marketing: y fenómenos de grupo
manipulación y control social
■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 25 de marzo de 2018 ■ Núm. 1203 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Mario CaMpuzano
A medio siglo del ‘68: Hitos y Hados, Leandro Arellano La pedrada deL fin deL Mundo, Rodrigo Coronel entrevista Con La esCritora argentina aLiCia KozaMeH, Esther Andradi
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DRAMATURGIA
El cordero Javier Bustillos Zamorano
MARKETING Y FENÓMENOS DE GRUPO: MANIPULACIÓN Y CONTROL SOCIAL El desarrollo de la individualidad en el contexto de la convivencia social “requiere madurez, información y espíritu crítico”, como bien afirma el psicoanalista y ensayista Mario Campuzano en su artículo, donde aborda y pormenoriza los fenómenos grupales que dan pauta al control social y la manipulación colectiva desde el manejo de la información. De cara al arranque de las campañas propagandísticas hacia las próximas elecciones en México, las más grandes y con toda seguridad también las más importantes de la historia reciente, es fundamental entender los mecanismos psicológicos que, tanto a nivel individual como gregario, suelen ser utilizados en beneficio del interés particular de unos y otros, muchas veces de acuerdo con propósitos muy alejados del beneficio común.
Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
El tercer vaso de tequila entibió el aire en el despacho del viejo Excandidato. Sin darse cuenta, dejaron el usted y empezaron a tutearse en el momento en que el Candidato suspiró y pasó las manos por su rostro, agotado por la falta de sueño. excandidato : Así estaba yo, días sin dormir. Según el gobierno y mis asesores, no habría problemas; según el partido, todo estaba seguro. Que la campaña me daría un triunfo indiscutible. Todo fue una trampa. Lo mismo que hoy intuyes. candidato : No, creo que… son situaciones distintas, digo, eran otros tiempos. excandidato : (Mientras llena de nuevo los vasos.) Te equivocas. Tu situación y la mía son muy parecidas. ¿A ti también te dijeron que las estructuras regionales del partido te asegurarán el triunfo? ¿Que nuestro voto duro es cien por ciento garantizado? Que… candidato : … ganaré con el cuarenta por ciento de los votos… que no me preocupe por las encuestas… excandidato : ¡Patrañas! ¡Pura simulación! No sé tú, pero a mí estos hijos de puta me engañaron; me usaron. candidato : No, no es mi caso… a ti el presidente no te quería. excandidato : ¿Estás seguro que a ti sí? Igual que ti, el presidente de entonces me dijo que era mi amigo; me puso en el puesto más importante de su gabinete; ¡fue él quien impulsó mi candidatura! candidato : ¿Qué pasó, entonces? excandidato : De la noche a la mañana salió con que era un demócrata. Habló de la pendejada ésa de la sana distancia entre el gobierno y el partido; alentó las aspiraciones de otros tres precandidatos y nos puso a pelear; me debilitó desde el principio. candidato : ¿No hablaste con él? excandidato : ¡Por supuesto que sí! Me dijo que lo hizo por presiones de los gringos, pero que no me preocupara, que tenía su apoyo y que aguantara. Qué gran simulador fue. candidato : ¿Cuándo te diste cuenta de que te estaba mintiendo? excandidato : Cuando vi la grave división que había provocado en el partido y le valió madre. ¡Nos dejó sin dinero para la campaña!; no teníamos ni para pagar los spots… candidato: ¿Crees que debo separarme del presidente? excandidato: Si no lo haces estarás perdido. Ese fue mi error; no haberme separado a tiempo del presidente. Su desprestigio lo manchaba todo; su sexenio fue atroz: la devaluación del peso, el incremento al iva, Acteal, el FobaProa … toda esa mierda manchó mi buena reputación y terminó ahogándome. Tú eres un hombre honesto, de probada capacidad y prestigio; no dejes que su lodazal te infecte. candidato : Mi relación es muy buena con él, yo… excandidato : Eso es lo que quieren que creas. Son diestros en disfrazarse; nada y nadie es más importante
que sus intereses. ¿Sabes qué hizo a mis espaldas el presidente? Ordenó a la burocracia nacional hacerse a un lado en la campaña. Que no participaran. ¿Qué está pasando hoy contigo en el partido? ¿No hay ya una rebelión interna contra la dirigencia? ¿No amenazaron con una huelga de brazos caídos durante tu campaña? candidato: Pero eso no tiene que ver con el presidente… excandidato : Te equivocas de nuevo. Mira: tú no eres político; no conoces las entrañas de toda esa inmundicia; yo sí. Quise cambiar al partido, renovarlo como quería Colosio, mi amigo. Pero no pude con el monstruo que habita su seno, esa nomenclatura corrupta que tiene como principal operador al presidente. candidato: Dependo de ellos, estoy en sus manos… excandidato : Y te sacrificarán, como a mí. El partido no tiene remedio. Yo dejé que esa casta podrida tomara las decisiones en mi campaña y ese fue mi más grave error; son tan hábiles que logran que la confianza te ciegue. candidato : No sé… ya no sé nada (vacía de un trago su vaso). excandidato : No hay peor ciego que el que no quiere ver. Los gringos ya establecieron su posición, sus agencias de inteligencia dijeron que vas a perder. ¿De verdad les crees que la compra de votos y la estrategia del miedo te harán ganar? candidato : Confío en mi capacidad; puedo ganarles limpiamente. excandidato : Te veo y me estoy viendo, carajo. Me juraron que ganaría en los debates; que mis rivales llegarían disminuidos por las denuncias y la presión de los medios. candidato : No necesito de fraudes; tengo el compromiso de los sindicatos, las corporaciones, los… excandidato : A mí me garantizaron 5 millones de votos de organizaciones de jóvenes y empresarios, 13 millones de los programas sociales, 3 millones de maestros y otros tantos de otros sectores. Me dijeron que sólo fuera tras el voto de los indecisos. Me aseguraron que las encuestas cambiarían en mi favor en el último tramo. candidato : (Observa en silencio su vaso vacío). excandidato: Te harán lo que a mí. Eres su nuevo cordero. candidato : ¿Qué crees que debo hacer? excandidato : (Llena de nuevo el vaso del candidato.) No sé, honestamente, no sé; sólo te cuento mi experiencia. Luego de dos años de la elección me enteré que mi derrota había sido pactada desde antes. A mí no me ganó ese zorro, a mí me sacrificó el presidente en el altar del partido. candidato : Entonces los mando a la chingada. excandidato : No sé si puedas; yo no pude. Me tenían agarrado de los huevos. (Suena el celular del Candidato, el timbrazo lo sobresalta y lo yergue en el sillón.) candidato: ¿Sí?, sí, ya voy. Me tengo que ir licenciado. Perdón por haberlo despertado, no me di cuenta de la hora. Gracias por recibirme… eh… excandidato : No se preocupe, nadie se enterará de nuestra conversación; lo acompaño. (Salen, uno alto y robusto y el otro bajo, encorvado, rengueando y en bata)
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Portada: El lado obscuro de los like Street Art de Mataone, Mass media illuminati
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauh témoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cui tláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
entrevista con la escritora argentina Alicia Kozameh Esther Andradi
El pasado Es un
prEsEntE continuo
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VOZ INTERROGADA
25 de marzo de 2018 • Número 1203 • Jornada Semanal
UNA VIDA EXTREMADAMENTE DIFÍCIL Y UNA ACTITUD LLENA DE FUERZA E INTELIGENCIA EN Y POR LA ESCRITURA, QUE ES AUTOCONOCIMIENTO Y NECESIDAD DE EXPRESIÓN, PERO TAMBIEN TESTIMONIO POLÍTICO NECESARIO. Fuente: www.wikiwand.com
“No basta con tener recuerdos: también hay que saber olvidarlos si son muchos, y hace falta harta paciencia para esperar que retornen –escribe Rilke–. Pero sólo cuando se convierten en sangre de nuestra sangre, en gesto y mirada, anónimos e imposibles de separar de nuestro propio ser, sólo entonces –agrega el poeta–, puede acontecer que en una hora muy singular se alce en medio de ellos, y emane, la primera palabra de un verso.” No sé cuál fue esa hora singular de Alicia Kozameh, pero lo cierto es que en toda su narrativa sobrevuela la poesía. Alicia nació en 1953 en Rosario, Argentina, estudió Filosofía y Letras y escribe desde que tiene memoria. Su vida, sin embargo, no transcurrió apaciblemente en bibliotecas. En la década de lo setenta fue prisionera política de la dictadura militar durante más de tres años. En 1980 se exilió en California y luego en México. Durante ese período escribió la novela El séptimo sueño, que decidió no publicar, y comenzó otra novela, Pasos bajo el agua, una ficcionalización de su experiencia en la cárcel. Regresó a Argentina en 1984 con su hija de tres meses en los brazos, en un vuelo de las Naciones Unidas que apoyaba la repatriación de los exiliados. Pero en 1987, cuando se publicó en Buenos Aires Pasos bajo el agua, volvió a ser amenazada. Desde entonces reside en Los Ángeles, donde trabaja a tiempo completo en el English Department de Chapman University dictando cursos de creación literaria para graduados y subgraduados. Entretanto, ha publicado siete novelas, libros de relatos, poemas y testimonio. Kozameh estuvo recientemente en Morelia, en el ii Congreso de Literatura y Derechos Humanos, y antes en Berlín, como parte de su gira por las traducción al alemán de su nueva novela Bruno regresa descalzo.
-”N
o hay pasado”, es el título de tu ponencia en el Congreso de Morelia. ¿El pasado “no pasa” cuando las heridas quedan? –No hay pasado porque la realidad vivida es de tal intensidad que las huellas que deja nos hacen sentir la misma intensidad frente al recuerdo. Se revive de la manera en que se vivió. Cuando se escribe, cuando se habla del tema, cuando se releen los propios libros o se lee en público o en voz alta estando solos. Esto, además de las consecuencias de esas experiencias sobre la mente, sobre el cuerpo de uno, que retumban de generación en generación. Lo que se modifica como resultado de esos impactos, tanto en uno como en la sociedad entera, o en nuestros hijos, nietos y lo que venga después, es inevitable. Y nada termina mágicamente, ni por orden de nadie. Por eso siento que lo mal llamado “pasado” es en realidad un presente continuo. –¿Es la literatura un refugio para elaborar ese pasado tan presente? –La experiencia carcelaria es un tema esencial en mi trabajo literario. Un tema de enorme importancia, inevitable. No creo que deje nunca de escribir sobre la cárcel o la represión política, o la opresión o la injusticia. Pero la escritura, en mi caso, es muy anterior a mi militancia y a los años de cárcel. No me surgieron los “de seos” de escribir para dejar testimonio de los hechos que conocemos. El orden es diferente. A ese alguien que era yo, cuya vida dependía de las posibilidades de expresarse por escrito, le suceden cosas en la vida. Esas cosas necesitan ser expresadas. Y las escribo, reelaboradas, a veces convertidas en metáforas de metáforas, en parodias de parodias, ya sea que se trate de cuánto le interesó a ese alguien en la niñez observar insectos en un microscopio, o de cuánto importó la solidaridad en la cárcel, o de la lucha que representó el exilio. La literatura es mi refugio para elaborar todos los pasados, todos los presentes, todos los pasados tan presentes, y las múltiples versiones del futuro. –¿Es tu literatura testimonial? ¿Autobiográfica...? –Mi intención es hacer una contribución hacia el futuro dejando en algún lugar, en algún rincón, algunas de las palabras que “cuenten” los acontecimientos que no queremos que se reiteren y sigan destruyendo al ser humano. En ese sentido es testimonial. Y no, no es plenamente autobiográfica. Juego: separo, junto, imagino
y cambio, pero no modifico lo esencial. Por “lo esencial” me refiero a lo conceptual y a lo histórico. Además, en los últimos trabajos de ficción, los elementos autobiográficos se han ido diluyendo, para dar espacio a representaciones y a metáforas de esas representaciones. Esto está en relación directa con una necesidad de crear, recrear, sensaciones, colores, diferencias. –¿Cómo fue que decidiste meterte en la piel de Bruno, el protagonista masculino de tu nueva novela Bruno regresa descalzo? –Bruno regresa descalzo se convirtió de pronto en un libro necesario porque los compañeros varones han sido impactados por el mismo dolor que las compañeras, pero tuvieron que lidiar con los elementos culturales con los que crecieron: el machismo, la menor posibilidad de expresar sus emociones (“los verdaderos hombres no lloran”), y todo lo que conocemos tan bien sobre ese tema. El alcohol no ha sido una solución, por supuesto, pero está en uso. Y estoy segura de que la militancia política, con una nueva propuesta viable y productiva, sí sería la solución. Y nosotros todavía podemos, y muchos tienen actividad política, pero falta un empujón mayor. También es posible que la razón de Bruno… sea mi necesidad de seguir explorando nuestra (hombres y mujeres incluidos) realidad. Pero quise escribir sobre nuestros muchachos porque siempre me dediqué mucho a las compañeras. Faltaba eso. Entrar en la personalidad de Bruno, traspasarla, detenerme en cada detalle de su pensamiento, fue una experiencia compleja, dolorosa y llena de ansiedades. Pero al salir de ese proceso sentí haber entendido cómo viven nuestros compañeros el dolor y las razones. Para eso escribo: para comprender. O quizá no haya entendido cabalmente, pero quedé con la sensación de haber sentido siempre, y de ahora haber profundizado, ese afecto enorme por mis compañeros hombres
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4 25 de marzo de 2018 • Número 1203 • Jornada Semanal
CRÓNICA Rodrigo Coronel
La pedrada deL fin deL mundo
Advertencia. El presente texto es un relato ficcional inspirado en hechos reales. Una estación de paso, a medio camino de la crónica, con las exigencias periodísticas respectivas, y la narrativa, con su dosis de sentimientos y psicologías para cada personaje. Cabe la aclaración que deja intacto el albedrío del lector o lectora para emitir la última palabra. La única importante.
U
…
na película negra se posa sobre sus ojos miopes. La sangre que se precipitaba por su frente, mezclada con el sudor de la calva, le interrumpe la vista. Guiado, más que por sus pies, por la nube de guardaespaldas que lo rodean, Echeverría lleva la mano derecha al irregular corte que se abre en su cabeza. Un líquido espeso y caliente se le adhiere a los dedos. El traje gris, antes impecable, luce gruesos lunares rojos; la corbata, un hilacho sin forma. En tanto, el Estado Mayor Presidencial ( emP ), ataviado con batas blancas, corre nervioso. El enemigo les pisa los talones: una turba de
universitarios los copa por ambos costados. El cazador, cazado. Mientras huyen, vulnerada su estrategia de seguridad, quizá comienzan a resentir la humillación, el orgullo herido: una pedrada hizo añicos su eficiencia legendaria.
…
E
ran los años setenta. El abrupto final del “milagro mexicano” se había saldado a balazos. Las fachadas de Tlatelolco todavía manaban sangre. Gustavo Díaz Ordaz, el presidente saliente, debía escoger un sucesor, y su dedo se detuvo sobre el, hasta entonces, vasallo más fiel: Luis Echeverría –prototipo del burócrata eficaz y silencioso– sería presidente. Conocedor de los oscuros y secretos resortes del régimen, acostumbrada la vista a las umbrías esquinas del Estado, Echeverría tejió con cuidado su nominación. Una disimulada lealtad lo movía sigiloso tras la aprobación presidencial. Si Díaz Ordaz manoteaba, Echeverría callaba y obedecía; si lo invitaban al golf por la mañana, llegaba al amanecer. Cultor de la vida palaciega, el secretario de Gobernación estaba ahí cuando el Señor
Presidente lo pedía. Solícito hasta la ignominia, Echeverría hizo de los deseos de su jefe una íntima obsesión. Genio de la intriga, un Fouché del tercer mundo, Echeverría desplazó a sus compañeros de gabinete: Emilio Martínez Manatou, y Alfonso Corona del Rosal, hombres fuertes del Pri , fueron eliminados uno a uno. Hombre de obsesiones, la idea de ser presidente lo había fustigado día tras día, y día tras día trabajó para lograrlo. Díaz Ordaz confiaba en que el viejo colaborador mantendría su sobria lejanía de los micrófonos y las cámaras, que el silencio con el que hacía propios sus deseos se replicaría en la campaña. Sobrados motivos tenía para así pensarlo. En la víspera de un Informe Presidencial –rito ineludible en donde el presidente en turno daba larga glosa de su magnificencia mediática y política–, Echeverría fue entrevistado brevemente. Lacónico, tras un intrascendente balbuceo, dijo ante el micrófono: “Creo que este día está consagrado a lo que diga a la nación el Señor Presidente. Dispongámonos, pues, a escuchar lo que él diga que es lo esencial. Muchas gracias.” Sin embargo, Díaz Ordaz se equivocó.
1968: hitos y Leandro Arellano REPASO CRÍTICO DE UNA ÉPOCA A LA VEZ DOLOROSA Y ESPERANZADORA EN EL MUNDO MODERNO, QUE ESTE 2018 CIERRA SU PRIMER CICLO DE CINCUENTA AÑOS. EL ’68 NO SÓLO EN MÉXICO SINO EN EL MUNDO ENTERO, PROYECTADO HACIA NUESTROS DÍAS INVITA AHORA A ESTE RECUENTO DE LO MUCHO PERDIDO Y LO POCO GANADO.
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ra eL tieMpo Mejor ; era el peor de los tiempos. Envolvía al mundo la Guerra fría y la humanidad sobrevivía al temor de la amenaza nuclear; Vietnam luchaba una guerra injusta y desigual; Martin Luther King caía abatido por el racismo y la intolerancia; Stanley Kubrick ofrecía al mundo su 2001: Odisea del espacio; “el amor libre” se imponía entre los jóvenes; Yasunari Kawabata obtenía el Nobel de Literatura y México, un país en desarrollo organizaba las Οlimpiadas. Las entradas iniciales de Wikipedia correspondientes a 1968 son reveladoras. La primera, del 1 de enero, señala que la embajada de Estados Unidos en Saigón es atacada por la guerrilla del Vietcong. La segunda, del 2 de enero, informa que el médico sudafricano Cristian Bernard realiza su segundo trasplante cardíaco; y la tercera, del 5 de enero, anuncia que en Checoslovaquia comienza la Primavera de Praga.
5 25 de marzo de 2018 • Número 1203 • Jornada Semanal
“La negativa al diálogo y a la razón es una tesis fascista”, decía el presidente Luis Echeverría cuando una piedra golpeó su frente e interrumpió definitivamente su discurso. 14 de marzo de 1975, auditorio Salvador Allende de la Facultad de Medicina de la UNAM. Fuente: laferiadelashistorias.blogspot
Para restañar las heridas que dejó Tlatelolco, desde la campaña Echeverría abrió poco a poco su abanico. En la Universidad Nicolaíta de Michoacán, tras un tenso encuentro con estudiantes, guardó un minuto de silencio por los caídos el 2 de octubre. Cada día era más evidente su distanciamiento con Díaz Ordaz quien, fiel a los usos y costumbres de entonces, apeló al silencio para consumirse en un secreto rencor. sigue
Gráfica popular del ‘68 www.wikiwand.com
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hados En su evolución, son varios los momentos axiales que ha transitado la humanidad, momentos en los que en lugares remotos y ajenos entre sí, ocurren de manera simultánea coincidencias desusadas. El siglo quinto antes de Cristo ofrece un ejemplo luminoso. Buda en India, Confucio en China y Sócrates en Grecia desarrollan sistemas filosóficos o religiosos que transformarían a la humanidad. Si bien no de esa magnitud, en 1968 se produjeron en diversos países, y de manera coincidente, movimientos sociales que conmovieron conciencias y agitaron poderes establecidos. Marchas y protestas encabezadas por estudiantes se repitieron en Alemania, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Checoslovaquia, Italia y Estados Unidos. Los afanes reivindicatorios de esos movimientos consistían, en general, en la demanda de mayores libertades así como en poner fin a la violencia. Amor y paz era la consigna alentada por los
hippies, un movimiento pacifista nacido en Estados Unidos. La Primavera de Praga encarnó en un movimiento libertario que envolvió a Checoslovaquia. Pretendía cambiar el sistema comunista de modo progresivo, poniendo fin al autoritarismo impuesto en el país por la Unión Soviética, así como avanzar hacia un esquema menos opresivo, legalizar partidos políticos y asociaciones civiles y, desde luego, promover una serie de libertades elementales para todos los ciudadanos. El movimiento se prolongó del 5 de enero al 20 de agosto, cuando fue ahogado por los tanques de guerra soviéticos. El mayo francés o mayo del ’68 consistió en un movimiento social –durante los meses de mayo y junio– encabezado por grupos estudiantiles de izquierda, en rebeldía contra la sociedad de consumo. A las protestas estudiantiles se sumaron trabajadores industria-
les, sindicatos, agrupaciones y luego el Partido Comunista Francés. El movimiento se convirtió en una gran revuelta y provocó la mayor huelga general en la historia de Francia. Como no planteaba una lucha directa por el poder establecido, el gobierno de Charles de Gaulle anticipó las elecciones previstas y el movimiento se aplacó. Pero el grito de protesta, la señal de inconformidad se habían escuchado en todas partes y sacudido a la sociedad francesa. El movimiento estudiantil del ’68 en México se tornó muy pronto en movimiento social, en apoyo a los reclamos de grupos estudiantiles. Participaron todas las universidades de Ciudad de México en marchas y manifestaciones progresivamente formadas por estudiantes, maestros, obreros, amas de casa y otros. El fondo del movimiento –que había empezado con una riña estudiantil– se transformó en demanda de cambios democráticos, mayores libertades políticas y sigue
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25 de marzo de 2018 • Número 1203 • Jornada Semanal
F La pedrada del fin del mundo
Luego de tomar posesión, Echeverría comenzó un lento proceso de desagravio a los sectores sociales lastimados durante el sexenio pasado. Creó nuevas universidades públicas y aumentó su presupuesto hasta cuatro veces; liberó a casi todos los presos políticos de entonces e invitó a buena parte de sus detractores a figurar en el gobierno como funcionarios o eminencias grises. Hacia afuera, un hiperactivismo de izquierda lo envío al Chile de Allende y a la Cuba de Castro. Echeverría buscaba ser el líder del “Tercer Mundo”; aceptó refugiados y desafió –al menos en el discurso– a Estados Unidos. Era un presidente en campaña, incansable visitante del mundo subdesarrollado y entusiasta activista de los países “no alineados”. Quizá ahí se gestó la idea, propia de su temperamento complicado e impulsivo. Si quería ver su nombre trascender del lado de los oprimidos, debía pasarlo por el agua lustral de una última prueba, la más difícil: iría al epicentro mismo de su descrédito, a romper las cadenas de la memoria que lo ataban a un pasado oprobioso. Echeverría visitaría la unam.
…
E
s la mañana del 14 de marzo de 1975, los ánimos están caldeados, la tensión sube de tono. Siete años después de Tlatelolco y cuatro del halconazo, los cursos lectivos de ese ciclo escolar serán inaugurados por el presidente Echeverría. Se convocan marchas en toda Ciudad Universitaria. Las “Islas” están repletas, los muros pintados, los puños arriba y las gargantas desbocadas. “Filosofía ¡Presente!”, se lee en algunas mantas. De la Facultad de Ciencias sale un contingente hacia el auditorio de medicina donde el presidente, junto con el rector Guillermo Soberón, darán algunas palabras. Un día antes, Jorge Carrillo Olea –entonces teniente coronel del emP – hizo algo extraño: hacia la noche se afeitó, se vistió con un pantalón de mezclilla y una sudadera, luego se calzó un par de botas de montar. Así durmió. A él le fue encomendada la seguridad del presidente en aquel evento. Pese a que tomó todas las previsiones posibles, estudió las entrañas del auditorio y las vías de escape, algo presintió. La idea de que un desastre se precipitaría sobre él se posó obsesiva en sus
pensamientos. Meticuloso, la madrugada del 14 de marzo verificó que los cuatro o cinco automóviles, más la ambulancia disfrazada de repartidora de pan Bimbo, estuvieran en su lugar, listos si la situación lo ameritaba. Echeverría llega en un automóvil café, lo acompaña un chofer y su jefe del emP , el general Jesús Castañeda Gutiérrez. La orden expresa del presidente, de entrar sin seguridad a Ciudad Universitaria, es ignorada. Los primeros asientos del auditorio son ocupados, desde muy temprano, por personas vinculadas al régimen; los miembros del emP visten batas blancas y forman una ostentosa valla en torno al escenario. La presencia de los intrusos, evidente por el casquete corto que los delata entre el mar de excesos capilares, es repelida y confrontada. En las galerías superiores, contingentes estudiantiles trasponen las puertas destrozadas del auditorio, despliegan sus mantas y comienzan una guerra de insultos y gritos con los “estudiantes” de abajo; la intensidad de los chiflidos y las mentadas de madre crece. Echeverría se acerca. Le-a, Le-a, Le-a, Le-a. Entra saludando, la sonrisa gatuna recibe los gritos y los insultos. El traje luce, todavía, impecable; la corbata en su lugar. En el escenario lo espera el doctor Soberón; expectante y relamido, comienza su discurso. Los profesores, investigadores, estudiantes y trabajadores, nos aprestamos a recibir a quienes en busca de un mejor destino para México se incorporan hoy a las labores escolares. Y aprovechamos esta simbólica ceremonia de apertura de cursos para reafirmar nuestra… Echeverría mira hacia las gradas, tras sus lentes, dos ojos burlones van de arriba abajo, dominándolo todo, registrándolo todo. El auditorio es el mismo grito en mil gargantas distintas. De los primeros lugares, un joven de bata sube a una butaca y arrebata el micrófono frente a Echeverría. Tiene el cabello rizado y los rasgos finos; perfil de criollo dirán algunos. Grita: Compañeros, esto se tiene que dirimir políticamente, no en más alaridos hormonales. Sus destinatarios, en las gradas más altas del auditorio, lanzan una densa andanada de abucheos. Da vergüenza, repite, da vergüenza, compañeros […] Así se le está haciendo el juego a Soberón y a la derech…, su voz se diluye. Pa-le-ro, pa-le-ro, pa-le-ro, rugen las gradas. Pa-
Fuente: www.iingen.unam.mx
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F 1968: hitos y hados
civiles, menor desigualdad y cambios en el omnipresente régimen priista. Acabó en la masacre conocida como La noche de Tlatelolco, con un número desconocido de víctimas.
NI EL PASADO NI EL PORVENIR
“H
ace cincuenta años el mundo era muy diferente. Estados Unidos y sus aliados se hallaban enclaustrados en una Guerra fría con la Unión Soviética, las computadoras personales y los teléfonos móviles eran ciencia ficción y a buena parte de la población mundial le faltaba conocer mejoras sustanciales en la expectativa de vida y el bienestar material.” Así comienza un estudio del Pew Research Center, difundido el 5 del último diciembre,
y concluye mostrando un cuadro con la ubicación de los países según el nivel de reconocimiento de la situación actual frente a la de hace medio siglo. De acuerdo con esas estadísticas, sesenta y ocho por ciento de los mexicanos opina que México está peor que hace cincuenta años. No todo tiempo pasado fue mejor, qué va. Los vietnamitas prefieren no acordarse de hace medio siglo, por ejemplo. Pero en aquel ’68 ondeaba la esperanza. La rivalidad este-oeste incluía también un debate de ideas y opciones y no sólo propaganda. No gobernaba el país más poderoso de la tierra un presidente con las limitaciones personales e intelectuales del actual, Corea del Norte no se mostraba arrebatada ni prevalecía una militancia cruenta como la del islam radical de hoy; mucho menos la presente desigualdad so-
cial y la imposición de una doctrina abrazadora como “esa concepción radicalmente utilitaria que eleva el dinero a único ideal y promueve una transformación social que disuelve todos los valores,” según lo expresa Claudio Magris. 1968 fue también un año pródigo en creación artística, abundante en literatura, intensa propagación del rock y música pop; un año de anhelos y propósitos confiados en un futuro menos violento. Los hippies, herederos de la filosofía cínica griega, se cuentan sin duda entre los inspiradores de esos movimientos y de las actitudes que en Praga, París, México y otras partes desafiaron al sistema en el poder. Medio siglo ha transcurrido desde La noche de Tlatelolco. En ese lapso México ha crecido de modo im presionante. Materialmente es mucho más rico en
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le-ro, pa-le-ro. El joven baja, con la garganta desecha y los carrillos entumecidos, y se enfrenta a los murmullos encendidos, pa-le-ro, pa-le-ro, de los anónimos asistentes. Echeverría casi no se mueve, sigue atento los acontecimientos. Tiene el entrecejo contraído. No habla, y cuando lo hace, mueve poco la boca. Está tenso. Las manos, juntas, protegen los genitales. Al micrófono llega un hombre de barba cerrada. Tiene la voz entrenada, templada en los mejores mítines, los más vociferantes. Una chamarra verde olivo complementa su atuendo de experimentado líder estudiantil. Buen orador, se impone a un auditorio alebrestado. Raúl Moreno Wonchee dice: yo quisiera plantear, concretamente, que este acto se desenvolviera en un espíritu unitario en torno a la lucha, concretamente, por la democracia, contra el fascismo y contra el imperialismo. Aunque –luego se sabrá–, se trata de las “juventudes más combativas”, todos los oradores, menos uno, le llaman “Señor Presidente”. Hasta las consignas y exigencias más controversiales –como aquella que le pide esclarecer los hechos del 2 de octubre– van acompañadas del respetuoso parabién, acto reflejo irrenunciable de una cultura política prohijada en la verticalidad. “Con todo respeto, Señor Presidente –dijo nadie, pensaron muchos-, chingue usted a su madre.” Le-a, Le-a, Le-a, Le-a. Llega el momento. Echeverría da un paso al frente, en la mano izquierda su discurso. En el auditorio no se oyen más que chiflidos, mentadas de madre y porras. Ahí está. El traje gris impecable, la corbata en su lugar. Le-a, Le-a, Le-a, Le-a. Con profundo beneplácito, he aceptado la invitación que los universitarios me hicieran para acompañar la labor en esta ceremonia de iniciación de los cursos correspondientes al año académico de 1975… Cada palabra la desmenuza con énfasis, sílaba por sílaba, la última suele caer hasta concatenarse con la siguiente, como si todas ellas fueran una sola. Los discursos de Echeverría tienen la extraña condición de ejecutar una constante espiral hacia la incomprensión retórica, reflejo de las ideas desordenadas y abundantes que la frente lustrosa del presidente resguarda. La exposición pública prolongada obra en él una transformación gradual hacia los tonos doctorales que apabullan a sus colaboradores más cercanos, auditorio obligado de sus conclusiones teóricas.
comparación. Pero a esa riqueza material –que no ha extinguido la pobreza– no ha correspondido un desarrollo social ni moral. Por el contrario, la globalización ha ampliado los contrastes y se han agudizado la violencia, la impunidad y la desigualdad. La revolución, aun el concepto mismo, es cosa del pasado y el torrente de nuevas tecnologías –acogido con entusiasmo por todos– no nos libera del dilema humano de optar por decisiones. Así, ni el pasado ni el porvenir, ni la memoria o la esperanza alteran el juicio cotidiano del presente
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Gráfica popular del ‘68. Fuente: www.wikiwand.com
u n día antes , j orge C arriLLo oLea –entonCes teniente CoroneL deL eMp – Hizo aLgo ex tr año : HaCia L a noCHe se afeitó, se vistió Con un pantaLón de MezCLiLLa y una sudadera , Luego se CaLzó un p a r d e b o ta s d e M o n ta r .
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éL Le fue
enCoMendada La seguridad deL presidente en aqueL evento .
Escuchen lo que les voy a decir –apunta con el dedo hacia las galerías–. Ciertamente –con la palma derecha extendida pide calma– toda la reforma educativa tiene por frontera las distorsiones del proceso económico y social. No hay cambio auténtico sin una doble estrategia que opera mi gobierno sobre las estructuras y sobre las conciencias. Por ello, no puede modificarse el regir de nuestro sistema de convivencia sin reorientar también el rumbo de la educación. Negar la actitud de la Universidad para influir en los cambios sociales, es negar la más importante de sus funciones. Se interrumpe y remata: ¡Así gritaban las juventudes de Mussolini y Hitler! Un alarido cimbra el auditorio. Echeverría banderillea al toro furioso frente a él. Jóvenes del coro fácil, les llama. Jóvenes manipulados por la cia, los reta. Las juventudes de Salvador Allende sabían debatir. El presidente termina su intervención y dice estar dispuesto a escuchar a ese grupito. Aplausos. Mientras tanto, Carrillo Olea suda, Echeverría suda; las gruesas capas de vaselina en el cabello de Soberón comienzan a derretirse. La galería se deshace en calor y gritos. Chiflidos y manotazos; vuelan trozos de papel.
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Lentamente, un joven regordete se acerca, por la espalda, a Echeverría. Ha burlado el cordón de seguridad que cientos de falsos estudiantes de medicina han desplegado en torno al presidente. Es Joel Ortega, líder estudiantil del ’68. Los jóvenes, desde gayola, lo han elegido para responder a Echeverría. A diferencia de Wonchee, la voz de Ortega suena aniñada, limpia. Los compañeros que están allá son compañeros que representan al movimiento estudiantil más combativo del país. El presidente ha dicho aquí que tenemos que combatir al fascismo, y nosotros compañeros, antes que se mencionaran esas palabras aquí, hemos luchado en las calles contra esa expresión del fascismo […] Revolucionario no es aquél que se esconde tras la vociferación, sino aquél que plantea una alternativa… Echeverría asiente y aplaude, la instrucción es replicada por sus guardaespaldas. Declaro inaugurados los cursos –habla Echeverría– lectivos de 1975 –la mano derecha se mueve con énfasis– de la Universidad Nacional –hombres de traje pasan por encima de las cabezas de los asistentes en primera fila– Autónoma de –quieren acercarse al presidente– México –son del emP –. Vámonos ya. Los caminos están cerrados. Por el tumulto, poco a poco, los miembros del emp se dispersan. Al lado del presidente queda Carrillo Olea y un ayudante de Echeverría, el J . G . Salen por donde habían entrado, un pasillo estrecho que, pasos adelante, es copado por un sonido parecido al de los disparos. –Están disparando, afirma un presidente asustado. –No, están rompiendo los macetones y aventando contra los vidrios los tepalcates, dice un teniente coronel, que si de algo sabía era de disparos. Dan la vuelta. Regresan al escenario y Carrillo Olea busca una salida de emergencia. Los sigue un Soberón desaliñado por el sudor, casi ciego por los lentes empañados. El joven teniente coronel hace bajar al presidente por una escalera estrecha. Llegan al estacionamiento, lo siguen cuatro hombres corpulentos. El griterío los alcanza. Las mentadas de madre y los chiflidos llenan los segundos; lentos para Echeverría, largos para los estudiantes. Ahí está, la cabeza luminosa del “líder del Tercer Mundo”, como una diana refulgente al sol
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y fenómenos de grupo: manipulación y control social Mario Campuzano
CON EL APARATO CRÍTICO DEL PSICOANÁLISIS Y LA PSICOLOGÍA SOCIAL SOBRE EL INDIVIDUO Y LOS AGRUPAMIENTOS HUMANOS, ESTE ARTÍCULO EVIDENCIA LOS RECURSOS, MÉTODOS Y TRUCOS DEL PODER, YA SEA MEDIÁTICO O POLÍTICO, PARA INDUCIR UN RESULTADO ELECTORAL, CUYA PRUEBA MÁS RECIENTE ES EL ESCÁNDALO QUE INVOLUCRA A FACEBOOK.
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EL GRUPO COMO REFUGIO O COMO AMENAZA
l hombre aislado no existe. El ser humano es social y gregario, vive siempre en sociedad y ésta y la cultura lo anteceden, es decir, aparece en el seno de un mundo organizado por estas entidades donde tiene un lugar específico con sus peculiares determinantes de clase, ideología, reglas, usos y costumbres que en gran medida influyen en él. La familia es el grupo primario en que nace y se desarrolla, y por eso tiene una posibilidad privilegiada de influencia, la cual ocurre a través de los vínculos establecidos entre sus integrantes. Más adelante se pasa a la formación de grupos secundarios como la escuela, donde los compañeros de estudios y más tarde de trabajo también dejan su huella, así como el cónyuge y los familiares políticos. En los tiempos contemporáneos se agrega la fuerte influencia de los medios masivos de difusión. Esos grupos son el espacio de convivencia afectiva, de modelos de rol y aprendizajes diversos, desempeño de tareas, realizaciones, desafíos y capacidades. Por eso los grupos poseen una dualidad de efectos. Aunque domine uno de los polos, ambos pueden ser refugio tranquilizador, especialmente en el caso de familiares, amigos o camaradas que ofrecen un ámbito de seguridad y apoyo con efectos similares a los que una buena madre logra sobre su pequeño hijo a quien contiene emocionalmente y lo calma. O pueden ser espacios de incertidumbre, amenaza y desafío que generan angustias de desempeño y/o persecutorias. Esa es la dualidad y tensión permanente del individuo en situación de agrupamiento: el grupo le resulta contexto de contención y apoyo, o contexto de amenaza a su individualidad, identidad o desempeño.
EL AGRUPAMIENTO Y SUS EFECTOS REGRESIVOS
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reud, en su artículo de 1921, “Psicología de las masas y análisis del yo”, describió la regresión o infantilización de los individuos cuando se agrupan (y, como se dijo antes, se trata de un destino inevitable en los humanos pues somos una especie gregaria). Freud planteó la proyección –y la consecuente delegación de funciones– de los ideales de los individuos que forman la masa en el líder del grupo, lo cual elimina las funciones individuales del ideal individual como fuente de aspiraciones singulares y lleva –regresivamente– a ideales infantiles socialmente promovidos y difundidos, con bloqueo paralelo del Superyo en cuanto a controles mo-
rales, autocrítica y responsabilidad. A esta conceptualización, que destaca los efectos del complejo edípico paterno, se agregaron posteriormente los efectos del complejo materno preedípico, el cual al final fue considerado como la fuente originaria de los fenómenos psicológicos derivados del agrupamiento. Las investigaciones donde aparecieron de forma extrema los efectos del conflicto individuo/grupo fueron las experiencias de grupo grande (alrededor de ochenta individuos) manejado con técnicas no directivas y abstinentes realizadas por algunos de los miembros del Instituto Tavistock de Relaciones Humanas (Centro para la Investigación Social Aplicada, en Londres) que encontraron la generación de respuestas defensivas y adaptativas ante la amenaza que producen a la identidad individual, junto con la necesidad del individuo de construirse un lugar en el grupo, dando lugar a mecanismos defensivos en ambos polos del conflicto. Desde el grupo se genera una demanda de homogeneización manifestada por una atmósfera banal, llena de clichés, donde suelen aparecer líderes con ideologías simplistas, “de sentido común”, que tienen un efecto tranquilizador sobre el grupo, y la minoría que trata de mantener su individualidad es atacada a veces ferozmente. Desde los individuos se genera un especial tipo de ansiedad que Marcos Bernard, psicoanalista grupal argentino, denominó ansiedad de masificación, ya que atenta contra la identidad individual, y que, desde la psicología social, ha sido descrita como presión de conformismo. La mayoría de los individuos, en aras de ser aceptados y adquirir un lugar en el tejido social del grupo, se adaptan de manera conformista; sólo unos pocos pueden resistir la presión social y conservar su identidad e individualidad, generalmente aislándose, y otros más, como señala Kernberg en Ideología, conflicto y liderazgo en grupos e instituciones (1998), son capaces de asumir un liderazgo con las características que la masa necesita bajo estas condiciones: “Los individuos con características marcadamente narcisistas podrán suministrar al grupo grande desestructurado el liderazgo tranquilizador que desea –con el fin de escapar de la atmósfera paranoide– y concederle alguna forma narcisista de satisfacción.” Esta presión de homogeneización, con la atmósfera emocional llena de clichés, es muy semejante a la que se logra con los medios masivos de difusión y su utilización de spots. Y también la respuesta de adaptación conformista de la mayor parte de los individuos que integran la audiencia.
MASAS VIRTUALES Y PROPAGANDA
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as investigaciones mencionadas muestran de manera clara y dramática las ansiedades que la agrupación despierta en los individuos. Otras posteriores dejaron claro también que los fenómenos de masa (derivados de la regresión) se pueden lograr sin que los individuos estén físicamente juntos, sino que basta con que estén conectados a la misma fuente de un medio de difusión masivo, como la televisión o las redes sociales. Se demostró asimismo que la relación de los individuos con el colectivo es primariamente preedípica. En la forma preedípica la relación del individuo con el grupo es altamente dependiente, fusional, como la temprana relación del bebé con su madre, buscándose la satisfacción de las necesidades pulsionales en forma imaginaria, proyectando en el grupo un ideal del yo primitivo, lo que implica un objeto primario totalmente gratificante, como la madre de las primeras etapas del desarrollo infantil. Dado que la especie humana es gregaria, la situación de convivencia social que genera agrupamientos y vínculos es inevitable y tenemos que aprender a convivir y desarrollar nuestra individualidad en ese contexto, para lo cual se requiere madurez, información y espíritu crítico. Las características de la especie no nos permiten otras alternativas.
USOS DEL EFECTO REGRESIVO GRUPAL EN LA PROPAGANDA
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os efectos regresivos se utilizan para la propaganda en los medios masivos de difusión, tanto en la propaganda comercial como en la política. Pondré algunos ejemplos. En México Vicente Fox recurrió, en la intensa y continua propaganda que caracterizó a su ejercicio presidencial, a este tipo de vínculo imaginario donde se tiende a seleccionar líderes que representan no al Superyo paternal prohibitivo (pero no tiránico), sino a la madre preedípica todopoderosa y totalmente gratificante (aunque sea un hombre quien lo ejerza con apariencia pseudopaternal), que se vuelve promotor (o vendedor) de ilusiones, proporcionando al grupo una ideología que confirma las aspiraciones narcisistas infantiles de los individuos. Recuérdese, como otro ejemplo, la propaganda salinista de que México alcanzaría, bajo su mandato, el estatus y los beneficios propios del Primer Mundo, cosa que muchos mexicanos creyeron. En estas condiciones, el Superyo y la función paterna son expulsados
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(aunque se conserve una figura paterna encubridora, vacía de ese contenido). Se logra así el cumplimiento del anhelo de fusión entre el yo y el ideal por los medios más regresivos, los que son propios del principio de placer, que toman la vía más corta y vienen a abolir todas las adquisiciones de la evolución, de modo que, en los grupos fundados en la ilusión, el conductor desempeña ante sus miembros el papel de la madre infantilizadora que hace creer a su hijo que no necesita ni crecer ni identificarse con su padre, haciendo coincidir así su maduración inacabada con su ideal del yo. A partir de las investigaciones de Chasseguet-Smirgel podemos establecer dos tipos de agrupaciones: 1. Agrupaciones preedípicas o infantilizadas (centradas en la ilusión, ideológicas) que tienden al retorno a una infantilización intensa y, por tanto, a dejar de lado las adquisiciones de la evolución gracias a la magia del conductor-brujo. Domina el principio del placer y hay dilución de la individualidad. 2. Agrupaciones edípicas (centradas en la realidad, en el pensamiento científico, en la búsqueda de la verdad y la objetividad) donde el líder funciona como padre o delegado de la fratria que establece exigencias de madurez, trabajo y realismo. Domina el principio de realidad y de preservación de la individualidad.
MARKETING ELECTORAL
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n el marketing electoral se busca encajonar a las personas en un falso dilema centrado en el miedo, una emoción primaria y poderosa muy utilizada para la propaganda política negativa y, originalmente, por los militares como parte de la “guerra psicológica o de propaganda”, a fin de orientar en un sentido la decisión de los ciudadanos. Aquí algunos ejemplos de elecciones en Latinoamérica. En México, en la elección presidencial de Ernesto Zedillo después de los magnicidios del final de la presidencia de Carlos Salinas que cimbraron al país con una grave preocupación sobre su estabilidad, se planteó el dilema: o Zedillo, o caos. En una elección posterior, la de Felipe Calderón, se desarrolló una ligera variante: o Calderón o caos, ya que “López Obrador es un peligro para México.” Estos dilemas muestran el desplazamiento de usos de la psicología otrora militares al campo políticoelectoral mediante formas de “guerra sucia propagandística”, mismas que fueran probadas antes en otros lugares, como Nicaragua en las elecciones que perdieron los sandinistas. Ahí, en un país acosado por la guerra de baja intensidad realizada por Estados Unidos, donde los jóvenes tenían que ir a reclutamiento obligatorio en el ejército, el dilema que se planteó en las elecciones fue: o Violeta Chamorro o continuación de la guerra y la conscripción obligatoria. Menem, presidente de Argentina, aunque estaba muy desprestigiado, logró reelegirse mediante el establecimiento mediático de un dilema que tocaba la frágil situación económica de una población que había sufrido largos períodos de hiperinflación, controlados con la muy cara magia transitoria de la paridad pesodólar. En estas condiciones se planteó el dilema: o Menem, o hiperinflación. Ahora que la clase política mexicana está concentrada en las elecciones de 2018 con la población profundamente escéptica dados los cínicos y no creíbles resultados electorales en el Estado de México y Coahuila, ¿cuáles serán los trucos electorales? Manipulaciones finas como las citadas o burdas imposiciones como las que vimos recientemente, las cuales parecen ser el signo del neoliberalismo radical de la actualidad, donde las élites políticas tienen un total alejamiento de la población, lo cual conduce a un incremento de la represión y la violencia del gobierno para sostenerse en el poder a pesar del rechazo popular
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Ilustración de Mario Netzul
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Nunca más su nombre, Joel Flores, Ediciones Era, México 2017.
La perturbadora aceptación de nuestros demonios CARLOS MARTÍN BRICEÑO
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o es fácil escribir una novela de tintes autobiográficos sin caer en el razonamiento maniqueo de que “sólo por haber hecho el esfuerzo de narrarla, nuestra vida debe de interesar a cualquiera”. La autobiografía pura, dicen los que saben, no existe. Es apenas una versión disimulada de la historia original de vida y suele ser válida para aquellos que han padecido algo en verdad trascendente, digno de ser contado desde su óptica personal. Pero, ¿qué sucede cuándo nuestra historia tiene su origen en algo menos escabroso? ¿En algo más cotidiano (pero no por ello menos áspero, hay que decirlo), como la relación entre padres e hijos? En este caso, irónicamente, la tarea para el escritor se vuelve más complicada. Se requiere de un verdadero oficio literario para conmover al lector y mantenerlo pegado a la historia. Se necesita de una honestidad genuina que permita al otro encontrar ecos de su propia existencia en la de los protagonistas. Y se requiere, sobre todo, de mucha valentía para contar sin ambages aquello que nos carcome desde la infancia y que, en la mayoría de los casos, por salud mental, preferimos mantener sepultado en algún rescoldo de la memoria. Con esa mezcla indispensable de franqueza, atrevimiento y dominio de la pluma, Joel Flores (Zacatecas, 1984) ha escrito Nunca más su nombre, novela galardonada con el Premio Nacional Juan Rulfo en 2014 en la que explora, a través de los ojos y la primera voz de un personaje llamado también Joel, la beligerante relación que tuvo con su padre, un militar de bajo rango que abandonó a su familia y prefirió repudiarlo como hijo antes de poner en duda su paternidad. “El día que me dijeron papá se está muriendo, estábamos mudándonos de casa y desempleados. Había jurado no regresar a Zacatecas, ciudad estrecha, de personas cerradas como sus callejones”. Así, con esta categórica frase que invita a seguir adelante, comienza el protagonista a contar una historia personal donde prevalece la figura paterna como eje central. Y aunque el mismo Joel en alguna entrevista afirma que este trabajo nació para rescatar algunos capítulos importantes de su infancia, en el fondo, la novela se asemeja más a un ajuste de cuentas que a una retrospectiva del pasado.
No estamos, por fortuna (como podría intuirse) ante una larga queja contra el progenitor al estilo de la Carta al padre kafkiana. Gracias a su buen oficio narrativo, Joel Flores se aleja del sentimentalismo gratuito y sazona Nunca más su nombre con otras fábulas que corren paralelas a la anécdota principal. De esta manera, conforme avanzamos en la lectura, nos iremos enterando no sólo de las razones que originaron este grotesco distanciamiento entre el padre y el hijo, sino de temas tan trascendentes como la imposibilidad del artista de vivir de sus letras, las fatalidades originadas por las desapariciones forzadas en este México castigado por la violencia o la desolación existencial que permea en las ciudades fronterizas. Dice Vargas Llosa que “el novelista que no escribe sobre aquello que en su fuero recóndito lo estimula y exige, y fríamente escoge asuntos de una manera racional porque piensa que de este modo alcanzará mejor el éxito, es inauténtico”. No es el caso de Joel Flores. Al contrario. En ésta, su primera novela, ha elegido un tema que le es necesario contar, una historia que, al tiempo que le sirve para escrudiñar el pasado e intentar reconciliarse consigo mismo, le ayuda a desarrollar, con mucha más soltura, esa preocupación por el destino de las personas tocadas por la violencia que ya había abarcado en Rojo semidesierto, su espléndido libro de cuentos. Y aunque el proceso de escribir no debe ni puede ser curativo,
estoy seguro de que a su autor, Nunca más su nombre le sirvió como llave para entender algunos procesos de su mundo interior. Llena de descripciones y anécdotas luminosas, tales como la que se refiere a la operación que deben hacerle a Joel niño para librarlo de una peligrosa inflamación de la punta del pene, o aquella en la que el protagonista y su hermano se enfrascan en un viaje inútil lejos de su ciudad para ir tras la pista de un abuelo que finalmente los desconoce, este es un libro sobre ser hijo y volverse escritor, y uno de sus aspectos más llamativos es la sensación de impudor del novelista. Me pregunto si algunos pasajes no habrán causado problemas a su autor: por ejemplo, el relato donde se devela el abuso por parte de la nueva pareja de la madre hacia la hermana menor. ¿No habrá resultado demasiado franco para la sensibilidad de los familiares en quienes se inspira? Es inevitable remitirse a Paul Auster y su libro autobiográfico La invención de la soledad, del que el mismo Auster confiesa haber comenzado a escribir la mañana en que supo que su padre había muerto. Quiero imaginar que Joel Flores, al igual que el famoso neoyorkino, empezó a bocetear Nunca más su nombre el día que le dijeron que su padre estaba a punto de morir, y que todo lo que leemos, o casi todo, es verídico. “¿Qué debe de hacer uno con lo que sabe, cuando no desea saberlo y quiere arrancarlo de su cabeza? ¿Qué debe de hacer uno con tanto coraje, si el coraje mismo termina pudriéndolo a uno y haciéndolo tomar decisiones que no debe de tomar?”, se pregunta el Joel protagonista en algún momento, antes de decidirse a aceptar la invitación a una cita en la que, hipotéticamente, habrá de reconciliarse con el padre. Lo que debe de hacer es lo que ha hecho, precisamente, Joel autor: expulsarlo a través de las letras, escribirlo utilizando un tono sincero, intimista, casi desvergonzado; canalizarlo a través de una aventura literaria donde se develen defectos, traumas e inseguridades; darle forma y lanzarlo valientemente al público en forma de novela sin pensar demasiado en que los detalles íntimos revelados podrían disgustar o, por qué no, arrancar algunas lágrimas a nuestros seres más queridos. Lectores y críticos inteligentes, a fin de cuentas, lo vamos a agradecer
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Jornada Semanal • Número 1203 • 25 de marzo de 2018
Correspondencias, cine y pensamiento pensamiento. ficunam/tvunam,
México, 2018.
La buena compañía, Bárbara Jacobs, Ediciones era, México, 2017.
De cercanías ROSARIO MATEO
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La mejor manera de hablar de un libro que uno ha leído es hacerlo poco después de cerrarlo y sin volver a abrirlo” asegura Bárbara Jacobs en su libro más reciente, titulado La buena compañía. Se trata de un nutrido y hermoso trabajo, lleno de imágenes, destinado a lectores no necesariamente especializados, pero sí dispuestos a ampliar sus horizontes dentro del mundo de la literatura. Su autora es una dedicada y asidua lectora, apasionada por las historias, coleccionista de recuerdos. Jacobs observa una gran mesa llena de obras valiosas y objetos compañeros que resumen, además de gozo, un panorama de lo que ha sido su formación y su tiempo. Con todas estas imágenes, la escritora, poetisa, ensayista, traductora y articulista mexicana ha elaborado una interesante clasificación, con la que pone en manos del lector una abundante cantidad de títulos que acomoda por bloques, dependiendo del género literario. Esto le supuso un gran desafío, en el que, inevitable y conscientemente, reflejó sus gustos y circunstancias personales, sus dudas y aciertos. En su clasificación se acerca a los géneros literarios, situándolos en la perspectiva del lector, por medio de las obras que para ella son ejemplo claro de lo que describe. Estas descripciones varían en extensión y en emoción; no obstante, cada una de ellas mantiene puntos de contacto y divergencias que invitan al lector a descubrir el género, así como a sentir casi de manera inevitable simpatía por el mismo.
Escribir no es fácil, es una mezcla de talentos, es poner orden en el pensamiento, darle luz. Se necesita ser un creador de conceptos, poseer el don de la narración, tener una amplia cultura general. Bárbara Jacobs cuenta con eso y más y, echando mano de tales atributos, logra compilar una interesante serie de títulos que van de Dylan a Virginia Wolf, pasan por Borges y Oscar Wilde, comunican a Cortázar con Kafka, a Salvador Novo con García Marquez y a Rimbaud con Poniatowska. La escritora pasea de la poesía a la novela, del libro de viaje a las memorias, del aforismo a la novela negra, del testimonio a la crónica, de la biografía literaria a la autobiografía, de lo clasificable a lo inclasificable. Lo hace con una elegancia distintiva, sin que cada género pierda su especificidad. De este modo Jacobs nos acerca a sus obras y autores, a las buenas compañías que han estado con ella a lo largo de su vida; habla de los compañeros que han colmado su horizonte literario y los comparte en una sincera entrega. En una eficiente e iluminadora presentación en sociedad, nos da el lápiz para dibujar, a través de la lectura, las veredas para transitar un camino en el que encontraremos nuestras propias emociones y puntos de vista. La buena compañía es un fina brújula para orientarnos en un viaje de palabras fruto de un cúmulo de sabiduría adquirida. Es una muestra del intenso amor por el acto de leer, probablemente hecho en un momento clave de la vida de la autora
En la edición de este volumen se involucró la voluntad de muchas personas, pero sobre todo de un par de entusiastas llamados Eduardo Cruz y Rafael Guilhem, quienes fungen como directores editoriales de ésta que se anuncia como una edición especial de algo que no es todavía, pero debería ser ya, una publicación periódica, no esporádica y no dependiente absoluta de la celebración anual del Festival Internacional de Cine de la unam, al que de cualquier manera debe agradecérsele el impulso y el esfuerzo de trascender, por esta vía, su propia temporalidad. En medio de la tremenda escasez que padecemos respecto de publicaciones cinematográficas especializadas –Cine Toma se ha ido, Estudios Cinematográficos, del cuec, nunca termina de estar–, es decir, no pensadas y diseñadas para funcionar como meros publicistas de estrenos estadunidenses, el contenido de estas Correspondencias es un hallazgo al mismo tiempo que un oasis, por cuanto a su saludable vocación híbrida entre el texto riguroso que cabría esperar del ámbito académico y el más asequible a nivel general de la difusión, más orientado a la estructura del ensayo libre. Con prólogo del multiplicado Roberto Fiesco, productor-directorcoleccionista-conductor radiofónico cinematográfico en el que habla acertadamente del cine que queremos –no del que tenemos–, once piezas textuales a cargo del mencionado Rafael Guilhem, Davo Valdés de la Campa, Alonso Díaz de la Vega, Sergio Huidobro, Julio César Durán, Sonia Rangel, Jorge Negrete, Jacqueline Ávila, el igualmente mencionado Eduardo Cruz, Rodrigo Garay Ysita y Jesús Iglesias, hablan entre muchos otros temas del ejercicio de la crítica cinematográfica, del valor del silencio fílmico o de una cinematografía en específico, en este caso la portuguesa, así como de personajes en particular como Jean-Luc Godard, Alain Guiraudie, Raúl Ruiz o Roee Rosen. Bien concebido, bien diseñado y bien editado, este esfuerzo merece una continuidad que, valga la necesaria insistencia, llenaría un hueco al que ya estamos pésimamente acostumbrados.
Semana mayor, Alejandro Anaya Rosas, Universidad Autónoma Metropolitana, México, 2017.
Parte de la colección Libros del Laberinto –no menos luenga y añosa que la nombrada Molinos de Viento, de la propia uam–, esta es la primera novela del también traductor del alemán Alejandro Anaya, que antes diera a la editorial el libro de cuentos Herejía, igualmente publicado por la Metropolitana. Ambos títulos, el del cuentario y el de la novela, aluden a un ámbito que evidentemente obsede, hablando en términos literarios, a su autor: el de la religiosidad, que en ambos casos es vista no desde un punto de vista teologizante, pero muchísimo menos desde el que orientaría la moral, sino desde el más humano posible, a pie y desde abajo, como en la realidad se viven intangibles como la fe. En el caso de Semana mayor, la historia que se cuenta tiene como punto de partida la visión infantil del protagonista en torno a los festejos de la católica semana santa y, desde ahí, la que Faustino Cusárare –nombre del aludido– sostiene en cuanto a su propio destino, atado inexorablemente a un pasado personal del que no se sabía preso a pesar de estarlo de manera evidente, así solo fuera por la homonimia de un pariente que es quien, involuntariamente, lo hace regresar no al tiempo pero sí al espíritu del tiempo signado, precisamente, por aquella semana mayor vivida siendo un niño. Simultáneamente relato de la saga memoriosa personal del protagonista y crónica de un pueblo y una época que podrían ser cualquiera en Latinoamérica contando de unos veinte o treinta años hacia atrás, esta Semana mayor tiene la virtud de volver universal lo particular, y lo consigue gracias a la pluma de un autor que supo tomarle bien el pulso a una anécdota que requería, por partes iguales, desbordamiento y contención: unas veces lo primero para dar cuenta del exceso y la locura colectivas, otras veces lo segundo para explicar mejor la psique y las emociones de los dos Faustinos.
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25 de marzo de 2018 • Número 1203 • Jornada Semanal
Cien caballos en el mar, Alfonso López Corral, Editorial Paraíso Perdido, México, 2017.
Un territorio hostil LOLA ANCIRA
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l tiempo y la naturaleza son inexorables ante las calamidades humanas, son testigos mudos e inflexibles de la desgracia del hombre. En palapala bras de d . h . Lawrence, “la vida no se deja conmover por la compasión, prosigue su camino a pesar de los gritos de angustia o de odio”. El escritor sonorense Alfonso López Corral reúne en Cien caballos en el mar seis cuentos sobre infortunios que se desarrollan en la zona costera de la Región Norte de México (Sinaloa, Sonora y Tijuana), penosas revelaciones construidas a partir de personajes falibles. En el espacio psicológico predominan la tensión y la incertidumbre; el espacio social oscila entre la clase media y la pobreza extrema. En cuanto al lenguaje, el registro coloquial es un claro elemento cultural que identifica a los habitantes de dichas zonas fronterizas. El autor, Premio Nacional de Cuento Joven Comala 2013 con Musiquito del talón, demuestra de nuevo una gran fuerza narrativa recreando algunos aspectos de la realidad inmediata del norte del país como sólo un oriundo podría hacerlo: desde las entrañas de la propia fiera, desde lo más brutal y absurdo. El progreso, la ambición, las intrigas, la necesidad y el narcotráfico han marcado a los personajes que deambulan en estos parajes inhóspitos delineados entre arenales, sierras y llanuras litorales; la abundancia de lo árido o de lo líquido los consume, los devora física y mentalmente. Viven la desgracia desde diferentes trincheras: si no están inmersos en la corrupción, lo están en la deshonestidad, en la ausencia de ley o en preceptos alienados creados por ellos mismos; en la miseria (económica, moral o espiritual), en la insatisfacción o en la locura. En todos hay una amenaza silenciosa y latente, un terror o un temor acechando. El delirio contenido aquí acaba con todo, agota lo que lo rodea y se consume a sí mismo, se encuentra en el desierto pero también en el océano, es toneladas de arena e infinidad de agua, es el brío descomunal de la naturaleza jugando a ser manipulada por el hombre. «La carretera del sur de Sonora» es la historia de dos hermanos que están justo en el retén militar entre Sonora y Sinaloa cuando son interceptados por otro conductor que los amenaza para cambiar de vehículo antes de llegar al punto de revisión.
La Resistencia
En éste y otros dos relatos, el autor da un giro, una vuelta de tuerca al lugar común de la «narcoliteratura» y nos ofrece un destello, un fulgor propio del lenguaje literario que ilumina otra arista del mismo cristal. «Cien caballos en el mar» –cuento que da nombre al libro– narra cómo García, un negociante de gatos, yendo a una exhacienda se encuentra con el Vaquero, hombre taciturno al pendiente de la «llegada del agua» que trata de delimitar con alambre de púas a la bestia indomable que es el Pacífico. Tras la crecida de los ríos, García es testigo de la ofrenda o sacrificio más tétrico. En «Poliomielitis», una joven inválida sueña el futuro a través de metáforas. Su madre, una pordiosera alcohólica, y su situación de pobreza extrema, las mantienen al límite de un peligro inminente y constante que finalmente las alcanza. El dinamismo en la narración, la construcción de la acción, las situaciones dramáticas efectivas planteadas a través de personajes sólidos, los diferentes enfoques y la tensión y verosimilitud crean historias atrayentes que se sostienen por sí mismas. Con una prosa afinada, López Corral nos habla de territorios y sucesos tan amargos como la tierra que les dio origen, concibiendo relatos que van más allá de las páginas que los transmiten
Luchino Visconti y otros textos sobre cine, Salvador Elizondo, Ai Trani/Secretaría de Cultura, México, 2017.
La descripción corre a cargo de los editores: “Este volumen recoge una amplia selección de textos –en gran parte descatalogados, inéditos o dispersos-- que Salvador Elizondo ha ido dedicando, a lo largo de su vida, al cine.” Llama la atención el tiempo verbal utilizado: “ha ido”, pertinente sólo si el autor siguiera haciendo aquello de lo que se habla. Pareciera un asunto de importancia muy menor, pero deja de serlo si se considera en primera instancia la realidad ineludible de que el enorme Elizondo dejó este mundo físico ¡hace más de una década! Por lo demás, un tropiezo tan bisoño da pauta para que cualquier lector acucioso de verdad concentre parte de su atención en cuestiones no sólo de contenido sino editoriales, y ahí es donde la puerca vuelve a torcer el rabo: junto a la lógica y pertinentísima decisión de hacer que el volumen abra con un prólogo de Paulina Lavista –nadie más autorizado al respecto, y más por las razones que la propia prologuista explica en su texto–, está la inopinada de que lo cierre un crítico literario reiteradamente cuestionado y perfectamente ajeno al ámbito específico en el que se desarrollan los textos elizondianos aquí seleccionados, como si no hubiera otros autores bastante más capaces de aportar algo que no sea, como suele suceder con el designado, un despliegue autorreferencial disfrazado. Si bien es cierto que, como apunta Lavista, todo comenzó a partir de un hallazgo que Domínguez se atribuye, el verdadero trabajo se debe a la propia Paulina y a Fabricio Cossalter, nada de lo cual convierte a aquél en un súbito especialista. Dígase esto en el contexto mexicano ya saturado de flamantísimos, casi siempre fugaces y regularmente poco documentados neopergeñadores sobre el cine y sus ámbitos. Por lo demás, y como es obvio, el libro en sí –es decir, los textos del insustituible Salvador Elizondo, a su manera siempre cineasta– no tiene desperdicio, y como quiera que sea su publicación es digna de aplauso.
En nuestro próximo número
ELXabierANDE PERUANO: violencia, sometimiento y dignidad F. Coronado
La Jornada Semanal
@JornadaSemanal
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Arte y
Jornada Semanal • Número 1203 • 25 de marzo de 2018
Cada hoja Dimitris Papaditsas
Una hoja en la noche me escudriña Me encuentra costados que el sol no ha visto jamás Y otros ligeros, como miles de mariposas Que antes de que un dedo las toque pintan barrancos Otros a punto de quebrarse y que fluya agua y lágrima Y otros donde la locura y la cordura combaten una el remordimiento de la otra Y me escudriña me escudriña una hoja de la noche Cada vez me dispersa a mí en hilachos la toga aromosa a recuerdos Y me escudriña introduciendo en mí agua venenosa Que me enjuaga con su veneno Y cada hoja que me escudriña La nutro yo en mis honduras Y no dejo que se pudra.
Dimitris Papaditsas (Samos, 1922- Atenas 1987) estudió medicina en la Universidad de Atenas, pero debido a la guerra con Italia y a la ocupación nazi de Grecia, no se recibió sino hasta 1958. De 1943 a 1947 trabajó en la Cruz Roja y de 1951 a 1967 como médico y cirujano ortopédico en varios hospitales de la capital y de provincia. Fue director del Instituto Nacional de Rehabilitación de Grecia. Es autor de trece libros de poesía; obtuvo dos veces el Primer Premio Estatal de Poesía (1963 y 1980) y sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano, húngaro y flamenco. Véase La Jornada Semanal, núm. 1139 1/ i /2017 Versión de Francisco Torres Córdova
pensamiento PROSAISMOS
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orlando ortiz
En el filo de la navaja
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ICEN QUE LOS PESIMISTAS siempre vemos el vaso medio vacío y que los optimistas lo ven medio lleno. Seguramente habrá, también, quienes vean el vaso completamente vacío y quienes lo vean a punto de comenzar a llenarse, pero a éstos no sé cómo los califique la “opinión pública”. Me pregunto si habrá quienes no lo vean ni lleno ni vacío, es más, que ni siquiera vean el vaso, sólo un espacio vacío y mugroso donde debería estar el recipiente. ¿Cómo llamarían a tales sujetos? Todo esto viene a colación porque –y no es lo primera vez que lo consigno en este espacio– el panorama de este México actual no es nada halagüeño, aunque para algunos sea un horizonte de esperanza y para otros un porvenir
apocalíptico del que hay que alejarse antes de la debacle –en tratamiento a la Walt Disney, no real. Esto último, por cierto, es lo que se ha estado manejando en la propaganda pestilente realizada para “aplastar” a López Obrador. Los desmanes y saqueos cometidos por las administraciones en las últimas décadas han colmado el vaso hasta dejarlo “rompido” (diría algunos de nuestros “tecnocracacos”) y no satisfechos con eso quieren seguir ordeñando la vaca hasta que no haya vaca, y buscaron hacer la finta postulando un candidato “ciudadano”, es decir, no priista ni panista, que tal vez por eso no ha pintado ni dado color y del tercer lugar no pasa en las encuestas. En fechas recientes intentaron sacar de la jugada al panista, para dejar en segundo a Meade y de esa manera hacer “creíble” que quien esté en ese momento en segundo lugar llegue airoso a la Presidencia. No les funcionó la maniobra, pues ya la habían quemado hace años, cuando lo del desafuero a amlo . Ahora, no me extrañaría que estén rescatando otro recurso, éste panista, el de las “concertacesiones”, es decir, realizar acuerdos para maniobrar furtivamente acciones encaminadas a que Anaya sea el “triunfador” indiscutible, pues sospecho que ya debe ser buen número de priistas los que ven que con su candidato no la van a hacer. Lo importante es conservar el poder y seguir mamando, como dije antes, aunque ahora no vayan a ser mamadotas como las de antes, lo importante es seguir pegados a la chiche, porque con Fox y Calderón ya se vio que a ésos también les gusta mamar y dar topes. Tal vez en el “tricolor” haya algunos fieles a sus orígenes y prefieran jalar hacia Morena que con los neosinarquistas, no obstante es seguro que en el pri quedará buen número de expertos en las triquiñuelas electorales, de manera que en julio se las ingeniarán para conseguir uno más de los archimegafraudes en los que son expertos. Nadie se extrañe si a la
hora del conteo la diferencia a favor de su candidato (sea tricolor o azul) en las zonas rurales sea abismal con respecto a la votación urbana; tampoco las urnas embarazadas, los carruseles, los mapaches, la intimidación, sobornos, etcétera, etcétera, sin contar todos los artilugios de campaña y preelectorales que ya han hecho huesos viejos en nuestro “sistema democrático”, a los que se pueden agregar los utilizados en las redes y los medios electrónicos. Se les escapa, me parece, a estos artífices del fraude, que, como dijera Engels, “las condiciones de la guerra ya no son las mismas”. Los abusos han sido tantos que la gente ya está cansada, verdaderamente harta de los gobernantes, es más, no sólo de ellos, sino de la clase política toda. Por si fuera poco, las muestras de cinismo mostradas por el poder (impunidad a los suyos aunque sean evidentemente culpables de fraudes por miles de millones de pesos y utilización de las instituciones para su beneficio) llegaron al límite. Todavía hay quienes tienen esperanza en el cambio vía electoral, tal vez ignorando que el buen o mal gobierno no es cosa de voluntad. Ellos se indignarán y explotarán si se comete fraude. Por otra parte, a quienes detentan el poder (ver lo que significa “detentar” en el drae, pues con frecuencia se utiliza mal) les vale madre. Para eso están las fuerzas armadas. Lo que se vislumbra para julio próximo no es la realización de unas “mucho muy reñidas elecciones democráticas”, sino una feroz lucha por conservar el poder a toda costa y cualquiera que sea el costo. Creo que para algunos analistas políticos profesionales esto ya lo vislumbran, aunque todavía no lo digan. Pero... pero... ¿Cuántos de ellos estarán considerando las otras dos variables?: las fuerzas armadas, por un lado, y los cárteles de la droga, cuyo poder de fuego, estructura y organización es equiparable a las primeras. Me temo que estamos en el filo de la navaja
Arte y
25 de marzo de 2018 • Número 1203 • Jornada Semanal
pensamiento
U
NA DE LAS CONSECUENCIAS más divertidas de haberme puesto a leer el índice del fondo David Foster Wallace en Austin, fue descubrir muchos títulos extraños. Obligada por la admiración que siento por Foster Wallace, en estos días he tratado de ampliar mis opiniones acerca de algunos libros de autoayuda: no seré yo quien los desdeñe si Foster Wallace los leyó con atención. Hubo uno que leí de cabo a rabo. El libro cuya noticia me impulsó a comprarlo como de rayo se titula Músculo: confesiones de un fisicoculturista improbable, de Sam Fussell. Lo compré por varias razones: la primera, su presencia entre los volúmenes personales de Foster Wallace. La segunda, porque durante una época de mi vida fui diariamente
al gimnasio a hacer pesas con un regocijo exageradísimo. También leí con fervor revistas como Flex, Shape y Muscle & Fitness y bebí galones de un licuado de proteína que olía a comida de perro. No porque me gusten los fisicoculturistas. Al contrario. Mi tipo es el profesor universitario que tiene aspecto de vestir saco de pana hasta cuando está en traje de baño. El asunto es que a pesar de mi falta de aptitudes y desventajas genéticas varias, anhelé con toda el alma, por ahí de mis treinta años, ser fuerte. Convertirme en una mujer hecha de fibra pura. Y todavía lo deseo, aunque las condiciones son todavía más adversas que entonces, ya que el tiempo es tan enemigo del músculo como de cualquier otra cosa que en el mundo exista. Mi aspiración tuvo un aliado químico: debido a problemas de salud cuya solución –desesperada– consistió en una dosis diaria de 800 mg. de danazol, un androgénico, me puse bigotona, ronca y con la piel grasosa. Inquieta, me fui al gimnasio y descubrí que era feliz allí. Después de meses de entrenar como una posesa, casi sin leer y de un humor fantástico, logré hacer tres series de quince dominadas. Momento supremo de felicidad física. Desgraciadamente, cuando me retiraron el medicamento, el momento supremo adquirió la categoría de irrepetible. Sólo me quedó el recuerdo delicioso de ese cuerpo que fue una especie de préstamo, algo hirsuto si ustedes quieren, pero que resultó especie de disfraz temporal que me cambió el espíritu. Naturalmente abrí Músculo con curiosidad, misma que fue recompensada con un poco de magia de ésa con la que los libros suelen tocar a los lectores. El autor estudió en Oxford y estaba en busca de una maestría en literatura cuando llegó a vivir a Nueva York. Le dio terror. Era flaco, con cara de lector, inglés y tímido. Sentía que todos lo hostigaban en la calle, desde los teporochos hasta los machines prepo-
tentes, y que sus perseguidores detectaban su miedo. Para defenderse, se metió al gimnasio con la intención de fabricarse una armadura de músculo que intimidara a los bravucones. Lo que sigue es delirante. Cuando el autor revela que sus padres son dos escritores célebres, se intuye un broncón familiar y se entiende el porqué del excelente estilo de la crónica. El padre es Paul Fussell, autor del monumental libro La gran guerra y la memoria moderna; la madre, Betty Fussell, es una exquisita escritora de cocina. Ambos quedaron turulatos cuando su hijo dejó la universidad y decidió usar el dinero de la herencia de su abuelo para dedicarse cien por ciento a las pesas. Fussell padre sospechó que Sam estaba bajo los efectos de un brote psicótico. La madre trató de entender y lo acompañó a mirar documentales sobre Schwarzenegger, sin ocultar un vago horror. Gracias al azar y a la magia libresca, en el buró de mi marido estaba la autobiografía firmada de Betty, a quien él conoció en enero. Así pude leer cruzando las impresiones del hijo y la madre, los sentimientos de los dos mientras él levantaba cientos de kilos y se echaba a perder la salud. Porque no es lo mismo mi pueril anhelo de ser fuerte, que las búsquedas de los fisicoculturistas. En la creación de esos cuerpos gigantescos se quedan riñones, corazón, articulaciones, hígado y mente destruidos por los esteroides. Sam llega al final de su camino convertido en un hombretón enorme y melancólico. Deja las pesas, aunque ellas le revelaron cuáles eran los otros miedos que alimentaban su fobia neoyorkina, su monomanía y su tristeza. El cuerpo es el campo de batalla de todas nuestras guerras, incluso aquellas que emprendemos contra nosotros mismos. Este libro, divertido y estrafalario, es una irónica lección de humanidad que vale la pena leer Ángel Ancona
Proyectos teatrales para Ciudad de México
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IUDAD DE MÉXICO es un espacio de confluencia fundamental para las artes escénicas. No sólo es un espacio de tránsito para muchos grupos, actores, escritores y directores que se miden con el centralismo burocrático (como tic y modelo mental) y con las calidades extraordinarias de los proyectos independientes que han aterrizado ahí y que vienen de consolidarse en sus puntos de origen, sea Chihuahua, Oaxaca, Veracruz, Puebla, Morelos, Monterrey, Zacatecas, San Luis, Chiapas, Michoacán, en una voluntad nómada que en algunos casos ha logrado prosperar y asentarse en la capital del país, como Carretera 45, el ejemplo más sólido.
La presencia de la izquierda en Ciudad de México, desde 1997 con Cuauhtémoc Cárdenas, consolidó al entonces df, como el escenario nacional de las mayores libertades artísticas y sociales. La presencia de los primeros funcionarios culturales de la ciudad a través de un Instituto de Cultura modesto tanto en recursos materiales como humanos, fue la primera piedra para entender el teatro fuera de los horizontes populacheros del priismo (Socicultur) que promovió una cultura (claro que hubo excepciones) que corría en los mismos rieles que la programación de Siempre en domingo, En familia y Don Francisco. Alejandro Aura es la primer referencia del cambio de modelo artístico. Poeta y dramaturgo, Aura, acompañado entonces por Eduardo Vázquez Martín, poeta y ensayista, quien ahora como secretario de Cultura terminó de consolidar varias de las propuestas de hace veinte años, tienen la autoría y el reconocimiento de ser los aglutinadores de varias intenciones de dar calidad a una ciudad altamente politizada y exigente del respeto a la diversidad en todos los órdenes. Si la ciudad es la sede de una de las más grandes redes de museos del planeta, el teatro es una de las actividades mayormente poderosas, frecuentadas y vivas, realizadas por los conjuntos artísticos más equidistantes pero también los de mayor complicidad hacia todos los puntos de la ciudad. Me refiero tanto al teatro profesional como amateur e independiente, que guardan una estrecha familiaridad, al menos frente a las comunidades de espectadores, muchos de los cuales no terminan de entender que el teatro independiente y de baja producción no es de aficionados y que la mayoría de las veces superan a las propuestas comerciales. La coordinación del Sistema de Teatros es un espacio que creció y se hizo complejo. Hay que decir de quien lo dirige, Ángel Ancona, que formó parte de un equipo pionero que dirigió Ramiro Osorio, figura que rompió con los mol-
des tradicionales del funcionario cultural para convertirse en uno de los grandes programadores del teatro internacional en México y que aprovechó lo mejor de cada lugar del país para enriquecer festivales, muestras nacionales y ferias teatrales. Ancona sigue esos pasos. Si se revisa el planteamiento final, es decir, el teatro de cdmx para 2018, de la administración del Sistema nos encontraremos con la riqueza de una multiplicidad de convenios con instituciones que promueven la producción escénica que garantiza una continuidad en aspectos (el Festival del Centro Histórico que concluye este domingo 25, el Festival Internacional Cervantino, el Festival Mix, el Festival Mundial del Bolero y la Semana de Cine Alemán, son algunos de los logros) de una administración que vive sus últimos momentos. Si bien los espacios y las temporadas teatrales son un espacio importante, las cuestiones de profundidad y permanencia forman parte de su programa. El manejo de la comunicación (Ulises Ortega González, un difusor riguroso que conoce los claroscuros de la prensa), la confianza en el periodismo cultural y, sobre todo, valorar la crítica, han sido factores importantes para ganarse la legitimidad de un terreno que si en las administraciones priistas se denostaba, ya en las panistas se miró con un absoluto desprecio. La instauración de los concursos Premio de Dramaturgia Joven Vicente Leñero y Primer Premio de Crítica Teatral Olga Harmony mostraron la necesidad institucional de construir un espacio crítico. El reconocimiento no sólo a la crítica, también al comentario teatral, es un camino que fortalece los puntos de vista del lector y el espectador de teatro. En noviembre, si el tigre sigue amarrado, veremos hasta dónde ha llegado el teatro de los estados del país: la 39 Muestra Nacional de Teatro que nunca había tenido como sede a la capital, será un termómetro del arte escénico nacional
BIBLIOTECA FANTASMA
El discurso del músculo
eve gil TOMAR LA PALABRA
agustín ramos
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Arte y
Jornada Semanal • Número 1203 • 25 de marzo de 2018
pensamiento ALONSO ARREOLA
@luistovars
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A MÚSICA DE LA INTELIGENCIA es especial y, tristemente, no tan escuchada en estos días. Compuesta por la curiosidad, la sed de verdad y deseo hacia un futuro mejor, se proyecta esforzadamente desde el pasado para darnos luz en el túnel del Tiempo. Los trazos de su tejido son esenciales, juegan en forma de cánones y contrapuntos pródigos en ejemplos para darse a entender. Así es la música de la inteligencia: perro que juega y busca contacto, nace en el genio elevado que contribuye a la belleza del mundo, supera en número y fuerza a la que proviene de la maldad, tan inclinada a destruir y destruirse.
BEMOL SOSTENIDO
Stephen Hawking y la música de la inteligencia
Luis Tovar
@labalonso
Guadalajara 33 ( ii de iii )
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IGUE AQUÍ EL BREVÍSIMO recuento de parte de lo que este ponepuntos pudo ver en el reciente Festival Internacional de Cine en Guadalajara ( ficg33), cuyos ganadores –puede usted consultar la lista en el sitio oficial del festival en @ ficg oficial– fueron reflejo fidedigno de la tónica apreciada en esta edición: ninguna película pudo ser declarada triunfadora absoluta, tanto en el ámbito latinoamericano como en el mexicano, lo cual por un lado puede ser visto como un nivel parejo de calidad, aunque por otro no falta quien lo considere –y con cierta razón– síntoma de estancamiento regional.
No alcaNzó para taNto, pero debería
No. No necesitamos ser inteligentes para que nos conmueva, ni intentaríamos clasificarla. La música de la inteligencia –al menos la que alcanzamos a escuchar en la cotidiana estulticia que nos gobierna– proviene de múltiples personas y no sólo de músicos o artistas. Hablamos de quienes se dedican a cualquier actividad desde la que son capaces de hallazgos y acciones portentosas, siempre gustosos de diálogo. Esa música, no la inescrutable, no la egoísta sino la que se da generosamente a la mayoría, es la que aligera conceptos inmensurables para que podamos pasearlos como globos amarrados a un listón. ¿Ejemplo? El “¡eureka!” de Newton llegando a las escuelas en forma de manzana. Atendiendo a esa música, lectora, lector, le proponemos algunas “partituras” del enorme y recién desaparecido astrofísico inglés Stephen Hawking. Así es, además de divulgador de la ciencia a quien debemos nuevas perspectivas sobre Dios, el Tiempo –real o imaginario–, el Universo y la posibilidad de una Ley General del Todo; además de ello, el señor Hawking también pudo escuchar su voz, verbigracia, en música de Pink Floyd y de los cómicos británicos Monty Python. Figura indiscutible y bien querida de la cultura popular, partícipe en múltiples cameos televisivos (The Big Bang Theory, Star Trek), de cine (A Brief History of Time, The Theory of Everything) y animación (Los Simpson, Futurama), su pensamiento fue muchas veces poético y no pocas humorístico. Tributo del guitarrista David Gilmour, “Keep Talking”, pieza del álbum Division Bell (Pink Floyd), incluye a Hawking abordando un tema asombroso: el del lenguaje. Luego de una introducción de corte sideral, se escucha la voz robótica del genio: “Durante millones de años la humanidad vivió igual que los animales; entonces algo pasó que desató el poder de nuestra imaginación: aprendimos a hablar.” Inmediatamente después comienzan los versos de la canción, tan poderosos en su duda como el revelador resorte inicial: “Un silencio me rodea. No creo que pueda pensar bien. Me sentaré en la esquina donde nadie puede molestarme. Creo que ahora debería hablar. Mis
palabras no suenan bien. Me siento como si me ahogara. Me estoy sintiendo débil pero no puedo mostrar mi debilidad. A veces me pregunto ¿a dónde iremos desde aquí?” Entonces regresa la voz del doctor Hawking para consolar a quien tiene miedo de expresarse: “No tiene por qué ser así. Todo lo que necesitamos es asegurarnos de seguir hablando.” Se desata allí un extraordinario solo de guitarra que –precisamente– conversa con un sintetizador. Vuelve la voz sufriente y, rodeándola, maravillosos coros femeninos que exigen respuestas. Llegando al final reaparece la inconfundible voz del científico repitiendo su última sentencia, pero espaciadamente:“Todo lo que necesitamos es asegurarnos de seguir hablando.” (Nada más cierto ni más contemporáneo.) Años después, y tributando a su fallecido colega de teclados Richard Wright, Gilmour revisitó esas sesiones del Division Bell y volvió a la carga con el álbum Endless River, en donde la voz de Stephen Hawking vuelve a aparecer, ahora en el track “Talkin’ Hawking”. De Pink Floyd a los compositores clásicos Rolf Riehm (“Hawking”) y Philip Glass (“The Voyage”), quienes también homenajearon al científico con sendas obras, nada es más llamativo que la colaboración de don Stephen con el legendario colectivo de cómicos ingleses Monty Python, en la canción “Galaxy Song”. Allí “canta” lúdicamente llevando al máximo su computadora ibm mientras vuela en la mítica silla de ruedas:“Ahora el Sol, y tú y yo, y todas las estrellas que podemos ver, moviéndonos un millón de millas cada día en un brazo exterior en espiral, a 40 mil millas por hora, en una galaxia que llamamos Milky Way”. Una maravilla que puede verse en internet, allí donde también vive la extraordinaria conversación que en 1988 Hawking sostuvo con Carl Sagan (Cosmos) y el escritor Arthur c . Clarke (2001, una odisea del espacio), moderados por el extraordinario Magnus Magnussen. Una verdadera oda a la inteligencia –la que motivó esta columna– en la que caben Dios, los extraterrestres, la creatividad, la Guerra fría y, claro, el Tiempo. Imperdible. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos
Era más que previsible: la deltoromanía no alcanzó para que sus laicos feligreses volvieran asunto masivo –ni siquiera bajo la figura fugaz del trending topic– la exhibición en el ficg 33 de Ayotzinapa, el paso de la tortuga, largometraje documental dirigido por Enrique García Meza y coproducido por tvunam , el Instituto Mexicano de Cinematografía ( imcine ), Bertha Navarro –productora de cabecera del célebre y dobleoscareado gordo tapatío–, así como el propio Guillermo del Toro. Ganador de los premios del Público y Guerrero de la Prensa, el documental será exhibido próximamente dentro de la gira documental Ambulante, así como en el Festival de Cannes, además de una corrida televisiva, por supuesto en el canal de la unam. Sin estridencias ni osadías formales, sino más bien estructurado al modo más ortodoxo, el documental tiene como virtud más alta la cesión completa de la voz y, con ella, del punto de vista desde el cual es abordado el tema: los testimonios tanto de los sobrevivientes de aquella noche fatídica acaecida hace ya casi tres años en Iguala, estado de Guerrero, así como de los familiares de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos, son a la vez el centro y el eje del filme. No es el primer trabajo cinematográfico en el que se documenta el que, a querer o no y lo niegue quien lo niegue, es un parteaguas en la historia del México contemporáneo –y si no, que lo digan Enrique Peña Nieto y sus secuaces, quienes a partir de ese momento comenzaron a vivir una debacle que muy probablemente culminará el próximo 1 de julio–, pero sí es, a estas alturas de la impunidad, la simulación y las mentiras oficiales, el que de mejor manera expone la necesidad de alcanzar eso que pareciera una utopía en México: justicia.
de mediaNías Entre los largometrajes mexicanos de ficción que exhibieron buenas facturas pero sin que les alcanzara para mucho más que el nivel de lo satisfactorio está
Ayotzinapa, el paso dela tortuga
Cría puercos, de Ehécatl García, la empática historia de una mujer de edad avanzada que se las ingenia para combatir a la soledad y lo consigue volcando su enorme capacidad de afecto en una marranita. Destaca la actuación de la septuagenaria actriz Concepción Márquez, en cuya capacidad histriónica se deposita el peso prácticamente total de la trama. Por su parte, La negrada, de Jorge Pérez Solano, es un ejercicio fílmico en el que sucede algo atípico, pues hasta sus errores más crasos caen simpáticos, y la razón de que así suceda es que Pérez Solano decidió trabajar con un puñado de actores no profesionales que fueran verdaderos miembros de ese grupo étnico bien conocido, pero no reconocido y ni siquiera oficialmente nombrado, al que alude el título del filme:“la negrada”, nombre colectivo dado por ellos mismos, son los afrodescendientes que habitan sobre todo en las costas de los estados de Guerrero y Oaxaca, cuya cultura gregaria está a medio camino entre la asimilación al contexto mestizo y la preservación de ciertos rasgos particulares, manifiestos sobre todo en el habla, en la gastronomía y en ciertas usanzas maritales. Igualmente a medio tránsito entre la ficción pura y algunos guiños “documentalosos”, La negrada acierta, para empezar, por la frescura de su mirada hacia un México sempiternamente soslayado. De bajada, como por ahí comentó un buen amigo cineasta y como coincidimos más de tres colegas de la crítica, el documental mexicano exhibe ahora claros signos de fatiga, repetitividad y obcecación en hacer del propio ombligo un asunto de imposible interés universal, verbigracia en los filmes Mi hermano, de Alana Simoes, que definitivamente no es más que la supuesta elevación a película de un archivo familiar videoasta, condición casi idéntica a la que balda otro trabajo titulado ¿Dónde estás?, de Maricarmen Merino Mora que, para peor, por momentos más pareciera pieza de proselitismo político (Continuará.)
CINEXCUSAS
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a Luna, el satélite que a c o m p a ñ a a l a Ti e r r a desde tiempos inmemoriales, muestra siempre la misma cara, y esa parte visible ha inspirado a artistas de todo tipo. Se han escrito poemas (“La Luna se puede tomar a cucharadas/o como una cápsula cada dos horas”, verbigracia) y canciones (“I’m so lonely/ I wish I was the moon tonight”, de Neko Case). Las mitologías de los antiguos moradores de este mundo invariablemente han concedido preponderancia mágica y mística al astro nocturno. Desde la griega Selene hasta la mexica Coyolxauhqui, la Luna siempre ha estado ligada al devenir histórico de la humanidad. La cara oculta –el lado oscuro de la Luna– no obstante su invisibilidad, estimuló la creatividad de los integrantes del cuarteto inglés de rock progresivo Pink Floyd, para componer, grabar y ofrecer uno de los álbumes más importantes e influyentes de la música popular, The Dark Side of the Moon, que vio luz en marzo de 1973, es decir que nos ha acompañado desde hace cuatro décadas y media. Dicen los que saben que no existe ningún lado oscuro de la Luna; que una parte de ella no se vea no significa que no reciba la luz del sol. De la misma manera, lo afirmado en el párrafo anterior es una gran mentira: la parte oculta del satélite no fue la musa que provocó que Pink Floyd concibiera las diez canciones que componen el disco, sino más bien la falta de salud mental; es por eso que uno de sus cortes se llama “Brain damage” (daño cerebral) que hace referencia a la pérdida de cordura de Sid Barret, fundador y líder original del conjunto, quien tuvo que abandonarlo debido a que el abuso de drogas lo arrancaba cotidianamente de la realidad que lo circundaba y que le provocó un colapso durante una entrevista televisiva en Estados Unidos. Internet está llena de datos que sirven para la trivia de sobremesa, como que The Dark Side of the Moon permaneció en la lista de Billboard durante más de diecisiete años; que la cantante Clare Torry, voz en la pieza titulada “The Great Gig in the Sky”, entabló un juicio contra la banda alegando que era coautora de aquella canción y exigía una parte de las regalías; o que Alan Parsons, otrora técnico de sonido en algunas grabaciones de The Beatles, fue el cerebro t r a s l a s
45 años en El lado oscuro de la Luna Saúl Toledo
consolas del álbum, experiencia que, ni duda cabe, lo nutrió para el posterior desarrollo de su propio proyecto musical. Pero más allá de toda esa información, es pertinente decir que The Dark Side of the Moon fue –y sigue siendo– un artefacto cuya aparición reflejó la creatividad de los cuatro juglares. En el disco expusieron algunas de sus preocupaciones que, claramente, competen a toda la humanidad, a saber, la herida indeleble del tiempo, la soledad, la muerte y la locura, entre otras. Producción musical paradigmática, El lado oscuro de la Luna es una de esas propuestas que identifican y definen una época. Demostró, asimismo, que se puede confeccionar un producto destinado a la comercialización (se estima que ha vendido más de 45 millones de copias), tan denostados por los puristas, sin que carezca de un alto nivel de calidad. Esto no deja de ser una paradoja. El consumismo a ultranza es una de los aspectos de la vida que critica la obra. Sus masivos volúmenes de ventas, no obstante, ayudaron a que las cuentas bancarias de Roger Waters, David Gilmour, Richard Wright y Nick Mason, integrantes del conjunto, se robustecieran considerablemente. Para fortuna de los amantes de la música, como han hecho otros compositores e instrumentistas, Pink Floyd no se durmió en sus laureles y, después de ésta, ofrecieron por lo menos otras dos creaciones que se volvieron objeto de culto entre melómanos y fanáticos de todas partes: Wish You Were Here (1975) y The Wall (1979). Un puñado de afortunados habitantes de Ciudad de México difícilmente olvidarán las noches del 9 y 10 de abril de 1994, cuando, en el Autódromo de los Hermanos Rodríguez, Pink Floyd se presentó por primera vez en nuestro país, obsequiando, musical y visualmente, dos de las más atractivas sesiones en vivo que se han disfrutado en estas tierras. Para cerrar estas líneas que intentan homenajear a una de las arquitecturas sonoras más importantes del siglo pasado, diremos que durante su redacción fue imposible no recordar el relato aquel en que un hombre pierde el juicio luego de que se ha enamorado de una belleza intangible: un rayo de Luna
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