Luis Armando García Garza nació el 19 de agosto el de 1967 en Zacatecas. Termina la carrera en Ingeniería en Sistemas Electrónicos, en el ITESM, Campus Monterrey, y posteriormente decide dedicarse de manera definitiva al arte. Hay una vertiente artística que le apasiona: la instalación, por lo que después de haber participado con varias de ellas en diversos festivales en diferentes estados del país, fue acreedor de una Beca del FONCA para realizar un proyecto en La Chambre Blanche, en Quebec. “Pasaban cosas acá en México que me sacudían constantemente y el confrontarme con ese cambio cultural me hizo más perceptivo, más sensitivo; sacudí mi caja y emPág. 6 y 7 pecé a construir una segunda etapa a partir de la reinterpretación de la violencia; lo que hace de mi instalación una pieza evolutiva”.
Esta semana que inicia, además de recordar a nuestros muertos, tenemos otras cosas más alegres que celebrar. Yo prefiero celebrar a los vivos y si éstos además son talentosos como el caso de nuestro querido amigo José de Jesús Sampedro, mejor. José de Jesús Sampedro nació en la ciudad de Zacatecas el 2 de noviembre de 1950. Realizó estudios de licenciatura en Economía. Fue militante del Partido Comunista Mexicano. Fue profesor de Lenguaje y Literatura en la Escuela Preparatoria de la Universidad Autónoma de Zacatecas, y jefe del Departamento Editorial de la misma Universidad. Actualmente ocupa la Presidencia del Consejo de Administración de la revista Dosfilos y coordina y edita el suplemento cultural Corre, Conejo. Gran aficionado al futbol, es sin duda -en el Estado y regiones circunvecinas- el principal admirador del Club América; y un gran apasionado del rock y la literatura. José de Jesús Sampedro es un reconocido promotor cultural, ha dirigido diversos talleres literarios, realizado un extenso trabajo editorial y colaborado en la mayoría de las revistas y suplementos culturales de México y en diversas revistas de América Latina. Es autor de Un (ejemplo) salto de gato pinto (1976), Si entra él yo entro (1978) y La estrella el tonto los amantes (ensayo, poesía, narrativa) (1982). En su larga trayectoria profesional ha recibido una gran cantidad de premios y reconocimientos tales como el Premio Joaquín Antonio Peñalosa al Mérito Editorial durante el IV Festival Internacional “Letras en San Luis”; y en Zacatecas, el reconocimiento al “Mérito Universitario José Árbol y Bonilla”, presea que se entrega a los miembros de la comunidad universitaria que han destacado en el campo de la investigación, la docencia, la extensión y difusión de la cultura. Es además el principal impulsor del Premio Nacional de Poesía “Ramón López Velarde”. Va para José de Jesús Sampedro, Sam, todo nuestro reconocimiento, admiración y nuestros mejores deseos en su cumpleaños. La semana pasada, el Consejo Nacional para la Cultura y las
Artes (Conaculta) y el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), en coordinación con los gobiernos de los estados de Tlaxcala, Puebla, Morelos, Durango, Campeche, San Luis Potosí, Michoacán, Baja California, Chihuahua, Nuevo León y Tabasco; así como con la Universidad Autónoma de Nuevo León, la Universidad de Colima, el Patronato del Teatro Isauro Martínez y el Museo Francisco Cossío, anunciaron los resultados de los Premios Bellas Artes de Literatura 2011. La zacatecana Maritza Buendía fue reconocida como la ganadora del Premio Bellas Artes de Ensayo Literario José Revueltas; por lo que La Gualdra felicita ampliamente a esta talentosa universitaria y se suma a la alegría de la comunidad artística zacatecana. Para Sam y Maritza, la siguiente canción de Leonard Cohen, ganador del Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011. Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com Hallelujah Now I’ve heard there was a secret chord That David played, and it pleased the Lord But you don’t really care for music, do you? It goes like this The fourth, the fifth The minor fall, the major lift The baffled king composing Hallelujah.
¿Por qué nos volvemos la tierra? por Gabriel Luévano
El alma en pena de Ramón López Velarde por Francisco Javier González Quiñones Un recuerdo sepia por J. Manuel Trujillo
Un texto escrito en futuro próximo. Lo carnavalesco en el día de muertos por Adso Eduardo Gutiérrez Espinoza Ausencia por José Ángel Higuera Solano
Luis Armando García Garza.Viento del Norte y los procesos reflexivos de la creación por Jánea Estrada Cuestiones del cambio climático (fragmento) por Jacqueline Bouchard*
Cervantino 2011 (parte II) por Iván Martínez*
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Hallelujah Your faith was strong but you needed proof You saw her bathing on the roof Her beauty and the moonlight overthrew her She tied you To a kitchen chair She broke your throne, and she cut your hair And from your lips she drew the Hallelujah.
El espejo del mundo III por Nelson Guzmán
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Hallelujah You say I took the name in vain I don’t even know the name But if I did, well really, what’s it to you? There’s a blaze of light In every word It doesn’t matter which you heard The holy or the broken Hallelujah.
Los estándares de lectura por Eduardo Campech Miranda Diario de Mateo por Mateo Estrada Gaviria
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Hallelujah I did my best, it wasn’t much I couldn’t feel, so I tried to touch I’ve told the truth, I didn’t come to fool you And even though It all went wrong I’ll stand before the Lord of Song With nothing on my tongue but Hallelujah. Hallelujah…
El hueserío revive por María Dolores Bolívar
Carmen Lira Saade / Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas / Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín / Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Sandra Andrade Trinidad / Diseño
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibída la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
12 Juan Carlos Villegas / Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
¿Por que nos volvemos la tierra? Por Gabriel Luévano
Alguien me habló todos los días de mi vida Al oído, despacio, lentamente. Me dijo: ¡vive, vive, vive! Era la muerte. Jaime Sabines
¿Y por qué la boca en los límites de la sonrisa, o las manos hablando de ausencia entre el esbozo de cada lágrima? ¿Por qué el crotaloteo de los huesos en una sepultura de sonido, taladrando como graznido de cuervo? ¿Por qué nos da por inquirir el sabor de la muerte cuando tenemos el trabajo esperando a la vuelta del abandono? Nuestro temor hacia la inconsistencia de la vida vista a contraluz y al consiguiente olvido, se centra en dos preguntas, simbióticas si las ubicamos en el terreno de la emoción: ¿De dónde somos y a dónde vamos? Haciendo eco a las palabras de Úrsula Iguarán: Nadie es de ningún lado hasta no tener un muerto enterrado. El argumento sobrepasa la mera obviedad biológica y plantea nuestro vínculo con la tierra. Comemos de ella, sostiene nuestros pasos al igual que nuestro llanto, es el seno de madre, el vientre de la lúbrica y la sepultura. No obstante, la relación que culturalmente sobrevivimos a diario con la muerte, la transforma en más que una última etapa en el recorrido humano. La vuelve una actividad itinerante en la que abandonamos paulatinamente, rastros de inconmensurable humanidad a donde vayamos. La muerte es, por lo tanto, una tarea constante que finaliza en la expectoración, los estertores, la decisiva pérdida de la conciencia y el final aletazo de la sangre. Desde el nacimiento dejamos rastros de nosotros en cada lugar emotivamente importante; un lóbrego mercado invernal, los pies de una estatua de Cervantes, un estanco de museo, digamos. Cada quien tendrá su variopinto calvario, pero concordará conmigo en que la visita a esos lugares, (cuando se puede volver y se soporta), es parecida a una visita a la sepultura. Ahí estamos, inexorablemente inertes. De ahí que la metáfora final de la novela de Rulfo, constituya no sólo un recurso retórico, sino un ejemplo (puede que el más perfecto en las letras mexicanas), de la muerte como una eternidad distendida. Una repetición constante que se recrea con sus matices en el andar cotidiano. Pedro Páramo se fue desmoronando como si
fuera un montón de piedras y piedras es lo que dejamos en el viaje a, llamémosle, la muerte grande. Pedazos de uno mismo, como cruces de silencio. Ahora bien, mucho se ha dicho de la incapacidad de comunicación que caracteriza a los personajes de Rulfo, seres encerrados en las paredes descarapeladas de su rencor, pero pocas veces se comenta sobre la posibilidad que la muerte les otorga al acortar las distancias y llevar su mensaje a los recovecos del inframundo. El silencio y el tiempo se disipan. A Juan Preciado lo matan los murmullos, es el sacrificio que debe cumplir para encontrarse y conocer a su padre. Si bien no lo hace físicamente, los lamentos de aquellos cercanos en vida a él le muestran un cuadro doloroso, pero espléndido. ¿Cuántas veces no conocemos a las personas hasta su muerte? Para García Márquez, como lo dejó ejemplificado en la figura del coronel Aureliano Buendía, el secreto para una vejez llevadera era un pacto honrado y respetuoso con la soledad. Para los mexicanos, el respeto a la muerte significa el pago para vivir en santidad festiva. Es decir, en la espera firme y sosegada del último respiro, en el conocimiento de que no somos absolutamente nada y que tarde o temprano nos van a cobrar segundo por segundo, hayamos la justificación del dolor y ganamos la prerrogativa de la celebración. Si no se cumple con el designio azaroso y natural, no tenemos sino que esperar el tormento. El suicidio es uno de los pecados más punibles en cualquier cultura. Ejemplos reales y literarios sobran. Según el padre Rentería, Eduviges Dyada ha perdido el paraíso por atentar contra Dios, o la imagen de Macario, luchando por salvar al hijo del virrey devuelve la certeza de que no se puede con el destino. Cuando las cosas van en regla, el lujo aparece para recordarnos otra realidad, mucho más agradable. El regreso de las almas el dos de noviembre permite repartir de la ebriedad y la comida, de la música y el llanto, con los que se nos adelantan. Entonces la risa, el recuerdo y el dolor se hermanan. Creo que en literatura, pocos casos han descrito nues-
Juan Carlos Villegas, La Muerte, óleo/tela, 2010
tra cercanía, casi camaradería con la muerte como en el de Jaime Sabines (1926-1999), quizá el poeta más leído en México. En uno de sus poemarios Adán y Eva (1952), describe con una aparente, sólo aparente simplicidad, el descubrimiento de la muerte como compañera infinita del hombre. Adán, el primer espectador del misterio de la podredumbre, el nobel viudo que se recreará por los siglos de los siglos en cada hombre, o incluso en la figura de los niños. Julito, por ejemplo, su hijo. Gracias a sus argumentos frente a un conejito muerto le da a Sabines la certeza de que la mejor relación que se puede tener con la muerte es de inocente cortesía. El poeta chiapaneco
vuelve a las cosas más sacras, compañeros, hermanos o madres del hombre. Así también pasa con el diablo. La lógica vital en Rulfo y Sabines, transforma al acto de perecer, una tarea inevitable para lograr la comunicación. Si esta lógica se cumple, Ixca Cienfuegos puede exhumar los huesos de su padre el día de muertos para limpiarlo. De lo contrario, Macario seguirá porfiando inútilmente en impedir que su vela se apague. ¿Cuándo se apagará la nuestra? ¿Cuándo nos volveremos la tierra que pisamos? O es que somos más de nuestra vida o de nuestra muerte. Dejo la invitación al soliloquio, que ha de desenterrar el cadáver de mi alma.
Juan Carlos Villegas, Sin título, tinta/papel, 2000
El alma en pena de Ramon Lopez Velarde Francisco Javier González Quiñones La religión, el erotismo y la muerte son los tres temas fundamentales en la poesía de Ramón López Velarde. Estos temas son contrapesos mutuos y permiten el equilibrio magistral que define el ritmo y la profundidad de la obra literaria del poeta jerezano. De esa manera, la religión no sólo contribuye con sus situaciones, entornos y terminología a enriquecer esta poesía, sino que también adquiere con López Velarde su dimensión humana, al mostrar que es la misma religión la que propicia el encuentro y el goce del pecado. El centro del pecado es el cuerpo y en torno a él el poeta dice: “Nardo es tu cuerpo y su virtud es tanta / que en tus brazos beatíficos me duermo / como sobre los senos de una Santa”. El poeta declara, con encendido entusiasmo, su reverencia por los femeninos bustos: eróticos y místicos. López Velarde se vuelve un maestro en el furtivo gozo de adorar y cortejar a la amada, más allá de su sombra. Como un animal salvaje que acecha con sigilo a su presa, cultiva la paciencia de esperar el minuto exacto que se repite religiosamente cada semana, cuando ella en el acto de comunión descubre su rostro para recibir el cuerpo de Cristo. Justo en ese instante, en que las miradas se cruzan, ese rostro se tiñe de carmesí, ante el deslumbra-
Yo no sé si estoy triste por el alma de mis fieles difuntos o porque nuestros mustios corazones nunca estarán juntos. Ramón López Velarde
miento del encuentro subrepticio, de las miradas de complicidad y del contenido deseo de los amantes. La maestría del poeta transfigura la imagen de la virtuosa doncella rezando, en una escena de erotismo bendito. Visionaria escena que trastoca el paciente corazón de la amada en sagrario de dolor y clemencia. Corazón que sintetiza el misterio de la vida en sus latidos que esconden la formula de la existencia. La existencia es el eje que marca la línea entre la vida y la muerte; se existe o no se existe. Pero en López Velarde no hay tal línea y la muerte tie-
ne vida propia, es una muerte con vida eterna. Es una ilusión potenciada por el prodigio de la esperanza de consumar el amor en tiempos futuros. Tiempos inéditos y propicios para bailar un vals sin fin en el infinito espacio del éter celestial. Lo sutil de ese éter impregna la poesía de López Velarde, pero lejos de debilitarla la fortalece y la intensifica. La muerte palidece el rostro de la musa, pero eso no significa que el poeta se espante ante el súbito encuentro de la resucitada y cadavérica belleza de su amada, ataviada con sus guantes
negros. Por el contrario, el poeta vuela hacia la amada impulsando su esqueleto con la ayuda del espíritu santo, al alcanzarla congrega en el pecho de ella las manos de ambos, como si fueran los cuatro cimientos de la fábrica de los universos. A Fuensanta, su eterna musa, confiesa que no sabe si está triste por el alma de sus fieles difuntos o porque sus marchitos corazones nunca estarán juntos. Reconociendo su condición de alma en pena, enamorado, afirma sin titubeos que a pesar de los párpados exangües y las blancuras de la faz anémica de Fuensanta, los labios de ella, teñidos con el color sangriento de las fresas, son todavía una invitación al beso como lo fueron en lejanas primaveras. Lejos de esas añoradas primaveras, en una fría madrugada de invierno en la que lloviznaban gotas de silencio, Ramón charla con su amigo el campanero sobre la vida y la muerte. Mientras ve pasar los negros ataúdes, le pide al fiel ejecutante de los sonoros repiqueteos, que cuando la muerte le tienda la mano, haga doblar los bronces de la campana por su ánima en pena. Ese fatídico día llegó el 19 de junio de 1921 y desde entonces el alma en pena de Ramón López Velarde es la sombra eterna que abriga a su amada Fuensanta.
Un recuerdo sepia Por J. Manuel Trujillo
—Dicen que por allá anda el ánima. Lo han visto tocando la ventana de fulanita. Igualito a él. De chaparreras y todo. Juan Rulfo, Pedro Páramo Caminando por la calle vi un moño que alguna vez fue negro sobre la puerta de una casa ya abandonada, de ésas con zaguán amplio y alma de adobe. Entre la nostalgia que me causó la imagen traté otorgar ese detalle de luto a alguien que sin duda había caído ya en el olvido, como si las aguas del Leteo dejaran de oscurecer la memoria de quienes no la necesitaban más y borraran todo recuerdo de los que siguen su andanza, una existencia que tarde o temprano sufriría el mismo destino. El mundo material que conocemos, regido por las leyes buscadas para justificar las acciones del mismo hombre, se desgasta mostrándonos “la
verdad”, delimita el círculo de humo que pertenece más a otra de nuestras facetas, la única capaz de demostrar que esta realidad de color vivo es de hecho una falacia. Ante la llegada de la muerte no importa el azul de los ojos o el tono de piel, en realidad esto sería desdeñable a menos que nuestra mente atrapara un sólo trozo de su esencia, el motivo no material que ilumine el recuerdo. A esas remembranzas venturosas les atribuimos el nombre de fantasmas, ánimas que muchas veces luchan por llamar la atención desde su plano cuya presencia es efímera entre nosotros. Será por eso que apenas los tomamos en cuenta, sin embargo permiten reconocernos, traen sus co-
lores y todo aquello que los sentidos son capaces de percibir, incluso estando dormidos. La gama establecida de manera absoluta en nuestra vida nos genera extrañeza ante ese ambiente un poco distinto, el de la tierra y de los tiempos que se fueron, desde el sepia de la fotografía surge una clase de sueño, el sueño de las tardes de otoño diseminándose en la atmósfera, el naranja del aroma florido y los panes tostados a la luz de una vela. Creemos conocer lo que nos rodea, los sentidos pretenden darnos cuenta de lo que pasa en el ambiente, pero su actuar nos inquieta: el roce de una mano en el hombro; un susurro entre el sueño, el lamento fugaz. ¿Aca-
so es olvido? O la hipócrita artimaña del que mira pero no ve. A ellos, de quienes nos vienen sólo recuerdos y “murmullos” les negamos les existencia basados en la resignación y después la amnesia cruel. Compartimos durante la mayor parte del tiempo la oscurecida visión de la muerte y el devenir de la otra vida. Ahora palpamos el velo que nos separa, los trastocamos y lo hacemos nuestro (como debería de ser). La tinta ocre de su imagen reverbera en las velas y en nuestros rostros, vemos y descubrimos entonces lo que fuimos, así es como se comprende que para los que no están con nosotros recordar, en efecto, es volver a vivir.
Un texto escrito en futuro proximo. Lo carnavalesco en el día de muertos Por Adso Eduardo Gutiérrez Espinoza* A mi abuelo Salomé, hombre loco que me enseñó a soñar con los libros. Caminar es un placer que disfruto tanto como los libros de caballería. El acto de andar por las calles, me permite escuchar el golpeteo de la urbanidad, bajo las figuras del tránsito y la música variada, desde un pop comercial hasta un duranguense lúdico. Como parte de mi pasatiempo, busco lo real maravilloso en la vida cotidiana, aquello que le dé sentido al hecho de haberme levantado. Al fin terminó octubre, mes cantado por los poetas debido a sus lunas que me producen repulsión, y ya es noviembre. Camino y no encuentro lo real maravilloso. Darme por vencido, tomar el próximo autobús e ir a casa, es una decisión inadecuada, pues aún tengo fe. Mis pies, como si fuera un Augusto unamuniano, me llevan hacia el cementerio, tras haber recorrido una larga distancia. En las banquetas, cual ejército, los puestos invaden, ofreciendo al marchanta los
productos para las festividades del día de muerto. Florilegios artesanales, herencia de la unión múltiple de la cultura prehispánica y española. Me inunda una niebla aromática de críticos, que como líquido amniótico se introduce en las fosas nasales y afloja las neuronas en mi cabeza, produciendo un éxtasis. Frente: un puesto que ofrece esqueletos en sus ataúdes, en aviones o papel picado; una mesa ya vieja sostiene las vasijas de barro para el banquete mortuorio. Además, veo calaveritas de azúcar y otras confituras. A la izquierda, en otro puesto, hay cacahuates, dulces de piloncillo para las coyotas; guayaba, fresa y almendras para el atole y chocolate para el mole o el champurrado. A la derecha, colgados como pieles de animales, están los disfraces ya, en su mayoría americanizados, listos para ser utilizados. Camino en dirección a la puerta del cementerio, en el sendero encuentro restos de cempasúchil, sal
Ausencia
regada y cáscaras de cacahuate. Las suelas de mis zapatos saborean el dulce sopor de las tradiciones, alguien tiró atole y algunas hojas de tamal. Llego a la puerta y está asediada por vendedores de flores, coloridas, alegres, que contradicen al concepto de la muerte, tan melancólico e insípido, de los europeos. Un sendero de veladoras evita que choque contra las tumbas, el olor a la flor de muertos y a carnaval se vuelve más intensa, escucho murmullos de mujeres y hombres: están velando a sus difuntos. Salgo del panteón, se hace tarde. Veo un grupo de jóvenes vistiendo los monstruos tradiciones de las películas hollywoodenses; un par de niños lleva atuendos de la lucha libre, figurando un luchador muerto; pequeñas brujas, bellas vampiresas y diablillos con sus calabazas de plástico piden su calaverita a los vendedores. Detrás de los niños, están sus padres o hermanos acompañándolos, tal vez
disfrutando del hermoso cuadro que se pinta cada año. Me pregunto si mis padres terminaron a tiempo el altar con sus siete niveles, decorado con naranja, blanco y morado, dedicado a mi abuelo. ¿Habrán llevado sus alimentos favoritos: el pozole, los tacos de arrachera, el menudo? ¿Le pondrían algunas guayabas o sus frutas predilectas? Espero no hayan olvidado el vaso con agua, el caballito y la cruz de sal o cal, así como algunas veladoras para que lea cómodamente su libro favorito. Hace frío y es tiempo de volver a casa. Lo vivido esta noche me muestra el mundo carnavalesco de las tradiciones mexicanas, una sátira decadentista. El mexicano es, quizá, el único que se atreve a burlarse de la muerte, a tomarla como un juego, colocándole colores vistosos y llevarlo a un plano diferente, al plano del no temer. * Escritor, estudiante de literatura y cinéfilo.
Sólo una cosa dejaré como recuerdo: mi ausencia
Por José Ángel Higuera Solano Cuando miro al espejo veo a quien no conozco. Esa imagen que no soy pero que representa mi rostro. El rostro que no reconozco como mío porque no tengo el hábito de memorizarme, de archivar en mí: facciones, gestos, arrugas, cabello, ojos. Pero sí puedo recordar el rostro de aquéllos que quise y que ya no veo: el rostro de mi madre difunta, el de mi abuelo difunto, el del sobrino difunto; el de mi padre que vive a más de 100 kilómetros de donde vivo, el rostro y los senos de la primera mujer que vi desnuda. A todos éstos los guardo en la memoria con mayor o menor exactitud y ellos representan ausencias ¿Acaso las ausencias sean espejos donde quedaron enclaustrados los recuerdos o, tal vez, ventanas donde se asoman aquellas cosas o aquellas personas (inclusive aquellos lugares) que ya no vemos o que ya no existen pero cuyas ausencias mimetizaron los rasgos más característicos de cada una? Ventanas o espejos, para el caso funcionan igual: dos objetos que hacen permisible la visión real y la visión ficticia, la visión memorial. Permítanme definir ausencia como: carencia y necesidad de aquello que se tenía y cuyo recuerdo aún per-
dura. Creo que es indispensable el acto de haber conocido “aquello” y que esté presente en la memoria para provocar su ausencia, porque de otro modo podemos tener “Falta o privación de alguna cosa” que no conocemos y no por eso tendremos su ausencia (como la definición del diccionario); si ignoramos su existencia no produce ningún efecto sobre nosotros. Por otro lado la ausencia debe estar asociada al recuerdo y a la necesidad, o en su forma compuesta, a la necesidad del recuerdo. Pongamos el siguiente ejemplo: Tengo un dolor que me incomoda y me hace ir al médico. Después de detectar el mal, sigo el tratamiento recomendado y sano. El dolor desaparece y no por esto mantengo su recuerdo en la memoria o siento su ausencia, vuelvo a un estado natural y de bienestar. Aquí no aparece en mí la ausencia porque no quiero estar de nuevo en esa situación, en contraste; la enfermedad provoca el surgimiento de la ausencia de bienestar. Ésta es la ausencia que más padecemos, la que nos provoca recuerdos de aquello que ya no tenemos y quisiéramos mantener presentes. Otro tipo de ausencia, que por sus características me intriga son
Fotografía Rulex Karamazov / www.flickr.com/photos/rulex_karamazov/
los funerales. En éstos se presenta la situación única en la que “ausencia y sujeto” se encuentran presentes al mismo tiempo. En los funerales, el cadáver representa al individuo que ya no está ahí pero cuya ausencia (a pesar de su presencia física) se encuentra en el pináculo de la existencia. Luego ausencia y existencia comparten un mismo cuerpo, un mismo tiempo, un mismo espacio hasta que se disocian irremediablemente en el entierro y la consecuente descomposición orgánica. Es entonces que la ausencia se convierte en recuerdo y éste a su vez en ausencia comulgando simbióticamente. Por lo tanto, lo más importante para el género hu-
mano y que lo hace trascender más allá del tiempo es su ausencia, pero la ausencia es recuerdo, es deseo, es circunferencia eterna que posibilita el giro de nuestro transitar en el mundo: ausencia-recuerdo-deseo-ausenciarecuerdo-deseo-ausencia…Nuestras carencias o necesidades cambian de ausencias a recuerdos, de recuerdos a deseos, deseos que provocan ausencias, ausencias que provocan recuerdos, todos ellos girando como rehilete multisentimental. ¡Venga pues!, que nuestra muerte no sea como todas, que sea como nuestras festividades coloridas con rehiletes. Convirtámonos en ausencias, que sólo se ausenta aquello que alguna vez se conoció.
Viento del Norte y los procesos reflexivos Por Jánea Estrada de la creación Luis Armando García Garza nació el 19 de agosto el de 1967 en Zacatecas. Termina la carrera en Ingeniería en Sistemas Electrónicos, en el ITESM, Campus Monterrey, y posteriormente decide dedicarse de manera definitiva al arte. En 1992 trabaja en el Atelier “Saint Denis” en París, y de ahí en adelante no ha cesado en su afán de capacitarse. Tiene en su haber más de 10 exposiciones individuales y ha participado en diversas muestras colectivas en el país y en el extranjero; fue seleccionado en la Primera Bienal de Pintura Pedro Coronel. Luis Armando incursiona también en diseño de escenografía para teatro y participa en tres ocasiones como director escenográfico en el Festival Internacional de Teatro de Calle. Hay una vertiente artística que le apasiona: la instalación, por lo que después de haber participado con varias de ellas en diversos festivales en diferentes estados del país, fue acreedor de una Beca del FONCA para realizar un proyecto en La Chambre Blanche, de Quebec.
Jánea Estrada: ¿Cómo fue tu experiencia en La Chambre Blanche? Luis Armando García Garza: De mucho aprendizaje. El proyecto Viento del Norte fue apasionante. Después que me confirmaron que había ganado la beca, tuve mucho tiempo para planear, hasta cierto punto, lo que haría en Quebec, pero al llegar allá los planes se modificaron un poco. Lo interesante de un proyecto in situ, es que tú estás en el espacio construyendo tu instalación y durante todo el proceso creativo los espectadores pueden asistir, son testigos de lo que estás haciendo. De hecho se inaugura el día que empiezas a hacerla y el proceso de construcción de la instalación es en sí la exhibición. JE: ¿Por qué se modificó el proyecto original? LAGG: Porque yo llevaba una idea y el estar fuera de mi casa, de mi ciudad, me hizo ver las cosas de distinta manera. Yo quería desde el inicio hablar con mi instalación sobre las repercusiones del clima –más específicamente sobre el cambio climático-; cuando planteo el proyecto queda muy ad hoc al entorno de Quebec porque allá seis meses del año es invierno, nieva todo el tiempo (llegan a tener sensaciones térmicas de menos 42 grados). Los habitantes de ese lugar se sienten muy orgullosos de poder con e incluso superar las inclemencias del clima… Cuando yo les conté que acá en Zacatecas podíamos pasar 6 meses sin lluvia, fue algo incomprensible para ellos; no podían imaginar un lugar tan desértico como éste. Ése no fue el único impacto. Estando allá, me enteraba por mi familia que las cosas en el país, y en Zacatecas, estaban cada vez peor por los asuntos relacionados con la violencia.
Yo les contaba eso en Quebec a mis amigos y a los espectadores y simplemente no podían asimilarlo: ellos pueden dejar sus casas abiertas sin temor a que alguien entre a robarlas, y los asesinatos, los secuestros, y las extorsiones, prácticamente no existen (y aquí llevábamos más de diez mil muertos). Lo que acontecía aquí y la forma de vida de allá me sacudió, y fue por eso que la instalación Viento del Norte está constituida por dos partes: una que habla sobre el clima frío de esos lugares y la otra en la que introduje elementos relacionados con el clima que vivimos aquí. En esta segunda parte -muy alimentada por la información que yo recibía de mi país- de unos filtros caen gotas de agua que caen sobre piedras calientes, que al chocar se evaporan y generan un sonido muy peculiar, casi poético (un poco retomando la metáfora del agua que cae pero retorna, el agua que moja pero no moja).
JE: ¿Era tu intención que se generara esta parte poética en tu instalación? LAGG: Sí, y la pieza funcionó. A pesar de que la instalación fue concebida como una pieza efímera existe el registro fotográfico y de video que puede dar cuenta de ello. Lo poético se fue dando de manera natural… todos los elementos confluían finalmente en un todo susceptible a ser interpretado de diferentes maneras. Lo interesante además, es que mi proceso vivencial también fue muy fuerte. Pasaban cosas acá en México que me sacudían constantemente y el confrontarme con ese cambio cultural me hizo más perceptivo, más sensitivo; sacudí mi caja y empecé a construir una segunda etapa a partir de la reinterpretación de la violencia; lo que hace de mi instalación una pieza evolutiva. Empecé a comprender que todo este asunto de la violencia está relacionado con la ausencia de reconocimiento del otro.
Todo este proyecto generó en mí una toma de conciencia sobre mi responsabilidad como ciudadano, como artista, para que esto se componga. JE: ¿Y cuál fue la reflexión? LAGG: Es muy complicado, me cuesta mucho metabolizar toda esta información sobre la violencia en mi país. ¿Te has dado cuenta que todo esto nos cambia las certezas preconcebidas acerca de los valores, la fortaleza de la familia, la generosidad del mexicano?.. Tal parece que eso es un mito a estas alturas. Un amigo me dijo: “Es que no eres tú el responsable de lo que pasa”… y yo pienso que sí soy yo el responsable, lo somos todos. Para que alguien sea capaz de cortarle la cabeza a una persona y dejarla en un parque tuvo que haber alguien, otro, que permitió que se generara tal descomposición… Yo sí pienso que los artistas debemos al menos estar
Cuestiones del cambio climático (fragmento) Por Jacqueline Bouchard* sensibilizados con lo que ocurre, no podemos permanecer indiferentes o alejados de la realidad, haciendo autorretratos, como testigos mudos de lo que pasa. JE: ¿Qué estás haciendo tú para contribuir a que esto se componga? LAGG: Me hago responsable de mi vida y de mi relación con los demás. Trato de no ser egoísta, de tomar en cuenta al otro, a ti, al de al lado, al que cohabita conmigo y contigo este espacio. Y hago cosas simples pero significativas: pago mis impuestos, respeto las leyes, no me estaciono en lugares prohibidos, soy respetuoso de mi mundo. Lo estoy trabajando en la parte personal primero, porque eso sí está en mis manos y lo puedo manejar: trato de ser impecable en mi vida.
Luis Armando Garza García sigue trabajando en diferentes proyectos para exponer aquí y en el extranjero. Posiblemente el siguiente año dará un curso sobre el concepto en la instalación, en la Casa Municipal de Cultura, orientado a jóvenes interesados en aprender más sobre esta vertiente artística.
¿Los lugares, las cosas y la gente son tal como los pensamos? ¿Cómo ponerse en la piel del otro? El artista Luis Armando García está preocupado por las imágenes reductoras y a veces contradictorias que se muestran en base al turismo o a la violencia. Con Viento del Norte, nos quiere presentar una realidad diferente, lejos de los estereotipos y con un discurso cercano a la ecología de su región natal. Pero no es fácil ignorar la violencia que pesa sobre las acciones de la vida cotidiana. Esta violencia envenena el clima, sonando bajo ese viento de manera incontenible, casi dramática, Viento del Norte se metamorfosea y se convierte durante unos días en una “Línea de Fuego”. La larga residencia de García en La Chambre Blanchei le ha permitido sentir de muchas maneras su identidad social, profesional y personal, para entender en otros lugares a la gente, reflexionar sobre los hechos y las cosas y entender lo que la gente habla. Hay un cuestionamiento permanente sobre las identidades, las apariencias y la comunicación; el impresionante trabajo realizado durante su estancia expresa a la perfección los lugares, cosas y seres que son mucho más lo que uno piensa y lo que uno hace. Viento del Norte es una instalación poética y reflexiva que se basa en las correspondencias climáticas entre el rigor del semidesierto de México y el del invierno de Quebec: de cómo la sequía y el invierno influyen en el comportamiento de las sociedades y en el estado de ánimo de sus habitantes. A pesar de las diferencias ambientales y los modos de adaptación relativos a la geografía, hay en ambos casos una especie de tensión, una anticipación y una forma particular de nombrar a las condiciones meteorológicas como la lluvia o la nieve. Una metáfora se desarrolla en torno a esta observación: la capacidad de sentir empatía por el otro a través de sus propias experiencias. El resultado es sensible y eficaz en Viento del Norte, a través de la yuxtaposición de contrastes realizados con la ayuda de las formas similares. Algunos visitantes se preguntaron cómo un mexicano venido del desierto, que desconoce la nieve, podía expresar con precisión la naturaleza de la realidad nórdica. Ése es el punto. Más allá de los prejuicios que clasifican a los interlocutores y disuelven la comunicación al afirmar las diferencias entre las personas y las cosas, García busca aquello que los une. Busca a través de su instalación, establecer las similitudes y a partir de éstas, extrapolar y construir puentes entre las apariencias y diferencias. Esta estrategia, más que banal en el arte,
desempeña aquí un papel específico. Se aprueba el discurso del artista sobre la circulación y la recolección de las identidades, ya que son los mismos objetos los que generan el nuevo escenario en este viaje de creación. Los filtros de piedra que sirven para purificar el agua tan poco frecuente en el desierto, fueron parte de una exposición colectiva en 2002 en la ciudad de Zacatecas. El reto fue llevarlos a Quebec, reproducirlos y, literalmente, moldearlos en un contexto local. Él entra en la “aproximación”, de su propia experiencia y su naturaleza, al universo del otro. Y aquél que nunca ha experimentado una helada, le es difícil concebir que su quemadura es tan dolorosa como aquélla provocada por el fuego. Lo mismo ocurre con la violencia. Quien no la ha experimentado realmente, le es difícil anticipar los efectos que tiene sobre sí mismo. Pero, imaginarla como una realidad cotidiana será horrible, igual que para aquél a quien sometieron alguna vez a un evento traumático. Cuando la realidad de los demás está muy lejos de él, existen barreras a la empatía, a la “aproximación”. Se da paso a la fascinación, a la indiferencia y finalmente al desprecio. Él insiste en que el pueblo mexicano no es por sí mismo violento, es decir, no más que el de la población de Quebec. La violencia en México, dice, se trasladó de manera insidiosa con los años, en forma de pequeños crímenes más o menos graves relacionados con la corrupción. Con la expansión de la delincuencia, ahora abiertamente operante, incluso en su ciudad, ¿qué hacer? Permanecer atrincherado en su casa, convertirse en un prisionero de su propio miedo, no es una solución. De tanto protegerse, podemos llegar a la convicción de que ya no es posible intervenir. Así que tomar una posición y actuar se ha convertido en una necesidad de García. Una elección que asume en su vida personal y profesional. Ésta es la razón por la que la atmósfera pesada y amenazante de “Línea de Fuego” remplazó a la frescura blanquecina de Viento del Norte. Si el concepto de la primera instalación fue claro antes de ser construido en Quebec, la de la segunda, se fue construyendo de manera espiral. Tuvo su origen en el deterioro de la situación en México y la reciente pérdida de un amigo asesinado. Después de unas semanas de residencia y la finalización del Viento del Norte –que no fue sino un agitar de aguas-, el artista afirma imperiosamente que la realidad es algo diferente de lo que vemos; que la vida es más que sólo su aspecto. Que la poesía puede ser violenta y que la violencia puede hacer poesía.
* Traducción del francés al español, de Luis Armando García Garza. i Luis Armando García Garza estuvo en Canadá, becado por el FONCA para realizar este proyecto in situ, el año pasado. Los resultados de este proyecto, pueden verse en la siguiente dirección electrónica: http://chambreblanche.qc.ca/fr/event_detail.asp?cleLangue=1&cleProgType=1&cleProg=1 901916212&CurrentPer=File
Cervantino 2o11 (parte II) Por Iván Martínez* Para coronar su segundo fin de semana, el Festival Internacional Cervantino festejó como muchas ciudades del mundo –y cabe aclarar, como no lo hizo nadie en la Ciudad de México ni otra ciudad mexicana- el bicentenario del natalicio de Franz Liszt: quizá el plato fuerte de su programación de este año. El sábado 22, pudimos disfrutar de un recital del pianista lisztiano por excelencia, el australiano Leslie Howard, y más tarde, con la Sinfónica de Aguascalientes y su titular Román Revueltas al frente, el estreno en Méxi-
co de la única ópera de Liszt, Don Sanche o el Castillo del amor, una ópera que hasta mediados de los setentas se pudo conocer completa luego que se diera por perdida por el mismo compositor, pero que aun en este bicentenario no se ha visto escenificada en más de dos ocasiones alrededor del mundo. Tras una primera parte en la que Howard brindara las dos Leyendas S175 y la imponente Sonata en si menor S178, fue la segunda en la que ofreciera a los pianófilos y lisztianos el verdadero banquete, dos estrenos en México de
Il Postino. Fotos de Christa Cowrie (Cervantino)
Román Revueltas dirigiendo Don Sanche. Foto Christa Cowrie (Cervantino)
Leslie Howard. Fotos de Rogelio Cuellar (Cervantino)
la obra de este monumental compositor del que los melómanos de carne y hueso no conocemos más allá de una mínima parte de su producción: el Romancero español S695 –descubierto recién– y la Fantasía sobre temas del Fígaro y el Don Juan de Mozart S697 –apenas también reconstruida y de la que el pianista habla largo en su entrevista con Lázaro Azar para L’Orfeo No. 36 (septiembre 2011). Para el público más adepto a la voz, fuera de la grandeza de este pianista y de la de su monumental ejecución de la Sonata lisztiana, fue la noche la que terminó por dejarnos descubrir al compositor húngaro desde su genial pubertad: su ópera Don Sanche, compuesta a los trece años de edad –estrenada poco antes de cumplir los quince (¡ah, bueno!)- muestra, sí, una ingenua falta de coherencia estructural y quizá una escritura coral más propia para un oratorio que para la escena, pero una total madurez en cuanto a su libreto y, sobre todo, en su escritura orquestal. A cargo del Maestro Román Revueltas –otro de esos creadores multidisciplinarios a la manera renacentista, del mismo Howard o Liszt-, la corrección de la Sinfónica de Aguascalientes en su obertura y marcha fúnebre fue la misma que sirvió para acompañar espléndidamente a los solistas y a su Coro de Ópera. La fiesta continuó al día siguiente cuando, tras la cancelación del pianista noruego Geir Henning Braaten, el italiano Francesco Libetta regresó al Auditorio Minas para ofrecer un segundo recital ahí tras el brindado el jueves anterior, en el que se consumara con la Sonata no. 8 en do menor “Patética” de Beethoven. El domingo ofreció, además de una selección lisztiana en la segunda parte, exquisitas versiones de las Estampes de Debussy y de los Jeux d’eau y Oiseaux tristes de Ravel, más una impresionante ejecución del Allegretto alla barbaresca de Alkan –compositor bastante poco tocado al haber escrito varias de las páginas más difíciles de la literatura pianística. Esa noche, con la combinación de comedia musical en preparatoria privada con el Circo Chino de Pekín que resultó el ensamble Gansu Provincial de la Ópera de Pekín en al Alhóndiga de Granaditas, terminó mi segunda exploración a la programación de este Cervantino. Continuó, para terminar el mes, con la reposición en Guanajuato de la última ópera de Daniel Catán, Il Postino, en la producción de la Ópera de Los Ángeles que apenas viéramos
en el Palacio de Bellas Artes. Presentada aquí el jueves 27 y el sábado 29; cabe destacar la oficiosa batuta de Israel Gursky al frente de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes y un correcto desempeño de los cantantes que, al compararlos con elencos recientes en producciones de la Ópera de Bellas Artes, parecieran más sobresalientes en lo vocal, lo histriónico y hasta en pronunciación –cosa curiosa, si tomamos en cuenta que el idioma de esta ópera es el español. Más allá de lo que ya se ha dicho de esta ópera (y que puede ser leído en diferentes ediciones de L’Orfeo a través de la reseña de Ramón Jacques al estreno mundial del año pasado en Los Ángeles, o de las diferentes entrevistas a Daniel Catán), hay que recalcar la belleza de la producción (escenografía, vestuarios) junto a la de la música del Debussy latinoamericano; aunque ya también el crítico Lázaro Azar nos haya recordado que más allá de una estructura más acorde al teatro musical en el primer acto, la música estuviera plagada de evocaciones a sus óperas anteriores o a la música que escribiera para El vuelo del Águila. Pasa al anecdotario otra omisión en los programas de mano del Cervantino: la de los créditos del equipo de producción de Il Postino, que amenazó con no dar la primer función hasta que no se encartara una fotocopia con ellos y que llevó a un atraso de casi media hora. El plato fuerte del cierre cervantino ha sido, sin ninguna duda, poder escuchar dos obras no tan frecuentes de encontrar en las carteleras: el Trío en la menor, op. 50 de Tchaikovsky con el Trío Wanderer, y que pudo pasar de lo sobresaliente a lo memorable con un poco menos de timidez; y la monumental Sinfonía Fausto de Liszt, de la que el maestro Enrique Bátiz al frente de la Sinfónica de la Universidad de Guanajuato, aun en la acústica del Templo de la Compañía, ha legado una brillante y clara ejecución. Este festival ha terminado con la presencia de la “mítica” Sumi Jo, soprano coreana que a quien esto escribe ha impresionado con su técnica, pero no con su “arte”; sus libres interpretaciones fuera de estilo y la falta total de claridad en su pronunciación, me han hecho volver a evocar al Circo Chino de Pekín tratando de definir lo presenciado el viernes 28 en el Teatro Juárez: la acrobacia, pues, combinada con aquel fenómeno –también oriental- conocido en youtube como Ken Li. *ivanmartinez@lorfeo.org
El espejo del mundo (III) Por Nelson Guzmán
Durante mi lectura de El Golem, ciertos acontecimientos se suscitaron como resultado de mi estado de ánimo que entonces atravesaba una crisis que si bien no referiré, seguramente estuvo involucrada en los fantasmas que la novela de Gustav Meyrink despertó. Al primero de ellos ya he aludido anteriormente (véase La Gualdra No. 20) y se desarrolló durante la lectura misma del pasaje en que el personaje, al igual que sucede con quien lee sus avatares, tiene frente a sí un libro cuyas imágenes parecen desprenderse de los signos y adquirir una vida independiente. Los siguientes no acontecieron durante la lectura, pero sí se desprendieron de ella, como las figuras vivientes del libro Ibbur. Días antes de mi partida a Praga (partida que había despertado mi interés en leer a un autor checo), nos habíamos reunido algunos amigos en casa de Juan Horacio Garibay. Mientras escuchábamos música y reproducíamos videos, Diana Garza salió un momento al balcón y luego de unos minutos entró con el rostro cargado de una mezcla de estupor y delectación sonriente. Se dirigió hacia mí para que la acompañara al balcón y una vez fuera, queriendo reafirmar con mi testimonio lo que ella veía al interior de una ventana situada en el lado opuesto del callejón. Al principio, me tomé casi a broma su petición, a sabiendas de su disposición general de ver en todas las cosas signos mágicos que su temperamento de poeta le infunde. Después de unos segundos en que forzando mis percepciones para lograr el grado de sugestión que mi realismo demandaba, logré ver una figura humana de perfil y, aliviado, confirmé que la veía. Diana, al ver que mi asentimiento no era acompa-
ñado de sorpresa alguna, me preguntó empujándome a mirar de nuevo, si no veía en la ventana al hombre que nos miraba de frente. Mire nuevamente y con la fuerza del relámpago apareció ante mí la figura siniestra de un hombre portando un abrigo de lana oscuro, un sombrero semejante al que yo usaba por entonces y cubriendo su rostro con una bufanda negra que sólo dejaba contemplar sus ojos. Éstos estaban desorbitadamente clavados en el balcón donde nos encontrábamos y no parpadeaban ni se movían. Sentí frío y temblor que disimulé asintiendo al aspecto siniestro que esa ilusión óptica tenía y dando la espalda me refugié nuevamente en el interior de la casa. Días después, Juan Horacio —que también había sido invitado por Diana a escudriñar la ventana— me explicó que la atroz figura era en realidad un perchero con prendas encima. La explicación me pareció razonable, pero no impidió que durante mi estancia en Praga un extraño sueño se hiciera presente en sus largas noches invernales. Me soñaba a mí mismo llegando al departamento que había alquilado en la calle Gorisdova, a espaldas del Dancing Building cuya arquitectura se contorsiona frente al río Moldavia, en el puente Jiráskúv. Al llegar, la luz estaba encendida y tras dar vuelta al cerrojo y hacer avanzar la puerta, un murmullo se dejaba escuchar desde el estudio, caminaba con sigilo y al doblar hacia el interior de la habitación, un hombre silenciosamente de espaldas leía o escribía frente a la mesa de trabajo que yo empleaba durante el día. Entonces, aproximándome con cautela y después de tocarle el hombro, descubría mi propio rostro volviéndose confundido y perplejo ante mí. El horror del sueño se apoderó de mi imaginación por aquellos
días, pues temía que si la sugestión y el estado vulnerable de mis emociones que por entonces atravesaba, llegaban a darle forma al sueño en la vigilia, sería el síntoma inequívoco de una alienación de la que no sabía si estaba en posibilidades de salir. “Lo más terrible del temor a la locura es que el temor mismo puede precipitarla”, me repetía con frecuencia. La cima de mis inquietudes llegó en una noche cercana al año nuevo, en que había salido para llamar a mi padre con motivo de su cumpleaños. Al regresar noté que la ventana del estudio estaba encendida, circunstancia que contradecía mi memoria que frecuentemente urde bromas. Tuve que tomar el valor suficiente para entrar e incluso llegué a ensayar las palabras que debía dirigir hacia mí mismo. “Después de todo, es alguien de confianza”, pensé. Con alivio descubrí que mi habitación estaba más vacía que los bolsillos de un parroquiano al final de la quincena. Esa noche ya no soñé con el espectro, mi propio rostro convertido en fantasma hostil se desvaneció y pude finalmente dar vuelta de hoja a ese episodio. Lo verdaderamente asombroso sucedió un año después, cuando por sugerencia que con motivo de la celebración del Bloomsday, Gonzalo Lizardo y Juan Horacio Garibay me habían hecho, leía Historia abreviada de la literatura portátil de Enrique Vila–Matas. El libro relata la historia, aparentemente verídica, de un movimiento artístico de vanguardia denominados Shandys, que reunió a escritores y artistas al promediar la década de los veinte. Entre sus adeptos se encontraban Marcel Duchamp, Francis Picabia, Salvador Dalí, Gustav Meyrink, Walter Benjamin, García Lorca y Vicente Huidobro. Aunque
no poseían una ideología explícita que los vinculara Vila–Matas describe algunos rasgos: espíritu innovador, sexualidad extrema, ausencia de grandes propósitos, nomadismo infatigable, simpatía por la negritud, carácter insolente y tensa convivencia con la figura de doble. El último de estos rasgos, los llevó a que por iniciativa de Walter Benjamin, se trasladaran a Praga y se alojaran en el barrio judío, donde se desarrollan los acontecimientos que el Golem de Meyink narra. La experiencia de los Shandys en Praga estuvo íntimamente vinculada con la aparición de los odradeks, figuras sombrías que representan el doble y que toma su nombre de un relato de Kafka. Cada cual tuvo una experiencia distinta de su doble. La primera que Vila–Matas narra está tomada del libro Pesimism del poeta neoyorkino Skip Canell: “Poco después de llegar a Praga, estando yo sentado a mi improvisada mesa de trabajo en una céntrica pensión, oí que se abría la puerta del cuarto. Me volví pensando que algún compañero me había localizado. Y entonces vi a mi propia persona entrar en mi cuarto”. En los números anteriores he intentado describir el juego de reflejos que la literatura y el mundo tienen. Uno de los libros que más han contribuido a esa experiencia de la literatura ha sido para mí El Golem, que me llevó a una febril obsesión que orbita en el atroz encuentro con el doble. Ese sueño, arrastrado con temor por lo laberintos nocturnos de Praga, encuentra también en la literatura otro espejo, el de otro hombre que en la misma ciudad tiene el mismo sueño, lo que no puedo dejar de considerar de cierta forma mágico, pero también terrible.
ENCUENTRO TRADICIONAL DEL DÍA DE MUERTOS Del 31 de octubre al 4 de noviembre
Programa del 2 al 6 de noviembre de 2011
**CICLO: SÁBADOS CON HAYAO MIYAZAKI**
LUNES 31 DE OCTUBRE
MIÉRCOLES 2 DE NOVIEMBRE
Lectura dramatizada Muertas enamoradas Participan: Dina Carolina Esquivel Marín, Margarita H. Saucedo Cervantes,Claudia Solisandrade, Diana Carolina Flores Cruz Dir. Claudia Solisandrade Programa Estatal Salas de Lectura Auditorio de la Universidad Tecnológica de Zacatecas 12:00 horas
Cuentacuentos Cuentos de muerte y otros sustos Andrés Briseño Hernández (Tato) Programa Estatal Salas de Lectura Escaleras del Antiguo Templo de San Agustín, 18:00 horas
Concurso de altares de muertos Casa Municipal de Cultura de Zacatecas 19:00 horas Premiación: 20:30 horas Coordinan: Alianza Francesa de Zacatecas Casa Municipal de Cultura de Zacatecas Música tradicional Los Huaraches – Jalisco Dir. Martín Barajas Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Centro Occidente Plazuela Goitia 19:00 horas
Teatro y danzas tradicionales Triste mi calavera Grupo Multidisciplinario de Artes Escénicas Dir. Martín Rodríguez Balderas Casa Municipal de Cultura de Zacatecas 18:00 horas Coordinan: Sección 34 del SNTE y la Casa Municipal de Cultura de Zacatecas JUEVES 3 DE NOVIEMBRE Teatro guiñol El remendón de la muerte Teatro Marometa Dir. Martín Letechipía Auditorio del Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez” Entrada libre, 10:00 horas
MARTES 1 DE NOVIEMBRE
VIERNES 4 DE NOVIEMBRE
Exposición de arte urbano Calaveras Portal de Rosales Permanencia: 30 de noviembre Coordina: Casa Municipal de Cultura de Zacatecas
Teatro guiñol Francisca y la muerte Rehilete Azul Dir. Gabriela Rosas Auditorio del Museo de Arte Abstracto “Manuel Felguérez” Entrada libre / 10:00 horas
Cuentacuentos Cuentos de muerte y otros sustos Andrés Briseño Hernández (Tato) Programa Estatal Salas de Lectura Escaleras del Antiguo Templo de San Agustín 19:00 horas
Lamento y quejío: Cante y poesía del sentir flamenco Dir. Ángeles Valle – Eduardo Campech Taller de Danza Flamenca del I.Z.C. Antiguo Templo de San Agustín Entrada libre / 20:00 horas
Miércoles 02 / 18:00 hrs. LA PRINCESA MONONOKE Dir. Hayao Miyasaki Japón/1997/ min.
Con el fin de curar la herida que le ha causado un jabalí enloquecido, el joven Ashitaka sale en busca del dios Ciervo, pues sólo él puede liberarlo del sortilegio. A lo largo de su periplo descubre cómo los animales del bosque luchan contra hombres que están dispuestos a destruir la Naturaleza.
Miércoles 02 / 20:00 hrs. EL VAMPIRO SANGRIENTO (EL CONDE FRANKENHAUSEN) Dir. Miguel Morayta México/1962/ 98 min.
La historia nos lleva a la hacienda de las Ánimas, hogar de los Frankenhauser —toma nombre homenaje—, cuyo cabeza de familia, el conde, aterrorizó el lugar en la primera entrega, logrando escapar de la amenaza mortal que se vertía sobre él al ser descubierto.
Jueves 03 / 18:00 hrs. PSICÓPATA AMERICANO Dir. Mary Harron EEUU|2000|104 min
Patrick Bateman (Bale) es un exitoso y joven yuppie de Wall Street que trabaja en la empresa de su padre parece que lo tiene todo: es caballeroso, guapo inteligente y sale con mujeres guapas exuberantes, sin embargo bajo esta capa exterior esconde la mentalidad de un sádico asesino en potencia.
Jueves 03 / 20:00 hrs. LA INVASIÓN DE LOS VAMPIROS Dir. Miguel Morayta México/1962/ 93 min.
En el siglo XVI, el vampiro Frankenhausen intenta expandir la plaga del vampirismo hasta que le clavan una estaca mientras estaba convertido en murciélago. Sin embargo, todos aquellos a quienes había mordido, se levantan de sus tumbas y atacan el pueblo. Viernes 04 / 18:00 hrs. Rubén Rivera, (jefe de escultores, maquillaje prostético, diseño y elaboración de mecanismos de Cronos). Estará comentando la película Cronos al finalizar la función.
CRONOS.
Dir. Guillermo del Toro México/1993/ 94 min.
La trama gira alrededor de un ingenio construido por un alquimista antiguo, que es capaz de vivir eternamente gracias al mismo, que no es más que una criatura dentro de un artefacto que simula ser un reloj y que es capaz de vampirizar a las personas. Quien descubre el “cronos” es un viejo anticuario, que comienza a notar los cambios en su fisonomía a partir de ser pinchado por el aparato. Viernes 04 / 20:00 hrs. Inauguración exposición de carteles TERROR EN CINETECA ZACATECAS. Colección de José Pérez, artista plástico.
Sábado 05 / 18:00 hrs. EL VIAJE DE CHIHIRO Dir. Hayao Miyasaki Japón/ 1997/ 123 min.
Chihiro es una niña de diez años que viaja en coche con sus padres. Después de atravesar un túnel, llegan a un mundo fantástico, en el que no hay lugar para los seres humanos, sólo para los dioses de primera y segunda clase. Cuando descubre que sus padres han sido convertidos en cerdos, Chihiro se siente muy sola y asustada
Sábado 05 / 20:00 hrs. MUSEO DEL HORROR Dir. Rafael Baledón México/1963/ 76 min.
Varias mujeres desaparecen de forma misteriosa provocando pánico generalizado y las pistas apuntan a un particular museo de cera.
Domingo 06 / 18:00 hrs. LA LOBA Dir. Rafael Baledón México/1964/ 72 min.
Tres muertes en espantosas condiciones han llevado a los habitantes del pueblo a temer ya no sólo por sus vidas, sino también por sus almas. Lisandro, experto en licantropía, intenta averiguar lo que sucede en el pueblo.
Los estandares de lectura Por Eduardo Campech Mirandai Con preocupación y asombro, observo cómo se consolida día a día el ejercicio de la lectura como un acto meramente mecánico. La inclusión de los estándares de lectura dentro de la boleta de calificaciones así lo deja entrever. Hace un par de años tuve la oportunidad de impartir un taller en la capital mexicana, gracias a una invitación de Carola Diez, y en la última sesión tuvimos una larga charla en torno a un proyecto que estaba incursionando en la Secretaría de Educación del Distrito Federal: “el número de palabras por minuto”, así lo nombraron. Decían que lo habían traído unos maestros peruanos. Quiero aclarar que de ninguna manera se trata de descalificar las aportaciones de otras naciones latinoamericanas, en este caso particular, peruanas. Pero habría que realizar una comparación, de ésas que tanto gustan a los apologistas de la lectura obligatoria, entre las dos naciones: mientras México ocupó el lugar 48 de 65, nuestros hermanos andinos son el 43. Como se
denotará fácilmente, no hay mucha diferencia. En otro indicador, el consumo per cápita de libros, tampoco muestra diferencias sustanciales: se dice que los mexicanos leemos 2.9 libros al año, en tanto que los peruanos leen 3.6. En otras palabras, las diferencias no son significativas, y tal vez resulte obvio: hay más cuestiones en común entre peruanos y mexicanos de lo que podríamos pensar. Sin embargo, la realidad es otra. Los famosos estándares de lectura son dictados por el Banco Mundial (institución que se ha caracterizado por su compromiso desinteresado por el desarrollo huma-
no, económico y social), así como ha dictado la política económica desde los años ochenta del siglo pasado. Por ello no resulta extraño que los mencionados estándares se circunscriban al puro acto mecánico de decodificar, dejando de lado aspectos tan fundamentales en la lectura como lo son el emocional, el económico, el social, el cultural, el psicológico. La política educativa apuesta por un “saber hacer” y poco abona por el “saber inventar”. Es conveniente, en esta época globalización que la mano de obra sea más efectiva, más adoctrinada, más “estandarizada” (cosa
Por Mateo Estrada Gaviria Lunes 24. Salí con Rodolfo. El plan era estar en la casa, pero la culpa me hizo cambiar de lugar. Además, FO tiene nueva pareja (es guapa y desinhibida) y son muy escandalosos. Rodo y yo fuimos al bar del Quinta. Platicamos de todo. Su perfil es de “lector pasivo”: no lee, no escribe, sus exámenes son de subrayar y repetir, y cero ensayos. Cree que en todo deben usarse “machotes” que están en la Internet. Dijo que el trabajar en una oficina, en la que sea, lo obligaría a leer periódicos y sólo atender a su jefe… Habló de “política”, pero de eso yo no sé… Tengo la impresión de que se arregló para la reunión; su perfume evidentemente era de temporada… ¡Cómo se agradece que las personas distingan el perfume de noche y de estación! Miércoles 26. El viento frío de esta mañana me provocó un “halo” de recuerdo, percibí el aroma singular del leño ardiendo en un anafre. ¡Uta! Me transporté a la casa de mis viejos. Recordé cuando la abue prendía la estufa de petróleo. Lo hacía a las siete de la mañana. Poco antes, iba al molino de nixtamal de la tía Lola (ésta es otra historia de mujeres, máquinas, camionetas de redilas, de escuchar en la radio a Lorenzo de Monteclaro y su “trago de amargo licor”)… JC me trajo el libro Santa María de las Flores (Jean Genet). Me ha doblado, en la dedicatoria puso: “Eres Divina”. Lo amo, juro que lo amo…
Viernes 28. Soy un bobo. Divina es el “personaje principal” de la novela de Genet. Ahora, como broma, cada que miro a alguien le pongo un apodo, como ocurre en el libro. La historia es común: homosexuales, prostitutos, chacales, vestidas, amores sinceros, efímeros y violentos. Lo bueno está en el lenguaje y en cómo lo dice. Le platique a Alejandro [Vargas] de mi lectura y preguntó: ¿qué sobrenombre les pondrías a Ángel y Ricardo?.. Toda la tarde reímos de su profesor de Metodología de la investigación. Alejandro “ya” fue a su cubículo para platicar; estuvo toda la mañana… Domingo 30. Me levante tarde, limpié mi cuarto. Noto demasiadas huellas de la presencia de JC: ropa, libros sin terminar, dulces y chicles (algunos masticados, siempre juega con lanzarlos “muy lejos”). Es bonito ver que ya lee. Cada que viene trae una revista o un libro. Esta vez me impresionó, trajo los últimos ejemplares de Proceso, una sobre Octavio Paz y la otra acerca de Miguel Ángel Granados Chapa… Le pregunté que si me ama, que si lo nuestro va en serio. No respondió, ni me besó. Yo deseo fervientemente romper mi récord de pareja con él [que sea más de un año más once meses, tres días, diez y ocho horas, si cuento desde el primer beso]. Es mi deseo…
Leonardo Da Vinci, Sketches del corazón
curiosa, uno de los argumentos en contra del fallido socialismo ruso fue esa uniformidad y homogeneidad en el ser humano, y ahora, el capitalismo salvaje, en su máxima expresión, intenta exactamente lo mismo, aunque con otros fines). Lo que sí llama la atención es el silencio sepulcral de las autoridades estatales ante las descabelladas indicaciones, en torno a la lectura, emanado desde la centralidad de la administración pública federal. En otros ámbitos, llámense presupuestales, de seguridad pública, de política en general, no siempre se encuentran las posturas del gobierno federal con los estatales, y así se externa. Pero en lo que respecta a la lectura, hay una fe ciega, casi dogmática a lo que indica la Secretaría de Educación Pública. Un silencio que llena de sospechas: ¿Habrá miedo a las represalias del centro? ¿Serán no lectores y no tienen ni la mínima idea de lo que se trata la lectura? O sencillamente, no es asunto de su interés. iecampech@yahoo.com.mx
Por María Dolores Bolívar* Registrada en la lista mundial del patrimonio intangible (2003), el Día de los Muertos es una fiesta mexicana única. Su carácter multidimensional y sus perspectivas -que varían de pueblo a pueblo, de estado a estado y de región a región- se enriquecen a medida en que las comunidades actuales le imprimen su propia marca. Alegoría de un México que se desplaza entre historias, tiempos y geografías; furibundo buscador de huesos dispersos entre el arriba y el abajo; el Día de los Muertos se ha convertido, además, en la fiesta mexicanísima de las comunidades migrantes que conforman un México en éxodo, repartido por muchos países entre los que, de manera predominante, destaca Estados Unidos. Foto María Dolores Bolívar
El Día de los Muertos ha entrado en el imaginario colectivo internacional con importancia equiparable a la que tuvo entre los habitantes del México antiguo. Hoy, las tiendas de la corriente dominante en las grandes urbes del país, al igual que en otros países, ya distribuyen objetos para altares y ofrendas como copal, sahumadores, flores, vasijas, coloridos pendones de papel, calaveras decoradas, elegantes catrinas de todos los tamaños. Los distintos museos organizan ofrendas colectivas en las que invitan a la comunidad a participar de esta expresión del arte popular. Lo que antes se veía únicamente en las calles o mercados, hoy parece haberse abierto paso en los espacios más selectivos de la alta cultura. Las ofrendas representan la visita de las almas, guiadas por pétalos de cempazúchitl y velas/o sahumerios hasta sus hogares y familias terrenales. La noche del 2 de noviembre, los límites entre el arriba y el abajo se tocan. Los platillos favoritos del difunto se preparan y colocan a fin de despedir su aroma seductor. El reencuentro de vivos y muertos afirma el papel de cada individuo y, a través de sus historias personales refrenda el estatus social y político que de ese modo se remonta hacia las genealogías culturales de las comunidades originarias. Cabe aclarar que ya no se trata tan solo de una fiesta indígena, su mestizaje es tangible, visible. No se podrían separar sus elementos esenciales.
El origen
Para la cultura mexica, comunidad emigrante que enriqueció sus mitos de las culturas originarias con las cuales interactuó a su paso hacia el altiplano mexicano, la vida vino de los huesos de los muertos. En un ciclo/círculo Mictlantecuhtli y Mictlancíhuatl –dualidad del arriba y el abajo- permitieron a Quetzalcóatl bañar los huesos con su sangre, dando así origen a la raza humana. Así, Quetzalcóatl descendió al Mictlán y habló con Mictlancíhuatl: “- Vengo en busca de los huesos preciosos que tú guardas, vengo a tomarlos”. - ¿Qué harás con ellos, Quetzalcóatl? - Los dioses se preocupan porque alguien viva en la tierra”. La relación de este origen no resulta descabellada para la ciencia. Como para cualquier otra especie, los depósitos de los muertos se reciclan en la tierra y dan lugar a la vida. Más allá de la reconstitución biológica, la continuidad cultural y la preservación del ethos comunitario son resultado de la memoria.
Humor y muerte
¿Acaso nos burlamos los mexicanos de la muerte? Una cultura que concibe a sus muertos como parte integral de la vida deriva su trascendencia de la muerte. El elemento humorístico, deviene punto clave de esta existencia cíclica. ¿Cómo llegar a ese abajo y hacer perdurar también una visión digna del arriba? En la ofrenda se depositan los elementos distintivos de la(s) persona(s) recordada(s). Hay honor y hay humor. Para el humor son los defectos y concedemos honor a las virtudes. Mejor reírse de lo que nos perjudica y afea. La solemnidad sólo se reserva para las virtudes y talentos. En el Mictlán, las calaveras se apilan por niveles y es ahí que se da una interesante fusión con el mito católico. Los muertos viven a través de la memoria y de su relación con los vivos. En algún punto mítico, para bien o para mal, nos encontramos todos. Manuel Manilla (1830-1900) y José Guadalupe Posada (1851-1913) captaron y representaron ese imaginario en grabados donde la muerte aparece humanizada. En ellos se verificó un aspecto clave del patrimonio intangible: la interpretación lúcida y creativa de una creencia o práctica cultural que vivía en el corazón del México profundo. La calavera tapatía (Manilla) y la Catrina (Posada) se volvieron imágenes familiares, inseparables de la visión comunitaria. El uso del humor en grabados y rimas fue recapturado como espacio de crítica. En su carácter contestatario de la cultura dominante, la fiesta del Día de Muertos se volvió canal y detonador de la expresión disidente; en ella la crítica política asumió un papel preponderante.
Dominio local patrimonio internacional
Ya sea que vivamos el Día de los Muertos en la tradición yucateca, que coloca comida y congrega a los seres queridos en un ritual que se efectúa en los árboles; o que miremos a la tradición nocturna de Pátzcuaro, en la vital representación del vuelo de la mariposa y el
encuentro en los floridos panteones; o la práctica de la procesión en la zona lacustre de Mixquic; o esa solemnidad sin precedentes de los arcos floridos de Oaxaca; los mexicanos de todo el mundo tomamos el relevo de esta tradición y la mantenemos viva. Tres son los elementos que no deben perderse nunca: El que se reúna en los altares panteoneros y en las ofrendas caseras la gran diversidad de platillos, a manera de catálogo de aromas y sabores queridos. La del arte decorativo del papel en pendones coloridos y picados con motivos humorísticos nacidos del imaginario popular. La de la calavera en rima que da cuenta de la utilización de ésta y otras tradiciones indígenas. ¡Pero ojo! Con la tecnología y el libre acceso a la información vía internet, no han florecido ni la ética ni el respeto al derecho ajeno. Hoy se trafica con imágenes y obras sin control alguno. Cada vez es más común observar la comercialización de la obra popular del Día de los Muertos como catrinas en bolsos, camisetas con impresiones de época, objetos varios. Algunos, se esmeran por seguir la veta y generar sus propias imágenes, mientras que otros simplemente plagian, usurpan, comercian con los bienes robados al pueblo mexicano. Preservar el patrimonio trae sin duda consigo el peligro de verlo caer en el precipicio de un mercantilismo sin freno. El vacío que produjo la destrucción de nuestra cultura originaria tiende a perpetrarse en las prácticas de saqueo cultural que duran hasta el presente. En la avasalladora imposición de una globalidad tecnológica, sin tiempo ni terreno, pueden morir también las pequeñas comunidades; la diversidad, volverse escapadiza; los mitos, estilizarse y transformarse en base a identidades macro comprensivas; las identidades que todavía germinan en los muchos Méxicos, subsumirse en uno en el que acabe por no reconocerse nadie. * Nació en Hermosillo, Sonora. Es periodista y traductora. Estudió Literatura y Estudios de la Cultura en la Universidad de California, en San Diego.