Suplemento #2 REVISTA LA MANDRÁGORA AÑO 5

Page 1

La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

LA FILOSOFÍA DE

EL QUIJOTE por Emperatriz Losada II Este escepticismo, que ya en la antigüedad había llevado a Sexto Empírico a cuestionar el realismo ingenuo, es decir, la convicción de que la realidad es tal y como la percibimos, produce ahora el mismo resultado. Descartes desconfía de los sentidos, como los racionalistas antiguos, pero desconfía también de los paralogismos de la razón y busca una verdad segura que sirva de cimiento a la nueva filosofía. Los cuerdos se burlan de la locura de don Quijote que le hace malinterpretar los datos de los sentidos en función de una realidad soñada, sin comprender que también ellos están interpretando en función de una realidad que no tiene mayores probabilidades de verdad que la otra; es, simplemente, más común. Puede que una de las razones de la inmediata aceptación de El Quijote fuera la necesidad de la gente de una literatura que hablara de la realidad común en un lenguaje comprensible para los que viven en ella. España no es un país de filósofos, sino de artistas. En España, la filosofía se ha desarrollado en el terreno de la literatura. Los centroeuropeos han sido considerados tradicionalmente como pensadores y los europeos del sur como fabuladores (a pesar de nuestra inclinación al realismo y la tendencia centro y norteeuropea hacia la fantasía). El Quijote expresa la crisis del hombre situado entre una etapa que termina y el comienzo de otra caracterizada por el escepticismo cognitivo y por la crisis del concepto de sustancia. Es decir, ya no se cree en la existencia, por una parte, de una sustancia inmutable, impuesta por la necesidad de conocer de la razón (que no puede aprehender lo cambiante) e imperceptible para los sentidos; y, por otra, de una apariencia cambiante, accesible para los sentidos, pero inasequible para la razón, que era la base de la filosofía del ser (filosofía antigua y medieval). Don Quijote es la tradición obsoleta en un mundo que ya no acepta sus valores, un mundo en el que los conceptos no se ajustan a un modelo previo, sino que los va configurando la vida cotidiana, un mundo que es hechura del hombre, en el que este ha recuperado su lugar central, pero un hombre que es, cada vez más, un ser vivo y, cada vez menos, un concepto. El Quijote pone en cuestión la síntesis, el orden establecido entre los filósofos, como, por otra parte, haría la ciencia en la Revolución Científica. Muestra al hombre como es y no como debería ser, como un producto del tiempo y no como una sustancia inalterable en la que los cambios son sólo accidentales, como un ser contradictorio, incomprensible para la razón pura. Don Quijote es un loco porque está fuera de la historia; por

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

eso, su realidad carece de sentido en la realidad histórica. La novela no demuestra como la filosofía, sino que muestra los conflictos y contradicciones que plantea la vida, y la ironía es la manera adecuada de afrontarlos o corremos el riesgo de caer en la locura de absolutizar la razón, como es locura absolutizar la fe, que es la locura de don Quijote. La filosofía se hace novela para comprender mejor la realidad, para conocerla, no para reformarla, ni para dogmatizar sobre ella. El filósofo idealista que está empezando a formarse en la época de don Quijote es un individuo solitario que tiende al solipsismo. Don Quijote es también un solitario, pero su locura, en lugar de aislarlo más, lo pone en contacto con todo tipo de seres humanos, con el pueblo español en toda su variedad, pero, sobre todo, mantiene esta convivencia su voluntad de entregarse al prójimo, su fe en el hombre. Don Quijote cree en la nobleza del hombre y hasta los menos nobles de la especie, en contacto con él, oscuramente lo entienden y se ennoblecen. Don Quijote se hace eco ante unos cabreros de la noción de la historia de la antigüedad mítica. La historia era concebida de forma cíclica, constituida por unas etapas que se repiten eternamente siguiendo un proceso degenerativo que lleva de la perfección primera a la corrupción y la destrucción y, luego, al resurgimiento y la consiguiente degeneración; son las cuatro edades: de oro, de plata, de bronce y de hierro. Es decir, don Quijote, como representante de la caballería andante, símbolo de un pensamiento obsoleto, simple réplica, en muchos aspectos, del antiguo, defiende una concepción de la historia que ya la filosofía cristiana había dejado atrás estableciendo una manera lineal de entenderla y con una dirección de progreso. Esta idea de progreso en todos los asuntos humanos y no humanos (evolución del universo, de la tierra y de la vida) va a verse reforzada en la Revolución Científica y seguirá afianzándose hasta que las guerras mundiales del siglo XX la pongan en cuestión y los otros terribles acontecimientos que las seguirán, en el siglo más sangriento de la historia, acaben por destruirla. Pero, en el siglo XVII, la idea de la historia como un proceso lineal de progreso incesante, de mejora de los seres humanos mediante el perfeccionamiento de la razón y la acumulación de conocimientos, acaba de nacer, y nunca se desprecia tanto lo pasado como cuando acaba de ser superado. El motivo de don Quijote para hacer este elogio de la Edad de oro contraponiéndola a la actual de hierro (la actualidad siempre se encuentra en la Edad de hierro) es defender la necesidad de la orden de la caballería andante para remediar los males de un mundo corrupto. Los analfabetos cabreros, que nunca han oído hablar ni de la caballería andante ni de las edades de oro o de hierro, no entienden las razones de don Quijote. No obstante, no se ríen de él y lo escuchan respetuosamente, seguramente fascinados por la hermosa forma de expresión de que hace gala. (continuará)

! " Pág.

8

Febrero, 2005 #2 EN TORNO AL CENTENARIO por Salustiano Fernández

II (Lecturas varias) Y ¿qué vemos hoy nosotros en don Quijote? ¿O qué vemos de nosotros reflejado en esa obra genial? De eso querría hablar, pero también, y antes, de algunas lecturas que nos precedieron. Empecemos por echar un brevísimo vistazo a la lectura que hizo la gran filosofía idealista alemana del siglo XIX. Ella está en el origen de todas la concepciones de renombre habidas sobre el Quijote hasta hoy mismo. Hacia 1830, Hegel, que vivió con intensidad la recargada atmósfera del romanticismo alemán, escribía: «El espíritu caballeresco se manifestó con singular belleza en España; los caballeros germanos son más rudos y a la vez más frívolos. La caballería en España era tan pura, que pudo soportar incluso su escarnio en Don Quijote; y aun en este aparece noble y bella» (Lecciones sobre filosofía de la historia universal). Esta valoración del influyente filósofo hizo cabalgar a don Quijote por la Europa del pensamiento no sobre un mal jamelgo sino sobre el mítico Babieca. Veámoslo en imágenes (más reveladoras que mil palabras): tres años después de las Lecciones hegelianas, nacería en Francia Gustavo Doré, el más famoso de los dibujantes y grabadores que han ilustrado Don Quijote de la Mancha, y de esta guisa romántica/idealista representó al andante caballero en la escena de los galeotes (ver el dibujo de esta página). ¿Alguien llega a ver en el excelente grabado de Doré ese «rocín flaco» del que Cervantes, la primera vez que habla de él, dice que «tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela [un bufón], que tantum pellis et ossa fuit [era sólo piel y hueso]»? ¿Alguien atisba la «figura contrahecha» del hidalgo que ve el ventero en la «primera salida de su tierra que hizo el ingenioso don Quijote»? Bien es verdad que no todos los grabados de Doré presentan a don Quijote con tal prestancia heroica, más bien son minoría los que lo hacen tan abiertamente, otros, la mayoría, muestran al héroe con cierta ambigüedad, pero el mero hecho de que pudiera ser imaginado de ese modo, está manifestando la traslación romántica del personaje llevada a cabo en Europa durante el siglo XIX. El eco de esa lectura resonó con diversos matices, todos muy doctos, por los ámbitos del cervantismo hispano. Leamos… Aquí, entre nosotros, la última lectura colectiva y en voz alta la hicimos durante la celebración del anterior centenario, el tercero, en 1905. Hacía sólo siete años que España acababa de perder en guerra ominosa los últimas restos del agrietado imperio ultramarino (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). En ese

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

momento, la nación se halla como un Quijote abatanado, recién colocado en el sepulcro y del que todos hablan según van saliendo del cementerio. Entonces se oye por encima de todas la recia voz de Unamuno llamando a ese libro de locas caballerías «la Biblia de España», e inventando en sus páginas una especie de cristianismo secularizado con el que suscitar la regeneración de las escasas fuerzas nacionales e insuflar en ellas alguna voluntad de futuro. El enérgico rector salmantino, en su Vida de Don Quijote y Sancho, quiere encabezar la cruzada intelectual que recupere lo que denomina «el sepulcro de Don Quijote», símbolo para él de una existencia arrebatada por la pasión de la vida noble y heroica, única capaz de vacunarnos contra el nihilismo entonces imperante. Y es que el nihilismo hispano, a principios del siglo XX, era mucho más que una posición filosófica, era una exhausta realidad social asentada, por un lado, sobre la ya larga historia nacional de desastres a cada cual más doloroso, y por otro, sobre una conciencia hiperestésica para los aspectos más desoladores de la patria. Esa deprimida realidad produjo dos efectos: uno demográfico y otro intelectual. Por lo que se refiere al demográfico, hizo emigrar fuera del país a miles de españoles («ir a hacer las Américas» se decía, refiriéndose a los barcos abarrotados de compatriotas que atravesaban el océano Atlántico en busca de mejor suerte y que constituyó el primer gran éxodo de españoles de los tres que se dieron a lo largo del ‘muy moderno’ siglo XX; los otros dos fueron, en primer lugar, la sangría de exiliados políticos que produjo la guerra civil, y en segundo lugar, la de emigrantes laborales que esta vez en dirección al norte de Europa empezó a darse a finales de los 50 manteniéndose hasta bien entrados los 70). Y por lo que se refiere al efecto intelectual, condujo a una febril destilación cultural de nuestra hispanidad como forma de ser únicos en el mundo y en la historia. Ejemplos de ello serían: Ganivet, inspirador del regeneracionismo nacional (cuya rotunda afirmación «In interiore Hispaniae habitat veritas» es un apremiante y concentrado programa cultural), el descubrimiento del paisaje de Castilla (sobre todo como creación literaria, por parte de la generación del 98), y por supuesto la relectura de los mitos nacionales don Juan y, especialmente, don Quijote, que vio en ellos arquetipos de nuestro carácter en los que anclar el espíritu y hacer frente a la deriva provocada por el colosal desastre. El pensamiento patrio forjó entonces una especie de hegeliana “idea para sí” de la españolidad, es decir, un volkgeist (espíritu del pueblo) al fin consciente de sí mismo y gracias a ello entroncado racionalmente con «la totalidad de lo real». Cuando el cuerpo de la nación llegó a estar famélico, castigado y negado como el de un místico o un mártir, el alma española se elevó del terruño para subirse a la parra de la historia universal (Hegel mediante). De este modo, Don Quijote llegó a ser símbolo de lo universal en lo particular (un universal concreto), momento del devenir dialéctico de la Idea cuya marcha histórica conduce hacia el Espíritu Absoluto. Nunca la obra había sido leída con tan sofisticada seriedad. Hubo excepciones. Muy pocas: Valle-Inclán, quien siempre subrayó el lado guiñolesco y humorístico (ver, por ejemplo, la entrevista en Heraldo de México, 21 de septiembre de 1921; la entrevista en Heraldo de Madrid, 4 de junio de 1926; la entrevista-conversación recogida en La Novela de Hoy, núm. 418, Madrid, 16 de mayo de 1930; el resumen de la conferencia dada en el Ateneo guipuzcoano sobre la historia de España, recogida en La Voz de Guipúzcoa, 20 de febrero de 1935), pero no viene al caso detenerse ahora en él. En fin, la lectura romántica del Quijote fue la atmósfera de siglo y medio, y (continuará) aún pervive de varios modos. Pág.

1


La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005 # EL QUIJOTE de NICOLÁS $

La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

(es continuación del # 1)

Personajes del Quijote, según Orlando I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

2

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

7


La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

NOTAS AL CAPÍTULO VI DEL QUIJOTE por Fernando Muñiz “DEL DONOSO Y GRANDE ESCRUTINIO QUE EL CURA Y EL BARBERO HICIERON EN LA LIBRERÍA DE NUESTRO INGENIOSO HIDALGO” 1º) Los cuatro de Amadís de Gaula. Se le otorga la vida por ahora. 2º) Las sergas de Esplandián. Quinto libro del Amadís escrito por Garci Rodríguez de Montalvo. Publicado en Sevilla en 1510. Condenado a la hoguera. 3º) Amadis de Grecia. Noveno libro del Amadís, obra de Feliciano de Silva. Publicado en Cuenca en 1530. A la hoguera. 4º) Don Olivante de Laura, de Antonio de Torquemada. Publicado en Barcelona en 1564. Del mismo autor son Jardín de flores curiosas y Coloquios Satíricos. Al fuego. 5º) Florismarte de Hircania. Obra de Melchor Ortega, publicada en Valladolid en 1556. A la hoguera. 6º) El Caballero Platir. Cuarto libro de la serie de los Palmerines, anónimo publicado en Valladolid en 1533. A la hoguera. 7º) El Caballero de la Cruz. Obra editada en dos partes. La primera en Valencia en 1521 y la segunda en Toledo en 1526. Al fuego. 8º) Espejo de Caballerías. Obra compuesta de varias partes. La primera y la segunda se atribuyen a López de Santa Catalina y la tercera a Pedro de Reinosa. Están impresas en Sevilla en 1533, 1536, y 1550, y hay una edición completa en Medina del Campo que data de 1586. Hablando de este libro citan a Bernardo del Carpio, obra de Agustín Alonso escrita en octavas reales. Impreso en Toledo en 1585. Así como a un tal llamado Roncesvalles. Se refiere al poema El verdadero suceso de la famosa batalla de Roncesvalles, con la muerte de los doze pares de Francia, publicada en Valencia en 1555 y reimpreso en Toledo en 1585. Su autor es Francisco Garrido de Villena. Todos al fuego. 9º) Palmerín de Oliva. Novela de caballería anónima aparecido en Salamanca en 1511. Inicia la serie de los Palmerines. Le sigue el Primaleón, publicado anónimo en Salamanca en 1512. Su continuación fue Palmerín de Inglaterra, quizá la de mas éxito. Palmerín de Inglaterra y el Amadís de Gaula, en palabras del cura, “queden libres del fuego”. 10º) Don Belianís. Obra de Jerónimo Hernández, publicada en 1547. Queda en cuarentena. 11º) Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. Novela valenciana de carácter realista, a pesar de su género. Consta de cuatro partes, las tres primeras de Joanot Martorell, y la cuarta de Marti Johan de Galva. Se publicó en Valencia en 1490. Lo salvan.

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

A PARTIR DE AQUÍ APARECEN LOS “PEQUEÑOS LIBROS DE POESÍA” 1º) La Diana. Novela pastoril publicada en Valencia en 1559 con el titulo Los siete libros de la Diana. Su éxito provocó una serie de continuadores: Alonso Pérez, Gil Polo, etc. El autor de La Diana fue Jorge de Montemayor. Lo mandan quemar. 2º) La Diana llamada segunda del salmantino. Su autor es Gil Polo, continuador de La Diana de Montemayor y de La Diana enamorada publicada en 1564. Al, fuego. 3º) Los diez libros de Fortuna de amor. De Antonio de Lofraso, publicada en Barcelona por Pedro Malo en 1573. Se trata de una novela pastoril. 4º) El Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaño de celos. El primero es una novela pastoril, mezcla de prosa y verso, cuyo autor es Bernardo de la Vega. Se publicó en Sevilla por Juan de León en 1591. El segundo, también novela pastoril en prosa y verso, dividida en seis libros; su autor en Gonzalo Fernández de Bobadilla. Publicada en Alcalá de Henares por Juan Gracián en 1587. Y Desengaño de celos, novela pastoril de escasa calidad literaria. Obra de Bartolomé López de Enciso; publicada en Madrid por Francisco Sánchez en 1586. A la hoguera. 5º) El Pastor de Fílida. Novela pastoril de Luis de Montalvo, publicada en Madrid en 1582. Se salva de la quema. 6º) Tesoro de varias poesías. Obra de Pedro de Padilla, publicada en Madrid por Francisco Sánchez en 1580. Guárdese porque el autor es amigo mío. 7º) El Cancionero de López Maldonado. Publicado en Madrid en 1586 por Guillermo Droy. “guárdese con los escogidos”. 8º) La Galatea. Primer libro publicado por Cervantes en 1585. Novela pastoril impresa por Juan Gracián en Alcalá. 8º) Ahora citan tres seguidos: a) La Araucana. Poema épico sobre la guerra del Arauco. Su autor Alonso de Ercilla. Se publicó en Madrid en 1569. b) La Austríada. Poema épico de alabanza a Juan de Austria, escrito en quince cantos endecasílabos. Su autor, Jerónimo CorteReal, lo dedica a Felipe II. Publicado en Madrid por Alonso Gómez en 1584. c) El Monserrato. Poema épico-religioso, compuesto de veinte cantos. Su autor, Cristóbal de Virués, narra la vida del monje Garin y la fundación del Monasterio de Monserrat. Publicado en Madrid en 1587 por Querip Guardo. Estos tres libros se guardan. 9º) Las lagrimas de Angélica. Poema épico continuación del tema del Orlando furioso, obra de Luis de Barahona de Soto. Compuesto en doce cantos y publicado en Granada por Hugo de Mena en 1586. Lo salvan del fuego. Pág.

6

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

3


La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

DEBATE: # ¿Se puede/debe leer el Quijote $ en edades tempranas? Se inicia aquí lo que es de desear sea la primera aportación a un debate sobre si es pertinente que los chicos y chicas de secundaria, y en especial los más pequeños, lean directamente el Quijote de Cervantes o, por el contrario, sólo alguna versión adaptada a su edad de dicha obra.

%

&

Ha habido siempre en nuestro sistema de enseñanza una polémica ardiente en torno a esta cuestión. Las opiniones se han ido aliando con uno y otro bando, sin dejar muy claros sus argumentos principales, aunque, en alguna ocasión, demostrando vivamente que se defendían las posturas de manera emocionalmente activa. No deja de sorprenderme el hecho de que se afirme que no es bueno que un alumno de la ESO, por ejemplo, lea directamente en su versión original el texto cervantino aludiendo a argumentos tan aparentemente lógicos como la imposibilidad de que lo entienda por desconocer el significado de un gran número de términos antiguos, en algún caso; cultos, en otro, y que, por lo tanto, le resultan, al alumno medio, absolutamente imposibles de aprehender.

(continuará)

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

4

Reconociendo este hecho, no creo que haya que reducir la obra que nos ocupa, que casi ab initio llegó a obtener un señalado lugar en la Literatura Universal, a su mera lectura designativa. Pensar que una lengua es sólo un diccionario resultaría evidentemente precientífico. Supondría decir que si alguien fuera capaz de aprenderse todas las palabras de un diccionario oficial de chino, pongamos por caso, también sería capaz de conseguir una perfecta competencia lingüística en dicha lengua al hablarla activamente. Yo invito a cualquiera que piense así a que pruebe, y verá inmediatamente que sus esfuerzos han sido en vano. No se puede afirmar que conocer una lengua es conocer todas las palabras de esa I. E. S.

León Felipe

– Benavente

lengua. Ese prejuicio es infantil. Recordemos aquellas preguntas propias de niño que tanto nos perturban cuando afirmamos conocer otra lengua, además de la materna, y alguien nos pregunta..... “¿y cómo se dice cabello de ángel en esa lengua?”. Pues, “Mire usted, es que a lo mejor no se dice”. No se tiene que decir todo en todas las lenguas. Hace tiempo que sabemos que la lengua no es sólo léxico, ni sólo semántina, ni gramática; es mucho más: es, probablemente, una forma de vida, de conocimiento, de aprendizaje, de percepción. Por ello, no es mal momento el de las etapas educativas para poner en contacto a los alumnos con aquellas obras que se han constituido en modelos del uso de la lengua. Es posible que este mero contacto avive en ellos el ansia de saber. No creo que sea más desanimador encontrarse con dificultades que resolver que encontrarse con que jamás se ha resuelto ninguna dificultad. ¿Qué crea más complejo de inutilidad, entender algo o no ser capaz de intentar entender? La cultura es el cultivo del espíritu, requiere tiempo. Y un texto clásico es un texto que no pasa de moda, es un texto universal, que puede leer cualquier persona en las diferentes etapas de su vida dotándolo en cada lectura de un sentido distinto, a cada cual más enriquecedor. Uno no puede ser el mismo ni lo mismo antes de haber leído con atención la obra de Cervantes que después, porque cuando lo ha hecho, ha estado en contacto con un genio de la Literatura Universal. Nadie, ni siquiera el mejor conocedor de este autor, tiene derecho a privar a los demás de una experiencia tan gratificante. No se aprende a montar en bicicleta viendo vídeos de hábiles ciclistas realizando piruetas descomunales. Se aprende montando en bicicleta, y a leer se aprende leyendo. ¿Por qué no dejar que sean nuestros propios alumnos quienes se acerquen al Quijote con la curiosidad y respeto de quien se acerca a un monumento para simplemente disfrutar un poco al contemplarlo? Suele suceder que los aperitivos inviten a comer y no lo contrario.

MANUEL GUILLÉN DE LA NAVA

%

& Pág.

5


La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

DEBATE: # ¿Se puede/debe leer el Quijote $ en edades tempranas? Se inicia aquí lo que es de desear sea la primera aportación a un debate sobre si es pertinente que los chicos y chicas de secundaria, y en especial los más pequeños, lean directamente el Quijote de Cervantes o, por el contrario, sólo alguna versión adaptada a su edad de dicha obra.

%

&

Ha habido siempre en nuestro sistema de enseñanza una polémica ardiente en torno a esta cuestión. Las opiniones se han ido aliando con uno y otro bando, sin dejar muy claros sus argumentos principales, aunque, en alguna ocasión, demostrando vivamente que se defendían las posturas de manera emocionalmente activa. No deja de sorprenderme el hecho de que se afirme que no es bueno que un alumno de la ESO, por ejemplo, lea directamente en su versión original el texto cervantino aludiendo a argumentos tan aparentemente lógicos como la imposibilidad de que lo entienda por desconocer el significado de un gran número de términos antiguos, en algún caso; cultos, en otro, y que, por lo tanto, le resultan, al alumno medio, absolutamente imposibles de aprehender.

(continuará)

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

4

Reconociendo este hecho, no creo que haya que reducir la obra que nos ocupa, que casi ab initio llegó a obtener un señalado lugar en la Literatura Universal, a su mera lectura designativa. Pensar que una lengua es sólo un diccionario resultaría evidentemente precientífico. Supondría decir que si alguien fuera capaz de aprenderse todas las palabras de un diccionario oficial de chino, pongamos por caso, también sería capaz de conseguir una perfecta competencia lingüística en dicha lengua al hablarla activamente. Yo invito a cualquiera que piense así a que pruebe, y verá inmediatamente que sus esfuerzos han sido en vano. No se puede afirmar que conocer una lengua es conocer todas las palabras de esa I. E. S.

León Felipe

– Benavente

lengua. Ese prejuicio es infantil. Recordemos aquellas preguntas propias de niño que tanto nos perturban cuando afirmamos conocer otra lengua, además de la materna, y alguien nos pregunta..... “¿y cómo se dice cabello de ángel en esa lengua?”. Pues, “Mire usted, es que a lo mejor no se dice”. No se tiene que decir todo en todas las lenguas. Hace tiempo que sabemos que la lengua no es sólo léxico, ni sólo semántina, ni gramática; es mucho más: es, probablemente, una forma de vida, de conocimiento, de aprendizaje, de percepción. Por ello, no es mal momento el de las etapas educativas para poner en contacto a los alumnos con aquellas obras que se han constituido en modelos del uso de la lengua. Es posible que este mero contacto avive en ellos el ansia de saber. No creo que sea más desanimador encontrarse con dificultades que resolver que encontrarse con que jamás se ha resuelto ninguna dificultad. ¿Qué crea más complejo de inutilidad, entender algo o no ser capaz de intentar entender? La cultura es el cultivo del espíritu, requiere tiempo. Y un texto clásico es un texto que no pasa de moda, es un texto universal, que puede leer cualquier persona en las diferentes etapas de su vida dotándolo en cada lectura de un sentido distinto, a cada cual más enriquecedor. Uno no puede ser el mismo ni lo mismo antes de haber leído con atención la obra de Cervantes que después, porque cuando lo ha hecho, ha estado en contacto con un genio de la Literatura Universal. Nadie, ni siquiera el mejor conocedor de este autor, tiene derecho a privar a los demás de una experiencia tan gratificante. No se aprende a montar en bicicleta viendo vídeos de hábiles ciclistas realizando piruetas descomunales. Se aprende montando en bicicleta, y a leer se aprende leyendo. ¿Por qué no dejar que sean nuestros propios alumnos quienes se acerquen al Quijote con la curiosidad y respeto de quien se acerca a un monumento para simplemente disfrutar un poco al contemplarlo? Suele suceder que los aperitivos inviten a comer y no lo contrario.

MANUEL GUILLÉN DE LA NAVA

%

& Pág.

5


La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

NOTAS AL CAPÍTULO VI DEL QUIJOTE por Fernando Muñiz “DEL DONOSO Y GRANDE ESCRUTINIO QUE EL CURA Y EL BARBERO HICIERON EN LA LIBRERÍA DE NUESTRO INGENIOSO HIDALGO” 1º) Los cuatro de Amadís de Gaula. Se le otorga la vida por ahora. 2º) Las sergas de Esplandián. Quinto libro del Amadís escrito por Garci Rodríguez de Montalvo. Publicado en Sevilla en 1510. Condenado a la hoguera. 3º) Amadis de Grecia. Noveno libro del Amadís, obra de Feliciano de Silva. Publicado en Cuenca en 1530. A la hoguera. 4º) Don Olivante de Laura, de Antonio de Torquemada. Publicado en Barcelona en 1564. Del mismo autor son Jardín de flores curiosas y Coloquios Satíricos. Al fuego. 5º) Florismarte de Hircania. Obra de Melchor Ortega, publicada en Valladolid en 1556. A la hoguera. 6º) El Caballero Platir. Cuarto libro de la serie de los Palmerines, anónimo publicado en Valladolid en 1533. A la hoguera. 7º) El Caballero de la Cruz. Obra editada en dos partes. La primera en Valencia en 1521 y la segunda en Toledo en 1526. Al fuego. 8º) Espejo de Caballerías. Obra compuesta de varias partes. La primera y la segunda se atribuyen a López de Santa Catalina y la tercera a Pedro de Reinosa. Están impresas en Sevilla en 1533, 1536, y 1550, y hay una edición completa en Medina del Campo que data de 1586. Hablando de este libro citan a Bernardo del Carpio, obra de Agustín Alonso escrita en octavas reales. Impreso en Toledo en 1585. Así como a un tal llamado Roncesvalles. Se refiere al poema El verdadero suceso de la famosa batalla de Roncesvalles, con la muerte de los doze pares de Francia, publicada en Valencia en 1555 y reimpreso en Toledo en 1585. Su autor es Francisco Garrido de Villena. Todos al fuego. 9º) Palmerín de Oliva. Novela de caballería anónima aparecido en Salamanca en 1511. Inicia la serie de los Palmerines. Le sigue el Primaleón, publicado anónimo en Salamanca en 1512. Su continuación fue Palmerín de Inglaterra, quizá la de mas éxito. Palmerín de Inglaterra y el Amadís de Gaula, en palabras del cura, “queden libres del fuego”. 10º) Don Belianís. Obra de Jerónimo Hernández, publicada en 1547. Queda en cuarentena. 11º) Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. Novela valenciana de carácter realista, a pesar de su género. Consta de cuatro partes, las tres primeras de Joanot Martorell, y la cuarta de Marti Johan de Galva. Se publicó en Valencia en 1490. Lo salvan.

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

A PARTIR DE AQUÍ APARECEN LOS “PEQUEÑOS LIBROS DE POESÍA” 1º) La Diana. Novela pastoril publicada en Valencia en 1559 con el titulo Los siete libros de la Diana. Su éxito provocó una serie de continuadores: Alonso Pérez, Gil Polo, etc. El autor de La Diana fue Jorge de Montemayor. Lo mandan quemar. 2º) La Diana llamada segunda del salmantino. Su autor es Gil Polo, continuador de La Diana de Montemayor y de La Diana enamorada publicada en 1564. Al, fuego. 3º) Los diez libros de Fortuna de amor. De Antonio de Lofraso, publicada en Barcelona por Pedro Malo en 1573. Se trata de una novela pastoril. 4º) El Pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaño de celos. El primero es una novela pastoril, mezcla de prosa y verso, cuyo autor es Bernardo de la Vega. Se publicó en Sevilla por Juan de León en 1591. El segundo, también novela pastoril en prosa y verso, dividida en seis libros; su autor en Gonzalo Fernández de Bobadilla. Publicada en Alcalá de Henares por Juan Gracián en 1587. Y Desengaño de celos, novela pastoril de escasa calidad literaria. Obra de Bartolomé López de Enciso; publicada en Madrid por Francisco Sánchez en 1586. A la hoguera. 5º) El Pastor de Fílida. Novela pastoril de Luis de Montalvo, publicada en Madrid en 1582. Se salva de la quema. 6º) Tesoro de varias poesías. Obra de Pedro de Padilla, publicada en Madrid por Francisco Sánchez en 1580. Guárdese porque el autor es amigo mío. 7º) El Cancionero de López Maldonado. Publicado en Madrid en 1586 por Guillermo Droy. “guárdese con los escogidos”. 8º) La Galatea. Primer libro publicado por Cervantes en 1585. Novela pastoril impresa por Juan Gracián en Alcalá. 8º) Ahora citan tres seguidos: a) La Araucana. Poema épico sobre la guerra del Arauco. Su autor Alonso de Ercilla. Se publicó en Madrid en 1569. b) La Austríada. Poema épico de alabanza a Juan de Austria, escrito en quince cantos endecasílabos. Su autor, Jerónimo CorteReal, lo dedica a Felipe II. Publicado en Madrid por Alonso Gómez en 1584. c) El Monserrato. Poema épico-religioso, compuesto de veinte cantos. Su autor, Cristóbal de Virués, narra la vida del monje Garin y la fundación del Monasterio de Monserrat. Publicado en Madrid en 1587 por Querip Guardo. Estos tres libros se guardan. 9º) Las lagrimas de Angélica. Poema épico continuación del tema del Orlando furioso, obra de Luis de Barahona de Soto. Compuesto en doce cantos y publicado en Granada por Hugo de Mena en 1586. Lo salvan del fuego. Pág.

6

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

3


La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005 # EL QUIJOTE de NICOLÁS $

La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

(es continuación del # 1)

Personajes del Quijote, según Orlando I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

2

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

Pág.

7


La Mandrágora del «León Felipe» -- Suplemento IV Centenario del Quijote #2 ~ Febrero 2005

LA FILOSOFÍA DE

EL QUIJOTE por Emperatriz Losada II Este escepticismo, que ya en la antigüedad había llevado a Sexto Empírico a cuestionar el realismo ingenuo, es decir, la convicción de que la realidad es tal y como la percibimos, produce ahora el mismo resultado. Descartes desconfía de los sentidos, como los racionalistas antiguos, pero desconfía también de los paralogismos de la razón y busca una verdad segura que sirva de cimiento a la nueva filosofía. Los cuerdos se burlan de la locura de don Quijote que le hace malinterpretar los datos de los sentidos en función de una realidad soñada, sin comprender que también ellos están interpretando en función de una realidad que no tiene mayores probabilidades de verdad que la otra; es, simplemente, más común. Puede que una de las razones de la inmediata aceptación de El Quijote fuera la necesidad de la gente de una literatura que hablara de la realidad común en un lenguaje comprensible para los que viven en ella. España no es un país de filósofos, sino de artistas. En España, la filosofía se ha desarrollado en el terreno de la literatura. Los centroeuropeos han sido considerados tradicionalmente como pensadores y los europeos del sur como fabuladores (a pesar de nuestra inclinación al realismo y la tendencia centro y norteeuropea hacia la fantasía). El Quijote expresa la crisis del hombre situado entre una etapa que termina y el comienzo de otra caracterizada por el escepticismo cognitivo y por la crisis del concepto de sustancia. Es decir, ya no se cree en la existencia, por una parte, de una sustancia inmutable, impuesta por la necesidad de conocer de la razón (que no puede aprehender lo cambiante) e imperceptible para los sentidos; y, por otra, de una apariencia cambiante, accesible para los sentidos, pero inasequible para la razón, que era la base de la filosofía del ser (filosofía antigua y medieval). Don Quijote es la tradición obsoleta en un mundo que ya no acepta sus valores, un mundo en el que los conceptos no se ajustan a un modelo previo, sino que los va configurando la vida cotidiana, un mundo que es hechura del hombre, en el que este ha recuperado su lugar central, pero un hombre que es, cada vez más, un ser vivo y, cada vez menos, un concepto. El Quijote pone en cuestión la síntesis, el orden establecido entre los filósofos, como, por otra parte, haría la ciencia en la Revolución Científica. Muestra al hombre como es y no como debería ser, como un producto del tiempo y no como una sustancia inalterable en la que los cambios son sólo accidentales, como un ser contradictorio, incomprensible para la razón pura. Don Quijote es un loco porque está fuera de la historia; por

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

eso, su realidad carece de sentido en la realidad histórica. La novela no demuestra como la filosofía, sino que muestra los conflictos y contradicciones que plantea la vida, y la ironía es la manera adecuada de afrontarlos o corremos el riesgo de caer en la locura de absolutizar la razón, como es locura absolutizar la fe, que es la locura de don Quijote. La filosofía se hace novela para comprender mejor la realidad, para conocerla, no para reformarla, ni para dogmatizar sobre ella. El filósofo idealista que está empezando a formarse en la época de don Quijote es un individuo solitario que tiende al solipsismo. Don Quijote es también un solitario, pero su locura, en lugar de aislarlo más, lo pone en contacto con todo tipo de seres humanos, con el pueblo español en toda su variedad, pero, sobre todo, mantiene esta convivencia su voluntad de entregarse al prójimo, su fe en el hombre. Don Quijote cree en la nobleza del hombre y hasta los menos nobles de la especie, en contacto con él, oscuramente lo entienden y se ennoblecen. Don Quijote se hace eco ante unos cabreros de la noción de la historia de la antigüedad mítica. La historia era concebida de forma cíclica, constituida por unas etapas que se repiten eternamente siguiendo un proceso degenerativo que lleva de la perfección primera a la corrupción y la destrucción y, luego, al resurgimiento y la consiguiente degeneración; son las cuatro edades: de oro, de plata, de bronce y de hierro. Es decir, don Quijote, como representante de la caballería andante, símbolo de un pensamiento obsoleto, simple réplica, en muchos aspectos, del antiguo, defiende una concepción de la historia que ya la filosofía cristiana había dejado atrás estableciendo una manera lineal de entenderla y con una dirección de progreso. Esta idea de progreso en todos los asuntos humanos y no humanos (evolución del universo, de la tierra y de la vida) va a verse reforzada en la Revolución Científica y seguirá afianzándose hasta que las guerras mundiales del siglo XX la pongan en cuestión y los otros terribles acontecimientos que las seguirán, en el siglo más sangriento de la historia, acaben por destruirla. Pero, en el siglo XVII, la idea de la historia como un proceso lineal de progreso incesante, de mejora de los seres humanos mediante el perfeccionamiento de la razón y la acumulación de conocimientos, acaba de nacer, y nunca se desprecia tanto lo pasado como cuando acaba de ser superado. El motivo de don Quijote para hacer este elogio de la Edad de oro contraponiéndola a la actual de hierro (la actualidad siempre se encuentra en la Edad de hierro) es defender la necesidad de la orden de la caballería andante para remediar los males de un mundo corrupto. Los analfabetos cabreros, que nunca han oído hablar ni de la caballería andante ni de las edades de oro o de hierro, no entienden las razones de don Quijote. No obstante, no se ríen de él y lo escuchan respetuosamente, seguramente fascinados por la hermosa forma de expresión de que hace gala. (continuará)

! " Pág.

8

Febrero, 2005 #2 EN TORNO AL CENTENARIO por Salustiano Fernández

II (Lecturas varias) Y ¿qué vemos hoy nosotros en don Quijote? ¿O qué vemos de nosotros reflejado en esa obra genial? De eso querría hablar, pero también, y antes, de algunas lecturas que nos precedieron. Empecemos por echar un brevísimo vistazo a la lectura que hizo la gran filosofía idealista alemana del siglo XIX. Ella está en el origen de todas la concepciones de renombre habidas sobre el Quijote hasta hoy mismo. Hacia 1830, Hegel, que vivió con intensidad la recargada atmósfera del romanticismo alemán, escribía: «El espíritu caballeresco se manifestó con singular belleza en España; los caballeros germanos son más rudos y a la vez más frívolos. La caballería en España era tan pura, que pudo soportar incluso su escarnio en Don Quijote; y aun en este aparece noble y bella» (Lecciones sobre filosofía de la historia universal). Esta valoración del influyente filósofo hizo cabalgar a don Quijote por la Europa del pensamiento no sobre un mal jamelgo sino sobre el mítico Babieca. Veámoslo en imágenes (más reveladoras que mil palabras): tres años después de las Lecciones hegelianas, nacería en Francia Gustavo Doré, el más famoso de los dibujantes y grabadores que han ilustrado Don Quijote de la Mancha, y de esta guisa romántica/idealista representó al andante caballero en la escena de los galeotes (ver el dibujo de esta página). ¿Alguien llega a ver en el excelente grabado de Doré ese «rocín flaco» del que Cervantes, la primera vez que habla de él, dice que «tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela [un bufón], que tantum pellis et ossa fuit [era sólo piel y hueso]»? ¿Alguien atisba la «figura contrahecha» del hidalgo que ve el ventero en la «primera salida de su tierra que hizo el ingenioso don Quijote»? Bien es verdad que no todos los grabados de Doré presentan a don Quijote con tal prestancia heroica, más bien son minoría los que lo hacen tan abiertamente, otros, la mayoría, muestran al héroe con cierta ambigüedad, pero el mero hecho de que pudiera ser imaginado de ese modo, está manifestando la traslación romántica del personaje llevada a cabo en Europa durante el siglo XIX. El eco de esa lectura resonó con diversos matices, todos muy doctos, por los ámbitos del cervantismo hispano. Leamos… Aquí, entre nosotros, la última lectura colectiva y en voz alta la hicimos durante la celebración del anterior centenario, el tercero, en 1905. Hacía sólo siete años que España acababa de perder en guerra ominosa los últimas restos del agrietado imperio ultramarino (Cuba, Puerto Rico y Filipinas). En ese

I. E. S.

León Felipe

– Benavente

momento, la nación se halla como un Quijote abatanado, recién colocado en el sepulcro y del que todos hablan según van saliendo del cementerio. Entonces se oye por encima de todas la recia voz de Unamuno llamando a ese libro de locas caballerías «la Biblia de España», e inventando en sus páginas una especie de cristianismo secularizado con el que suscitar la regeneración de las escasas fuerzas nacionales e insuflar en ellas alguna voluntad de futuro. El enérgico rector salmantino, en su Vida de Don Quijote y Sancho, quiere encabezar la cruzada intelectual que recupere lo que denomina «el sepulcro de Don Quijote», símbolo para él de una existencia arrebatada por la pasión de la vida noble y heroica, única capaz de vacunarnos contra el nihilismo entonces imperante. Y es que el nihilismo hispano, a principios del siglo XX, era mucho más que una posición filosófica, era una exhausta realidad social asentada, por un lado, sobre la ya larga historia nacional de desastres a cada cual más doloroso, y por otro, sobre una conciencia hiperestésica para los aspectos más desoladores de la patria. Esa deprimida realidad produjo dos efectos: uno demográfico y otro intelectual. Por lo que se refiere al demográfico, hizo emigrar fuera del país a miles de españoles («ir a hacer las Américas» se decía, refiriéndose a los barcos abarrotados de compatriotas que atravesaban el océano Atlántico en busca de mejor suerte y que constituyó el primer gran éxodo de españoles de los tres que se dieron a lo largo del ‘muy moderno’ siglo XX; los otros dos fueron, en primer lugar, la sangría de exiliados políticos que produjo la guerra civil, y en segundo lugar, la de emigrantes laborales que esta vez en dirección al norte de Europa empezó a darse a finales de los 50 manteniéndose hasta bien entrados los 70). Y por lo que se refiere al efecto intelectual, condujo a una febril destilación cultural de nuestra hispanidad como forma de ser únicos en el mundo y en la historia. Ejemplos de ello serían: Ganivet, inspirador del regeneracionismo nacional (cuya rotunda afirmación «In interiore Hispaniae habitat veritas» es un apremiante y concentrado programa cultural), el descubrimiento del paisaje de Castilla (sobre todo como creación literaria, por parte de la generación del 98), y por supuesto la relectura de los mitos nacionales don Juan y, especialmente, don Quijote, que vio en ellos arquetipos de nuestro carácter en los que anclar el espíritu y hacer frente a la deriva provocada por el colosal desastre. El pensamiento patrio forjó entonces una especie de hegeliana “idea para sí” de la españolidad, es decir, un volkgeist (espíritu del pueblo) al fin consciente de sí mismo y gracias a ello entroncado racionalmente con «la totalidad de lo real». Cuando el cuerpo de la nación llegó a estar famélico, castigado y negado como el de un místico o un mártir, el alma española se elevó del terruño para subirse a la parra de la historia universal (Hegel mediante). De este modo, Don Quijote llegó a ser símbolo de lo universal en lo particular (un universal concreto), momento del devenir dialéctico de la Idea cuya marcha histórica conduce hacia el Espíritu Absoluto. Nunca la obra había sido leída con tan sofisticada seriedad. Hubo excepciones. Muy pocas: Valle-Inclán, quien siempre subrayó el lado guiñolesco y humorístico (ver, por ejemplo, la entrevista en Heraldo de México, 21 de septiembre de 1921; la entrevista en Heraldo de Madrid, 4 de junio de 1926; la entrevista-conversación recogida en La Novela de Hoy, núm. 418, Madrid, 16 de mayo de 1930; el resumen de la conferencia dada en el Ateneo guipuzcoano sobre la historia de España, recogida en La Voz de Guipúzcoa, 20 de febrero de 1935), pero no viene al caso detenerse ahora en él. En fin, la lectura romántica del Quijote fue la atmósfera de siglo y medio, y (continuará) aún pervive de varios modos. Pág.

1


Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.