La Gualdra 137

Page 1

SUPLEMENTO CULTURAL

No. 137 - 24 DE FEBRERO DE 2014 - AÑO 3

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Autor: Juan Carlos Villegas Alejandro Nava nació el 4 de agosto 1956. Estudió en el Instituto de Bellas Artes de Zacatecas; en el IPBA de San Luis Potosí; en el Museo José Guadalupe Posada, en Aguascalientes; en el Taller Siqueiros en Cuernavaca, Morelos; y trabajó en el Taller de Gráfica Uno, de Giorgio Upiglio, en Italia. Realizó más de 30 exposiciones individuales en el país, Cuba, Francia y Estados Unidos; y participó en múltiples exposiciones colectivas en México, Cuba, Venezuela, Estados Unidos, Francia, España, Bélgica e Italia. Fue Becario del Sistema Nacional de Creadores (1997). Su obra se encuentra en colecciones de Mexican Fine Arts Museum de Chicago; Museo José Luis Cuevas, México, D.F.; Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez, Zacatecas, Zac.; Museo de las Artes, Universidad de Guadalajara, Jal.; y en el Museo de Arte Latinoamericano de los Ángeles, Ca. Fundó el Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas en Zacatecas. Falleció el 20 de febrero de 2014 en la ciudad de Zacatecas.

[In memoriam, número especial dedicado a Alejandro Nava]


137

LA GUALDRA NO. 137 / 24 DE FEBRERO DE 2014 / AÑO 3

“Me siento de maravilla. Descuelgo del armario mis colores, mi fantasía, mis pinceles. Y voy al cosmos a sonreírle a la vida”.

La mañana del jueves 20 de febrero partió al cosmos a seguirle sonriendo a la vida Alejandro Nava. El número dos estuvo presente en varios aspectos de su vida: tuvo dos cumpleaños, dos nombres, dos hijos, dos lugares de origen y dos pasiones: el arte y la vida. Lo conocí hace 20 años, Ismael Guardado nos presentó durante el verano de 1994. Esa tarde Alejandro platicó con mucha emoción de todos los proyectos que estaban realizando en el Taller Julio Ruelas, los planes que tenía de traer invitados a que impartieran cursos a ese espacio que se iba fortaleciendo poco a poco, que tenía muchos talleristas talentosos que necesitaban seguir preparándose y que él seguía por su parte trabajando en lo suyo. Tomamos mucho café ese día; lo recuerdo perfectamente. Ése fue el inicio de nuestra amistad. Él platicaba de pintura, yo platicaba de teatro, y cuando nos encontrábamos retomábamos siempre una plática que parecía eternamente inconclusa. En 1996 lo vi en el templo de San Agustín mientras visitaba una exposición que ahí se exhibía, pasamos un largo rato haciendo el recorrido juntos, hablando de las obras, de los autores… me preguntaba cosas sobre lo que veíamos en ese momento y a mí se me hacía muy preguntón; se lo dije, y él replicó mientras sonreía: “Es que ves muchas cosas que yo veo y tienes más respuestas de las que te imaginas, deberías de dedicarte a esto del arte, aquí hay mucha gente con talento que necesita ayuda para promover su obra”. Quiso la vida que años después, nos encontráramos con él Juan Carlos Villegas y yo, frente a su taller. La cara se le iluminó de alegría, nos abrazó y desde entonces empezamos a colaborar juntos en muchos proyectos. Él, siempre generoso, participó conmigo en la edición de las agendas que realizaba cada año. En el año 2009, le propuso a Juan Carlos hacer una exposición con él y me pidió a mí que la

Para Alejandro Nava In memoriam por Sergio Espinosa Proa

Alejandro Nava (1956-2014)

coordinara: Veintidós poemas perdidos, se inauguró ese año en la Ciudadela del Arte. A principios de 2011 nos dio la noticia de que estaba enfermo de cáncer; y antes de que atináramos a decir nada, él dijo: “Esto a mí no me va a vencer tan fácil, no hay de qué preocuparse”. Me consta que lo que menos hizo fue quebrarse, sigo sin saber de dónde sacó fuerza para luchar con tanta valentía y entereza sin apenas quejarse. Sonreía, sonreía siempre. Estoy hablando de mi amigo. Pero no es sólo mi amigo el que se fue el jueves pasado. Se fue un gran artista, un promotor cultural invaluable, que formó varias generaciones de artistas en su Taller de Grabado y Pintura Julio Ruelas. Se fue un hombre crítico, rebelde, propositivo, polémico, pensante, sensible e inteligente. Qué más da si nació en San Luis o en Zacatecas, qué más da si su nombre de pila fue Alejandro o Juan Alfredo, si nació el 4 o el 10 de agosto, o si le caían bien o mal los políticos en turno. Se fue un artista que amó profundamente a esta tierra, en la que deja como legado su obra, en la que vio nacer a Diego y a Ximena, en la que conoció a Silvia, y en la que eligió morir. Y eligió además, cómo despedirse de sus amigos más cercanos, de sus colegas, de su familia. Tuvo una ceremonia breve, sencilla y emotiva en el Museo de Arte Abstracto Manuel Felguérez. Este número de La Gualdra está dedicado a su memoria; aquí participan personas que estuvieron cerca de él en diferentes momentos de su vida. Con mucho cariño y solidaridad para su familia. Descansa en paz, Alejandro Nava. Seguimos con lo pactado. Te vamos a extrañar bien mucho.

3

Alejandro Nava: una pérdida para reflexionar por Armando Haro Márquez

Caballo de Troya por Joel Flores

In Memoriam Alejandro Nava por Alfonso López Monreal Pintabas “de oído” por Plinio Ávila

Despedirse siempre es doloroso por Fernando Jiménez Luévano Alejandro por Juan Guillermo Zesati Ibargüengoitia

8

Gracias, Alejandro por Uriel Márquez Romo

En su memoria por Otilia Sánchez López [Greta] El Maíz Tronaba por Iván Odín Barrios

9

Te fuiste… por Julieta Medina Al maestro Alejandro Nava por Luis García

11

Te recuerdo huyendo una mañana por Ximena Nava Torres

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade / Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas / Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín / Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Trinidad / Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas / Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


24 DE FEBRERO DE 2014

Para Alejandro Nava: In memoriam Por Sergio Espinosa Proa

Alejandro Nava en su estudio de Zacatecas, 2012.

lo real y un concepto de la idea. Pensamiento despensante que sólo gira sobre su propio eje. El símbolo se vuelve autónomo, autóctono, automático, autógeno, autópsico. El movimiento rítmico de los danzantes de Matisse sirve para dar cuerda a una delicadísima maquinaria donde el instrumento es un objeto y un fin en sí mismo. No es una colección de trazos detallistas: nos encontramos ante una proliferación de insignificancias que muestra la profundidad, el plegamiento, la concavidad del instrumento. Lo enigmático alojado en lo inmediato. El cuerpo humano es también un compás, un fórceps, un astrolabio y los instrumentos musicales y los platos de cocina forman un paisaje que sólo puede aparecer a los ojos de hombres que saben que su mundo no se agota en la —necesaria— manufactura de objetos útiles. Vemos así, convencidos por los instrumentos de Alejandro, en el centro de un paisaje sin sentido, en una atmósfera levemente inuit, una resurrección de la cosa, una naturalización del artefacto: trampas para osos, cascanueces aureolados, muletas, huesos de ballena, escalas, olor de madera balsa, cuerpos fragmentados por la presión del artefacto —y sostenidos por ella misma. Las articulaciones del cuerpo son también las flexiones e inflexiones de los objetos de que se sirve. Vuelve a emerger la lejanía de lo más a mano. Danza, música, tinta... y arneses marfilados. Todo encentado en una rigurosa economía del color y de la línea, todo en una clarísima tensión entre el relajamiento y la intensidad, todo incrustado en un espacio entre el vencimiento y la erección. En el (des)equilibrio del sepia y del azul, un mensaje de discreción, de soledad, de erotismo a fuego lento, de remansada insatisfacción. Trazos como huellas del paso de una fuerza tan poderosa como instantánea, poderosa precisamente por su fugacidad, poderosa porque no quiere tener poder. Líneas que limpian el trabajo de la tinta en la superficie que la acoge sin excesivas protestas. Inflexiones que invitan a ver el taller de un pintor tal y como aparecería a la mirada de una liebre, de un ocelote, a través de una niebla ya no tan amarga pero siempre discreta, resbaladiza, amable, inaugural.

In memoriam Alejandro Nava

El arte no transforma la realidad. No lo hace, al menos, si creemos que existe una realidad antes de que la (interesada) intervención del hombre la modifique. La realidad es, desde el comienzo, y hasta su extremo, una creación estética del hombre. Me corrijo: la realidad es real sólo cuando es arte, sólo cuando es invención. La mano y la mirada, la voz y el gesto, la palabra y la imagen, el trazo y el silencio, tales son los ingredientes, los adobes, las imprescindibles coordenadas de la realidad humana. El arte no transforma nada: lo instaura todo. Pero, y esto es lo realmente interesante, al instaurar un mundo humano, lo hace tan solo para desautorizar, recusar, desfigurar a todo lo presuntamente humano. El ademán estético no afirma al hombre sin borrar sus fundamentos, sin desdibujar sus perfiles, sin reventar la costra de la ampolla que hace de los hombres animales demasiado predecibles, demasiado sensatos, demasiado domésticos, demasiado humanizados. El arte es el modo en que los hombres se hacen un mundo que, contra todo pronóstico, no tiene por qué venirles a la medida. Un mundo que se les aparece como si fuera el mundo de una liebre, o, mejor, como si fuera el no-mundo de un ocelote o la visión de una niebla amarga y un tanto ciega. Por el arte, el hombre crea su realidad —pero una realidad que le impide olvidarse de lo fundamental: que es un animal que siempre está deviniendo otra cosa. Los llamados simbolistas —Mallarmé en posición preeminente— convertían el detalle, el fragmento, en la vía de acceso a lo más profundo: por la insignificancia, acceder al significado último, alcanzar sus playas para poner fin al naufragio. Nosotros, herederos de tantas vanguardias, quizá ya solamente un poco en guardia contra ellas, no podemos seguir buscando el extremo del túnel, el escape a través del puente, la (final) visión de lo invisible. Para nosotros, el último significado ya no significa nada que no sea otra cosa que decepción... y recomienzo. En las tintas y luces de Alejandro Nava encontramos, entre otras señales, una suerte de compresión del simbolismo. Al comprimirlo, el símbolo deja de ser por ambos flancos y al mismo tiempo una metáfora de


LA GUALDRA NO. 137

Alejandro Nava:

una pérdida para reflexionar

In memoriam Alejandro Nava

Por Armando Haro Márquez El día de ayer la comunidad artística, intelectual y pública de Zacatecas ha perdido a una de sus figuras más interesantes y polémicas: Alejandro Nava. Interesante porque, como bien lo dijera Alfonso Monreal el día de ayer, fue un pintor que sin importarle lo que opinaran los demás de su obra, él simplemente seguía adelante con sus planteamientos pictóricos, los cuales desarrolló desde la pancarta y el esténcil político hasta la figuración neomexicanista, y desde la abstracción nebular hasta el objeto neo-pop y la narración mínima, de juguete, infantil. A la par, resulta ser una figura enriquecedoramente problemática porque de una manera u otra promovió la formación de la gran mayoría de los actuales artistas emergentes zacatecanos, como también lo mencionara Alfonso, puesto que muchos de nosotros pasamos por las distintas habitaciones, casas y hasta museos que el Taller Julio Ruelas ha ocupado durante sus ya casi treinta años de existencia. Pero este texto no pretende hacer lo que corresponde más bien a historiadores, teóricos y críticos del arte, ni mucho menos establecer la cronología y desarrollo del Ruelas ni de los artistas que han surgido de ahí y que le deban realmente algo a Alejandro y al taller; no, este texto tiene como motivación hablar de Alejandro, el compañero de trabajo, el amigo y gran promotor del arte en Zacatecas desde la experiencia que tuve en mis cinco años de estancia en el Ruelas; periodo que se remonta casi al momento mismo de la fundación del taller en el ático del Museo Francisco Goitia allá por 1985 y que posteriormente se trasladaría al Callejón del Tenorio como por el ’88, lugar en el que, uno de esos días en que no había nada qué hacer en Zacatecas, tuve el tino de entrar para preguntar por clases de dibujo o pintura, obteniendo como respuesta la casi inmediata acción de que Alejandro me pusiera a dibujar y hacer huecograbado. Sin embargo, sinceramente nunca llegué a considerarlo tanto como maestro, pues fue mucho más lo que aprendí de los otros integrantes del taller que de él; Alejandro fue más bien como una compañía que en esa joven ingenuidad me abrió los ojos al gran horizonte que en esos momentos se abría para el arte mexicano y zacatecano. Así lo considero, sin él, la comunidad artística e intelectual de Zacatecas jamás hubiese tenido la fortuna de ver debatir a los pintores de la Generación de Ruptura con los críticos y teóricos del arte como Raquel Tibol y Teresa del Conde; tampoco habría tenido la oportunidad de que el Mtro. Manuel Felguérez haya vuelto la vista a su tierra natal como lo hizo.

En lo personal, sin Alejandro quizás me hubiese tardado más en acercarme a la gente y los recintos artísticos más importantes de México en ese momento, como a algunos docentes y alumnos de la Escuela Nacional de Artes Plásticas, así como a las excelentes exposiciones del ya inexistente Museo de Arte Contemporáneo de Televisa; eventos que promovió con gran tino en un momento en el que, como ahora y a diferencia de la perspectiva de muchos, había una gran efervescencia de talleres de creación artística y literaria, no pudiéndose a veces evitar esos intensos encuentros entre los que en esa época eran integrantes del Submarino Amarillo, del Julio Ruelas, del Taller de la Universidad y del Taller de Textil de la Mtra. Rosa Luz Marroquín y, por supuesto, de algunos otros talleres en Fresnillo. Fue en este ámbito ideal para la creación y reflexión del arte cuando junto con Juan Pablo de la Colina presentamos nuestra primera exposición individual de litografía titulada “Estoy pensando”, en el Museo Goitia, para la cual Alejandro nos dedicara el siguiente poema:

“Uno se va al teatro a buscar cuerpos mutilados, el otro busca caracoles en el corazón de la piedra, ambos juegan al ajedrez de cera. Ocasionalmente se toman la cerveza en la nostalgia de la noche. Armando Haro joven de tolerantes jeans se asoma a el alma del sol enroscado en las abstracciones del caracol, caracoleando en la bicicleta goteando lo negro. Retomando su imagen líquida voltea a ver un cristal que se encanta al mirar su obra.

Y así se ha ido el compañero y amigo, dejándonos mucho qué pensar y hacer en lo que se refiere a la percepción e interpretación de su obra; así como en el amplio legado que nos dejó. Con la fraternidad que hiciste posible, donde quiera que ahora estés, salud a tu espíritu y a tu familia. Zacatecas, Zac., 21 de febrero de 2014

Juan Pablo gatea en la azotea mirando caras cubiertas de no sé dónde traspasa los ojos de las mentiras desgarra las entrañas de jóvenes chupadedos sonríe en la casa imaginaria come manzanas y mirar el pop art caminar a una cuadra de su lengua de su mano de su chela de su lápiz”. [Alejandro Nava, 1991]

Fotos: Cortesía de Armando Haro Márquez


24 DE FEBRERO DE 2014

Caballo de Troya Por Joel Flores

Alejandro Nava. Foto, cortesía de Claudio Arrebol Alba Reyes.

a tu plan como quien se sacrifica por un amigo, sin entender el mensaje de fondo: tú querías que defendiera mi propio trabajo en un momento determinado y ante las personas indicadas para que no me convirtiera en aquel artista que se queja y no crea, que dice que el arte no progresa por culpa de las instituciones y no de ellos, que suelen atenerse a las instituciones. Me ofreciste tu amistad mientras me compartías historias de tu adolescencia, significados ocultos de tus cuadros. Y la complicidad fue madurando en pocos días. ¿Cómo olvidar, por ejemplo, la tarde en que estábamos planeando la exposición y llegó Manuel Felguérez al taller? Antes de que entrara el hombre con su pipa en boca me dijiste: “Ahí viene Manuelito, a aprender cómo se pinta”. Felguérez sólo iba hablar contigo de otra exposición y de paso, aprovechó para ver los cuadros que estaban desperdigados por el taller. Tus cuadros, los que se expondrían pronto, siempre reposaban en la parte de en medio del salón, los mantenías con el lino espaldas a cualquiera. Sólo podíamos verlos quienes tú creías éramos de confianza o participaríamos en algún proyecto contigo. Cuando me propusiste escribir el texto para aquel catálogo, uno por uno fuiste revelando los bastidores de 1.50 x1.50. En cada cambio me cuestionabas: “¿Qué ves en él?”, y tras mi respuesta añadías la historia personal

que se ocultaba detrás del óleo: “Con éste los pinceles y las manos me estorbaron. Mandé comprar una escoba industrial para lograr lo que buscaba”. Al final, cuando los vimos todos, añadiste: “Sólo Juan Villoro y tú los han visto y Juan notó más cosas que tú”. Yo era joven y aparte obtuso. Pero terminé el texto esa misma noche y cuando te lo mostré jamás supe si te gustó o no. Sólo respondiste: “Ya tenemos todo listo para meter el caballo a Troya”. En aquella exposición en la Ciudadela del Arte no pasó lo que planeamos. Ni siquiera hubo micrófono. Apenas el entonces director del Instituto Cultural de Zacatecas resaltó una que otra cualidad de tu obra y la de Juan Carlos Villegas, y cortó el listón como si temiera a lo que planeamos. Recuerdo que me decías con la mirada, o sólo yo le di ese significado, porque alguna vez me contaron la historia de que quemaste tu propia obra a las afueras de un museo porque no ganó una bienal por culpa de un jurado poco honesto: “Si abres la puerta del caballo yo agarro mi lanza y a la carga”. Pero no abrí la puerta ni tú cogiste la lanza y no hubo carga. Al poco tiempo dejamos de vernos. Yo me fui al DF a buscar una editorial que publicara alguno de mis libros y tú seguiste pintando como lo venías haciendo. Luego regresé a Zacatecas y tú cambiaste de residencia. Después me vine a vivir a Tijuana y sólo bajé a Zacatecas para casarme

en Fátima. Recuerdo que dos días antes de la boda encontramos en la Ciudadela del Arte una exposición tuya. Flor, al ver el nombre del artista, me dijo el pintor se llama como uno de tus amigos a los que tenemos que entregar invitación. Yo sólo asentí y ella tardó casi una hora en ver las estructuras metálicas que simulaban el metro de New York. Por la noche cenamos en el Quinta Real y en lobby Flor volvió a descubrir tu nombre en los cuadros que allí reposan. Esta vez sólo dijo: “Este pintor está en todos lados”. Bueno habría sido que no se hubiera equivocado. Al día siguiente te busqué en tu taller, en tu casa y no di contigo. Tanto mudarme y cambiar de línea telefónica me hizo extraviar tu número. Cuando suelo cruzar a San Diego veo un enorme Caballo de Troya metros antes de la garita de revisión. Un artista tijuanense lo creó bajo la idea de meter allí toda la humanidad fronteriza, todo el arte que los bajacalifornianos puedan crear, para cruzarlo sin revisión aduanal alguna a los USA, y ya dentro, demostrar de qué estamos hechos los mexicanos. Yo no dejo de pensar en ti mientras lo veo, y de aceptar que lo único que podré volver a ver de aquellos días será tu obra. Tijuana, Baja California, 20 de febrero de 2014

In memoriam Alejandro Nava

Querido Alejandro: El 2014 entró con ganas de hacernos reflexionar que en verdad somos humanos y la vida tiene un principio y un fin. Que aunque nos empeñemos en crear vida a través del arte, la muerte es una palabra que algún día nuestros labios van a nombrar y resonará en nuestro cuerpo. Primero se nos fue Gelman, Pacheco, Loo, Campbell y en este mes tú. Lo supe hace tres días por la noche, por un mensaje que más bien era una premonición. Jánea me avisaba que estabas cansado de la terapia en el DF, que ya te habías despedido de tus hijos, que ellos viajarían primero a Zacatecas y tú después junto a Silvia. Quise llamarte, pero me pareció poco prudente interrumpir, quizá, la despedida con los tuyos. Te mandé un mensaje por celular, que seguro te habrá leído Silvia. Hablaba sobre cómo te conocí, sobre el proyecto en el que trabajamos, sobre las tardes que me invitaste a tu taller para redactar un par de textos sobre tu obra, beber whisky, intercambiar ideas, incluso bautizar unos de tus cuadros. Mientras lo escribía recordé que nos conocimos gracias Néstor Ulises, tras mi regreso de Córdoba en 2009. Yo era joven, más de lo que soy ahora, y aún vivía en Zacatecas, ciudad conservadora, de costumbres antiquísimas y cerradas como sus propios callejones. A ti te había causado sorpresa que durante mi estancia en la Fundación Antonio Gala no hubiera recibido ningún apoyo institucional, que ni siquiera el Instituto de Cultural me hubiera pagado el vuelo de ida y vuelta. Entonces el director en turno se jactaba (como muchos otros lo hacen hoy en día) de apoyar a todo aquél que creara cultura en Zacatecas. A mí me daba igual. El Instituto podía quedarse con sus festivales, ferias y el circo. Lo que fui a hacer a España ya estaba hecho, las aventuras sin dinero habían valido la pena y sólo era cuestión de cerrar el libro y esperar, como lo demanda este oficio. “Ni madres”, recuerdo que me dijiste, “por eso muchos artistas buenos no prosperan, porque no saben defender el valor de su trabajo. En cambio hay otros que su trabajo no tiene valor alguno y lo defienden hasta la venta. Ve las galerías”, arremetiste, “la mayoría están llenas de los que saben vender en lugar de los que saben hacer arte”. Entonces comenzamos a trabajar en un proyecto, una exposición troyana que ocultaba un cándido propósito anarquista: yo escribiría el texto que acompañaría a un pequeño catálogo de tus pinturas y las de Juan Carlos Villegas; y tras la inauguración me cederías el micrófono para increpar al encargado de cultura, hacerle ver que del dicho al hecho hay mucho trecho, que él pura faramalla y pirotecnia y nada de resultados. Yo me uní


LA GUALDRA NO. 137

In memoriam Alejandro Nava

In Memoriam Alejandro Nava Por Alfonso López Monreal Con todo cariño para Silvia, Ximena y Diego

De izquierda a derecha: Jesús Reyes Cordero, Alejandro Nava, Rafael Coronel, Pedro Valtierra, Manuel Felguérez y Alfonso López Monreal. Foto, cortesía de María Dolores Bolívar. “Si lo desean comeré carne hasta ponerme rabioso –y, como el cielo, mudaré de tonos–; si lo desean seré impecablemente tierno. No un hombre, ¡sino una nube en pantalones!”. Vladimir Maiakovsky

¿Será una nube, una escalera, una navaja o una tina? ¿Será latín, latón o lámina galvanizada? ¿Será pintura, será poesía? ¿Será la vieja del otro día?, jajaja, ¡Ay, cabrón, ay cabrón!... jajaja, pinche Poncho…. Otro tequilita pa seguir con la plática y el chisme, un buen blues en el estudio, rodeados de esculturas y de pinturas abrumadoramente tenaces, tesoneras y obstinadas como él, como Alejandro… y seguimos así la chorcha en un día cualquiera. ¿Quién iba a pensar que cuando apenas la amistad se estaba poniendo buena la enfermedad la iba a truncar? Somos casi la misma generación y vivimos muchos momentos intensos, algunas veces del mismo lado y otros en lados opuestos -por no decir antagónicos-, tal vez porque fui-

mos de personalidades muy distintas y nuestro andar fue por caminos diferentes la vida nos enfrentó en más de una ocasión. Lo bueno fue que al final nos dimos cuenta que nuestros objetivos eran más que similares, que si nuestras vidas y nuestra pintura eran diferentes qué mejor. Vivir en un medio en el que el arte no se toma con la seriedad que debería y por si fuera poco rodeados de rencor, intereses y envidia, permitió aun así que la amistad surgiera por el respeto mutuo y por la convicción demostrada con los años de esta vocación de vida dedicada al arte. Cuando alguien muere somos muy dados a perdonarle todos sus errores al difunto y sólo resaltar lo bueno al grado de casi beatificarlo; todos sabemos que nuestros héroes y caudillos no fueron como los pintan, los deshumanizamos, les quitamos la parte que los hace eso, humanos como nosotros; por esto digo que la relación con Alejandro no fue fácil ni sencilla, llegamos a la amistad por caminos pedregosos, pero a fin de cuentas paralelos, y es por esto que llego a valorarla aún más; supimos acomodar

nuestras diferencias y con esto logramos pasar momentos de una convivencia y una alegría inolvidables. Es muy triste para mí ir perdiendo amigos tan cercanos; me quedan los recuerdos, el calor de su amistad, el saludo con la izquierda, traducir sus poemas improvisados a las gringas en Detroit, sus pocas

pero contundentes frases, su generosidad para apoyar cualquier proyecto altruista, su casa siempre abierta, compartir sus clientes y contactos, aguantar mis bromas. Simplemente quiero imaginármelo persiguiendo a esa nube en pantalones… de seguro para bajárselos. ¡Ay, cabrón, ay cabrón!... jajaja, pinche Poncho….

Alejandro Nava y Alfonso López Monreal en Detroit.


24 DE FEBRERO DE 2014

Pintabas “de oído” Por Plinio Ávila

Marcelo Balzaretti.

Poco te importó que a muchos no les haya gustado tu obra de los últimos años. La figurativa. Pero yo que te conozco, la entiendo perfectamente y todo tiene sentido, pero la dejaste sin terminar. Como esas novelas que los escritores dejan a medias y te tienes que imaginar el resto. Te faltaron unos tres años más. Me tomaría la libertad de intentar de interpretar los cuadros que faltaron... pero no ahora, ahora duele. Me diste los grabados de las nubes para edición, y estábamos en proceso de impresión, supongo que se quedarán así. Pero ayer me sacudió una reflexión personal. Marcelo Balzaretti hizo unos grabados de nubes hace unos años y yo le hice unos textos para esa carpeta. Marcelo murió en agosto pasado y me quebró el alma. Justo después del su funeral fui a verte, fue antes de tu transplante de médula. ¿Y te acuerdas lo que te dije? “Alejandro: no

Alejandro Nava. Edición inconclusa. Foto, cortesía de Plinio Ávila.

Nunca entendiste cómo funcionaban las notas, pintabas “de oído” y eso es lo que yo siempre te admiré. Yo por el contrario soy un artista teórico y cada pieza que hago necesita tener una estructura conceptual. A veces me doy mucha hueva. Tú por el contrario sólo comenzabas a trabajar y disfrutabas el proceso. Yo analizo demasiado las cosas. Éramos un buen yin yang. Por eso nos llevábamos tan

bien, aprendíamos uno del otro y nuestras discusiones eran muy divertidas. Tú nomás vomitas cuadros, detente a pensar un poquito, chingao, te decía. Y tú me contestabas: “Y tú deja de ´pensar´ y ponte a pintar, huevón”. Y nos moríamos de risa. Hace como 15 años me dijiste que yo te rebasaría en tu carrera, hoy quisiera ser al menos la mitad de artista de lo que eres tú.

me vayas a salir con chingaderas... tú no!”. Me quedo con una frase tuya que recordaré siempre:

“Plinio: los políticos van y vienen, nosotros nos quedamos para siempre”.

Zacatecas, Zac., 20 de febrero de 2014

In memoriam Alejandro Nava

Alejandro: Ayer no dormí sabiendo que venías de viaje, y cuando sonó el teléfono a las seis de la mañana se me apachurró el corazón. Ya sabía lo que había pasado. Organizamos doctores y papeles, le llamé a Manuel y Meche e improvisamos un evento en el Museo Felguérez. Jánea me ayudó en todo pero principalmente a mantener la cordura. Hicimos lo que pudimos por mantener el evento lo más privado posible, pero eres famoso y salió en los medios. Vino mucha gente, de todo tipo. Sólo fue un ratito y muchos se enteraron demasiado tarde. Tengo grabadas en el alma imágenes de mis últimos funerales. En julio pasado que murió Juan García Oteiza, Meche me tomaba del brazo mientras se lamentaba que lo habían rasurado. Por más que yo lo veía, no podía comprender que ése era Juan. Un mes después murió Marcelo Balzaretti y lo velaron en la misma sala, de la misma funeraria. Ahí no abrieron el féretro y pusieron una foto bellísima donde salía con esa cara suya que ponía cuando iba a dar un consejo. Ahora para el tuyo, no quise quedarme con tu última imagen como paciente, así que buscamos y encontramos una foto en blanco y negro donde sales muy galán. ¡Ay, Alejandro, han sido meses muy difíciles! Silvia nos pidió a Poncho y a mí unas palabras y ambos hicimos lo que pudimos para expresar algo coherente y no quebrarnos. Hablé de ti como si estuvieras en el DF, así como ahora mismo que te escribo imaginando que me leerás en un par de días. Les conté de aquel cuadro azul al que me sugeriste le pusiera naranja y terminó horrible, ¿recuerdas? Experimentabas conmigo para no echar a perder cuadros tuyos. Aprendí muchísimo. Les conté cómo eras malo para dar clase de arte, nunca decías cómo o qué hacer, sólo comentabas las cosas que iban mal. Pero en realidad eso era mejor que cualquier clase. Porque no había límites, se trataba de imaginar y aprender a materializar sin reglas. Como un zen master que te hace sentarte a escuchar el viento y entender el idioma del color y las formas. Eras terrible para decirlo en palabras, pero eras increíble para hacerlo. Y eso se ve en cada pintura tuya. Tú sabías crear una comunicación no verbal con el espectador a través de un cuadro... y no lo digo de una forma pseudoartistoide chafa, me refiero a que usabas un lenguaje visual universal, pintabas como si tocaras música, cada nota en su lugar, todo coherente y armonioso, con clímax impresionantes y silencios bellísimos.


LA GUALDRA NO. 137

Despedirse siempre es doloroso In memoriam Alejandro Nava

Por Fernando Jiménez Luévano Despedirse siempre es doloroso, pero los días, los años y la propia vida nos obligan a hacerlo. Hoy que Alejandro Nava se ha ido y que emprende el camino hacia otra dimensión, debemos dejarlo ir, saludarlo de lejos, mover la mano y esperar que la distancia, lo haga invisible, pero, no olvidado. Las huellas que deja son muchas y profundas; fui su alumno del Taller Julio Ruelas y marcó mi vida desde los primeros días que puse mis pies en él. Me recibió amablemente, platicamos largo rato, le conté mis sueños y me motivó a realizarlos. Yo apenas sí conocía de pintura, algo de dibujo y nada de grabado; Alejandro me llevó de la mano, me dejo caminar solo y me dejó tropezar, según creyó que era necesario. Los compañeros del taller, ahora amigos, fuimos construyendo una familia y como tal nos comportábamos, asumíamos roles diferentes: uno era el padre, otro el hijo rebelde y aquél el hermano latoso. Pero al final de un proyecto, de una exposición, todos salíamos beneficiados, fortalecidos, más artistas, quizás -o por lo menos eso creíamos-.

En el Ruelas hubo mucho trabajo, dedicación, discusiones, mucha crítica para beneficiar nuestra obra. Noches sin dormir, noches recogiendo trozos de papel desechos al calor de una crítica… seguramente eso fue lo más destacado, ésa fue la gran aportación de Alejandro hacia nosotros, enseñarnos a discutir, a sostener una postura, a rebatir una idea, a ser humildes y aceptar cuando lo tuyo no servía; era duro, pero después de la angustia, de destrozarnos y de decirnos lo malo de nuestro trabajo, de decidir que ésa y aquella obra no podrían participar en algún proyecto por su mediocridad, después de todo eso, al día siguiente, volvía la calma y seguíamos trabajando, casi como si nada hubiera pasado la noche anterior. Todos crecimos y maduramos según el ritmo de cada uno, la obra mejoró y esa generación trajo a Zacatecas premios nacionales e internacionales. Poco a poco los hermanos fueron dejando la casa, a veces obligados por Nava, las más por propia voluntad; siempre con la idea de seguir avanzando, de no quedarnos estancados, pues como se sabe todo llega

a estancarse y es necesario sacudirse de la rutina para poder crecer. Ahora creo que, como dice mi querida amiga Jánea, ésa era su “manera de graduarnos”, de decir “¡A volar!, a seguir su camino”. El tiempo y esos años compartidos con Alejandro Nava, Nacho Vera, Mónica Romo, Magda Guzmán, Juan Pablo de la Colina, Juan Carlos Villegas, los Armandos, Otilia, Plinio Ávila, y los maestros que frecuentemente nos visitaban, como Leo Acosta o Francisco de Santiago, fueron años de gran emoción, de grandes aprendizajes, de muchos logros. Hubo antes otros compañeros y hay muchos alumnos después de nosotros, llegaron al taller más artistas con los cuales compartíamos un curso, una tarde para imprimir o simplemente charlar.

El Julio Ruelas se fue convirtiendo en un referente de la cultura zacatecana. Desde que Ismael Guardado y Alejando decidieron la creación del taller, Nava se encargó de dirigirlo, cada tarde al llegar no cesaba de observarnos y corregirnos o platicaba con uno o con otro según él lo creía conveniente. Hoy que se ha ido físicamente, que se va de este mundo material, que su cuerpo ya no tiene el soporte de la carne y los huesos, hoy al recordarlo, sé que no fue un santo, ni un héroe, ni nada por el estilo, sólo sé que fue un hombre que llevó sus convicciones al extremo, que luchó por lo que él creyó justo y que dedicó muchos años de su vida a formar generaciones de jóvenes, hombres y mujeres comprometidos con el arte. Maestro Alejandro: ¡gracias!

Gracias, Alejandro Por Uriel Márquez Romo La vida está llena de héroes. Dos de ellos: mi padre y mi abuelo, tuvieron hace años la atinada idea de acercarme con el gran pintor Alejandro Nava. Mi estancia en el Taller Julio Ruelas será siempre recordada por los grandes compañeros que encontré, por las novedosas experiencias artísticas; pero sobre todo por las emocionantes pláticas con Alejandro. Fue poco tiempo el que formé parte de ese taller, pero cada día que veía cruzar al maestro Nava la pequeña puerta del Julio Ruelas, sabía que sería un encuentro interesante, nutritivo. Siempre fue motivante platicar con él, me llenaba de alegría verlo

sonreír; yo me repetía emocionado: “el maestro Alejandro me escucha, me habla, me aconseja”. No puedo dejar de expresar el enorme orgullo que me embarga porque fue él quien me inició en esta maravillosa profesión. Aún me mantengo trabajando, inquieto, curioso y lleno de preguntas; sé que eso le daría gusto, maestro. Somos muchas las personas que aprendimos de él, sobre el arte, sobre el trabajo, sobre los más puros valores humanos, sobre la vida. Cómo diría Julio Cortázar: “No hay mensaje, hay mensajeros, y eso es el mensaje”. Gracias, Alejandro Nava.

Alejandro: Te has ido y me he dado cuenta que el dolor y vacío que dejas es muy grande, pero también me doy cuenta que nuestra amistad y aprecio son igual de grandes. Tu obra un gran legado, pero yo me siento sumamente afortunado por quedarme con tu amistad: todas aquellas pláticas que tuvimos en tu estudio poco ha poco nos llevaron a ser los amigos que ahora somos, ahora me doy cuenta que fuiste un maestro para mí también. Nuestra amistad es algo que ha marcado mi vida. Gracias por dejarme conocer que dentro de una personalidad y carácter tan complejos existía un corazón enorme lleno de generosidad y desprendimiento. Donde quiera que estés, estoy seguro que ahora es un mucho mejor lugar. Nos vemos pronto, mi querido amigo.

Juan Guillermo Zesati Ibargüengoitia Integrantes del Taller Julio Ruelas con Alejandro Nava y Francisco de Santiago. 1991. Foto, cortesía de Jovita Aguilar.


24 DE FEBRERO DE 2014

En su memoria Por Otilia Sánchez López [Greta] que reconocerlo -hoy la recuerdo entre un cúmulo de emociones confusas con aroma a mezcal-. Yo colocaba un color sobre el lienzo, los colores que estaba utilizando no me gustaban pero era una sugerencia del maestro aplicarlos. Yo me preguntaba qué caso tenía poner ese color si me diría tarde o temprano que pusiera otro… así sucedía hasta que él comentaba: “Deja ese cuadro y comienza otro”, cuando eso ocurría, destinaba a la obra un final complicado, sería difícil terminarla. Las palabras que yo adoraba de él eran: “Ya déjalo así”, “Ya no lo toques”… eso significaba que ahí había algo terminado o que simplemente a él le había gustado. El maestro -como todos lo llamábamos- no era teórico para enseñar, nosotros debíamos leer para aprender la teoría de los movimientos pictóricos; su método de enseñanza se basaba en la experimentación, en fomentar que cada uno de nosotros encontrara la forma de hacer y deshacer nuestro lenguaje colorido. Decía que él aprendía de nosotros, que originábamos ideas nuevas para resolver su obra. Al llegar la tarde él se retiraba, regresaba al

tercer día, pero el andamiaje se daba a diario, el reacomodo de ideas originaba un aprendizaje acelerado. Alejandro no sabía teorías de aprendizaje, pero eso no importaba, en la práctica era un excelente maestro. Un día le dije que no me gustaba mi nombre, le pregunté que

cómo debía firmar mis cuadros, le pedí que me diera un nombre. Él me contesto: “Te llamarás Greta”, a él le debo mi nombre artístico, a él le debo una identidad, mucho conocimiento, pero sobre todo: le debo el que haya construido parte de mi vida. En su memoria…

El Maíz Tronaba Por Iván Odín Barrios Es duro despedirse de los amigos que nos marcan la vida para bien; pero más complicado es cuando este amigo fue y sigue siendo mi maestro. Fue mi maestro primero en el sentido de tutor; más adelante se convirtió en mi maestro en el sentido de que fui su adepto –su iniciado en los arcanos de la alquimia-. Yo llegué por ahí de los 15 años al Taller Julio Ruelas, que en ese entonces estaba ubicado muy cerca del acueducto, en la calle Rayón. El maestro Alejandro Nava me aceptó después de echarle una mirada a mis dibujos de adolescente y me colocó en el área de pintura del taller, para comenzar a copiar una lata de CocaCola; gran lección de oficio y humildad por lo aparentemente aburrido del ejercicio. Cuando terminé de pintar mi lata se la llevé esperando que la siguiente encomienda fuera más técnica o libre, Alejandro agarró la lata, la apretó con fuerza y dijo: “¡Ahora píntala así!”; esta vez la bella lección me enseñó a observar lo cotidiano de otra forma, a fugarme por la puerta de lo abstracto entre las formas arrugadas del aluminio retorcido. Sus múltiples enseñanzas y su pasión por la pintura y la poesía, me han acompañado muy de cerca en la aventura interna de las artes plásticas; lo digo porque cuando estudié en la Ciudad de México, siempre me

Alejandro Nava en sus estudio en Zacatecas, 2013. Foto, cortesía de Rubén Pachiano.

sirvieron como un punto de referencia frente a las distintas tendencias o modas artísticas... Pies de plomo para orientar el rumbo de mi brújula. Cuando regresé a Zacatecas fue él quien me recibió con las puertas abiertas en el Ruelas; durante los años que permanecí ahí aprendí muchísimas más cosas acerca de la pintura; fue en esa temporada cuando recibí mi primer reconocimiento importante, él se alegró y me dio las pautas que aún hoy conservo para no perder el gusto por la creación. Es meritorio reconocer a qué grado me ha influido mi maestro. Fue él quien me platicó por vez primera que existía una manera de hacer grabado sin la necesidad de utilizar ácidos -la electrólisis-, de sus posibilidades en el área de la gráfica; me motivó para comenzar a investigarla y me insistió en las múltiples ventajas que ofrecía, “¡Anímate sin miedo y métete por ahí!”, me dijo. Se me llena el corazón de tristeza por el hecho de que personas magnánimas como él se tengan que adelantar tan pronto en el camino. Zacatecas y este planeta se queda cada vez más vacío con la partida de las personas que revolucionan y transforman su entorno y la realidad que nos permea. Un fuerte abrazo para mi tutor, mi maestro, mi amigo. Donde esté.

Alejandro Nava, dibujo sin título, desde el hospital, 8 de noviembre de 2013.

Alejandro Nava, dibujo sin título II, desde el hospital, 8 de noviembre de 2013.

In memoriam Alejandro Nava

Lo recuerdo como si lo estuviera viendo. Llegada la tarde aparecía, la mayoría de las veces recorría la sala que ocupábamos para pintar, observaba en silencio el trabajo que cada uno había realizado, seguía caminando hasta llegar a la ventana frontal del ático del Museo Francisco Goitia, ahí se sentaba a observar hacia los jardines y a la calle que está entre el museo y el parque. Se entablaba la charla principalmente entre él, Jesús y Arturo; el resto sólo escuchábamos. En ese espacio trabajábamos Juan Carlos, Jesús, Tere, Arturo, Enrique, Martha, Inés, Plinio, Lalo y yo; no todos llegábamos temprano, eso le molestaba… pero más le molestaba ver el material desperdiciado, el bote de geso abierto y las brochas sin lavar, si eso sucedía quien llevaba el peor regaño era el encargado del taller en ausencia del maestro; cuando él se enojaba en el taller imperaba el silencio, callábamos largo tiempo, la verdad ya no recuerdo quién o cómo iniciaba la plática para romper el hielo. Todo ese grupo de amigos conformamos una comunidad unida, y aquel lugar, el taller, era nuestro hogar: éramos una familia. Una familia rara, hay


LA GUALDRA NO. 137 La proyección de las películas se realiza de manera gratuita con fines culturales y educativos. Excepto estrenos: LOS COLORES DEL DESTINO: UPSTREAM COLOR y LA VIDA DE ADELE. ¡Todo febrero celebramos el 5º Aniversario de la Cineteca Zacatecas! ¡Una Cineteca Joven y Pública!

PROGRAMA FEBRERO 2014 Martes 25, 19:00 Hrs. Entrada libre INOCENTE Dir. Sean Fine, Andrea Nix EUA / 2012/ 40 min. CENTINELAS DEL SILENCIO Dir. Robert Amram México /1971/ 18 min. Miércoles 26, 18:00 Hrs. Entrada libre Película invitada HELI Dir. Amat Escalante México / 2013/ 105 min.

Miércoles 26, 20:00 Hrs. Entrada libre Ciclo de Cine Político y Democracia en Coordinación con la Unidad Académica de Ciencia Política de la UAZ UN HOMBRE PARA LA ETERNIDAD Dir. Fred Zinnemann Reino Unido / 1966/ 120 min. Jueves 27, 18:00 Hrs. Entrada libre Ciclo-homenaje Alfonso Cuarón NIÑOS DEL HOMBRE

Dir. Alfonso Cuarón Reino Unido / 2006/ 114 min. Jueves 27, 20:00 Hrs. Entrada libre Ciclo de Cine Político y Democracia en Coordinación con la Unidad Académica de Ciencia Política de la UAZ SIETE DÍAS DE MAYO Dir. John Frankenheimer EUA / 1964/ 120 min. Viernes 28, 18:00 Hrs. ¡Función de estreno! LA VIDA DE ADELE Dir. Abdellatif Kechiche.

AGENDA CULTURAL FEBRERO 2014 VIERNES y SÁBADOS 20:00 horas Leyendas de Zacatecas Frente a Catedral

MUSEOS Y GALERÍAS

MIÉRCOLES 26 18:00 horas Todos al Centro Histórico Miércoles de Danzón Casa Municipal de Cultura de Zacatecas Coordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas

Gustavo Pérez obra reciente Sala de Exposiciones Temporales I Permanencia: 17 de marzo

JUEVES 27 19:00 horas Tradicional Concierto Banda Sinfónica del Estado Dir. Salvador García y Ortega Plazuela Goitia

Visitas guiadas Grupos escolares Lunes, miércoles, jueves y viernes de 10:00 a 12:00 horas, previa cita 924 37 05

VIERNES 28 18:00 horas Concierto Orquesta Típica de Zacatecas Mercado “J. Jesús González Ortega” Coordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas

MUSEO DE ARTE ABSTRACTO MANUEL FELGUÉREZ

Mecanismos de luz y pequeñas ficciones. Obra reciente de Alfonso López Monreal. Sala de Exposiciones Temporales II . Permanencia: 17 de marzo

Visitas guiadas para familias. Domingos de 10:00 a 13:00 horas, previa cita 924 37 05, según disponibilidad, entrada gratuita para los zacatecanos. MUSEO FRANCISCO GOITIA Ruta Gaudí Obra de Rito Sampedro Permanencia: 6 de abril


24 DE FEBRERO DE 2014

Te fuiste Por Julieta Medina colores me recuerda tanto a Lautrec; mis consentidas “Tortuga con luna en mecedora” y “Gato” (mi gato) y tantas obras más… Los viejos recuerdos se mezclan con los cercanos y me siento agradecida y privilegiada por el tiempo compartido con motivo de tu reciente exposición en el Museo “Ironías de la soledad” que disfrutamos tanto. Igualmente celebré y compartí con tu familia el merecido y cálido homenaje que te brindó el Colegio de Arquitectos de Zacatecas en el Teatro Calderón, máximo foro cultural de la ciudad, en reconocimiento a tu rica trayectoria y en el cual tu hijo Diego dio voz a tus palabras. Alejandro: amigo y artista, callado, introvertido, viajero, dejas y te quedas en el rico legado producto de tu diversidad creativa: dibujo, retrato, arte objeto, grabado, escultura, poesía y sobre todo pintura. Igualmente te quedas en la huella imborrable que dejaste en todos aquéllos que pasaron por tu “Taller Julio Ruelas” que sostuviste contra viento y marea por más de 20 años, signo evidente de tu generosidad. Así que nuevamente congruente con tu espíritu, le has dado un revés a la muerte, porque nunca podrá llevarte del todo. Te fuiste… pero felizmente no te has ido.

In memoriam Alejandro Nava

Alejandro: Tu partida me tomó por sorpresa no obstante el mensaje de Silvia un día anterior. Congruente con tu forma de ser, para tu último viaje pediste una despedida sencilla, breve, íntima, en el único lugar posible: la antigua Capilla de un Seminario, convertida ahora en una capilla dedicada al arte, donde la conmovedora obra “El retablo de los mártires” de tu gran amigo el maestro Felguérez, ocupa el lugar principal en el espacio que otrora se encontrara un retablo religioso, atrás de un altar, en el sitio donde fue colocado tu cuerpo dormido. Ahí nos reunimos con tu familia para darte un cariñoso adiós y brindarte el último aplauso. En estos días, acuden a mi mente recuerdos de los muchos momentos compartidos y de tu peculiar forma de ser. ¡Bendita memoria que me permite revivirlos! Te vuelvo a ver saludándome con un “buenas noches” así fueran las diez de la mañana. También repaso y acaricio con mi mirada las diversas obras tuyas que me acompañan cada día desde hace tantos años en mi espacio vital: la pequeña escultura roja de madera; la extraña caja forrada de acuarelas con figuras movibles en su interior; esa obra figurativa de tus primeras épocas donde la pareja abrazada y sus

Al maestro Alejandro Nava: Por Luis García

Alejandro Nava. Sin título. Óleo/tela. 4 de octubre de 2013.

“…Y si no te da mucha flojera, ve por algo de tu trabajo para verlo, y decirte si puedes entrar al taller”. Era febrero de 2004. Diez años de compartir con mi maestro… en estos años tuve la oportunidad de conocer a la persona más importante de mi vida artística, la persona que siempre creyó en mí y a la que ahora le quiero decir gracias por todo, gracias por sus consejos, por su apoyo, por las hermosas tardes de taller, gracias por compartir conmigo su visión del arte, y principalmente, gracias por ser mi amigo. 20 de febrero de 2014 Alejandro Nava. Óleo/tela. 2013.

Alejandro Nava. Sin título. Óleo/tela. 8 de octubre de 2013.


LA GUALDRA NO. 137 / 24 DE FEBRERO DE 2014

Te recuerdo huyendo una mañana In memoriam Alejandro Nava

Por Ximena Nava Torres Papá, te has marchado y me he quedado sin palabras, letras… tal vez demasiado insensible. Aun así, sin tener la fuerza para decirte cuánto te quiero y te extraño, encontré una “prosa” (como tú dirías) que me habría gustado leerte: Abrázame los huesos como si intentases impedir que un edificio se derrumbe. Quédate atándote con tus manos en mis manos. Cántame cualquier canción. Acércate hasta hacer de la distancia un número negativo. Porque es domingo y me siento triste. Siento como que he vuelto a terminar una semana sin empezar otra vida. Y sigo parado cediéndole el paso a la tristeza. Y sigo pensando en olvidarme de todo, en el intento. Pero se me da fatal curarme las heridas de las que no hablo. Alejandro Nava, Sin título. Óleo/tela, 4 de octubre 2013.

Alejandro Nava, Sin título. Óleo/tela, 2013.

Así que ven porque es domingo y no encuentro la salida.

Alejandro Nava. Su última pintura, realizada los primeros días de febrero de 2014.

Alejandro Nava. Sin título. Óleo/tela, 5 de oct. 2013

Alejandro Nava. Dolor tristeza, soledad. Óleo/tela. 12 de octubre. 2013


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.