La Gualdra 169

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SUPLEMENTO CULTURAL

No. 169 - 13 DE OCTUBRE DE 2014 - AÑO 4

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

A todos en este país nos faltan los 43 estudiantes desaparecidos. Los queremos de regreso, los queremos libres, los queremos vivos.

#TodosSomosAyotzinapa


La Gualdra No. 169

LA GUALDRA NO. 169 / 13 DE OCTUBRE DE 2014 / AÑO 4

“Ser pueblo, hacer pueblo y estar con el pueblo”. Lucio Cabañas

Hoy se cumplen 17 días del asesinato de seis jóvenes mexicanos, tres de ellos estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, tres más eran niños jugadores de futbol. Más de 15 muchachos resultaron heridos, uno de ellos apareció sin rostro a los pocos días y 43 más continúan desparecidos. En México quedamos heridos todos. Estamos a la espera de que los que faltan por aparecer regresen vivos; ésa es la esperanza, aunque poco a poco se desvanece… las fosas clandestinas siguen encontrándose en Iguala; los cuerpos torturados, mutilados y calcinados siguen siendo exhumados y no se sabe quiénes son. En este país de desapariciones multitudinarias, los padres de estos jóvenes tienen fe todavía en que esos cuerpos no sean los de sus hijos. Pero eso no aminora la pena, ni la de ellos ni la de nosotros: en esas tumbas hay mexicanos cuyas historias quizá nunca lleguen a ser contadas, cuyas identidades no se conocerán jamás. Y es que son tantos los mexicanos cuyo paradero desconocemos… La semana pasada vi un video en el que los estudiantes normalistas de Ayotzinapa velan a uno de sus compañeros. Alrededor de un féretro están los estudiantes que no dejan de decir a coro: “No has muerto, no has muerto camarada…”. En el lugar están también los padres de estos muchachos y algunos adultos más que supongo son sus profesores. El velorio se lleva a cabo en las canchas de la Normal en la que se formaron también Lucio Cabañas y Genaro Vázquez. Vi el video y no pude dejar de imaginar que cualquiera de ellos -los muertos y los desaparecidos- podría haber sido mi alumno, porque tienen la misma edad y porque viven en el mismo país, aunque no en las mismas condiciones. Me llena de rabia y de tristeza que la desigualdad en este país esté tan marcada. Me llena de indignación que la pobreza económica sea la constante, pero me duele más que la de ideas prevalezca. El 2 de octubre salieron a marchar los jóvenes, como cada año, en Zacatecas. Algunos de ellos hicieron pintas en los

vidrios de un banco, otros en un monumento vano –y costoso- que hace alusión al Centenario de la Toma de esta ciudad. Cómo se criticó este hecho, cómo se tildó de “vándalos” y “salvajes” a quienes lo hicieron… hoy la pintura roja ya no está, la quitaron con agua y jabón al día siguiente. Ese mismo día ya se tenía conocimiento de que un joven de los desaparecidos había sido encontrado sin rostro, le sacaron los ojos y le desprendieron la piel, Julio César Mondragón era su nombre, su error fue ser estudiante y ser pobre; los otros 43 seguían sin encontrarse. Los mismos que habían censurado el daño a los vidrios de un banco seguían guardando silencio. ¿Importa más el daño a la imagen de un país que el daño a los ciudadanos del mismo? Qué pobreza la suya, qué pobreza la nuestra que no hemos logrado sensibilizar del todo a quienes piensan que “hablando bien de México” las cosas cambiarán. A la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa van a estudiar los jóvenes de una de las regiones más pobres del país. Ellos podrían si quisieran, con facilidad pasmosa, integrarse a las filas del crimen organizado en lugar de optar por ser profesores rurales; pero deciden estudiar y asumir la responsabilidad de su propia manutención. Siembran maíz y sorgo, tienen su propia granja para poder alimentarse, y salen a “botear” para recaudar dinero en las calles; esa noche del 26 de septiembre regresaban de realizar esas actividades, porque son pobres, muy pobres. La pobreza es uno de los mayores lastres del mundo y en ella se origina la mayoría de los males de nuestro país. La portada de esta edición es negra, no podría ser de otra forma. Ésta es una Gualdra dolorosa, que da testimonio de la indignación de artistas visuales, actores, dramaturgos, escritores –algunos de ellos becarios del FONCA y del Sistema Nacional de Creadores-, estudiantes, profesores universitarios y normalistas. La tragedia nos une, desde Yucatán hasta Tijuana. A todos en este país nos faltan los estudiantes desaparecidos, a todos debería dolernos su ausencia… Y sí, los queremos de regreso, los queremos libres, los queremos vivos. Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

México en una caverna Por Gabriel Luévano Gurrola

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Los estudiantes y un extraño país de las atrocidades [a propósito de la novela negra mexicana] Por Carlos Flores Historias de horror en México Por Raymundo Cárdenas Vargas Lo que una oveja no sueña Por Felipe A. Rodríguez En un país roto Por Lucía Medina Suárez del Real Ayotzinapa Por Armando Salgado El país que nos entierra Por Joel Flores Esto creo Por Marco Antonio Flores Zavala Si leyéramos Por Eduardo Campech Miranda Del llanto al grito (alcemos la voz) Por Mauricio Moncada León Sin ninguna responsabilidad Por Ivi May Dzib

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A 43 jóvenes normalistas, a México Por Roberto Galaviz - El clon Por Alberto Huerta - Pudieron ser... Por Emanuel Márquez Peralta - Espero, en este país perfecto Por Ana Paula Flores La otra patria (ensayo para un panfleto) Por José Ángel Leyva Eso nos dijeron Por Pilar Alba Hoy tendría que haberse detenido este país Por Edgar Khonde

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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13 de OCTUBRE DE 2014

México en una caverna Por Gabriel Luévano Gurrola

Enrique Barajas Pro

madrugada del lunes pasado, en Fresnillo. El domingo me acosté dispuesto a dormirme temprano y por una de esas ironías nocturnas, pasé la noche en vela, padeciendo un insomnio que hacía mucho no experimentaba. A ratos leía, escuchaba música o me revolvía en el lecho recordando cosas, inventando otras. Me empecé a desesperar, luego a resignar cuando escuché en la calle los pasos de los trabajadores de una fábrica de cableados cerca de mi casa. Comprendí que serían las cinco y media más o menos y decidí esperar para ver la salida del sol. En eso, aún acostado, el viento me trajo por la ventana abierta una serie de gritos. Era obvio que venían de unas dos o tres manzanas, pero los distinguía desgarradores. Luego llegó el último, un alarido, una palabra, la

que desde hace mucho grita para sí el país entero: “¡Auxilio!”. Me quedé petrificado. Era una mujer. Ya no se escuchó sino el concierto de ladridos de los perros del barrio angustiados por la exclamación. Me asomé a la ventana, en un segundo piso, y vi que algunos vecinos salían y se preguntaban cosas. Al fondo el cerro Proaño estaba tranquilo y apagado. Recordé que en una ocasión se fue la luz en toda la ciudad y sólo quedó encendida la torre que se encuentra en el ápice de nuestro gigante saqueado. Recordé también que se me figuró que un monstruo nos había tragado, o una caverna como en el cuento de Lovecraft, y que esa luz, alta y poderosa, simulando una tea ardiendo, era la expedición de salvavidas que venían al rescate.

Amaneció y salí en busca de noticias que no encontré. En el transcurso del día comenté el hecho con algunas personas. La mayoría no dio demasiadas muestras de interés. Algo me dice que quien gritó pudo ser una de las muchas obreras que madrugan para ir a su trabajo. ¿Cómo se llamará? ¿Rosa, Ana, María, Carolina? ¿Cómo estará ahora? ¿La habrán asaltado, secuestrado? ¿Vivirá? ¿Estará en su casa, en un hospital, en un sótano? El grito fue tan angustioso que dudo que se haya debido a un familiar enfermo. A todas luces pidió ayuda con lo que pudo juntar de sus fuerzas en un último esfuerzo. Mi angustia y terror jamás alcanzarán los de ella. Muchos analistas a lo largo de la semana han establecido un símil entre los recientes acontecimientos que tienen en suspenso a una parte de la sociedad mexicana, y los sucedidos en 1968 y 1971. El gobierno y algunos otros dirán que esa comparación es exagerada, enjaretando la responsabilidad de los asesinatos y desapariciones al crimen organizado, como si no fuera el Estado el padre de ese tumor que porfía en tragarnos a todos. En 1968 los universitarios se dieron cuenta de que la clase media, producto o invención del sistema político mexicano para legitimar su hegemonía asfixiante, era una clase agrietada y con muchos males de origen. Hoy, el narcotráfico parece otro elemento con el que se perpetúa la zozobra que puede constituir un desarme de la sociedad, deprimida, temerosa e incapaz de alzar la voz. Por cierto, digo que los recientes acontecimientos sólo interesan a cierta parte de la población. Es verdad, veo con sumo desaliento las actitudes evasivas de quienes se regodean en la dejadez y la trivialidad (cualquiera que busque comprobarlo que revise las redes sociales y vea las infinitas fotos de alegría, los chistes, las muestras de narcisismo, que en estos momentos resultan insultantes). Ahora con el espantoso caso de Iguala y cuando la cultura de las bromitas y la frivolidad parece tragarse a la cultura del México profundo, que vale la pena, ¿qué va a pasar? Ésta es una oportunidad para descubrir si la desintegración moral del país es un hecho o sólo apariencia. ¿Seguirán gritando nuestros hermanos mientras dormimos? Ojalá las risas de la indiferencia no ahoguen los gritos. Ojalá ya no se escuchen esos gritos.

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Inicio mi comentario de manera directa, lapidaria, narrando dos experiencias. La primera ocurrió, si la memoria no me falla, en mayo, cuando la escuela de letras de la universidad organizó un evento en el centro de Zacatecas, con comida, música de viento, nociones e indirectas de la despedida. Yo llegué tarde. Serían casi las ocho de la noche porque estaba oscureciendo. Salí de mi pieza y justo antes de cerrar escuché un ruido precipitado que mezclaba los gemidos de una persona y una abrupta correría. Levanté la mirada y justo a la entrada de un callejón que se eleva en unos largos escalones (que por cierto, jamás he subido aunque se hallen frente a la puerta), fue apoyado bruscamente en la pared un hombre que otro sostenía de las manos en cruz y apuntaba en la cabeza con una pistola. Se me heló el cuerpo, como era de esperarse. El agresor lo denostaba con improperios furiosos. Tuve el impulso de dar un paso hacia adelante cuando oí otro ruido proveniente de la mi derecha. Ahí estaba otro sujeto, con una rodilla en pie y un arma larga, apuntando a los dos pegados al muro, protegiendo a su compañero. El paso que di entonces fue hacia atrás. Todo ocurrió en cinco segundos aproximadamente. Se oyó que jalaban un gatillo, que sonó como si tronaran un fierro o plástico duro. Los tres se empezaron a reír, sordamente. Eran adolescentes. El temor me había impedido auscultarles la cara con detenimiento y percatarme de su edad. Eran muy altos, y el que hacía de víctima algo gordo, de ahí mi credulidad. Sí, eran armas de juguete. ¡Pero qué juguetes! De niño mi madre nunca me dejó empuñar esos artefactos de engañifa que decía, eran del diablo. Si llegué a hacerlo fue con pistolas verdes, pequeñitas, que arrojaban agua o proyectiles de goma que se pegaban a las paredes. Pero las armas de esos muchachos eran tan convincentes, grandes, negras y lustrosas, que todavía hoy me pregunto si no serían reales y jugaban con ellas descargadas. No pude continuar mi camino. Volví a entrar a casa. Me acosté un rato. Al suponer que mis nervios habían amainado, salí al evento, donde, como es costumbre, no bailé, salvo uno o dos minutos con una samaritana, y mal, por lo torpe, y porque las piernas me quedaron flojas. La segunda experiencia ocurrió la


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Los estudiantes y un extraño país de las atrocidades [a propósito de la novela negra mexicana]

#TodosSomosAyotzinapa

Por Carlos Flores* que sueltan la cosa, para no cargar con la culpa. Porque ahora andamos de mucha conciencia. ¡Pinche conciencia! Ahora como que todos son hombres limpios, hasta que tienen que llamar a los hombres nomás para que les hagan

Leer novela policiaca mexicana es como leer la crónica de nuestro país. Y realmente puede parecer más realista que los mismos medios de comunicación. Como ejemplo tenemos esta entrada de nota de un periódico cuyo nombre no quiero referir:

el trabajito.

En este fragmento se muestra mucho del espíritu policiaco mexicano, los agentes son los gatilleros de los poderosos y actúan en defensa de los supremos hombres que controlan el país, como aquellos asesinos de Tlatelolco. Alberto Huerta pertenece a esta época de represión policiaca, y nos habla en el cuento antes mencionado sobre la desventura que sufrió Antonio Cruz, quien cayó en manos de las fuerzas policiacas de México, golpeado mucho antes de ser interrogado, y a quien querían hacer confesar sobre un crimen que nunca cometió. Huerta deja el final abierto, cuando los agentes de la ley le muestran una serie de fotografías de criminales para que los identifique. Por supuesto ninguno le es conocido, pues es inocente; sin embargo, entre las fotos de todos esos -¿criminales?- se encontraba su propia foto. Antonio Cruz sabía que era la foto que le tomaron al empezar la narración, cuando fue arrestado, pero aun así el mundo se le vino encima.

El gobierno de Guerrero continua la búsqueda de al menos 52 estudiantes de magisterio que habrían desaparecido luego del ataque de la policía y grupos armados a unas tensas protestas el viernes en la ciudad de Iguala, donde murieron seis personas.

Si uno es inteligente puede detectar una serie de mentiras en este texto, como a) parece que al gobierno le interesa el paradero de los estudiantes, b) pareciera que el gobierno realmente no sabe qué paso, c) se refiere al hecho como “tensas protestas” y d) murieron seis personas. En la ficción, el escritor no se muerde la lengua y señala los problemas que aquejan a nuestro país, como la sucesión de asesinatos en la silla presidencial luego de la Revolución Mexicana como en La sombra del caudillo, la denuncia de la impunidad y la corrupción en el poder como en Algunas nubes, la ineficacia de la policía en Ensayo de un crimen, los horrores que se cometen en tierras mexicanas como Las muertas, o los sicarios al servicio del poder como en El complot mongol. Las primera de ellas, La sombra del caudillo de Martín Luis Guzmán nos narra cómo a partir del final de la Revolución Mexicana el país ha sido disputado por grupos poderosos. Nos basta con observar toda la serie de magnicidios que sucedieron en la reconstrucción de nuestra nación, resultado de la pugna entre los diferentes grupos políticos. A partir de ahí, quienes lograron quedarse en la silla presidencial han creado ligas con los diferentes grupos criminales hasta la fecha, empoderando a la mafia hasta convertirla en toda una red de empresarios “honestos y globalizados”. Los focos del poder son señalados como el lado oscuro de nuestro país, mientras que los capos de la droga son convertidos en héroes nacionales, a tal grado que hasta han sido transformados en santos. Cómo no: la policía es opresora y está controlada por políticos corruptos. La corrupción en nuestro país es tan clara que ni siquiera es necesario argumentar más, no es necesario convencer a nadie de ella: se vive a diario. Como muestra tenemos sindicatos charros en los que ya nadie confía, presidentes que venden el país y autoridades que ven crecer sus ranchos y sus casas a expensas de los ciudadanos; mientras que por el otro lado vemos que la pobreza y la inseguridad van en aumento. Bien observaba Paco Ignacio Taibo II en Algunas nubes:

[…] Con un movimiento brusco quedó sentado en una silla mientras sus captores colocaban frente a él un reflector de luz blanca encegueciéndolo. ¿Conoces al Chano?, preguntó uno de los agentes. ¿En cuántos asaltos participaste?, inquirió otro. ¿Quiénes fueron los del asalto al banco?, volvió a preguntar el primero. Antonio Cruz musitó dos o tres “No sé”. Al instante, un puño grande, duro como una piedra

Claudia Córdova

Poco a poco fue destacando en un submundo de pequeños hampones y haciendo contactos con aquella fuente de poder, que aún se presentaba nebulosa antes sus ojos miopes, y en la que se materializaba el estado mexicano: un funcionario del Departamento del D.F., la dirección general de las Preparatorias de la UNAM, un secretario de la Facultad de Derecho, un dirigente priista de las colonias del sur del D.F., un comandante de grupo de la judicial, en fin, el estado mexicano.

La represión policiaca es otra de las manifestaciones de los escritores mexicanos. En el cuento “Ojalá estuvieras aquí” de Alberto Huerta, se narra la persecución de dos propagandistas por parte de la policía. Se muestra la indiferencia de la gente ante esta situación, pues aunque muchos escuchan los gritos y los tiros, nadie se atreve a abrirles la puerta. El grupo más temido de estos poderosos, considerado como el de sus perros de ataque, ha sido, es y será la policía. En esta institución es donde se han generado los crímenes más ho-

fue a estrellarse en su boca.

rrendos, desde asesinatos masivos de estudiantes, hasta asesinatos furtivos y secuestros. La mayoría de los mexicanos hemos sido víctimas o hemos conocido casos criminales en donde la policía ha estado implicada. El madrina Filiberto García, al que las manos siempre le olían a muerto, se ha convertido en el prototipo del agente policiaco mexicano: ¡Pinche Coronel! No quiero muertes, pero bien que me manda llamar a mí. Para eso me mandan llamar siempre, porque quieren muertos, pero también quieren tener las manos muy limpiecitas. Porque eso de los muertos se acabó con la bola y ahora todo se hace como manda la ley. Pero a veces la ley no alcanza y por eso me mandan llamar. Antes era más fácil. Quiébrense a ese desgraciado. Con eso bastaba y estaba clarito, muy clarito. Pero ahora somos muy evolucionados, de a mucha instrucción. Ahora no queremos muertos, o por lo menos, no queremos dar la orden de que los maten. Nomás como

Lo anterior es una terrible situación a la que muchos mexicanos han sido sometidos. La ley en nuestro país no es muy clara, sus instrumentos y sus conclusiones dentro de un proceso casi siempre parecen favorecer a los poderosos y perjudicar aún más a los pobres. Por ello, me parece que la ficción es más fiel a la realidad, pues no hay pelos en la lengua en esas páginas, al contrario de las de ciertos diarios donde se quiere hacer pasar un crimen impune a sangre fría como un enfrentamiento que se puso tenso entre la policía y unos “manifestantes violentos”. Seguramente, algún novelista nos pintaría un marco ficticio en el que algún miembro de la administración del Estado o del municipio, harto de la beligerancia y pensamiento crítico de los normalistas, mandó a la policía y sus madrinas a acribillar y desaparecer a los jóvenes estudiantes para quedar bien con algún gran mandatario.

* Profesor universitario.


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Historias de horror en México Por Raymundo Cárdenas Vargas* municipal y del responsable municipal de la seguridad pública, son indicios de que ellos también formarían parte de alguna red delincuencial. Además, en Acapulco y otros municipios siguen ocurriendo hechos criminales de todo tipo. La gravedad de los hechos de violencia referidos arriba, no debe minimizar los frecuentes actos delictivos que sufre diariamente la población en todo el país, ni los múltiples ejemplos de corrupción como “las mochadas”, los denunciados en sindicatos como el SNTE y el de petroleros, los cometidos por funcionarios de Pemex y la CFE, en los poderes de la unión y hasta en múltiples organismos constitucionalmente autónomos que reciben recursos públicos. Esto es, los casos de Iguala y de Tlatlaya, no son sino expresiones extremas del proceso de descomposición que sufren las instituciones del Estado mexicano debido a su captura, lo que les impide cumplir la alta misión que el pueblo mexicano les asignó en la Constitución: velar por el bienestar general. La gran interrogante que tenemos frente a nosotros es ¿cuál es la solución? ¿Cómo regenerar las instituciones republicanas? Lo evidente es la necesidad de dar un giro inmediato en las estrategias de seguridad, centrándolas en la prevención del delito, el abatimiento de la impunidad, la reducción del número de muertes y lesionados, la preservación de la

integridad de las personas y la defensa de sus derechos humanos; asimismo debemos tener presentes las palabras del investigador emérito Jorge Carpizo McGregor, advirtiendo: “El impacto de la corrupción en las instituciones y la participación de la sociedad en ella, nos obliga a reconocer lo siguiente: cualquier nueva política de Estado será estéril si no se toman decisiones y realizan acciones contundentes, desde las más altas

autoridades públicas y liderazgos privados, para reducir las prácticas de corrupción e impunidad”. Pero si esas más altas autoridades públicas y liderazgos privados no son capaces de iniciar YA la tarea de limpiar la casa desde arriba, a los mexicanos no nos quedará más que emular a los argentinos en su exigencia ¡¡Que se vayan todos!! * Director de La Jornada Zacatecas

Lo que una oveja no sueña Por Felipe A. Rodríguez* “Para ser miembro irreprochable de un rebaño de ovejas, hace falta primero ser oveja”. Albert Einstein Basta con leer el Capítulo 1, Título primero, de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos para experimentar la sensación de que, como mexicanos, vinimos a nacer en una sociedad que tiene suficientemente claro lo que sueña de sí misma, lo que aspira a ser y cómo concibe la vida en común. Incluso dan ganas de escuchar la música de Manuel M. Ponce para seguir leyendo la constitución. Sin embargo, basta también con levantar la mirada y observar detenidamente cómo se comporta esta sociedad para saber que no es así. Porque lo que nuestro comportamiento transmite es que somos una sociedad con poca dignidad para vivir y para hacer. Parece incluso que, en las generaciones más jóvenes, la dignidad no forma parte de esa cosa tan disímbola que es

ahora “ser mexicano”. Y precisamente, es disímbolo “ser mexicano” porque como conjunto ya no compartimos cosas que valgan mucho la pena. ¿Qué compartimos ahora? ¿Hambre? ¿Desempleo? ¿Miseria? ¿Corrupción? ¿Violencia? ¿La telenovela hecha realidad en una primera dama? ¿La amenaza de una próxima más “rebelde”? ¿La llegada al poder por medios ilegítimos de un presidente con un copete muy vacío? ¿Dos chiqueros terriblemente costosos llamados “cámara de diputados” y “cámara de senadores”? ¿El asentamiento del sexto poder nacional: el narcopoder? ¿Fosas clandestinas, matanzas, desaparecidos, levantados?... Y frente a ello, ¿qué sentirán los casi 120 millones de mexicanos?, ¿en verdad la mayoría nos preguntamos por nuestro futuro juntos?... Me da la sensación que no. La educación no nos importa. La ciencia no nos importa. El arte no nos importa. Las cosas que se hacen para los demás y que nos hacen mejores ciudadanos importan

Pedro López Recéndez. Zacatecas. 100 años en la mira. Siligrafía.

poco. Poder vivir de forma armónica en una sociedad que esté dispuesta a dar más de lo que espera recibir parece ridículo. Que la vida de más personas tenga una mayor oportunidad de ser mejor, ¡bueno!, eso ni en el “nanocerebro” del político mexicano es factible. ¿Qué es lo que nos ha aislado tanto? ¿La economía? ¿El culto al consumo? ¿El placer de lo rápido en la comida, en el coito, en el éxito? (Incluso está de moda el teatro de 15 minutos), ¿La tecnología?... Es fácil poner la responsabilidad fuera de uno. El mundo ofrece miles de justificaciones. Victimizarse es simple. Pienso que en el fondo no sabemos quiénes somos. Es un

laberinto que no queremos resolver. Y ello nos condena a tener las emociones más simples e instintivas. Nuestros sentimientos no están a la altura de nuestros sueños colectivos. Por eso no logramos lo que, como mexicanos, quisiéramos ser. Pero tenemos constantes pesadillas: Acteal, San Fernando, Villas de Salvárcar, y más recientemente Ayotzinapa. Sigamos no teniendo sueños en lo que un político despierta, en lo que un narco despierta. O en lo que casi 120 millones de mexicanos deciden soñar para sí mismos. * Actor y dramaturgo.

#TodosSomosAyotzinapa

Los crímenes horrendos ocurridos en Iguala, Guerrero, junto con la ejecución extrajudicial ocurrida en Tlatlaya, municipio del Estado de México, son de una naturaleza tan cruel e inhumana que llaman la atención de millones de mexicanos y observadores internacionales, y permiten que se actualice y generalice en toda la sociedad la percepción de que el Estado mexicano está capturado por el crimen organizado, y por equipos de gobierno que operan como bandas dedicadas a apoderarse de los recursos públicos mediante formas diversas de corrupción, y a facilitar la operación de distintos grupos criminales. Esa percepción adquirió gran densidad durante los meses anteriores por la información procedente de Michoacán, en especial las denuncias del Dr. José Manuel Mireles, líder de distintos grupos de autodefensas, que demuestra el grado de penetración de grupos criminales en distintos Ayuntamientos y en el conjunto del tejido social; todo lo cual permite afirmar que en el territorio michoacano las instituciones del Estado están capturadas por poderes fácticos e intereses particulares. Pues bien, de acuerdo con lo que ya ha trascendido desde Guerrero, en la ciudad de Iguala, decenas de policías actuaron en coordinación con halcones y sicarios pertenecientes a un grupo criminal, para detener y asesinar a decenas de jóvenes estudiantes; la fuga del presidente


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Ayotzinapa

#TodosSomosAyotzinapa

Por Armando Salgado* Sí, Wittgenstein, desarnar cuerpos pertenece al azogue. Respirar partículas de carne, un quejido y este cristal roto. Desgarrar astros y autopistas. La muerte marcha por tu espalda. Los muertos por la boca. Los hijos por el caño. El azufre tiende a partirnos los periódicos, a rompernos la madre, a desgajarnos los testículos. Cortémosle el culo a la estadística. ¿Para qué los números con cubre bocas?: son fríos, estériles. Números con maquillaje. Transgénicos. Sin músculos. Son vistos como hijos, carne de cañón. ¿Para qué los números, Wittgenstein?, si vienen a sufrir, a marcarse, a sentir

el peso del tiempo, a llenarse de estrías, a recibir el grito del revólver, a ser brea sobre grieta. ¿Para llorarlos con resina y arder bajo los párpados? ¿Para caminarlos sobre marchas filosas y cortarles los pies con granaderos y truenos? La democracia es el peor de los sistemas porque no hay otro, ni otros que lo nieguen. Ni tú, Wittgenstein, porque sabes que el tamaño de tu ausencia tiene la dimensión de todas las armas, y por lo tanto, de todos los muertos. No podrás ignorar que en este universo lleno de metales la carne se ignora y los hijos mueren. Muchos, prefieren callar.

* Poeta michoacano. Egresado de la Normal Rural Vasco de Quiroga de Tiripetío, Michoacán.

Juan Carlos Villegas

En un país roto Por Lucía Medina Suárez del Real* Érase una vez un país roto, desgarrado, sangrante; un país donde los cargos públicos se subastaban, donde los votos costaban, pero no valían. Su historia reciente se escribía con sangre, cargaba a cuestas con noventa mil homicidios, 27 mil desaparecidos y más de cien mil huérfanos en poco más de un lustro. La violencia alcanzaba a todos, y pocos crímenes se resolvían, pero si tocaba a secretarios de gobernación, candidatos, diputados, o presidentes municipales había homenajes. Si llegaba a estudiantes, albañiles, transeúntes, e hijos de vecina había versiones oficiales que responsabilizaban a la víctima por su propia muerte, producto de presuntos malos pasos que jamás eran probados. Un país que llamaba “oportunidades” a los remanentes con los que paliaban la falta de ellas. Cada vez se trabajaba más, pero el salario valía menos. Entre más se estudiaba menos posibilidades había de encontrar trabajo. Las pérdidas eran públicas y las ganancias privadas. El dinero entregado a los ricos se llamaba fomento o inversión, pero el destinado a los pobres se llamaba paternalismo. En ese país los ecologistas defendían la vida de los toros y promovían la muerte para humanos. Se encarcelaba a los cuidadores de los bosques y el agua, y se absolvía

a quien contaminaba ríos y resquebrajaba la tierra. En esa nación el faraón tenía el avión más caro del mundo, un palacio aéreo prácticamente, y sin embargo los hospitales padecían desabasto, y las escuelas hacían cochinitos para comprar pizarrones y pupitres. En aquella tierra, los cambios políticos eran cromáticos, y los partidos políticos preferían “ganar” arropando a quien los combatía, que perder con quien los representaba. Los políticos perseguían actrices para fotografiarse con ellas, los proxenetas pagaban su nómina con recursos públicos y los pederastas confesaban primeras damas. En algún lugar de ese país roto vivía un señorcillo feudal de mal genio y gustos homicidas que no sabía si su cargo era caudal de los bienes mancomunados y debía compartirlo con su esposa, o si tendría que heredárselo al terminar su mandato. En la noche del baile en honor de la consorte feudal, unos estudiantes en rebeldía con el estado de cosas de ese país, tuvieron la ocurrencia de perturbar la fecha con sus revueltas. El señorcillo tomó medidas, habló con su jefe policiaco y giró instrucciones. Cuando el baile terminó y las carrozas se hicieron calabazas, las calles de la aldea se llenaron con las muestras de obediencia del comandante: dos estudiantes yacían muertos, también una mujer que pasaba por ahí a bordo de un taxi, un chofer tenía un balazo en la cabeza y un jugador de fútbol de quince años moría en un autobús. Completaba el cuadro el cuerpo sin piel y sin ojos de un padre de familia veinteañero. De cuarenta y tres personas no se tenía noticia. ¿Qué orden daría el señorcillo feudal a su jefe policiaco? ¿Qué palabra tiene el poder de hacer a los hombres cometer aquellas atrocidades?, ¿“Mátalos”, “aniquílalos”, “secuéstralos”, “asesínalos”, “desaparécelos”, “desuéllalos”, “detenlos”, “frénalos”, “encárgate”? ¿Qué? ¿Habrá sido un mexicanísimo “chíngatelos”? La conjugación de “chingar”, la reina de esas malas palabras en “cuya mágica ambigüedad confiamos la expresión de las más brutales o sutiles de nuestras emociones y reacciones”,1 diría Paz. Chingar, en cualquiera de los matices que nos describe el gran poeta: “la idea de agresión —en todos sus grados, desde el simple de incomodar, picar, zaherir, hasta el de violar, desgarrar y matar— se presenta siempre como significado último. El verbo denota violencia, salir de sí mismo y penetrar por la fuerza en otro. Y también, herir, rasgar, violar —cuerpos, almas, objetos—, destruir”.2 Chingar, herir, desgarrar, manchar, es lo que se puede hacer contra el que no se hinca ante el poder, contra el que no concierte,


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El país que nos entierra Por Joel Flores* México, como quien se niega a volver con aquel amor que le destrozó el corazón, por más que extrañara a mi familia. ¿A qué regresa uno al lugar donde nació si ese lugar se está convirtiendo en cementerio? ¿A qué regresar al cementerio si muchos de los que me vieron crecer y vi crecer ya se han ido? Al finiquitar mi residencia en Córdoba, las circunstancias me hicieron volver a México. No provengo de una familia a la que se le escape el dinero de las manos y en mi país no suele remunerarse el trabajo intelectual como debería. Entonces aún tenía la mitad del libro bajo el brazo y muchas ganas de ser yo con las palabras. Pero mi Estado no cambió y la situación en otros tantos lugares fue empeorando: muertos y más muertos, la intromisión de la marina, del ejército, el continuo conteo de los desaparecidos, el nivel alto del muertolímetro en los periódicos y una suma copiosa de madres reclamando el

cuerpo de sus hijos e hijos reclamando el paradero de sus hermanos y sus padres. Luego nos venimos a vivir a Baja California, para dislocar aquel discurso trillado y centralista de que Tijuana es el rastro más grande del país, “allá matas y desaparecen”, “allá los convierten en pozole”. Y sin temor a lo que viniera comenzamos a hacer una familia desde una esquina, como si todo se viera mejor desde aquí, como si fuéramos, de determinada forma, intocables, y acá no sólo comenzara la patria, sino también las segundas oportunidades. Pero con la entrada del nuevo gobierno nada cambió. Si el discurso de Felipe Calderón fue declararle la guerra al narcotrafico y en su sexenio los verdugos y las víctimas estaban bañados por la tragedia: todos terminaban muertos y nadie sabía por qué se peleaba ni cómo finiquitar esa lucha; ahora pareciera que la guerra no es contra el narcotráfico y quienes lo representan, sino contra los mismos ciudadanos,

contra aquéllos que buscan los caminos para progresar. La desaparición de los 43 estudiantes –y la muerte de 6- normalistas en Ayotzinapa, que recaudaban fondos en la ciudad para el bien de su escuela, es un mensaje claro de que quien nos gobierna ya no es la justicia, la democracia y la equidad. Quien nos gobierna tiene miedo del pueblo mismo; por eso es mejor enterrar precariamente el futuro de un país en fosas, que encontrar los puntos de encuentro y progreso con la juventud. Veo con desagrado y tristeza a un estudiante diciendo “Los militares nos detuvieron, los militares nos dijeron ´cállense, cállense. Ustedes se lo buscaron, querían ponerse con hombrecitos, pues ahora éntrenle y aguántense´”. A veces las palabras son insuficientes para mostrar todo este dolor. ¿En qué te has convertido, México, por qué debemos actuar “como hombrecitos”? * Escritor zacatecano. Radica en Tijuana.

no se conforma, no cede. Chingarlo por no poder comprarlo, sobornarlo, convencerlo, agacharlo. Chingarlo como se chinga una mujer, por no poder ganarla, “como venganza ante el hermetismo femenino o como tentativa desesperada para obtener una respuesta de un cuerpo que tememos insensible”.3 Chingar, como está haciendo uno de los miles de señorcillos más que están por ahí, como lo hacen los que tienen roto a este país, como los que criminalizan las protestas, y clausuran la vía democrática para cambiar las cosas. La respuesta será chingar hasta encontrar a esos 43 que nos faltan, y hasta lograr justicia por los que ya nos arrancaron. * Aprendió sus primeras letras gracias a una normalista. 1

Paz, Octavio, El laberinto de la soledad, 4ª Ed. México, FCE, 2009, p. 110. 2

Op. cit., p. 114.

3

Op. cit., p. 101.

Enrique Barajas Pro

#TodosSomosAyotzinapa

Durante los años que estuve escribiendo mi Rojo semidesierto en España, pensé que la corrupción y la violencia en México serían pasajeros. Que al salir Felipe Calderón de los Pinos las cosas volverían a la normalidad. Que Zacatecas volvería ser seguro y que aunque nuestros amigos desaparecidos no volvieran a estar con nosotros, muy pronto diríamos: “Hemos vuelto a estar tranquilos”. Aún recuerdo que entonces la violencia y la sangre y la pólvora me dolían como duele una herida, un brazo dislocado, una muela. Y todo ese dolor intenté meterlo en las costillas de aquellos cuentos que escribía como si trazara un puente hacia un lugar más tranquilo, donde ahora nos esperan los que se nos fueron, los que nos arrebataron. ¿Qué más nos queda a los escritores si no es honrar a los nuestros con la memoria, con la palabra? ¿Qué debemos decir, si nuestro país se está pudriendo y no tenemos los medios para combatir? Aún recuerdo las notas que salían en los periódicos y lo que me contaban mis amigos en las redes sociales o el Messenger: balas percutidas, secuestrados, desaparecidos, pueblos tomados por los polizetas, constantes plagiarios intimidando familias, negocios cerrados porque mataron a quien los atendía, historias de padres que salían de viaje y no regresaban, de campesinos que no entregaban sus tierras y terminaban sepultados. Y me negaba a regresar a


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LA GUALDRA NO. 169

Esto creo

#TodosSomosAyotzinapa

Por Marco Antonio Flores Zavala* ¿Por qué exigir la vuelta de los normalistas? Porque nadie puede suprimir a los individuos. ¿A quién debemos exigir la vuelta de los normalistas? Al gobierno estatal y al de la República. Porque son la parte del Estado que es responsable de garantizar el derecho a la seguridad y las libertades de los individuos. Los estudiantes de la Escuela Normal Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa son personas y ciudadanos mexicanos; y es el Estado mexicano es el responsable de su protección. Y, ¿si los estudiantes fueron privados de su libertad

por delincuentes? Eso no justifica la desaparición. Más todavía, el gobierno debe actuar por la salvaguarda de los individuos. La omisión en la protección de los estudiantes normalistas coloca a los responsables del resguardo de la comunidad como cómplices de quienes privaron a los estudiantes. Exigir la vuelta de los estudiantes de Ayotzinapa es un acto “preventivo contra el suicidio de la libertad”. * Profesor universitario.

César Ramos. La muerte tiene permiso.

Promoción de la lectura Si leyéramos Por Eduardo Campech Miranda Tanto dolor se agrupa en mi costado, que por doler me duele hasta el aliento. Miguel Hernández

Leer, como se ha repetido miles de veces, enriquece nuestro vocabulario, nos lleva por viajes interminables e increíbles, nos da la habilidad para jugar como el Barcelona F. C., o cantar con la cadencia y el ritmo de Margarita, la Diosa de la Cumbia, o ser exitosos como Carlos Cuauhtémoc Sánchez. Pero también leer nos ofrece la posibilidad de estar en contacto con distintos discursos, de distintos tonos, con distintas intenciones. A medida que conocemos más de algo, tenemos una mejor capacidad de selección. Si leyéramos más, como sociedad; si diversificáramos nuestras lecturas, como individuos; seguramente tendríamos más herramientas para identificar con claridad lo que se pretende decir desde los medios de comunicación, desde los gobiernos, desde los actos proselitistas, desde la visión crítica y de análisis que desarrolla una buena lectura. Entonces, sin que lo siguiente constituya una regla inquebrantable, la clase política de nuestro país se pondría a temblar. Lo saben, lo saben tan bien que nunca regalan libros en sus actos de campaña. Lo saben tan bien, que la gran mayoría de ellos no lee, corren el riesgo de descubrirse para sí mismos. Insisto: si leyéramos más, más géneros, más libros, más autores, más tiempo, más convencidos, descubriríamos los engranajes de la maquinaria política de nuestro país, de sus oscuros nexos, su múltiple moral (moral flexible la llamarían los reyes del

eufemismo). Para algunos es inconcebible que nadie en Iguala, en Guerrero, en México, se diera cuenta el currículum de Abarca Velázquez. Quizá, unos solicitaban a cien pinches locos zacatecanos; otros seguían exigiendo incrementar los índices lectores y defendiendo, a capa, espada y televisión, a la materialización del analfabeta funcional. Otros más, justificaban ecológicamente su interés por el verde, y otros, por los niños. Si leyéramos, no nos sorprendería que hay lugares en el mundo donde en lugar de destinar grandes presupuestos a las fuerzas armadas (o a la adquisición de costosos aviones), se destina a la educación de calidad y calidez. Que hay una fosa común que se llama ignorancia, a la cual la necesidad de unos y la avaricia de otros, nos están llevando a (casi) todos. Que hay un discurso de conciliación y de paz, pero también hay una política de enfrentamiento, exterminio e intolerancia. Si leyéramos, tomaríamos ejemplo de los ciudadanos que aparecen en Ensayo sobre la lucidez, pero nuestro voto debe ser negro: por el luto que llevamos como nación, por la vergüenza de país que somos. Hagamos de la lectura un acto de rebeldía, de protesta, un acto que tenga eco a partir de nuestras acciones. No hay extensión más grande que mi herida lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos.

Miguel Hernández * Promotor de la lectura.


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13 de OCTUBRE DE 2014

Del llanto al grito (alcemos la voz) Por Mauricio Moncada León* nar la masacre estudiantil de 1968, represiones obreras y sindicales de 1970 a 1978, el trabajo sigiloso de poner las bases institucionales en el silencio de un pueblo temeroso para vender el país a través de deudas impagables, devaluar la moneda quitando ceros (sintomático: para qué solucionar si puedes “quitar” la realidad), reformar la Constitución Mexicana para abaratar la mano de obra bajo el disfraz de educación de “calidad”, salarios bajos y empleos temporales (en el mejor de los casos). Si pudiera recordar esos acontecimientos, y más, escribiría a gritos y con rabia una larga lista de injurias dedicadas al gobierno y partidos políticos, pero sólo he de señalar que las demandas de los estudiantes normalistas de Ayotzinapa son el

síntoma de una sociedad que poco a poco se acostumbra a vivir al día en un país en contra de la educación, porque no bastan las becas (que no otorgan); es necesario que cada mexicano pueda solventar sus necesidades a partir de una economía independiente de bancos, de lo contrario el malestar crecerá, y lo digo como advertencia e invitación, hasta que las voces sean más de mil y los pasos en las calles sean tantos que cimbren la tierra. Por lo pronto, dejaré en claro que Ayotzinapa sea el nombre de legión, y que las palabras me duelan por exigir justicia para los compañeros muertos, porque ayer fueron ellos, quizá mañana seremos nosotros.

#TodosSomosAyotzinapa

Nunca me habían dolido tanto las palabras como en este momento que intento escribir para mostrar mi indignación y repudio contra un estado fallido de derecho mexicano; porque las balas encuentran perdón en juicios absurdos, mientras que las palabras y gritos de descontento son callados con esas mismas balas, y agregaré el adjetivo, cobardes; aún peor, que desollaron y torturaron espíritus que clamaban justicia a través de jóvenes. ¿Cuántos más habrán de morir o desaparecer para que el pueblo se dé cuenta de que vivimos bajo el autoritarismo y represión de un gobierno empeñado en volver nuestras vidas miserables? ¿Necesitamos más muestras para reaccionar? Tengo mala memoria, pero de no ser así podría mencio-

* Escritor y profesor universitario.

Sin ninguna responsabilidad Por Ivi May Dzib* Cuando suceden cosas que atentan contra la dignidad de un pueblo y cuando se utiliza el poder como intimidación para someter a los habitantes a un modo de vida en el que no se admiten protestas, ningún político de las altas esferas tiene la culpa, siempre serán delincuentes sin nombre, funcionarios de medio pelo o soldados rasos los que cargarán con la culpa mediática de haber perpetrado crímenes de lesa humanidad. La desaparición de 43 estudiantes normalistas la noche del 26 de septiembre en Iguala, luego de que fueron atacados a balazos y detenidos por la policía de ese municipio, es una muestra más del grado de vulnerabilidad en el que se encuentra sometida gran parte de la población. Por eso la protesta estudiantil en la capital en días pasados exigiendo se diera marcha atrás a las imposiciones que se habían establecido en el IPN era y es una esperanzadora señal de que las voces no serían acalladas. Parecía que la protesta de los jóvenes ante

las arbitrariedades del sistema se había reducido a las redes sociales, pero esa algarabía fue contrastada con el descubrimiento de al menos seis fosas clandestinas en donde supuestamente los estudiantes normalistas fueron depositados después de su ejecución. Si el Estado estuviera cuidando su imagen, no hubiera realizado estos atroces crímenes, ya comunes en México, días previos (y/o posteriores) al dos de octubre, pero el que se hayan cometido durante estas fechas es una señal de que: 1) La política se ha investido de un cinismo inusitado, 2) que los políticos realmente no tienen el control de lo que sucede en su territorio, 3) que el Estado ha sido rebasado e infiltrado por el crimen organizado, o 4) todas las opciones juntas. El crimen organizado gobierna en muchos lugares y el gobierno de México se niega a reconocerlo. Pero no pasa nada, se confía que el pueblo regrese al estado de olvido, que su capacidad de asombro e indignación se vaya perdiendo como

se pierde en México la infancia, a punta de madrazos. La impunidad al hecho de dar muerte a los que protestan ante cualquier tipo de injusticia está garantizada por el Estado y todos se lavan las manos. Si el crimen organizado ejecuta una matanza se deslinda y le echa la culpa al Estado, si el Estado lo hace, entonces recurre al mismo sistema y pasa la bolita. Crimen de estado y crimen organizado se han vuelto uno solo, con una capacidad mínima para diferenciarlo y una cerrazón política para hacer caer a los verdaderos culpables. El poder ejercido a través del miedo es la mejor arma contra la ciudadanía, la campaña de intimidación contra los jóvenes indignados, contra los activistas indignados, contra los reporteros indignados, contra los artistas indignados, contra los pocos funcionarios públicos indignados es férrea y tiende a criminalizarlos. Como dice Guillian Flynt: “Es una era muy difícil para ser persona. Simplemente una persona real, au-

Jael Alvarado

téntica, en vez de una colección de rasgos seleccionados a partir de una interminable galería de personajes”. Pero en esta era en que la selección de esos rasgos no incluye más partes humanas, prometiéndonos riquezas, lujos, poder y sin tener responsabilidad de lo que suceda después, hay que mirar al horizonte y preguntarse ¿de verdad no hay responsabilidad alguna? * Mérida, Yucatán, 1980. Escritor, docente, teatrista y periodista cultural.


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LA GUALDRA NO. 169

13º Festival Internacional de Teatro de Calle Zacatecas Del 18 al 25 de octubre de 2014 PROGRAMA de PLAZA DE ARMAS FUNCIÓN DE INAUGURACIÓN (Sábado 18 de octubre) Sábado 18 y domingo 19 20:30 horas Rêve d´Herbert (El sueño de Herbert) Compagnie des Quidams & Dúo Sueño en la Fábrica; Francia FUNCIÓN DE CLAUSURA (Sábado 25 de octubre) Viernes 24 y sábado 25 20:30 horas VOALÁ STATION Voalá Projec, España PLAZUELA GOITIA Sábado 18 18:00 horas Intervenciones: FOTOS DEL MUNDO POR EL MUNDO Clan D Clauns, Querétaro Domingo 19 18:00 horas Intervenciones: LA PASARELA & LOS AMOROSOS Clan D Clauns, Querétaro Lunes 20 y martes 21 18:00 horas BOMBASTIC

La Bomba Teatro, México Miércoles 22 y jueves 23 18:00 horas RUE DES DAMES (Vía de damas) La Passante, Francia Viernes 24 y sábado 25 18:00 y 19:00 horas DRUMBREAK Deabru Beltzak, País Vasco PLAZA MIGUEL AUZA Sábado 18 19:00 horas Intervenciones: LOS AMOROSOS Clan D Clauns, Querétaro Domingo 19 y lunes 20 19:00 horas Intervenciones: BARRERAS Iñaki Mata, País Vasco Martes 21 y miércoles 22 20:30 horas CICLOS La Nave Teatro, Zacatecas Jueves 23 y Viernes 24 19:00 horas Itinerante: RETAZOS DE UNA REBELION FANTÁSTICA Genero Menor, México PLAZUELA 450 Lunes 20 17:00 horas Intervenciones: LA PASARELA &

FOTOS DEL MUNDO POR EL MUNDO Clan D Clauns, Querétaro Martes 21 17:00 horas ATRAPADOS ENTRE TÍTERES Demediado Teatro, Guanajuato Miércoles 22 y Jueves 23 17:00 horas PINTEMOS EL MUNDO La corte de los milagros, Zacatecas Viernes 24 y Sábado 25 17:00 horas LOS RUSOS DE CLOWNIA Los Cosmicómicos, Zacatecas PLAZA BICENTENARIO

TRAGEDIA SOBRE RUEDAS; un espectáculo sin frenos Teatro Entre 2, México Jueves 23 y viernes 24 20:30 horas LA AMENAZA ROJA El Carro de Comedias de la UNAM, México PLAZUELA DE GARCÍA Domingo 19 y lunes 20 21:30 horas LA LEGANDARIA PIEDRA NEGRA Leyendas de Zacatecas, Zacatecas Martes 21 y miércoles 22 21:30 horas LAS SOLDADERAS Guía Nocturna, Zacatecas

Jueves 23 y Viernes 24 21:30 horas EL RUMOR La Ciénega Teatro, Zacatecas INTERVENCIONES

Sábado 18 17:00 horas Intervenciones: LOS EXHIBICIONISTAS Clan D Clauns, Querétaro Domingo 19 17:00 horas Intervenciones: BARRERAS Iñaki Mata, País Vasco Domingo 19 y lunes 20 20:30 horas GARGANTÚA Y PANTAGRUEL; historia de gigantes MoMo, Zacatecas Martes 21 y miércoles 22 19:00 horas

La proyección de las películas se realiza de manera gratuita con fines culturales y educativos. 13 SEMANA DE CINE ALEMÁN, Entrada general $20.00 Lunes 13 18:00 y 20:00 hrs. 13 Semana de Cine Alemán Entrada general $20.00 SPUTNIK Dir. Markus Dietrich Alemania/ 2013/ 83 min. Miércoles 15, 18:00 hrs. Entrada libre Cinema Planeta MAGUEY Dir. Francesco Taboada

Documental / México / 2010 /61min. Miércoles 15, 20:00 hrs. Entrada libre Función con presencia de talento. EL CHARRO JUÁREZ Dir. Fernando Durán México/ 2007/ 100 min. Jueves 16, 18:00 hrs. Entrada libre Cinema Planeta LA SED DEL MUNDO Dir. Yann Arthus-Bertrand, Thierry Piantanida, Baptiste RougetDocumental / Francia / 2012 / 90 min. Jueves 16, 20:00 hrs. Entrada Libre

Centro Platero de Zacatecas Sábado 18 y domingo 19 13:00 horas Intervenciones: TEATRO INVISIBLE Taller de Teatro Camaleón de la UAZ, Zacatecas

Centro Histórico Martes 21 y miércoles 22 18:00 horas Intervenciones: TEATRO INVISIBLE Taller de Teatro Camaleón de la UAZ, Zacatecas

Doctubre FERVOR INFANTILISTA Dir. Luis Lupone México/ 2013/ 100 min.

Documental / Países Bajos / 2011 / 71 min.

Viernes 17, 18:00 hrs. Entrada libre Cinema Planeta FAUNA URBANA Dir. Marcelo Casacuberta Documental / Uruguay / 2012 / 38 min. RÍO NEGRO Dir. Marcelo Casacuberta Documental / Uruguay / 2010 / 58 min. Viernes 17, 20:00 hrs. Entrada Libre Doctubre LAS OPTIMISTAS (OPTIMISTENE) Dir. Gunhild Westhagen Noruega/ 2013/ 90 min. Sábado 18, 18:00 hrs. Entrada libre Cinema Planeta NIEVE SILENCIOSA Dir. Jan van den Berg

Sábado 18, 20:00 hrs. Entrada Libre Doctubre MARIONETISTA Dir. Wiktoria Szymaska Polonia/ 2013/ 70 min. Domingo 19, 12:00 hrs. Entrada libre Matiné Cinema Planeta LA MÁQUINA QUE HACE ESTRELLAS Animación / Argentina / 2011 / 80 min. Dir. Esteban Echeverría Domingo 19, 18:00 hrs. Entrada libre Cinema Planeta FAUNA URBANA Dir. Marcelo Casacuberta Documental / Uruguay / 2012 / 38 min. MAGUEY Dir. Francesco Taboada Documental | México | 2010 | 61min.


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13 de OCTUBRE DE 2014

A 43 jóvenes El clon normalistas, a México Por Alberto Huerta* Por Roberto Galaviz

decir que desaparecieron es ya resignarse un poco

Hay cuarenta y tres vidas que están extraviadas, cuarenta y tres multiplicado por hijos, padres, hermanos, amigos, esposas, maestros y abuelos que tienen el alma derrotada: El número es apabullante, inaceptable, vergonzoso.

el diccionario apunta claro y firme: -Desaparecer: dejar de existir Si aceptamos que desaparecieron, comenzamos a creer que se disolvieron, que se fundieron en la terrible noche en la que fueron torturados, llevados de la mano al infierno, asesinados. No desaparecieron, dejemos de aceptar desde el lenguaje y desde lo posible que lo imposible ocurrió.

¿Cómo le explicas a un hijo que su padre desapareció? ¿Cómo le dices tal falacia a los que lo esperan, cómo desapareces el futuro, la ilusión, los huesos, la mirada y el amor que vive en una persona? Si fue posible desaparecerlos vivos, exigimos que con el mismo truco de magia los hagan aparecer con vida

El Plátano Ceballos es un clon mal hecho, al ai se va, al tanteo. Demasiado furris. Un muñeco de ventrílocuo chafa. Un remedo chambón. El Plátano siempre oyó repicar las campanas pero nunca supo dónde. Si Frankestein es considerado como un monstruo El Plátano Ceballos es un verdadero y auténtico esperpento. Alguien asegura que es un alebrije producto de una congestión por cenar pozole, menudo, tamales, media sandía y un jarro bien grande de atole champurrado. Otro asegura que se escapó de un delirium tremens de un hinchadillo pulquero. Su familia jura y perjura que se lo encontraron en el bote de la basura de una pizzería. Al Plátano todos los chismes le valen madre, le importan un cacahuate. Un soberano comino. Ni fu ni fa. Se pasea muy orondo por la ciudad, quitado de la pena. El Plátano siempre anda hablando en un lenguaje que sólo él entiende. Muy sonriente. Con una

sonrisa medio idiota que le enchueca la boca. El caricanteado. Siempre a medio chiles. Con la mirada vidriosa, caminando muy derechito, como si se hubiera tragado un palo o anduviera vestido con ropa demasiado almidonada. Pero con una trayectoria errática. Haciendo eses. Entrecerrando los ojos vidriosos, enrojecidos, bien tupiditos de lagañas amarillentas, los párpados son dos rendijas, cantando bien quedito: “Ingrata, no me digas que me quieres no me digas que me adoras, que me amas que me extrañas, que no te creo nada Ingrata, qué no ves que estoy sufriendo por favor hoy no me digas que sin mí te estás muriendo que tus lágrimas son falsas…”. ¡Yeah, yeah! Un clon demasiado balín. * Escritor.

Pudieron ser...

Espero, en este país perfecto

Por Emanuel Márquez Peralta*

Por Ana Paula Flores*

Claro que estoy encabronado. Claro que quiero decir como ese viejo, el cartel hecho con plumón que llevó a la marcha decía: “Pudieron ser mis alumnos”. Yo como él digo: pudieron ser mis espectadores; pero ellos, ellos eran sólo unos niños. Otra vez la dictadura que mata niños. Toda una

somos millones esperando la función.

vida exigiendo una mejor educación, precisamente para que no nos alcanzara la barbarie. Educarnos será salvarnos… Que regresen, que regresen los estudiantes desaparecidos a casa. * Actor y director teatral.

El 26 de octubre de 2014, una de las más grandes atrocidades en nuestro país tuvo lugar en Iguala, Guerrero. Una noche tranquila, en la que un grupo de normalistas se manifestaban, terminó en un tiroteo que acabó con la vida de 6 de ellos y hoy, 43 más están desaparecidos; su “delito”: el haber desafiado con su rebeldía al poder. Hoy escribo esto para concientizar a las personas de lo que está ocurriendo en nuestro país “perfecto”, en el

Alejandra Celis Almanza

Federico Martínez

que las frases “todos somos como todos”, “siempre iguales”, es notorio que están muy gastadas. Notorio en un país libre en donde para manifestarte debes de cubrir tu rostro para no terminar en una fosa; un país en donde el más corrupto es el que nos debería estar protegiendo. Si mi país es tan perfecto como dicen, espero pronto tener noticias de los desaparecidos, espero que la corrupción cese, que los responsables paguen y que la libertad e igualdad dominen. * Estudiante de secundaria.

#TodosSomosAyotzinapa

Desaparecieron 43 jóvenes eso es lo que dicen los diarios, la televisión, las autoridades, las protestas, los intelectuales, (y miles que opinan y dicen al respecto)

“Caminaba por el sueño de los otros”. Mario Benedetti


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LA GUALDRA NO. 169 / 13 DE OCTUBRE 2014

La otra patria (ensayo para un panfleto)

#TodosSomosAyotzinapa

Por José Ángel Leyva* Me avergüenza la patria cuando mira a los hijos coserse los labios de impotencia Me duele su vasto territorio las plumas del guerrero pudriéndose en el vientre Esta tierra loca y baldía inundada por la ausencia El juego amoroso de la puta Soñar con joyas y un hombre que la luzca Tus hijos de la chingada son tus hijos acribillan a los pobres como reses ¿No escuchas el ruido de la historia? En tu oreja penetra un enjambre de tábanos y grillos que devoran el paisaje Reconoces tu sangre indígena con asco Patria miserable y turbia Tus sueños de grandeza El fracaso aserrando amaneceres La terca mansedumbre de una víctima en la piedra Puñal de obsidiana en la memoria. Qué patria admite la engorda de unos

a costillas de otros que ni huesos tienen Qué patria es ésta que amuralla las ciudades y blinda al viajero rapaz contra el paseante Estamos presos en los dientes mondados por la ruina Sabes ácida y amarga de tanto parir hijos de puta La peor conciencia te exige que no abortes engendros de la náusea Te llama a alumbrar con júbilo el agravio Te bendice ciego tonto y manso En las impías manos que esgrimen la cruz como filosa espada sobre el cuello de una matriz doblada por la pena Nos hicieron de miedo de terror y de violencia ¿Mi patria autoritaria y vil? Suave Patria, no eres ésta, ni esto es un poema apenas un territorio en el que soy extraño. * Poeta duranguense. Director de La Otra.

Eso nos dijeron Por Pilar Alba* Si nos dijeron que no nos iba a pasar nada que era nomás una salida como cualquier otra, que era cuestión de horas, ida y vuelta, que nos subiéramos al camión y escogiéramos el lugar que más nos gustara para ir cómodos. Eso nos dijeron. No contaban con lo que después pasaría, se desataron todititos los demonios. Ya llevamos mucho tiempo aquí, encuerados, cagados de miedo. Sí, cagados, no

nomás de miedo, también del cuerpo; apestando a miados, a mierda, aunque ni hemos comido, no nos han dado ni agua. “Nada, no les va a pasar nada”… bien que me retumban esas palabras. Y sí, no nos pasa nada, ni el tiempo, no hay día ni noche, todo está oscuro y frío. Es más, ya ni el dolor nos pasa, volteo a ver a los compañeros y todos están igual, así, sumidos en la nada. Aquí estamos nomás

Hoy tendría que haberse detenido este país Escrito pensando en la matanza de Ayotzinapa con pena y vergüenza Por Edgar Khonde* Hoy tendría que haberse detenido este país, si este pedazo de tierra es un país; tendrían que haber cejado todos los martillos, ningún tren debió de haber salido de la estación, ninguna gota de agua caído en un vaso, ninguna lluvia pronunciado tormenta o chubasco; ningún escolar debió haber asistido al colegio; yo no tendría que estar escribiendo sino en el llanto, oscuro, sin luz ni para leer salmos, ni para seguir camino. Hoy tendríamos que desconectar todas las máquinas que mantienen en el poder a los poderosos y quemar los bancos, echarle fuego a los cimientos de esta casa que se derrumba porque nos despertamos y nos matamos porque salimos a la calle para matarnos porque soñamos con matarnos porque nos matamos para matarnos.

esperando que vengan y nos saquen, que vengan y ya nos lleven, que nos saquen de la nada,

Juan Carlos Villegas

Hoy tendríamos que cavar miles de tumbas en donde quepamos uno sobre otro, juntos y reunidos, por fin, dando paz a la muerte, en auxilio de los que vivos mueren. Hoy tendríamos que cerrar cárceles y manicomios, reconocer que fallamos, hundirnos en el lodo para no volver de ahí, que nos entierren y nos olviden; que nadie en la historia sepa que fallamos ¡Cómo fallamos! Perdonen si lo confieso y nos entrego, hoy tendríamos que renunciar sin héroes ni demonios. Hoy tendríamos que detener este país: que nadie cante ni se persigne que ni una voz se alce, que no rueden las balas sobre la calle. Tendríamos que detenernos para mirar cuánto la hemos cagado cuando no era posible que este país se nos fuera de las manos. * Escritor. D.F.

que nos devuelvan el sentido para volver a ser algo… alguien. * Escritora y directora teatral.


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