SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 472 /// 29 DE MARZO DE 2021 /// AÑO 10
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria, con su autor, Abraham Nahón, en la zona arqueológica de Dainzú, Oaxaca, 2021. Foto: Judith Romero.
Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria está compuesto por cuatro capítulos en donde Nahón analiza el panorama de la cultura y las artes visuales en Oaxaca, los protagonistas de la pintura, los colectivos de grafiti y gráfica y, finalmente, la fotografía producida en esa entidad. Frente a esta amplia revisión iconográfica, destaca, en primer lugar, el posicionamiento crítico del autor. En las primeras líneas del libro, subraya que debido a la complejidad cultural y social que existe en Oaxaca, esta se ha convertido “en territorio fértil para el surgimiento de mitos, fantasías y estereotipos que insisten en trivializar su historia profusa, avivada por una realidad heterogénea y contradictoria”.
[Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria, de Abraham Nahón, en páginas centrales]
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LA GUALDRA NO. 472 /// 29 DE MARZO DE 2021 /// AÑO 10
La Gualdra No. 472
Editorial Imágenes en Oaxaca, arte, política y memoria, libro de Abraham Nahón, nos dice ya desde el título el cúmulo de información que en él encontraremos. Cuando pensamos en Oaxaca viene a mi mente inmediatamente la referencia de la imagen, de lo visual, de lo mucho que representa esta entidad en la historia del arte de nuestro país. Hablar de Oaxaca es hablar de arte y de la gran cantidad y calidad de sus artistas; me refiero no solo a sus pintores, sino también a aquellos que hacen gráfica, a los fotógrafos, a quienes realizan arte urbano, incluso a sus artesanos... a todos aquellos que han contribuido a que la tradición persista. Nahón nos presenta un texto potente de historia social del arte y entrelaza y combina en este entramado de hechos, situaciones sociales, política y arte, conceptos de historia cultural de su estado. Su mirada crítica nos plantea un aquí y ahora que tiene que ver con el pasado, con la memoria. El autor realiza no solo una labor de interpretación de documentos y datos históricos, sino que va más allá: trata de encontrar en el lenguaje de los creadores y en sus acciones una reconfiguración de su historia que ayuda a explicar el estado actual de lo artístico y lo político en su entidad y de cómo estos dos conceptos se van entrelazando. Qué importante es que desde provincia se estén realizando este tipo de documentos; acostumbrados como estábamos a que estas investigaciones mayoritariamente se dieran desde el centro a la periferia del país, la difusión de estas es también una llamada de atención que nos motiva a ver, a indagar y a comprender lo que en todo México se está gestando en materia de arte, política y memoria y cómo es que todo esto impacta en los procesos de cambio, transformación y adaptación de lo social en esta nueva realidad. Hoy podemos afirmar que el interés por documentar lo que se hace en los distintos estados de la república se va acrecentando; es decir, toca ahora a los académicos encontrar las vías para organizar una serie de investigaciones que contribuyan a la preservación de la memoria y al conocimiento de nuestra historia desde distintos puntos del territorio nacional. En el caso concreto de Oaxaca, dice Abraham Nahón que su complejidad sociocutural la ha convertido en un “territorio fértil para el surgimiento de mitos, fantasías y estereotipos que insisten en trivializar su historia profusa, avivada por una realidad heterogénea y contradictoria”. Agregaría que en cierto sentido, todo México es un territorio fértil para que estos mitos surjan y
prevalezcan en el imaginario colectivo. ¿De qué manera hacemos para develar esos datos que nos ayuden a acabar con esa visión simplificada desde una perspectiva centralista? Precisamente con trabajos como este. En Imágenes en Oaxaca, arte, política y memoria, se nos plantea primero un panorama de la cultura y las artes visuales en Oaxaca, en unos de sus capítulos aborda el tema de la “institucionalización y sacralización del mercado del arte” y nos habla, por ejemplo, del indígena oaxaqueño Miguel Cabrera nacido en 1695 y al que se refiere como “uno de los pintores más fecundos de su tiempo y más admirado”; no pude dejar de recordar que obras de este pintor son también exhibidas en el Museo de Guadalupe, en Zacatecas, dedicado al arte virreinal. Las pinturas de Cabrera son uno de los principales tesoros de este museo en Guadalupe... establecer esos vínculos entre los estados en la conformación de sus respectivos órdenes culturales, encuentran en investigaciones como esta el génesis de otras más en las que se establezca cuáles fueron las relaciones entres los pintores, los gestores y las instituciones de la época de diferentes estados. De particular interés para mí resultó también la parte en la que se aborda en el texto el cómo “la práctica artística estética de algunos artistas ha evidenciado las contradicciones de un campo artístico atravesado por los intereses de una práctica capitalista” y aquí cito nuevamente a Abraham cuando afirma que en Oaxaca “la escasez del pensamiento crítico en el campo artístico está vinculada al dominio de la visión mercantil”. Esto da para un análisis más global que nos ayude a entender cómo es que funcionan los mercados de arte, los mecenazgos -si acaso los hay todavía- y el papel de las instituciones en la promoción o la no promoción de lo que se produce en los estados. Y es que ¿cómo pretendemos que se generen políticas públicas eficientes en materia de arte y cultura si no consideramos a nuestro país como uno en el que encontramos muchas coincidencias en sus distintas regiones, pero más divergencias y necesidades de las que imaginamos? Mi felicitación para Abraham Nahón y mi recomendación absoluta para que adquieran este libro. Que disfrute su lectura.
Contenido Mircea Cărtărescu Una narrativa única Por Mauricio Flores
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Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria, de Abraham Nahón Por Iván Ruiz
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Equivocarse de error Por Guillermo Nemirovsky
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Desayuno en Tiffany’s, mon ku Dándole vueltas a la violencia: Competencia de ficción de Cinélatino (Toulouse) Por Sergi Ramos
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David Byrne’s American utopia, de Spike Lee Por Adolfo Nuñez J. Es una esperanza Por Pilar Alba
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La descarga De la serie “Hombres trabajando” Por Magdalena Okhuysen
Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com * Nahón, Abraham, Imágenes en Oaxaca, arte, política y memoria, Segunda Edición, UABJO-BUAP, Oaxaca, 2020.
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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Mircea Cărtărescu
Una narrativa única Op. Cit.
6 Por Mauricio Flores*
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uentan que la narrativa de Mircea Cărtărescu (Rumania, 1956) no es sencilla. Adscrita al ciclo que va del advenimiento del socialismo, posterior a la segunda guerra mundial, y la caída del muro, generadora de una especie de capitalismo renovado, su obra es por derecho ganado durante años única. Novelas y relatos, ahora también memorias, que si bien afirmadas en las más diversas vivencias del llamado socialismo real, específicamente el rumano, disparan sus universos a tradiciones más lejanas. Autor prontamente de culto, inserto en el canon de la creación europea de los años más recientes. ¿Serán estos los escollos de las letras cărtăresquianas? Circula la segunda entrega (de tres) de lo que podría denominarse la memoria viva del autor, proyecto antes publicado en su idioma bajo el título Orbitor, y que funciona como el broche de aceptación del narrador de parte del lector hispanoamericano, poco acostumbrado a las letras rumanas. Un relato ciertamente extenso que rebasa las mil páginas y que en la novedad, parte 2, El cuerpo, rebasa las quinientas con una limpia traducción de Marian Ochoa de Eribe y limpia, se subraya, ya que se lee sin sustituciones localistas ni aclaraciones forzadas. Pienso que quien desee adentrarse por los rumbos más imaginativos de este autor rumano podría acudir a cualquiera de sus novelas y relatos, El Levante, Nostalgia, El Ruletista, Solenoide. Mientras quien busque otro tipo de imaginarios, cualitativamente distintos, habría de hacerlo en Orbitor. La lectura lo llevará a los aconteceres de una infancia que Cărtărescu reencuentra en el tiempo y con el dominio del ejercicio literario. Como inventando una verdad que se oculta. Siempre entre los bloques y pliegues del Bucarest “irreal, místico, incesantemente exacto”. La ciudad, el país entero, visto a la distancia como “una casa en ruinas” que desde la reelaboración literaria el memorioso se empeña en exorcizar. “Cuando soy feliz, pienso, respiro y mi corazón late. Soy las funciones del pájaro, soy las alas desplegadas sobre el cráneo del diamante”. De ahí a esa imagen auto proyectada en la narración, “imagen de adolescente levitando como un pez abismal en mi habitación”. “Melancólico panorama” este de Cărtărescu en El cuerpo, que trasciende lo coyuntural y verificable, al menos desde la historia misma. No espere aquí el lector detalles del trágico final de Ceauşescu, el desmoronamiento de la dictadura, pero tampoco, “hipócrita lector”, “el desastre y la desgracia de mi cuerpo”. Sí, en cambio, un gran número de bellas descripciones de cotidianidades y detalles al azar en la vida de un pequeño de ocho años. “El triste desorden de las seis de la mañana…”. “La huella de mis dedos en la piel aceitosa de la plastilina…”. “La carpa grande del circo Sido-
“Los rumanos se liberaron de los fascistas y, a continuación, el 30 de diciembre de 1947, echaron al rey. Entonces se proclamó la República Popular de Rumanía. Al rey lo expulsaron del país los comunistas, que se habían hecho con el poder. Expulsaron también a los terratenientes y a los propietarios de las fábricas, y ahora era como la canción: «Hermanados con los campesinos, / los trabajadores cantando y bailando / celebrarán por siempre / la libertad del mundo»”.
li derrumbada y los periódicos (que) no daban abasto con los detalles del trágico suceso…”. Pulsiones de infancia que se detienen a registrar (multiplicación de imágenes ad infinitum) la entre triste y tierna figura de los securistas, esos temidos policías políticos de la nomenklatura rumana, la Securitat. “Tenían miedo de sí mismos, de la farsa que tenían que fingir, tenían miedo de la muchedumbre sombría, de su soledad en medio de ella”. O como las que desde la misma inocencia primigenia resume el hecho histórico:
Nuestro pueblo Y abunda la narración de El cuerpo: “Pero sin los soviéticos no habrían hecho nada, pues estos habían liberado su país. Incluso el himno nacional decía: «Hermano será siempre nuestro pueblo / del pueblo soviético libertador». Certero y detallista al diseccionar la realidad, su más cercana realidad, Cărtărescu (considerado como el primer escritor en lengua rumana que podría obtener el Premio Nobel de Literatura) es tal vez por ello un autor no sencillo. Convincente frente al espejo, ahora que en castellano vamos accediendo al grueso Orbitor, y al que los lectores le agradecen su llamada a comprendernos mejor, todos. “Comprender, por fin, qué te ocurre, por qué has ocurrido. Por qué eres necesariamente tal y como eres. Por qué sería imposible que no hubieras existido nunca. Al fin y al cabo, qué son
todos los hechos de tu vida: las casas en las que has vivido, los rostros que has visto, los libros que has leído, las palabras que has pronunciado, los monstruosos edificios de tus sueños, los tranvías en que has viajado, las ciudades por las que has pasado, sino estrellas agrupadas por ti en las constelaciones ilusorias, tal y como las verdaderas estrellas”. El cuerpo, quinientas páginas para leerse sin prisa, acaso durante las lentas horas del quédate en casa, luego de las cuatrocientas de El ala izquierda, en espera de las otras tantas de Aripa draptă.
Salvación Porque la salvación no la alcanzas tú, sino que sucede a través de ti, es el milagro del paso de un estrato del mundo al otro. Tú eres tan solo la llave de la puerta entre los mundos, pero una llave que se fundiría en la cerradura y que, con ella, generaría la puerta y el espacio mágico del otro lado. M. C.
000 Mircea Cărtărescu, El cuerpo, Traducción del rumano Marian Ochoa de Eribe, Impedimenta, España, 2021, 522 pp. * @mauflos
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Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria, de Abraham Nahón Libros
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esde hace más de una década, las investigaciones individuales y los proyectos colectivos que Abraham Nahón (Oaxaca, 1974) ha realizado en torno a Oaxaca han derivado en libros que nos permiten pensar la compleja vida de las imágenes en aquella entidad; la emergencia de estas a partir de diferentes fuentes discursivas, su circulación en contextos diversos y las dislocaciones que suscitan los procesos de resignificación. El volumen Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria es el resultado de su investigación doctoral en sociología y fue transformado en libro con motivo del reconocimiento como mejor tesis de doctorado de la Cátedra Jorge Alonso, convocada por el CIESAS y la Universidad de Guadalajara. A finales de 2020, el libro fue reeditado por la UABJO y la BUAP, en una edición revisada y ampliada. Aunque en este volumen se hallan los resultados extensos de su reflexión sobre las imágenes en Oaxaca, es innegable encontrar puntos de conexión con sus proyectos previos. En 2008, junto con Jorge Pech Casanova y Sergio Santamaría, Nahón asumió la coordinación editorial de un libro referencial en torno al conflicto magisterial que tuvo lugar durante el gobierno de Ulises Ruiz Ortiz. Memorial de agravios. Oaxaca, México, 2006 es un extenso volumen1 en donde se registran los acontecimientos violentos orquestados por el gobierno contra el plantón magisterial de un grupo de maestros disidentes de la Coordinación Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Estos acontecimientos marcaron una fractura profunda entre el gobierno y la sociedad civil, desarrollaron novedosas formas de sensibilidad artística y política, y además anticiparon de forma aciaga la ola de violencia desencadenada a raíz del plan bélico fabricado por el ex presidente Felipe Calderón tan solo unos meses después del conflicto magisterial, a partir de la denominada “guerra contra el narcotráfico”. Además de los ensayos escritos por Jorge Pech Casanova, Fernando Solana Olivares, Luis Hernández Navarro, Fernando Matamoros Ponce y el propio Nahón, destaca un ensayo visual compuesto por 207 fotografías de diferentes autores que nos permite ver la otra cara de una ciudad signada por el folclor y el exotismo: una Oaxaca ardiente, inestable, asediada por fuerzas gubernamentales pero también por una población civil acerada. Precisamente, en el libro que ahora reseñamos, Nahón vuelve a esas imágenes para calificarlas como socio-telúricas, en tanto “emergen de los movimientos y luchas sociales que en Oaxaca nos sorprendieron y rebelaron formas distintas de (re)apropiación de
/// Baldomero Robles. De la serie Loö litz beë (Casa del viento), Oaxaca, 2014.
/// Eleuterio Xagaat. De la serie Lao’ dzen ‘nii (Enmascarado bailando la cuerda), Carnaval en la Chinantla Alta en Rosario Temextitlán, Oaxaca, 2013.
un tiempo en rebeldía contra el tiempo de la dominación”. A estas imágenes socio-telúricas se suman también las de una Oaxaca otra que el mismo Nahón exploró con posterioridad en un volumen coordinado por su autoría: Fotografía contemporánea en Oaxaca2 conforma un
ensayo compuesto por 88 fotografías de 26 autores en donde conviven imágenes documentales, fotoperiodísticas y artísticas. A diferencia de las postales oaxaqueñas embellecidas y producidas por la industria cultural, en este ensayo nos adentramos a la vida cotidiana, a las
formas de colectividad y a los paisajes urbanos desde una mirada alejada tanto del exotismo como de las etiquetas que se le han atribuido debido a su fuerte composición indígena. Imágenes en Oaxaca. Arte, política y memoria está compuesto por cuatro capítulos en donde Nahón analiza el panorama de la cultura y las artes visuales en Oaxaca, los protagonistas de la pintura, los colectivos de grafiti y gráfica y, finalmente, la fotografía producida en esa entidad. Frente a esta amplia revisión iconográfica, destaca, en primer lugar, el posicionamiento crítico del autor. En las primeras líneas del libro, subraya que debido a la complejidad cultural y social que existe en Oaxaca, esta se ha convertido “en territorio fértil para el surgimiento de mitos, fantasías y estereotipos que insisten en trivializar su historia profusa, avivada por una realidad heterogénea y contradictoria”. Uno de los fenómenos sociales en donde se observa este proceso de simplificación cultural es la fiesta anual de la Guelaguetza (vocablo zapoteco que significa reciprocidad y ayuda mutua), caracterizada por la espectacularidad de sus bailes, el colorido de los trajes y los estereotipos raciales. Nahón recuerda que los orígenes de esta celebración se remontan al “Homenaje racial” realizado en 1932, tan solo un año después del devastador temblor que derrumbó media ciudad. Aunque el motivo de este homenaje fue que Oaxaca cumplió el cuarto centenario de haber sido elevada a la categoría de “ciudad” por mandato del rey de España, es innegable que el factor racial convocado en el título del evento ya portaba una idea racista: rendir un “homenaje” a los oaxaqueños de abajo. De ahí que el gobernador Francisco López Cortés encargara a un comité de “distinguidos oaxaqueños” organizar un espectáculo en el Cerro del Fortín en donde asistieran delegaciones de todas las regiones de la entidad. En el espectáculo se representaron diversos “tipos” con el propósito de “valorar y difundir elementos culturales de los pueblos indígenas desde una visión mestiza y homogeneizadora”. Para Nahón, la posterior transformación del Homenaje Racial a la Guelaguetza representa un paso crucial para intentar convertir a la ciudad en una escenografía: el decorado de una representación teatral o cinematográfica en donde “no existen conflictos sociales, de tierras, políticos, etc., sino una armonía comunitaria que niega las contradicciones y batallas políticas que se libran al interior de una comunidad hoy en día conectada a una sociedad global”. De esta forma, Nahón propone el neologismo guelaguetzificación para reconocer aquellos procesos sociales y culturales que tienden fácilmente a la fetichización tanto de
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Libros
/// Félix Reyes Matías, Primer asesinado (en el movimiento social del 2006), 10 de agosto, Oaxaca, 2006.
las artes, los artistas y los procesos creativos en Oaxaca; un señalamiento que también ya había realizado quince años atrás el escritor Robert Valerio (Sheffield, 1959; Oaxaca, 1998) en su libro Atardecer en la maquiladora de utopías. Para Nahón, la relevancia del ensayo de Valerio reside en identificar tanto un vacío en el ejercicio de la crítica de arte en Oaxaca, como la sobrevaloración de la pintura oaxaqueña: “(la crítica) es muy halagadora, complaciente, retórica, privilegiando la biografía o la simple anécdota, cayendo muchas veces en el discurso publicitario u oficinista […] Los oaxaqueños han dependido de la crítica importada” (Valerio citado por Nahón).
Bajo el sustento teórico de Theodor Adorno, Walter Benjamin, John Berger, Georges Didi-Huberman, Bolívar Echeverría, Gisèle Freund, Susan Sontag, entre otros autores e investigaciones realizadas en Oaxaca, la relevancia de la investigación de Nahón sobre las imágenes en la entidad reside tanto en su apuntalamiento crítico anteriormente descrito, como en la forma de (re)escribir la historia de las artes en Oaxaca. Aunque hay un ordenamiento cronológico en su revisión a la plástica, gráfica y fotografía, su análisis se perfila como un ejercicio de lectura dialéctica de la historia; desde ese horizonte de rupturas y discontinuidades temporales, remueve las
/// Fotografía de Judith Romero intervenida por la artista y diseñadora textil Maddalena Forcella. De la serie Intersecciones. Fotografía + Textil, 2016.
imágenes petrificadas —las imágenes fetiche— y las reinserta en un sitio de experimentación cultural socio-telúrico y estético-político; un sitio de conflictos y de un complejo mestizaje. *Investigador del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y miembro del Sistema Nacional de Investigadores. A partir del 2018, es Director (por
un periodo de cuatro años) del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM. 1 Leyva, Rubén (ed.). 2008. Memorial de agravios. Oaxaca, México, 2006. Oaxaca: Marabú Ediciones. 2 Nahón, Abraham, 2011 (Coord.). Fotografía contemporánea en Oaxaca. Oaxaca: Luna Zeta Ediciones, Marabú Ediciones, Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo.
/// Foto de Ivan Alechine intervenida por el artista Francisco Toledo. De la serie Escarificaciones, 2012.
/// Daniela Ramírez (Taller Gabinete Gráfico / Hoja Santa). El encuentro. 2013.
/// Octavio López. De la serie Bexée (Fantasmas), Oaxaca, 2014.
/// Pedro Miranda, de la serie La novia loca, Oaxaca, 2010.
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Equivocarse de error 6 Por Guillermo
Río de Palabras
Nemirovsky*
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o sé si soy yo, pero para mí la realidad una cosa de lo más escurridiza. En la escuela me enseñaron que lo que nuestros ojos captan llega al cerebro a través del nervio óptico de manera invertida, como en una camera oscura, y que, en una operación asaz mágica, este se encarga de enderezarlo para que podamos seguir viviendo sin vértigos ni tropiezos. Antes, tenía el ingenuo sentimiento que los ojos eran como un balcón en el que nos acodábamos para disfrutar en directo de la realidad, pero resulta que no, que los fotones que dan fe de la existencia de las cosas son misteriosamente procesados en el fondo de la cavidad craneana porque si no, pobres de nosotros, estaríamos mareados y perdidos. Me sentí como estafado, y me quedé con una duda pasmosa: si no tengo un acceso directo a la realidad, ¿qué puedo saber yo de ella con certeza? Es más, mucho después me enteré que esa realidad constituida por la materia bariónica y palpable (hecha de átomos y moléculas), representa tan solo el 4.9% del universo. No sé a ustedes, pero a mí, saber eso me causa más vértigo que cualquier imagen invertida. En contraste con mis dudas, observo con alarma la vehemencia con la que, mayormente en las redes sociales, la gente se empeña en afirmar sus certidumbres. Da la sensación de que cada uno (y yo, por supuesto, no me salvo de ello) piensa ser el único en haber comprendido esa escurridiza realidad, en medio de una ceguera general. Lo asombroso, a decir verdad, es que tengamos fe (porque es fe y no otra cosa) en nuestra percepción y en nuestras ideas. A veces nos ayuda acudir a los grandes pensadores, como si fueran una garantía de veracidad. Desgraciadamente, abundan las anécdotas que dejan mal parados a estos genios, y que siembran más dudas que certezas. Una de las mentes más brillantes de la historia, Arthur Schopenhauer, no vaciló en sacar conclusiones definitivas a propósito de las mujeres, de todas las mujeres, porque no soportaba la libertad sexual y el deseo de independencia económica e intelectual de su portentosa madre. En su desenfadada misoginia, llegó incluso a violentar a una vecina porque esta fumaba y se reía ruidosamente, y por ello terminó pagándole una pensión vitalicia tras ser condenado por un tribunal. Hoy, sus sesgos misóginos nos parecen obvios (y absolutamente detestables), pero aquel gran clarividente nunca se detuvo en tales pequeñeces, consciente de su prodigiosa inteligencia. Se me ocurre que la inteligencia, al servicio de la estupidez, da por resultado una estupidez al cubo. Si Schopenhauer podía equivocarse de tan abultada manera, y a propósito nada menos que de la mitad de la humanidad, ¿qué cabría esperar de nuestra escasísima capacidad de entendimiento? El fundador de la lingüística moderna, el suizo Ferdinand de Saussure, especialista del indoeuropeo, ideó a principios del siglo veinte una teoría sumamente elaborada a propósito de la lengua. Uno de sus méritos fue haber
/// Giorgio de Chirico. Canción de amor. Óleo sobre tela. Italia. 1914. Museo MOMA, Nueva York.
aplicado el rigor científico a un tema hasta entonces más relacionado con la poesía que con la ciencia. Eran los tiempos del positivismo, y aquello que se podía expresar en ecuaciones parecía poco menos que irrefutable. Si la teoría saussureana es aún hoy muy difundida, menos conocida es su pasión por los versos saturnianos, un género literario de la poesía latina. Los estudió con ahínco durante años y se persuadió que cada verso conllevaba un mensaje secreto, según una clave también secreta que se transmitían generaciones de poetas desde tiempos inmemoriales. Su idea era que los versos constituían anagramas, y que sólo se podían entender “de verdad” mediante una lectura adecuada a base de complicadísimas reglas de permutación y de desplazamiento de letras. Le llevó años forjar una teoría que desvelara tamaño “secreto”. Dio la casualidad que se enteró de la existencia de un concurso de poesía saturniana, y le escribió
al ganador para decirle, en substancia, que él sí había entendido lo que realmente querían decir sus versos, lo que en verdad sus palabras escondían. Pero el secreto, como decía Umberto Eco, era que no había ningún secreto. Me gusta imaginar la cara de perplejidad del esforzado poeta neolatino al leer la carta de Saussure, y creo saber que ni siquiera se tomó la molestia de contestarle, quizás convencido que su corresponsal estaba loco de remate. Obviamente, si en un verso tenemos casi todas las letras del alfabeto, con ellas podemos construir cuantas palabras se nos ocurran: es el principio mismo del anagrama. No sé si fue el despecho, el bochorno o la decepción, el hecho es que el gran lingüista suizo desapareció del mapa, renunció a su cátedra en la universidad de Ginebra y al poco tiempo murió. Creo, sin embargo, que cada día le rendimos involuntariamente pleitesía equivocándonos a troche y moche. La realidad se nos presenta como un
alfabeto desparramado, y vamos componiendo palabras (e ideas) a nuestro antojo, convencidos que nuestros versos son la realidad. Ahora bien, si nuestro acceso a la realidad es tan escaso como lo sospecho, si cabe (en mi mente enfermiza) hasta dudar que la realidad exista, ¿por qué sigo viviendo como si nada, saludando al panadero, asombrándome o indignándome y acaso luchando, por ejemplo, contra las injusticias? Me viene a la mente el argumento de los cínicos de hoy, que consideran a los humanistas con desprecio porque su altruismo, según ellos, no sería sino una forma hipócrita de narcisismo. La respuesta es, paradójicamente, obvia: tengo que dudar hasta de mis dudas, pero si me equivoco en todo (cosa muy probable), por lo menos no quiero equivocarme de error. * Traductor, profesor de la Universidad d’EvryParis-Saclay
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Desayuno en Tiffany’s, mon ku
Dándole vueltas a la violencia: Competencia de ficción de Cinélatino (Toulouse)
Cine
6 Por Sergi Ramos
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poco de cumplirse el primer aniversario del confinamiento en Francia, las salas de cine siguen cerradas y los festivales, en la red. Es el caso de Cinélatino de Toulouse, que se celebra en internet del 19 al 28 de marzo, aunque una segunda parte en carne y hueso esté programada para el mes de junio. Esperemos que funcione. Este festival ha logrado convertirse en una de las referencias mundiales para el cine latinoamericano. No solo presenta una rica programación, sino que ha puesto en marcha un fondo de financiación de proyectos, “Cine en Desarrollo”, después de que la ruptura con el Festival de San Sebastián provocara el final del programa conjunto anterior, “Cine en Construcción”. Los premios del festival buscan además incentivar la distribución de las películas en Europa. Esta edición está prestando especial atención al cine mexicano, con la programación de cuatro películas en la competencia oficial de ficción: 50 ballenas o dos se encuentran en la playa, de Jorge Cuchí; Fauna, de Nicolás Pereda; Nuevo orden, de Michel Franco; y Uzi, de José Luis Valle; además de proponer una mesa sobre jóvenes cineastas mexicanos de hoy, con Fernanda Valadez, Carlos Lenin y Bruno Santamaría. Violencia económica y racial Uno se mete en un festival esperando descubrir alguna película que provoque el entusiasmo de una pequeña revolución contra del convencionalismo imperante. Sin embargo, mientras uno pasa de una película a otra, esperando esa revelación, empieza también a tejer lazos entre ellas, conectando temas, enfoques, personajes, situaciones, hasta que se esboza “un estado del mundo y del cine”. La programación de Cinélatino ha dejado claro que, tras una multiplicidad de miradas, seguía presente uno de los conceptos fundacionales del cine, la violencia. Escribe Pasolini que cuando una película despierta dudas, conviene evaluar su posicionamiento político. De Nuevo Orden (Michel Franco) se ha escrito mucho ya, pero permítanme ofrecer mi punto de vista de europeo. El filme pone en escena un alzamiento de una parte de la población, descrita como trabajadora y mestiza contra las élites adineradas y blancas, es decir, un conflicto a la vez social y racial, que acaba desembocando en una militarización autoritaria del estado. En medio de este enfrentamiento, Franco parece darle una oportunidad solo a aquellos personajes que encarnan una visión idealizada (desde el punto de vista del colonialismo) de la relación de clase: el amo paternalista y el criado agradecido. Lo más molesto, sin embargo, es hasta qué punto este alzamiento es únicamente descrito como un saqueo llevado a cabo por delincuentes, evitando sistemáticamente cederles el punto de vista (lo que no ocurre con los demás grupos presentes). A lo sumo, los asaltantes son representados como los apaches de un mal western, cubiertos con sus amenazadoras pinturas
de guerra, o como los inconscientes zombis de George Romero. Considerando esa falta de identificación posible, Nuevo Orden acaba remitiendo a una actualización estéticamente mejorada de las películas de rape and revenge de la época reaganiana. Frente a la distopía apocalíptica de Franco, la brasileña Casa de antigüedades de João Paulo Miranda Maria se centra en el personaje de Cristovam, un hombre mayor nacido en el norte de Brasil, tras emigrar hacia el sur, en una antigua colonia austríaca para trabajar en una granja. Cristovam, interpretado por Antonio Pitanga, actor negro del Cinema Novo, es víctima de la lógica económica neoliberal de la empresa, así como del racismo cotidiano que le dedican los habitantes de piel clara. En oposición al espacio de la granja, aséptico y racionalizado hasta la caricatura, Cristovam descubre una vieja cabaña en el bosque, un lugar marginal por el que transitan los lugareños para dejar libre curso a sus comportamientos más pulsionales, y en el que Cristovam encontrará una serie de objetos que lo irán transformando, apelando al realismo mágico para representar un retorno a sus raíces culturales no exento de violencia, pero desdramatizado por un humor que borda lo grotesco. Creando conciencia La toma de conciencia vertebra otras dos películas, La chica nueva, de la argentina Micaela Gonzalo; y Tengo miedo torero, del chileno Rodrigo Sepúlveda. La primera retoma el realismo social de los hermanos Dardenne para contar con honestidad la historia de Jimena, una joven introvertida con dificultades económicas, que deja Buenos Aires para reunirse en la Patagonia con su hermanastro Mariano. Allí, llevará a cabo su iniciación sentimental y política, bajo la mirada ambigua de su hermano mayor. Tengo miedo torero enfoca la política desde lo queer, a través de su personaje principal, La Loca, interpretado por Alfredo Castro. En el periodo final de la dictadura de Pinochet, el vie-
jo y miserable travesti trabaja como costurera para miembros de la alta sociedad de Santiago. Durante una redada de la policía, La Loca es salvado por un joven activista izquierdista mexicano, y los dos personajes inician una relación compleja y desigual, en la que se mezclan sentimientos e intereses políticos. La película abandona progresivamente las coordenadas de la ficción política para orientarse hacia el melodrama, en el que los sentimientos acaban por llevárselo todo por delante, en una especie de relectura queer de Casablanca. Uzi, de José Luis Valle, con su historia de un viejo asesino a sueldo retirado, propietario de unos baños públicos sin clientela, al que le proponen cometer un último crimen para rehacer su vida, elabora una relectura histórica de la violencia desde una cierta nostalgia teñida de buenas intenciones. Estética del desasosiego Otra película nacional que promete polémica es 50 Ballenas (o dos se encuentran en la playa), ópera prima de Jorge Cuchí, tras una larga experiencia en el campo de la publicidad. Dos adolescentes, Félix y Elisa, participan desde las redes sociales en el juego de la Ballena Azul. Después de realizar cincuenta desafíos diseñados por “el administrador”, cada uno de los jugadores debe suicidarse. El director explota a lo largo de la película una serie de recursos visuales. Cuando los dos adolescentes están separados, los muestra simultáneamente gracias al uso del split screen, enseñando, con algunos matices, la similitud de sus vidas, hasta alcanzar incluso la sincronía. La película sitúa siempre a los adultos fuera de campo, convirtiéndolos en meras presencias verbales, cuyas palabras, entre comprensivas e inquisitivas, acaban disolviéndose sin alcanzar a los adolescentes, que se escurren en cuanto pueden hacia sus cuartos, refugios de la soledad. El encuentro entre los dos jóvenes durante una de las pruebas dará inicio a una relación, aunque ambos parezcan determinados a llegar
hasta el final del juego. Las últimas pruebas provocan una espiral de violencia donde ya no solo se trata de poner en peligro su propia vida, sino la de los demás. A partir de este punto cuando la película pierde a sus personajes, convirtiéndolos en simples mecanismos de una trama que apunta sin cesar hacia un cierto sensacionalismo emocional (marcado por la utilización enfática de la banda sonora), y de paso al espectador, sin que el romanticismo negro del realizador consiga alcanzar la lucidez sórdida de, por ejemplo, Benny’s video o Funny games de Michael Haneke. Desterro, la ópera prima de la brasileña Maria Clara Escobar se sitúa estéticamente en el polo opuesto al de Cuchí. Para describir el malestar de una joven pareja, apela a una iluminación gélida, un encuadre y una composición quirúrgicos, un ritmo pausado que pretende dar cuenta de su crisis personal y relacional. Los efectos de distanciación, como los testimonios a cámara de las viajeras del autobús en la última parte, rompen la ilusión de la ficción, dándole al mismo tiempo una dimensión metafísica a la alienación que alcanza a los personajes. ¿Hasta qué punto son reales nuestras emociones? ¿Acaso vivir no es entrar en patrones que nos privan de nuestra libertad? Fauna, la última película del mexicanocanadiense Nicolás Pereda, plantea preguntas similares, pero desde un punto de vista lúdico. La visita de Paco a la familia de su novia Luisa da pie a una serie de acontecimientos improbables y molestos, que el personaje tiene que sobrellevar como buenamente puede. Todo parece suceder como para demostrar que las expectativas, los proyectos que cada uno intenta sacar hacia delante, se rompen una y otra vez al chocar con la realidad y los demás. Con humor, Pereda trabaja esos sinsentidos para instaurar una improvisación constante, que toma una nueva forma en la segunda parte de la película, donde los actores que hemos estado siguiendo interpretan distintos papeles. Nunca nada sale como uno espera.
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LA GUALDRA NO. 472 // 29 DE MARZO DE 2021
David Byrne’s American utopia, de Spike Lee
Río de Palabras
Cine
6 Por Adolfo Nuñez J.
M
uchos consideran al Stop making sense (1984) como el mejor concierto jamás filmado. En este, David Byrne y sus compañeros de Talking heads hicieron mancuerna con el aclamado director Jonathan Demme (The silence of the lambs), quien logró capturar la energía en directo de una agrupación que marcaría tendencia por infinidad de razones, al mismo tiempo que se volvería una de las más influyentes en la historia de la música. Más de treinta años después, Byrne, ahora en solitario, vuelve a colaborar con otro cineasta reconocido, en esta ocasión para filmar su show American utopia, presentado en Broadway, y que además contó con una gira que recorrió diversas partes del mundo. En este caso, el rol detrás de cámaras corre a cargo del siempre audaz Spike Lee (Do the right thing). David Byrne’s American utopia (2020) es un híbrido entre película y concierto. Se trata de un espectáculo que deslumbra por sus elaboradas coreografías, su increíble diseño de luces y por el virtuosismo de los músicos que aparecen en escena y que acompañan a Byrne. De naturaleza lúdica, la puesta en escena elaborada por Byrne le permite interactuar con el público con ligereza y versatilidad, y así, entre un número musical y otro, el artista comenta sus posturas respecto a temas de urgencia y actualidad en Estados Unidos. Hay una invitación expresa para votar en las elecciones locales, también un comentario sobre la importancia de los migrantes en el desarrollo del país y en el propio show; de igual manera se comentan las pro-
/// David Byrne y Spike Lee trabajan juntos en American Utopia.
blemáticas raciales y la violencia generada por las mismas. Cada una de estas temáticas es reafirmada por maravillosas interpretaciones musicales, que incluyen los temas más recientes de Byrne como solista, así como sus viejos éxitos como parte de Talking heads, tales como This must be the place, Once in a lifetime y Burning down the house. Acompañado por un extraordinario conjunto de músicos de diferentes países, que van desde intérpretes brasileños, colombianos y hasta franceses, Byrne demuestra la diversidad musical y multicultural que se encuentra presente en su obra artística. En el plano visual, Lee une fuer-
La descarga
Es una esperanza 6 Por Pilar Alba
E
s una esperanza, aunque sea una: de que todo pase, de que se transforme. Imagínese salir a dar la vuelta, conocer a alguien. Sí, tal vez piense que a esta edad ya uno no debe andar pensando en esas cosas, pero mire, no es por nada, pero a mí siempre me andan buscando. Que si no se le ofrece algo del centro, que si me han venido a visitar, que si sé si ya llegó el agua. Nomás me preguntan para sacar plática aunque de aquí, la verdad, nadie me ha movido nunca, como dicen por ahí: el tapete. Por eso imagínese salir al parque o a bailar los miércoles o a las clases de yoga. Cualquier lugar donde encuentre
otras caras, personas diferentes. Ya una vez me encontré a alguien, pensé que ahí estaba mi destino, un segundo aire, tal vez el último. Pero pues nomás no funcionaron las cosas; poco a poco y pronto nos aburrimos, dejamos de hablar de las cosas que nos gustaban para empezar a hablar de los hijos, de los nietos, luego de sus problemas, de los míos, de las enfermedades… en fin que ya al final nos quedábamos nada más en silencio. Por eso quiero salir, por eso esto es una esperanza, no importa la espera, no importa la fila, no importa el dolor. Ándele, píquele con ganas, le aseguro que no me duele, prefiero la esperanza de volver a salir sin pendiente, antes de estirar la pata.
zas con la cinefotógrafa Ellen Kuras para otorgarle a la presentación un dinamismo notable, por medio de diferentes enfoques y puntos de vista, que refuerzan la sensación en el espectador de encontrarse en medio del escenario y en la energía del concierto. Además de ser un increíble performance de un artista con la habilidad de reinventarse una y otra vez, al final la utopía americana de Byrne es su propio show. Se trata de una celebración hacia la diversidad cultural que define al país vecino, y en la que el intérprete deposita sus esperanzas de que algún día las cosas logren mejorar para todos sus habitantes.
De la serie “Hombres trabajando” 6 Por Magdalena
Okhuysen
D
i media vuelta y comencé a caminar, lentamente, avanzando hacia el túnel y dejando detrás al nuevo líder del escuadrón que habíamos sido y que poco a poco se había ido dispersando. Cualquiera diría: “una fría descarga estremeció el aire calmo de la noche apenas estrellada...”. Pero yo no soy “cualquiera”, y estaba ahí. Para mí, la descarga fue un tibio adormecimiento en la parte superior del costado izquierdo de la espalda; exacto, tibio y silencioso... y la noche una llovizna de brasas
minúsculas envolviendo mi cuerpo unos instantes, exactamente los que tardó el frío en extinguirlos. Ahora el viento me atravesaba como una espada de hielo. Yo solo percibía el sonido de mi respiración, cada vez más suave, y el piso helado debajo de la barbilla y de las palmas abiertas de mis manos, y una especie de bruma espesa que comenzaba a alejarme, arrebatándome de mí. Me vi desde un ángulo inaudito, sin asombro ni gozo ni tristeza; ni siquiera serena o fríamente. Solo veía un cuerpo que reposaba, cada vez más profundamente, hasta desaparecer.