SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 458 /// 30 DE NOVIEMBRE DE 2020 /// AÑO 10
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Flor Silvestre (1930-2020) en la película Ánimas Trujano.
Flor Silvestre -Guillermina Jiménez Chabolla- falleció el pasado 25 de noviembre. Con su partida termina una era y da comienzo otra en la que seguramente sus hijos y nietos seguirán promoviendo a Zacatecas y difundiendo la música mexicana y sus tradiciones. Ahora descansa en el rancho del Soyate junto a don Antonio Aguilar.
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LA GUALDRA NO. 458 /// 30 DE NOVIEMBRE DE 2020 /// AÑO 10
La Gualdra No. 458
Editorial Flor Silvestre falleció el pasado 25 de noviembre, la noticia llegó por la mañana y en Zacatecas nos conmovimos con la noticia; su muerte no fue ocasionada por el Covid-19, sino por causas relacionadas con la edad, el pasado 16 de agosto acababa de cumplir 90 años y su cuerpo estaba ya debilitado. Nació en Salamanca, Guanajuato en 1930, lugar en el que debutó como cantante de música ranchera cuando tenía alrededor de 15 años; para 1950 cantaba ya como una artista reconocida en la XEW, en donde conoció al zacatecano Antonio Aguilar: ella era la “Reina de la canción mexicana”, él era simplemente “Tony” Aguilar y solía cantar boleros, la música vernácula la adoptaría posteriormente. Decía doña Flor que el nombre de “Tony” se le hacía raro, no comprendía cómo a alguien como a él podían llamarle así; porque él eran ranchero, un hombre alto, corpulento, varonil, y esa imagen no correspondía con la manera en que insistían en nombrarlo1. Seguramente ella influyó para que de “Tony” pasara a ser conocido como Antonio, ahí inició su amistad. En 1956 filmaron la que fuera su primera película juntos, La huella del chacal, dirigida por Juan Salvador; y el año siguiente, La rebelión de la sierra, un filme que marcaría también el comienzo de una de las relaciones más emblemáticas de la cultura popular mexicana de mediados del siglo XX, no solo por la afinidad que tenían, sino porque esa mancuerna sería también importantísima en el emprendimiento de un sinnúmero de proyectos encaminados a difundir la música ranchera, el orgullo charro. Ambos amaban los caballos, la vida de campo, de provincia: amaban a Zacatecas. Quizá fue por eso por lo que su base, su centro de vida, eran estas tierras. En el Soyate, una comunidad cercana a Villanueva, vivieron hasta el final de sus días, ahí regresaban siempre después de las largas giras realizadas con su espectáculo de música y caballos adiestrados con el que recorrieron las comunidades más remotas del continente americano. Y a donde quiera que iban hablaban de Zacatecas. Pocos son los artistas que, como ellos, promovieron las virtudes de este
Estado al que se referían constantemente y en el que fungieron además como figuras promotoras de nuestras tradiciones, así educaron a sus hijos y ahora son ellos quienes tienen la encomienda de seguir con su legado. Su destino fue quererse, porque ¡ah, cómo se querían!, la suya era una pareja ejemplar. Tomados de la mano los veíamos siempre; frecuentemente venían a la ciudad y aquí eran tratados con mucho cariño. A Zacatecas, usualmente, todavía a principios de este siglo, llegaban a comer gorditas a la Avenida Hidalgo el día menos pensado; su sencillez era su principal característica, quizá eso hacía que la gente se alegrara tanto de verlos juntos. Y tal vez también por eso, la muerte de don Antonio y luego la de doña Flor, fueran tan lamentadas por los zacatecanos. Cuando don Antonio, el Charro de México, falleció en 2007, doña Flor comenzó a despedirse también de alguna manera. No concebía la vida sin él. El día 26 de noviembre lo confirmó su hijo Pepe en el funeral, quien en su mensaje de despedida miró al féretro donde yacía su madre y le dijo: “Hasta que se te hizo estar con él... y el otro [refiriéndose a su padre] debe estar también dando de brincos porque ya llegaste”. Doña Flor Silvestre fue despedida ese día por su familia en el rancho del Soyate con música de banda y mariachi, “Que nos entierren juntos en la misma tumba, y de ser posible en el mismo cajón, que estemos frente a frente, para darnos besos y que eternamente, ya después de muertos, gozar nuestro amor”. En la misma tumba fue sepultada junto a su esposo. Ahí descansan los dos. Con la partida de doña Flor Silvestre -Guillermina Jiménez Chabollatermina una era y da comienzo otra en la que seguramente sus hijos y nietos seguirán promoviendo a Zacatecas y difundiendo la música mexicana y sus tradiciones. Nuestras condolencias para su familia. Buen camino a doña Flor.
Contenido Ho visto Maradona Por Federico Bonasso
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Edgardo Cozarinsky y las mujeres-fantasma Por Mauricio Flores
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Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas III Por Rita Vega Baeza
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Un secreto a mis pies Por Anastasia Piñeiro Aguilera Todos somos impostores [El impostor, de Javier Cercas] Por Miguel Ángel de Ávila González
Mank, de David Fincher Por Adolfo Nuñez J. Vivir en el mundo Por Pilar Alba
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
Directorio
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Ver video “Su destino fue querer”, en https://youtu.be/9zkM90oigdo
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Ho visto Maradona
6 Por Federico Bonasso*
In Memoriam
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iego era una metáfora enorme del sueño del niño, del fútbol como via de escape de la pobreza, de la reivindicación de los países humillados por las potencias, del rebelde al que el sistema escoge para el escarmiento, del fútbol como alegría, del juego como gran premio de la vida. Por eso Diego era mucho más que sí mismo. Por eso todos se sienten apurados a comentar algo, a compartir su dolor o su opinión, sus memes insensibles o su moralina contra el adicto. Por alguna cualidad de su carácter, probablemente esa mezcla de pasión con talento, Diego interpela a todos: los que aman al fútbol o no, los argentinos o los que no lo son, los napolitanos o los del norte de Italia, los que apoyan a la revolución cubana y los que la denostan. La historia regala eventualmente estas figuras que tienen un coraje muy por encima del promedio y tienen la capacidad, por lo mismo, de representar a tanta gente. Esos cuya muerte produce una orfandad colectiva. Diego fue, voluntariamente, el instrumento de revancha y de justicia de muchos agraviados. Por eso no compro la dicotomía simplona que desconoce sus logros también fuera de la cancha y se permite con tanta grosería la tentación de la doble moral. En 1986 yo era un adolescente aun muy vinculado a mi país de origen y Diego me devolvió la identidad arrebatada en un momento en el que yo pedía auxilio a gritos sordos. Apenas era un par de años más joven que esos soldaditos argentinos que fueron enviados a Malvinas a certificar con su carne la prepotencia criminal de la armada británica y el desprecio por la vida de los militares argentinos. “Podrán tener sus buques, pero el genio es nuestro”, les dijo Diego en el estadio Azteca. En una tarde que la historia no olvidará. “El talento es nuestro”. Veo el dolor de la gente que empieza a rodear espontáneamente la Bombonera, el dolor sorpresivo de algunos cronistas, como José Ramón Fernández, en fin, el dolor que empieza a recorrer el mundo y me sorprendo ante el mío propio. Hay cosas, que por alguna secreta arbitrariedad, me llevan al llanto: saber que el mítico San Paolo, el estadio del Napoli llevará su nombre, por ejemplo. Un llanto que me viene en cortas oleadas a lo largo de la mañana en este 2020 plagado de heraldos de mierda. Hubo una época anterior a Diego, cuando el fútbol, sobre todo el latinoamericano, el brasileño y el argentino, premió la gambeta como la máxima atracción del espectáculo. La gambeta era la posibilidad de que el fútbol se trascendiera a sí mismo y se rozara con el arte. Era una muestra de que, a veces, los seres humanos desafiamos a la física, desafiamos a la peor de sus leyes: la muerte; y jugamos en las fronteras de lo imposible. Cuando apareció Diego, lo imposible adquirió una nueva dimensión. Por eso es de todos, no es solo argentino.
/// Diego Armando Maradona falleció este 25 de noviembre de 2020.
/// Diego Armando Maradona sujeta la copa del Mundial de 1986 tras el triunfo de Argentina contra Alemania Federal en el Estadio Azteca de Ciudad de México. Foto de Carlos Fumagalli. AP. Tomada de El País.
/// Diego Armando Maradona. Foto de Canal +.
Aunque las y los argentinos tengan, porque además así lo hubiera querido él, la triste suerte de despedirlo primero. Gracias, Diego, te quiero mucho, mar-
cho en la máquina del tiempo a ese junio de 1986, y veo cómo, casi cayéndote, le das a Burru uno de los pases más importantes de nuestras vidas, ese con el que abriste las
puertas de la inmortalidad. *25 de noviembre de 2020. Ciudad de México.
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Op. Cit
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Edgardo Cozarinsky y las mujeres-fantasma 6 Por Mauricio Flores* Lo bueno dura poco, lo malo siempre vuelve con nombres distintos. E. C.
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ay en los cuentos del argentino Edgardo Cozarinsky (1939) muchas mujeres. De carne y hueso, bellas y soberbias, pero también un gran número de señoras más próximas a la penumbra y el ensueño, igualmente adorables. Mujeres, como también podemos encontrárnoslas en sus crónicas, a las que poco les importan tiempo y espacio, pues han hecho del sitio literario su refugio ideal. El que el narrador, cargado de memoria e imaginación, se ha inventado para ellas, para sí mismo y, por supuesto, para nosotros sus lectores. Concurra cualquiera (hombres, mujeres…) a alguno de los treinta cuentos que del escritor Alfaguara ha reunido recientemente, prólogo de Alan Pauls, antes publicados en los volúmenes, a la fecha inconseguibles, La novia de Odessa, Tres fronteras, Huérfanos y En el último trago nos vamos, y así comprobará lo dicho. Se encontrará el lector con una Franziska, una Irene, una madame Garmendia, una “rubia dudosa, indisimulablemente opulenta, de cejas depiladas y sonrisa calculadora”, que al abrazarnos en las geografías europea y bonaerense no hacen sino convertir su esencia y encargo en literatura. Conjuro deliberado del
autor. Dice Pauls que “todo Cozarinsky” parece estar cifrado bajo la tutela de Benjamin: adueñarse de un recuerdo tal como este relampaguea en un instante de peligro. Que todo cuento debe ser la narración de un momento, solo un momento, desde el cual puede descifrarse la totalidad de las cosas. A la manera de Borges. Pues sí, así son los de Cozarinsky (como también sus novelas, siempre cortas, impactos narrativos que sacuden al lector: El rufián moldavo, Maniobras nocturnas, Lejos de dónde, La tercera mañana, Dinero para fantasmas, En ausencia de guerra y Dark) y especialmente los incluidos en En el último trago nos vamos, Premio Hispanoamericano de Cuento García Márquez 2018. De título evocador para el lector mexicano, dixit José Alfredo Jiménez, el relato que da nombre a estos cuenta una pequeña historia en torno a una mujer más, “la conocí en México, más precisamente en el estado de Veracruz, y para ser exacto en Xico”, solo que desde el hallazgo de la misma historia, antes contada por la misma mujer, una escritora. Distintos planos, apenas ocho páginas, “En el último trago nos vamos” puede tomarse como un modelo del corpus literario de Cozarinsky, también cineasta y autor de textos inclasificables publicados misceláneamente desde su acercamiento, siendo casi un adolescente, al célebre grupo encabezado por Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo. Los recuerdos, sostiene el narrador del
cuento, no dejan de intervenir en nuestras vidas, y es la misma literatura de Cozarinsky una llamada de atención a ello. “No es el de una situación compartida o el de las palabras dichas, es una presencia, si se quiere fantasmal pero para mí sensible: espectadora, a veces amable, otras censoras de mis actos y pensamientos, persiste en visitarme sin que le llame, en opinar en silencio con la mirada vigilante que mi imaginación le presta”. Cuentos para deslumbrarnos con sus mujeres-fantasma. El baile Aunque también crónicas, como las incluidas en Milongas, un libro que se acompaña de las fotografías de Sebastián Freire, y donde Cozarinsky da cuenta de una pasión individual y colectiva que se niega a morir: el baile, el tango. Entre la realidad y la ficción, cuño de la buena literatura, muchas mujeres aparecen aquí, a un tiempo recorrido por sitios para recrear la memoria, a su vez memoria pura. “En el tango bailado, la noción de estilo me parece menos una meta por alcanzar que una condición inevitable”, escribe el autor. “Hasta para el más inseguro principiante, lo que la música le sugiere se lo sugiere a él solo, y si puede llamarse estilo a la respuesta individual de un cuerpo a la música que oye, ese estilo podría ir definiéndose, puliéndose, volviéndose en algunos casos admirable, en otros me-
ramente correcto, aun anodino. En la milonga, desde el arranque nomás, baile y bailarín son indiscernibles”. Pero como esta revelación lectora apostó por las mujeres de Cozarinsky, a cuento una mujer más, la siempre buscada ahora por el personaje de ficción en una de las primeras narraciones de Milongas (por sitio). ÉL: le sonríe. ELLA: acaso, incrédula, vacila en responder a esa sonrisa. ÉL: apoya la tácita invitación con un cabeceo. ELLA: ya no duda. Se pone de pie y con pasos seguros acude al llamado. (No intercambian ni una palabra). ÉL: le rodea el talle con su brazo derecho y con la mano izquierda le toma la mano derecha. Sus gestos son delicados y firmes. ÉL y ELLA: así enlazados, meciéndose levemente durante dos, tres compases hasta que él abre con el pie izquierdo y ella lo sigue como una sombra. No: como parte de su cuerpo. No: como una respuesta a sus pasos, ya que los pies de ella se atreven a acompañar con algún ornamento aéreo, siempre hacia atrás, los movimientos severos que él ejecuta. *** Edgardo Cozarinsky, Cuentos reunidos, Alfaguara, España, 2020, 350 pp. ——Milongas, Con fotografías de Sebastián Freire, Edhasa, Buenos Aires, 2007, 158 pp.
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Insólitas, una antología indispensable 6 Por Carlos Martín
Briceño
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ector ecléctico como muchos profesionistas de su generación, mi suegro dejó al morir una biblioteca donde cabían desde las banalidades de Harold Robbins e Irving Wallace, pasando por una valiosa colección de Obras Maestras de la Literatura Universal editada en Barcelona en 1968, hasta terminar con los trabajos completos de Isaac Asimov, su escritor favorito. Entre aquel centenar de volúmenes, llamó mi atención uno de cocina, Las senadoras suelen guisar, editado en 1964 por el Senado de la República Mexicana que, de lanzarse hoy en día, resultaría sin duda polémico. Carmen Toscano de Romero, esposa del presidente del Senado en esos años, advierte: “Como eco de la actividad de los esposos, senadores del sexenio 1958-1964, las senadoras se reunían con frecuencia para charlar, y entonces solían guisar…, de allí surgió la idea de este libro”. Doña Carmen afirma en la introducción que “aprovechando que solían juntarse para cocinarles algo a los sufridos esposos que se la pasaban aprobando leyes en agotadoras sesiones, valía la pena organizar un compendio de recetas que diera cuenta de sus sacrificios”. El prólogo, escrito nada más y nada menos que por el gran Salvador Novo, además de ser una magistral lección de historia sobre la gastronomía prehispánica, confirma sarcásticamente la sumisión de las senadoras: “¿Dónde mejor que en el Senado pueden los hilos firmes de los representantes del pueblo urdir la tela de la Patria? ¿Dar, aprobar, expedir, reglas y leyes de general aplicación y beneficio? Tarea seis años absorbente, que dejaba a las senadoras huérfanas de sus atareados maridos, en espera de su apetito, y con la esperanza de satisfacerlo; para lo cual, guisaban”. Cuento lo anterior porque al mismo tiempo que descubrí este compendio, encontré entre las novedades de las librerías de mi ciudad, una antología –Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España– que reúne a casi una treintena de autoras de doce países hispanohablantes, de diferentes generaciones, con la representación de sus mejores relatos. Editado el año pasado por Páginas de Espuma, emblemática casa española especializada en cuento y ensayo, este compendio, apuntan las antólogas Teresa López-Pellisa y Ricard Ruiz Garzón en el prólogo (el uso inclusivo del plural femenino es de ellas mismas), nació con el obje-
/// Insólitas. Narradoras de lo fantástico en Latinoamérica y España. Imagen del Twitter de María Teresa.
tivo de reivindicar el trabajo de las mujeres que se dedican a escribir narrativa no realista en España y Latinoamérica. Bajo esta premisa reunieron 28 historias, de incuestionable calidad literaria, de autoras vivas que cultivan el género fantástico con asiduidad y tienen al menos un libro de cuentos publicado o relatos escogidos en antologías relevantes. La literatura de ciencia ficción de Colombia, México, Argentina, Ecuador, Chile, Bolivia, Costa Rica, Cuba, El Salvador, Perú, Uruguay y España está dignamente representada en este libro. No exagero al afirmar que cuesta trabajo elegir los mejores relatos, pues para beneplácito del lector –cosa insólita en una antología– no hay cuento malo. ¿Qué pero podríamos ponerle a “La casa de Adela”, la terrorífica historia de Mariana Enriquez sobre una mansión embrujada? ¿Cómo quitarnos de la cabeza la escalofriante
distopía relacionada con las redes sociales que plantea Laura Gallego en “WeKids”? ¿Y qué decir de Cristina Fernández Cubas que con “Mi hermana Elba” brinda un relato cruel que transcurre en un internado religioso para señoritas? Ana María Shua, Solange Rodríguez Pappe y Pilar Pedraza, por su parte, acuden a la ironía para manifestar su gusto por lo extraño. La primera con “Vida de perros”, una parodia acerca de un lobisón argentino que acude al psicoanalista; la segunda con “Pequeñas mujercitas”, cuento de hembras liliputienses que buscan su lugar en el mundo y la última con “Balneario”, donde Pilar da voz a los cadáveres de una sala de disección. “Nada que declarar” de Anabel Enríquez, alegoría espacial sobre la inmigración, deja al lector boquiabierto. Lo mismo sucede con “Loca” de Elia Barceló, quien cuela en su fábula una crítica en contra de la violencia machista, sazonada con saltos en el
tiempo. Cecilia Eudave, con su particular forma de abordar la irrealidad, nos convence en “Sin reclamo” que el mundo, de un momento a otro, depara sorpresas. Algo parecido plantea Raquel Castro en “¿A qué tienes miedo?”, entrañable historia sobre muerte y amistad con un desenlace inesperado. No podía faltar Amparo Dávila, quien aporta aquí “El huésped”, el más emblemático de sus relatos. Pero volviendo al inicio, así como me parece insólito que en su momento las senadoras apoyaran con naturalidad su papel de “eco” en las acciones de los maridos, celebro que 56 años después se editen antologías como esta donde se reconoce el trabajo de mujeres que por alguna razón han permanecido silenciadas. Insólitas es pues un libro único que, además de saldar una deuda necesaria, invita a seguirle la pista a las autoras que más nos hayan atraído.
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Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas III tad, quizá ahora escala montañas, conquista países lejanos” (Oliva, A., p. 20.) soy una diosa, una mendicante y una mortal (Salazar, K., p. 22) Me di cuenta de que el mundo se encontraba verdaderamente podrido si las personas eran capaces de seguir su vida sin inmutarse al encontrar un cadáver a sus pies (Piñeiro, A. p. 23) sólo Verónica sabía lo que había pasado (Ramos, K., p. 27) En mi copa añoro la cicuta (Rodríguez, M., p. 29) No falta el día en que una máquina encienda la luz roja (Castro, B., p. 31) quería que en mí se reflejaran las estrellas (Hernández, S., p. 35) Por más dolorosa que sea la lucha, si logras sobrevivir te vienen fuerzas extras de no sé qué confín del mundo (Zamarrón, M., p. 38) oferta psicotrópica con sus voladores de Papantla (Gárriz, I., p. 42) Soy más que ayer / Te nazco con Aión de nuestro lado (Aguayo, C., p. 44) es el discurso que da visibilidad (García, C., p. 49)
6 Por Rita Vega Baeza Escribir es siempre protestar, aunque sea de uno mismo. Ana María Matute
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son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas III es una extraordinaria compilación realizada por Irene Ruvalcaba Ledesma y Sonia Ibarra Valdez, fundadoras de Líneas Negras, gracias a la participación de la Dra. Adriana Guadalupe Rivero Garza de la Secretaría de las Mujeres del Gobierno del Estado de Zacatecas, México, quienes originan esta integración de numerosos trabajos escritos por poetas, narradoras y ensayistas principalmente de Zacatecas, o provenientes de otra parte, pero afincadas en este estado. Genuino trabajo de integración, genealogía que visibiliza la literatura de escritoras en un territorio que se encuentra en desventaja, ya sea por el limitado interés de quienes podrían promover la literatura en general y la literatura escrita por mujeres en particular; o por las dificultades de la venta, distribución y promoción de sus textos, en virtud de que se enfrentan a la rentabilidad, la globalización y, ahora, a la pandemia por Covid-19. Otro de los puntos a destacar de esta obra, es su valor añadido: establece un apartado de fichas bio-bibliográficas de las diecisiete escritoras que la integran, en sus más de 50 páginas, lo que permite ver la trayectoria y vitalidad literaria de las escritoras de esta región. Incluye tanto a escritoras que dominan el oficio, como aquellas que inician con fuerza y vivacidad. Al leerlas encontraremos poemas, ensayos, narraciones, cuentos breves; historias de ficción que palpitan ligeras, mordaces, reflexivas y contundentes: emblemas de un temple solidario que las autoras han escrito entre la sencillez, el desenfado y el conocimiento. Hay en este libro una versatilidad temática y organizada. Las obras que lo integran implican situaciones, actitudes y aspiraciones que nos muestran en su expresión literaria el destierro; la socialización vinculada con la infancia; las formas complejas de establecer vínculos; la rebelión; la nostalgia; la sensualidad como resistencia y sororidad; esa red de apoyo recíproco tejido por las propias escritoras con sus lectoras y lectores. En esta compilación de textos, se nos presenta la oportunidad de leer —quizá por primera vez— a escritoras zacatecanas que como bien lo indican en el prólogo (señalando los porqués), marcan una diferencia, una intermitencia y una dificultad
adicional. Las escritoras nos dejan ver la dificultad que implica obtener una identidad que tiene algo de nómada; alguna escritora pudo nacer en España, pero haber vivido en varios lugares, o nacer en Zacatecas y vivir en otros países o regiones. Las escritoras tienen también una formación polivalente, estudios formales principalmente en universidades y otras instituciones de nuestro país y, además, en el extranjero. Son escritoras y viajeras; escritoras y periodistas; escritoras y filósofas; escritoras y profesoras. Son escritoras bifrontes, jánicas. También, varias de ellas han sido galardonadas. Aparte del placer literario, hemos de encontrar en esta antología una experiencia, un aprendizaje y una complicidad: sus trabajos están cuajados de ironía, reflexión y poesía. Vinculan la serenidad y el desconcierto; el regocijo y la decepción; la melancolía y la vitalidad; la experiencia y
el estudio. Así, recuperando un verso o una frase de los textos de cada una de ellas, en homenaje a su escritura y a su creativa colectividad, he elaborado lo que generalmente se llama cadáver exquisito: Memorias intensas, parecidas a los sueños (Bonilla, P., p. 7) cuando llegó al bar con media tropa, asumí que necesitaba refuerzos (Valdés, A., p. 9) aunque lo quisiera ya no puedo volver la vista atrás, (Alba, P., p. 12) la dicha florecía a través de las palabras (García, R., p. 15) somos salmón, lluvia, río. Indistintamente (Acuña, A., p. 16) No sé dónde estoy. El dolor se ha ido (Soriano, L., p. 18) tía Aurora, pero por fin consiguió su liber-
Esta antología reúne autoras con sus protagonistas literarias firmes, nostálgicas, inteligentes, festivas, decididas y perdurables como ellas mismas; cuyos fundamentos, tensores y vigorosos, son el exilio, los encuentros telúricos y la transmutación de los elementos. Esos nombres, esas palabras, esas ficciones que nos reconcilian con nuestra propia vida. Nos muestran que de las heridas puede procrearse —con inteligencia lúcida— otra realidad: la de la ficción. Sus poemas, narraciones y ensayos son formas de experimentar la vida. Podría afirmar que escribir es alejarse de los espacios privados que coaccionan a las mujeres a la docilidad y al agrado del otro; para, en cambio, mejor ocupar y participar en los espacios públicos (incluido el erotismo) para autoafirmarse. Finalmente, la escritura de ellas —y desde ellas— quizá sea también una herencia para los ojos presentes y futuros; ya sin el sufrimiento lacrimoso, a veces todavía exigido a las escritoras que ya no encajan en esas categorías. Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas nos reafirma que cuando nuestra realidad está en bancarrota, aún nos queda la ficción.
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Un secreto a mis pies 6 Por Anastasia Piñeiro
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traté de cavar una pequeña tumba en el suelo, me di cuenta de lo duro que era, todo se encontraba congelado, incluso el corazón de los hombres. Posé al pequeño a mi lado, envuelto en mi chamarra y con lágrimas en los ojos comencé a cavar un hoyo debajo de un árbol de melancólicas ramas. Mis manos, tan débiles, como yo misma, terminaron completamente congeladas y llenas de rasguños de los que emanaban diminutas gotas de sangre. Sacudí la tierra de mis manos y me dediqué a preparar mi secreto, limpié su plumaje, cerré su pico, lo acomodé de la
mejor manera posible y busqué flores bellas con las cuales poder adornarlo. Solo encontré una minúscula florecilla naranjada que coloqué en su pecho sin vida. “Perdón por haberte encontrado tan tarde, supongo que no pudiste morir amado, pero ahora eres amado en muerte. También lamento que hayas tenido que morir aquí, donde los humanos ya no son nada más que seres arrogantes y egoístas en busca de dinero. Sabes que me gustaría poder quedarme a calentar tus restos, pero los dos sabemos que eso de nada servirá. Y sé que a cualquiera le parecería falso, en este mundo donde el
Todos somos impostores [El impostor, de Javier Cercas] 6 Por Miguel Ángel de Ávila
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mienza a rastrear al personaje y a indagar sobre la vida de quien había mentido sobre el crimen más monstruoso de la humanidad, maestro de la simulación, del engaño, quien había nacido en un manicomio y
* Texto incluido en el libro Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas III, Secretaría de las Mujeres, Gobierno del Estado de Zacatecas, Zacatecas, México, 2020.
Marco sale de su vida rutinaria. No es un loco, es un hombre normal, es un actor que cree en su personaje que está representando y se apodera de él. ¿Que puede llevar a un persona a este extremo? Esto es lo que indaga Cercas en su novela. La construcción de la biografía del personaje implicó la construcción de la historia de la democracia en España. Su propia vida es más interesante. La que se inventa es muy anodina. Marco tiene una infancia terrible, nace en un manicomio, pasa 50 años encerrado en un cuchitril y decide terminar con esto. Cercas sostiene que Marco es un ejemplo monstruoso de lo que somos todos, pero llevado al extremo. Con la suplantación no obtuvo beneficios económicos pero obtuvo reconocimiento y aceptación: le gustaba estar en los reflectores. Lo que Marco contaba era una versión suavizada y melodramática del acontecimiento. Las verdaderas víctimas no hablan. La novela bucea en lo más profundo de la condición humana, en las zonas más dolorosas de nuestro pasado, en las últimas fronteras de nuestra humanidad, nuestra infinita capacidad de autoengaño, nuestro conformismo, nuestras mentiras, en nuestra sed de afecto. *** Javier Cercas, El impostor, Literatura Random House, primera reimpresión febrero de 2015, México.
Libros
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odo empezó cuando en 2005 el historiador Benito Bermejo reveló a la opinión pública española y mundial, en presencia del presidente Rodríguez Zapatero, que Enric Marco, un nonagenario barcelonés, en ese entonces presidente de la asociación española de supervivientes republicanos deportados por el Tercer Reich -cargo en el que duró tres años- era un farsante. Se había hecho pasar por un sobreviviente de los campos de exterminio nazis, había pronunciado centenares de conferencias, concedido decenas de entrevistas y recibido importantes distinciones. El escándalo conmovió profundamente a la sociedad española. Habían sido nueve mil los españoles que fueron enviados a los campos de exterminio. Lo más grave es que todo lo que narraba en sus disertaciones era falso, edulcorado, encarna la industria de la falsificación de la historia, narraba lo que sus interlocutores querían escuchar. Esto convirtió a Marco en un ser detestable, despreciable y ruin. Javier Cercas co-
tuvo que reinventar toda su vida. Se inventa un pasado de cautivo de un campamento nazi, activo combatiente en la Guerra Civil, resistente exiliado, militante antifranquista. En realidad estuvo siempre donde estaban todos, con la inmensa mayoría, evitando comprometerse, buscando la vida huyendo del pasado. Cambia de ciudad y de mujer y consigue realizar su sueño. Javier Cercas entra en contacto con Marco y le hace saber que está interesado en platicar con él, no para reivindicarlo sino para entenderlo. Entonces pasan juntos mucho tiempo. Cercas quiere entender por qué hizo lo que hizo. Diferenciar la verdad de la mentira; en realidad existe una secreta avergonzada admiración por él. La usurpación no la hizo Marco por dinero, sino por una necesidad de que lo aceptaran, lo reconocieran y lo aceptaran. Somos incapaces de aceptar lo que somos. Todo lo maquillamos. Somos novelistas de nosotros mismos. El autor hace un símil afortunado entre don Quijote y el autor. A los 50 años Alonso Quijano, fastidiado de ser él mismo, se convierte en don Quijote. Del mismo modo
amor ya no significa nada, pero en verdad te quiero”. Lloré un poco más antes de cubrirlo de tierra y partir. Para mi suerte, después de unos pocos respiros, pude acompañar al pequeño cadáver. Salí de ese lóbrego lugar al cual jamás había logrado pertenecer. La malicia de la humanidad no había querido que yo siguiera respirando, y así fue. Ese día se cavó más de una tumba.
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oy encontré un cadáver, era pequeño y asombrosamente bello. Se le veía abatido y las hormigas comenzaban a comer sus ojos sin piedad alguna. Yo me encontraba triste ese día y cuando mi mirada se posó en su cadáver también algo murió dentro de mí. Lo levanté con mucho cuidado, no quería lastimarlo, tenía que cuidar de él después de su muerte, así que lo pegué a mi pecho intentando compartirle un poco de la vida que yo aún tenía, pero que a él le habían arrebatado. Intenté cerrar sus ojos en vano. Lo acaricié, pasé mi dedo con cuidado por sus azuladas plumas y comencé a cantarle mientras lo arrullaba. ¿Cómo era posible que en un lugar tan concurrido nadie se hubiera dignado a recogerlo? Me di cuenta de que el mundo se encontraba verdaderamente podrido si las personas eran capaces de seguir su vida sin inmutarse al encontrar un cadáver a sus pies. Un ser vivo, ahora muerto, que a nadie le había importado. Lo cubrí del viento tormentoso y caminé con él en brazos a través de un sendero boscoso cuidando de no tropezar. El suelo se encontraba completamente seco, incluso diría que muerto, y cuando
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Cine
6 Por Adolfo Nuñez J.
orre el año de 1940. Un joven Orson Welles (Tom Burke) logra que la RKO le permita desarrollar un proyecto con total libertad creativa. El director tiene la génesis de una historia, que con el tiempo irá creciendo hasta volverse la legendaria Citizen Kane (1941). Para trabajar en el guion de su película, Welles recluta al dramaturgo Herman “Mank” Mankiewicz (Gary Oldman). Con una pierna rota a causa de un accidente automovilístico, y con un claro problema con el alcohol, Mank es recluido en una cabaña para escribir un borrador de la historia en un lapso inicial de 90 días, que después es reducido a dos meses. Con el guion ya terminado y entregado, algunos miembros de la élite hollywoodense comienzan a notar que el Charles Foster Kane escrito por Mank, tiene semejanzas con el magnate William Randolph Hearst (Charles Dance). Así, varias de estas figuras, entre ellas la estrella Marion Davies (Amanda Seyfried), tratarán de convencer a Mank de que abandone el proyecto, al mismo tiempo que él lo comienza a considerar como la obra más brillante que ha escrito en toda su carrera. A lo largo de su memorable filmografía, David Fincher jamás escribió el guion de ninguna de sus cintas. Eso vuelve aún más interesante el hecho de que Mank (2020), su filme más reciente, se trate de uno de sus proyectos más cercanos y personales, escrito por su padre Jack Fincher, quien falleció en 2003. La creación del libreto para Citizen Kane, así como la posterior controversia que esto generó, son el punto de partida de Fincher para abarcar diversos temas relacionados con la enorme maquinaria detrás de la industria cinematográfica. Es así como el filme representa las dinámicas del viejo
6 Por Pilar Alba
A
Hollywood, en cuanto a la producción y distribución que había sobre sus obras. Al mismo tiempo muestra los verdaderos intereses detrás de dichas producciones, que en algunos casos bien eran simplemente monetarios, y en otros hasta políticos e ideológicos. En medio de todo se encuentra Mank, interpretado con enorme inteligencia y sentido del humor por Gary Oldman. Oscilando entre presente y pasado por medio de flashbacks, somos testigos de su odisea dentro de la industria del entretenimiento, abriéndose paso gracias a su personalidad ácida y cómo se codea con los grandes
productores de la época, entre ellos Louis B. Mayer (Arliss Howard), David O. Selznick (Toby Leonard Moore) e Irving Thalberg (Ferdinand Kingsley). Filmada en blanco y negro con mucho grano (igual que las películas clásicas), y con un diseño sonoro similar al de los filmes de la época, Fincher no pretende construir un mero ejercicio de nostalgia. Su objetivo es mirar hacia el pasado, y retratar a una sociedad norteamericana gravemente afectada por La Gran Depresión, y en una situación política que tiene claras similitudes con la actual. Dentro de esta estructura de cine
dentro del cine, el director enfatiza el modo en el que las películas y sus figuras guardan una enorme carga simbólica, que repercuten de manera directa en el contexto dentro del que fueron realizadas, y que, como el ciudadano Kane de Welles, son tan grandes como la vida misma. Como todos los grandes filmes de David Fincher, Mank es una historia sobre las obsesiones y la lucha por el poder. Además de ser un magnífico tributo al Hollywood de antaño, también se trata de un detallado recordatorio sobre los alcances de la ficción para retratar y afectar a la propia realidad.
Vivir en el mundo
lgunas veces, más que otras, se me hace difícil vivir en el mundo. En este mundo que me tocó, que no es como el de los griegos o el de los romanos, desafortunadamente. Ya todo está descubierto, ya todo lo inventaron ellos. Tampoco, gracias
a Dios, es como el de la Edad Media, aunque cada vez son más los que opinan que nuestro mundo se asemeja bastante al de ese tiempo. Me gustaría decir que desearía haber nacido en el mundo del Renacimiento, pero analizándolo, en ese momento por estos lados todo era un páramo inhóspito, perdido en la nada, apenas
a punto de ser descubierto. En fin, que no hay otro tiempo, otro espacio, donde pudiera haber vivido; porque me tocó este, estoy viviendo en este mundo. En el que como dije cada vez es más difícil: en el que duele ver todos los días las noticias. En donde de la esquina se roban infantes, los violentan y los matan. Donde los
abismos entre unos y otros se vuelven cada vez más grandes. En donde tienes que cuidarte de los otros, aún de los más cercanos. Es tan complicado vivir en este mundo, el de esta época civilizada, en la que lejos de liberarnos de las pasiones, vivimos algo cada vez más parecido al reino de los animales.