sólo hay que ponerle fecha y el nombre del nuevo amante. Además, como ella es multimillonaria, no tiene problemas monetarios y lo mismo da viajar a un continente que a otro, pero cuando el amante logra captar su atención, pueden encamarse semanas enteras. Con este esquema sencillo pero llevado a extremos delirantes, Poncela muestra su poderío en el dominio de la técnica humorística, en el uso de: 1. interpelar al lector, mediante cuestionamientos directos o con pies de páginas o notas donde hace comentarios dirigidos y eficaces; 2. deformar la realidad. El mundo de Poncela se mueve entre el delirio y la fantasía. A los seguidores de los inmortales Gilbert

y Sullivan, escritor y músico de operetas cómicas inglesas del siglo xix , les sonará conocido: a Gilbert se le conocía como el rey del mundo al revés (“ Topsy-turvydom”) porque en sus creaciones lo malo es bueno y al revés, las virtudes se critican y los vicios se alaban, etc. Con Poncela sucede lo mismo; 3. recargar cada situación, llevarla a lo extremo con elementos que tal vez por separado funcionarían como descriptivos, pero que juntos sólo pueden llevar al humor: la mujer fatal se arregla y al mismo tiempo tiene manicura, pedicuro, masajista, peluquero, depilador y le pintan los ojos: la hipérbole como conducto al desatino y lo humorístico; 4. presentar lo inverosímil, ya Bergson hablaba de este mecanismo de la risa, y Jardiel lo logra con una naturalidad producto del oficio de escritor más que constante: el amante es abandonado en una isla desierta y decide irse a Barcelona nadando junto con unos actores que así van desde Lima, con quienes comparte obras de teatro, por ejemplo; 5. la ridiculización de personas, hechos (mientras el personaje está noqueado, todos los asistentes del club disfrutan escuchando la explicación médica de los exactos mecanismos corporales involucrados en el golpe a la mandíbula), temas y hasta de sí mismo: al final de la novela, el autor se inventa opiniones de autores ilustres: Valle Inclán dice:“no sé qué autor es ése, ni qué título es ése, ni qué libro es ése”; Gregorio Marañón dice: “prometo leer ese libro en cuanto tenga tiempo”; Sánchez Guerra dice: “No creo en el talento de esos jóvenes que se ríen de todo. En nuestro tiempo los jóvenes éramos más serios y como no existían los cabarets, jamás se nos ocurrió ir a ninguno de ellos.” También se burla del lector: “Particularmente la literatura humorística, además de servirme para una porción de cosas que no hace falta denunciar, me sirve para medir la inteligencia de las personas de un golpe y sin equivocarme en un solo caso.” Al tratarse de una novela “de amor”, se muestra la conocida guerra de los sexos, con las conclusiones propias del autor: “El hombre es el ser más ingenuo de la Creación y donde la mujer pone cálculo, él no pone más que simpleza”. Cuando van a un bar de mala muerte en París, se hace el valiente para salvar el pellejo y somete absurdamente a todos los malandrines. Jardiel Poncela logra en esta novela un clásico de la literatura sin adjetivos •

GALERÍA

Ricardo Guzmán Wolffer

Saturar o penetrar Sony ha sido un blanco predilecto de diferentes grupos de hackers por distintos motivos desde hace tiempo. La red de PlayStation fue atacada en 2011 por los hackers de Lulzsec, quienes lograron exponer los nombres y passwords de millones de usuarios. La red estuvo fuera de servicio por veinticuatro días y Sony tuvo que pagar 15 millones de dólares para defenderse en la corte por su negligencia en la seguridad. Este ataque fue en represalia por la demanda que Sony

puso contra un hacker que intentó modificar PlayStation 3 para poder jugar juegos no autorizados por la empresa. Justo después del ataque de noviembre contra el estudio, la red de PlayStation fue objeto de un ataque distribuido de negación de servicio en Nochebuena, que inhabilitó a la red durante dos de los días con mayor demanda de acceso en el año. Justo después de que miles de personas recibieron su PlayStation de Navidad, no pudieron acceder al servicio. Los responsables en este caso, Lizard Squad, no penetraron la red ni robaron información; sin embargo tuitearon: “Hoy plantamos la bandera de isis en los servidores de @sony.” Más tarde anunciaron que habían plantado una bomba en el vuelo de American Airlines en el que viajaba el presidente de Sony Entertainment, por lo cual el avión tuvo que desviarse, escoltado por jets f-16. No había bomba .

¿Hackear para qué? El primer objetivo de los hackers es “divertirse”, como explica el portavoz de Lizard Squad, pero también mostrar las deficiencias de la seguridad y de paso humillar a quienes consideran arrogantes e ignorantes. De esa manera decidieron ridiculizar a los ejecutivos de la empresa, revelando correos comprometedores (Angelina Jolie llamada una “mocosa mimada con mínimo talento”), datos de finanzas, como la diferencia de pago entre actores y actrices (Jennifer Lawrence recibió un pago significativamente menor que sus coestelares en American Hustle), la realidad de las ganancias generadas por las películas y otros chismes. Es decir, parecía más un ataque de la competencia o de hackers, que de un Estado hostil como Corea del Norte. Hemanshu Nigam, el exjefe de seguridad de Newscorp y fundador de la empresa de seguridad ssp Blue, señaló que en un principio los hackers no mencionaron La entrevista ni a Corea del Norte; era un caso de extorsión y demandas monetarias. El gobierno de Kim Jong-un sólo apareció una vez que los medios comenzaron a especular acerca de la relación entre el ataque y la película, entonces los hackers se apropiaron de la idea. Burlarse

de los medios informativos, confundirlos y exhibir su ignorancia, es una vieja tradición de los hackers.

Hackers o ciberterroristas La red de Sony se ha vuelto una especie de trofeo para hackers. Penetrarla representa un triunfo importante, equivalente a escalar el Everest para un alpinista. En una entrevista para el Washington Post (29/ xii /14), un portavoz de Lizard Squad aseguró que habían colapsado la red con un ataque de 1.2 terabits por segundo; dijo que no eran un grupo de activistas, sino sólo hackers (se burló del adjetivo ciberterroristas) que radican principalmente en Europa del este; aseguró que ellos habían proporcionado códigos de acceso de empleados de Sony a gop (Guardians of Peace) para su ataque y negó tener vínculo alguno con isis . Lanzar el nombre del Estado islámico y terrorista parecía una provocación más.

Los hackers del califato El 12 de enero de 2015, presuntos seguidores del grupo ad-Dawlah al-Islamiyah fil ‘Iraq wa ash-Sham, alias Estado islámico o i s i s , hackearon las cuentas de Twitter y YouTube de centcom , el Comando Central de Estados Unidos durante cuarenta minutos. En ese lapso postearon burlas, amenazas, información previamente publicada y la foto de un chivo. Dado que esto sucedió en una red civil, los hackers nunca tuvieron acceso a información clasificada. Como apunta Wired, se trató del equivalente a apropiarse de un megáfono. El ataque no parece estar a la altura del grado de profesionalismo de la propaganda electrónica de ese grupo, por lo que parece más bien un chiste; como indicio de esto último basta ver que cambiaron el texto del perfil a “I love you isis ”, que ellos no se autodenominan así y difícilmente usarían la palabra amor en cualquiera de sus acciones. Por ahora es imposible señalar quién llevó a cabo este ataque que sin duda fue humillante para el ejército estadounidense, pero en realidad inofensivo. En cambio, es seguro que fue un golpe publicitario exitoso para isis y servirá para enfatizar el mito de David contra Goliat •

JORNADA VIRTUAL

Naief Yehya

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Jornada Semanal • Número 1038 • 25 de enero de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola @LabAlonso

Los códices mexicanos (ii y última)

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ON MOTIVO DE LA conmemoración de los setenta y cinco años del inah y los cincuenta del Museo Nacional de Antropología e Historia, se presenta hasta el primero de febrero la magna exhibición Códices de México: memorias y saberes, en la que se exhiben cuarenta y cuatro piezas pertenecientes a la colección del Museo, un proyecto histórico y muy probablemente irrepetible que ha propiciado en esta columna la revisión de esta fascinante tradición pictórica del México antiguo (núm. 1036, 11/i/ 2015). Los documentos pictográficos realizados por las grandes civilizaciones mesoamericanas y su tradición perpetuada en el período colonial se conocen como códices (del

latín codex=libro). Sin embargo, este término no es del todo correcto, pues códice designa un manuscrito cosido por un lado, a la manera de los libros europeos. Los del México antiguo no están encuadernados ni cosidos y muestran formatos y materiales variados, como la piel curtida de venado, el papel amate, la fibra de maguey y el lienzo de tela tejida en telar de cintura. Asimismo, los formatos originales nada tienen que ver con los libros tradicionales, ya que las pinturas fueron elaboradas en tiras de piel o papel en composición horizontal o vertical, las cuales se guardaban en rollo o en dobleces en forma de biombo, o bien en superficies planas, como los lien- nas hasta llegar, por azares del destino, a zos de tela o las hojas de papel, en cuyos manos de coleccionistas que los deposicasos a veces se unían varios elemen- taron en diferentes bibliotecas del mundo. tos del mismo material para obtener pie- Paradójicamente, poco después de la deszas de mayor tamaño. Los autores de estos trucción de los documentos indígenas documentos eran pintores altamente ca- originales, los frailes-cronistas que se abolificados llamados tlacuilos (del verbo caron a recopilar la historia y las tradicionáhuatl tlacuiloa) y su papel era funda- nes antiguas para poder combatirlas, mental en las sociedades indígenas, pues supieron aquilatar el valor de estos maeran los encargados de registrar el cono- nuscritos pictóricos y encargaron la procimiento y transmitirlo. El respeto y la ad- ducción de nuevos documentos basados miración que se les profesaba queda con- en los conocimientos de los sabios regiosignado en un hermoso texto del Libro de nales. Esta tradición de códices llamados los Coloquios: “El buen pintor: entendido,/ “coloniales” se perpetúa hasta el siglo xviii , Dios en su corazón,/ diviniza con su cora- conformando un legado invaluable de cozón las cosas,/ dialoga con su propio cora- nocimiento tanto del mundo prehispánizón.” Al dialogar con su corazón, el pintor co recién abolido, como de los asuntos escribano se convertía en un yoltéotl o civiles, económicos y tributarios, mapas “corazón endiosado”, lo que equivale, a de- y documentos catastrales del Virreinato. El cir de don Miguel León Portilla, a “movili- resultado es un enorme corpus de manusdad y dinamismo humano orientados por critos pictográficos coloniales, de los que una especie de inspiración divina”. la bnah conserva un buen número que se Son sólo dieciséis los códices prehispá- puede admirar en la muestra: el Códice de nicos que sobrevivieron a la destrucción la Cruz-Badiano, la Matrícula de Tributos, la sistemática de los frailes evangelizadores Tira de la Peregrinación, los Códices Azoyú, que los consideraban “obras del demonio”, el Códice Porfirio Díaz, los Lienzos de Coixty sólo uno se conserva en México en la Bi- lahuaca, de Tlaxcala y de Huamantla, entre blioteca Nacional de Antropología e His- muchos otros. toria, y actualmente forma parte medular Por su belleza plástica y por la invaluade la magna exposición: se trata del Códice ble información que encierra su conteniColombino que narra una par te de la do –en muchos casos, aún por descifrar– vida del gobernante mixteco Ocho Vena- los códices prehispánicos y coloniales do Garra de Jaguar y la fundación del se- constituyen un tesoro dentro de nuestro ñorío de Tututepec. La supervivencia de patrimonio cultural. Seguramente esta estos escasos códices se debe a que fue- soberbia exposición habrá despertado la ron enviados a Europa como curiosidades admiración de muchos visitantes que por en épocas inmediatas a la Conquista y primera vez tuvieron contacto con esta otros tuvieron la fortuna de ser celosa- tradición pictórica, única en su género en mente escondidos por los propios indíge- el mundo •

Códice Colombino; Arriba: Códice Huamantla, Detalle

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Encontramos a Betty Bonifassi… y cambió la tarde

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a esperanza había decaído. Llevábamos días sin escuchar algo que despertara al otro, al que vive en el esternón (ése que no envejece, ése que maneja el automóvil y cuyo pensamiento es sueño o alucinación para el de afuera). Dos rebanadas de pizza entregadas por uno de los incontables coterráneos que trabajan en otros países, una copa de vino… nada levantaba el ánimo aplastado por una tarde bajo cero. Al menos ya no nevaba y había salido el sol. Al menos el viento guardaba sus navajas dejando pensar al termómetro sin empujones (-8°). Nos preparábamos para conocer a tres bandas de world music (siempre nos

disgustó el término) en un encuentro bautizado Riot Nights. Para no renunciar a la idea por puro aburrimiento y frío, cruzamos la calle hacia el club. Pasaron los pr imeros grupos. Nada sobresaliente. Pura “tiendita del mundo”. Pura ambición sin preocupación. Juzgamos con el derecho de cualquier melómano (al final todo lo determina el clima, sea de la tierra o del alma). ¿A qué nos referimos con “tiendita del mundo”? A que cada vez cuesta más trabajo hallar expresiones de raíz –evolucionando a su propio ritmo, lejos del purismo pero también del negocio global–, no sólo en terrenos musicales sino literarios, artesanales, culinarios y demás ejes culturales transformados en vulgar entretenimiento para un turismo rapaz –que igualmente puede ser local– deseoso de ahorrarse complicaciones para, en un solo espacio (la mentada tiendita, el nuevo mercado, el callejón multicolor), consumir todo de golpe y porrazo sin tener que perderse (¡como si fuera malo perderse!) Piense por un momento en ese local con productos de todas y ninguna parte que, idéntico siempre, se halla tanto en México como en Estambúl, África o Japón. Pues lo mismo pasa con cierta música. Ahí lo molesto: ese rubro ocupado por músicos competentes que, combinando instrumentos peculiares, renuncian al que vive en el fondo del pecho para agradar al catador superficial, el mismo que piensa: si puedo bailar, sonreír y tener algunos elementos exóticos (¡no muchos!), entonces pagaré un boleto, compraré un disco. En fin. Estábamos pensando estas cosas cuando una mujer vestida de negro tomó el proscenio. Bajo la luz cenital su rostro mostraba la afectación que proporciona el otro, sí, el que vive junto al corazón. No actuaba. Era un personaje sin hipocresía. Algunas de sus muecas la mostraban drogada, otras, triste. De pronto regresaba a la normalidad. Pero no sonreía. Aunque la escoltaban tres músicos (batería, bajo y teclado), comenzó sola. Abrió la boca. Vibraron nuestras cuerdas. El tiempo dejó de ser un río y se convirtió en lago. Sí. Alguien volvía a hacer música desde las eras, desde todos los que nos han precedido y nos seguirán. Se llama Betty Bonifassi. Nació en Francia. Vive en Montreal. Canta tanto en francés como en inglés. Su trayectoria es larga y respetada desde su

nominación al Oscar en 2004 por la pieza “Belleville Rendez-vous” (abrió la ceremonia lxx vi de la Academia), parte del soundtrack para la bellísima cinta animada Les Triplettes de Belleville. Sabe de cabaret y jazz, de rock, electrónica y pop, pero lo mejor es que sabe de soul. Eso fue lo que escuchamos, Tribute to Slave Songs, un proyecto que retoma canciones del algodón, de esclavos llegados a América cuya voz fue cuerda de escape hacia el futuro. Gracias a la visión de la artista, estos spirituals reviven como bolas de fuego, plenos de distorsión y riesgos tímbricos donde sintetizadores vintage pintan arrugas a programaciones trip hop, a ritmos stone rock, a bajos funky, todos ejecutados con maestría y desde el fondo de un libreto que habla de la opresión del hombre contra el hombre. Ello explica que la actuación de Bonifassi tuviera el único despliegue político de la noche: “Je suis Charlie”, dijo la cantante antes de agradecer la solidaridad del mundo frente al terrorismo. Para ese momento nuestra piel sacaba chispas. Y bueno, algunos señalan que su voz tiene algo de Edith Piaf. Es verdad. Los vibratos de sus remates se acercan a la diva parisina. Sí, Betty tiene una garganta educada pero, a diferencia de otras, no duda en romperla, en meterla en lo que llama su “lado oscuro”. Así que, lectora, lector, por favor búsquela para que estas palabras exageradas tengan sentido. Por favor, ponga esto en Youtube: Betty Bonifassi Prettiest Train/No More my Lawrd (live concert). Sufra entonces, pero sonriendo. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

25 de enero de 2015 • Número 1038 • Jornada Semanal

Naief Yehya Ricardo Guzmán Wolffer

ra la nariz. Como no lo pude convencer, Por eso nuestra ciudad es la del calor me eché la culpa, igual que hacen algu- fantasma, la del aire helado que se instanos locos: bueno, yo tengo frío (segura- la para hacer como que no está. Aquí el mente estoy mal), claro que no es el frío frío es como la corrupción, campa a sus de Canadá. Luego hasta me quité el sué- anchas, convencido de que nadie hará ter un poco ofendida, pensando que a lo nada por construir de otras maneras, tomejor tenía descompuesto el termosta- dos lo terminarán negando. No es para to, y me congelé, como era de esperarse. tanto. Total, te pones otro suéter, dicen. Y Pero lo cierto es que la gente viaja a lu- muchos, en cuanto ven el sol, salen a la gares supuestamente fríos y sufre me- calle en camiseta. Luego regresan y te nos que en esta capital de la eterna ne- dicen: afuera hace un calorón; eso sí, a la gación (bueno, una vez fui a Quebec y sombra te congelas. Van años en los que cuando nos atacó una ráfaga de frío casi sucede lo mismo, además de que nos sentí que me moría del espanto). De he- enfermamos. Y cuando se nos llega a pacho, el otro día vi una sentida queja en el sar por la cabeza la idea de instalar una Facebook, de una amiga que decía haber calefacción a la europea o a la gringa, sufrido menos el frío en Islandia que en empezamos con los reparos: nombre, nuestra h. capital. imagínate sellarlo todo para que el caSe me hace que desde hace algunos lor no se escape, un trabajal. O: tendríaaños los chilangos vivimos convenci- mos que abrir las paredes y meter unas dos de que este frío que sentimos es una tuberías por las que corra agua caliente, alucinación nuestra, algo que no debe- ¿te imaginas? (y uno ve claritito en su ría ser así (esto no es nada, se dice una, mente el departamento destruido, tono seas melodramática; imagínate có- dos frotándose las manos enguantadas mo estarán en Siberia, ponte la blusita en la sala, en medio de las ruinas, alredede tirantes y deja de estar fregando). dor de un anafre, con el desenlace fatal Nuestras casas no tienen calefacción y de la familia intoxicada). O: ¿te imaginas se les cuela el aire por todas partes, co- lo que gastaríamos de gas? Es que esta mo si viviéramos en una calurosa provin- ciudad no tiene infraestructura. Y entoncia ideal. En nuestros barrios hay boni- ces optamos por el calefactor de oferta tos edificios coloniales construidos con en el súper, que durará dos meses y se gruesísimas paredes de piedra para ase- descompondrá. Al año siguiente diregurarnos una frescura a toda prueba, mos: no importa, aquí no hace tanto frío, como la que necesitarían los congole- imagínate en Finlandia. ños o los duranguenses en el verano. En Yo prefiero el frío, dice mucha gente, el invierno, esos históricos y venerables porque te tapas y se te quita, en cambio muros son una fuente de catarros bien el calor es espantoso. Eso pensamos refrigerados y una verdadera tortura mientras nos ponemos el suéter, el abride origen virreinal. En el pasado no era go, el gorro y la bufanda para entrar a su así, piensa uno, esta ciudad era calurosa hogar, cuando a nuestra humilde vivieno tibia, o quizás hacía mucho viento. La da no le pega ni un poquito de sol. Pero verdad ya ni siquiera recuerdo en qué yo he visto gente dormir con chamarra pasado fue que no padecí por el frío en aquí en su casa. Es más, hay días en que el invierno. ¿Por qué los chilangos hace- he dormido con abrigo y dos suéteres, mos como que el frío no existe o se va a para qué les cuento la vergüenza. Hasta quitar en cinco minutos? En su columna mi gato, que es bastante peludo, se conde Milenio, Jordi Soler decía que los de- gela. Cuando los calcetines comienzan a feños negamos el frío, pero uno se con- ser tan importantes que uno hasta piengela en estas calles. Y es verdad. sa en ellos, es que algo anda muy mal •

El timo

AS TELECOMUNICACIONES EN MÉXICO dan sustancia a un engaño perpetuo. Representan una de las facetas más cínicas e innobles de un timo ya histórico. El espectro radioeléctrico, es decir, el conjunto de frecuencias posibles originadas y latentes en los confines territoriales del Estado, sea que existan definidas o como potenciales de ser gobernadas por un dispositivo que las convierta en señal reconocible por otro dispositivo, son propiedad pública, al menos en la frágil teoría de nuestras leyes siempre tan pisoteadas por los mismos que juraron alguna vez defenderlas, o sea que tuyas y mías: de todos. Pero solamente un puñado de mexicanos con mucho dinero y maña se ha ido apoderando del

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espectro o metiendo zancadilla a otros que quieran participar en el negocio mediante un esquema de concesiones gubernamentales llenecito de corruptelas y manejos turbios. Un buen ejemplo de ello es la constante y ya tradicional cauda de agresiones a las radiodifusoras comunitarias, independientes o indigenistas, por antonomasia opuestas en su interés primordial –lo define su nombre: comunitario– al de la radio comercial que controlan consorcios empresariales que no es extraño que sean propiedad de alguien que ostenta un cargo público; no son pocas ni raras las ocasiones en que se llega al empleo de guardias blancas o grupos paramilitares, que “misteriosamente” nadie reconoce como propios pero invariablemente hacen el trabajo sucio a políticos y empresarios, que atacan a quienes trabajan en esas emisoras y destruyen el equipo de transmisión, o se realizan incautaciones mañosas con fuerza pública y algún leguleyo que levanta actas espurias para darle a todo el tinglado criminal un viso de legitimidad. Se ha llegado al extremo vergonzante del asesinato de locutores y operadores de esas radios comunitarias que con su activismo social estorban los intereses empresariales o políticos de algún desalmado. Las radios comunitarias Triqui en Oaxaca o cierta transmisora en la sierra de Zongolica, en Veracruz, son de los más recientes episodios. Televisa y tv Azteca, las principales operadoras de las frecuencias asignadas a la televisión, por ejemplo, no son dueñas de las frecuencias que tienen en usufructo. Son simples concesionarias sujetas a revocación de esas licencias por un montón de razones que, si la ley se cumpliera, por ejemplo en materia de pertinencia social de sus contenidos, habrían sido muchas veces ya retiradas de su dominio. Pero los intereses, el sempiterno juego vicioso de toma y daca es primordial para la supervivencia de la élite –que es precisamente élite por tropelías y atropellos condonados desde el poder político– y se ha conver tido por uso y costumbre de la descomposición y la podredumbre que engendra la corrupción en divisa de conveniencias comerciales y políticas. Miguel Alemán Valdés fue el presidente que corrom-

pió de origen la vocación pública de la televisión cuando en lugar de un programa artístico o documental se dedicó la primera transmisión a la cobertura de su cuarto informe de gobierno, aburrida perorata de autoelogios, en 1950. Sesenta y cuatro años después la tónica no ha evolucionado: la televisión hace un juego sucio y turbio de distorsión de la realidad –maquilla al muñeco que impuso como presidente, niega y omite los grandes yerros gubernamentales, minimiza las expresiones de descontento popular y ofrece en cambio múltiples recursos de distracción de las masas, de divertimentos fáciles, que emboben a la mayor cantidad posible de gente y de paso se dedica concienzudamente a debilitar la cultura popular, la capacidad de discernimiento y crítica golpeando a los opositores o disidentes– a cambio de la perpetuidad en la renovación de esas sucias concesiones. Sin la concesión gubernamental –Azteca, por ejemplo, no serían más que edificios con antenas y nada más. Pero el esquema de contubernio a espaldas del público se perpetúa. Porque es un negocio en el que los ciudadanos estamos excluidos. No es gratuito que se nieguen concesiones de televisión abierta a medios que sostienen en sus filas a periodistas incisivos, como es el caso de mvs y Carmen Aristegui. Si con un programa de radio Carmen ha puesto en jaque las desmesuras del gobierno, qué no harían ella o cualquier periodista crítico como ella con un noticiero nocturno en horario de alta audiencia. Y a eso el gobierno y sus alecuijes televisivos le tienen simplemente pavor •

JORNADA VIRTUAL

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N AMIGO CANADIENSE FALLECIDO, al que mi esposo y yo extrañamos mucho, nos habló una vez desde Toronto, cerca de Navidad: ¿Cómo están? Con mucho frío, le respondí. No me creyó. Se estuvo carcajeando de mí durante un buen rato. Ustedes, ustedes of all people tienen frío, repetía, como si yo le hubiera dicho una cosa absurda. Me sentí, a los ojos del querido Dave, una hawaiana demente columpiándome entre dos palmeras. Pues aunque no lo creas, sí hace frío en Ciudad de México, en serio, le insistía yo a quien seguramente solía tener experiencias polares, como barrer la nieve que taponaba su entrada cada invierno o temer que se la caye-

GALERÍA

Frío

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Jornada Semanal • Número 1038 • 25 de enero de 2015

........ ARTE Y PENSAMIENTO

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola

Un poema coral para el México de hoy. De Nezahualcóyotl a Javier Sicilia Nezahualcóyotl: La amargura predice el destino aquí, al lado de la gente. Axayácatl: Por ello la tristeza invade mi corazón.

Manuel José Othón: ¡Qué andar por entre ruinas y entre fosas! Manuel Gutiérrez Nájera: ¡Inmenso abismo es el dolor humano! Luis G. Urbina: Vi un árbol a la orilla del camino y me senté a llorar mi desventura. Enrique González Martínez: Nos visitó la muerte y se ha quedado entre las azucenas escondida... Ramón López Velarde: Mejor será no regresar al pueblo, al edén subvertido que se calla en la mutilación de la metralla. Carlos Pellicer: A sangre y flor el pueblo mexicano ha vivido. Vive de sangre y flor su recuerdo y su olvido. Concha Urquiza: ¡Qué horrenda sangre salpicó mis frondas! Efraín Huerta: Todo parece morir, agonizar, todo parece polvo mil veces pisado. Octavio Paz: Es un desierto circular el mundo, el cielo está cerrado y el infierno vacío. Alí Chumacero: Levanto el rostro, miro los naufragios y mis hermanos muertos en olvido... Dolores Castro: Todo se vuelve fondo. Aun el guijarro que tira la muerte se vuelve fondo. Miguel Guardia: ¿Cantar por la libertad? ¿Por la justicia?

¿Por el honor del hombre? ¿Por su integridad física y moral? ¿Cantar? ¡Por Dios: hay que llorar! Rosario Castellanos: No busques lo que no hay: huellas, cadáveres, que todo se le ha dado como ofrenda a una diosa: a la Devoradora de Excrementos. Jaime Sabines: Tenemos Secretarios de Estado capaces de transformar la mierda en esencias aromáticas, diputados y senadores alquimistas, líderes inefables, chulísimos, un tropel de putos espirituales enarbolando nuestra bandera gallardamente. Juan Bañuelos: ¡detengan a los bárbaros! Hugo Gutiérrez Vega: A veces pienso en el siglo y en nuestro momento. Me gusta la vida y me aterra la posibilidad de que la destruyan. Oscar Oliva: Ahora voy a escribir en lo hondo del papel con el muñón que surge desde lo oculto de mí mismo. Hoy me calzo de cólera. José Emilio Pacheco: Vamos a ciegas en la oscuridad, caminamos sin rumbo por el fuego. Javier Sicilia: Ya no hay más que decir. El mundo ya no es digno de la Palabra •

Sensualidad en dos tiempos i

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S DE NOCHE EN Roma. Silenciosas, las calles de la ciudad eterna vuelven a ser, como todas las jornadas y sin que nadie sepa desde cuándo, el imperio que no concluyó con el de Constantino ni con el de ningún otro emperador, ni antes ni después ni nunca: en la vetusta los que mandan son los gatos, y su ley inapelable dicta sigilo y dicta pausa, ya que sólo así pueden ser cumplidos los rituales de la exploración nocturna. Empero, la sabiduría acumulada en sus paseos interminables le permite a los felinos tener claro cuándo es bueno que irrumpan

excepciones y por eso toleran –mejor que eso: fomentan, aun celebran– que una Sylvia nada silenciosa vague por ahí, en el reino felinesco, para que con su presencia pueda serle añadida una letra “ele” al adjetivo; por eso mandan a su encuentro a un cachorro albo como alba es ella, perla piel del rostro, espalda interminable, colinas albas los hombros descubiertos, y ojos también claros como clara es la sorpresa de la mirada fel(l)inesca de una Sylvia que anticipa el éxtasis cuando desemboca en la plazoleta medialuna con la fuente –la célebre fontana– al fondo, diríase que llamándola con su rumor de agua indespreciable. Acto seguido, tras el dove stai, Marcello?, Sylvia se desprende del fugaz tocado vivo que hace un rato se había puesto, lo deja en el suelo con delicadeza, éste maúlla al alejarse, y entonces la albura de vestido oscuro se dirige a su destino de escultura viva, Boticelli y Michelangelo de súbito reunidos, más que en la carne, en la emoción humedecida de ese ángel terrenal tan vivo y tan constante que a Marcello, buscado y buscador en la más fellinesca de las noches, no le toma sino un segundo fugacísimo decidirse a acompañar a Sylvia entre las aguas, acercarse a ella más fascinado y cuidadoso que los gatos, y ser tan feliz como le es dable a un ser humano serlo cuando la acaricia pero sin tocarla, quizá intuyendo que la eternidad está hecha de eso: que Roma, la dolce vita por fin recuperada luego del horror de la postguerra, la belleza franca y pura y algunas otras maravillas pueden resumirse y caben todas en la sonrisa sin fronteras de Anita/Sylvia, la diva sueca a la que le bastó con esta imagen para convertirse, desde entonces para siempre, más que en un inobjetable objeto de deseo, y más también que en el signo insuperable de una época, en el símbolo preciso de una edad del alma, y como de paso y al lado del igualmente inmortal Marcello, en el perfecto icono de lo fellinesco. ii

Ninón querida: entre el 10 de noviembre de 1921 y alguna fecha de la que tal vez sólo tú guardabas el recuer-

do te llamaste Emelia Pérez Castellanos, hasta que un buen día, después de haber dejado atrás la idea de hacerte monja, adoptaste el de aquella magnífica francesa De Lenclos y le añadiste el apellido con el que todo mundo te recuerda desde entonces, pero sobre todo cambiaste el improbable hábito por la costumbre salutífera de hacer que el cuerpo, tu cuerpo, fuese el templo: salida de La Habana, no tenías sino veintitantos cuando el poder seductivo de tus piernas, tus caderas, tu cintura, te llevaron de los teatros en los que bailabas a la gran pantalla, entonces grande de a de veras, para que en ella celebráramos la ceremonia de la carne, de tu carne viva, hermosa, que daba siempre la sensación de lo asequible. Te podrías haber llamado aluvión o cataclismo, lo primero porque fuiste parte –pero mucho más que sólo parte– de la invasión feliz de bailadoras, las célebres rumberas que conformaron por sí mismas un género de cine en México; lo segundo porque pusiste de cabeza a medio mundo y desataste todo aquello que, en aquellos tiempos, se moría de las ganas de que lo desatara alguien como tú. Ahí están tus títulos más señeros con su elocuencia para demostrarlo: tres años antes de que llegara el medio siglo xx ya fuiste Pecadora, al año siguiente fuiste la Señora Tentación; poco después jugaste el juego de las seducciones y fingiste ser sólo Coqueta, pero cuando en los mismos barrios bajos de una Ciudad de México ya del todo tuya vivían y morían Los olvidados, a ti te llamaron Perdida, después Aventurera, desplegabas la desnudez de tu Sensualidad, eras una más de las innumerables Víctimas del pecado y tenías a tus pies, entre otros, a David Silva, Agustín Lara, Fernando Soler y Roberto Cañedo, en la pantalla. Pero fuera de ella tenías subyugado a un público que habrá de recordarte bailando preferentemente, no por las telenovelas en las que incurriste, sino bailando siempre, con esa sonrisa donde combinabas a partes iguales el erotismo a todo vuelo y un aire de inocencia que volvía loco a cualquiera •

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ARTES VISUALES

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ENSAYO Mi voz no parece salir de mi voz sino de otra garganta que yace en la profundidad de la mía n. Litvinova, “Polvo”

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charse a caminar por el tráfago cotidiano de la ciudad es sumirse por lo común en la indiferencia de las personas cuya única preocupación, pareciera, es aislarse de los demás (un significativo me valen madre los otros, sean quienes sean) y cumplir con el tiempo: llegar a tiempo con alguien o con algo. La ciudad impone ritmos y tareas. Nada se puede dejar al azar. Echarse a caminar por la información cotidiana (gran parte icónica, menos auditiva) se significa por introducirse casi siempre en un mundo en el cual el texto común es siempre aquel que oculta los significados verdaderos de la realidad e impone un único mensaje: la voz del Estado, lo que éste comunica para así garantizar su permanencia. Las reglas, al igual que las del caminar, son similares: tiempos y tareas. Aunque ambos, por lo común, mantienen en la indiferencia al individuo. Dos mundos complementarios los descritos, entre ambos se completan y ambos hunden en l a i n o p i a c o t i d i a n a a u n s e r q u e p a re c i e r a disminuirse cada vez más: el ser cotidiano, cuya gran mayoría abruma y se niega cada vez más (¿porque no quiere o porque no puede?) a romper con su vida diaria. Pero sí, ocasionalmente la realidad se vuelve tan brutal que une lo que aparentemente camina desunido y entonces el texto informativo es performativamente igual al texto de la cotidianidad. Esa unión se alcanza cuando la imagen fotográfica, por ejemplo, convoca a la injusticia diaria del país. Pero hay algo que interrumpe intempestivamente y conduce a la reflexión. La persistencia y contundencia de la imagen estática mezcla, en la mente, pasado y presente y lleva a hacerse, dramáticamente, una pregunta: ¿será ése el futuro? Toda imagen fotográfica tiene un doble o triple poder: en ella radica de manera impactante la fuerza de la imagen, pero más allá existe siempre otra pregunta: ¿antes de la imagen –un momento antes de la imagen‒ qué exist i ó ? S o b re v i e n e d e i n m e d i a t o una pregunta más: ¿y después de ella qué persistirá? Ese entremezclarse de tiempos a que convoca toda fotografía es persistente al recorrer la exposición montada en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco, titulada Hacia los márgenes: Tomás Montero Torres, fotógrafo de oposición (como alguna

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vez fue calificado por don Antonio Rodríguez), que recopila de un archivo de más de 30 mil negativos (de un total de más de 80 mil) las fotografías –alrededor de un centenar‒ del expositor en las cuales él fue, un largo tiempo, acorde con sus profundas creencias religiosas, el fotógrafo oficial del Partido de Acción Nacional y le tocaba retratar con toda crudeza la realidad social (la cotidiana, que le era punzante, a los regímenes revolucionarios de aquel entonces, que ya de “revolucionarios” no tenían nada) de aquellos ayeres: los años cuarenta del siglo pasado. Pero no importa la finalidad de esas fotografías, lo que resalta por sobre todas las cosas es el significado de las imágenes, que pueden ser las caras

Tomás Montero Torres:

el presente es pasado aún Sergio Gómez Montero

de tristeza de niños desharrapados de un hospicio o de la calle, que el de una mujer recién desalojada de su casa-habitación (que pareciera ser copia fiel de una reciente, en donde una mujer acabada de desalojar de los terrenos que supuestamente ocupará el nuevo aeropuerto mira con gran tristeza hacia la cámara), las de los manifestantes de una concentración magisterial en el Zócalo en contra de las modificaciones al artículo tercero constitucional, o la de los maestros que protestan por una masacre perpetrada en su contra en Tapachula, o la de quienes, acarreados, van en las trocas que los llevan a concretar el carrusel de votos fraudulentos. O la impactante de un carro volteado e incendiándose frente a Palacio Nacional. Fotos, obviamente, cuyo impacto vinculado al pasado es doloroso, pero más inquietante, aun cuando ese impacto, se piensa, persiste y se vincula al presente haciendo ver que éste no ha cambiado, a pesar de que otras son las ropas y supuestamente otras las contexturas internas y externas del país y del mundo. ¿Se impone a esto último la imagen? Es decir, ¿la imagen es más poderosa, que las contexturas humanas? Tomás Montero Torres nació en Morelia, en 1913 y murió en el df en 1969. Su educación estuvo siempre vinculada a lo religioso, pero eso no limitó para nada su visión crítica de la realidad social que le tocó vivir. Por el contrario, pareciera ser que ello la avivó: creer en un Dios justo le hizo no creer en las doctrinas sociales de quienes, sin merecerlo, se apropiaron del discurso revolucionario del ʼ17 del siglo pasado. Eso explica, debiera considerarse, el sentido crítico de su fotografía. Por razones diversas, esta nota abreva también en experiencias similares que tienen presentes las fotografías de Héctor García, Armando Salgado, Enrique Bordes Manguel y Rogelio Cuéllar (Sebastiao Salgado a nivel internacional), que causaban, años después, el mismo impacto que las de Tomás Montero Torres, sin importar que fueran registradas desde trincheras diferentes. Lo relevante es que más allá de la trinchera en que la foto fuera tomada, en tanto imagen –límpida, sin mascaradas, sin retoques‒ conserva su impacto testimonial: la injusticia, la represión, la tristeza, la amargura, la impotencia de los desposeídos y de quienes protestan se conserva a lo largo del tiempo y sirve siempre como denuncia de los excesos del poder: eso caracteriza indeleblemente a la fotografía. Visitar la exposición de Tomás Montero Torres es llenarse los ojos dolorosamente de todo aquello que, siendo ayer, es hoy. Y llama a la rebelión que se da desde ayer y se mantiene hasta hoy •

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