■ Suplemento Cultural de La Jornada ■ Domingo 30 de noviembre de 2014 ■ Núm. 1030 ■ Directora General: Carmen Lira Saade ■ Director Fundador: Carlos Payán Velver
Halldór
Laxness un Premio Nobel islandés Ángela RomeRo-Ástvaldsson
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Clamor por Camille Claudel, esther andradi • PatriCk modiano: esas pequeñas cosas, Jorge gudiño • edmundo Valadés y la minificción, Queta naVagómez • Seis minificciones, edmundo Valadés
30 de noviembre de 2014 • Número 1030 • Jornada Semanal
bazar de asombros Hugo Gutiérrez Vega Nació en Islandia en 1902, cuando tenía siete de edad creyó que moriría a los diecisiete, y a esa misma edad publicó la primera de sus quince novelas; en 1955 recibió el Premio Nobel de Literatura y murió en 1998, a sus muy longevos noventa y cinco. Su nombre es Halldór Laxness y en la década reciente ha sido revalorado en Europa y Estados Unidos, mientras en el mundo de habla hispana sigue siendo muy poco conocido –salvo excepciones notables como Juan Rulfo, quien muchas veces afirmó que la novela “Gente independiente constituyó una influencia decisiva en su escritura”. De Laxness es la semblanza que Ángela Romero-Ástvaldsson escribe, y de la espléndida Gente independiente los dos fragmentos que ofrecemos a nuestros lectores. Completa el número un artículo sobre Patrick Modiano, el más reciente Nobel de Literatura, otro sobre Camille Claudel a ciento cincuenta años de su nacimiento, y uno más sobre Edmundo Valadés y la minificción, acompañado de seis minicuentos del célebre autor y editor, de quien se conmemoran veinte años de su muerte.
NOTAS SOBRE LA HISTORIA DE LA PRENSA (viii y último)
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n la sociedad burguesa, la prensa revolucio naria, al igual que la que busca conservar su independencia, se encuentra en una situación de desventaja frente a los órganos periodísticos de carácter comercial. Esta desventaja no se deriva necesariamente de las formas de represión que el aparato político instrumenta en su contra; se une a las formas de control de la opinión, las actitudes y los criterios que el sistema posee y ejercita con efi cacia creciente. No hay que olvidar que toda la com pleja maquinaria de la publicidad comercial tiene un claro contenido ideológico y que, entre la prensa burguesa, las oligarquías económicas y los poderes políticos, se firma cotidianamente un pacto tácito, merced al cual las pugnas entre los grupos pueden darse siempre y cuando no rebasen los límites del juego permitido y no pongan en peligro la estabili dad del sistema. Antes de seguir adelante conviene detenernos un poco en el análisis de las grandes empresas tras nacionales que controlan la información en el mun do. Por razones de método, creo que es necesario hacer hincapié en el hecho de que la mayor parte de los periódicos contemporáneos están organizados como empresas mercantiles, que tienden a supe ditar las tareas intelectuales a los aspectos estric tamente financieros. Esta idea general no excluye, de ninguna manera, los aspectos ideológicos y de línea política del periódico. Es indudable que al constituirse como organizaciones mercantiles, los periódicos adquieren un peculiar compromiso ideo lógico con el sistema capitalista. Estas empresas mercantiles, cuya materia prima es la noticia, están
inscritas en la complicada maquinaria de una indus tria trasnacional de tipo monopolístico, cuyos po deres y controles aumentan constantemente. Me refiero a las grandes agencias internacionales de noticias. En su ya citado libro, dice Vázquez Montal bán que “en los últimos años del periodismo doctri nario que, de una manera clandestina, fue un ele mento determinante para el triunfo de la burguesía sobre los poderes absolutistas”, y en los primeros años del periodismo informativo, concebido como instrumento del colonialismo que se apoderaba de todos los rincones del mundo subdesarrollado y sos tenía una política de generalización del comercio, nacieron las agencias internacionales de noticias como instrumento al servicio de las principales po tencias colonialistas. Estas agencias profesan la mentalidad y practican las técnicas del llamado pe riodismo influyente, que se usa como instrumento de orientación mental de la sociedad y busca la uni formación de los comportamientos con base en los modelos propuestos por las grandes compañías tras nacionales, y en la noción de bien común impuesta por los imperialismos políticos. Las agencias nacie ron en el momento en que los comerciantes consi deraban que la prensa debía defender a la burguesía ante los primeros ataques del proletariado socialis ta. Desde sus orígenes mantuvieron el principio de la unidad entre la prensa conservadora y la liberal en torno a la defensa de una concepción del Estado basada en la continuidad de los mismos usos econó micos, y en las relaciones capitalistas entre los fac tores de la producción
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Verano e invierno en Ricardo Bada
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n la Alemania guillermina, la del káiser, los campamentos de instrucción de las tropas coloniales que serían enviadas a África se instalaban cerca de Bonn, en verano, para que se fueran aclimatando. Lo que plantea la pregunta acerca de los veranos alemanes, pregunta que a su vez remite a otra: ¿cómo olvidar esta epifanía de las Crónicas marcianas, de Ray Bradbury?: “Un minuto antes era invierno en Ohio.” Pues bien: durante muchos años, cuando los amigos me llamaban desde España, México, Argentina, y me preguntaban qué tal verano hacía en Alemania, jamás resistí la tentación de parafrasear a Bradbury: “Un minuto antes era invierno acá: y un minuto después también.” Los sesenta segundos en medio habían sido el verano alemán. No andaba yo muy lejos de aquella sarcástica observación de Heine, según la cual el verano en Hamburgo es un invierno vestido de verde. Sólo que entretanto la capacidad mutante del ser humano ha sido puesta a prueba de nuevo, esta vez por el llamado “efecto invernadero”. Y al respecto siempre recuerdo algo que dice Ortega y Gasset en su prólogo a Veinte años de caza mayor: “El sagacísimo padre Teilhard ha podido dar, como uno de los atributos meramente zoológicos que diferencian al hombre de los demás animales, su casi ubicuidad planetaria. Hay hombres en el trópico y en los círculos polares, a 4 mil metros de altitud (Bolivia) y bajo el nivel del mar (Holanda).” En suma, sus genes lo capacitan para sobrevivir de cualquier modo en este mundo cada vez menos ancho y más Cnn . Me vienen a la memoria mis primeras ferias del libro de Fráncfort del Meno, donde acudí desde 1970 hasta 2002, y en esa rememoración se me hace claro que, durante casi quince años, todos íbamos allá pertrechados con abrigos, bufandas, guantes, paraguas y el resto de la parafernalia inventada por el género humano para defenderse del frío, las nevadas y la lluvia. Parecíamos momias ambulantes. Pero un buen día de octubre, a mediados de los años ochenta, mientras empezaba a hacer el equipaje para Fráncfort, de repente me di cuenta de que no necesitaba ni abrigo ni bufanda ni guantes, ni qué decir el paraguas. Durante las últimas ediciones de la feria hubiésemos podido viajar a la ciudad natal de Goethe vistiendo no más que pantalones y guayabera.
Balkonia
Adiós, pues, a ese invierno alemán que todavía en 1980 me había deparado el espectáculo inolvidable de un Mar del Norte pasmado, con las olas detenidas en su elíptica ascensión, casi como si quisieran testimoniar a posteriori en favor del Curzio Malaparte de una imperecedera página de Kaputt. Aquella donde describe un tropel de caballos aprisionado en el lago Ladoga por la congelación de sus aguas: Casi toda la artillería soviética del sector septentrional del istmo de Carelia, huyendo de la redada de los soldados finlandeses, se había dirigido hacia el Ladoga, con la esperanza de poder embarcar las piezas y los caballos poniéndolos a salvo al otro lado del lago. El tercer día un enorme incendio iluminó el bosque de Raikkola. Enloquecidos de terror, los caballos de la artillería soviética, en número de casi un millar, se arrojaron a la hoguera, rompiendo el asedio de las llamas y las ametralladoras. Muchos perecieron en el fuego, pero la inmensa mayoría alcanzó la orilla del lago y se echó al agua. El lago es poco profundo en aquel punto, apenas tiene dos metros, pero a un centenar de pasos de la orilla, el fondo se precipita en cortado. Reducidos a aquel breve espacio, entre el agua profunda y la muralla de fuego, los caballos se agruparon temblando de frío y miedo, con la cabeza erguida fuera del agua. Los más cercanos a la orilla, asaltados por las lenguas de las llamas, se encabritaban y se montaban sobre sus compañeros, intentando alejarse a patadas y mordiscos. En el furor de la refrie-
ga fueron sorprendidos por el hielo. De golpe, con su característico y vibrante sonido de cristal golpeado, se heló el agua. El mar, los lagos, los ríos, se hielan de repente, debido a la rotura, que sucede de un instante a otro, del equilibrio térmico. Al día siguiente, cuando las primeras patrullas llegaron a la orilla del lago, un horrendo y maravilloso espectáculo apareció ante sus ojos. El lago era como una inmensa lápida de mármol blanco, sobre la que parecían como colocadas centenares y centenares de cabezas de caballos. Daban la impresión de estar cortadas por el filo de una guillotina, pues eran tan sólo las cabezas las que emergían de la costra helada. Todas miraban hacia la orilla. En los ojos, abiertos, brillaba aún la blanca llama del terror.
Adiós, pues, a ese invierno alemán malapartino, pero también a los veranos que duraban nada más que sesenta segundos y parecían inviernos vestidos de verde. Los veranos alemanes se han vuelto tropicales: los de 1994 y 2003, además, tórridos. Y menos mal que los naturales del país siempre fueron heliófilos, adoradores del Sol con una devoción perruna... por más que los perros andaluces que asimismo me vienen a la memoria, cuando arreciaba el Padre Febo preferían acurrucarse al amparo de alguna refrescante sombra. Sea como fuere, hay una estadística que me ha dejado un tanto patidifuso, pensando yo como pensaba, y como suele pensar el común de los mortales, que los alemanes son los campeones mundiales del turismo. Y hasta puede que lo sean en términos relativos, es decir: ellos son los que más tiempo y dinero invierten en viajar al extranjero. Pero el país que más visitan durante los veranos, aquél que es el suyo predilecto por sobre todos los demás, es uno fragmentado en millones de parcelas de pocos metros cuadrados, generalmente orientadas hacia el sol poniente y protegidas por barandas metálicas u obra de mampostería: en otras palabras, los balcones de sus casas. Un vastísimo imperio al que se refieren irónicamente con el nombre de Balkonia. Ese sí que es su verdadero espacio vital, su Lebensraum. Y no deja de tener su lógica, porque el anagrama de Lebensraum no es otra cosa que el adjetivo “mensurable”. Como lo es un balcón. Sólo que Hitler no lo sabía
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Jorge Gudiño
Patrick
Modiano:esas pequ S
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iempre que se anuncia el Premio Nobel se desata la polémica. Ya sea porque no se lo dieron al favorito en las casas de apuestas, ya porque se considera que se lo otorgaron a un autor menor, ya porque es un desconocido para gran parte del público. En el primero de los casos, sólo queda sonreír con un poco de indulgencia. Los pronósticos y las apuestas en torno a este premio son muy diferentes a los relacionados con eventos deportivos. Es imposible conocer cuáles son los autores nominados. Los apostadores se dejan llevar por la popularidad o por la fama, no por datos duros que permitan predecir el desenlace. En otras palabras: apostar por el siguiente galardonado no es un ejercicio similar al de analizar las cualidades defensivas y ofensivas de un equipo o entusiasmarse por una jugada de último minuto. Se apoya a determinado autor sólo porque nos ha significado algo, porque nos ha cautivado su literatura, porque es de nuestro país o porque pertenece a nuestro universo lingüístico. Ganar este tipo de apuestas es más consecuencia de la suerte que de razones bien fundadas. De ahí la indulgencia. El segundo caso es más complicado. Sobre todo si se considera que no contamos con parámetros bien diseñados para discernir la calidad global de la obra de un autor cuando la enfrentamos con otra. La literatura no permite esos ejercicios. Decir que a es mejor que b y lanzar una larga perorata argumentativa es tan factible como sostener que b supera a a por razones bien fundadas. Así, descalificar al nuevo Premio Nobel sólo porque lo consideramos inferior a uno, dos o cuarenta escritores vivos, sólo habla de nuestra soberbia: sostenemos que nuestras lecturas son mejores que las de los otros, sin importar que esos otros sean miembros de una Academia. Y eso está bien: defender lo que creemos nos vuelve lectores más apasionados, pero no infalibles. Empecinarnos en ello nos hace testarudos. El tercer caso es el más significativo y también parte de una buena carga de soberbia. Sorprendernos porque le han otorgado el máximo galardón de las letras a alguien que no conocemos suena lógico. Sin embargo, más que una decepción debería ser un aliciente. Nadie lo ha leído todo y toparse con un autor desconocido siempre resulta agradable. Por supuesto, no todos los premiados nos gustan pero, aun así, bien vale la pena darles el beneficio de la duda. Lo que resulta más difícil de comprender es el denuesto automático. Es cierto, la Academia sueca no siempre ha
otorgado el galardón por razones literarias. La lista de los escritores faltantes es extensa y crece año con año. De ahí a lanzar insultos e imprecaciones contra los académicos hay un gran paso. La descalificación de quienes deciden es más un acto de afirmación de nuestro propio horizonte de lecturas que un planteamiento racional. A fin de cuentas, si no nos gusta el autor premiado, si no compartimos las razones de los otorgantes, nada más sencillo que hacer caso omiso del premio. El Premio Nobel a Patrick Modiano ha sido cuestionado desde muchas trincheras: incluso desde la que sostiene que es injusto que sea Francia el país que cuenta con más Premios Nobel de Literatura. También ha sido aplaudido. Y es justo por eso que bien vale la pena analizar lo que este autor nos ofrece con sus novelas. A la larga es posible que no termine convenciéndonos. No obstante, bien podría ser un buen punto de partida. No intento, pues, convencer a nadie, sólo compartir mi experiencia lectora de las novelas de Modiano. II Hay una suerte de máxima en el mundo de los lectores que defiende la idea de que, en realidad, los novelistas, a lo largo de su vida, sólo escriben una novela. Ya sea porque sus temáticas son recurrentes o porque les resulta imposible sustraerse de sus obsesiones. Así, cuando un lector se va adentrando en la obra de un escritor, puede identificar elementos que son comunes en cada uno de sus libros. Cuando esto sucede al lector le da por asumir alguna de las siguientes posturas: se siente especial porque ha conseguido desentrañar el misterio del autor o, al menos, puede participar del guiño que significa leerlo desde esta nueva perspectiva, es su cómplice; se siente defraudado porque, tras tanto esfuerzo, termina en el mismo sitio en el que empezó. Ambos son extremos de actitudes frente a la lectura. Mientras algunos gozan ante la posibilidad de conocer mejor al escritor, otros piensan que ha sido una pérdida de tiempo, que bastaba con leer el libro más acabado del autor para cubrir sus propias expectativas. Pero, ¿qué tan cierta es esa máxima? Intentar responder la pregunta sería reduccionista. Pese a ello, existen autores que, claramente, escriben como una forma de exorcizar sus propios demonios. Algunos incluso lo confiesan: es cierto, pese a los innumerables libros, sólo han
escrito una gran novela. Cada nuevo texto no es sino una variación o una ampliación al mismo tema. Patrick Modiano es uno de ellos. Al abrir cualquiera de sus libros, el lector encontrará elementos claros que los identifican. Más aún, frente a uno nuevo, antes siquiera de hojearlo o de iniciar los rituales que cada quien puede tener con el objeto previo a la lectura, ya sabe con qué se va a encontrar. Alguien podría argumentar que eso no tiene sentido. ¿Por qué querríamos leer algo con esas limitaciones? Al margen de todo lo que se puede decir a favor de la relectura, el asunto no estriba ahí. No es que sepamos exactamente qué dirá el libro o la historia que cuenta. Sabemos otras cosas. La primera de ellas es el contexto. Aunque no vivió en esa época, Modiano gusta de ambientar sus novelas en el período de la ocupación alemana en Francia, y ese es un gancho efectivo. En realidad, no busca narrar la guerra sino utilizar un cronotopo con características especiales. Nada más fuera de la normalidad que una ciudad tomada. En ella se debaten los habitantes que buscan continuar con sus vidas de una u otra forma, con el hecho ineluctable de que éstas han cambiado para siempre. Los valores que regían la cotidianidad se han trastocado por completo y, pese a ello, siguen existiendo asideros, vínculos, relaciones, costumbres, personas que los atan a lo que han sido hasta ese momento. Tal vez sea porque habitan este lugar apartado de lo normal, y que, al mismo tiempo, intenta regresar a lo conocido, que Modiano eligió este contexto al margen de toda la carga de significados que le representa. No por nada en algunos de sus libros se dejan ver visos autobiográficos y familiares. Además, profundizar en la vida de los personajes en un estado de excepción tan absoluto, permite narrar la ocupación no desde el lado de las tropas, sino del de las personas. Es una forma alternativa de narrar la guerra, de permitirnos entrar a un mundo en el que las vivencias han sido trastocadas. De ahí el enorme peso de la nostalgia. Ésta no se basa en los grandes cambios, sino apenas en pequeñas cosas, en el recuerdo de lo que fue antes, de lo que pudo haber sido. De ahí que sea posible empatizar con lo narrado. Aun cuando el lector no haya vivido algo semejante, nuestra postura frente a la nostalgia es similar a la de todos aquellos que han perdido algo. Nosotros mismos siempre tenemos algo que extrañar. El segundo elemento es la búsqueda. Los personajes, pese a estar armados con maestría, resultan incompletos. Fotos: Editorial Anagrama
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Al menos en lo que respecta a sí mismos. Entonces buscan. Y lo hacen con pesar, como si estuvieran convencidos de la inutilidad de su búsqueda, quizá a sabiendas de que no van a toparse nunca con aquello que intentan recuperar. Estas búsquedas no siempre se remiten al mismo objeto. A veces es una persona. El padre desaparecido, un amor de antaño, incluso la propia identidad. Por eso también huyen. Entonces se van amarrando los conceptos. Buscar a alguien no es sencillo, hacer pesquisas para descubrir quién es uno mismo, mucho menos. Si a ello se le añade el contexto, resulta que los personajes se van perdiendo en un mundo incapaz de darles respuestas . Tan es así que el lec-
tor tampoco va a acceder a ellas. A diferencia de muchas tendencias literarias que buscan explicarlo todo, la literatura de Modiano es de las que siembra dudas y no siempre las resuelve. Desde cierta perspectiva, sería injusto hacerlo si los personajes no lo consiguen. Más aún, en ocasiones ni siquiera nos es dado conocer las causas por las que un personaje determinado ha emprendido esa búsqueda. Asumimos que tiene sus razones, nos dejamos llevar por sus actos y, a la larga, vemos cómo se desvanecen sus esperanzas. En ese tenor, probablemente las novelas más efectistas de Modiano son aquéllas en las que el protagonista es-
ueñas cosas
pecula sobre su pasado. La consabida pregunta de ¿qué hubiera pasado si…?, da pie a un rescate de lo vivido. Los recuerdos se remiten a décadas atrás en las que, por ejemplo, un hombre mantenía una relación con una mujer. Algo insignificante hizo que se conocieran, algo sin explicación hizo que se separaran. Esas pequeñas cosas son el pretexto para narrar una historia que, desde el principio, se sabe terminada y, aun así, consigue atraparnos. Es como si, mientras leemos las novelas de Modiano, nos contagiáramos no sólo por la nostalgia por el amor perdido, sino por esa otra nostalgia, mucho más profunda, del hombre viejo que recuerda a su primera novia. No es lo mismo recordarla al cabo de unos pocos meses que tras una vida entera. El recuerdo se vuelve, entonces, mucho más denso, tan tangible que nos lastra el ánimo y nos arrebata buena parte de lo vivido hasta entonces. La fórmula no es nada sencilla, si es que existe. Modiano tiene una capacidad contundente para atrapar a sus lectores, para envolverlos en una nube de desasosiego que no puede sino neutralizarlos en sus sillones de lectura. Ahí, tendrán que ser testigos de cómo detalles minúsculos son los que alteran y trastocan la vida de unos personajes inmersos en sus propias prisiones. En medio de un caudal de dudas, el lector siente la necesidad de intervenir para evitar o conseguir que algo más pase. No lo consigue. III Cuando nos aventuramos en las novelas de Patrick Modiano ya sabemos lo que nos sucederá. Sin importar la trama, la ambientación, el personaje en turno o el conflicto en sus novelas, terminamos la lectura con la sensación de que somos nosotros quienes hemos perdido algo irrecuperable que sigue rondándonos mucho después de que cerramos el libro. Algo que es dulce y violento. Algo que es insignificante pero que ha sido capaz de cambiarnos la vida por completo. Será hasta que nos volvamos a descubrir a nosotros mismos que seremos capaces de liberarnos del desasosiego salido de sus páginas. Insisto: no existen parámetros duros para definir cuando un libro es bueno o malo. Mucho menos si buscamos compararlo con otros. Pese a ello, cuando las novelas de un autor son capaces de modificar el estado de ánimo de los lectores, se puede asegurar que han cumplido su cometido. Un cometido que suena cruel por momentos, pero que es la respuesta a las propias obsesiones del autor. Es probable que existan escritores que desempeñen su oficio pensando en obtener premios; que sueñen, mientras acumulan palabras y oraciones, en conseguir ser galardonados por el premio máximo. Dudo que algún día lo logren. Ser premiado, reconocido o alabado por los lectores no es una cuestión de entrenamiento. Por el contrario, obedece más a ser fieles al propio estilo. Y éste se basa, en muchos de los casos, en dar rienda suelta a lo que se siente, en participar en una batalla campal contra los demonios que abruman al autor. Modiano lo hace, y en su intento tantas veces repetido, consigue contagiar al público. Al margen de cualquier parámetro, cuando un escritor consigue desplazar el significado de las palabras al estadio más profundo de la significancia, cuando consigue que el lector se contagie de ese estadio, entonces bien vale la pena considerarlo para un premio. Habrá polémica, es cierto. Durará unos cuantos meses y, quizá, se haya olvidado para cuando den el siguiente galardón. Mientras tanto, uno se puede dejar llevar por sus novelas. Creo que, en verdad, son merecedoras de un premio como el Nobel
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EdmundoValadés y la minificción
Queta Navagómez
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México y la minificción deben mucho al maestro Valadés, que logró que este tipo de cuentos tuviera un auge extraordinario a partir de su difusión y la motivación permanente para crearlos.
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onsiderada como creación menor, híbrido, o cruce entre el relato y el poema, la minificción no tenía un nombre específico. Conocida también como minicuento, microcuento, cuentito, cuento ins tantáneo, revés de ingenio,cuento rápido, cuento en miniatura, síntesis imaginativa, ardid narrativo, ambage, revolera, artificio narrativo, artilugio prosístico, golpe de gracia o trallazo humorístico, tuvo auge a partir de que el maestro Edmundo Valadés, por medio de El Cuento, Revista de Imaginación, la colocara en primer plano, dándola a conocer a fondo en América Latina y difundiéndola hasta lograr su profusión y hacer que captara el interés de grandes escritores latinoamericanos que la enriquecieron, para convertirla en la expresión literaria del siglo xx. La revista El Cuento surge en 1939 debido al interés de Edmundo Valadés y Horacio Quiñones, que desean crear una revista donde puedan publicarse cuentos de todo el mundo. Logran publicarla cuando convencen a don Regino Hernández Llergo para que corra con los gastos. Aparecen sólo cinco números en los que Horacio Quiñones se encarga de traducir los cuentos que toman a su vez de la revista Squire. Por cuestiones económicas y de escasez de papel se suspende su publicación, pero el sueño sigue vivo en la mente de Valadés. Es hasta mayo de 1964 que logra publicarla de nuevo, ahora con el apoyo económico del librero Andrés Zaplana. En ella aparece Valadés como direc tor y en el Consejo Editorial está Andrés Zaplana; en el Consejo de Redacción quedan Gastón García Cantú, Henrique González Casanova y Juan Rulfo. Como gerente figura Bertha a . de Valadés y como director artístico Federico Carlos Muciño. “La revista que tiene usted en sus manos, lector, es prolongación de la que, con el mismo nombre, se publicó por primera vez hace más de veinte años, con un éxito que sólo pudo truncar la escasez de papel que produjo la Segunda Guerra Mundial. Los mismos propósitos que animaron a los primeros editores de EL CUENTO –Horacio Quiñones y Edmundo Valadés–, son los que nos impulsan ahora para reanudar la publicación de una revista única en su tipo y más necesaria ante cierta abundancia de literatura morbosa, vulgar e insubstancial: ofrecer mensualmente una selección de cuentos cortos cuya lectura signifique, además de un viaje fascinante por el mundo de la imaginación creadora, una posibilidad amena de familiarizar a grandes núcleos de lectores con la mejor literatura”, puede leerse en ese primer número. Es importante recalcar que en esta nueva etapa la revista incluye cuentos brevísimos que el maestro Valadés
extrae de cuentos más extensos, sobre todo orientales. Debido al interés que estas minificciones despiertan en los lectores, en abril de 1969 la revista lanza una convocatoria para un concurso en que se piden minificciones con una extensión de una línea hasta máximo una cuartilla, ofreciendo mil pesos de aquellos tiempos al ganador. Como resultado se recibe una avalancha de participaciones de países latinoamericanos, sobre todo de Argentina, Uruguay, Brasil, Venezuela y México. La ganadora del concurso es la mexicana Mariana Frenk con el cuento “Cosas de la vida”. A partir de entonces, el concurso de cuento brevísimo se vuelve permanente y la revista tiene que crear un espacio para las minificciones que se reciben en cada número. Otra cuestión importante es que para satisfacer la necesidad de los concursantes que desean saber si aciertan o no al escribir minificciones, Valadés incorpora a la revista la sección “Correo del concurso”, en la que se da a la tarea de criticar cada envío, marcando al autor errores y virtudes de sus historias y escoge las mejores para publicarlas. De esta forma, el maestro Valadés, sin tener esa intención, crea un taller literario dentro de la revista.
Foto: Paulina Lavista
Siguiendo este ejemplo, las revistas sudamericanas como Marcha, en Montevideo, y Humor y Juegos, en Argentina, lanzan también convocatorias a concursos de cuentos breves. En Colombia se crea Ekuóreo y en Argentina surge Puro Cuento, dedicadas al cuento breve. Por todo este apogeo de la minificción, el maestro Valadés se ve en la necesidad de definir sus características, dejando claro que no debe exceder los diecisiete renglones o tres cuartos de cuartilla. En ella, las situaciones deben ser tramadas con malicia y contener historias vertiginosas que desemboquen en un golpe de ingenio. En la minificción las temáticas más frecuentes son la contraposición a historias conocidas, incidentes o personajes famosos, prolongaciones del juego sueño-realidad, creación de seres fabulosos o incursión en dimensiones donde se violentan todas las reglas de lo posible. México y la minificción deben mucho al maestro Valadés, que logró que este tipo de cuentos tuviera un auge extraordinario a partir de su difusión y la motivación permanente para crearlos. La figura de Edmundo Valadés crece a medida que conocemos su esfuerzo por dar a conocer y motivar su creación en Latinoamerica. Muy a su manera, la define así: “La minificción es la gracia de la literatura.”
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Seisminificciones Edmundo Valadés que ya presentíamos a través de intensas miradas, lo que nos habían expresado implorantes estrechamientos de manos, con temblor de palabras alucinadas y nerviosas, en un despertar indolente, imprevisto, y ya fiebre ardorosa, urgente llamado mutuo que se nos salía por los poros. La atraje hacia mí, la enlacé, ávido de su boca, de sus labios, y nos besamos en irresistible entrega, en cesión total al beso que derrumba la vergüenza y germina el deseo original y avasallador, embargado de felices calosfríos. Ella era en mi abrazo un rumor palpitante de carne, rendida, dócil, cálida, que yo extenuaba en amoroso y tenaz apretón de todo mi ser y capaz de anticiparme el prodigio de una posesión que abarcaba, con su sexo, a toda ella, a su invariable enigma de mujer, a sus más recónditos misterios y entrañas, a ese mundo sorprendente y tibio que era ya mi universo, a sus voces íntimas, a su vida entera, a su alma, a su pasado, a su niñez, a sus sueños de virgen, a su carne en flor, a sus pensamientos, en delicioso afán de apropiármela íntegra y fundirla a mi cuerpo y a mi vida para siempre.
eL fin
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e pronto, como predestinado por una fuerza invisible, el carro respondió a otra intención, enfilado hacia imprevisible destino, sin que mis inútiles esfuerzos lograran desviar la dirección para volver al rumbo que me había propuesto. Caminamos así, en la noche y el misterio, en el horror y la fatalidad, sin que yo pudiera hacer nada para oponerme. El otro ser paró el motor, allí en un sitio desolado. Alguien que no estaba antes, me apuntó desde el asiento posterior con el frío implacable de un arma. Y su voz definitiva, me sentenció: –¡Prepárate al fin de este cuento!
enigma Foto: Paulina Lavista, contraportada de la revista El Cuento
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n el sueño, fascinado por la pesadilla, me vi alzando el puñal sobre el objeto de mi crimen.
La incréduLa
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in mujer a mi costado y con la excitación de deseos acuciosos y perentorios, arribé a un sueño obseso. En él se me apareció una, dispuesta a la complacencia. Estaba tan pródigo, que me pasé en su compañía de la hora nona a la hora sexta, cuando el canto del gallo. Abrí luego los ojos, y ella misma a mi diestra, con sonrisa benévola, me incitó a que la tomara. Le expliqué, con sorprendida y agotada excusa, que ya lo había hecho. –Lo sé –respondió–, pero quiero estar cierta. Yo no hice caso a su reclamo y volví a dormirme, profundamente, para no caer en una tentación irregular y quizá ya innecesaria.
La marioneta
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de amor
l marionetista, ebrio, se tambalea mal sostenido por invisibles y precarios hilos. Sus ojos, en agonía alucinada, no atinan la esperanza de un soporte. Empujado o atraído por un caos de círculos y esguinces, trastabilla sobre el desorden de su camerino, eslabona angustias de inestabilidad, oscila hacia el vértigo de una inevitable caída. Y en última y frustrada resistencia, se despeña al fin como muñeco absurdo. La marioneta –un payaso en cuyo rostro de madera asoma, tras el guiño sonriente, una nostalgia infinita– ha observado el drama de quien le da transitoria y ajena locomoción. Sus ojos parecen concebir lágrimas concretas, incapaz de ceder al marionetista la trama de los hilos con los cuales él adquiere movimiento.
…Y
Sueño
me volví hacia ella, con una emoción infinita, bienhechora. Supe diáfanamente cómo me gustaba con esa su sedante ternura, con esa su suave y tranquila actitud y cómo en sus ojos y en sus labios, en la expresión de su rostro tomaba forma lo más deseado para mí en el mundo. Ella estaba compartiendo lo que empezaba a suceder, lo
S
entada ante mí con las piernas entreabiertas, columbro la vía para cumplir mi sueño de cosmonauta: arribar a Venus
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HalldórLax
un Pre
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Halldór Laxness en 1955 al recibir el Premio Nobel
slandia, esa isla localizada en un recodo del mundo, con una población de 330 mil habitantes y una superficie de 103 mil km², es una gran desconocida en términos generales, incluso para la propia Europa. Pocos saben, de hecho, que cuenta con un Premio Nobel de Literatura. Circunstancia que, por otra parte, no debería resultar sorprendente en un país eminentemente literario desde sus orígenes, a finales del siglo ix , y que tuvo en la Edad Media su época dorada. Igualmente ignorado, por ende, es el nombre del galardonado con el reconocimiento más excelso de las letras, Halldór Laxness (Reykjavík, 19021998), o “Halldór, el de la península de los salmones”, que es lo que significa “Laxness”, apellido que adoptó en honor a la granja situada a las afueras de Reykjavík en la que pasó su infancia (una rareza, pues los apellidos al estilo occidental apenas existen en islandés, sino como patronímicos o, más recientemente, como matronímicos, o sea, confeccionados a partir del nombre del padre o de la madre; en su caso, el suyo por nacimiento era Guojónsson), y que recibió en 1955, antecedido por Ernest Hemingway, por el “poder vívido y épico que ha renovado la narrativa islandesa”, argumentó el comité sueco a la hora de concedérselo. No habría nada irreparable o reprochable en ese desconocimiento –al fin, no todo se puede saber–, como no sea que éste impidiera que los lectores accediesen a la obra de uno de los escritores mayores de la literatura islandesa, ya un clásico. El caso de Laxness es del escritor vocacional por excelencia. Un temprano arranque creativo que al escritor le gustaba signar en un hecho sobrenatural que le ocurrió a los siete años, cuando Cristo se le apareció sobre una roca en un brillante mediodía de primavera, para susurrarle que a los diecisiete años moriría, premonición que le hizo afrontar desde ese momento la vida con la escritura como único horizonte, dado el poco tiempo que le restaba. Afortunadamente, aquella negra profecía sería desdicha por una longeva existencia de noventa y cinco años, en la que desarrolló una prolífica carrera que comprende poesía, artículos periodísticos, obras de teatro, literatura de viajes, historias cortas y quince novelas. Con apenas catorce años publica su primer artículo en el diario nacional Morgunblaoio, y su primera novela, Hijos de la naturaleza, a los diecisiete, nacida en respuesta a aquella revelación infantil que le dejó marca indeleble, y en la que ya demuestra ser dueño de un estilo propio. De hecho, el propio autor la consideraba una suma de las
encorsetamientos. Las mayores influencias en su literatura incluyen a Freud, Nietszche, Strindberg y Proust. Viajero irredento, toda su vida lo persiguió el conflicto de ser islandés y un hombre de mundo, pero logró conciliarlo en sus novelas, en las que fue un innovador formal y temático al fundir magistralmente el estilo expresio-
Gente ind
(fragmento d Halldór Laxness
que escribiría en adelante: “Todos mis libros fueron una simple exposición de las conclusiones a las que yo había llegado en Hijos de la naturaleza.” Queda más que probada su precocidad creativa. Laxness fue un hombre vehemente y comprometido con su tiempo, lo que lo llevó a lo largo de su intensa vida a sufrir cambios ideológicos radicales que le hicieron pasar de luterano a católico, a agnóstico, a socialista en la década del treinta y cuarenta, a defensor de la Unión Soviética, hasta que se produjo la invasión de Hungría en 1956, desilusión que lo condujo a la práctica de un taoísmo moderado en la última etapa de su vida, ya presente en su novela El concierto de los peces (1957). Durante setenta años fue indiscutiblemente una de las figuras dominantes de las letras islandesas, y sigue siéndolo en gran medida. Feroz individualista y defensor de la propia originalidad, fue en sus comienzos duramente atacado por los puristas de la lengua islandesa, misma que él manejaba con un estilo único, libremente, sin complejos ni
Noche islandesa. Foto: hqwallbase.com
xness,
30 de noviembre de 2014 • Número 1030 • Jornada Semanal
emio Nobel islandés Ángela Romero-Ástvaldsson
nista y la lírica de las sagas islandesas, logrando componer un fresco de los cambios de su país, desde la independencia de Dinamarca (1 de diciembre de 1918), hasta la segunda mitad del siglo xx , en novelas como Salka Valka (1932), Luz del mundo (1940), La estación atómica (1948), en la que se narra la desmoralización que
dependiente
de novela)
produjo en el país la cesión de un terreno para la instalación de una base de la otan regentada por Estados Unidos, Paraíso reclamado (1960) o Bajo el glaciar (1968). Pero si hay una novela que refleja el carácter del pueblo islandés es Gente independiente (publicada en dos partes, en 1934 y 1935). Su personaje central, Bjartur de sigue
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F
n tiempos remotos, dicen las crónicas islandesas, hombres de las Islas Occidentales vinieron a vivir a este país y, cuando partieron, dejaron tras de sí cru ces, campanas y otros objetos utilizados en la práctica de la hechicería. De fuentes latinas pueden conocerse los nombres de los que zarparon de las Islas Occidentales, para venir aquí, en la primera época del Papado. Su diri gente era Kólumkilli el irlandés, un hechicero de amplia reputación. En esos días el suelo de Islandia tenía una gran fertilidad. Pero cuando los noruegos vinieron a es tablecerse aquí, los hechiceros occidentales se vieron obligados a huir del país, y los escritos antiguos dicen que Kólumkilli, decidido a vengarse, echó una maldición so bre los invasores, jurando que jamás prosperarían y otras cosas del mismo tenor, gran parte de lo cual, por lo que parece, se ha cumplido. Más tarde en la historia, los no ruegos de Islandia comenzaron a alejarse de sus verdade ras creencias y a adoptar las idolatrías de pueblos no afi nes a ellos. Y entonces se asentó el caos en la tierra; los dioses de los noruegos fueron escarnecidos y se introdu jeron nuevos dioses y santos, algunos de Oriente y otros de Occidente. Las crónicas nos dicen cómo se construyó en esa época una iglesia a Kólumbkilli en el valle donde más tarde se levantó la granja llamada Albogastaoir del Páramo. Ésta, en los tiempos antiguos, había sido la re sidencia de un caudillo. El gobernador Jón Reykdalín de Útirauosmyri reunió muchos datos acerca de este valle cenagoso después de que el edificio fue ampliamente destruido en las grandes apariciones espectrales del año 1750. El propio gobernador vio y oyó los distintos suce sos extraordinarios que ocurrieron aquí, como queda demostrado en su bien conocido Relato del Espíritu de Albogastaoir. Se escuchó al fantasma cantar en voz alta en la casa, desde mediados de worri*, hasta bien pasa da la Pascua de Pentecostés, en que la gente huyó; en dos ocasiones pronunció su nombre al oído del gobernador,
pero respondió a todas las demás preguntas con “ociosos versos latinos y desvergonzadas obscenidades”. De las muchas historias que se han narrado acerca de esta solitaria casa en su valle de páramos, la más notable es indudablemente una que data de mucho antes de la época del gobernador Jón, y puede que no esté fuera de lugar recordarla para satisfacción de las personas que no han viajado por los terrenos llanos situados junto al río, donde los siglos yacen lado a lado en senderos igualmen te invadidos por la maleza, recorridos por los caballos de tiempos pasados; o para la de los que puedan desear hacer una visita al antiguo solar de la colina enclavada en los marjales mientras recorren el valle. No puede haber sido más tarde que a fines del ministerio del obispo Guobran dur cuando cierta pareja arrendó Albogastaoir del Pára mo. El nombre del esposo no ha quedado registrado, pero la esposa se llamaba Gunnvör o Guovör y era una mujer de natural sumamente violento, con la reputación de ser ver sada en las ciencias ocultas y de poseer la capacidad de cambiar de forma. Su esposo, que parece haber sido el más cobarde de los seres, gozaba de muy poca libertad, ya que estaba por completo bajo el dominio de ella. Por de pron to no prosperaron mucho con su labor agrícola, y pocas, por cierto, eran las personas que tenían que les ayudaran. La leyenda dice que la mujer, debido a la pobreza en que vivían y a la abundante progenie, obligó a su marido a llevar a sus hijos al desierto y a dejarlos allí para que mu riesen. El hombre puso a algunos bajo rocas planas, en la montaña; sus gemidos pueden escucharse todavía en pri mavera, cuando la nieve comienza a fundirse. A otros los ató con piedras y los arrojó al lago, en donde sus lloros pueden oírse a la luz de la luna a mitad del invierno, espe cialmente durante una helada o una tormenta
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* En el calendario tradicional islandés, mes que comienza en la segunda mitad de enero.
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ENSAYO
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la Casa Estival, es un granjero cuya premisa vital es que un hombre independiente, soberano y verdaderamente libre, no es otro que aquel que es dueño de su propia tierra. Dicha premisa lo enfrenta a una lucha sobrehumana con el sistema y las fuerzas de la naturaleza, una empresa que lo lleva incluso a sacrificar a su propia familia por hacer valer sus ideales. La mezcla de lo épico y lo lírico, con vestigios de las sagas, da como resultado una prosa envolvente de gran hondura ética y estética. La novela tiene un fuerte componente de denuncia, pues cuestiona las pésimas condiciones de vida de los campe-
sinos islandeses sometidos al abuso y la indolencia de las clases gobernantes. En ese sentido, Bjartur, con su espíritu de resistencia, se alza como una metáfora del pueblo islandés, un pueblo pacífico y luchador que se ha visto obligado a lo largo de su historia a reponerse de innumerables catástrofes naturales, del aislamiento geográfico y político de Europa, a lograr su independencia, y a recuperar la confianza en sí mismos tras la atroz crisis financiera que hundió económicamente al país en octubre de 2008. No sería descabellado, por todo lo dicho, comparar Gente independiente con La montaña mágica,
Halldór Laxness
Gente independiente (fragmento ii de novela)
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enta, lentamente, el día de invierno abre su ojo boreal. Desde el momento en que da su primer parpadeo soñoliento, hasta el instante en que sus párpados plomizos han quedado completamente abiertos, no pasa solamente una hora tras otra. No, una era sigue a otra era a través de las inconmensurables extensiones de la mañana, un mundo sigue a otro como, en las visiones de un ciego, un realidad sigue a otra y desaparece… La luz se hace más intensa. Tan distante es el día de invierno en su propia mañana. Incluso su mañana es distante de sí misma. El primer leve resplandor del horizonte y la total luminosidad que hiere la ventana son como dos comienzos distintos, dos puntos de partida. Y puesto que incluso el alba esta mañana es distante, ¿qué será su noche? La mañana, el mediodía y la tarde están tan alejados entre sí como los países que soñamos con ver cuando seamos mayores. La noche es tan remota e irreal como la muerte, de la que se habló ayer al hijo más joven, como la muerte que arrebata a los chiquillos del brazo de las madres y hace que el sacerdote los entierre en el cementerio de la pedanía; como la muerte de la que nadie regresa, como en los cuentos de la abuela; como la muerte también nos llamará a nosotros cuando seamos tan viejos que hayamos vuelto a ser niños. –Entonces, ¿sólo mueren los chicos?–preguntó él. ¿Por qué lo preguntó? Porque ayer su padre se había dirigido a las fincas con el niñito que murió. Se lo llevó en una caja, sobre la espalda, para que lo enterraran el sacerdote y el alcalde. El cura abre un hoyo en el cementerio de la pedanía y entona una canción. –¿Y yo volveré a ser niño otra vez–preguntó el chiquillo de siete años. Y su madre, que le había cantado notables canciones y hablado de países extranjeros, respondió débilmente desde el lecho de enferma en que yacía: –Cuando uno se hace muy viejo, torna a ser como un chiquillo otra vez. –¿Y muere? –preguntó el niño. En su pecho se cortó una cuerda, una de esas delicadas cuerdas de la niñez que se rompen antes de que se haya tenido tiempo de advertir que son capaces de resonar. Y las cuerdas no suenan más. En adelante no son más que un recuerdo de días increíbles. –Todos morimos
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Foto: www.wikiwand.com
de Thomas Mann, pues ambos son textos poderosos y torrenciales que recrean conflictos esenciales del siglo xx : la resistencia a la modernidad, la nostalgia de lo telúrico y la vinculación a la tierra. Buena prueba de su relevancia es que Juan Rulfo haya reconocido en numerosas ocasiones que Gente independiente constituyó una influencia decisiva en su escritura. El redescubrimiento de Laxness en la última década en Europa y Estados Unidos se ha manifestado en numerosas ediciones de sus novelas, lo que confirma la vigencia de su escritura
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leer
Jornada Semanal • Número 1030 • 30 de octubre de 2014
Atlas de familias de angiospermas de México, Martha Martínez Gordillo (editora), unam , México, 2014.
El mapa nacional RicaRdo Guzmán WolffER
M
ientras se cuestiona el papel de instituciones de educación pública como las escuelas Normales o incluso al Instituto Politécnico Nacional, como muestra del papel fundamental de la investigación académica pública aparece este atlas de angiospermas, el grupo vegetal más importante sobre la tierra, por número de especies y por los alcances que tiene en todos los ecosistemas terrestres, amén de ser la base de la agricultura nacional, y de todas las latitudes: el maíz en Mesoamérica, el trigo en Europa o el arroz en oriente, por dar un ejemplo de las miles de especies incluidas en este grupo. Parte de la importancia de esa investigación es sistematizar el conocimiento y preservarlo para las próximas generaciones. Este Atlas... será material de consulta obligatorio para especialistas y legos, un trabajo editorial notable para México y en el resto de América Latina. Bajo las aportaciones de ocho expertos comandados por la editora, se describen estos fascinantes seres vegetales, entre los cuales hay muchas flores que vemos todos los días: orquídeas, rosas, y muchísimos más; sus frutos integran la dieta sugerida (piña, higo, etcétera). El Atlas... no sólo resulta atractivo por las excelentes fotografías de Roberto Carreño Colorado y otros expertos, donde se detallan flores y partes de las plantas que solemos no detenernos a disfrutar, o que no suelen estar al alcance del caminante regular, sino por incluir la más reciente clasificación de la apg (Angiosperm Phylogeny Group) que reconoce el nivel del orden y familia de este grupo tan diverso, sustituyendo la clasificación de Cronquist, usada hasta hace unas décadas. La apg reconoce 415 familias, organizadas en 59 órdenes: en México se reconocen 247 familias en 53 órdenes, 2 mil 685 géneros y 21 mil 841 especies. A diferencia del notable trabajo Biología de angiospermas, de Judith Márquez Guzmán y otros, también publicada por la unam en 2013, donde la intención era acercar al lector regular conceptos para comprender la importancia de esta parte de la riqueza vegetal mexicana, este Atlas... es una obra científica para especialistas, pero también para los lectores ajenos a la academia de biología, que se deleitan con el conocimiento y un excelente trabajo editorial. Enfocado a los estudiantes de la carrera
de Biología, es un trabajo de mayor alcance que incluso puede funcionar para estudiantes de secundaria interesados en las plantas: el inicial capítulo de “estructuras vegetativas” explica con sencillez y profundidad los órganos de las plantas. El glosario será un termómetro para que el lector advierta su pericia sobre esta área del conocimiento humano. Este es un trabajo muy acabado, una obra señera de la botánica mexicana que muestra el valor de la academia nacional y cómo su importancia reside más allá de las aulas, adonde ciudadanía y políticos neófitos confinan a los buscadores del saber universal, por desconocimiento de trabajos como éste • Hígado de perra y otros poemas, Lina Zerón, Eternos Malabares, México, 2014.
amazona tRansfEminista REponiéndosE dE los EmbatEs dE la pasión citlali fERRER
L
ina Zerón tiene una obra prolífica traducida a varios idiomas, es una trotamundos y ahora, en este nuevo libro de tono confesional, amoroso, sexoso y filoso, con un lenguaje sucinto y lleno de ritmo, logrará incomodar al macho man. Desde su particular manera de ver el mundo, Lina Zerón ofrece una poesía panóptica, en Hígado de perra y otros poemas, hacia el complejo escenario de lo femenino. Si bien en Occidente la identidad del individuo se construye en relación con el otro y fundamentalmente con el opuesto o diferente, vale recordar a las amazonas, quienes para perpetuar la raza se unían con extranjeros, pero sólo conservaban a las niñas. Si nacían varones, los mutilaban, los dejaban ciegos y a veces hasta los mataban. Por decreto, a todas las niñas les cortaban un seno, para facilitarles el uso del arco y el manejo de la lanza. Hace 34 mil años, en la cueva de Chauvet, un neandertal pintó a una mujer poseída por un minotauro, y ese mismo neandertal traía colgada al cuello una pequeña escultura de la Venus de Willendorf como símbolo de fertilidad. Todo es semilla y todo viene de una semilla. ¿Qué fue lo que pasó después? Muchos siglos debieron transcurrir para que las mujeres se apropiaran de un espacio en la sociedad, lejos del fogón. Es hasta 1920 que las mujeres escriben sobre las mujeres. Es así que el discurso literario femenino se ha ido forjando poco a poco en la medida en la que se han alzado sus voces, valiéndose de la risa y el sarcasmo como escape a tanto agobio. La mujer no sólo ha sido objeto de deseo dentro de la historia del arte y la literatura, y sus relaciones amorosas se han urdido a partir del eterno toma y daca. Pero el verdadero power femenino nos viene
desde la Diosa Blanca, que nos mantiene en vertical a pesar de que los hombres quisieran mantenernos en horizontal. La tesis de Robert Graves, a propósito de la Diosa Blanca, plantea que la verdadera poesía es necesariamente una invocación a la Diosa en cualquiera de sus manifestaciones, tanto terrenales como sublimes, liberadoras como protectoras. Se trata de una mirada absolutamente dicotómica. En la postmodernidad las ideologías se han ido desdibujando; una tendencia a desvincularse de las tradiciones es evidente. En este sentido, Hígado de perra y otros poemas es un nuevo discurso transfeminista que asume algo más que la defensa sectorial de los intereses de media humanidad frente a la otra mitad. Es una provocación para liberarnos de las formas concretas de opresión y de explotación femenina. Lina Zerón se arriesga al proponer quitarse las estructuras que nos han impuesto como mujeres; en este caso, empezando por las sexistas o generistas con las que algunos la han confundido. Lina Zerón se abre paso entre las connacionales, quienes insisten en perpetuar tradiciones muchas veces ajenas a su verdadero temperamento. Hígado de perra y otros poemas está dividido en tres tiempos, es una triada convulsa y furibunda que cuestiona una y otra vez la propia mirada de la poeta. El libro toca todos los resonadores del lector, inquietándolo a propósito de tres temas en particular que funcionan como constantes en el corpus del libro: el tiempo, la insatisfacción y la nostalgia. Clarice Lispector decía que escribía porque no encontraba mejor cosa que hacer en este mundo. Lina Zerón tiene la misma impronta, ya que sus poemas están cargados de sus respuestas. El tiempo está fragmentado en la memoria y en la espera perenne del objeto de deseo. Cómo llenarse si la imposibilidad fundamental yace en la piel. Zerón se repone de los embates de la pasión escribiendo y manifiesta nostalgia por aquello que se ha vivido pero también por lo que vendrá •
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la polifonía pictóRica dE KandinsKy Germaine Gómez Haro Entrevista con Hernán lara zavala
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30 de noviembre de 2014 • Número 1030 • Jornada Semanal
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Naief Yehya
Ricardo Guzmán Wolffer
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atY, mi sobrina de Los Ángeles, siempre atenta a las invenciones idiomáticas (luego promulgadas en su barrio), me preguntó: –Oye, tío, ¿qué significa “me cayó el veinte”? Para no entrar en un discurso socioecoexistencial, le respondí: –En mi juventud el peso, que valía su peso en plata, estaba dividido en dos tostones, suficientes para una torta. El veinte era la moneda más corriente que alcanzaba para
todas las golosinas, pero que también servía para activar las máquinas de ese tiempo, y era la moneda perfecta para llamar desde los teléfonos públicos. A veces la moneda se atoraba y había que darle unos zapes al aparato para destrabarla. De ahí se acuñó el dicho “caer el veinte”, que se usa cuando de golpe se arregla un problema o, por extensión, cuando entiendes algo. Paty se me quedó mirando con extrañeza. Pensé que era por algún manejo limitado del idioma. Le iba a ofrecer una explicación más elemental, pero ella se adelantó: –Oye, tío, ¿qué es un teléfono público? ¡Ñaka! Ella vive en un barrio chicano, donde una jovencita jamás va a caminar hasta una lejana esquina amenazante para echar unas monedas a un teléfono oscurecido; vive en su universo aifontableteado que le ofrece todo, y donde la realidad es lo menos importante. Pocos días antes, creyendo que los chavos habían salido, entré a dejar unas toallas. Entonces vi, horrorizado, a siete jovencitos atornillados a su aparato, embebidos en videos, féisbuks, internet y chats. No se percataron de mi presencia. Más tarde regresé para invitarlos al cafecito de la esquina, donde tocaban unos cubanos. Los chamacos se ofendieron con la idea: ¿cómo me atrevía a interrumpirles su música de unicel? La realidad no solamente les resulta insípida: les parece despreciable. Un preparatoriano que ha invertido miles de horas en videojuegos se comunica y se enamora de una mítica jovencita de Nueva Zelanda o de Austria, a la que jamás va a poder besar. Mis alumnos, en las montañas de Veracruz, juegan videos con niños de Albania, de Filipinas o de países que ni pueden localizar en el mapa (y pagan por contaminarse). En mi niñez, la máxima tecnología imaginable era la del Santo, que llamaba a Blue Demon mediante un reloj. Nos entrenábamos en los futbolitos (donde me hice rey), el billar (de donde mi amigo Matías complementaba su dieta), el dominó, el konkián y el
backgamonn. El que invertía cien horas en fut o en basquet se convertía en campeón. Ahora, mi sobrino Héctor pagó trescientas horas en el video de la guerra y sigue igual de bruto. Paty se la pasa recostada todo el día, pegada a su tablet, consumiendo costales de frituras y barriles de refresco. Se esperaría que fuera una gordita desparramada pero no: se mantiene esbelta como una vela en virtud de que toda esa concentración es capturada por un Condensador de Psicotrones que tiene su aparato. Diariamente, a nivel planetario, se generan muchísimos millones de horas de energía. ¿A dónde van a parar? 1. A Microsoft (el principal virus del planeta). Mediante sus aparatos, condensa esa energía, la almacena para los nuevos sistemas de combustible, para cuando el petróleo se termine, y la guarda en sus montañas secretas de Noruega, junto con todas las semillas autóctonas, para cuando la humanidad chatarrera se extinga. 2. A Chicago y Tel Aviv, a las Máquinas Centrales de Telerones ( ctm , por sus siglas en inglés), para manipular los instintos adictivos de la humanidad y así colocar mercancías cada vez más estúpidas, caras y ansiadas. 3. Al planeta Marte, a los transformadores de neuroquarks, que utilizan esa energía como combustible en sus recorridos intersiderales. 4. A la constelación Sirio, donde viven los Anunnakis, raza cósmica (pero no la de Vasconcelos) que se aprovecha del instinto reptiliano de la humanidad para mantenerla aletargada y ordeñarle la energía. 5. Al caño. Existen algunas sociedades libres de la adicción al feisbuk, pero ya los nuevos medidores de la cfe se encargan de vigilar y administrar sus latidos, así que debemos asumir plenamente que el Hermano Grande ya es parte de nosotros •
Una desesperanzada alegoría socialista: Dos días, una noche, de los dardenne
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l cine de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne invariablemente trata acerca de complejos dilemas morales, del desempleo, de los problemas de la inmigración, el crimen y las penurias económicas de la clase obrera. Los autores de la premiada cinta Rosetta se han convertido en una especie de brújula de la decencia y el compromiso social en el cine internacional en un tiempo de cinis-
mo y consumismo fetichista. Las películas que los Dardenne escriben, producen y dirigen tienen casi siempre un estilo de realismo social crudo que nunca se desliza hacia el panfleto ni el melodrama. Sus primeros filmes fueron documentales sobre la resistencia antinazi valona en Bélgica. Debutaron en el cine en 1978 con El canto del ruiseñor y en 1987 filmaron su primera cinta de ficción, Falsch, adaptación de una obra de teatro sobre el único sobreviviente de una familia judía exterminada en el Holocausto. Su obra temprana pasó inadvertida, pero alcanzaron la fama internacional con La promesa, en 1996. Su siguiente filme, Rosetta, de 1999, obtuvo de manera sorprendente la Palma de Oro en Cannes. Su película más reciente, Dos días, una noche estuvo nuevamente en competencia en Cannes, en 2014, y fue parte del programa del Festival de Cine de Nueva York. Sandra (Marion Cotillard realmente sorprendente) trabaja en una pequeña empresa que fabrica paneles solares en Lieja, es madre de dos hijas y su marido trabaja como cocinero en un restaurante. Sandra tiene un colapso nervioso y se ausenta por una temporada de su trabajo. A su regreso descubre que sus dieciséis colegas han podido compensar su ausencia trabajando más, por lo que la administración ha decidido que su puesto es redundante. Así las cosas, se plantea a los empleados la elección: que Sandra recupere su empleo o que sea despedida, en cuyo caso ellos recibirían una prima de mil euros cada uno. En una primera votación los obreros eligen la prima. Sin embargo, algunos argumentan que la elección estuvo influenciada en su contra y logran convencer al director de la fábrica para volver a votar. Sandra tiene entonces que sobreponerse a una nueva crisis emocional en un fin de semana, los dos días y una noche del título, para convencer, para rogar a sus compañeros que voten por ella. A pesar de que el flujo narrativo es pausado, como en los demás filmes de estos cineastas, la presión del tiempo y la ansiedad hacen que se sienta por momentos como un thriller, como una carrera vertiginosa. Dos días, una noche muestra un desfile de personajes de la clase obrera
que representan las posibles respuestas a la petición de solidaridad de Sandra, en las cuales se combinan en distintas medidas el egoísmo, la culpa y la solidaridad. Es muy significativo que la primera pregunta de todos es:“¿Qué han dicho los demás?” La protagonista debe hacer frente, uno por uno y en sus casas, a sus compañeros, y los cuestiona con humildad y comprensión. De esa manera Sandra nos introduce, a regañadientes y bajo el efecto de numerosos calmantes, en el microcosmos de la vida de un grupo de obreros que tratan de sobrevivir en una economía cada vez más hostil, en el tramado de familias dispuestas a sacrificarse por un colega y en la postura de personas que ven su premio como algo irrenunciable. Algunos se muestran desafiantes y otros avergonzados, pero la súplica de Sandra transforma a más de uno y los empuja a un descubrimiento de sí mismo. Este grupo de obreros evoca en gran medida a los personajes de los anteriores filmes de los hermanos y, en cierta forma, se antoja casi como una revisión de su obra, como un retorno a los seres generosos, crueles y ambiciosos que han poblado sus anteriores parábolas éticas. La depresión de Sandra refleja la depresión económica de su ciudad y de Europa. Es claro que la clase obrera europea, integrada en buena medida por inmigrantes de África y el Este europeo, se muestra en vías de extinción, aun en el dominio de la alta tecnología, como la industria solar. Resulta impactante que en ningún momento los obreros se plantean exigir sus derechos y simplemente aceptan la injusticia inmoral de la propuesta de la dirección. Este filme es obviamente el trabajo más ambicioso de los Dardenne. Basta considerar que nunca antes habían empleado a una estrella de la talla de Cotillard y, a pesar de que no se alejan de los temas que siempre han tocado, crean un minucioso estudio de personajes, comenzado por Sandra, quien está en prácticamente todas las tomas y, si bien jamás se muestran complacientes, logran un filme que funciona como una desconsolada alegoría del socialismo, que a pesar de su desencanto también apunta hacia la esperanza •
jornada virtual
Ya me cayó el veinte
galería
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Jornada Semanal • Número 1030 • 30 de noviembre de 2014
Germaine Gómez Haro
Alonso Arreola @LabAlonso
50 aniversario del museo diego rivera-anahuacalli (i de ii)
U
na de las fantasías que logró cristalizar Diego Rivera al final de su vida fue la construcción de una casa excepcional que, en un principio, habría de habitar con Frida y además albergar una selección de su portentosa colección de 59 mil piezas de arte prehispánico. El proyecto fue creciendo y rebasó la idea original: Diego soñó entonces con la creación de una Ciudad de las Artes, un espacio que integrara arquitectura, pintura, danza, música, teatro, artesanías y naturaleza. Enclavado en una extensión
de 5 hectáreas de espacio ecológico, el Anahuacalli (“casa del Valle de Anáhuac” o “casa cerca del agua”) es una imponente construcción de piedra volcánica inspirada tanto en la arquitectura prehispánica como en elementos funcionalistas y art déco, una mezcla estrambótica que hace de este recinto un edificio único en su género. El artista comenzó a bosquejar su idea en 1943 con la asesoría de su amigo y colaborador, el arquitecto y pintor Juan O´Gorman. El Anahuacalli fue inaugurado en 1964, y su cincuenta aniversario, celebrado este año, propicia la remembranza de este gran proyecto. Diego Rivera se apasionó por el mundo prehispánico a su regreso de Europa en 1921, donde había vivido y estudiado desde 1907. En esos años le tocó presenciar la efervescencia de las vanguardias artísticas y testimoniar el descubrimiento de las llamadas “artes primitivas” por creadores como Gauguin, Matisse, Picasso, Brancusi, quienes revolucionaron las formas estéticas de su época, animados en gran medida por esas culturas remotas. El México postrevolucionario en el que Rivera comienza su gran carrera de muralista distaba mucho de valorar la riqueza de su pasado antiguo y sus raíces indígenas. Diego se dedicó a explorar con fervor el pasado precolombino y el mundo indígena, y se convirtió poco a poco en un fanático coleccionista de piezas prehispánicas y de arte popular, lo cual registró en sus pinturas y además conservó para nuestro deleite en las dos sedes que generosamente legó al pueblo de México: el Anahuacalli y la Casa Azul. En 1956, Rivera pidió a los arqueólogos Rafael Orellana y Eulalia Guzmán la catalogación de su colección y la selección de las piezas que habrían de exhibirse en el recinto en construcción, ya definido como museo. La museografía estuvo a cargo de Carlos Pellicer, quien expresó lo siguiente: “La atmósfera de este museo creado por su genial donador no tiene igual en el mundo entero. Su alta espiritualidad y su belleza hacen del Anahuacalli un museo inolvidable… El esfuerzo personal y el genio artístico del coleccionista y su con-
Museo Diego Rivera-Anahuacalli
movedora generosidad se reúnen en este museo de manera monumental.” Además del concepto arquitectónico altamente original que diseñó el muralista, una de sus principales particularidades es el simbolismo que encierra cada espacio interior del recinto, inspirado en la cosmogonía prehispánica. La primera planta representa el Mictlán o Inframundo, evocado mediante una atmósfera sombría lograda por la luminosidad restringida de sus pequeñas ventanas cubiertas de alabastro. Por el contrario, las siguientes plantas inundadas de luz hacen alusión a la tierra y al cielo. En una de ellas se ubica el taller del pintor, que nunca ocupó y en el que actualmente se exhiben catorce bocetos de medio y gran formato de algunos de sus murales. Los plafones de las salas están dedicados a diversas deidades antiguas y son una obra maestra de diseño e ingeniería, elaborados con la técnica de mosaico colado bajo la supervisión de O´Gorman. Tristemente, Diego Rivera no alcanzó a ver su proyecto concluido. A su muerte, acaecida en 1957, su gran amiga, cómplice y ferviente admiradora, Dolores Olmedo, tomó las riendas de la construcción hasta su finalización, fungió como directora vitalicia del Museo y lo financió hasta su muerte con sus propios recursos. Se creó entonces el Fideicomiso Museos Diego Rivera y Frida Kahlo, en los que su incansable directora, Hilda Trujillo, ha jugado un papel determinante en el rescate y estudio de los archivos que han arrojado invaluable información inédita para el desarrollo de nuevas líneas de investigación. Asimismo, Hilda Trujillo ha conseguido dinamizar el Anahuacalli y atraer un mayor número de visitantes –con sorpresa fui testigo, un jueves por la mañana, de la afluencia de público abundante y heterogéneo– con la presentación de muestras temporales de artistas contemporáneos y una importante exhibición conmemorativa del cincuenta aniversario. • (Continuará.)
Las hijas de terracota. Instalación de Prune Nourry
artes visuales
germaine@pegaso.net
Tiempo y música de Jeanne Hersh
A
llí estábamos, como tantas otras veces, pensando en el altísimo precio de algunos libros provenientes de España. Haciendo tiempo en lo que comenzaba la marcha por los desaparecidos de Ayotzinapa (seguimos a la espera de justicia), buscábamos algo interesante y portátil que nos permitiera leer en la calle. La librería mostraba su mesa de novedades y, en ella, algunos ejemplares de la editorial Pre-Textos y Acantilado, dos de las más interesantes y más
caras que llegan a México. Allí estaban tomos pequeños bellamente diseñados cuyo precio superaba los seiscientos, setecientos pesos… Demasiado. Sin embargo, casi abandonando nuestro objetivo, algo llamó la atención: Tiempo y música, de Jeanne Hersch, con un prólogo a manera de “saludo” escrito por Czeslaw Milosz. Publicado –precisamente– por Acantilado en 2013, su brevedad lo hacía asequible (menos de trescientos pesos). Lo compramos. Llegados a la cafetería que nos serviría de isla (temporal y espacial), comenzamos a fascinarnos, primero, con el soberbio texto de Milosz en donde enaltece las cualidades filosóficas de Hersh, de quien dice: “El valor de ciertas orientaciones filosóficas se verifica en el hecho de que éstas nos ayudan a vivir y trabajar.” Sin hacer una apología del pragmatismo, insiste luego en algo hermoso: “El movimiento hacia adelante es indispensable para mantener nuestro equilibrio, pero para que este movimiento no sea ilusorio debemos confirmarlo con nuestro trabajo.” Fue imposible evitar la comparación con la marcha a la que nos integraríamos. Sí, está bien solidarizarse y andar juntos, pero luego hay que trabajar por un cambio tangible. Compilado de ensayos y conferencias producidas por Hersh en los años ochenta, Tiempo y música obsequia ideas poderosas en torno al enigma del arte alado:“Si la música trasciende verdaderamente el tiempo –dice– esto significa que nos permite alcanzar, de una forma sumamente misteriosa e intangible, algo que los hombres siempre han soñado y que les es totalmente negado, a saber: lo que sería a la vez, en un mismo acto, la capacidad de desear y la de vivir la plenitud.” He allí una prueba de los seis ensayos luminosos que ofrece este delgado ejemplar: “Música y tiempo vivido”, “La contradicción en la música”, “Para Bernard Ducret ”, “¿La música trasciende el tiempo?”, “Entre lo efímero y lo permanente” e “Historia entre tiempo y trascendencia.” Por supuesto, la filósofa va mucho más allá cuando compara el tiempo de un concierto musical con el tiempo de la ciencia o tiempo de la naturale-
za; con ese correr causal y permanente de un antes y un después que no permiten la existencia del presente, justo allí donde el hombre “práctico” ejerce su albedrío. “Estoy en el concierto –explica. Escucho. Aparte de escuchar, no hago otra cosa. He renunciado a la capacidad humana de decisión y de acción. No toco en la orquesta. ¿Soy ‘pasiva’ por ello? En absoluto. Soy receptiva y siento esta receptividad como una actividad más intensa que muchas acciones o muchos esfuerzos. Se diría que, a través de la música, el tiempo mismo desplegara en mí una suerte de vida propia.” Pensando en los distintos niveles o capas en que se desarrolla la vida humana, Hersh propone la comparación con una orquesta: “Las distintas sonoridades, a menudo inesperadas y contrastantes, surgidas de instrumentos diversos, hacen vivir, por medio de la música, la pluralidad de los niveles discontinuos a partir de los cuales el ser se revela al hombre.” O sea que en Tiempo y música enfrentamos perspectivas variopintas del binomio hombre/tiempo, tomando a la música como vehículo principal. Otra joya diáfana la integra el tándem música/ libertad. Dicho con elegancia y sencillez, Hersh señala que con la música el hombre abre la puerta a la libertad, esa grieta que rompe la continuidad aplastante del reloj. Claro, ello nos hizo pensar en mucha poesía dedicada al instante, como la de Octavio Paz. Nacida en Ginebra en 1910, Jeanne Hersh murió en 2000 a la edad de ochenta y nueve años. Estudió bajo la tutela del existencialista Karl Jaspers. A finales de los sesenta dirigió la división de filosofía de la Unesco. Eso dice la segunda de forros de este número 271 de Acantilado, un verdadero caramelo mental por el que vale la pena un gasto. ¿No se decide? Quédese con estas palabras de Milosz: “Jeanne Hersh se instala en lo provisional, porque la imposibilidad de alcanzar lo definitivo conforma nuestra miseria y nuestra grandeza. Ella dice sí a la vida en esta tierra.” Déjese tocar por su vibrante y sonorosa inteligencia, lectora, lector. Mientras… Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos. [Contemos hasta 43.] •
bemol sostenido
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arte y pensamiento ........
30 de noviembre de 2014 • Número 1030 • Jornada Semanal
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Jorge Moch
Ana García Bergua
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ace Unas semanas tUve la suerte de poder visitar la ciudad de Santiago de Chile, invitada con gran gentileza por la Universidad Adolfo Ibáñez y la Feria del Libro de Santiago. Pude ver, entre muchas otras cosas, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Está frente al hermoso parque de la Quinta Normal y es muy impresionante. En él está meticulosamente documentado el período en el que gobernó Chile el dictador Augusto Pinochet, desde aquel día de septiembre de 1973 que muchos recordamos, el día del asalto al Palacio de la Moneda, el golpe de Estado y el asesinato del presidente Allende. En ese museo hay grabaciones, periódicos de
pero también alas!, poor Yoaquellos días, películas rick y Rosencrantz and Guildensy documentos, pero también cartas de los detenidos y desaparecidos, tern are dead, como si fueran parte de testimonios personales, dibujos infanti- una canción muy popular y conocida. Y les, libros y obra gráfica, e incluso se pue- también vi otra obra de tema popular de ver una celda de tortura donde se –Tal Tal– en un espacio teatral construido escuchan testimonios de quienes la pa- sobre uno de los puentes que cruzan el decieron. Como en muchos otros luga- río Mapocho y una buenísima exposires que fueron escenarios del horror, se ción de Marcel Duchamp, Man Ray y Dabusca que estos espacios muestren la lí en el Museo de Arte Contemporáneo. Y barbarie a la que es capaz de llegar el mientras recorría la capital de Chile en hombre y se pretende, al recordarlos, medio de la primavera, con todo y jacaque no se repita y que las víctimas de randas santiaguinas, pensaba en Méxiesas violaciones a los derechos huma- co y en lo que está pasando aquí, y una nos permanezcan en la memoria colec- señora que vendía tapices bordados me tiva, no dejar que desaparezcan. Lo iba preguntó por los 43, y cuando pasábarecorriendo al lado de una querida ami- mos por la Escuela de Pedagogía que ga chilena a la que conocí en México estaba de fiesta pudimos ver, en un cardurante nuestra juventud, cuando vino tel que daba a la calle puesto sobre la con sus padres exiliados y, junto a noso- reja de la escuela:“Nosotros somos 43.” Y me sentía no sólo en otro lugar del tros, un adolescente acompañado de sus padres no podía ocultar su sorpresa ante planeta, un lugar muy lejano ciertamenlo expuesto ahí. Yo estoy segura de que te, sino también en otro lugar del tiempo, ese muchacho recibió una lección enor- en el que las atrocidades se recordaban me para el futuro y que lo sucedido no se como algo que no se iría a repetir y se repetirá, por lo menos en Chile. También veían obras cuyas tramas de gobernanvisité la casa de Pablo Neruda en Santia- tes locos y asesinos eran cosa de teatro, go, la Chascona, y vi la sala donde fue de actores con capas y faldones. Y penvelado el poeta a su muerte, días des- saba que regresaríamos a México y diríapués del golpe militar de septiembre mos to be or not to be, Alas poor Yorick y de 1974, cuando la casa fue inundada Rosencrantz and Guildenstern are dead y vandalizada; sin embargo, su esposa y otras cosas muy shakespeareanas, Matilde Urrutia, insistió en que se velara pero después de escuchar el noticiero ahí como un mensaje contra esa misma o leer los periódicos, y no en boca de actores con túnicas, sino de políticos, actibarbarie. También presencié una puesta en vistas, estudiantes, gente de todos los escena de Hamlet en el Parque Inés de círculos. Nosotros no hemos sufrido un Suárez, montada por The Globe Theatre, golpe de Estado y no vivimos en una dicuna compañía inglesa que ha estado re- tadura militar, pero grandes zonas del corriendo el mundo desde el 23 de abril país se encuentran en manos de delinde 2014, cuando se cumplieron 450 años cuentes, lo cual es semejante a una dicdesde el nacimiento de Shakespeare. La tadura, y hay políticos que son delinpuesta en escena al aire libre, en una pla- cuentes, como el nefando alcalde, o taforma muy sencilla en la que los acto- están coludidos con ellos, lo cual tamres deambulaban y pasaban de un papel bién se parece a Shakespeare, y hay a otro, tenía una frescura magnífica, hu- tantas víctimas y desaparecidos como morística y a la vez muy seria, muy viva, en esa y otras dictaduras. Y me pregunal punto de que uno repetía con emo- taba si veremos algún día, en nuestro ción, desde las gradas, las frases que ya Museo de la Memoria y la Tolerancia, un veía venir: to be or not to be, por supuesto, memorial de las fosas de estos años • Arriba:Escena de Hamlet
el abismo
P
or décadas Ha estado usando y abusando el gobierno mexicano de los medios masivos. En contubernio, claro, con los particulares dueños de esas empresas, a menudo soldados del monolítico partidista, el del priísmo que nunca se fue aunque por un interludio de doce años simuló gobernar la derecha, o muchas veces oportunistas que suman a última hora del lado que incline la balanza. Ahí Televisa, con toda borrascosa alevosía, anunciando un amanecer soleado el 3 de octubre de 1968 en lo que el departamento central del Distrito Federal
mandaba contingentes de afanadores a limpiar la sangre de Tlatelolco. Allí en 1971, acusando de violentos a los estudiantes y omitiendo la violencia de los halcones del gobierno, enviados a reprimir manifestaciones. Allí en 1985, cuando en medio del escombro se hacía corifeo de un gobierno pasmado, como si no pasara nada. Allí estuvo, cuando el fraude electoral de 1988, en la guerra de lodo contra la disidencia encabezada entonces por Cuauhtémoc Cárdenas; y en el fraude electoral del '94, y luego dándole la espalda momentánea y falsamente al pri para avalar el fraude electoral de 2006 y haciéndose la que la Virgen le habla también cuando se desnudó la maquinaria priísta descarada de compra y corrupción del voto ciudadano en 2012, azuzando el odio contra López Obrador o cualquiera que diga verdades a la jeta a la recua de oligarcas, vividores, yúniors y mafiosos que dicen gobernar. Ligada desde siempre a la Presidencia en turno, agachona y servil, la televisión mexicana siempre ha estado allí, mintiendo, omitiendo, acomodándose a gusto. Haciendo negocio. Y defraudando al televidente, saturado con décadas de programas basura hasta lograr lo inimaginable: moldear un imaginario colectivo apático, inculto, hipnotizado por el escándalo amarillista, la erotización de lo que se deje y la tugurización de lo que quede. Allí están ahora Televisa y t v Azteca arropando ineptos con tal de preservar negocios y canonjías obtenidas con corruptelas. Esa es la televisión que no ve cientos de miles de manifestantes pacíficos exigiendo un alto a tanta rapacería, a tanto atropello, sino a cincuenta encapuchados, de los que esconde lo que de ellos sepa realmente como que llegan a las concentraciones vestidos de civil pero a bordo de vehículos del ejército, y en un acto bastante burdo y carente de impor tancia en sí, como los desmanes de esos cincuenta infelices, cifra el desarrollo entero de una marcha multitudinaria, ordenada y pacífica, manchando el honor de todos aquellos que le dedican su tiempo y
su esfuerzo a sacar de veras a México del hoyo infame en el que lo ha metido esa mezcla de crimen e ineptitud, de violencia y estupidez que corona Enrique Peña Nieto escondido, como se dijo en las redes sociales, en un baño cuando era candidato y lo increparon los estudiantes de la Universidad Iberoamericana, luego escondido en China cuando estalló el descontento por la desaparición de estudiantes en Guerrero y ahora oculto detrás de su mujer cuando había que dar la cara por el escándalo de su casa blanca en Las Lomas y explicar el origen de todos modos proceloso de tanta, desmedida ostentación. Mientras se siguen acumulando deudas sociales por desapariciones forzadas y secuestros, golpizas, violaciones, amenazas, despojos y asesinatos, circulan en redes sociales, esas grandes enemigas de los oficialistas operativos de mentira y maquillaje que son casi todos los medios masivos en México con contadas y muy honrosas excepciones (entre las que no se encuentran desde luego ni Televisa ni t v Azteca), videos testimoniales que son imposibles de enfrentar por la bosta gubernamental. Allí se ve a los granaderos de Miguel Ángel Mancera, quien alguna vez se dijo de izquierda, repartiendo macanazos a señores mayores y aun a gente que carga niños pequeños. Allí se los ve tirando golpes, insultando, agrediendo a turistas y parroquianos y trabajadores en terrazas de establecimientos en el centro. Desatados como la horda impune que realmente son las policías en México, la auxiliar, la federal, las estatales y ya ni hablar de las municipales, de tan reciente y horrendo quehacer. Mientras en la tele no pasa nada, la mierda sigue igual: la rabia colectiva, el desbordado hartazgo que millones de mexicanos compartimos mientras el hombrecito de Los Pinos, todavía, se siente seguro. Distante. Ajeno. Separado de todos nosotros por el insondable abismo de su inconsecuente arrogancia, su inepcia y su estulticia. Petulante. Ciego. Sordo. Inservible •
cabezalcubo
Hamlet en santiago
paso a retirarme
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........ arte y pensamiento
Jornada Semanal • Número 1030 • 30 de noviembre de 2014
Juan Domingo Argüelles
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o qUe Un poeta piensa y siente sobre la poesía está, sin duda, en sus propios poemas, pero también en sus páginas autobiográficas, en sus declaraciones y en sus textos teóricos o críticos. Prácticamente todos los poetas han reflexionado sobre su creación, ya sea en sus poemas o en sus demás escritos personales. Por ello, además de leer su poesía, es bueno leer los diarios, epistolarios y autobiografías de los autores. Lo mismo Hölderlin que Blake, Valéry, Pound o Eliot (entre tantos otros) escribieron páginas que acompañan necesariamente la comprensión de sus obras y la iluminación de sus oficios.
Leyendo el Diario, del poeta español de octubre de 1950 refiere lo siguiente Carlos Edmundo de Ory (Cádiz, 1923-Fran- sobre lo que razona (con locura): “Turguecia, 2010), tenemos una imagen completa nev, tratando de la desgraciada vida de de él. Revalorado en España y en el ámbi- los artistas, la mayoría de los cuales son to de lengua española gracias a Félix Gran- unos desgraciados, afirmaba que, si para de, que publicó y prologó una antología de no vivir así decidieran levantarse la tapa su obra con el título Poesía 1945-1969 de los sesos, habría que convenir en que (1970), Carlos Edmundo de Ory tenía, des- los artistas desaparecerían, pues ‘todos de muy joven, una idea muy clara de su son más o menos desgraciados’. Comienza búsqueda lírica. De su diario dijo: “No es por no creer que puedan existir artistas obra de imaginación. Non est inventus.” Co- dichosos. ‘La dicha es reposo, y el reposo mo, de hecho, tampoco lo es la poesía, en no crea nada’. Entonces, después de comningún caso, sino obra de emoción e inte- prender y aceptar la eterna verdad, aconligencia que se funden para expresar al- seja y dice: ‘un escritor no puede dejarse go único, diferente a lo que expresan otros. vencer por el dolor; debe utilizarlo todo. Por algo, el primer epígrafe que impone El escritor es un hombre nervioso, siente De Ory a sus cuadernos íntimos es esta más que los otros. Pues bien, por eso misfrase de Emerson: “El hombre no es más mo debe refrescar su carácter, debe siemque una mitad de sí mismo; la otra mitad pre y absolutamente observarse y observar a los demás. ¿Sufrís algún mal? Sentaos es su expresión.” A los veinte años de edad, De Ory ase- y escribid. [...] El dolor pasará y queda la gura que el oficio del poeta es arte de he- página excelente’. ” De Ory se aconsejaba al tiempo que chicería. Partiendo de esta certeza, anota lo siguiente en su diario: “Cuando una poe- aconsejaba lo siguiente a los demás: “Aprosía nace –igual que espuma, que viento o vecha las ganas de escribir, y escribe.” Así que luz–, sucede que un ángel ha muerto lo hizo él en todo momento, porque la voen el cielo, se ha suicidado en el cielo.” Ya cación poética es una angustia o no es desde entonces, el poeta español sabía nada. Y nos dejó versos como los siguienque el poema se hace con un lenguaje dis- tes: “Amo a una mujer de larga cabellera/ tinto y en un idioma diferente a cualquier como en un lago me hundo en su rostro otro para expresar el amor y el dolor, la suave/ en su vientre mi frente boga con desgracia y la belleza. “Lo único que me lentitud/ palpo muerdo acaricio volúmefascina es el amor y el dolor. Como hombre, nes sedosos/ Registro cavidades me eshe de decir que todo se resume en eso, en ponjo de su zumo/ mujer pantano mío el amor a los seres humanos afines, a la araña tenebrosa/ laberinto infinito tamnaturaleza, a la música, a la poesía”, diría bor palacio extraño/ eres mi hermana úniya en la madurez. Pero nadie puede ha- ca de olvido y abandono/ tus pechos y tus cer poesía de la invención. Es magia, pe- nalgas de dobles montes gemelos/ me ro hay que vivirla. En este punto, Carlos brindan la blancura de paloma gigante/ Edmundo de Ory adoptó como divisa la el amor que nos damos es de noche en la sentencia de Goethe: “Antes de cantar, noche/ en rotundas crudezas la cama nos el poeta debe vivir.” Esta misma certeza él reúne/ se levantan columnas de olor y de la expresaría así: “No hay poesía sin ex- respiros.” “La poesía la oigo retumbar en mis enperiencia.” Y así vivió De Ory la poesía: con una in- trañas” dice, escribe. Santidad o locura, he tensidad cercana a la locura, pues ningún ahí el dilema. Carlos Edmundo de Ory oppoeta que se precie de serlo es, simple- tó por lo segundo, si es que acaso la locura mente, un ser racional. “No concibo a la puede ser una opción. “Siento el aura poesía sin locura”, anota en su diario. Y te- –dice. Para mí la poesía es un manicomio.” nía razón en afirmar tal cosa y creerla. El 11 Y lo fue •
@luistovars
los cabos 3 (ii y última)
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a semana pasada se habló aquí, a propósito de dos filmes exhibidos en el Festival Internacional de Cine de Los Cabos, del “adelgazamiento, en casos muy concretos, de la frontera genérica, de concepción e incluso de realización, entre una historia documental y una de ficción.” Dichos casos concretos son En La Estancia, dirigido por Carlos Armella, y Navajazo, de Ricardo Silva.
De buenos engaños traicionaDos Dividida en tres capítulos, lo cual indica una relativa –aunque no por eso menos clara– diferencia entre ellos, no obstante su obvia unidad temática y narrativa, En La Estancia cuenta lo que sucede en primera exhibición. A la manera de un pequeño pueblo abandonado a Toro negro, documental de 2005 –por consecuencia de la imparable migra- cierto, codirigido por Carlos Armella–, ción de sus antiguos habitantes, la la ópera prima de Ricardo Silva se vale mayoría de los cuales han tomado de la deliberada difuminación de los rumbo al norte, allende la frontera. El límites que, se supone, tienen clara pueblo, llamado precisa e irónicamen- existencia y lugar entre una ficción y te La Estancia, fue en otros tiempos un un documental. Sin tener un hilo conbeneficio minero y, como le sucede a ductor propiamente dicho, sino más la mayoría de este tipo de poblaciones, bien compuesto por una serie de retraha sido desairado tan pronto las vetas tos de personas cuyas condiciones de vieron agotado el mineral que se ex- vida, o bien el desarrollo de la misma, traía. En él quedan, como únicos habi- están cifrados por el hecho de transtantes, dos hombres: un padre nona- currir mayoritariamente en las calles, genario y su hijo menor, ya entrado en la unidad del filme radica sobre todo en la ciudad en la que fue realizado, sus cincuentas. En rigor, los dos primeros capítulos Tijuana. La mayor parte del tiempo, Navajapodrían ser uno solo, puesto que la diferencia de enfoque es mínima, si es zo no va más allá de lo mismo que pueque hay alguna: un documentalista de verse en infinidad de trabajos sigraba la vida cotidiana de este par de milares: las imágenes meramente de solitarios, consistente en poco más registro, testimoniales, del día a día que sobrevivir a su propia y voluntaria de las personas retratadas. Sólo que soledad. Algo similar al “síndrome de Silva –como en su momento Armella y Estocolmo” –por aquello de la empatía González-Rubio en Toro negro– no espontánea que puede suscitarse– tuvo reparos en ir bastante más allá y ocurre entre documentalista y docu- anular de plano la distancia que, comentados, y esa es la causa que justifi- mo supone cierta ortodoxia genérica, ca el tercer capítulo, es decir, el retorno debe guardarse entre registrador y del documentalista a La Estancia, al- registrado, incurriendo así en lo que, gún tiempo después. Hasta este pun- de acuerdo con la opinión de algunos, to la cosa marcha más que bien, pero es un claro abuso de talante ético, y entonces la proverbial puerca tuerce para otros un error craso de concepel rabo: de lo que parece ser una fic- ción e incluso un defecto formal, amción muy hábilmente fabricada en bos igualmente censurables. Empero, a Navajazo le alcanza, daformato documental, se pasa a una historia no sólo tirada de los pelos si- das su fuerza visual y su hondo calado no incongruente respecto de todo sociológico, para cuestionar y revisar lo visto en los dos primeros capítulos. –saludablemente, opinamos algunos– El resultado es un engaño hábil, pero ciertas ideas tácitas en torno al docutorpemente traicionado, o quizá una mental mismo: ¿qué tan cierto es, desde siempre en el cine pero sobre todo docuficción tramposamente fallida. en la actualidad, que el observador no influye en lo observado? ¿Hay “pureza” De purezas imposibles Ganador del premio especial del Jura- aquí? ¿Es posible –y sobre todo válido– do en el más reciente Festival Interna- esgrimir tal concepto si, como ya se cional de Cine de la unam , así como de sabe y para decirlo con una frase coloun par de galardones internacionales, quial, nadie es un caballero cuando Navajazo despertó polémica desde su nadie lo ve? Es decir, si lo que se documenta es sólo una variante de cierta realidad concreta, entre muchas otras posibles, pero ésta claramente influida por el hecho de estar siendo documentada, ¿es erróneo, “reprobable”, antiético, ejercer dicha influencia inevitable, sólo que de manera consciente y deliberada? ¿No es, acaso, lo mismo que sucede con cualquier otro documental, sólo que de manera mucho menos evidente? •
En La Estancia
cinexcusas
la poesía en el Diario de carlos edmundo de ory
Luis Tovar jornada de poesía
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CróniCa
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amille es todavía una niña pequeña cuando descubre que puede construir figuras con sus manos. Adora el barro, esa materia dúctil con la que puede modelar. Con él inventa a sus amigos, reproduce los rostros de su hermano Paul y de la criada Helena. Su padre la protege, la impulsa, la estimula. Pero en Fère-en Tardenois, ese minúsculo pueblo francés de la Champagne donde nace y vive con su familia, ni siquiera hay un taller donde iniciar a la joven en la escultura. La madre mira con desconfianza esa pasión, que más que vocación le parece un serio obstáculo para que su hija funde una familia como se debe. No le falta razón, porque en esos tiempos las mujeres tienen prohibido el acceso a la academia. ¿Dónde puede aprender Camille a tallar el mármol? La única alternativa es transformarse en modelo, devenir aprendiz en algún taller privado, a disposición de la voluntad y capricho de maestros adornados de cualidades divinas que marcan a las musas los límites del redil: no vaya a ser que se alcen con la posteridad. En 1883, a los dieciocho años, llega a París y es admitida como aprendiz en el taller del escultor Paul Dubois, director de la Escuela Nacional de Bellas Artes. El destino quiere que, un día, Auguste Rodin, por entonces ya un artista reconocido y en plena expansión de su carrera, visite el lugar donde ella trabaja. Camille acaba de cumplir diecinueve y tiene “una frente espléndida sobre unos magníficos ojos de un azul tan extraño, que difícilmente se encuentra fuera de las portadas de las novelas”, según descripción de su hermano Paul, el escritor. Augusto Rodin, miope, robusto y de abundante barba rojiza, tiene cuarenta y tres. Fascinado, la invita a trabajar en su estudio. Camille oficia de modelo para Las puertas del infierno, la gran obra que el escultor tiene en marcha. Parece una premonición. Entre improntas y cinceles el amor estalla. Camille traspasa su cómodo rol de musa y se ejercita en esculpir rostros, manos, torsos. Movimientos. Su talento se despliega. Nadie como ella para hacer hablar la piedra, para ponerle música al mármol, tallar cuerpos pronunciando su abandono desde el yeso.
2 de noviembre de 2014 • Número 1026 • Jornada Semanal
Ilustración de Juan Gabriel Puga
¿Una mujer escultora? El mundo no puede creerlo, pero ahí están las figuras que concibe Camille: sus cabezas de niños sonriendo, en seriedad, adustas, a carcajadas. Ahí Sakountala, la pareja de amantes, él de rodillas, ella de pie, envolviendo la cabeza en su regazo, basada en la leyenda india en la que Dusyanta, el príncipe, pide perdón a su amante por no haber cumplido su promesa de reconocerla a ella y a su hijo. Ahí está la desesperación de la edad madura, la juventud que se resiste a despedirse del viejo, capturado por la muerte. Ahí el abandono, la que implora, la que suplica. Hasta que el mejor crítico de entonces, el escritor Octave Mirbeau, proclama públicamente su genialidad. “Yo le enseño a tallar el oro pero los tesoros son de ella”, admite Rodin, pero en la intimidad se desatan los problemas con el maestro, los celos, la competencia, la envidia, el desamor. Rodin puede humillarla con su desprecio, su abandono, porque al fin y al cabo el escultor tampoco es libre. La “otra” se llama Rosa, es la costurera de quien él se avergüenza, con la que nunca se muestra, pero con quien convive desde que era un desconocido. La misma que cuando se entera de la relación de Camille con su hombre, irrumpe en el taller, la increpa, la empuja, la arrastra de los cabellos por el piso. La vida en común se hace cada vez más imposible, hasta que Camille decide abandonar a Rodin y se va a vivir sola a Villeneuve. Rodeada de gatos, esculpe, talla, sufre y, a menudo, en medio de crisis emocionales, destruye aquello que crea. Inicia un vínculo amoroso con Claude
clamor por camille claudel (a ciento cincuenta años de su nacimiento) Esther Andradi
Debussy, pero él también está unido a otra mujer. Realiza su última exposición en 1905. Ya no tiene encargos artísticos, vive en la miseria. Los vecinos creen que está loca. Su familia, hasta su hermano Paul, que tanto la admira, se perturban al ver las esculturas de Rodin que reproducen el cuerpo desnudo de Camille. Ella se enferma de tristeza y de olvido. En marzo de 1913, al morir su padre, protector y mentor, su familia la interna en el sanatorio de Ville-Evrard. Años más tarde, el poeta Antonin Artaud le seguirá los pasos, pero hasta él tuvo quien lo rescatara del infierno de la psiquiatría. A Camille, en cambio, le diagnostican esquizofrenia y en julio del mismo año la recluyen en el manicomio de Montdevergues. Abandonada por todos, Camille Claudel pasa ahí los últimos treinta años de su vida. Nadie escucha sus ruegos. Sus cartas denunciando a Rodin y a los marchantes de obras de arte por confinarla al psiquiátrico para apoderarse de su obra –“¡Y condenarme a prisión perpetua para que no reclame!”‒ son ignoradas. “Rodin sólo tenía una obsesión ‒le escribe a su hermano Paul‒, que cuando él muriera yo podría alzar el vuelo como artista y llegar a ser más que él: era preciso que consiguiera tenerme entre sus garras después de su muerte, igual que en vida. Era preciso que yo fuera desgraciada muerto él igual que vivo. ¡Lo ha conseguido punto por punto, porque, lo que es desgraciada, lo soy!” Pero nadie la rescata. Nadie acude en su ayuda. Sus gritos se ahogan entre los muros del manicomio. Sus manos, que una vez hicieron hablar la piedra, ahora están atadas a una cama. En absoluta soledad mira pasar las horas frente a las paredes grises, en un mundo enajenado, castigada con el olvido y el veto familiar por haber vivido con intensidad su pasión por la creación. Muere anhelando volver a su casa, el lugar de donde la arrancaron con camisa de fuerza, sin presentir que un día su historia y su trabajo iban a ser recuperados. La entierran en una tumba sin nombre, bajo el número 392. Hasta sus restos mortales desaparecen. Desde entonces está en todas partes. Todavía hoy no se sabe con seguridad cuántas de sus obras fueron firmadas por su famoso maestro •
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