Septiembre 2006. Año 2. Número 13.
La historia como ficción René Avilés Fabila habla sobre Elena Garro
pág. 3
Plástica de Rocío Coffeen Carta y fragmentos desde Oaxaca
Entrevista a Natalia Toledo
“Vivir en esta ciudad es un riesgo. Nadie puede caminar por el Centro sin sentir una extraña amenaza que tiene miles de rostros.” Edgar Saavedra pág.19
“La poesía como un movimiento en Oaxaca se observa desarticulado”
Poesía: Hernán Bravo Varela, Jorge Orendáin, Víctor Ortiz Partida, Gabriela Botti. Narrativa: Sue Praner. Columnas: Armando González Torres, Luis de la Peña Martínez, Víctor Cuchí Espada.
págs.22
editorial
Jérémie Hasser
Editorial L
as pasadas elecciones fueron la culminación de campañas novedosamente agresivas a base de acusaciones y difamaciones, que nos llevaron, como ciudadanos, a plantearnos una exigencia también nueva: que los protagonistas se mantengan a la altura del momento político de la nación. Pero más allá de ese nivel de calidad que debe tener toda campaña política, está la pregunta subterránea: ¿se comportan los medios de comunicación a la altura del acontecer nacional? Toda esa guerra sucia que presenciamos en televisión, radio y prensa nos debe invitar a delimitar el uso del llamado Cuarto Poder, que puede llegar a confundir con facilidad la libertad de expresión con la manipulación de la expresión al servicio del mejor postor. Una reflexión profunda sobre este proceder que surja en los propios medios de comunicación sería un comienzo deseable. La manzana aporta, en la medida de sus posibilidades, propuestas para el futuro remozamiento de políticas culturales con el artículo de Arturo Camacho y con las impresiones de Edgar Saavedra desde el corazón de una ciudad en crisis, como lo es, en este momento, Oaxaca, por mencionar dos artículos. Como siempre, la literatura y la plástica en estas páginas son parte de la idea de sensibilización política, social y artística. Además, La manzana estrena diseño y celebra su distribución gratuita, que sin duda nos acercará más a una mayor cantidad de lectores atentos.
Directorio: Editora: Ingrid Valencia. Consejo consultivo: Armando González Torres, Fernando de León, Askari Mateos, Patricia Medina, Víctor Ortiz Partida, Luis de la Peña, Edgar Saavedra.
Responsable de la sección de plástica: Francisco Rojas Cárdenas. Corrector: Arturo Suárez. Diseñadora: Olivia Hidalgo. Registro en trámite. Esta revista cuenta con apoyo otorgado por la Convocatoria “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2005 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Emisión 2005.
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artículo
Elena Garro D
icen que la historia es una ciencia. Tengo serias dudas. Por siglos dieron como válidas las afirmaciones de Herodoto sobre el ave Roc y en la Crónica de Bernal Díaz del Castillo se habla de ángeles que ayudaron a los españoles a combatir a los aztecas. Juárez no es el mismo visto por Bulnes que por Pérez Martínez o Ralph Roeder. Mis inquietudes sobre la respetabilidad de doña Historia se confirmaron luego de la asombrosa polémica sobre Elena Garro y sus supuestos servicios al espionaje. Mueve a risa. A Elena la vi por primera vez alrededor de 1964, en la embajada cubana: discutía sobre la validez de la revolución que había arrancado poco antes en la Isla. Me llamó más la atención su belleza que el escepticismo que mostraba la enorme escritora ante la hazaña política. Conmigo estaba Parménides García Saldaña. Tiempo después comenzó mi amistad con Elena Garro y Helena Paz. En París las busqué y si antes la literatura de la madre me había atrapado irremediablemente, ahora su personalidad y cordialidad me dejaron muy impresionado. Había leído miles de libros y no trataba de hacerse pasar por una mujer profundamente intelectual. Su voz era dulce, suave. Atrás, al menos eso parecía, habían quedado las persecuciones de Díaz Ordaz y las acusaciones de los intelectuales “progresistas” de ser una “soplona” durante el 68. ¿Delatar qué o a quiénes? Los líderes estudiantiles de sobra eran visibles. Recuerdo que el ingenioso Monsiváis la llamó “la cantante del año” y que muchos otros intelectuales que han servido al PRI, luego al PAN y ahora al PRD, la rechazaban. ¿Qué información tuvo Elena? El gobierno
La historia como ficción
René Avilés Fabila [Ciudad de México]
tenía datos sobre todo de intelectuales. Su necesidad de lucimiento los hacía figurar. Eran visibles. La inmensa mayoría (quitemos a los de cajón: Siqueiros, Rivera, Frida, Revueltas, Juan de la Cabada…) carece de ideología revolucionaria. Estaban con el movimiento del 68 por publicidad, no por convicción ideológica; algunos buscaban escribir crónicas consagratorias. ¿Qué documentos revolucionaros redactaron? ¿Cuántos tomaron las armas? Emilio Carballido, José María Fernández Unsaín, Rosario, mi esposa, y yo hicimos gestiones para que las dos Elenas regresaran a México. Pensábamos que aquí podríamos ayudarlas mejor. Error. Fueron asediadas por personas inescrupulosas que les pedían materiales literarios a bajo costo o que las utilizaban para pergeñar libros morbosos. No abundan, por cierto, los estudios inteligentes sobre la literatura de Elena Garro. Las recibimos Fernández Unsaín y yo en Guadalajara. En Monterrey se incorporaron Emmanuel Carballo y Beatriz Espejo. Fue un momento emotivo: la mejor escritora que ha dado México estaba nuevamente entre los suyos y en apariencia a salvo de intrigas y bajezas. Insisto: fue un error y así lo escribí hace poco en La Jornada. En París hubieran estado mejor, lejos de la inmundicia que les ha dado su patria. Ahora resulta que Elena Garro era la versión mexicana de Mata Hari. Espiaba a Díaz Ordaz, a los estudiantes, a Octavio Paz, le servía a la CIA y estaba en lucha contra la Unión Soviética. Fue espía doble y tenía licencia para matar; gracias a ello conspiró con Oswald para asesinar a Kennedy. ¿De verdad alguien creerá en esos documentos? No obstante, las grandes confusiones ideológicas y sus miedos fueron sus peores
enemigos. Octavio Paz la quería lejos y su amistad con Carlos Madrazo era un peligro real para el sistema. La represión de Díaz Ordaz la orilló a huir e iniciar su calvario: una espía no pide limosna en Madrid. Elena Garro no era de gran fortaleza política, había mezclado su fe católica con el anticomunismo. Veía a los campesinos como las grandes víctimas y al comunismo soviético como una amenaza. Díaz Ordaz tenía que buscar responsables de uno y otro signo para exculparse de la matanza del 68 y ella era perfecta: estaba en medio de dos fuegos y ambos la acribillaron. No quedó bien con ninguno. Cuando el ex presidente fue embajador en España y los intelectuales más afamados gritaban ¡Echeverría o el fascismo!, Garro se presentó y le reclamó su destierro. DO le dijo: Necesitaba culpables y a usted le tocó. Los aduladores de Paz la acabaron de sepultar. Sus días mexicanos fueron incómodos, en Cuernavaca, en un departamento espantoso, sin aire acondicionado, con escaso dinero, las dos Elenas padecieron enemistades y amigos fingidos. Mientras que su ex marido fue enterrado con honores de jefe de Estado, ella, apenas apareció en los medios acostumbrados a escritores disfrazados de genios. Su nombre sigue provocando envidia y repulsa, las intrigas la rodean, como en vida. Lo que está sucediendo con Elena Garro muestran la falta de seriedad y la confusión existente. Ella no tiene más defensa que su espléndida literatura. Me pregunto, ¿cuántos de los que ahora la miran como la espía que le entregó a los enemigos de la patria la fórmula del Jarritos de tamarindo, han tenido ante sus ojos Los recuerdos del porvenir? Qué pena, ni siquiera muerta descansa en paz.n
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Un poco de historia En mi condición de historiador de arte en Jalisco, no puedo dejar de referirme a los sucesos y acciones de difusión artística que se realizaron durante el siglo XIX, que posteriormente se convirtieron en la base de las políticas culturales para Jalisco, que ya son en un antecedente ejemplar para el resto del país. En los comienzos de la República dos patricios dictaron con sus acciones los primeros programas culturales del estado: Prisciliano Sánchez, el muchacho autodidacto de Ahuacatlán que llegó a Guadalajara en donde estudió hasta titularse de abogado y ser electo primer gobernador constitucional. Sánchez consideraba que: “La educación es la sal que preserva a los individuos de la corrupción”, y con ese carácter se promulgó la Ley general de educación que creó la Academia de Bellas Artes. Fray Manuel Nájera, por su parte, se propuso educar a la juventud en un templo de las Artes formado por la academia y la Escuela de Música, fundada en 1843. A lo largo del siglo XIX liberales y conservadores sostuvieron programas encaminados a fomentar las Artes como una forma de incorporarse al conjunto de las naciones civilizadas. La Sociedad Jalisciense de Bellas Artes fue una asociación que desarrolló el proyecto más consistente para proteger y difundir el trabajo de los artistas en este siglo de luchas fratricidas. Su mayor legado, el teatro Degollado, es un esfuerzo conjunto de ciudadanos y gobierno en el que los artistas de la agrupación dejaron plasmado un mensaje en la decoración de la bóveda que cubre el salón principal con la ilustración del canto IV de la Divina Comedia de Dante Alighieri: Por encima de la lucha de facciones está la construcción de una sociedad basada en los valores cívicos, morales e intelectuales representados por los personajes de este pasaje tropológico. El canto IV, que Eugenio Delacroix había pintado en la cúpula del senado francés en 1848 y que el maestro Gálvez conoció, fue la base de su inspiración. Las acciones emprendidas por la Sociedad Jalisciense de Bellas Artes nos revelan su interés por dos cuestiones: la preocupación por vincularse a lo contemporáneo y el interés por participar desde su ámbito en los procesos de transformación política y social. Este grupo motivó el decreto del gobernador Pedro Ogazón en 1861 para crear la pinacoteca del estado con las pinturas de los conventos recién exclaustrados, un conjunto de 68 pinturas que fueron el lote fundacional del actual Museo Regional de Guadalajara. Cincuenta años después otros artistas agrupados en el Centro Bohemio (1912-1918) impulsaron la educación artística y la difusión cultural masiva como práctica de gobierno con programas para todos los ámbitos, además de impulsar la nueva idea del Arte como obra pública con el patrocinio de murales, de los cuales sobreviven La unión de obreros y campesinos, que se encuentra en la actual Biblioteca Iberoamericana, y los Alfareros de Tonalá, recién descubierto en el Museo Regional. Para terminar esta parte sólo quiero señalar dos casos específicos de administración de políticas culturales que desde mi humilde punto de vista siguen siendo ejemplares: la impulsada por el gobierno de Everardo Topete en donde la realización de mura-
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La difusión Arturo Camacho Becerra [Guadalajara] les por parte de Clemente Orozco puso a Guadalajara en el mapa del arte occidental, y el ciclo cultural impulsado por el gobernador Agustín Yáñez con la construcción de la Casa de la Cultura para ser manejada por asociaciones civiles, siguiendo el modelo del escritor André Malraux impulsado en Francia, y la Biblioteca Pública del Estado, además del apoyo para la fundación de las escuelas universitarias de Artes y Letras.
A manera de estado de la cuestión En los 11 años que llevamos de gobierno del cambio la tendencia ha sido disminuir el presupuesto dedicado a la difusión cultural; no sin dificultades se construyeron por primera vez dos edificios diseñados expresamente para museo: el de Zapopan (que a la fecha carece de acervo y mas bien debe considerarse una galería muy bien equipada) y el del niño (que en estricto sentido es un centro educativo y recreativo). Desde 1977 no se ha edificado ningún teatro y desde 1983 no se han adaptado o construido salas para conciertos. Los principales recintos culturales siguen concentrados en la ciudad capital; la educación artística se ha diluido en programas de educación básica; la formación profesional de artistas se asfixia en la permanente batalla que los grupos universitarios libran por prebendas y presupuestos; y no tenemos ninguna biblioteca que rebase los 500 mil volúmenes. Siguen pendientes programas masivos y permanentes de difusión cultural; uso efectivo de los medios de comunicación del estado por parte de la comunidad; talleres de iniciación artística abiertos a toda la población; la creación de un centro profesional de formación artística; el Centro de Culturas Contemporáneas y la Pinacoteca del Estado; así como fideicomisos para la producción musical, escénica y audiovisual. Al comenzar el nuevo siglo con tantas instancias estatales, municipales y civiles dedicadas a la difusión de la cultura en Jalisco, los esfuerzos se desperdigan, quedan a medias, principalmente porque no existe concertación de voluntades; las instituciones quieren ejercer tutela sobre movimientos y expresiones de lo que sólo deben ser facilitadores y concertadores; la mayoría de los artistas esperan todo del presupuesto oficial, pues ningún artista o agrupación emprende una renovación de actitudes. En mi condición de usuario de servicios culturales y contribuyente me considero con derecho a una difusión cultural de calidad y a participar en su planificación. En ese sentido es necesario que los artistas y grupos independientes sean considerados en la toma de decisiones del uso y construcción de nuevos espacios culturales.
Propuestas 1. Comprometerse a duplicar el actual presupuesto destinado a la Cultura. 2. Delegar en el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes el concurso y distribución de fondos para la creación artística. 3. Creación del Centro Cultural de Arte Contemporáneo.
y la gestión cultural
G
ran parte de la actividad de difusión cultural está dirigida a la preservación de un patrimonio artístico y cultural común y a la generación de nuevas propuestas artísticas, es por ello que las políticas culturales deben estar encaminadas en dos grandes ejes: las instituciones preservadoras del patrimonio artístico y las instancias generadoras de las renovaciones y estímulo a la reación artística.
4. Consolidar el proyecto de la Pinacoteca de Jalisco en el Instituto Cultural Cabañas. Con el concurso de colecciones como la del pueblo de Jalisco, legado de Luís Barragán y del Museo Regional (las escuelas de arte que ahí funcionan pueden ser trasladadas al centro escolar Basilio Vadillo, actualmente subutilizado). 5. Creación de un Centro de las Artes fuera de la capital del estado, y así contribuir al mejoramiento de la enseñanza superior artística. 6. Construir cinco teatros distribuidos en las diferentes regiones de Jalisco 7. Crear en conjunto con otras instituciones y empresarios un fideicomiso para la producción cinematográfica. 8. Fortalecer la estructura económica de la Orquesta Filarmónica de Jalisco. 9. Construir, junto con los gobiernos municipales de la zona conurbada de Guadalajara, diez centros culturales barriales. 10. Promover la formación de las compañías de danza y teatro. 11. Fomentar la producción editorial con la colaboración de empresas editoriales locales. 12. No comprometerse a aportar recursos considerados en el total del proyecto del Museo Guggenheim, si no se solucionan antes problemas de conservación del patrimonio artístico y cultural.
Conclusiones El arte puede ser un hilo conductor del tejido social humano. Una sociedad que hace del arte una vivencia cotidiana es la que puede desarrollar “antídotos contra la pereza mental y la corrupción”, que atrasan la evolución cultural de los pueblos. La difusión de la cultura en sociedades como la nuestra es una garantía para la libre circulación de las ideas entre los ciudadanos y que éstos tengan instrumentos para enfrentar el avasallante aparato de la sociedad de consumo, y puedan asumir ideas de tolerancia, democracia y humanismo; o al menos románticamente debemos creerlo en tanto sigamos ostentando el nada honroso primer lugar en muertes por accidentes de tránsito y suicidios. Difundir la cultura es una inversión cuyos resultados se observan generacionalmente. El arte se enseña no para formar genios o artistas, sino para contribuir a crear sociedades más libres, humanas y democráticas. Artistas y autoridades debemos buscar fórmulas novedosas que permitan continuar con el incremento de las colecciones públicas o asumir esquemas ya comprobados en otras ciudades, como la de dedicar un porcentaje de la inversión en la construcción de edificios públicos o privados para el encargo de una obra artística. La creación artística es abundante en nuestro medio. Siguiendo al doctor Ramiro Torreblanca, diremos que “no sabemos si habrá genios, pero lo seguro es que hay movimiento”; es por ello que las nuevas autoridades deben apoyar este creciente movimiento, así como impulsar la incorporación de nuevos públicos como son los niños y los jóvenes. Esto sólo será posible con la concertación, es decir, identificar fines o propósitos comunes en cosas diversas e intenciones diferentes. n
poesía
El IV Congreso Internacional de la Poesía Hispánica de Europa y las Américas se realizó en la Universidad de la Colombia Británica, en Vancouver, BC, Canadá, del 22 al 25 de mayo de 2006, con la participación de especialistas, creadora e investigadores de diversos lugares los Estados Unidos de Norteamérica, Latinoamérica y Europa, como el Prof. Cedomil Goic, de la Pontificia Universidad Católica de Chile, con el tema “La poesía parlante en Vicente Huidobro y la poesía chilena.”, la Dra. Nora Strejilevich (San Diego State University), “Poetry and Testimony: Una sola muerte numerosa / A Single, Numberless Death, el Dr. Rodolfo Mata (UNAM), “Renovación del cánon en la poesía mexicana actual.”, María Medalla (University of Ottawa), “La poesía hispano-canadiense actual.”, Fresia Sánchez (University of Calgary), “El agua en la obra poética de Gabriela Mistral: memoria e identidad.”, Dr. Paul McDermid (University College, Dublin), “García Lorca: In Love with a Dead Child.”, entre otros muchos congresistas. La oportunidad de conocer de primera mano los trabajos de investigación y creación sobre la poesía hispanoamericana fue única, y la mayoría de los participantes accedieron generosamente a otorgar sus trabajos para ser publicados en La manzana, privilegio que agradecemos. A partir de este número iremos dando a conocer algunas ponencias del Congreso.
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La poesía como
desmesura Gemma García-San Román [Madrid]
El conjuro de las palabras de Gonzalo Rojas y Jaime Siles, el poeta que escucha
E
n su reciente publicación Poesía contemporánea. Ensayos y poemas, Andrés Sánchez Robayna y Jordi Doce destacan la importacia de reflexionar sobre una herencia compartida en la poesía a los dos lados del Atlántico. Esta herencia común es la lengua que como factor de unidad entre distintos ámbitos geográficos nos obliga a indagar el compromiso con la renovación del lenguaje como componente básico de la creación poética. Desde esta invitación al diálogo me aproximo al lenguaje de dos poetas contemporáneos, el chileno Gonzalo Rojas y el español Jaime Siles. Ambos comparten una visión de un mundo árido y vacío en el que el sujeto vaga errante atrapado en un vivir monótono, uniforme y carente de sentido. Ambos en sus poemas reconstruyen el sentido para llenar este espacio desierto. En Gonzalo Rojas la palabra poética mana desmesurada, como una urgencia por llenar el silencio, mientras que Jaime Siles representa al poeta visionario, el poeta que, desde su destierro, escucha en busca de una respuesta tras lanzar su poema-pregunta al espacio despoblado que le rodea. Así, el hablar/escuchar como dinámica representada en estos poetas, nos sirve para enfatizar la necesidad del diálogo entre poetas alejados geográficamente, pero que comparten la lengua como herencia común. Octavio Paz en su ensayo “Los signos en Rotación” (1965) define la poesía moderna como la historia de una desmesura. La idea subyacente al concepto poesía de la desmesura es una crisis de los significados, esto es, la pérdida de la imagen del mundo que tiene lugar con el cuestionamiento vanguardista y que va a situar al poeta y su palabra dentro de un espacio infinito y un tiempo circular. En este espacio vasto y disperso la palabra poética queda a la intemperie y el poeta opera con un lenguaje fragmentado. Algunos mecanismos del lenguaje poético en la búsqueda por recuperar el significado son en primer lugar el motivo del vagar y la errancia que expresa la pérdida de significado; segundo, el ritmo como motor de la creación poética, en particular la oralidad y la música como aspectos relacionados con el ritmo poético y, por último, el poema como espacio crítico donde se cuestiona el lenguaje. Este último elemento se relaciona con el motivo del poeta que habita en el lenguaje, motivo heredero de la poesía de Mallarmé, así como con el silencio poético vinculado también a la noche mallarmeana. La crisis de los significados es, pues, el origen del motivo del vagar y la errancia que aparece de forma frecuente tanto en Rojas como en Siles:
[…] II Vamos sonámbulos en el oficio ciego, cautelosos y silenciosos, no brilla el orgullo en estas cuerdas, no cantamos, no somos augures de nada, no abrimos las vísceras de las aves para decir la suerte de nadie, necio sería que lloráramos. III Míseros los errantes, eso son nuestras sílabas: tiempo, no encanto, no repetición por la repetición, que gira y gira […] (“Numinoso” 117). En este fragmento de Rojas vemos que el vagar se debe a la falta de misterio; la idea que subyace es la monotonía o uniformidad de la cultura actual debida a la pérdida del enigma, ya que el materialismo hace que se pierda la capacidad para el asombro. Todo se ha descifrado científicamente y no hay enigma ni posibilidad de epifanía poética. La misma idea de separación entre una cultura actual materialista que responde a una visión mecánica de la realidad frente a una visión donde la magia y el misterio posibilitan el nombrar poético, se expresa en el poema “Adiós a Holderlin” (36-37). Aquí se enuncia la imposibilidad del nombrar poético y la forma en que Rojas conjura esta imposibilidad es llenando la página para evitar el vacío. En este sentido el ritmo poético se convierte en componente básico de la creación poética. Encontramos también al sujeto errante que vaga en un espacio desierto en la obra del poeta valenciano: “Este ir y venir por los rincones de un cuerpo sin fronteras” (“Hemisferio” 22). En la poesía de Siles se representa el proceso por el cual el poeta se enfrenta al vacío con lo que asisitimos a los intentos del sujeto poético por vencer el silencio. Se trata de un proceso gradual en el que el ritmo poético y en particular la música van conformando el espacio de la creación poética. En concreto el libro titulado Canon es una obra en que el componente musical es fundamental. De hecho, la obra se abre con una definición del término canon que se extrae de un diccionario de música. Algunos títulos de poemas también se relacionan con la música, como “Obertura y silencio,” “Contrapunto,” “Acorde ceniciento” y “Ludwig van Beethoven piensa antes de interpretar por última vez”. En estos poemas la música es el elemento que sirve para intentar llenar el vacío que rodea al sujeto poético:
poesía
[…] El hueco allí comprime al pulso y lo pulsado y son una presencia tersa, que se agiganta, en hálito y en soplo, hasta un cuerpo extinguido de donde vuelve, en ondas, todo el murmullo aquel a ser silencio (“Contrapunto” 60). […] Circunscriben las voces a límites sonoros el detenido tiempo que hace nacer la música. ¡Oh sometida altura, hilo de luz mordido por las gárgolas! Aleteo constante por unos labios duros donde ya nada existe sino el eco (“Acorde ceniciento” 61). El ritmo se representa en los poemas como un latido, un palpitar o un son, que aproximan una presencia, pero al final su eco todavía resuena en el vacío. Octavio Paz en el ensayo mencionado trata de la música, la danza y la poesía como formas de arte público en su origen, lo que les otorga un aspecto ceremonial. La experiencia del acto público llena el espacio de un ritmo y energía creadores que el poeta recrea en el espacio de la página. En el verso “el detenido tiempo que hace nacer la música,” la música adquiere este aspecto ceremonial en tanto que surge en ausencia de tiempo. La música incorpora una calidad ritual que se asocia al ritmo poético como elemento básico del poema, en contraposición a lo que fue el elemento plástico y la preemiencia de la imagen visual en los movimientos de vanguardia. La primera parte de la obra de Rojas se titula “Concierto”, con lo que encontramos el motivo coincidente de la música. Dentro de esta parte el poema “Acorde clásico” presenta también la importancia del ritmo como latido de la palabra poética: “Nace de nadie el ritmo, lo echan desnudo y llorando/ como el mar, lo mecen las estrellas, se adelgaza/ para pasar por el latido precioso/ […]” (75). Rojas trata de recuperar el enigma, de devolver un halo de misterio a los objetos y para ello se sirve de la visión asombrada que expresa mediante el ritmo poético. En los versos citados el ritmo surge de manera espontánea y adquiere un aspecto mágico de la misma forma que la música en el poema de Siles “Acorde ceniciento” citado más arriba. Asimismo, en este fragmento aparece el motivo del nacimiento, elemento que es fundamental en la poética de Rojas. De hecho, el titulo de la segunda parte del volumen que recoge su poesía es “El alumbrado,” término que se relaciona con ver la luz o nacer al mundo. El parto es frecuente en la poesía de Rojas para expresar una actitud vitalista que tiene que ver con la expresión de la visión asombrada. El primer poema de esta segunda parte se titula “Fax sobre el oficio de silabear el mundo”; en este poema desde una perspectiva irónica muestra el vacío del mundo“: 10) Superpoblado y todo, el Hueco, cada día está más Hueco” (115). El oficio del poeta es silabear el mundo, y esta tarea es posible desde el asombro. Un recurso constante en el lenguaje poético de Rojas es la repetición, recurso que pone de manifiesto la visión alucinada para revelar un aspecto novedoso u olvidado de los objetos. Igualmente, las repeticiones responden a la necesidad de llenar con palabras el vacío. Asi, en relación con el ritmo del poema este recurso aporta un aire conversacional que aproximan el decir poético al espacio de la oralidad, esto es, un espacio creador predecesor al espacio de la página impresa. Las repeticiones en Rojas tienen por tanto un efecto doble, ya que no sólo ponen de manifiesto la visión alucinada sino que aproxima el poema al espacio de la oralidad. De este modo, el poeta en la búsqueda por llenar el vacío recupera la cualidad musical en el poema atrayendo una energía creadora que hace renacer un sentido ceremonial. Al definir la tarea del poeta como silabear el mundo se hace patente el motivo del poeta que vive en el lenguaje. Las sílabas como componente fonético del mismo no sólo nos introducen en el espacio del ritmo, sino que se convierten en una forma válida de describir el mundo. Para Paz la poesía de la desme-
sura es heredera de Mallarmé y el motivo de habitar el lenguaje tiene que ver con la herencia mallarmeana. La importancia del poeta francés, según Paz, reside en la operación de suprimir el mundo visible, proceso que denomina transposición. A través de este proceso todo objeto real se vuelve imaginario y, por tanto, la realidad primordial se vuelve palabra (329). La transposición hace que la imaginación poética adquiera preminencia como forma de visión, y el resultado es que el poeta se representa como habitante del lenguaje. Así lo expresa Jaime Siles en el poema “Hortus conclusus”: La noche ya se aleja y hacia formas más plenas me encamino. El mundo me refleja no lo convexo, sino la arena, el mar, la luz, el difumino. Y por ellos llevado alcanzo yo mi ser, que es esta suerte de lenguaje olvidado, de música tan fuerte que no es posible en él ninguna muerte (185). La presencia del poeta en el mundo es un reflejo que contrasta con la plenitud del ser en el lenguaje; más concretamente, el poeta alcanza su ser en la música que, como vimos, gracias a la característica ritual es el elemento que origina el decir poético. En este fragmento encontramos el proceso de transposición mallarmeano en tanto que los objetos del mundo pierden presencia, se difuminan, en contraste con el ser del poeta que adquiere una presencia duradera en el lenguaje. Por tanto, el proceso de búsqueda de significación exige al poeta cuestionar el lenguaje. En el poema la noche como expresión del silencio poético se asocia a la herencia de Mallarmé, según vemos en la cita que abre el mismo: “Et l´avare silence et la massive nuit”. El poeta expresa en esta parte del poema el alejarse de la noche mallarmeana que representa el silencio poético en su parquedad de palabras. La ausencia y el silencio como elementos poéticos expresan el hecho de que la totalidad ha dejado de ser imaginable, y el poeta tan sólo puede constatar su ausencia (Paz, 314). Jaime Siles reconoce la importancia del silencio poético que como rasgo de la oralidad es acogido dentro de la poesía. Así lo hace explícito en una nota introductoria a su libro Columnae: “Si Música del agua cerraba, en su silencio, un ciclo anterior, Columnae abre, en su sonido, otro: el siguiente” (Poesía, 178). Al reconocer el sonido y el silencio como aspectos que definen la poesía, Siles reafirma el ritmo como aspecto fundamental del poema. De esta manera, reconoce el aspecto fonético del lenguaje en su aproximarse al mundo del mismo modo que Rojas en el poema citado, “Fax sobre el oficio de silabear el mundo”. Así, partiendo del silencio poético que representa el vacío, el poeta desde su habitar en el lenguaje cuestiona los significados. Según afirmamos antes, la tradición poética del silencio y del poeta que habita el lenguaje es heredera de Mallarmé, en concreto de acuerdo con la opinión de Paz, del poema crítico. El ensayista mexicano define el poema crítico de Mallarmé como aquel que contiene su propia negación (326). El cuestionamiento del lenguaje como característica del poema crítico se expresa en el juego de negación-afirmación contenido en el poema. En la visión de Siles la música como objeto de representación introduce este juego de negación-afirmación del poema crítico mallarmeano: ¿Qué puede al hombre cautivar, sino la música que en la quietud la arena en sí eterniza y las olas tan sólo que a lo lejos una a una, en su olvido, repite sin cesar? [...] ¿Puede la música ser algo más que sombras hechas a la medida de una idea, talladas en cristal por el que olvida que hace surgir un dios de entre sus notas?
¿O lo que aquí llamamos música pudiera muy bien llamarse el ala de una duda y el paraiso firme que sostienen interiores columnas de temblor? (“Interiores” 102-103) Las interrogantes expresan el cuestionamiento del lenguaje convirtiendo el poema en espacio crítico donde tiene lugar la búsqueda para recuperar el sentido. El espacio del poema representa la fragilidad de los significados, como vemos en el sintagma “talladas en cristal,” fragilidad que se extiende al espacio que rodea al poeta, que es también un espacio inestable, según se establece en el sintagma “columnas de temblor”. Se trata de un espacio de duda, quietud y olvido, que se percibe como inestable. El poeta se pregunta si la música puede ayudarle a escapar la fragilidad de los significados, ya que las ideas talladas en cristal son olvidadas. La música como objeto de representación es un elemento dual, ya que, como la materia, se produce en el espacio y tiene un tiempo pero al mismo tiempo a diferencia de la materia, es intangible. Esta dualidad se expresa en el hecho de que el poeta tiene conciencia de estar construyendo algo duradero, pero al mismo tiempo, en su soledad cuestiona los significados. En este sentido la música se define como una sombra o una duda, pero al mismo tiempo contiene una posible proyección de esperanza. En este cuestionamiento del lenguaje encontramos el juego de afirmación-negación, heredera del poema crítico de Mallarmé. Así, el poema representa la búsqueda por recuperar la significación, ya que como espacio de contradicción pone de manifiesto que el poeta opera con significados fragmentados. En conclusión, la representación del sujeto poético como un sujeto errante que emprende una búsqueda para recuperar el sentido, asi como la recuperación del ritmo poético como elemento que conjura el vacío y conjuga la energía creadora, son algunos de los aspectos que encontramos en la poesía de Siles y en la de Rojas. El poema acoge rasgos de la oralidad, el silencio, el grito, el murmullo, el ruido, el sinsentido, el balbuceo, por no poder decir una realidad total. El decir poético como búsqueda de un sentido primordial se conecta por tanto con el ritmo del poema. Así, el énfasis en el ritmo del poema constituye la base sobre la que el poeta inicia la búsqueda, característica de lo que denominamos poesía de la desmesura. El ritmo poético no sólo forma parte de la práctica métrica, sino que también es motivo de representación en el poema. Se trata de una estrategia que sirve para llenar el vacío que rodea al sujeto poético y atraer una energía creadora que posibilite recomponer un sentido primario. En la poesía de Siles, el elemento musical consigue brevemente hacer al poeta percibir una presencia, pero al final el eco todavía resuena en el vacío. La visión de Rojas en sus poemas pretende mover nuestra perspectiva sobre aspectos que normalmente miramos de forma mecánica. El efecto que su lenguaje directo, repetitivo y coloquial produce es el de sacudir el polvo de los objetos y devolverles un aspecto olvidado. En los poemas de Rojas el ritmo de la palabra consigue conjurar lo mecánico de nuestra visión sobre los objetos, por lo que la multiplicación de la palabra llena el vacío y recupera la experiencia de la revelación devolviendo el enigma a la palabra poética. A pesar de lo diferente de sus voces, la búsqueda poética establece una conexión entre ambos poetas al convertir el poema en espacio crítico donde el cuestionamiento del lenguaje permite escapar al vacío y recuperar la significación. n
Obras citadas Paz, O. Los signos en Rotación. Madrid: Alianza, 1971. Rojas, G. Metamorfosis de lo mismo. Madrid: Visor, 2000. Sánchez Robayna, A. y Jordi Doce eds. Poesía contemporánea. Ensayos y poemas. Barcelona: Círculo, 2005. Siles, J. Poesía 1969-1990. Madrid: Visor, 1992.
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poesĂa
Llave de vida I have a key so I open the door and walk in. It is dark and I walk in. It is darker and I walk in. Mark Strand
La vida es una llave oscura. La llave abre la oscuridad de la vida. La oscuridad es una llave para salir de la vida. Todos abrimos la puerta con una llave oscura. La llave oscura no abre ventanas. Las ventanas no tienen oscuridad. La oscuridad es una ventana para morir. Pero todos entramos a lo mĂĄs oscuro. Lo oscuro es para todos, es la claridad que nos abre puertas. La claridad es oscura, abre puertas sin llaves. La llave es una ventana donde miramos puertas cerradas. La puerta es una llave para mirar ventanas. La ventana es una puerta oscura. La puerta oscura es nuestra ventana. Jorge OrendĂĄin [Guadalajara]
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poesía
Fablilla
A Amalia Bautista
Hace ya mucho frío, en un reino lejano de quien, por tu cesura, viene y versa, vivía la música al margen del oído. En tu patio de dulces disyuntivas —el manto de hierba o la corola, peras o manzanas—, donde un alcázar interior te diera alcance, ya queda sólo la sordina inmensa. Ventanales y círculos —no sé— cerraron, como si el gozne fuera un gozo mío. Érase un azulejo que no jugó a trinar con fuego. O sea, a dúo junto al fénix, por dos montes —de veras— y un canto por camino. De noche, movidos por el cielo del amor que se pone en Oriente, tuvimos fe en el lirio, la astromelia y un origami en práctica de vuelo. Pero en ausencia nuestra, se calca el desenlace —colorín…— de lo que estuvo unido —…colorado—:
Siento el viento de junio pisarme, arrancar mi cabeza, trenzarla por los cabellos a una baranda. Mi madre tiene cáncer. Escucho el goteo del carboplatino reventándole las venas y el Mar del Norte arroja espuma contra la quilla. Mi madre tiene cáncer, pero sus ojos son azules como las niñas que se pasean por la calle Pikk, como el hielo que flota tranquilo en las costas de Estonia. Mi madre tiene cáncer y yo sigo de pie, en la cubierta de esta nave con destino a Novgorov.
Gabriela Botti [Guadalajara]
Y el cuento es cierto: quien te escuchó callar oyó el invierno.
Hernán Bravo Varela [Ciudad de México]
Septiembre 2006
poesía
Los ojos están listos para regocijarse con las maravillas del mundo
Mientras tanto, en el interior del restaurante, en la mesa de mantel a cuadros, se escucha la plática entre la bailarina y el drogadicto. Hablan de la sensualidad que se despliega en el escenario. Un acercamiento a los rostros: lugares comunes rociados de cocaína. Del salero los granos caen pesados, el polvo sobrevuela la superficie, brilla y desaparece. Afuera, la cinta asfáltica se desprende y vuela en armonía con el viento. La calle es una espalda roja: sangre y rubí mezclados. El miedo eleva su cabellera en esta noche de cárcel y esperanza. (...) El drogadicto deja a la bailarina en la mesa de mantel a cuadros, camina hacia el fondo del local y se detiene ante el espejo, se mira detenidamente y espera un movimiento que desconoce. Su cuerpo inicia una lentísima huida. El paso reflejado sube el primer peldaño de la escalera del gozo. (...) Dos cuerpos entretenidos. Las piernas trenzadas debajo de la mesa con mantel a cuadros. Lejos, en la montaña, hay aludes de venas y zafiros. Las pupilas brillan con esos colores de cielo florecido. La música se entreteje con los hilos de la charla. Tres muertos cantan, sus tibias, sus tendones. El tenedor pincha a su presa, con un gesto rápido la lleva hasta la boca. Si no hay sabor la vida cambia de camino. (...) Un trozo de hielo en alta mar es el escenario. La bailarina se desliza por la orilla del abismo. Entre las zapatillas de la bailarina y las botas del drogadicto se abre otra dimensión. (...) Los cuadros del mantel se derriten y el agua se escurre al suelo. La reunión del drogadicto y la bailarina se transforma en la cascada del picnic. La cuchara recoge las imágenes para llenar la cuenca de esta madrugada de sed y exaltación.
Víctor Ortiz Partida [Veracruz] 10
Septiembre 2006
(...)
columnas
Zona Freak
Apalabrados
Armando González Torres
Luis de la Peña Martínez
Epicuro En una época en que la terapia, la literatura de autoayuda y la charlatanería en torno a la felicidad viven un auge, resulta muy escasa la reflexión de los filósofos profesionales sobre los dilemas recurrentes de la moral práctica. De ahí la importancia de disponer de ciertos clásicos que, más allá de las distancias temporales, han acompañado a los lectores de distintas épocas en la solución o consuelo de sus tribulaciones. En su colección, “Siete libros sobre el arte de vivir”, la editorial Debate reeditó una serie de autores: Epicuro, Marco Aurelio, Montaigne, entre otros, que con los géneros agudos y entrañables del aforismo, la máxima o el ensayo enfocaron este tema. El libro Sobre la felicidad: que recoge los fragmentos conocidos del filósofo griego Epicuro (hay también ediciones de su breve obra en Cátedra y Tecnos). pertenece a esta genealogía de obras lenitivas. Confundido entre las numerosas escuelas que conviven en el llamado periodo helenístico del pensamiento, los fragmentos de Epicuro resaltan por su jovialidad y pragmatismo. Frente a la producción de cuadros gobernantes de la Academia platónica y el Liceo aristotélico, el rústico Epicuro busca educar, en su comunidad del jardín, a hombres justos y dichosos. Para Epicuro la filosofía es una medicina que preserva la salud del alma, mediante la identificación y, posteriormente, la búsqueda de la felicidad. Por eso, exalta una racionalidad que tiene que ver más con la prudencia que con las grandes construcciones intelectuales. Las máximas de Epicuro son sencillas: no temer a la muerte; asumir la indiferencia de los dioses; discernir adecuadamente entre los diversos placeres; disminuir la necesidad y cultivar la amistad como un arte. El primer precepto de Epicuro es eliminar, por absurdo, el temor a la muerte, pues “todo bien y todo mal residen en la sensación y la muerte es privación de los sentidos”. También debe entender la indiferencia de los dioses, quienes absorbidos por su propia perfección son ajenos a los asuntos humanos, por lo que los bienes y males no provienen de lo divino, sino de las propias elecciones. De modo que, si bien el hombre no es dueño de su futuro, sí puede influir razonablemente en su destino y en el rumbo de su vida. En este sentido, Epicuro propone un discernimiento práctico: entre los deseos sugiere elegir la satisfacción de aquellos que procuren la salud del cuerpo y la serenidad del alma. Así se soslayan muchos placeres que pueden acarrear dolor con posterioridad, o bien, se admiten muchos dolores que a la larga pueden acarrear mayor placer. En fin, el equilibrio emocional, la ausencia de sufrimiento, el incremento de la capacidad de goce y la libertad surgida de la autosuficiencia constituyen las principales aspiraciones de esta filosofía sonriente y frugal, que exalta la dignidad de una existencia ordinaria y virtuosa.
Canciones para cambiar al mundo En su antología Ómnibus de poesía mexicana, Gabriel Zaid dedica un apartado a lo que llamará como “Canciones políticas y de armas (siglos XIX y XX)”, en donde compila desde canciones pertenecientes al periodo de la Independencia, pasando por el de las guerras de intervención, la Reforma y la Revolución (aparte de unas estrofas del Himno Nacional), hasta algunas canciones del movimiento estudiantil de 1968 (en realidad, una serie de estribillos que se coreaban en las marchas y una pequeña copla que se cantaba, al parecer, en la cárcel de Lecumberri), e incluso el fragmento de una canción del movimiento chicano. Por lo que me parece interesante reflexionar un poco sobre el valor y el significado que este tipo de canciones ha tenido en distintos contextos sociohistóricos. Las canciones han acompañado siempre a los movimientos sociales y políticos, no como una mera música de fondo (soundtrack la llamarían ahora), sino como parte importante de estos mismos movimientos. De la revolución francesa a la rusa, de la guerra civil española a la revolución cubana y a las luchas latinoamericanas más recientes, la canción ha sido un medio de expresión, de rebelión y de conciencia, que lo mismo le permite a la gente soportar el peso de una realidad social apabullante que imaginar un mejor modo de vida. Memoria y porvenir se funden y confunden en ellas. Como lo menciona Frédéric Rossif en su presentación de un disco de canciones de la guerra civil española incluido en el catálogo de la mítica editorial musical Le chant du monde: “Las canciones son los altos lugares privilegiados de la memoria (...) las canciones se ven y se entienden con los ojos del corazón y de la memoria”. Surgen de las manos y de los labios de algún compositor (muchas veces desconocido) y son adoptadas y adaptadas por una comunidad entera para convertirlas en símbolos de sus preocupaciones y aspiraciones colectivas, van y vienen como un río subterráneo que corre llevando en sus aguas la frase o la melodía, la imagen o el ritmo
que se necesita para combatir, resistir o simplemente existir. Y a propósito de esto, habría que referirse a la noción de “competencia rítmica” propuesta por el lingüista Louis-Jean Calvet, quien también se ha dedicado a analizar el fenómeno de la canción política en Francia, que la aplica sobre todo a la conformación sonora de los slogans o consignas políticas (como aquellos estribillos compilados por Zaid en su libro); algo que Roman Jakobson también hizo para ejemplificar la “función poética” del lenguaje con el célebre “I like Ike”, que fuera utilizado en la campaña electoral de Eisenhower. Así, las canciones serán tanto el bálsamo que ayuda a sanar las heridas del combate como el catalizador que provoca el encono. Otras veces se valen de la crítica corrosiva a los poderosos, como sucede, por ejemplo, en estos versos de una sátira de Piere Cardinal (quien en sus composiciones atacaba a los falsos clérigos y a los ricos), que Ezra Pound incluye en su ensayo sobre “Los trovadores: sus rangos y características”: “Los hombres ricos sienten por el prójimo/ tanta compasión como Caín por Abel. /Son unos ladrones peores que lobos/ y mienten más que las muchachas del burdel”. Tal vez las canciones sólo sean palabras y música, música y palabras hermanadas, pero, sin embargo, pueden motivar a uno, a cientos o a miles de personas a actuar para transformar la historia de un pueblo, de una nación o, ¿por qué no?, del mundo entero, como lo querían los versos de “La Internacional”, ese himno mundial de los comunistas que ha sido cantado durante generaciones en diversos idiomas, del cual su autor, Eugene Pottier, escribió las resonantes líneas que en mi infancia escuchaba como si se tratara de un credo religioso: “Arriba, parias de la tierra/ en pie famélica nación/ atruena la razón en marcha/ es el fin de la opresión. (...) /Del pasado hay que hacer añicos,/legión esclava, en pie, a vencer:/el mundo ha de cambiar de base,/los nada de hoy todo han de ser”.
La dura realidad Víctor Cuchí Espada
What’s in a name? Hoy se habla de que la política nacional ha regresado a los tiempos en que las facciones en lucha se llamaban a sí mismas liberales y conservadores. Quizás ésta sea una forma elegante de referirse a la lógica que ha imperado en nuestro país desde tiempo inmemorial: la de inclusión-exclusión. Parece muy atractiva, mediática incluso, porque expresa la idea de un país “polarizado”, separado por claras divisiones ideológicas. Avizorar un futuro, fácil de entender por melodramático, implica la existencia de diferencias que saltan a la vista. Donde más se advierten es en el discurso político. La identidad está ligada necesariamente al acto de nombrarse. Me sorprende que los actores políticos se comporten como niños de la calle que desconocen a sus padres. En verdad, el afán de presentarse ante la sociedad a una luz amable, y ante la comunidad internacional como demócratas y modernos, los ha llevado a abusar de un discurso instrumental, pero confuso. Incapaces de mostrarse como tradicionalistas, los conservadores echan mano del único discurso que medianamente conocen: el del liberalismo. Los supuestos herederos de la vena liberal, los que siempre enarbolan la bandera de la reforma social, en cambio, están en un predicamento peor: no tienen un discurso propio. Descartada la opción del socialismo, han sido incapaces de resolver qué hacer con la propiedad privada y cuál modelo de gobierno adoptar, si bien entienden que la democracia se basa en el imperio de la mayoría o no es (lo cual es algo). Es, con todo, una distinción en los hechos, no en el discurso. Ya que no hay coordenadas ideológicas, deben, por ende, refugiarse en el pasado. Todavía la reforma social, bandera de la llamada
“izquierda”, es la de la utopía americana de la tierra de promesas de felicidad. La de los conservadores es, por su parte, la reedición de las políticas excluyentes de las oligarquías de siempre, basadas en una concepción economicista que privilegia la explotación del territorio. Las diferencias a veces llevan implícitas la idea de que éstas se resuelven en una reconciliación que convierte el futuro, ámbito de lo posible e incierto, en desenlace. Una visita a cualquier museo deja ver en los rifles y las hachas de guerra los antiguos instrumentos de la operación política. Y es que la dinámica de la clase política mexicana se torna cada vez más en una de palomas y halcones. Los primeros buscan una gobernancia que propicie la justicia social; los segundos, se refugian en la permanencia de las leyes. Ambas alternativas implican utilidad y cálculo. Un optimista diría que ello imprime a la situación sentido de realidad y, por tanto, de lo práctico. Un pesimista lamentaría que la política haya dejado de ser el campo de lo ético; la política como propuesta de gobierno de la polis. Así, ante la falta de salidas que obliguen a la clase política a desarrollar opciones propias, se recurre sostenidamente a los artículos de fe y los argumentos de autoridad. No pasa un día que, ante la actual disyuntiva respecto de quién ha ganado la elección presidencial, analistas diversos no puedan salvo exhortar al mantenimiento del statu quo con palabras como “ciudadanía” e “instituciones”, convertidas en lemas. En fin, la política mexicana se ha vuelto shakesperiana. En la Venezuela del siglo XIX un político liberal, Antonio Leocadio Guzmán, dijo con candidez: “Si nuestros adversarios hubieran dicho Federación, nosotros hubiéramos dicho centralismo”.
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plástica
Hechándole un vistazo al pesado pasado.
La poesía de
Rocío Coffeen
Rocío Coffeen (Tlaquepaque, Jalisco. 1963). Creadora de seres fantásticos, Rocío Coffeen acude al surrealismo desde hace varios años, sin ocultar la influencia de Leonora Carrington o Remedios Varo. Sin límites en cuanto a la técnica a emplear, esta artista plástica trabaja en el terreno de lo poético sin preocuparse por el qué decir, al grado de permitir a sus personajes llevar de paseo al espectador a sitios interiores de confort. Al sillón le crecen ruedas, mientras la luna pide prestado su caparazón a la tortuga para ajustarlo a su medida. En la obra de Coffeen todo puede suceder.
Francisco Rojas Cárdenas [Guadalajara]
Ser de la tierra.
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Hacia un punto rojo de olvido.
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plĂĄstica
Paisaje rodante.
Tratando de evadir un pedazo de tiempo.
Cohabitantes de un sueĂąo tĂĄcito 2.
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cuento
Tejer fino Sue Praner [Guadalajara]
S
alí a las siete de la mañana a comprar el diario, como todos los días. Eso de trabajar por las noches en el hospital había cambiado mis rutinas, menguado mis horas de sueño y, en general, giró unos grados el rumbo de mi vida. James dormía en su recámara. El barrio era nuevo para mí y el insomnio se hacía presente, así que salí a reconocer el terreno y fumar un cigarro. Esa había sido la tercera vez que nos veíamos; la primera en que nos acostábamos. Prendí un cigarro mentolado. Casi no fumo, pero me apetecía. Llegué al puesto de revistas, compré el diario y volví para preparar café y leer la nota roja.
–¿No duermes? –preguntó James mientras se ponía la ropa interior y movía su delgado cuerpo hacía la cocina para a servirse un poco de café. –Duermo después de las cinco, pero a veces se me va el sueño. Tal vez extraño mi cama –respondí tendiéndole la página donde hablaban de un tipo que había sido asesinado en su casa. Le vaciaron unos litros de manteca ardiendo encima. –Divertido –dijo él dando un sorbo a su taza –¿Cuál crees que haya sido el motivo? –pregunté –Bueno, pensaría en una venganza, pero el la nota dice que los asesinos entraron a robar a la casa… –Eres como el común de la gente, James –interrumpí–. Tienes que pensar más allá. La gente ata cabos, plantea circunstancias, inventa todas las historias posibles en torno a un asesinato y cree descubrir los motivos entre absurdos y complejos, se pierden en los detalles. –Tiene que haber un motivo –replicó. –Lo sé, y lo hay. Siempre hay un motivo, el motivo más importante es el que no se dice. Me atrevería a afirmar que, en general, la gente asesina por curiosidad o por placer –¿Y qué hay de la venganza, de los celos, de las estrategias? –Esos son los motivos secundarios, aparentes, complacientes incluso. Son los motivos con los que se atan los cabos, pero la gente mata por curiosidad la primera vez o por placer, las posteriores; los motivos principales jamás se confiesan porque son políticamente incorrectos. Él me miró detenidamente, fascinado. Supongo que se sentía orgulloso de que fuera yo su más reciente adquisición de un bar de mala muerte en el
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que habíamos coincidido la semana pasada. Fumé el resto de mi cigarro y me despedí. Dejé el diario. Él trabajaba también por la noche como obrero de línea en una fábrica de no sé qué. Su vida tendía a ser miserable: provenía de una familia disfuncional, su pasada adicción a la cocaína lo había dejado en bancarrota y al borde de la muerte, y su relación reciente más estable había sido con una prostituta a la que le pagaba cuota fija y le daba techo, hasta que ella decidió irse a probar suerte en otra ciudad. Ahora se refugiaba en el alcohol que su bolsillo podía pagar, que no era mucho. Seguí viéndolo varias noches y aprendí a hacer las preguntas adecuadas en el momento preciso (un hombre es capaz de revelar las cosas más recónditas de su inconsciente justo después de un buen acostón). Al principio pensé que el tema de la muerte le apasionaba, pero después comprendí que era la idea de la muerte la que le causaba tanta curiosidad. Demasiada. –¿Te has imaginado cómo sería matar a alguien? –me preguntó. –Bueno, supongo que hay que tener la cabeza fría para esas cosas. –No. Me refiero a que si te has imaginado dejándote llevar… –James, el asesinato es algo serio. Requiere mucho trabajo intelectual, requiere cuidar los detalles… – decía yo y él me interrumpió negando con la cabeza. Encendí otro cigarro y miré el reloj. Había tiempo para vestirme antes de que los vecinos se enteraran de mi presencia. –¿Dónde dejas a la improvisación? –me preguntó.
–¿Cómo matarías a alguien? –No lo sé, tal vez con un cuchillo, de varias puñaladas… muchas puñaladas… –el rostro se le iluminaba. –¿Has pensado en todo lo que tendrás que hacer para limpiar la escena del crimen después? –Claro. Olvidaba que eres mujer. Seguro tú recurrirías al veneno. –Es una opción segura, práctica y limpia –aseguré. –Es necesario tener un plan… –Pero si haces un plan, ¿dónde queda la adrenalina, la emoción del momento? –decía mientras se encendía algo en sus ojos y la sábana abandonaba su cuerpo tras sus movimientos veloces. –Hay que cuidar los detalles –¿Y para qué? –¡Para no terminar en la cárcel! –respondí –¿de qué te serviría asesinar y que después te encarcelen? Te negarías así la oportunidad de volver a hacerlo. –Volver a hacerlo, ¿por qué supones que volvería a hacerlo? –¿Por qué supones que no? –repliqué –sólo hay dos razones por las que las personas matan, ¿recuerdas? –El asesinato es algo que no se puede programar. –Entonces, ¿cómo garantizas el éxito? –El éxito se adquiere cuando la víctima muere. –¿Y después? –No sé… –dijo casi gritando –¿No sabes? –pregunté y él guardó silencio. Prendí otro cigarro y me levanté de la cama murmurando –no sabes… no sabes… –Yo podría matar cualquier día –aseguró. –Entonces, ¿por qué no lo has hecho?, ¿por qué no has despejado la duda de lo que se siente matar? –encontré mi ropa y me la puse – no tienes agallas,
cuento por eso la pasas leyendo novelas sobre personas que no existen, sobre asesinatos que no ocurren, sobre sensaciones que no conoces. No puedes hacerlo solo y lo sabes –le eché en cara y terminé de vestirme. Me fui. Nos encontramos dos noches después en el mismo bar. Cuando vi su cara supe que no había podido dormir, lucía desesperado. –Quiero hacerlo –me dijo– pero te necesito– sonreí. Sería la siguiente noche. Mi turno en el hospital terminaba a las cuatro de la mañana. Compré un vestuario discreto pero interesante y una peluca de color castaño lacio que cubría mi rizada melena rubia. Encontrar una víctima era fácil, estaba acostumbrada a los hombres solitarios y miserables en las cantinas de mala muerte. Serví de carnada. Busqué al más miserable de todos, al elegido para inmortalizarlo por un día en la nota roja de los periódicos. Era un tipo bajo de estatura, llevaba unas copas encima. Su mirada se clavó en mi escote y dejé que deslizara su mano debajo de mi falda. Bastaron un par de insinuaciones y él ya me seguía en la penumbra de la madrugada. Lo llevé al departamento de James. Él lo noqueó con un golpe en la nuca y lo amordazó. Encendí el primer cigarro. Me quité la ropa y la guardé en una bolsa, me puse la mía. Dejé los guantes de piel en mis manos. Observé a través del humo como James asestaba la primera puñalada. Me pregunté si la víctima tendría hijos, en dónde trabajaría, qué aspiraciones tendría en la vida… no –pensé–, un ser así no podría tener ni aspiraciones ni esperanzas y por eso es que tampoco tenía derecho a la vida. Sonreí al darme cuenta de que ni siquiera había podido compadecerlo un poco. Otra puñalada. La sangre me parece un problema. Es tan difícil desmanchar la ropa después… una puñalada más. El muy imbécil de James y su improvisación. Yo hubiera hecho los cortes precisos para prolongar el tiempo, le hubiera golpeado antes y le hubiera sacado la cartera y cualquier cosa que encontrara de valor, si es que la tiene. Después lo botaría en cualquier callejón y regaría un poco de la sangre alrededor. Así todo parecería un simple asalto a un pobre diablo. James me invita a participar. Demasiado tarde. He perdido totalmente el interés. Otra puñalada, pero estoy segura de que el tipo está muerto. James no se entera, o no quiere hacerlo. Se lo digo. Me quedan 32 minutos para que nadie se dé cuenta de que el muerto y yo estamos en su casa. Salimos. Yo no me haré responsable de limpiar la escena porque él no me dejó planear nada. Fui carnada y me mantengo como tal. No le digo dónde tirar el cuerpo ni como cargarlo o cómo limpiar ese desastre. Los hombres siempre pierden los detalles, son instintivos, burdos, cobardes. Voy a casa. Preparo café y leo el periódico. James me llama para ponerme al día de lo que ha hecho. Ha hecho lo peor, improvisar. Sé que no tardarán en encontrar el cuerpo y armar un escándalo, se lo digo, pero aseguro que me mantendré al margen. Sé lo que se avecina, sin embargo, dejo que me describa toda clase de emociones y sensaciones provocadas por la ocasión. No puedo evitar sentir que exagera. Me cuenta todo tan rápido que me doy cuenta de que ha olvidado tantas cosas en tan pocos minutos. Los hombres descuidan los detalles y eso los vuelve predecibles, vulnerables. Quedamos de vernos hasta tres noches después, por precaución. Cuando me topo con su presencia descubro a otro hombre, distinto, seguro, extasiado. Sonrío al verlo. Afuera llueve. Son las cuatro con veintisiete minutos. Le propongo que vayamos a su departamento porque su mirada promete una buena noche de sexo. Él sonríe. Caminamos entre las sombras de la noche, bajo un paraguas que nos obliga a
abrazarnos para protegernos de la lluvia. Los hombres, aunque adultos, tienden a comportarse como niños en muchos aspectos, se dejan llevar, no meditan. –Pude hacerlo gracias a ti… –murmuró–, me regalaste el placer de la muerte. –¿Volverías a hacerlo? –Deberías hacerlo tú –dijo–, es una experiencia única. –¿Volverías a hacerlo? –repetí. –Volvería a hacerlo –dijo cuando entramos a su departamento. Omito decir que yo tenía razón, que cuando se ha matado una vez, se quiere matar otra más. Para un asesino de verdad, detenerse no es una opción, pero es preciso, después de quitar una vida, atar los cabos. El lugar me pareció más pequeño y más triste que antes. Me percaté de que todo estaba limpio, en orden. Dentro de la estupidez masculina eso era lo adecuado, dentro de la realidad lo único que se lograba con el cambio era levantar sospechas, al menos en cualquiera que hubiese estado en ese sitio antes. Entramos. Me besó y dimos tumbos por la sala, desacomodamos cosas. Me arrancó la bufanda y el abrigo, cuando iba a los guantes ofrecí darle algo de beber y le serví una copa. Se le veía feliz. Renovado. Le dije que necesitaba un baño caliente antes de seguir. –No quiero que me de gripa después de esta noche –dije. Fuimos al baño y le arranqué la ropa, el agua tibia caía en la tina, dispuesta a llenarla. Después comencé a desvestirme y él me abrazó con tanta fuerza que casi tuve que enterrar la jeringa en su brazo, perdió la fuerza casi de inmediato. El oficio me ha dado el conocimiento de estas sustancias y apliqué la dosis necesaria de morfina. –¿Qué haces? –alcanzó a preguntarme. –Si prestaras atención a los detalles, lo sabrías –respondí sin que me oyera ya –hay que saber atar cabos. Lo metí a la tina. Mis guantes se mojaron y lancé una maldición. Busqué mi ropa y después fui por la navaja de afeitar. Le abrí los brazos no de manera transversal a la muñeca, sino siguiendo el sentido de su brazo. La sangre comenzó a fluir de una manera hermosa, casi artística. Hice lo mismo con el siguiente brazo. Sólo se mata por dos razones, pero es mejor cuando las dos se suman en la misma ocasión. Entonces es posible encontrar la razón más primaria, más pura y natural de todas, la más antigua y real: la supervivencia. La encontré antes de que James la encontrara. Me tenía como cómplice y testigo. Si yo no lo mataba, él terminaría matándome a mí. Me lo había dicho: volvería a hacerlo. Lo pregunté para estar totalmente segura. Los hombres no entienden los detalles. Saqué de mi bolso la ropa y la peluca de la otra noche sumamente revisadas, además de unos postizos que escondo en el fondo de su armario. Vuelvo a casa 21 minutos antes de que los vecinos de James tengan idea de que siquiera existo. Atar cabos es como tejer fino, es un trabajo minucioso, detallado, metódico y de concentración; es complejo y, por tanto, más apto para mujeres que para hombres. Preparo café, a las siete salgo como todos los días a comprar el diario y me siento en la sala, descalza, a fumar un mentolado y leer la nota roja. Conteniendo mi ansiedad, extraigo la nota roja. Han encontrado el cadáver del pobre diablo apuñalado. Hago apuestas mentales pensando en cuántos días tardarán en encontrar el de James. ¿Cómo iba a poder James atar cabos si apenas podía anudarse las agujetas? Doy un sorbo a la taza. Hoy es mi día de descanso.
El perón de la amistad • • • • • • • • •
los poemínimos son pequeños universos la comedia humana y la tragedia animal carta de pablo a los galimatías los juegos florales más bellos del ejido visitando a juan ramón jiménez: “amapola, sangre de la tierra”. y del pavimento visitando a cioran: “la desdicha de no ser bastante desdichado...” ya es una vocación perfectible visitando a rafael alberti: se encerró a cal y canto visitando a anto nio machado: soledades completas: una obra redonda de intimidad cuatro lorquianas del canutero de andalucía: 1. “el canto de la miel” es una dulce balada 2. “cirio, candil farol y luciérnaga.” ... de la calle 3. “fábula y rueda de los tres amigos”. ¿y el enemigo? 4. “la casada infiel” sería la perfecta casida
Arduro Suaves [Guadalajara]
3860 1967
periodicolamanzana@yahoo.com.mx
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huésped de papel
Manuel Noctis, director (Morelia)
D
e la necesidad por fomentar el hábito de la lectura en poblaciones rurales, al igual que el de mostrar el trabajo creativo, principalmente de personas que iniciamos y no contamos con los espacios incluyentes para hacerlo, para manifestar nuestro quehacer creativo dentro de las artes, nace Clarimonda en Morelia, Michoacán, un espacio alternativo, plural, incluyente y además autogestivo, una revista donde convergen todo tipo de manifestaciones culturales y artísticas sin restricciones ni censura alguna, en el que las distintas maneras y formas de alzar la voz tienen cabida. Cuando se crea Clarimonda, el proyecto estaba dirigido hacia las comunidades rurales y su gente (como antes mencionaba), pero con el tiempo y las experiencias fue adquiriendo nuevos rumbos, nuevas vías de trabajo, sin dejar atrás los inicios, internándose ahora en un medio más plural, acaparando todo tipo de temas, en donde todos y cada uno de nosotros poda-
mos digerir su contenido sin problema alguno, especialmente por aquellas corrientes alternas llamadas ahora las 'Tribus Urbanas', corrientes que deambulan en el no reconocimiento de su causa. Así pues, Clarimonda no se rige como un medio más para acrecentar el currículum de quienes en ella colaboran, sino simplemente funge como el medio de expresión para todos aquellos que comienzan a escribir. Adentrándonos en su contenido, esta revista no cuenta con un índice de contenido, por aquello de las formalidades de decirle al lector donde se encuentra cada artículo. Creemos que así es más conveniente porque el lector de una u otra manera tendrá que revisar completamente el contenido. Clarimonda desde sus inicios nunca ha contado con apoyos económicos, ni publicidad, ni patrocinios, siempre se ha mantenido con los recursos propios; aparte, la revista no pertenece a ningún partido político ni religión alguna, por lo que estos dos temas se dejan de lado en las publicaciones,
porque, la revista es un tanto temática. Otra cosa muy importante, Clarimonda es totalmente independiente. y se imprime a manera de fanzine. ¿Porqué un fanzine?. Porque este tipo de medios te permite jugar con los contenidos, con los gráficos y con los diseños; además, nos brinda la plena libertad de publicar lo que nos sea conveniente, sin censura ni restricción alguna, esto también nos facilita las cosas a la hora de editar un nuevo numero. La revista cuenta ya con nueve números, su publicación es bimensual. Clarimonda se ha presentado en: 19º EnCuento Morelia 2005, 4º Encuentro Literario Pacífico Lázaro Cárdenas 2005, 1º Encuentro de Letras Independientes de Morelia 2006, Encuentro Letras del Nuevo Siglo Morelia 2006 y próximamente en el Encuentro de Poetas de Acapulco “El Sur Existe” 2006. www.revista-clarimonda.blogspot.com
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poesía “Los alumnos que sacaron cero de seguro son granaderos.” Consigna de los maestros durante su frustrado desalojo del centro de Oaxaca el 14 de junio de 2006.
I Me lo dijo un amigo: “A Oaxaca ya no le cabe ni un alpiste en el trasero”. Tiene razón. Todo es saturación, exceso, violencia, estupidez, impunidad, ¡indiferencia federal! Vivir en esta ciudad es un riesgo. Nadie puede caminar por el Centro sin sentir una extraña amenaza que tiene miles de rostros. Un fluido sui géneris de grupos subversivos se pasean como turistas revolucionarios con palos, varillas, paliacates y mochilas con quién sabe qué cosa dentro. Tienen miradas torvas y cualquier caminante puede ser sospechoso de burgués maldito o de burócrata al servicio del gobierno. Sólo el ambulantaje –y las palomas cagonas– conviven alegremente con la caterva como si fuera (que lo es) un gran performance patético y sublime bajo la sombra barroquísima de una soberbia Catedral. “Yo, ya no soy juez de paz, ahora, soy totalmente plantón”. “La emoción más morbosa me retumba en la sangre como un tambor”. Caminar aquí es experimentar el libertinaje del diablo, ahora tan urbano. Si vamos de shopping al zócalo podemos comprar el video del desalojo por 20 pesitos, luego, para la sed, una caguama en La lonja. II El zócalo huele a mierda. Huele a orines y teorías pasadas de moda. Los rebuznos ideológicos son el nuevo cliché. Lo que antes fue “la gran cantina del pueblo” (el zócalo y al centro su cucurucho de hojalata), hoy es un lupanar de miserables redentores. Se puede asaltar, coger, matar, drogarse, beber, sin que nadie diga o haga nada. “No veo, no oigo, no hablo, solo lo disfruto”. Todos somos cómplices. Ya no existe la menor duda, Zitarrosa: el pueblo estaba detrás del pueblo. Por fin hemos dejado de ser una tarjeta postal, una metáfora, una abstracción literaria a lo Malcom Lowry; dejamos de ser utensilio del folclor para convertirnos en resucitadores de nuestro propio cadáver... o quizás el pueblo no andaba muerto... El pueblo miserable y ramplón, resentido y odiador y éste sí, desaforado. Perro come perro. Pueblo come pueblo. ¡Ha muerto el pueblo, viva el pueblo! III Jaime Sabines: También sirve el pueblo para otros menesteres literarios: escribir el cuento de la democracia, publicar la revista de la revolución, hacer la crónica de los grandes ideales. IV Sufriendo una leve modificación, la palabra Oaxaca puede ser Oaxacaca. Así, las cloacas son nuestra mejor reivindicación. Hermanos de sangre, hermanos de cloaca. La gran madre nuestra nariz de cloaca. El hedor es lo de hoy. Oaxacaca apesta a políticos y a porros y maestros y a puticas gringas veraniegas, que
Carta y fragmentos desde Oaxaca
Edgar Saavedra [Oaxaca]
son lo mejor del cuento. Apesta, sí, apesta, apesta terriblemente. Apesta a intelectuales (Leonardo da Jandra, César Rito Salinas, Guillermo Fadanelli, los maricones de Luna Zeta... la lista es larga y pestífera); apesta a empresarios, a hoteleros, restauranteros, camioneros, a filántropos apesta (Francisco Toledo huele mal por convicción); apesta a pintores (por ejemplo, Luis Zárate), apesta a curas, arzobispos, a monjitas ven-de-rom-pope.... Y estas mismísimas palabras apestan. El pueblo, ese hediondo ahora inmaculado... V Jaime Sabines: Lo mejor de todo lo ha dicho un señor Ministro: “Con el pueblo me limpio el culo”. He aquí lo máximo que puede llegar a ser el pueblo: un rollo de papel higiénico para escribir la historia contemporánea con las uñas. VI Por fin el gobernador oaxaqueño Ulises Ruiz tiene el Magisterio que se merece. Los mandatarios anteriores -incluyendo al más patético de todos, José Murat (aquel que puso de moda los autoatentados)- lo habían solapado. Por más de 26 años a los maestros se les dió dinero (su máxima pretensión en la vida) a cambio de nada, de una educación que da vergüenza, de profesores que no saben ni dónde tienen
el esfínter y si éste se trata de una trompeta o un elogio. Ulises, emblemático nombre de la mitología moderna, ha despertado a un monstruo de setenta mil cabezas que se ha dispuesto hoy a devorarlo. Pero el guerrero diabético de Troya se transforma en asno embadurnado de sebo para escapar. El dulcísimo mago. VII ¿Cómo convencerá el asesinado a su asesino de que no ha de aparecérsele? Malcolm Lowry, Bajo el volcán VIII El Magisterio oaxaqueño libra una batalla ahora confusa y de doble moral que, parece, él mismo fomenta. El gobierno de Oaxaca libra una batalla ahora confusa y de doble moral que, parece, él mismo fomenta. Los oaxaqueños libran una batalla ahora confusa y de doble moral que, parece, ellos mismos fomentan. Etcétera. Una ilustración práctica (para todos nosotros) es la de aquella mitología que usa como símbolo una culebra que devora su propia cola. Hoy se oyen ya muy cerca los tambores de la revuelta civil. La izquierda fundamentalista empieza a moldearse un rostro beligerante, decidido, mientras simpatiza cada vez con menos rubor con Cuba, Líbano, Venezuela, Bolivia, Paraguay... El pueblo se
reestructura y balbucea los primeros síntomas de su mortal liberación. Un demonio es un demonio es un demonio... IX 1 de agosto de 2006. Después de la “marcha de las cacerolas” un grupo de mujeres decidió hacerse de un nuevo juguete: tomó la estación oficial de radio y televisión oaxaqueña. En este mismo momento disfruto como un perverso el video del desalojo que lleva horas transmitiéndose y retransmitiéndose. A su vez, tengo encendido mis tres receptores para escuchar Radio Plantón, Radio Universidad y 96.9. X Tal como en Miami era un garbo caminar con una novela de Corín Tellado bajo el brazo, decía Reynaldo Arenas, para andar en esta ciudad se necesita un buen talismán. Puede ser el periódico local Noticias, el soporífero Tucán, o bien ponerse una camiseta con una imagen del Che, o mínimo del Sub Marcos. Y siendo victimario sentirse víctima. Hacerle caso al clero es una buena opción de exquisitez espiritual: ponerse a rezar, ¡para que esto, por Dios, termine! Yo, yo le voy a las brujas de Macbeth:” —¿Dónde estuviste, hermana? —Haciendo morir puercos.
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crónica anacrónica
Huellas en el agua Antonio Venzor [Guadalajara]
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ólo quería, antes de las ocho de la noche, llegar a tiempo a la papelería antes de que la cerraran, y comprar papel para un regalo que el día siguiente debía hacer en una comida y para el del día del padre. Eran escasas cuatro cuadras, pero transitar por ellas se complicaba, pues fue el viernes que siguió al jueves de Corpus, y estaba programada una peregrinación de fieles católicos por esas dos arterias principales de la ciudad. Decenas de fieles estaban ya caminando, adelantándose a la procesión para hacer valla a la custodia monumental que sería transportada y mostrada a quienes salieran a las banquetas a verla, por eso en cada cuadra estaban apostados fieles, hombres y mujeres, de diversas edades. En una banqueta incluso estaba un conjunto musical con un buen equipo de sonido, que animaba a los jóvenes a bailar en medio de la calle cerrada por agentes de tránsito, y ni tardos ni perezosos se lanzaron a mitad de la avenida a ensayar una coreografía simple. Pero empezó a llover, primero levemente, casi sin mojar, o mojando a los confiados. Por más que me apegaba a las paredes, o quería ir por debajo de los techitos o toldos, la multitud rebasaba la cobertura y debí bajarme “al arroyo de la calle”; cuando la lluvia arreció, ahí empecé a ensoparme. Sin embargo, llegué a la papelería, pero el encargado ya estaba bajando la cortina para evitar que la lluvia o más clientes se metieran en el negocio en momentos en que ya quería irse, que ya quería dejar de vender, de ganar dinero, cuando ya quería maltratar a los clientes. No me importó su cara de pocos amigos y su tardanza en atenderme, seguí firme frente al mostrador. Escogí lo que pude y salí de esa tiendita, pero ya estaba la tempestad en toda su fuerza. Fuertes vientos traían el agua de un lado a otro, mojando a todos, a los descubiertos y a los que nos refugiábamos bajo los aleros. Ahí fue cuando decidí irme hasta donde estaba mi carro, a seis cuadras. Tiene usted razón, lector, llegué empapado a donde estaba estacionado mi poderoso transporte, y como si no bastara ir escurriendo agua de la camisa, de los pantalones, del pelo y de los zapatos, pasó un imbécil a toda velocidad haciendo un tsunami del charco de la calle, para inmisericordemente empaparme aún más, antes de poder abrir la puerta. Así subí a mi automóvil. Eché a andar mi carro, salí de la línea de estacionamiento cuando la larga fila de carros me lo permitió, y así, lentamente, en 20 minutos recorrí dos cuadras, en las que el agua casi hacia zozobrar mi vehículo; sin embargo, imitando las estrategias del vocho, puse la palanca en primera y no dejé de acelerar, y así fui
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recorriendo tramo tras tramo la pequeña cuadra que me llevaba a cruzar Hidalgo, esa avenida principal, congestionada, pero además, bloqueada por automovilistas que aunque no podían avanzar por ella, tampoco dejaban que nadie cruzara en las intersecciones. Cuatro carriles ocupados por autos que ni avanzaban ni dejaban avanzar. Decidí jugarme el respeto a mis derechos de libre tránsito, y fui metiendo poco a poco la parte delantera de mi carro, y cada avance de un carro por Hidalgo me daba la oportunidad de adelantarme y bloquear a los que antes me bloqueban; ya tenía avanzados dos carriles y medio, cuando los carros a mi derecha empezaron a avanzar y los de mi izquierda a lanzarme claxonazos que se estrellaban en la ventanilla cerrada, pero se alcanzaban a oir. No obstante, pude colarme en el medio carril que me faltaba, ahí quedé detenido, pues la señora con su camionetota no quería irse más adelante, aunque había casi el equivalente de su carrote para caminar. Por fin, después de mucho tiempo, la gorda se hizo para adelante y yo me colé en el último carril y alcancé la otra orilla, tratando de ver entre la lluvia que no dejaba de cubrir el parabrisas a pesar de que los limpiadores estaban lo más rápido yendo de un lado a otro. Sin embargo, aún oia los claxonazos rugiendo, como si un delantero mexicano hubiera metido gol en el Campeonato Mundial; miré a través del espejo retrovisor y vi una larga fila de automovilistas detrás de mi, siguiendo mis huellas en el agua, cruzando Hidalgo, dejando parados a los que creían transitar por una via rápida y de preferencia. A la primera cuadra que pude di vuelta a la izquierda y me alejé de ese congestionamiento, sin esperar el agradecimiento merecido por guiar a un grupo de automovilistas hacia el libre tránsito, hacia la tierra prometida de la descongestión vehicular. La ansiada procesión del Santísimo se suspendió como partido de beisbol, por lluvia, a las nueve de la noche. Los carros empezaron a caminar cada vez más libres, la inundación no se hizo esperar. Yo llegué a mi casa y no encontré más que las sillas del comedor para poner a secar mi ropa. Me la quité enseguida, me metí a la regadera y pude sentir la calidez del agua en mi espalda aterida. Afuera seguía lloviendo, seguían los estragos. Yo ya estaba en casa.
Patricia Medina [Guadalajara]
La promoción cultural D esde hace algunos años la promoción cultural en México se ha convertido en materia de estudio, y ya existen en el D.F. y en algunos Estados de la República los promotores culturales profesionales. Los he escuchado en la radio y me ha sorprendido gratamente la gran cantidad de información que manejan. Personalmente no he conocido a ninguno. La promoción cultural nace por la necesidad de hacer llegar a más y con eficiencia los productos de la cultura, sobre todo los artísticos. Las nuevas generaciones de artistas ya echan mano de este recurso y se convierten, muchos de ellos, en sus propios promotores. También existen las instituciones, derivadas del poder en turno; en éstas: institutos de cultura, secretarías de cultura, casas de cultura, etc., hay la misión oficial de promover la cultura. Pero como sucede con todo lo que se institucionaliza en nuestro país, éstas instancias no son todo lo efectivas que deberían ser, he visto más burocracia que eficiencia. Se trata al artista con desdén –a menos que sea alguno favorecido por el marketing-. En la mayoría de los eventos de promoción que organizan las instituciones, falta precisamente la promoción, porque hasta eso mismo se oficializa, y consecuentemente tienen poco poder de convocatoria. A lo que me refiero es a que se gasta demasiado en mantener una planta burocrática, en hacer impresiones: carteles, trípticos, invitaciones, etc., para los pobres resultados. Si bien estoy convencida de que al poder sólo lo interesa la cultura en la medida en que ésta lo refuerza, creo que con inteligencia y buena voluntad de ambas partes pueden llegar a hacerse proyectos de promoción que favorezcan a la sociedad, al artista y a la institución. En lo personal me ha tocado estar en ambos lados. Cuando estuve en la institución, como asesora del Secretario de Cultura José Manuel Correa Ceseña (1989-1994), mi función, más que de asesorar, fue la de ejecutar mis propios proyectos: el Encuentro nacional de escritores, en 1989, Poetas del Mundo Latino, en 1991, cursos para aspirantes a escritores, etc. Y todos estuvimos contentos con los resultados. Una parte de la promoción cultural muy importante es la formativa: cursos, talleres, encuentros, que enriquecen a la comunidad y que les den a las nuevas generaciones una distinta y más efectiva manera de acceder al universo de la cultura, entendida ésta como la manifestación de los individuos que forman parte de una determinada sociedad. Pero mi función como promotora de cultura ha estado la mayoría del tiempo del lado de los artistas, sobre todo en la parte formativa, desde 1985. Si me convertí en editora fue como extensión de mi trabajo como maestra de aspirantes a escritores. Casi nadie apuesta por lo que no conoce. Y los nuevos autores necesitan de conocer la tinta impresa para seguir avanzando en su oficio. El libro impreso los significa en su quehacer como escritores y les da el pase de entrada al universo social de la cultura. Así que la primera misión de la promoción, según mi experiencia, es la de hacer “visibles” para los otros lo que la comunidad manifiesta. Un escritor no lo es hasta que sus trabajos están impresos, un bailarín no lo es hasta que realiza una audición pública, y así sucesivamente. Lo que ha sostenido a la promoción cultural en nuestro país, no ha sido, no es y no será la institución. Los artistas hemos sobrevivido sin ellas, con ellas y a pesar de ellas. Creo que lo que debemos seguir haciendo y multiplicando a escala es la capacidad de agruparnos para realizar proyectos específicos que en algún momento toquen a la puerta de la institución para cuestiones concretas, como: un espacio físico, un apoyo económico, etc. Pero ya no la actitud pasiva de esperar a que la institución por si misma realice las funciones que le corresponden al artista. Sería interesante hace una evaluación de cómo las becas, los premios, etc., emitidos desde la cúpula en el poder desde hace varios sexenios han beneficiado a la comunidad cultural de nuestro país, incluida en esta evaluación objetiva el cómo, de una manera desvergonzada, algunos artistas que han llegado a detentar el poder han construido sus propios cotos que, más que favorecer a la cultura, favorecen a la corrupción de algunos cuantos. Pero esa es otra historia. Hoy me congratulo de presentar, mes con mes, a algunas nuevas voces literarias que ya se perfilan en el universo de nuestra literatura local con firmeza y contundencia. La apuesta es, y deberá ser siempre por los que vienen a sumarse con su talento a la lista de escritores jaliscienses que tanto nos han dado. Sean bienvenidos: JJ Moreherz – Tlaquepalqueño. Se fue el año pasado, a los 23, Dejó tanto por publicar, que andamos encarrerados seleccionando su material. De su libro Paredes lejanas, que se presentará en la FIL, éste poema:
que la noche se vuelve larga de algo que no existe
que la noche se vuelve larga de algo que no existe que se revuelca la noche en el día de los ojos que los perros ladran en un zumbido sonámbulo escondidos que mamá no ha dormido hoy y que papá no llega adónde que todos son líquidos en sus secos cuerpos mojadas mejillas que nadie habla que nadie dice que se carcomen que la materia que no hay tortillas que la tele no se oye que no le suban que ahora todos saben de su modo que todo es su silencio que los árboles corren y se esconden que luz dilata la espalda que el cuerpo se humedece en gotas que vuelan que los niños duermen escondiéndose persiguiendo árboles que las manos se secan que el agua sube que hace calor que nadie se aguanta que no vomitan que se traslucen en sus silencios que la llamada de la puerta con el extraño dice con sus rimas dormidas que no insultan que raspan adentro del que abre que sale cagada ficticia de su boca que nadie cree y mamá se guarda su llanto para la noche que no llega.
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entrevista
“Lo que les voy a contar sucedió hace mucho tiempo…” Natalia Toledo
Entrevista de Askari Mateos [Ciudad de México]
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o que les voy a contar sucedió hace mucho tiempo… con esa línea comienza Natalia Toledo (Juchitán, 1967) su más reciente trabajo literario, La muerte pies ligeros (Fondo de Cultura Económica, 2006), un cuento presentado recientemente, acompañado de las ilustraciones de Francisco Toledo que lo inspiraron. Acaso estas mismas líneas sirvan de preámbulo para una conversación en la que Natalia habla de una infancia dividida entre el Juchitán de la séptima sección y la ciudad de México; de su familia, del encuentro con la poesía y de sueños tanto como de miedos. Háblame de La muerte pies ligeros, ¿por que crear (escribir) a partir del trabajo de Francisco Toledo?
Fue una invitación expresa del maestro Toledo. Me enseñó unos grabados de la muerte brincando con distintos animales y para mí fue una gran alegría, aunque las imágenes me provocaron cierta violencia. En el cuento (escrito en zapoteco, pero traducido al español, mixe, mazateco, mixteco y chinanteco) gana el chapulín, pero es una ilusión porque uno ante la muerte siempre sucumbe. Pareciera que el cuento está dirigido para niños, ¿es así?
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Sí, fue pensado para niños, pero es un cuento que pueden disfrutar los adultos porque es muy gozoso, es medio lépero y tiene una carga poética —no pude evadirme a mí misma, fue mucha la tentación de crear imágenes—. En él hablo del pito y la changada, aunque siendo reales los cuentos infantiles están pensados para que los niños aprendan algo, así que usar la referencia del pito a mí me parece bellísimo, porque
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existe en la obra de mi papá y yo crecí en medio de pitos de ranas y lagartos. Además, como es un trabajo de ambos, sí podemos apelar a eso, ni modo, así somos y así somos en general los istmeños, nombramos las cosas sin miedo. ¿La muerte pies ligeros guarda alguna relación con Los hombres que dispersó la danza, de Andrés Henestrosa?
La traducción de la memoria colectiva que hizo Andrés Henestrosa no puede tener una relación con La muerte pies ligeros. Él lo que hizo fue escribir en sus propias palabras esas historias, que también se sabía mi abuela y me las contaba. La muerte pies ligeros sí surgió a partir de los grabados de Toledo y en ese sentido es original porque uno se sienta a escribir con toda la información que tiene, con todo lo que ha visto, escuchado y leído. ¿Para quién es la poesía que escribes habiendo tan pocos lectores, sobre todo en lenguas indígenas?, ¿Tiene caso hacerlo?
El gran reto de los escritores que escribimos en lenguas indígenas, y yo diría que de cualquiera que escribe, es buscar lectores, pero no hay lectores, ni siquiera en español, los mismos que escribimos somos los que consumimos la literatura que hacemos. Todo lo que yo hago no van a tener sentido si no consigo que me lean en mi lengua, sobretodo en lado sentimental porque cuando uno se traduce está buscando a los otros, pero si el IEEPO y el FCE no logran llevar esos libros a las zonas donde se hablan esas lenguas el esfuerzo no habrá valido la pena. Natalia recuerda: Cuando yo era niña mi vida transcurría en la séptima sección y las horas de escuela
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eran el único momento en el yo escuchaba el español; entrar de golpe, sin ningún proceso a esa lengua, fue un choque que me creó muchas inseguridades a la hora de hablar y escribir. Pero yo llegó ahí (a Juchitán), tiro mis chanclas e inmediatamente reanudo un diálogo con todo ese mundo, sin embargo, me hubiera encantado que el proceso de cambiar de idioma fuera gradual. ¿Cómo comenzaste a escribir poesía?
Yo escribo desde los 11 años, intentaba escribir versitos dedicados a mi papá porque yo veía que cuando le llegaba la correspondencia en París, la leía y luego la hacía cachitos, fuera de quien fuera. Entonces yo me propuse escribirle cartas interesantes, para que no las rompiera, donde la palabra tuviera un peso y supiera quién era yo, qué pensaba y qué sentía, si había llovido o si había ido a una exposición, porque ir a ver arte era como ir a verlo a él, era como estar cerca de él. ¿Por qué es la poesía de Rocío González y Natalia Toledo la única que da la cara en un marco nacional e incluso internacional?
Será porque tenemos muchos años haciendo lo mismo, pero siempre nos relacionan porque somos amigas, es como una hermana para mí, además ella es la primer persona que leyó un poema mío. De eso dan cuenta un par de encuentros. El primero de ellos fue en la Ciudad de México, en un ciclo de literatura, política y pintura juchiteca, llevado a cabo en El Juglar, donde Natalia pudo escuchar por primera vez a Rocío González. De todos los que estaban ahí la única que me pareció brillante y me conmovió por la tristeza de su poesía fue ella. Recuerdo que dijo: Quiero pedir una disculpa porque lo que voy a leer no es festivo y empezó a leer sobre la muerte, por eso me identifiqué con ella, porque a pesar de que somos muy eufóricas también somos muy melancólicas, siempre estamos extrañando algo, quién sabe qué, pero nunca estamos completas. El segundo momento fue en un evento, ahí fue donde iniciamos un diálogo que no ha terminado aún. Más tarde le mostré mis primeros poemas, me dio su aprobación y casi me para en el zócalo para gritarle al mundo que era poeta. Así comencé, luego debuté en el Palacio de Bellas Artes, en 1984, en una lectura de poesía oaxaqueña. ¿Hay alguien que valga la pena leer en Oaxaca?
La poesía como un movimiento en Oaxaca se observa desarticulado. A pesar de que se habla mucho de pintura, creo que hay buenos escritores. ¿Quiénes?
(Silencio… piensa). Está… Azael Rodríguez… (silencio)… no tengo idea, no veo el conjunto, pero los que tenga algo que decir lo van a seguir diciendo. En realidad no sé que nos falta, pero sí he escuchado voces interesantes como la de Luis Manuel Amador, él me da mucha esperanza, me parece de una limpieza y una fuerza increíbles, sin embargo ha habido buenos músicos y buenas cocineras; yo crecí con la poesía de Nazario Chacón, quien me parece el más
pulcro y ambicioso de todos los poetas que ha dado Juchitán. ¿Qué piensas del erotismo y la poesía, crees que sea una influencia de familia?, porque tu papá pone a fornicar chapulines con sapos.
Soy muy juguetona, mi erostismo tiene que ver con la sensualidad, con mi ser escorpión, porque somos puro deseo, entonces tiendo a imaginarme cosas y descubro que a veces estoy pensado en algo muy erótico. Pero también tiene que ver con mi infancia en Juchitán, en el sentido de que ahí la gente suda, se quita la ropa; todo ese calor que te arroja vivir hacia afuera, estar en contacto con los otros y además dormir juntos en espacios tan reducidos, donde todos escuchábamos nuestros cuerpos. Recuerda: Todo eso me hace pensar en la vida en la casa de mi abuela, cuando dormíamos como pescaditos en el petate varios primos, la vida era ahí, éramos juntos. Es una de las cosas que más tristeza me da, que se nos olvido a todos que la vida éramos juntos. Olvidamos esta idea de las juchitecas de ir a buscar fortuna, de ir a trabajar —aunque yo soy una mala reproducción, pero mi mamá y mi abuela trabajaban mucho—. Recuerdo que todas regresaron enfermas, sin nada, a morir de donde partieron: los brazos de mi abuela, esos brazos que ya no existen, porque mi abuela se murió el año pasado y ya no hay quien nos reciba, por eso me queda esa sensación de que la vida éramos juntas. Porque mi abuela y mi mamá eran gente que se atrevió a vivir sin ninguna atadura, eran libres y nunca les interesó quedarse con un hombre. Yo creo que por eso no me he casado. ¿Y no te gustaría casarte?
Me gustaría casarme sólo para bailar el mediu xhiga (son de cooperación en las fiestas de bodas de juchitán) ¿Pero te ves como madre?
Creo que sería una excelente mamá, pero por alguna razón, consciente o inconsciente, uno va acumulando miedos e inseguridades y, realmente, como yo viví con mujeres que tenían hijos, cuyos padres estaban quién sabe donde, me da terror ser madre soltera. No es una suerte que me gustaría correr pero tener un hombre las 24 horas tampoco me gusta. Estoy bien como estoy. ¿Entonces, tú a quién le vas a contar todas esas historias?
Es cierto, así es como se transmite la memoria, la oralidad, pero tengo sobrinos y hermanos más pequeños, Benjamín, cuando se deja, le cuento cosas, pero también las escribo y si corro con suerte me las publican y encuentro lectores. Laureana Toledo, Doctor Lakra, Natalia Toledo son artistas, ¿es una bendición o maldición haber sido hija de Francisco Toledo?
Las dos cosas. En mi caso no sabía bien lo que hacía cuando escribía, mi relación con la palabra no nació de las cosas que me contaban o de haber ido a una escuelita donde contaban cuentos, sino porque me quedé sola; a los ocho años me fui a vivir a la Ciu-
Natalia Toledo ha publicado Paraíso de fisuras (en coautoría con Rocío González, 1992) y Mujeres del sol, mujeres de oro (Instituto Oaxaqueño de las Culturas, 2002). Fue becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) en lenguas indígenas (19941995), y de 1995 a 1996 del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes (Foesca). Su obra fue incluida en las antologías Juchitán-Mexikos satd der fraun, Guie’ sti’ didxaza’ (La flor de la palabra), Las divinas mutantes, Palimpsesto y en Toledo: la línea metafórica.
dad de México con mi abuela paterna con la que yo había convivido muy poco, fue ahí que escuché todo mi ruido interno: me apagué por fuera y me metí en todo lo que había absorbido, vivido y querido. Por eso esperaba todos los días a que llegara la noche para poder cerrar los ojos y meterme en Juchitán, a través de la memoria, y todas esas cosas un día salieron en forma de poemas, de reclamo, de añoranza, de tristeza, de jocosidad. De esa soledad nació todo, fue para sobrevivir, lo cual no me parece un mérito, pero estás hablando con una sobreviviente. Sin embargo, a pesar de ser hija de Francisco Toledo, no hay que olvidar que mi mamá no es artista y que su participación en mi vida fue más importante, porque ella estuvo, y mi padre era una presencia intermitente que me daba libros, música, viajes y la oportunidad de conocer a algunos escritores y pintores. En uno de esos viajes, y recuerdo que a los 10 años mi padre me llevó a ver un cuadro de Kasimir Malevitch, que me fascinó por su simpleza, yo le dije a mi papá que cuál era el chiste de ese cuadro, que me parecía tan simple que cualquiera lo podía hacer. Él me dijo que el grado de dificultad de una pieza no importaba, y que ese cuadro estaba ahí porque su autor (Malevitch) se atrevió a hacerlo. ¿Existe nepotismo en la entrega de premios y becas?
A mí lo que me ha tocado ver, porque he sido becaria, es que por supuesto que la gente que está ahí beneficia a sus amigos y aunque no debería ser así, así es como funciona. ¿Qué piensas del alcohol, de la bohemia?
Como dice Alí Chumacero: Todos los poetas están mal de la cabeza. Hay demasiadas normas y los poetas se saltan muchas, a veces fuera de la realidad, porque es muy triste y nefasta y hay que reinventarla. Los poetas somos mucho de hablar, inventar y contar nuestras cuitas y sí reunirnos a beber, pero no necesariamente. ¿Qué piensas de que Felipe Calderón ganó las elecciones para presidente de la República?
No pude creer que haya perdido AMLO, es un problema de ignorancia y de manipulación televisiva, incluso con los resultados que estaba dando de a poquito el IFE: fue un fraude. Me parece increíble que en un país de jodidos hayan votado por él (Calderón). Se orquestó, creo que por parye de Fox, del IFE, las televisoras, la oligarquía de este país que puso a trabajar sus tentáculos en todas sus esferas para cambiar la percepción de la gente: lo inflaron, porque (Calderón) es un candidato insípido, sin personalidad, sin proyectos y muy autoritario. Es una pena que haya ganado porque este sistema sólo ha traído beneficios para unos cuantos y pobreza para muchos millones de mexicanos, así que esta desigualad sí me asusta. Tenemos que organizarnos para hacer que cambie este país, porque se puede oler el sentimiento de un pueblo, de toda la gente que me encuentro en la calle y en los mercados, todos estábamos apostando por un cambio, porque es obsceno y jodido que la riqueza esté concentrada en unos cuantos; yo me pregunto si les va a dar tiempo de gastarse todo ese dinero antes de que se los lleve la chingada.
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Aparto el viento
Caminata hacia el volcán Tláloc Mario Corasalini (Ciudad de México)
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l águila, como si escuchara el sonido de una trompeta acariciada por el aliento de Louis Armstrong, volaba sobre nuestras cabezas sin aletear durante periodos muy prolongados, dominando el espacio infinito, buscando comida o nada más pasando el tiempo. Abajo nosotros caminábamos hacia el volcán Tláloc, dentro del Distrito Federal en la delegación Milpa Alta, que se encuentra en una reserva forestal. Íbamos uno detrás de otro en fila, buscando no doblar un tobillo por la cantidad de “pela gallinas”, plantas que crecen como un pequeño mogote de tierra con pelambres de un duro pasto fino; no había camino, ni siquiera de esos que marcan el paso de las vacas. Mi idea era ir detrás de alguien que aplanara las hierbas adelante. El águila volando en círculos nos vigilaba como presas antojadas muy grandes; entonces nos perdonaba la vida, por eso se iría a otros lugares a buscar
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comida más fácil de atrapar. Sus señales se pierden en el aire. El recorrido es agradable por el colorido verdoso de las plantas, pastizales y oyameles en época de lluvias, en medio de piedras porosas de origen volcánico acomodadas por el paso pausado de lava. El volcán Tláloc, ubicado a 3, 960 msnm, es muy joven con alrededor de 6, 200 años de antigüedad. Una vez en la cresta del cráter, decidimos circundarlo. Ya estando en una ladera, vimos hacia el oriente. Al fondo se ve el Iztaccíhuatl en la misma línea de luz dibujada con el Popocatépetl, también volcanes, sostenidos en una alfombra de niebla que ya había visto de manera similar unos años atrás; era la misma postal que había quedado en mi imaginación cuando no llevaba cámara fotográfica. Ahora sí traía una. Recogí la estampa. Creo que es una manera de llevar de regreso un pedazo de lo que vemos, a quienes nos esperan abajo. En un pequeño paraje decidimos detenernos para comer. Allí buscamos tener una tregua en las ideas políticas, que abajo en la ciudad mueven las discusiones entre la gente. Al cabo de una hora nos aventuramos a ir a ver de cerca un cerro, que a lo lejos parecía tener un color azul. En medio de un breñal ajustado se asomó un venado joven, mi sorpresa fue igual a la de éste y corrió veloz para perderse. Más adelante encontramos un reptil de unos 20 cm, que en esa zona le llaman “escorpión”. Este animal es verde con escamas cuadradas y patas muy pequeñas en proporción a su cuerpo. Al parecer se trata de una Barisia imbricata, una especie endémica. Atentos a sus movimientos, lo dejamos escapar. Finalmente, llegamos al cerro que veíamos a lo lejos, para que no resultara tan grande, ni tan retador como nos lo imaginábamos. Acaso explorando se encuentran nuevas aventuras. Para llegar al volcán Tláloc se parte de la Delegación Milpa Alta, en el Distrito Federal.