Suplemento Semanal

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SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 26 DE MAYO DE 2019 NÚMERO 1264

SOSTENER LA PALABRA: NUEVA LITERATURA DE COSTA RICA Xabier F. Coronado

Minificciones y poemas de Anabelle Aguilar, Juan Antillón, Ronald Bonilla, Alfonso Chase, Quince Duncan, Ana Istarú, Anacristina Rossi et al.

Delincuencia organizada y literatura policíaca: la Marsella negra de Jean-Claude Izzo Ricardo Guzmán Wolffer


LA JORNADA SEMANAL

Portada: Juan Gabriel Puga

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SOSTENER LA PALABRA: NUEVA LITERATURA DE COSTA RICA Desde la perspectiva de la mercadotecnia editorial, pareciera que la literatura en español surge casi entera de Argentina, España, Colombia, México, ocasionalmente de Chile y, gracias a un puñado de autores, de Nicaragua y Guatemala. Nada más falso, pero a favor de esa distorsión abona el desconocimiento casi absoluto que padecemos respecto de las letras generadas en otros puntos de América Latina. Contra ese desconocimiento lucha este dossier de nueva literatura de Costa Rica que preparó y presenta Xabier F. Coronado, con sendos artículos sobre la narrativa y la poesía costarricenses de las décadas recientes, así como una breve muestra de un trabajo colectivo notable.

DELINCUENCIA ORGANIZADA Y LITERATURA POLICIACA:

LA MARSELLA NEGRA DE JEAN-CLAUDE IZZO El enorme y al parecer incontenible poder de la delincuencia organizada, el contubernio de las autoridades, la complicidad de los políticos y una sociedad abatida, confluyen en esta trilogía sobre el detective salvaje Fabio Montale (Total Khéops, Chourmo y Soleá), de Jean-Claude Izzo (Francia 19452000), que lo afirma como un autor imprescindible del género negro.

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La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor.Títulos y subtítulos de la redacción

Ricardo Guzmán Wolffer ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

I Me volvía loco. Había muerte por todos lados. En mis manos. En mis labios. En mi cuerpo. En mi mente. Era un muerto viviente. Total Khéops, Jean Claude Izzo

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i se habla del género policíaco hay que atender a dos aspectos fundamentales: el personaje y la trama. Fabio es, como buen policía en la primera novela, duro, pendenciero, le gustan las mujeres (quizá demasiado, pero es tan respetuoso que deja ir al amor de su vida), bebe lo necesario (aunque se quede sin comer) y es honesto hasta donde se puede. Se mete con los mafiosos, con las prostitutas (incluso rescata a una), con los vendedores de armas: hace lo necesario para conservar la paz y, si a ello se añade vengar a los amigos asesinados, no se detiene ante nada. Para aderezar al personaje, Izzo lo pone a escuchar jazz y blues de alto nivel. A diferencia del cine negro (Tarantino, Scorsese, etcétera) donde la música potencializa las escenas violentas, Montale sólo escucha su música cuando está en su casa, bebiendo y pensando sobre su investigación Parte del atractivo de Izzo es hacer de Marsella un personaje medular de la trama, donde muertos y mafiosos intercambian lugares. Quien domine al detalle esta ciudad portuaria, revivirá la geografía citadina: nombres de calles, plazas, zonas estratificadas en clases sociales y hasta puertos y zonas de pesca inundan la trama, con el notable resultado de que no obstaculizan la lectura a quienes desconocemos tan puntualmente esta ciudad y que sin duda harán la delicia de los expertos. Es otra muestra de que lo local termina por ser universal. En el peculiar universo de Izzo, la necesidad de conocer el espacio inmediato nos remite a la necesidad de apropiarnos de nuestra manzana o colonia. Así como Montale describe calles y callejones, todos hacemos del área urbana una extensión del propio domicilio. Es una parte medular de la condición humana: saberse integrante de una comunidad mayor, dueño por apropiación anímica de la ciudad entera que habita, incluso cuando se trata de una sociedad racista, sexista e hiperviolenta como la Marsella que transita Fabio mientras recuerda su infancia, desconstruye las relaciones


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con sus amigos y novias y hace lo posible por imponer la honestidad. Entrevemos historias brutales, algunas tan básicas como la violencia filial o los manejadores de sexoservidoras que las golpean por no pagar su cuota, otras tan enredadas como las rencillas mafiosas, donde intervienen sucesos de décadas atrás, con los matrimonios por conveniencia delincuencial o las pruebas de iniciación de las pandillas de esta estratificada delincuencia, donde se mata y viola sólo porque se puede, casi como pasatiempo. En Total khéops (el caos total, según una canción), Fabio enfrenta la muerte de sus amigos de la infancia y neciamente logra resolver el crimen. Lucha de mafiosos, muertos por doquier, balazos inesperados y sorpresas que lo llevarán a renunciar al cargo. Una ciudad infestada de racismo, sexismo y de un mal entendido nacionalismo en el que se desprecia incluso a quienes lucharon por Francia en la segunda guerra mundial. Los argelinos son tan malmirados como los negros, los judíos y casi cualquier inmigrante, no importa si son de segunda o tercera generación, ya nacidos en territorio francés.

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II Yo no he creído nunca que los hombres sean buenos Sólo que merecen ser iguales Chourmo

Sabiéndose en peligro, Montale hará el descenso a su infierno personal para percatarse de cómo ni siquiera sus amores entrañables eran reales.

En la segunda parte, Chourmo, Fabio está desempleado, pero termina por inmiscuirse en otra investigación al ser requerido por su prima para que le busque al hijo. Su honradez en la comunidad que vigilaba como policía le sigue abriendo puertas. Cuestiona la función policíaca: ante compañeros represores que ven en todo inmigrado o pobre a un enemigo social para ser reducido, Fabio buscó la conciliación, ayudar para que los problemas sociales se resuelvan. Como desempleado cosecha lo sembrado en su labor de ayuda. Lo sabe: la cárcel no reintegra, sólo reeduca hacia la perdición. Es en la propia sociedad donde está la respuesta para sobrevivir, en pertenecer a la chusma, (Chourmo); una chusma que integra, educa, muestra cómo puede lograrse la convivencia social incluso en contra de las autoridades, sólo interesadas en lograr los negocios para las élites, mientras que los barrios de marginados son / PASA A LA PÁGINA 4


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un estorbo: una “realidad virtual” que los franceses con dinero sólo conocerán por televisión. Toda ciudad tiene esa zona en la que el resto no quiere estar. En México no son desconocidas las comunidades donde ningún policía entra. Hace unas décadas fue noticias la irrupción que hizo el ejército en una comunidad religiosa, encerrada en una virtual fortaleza, sobre la que había denuncias por abuso y todo tipo de violencias. Marsella es un puerto donde se mezclan razas y credos, pero la sociedad ha agotado su cuota de integración. Las luchas raciales y religiosas son cotidianas, más en manos de una policía que prefiere reprimir y hacer negocios. Fabio no se limita a establecer la génesis delincuencial. Todo acto es analizable, su finalidad es comprender a los otros, pero empieza por sí mismo. Cuando está ante Cucú, una vietnamieta nacionalizada, la atracción corporal es inocultable. Fabio describe la seducción inmediata: ha bastado un mínimo diálogo para quedar hechizado. Su cuerpo lo sabe antes que la mente. Y esos encuentros inesperados pueden alargarse por años o décadas. Lo mismo le/nos sucede con la pérdida de quienes queremos. Han pasado los años desde la muerte de sus amigos de infancia, pero el dolor permanece ahí. Como civil, se adentra en los bloques de esa chusma donde las razas, las nacionalidades originarias y la actividad criminal son apenas el primer filtro de segregación. Después vienen las preferencias sexuales, la capacidad de hacer equipo con el vecino y, una vez más, los “ideales políticos” donde se disfraza el tráfico de armas o de drogas para su financiamiento. En la muerte del sobrino, Fabio encuentra que el crimen está infiltrado hasta en su propia familia, pues la prima se ha casado con un asesino de altos vuelos, quien ha matado al primer esposo de ella para quedarse con la mujer. Entre persecuciones automovilísticas, se evidencia que los criminales no modifican sus abusos básicos: la usura, ya en préstamos personales

o financieros, son la base de una peculiar mafia estilo italiano que ha infectado a varios países de Europa. Montale desenmascara la atrocidad de Marsella, pero sólo es parte de la gangrena que infecta el continente.

III Pertenecemos a eso que los tecnócratas llaman ´las clases peligrosas´ de mañana. Soleá

Soleá (derivado del canto flamenco) muestra el avance delincuencial: si en la primera novela el policía Montale investigaba a los delincuentes y en la segunda luchaba con ellos como civil, ahora debe trabajar para ellos. Una de sus amantes, periodista, ha llegado demasiado lejos con la investigación sobre la mafia y ésta le exigen a Fabio que la encuentre, o sus parientes cercanos pagarán con la vida. Como en México, donde el gobierno pasó de ordenar la criminalidad a convivir con ella para, finalmente, sucumbir ante su mayor poder, como es evidente en lugares donde la población ha abandonado miles de viviendas para, simplemente, sobrevivir en otro lugar, cualquier lugar. Si la policía está infiltrada, sólo peligra el delincuente cuando es expuesto. Fabio y sus fantasmas luchan contra una mafia capaz de matar sólo para dar un mensaje. Si las primeras novelas pintaban a un solitario bebedor con el encanto para encontrar mujeres (y luego perderlas para seguir bebiendo), en Soleá Fabio bebe desde el desayuno y no se detiene. Es confrontado de su soledad por él mismo y sus damas-espejo. El héroe romántico contemporáneo debe pagar un precio para alcanzar ese abandono conceptual: no deja de beber, bajo el argumento de un paladar privilegiado. Si esa pesadumbre lo ha dejado dependiente de unos cuantos amigos, es convincente que la mafia los mate sin piedad: lo mismo ha hecho Montale

con su infancia, su inexistente paternidad y sus matrimonios nunca concretados por esa sed de exilio interior. Hachazos, decapitados, balas como lluvia y, sobre todo, una vigilancia inevitable, hacen de la mafia de Izzo el horror implacable de una sociedad cómplice. Documentada la novela, en voz de la periodista reafirmamos los avances financieros y políticos de esa delincuencia imbatible: no sólo abarca ciudades; se ha diseminado por toda Europa y el resto del planeta. Los lazos económicos de esos criminales se muestran inevitables. Montale es el único personaje que enfrenta a los asesinos de sus amantes y amigos: no tiene nada que perder. ¿Quién puede dejar la vida en la investigación de la delincuencia organizada para poderla atacar? Si policías y políticos son lacayos de las bestias capaces de matar niños y jóvenes a sangre fría, sólo un necio intentaría domar a la obscuridad que no deja actividad sin corromper. Como si Marsella estuviera en México. Sabiéndose en peligro, Montale hará el descenso a su infierno personal para percatarse de cómo ni siquiera sus amores entrañables eran reales. Al estar ante el cadáver de la periodista, la acaricia y luego la besuquea frenético, le introduce la lengua “para ese beso imposible que quería que se llevara”. No tiene asidero: las mujeres lo han dejado, los amigos fueron muertos, la policía lo ha engañado de nuevo. Sólo le queda la pistola y la sangre, pero con un balazo en el cuerpo se perderá en el suave oleaje, su bote a la deriva: “ahora, la muerte soy yo”. Esta trilogía magistral presenta los conflictos regulares del género (el hombre vs la sociedad, el Estado como ente irremediablemente corrupto y el detective solitario), pero bajo la poderosa pluma de Izzo lo actualiza y regionaliza para evidenciar que bastaría cambiar varios nombres para sentir a la mano esa desesperación social y ese individuo perdido con su dolor irremediable en un mar que lo lleva a la noche perpetua ●


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EL POETA ESPAÑOL

LUIS GARCÍA MONTERO Y LA EXTRAÑEZA COMO BÚSQUEDA Fotos: La Jornada/ Cristina Rodríguez

A partir de la reciente aparación en nuestro país de la antología Lágrima extraña, del famoso poeta granadino Luis García Montero, aquí se hace una semblanza crítica de la evolución de su obra, en la que no falta el diálogo con Joan Margarit, Luis Cernuda, Borges, Shakespeare y Baudelaire.

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ecientemente, la Coordinación de Literatura del INBA organizó una mesa redonda en torno a la poesía del español Luis García Montero, la cabeza más visible de su generación. Si bien su poesía tiende a lo social y a veces responde a letras de canción, no es el caso de la reciente antología, Lágrima extraña, que presentó en la Universidad Autónoma de Nuevo León, con su sello y el de La Otra. Da la impresión que la poesía de García Montero se ha venido, paso a paso, latinoamericanizando, y dialoga a ratos, sobre todo en su poesía más reciente, con poetas como Juan Gelman, Antonio Cisneros, Juan Manuel Roca, Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco, por mencionar algunos nombres. No obstante, la obra de García Montero es profundamente española y ha dictado un estilo que le ha traído numerosos seguidores e imitadores; a diferencia de éstos, el poeta granadino se desmarca de sí mismo para buscarse en otros horizontes y otros dominios, se rebela y se manifiesta en su propia preceptiva para elaborar poemas que se elevan por encima de sus propias coordenadas.

José Ángel Leyva ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

Señala el antólogo, Juan Carlos Abril, cuatro ejes estilísticos en la obra de García Montero, siempre en dirección del optimismo: 1. Lo anecdótico amalgamado a lo satírico; 2. La poesía de la experiencia o de la nueva sentimentalidad; 3. La canción como inquietud sin objeto; 4, El tránsito de lo contemplativo a lo narrativo. Todo bajo la perspectiva geográfica del propio Luis García Montero, que se identifica y sitúa en medio de la poesía social, la tradición lírica de su país, las canciones populares y la vanguardia juvenil. Al leer en sentido crónológico desde Tristia (1982) y Un jardín extranjero (1983), hasta A puerta cerrada (2017) y Además, constatamos que en verdad es una pertenencia múltiple, transfronteriza, aunque domine una sentimentalidad propia y recurrencias conversacionales, cotidianas, políticas, que no ideológicas, y nos quede clara la posición del poeta ante la sociedad y la historia. Las formas verbales orientan la lectura y revelan la emoción y la ideas que guían cada poema, cada etapa en la vida intelectual y política, estética y dialógica del poeta. El yo lírico abandona con cierta urgencia el universo íntimo del autor para refugiarse en un personaje de tonalidades más abstractas. Es decir, el yo se convierte en un pretexto para hablar desde el ego como si de una multitud se tratara, como si el el poeta encarnara la experiencia de una comunidad histórica y a la vez intemporal. Esa primera persona del singular está envuelta muy a menudo en una atmósfera del “nosotros”. Incluso en esos versos donde hay una vivencia singular, García Montero la dota de una fuerza común, como bien lo sugiere el título de su libro: Diario cómplice (1987), y un poema como pocos en su trayectoria, de carácter confesional, pero de una belleza erótica que coloca al lector en su yo, como “Aquel temblor de muslo”, de una frescura adolescente que se visualiza en el deseo del otro. Lo conversacional es más que un recurso en la poesía de García Montero, es una vía regia para salirse del ensimismamiento y la contemplación desde el radio de uno mismo, para encontrarse consigo en el otro, en la orilla contraria. Textos como “Poética” resuenan con absoluta claridad en ese sentido y el tú,

la segunda persona del singular se desdobla y nombra a alguien difuso, ambiguo, que va de la sombra y la presencia de un otro al reflejo del poeta en un espejo. Para un poeta político, como es el caso de Luis, la primera persona del singular, el yo, y la segunda, el tú, no alcanzan para visualizar las inagotables omisiones de la historia, las circunstancias de cada episodio humano. Allí sólo puede colocarse como testigo de lo que ha escuchado o presenciado, de lo que supone y de lo que deduce, de lo que lee y de lo que observa, como en las escenas de “El lector”, donde se ve a sí mismo como parte de un cuadro que observa y es mirado, o mejor aún en “El insomnio de Jovellanos”, donde un yo es en realidad un él, que nos conduce hacia el pasado, un yo épico incapaz de levar su ancla del presente. A partir de Completamente viernes, de 1998, García Montero tiende un puente hacia una nueva etapa de reconocimiento y de evolución en su escritura; se evade de los límites que él mismo pudiese haber impuesto a su poética, de las banderas que pudiesen gobernar y reducir su territorio expresivo. Se abren los registros en La intimidad de la serpiente ( 2003) y las certezas van perdiendo su consistencia de consigna o silogismo. Caigo en cuenta de los diálogos de García Montero, de sus juegos intertextuales con otros poetas que no podrían permitirle el anquilosamiento en fórmulas, en cartabones discursivos, tales son los casos de Joan Margarit, Luis Cernuda, Borges, Shakespeare, Baudelaire. En su poesía no hay sólo líneas rectas, hay atajos, densas veredas, sinuosos trayectos, pero no pasajes abstrusos ni irracionalidad, pues dentro de su mecánica expresiva campea el imperativo de la claridad. Esa necesidad de la tercera persona, del contar más que del cantar, quizás lo empujó de manera casi natural a esa narrativa que se desprende de lo histórico y lo biográfico y no de la ficción sin ataduras extradiegéticas. No obstante, es la extrañeza el horizonte mental y existencial, emocional, lo que estimula a leer y a indagar en los versos de Luis García Montero, porque la sola certeza de que los sueños no son la vida es también la aceptación de su dominio en la construcción de cada realidad íntima y universal ●


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NARRATIVA COSTARRICENSE CONTEMPORÁNEA: EL OFICIO DE CONTAR LO PROPIO Breve y bien documentado panorama de la literatura que se escribe en los últimos cincuenta años en Costa Rica, un país en el centro del continente, lejos de todo pero muy cerca de sí mismo, la variedad de sus temas, estilos y recursos, y sus principales autores que proponen un espacio de “debate y cuestionamiento de verdades históricas”.

Xabier F. Coronado ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

I La palabra literaria atraviesa fronteras y nos acerca, mientras se ofrece para ser recorrida por los lectores de otras latitudes y de diversos tiempos. Margarita Rojas y Flora Ovares

Al hablar de narrativa contemporánea costarricense nos referirnos a las novelas y relatos que se escribieron y publicaron en este país centroamericano durante los últimos cincuenta años. Un período que comienza cuando los autores se liberan de normas y estructuras precedentes para dirigirse a una oleada de nuevos lectores con los que comparten la idea de que la modernización es un proceso que genera, sin remisión posible, desequilibrio, desintegración social y pérdida de rasgos de identidad. El momento actual de la narrativa en Costa Rica es heredero de la nutrida producción literaria que dejó una extensa nómina de autores, aquellos que recorrieron un camino que atraviesa diferentes territorios históricos y sociales hasta llegar a nuestros días. El poeta y novelista Adriano Corrales, en el ensayo “La nueva novela costarricense” (revista Comunicación, 2013), ubica el inicio de ese camino hace poco más de un siglo, cuando se publican textos que son producto de “una mezcla de periodismo, costumbrismo, crítica, crónica e historiografía.” La obra El Moto (1900), de Joaquín García Monge (1881-1958) es señalada por muchos como la primera novela costarricense, aunque para Corrales y otros investigadores este texto es más bien

“una transición entre el cuadro de costumbres y la novela”, y consideran a Jenaro Cardona (1863-1930) como el primer novelista de Costa Rica al publicar dos obras de temática urbana con un talante crítico frente a la religión y otros valores tradicionales: El primo (1905) y La esfinge del sendero (1914). Posteriormente, un grupo de escritores se aglutinó alrededor de la revista Repertorio Americano

NUEVA NARRATIVA Limón blues (2002) Anacristina Rossi En Revival las voces iban por abismos y había que dejarse caer con las voces. Entonces venía el trance. Le di las gracias al pianista [...] se puso a explicarme que el blues era así por sus notas azules, que eran notas tristes. Me explicó de esas notas y las notas subidas, que eran notas optimistas. El optimismo se llamaba “sostenido” y lo contrario bemol. [...] después me puso como ejemplo un ánimo que se desanima: tocó la nota en bemol. Le dije que el bemol era triste pero más profundo. Asintió con la cabeza. Entonces me di cuenta: yo era un hombre en bemol.


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(1918-1958), fundada y dirigida por García Monge, donde se publicaron textos que proyectaban la imagen de una nación en crisis por conflictos sociales e ideológicos. Entre estos nuevos narradores, que sobre todo escriben y publican relatos vinculados con recuerdos y tradiciones, destacan Carmen Lyra (Las fantasías de Juan Silvestre, 1919 y Cuentos de mi tía Panchita, 1920), pedagoga, escritora y militante comunista que se exilia en México y muere en 1949; y Luis Dobles Segreda (Por el amor de Dios, 1918 y Rosa mística, 1920). En el caso de Luis Dobles, merece la pena reseñar que su trabajo más ambicioso fue el Índice bibliográfico de Costa Rica, una obra documental de dieciséis tomos que compila todas las publicaciones realizadas en el país hasta 1930. Más adelante surge un grupo de autoras y autores, la “Generación de los cuarenta”, que escriben una narrativa realista de denuncia social: entre ellos encontramos a Max Jiménez (El domador de pulgas, 1936 y El jaúl, 1937); Carlos Luis Fallas (Mamita Yunai, 1940); y Yolanda Oreamundo (La ruta de la evasión, 1949). Así, se llega a la década de los cincuenta donde se ubica la frontera que da paso a la narrativa contemporánea; al otro lado de esa línea divisoria hallamos un grupo de escritores que, en algunos casos, siguen publicando en la actualidad. Entre ellos hay que citar a José León Sánchez, escritor de cuentos y novelas que enlazan el humor con el realismo más crudo (La cattleya negra, 1967; La isla de los hombres solos, 1968; Tenochtitlan, la última batalla de los aztecas, 1986); Carmen Naranjo, poeta, narradora y diplomática (Los perros no ladraron, 1966; Diario de una multitud, 1974); y Alfonso Chase, novelista, ensayista y poeta con una obra literaria que se centra en la preocupación por el devenir colectivo y la búsqueda de la identidad personal; sus primeras novelas y relatos –Los juegos furtivos, 1967; Las puertas de la noche, 1974; Mirar con inocencia, 1975; Fábula de fábulas, 1979–han marcado la narrativa costarricense hasta el momento presente.

II Durante el último cuarto de siglo emergen los primeros autores caribeños. Como consecuencia, los temas relacionados con los grupos sociales de origen africano –historia, cultura, marginación– se tratan por primera vez desde el punto de vista del escritor originario. Quince Duncan es uno de los más representativos, y en su obra destacan interesantes novelas y relatos: Hombres curtidos (1973), Los cuatro espejos (1975), La paz del pueblo (1979), Kimbo (1989); este autor tiene un relevante estudio que recopila la presencia de la negritud en la literatura de Costa Rica (El negro en la literatura costarricense, 1975). Los escritores de fin de siglo y comienzos de milenio desarrollan una narrativa que surge como respuesta ante las causas generadoras de perturbación social –quiebra moral, corrupción institucional generalizada, censura y represión– que se dieron en el país a partir de 1980. Entre una gran cantidad de autores destacamos a dos escritoras: la primera es Tatiana Lobo, que en su novela Asalto al paraíso (1992) aborda como tema central la sublevación indígena de Presbere en 1709, y Calypso (1996), en la que explora, a través de un planteamiento étnico y cultural, las diferencias sociales en un pueblo de la costa caribe. La otra es Anacristina Rossi, una autora clave de esta época, cuyas novelas enriquecieron el panorama narrativo con temas nuevos y visiones más amplias desde perspectivas diferentes (María la noche,1985; La loca de Gandoca, 1992; Limón blues, 2002; y Limón reggae, 2007). En otros autores encontramos obras que plasman, con neorrealismo descriptivo, el momento social

a través del testimonio directo y la denuncia: Los sonidos de la aurora (1991) de Carlos Morales; Mundicia (1992), de Rodrigo Soto; Las estirpes de Montánchez (1992) de Fernando Durán Ayanegui; Retrato de mujer en terraza (1995) de Dorelia Barahona; y las novelas de Fernando Contreras, Única mirando al mar (1993) y Los peor (1995), que retratan realidades herméticas e inexploradas de ambientes urbanos. También resulta interesante la obra de Rodolfo Arias Formoso: El Emperador Tertuliano y la legión de los Superlimpios (1992), un relato tragicómico y burlesco sobre la sociedad de consumo y el funcionariado mediocre y conformista propio del sistema institucional. Otra novela reseñable es Los dorados (1999), de Sergio Muñoz, que narra en su propio lenguaje el proceso desintegración material y espiritual de las capas sociales más marginadas y excluidas.

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(2015), relato de una época juvenil cuando se vive sin otras expectativas que la ansiedad diaria por satisfacer excesos y la necesidad de aventuras en la jungla citadina, una novela paródica, hilarante y entretenida, escrita por el poeta Mainor González Calvo. Todo esto sucede con la narrativa contemporánea hecha en Costa Rica, una realidad literaria casi desconocida que no ignora su condición de origen y sobrevive porque se nutre de sí misma. Una literatura que explora múltiples caminos y enfoca visiones que transitan y trascienden diferentes planos estilísticos y estéticos. Las publicaciones aumentan y los autores surgen para asumir nuevos retos con el proceso creativo y la literatura, con la sociedad en que viven y con ellos mismos. De esta forma se impone una narrativa consciente, atrevida y turbulenta comprometida con el exigente oficio de narrar lo propio ●

III Algunos de los novelistas surgidos a lo largo de las casi dos décadas del nuevo milenio son poetas que incursionan en la narrativa experimentando temáticas, lenguajes y estilos. Se trata de creadores inquietos que buscan en la referencia oral e histórica el repaso y la explicación de lo que se considera propio. En Costa Rica las variantes narrativas evolucionan y en el momento actual se reinventan la temática histórica y política, el relato costumbrista, el neorrealismo descriptivo, la novela negra y las vanguardias redimidas. Como ejemplo, dos novelas policíacas de Jorge Méndez Limbrick, Mariposas negras para un asesino (2005) y El laberinto del verdugo (2009), que conjugan un enfoque particular de la historia con la calidad de un trabajado oficio. Otro texto interesante es Verano rojo (2010), de Daniel Quirós, que agrega a la novela negra un componente histórico al relatar hechos acaecidos en 1984 en un lugar de la frontera entre Costa Rica y Nicaragua, la llamada “conjura de La Penca” que tuvo como protagonista al comandante guerrillero sandinista Edén Pastora. La novela contemporánea en Centroamérica crea un espacio literario de debate y cuestionamiento de verdades históricas, aporta versiones diferentes al discurso oficial con el fin de llenar los silencios que en éste se producen al no querer abordar hechos que se podrían considerar censurables. La novela relata y revive la historia frente al olvido y la ocultación, asume un papel social y político al incorporar a una mayoría, que siempre fue dejada al margen del relato histórico, en el desarrollo de los acontecimientos. La literatura costarricense contemporánea nos propone narraciones imaginadas y posibles del pasado, utiliza la historia como fuente de inspiración que aporta temas e interpretaciones y, sin querer sustituirla, ofrece datos para recuperarla y restablecer la memoria. Como ejemplo reciente en esta línea de novela histórica está la obra de Adriano Corrales, La ruta de los héroes (2017), un texto sobre la Guerra Nacional (1856-1857), enfocado desde dos perspectivas temporales diferentes, que hurga en la memoria para recordar hechos que han quedado en el inconsciente colectivo, rescatarlos y reescribirlos con el propósito de tejer un relato que llene los vacíos que no pudieron contar las crónicas oficiales. Dentro de los caminos diversos por los que transita la nueva narrativa costarricense, también merece la pena hablar de otros textos que se crean sin más pretensiones que detallar formas de vivir la vida y comunicar experiencias que se suceden en la cambiante realidad urbana de San José. Entre ellos cabe mencionar Las aventuras del Oso mañoso

NUEVA NARRATIVA Verano rojo (2010) Daniel Quirós El polvo. Odio el polvo. En esta época del año lo envuelve todo, como una telaraña ubicua. Se mezcla con el sudor y transforma la piel del rostro en una máscara ennegrecida. No importa cuántas veces me limpie con el pañuelo blanco que llevo en el bolsillo del pantalón, igual siento ese raspar incómodo sobre la piel, el sabor a tierra sobre los labios, que trato de humedecer con la lengua, pero que siempre terminan resquebrados. Lo mejor es pasar el día en el bar de doña Eulalia, desde donde se puede ver el mar, que a veces envía una que otra ráfaga de viento, que junto con un cigarrillo y una cerveza bien fría, hacen del día algo parcialmente tolerable.

La carta”, en Cuentos escogidos (2004) Quince Duncan Hierve. El agua sepultada en las venas de la tierra, y la tierra porosa, húmeda y el viento hierven. Contrastes. Un mundo heterogéneo reunido en los lindes del pueblo: contiene una unidad oculta que estalla en la policromía de su vegetación. El ruido de los metales sofoca la queja de la tierra oprimida por la mucha necesidad, la angustia e intenso calor. Más fuerte que el sonido de los hierros carcomidos por el uso y el tiempo, se elevan los gritos: monótona plegaria de un pueblo que hierve. Pan bon, pan bon, pan bon, cocadas... patí, cocadas, patí, patí, patí... Íntimo, en aquella correntada de melodía, se siente el ritmo de una raza que no sabe claudicar. En los ojos, en las voces. Siquirres hierve, se hace pedazos. Yucá, yucá, yucá, bofe... péscado... bofe... péscado... patí... patí, patí... (Continúa en la versión online: semanal.jornada.com.mx)


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SOSTENERLAPALABRA: LA POESÍA COSTARRICENSE ACTUAL Aquí se sigue, comenta y celebra el libro Sostener la palabra. Antología de poesía costarricense contemporánea, de Corrales Arias, que ofrece una imagen atractiva y variada de las voces poéticas, más de sesenta, del país centroamericano, desde el lirismo modernista hasta las vanguardias de los últimos años, en que el poeta ya está “más cerca del antihéroe que echa mano a lo lúdico y se torna sarcástico y coloquial en el desmenuzamiento de la zozobra cotidiana”, como afirma Jorge Boccanera en su libro Voces tatuadas. Crónica de la poesía costarricense 1970-2004.

I La poesía viene de un lugar que nadie domina y nadie puede conquistar. Leonard Cohen

HABLAR DE POESÍA siempre es problemático, es quizás el menos definible de todos los géneros literarios. Esta cualidad, que para algunos es un defecto, para otros constituye su más preciada virtud. ¿Qué características deben tener las palabras reunidas en versos para que en conjunto formen un poema? Ninguna, ni siquiera la rima o una estructura específica en versos y estrofas son condiciones necesarias para que la palabra escrita adquiera la misteriosa y mágica cualidad de ser poesía. Podemos ir más allá, pues tampoco es absolutamente necesario que estén escritas.

En un remoto pueblo de las montañas de Asturias, en el norte de España, conocí hace bastantes años a un poeta campesino. Era ganadero y labrador, naturista y vegetariano por convicción en un medio y un tiempo, los años ochenta del pasado siglo, cuando manejar esos conceptos era algo ajeno a aquel mundo donde prevalecía la dieta del embutido y la falta de conciencia sobre salud física y ecológica. El nombre de este poeta es Hilario Marrón. En nuestros diferentes encuentros, caminatas y charlas al calor del fuego y la amistad, Hilario me recitó un sinnúmero de poemas que nunca habían sido escritos en soporte alguno. Habían surgido de su mente en momentos de inspiración —casi siempre provocada por el asombro ante la sublime belleza de la naturaleza— y permanecían vivos en ella. Incluso habían evolucionado con el tiempo y había hecho correcciones de estilo, en ese mismo soporte neuronal, a aquellas églogas emanadas de la plenitud que sentía en su existencia campestre y bucólica. Con lo expresado anteriormente se pretende corroborar la tesis formulada en un principio: la poesía es la materia literaria más ambigua, no posee reglas ni cánones que sean imprescindibles. Por eso, este ensayo se abre con la cita de un poeta que afirmó que la poesía procede de una zona libre que nadie domina ni puede conquistar. Aunque el que suscribe no es muy partidario de agrupar a los poetas por nacionalidades –porque la poesía nace en un territorio ignoto y universal donde banderas, fronteras e himnos patrios no tienen cabida–, esta introducción viene al caso para hablar de poesía contemporánea escrita en Costa Rica, con base en la selección publicada en el libro Sostener la palabra. Antología de poesía costarricense contemporánea (San José: Editorial Arboleda, 2ª edición, 2018), compilada por el también poeta y novelista tico Adriano Corrales Arias. Se trata de un volumen que tiene el preciado valor de abrirnos la puerta a la obra de más de medio centenar de poetas, todos ellos con poemarios personales publicados, que de otro modo no podríamos acceder dados los consabidos problemas de difusión que sufre la poesía. Un valor en alza cuando se trata de autores que publican en un círculo editorial con escasa repercusión más allá del ámbito centroamericano.

II

Xabier F. Coronado ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

A PESAR DE su dimensión y variedad, la poesía costarricense es una de las líricas territoriales menos divulgadas en el continente americano aunque, paradójicamente, ha suscitado numero-

sas antologías, muchas de ellas realizadas por los propios poetas ticos, quizás en un intento de hacer bueno el refrán de que la unión hace la fuerza y así, en bloque combinado de diferentes autores, poder alcanzar la difusión y repercusión que se merecen. Como precisa Adriano Corrales en su introducción a este libro, la poesía que se escribe desde hace años en Costa Rica —podemos retrotraernos a mediados del siglo pasado—, creada por autores que han nacido o se han afincado en ese territorio, ha tenido un desarrollo particular e interesante. Para cualquier neófito, o incluso alguien versado en poesía costarricense, es condición previa ineludible leer con detenimiento el esclarecedor texto introductorio de Adriano Corrales para ubicarse y poner en contexto lo que va a encontrar en este volumen cuajado de buenos poetas e interesantes composiciones. Quienes conocemos, aunque sea parcialmente, la realidad poética centroamericana, y la costarricense en particular, somos conscientes de la riqueza y calidad de la poesía que se hace en esa parte del planeta. Los herederos de Darío hicieron buenas sus enseñanzas y a lo largo del sinuoso y bello territorio que une las dos partes del continente americano, ser poeta es algo casi innato, que se lleva con sano orgullo, dignidad creativa e inquietud existencial. Las raíces de la poesía en Costa Rica fueron alimentadas por autores que hicieron florecer y madurar su obra en diferentes épocas. Entre otros muchos, podemos nombrar a Lisímaco Chavarría (1878-1913), un poeta de singular lirismo modernista; Roberto Brenes (1874-1947), activo educador, poeta y ensayista; Eunice Odio (1919), poeta nacionalizada mexicana y fallecida en nuestro país en 1974, que dejó una particular poesía del éxtasis que navega entre el amor y la naturaleza, especialmente en sus obras Los elementos terrestres (1947) y Tránsito de fuego (1957): “Ven/ te probaré con alegría./ Tú soñarás conmigo esta noche/ y anudarán aromas caídos nuestras bocas./ Te poblaré de alondras y semanas/ eternamente oscuras y desnudas.” (“Posesión en el ensueño”); otro ejemplo de su calidad poética son estos versos del poema “Este es el bosque”, escrito en México en 1966: “¿A dónde vamos compañero, sin nada al sol?/ Vamos a la sagrada forma/ que no duerme jamás;/ al atareado aroma solitario, a la sangre/ que sólo sale al viento por un golpe,/ desgastando lo que toca en su tránsito.” Otros precursores de la poesía contemporánea en Costa Rica, responsables de su importancia y trascendencia, son: Alfredo Sancho Colombari (19241992), poeta, novelista y dramaturgo fundador del Instituto Nacional de Artes Dramáticas de Costa Rica (inad), un autor hoy prácticamente olvidado


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POETAS DE COSTA RICA Calladita es más bonita onita Camila Schumacher Nunca resulta sexy una mujer que escribe poesía redundante, quizás incauta, claro puta sólo si es bueno lo que escribe, pero sexy jamás.

que también vivió y falleció en México (Cantera bruta, 1965); el prolífico Alfredo Cardona Peña (1917-1995), escritor muy relacionado con México a donde llegó en 1938, docente de literatura española en la Escuela de Verano de la UNAM, e integrante de la llamada Generación Tierra Nueva –vinculada a la revista del mismo nombre, al lado de poetas como Alí Chumacero y González Durán—, que publicó la mayor parte de su obra en nuestro país (El mundo que tú eres, 1944, Los jardines amantes, 1952, Sonetos enamorados, 1958, Confín de llamas, 1969): “Es preciso no saber demasiado,/ adivinar las cosas, repartir nuestros ojos/ en millones de mundos que nos miran.”; Isaac Felipe Azofeifa (19091997) poeta, educador y político que entre Trunca unidad (1958) y Órbita (1996), dejó una decena de libros que transitan desde el modernismo a las vanguardias poéticas.

III ENTRE LOS QUE han tenido más influencia en generaciones posteriores está Jorge Debravo (1938-1967), un poeta muy leído y estudiado (Milagro abierto, 1959; Poemas terrenales, 1964; Nosotros los hombres, 1966) que trasciende la tendencia modernista, estilo que copó el horizonte poético costarricense durante la primera mitad del pasado siglo, y abre el llamado “período de vanguardia literaria”. A Debravo le siguen otros poetas más recientes: Laureano Albán, Rodrigo Quirós, Mayra Jiménez, Julieta Dobles y Ronald Bonilla, quienes son el eslabón de la cadena que enlaza con las nuevas generaciones. De esta variada herencia surgió una amplia nómina de autores que forman la heterogénea escala de voces de la realidad poética actual en Costa Rica. Una poesía experimental y contestataria, contracultural y apasionada, que se encuentra dispersa en un espectro editorial que abarca numerosos libros, revistas y antologías. Sobre la poesía costarricense contemporánea, el escritor Jorge Boccanera apunta en su libro Voces tatuadas. Crónica de la poesía costarricense 1970-2004, que durante ese período la poesía hecha en Costa Rica, además del lenguaje menos rígido y la búsqueda de otras posibilidades estéticas, también había cambiado “el lugar del poeta, situado ahora en el polo opuesto del intérprete del universo, más cerca del antihéroe que echa mano a lo lúdico y se torna sarcástico y coloquial en el desmenuzamiento de la zozobra cotidiana. Se escribe una poesía proclive a / PASA A LA PÁGINA 10

Nunca ni en broma, poes esía í una mujer que escribe poesía nte encuentra algún amante que le pida que le desgrane versos al oído que le hable de amores disonantes, s, de frustraciones ávidas, de la acidez de la página en blanco,, del ron añejo, de la sopa de techo.

Vigi Vigilia Mayra M ay Jiménez Yo q que te he amado en secreto d de sd el momento en que te vi, desde p pr im primero. Qu Q Quee tiemblo con sólo mirarte, con oírte, con olerte. Que toco la divinidad cuando te abrazo, que casi desfallezco cuando te escucho, cola colapso cuando me miras. Que mis neuronas y mis hormonas se extravían cua cuando ríes, perm permanezco en vigilia con tus poemas aquí. Verá Verás que me los sé. Jam Jamás creí enfrentar tal desafío, tran transformar el amor en eeste arte.

Sin título Si una mujer escribe, por ejemplo, que el recibo de luz le llega con recargo no falta quien pregunte por qué escribe por qué no va al gimnasio o cría un par de hijos y aprende quee sólo en la sentencia de divorcio suss palabras tendrán gún futuro. algún

La a noche es un desierto Camila mila Schumacher Dell amor mee queda la resaca. Loss restos del encuentro, s olor olo l r La ceniza y su tre los ded dos, dos, entre dedos, las huellas al borradass d abr braz azo, o mal dee un abrazo, despreend ndid idos o los pelos desprendidos en la almohada, oscuro os, los recodos oscuros, ntinentes del beso, continentes el fondo de los vasos en que bebí tu risa. Y qué le voy a hacer, Yo más bien esperaba de la vida otra cosa... ros, a la costumbre Otros, la llaman esperanza sta ver ese pájaro, basta jaulado, sin cielo enjaulado, odavía canta. y todavía

Alfonso Chasee Alfo He eescrito mucha a mierd rda, rd a d ijo un p oeta. Escribim mos mierda, dijo poeta. Escribimos mie mierda. Excrecencias de palabras. Lo fundamental se que queda adentro. Se hace parte del hígado, del corazón, de los pulmones. El acto de escribir es físico. Nunca el exorcismo para alejar la muerte. Se escribe porque se tiene la vejez del mago, la verdad de la alquimia, la piedra fundamental goteando el oro. La mierda, enton onces, se transform ma en ffúlgido ú gido metal úl al y de de éste éste entonces, transforma salen volando volan los cuervos del lenguaje.

Hay que nacer, nacer... nacer.. acer... Ronald Bonilla Hay que nacer de nuevo nue uevo v para recog ger eell ci ciel elo o de de la fruta, recoger cielo o su botón bottón d sed d o tu u pezón enhiesto. dee se Hay qu q n cer, ce rh r, a q ay ue nacer quee na nacer, hay que para ra a ssaber aber ab er d usta us tancia intangible del amor ta r. dee la ssustancia amor. Ha ay qu quee em mpu puja ja ar a la matriz Hay empujar para a nacer nac a err al al viento. vien vi e to. Hay quee na n cer, hay que nacer nacer, como si vo volviésemos a naufragar en ntrre la l llágrima, ágri ág rima ma,, entre ya sin la carga c rga del pasado ca tornándo do dose o destino: tornándose aquí de pronto, p onto, sólo olvido te pertenece: pr pertenece:: sal de tu sangre sang n re a recorrer recorrer ell sendero. sen ndero.

III Anabelle Anab An abel elle le Aguilar Agu guil ilar ar Brealey Es E día me m bañaré bañ añaré con agua de de lluvia lluv uvia i Esee día perfum mad ada a con flores silve est stre r s perfumada silvestres no usaré ungüentos ungüentos que escondan esc scon ondan n mi m olor olo or vestiré chilaba ch hil ilaba blanca, calzaré sand dalias de hilos de or oro. o. sandalias Pulsará mi sangre de animal, esperando esp per eran ando do el encuentro cubriré tu cuerpo, reposaré en tu le ech c o lecho a sabiendas de que la vida, me traerá traer erá la muerte. / PASA A LA PÁGINA 10


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la mixtura de estilos y mundos culturales diferentes. Surgen nuevos caminos expresivos que fusionan lenguajes: poesía visual, juegos tipográficos, collage, técnicas de montaje, textos de historieta y letras de canciones.” En definitiva, la experiencia de sumergirse en la lectura del volumen Sostener la palabra es un acto de lo más recomendable para cualquiera que viva y disfrute la poesía. Supone un baño revitalizante de arte poético donde, entre los más de sesenta autores seleccionados, nos encontramos con la

POETAS DE COSTA RICA Sin título Juan Antillón El poeta vende os queques estupendos en tres cafeterías cercanas a su casa y una lejana para pagar el colegio de su hijo. […] El poeta vende memoria y reflexión a mozalbetes y damiselas de universidad a quienes importa un pepino lo que diga os y comprar elect c ricidad. para reparar zapatos electricidad. El poeta quisiera vender y vivir de su palabra ra pero sólo encuentra lectores gratuitos de sus poemas y editores motivados por la mejor intención del tiburón. n él Cuando te tropieces con después de este encuentro tu lánguida mano acaso rasque el fondo del bolsillo y contribuyas a mantener esta reliquia y curiosidad del mundo comprando una de las alarmas contra incendio que sin duda andará vendiendo para tantas

madurez lírica de los poetas nacidos alrededor de 1950: Anabelle Aguilar Brealey, Juan Antillón, Alfonso Chase, Helio Gallardo, Mayra Jiménez, Guillermo Sáenz Patterson, Osvaldo Sauma y Joaquín Soto; la frescura de los nacidos a partir de 1960, entre otros: Melvin Aguilar, Nidia María González, Mainor González Calvo, Ana Istarú, Silvia Piranesi, Adriano de San Martín Corrales, Joaquín Soto y Carlos Villalobos; así como a los nacidos fuera de Costa Rica, residentes o naturalizados, como Carlos Calero, Helio Gallardo, David Maradiaga, Américo Ochoa y Camila Schuma-

cher, que corroboran la tesis de que la poesía vive y crea por encima de fronteras y nacionalidades. Por último, sólo resta precisar que Sostener la palabra es una antología que renueva la certeza, a veces olvidada, de que en todos los lugares del planeta subsiste una valiosa, y muchas veces desconocida, caterva de escritores que hallan en la poesía la forma de expresar su visión del mundo y comunicar sus experiencias. Este volumen facilita la entrada al espacio lírico de un país de interesante tradición poética, tan cercano como desconocido para los innumerables amantes de la poesía que vivimos en México ●

cabezas llenas de paja sobre paz y democracia y reformas y justicia social y perfección capitalista.

Esto fue amor. Lo firmo con mi saliva y puño en un vaso de acero en el q que brindo. gún sitio, Hay una colegiala, en algún ncio. que baila hasta el cansancio.

En estos tiempos útil oferta ya ves.

ta Este tratado apunta honestamente u sueño sueñ ño que el pudor y su n mejor dueño o no encuentran que el rincón apacible de la vagina y me destina a una paz virginal y duradera. unta. Esto el tratado apunta. ulce Por ser latina y dulce y verdaderamentee inclinada n de la cadera. a una casta tensión Y no lastima al parecer uras las intenciones puras de tantos curas. nta, El novio se contenta, al padre alienta entral que en América Central ntra siempre se encuentra exual. su hija virgen y asexual. ña Este tratado enseña meña cómo el varón domeña y preña tral en la América central y panameña. Y de esta fálica omnipotencia reras mi rebelión de obreras me defienda. unta de de mis senos, seno nos, s Porque tomo la punta campanitas rro de agudísimo hierro y destierro al este himen puntual a que me amordaza sta en escozor machista y encarga lista ial. de herencia colonial. ado de los cráneos, Yo borro este tratado con ira de quetzal lo aniquilo, con militar sigilo erizo, lo muerdo y pulverizo, o ajado e indeciso como a un muerto t lo mato y lo remato con mi sexo abierto y rojo, manojo cardinal de la alegría, desde esta América encarnada y encendida, mi América de rabia, la Central.

Generoso que es él.

Bolero irrepetible Ana Istarú Hombres que amé, los esplendentes hombres de los cines sombríos, tormentosos o dulces, los demonios garridos, los de espléndidas crines, los arcángeles tácitos, escoltando la noche, bordeando como un sueño mi cuerpo humedecido, hombre tiernos, nefastos, portentosos, cobardes. Ho Hombres castos (los tuve) res resguardando su fuego de mi pasión sin quicio, los delgados, los altos, los altísimos, los que tenían un dejo de avellana en los hombros, los feos qu que tanto quise amar com como a los más hermosos, bu buscando el tramo tibio detrás de sus rodillas, el á ángulo exquisito del tobillo y sus s contornos, am amores desvaídos, am amores elocuentes, bat batallando exaltados al igual que San Jorge, do domeñando a mi madre, el d dragón crepitante. Ad Adónde fueron. Ya adónde fue mi madre. Ho Hombres que amé con fe, con sed, con sinrazón, con lucidez, com como un ciclón que encalla y es sólo desatino, ho hombres que amé como nunca jamás, y eesa que soy y fui yy ya no seré nunca est está bailando ahora pe perdida en un bolero irrepetible, car cargada de geranios, de besos que no vuelven com como la línea dura de un astro que se astilla.

III

(Continúa en la versión online: semanal.jornada.com.mx)


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LENGUAJE, LITERATURA Y VIDA COTIDIANA Tema libre, Alejandro Zambra, Anagrama, México, 2019.

Carlos Torres Tinajero ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

TEMA LIBRE, del chileno Alejandro Zambra, reúne crónicas, recuerdos y ensayos sobre el lenguaje, la literatura y la vida cotidiana, en los que las reflexiones sobre la trascendencia de las palabras y la creación literaria ordenan la naturaleza variopinta y palpitante del libro. Con un tono fresco, Zambra cuenta sus aspiraciones literarias y sus primeros años de escritura en Chile. A esa generación de finales de los setenta le tocó experimentar el paso de la máquina de escribir a la computadora, que facilitó el trabajo con el lenguaje, sólo por escribir, borrar y cortar palabras en la pantalla, con mayor plasticidad, para dar paso a la creación literaria. Este libro no sólo reflexiona sobre la importancia del lenguaje; audaz, entre la pluralidad y la inme-

diatez de temas por explorar, también pone énfasis en la trayectoria docente de Zambra en la literatura. Habla de una alumna irrespetuosa, a quien le disgustó La metamorfosis, de Franz Kafka. ¡Cómo era posible que Gregorio Samsa, el personaje, despertara siendo un bicho! Con el tiempo, el disgusto de la alumna se transformó en una auténtica vocación por las letras y la docencia. Gracias a su paso por las aulas universitarias, Zambra subraya la importancia del diálogo horizontal en clase. Critica la antipática imagen del profesor sabelotodo que sólo presume su conocimiento ante los alumnos. Contra esa lógica tradicional dice que el conocimiento, en el mejor de los casos, se construye a través de un diálogo dirigido entre dos personas (maestro y alumno) con un acercamiento dispar a un tema particular. Tema libre fue una conferencia de Zambra en la Facultad de Comunicación y Letras de la Universidad Diego Portales, en el marco del Ciclo Cátedra Abierta, en homenaje al grandísimo escritor chileno Roberto Bolaño. Un conferencista nunca tiene la oportunidad de hablar de un tema libre: la ausencia de tema nutrió la conferencia. Zambra dice que se pueden pasar meses sin tener claro el tema de escritura, aunque de pronto surge la creación. Recuerda que, al escribir, siempre hay algo en el interior de una persona con un valor irrenunciable. Pero más que preocuparse por un tema libre en la escritura, la generación de Zambra se ocupa por el trabajo del lenguaje, su importancia en la creación literaria y su vinculación con la vida. El origen de la escritura está en la experimentación con el lenguaje, mezclando experiencias, siempre a partir de un tono evocativo. Justamente a partir de un tono evocativo, Zambra sostiene que la literatura se nutre de recuerdos. Con una sorprendente madurez emocional, narra el engaño marital de su madre y el consecuente divorcio. Llama la atención la imagen que tiene de su padre: un adulto falto de imaginación con un gusto hipnótico por el futbol; su madre, por el contrario, radiante, creativa, decidió seguir su vida en Argentina con Luciano, quien se convirtió en una figura paterna para Alejandro Zambra, hasta su llegada a Ciudad de México. A propósito de dicho arribo, el autor reflexiona sobre la geografía y el habla urbanas. Un paseo por el Bosque, el Castillo y el Lago de Chapultepec, en la voz de Zambra, adquiere un tono nostál-

gico, memorable. Ahí, funde las costumbres, las tradiciones y los dialectos del español chileno y mexicano. Es inútil resistirse a ese cambio dialectológico: decir “auto”, en vez de “coche” o “coche”, en vez de “carriola” es un sinsentido en México. A pesar de que el cambio léxico es natural por el contacto lingüístico, dice que aceptar el léxico local es una muestra inequívoca de servilismo y de falta de carácter. Zambra se pregunta hasta qué punto se siente mexicano. ¿Sentirse mexicano es experimentar y sufrir las tragedias de este país, como los terremotos de 2017? Entre el horror sísmico, el autor protegió a su esposa embarazada y a su pequeño hijo, al bajar seis pisos del edificio en muletas, sintiéndose vulnerable. Quizá una de las principales virtudes de este texto consiste en llevar un registro de aquel día con un propósito ético, claro y puntual. Otra de las facetas de la libertad creadora en el trabajo de Zambra es la traducción literaria. Como él mismo lo cuenta, la mayor satisfacción, en este terreno de la creación, es leer una novela en inglés con fluidez, lejos del diccionario. Pero más allá de la fluidez, una de las propuestas fundamentales del libro, en materia de traducción literaria, se basa en una idea de Adam Philips, psicoterapeuta británico, quien hace un símil entre el oficio de traductor y el de terapeuta. Si el traductor es un terapeuta, el texto es una persona a la que se debe escuchar para llevarla a buen puerto; cuando una traducción nos parece extraordinaria, es producto del trabajo del traductor, quien se ocupó de llevar el texto a otra lengua, no sólo en aspectos gramaticales sino también en aspectos culturales. Traducir de una lengua a otra es crear un puente lingüístico, pero sobre todo antropológico, que transmita costumbres, rituales y símbolos específicos. Una vez que se tiene en mente la naturaleza variopinta de Tema libre, Zambra confiesa que su libro se trata de un “ensayo virtualmente infinito”. Llama la atención el tono desenfadado de su escritura, poco frecuente en las letras, que va de la mano con dos tareas específicas: reconstruir el pasado del autor y explorar una gran diversidad de temas literarios desde una perspectiva lúdica. Por la fluidez ensayística y narrativa, quizá haya que entender estos textos como flujos de pensamiento con un propósito específico: recordarnos, a punta de palabras, el lugar imprescindible del lenguaje en la literatura y en la vida cotidiana z


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EL INAGOTABLE JUAN RULFO Juan Rulfo. Estudios sobre literatura fotografía y cine, José Carlos González Boixo, Cátedra, España, 2018.

Enrique Héctor González ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

MUCHOS SON LOS asuntos que se comentan alrededor de la obra de Juan Rulfo porque se trata, sin duda, de uno de los autores torales de la literatura mundial, alguien a quien probablemente se seguirá leyendo y estudiando en los próximos años con la misma intensidad, como ha sido hasta ahora desde que apareció Pedro Páramo en 1955, obra que inusitadamente, como si se supiera el lugar que iba a ocupar en el canon de nuestras letras, a los once días de publicada ya contaba con una primera reseña crítica (escrita nada menos que por Edmundo Valadés, uno de los mejores lectores de prosa narrativa que ha dado México, aparte de cuentista de mérito) y con una primera traducción, en este caso al alemán, el mismo año de 1955 y debida a los buenos oficios de Mariana Frenk. Desde ese momento no han faltado los acercamientos críticos, las aproximaciones ensayísticas a un libro que sigue irradiando y generando lecturas

en el orbe hispánico y aun en círculos académicos de otros países, para sorpresa del mismo Rulfo, quien alguna vez, extrañado de la cantidad de tesis, artículos y libros que atesoraba determinada universidad estadunidense (una habitación casi enteramente dedicada a su obra), salía de ahí diciendo: “¡Pero si yo sólo escribí dos libros!” El libro del estudioso español José Carlos González Boixo no es uno más de esos volúmenes dedicados a estudiar la literatura rulfiana, pues se trata de alguien que, junto con Alberto Vital, Víctor Jiménez y Jorge Zepeda, entre algunos otros, está apuntalando la crítica rulfiana de los últimos años, tarea que se ha extendido hacia la fotografía, el cine y aun la labor reflexiva, pues tales intereses del autor de El Llano en llamas no habían sido suficientemente atendidos el siglo pasado. Este volumen es buena ocasión para comentar ciertos aspectos más o menos soslayados acerca de Rulfo. En primer lugar, una de las claves más célebres del Rulfo menos conocido es la del aficionado (y algo más que eso) a la fotografía y al cine. Por lo que respecta a esta segunda expresión artística, Boixo aporta datos esenciales y concluye con precisión que los textos de Rulfo que terminaron por ser base de películas, no siempre dignas, son de distinta naturaleza: desde el que fue incorporado al mediometraje La fórmula secreta, a guiones literarios (como ocurrió con El despojo) o a una novela breve, el célebre caso de El gallo de oro, que la crítica ya se ha encargado de enfocar como lo que es: un texto narrativo que, si bien sirvió para que con él hicieran (o deshicieran) una película más o menos convencional y otra no tanto, es una novela breve hecha y derecha que merece ser considerada el tercer libro narrativo de Juan Rulfo, ése que siempre se buscó y nunca se encontró. Así que no se debe sólo a la timidez proverbial de Rulfo, a su poca fe en el texto, el hecho de que hasta ahora haya prevalecido la idea de que se trataba sólo de un “guion fílmico”, sino que asimismo contribuyó al equívoco la estulticia de quienes lo presentaron, en 1980, como un texto para cine y no como la novela corta que en realidad es. El asunto de Rulfo fotógrafo es evidentemente otro cantar, pues no se trata de la intención, feliz o no, de participar en una producción cinematográfica, sino de un arte al que el autor jalisciense dedicó años de labor. No es seguro que, como afirma el crítico, “la importancia de Rulfo como

fotógrafo haya sido reconocida y su nombre figure entre los más relevantes fotógrafos hispanoamericanos del siglo XX”. Sin duda, sobre todo a partir del homenaje nacional de 1980, las fotos de Rulfo hicieron volver la mirada sobre un narrador que ubicábamos exclusivamente como un escritor parco y prodigioso, y esa mirada ha quedado complacida con creces. Pero es tan difícil destacar en dos rubros de manera excepcional (pienso al vuelo en hombres del Renacimiento como Da Vinci, en Goethe, en el Pasolini poeta y el Pasolini cineasta), que se impone la duda, “el peligro implícito”, observa González Boixo, “de que la fama del escritor lleve a que su fotografía sea considerada como una actividad secundaria, una afición de carácter anecdótico y buena compañera para ilustrar su obra literaria”. O quizá otro riesgo, también factible, es el de que sobrevaloremos la obra fotográfica de Rulfo en función de provenir de quien proviene, una celebridad literaria. En todo caso, creo que ya no podremos saber si, de no haber existido Rulfo como escritor, habría destacado tan plenamente como Álvarez Bravo o Pedro Meyer en el mundo del arte fotográfico, o si sería una figura respetada internacionalmente a pesar de la convencionalidad o el evidente esteticismo de algunos de sus trabajos visuales. De todos modos, es muy claro que ciertas series fotográficas, como la de los indios mixes, son en sí mismas una obra mayor. La obra de González Boixo resulta esencial, en fin, porque perfila con puntualidad consideraciones críticas que, por muy revisadas que estén, a veces se mueven (es un decir) en los pantanos de la insensatez crítica o han sido generosamente tergiversadas o soslayadas; por ejemplo, la del tan traído y llevado “realismo mágico”. Con lúcida pulcritud, Boixo no se interesa por el tema sino desde la perspectiva rulfiana, porque casi cada autor que ha dado con este asunto (Carpentier, el Gabo, los críticos de todas las latitudes), como don Quijote y Sancho con la iglesia del Toboso, ha confundido palacios con templos y realidades mágicas con ficciones no menos maravillosas, y ha teorizado a su manera y fantaseado hasta el aburrimiento con una materia que parece no agotarse. Por todo ello, y algunas otras observaciones donde compiten el razonamiento agudo y el conocimiento de la materia, el libro de González Boixo está destinado a convertirse en lectura inevitable de admiradores y especialistas en la obra de Rulfoz

EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

EL TAMBOR DE HOJALATA Y LA DECADENCIA DE OCCIDENTE Moisés Elías Fuentes


Arte y pensamiento

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Artes visuales/ Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx

La XIII Bienal de La Habana (I de II) Roberto Diago en H.B. arte cubano contemporáneo

A José Camilo Valls por su invaluable apoyo y amistad ESTE AÑO LA Bienal de La Habana cumplió treinta y cinco años de existencia con su edición número XIII que tuvo lugar del 12 de abril al 12 de mayo. Este magno evento de las artes visuales, que goza de gran reconocimiento en el mundo entero, tuvo un especial cariz por tratarse del quinientos aniversario de La Habana, mismo que a lo largo del presente año se ha celebrado con un nutrido programa de festejos en el ámbito cultural. Fue también una Bienal significativa si se toma en cuenta el colosal esfuerzo que se hizo para poder llevarla a cabo en pleno recrudecimiento del bloqueo de Estados Unidos y tras el impacto del huracán Irma, rematado hace unos meses por el paso de un tornado. Hay que reconocer el tesón del pueblo cubano y la voluntad manifiesta de una política cultural que apuesta por la continuidad de sus proyectos; la presente edición original-

mente programada para el año pasado tuvo que ser pospuesta pero felizmente se concretó. He tenido el privilegio de asistir a las últimas cuatro Bienales y siempre me ha impactado constatar la capacidad de organización de estos eventos que requieren de una logística sumamente compleja, que además funciona a la perfección a pesar de las limitaciones de toda índole. En esta ocasión, la Bienal inclusive se extendió por primera vez a otras provincias del país: Pinar del Río, Cienfuegos, Camagüey y Matanzas, donde participaron treinta y siete creadores estadunidenses provenientes de Ohio que apuestan por el diálogo cultural como vía de entendimiento entre los pueblos. El programa resulta prácticamente inabarcable aun para el visitante más avezado: en alrededor de 220 sedes distribuidas a lo largo de la ciudad se presentaron sesenta muestras colectivas y treinta y seis individuales, ochenta y cinco exhibiciones en estudios y talleres (los open studio, donde el visitante puede entrar en contacto personal con los artistas), diecinueve intervenciones en espacios públicos, acciones en las que estuvieron involucrados 852 artistas, de los cuales los internacionales procedieron de medio centenar de países. Siguiendo la filiación tercermundista e inclusiva que ha caracterizado a esta Bienal y la vocación de construir una plataforma de reflexión para propios y extraños, convivieron artistas de renombre internacional con varios Premios Nacionales de Artes Plásticas de Cuba; la participación de artistas jóvenes y emergentes hace de este encuentro una ventana abierta al arte contemporáneo mundial que permite al visitante tomar el pulso de la creación visual de nuestros días. El discurso central de la Bienal giró en torno al lema “la construcción de lo posible” y entre las exhibiciones oficiales más sobresalientes es digna de mención la extensa y nutrida exposición colectiva titulada HB, arte cubano contemporáneo que reunió en tres espacios –el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, la Galería Collage Habana y

el Taller Ensamble– a 103 creadores de varias generaciones, y discursos variopintos que conformaron un amplio panorama del movimiento artístico de la Isla. En esta magna muestra, cuya curaduría me pareció puntual e inclusiva, tuvimos la oportunidad de ver la cantidad y calidad de propuestas estéticas que se desarrollan en el país y comprobar que el movimiento artístico actual en Cuba goza de una excelente salud. Cabe subrayar que esto se debe en gran medida al extraordinario programa de formación artística que el gobierno cubano ha apoyado incondicionalmente a pesar de las crisis y contratiempos. Actualmente, los artistas cubanos tienen la posibilidad de conectarse virtualmente con el exterior y están ampliamente informados de todo lo que acontece en el mundo del arte global. Sin embargo, desde mi apreciación resulta gratificante constatar que la mayoría sigue apostando por lo local versus la homogeneización que prevalece en los circuitos viciados del mercado del arte. Se palpa que el arte cubano expresa, ante todo, una esencia humanista y solidaria que en gran medida se ha perdido en los países desarrollados z (Continuará…)

JR,…gigantes echando un vistazo a la ciudad

Bitácora bifronte/ Jair Cortés jair_cm@hotmail.com twitter: @jaircortes

Internet: la nueva esclavitud SIEMPRE HA SIDO una tragedia depender de la aprobación de los otros para sentirse pleno, por eso la sociedad y sus instituciones insisten en evitar que el individuo encuentre en la soledad un espacio de reflexión e introspección, un espacio de plenitud en la que el ser se revele a sí mismo; por eso la sociedad castiga al solitario y lo presiona para que nunca abandone al rebaño, y las masas caen en la trampa: los individuos tienen miedo de estar a solas y creen que en la neurótica plaza pública de Facebook o en las galerías exhibicionistas de Instagram estarán acompañados; basta ver cómo los “agachados” caminan, conducen, comen y hasta tienen relaciones sexuales, siempre pendientes de sus pequeños dispositivos, como si leyeran en sus manos un futuro sorprendente que

les iluminara la cara. Ahora, nuevos miedos (como decía Marc Augé) y nuevas drogas digitales aparecen de manera vertiginosa en aquellos que han abandonado su espacio físico sustituyéndolo por un espacio virtual en el que se está (sin estar) en todos lados. “¿Por qué estamos aquí?/ Este no es nuestro lugar./ ¿Habrá un lugar para nosotros en alguna parte?”, se pregunta Roberto Juarroz en un poema, y muchos creerán que, ahora, “la respuesta está flotando” en Google, y será Google quien les diga cómo habitar ese nuevo sitio, porque las personas ya no miran sino a través de una cámara y ya no hablan ni escuchan si no es a través de micrófonos y bocinas; sólo se emocionan si otros (igual que ellos) los reconocen con un like, y sus expresiones gestuales (en su mente) sólo pueden representarse por medio de emojis. A estas alturas queda claro que internet no era una herramienta más, sino un sistema de manipulación masiva que ha venido

modelando la forma de pensar y sentir de la humanidad, haciendo adictos a sus consumidores para luego convertirlos en esclavos de los intereses de quienes en realidad gobiernan este mundo z


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LA JORNADA SEMANAL 26 de mayo de 2019 // Número 1264

Arte y pensamiento

Tomar la palabra/ Agustín Ramos

Biblioteca fantasma/Eve Gil

Cultos hegemónicos CON LA NOVEDAD, lectores, de que no hallé información clara sobre los dos mil millones de pesos que repartió bajita la mano entre 2012 y 2018 el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, Fonca. Tal vez porque el propósito principal es que este mecanismo permanezca opaco y sea discrecional. Ya expresé las dudas sobre el destino de la mayor parte del presupuesto del Fonca, exponiendo cifras oficiales de las que se desprende que más o menos un tercio del presupuesto se destinó directamente a los creadores de arte, mientras que los dos tercios restantes estuvieron a disposición de una muy discreta “Comisión de Supervisión”. La regla once, de las 42 bajo las cuales se dice que opera el Fonca, señala que tal comisión es el órgano rector del fondo y que se compone de representantes de la SEP, la SHCP, la Secretaría de la Función Pública, el Banco de México, el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura, el Conaculta (sustituido por la Secretaría de Cultura, supongo), así como de “cuatro destacadas personalidades representantes de instituciones de educación superior o de la sociedad civil”. Esta comisión debe sesionar dos veces al año o más, sus resoluciones se toman por mayoría y “los acuerdos y compromisos” de cada sesión tienen que constar en actas. La regla siguiente, la doce, se refiere las facultades amplias de la Comisión de Supervisión para manejar el dinero del Fonca en inversiones y, mucho ojo, en fondos especiales “para el desarrollo de proyectos culturales que soliciten instituciones, asociaciones y sociedades civiles”. Pero por si la manga no fuera lo suficientemente ancha, la comisión “delegará facultades al Secretario Ejecutivo”, ¿cuáles?, todas. ¿Quiénes han formado esta Comisión de Supervisión? ¿Los secretarios de Educación, Hacienda, Función Pública, los directores del INBA y los gobernadores del Banxico o representantes de éstos? ¿Quiénes han sido, durante el período observado, las “destacadas personalidades representantes de instituciones de educación superior o de la sociedad civil”? ¿Qué acuerdos y compromisos han hecho constar en las actas obligatorias los integrantes de la comisión? Sí, los resultados de las convocatorias traen las actas firmadas por comités pálidamente parecidos pero jamás equiparables a la Comisión de Supervisión. Sin embargo, la que sí resalta es la figura del Secretario Ejecutivo, lo escribo con mayúsculas para subrayar su función de cobertura y tenencia de datos clave sobre montos y fórmulas en beneficio de los muy evidenciados pero hasta hoy intocados caciques culturales. Por ejemplo, la regla 23 norma el programa que más fondos directos absorbe, el Sistema Nacional de Creadores de Arte. Éste opera con un consejo directivo formado, según la letra, por el secretario de la SEP, el presidente del Conaculta (que debió cambiar a secretario de Cultura), dos representantes del Colegio Nacional, de la Academia de Artes y de la Academia de la Lengua, al menos un representante de la Comisión de Artes y, helo aquí, el Secretario Ejecutivo del Fonca, quien además puede presidir las sesiones del consejo ejecutivo si éste le delega tal función. Para acabar, entre la SEP a través del Conaculta (y supongo que ahora en forma directa entre la Secretaría de Cultura) y Banamex constituyeron, como mandante y mandataria, respectivamente, un Mandato que es el Fonca. Los lineamientos para el uso de recursos del Mandato-Fonca validan todo: adjudicaciones, contratos, transacciones en sus diversas modalidades, con individuos y empresas, en lo que parecieran atajos de legalización para financiar a discreción revistas y a artistas e “intelectuales” que de 1989 a 2018 condujeron, con cargo al erario, la cultura hegemónica. Sí, los mismos que hoy, solitos o con abajofirmantes, lamentan la “polarización”, el “autoritarismo”, la “reducción presupuestal” y el proyecto cultural para “adoctrinar” a las masas z

Richard Adams

La rebelión de los conejos de Richard Adams POR PRIMERA VEZ hago alerta de spoilers, porque la novela La colina de Watership, del inglés Richard Adams (Seix Barral, México, 2019) recién fue lanzada como serie de Netflix, aunque cuenta con una adaptación cinematográfica de 1978. Yo fui de las niñas que se quedaron tharn (“petrificada”, en lapino) por este filme animado de origen británico; subordinada, como la mayoría, a Disney. Esta vez le di prioridad al libro sobre la serie, que vi posteriormente, y recomiendo. Pero más recomiendo la lectura de esta extraordinaria novela que la mayoría de los críticos ha calificado, sin exagerar, como épica, pese a estar protagonizada por conejos. Richard Adams (1920-2016) era un historiador egresado de Oxford, con admirables conocimientos en etología y adquirió celebridad con su primera novela, publicada en 1972, que aborda la historia de un grupo de conejos que, atendiendo a una serie de pesadillas apocalípticas de un joven conejo llamado Quinto, optan por migrar hacia un lugar donde no los alcance la mano del máximo depredador: el elil, como se refieren a los humanos. En torno a los hábitos y a la naturaleza de estas criaturitas, Adams crea toda una mitología, una cultura, un lenguaje, incluso una teología, que a su vez explican su morfología. Liderados por Avellano, el hermano mayor de Quinto, que gracias a su fama de sensato logra convencer a siete conejos, entre ellos el temible Pelucón, guardia del jefe de los conejos, de abandonar cuanto antes el que fuera su hogar, corren una serie de experiencias, generalmente dramáticas y tensas, algunas muy impactantes, que van desde quedar atrapados en una granja para conejos domesticados, arriesgarse a terminar despedazados por un zorro, un gato o un perro, hasta caer en el cuartel del más temible de los conejos, el General Vulneraria, que explota a sus congéneres. En el trayecto se afianza la amistad de los fugitivos y van adquiriendo valor, madurez y, en el caso de Pelucón, algo de humildad. Aunque el grupo con que abre

la historia se compone exclusivamente de machos, se habrán de incorporar hembras que escapan de diversos cautiverios y que resultan muy necesarias por su rapidez y habilidad para excavar la tierra y construir madrigueras. Y aunque en ningún momento se advierte entre machos y hembras algo que pudiera calificarse de “guerra de sexos”, la actitud de las conejas, en particular cuando reclaman sus derechos al desalmado Vulneraria, nos remite al discurso feminista. Se ha insistido en catalogar a esta novela como “literatura infantil”. Otros la comparan reiteradamente con Alicia en el país de las maravillas, incuestionable obra maestra que tampoco encaja en el mencionado rubro. Salvo la intervención de una gaviota que entabla una amistad entrañable con los conejos, luego de que éstos le salvan la vida y a cambio los rescata de una circunstancia de vida o muerte, La colina de Watership poco tiene de mágica. La siento algo más próxima a la fabula tradicional, pero con la clara intención de que los personajes conserven, como diría uno de ellos, “su animalidad”. Los conejos son personajes entrañables, con ciertos defectos humanos, como dividirse en grupos antagónicos con base en diferencias de clase o especie. Quizá sea a causa de la etiquetación compulsiva que La colina de Watership no ha llegado a personas de todas las edades, que la apreciarían en todo su valor artístico y emocional: lectores sensibles y empáticos. Abuelo de dos hijas entusiastas de los conejos, el doctor Adams inventó una serie de historias que lo llevarían a apasionarse por el estudio científico de los mismos, lo que daría lugar a esta voluminosa y bellísima novela; un clásico hasta ahora desconocido para el público de habla hispana, si bien tuvo una edición española en 1974 que pasó sin pena ni gloria. Adams es asimismo autor de una novela, más conocida por su versión cinematográfica considerada “la película animada más triste de todos los tiempos”, Los perros de la plaga, dirigida como la otra por Martin Rosen z


Arte y pensamiento

LA JORNADA SEMANAL 26 de mayo de 2019 // Número 1264

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Bemol sostenido/ Alonso Arreola @LabAlonso

Sinatra y sus cuates… los Beatles HABLANDO SOBRE George Harrison en una fiesta, alguien puso a sonar “Something” (originalmente grabado por los Beatles), pero en la versión en vivo de Frank Sinatra. Una joya sobre la cual el de los ojos azules dijera: “Es la mejor balada de amor jamás escrita.” Escuchándola nos dimos cuenta de dos cosas: hace unos días concluyó el vigésimo aniversario de la muerte de Francis Albert Sinatra, ocurrida el 14 de mayo de 1998, y este año se cumplirán cinco décadas sin los Beatles. ¿Por qué no hablar de cuando coincidieron? Sinatra es responsable de más de mil 200 temas y cincuenta películas, ganador de un Oscar y diez premios Grammy. Fue hijo de tiempos difíciles, cuando el entretenimiento urbano provenía de sentimientos extremos y fuerzas oscuras (usufructuó su amistad con el mafioso Sam Giancana). Humo del cigarrillo que ya nadie enciende en los antros de Las Vegas, México o París, Sinatra –como luego Tony Bennett o Sammy Davis Jr.– dio vida a noches en que prostitutas y sicarios superaban prohibiciones representando historias que debían ser contadas. De ahí el término crooner, ese juglar de ciudad que pinta retratos con la derrota: “Viajé por todos y cada uno de los caminos. Y más, mucho más que eso, lo hice a mi manera.” Casi siempre acompañado por conjuntos de jazz avezados en el pop, Sinatra carecía de una garganta virtuosa en favor de una interpretación llena de

carácter con la que supo subir el volumen del micrófono para incluso susurrar, sembrando la semilla de una corriente que sigue hasta nuestros días (Harry Connick Jr, Michael Bublé, Peter Cincotti, Peter Grant y Jamie Cullum, entre decenas más). Dicho esto, y entrando a las coincidencias, se dice que el primer disco de Apple (el sello de los Beatles) fue, precisamente, de Frank Sinatra. Hablamos de una rareza humorística que muy pocos han tenido en sus manos. Es una regrabación de “The Lady Is a Tramp”, con letra y título cambiados (“The Lady Is a Champ”) para el cumpleaños veintidós de Maureen Cox, exmujer de Ringo Starr, quien le pidió de favor a su amigo Sinatra que la regrabara como regalo en 1968. Ambos son mencionados en la letra. Ahora bien, la relación entre el cantante y los Fabulosos Cuatro no comenzó con el pie derecho. Recién llegados a Estados Unidos para ser distribuidos por Capitol, Sinatra los tildó de bandidos y se salió del sello para formar su propia disquera, Reprise Records. Luego fue reconociendo el valor de los bri-

Frank Sinatra, Patti Boyd y George Harrison

tánicos y, según cuenta McCartney, hasta lo buscó para pedirle que le compusiera un tema. La conversación terminó abruptamente porque Paul le ofreció “Suicide”, a lo que el crooner respondió de mala gana colgándole el teléfono. Y bueno, será el día nueve del mes nueve de este dos mil diecinueve cuando se cumplan cinco décadas de la extinción de los Beatles. Recordamos que hace diez años el aniversario fue un fenómeno. Las tiendas –físicas y virtuales– vieron distintas novedades del Cuarteto de Liverpool y, gracias al espectáculo Love del Circo del Sol, nuevas generaciones, cuyos padres y abuelos bailaron al son de “A Hard Day’s Night”, entendieron la relevancia de Paul, John, George y Ringo en la cultura global. Tan es así que sus temas suenan siempre en la Estación Espacial Internacional –junto a los de Sinatra–, amenizando a los astronautas. Y ya lo hemos dicho: no se trata del mejor grupo ni de los mejores músicos, pero además de ser la primera gran banda de rock-pop, muchas de las letras, composiciones y voces de los Beatles llegaron a altos niveles estéticos y experimentales. Prueba es el Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band, el álbum más influyente de todos los tiempos. En fin. No deseamos ser reiterativos, lectora, lector. Ya hemos escrito sobre ello. Sucede que fue en el año ’69 cuando tocaron por última vez en la azotea de los estudios Apple de Londres, lo cual amerita cuando menos un recordatorio dominguero, y más si es en voz del gran Frank Sinatra. Hágase un favor y busque su versión de “Something”. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos z

Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars

Pues lo que será, será

A mi Toño

POR DÓNDE comenzar esta carta, Doris? Te lo pregunto con ese dejo avergonzado que inevitablemente genera el hecho de pensar en alguien hasta que muere o, más vergonzoso pero mejor dicho, precisamente porque ese alguien acaba de morir. Me sucedió contigo hace dos semanas, cuando la neumonía te arrebató del mundo –aunque yo diría que fue la edad sencillamente, pues a los 97 años no cabe confiar en el organismo propio. Confieso que tu imagen y tu voz no han sido un referente al que acuda con frecuencia mi memoria, ni ahora ni antes, ya no digamos en calidad de crítico cinematográfico sino de espectador y cinéfilo común. Quizá sería bueno comenzar por ese olvido relativo. No lo digo en mi descargo, pero lo comparto con mi generación entera, para no hablar de las generaciones posteriores, a las cuales tu nombre no les dice nada, o casi. Me explico: sea por gusto, profesión o azar, conozco tu filmografía; no completa, es la verdad, pero de tus poco menos de cuarenta cintas recuerdo bien y gratamente tu primera, Romance en altamar; la que te hizo famosa desde entonces, Té para dos, y si apelo a mi recuerdo sin asideros documentales vienen a mi mente Lullaby of Broadway, Te veré en mis sueños, Abril en París, Ámame o déjame, y no podría faltar El hombre

que sabía demasiado, que es con mucho el que considero tu mejor trabajo. Imagino que sonríes con ironía, tal vez dando por hecho que prefiero esa película sobre las otras debido a que es en ella donde cantas “Qué será, será”. Sé que nunca te gustó y fue por disciplina profesional que la interpretaste –no te imagino contradiciendo y menos desobedeciendo a Mr. Hitchcock. Quién iba a decir que esa tonadilla simple y optimista con letra ídem acabaría convertida en tu involuntario leitmotiv y te perseguiría para siempre, incluso al grado de que, desde ese momento, hasta la fecha y en lo que resta, sea que quienes la escuchen te identifiquen como intérprete o lo ignoren todo de ti, la canción es universalmente conocida. Pero te soy sincero, Doris, no es por la canción sino porque, según lo veo, El hombre que sabía demasiado se aparta notablemente del espíritu, ése sí optimista hasta rayar repetidas ocasiones en lo bobalicón, que marca prácticamente a toda tu trayectoria fílmica. Para

Doris Day

decirlo sin ambages: lo que más te celebraron, lo que te confirió nivel de icono, ese carácter tuyo de emblema generacional del amor ingenuo, la sonrisa inmediata y la alegría ininterrumpida –bueno, pausada pero nada más de vez en cuando y por instantes breves, lo estrictamente necesario para que la trama avance (cualquier trama) y la felicidad pueda triunfar–, todo ese arsenal histriónico que cimentó tu bien ganada fama… no es que me sepan lejanos, y a estas alturas vaya si lo son, sino que los sé huecos, y más: tú también lo sabes, innumerables veces quisiste desmarcarte de esa imagen plana de rubia-tonta-feliz, que de manera idéntica a la canción te persiguió mucho después de que te retiraste de los foros. Lo cual, por cierto, imagino que decidiste de manera tan prematura por causas totalmente distintas a las que proponen tus biógrafos; es decir, quizás es cierto que diste fin a tu carrera como actriz porque los tiempos, los temas y los tonos habían cambiado y tus papeles de güerita sonsa dejaron de ser atractivos, pero tengo para mí que no lo hiciste con frustración, como erróneamente suelen atribuirte, sino con verdadero alivio. Es curioso pensarlo, y me atrevo a decirlo porque de seguro lo pensaste tú primero: polos opuestos en tantos aspectos, tú y Greta de alguna manera fueron idénticas, no sólo en la decisión de abandonar la práctica actoral cuando más célebres eran, sino en algo de mayor calado: ella fue el máximo símbolo de una época ida, previa a la tuya, y tú lo fuiste de la que te tocó en suerte. Hieratismo impertérrito y sonrisa imperturbable, juntas son algo así como la madre que a tantos hizo falta. Gracias, Doris, por tu parte en el binomio z


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LA JORNADA SEMANAL 26 de mayo de 2019 // Número 1264

Entrevista con Aurelia Cortés Peyrón/ Alejandro García Abreu

Recordar es recrear:

el triunfo de la memoria sobre la muerte Alguien vivió aquí / Someone Lived Here (Argonáutica, traducción de Robin Myers, 2018) de Aurelia Cortés Peyron (Ciudad de México, 1986) es un poemario sobre el deseo de permanencia, sobre la muerte, la memoria y el flujo de la literatura. Cortés Peyron conversa sobre la desaparición, el agua como una constante y el olvido.

-¿

De qué manera contrastas los átomos de “Consideración egocéntrica de la muerte” —“Qué triste retirarme un día a ser una caja de huesos/ y luego nada, o consumirme en el fuego/ y sólo por un tiempo ser ceniza, para dispersar después/ mis átomos, invisibles en lo invisible”— con la presencia constante del agua? –No había pensado antes en esa relación. Tanto los átomos como el agua son elementos recurrentes en el libro, sin embargo, el agua aparece de maneras más diversas y su representación responde a un proceso más inconsciente. Ambos tienen en común, por supuesto, que son elásticos y maleables; la fascinación que ambos ejercen en mí es que encarnan la condición cambiante de toda materia, incluido el ser humano. –¿Concibes la escritura como un espacio de autonomía del recuerdo, cuya transición al presente ocurre de manera sistemática?

–Considero que recordar es un acto de recreación, similar al de la escritura. Cuando era adolescente escribía mucho, en un afán de explorar la creación literaria pero, sobre todo, con la intención de darle fijeza a mi experiencia de la realidad a través de las palabras para paliar la angustia que me causaba la fugacidad de todas las cosas. Ahora no sé, tiendo a pensar que escribir no es conservar los recuerdos en formol, sino suplantarlos, pero también me gusta creer que la poesía es una forma de embalsamamiento. –¿De qué manera concibes el llamado del recuerdo en Alguien vivió aquí, libro en el que la memoria es primordial, en particular el de “Apuntes para una primera niebla”, autobiográfico,

alusivo a San Francisco: “Me llama de lejos ese recuerdo/ que alguien más vivió y yo revivo”? –Curiosamente los “Apuntes para una primera niebla” son más imaginativos o especulativos que autobiográficos. En ese sentido, van más con la idea de suplantar la experiencia pasada con un recuerdo fabricado —de ahí los versos que citas. El experimento en esos poemas fue imaginar en el futuro la destrucción de un lugar querido, como una forma de adelantarme a los hechos, algo que creo que muchas personalidades neuróticas hacen —¿hacemos? Los poemas que están basados en mi estancia en San Francisco son los de “Ciudad de niebla”, donde me interesa la forma en que los lugares funcionan como contenedores de recuerdos. –¿Cómo vinculas las imágenes —una fotografía, una IRM— con la muerte, tras la escritura de “Retrato” —“La muerte se convirtió en algo muy concreto: la fotografía de mi abuelo, más joven de lo que nunca lo conocí”— y el devastador “Resonancia magnética” —“Viendo las circunvoluciones, la materia sin rostro, los ojos/ burlones en su redondez, la mancha orgánica tan anónima, […] en medio de la sala lloré/ porque como todos, también/ mi padre/ moriría”? –Uno de los primeros usos de la fotografía fue documentar, es decir, dejar constancia de cómo eran los lugares y personas, con la idea de que la imagen fuera una representación fiel y duradera, más exacta que la pintura y más accesible económicamente, que serviría de testimonio para las futuras generaciones, una especie de recuerdo implantado. Lo extraño es que las fotografías no dejan de ser espectros y que, por ello mismo, terminan por ser recordatorios de la muerte. En

el caso de la IRM, lo que me interesó fue el contraste entre lo que se puede saber sobre el cuerpo humano a través de la ciencia, que es mucho, y lo poco que esto puede hacer para hacer soportable la conciencia de la mortalidad. En ese poema, la resonancia magnética es una actualización del vanitas. –¿Cuál es el origen de tu atracción por la “escritura cursiva salvaje” de Huai Su, calígrafo chino de la dinastía Tang? –La caligrafía me interesa porque tiene valor lingüístico y visual al mismo tiempo. En este poema quise explorar este aspecto, además del de la improvisación y lo imperfecto como estilo. Vi este tipo de caligrafía en una exposición en el Museo de Arte Asiático de San Francisco y me emocionó que hubiera, dentro de una tradición rigurosa y milenaria, un espacio (y un nombre) para algo más desaliñado. –¿Por qué concebiste al primitivo pez celacanto, que se creía extinto hasta su descubrimiento en 1938, como la metáfora del olvido —“Se reproduce, pero sólo perpetúa la soledad en su hueste de olvidados./ Olvídenlo de nuevo./ Regrésenlo al cauce del tiempo”? –La idea del “pez fósil” me interesó, por un lado, por la enorme soledad de un animal que es el último de su especie y que no puede reproducirse ni vivir en comunidad; en este sentido, el acto de olvidarlo es uno de compasión. Por otro lado, porque la idea de un espécimen que se niega a morir pero que no ha evolucionado en miles de años me hizo pensar en que este patrón puede funcionar como metáfora de muchas experiencias humanas: todo lo que no podemos olvidar y nos estanca, por ejemplo •


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