Suplemento Semanal, 28/03/2021

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Modelo para armar: el alma plástica de

SEMANAL SUPLEMENTO CULTURAL DE LA JORNADA DOMINGO 28 DE MARZO DE 2021 NÚMERO 1360

MARGARET ATWOOD la mujer y sus otredades: Penélope y las doce criadas

Moisés Elías Fuentes

Vicente Rojo

(1932-2021) La última entrevista Adriana Castillo Más sobre Vicente Rojo: Alejandro García Abreu, José María Espinasa y Germán Montalvo


LA JORNADA SEMANAL

Portada: Rosario Mateo Calderón.

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MARGARET ATWOOD, LA MUJER Y SUS OTREDADES Nacida en Ottawa hace ocho décadas y un año, la poeta, narradora y ensayista canadiense Margaret Atwood es considerada una de las autoras más sobresalientes a nivel internacional, condición que confirman los numerosos galardones que ha obtenido, entre los cuales destaca el Príncipe de Asturias de las Letras, en 2008, así como su nominación al Booker Price y su constante candidatura al Premio Nobel de Literatura. Atwood es autora, entre muchos otros títulos sobresalientes, de El cuento de la criada, Asesinato en la oscuridad y Penélope y las doce criadas, este último, un relato que narra la visión femenina del consabido “viaje del héroe”, en este caso el del homérico Odiseo, y lo convierte en toda una declaración de principios a favor de la mujer. En el ensayo que ofrecemos a nuestros lectores, Moisés Elías Fuentes hace un análisis tanto de la novela como de la relevancia, en el panorama literario actual, de esta narradora extraordinaria.

Los muertos en el papel: la narrativa de

JESÚS GARDEA

Autor de catorce novelas, seis libros de cuentos y uno de poesía, el escritor chihuahuense Jesús Gardea (1939-2000) recibió el Premio Xavier Villaurrutia por Septiembre y los otros días, publicado en 1980. En este artículo se cuestiona la clasificación de su obra en la llamada “literatura del desierto” y se muestra la intensidad y variedad de su personajes y temas narrados con mucho rigor en el lenguaje.

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Roberto Bernal ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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ecientemente un crítico mexicano me dijo que la anécdota –si la hay– no tiene ninguna importancia en el trabajo de Jesús Gardea. “A él lo que le interesaba –agregó– es el lenguaje.” La afirmación de este crítico no es nueva; de hecho, es algo que repiten a menudo estudiosos del narrador chihuahuense. Se trata de un lugar común que se sumó a otro igualmente delicado, según el cual, la narrativa de Jesús Gardea pertenece a la llamada “literatura del desierto”. Al escritor no le gustaba nada esta etiqueta que le colgaron críticos del centro del país en la década de los ochenta. Y seguramente no le gustaba porque lo metió dentro de un grupo de escritores cuyas narrativas no tenían ningún vínculo con su trabajo; pero también porque desde muy temprano advirtió que una etiqueta de esta naturaleza reduciría su escritura a lo estrictamente local; finalmente, ocurrió lo que temía el escritor nacido en Delicias: “Como algunos ya se quedaron con el esquema de que la mayoría de mis novelas se ubican en un pueblo rural semidesértico, pues ya me encasillaron como escritor rural y siguen atorados ahí”, le dijo Jesús Gardea a la periodista Verónica Ladrón de Guevara. Pero ¿qué es lo que narra Jesús Gardea, qué es eso que él afirmaba que no ocurre en el desierto pero que, dicen los críticos, palidece frente a lo “experimental” de su escritura? Ya muy entrada la noche en Delicias, Chihuahua, a un Jesús Gardea muy chamaco –“travieso y atrabancado”, como me lo describió su hermana Graciela– lo despertaron lamentos que venían desde otra habitación. Se trataba de la madre y su hermana. Todavía somnoliento, Jesús Gardea preguntó qué ocurría. “Tu papá se murió”, le respondieron. Entonces vio el cuerpo de don Vicente Gardea, quien había batallado contra una pulmonía que le sobrevino al palear la nieve que se había acumulado frente a su casa. Ver a su padre muerto, llegó a decir el narrador, lo afectó de manera profunda y permanente. Un poco más tarde, a los trece años, Jesús Gardea vio en varias ocasiones a Emiliano j. Laing Asís entrar en una lonchería cercana a su casa y ordenar flautas para su perro el Chocolate. Se las ponía en el suelo, junto donde él estaba sentado. Laing, miembro de las tropas maderistas durante el período de la Revolución Mexicana, llegó a Delicias en el año 1932 para ocupar la jefatura de telé-


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grafos; más tarde fue presidente municipal. Fue el primero en construir un hospital, también el primero –escribió el narrador chihuahuense– “en hacer unos lavaderos y unos baños para la gente humilde”. En todo caso, Emiliano Laing era traído constantemente a las conversaciones de la familia Gardea, que describían al expresidente municipal como un hombre que “tenía un sentido muy agudo de justicia”. A Gardea le fascinaba la personalidad del telegrafista nacido en Coahuila: sabía que Laing era afecto a los caballos, también buen jugador de ajedrez y que le gustaban los libros. Una tarde, Jesús Gardea vio el cuerpo de Emiliano Laing cuando lo traían muerto del llano, en una manta de soldado y con un balazo en la cabeza: “Pasó por delantito de mí. Su cabeza parecía una calabaza por dentro; le habían volado la frente con una bala expansiva. Todavía iba vestido con botas y pantalón de montar, como acostumbraba hacerlo Asís.” Ese día, el 15 de enero de 1954, mataron a Emiliano Laing después de un levantamiento fallido que pretendió apoderarse de la comandancia y el cuartel militar de Delicias; en realidad, los mismos pobladores lo traicionaron: “La noche antes de morir y de que el pueblo lo traicionara –me contó la señora Olga Villalobos Bunsow, propietaria del Hotel del Norte, el más antiguo en Delicias– vino a mi casa para ver a mi padre y le entregó documentos que necesitaba que se ocuparan de ellos. Pero este pueblo no tuvo el coraje para entenderlo y acompañarlo. Qué va, si aquí el único valiente era él.” Ambos sucesos, tanto la muerte de don Vicente Gardea como la de Emiliano Laing, que Jesús Gardea recreó en las novelas El sol que estás mirando y Soñar la guerra, son centrales en toda su obra, desde el primero hasta el último libro. En cada uno de ellos, vemos la vuelta a los mismos temas: traición, ajuste de cuentas (algunas desde motivaciones que no quedan muy claras para el lector), persecuciones, hombres que se alían para confabular contra sus vecinos; en cada libro, vemos aparecer personajes rencorosos, violentos, vengativos; y, por encima de todo, la muerte, y un narrador que se sitúa desde un ángulo que produce la sensación de estar oculto y espiar a los personajes. Casi veinte años después, cobra mayor sentido lo que alguna vez me mencionó el señor Hugo Gola: “Tengo la impresión de que [Jesús Gar-

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dea] va dando en cada libro una nueva vuelta de tuerca. Es decir, que en cada libro sigue trabajando una vieja materia, pero que cada vez es más difícil de apreciar. Sólo quedan como esencias, estilizaciones de lo que en los primeros libros estaba más recortado, más diferenciado, más visible. Lo que se advierte es que cada vez borra más las pistas. Seguramente necesitó hacer ese proceso, y la escritura se le volvía cada vez más cerrada, incluso a pesar de él.” La imagen que ha construido la crítica acerca de un Jesús Gardea metido en un laboratorio y haciendo experimentos con el lenguaje, completamente desentendido de la anécdota, parece cada vez más sobrada. Ese “a pesar de él” que mencionó el señor Hugo Gola, Jesús Gardea lo llamaba “obediencia al lenguaje”. Un lenguaje que le ayudó a revelar personajes que permanecían ocultos y silenciosos: “Yo diría que son apariciones, por decirlo así, visuales. Diría que son también voces que vienen y se anuncian; se dejan entrever, pero de ninguna manera están diseñados; no hacen más que aparecer a través de mí, por eso siento que son reales, presencias muy reales. Muertos muy vivos. Muy vivos aunque tengan que aparecer de ficción en el papel.” l

En cada libro sigue trabajando una vieja materia, pero que cada vez es más difícil de apreciar. Sólo quedan como esencias, estilizaciones de lo que en los primeros libros estaba más recortado, más diferenciado, más visible. Lo que se advierte es que cada vez borra más las pistas. Seguramente necesitó hacer ese proceso, y la escritura se le volvía cada vez más cerrada, incluso a pesar de él.


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Prolífera novelista, cuentista, poeta y ensayista, por lo demás curtida en la experimentación estilística y las posturas políticas contestatarias, no por ello deja de sorprender la capacidad de Margaret Atwood (Canadá, 1939) para reinventar su discurso literario, como se hace patente con la relectura de Penélope y las doce criadas, novela corta publicada originalmente en 2005 y que, reeditada quince años después, revalida su habilidad técnica y la aguda precisión de su crítica social.

Margaret Atwood. Foto: La Jornada / Francisco Olvera.

MARGARET ATWOOD la mujer y sus otredades: Penélope y las doce criadas

M Moisés Elías Fuentes ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

aestra de la ficción especulativa, en Penélope y las doce criadas (traducción de Gemma Rovira Ortega. Penguin Random House. México, 2020, los fragmentos aquí reproducidos provienen de dicha edición), la narradora canadiense Margaret Atwood exacerba dicho recurso cuando propone su relato como contraparte de la Odisea, doble que cuestiona, desde su silencio e inmovilidad, la grandeza de Odiseo, el héroe fecundo en ingenios –que no por nada el título original del libro es La penelopiada–, equiparando así la guerra interior de la solitaria reina Penélope con la sangrienta guerra cantada en la Ilíada.

Equiparando, pero también contraponiendo, toda vez que, en tanto que la Ilíada refiere el transcurso de los días previos a la caída de Troya desde la perspectiva de los guerreros, Penélope y las doce criadas reseña la vida íntima de las mujeres, cantada y contada por ellas mismas, tanto la señora como las esclavas. La vida íntima, recalco, porque Penélope y sus cautivas develan sus existencias sometidas, desde el nacimiento, a figuras masculinas (padres, amos, esposos): Sabía que mi esposo era astuto y mentiroso, pero no esperaba que me hiciera jugarretas ni me contara


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Para dar paso a la expresión de estas mujeres, Atwood nos presenta una novela que echa mano de la poesía, el teatro, el ensayo falso y el relato testimonial, multiplicidad que convierte a Penélope y las doce criadas en una negación de la novela tradicional, tal como las protagonistas niegan el relato de la mitología canonizada. Por ello, esta reescritura del mito de Penélope emprendida por Atwood, es una gozosa subversión de la autodeificación masculina

mentiras. ¿Acaso yo no había sido fiel? ¿No había esperado y esperado pese a la tentación –casi la inclinación– de hacer lo contrario? ¿Y en qué me convertí cuando ganó terreno la versión oficial? En una leyenda edificante: un palo con el que pegar a otras mujeres. ¿Por qué no podían ellas ser tan consideradas, tan dignas de confianza, tan sacrificadas como yo? Ésa fue la interpretación que eligieron los rapsodas, los contadores de historias. “¡No sigáis mi ejemplo!”, me gustaría gritaros al oído. ¡Sí, a vosotras! Pero cuando intento gritar parezco una lechuza.

Más allá de ser las narradoras en primera persona, Penélope y las criadas rompen la pared, toda vez que se dirigen a las lectoras, porque la esposa de Odiseo y sus criadas descubren su intimidad a otras mujeres, las únicas que pueden profundizar en las limitaciones sociales que vigilan y acosan sus pensamientos y sentimientos. De ahí, quizá, la impresión (al menos en lo personal) de que los hombres, más que lectores, devenimos voyeristas, fisgoneando en un mundo interior que estamos lejos de comprender.

La reescritura del mito PARA DAR PASO a la expresión de estas mujeres, Atwood nos presenta una novela que echa mano de la poesía, el teatro, el ensayo falso y el relato testimonial, multiplicidad que convierte a Penélope y las doce criadas en una negación de la novela tradicional, tal como las protagonistas niegan el relato de la mitología canonizada. Por ello, esta reescritura del mito de Penélope emprendida por Atwood, es una gozosa subversión de la autodeificación masculina, a la que Penélope exhibe en su ordinariez: Alguno explicaba que había obligado a sus hombres a ponerse cera en los oídos cuando navegaban cerca de las seductoras sirenas –mitad mujeres, mitad pájaros– que atraían a los hombres a su isla para luego devorarlos, y que él mismo se había hecho atar al mástil para no saltar por la borda al oír su irresistible canto; otro aclaraba que no había habido tal isla, sino un burdel siciliano de lujo cuyas cortesanas eran famosas por su talento musical y sus extravagantes vestidos de plumas.

Al develar la “historia detrás de la historia”, Penélope y las criadas se desentienden de la condición estatuaria a que las restringe el mito, recuperando su condición humana y, por ende, la voz propia, de modo que su testimonio acerca del férreo control masculino sobre sus cuerpos y mentes deviene crítica de los cimientos mismos del patriarcado. Crítica aguda y mordaz, que evidencia la endeblez moral de una masculinidad miope, adicta a la autocompasión y la mitomanía: –Es la flecha de tu amor, divina Penélope, la más bella e inteligente de las mujeres –me contestó–. Aunque

salió del famoso arco de Odiseo, fue el implacable Cupido quien la disparó en realidad. La llevo en memoria de la gran pasión que sentía por ti y que me llevó a la tumba. –Y así siguió un buen rato, diciendo tonterías: para algo practicó sin descanso mientras vivía. –Venga, Antínoo, ya estamos muertos –repliqué yo–. No hace falta que sigas haciéndote la víctima: no te va a servir de nada aquí abajo. Ahórrate la hipocresía y quítate esa flecha que sólo hace que te veas aún más feo.

La rebelión silenciosa HABILIDOSA, EN Penélope y las doce criadas Atwood equilibra, con singular fortuna, la atmósfera misógina externa que las rodea con sus mundos interiores, en los que se agazapa una rebelión silenciosa, irreductible a la paranoica vigilancia patriarcal. De hecho, tal equilibrio le concede a la autora la posibilidad de un retrato, a un tiempo irónico y comprensivo, del ser masculino, que tiene su mejor momento en la descarada forma en que Penélope reconoce las mentiras de Odiseo, pero las acepta por el gozo secreto de saber que ha engañado al hombre que, pueril y autocomplaciente, cree engañarla: El modo en que Odiseo me narró la historia me hizo sospechar que no me lo había contado todo. ¿Por qué el jabalí había atacado salvajemente a Odiseo, pero no a los otros? ¿Sabían los demás dónde estaba escondido el jabalí y le habían tendido una trampa a mi futuro esposo? ¿Pretendían matar a Odiseo para que el tramposo de Autólico no tuviera que entregarle a su nieto los regalos que le debía? Es posible. A mí me gustaba pensar que había sido así.

Hablé antes de las mujeres y sus mundos interiores porque, si bien se expresan en colectivo, enuncian tragedias anónimas, pero no delebles en las memorias individuales. Tragedias que, por otra parte, cobran una dimensión más dolorosamente íntima, a través del humor cruel que Atwood imprime a los cantos-testimonios de las criadas en el coro: “Y todo es alegría y bondad,/ nunca hay lágrimas ni dolor,/ todo es siempre esplendor/ en nuestro reino de tranquilidad.// Pero llega la mañana y nos despierta:/ hemos de volver a trabajar,/ levantarnos la falda, abrir las piernas,/ y dejarlos hacer sin rechistar.” Siempre de manera original y renovada, en Penélope y las doce criadas Atwood pulsa una vez más la cuerda de la universalidad en los sucesos particulares, develando cómo el mito de la reina de Ítaca y sus esclavas se replica en las vidas y muertes de tantas mujeres que, al igual que Penélope y las criadas, sólo tienen sus otredades, que resguardan y mantienen vivas sus individualidades. Revuelta silenciosa contra un orden patriarcal que las desdibuja y las masifica. Silenciosa, pero ensordecedora l


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VICENTE ROJO (1932-2021)

el arte, ref lejo de dos soledades A Bárbara Jacobs A Vicente Rojo Cama A Arnoldo Kraus [Tengo la] certeza de que la poesía mueve al mundo. Vicente Rojo

Responsable del logotipo y del diseño originales de La Jornada, entre múltiples publicaciones, Vicente Rojo (Barcelona, 1932-Ciudad de México, 2021) fue una figura esencial en el arte moderno y contemporáneo, un precursor y visionario que de manera constante experimentó con la técnica, un hombre que revolucionó la plástica. En este ensayo se le rinde homenaje al autor de las series pictóricas Aproximaciones, Señales, Negaciones, Recuerdos, México bajo la lluvia, Escenarios, Escrituras, y creador de la célebre portada blanca con rectángulos azules ochavados y la e invertida en la soledad de Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Alejandro García Abreu ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

I. La herida infinita VICENTE ROJO (Barcelona, 1932-Ciudad de México, 2021) –genial escultor, pintor, diseñador y editor de libros, revistas, periódicos y suplementos literarios, y uno de los más grandes artistas universales de los siglos xx y xxi– escribió en Los sueños compartidos, su discurso de ingreso a El Colegio Nacional, leído el 16 de noviembre de 1994: “La imaginación es una llama, tan necesaria para el artista como para el científico. Pero estoy convencido de que sólo se puede encender y echar a volar si se tienen los pies bien puestos en la tierra.” Posteriormente dijo: “Pinto mis cuadros en la soledad de mi estudio. El diseño debe comprobar su eficacia casi al instante, mientras que la pintura es una meditación, una reflexión constante que no tiene final.” Lecturas y cuadros poblaron la vida de Rojo. Desde su llegada a México en 1949, después de huir de la España franquista, se convirtió, según Amanda de la Garza y Cuauhtémoc Medina en su ensayo “Escrito/Pintado. Vicente Rojo como agente múltiple”, en “un triple agente de la cultura mexicana”: fue absorbido por el diseño gráfico, la edición y la pintura. José Emilio Pacheco escribió sobre Rojo: “Merece el título de maestro por partida doble: la admirable ejecución de sus obras y el tiempo que ha dedicado a la enseñanza de las nuevas generaciones. Así pues, el maestro Vicente Rojo ocupa en El Colegio Nacional el sitio que fue de José Clemente Orozco y Diego Rivera y, por breve tiempo, del Dr. Atl y Rufino Tamayo.” Entre muchos otros proyectos plásticos, que en 1991 le merecieron el Premio Nacional de Ciencias y Artes de México, diseñó el diario La Jornada y el primer Plural. Rojo fue director artístico de México en la Cultura, La Cultura en México, Artes de México, la Revista de la Universidad, los Cuadernos de Bellas Artes y Diálogos, entre otras publicaciones.

Fundador y codirector de Ediciones Era, fue un apasionado confeso del papel en tanto soporte esencial del gesto de reproducir –y con ello aumentar– la realidad. A lo largo de su carrera de pintor y escultor Rojo realizó múltiples exposiciones individuales y participó, en todo el mundo, en diversas muestras colectivas. Su trabajo abarcó distintos medios, como pintura, libros de artista, ilustración, grabado y escultura, una multitud de series pictóricas y escultóricas desarrolladas durante décadas. “He tratado de hacer una suerte de geometría, respetada por un lado y enriquecida por otro, sometida a nuevas pruebas visuales”, afirmó en una conversación. Nacido el 15 de marzo de 1932 en Barcelona, ahondó en las series que realizó desde 1952: Aproximaciones, Señales, Negaciones, Recuerdos, México bajo la lluvia, Escenarios, Escrituras. Yo afirmo –a la manera de Josep Maria Esquirol en “Una antropología de la herida infinita”– que cada pieza de Vicente Rojo es una estrella de la constelación que implica su obra. No todos los elementos tienen el mismo diámetro ni la misma luminosidad, pero todos son igualmente imprescindibles para formar la figura de conjunto. La obra en su conjunto es una autobiografía visual, dotada de distintos lenguajes artísticos, como sus Alfabetos o su Autorretrato. Así se despliega una visión panorámica. Su mirada reflexiva y atenta lo condujo a captar el significado anímico de cada instante. El pensamiento como creación simbólica es el origen de su arte puro. Rojo sabía que cuando el ejercicio artístico deviene en pulsión de vida podemos olvidar el rumor del abismo. Recorría un camino con perseverancia. Deslumbraba con sus innovaciones. Su movimiento era de ida hacia lo profundo de la psique. Para Rojo la esperanza en el arte era eterna: vislumbraba constantemente algo especial. Ahora nos atañe una herida infinita.

II. Arte y literatura ROJO ASEVERÓ: “Permanente caja de sorpresas, quizá el libro resuma mi máximo interés como centro de las tareas de difusión cultural. El libro es reflejo del mundo y celebración de la vida. Puede curar enfermedades del cuerpo y del alma. Damos vuelta a sus páginas y aparece un museo en miniatura. Y es el resguardo de la poesía./ Me gusta no sólo por las maravillas que


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Vicente y su zurda de oro Germán Montalvo

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Vicente Rojo Almazán, Negación ii, 1972.

encierra, sino también como objeto entrañable, que hay que saber cuidar y preservar. ‘Los libros tienen los mismos enemigos que el hombre –dice Paul Valéry–: el fuego, la humedad, las bestias, el tiempo y el mismo contenido.’ Mientras que para Kafka ‘un libro ha de ser como el hacha que quiebra la mar helada que [todos] llevamos dentro.’/ Los libros viajan en un bolsillo o permanecen en el silencio de las bibliotecas, donde brillan como las estrellas en el cielo.” Vicente Rojo colaboró con Alfonso Alegre Heitzmann, María Baranda, Alberto Blanco, Coral Bracho, Rafael-José Díaz, Olvido García Valdés, Hugo Hiriart, David Huerta, Bárbara Jacobs, Arnoldo Kraus, Miguel León-Portilla, Pura López Colomé, Carlos Monsiváis, Jaime Moreno Villareal, Álvaro Mutis, José Emilio Pacheco, Fernando del Paso, Octavio Paz, Andrés Sánchez Robayna, Francisco Serrano, José-Miguel Ullán, Nicanor Vélez, Enrique Vila-Matas y Juan Villoro, entre otros autores, como Joseph de Acosta (Medina del Campo, 1539-Salamanca, 1600), autor de Historia natural y moral de las Indias (1590), cuyo capítulo xxiv del libro tercero, “De los volcanes o bocas de fuego”, lo cautivó. Miguel Casado lo comprendió muy bien. Escribió que su obra evitó fungir como ilustración de un texto, eludió siempre la traducción visual de lo escrito. En este ejercicio de absoluta independencia él no ilustró los textos ni éstos explicaron la imagen. Texto e imagen cohabitan los mismos espacios mentales en una vasta gama de correspondencias y complicidades. Hay mensajes cifrados, alegorías y homenajes.

III. Experimentación con la óptica JOHANNES VERMEER PINTABA con una luminosidad exquisita obras que muestran un fascinante conocimiento íntimo de los efectos ópticos, colige Laura j. Snyder. El mismo fenómeno ocurre en la obra de Rojo: experimentó con las ópticas de las piezas. La búsqueda del conocimiento fue a través de la mirada. Reconfiguró sus composiciones y manipuló los tipos de efectos luminosos. La geometría de los cuadros de Rojo exigía otras aproximacio-

n aquellos tiempos en que en el barrio admirábamos a quienes destacaban por su brillantez en el cuadrilátero, uno de nuestros ídolos era Vicente Rojo. Nuestro tipógrafo favorito es de la misma estirpe que aquel billarista de barrio, legendario por su destreza en la carambola de tres bandas. Sólo que Vicente no es diestro: su mano zurda lo convirtió en un ganador, un ejemplo a seguir. Con la zurda libró grandes, numerosas batallas. Los iluminados del barrio siempre tienen algo en común: son discretos, a veces, introvertidos; suelen ser generosos, innovadores, admirados por su capacidad de mostrarnos el mundo desde otra perspectiva. Vicente está de cuerpo entero en esos carteles tipográficos con colores difuminados, como los de box y los de lucha libre. Ése es el México que lo recibió, del cual se enamoró y por el cual habría de convertirse en un atleta de alto rendimiento, con una zurda privilegiada. En diciembre de 1979, de camino a Milán, Italia, lo visité en su estudio en París, en la planta alta de uno de los edificios de la plaza que se encuentra frente al Centro George Pompidou. Allí vivió un año, acompañado de su hijo Vicente, que estudiaba música. Tuvieron la bondad de hospedarme un par de días. De aquel entonces guardo un recuerdo imborrable: desde la escalera del museo que diseñó Renzo Piano pude ver a Vicente, al otro lado de la plaza, enmarcado por la ventana, pintando con un pequeño pincel sostenido con la mano zurda, una pieza de su serie México bajo la lluvia. Esa serie refleja mucho de su obra plástica y de su devoción a ella. Miles de horas invertidas en pequeñas pinceladas. Vicente fue un artista que privilegió el tiempo l

nes. Siempre desembocaba en la revelación de formas nuevas. Tejió un entramado de iluminaciones. El ojo sugirió siempre que era de fiar: el gran instrumento de nuestro cuerpo. Rojo se consideró deudor de las obras de Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Gunther Gerzso, Ricardo Martínez, Juan Soriano y Pedro Coronel.

IV. Entrar en el cuadro COMO FRANCK MAUBERT con la obra de Francis Bacon, experimento la curiosa sensación de entrar en los cuadros de Rojo y fundirme con ellos. La pintura encuentra allí toda su intensidad. El artista catalán escribió: “Me inquieta la palabra reflejo. Quizá porque la siento en el centro de todas mis obras. Yo quisiera que mis pinturas y esculturas tuvieran la virtud de reflejar, como en un juego de espejos, dos soledades, la del creador y la del posible espectador, que le permita a éste reinventar la obra, decidir sus emociones e incluso alterar la intención del autor. […] Ahora que en mis obras más recientes trato de reflejar un conjunto de escenas íntimas, de instantes luminosos y leves destellos, quisiera que mi obra pudiera sentirse como un canto, o como un susurro.”

V. Polvo de estrellas DURANTE UNA ENTREVISTA le pregunté a Vicente Rojo: “¿Cómo fue tu selección cromática para Apología del polvo, uno de los libros realizados con Arnoldo Kraus?” Me respondió: “Pensé, al tratar el tema del polvo, que debía manejar tonos grises, usar el negro, dar una perspectiva lúgubre. Pero el texto de Kraus es luminoso. Por lo tanto, esa luz me permitió pensar en lo colorido, en el polvo de estrellas. Los astros siempre tienen colores, las estrellas son luminosas. Eso plasmé. Muchos pensadores dicen que somos polvo de estrellas.” Luego cuestioné: “¿De qué manera percibes la poética inherente a las estrellas?” Su respuesta fue extraordinaria: “Mi padre llegó a México años antes de que yo lo lograra. En Barcelona yo veía las estrellas pensando en que mi padre veía en México las mismas estrellas que yo percibía. Hay

una canción titulada “Polvo de estrellas” que yo escuchaba en mi juventud. También recuerdo Mujeres alcanzando la luna y Hombre contemplando el firmamento, piezas extraordinarias de Rufino Tamayo en las que las estrellas nos iluminan desde el cielo.”

VI. Despedida. Ignis aeternus CUANDO ROJO ME recibía en su estudio en Coyoacán para dialogar sobre arte y literatura –imbricados de manera perenne–, mi vida se modificaba drásticamente en cada ocasión por las magnitudes e incidencias: su inteligencia e integridad eran únicas, poseía un humor excepcional, su generosidad no tenía límites –por ejemplo: su cuadro A voces (aguafuerte sobre cobre, 2008) es la ilustración de la portada de mi libro El origen eléctrico de todas las lluvias– y siempre se suscitaba una revelación. El pintor, escultor y diseñador me infundía aliento, me fortalecía. En el jardín de su estudio me explicaba el funcionamiento de la luz en su mirada y cómo se trasladaba a los materiales. Agradezco a Rojo los múltiples días espléndidos que compartimos en el recinto de Coyoacán. En todas nuestras conversaciones se manifestaba la absoluta sabiduría del artista. Fue –es– un honor. Una vez habló sobre la muerte. Infirió conclusiones sobre la vida y la importancia del amor. Me enseñó que el arte significa, entre muchas cosas, consuelo y solaz. Fue contrapeso brillante y gozoso a mi indagación fatalista de la existencia, maestro de la interpretación estética por la concisión y la belleza. Me despido y extrapolo las reflexiones de Bruno Snell (1896-1987) –profesor de la Universidad de Hamburgo y editor de Píndaro, Baquílides y los líricos griegos arcaicos– sobre la Ilíada, contenidas en El descubrimiento del espíritu: para Rojo, mirar significaba mirar algo luminoso. Además: mirar a lo lejos. La palabra tiene, entonces, un significado parecido que recuerda la alemana schauen en el verso de Goethe: “Zum sehen geboren, zum Schauen bestellt”: “Nacido para mirar, llamado a contemplar.” Y llamado a crear. Su ausencia implica orfandad artística e intelectual. La de Vicente Rojo fue una manera de mirar noble, alegre y libre. Ars longa. l


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(1939-2021)

Modelo para armar: el alma plástica de

VICENTE ROJO

En esta larga entrevista, la última que concedió en el marco de su cumpleaños ochenta y nueve, y que publicamos como homenaje póstumo, el gran pintor, diseñador, escultor y editor nacido en Barcelona en 1932, deja ver su enorme sencillez y la claridad y generosidad de su pensamiento. Involucrado en incontables proyectos culturales de importancia a lo largo de toda su vida, miembro de El Colegio Nacional y parte de la llamada Generación de la Ruptura, que él llamaba de la “apertura”, dijo de su oficio: “Nunca he dejado nada a la mitad. El famoso ‘ahi se va’, yo nunca lo he usado y creo que es una buena recomendación también para los jóvenes.”

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Entrevista con Vicente Rojo ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

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altan piezas para armar el rompecabezas de Vicente Rojo Almazán. Todas las posee el artista, las guarda en el cajón de sus historias y amores. Tengo la fortuna de haber visto algunas que me mostró y que esbozan pistas para seguir el rastro de su vida, la de uno de los creadores más representativos de la llamada Generación de la Ruptura, aunque para él más bien sea de la “apertura”. El pretexto para conversar con el pintor, escultor, diseñador y editor fue escuchar la experiencia de su participación en el programa Pago en Especie, sistema de recaudación fiscal único en el mundo, con el cual, en más de cuarenta y cinco años, el artista ha entregado más de cien obras a la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (shcp) como parte de sus compromisos fiscales. En el marco de su cumpleaños ochenta y nueve, la Dirección General de Promoción Cultural y Acervo Patrimonial realiza una infografía con algunas de las cincuenta y una obras que integran la colección bajo resguardo de la shcp, y una videoentrevista para difundirse en las redes sociales de “Hacienda es Patrimonio Cultural”. Hombre sencillo en sus formas, el maestro prefiere el encuentro directo que el uso de la tecnología de comunicación a distancia para realizar la entrevista. Nos encontramos en su casa de Chimalistac, donde recién se ha instalado después de pasar algunos meses de la pandemia en Cuernavaca, Morelos.

Un lápiz de diversos colores

Adriana Castillo Román* ||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||||

VICENTE ROJO confiesa que desde niño fue tímido e introvertido; sin embargo, está dispuesto a “quedar bien”, como lo comentó varias veces. Se ha definido como iluso y malo, pues ha compartido la idea del director de cine Fritz Lang, que pensaba que los hombres no se dividen en buenos y malos, sino en malos y peores, y él ha aspirado a no ser lo segundo. Contra la consideración del director vienés y de sí mismo, Rojo Almazán ha dejado huella de ser / PASA A LA PÁGINA 10

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1. Vicente Rojo Almazán, Estela ardiendo, 1992. 2. Vicente Rojo Almazán, Escritura encontrada 2, 2007. 3. Vicente Rojo Almazán, Señal 69 No. 5, 1969. 4. Vicente Rojo Almazán. 2

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La sonrisa de Vicente Rojo José María Espinasa Breve pero entrañable semblanza del gran pintor, diseñador y maestro recién desaparecido, Vicente Rojo (Barcelona, 1932-Ciudad de México, 2021), cuya obra, en todos los ámbitos que acometió, dejó una huella sin duda trascendente en la cultura de nuestro país. “Un ser complejo, profundo en su arte.” Para Bárbara, con cariño

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os adjetivos para describir –no puedo todavía escribir “recordar”– a Vicente Rojo se me agolpan en la voz, en la pluma, en la garganta. Es difícil encontrar una persona que reúna más cualidades. Como artista fue talen-

toso, extraordinario, y esperó con paciencia y sin la estridencia de algunos de sus compañeros de generación a que nos acostumbráramos a su pintura y pudiéramos empezar a entenderla. Como hombre fue generoso, colaboró en infinidad de revistas, periódicos –fue fundamental para La Jornada– y editoriales –el Fondode Cultura Económica, Joaquín Mortiz y muchas otras, y fundó una imprescindible, Ediciones era. Como profesor –mejor, como maestro– formó una generación de diseñadores y su magisterio llega hasta nuestros días; innovó en concepto y la técnica del diseño desde la Imprenta Madero, colaboró con grandes figuras –Paz, Monsiváis, Pacheco– y con jóvenes escritores, no escatimaba su apoyo y sus consejos a quien se lo pedía. Quiso y se dejó querer por sus amigos y sus amores. Podía ser riguroso sin dejar de ser amable y sabía no sólo reconocer el talento sino impulsarlo y mostrarle sendas propias. Si nos situáramos en el terreno religioso, diría que es lo / PASA A LA PÁGINA 10


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más cercano que yo he conocido a la imagen de la santidad. Era, sin embargo, algo distinto, una persona con sus virtudes y sus defectos, un ser complejo, profundo en su arte. Recibía los homenajes que se le hacían con humor y amabilidad condimentados con escepticismo. Activo desde joven, diría que adolescente, trabajó hasta sus últimos días –el mural del Museo Kaluz y la exposición en El Colegio Nacional fueron algunas de sus muestras recientes, ejemplos de la pluralidad complementaria, el mural como obra pública de gran ambición y la intimidad como savia vital. Así, en la primera corriente no deja uno de sorprenderse cuando ve la fuente del edificio de Relaciones Exteriores, espacio casi zen en medio del tráfago de la gran ciudad, que provoca un recogimiento numinoso. Incluso provoca a veces la sorpresa, como en su escultura pública en Polanco, con la que me encontré un día por casualidad, mientras trataba de huir de la colonia más antipática de la ciudad, Polanco. Nacido en España, arraigó en México profundamente y conquistó su condición mexicana en el uso de colores y formas, de materiales y motivos; el paisaje, los volcanes y la lluvia le permitieron crear su propio valle metafísico, su herencia republicana y librepensadora le permitió a su vez tener siempre una actitud política que se resume en una palabra: ser solidario. Con los pies en la tierra y la mirada en el horizonte. Eso lo protegió contra todas las tentaciones: la del éxito vacío y la del dogmatismo. Se enfrentó a las tragedias personales con entereza y, en los últimos años –ya lo he dicho antes–, parecía un personaje desprendido de una pintura de El Greco. La última vez que lo vi, en la inauguración de la exposición en El Colegio Nacional, parecía querer pasar inadvertido a nque todas las miradas de los asistentes lo seguían; creo que pese a todos los premios y reconocimientos a cuestas, las innumerables exposiciones que había hecho y la conciencia de su calidad como pintor, seguía emocionado por el cariño que se le expresaba. Como lector me formé leyendo libros que publicó Era, sus portadas me fascinaban, y luego me fui enterando de que muchas otras, de las cuales no sabía que era autor, se me imponían como modelos para el trabajo editorial que acometía. Nunca dejaré de agradecerle su labor. Supe de su colaboración con Octavio Paz en publicaciones hoy ya canónicas –los Discos visuales, los Topoemas, Blanco–; supe, pues, de la íntima relación entre leer y ver cuando la propone un artista de su talento. La cultura mexicana, a la que él le dio en muchos casos una plenitud milagrosa, está triste con su desaparición; él seguirá presente entre nosotros; su presencia no desparecerá nunca, seguiremos preguntándole cosas, aceptando sus sugerencias, valorando sus juicios nunca perentorios, su tolerancia con los inevitables errores. Su pintura será como su voz, sus diseños como sus manos gesticulando al hablar. Te vamos a extrañar pero nunca te volverás un extraño. Recuerdo tu sonrisa cuando, en una presentación de un libro tuyo en colaboración con María Baranda, dije que eras capaz de inventar la radio en colores. Es una satisfacción que guardaré siempre l

Vicente Rojo Almazán, Negación 28, 1973.

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bondadoso, además de empático –diseñó la portada de un libro para que su autor, impedido para firmar, estampara su huella digital–; generoso y solidario, ha donado obra a causas que le parecen justas y, humilde, rehúye dar consejos y hablar de sí mismo y de sus éxitos. Ha sido un hombre consecuente con sus ideas republicanas, desde niño defendió la condición de libertad: libertad para crear y pensar, libertad para ser zurdo. Se negó rotundamente a usar la mano derecha pese a que siendo muy pequeño le amarraron la izquierda para impedir que la usara. Su padre, Francisco Rojo Lluch, ingeniero mecánico, llegó como refugiado a México en 1939, en el Ipanema, una de las tres embarcaciones conocidas como “de la libertad”. Su tío fue el general Vicente Rojo Lluch, jefe del estado mayor del Ejército Republicano. –¿Qué es para usted la libertad? – Pasé diez años bajo el franquismo, una dictadura atroz y una continuación de la guerra en España. Duró hasta la muerte de Franco porque él siguió todo el tiempo vengándose de los republicanos, vengándose en el sentido que estaban encarcelados o eran ejecutados. Cuando llego a México primero me encontré con mi padre, que hacía diez años que no veía, y eso significó una libertad luminosa. Muchas gentes me dijeron: sí, pero es una libertad tuya porque en México no todo el mundo tenía ni tiene libertad para desarrollar sus tareas, pero para mí esa fue la idea de libertad que encontré al llegar a México. […] En Barcelona, después me di cuenta de que el verano es muy luminoso, pero yo no recordaba ningún verano, ninguna luz en esos diez años de represión franquista, o sea que mi idea de libertad puede ser muy limitada o muy precaria, pero para mí esa es la idea de la libertad. La libertad en la creación la descubrió con Juan Soriano, a quien desde joven admiraba. Recuerda

que lo visitó y lo vio pintar en su casa de París: “En la mañana, cuando salí de su casa, él estaba haciendo una naturaleza muerta con un vaso y una manzana roja; cuando volví en la tarde en ese vaso había puesto un pájaro y la manzana que era roja la había convertido en verde […] en ese trabajo que yo veía pasando sin molestarlo, vi esa enorme libertad que tenía para crear, me hizo también sentir que eso era la libertad en pintura: como él trabajaba, quitaba, ponía y mantenía siempre una intensidad en ese cuadro”. Luego de afirmar que desde los cuatro años supo que tenía la vocación de crear, el artista plástico, que pinta en pantalones cortos, dice que le gusta creer que sigue siendo un niño que juega con todos los elementos y técnicas, aunque en los últimos años ha preferido combinar colores, polvo de mármol o tierras y pegamento monolit, materiales que se han convertido en sus favoritos, porque “eso me da una calidad que me parece ideal para lo que estoy haciendo, sobre todo en mi trabajo de pintura”.

El niño que miraba las estrellas A PROPÓSITO DE que sabe que “los colores no existen de manera independiente” y de que en 2011 ilustró el libro Apología del lápiz, de Arnoldo Kraus, le pregunto qué tipo de lápiz le gusta: “Hay unos lápices que tienen en la punta todos los colores. Sí, en lugar de tener el grafito negro, que es lo normal de un lápiz, hay unos que tienen en la punta diversos colores. Ese lápiz me gusta muchísimo, pero obviamente también me gustan los lápices de color, todos los que hay; que cuando yo comencé tenía seis lápices de colores, ahora hay cajas con treinta o con sesenta”. Vicente Rojo, uno de los hombres de la “generación de los nacidos entre tumbas al resplandor del incendio del mundo”, como escribió en 1978 su amigo José Emilio Pacheco en su libro Jardín de niños, es aficionado a ver las estrellas porque “era lo único luminoso que brillaba en Barcelona”. Ese gusto lo consolidó en sus múltiples viajes a Tonanzintla, Puebla, donde asistía a Miguel Prieto, su primer maestro de diseño


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–¿Cómo selecciona las obras con las que ha pagado en especie? –Siempre he escogido las mejores obras para el pago en especie. Digo, es obvio porque siempre he pensado que la obra que hago es la mejor que puedo hacer, o sea, no tengo obras mayores o menores. Es mi idea naturalmente, no es el punto de vista ajeno, pero en el mío siempre he expuesto y hecho las obras que he considerado mejores, y parte de ellas se han ido a Pago en Especie, o sea, estoy muy tranquilo en ese sentido. –¡Claro! Porque a todas sus obras les da su corazón… –Así es, sí. Supongo que la mayor parte de los artistas deben hacer lo mismo porque deben presentar lo mejor que han hecho, pero en mi caso es totalmente seguro que siempre ha sido lo mejor, lo adecuado, lo mejor que podía hacer en ese momento.

De, por y para la cultura

Vicente Rojo Almazán, Volcán encendido I, 1998.

gráfico y de la vida, en la elaboración de un mural en el Observatorio Astrofísico. En medio de la guerra del franquismo, recuerda, “todo era oscuridad, las estrellas eran muy brillantes en la noche. Entonces yo caminaba porque iba a la escuela de siete de la tarde a nueve de la noche. Cuando salía de la escuela veía un cielo estrellado y creía, yo tenía doce, trece, catorce años, que a lo mejor esas estrellas las estaba viendo mi padre en México. Eso me daba una cierta tranquilidad, cercanía. Yo sabía que mi padre no iba a volver (…) pero mi madre había tenido la habilidad de mantener la presencia de mi padre, así que había una relación lejana pero al mismo tiempo cariñosa”. –¿Cuando se reencontró con su padre le preguntó si veía las estrellas que usted miraba? –No, no, me parecía que era una cosa muy íntima y mi papá era una persona muy seria. Era un ingeniero y yo tuve una buena relación con él, pero, bueno, cuando llegué me dijo: “¿Qué quieres hacer?, ¿quieres trabajar, quieres estudiar?” Yo tenía pues, no sé si decirlo, horror a la escuela, porque no tenía ningún convencimiento de que pudiera ser útil. Le dije: “No, yo quiero trabajar.” Él me consiguió mi primer trabajo y yo seguí en ese camino. Él siguió como ingeniero, trabajando muchísimo. Vicente Rojo considera que reencontró y rindió homenaje a su padre en 2019, con la exposición Vicente Rojo: 80 años después. Cuaderno de viaje de Francisco Rojo Lluch en el vapor Ipanema, Burdeos-Veracruz, junio-julio de 1939, una muestra “íntima” en la que recreó la bitácora imaginaría del periplo realizado por su padre ochenta años atrás. Confiesa que su padre nunca le habló de ese pasaje de su vida, como tampoco de la guerra; “no le gustaba, pero yo traté de recorrer ese viaje con él haciendo esos treinta y dos cuadritos pequeños que simulaban como si mi padre hubiera hecho un cuaderno. Me hace ilusión pensar que a mi padre le hubiera gustado”. La exposición se con-

virtió en un libro, editado en 2020 por El Colegio Nacional, del cual es miembro desde 1994.

“Escojo las mejores obras para Pago en Especie” A cuarenta y seis años de que se publicara el decreto mediante el cual los artistas plásticos pueden pagar el impuesto sobre la renta con obra realizada por ellos, se habla poco de la existencia del Programa Pago en Especie, que nació informalmente en 1957 gracias a gestiones realizadas por David Alfaro Siqueiros. Fue así como entre 1957 y 1965, de forma esporádica e intermitente, en la shcp se registró el ingreso de treinta obras de veinticuatro artistas plásticos: Diego Rivera, Rufino Tamayo, Raúl Anguiano, Adolfo Best Maugard, Francisco Mora, Juan Olaguíbel, Ignacio Asúnsolo, Angelina Beloff, Fernando Castro Pacheco, Lola Cueto, José Fernández Urbina, Ernesto García Cabral, Ernesto Guasp, Agustín Lazo, Amador Lugo, Ricardo Martínez, Guillermo Meza, Gustavo Montoya, Luis Nishizawa, Salvador Pruneda, Mariana Yampolsky, José Reyes Meza, Roberto Montenegro y José Chávez Morado. Los registros del programa dan cuenta de que el artista, que pinta en la soledad de su estudio pero siempre acompañado por todo tipo de música –“es la única referencia de eficacia estética que puedo tener mientras pinto”–, fue de los primeros en acogerse al programa una vez que se formalizó, gracias al cual la shcp resguarda obra de siete de sus series: Negación, Recuerdos, Señales, México bajo la Lluvia, Volcanes, Códices y Escenarios. –¿Qué opina del Programa Pago en Especie? –Es bueno. Nos ayuda a quienes nos dedicamos a las cuestiones artísticas porque nos evita estar reuniendo facturas como hacen los que pagan normalmente […] se reduce a, según lo que uno ha cubierto ese año, a dos, tres, cuatro, cinco cuadros. Eso simplifica muy bien las cosas y no hay que estar juntando facturas todo el año.

LA HISTORIA DE las artes plásticas en México no se puede escribir sin Vicente Rojo. Hay quienes lo consideran ser parte de la llamada Generación de la Ruptura, pero él manifiesta que es de una generación posterior, que en todo caso debería llamarse de apertura. “En realidad los que comenzaron con la ruptura con la Escuela Mexicana de Pintura fueron Tamayo, Carlos Mérida; luego llegó Mathias Goeritz, luego hubo una época abstracta o muy libre de Juan Soriano, también Pedro Coronel. Ellos se fueron separando, es decir creando lo que yo diría, o si se puede llamar, ruptura.” Aclara: “en mi generación, o por lo menos en mi caso, nos aprovechamos de la ruptura que estos grandes artistas habían hecho, y la generación que siguió, que es la mía, que de hecho encabezaba, por lo menos para mí, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce, ya había un trabajo que yo podía llamar más bien de apertura. Es muy curioso porque generalmente se le relaciona a la Generación de Ruptura con el arte abstracto que, en efecto, las tres o cuatro figuras que acabo de mencionar, ese era, digamos, nuestro proyecto; pero, en cambio, en la Generación de la Ruptura había artistas figurativos, o sea que continuaban con la figuración de la Escuela Mexicana de Pintura, pero dándole otro carácter, como Gironella, Cuevas, Vlady, Enrique Echeverría, en fin, algunos más, o sea, fue una apertura total en todo tipo de intervención artística.” Recalca que esa generación no sólo estuvo integrada por artistas plásticos, sino también por escritores, poetas, teatreros, músicos, cineastas: “si todo ese conjunto no se hubiera dado, creo que esa generación no hubiera tenido, si me excluyo, la brillantez que tuvo”. Como un trabajador de, por y para la cultura, como se autodefine, y con amplia experiencia en la difusión cultural, considera que hay una estrechísima relación entre la pintura y la literatura, pero esas artes también están cerca de la danza, el cine, el teatro y la poesía.

Diseño gráfico y edición: el parteaguas Rojo EL ARTE CREATIVO de Rojo Almazán también ha abarcado el diseño y la edición, y como cofundador de la editorial era, junto con sus amigos, también exiliados españoles, los hermanos Neus, Jordi y Quico Espresate y José Azorín, ha sido un impulsor de la palabra escrita, ya sea en prosa o poesía, y tiene la certeza de que ésta mueve al mundo. En el diseño gráfico hay un antes y un después de Vicente Rojo, y en ese campo ha incursionado / PASA A LA PÁGINA 12


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Vicente Rojo Almazán, Destrucción de un orden, 1965. Vicente Rojo Almazán, Señal 69 No. 4", 1969.

Con Fernando Benítez tuvo una “entrañable amistad” y según relató se convirtió en su hijo, su hermano y su padre; “todavía recuerdo su cariñoso lamento cuando yo iba a estar un tiempo de viaje: ‘¡Hermanito, cuando tú te vas me quedo huérfano!’” Aun con el paso del tiempo tiene presente a su amigo Juan García Ponce. En 1994, cuando leyó Los sueños compartidos, discurso que pronunció al ingresar a El Colegio Nacional, y veinticinco años después, en su mensaje al recibir el Honoris causa de la Universidad Iberoamericana, recordó una ocasión en que visitó a su amigo, lo encontró acostado en su cama, enfermo, con la sonrisa de siempre; después de preguntarle por sus problemas de salud le comentó: “No te preocupes, Vicente, somos eternos.” VIENE DE LA PÁGINA 11 / MODELO PARA ARMAR...

con el mismo interés que con la pintura. Relata que aprendió de diseño mucho antes de que fuera así definido, con un maestro excepcional que era tipógrafo y pintor: Miguel Prieto, con quien trabajó en el Instituto Nacional de Bellas Artes y en el suplemento México en la Cultura. –En alguna entrevista mencionó que el diseño gráfico es una tarea colectiva que busca el exterior porque debe ser comprobable para otros, mientras que la pintura se hace en el interior, en la intimidad, porque el resultado debe ser comprobable sólo para usted. En este sentido ¿qué prefiere, el exterior o el interior? –He compaginado las dos cosas, es decir, no hubiera podido hacer el interior en donde considero que mi obra vuele, desaparezca y se pierda. No hubiera podido hacerlo si no hubiera tenido los pies fijos en la tierra, que es lo que me daba el diseño gráfico. El diseño gráfico es un arte que hay que estar comprobando todo el tiempo, que tiene una inmediatez que hay que resolver; mientras que la otra parte, la parte de pintura, escultura o grabado, me he permitido siempre tenerla como un vuelo, como una imaginación abierta. No tiene que cumplir una función como la que tiene que cumplir el diseño, y además el diseño cumple una función prácticamente inmediata, si es un libro porque tiene que salir en dos meses; si es un cartel porque se inaugura una exposición, una película a la semana siguiente, o sea, hay que hacer un trabajo muy concreto.** ”Siempre he trabajado el diseño gráfico en el campo cultural y eso me ha dado una base muy buena para poder hacer mis cosas en pintura, en escultura, de una manera que el resultado sólo es comprobable para mí, para nadie más. En cambio, el diseño tiene que ser comprobable para el que lo encargó, para el editor, para el director de una película o de una obra de teatro, un concierto de música, en fin.” Vicente Rojo, diseñador de diarios como La Jornada y unomásuno, así como de las revistas Siempre! y Plural, ha creado múltiples códigos de comunicación visual que permanecen en logotipos, diarios, carteles y libros. Algunos de sus diseños más conocidos son los creados para publicaciones del Fondo de Cultura Económica, El Colegio Nacional, la editorial Joaquín Mortiz, Salvat y la Colección Nuestros Clásicos, de la Universidad Nacional Autónoma de México.

“Siempre he estado muy necesitado del amor” A PARTIR DE los años ochenta, Rojo empezó a crear obras en tercera dimensión “porque estaba viendo que en mis cuadros incluía muchos relieves, telas que resaltaban sobre el cuadro, y pensé que eso me estaba dando una idea de poderle dar a esa pintura un resultado en escultura, en tres dimensiones, y así lo hice. Fue en la época en que estaba haciendo mi serie México bajo la lluvia […], comencé a hacer esculturas de pequeño formato, como de cuarenta, cincuenta centímetros de alto, y las hice en cerámica, otra vez en madera, en metal, y me sentí a gusto. Yo tenía entonces amistad con muchos escultores y, bueno, sentía la necesidad de estar cerca de ellos también, igual que estuve muy cerca de pintores, y así comenzó la escultura. Luego fue creciendo hasta llegar a escultura urbana, de las cuales ya hay muchas muestras en el país.” Interesada por conocer más de sus pensamientos, me animo a preguntar si tiene algunas definiciones o dibujos sobre la vida o la muerte: “Todo lo que he hecho ha sido ayudarme por la vida, ayudarme por mi vida, por mi manera de vivir. Supongo que ya a mi edad la muerte puede andar por ahí, pero no me preocupa. Cuando llegue, llegará. Yo sigo viviendo, sigo vivo. Hay un elemento que tiene que ver con la vida que es el amor, que yo siempre he practicado el amor, siempre he estado muy cerca del amor, muy necesitado del amor y no solamente como pareja sino del amor de mis hijos, de mis nietos, de mis hermanos, en fin, de mis padres, qué le puedo decir. Son cosas difíciles de explicar…” Así como Vicente Rojo tiene la idea esencial de que no se puede vivir sin amar y que sin un amor la vida no se llama vida, igualmente, considera que sus incontables amigos lo han acompañado, protegido, ayudado y querido a lo largo de los setenta y dos años que tiene viviendo en México. Cuando llegó, uno de sus primeros amigos (“y el mejor”, escribió en el libro Diario abierto) fue el escritor y crítico cinematográfico Emilio García Riera, de quien dijo: “Para mí Emilio fue (y es) mejor que el cine.” A otro, Gabriel García Márquez, le diseñó la mítica portada de Cien años de soledad, y aún recuerda divertido el reclamo de un librero de Ecuador que se pasó la noche “corrigiendo” las portadas con la “E” al revés que Rojo diseñó. Además, el colombiano lo nombró tutor de sus hijos, porque le dijo que era su amigo más joven, aunque en realidad apenas se llevaban cinco años de diferencia.

–¿Qué es para usted la eternidad? –La eternidad es haber estado acompañado de tantísimos amigos. La eternidad yo la he tenido en la vida. Esa fue una respuesta muy tierna de Juan. Él me había preguntado por mis problemas de salud, pero los suyos eran mucho más graves que los míos, él ya casi no podía hablar, pero estaba Meche García Oteyza, que le entendía, quien le ayudaba y comprendía, y me dijo: “¿Por qué no le lees lo que dijiste sobre él?” (en referencia al discurso de ingreso a El Colegio Nacional). Entonces se lo leí. Él estaba siempre recostado, casi no se podía mover, pero siempre tenía una sonrisa en la cara, como queriendo decir yo aquí estoy, estoy con ustedes; pero cuando leí lo que había escrito sobre él, vi que le caía una lágrima en la cara. La sonrisa no la perdía pero estaba muy, muy conmovido. Él fue uno de mis apoyos, un ejemplo de todo lo que yo he recibido.” –¿Siente que nació con buena estrella? –Sí, sí, en ese aspecto una estrella enorme o muchas estrellas, más bien. Algunas las puedo contemplar todavía (lo dice mientras mira a Bárbara). Sigo teniendo muchas estrellas…

“Sean siempre fieles a sí mismos…” AUNQUE VICENTE ROJO ha dicho que lo suyo no es dar consejos porque en la única materia que se siente maestro es en la de amar a México apasionadamente (amor que aprendió de Fernando Benítez), le pido que comparta algunas sugerencias para los artistas plásticos que están iniciando sus carreras, a lo cual accede de manera generosa: “Primero, que sean siempre fieles a sí mismos; segundo, que no compitan con nadie, que estén seguros de que lo que están haciendo es bueno por su propia relación y no viendo lo que sus compañeros pueden hacer, y otra tercera idea que les puedo dar es que no se aburran nunca.” Y remató con una más: “Nunca he dejado nada a la mitad. El famoso ‘ahi se va’, yo nunca lo he usado y creo que es una buena recomendación también para los jóvenes.” –¿Cómo celebrará su cumpleaños ochenta y nueve? –Esperando un año más l *Directora General de Promoción Cultural y Acervo Patrimonial y encargada de los asuntos de la titularidad de la Conservaduría de Palacio Nacional en la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.


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Artes visuales / Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx

El tarot de Leonora Carrington: enigma y revelación

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l universo pictórico de Leonora Carrington está poblado de referencias entrecruzadas de una imaginación desbordante que tiene sus orígenes en la niñez, cuando su nanny y su madre irlandesa la embelesaban con un caleidoscopio de leyendas populares celtas, relatos de fantasmas y los cuentos de hadas que fueron tan populares en la era victoriana. A este mundo fantástico, Leonora incorporó con los años una iconografía muy personal basada en sus estudios profundos de las ciencias ocultas, a los que se dedicó con seriedad y pasión: la cartomancia, la cábala, la astrología, la alquimia, así como elementos provenientes de la mitología celta y prehispánica, de las filosofías orientales y de los arquetipos arcaicos; entre éstos, la interpretación del Tarot ocupó un lugar medular. Se conoce un buen número de pinturas misteriosas y evocadoras cuya lectura iconográfica revela la presencia de personajes y elementos asociados a las figuras del Tarot, representados siempre desde su mirada fresca y espontánea, y a partir de analogías libres en un tenor totalmente personal. Un caso paradigmático es La maja del Tarot, óleo sobe tela en el que vemos la soberbia imagen de María Félix imbuida en una atmósfera enigmática y un tanto inquietante, en un discurso iconográfico de alta complejidad y abierta a un sinfín de interpretaciones. Pero no fue sino hasta 2017 que salió a la luz la existencia de una serie completa de pinturas de

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pequeño formato basadas en las veintidós cartas de la Arcana Mayor del Tarot que la artista realizara hacia 1955, hasta entonces conservadas en silencio en una colección privada. Fue la historiadora del arte Tere Arcq –máxima autoridad en el tema del surrealismo en nuestro país– quien se topó con la sorpresa de este inusitado y fascinante grupo de obras mientras hacía sus pesquisas para la curaduría de la magna exposición Leonora Carrington. Cuentos mágicos que tuvo lugar en el Museo de Arte Moderno de Ciudad de México en 2018. Las pinturas realizadas en óleo sobre cartón de 16x14 cm fueron la sensación en esa espléndida muestra, debido a la exquisita calidad de su factura y por el hecho de abrir un nuevo capítulo en el estudio de la conexión de Carrington con las ciencias ocultas. El público que se perdió esa exhibición podrá ahora admirar estas espléndidas obras en la publicación recién aparecida bajo el sello de la muy particular editorial inglesa Fulgur, especializada en temas de esoterismo y magia en la cultura visual. El volumen bellamente impreso y de elegante encuadernación consta de un texto introductorio de Gabriel Weisz Carrington –hijo de Leonora– y un luminoso ensayo al alimón de Tere Arcq y su colega Susan Aberth. Es un libro para ser disfrutado visualmente en tanto que su lectura arroja información muy preciada acerca de los vasos comunicantes entre la pintora de origen británico, mexicana por elec-

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1. Leonora Carrington. La Estrella, carta de Tarot, óleo/cartón, c. 1955. © Estate of Leonora Carrington-ARS New York. 2. Leonora Carrington. La Maja del Tarot, óleo/tela, 1965. © Estate of Leonora Carrington-ARS New York. 3. Leonora Carrington. La Suma Sacerdotisa, carta de Tarot, óleo/cartón, c. 1955. © Estate of Leonora Carrington-ARS New York

ción, y el mundo del ocultismo con el que tejió un intenso vínculo filosófico. La técnica usada por Leonora en estas pequeñas grandes joyas es de un refinamiento exquisito; eligió como soporte cartón recubierto con una capa de blanco de España para conseguir una superficie lisa y suave, y en algunas de las piezas usó hoja de oro y plata, recurso de manufactura artesanal que requiere de una gran maestría y que probablemente está asociado a su gusto por la alquimia. La estrella es una de las representaciones a mi parecer más bellas por su contenido poético. Las autoras del libro consideran que es la carta más poderosa del conjunto y asocian la delicada figura femenina que domina la composición con la Diosa Blanca del libro de Robert Graves que le dejó una huella indeleble. Asimismo, La suma sacerdotisa hace referencia a la diosa egipcia Isis, presente también en otras pinturas. Para Leonora Carrington, el Tarot fue fuente inagotable de inspiración, toda vez que le sirvió como guía espiritual en su camino de exploración de la psique, haciendo de su creación una poética del inconsciente l


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Arte y pensamiento

Tomar la palabra Agustín Ramos

Con este ine nomás no “LAS PALABRAS, ENTONCES, no sirven: son palabras.” El 18 de marzo se conmemora la expropiación por la que México recuperó el dominio del petróleo que hasta 1938 usufructuaban compañías de eu e Inglaterra. También en esta fecha se celebra un episodio universalmente decisivo: por diversas circunstancias, durante setenta y dos días, en 1871, las mujeres todas, los empleados manuales y administrativos, los profesionistas liberales y una decena de poetas que no eran abajofirmantes, ejercieron el poder en la Comuna de París. Esa Comuna inspiró la revolución soviética de 1905-1917 y nutrió los movimientos sesenteros que en general acabaron en masacres, calumnias y olvido temporal. ¿Por qué celebrar entonces un acontecimiento que derivó en la contrarrevolución estalinista, en el derrumbe de la urss y, por lo que toca a México, en la matanza de Tlatelolco y en el golpe de Estado técnico de 1988 a 2018 que como guerra contra el narco declaró/negó un usurpador narcoprianista? ¿Por qué ciento cincuenta años después, pese a todo y pese a quien le pese, esa lucha sigue y sigue? Respuesta: porque nosotros sí seguimos siendo los mismos, y porque podemos. Ni Krauze ni Aguilar Camín ni su nómina de arrastrados agentes aduanales de la cultura con charola de Letras Libres, Nexos, Colegio Nacional y Cultura unam, con todo y su inexcusable jauría de adiestrados detectores de sustancias tóxicas podría defender al historiador y matancero con nombre de avenida en Polanco, Adolphe Thiers, entre otras razones porque no se puede asumir como derrota un hecho que siglo y medio después, aun con cientos de miles de muertos y millares de mujeres difamadas y calumniadas, persiste como ejemplo de lucha, dignidad y deseo: como voluntad de ser felices… Dirán, con razón, que me repito. Pero qué le voy a hacer. La democracia liberal o como a los dichos aduanales y a sus perros amaestrados se les ocurra des-adjetivar, se resume en la potestad –que no poder– de elegir al tirano. Entonces, pues, si de elegir se trata, al menos déjennos libres. No con un ine que públicamente se declara antipopulista (lo que en su jerga significa oponerse a López Obrador) y que al cuarto para la hora elimina la sobrerrepresentación. No con un ine padroteado por salinistas como Ciro Murayama, Córdova el pequeño, José Woldenberg y sucedáneos. Con este ine, nomás no. ¿Cuantas veces habrá que decirlo con palabras? uuu No por ser del siglo dieciocho pierde vigencia la diferenciación entre los malos y los peores: la izquierda y la derecha, los conversos y los creyentes viejos. Mientras la derecha, por interés de clase, defiende a Víctor Brozo Trujillo, la izquierda defiende, por consigna, a Salgado Macedonio. Y los centristas, como su nombre lo indica, evitan comprometerse y, para pasar inadvertidos, tragan heces fecales por la boca –que sí es suya– apelando a la objetividad y a complejidades con cita a pie de página. Sin duda la izquierda provoca menos asco que la derecha. Al menos un izquierdista luce medallas (luché aquí, acá, acullá y más allá); en cambio, ¿qué puede presumir Krauze –en entrevista con el centrista Granados Chapa se definía, ja ja, como izquierdista–? Un derechista, a despecho de chistes del bufón de planta Guillermo Sheridan, o de risitas cómplices de conversos tipo Christopher, Musacchio o Manjarrez, sólo puede hacer guerrita sucia, porque a fin de cuentas Salgado Macedonio y Víctor Brozo Trujillo son exactamente igual de inmundos: pastura para Amlovers, moronga de big stream asfaltada en Nexos, Letras libres, Cultura unam, Colmex y Colegio Nacional. Tampoco, por ser decimonónico, pierde vigencia el concepto de clase social, indigerible para la buena conciencia dominante, porque de él derivan la lucha de clases, la ideología dominante y una conciencia que por no ser ni buena ni dominante resulta descalificable a priori y de obvia resolución: -Oh my gosh!, marxismo trasnochado…–etcétera l

Biblioteca fantasma/ Eve Gil

Narcos argentinos GANADORA DEL PREMIO Internacional de Novela Ignacio Manuel Altamirano 2020, convocado por la Universidad Autónoma del Estado de México, Pistoleros, de la periodista argentina Paula Castiglioni (Buenos Aires, 1984), publicada por la institución convocante, aporta un interesante matiz de bildungsroman a la llamada “literatura de narcos”. No más colombianos ni mexicanos sino argentinos… no barriobajeros sino clase acomodada y, más interesante aún, narrada desde la perspectiva de un personaje femenino con una visión periférica de dicho estilo de vida, desafío asumido exitosamente por dos autoras: Jennifer Clement con Ladydi y Orfa Alarcón con Perra brava y Loba. Esta última aporta el prólogo de la obra que nos ocupa, a la que saluda como “potente, rabiosa, ágil”. Anita Briansky, la protagonista de no más de veinte años, es amante de un narcoabogado llamado Jano Leder, mejor conocido en los bajos fondos como la Barbie debido a su frágil belleza rubia y su obsesión por su arreglo, “metrosexual” le llamarían algunos. Es, además, un vegano que disfruta mirando videos de ejecuciones. Anita, en contraste, es una morena frondosa cuya exótica belleza es el summum de la mezcla de sangres rusa y guaraní. Jano la conoce como empleada de un salón de belleza e ignora su tormentoso pasado como víctima de trata, ingenuamente vendida por su madre a los diez años y rescatada durante un operativo policial a los quince. Anita, a su vez, ignora muchas cosas de su hombre. Sabe que es narcotraficante, pero no que su cártel está involucrado con los proxenetas que la esclavizaron. Se ha fabricado un mundo que se contrapone con la realidad criminal de su príncipe azul, asumiendo el look y el estilo de las divas del Hollywood en blanco y negro, abriendo una cuenta de twitter donde comparte selfies en las que presume sus atuendos y peinados, bajo un nombre falso y sin mencionar a su pareja. En el fondo, Anita no deja de ser la niña inquieta que dibujaba donde quiera, incluso dedica su tiempo libre a pintar. Su participación

en “el negocio” de Jano se restringe a dar la cara cuando se lleva a cabo una entrega de producto, es decir, zapatos y carteras diseñados por la madre de su novio, espléndida fachada para el negocio verdaderamente lucrativo que le procura sus “comodidades”. Pero no es feliz. La permanente luna de miel está sujeta al veleidoso carácter de Jano que pasa de la ternura a la violencia extrema en segundos. Y justo cuando la relación atraviesa un rato de tibieza, el narcoabogado contrata a una chofer cuyo verdadera encomienda es “cuidar” a Anita y mantenerla vigilada. El Cheto, cuyo verdadero nombre es Dante, está ahí para cobrarse la muerte de su hermano, y su viril presencia, en contraste con “el príncipe de anime”, despierta en la joven el recuerdo del robusto policía que la sacó en brazos del burdel. El final parece previsible, pero la historia nos depara uno y mil giros hasta llegar a un insólito desenlace que disparará a Anita hasta las alturas. Castiglioni nos entrega personajes admirablemente equipados, casi carnales pese a lo excepcional de sus circunstancias. La psicopatía de Jano termina por ser mera pose ante la certeza de su amor por Anita y por su distinguida madre, quien profesa la religión hindú y predica el amor por donde va, acarreando con elegancia el origen sangriento de su riqueza; las lágrimas arrepentidas de un pedófilo y el sublime sacrificio de una guapa secretaria cabeza hueca. Una y otra vez se hace efectiva la banalidad del mal: “Lo más escalofriante de los villanos de verdad es que son humanos. Videla iba a misa […] Hitler era vegetariano…” La experiencia periodística de la autora se refleja tanto en su despliegue de conocimientos respecto a cómo se mueven las piezas de este “negocio”, como en la mirada a un tiempo despiadada y compasiva con que abarca a sus personajes. Un debut como novelista más que afortunado de la también documentalista, productora y guionista de programas de tv sobre asuntos sociales y policiales l


Arte y pensamiento

LA JORNADA SEMANAL 28 de marzo de 2021 // Número 1360

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Bemol sostenido / Alonso Arreola

t : @LabAlonso / ig : @AlonsoArreolaEscribajista

nft y el encriptamiento

de la música

NO SOMOS EXPERTOS. En lo más mínimo. Si nos ponemos a escribir sobre esto es, precisamente, para explicarnos mejor el asunto a nosotros mismos y, de paso, compartir un poco de información sobre el futuro del mercado digital. Hablamos del fenómeno que en los últimos meses han representado los nft (None Fungible Tokens), sobre todo en el mundo del arte y de la música. Para aproximarnos a su comprensión se impone, desde luego, definir las palabras que integran el concepto. Lo fungible es aquello que se desgasta con el uso que su naturaleza entraña, volviéndolo reemplazable. Ejemplos: billetes o zapatos. Por otro lado, token –en inglés– hace referencia a lo simbólico, al signo de propiedad de un activo cualquiera. Así, estos “signos no fungibles” pueden crear una “escasez digital verificable”, como bien apuntan distintos medios. En otras palabras: sabemos que el oro es un metal escaso y que precisamente por esa escasez vale mucho. Pues bien, gracias a la tecnología de los nft ahora se puede limitar digitalmente un número de objetos, obras u otros bienes. ¿Qué importancia tiene esto? Es enorme cuando por años lo digital ha sido sinónimo de masividad, multiplicación o copiado sin control. ¿Será éste otro vehículo del capitalismo rapaz? Sin duda. Esperamos sin embargo –allí el origen de esta columna– que también sirva para que los músicos puedan cambiar sus relaciones con los consumidores y, además, para que puedan ser remunerados sin intermediarios. ¿Cómo? La tecnología que usan los nft es la de Blockchains (Cadenas de Bloque), concepto algorítmico complejo que protege y agiliza transacciones de información variopinta (musical, literaria, visual) o criptomonedas, como la Bitcoin que ahora vive un auge sin precedentes, todo en un ecosistema público independiente. Una especie de Nube para bienes financieros. No es casual que en febrero la revista Rolling Stone otorgara un gigantesco espacio al tema, luego de que la banda Kings of Leon lanzara el primer disco nft, seguida por Grimes y los italianos de Belladonna. Estos últimos son los primeros en subastar una canción cuyo nft otorga un único vinil, el archivo maestro en digital y, aquí lo asombroso, todos los derechos de explotación futura de la pieza. Ellos ya han participado en numerosas películas, por lo que el próximo dueño de “New Future Travelogue” –que así se llama el tema– podría recuperar su dinero o, incluso, ganar mucho más. A esta moda se han sumado las tarjetas digitales con momentos únicos del deporte, logrando que una con la imagen del basquetbolista LeBron James llegara a los 200 mil dólares y otra con el delantero del futbol francés Kylian Mbappé alcanzara un valor de 65 mil dólares. Nada se compara, eso sí, con lo que consiguió el artista y diseñador Beeple en la casa Christie’s al subastar su obra The First 5000 Days: casi 70 millones de dólares por el código de autenticidad y posesión de un collage que todos podemos ver en internet. ¿Una locura? Tal vez. Pero el mecanismo de esa transacción es el que hemos observado por décadas en un ambiente “real”. Sólo hacía falta que se pusieran de acuerdo compradores y vendedores para oficializar el nuevo mapa. ¡Qué lejos estamos de la Ruta de la Seda y sus cargadores de especias! No se moleste nuestra lectora, nuestro lector. Tampoco nos gusta estar vomitando cifras en dólares señalando a personas que desean lucir su dinero en un mundo hambriento. Pasa que no podemos negar la realidad: el presente de la música es preeminentemente digital y la sobreoferta ha dañado a los compositores beneficiando a los intermediarios. Incluso quienes amamos vinilos y discos compactos usamos hoy plataformas como Spotify por su inevitable practicidad. En tal contexto cambiarán muchas cosas con este “encriptamiento” del arte. Es importante observar lo que sucede con ello, tanto como lo es cuando intentamos un consumo responsable con el medio ambiente. No podemos renunciar a su comprensión. Eso creemos. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos l

Cinexcusas/ Luis Tovar @luistovars

Cine desdoblado EL PASADO LUNES 22 de marzo, en el Diario Oficial de la Federación (dof) fue publicado el Decreto por el que se reforma el artículo octavo de la Ley Federal de Cinematografía, cuya redacción quedó como sigue: “Las películas serán exhibidas al público en su versión original y subtituladas al español, en los términos que establezca el Reglamento. Las clasificadas para público infantil y los documentales educativos podrán exhibirse dobladas, pero siempre subtituladas en español.” En calidad de transitorio, en el dof se añade una leyenda que es de rigor en estos procedimientos, según la cual “el Poder Ejecutivo Federal contará con un plazo de 60 días naturales a partir de la entrada en vigor del presente Decreto para modificar el Reglamento de la Ley Federal de Cinematografía [lfc] y demás disposiciones que deriven de ésta.” Impulsada por el inefable y se supone cuatroté morenista Sergio Mayer, coordinador de la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, y en tanto nada sugiere que vaya a haber modificación alguna por parte del Poder Ejecutivo de la Federación, la nueva disposición legal entró en vigor al día siguiente, es decir el martes 23 del presente mes. Al momento de pergeñar estas líneas, no se sabía de ninguna reacción o postura oficial por parte de exhibidores y distribuidores cinematográficos, que son el sector directamente afectado por esta enmienda legal, y aquí entiéndase “afectado” no en el neutro sentido literal sino en el de uso común, según el cual toda afectación es de signo negativo. Eso sí, en ausencia de voces oficiales, la histeria surgió rauda de las oficiosas, las anticuatroté, las informadas sólo a medias, las convenencieras y las arribistas, que nunca faltan, todas las cuales coinciden al menos en dos puntos: uno, ignoran a ciencia cierta de qué hablan, y dos, no les causa empacho hablar desde su ignorancia. Botón de muestra: el mismo martes 23, malinformado por un reportero a su servicio, un comentador farandulero llamado René

Franco descalificó y pontificó en contra de la modificación, con argumentos tan sesudos y convincentes como “el público prefiere ver las películas dobladas al español”, “a las distribuidoras les conviene doblar las películas porque así las va a ver más gente” y “quién va a querer ir al cine a ver una película subtitulada, si hay plataformas de streaming donde tienes la opción de poner o no subtítulos”… no fueron los únicos “argumentos”, pero sí los que el tal Franco descerrajó como los más contundentes según él, a juzgar por la vehemencia con la que despotricaba. Ya encarrerados en su despropósito ignaro, tan desavisado uno como el otro, jefe y subalterno tuvieron la osadía de proponer como modelo a seguir a España, donde en materia de doblaje sucede exactamente lo contrario: todas las películas, provengan de Anatolia o de Katmandú, son dobladas al baturro, con los horrendos resultados que cualquier habituado a ver cine en televisión comercial conoce bien. Por supuesto, ni una palabra salió de la boca de aquel sujeto en cuanto al interés por preservar íntegra una obra original; tampoco le dio el magín para balbucir alguna cosa en torno a la experiencia visual en una sala, tan diferente a la que ocurre frente a una pantalla en casa; cuantimenos se le habría ocurrido aludir a temas no relacionados con taquillas y ganancias… En fin; si se le menciona aquí es en calidad de representante involuntario del modo más extendido con el que, durante décadas, se ha discutido acerca del asunto: el cine se hace y se ve para ganar mucho dinero –mejor dicho, para que gane mucho dinero quien lo distribuye y quien lo exhibe–, y cualquier cosa que vaya en contra de ese sacrosanto cometido es un error, punto. El nuevo artículo 8 de la lfc no es ninguna panacea de reivindicación cultural y todavía puede cambiar, pero al menos tiene la virtud de una sensatez hasta hoy inusitada en México: busca no mutilar una obra en aras de hacerla más vendible l


LA JORNADA SEMANAL

16 28 de marzo de 2021 // Número 1360

Los poetas trabajan de noche Alda Merini Constante candidata al Premio Nobel de Literatura, la narradora, pianista y poeta Alda Merini (Milán 1931-2009) fue una de las voces más destacadas de la poesía italiana hacia finales del siglo xx y es autora, entre otros, de los libros Aforismi e magie y Mistica d’amore. Pasó distintos períodos en hospitales psiquiátricos, experiencia que tuvo una incidencia importante en su escritura, de la que llegó a decir: “Normalmente hablo de cosas que he vivido sobre la piel. Cualquier cosa me ha venido bien, una vez el amor, otra ocasión el manicomio… El poeta crea de noche, cuando todo calla, luchando ante la angustia de encontrar algo claro. El poeta nunca está solo, siempre lo acompaña la maravilla de su pensamiento.”

Los poetas trabajan de noche Te espero Los poetas trabajan de noche cuando el tiempo no apremia sobre ellos, cuando calla el ruido de la multitud y finaliza la tortura de las horas. Los poetas trabajan en la oscuridad como los halcones nocturnos o los ruiseñores del dulcísimo canto que temen ofender a Dios. Pero los poetas –en su silencio– hacen más ruido que una dorada cúpula de estrellas.

Abrázame Abrázame, amor, como el sol que toca la dulce frente de la luna. No vengas a molestarme tú también con aquellas tontas indagaciones acerca de lo divino. Dios llegaría al alba si yo estuviera entre tus brazos.

Beso Beso que soportas el peso de mi alma breve, en ti el mundo de mi discurso se convierte en sonido y miedo.

Tomo el cigarro Tomo el cigarro como si fuera una hoja de tabaco y aspiro ávidamente la ausencia de tu vida. Es tan hermoso sentirte fuera, deseoso de verme y no poder escucharme jamás. Soy cruel, lo sé, pero el lenguaje de los poetas es éste: un prolongado e incendiado silencio después de un larguísimo beso.

Te espero y cada día me apago otro poco. Ya olvidé tu cara. Me preguntan si mi desesperación es igual a tu ausencia; no, es algo más: es un gesto de muerte inmóvil que no te sé regalar.

Mis amores Mis amores comienzan en tiempos futuros. Mi amores nunca existieron, porque ellos no sabían nada. O yo no sabía nada y nos hemos amado en silencio y en tiempos distintos.

Quiéreme Quiéreme hasta que sientas el calor de una llama tímida que arde para siempre, defendiéndose de los vientos del arrecife. Soy un pensamiento que no quiere nunca atar tus manos libres en el mundo, aunque querría que estuvieran sólo para mí. Quiéreme ahora que no tengo palabras para hacer que te enamores de mis silencios llenos de alegría y que no podrás ver. Selección y versiones de Roberto Bernal.

Fe de erratas: En el número anterior (1359, 21/ III/2021) atribuimos a otra persona el artículo titulado "En el jardín de Naropa: poetas de Centroamérica, Lawrence Ferlinghetti y otros beats", cuya autoría pertenece a Mario Roberto Morales. Ofrecemos una disculpa al autor y a nuestros lectores.


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