La Gualdra 404

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 404 /// 14 DE OCTUBRE DE 2019 /// AÑO 9

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

César Trujillo. Fotografía de Gisel Juárez

César Trujillo (Yajalón, Chiapas, 1979), es Licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la UNACH. Escribe la columna de opinión “Código Nucú”, es director de la plataforma de noticias CoyatocNews y delegado en Chiapas del SNRP. Su obra ha merecido el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa 2017, el Premio Municipal de Poesía Juegos Florales San Marcos Tuxtla 2019 y el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2019. Actualmente cursa la carrera en Ciencias Políticas y Administración Pública.

[Una entrevista con el poeta chiapaneco, realizada por Armando Salgado, en páginas centrales]


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LA GUALDRA NO. 404 /// 14 DE OCTUBRE DE 2019 /// AÑO 9

La Gualdra No. 404

Editorial Esta semana, el próximo sábado para ser más precisos, inicia uno de los festivales más esperados del año: el Festival Internacional de Teatro de Calle. Nuevamente los principales escenarios al aire libre tendrán un programa diferente a diario; del 19 al 27 de octubre la Plaza de Armas, la Miguel Auza, la Plazuela Goitia y la Bicentenario recibirán a múltiples grupos de Zacatecas, de la CDMX y del extranjero -este año tendremos como países invitados a España, Bélgica, República Checa y Colombia-. Inician las actividades en Plaza Bicentenario (las funciones aquí serán a las 18:00 Hrs.). El sábado 19 y domingo 21 se presenta el grupo zacatecano Rehilete Azul con “Carreta de Leyendas” (teatro comunitario y de marionetas). El lunes 21 y martes 22, la compañía Ráfaga Teatro (CDMX) presenta “Las futbolistas”. El miércoles 23 y jueves 24, Coproducción La Quinta Teatro & Al Rescate Cía. (CDMX), participa con “La gran lucha del mundo” (teatro de calle y lucha libre). Plazuela Miguel Auza. El lunes 21 y martes 22, a las 19:00 y 20:30 Hrs., se presenta la compañía española Daniel Abreu, con el espectáculo “Más o menos inquietos”. El miércoles 23 y jueves 24, a las 20:30 Hrs., la compañía zacatecana El Escarabajo, presenta “Trazo largo”. El viernes 25 y sábado 26, a las 20:30 Hrs. toca el turno a DementeNmentE Teatro, de Zacatecas, con “Lula y el cuento del fin del mundo”. Plazuela Goitia. El martes 22 y el miércoles 23, a las 21:30 Hrs., se presenta “Macbeth nos quita el sueño”, a cargo de la compañía Patáfora Teatro, de CDMX. El jueves 24 y viernes 25, a las 19:00 Hrs., se presenta el grupo zacatecano La Ciénega Teatro con “Corralillo de comedias”. Y el sábado 26 y domingo 27, a las 19:00 Hrs., el grupo MoMo & Clepsidra Teatro (una coproducción México-Colombia) presenta “El ruiseñor y la rosa”. Plaza de Armas. El domingo 20 y lunes 21, a las 20:30 Hrs., Theater Tol, de Bélgica, presenta un espectáculo de teatro de calle aéreo “Jardines de los ángeles” (La ligereza y la alegría, son los temas más importantes de este espectáculo que trata sobre una boda, en la que la amada pareja se come a besos, baila, vuela… Están enamorados y rodeados de buena compañía: músicos y criaturas de cuentos de hadas. El público es el invitado a la boda. De esa manera, los ángeles no sólo traen las cosas buenas para la amada pareja, sino que también mueven a los invitados y les dejan ser tocados por su energía positiva. Theater Tol trae este espectáculo de fuego, calor y sensualidad. El mundo de los animales, la fantasía y las personas se fusionan. Un mundo de fanta-

sía de amantes, animales danzantes y ángeles desciende del cielo). El Jueves 24, viernes 25 y sábado 26 (con doble función: 20:30 y 22:00 Hrs.), también en Plaza de Armas, se presentará la Antología “Lo mejor del teatro negro de Praga”, a cargo de Black Light Theatre Srnec, de la República Checa: “La actuación es una selección de ocho escenas del trabajo de Black Light Theatre Srnec desde su fundación en 1961. Aprenderás qué hace tu ropa interior cuando no estás mirando. Demostraremos que las farolas pueden ser los enemigos más peligrosos de los humanos. Les mostraremos que los animales son mucho más inteligentes de lo que podría haber pensado. Simplemente, prepárese para que con nosotros nada sea como usted esperaría que fuera. Un espectáculo sin palabras lleno de humor ingenioso, baile y destreza teatral a luz negra, no sólo lo pondrá de buen humor, sino que también le mostrará cómo algunas cualidades de la naturaleza humana, que conocemos todos los días, pueden ser tratadas”. La clausura estará a cargo de este grupo el domingo 27, a las 20:30 Hrs. Vale la pena que los vea, la compañía Black Ligth Theatre Srnec está considerada como primera que realiza este tipo de teatro en el mundo: “La audiencia pudo ver por primera vez a la compañía en el verano de 1961 en el Festival Internacional de Edimburgo. El éxito allí fue sin precedentes. Así, Jiří Srnec logró crear un género teatral no verbal completamente original que, desde el día de su fundación, goza de éxito no sólo en la República Checa sino en todo el mundo. La compañía ya ha realizado más de 300 giras en 70 países y ha asistido a más de 90 festivales; sus actuaciones de la compañía han sido vistas por más de 5 millones de espectadores y también ha ganado innumerables premios internacionales. Actualmente, es el hijo de Srnec, quien también se llama Jiří, el responsable de la vitalidad de la compañía. Nos asegura que su padre, incluso a sus 87 años, sigue creando cada historia que ponen sobre los escenarios”. Para más información sobre las obras y los grupos que se presentarán, así como de las intervenciones urbanas y el programa académico, consulte aquí el documento completo.1 Que disfrute su lectura.

Contenido Desayuno en Tiffany’s, mon ku La izquierda en el cine mexicano del siglo XX [Tercera parte: El periodo cardenista en el cine] Por Xavier Robles

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César Trujillo: Centroamérica es mi casa Por Armando Salgado

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Impronta zacatecana en el Museo Nacional de Antropología [Segunda parte] Por Carlos Augusto Torres Pérez

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¿Vivo? Por Edgar Khonde Teatro Por Pilar Alba

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com 1 Programa del Festival Internacional de Teatro de Calle Zacatecas 2019: https://issuu.com/ convocatoriasizc/docs/programa_fict2019

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Desayuno en Tiffany’s, mon ku

[Tercera parte: El periodo cardenista en el cine]1 6 Por Xavier Robles

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a llegada de Lázaro Cárdenas a la presidencia de la República, en los años 193440, presupone para el cine de la época, como para muchas otras manifestaciones del arte, un cine vigorosamente nacionalista. La burguesía mexicana asume el discurso ideológico del nacionalismo mexicano, porque refuerza su dominio cultural y político sobre las clases trabajadoras, y las vuelve leales receptoras convencidas de este discurso. ¿Qué mejor entonces que poner el cine al servicio del nacionalismo, que permitirá el crecimiento y desarrollo económico de la burguesía dominante? Surgen entonces dos películas de Fernando de Fuentes: El compadre Mendoza (1933) y Vámonos con Pancho Villa (1935). El compadre Mendoza, con libro cinematográfico de Mauricio Magdaleno y diálogos de Juan Bustillo Oro y el propio De Fuentes, narra en forma de melodrama cómo un terrateniente sobrevive la Revolución Mexicana haciendo tratos tanto con zapatistas como con las fuerzas gubernamentales. De este filme, Emilio García Riera comenta en su Historia Documental del Cine Mexicano: “El compadre Mendoza es sobre todo una excelente muestra de cine narrativo; sorprende por su rechazo de lo convencional, por su unidad de estilo, por su fuerza dramática, y por el buen uso de un reparto competente”. A pesar de su forma melodramática, sus contenidos nacionalistas revolucionarios hacen, pues, de esta película, un filme de izquierda. Por su parte, Vámonos con Pancho Villa, con libro cinematográfico de Xavier Villaurrutia y el propio De Fuentes, sobre la novela del mismo título escrita por Rafael F. Muñoz (quien por cierto interpreta a uno de los personajes del filme), tiene dos propósitos claros: enaltecer la figura épica de los Leones de San Pablo, un grupo de campesinos norteños que se unen a la lucha y al ejército del general revolucionario Francisco Villa, y por otro lado denostar la figura del propio Villa, mostrándolo como un personaje inhumano y cruel. Es decir, se enaltece a los revolucionarios de origen ranchero y campesino, pero se denigra a su jefe y caudillo, un dirigente histórico muy admirado por el pueblo mexicano. Hay que señalar, además, que a pesar de contener brillantes momentos épicos jamás filmados antes en la historia del cine mexicano, la obra destaca por su abundante retórica nacionalista y ciertamente machista. Transcribo a continuación un fragmento del comentario de Emilio García Riera, escrito para la Historia Documental del Cine Mexicano:

/// Vámonos con Pancho Villa, película de Fernando de Fuentes.

misma Revolución en personajes reales y en el ánimo de quienes como De Fuentes los retrataban. De cumplir ese cometido, el cine mexicano hubiera actuado sanamente en orden a mantener viva la Revolución y, por lo tanto, a enriquecer la visión de la misma en el ánimo de los espectadores. Sin embargo, las dificultades financieras que presidieron su realización, la tardanza de su estreno, la incomprensión de un público desviado por el propio cine mexicano hacia otros caminos, la tendencia a momificar a la Revolución como hecho histórico, hicieron que el ejemplo de Vámonos con Pancho Villa no fuera entendido ni recogido. El propio De Fuentes realizaría al año siguiente Allá en el Rancho Grande (que estrenó antes que Vámonos con Pancho Villa), y el éxito de esta película lo inclinó definitivamente por el cine comercial sin contenido revolucionario”. Por su parte, Jorge Ayala Blanco caracterizó al filme en La aventura del cine mexicano, después de un amplio análisis, como “una historia ronda macabra que ha querido trascenderse mediante el aborrecible salto mortal del heroísmo a la mexicana”. Por su contenido épico, es a mi juicio una película de izquierda, así como por los caminos que señalaba al cine mexicano de la época. Pero por su contenido nacionalista, la retórica, el machismo y los abundantes discursos morales característicos de la burguesía nacionalista que campean a lo largo de todo el filme, es una obra de derecha y aun reaccionaria. Vámonos con Pancho Villa es entonces una bella obra épica de izquierda, en el que predominan los discursos de derecha. En cuanto su director, Fernando de Fuentes, terminó realizando algunas de las peores películas de la historia del cine mexicano. Un año antes, en 1934, Fred Zinnemann, cineasta estadunidense, filmó en México, con la colaboración del mexicano Emilio Gómez Muriel, Redes, una película abiertamente contemporizadora del socialismo de la época, sobre pescadores que trabajan diez horas diarias y se rebelan contra su explotación.

/// El compadre Mendoza, una película de Fernando de Fuentes.

“Obra épica y espectacular, y en muchos momentos bella, la película es también una obra de imaginación, con todo lo que la imaginación tiene de íntima, secreta y nostálgica. Vámo-

nos con Pancho Villa pudo haber sido el punto de arranque de un cine que no intentara tanto explicar la Revolución con el espíritu de los libros de texto como dar cuenta de los efectos de esa

1 Tercera entrega de la serie de textos escritos y facilitados por el escritor de libros cinematográficos, Xavier Robles (Rojo amanecer, 1989; Los motivos de luz, 1986). Robles, siempre comprometido con los movimientos sociales de izquierda en México, nos comparte los ensayos que esperamos aporten reflexión sobre el cine. Nota de Carlos Belmonte Grey.

Cine

La izquierda en el cine mexicano del siglo XX


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Poesía

César Trujillo: Centroamérica es mi casa 6 Por Armando Salgado

los 13 años. A esa edad, en clases de español, en secundaria, pude tener mi primer acercamiento a la literatura. Recuerdo haber quedado maravillado con los románticos. Empecé imitando las formas, buscando la música que sonaba dentro de mí cuando leía y trataba de emular esas imágenes. Desde ese tiempo no he dejado de escribir hasta ahora que es ya para mí oficio como tal.

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ésar Trujillo (Yajalón, Chiapas, 1979). Licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana por la UNACH. Ha publicado los poemarios: Laberintos, Donde termina el país de las maravillas, De corazones y cardiopatías, Bitácora del capitán Francisco de Ulloa y Evocación de la infancia. Parte de su obra está antologada en Tratado Mesoamericano de Libre Poética: Ecos Náhuatl HondurasMéxico Tomo 1; Un manojo de lirios para el retorno; 8º Carruaje de Pájaros; Plexoamérica, Poesía y gráfica ChiapasChile; Universo poético de Chiapas y La piedra del fuego. Escribe la columna de opinión “Código Nucú”, es director de la plataforma de noticias CoyatocNews y Delegado en Chiapas del SNRP. Su obra ha merecido el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa 2017, el Premio Municipal de Poesía Juegos Florales San Marcos Tuxtla 2019 y el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2019. Actualmente cursa la carrera en Ciencias Políticas y Administración Pública. La obra de César Trujillo se circunscribe a los poetas honestos que describen su interior apegado al mundo que les tocó vivir. Pertenece a una generación de poetas que transitan distintas geografías literarias dentro y fuera de nuestro país. Chiapas, su estado natal, es cuna de atisbos y esas otras epistemologías que concentran su punto de encuentro en mostrar la verdad literariamente. Armando Salgado: La tierra nos curte: ¿para ti qué significa vivir en el estado donde naciste, Chiapas? ¿Qué representa radicar en la frontera sur? ¿Centroamérica te es familiar? César Trujillo: Desde niño aprendí amar a mi tierra. Mis abuelos me enseñaron a contemplar el universo que es Chiapas y el cosmos verde que lo cubre todo. Vivir aquí significa sentir la magia de sus pueblos: contemplar sus colores, tradiciones, su gastronomía. Aquí se puede pasar de un paisaje a otro en un abrir y cerrar de ojos; concebir, con el olfato incluso, los cambios de flora y fauna en cada zona. Yajalón mismo es un pueblo mágico al que custodia el Ajkabalná y desde donde se puede ver la lluvia desgajarse de los cerros. Sin embargo, vivir en Chiapas también es ser testigo de las enormes brechas de desigualdad: cinturones de miseria y marginación a la que cientos son condenados por una clase política frívola que ha atropellado, durante

/// César Trujillo. Foto de Gisel Juárez

sexenios, la bondad y el corazón de los pueblos, abusando de esta tierra de cacao y maíz. Todo esto me ha llevado a replantear mi historia personal, a buscar entender lo que pasa en mi estado y a repensar lo que conocemos como frontera sur: espacio que funge como un imaginario donde se cometen un sinnúmero de atrocidades y se vulneran los derechos de quienes tienen, como delito, soñar y buscar vivir lejos de guerras, hambre y violencia que documenta el poeta Balam Rodrigo en sus libros Marabunta y Libro centroamericano de los muertos. Esa frontera porosa es donde se tejen historias de las que nadie habla, donde se mutila sueños y vidas. Porque en sí, todos ocupan cifras y datos duros, y nuestro ser ahí no tiene cabida. De Centroamérica, soy. Tengo amigos entrañables e historias zurcidas dentro del corazón. Pasar la frontera sur, al contrario de lo que se cree, no es abandonar el terruño sino interiorizarme en él. Es mantenerme una sintonía con la calidez humana, los amigos y el voseo. Centroamérica es mi casa.

AS: ¿De qué modo crees que la poesía chiapaneca ha contribuido a la riqueza de la poesía mexicana? ¿Yajalón, la región donde naciste ha marcado de alguna manera tu escritura? ¿En qué momento decidiste escribir poesía? CT: Chiapas tiene una tradición poética arraigada con Centroamérica. En ella cohabitan Jaime Sabines, Rosario Castellanos, Juan Bañuelos y Óscar Oliva (por mencionar a algunos), estos últimos como pioneros. A mi juicio esa riqueza se da en esa suerte de puente entre México y Centroamérica. Ahí Chiapas desenreda las relaciones poéticas con la frontera. La poesía se renueva, como Octavio Paz diría, sin ignorar las herencias culturales y sin quedarse anclado en el pasado. Y también, claro, entre la experimentación del lenguaje y la denuncia social. En el caso de Yajalón se encuentra en todo lo que hago. Mis últimos tres libros son una evocación constante a encuentros y desencuentros con mis seres queridos, con las calles y las personas que se van con la muerte, a los sueños y las charlas que de niño tenía. Recuerdo haber comenzado a escribir poesía a

AS: ¿Cómo combinas el periodismo, la docencia y la literatura? ¿Qué retos tiene todo profesional que se dedica a comunicar hechos y la verdad? ¿Por qué los escritores del “sur” en nuestro país suelen tener posturas sociales refrendadas en sus obras? CT: La literatura me llevó al periodismo. Luego a la docencia. Es una suerte de complemento que me permite crecer. Mi primer contacto, después de la familia, es con la información que se genera en el país a muy temprana hora: consulto medios nacionales y locales; releo mis columnas. Anoto vacíos y errores. Posteriormente, mis alumnos: convivo con sus experiencias, con el modo en se teje cada clase, con sus bromas, su modo de pensar y la forma en que ven el mundo, que me ha hecho verla de diferente modo también. La literatura está en todo. Años atrás entendí que escribir es mi oficio, es lo que soy. Por tanto, leo y escribo todos los días. Trato de ser autocrítico y cuando considero que no es suficiente, tomo el teléfono y consulto con los amigos ciertas dudas para enriquecerme. En sí, las tres comulgan en mi vida y me permiten abordar todo de diferente forma. Ahora bien, México es el país más peligroso para ejercer el periodismo. A los políticos les incomoda ser centro de análisis, descubiertos o que se ventilen prácticas que dañen su imagen. Les molesta y es riesgoso. Siempre lo será. Quizá por ello escribo columna: para mostrar esos patrones que se enlazan cuando de política se habla. Y bueno, siendo Chiapas uno de los estados más pobres del país, teniendo municipios enclavados en niveles altos de pobreza extrema, refrendar la solidaridad con quienes requieren que su voz se vuelva un canto de protesta, una manifestación de la realidad sin maquillaje es un compromiso personal. AS: Tus libros Evocación de la infancia y Bitácora del capitán Francisco de Ulloa son perspectivas que hurgan la memoria de los pueblos y también dentro


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Poesía

/// César Trujillo. Fotografía de Ricardo Coronel /// César Trujillo. Fotografía de Gisel Juárez

de ti: ¿cómo los concebiste?, ¿qué otros derroteros aborda tu poemario “La casa que fuimos” el cual obtuvo recientemente el Premio Nacional de Poesía Ydalio Huerta Escalante 2019? CT: Empecé a escribir ambos libros en 2012. Curiosamente, cuando presentaba Bitácora del capitán Francisco de Ulloa en el Museo de la Marimba, en Tuxtla Gutiérrez, me llamaron para avisarme que Evocación de la infancia había obtenido el Premio Nacional de Poesía Rodulfo Figueroa. Hay quien ha dicho, lo recuerdo, que del primero deriva el segundo. Lo cierto es que en ambos escarbo dentro de mi infancia y juventud, y la figura de mis padres, hermanos y abuelos cabalgan al unísono. Aparecen y se agolpan ante los llamados o simplemente llegan de forma inesperada. Los pendientes que dejé con mis muertos son un eco constante, pero también las risas o los días que desandamos los montes. Incluso, junto a los miedos y a ese pasado que se agolpa en mi memoria como si se tratase de ayer. En La casa que fuimos es el abuelo, sus sueños, nuestros encuentros que me permiten contar lo que fue, incluso, dentro del vientre de su madre: como un grito ahogado cuando fue desplazado y que desde el sueño podía reconstruir; o el llanto desgranándose cada que evocaba sus días grises y nos hacían verlo extraviado en su propia luz. Es, en sí, una evocación, pero ahora desde él y su infancia, su enfisema, su particular forma de enseñarnos a amar la vida. AS: Cuéntanos sobre tu columna “Código Nucú”: ¿cuánto tiempo llevas compartiéndola?, ¿dónde se puede leer?, ¿cómo fue que decidiste rematar cada una de tus opiniones periodísticas con esos “manjares”?, ¿has pensado abordar otros géneros literarios? CT: Este 6 octubre hizo dos años que Código Nucú nació como proyecto. Le antecede Palabras de otro, una columna que escribí durante tres años en un periódico local. Sin embargo, al comenzar a estudiar Ciencias Políticas mi forma de

entender el comportamiento del sistema en nuestro país cambió. Con ello, también mi perspectiva de análisis. Las lecturas y charlas con mis maestros me han puesto frente a un panorama que debe analizarse desde el fondo. Así decidí cambiar todo: creé un nombre abonando a esa búsqueda de identidad, coloqué elementos culinarios como el Nucú y dejé que las palabras comulgaran con la gente. En el Manjar, un apartado dentro de la columna, se toca un tema diferente y con dejos de ironía (en ocasiones) o más crudo. Ahí comparto una frase que tenga relación con lo tratado, recomiendo un libro y un disco. Pienso en más adelante retomar la crónica que años atrás trabajé cuando laboraba en otro medio y que me permitió contar historias. Eso me gusta. Por ahora, sólo están las microhistorias que comparto en redes sociales. AS: ¿Qué hace Cesar Trujillo para intentar ser feliz? CT: La felicidad debería estar en lo que somos y en lo que no. Confucio decía que “sólo puede ser feliz siempre el que sabe ser feliz con todo”. En mi caso

el equilibro es la familia. De ahí parte mi bienestar. Si algo se mueve, si algo surge, mi centro lo hace. Fuera de ahí, termino, como, todos, sacudido por este sistema de consumo, la voracidad del capitalismo y el individualismo que tanto daño le ha causado a la humanidad.

La casa que fuimos Mi abuelo construye la casa desde el sueño. Acarrea troncos y cerca con púas la media hectárea que el padre de mi abuela le heredó antes de morir. Los adobes son de arcilla del cerro. Las chozas apenas rozan los aleros. El humo del fogón es la respiración del mediodía donde la abuela prepara tortillas y los tíos muelen café o maíz para el pinole. Mamá alimenta patos y gallinas. La huerta es el serpear del viento donde reposa el

estridular de los grillos. ………………… El abuelo parte de madrugada con medicamentos para los tseltales. Cada tarde vuelve sobre sus pasos. Se quita la camisa. En una vasija se lava la cara. Sirve café de una olla humeando y busca en la radio una estación con marimba. Antes de sentarse llena una cubeta con maíz resquebrajado. Se lava las manos. En la mesa da gracias a Dios: bendice los frijoles, las tortillas, la carne y las verduras, para luego pedir por los desamparados, los sin techo, los que observa morir en su camino. Antes de las cuatro, salen a repartir el pan: mi madre lleva de la mano a su hermanito. Las calles son un lamento que apenas acaricia el pasto con los dedos.


Ollin: Memoria en Movimiento

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/// Julio Prieto muestra la maqueta del proyecto de Felguérez al presidente López Mateos. Imagen del libro: Museo Nacional de Antropología Gestación, Proyecto y construcción, Pedro Ramírez Vázquez, INAH, 2012, p 86.

/// Croquis inicial de la obra de Manuel Felguérez. Imagen del libro: Museo Nacional de Antropología Gestación, Proyecto y construcción, Pedro Ramírez Vázquez, INAH, 2012, p 86.

/// Patio central del MNA. Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.

Impronta zacatecana en el Museo Nacional de Antropología [Segunda parte] 6 Por Carlos Augusto

Torres Pérez

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“Pienso que es un honor que un trabajo mío se exhiba al lado del arte de los pueblos indígenas de México”. Manuel Felguérez

n la pasada entrega de Ollin: Memoria en Movimiento, se dio cuenta de la fundamental aportación del erudito historiador zacatecano Genaro García, hacia principios de siglo XX, en la reestructuración del Museo Nacional y como director del mismo, lo que a la postre sería el origen de lo que actualmente es el Museo Nacional de Antropología. Asimismo se describe el proceso de gestación del proyecto en la administración del Lic. Adolfo López Mateos y su materialización por parte del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez inaugurándose hace 55 años, un 17 de septiembre de 1964. Desde entonces, además de constituirse como el recinto que tiene el alto privilegio de

resguardar las piezas más valiosas de las culturas prehispánicas que habitaron las distintas regiones de México y que conforman el acervo más valioso de nuestra identidad como nación, el museo se ha consolidado como una obra icónica en la historia del arquitectura y el arte contemporáneos de nuestro país, ya que el Arq. Ramírez Vázquez incluyó en su proyecto la colaboración de una gran cantidad de reconocidos arquitectos y artistas plásticos de la época como Rufino Tamayo, Leonora Carrington, José Chávez Morado, Mathias Goeritz y Carlos Mérida entre muchos otros, que dotaron al majestuoso inmueble de una serie de obras y elementos artísticos que recogen el más profundo simbolismo de nuestras raíces prehispánicas en interpretaciones contemporáneas de gran calidad. Entre ellos dos zacatecanos: Manuel Felguérez y Rafael Coronel. A Felguérez, en aquel entonces apenas un joven de 36 años que empezaba a destacar en la escena del arte contemporáneo de México, le fue encomendado el diseño de la celosía de la

/// Detalle de la celosía del Mtro. Manuel Felguérez. Foto de Carlos Augusto TorresC. INAH Zac.

planta alta del patio central del museo, inspirado en el cuadrángulo de las monjas de Uxmal del cual Ramírez Vázquez retoma escala y proporción. El objetivo era recubrir la fachada de esta segunda planta con un profuso altorrelieve como los que caracterizan la arquitectura maya de la región Puuc, contrastando con la sobriedad de la planta baja libre de decoración. En su proyecto, dado el poco tiempo con que disponía para ejecutarlo, el maestro reinterpretó de manera simple una serpiente geometrizada y la materializó en aluminio anodizado. El resultado es magnífico; Felguérez logró un elemento de gran dinamismo visual a partir de un juego óptico de serpientes que parecen ascender y descender y que adoptan diversos aspectos geométricos a lo largo del día según cambia la luz del sol. Desde el interior, el efecto que causa la celosía es en extremo interesante ya que contiene y al mismo tiempo abre la visual de las salas superiores hacia el patio central como una suerte de persiana estática. Por su parte, a Rafael Coronel le fue enco-

/// Detalle de la celosía del Mtro. Manuel Felguérez. Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.

mendada la elaboración de un mural para la sala etnográfica de Oaxaca ubicada en la planta alta del museo y para lo cual el arquitecto Ramírez Vázquez le patrocinó un viaje por diversas zonas arqueológicas del país con el objetivo de que capturara las texturas y colores tradicionales y los plasmara en su obra; el resultado, un magnífico lienzo titulado “El mundo espiritual de los mayas peninsulares”, que refleja, ya desde entonces, los rasgos que a la postre caracterizarían la obra del gran maestro zacatecano, como los expresivos rostros de hombres de edad avanzada en su mayoría de perfil, portando grandes indumentarias y vívidos colores sobre fondos casi siempre sombríos. La mano artesanal zacatecana también tuvo presencia en la edificación del icónico recinto a través de la familia Salmón originaria de Guadalupe; esta familia tuvo a su cargo la instalación del piso de parquet de madera de mezquite en las salas de etnografía así como en las salas anexas al vestíbulo de acceso en donde se encuentra el auditorio Jaime Torres

/// Detalle de la celosía del Mtro. Manuel Felguérez. Foto de Carlos Augusto TorresC. INAH Zac.


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/// Detalle de celosía, Muro de Calaveras de Manuel Felguérez. Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.

/// “El mundo espiritual de los mayas peninsulares”, de Rafael Coronel. Museo Nacional de Antropología. Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.

Bodet, la sala de exposiciones temporales, la tienda del museo y las oficinas administrativas, conservándose prácticamente intacto hasta nuestros días. Posteriormente, en junio de 2006 y en el marco de su aniversario número 50 de vida artística, Manuel Felguérez donó al museo el mural “Tierra Quemada”, un lienzo de 6 x 3 m. que da la bienvenida a la Sala de las Culturas del

Norte en el ala inferior sur del propio museo. El mural presenta un tema totalmente abstracto, evocando, según el propio maestro, “el clima desértico del norte del país y las culturas prehispánicas que ahí florecieron, en particular la propia zona arqueológica de La Quemada”. Con ello el maestro zacatecano se une también a la pléyade de artistas que sin cobrar un solo peso donaron sus obras a este importante recinto.

/// El piso de parquet de mezquite y la celosía de Felguérez dominan y definen la amplia perspectiva del pasillo de acceso a las salas de etnografía en el segundo nivel del Museo Nacional de Antropología. Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.

Finalmente, la huella más reciente de manos zacatecanas en el Museo Nacional de Antropología se dio para conmemorar el 50 aniversario de su apertura y la hace nuevamente el maestro Felguérez en 2014, con la espléndida celosía “Muro de Calaveras” que delimita el museo sobre el Paseo de la Reforma. Se trata de un gran tzompantli geométrico y moderno hecho en acero al carbón, obra escultórica de más de

400 metros de largo que simboliza la muerte y que junto con la celosía de serpientes diseñada por él mismo, representa la dualidad de las culturas mesoamericanas tal como lo expresó el propio artista: “Si en 1964, para el interior elegí la serpiente por ser un símbolo de vida importantísimo para todas las culturas de Mesoamérica, ahora opté por el cráneo, símbolo de la muerte, por la misma razón”.

/// “Tierra Quemada”, de Manuel Felguérez. Museo Nacional de Antropología. Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.

Ollin: Memoria en Movimiento

/// Detalle de celosía, Muro de Calaveras de Manuel Felguérez. Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.

/// Segundo piso del Museo Nacional de Antropología. La imagen muestra la profunda huella de los artistas y artesanos zacatecanos (piso de parquet de mezquite, lienzo de Rafael Coronel y celosía de Manuel Felguérez). Foto de Carlos Augusto Torres- C. INAH Zac.


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6 Por Edgar Khonde

Río de Palabras

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e despertó y le dolía la espalda y la cabeza; se hizo consciente pronto de que en realidad le dolía todo: desde el corazón hasta los recuerdos. No sabía, al menos al principio, por qué yacía postrado en el fondo de aquel agujero. Vio luz arriba, la luz del cielo tal vez o de alguna fuente artificial. Se tardó en calcular la profundidad a la que se encontraba. No era mucha, quizá tres metros o poco menos. No se incorporó de inmediato, quiso pensar. Pensar en su mujer, en su trabajo, en sus hijos, pero al final no tenía ni trabajo ni mujer ni hijos, así que no consiguió nada. Se levantó y se dio cuenta de que era sencillo escalar, a pesar de que tampoco recordaba si lo sabía hacer. Lo hizo. Cuando salió, vio el sol, se atajó los ojos haciendo sombra con la mano, y vio también las nubes. Miró a su alrededor

¿Vivo? y el escenario lo espantó: decenas o centenas de cuerpos mutilados tirados sobre el campo. Con miedo comenzó a caminar en medio de los restos. Quería correr pero su cuerpo no respondía. Intentó de nuevo recordar cómo había llegado ahí y qué había ocurrido. Estaba a punto de abandonar aquel cementerio a cielo abierto cuando le sobrevino un flashback: se había caído, era de noche y había ruido por todos lados. Siguió sin entender, sólo quería alejarse del mundo. Caminó hasta llegar a

un pedazo de bosque. Se internó y mientras avanzaba se fue dando cuenta que haces de silencio acompañaban sus pasos, pero nada más. Se encontró con una laguna y pensó que tenía sed, que tenía que lavarse y refrescarse. Fue un pensamiento, quizá un instinto, porque apenas cogió con sus manos en forma de cuenco un trago de agua, esta no le supo a nada. Se acercó a una parte donde el sol iluminaba el agua y se vio al espejo: la carne de su cara se caía a tiras. Se examinó entonces: la

carne del resto de su cuerpo parecía podrido, tenía heridas, mordeduras, parecía que por él había pasado la muerte dejándolo vivo. ¿Vivo? La oleada de recuerdos finalmente llegó, como una ráfaga de tiros. Como las ráfagas de tiros que habían sitiado a la horda cuando aquella noche iban en busca de comida. A saber cómo, pero había sido infectado, luego muerto, luego revivido hambriento de carne humana. Ahora estaba solo. No sabía si tenía hambre, si tenía que buscar otra horda, si tenía que quedarse en esa laguna hasta que un grupo de cazadores lo encontrara y asesinara. Pensó que en las películas el único objetivo que tenía la vida de un zombie era comer gente. No había más, tenía que seguir las reglas. Rodeó la laguna hasta advertir una cabaña. Se cercioró de que estuviera habitada, se sentó a esperar que oscureciera y llegara la hora de la cena.

/// La retirada de los sarracenos (moros derrotados huyendo del convento). Su autor, Juan de Valdés Leal, pintor y grabador barroco español (n. 1622) falleció un 15 de octubre de 1690.

6 Por Pilar Alba

M

e gusta la humedad a la que huelen los teatros, el frío que se siente en el escenario en donde estás verdadera y completamente solo. Me gusta la sobriedad que se transforma de manera luminosa con el artificio; la sonoridad que

Teatro se magnifica con los instrumentos y que calla cuando es necesario en alguna escena. Me gusta la solemnidad de los actos

protocolarios y la irreverencia de los espectáculos de baile. Es que el teatro puede ser uno y todos los lugares, su pluralidad

no tiene límites. Si pudiera viviría para siempre en un escenario, en su vacío me transformaría. En su desnudez nadie me cuestionaría si estoy feliz y de repente me pongo triste o si lloro cuando todos creen que lo que debo hacer es estar sufriendo. Quisiera vivir en el teatro, ese lugar en donde sólo puedes ser libre.


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