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Futbol: ■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 29 de junio de 2014 ■ Núm. 1008 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver

todos los juegos el juego

Antonio VAlle y Josetxo ZAlduA

Entrevista con JuAn Villoro

ChiCo BuArque entre el arco y la lira

El gol, nuevo paraíso


29 de junio de 2014 • Número 1008 • Jornada Semanal

bazar de asombros MeMorias del líbano Es verdad que una de las caras más visibles del futbol es la del negocio multimillonario del que, tanto a nivel nacional como internacional, las grandes corporaciones obtienen enormes ganancias –comenzando por la propia FIFA, organizadora de la Copa del Mundo–, pero hay mucho más en ese juego de once contra once en una cancha: desde la cascarita callejera hasta la final del Campeonato Mundial, individuos y sociedades involucran una larga serie de factores emocionales, psicológicos, sociológicos, e incluso antropológicos y políticos. No en balde autores de la talla de Albert Camus, Ernesto Sábato y Eduardo Galeano, por sólo citar a los más relevantes, ven al futbol como una síntesis simbólica de mucho de lo que es el ser humano. Los textos de Antonio Valle, Josetxo Zaldua y Honorio Robledo, así como la entrevista con ese otro apasionado del futbol que es Juan Villoro, abordan diversos aspectos de ese fenómeno mundial que gira en torno a un balón. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx

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es comentaba, hace algunos bazares, que el general en jefe del movimiento estridentista, Manuel Maples Arce, había cubierto una etapa importante de las relaciones entre México y Líbano. Durante su estancia en Beirut hizo muy buenos amigos entre los escritores y los académicos, y dio varias conferencias sobre literatura mexicana en la Universidad Americana. Tal vez su mejor amigo fue el escritor Georges Schehadé, el autor de Historia de Vasco, obra teatral que pasó a formar parte del llamado teatro del absurdo debido a su estructura novedosa y a su desconfianza manifiesta en la palabrería sin ton ni son de los dueños del sistema, tanto políticos como empresarios, banqueros, jerarcas religiosos, militares y todos los que integran el “aparato de coherencia interna” del modelo capitalista. Rodolfo Usigli, nuestro dramaturgo mayor, siguió a Maples en el puesto de embajador y pasó más de siete años en Beirut. También fue amigo de Schehadé y organizó una especie de tertulia de gentes de teatro de la zona beirutí. Usigli tradujo algunos poemas de Jalil Gibran Jalil y escribió un breve ensayo sobre la originalidad poética y moral del juglar libanés. Este trabajo consolidó la posición del embajador Usigli y lo hizo muy popular en todos los medios literarios y académicos. A mí me tocó contactar a dos escritores de excepcional valía: Amin Maalouf y Joumana Haddad. La magnífica novela Samarcanda fue mi puerta de entrada al mundo novelístico de Amin. Lo conocí en París y muy pronto Líbano nos unió. Se consideraba un exiliado, pero su nostalgia de la tierra de la infancia era muy acuciante. Pasamos largas tardes en las que me entregó una teoría personal de su patria

Hugo Gutiérrez Vega y de sus compatriotas. Dicha teoría era afectuosa y crítica a la vez, pero le daba su color amable y benévolo la memoria de la infancia y del descubrimiento del mundo y sus contrastes que los infantes logran gracias a su inteligencia y a su sensibilidad recién abiertas. Joumana Haddad nació en 1970 y lleva su juventud con madurez y prestancia. Su obra abarca todos los géneros literarios: poesía, periodismo, ensayo, cuento, novela y un rico y reflexivo epistolario. Editorial Vaso Roto de Madrid-Monterrey ha publicado varios libros de esta excelente poeta libanesa y, recientemente, Jeannette Clariond tradujo y publicó en su ya imprescindible sello editorial un libro que abarca varios géneros literarios y que se titula: Superman es Árabe. En este libro-mosaico, Joumana nos dice que la principal desgracia de los machos es ser machos y recuerda la excelente frase de Woody Allen: “¿En verdad el sexo es sucio? Lo es siempre que es bueno.” Joumana incluye en el libro epigramas, poemas, pequeños textos narrativos y ensayos sobre los temas feministas que ha venido tratando en los periódicos y revistas que dirige. Su feminismo es sensato y equilibrado, pero no admite concesiones. Golpea con mano inteligente al machismo árabe y lo compara con el héroe de la cultura popular, Superman. Se burla de los machos y los pone en ridículo, pero insiste en el peligro latente que el machismo significa para la mujer y para la cultura islámica. Mis viajes al Líbano, además de ponerme en contacto con intelectuales lúcidos y valientes, me permitieron conocer a personas admirables que habían pasado la larga guerra en su país y que se habían ido adaptando a ese ritmo trágico que tienen las guerras inciviles y creadas por fuerzas veni das del exterior y dedicadas a todo tipo de actividades de política radical o de simple y llana delincuencia. Líbano ha sido una víctima que ha sufrido largamente y todavía no ve la puerta de salida. Hace poco visité el Centro Libanés de México y dije unas palabras en homenaje al doctor Nabil Moyabed, Premio Biblos 2014. Al final les di el mensaje que enviaba Joumana Haddad: “Diles a mis paisanos de México que los libaneses seguimos tercamente vivos.”

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Vilma Fuentes

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La seriedad del cronopio

ENSAYO

Cortázar

resplandor de la embajada, tanto con ra el año de 1975. Antes de la tesu presencia como la de sus relaciodiosa mundialización que se nes con artistas venidos de los paíempeña en igualar ciudades, vesti vestises del este. mentas, personas o ideales en nomAlberto Gironella, quien trabajaba en la serie de litografías para bre de los sacrosantos y contesuna edición limitada de Terra Nos­ tables principios de la política tra, de Carlos Fuentes, me invitó al conforme. Barcelona era Barcelo“Atelier Clot, Georges & Bramsen”, na, Varsovia era Varsovia, Londres polo magnético de una constelaera Londres. París era París, único, ción de pintores mexicanos y polo de atracción para los artistas europeos: Francisco Toledo, y escritores del planeta, como de quien inicia la lista; Juan Soriano, los revolucionarios en ciernes. Pedro Coronel, Carmen Parra, Nueva York le disputaba la posiJosé Luis Cuevas, Vicente Rojo, al ción de capital del arte con sus lado de Antonio Saura, Pierre galerías y las ventas en millones Alechinsky, Olivier Olivier, Rode dólares de la pintura. Pero, land Topor, o escritores como mientras París seguía siendo una Henri Michaux en sus excursiofiesta, aunque ya no fuese la de nes por el dibujo, y tantos otros Hemingway, Nueva York lo era sóartistas a lo largo de casi medio lo para el círculo dorado capaz de siglo, bajo la dirección del capitán derrochar fortunas a la Gatsby. En de la nave, Peter Bramsen. París era aún posible hacer la fiesta Gironella y Carmen Parra se alosin un quinto. Tal vez esto sea uno de jaban, en ese año de 1975, en el delos motivos que han llevado a otras partamento de la pareja de pintores ciudades a reproducir en ellas la esceformada por el argentino Julio Silva nografía parisiense de Montmartre o y la francesa Colette Portal. A ese deSaint-Germain-des-Prés. Sus bistrôts, partamento de la periferia sur de París, cafés-bar, tiendas de souvenirs, terrazas llegaba Cortázar a visitar a su tocayo y en las banquetas, calles, plazas, son calcompatriota coetáneo viejo amigo. Silva cados sobre el modelo de París. Pero la eshabía ilustrado algunos de los libros de cenografía no es más que una apariencia, un Cortázar y éste había escrito algunos textos disfraz. Porque si pueden erigirse esas zonas para acompañar obra del pintor, siendo Silva­ artificialmente parisinas, no puede exportarse landia el más sugestivo con su evocación reverel alma de la ciudad de París, esa identidad fascinante que ejerce un irresistible magnetismo al cual berante de los delirantes personajes de Lewis es imposible escapar a pesar de los peligros que aceCarroll en La caza del Snark. Cortázar, a la manera chan a quien acepta el desafío de su aventura. de Carroll, desvía el significado implícito de la palaAventura más arriesgada, y no sólo para el espíritu, que bra, dándole un sentido diferente en un contexto que, al un safari en África o en la jungla del Amazonas. Sus asechanproponerle una nueva perspectiva, la aparta del objeto zas se esconden tras sonrisas invitadoras, palabras acariciantes, al que servía de arquetipo. espejismos de dicha, tentaciones ante cada escaparate. París bien vale Cortázar vivía entonces el interminable final de la mutua pasión Julio en París una misa aunque pueda perderse el alma. Díganlo si no Henri iV , rey de Francia entre él y Ugné. Las escenas conyugales podían compararse a las de Who’s affraid of Virginia Woolf? A diferencia de la protagonista de Albee, Ugné tuvo un y de Navarra, o el Rubempré de Balzac cuando acepta el desafío y dice, desde lo hijo, para nada imaginario, el cual sirvió de modelo al personaje creado en El libro alto del cementerio Père-Lachaise: “Maintenant, à nous deux, Paris.” de Manuel. Ciudad de desafíos, también espacio de libertad: ¿atreverse a ser libre no es Alrededor de la pareja argentino-lituana se había formado otro círculo de el más provocador y temerario de los retos? París se ofrece como una arena de artistas y escritores en París. La irradiación que emanaba de su conjunción aulidia a quienes pretenden conquistarla. O, al menos, cuando termina por commentaba, densificándose, a medida en que se consumían el uno al otro, matánprenderse la desmesura de esa ambición, ganarse un lugar, aunque no sea sino dose una y otro, muriéndose a semejanza de esas estrellas cuyo vacío devora un pequeño hueco. todo a su alrededor. En ese anonimato aparente que obsequia como regalo de bienvenida la ciudad En el departamento de Ugné, últimos pisos de un edificio en la esquina de la rue de París, incitante y tentadora, extravía al iluso ante quien parece abrir sus puerde Savoie, resonaban las risas de Cioran, Kundera, Sarduy… El rostro infantil de tas. Los círculos de pléyades invitan a cruzar sus umbrales. El espejismo parece real Cortázar, su cara de niño asombrado, sonreía ante el humor incomprensible de los a los sedientos que caen en su alucinación. adultos. Julio padecía atroces dolores óseos: una extraña enfermedad continuaEn 1975, a mi llegada a París, uno de esos círculos era el de los artistas y esba su crecimiento, y el de sus huesos ya calcificados por la edad, la misma quizá que critores latinoamericanos, quienes conocían su apogeo en esta ciudad. Carlos le conservaba su aspecto aniñado. Fuentes, nuestro embajador en Francia, daba las más brillantes recepciones en La seriedad que Cortázar trataba de dar a sus gestos y a sus palabras, cuando los salones de la residencia diplomática situada cerca de la plaza de Iéna. A ellas hablaba de política, tenía algo de ampuloso en ese cronopio que no podía tomar asistía una constelación que sólo la libreta telefónica de Carlos podía reunir. Fuennada en serio. Era, entonces, en esos momentos, otra persona, ajena a cronopios y tes, enfundado en su frac, Silvia de vestido largo, recibían a sus invitados que un a la identidad insosteniblemente ligera de su ser profundo: una sonrisa bondadoujier, con las cadenas o collares plateados que colgaban de su cuello, anunciaba sa al encuentro de la nueva palabra con su voz atronadora. Sergio Pitol, ministro consejero cultural, contribuía al


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Jorge luis Casar

Foto: Sergio Fonseca, fuente: Flickr (CC BY-NC-ND

Y esta virtud de ser ya para siempre presente

La armonía universal se cumple en la libertad del hombre

sobre todo es recordar y volver a ser. Volver al Ser

Octavio Paz, “La consagración del instante”

Octavio Paz, El mundo heroico

Acróbatas y esclavos le cantaron a la rebeldía. En las galeras del circo murmuraban que el dios del juego, el constructor, estaba de regreso. Más allá de los espasmos mortales y las fuentes sagradas, pusieron manteles largos para la carne ofrecida. El rey feo –el cancerbero– y sus muchachos fueron a ensalmarse con las devotas de Dionisos. Chico Buarque toca la lira y canta; ya nadie tiene por qué vivir con vergüenza o soledad. En la puesta de sol sigue invicto el juglar y la música y el vértigo. O que será que me dá// que me queima por dentro, será que me dá// que me perturba o sono, será que me dá…

Dios dibuja un ajedrez imaginario sobre la grama fina. Se imanta, como el Ser, el balón de fuego. Una miríada de espíritus se extiende por el campo. El azar engaña al dios de los adversarios ancestrales. Ha llegado el tiempo de tomar el área prohibida y construir. La zaga demoníaca se enfrenta con el pequeño dios de ojos azules. El torcedor del Fluminense bebe un trago de aguardiente, canta y se duerme entre el arco y la lira. Subiu a construção como se fosse máquina// ergueu no patamar quatro paredes sólidas// tijolo com tijolo num desenho mágico...

Octavio Paz, “La inspiración”

hico Buarque de Hollanda salta al campo. De cara al sol retoza con su botín de fuego. Dispara la primera línea. ¿Qué cielo va a disputarle la noche en esta playa escondida? Entre el arco y la lira galopan diez caballos salvajes, llegan hasta el Ser. La luna –y una joven trigueña– brillan en la palma de su mano. Como las cuerdas de la escala viva, así es la selva del amor y el ajedrez. Estava à toa na vida // o meu amor me chamou // pra ver a banda pasar // cantando coisas de amor…

La palabra poética es ritmo […] es imagen que abraza los contrarios, vida y muerte en un solo decir Octavio Paz, “La revelación poética”

En los vestidores los dioses se desnudan. Instruyen a los guerreros y al guardián del culto. Hace tiempo, en los altares de un circo romano, los mismos héroes; gemelos, también divinos, dieron la vida. Desde entonces la eterna trenza dorada espera el día de la resurrección. ¿Escuchas cómo todavía trinan nuestros muertos? El chico de la favela, el de los pies alados, bebe en la copa de la pasión. Chico Buarque echa a rodar la historia de Brasil. La samba que inventó el scratch du oro sólo amarga al dictador. Amanha vai ser outro día.

Todo poema es apetito por negar la sucesión

Vivíamos en São Paulo y cuando venía a jugar el Fluminense, que es mi equipo, mi madre nos llevaba a mí y a mis hermanos al campo. Ahí nació mi afición. Aunque jugar al futbol en la calle no lo aprendí de mi madre.

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La inspiración es lanzarse a ser, sí, pero también y

Chico Buarque

y fundar un reino perdurable Octavio Paz, “Los signos en rotación”

Ni cojo, ni hinchado, ni vulnerado, traza el pie del jugador un túnel. Ruedan por el campo las líneas que estructuran a la bóveda celeste. Abajo, como los Borgia o los Tudor, la oligarquía deja correr el vino y la sangre. Entonces los poetas inventaron canciones secretas. Pero al término del carnaval siguió corriendo el tiempo de jugar o de morir. Ahora que todo es posible, no dejes que tu corazón se detenga en el umbral. El niño dios con su uniforme azul vuelve al inmortal campo de batalla. Eu perjunto a Voce // Onde vai se esconder da enorme euforia


Josetxo Zaldua

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la sociedad

o hay en el mundo del deporte uno que mueva tanto dinero, personas y pasiones como el futbol. Por el futbol hay gente que mata, hay parejas que se di divorcian, hay apostadores que se hacen ricos y otros que quedan en la ruina. Hay también confusión porque en no pocos países se mezcla el honor nacional con el desempeño de sus respectivas selecciones. El futbol es capaz de mover el piso de filósofos y escritores como Albert Camus y Eduardo Galeano, y arrojó a no pocos futbolistas retirados como Jorge Valdano y Diego Armando Maradona, ambos argentinos, a escribir y tener programas de televisión. Inolvidable el libro del no menos inolvidable periodista polaco Ryszard Kapuscinski, La guerra del futbol. En rigor no fue tal, porque coincidió la eliminatoria entre El Salvador y Honduras de cara al mundial México 1970 con una breve guerra que ambos países sostuvieron durante cien horas. Y el motivo no fueron las patadas a un balón sino la masiva deportación de decenas de miles de trabajadores salvadoreños por parte de los militares hondureños. Ambos países estaban gobernados por los milicos. Ese dramático episodio duró del 14 al 18 de julio de 1969 y se saldó con varios miles de muertos. Kapuscinski lo relató admirablemente agarrándose del gancho futbolero. No hubo guerra esta vez pero Brasil 2014 colocó a la presidenta Dilma Rousseff en la picota, en el centro de los indignados brasileños que consideran un despilfarro el río de dinero que el gobierno de la exguerrillera y sucesora de Luiz Inácio Lula da Silva invirtió en un episodio cuatrienal que dura treinta días. El estadio de la amazónica Manaos, por ejemplo, costó 270 millones de dólares y apenas se usará en cuatro juegos de Brasil 2014. Tal fue el enojo con la faraónica obra –muy bella, por cierto– que algunas tribus salieron de la selva con arcos y flechas para protestar. Fueron días de revuelta urbana y selvática puntualmente reprimida por la policía. Los brasileños, bien se sabe, aman el futbol más allá del bien y del mal. La redonda domina el humor nacional. Es casi una cuestión de autoestima. El Estadio Maracaná es La Meca de la afición brasileña. Compite en interés turístico con el Cristo de Corcovado, el Pan de Azúcar y las playas de Copacabana e Ipanema. Todo concentrado en esa fantástica y bohemia ciudad llamada Río de Janeiro. Con todo y esa fiebre futbolera, no pocos sectores sociales salieron a las calles de Brasil para mostrar su bronca contra el derroche. Igual esos indignados por los fastos del mundial están hoy colmando los estadios que pretendían bloquear. Mundo plutocrático y dictatorial, con casi total predominio de hombres, el colosal negocio de las patadas controlado por la Federación Internacional de Futbol Amateur (FiFa ) –lo de amateur mueve a la carcajada– se mueve más allá de las leyes de cada país miembro. Las controversias deben ventilarse en los tenebrosos pasillos del órgano rector del futbol mundial. El club o el jugador que se atreva a buscar el apoyo de la justicia ordinaria corre el riesgo de ser enviado al averno de los infieles. Todo con la FiFa , nada contra la FiFa . Las riendas de esa vetusta y hermética mole las lleva con precisión relojera el suizo Joseph Blatter, llegado al

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Izquierda: Collage tomado de: theflagrants.com Abajo: Joao Havelange y su yerno Ricardo Teixeira, que recibieron sobornos por 20 millones de dólares de la quebrada empresa de marketing ISL

del Futbol trono toda vez que su antecesor, el brasileño Joao Havelange, ahuecó el ala en 1998 tras veinticuatro años de férreo mandato. Hoy Havelange está sumido en el descrédito por sus turbios negocios –la bbC inglesa probó que había recibido cuantiosos sobornos–, hechos a la sombra del futbol, y si no va a la cárcel es por su avanzada edad (noventa y ocho años). No le va mejor últimamente a su longevo sucesor suizo. Ya le estallaron en la cara las presuntas corruptelas que rodearon la designación de la petrolera Qatar como sede del Mundial 2022. De momento el escándalo en ebullición no lo ha salpicado directamente pero, con Inglaterra a la cabeza, ya hay federaciones que le están pidiendo cuentas. Entre otras cosas porque casi nadie está de acuerdo con jugar en la petrolera monarquía árabe en verano y con una temperatura que oscila entre los 40 y los 50 grados. Dicen que la monarquía qatarí aceitó generosamente no pocos bolsillos de varios directivos del futbol mundial. Y dicen, sin que hayan podido probarlo hasta ahora, que en la cúspide de esa corrupta pirámide está bien sentadito el orondo Blatter.

LA BOLA Y LO dE AHOrA Dos temas medio extra futboleros dominan estos días el Brasil 2014. Uno tiene que ver con México y el segundo con Uruguay. En el ínterin, es imposible no hablar del sonoro fracaso de tres selecciones excampeonas del mundo. Inglaterra, Italia y España, equipos que ya regresaron a sus terruños con la cabeza bajo el ala. Parece imponerse otra vez el viejo dicho futbolero de “América para los americanos”. Quedan aún Francia y Alemania para defender el maltrecho blasón europeo, ninguneado sabrosamente en las tórridas canchas brasileñas por las selecciones americanas. La barra mexicana se ha hecho famosa, no por el “Cielito lindo” sino por su grito de guerra: “puto”, que lanzan cada vez que el portero rival saca de puerta. Bueno, contra Croacia ampliaron su clientela para sumar a los jugadores que pateaban los córners contra el Tri. La inefable FiFa abrió una investigación por si se trataba de expresiones homofóbicas y discriminatorias.

Joseph Blatter

Resultó que no y casi todos contentos. Mañana alguna barra gritará “negro”, o gritará “judío”, o “puta”, y nada pasará porque, argumentarán, son usos y costumbres de las barras. Lamentable actitud la del duopolio televisivo mexicano que apoyó abiertamente tamaño despropósito, poniendo en pantalla toda la esperpéntica ceremonia de la barra en las gradas. Es la línea de los dueños del futbol mexicano, fielmente refrendada por Héctor González Iñárritu, responsable de la selección, y por el entrenador Miguel Herrera, que días antes se quejó porque lo llamaban “naco”, y razón le sobraba. Nomás que explique por qué apoya el grito de “puto” y le molesta que le llamen “naco”. El otro lamentable episodio lo vio todo el planeta futbolero el martes 24 de junio cuando, al calor del ItaliaUruguay, estando empatados a cero, el charrúa goleador Luis Suárez mordió el hombro del defensor italiano Giorgio Chiellini. Cerquita de la escena, el árbitro mexicano Marco Antonio Rodríguez fingió demencia y siguió pitando como si nada. Suárez reconoció el mordisco –es la tercera vez en su carrera que lo hace– pero, quitado de la pena, explicó que pasan cosas peores en la cancha y que todo queda ahí. Por lo visto también son usos y costumbres. Al final se pretende imponer el “todo se vale”. Expresiones homofóbicas y mordiscos a granel. Así acabarán con el futbol, y los pueblos, cual Mambrú, se irán a la guerra

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VOZ INTErrOGAdA

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–¿El mundo del futbol es el de las lacras que enumera o está más allá? Como decía Maradona, ¿“la pelota no se mancha”? –Es la dos cosas. Por eso mi nuevo libro, Balón dividido, tiene que ver con la disputa. Está entre quienes quieren aprovecharse de él con fines espurios y quienes quieren defenderlo. Dedico un capítulo a Lionel Messi porque nos ha demostrado que la magia del futbol no se ha perdido: el primer trofeo que disputó en su vida era por una bicicleta y nunca ha dejado de jugar como un niño que quiere una bicicleta. Foto: Notimex/ Pedro Sánchez/PSM/ACE

Recuerda a la perfección jugadas que oyó

–Entonces no se puede hablar de “un” futbol, de “el” futbol. –¡No! No puedes hablar del ser humano. Puede ser bueno, puede ser malo.

–En el futbol mexicano, una de las frases más repetidas es “jugamos como nunca, perdimos como siempre”. ¿Qué tanto representa a la selección nacional? –La segunda parte es una verdad absoluta, la primera es relativa. La fase eliminatoria previa al mundial fue un ridículo continuo salvado por jugadas excepcionales, como el gol de Raúl Jiménez en el último minuto contra Panamá, con una chilena portentosa; son excepciones. Hay un problema grave. Existe un gran capital humano y se ha demostrado en las categorías inferiores: hemos sido dos veces campeones sub 17 del mundo con gran autoridad y ganamos la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres en una final soñada contra Brasil. A nivel de juveniles estamos muy bien. ¿Qué sucede con el futbolista profesional? Que el futbol mexicano está muy mal gestionado.

por radio cuando tenía apenas seis años. Enumera detalles de partidos recientes y puede analizar a fondo una jugada, un equipo o la historia de un país. Para Juan Villoro, el futbol es una pasión por momentos incontrolable. Confiesa que, en ocasiones, se ha moderado para salvar relaciones afectivas y no ser, dice, un zombi de las estadísticas. Defiende el balón con devoción. El cronista excepcio­ nal del balompié y la literatura sostiene que el futbol es un antídoto contra la realidad. Asegura que en una pequeña y al parecer insignificante cancha se reúnen lo bueno y lo malo de una socie­ dad. Muchos intelectuales lo miran con recelo por dedicarse tanto al futbol, pero Juan no retrocede, encara y se abre paso. Ha hecho muchos goles y no calienta la banca, y tiene un espacio seguro en el plantel titular. Alinea en el selecto equipo de los mejores escritores mexicanos.

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ué nos muestra el futbol sobre el mundo? –Es un espejo muy acrecentado de lo que somos. Para saber cómo es una época, tenemos que saber cómo se entretiene la gente, y ahora la forma mejor repartida y organizada del entretenimiento en el planeta Tierra es el futbol (la FiFa tiene más agremiados que la onu , y además le hacen caso). En el futbol cristalizan problemas sociales que no han sido producidos por él, pero ahí aumentan como en un espejo de feria. Entonces, los estadios han sido recintos de racismo, nacionalismo, xenofobia, dopaje, manipulación política, especulación económica... en fin, todas las lacras de la sociedad. Y al mismo tiempo es una reserva de nobleza primitiva, de cosas como las ilusiones de la infancia, la solidaridad comunitaria, la posibilidad de ser una tribu anónima encandilada por el fuego que cree en los héroes. Cosas que aún necesitamos.

–¿Ve algo en común entre los clubes millonarios y los equipos que juegan los domingos en un deportivo? –Lo que sostiene al futbol es el gusto elemental por el juego que se expresa en una playa cualquiera con gente descalza, en una plataforma petrolera arriesgando que el balón se les vaya al océano, o en los andes peruanos donde los hombres se han ido a trabajar y sólo juegan las mujeres. Se sustenta en ese placer elemental que tiene un vínculo, por supuesto, con lo que en la cancha hace Cristiano Ronaldo o algún otro millonario sobrepagado. –El negocio ha crecido exponencialmente en los últimos años; sólo el Manchester United tiene 2 mil 100 millones de euros cotizando en la bolsa. ¿Qué tan importante es eso? ¿Ha cambiado al deporte? –En un planeta que está abismado en el consumo, el futbol no puede ser ajeno a la mercantilización. Se ha perdido la noción de lo que es el deporte amateur, incluso en los Juegos Olímpicos (lo que gana Usain Bolt es impresionante). El futbol va al parejo de una economía global altamente especulativa que se maneja con enorme irresponsabilidad. Ahora, como el futbol tiene anticuerpos contra la modernidad, como diría Valdano, de vez en cuando el equipo pobre le gana al rico y David vuelve a ganarle a Goliath. Sucede. –Pero, ¿es o no sólo un negocio? –La comercialización existe y ofende al futbol. En México, que es un país de monopolios, tenemos la multipropiedad de los clubes, que es nefasta; la relación de los equipos que también es muy mala; y los torneos cortos determinados por la comercialización que impiden el rendimiento a largo plazo y la estabilidad del jugador. De ahí el declive de la selección nacional. Es decir, el negocio no se asocia con la calidad deportiva y esto es terrible. –desde hace décadas se dice que el futbol es el opio de los pueblos, ¿qué piensa de esto? –Efectivamente se puede usar para la manipulación, incluso en países como Italia, cuna del Renacimiento, donde Berlusconi llegó a la Presidencia con el enorme prestigio de haber sido presidente y propietario del club Milán, utilizando como lema de campaña Forza Italia, que es el lema de la escuadra azzurra. Futbolizó la campaña y ganó las elecciones; entonces, podemos imaginar las manipulaciones que suceden en países muchísimo menos informados. Juan Villoro habla rapidísimo, no es fácil seguirle el paso. Se emociona con recuerdos y datos, pero cuando la plática llega al balompié nacional, suelta críticas sin rodeos.

–¿Por qué muchos de esos chavos no llegan a la primera división? ¿Las canteras están de adorno?

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–Es lo que está pasando; hay una gran corrupción. Muchas veces a los muchachos se les pide dinero para pasar al primer equipo, hay un soborno que se da en todos los clubes. Algunos, como los Pumas, que por mucho tiempo fueron la cantera del futbol mexicano, ahora se manejan como una empresa que no honra las condiciones de los futbolistas. –¿Ha ido mejorando el futbol mexicano? –No, llevamos cinco mundiales igual. Estamos estancados y me temo que un poco más abajo que en ediciones anteriores. México se convirtió en un equipo que logra pasar a la segunda ronda y ahí se atora. Es regular, ni muy bueno ni muy malo. Pero ha bastado para que sea una de las selecciones que más negocio produce. –de hecho, en años recientes se le sitúa entre las diez más redituables del mundo ¿Beneficia eso al deporte? –Depende de cómo se maneje la economía. Si se asocia con la obtención de títulos y con el rendimiento deportivo, como en la Premier League de Inglaterra, la Serie a de Italia o la Liga de las Estrellas de España, quien gana más partidos obtiene más dinero. En México el negocio no tiene que ver con obtención de títulos sino con el traspaso de jugadores, es donde está el verdadero botín y eso fomenta la inestabilidad. Tú puedes llegar en octavo lugar a la liguilla y ser campeón... –Y la televisión, ¿qué tanta injerencia tiene?


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–Muchísima. El futbol es muy importante en la franja de programación televisiva. Hay un gran negocio y se distorsiona mucho lo que pasa en el juego. La liguilla es algo que se ha fomentado mucho desde la televisión porque sube el rating. –Sube el rating pero achata el nivel. –Claro, porque es un dramatismo impostado. Entonces, si juegan a eliminación recíproca, son partidos de vida o muerte. Los hace más atractivos pero de manera artificial. Juan Villoro tiene una vida de amor al futbol. El romance, explica, empezó en la infancia, cuando su padre, el filóso­ fo Juan Villoro, lo llevaba a los estadios cada domingo. Su corazón se divide entre los hidrorrayos del Necaxa y el fc Barcelona. –¿Para qué sirve el futbol?

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–Porque es un momento existencial básico cuando eliges unos colores y no otros. Porque es el equipo de tu padre o de tu barrio, porque te gustó la camiseta, te fascinó un jugador determinado, porque es el equipo ganador y tú quieres triunfar en algo en la vida. Por múltiples razones puedes elegir un equipo, pero una vez que lo haces el resto de tu vida está asociado con ese momento. El último grado legítimo de la intransigencia emocional es el futbol, porque puedes cambiar de todo en la vida –incluyendo de sexo con una operación– pero cambiar de equipo de futbol es como negar tu infancia. –¿Se puede entender a una persona por su afinidad a un equipo? –¡Claro! La gente que quiere domingos sencillos le apuesta a un equipo triunfador, poderoso. Los que nos queremos hacer la vida más complicada optamos por equipos gitanos como el Necaxa. Esa es una escuela de estoicismo y desafía tu paciencia. Estás acostumbrado a

entrevista con Juan Villoro Paula Mónaco Felipe

ntídoto –(Silencio, por primera vez no responde rápidamente.) La realidad es imperfecta, el mundo está muy mal hecho y el ser humano necesita compensaciones ilusorias. Una es el arte, otras son el erotismo, el sueño, el recuerdo, el amor y el juego. (Otro silencio.) Durante noventa minutos podemos creer que la vida mejora. Si no soñáramos estaríamos perdidos, porque solamente tendríamos el mundo real, que no nos basta. –¿Acompaña la vida de las personas? –Sí. Cuando los jugadores salen a la cancha no estamos viendo solamente a once atletas; estamos viendo a once personas que representan a una entidad que los trasciende: un sindicato, una universidad, una escuela, una Iglesia, una ciudad o un país entero. Cuando los vemos en el círculo central, saludando en el estadio, entendemos que son algo más que jugadores. Son los nuestros, los once de la tribu. El futbol te pone en contacto con este sentido de pertenencia tribal y los jugadores son tus delegados emocionales para cumplir deseos. A veces lo hacen bien, a veces lo hacen mal, pero evidentemente el futbol sucede dos veces: en el mundo físico de las patadas y en el mundo mental de las emociones que delegamos. –Un personaje de sus libros, el profesor Zíper, dice que el futbol es una oportunidad de volver a la infancia. ¿Por qué? Foto: Notimex/ Carlos Pacheco Parra/FRE/EDU

cosas difíciles y no es casual que la transición a la democracia en México haya sido en buena medida responsabilidad de dos necaxistas: José Woldenberg, que tuvo la dilatada paciencia de construir un Instituto Federal Electoral con credibilidad, y un presidente Zedillo que pudo resistir la tentación del fraude. –¿Juega futbol? –Me encanta una pregunta tan optimista. Tendría que jugar en la selección sub 70 ahorita; bueno, todavía sub 60. Me retiré definitivamente porque podría estar en ligas de ultraveteranos pero prefiero jugar en el recuerdo. –¿Qué tanto jugó y cómo le fue? –Jugué mucho en la infancia y en la adolescencia. Estuve con los Pumas en categorías inferiores pero, como dijo Fontanarrosa, sólo tenía dos defectos: la pierna izquierda y la derecha. Seguí por afición y me retiré en una cancha de futbol rápido, pasados los cuarenta años, contra un equipo mucho mejor que yo en condición física; todos tenían entre veinticinco y treinta y cinco años. Íbamos perdiendo por goliza. Yo estaba en la defensa y un jugador me rebasó. Con ese instinto primario que muchas veces aflora en el futbol, le di una patada. Salió volando por los aires, me avergonzé en el acto pero ya había cometido el delito. Fui a levantarlo y a pedirle una disculpa. Lo vi tirado en el piso, él había perdido el aire y sin resuello me dijo: “¡Maeeestro!” ¡Era mi alumno en la universidad! Me di cuenta de que me había convertido en un anciano que patea a sus alumnos. Era el momento de retirarme. –¿Qué se disfruta más, jugar o ver? –Desde luego, jugar. Me impresionó mucho una frase de Menotti, acerca de que él siempre sueña que está jugando. Es sorprendente porque fue un jugador discreto y un entrenador muy importante; su verdadera contribución al futbol está en el banquillo y, sin embargo, él se sueña como futbolista. Yo he soñado muchas veces que anoto en el Maracaná, contra Pelé, y que soy un gran jugador


Futbol:

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antonio Valle

El juEgo dEl juglar

orge Valdano, fantástico exjugador del Real Madrid y de la selección Argentina, ha dicho que los intelectuales abandonaron al futbol a su propia suerte. Representa un enigma saber por qué la gente culta renunció a escribir, comentar y conceptualizar al juego de juegos, dejando que su entramado histórico fuera elaborado por una verdadera legión de iletrattis, los cuales forman parte de un complejo mecanismo que ha impedido que prospere una corriente inteligente, pero no pretenciosa; sensual y divertida, pero lúcida y crítica, en torno a un juego que, además, exige un valor capaz de conmover y convencer a hinchas irreductibles. Es cierto, la mayoría de escritores, intelectuales y artistas están en deuda con un juego que cada cuatro años ven centenares de millones de personas –más del doble del rating que tienen los Juegos Olímpicos–, aunque es justo reconocer que algunos maestros como Albert Camus, Premio Nobel y portero del Inter de Argelia; Chico Buarque, juglar y jugador activo del Polithema de Brasil, o Bob Marley, líder de su equipo y de la más grande agrupación de reggae, han escrito y cantado a los cuatro vientos que el futbol es un arte en libertad. En México, Juan Villoro se ha encargado de escribir de manera divertida y profunda acerca del fut; sin embargo, por la cantidad y densidad de temas que mueve el futbol, es importante que más personas se ocupen de pensar, crear y escribir acerca de este juego de juegos que, desde el 12 de junio y hasta el próximo 13 de julio, celebra en Brasil su máximo torneo global.

Mural de un jugador de futbol en Tepantitla cerca de Teotihuacán, México

Futbol adEntro Como dice Ezra Pound, “sólo la emoción perdura”, y este juego está hecho de emoción pura; aunque también se nutre de una paradoja genial, porque si bien cualquier pequeño sabe practicar este juego, futbol adentro se despliega una galaxia de símbolos que genera fenómenos inconscientes muy complejos. En este sentido, muchas veces me he preguntado por qué a mí, como a millones de personas en el mundo, el futbol me prendió de manera tan radical. Estoy seguro de que quienes

Como todos los uruguayos, quise ser jugador de fútbol. Yo jugaba muy bien, era una maravilla, pero sólo de noche, mientras dormía: durante el día, era el peor pata de palo que se ha visto en los campitos de mi país.

J

A Alejandro Valle

Las palabras juglar y juego poseen la misma raíz etimológica. En sus orígenes, las dos palabras designaban acciones para exorcizar a la muerte representada por tribus rivales y las indómitas fuerzas de la naturaleza. Curiosamente el juglar, que en el Tarot está representado por la primera carta, simboliza todo aquello que está latente en los orígenes. Es el prestidigitador capaz de crear toda clase de juegos a través del lenguaje, rapsoda que integra y compone –a partir de mitos y vivencias populares– verdaderos dramas épicos. En nuestro país, aunque escasos, hemos disfrutado narrativa de gran calidad en las voces de don Fernando Marcos y de Ángel Fernández, quienes durante años se encargaron de hablar con genio y decoro del futbol mexicano. Los juglares zurcen y tuercen palabras, encuentran gestos y expresiones famosas con las que seducen a torcidas brasileñas, barras argentinas o a hinchas del Uruguay (incluidos el mismo Chico Buarque, el flaco Menotti o Eduardo Galeano). Como si fuera un balón, el juglar sabe zurcir en redondo para unir con su simpatía a las escuadras que salen de gira. Fueron juglares los que, viajando de un barrio a otro, de ciudad en ciudad, convocaron a multitudes, o a pequeños grupos de “iniciados”, para escuchar las legendarias hazañas, las aventuras de esos muchachos que viniendo de la pobreza se alzaron como héroes. Sólo unos cuantos sabían encender la chispa para entusiasmar a la gente que observaba en las tribunas; palabra, esta última, que guarda obvias relaciones con

tribunos y tribunales: ellos eran los encargados de poner a consideración del respetable la actuación de villanos y héroes en arenas, llanos y en los campos temibles del juego ritual. Por eso juglares y encantadores necesitaban, además del favor de los dioses de la elocuencia, de juicio sereno y buena memoria, cualidades que les permitirían hilar con justicia y con gracia. Además de la merced que gozan los repentistas –dueños de un lenguaje rico en metáforas y silogismos–, debían echar mano de onomatopeyas, gritos, lamentos y carcajadas para que jugadores y auditoriums incorporaran a su memoria lúdica visiones de conjunto y detalles de las gestas más relevantes.

Eduardo Galeano


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todos los juegos el juego Una aficionada durante el partido entre Croacia y México en la ciudad de Recife, estado Pernambuco, Brasil Foto: Xinhua/Lui Siu Wai (ah ) (dp )

lo jugamos en la infancia ya nunca lo olvidaremos; por eso más gente debería disfrutar de manera más amplia y profunda este juego que se lleva en la sangre. Sin embargo, actualmente en México, con excepción de narradores-fabulistas como Christian Martinoli y Luis García, el discurso predominante suele estar plagado de clichés y malos chistes. Entre otras cosas de carácter estructural, esa es la razón por la que el futbol mexicano tiene un gran déficit crítico, narrativo y conceptual. Por otra parte, aunque son conocidas sus connotaciones sexuales, pocos narradores utilizan los recursos de la picaresca para referirse a la trama de ese objeto del deseo, de ese agalma fálico que se disputa, salta, se oculta, gira y se mueve por todas partes como si tuviera vida propia; el balón es un objeto de origen fálico que sólo descansa por un instante al penetrar por el arco y mecerse dulcemente en el fondo de las redes. El placer que un gol puede generarle a los seguidores de un equipo guarda algunas similitudes con el placer que pueden alcanzar los amantes. Al caer un gol, además de gritos y aullidos, se desencadena una serie de estremecimientos y movimientos corporales involuntarios de todo tipo. Los besos, sonrisas, abrazos o nalgadas que se prodigan los viriles guerreros en el campo de juego, se extiende a tribunas, cantinas o frente a pantallas y amplificadores de audio y hasta en los sueños. En contrapartida, el portero, guardián de la meta prohibida –prometida para sus adversarios–, al caer un gol, como el resto de su equipo y partidarios, manifiesta una depresión espontánea y auténtica. Experiencia dolorosa, sólo superada cuando su propia escuadra perfora el arco contrario. He aquí el gran símbolo que sólo es válido al interrumpirse el tiempo real para dar paso al tiempo del mágico juego de pelota. Esa experiencia que sufrieron y celebraron de manera exponencial nuestros antepasados en La Quemada y Monte Albán, también la conocen millones de personas que han visto golazos en el Maracaná o en Wimbledon; es la misma sensación que se reproduce en las favelas o en la memoria del Club Asunción que juega en la Unidad Deportiva. En este sentido, tal vez nuestro país sea el máximo exponente del juego de pelota porque, como dice Octavio Paz, en México existe una verdadera asam­ blea de pirámides, y no hay ciudad arqueológica digna de tener ese nombre que no cuente con uno de esos bellísimos campos de juego, diseño arquitectónico y urbano que, además de exhibir poderío cultural, fue un instrumento político y simbólico con el que los pueblos enfrentaban a su propio pasado bárbaro y a las tribus rivales. Entonces, como hoy, el juego de pelota incluía una fuerte dosis de misticismo, pasión y violencia.

una FiEsta dE la carnE No muy lejos de aquellos juegos que practicaron los pueblos de Mesoamérica, algunos pobladores de Gran Bretaña en la Edad Media inventaron un juego llamado “futbol de Carnaval”, práctica que incluía acciones físicas extremadamente violentas. De hecho, aunque algunos críticos prefieren no pensar en ello, es claro que la violencia es una de las fuentes constitutivas –claramente acotadas y administradas– más relevantes del futbol. No obstante, el caos que suele producir este juego, amado como ningún otro por los pueblos de la Tierra, encuentra las maneras de rehacer su propio cosmos, de encontrar un nuevo orden que no sólo acepta sino alienta la libertad personal y la del equipo. Durante el tiempo sublimado del juego de fut se reproducen diversos roles, donde jugadores y equipos, simultáneamente, “nos representan” y “preparan” para instalarnos nuevamente en el tiempo real. Esa “representación” o “delegación” genera un sutil mecanismo –a veces descarnado– de identidad, donde el ideal del yo (de cada uno) es proyectado y depositado bajo la custodia del equipo de nuestros amores. En el caso de las representaciones nacionales, el fenómeno se multiplica por millones de seguidores, que, dependiendo de la capacidad espiritual y física de los jugadores, hará de nosotros, de manera momentánea o crónica, seres humanos alegres, confiados, solidarios, exitosos y creativos, o, por el contrario, fracasados, resentidos, amargados y tramposos. Particularmente son los niños quienes más se benefician o padecen los efectos emocionales que produce el futbol. La libido, al encontrar la meta prometida, esas costas y redes del placer donde se realiza un “claroscuro objeto del deseo”, antes que nada, precisa vencer inseguridad y miedos –resistencias interiores, personales y colectivas– para estar en condiciones de enfrentar a los más temibles adversarios. Por otro lado, el equipo tiene que defender su propio arco, especialmente un jugador enigmático al que todavía los juglares contemporáneos suelen llamar Cancerbero; es decir, el perro que defenderá como tal las puertas del inframundo, del inconsciente colectivo, de todo aquello que respetamos, que nos importa y brinda sentido. Por eso el futbol se

vincula con lo sagrado, que en sus orígenes abrevó en las fiestas paganas de la carne que anteceden a la pasión. Justamente en esta perspectiva carnavalesca algunos jugadores, como Cristiano Ronaldo o David Beckham, desempeñan el rol de verdaderos sex symbol. Ambos son objetos del deseo de miles de mujeres –y de hombres también– y por eso provocan fenómenos masivos de identidad, pero también de odio sin límite, ante el resto de la tribu que envidia su posición de machos dominantes. En la cancha de enfrente, en un territorio cercano a “lo espiritual en el arte del fut”, casi como si hubieran sido verdaderamente “tocados” por el emblema de la unam –es decir, cuyo espíritu habla por su raza–, alinean jugadores como Lionel Messi, Michel Platini o Cepillo Peralta. Entre estas antípodas –tan necesarias para la literatura, el teatro el cine–, en el futbol también existen destructores, artífices, villanos y caballeros; una verdadera pléyade de antagonistas, protagonistas y jugadores de ajedrez, porque el futbol, desde luego, también es inteligencia puesta en acción.

lo Físico y lo simbólico Así los grandes juglares tuercen en redondo para dar cuenta de ese reino físico y simbólico, ese reino de artes y oficios ya cercanos a los que Paz describe en El arco y la lira. No son muchos los juglares que han compuesto arrebatadas odas de fut; género al que pertenecen la comedia, la parodia y la tragedia con las que se documentan las grandes batallas, los ritos del caos y la desdicha. En nuestro país la “cosa” suele ponerse delicada cuando muchedumbres carnavalescas, más bien integradas por inmensas romerías de pobres, salen a las plazas públicas, borrachos y locos, a “jugársela” por México. La jarana emocional suele derivar en grescas, resacas y depresiones colectivas difíciles de evaluar, porque el futbol es un juego en el cual, por una necesidad Pelé gregaria inevitable, se ataca y defiende a ese “yo colectivo” vinculado a conceptos con evocaciones sexuales como el honor y la vergüenza; raros valores para las sociedades postmodernas donde lo que importa no es tanto el juego sino el negocio y las ganancias.

a vEr si ora sí En las últimas épocas el futbol mexicano ha cambiado. Una nueva generación de jugadores ha obtenido algunos triunfos, que seguramente usted conoce. El problema se focaliza en la llamada selección “grande”, donde nuestros jugadores profesionales aún no parecen alcanzar la integridad, libertad y alegría que se exigen los torneos globales. Sin embargo, en esta ocasión –la selección azteca, el tri, México, o como usted prefiera llamarle a nuestra representación– tal vez sea capaz de jugar con decoro. De no ser así, podemos ir pensando que Carlos Vela, el jugador contemporáneo más sobresaliente de nuestro país, tiene razón en no querer saber nada de nosotros, quienes, a pesar de nuestras limitaciones técnicas –y sensuales– alinearemos –por supuesto– con nuestra selección nacional. A mitad del Mundial, entre el “Cielito lindo”, y las crónicas que hagan los nuevos juglares, acaso logremos saber algo más de este juego de juegos, de esa fuga pul­ sional llamada México

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Dorada, David Miklos, Tusquets, México, 2014.

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Pretexta o el cronista enmascarado, Federico Campbell, Fondo de Cultura Económica, México, 2014.

Prematuramente se despidió el recordado Federico, uno de los autores que más fuerza y presencia le dieron a ese norte mexicano ahora ya reconocido por ser cuna de escritores, dueños todos ellos, de voz notable, recursos estilísticos e idiomáticos, e inclusive una temática orientada en el sentido de la pertenencia cultural a una región: precisamente la norteña, colindante con Estados Unidos, e impregnada de una influencia cul‑ tural –en este caso sanísima– venida de allende el Bravo, sin que por supuesto eso signifique desnaturalización o asimila‑ ción, sino todo lo contrario: afirmación de una localía capaz de alcanzar la universali‑ dad gracias a una muy atinada elección de temas, así como un hábil manejo de las historias. Para muestra esta reedición, corregida diríase que de último momento por el propio autor y ahora publicada de manera póstuma, de una de las novelas emblemáticas del tijuanense ido, en la que despepita los tejes y manejes por medio de los cuales la literatura y el poder pueden llegar a mezclarse, de modos bastante poco saludables para la ética de unos y otros, es decir políticos e intelectuales, pero sobre todo para estos últimos, que no se supondrían, de entrada, capaces de asomarse –y como le sucede al protagonista de esta historia truculentísima, de quedarse a vivir en ellos– a los abismos del ejercicio del poder tal como éste se ejerce en México. Como verá el lector, bien sea que por primera vez tenga en las manos este título o el que pueda cotejar esta nueva edición con la original, lo que aquí se cuenta tiene la misma vigencia hoy que hace tres décadas y media, cuando vio la primera luz editorial •

Dos veces breve. Minificción de México y Colombia, Bibiana Bernal y Felipe Orozco (selección), Biblioteca Libanense de cultura, Colombia, 2014.

¿UN PARAÍSO POR DESCUBRIR?

CUATRO VECES BUENO

JORGE ALBERTO GUDIÑO HERNÁNDEZ

ANTONIO SORIA

ivimos un período en el que, al parecer, resulta ne‑ cesario etiquetar a la literatura. Ya no basta con que se escriban novelas, ahora deben tener un apellido par‑ ticular y, de preferencia, una clasificación taxonómica completa. De esta forma los lectores, ávidos de encontrar algo que se ajuste a sus gustos, pueden soltar dos o tres criterios de búsqueda para llegar a la novela que satisfa‑ rá sus deseos. Así, no es raro toparse de lleno con nuevos géneros o ver que, desde ciertas perspectivas, algu‑ nos han perdido o cambiado su significado. Eso pasa con la literatura erótica. Encuentra a sus de‑ fensores en las estrategias editoriales (un mero pretexto para vender) y se enfrenta a una realidad cada vez más tangible: la literatura erótica, como se le concibió en un inicio, ha desaparecido. La causa principal es que esce‑ nas sexuales se encuentran por doquier, sea el género que sea el que aparece en la portada. Tal vez porque el sexo es relevante en la vida y, en consecuencia, en toda literatura que hable de lo humano. Escribir escenas sexuales o literatura erótica no es sencillo. David Miklos (Texas, 1970) lo sabe bien. La prin‑ cipal complicación descansa en lo cotidiano: ¿cómo na‑ rrar algo tan conocido, tan contado? La segunda radica en lo innovador: ¿cómo inventar algo, en torno a lo se‑ xual, que nunca se haya dicho? Las respuestas, quizá, se encuentran fuera de las es‑ cenas propiamente sexuales, en la trama. No es lo mismo un folletín de periódico que busca excitar a partir de lu‑ gares comunes en los que no importa la historia que ha‑ cer justo lo opuesto. Miklos lo hace: en Dorada la historia es más importante que una posición sexual determinada o la duración de un encuentro. Bajo ese entendido podremos en‑ contrarnos con d ., quien viaja a Do‑ rada en pos de una dorada que lo ha invitado. Ahí se encontrará con una serie de realidades alternas en don‑ de convergerán desde las fantasías más pueriles hasta el sexo más duro, mientras el protagonista camina en busca de su identidad. El recorrido no será sencillo, su propia percep‑ ción del mundo que lo rodea se halla modificada por la magia que habi‑ ta en Dorada. Misma que, quizá, sea suficiente como para sacarlo de ahí. Entonces llegará a Aguafuerte, un paraíso donde los hay: d . tendrá la encomienda de satisfacer a veintidós mujeres durante varias noches. A veces será una sola, en otras llegarán en grupo para extraer lo último de sus fuerzas. Pero los paraísos suelen terminar hastiando. David Miklos es poseedor de un estilo límpido, de‑ finido. Sus frases cortas dan la impresión de brevedad pero esconden un secreto mayor: el lenguaje refigurado puede ser depositario de una gran profundidad aun cuando parezca sencillo. Si a ello se le suman algunas preocupaciones autorales (la búsqueda de la identidad, algunos viajes y ciertas obsesiones), Miklos se convierte en un autor al que es sencillo seguir. Y no porque su lite‑ ratura lo sea sino porque genera cierto nivel de adicción del que es difícil desprenderse •

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nevitable recordar completo el refrán de donde, acer‑ tadamente, los autores de esta deliciosa selección han extraído, por medio de un inteligente parafraseo, el títu‑ lo del volumen: “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Cabe ahondar, a manera de vuelta de tuerca: si algo que de suyo es bueno, lo es doblemente cuando además de bueno es breve, aquello que sea dos veces breve sería, por lógica, al menos cuatro veces bueno. Las ciento cuarenta y cuatro páginas, como de agua, de las que se compone esta antología de doble naciona‑ lidad lo certifican: Bernal y Orozco han hecho no sólo alarde de conocimiento en la materia sino de excelente gusto, como se desprende de los textos seleccionados y, por supuesto, de los autores convocados, que se nom‑ bran aquí completos y en el orden en el que los antologa‑ dores los han dispuesto en la edición: por México, maes‑ tros imprescindibles del género, Julio Torri, Augusto Monterroso, Max Aub, Juan José Arreola, Edmundo Va‑ ladés, Salvador Elizondo y Alfonso Reyes, seguidos por un conjunto de inobjetables, varios de ellos igualmente maestros consolidados de la minificción: háblase de los colaboradores de estas páginas Felipe Garrido y Guiller‑ mo Samperio, como lo es también Javier Perucho –ade‑ más de meticuloso antologador y estudioso del género–, José de la Colina, el nunca suficientemente extrañado José Emilio Pacheco, Martha Cerda, Raúl Renán, René Avilés Fabila, Sergio Go‑ lwarz, el igualmente colaborador de estas páginas Rogelio Guedea y Dina Grijalva. Por Colombia, autores bien conoci‑ dos y leídos en su tierra, que bien ha‑ ríamos en leer acá en la nuestra, algunos de cuyos nombres podrán sonarle al acu‑ cioso: Luis Vidales, Luis Fayad, Harold Kremer, Umberto Senegal, Triunfo Arci‑ niegas, Fernando Romero Loaiza, Gui‑ llermo Bustamante Zamudio, Nana Ro‑ dríguez, Pedro Arturo Estrada, Pablo Montoya Campuzano, Gonzalo Márquez Cristo, Javier Tafur González, j . j . Junieles, Carlos José Castillo Quin‑ tero, Andrés Elías Flores, Carlos Flaminio Rivera Cas‑ tellanos, Carlos Orlando Pardo, Jaime Echeverri, Carlos Alberto Villegas, Víctor López Rache y, finalmente, Be‑ tuel Bonilla. Treinta y nueve plumas en total, dieciocho de ellas mexicanas, prologadas brevemente –como corresponde a un libro de naturaleza e intención como las de éste– por Bernal y Orozco, que no pretenden, como lo aclaran de arranque, definir las especificidades del género ni, mu‑ cho menos, hacer una historiografía necesariamente in‑ completa. Inteligentemente, remiten al lector a un par de autores, uno mexicano y otra colombiana, que han reali‑ zado dichas tareas desde hace varios años: el primero de ellos es Lauro Zavala, la segunda es Nana Rodríguez. Del contenido en sí conviene decir más bien poco aquí –aunque podría decirse mucho–, para no malograr, pos‑ tergándola con prolegómenos, la degustación de el enor‑ me banquete que siempre es la minificción. Remátense estas líneas informando que tres platillos por autor, para completar casi una centena, esperan a sus lectores •

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Jornada Semanal • Número 1008 • 29 de junio de 2014

Es éste un estudio notable para retomar la manera de entender el arte y su producción en el tiempo, para esta‑ blecer que las ramas de ese árbol inagotable se mezclan en el tiempo y el espacio sin un progreso y una decadencia; para recordar que la escultura y la imagen conllevan una multitud de lecturas, útiles según los escenarios. Es una llamada de fondo para reflexionar sobre la creación artís‑ tica y cómo se asumen sus obras •

La trama de los discursos y las artes. El Canon de Policleto de Argos, Alicia Montemayor García, Conaculta, México, 2013.

DE LA BELLEZA Y SU ARQUEOLOGÍA RICARDO GUZMÁN WOLFFER

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ifundido por muchos como el fundador de la verdad sobre la composición de la belleza en la plástica grie‑ ga y tomado por otros como uno más de los tratadistas de la belleza, Policleto de Argos dejó con su tratado, Canon, y sus obras, un legado para la historia universal. El mero recuerdo de tal fuente es disfrutable, más cuando nos compenetramos en la vida de este Policleto que, de pron‑ to, resulta más enigmático de lo esperado. La disociación entre lo humano y lo divino; la explicación de la belleza y del arte a partir de una realidad a comprender y no de un ideal a asumir; el contacto directo de los productores del arte con los consumidores del mismo, a diferencia de la producción contemporánea, donde la crítica intermedia entre lo producido y lo difundido (más ahora, cuando la difusión es casi inmediata y su consumo se difumina entre millones de piezas más, ofertadas simultáneamente). Acerca de eso y mucho más habla Montemayor en este texto para conocedores que, también, resulta de difusión científica. La escultura como punto de partida para esta‑ blecer una postura estética y conceptual: rastreada la pro‑ porción en la representación a partir de los egipcios, los griegos dieron un salto cualitativo que perduraría hasta el Renacimiento. La armonía y su definición clásica (el todo con las partes y las partes entre sí), es rastreada y confrontada con la actualidad, donde la definición de ar‑ te comienza por ser sospechosa (ahora se justifica la clasi‑ ficación). Desde su origen, los traba‑ jos de Policleto llaman a la dicotomía de lo humano y lo eterno, de ahí la contraposición entre esas medi‑ das corporales y su discutible colo‑ cación como punto de partida para toda belleza, no sólo en la produc‑ ción de esculturas. Pero también se toma la opción de que Policleto esta‑ bleciera reglas prudentes, destina‑ das sólo a una región. Lo notable del asunto, recalca la autora, es que las esculturas que conocemos de Poli‑ cleto no son originales ni contamos con todo el Canon; si bien la vena fi‑ losófica de Montemayor amplía las consecuencias de ello, rastrea las citas y las referencias de esta manera que Policleto estableció para construir una escultura y que tendría eco en la pintura, la poesía y la retórica. Las fuentes textuales resultan claras y, más que citas directas, son una “invitación a su lectura”: autores como Cicerón, Aristóteles, Platón, Plutarco y muchos más dan testimonio de la importancia de ese Canon reconstruido por partes.

La ópera, una historia social, Daniel Snowman, Fondo de Cultura Económica/Siruela, México, 2013.

Al menos dos libros previos cuenta en su haber el autor de esta historia de la ópera, de perspectiva social como anuncia el título: hace ya más de tres décadas, en 1981 para ser precisos, Snowman publicó El Cuarteto Amadeus: el hombre y la música, y tan recientemente como en 2007 dio a la imprenta ¡Aleluya! Una historia informal de la Filarmónica de Londres. Nacido en la capital inglesa a mediados de la década de los años treinta del siglo pasado, el también catedrático en Sussex fue alguna vez miembro del Coro Filarmónico de su ciudad de origen, y actualmente pertenece al Instituto de In‑ vestigación Histórica de la Universidad de Londres. Con estas amplias credenciales, que como apreciará el lector están materializadas en un conocimiento amplio y profuso de la materia ciertamente copiosa que aborda, Snowman acomete una empresa que se antoja, ni más ni menos, que como la com‑ posición de una ópera: tras una introducción más bien breve, en la cual no obstante deja claros la intención, los alcances y el tono general de lo que vendrá, presenta por capítulos/períodos históricos el desarrollo de la ópera, primero de 1600 a 1800, es decir los dos primeros siglos que vieron surgir, entre otras maravillas, la mozartiana Flauta mágica; después, de 1800 a 1860, analiza el período román‑ tico y la revolución musical implicada en dicho movimiento; posteriormente revisa lo que, desde su perspectiva, significó un resurgimiento de la ópera, del citado 1860 hasta 1900; ya en el siglo pasado, entre 1900 y 1950 aborda el desarrollo operístico entre la guerra y la paz –he aquí, por supuesto y entre otros hitos, Wagner y la todavía vigente polemización del modo en el que su música fue utilizada–, y finalmente remata con la globalización de la ópera, desde 1945 y hasta la actualidad. Convenientemente, este grueso volumen –de casi setecientos folios– cuenta con un índice analítico, un cuerpo de notas bastante nutrido y esclarecedor, así como una bibliografía abundante. No podía sigue

ser de otro modo, tratándose como se trata de una obra de tales ambiciones, y lo que sigue sonará clásico hasta ser trillado, pero no deja de ser verdad: a este libro pueden acudir lo mismo especialistas –músicos que sean com‑ positores, ejecutantes o ambas cosas, o bien musicólogos e historiadores– que público en general; basta con que se tengan deseos de revertir, primero para uno mismo y más adelante y si la suerte es mucha para otros, los perjuicios que desde siempre ha ocasionado un par de prejuicios socialmente bastante arraigados, a saber: uno, que la ópera es algo “difícil” o peor, “aburrida”, como quiere lo que, dicho sin miramientos, es simple pereza intelectual de muchos; y dos, que se trata de una manifestación cultural intrínsecamente elitista. Nada más alejado de la realidad, como lo sabe cualquiera que haya desaletargado su sensibilidad musical, y como se explica en el contenido de esta obra •

Juan Rulfo en húngaro La única lengua europea en la que no había aparecido el Pedro Páramo de Juan Rulfo acaba de publicar en Budapest una hermosa edición de la gran novela. La editora, Andrea, y el Programa de Apoyo a la Traducción del gobierno mexicano llevaron a cabo esta tarea. El libro apareció con un epílogo de nuestro director, Hugo Gutiérrez Vega.

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ELLuis Pulido CANAL DE PANAMÁ, una historia literaria Ritter El cuento español actual

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Naief Yehya

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El molesto Bashford

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ENRY HOWARTH BASHFORD (INGLATERRA, 1880-1961) fue un notable doctor; incluso llegó a serlo del rey Jorge vi. Escritor prolífico sobre temas militares y literarios, la ironía de su obra estriba en ser recordado por un texto anónimo en su momento (1924): Augustus Carp. Hasta después de su muerte, gracias a la intervención del admirador del texto, Anthony Burgess, se estableció la autoría de esta divertida crítica contra los hipócritas y contra un sistema donde los buenos modales pretenden encubrir abusos y desdén.

Educado por un padre pagado de sí mismo, el niño no tarda en ver la vida con una superioridad inexistente: desde el principio ve la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Augustus Carp es una autobiografía contada en retrospectiva con una elegancia narrativa que llama al humor, primero por su sintaxis y luego por evidenciar las pocas luces de su arrogancia y permitirnos saborear por anticipado el castigo ineludible. En el título original se añadía: escrita por él mismo: la historia de un verdadero buen hombre. Augustus hereda la certeza paterna de que las demandas legales resuelven todo. Cuando el párroco suelta a Augustus en el bautizo, el padre no lo lleva a juicio por la falta de daños. Cuando Augustus no puede entrar a la escuela al quedarse calvo temporalmente por el uso de cierto ungüento, demanda (y gana). En uno de sus muchos pleitos en las parroquias, demanda (y pierde). Los molestos Carp son muestra de la necedad legalista, y al perder quedan inconformes. Escondida en esa intención en buscar la vía legal para desacuerdos intrascendentes, está la certeza de tener la razón en todo, especialmente en la superioridad moral. Su primer trabajo lo consigue extorsionando a la esposa de un editor a la que Augustus sorprende con el hermano del marido. Después asciende en la editorial al evidenciar el alcoholismo del gerente. Al ser despedido por sus fechorías, la busca para intentar extorsionarla de nuevo, infructuosamente. Sin embargo, está cierto de ser un paladín de la justicia cristiana. Se pelea a golpes con el director de la Liga Anti-Dramática y Saltatoria –los saltos de la danza– (Augustus es subdirector) para tener el derecho a “rescatar” a una “jugosa” actriz mediante el matrimonio; después ella lo emborrachará y exhibirá en venganza por el despido del padre: el gerente bebedor. Cretino al extremo, gusta de denunciar a sus compañeros estudiantes cuando copian y también a los maestros incapaces de apreciar sus respuestas floridas o de imponer los castigos por él estimados; por supuesto, jamás tiene amigos en la escuela. Importuna como miembro de la Liga de No Fumadores y de la Sociedad para la Prohibición del Tráfico de Licores de Alta Graduación, al sermonear y repartir folletos como ¿Caballero o chimenea?, ¿Su alma o su cigarro?, De la cerveza a la tumba, Virtud contra Vértigo, Pásame el veneno, y otros. Ruin como el padre, reclama a su madre viuda haber ahorrado durante toda una vida de penurias para

dejarlo cuando quiere llevársela de cocinera (sin sueldo, por supuesto) a su hogar conyugal, donde vive con sus cuatro cuñadas como parte del trato para recibir una dote miserable. A ratos con mucha claridad, a veces indirectamente, muestra una misoginia tan asumida que, a la distancia, resulta divertida por absurda. Lo molesto de sus acciones se vuelve divertido por el propio discurso ya triunfalista, ya de autoconmiseración, contrastado con sus incontrolables lágrimas ante casi cualquier situación contraria a sus deseos: al ser despedido, al caerse en el transporte público, al ser exhibido borracho, tras ser pateado en “la parte baja de la espalda” por un niño menor a él, al ser reprendido por sus maestros por impertinente, entre muchos; emparenta así con el Roderick Random (1748), de Tobias Smollett. Entre sus fechorías, muestra el valor social de las congregaciones, las corruptelas regulares (el trato carnal de los sacerdotes, las intrigas y sobornos para subir en el escalafón de los auxiliares, las preferencias, etcétera) y los propios párrocos (quienes disfrutan los infortunios públicos de padre e hijo) no quedan muy bien parados al formar parte de esa hipocresía general de la que Augustus es un notable ejemplo, pues muestra el doble discurso por contraposición. Cierra el libro, entre llantos y tras ver nacer a su primogénito, con la certeza de sumarse a la doxología. Como si con ello pudiera borrar una corta vida de hipocresía. Bashford logra con esta obra, por la que no obtuvo reconocimiento en vida, un clásico del humor burlesco •

GALERÍA

Ricardo Guzmán Wolffer

El misterio de la reforma de telecomunicaciones (i de ii) La fregada cortina de humo Todos sabíamos que entre el 12 de junio y el 13 de julio la atención del mundo estaría fija en un balón. Podíamos imaginar que ese mes de obsesión y frenesí sería aprovechado por políticos de todos colores para manipular a un público distraído por el fut y el fervor patriótico. De tal manera que cuando el gobierno de Enrique Peña Nieto anunció que las leyes secundarias de la reforma de telecomunicaciones serían aprobadas en plena Copa del Mundo de Brasil, era muy fácil intuir que se fraguaba un despojo más.

modernidad aL estiLo priísta

El gobierno de Enrique Peña Nieto prometió modernizar al país mediante dos grandes reformas: una energética y otra de las telecomunicaciones. Ambas fueron polémicas y generaron movilizaciones civiles así como reacciones intensas y encontradas. Se podía anticipar que la privatización del petróleo provocaría movimientos populares de repudio de gran envergadura; sin embargo, era menos evidente el efecto que tendría la reforma de las telecomunicaciones y en particular de internet, un medio de gran popularidad y absolutamente necesario, pero que sigue siendo relativamente oscuro para la mayoría. La propuesta de ley era compleja; imponía cambios en todos los medios de comunicación y, como cualquier paquete de leyes variopinto, no todo lo que presentaba era negativo, pero era claro que desataría frustración y acciones de rechazo, especialmente en las redes sociales. Inmediatamente después de dar a conocer el paquete de reformas comenzaron a publicarse en los medios y a circular por el ciberespacio denuncias y llamados a detener esa iniciativa. Los inconformes ganaron la batalla, ya que el clamor fue tal que la Presidencia decidió retirar de la ley todos los artículos referentes a internet. Este triunfo de la voluntad popular es definitivamente temporal, pues la Secretaría de Comunicaciones y Transportes ha declarado que las iniciativas de ley fueron retiradas para “ser redactadas de manera más clara” y reintegrarlas posteriormente.

estas ruinas que ves y escuchas: teLecoms a La mexicana

Las telecomunicaciones en México son un desastre y padecen de un retraso considerable, incluso con respecto a otros países ubicados en la que se ha llamado “zona intermedia de desarrollo tecnológico” (en donde se nos sitúa con naciones como Brasil, Chile y Argentina). La televisión está en manos del duopolio Televisa-Televisión Azteca; la radio es dominada por un puñado de mega consorcios; la cuasi totalidad de la telefonía pertenece al hombre más rico del planeta y ofrece un servicio mediocre a precios alarmantes; internet es caro y de ninguna manera cumple con las necesidades elementales de una nación como la nuestra en términos de universalidad, acceso, amplitud de banViñeta de Juan Puga

da y velocidad. Definitivamente la situación necesitaba cambiar.

un paso p’adeLante y muchos p’atrás El 11 de marzo de 2013, dentro del marco del acuerdo político entre los partidos, el Pacto por México, el gobierno de Peña Nieto presentó la iniciativa para la reforma de la ley de telecomunicaciones en la cual proponía lo siguiente: fortalecer la competencia económica y tecnológica entre empresas de televisión, radio, telefonía y servicios de datos; asimismo, fortalecer la diversidad en los medios; crear comisiones y tribunales para regular el mercado y proteger al consumidor, garantizar el acceso a servicios de telecomunicaciones de alto nivel y ofrecer cobertura de internet de banda ancha en edificios públicos. Se creó el Instituto Federal de Telecomunicaciones ( ift ), un órgano administrativo autónomo que venía a sustituir a la disfuncional Comisión Federal de Telecomunicaciones en las tareas de regular, promover y vigilar el uso que las empresas concesionarias dan al espectro radioeléctrico, propiedad de la nación. A los pocos meses de su creación, el ift dictaminó que las empresas de televisión por satélite y otros sistemas de paga podían transmitir los canales de la televisión abierta sin tener necesidad de autorización; que las telefónicas de Carlos Slim debían completar las llamadas realizadas desde las redes de la competencia sin cobrar un centavo, así como eliminar gradualmente los cobros de larga distancia. También el ift dictaminó que América Móvil y Televisa eran operadores dominantes (con control de más del cincuenta por ciento del mercado) por lo que debían estar sujetos a un trato regulatorio distinto que sus competidores. Ambas empresas declararon que eran víctimas de obligaciones desproporcionadas y semejante trato desincentivaría la inversión. Parecía que ganaba la justicia pero… • (Continuará.)

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JORNADA VIRTUAL

ARTE Y PENSAMIENTO ........


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Germaine Gómez Haro

Alonso Arreola @LabAlonso

germaine@pegaso.net

Patricio Robles Gil: Elogio del jaguar

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N EL AMPLIO MOSAICO de los géneros fotográficos que están en boga en la actualidad, el tema de la fauna al natural ha quedado un tanto marginado en el circuito de las galerías y museos y, por extensión, del mercado del arte. Nada más acertado que lo que señala el especialista en fotografía José Raúl Pérez:“De la mano del ascenso de los intereses vinculados al ecologismo y el conservacionismo, tanto la fotografía de fauna como la de paisaje se han transformado radicalmente en los últimos veinte a treinta años. En el primer caso, a la fotografía documental de animales en su hábitat realizada por fotógrafosbiólogos, en la línea consagrada por George Lepp o por David Attenborough en el campo

del video, se han sumado las visiones nostálgicas y ampliamente subjetivadas de especímenes registrados por fotógrafos-artistas con técnicas de estudio o en imágenes retocadas a fin de volverlas más evocativas –James Balog, Gregory Colbert, Nick Brandt o Alexander von Reiswitz–. Transformados, así, en portavoces involuntarios del peligro que corren sus especies, algunos de estos animales se han convertido en verdaderas estrellas mediáticas.” Es verdad que proliferan imágenes que pueden ser atractivas e ingeniosas por la infinidad de recursos que brinda la tecnología, pero resulta raro el caso del fotógrafo “romántico” que está dispuesto a dedicar días, semanas y meses consecutivos, y hasta arriesgar su vida, para captar con verdadera devoción y pasión la belleza y majestuosidad del animal en su hábitat natural y presentarlo sin maquillajes ni retoques. Patricio Robles Gil es uno de estos fotógrafos singulares que ha conseguido despertar en el espectador la emoción de enfrentarse cara a cara con un animal tan soberbio y cautivador como es el jaguar, protagonista de la serie de fotografías que se exhibe actualmente en la Galería Patricia Conde: Las onças pintadas del Mato Grosso. Patricio Robles Gil es ampliamente reconocido como activista ecológico, campo en el que comenzó a desempeñarse como fotógrafo hace más de dos décadas. Su formación inicial fue como artista plástico, oficio que sigue desarrollando paralelamente a la fotografía. No es casual que se perciba en estas imágenes el ojo sensible y refinado del artista que mira detrás de la lente. Robles Gil es también fundador de las asociaciones Agrupación Sierra Madre y Unidos para la Conservación, y es editor de alrededor de treinta y tres libros sobre naturaleza, biodiversidad y conservación y culturas étnicas. Su acervo cuenta con imágenes excelsas de muchos animales en peligro de extinción, entre los cuales está el jaguar, quizás el animal más emblemático de nuestro territorio americano desde la época precolombina. Este felino ha sido su pasión desde la infancia y lo persiguió durante años

en el sureste mexicano, donde sobreviven apenas unos cuantos. La aventura que dio origen a la exhibición que se presenta actualmente comenzó hace unos cinco años, cuando vio publicadas imágenes de jaguares captadas en el Mato Grosso, en Brasil, en la exuberante selva del Pantanal, donde se les puede encontrar en total libertad. Realizó tres viajes y tuvo ciento ochenta y cuatro encuentros con diversos ejemplares del jaguar que dieron lugar a unas diecisiete mil imágenes del animal en acción y en reposo, cazando, jugando, copulando, nadando… orgulloso de su belleza escultural. Los hermosos felinos en su día a día y en la serenidad de un entorno natural prístino que no ha sido embestido por la presencia humana. Patricio cristalizó el sueño que perseguía desde niño al poder contemplar al felino a unos cuantos metros de distancia y tenerlo al alcance de su lente por largos ratos. Las imágenes que nos presenta –apenas una mínima selección de su acervo que es posiblemente el más profuso del mundo– van mucho más allá del registro documental. Además de su impecable técnica, el ojo de Robles Gil y su infinita paciencia consiguen composiciones de una delicadeza extrema que cautivan por su frescura y naturalidad. El animal en su ámbito paradisíaco, sin trucos ni alteraciones, despierta en el espectador una profunda emoción. Sus imágenes fueron concebidas una a una, lentamente, como obras de arte, y realmente lo son. Celebro que Patricia Conde –cuya prestigiada galería es la única dedicada a la fotografía en nuestro país– haya apostado por el trabajo de Patricio Robles Gil, que bien merece, además de aparecer en las mejores publicaciones, formar parte de colecciones y exhibirse en museos •

Clap, clap, clap…

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S MUY TARDE. ES muy temprano. Rodeados por botellas vacías se nos viene el sol encima mientras el mastuerzo de al lado insiste en escuchar a Peter Gabriel. “Pero que sea en vivo”, nos grita desde la sala cuando atendiendo a su necesidad caminamos rumbo al estéreo.“Ajá”, alcanzamos a articular. Hacemos sonar el Secret World Live de su mítica e irrepetible banda con Tony Levin, Manu Katché, David Rhodes, Papa Wemba, Paula Cole, Shankar, Jean-Claude Naimro, entre otros. En el vértigo que nos maltrata recordamos el video de esa gira tan poética, la decepción que nos llevamos al verla montada en México, no por su contenido, sino por la paupérrima producción que incumplía la promesa de su exorbitante precio. Pasados los años, sin embargo, lo que ahora nos sorprende –seguro por los efectos de Baco– son sus aplausos. Sí. Hay audiencias que saben reaccionar, dialogar a través de chocar las manos. Después de una bella introducción: aplauso en crescendo. Tras un solo de bajo o guitarra: aplauso explosivo. Al reconocer en una introducción la canción amada: aplauso conmovido. Al celebrar una poderosa secuencia de versos: aplauso largo, indefinido. Al término del concierto: el aplauso que se desborda, incontenible como el agua de la presa sorprendida por la tormenta. Aplauso terremoto que suele incrementarse con los pies chocando el suelo. Este último aplauso es el que el artista busca con ahínco, a veces olvidando el acrítico fanatismo de su público. Pero qué se le va a hacer. Es el aplauso que soñó de niño. Ése mismo, el que aguarda hasta la última nota de la última canción para desatarse incontrolable, pues sus dueños han decidido despilfarrarlo desde el principio, amorosos e irreflexivos. Y qué bueno, pues el aplauso viene del estómago y acaricia a quien está en la lejanía del escenario. Sí, es el eco primitivo y honesto de nuestro cuerpo en ese túnel de aire que siempre será la selva. Claro, también hay aplausos mesurados. Entre ellos los hay de distintas clases. Está el de la empatía, normalmente poco entusiasmado. Está el de algunos países de Oriente, que se suicida para no caer en la vulgaridad. Está el de los amigos y familiares del artista, siempre solidarios, aislados en el mar de la impaciencia que los circunda. Como sea que se active, nosotros preferimos ejercerlo lento, espaciado, con volumen. Esto se logra cuando los dedos de la mano derecha, lectora, lector, consiguen golpear su palma izquierda evitando el choque de: a) dedos contra dedos, b) palma contra palma. Considere que la fuerza es la resultante entre la aceleración y la distancia. Significa que si separa bien sus manos y las junta con velocidad alcanzará mayores decibelios. Practique. Nunca se sabe qué ocioso calificará su técnica de gozo. Por otro lado, el aplauso pocas veces se pinta la cara de abucheo. Sucede, verbigracia, cuando hay audiencias esperando diferentes actos. He allí el riesgo eterno de la banda abridora, la

que ha de ganarle al miedo minuto a minuto. Los vítores, por el contrario, sí son hermanos del batimiento de palmas y llegan cuando el palmoteo se hace insuficiente, cuando las manos continúan su juego por arriba de la cabeza y la garganta exige la máxima coronación. Ello ocurre, normalmente, de pie. Allí vive el mayor de los aplausos. El que estira las rodillas, los codos, la lengua… cuando los gritos envalentonados cabalgan el trote libre de carpos y metacarpos volviéndonos cavernícolas. De allí que se vaya cansando y, claro, sincronizando poco a poco. Sí, ese es un bello aplauso. El de final de sinfonía. El que saca al director y al solista por tercera, cuarta vez. ¡Bravo! También hay, aunque muy pocos lo han escuchado, el “no aplauso”. Ese es el mejor de todos. Es el más raro y codiciado. Es el diamante rosado, la trufa blanca de los aplausos. Es el que supone tal nivel de comprensión de la pieza sonada, tal nivel de empatía con la nota tocada, tal nivel de conexión con la letra y la interpretación lograda, que el público se hace uno con el músico y no necesita mostrarse en las convenciones de la bulla o el manoteo. La energía de esta ovación silenciosa es desconcertante, poderosa. (Hace poco la presenciamos en la sala de una casa llena de nostalgia.) Lo cierto es que, sin nunca llegar a ser justo, el aplauso es una de las más públicas intimidades. Y eso nos iguala, nos hermana en un espacio vuelto celofán, plástico de burbujas violentado. Clap, clap, clap. Por ello, usted aplauda cada que pueda hacerle saber a alguien que no está solo. Muéstrele que ha sido tocado cual náufrago en la masa oceánica, que ha amarrado un hilo desde sus palmas hasta aquellos globos de música, pasajeros. Buen domingo. Buena semana. Buenos ecos •

BEMOL SOSTENIDO

Jornada Semanal • Número 1008 • 29 de junio de 2014

ARTES VISUALES

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ARTE Y PENSAMIENTO ........

29 de junio de 2014 • Número 1008 • Jornada Semanal

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Jorge Moch

Ana García Bergua

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L OTRO DÍA ESTABA yo en la cola del supermercado, aprovechando esos cinco o diez minutos mágicos que a veces se convierten en quince o veinte de placer culpable y pecaminoso, cuando una fila larguísima de carritos atestados de cajas de cereal y cervezas le permiten a una darse vuelo hojeando Hola, Cosmopolitan, Vanidades, hasta Vogue, a toda velocidad, antes de tener que devolverlas a su sitio en gran desorden, cuando llegamos con la cajera y nos damos cuenta de que para seguir leyendo habría que pagarlas. La de cosas que no he sabido en esos minutos, desde mi horóscopo del mes, la dieta del mes, la ropa del mes, los consejos sentimentales del mes, los escándalos en la farándula del mes, hasta los avatares, embarazos y desembarazos de la princesa Letizia o las peripecias –bueno, es un decir– de las bodas y los bautizos de esos nobles europeos que son siempre una verdadera alucinación, junto a las mansiones que exhiben los clones de Julio Iglesias que pueblan el mundo desde hace tantos años. En fin. Pura cosa bonita antes de pagar los chícharos y el puré de jitomate con la misma resignación de siempre. Pues resulta que en esas estaba el otro día, cuando me di cuenta de que en la portada de Vanidades faltaba la frase mágica: “un inédito de Corín Tellado”, que venía apareciendo desde que me acuerdo o desde que voy al súper. Debo decir que a los escritores nos piden casi siempre textos inéditos. Necesito que me mandes un cuento inédito sobre las sardinas o los suéteres, te dicen, como si el mundo entero hubiera leído todos tus cuentos anteriores y ya estuvieran hartos de tanta repetición. Algo nuevo, vamos, no lo mismo de siempre. Y la verdad uno no siempre está en la vena de andar prohijando inéditos, a veces ni siquiera en la de peinar textos editados con anterioridad; los inéditos, mal que lo parezca, tienen su jiribilla, como dicen por ahí, no es cosa que a uno le salga tan natural como respirar, excepto a genios como Balzac o Corín. El eterno inédito es el opuesto del plagio, a menos que uno se plagie a sí mismo, como suele suceder cuando estamos ya más bien desesperados. Por eso siempre me llamaba tanto la atención que ella sacara, en la misma revista, una novelita inédita tras otra, como si su pluma fuese un pozo de virtudes o un surtidor mágico e inédito, y me negaba a creer lo que decían las malas lenguas: que una legión de negros –negros o fantasmas, como les quieran llamar ustedes a los que escriben cosas para que las firmen otros–, una verdadera fábrica, era la

que había compuesto los más de dos mil inéditos de Corín. Tan creía en ella que cuando vi que después de su fallecimiento en 2009, seguía apareciendo la leyenda anunciando su inédito en Vanidades, empecé a pensar que ahí desde el cielo donde seguramente sigue tramando historias de amor muy apasionadas en las que todos se casan al final, Corín Tellado continuaba con su deber de mandar un inédito a la revista cada mes. O que los inéditos, a falta de Corín, se habían empezado a escribir solos: podría pasar, ¿por qué no?, a fin de cuentas las historias más o menos se parecían (este conocimiento lo obtuve no de la fila del supermercado, sino de la salita de espera de los médicos, siempre prolijas en joyas hemerográficas de toda clase) y la reproducción, bien lo sabemos, no engendra sino más reproducción. O bien Corín era la escritora fantasma más fantasma del mundo, un verdadero portento de lo inédito –aunque los fantasmas son especialistas en inéditos: ¿cuántos tex tos no aparecen luego de que los autores dejan este mundo, cuántos no brotan misteriosamente de los cajones y las alacenas para gozo de los lectores y los deudos a quienes nunca les caerá mal una pequeña regalía?– o quizá Corín había dejado un cofre dorado lleno de inéditos para las señoras valientes que no se amilanan a la hora de pasar con el carrito por el estante de revistas del supermercado, y no sólo las hojean como yo, sino que hasta las compran con gran decisión y valentía, como debe ser: aquí le pago el t v Notas, dicen, con el aplomo de los que exigen su tequila en la cantina de su preferencia. La cosa es que ya no aparece, me dicen, desde hace algunas semanas aquella leyenda en la portada de la revista, que tanta fe en la productividad me insuflaba. ¿Y ahora? Los horóscopos, se lo aseguro a ustedes, no me sabrán igual. Y eso que soy Libra con ascendente en Aries. Por ahí hasta abandono la revista antes de, ay, pagar las alcachofas •

Goles y autogoles

Ú

LTIMAMENTE ME CONVENZO MÁS de que no hay fanático más agresivo en México que el hincha futbolístico (iba a poner “pambolero”, pero hubiera sido un alarde innecesario de revanchismo y unas mal escondidas, freudianas ganas de cosechar mentadas de madre). Creo que quienes en algún momento nos atrevemos –sobre todo cada cuatro años que todo lo invade el futbol y se adueña de la vida nacional, paraliza las actividades en oficinas gubernamentales y privadas, ahueca las aulas y los patios escolares, ralentiza el tráfico accionario, vacía avenidas

usualmente atestadas, para concentrar a la mayor parte de la población mexicana en torno a una pantalla de televisión donde una veintena de hombrecitos hacen rebotar un balón, aderezado todo ello con una parafernalia absurda de venas hinchadas, consumo de comida chatarra saturada de sal y grasa hidrogenada y sobre todo cerveza a cántaros, copiosos raudales de refrescos embotellados, de ésos tan nocivos para el organismo pero de cuyo consumo desaforado tenemos los mexicanos otro de esos récords mundiales vergonzantes de los que estúpidamente nos ufanamos– a criticar o mofarnos del exacerbamiento pasional de los aficionados al futbol recibimos más incordios que quienes nos atrevemos a negar la historicidad del mito guadalupano. Fanatismo religioso y futbolístico sobran en México, hacen de ciudadanos honestos y trabajadores verdaderos torquemadas iracundos perfectamente capaces de injuriar, causar lesiones y hasta de asesinar a otro ser humano. Suena a chusco, pero algo lleva de verdad una afirmación en apariencia desproporcionada como ésa: ya hemos visto casos de asesinatos por culpa de una camiseta en arrebatos de celo similar al de un Otelo. Un día de éstos un locutor deportivo se va a infartar al aire o va a sufrir un aneurisma a cuadro… Claro que eso de emparentar locura colectiva con futbol no es sólo de mexicanos. Allí los hooligans ingleses, verdadero problema de seguridad nacional en no pocos países europeos, o la afición argentina o peruana –allí el caso de la bengala lanzada al rostro de un espectador hace unos años, un asesinato horrible– o el encabritamiento de no pocas milicias en África con ocasión de un partido. Pero eso de ninguna manera debe justificar la ceguera, la ataxia colectivas que aquejan a México cada que la televisión y los estadios ofrecen su circo romano. No es casual que los dueños de las televisoras responsables del atraso educativo del mexicano, de la continua desinformación con que se manipula la opinión pública y en últi-

ma instancia de esa enfermiza relación de cortesanía con el poder que terminó convirtiendo a las televisoras en voceras oficiales de los gobiernos más corruptos que ha tenido México, de esos gobiernos habitados por una innumerable cantidad de delincuentes y criminales de la peor ralea, desde el asesino y el violador hasta el de cuello blanco del que desvía el erario para usufructo personal, no es casual, insisto, que esos mismos dueños de ese aparato indigesto de lameculismo oficialista sean dueños de varios de los principales equipos de futbol que apasionan a la afición mexicana. Y mientras México grita gol, la avanzada neoliberalérrima y entreguista que dice gobernar este país va fincando espacios al neocolonialismo, despojando a México de su riquezas (las pocas que queden), o de sus elementales derechos de supervivencia – el derecho al agua, por ejemplo– para ofertar potestades que hasta hace poco eran inviolables en el mercado trasnacional de la voracidad sin medida, la de los corporativos que ven solamente el lucro y les importa un pepino el ser humano local, esos falansterios de ejecutivos en torres de cristal para los que los nativos que se oponen a sus proyectos no suponen personas como ellos sino obstáculos desechables. Y desde luego, en respuesta a la sorna o al reclamo, muchos hay que dicen que con futbol o sin él nos hubieran despojado igual. Entonces claudiquemos ya. Bajemos las manos. Callemos. Entonemos el himno nacional solamente en la cancha. Para todo lo demás seamos sumisos. Para qué protestar, para qué sumarse a una marcha, para qué enojarse cuando el recibo de la luz llegue multiplicado o el litro de gasolina cueste más que en los países a los que se exporta nuestro petróleo. No nos quejemos de los corruptos. Resignémonos a la violencia, a los secuestradores, a los proxenetas. Si al fin y al cabo con futbol o sin él, los dueños de este país no somos nosotros, sino los organizadores del partido y sus patrocinadores •

CABEZALCUBO

Inéditos

PASO A RETIRARME

tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch


........ ARTE Y PENSAMIENTO

Orlando Ortiz

¿Cuándo fue escrito?

¿F

UE PRIMERO LA FLOR nueva de romances viejos o “vino nuevo en viejos odres”? El primero es el título de una obra de Menéndez Pidal, pero del otro no estoy seguro de si es un título o simplemente una expresión que leí no recuerdo dónde, tal vez en alguna página de don Alfonso Reyes. Don Ramón asegura en el proemio de su obra que los romances, antaño, se producían tanto en las cortes como en las aldeas y las plazas, e igual manaban de la pluma de los grandes vates, como Lope de Vega; pero la tradición de los romances fue decayendo y –por decir algo correspondiente a nuestros días y realidad– ha

quedado en el ámbito de los narcocorridos. Desde luego, esto lo digo yo, no Menéndez Pidal, porque él escribe que la tradición ya “sólo vive entre los rústicos”. La otra frase es, obviamente, una manera de decir que se trata de poemas nuevos vertidos en viejas formas poéticas. Lo curioso es que ambas frases vinieron a mi memoria cuando estaba examinando algo muy alejado de las cuestiones literarias y retóricas. Ahora, imaginen ustedes que están leyendo sobre los males que padece nuestro país y se encuentran la siguiente línea: “La prostitución de la llamada administración de justicia.” Si se ilustrara con algunos de los tantos casos de “administración de justicia” de nuestros días, bien de políticos, o asesinos, o secuestradores y fauna por el estilo, su sentido sería cabal. Sin embargo, la cita corresponde a un texto de Melchor Ocampo (1814-1861). Ocampo escribió esto como parte de algo que es más un apunte que un escrito estructurado y desarrollado a conciencia. Narciso Bassols Batalla considera que tales notas fueron redactadas en momentos diferentes, una parte en 1851, aproximadamente, y otra en 1854. En tales apuntes, don Melchor escribió que los males de nuestro país podían ubicarse en dos grupos. En uno de ellos se localizaban los de carácter cívico, y en el otro los que correspondían a las deficiencias en la estructura económica y social. ¿Cuáles eran los del primer grupo? Menciona varios, entre ellos la indiferencia general hacia la cosa pública, el abuso de esto que hacen los responsables de la cosa pública, la debilidad o impotencia frente a tales abusos, y la falta de instrucción, es decir, las carencias o deficiencias en la educación. Es lamentable que no haya desarrollado a fondo estos problemas, que si afinamos la mirada se descubre que están muy ligados y han llegado a nuestros días. Algunos en menor grado, pero están ahí. En el renglón de los problemas en las estructuras económica y social, es natural que, como respuesta a su momento histórico, coloque en sitio importante los refe-

rentes al enriquecimiento de la Iglesia y la prepotencia de ésta (lo que originó, en gran medida la Guerra de Tres Años). También señala la corrupción y la falta de previsión en el gasto público, en la recaudación de impuestos y en el pago de la deuda. Y desde luego, el ya anotado más arriba: la prostitución de la llamada administración de justicia. Como puede verse, esos males han hecho huesos viejos en México. La apatía hacia la cosa pública persiste, lo cual no significa que seamos incapaces de “criticar” y hacer chistes sobre los gobernantes, y lo que es peor, “votar” por ellos para que lleguen al poder; de ahí que tales bichos medren a costillas del pueblo. Como carecemos de una cultura necesaria para el caso, no protestamos ni luchamos para que las cosas cambien, fundamentalmente en la educación, que se ve asechada por todos lados: intereses de la clase gobernante, de instancias gubernamentales y sindicales. Cambiar la educación sería comenzar a preocuparnos por hacer a un lado la indiferencia hacia el comportamiento y quehacer de los gobiernos, y enfrentaríamos la prepotencia y el abuso de los gobernantes. En cuanto a los aspectos estructurales de la economía y la sociedad, resulta obvio que el papel de la Iglesia lo ha sustituido el capitalismo salvaje (banqueros, empresarios, especuladores, mercaderes voraces, alta burguesía, trasnacionales y fauna similar); en cuanto a la corrupción en todos los niveles administrativos, no creo que haya cambiado mucho, y los aspectos recaudatorios, creo que de la incapacidad ha pasado a pecar de omisa (con los grandes capitalistas) y a hacerse de la vista gorda con los evasores, para cargarles la mano a los causantes cautivos. Y mucho de lo anterior, creo, se debe a la “prostitución de la llamada administración de justicia”, que no usa el mismo rasero para calificar los delitos en cuanto a lo que son, y aplica el de a cada quien según su condición, poder o riqueza. Pero sólo han pasado 150 años •

Luis Tovar Twitter: @luistovars

Balonazo a la pantalla

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ÉNERO EN SÍ MISMO, el cine con tema deportivo abunda en producciones que tienen al futbol no sólo como punto central de sus tramas, sino como una serie infinita de variantes: pretexto para contar otra historia, telón de fondo, alegoría, metáfora, más un largo etcétera. Si bien sobran en el cine futbolero los filmes simplones, convencionales, de ésos armados para llegar a la anotación final y victoriosa en cámara lenta, luego de montones de dificultades –tara por cierto compartida con centenares de tramas dedicadas a cualquier otro deporte–, hay por fortuna cintas que no le dan la

espalda a la inteligencia e hilan bastante fino, ya se trate de la relación entre futbol y política, o bien de la presencia relevante de tópicos futboleros en la vida cotidiana de un personaje. Sin un orden preferente, las que siguen son algunas cintas que, sin importar si al espectador le gusta o no el deporte de las patadas, cinematográficamente tienen algún valor:

La guerra y eL baLón Basada en la igualmente conocida y estupenda novela de Peter Handke, El miedo del portero ante el penalti (Wim Wenders, Alemania, 1971) es quizá la más célebre de todas las películas futboleras. El protagonista, un mecánico llamado Josef Bloch, otrora célebre portero de futbol que vivió sus momentos de gloria en tiempos que no eran de paz, es un personaje a la altura de Meursault, el personaje principal de El extranjero, de Albert Camus –quien, por cierto, amaba al futbol y fue un portero notable. La también recordada Victoria (Victory, Estados Unidos, 1981), del entonces veterano John Huston, tiene en su reparto a Silvester Stallone, Michael Caine y Max von Sydow, pero también a los futbolistas Pelé, Bobby Moore y Osvaldo Ardiles. Como sabe el cinéfilo, todo transcurre durante la segunda guerra mundial y el asunto consiste en que, durante un partido entre ingleses –presos– y alemanes –carceleros–, hay una fuga de una prisión nazi. Ambientada en los primeros años de postguerra, a principios de los años cincuenta del siglo pasado y tras la derrota alemana, El milagro de Berna (Das Wunder von Bern, Sönke Wortmann, Alemania, 2003) es buen reflejo del sentimiento germano dominante en aquel entonces, entre la culpa y la búsqueda de redención: la obtención de su primera copa del mundo futbolera, en el campeonato celebrado en Suiza, fue para Alemania un símbolo claro de su resurgimiento.

eL jugador como alter ego En 2006, el argentino Carlos Sorín filmó El camino de San Diego, ficción acerca de un fanático empedernido de Maradona que incluso se ha tatuado el número diez en la espalda, y que un día

cree encontrar una imagen de su ídolo. Buena alegoría de lo que piensan y viven muchos argentinos, como puede verse en el documental Amando a Maradona (Javier Martín Vázquez, Argentina-Nueva Zelanda, 2005), que aborda el llamado culto de la iglesia maradoniana y, a través de éste, el fanatismo pero también el valor simbólico que en Argentina tiene el autor de la mano de dios en México ‘86. La española Días de fútbol (2003), de David Serrano, ligera y amable, versa sobre la crisis de los avanzados treinta y el armado de un equipo de futbol rápido de un grupo de amigos que quieren recordar cómo eran antes de empezar a ponerse viejos. Mejor que ésta es Buscando a Eric (Looking for Eric (Bélgica-España-Francia-ItaliaReino Unido, 2009), del normalmente sobrio Ken Loach, donde se cuenta la historia de un cartero maduro y deprimido que ve al futbolista Eric Cantona, su ídolo, como un fantasma que al mismo tiempo es una especie de ángel de la guarda que le da consejos. Hay también excentricidades como la desopilante Shaolin Soccer (Siu Lam Juk Kau, China-Hong Kong, 2001), de Stephen Chow, que para hacer esta película extravagante se basó en la serie animada Campeones, pero añadiéndole acción típica de artes marciales y decenas de homenajes a Bruce Lee.

baLas y goLes El año que mis padres se fueron de vacaciones (On Ano em que Meus Pais Saíram de Férias, Brasil, 2006), de Cao Hamburger, es uno de los filmes que mejor combina, como de hecho sucede en la realidad, futbol y política: mientras se desarrolla el campeonato mundial de México ’70, en el Brasil gobernado por la dictadura militar casi nadie hace caso de la represión, la guerrilla que había entonces, los presos y los desaparecidos políticos: importa más ver si Pelé y compañía se alzan con el tricampeonato. Cámbiese algunos términos, como “militar”, “represión”, “guerrilla”, por “perfecta”, “reformas estructurales” y “privatización”, y hélas: 1970 se parece muchísimo a este futbolero 2014 •

CINEXCUSAS

Jornada Semanal • Número 1008 • 29 de junio de 2014

PROSAÍSMOS

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ensayo

T

roquelados por El Pecado, olvidamos las Grandes religiones Solares, promo‑ toras de la cachondería. Brasil construyó otra historia, impregnó su territorio con una fuerza oscura: la Macumba, morigerada por la santería, con divinidades más generosas. Acom‑ pañadas por el tambor, elemento mágico apoyado por Xangó (que donó su piel como parche) nació el ritmo que marca la cadencia del Carnaval, máxi‑ ma fiesta mundial de la sensualidad, y la capoeira, espectacular y vistosa lucha. De esa rítmica se desprenden la bossa nova y la samba; todo un pueblo baila con esas creencias envolventes y pegajosas. Pero la más destacada de sus religiones es el futbol, fiesta y carnaval; el jogo bonito, recompen‑ sado con cinco campeonatos y con varios jugado‑ res elevados a la categoría de santos mayores. Ahora, en el Brasil 2014, celebramos la edición tropical de la máxima liturgia futbolera, orquesta‑ da por la fifa , país supranacional cuyo territorio se establece en todos los estadios del mundo. Su presupuesto es mayor que el de la mitad de los países que participan (sin oportunidad de colar‑ se a las finales: abultan el número de trasmisio‑ nes y caen “de cara al sol”, con todo su amor a la camiseta). La fifa , país sin bandera, ha troquelado al más popular de los dioses modernos: la otrora Copa Jules Rimet, ídolo de oro que es venerado, codi‑ ciado y consumido por gran parte de la humani‑ dad. Su Adoración Mayor se repite cada cuatro años. Para garantizar la fiesta ha establecido una serie de filtros y de acciones para que ningún equipo emergente se lleve la copa a un país donde la economía no remunere dividendos (verbi‑ gracia Camerún, cuya población mayoritaria no tiene televisor, o México, el mayor consumidor de piratería). Las acciones de control de la fifa inspiran a la ciencia ficción: repasemos el caso del Jabulani, balón diseñado para el campeonato pasado. El

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hechicero de una tribu sudafricana hizo una Macumba al balón: al “sacrificarlo”, el objeto esta‑ lló violentamente. Un científico, al ver en las noticias el testimonio del único sobreviviente, consiguió otro balón. Al examinarlo con rayos x descubrió una complicada red de hilos de oro, cápsulas de vanadio, gases y un productor de tele‑ rones, micropartícula que distorsiona la voluntad y los reflejos. ¿Para qué una maquinaria así? Cardozo, gran jugador, tiró un penal. Cuando los telerones le impactaron el hipotálamo, erró el tiro y Paraguay quedó eliminado. Igual pasó con Ghana: en el último segundo su mejor tirador falló el penal, hundiendo en lágrimas a todo un conti‑ nente. (Imaginen que hubiese ganado Ghana, donde apenas hay electricidad, o Paraguay, donde apenas se habla español.) El balón analizado también estalló, dejando un socavón humeante en la casa del científico. Como el evento se difundió en la redes sociales (ver Performance núm. 118), la fifa retiró a toda prisa el temible Jabulani, pero muchos balones fueron robados y las explosiones posteriores fueron silen‑ ciadas o atribuidas al terrorismo. No se podía repetir la fórmula: en Brasil, en el edificio donde se concentran las trasmisiones tele‑ visivas, se ha establecido el Cuartel General Anti‑ macumba, en el más secreto de los secretos tecno‑ lógicos. El centro de ese rascacielos es un acelera‑ dor vertical de antipartículas que tiene, disfrazado

El gol, nuevo paraíso Honorio Robledo

de helipuerto principal, una serie de cañones y aspersores de telerones, con toda la intención de contrarrestar las Macumbas. Los Brujos Mayores, depositarios de añejas prácticas africanas, son feligreses del fut. Desde aquel doloroso maracanazo recopilan Fuerza y Energía para vencer la maldición. Para que el Orden Medieval se mantenga, La fifa utiliza tecno‑ logía de telerones que neutralicen a las Macumbas regionales, para que las selecciones que sí venden lleguen a la final. Pero no ha funcionado. En el enfrentamiento de la Tecnología Medieval (mantener el orden per saecula saeculorum) contra la Tecnología Ancestral Solar (que el cuerpo libre viva un mundo libre), las Macumbas llevan la delantera: casi todos los equipos cumbiamberos han ganado sus partidos, desestabilizando el ajedrez. La fifa y las televisoras están comiéndose las uñas. ¿Cómo hacer para reto‑ mar las riendas? La respuesta ha quedado a la vista: bombar‑ deando al equipo arbitral con telerones para que los goles sean invalidados: un árbitro profesional no vio los goles de Gio contra Camerún: los telero‑ nes lo obnubilaron. Otros árbitros decretaron un penal, del todo fantasmagórico, a causa de los telerones… Desde Adán y Eva somos hijos del Pecado y vivimos en la culpabilidad, dejando el ahora por la promesa de un Futuro Paraíso. Pocos creyentes se toman en serio los dogmas, pero el control de los cuerpos y de las almas se ha establecido en otros canales: la tele y el futbol. A estas alturas de la jirafa, la moneda está en el aire y nos deja ante el portón de un Nuevo Paraíso: ¿ganarán los telero‑ nes y, tras otro maracanazo, la final será jugada por Holanda contra Italia, o triunfará la Macumba, dejándonos una sabrosa final de Costa Rica Contra Costa de Marfil, al son de una batucada? ¿Se romperá la maldición y bailaremos en un perpetuo Carnaval o regresaremos, mansamente, a un mundo de reformas y de represiones? •

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