La Gualdra 408

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 408 /// 11 DE NOVIEMBRE DE 2019 /// AÑO 9

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

El Cuartel, en la Zona de Monumentos Arqueológicos La Quemada. Foto de Juan Carlos Basabe / C. INAH Zac.

En la Zona de Monumentos Arqueológicos La Quemada se atienden bajo la coordinación del Mtro. Carlos A. Torreblanca Padilla, las diferentes necesidades que presentan tanto los monumentos edificados como su entorno. Este año se intervinieron algunas unidades del complejo residencial de elite que el arqueólogo español Pedro Armillas llamó El Cuartel. Se trata de un espacio de carácter doméstico edificado en un lugar especial dentro de la traza urbana de la ciudad prehispánica, ya que colinda con la plazuela circular del Osario y está flanqueado por longas escaleras que conducen al nivel de la cancha para el Juego de Pelota y la plaza de la Pirámide Votiva.

[“La madera y el adobe en la arquitectura de La Quemada. El caso de El Cuartel”, por Luis Felipe Castañeda Romero, en Ollin: Memoria en Movimiento]


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LA GUALDRA NO. 408 /// 11 DE NOVIEMBRE DE 2019 /// AÑO 9

La Gualdra No. 408

Editorial El Taller de Pintura y Grabado Julio Ruelas cumplirá 34 años de haberse fundado a finales de este mes de noviembre; revisando algunos documentos, apareció este dato en el recorte de un periódico viejo en días pasados, junto con algunas fotografías de ex alumnos del taller cuando aún eran parte de él, posando con Alejandro Nava, el maestro y fundador de este espacio que se originó con la idea de que en él se aprendieran las distintas técnicas del grabado primero y las de pintura después. El próximo año, cuando el taller cumpla 35 se conmemorarán también los 150 años del natalicio del pintor zacatecano que le diera nombre a este espacio cultural. Dos fechas importantes para los actores artísticos y culturales, para los historiadores y sobre todo para Zacatecas; de alguna manera no se ha dimensionado del todo la trascendencia que ambos acontecimientos han tenido en nuestra historia cultural. Julio Ruelas nació en esta ciudad en 1870 y cierto es que vivió aquí muy poco tiempo; cuando era apenas un niño se mudó la Ciudad de México junto con su familia y fue allá en donde incursionó -después de un intento fallido por estudiar en el Colegio Militar como sus hermanos- en el mundo del arte. Después de hacer estudios en la Academia de San Carlos, continuó con su formación en Alemania; a su regreso impartió clases en San Carlos y ahí fue maestro de los zacatecanos Francisco Goitia y Severo Amador. Permaneció en la CDMX unos cuantos años más, pues su espíritu viajero lo llevó, en 1904, a conseguir apoyo por parte de gobierno federal para realizar una estancia en París. En Francia vivió los últimos tres años de su vida; al morir, en 1907, sus restos mortales fueron sepultados en el Cementerio de Montparnasse, lugar en el que se encuentran todavía. Ahí se encuentra, compartiendo ese espacio junto con los restos del expresidente Porfirio Díaz -quien le otorgara la pensión para que radicara a la Ciudad Luz- y más recientemente con los del escritor Carlos Fuentes, entre otros. Julio Ruelas tuvo pocas exposiciones individuales en el país, pero sí se encuentra el registro de su participación en varias muestras colectivas; asimismo, su trabajo fue conocido so-

bre todo por su colaboración en la Revista Moderna, como ilustrador y como director artístico hasta el final de sus días. 39 años después de su muerte, en 1946, se inauguró en Zacatecas la “Exposición Nacional Julio Ruelas” organizada por el Instituto de Ciencias en Zacatecas, fue la primera vez que se le hizo un homenaje a este artista migrante exhibiendo su trabajo en la tierra que lo vio nacer. En 1978 parte de su obra llegaría al Museo Francisco Goitia, lugar en el que se exhibe actualmente; otra parte importante está bajo el resguardo del MUNAL, en el Museo del Estanquillo y en colecciones particulares. Ya entrado este siglo, en marzo de 2015, se llevó a cabo la segunda exposición individual de este artista en Zacatecas dentro de las actividades del extinto Festival Todo sobre Ruelas, organizado por la Casa Municipal de Cultura. Debo decir también que en los muros del Congreso del Estado está su nombre con letras doradas, junto con otros zacatecanos distinguidos, pero fuera de eso y de una mal lograda escultura -que se encuentra en la Alameda y en la que hay una placa con su nombre y el distintivo de “ilustrador”-, además del taller que lleva su nombre, desde mi punto de vista hace falta revalorar la obra de uno de los artistas plásticos mexicanos más importantes de finales del siglo XIX y principios del XX. Una idea para empezar sería realizar todo un proyecto de revaloración y redignificación del espacio del taller que lleva su nombre en nuestra ciudad; eso estaba en mente de Alejandro Nava al proponer que se hiciera un patronato independiente para tal efecto, pero su repentina muerte truncó esa iniciativa que puede ahora retomarse con ayuda de Gobierno del Estado y de la iniciativa privada. Otra, sería nombrar el año 2020 como “Año de Julio Ruelas”, de la misma forma, que en homenaje a aniversarios importantes de otros artistas zacatecanos, se ha hecho en años anteriores. Hacerlo redundaría en una serie de actividades en las que todos podemos participar. Veamos qué dicen los diputados de la legislatura actual. Que disfrute su lectura.

Contenido Regresar a Twain Por Mauricio Flores

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La madera y el adobe en la arquitectura de La Quemada [El caso de El Cuartel] Por Luis Felipe Castañeda Romero

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Una gargantilla tierna es lo que amor digo que crece. Las llanuras del sol: arroyos de leche, de Óscar Édgar López Por Jonatan Frías

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The last black man in San Francisco de Joe Talbot Por Adolfo Nuñez J.

Desayuno en Tiffany’s, mon ku La izquierda en el cine mexicano del siglo XX [Séptima parte: La decadencia del cine mexicano y los años 60] Por Xavier Robles El asalto Por Edgar Khonde Un lugar en la memoria Por Pilar Alba

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Sempiternos Por Alexander Tadéuz

Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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Regresar a Twain 6 Por Mauricio Flores* Los libros son los espíritus liberados de los hombres, y se les debería conceder un cielo de luz y gracia, y un confort lleno de armonía […]. Mark Twain

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arran que Mark Twain, al igual que Faulkner, Hemingway, Carver y tantos otros escritores norteamericanos, era una persona adicta al alcohol. Lo suyo era una inquebrantable entrega a sus apuestas. La bebida, es cierto, pero también el hecho literario: publicar, promover, divulgar y especialmente escribir. En su haber, diríase también en su descarga a esa debilidad ante el torrente de los goces mundanos, legó al mundo una obra narrativa de indiscutible excelencia. Inserto mayormente en el canon de la literatura infantil y juvenil, su oficio se distingue en al menos dos títulos imprescindibles, visitados una y otra vez por el lector a lo largo de los años. Quien tenga un récord básico de lecturas no dejará fuera de su listado Las aventuras de Tom Sawyer ni Las aventuras de Huckleberry Finn, libros que su autor pergeñó durante años y que a casi siglo medio de su aparición, se encuentran en las más diversas versiones en los mercados libreros de todo el mundo. Si de alguien un poquitín más avezado hablamos, ese mismo lector habrá regresado una o más ocasiones a lo que la crítica especializada definió como “una odisea disparatada, juvenil e imposible”, el viaje de unos jovencitos “en una frágil balsa por el caudaloso río Misisipi”. La “gran novela norteamericana”, Huckleberry Finn, no exenta de detracciones en definidos tiempos, y que Twain (Samuel Langhorne Clemens, 1835-1910) escribió durante unos siete años, en la década de los ochenta del siglo antepasado. Mirada retrospectiva Quizá exageraba (una personalidad cambiante la suya, como la del mismo Twain) cuando Ernest Hemingway sentenció: “Toda la literatura norteamericana moderna arranca con un libro de Mark Twain llamado Huckleberry Finn. De ahí procede toda la literatura norteamericana. No hubo nada antes ni ha habido nada bueno desde entonces”. O no, puesto que la novela representa un dentro y un afuera, mundo cerrado y abierto, la búsqueda de las respuestas a las mayores preguntas desde lo inmediato y pequeño. “Una mirada retrospectiva a la república desde la perspectiva del Oeste”, sostuvo el otro gran novelista F. Scott Fitzgerald. A quien desee (re) encontrarse con esta novela, aunque también con su entorno universal, bien le haría hacerse de la nueva edición anotada, con introducción, notas y bibliografía de Michael Patrick Hearn y las ilustraciones originales de Kemble, que la editorial Akal recién lanzó en el mercado hispanoamericano. Se trata de una obra panorámica que al tiempo que recupera el texto original de Huc-

Tesoros nacionales Preso de “violentos cambios de humor durante toda su vida”, Mark Twain murió en 1910, rico, dejando a su hija Clara una herencia mayor al millón de dólares. Los antes “vilipendiados” Tom Sawyer y “Huckleberry Finn se convirtieron paulatinamente en “tesoros nacionales, los equivalentes en la ficción a la Declaración de Independencia y a la Proclamación de la Emancipación”. La misma Clara escribió: “La contemplación de la injusticia del mundo, tanto si la cometía un individuo contra otro, como si la cometía un país contra otro, fue gradualmente modificando su capacidad para disfrutar del lado bueno de la vida, y se fue volviendo cada vez más melancólico, hasta que su voz se convirtió en un lamento por los males del mundo”. Con esta nueva edición de Huckleberry Finn, un panorama completo de su fructífero derrotero, nadie deberá de quedar fuera de ese conglomerado de lectores, ¿cuántos millones en realidad?, dispuestos a acompañar las experiencias vitales de sus personajes.

*** Ilustraciones: Portada original de la obra (c. 1885) Mark Twain. Frontispicio The Galery (c. 1870). Biblioteca del Congreso

kleberry Finn, devela al lector cada uno de los ingredientes que rodearon su escritura y del mismo autor, con el añadido de estar profusamente ilustrada, y recuperando las viñetas de la edición original, en 1885.

En esta versión de la novela sabemos del prestigio antes obtenido por el autor con Tom Sawyer, y que sin duda sirvió para apuntalar la nueva obra. Y que sin embargo ser el mismo Twain un importante editor, dejó escapar a

Mark Twain, Huckleberry Finn. Edición anotada, con Introducción, Notas y Bibliografía de Michael Patrick Hearn e Ilustrado por E. W. Kemble, Akal, España, 2019, 520 pp. * @mauflos

Op. Cit

otros impresores. Los editores (Charles L. Webster and Company), precisa Michael Patrick Hearn, lanzaron una primera edición de 30 mil ejemplares y, ante el interés despertado, una nueva entrega de 10 mil solo un mes después. “Un libro para jóvenes y mayores, ricos y pobres”, se ofertaba. En veredicto del editor, la novela se presentaba como “las aventuras de Huckleberry Finn, Tom Sawyer y un negro llamado Jim, quienes en sus viajes se tropiezan con dos vagabundos que se dedican a engañar a los habitantes de los distintos pueblos que atraviesan, haciéndose pasar por misioneros, por defensores de la abstinencia o cualquier otro pretexto que les permita ganar fácilmente un dólar de manera deshonesta”. Una vez en circulación, el libro comenzó a construirse un ancho camino, aún abierto tantos años después. Muchos destacaron sus partes, como T. S. Eliot, quien no pudo leerla sino hasta adulto. “Sospecho que el temor por parte de mis padres a que me aficionara prematuramente al tabaco, y quizá a otros hábitos del héroe de la historia, hizo que mantuvieran el libro fuera de mi alcance”, escribió el inglés. También Borges, quien sorteando polémicas vindicó Huckleberry Finn: “no es ni una parodia ni una tragedia: es simplemente un libro feliz”.


Ollin: Memoria en Movimiento

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/// Vista nocturna del Cuartel. Foto Juan Carlos Basabe.

La madera y el adobe en la arquitectura de La Quemada [El caso de El Cuartel]

6 Por Luis Felipe Castañeda Romero*

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l Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) además de la investigación y difusión, tiene como misión la conservación de las zonas arqueológicas del país, las cuales suman 192 abiertas al público. En la Zona de Monumentos Arqueológicos La Quemada, ubicada a pocos kilómetros de Villanueva, Zacatecas, se atienden bajo la coordinación del Mtro. Carlos A. Torreblanca Padilla, las diferentes necesidades que presentan tanto los monumentos edificados como su entorno. Este año se intervinieron algunas unidades del complejo residencial de elite que

/// Fig. 1 y 2: Vista aérea hacia el norte que muestra el complejo arquitectónico que se despliega en torno a El Cuartel, erigido en la ladera sureste del cerro sagrado (1). Vista aérea en planta de El Cuartel donde se exhibe la agrupación de recintos y patios (2). Imagen: Juan Carlos Basabe / C. INAH Zac.

el arqueólogo español Pedro Armillas llamó El Cuartel. Se trata de un espacio de carácter doméstico edificado en un lugar especial dentro de la traza urbana de la ciudad prehispánica, ya que colinda con la plazuela circular del Osario y está flanqueado

/// Fig. 3: Vista aérea de las unidades A y B ubicadas en el sector norte de El Cuartel. Imagen: Juan Carlos Basabe / C. INAH Zac.


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los niveles de los paramentos de piedra laja, pero al ser el adobe por naturaleza de carácter perecedero, en determinadas condiciones ambientales, no es posible observarlo tan fácilmente al visitar la zona arqueológica, pues se conserva semi-sepultado, además de que representa un reto en términos de conservación, lo que dificulta la liberación y exposición pública de este tipo de arquitectura. En la unidad A, se cuenta con vestigios de arquitectura de tierra. Se trata de un muro de adobe construido presumiblemente en el último periodo de ocupación del sitio3, y al parecer, sirvió para cancelar el acceso por el extremo norte, desde donde se podía ingresar bajando unos peldaños de adobe y piedra que fueron descubiertos hace un par de años. Esta escalinata va remetida en el cuerpo de la plataforma y al momento se han liberado seis peldaños, ya que no ha sido totalmente excavada. En la temporada 2013 le aplicaron una capa de lodo para protegerla, la cual se había erosionado a la fecha, por lo que se volvió a consolidar aquellos peldaños que perdieron volumen para después recubrirlos, dándole un acabado adecuado y empleando algunas técnicas tradicionales de la restauración que son reversibles y no agresivas con la composición de los materiales originales del monumento [Fig. 8 y 9].

/// Fig. 8 y 9: Unidad A. Vista de la escalinata ubicada en la unidad A, antes y despues de la intervención. /// Fig. 4 y 5: Unidad B. Cimentación de columna a base de mampostería en la esquina noreste (1). Detalle del poste localizado en la oquedad de la esquina suroeste (2).

El hallazgo del puntal se dio en una de las dos oquedades exploradas en la unidad B, las cuales tienen un diámetro de 50 cm. y una profundidad que en promedio alcanza los 95 cm. (Fig. 4 y 5), en tanto que el diámetro del poste de madera, que posiblemente sea de pino, oscila entre los 31 y 35 cm. y debió tener una envergadura mínima de 3 m. a juzgar por la profundad de la oquedad y la altura de los muros que circundan el patio. La identificación de estos dos elementos, nos permite suponer que en las esquinas restantes, aún se podrían encontrar los restos de columnas de madera que soportaron la cubierta perimetral del patio. De igual manera, en el recinto contiguo (unidad A), se observa una oquedad de cimentación al centro con igual diámetro e idéntica técnica constructiva, muy parecido al que registró el arqueólogo Marco Santos Ramírez el año 2013 en la unidad G, en donde además, se tienen indicios arquitectónicos de dos etapas constructivas. La madera fue un recurso fundamental en la arquitectura de La Quemada para la fabricación de cubiertas y soportes. Su presencia se empieza a documentar a finales del siglo XVIII con el entonces joven capitán Félix María Calleja, quien informó de la presencia de vigas de cedro, lo cual pudiera ser cierto ya que las condiciones actuales de aridez en el Valle de Malpaso no corresponden con las de la época en la cual La Quemada se encontraba en su apogeo urbanístico, con condiciones ambientales distintas, en que la naturaleza proveyó de grandes extensiones de bosques nutridos de diferentes especies arbóreas, como el cedro, encino, roble y pino, especies que es posible advertir, aunque diezmadas, en las serranías de la región. Tras el hallazgo de restos orgánicos en El Cuartel, se tomó una muestra del puntal de madera que aún conservaba la corteza, ya que el potencial que ofrece en estudios dendrocronológicos, ayuda al esclarecimiento, en la medida de lo posible, de interrogantes relacionadas con la temporalidad de la edificación -a través del carbono catorce-, así como abonar a temas ecológicos, como la reconstrucción del ambiente que impero en dicha época, identificando desde luego, las especies vegetales recuperadas [Fig. 6 y 7]. Además de los recursos maderables de los que disponían los antiguos pobladores del Valle de Malpaso para la producción de arquitectura masiva entre los s. VI y X de nuestra era, se ha documentado el uso de adobe para levantar muros o elevar

La escalinata se encontraba expuesta a los embates de diferentes agentes meteorológicos y biológicos, lo que fue generando el desprendimiento de algunas lajas y la erosión de los antiguos aplanados de barro, por lo que además de colocar una capa de sacrificio a base de tierras, cal apagada, fibras vegetales y mucilago de nopal para su preservación, se hizo un sondeo arqueológico en uno de los peldaños para conocer más de los sistemas constructivos, identificando las piezas rectangulares de adobe que después eran cubiertas por una capa de lodo y de piedra laja en el área de la huella [Fig. 10 y 11], combinándose de esta manera la mampostería con el adobe.

/// Fig. 10 y 11: Unidad A. Detalle del corte que se hizo en el primer peldaño, lo que permitió identificar dos pisos y la disposición de los adobes en la construcción de la escalinata.

Los trabajos de conservación realizados en El Cuartel han dejado ver parte de la historia constructiva y los componentes materiales de dos unidades del complejo habitacional de elite más sobresaliente de esta antigua ciudad, en donde el patio se presenta como el eje integrador del espacio doméstico. Pues los patios además de dotar de ventilación e iluminación a los recintos construidos en su derredor, también marcaron la pauta de distribución arquitectónica, debido a que forman parte de un ancestral discurso espacial mesoamericano, aunque también se registra esta conducta espacial en otras culturas, allende las distancias geográficas y diferencia contextuales que guardan con la cultura mesopotámica o la egipcia, siendo las casaspatio de la antigua ciudad griega de Delos, un claro ejemplo que se remonta al s. III y II a.C., o la Casa del Fauno en Pompeya, que fue una impresionante residencia romana, en todas ellas el patio fue un elemento nodal en la configuración del espacio. * Arqueólogo. Centro INAH Zacatecas.

/// Fig. 6 y 7: Unidad B. Toma de muestra de la columna de madera sepultada en la esquina suroeste del patio.

1 Es posible que la terraza sea otro patio con impluvio, para ello se tendría que liberar de escombro la planta en la cual yacen restos de los sillares pertenecientes a los muros perimetrales. 2 Espacio descubierto al centro de los patios que recoge el agua de lluvia. 3 Es posible que la terraza sea otro patio con impluvio, para ello se tendría que liberar de escombro la planta en la cual yacen restos de los sillares pertenecientes a los muros perimetrales. Espacio descubierto al centro de los patios que recoge el agua de lluvia. Los trabajos de liberación y restauración que se desarrollaron en la de cada de los 90´s con el arqueólogo Peter Jiménez dejaron al descubierto muros de cancelación que debieron ser parte de algunas medidas restrictivas en cuanto a la circulación y acceso entre el primer y segundo nivel.

Ollin: Memoria en Movimiento

por longas escaleras que conducen al nivel de la cancha para el Juego de Pelota y la plaza de la Pirámide Votiva [Fig. 1], lugares neurálgicos en la actividad ritual a nivel colectivo y estatal. El Cuartel se divide en varias unidades; diez recintos, dos patios, una terraza1 y pasillos o andadores [Fig. 2], y por los vestigios de vigas, terrado, columnas y escalinatas entre los escombros que fueron removidos de su interior, se ha planteado que alcanzó entre dos y tres niveles, lo que lo vuelve un complejo departamental, posiblemente multifamiliar, donde habitaran uno o varios grupos de alto nivel social. Los trabajos de restauración que se desarrollaron en este conjunto departamental se enfocaron en las unidades A y B, la primera corresponde a un recinto y la segunda a un patio [Fig. 3]. En ambas unidades se identificaron problemas de humedad, disgregación de materiales constructivos y por consecuencia, la exposición de cerámica y carbón, por lo que se recuperaron los materiales arqueológicos y se acondicionó el impluvio del patio2 para canalizar los escurrimientos pluviales por el antiguo dren de desagüe, el cual fue desenzolvado. En este proceso de exploración y mantenimiento, se identificó un puntal de madera -en extraordinario estado de conservación-, sepultado en relleno de la plataforma y protegido por la mampostería que fuera unida y sellada con una mezcla de lodo y abundantes fibras vegetales.


Libros

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Una gargantilla tierna es lo que amor digo que crece. Las llanuras del sol: arroyos de leche, de Óscar Édgar López 6 Por Jonatan Frías

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icta el lugar común que todo libro es un viaje. Sí, ¿pero un viaje a dónde? No todos los lugares nos resultan placenteros, incluso dentro de una sana subjetividad. Para una persona que añora el asfalto y el ruido, ir, por ejemplo, a Cancún, podría resultar un infierno, mientras que la histérica Ciudad de México le resultaría incluso renovadora. Esto, claro, cuando hablamos de destino, pero ¿y cuando hablamos de medio? No todos prefieren los lujos acomodaticios de una primera clase, y acaso les resulte más seductora la intriga del fondo del camión, donde no hay secreto que el baño no revele. Una gargantilla tierna es lo que amor digo que crece. Las llanuras del sol: arroyos de leche es un libro de doce cuentos en los que la realidad se ve expuesta por la fantasía. Personajes sacados de la realidad que no buscan pero encuentran, que transitan en silencio pero hacen ruido. Su anonimato les da rostro y voz a sus lectores. Insertos en un contexto que nos es común a todos, aunque la mayoría de las ocasiones prefiramos mirar a otro lado, se ven obligados, los personajes, a mirarse de frente: no hay salida posible y acaso tampoco haya redención. Tampoco hay artificio, Óscar Édgar sabe de lo que habla. Dicho de otro modo: escribe de lo que conoce. Más que escritura, es retrato descarnado. Se deja seducir por los bajos fondos porque los encuentra apasionantes, dispuestos. Son escenarios que son posi-

bilidades, sí, pero no cede ante la tentación de las ciudades desbordadas. Ciudades cuya propia condición favorece el callejón oscuro y el rincón perdido. No, Óscar Édgar acude a las pequeñas urbes en crecimiento, esas donde todo el mundo se conoce y es más difícil ser otro. Si muchos de los personajes surgen de

personas reales, los escenarios no pueden ser artificiales. Mirar al abismo de frente requiere entereza y valor. Hay que saber sostenerle la mirada cuando este la devuelve emponzoñada y transfigurada. “De la prosa se pude afirmar todo lo que se afirma del cuerpo. Así, hay prosas estreñidas,

prosas sueltas, prosas hipertensas, prosas alérgicas, prosas jóvenes, viejas, cojas, mancas, prosas calvas, prosas con sida, con sífilis, con ladillas, incluso prosas inguinales”, dice Juan José Millás en su última novela, La vida a ratos. Si tuviera que elegir un tipo de prosa para definir a Óscar Édgar López, tendría que decir que es una prosa joven y, por tanto, potente; es irreverente y provoca: revela. Pero, a diferencia de la juventud, que suele ser precoz por ansiedad, la prosa de Óscar también es paciente: no se anticipa; tiene ritmo y temperatura: sabe cuándo tensar la cuerda. Son cuentos cortos como un golpe a la cara. Si en el primer párrafo no quedas atrapado, pásalo a alguien más, dice Óscar con firmeza. Son cortos porque “la época actual es vertiginosa, el lector tiene menos tiempo, así que el escritor tiene que provocar, seducir y erotizar al lector en menos tiempo que en otras épocas, el relato breve y la mini ficción son géneros posmodernos venidos de la prisa y el ritmo convulso de nuestros días en el siglo XXI”. Una gargantilla tierna... es un viaje, sí, pero un viaje a zonas más oscuras que las que uno acostumbra todos los días, envueltos en la rutina del trabajo y ciertamente no es un viaje cómodo. Cuentos en los que la fantasía irrumpe no para doblar la realidad, sino para potenciarla, para llevarla paradójicamente a una orilla más cercana, más reconocible. En ese sentido, este libro de editado por Texere Editores, más que ruta, es faro, es puerto, es punto de llegada para sus lectores.

The last black man in San Francisco de Joe Talbot Cine

6 Por Adolfo Nuñez J.

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n la ópera prima de Joe Talbot, The last black man in San Francisco (2019), se narran dos historias: la de una ciudad en constante cambio y la de dos amigos que quieren escapar de ella, aunque al mismo tiempo buscan reclamarla como propia. Protagonizada y co-escrita por Jimmie Fails, es una historia íntima y personal, casi biográfica y llena de significado. Jimmie (Fails) y Mont (Jonathan Majors) comparten una amistad profunda y fraternal al ser individuos tanto iguales como opuestos. Jimmie practica skate, tiene una personalidad apasionada y está obsesionado con defender lo que llama ´su hogar´, mientras que Mont es más observador y relajado; todos los días se sienta y dibuja los rostros de las personas que ve a su alrededor, a la par de que trabaja en una obra de teatro cuyo tema central es la ciudad de San Francisco. Entre ambos existe el hábito

de visitar la antigua casa de Jimmie, la cual fue construida por su abuelo en la década de los 40’s, lugar donde los dos amigos llevan a cabo todo tipo de reparaciones, aun y cuando éstas no son aprobadas ni bien vistas por sus actuales propietarios. Siguiendo la tendencia de algunos filmes recientes, mientras Tablot nos introduce en la vida y las rutinas diarias de este singular dúo, también aborda diversas temáticas que están relacionadas con la gentrificación en el área de la Bahía de San Francisco, enfocándose en los efectos que tiene en términos raciales y políticos. Al igual que en el filme Blindspotting (2018) de Carlos López Estrada, aquí se analizan los conflictos de la masculinidad en torno a los lugares de origen, y cómo éstos influyen en la identidad de un individuo. Dichos conflictos son caracterizados por un grupo de personajes secundarios que todo el tiempo se encuentran en la calle donde Mont vive, y que sirven a ma-

nera de espejo en las motivaciones de Jimmie, así como para desarrollar una subtrama en segundo plano, centrada en las consecuencias de la violencia entre hombres que buscan defender su masculinidad y el lugar de donde provienen. Talbot se enfoca en los vínculos familiares y en las pequeñas historias que esconde cada lugar y que pierden su identidad conforme estos espacios son modernizados y reconstruidos. Mientras la historia avanza, en el filme se hace alusión a las diversas áreas deterioradas de la ciudad, así como a las comunidades y minorías que las llegaron a habitar pero que fueron desalojadas al mismo tiempo que las calles y los edificios se comenzaron a urbanizar. Con todo, The last black man in San Francisco no es un filme de crítica o denuncia. Es, ante todo, una emotiva y conmovedora historia de amistad repleta de humor, que al mismo tiempo homenajea y dignifica a una comunidad que poco a poco va desapareciendo. Prueba de ello

es la delicada atención en la cinematografía de Adam Newport-Berra, que retrata con enorme sensibilidad las ventanas, tejados, puentes y callejones inclinados de una San Francisco en transición constante. Mientras nos cuenta la historia de una ciudad entera, el realizador también hace un estudio de carácter, cuyo protagonista y la búsqueda de lo que él considera como su hogar, sirven como una elegía sobre el amor y las frustraciones que experimentamos por los lugares donde crecimos y que terminan por determinar quiénes somos.


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Desayuno en Tiffany’s, mon ku

La izquierda en el cine mexicano del siglo XX [Séptima parte: La decadencia del cine mexicano y los años 60]1 La decadencia del cine mexicano Hacia los años 50’s, ya la burguesía mexicana se había consolidado en el poder, con el régimen de Miguel Alemán y posteriormente con el de Ruiz Cortines. El nacionalismo mexicano estaba cediendo paso a una industria cinematográfica floreciente que ahora no tenía empacho en filmar toda clase de melodramas y comedias sin mayor propósito que el entretenimiento de una clase trabajadora que estaba férreamente controlada por la Confederación de Trabajadores Mexicanos (CTM), la Confederación Nacional Campesina (CNC) y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares (CNOP), firmes puntales del Partido Revolucionario Institucional (PRI), que estaba en su apogeo y mostraba todo su poder, sofocando rápidamente cualquier tipo de disidencia política. Se comentaba públicamente que la revolución se había bajado del caballo y lo importante para el régimen era apuntalar una burguesía industrial que abría nuevas fuentes de trabajo. El pueblo estaba, en términos generales, satisfecho con esos logros, que incluían la seguridad social y una nación que progresaba en todos los ámbitos; que tenía estabilidad económica y una política diplomática de la que se estaba orgulloso. Éramos, en síntesis, una especie de hermanos mayores de los países de América Latina y se hablaba en todos los periódicos del mundo como una nación en desarrollo que había emergido de una revolución social, la primera en el mundo. Fue entonces que el cine dejó de ser importante para la clase en el poder, excepto como instrumento mediatizador y de enajenación. Entonces vino la decadencia. Se filmaron muchos “churros” en los que destacaron algunos cómicos importantes como Tintán o Cantinflas; continuó el culto por los actores y actrices mejor pagados como Dolores del Río, María Félix, Pedro Armendáriz, Arturo de Córdova y otros; surgieron nuevos charros cantantes como Antonio Aguilar o Javier Solís; compositores de renombre como José Alfredo Jiménez; rumberas como Ninón Sevilla, María Antonieta Pons, Rosa Carmina o Tongolele; luchadores del ring famosos como El Santo y otros; en fin, el cine mexicano estaba totalmente delimitado por la comedia popular, la comedia urbana, la comedia campirana y en todo momento y lugar más melodramas. El cine mexicano entraba en su decadencia cultural e intelectual y no tenía más objetivo que una política de consumo y la fetichización del propio cine. Los años 60 Con el arribo de Adolfo López Mateos a la presidencia de la República, se materializó una profunda inquietud que ya se había manifestado desde principios de la década con el movimiento henriquista y con la caravana de los mineros de Nueva Rosita. En 1958, mismo año en que López Mateos asume el poder, estalló el vigoroso movimiento ferrocarrilero, y en 1962

cos de cine que rechazaron en términos general el producto industrial cinematográfico mexicano, en el que destacan el cine de luchadores, el de Mauricio Garcés, las comedias de Viruta y Capulina, y las del Piporro. Estos críticos, a diferencia de sus antecesores, no se sentían obligados a defender al cine mexicano y más bien se sentían identificados con el cine europeo y algunos referentes del cine hollywoodense. Por su parte, la distribución y exhibición agresiva del cine hollywoodense puso en nuestras pantallas otro tipo de producto, que era más del gusto de las clases medias. Los cinéfilos más avanzados, por su parte, preferían el cine europeo, concretamente el neorrealismo italiano, y el cine de las nuevas olas francesa e inglesa. El cine soviético y de los países socialistas también se lograba en las pantallas mexicanas, aunque en circuitos más restringidos, y entre todos estos nuevos productos cinematográficos sorprendían al mundo las películas de Ingmar Bergman. Transcribo a continuación un fragmento del texto “Los años del cine independiente”, sin firma, publicado en Internet: La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) inició en los años sesenta un importante movimiento en favor del cine de calidad. La UNAM fue pionera en la creación de cineclubes en México y en 1963 fundó el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), primera escuela oficial de cine en nuestro país. Dentro de ese panorama, surgió en México una importante corriente de cine independiente, cuyo primer antecedente había sido la experiencia de Raíces (1953). Un grupo de jóvenes críticos mexicanos y españoles -siguiendo un poco el ejemplo de sus colegas franceses- iniciaron este movimiento con la filmación de En el balcón vacío (1961) de Jomi García Ascot. La filmación de En el balcón vacío (1961) alentó la celebración, en 1965, del Primer Concurso de Cine Experimental de largometraje, convocado por la industria cinematográfica. De este concurso y del segundo, celebrado en 1967, surgieron directores como Alberto Isaac, Juan Ibáñez, Carlos Enrique Taboada y Sergio Véjar, quienes desarrollarían parte importante de su carrera en los años setenta y ochenta. En el balcón vacío (1961), de Jomi García Ascot, es una película que no contó con muchos recursos, pero sí con el vigor y la originalidad de un cineasta que se refirió de manera muy conmovedora al exilio español desde la perspectiva infantil. Tanto por su forma, como por su contenido, puede y debe ser considerado el primer filme de los nuevos tiempos y desde luego, también, una película motivada por una ideología de izquierda.

/// En el balcón vacío (1961), de Jomi García Ascot.

/// Fotograma de la película ‘El rey del barrio’ (1950), con Tintán.

fue asesinado el dirigente campesino Rubén Jaramillo con toda su familia, en Xochicalco. El gobierno de Díaz Ordaz fue recibido primero con el importante movimiento médico de 1965, y también en ese año con el alzamiento de la guerrilla chihuahuense que intentó la toma de Madera, y asaltaron al cuartel militar de esa

población con la intención de provocar un alzamiento nacional popular. Se gestaba el trascendente movimiento estudiantil-popular de 1968, que desembocaría en el genocidio de Tlatelolco, el 2 de octubre. Paralelamente, a principios de los años 60 surge en México una nueva generación de críti-

1 Séptima entrega de la serie de textos escritos y facilitados por el escritor de libros cinematográficos, Xavier Robles (Rojo amanecer, 1989; Los motivos de luz, 1986). Robles, siempre comprometido con los movimientos sociales de izquierda en México, nos comparte los ensayos que esperamos aporten reflexión sobre el cine. Nota de Carlos Belmonte Grey. Continúa en el siguiente número de La Gualdra.

Cine

6 Por Xavier Robles


8

LA GUALDRA NO. 408 // 11 DE NOVIEMBRE DE 2019

El asalto A

Río de Palabras

6 Por Edgar Khonde

/// El artista zacatecano Tracisio Pereyra (1953-2018) hubiera cumplido 66 años este 13 de noviembre. Así lo recordamos en La Gualdra. Foto de Comunicación Social del IZC.

6 Por Pilar Alba

H

ay un lugar en mi memoria que tengo lleno de recuerdos. Son recuerdos de todo aquello que he querido, de lo que me ha salido bien, de lo que me hace reír o llorar pero de ternura y alegría. Si le permitiera entrar a alguien, ahí encontraría por ejemplo la primera carta de mi abuela, una foto donde estoy sobre un burrito gris con un sombrero de palma o la catarina con piedras

6 Por Alexander Tadéuz

C

uando Dios hubo terminado el universo, creó el tiempo, prominente y robusto, de zarpas nervudas y afiladas. Todo se doblegaba a su paso, lo único que escapaba a su vórtice era Dios mismo, que lo había

lguien me lo contó en la barra de una cantina, tal vez haya sido el mismo cantinero o algún feligrés que asistía cotidiano al trago de mediodía. Más o menos escuché lo siguiente: eran las cuatro de la tarde cuando una banda de tres maleantes se aproximaron a la librería e inmediatamente que entraron sacaron armas largas. En el mostrador de la librería había un mozo y en el resto nadie. Regularmente ese lugar estaba desierto, nadie se acercaba salvo cuando había algún evento y regalaban tragos y bocadillos. Ni siquiera los ladrones de libros solían acudir al negocio, porque o bien no les interesaba o les daba lástima. El contador de la historia se interrumpió para hacernos saber que él a veces la visitaba para buscar algún regalo, que los libros eran baratos y podían pasar por antigüedades valiosas, que no lo eran, pero eso ninguno de los destinatarios lo sabía y que se mostraban agradecidos cuando se los regalaba. Nadie va a despreciar un libro en público porque no quiere que lo consideren inculto. Uno de los maleantes se apostó en la puerta, el segundo recorrió los pasillos y el tercero se encargó de vigilar al mozo. Cuando el primero y el segundo dijeron que estaba todo despejado, el tercero le ordenó al chico que le entregara el efectivo de la caja. El chico se atrevió a decir que le parecía una estupidez, que no tenía un centavo, que tenía lo que traía suyo en la bolsa. El tercero le dijo que apagara el circuito cerrado, el chico dijo que no había cámaras. Le ordenó que levantara las manos, el chico se hizo hacia atrás y acató la orden. El segundo se acercó al mostrador, husmeó en la caja y asintió que no había nada. El primero ordenó: dile que haga la llamada. El tercero le dijo al pibe que llamara a la policía. Insistió una vez más apuntándole al chico. Llamó, informó de lo sucedido, dijo que los ladrones todavía estaban en el interior de la librería, que uno le apuntaba. Cuando el comisario colgó pensó que era una broma pero que aun así iría él mismo para darle un escarmiento al bromista. Los maleantes entraron a las cuatro, la policía llegó rumbo a las seis a pesar de que la distancia entre comisaría y librería se hacía a pie en veinte minutos, el comisario arribó en auto. Para cuando primero, segundo y tercero rindieron sus declaraciones dijeron que querían demostrar que sí se podía asaltar una librería a punta de pistola, que sí se podía ir preso por robar un libro, que ellos habían leído un libro titulado Los ladrones y que querían demostrar lo contrario. Decían que estaban contentos con los titulares “Peligrosa banda armada hasta los dientes, asalta una librería”. Habían roto con la tesis del autor de dicho libro.

Un lugar en la memoria brillantes que me dio mi otra abuela. Habitan también otros objetos que no tienen explicación, pero ahí están porque con su recuerdo me emocionan: una taza sin oreja, un lápiz mordisqueado, un par de piedras de río, un guante sin su par, un frasco de agua de la-

vanda, un morral azul y una cartera roja. Son recuerdos que como ya dije me reconfortan. Metidos en ese lugar de mi memoria puedo ir a ellos cuando me siento cansada, cuando me arrecia la tristeza. Cuando me harto de tanta violencia: desapariciones, muertes,

Sempiternos creado para tener compañía eterna. Dios ideó un medio de alimentación para tan magnánima bestia, un medio

capaz de regenerarse, para que el alimento no faltara nunca. Fue así como Dios creó a los humanos.

suicidios, ajustes de cuentas. Esos recuerdos los pongo inmediatamente en otro lugar en donde debe habitar el olvido. Desgraciadamente, en los últimos tiempos, se ha ido desbordando, amenazando con invadir el otro sitio de mi memoria.

*Nació en Zirándaro, Gro., 1990. Estudió la carrera en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Autónoma de Guerrero, es autor del libro Cuentos Flamables (Premio Estatal de Cuento María Luisa Ocampo 2018), ganador del VIII Premio Estatal de Cuento Joven 2019.


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