Ismael Guardado, Inmaculada
El pintor Ismael Guardado nació en Ojocaliente, Zac. el 13 de septiembre de 1942. 50 años de producción plástica caracterizan su búsqueda y experimentación. Multidisciplinario, trabaja la pintura, gráfica, dibujo, escultura, murales, instalación, tapiz, vitral, arte objeto, multimedia. Diversos reconocimientos y opiniones emitidas por respetados críticos e intelectuales avalan Pág. 6 y 7 esta solvencia creativa.
El sábado pasado dio inicio el X Festival Internacional de Teatro de Calle en nuestra hermosa ciudad. Del 15 al 22 de este mes de octubre, el de la luna más resplandeciente, se presentarán 17 compañías teatrales: cuatro de ellas extranjeras (Close-Act Theatre, de los Países Bajos; Les Parfaits Inconnus, de Canadá; Les Piétons, de Francia; y Antagon TheaterAKTion, de Alemania); cinco del interior del país; y ocho compañías locales. En diferentes plazas de esta ciudad, tendremos la oportunidad de ver teatro de calle y algunos espectáculos que aunque no sean propiamente teatro, son espectáculos vistosos, para toda la familia; me refiero sobre todo a las compañías extranjeras que se han caracterizado por traer en años anteriores espectáculos con una súper producción tecnológica, en los que las grandes estructuras, la iluminación, vestuarios portentosos y la música, han sido el deleite de ese público que paciente aguarda desde horas antes a que la función empiece y que generoso aplaude los resultados festivos –que no teatralesde las representaciones en las calles de su ciudad. Espero que no se me malentienda, no es que esté en contra de que dichos espectáculos se presenten; al contrario, aplaudo la voluntad de las instituciones participantes para seguir apoyando este tipo de actividades artísticas, pero no dejo de pensar que debería de haber una más minuciosa selección de lo que se presenta en este festival –sobre todo considerando la gran cantidad de recursos financieros y humanos que se destinan a que esto se lleve a cabo-. Es un gran logro que este festival se siga apoyando, se siga llevando a cabo, pero… soy de la idea de que se puede realizar una mejor distribución de los recursos económicos para lograr resultados más satisfactorios y para elevar la calidad de la programación. Sí, vienen compañías de otras partes del mundo, algunas de las cuales se presentan en el Festival Cervantino y hacen una escala en nuestra ciudad “aprovechando el viaje y el festival”, pero considero que hay otras vías para invitar y programar a compañías que sí hacen teatro de calle y no sólo espectáculos para la calle; todo esto puede hacerse para fortalecer un fes-
tival que este año celebra 10 años de vida. Ocho compañías locales se presentarán en esta ocasión y desde ahora les deseamos mucha mierda –como se dice en el argot teatral-; supongo que si en esta ocasión casi un 50% de la programación está constituida por zacatecanos, habrán recibido todo el apoyo necesario para producir sus puestas en escena. Ya estaremos en la próxima Gualdra dando los pormenores tanto de sus presentaciones como las de las otras compañías. Por lo pronto, estimado lector, le recomiendo vea la programación completa en la pág. 10 de este número para que agende desde ahora las obras que verá durante la semana. Me atrevo a recomendar cuatro obras en particular porque conozco el trabajo previamente: Zaikocirco, del Estado de Jalisco; La máquina de Esquilo, INBA, del D.F.; El país de las metrallas, Teatro de los Sótanos, del D.F.; y De barbas y faldas largas, del Taller de Teatro Infantil de Zacatecas, dirigida por Polo Elías Smith McDonald. Cuatro obras de géneros teatrales diferentes que tienen en común lo más importante: calidad.
Regalo para nuestros lectores
Nuestro muy querido y talentoso amigo zacatecano, Iván Martínez, director de la Revista L´Orfeo, connotado crítico musical y colaborador de este suplemento, tuvo a bien enviarnos 20 ejemplares de su revista para distribuirla entre nuestros lectores; ésta, la No. 37/Año 4, es una edición especial y usted puede ser una de las veinte afortunadas personas en tener este número de colección en su poder. Lo único que le pedimos es que nos envíe un correo a lagualdra@hotmail.com, dándonos a conocer sus datos completos para poder contactarle y entregarle un ejemplar. Jánea Estrada Lazarín
Como un espejo por Gabriel Luévano
El espejo del mundo (II) por Nelson Guzmán
La visión de la guerra de un hombre de paz por Luis Medina Lizalde
Ismael Guardado En la búsqueda permanente… por Jánea Estrada
Propuesta para nueva campaña de promoción de la lectura por Eduardo Campech Miranda Diario de Mateo por Mateo Estrada Gaviria
Don Roberto Cabral del Hoyo, el poeta memorable,el arquitecto del soneto germinal (1913-1999) XII aniversario luctuoso de su muerte: 1999-2011 por Juan Antonio Caldera
García Márquez en el Cine por Antonio Villarreal
Castillo de sal si puedes por Andrea Sampedro
Todos miramos sólo algunos observan por Mónica Morales Flores
Los pasos del árbol por Alma Rosa Fernández Aguirre
Carmen Lira Saade / Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas / Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín / Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Trinidad / Diseño
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibída la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
3 4 5 6 7 8 9 11 12 Juan Carlos Villegas / Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
Como un espejo Por Gabriel Luévano El sabio […] hace sabios los rostros ajenos, hace a los otros tomar una cara (una personalidad), los hace desarrollarla. Les abre los oídos, los ilumina. Es maestro de guías, les da su camino, de él uno depende. Pone un espejo delante de los otros, los hace cuerdos… Códice Florentino A veces uno abre la boca y cree, que las palabras se agolpan, con firmeza en la inclemente garganta, para decir las sentencias verdaderas, las oraciones respetables, los discursos de los vivos. Sin embargo (y nos hemos dado cuenta), por más que se cante, por más que desgañitemos la voz, nos quedamos mudos, insensatos, ebrios de silencio. Entonces, sólo entonces la vida se vuelve mirada, y uno lee, con la esperanza de encontrarse con ese autor, que dejó el llanto, la desesperación, la mujer, para escribir el texto que ahora, ensueña nuestra realidad. Hay palabras que se vuelven universales, semántica y popularmente. Hay palabras que sobrepasan la reflexión momentánea y se incrustan gravosamente en lo profundo de la mente. Platón pensaba, y así lo escribió en el Cratilo, que el lenguaje era un producto de la creación y, sin embargo, se emancipaba. Lo que vendría a continuación, sería una procesión del mismo fenómeno. La palabra, en el momento de separarse de los labios se vuelve autónoma y puede asimismo, volverse creadora y formar en el infinito, frases, oraciones, realidades independientes. Ahora bien, ¿a qué se debe este prolegómeno? Las palabras que nos interesan en este instante son, “Educación” y “Tristeza”. A veces parece que estos vocablos se vuelven autónomos y nos arrastran a su órbita, volviéndonos accesorio. Todos hemos escuchado, no me dejarán mentir, una célebre canción de Pink Floyd donde se preconiza (no sin razón), la necesidad de libertad frente a una instrucción castrante, draconiana. Butacas ardiendo, docentes amedrentados, gritos cuyo destinatario es el cielo; el cuadro invita inevitablemente a la rebeldía. Pero hace poco, revisando el material para una presentación académica, pude reafirmar una certeza: siempre, de manera indubitable, uno busca agarrarse de algo, para lograr el desarrollo. Para crecer necesitamos un árbol que ya ha sobrevivido a las inclemencias de la noche, del abandono,
de la desolación. Aquél que me diga que condena la palabra “educación”, le convendría dar un repaso al texto que nos atañe ahora: El Huehuetlatolli. Testimonios de “la antigua palabra”, con el que el temachtiani (maestro), persuadía a las nuevas generaciones a seguir la senda de la virtud. Para Fray Bartolomé de las Casas, los consejos y enseñanzas de los indios, se equiparaban a los que alguna vez dieron Sócrates, Platón y Aristóteles. En este texto apreciamos la acendrada vocación que la literatura ha abanderado con dignidad y reciedumbre: la honestidad del lenguaje. Existe también algo que los obsesos no han alcanzado a apreciar: La sencillez. El hecho de que un poema prehispánico, por ejemplo, sea la representación misma de lo diáfano, parece el pretexto perfecto para su marginación. Sin embargo, esa aparente sencillez esconde una verdad que se entromete a la mentira y vence a la cerrazón. Se piensa siempre, que la sensibilidad, la ternura, no educan. Es necesario la disciplina y la violencia, de lo contrario, los hijos tomarán el camino de la banalidad y la ligereza. No obstante, la persuasiva plática que el padre le ofrece a su pequeña, nos demuestra una realidad muy diferente. La palabra “virginidad”, los conceptos “matrimonio”, “muerte”, “honor”, se hayan presentes sin ambages algunos. El empuje prístino que engloba el lenguaje de los habitantes del México prehispánico, desenmascara a la palabra sucia, prostituida de nuestro hablar cotidiano. La reticencia, el eufemismo, vuelven a la palabra lóbrega, incapaz de transmitir la sabiduría. El resultado de esa dualidad, de la imposible claridad del término, deviene una ruptura, la incomprensión y la ira. El hecho de que los textos presentes en el Huehuetlatolli se hallen provistos de esa honestidad, hace posible el eficaz recurso de la ternura. Así ocurre con la palabra “tristeza”, a la que tememos hasta el punto de confeccionar una coraza inextricable, para volvernos camafeos de nues-
tro propio rencor. El amigo, el padre, el compañero quieren vernos radiantes, incólumes, insuperables. Cualquier demostración de debilidad es interpretada como un atentado a la hombría. La marginación es inminente. Pero todo aquél que haya llorado leyendo a Jaime Sabines, a César Vallejo, a Rafael Alberti, concordará conmigo en que el ejercicio de la poesía se convierte en el camino más seguro para embonar nuestro dolor al nervio infinito del mundo. La poesía de tipo Icnocuicatl (poesía de tristeza y dolor), es una muestra del estilo claro que comparten el didactismo y el lirismo prehispánicos. En ella, el autoconocimiento del abandono se torna una posibilidad para reconocerse en el prójimo. Entonces cada verso se vuelve, como lo apuntaría Octavio Paz, poesía de
comunión. Que se grite, que se llore, en silencio o en la palma abierta del mundo, todos, a fin de cuentas, estamos cortados por la misma tijera. Ésta es, por lo tanto, una invitación a leer la literatura del México antiguo, como un espejo. Quizá, algún día encontremos en ella la posibilidad de llegar a esa “educación sentimental” (usando el término de Flaubert). Total, como comentó el gran poeta Luis Rosales, cuando una experiencia es lo suficientemente honda, no se distinguen las alegrías de las tristezas. Así que, cuando nos lancen de nuevo a los terrenos del infierno, cuando nos enteremos que los días de este mundo están contados, cuando el cielo nos ahogue con su llanto, cantémosle al cosmos nuestra desdicha. Y de las cenizas nacerá la sangre.
El espejo del mundo II Por Nelson Guzmán Los libros semejan esos espejos con bisagras, que al irse cerrando van multiplicando y abriendo sus reflejos como si en el interior se invirtiese el movimiento que los une, hasta el punto en que cuando están situados frente a frente, cuando los reflejos encontrados deberían ser infinitos, nada hay ya en ellos porque ya no tienen ni el ojo, ni el objeto que reflejan. Así, un libro cerrado es un espejo oculto. La escritura tiene el poder de reflejar el mundo a través de los espejos de la mirada y la palabra. En especial cuando ese reflejo incide como forma real que vierte en el mundo su carácter ilusorio. Ya he aludido (v. La Gualdra No. 19) a algunas obras literarias que han jugado con esos reflejos, pero es probablemente Das Golem de Gustav Meyrink uno de los libros que más han socavado en mí las barreras que oponen lo real a la ficción. Ello se debe en gran parte a que su tema está asociado con la cabalística hebrea, que daba a las palabras la dignidad de arquetipos de las cosas y a éstas el carácter de símbolos de la escritura divina. Cuando se adentra uno aunque sea poco en los linderos de la tradición cabalística, inmediatamente se tiene la sensación de que las palabras adquieren vínculos estrechos con el mundo, lo que hace pensar que lo que en él acontece es un libro que alguien más escribe o lee. Pero también debo mencionar el espíritu particular de Meyrink, que afirmaba frecuentemente la naturaleza ilusoria de las cosas. Así, en el capítulo titulado Despierto leemos: Cuando los hombres se levantan del lecho se imaginan que han alejado el sueño de sí y no saben que son víctimas de un nuevo sueño mucho más profundo que aquél del que acaban de salir. El Golem es el relato fantástico del restaurador de libros Athanasius Parnath, personaje cuyas singularidades son desconocer completamente su origen y pasado (que se remonta a unos pocos años antes, cuando permaneció en un psiquiátrico), padecer frecuentes estados de aletargamiento en los que mientras se mantiene despierto, los demás lo ven desfalleciente, y el haber recibido una tarde en su habitación del gueto de Praga el Libro Ibbur por parte de un hombre misterioso parecido al Golem, ese personaje legendario que fue construido con barro y animado por un rabino en la época del emperador Rodolfo, que custodiaba la sinagoga Staronova (aún hoy se supone que su
ático tapiado lo guarda) y que según la tradición, aparece aún en las calles de la capital de Bohemia cada treinta y tres años. El destino de Pernath está ligado a la lectura del Libro Ibbur, que lo despierta de esta vida que habitamos cotidianamente, vida que en opinión del personaje se deja conducir como un trozo de papel movido por un viento invisible. Tras la lectura que tiene del libro, el personaje ha abandonado las ilusiones que habitan el corazón de los hombres y a las que nuestras pobres vidas se aferran. Recuerdo especialmente las páginas en donde el libro se convierte en una voz profunda que habla con él:
“El libro me hablaba como en sueños, pero con mucha más claridad. Y afectaba a mi corazón con una pregunta. […] Un hombre y una mujer se abrazaron. Los vi venir desde lejos. […] Entonces oí la vibrante canción de las estáticas muy cerca de mí y mis ojos buscaron la pareja abrazada. […] Detrás, en una nube de polvo, se acercaba trotando un rebaño de pequeñas ovejas ciegas […] Y se paraban ante mí y dejaban caer bruscamente sus velos y miraban fijamente con ojos rapaces mi corazón. […] Una mujer pasó volando ante mí, no vi su rostro pues llevaba un abrigo de lágrimas, fluyendo. Cabalgatas de máscaras pasaban bailando y riendo sin preocuparse de mí. Sólo un pierrot se vuelve
Fotos: cortesía de Nelson Guzmán
pensativo y regresa hacia donde yo estaba. Se planta ante mí y se mira en mi cara como si fuera un espejo. Hace gestos tan raros, que se apodera de mí un fantasmagórico deseo de imitarle. Ya no era un libro lo que me hablaba, era una voz. Pero la voz era una voz muerta y sin eco”. Este pasaje lo leí en la Ciudad de México, exactamente en el agitado cruce entre Avenida Universidad y Miguel Ángel de Quevedo, donde la abstracción en la que me vi sumido por la lectura contrastaba por completo con el barullo fragoso de autos y transeúntes que, indiferentes, pasaban ante mí. Quizás el que yo estuviese leyendo el libro del Golem mientras su personaje leía el Libro de Ibbur tenía un efecto de mímesis que me confundía con él. El caso es que la sensación que me infundió su lectura fue del todo semejante a la que el personaje experimentaba. Las mismas imágenes que desfilaban frente a los ojos de Pernath fueron desprendiéndose como huellas transparentes que adquirían figura y, aunque invisibles como espejismos de vapor, sentía el desfile de los personajes del Libro Ibbur caminando sobre la superficie del libro El Golem. No me detendré en las vicisitudes laberínticas de la novela, pero apuntaré algo sobre el destino del personaje. Más arriba he mencionado que el despertar al que le conduce el Ibbur le hacía contemplar el carácter ilusorio de todas las cosas, de todas salvo una: el amor al que su espíritu de sacrificio se entrega y ante cuyo peligro es advertido por el rabino Hillel, el padre de la mujer que amaba. El peligro que durante la novela no logra sospecharse, aparece con toda crudeza hacia el final de la novela, cuando después de la prisión que injustamente padece por haber protegido su amor, se le notifica la herencia millonaria que ha recibido. Pero al salir, el gueto judío ha sido reconstruido (en la actualidad el Gueto judío es el exclusivo barrio Josefov) y no encuentra ya a nadie conocido, a nadie salvo a un tal Athanasius Pernath que vive en una gran mansión al lado de su esposa y que se niega a recibirlo. Athanasius Pernath es así arrojado por Athanasius Pernath a las calles de Praga para vivir en la soledad, la indigencia y el abandono al que están destinados los inmortales. El mundo es un espejo en el que una parte inmortal de nosotros refleja esa otra parte que muere, que desconocemos, pero a la que han dado un nombre.
La vision de la guerra de un hombre de paz Por Luis Medina Lizalde Cuando Héctor Sánchez Tagle me invitó a comentar su novela, me invadió la sensación de que prefería como comentarista a un simple lector de literatura como es el caso de su humilde servidor, que a uno de los muchos eruditos que para fortuna nuestra pululan por estos rumbos, varios de los cuales son amigos de ambos. El autor recién aportó a la recuperación de la memoria zacatecana una deslumbrante investigación histórica que nos da luces sobre la participación de los zacatecanos en la guerra de independencia, en ese texto acredita el rigor con que se sumerge al pasado. Por ello, fue grande mi sorpresa cuando me invita a comentar una novela histórica cuyo título no da indicios suficientes sobre el universo narrativo que nos espera. Impetus Vincit Omnia se antoja una culta y sutil parodia de nuestro reverenciado lema Labor Vincit Omnia, o quizás es una propuesta de lucha que se propone despertar al adormilado ciudadano contemporáneo. El caso es que el autor nos entrega un texto literario de doscientas páginas sin prólogo, ni índice, de redacción que cae como las lluvias torrenciales que empaparon a nuestra ciudad en los días previos a la toma de Zacatecas. Todo transcurre entre el 19 y el 23 de junio de 1914, el General Felipe Ángeles es el personaje central de una novela que atrapa de principio a fin. En la medida que avanza advertimos que al autor lo atrapa -como a muchos, como a mí-, la noble figura de un radical creyente de la ética en la guerra, en la política, en la vida y en la muerte. Héctor, coincide con la valoración tan extendida que el general Ángeles es la antítesis de muchos condenados por la historia y de no pocos inmerecidamente perpetuados en historia confeccionada como traje a la medida de los vencedores. La novela es una prueba de que no pocas veces la literatura le gana la carrera a los rigurosos investigadores. No conozco ningún estudio de las guerras mexicanas, que nos ilustre sobre las relaciones seguramente tensas y contradictorias, entre los empíricos de la guerra y los formados ex profeso. Sabemos, sí, la discrepancia histórica entre Ignacio Allende y Miguel Hidalgo porque la prevalencia del criterio
del sacerdote cuando se pudo tomar tempranamente la Ciudad de México y no se hizo, nos acarreó una evitable década de guerra y un anti climático corolario de la lucha mediante una transacción, pero la novela nos sugiere las rivalidades propias entre los que se hacen militares en las trincheras y los que llegan a las mismas después de asimilar una formación académica no accesible para todos, ¿acaso no vemos esa misma distancia entre los periodistas que se hacen en la talacha y los que llegan al apasionante oficio con sus galardones académicos? La estructura narrativa me recuerda a mí, lego en el oficio de crítico literario a ese portento de creación llamado Noticias del Imperio, en donde la voz narradora nos pasea como en subidas y bajadas, adelante y atrás, para a final quedarnos con un bellísimo pedazo de nuestra historia gracias a la pluma magistral de Fernando Del Paso. Lo deslumbrante de la novela que nos congrega es que Héctor no sólo registra hechos y anécdotas de distintos planos temporales y espaciales, sino que al mismo tiempo nos fascina con las estrategias de la guerra puestas en juego en memorables batallas de Europa y el continente americano que lo mismo incluyen las peleados por Napoleón que por el general Sucre, la guerra entre el norte industrial y el sur esclavista de nuestros vecinos del Norte y, entre varias otras y con un disimulado orgullo la Batalla de Calpulalpan y el sitio de Puebla. Lo paradójico es que su magistral paseo por las estrategias y las batallas de la artillería es mostrado de manera tal que parece la emotiva reseña de una sinfonía en donde es la inteligencia y no el afán de destruir lo que inspira a los que como el general Ángeles hacen de la guerra el arte de combatir. Lo advierto portador del resentimiento histórico al que tenemos legítimo derecho los zacatecanos por la decisión de Juárez de no permitir lo que el imperio de la ley establecía, la Presidencia de la República para González Ortega concluido su legal mandato. En la novela se adivina el culto a la amistad y para ello escoge la que en vida profesaron dos relevantes protagonistas de la historia que el destino colocó en vados opuestos, Leandro Valle, el ameritado liberal y
Miguel Miramón figura ventral del conservadurismo decimonónico La simiente de la institucionalidad castrense en que se convierte el muchas veces heroico colegio militas, la condición de reiterado teatro de batallas de nuestra Muy Noble y Leal, como juguetonamente le llama a la ciudad de Zacatecas, son evocadas con inocultable emotividad. La novela habla de emplazamientos de artillería, de su relación con la infantería, de ofensiva y defensiva, de la crueldad y la sensibilidad humana recorriendo juntas el campo de batalla, sin embargo, la novela no es guerreris-
ta, es, así lo entiendo, un alegato a favor del reconocimiento del otro, al fin de los cíclicos fratricidios, alegato tan pertinente en estos momentos en que México huele a pólvora. Por eso el narrador que nos hace recorrer la historia en unos cuantos días como si se tratara de las subidas y bajada de los callejones de la ciudad se llama Benito Maximiliano. Recomiendo con mucho entusiasmo esta bella novela histórica Impetus Vincit Omnia y agradezco al autor la distinción que entraña el haberme permitido disfrutar de su sapiencia y arte.
Por Jánea Estrada Ismael Guardado nació el 13 de septiembre de 1942 en Ojocaliente, Zac. Es el mayor de los cinco hijos procreados por Isidora Guardado y Francisco Martínez. Desde que era muy pequeño, Ismael gustaba de hacer copias de los calendarios que se regalaban y vendían en la tienda de abarrotes propiedad de sus padres. Su mamá, una mujer apasionada de la música, compositora, sensible al arte, vio en Ismael el talento que posteriormente habría de desarrollar en el campo de las artes visuales y la música. Fue ella precisamente quien investigó a dónde debería de ir Ismael a estudiar y quien lo animó a que en 1962 se fuera al D. F. a estudiar en la Academia de San Carlos de la UNAM.
Cuando el pintor habla de su madre, sonríe, se le ilumina el rostro: “Isidora Guardado se llamaba mi madre, ella fue compositora y sus canciones fueron interpretadas por varios artistas: Antonio Aguilar, David Záizar…” Y así iniciamos esta plática con el pintor que ha viajado por el mundo para aprender cosas nuevas y para llevar a los más recónditos rincones su trabajo y sus canciones.
Jánea Estrada: ¿Cuál es la canción que más te gusta de las que compuso doña Isidora? Ismael Guardado: Muchas, todas me gustan: Tú mi vida, Tú no me interesas, pero tal vez la que más recuerdo es Vive Feliz, que es la más conocida. Mi mamá era muy talentosa y fíjate, nunca estudió música… componía sus canciones y luego las tarareaba a un músico del pueblo para que éste le escribiera la música.
JE: ¿No fue ella entonces quien te enseñó a cantar y a tocar la guitarra? IG: No, ella me enseñó a escuchar, a disfrutar de los sonidos… pero yo aprendí a tocar de puro oído la guitarra, el requinto... Para ella nada era imposible, cuando dije yo quiero ser pintor, ella me motivó a viajar a México. JE: ¿Cuál es el recuerdo más grato que tienes de Ojocaliente?
IG: Cuando yo era niño, había una planta de luz que funcionaba de las 7 a las 11 de la noche. La luz más maravillosa que yo recuerdo es la que hacía funcionar el proyector de cine. Todos los días funcionaba el Cine Oteo y yo todos los días iba a ver las proyecciones. Haz de cuenta Cinema Paradiso, así era Ojocaliente en aquel entonces. Eso y la música fueron mis primeros contactos con el arte.
JE: ¿Don Pancho –tu papá- también te apoyó en esta decisión de ser pintor? IG: Sí, ellos siempre estuvieron conmigo, tan es así que el 1962 cuando me fui de Ojocaliente al D.F. se fue la familia completa acompañándome y allá estuvieron un año mientras me acomodaba, nos instalamos en un taller que tenía un pariente, a dos cuadras del Museo del Chopo –y ahí fue donde hice mi primer cuadro, desde la azotea de ese edificio-. Mi madre, además, aprovechó el viaje para dar a conocer su trabajo como compositora, puso una cocina económica… hasta que me encarrilé. Luego ya regresaron a Ojocaliente y volvieron a sus actividades cotidianas. Yo me fui a la Casa del Estudiante Zacatecano y después de 3 años rentamos una casa para vivir otros amigos y yo. JE: Tu mamá a componer y a hacerse cargo de la familia ¿y tu papá? IG: Mi papá a atender su cantina, en la esquina del jardín principal. La gente le decía: “¿Ya va a abrir su cantina, don Pancho?” Y él contestaba: “No es cantina, es un club”. Y así se le quedó el nombre: el Club, al que iban los parroquianos del pueblo a tomar su famoso mezcal curado, el amarguito curado con ciruela, estafiate, almendra... así duró 50 años de cantinero. Mi madre siempre estuvo al pendiente mío y nunca dejó de apoyarme. Cuando terminé la escuela y me fui a París, ella agarraba bajo el brazo los cuadros que había dejado en Ojocaliente y los llevaba a la Feria de San Marcos, seguramente decía: “Éstas son obras de mi hijo, estudió en San Carlos y ahora está en París”, la gente se los compraba y ella me mandaba el dinero para ayudarme. Mi madre siempre ha sido el arcángel que supo dónde llevarme y guiarme.
JE: ¿Fue antes de que viajaras a París cuando hiciste la escultura de Prometeo? IG: Sí, tenía 27 años cuando un grupo de amigos estudiantes de la UAZ me invitó para que hiciera esa obra; juntaron el dinero que estaba destinado originalmente para su fiesta de graduación y lo invirtieron el comprar el material para hacer el Prometeo. Entre esos amigos estaba Benjamín Arellano, Valerio, Talecho –un amigo de Tlaltenango-… ellos se encargaron de la gestión y yo hice el Prometeo. Recuerdo que ese proyecto lo hice en Aguascalientes y luego lo ensamblamos aquí. JE: A principios de la década de los 70´s vas a París y luego a Japón… IG: Sí, después de haber estado en Aguascalientes colaborando en la formación de los talleres libres de grabado y pintura –invitado por el Mtro. Víctor Sandoval-; viajé a París a realizar estudios de diseño gráfico y técnicas de impresión y luego a Japón a seguir perfeccionando lo aprendido; ahí, en Tokio, fui asistente e impresor de serigrafía del Mtro. Kiyokazu Yamasaki. Luego regresé a Aguascalientes a dirigir el taller José Guadalupe Posada. JE: ¿Y la música? IG: Viajé con mi guitarra, y después de trabajar en los talleres de los que te hablo, me iba a tocar a los restaurantes música mexicana. Nunca he dejado de tocar y cantar mi música. JE: Tampoco has dejado de estudiar… IG: Nunca, Jánea, siempre hay algo nuevo que aprender. Yo no me puedo casar con una sola técnica o con sólo una manifestación artística… todo lo que hago me gusta, me llena… lo mismo la pintura, que el grabado, el fresco, la cerámica, la música. Todo es parte importantísima de mi vida y
siempre encuentro cosas nuevas que no conocía; a veces siento que no me alcanza el tiempo para aprender todo lo que debo, para experimentar, para seguir creando e inventando cosas. Yo no soy de encierros, he pretendido siempre tener una actitud de libertad, es en lo único –en el arte- en lo que se puede ser totalmente libre. JE: El próximo año es muy importante para ti… IG: Sí, el próximo año cumplo 70 años de edad y 50 de dedicarme profesionalmente a la pintura. Estoy muy feliz. En estos años he hecho pintura, gráfica, dibujo, escultura, murales, tapiz, instalación, arte objeto… JE: ¿Recuerdas cuál fue tu primera exposición individual? IG: Sí, fue en el Teatro Fernando Calderón, en Zacatecas, en 1964. Aunque ya había participado en otras exposiciones colectivas desde 1962 con Benjamín Domínguez, otro pintor amigo mío de Chihuahua, y con más compañeros de mi generación como Arévalo, Sebastián… JE: ¿Estás preparando algo especial para celebrar estos 70/50? IG: Claro, muchas cosas… ahora mismo estoy trabajando un proyecto en cerámica con artesanos de Tonalá; tendré una exposición en la Ciudad de México en el Museo de Arte Popular. Así sigo, todo el tiempo estoy inventando cosas, aprendiendo a tocar otros instrumentos, nuevas técnicas de pintura… qué mejor manera de celebrar. Para celebrar estos 70/50 está proyectada además la exposición en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez para el siguiente año y
se inaugurará, por supuesto, el 13 de septiembre. JE: ¿Y sigues cocinando? IG: Sí, me siguen encantando las sutilezas de los sabores, de la pasión de disfrutar los olores, las texturas… es otra manera de comulgar en la vida y con la vida. El arte también se encuentra en la cocina. JE: ¿Y dónde más encuentras arte? IG: En la vida… Todos los días me despierto maravillado con ella. Todos los días amanezco con ganas de aprender, de experimentar, de viajar… JE: ¿Qué te hace feliz? IG: Eso, ser lo que soy, hacer lo que hago. Mi tiempo y mi vida están llenos, están completos. Pero hay para llenar todavía… JE: ¿Qué te conmueve? IG: Me conmueve profundamente la situación actual de mi país. La violencia en las calles, en las carreteras. Nunca imaginé que me tocaría estar al pendiente de por dónde voy a pasar, o qué parajes o lugares no debo atravesar por las noches… Esa incertidumbre me conmueve y me lastima. Es desafortunado que teniendo un país tan hermoso estemos viviendo estas circunstancias. JE: ¿Qué nos toca hacer ante esto? IG: Tratar de equilibrar las cosas, debilitar la violencia con la armonía. Debemos apostarle a la educación, a la cultura, al arte… en México hay muchas cosas buenas todavía, buenas personas, buenos artistas… tenemos que buscar el equilibrio y trabajar para que esto mejore, todos los días. Sí se puede…
Propuesta para nueva campana de promocion de la lectura Por Eduardo Campech Miranda Durante los últimos meses hemos sido testigos de una campaña de invitación a la lectura, llevada a cabo por el Consejo Coordinador Empresarial, y en la cual aparecen figuras públicas, del deporte y el espectáculo, hablando de las virtudes de la lectura. Como he mencionado en una colaboración anterior, el mensaje es muy general, de tal manera que una propuesta más personalizada quizá pudiera funcionar mejor (porque se promueve un libro en específico). He aquí la mía: El ex presidente Vicente Fox podría recomendar El lector de Bernhard Schlink; el actual mandatario de la nación nos podría hablar de tres títulos: País de mentiras de Sara Sefcovich, Vivir y beber de Hugo Hiriart y Los mil y un velorios de Carlos Monsiváis; la sempiterna lideresa del SNTE, La peor señora del mundo de Francisco Hinojosa; Andrés Manuel López Obrador, Vida de un agitador de César Godoy; el todopoderoso asesor José Córdoba Montoya, El extranjero de Albert Camus; el gobernado veracruzano Javier Duarte, Elogio de la locura de Erasmo de Rotterdam; Enrique Peña Nieto daría doblete y recomendaría Los disfraces del diablo de Félix Báez-Jorge y Que se mueran los feos de Boris Vian; el ex secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, Un mundo feliz de
Aldous Huxley; el llamado “Jefe Diego” Fernández de Cevallos, Vivir para contarla de Gabriel García Márquez. Pero, para hacer recomendaciones más personalizadas aún, daremos una vuelta por los prospectos estatales: el contralor Guillermo Huízar anunciaría no un libro, sino un cuento de García Márquez: “En este pueblo no hay ladrones”, el director del Instituto Zacatecano de Cultura, Gustavo Salinas, El hombre ilustrado de Ray Bradbury; Arturo Nahle, Crónicas marcianas de Ray Bradbury; el ejecutivo estatal, Miguel Alonso, dos títulos: El tragasueños de Michael Ende y La Divina Comedia de Dante Alighieri; por vox populi el secretario de gobierno Esaú Hernández, De ausencia de María Luisa Mendoza; Jesús Pinto, desde la Secretaría de Seguridad Pública, comentaría Narraciones extraordinarias de Edgar Allan Poe; Víctor Infante, después de acudir a un famoso noticiero radiofónico matutino, Confesiones de Paul Berlain; Claudia Corichi, El pozo de los ratones de Pascuala Corona; la ex titular de la Secretaría de Educación y Cultura, Lucero Medina, La excluida de Luigi Pirandello; el ex vocero oficial Mario Caballero, Pinocho de Carlo Collodi, y finalmente, la ex gobernadora y ciudadana a pie, Amalia García, también
se haría presente en dos ocasiones, una con La muchacha que tenía la culpa de todo de Gustavo Sainz y después con No me agarran viva de Claribel Alegría. Ahora bien si lo que se quiere es ampliar la oferta y pensar en lectores colectivos, también hay sugerencias. Los priistas recomendarían La historia interminable de Michael Ende; los perredistas Puros cuentos de Juan Manuel Aurrecoechea; los panistas El libro de los desastres de Fernando Benítez; los petistas El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado de Federico Engels; los verdecologistas Una sarta de mentiras de Geraldine McCaughrean; los del PANAL, Un pacto con el diablo de Thierry Lenain y los convergentes, Guía de los perplejos de
Maimónides y todos los aspirantes (y suspirantes) al 2012: ¡Ahí viene la plaga! de José Agustín. Por último, para aquéllos que están hartos de que los personajes aludidos aparezcan todos los días en su vida y busquen otros espacios de esparcimiento, también hay una lista: aprovechando la alta popularidad de sus tweets, Ninel Conde aparecería con El idiota de Fedor Dostoievski; a aquellos adolescentes que gustan de hacerse justicia a sí mismos, La mano derecha de Pablo Soler Frost; para los cosmopolitas, Silvio Berlusconi y Memoria de mis putas tristes de Gabriel García Márquez; y la más lamentable, la infancia mexicana: Hijos de la violencia de Doris Leesing.
Escultura Der moderne Buchdruck en el Walk of Ideas, Berlin.
Por Mateo Estrada Gaviria Lunes 10. Llueve. La ventana está abierta, quiero sentir la brisa (Jova es el dueño de esta agua). En la mañana descubrí una bodeguilla nice de fruta y verdura. Está en la plaza Bicentenario, entre la panadería y las gorditas. El marchante es un joven con bronceado de clase media. ¡Permite que uno seleccione la verdura! Compré aguacate para hacer ensalada. Viajé en la ruta 4. Bajé en el paradero de la avenida Hidalgo, junto al templo evangelista. Me gusta la fachada del edificio, porque visto desde el bus invita a la melancolía. Ahí, según me cuenta Manuel [Barraza], palpitó una comunidad de lectores que defendió hasta el hartazgo su libertad de conciencia. Aunque el bus no iba lleno de pasajeros, ni la música era estruendosa, el zangoloteo no me dejó
leer (comencé Lunar Park, de Bret Easton Ellis). Compré Resurrección, de Gustav Mahler, en la tienda de JC. Él me atendió “muy profesionalmente”. Mientras buscaba el cedé, el puto rozaba mi rodilla. Ahí le dicen Juan. Tomé café con Alejandro [Vargas]. Es simpático, pero demasiado joven… Martes 11. 10 am. Escucho a Mahler. No han venido los pajaritos que beben agua con azúcar en el patio. La lluvia contaminó el agua. Día de descanso: sólo leeré Babelia y haré los guiones de los textos para los seminarios de investigación y del curso… Nueve pm. Día nublado. Él está, sigue, aquí… platica con su “mujer” delante de mí. Su tono no tiene entrega. Creo que su voz no tiene entrega. Cuando dejó el cel me besó. Preparó pasta para comer; tomamos una botella de tinto. FO es discreto.
Miércoles 12. ¡Qué hermosa la lluvia de ayer y de hoy! Es otro el color de la tierra y de los arbustos. Hoy trabajé en mis deberes escolares. GG mandó mensaje. No comprende, no entiende que su historia fue... Comí en la casa de Édgar [Hurtado]. Hicieron chiles rellenos “muy bien capeados”. No usé cubiertos, los comí con tortilla de maíz. Los seccioné como si fueran un corte asado con término inglés… En el patio
de la casa tienen hartas bugambilias. Les dije que su casa es netamente de “bugas”. Viernes 14 (Jova es historia). Vino Alejandro. Bebimos jota con hielo. Platicamos de su escuela y reímos de su profesor de Metodología. Ale imitaba el cómo corrige “las muletillas” de los alumnos. Luego, obvio, terminamos hablando de Ricardo. Sé que ahora vive en Aguascalientes. Vaya, en todo imita a M…
Don Roberto Cabral del Hoyo,
el poeta memorable, el arquitecto del soneto germinal (1913-1999) XII aniversario luctuoso de su muerte: 1999-2011
Por Juan Antonio Caldera Pienso en todo y en nada. Resto y sumo, el deber y el haber. Afirmo y niego la existencia de Dios, y sordo y ciego a la llama del verso me consumo… (EL SONETO 193, ROBERTO CABRAL)
Caduco como el hombre es, no lo es, o no parece serlo aquella generosa memoria que de él preservemos y conservemos casi como un talismán o como una flor inmarcesible. La memoria (este complejo universo de significaciones), es un legado del mundo griego arcaico. Para el mundo helénico esa figura, (que primero fue el reflejo de una potencia creadora, la llamada Memoria, Mnemósyne), fue después una deidad. Fue la Madre de las musas. La memoria era la juntura de un principio y de un presente felizmente conjurados desde un Caos nada nugatorio y sí absolutamente patente: es lo huido que se mira en el aquí y en el ahora de la vida que se renueva y patentiza por y desde la remembranza. Al héroe, a los héroes (y a los dioses) se les recordaba (podemos advertirlo en Homero), desde la juntura del presente y desde la profundidad de sus acciones memorables. Recordamos a los poetas como a esos héroes portadores de una revelación única y ésta se manifiesta en imágenes, en metáforas e ideas. Hoy, cuando el presente florece con la presencia sobrecogedora del poeta que cultivó una inusual admiración por la belleza y la que nos ha dejado manifestada en incontables versos que todavía hoy arden con grandilocuencia y esplendor porque en esa fábrica de conceptos que son centellas que recrean los universos intimistas está encendido el fuego primordial por el que dijo los nombres de las cosas, profirió los denuedos de una vida plena y conmensuró en fulgentes figuras una intensidad existencial llevada según el estilo de su personalidad rotunda. Él y sólo él: el poeta que vivió sus años y sus días, sus horas y sus noches edificando la metáfora acuciosa,
la imagen atinada, el color sorpresivo y la idea de puntual transparencia. Don Roberto Cabral del Hoyo nació y vivió para la poesía. En ella fue descubriendo que en el custodiar de la palabra estaba su rumbo de pastor de su destino. Y acaso algún numen le dejó su estro y él quiso pulsarlo, cultivarlo, ofrendarlo, y avasallando a fuerza de sentir y sopesar todo cuanto representa la condición del género humano nos lo dejo en heredad como quien vive la vida de todos y de todas, “Yo no he nacido para pensar, decía, yo he nacido para sentir”. En sus libros, desde el primero publicado en 1941, hasta la obra reunida por primera vez en 1992, bajo el título de Casa sosegada, lo han dicho quienes lo han estudiado, están presentes algunos temas recurrentes como la mujer, el tiempo, la belleza, dios, el amor y su lugarejo nativo como casa en que arde lo antiguo que patentiza una palabra suscripta con la sangre onerosa de su propio ser, ser que es a menudo es abismo, visión y desengaño a la manera de Quevedo, aquél del Heráclito cristiano: “que enturbiaron las aguas del abismo/ donde me enamoraba de mí mismo”. Tal dice en “Mientras enamorado”:
Un admirador de la obra de don Roberto no puede menos que preguntarse en dónde se haya el germen, la raíz, la fortaleza de esa obstinada lucidez por tales temas, (que son los temas rubricados ya desde la lírica griega, la poesía provenzal, la romántica y la nuestra, la moderna). Mas nuestro poeta, el que deambulaba por nuestra noble ciudad, el que tocó la cúspide radiante y eterna de la belleza, nos los deja como exactos trofeos de luz cultivada, de vocablos ungidos por la madre de las musas que es la Memoria, la que porta el recuerdo de los ríos de tinta y los torrentes de emociones con que Roberto Cabral de Hoyo nos lega una obra en que irrumpe y brilla una existencia, que sabe desdeñar, de algún modo, el transcurrir irreparable del tiempo, pero en la palabra que es de un mármol cordial y sensitivo queda impoluta aun ante la muerte. Su poesía es una verdad que, apenas la leemos, se nos van abriendo flores de misterio y pasiones altivas. La obra de don Roberto nos conduce a los remansos de la virtud del arte. Sus poemas son ávidos arcángeles de energía secular. Él nos hace vivir la vida en la pura presencialidad.
…Los veo rondar la nube donde Dios anida, y me conduelo del afán suicida con que persiguen lo que yo poseo. Pienso que, tras del biombo de la muerte en vano creen, por merecida suerte, hallarlo en los desiertos de la luna.
La poesía de don Roberto es un espejo en que se funda el misterio entusiasta de quien pastorea la divina palabra y el fervor inaudito de ofrendar la dádiva a los oídos de los hombres. En ella no habrá olvido porque ahora mismo lo estamos trayendo a la presencia y está y estará entre nosotros. Su tiempo, por el misterio de este emotivo momento de jubilosa recordación, su junta en nuestro tiempo, laten en nosotros los ritmos de sus versos, cifra del ritmo temporal que gravita todavía intensamente como hace 12 años en que nos dejó. Pero su obra arde como las fervorosas cenizas que vierten su pureza en la eternidad gloriosa. Pensar al poeta es conmemorar su pluma de vitales reflejos, como este, de “Suma”, un poema escrito en 1996, donde la premonición de la disolución en la nada, se resuelve en un momento emotivo, en el que hacemos que los mismos versos vibren con ecos nuevos. Cada que pronunciamos una palabra, un verso de nuestro amado poeta, el poeta renace y presagia una recordación florida siempre.
Esta vida terrena que tenemos, incoherente, fugaz, perecedera, gota de agua, grano de arena, por hacerse una sola con la otra -la universal, la eternaapresuradamente correrá a perderse en el mar silencioso de la muerte… Zacatecas, aniversario XII de la muerte de D. Roberto Cabral, 4 de octubre de 2011.
Sábado 15
CLOSE – ACT THEATRE PI LEAU HOLANDA Plaza de Armas 20:30 Horas
Domingo 16
GUÍA NOCTURNA UN QUIJOTE SIN MANCHA ZACATECAS Plaza Bicentenario 17:00 Horas “TORRENA” DANZA & TEATRO RESTROSPECTIVA MUSICAL ZACATECAS Plaza Miguel Auza 17:00 Horas TEATRO EN MOVIMIENTO VIKINGOS ZACATECAS Itinerante LUNA MORENA ZAIKOCIRCO JALISCO Plazuela Goitia 19:00 Horas CLOSE – ACT THEATRE PI LEAU HOLANDA Plaza de Armas 20:30 Horas
Lunes 17
TEATRO EN MOVIMIENTO VIKINGOS ZACATECAS Itinerante LUNA MORENA ZAIKOCIRCO JALISCO Plazuela Goitia 19:00 Horas “TORRENA” DANZA & TEATRO ZACATECAS Plaza Bicentenario 19:00 Horas LES PARFAITS INCONNUS CIRCO, DELIRIO Y ROCK&ROLL CANADÁ Plaza Miguel Auza 20:30
Martes 18
MÁSCARA ENTRE SOMBRAS HISTORIAS DEL ARRABAL MÉXICO, DF Itinerante
FLOTANTES I.Z.C. DE BARBAS Y FALDAS LARGAS ZACATECAS Plaza Bicentenario 17:00 Horas TALLER DE TEATRO ESCOLAR INBA LA MÁQUINA DE ESQUILO MÉXICO, DF Plazuela Goitia 19:00 Horas LES PARFAITS INCONNUS CIRCO, DELIRIO Y ROCK&ROLL CANADÁ Plaza Miguel Auza 20:30 Horas
Miércoles 19
MÁSCARA ENTRE SOMBRAS HISTORIAS DEL ARRABAL MÉXICO, DF Itinerante FLOTANTES I.Z.C. DE BARBA Y FALDAS LARGAS ZACATECAS Plaza Bicentenario 17:00 Horas TALLER DE TEATRO ESCOLAR INBA LA MÁQUINA DE ESQUILO MÉXICO, DF Plazuela Goitia 19:00 Horas AZIZ GUAL HUMOR EN CUBOS MÉXICO, DF Plaza Miguel Auza 20:30 Horas
Jueves 20
GUÍA NOCTURNA UN QUIJOTE SIN MANCHA ZACATECAS Plaza Bicentenario 17:00 Horas REHILETE AZUL TITIRESCOPIO ZACATECAS Itinerante LEYENDAS DE ZACATECAS ZACATECAS Itinerante CONCIERTO BANDA SINFÓNICA DEL ESTADO DE ZACATECAS ZACATECAS Plazuela Goitia 19:00 Horas AZIZ GUAL HUMOR EN CUBOS MÉXICO, DF Plaza Miguel Auza 20:30 Horas
Viernes 21 LOS COSMICÓMICOS COLMILLOS DEL OESTE ZACATECAS Plaza Bicentenario 17:00 Horas
REHILETE AZUL TITIRESCOPIO ZACATECAS Itinerante LA CIÉNEGA TEATRO TEO HIPNOS ZACATECAS Plazuela Goitia 18:00 Horas LES PIÉTONS RUE DE L´ATTRIBUT FRANCIA Plaza Miguel Auza 19:00 Horas LEYENDAS DE ZACATECAS ZACATECAS Itinerante ANTAGON THEATERAKTION GINKGO ALEMANIA Plaza de Armas 20:30 Horas.
Sábado 22
LOS COSMICÓMICOS COLMILLOS DEL OESTE ZACATECAS Plaza Bicentenario 17:00 Horas REHILETE AZUL TITIRESCOPIO ZACATECAS Itinerante LA CIÉNGA TEATRO TEO HIPNOS ZACATECAS Plazuela Goitia 18:00 Horas LES PIETONS RUE DE L´ATTRIBUT FRANCIA Plaza Miguel Auza 19:00 Horas LEYENDAS DE ZACATECAS ZACATECAS Itinerante CLAUSURA ANTAGO THEATERAKTION GINKGO ALEMANIA Plaza de Armas 20:30 Horas
Por Antonio Villarreal Luego de su exhibición en la hermana ciudad de Guadalupe, llega a Zacatecas las exposición itinerante Gabriel García Márquez-Una vida, la cual se exhibirá del 13 al 27 de octubre en El Estudio Galería, ubicado en la plaza de Santo Domingo. En el Cineclub Universitario ya hemos proyectado en ciclos pasados gran parte de sus intervenciones en el séptimo arte, de las cuales haremos un breve recuento de las obras que se desarrollaron en nuestro país. En 1964 realiza junto con Carlos Fuentes el guión de El gallo de oro, basado en un cuento de Juan Rulfo, una magnífica cinta con la actuación de la grandota de Chihuahua, doña Lucha Villa. En 1965, Alberto Isaac realiza una adaptación del cuento “En este pueblo no hay ladrones”, cinta que cuenta con los cameos de Luis Buñuel, José Luis Cuevas y Leonora Carrington entre otros. Benito Alazraki dirige en 1965 Amor, Amor, Amor, cortometrajes referentes al título de la película, en donde uno de ellos es una adaptación del cuento “Lola de mi vida”. En 1966 debuta en el cine el prestigiado director Arturo Ripstein con Tiempo de morir, una estupenda película de venganza escrita conjuntamente por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. Juego peligroso de 1966 y de Luis Alcoriza y Arturo Ripstein, es un interesante film divi-
dido en dos historias acaecidas en la ciudad brasileña de Río de Janeiro. El segmento escrito por García Márquez se titulaba “HO”, y estaba protagonizado por Julissa. En Patsy, mi amor, de 1968, dirigida por Manuel Michel, podemos admirar a una joven y muy hermosa actriz en su tercera película, Ofelia Medina, con una actuación, como todas las de ella, estupenda. Libertad Leblanc, símbolo sexual de los 60`s, participa en 1968 en 4 contra el crimen, dirigida por Sergio Véjar y con un guión de García Márquez. Y en 1974 se filma en Veta Grande, Zacatecas, Presagio, basada en el cuento “Algo va a pasar”, dirigida por Luis Alcoriza, es una historia acerca del poder de los rumores y el dicen por ahí. El año de la peste (1979) de Felipe Cazals, con un guión de García Márquez, es una adaptación del libro homónimo de Daniel Defoe trasladado a una ciudad mexicana devastada por una terrible epidemia. En este mismo año, 1979, María de mi corazón de Jaime Humberto Hermosillo, con María Rojo y Héctor Bonilla, basada en el cuento “Yo sólo vine a hablar por teléfono”, además de La viuda de Montiel (1979) de Miguel Littín, película donde se cuentan los avatares de una mujer tras la muerte de su esposo, el cacique del pueblo; con Geraldine Chaplin, Nelson Villagra, Katy Jurado y Eduardo Gil. Podríamos de-
Por Andrea Sampedro El 2012 se aproxima a pasos agigantados, lo cual hace que nos bombardeen con una serie de información sobre “el fin del mundo”, ya sean profecías que tienen que ver con mayas, con Nostradamus o muchos otros personajes que a lo largo de los años se han encargado de hacernos temer por la estabilidad de nuestro planeta y como si esto no fuera suficiente, de repente en la vida diaria ocurren cosas tan sorprendentes que uno no tiene dudas sobre la llegada del fin. Pero mientras esperamos (porque esperar es todo lo que podemos hacer) leamos a Stephen King. Sí, a Stephen King. Hace un par de semanas leí su libro Cell, muy adecuado con esta imagen de mundo apocalíptico que llega a mi mente cuando pienso en el 2012 o equivalentes. En el caso de Cell no se trata de que se acabe el mundo repentinamente, nada de tifones, ni huracanes, ni grandes incendios (aunque los hay),
nada de terremotos, ni de zombis de mayas salidos de ninguna parte. La historia nos habla de una especie de virus que reprograma la mente de los seres humanos hasta llevarlos a lo más básico, les quita toda la humanidad a las personas y lo peor es que el virus se transmite por medio de los celulares, así que hay un número estratosférico de gente en estas condiciones. Stephen King logra transmitir la desesperación de las personas no infectadas que intentan sobrevivir, y vemos a estos personajes como si fueran nuestros amigos los que están en problemas o incluso como si fuéramos nosotros los que nos encontramos en esa situación. Llegue o no llegue el apocalipsis con sus jinetes y todo, pueden entretenerse viendo documentales del fin del mundo (siempre y cuando no sean tan impresionables como mi amiga Paty) y pueden también leer a Stephen King con la mente abierta, responsabilidad y desenfado.
cir que con esta última cinta concluye el ciclo mexicano del autor, aunque en 1988 Jaime Humberto Hermosillo filma para la televisión El verano de la Señora Forbes, con Hanna Schygulla.
Por ahora en el Cineclub Universitario continúa el ciclo Migrantes, con historias acerca de la vida de los hispanos, griegos e italianos en los EUA. Lunes 17, 18:00 hrs.
Americano, Yo. (1992) Dir. Edward James Olmos Basada en una historia real, cuenta cómo en la América de los años treinta una pandilla de adolescentes se adentra en el mundo de la delincuencia. Una serie de robos llevan a su cabecilla, Santana, a pasar dieciocho años en prisión.
Miércoles 19, 18:00 hrs. La Tierra de la Gran Promesa (2006) Dir. Emanuele Criales
Narra la historia de la emigración italiana durante el siglo XX a través de las vivencias de una familia siciliana, los Mancuso, que a principios de 1900 parte de Agrigento para llegar a los Estados Unidos. Salvatore (Vincenzo Amato), sus hijos y su madre, Donna Fortunata (Aurora Quattrocchi), deberán enfrentarse a un mundo nuevo muy diferente al que habían imaginado...
Viernes 21, 18:00 hrs.
América, América (1963) Dir. Elia Kaza Stavros es un joven griego cuya única obsesión es llegar a los Estados Unidos de América. El primer paso será ir a Constantinopla para conseguir las 110 libras turcas que necesita para comprar el pasaje, toda una fortuna para un chico como él. Y en Ciencia Ficción de los jueves, continúa el Ciclo Octubre Ruso con:
Jueves 20, 18:00 hrs. La Isla Habitada: La Pelea. (2008). Dir. Fyodor Bondarchuk
Todos miramos, sólo algunos observan Por Mónica Morales Flores* Todos miramos, sólo algunos observan, Pedro Valtierra aprendió a hacerlo jugando con las nubes de Fresnillo. Y con ese amor por la patria chica retrata a sus coterráneos en una atmósfera íntima cargada de proximidad emotiva. Ésta es una de las características de su quehacer fotográfico cuando de su tierra se trata, con esto no decimos que el resto de sus retratos -mujeres y niños sobre todo-, carezcan de una relación fotógrafofotografiado; y no me refiero sólo a la complicidad en el entrecruce de miradas sino al encuadre, la composición, la integración armónica, con el escenario natural de quien aparece en la placa. Pero, también encontramos en sus retratos la mirada fija a la lente de la cámara como la del “Niño gallero zacatecano” o el sandinistaniño que con pistola en mano mira al fotógrafo. Ejemplos hay muchos para mostrar las constantes compositivas de su trabajo: los marcados primeros planos a ras de piso o fuera de foco –como el zapato abandonado en una destruida y desolada calle de Managua o el guerrillero que apunta con su
fusil directamente a la Nikon de Valtierra esperando su disparo de luz-. Sus imágenes registran, desde una mirada documental, la vida cotidiana del pueblo que durante largo tiempo permaneció escondida, busca al igual que sus colegas de generación -la del fotoperiodismo mexicano moderno surgido en las páginas del unomásuno de a fines de la década de los setenta- el rostro de los que no lo tienen; pero algo lo diferencia de sus contemporáneos, Valtierra no busca la ironía o el sarcasmo, sino la dignidad y la realidad sin caer en la adulación o la crudeza. Retrata el dolor y la violencia de la guerra nicaragüenses sin mostrar sus muertos pero sí el sufrimiento del pueblo. Dentro de su vasta producción fotográfica existen emblemas, iconos y poesías, esto es el resultado del dominio de la técnica pero principalmente de lo que su ojo observa, la mirada humana detrás del ojo mecánico de la cámara. Así Pedro Valtierra nos comparte la visión que tiene del mundo, una visión muchas veces compartida por quienes nos
apropiamos de sus imágenes, este hacer nuestra una imagen de Valtierra es lo que les otorga el lugar una posición emblemática a “Idalia”, “Balazo”, o los Mineros en huelga sin ropa, pero con dignidad y coraje, valentía compartida con las “Mujeres de X`oyep”; su fotografía multi-
rreproducida en revistas, carteles, playeras, libros, etc., que camina solita por los sinuosos caminos de la historia del fotoperiodismo nacional convertida en icono del trabajo de este zacatecano. * Candidata a Doctora en Historia por la ENAH. monnyflores@hotmail.com
Fotografía Pedro Valtierra
Los pasos del árbol Por Alma Rosa Fernández Aguirre* Ella recuerda que toda su madre era de tierra. El olor de su falda era igual al campo húmedo. Sus pies siempre estaban expuestos al polvo y levantaba airosa las piernas, dispuesta a caminar por donde quiera, no como los árboles. Sonríe tímidamente, mientras la imagen maternal se desvanece con las nubes que adquieren nuevas formas. Ahora, su mirada cambia de dirección hacia el encuentro de un hombre y una mujer. Espera que él, por fin, se decida a rodearle la cintura. Si la aprieta con vehemencia como los actores de cine, mucho mejor. Se pregunta por qué ella no le muerde los labios, desea que la mujer se lance sobre él. Luego, se recrimina a sí misma por tener ideas absurdas: “No, para qué imaginar historias tontas sobre dos desconocidos que pueden ser hermanos, amigos o un par de idiotas que por casualidad se han vuelto a ver”. Sus ojos vuelan sobre el árbol y la tierra húmeda en la que se encuentra sentada. Imagina que es muy
triste la existencia del árbol: estar siempre de pie, ver pasar a la gente y no poder ir a ninguna parte. Así que, sólo le queda soñar, soñar mucho. Imagina miles de caminos distintos. Cree que el árbol, por las noches, cuando todos duermen, despega sus raíces de la tierra y comienza a dar unos pasos pesados y un poco temblorosos. Le parece que ver un árbol caminar por las noches ha de ser como ver a un chico montado sobre una estrella fugaz. Pero esto lo considera más probable que los dos enamorados con movimientos perfectos, dirigidos por un cineasta maravilloso e invisible. El contacto con la tierra entre sus manos la conduce a su adolescencia, casi a su niñez. Recuerda que conoce el sabor de la tierra. También vuelve a ver la hierba crecida sobre el corral del abuelo, en donde construía pequeños jacales separando los matorrales, dejaba sólo un hueco. Ahí, sólo podían hospedarse una o dos diminutas personas.
Fue en la cañada cuando tuvo que tragar tierra con inmundicia de vaca. Uno de los muchachos le había lanzado miradas largas durante el catecismo. Luego, se la llevó con la promesa de enseñarle un tesoro entre dos grandes piedras con figuras humanoides. Ahí la sedujo. Ella lo veía atontada, como si fuera una espectadora de la escena y no la actriz principal. Él le hacía jirones el vestido, mientras ella veía cómo su copa se quedaba desnuda de hojas. Era el viento quien las arrancaba. Él le tocaba las piernas apresuradamente hasta llegar a los pechos, que apretaba con violenta fuerza. Ella sentía los pasos de insectos sobre su tronco y el hocico de la ardilla halando sus frutos. Él nunca llegó a su boca ni metió su lengua sobre sus dientes. Sólo la hizo tragar un mon-
tón de estiércol. Sus manos terregosas se hundían por en medio de sus piernas. Ella era un río sin querer serlo o sin saber si debería serlo. Su madera crujía o ardía. Sentía la daga que los enamorados clavan para dibujar corazones sobre la corteza, clavan cincelando, encajan llenos de coraje porque la flecha no ha salido bien, remarcan para que no se borre la insignia, juegan al amor precoz. No distingue qué ha pasado. No sabe si después de eso, ha salido corriendo o si las piernas se le sumergieron en la cañada hasta echar raíces por años y años. En este momento tiene miedo de recoger la canasta y el mantelillo, teme que sus extremidades no le respondan, por eso prefiere imaginar parejas en el parque besándose como en las películas de amor.
* Pasante de la Licenciatura en Letras por la UAZ. Integrante del taller de narrativa de la UAZ impartido por el escritor Alberto Huerta. alma.rosa.fdez@hotmail.com