■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 25 de junio de 2017 ■ Núm. 1164 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Winehouse
Amy
lo femenino y lo sagrado A 15 años de su debut Antonio Valle
El humor en la obra de Juan Rulfo Enrique Héctor González La pareja humana en la historia Mario Campuzano En recuerdo de
David Ojeda
José María Espinasa
Amy Winehouse: lo femenino y lo sagrado En su breve paso por el mundo, Amy Winehouse dejó un puñado de canciones que la ubicaron como una de las mejores cantautoras en los géneros del jazz, el rhythm & blues y el soul. Comparada con intérpretes míticas como Sarah Vaughan y Etta James, entre otras, Winehouse fue ejemplo y víctima al mismo tiempo de la brevedad y la rapidez que caracterizan al mundo actual: sólo han pasado tres lustros desde que, a sus diecinueve años de edad, la autora de los álbumes Frank y Back to Black debutara profesionalmente. Es bien sabido que la célebre compositora y cantante inglesa perdió la vida a consecuencia del alcoholismo, que en realidad sólo fue el colofón de una vida breve, intensa y emocionalmente compleja hasta lo irresoluble. El ensayo-semblanza de Antonio Valle rememora la obra y la vida de este icono de la feminidad y lo sagrado, a poco menos de seis años de su muerte.
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25 de junio de 2017 • Número 1164 • Jornada Semanal
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La herencia de mi hijo Juan Domingo Argüelles
De la edad infantil de mi hijo heredé algunas sudaderas que pasaron de moda de la misma manera que pasaron a mí, mientras yo envejecía y él crecía. Son cálidas, las más cálidas que jamás haya tenido, y en las fotografías de hace diez años veo a mi hijo niño portándolas, y me pregunto en qué momento las viejas prendas de los hijos pasan a ser perfectas para sus padres que lo único que desean no es estar a la moda, sino bien abrigados y, además, con el calor de aquella infancia que alimenta los sueños de los que aún soñamos. He salido a la calle con estas prendas cálidas que en el invierno son una maravilla, y no veo que nadie mire extrañado a este sexagenario que viste de tal modo, ajeno a toda moda, con ropas no gastadas, mucho menos raídas, pero de hace mil siglos, cuando incluso la ropa era mejor. Mi hijo creció y su padre se fue empequeñeciendo, y esta ropa que fue infantil es vieja hoy como este viejo que la lleva. En realidad, es la ropa más padre, la más chingona que jamás me he puesto, además de la más abrigadora. Mi hijo me heredó algo que abandonó, con todo y su calor, cuando dejó la infancia. Y yo llevo estas ropas maravillosas que me tornan más joven, a pesar de ser viejo, llevándome, otra vez, ¡y en chinga, qué carajos!, a la isla encantada de Peter Pan. Ciudad de México, 31 de mayo de 2017.
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Portada: Prodigio y tragedia Graffiti de Amy realizado por Pegasus, Hungerford Road, Londres, 2014. Fuente: Flickr/ CC BY 2.0
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José María Espinasa
En recuerdo de
David Ojeda Breve semblanza y a la vez despedida de un escritor potosino de alto nivel y escaso reconocimiento escrita desde la amistad y la certeza crítica tras años de compartir lecturas, acuerdos y buenos desencuentros.
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ace un poco menos de un año, el 8 de octubre del 2016, murió David Ojeda, escritor potosino nacido en 1950. Parecía destinado, en sus orígenes como escritor, cuando ganó el Premio Casa de las Américas, a ser uno de los protagonistas de su generación, pero él prefirió a la fama el rigor de su trabajo personal y el fomento y estudio de la literatura de su tierra natal. En San Luis mantuvo un taller literario durante treinta años, heredero del de Miguel Donoso Pareja en el que había participado de joven, y que formó a varias generaciones potosinas. Estudió Derecho porque en la Universidad local no había, creo que no la hay todavía, escuela de Filosofía y Letras. Y en un ambiente árido y pacato trató de impulsar la cultura, reconociendo primero a los maestros que aún estaban vivos. A él se deben, por ejemplo, las ediciones de la poesía reunida de Félix Dauajare y Joaquín An tonio Peñalosa. También se preocupó por abrir espacios para los nuevos escritores, en proyectos institucionales, como la editorial Ponc iano Arriaga, y en proyectos independientes como Edi ciones Nod. Tuvo también una importante ac tividad como tal lerista y promotor en la vecina Zacatecas, donde a lo largo de su vida de escritor colaboró con la revista Dosfilos, de José de Jesús Sampedro. Su marca como tallerista dejó una impronta muy profunda en Ciudad Juárez, a donde a veces con apoyo institucional a veces sin él, viajaba a dar sus clases, en un recorrido en camión nada breve. Y lo hacía con un entusiasmo que suscitaba envidia. De allí salieron varios escritores cuyos libros han ganado premios, lectores y reconocimiento de la crítica. El surgimiento de una poesía juarense, una de las ciudades menos poéticas imaginables, se debe en gran medida a su impulso y entusiasmo. Pero David tuvo poca cercanía con Ciudad de México y el centralismo le pasó factura. Fue hasta la última década de su vida que, gracias a los libros que publicó Ediciones Sin Nombre, pero sobre todo las novelas que le publicó Tusquets, La santa de San Luis (2006) y El hijo del coronel (2008) fue saliendo del olvido al que lo condenaba su rechazo a los mecanismos de promoción y autopromoción al uso. Escritores como Joaquín Cosío, Jorge Humberto y Miguel Ángel Chávez en Juárez, o Juan José Macías y Gonzalo Lizardo en Zacatecas, han reconocido la deuda que tienen con su entusiasmo y ánimo personal. David Ojeda supo ser un buen amigo, querido por sus amigos, sin abdicar del rigor y la crítica. Elaboró, por ejemplo, una muestra antológica de la literatura potosina del siglo xx . Esos libros suelen estar inmersos en polémicas y reclamos. También le ocurrió a la suya, pero pocos le pudieron reprochar que hubiera dejado fuera cosas que valían la pena. En los viajes a San Luis visitarlo era una parada casi obligatoria; fue buen anfitrión, junto con Laura Elena González, su compañera, tam-
bién escritora. David presumía sus hallazgos musicales –el rock fue una de sus pasiones– y bebía con alegría y con exceso, si bien pocas veces con mal trago. Las discusiones podían subir de tono y terminar a gritos sin tener consecuencias más allá del día siguiente. Un día, como una especie de revelación del templo, me mostró una colección de máquinas de escribir mecánicas absolutamente maravillosa. Cuando la muerte visita a los amigos su presencia es más evidente, concreta, como no lo es la cifra en una noticia o la estadística en un informe. De David Ojeda se sabía que estaba enfermo, la vida le había paso factura, pero aun así no se piensa en lo que es inevitable y se presentará en corto plazo. La desaparición sucesiva de varios escritores, que va desde el infortunado accidente en que murió Ignacio Padilla hasta la de Sergio González Rodríguez, pasando por René Avilés Fabila y Guillermo Samperio, la sensación que nos deja es de una gran ausencia, de conversa ciones que ya no ocurrirán, lecturas que no podremos compartir ni discutir nuestros entusiasmos no pocas veces encontrados. Justo al escribir estas notas veo la noticia de la muerte de Jorge López Páez, a los noventa y cuatro años, con una vida plena y una obra extraordinaria, y sin embargo esa sensación sigue presente: ya no lo encontraré en El Palacio, la cantina que solía frecuentar en una época. Esas ausencias siguen doliendo durante mucho tiempo. No pocas Foto: Salvador Castañeda/ CNL-INBA veces al leer un determinado autor pienso hablarle a David y platicar con él “mi descubrimiento” (parecía conocerlo todo) y me interrumpo a la mitad del número telefónico. Como dije antes, el centralismo lo castigó por su obstinada labor de pensar en y desde un lugar no central, y a la sociedad potosina le resultaba incómoda su postura, habrían preferido que se fuera, presumirlo, pero de lejos, para no tener que confrontar su escritura. Durante meses he tenido sus libros sobre mi escritorio para escribir un adiós, pero es muy difícil desprenderse de la imagen del amigo para hablar del escritor, cosa que hacía sin el menor problema cuando estaba vivo. Tal vez sea esa la razón de que en los velorios burgueses se suela guardar un “respetuoso silencio” y que los de pueblo se transformen en borrachera. Sé que la amistad no es una noticia, ni siquiera una noticia literaria, pero sé que también para él la amistad fue un valor afectivo importante. Muchas veces fui testigo de lo que le dolía pelear con sus amigos, sobre todo por razones políticas, y vi también el gusto que le provocaba reencontrar esas amistades como si nada hubiera pasado. Llegamos a discutir fuerte pero nunca peleamos y nunca dudé de su talento como escritor y del valor de sus libros. Cuando me encuentro con algunos de los que lo quisieron esa amistad es una especie de contraseña. Volveremos a leer sus ensayos narraciones y poemas y tendrá el lugar que merece. En este texto no se trata de eso sino de decirle adiós a un amigo
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Mario Campuzano
La pareja humana en De la sexualidad instrumental en la Edad Media a la sexualidad afectiva y después al placer y el hedonismo en la modernidad, la pareja humana ha sido reflejo y motor de la evolución de la sociedad.
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na aproximación psicoanalítica sobre este tema requiere, como aclaración primera, que la comprensión de la vida amorosa fue prerrogativa exclusiva de poetas y literatos hasta fines del siglo xix , cuando Freud inició el esfurezo por su comprensión científica. En consecuencia, esta visión complementaria es de muy reciente data y en rigor poco conocida, de ahí la necesidad de su difusión. La segunda aclaración importante es que la pareja humana y la familia son organizaciones sociohistóricas que han tenido una serie de cambios paralelos a los de la humanidad, por lo cual su conformación actual es una más y no la última de su devenir permanente en el tiempo. Por lo tanto, el psicoanálisis no es suficiente para su comprensión y requiere del complemento de la historia y otras ciencias sociales, que será el enfoque que utilizaremos en este artículo.
La perspectiva histórica sobre los cambios en las parejas y las familias
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o que está bien documentado en la historia occidental, especialmente en Francia e Inglaterra, es la evolución de la pareja y la familia en tres grandes etapas: la época medieval, con la modalidad de relaciones de pareja como alianza de linajes entre dos familias; la época moderna, con la revolución sentimental de las relaciones de pareja y familia en vez de las instrumentales propias de la época feudal y, finalmente, la época postmoderna, contemporánea, llena de incertidumbre y crisis de valores con la consecuente inestabilidad marital y generacional. En la descripción de esta evolución seguiremos las investigaciones sobre historia de la vida privada o historia de las men talidades, y entre otros historiadores con esta perspectiva, al argentino José Luis Romero (Estudio de la mentalidad burguesa, 1987) y al inglés Edward Shorter (El nacimiento de la familia moderna, 1975), así como diversos autores franceses.
La pareja premoderna, medieval. El tabú del incesto y la exogamia
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n la época medieval la pareja no estaba singulari zada, era un componente más de la familia extensa que buscaba ser autosuficiente y funcionar como una unidad productiva y reproductiva. La familia y la co munidad donde se ubicaba solían ser el ámbito de relaciones posibles para sus integrantes y la mayoría no conocía más del mundo. En estas condiciones, la tendencia a la endogamia era fuerte y de ahí que apareciera una primera regulación social, el tabú del incesto que, según Levi-Strauss (Las estructuras elementales de parentesco, 1949) busca, en esencia, romper esta tendencia a la endogamia y favorecer el intercambio entre los grupos sociales, sobre todo a partir de las mujeres, esto es, la exogamia. Pero los intereses económicos pusieron, y siguen poniendo, limitaciones a la exogamia. Se busca la circulación de las mujeres sin que ello produzca la circulación de los bienes. Las uniones maritales eran planteadas como alianza de linajes donde los cónyuges tenían poca o nula participación y representaba la unión de intereses de dos grupos familiares. La pasión amorosa y sexual, la individualidad y la subjetividad tenían ahí nulo o mínimo espacio, e igual sigue sucediendo en aquellas familias y parejas contemporáneas donde se mantienen estos usos feudales que favorecen la conservación de los bienes materiales.
El nacimiento del amor romántico: el amor cortés extraconyugal
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ás adelante, entre el siglo xi y xii , en el seno de esta estructura hegemónica surge la contradicción: el nacimiento del amor romántico en la forma de amor cortés extraconyugal expresado mediante la lírica trovadoresca, una poesía en la que se expresa una nueva forma de amor dirigida a una mujer idealizada, que no es la propia y que implica el adul-
terio. Si bien se ha idealizado a la mujer, no se trata de un amor platónico sino sexualizado y pasional, generalmente adúltero que por ello también implica, como norma caballeresca, la discreción absoluta del amante en relación con la dama que le ha otorgado sus favores.
La etapa moderna: el individuo y la revolución sentimental en familias y parejas
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l advenimiento del capitalismo en la Edad Moderna (consolidado en el siglo xvii y xviii ), genera un nuevo “contrato social” que introduce el concepto de la sociedad como un conjunto de productores libres y, en consecuencia, se producen la nociones de individuo, subjetividad y libre albedrío, conceptos que van a modificar todos los ámbitos de la sociedad, incluyendo naturalmente aquellos microsociales rela cionados no sólo con la formación institucional del matrimonio, sino con la más subjetiva de la elección de pareja. El capitalismo requería de los conceptos de individuo y libre albedrío para fines contractuales económicos, por eso los impulsaron, pero entraron en contradicción con la visión humanista de los filósofos de la Ilustración sobre los mismos conceptos, contradicción y complementariedad que se mantienen hasta la actualidad. La nueva organización social y económica implicó el paso de la visión teológica a la visión humanística y tecnológica, e hizo que muchas de las funciones antaño propias de la familia pasaran a ser cubiertas por el Estado, y sólo quedan bajo su tutela, como espacio privilegiado, los cuidados tempranos del niño y, por tanto, la conformación de los aspectos primarios afectivos. Es decir, dada esta distribución social de funciones, la subjetividad afectiva pasó a ser, esencialmente, tarea y responsabilidad de las familias. Por otra parte, las normas de la Iglesia cristiana declararon como único espacio legítimo para el ejer-
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la historia Una aproximación psicoanalítica necesariamente limitada por su complejidad y vastedad histórica, política e individual a uno de los ejes fundamentales de la civilización. Barbara Eggermann, Golden Anniversary
cicio de la sexualidad el matrimonio y eso dio lugar a otras novedades históricas: la valoración de la pareja en el seno de la familia y la sexualidad ubicada a partir de entonces bajo el signo de la intimidad y de la vida privada. Se generó así lo que Shorter ha denominado una revolución sentimental, con novedades como la separación de las parejas de las familias de origen, el sur gimiento del amor romántico, de la domesticidad, de la privacidad y el predominio de lo emocional en las relaciones padres-hijos. La pareja tradicional se ubicaba en el ámbito de lo público. Su unión se determinaba por razones patrimoniales y de linaje en ámbitos exteriores a la pareja, por las familias de origen. No se pretendía la satisfacción emocional, sino la integración de la pareja en un orden social firme con lazos de interés con la parentela y la comunidad. La pareja moderna sufre un deslizamiento de lo público a lo privado. La unión es determinada por los cónyuges mismos en función de lazos amorosos y sexuales. Se substituye a la propiedad por el sentimiento. Y, consecuentemente, si el amor es lo que une a la pareja, ésta se disuelve cuando el amor desapa rece. Es decir, la modernización de la vida familiar ha dado lugar a lazos más inestables y a la necesidad de la figura jurídica del divorcio. Cambia de las familias extensas, propias del orden feudal medieval, a la familia nuclear que, junto con la reducción de personas que viven en un hogar, establece nuevas formas de vinculación cada vez más subjetivizadas y contractuales, es decir, definidas por los afectos y el libre albedrío individual.
Postmodernidad y la segunda revolución sexual
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n el siglo xx , después de las guerras mundiales, se produce un nuevo cambio: el pasaje a la postmodernidad, época signada por la inestabilidad y pérdida de
certidumbres, y de movimientos sociales importantísimos como el feminismo y la creciente incorporación de la mujer al mundo laboral en un creciente plano de igualdad con el hombre. Otro factor contemporáneo que incide de forma importante en las relaciones de pareja y en las costumbres sexuales es el desarrollo y fácil disponibilidad de una tecnología médica eficaz para el control de la fertilidad. De esta manera, la sexualidad y la reproducción pueden diferenciarse con toda facilidad y la sexualidad puede ejercerse con fines exclusivamente ligados al placer. Al mismo tiempo, la anticoncepción permite a las parejas elegir entre tener hijos o no, y si deciden tenerlos poder planearlos en el tiempo. En palabras de Shorter, a la primera revolución sexual que en el siglo xviii originó la “sexualidad afectiva”, signo de los tiempos modernos que substituye a la vieja “sexualidad instrumental” medieval, le sigue la segunda revolución sexual, en la década de los sesenta, que enfatiza el placer y el hedonismo. El hedonismo, el escepticismo y la rebeldía se per filaban ya como un cambio progresivo de actitudes sociales desde el período posterior a la primera guerra mundial, y llegó a su clímax en los movimientos políticos y contraculturales de 1968. La paradoja contemporánea es que frente a las tendencias liberadoras de estas “revoluciones sexuales” reaparecen, con la pandemia del sida, las tendencias conservadoras: el mantenimiento de la monogamia, la restricción de la sexualidad exploratoria, el ataque a la minoría homosexual, etcétera. Un factor más, nada despreciable, es el incremento en las expectativas individuales de vida que hace que las parejas puedan convivir durante un gran número de años, dando lugar a inéditos problemas consutanciales a este incremento en el plazo de convivencia posible. La mejoría de las condiciones materiales de vida en algunos países y clases sociales, y el énfasis cultural
actual en el confort y la diversión, son factores igualmente importantes. Por otra parte, hay también cambios en relación con la parentalidad. La familia queda a cargo de los aspectos primarios de la “educación sentimental” y los as pectos educativos formales van saliendo cada vez más del ámbito familiar para ser funciones realizadas por agencias del Estado, privadas y/o de la Iglesia, con una importancia cada vez mayor de los medios de difusión masiva. Estos y otros cambios generan la ruptura de muchos de los controles sociales que la pareja podía ejercer antes sobre sus hijos. Estos elementos dan lugar, según Shorter, “a la crisis de la familia postmoderna. De una parte, al aparecer agentes no familiares que socializan y controlan al joven afectan la continuidad de las generaciones, y de otra, al perder fuerza las instituciones exteriores en la conformación de las parejas, hombres y mujeres pueden unirse y separarse con amplia libertad, dando lugar a una mayor inestabilidad de las uniones”. Los separados/divorciados que establecen nuevas uniones conyugales acompañados de sus respectivos hijos dan lugar al fenómeno cada vez más frecuente de las “familias compuestas”. Y en el polo opuesto, los estudios sociológicos muestran un incremento en el número de individuos (sobre todo masculinos) que no tienen interés en formar una pareja de convivencia estable o tener hijos. Si el pasado medieval hizo énfasis sobre el nivel institucional de la relación conyugal, la época moderna puso énfasis en la satisfacción del nivel pulsional, afectivo, sexual y comunicacional, lo cual ha implicado nuevas y severas exigencias a sus integrantes que, en algunos casos, no están suficientemente preparados para cumplirlas. El espíritu postmoderno se caracteriza por un enfoque amoroso más ligero y menos comprometido como signo de la época que tiende a un relajamiento de los vínculos interpersonales y sociales por su énfasis en el individualismo y el narcisismo
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Desacato Enrique Héctor González Como una aportación más en el centenario del nacimiento de nuestro gran narrador, este lúcido ensayo descubre algunos momentos y matices de mordacidad, irreverencia e ironía en la obra rulfiana que sin duda ponen aún más en evidencia el gran talento del jalisciense.
Foto: Rogelio Cuéllar
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omo en Kafka, como en Borges, como en Cioran, como en muchos de los autores de esa caudalosa caterva de prosistas en quienes aprendimos a reconocer paradigmas de una inteligencia o una sensibilidad llena de significados profusamente definitorios de la condición humana, sobre Juan Rulfo han proliferado las lecturas que destacan la eficiencia con que su parca obra ha conseguido generar una imagen del “México profundo”, cavernosa frase que, junto al reconocimiento de las virtudes poéticas de su prosa y el enaltecimiento del habla rural a dimensiones de excelencia antropológica, configura una suerte de santuario conceptual que a veces impide, como en Kafka, como en Borges, como en Cioran, atisbar el perfil humorístico de sus anécdotas, de sus giros verbales, de situaciones donde la perplejidad y la paradoja que trama su literatura animan a ensayar una lectura por el envés. Y no es que, en el caso de los cuentos y la única novela de Juan Rulfo, predominen las coyunturas ambivalentes o graciosas, que evidentemente son escasas: sería un desatino suponer, por ejemplo, que las llagas que llevan a la muerte a Tanilo en el cuento “Talpa” o el cruzamiento de brazos de Pedro Páramo que hace de Comala un pueblo sin destino, son gestos o padecimientos desenfadados y divertidos; sin embargo, tampoco es posible reducirlo todo, en Rulfo ni en ningún escritor de mérito, al acartonamiento de un solo perfil. El tartamudeo del mensajero que va a darle al cacique la noticia de que los alzados han matado a su ca poral, Fulgor Sedano, y la ambivalente incertidumbre (con asomos de ingenua puerilidad) con que algunos personajes del libro se refieren a la gente muerta, son tal vez algunos de los elementos de risueño pasmo que cabría señalar en Pedro Páramo. De igual forma, cierta manera de entender las situaciones o explicar la naturaleza de su conducta comunica visos de gracia a al gunas ocurrencias de los personajes de la novela, como aquella con la que argumenta María Dyada, frente al
padre Rentería, que su hermana merece la misa gregoriana que el cura se niega a oficiarle, por la doble circunstancia de que se suicidó y se había dedicado a parir hijos de todos los hombres del pueblo: “Ella sirvió siempre a sus semejantes. Les dio todo lo que tuvo.” Asimismo, hay anécdotas en los cuentos de El Llano en llamas que asumen sin escándalo la apariencia de que se intenta representar en ellos formas infames del humor en la crueldad, como el hecho de que a los campesinos de “Nos han dado la tierra” les hayan asignado un tepetate viejo como zona de cultivo, o la asintomática precisión con que el narrador de “La cuesta de las comadres” refiere cómo le dio muerte al hermano tuerto de los Torricos enterrándole una aguja en el corazón sin la menor piedad: “Entonces vi que se le iba entristeciendo la mirada como si comenzara a sentirse enfermo. Hacía mucho que no me tocaba ver una mirada así de triste y me entró la lástima. Por eso aproveché para sacarle la aguja de arria del ombligo y metérsela más arribita, allí donde pensé que tendría el corazón. Y sí, allí lo tenía, porque nomás dio dos o tres respingos como un pollo descabezado y luego se quedó quieto.” Como pasa con los grandes humoristas, los desacatos a la solemnidad ocurren en la prosa rulfiana de una manera natural, desinteresada, sin la menor intención de provocar la sonrisa. Precisamente por ello, Mon terroso, Ibargüengoitia y, sólo a veces, la obra de Rulfo, la provocan, pues como bien sabía otro indispensable cofrade de la secreta secta del humorismo, el dramaturgo inglés George Bernard Shaw, “para bromear sólo se necesita decir la verdad”. En el caso del autor jalisciense se trata, a menudo, de un pasmo que arrastra tolvaneras de desesperanza, que concierne a cierta ingenua comicidad, como la del niño que cuenta el desastre de la inundación que se lleva a la vaca de su hermana en “Es que somos muy pobres”, cuando dice que ahora, sin el patrimonio que representaba el animal, “Tacha está tantito así de retirado de hacerse piruja”. Es posible que Rulfo, incluso, haya intentado la parodia
del político electorero, el que se acerca a los pueblos cada seis años sólo para que voten por él, en “El día del derrumbe”; o quizá el retrato de una suerte de “cortesía de la desesperación”, que es la manera como Georges Duhamel definía al humorismo, matiz superior del desenfado que se advierte en la mera idea del abandono que sepulta la voluntad de los personajes de “Luvina”: “ –¿Dices que el gobierno nos ayudará, profesor? ¿Tú no conoces al gobierno? Les dije que sí. –También nosotros lo conocemos. Da esa casualidad. De lo que no sabemos nada es de la madre del gobierno. Yo les dije que era la Patria. Ellos movieron la cabeza diciendo que no. Y se rieron. Fue la única vez que he visto reír a la gente de Luvina. Pelaron sus dientes molenques y me dijeron que no, que el gobierno no tenía madre.”
ii Sin duda el texto rulfiano que más se destaca por su espléndido registro de una concepción plenamente humorística de la anécdota es “Anacleto Morones”, una de las mejores muestras de cinismo que puede reconocerse en la literatura mexicana. Este cuento es el único de El Llano en llamas que, como la afamada novela de Rulfo, lleva en su título el nombre completo de su protagonista, pues en “La herencia de Matilde Arcángel” lo acompaña el atributo de un legado y en “Macario” se echa de menos el apellido. Y no es esta la única afinidad entre “Anacleto Morones” y Pedro Páramo, pues en ambos textos el protagonismo de los personajes del título está puesto en duda por la preeminencia de Juan Preciado y Susana San Juan, en la novela, y por la arrasadora personalidad de Lucas Lucatero en este relato de El Llano en llamas que no era el preferido del autor (ese lugar le corresponde a “Diles que no me maten”) ni de la crítica, que encuentra en “Luvina” muchos rasgos antecedentes de Pedro Páramo. Sin embargo, desde su inicio con una imprecación blasfematoria (“¡Viejas, hijas del demonio!”), desde su generoso coloquialismo, desde su curiosa adjetivación de los sustantivos (“su cara ya ceniza de polvo” recuerda la frase “tú que tienes los oídos muchachos” de Dorotea en Pedro Páramo), desde el retrato de un embustero tan procaz y gracioso como Lucas, se advierte que la orografía literaria del cuento se resuelve en la alternancia de valles de irreverencia y montañas de socarronería, y es de una riqueza de texturas que difícilmente logró Juan Rulfo en los demás cuentos del libro. El relato está siempre más que dispuesto a subrayar la sospechosa, gangrenada religiosidad de las diez congregantes que buscan a Lucas para que testifique que
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Juan Rulfo el santo de su lujuriosa devoción, Anacleto Morones, es digno de la canonización que estas beatas impulsan. Poco a poco su hipocresía y su ferviente, ladina perversión, dan lugar a que la perspectiva lúdica del cuento, cifrada en numerosas digresiones que posponen al lector y al propio Lucas las verdaderas intenciones de esta “sarta de viejas canijas”, cobre fuerza y aun se solace en juegos de sentido, como el referido a los huevos recién puestos por sus gallinas que Lucatero ofrece a manera de almuerzo a las santurronas, una de las cuales rechaza el suyo diciéndole: “Ni tus huevos quiero.” Pero donde es más evidente que se trata de un relato humorístico, e incluso de afinidades grotescas, es en la manera como el autor, en un acto de veleidosa distracción similar a la que acompaña a muchas anécdotas ingeniosas, pasa como si nada, casi en silencio por dos sucesos terribles: el aborto de Nieves, que “tuvo que tirar” al hijo que concibió de Lucas, pues “era una cosa así como un pedazo de cecina” y ella “para qué lo iba a querer si su padre no era más que un vaquetón”, suceso que la mujer cuenta delante de todas como si se tratara de una regurgitación irreprimible y estentórea; y el incesto entre Anacleto y su hija, referido por Lucas sin afectación alguna (“adentro de la hija de Anacleto Morones estaba el hijo de Anacleto Morones”), ya que después de todo se trata de una mujer que “debe andar por esos rumbos, desfajando pantalones”. Y aunque las congregantes insisten frente a Lucas que el Santo Niño, como le dicen a Anacleto, “puso en él sus ojos para perpetuarse” al consentir que se casara con su hija, él observa: “Sí, pero me la dio ya perpetuada.” Insistir en la exuberancia dialectal de la historia, en su coloquialismo pleno de graciosas expresiones rústicas y ocurrentes, en la aliterante musicalidad de las frases y hasta en la carnavalesca presencia de la sexualidad en un texto cuya engañosa clave parece encallar en motivos religiosos, podría avalar, por cierto, una interpretación bajtiniana de este que es uno de los cuentos más holgadamente humorísticos de la narrativa contemporánea, exigua exégesis que acaso daría al traste con la gracia primigenia de “Anacleto Morones”. Resulta preferible, entonces, referir cómo la docena de mendaces mendicantes que llegan a la casa de Lucas (y lo encuentran cagando en su corral) para persuadirlo de que las acompañe, se van yendo una a una, decepcionadas de su infructuoso empeño, hasta que nada más queda Pancha, la bigotona. No hay mejor retrato del diálogo que a menudo entablan el cinismo y la hipocresía que el que sostienen Lucas Lucatero y esta beata fementida: “–Oye, Francisca, ora que se fueron todas, te vas a quedar a dormir conmigo, ¿verdad?
–Ni lo mande Dios. ¿Qué pensaría la gente? Yo lo que quiero es convencerte. –Pues vámonos convenciendo los dos. Al cabo qué pierdes. Ya estás revieja, como para que nadie se ocupe de ti, ni te haga el favor. –Pero luego vienen los dichos de la gente. Luego pensarán mal. –Que piensen lo que quieran. Qué más da. De todos modos Pancha te llamas.”
iii Así como asoma de modo inesperado, a veces inocente y críptico, por momentos áspero y mordiente en su obra narrativa, también escasa pero elocuentemente puede advertirse, en algunas fotografías de Juan Rulfo, un dejo de ironía o mordacidad entre tantas imágenes como recogen sus archivos, donde el dolor y la desilusión invaden los rostros de indios agazapados a la sombra de un maguey o a la vera de un portal desportillado. Es claro que la agudeza de la mirada es la misma de los textos narrativos y que, de no haber destacado por sus libros, Rulfo sería recordado como uno de los grandes fotógrafos mexicanos, junto a Pedro Meyer o Manuel y Dolores Álvarez Bravo. Hay en algunas piezas de su obra en imágenes, según Fernanda Melchor, “una suerte de humor absurdo y socarrón disimulado”, y a ratos, se diría, hasta francamente juguetón, como cuando la figura de un cacto sugiere una mano cuyos dedos entrelazados no dejan lugar a dudas de que, desde el punto de vista elegido por el encuadre, forman una
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a la solemnidad: el humor en
seña obscena. En el libro-catálogo intitulado Homenaje nacional, que recogió en 1980 las fotografías del autor, el título elegido por Rulfo para esta foto deja ver claramente su intención: Con este signo vencerás.
iv Guillermo Sheridan cuenta la especie en algún artículo. Dice que con cierta frecuencia se reunía un grupo de amigos o conocidos alrededor de Juan Rulfo en el desaparecido café El Ágora, en la avenida Insurgentes de Ciudad de México. Entre las numerosas pausas de su habla natural, el reticente autor de Pedro Páramo les contó alguna vez de un hombre de campo venido a menos que, luego de haberlo perdido todo, ya sólo tenía un caballo, que pretendía vender. El vecino al que se acercó con ese afán se negaba a comprarlo aduciendo que el animal, además de famélico, estaba ciego; y para probarlo se montó en él, lo dirigió a trote contra un muro de adobe y saltó poco antes de que el caballo se estrellara estrepitosamente contra la barda. En la respuesta inopinada, ambivalente, socarrona, taimada, triste, obcecadamente desaforada que da el dueño del equino a su renuente comprador, cuando éste espeta imperturbable “¿Ya vio? Ese caballo está ciego”, reside quizá la misteriosa naturaleza del humor rulfiano, hecho de hechizos infrecuentes pero fulminantes: “¡Qué ciego va a estar! Lo que pasa es que a ese caballo ya todo le importa una chingada.”
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Amy Antonio Valle
Wineh
lo femenino y l
S
El origen
i
i, cuando finalizaba el milenio, Catherine Clément y Julia Kristeva hubiesen conocido la historia de Amy Winehouse, seguramente hubieran incluido a la cantante y compositora inglesa como uno de las figuras emblemáticas más importantes que abordaron en su libro Lo femenino y lo sagrado. Esta publicación describe diversos pasajes en los que –a partir de situaciones de carácter místico– experimen tan algunas mujeres negras y sensuales de África y Nueva York. Es probable que –como paradoja y con trapunto– hubiesen incluido a Amy, esa pequeña judía blanca y delgada que parecía “conectar” con una es tética corporal que sólo podía conseguirse mediante una patología próxima a la anorexia. Sin embargo, la pequeña “negra blanca” de Londres poseía una voz tan poderosa que obligaba a pensar, a quienes no la habían visto en fotografías o actuando, que se trataba de una cantante negra, justamente co mo una de las exuberantes mujeres de las que hablan Clément y Kristeva en su correspondencia, libro a dos voces que, “en la linde del inconsciente y del vínculo social; en el punto de encuentro de la sexualidad con el pensamiento del cuerpo y del sentido”, se interro gan lo siguiente: ¿existe lo sagrado específicamente femenino? Desde Dakar, Catherine Clément abre esa intensa conversación aludiendo al “continente negro” con el que Freud comparó al mundo secreto de la vida sexual de la mujer. En esa carta, Catherine da cuenta de un extraño “fenómeno sagrado” que la lleva a pen sar en la palabra “trance”, palabra con la que alude a ciertas “crisis de histeria” que sufren algunas jóvenes africanas durante los servicios religiosos; al mismo tiempo recuerda que, en distintos lugares del mundo, ha visto a mujeres presas de “lo sagrado”. Esta expe riencia de “trance” lo mismo se vive en una aldea afri cana, en una favela brasileña y en algún barrio de Nue va York, exp eriencia que por supuesto expresa las letras, la música y la biografía de Amy Winehouse.
ii
A
Artísticamente, la malograda Winehou de la música como Billie Holiday Sarah Vaughan, Anita O
l hacer una revisión de las cantantes que ins piraron a la compositora inglesa nos damos cuenta de que casi todas, además de ser negras, buena parte de ellas tuvieron serios problemas exis tenciales y sexuales que se manifestaron en diversos síntomas de melancolía y adicción. Billie Holiday, Peggy Lee, Dinah Washinton, Sarah Vaughan, Anita O’ Day y Nina Simone son algunas de la excelsas can tantes que inspiraron el arte de Amy. A la distancia parecen increíbles las coincidencias y afinidades esté ticas y emocionales que articulan a Amy Winehouse con
estas cantantes en las que se inspiró. Evidentemente, toda la música que Amy compuso tiene orígenes en la música negra. En otros casos, algunas letras de los covers que interpretó Amy, ofrecen luces que permiten iluminar pequeños territorios de su “continente ne gro”; por ejemplo la canción “Me amarás mañana”, de Carole King, cuyos versos dicen: “Esta noche eres mío completamente. Me das tu amor tan suavemente. Esta noche la luz del amor está en tus ojos. Pero, ¿me amarás mañana? Esta noche dices que soy la única pero, ¿esta rá roto mi corazón cuando la noche se reúna con el sol de la mañana?” Justamente, la dura experiencia de un corazón roto es una de las constantes en su lírica. Por ejemplo, en la interpretación del grupo The Shirelles basa su extraordinaria y conmovedora versión de este tema que, a todas luces, expresa una de las preocupa ciones más sentidas de las muchachas y de las mujeres en general, en la que se da cuenta de las preocupacio nes que provocan el uso (y abuso) sexual del cuerpo femenino que adolece de trascendencia humana y es piritual, trascendencia que busca ir –más allá del acto sexual– hacia una relación afectiva duradera. Para entender la problemática psicológica y exis tencial de Amy es obligado reflexionar en torno a la relación que ella sostuvo con su padre, Mitch Winehou se, un taxista de Londres (el “hombre del libre”, del taxi) quien, siendo Amy muy joven, la “cautivó” con su canto y los juegos musicales que ambos organizaban. La música preferida de su padre –de los años cuarenta, cincuenta y sesenta, estilo retro que Amy adquirió– influyó de manera determinante en el gusto musical y la apariencia física de Amy. Seguramente fueron esas primeras experiencias musicales, con toda la felicidad que le provocaban, lo que de ahí adelante la hará dis frutar de aquellas jam sesions inolvidables.
La vuelta al continente negro
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ack to black” tal vez sea la canción más em blemática de Amy. En esa composición, verdadero himno fúnebre, Amy da cuenta de cómo ella vuelve a hundirse en su propio “conti nente negro”, toda vez que “su hombre”, ese oscuro objeto de su deseo, es una especie de proyección de su padre, pero en una peor versión. Ya para entonces su gusto por el alcohol se había vuelto habitual. Si, como dice Mortimer Ostow, la depresión es un méto do para adaptarse a la familia y a la sociedad, ahí don de la relación normal ha llegado a hacerse imposible, también es cierto que “toda depresiva es una ham brienta de dicha”. Se sabe que el deseo está ligado a una falta y, en ese sentido, la anorexia obliga a gastar
house
A 15 años de su debut
lo sagrado
use es heredera directa de leyendas day, Peggy Lee, Dinah Washinton, O’ Day y Nina Simone.
una cantidad enorme de energía intelectual y física –hiperactividad– puesta al servicio de un síntoma. En cuanto a la adicción, retomando la declinación etimológica del filósofo Michel Serres, encontramos que las raíces de la palabra addicere se relacionan con la idea de “consagrar, dedicar, ceder, vender, dar en adjudicación, confirmar una cesión y condenar”. Será a través del cuerpo como se emplace la servidumbre (del siervo) respecto de un objeto y de sus efectos… cada vez que la dependencia da lugar a esta irrefre nable repetición; ya sea que se trate de una forma de sexualidad adictiva o de la sexualidad como droga. En esta conducta de fuga, “el acto le gana de mano a la elaboración mental”, cuando ya es el último me dio del que dispone el sujeto para soportar el dolor mental. En el caso de Amy será su adicción al alcohol lo que va a provocarle innumerables “pasajes al ac to”, que de cualquier modo no le darán sentido a su búsqueda de afecto y goce inmediato. Se trata de una realidad que, al mismo tiempo, hace pensar en el “grado de independencia ardientemente anhelado respecto del mundo exterior”. Las siguiente son algunas de las frases célebres de Amy Winehouse, que nos permiten reconocer algu nos de sus extraños razonamientos: “La rehabilitación está muy bien para algunos pero no para otros.” “No me arrepiento de nada.” “Hay días en que me gustaría un descanso de mi propia mente.” “Desde que tenía dieciséis años, he sentido una nube negra que se cierne sobre mí.” “Realmente comencé a escribir música para desafiarme a mí misma, para ver que podía escuchar [¿desde el continente negro?].” “No creo que tu habilidad para luchar tenga que ver con lo grande que seas. Tiene que ver con cuánto odio hay en ti.”
Sin embargo, a pesar de todo –y más bien a consecuen cia del sonido y la furia–, desde el fondo de su inagota ble continente negro emerge una voz llena de matices y modulaciones que penetran, llegan y sacuden la base anímica de las audiencias que literalmente enlo quecen ante el portento que aparece al comenzar el nuevo milenio; audiencias del mundo entero rendidas ante la sensibilidad de una voz que, por si fuera poco, se hace acompañar de músicos extraordinarios que – ante el llamado sagrado de la mujer en trance– son dean en el blues, r&b, jazz y soul, géneros todos que forman parte del multicitado “continente negro”. He aquí algunas estrofas de “Back to black”: sigue
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Figura que se ha vuelto emblemática por su fragilidad y enorme poder expresivo, la prematuramente desaparecida cantante y compositora inglesa habita su propio “continente negro” desde donde su voz sacudía y cautivaba a las audiencias.
Fotos: tomadas del documental Amy: La mujer detrás del nombre, dirigido por Asif Kapadia, 2015, Altitude Film
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No ha dejado tiempo para los remordimientos Se ha ocupado de mantener mojado el pene Con su apuesta segura de siempre Yo y mi cabeza arriba Y mis lágrimas resecas Adelante sin mi hombre Has vuelto a lo que sabías que estaba tan alejado de lo nuestro Yo he pisado un terreno difícil Mis posibilidades se han agotado Volveré a la oscuridad
En uno de los numerosos documentales que se produjeron después de la muerte de miss Winehouse, observamos a su padre muy preocupado por pensar que llegaría el momento en que la voz de su hija pasaría de moda. Tal vez el taxista cantante ignoraba que la voz de contralto de Amy era uno de los registros más extraños, ya que sólo el dos por ciento de la población femenina mundial lo posee. Ese tipo de voz se caracteriza por su “rica sonoridad y amplitud de su registro grave. Por ser tan infrecuente ese registro, en ópera los papeles que se le atribuyen a las cantantes con este rango vocal suelen ser representados por mezzo-sopranos.”
Fotos: tomadas del documental Amy: La mujer detrás del nombre, dirigido por Asif Kapadia, 2015, Altitude Film
misma forma que su padre, quien se niega a aceptar que su hija está a punto de sufrir, como Jimi Hendrix, un “suicidio por accidente”. No obstante ser inminente el colapso anímico y físico de Amy, el padre insiste en que ella debe seguir trabajando. Nunca sabremos si fue el sentimiento de culpa o el cuidado de su propia imagen lo que obligó a Mitch Winehouse a lanzar la “Amy Winehouse Foundation” con el objetivo de ayudar a los adultos vulnerables y a los jóvenes con problemas de adicción. La verdad es que, más allá de la imagen juvenil y desenfadada que Amy solía transmitir durante el corto verano de su carrera (cuando obtuvo un total de cinco galardones obtenidos en una sola noche para un artista), está la imagen patética de la última presentación de Amy, cuando ya no le importa ni la música, ni sus compañeros, ni siquiera el público, a quien le da la espalda en completo estado de ebriedad. Si antes le “funcionaban” la ironía y el chiste para luchar y enmascarar su depresión profunda, ahora ya no le importa nada, sino morir, porque el dolor se ha vuelto abismal. Nuevamente “Lamentación de Dido” nos sirve para entender un el dolor de la gran compositora:
Ay yo me muero donde quiera en la raya la primera yo me juego el corazón Ay yo soy hembra de a de veras.
Al igual que otras intérpretes, Lucha Reyes, la famosa tequilera y cantante mexicana, se vincula a la historia de Amy Winehose porque, además de su forma suicida de beber, también tenía una voz de contralto muy especial; como a la cantante inglesa a la tequilera también le rompieron el corazón algunas veces; al igual que Amy, la tequilera sufrió maltrato emocional por sus parejas sentimentales hasta que sobrevino su muerte. Lo suyo fue jugarse el corazón y apostarlo todo (de inicio y salida) por el afecto de sus padres. En el caso de Lucha, particularmente por el maltrato efectuado por su madre; en el caso de Amy, por la fijación afectiva que al parecer sostenía con su padre, debilidad que luego proyectaría en Black, su amante y marido. En realidad estas historias no son distintas a la de Janis Joplin, quien, como Amy y Lucha, bebía “como cosaco”. Finalmente, Janis y Amy morirían a “los aterradores 27” años. Sin embargo, la gran diferencia entre Amy y otras cantantes es su enorme cultura musical. Los especialistas destacan su conocimiento de la historia de la música: “del jazz clásico al pop de los setenta, del soul a la electrónica.”
Lamentación de músicos y poetas
E
l poema “Lamentación de Dido”, de Rosario Castellanos, ilumina otro poco de ese continente ignoto llamado Amy Winehouse durante la era de la oscuridad y el hierro en la que se debate la humanidad: “…mujer que asienta por primera vez la planta del pie en/ tierras desoladas/ y es más tarde nodriza de naciones, nodriza que/ amamanta con leche de sabiduría y de consejo;/ mujer siempre, y hasta el fin, que con el mismo pie de/ la sagrada peregrinación/–arrastrando la oscura cauda de su memoria–/ hasta la pira alzada del suicidio.” Sobre lo precario y lo inconstante de la relación afectiva que experimentaron Rosario Castellanos, Amy Winehouse, Lucha Reyes y Janis Joplin, junto a una pléyade de artistas supremas, recuperamos otro verso mortal de Rosario Castellanos: “Pero el hombre está sujeto durante un plazo menor a la/ embriaguez./ Lú-
Mis amigos me miran através de sus lágrimas; mis deudos vuelven el rostro hacia otra parte. Porque la desgracia es espectáculo que algunos no deben contemplar.
cido nuevamente, apenas salpicado por la sangre de/ la víctima,/ Eneas partió.” Hasta que, finalmente, un buen día la tragedia (de la crónica interminable de muertes anunciadas) alcanza a Amy, quien encuentra en la muerte una mejoría a su lamentable situación. Aparece completamente desconocida para ella misma y al poco tiempo fallece: He aquí que al volver ya no me reconozco. Llego a mi casa y la encuentro arrasada por las furias. Ando por los caminos sin más vestidura para cubrirme que el velo arrebatado a la vergüenza; sin otro cíngulo que el de la desesperación para apretar mis sienes. Y, monótona zumbadora, la demencia me persigue con su aguijón de tábano.
Ya los “mejores días” de la joven artista han pasado. Su amado Black, que no hace mucho la inició en el sendero de las drogas duras, primero desaparece y luego es encarcelado, no sin antes explotarla, al parecer de la
Ah, sería preferible morir. Pero yo sé que para mí no hay muerte. Porque el dolor –¿y qué otra cosa soy más que dolor?– me ha hecho eterna.
Sí, es a la eternidad a lo que ahora alude ese puñado de composiciones e interpretaciones que Amy Winehouse nos ha dejado, esa calidad musical que hizo decir a Bob Dylan (cantautor emblemático de la rebeldía, además de Premio Nobel de literatura): “Fue la última gran personalidad que había por ahí.” Al finalizar la correspondencia de Lo femenino y lo sagrado, Julia le escribe a Catherine diciéndole que “lo sagrado es sentido en privado”, y revela lo que le “da sentido a la más íntima de las singularidades, en la encrucijada entre el cuerpo y el pensamiento, la biología y la memoria”. Son las mujeres quienes lo experimentan de manera más sintomática y desconocida en los tiempos que vienen, esos tiempos en los que Amy Winhouse, como pocas, corrió todos los riesgos, con su belleza plena y su fragilidad
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LEER
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Inventario. Antología (tomo iii), José Emilio Pacheco, Ediciones Era/El Colegio Nacional/ Universidad Autónoma de Sinaloa/ Universidad Nacional Autónoma de México, México, 2017.
VIVIR ES DEJAR HUELLAS ELENA MÉNDEZ
W
alter Benjamin afirmaba que “vivir es dejar huellas”. A su vez, José Emilio Pacheco, justo en su último texto, un obituario a su gran amigo Juan Gelman, en ese momento recién fenecido, pronosticaba que éste dejaría “una huella radiante que no se borrará”. Al día siguiente de redactar la segunda parte de su sentidísimo obituario, Pacheco abandonó este mundo. Las huellas de unos y otros perduran, prueba innegable de que vivieron. Parte de las huellas vitales de Pacheco se encuentran en su Inventario, donde el homenaje al poeta argentino es este brillante final del tercer y último tomo. El volumen consta de 106 textos, publicados entre 1993 y 2014 en el semanario Proceso. Cabe mencionar que el nombre de Inventario para designar una obra literaria miscelánea ya lo había utilizado, en el siglo xvi , el autor español Antonio de Villegas (un agradecimiento a la maestra Elizabeth Moreno, directora de Editorial uas , por tan invaluable dato). Pacheco estaba convencido de que haber sido amanuense de Juan José Arreola dignificaría su paso sobre la Tierra. Pero esa fue sólo una de sus nobles, enormes labores, que él asumía con sencillez incomparable. Otra de ellas es este Inventario, al cual consagró cuatro décadas. Toda una época, irrepetible, para la cultura mexicana y universal. El autor traza paralelismos involuntarios entre los personajes abordados y su propia vida. Lo que dijo de Sergio Pitol –quien también es Premio Cervantes– puede aplicársele a él: “Pocos escritores como él han subrayado la mutua dependencia entre leer y escribir […] nunca ha escrito ni escribirá sobre algo que no le guste o no quiera compartir con el mayor número posible de lectores”; “con lo que ha hecho como autor y traductor nos deja lecturas capaces de llenar la vida entera”. Asimismo, en su poesía, como la del chileno Enrique Lihn, existe una “autocrítica a la vez doliente y gozosa y la conciencia de lo efímero”. Y qué decir de la simetría entre la virtud prosística de Alfonso Reyes y la suya: “modelo de naturalidad, velocidad, armonía, precisión”. Pacheco reflexiona constantemente sobre el oficio poético: “Imaginemos un México en que se enseñara poesía en las escuelas desde la primaria y gracias a ello todos supiéramos hablar bien, leer bien y por tanto pensar bien y darnos cuenta de en
dónde estamos […] No obstante, es de temerse que la poesía mexicana perdería su excelencia en el momento en que cobrara importancia y una editorial pagase por llevarse a Paz o a Sabines lo que invierte un equipo en un futbolista.” Asimismo, suscribe, junto con el periodista cultural Pablo Espinosa, que la crítica poética es inexistente. Eduardo Antonio Parra, quien ayudó a armar el Inventario, sostiene que en él puede hallarse un “museo del chisme o del rumor”. Un ejemplo desopilante es el affaire Donoso, en el que un linotipista impugnador se mofa de José Donoso, por una crítica que éste hacía contra Arreola y el propio Pacheco. El texto apareció en el suplemento La Cultura en México, de la revista Siempre!, canallada que algunos atribuyeron maliciosamente a Juan García Ponce, quien nada tenía que ver. El tragicómico suceso fue “la mayor desgracia ocurrida al suplemento en toda su historia”. Pacheco tiene una facultad exquisita para transmitir emociones al lector. Así, lo hace ruborizarse al hurgar en la apasionada correspondencia que Nahui Ollin dirigía al Doctor Atl; indignarse con el ninguneo que la Décima Musa ha sufrido, aun muerta; compadecerse del vituperado Ted Hughes, culpado de propiciar los sucesivos suicidios de sus mujeres, las también poetas Sylvia Plath y Assia Gutmann; azorarse ante el fanatismo nacionalista de Gavrilo Princip, quien, al ultimar al archiduque Francisco Fernando y a su consorte, Sofía Chotek, duquesa de Hohenberg, desató la primera guerra mundial; horrorizarse por el proceder abyecto de Victoriano Huerta, “salvaje festín de robos, saqueos e impresión de billetes falsos que hundió para siempre al peso mexicano, hasta entonces moneda fuerte en el mundo entero”; conmoverse con el llanto del niño que lamentó la partida de Charles Dickens, porque creyó que se acabaría la Navidad. Con ese mismo desconsuelo lloraron los lectores de Pacheco cuando feneció, preguntándose, como él lo hacía: “¿Se habrá acabado el mundo?”, pues se iba alguien que lo había hecho más bello, más habitable. Tal como él dijera sobre Jorge Luis Borges, José Emilio Pacheco “iluminó con la llama sagrada la línea más humilde que salió de sus manos”. En ello radica su grandeza y la veneración que se le profesa •
El sacrificio humano entre los aztecas, Michel Graulich, Fondo de Cultura Económica, México, 2016.
Originalmente publicado en 2005 y traducido por Julio Camarillo, este volumen se convirtió, ya en la versión en español, en una obra póstuma de su autor. Graulich, historiador del arte de origen belga fallecido en 2015, es considerado toda una autoridad en lo que se refiere a las culturas precolombinas y, en particular, por lo que concierne a los rituales y tradiciones mexicas. Algunos de sus ensayos, de referencia obligada, son Ritos aztecas: las fiestas de las veintenas; Moctezuma. Apogeo y caída del Imperio azteca, así como Quetzalcóatl y el espejismo de Tollan. Aquí, Graulich arroja una luz todavía necesarísima sobre uno de los aspectos que más controversias, prejuicios y equívocos ha suscitado, lo mismo entre el público en general que entre verdaderos y supuestos especialistas: los ritos aztecas que implicaban sacrificios humanos. Desde la perspectiva del también autor de Autosacrificios en el México antiguo, es erróneo visualizar eso que para el mundo contemporáneo –pero lo mismo desde el arribo a Mesoamérica de los conquistadores españoles y sus cronistas, tan propensos a juzgar al mundo sólo bajo sus propios parámetros-- aún sigue siendo motivo de descalificaciones, desde la perspectiva del tiempo actual, es decir soslayando los elementos históricos, ritualísticos y simbólicos de aquellos tiempos y, en particular, de la cultura mexica. En abono a la destrucción de los prejuicios, Graulich coteja los paralelismos –que para muchos resultarán sorprendentes– entre la religión mexica y otras que nadie ha tachado jamás de sostener prácticas “salvajes”.
La Jornada Semanal
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En nuestro próximo número
RILKE y el oscuro conocimiento de uno mismo Cartas inéditas en español
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Eve Gil
Intimidades
Gabriela Rábago Palafox: jugar al miedo
E
L PROTEICO VALENCIANO Gonzalo Moure, autor de al menos treinta libros de ficción en los que plantea problemas políticos, sociales y desde luego existenciales, se dirige a lectores niños y adolescentes debido a su vocación por promover la lectura, pero también, porque: “…mi primera novela tenía, por necesidades puramente prácticas del argumento, a dos niños como protagonistas. Y me tuve que meter en su mente, y me di cuenta de que me resultaba asombrosamente fácil… Y seguí por ese camino, ampliándolo a la adolescencia, a ese maravilloso momento en el que elegimos, por primera vez, nuestro destino”. En su novela
El síndrome de Mozart (Premio Gran Angular 2003) un neurólogo, el padre de Irene, la protagonista de diecisiete años, induce a su hija a conocer y a tratar a Tomi, quien según la hipótesis paterna padece el síndrome de Williams, el mismo de Mozart, la que de probarse desmentiría los diagnósticos por otras “anormalidades” del genio de Salzburgo, como la depresión maníaca o el síndrome de Tourette. El especialista Mario Arellano Penagosa anota que “en 1885, el neurólogo francés Guilles de la Tourette describió el síndrome que lleva su nombre, como una afectación nerviosa caracterizada por incoordinación motriz, presencia de tics, ecolalia, coprolalia, conducta obscena y otras manifestaciones de desorden neurológico…, se supone que Mozart estuvo afectado de este síndrome, y así fue asentado durante el Congreso Mundial de Neurología efectuado en Viena en 1985”. El deseo del neurólogo de la novela de confirmar el síndrome de Williams en Mozart propicia a contracorriente la iluminación de Irene, en episodios encadenados mediante una frase final, que sirve a su vez de título al capítulo siguiente, manteniendo la linealidad temporal pero intercambiando la voz protagónica por la voz del narrador externo. Un ejemplo, Yárchik, joven ucraniano del que Irene cree estar enamorada, dice: –Fue ella la que te convenció paraabandonar el piano fue una decisión dolorosa para mí… –comienza diciendo Irene en el siguiente capítulo. Porque la novela trata sencilla y ricamente de la música como aventura y como forma superior de comunicación. Al respecto, Yárchik asevera contundente: “La música es la explicación de lo que no tiene explicación. [Porque] Ni las palabras se pueden explicar con música, ni la música se puede explicar con palabras.” Entonces, como sucedía con Mozart, para Irene parece haber dos Tomis
“muy distintos: uno era un chico inseguro, nervioso y huidizo. El otro era un artista, una excepción de la naturaleza”.“El Tomi inquieto y desconcertante de los tiempos muertos, dejaba su lugar a un Tomi interesante y experto.” Y lo que empieza con un diálogo entre un violín y una armónica, asciende a la interpretación de la Sonata para violín y piano 360, de Mozart, del que Tomi despliega el Andantino como si llevara dos siglos ensayándolo cuando en realidad lo desconocía hasta ese momento.“Y Mozart resucitó durante unos minutos”, exclama Irene, porque “la música no se crea, se descubre, como un teorema…” “Mi padre se equivocaba, no era Mozart quien tenía el síndrome de Williams, sino ellos los que tienen el síndrome de Mozart.” “¿Quiénes son los anormales y quiénes los normales?”, pregunta Irene, si el lenguaje musical, como el lenguaje de las manos da “una explicación mucho más sencilla del mundo que la que intentamos dar nosotros con las palabras, las viejas y traidoras palabras”. En esas andaba yo cuando el rubor de hurgar en mi intimidad, ventilando cartas y anécdotas familiares, reportes psiquiátricos y ajustes de cuentas con mi papá, mi abue y las palabras, palideció ante la obscenidad del gobierno de Peña Nieto, que “se infiltra en los teléfonos inteligentes y otros aparatos para monitorear cualquier detalle de la vida diaria de una persona por medio de su celular: llamadas, mensajes de texto, correos electrónicos, contactos y calendarios. Incluso puede utilizar el micrófono y la cámara de los teléfonos para realizar vigilancia; el teléfono de la persona vigilada se convierte en un micrófono oculto”. Entonces, ¿por qué no intentar usar en forma distinta las viejas y traidoras palabras para rascarle el alma a nuestra cotidianidad de país en guerra, de mundo a punto de estallar, de vida en trance de extinción irreversible? •
TOMAR LA PALABRA
Agustín Ramos
L
A OBRA DE GABRIELA Rábago Palafox parece más extensa que su vida. Cuando murió, en circunstancias más especuladas que aclaradas, a los cuarenta y seis años (nació en Ciudad de México, en 1950), llevaba largo trecho como escritora. Fue la primera mujer galardonada con el Premio Puebla de Ciencia Ficción con un cuento considerado clásico,“Pandemia”, que resume espléndidamente sus obsesiones literarias. En dichas obsesiones, presiento, está la clave de una apasionante biografía de la que no disponemos de momento. Pero me place imaginarla tan sensible a los fantasmas y otros fenómenos paranormales como Octavio, el niño narrador de Todo ángel es terrible… o como Fernanda, su posible alter ego y protagonista de La muerte alquila un cuarto, quien escribe relatos de ciencia ficción y reconoce haber sido una niña asustadiza que disfrutó, como el pequeño Octavio, de la sensación de miedo.“Jugar a tener miedo”, le llama: “Ahora me doy cuenta de que ese miedo, pese a sus proporciones, era un espantajo de cartón.” La contratapa de La muerte alquila un cuarto nos hace interesantes revelaciones que pudieran contribuir al armado de su perfil biográfico: nació en San Pedro de los Pinos en una casa embrujada, como Octavio. En 1981 rechazó la beca del Internacional Writing Program de la Universidad de Iowa, se nos dice, por razones amorosas y apego al sol. Aunque no sea propiamente ciencia ficción, Todo ángel es terrible, su primera novela, se desarrolla en los límites de la realidad y la fantasía. Narrada por un adulto que recuerda un episodio particularmente doloroso de su infancia –se dirige a alguien especial, indudablemente su amante–, recrea como muy pocos la intimidad de un niño y nos hace ver que la inocencia no es para nada inocua. Octavio, además de inocente, es tierno, pero una serie de circunstancias despierta en él un instinto de destrucción. ¿Pierde la inocencia cuando azota contra el suelo a Soponcio, la tortuga? ¿Cuándo estrangula a la gata Carina, acción que, afirma, le produce una mezcla de placer y tristeza? ¿Cuándo sorprende a su hermano Andrés en pleno intercambio erótico con Bill? Procede a chantajear a su hermano: o le entrega su anillo o le dirá todo al abuelo. Quizá sea justo aquí donde Octavio pierde la inocencia. En La muerte alquila un cuarto tienen cabida la ciencia ficción, la fantasía y la trama policíaca. Una pareja de amantes, el fotógrafo Míquel y la escritora Fernanda, habitan una “romántica” vecindad de Ciudad de México, frente a un colegio de señoritas muy afectas a espiar a los vecinos, y en forzada convi-
vencia con una pintoresca familia de gitanos. Llevan una relación estrecha con otras tres parejas de artistas: Saltiel y Marlina; Jacobo y Rafael y África y Beatriz. El clima de convivencia se enturbia tras la muerte de Marlina: una bomba molotov le ha golpeado la cabeza durante una gresca en El Chopo, pero Jacobo está convencido de que fue un asesinato. ¿Por qué? ¿Por quién? Uno a uno empiezan a morir o a sufrir atentados y de pronto el asunto pareciera tener una explicación sobrenatural. La muerte alquila un cuarto es también una denuncia contra la discriminación que sufren los homosexuales y los enfermos de sida, tema asimismo de “Pandemia”, publicado en el primer número de ¡Nahual! (1995), fanzín que es casi leyenda en el medio de la ciencia ficción mexicana pese a sólo alcanzar seis números. En 1988, año en que el citado texto resultó premiado, al sida se le consideraba una plaga apocalíptica, y como tal se le aborda. Un mortífero virus ha ido despoblando el planeta y, aunque sus primeras víctimas fueron homosexuales y prostitutas, no tarda en alcanzar a niños y amas de casa. Las características del virus hiv, htlv/ iii o lav , coinciden plenamente con las del sida. La denuncia social es otra constante en la narrativa completa de Gabriela, como en otro de sus relatos célebres,“Resurrección”, publicado en la primera antología de ciencia ficción mexicana, Más allá de lo imaginado, de Federico Schaffler (Tierra Adentro, 1991): un niño resucita la erradicada doctrina del cristianismo a través de esculturas macabras. Nos hace ver al cristianismo, el fabricado por los hombres, como una perversión del genuino. Post mortem se incluyó un cuento de su autoría, “La pluma de Bartolomé”, en la antología Ginecoides (las hembras de los androides) (Lumen, 2003) donde figura otra autora mexicana poco valorada: la tamaulipeca Olga Fresnillo, también ganadora del Premio Puebla en 1992 y más apegada a la ciencia ficción tradicional •
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BIBLIOTECA FANTASMA
ARTE Y PENSAMIENTO ........
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........ ARTE Y PENSAMIENTO
Orlando Ortiz
Luis Tovar @luistovars
Massimo Listri: perspectiva y proporción
la perfección en el oficio de su creador, aunada a la pasión que imprime en cada encuadre, en cada composición estratégicamente construida siguiendo las reglas de la proporción. Una trayectoria de cuarenta años – y es significativa su colaboración durante veinte años en la prestigiada revista fmr de Franco María Ricci, el editor de arte más destacado del mundo– y la publicación de 1 numerosos libros de arte le han valido gran reconocimiento internacional. Es un privilegio admirar su obra en el Museo Nacional de San Carlos, donde se presenta la exhibición Massimo Listri. Esplendor de la Roma papal, curada por el erudito historiador del arte italiano Giorgio Antei. La muestra tiene como objetivo presentar al público los suntuosos espacios interiores de los museos vaticanos. Se diría que para ver esas salas fotografiadas sobran los libros y catálogos, pero no es así. Las imágenes de Listri van mucho más allá del registro fotográfico de una arquitectura portentosa. Son una invitación a sentir con los ojos espacios que nunca podremos ver abiertamente ni aún estando físicamente ahí. El primer núcleo temático está dedicado a la Biblioteca Apostólica Vaticana, cuya entrada está reservada exclusivamente a los clérigos de alto nivel. Tras años de negociaciones para obtener el “pase apostólico” para la realización de este trabajo, Listri finalmente logró el acceso a estas salas y pudo dedicar todo el tiempo necesario a la preparación de sus tomas fotográficas, un largo proceso que en su quehacer es el fundamento para conseguir la óptima calidad de sus imágenes. El fotógrafo se sirve exclusivamente de la luz natural que baña las habitaciones para lograr el efecto a un tiempo de bidimensionalidad y profundidad, por lo que la estación del año y la hora del día marcan la pauta. Y su dominio de los principios renacentistas cobra vida a partir del ojo avezado del artista. Así lo expresa Antei: “Lo que define la calidad estética de sus fotos no es la sofisticación de la cámara o la perfección del lente sino, principalmente, la mirada del fotógrafo.” El segundo núcleo temático presenta algunas salas del celebérrimo Museo Pío Clementino que alberga las más preciadas joyas de la Antigüedad grecorromana, obras emblemáticas de la historia del arte que atraen a miles de visitantes al año. Quienes hayan tenido la oportunidad de visitar este museo sabrán que las piezas no se pueden admirar con el detenimiento que ameritan, o más bien, a duras penas se logran ver de lejos, por las hordas de turistas que las circundan. En las imágenes de Listri contemplamos, entre otras maravillas, el Laocoonte, el Apolo y el Torso del Belvedere en todo su esplendor, como nunca antes se han visto en imágenes impresas. Las fotografías de este grupo permiten al visitante hacer un recorrido a sus anchas por el museo y respirar a su aire las lecciones del arte y la mitología de la Antigüedad. La exhibición concluye con una sala absolutamente fascinante que fue museografiada con gran acierto para propiciar en el especta2 dor el misterio de la colección de retratos de bustos marmóreos griegos y romanos que se exhiben en el Museo Gregoriano Profano. Las galerías de retratos culminan con la presentación de un rostro femenino estremecedor que perteneció a Camila, una esclava dálmata. Listri se adentra por vez primera en la intimidad del retrato y elige a los personajes comunes del mundo antiguo, los griegos y romanos de a pie, cuyos rostros surcados por las líneas de la vida y sus miradas penetrantes se acentúan aún más en los close up del fotógrafo. Nuestro país es el primero en recibir la muestra completa de esta faceta del trabajo de Massimo Listri. La exposición viajará a diversas sedes de la República. Volvamos la mirada a la Belleza clásica a través de esta aventura fotográfica que revela los entresijos de la creación artística que no tiene límites de tiempo • 1. Biblioteca Vaticana 2. Museo Gregoriano Profano
A
SUS SEGUIDORES MÁS JÓVENES les mueve a medias que u 2, el grupo veterano al que escuchan recientemente, decida festejar el 30 aniversario de un disco emblemático (The Joshua Tree) con una gira mundial. Ellos confluyen ligera y arqueológicamente sin sentir melancolía del tipo: “Lo que fuimos en aquel entonces.” Por el contrario, los fanáticos que crecieron con el conjunto irlandés caminan en dos vías. La primera: molestándose por “el negocio descarado e incongruente”. La segunda: reconectándose con los días en que se construían a sí mismos al son de “sí, la verdad es un discazo”. Al resto de la audiencia (es decir: la mayoría irreflexiva que se aborrega entretenida al margen de ideologías o apasionamientos) le parece que dedicar el concierto entero a un disco del pasado es capricho de mercado o artístico –qué más da–, comprensible siempre y cuando toquen otros éxitos, “que para eso pagamos el boleto”. A nosotros, de entrada, la idea de que el cuarteto esté de gira mirando hacia atrás nos parece chocante. El asunto luce como prueba de la incapacidad para aceptar, si no el declive de su carrera, sí una maduración alejada de las masas. Dándole vueltas al asunto, empero, reconocemos una provocación interesante para este domingo. El tour en que se embarcaron es fácil de publicitar y apunta a un segmento añorante, pero también es un ejercicio que somete a la escucha de un álbum entero, independientemente de los filtros que hayan usado el tiempo y los titiriteros de la industria. Además hay otro aspecto: el renacimiento de los Lados b . Esas canciones que al momento de sumarse a un disco no fueron consideradas como para sencillos y que, en muchas ocasiones, reflejan el espíritu más lúdico y arriesgado de su inspiración. Dicho lo anterior, creemos, este es un gran momento no sólo para que músicos y artistas reconstruyan álbumes pasados sobre el tinglado (están en su derecho de intentarlo y nosotros de creerles o no el gesto), sino para que pisen el acelerador tomando riesgos pues, por más comerciales que sean sus intereses, sólo un porcentaje reducido de sus nuevos temas será redituable en el juego de hits global. Esto, cuando el concepto disco ha transformado su significado tan profundamente, los pone en el tablero de un juego más libre que pocos han sabido aprovechar (Beyoncé, Daft Punk). Digamos que la cohesión de una colección de canciones ha llegado al final del camino en pos de su fragmentación. Es por ello que recrearla en un concierto, de principio a fin y respetando el orden original de sus elementos, puede ser una declaración estética y política a observarse. Pero, ¿cómo creerle a u2 tras las huellas que Bono ha dejado en la farándula? La idea no es nueva. Otros la han desarrollado (Roger Waters, The Cure, Level 42). Pasa que este caso es significativo porque prácticamente marca el punto final de una banda acostumbrada a seguir adelante. Hablamos de casi su retiro, aunque decidan grabar más en un futuro. Así, hace treinta años, cuando el cuarteto presentó The Joshua Tree, el motor social de piezas como “Bullet The Blue Sky”,“Red Hill Mining Town” y “Mothers of the Disappeared” compartía espacio na-
tural con la sencillez poética de “With or Without You”, “Running To Stand Still” y “Exit”, con la efectividad paisajista de “I Still Haven’t Found What I’m Looking For” o “In God’s Country” y con el compromiso amoroso de “Where The Streets Have No Name”, “One Tree Hill” y “ Trip Through Your Wires”. Todas eran frutos del mismo árbol y así sonaban, hermanadas en los surcos del acetato que parecía indivisible. Tres décadas después, decíamos, algunas de ellas se volvieron himnos, no necesariamente por empatía lírica sino por el temperamento agigantado con que explotaban en estadios y arenas. Pero ni ellos ni nosotros somos los mismos. Pocos en Latinoamérica, verbigracia, reflexionan hoy sobre la relación que este trabajo tuvo con los desaparecidos en las dictaduras de Argentina, Chile y el Salvador (hasta mencionan a Víctor Jara); con la injusticia que vivieron los mineros británicos en los ochenta, con las posturas religiosas de la Irlanda urbana o con la muerte de algún amigo cercano. Partiendo de allí, el cuarto disco en estudio de u2, producido por Daniel Lanois y Brian Eno (que a la postre se volverían insoslayables como artistas de vanguardia), está anclado en un pasado sin eco presente. Su creación se abocó a hacerle guiños a Estados Unidos, llave trasatlántica, parafraseando el country y el góspel, lo que hoy causaría rechazo inmediato. ¿Es un buen disco? Sí. Claro. Aun con ello, si la nueva gira de u2 consiste en celebrar su lanzamiento para repetirnos ideales light; si se trata de regodearse en el incumplimiento de objetivos que parecían trascendentales, no tenemos por qué apersonarnos ni atestiguar nada. Está muy bien mantener vivo un cancionero, pero no maquillar por segunda vez al rostro que lo acuñó. Eso es aplaudir el fracaso propio y el de toda una generación; aceptar que el ego puede cabalgar sin llegar a ningún lado. Porque no se trata de ir a verlos para pasársela bien, sino de escuchar a un profeta de plástico que gira incansable en su banda de Moebius, faltándole al respeto al que un día fue. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
CINEXCUSAS
ASSIMO LISTRI (Florencia, Italia, 1953) es considerado uno de los más prestigiados artistas de la lente a nivel mundial. Nacido en la ciudad que dio lugar al Renacimiento italiano, en una familia de intelectuales en la que creció palpando la belleza clásica, no como un período histórico o artístico, sino como una manera de ver el mundo, Listri revela en sus fotografías ese espíritu renacentista que tiene como fundamento la perspectiva y la proporción. Mirar sus imágenes suspendidas en el tiempo es penetrar universos mágicos que trascienden los conceptos de belleza y verdad. Son imágenes de una estética sublime que deviene posible gracias a
PROSAÍSMOS
M
Árbol de Joshua, fin de trayecto
ARTE Y PENSAMIENTO ........
25 de junio de 2017 • Número 1164 • Jornada Semanal
Ana García Bergua
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Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com @JorgeMoch
Coser y contar ÚLTIMAS FECHAS se me aparecen en las páginas de internet que visito los anuncios de unos vestidos. De repente alguno de ellos me llama la atención y pico su imagen con el mouse, después veo otro y así paso un buen rato mirando esos vestidos, imaginándome cómo nos quedarían a mí o a mi hija menor, este o el otro, el amarillo o el rojo o el azul, y lo peor es que cuando regreso al correo, al periódico o a lo que estaba leyendo, los vestidos parecen seguirme, brotan en todas las páginas como si el internet me hubiera adivinado el pensamiento o insistiera en vestirme como muñeca, y así he pensado en vestidos demasiado tiempo
para mi condición y circunstancia, será que en esta época la publicidad nos fija a nuestros intereses momentáneos y nuestras debilidades transitorias casi como una acusación. O quizá también miro y miro aquellos vestidos porque me acuerdo de las muñecas de papel. Mis amigas y yo las dibujábamos, las recortábamos y les diseñábamos asimismo la ropa, los zapatos, los abrigos, las bolsas. Horas y horas iluminándoles un guardarropa completo y detallado, con la mente en sus vidas ficticias llenas de visitas y paseos con el atuendo apropiado para cada ocasión. Yo trataba de imitar un poco al álbum de las muñecas de papel verdaderas, un álbum de los años cincuenta que alguna vez tuvimos en la casa y que me pareció siempre misterioso y encantador. La muñeca principal de aquel álbum, de cabello negro, era muy parecida a la Blanca Nieves de Disney, aunque en versión mujer madura que salía de noche, y tenía un vestido rojo de gala verdaderamente fastuoso. Soñé con ese vestido muchas veces, preguntándome a dónde podría ir la muñeca ataviada así, en qué gran baile o cena o teatro estaría ahora, con qué galán de papel, pues los galanes de papel o no existían, o no venían en el álbum y la muñeca tendría que conformarse con uno de revista para que la acompañara por el mundo con ese vestido algo incómodo. Y es que nuestra abuela paterna, Paquita, hacía blusas. Tenía un taller con costureras y todo en su departamento vecino al nuestro, y en él confeccionaba unas blusas hermosísimas –le cosió una, nunca lo pararemos de contar, ni más ni menos que a María Félix–, aunque mi madre no se quedaba atrás en su afán costureril. Tenía su máquina Singer y periódicamente, cuando hacía falta, iba de excursión a Liverpool a comprar patrones, es decir, cortes de costura en un papel delgado y fino que se fijaban a la tela con alfileres. Después se recortaba ésta con la forma del patrón. Las tijeras
para tela, nos decían mi abuela y mi madre, nunca se deben usar para cortar papel, pues se arruinan; la verdad es que las tijeras se me han arruinado en muchas etapas de mi vida. El caso es que las piezas se cosían y la ropa quedaba lista. Entre los diseños de la abuela en cuadernos prendidos de muestras de tela con alfileres, la tiza con que se dibujaba la línea del dobladillo y los patrones de mi madre, los vestidos y las blusas eran básicamente algo de papel para mí, o que por lo menos comenzaba en aquel lugar y en un mundo un poco secreto de historias interminables contadas entre puntada y puntada, con el sonido de la máquina de coser como fondo. Así, cada vestido tenía su pequeña historia. La que una sería después era también de papel, algo que se dibujaba con infinitas ropas y combinaciones para ir a lugares un poco impensados, como si cada actividad, cada sitio, tuviera su uniforme, su etiqueta, su color. Vestir muñecas era un poco dibujarse y desdibujarse, una especie de prueba para un futuro que no imaginábamos, como éste en el que los vestidos se te aparecen en internet y te persiguen para que los compres y te los pongas, como la muñeca. Pero esto no era sólo de mujeres: hace ya muchos años recuperé a un amigo de infancia; fue él quien me recordó lo de las muñecas de papel y los vestidos que les dibujábamos y que él sigue haciendo como vestuarista de cine. La verdad soy torpísima para la aguja y el hilo, no así mi hermana mayor, a la que mi abuela instruyó apropiadamente y cose de manera excelente sus telas y sus poemas. En el Colegio Madrid tenía que hacer tarea de punto de cruz y fue, creo, lo más que aprendí, aparte de pegar botones y dibujar vestidos para las muñecas. Y la abuela que me llamaba, ya adolescente, a que le prestara los ojos porque se le habían caído los alfileres y andaban perdidos entre la duela del piso. A escucharlas coser y contar, eso fue lo que aprendí •
L
AS REVELACIONES HECHAS el lunes pasado por The New York Times acerca de cómo el gobierno mexicano espía a sus propios ciudadanos cuando le resultamos incómodos son atroces. El espionaje es canonjía de cobardes. Nunca antes una frase lapidaria como ésa había adquirido tanta resonancia. La tragedia nacional resumida burdamente en postal de caricatura: el país cruzado de injusticias e históricas deudas sociales y un reyezuelo medroso –esencialmente corrupto– que intenta rescatar fortalezas por medio del miedo, porque sin duda él conoce muy bien el miedo, y ha aprendido a administrarlo, a dosificarlo desde la cómoda montura, aunque sea solamente temporal, que por ahora le brinda el poder político que detenta. En lugar de reconocer que el Estado mexicano tiene una deuda impagable con los deudos, cientos de miles, y víctimas precisamente de abusos, yerros, omisiones deliberadas y ya de plano crímenes atroces –muchas veces cometidos precisamente por esos agentes del Estado que deberían ser garantes del bienestar público–, como la desaparición de estudiantes, niñas y ciudadanos de a pie en todo el territorio mexicano, el gobierno porfía en prácticas criminales de manipulación social: México es hoy sinónimo de muerte, de corrupción y de podredumbre social, de primitivismos, de taras ancestrales a las que seguimos sumando nuevas piedras: nadie aguanta un mecapal tan pesado. Es preocupante pero muy certera la afirmación que hace unos días hizo el doctor José Manuel Mireles, líder de las autodefensas de Tepalcatepec, Michoacán, quien recordó que apenas un diez por ciento de la población jala las riendas de todo el circo, pero el noventa por ciento restante ya está encabronado y sabe de armas. Y es noticia internacional, otra vez mi país tristemente, porque los ciudadanos somos víctimas de otro atentado desde las cúpulas del gobierno y sus satélites. Millones de dólares en contratos turbios, de opacidad lamentablemente señera, con empresas de espionaje, pero no para que sus servicios supongan un auxilio en la lucha anticrimen, sino para que los aparatos de Estado puedan ejercer un estrangulamiento más eficaz de la disidencia: los mexicanos somos famosos no por nuestra industria, o nuestro coraje, y ya ni siquiera por nuestro folclorismo si tal cosa realmente existe: somos famosos por violentos, porque podemos desgraciadamente presumir de las más sanguinarias atrocidades, desde feminicidios hasta el pan con lo mismo de la cotidiana corrupción política que todo invade y desgobierna. México es simplemente noticia por su terrorismo de Estado y las
constantes muestras de violencia desbocada e imbécil en que parece desembocar siempre el gobierno mexicano. Somos una sociedad que fracasó. Parecería que estamos condenados a ser eternas víctimas propicias de politicastros corruptos como Peña, de sus vicios y miedos, de su ineptitud y su pereza. Encima de la poca o nula retribución que podemos percibir de parte del gobierno (que devora el erario) en uno de los países con las mayores cargas impositivas del planeta, ahora resulta que nos espía por medio de nuestros teléfonos celulares y computadoras personales usando tecnologías extranjeras que, en todo caso, serían diseñadas para hacer seguimientos puntuales a peligrosos delincuentes. Pero en realidad los peores delincuentes, los que además hacen gala de un cinismo verdaderamente irritante (baste revisar cualquier declaración, por ejemplo, del líder del pri ), parece que están precisamente en ese gobierno que desconfía tan terriblemente de su ciudadanía. Nos teme. Nuestro propio gobierno nos considera el enemigo, y pone a periodistas, activistas contra la corrupción o simples ciudadanos interesados en mejorar este país bajo un escrutinio que es, en sí mismo, un acto delictivo: no hay justificación legal, así de simple, ni siquiera como excepción, al espionaje que el gobierno mexicano está ejerciendo sobre sus ciudadanos, particularmente en una campaña intrusiva que se enfoca en periodistas, activistas anticorrupción, líderes opositores y de opinión que resultan críticos y por tanto incómodos. En el fondo, se trata de un coletazo fascista, de totalitarismo antidemocrático que, ya se ve, es el verdadero sino de todo este tinglado demencial. Tinglado que, por lo pronto, ya nos ha costado un dineral en desembolsos directos, pero que a la larga puede significar el colapso de todo un sistema construido sobre el abuso, la corrupción y la prepotencia. O será apenas una rayita más al tigre. De nosotros depende •
CABEZALCUBO
A
PASO A RETIRARME
Espionaje: la cobardía del Estado
Jornada Semanal • Número 1164 • 25 de junio de 2017
........ ARTE Y PENSAMIENTO
Orlando Ortiz
Luis Tovar @luistovars
A
NTES ME DABA RISA, ahora siento rabia de que la clase política de nuestro país crea que “los de a pie”, simple mortales, somos pendejos, ingenuos, amnésicos, perdonatodo y estamos siempre dispuestos –atavismos religiosos, diría alguien– a poner la otra mejilla (¿porque así ganaremos, tal vez, el cielo, o simple y sencillamente una despensa que alivie el hambre de la familia por unos días?). Si hacemos un repaso a la historia, encontraremos los casos de presidentes que en otras partes del mundo han ido a parar a la cárcel, y de reyes que han terminado siendo decapitados en el patíbulo. En nuestro país (si exceptuamos a Maximiliano),
en cambio, no recuerdo ningún caso en el que un primer mandatario fuera juzgado y encarcelado; el que estuvo más cerca de estarlo fue Luis Echeverría, pero resultó que sus delitos, o como los hayan denominado, ya habían expirado y no se le podía juzgar. Hay algo en México que huele mal, diría Hamlet. Algunos gobernadores, o funcionarios de menor o mediana jerarquía van a dar con sus huesos a una cómoda prisión, pero al cambiar el régimen quedan en libertad porque resulta que se les juzgó por cargos que no procedían. Les piden perdón, y si se les había confiscado dinero o bienes de procedencia “dudosa”, se los reintegran. ¿A cuántos expresidentes, exgobernadores y funcionarios de alto nivel se les ha señalado por corruptos, colusión con la delincuencia organizada o defraudación y delitos electorales? En la actualidad, con los casos de Duarte y Tomás Yarrington, el pri los condena a la hoguera, mas no dice por qué delitos, y tampoco el motivo de que los otros, denunciados en los medios y las redes, no sean ni siquiera mencionados. En estos casos en particular, el que puede resultar más afectado es Yarrington, si lo mandan primero con los Vecinos del Norte, pues si antes lo traen para acá, seguramente resultaría con sólo una infracción administrativa (pasarse un alto, exceso de velocidad, etcétera) y quedaría libre; algo similar sucederá con Duarte, pues hasta ahora ningún otro país reclama la extradición. ¿Y las decenas, centenas o miles de millones de pesos birlados al erario público?... ésos no los mencionarán para nada y por arte de birlibirloque quedarán en el olvido. Ya lo he dicho en otras ocasiones: el problema de la corrupción es terrible, pero el verdaderamente espantoso es el de la impunidad, que ya se ha vuelto sistémico. ¿A cuántos candidatos (a la Presidencia, a las gubernaturas, a las alcaldías) hemos escuchado prometer, cuando andan en campaña, que ellos acabarán con la corrupción y meterán a la cárcel a los que medraron a costillas
del erario? En ese sentido, creo que amlo ha sido el más original al declarar que habrá perdón para esos delincuentes, pues sólo de esa manera se alcanzará armonía en el país, etcétera, etcétera. (No es cita textual, lo confieso, al menos es lo que entendí.) ¿Y el problema de la delincuencia organizada, los secuestros, la violencia, los homicidios culposos, la inseguridad? Si fuera cuestión de discursos y promesas, ya se habría acabado con todo esto, pues llevamos décadas escuchando que “ora sí”. El caso es que sigue creciendo, de acuerdo con cifras oficiales, y lo peor: en entidades donde antes no era problema, como Guanajuato, ahora comienza a presentarse y augura tomar vuelo. Si antes se acostumbraba decir “de lengua me como un plato”, ahora tendríamos que añadirle:“... y de promesas incumplidas, tres cazuelas grandotas”. Porque otro renglón olvidado es el de la democracia en general pero, de manera particular, el de la sindical y la categoría de “vitalicios” atribuida a sus líderes, cuya impunidad parece mayor a la de los políticos. Para no ir tan lejos, basta con mencionar al dirigente petrolero, que goza de fuero y no sé qué privilegios más, pues hay en su contra denuncias (en la pgr , ante la cidh y otras instancias), y se han girado órdenes de aprehensión, pero como el monito del güiski: sigue tan campante. Se ignoran, incluso, los señalamientos que se han hecho de que está involucrado en el saqueo clandestino de los gasoductos de pemex, que significan una pérdida multimillonaria para la empresa (que ya no sé de quién es, je je). Ahora que hay de nuevo campañas para elección de algunos gobernadores y se nos viene encima el tsunami, perdón, la campañota por la Presidencia, veremos de nuevo a los candidatos hacerle al tío Lolo, se los puedo asegurar. ( p . s . Después de mandar la columna leo en los periódicos una declaración de Videgaray: "Deportar a Duarte" podría traer su liberación. ¡Sopas, perico! Hasta me sentí adivino.) •
S
I LA CENSURA ES el ejercicio del poder que una persona o entidad ejerce en contra de la expresión pública de otra persona o entidad, con el propósito de impedir que un tercero conozca una parte o la totalidad del contenido de dicha expresión; y si dicho ejercicio del poder es puesto en práctica no sólo por personas o entidades que, dentro de un sistema social determinado, están supuestamente capacitadas o legalmente autorizadas para ello, sino también por otras personas o entidades que, sin estarlo, de cualquier manera se arrogan semejante derecho, es inevitable concluir que, a la luz de los hechos contemporáneos, la censura no ha
dejado de estar presente en México y sólo han variado, en mayor o menor medida según el caso, los métodos, las vías, ciertas formas discursivas y, desde luego, algunas de las consecuencias que se derivan del acto censor. No hay, como bien se sabe, un solo tipo de censura ni un solo perfil de censor. Respecto de lo primero puede hacerse, como mínimo, una quíntuple subdivisión de los modos de censurar existentes tanto en el pasado como en el presente que, con el denominador común de estar orientadas hacia la “desaprobación” temática y/o de tratamiento, de forma preliminar son como sigue: 1. Censura total o completa 1.a) La que se ejerce contra una obra antes de que sea creada. Su objetivo es impedir la realización misma de la obra. 1.b) La que se ejerce contra una obra cuando ya ha sido creada. Su objetivo es impedir la exhibición de la obra. 2. Censura parcial 2.a) La que se ejerce contra una obra antes o durante la creación de la misma. Su objetivo es eliminar partes o modificar enfoques de la obra. 2.b) La que se ejerce contra una obra cuando ésta ya ha sido creada. Su objetivo es suprimir, antes de la exhibición de la misma, aquellas partes desautorizadas por el censurador. 3.b) La que se ejerce contra una obra cuando ésta ya ha sido creada sin que se le hayan suprimido aquellas partes desautorizadas por el censor. Su objetivo es impedir la exhibición de dichas partes de la obra. Desde la autoridad gubernamental hasta los padres de familia, ha existido y continúa existiendo una pléyade innumerable no de censores precisamente, sino mejor dicho de censuradores, tanto oficiales como oficiosos. En tanto ejercicio de poder, la censura es preponderantemente un acto realizado por la entidad social en la que el poder reside, es decir, en los órganos de gobierno, alguno de cuyos niveles o derivaciones tiene a su cargo, o bien se arroga en función de las circunstancias, la aplicación de la censura. Como es bien sabido, todo
espectáculo público es previamente sometido a la asignación de una clasificación, de acuerdo con la cual se determina cuál es la edad mínima que ha de tener el espectador para que se le permita el acceso a dicho espectáculo. Muy en la lógica de los “hechos consumados” o, popularmente dicho, de “lo cáido cáido”, el grueso de la población desconoce, en términos absolutos, quién o quiénes las determinaron, y bajo qué criterio o falta del mismo fueron establecidas dichas clasificaciones, así como la naturaleza y características de los contenidos que les dan cuerpo. En consecuencia, la clasificación de los espectáculos públicos, y de la cinematografía como parte de ellos, descansa sobre un terreno ignoto, impreciso y de fronteras borrosas para todos, salvo para aquellas personas encargadas de clasific a r e s pectáculos. Como se sabe, la dirección de Radio, Televisión y Cinematografía, organismo dependiente de la Secretaría de Gobernación, es el único ente oficial encargado de poner en práctica ésta que sería la única modalidad plenamente legalizada de censura, aplicada bajo el manto eufemístico de la clasificación. Empero, como también se sabe más que sobradamente, la rtc no es sino uno de los muchos organismos censuradores en México. Con los poderes de facto a la cabeza –la Iglesia católica tradicionalmente, pero en estos tiempos sobre todo los grandes empresarios, y de manera cada vez más enfática y exhaustiva los exhibidores televisivos –que a su vez son parte fundamental del primer grupo de poder fáctico mencionado–, sin olvidar por supuesto a organismos tipo Unión Nacional de Padres de Familia, Provida, Organización a Favor de lo Mejor, Consejo de la Comunicación, etcétera–, hoy en día la censura es una hidra de infinita multiplicación. (Continuará.)
CINEXCUSAS
Cine y censura (i de ii)
Haciéndole al tío Lolo…
PROSAÍSMOS
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25 de junio de 2017 • Número 1164 • Jornada Semanal
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J.I. Barraza Verduzco
Ilustración de Juan Gabriel Puga
ENSAYO CUENTO
Japi Niu Yir
E
Yo no critico al narco…porque vivo de él. Anónimo
l Perro y el Cochi comen tacos de chap sui con chiles jalapeños y frijoles de lata, cuando tocan a la puerta de su casa en la colonia Lomas del Cielo. Primero se asustan pero luego recuerdan que están esperando al Caníbal. –Cálmate pinche Cochi –dice el Perro– sólo el Caníbal toca de esa manera; ojalá traiga los fierros para poder aventarnos un jale limpiecito. –Más nos vale que sí –dice el Cochi– pues ya no quiero seguir comiendo tacos de chap sui y de pizza con refrescos de lata, mejor le abro, no vaya ser y se desespere y haga un desmadre. Desde que nos sacó del bote para este jale anda muy loco. El Cochi se para limpiándose la boca con la manga de la camisa y abre la puerta después de ver por la rendija. Entra el Caníbal con una mochila de lona negra y alargada, la pone con cuidado sobre la mesa y corre el cierre abriéndola. –Cámara bato –dice el Cochi– con esas matonas comeremos bien por un año y tomaremos Bucanas. –Pues yo pienso comprarle un carro a la Nalgona y darnos una vuelta por Las Vegas –dice el Perro entusiasmado. –Primero hay que trabajar y después vemos de a como nos toca –les atora el Caníbal sacando las armas y repartiendo los cargadores con municiones. El Perro huele la pistola negra opaca y jala del carro varias veces emitiendo un chasquido y un clic posterior a cada movimiento, la pone sobre la mesa y escoge una subametralladora cromada con cargador de sesenta balas, se la cuelga sobre el pecho después de hacerla funcionar como a la pistola, luego dice: –Noooombre, con estas señoritas y unas líneas, naaaadie me para. Para entonces, el Cochi ha escogido un cuerno de culata plegable y una escuadra con un caballito relinchando en las cachas de madera oscura. El Caníbal los mira sin quitarles los ojos de encima, les entrega dos juegos de uniformes negros con
insignias y siglas en la espalda, una bolsa de plástico llena de un polvo blanco y un fajo de billetes. Cuando les entrega dos celulares les dice: –Y no se les olvide, esperen a que les llame el jefe y les diga dónde está el blanco pa’ que se avienten el jale, les ponga un carro a la puerta y los apoye en la huida pues mañana es Año Nuevo y la vigilancia va’star mas cabrona . Los dos exconvictos responden moviendo la cabeza repetidamente, colocando los celulares en los bolsillos y repartiendo los billetes en dos partes iguales. El Caníbal mira por la rendija de la puerta, la abre y sale cerrando despacio. –Ora sí, tenemos permiso pa’ chingar al bato y además pa’ empezar el año con jefe nuevo, ni mandado a ser este pinche jale–, dice el Perro oliendo las armas y después un poco de polvo blanco que sacó de la bolsa de plástico con la punta de su navaja. El Cochi mete los dedos a la bolsa de plástico, acercándolos a la nariz aspira con fuerza como si soplara al revés y tose, se los chupa mientras dice: –Pinche Caníbal, es bien gallo, cobra en los dos frentes, en la banda y en la policía, si no fuera por qu’es del barrio no le tendría confianza –luego pepena la botella de Bucanas y le da un buen baje. Este jale es el último –dice el Perro–, nomás pa’ salir de piojoso y poder largarme, no sé tú pero yo no le tengo mucha confianza al que trabaja en los dos frentes, el perro con dos dueños termina mordiendo a uno. Ya casi es medianoche, la ciudad se ilumina con luces de todos colores, las fachadas de las casas y los árboles sostienen serpentinas y cascadas de foquitos que parpadean y tocan música navideña. Las avenidas principales son patrulladas por vehículos del Ejército y de las policías federales y del estado. Los expendios de bebidas embriagantes hacen su agosto en diciembre, pues la gente atiborra los refrigeradores y las alacenas con lo que más le gusta, o con aquello que su bolsillos permite comprar. Algunos beben güisqui o coñac mientras otros toman cerveza o ron del país y mezcal barato. En las iglesias tañen las campanas y los feligreses llenan las charolas con las limosnas.
En Lomas del Cielo el Perro y el Cochi beben, inhalan, se pasean nerviosos por la sala de la casa, cuando de pronto y afuera se escucha una tropelada, un golpe seco tumba la puerta, varias ráfagas penetran tirando los vidrios y tumbando las cosas, los dos cortan cartucho y disparan a discreción mientras otro golpe tumba la puerta del patio y son acribillados desde dos frentes por armas largas y poderosas que hacen todo pedacitos picoteando las paredes, luego estallan varias granadas lacrimógenas para enseguida escucharse otra ráfaga... todo quieto... nadie se mueve... nada se mueve... el Perro y el Cochi yacen hechos pedazos... la sangre se expande por el piso... el humo se evapora mientras otros uniformados entran con sus lámparas encendidas y los rifles listos para seguir tirando pero... ya no es necesario... el Caníbal se para junto a ellos y dice “japi niu yir cabrones “, mientras deposita varias bolsitas de cocaína, crack y cristal sobre la mesa y en los cajones de los muebles de aserrín prensado, acompañándolos de billetes sueltos de diferentes denominaciones. Hace rato que el Perro y el Cochi ya no sienten nada. Por la mañana del primer día del Año Nuevo los noticieros de radio y televisión anuncian: “En la última noche del Año Viejo, el grupo especial de combate a la venta de drogas logró reventar varias tienditas en donde se comerciaba con alcaloides y drogas sintéticas. Las fuerzas contra el crimen organizado, arriesgando sus vidas, lograron sorprender a los envenenadores de la juventud en diferentes sitios de nuestra ciudad llevando a cabo una cirugía exitosa y sin bajas de su parte; se aseguraron cantidades significativas de drogas prohibidas, dinero y armas, además de algunos celulares que serán utilizados para identificar a los compradores que llamaban para ser surtidos de los enervantes. Desgraciadamente los criminales opusieron resistencia y murieron en el enfrentamiento con las fuerzas del orden. No se desconecte, a lo largo del día le estaremos informando sobre la identidad de los delincuentes abatidos conforme vayan siendo identificados. Ya volvemos, mientras, permítanos desearles un muy Feliz Año Nuevo.” •