La Gualdra 409

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 409 /// 19 DE NOVIEMBRE DE 2019 /// AÑO 9

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Subir escaleras. Ilustración de Manuel Arturo Castrejón (Pixel C.R.), para el libro Vacalao, de Armando Salgado.

“En Vacalao -publicado por el Fondo Editorial del Estado de México en 2018- se recrea ese lenguaje que en su sencillez estriba su profundidad y el desafío que compromete a discernir su poesía, de interpretarla agudizando todos los sentidos, la sensibilidad que sólo se puede experimentar cuando se ha vivido un complejo y lácteo proceso de metamorfosis: de niño, a becerro, a bacalao, a vaca y a poeta (a quien, de joven por tomar leche, le salieron espinillas). Es una guía cultural, un mapamundi poético, una hoja de navegación que nos lleva por un recorrido que roba a la nostalgia las memorias del Puente de las Artes en París, la mirada desde el río Sena, un suspiro a la Torre Eiffel”. Julio César Leyva Ruiz

[Más sobre el libro Vacalao, de Armando Salgado, en páginas centrales]


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La Gualdra No. 409

Editorial

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prácticamente a pocas semanas de cerrar el año la UAZ tiene aún varias actividades artísticas y culturales programadas para las siguientes semanas que compartimos a continuación. Este martes 19 de noviembre se presenta José Antonio Mac Gregor en la sala audiovisual del tercer piso de la Biblioteca Central de la Universidad Autónoma de Zacatecas, impartiendo el curso Gestión Cultural para el Desarrollo Comunitario; este curso está organizado por el Área de Arte y Cultura, la Unidad Académica de Artes y el CA-UAZ-193 de la universidad, gracias a las gestiones de la maestra Claudia Torres. El curso es cupo limitado y tendrá un horario de 10:00 a 13:00 Hrs. Mac Gregor es Licenciado en Antropología Social y Maestro en Desarrollo Rural por la UAM. Obtuvo el premio Nacional de Antropología Social “Fray Bernardino 1985”, otorgado por el INAH. Ha sido docente de la UIA, UAQ, UPN y de la Universidad Autónoma de Chapingo. Ha impartido múltiples conferencias, cursos y talleres a nivel nacional y en países como Nicaragua, Guatemala, Honduras, Costa Rica, El Salvador, Cuba, Estados Unidos, Colombia y Bolivia. Ha publicado diversos artículos en revistas y libros especializados, particularmente sobre temas vinculados a Identidad y Cultura, Promoción Cultural Comunitaria y Culturas Populares. Es promotor cultural desde 1974 y fue Director de Capacitación Cultural de la Dirección General de Vinculación Cultural de CONACULTA, en ese tiempo, hace algunos años, visitaba frecuentemente Zacatecas porque coordinaba también un Diplomado en Gestión Cultural -organizado por el Instituto Zacatecano de Cultura, la Universidad Autónoma de Zacatecas y CONACULTA-, desde entonces, el vínculo con Zacatecas creció y el respeto y admiración por su trabajo fueron ganados a pulso en esta ciudad. Si usted tiene oportunidad de asistir al curso, hágalo, conocer de las múltiples opciones existentes para el desarrollo comunitario es de gran importancia, sobre todo en estos tiempos de recortes presupuestales y austeridad. Antes de que finalice este mes, el 25 de noviembre, se dará a conocer el nombre del ganador del Premio Nacional de Poesía Ramón López Velarde organizado por la Universidad Autónoma de Zacatecas con la coordinación del poeta José

de Jesús Sampedro. Asimismo, el 2 de diciembre, se dará a conocer el ganador del poeta que por su trayectoria se hará merecedor del Premio Internacional de Poesía que lleva también el nombre del poeta jerezano. Ambos premios serán otorgados durante el Festival Internacional de Poesía que este año se llevará a cabo del 4 al 7 de diciembre. El 25 de noviembre la Universidad Autónoma de Zacatecas otorgará el Doctorado Honoris Causa al artista originario de Ojocaliente Ismael Guardado, quien apenas el mes de mayo pasado fuera nombrado Hijo Predilecto de Zacates por la Legislatura actual. Esta muy merecida distinción será otorgada en el marco de la celebración de los 50 años de una de las obras públicas más emblemáticas del artista y de la universidad: El Prometeo, que desde el año de 1969 fuera colocado en uno de los muros de la Escuela de Derecho. Mucho hay que decir de la trayectoria de Ismael Guardado, quien iniciara su carrera artística desde muy temprana edad y realizara sus estudios en la Academia de San Carlos gracias al apoyo constante de su familia. En 1964 expuso por primera vez en el Teatro Fernando Calderón; 55 años después, la semana pasada, se inauguró en el mismo lugar una exposición de obra reciente de su autoría y se encuentra en exhibición actualmente. Grabado, pintura, escultura, dibujo, instalación, cerámica y música ha realizado durante más de cinco décadas con la misma pasión que desde el primer día; ésa es una de las características más loables del oriundo de Ojocaliente, quien además no deja de experimentar con nuevas técnicas, no se conforma con lo que los años le han enseñado y no ha dejado, además, de compartir lo que sabe con los demás. Ha sido fundador de talleres de grabado en Aguascalientes, donador de dos prensas de grabado para el taller Julio Ruelas de esta ciudad, fue también uno de los fundadores del grupo Huairapamushca de la UAZ en la década de los 70, y durante su juventud incursionó en teatro y en cine experimental y la música ha sido su compañera más fiel durante toda su vida. Felicidades a Ismael Guardado y felicidades también a la universidad por este tipo de iniciativas. Que disfrute su lectura.

Directorio

Contenido

La izquierda en el cine mexicano del siglo XX [Octava parte: La verdadera época de oro del cine mexicano] Por Xavier Robles

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Geografías de leche: Vacalao, de Armando Salgado Por Julio César Leyva Ruiz

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La tenacidad de la escritura del poeta David Huerta Por Rafael Calderón

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The Farewell, de Lulu Wang: la familia ante todo Por Adolfo Núñez J. Cielo Por Edgar Khonde

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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19 DE NOVIEMBRE DE 2019

La izquierda en el cine mexicano del siglo XX [Octava parte: La verdadera época de oro del cine mexicano]1

Cine

/// Canoa (1975), de Felipe Cazals.

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/// El grito (1968), dirigida por Leobardo López Aretche.

Por Xavier Robles

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n 1966 Juan Ibáñez filmó Los caifanes, un melodrama interesante que mostró la vida nocturna de la Ciudad de México de la época, frecuentada por un grupo de personajes de barrio; filme que contó con la aparición de algunas personalidades de la vida intelectual y artística de México. Sin embargo, los protagonistas de la cinta seguían siendo dos jóvenes pequeño burgueses, que mostraban cierta simpatía por los caifanes del título, pero que no parecían conscientes de la lucha de clases, tema que quedó esbozado sólo de manera sentimental y subjetiva. Juan Ibáñez pudo haber dado el gran salto, el rompimiento definitivo con una película que marcara nuevos rumbos al cine nacional, pero se quedó sólo en el intento, en las buenas intenciones, empeoradas por el hecho de haber escogido al melodrama como género dramático que sustentó el desarrollo de las acciones de los personajes. De todas maneras se hizo evidente que el cine industrial mexicano requería nuevos caminos, nuevos derroteros que trajeran de nuevo el público hacia nuestras pantallas. Para esto, se estaba produciendo una verdadera revolución cultural en todo el mundo y en los diversos medios artísticos, desde la música hasta el cine, pasando por el teatro, la danza y otras expresiones del arte y la cultura mundiales. En estas circunstancias, se produjo el Movimiento Estudiantil-Popular de 1968, que rompió moldes y tabúes en importantes aspectos de la vida social y cultural en México, y todo lo anterior parecía obsoleto y viejo ya. Una generación de nuevos cineastas también se venía formando y preparando en Francia, en Polonia y en la Unión Soviética. El propio Movimiento Estudiantil-Popular de 1968 aportó en ese año una película trascendente en muchos sentidos: El grito, dirigida por Leobardo López Aretche, en la que participaron colectivamente las primeras generaciones de egresados del CUEC, que había comenzado a dar clases en 1964. Este importantísimo documento y testimonio narra diversos momentos del Movimiento, culmina con la represión genocida de Tlatelolco y fue censurado por las autoridades. La ficha técnica es significativa. Textos: Oriana Fallaci y Consejo Nacional de Huelga; asistente de dirección: Alfredo Joskowicz; producción: José Rovirosa; fotografía: el propio Leobardo, Roberto Sánchez, José Rovirosa, Alfredo Joskowicz, Francisco Bojórquez, Jorge de la Rosa, León Chávez, Francisco Gaytán, Raúl Kamffer, Jaime Ponce, Federico Villegas, Arturo de la Rosa, Carlos Cuenca, Guillermo Díaz Palafox, Fernando Ladrón de Guevara, Juan Mora Catlett, Sergio Valdez y

/// El principio (1973), de Gonzalo Martínez.

Federico Weingartshofer; montaje: Ramón Aupart; sonido: Rodolfo Sánchez Alvarado; grabación: Paul Leduc, Raúl Kamffer y Rafael Castanedo; regrabación: Salvador Topete; música: canciones de Óscar Chávez. Muchos de estos nombres resultarán años después muy conocidos por los cinéfilos mexicanos. Consecuencia de todos estos factores, fue el exitoso estreno de dos películas mexicanas que marcaron esos nuevos rumbos al cine que ya reclamaba la gente: El principio (1973), de Gonzalo Martínez, escrita por él mismo; y Canoa (1975), de Felipe Cazals, escrita por Tomás Pérez Turrent; dos filmes que sin duda deben ser considerados fundamentales para el cine mexicano, y para la izquierda contemporánea del país. La primera de ellas planteó la crítica del poder y del autoritarismo, con base en una historia alegórica enmarcada en los inicios de la Revolución Mexicana de 1910; la segunda narra el linchamiento de jóvenes trabajadores universitarios que son víctimas de la intolerancia, del fanatismo religioso, del clima de hostigamiento y de una feroz campaña en los medios contra el supuesto comunismo de los estudiantes de 1968. Estas cintas dieron inicio a lo que podría considerarse la verdadera época de oro de nuestra cinematografía, una época en la que los cineastas mexicanos manifestaron su predilección por temas sociales y políticos, y por dar a conocer una realidad,

a veces cruel, a veces divertida, a veces triste, siempre motivo de reflexión y de análisis, ignorada casi absolutamente en las décadas precedentes, con las notables excepciones que ya señalé. En las alturas del poder, se habían venido gestando cambios también. Luis Echeverría había relevado en la presidencia a Gustavo Díaz Ordaz (según datos documentados fehacientemente ambos fueron agentes de la CIA y fueron los principales asesinos intelectuales de la matanza de Tlatelolco, el 2 de octubre de 1968). Echeverría, megalómano incurable, tenía la pretensión de limpiar su nombre y su conducta política genocida, con una supuesta “apertura democrática” y con cambios cosméticos que cambiaran superficialmente la férrea dictadura priista de aquellos tiempos. Entonces permitió y fomentó la crítica social a través del cine y de su hermano Rodolfo Echeverría, quien había sido actor y era conocido con el seudónimo de Rodolfo Landa, y a quien había designado como principal operador del Banco Cinematográfico, institución que se encargó de financiar por parte del Estado la mayoría de las importantes películas que se produjeron en aquellos años. Desde luego, Echeverría quería convertirse en figura política internacional, acaso siguiendo instrucciones de la propia CIA y de la Casa Blanca, y en todas partes que pudo lanzó su mensaje acerca del “Tercer Mundo” que pensaba encabezar. Utilizó como vehículo propagandístico la libertad de expresión de que gozaba el cine mexicano, e impulsó el llamado “nuevo cine” por todos los festivales del mundo. Para ello necesitaba nuevos cineastas. Nuevos directores, nuevos escritores, nuevos fotógrafos y toda una generación distinta de actores e intérpretes para esas películas. Pero éstos ya estaban ahí, esperando (¿acechando?) una oportunidad para dar a conocer sus propuestas, por lo demás diferentes y enriquecedoras. Los cineastas, pues, se vieron favorecidos por esta alianza que les proponía directa e indirectamente el gobierno echeverrista. Desde luego aceptaron, de buena o de mala gana (¿tenían alternativa?), y quien se rehusó simplemente fue excluido del cine industrial, o se dedicó a filmar cine independiente, como es el caso de Óscar Menéndez, Sergio García y otros cineastas de izquierda conscientes y respetables, cuyas películas lamentablemente tenían también muchas limitaciones y carencias de todo tipo. 1 Octava entrega de la serie de textos escritos y facilitados por el escritor de libros cinematográficos, Xavier Robles (Rojo amanecer, 1989; Los motivos de luz, 1986). Robles, siempre comprometido con los movimientos sociales de izquierda en México, nos comparte los ensayos que esperamos aporten reflexión sobre el cine. Nota de Carlos Belmonte Grey. Continúa en el siguiente número de La Gualdra.


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Literatura infantil

Geografías de leche: Vacalao, de Armando Salgado t Por Julio César Leyva Ruiz

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ebo confesar que he leído y releído Vacalao, publicado por el Fondo Editorial del Estado de México en 2018. Cada vez que lo hago encuentro un sentido y una perspectiva más aguda, alternativa o complementaria. El excelso trabajo de Armando Salgado, como poeta narrador, y Manuel Arturo Castrejón (Pixel C.R.) con su poesía visual, amalgaman sus talentos en una obra única e inefable. En Vacalao se recrea ese lenguaje que en su sencillez estriba su profundidad y el desafío que compromete a discernir su poesía, de interpretarla agudizando todos los sentidos, la sensibilidad que sólo se puede experimentar cuando se ha vivido un complejo y lácteo proceso de metamorfosis: de niño, a becerro, a bacalao, a vaca y a poeta (a quien, de joven por tomar leche, le salieron espinillas). Es una guía cultural, un mapamundi poético, una hoja de navegación que nos lleva por un recorrido que roba a la nostalgia las memorias del puente de las Artes en París, la mirada desde el río Sena, un suspiro a la Torre Eiffel. En Alemania se reposa en el Cuadro de Franz Marc La vaca Amarilla, y en Inglaterra experimenta con el padre de la inmunología, Edward Jenner y sus vacunas. Pero no se detiene en la eterna Europa, también canoniza en un paseo por la India para entender cómo la misma alma puede ser carne para hamburguesa o una deidad. No hay recorrido sin regresar al mar, a las montañas al frío de Noruega, y al abrigo de los esquimales que albergan treinta tonos de blanco. El juego geográfico y gastronómico se entrelazan para comprender la grandeza de las vacas, entre el Departamento de ultramar en Martinica (Río Blanco, Blanche). España y su alfajor. Europa del este y Asia que han dado al mundo el Kéfir, el búlgaro, el yogurt. Hay un túnel del tiempo que nos transporta al origen de la cultura occidental, al Cáucaso, donde Zeus encadenó a Prometeo. Y donde Heracles realizó el quinto trabajo que implicó desviar los ríos para limpiar

/// Los colores.

/// Censo india.

los establos. Para poder escribir tantos pormenores que únicamente los rumiantes conocen, Armando Salgado tuvo que convertirse en vaca, no se entiende de otra forma. Cómo explicar lo que sucede en sus cuatro estómagos si no se hace un viaje al centro de la vaca; que los jilotes rebanados son un manjar que hasta les tuercen los ojos y que no pueden bajar escaleras; que en la india las abandonan cuando dejan de producir

leche y que gracias a las vacas hoy tenemos vacunas para la viruela. Las vacas siempre caminan hacia adelante, con paso parsimonioso, con pisadas firmes, voluntad férrea y mirada pura como la leche bronca recién ordeñada antes de salir el sol. Así el poeta tomó al tiempo por amigo, hermano, y con Cronos aprendió de los días y de los viajes a la playa. Por eso ha dejado de ver, ahora observa con la lengua. Ya no come, ahora rumia, engulle

/// Tengo dislexia.

las palabras, las mastica tantas veces hasta que se acomodan en el lugar preciso en que el lector evoca ese espacio íntimo, la casa de los abuelos donde aún las estrellas no desaparecen por la electricidad, a la merienda con mamá, al establo con papá. El libro es una esfinge a la nostalgia que evoca el pasado de una cultura que se niega a diluirse en la hiperrealidad donde la vaca es un cartón con pocas calorías y vitamina “B” que duerme en el refrigerador.


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Literatura infantil

/// Se acabó la leche.

/// Tierna tan eterna la ternera.

/// Tengo espinillas.

Vacalao levanta a la niñez en un manifiesto revolucionario contra todos los gobiernos del mundo “[…] niñas y niños: necesitamos leche verdadera y no producto lácteo con grasa vegetal… es injusto que nos quieran tomar el pelo”. Hoy nos dicen que la leche bronca es un atentado a la salud de los niños; ¡cómo pudieron sobrevivir tanta barbarie! El abuelo decía que el palomazo y la pajarera, en el rancho, eran la mejor actividad para empezar el día, el mejor cappuccino era poner café y azúcar en un vaso, para que, al ordeñar a la vaca, se mezclaran y emergiera un café espumoso. El libro tiene un cómplice, el tercio que completa el círculo, el cuarto estómago que al dar imagen visibiliza la voz rumiante, la metáfora, el símil. Técnica y tipográficamente, el poemario es de colores perfectos, la representación de las imágenes y la armonía entre

sus tonalidades convocan a contemplar las escenas por largos minutos, quizás, tomando un vaso de leche caliente. Quizás, se debe a que el autor fue una vaca que se alimentó en las tierras altas de Mato Grosso, quizás de los girasoles de van Gogh, en el florero de Corvus Suvroc: para sentir nostalgia, comprar girasoles; para mitigar la nostalgia beber un vaso de leche caliente. En este libro, Armando Salgado nos vuelve a sorprender por su sensibilidad para renombrar el mundo cotidiano de los sentidos, de transmutar ovejas en vacas, los eritrocitos en bacalaos migrantes, el miedo en aventura, la palabra en vaca, la poesía en leche, la vaca en cebras, la libertad en candados de amor mareados por el Sena, la geografía en metáfora y la hidrografía en vía láctea. Es un creador de mundos paralelos o alternos, navega por mares gélidos, brújulas con otros nortes, regiones

/// Vailar.

míticas, estrellas que se dibujan, y colores nuevos (el color vaca). Vacalao se escribió para replantear la historia, la otra historia, la no canonizada. No sé si en Poesía hay coincidencias, aureolas boreales lácteas que transportan las palabras en un círculo perene, o cómo explicar que Armando expresa “El sol jugaría a buscarnos”. Alfonso Reyes, hace décadas escribió: “No cabe duda, de niño a mí me seguía el sol”, y Emiliano, mi becerrito, a sus tres años excla-

maba: “Mamá, el sol no deja de seguirme”. Concluyo con una convocatoria que hace Armando en el libro como un manifiesto sustentable y sostenible: “Niñas y niños del mundo, adoptemos una vaca”. Niñas y niños adoptemos a Vacalao para tenerlo de compañero y liberarlo, de vez en cuando en los rincones de nuestra casa-establo. 1 Me permito compartirles que esta descripción la dedico no sólo al autor, sino a mi becerrito, a mi gatito, quien consume muchos litros de leche al mes.


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Poesía

La tenacidad de la escritura del poeta David Huerta* t Por Rafael Calderón

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a lectura de poesía en estos tiempos es como en la antigüedad: es determinada por una inmensa minoría, al celebrarla se mantiene presente, registra el nombre de estos y aquellos autores. No creo que Virgilio, por más célebre, ni Horacio, por reconocido; gozaran de grandes masas de lectores, pero hay que alegrarnos, entre esa inmensa minoría de lectores tuvieron un mecenas como Augusto, y la promueve decididamente; se comprende que había que leerla con placer y conservarla para generaciones ulteriores. Lo que sigue aquí es una aproximación a la poesía de David Huerta, pensando que la inmensa minoría de lectores prevalece para estos tiempos y, en su caso, hay que afirmarla por el verso final de Cuaderno de noviembre: “Es la tenacidad de la escritura”. Es autor de más de dieciocho títulos de poesía y sus poemas reunidos abarcan alrededor de mil setenta y tantas páginas y lleva medio siglo revelando sus enigmas. Esto lo confirma entre los de su generación porque aspiran en parte a superar clásicos de la poesía castellana y sus modelos han sido Pablo Neruda, Jorge Guillén, Juan Ramón Jiménez, Tomás Segovia, Juan Gelman, y el día de mañana, tal vez los iguale o incluso pueda que los supere por el acometido del quehacer de la poesía; es visible la influencia de la Obra poética de Octavio Paz, ejemplo del orden y de la unidad imponente. David Huerta es autor de una obra que construye con el ejemplo de éste y con el rigor de aquéllos y sigue escribiendo para alcanzar paralelo con títulos como La realidad y el deseo de Luis Cernuda y Tarde o temprano de José Emilio Pacheco. La construcción poética la convierte en un recorrido, confirma la unidad de sus aciertos, y puede que suceder como resumen apresurado. Su aparición literaria

/// David Huerta. Foto de Pascual Borzelli Iglesias.

es inaugurada con poemas que, por su estructura e intención en el título Jardín de luz es, hay que decir un volumen normal y cuatro años después sale a relucir una característica personal suya en Cuaderno de noviembre: la tenacidad de la escritura es la que confirma al escritor torrencial. Con éste registra la primera madurez de su travesía lírica; el otro momento es visible con Incurable que, de inmediato, lo reconocen como y el que evidencia que toda su vida está totalmente dedicada a la literatura. Pero antes hay que reconocer diferentes

ciclos de su recorrido y situar la primera salida de los títulos que configuran su escritura que, más tarde, consagra su lugar con su poesía reunida bajo el título La mancha en el espejo, misma que salió hace poco más de un lustro y sigue vigente y sostiene un itinerario que le permite llegar erguido a los 70 años de vida. Este título marca una presencia: desplaza o rompe imágenes. Es el título donde sucede el encuentro de la luz, el silencio relativo, con el que se sintetiza que toda su vida sucede bajo el fuego de la escritura. Ya que literariamente nació

con el movimiento del 68 y esa circunstancia determinó su condición de poeta. Es el punto de partida para destacar su estilo con el versículo largo que, por lo mismo, no deja de observar las formas clásicas en su poesía, ya sea porque la estudia o despeja dudas y sale a relucir su enorme erudición al analizarla o en sus poemas es, igualmente, una práctica. Existen autores que uno reconoce por alguna antología y a David Huerta lo ubicó por La rosa de los vientos. El puñado de poemas ahí incluidos llevan a buscar su obra; lo poemas representan un acierto y Francisco Serrano reflexiona de su acción poética: desde entonces su madurez –por lo mismo– marca esa directriz para continuar leyéndolo. La segunda imagen que determina ahí su presencia es su juicio crítico, en particular, el prólogo a la poesía de Efraín Huerta –su padre–, donde no condicionar la lectura, más bien, invita a buscar la obra y de un plumazo olvidamos al hijo para reconocer la generación de Huerta, junto con Octavio Paz y José Revueltas. Impone claridad crítica, juicios propios: pregunta, interroga, lanza posibles respuestas; invita a la leer la poesía de Efraín Huerta. Por esto, David Huerta es parte de ese registro y de esa amplia búsqueda: como reconocer su condición de poeta, llevar a cabo el encuentro con su poesía, y sucede esa visibilidad por los títulos publicados. La escritura está presente en sus expresiones que lo llaman y se convierte en referencia obligada, cuando salen a relucir ciertos títulos: sucede con Cuaderno de noviembre por ser un poema torrencial; Incurable es determinante para reconocer su madurez. Sin éstos no se puede llegar a un resumen, pero se puede leer y avanzar y reconocer su individualidad, éstos y aquéllos marcan coordenadas; surgen los otros títulos igualmente novedosos. Éstos salen al paso y se convierten en el centro de su presencia, y están llamados a permanecer como ejemplo de su huella literaria. Incurable es el poema de largo aliento que determina tanto el versículo como la unidad de los nueve capítulos. Ante todo colinda con un género anfibio como es la novela y a la vez es un poema de un lirismo penetrante. Para matizar parte de éstos hay ir al grueso de su poesía, revisarla, reconocer que despierta interés por un título abrazador como es La mancha en el espejo. Ya que entraña la realidad que late y vibra; tiene equilibrio entre lo que dice y resalta su amplia búsqueda. Es afortunado el título: la experiencia, el goce, la musicalidad que encierra y el caudal del verso larguísimo está llamado a convertirse en un río o extenderse como un lago. La mancha en el espejo permite explorar y seguir su huella. La senda del nómada no termina de decir todo lo que está expresando. La expresión verbal es notable. Su estructura es conmovedora pero admirable su realidad lírica que


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reconocer ese momento clave de su lenguaje. Éste permite ubicar el lugar que ocupa, decir y situar una parte de su biografía literaria por la densidad de sus versículos, así como reconocer su maestría conmovedora. Por su anatomía registra una estructura y por densidad de páginas es una amalgama de fuentes y expresiones, alcanza por la extensión de sus páginas a ser considerado como el ejemplo de una novela. Pero tiene registros minuciosos del lenguaje, más bien, como si fueran una fuerte identidad con el versículo y la gravedad de las palabras que señala y anota la presencia de un río abundante de imágenes. Este poema-novela

cambió el panorama de las letras mexicanas hacia los últimos años del siglo XX. Desde su apuesta conecta esa postura que nos llega de Mallarmé: la prosa no existe y este poema un tanto épico es un trazo de aquella fuerza narrativa y sin ser expresamente resultado de la prosa. Los capítulos son una realidad nutrida de semejanza con la escritura de constante movimiento y al enumerar la fuerza de su movilidad es imponente. Está presente al realizar una lectura para deslumbrar, aunque tal vez cansa, eso sí. Pero su impacto verbal teje sonidos, desentraña significados, determina periodos interiores. En ese orden sus metáforas resultan

ser dignas de su propia revelación poética. Es Incurable una obra unitaria y brilla en el espejo del idioma. Ese reflejo es parte del estilo del autor: impone estilo y señala múltiples rupturas. Recuerda la tradición del poema largo, como Primero sueño que es el poema de la poesía novohispana; Muerte sin fin, de Gorostiza, el que unifica la presencia de los Contemporáneos; Piedra de Sol, de Octavio Paz, determina la generación de Taller y, en realidad, el siglo XX; la generación del medio siglo es representada por El reposo del fuego, de José Emilio Pacheco; en el caso de los autores nacidos en la década de los cuarenta Incurable gana presencia, se encuentra al frente de esta realidad; su definición es una constante que aún no termina. Por esto hay que revisar lo que se publica después y reiterar que es determinante, su autor no se repite ni escribe de los mismos temas. El verso inicial dice: “El mundo es una mancha en el espejo”. Pero encierra “palabras del alma humana”. Es un poema urbano y de la ciudad y sus múltiples escenarios: la mira una y otra vez por el espejo y sus variantes: “El mundo es una mancha sobre el mar del espejo”. Es directo y afirmar: “Hay árboles bajo la terraza”. Todo ese follaje de la naturaleza es visto por la perspectiva, por sus variantes, se queda presente el juego del lenguaje, la cartografía que explora alrededor del idioma. Sucede entre pasos de tierra firme, perfectamente se puede hacer notar su unidad. Tienen semejanza los recuerdos de aquellos juegos infantiles que nombra; es la fábula de los días transcurridos. Explora el lenguaje y la clave de sus metáforas. Con cierta letanía de imágenes impone lirismo: “hay, previsiblemente, una puerta de vidrio”; busca encuentro con los sueños, la fisura de un ataúd, o mira ese contraste de vidrios y espejos, se puede observar cómo transparenta las preguntas. El poema tiene cercanía con el génesis y éste aparece y se impone de pronto por ser parte del verso como si fuera un impacto memorable ese orden histórico de la lejanía religiosa: “Ahora camina Lázaro. Ceniza muerta o porte de vidrio, gozne anegado, brisa de húmedo chisporroteo”, se prolonga, lo determina por la fuerza del lenguaje. Sucede por la calma, la puerta, el vidrio. O decir que surca la vida un paréntesis entre cenizas o caminos. La coordenada del río, la fuerza de la vida, los nombres sellados por el agua; se le pone nombre a los ríos y los lagos; el fuego del lenguaje hace meditar, transforma la ciudad como si fuera una permanencia de los dioses que sostienen toda una eternidad. Es un recorrido que va configurando a la manera de los poemas clásicos en un círculo y he ahí su sonoridad de nueve apartados: no oculta sino que refleja la soledad si se quiere; el entrecruzamiento de la letra escrita muestra un mapa de múltiples lenguajes: lo popular, corriente o de pronto imágenes precisas y llenas de erudición: surge la metáfora y se manifiesta. Es Incurable el poema que tiene varias formas y la copiosa fractura de la vida: espejismos de muerte o muecas y son parte de su cartografía y del idioma; transforma y avanza, refleja un yo firme del autor. Esto reflejos son el punto de la exploración: arde con fulgor y audacia esa realidad del “mar de pasiones”. Por lo que resulta aleccionador reconocer la presencia de aquellos autores que lo influyeron, como Lezama Lima, Góngora y Neruda, quienes están visibles en su discurso y en la mirada de su poesía. * David Huerta recibirá el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2019 durante la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Poesía

colinda con la narrativa. Es un hecho probado su huella y reconocer el quehacer constante del lenguaje de su propia inspiración. Por esto, hay que regresar a los poemas seleccionados por Francisco Serrano de David Huerta en La rosa de los vientos y recordar que registra un punto de arranque que no se detiene sino que invita a conocerlo, revela esa coordenada, busca reflejar espejismos en plural para su diálogo. Serrano escribe a partir del diagrama que representa los puntos cardinales de la poesía mexicana de su generación –ya que nacieron el mismo año–, mira hacia el sur: entre los autores de esta generación hay una sólida tradición al escribir poesía y son los que vivieron de manera activa los sucesos estudiantiles del 68. Esto marcó a David Huerta, así como “la música de los Beatles, y su revolución, tuvieron que asumir que ese sueño había terminado”; advierte que “existen afinidades y convergencias”. “Su poesía es tan variada como sus personalidades”, propiamente David Huerta es “poseedor de una excepcional imaginación lingüística y de una conciencia escritural muy diestra”. Para reiterar que “un paso es un poema”, tomando en serio la extensísima unidad de su obra y “un destino en la literatura no desea sólo un repertorio, sino un movimiento”, porque “ha creado una obra hecha de brillos y opacidades, una suntuosa corriente léxica que en sus mejores momentos es un apasionado e inteligente diálogo entre los espejismos de la realidad y el yo del escritor”. El verso inicial de Incurable es imponente: “El mundo es una mancha en el espejo”. Merece una lectura aparte o desentrañar coordenadas y recordar que ya es parte de los grandes poemas de la poesía mexicana, destacando su resonancia, su copiosa escritura, así como el fluir del yo para anotar que está sostenida la densidad que caracteriza sus versículos, viendo ese salir o entrar del yo de la vida y llegar al resumen de lo que está visible por la letra escrita. El poeta enfrenta las palabras como en ninguna otra etapa de su poesía. Deja sentir su máxima elasticidad verbal y acaricia sus diferentes significados. El discurso se extiende por diferentes momentos. Es, por lo mismo, una etapa de su búsqueda y registra lo que desea escribir: habla del mundo que lo rodea. Es, posiblemente, este poema el ejemplo de su soledad, pero sucede a semejanza de lo que aspiran a dejar visible por lecturas de poetas del siglo de Oro: en su individualidad, Incurable, aspira ser una literatura. ¿Cuál será la definición exacta del poema publicado por David Huerta cuando tiene 38 años y previamente dio a conocer cinco títulos de poesía? Incurable es un poema central en la poesía de estos tiempos. Los nueve capítulos encierran una parte fundamental de esa posible respuesta y responden a las interrogantes que despierta ante el posible lector para enfrentar su lectura. Hoy día no sabe de un tipo de lector como aquél que encarnó fabulosamente la poesía novohispana, como la del erudito zamorano Alfonso Méndez Plancarte, en particular, su prosificación del poema El sueño de Sor Juana; la lectura magistral de Piedra de Sol de Octavio Paz, como la que realizó José Emilio Pacheco, y ya en este siglo, al mismo poema, la brillante lectura de Víctor Manuel Mendiola. Incurable aún no encuentra el lector supremo ni se ha dicho todo lo que encierra como obra portentosa, abigarrada de un barroquismo muy personal como reconocer esa identidad que le llega de Góngora y la influencia inmediata de un poeta de versículos que son únicos como los de José Lezama Lima. Incurable es fundamental cuando se habla de su autor y


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Río de palabras

Cine

The Farewell, de Lulu Wang: la familia ante todo t

Por Adolfo Núñez J.

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unque en los primeros instantes de The Farewell (2019), se anuncia que la historia está “basada en una mentira real”, las verdades que son habladas en dicho filme no pueden ser más necesarias y dolorosas. En tanto la directora Lulu Wang narra una historia personal sobre una cultura específica, es claro que los temas que aborda resuenan de una manera universal, al enfocarse en una crisis familiar con la que todos nos podemos identificar. Esta crisis fue una que la realizadora vivió en carne propia, al enterarse de que su abuela estaba muriendo en China de cáncer de pulmón en etapa terminal. Lejos de informarle sobre su condición, la familia entera decide no contarle nada a la abuela, para así ahorrarle el sufrimiento en sus últimos días, y bajo la excusa de una boda repentina, todos sus integrantes se reúnen bajo el mismo techo para estar juntos una última vez. Wang toma su propia historia y las buenas intenciones de sus familiares y las vuelve The Farewell, un filme tan conmovedor como divertido y lleno de corazón, cuyos temas centrales son la vida y la muerte, así como la búsqueda de una identidad propia y los choques entre dos culturas distintas. Como alter ego de la realizadora conocemos a Billi (Awkwafina), quien vive en Nueva York pero decide viajar a China cuando se entera de la enfermedad de su abuela. Billi tiene problemas para aceptar las decisiones de su familia respecto a cómo pasar los últimos días con su abuela (Zhao Shuzhen), con quien mantiene

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/// The Farewell, película de Lulu Wang.

una estrecha y muy profunda relación. De esta manera la directora explora los contrastes culturales entre el Este y el Oeste, así como las diferencias generacionales de pensamiento. En el conflicto por el que Billi pasa entre decirle la verdad a su abuela y mantener las tradiciones de su familia -entre las cuales está mentirle a un familiar que padezca una enfermedad grave-, Wang nos sumerge en un dilema moral y emocional, que termina por señalar la importancia de los vínculos familiares en situaciones de dificultad, así como en el proceso de

aprender a dejar ir a un ser amado. La realizadora aborda temas complejos de manera accesible a través de un humor casi surreal y absurdo, donde las emociones son suprimidas y las verdades escondidas en idiomas incomprensibles. Todo esto mientras somos testigos de la travesía de Billi por una China que se va gentrificando y modernizando, donde los barrios antiguos de su infancia van desapareciendo al igual que las personas que le importan. Al compartir su historia, Wang maneja un excelente balance de tonos en

Cielo

Por Edgar Khonde

S

e ha despedazado el cielo con un trozo de zapato que se ha caído desde el sueño de una rebelión. Eso es lo que me dice Sarah en cuanto despierta. Afuera continúa lloviendo. Repite: se ha despedazado el cielo, y entonces comprendo que no me lo dice a mí porque yo no estoy ahí. Estoy en otro lugar donde todavía es de noche, a siete horas de distancia. Un lugar que habla en otra lengua. Recorro en mi cabeza su oración y creo que en realidad dijo: o céu se despedaçou. O puede ser que no, que yo haya imaginado el enunciado; que ella haya imaginado la frase y me haya imaginado a mí aun sin conocerme. O en realidad soy un robot de un planeta lejano que sueña con escribirle poemas. Con escribirle en sus piernas y su espalda soplando ligeramente desde una tinta

un relato cuya temática más recurrente es la muerte sin tornarse abrumador, y donde ironiza los conflictos entre culturas opuestas sin caer en lugares comunes o en un humor forzado. The Farewell es una película sobre las incomodidades entre familias grandes y sobre encontrar paz y dignidad al final de todas las cosas; es un relato que busca romper con todas las barreras, pues, aunque está hablado en varios idiomas, el principal es universal y sólo lo pronunciamos con las personas que más nos importan.

invisible palabra por palabra hasta construir una ciudad con sus magnolias y sus plazas. Quizá de eso se trata escribir, no de contar historias sino de edificar lugares para que la gente viva. Es probable que nosotros estemos viviendo a través de un relato que han cifrado seres extraterrestres o máquinas autómatas tipo Terminator. Es probable que seamos una simulación dentro del ordenador de un niño marciano que nos ve como hormigas y que aburrido de nuestros fracasos nos ha dejado a nuestra suerte. Pero bien a bien no lo sé, especulo, porque eso puede lograrse por medio de la escritura. Uno puede inventar un

método para alcanzar la velocidad de la luz o para sumergirse en el fondo marino y pescar un Kraken para participar en la Feria Internacional de Cazadores del Kraken y luego filmar un thriller sin diálogos; una película vanguardista que no sea entendida por el espectador hasta que este mismo se descubra como parte de la trama cuando ya sea demasiado tarde para saberse como el principal y único sospechoso de algún crimen que no estaba en el guion. Tal vez en esta parte del relato haga falta un héroe, uno sin superpoderes, un héroe más bien con pinta de despistado que solo esté dispuesto a apagar

el interruptor de la máquina que nos deje a oscuras y sin saber el final de la película. Ese hecho puede entonces salvar al espectador de ser apresado equivocadamente. Si existe el cielo, no uno judeocristiano ni musulmán, sino uno lúdico y abierto a todas las posibilidades, debería parecerse harto a la Literatura. Podría ser un texto donde puedan coexistir una infinita cantidad de géneros. Donde el cielo despedazado que cae en este instante sobre la casa de Sarah y mi cualidad robótica de escribir poemas, puedan encontrarse en un abrazo, en un beso, en un estrechamiento de palabras.


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