SUPLEMENTO CULTURAL
NO. 478 /// 10 DE MAYO DE 2021 /// AÑO 10
DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN
“La creación es para mí la parte más importante en la pintura y escultura modernas, lo que pensamos, lo que vemos, nuestras emociones debemos grabarlas en las telas y en el mármol, pero debemos grabarlas a nuestro modo sin recurrir a la copia porque el que copia pierde su facultad creadora”. Rafael Coronel Arroyo (1931-2019), en “Arte. La Creación”, 17 de julio de 1950. [A dos años del fallecimiento de Rafael Coronel dedicamos la portada de esta edición en su memoria]
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LA GUALDRA NO. 478 /// 10 DE MAYO DE 2021 /// AÑO 10
La Gualdra No. 478
Editorial
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afael Coronel Arroyo nació el 24 de octubre de 1931 en el número 109 de la calle Allende, en el centro histórico de Zacatecas -ahí se encuentra una placa que da cuenta de eso- y falleció el 7 de mayo de 2019 en el Hospital ABC de la Ciudad de México. El pasado viernes se cumplieron dos años de su muerte; este 2021 hubiera cumplido 90 años y eso hubiera sido motivo de gran dicha: su cumpleaños habríase empatado además con las celebraciones de los 100 años de Pedro Coronel, con el centenario del fallecimiento de Ramón López Velarde y de la publicación de “La Suave Patria”, pero el destino quiso que no fuera así; hoy, sin embargo, lo recordamos como uno de los más grandes artistas que ha dado Zacatecas y que desafortunadamente no se encuentra más con nosotros. Rafael Coronel, como su hermano Pedro, tomó la determinación de dedicarse al arte; vivió en Zacatecas casi 20 años y de aquí partió a la Ciudad de México con la idea de cumplir primero con el deseo de su padre -quien quería que hiciera una carrera profesional- para después dedicarse a la pintura, pero su vocación pudo más que cualquier promesa hecha en el seno familiar. Esa inquietud por el arte no se dio de manera fortuita, su infancia estuvo influenciada por el recuerdo de su abuelo y de lo que este había pintado en algunos recintos religiosos; el hecho de que su hermano Pedro hubiera viajado a la CDMX en 1939 para estudiar artes plásticas también fue determinante en la decisión de salir de Zacatecas para dedicarse a ser artista de tiempo completo. Rafael, como su hermano, tuvo la fortuna de llegar a la capital del país y encontrarse con un ambiente artístico e intelectual en boga en el que fueron bien recibidos y reconocidos, casi de inmediato, como jóvenes creadores con muchas posibilidades de destacar en la escena de las artes plásticas mexicanas. Y así fue. En 1950, Rafael Coronel decía, justo antes de partir a la Ciudad de México, que “Las artes plásticas deben de ir siempre en línea paralela con el progreso actual. Deben estudiarse nuevas técnicas, combatir nuevas formas ya sean concretas o abstractas, significativas, relacionarlas con nuestras emociones [...] con la vida social actual”,1
ese fue un interés constante en la producción de este artista zacatecano, quien logró conformar una colección impresionante de arte popular que hoy podemos apreciar en el museo que lleva su nombre. A propósito de museos, Coronel compartió en distintos momentos su deseo de que en su estado hubiera más espacios museísticos, no solo en la capital, sino en otros municipios del Estado; incluso se llegó a rumorar hace algunos años que él deseaba que en Sombrerete se fundara un nuevo museo en el que pudiera exhibirse parte de su colección y su obra, pero eso como muchos otros planes, quedó trunco al acontecer su fallecimiento. En un mero ejercicio ucrónico, imagino ahora lo que hubiera sido si ese deseo hubiese sido concretado: esa ciudad maravillosa, hoy pueblo mágico, tendría la fortuna de exhibir en alguno de sus bellos edificios obras de Rafael Coronel y muchos de los objetos que fue coleccionando a lo largo de su vida. Los sombreretenses hubieran sido los principales beneficiados, no solo por la posibilidad que tendrían de acudir con frecuencia a un museo de estas características, sino por las implicaciones de progreso económico que eso hubiera detonado; pero como siempre, la falta de recursos económicos fue -supongo- la razón principal por la que ese plan no se llevó a cabo. A dos años de su muerte, seguimos reconociendo la generosidad de Rafael Coronel quien -como otros artistas zacatecanos- tuvo que migrar, pero nunca se fue del todo de Zacatecas; en esta ciudad tenemos el tesoro más grande que nos pudo haber dejado: su museo, su ejemplo de tenacidad, reflexión crítica y amor por su tierra. Su huella indeleble en el arte mexicano es más que evidente, pero la que dejó en esta ciudad nos hará recordarlo por siempre. Que disfrute su lectura.
Contenido
La ciudad en asedio. Zacatecas en el vaivén de la guerra de Independencia Por Limonar Soto Salazar
El movimiento cultural mexicano: años veinte a cuarenta [Primera parte] Por Mauricio Flores
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El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain Por Miguel Ángel de Ávila González Y si sí Por Pilar Alba
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¿Dónde está tu hermano? Exposición fotográfica en el Museo Zacatecano Por Comunicación Social del IZC
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Álvar Núñez Hocico de Chancho Por Guillermo Nemirovsky
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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com
1 Ver mi libro Una bizarra melancolía. La Tradición plástica en Zacatecas, Secretaría de Cultura- Instituto Zacatecano de Cultura Ramón López Velarde, Ed. Texere, 2020, pp. 102-120.
Directorio
Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx
Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial
La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.
Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com
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La ciudad en asedio. Zacatecas en el vaivén de la guerra de Independencia Por Limonar Soto Salazar* t
/// Descripción de la muy noble y muy leal ciudad de Zacatecas. Bernardo de Portugal, 1799. Mapoteca Manuel Orozco y Berra, 889-OYB7241-A.
nel José Manuel de Ochoa. Los hechos de armas se desarrollaron con intensidad siendo varias calles céntricas los escenarios de enfrentamientos, incluso los cerros vecinos del Grillo y la Bufa fueron ocupados por flecheros tarahumaras que sirvieron de fuerza auxiliar de los realistas. La victoria se decantó por el coronel Ochoa, quien contó con el reconocimiento y felicitación del general Félix María Calleja, uno de los máximos jefes militares realistas. Este último le ordenó a Ochoa que partiera rumbo a Saltillo donde se encontraba Ignacio López Rayón, quien se había convertido en la principal autoridad de la insurrección tras la aprensión que se efectuó en Acatita de Baján de Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo y otros jefes independentistas. El enfrentamiento entre las fuerzas de López Ra-
yón y Ochoa se dio el 1 de abril en el punto llamado Puerto de Piñones, sitio localizado a unos 45 kilómetros al sur de Saltillo. En esta batalla resultó vencedora la insurgencia, consumándose como una victoria militar y estratégica porque además de ser diezmados los realistas, les permitió a los independentistas apoderarse de material de guerra que les sirvió para avanzar hacia Zacatecas y capturarla. Considerada como la primera Toma de Zacatecas, este hecho se dio a mediados de abril de aquel convulso año de 1811, e implicó una serie de acciones de lucha de posiciones, siendo los cerros del Grillo y de la Bufa los espacios protagónicos de la batalla, pero incluyó acciones en Pánuco, Vetagrande y Guadalupe. Cabe señalar que uno de los personajes relevantes de dicho episodio bélico fue Víctor Rosales quien se
/// División de cuarteles de la ciudad de Zacatecas. Bernardo de Portugal, 1799. Mapoteca Manuel Orozco y Berra, 888-OYB7241-B.
distinguió por su arrojo. El triunfo fue de amplia trascendencia porque no solo sirvió para reafirmar la capacidad de llevar a cabo acciones de guerra regular por parte de la insurgencia, sino que también permitió a López Rayón el emplear una reorganización de sus fuerzas y el dotarse de recursos materiales y económicos que le animaron para proseguir la lucha en el sur de Nueva España. Lamentablemente para la causa insurgente, el general Félix María Calleja emprendió una marcha desde San Luis Potosí hasta Zacatecas que era defendida por Víctor Rosales, quien finalmente se rindió a principios de mayo ante el jefe realista. Hasta aquí se han citado algunos nombres de independentistas y realistas, así como hechos de armas relevantes que acontecieron en la ciudad de Zacatecas durante la parte inicial de la guerra de Independencia. Pero es necesario también mencionar que la población civil fue objeto de zozobra por el devenir de la insurrección, incluso fue objeto de castigos públicos por parte de las autoridades novohispanas, como lo fueron ejecuciones practicadas en la plaza mayor entre los simpatizantes de la rebelión. También se dieron intimidaciones, saqueo del erario público, aportaciones pecuniarias forzosas, parálisis del comercio, afectaciones a la actividad minera, e incluso afectaciones en el medio rural dado que en lo consecuente serían constantes los eventos belicosos en sitios de Villanueva, Nochistlán, Ojocaliente y Jerez. En general este escenario influyó para que la vida cotidiana zacatecana estuviera inmersa en la intranquilidad, condición que fue una constante durante gran parte de la guerra de Independencia. * Centro INAH Zacatecas, Sección de Historia.
Ollin: Memoria en Movimiento
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n los albores del siglo XIX la ciudad de Zacatecas y su jurisdicción contaba con unos 25 mil habitantes, se extendía de norte a sur en una longitud cercana a los 3 kilómetros que abarcaba desde el caserío ubicado en torno al convento de San Francisco y el Barrio Nuevo. Por otro lado, de oriente a poniente, la cañada formada por los cerros circundantes le permitía a la ciudad extenderse poco más de 2 kilómetros, distancia que se podía medir entre el barrio de San José, las haciendas de beneficio vecinas y la mina de Quebradilla. La urbe minera fue la capital de la intendencia de Zacatecas la cual se distinguió desde siglos atrás por ser la población más importante del norte de Nueva España, estratégicamente ubicada entre el septentrión del virreinato y la Ciudad de México. Durante la guerra de Independencia esta ubicación geográfica le condicionó para ser escenario de importantes hechos de armas, en este contexto fue parte del derrotero que siguió Miguel Hidalgo y los restos del ejército insurgente tras ser derrotado en Puente de Calderón. Ciertamente fue la vecina villa de Guadalupe donde Hidalgo y sus fuerzas se establecieron, pero Zacatecas no estuvo exenta de la presencia independentista. Afortunadamente para la ciudad y sus habitantes este acontecimiento se dio tras negociaciones entre los insurgentes y un gobierno local de carácter provisional que pidió garantías para una ocupación no violenta. El 5 de febrero de 1811 las fuerzas insurgentes abandonaron Guadalupe y Zacatecas para retomar su trayecto hacia el norte novohispano rumbo a Saltillo. Tras su retirada dejaron una guarnición que sirviera de defensa en la retaguardia, misma que tuvo que enfrentar dos semanas después la llegada de un ejército de Tierra Adentro proveniente de Durango y Sombrerete al mando del coro-
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El movimiento cultural mexicano: años veinte a cuarenta Op. Cit.
[Primera parte] t
Por Mauricio Flores*
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ejos se encuentra la Revolución Mexicana. Ese gran acontecimiento histórico, que junto a la insurrección que hizo posible el establecimiento del primer régimen socialista del mundo moderno, marcó la ruta del siglo XX. Aunque con el tiempo, dicho por el gran escritor y pensador mexicano José Revueltas (19141976), la centuria no terminaría signada por la esperanza y el cambio sino por la descomposición de sus mejores impulsos, ejemplificados en los llamados procesos de Moscú y la Caída del Muro, pese que esta última no sería vista ya por el -siempre rebelde- autor de Los muros de agua. Hasta hace poco unos años invocada por unos y otros, la Revolución Mexicana fue sin duda parteaguas del México del nuevo siglo, construido asimismo con los esfuerzos que le antecedieron, los de la Independencia y la Reforma. A partir de la Revolución, de lo sucedido entre 1910 y 1917, fechas que la mayoría de los historiadores establecen como “el periodo”, el país prosiguió con nuevos y acelerados ritmos en la conformación de una cultura nacional. Pincelando, cincelando, imaginando una cauda de expresiones artísticas y creatividades de diverso cuño. Desde 1910 y hasta llegados los años 40, la literatura, la pintura, la música, el pensamiento… tuvieron en la Revolución su matriz, el punto de partida hacia realidades inexploradas -bellas nuevas realidades- que permanecen aún vigentes y alentando otras. Sirvan las siguientes líneas como una evocación, nunca dictada ni rigurosa, a la cultura de esos años. Revolución Desde la práctica de la más fina ironía, el novelista Jorge Ibargüengoitia (1928-1983) reflexionó así sobre nuestra Revolución Mexicana: “Cuesta trabajo recordar que nació como un impulso arrollador para arrancar de su pedestal a un figurón monolítico, que sus primeros veinte años son, en realidad, una sucesión no interrumpida de acusaciones de traición y de actos de desconocimiento, que al alcanzar su mayoría de edad pasó por un periodo francamente socialista, y que al llegar a su madurez tuvo necesidad de reconocer la existencia de ciertos problemas fundamentales de supervivencia y que se vio obligada a claudicar en muchos terrenos”.1 Sería al influjo de la Revolución Mexicana, lo mismo desde sus legítimos impulsos sociales como de sus políticas e instituciones, que en el país comenzó a conformarse una cultura nacional moderna (si bien no exenta de algunas de las particularidades de los movimientos decimonónicos: la Independencia y la Reforma). Lo que no excluyó los esfuerzos individuales de artistas e intelectuales, ubicables en su mayoría en
/// C. Rivera. Retrato de Venustiano Carranza. Óleo sobre tela.1918. Col. Museo de Historia Mexicana.
/// David Alfaro Siqueiros. Los elementos, 1923, encáustica y fresco, Escuela Nacional Preparatoria, CDMX.
los espacios de la izquierda (partidista o no). Completado el calendario revolucionario más crítico, los años veinte comenzaron con un magnicidio y terminan con un fraude electoral. “El 21 de mayo de 1920 muere asesinado en Tlaxcalantongo el presidente constitucional Venustiano Carranza -recuerda el crítico literario Emmanuel Carballo (1929-2014)-. Las balas que lo acribillan las disparan (o las mandan disparar) hombres que hasta hace unos meses lo consideraban el Primer Jefe de la Revolución. Terco, vanidoso y utópico don Venustiano paga con su vida el no haber entendido el momento histórico por el que atraviesa el país”. “Civilista apresurado trata de imponer como sucesor en la presidencia al ingeniero Ignacio Bonillas, políticamente un desconocido, e ignora las legítimas aspiraciones de dos militares que, junto con Villa, le dieron el triunfo sobre el huertismo: Álvaro Obregón y Pablo González. (Los civiles llegarán al poder muchos años más tarde, el 1 de diciembre de 1946, con Miguel Alemán.) Carranza muere con un candor y austeridad que en muchos aspectos se confunden con la grandeza”.2 Considerado durante años como “el niño terrible” de la crítica literaria mexicana, Carballo acierta en la identificación de los aspectos “más revolucionarios” del gobierno obregonista: la cultura y el arte, como del protagonismo de una de las figuras más importantes de la cultura nacional de aquellos años. Escribe: “Primero en la Universidad Nacional, a la que encauza y programa, y luego en la Secretaría de Educación, que existe gracias a él, José Vasconcelos fija las líneas más auténticas y perdurables de lo que fuimos y ya no somos en uno y otro aspectos. Vasconcelos es el gran hallazgo de Obregón, y sin Obregón, Vasconcelos no hubiera llegado a ser Vasconcelos. En ocasiones, como en este caso, los generales tienen una visión más amplia que los políticos civiles, urbanos, instruidos y, quién lo pensara, menos afectos a la cultura”.3 José Vasconcelos (1882-1959) tuvo la confianza del presidente en turno. Y la aprovechó. Surgido del pensamiento más avanzado de las postrimerías del porfiriato, y perteneciente como Alfonso Reyes, Antonio Caso, Pedro Henríquez Ureña y Martín Luis Guzmán al Ateneo de la Juventud, se abrazó a la política y la administración públicas con audacia. Los planteamientos económicos y sociales son sustituidos en su actuar por los éticos y estéticos, acota Carballo. Prefigurada por el propio Vasconcelos como un “organismo flexible, ilustrado y poderoso que haga sentir su acción donde quiera, jamás entorpecedora, siempre vivificante”, la Secretaría de Educación Pública (SEP) nace el 5 de septiembre de 1921. La semilla para el nacimiento de un nuevo magisterio, artistas plásticos, músicos y composito-
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Op. Cit.
/// Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco.1947. Archivo Cenidiap, CDMX.
/// Diego Rivera. La creación. 1922. Mural en la Escuela Nacional Preparatoria.
to el muralismo conformó una singular y controvertida vanguardia en México, al compás de una sociedad que afloraba de la gesta revolucionaria y comenzaba a difundir cambios en la sociedad y en el estado-nación”.7 La presencia inobjetable de los muralistas, también eje de lo que se denomina Escuela Mexicana de Pintura, derivaría más adelante en la conformación de colectivos de mayor compromiso político y social como el grupo 30-30, la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios y el Taller de Gráfica Popular. [Continuará] * El presente texto forma parte del Libro 2. Movimientos sociales, de La izquierda mexicana del siglo XX, coordinado por Arturo Martínez Nateras, edición del FCE / UNAM, donde el autor da cuenta de la fortaleza de la izquierda en la vida del país entre las décadas de los 20 y 40, reflejada en el movimiento cultural.
/// José Clemente Orozco. Maternidad. fresco, 1923-1924, uìnico panel que permanece del mural que pintó en el Antiguo Colegio de San Ildefonso, CDMX.
res, la divulgación del libro, la alfabetización, la educación indígena… quedó sembrada.4 Muralismo 1922 fue un año crucial para la cultura y el arte nacionales. Mientras que Mussolini toma el poder en Italia y James Joyce publica Ulises en Irlanda, los pintores David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, entre más, se lanzan a la aventura de expresarse en los muros de los edificios públicos más representativos de entonces. El proyecto es más que palpable. Será el Antiguo Colegio de San Ildefonso donde la fuerza del después llamado muralismo mexicano mostrará sus grandes virtudes. Una, tal vez la más significativa, plasmar mediante su arte la historia del país, los mitos y el pasado prehispánicos y la lucha de emancipación de sus pueblos. De acuerdo a Octavio Paz (1914-1998), los tres grandes del muralismo mexicano trajeron al escenario del presente hombres y mujeres hasta entonces ausentes de toda manifestación artística. Joven preparatoriano, quien a la pos-
tre sería Premio Nobel de Literatura (1990), Paz recuerda así esos espacios y muros: “Era espaciosa [la Escuela Nacional Preparatoria] y sus columnas, arcos y corredores tenían nobleza. Otra atracción: las pinturas murales de Orozco, Rivera, Siqueiros, Jean Charlot y otros. El primer fresco de verdad fue obra de Jean Charlot, pero usó cemento y otros ingredientes que dañaron los colores. Ramón Alva de la Canal tuvo el buen sentido de escuchar a uno de los albañiles que trabajaban con él y se sirvió de la técnica popular con que se pintaban las pulquerías. Rivera aprovechó más tarde, con talento, esta técnica; el primer mural que pintó estaba en mi escuela”.5 En resumen de Lelia Driben, la novedad de los muralistas consistió “en rescatar una parte de la sociedad mexicana, la indígena, campesina, marginal, para darle el lugar dignificado que el sistema político le había negado. Es decir, recogen, en sus pinturas, a los mismos sectores que protagonizaron la Revolución Mexicana”. Lo pincelado por los artistas difiere sus-
/// José Vasconcelos. Imagen tomada del portal del Colegio Nacional.
tancialmente con lo hecho hasta entonces en el país y llega a tener “puntos de coincidencia” con el realismo socialista, que para entonces comenzaba a entronarse en muchas áreas de influencia planetaria. “En sus relaciones con el poder político o con el sistema imperante -detalla Driben-, Diego realizaba una pintura que se mueve entre el civismo y la crítica al mismo. Siqueiros fue más frontal, incluso en su compromiso concreto con los procesos revolucionarios. Al involucrarse llegó a cometer errores gravísimos (como el intento fallido de atentado a León Trotski) y excesos que pagó con años de cárcel. Pintor de imágenes desmesuradas y hombre de acción -como pocos creadores llegan a serlo en este segundo aspecto-, conoció y se introdujo a fondo en las contradicciones -con sus momentos lumínicos y sus tenebrosidades- de un ideal que en sus comienzos buscó sustentar un modelo social y humanista justo que nunca se cumplió. José Clemente Orozco fue el más anárquico de los tres”.6 Concluye Driben: “en su mayor momen-
1 Jorge Ibargüengoitia, “Sesenta años de gloria. Si Villa hubiera ganado”, en: Instrucciones para vivir en México, Joaquín Mortiz, México, 1990, p. 51. 2 Emmanuel Carballo, Párrafos para un libro que no publicaré nunca, Conaculta, México, 2014, p. 127. 3 Ibid, p. 129. 4 “El impulso a las bibliotecas y escuelas implicó también el impulso a la imprenta. Los tirajes de libros impresos fueron muy importantes durante esa época. Los Talleres Gráficos de la Nación, creados en 1923, cumplieron una labor medular en lo que se refiera a los libros y textos escolares. Se publicó literatura, economía, sociología, historia del arte, traducciones y versiones accesibles de obras fundamentales a través de la colección Lecturas Clásicas para Niños. El anhelo de Vasconcelos por “inundar de libros al país” se convirtió en un desafío. Asimismo, advirtió la importancia de desarrollar un ámbito editorial para los niños, fuera del criterio globalizador de los libros de texto. Se promovió, en consecuencia, la necesidad de efectuar ediciones con grandes tirajes para apoyar las campañas nacionales de alfabetización y el fomento al gusto por la lectura. El gran proyecto vasconcelista sentaría las bases de una concepción educativa nacional que, en el proceso de reconstrucción nacional, adquirió dimensiones insospechadas”. En: Rafael Tovar y de Teresa, Modernización y política cultural. Una visión de la Modernización de México, México, FCE, 1994, p. 37. 5 También soy escritura. Octavio Paz cuenta de sí, Edición de Julio Hubard, FCE, México, 2014, p. 33. 6 Jorge Ibargüengoitia, “Sesenta años de gloria. Si Villa hubiera ganado”, en: Instrucciones para vivir en México, Joaquín Mortiz, México, 1990, p. 51. 7 Emmanuel Carballo, Párrafos para un libro que no publicaré nunca, Conaculta, México, 2014, p. 127. 8 Lelia Driben, La Generación de la Ruptura y sus antecedentes, FCE, México, 2012, p. 16.
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Río de palabras
Libros
El cartero siempre llama dos veces, de James M. Cain Por Miguel Ángel de Ávila González t
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ora es una de esas mujeres que tratando de huir de su pasado se topó de bruces con su presente. Se casó con Nick, propietario de una taberna en California para tener un futuro mejor, escapar del pueblo que la vio nacer, de las noches en que no le quedó otra que prostituirse para conseguir dinero, y se encontró con una vida vinculada a un restaurante de carretera, una jaula de la que no puede escapar. El negocio no va bien y Nick es demasiado aficionado a la bebida. Hasta que un día llega Frank, un vagabundo, sin empleo, vive a salto de mata apenas con lo indispensable; es un buscavidas que se pasa los días recorriendo el país y engaña siempre que puede. Narra en primera persona la atracción que siente por Cora, la esposa de Nick, un emigrante de origen griego y cómo se vuelven amantes unidos por el ardor y la ambición. Frank busca la trampa siempre que puede. La presentación del personaje es esclarecedora: tras pedir un abundante desayuno en el restaurante de Nick le dice que no podrá pagarle a no ser que aparezca un supuesto amigo con el que ha quedado de verse allí. Está claro que no tiene ningún centavo y que no tiene intención de pagar el desayuno. Sin embargo, Nick ve en él la posibilidad de mejorar su negocio: necesita un mecánico y alguien que atienda la gasolinera que tienen junto al restaurante y le pide que se quede. Frank no está muy convencido, hasta que ve a Cora. La cone-
xión entre ambos es inmediata y el resto es una violenta espiral que los lleva a asesinar a Nick. Desde el momento en que sus miradas se cruzan por primera vez, la chispa se enciende. Entre ambos surgirá una relación
de sexo desenfrenado y violento que les hará ser adictos en el uno al otro. Frank la desea ardientemente y Cora ve en él la oportunidad de escapar de su vida, y no se les ocurre mejor modo para escapar que asesinar a Nick.
Y si sí t
Por Pilar Alba
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ecuperó el aliento, con un fuerte y profundo suspiro relajó más que su tensión los pensamientos. Todas las preocupaciones que la habían acechado durante días y horas impidiéndole el sueño y descanso, quitándole el hambre; de repente se disiparon. Y si sí… durante días esas tres palabras iniciaban el conjunto de sus reflexiones. Es que ahora no es tiempo… Aún no estoy preparada… No creo ser capaz de hacerlo… con esas
pequeñas frases concluía sus cavilaciones y se disponía a pensar en otras cosas, a distraer sus pensamientos en acciones cotidianas. Llegaba la noche y otra vez las imágenes de futuros posibles le consumían el sueño. Hasta ese día que tomó la decisión. Se dirigió a la farmacia, compró la prueba, regresó con ella a casa. Encerrada en el cuarto de baño, esperó el resultado: Y si sí… dijo, mientras abría los ojos para ver el resultado que le reveló la prueba, con el cual por fin se sintió aliviada.
Ella no puede fugarse sin más, está casada y sabe que Nick irá tras ella hasta recuperarla. Desde ese momento, se introducen en una vorágine de traición, violencia, pasión y miedo. Están atados el uno al otro. Cora y Frank son dos personas terriblemente egoístas. Se aman y se desean, pero por encima de todo se aman a sí mismos. Cora quiere ser “alguien” en la vida, es una persona muy trabajadora y quiere amasar una fortuna, aunque sea a base de lavar platos y servir comidas. Frank se pasa la vida escapando de sí mismo, quizá por miedo a que alguien le haga lo mismo que él le hace a todo mundo: dejarlos plantados. Es esta novela es tan importante lo que no se dice como lo que se dice, los silencios juegan un papel importante. La peculiaridad de esta novela es que son personas comunes y corrientes las que llevan a cabo el asesinato. El autor busca analizar las motivaciones, los impulsos, los sentimientos y sensaciones de personas que nunca han arrebatado la vida a alguien. Es una novela publicada en el año de 1934. De acciones rápidas y extensión breve la mezcla de elementos de sexualidad y violencia causaron conmoción a tal grado que las autoridades de Boston llegaron a prohibir su venta. Es considerada como una de las mejores novelas negras de todos los tiempos. El día de hoy sacude, hace estremecer hasta al lector más insensible. *** James M. Cain, El cartero siempre llama dos veces, Mundo actual de Ediciones, Barcelona, 1976.
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¿Dónde está tu hermano? Exposición fotográfica en el Museo Zacatecano
Exposiciones
Por Comunicación Social del IZC t
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n el marco del Festival Cultural Zacatecas 2021, el Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde” y el Museo Zacatecano llevaron a cabo la apertura de la exposición temporal ¿Dónde está tu hermano?, el pasado viernes 7 de mayo. Julieta Medina Briones, directora del Museo Zacatecano explicó que se trata de una muestra fotográfica resultado del concurso de fotografía ¿Dónde está tu hermano?, convocado por la “Dimensión de Educación y Cultura de la Diócesis de Zacatecas” el año pasado. El objetivo de este concurso -dijo- fue invitar a la reflexión sobre lo que, a nivel individual, colectivo o como sociedad se hace “por los otros”, por aquellos que debido a sus circunstancias se encuentran en condición de pobreza, marginación, discriminación, violencia y otras situaciones de vulnerabilidad física o moral. La pregunta “¿Dónde está tu hermano?” es una cita bíblica (Génesis 4, 9); sin embargo, independientemente de la pluralidad de convicciones religiosas, o de no tener ninguna, la pregunta tiene un significado humano y válido para todos. El tema de las fotografías es precisamente responder a esa pregunta, y puede reflejar diferentes interpretaciones: de “denuncia” mostrando la indiferencia, de “respuesta”, que revele acciones de atención, o bien, una combinación de ambas. El concurso tuvo dos categorías de acuer-
do con la edad de los participantes: “categoría escolar” en la que participaron adolescentes y jóvenes de hasta 17 años, y “categoría mayor” a partir de los 18 años. La respuesta fue muy exitosa, con un total de 336 fotografías en ambas categorías; se premiaron los tres primeros lugares y siete menciones especiales en cada una. En la exposición se exhiben 106 fotogra-
fías que incluyen las premiadas, una selección del resto de las imágenes participantes y 10 fotografías de algunos de los miembros del jurado que son fotógrafos y que aceptaron participar también en esta muestra. La intención de la exposición es la misma que la del concurso: dirigir la mirada al prójimo en este tiempo triste y complicado de pandemia, esperando que, al recorrer y fi-
nalizar la visita, cada espectador sienta para sí la pregunta “¿Dónde está tu hermano?”, y que esta reflexión lo lleve a actuar con empatía y solidaridad. Desde el viernes 7 de mayo, la muestra se puede visitar en el Museo Zacatecano, en horario de 11:00 a 17:00 horas, todos los días excepto martes, que permanece cerrado este recinto.
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Elucubraciones
Álvar Núñez Hocico de Chancho Por Guillermo Nemirovsky* t
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i tuviese la oportunidad que los hados me concedieran un deseo imposible, sin vacilar elegiría pasar algunas veladas con Álvar Núñez Cabeza de Vaca. De niño escuché su nombre pero, como yo era un alumno distraído, no llegué a enterarme bien de quién había sido, ni creo en realidad que nadie haya tratado de explicármelo. Había entendido, claro, que era un “conquistador”, pero esa palabra no terminaba de aclararme nada. Tardé muchos años en entender por qué: pertenece al léxico de los “vencedores”, (hoy diría sin tapujos los “invasores” pero, para entonces, mi conciencia americanista aún estaba en ciernes) y no describe sino una ínfima parte de la realidad. Como a todos los niños, me llamó la atención ese apellido tan altisonante. Parecía más bien un apodo, un chiste, incluso un insulto, como llamarse Hocico de Chancho o algo así. Me resultaba difícil concebir una imagen que no fuera absurda, pues veía a una persona a todas luces importante, vestida con armadura y montada a caballo, y con una cabeza de vaca en lugar de rostro. Años más tarde di con el relato de sus desventuras (es la palabra apropiada), unas memorias que llevan por título Naufragios, como una confesión. Álvar Núñez Hocico de Chancho tuvo el infortunio de participar, como tesorero, en la expedición más absurda y calamitosa de la que se tenga memoria, bajo el mando de Pánfilo Narváez, un imbécil con mucha influencia y buenas relaciones. No sé si fue desde entonces cuando la palabra pánfilo pasó a ser sinónimo de tontuelo, pero no lo descarto del todo. Cinco navíos y seiscientos hombres zarparon de San Lúcar de Barrameda con la férrea intención de hacerse con la Florida y, de paso, con la fuente de la eterna juventud. Entre las deserciones en Santo Domingo (unas doscientas personas), las enfermedades que mataron a decenas de tripulantes, los huracanes y tormentas que devastaron Cuba y hundieron casi todos los barcos, a las costas de Florida llegó solo un puñado de personas y, entre el hambre y los flechazos, pronto únicamente sobrevivieron cuatro. A Álvar Núñez Cola de Perro lo capturaron los nativos, y permaneció esclavo durante seis años, pasando de amo en amo y pa-
/// Álvar Núñez Cabeza de Vaca.
deciendo tormentos de toda índole. Al cabo de ese tiempo, fue cedido a un chamán con el que aprendió, bien o mal, los rudimentos del oficio, además del idioma. Cuando por fin logró huir, vivió del comercio de conchas y caracolas que los nativos usaban para cortar. Llegando a la desembocadura del Mississipi, encontró a los otros tres sobrevivientes y se juntaron en un interminable periplo, de nuevo cautivos, de nuevo prófugos, de nuevo mercaderes. Su relato describe como nadie las costumbres de los pueblos nativos. Cuenta, por ejemplo, que cuando dos personas de distintas tribus se juntaban, se sentaban en el suelo a llorar a moco tendido, la una por la otra, como señal de compasión recíproca. El llanto, en definitiva, era un lenguaje que los nativos supieron desarrollar con extremo refinamiento. Fue durante uno de esos episo-
dios de cautiverio que, envalentonado por la inminencia de una ejecución prometida, Álvar Núñez Barriga de Sapo, sabedor de que el hijo del cacique local estaba malherido, dio a conocer sus dotes de chamán, pergeñó una suerte de coreografía inédita hecha de danzas aprendidas de los nativos y de la parafernalia que recordaba de las misas de España (hoy se hablaría de “performance”), pronunció unos cuantos avemarías, le quitó la punta de la flecha que había herido al muchacho, y lo dio por curado. Así empezó su fama de curandero. No más llegar a un pueblo con sus tres acólitos, pedían que les trajeran a los moribundos, repetían una pantomima cada vez más sofisticada, los daban a todos por curados, y se marchaban sin esperar, no sea cosa que el embrujo no funcionara. Su fama recorría vastas extensiones,
y se adelantaba a su llegada. Pronto empezaron a seguirles cientos de nativos, que anunciaban los milagros por acontecer. Y como de algo había que vivir, Álvar Núñez Oreja de Burro les pedía que le dieran todo lo que poseían, mantas, flechas, tejidos, alhajas, con la promesa que los habitantes del pueblo siguiente, rendidos a su arte, les entregarían todas sus pertenencias a su vez, y que él se las revertiría. Para que este sistema funcionase, el barbado chamán no se quedaba con nada, salvo alguna que otra alhaja que era, para cualquier español, una tentación irresistible. Así, de pueblo en pueblo, Álvar Núñez Colita de Rana inventó, para su propia usanza una especie de economía circular (o piramidal, no termino de entenderla) que le salvó la vida durante los nueve años que duró su temeraria empresa, si conta-
mos los periodos como esclavo, prófugo, mercader, curandero y gurú. Aprendió seis idiomas, se casó con una nativa y tuvo, dicen, dos hijos. Cuando por fin dio con cristianos, estos no daban crédito a lo que veían: un hombre barbudo, melenudo y desnudo, que iba acompañado por cientos de indígenas. Obviamente, los españoles masacraron a los nativos, a pesar de ser estos pacíficos y amistosos. Ya para ese entonces, el antiguo tesorero del pánfilo de Narváez, sentía plena empatía por los indígenas, por lo menos para con aquellos que se mostraron amigos y generosos. En cambio, el horror que le produjo la matanza de su cortejo despertó las sospechas de los cristianos. Regresó a España Álvar Núñez Patitas de Oruga, y le tocó defender su honor y su lealtad a la Corona. Como recompensa, lo mandaron esta vez a la selva paraguaya como gobernador del Río de la Plata y de Paraguay, con el mandato de pacificar a los guaraníes. Estos últimos entendieron rápidamente que, si atacaban de vez en cuando a los españoles y luego pactaban la paz, recibirían abundantes regalos del gobernador. Cerca de diez años duró este ciclo, hasta que su empeño en proteger a los indígenas de los abusos y violaciones de los cristianos le costó el puesto y la libertad. Fue denunciado al Consejo de Indias, llevado a España bajo arresto, con hierros en los pies, juzgado y condenado al destierro en Orán. No se sabe muy bien lo que sucedió con él, solo queda ese increíble relato de sus Naufragios, y no puedo más que imaginar las veladas que me hubiese gustado tanto compartir con aquella persona extraordinariamente inteligente, cuya humanidad se fue forjando al fuego de sus experiencias, y de las tragedias que protagonizó. Veinte años de abnegación y sufrimientos premiados con el destierro y el deshonor. Supongo que mi relato está plagado de errores históricos, de confusiones y de exageraciones muy poco académicas, pero la narración del propio protagonista es un monumento de asombrosa tenacidad y resiliencia que merece ser recordado, más no sea por su divertido apellido. 1) Naufragios y Comentarios, Álvar Núñez Cabeza de Vaca; Editorial Anaya (1992). *Traductor, profesor de la Universidad d’Evry-Universidad Paris-Saclay