La Gualdra 484

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SUPLEMENTO CULTURAL

NO. 484 /// 21 DE JUNIO DE 2021 /// AÑO 11

DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

Julio Ruelas. La magnolia. Óleo sobre tela. 1900. Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982.

Julio Antonio Luis Ruelas Suárez nació un día como hoy, pero de 1870 en la ciudad de Zacatecas. Su obra La magnolia está de visita en el Museo de Guadalupe; este óleo creado por el artista zacatecano en el año de 1900, integra la exposición Patria Diamantina, notas alegóricas de Ramón López Velarde, inaugurada el pasado 18 de junio como parte de las conmemoraciones del centenario luctuoso del poeta jerezano y de los 100 Años de “La Suave Patria”. [En este número: Saturnino Herrán Gudiño y Juan Lojo Romero; Aarón de Jesús Rueda Torruco; Pilar Alba; Ivanko Moses-Lee; Carlos Belmonte; Adolfo Nuñez J.; y Víctor Hugo R. Bécquer]


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LA GUALDRA NO. 484 /// 21 DE JUNIO DE 2021 /// AÑO 11

La Gualdra No. 484

Editorial

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ulio Antonio Luis Ruelas Suárez nació un día como hoy, 21 de junio, pero de 1870 en la ciudad de Zacatecas. Su obra La magnolia está de visita en el Museo de Guadalupe; este óleo creado por el artista zacatecano en el año de 1900, integra la exposición Patria Diamantina, notas alegóricas de Ramón López Velarde, inaugurada el pasado 18 de junio como parte de las conmemoraciones del centenario luctuoso del poeta jerezano y de los 100 Años de “La Suave Patria”. La magnolia, con su potente fuerza expresiva, nos recibe en la sala en la que además se exhiben obras de los contemporáneos de Ramón López Velarde: Ángel Zárraga, Roberto Montenegro y Saturnino Herrán. Zárraga, nacido en Durango en 1886, fue alumno de Julio Ruelas cuando este impartía clases en la Academia de San Carlos; en las aulas, alrededor del año 1903, coincidió con Francisco Goitia (1882) y Saturnino Herrán (1887), quienes fueron sus compañeros y discípulos del maestro que ya planeaba su viaje a París a donde partiría en 1904 y fallecería el 16 de septiembre de 1907. La época en la que Ruelas vivió, el cambio del siglo XIX al XX, estaba caracterizado por el afán de sus artistas por romper con el viejo orden cultural; México era una nación joven que no tenía ni 100 años de haberse constituido como un país independiente; ese tiempo, además, estaba marcado por los movimientos artísticos europeos. Viajar a Europa a estudiar, a vivir, a aprender de lo que allá se hacía, era el sueño de toda una generación. Ruelas había viajado ya en 1892 a Alemania y emprender un nuevo viaje a la capital francesa era su objetivo prácticamente desde que el nuevo siglo inició. Como profesor, sabía que su labor tendría que ir más allá de enseñar las técnicas que le eran encomendadas por la academia; de alguna manera entendía también que incitar a sus alumnos a que abrieran sus rutas de aprendizaje era parte de su objetivo. De ahí que los motivaba para que viajaran también para darse la oportunidad de conocer otras formas de vida y de creación artística. Eso lo consiguió con Francisco Goitia, quien cruzaría también el océano, pero no para vivir en París, sino en Barcelona y en Roma; Goitia es quizá uno de los grandes ausentes en la exposición mencionada.

Saturnino Herrán tuvo también como profesor a Severo Amador -ex discípulo de Julio Ruelas también-, a quien conoció en Aguascalientes -cuando Amador fundó una escuela de dibujo- y luego continuó sus estudios en la academia, en donde Ruelas fue su profesor. Ya en la Ciudad de México, a donde se mudó en el año de 1902, vuelve a reencontrarse con Ramón López Velarde, a quien había conocido en la capital hidrocálida. Su amistad duró hasta el último de sus días, el 8 de octubre de 1918. Su obra La criolla del mango (1915) también es parte de la exposición Patria Diamantina. Si todos los caminos llevan a Roma, a mí casi todos los caminos me llevan a encontrar la relación existente entre los artistas zacatecanos nacidos en la misma época de Julio Ruelas, quien el día de hoy hubiera cumplido 151 años. Años después de la muerte de Ruelas, Justino Fernández diría sobre él en su libro Arte moderno y contemporáneo de México: “Ruelas es un pensador realista de nuevo sentido porque se refiere a la realidad de la existencia humana, sobre todo a sus aspectos dolorosos, si bien queda abierto el campo de la fantasía, actitud coincidente con Goya [...] Por el lado de las formas de expresión Ruelas es realista, es decir naturalista u objetivista, aunque en estricto sentido el objeto no es solo tal, sino un símbolo que refiere a una sobre o subrealidad [...] Materiales o motivos románticos son todos usados simbólicamente por el artista, quien va más allá del romanticismo si se consideran con atención sus mensajes”.1

Contenido

EL arquero y la flecha Por Saturnino Herrán Gudiño y Juan Lojo Romero

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Ramón López Velarde borda a Fuensanta en cortas estancias Por Aarón de Jesús Rueda Torruco Fuimos dos que se quisieron Por Pilar Alba

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A quiet place: Part II, de John Krasinski Por Adolfo Nuñez J. Desayuno en Tiffany’s, mon ku Una flor azul, una película croata de la cotidianidad Por Carlos Belmonte Grey

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Qué mejor oportunidad de comprender mejor lo que Fernández decía sobre Ruelas, que ir al Museo de Guadalupe para ver La magnolia, una obra en que la finitud de la vida y esas zonas limítrofes entre la vida y la muerte son representadas simbólicamente por una flor, una libélula, una mariposa negra y al fondo: la figura de un anciano apenas perceptible. Feliz cumpleaños, Julio.

... De luto, la patria peregrina Por Víctor Hugo R. Bécquer

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Jánea Estrada Lazarín lagualdra@hotmail.com

1 Del Conde, Teresa, Julio Ruelas, Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, México, 1976, p. 89.

Directorio

Carmen Lira Saade Dir. General Raymundo Cárdenas Vargas Dir. La Jornada de Zacatecas direccion.zac@infodem.com.mx

Jánea Estrada Lazarín Dir. La Gualdra lagualdra@hotmail.com Roberto Castruita y Enrique Martínez Diseño Editorial

La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Juan Carlos Villegas Ilustraciones jvampiro71@hotmail.com


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EL arquero y la flecha Por Saturnino Herrán Gudiño y Juan Lojo Romero

món nos comunica:

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n 1916, en diciembre, Ramón López Velarde escribe un texto que titula “La última flecha”. En un poco más de dos páginas, el poeta establece una posición existencial: la duración y el sentido de la vida individual. Cita a Montaigne: “[...] que la muerte me atrape cultivando las coles de mi jardín imperfecto…”. El poeta desarrolla una metáfora donde cada día del año es una flecha que se dispara, pero esta flecha se construye por pequeñas saetas, que en el texto de Lemaitre, “La leyenda dorada”, narra cómo las once mil vírgenes, en grupos sucesivos, recibían la muerte en una pradera bajo la saeta, y al morir lanzaban “pequeños gritos modestos [...] Nuestras flechas han ido matando a las horas cuyas quejas compendiadas y humildes, se suman hoy, para engrandecer la voz de protesta del año que fallece…”. El poeta se refiere a esas horas que componen los días, a cómo “las cándidas mártires estaban hechas de nuestra propia sangre, modeladas por nuestra propia fantasía, caldeadas por nuestra propia pasión, hemos sido suicidas y seguiremos siéndolo, solo los inmortales no se suicidan [...] Nosotros nos gastamos sin remedio por más que la divinidad nos penetre [...] Nuestra última flecha será milagrosa porque seremos tan veloces que alcanzaremos a dispararla y a recibirla, desempeñando, en un solo acto, el flechador y la víctima”. Para 1916 la intuición de lo que en unos años más será el Dasein de Heidegger -traducido literalmente como “estar siendo aquí y ahora”- figura clave de la obra fundamental del filósofo alemán, El ser y el tiempo, produce en el poeta una epifanía, un ver la luz de golpe, y esto sucede en el estudio del pintor Saturnino Herrán: “[...] en el estudio de un pintor amigo, yo consideraba poco ha, el monumento erigido a los muertos en el cementerio del Père Lachaise. Del doble cortejo que por la derecha y por la izquierda entra al orco, las figuras que más atraen mi conmiseración radical son las de las niñas y las de los ancianos puros, porque a los unos y a los otros se les arrebata el rédito, sin que hayan disfrutado el capital, en cambio, las parejas ya no pujantes, todavía no seniles, acceden al umbral plutónico en el instante ideal: el que separa la vigencia de la decrepitud. El brazo masculino y el brazo femenino concertaron su última flecha, y para no sostener un arco inoficioso, se adelantan hacia el reino plutónico”.

Para Ramón la existencia es el hacer, el crear, el disparar la flecha, el asaetear las horas que forman los días, estar siendo

/// Saturnino Herrán, Retrato de Manuel Toussaint, 1917, crayón acuarelado sobre papel. Foto de Ernesto Peñaloza, 1995. Archivo fotográfico del Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM.

aquí y ahora, y eso tiene un principio que es después de niño, y un final que es antes de la decrepitud, ser siendo; ni el niño ni el anciano son ser siendo. Ramón intuye el vocablo clave de Heidegger y expresa la preocupación de Nietzsche… en el origen de la tragedia se describe la lucha entre la perfección y la destrucción; el ideal apolíneo y el ideal dionisiaco, y esta lucha genera la creación, el estar aquí y ahora, el ser, la creación, la obra de arte. El autor de este proceso no lo puede intuir antes de ser y tampoco puede inmortalizarse en él; para el creador la creación es su vida y su muerte: “[…] nuestra última flecha será milagrosa porque seremos tan veloces que alcanzaremos a dispararla y a recibirla desempeñando en un solo acto, el flechador y la víctima”. Ramón y el doctor Pedro de Alba compartían un grupo político bohemio que, según cita Marco Antonio Campos, “el consultorio del doctor se ocupaba más de esas reuniones que de recibir pacientes”; estaba en la casa contigua a la casa-estudio de Saturnino Herrán, donde también se reunían. Para Campos, en ese grupo, se conforma un trío, integrado por Ramón López Velarde, Saturnino Herrán y Manuel M. Ponce; se sobreentiende que el nudo

de la discusión de ideas se concentraba en ellos tres, tendrá esto que ver conque cinco años después, en 1921, en “Novedad de la Patria”, ensayo preparatorio para la construcción-creación del poema “La Suave Patria”, Ramón escribía: “Un gran artista o un gran pensador podrían dar la fórmula de esta nueva patria. Lo innominado de su ser no nos ha impedido cultivarla en versos, cuadros y música…”. Asumimos que el centro de esas discusiones era la patria. Se dice que Saturnino Herrán participaba vigorosamente sin dejar de pintar y trabajar en la paleta. En el contexto de la revolución posterior a la muerte de Madero, las preocupaciones como constan en diferentes citas de Ramón eran ¿qué sigue para la patria, qué clase de patria se está creando? Ramón todavía la ve como una creación histórica y política, y de ahí las preocupaciones sobre cómo será la nueva patria posrevolucionaria, ¿un nacionalismo revolucionario? Cinco años después, Ramón descubre la patria, que ya ha estado, que siempre está y estará hasta que México desaparezca como tal: territorio, habitantes y culturas, que deje de ser el estar siendo ahí, donde se expresa el ser siendo aquí y ahora del mexicano. En “Novedad de la Patria” Ra-

La preocupación y la necesidad de recuperar un concepto de patria llevan a Ramón a descubrir el ser ahí de la patria y hay un salto de conciencia, de nuevo una epifanía, donde un concepto subjetivo e ideológico, histórico-político de patria va a ser sustituido de manera obvia, natural, por la realidad de la patria, no histórica ni política, ni ideológica, sí existencial. Esto es, una descripción de la patria, no una definición. El poema “La Suave Patria” es la descripción existencial de la patria, es una patria que está siendo ahí. ¿Cómo conectamos la epifanía de descubrir la patria con la epifanía de descubrir el ser en el tiempo?, esto es 1916. En ese año, Saturnino Herrán culmina su primer proyecto de mural oficialmente, presentando un friso que titula Nuestros dioses, que a la manera del friso del cementerio de Père Lachaise, consta de una doble procesión hacia un punto central, y donde en un lado están los indígenas con sus ofrendas a sus dioses y del otro lado van misioneros sacerdotes, acompañados por soldados y conquistadores. Ambas procesiones, confluyen en la imagen de la Coatlicue; terrorífica piedra tallada asociada a la fertilidad, una especie de madre naturaleza que absorbe dentro de la piedra al Cristo de la sangre. ¿Por qué discuten en el estudio de Herrán, Ramón y él sobre el friso de Père Lachaise y no sobre el friso al óleo que tendría las dimensiones finales de 13 m. x 2.30 m.? Es lógico pensar que Herrán le muestra los dos frisos, el del cementerio y el de nuestros dioses, Herrán se inspira en el del cementerio para hacer el de Nuestros dioses con la diferencia de que en el francés las almas van hacia el infierno y en el de Nuestros dioses, no almas sino personas concretas, van a fundirse en una piedra, creando una nueva vida que, para Ramón, dado su catolicismo, no dejaba de ser una propuesta sacrílega: la fusión material del

2021 Año de Ramón López Velarde

“[...] el descanso material del país, en treinta años de paz, coadyuvó a la idea de una Patria pomposa, multimillonaria, honorable en el presente y epopéyica en el pasado, han sido precisos los años del sufrimiento para conseguir una Patria menos externa, más modesta y probablemente más preciosa [...] Nuestro concepto de la Patria es hoy hacia adentro. Las rectificaciones de la experiencia, contrayendo a la justa medida la fama de nuestras glorias sobre españoles, yanquis y franceses, y la celebridad de nuestro republicanismo, nos han revelado una Patria, no histórica ni política, sino íntima… La miramos hecha para la vida de cada uno, individual, sensual, resignada, llena de gestos, inmune a la afrenta, así la cubran de sal. Casi la confundimos con la tierra”.


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LA GUALDRA NO. 484 cuerpo de Cristo en el cuerpo de la diosa de la fertilidad, Coatlicue. Este es absorbido por ella creando al nuevo hombre: el mexicano, que ya se encuentra en la sociedad mexicana, pero con mucha más fuerza entre la masa popular como los hijos de la Virgen de Guadalupe. Coatlicue, Tonantzin, la Virgen Guadalupe... como las creadoras del ser mexicano, donde no cabe, por estrecho, el concepto del mestizaje. Herrán anticipa en su tema plástico La raza cósmica de Vasconcelos; la figura del mestizo para Herrán es totalmente limitada y para Ramón, por influencia de él también, aunque literariamente la va a utilizar como el “café con leche de tu piel”; pero, si revisamos línea por línea “La Suave Patria” de ninguna manera podemos asumir que el mestizaje sea el concepto fundamental. Citamos el intermedio del poema: “Cuauhtémoc” Joven abuelo: escúchame loarte, único héroe a la altura del arte. anacrónicamente, absurdamente, a tu nopal inclinas el rosal; al idioma del blanco, tu lo imantas y es surtidor de católica fuente, que de responsos llena el victorial, zócalo de cenizas de tus plantas. Aquí entendemos que en México se crea un nuevo catolicismo, una religión en sí, diferente del catolicismo europeo. Rezo permanente y en voz alta, al que se le agrega el canto y la música popular, en los hechos, una nueva religión practicada por los creyentes, no así por la jerarquía católica y las altas clases dominantes, de ahí que, todo el poema nos habla de lo popular mexicano, del clima y la geografía mexicana, pero sobre todo de la mujer mexicana. Para Ramón y Saturnino Herrán la patria es totalmente femenina: Patria, te doy de tu dicha la clave: sé siempre igual, fiel a tu espejo diario; [...] Sé igual y fiel; pupilas de abandono; sedienta voz; la trigarante faja en tus pechugas al vapor; y un trono a la intemperie, cual una sonaja: “la carreta alegórica de paja”. La femineidad como concepto y vivencia, va a ser compartida por Ramón y Herrán, así como el día es una flecha y las horas son las once mil vírgenes, cuyas gargantas son atravesadas por saetas y esas horas son suicidas, son momentos únicos de vida y creación que se funden en la obra de un día y se consolidan en un año; de ahí la epifanía de descubrir la existencia como un momento en movimiento, un estar aquí y ahora siendo en el tiempo; un tiempo que se acaba para cada quién, no el tiempo biológico, sino el tiempo del ser, ser algo, ser alguien haciendo algo, el tiempo de la creación que es finito; recordemos la explicación de la metáfora “…las niñas y los ancianos puros que se les arrebata el rédito antes de gozar el capital…”, no fueron, no son las de la existencia, pues son los creadores que van a dejar de serlo en el momento crítico que se acercan a la decrepitud; morir joven es la divisa, la vida creativa como un suicidio permanente, así la muerte de Herrán como la de Ramón. Podemos trazar una línea conceptual en

/// Saturnino Herrán. Nuestros dioses. Óleo sobre tela. 1916.

la cita de Montaigne, “…que la muerte me atrape cultivando las coles de mi jardín imperfecto”. Para octubre de 1919 en la oración fúnebre a Saturnino Herrán escrita y leída por Ramón López Velarde, vuelve a aparecer Montaigne, pero en la persona de Herrán: “[...] si solo la pasión es fecunda, procede publicar el nombre de la amante de Herrán. Él amó a su país; pero usando de la más real de las alegorías puedo asentar que la amante de Herrán fue la Ciudad de México, millonésima en el dolor y en el placer. Ella le dio paisaje y figura; él la acarició piedra por piedra, habitante por habitante, nube por nube [...] en la solemne y copiosa obra de Herrán, apologética de la ciudad, blanquean la col y la flor de la metrópoli…”.

Esto es una clara alusión a “…que la muerte me atrape cultivando las coles de mi jardín imperfecto”, Montaigne. Para Ramón, la Ciudad de México es el jardín imperfecto de Herrán, donde lo atrapa la muerte cul-

tivando las coles y las flores de ese jardín. Pero esto no se detiene ahí, el poeta José Emilio Pacheco dice: “López Velarde cumplió treinta y tres años cuatro días antes de su muerte. Estaba enfermo de una bronconeumonía que contrajo al irse a pie, conversando acerca de Montaigne con un amigo, desde el Teatro Lírico hasta su casa en Avenida Jalisco 71, hoy Álvaro Obregón 73, en la colonia Roma…”. Montaigne en 1916, diciembre; Montaigne en 1919, octubre; Montaigne en 1921, junio. ¿De qué se habló en el estudio de Herrán en 1916, donde ante la ausencia de Pedro de Alba, que tuvo que irse a vivir a Aguascalientes, Herrán y Ramón son los ejes de las discusiones del grupo, donde el músico Manuel M. Ponce empieza también a formar alianza con ellos dos? Por el contenido del ensayo “La flecha” podemos inferir que el sentido de las conversaciones era la creación artística, pero a su vez la teoría plástica; o sea, contenido y forma que deriva a que el contenido es igual o más importante que la forma; es decir, que

/// Ramón López Velarde, un retrato realizado por Saturnino Herrán.

la obra, en sí, es afirmación y propuesta, donde no es separable la forma y el contenido, pero que la creación es un momento existencial de potencia y acto, donde esta, la potencia, si bien es determinante, se pierde en el tiempo, no con la muerte biológica sino que con la muerte del ser creativo, en una edad media denominada el inicio de la decrepitud: los niños y los ancianos están fuera de esa existencia, unos por inocencia otros por decrepitud y ese tiempo de creación, esas horas, se ven como un suicidio permanente, que se ilustra con la poderosa metáfora de que el arquero puede ser más veloz que la flecha y alcanzarla, para que esta lo alcance a él. Todo lo anterior nos lleva a comprender el poema “La Suave Patria” como la última flecha del arquero Ramón López Velarde. El arquero y la flecha se encuentran con la muerte. Ramón y Saturnino evaden la decrepitud y el poema “La Suave Patria”, la última flecha, viene a ser una construcción común: Ponce, Herrán y Ramón. Si bien está escrito por Ramón con ellos dos ausentes, en la fundamentación del ensayo “Novedad de la Patria”, Ramón los incluye cuando dice “un gran artista o un gran pensador podrían dar la fórmula de esta nueva patria, lo innominado de su ser no nos ha impedido cultivarla en versos, cuadros y música”. Es evidente que el poema está concebido en esas tres dimensiones, en versos, cuadros y música. Es obvio que la música es Manuel M. Ponce, los cuadros es Herrán y los versos son de él, y a esto le llamamos el resultado de una epifanía; descubrir la patria como la realidad siendo ahí con todas sus manifestaciones y esencialmente femenina, ante ello proponemos un mínimo ejercicio, un experimento mental, donde podemos ver y escuchar el poema como un poema sinfónico, visual, coral; esa femineidad que muestra el poema, es la femineidad que muestra la obra de Herrán, llevada al extremo de fundir lo femenino y lo masculino en la figura de “La tehuana”, donde gráficamente la vulva y el falo están integrados, no sugeridos; “La tehuana” es la frontera del hombre y la mujer donde acaba el retrato de Rosario su mujer, y donde acaba el de él en ese rostro.


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Herrán y Ramón fueron mas allá de la amistad, comparten fielmente vida, creación y muerte. En nuestro experimento mental un músico escoge de todas las partituras que produjo Manuel M. Ponce, los acordes para las escenas del poema, un curador familiarizado profundamente con la obra de Herrán escoge las imágenes de toda su pintura y un poeta le da voz a esa música y a esas imágenes: Ramón. Supongamos la superposición coral en escenario: imagen, voz y sonido. Este ejercicio nos permite ver y entender realmente el poema y darle significado al enorme sentido descriptivo que tiene, es un poema para verse y escucharse, pero tiene que estar acompañado: voz, imágenes, música, porque eso es México. Vicente Quirarte, poeta y escritor nos dice: “Ramón López Velarde nunca se conformó con lo que tuvo y era consciente de que sus lectores aún no habían nacido, que ese diálogo habría de establecerse con el paso del tiempo”, y agrega: “A 100 años de la muerte del autor, todavía no tenemos un texto definitivo de su obra”. Giorgio Agamben, filósofo, antropólogo e historiador del derecho y la cultura jurídica del ser humano, se hace la pregunta ¿qué es lo contemporáneo?: “¿De quién y de qué somos contemporáneos? y, sobre todo, ¿qué significa ser contemporáneos?”. Cita a Nietzsche que publica Consideraciones intempestivas, con las cuales quiere ajustar cuentas con su tiempo, tomar posición respecto del presente. Esta consideración es intempestiva -se lee al comienzo de la segunda “consideración”- “porque intenta entender como un mal, un inconveniente y un defecto, algo de lo cual la época, con justicia, se siente orgullosa, esto es, su cultura histórica, porque pienso que todos somos devorados por la fiebre de la historia y deberíamos, al menos, darnos cuenta de ello”. La cita y la explicación de Agamben se refiere a que lo “histórico” se vuelve una moda y un discurso político que no nos permite ver, sentir y comprender lo que está sucediendo. Citamos nuevamente a Ramón López Velarde: “[...] el descanso material del país, en treinta años de paz, coadyuvó a la idea de una Patria pomposa, multimillonaria honorable en el presente y epopéyica en el pasado, han sido precisos los años del sufrimiento para conseguir una Patria

menos externa, más modesta y probablemente mas preciosa [...] nuestro concepto de Patria es hoy hacia adentro. Las rectificaciones de la experiencia, contrayendo la justa medida la fama de nuestras glorias sobre españoles, yanquis y franceses, y la celebridad de nuestro republicanismo, nos han revelado una Patria, no histórica ni política, sino íntima…la miramos hecha para la vida de cada uno, individual, sensual, resignada, llena de gestos, impune a la afrenta, así la cubran de sal, casi la confundimos con la tierra”.

Ramón López Velarde en su epifanía de descubrir la patria coincide con Nietzsche y se adelanta a Agamben en que lo contemporáneo no es la neblina histórica de lo heroico y epopéyico que no nos permite ver el tiempo real, cotidiano y que nos escudamos en la historia y en lo grandioso para ocultar el ser en nuestro tiempo real: la patria no es una epopeya, no es una épica, no es algo heroico para celebrar y recordar y menos un futuro histórico-filosófico para alcanzar. Agamben dice: “La contemporaneidad es, pues, una relación singular con el propio tiempo, que adhiere a este y a la vez, toma su distancia; más exactamente, esa relación con el tiempo que adhiere a este a través de un desfase y un anacronismo [...] Quienes coinciden de una manera demasiado plena con la época, quienes concuerdan perfectamente con ella, no son contemporáneos ya que, por esta precisa razón no consiguen verla, no pueden mantener su mirada fija en ella.”

Hoy existencialmente siempre será la patria, íntima, sensual, descriptible, cantable, amable, siendo, estando ahí para que nosotros estemos siendo aquí y ahora en ella… Lo que el poeta y escritor Vicente Quirarte nos sugiere es que la poesía de Ramón López Velarde es el ser en sí de Ramón, alcanzado por él de lo que ya el filósofo Kant había anticipado: “el ser en sí, la conciencia en sí, es inexplicable”. López Velarde, el poema, su vida y la patria, es la fusión del ser en el devenir del tiempo, por ello, el poema desde que se creó es contemporáneo hasta la fecha y hasta la destrucción física de México y lo mexicano.

/// Saturnino Herrán. La tehuana. Óleo sobre tela. 1914.

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/// Ilustración que aparece en la edición de La Suave Patria, en El Maestro, Revista de Cultura Nacional, No. III, 1 de junio de 1921.


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Ramón López Velarde

Río de palabras

borda a Fuensanta en cortas estancias Por Aarón de Jesús Rueda Torruco t

Recorre con la pluma un poco más de aquellas polvaredas, la fragancia en Jerez escupe sordos adagios de patrias solemnes. Veladoras encienden el recuerdo en un altar sin retratos, vigilias de rosales enteros. Se borda una mirada a cualquier hora, desgaja el viento un párpado donde cantos guardan tiempo sin promesa. Fuensanta amarra lágrimas y callada cierra la puerta a la liturgia de un hombre en cielo oculto. Nadie más ve el amanecer ante la razón saltando en madrugada frente a la muerte. Ramón juega con aves de paso; rostros de paisajes que pronto volverán al reflejo del cuerpo, a las caderas de Fuensanta. ¿Quién es el títere si los hilos mueven las mismas articulaciones del titiritero? Fragancia en el beso inmaculado de Fuensanta (Fuente Santa) collar de lágrimas sobre el cuello.

/// Iván Muñoz A.K.A. Ivanko Moses-Lee. Glorioso San Antonio, hazme encontrar que perdido estoy. Collage Digital. 2021.

Fuimos dos que se quisieron t

Por Pilar Alba

F

uimos dos que se quisieron. Dos que pretendieron desafiar a la matemática y entre los dos

sumar tan solo uno. Dos que quisieron caminar por el mismo camino, un pie sobre otro, para no ir uno primero ni otro atrás; caminar parejitos como los soldados en los desfiles que de pronto

se ven de reojo y evitan la sonrisa que delate sus amores clandestinos. Fuimos dos como la canción del gorrión y la alondra, como la del par de anillos, como las dos gotas de agua tan iguales

y transparentes. Fuimos dos que juramos dar la vida el uno por el otro, llegar hasta el final, hasta la tumba juntos. Fuimos dos que pensaron que juntos podrían cambiar las normativas

del mundo, que podían desafiar hasta las leyes de la física y las normas morales. Fuimos dos que pretendimos, que solo pretendimos, pero en realidad no hubo compromiso, no firmamos, no juramos nada, no hicimos ritos ni creamos vínculos que nos ataran para evitar lo que hoy sucede. Fuimos dos; hoy regresamos a ser uno, pero ya cada quien caminando por su rumbo.


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A quiet place: Part II, de John Krasinski Adolfo Nuñez J.

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n el cine comercial moderno las ideas originales escasean. La mayoría de los grandes estudios apuestan por producciones de fórmulas preestablecidas y que les aseguran un éxito parcial con el público y en la taquilla. Esta falta de riesgo dentro de la industria fílmica ha dado como resultado un sinnúmero de producciones desangeladas y que terminan por desgastar las premisas que en algún momento fueron innovadoras. Dentro de dicho panorama, son más que loables los esfuerzos de John Krasinski en A quiet place: Part II (2021), la continuación de su filme homónimo estrenado en 2018, y que resulta ser ese caso poco común de una segunda parte, producida por un estudio grande, que está a la altura de su predecesora. La película retoma la premisa de la parte inicial, sobre un mundo que ha sido invadido por criaturas que padecen ceguera, pero que tienen oídos potentes que utilizan para cazar a cual-

quier ser vivo o persona que haga algún sonido, por mínimo que sea. El relato sigue a la familia Abbot, quienes hacen hasta lo imposible para seguir con vida, manteniendo el silencio en todo momento. Krasinski prueba tener una técnica notable al momento de continuar con los elementos que hicieron tan memorables a su filme anterior, elevando la tensión y el suspenso insostenible, al mismo tiempo que profundiza en el dilema de sus protagonistas y expande el universo del que forman parte. La cinta abre de lleno con

una espectacular secuencia, que a manera de prólogo muestra cómo fue el primer día en el que invadieron las criaturas. La introducción está filmada con enorme habilidad técnica, con ingeniosos planos-secuencia y un diseño sonoro impresionante. Con dicha secuencia, el director establece el tono de su historia, cuya angustia perdurará durante toda la película. La escena siguiente retoma los últimos instantes del filme anterior, donde la familia Abbot, conformada por Evelyn (Emily Blunt), junto a sus hijos Regan (Milicent Simmonds), Marcus

(Noah Jupe) y su bebé recién nacido, han descubierto un medio para hacerle frente a las criaturas que tanto los aterrorizan, al mismo tiempo que buscan un nuevo lugar para vivir. En este viaje se encuentran con Emmett (Cillian Murphy), un viejo amigo, que al igual que ellos, también ha perdido a sus seres queridos. A lo largo de la película, Krasinski confecciona una serie de intensas secuencias cuyo high concept gira en torno a los deseos de supervivencia de los protagonistas. Estas también se encuentran relacionadas con temores primarios como el miedo

al encierro o a la falta de oxígeno y que, curiosamente, encuentran una clara relación con la paranoia del último año. Tal y como su antecesora, por momentos la cinta recuerda a la novela The Road (2006) de Cormac McCarthy, sobre un mundo post-apocalíptico que está narrado en primera persona y donde el origen de la catástrofe no es revelado. Esta ambigüedad puede resultar frustrante para aquellos que busquen una resolución más elaborada en la trama, pero también deja en claro que el objetivo de Krasinski es sumergirse por completo en la experiencia humana y en las relaciones de sus personajes. A quiet place: Part II es un relato de horror que de manera íntima se centra en los cimientos de la familia y su madurez emocional para explorar los instintos más viscerales del pánico. Se trata también de una secuela que, sin desgastar la fórmula, encuentra razones para existir dentro de su propio universo cinematográfico, al mismo tiempo que da entrada a una tercera parte donde, con suerte, se llegará al cierre definitivo de su historia.

Desayuno en Tiffany’s, mon ku Una flor azul, una película croata de la cotidianidad t Por

Grey

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Carlos Belmonte

ocación: Sentada en las escaleras de un puente que dan al río de la ciudad: “- Me acabo de enterar mamá. ¿Lloraste mucho?; - No, solo un poco; - Yo aún no lloro. ¿te molesta si no lloro? Quizás lloraré un poco dentro de un rato; (La madre asienta con la cabeza en gesto excusar a la hija; - ¿Te molesta si voy a casa? Estoy muy cansada; - No hay problema sigue, ahora te alcanzo”. Es la última escena de la película croata Plavi cvijet (A blue flower) de Zrinko Ogresta. La madre de la chica acaba de enterarse de la muerte de su propia madre y por tanto abuela. Esta estaba de visita en casa de la hija para hacerse unos chequeos médicos pero

ni la nieta ni la hija tuvieron tiempo de acompañarla. Ogresta realizó una película que parecería sin argumento original ni guion espectacular: Una madre recién divorciada y dejada cuida a su hija adolescente cuyos sueños son convertirse en cantante y migrar a los Estados Unidos. Ella tiene el mismo trabajo desde hace 20 años, está agobiada en un pequeño apartamento, es amante del jefe, sale ocasionalmente con las amigas y pescan amantes también ocasionales de la noche, sufre de la separación y no tiene conversación con la madre que la exaspera por sus tradicionales dolencias, quejas y actitudes. Un drama, diríamos, común. Sin embargo, el tratamiento de Ogresta del drama nos lleva a resentir una constante: Nunca hay tiempo ahora, mejor lo ha-

cemos en la próxima vez. Siempre se posterga el presente. A blue flower es una cinta de epi-

sodios. Cada escena se puede delimitar por un inicio y final de un episodio de la cotidianidad: salir al trabajo, ir a comprar a una tienda, tomar un café, preparar la cena, cenar, tomar una copa en un bar, ir a un antro, hacer el amor, ir a una fiesta. Todos desprovistos de espontaneidad o de una acción que marque corte en nuestras vidas o punto de inflexión en la historia. Ni siquiera la muerte de la madre consigue apenas alterarnos. Presentada en el 43 Festival Internacional de Cine de Moscú, la cinta de Ogresta se llevó el tercer lugar de preferencias en el Premio del Público, después de una cinta iraní y griega; las tres se centraron en marcar las presiones de las relaciones entre padres e hijos. Quizás el año 2020 sensibilizó especialmente a las audiencias y de cierta manera a los programadores de filmes.

Cine

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LA GUALDRA NO. 484 /// 21 DE JUNIO DE 2021

... De luto, la patria peregrina Por Víctor Hugo R. Bécquer

2021 Año de Ramón López Velarde

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Permanencia de un fluir de cuasi versos a la memoria de Ramón Modesto López Velarde [15 de junio de1888 - 19 de junio de 1921]. A la vida breve que a su muerte le sobrevino sueño equivocado.

Proemio En la obra su-ave de Ramón, la Patria, en cívicas estrofas, (hueco santuario de su corazón) de su obra universal tan intimista, tierra de eritrocito terrón: de cobalto retinto – cielo vidriado en atardeceres de amatista; meretrices lamentos declamados… La Patria se le renueva en incensario de personales ofrendas, casi a diario; reiterativo, en estampas de alusión al terruño legendario, a beatas pueblerinas, el pozo, el piano, el campanario… de grises infancias insepultas y pequeñas travesuras que grabaron nubarrones de azucarado algodón: pecados deliciosos de relamido escapulario.

o empata, en todo florilegio, la suerte que, académicos jugaban, presumiendo que entendían a los poetas, sobre todo a Ramón tan dulcemente ateo, atado a los listones de una pasión, de tan secreta, desbordada; mientras una santa mujer mesaba su entresueño en el ronroneo de felina compañía, que, sobre la falta de su amada, imaginaba el mundo desde un balcón hacia afuera; rezandera de quimeras trasnochadas. Mientras Ramón febrilmente prometía destilar hemoglobinas oxigenada para teñir el atardecer de su Fuensanta.

Intermedio Mis primeros dos mejores libros no adelgazaron mis bolsillos ni dejaron en la ruina mi mesada como estudiante, al fin, pude apilar junto a mi almohada a Rulfo junto con Ramón el primero: juan el poeta por antonomasia y el segundo trastocador de los lenguajes más sutiles inspirado en fuente santa.

Primer Acto A riesgo de hacer confidencia irreverente he de apuntar, en tono sincerista (parafraseando al poeta de mi tierra) que la memoria de Ramón ha sido, a mi entorno, tan cercana que no hay singular manera ni mágica palabra, para arrancarme su herencia tan de fondo.

En algún libro de estampas: lectura de clásicos ilustrada, también, como él, encontré en mi camino a Lugones. Quién me diría después que López Velarde anidaría en su íntimo decoro modesta devoción por el “poeta sumo” Leopoldo.

En mi infancia no fue preocupación alguna los poemas por más cívicos que fueran ni urgencia de apuntarlo en mis materias ni el Credo de Ricardo López Méndez por José Antonio Cossío moduladas, el sentido poema de Ramón López Velarde que tanto urgiera la maestra a declamar de corrido en toda fiesta, banquetes o balneario.

Intimista irredento, “Cerrado al mundo que no veía con sus ojos, aferrado a ese pequeño cosmos de singulares afectos familiares, (sus amores escondidos en tímidos azares) y su alondra, sus zenzontles y su casa; su pueblo, su ambiente y sus amigos tenían que pulsarse en su tonada”.

Con el tiempo me enteré lo conveniente de atarse con seguridad los cordones, hacer buen nudo a la corbata

Segundo Acto

Dice y repite Salvador Solana (en uno de los Sepan Cuántos de Porrúa) que Ramón el de Jerez, vale y perdura, “perdura y vale, por su empeñosa exaltación lírica, por su interior tortura, su dualidad dramática

ción del bajo y emprender un poema de aliento cívico que conserva aún muchos de los elementos libres y líricos del resto de su obra. Colocado, significativamente, al final de su libro póstumo de versos y escrito en ocasión del primer centenario de la consumación de nuestra independencia, el mismo año de su muerte. (1821) Nunca vio publicado el patrio sueño que anunciaba la obra de un escritor que quizá condensara el nuevo concepto de nuestra nacionalidad, hoy tan desdoblada.

con que en él luchaban cuerpo y alma, religión y sentidos, espíritu y carne; por la variedad de sus imágenes, por la certeza de su expresión en lo íntimo, por el apasionamiento de su dedicación a un tema, que siempre es el mismo y al que la diversidad de tratamientos hace aparecer diferente, siempre”. Palabras más, elogios menos. Filiberto Soto Solís, de Zacatecas, prologa la edición del Gobierno del Estado: Diapasón del Corazón (1971), término usado por el bardo jerezano para significar que en su interior existe una música íntima (que) no cesa. Edición en el medio centenario del poeta y escritor Ramón López Velarde donde la devoción fue singularmente manifiesta; tal vez a los cincuenta de su muerte era aún más fresca y viva la memoria de un provinciano Ramón de Jerez, universal López Velarde. José Luis Martínez nos comenta (en edición del Fondo de Cultura) que con él llegaron a nosotros Baudelaire y Virgilio. Frecuentaron Las flores del mal, por su venturosa lectura, nuestros jóvenes poetas modernistas: Díaz Morón, Gutiérrez Nájera, Nervo, Tablada y Valenzuela. “Si, (somos asegura Villaurrutia) un abismo separa sus formas de arte, pero otro abismo de sus espíritus

los hace miembros de una misma familia”. Las cercanías con los demás, en notable semejanzas, también muestra diferencias estilísticas. ¿Quién, que no haya concebido una simple imagen poética, puede quedarse ayuno de influencia? Más cuando en el mismo tono de la libre lírica el verso y el re-verso se invoca, se ensaliva con tan singular licencia que: el cojo al tuerto presta la muleta para que, en el santuario de la vida, obtenga el alivio a su miseria o comparta su gracia sin meretrices diatribas. Tercer Acto Por lo pronto va… La Eneida desde una similitud casi inadvertida a emparentarse a la primera estrofa por la marca especial, muy reflexiva de titubear con el papel y tinta: “Yo aquel mismo que en flauta campesina en otro tiempo modulé canciones, y dejando la selva peregrina causa fui que con ricas producciones satisfice la región vecina de exigirte cultor las ambiciones —obra grata a la gente labradora— de Marte hórridas armas canto ahora”. El antiguo cantor lírico que emprende un canto épico, es la misma tonada entre Virgilio y el que pide, en Suave Patria, (el cantor del íntimo decoro) por una vez la grave modula-

Retorno nostálgico, (por desencanto del mundo) a la pureza provinciana, resulta la transmutación de la experiencia personal del sensible poeta en sus últimas alocusiones. Una experiencia excepcional del fervor por la patria su-ave. El cantor de la provincia nos legó un segundo himno nacional lírico, intocable y ya tradicional que puede tener los defectos de un impuro canto lírico y canto épico demasiado subjetivo y caprichoso. Epílogo fundamental: El bibliográfico retorno a su mística profundidad y consulta de estudiosos, (morder las Peras del Olmo Cultivadas en santa Paz por Octavio) Como leer los oráculos… ¿Cuándo tendremos otro igual que en la inmortalidad de sus ensueños inmortalicemos nuestros anhelos todos? Ramón de Jerez, en tu significativo entorno: La Patria peregrina, renovada, ufana, profundísima bahía de políticas profanas, esperamos, nadie, podrá nunca trastocará tu tierra pueblerina y lo que significa la patria provinciana, el arroyo de sus venas… el candor de sus mitologías, sus litorales majestuos, las humanas cofradías… pulsaremos el íntimo decoro el propio y del brazo hermano sonando caracolas de alerta si la libertad se entorpeciera en la prodiga tierra del mexica…


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