La Gualdra 450

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 450 /// 5 DE OCTUBRE DE 2020 /// AÑO 10

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Magdiel Torres Magaña.

La obra de Magdiel Torres Magaña cruza distintos géneros literarios y difumina de forma interesante las barreras establecidas entre ellos, lo que posibilita en su obra una lectura híbrida y flexible, a la vez que vincula su prosa y sus poemas a la condición oscilante de la vida y de las personas. “Quizá no haya esperanza y la literatura solo sea un pasón. Yo quiero creer que no. Que hay que comprometerse aunque se corra el peligro de escribir panfletos. Es más, extraño sinceramente los panfletos. Tan bien escritos, con tanta pasión inútil diciendo que un mundo mejor era posible”.

[Magdiel Torres Magaña, en entrevista con Armando Salgado, en páginas centrales]


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LA GUALDRA NO. 450 /// 5 DE OCTUBRE DE 2020 /// AÑO 10

La Gualdra No. 450

Editorial Una luna y un jardín para Carmen, la Karamelo El viernes 2 de octubre hubo una manifestación para exigir justicia por el asesinato de Carmen Karamelo, una mujer -zacatecana por adopción- que vivió aquí varios años, los suficientes para integrarse a una comunidad que se distingue por su manera de vestir, de vivir, de caminar por la vida... les llaman cholos [“Y me dicen mil nombres para detenerme porque no pienso igual que toda la gente que ve Televisa y yo ni de broma veo telenovelas, gavilán o paloma”. Escucho a Armando Palomas]. No la conocí, pero he seguido de cerca su historia en el documental “Mi mundo cholero”, de Jazzmín Jasso. Era una mujer única, su cuerpo estaba intervenido bellamente con tatuajes, usaba arracadas grandes, portentosas, y cuidaba meticulosamente su vestuario para actuar en este teatro de la vida, de la vida de barrio, el suyo, el que la despidió con música desde el lugar en el que fue velada hasta el panteón. Su barrio, el que el pasado viernes exigió justicia y se quedó con la marca de un vacío injustificable, el de ella, la Karamelo, la amiga de su banda, de los morras y los morros a los que “amadrinaba” para que se salieran del oscuro mundo de las drogas, del kristal... [“Y me dicen cholo, pacheco, pasado, hippie, punketo, mechudo, rapado, muestrario de aretes, poeta frustado, pintor de segunda y tercera mano...”, Palomas sigue]. Porque Carmen era amiga, hija, vecina, hermana, madre, integrante de un club de carros antiguos, “chuleados”, que disfrutaba de la vida, de bailar... ¿Han visto ese video en el que baila con un “compa” en la sala de una casa? Lo vi en días pasados navegando por la red. Ella y él, al ritmo de Los Mirlos, cadenciosamente se dejan llevar por una cumbia peruana y en un espacio de cuando mucho dos metros cuadrados crean el escenario perfecto para moverse en esa burbuja de magia pura, la que solo se consigue cuando hay comunión entre dos personas que bailan sintiendo la música, la vida, la melancolía iluminada por un foco de 60. Vi el video de principio a fin, grabado hace unos meses, pareciera que ninguno imaginara el terrible final que tendría el pasado jueves 24 de septiembre: le dispararon por lo menos en quince ocasiones. Pobre Karamelo... pobre también de este país que ha pasado a normalizar esta violencia que arrebata a los integrantes de su comunidad. No sé en qué “la giraba” para sobrevivir, pero sé que llegó a pedir trabajo, fue entrevistada y pre-seleccionada para laborar en una fábrica. Cuando le dijeron que la esperaban el lunes siguiente vieron

el tatuaje de una rosa roja que tenía en el cuello y rectificaron: le hablarían después... nunca le hablaron. [“skato, sandino, rockero, tumbado, marquista, guevaro, rojillo tatuado, loco, orate, avionado y demente, y todo... por pensar diferente”, diría Palomas también]. Por ser diferente Carmen fue discriminada y no contratada. Por ser diferente, su muerte no caló tan hondo ni tan mediáticamente como hubiera pasado en otras circunstancias; si su piel no hubiera estado tatuada, me pregunto, ¿hubiera sido igual? “Nos critican por nuestros tatuajes, nosotros no los criticamos por su ignorancia”, dijo un amigo de ella en la manifestación en Plaza de Armas. Ellos, los cholos, abrieron la marcha montados en sus bicicletas chaparritas, acompañados de colectivos feministas que pidieron en conjunto justicia. Justicia para ella y para las mujeres que en este país han sido asesinadas. Un día me dijeron que Carmen significaba “jardín”. Carmen se llamaba entonces Jardín y quizá nunca lo supo. Un jardín de rosas dejó tatuado en su cuerpo -y en nuestra memoria-. Jardín de caramelo. Yo también pido justicia para ella. Para todas. Y como continuaría Armando Palomas, canto también: “Pero tengo calzones pero tengo pasión tengo fe, pantalones y una que otra canción. Yo quiero un cambio y una revolución. Y aunque no tenga pies ni manos, ni boca tengo una guitarra que toca y que toca la misma canción. Que dice viva, viva la revolución que dice viva, viva la revolución que dice viva, viva la revolución. Y aunque no tenga pies ni manos, ni boca tengo una guitarra que toca y que toca la misma canción. Que dice viva, viva la revolución que dice viva, viva la revolución que dice viva, viva la revolución”.1

Contenido La Bienal Nacional de Pintura y Grabado “Alfredo Zalce” premia la ociosidad Por Aldo Hinojosa

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Fisuras en la realidad: Magdiel Torres Magaña Por Armando Salgado

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Extrañando Por Pilar Alba Merary Por J. R. Spinoza Cuidado con tus palabras Por Irene Ruvalcaba

Sin ventaja alguna Por Adán Echeverría Recorriendo sus pasos Por Yessika María Rengifo Castillo

Tres obras para recordar a Francisco Goitia Por Jánea Estrada Lazarín

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#JUSTICIAparaCARMEN #justiciaparacaramelo Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com 1

“Luna”, de Armando Palomas: https://youtu.be/ htd_TCFZ7QQ

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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La Bienal Nacional de Pintura y Grabado “Alfredo Zalce” premia la ociosidad 6 Por Aldo Hinojosa*

Arte

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i cualquier impresión sobre un papel puede ser un grabado y cualquier cosa puede ser llamada “arte” ¿cuál es el sentido de hacer una bienal de pintura y grabado donde lo importante no son las obras ni sus técnicas, sino los discursos que las validan? Bajo estos criterios cualquier persona puede ser un artista. Aunque en realidad no es tan simple, porque para que esa persona ostente el título de artista y gane premios debe ser designada por un selecto grupo integrado por curadores y directores de museos. Como si recibiera un título nobiliario. Es decir, bajo estas reglas, el artista no es artista por su talento, creatividad o expresión única, lo es porque un jurado de “expertos” lo designa como tal y designa su obra como valiosa, importante y vigente, aunque de un simple sello se trate. Octavio Vázquez, Berenice Torres y Santiago Espinosa de los Monteros integran el jurado de la XII Bienal de pintura y grabado “Alfredo Zalce” que premió, de manera unánime, a Rogelio Manzo y Jesús Jiménez en las categorías de pintura y grabado respectivamente. Aunque la obra de Manzo tampoco merecía un premio, ya que no es una pintura sino una fotografía intervenida, es la premiación de Jesús Jiménez la que ha inconformado a varios participantes, pues su obra tampoco es un grabado y su reconocimiento viola las bases de la propia convocatoria:

/// Jesús Jiménez, ganador en categoría grabado. Foto de la Secretaría de Cultura de Michoacán

[…] las obras deberán pertenecer a las técnicas de grabado tradicional: aguatinta, aguafuerte, punta seca, barnices, xilografía, litografía, linóleo, y mezzotinta. Los artistas inconformes han emitido comunicados en redes sociales retirando su participación en la Bienal y solicitando la devolución de sus obras a Vicente Guijosa, director del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce, manifestando su indignación por la falta de criterio en la premiación.

/// Rogelio Manzo, ganador en categoría pintura. Foto de la Secretaría de Cultura de Michoacán

Sin embargo, parece que los artistas inconformes cometen un error al evitar cuestionar también el valor artístico de la obra premiada, diciendo en sus comunicados que el mismo no está a discusión. Si ellos también consideran que estampar un sello como el que podemos encontrar en cualquier oficina, cuyo uso no requiere ninguna habilidad mayor a la que cualquier niño posee, mucho menos talento, es hacer arte y el resultado es digno de ser exhibido en un museo, ¿cuál es el punto de reclamar su premiación? La pieza “Cuarentena circular” de Jesús Jiménez es un papel albanene donde él estampó durante cuarenta días, con un sello fechador, la fecha del día hasta formar un círculo con la repetición de fechas. En sus propias palabras indica que “fue una taracea que le ayudó a sobrellevar de manera creativa la cuarentena” y “las improntas acumuladas de manera circular hacen eco de un calendario azteca” [sic]. El Museo de Arte Contemporáneo Alfredo

Zalce junto al jurado de la Bienal han emitido también un comunicado donde, en vez de corregir el error, respaldan el veredicto del jurado, pues no solo no reconocen que violaron las bases de la bienal, justifican su decisión exacerbando características y bondades que la “obra” simplemente no posee. Expresan en su comunicado que muchas de las obras más relevantes no se apegaban totalmente a la tradición del grabado. Si este era el caso, entonces debió declararse desierto el premio, en vez de dárselo a una “obra” que no es un grabado y que tampoco podemos considerar arte. Sin embargo, justifican su decisión apelando a que pasaron por alto estas faltas en las obras participantes e insinúan que, como la obra premiada pasa a formar parte del acervo del museo, deciden premiar a Jesús Jiménez por la profesionalidad de su enmarcado. ¡Como si una dependencia cultural estatal no pudiera costear un reenmarcado profesional con calidad de museo! Además, esta aseveración se contrapone al hecho de que están premiando el dis-

curso escrito por encima de la calidad matérica. Justifican también su decisión diciendo que la obra posee “gran y vigente actualidad”. Si al hablar de actualidad se refieren a que la “obra” contiene fechas estampadas, parecen desconocer el hecho de que esas fechas dejan de ser actuales en cuanto pasamos al siguiente día del calendario. Estampar fechas en un papel no es un testimonio de un evento mundial como el que estamos viviendo por el COVID19. Cuando todo esto haya terminado, seguirán siendo solo fechas en un papel y quien pretenda “interpretarla” tendrá que leer un aburrido texto curatorial lleno de lugares comunes para “entenderla”. Premiar estas obras es insultar la herencia artística y social que el grabado y la pintura tienen en la historia mexicana, la inteligencia del público y el trabajo que pintores y grabadores serios realizan para poder desarrollar una sola obra. Si ya eliminaron el talento, la habilidad y la técnica como elementos fundamentales del arte, ¿para qué seguir llamándole “Bienal Na-

cional de Pintura y Grabado”? ¿Por qué no llamarle de otra forma y dejar la simulación? Si a estos organizadores y jurados no les interesan la pintura y el grabado, están en su derecho de hacer certámenes conceptuales y premiar los objetos más absurdos que sus amigos y seguidores les presenten. ¿Por qué no ser honestos y admitir que desprecian el grabado y la pintura? La evidente limitación creativa de Jesús Jiménez, parece confundir la ociosidad disfrazada de terapia ocupacional con una práctica artística; nos hace deducir que este no es un premio para artistas, es un premio para curadores; y pareciera que incluso, es un premio gremial, pues él es miembro del equipo curatorial de la Bienal FEMSA. Por lo pronto, su creación ha sido recompensada con $70,000.00 pesos y el gobierno de Michoacán ahora tiene en su acervo un papel con fechas estampadas, aunque no sepamos cómo se beneficia la cultura, mucho menos el público, con esta adquisición. *Artista visual. CDMX.


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Poesía

Fisuras en la realidad: Magdiel Torres Magaña 6 Por Armando Salgado

no sea así precisamente. Muchas veces el editor está trabajando en las sombras, pensando ya en ese objeto que será el cuento, la novela, el poema o el libro. Me gusta pensar que en esa figura se vinculan ambos ejercicios, el de la literatura y el del periodismo. Es una figura creativa y, además, se distancia un poco de la idea romántica que tenemos tanto del poeta como del periodista. Es un poco más como un obrero o un artesano. En tanto a los aspectos me parece que hay una literatura más o menos reciente en la que reina una especie de democratización de los elementos que constituyen un texto literario. Es decir, ya no se privilegia un elemento en detrimento de otros. Si una coma está mal puesta, por ejemplo, toda la importancia radica en esa coma; es tan importante como la densidad psicológica de los personajes o la trama misma, pero si la coma está bien puesta, pasa inadvertida. Nos saltamos la coma aunque la leamos con pulcritud. Estoy exagerando porque quiero evidenciar un punto: obviar lo común nos lleva a una lectura lineal. No estoy hablando solamente de torcer las reglas. Tampoco quiero hacer una apología de ciertas vanguardias. Quiero decir que en el ejercicio de crear, los géneros son andamiajes seguros y necesarios, pero siempre tienen una tabla rota, una fisura en donde puede irse el pie o venirse abajo la estructura. A mi entender es ahí, en esas fracturas, en donde se dan los saltos. Si se quiere contribuir en un género (como el de poesía, por ejemplo) hay que dar con esa fisura para hacerla más ancha y que entre el pie y el cuerpo y todo.

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agdiel Torres Magaña (Tepalcatepec, Michoacán, 1982). Es Licenciado en Letras Hispánicas, Maestro en Historia de México por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y aspirante a doctor en Literatura Hispanoamericana. Ha publicado los libros: Los días con el otro (Secretaría de Cultura de Michoacán, 2011), ¿Tiene usted la Biblia en casa? (SECUM, 2015), y Una tumba para el Santa Elizabeth (Instituto Veracruzano de Cultura, 2019). Ha sido ganador del Premio Michoacán de Poesía “Carlos Eduardo Turón” y del Premio Michoacán de Narrativa “Xavier Vargas Pardo”. Su obra se ha publicado en las antologías Turbulencias dosmilonce (Ficticia, 2012), El viaje y sus rituales (SECUM, 2016), Territorio ficción. Antología de cuento joven (SEP, 2017), San Diego Poetry Annual 2017-18 (San Diego Entertaiment+Arts, 2018) y en diversos medios nacionales y del extranjero. La obra de Magdiel Torres Magaña cruza distintos géneros literarios y difumina de forma interesante las barreras establecidas entre ellos, lo que posibilita en su obra una lectura híbrida y flexible, a la vez que vincula su prosa y sus poemas a la condición oscilante de la vida y de las personas. Torres Magaña es un escritor michocano que se suma con talento a la tradición literaria de occidente en nuestro país. Armando Salgado: ¿Qué representa para ti haber crecido en Michoacán?, ¿qué referentes literarios de la entidad consideras base en tu formación como escritor? Magdiel Torres Magaña: Nací en Tepalcatepec, Michoacán, en 1982, pero nunca viví ahí. Mis padres vivían en una ranchería aledaña. Mi madre fue a parir al hospital del Seguro Social de Tepalcatepec. Antes, mis hermanos habían nacido con una partera. Al poco tiempo mis padres abandonaron la ranchería para irse a vivir a la Ciudad de México. Pero en realidad nunca nos fuimos. Volvíamos cada periodo vacacional y siempre hablábamos de allá como si perteneciéramos ahí. En parte así fue. Aún hoy tengo familiares y amigos allá, no solo en Tepalcatepec, sino en la Tierra Caliente. Ya no voy tanto como quisiera. Siempre será un lugar identificado con mi infancia, con mis orígenes. Mis abuelos, mis bisabuelos, mis ancestros. Es un lugar mitificado. El lugar está cargado de magia para mí y mis hermanos. Ahora no vivo en Michoacán muy a mi pesar. Pero vuelvo cada vez que puedo. No puedo decir que conozco el estado muy bien, pero por diferentes circunstancias viví en otras ciudades y lo recorrí mucho. Me siento muy identificado con lugares como Uruapan y Morelia en donde viví por largo tiempo. En tanto a los referentes literarios ten-

/// Magdiel Torres Magaña.

dría que mencionar a mi maestra Frida Lara Klahr. La recuerdo con cariño porque al final de su vida visitaba mucho su casa y su biblioteca. Frida representó para mí una especie de alegoría de la poesía. Fue mi maestra en sentido estricto cuando me enseñaba poesía, es decir, a autores y corrientes. Pero fue mi maestra de un modo más profundo. Yo tenía por entonces un libro atorado. No sabía que se trataba de un libro, pero hablaba con ella de él todo el tiempo, no como libro, sino como inquietud. Hablábamos de eso seguido. Me aconsejaba lecturas y me dejaba solo a veces para que leyera. Pero yo buscaba ante todo su compañía, me reconfortaba. Estaba enferma y se despidió. Ahora que lo cuento me parece que no le hago justicia a lo que verdaderamente representó para mí. No puedo narrar esas tardes como yo quisiera. Publiqué el mismo año en que ella falleció, meses después. AS: ¿Cómo vincularías el periodismo con la creación literaria?, ¿qué otros aspectos se deben considerar al escribir cualquier gé-

nero, más si cruzas de uno a otro? MTM: Durante mucho tiempo trabajé en medios impresos, pero en realidad hice muy poco periodismo. De lo poco que sé de ese terreno y, por supuesto, desde mi experiencia, me atrevería a decir que la faceta de editor es importante en los dos campos. Yo creo que en esa figura hay una correspondencia entre el periodismo y la escritura creativa. Más si se trata de llegar a un resultado tangible como un periódico o publicación periódica o un libro o texto genéricamente determinado; es decir, un cuento, una novela, un poema o similar. El editor en un medio impreso selecciona la información, decide qué se publica y cómo se publica. Selecciona elementos heterogéneos y los organiza en torno a una idea homogénea. Crea un mensaje. Corta, agrega, pule. En el escritor hay un editor intrínseco. Una vez con el texto afuera, como una cosa tangible, también debe seleccionar y discriminar elementos en torno a una idea. He dicho que el escritor lo hace una vez que el texto está afuera, pero puede que

AS: A nueve años de tu primer poemario Los días con el otro, aparece tu poemario Una tumba para el Santa Elizabeth; ¿qué diferencias hay en ambos?, cómo los vinculas con tu libro de cuentos ¿Tiene usted la Biblia en casa? MTM: Una diferencia significativa es que Una tumba para el Santa Elizabeth es un libro de poesía y no propiamente un poemario. A mitad de ambos libros está ¿Tiene usted la biblia en casa? Los tres libros han salido a través de convocatorias y en el caso de los dos últimos me he valido de la amplitud de las convocatorias en tanto a género. Es decir, que no fueron convocatorias muy ceñidas a un género en específico. En caso de Una tumba para el Santa Elizabeth se convocaba a libros de literatura, sin especificar el género. En el del Xavier Vargas Pardo se convocaba un libro de narrativa, lo que incluía novela, cuento, relato, viñetas… etcétera. En ¿Tiene usted la Biblia en casa? hay algunos cuentos, pero la mitad de los textos ahí son viñetas. Creo que, ¿Tiene usted la Biblia en casa?, no hubiera sido tomado en cuenta en una convocatoria de cuentos; ni


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AS: ¿Consideras importante leer la obra de Mario Levrero?, ¿qué aproximaciones distingues entre la literatura uruguaya y la mexicana? MTM: Mario Levrero es un personaje literario fascinante en muchos sentidos. Más allá de los aspectos técnicos, estéticos o de recepción de su obra me he encontrado con dos posturas. Una de ellas, más vinculada con la académica y que yo comparto es que Mario Levrero es uno de los imprescindibles de la literatura uruguaya y del cono sur como Felisberto Hernández y Juan Carlos Onetti. Sin embargo, hay otro grupo de lectores que, sin dejar de reconocer la valía de Levrero, no lo colocan aún en ese escalafón. Onetti y Felisberto siguen estando, a su consideración, muy por encima de Levrero. Ahí va esa discusión y es muy divertida. En tanto a la segunda pregunta, a pesar de la industria editorial o quizá, debido a esta, hay muchos autores uruguayos de valía que no llegan a México o llegan a cuenta gotas. Y viceversa. De cualquier modo, me parece que entre los mexicanos hay una enorme admiración por lo que hacen los autores uruguayos. AS: Ante la pandemia actual, ¿qué retos tiene la literatura?, ¿hay un aliento distópico en todo esto?, ¿qué obras literarias consideras vigentes en el panorama actual? MTM: Sí hay un aliento distópico en todo esto. No sé qué retos tenga la literatura. Yo creo que de compromiso. Como empleado de una gaceta tuve la oportunidad de entrevistar a una autora de novela histórica. Le pregunté sobre cuál era el papel de la novela histórica ante discursos como el revisionismo o la postverdad. Me dijo que la novela histórica era ficción y que no se colocaba en ese terreno. Me dijo que la novela era entretenimiento, una posibilidad de viajar hacia otras épocas y situaciones que la historia como ciencia y conocimiento no te lo permite. Me decepcionó la respuesta. Más que decepcionarme me hizo sentir muy triste. Quizá no haya esperanza y la literatura solo sea un pasón. Yo quiero creer que no. Que hay que comprometerse aunque se corra el peligro de escribir panfletos. Es más, extraño sinceramente los panfletos. Tan bien escritos, con tanta pasión inútil diciendo que un mundo mejor era posible. En tanto a lo actual, creo que hay lecturas que saltan a la vista, como 1984, de Orwell. 1984 se explicó hace años a la luz de los totalitarismos. Hoy el capitalismo la explica mucho mejor. La sofisticación de la revolución industrial en Inglaterra no propició la lucha proletaria, como pensaba Marx, pero sí creó la obra que ahora mejor

Poesía

Una tumba para el Santa Elizabeth, en una de poesía. O quizá sí. Para mí Una tumba para el Santa Elizabeth sí es un libro de poesía. Quizá, respondiendo tu pregunta, es el vínculo con Los días con el otro, el que lo hace un libro de poesía. Hay un verso en Los días con el otro que funciona como una especie de título de un capítulo en el libro: “La soledad es un barco oscuro lleno de polizontes”. Una tumba para el Santa Elizabeth es el intento fallido de habitar ese verso.

explica al capitalismo que devino de esos procesos industriales: 1984. AS: ¿Qué actividades que suelas disfrutar realizas cotidianamente? MTM: Abrazar a mi hijo.

* Meto la mano al pantalón sobre la cama, saco la cartera del pantalón sobre la cama, saco el reloj, el celular, la navaja del pantalón sobre la cama y los colocó en el sitio exacto de mi cuerpo. Y sin embargo, algo me dejé en el pantalón sobre la cama hoy que partí al trabajo. No hay duda, sigo siendo un mal ladrón de mí mismo. ** Los días con el otro son el desierto y el mar, el destierro. Una parvada de días negros, la tormenta que amenaza con hundir la flota del alma. La tempestad que Caín soporta en algún páramo olvidado de la tierra. Algo raro está pasando ¿Qué terribles pájaros anuncian este fuego? Los días con el otro no tienen esquinas. Los días con el otro son el desierto y el mar. [De Los días con el otro (2011)]


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Río de Palabras

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Extrañando

/// Iván Muñoz A.K.A. Ivanko Moses-Lee. “Marte en cuarentena extrañando a Venus”. Collage digital (2020).

6 Por Pilar Alba

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manecí pensando en ti, eso de unos meses para acá no es nada raro. Mientras estoy lavándome la cara para terminar de despertar o cuando me pongo los calcetines algo me trae a la mente tu recuerdo; pero luego me distraigo con las cosas cotidianas, el ajetreo del trabajo y asuntos, la mayoría de las veces, sin importancia. Aunque en pequeños momentos, en esos en los que uno tiene tiempo para lo que es verdaderamente importante: pienso

en ti. Es entonces cuando me acuerdo de tus ojos, de la sonrisa que a veces se te escapa cuando quieres aparentar seriedad. Me acuerdo del olor de tu piel, de la combinación que produce cuando tomamos café; no sé por qué, pero es diferente. Me acuerdo de nuestras pláticas largas, interminables, cuando nos ponemos reflexivos, cuando nos resignamos porque no cambiaremos al mundo. Son pequeños flashazos como imágenes de un albúm de fotografías, de esos que son cada vez más escasos. Así se me pasa el día hasta que llega la noche y es enton-

Cuidado con tus palabras 6 Por Irene Ruvalcaba

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o miras al lobo de frente, lo ves de reojo. Cuidado con sus palabras, baba. Palabras para endulzar. Áspero dejo de higo. Oveja sola que se ofrece para el sacrificio. Sol antaño.

Amanecer. No lo mires a los ojos porque besa. Besa con cianuro. Maldita escritura. Quisiera hacer un diario del dolor. No, mejor del sufrimiento. Los dos dan náuseas. Pican debajo de la lengua. Entre los dientes y entre las piernas. No mires al lobo. No busques bajo la máscara.

ces cuando todo se intensifica, la cama es grande, muy grande, necesita tu presencia; y sé que ya es la hora en la que estarás libre y que podrás leer mi mensaje: Aquí Venus extrañando a Marte. Es-

cribo sabiendo que tal vez no tendré respuesta mientras duermo pensando en ti. Aquí Marte extrañando a Venus, dice una voz mientras lee el mensaje que no contestará.

Merary

6 Por J. R. Spinoza

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na cosa es segura, mi hermana había sido enviada por algún dios. Cuando lloraba, las nubes se tornaban oscuras y lluvia gorda bajaba del cielo. A mis padres les preocupaba esta situación así que mantuvieron esto en secreto y me amenazaron en muchas ocasiones sobre lo que me pasaría si revelaba los poderes de mi hermana. Por lo que el tema no se mencionaba nunca. Incluso la llamaron Merary, que significa: amada. Pasaron los años y ella crecía. Si sabía o no de aquel don, lo ignoré siempre. Pero era cuidadoso en no hacerla enojar, pues desde aquella vez que le pegué, al pueblo

entero lo azotó una tormenta de arena. Cuando cumplió los once tuvo su primera sangre. Se tornó indomable. Un par de semanas después llegó muy molesta. Un joven la había manoseado. Y vi llover fuego y granizo. Como pudo, mamá la calmó. Durante meses continuaron ocurriendo este tipo de eventos, cada vez que ella se lastimaba o enfurecía. Comprendí que esto debía parar. Cualquier día podría matarnos con esos terribles poderes. Así que le asesiné. Entonces todo se oscureció. Nos cubrieron las tinieblas. * H. Matamoros, Tamaulipas, México (1990). Escritor y profesor mexicano.


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Sin ventaja alguna 6 Por Adán Echeverría

lo iban deteniendo, y él dejaba que todos los temores y los nervios fueran cayendo con cada roce, para que al subir al cuadrilátero, y pasar entre la primera y la segunda cuerda, se hallase vacío de cualquier debilidad. Su concentración era plena. Siguió dando brinquitos sobre el entarimado, abría y cerraba la mandíbula, movía cintura y cuello. Todo se hizo una oscuridad azul, los flashes saltaban por todos lados. Mantuvo la vista en un punto fijo, para evitar ver a su contrincante caminar hacia el cuadrilátero. No sería él quien validara cada uno de sus pasos. Nadie cree en mí. Todos esperan que caiga ante el campeón invicto. Esperan mi derrota. El silencio entró hacia sus oídos, se había cerrado por completo, y ya lo tenía de frente. Money estaba parado junto a él, como una estatua de ébano, tantas veces repetida en las

leyendas, como un oscuro dios de la guerra, respirándole en la cara. Esta era su oportunidad, y no pensaba dejarla pasar. El réferi daba las instrucciones de siempre, levantó los puños hacia adelante, Money los golpeó hacia abajo con sus propios puños, y se dio la espalda para ir hacia su esquina dando más brinquitos como bailarín de tap. Miró una vez más la multitud. Ellos lo odiaban, y podía sentir su odio mascándole la piel; endureció los músculos. Escuchó algunas palabras de su entrenador que abandonaba el cuadrilátero. Lanzó una última mirada hacia la oscuridad de su memoria; sonó la campana, y miró a Money venir hacia él, con el brazo izquierdo doblado y pegado a su torso, como un guerrero que carga un escudo, y lo supo… esta sería su primera derrota y solo deseaba no terminar noqueado.

Recorriendo sus pasos 6 Por Yessika María

Rengifo Castillo*

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ecordé que nuestra historia nunca se escribió entre rosas y días de sol. Nos conocimos en el bar que solía frecuentar los viernes ante mis salidas del taller de mecánica. Descubrí que detestaba los días de invierno, las comidas chatarra, y la música arrabalera que le recordaba los golpes de su padrastro. No anhelaba una relación estable, lo que vio en su casa era suficiente para creer que

nuestra relación se reducía a conversaciones del mundo, relaciones sexuales y aguardientes, que me alegraban pero nos alejaban de la posibilidad de un nosotros. Cuando le confesé que la amaba su frente se ciñó y permaneció largo rato en silencio, prometiendo que hablaríamos después del tema… Han pasado seis meses y no regresó al bar. Sigo recorriendo sus pasos entre las orquídeas que tanto amaba, y sus fotografías se aniquilan entre mis lágrimas del ayer. * Escritora colombiana.

/// Saturnino Efrén de Jesús Herrán Guinchard nació en Aguascalientes el 9 de julio de 1887 y falleció en la Ciudad de México, el 8 de octubre de 1918. India con quechquémitl. Óleo sobre tela. 1914.

Río de Palabras

Ya sonaba la música que lo introducía a la Arena. Brincaba en puntas de pie y lanzaba los puños, hacia adelante, derecha, izquierda, gancho, upper, recto, derecha, izquierda. Seguía con los ejercicios de la mandíbula, abrir al máximo, cerrar, mascar al aire, porque era necesario no descuidar la concentración, una quijada fuerte para sostener el protector bucal. Para esta ocasión era él quien subiría primero al cuadrilátero. Todo era distinto. Su nombre ocupó el segundo lugar en las marquesinas, y la bolsa de los premios, ganara o perdiera igual era dos tercios menor. Ellos piensan que no se dio cuenta que las letras de su nombre eran hasta un punto más pequeño en toda la publicidad que había circulado, y cómo no. La oportunidad de pelear con Money había llegado quizá demasiado pronto. Era cierto que él también se mantenía invicto, y que no se jugaba nada en esta ocasión, porque Money no había querido arriesgar la corona con él. ¡Vaya! No se trataba de arriesgar nada más que su propia integridad. ¿Callarás voces? Si ganas tus críticos ya nada tendrán que objetar, le decían todos, desde su agente, hasta aquellos periodistas de la televisora que llevaba varios años haciéndose cargo de impulsar su carrera. No podía saber si la Arena estaba llena para verlo ganar de nuevo, o para alegrarse si caía derrotado. La gente gritaba, pero no como otras veces. Todo era

diferente. El alarido de aquel México, México, se escuchaba pero… como si los miles de asistentes se hubieran puesto de acuerdo, nadie gritaba su apodo como en otras ocasiones. Voy a morirme en el cuadrilátero, había dicho una y otra vez durante los meses de preparación, en cada entrevista. Me he matado entrenando. Estoy concentrado. Hemos planeado una verdadera estrategia para ganar. Pero ellos quieren que pierda. Todos quieren que pierda, pero sé que algunos aún tienen esa ligera esperanza de que yo salga adelante en esta pelea. Era esta la pelea que estaba esperando. Seguía brincando en puntas y comenzaron a caminar hacia el cuadrilátero, puso sus manos en el hombro de uno de sus asistentes que caminaba delante de él. La gente brincó de sus asientos. El público era un alarido continuo, y como era su costumbre había podido aislar los sonidos y concentrarse solo en su respiración, con la vista hacia el frente, y la cara levantada; pudo cerrar los oídos para escuchar apenas un monótono beeeeeeeeep que se alargaba cuan largo era el camino a recorrer hacia el cuadrilátero. A su paso las personas lo iban tocando, como si intentaran tocar al Cristo que atravesaba muchedumbres, pero mientras aquel dejaba en cada roce a su piel, un poco de su paz y milagrería, él en cambio lograba que en cada toque el miedo fuera desapareciendo de su cuerpo. Cada contacto de aquellas manos que se alargaban para tocarlo e intentaban saludarlo,


Arte

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LA GUALDRA NO. 450 // 5 DE OCTUBRE DE 2020

Tres obras para recordar a Francisco Goitia 6 Por Jánea Estrada

Lazarín

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l 4 de octubre de 1882, nació en Patillos, una comunidad de Fresnillo, Zacatecas, el artista Francisco Goitia. A 138 años de su nacimiento, recordamos a este artista fundamental en la historia del arte de nuestro país presentando estas tres obras. La primera, su autorretrato, uno de los dos que pueden apreciarse en el Museo Francisco Goitia y que permanece en exhibición desde 1978, año de la fundación de este recinto que sería el primero de este tipo en la ciudad de Zacatecas, un museo dedicado exclusivamente al arte. La destreza técnica de esta obra es indiscutible; en esta pintura destaca el manejo del color: un acercamiento minucioso a esta pieza nos muestra ciertos detalles imperceptibles a simple vista, como la utilización del rojo en la pupila derecha y ciertos manchones en azul entremezclados en los pincelazos que

/// Francisco Goitia. Huerta del ex-convento de Guadalupe Zacatecas [detalle]. Óleo sobre tela. 102 x 79 cm. Secretaría de Cultura. INBAL. Museo de Arte Moderno.

/// Francisco Goitia. Autorretrato. 1955-1958. Óleo sobre tela. 63 x 123.15 cm. Secretaría de Cultura. INBAL. Museo Francisco Goitia.

dan movimiento a su profusa cabellera. La mirada de Goitia en el último lustro de su vida refleja melancolía pura. San Juan Ixtayopan, es un óleo sobre tela, de 41 x 90 cm., que permanece bajo el resguardo del Museo Nacional. Goitia fue un paisajista nato que se distinguió por lograr matices de oscuridad -en el amplio sentido del término- en sus obras; fue alumno de José María Velasco en la Academia de San Carlos, de quien aprendió a ver más allá de lo inmediato. Un paisaje como este parte del extrañamiento para reflejar finalmente el momento preciso en el que la luz convive con las sombras generando un efecto inigualable. Dos obras con una paleta similar pueden ser también vistas en el museo que lleva su nombre; el tema de las huertas le apasionaba. El óleo Huerta del exconvento de Guadalupe Zacatecas, de 102 x 79 cm., se encuentra en el Museo de Arte Moderno de la CDMX. El colorido de esta pieza resulta singular y pocas veces más lo repetiría -si acaso, quizá, en piezas como Danza indígena, que también se encuentra en su museo-. “Huerta del exconvento de Guadalupe Zacatecas presenta un claro tinte impresionista con el uso de colores pastel en una pincelada libre y gran manejo de la luz. El padre de Goitia, de origen vasco, era el administrador de una gran hacienda y el artista pasó sus primeros años en estrecho contacto con la naturaleza. Esos años, marcados en su memoria, sirvieron de influencia en su obra, pero a diferencia de sus cuadros del periodo más tardío en donde el paisaje es el escenario de la tragedia, en esta pintura el sentimiento protagónico se asocia a un ambiente idílico y lleno de vida”.1 Francisco Goitia tuvo muy claro que sus obras deberían de pertenecer a instituciones públicas; de esta manera aseguraría no solo que fueran exhibidas de manera permanente, sino que fueran debidamente resguardadas y conservadas. Incluso al final de sus días, cuando se encontraba sumido en la pobreza y acumulaba constantemente deudas por los gastos ocasionados por su enfermedad, se negó a vender sus obras a coleccionistas particulares, pese a que muchos de ellos se ofrecían a adquirirlas. Gracias a esta decisión, hoy podemos ver en los museos mencionados una parte significativa de su producción; su obra está catalogada como patrimonio cultural de nuestro país. Memórica. México haz memoria: https:// memoricamexico.gob.mx/swb/memorica/ Cedula?oId=rag-8HEB1W35U1K4tr1G

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/// Francisco Goitia. San Juan Ixtayopan. Óleo sobre tela. 41 x 90 cm. Secretaría de Cultura. INBAL. Museo Nacional.


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