■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 30 de 0ctubre de 2016 ■ Núm. 1130 ■ Directora General: Carmen Lira Saade
Pensamiento crítico y humanismo en la actualidad
Gustavo Ogarrio
La lectura crítica, el canon literario y otros problemas
Rocío García Rey
Crítica de arte y humanidades: situación y perspectivas
La crítica como posibilidad, N orma L ojero
• La crítica de cine como exigencia cultural, Carlos Bonfil
CREACIÓN
No es exagerado decir que en
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Alexander Naime S. Henkel
nuestros días, acaso como resultado del extremo individualismo que los caracteriza, el pensamiento crítico, idealmente esa forma de acercamiento riguroso a una obra, no sólo de la literatura o del cine, sino también de la producción intelectual en general y los fenómenos de la sociedad que a todos nos atañen, se ha ido degradando a la emisión con frecuencia espontánea y superficial de una opinión sólo fundamentada en los gustos y preferencias personales, en lugar de ser y proponer una postura sustentada en el conocimiento, el estudio y análisis que cale más hondo en el objeto de su estudio y, por lo tanto, que cumpla con su esencial vocación orientadora y formativa para los demás. El problema no es menor, y para tocar algunos de sus aspectos más relevantes, hemos reunido en este número a Gustavo Ogarrio, Rocío García Rey, Norma Lojero y Carlos Bonfil, todos ensayistas y estudiosos comprometidos con el análisis serio y la claridad de sus posturas. Completan el número un poema de Rodolfo Mata y una pequeña y hermosa crónica de la nave Juno que pasa casi rozando al gran planeta Júpiter. Comentarios y opiniones: jsemanal@jornada.com.mx
El vapor de Apatlaco
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último Metro en Apatlaco. Había muy poco tráfico. omo te dije: no creía en esas cosas. Y luego Recuerdo que sólo había otra persona en la estación: volví a ver a Araceli. un señor jorobado y enfermo, abrazándose constanDe niño vivía en la calle de Escritores. Ahí temente como si estuviera helando. Coincidimos en el también vivía Araceli Vázquez con sus dos mismo vagón. Qué no hubiera dado yo para esquivar lo hijas, Lulú y Ceci. Araceli era madre soltera y que vi en el vagón. Estaba muy mal, se doblaba de tos y trabajaba en una sucursal de banco en el centro de la sacaba mocos. Pensaba cambiarme y de repente entró ciudad. Yo, mi hermano, Lulú y Ceci caminábamos a la esuna mujer vestida de largo, con velo y tacones. Las puercuela todos los días y después ellas comían en la casa tas se cerraron. Sólo de verla me puse nervioso. Su forhasta que Araceli llegaba a recogerlas. “Ya vine por ma de caminar era extraña, como si tuviera las ellas”, decía siempre y sonreía. Del hombre que rótulas invertidas y el cuello y un brazo se fue de sus vidas, nadie preguntaba. torcidos. A cada paso soltaba ceniLos hombres ya no hacen tanta falzas. Se sentó al lado del hombre. ta en una familia, decía la gente Por instinto repasé el Padre cuando veía a Araceli jugando Nuestro. El miedo no me decon sus hijas. jaba mover. Al hombre tamUna mañana, las herpoco, que parecía no admanas no salieron de su vertir la presencia de la casa para ir a la escuela. mujer. Cuando el tren Mi hermano y yo tocaarrancó, ella se levantó mos su timbre dos veel velo para susurrarle ces y nos fuimos. Cuanalgo al hombre enfermo. do regresamos, nuestra De su boca salió un vapor c a l l e e s t a b a ce r ra d a . negro. Ahí fue cuando me Había un alboroto. Patrudi cuenta de quién era. ¡Era llas, ambulancias y perioella! ¡Era Araceli, cabrón! distas por todos lados. Mi El frío en la espalda. El miepadre no estaba para decirnos, do me paralizó y la perdí de vista. por eso nos lo dijo mi madre. No Cuando volví, ella ya estaba a mi lado, entendimos nada. Foto: Carlos Cisneros/ La Jornada con el velo levantado, diciendo “ya vine por Por motivos desconocidos, Araceli desellas, ya vine por ellas”. Sonreía. Cerré los ojos y recé. pertó a Lulú en la madrugada y la llevó al baño donde Todo el tiempo su voz en mi rezo y su aliento en mi orehabía una tina llena de agua hirviendo. Antes de tirar a ja. Cuando el Metro paró en Iztacalco salí corriendo, su hija al agua, le cortó el cuello con una hoja de rastrigritando, brincando, sintiendo el hormigueo de su “ya llo. Luego fue a la habitación de Ceci y la asfixió. Se arrevine por ellas” en todo mi cuerpo. gló, salió de su casa como si nada, caminó a la estación Y sí, luego pensé lo que pensarás tú: ese enfermo era Apatlaco y se arrojó a las vías. El vestido de novia que el hombre por quien nadie nunca preguntó: era el homtraía terminó negro y encostrado de sangre. bre por quien Araceli había muerto para vivir atormenNo volvimos a hablar del tema y el tiempo venció a tando con susurros de vapor la tragedia y la vida siguió para los vivos. ¡Qué iba a saber yo que también seguía para los muertos! Este domingo, como todos los domingos, fui a visitar *Apatlaco es un vocablo náhuatl que significa “lugar de baños medicinales”. El icono de la estación del Metro a mis padres. Ellos siguen viviendo allá en Escritores. representa una casa o un templo azteca con agua Estaba mi hermano y los cuatro nos quedamos hasta hirviendo y vapor. muy tarde. En la noche me despedí y alcancé a tomar el
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Directora General: C armen L ira S aade , Director: H ugo g utiérrez V ega (†) , Jefe de Redacción: L uiS t oVar , Edición: F ranCiSCo t orreS C ó r d o Va , a L e y d a a g u i r r e r o d r í g u e z y r i C a r d o y á ñ e z . Coordinador de ar te y diseño: F r a n C i S C o g a r C í a n o r i e g a , Diseño de portada y dossier: m arga P eña , Diseño de Columnas: J uan g abrieL P uga , Relaciones públicas: V eróniCa S iLVa ; Tel. 5604 5520. Retoque Digital: a Le Jandro P aVón , Publicidad: e Va V argaS y r ubén H inoJoSa , 5688 7591, 5688 7913 y 5688 8195. Correo electrónico: jsemanal@jornada.com.mx, Página web: www.jornada.unam.mx
Portada: Disentimiento vacuo Ilustración de Víctor Garrido
La Jornada Semanal, suplemento semanal del periódico La Jornada, editado por Demos, Desarrollo de Medios, S.A. de CV; Av. Cuauhtémoc núm. 1236, colonia Santa Cruz Atoyac, CP 03310, Delegación Benito Juárez, México, DF, Tel. 9183 0300. Impreso por Imprenta de Medios, SA de CV, Av. Cuitláhuac núm. 3353, colonia Ampliación Cosmopolita, Azcapotzalco, México, DF, tel. 5355 6702, 5355 7794. Reserva al uso exclusivo del título La Jornada Semanal núm. 04-2003-081318015900-107, del 13 de agosto de 2003, otorgado por la Dirección General de Reserva de Derechos de Autor, INDAUTOR/SEP. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de esta publicación, por cualquier medio, sin permiso expreso de los editores. La redacción no responde por originales no solicitados ni sostiene correspondencia al respecto. Toda colaboración es responsabilidad de su autor. Títulos y subtítulos de la redacción.
La crítica de cine como exiGencia cuLturaL
30 de octubre de 2016 • Número 1130 • Jornada Semanal
Carlos Bonfil
Banksy, Captado por la cámara. Fuente: www.banksy.co.uk
UNA VERDADERA CRÍTICA DE CINE SUPONE UN TRABAJO INTELECTUAL NO POR FUERZA LIGADO A UN MARATÓNICO CONSUMO DE PELÍCULAS, SINO AL ENRIQUECIMIENTO DE LA APRECIACIÓN FÍLMICA A PARTIR DE UNA DISCIPLINA CULTURAL MÁS DIVERSIFICADA.
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n el libro Cinéfilos y cinefilias (La marca editora, Buenos Aires, 2012), sus autores, Laurent Jullier y Jean-Marie Leveratto, citan las palabras de Jean Baptiste Morain, crítico de cine de la revista francesa Les Inrockuptibles:
Mi oficio hace que en mi vida haya visto más películas que la mayoría de la gente, que mi mirada se haya formado a su contacto, y sobre todo que no las haya mi rado con la misma mirada que la mayoría de los espectadores. No digo que los espectadores no tengan una mirada crítica, sino que mi mirada está por fuerza más acerada que la suya porque yo la aguzo a lo largo de toda la jornada desde hace años.
Posiblemente le asiste la razón al autor de esas líneas, si por cinefilia crítica se entiende la simple acumulación de horas y días y semanas y años frente a una pantalla de cine o de video, y si además se piensa que dicha disciplina necesariamente afina o determina una mirada crítica al cine. Tal vez esa visión romántica de la cinefilia proceda de una época anterior a los cambios tecnológicos que convirtieron a muchos espectadores de cine en voraces consumidores de imágenes a través de dispositivos muy diversos que van del teléfono celular a la pantalla de cine, pasando por las tabletas portátiles, en un fenómeno que los investigadores Gilles Lipovetsky y Jean Sarroy (La pantalla global, cultura mediática y cine en la era hipermoderna, Anagrama, 2009) asocian con la multiplicación de las pantallas. Habría que remontarse a una idílica época de la frecuentación de las viejas salas de cine, época anterior a la actual democratización del propio saber cinéfilo, para entender por que ahora, lejos de ser una garantía de una comprensión más crítica y aguda del cine, las largas horas frente a una pantalla, consumiendo con avidez las numerosas e inagotables propuestas de la novedad fíllmica, pueden y suelen tener el efecto contraproducente de embotar el entendimiento crítico y orillar a las
nuevas generaciones de cinéfilos a considerar como algo secundario el diversificado bagaje cultural que tanto cultivaron los espectadores que les precedieron. La frecuentación y consumo de una cartelera alternativa que cada semana multiplica en internet y en las redes sociales las ofertas audiovisuales (los festivales con más de doscientas novedades fílmicas, el largo repertorio que ofrecen las plataformas digitales, las recomendaciones al vapor de tuiteros y usuarios de Facebook, la bajada rápida de películas desde la red y el alud de videos amateur que saturan los dispositivos), apenas dejan un tiempo razonable para la lectura de ensayos y obras literarias, o incluso de esos largos artículos en diarios y revistas que antes solían retroalimentar el interés y entusiasmo de muchos cinéfilos. No quiere esto decir que las generaciones nuevas carezcan de información o tengan mermadas sus capacidades críticas. Ninguna otra época ha favorecido tanto como la nuestra el acceso a una información a tal punto diversificada y abundante, pero tampoco se había visto nunca un capital informativo semejante tan despilfarrado y diluido en comentarios o análisis aproximativos y superficiales como los que ahora llenan las páginas de muchas revistas y diarios. Las líneas editoriales de algunos medios parecen exigir a sus colaboradores esa fragmentación y esa reducción a lo banal en la transmisión de contenidos llamativos y novedosos. Y a manera de ejemplo, lo que antes se conocía como crítica de cine ha debido ajustarse, bien o mal, a esos nuevos requerimientos. El reto consiste ahora en poder condensar en mil o dos mil caracteres (con espacios) el análisis crítico que antes reclamaba espacios más generosos para cumplir cabalmente su cometido original. De esa manera, un rápido acceso a una información desprovista de mayor sustancia crítica y la reducción de los espacios donde solía ejercerse el oficio de la crítica cinematográfica, han dado como resultado ese repertorio de recomendaciones o descalificaciones instantáneas con las que ahora suele valo-
rarse una película. Accediendo los críticos y sus lec tores a las mismas fuentes de información sobre cine (con un número creciente de películas en los circuitos clásicos o en el mercado informal; escasas revistas especializadas, libros aún más escasos y muy devoradores de tiempo-cine, y sobre todo con largas horas de tuit, chateo y navegación cibernética), es comprensible que muy poco tengan ahora que esperar los espectadores potenciales de cualquier cinta de los apresurados comentarios de un crítico pretendidamente especializado. En ese mar de rápidas interacciones mediáticas todas las opiniones se valen por igual, y por ello son muchos los espectadores que ahora pueden desmentir lo que con tanta convicción afirmaba el crítico francés citado al inicio de este artículo. La elaboración de una verdadera crítica de cine supone un trabajo intelectual no por fuerza ligado a un maratónico consumo de películas, sino al enriquecimiento de la apreciación fílmica a partir de una disciplina cultural más diversificada. Es fácil suponer que los mejores críticos serán siempre aquellos con una formación cultural más sólida y también los menos complacientes, pues lo que intentan transmitir a sus lectores es precisamente aquello que la impaciencia febril de internet y las redes sociales no siempre procura: la suma de sensaciones frente a una película, acompañada, en el mejor de los casos, de un punto de vista crítico, y enriquecido el conjunto por un cuidadoso manejo del lenguaje, capaz de hacer del escritor de cine una suerte de doble artístico del director cuya obra comenta. Un elogio que ese crítico suele recibir por parte de sus lectores es que su comentario se ha vuelto una opción narrativa tan seductora como la obra misma: la invitación a una lectura deseablemente más sugerente y fértil de la película. Armado de una exigencia cultural y con el afán de transmitir a sus lectores su placer por el lenguaje, un crítico puede ser digno del interés de quien lo lee y en cuyo juicio confía, y reclamar en los medios los espacios dignos que su oficio merece
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Estros
Rodolfo Mata
Viviendo contigo hace tanto tiempo en mi imaginación no puedo aún recoger las piezas dispersas por todas partes Traductor dibujante de un rayo de luz un esbozo una melodía tengo que inventarte en esta soledad de evanescentes espontáneos y efímeros seres opuestos a la carne y el hueso que se mueven entre la gente iluminados por las miradas invocados por las voces Desde luego hace mucho que deberíamos habernos encontrado pero me encogí como un caracol un erizo en su morada aturdido ante tus vuelos Ten paciencia conmigo en algún lugar dentro de mí debo esperar la marea que me devolverá mundo afuera Supongo que había logrado olvidar mi propio rostro todos estos años pero ha vuelto máscara de hierro llena de rabia pura Tarde o temprano volveré a ser valiente y nos encontraremos para en recíproca impresionarnos con nuestros astros y desastrados estros
La lectu el canon lit Rocío García Rey Licenciada en Estudios Latinoamericanos por la FFyL de la UNAM. Narradora y ensayista. Cursa la Maestría en Arte y literatura en América Latina. Participa en el Proyecto PAPIIT. Imparte talleres literarios y de fomento a la lectura.
ES CADA VEZ MAYOR LA CANTIDAD DE ALUMNOS Y PROFESORES QUE NO SABEN LEER CRÍTICAMENTE. ES NECESARIO HACER UN RE-CONOCIMIENTO, CUANDO NO UN DESCUBRIMIENTO, DE TEXTOS Y AUTORES LATINOAMERICANOS SILENCIADOS.
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ué se considera conocimiento dentro de una sociedad? Tanto las nuevas producciones académicas en el ámbito de las humanidades como la lectura de autores canónicos, son muchas veces una reproducción de lo prefijado desde el discurso educativo que, a su vez, es un desdoblamiento de un poder mayor. Se trata de un poder que, en el caso de la literatura, consagra sólo a ciertos autores –entendidos como autoridades– cuya producción ha pasado por el filtro que los hace “confiables” y necesarios en la enseñanza-aprendizaje. Son escritores que, para la institución escolar, se vuelven necesarios también para la alfabetización literaria. El sur, como noción y metáfora territorial para referirse a lo opacado, a lo no oficial, prevalece incluso en la enseñanza y difusión de la literatura. Lo anterior nos permite suscribir la afirmación de Teivo Teivainen: “Las prácticas educativas son concomitantes a las dimensiones pedagógicas del poder.” Más aún, las prácticas de lectura son guiadas por políticas no asépticas, y por ello tienen la impronta de lo que, a través de la historia, ha sido construido como currículo oculto y como canon literario. Por lo menos en el caso de México, la selectividad, venta y difusión de los textos de nuestro continente se une a una acérrima creencia: leer literatura latinoamericana es leer a los autores del llamado Boom (Vargas Llosa, Cortázar, García Márquez). En este caso, además, se trata de autores, no de autoras. Se trata de una literatura sexista, hecho que no deja de ser trascendente como parte del entramado político y cultural. Independientemente del género, un texto literario puede tener varias “rutas de interpretación”. Tal variedad podría ser aprovechada en el aula como ejercicio de transversalidad. Si su utilización fuera tal, estaríamos dando un gran paso para romper con las limitaciones causadas por las divisiones entre disciplinas; limitaciones que conllevan a la parcelación de temas e incluso la parcelación, en términos de Paulo Freire, para leer el mundo: “Mas si la palabra verdadera, que es trabajo, que es praxis, es transformar el mundo, decirla no es privilegio de algunos hombres, sino derecho de todos los hombres.” El diseño de lectura está inmerso, también, en las políticas editoriales. Por eso, para los lectores “comunes” es difícil el acceso a textos, por ejemplo, como los de la venezolana Antonia Palacios. Hace aproximadamente tres años busqué en las librerías más conocidas de Ciudad de México
ura crítica,
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erario y otros probl emas dos textos particulares: Ana María una niña decente, de Palacios, y Sitios a Eros, de la puertorriqueña Rosario Ferré. Ninguno aparecía registrado en los catálogos. Sitio a Eros fue publicado en 1980 por la editorial Joaquín Mortiz, y al parecer fue la única edición. Enunciar esta anécdota no significa desconocer que actualmente es posible comprar, por medios electrónicos, libros de otros países, pero estas formas de adquisición, ¿no son también formas de exclusión? Estos medios de compra sólo son para quien tiene acceso a internet y, al mismo tiempo, cuenta con una tarjeta de crédito.
Derecha: Street art de Levalet, artista francés. Fuente: ebookfriendly.com Abajo: obra de Jef Aérosol en In Situ Art Festival en Le Fort d’Aubervilliers, Francia
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s preciso reconocer que nos enfrentamos a un escenario complejo, difícil e, incluso, desolador, pues es cada vez mayor el número de profesores y alumnos que no saben leer críticamente. No podemos creernos lectores y escritores latinoamericanos de novedades si desconocemos, por ejemplo, a escritoras como Antonia Palacios o Rosario Ferré, o a poetas como Aimé Cesaire, cuyos textos fueron clave en la construcción de un movimiento señero: la negritud. ¿En qué aula, en qué materia, en qué taller literario (si aludimos al ejercicio de divulgación) podremos leer el poema “Cuaderno del regreso al país natal”?: Los que no han inventado ni la pólvora ni la brújula los que no han sabido domar ni el vapor ni la electricidad los que no han explorado ni los mares ni el cielo pero que conocen todos los rincones del país del dolor los que de los viajes sólo saben los desarraigos los que se han ablandado en los arrodillamientos los domesticados y los cristianizados los que fueron inoculados de bastardía tam- tams- de manos vacías tam- tams inanes de llagas sonoras tam- tams burlescos de traición tábida.
En nuestro presente, donde la llamada globalización parece hiperbolizarse hasta anular matices culturales e identitarios, hasta anular, también, la conciencia histórica, es indispensable hacer un re-conocimiento,
cuando no un descubrimiento de textos y autores latinoamericanos silenciados. El reducido conocimiento de los otros discursos literarios latinoamericanos, independientemente de que seamos estudiosos de las letras, nos sitúa en la posición de lo que José Martí llamó: “letrados artificiales”. ¿Cómo podremos construirnos como ciudadanos críticos, capaces de elaborar proyectos de vida, proyectos políticos, proyectos culturales para nuestras comunidades, si nos hemos conformado con lo que nos han permitido leer? No habría que olvidar (o quizá habría primero que saber) que nuestro continente es un mosaico de textos, de discursos que aún forman parte de un material opacado, a veces totalmente invisible. Se trata de una derivación de los mecanismos disciplinarios que guían nuestra noción de literatura y nuestro ejercicio como lectores. Las prácticas disciplinarias han estado marcadas por una herencia colonial; se trata de una impronta que nos ha hecho creer que hablar de literatura universal se reduce casi siempre a hablar de literatura europea y que, en el caso de la literatura infantil, por ejemplo, se reduce a los cuentos clásicos también de filiación europea. ¿Quién nos ha dicho, quiénes nos han invitado a leer, a descubrir los textos que Martí escribió en La Edad de Oro? ¿Qué profesor(a) de primaria conoce los cuentos de la escritora y docente Carmen Lyra? Me refiero a aquellos recopilados en el libro: Cuentos de mi tía Panchita. El libro sigue circulando en Costa Rica, en México, algunos cuentos fueron publicados en 1921, en El Maestro. Revista de Cultura Nacional. Este ejemplo en apariencia diacrónico permite inferir que la historia literaria se vuelve evanescente. ¿En qué salón de clases, incluso de la carrera de Letras hispánicas, es leída la uruguaya Armonía Somers (1914-1994)? ¿Quién se detendrá a leer, a comentar, a recrear textos como el siguiente?: Al fin, adaptándose a la penumbra, pudo divisar a los durmientes. Se hallaban como fuera del mundo, con ese cansancio sagrado de los animales de labor que tienen por única tregua el derrumbe del sueño.
Aquellos brutos dormidos eran, en realidad, la expresión plástica de la indiferencia, quizá la misma que había quedado tras el bosque, los ferrocarriles, las calles con plazas y con tiendas que ella había dejado en la ciudad, y que a puro olfato estaría segura de reconocer en cualquier parte.
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e trata de un fragmento de La mujer desnuda, relato publicado en 1950 y algún tiempo censurado, puesto que, según la portada del libro, “por su alto contenido sexual […]. La obra llegó al gran público en 1966”. Se trata de un relato en el que los juegos intertextuales, si retomamos la transversalidad, permitirían, además de hacer una lectura meramente literaria, hacer también una reflexión del ser y hacer y de la identidad de las mujeres mediante el cuerpo. Quizá precisamente por esa falta de lectura de textos “antecesores”, hoy muchos planteamientos pueden ser percibidos como novedosos, inéditos; ignoramos así el cúmulo de historia que tenemos como lectores potenciales. Los textos de autores no conocidos se vuelven entonces sospechosos/peligrosos. Se cree que son textos que no vale la pena leer, bien porque la industria editorial no los ha consagrado (o vuelto a consagrar) o porque ciertos críticos literarios no acostumbrados a mirar al sur, simple y sencillamente no los nombran. Un ejemplo inmediato de este desconocimiento es el libro del estadunidense Harold Bloom, The western Canon (El canon occidental). Valga lo expuesto como una invitación para poner en marcha lo que Cajiao llama “la herejía de leer”. Y, por qué no, la herejía de escribir. Esta transgresión podría permitir que asumiéramos lo que Emilia Ferreiro ha escrito: Entre el “pasado imperfecto” y “el futuro simple” está el germen de un “presente continuo” que puede gestar un futuro complejo, o sea nuevas maneras de dar sentido a los verbos leer y escribir. Que así sea aunque la conjugación no lo permita
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La crítica Norma Lojero Licenciada en Literatura Dramática y Teatro por la FFyL de la UNAM, es profesora en dicha facultad y antologadora de textos dramatúrgicos, así como articulista y ensayista.
¡Oh inteligencia, soledad en llamas, que todo lo concibe sin crearlo! José Gorostiza (Muerte sin fin)
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n el México del siglo xx , como en otros momentos de la historia, encontramos gran variedad de voces que han generado pensamiento crítico en múltiples disciplinas. Los luchadores sociales, intelectuales, ensayistas, filósofos, escritores, poetas, artistas, desde Ricardo Flores Magón hasta Alfonso Reyes, de José Vasconcelos a Carlos Monsiváis, entre muchos otros, con su postura y convicción contribuyeron a la construcción de las ideologías en nuestro país, pero también se asomaron a las obras artísticas para dar cuenta de ellas mediante su mirada crítica. La crítica literaria, por ejemplo, es uno de estos ámbitos que se han desarrollado en los últimos siglos, pero que tiene sus orígenes desde la antigua Grecia, lo cual comprueba que, de una u otra manera, siempre se requiere de la mediación para relacionarnos con las obras. Quizás entre más lejos nos queden éstas mayor sea la necesidad de contar con el filólogo que ofrece desde una exégesis hasta propuestas de interpretación más complejas, de acuerdo con la historicidad de quienes se involucran con los textos. El origen etimológico de la palabra “crítica” tiene que ver con la capacidad de discernir, analizar, y también se relaciona con el criterio. Criticar implicaría hacer una lectura del fenómeno, del hecho o de la obra en sí, bajo la facultad del juicio, lo que llevaría a distinguir, poner en orden, problematizar. En primera instancia el individuo podría tener la necesidad de preguntar(se) qué estoy haciendo, por qué, para qué, y quizá algo esencial: qué es lo que se manifiesta en mi hacer y qué es lo que queda oculto respecto al sentido del mismo. Esto nos lleva a considerar que la materia prima con la que nos construimos siempre es el pensamiento humano puesto en acto, como en el teatro, espejo de la vida, que nos muestra el momento en que sucede o acontece algo y aparece el misterio. Nuestro pensamiento nos lleva a reflexionar acerca de lo que se presenta ante nosotros: el fenómeno. Estar frente al acontecimiento remite al principio básico que observó Aristóteles: nos es connatural el hecho de aprender pero, ¿cómo aprendemos? El filósofo griego responde: reconfiguramos el mundo, es decir lo interpretamos, por eso hacemos mimesis, acto que mediante la contemplación del suceso nos lleva a
reconocer(nos) en y con los otros. La importancia de la interpretación o reconfiguración del mundo es fundamental para la comprensión de nosotros mismos, por lo que desde una concepción hermenéutica propuesta por Paul Ricoeur, el momento en que contemplamos, ya sea el fenómeno o la obra, nos lleva a reconfigurar el mundo de ahí desprendido, y dicha reconfiguración tendrá la posibilidad de convertirse en un acto “creativo” en tanto emana de nuestro ser. A partir de este planteamiento, una obra teatral o cinematográfica es susceptible de ser interpretada en relación con lo que ofrece a los espectadores y no en función de sus carencias. Muchas veces leemos o interpretamos con el deseo de encontrar lo que necesitamos, queremos que aparezca lo que hubiésemos puesto de acuerdo a nosotros y pasamos por alto lo que sí está, lo que se nos ofrece en el escenario, si es el caso. No se trata de descalificar, de señalar implacablemente, o de destruir. Sabemos que nuestra primera experiencia frente a la obra se basa en los sentidos, y mediante éstos el gusto se inclinará a favor o en contra. Esa primera percepción tendrá que pasar por un proceso de análisis muy preciso, en el que también se incluye la reflexión.
PARA ASUMIR UNA POSTURA
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o sólo es importante analizar los fenómenos artísticos, también el ámbito social requiere un ejercicio crítico que dé lugar a las miradas que distingan y, de alguna manera, ordenen el caos en el que nos encontramos. La voz crítica implica una postura, una actitud frente a la obra, postura que involucra, en todos los aspectos, a quien interpreta, puesto que el sujeto se encuentra frente al fenómeno o a la obra con todo su mundo y su ser. Luego entonces interpretamos y construimos discurso. En primera instancia la reconfiguración surge en nosotros mismos, de donde las ideas concebidas se ordenan y toman forma mediante el idioma. Es en las estructuras lingüísticas donde las ideas y pensamientos se amoldan y adquieren sentido para comprender, explicar y volver a cargar de sentido el propio fenómeno, puesto que todo entra en una dialéctica de reconocimiento (en lo que se conoce como el círculo hermenéutico). Cabe subrayar que el sentido de hacer crítica radica en la posibilidad de distinguir y ordenar lo que se contempla para comprenderlo y explicarlo con mayor claridad; finalmente, se asumirá una postura frente al evento.
¿Quién es capaz de analizar, separar y ordenar los factores que intervienen en los procesos sociales, políticos o artísticos? Puede decirse que aquel que distingue con la mirada. El proceso connatural, que subraya Aristóteles, nos ubica frente al fenómeno o a la obra, y es a partir de ese momento que, mediante la interpretación, se produce el proceso de reconocimiento. Si asumimos que hay interpretación en tanto hay sentido múltiple, será ante la pluralidad de sentidos donde se pondrá de manifiesto el proceso que nos lleve a reconocer. El problema de origen es la ubicación del sujeto en el mundo que lo habita, dónde se encuentra la mirada de quienes se alejan del contacto con los otros. Hoy en día deambulamos por las calles, nos dirigimos a los lugares de trabajo de manera automatizada, nos extraviamos, dejamos de percibirnos en el “acto” y, en consecuencia grave, nos olvidamos de nosotros mismos. La fuerza que nos conduce a las actividades cotidianas se aísla de la fuerza que se requiere para encontrarnos con nosotros en los otros. Sísifo, en la obra de Camus, se percibe en el “acto”, y entre la repetición “idéntica” distingue la diferencia; ese es el momento en que adquiere sentido su recorrido “absurdo” de la repetición eterna, es el momento de la conciencia de sí. Mientras caminamos rumbo al trabajo, ¿existirá la posibilidad de percibirnos?, o quizá sea al regresar a casa cuando nos conectamos con nosotros mismos, de ida o de vuelta, en la dinámica de la circularidad de las acciones. En algún momento, en cualquier breve instante, ¿llegaremos a reconocernos? El mismo Ricoeur señala que el “sí mismo” no se conoce de manera directa sino mediante el recorrido: es mediante el rodeo de todos los signos culturales entre los que actuamos como podemos percibirnos y, en consecuencia, interpretarnos.
LA OBRA COMO MEDIADOR
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ué es la obra de arte? Esta es sin lugar a dudas una de las preguntas fundamentales que dan paso a las vanguardias del siglo xx , pero a la par de ésta, la pregunta que siempre yace como fundamento involucra a quien hace la obra y a quien la contempla. Sin restar importancia a toda consideración estética, y a las discusiones eternas respecto a las artes, la pregunta entonces se centra en el sujeto que hace: ¿quién es aquel que configura mundos mediante el acto poiético y genera obra?; y del otro lado, ¿quién es aquel que se posa ante la obra y la interpreta?
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como posibilidad AUNQUE HOY EN DÍA SE LE CONFUNDE CON LA MERA EXPRESIÓN DE GUSTOS Y PREFERENCIAS, EL EJERCICIO PROFESIONAL DE LA CRÍTICA DEBE BASARSE EN EL CONOCIMIENTO, LA CAPACIDAD DE DISCERNIMIENTO Y EL ANÁLISIS. UNA POSTURA CRÍTICA IMPLICA UNA ACTITUD ESPECÍFICA Y VINCULANTE FRENTE AL HECHO O LA OBRA ANALIZADOS, PUES QUIEN LA ASUME INVOLUCRA TODO SU MUNDO Y SU SER.
El intérprete se encuentra, en ambos casos, mediado por la obra en sí, que se convierte en el punto de contacto entre ambas miradas. La mirada que distingue lo que de la obra emana se puede convertir en una mirada crítica necesaria y oportuna cuando se trata de ordenar discursivamente lo que ahí aparece. El ejercicio crítico deja de ser la postura destructiva frente a la obra, si a esa mirada se le confiere la posibilidad de reconfigurar el fenómeno en una dialéctica de comprensión, explicación y reconocimiento. Esa sería la tarea del crítico, bajo una perspectiva hermenéutica, misma que ofrece más posibilidades de relación con la otredad en el proceso de entendimiento. ¿Cuándo cambiaron, en México, los paradigmas de la crítica? O bien, podríamos preguntar: ¿en qué se ha transformado la crítica en nuestro país? ¿Se hace crítica hoy en día?, y quizá no se pueda responder radicalmente pero, sin duda, es muy necesario reflexionar al respecto y que cada quien asuma una postura desde su propia “trinchera”. Si algo necesita una sociedad como la nuestra es, precisamente, las miradas que distingan y analicen las problemáticas en las que se encuentra inmersa. Más que nunca nos conviene a los mexicanos asumir una postura que posibilite las vías para cuestionar objetiva y prácticamente, entre otros, los modos de conducir nuestro país. ¿Tendríamos que ser especialistas en cada una de las áreas de la política, economía, ciencia, religión, artes, etcétera, para poder emitir un juicio basado en el análisis objetivo y rigurosamente argumentado? La respuesta es muy sencilla: sí. Para hacer verdadera crítica se requiere conocimiento, información y todo aquello que respalde el juicio emitido, además de tener un ojo que pueda distinguir las problemáticas y sus posibles soluciones. Los ciudadanos que cuentan con las herramientas para emitir una crítica respecto a las problemáticas que nos rebasan, tendrían el compromiso social de manifestar su criterio. Por ejemplo, en el caso de la contaminación ambiental, principalmente, los especialistas de la unam de manera reiterada han planteado las verdaderas causas que originan el fenómeno que afecta a todos los capitalinos, sin embargo las autoridades no escuchan ni prestan atención a tales consideraciones, lo que agrava de manera sustancial un problema que recae negativamente en todos. Una vez asumida la convicción frente al suceso cabe preguntar si bastaría Con usar la crítica como una herramienta útil para nuestra sociedad tan necesitada de caminos que propicien diálogo y reconocimiento en y con los otros. Street art de Levalet, artista francés. Fuente: ebookfriendly.com
El sentido de la crítica hoy en día debe tener un alcance mayor, en el afán de lograr un reconocimiento en y con la sociedad. Ya no se puede descalificar y denostar como recurso mediático de mercado, esa es una tarea absolutamente banal que está al alcance de todos. Las redes sociales dan cauce al señalamiento incisivo, y aunque en muchos casos han servido para denunciar y acercar la justicia a los más vulnerados, no se está aprovechando la potencialidad ahí latente. Se podría hacer un verdadero ejercicio crítico que se integre a la educación, a la que todos tenemos derecho, y sigue siendo privilegio de unos cuantos. Si aprender es natural para nosotros, mediante la crítica y convicción podríamos propiciar que los otros “imiten” (mimeticen) el acto de reflexionar ante los acontecimientos
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Para hacer verdadera crítica se requiere conocimiento, información y todo aquello que respalde el juicio emitido, además de tener un ojo que pueda distinguir las problemáticas y sus posibles soluciones.
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Gustavo Ogarrio
EL PENSAMIENTO CRÍTICO CORRE EL RIESGO PERMANENTE DE SÓLO SER UNO MÁS DE LOS “JUEGOS DEL LENGUAJE DE LA POSTMODERNIDAD”. LA MEMORIA CRÍTICA ES INDISPENSABLE PARA DISTINGUIR Y DIFERENCIAR EN LA PRODUCCIÓN DE PENSAMIENTO QUÉ ES MERCANCÍA Y QUÉ NO.
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ay ocasiones en que el “pasado” nos ofrece ciertas pruebas enigmáticas de su posible actualidad, a pesar de esta superstición de modernidad que casi nos obliga a asumir que todo legado humanista o tradición crítica deben ser superados por el llamado “pensamiento único” o por teorías que se autonombran como las únicas capaces de configurar una crítica al sistema capitalista en su momento actual. Algo así parece que ocurre con el humanismo en América Latina. ¿Es el humanismo americano una mimesis de larga duración del humanismo europeo y, por lo tanto, está condenado a reproducir su matriz antropocéntrica, racionalista, individualista y autoritaria? ¿O es el humanismo latinoamericano una reconfiguración crítica del eurocentrismo colonizador que niega trágicamente su propio origen?
EL HUMANISMO CRÍTICO EN AMÉRICA: EN EL COMIENZO FUE UN SERMÓN
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ace más de cinco siglos, en el año 1501, un sermón de Fray Antonio de Montesinos, que junto con un grupo de dominicos había llegado a La Española en los inicios de la colonización de América, se va transformar en el símbolo de un naciente humanismo crítico. El discurso de Montesinos es una respuesta enfática a la destrucción de los colonizadores, una interrogación que sería el eje de una política de resistencia jurídica de larga duración contra ciertas nociones hegemónicas de justicia. Montesinos pregunta: “¿No son éstos acaso hombres?” Y esta pregunta se transforma en la defensa de la humanidad de los “aborígenes”, así como en un programa de reconstrucción humanista y en un anclaje de la memoria crítica ante las consecuencias de la conquista y de la colonización. Es necesario recordar una de las polémicas que fue resultado de la pregunta de Montesinos y que marcó la manera en que se comprendería la cuestión del despojo colonial y la explotación indígena: la polémica que sostuvieron Bartolomé de las Casas –defensor de una vía pacífica y del reconocimiento pleno de la humanidad y racionalidad indígenas– y Juan Ginés de Sepúlveda –quien veía en la fuerza colonial y en el uso de la violencia imperial un método legítimo de dominación religiosa–, los cuales debatieron sobre la estrategia de evangelización que se tendría que seguir con los pueblos indígenas. Montesinos y los dominicos de La Española son quizás los primeros que comprenden como una necesidad la re-
formulación tanto del concepto como de la práctica de la justicia, es decir, de discutir una visión humanista que tenía como punto de partida a sujetos violentados y escindidos por los efectos de la conquista, esa colonización que se jugaba en las orillas de la visión dominante y de la defensa de la humanidad indígena. Bartolomé de las Casas fue heredero del espíritu humanista de Montesinos. Francisco Fernández Buey, luego de advertir sobre el desencuentro y la incomprensión que en España se produce con la obra de las Casas, puntualiza sobre su legado filosófico y cultural: “las Casas contribuyó a destruir la falacia naturalista de la cultura europea sobre las otras culturas... pone ante el espejo a la propia cultura y se atreve a argumentar la autocrítica de la misma, precisamente frente al etnocentrismo y al racismo que han acompañado históricamente al pensamiento humanista e ilustrado.” Frei Betto, escritor y teólogo brasileño, también ha propuesto una serie de preguntas a propósito de la interrogación principal del discurso de Montesinos, las cuales actualizan y hacen presente esta dimensión problemática del pasado: “¿Por qué la teología europea parece hoy tan estéril? ¿Qué visión crítica expresa acerca de la sociedad neoliberal? ¿Cuál es su enfoque profético? ¿Qué futuro desean los cristianos europeos para Europa y para el mundo? ¿El perfeccionamiento del sistema capitalista u ‘otro mundo es posible’? ¿Qué signos se dan hoy de solidaridad efectiva con los pobres de África, de Asia y de América Latina?” ¿Es necesario volver a preguntar hoy cuáles son los efectos del colonialismo moderno en las condiciones de vida de sociedades como la latinoamericana, o podemos prescindir de esta memoria para comprender el mundo global y postmoderno, que hoy incluso nos exige renunciar al metarrelato del humanismo? ¿Es el humanismo latinoamericano una afirmación universal del individuo, o es una reivindicación de la humanidad de aquellos sujetos que permanentemente han sido inferiorizados ya sea por su condición étnica, política, cultural, religiosa e incluso laboral o migratoria? Otro ejemplo que puede ayudarnos a plantear ciertos problemas que implican una visión crítica, narrativa y humanista del pasado, es sin duda el de la figura de Tezozómoc (h. 1520- h. 1610), quien ha sido identificado culturalmente como el primer sujeto “mestizo” durante el período novohispano. Tezozómoc se enfrenta a un dilema humanista diferente al de Montesinos y las Casas. Como cristiano indígena, con una situación bicultural y bilingüe, Tezozómoc se impone un deber de memoria para emprender la escritura de dos de los
testimonios más dramáticos que produce la colonización: su Crónica Mexicana y la Crónica Mexicáyotl relatan sus orígenes biculturales con una memoria náhuatl en perspectiva cristiana. Tezozómoc es descendiente de Moctezuma y sus relatos avanzan bajo una operación cultural de suma complejidad, inscrita desde la llegada de los españoles a tierras americanas y descrita por Martin Lienhard como el “secuestro de la letra escrita por la oralidad”. Heredero de ese linaje mexica que balbuceó como pudo el origen desaparecido, acaso sus crónicas y sus historias precolombinas prefiguran ya un país para siempre escindido. Hernando de Alvarado Tezozómoc nace en caballo de agua cuando Hernán Cortés ya ha difundido como pólvora milenaria el anuncio de un Nuevo Mundo, el germen de todos los “males” y “bienes” de ultramar, la profecía de los hombres barbudos abriendo el futuro de la cristiandad a golpes de espada. Sus pies macizos y morenos caminaron por los pasillos del Colegio de Santa Cruz en Tlatelolco cuando el fuego de los peninsulares se expandía ya irreversible, tan sólo para que su caligrafía advenediza ampliara el caudal de esa memoria de río, para defender el legado de los que para siempre habían sido despojados del Universo: “...pero nuestros antepasados no habrán muerto en la memoria de los hombres, si consigo dar cuenta de los hechos que los hicieron tan grandes”. Tezozómoc escribe de rodillas ante una herencia quemada, bifronte, con un pie de gigante invisible puesto en el mejor de sus pasados tenochcas y en esa larga memoria de un nosotros que lo lleva hasta Moctezuma, el último de los magníficos, en esa poderosa lengua de los vencidos que como serpiente se escabulle entre las risas vergonzosas de los conquistadores. Tezozómoc se roba el fuego maldito de la lengua castellana y con ella emprende la contraconquista verbal del pasado: deja en sus crónicas bilingües el esplendor oral de las piedras que hablan, la figura de ese anciano macehual que soñó la destrucción de todos los templos; agua y fuego que mueren ante el humo blanco de los forasteros. Tezozómoc, el primer pájaro de tinta que tiene el privilegio amargo de describir las ruinas de los vencidos y que acaso, en las palabras que Moctezuma le dijo a Nezahualpilli ante la inminente caída de México- Tenochtitlán, alcanza a condensar todos los miedos del viento: “Y yo, ¿adónde iré, heme de volver pájaro, he de volar o esconderme? ¿Habré de aguantar a lo que sobre nosotros el cielo quisiera hacer?” ¿No es acaso el drama de Tezozómoc un paradigma de este deber de memoria con la propia comunidad en
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actualidad GUSTAVO OGARRIO Licenciado en Estudios Latinoamericanos por la FFyL de la UNAM, es ensayista, periodista y articulista en diversos medios impresos, y profesor en la Universidad Autónoma Metropolitana. Entre sus libros, La mirada de los estropeados (FCE, 2010) y Épicas menores (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2011).
Ilustración de Víctor Garrido
una situación extrema de aniquilación? ¿No es precisamente la estrategia postmoderna del fin de los relatos humanistas y críticos de la modernidad una exigencia de olvido, un obstáculo para las obligaciones y deberes de memoria con nuestras propias comunidades?
UNA MEMORIA CRÍTICA DEL HUMANISMO EN NUESTRA AMÉRICA
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uál es el legado de este humanismo americano, crítico y narrativo, que podemos empuñar para situarnos en el mundo que hoy vivimos? Si, como afirma Jean-Francois Lyotard, el “metarrelato” del humanismo está en crisis terminal, el pensamiento crítico corre el peligro de quedar atrapado en los “juegos del lenguaje” de la condición postmoderna; su criterio para valorarse sería su capacidad para competir en el mercado de las ideas. Sin embargo, todavía es necesaria esa memoria crítica y humanista del colonialismo para colocarnos ante el colonialismo actual, corporativo y transnacional, y para interpretar las violentas políticas antimigratorias, las guerras globales y locales, de prevención antiterrorista o de la apropiación poscolonial de los recursos naturales. ¿Cómo distinguir y diferenciar en la producción de pensamiento crítico qué es mercancía y qué no? Quizás
sería útil evocar un planteamiento de Adolfo Sánchez Vázquez. Desde el marxismo, Sánchez Vázquez distingue tres momentos en el proceso de constitución de la obra de arte: el momento de la producción, que es el de la creación estética y en el que está presente el mundo como posibilidad libertaria de apropiación y afirmación artística; el momento de su difusión, de su puesta en circulación (el momento del mercado), y el momento de la recepción, el de su interacción con el receptor y que, de alguna manera, completa la obra. Sánchez Vázquez advierte que entre estos tres momentos existe una estrecha relación, pero también un momento de afirmación autónoma del momento mismo de la producción y de la creación de la obra. Sin embargo, siempre está presente el riesgo de una trágica confusión entre el momento de la creación y el del mercado; en esta posibilidad se juega la independencia misma de la obra de arte o, en este caso, la del pensamiento crítico. El pensamiento también ingresa a cierto “mercado” y siempre corre el riesgo de concebirse y programarse únicamente bajo las leyes de ciertas mercancías “intelectuales” y de la llamada “sociedad del conocimiento”. Todo el tiempo acechan a las matrices americanas de pensamiento crítico, de las cuales el humanismo es sólo una de ellas, formas básicas o sofisticadas del mercado: ¿cuál es el deber de la crítica humanista ante este desafío permanente? La historia de Nuestra América
tiene todavía muchas lecciones que darnos: es necesario, quizás como Montesinos y las Casas, enfocarnos en esas perspectivas críticas y humanistas que son incómodas para la hegemonía del Estado neoliberal y del mercado capitalista, que aspiran a totalizar la vida humana como mercancía. Por ejemplo, colocarnos a contracorriente del triunfalismo de la democracia liberal, de los rasgos colonialistas de esa supuesta democratización planetaria o regional, es decir, en la afirmación y perspectiva humanista de aquellos sujetos que hoy son prácticamente borrados de la racionalidad liberal: los sujetos migrantes, mexicanos y centroamericanos, perseguidos por el giro fascista de la política antimigratoria que se dicta desde Estados Unidos; el exterminio de la diversidad étnica y lingüística de los pueblos indígenas; la extrema vulnerabilidad de millones de mujeres que padecen índices alarmantes de violencia en múltiples dimensiones; los sujetos latinoamericanos inferiorizados al máximo por el libre mercado y por el multiculturalismo dominante. Quizás nuestro deber de memoria crítica del colonialismo implique volver a narrar las historias inmediatas de la injusticia, a reconstruir la noción misma de justicia, a señalar las graves consecuencias deshumanizadoras de ese Estado nacional que dejaron tanto las dictaduras y los sistemas políticos y económicos despóticos, autoritarios y de exterminio selectivo, o la misma “guerra” contra el crimen organizado en América Latina. Como lo ha indicado Estela Fernández Nadal, en su estudio sobre la obra del filósofo argentino Arturo Andrés Roig, la “raíz” del humanismo en tierras americanas está vinculado directamente a las “voces acalladas” y sometidas a los procesos de violencia y despojo, a esa emergencia de sujetos éticos y críticos en diferentes momentos de la historia de América Latina: “Según Roig, la recurrencia casi obsesiva del problema del sujeto en el pensamiento latinoamericano tiene relación con la violencia, el despojo y la objetivación total de la humanidad americana que representó la conquista de América; como consecuencia de ello, los americanos, en tanto pueblos sometidos y negados en su sujetidad, experimentarían en adelante la necesidad de preguntar por su identidad. Se trata de una necesidad de expresarse, de saberse, de reconocerse en su universal condición humana y en su específica determinación social, cultural, espiritual; necesidad experimentada por diferentes grupos humanos insertos en lo que José Martí llamó ‘Nuestra América’, del pasado y del presente, que, por su condición subalterna, luchan por romper con el estado de cosas instituido, desde el descubrimiento hasta la actualidad.”
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LEER Madera la mañana, Juan Manz, La Otra, México, 2016.
Tómanse las siguientes líneas del prólogo a cargo de Hernán Bravo Varela: “Lejos de un capricho anacrónicamente vanguardista, Manz penetró en una zona de niebla de su propia voz con el empleo de la adjetivación sustantivada, pero también de otros recursos como el neolo‑ gismo, la jitanjáfora y hasta una serie de caligramas abstractos que representan, gráfica y silábicamente, la columna vertebral de su canto: radiografías o resonancias magnéticas del verbo.” Acu‑ cioso el análisis y prolija la descripción del prologuista, son de cualquier modo un accesorio del que todo buen lector de poesía puede –algunos dirán que debe– prescindir o, en el último de los casos, dejar para el final con el propósito de no colocarse anteojeras posiblemente innecesarias y pasar directamente a la materia poética del poeta sonorense, autor entre otros poemarios de Tres veces espejo (1996), Padre viejo (2000) y Recital en fuga, de 2007. Materia poética, decimos, aunque bien puede sustituirse la primera de esas palabras por “madera”, a su vez tomada por Manz de unos breves y luminosos versos de Pablo Mori.
Aportes y secretos de la familia González Luna a la historia de México e Hispanoamérica, tomo i, Genealogía de ancestros y raíces (1328-1863). Del Papa Luna a la Revolución Mexicana en el Jalisco contemporáneo, Óscar González Garí, s/e, México, 2015.
Amplia bibliografía, profuso cuerpo de notas al calce, gran número de imágenes y algo más de cuatrocientos folios componen lo que el autor, en edición propia, anuncia como el primer tomo de una labor que se antoja monumental y que tanto en el título como en el subtí‑ tulo que la encabezan, son elocuentes respecto de su propósito: el rescate documental de aspectos poco o nada conocidos en torno a la familia de uno de los más célebres fundadores del Partido Acción Nacional. Él mismo miembro de la familia, González Luna tuvo acceso a materiales que seguramente serían inalcanzables para otros investigadores, cuyo interés en la confección de una historia tan pormenorizada de seguro tampoco sería igual de alto como el del autor del presente volumen.
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El corto verano del cuervo, Ramón López Castro, Instituto Mexiquense de Cultura, México, 2015.
EL ENSAYO COMO FUENTE RICARDO GUZMÁN WOLFFER
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anador del Premio Alfonso Reyes en 2000 con Expedición a la ciencia ficción mexicana, con este libro López Castro plantea una división más del ensayo literario: el basado en datos documentados, contrapuesto al basado en el bagaje personal. Cierto, en ensayos como los que integran este volumen se advierte una enorme cantidad de información cinematográfica, histórica, literaria, científica y más, pero la presentación de la misma difiere del ensayo documentado: en Expedición... se hace una amplia recopilación de textos mexicanos del género, se comentan por temática, por temporalidad, por influencias, por zona geográfica y otras variantes. Fue necesario que el autor consiguiera los libros, los leyera, se documentara y contrapunteara contenidos, influencias y subtramas para hacer su propia interpretación ensayística, tanto a niveles estructurales como de resultados narrativos: se cuestiona en algunas hasta la perspectiva literario-religiosa, más como trama que como propaganda, y hasta se ponderan editoriales por sus preferencias al publicar. La segunda forma ensayística empata más con la definición de la Real Academia Española: “escrito en prosa donde el autor desarrolla sus ideas”, pero eso se queda muy corto en ensayistas como López Castro. Antes de hablar de toda la información que se contiene en esas ilaciones literarias, es inevitable destacar cómo la prosa y lo poético se mezclan con tal precisión que las metáforas y la cadencia narrativa apenas son perceptibles entre la ola emocional que cae en el lector, en medio de las divagaciones coherentes. En “África mía” nos habla del continente que mira al lado de una mujer desde el litoral andaluz: evoca la tierra imaginada a partir de lecturas, de películas, pero también de los recuerdos que ella le ha transmitido mientras le muestra “una línea de sombra a lo lejos, en el mar, presunta costa africana vista a contraluz cual máscara transmutada en señorita de Aviñón… un futuro fugitivo al cual nunca se accede y sólo puede ser anhelado en lontananza”. En “Vida y traición de las cosas inertes” se disgrega sobre el límite de la individualidad con vistas a lo eterno y lo divino: en un párrafo remite a los replicantes de la película Blade Runner y explica en media oración que, cuando Rutger Hauer mata a su creador industrial, en realidad no se venga: trata de fundirse con él, para tener un poco más del tiempo marcado en su reloj interno: “los androides sueñan e inventan sus almas a través de ser únicos e irrepetibles: los replicantes serían entonces copos de nieve en los cuales se esconde el código de barras de su Hacedor”. En “La mueca” nos enteramos de
que el autor, al pasar por una parálisis facial, no sólo se dio a la tarea de tratarse físicamente, también se puso a investigar y a sacar sus propias conclusiones, empezando por el esperado: por qué a mí y no a esos feos, ladrones y demás agravantes, que no son yo. Mientras padece la recuperación, entre terapeutas y dolores, se siente “como ante la antesala de un juez veleidoso, los dolientes hacen fila para recobrar su libertad mientras se estudia su expediente. No hay sobornos ni atajos ante este tribunal. Sólo tienes solaz en la paciencia”. Como escritor de ensayo profundo con las c o n s e c u e n t e s d i f i c u l t a d e s p a r a i n g re s a r a las editoriales grandes, las que llegan a t o d o s los públicos, incluso sin ser lectores (los encuentras hasta en las centrales camioneras), López Castro ha resuelto el brete en la publicación de sus notables trabajos recurriendo a las editoriales oficiales: El salmo del milenio, en coedición con el Centro Cultural Tijuana; El sol sea con nosotros, en coedición con el Ayuntamiento de General Escobedo, Nuevo León; Soldados de la incertidumbre, con el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Nuevo León; colabora en la publicación oficial mexiquense Castálida y El corto..., también es edición oficial. Salvo la publicación en Lectorum de Expedición... (que también es coedición del Consejo para la Cultura de Nuevo León), la mayoría de sus obras apenas se distribuyen. Sin duda su alta calidad les permitió ser publicadas, pero no necesariamente se traducirá en llegar a todos los públicos. Casos como el de López Castro plantean una problemática de la cultura nacional: si a las editoriales comerciales apenas les interesa el ensayo, no se diga el guión, la poesía o el teatro (salvo que las escribiera alguien cuya fama asegurará ciertas ventas), qué opción tiene el público de acceder a obras que pueden conmover o asombrar al lector, como logra López en sus andares, ya sean parisinos o con terapeutas faciales u otros y, por muy ajeno que eso nos resultara, lograr que su mirada abarque la esencia del lector, ya sea por la relación mental que hace y justifica ensayísticamente, o por la manera de presentarla: por la forma o por el fondo del ensayo, logra hermanarnos con él y su producción. Si eso no es alta literatura, no sé qué puede serlo. Las posibilidades del ensayo tienen un notable exponente en este autor que en labor subterránea ha ido ganando espacios en foros nacionales e internacionales, sin importar cuántos sean sus afortunados lectores. Casos como el de Ramón López Castro justifican esas ediciones, todas las ediciones, municipales o estatales, incluso las nacionales, que llevarán a una precaria posteridad a autores que debieron ser reconocidos y promovidos en su tiempo. También obligan a una revisión de las políticas editoriales en su fase de distribución: no puede esperarse que las bibliotecas y Educal hagan toda la tarea. Pero, sobre todo, dejan la esperanza de que se podrá acceder a esos libros, de que en algún lugar de los fondos editoriales estatales hay textos como López Castro, esperando ser leídos para reconectarnos con nosotros mismos y saborear la lectura ensayística como una de las máximas bellas artes, sin importar la incomprensión editorial •
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LEER
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Abismal, Moshen Emadi, Casa Refugio Citlaltépetl, México, 2015.
UN EXTRANJERO EN EL ABISMO JOSÉ ÁNGEL LEYVA
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uando Mohsen Emadi fue expulsado de su casa se había convertido en enemigo de la fe, en un peligro para sus hermanos y en un extraño. Mohsen, cuyo nombre proviene de un santo islámico muerto antes de nacer, tenía conciencia de que los políticos en Irán, como en el resto del mundo musulmán, deben practicar la poesía para comunicarse con las masas. ¿Qué tipo de poeta era entonces él, un joven que no atendía a los dictados del Corán ni a los ayatolas que pulverizaban el Estado laico? Había nacido en Sarí, provincia de Mazandarán, al norte de Irán, donde no se habla persa en los hogares, sino una lengua más antigua, aún sin escritura. Para su padre, de gran fervor religioso, la lengua de Alá es el árabe; él y sus hijos la aprendieron para entrar y pertenecer a su doctrina. Mohsen no creía en Dios sino en la palabra, no de un libro sino de todos los libros abiertos a la duda. “Cuando el poema pisa la calle, todos los adjetivos se desvanecen.” Escribió mientras se convencía de que los libros sagrados de las tres religiones dominantes restringen la libertad del creyente, la voluntad del sujeto, el albedrío para un diálogo con el otro. Todos contienen una verdad para iniciar la guerra. La relectura de El extranjero, de Camus, me ha hecho reflexionar sobre el sentido de no pertenencia del individuo que comete un crimen, pero es juzgado más por su extraña conducta en una sociedad laica donde los sentimientos pertenecen al ámbito de lo social y el dogma. Jean, el extraño personaje, es condenado a la pena capital no tanto por el asesinato cometido –un árabe, por cierto– como por su negativa a aceptar la existencia de Dios, por no llorar ante el cadáver de su madre, por desdeñar los valores cristianos que rigen los principios de Occidente, por no conmoverse ante la justicia del arrepentimiento, la culpa, la fe, sus privilegios de hombre blanco. Mohsen arriba a los dieciséis años de edad, tiene un amor prohibido, se declara marxista, ve el mundo desde la órbita de su conciencia y sus deseos, escribe poemas, ama la libertad. Como Jean, el personaje de Camus, es juzgado por descreer del libro sagrado y sus intérpretes, es también extraño, extranjero en su tierra natal a causa de sus ideas y sus actos. Ser poeta y rechazar el dogma en cualquiera de sus formas es causa del desconocimiento y la expulsión familiar, luego
vendrá la persecución y sentencia de muerte a cargo de fanáticos religiosos. Era un “otro” expulsado, hijo y padre de sus circunstancias. Ser poeta y activista, librepensador y libertario en un país donde se condena a muerte a las personas por dudar, era un caso perdido: “En las estaciones de frontera/ ellos arrestan nuestras lenguas/ nuestras palabras se deterioran cuando cruzan esa línea.” El poeta encuentra en el amor el sentido de la libertad, el sentido más hondo del quehacer humano al tiempo que descubre también su afinidad con la historia de los anarquistas y los místicos persas. Escarba en sus ancestros y encuentra que su abuela materna renuncia a las leyes que la obligan a aceptar la decisión de su marido de tener otras esposas. Se va a la montaña y se convierte en una mujer proscrita. Se recuerda a sí mismo vestido de miliciano en la frontera con Irak, defendiendo un límite que no es el suyo, una línea geográfica incomprensible y ciega. La poesía no reconoce la estrechez política, se dijo y se dice cuando canta en su lengua materna, en el exilio, sin trincheras militares, en medio de otros idiomas que lo devuelven siempre a la conciencia de su origen. Como lo aclara su maestro Ahmad Shamlú: “Pensar/ en el silencio./ El que piensa/ necesariamente cierra los labios/ pero cuando el destino/ herido e inocente/ lo llame para dar testimonio/ hablará con mil lenguas.” Desde que la poesía se revela como destierro, todas las causas de libertad son propias y todas las desobediencias son exilios. Mohsen trae en su Abismal la presencia de Farzad Kamangar, activista kurdo sentenciado a muerte que ofrece un chocolate al público que asiste a presenciar su ejecución. Lo cinematográfico nace de una acción que deviene lirismo, de una narrativa que se disuelve en el gesto y en el signo, la imagen sigue la secuencia de una cámara que no fija su atención en las escenas sino en el detalle del acontecimiento, en la parte de un todo que estremece, en el papel del chocolate, no en el cuello ni en la cuerda de la horca, menos aún en el verdugo, sino en las manos generosas del sentenciado, en sus ojos verdes y en sus labios rojos, en el gusto de cacao y el movimiento de las barcas y los trenes en Yamsa. Emadi llegó a México a la Casa Refugio Citlaltépetl como perseguido político después de haber vivido como tal en Finlandia y en España. Habla un español fluido y mexicano, escribe y traduce al persa a poetas de la talla de Antonio Gamoneda, Juan Gelman, José Emilio Pacheco, como lo hace también del árabe al persa y al inglés. Estudia un postgrado de literatura comparada en la unam y ha visto finalmente la publicación de su poesía en español bajo el título de Abismal, con el sello de la Casa Refugio. Alguna vez lo escuché hablar en una mesa redonda sobre la traducción; en ese momento sostenía lo que avalo sin reservas: que la poesía es una traducción de lo imposible, pero allí está la patria, la lengua individual y común: “No estoy haciendo una cola tan larga
En nuestro próximo número
por el pan y la leche/ estoy aquí para entregar mi lengua/ todo lo que cruza la frontera pierde peso/ estoy aquí para ser traducido/ una bicicleta recorre mis fronteras/ por baches y charcos/ el poema se fija en las conjunciones y las preposiciones/ la distancia entre yo y yo […] en silencio/ mi lengua/ es silencio/ ¿Quién traducirá mi silencio?/ ¿Cómo voy a cruzar esta frontera?” •
Filanta, Guillermo Landa, Instituto Veracruzano Cultura/Conaculta, México, 2015.
Oriundo de Huatusco, diplomático de ca‑ rrera y dueño de una cultura y una memo‑ ria extraordinarias, Landa comenzó su sin‑ gladura poética más de cinco décadas atrás, con Este mar que soy yo, y desde entonces hasta la fecha no ha cejado en un empeño que lo ha convertido en una suerte de cruzado que defiende la palabra de las pérdidas, los empobrecimientos y otros extravíos a los que hoy en día pareciera estar más sujeta o ser una víctima menos fuerte para resistir. Prueba de lo anterior es su dilatada bibliografía tanto como éste, su poemario más reciente, hecho lo mismo de verso libre que de prosa y que, como de costumbre en el autor, abreva entre otras de las culturas árabe y helénica.
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La Jornada Semanal
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LUIS EDUARDO AUTE o la vitalidad de la belleza Xabier F. Coronado
ARTE Y PENSAMIENTO ........
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Naief Yehya
Agustín Ramos
SA INDUSTRIA PERTENECÍA en exclusiva al ombligo. Éste constituía el uno por ciento de la bestia humana. La industria extraía –como si de muelas sin anestesia se tratara– nuevas riquezas en diversos aspectos clave de la vida y llevaba la economía a consecuencias doblemente inéditas (por desmesuradas y porque nadie las podía referir). Era una industria genocida, sin embargo este calificativo no bastaba para describirla. Recurriendo a antiguos aunque vigentes conceptos, aun estando destinada por su misma dinámica de sobreexplotación y competencia bárbara a la reducción inevitable de la tasa media de ganancia, la
industria conseguía aumentar dicha punidad era directamente proporciotasa de manera exponencial. ¿De dón- nal al tamaño del delito, el miedo a ser de y cómo? Succionándolo todo, como victima del mal contaminaba con más un hoyo negro, desde los océanos más eficacia a mayores capas, no sólo por la perceptibles hasta las partes más ínti- participación ya previsible de las cermas e intangibles. En consecuencia, la das y los mercenarios para persuadir industria resultaba altamente reditua- sino sobre todo porque tarde o temprable en lo social y su apetito no se dete- no los individuos sufrían o sabían de nía en la profundidad personal. Al prin- algún caso y veían, aunque no quisiecipio dije que esa industria pertenecía ran ver, y sentían, aunque no quisieran en exclusiva al ombligo; matizo, sus sentir, la cercanía cada vez mayor de propietarios no impedían que algunas ese mal. Y a más enfermedad, más fácil lacras corporales –los lacayos del om- conducción política, social e intelecbligo, digamos las uñas, las pezuñas, tual a un número creciente de grupos el intestino grueso y otros órganos de y sujetos. Pero el carácter genocida de esta desecho y ataque, más funcionales mientras menos eficientes– también industria apenas constituía la fase tácconsiguieran cierta posesión y benefi- tica, cuyo objetivo eran áreas vulneracios directos e indirectos, no tanto co- bles específicas –indígenas, niños, mumo pago por sus servicios –pues aparte jeres jóvenes y morenas de entre de sucios estaban ciegos– sino como dieciocho y treinta años, migrantes, efecto de la putrefacción de esa indus- ancianos, estudiantes y maestros potria cuya hambre no se saciaba con la bres y demás minorías étnicas, sexuafuerza de trabajo sino que devoraba, en les, religiosas, culturales… Después, el sentido recto de la palabra, cuantos aunque seguía privilegiando el acoso y la extinción de estos grupos, la induscuerpos iba requiriendo. Para el óptimo funcionamiento de tria amplificaba gradual y geométricaesa industria propiedad del ombligo, mente su masa hasta revelar su estrateuna buena parte del resto de la anato- gia. Entonces ya ninguna célula, sistema mía humana debía hundirse en la oscu- ni órgano se podían sentir a salvo. Esto ridad. Los administradores y los eje- no significaba que disminuyeran la excutores de desechar gente conocían plotación, los despidos, el terrorismo casi el total de casos en que el ser huma- institucional, el endeudamiento, la esno se desvanecía en el aire; lo cono- peculación, el narco, el secuestro, la cían porque eran sus ejecutores, ya extorsión, el rapto para trabajo esclavo; mediante corporaciones de vigilancia al contrario, el tráfico del cuerpo humay seguridad, con o sin uniforme, ya me- no se multiplicaba en forma y fondo, el diante células mercenarias del cerebro temor difuso y la intimidación directa y cerdas paracomunicacionales, o tam- se volvían pavor ambiental, amenaza bién, con más frecuencia, mediante indirecta que por apuntar a todo podía combinación de unas con otras. Acto alcanzar a cualquier célula. Casi todos seguido, tanto los toscos representan- intentaban protegerse aliándose al omtes epidérmicos como los vicarios finos bligo y a sus excrecencias criminales de lo sensorial, rehusaban combatir –oficiales o extraoficiales–, haciéndose el mal y hasta donde les era posible y, un poco o un muy cómplices según apoyados en los mercenarios y en las la necesidad y la posición dentro de la cerdas y demás flora y fauna mental, anatomía: pensando dos veces antes intestinal y epitelial, le aplicaban el de resistir, callando para evitar pronombre de secuestro –con fines menos blemas, omitiendo, fingiendo, partilegales que políticos y propagandísti- cipando en la ruptura de los tejidos, cos. Así, en un estado de cosas donde replegándose más y más en torno al la verdadera justicia no existía y la im- agujero negro • (Continuará...)
Todo lo demás, de Natalia Almada
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OÑA FLOR (ADRIANA BARRAZA) es una mujer invisible, una burócrata “insignificante”, cuyo único poder radica en decidir el éxito o el fracaso de los ciudadanos que atiende en su escritorio para realizar un simple pero determinante trámite oficial: la obtención de la credencial de elector. Todo lo demás, la primera película de ficción de la documentalista Natalia Almada, es una aguda mirada a quienes sufren la devastadora violencia de la deshumanización del trabajo burocrático, una idea de Hannah Arendt que Almada recoge como una de las directrices del filme. El trabajo de doña Flor consiste en verificar la identidad de sus
interlocutores, cuestionar la validez de sus documentos y en cierta forma poner en entredicho su existencia. Esta labor de inspector de la personalidad tiene lugar en una dependencia oficial donde en gran medida las diferencias de clase desaparecen y los privilegios son escasos. Todo mundo es igual ante el severo escrutinio de doña Flor. Así, ese espacio resulta ideal para hacer un corte transversal de una sociedad altamente piramidal como la mexicana. La vida de doña Flor en sus horas del trabajo es desmoralizante, rutinaria, mecánica y simple, y al término de ellas debe padecer la vorágine trituradora de todo estado de ánimo que es el Metro. En casa se entretiene recordando los nombres de todas las personas que ha atendido ese día y lleva un registro de sus acciones en un cuaderno en el que escribe con meticulosa caligrafía, como una bitácora egoísta no del beneficio social de su labor, sino de su influencia, de su intervención como juez estricto de las vidas de otros. Esta es una tarea sistemática y voluntaria que realiza con eficiencia, evidenciando su buena memoria. Parecería que de esta manera hiciera de esos desconocidos algo más cercano y significativo, algo inolvidable. Doña Flor es un misterio del que no sabemos nada. Almada construye un inquietante vacío en torno a su historia personal, a las condiciones que la llevaron a su vida austera y a la soledad que habita. Sin embargo, poco a poco nos ofrece claves de su personalidad y podemos apreciar que sus interacciones laborales no son del todo neutrales, ya que revelan esa vena cruel tan familiar en todo trámite burocrático. Así, la vemos castigar a un hombre arrogante al negarle la credencial con el absurdo pretexto de que su firma en un documento no coincide con la de otro. Almada muestra sutilmente que detrás de la fachada de abandono de Doña Flor hay una mujer que parece oponer resistencia al desolador paso del tiempo, al pintarse los labios y las uñas y arreglarse compulsivamente el cabello. En casa la protagonista tiene su único desahogo de falta de cariño con Manuelito, su gato. Pero aun en ese es-
Escena de Todo lo demás
pacio de intimidad, la mayor parte del tiempo las noticias en la tele presentan un mundo hostil diezmado por la violencia contra la mujer. Doña Flor anhela y sueña con nadar, quizás buscando en el agua un escape o un reencuentro con la inocencia, pero le tiene miedo o fobia al agua, a tal grado que cada vez que intenta sumergirse en una piscina termina avergonzada, frustrada y tristemente seca, viendo a otros nadar. La cinta evoca el espíritu documental del trabajo habitual de la cineasta (Al otro lado, 2005; El general, 2009 y El velador, 2011), pero en este caso abocado a una ficción documental, un retrato realista actuado en el que los diálogos son improvisados y las personas con las que doña Flor interactúa, siempre de manera superficial y ajena, no son actores. El trabajo de cámara es elocuente, parco y emocional, y refleja la rigidez de la vida de la protagonista en estudiados planos fijos y composiciones de una visión plástica sólida y austera. Es notable la elegancia de los encuadres de sus encuentros, con lo cual imprime ritmo e intensidad al relato. En determinado momento ocurre un hecho trágico en la vida de doña Flor. El espectador queda obligado a concentrarse en cada movimiento y acción de la protagonista, en busca de las emociones sepultadas detrás de su rostro estoico. En vez de un cambio significativo, sólo la vemos atreverse a elogiar el cabello pintado de azul de una muchacha, a expresar simpatía hacia una mujer embarazada, y quizás el agobio en que se encuentra la hace ignorar un temblor durante el cual todo mundo huye de la oficina menos ella. Almada ofrece una visión espectral de la vida femenina en México, rodeada de amenazas y violencia, condenada a la dictadura misógina y la discriminación de la edad. No obstante, también incluye un extraño espacio de fraternidad entre las mujeres de la piscina, quienes en los vestidores no cuestionan el extraño comportamiento de doña Flor sino que lo toleran y se muestran solidarias. Y con ese oasis esta “improvisación a partir de la realidad” adquiere el tono de humanidad que hace soportable la agonía de lo cotidiano •
JORNADA VIRTUAL
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TOMAR LA PALABRA
Delirios (i de ii)
naief.yehya@gmail.com
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Jornada Semanal • Número 1130 • 30 de octubre de 2016
Alonso Arreola @LabAlonso
Arte mexicano en Europa: Gustavo Aceves en Roma (i de ii)
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OS IMPORTANTES EXHIBICIONES de arte mexicano se llevan a cabo este otoño paralelamente en Roma y en París. El pintor y escultor Gustavo Aceves presenta la muestra Lapidarium-El regreso de los bárbaros en un escenario inmejorable en la capital italiana: la zona arqueológica de los mercados de Trajano, la plaza del Coliseo y el Arco de Constantino, en tanto que en París se inauguró la magna muestra México 1900-1950. Diego Rivera, Frida Kahlo y José Clemente Orozco y las vanguardias en el Grand Palais. Gustavo Aceves (Monterrey, 1957) se dio a conocer como pintor a fines de la década de los setenta con una obra que destacó por su impecable calidad técnica. A principios de los años noventa se instaló en París, donde consolidó su carrera con gran fortuna crítica. Hace unos cinco años decidió dar un viraje a su creación y meterse de lleno a la escultura con el fin de llevar a cabo un proyecto monumental que nació como una utopía y hoy es una realidad. La imagen de una piragua cargada de adultos y niños en las aguas del río Ní1 ger fue el detonante que disparó su imaginario y motivó su interés por hablar, a través de su arte, de uno de los fenómenos político-sociales más complejos de nuestros tiempos: el dilema de la migración. Aceves se apasiona con el tema y concibe Lapidarium, un work in process diseñado para ser creado paulatinamente y presentado en diferentes ciudades; se trata de un conjunto de esculturas equinas inspiradas en la famosa Cuadriga de San Marcos, cuyos orígenes se remontan a la Grecia helenística. A lo largo de los siglos, esta obra fue llevada como trofeo de guerra de Corinto, a Roma, a Constantinopla, a Venecia y a París, hasta regresar a su actual sede en la Basílica de San Marcos en Venecia. Aceves retoma el caballo –símbolo mismo de la migración, y del poder triunfal– como protagonista de su proyecto, y se instala en 2011 en Pietrasanta, en la Toscana, para dedicarse a la creación escultórica en uno de los sitios de mayor tradición en el mundo en la talla de piedra y la fundición de bronce. Ahí nace este monumental proyecto que tuvo su presentación oficial en 2014 en ese enclave italiano (reseñada en esta columna en el núm.1012, 27/vii /2014). En 2015 se inicia el periplo con la muestra Lapidarium-venciendo fronteras presentada en Berlín en el marco del Festival de la Primavera que conmemoró los setenta años del fin de la segunda guerra mundial. Aceves colocó 21 esculturas frente a la Puerta de Brandemburgo, bajo las figuras triunfales de la Cuadriga de la Victoria de Johann Gottfried. La exposición causó un impacto muy grande y fue reseñada en numerosos medios internacionales. El tercer puerto de esta migración es 2 Roma, y el ambicioso despliegue va in crescendo. En los tres sitios mencionados líneas arriba, se exhiben 44 esculturas que van de los 3 a los 8 metros de altura, incluyendo una impresionante fila de caballos que mide unos 12 metros de largo. La presencia de un artista contemporáneo en estos puntos emblemáticos de la Antigüedad romana no tiene precedentes. Es un espectáculo difícilmente descriptible ver estas evocadoras y enigmáticas figuras equinas realizadas en bronce, mármol, piedra, resina y guisa (fierro fundido a la cera perdida), todas diferentes entre sí, en un diálogo directo e íntimo con los restos de un imperio de la Antigüedad que un día perdió su esplendor por los avatares de la barbarie. Pero los caballos de Aceves no cabalgan a galope triunfal. Los transportan lúgubres barcazas en las que vemos las poderosas cabezas equinas mutiladas de sus extremidades; en algunas sus miembros aparecen apilados, sustituidos por cráneos en otras, despojados de sus vísceras, tatuados, torturados, violentados. Uno de ellos exhibe su corazón, a un tiempo palpitante y sangrante. Cada obra posee un carácter propio y el conjunto es un mar de símbolos. Pude observar cómo numerosos visitantes recorrían las piezas una y otra vez, y sacaban muchas fotografías. Me pregunté si habrían captado la profundidad del mensaje del artista. No lo sé, pero lo más probable es que ninguno haya permanecido indiferente, como sucede con gran parte de las obras contemporáneas que resultan totalmente olvidables. Lapidarium, de Gustavo Aceves toca nuestras fibras sensibles por la belleza sacudidora de 3 cada pieza, por lo imponente que resulta el conjunto y por la profundidad del mensaje que encierra. El periplo continuará hacia París, Estambul y Venecia, con nuevas obras realizadas ex profeso para cada sede, hasta conformar las cien piezas que irrumpirán en nuestro Zócalo capitalino en 2018. Ante la incontenible barbarie de nuestro tiempo, Aceves apela a la dignificación del ser humano a través del mensaje sobrecogedor de su arte • (Continuará.) Imágenes 1, 2 y 3, Lapidarium
ARTES VISUALES
Germaine Gómez Haro germainegh@casalamm.com.mx
¡Chingón por Infanzón!
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ÉCTOR INFANZÓN CUMPLE CUATRO décadas haciendo música en los escenarios de México y el mundo. Del Zinco Bar al Palacio de Bellas Artes, del Festival Quimera de Metepec al Festival de Jazz de Montreal, sus maneras sobre el piano han contribuido a enriquecer nuestra personalidad sonorosa marcando trazos de amplio espectro. Clásico, jazzero, popero, rockero, salsero… de estos y muchos colores puede ser el saco que se ponga dependiendo la noche, la ocurrencia, la invitación o el atrevimiento. Y hay que decirlo: con todos se ve y se escucha bien. Entero.
Con tal pretexto celebratorio (nació profesionalmente a los diecisiete años de edad), el pianista se engolosina y decide, además, rendir tributo a Ciudad de México, sitio en el que vive y suena día tras día. Así nace el espectáculo multidisciplinario Citadino que presentará el próximo 4 de noviembre en el Teatro de la Ciudad al lado de actores, bailarines y videoastas. Inspirado en grabaciones y sampleos de vendedores, pregoneros, organilleros, choferes y demás contribuyentes al ruido del Centro Histórico, el guión plantea un paseo callejero que durante un día va transformando todo sonido en música. Parece un intento por que la emoción y la sensibilidad colectivas prevalezcan ayudando a la empatía en un México violento. Hablamos de una fiesta en la que sonarán composiciones propias y numerosas influencias, pero que a su vez cobija dos producciones especiales, recientes. Una es Arrebatos, improvisación repentina de temas conocidos llevados al clavecín (instrumento con el que ha trabajado mucho en el pasado). El otro es el compilado Nocturnando… ando, con toda su discografía en mp 3 más un documento en video. En torno a este último es que también presentará una gala en Cuernavaca el día 2 de diciembre. Sin embargo, para concluir los festejos por estos cuarenta años en el tinglado, destaca que Infanzón verá el estreno de su Concierto para vibráfono y orquesta a cargo de la Ofunam, en la sala Nezahualcóyotl, los días 3 y 4 de diciembre. Allí el solista será Ricardo Gallardo, director del grupo Tambuco. Es ésta una obra dedicada a su infancia y a su padre, figura señera hasta el presente. Formado en los salones de las escuelas Superior y Nacional de Música, Héctor se inició antes, de niño, con instrumentos como el vibráfono, gracias a su padre Carlos –hoy de noventa años–, quien además de trabajar en la Tesorería gustaba del dibujo, la fotografía y, por si fuera poco, formaba parte de la Sensación Caney, una sonora conocida en los años sesenta. Es por ello que In-
Héctor Infanzón
fanzón se hizo adicto al pentagrama y viajó luego al Berklee College of Music de Boston donde completó una educación de catorce años que, si bien tuvo raíces en el repertorio clásico, supo de inmediato cómo internarse en los ambientes populares y folclóricos para llegar al tablero donde aprendió a construir disciplinados arreglos y orquestaciones. Así, sin importar género ni contexto, el pianista creció para convertirse en un ejecutante virtuoso que dialoga confiadamente con el arte y el entretenimiento. Hijo de la Academia diurna y del Antro nocturno (ambos con mayúsculas), Héctor Infanzón ha aprendido a engrandecer su música con propuestas escénicas atractivas en las que ideas otrora contradictorias hoy se dan la mano. Verbigracia: Máscara contra cabellera, pleito pianístico que diseñó con su colega y amigo Alberto Cruzprieto, otro titán del teclado azteca, y en el que la música clásica y el jazz reconocen su parentesco, sus diferencias. Y es que cómo no arriesgarse en el escenario si lo suyo siempre es salirse de la zona de confort. Cómo no intentarlo si su experiencia se formó lo mismo en el Bar León del Distrito Federal que en otros cuatro continentes haciendo tour con Ricky Martin. Cómo no darse el gusto de nadar en todas las albercas si nació amando el agua antes que los trampolines. Cómo no celebrarse a sí mismo si entiende que el liderazgo implica la formación de una dictadura en soledad. Y sépalo nuestra lectora, nuestro lector, Héctor Infanzón es una persona bien vibrada con la que da gusto intercambiar palabras. No es amigo nuestro ni hemos sostenido conversaciones largas, pero desde los tiempos del Arcano y su grupo Antropóleo le hemos visto una sonrisa que se elabora con facilidad y el cariño que innumerables colegas y melómanos le profesan. Sin duda lo merece. ¡Chingón pues por Infanzón! (Y también por quienes lo tenemos en Ciudad de México). Vayamos a partir el pastel con él. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos •
BEMOL SOSTENIDO
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Jorge Moch Ana García Bergua
tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
AY UNA SERIE de televisión inglesa muy buena que se llama Black Mirror, no sé si han tenido oportunidad de verla. Es una puesta al día de la célebre Dimensión desconocida que a algunas generaciones nos alucinó: historias de un futuro probable en el que las coordenadas de la realidad se deformaban, por decirlo de alguna manera, y cambiaban la vida de los personajes, provocando situaciones a veces angustiosas, a veces solamente extrañas o hasta felices de tan absurdas. Black Mirror es más realista, en el sentido en que sus episodios llevan al límite, en un futuro raro pero desgraciadamente probable, situaciones y comportamientos que
ya estamos viviendo: la política como reality show, la vigilancia constante a través de nuestros teléfonos celulares, las nuevas maneras de conseguir energía, entre tantos otros. Un episodio entre los que hemos visto me ha impresionado mucho. Sus personajes viven en un mundo cerrado parecido a un gimnasio o más bien a un casino, rodeados de superficies reflejantes sembradas de luces, y su trabajo consiste en pedalear en bicicletas fijas para generar electricidad. Frente a esas bicicletas tienen pantallas en las que ven algunos programas predeterminados y su mejor futuro posible consiste en ser elegidos para protagonizar alguno de ellos, en unos eternos reality shows donde por lo general son desechados de vuelta al pedaleo de las bicicletas y la obligación de ver comerciales si no tienen dinero, en ese mundo claustrofóbico al estilo de Brazil, de Monty Python. No les contaré en detalle el programa, lo que sé es que esas realidades cada vez quedan más cerca de nuestras vidas. A últimas fechas y por falta de tiempo he tenido que inscribirme a un gimnasio los fines de semana para hacer algo de ejercicio a horas posibles sin el riesgo de tropezarme y volverme a romper la mano. Confieso que me gusta mucho la bicicleta elíptica, ese aparato en el que uno pedalea y manotea de pie, como si estuviera escalando una montaña. Junto a mí, en una fila idéntica a la de Black Mirror, otras personas que me imagino son vecinos del barrio escalan igual que yo, o corren o pedalean y quizá imaginan que recorren hermosas playas del sureste, campiñas francesas o estadios olímpicos donde cruzan incontables metas como vencedores eternos en medio de la multitud. Quizá alguno de ellos se siente como el Loco Valdés en aquella película en la que encarnaba a un burócrata que salía los domingos a correr por los cerros pegando de gritos para liberarse un poco. Todos observan alguna pantalla, la ma-
yoría escucha música en sus audífonos por encima de la música del gimnasio que, no hace falta decirlo, es más que lamentable, en especial durante algunas clases poco recomendables. A veces yo también trato de mirar la televisión en las pantallas –no he logrado acomodar un libro para leer, como me contó que hace una admirada y querida amiga–, pero la combinación de la bicicleta fija con los canales de Televisa o tv Azteca aumenta la claustrofobia, la imagen de un mundo asfixiante demasiado similar, en el fondo, al episodio de Black Mirror que les contaba. Quizá en las paredes de algunos gimnasios se proyecten escenas de paisajes magníficos que van avanzando conforme uno pedalea, como en el tren que describe el guardagujas de Juan José Arreola en el extraordinario cuento del mismo nombre, en el que incluso le cuenta al viajero que quiere llegar a t. de estaciones ficticias, puras escenografías habitadas por personas de aserrín, hechas para que los pasajeros se bajen del tren y, ya perdidos, opten por reproducirse entre ellos y fundar poblados en medio de la naturaleza. Eso, por supuesto, si es que llega el tren algún día. A veces me imagino que uno podría salir del mundo del gimnasio y aparecer quizá en algún lugar desconocido. Que la bicicleta fija fuera nuestro modo extraño, ciertamente moderno, de no llegar a t. Por suerte mi gimnasio tiene un ventanal por el que miro mientras intento terminar la rutina (no es que sea muy atlética que digamos y menos a últimas fechas, la verdad). Entonces trato de pensar, observo a la gente que pasa de camino al supermercado y trato de descubrir escenas reveladoras como de película de Hitchcock, cosa que hasta el momento no ha sucedido, quizá por ventura. Y ese es mi entretenimiento mientras hago como que escalo una montaña, la realidad de la calle. Quizá algún día, si sigo con ánimo y entregada al viaje, lograré llegar a x., como el viajero de Arreola •
PASO A RETIRARME
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ESPUÉS DE LA ACLAMADA The Wire, David Simon, que corrió en cinco temporadas a lo largo de sesenta episodios entre 2002 y 2008, o de la todavía vigente Game of Thrones, que supone un hito en la televisión mundial, parecía muy difícil que surgiera otra de esas series televisivas que moviera el tapete y le diera una buena sacudida a la manera tradicional –que por lo visto ha dejado de ser lo que fue– de hacer televisión narrativa. Pero la competencia entre casas productoras y consorcios internacionales del medio es tan intensa que, independientemente de las estupendas series que podemos ver hoy, y que pelean durísimo
en calidad, narrativa innovadora y pro- de gatillo feroz, carretas, maleantes, ducción impecables, se han topado hetairas de salón y toda la parafernalia con otro fenómeno televisivo que algu- harto conocida del género western. nos sospechamos que puede ponerse Los habitantes de ese mundo, perfecal nivel de las arribita mencionadas. tamente autónomos y pensantes, capaComo ya se ha dicho aquí, hoy en día ces de sentir emociones y responder a hay un nicho de series narrativas de estímulos del entorno, son llamados televisión que no escatiman recursos anfitriones y en realidad se trata de roen una feroz competencia, al menos de bots perfectamente creados para emucalidad, con el cine. Como nunca antes, lar seres humanos. El parecido es perahora vemos constantemente grandes fecto. O casi. Westworld es una muy nombres de actrices y actores tradicio- digna heredera del futurismo de Ronalmente vinculados a la cinematogra- bert a . Heinlein y desde luego retoma fía en el reparto de esta clase de series el dilema ético de la conciencia artifide televisión, que tradicionalmente se cial –lo que le seguiría a la inteligencia malmiraban, sobre todo desde el mun- artificial– que postuló mejor que nadie dillo del cine, con no poco desprecio. Isaac Asimov sobre todo a lo largo de la Westworld es el homónimo de la década de 1960. Creo que a Heinlein, serie y del parque de diversiones, por Ellison o Bradbury les encantaría esta llamarlo con un eufemismo amable (la serie. Los tiraría de la silla. serie la producen los realizadores JoLa idea original, sin embargo, vienathan Nolan y Lisa Joy para hbo ) que ne por obvia transferencia del cine. En fundó el doctor Robert Ford, magistral- 1973 Westworld, película escrita y dirimente interpretado por Anthony Hop- gida por Michael Crichton, irrumpió en kins.En ese parque, que es en realidad cartelera. La protagonizó Yul Brynner. Y un mundo entero, existe un pueblito aunque fue muy revolucionaria porque del viejo Oeste estadunidense, Sweet- fue la primera película en emplear imáwater, en un paisaje que recuerda las genes generadas por computadora (en planicies de Montana, aunque más de- dos planos, o 2 d ), no tuvo gran éxito sértico. Allí, por una exorbitante suma comercial. Fueron necesarios años de de dinero, cualquier ser humano puede perfeccionamiento técnico y audiovipasar unos días inmerso en un trasla- sual para obtener la calidad y la precipe de tiempo y geografía fascinante, y sión que caracterizan a la serie. convertirse en un personaje de saga de Confieso que Westworld, desde su vaqueros. Y se puede ser cualquier cosa, cortinilla de inicio, que es una auténtidesde perdulario borracho y mujerie- ca obra de arte y una de las mejores go hasta el villano más cruel o el héroe metáforas visuales que he visto de la de la película. Todo vale si se es visitan- inteligencia artificial, me ha resultado te, y todo se sufre si se es anfitrión. Unos terriblemente inquietante. El dilema renglones antes definí Westworld, el moral que plantea, de que la maldad, sitio, como un parque de diversiones. el diablo, el mal universal radican úniEn realidad se trata de un infierno dise- camente en nuestra especie, es apañado por el hombre para su propio en- bullante. Pero la verdad es que los tretenimiento. De alguna manera, esa indicios que nos ofrece el mundo dialibertad sin consecuencias saca inva- riamente, segundo a segundo, masariablemente lo peor del ser humano, cre a masacre, hace palidecer la cary allí, para empezar, radica una de las nicería desatada de los “turistas de la metáforas más valiosas y fascinantes crueldad” del parque. Y que conste de la serie. que escribí todo esto después de disEl paisaje recuerda también Texas y frutar solamente los cuatro primeros Colorado; pululan vaqueros, caballos, episodios. ganado, víboras de cascabel, pistoleros Y lo que viene •
Westworld
CABEZALCUBO
La extraña fascinación de Westworld
Bicicleta fija
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Jornada Semanal • Número 1130 • 30 de octubre de 2016
Luis Tovar
Juan Domingo Argüelles
Twitter: @luistovars
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EDERICO GARCÍA LORCA (1898-1936) me acompañó desde la infancia. Y luego lo leí y releí, con devoción, en mi adolescencia. Me aprendí de memoria estos versos que, muchos años después, aún conservo frescos y gráciles, con sus mágicas metáforas y sus hermosas imágenes: “El lagarto está llorando./ La lagarta está llorando./ El lagarto y la lagarta/ con delantalitos blancos./ Han perdido sin querer/ su anillo de desposados./ ¡Ay, su anillito de plomo,/ ay, su anillito plomado!/ Un cielo grande y sin gente/ monta en su globo a los pájaros./ El sol, capitán redondo,/ lleva un chaleco de raso./ ¡Miradlos qué viejos son!/ ¡Qué viejos son los lagartos!/
Federico García Lorca
¡Ay, cómo lloran y lloran,/ ¡ay!, ¡ay!, ¡có- emplazado” y “Romance de la Guardia Civil Española”. De todos, el más popumo están llorando!” García Lorca me habla siempre des- lar es “La casada infiel”, pero el mejor es de su Romancero gitano, libro inigua- el “Romance sonámbulo”, por toda su lable en el que combina, magistralmen- belleza y complejidad. Hay quienes creen que García Lorca te, lo culto con lo popular. También desde Poeta en Nueva York, su obra es un poeta fácil y no es así: es uno de los maestra, su Llanto por Ignacio Sán- poetas más complejos de nuestra lenchez Mejías, el Diván del Tamarit y sus gua. Sus lectores son incluso jóvenes, obras de teatro: Bodas de sangre, Do- cuando están enamorados: El “Verde ña Rosita la soltera o el lenguaje de que te quiero verde” es un verso musical las flores y La casa de Bernarda Alba. icónico, pero lo que sigue después en el Hace tiempo que no releo su teatro, pe- poema es una historia trágica que muro siempre releo su poesía, que es gran- chos lectores no advierten. En el “Rode y noble y maravillosa desde su inau- mance de la Guardia Civil Española” hay gural obra juvenil: Libro de poemas también dos versos inolvidables: “Tienen, por eso no lloran,/ de plomo las (1921), que anuncia ya al gran poeta. Entre los muchos chistes serios y a calaveras.” Y en su “Gacela de la terrible veces impertinentes que hizo Borges, presencia”, ¿cómo olvidar estos versos: estuvo el que escandalizó no sólo a “Yo quiero que el agua se quede sin caulos españoles, sino a todos los que ama- ce./ Yo quiero que el viento se quede mos la obra del español. Dijo Borges sin valles./ Quiero que la noche se queque García Lorca era sólo un poeta me- de sin ojos/ y mi corazón sin la flor del nor al que le había favorecido su muer- oro”? Es insuperable y está extraordinate trágica. Lo he dicho en otras ocasio- riamente vivo. Es un poeta vivo y vital, lleno de vernes: en las opiniones literarias no hay que dejarse impresionar ni siquiera por dad y deslumbramiento. Sus primeras Borges, quien tenía ciertos prejuicios composiciones (las del Libro de poey fijaciones que solían nublar su inteli- mas y Poema del cante jondo) nos gencia. García Lorca es un poeta mayor, llevan a un mundo donde el lenguaje uno de los más grandes poetas de nues- popular y las imágenes de la tierra nos tro idioma. En sus obras dramáticas es transportan a la España profunda. Vaya también un poeta. Su mayor aportación el siguiente dato muy ilustrativo. En es haber conseguido que lo popular se 2001 se publicó en España la antolointegrara a lo culto en un ensamble per- gía 50 poemas del milenio, cuya cafecto. Es falso que sus andaluces sean racterística es que fueron los lectores de pandereta, como dijo también Bor- quienes votaron por sus poemas prefeges con gran injusticia y malignidad. ridos para ser incluidos en dicha muesGarcía Lorca es siempre un poeta lí- tra. Entre ese medio centenar de poerico, incluso en su tragedia Bodas de m a s e m b l e m á t i c o s , l o s l e c t o r e s sangre. Es poeta incluso en sus magis- situaron en cuarto sitio, sólo después trales conferencias, y hasta en sus entre- de poemas de Pablo Neruda y Miguel vistas solía serlo.“La poesía es algo que Hernández, el poema “Gacela de la teanda por las calles”, dijo en una entrevis- rrible presencia”, de García Lorca, perteta. Y nadie mejor que él lo sabía. Alguien neciente a su libro Diván del Tamarit. lo llamó “mago de la palabra”. Eso era y También eligieron, en el lugar 23, “La eso es: un mago de la palabra. aurora”, de Poeta en Nueva York. Quien En su Romancero gitano hay ciertos desee seguir leyendo libracos de Jojo poemas inolvidables: “Romance de Moyes y ese tipo de cosas, muy su gusto, la luna, luna”,“Preciosa y el aire”,“Roman- pero esto no le quita que se esté perce sonámbulo”, “La casada infiel”, “Ro- diendo de algo extraordinario: el lenmance de la pena negra”, “Muerte de guaje concentrado y mágico de la poeAntoñito el Camborio”, “Romance del sía de García Lorca •
Morelia 14 (i de iii)
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SCRITAS CUANDO HAN TRANSCURRIDO las cinco primeras jornadas de la décimo cuarta edición del Festival Internacional de Cine de Morelia (ficm 14), las siguientes líneas son un registro a vuelapluma acerca de un puñado apenas entre lo mucho que ha podido verse en éste, que sigue siendo el mejor festival cinematográfico celebrado en México.
El dato intangiblE Batallas íntimas (2016), largometraje documental de Lucía Gajá, es un filme del que uno desearía su inexistencia o, mejor dicho, que no fuese necesario y ni siquiera posible realizarlo, pues eso significaría que su materia de trabajo no es una realidad patente, vigente y dolorosa como pocas. Significaría que la violencia sufrida por millones de mujeres, de tantos y terribles modos victimizadas por aquella persona que en algún momento eligieron como pareja de vida, no es la pandemia que las estadísticas de la Unesco y otras organizaciones denuncian con visibilidad cada vez mayor pero de cualquier manera nunca suficiente, y precisamente “visibilidad” es una de las palabras clave en la concepción de Batallas íntimas: si el dato estadístico sobrecoge, los casos concretos horrorizan, y Gajá concentra la atención en cinco, que haciendo tabla rasa de las enormes diferencias socioeconómicas y culturales entre uno y otro, se reparten en varias latitudes: México, Estados Unidos, Finlandia, India y España, lo que da pauta al segundo concepto clave del documental: una universalidad que, por tratarse del tema que se trata, sacude la conciencia de cualquiera que no haya suplantado la suya por la indolencia. Minucioso para reforzar la tangibilidad del dato, el filme completa las cinco historias de violencia intrafamiliar del hombre contra la mujer en todas sus fases, contándolas e intercalándolas desde una perspectiva epilogal que, al mismo tiempo, constituye un prólogo deseable: las cinco mujeres han pasado ya la etapa infame del proceso –en narración directa, tanto por ellas mismas como por otros involucrados en sus historias, en algún caso incluyendo al agresor–, y ahora trabajan unas en su propia rehabilitación/recuperación/resignificación de la dignidad y el respeto que les fue arrebatado, mientras otras amplían esa esfera volcándola en forma de apoyo a otras mujeres en situación similar, en plena labor social. Si puede hablarse de filmes pertinentes o necesarios, apúntese Batallas íntimas en esa lista.
El rostro dE la lEy Por una vía contigua a Batallas íntimas transitan el tema y el espíritu que anima
Lucía Gajá
a otro documental, titulado Lantouri, producido este mismo año, dirigido por Reza Dormishian y del que deben ser consideradas al menos tres particularidades para que sea comprendido a cabalidad: la película es iraní, la dirige una mujer de esa misma nacionalidad y aborda simultáneamente el maltrato del que son víctimas las mujeres, así como algunas particularidades propias del sistema judicial iraní. Con toda seguridad, lo que Lantouri expone sería muy diferente si ocurriese en cualquier país del conocido como mundo occidental, pero al tratarse de Irán, donde rige un cuerpo de leyes supeditado al Corán, la realidad acaba siendo muy distinta. El caso que aborda Lantouri es el de una mujer a la que un hombre que conocía la acosaba con pretensiones de ser su pareja, sujeto que al ser rechazado por enésima ocasión decide arrojarle ácido en el rostro a la mujer, dejándola ciega, desfigurada y con el alma y la vida hecha pedazos, lo cual se antoja definitivamente imperdonable, y van las cursivas en esta última palabra para indicar hacia dónde se dirige el documental: en el derecho musulmán iraní aplica la ley conocida en otras partes como “del talión”, según la cual se paga ojo por ojo y diente por diente, en virtud de lo cual la mujer agredida tiene el derecho de que su resarcimiento incluya la desfiguración del rostro y la ceguera de su victimario, provocadas igualmente por la aplicación de un ácido en la piel. Terrible vuelta de tuerca es que, al momento de ser agredida, la mujer era una activa promotora de cambios legislativos que eliminaran ésa que lo mismo fuera que dentro del mundo islámico muchos consideran una ley bárbara y anacrónica. Además de este par de largometrajes documentales, en el ficm14 pudieron verse otros de idéntica buena factura y densidad narrativa y temática, entre los que destacan El buen cristiano, de Miriam Rachel, Tempestad, de Tatiana Huezo, Los niños de la Cruz, de Jaime Villa y Resurrección, de Eugenio Polgovsky • (Continuará.)
CINEXCUSAS
García Lorca, ayer y hoy
JORNADA DE POESÍA
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ENSAYO
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la tEcnología pErmitE Espiar más allá dE la atmósfEra
Juno y jadE: la revelación de los secretos de Júpiter Norma Ávila Jiménez
E
ra tangible la emoción de los doctores Irene Cruz-González, Luis Salas y Elfego Ruiz, investigadores del Instituto de Astronomía de la unam , al momento de observar en el monitor de la computadora cómo chocaba el fragmento g del resquebrajado cometa Shoemaker-Levy número 9 contra Júpiter, lo que ocasionó una mancha oscura de más de 12 kilómetros de diámetro en la superficie del planeta. Era el 18 de julio de 1994 en el Observatorio Astronómico Nacional ubicado en la Sierra de San Pedro Mártir, Baja California. En México y en diversos puntos de la Tierra, los astrónomos no quitaron la vista de ese gigante gaseoso que fue impactado por los veintitrés fragmentos del citado hielo seco con cauda. Veintidós años después, de nuevo se ha vuelto la vista hacia Júpiter, que ha vuelto a seducir tal como lo hizo el rey de los dioses romano al enamorar a Juno, su hermana-esposa, entre otras mujeres.
Detrás del velo de nubes La mitología romana relata que Júpiter se ocultaba detrás de un nublado velo cuando hacía algo indebido pero Juno era capaz de descubrirlo. Eso puede extrapolarse a la misión de la nave no tripulada que lleva el nombre de esa diosa: enviada por la nasa en colaboración con el Laboratorio de Propulsión dependiente del Instituto Tecnológico de California (Caltech, su acrónimo), salió de la Tierra en agosto de 2011 con el objetivo de revelar los secretos de ese planeta debajo de su espesa capa de nubes de hidrógeno. Siguiendo su particular órbita, que va de polo a polo, y con ayuda de uno de sus instrumentos, el Radiómetro de Microondas, entre otras investigaciones, Juno podrá determinar la abundancia de agua así como un posible núcleo sólido, lo que permitirá a los científicos entender el origen de Júpiter. Como se subraya en la página web de la nasa dedicada a esta misión, “la historia de este planeta gigante es la historia del Sistema Solar”.
Auroras boreales jovianas Parecía humo verde saliendo de una gran chimenea sobre un fondo azul con pinceladas rosas. Era la imagen de una aurora boreal en Alaska, publicada recientemente por el Observatorio Chandra como la foto espectacular del día y que fue motivo de muchos retuits. Si esa imagen capturó la atención, seguramente lo harán las que enviará Juno de las auroras boreales que continuamente iluminan Júpiter. Son originadas en las profundidades de su atmósfera, donde la presión es tan elevada que comprime el abundante hidrógeno hasta hacerlo pasar de su estado gaseoso a un fluido metálico que actúa como un conductor eléctrico. Varios investigadores creen que es la fuerza generadora de su intenso campo magnético (campo de fuerza generado como consecuencia del movimiento de cargas eléctricas) equivalente a 20 mil veces el de la Tierra. Al igual que un imán, Júpiter tiene líneas de campo magnético invisibles a nuestros ojos, que salen por uno de los polos del planeta hasta llegar al otro y, sumado a que éste gira sobre su eje en diez horas, se generan campos eléctricos muy intensos. Cuando el Sol o Io –uno de sus satélites gigantes en constante actividad volcánica– expulsan partículas ionizadas (átomos cargados eléctricamente), pasan cerca del planeta y son atrapadas, siguen las líneas de campo magnético hasta los polos, donde son aceleradas, chocan y excitan a los átomos de la atmósfera joviana, explica el doctor Luis Xavier González, investigador del Instituto de Geofísica de la unam . Eso se debe, señala, a que durante esa interacción se genera transferencia de energía, provocando que a los electrones les cambie su estado base y queden excitados. Para regresar a ese estado base emiten fotones (partículas de luz) en frecuencias determinadas, por ejemplo, si se excitó una partícula de nitrógeno, emitirá tonos azules, para el oxígeno corresponden los colores verdes y amarillos, y el violeta es generado por
las emisiones de helio. El colorido de las auroras boreales es inevitable. También se generan auroras por “intercambio de carga”: las partículas ionizadas que fueron atrapadas y aceleradas pierden y ganan más electrones conforme ingresan a la atmósfera del planeta y emiten en rayos x . Para estudiar ese fenómeno, Juno esta equipada con el instrumento Experimento de Distribución de las Auroras Jovianas ( jade , por sus siglas en inglés), que además de ayudar a crear un mapa tridimensional de la magnetósfera del planeta, se dirigirá a “entender las similitudes y diferencias entre las auroras en la Tierra y Júpiter, para conocer el proceso en detalle –qué partículas están involucradas y por qué–, por primera vez”, subraya el líder del equipo que trabaja con jade , Phil Valek, en la página web de la misión. jade podrá observar el espectáculo de luces a distancias tan cortas como 50 kilómetros –hay que tomar en cuenta que estos cuadros fauvistas pueden extenderse por decenas de miles de kilómetros en los polos–, lo que ofrecerá mucho detalle. Asimismo, registrará las partículas que, en forma de espiral, entran y salen de los polos jupiterianos, arrastrados por el campo magnético de este planeta.
El chorro de leche Si un visitante del Museo del Prado se topa con la pintura de Rubens que relata el nacimiento de la Vía Láctea o galaxia, según la mitología romana, es muy probable que se detenga un buen rato. Es muy placentero observar el chorro de leche que sale del pecho de la diosa Juno en el momento en que deja de amamantar a Hércules niño, para dar lugar a la formación de ese camino de estrellas que puede verse en noches oscuras. El dios Júpiter la observa sentado en segundo plano. Así ocurrirá cuando la nave-sonda Juno empiece a revelar lo desconocido del gigante gaseoso, que no tendrá otro remedio que dejar que sus intimidades se den a conocer en la Tierra •
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