La Manzana, arte & psique. Número 14. Octubre de 2006

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Octubre 2006. Año 2. Número 14.

Arrivederci, la Fallaci Miguel Durán graCia pág.3

Los autorretratos poéticos de Gioconda Belli oralia PreBle-nieMi pág.9

Poesía: Jorge Souza, Carlos Vicente Castro, Ingrid Valencia. Narrativa: Óscar Pàmies, José Israel Carranza. Columnas: Armando González Torres, pág.12

Luis de la Peña Martínez, Cuauhtemoc Vite, Víctor Cuchí Espada. Entrevista con Alfredo Sánchez y Ricardo Zohn-Muldoon.


editorial Carlos Valencia

Editorial A

nte la reciente pérdida de la reportera Oriana Fallaci, el escritor Miguel Durán Gracia, en el artículo aquí presentado, expresa ideas interesantes y dignas de una constante reflexión: lo que la Fallaci propuso no fue una “intolerancia ante la intolerancia”, sino la reprobación y la justa indignación ante la intolerancia. Tal idea es el final de la cadena y el comienzo de una actitud social realmente política y no una mera arbitrariedad individual. También es preocupante que la actual corrección política, que opera en todos los ámbitos de la sociedad, se haya convertido ya en una nueva forma de censura: una astuta mordaza contra la indispensable libertad de expresión. Si cualquier palabra, de cualquier lenguaje, se traduce como algo ofensivo, pervierte su cualidad comunicante para convertirse en un arma involuntaria, la cual, a la menor provocación, o descuido, estalla. De nosotros depende que tantas palabras dejen de ser traducidas como ofensas y que en la medida de nuestras necesidades se genere un lenguaje nuevo, depurado y comprendido, más allá de correcciones políticas, un lenguaje que comunique y que no sea un mero pretexto de próximas guerras.

Directorio: Editora: Ingrid Valencia. Consejo consultivo: Armando González Torres, Fernando de León, Askari Mateos, Patricia Medina, Víctor Ortiz Partida, Luis de la Peña, Edgar

Saavedra. Responsable de la sección de plástica: Francisco Rojas Cárdenas. Responsable de la sección Memorias: Fernando de León. Responsable de la sección Literalia: Patricia Medina. Corrector: Arturo Suárez. Diseñadora: Olivia Hidalgo. Registro en trámite. Esta revista cuenta con el apoyo otorgado por la Convocatoria “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes 2005 del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Emisión 2005.

Guadalajara

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Cudad de México

Oaxaca

Torreón

Mérida

Michoacán


artículo

Arrivederci,

La Fallaci Hay momentos en la vida en que guardar silencio es un error, y hablar una obligación. Un deber cívico, un reto moral, un imperativo categórico del cual no podemos escapar. La rabia y el orgullo

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l pasado 15 de septiembre, mientras el mundo islámico quemaba en efigie al Papa Benedicto XVI por citar a un emperador bizantino que cuestionaba la religión de Mahoma, moría en su natal Florencia la periodista Oriana Fallaci. La coincidencia no deja de ser notable: a pesar de ser una atea declarada, Fallaci expresó siempre su admiración por las ideas del pontífice, siendo una de las primeras intelectuales en entrevistarse con él tras su nombramiento. Pero, sobre todo Fallaci se convirtió en una de las críticas más cáusticas del fundamentalismo islámico después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, fustigando sus excesos y su intolerancia, y reprobando lo que ella percibía como debilidad por parte de Occidente para contener su propagación. Fallaci nació el 29 de junio de 1930 en Florencia. Pasó sus años de juventud apoyando a su padre, un miembro de la resistencia antifascista italiana en la segunda guerra mundial. Para costear sus estudios de medicina, Fallaci se dedicó al periodismo, una actividad por la que optaría definitivamente y en la que se destacaría por su trabajo como corresponsal en lugares de conflicto, como Vietnam, Medio Oriente y Latinoamérica, situándose casi siempre en la línea de fuego: el 2 de octubre de 1968 y Fallaci se encontraba en la Ciudad de México, siendo golpeada y baleada por los militares mientras cubría las protestas estudiantiles.

Miguel Durán Gracia [Monterrey]

Fallaci entrevistó a muchas de las luminarias del cine de su época, pero fueron sus conversaciones con algunos de los líderes más importantes del siglo veinte las que la convirtieron en una de las figuras más conocidas de su medio. Yasser Arafat, Indira Gandhi, el Ayatollah Khomeini y Henry Kissinger fueron algunos de los políticos que sufrieron su feroz estilo. Este último, acorralado por la insistencia de Fallaci, acabó admitiendo que la guerra de Vietnam era inútil; años después se referiría a ese momento como “la conversación más desastrosa que sostuve con un periodista” . De manera paralela a su carrera periodística Fallaci publicó numerosos libros, entre los que figuran Un hombre (el cual narra su tormentosa relación con el anarquista griego Alexandros Panagoulis), Los siete pecados de Hollywood (con un prefacio de Orson Welles), La rabia y el orgullo y La fuerza de la razón. Es especialmente en estos dos últimos, escritos a raíz del 11 de septiembre, en los que “La Fallaci” (como se autodenominaba con orgullo) hace sus más violentos ataques en contra del islam. La vehemencia de sus alegatos generó voces a favor y en contra en todo el mundo, y líderes musulmanes en Suiza, Francia e Italia hicieron todo lo posible por llevarla a juicio por sus supuestas incitaciones al odio y la intolerancia. Sólo el cáncer que la aquejó durante años logró, finalmente, silenciarla definitivamente. Apasionada y desafiante, carente de la estúpida corrección política que empaña los juicios

de muchos intelectuales, Oriana Fallaci fue una periodista excepcional que expresó públicamente sus ideas de manera valiente y honesta (si bien equívoca, en ocasiones), algo notable en una época en la que formular una opinión personal puede significar el repudio e incluso la muerte, como lo ilustró de manera elocuente el salvaje asesinato del cineasta Theo Van Gogh hace un par de años. Independientemente de que uno esté o no de acuerdo con sus opiniones, el legado de Fallaci consiste en haber defendido el derecho a expresar aquello en lo que se cree sin temor a ofender o enfurecer a nuestros oponentes, y, sobre todo, sin miedo a transgredir los límites arbitrarios que marcan las normas de la corrección política, un nuevo mal que amenaza con erigirse como el principal obstáculo en contra de la libre expresión de las ideas.

A manera de colofón Mientras escribo estas líneas, leo que la Berlin Deutsches Oper ha decidido cancelar la puesta en escena de la ópera Idomeneo de Mozart, debido al clima de tensión religiosa que prevalece en estos días. Considerando que esta “tensión” no da indicios de aminorar o desaparecer, resulta inevitable preguntarse cuántas otras obras clásicas correrán la misma suerte, y si vale la pena hacer estos sacrificios para mantener una paz artificiosa y cuestionable. n

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cuento

Pescando truchas en América Óscar Pàmies [Barcelona]

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l más famoso pescador de truchas de la isla de Catatuga (sita más o menos en el Océano Indico) es G. J. Balbuena. G. J. Balbuena ha ganado ya todos los concursos de pescar truchas de Catatuga. Y también un montón de otros concursos en América, aunque esto fue antes de mudarse a Catatuga, donde dicen que habitan las truchas más ariscas y difíciles de pescar del mundo. G. J. Balbuena no está interesado en mujeres, ni en hombres, ni en perversiones sexuales. Tan sólo en pescar truchas. En consecuencia, viajó hasta la cabecera del río Wenceslao Snipe, donde todavía nadie ha podido pescar ninguna trucha. Entre otras razones porque allí vive una sola trucha, la trucha Mercedes, la trucha más arisca y más difícil de pescar de toda Catatuga, donde viven las truchas —para abreviar— más difíciles del mundo. En cuanto llegó a la región del Wenceslao Snipe, se construyó una cabaña, bajó al río y preparó sus aparejos de pesca. Una vez preparados los aparejos de pesca, se metió dentro del río, calzado con sus famosas botas amarillas y soltó el anzuelo, donde iba prendido uno de los famosos gusanos rojos de G. J. Balbuena. Las truchas lo tienen difícil en el Wenceslao Snipe porque aquél es un río básicamente salmonero. Las truchas que intentasen vivir allí se encontrarían mucho tráfico de cara. Caravanas de salmones remontando el río con su estilo habitual.

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Unicamente una trucha desafiaba todas estas dificultades. La trucha Mercedes. — ¿Estás seguro de que pescaremos la trucha, papá? —le preguntó el hijo. — Por supuesto. Tú no sabes quién es tu padre —respondió G. J. Balbuena. Estuvo dos años, uno seguido del otro, intentando pescar la trucha Mercedes, que desafiaba a los salmones y a G. J. Balbuena. Cada día, allá por el mediodía, la trucha pasaba por delante de G. J. Balbuena y hacía una pirueta fuera del agua para provocarlo. Transcurridos estos dos años, su hijo le preguntó: — ¿Y si lo dejamos correr, papá? — Hijo, un hombre tiene que llegar al final cuando se propone algo con todas sus consecuencias. Un día se pusieron de moda los deportes de aventura en Catatuga. Y una multitud de balseros descendían por las aguas del Wenceslao Snipe, arrastrando troncos por pura diversión. Eso aumentaba las dificultades de G. J. Balbuena, puesto que se le enredaba el sedal en los troncos. Y le costaba mucho entrever la trucha cuando pasaba por delante. G. J. decidió que pescaría la trucha con sus propias manos, y se metió en el centro del río, con agua hasta las rodillas, esquivando los troncos que arrastraban los balseros. La trucha Mercedes pasaba y le mordía el culo para desafiarlo. Pero

no por ello desistía G. J. Balbuena. Continuaba allí, atado a su destino personal. Pasada la moda de los balseros, el nuevo deporte de aventura que se impuso en Catatuga fue el descenso de ríos en góndola. Bajaban miles de góndolas por los ríos de Catatuga transportando parejas y tríos de amantes, los cuales contaminaban los ambientes naturales con gemidos y suspiros un tanto exagerados, y también con montañas de kleenex. También por el Wenceslao Snipe bajaban miles de góndolas. Eso aumentó aún más si cabe las dificultades, y G. J. Balbuena tenía que sumergirse y aguantar mucho rato la respiración para que no le atropellasen las góndolas. Pero no por eso desistió de pescar la trucha Mercedes. Ya habían transcurrido doscientos años y el río se había secado. Eso aumentó las dificultades aún más si cabe. La trucha Mercedes se escondía entre los arbustos y se hacía pasar por lagarto. Y G. J. Balbuena se veía obligado a arrastrarse por el suelo y perseguir el aroma de trucha como un perdiguero. Un día vino el hijo de G. J. Balbuena y le expuso: — Dice mamá que o ella o la trucha Mercedes, que escojas de una vez. — Hijo, algún día entenderás mi lucha. O sea que G. J. Balbuena continuó allí, en el Wenceslao Snipe, atado a su destino, libremente escogido.



Antonin Artaud

literatura

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Un acercamiento a la disección de su dolor Comprendí al ver a Artaud que tenía ante mi a un ser excepcional, de la misma raza que Baudelaire, un Nerval o un Nietzsche El doctor Toulouse

Christian Velázquez [Ciudad de México]

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rtaud transitó entre los surrealistas al lado de Bretón, Paul Eluard, Aragón, Vitrac, entre otros, pero su estancia entre ellos no duró mucho tiempo; el destino de su cuerpo, de su pensamiento, de su razón, de su drama y de su lenguaje escrito, se encontraba en latente espera en otra parte, aguardándoles entre marañas de densas sombras. Adentrarse en la vida, en la literatura, en la poesía, en el cine, en su dolorosa tragedia cotidiana, lo llevaría poco a poco a su propio desdoblamiento corporal, espiritual e intelectual; a percibir las otras aristas bajo la impronta de su verdadera esencia. La locura que experimentó, sufrió y vivió la mayor parte de su vida en realidad no fue su mentor, o únicamente lo fue en parte; Artaud luchó en contra de la incomprensión de toda una cultura, la occidental, que veía sin rumbo histórico, sin una continuidad de origen, y simultáneamente también, esa época en que los valores se encontraban en crisis a causa de la segunda guerra mundial, hacía su propia parte, El plantearse un renacimiento significaba rescatar viejos símbolos ya olvidados y al mismo tiempo, redimir sus significados; la renovación del espíritu rescataría al ser humano de formalismos decadentes y de padecer en sus propios escenarios. Por un lado, la razón (como acto del entendimiento para pensar o discurrir), que emplearía como un instrumento en

aquella búsqueda y que comenzaría por el ejercicio introspectivo, le estaría en juego. Las constantes estancias en hospitales psiquiátricos le irán cimentando en sus escritos una doble identidad: por un lado, será su propia víctima y, por otro, será el portador de una lucidez propia, una singular constante surgida de esa peculiar fusión entre genio y locura, tal como la que acompañó a personalidades como Hölderlin, Van Gogh, Nietzsche o Nerval; sin embargo, esa “lucidez” será su vía de autoexorcismo y también de su fragmentación. Como dice Susan Sontag: “Artaud es uno de los más eximios y osados cartógrafos de la conciencia, in extremis”. Asirse a la realidad, al pensamiento, a la razón, será para Artaud una lucha personal, la cual llevará a cuestas hasta su muerte; en otro sentido, nunca perderá su propia óptica, que más que percatarse de su entorno, se diseminará por entre sus entrañas, conocerá su paulatino desmembramiento de la ideas y su aglutinación en otro punto de la conciencia, de la razón y de su espíritu. Artaud comenzará a existir a través de su palabra escrita y éste será el instrumento que lo afirmará y lo negará. Artaud mismo dice: “Nací de mis obras y no de mi madre”; pero su vaso comunicante será su fragilidad ante el hedor de su realidad que lo convulsa, que lo lleva más allá de sometimientos sociales y dogmáticos, su visión reptará por entre las sombras y verá


literatura

a través de oscuridades el propio escenario en el que fungirá como el protagonista de su propio “teatro de la crueldad”; “yo soy aquel que, a fin de ser, tiene que golpear lo que lleva innato”, escribiría Artaud en un acto de exacerbación. Las cartas que escribe Artaud a sus amigos, a su madre, a doctores, etc., desde sus diferentes confinamientos en Rodez, principalmente, surgen como un medio y un fin. Por un lado, literario en sí mismo, es decir, como obra de autor, y como el medio de expresión idóneo donde comienza esa interrelación con “su lado oscuro”, con su miseria, un donde plasmar su dolor que carcome su ya desgastado y balbuceante cuerpo. Para ello le sería preciso recurrir a una especie de transmutación alquímica en la que toda la forma de su drama surgida de su corpus roto sería vertido a y en la palabra, y entre líneas fluiría su protesta y enfrentamiento simultáneos. Para darnos cuenta de lo anterior, veremos esta breva pero significativa carta que Artaud escribe a uno de sus doctores acerca de su condición de paciente, y del resultado de las drogas que le suministraban en el hospital psiquiátrico: Doctor: Hay algo en lo que hubiera querido insistir: la importancia de la cosa sobre la cual actúan sus inyecciones; esta especie de aflojamiento esencial de mi ser, el rebajamiento de mi estiaje mental, que no significa, aunque pudiera creerse, una disminución cualquiera de mi moralidad (de mi alma moral) o siquiera de mi inteligencia, sino más bien de mi intelectualidad utilizable, de mis posibilidades pensantes, y que tiene que ver más con el sentimiento que yo mismo tengo de mi yo, que de lo que de él muestro a los otros. Esta cristalización sorda y multiforme del pensamiento que en un momento dado escoge forma. Hay una cristalización inmediata y directa del yo en medio de todas las formas posibles, de todos los modos del pensamiento. Y, ahora, señor Doctor, que ya está Ud. bien al tanto de lo que en mí se puede menoscabar (y curar con las drogas), del punto litigioso de mi vida, espero sepa darme la cantidad de líquidos sutiles, de agentes especiosos, de morfina mental, capaz de enderezar mi rebajamiento, de equilibrar lo que cae, de reunir lo que está separado, de recomponer lo que está destruido. Le saluda mi pensamiento.

Como síntoma unilateral o personal, Artaud extiende su pensamiento y trascien-

den sus símbolos fenomenológicos del sufrimiento; valerse del pensamiento y de la utilización del lenguaje le resultaría verdaderamente caótico y, en las más de las veces, contradictorio; es decir, la imaginería con que sustenta sus ideas, estará marcado bajo “ese halo” de un visionario en constante experimentación con su alienación crónica de la cual es consciente; sus escritos se verán inagotablemente dominados en este sentido. Sin embargo, Artaud no se limita a describir su angustia psíquica, ésta forma parte integral de su trabajo al encontrarse in situ. El ejercicio de la escritura será también su “gimnasia mental” que ayudará a dar forma a la inteligencia, a pesar de ser él mismo su “Pèse-Nerfs”. Será, paradójicamente, por otro lado, la erosión de sus sentidos los que imbuyan de energía tanto al acto de escribir como la fuerza con que son nutridas las palabras. Cuando sus poemas fueron rechazados por el editor Jacques Rivière en 1923, él también rechazó a la literatura, y en ese sentir de desprecio nació una nueva manera de hurgar sus ambigüedades internas. Susan Sontag nos dice al respecto: “La pretensión de Artaud, en el Pèse-Nerfs, de que jamás nadie ha descrito tan detalladamente su ser interior, no es una exageración”. Así entonces, más que aventurarnos a decir algo acerca del lado oscuro del cisma que recorre internamente en sus escritos, pienso que al acto de escribir, Artaud, en su destilación de paroxismo, también lo dota de sus propias reglas, las asume y hace que uno como lector redescubra sus propias limitaciones y, al mismo tiempo, nos da una probada de aquellos otros universos, los que nos acechan desde su posición medular. En el acto de aproximarnos a la obra artaudiana o al mismo Artaud, nos vamos encontrando con numerosos tropiezos, con el peligro del desbarrancamiento hacia abismos sin fin, es por esto que en el hecho de nuestros sondeos se tornan más en intenciones que en aciertos; sin embrago, lo que sí podríamos afirmar es que invariablemente su universo nos deja el intenso sentir de su horadación psíquica y espiritual, el despellejamiento paulatino de su conciencia y de su ser… el mostrarnos sin inhibiciones la disección de su dolor. Antonin Artaud muere el 4 de marzo de 1948 en la clínica de Ivry, donde también vivió Nerval, curiosamente, revisando Pour en finir avec le jugement de Dieu, encargada por la radio francesa. Finalmente, en un resumen fugaz que Artaud hace de sí mismo para entenderse y definirse, afirma: “He elegido el dominio del dolor y de la sombra como otros el de la irradiación y el amontonamiento de la materia”.

Periquete requiero Sarna mensual del club de periqueteros solitarios de occidente, asociación banal, dirigido por arduro suaves • pájaros de cuenta en suiza (raúl bañuelos) • día de la raza y el racismo (pedro de alvarado) • en el frontispicio del degollado apolo no es apolíneo (chava chávez) • llueva, truene o periquetee (jorge orendain) • ¿habrá alguna vez una cumbre de montañistas? (raúl aceves) • se devuelven regalos (ricardo yáñez) • cucurucho de manías (angélica íñiguez) • estados unidos necesita una lobotomía de nación (isis de aguinaga) • primer encuentro de escritorios (toño villa) • el dolor de cabeza es mental (benito zamora) • i can´t understand kant (alejandro vargas) • mi ahuehuete y yo (matusalén)

3860 1967 periodicolamanzana@yahoo.com.mx

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cuento

Helena los viernes José Israel Carranza [Guadalajara]

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os atributos de esta mujer que espera el trolebús frente a un banco derivan todos del hecho de que se halla irreparablemente sola: es silenciosa pese a que su trabajo como recepcionista le exige todo el tiempo sostener en una sonrisa las palabras precisas para dar trámite a quienes requieren sus servicios; es, en consecuencia, pensativa, aunque por lo general no bucee más allá de los enigmas que le proponga el instante: quién llega a la oficina, con quién va, para quién es cuál paquete, a quién comunica a dónde, cómo se vestirá mañana, qué comida se preparará al volver a casa, qué habrá en la televisión, qué soñará, qué soñó, cuánto falta para que vuelva a ser viernes, qué pasará con el trolebús que no viene. Es extremista a la hora de valorar las felicidades y las desdichas que encuentra por la sencilla vía de someterse dócilmente a la rutina, y por ello cree que la rutina no existe y que su vida a veces incurre en alguna que otra aventura. Es incomprendida por familiares y compañeros de trabajo, fastidiosos cuando tratan de orillarla a compromisos sociales «para que conozca a alguien», cualquier cosa que eso pueda significar; y es, por último, simple en el sentido en que se halla perfectamente convencida de que su vida es la circunstancia que la tiene allí, esperando el trolebús a las ocho y media de la mañana de uno como tantos otros viernes. No tiene esperanzas porque no las necesita, ni amarguras porque no se le ha ocurrido que debería tenerlas. Un charco a sus pies acapara ahora toda su atención. Al hombro lleva el bolso donde guarda algunos pocos cosméticos, un monedero, las llaves, el cepillo y la pasta de dientes. La avenida se extiende como un raudal de imprecisiones: los autos, la gente, los comercios que comienzan a abrir sus puertas, el sol pronunciándose con decisión creciente sobre las siluetas de los edificios, los árboles apareciendo sobre las aceras: da la impresión de que esta mujer es lo único inmutable en el cuadro desde hace mucho tiempo, y no resulta imposible que quede ahí sin otra función que la de permanecer sola, mirando el charco y cruzada de brazos, como resuelta a resistir con indolencia el paso de los siglos, estatua peculiarmente hermosa. Se llama Helena, y a menudo piensa en el prestigio misterioso que la hache confiere a su nombre. La imaginación no encuentra dificultades en dar por hecho que la inmortalidad es el grado sumo de la soledad, la excepcionalísima situación en que nadie podría hallar semejantes por la evidente y natural razón de que no hay inmortales. El inmortal, en la soledad extrema, no tiene modo de estar ni consigo mismo, por la imposibilidad absoluta de su propia existencia, pero Helena, desentendida ahora del charco y asomándose al fondo de la avenida, está lejos de imaginar tal desproporcionada explicación para la soledad que la tiene aquí y así esta mañana de viernes. En

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lo que piensa con tristeza es en las disculpas que deberá ofrecer a su jefe si el trolebús sigue sin llegar y termina por hacérsele tarde, y se ve ya detrás de su mostrador, con una sonrisa que hoy le costará más trabajo sostener: una mínima desgracia que sin duda exagera, propensa como es a la magnificación de sus desventuras y sus alegrías. Casi inmediatamente, por esa misma tendencia, se distrae considerando la convicción de que su soledad la protege de tristezas mayores, como la de ser despreciada por su jefe, a quien en secreto ama sin otra intención que la de amarlo callada y humildemente: porque así es ella, sola, y así se propone continuar —de ser posible para siempre—, está a salvo de que un encuentro o un desencuentro —¿qué sería peor?— descompongan ese amor que ella por su cuenta sabe conservar intacto y la hace tan feliz, por ridículo o inservible que pueda parecer a los ojos de cualquiera. Pero quién, dirá cualquiera, puede estar pensando en amor cuando ahora, en esa esquina donde Helena espera el trolebús, sucede lo que sucede: hay un banco, que hace apenas unos minutos abrió sus puertas, y el policía que había visto ya entrar a algunos clientes yace derribado por el culatazo brutal con que lo sorprendió el primero de tres ladrones. Sobre la avenida, el segundo ladrón espera en un auto, con la puerta abierta, y el tercero, dentro del banco, rompe con su escopeta el cristal protector del mostrador y recibe y guarda en una bolsa de plástico los montones de billetes que le entregan dos cajeros y el gerente. Hay gente tirada en el piso. El primer ladrón aguarda junto a la puerta, y no advierte que otro policía, que salió quién sabe de dónde, ya se le acerca por la espalda y le pone en la nuca un revólver. Helena voltea hacia el banco y se percata de la escena; al mismo tiempo, el ladrón que está en el auto dispara repentinamente, y el que está en el mostrador no distingue entre ese estruendo y el que revienta en la cabeza del ladrón de la puerta: aúlla, toma la bolsa y dispara su escopeta sobre el policía imprevisto, para salir corriendo hacia los tiros aterrados e imbéciles que sigue haciendo el ladrón del auto. Helena está prácticamente en el centro de la balacera, y un tiro por lo menos debería acertar en su pecho adolescente. La inmortalidad es la soledad de las soledades. El trolebús por fin llega, y Helena sabe que no le pesará mucho convencer a su jefe de que la perdone porque se le hizo un poco tarde.


La evolución de los autorretratos poéticos de

IV Congreso Internacional de la Poesía Hispánica de Europa y las Américas

Gioconda Belli Oralia Preble-Niemi [Universidad de Tennessee en Chattanooga]

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n general, la poesía de la nicaragüense Gioconda Belli se puede considerar autobiográfica, ya que cumple con casi todas las condiciones que Philippe Lejeune propone como el “pacto autobiográfico” . De entre tantos poemas autobiográficos, hemos escogido, para analizar, tres de ellos en que Belli se limita a autodescribirse, es decir, a crear un autorretrato. Los tres autorretratos de Belli que hemos escogido caben cómodamente dentro de esta definición. En ellos presenta exclusivamente su esencia existencial en el momento en que los escribió. Para redondear un poco más nuestra definición del autorretrato acudimos al artículo de Juan Herrero Cecilia sobre la autobiografía y el autorretrato lírico. Allí asevera que al tratarse de la presentación de la persona misma que elabora el «retrato», el autor-enunciador acentuará “las dimensiones de su personalidad que considere más reveladoras de la imagen de sí mismo que intenta comunicar al destinatario”. Este enunciado es, como veremos, muy válido en el caso de los de Belli. Dos de los autorretratos son poemas de juventud, escritos más o menos a los 23 años. En el primero, un poema titulado “Y Dios me hizo mujer” y publicado en su primer libro, Sobre la grama (1972), Belli establece una imagen de sí misma que en lo esencial la define a ella como mujer, hembra; es mujer y tiene cuerpo de mujer. Al retratarse, repasa cada uno de sus rasgos que la hacen mujer, empezando con la cabeza: el pelo largo; los ojos, la nariz y la boca de mujer. Nos pudiera extrañar el hecho de que la poeta no individualice sus facciones como aquéllas exclusivamente de Gioconda Belli; de hecho, la que califica mínimamente es el pelo largo. La única explicación admisible es que no lo hace porque no es ése su fin al autorretratarse. Su objetivo parece ser, más bien, el de valorizar su género, es decir, su sexo, y no esa imagen artificialmente establecida por el constructo patriarcal de lo que es la mujer “femenina”. Si éste fuera su objetivo, habría subrayado esos cuatro rasgos que por tradición son los esenciales para definir la belleza de una cara femenina: el cabello, los ojos, la nariz y la boca. Más allá del pelo, en nada hace resaltar la individualidad de sus facciones, salvo que son las de una mujer. El lector seguirá ignorando el color de sus ojos, el perfil de su nariz o el color y el trazo de sus labios. Lo único que Belli parece desear es que su destinatario la vea como mujer. Por tanto, habla con mayor detenimien-

to de aquellas partes de su cuerpo de las que no se habla cuando se describe a una mujer en presencia de un grupo mixto, es decir, los “pliegues / y suaves hondonadas” de su anatomía íntima. Aunque hace hincapié en el hecho de que Dios la “cavó por dentro” para hacerla “taller de seres humanos”, no entretiene la noción de que su biología sea su único destino. También se resiste a que se le catalogue según el estereotipo de la mujer controlada por las hormonas, mejor dicho, fuera de control a causa de ellas. Se presenta, en vez, como alguien cuyos nervios y hormonas se encuentran en perfecto equilibrio, ya que Dios “[t]ejió delicadamente mis nervios / y balanceó con cuidado / el número de mis hormonas” (el énfasis es mío). Antes que a sumir ese estereotipo, declara que sus ideas, sus sueños e instintos, todos nacieron regados por su sangre, la cual Dios mismo compuso. Ésta es otra forma de declarar la perfección de su sangre y, por tanto, de la vida interior que ha nacido bajo la influencia de esa sangre. Al leer estos versos es imposible dejar de pensar en las palabras de Sor Juana Inés de la Cruz en su “Respuesta a Sor Filotea”, con las que justifica su vida intelectual al atribuirle la creación de su intelecto a Dios. Al presentarse Belli como una persona a quien Dios “creó suavemente / a martillazos de soplidos / y taladrazos de amor”, se percibe como alguien que amerita el amor de Dios, y, por tanto, el de sí misma. Pasemos ahora al segundo autorretrato. Éste lleva el título de “Yo soy” y también se publicó en Sobre la grama. Es un poema de brevedad casi excesiva; pero, pese a su concisión, hace resaltar el aspecto de Belli que ella siempre pone de relieve en sus obras biográficas. No es sólo mujer, sino mujer sexual, rasgo que la crítica ha señalado insistentemente. Cito el texto completo: Yo soy tu cama, tu suelo, soy tu guacal en el que te derramás sin perderte porque yo amo tu semilla y la guardo. En este poema se retrata un solo rasgo: la sexualidad receptiva de aquella mujer que ya se había retratado en “Y Dios me hizo mujer”, poema que aparece doce páginas antes en el poemario. Belli inicia el poema con una serie de metáforas para sí misma: es la cama, el suelo y el guacal de su interlocutor: el lecho donde éste descansa, el suelo sobre el que se apoya y el guacal en que se guarda

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IV Congreso Internacional de la Poesía Hispánica de Europa y las Américas

algo suyo. Los últimos tres versos modifican los tres anteriores, dándoles un significado sexual: el interlocutor podrá derramarse sin perder su esencia en el acto sexual porque ella recibirá su semen y lo guardará: “yo amo tu semilla y la guardo”. Aunque las tres metáforas sugieren una actitud pasiva en la hablante, los dos últimos versos ponen en claro que es ella la que es el sujeto activo. Con este minúsculo autorretrato Belli se define como un ser sexual que goza de serlo, caracterización que se convertirá en una constante en su obra. Así llegamos al tercer autorretrato, un poema de madurez. Se titula “De noche, la esposa aclara,” y se publicó en Apogeo, poemario de 1997 con el cual Belli celebrara su apogeo personal poco antes de cumplir los 50 años. En éste, la poeta presenta su autodescripción en una serie de estrofas anafóricas. Uno se imagina que lo que se escucha es un solo lado de una conversación entre la hablante lírica y su esposo, aunque alude a “marcar estas teclas”. En este autorretrato, Belli de nuevo traza la mayor parte de las facciones que ya ha presentado en los anteriores, pero, además, expande la descripción de ellos y a la vez desarrolla un poco su autorretrato interior. Todo lo hace de una forma irónica, que, como señala Salgado en su artículo sobre el “Autorretrato” de Rosario Castellanos, es una herramienta de crítica. Como observa ella, la poeta mexicana presenta el estereotipo de la mujer que la sociedad mexicana espera, “pero el discurso irónico le permite ir más allá para hacer vislumbrar al lector avisado otra imagen más íntima y sugerente, la imagen ausente de lo que ella —por ser mujer— nunca pudo lograr”. Belli, en vez de asumir ese estereotipo para quebrantarlo por medio de la ironía, se lo asigna la supermodelo norteamericana Cindy Crawford, quien a fines del siglo XX personificara el ideal de la belleza femenina y luego esboza un contraste entre su propia persona y ese parangón de belleza. Es decir, este autorretrato acude a nociones señaladas en Poetics of the Literary Self—Portrait de Michel Beaujour, en el que reflexiona que quizás: “psychoanalytic theory and the self-portrait... both operate by alternating... mythologization and demystification”. Cada vez que Belli pronuncia el nombre de Cindy Crawford, surge la figura mitologizada de la modelo como epítome de la belleza femenina. A la vez, siempre se refiere a ella como “la Cindy Crawford” (el énfasis es mío), usando el artículo definido antes del nombre de pila, como se hace en el habla rural para hablar familiarmente de alguien, muchas veces como tratamiento despectivo. Esta estrategia es el primer indicio de que Belli se propone desmitificar la perfección de la supermodelo. Al contrario de lo que hiciera en el primer autorretrato, en éste, Belli empieza, no por la cabeza, sino por las piernas. Primero evoca las extremidades de la Crawford, negando que las de ella se les asemejen. Luego pasa a describir las suyas de una manera verista: “Mis piernas son anchas ya llegando a la cadera”. A continuación, admite cierta codicia por esos perfectos miembros, confesando que ha tratado de lograrlos a fuerza de “múltiples intentos, / por ponerme trajes aeróbicos y tirarme en el suelo a sudar”; sin embargo, sus piernas siguen “como pilares que necesitaran jugoso sustento” . De las piernas, sigue en ascendente a esa parte de la anatomía que en los últimos años tanto han lucido las jóvenes de esbeltas cinturas, de nuevo

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negando que la de ella se asemeje a la de Crawford. En esta instancia, sin embargo, se jacta de haberla tenido antes de que sus vivencias dejaran huellas en su anatomía: Alguna vez la tuve. Alguna vez presumí de esa región de mi anatomía. Fue antes de que naciera Camilo, [. . .] antes de que la cesárea me dejara cicatriz. Con lo dicho justifica no tener el vientre liso, pero no ofrece excusa alguna por la pérdida de esbeltez, la cual es natural en mujeres que, como ella, han dado a luz a más de un hijo. La poeta sigue el recorrido en ascendente de su cuerpo, admitiendo que no tiene “los brazos de la Cindy Crawford / tostados, torneados, cada músculo fortalecido con el ejercicio indicado”, y luego aparentemente desvalorizando los propios, comenta: Mis brazos delgados no han desarrollado más musculatura que la necesaria para marcar estas teclas, cargar a mis hijos, cepillarme el pelo, gesticular discutiendo sobre el futuro, abrazar a los amigos. No obstante, al fijarse la lectora en lo que esos brazos están capacitados para hacer, se dará cuenta que, de ninguna forma, los está devaluando, ya que sus brazos se han desarrollado lo suficiente como para lograr todo lo que le importa a ella, a saber: realizar su trabajo literario, cargar a sus hijos, abrazar a los amigos y “gesticular discutiendo sobre el futuro”. Notemos que no le hacen falta los brazos para gesticular al hablar de lo prosaico, sino sólo para hablar del futuro, un momento por el cual ella en realidad se sacrificó, trabajando clandestinamente por la causa sandinista, y separándose de sus dos pequeñas hijas, para escapar, minutos antes de que los militares llegaran a capturarla. Todas las actividades ya mencionadas tienen evidente trascendencia. Sin embargo, también incluye el cepillarse del pelo, algo que a nuestro parecer no merece lugar en esta lista. A ello volveremos en el momento idóneo para señalar su importancia. Siguiendo el recorrido hacia arriba de su cuerpo, en la cuarta estrofa, Belli reconoce que no tiene los senos de la mitologizada supermodelo. El hecho de no tenerlos no parece molestarle; sin embargo, y quizás esto se deba a que, a pesar de esa falta, Belli no ha carecido de admiradores en su vida, según se lee en sus escritos autobiográficos. Por fin, en la quinta estrofa, aborda la descripción de su cara. No se desvía del patrón establecido, pues, antes de describirla, alaba la perfección del semblante de la mitologizada supermodelo, el cual se ajusta estrechamente al estereotipo del ideal femenino:


IV Congreso Internacional de la Poesía Hispánica de Europa y las Américas

¡Ah! Y la cara, la cara de la Cindy Crawford, ni se diga. Ese lunar en la comisura de la boca, las facciones tan en órden [sic], los ojos grandes, el arco de las cejas, la nariz delicada. No desprecia su propio rostro abiertamente, pero sí indica su percibida inferioridad diciendo: “Mi cara, por la costumbre, ha terminado por gustarme” . Admite las imperfecciones de sus facciones —“los ojos de elefante, la nariz con sus ventanas de par en par” —, pero también reconoce que por lo menos “la boca [es] respetable, después de todo sensual”. Al llegar al cénit, presenta la descripción de su cabeza, y por fin entendemos el relieve de que en sus autorretratos, goza su cabello. En este retrato destaca el rasgo que, según ella, aventaja el equivalente en la persona que representa el epítome de belleza femenina: “Se salva el conjunto con la ayuda del pelo. / En este departamento sí puedo aventajar a la Cindy Crawford”. Este pequeño triunfo abre la puerta hacia un nuevo espacio en el que Belli deja de lado la ironía de su falsa modestia y empieza a quitarle la ventaja a la mitologizada Crawford, o sea, a desmistificarla. Sin embargo, como si para suavizar la embestida que le tiene reservada, enfoca por último el rasgo físico que más enfado les causa a las mujeres de cierta edad: ...no tengo el trasero de la Cindy Crawford: pequeño, redondo, cada mitad exquisitamente delineada. El mío es tenazmente grande, ancho, ánfora o tinaja, usted escoja. No hay manera de ocultarlo y lo más que puedo es no tenerle vergüenza, sacarle provecho para leer cómodamente sentada o ser escritora. Empleando la ironía de nuevo, le da a su esposo a escoger cómo verá “el trasero” de su mujer, como ánfora o como tinaja. Carlos Cortínez habla precisamente de la dicotomía que aquí aclara el juego de Belli. Dice Cortínez, hablando de las mismas dos imágenes en un poema del joven Neruda: ...la palabra ‘ánfora’, que semánticamente corresponde al mismo paradigma que ‘cántaro’ [léase ‘tinaja’ en el caso del poema de Belli], aporta un matiz de elegancia y arcaísmo, muy adecuado para distinguir entre la satisfacción de necesidades materiales y espirituales, entre la elementalidad del agua que contiene uno y la cualidad de las ‘mieles suaves’... que ofrece el otro. Por medio de esas dos imágenes, Belli primero admite la amplitud de esa parte de su anatomía, y luego le pide al esposo que decida si ésta es algo que satisface sólo las necesidades utilitarias —posarse en ella a leer— o algo que por su elegancia satisface también las necesidades espirituales y estéticas —sentarse en ella a escribir literatura. Belli se encuentra balanceándose sobre el fulcro entre la desmitificación de la mitologizada Crawford y su propia mitologización. Tras esa

digresión, retoma el espacio en el que ella le lleva la ventaja a la supermodelo para lograr su desmitificación, exigiéndole al esposo: “Pero decime: / ¿Cuántas veces has tenido a la Cindy Crawford / a tus pies?”. No se trata únicamente de señalarle lo inaccesible de la joven modelo, sino que ésta tiene que aparecer menos deseable que la poeta, también, por los pequeños gestos cotidianos con que la poeta, y no Crawford, lo define a él como hombre especial para ella: ... ternura en la mañana besos en la nuca mientras dormís, cosquillas, risas, el sorbete en la cama, un poema de pronto, la idea para una ventura. En la medida en que logra la desmitificación de la supermodelo, Belli va mitologizándose a sí misma, culminando en una alusión a su odisea personal. ¿Qué experiencias te podría contar la Cindy Crawford que, remótamente [sic] pudieran compararse con las mías, qué revoluciones, conspiraciones, hechos históricos, tiene ella en su haber? Para concluir su autorretrato, Belli vuelve a hablar de otro de los rasgos ya retratados en los primeros dos autorretratos, su estado de mujer sensual y sexual. Ella, y no Cindy, es la mujer que siempre está lista para satisfacer los deseos de su esposo y, a la vez, los propios. Es una mujer con la experiencia que le permite hacer un juego erótico de cualquier encuentro entre ellos. Su sexualidad llega a tomar dimensiones mitológicas: Modestia aparte: ¿Será su cuerpo tan perfecto capaz de los desaforos del mío, brioso, gentil, conocedor de noches sin mañana, de mañanas sin noche, sabio explorador de todos los rincones de tu geografía? Para finalizar el poema, Belli insta al esposo a comparar entre ellas, a evaluar lo que tiene al alcance, y a venirse a acostar. Para concluir, por medio de estos tres poemas hemos visto una evolución entre sus autorretratos de juventud y el de madurez. En aquéllos Belli nos presenta un retrato limitado de sus rasgos físicos que en éste (el de madurez) redondea un poco. En cuanto a su personalidad y sus valores, en los primeros no se a cerca a ellos. No obstante, en el tercero nos presenta un retrato un poco más amplio; es una mujer que se resiste a las restricciones acostumbradas para la mujer en su sociedad, es capaz de compromiso con el futuro y valora a sus hijos, a sus amigos y su trabajo creador. Sin embargo, recordemos lo que señalara Herro Cecilia: que en el autorretrato “el autor-enunciador ecentuará ... las dimensiones de su personalidad que considere más reveladoras de la imagen de sí mismo.” La dimensión de su personalidad, que es una constante en estos tres autorretratos es su estado de mujer, y más, de una mujer sexual que se siente orgullosa de su naturaleza y capacidad de hembra enamorada.

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plástica

Pedro Escapa (Barcelona, 1966) es un artista plástico que desarrolla piezas y que al no sentirse satisfecho con ellas, les da una segunda oportunidad. Así, de un cuadro recorta partes para integrar otra obra y dar vida a un lenguaje que gana en fuerza visual. Si existe el desarrollo sustentable del arte, este es un ejemplo, donde el creador se complica más en el cómo que en el qué decir, para dar un resultado que busca la fidelidad hacia lo estético. Pedro Escapa reside en Guadalajara y ha expuesto desde 1997 en ciudades como Monterrey, Culiacán, Colima, Distrito Federal, Barcelona y Hamburgo. Variación de una Rosacruz.

Crónicas de metrópolis.

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Francisco Rojas Cárdenas [Guadalajara]


plástica

Cuentos chinos.

Alacena corte inglés.

Floreros.

Traslación.

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columnas Zona Freak

El signo de las cosas

Armando González Torres

Cuauhtémoc Vite

Raúl Renán El primer rasgo que asombra de la poesía de Raúl Renán es la proliferación de poetas que pueden encarnar en una sola persona. Este escritor ha recorrido las más remotas comarcas poéticas sin establecerse definitivamente en ninguna. El nomadismo poético de Renán ha sido fructífero y, en todas las estancias que ha visitado, ha dejado la constancia de su vocación y cuidado artesanal y la huella de un reposado equilibrio intelectual y vital. En la versatilidad de Renán pueden encontrarse varios rasgos comunes: la preferencia por la brevedad, el rechazo a la grandilocuencia, la capacidad lúdica y la búsqueda paciente de la palabra justa. Nada más lejano de su temperamento que la improvisación o la seducción por la moda y, si bien este poeta cultiva una eterna juventud y sus tonos son alegres y abiertos a la novedad, lo cierto es que su frescura se encuentra sólidamente cimentada en una sabiduría y un oficio poético ancestrales. Es mucho lo que puede destacarse de la poesía experimental de Renán, como su paráfrasis y, en ocasiones, parodia de géneros y obras; su descomposición y recomposición de los moldes clásicos en formas lúdicas e insólitas; su juego con las disposiciones visuales y tipográficas; su audacia en la búsqueda de innovaciones métricas y, en fin, todo lo que lo convierte en uno de los más jóvenes y vanguardistas de nuestros poetas. Sin embargo, es necesario recordar que en esta voz renovadora resuena un amor y un conocimiento profundo de la tradición y mucho de la poesía de Renán es un trabajo de reelaboración y glosa de géneros canónicos u olvidados, una voluntad de diálogo con las literaturas antiguas o con las fuentes más vitales del idioma, como lo demuestran Catulinarias y sáficas o Los silencios de Homero, en los que da cuenta de su filiación grecolatina, o De las queridas cosas, donde da una cátedra de soneto para después arriesgarse en nuevas formas. Llama la atención, en la trayectoria poética de Renán, la evitación, salvo contadas excepciones, del tono confesional, pues la intimidad del poeta Renán no está en las confesiones, sino en el trabajo cuidadoso con el lenguaje, en la delectación con las formas, en ese arte menor, en el más alto de los sentidos, que expresa su agradecimiento a la vida con la atención a lo pequeño y humilde, como ese bello poema dedicado al periplo de un papel tirado en la calle. Estamos, pues, frente al enamorado del oficio que requiere compartir su afición. No es extraño, por eso, que este poeta haya combinado su oficio con los oficios complementarios de editor, maestro y animador del diálogo literario, ya que, para suerte de muchos, la vocación de Renán no sólo se manifiesta en la página escrita, sino también en las formas más entrañables de la sociabilidad y la solidaridad literarias.

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Pesadilla en la calle del Degollado En mi tierna infancia, lo confieso, yo sí amaba a Capulina, a Chespirito, campeonísimos del humorismo blanco, y por supuesto a Clavillazo, versión mexicana de aquel personaje de Sholem Aleijem, Tobías el lechero, que fue a su vez raíz inicial del protagonista de Violinista en el tejado, y de Chaplin y Woody Allen; este Tobías, léase Clavillazo, es el prototipo del personaje que siempre sale derrotado, pero que alienta la esperanza encontrando en el humor un modo de resistencia para sobrevivir. En fin, el punto en común entre los aludidos es su capacidad para hacer humor sin tintes, ni rojo ni azul ni amarillo, simplemente blanco, de ése que a últimas fechas no se nos da porque estamos imbuidos en el sonoro rugir del cañón político, al que en mayor o menor medida todos contribuimos. Por lo anterior es que en esta entrega lo que trataré es de hacer escarnio de la desgracia ajena, no será la primera vez, pero sin llevar agua para ningún molino, ni siquiera para Arcediano, lo juro, que se muera ipso facto Cepillín si miento. Así que para disfrutar sabrosamente del chisme, vámonos situando en amena charla con un capuchino en mano o café latte, si les late, y a lo que te truje, Chencha. Entremos en materia. Los artistas e intelectuales, habrá que recordarlo, tienen un abierto compromiso con el rumor y la sospecha; lo cual está debidamente documentado en centenares de horas de videos apócrifos, y, gracias a tan empecinada cualidad, llegó a mis oídos el siguiente relato, a manera de graciosa anécdota que se propaló dentro de los pasillos y el emperifollado foyer del Teatro Degollado durante el más reciente Festival Cultural de Mayo. Resulta que conocido pianista español ( Joaquín Achúcarro) tenía fecha para venir a tocar con la Sinfónica de Guadalajara. Ya se imaginarán, se puso en marcha toda la maquinaria publicitaria para tal ocasión. Encargados de prensa atareadísimos fatigando los diversos medios con innumerables entrevistas a funcionarios de variopinto pelaje, presumiendo al pianista de talla internacional que vendría, aunque éste todavía se encontraba ausente de estas tierras por causas desconocidas a ellos, tomando en cuenta que faltaban unas cuantas horas para que iniciara la gran gala musical. Por su parte, Achúcarro, en el momento en que se desarrollaban tales acontecimientos en la Perla Tapatía, se hallaba en León, Guanajuato, cumpliendo otro compromiso. Todo lo tenía fríamente calculado. Tomaría un “libre” desde León y llegaría a buena hora para dormir en el hotel y ensayar por la mañana con la orquesta el mismo día del concierto. Pero como es frecuente que suceda, y eso lo saben bien las personas que se dedican a la promoción cultural, nada sale en tiempo y forma. Resulta que Achúcarro toma el taxi y emprende el camino a la diestra del chofer. Pasa una hora y

comienza el suplicio. El chafirete empieza a sudar frío. Primera parada estratégica a un lado de la carretera. Se baja el taxista. Transcurren algunos minutos. —¿Se siente bien? —pregunta el artista. —Masomens —quejoso, apenas responde el conductor. Se suben al auto y continúa la travesía. Avanzan unos cuantos kilómetros y al chofer le vuelve el sudor. Saca la cabeza por la ventanilla y suelta súbitamente el volante. Achúcarro entra en pánico pero reacciona y a sume el mando del automóvil desde su asiento. Aterrizaje forzoso; segunda parada estratégica. Arranca a toda prisa el auto con el ruletero acostado en el asiento trasero retorciéndose por la intoxicación que le causaron unos riquísimos tacos de tripas y Achúcarro conduciendo la improvisada ambulancia en que se convirtió el taxi. Llegaron a Guadalajara a las cuatro de la mañana. Achúcarro dejó al taxista en casa de unos parientes de éste, le pagó la dejada y buscó que otro libre lo llevara al hotel para descansar y tomar un baño antes de irse al ensayo con la orquesta a las diez a. m., donde por cierto continuaría su pesadilla. Ya en el Degollado, cuando se sienta al piano en espera de los compases del Concierto para la mano izquierda de Ravel, que era lo que venía a tocar, se escucha “El Generalife” de las Noches en los jardines de España, de Manuel de Falla. Interrumpe Achúcarro. Pregunta sobre el programa. Se hace un silencio muy incómodo. El director de la orquesta se disculpa; resulta que el concierto de Ravel no le sale bien a la orquesta porque apenas acababa de llegar la partitura; pues a tocar las Noches en los Jardines de España... La ensayan, y en el entreacto, alguien le dice que sí van a tocar el concierto de Ravel. El pianista, diligente, empieza a ensayar la cadencia del Concierto para la mano izquierda. Se acerca la misma persona y le comenta: “Qué bonito, maestro... ojalá lo pudiéramos tocar un año de éstos...”. Se vuelve extrañado Achúcarro y le pregunta: ¿Pero entonces, qué vamos a tocar?”. “¡Pues el otro, maestro, vamos a tocar el Concierto en Sol mayor de Ravel!” En resumen, invitaron a Achúcarro a tocar el Concierto para la mano izquierda de Ravel, pero como no le salía bien a la orquesta, interpretarían las Noches en los jardines de España y luego el otro concierto de Ravel, que no tenía previsto tocar para esa ocasión. Hermosa falta de organización, de información, de conexión de mandos, de... bueno. A lo que Achúcarro, con irónica elegancia, sólo contestó: “Por algo parecido se ha estrellado un aparato en Marte, por falta de... lo que unos llamaban centímetros y otros pulgadas”. Y esto fue lo que ocurrió exactamente con Achúcarro, o más o menos.


columnas A-palabra-dos Luis de la Peña Martínez

Algunas hipótesis acerca del recuerdo Recordar es como si despertáramos, no de un sueño sino en un sueño. Recuerdo que mi tía abuela, oriunda del estado de Aguascalientes, me decía con un bello arcaísmo: “¿Ya recordaste?”, para preguntarme si es que ya había despertado (aunque en realidad el tal “arcaísmo” era una forma dialectal de origen campesino usada en la provincia y su pronunciación correspondía a algo aproximado a: “¿Ya recorda’tes?”). Como lo expresan en español antiguo los versos de “pie quebrado” de las Coplas de Jorge Manrique: “Recuerde el alma dormida/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida/ cómo se viene la muerte/ tan callando”. El recuerdo, esa forma fragmentaria de la memoria que según una curiosa ley de la existencia, se vuelve más nítido e intenso conforme los años pasan y envejecemos. Aunque, ¿cómo saber cuál es nuestro recuerdo más antiguo? Este es un ejercicio de creación que suelo sugerir a mis alumnos cuando imparto algú n taller literario. Por ejemplo, Juan José Arreola nos brinda en La feria su recuerdo más antiguo en una prosa poética memorable (por bella y evocadora) que comienza así: “Si camino paso a paso hasta el recuerdo más hondo, caigo en la húmeda barranca de Toistona, bordeada de helechos y de musgo entrañable. Allí hay una flor blanca. La perfumada estrellita

de San Juan que prendió con su alfiler de aroma el primer recuerdo de mi vida terrestre: una tarde de infancia en que salí por primera vez a conocer el campo”. Imágenes o retazos de imágenes en que se nos insinúa una atmósfera o una serie de sensaciones vagamente entrelazadas: “imágenes congeladas” las llamará Walter Benjamin. En su Crónica de Berlín, antecedente de su otro libro Infancia en Berlín hacia 1900, dicho autor se preguntará acerca de los límites del recuerdo: “La infancia al no poseer conocimientos previos de ningún tipo, tampoco los posee de la vida (...) Hasta dónde pueden remontarse los recuerdos de un niño es difícil de saber. Dependen de muchas cosas: el tiempo, el ambiente, la naturaleza, el tipo de relaciones, etc”.Y de hecho nos presentará un recuerdo que podría ser uno de los “más antiguos”, o por lo menos uno de los más intensos: “... la más extraordinaria de todas las imágenes callejeras que presencié en mi primera infancia (...) lo fue (debía ser el año 1900) una calle tan extraordinariamente vacía de gente como mortecina sobre la que caía a chorros, con gran estruendo, una enorme cantidad de agua ininterrumpidamente. Se trataba de una pequeña catástrofe meteorológica en medio de la cual me encontraba yo. Por lo demás, aún no me he podido liberar del recuerdo de tan increíble

acontecimiento”. Pero ¿de qué modo se fijan los recuerdos, cómo es que perduran? ¿En qué extraña superficie o fondo quedan depositados para después aparecer lentamente o emerger de manera súbita dentro de uno mismo? Según Benjamin, recordar es como exhumar un cadáver o desenterrar un tesoro (la arqueología del recuerdo). Los recuerdos, me refiero sobre todo a los primordiales, nos acompañan para siempre; están con nosotros de por vida: de ahí, también, que les llamemos “vivencias”. Vivencias o supervivencias que pueden reaparecer de forma inesperada como bien lo ilustró Proust con aquella probada de magdalena. ¿Tiempo perdido o tiempo recobrado? Un recuerdo tiene vida propia, ya no depende de nosotros. Él vive en su propio universo: o, mejor dicho, él es su propio universo, gravita en sí mismo. Como esa escena al final de La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes (parecida a la de la película El ciudadano Kane de Orson Wells) en la que el personaje que agoniza se adentra en el ámbito de un recuerdo primigenio. Es el “Viaje a la semilla”, como titula Alejo Carpentier a uno de sus fabulosos cuentos, en el que el tiempo del personaje va a contramarcha del desarrollo del relato. Por lo que habría que concluir afirmando: el recuerdo no nos pertenece, nosotros le pertenecemos al recuerdo.

La dura realidad Víctor Cuchí Espada

De aquí en adelante Es grande la tentación de escribir acerca del pasado proceso electoral, el cual ha acaparado la atención de muchos, lo cual es una fortuna, pues nos iría peor si la respuesta al desbarajuste, en el que desembocó nuestro muy granado sistema electoral, hubiera sido la indiferencia. En este momento, los muy influyentes medios de entretenimiento, con una irresponsabilidad disfrazada de libertad de expresión, han establecido una interpretación oficial del fallo del Tribunal Electoral. Lo grave de éste fue lo coyuntural, la intervención del saliente presidente Fox, no la cantidad de precedentes que el tribunal prácticamente ha permitido para el futuro. Por ejemplo, la idea de que cada casilla deba ponderarse con separación y no como parte de un proceso general, como si en una elección de lo que se tratara es de ganar casillas y no de obtener el mayor número de votos. Sin embargo, hay otros temas en esta sociedad. Otros que ayudan a comprender y a conformar a la ciudadanía, pues, parafraseando a una campaña publicitaria, ésta se hace con las decisiones “de todos los días”. Deseo referirme a la forma como se vive económicamente en este país. No a la forma de

hacer negocios, sino a la forma como se reciben los servicios, como se consume. Los ejemplos pueden tomarse del universo de las anécdotas. Pongamos tres. ¿Se ha montado usted en un microbús? ¿No le llama la atención que en el instante que lo aborda pierde usted todos sus derechos como consumidor, cliente, incluso los civiles? Dejemos de lado a quienes han tenido la desgracia de sufrir un percance por culpa de un conductor de transporte público. Recordemos a las acciones de todos los días. Si un pasajero sufre un accidente, no hay qué hacer por la vía administrativa. En general, no hay manera de comprobar la prestación del servicio. Uno no existe como cliente. Por ello no se tiene derecho a protección legal alguna. Imagínese si las líneas aéreas operasen así. Ejemplo segundo. Su hijo se enferma; decide llevarlo a un hospital privado. Acto seguido, el chico debe quedarse para un tratamiento más profundo… y mas costoso. Al final, se halla usted a merced de la gerencia del nosocomio, y de pensar entre la salud del niño o sufrir un terrible quebranto patrimonial. ¿Cuántas veces hemos leído de personas que han

debido recurrir a la medicina social luego de ser expulsados de los hospitales privados? De ser sujeto de litigio, mejor ni hablamos. Pero, y sin ánimos de proponer la censura de la televisión, ¿no ha advertido que ahí puede ofrecerse cualquier cosa, independientemente de su eficacia como producto, que hasta puede mentirse sin cortapisas en los medios, sin que incluso las autoridades puedan siquiera exigir la aplicación de criterios de veracidad, ni que el televidente pueda protestar (salvo cambiar el canal a otro medio que hace lo mismo)? En serio, el espectro radioeléctrico está plagado de productos de dudosa eficacia, de mensajes de clara mendacidad. Y esto abarca a la propaganda electoral. Creo que la ciudadanía mejoraría mucho si terminara de una vez nuestra pasividad como consumidores. La vida económica es el reino de la arbitrariedad selvática. Creo que si nos organizáramos civilmente para incluso boicotear la basura que vemos y a veces recibimos como servicios, terminaría de una vez por todas con la impunidad de los poderosos en este país.

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Arqueología del recuerdo

Fernando de León [Guadalajara]

Slaobre

escritura

autobiográfica

E

n el ensayo “El arte de la biografía”, Marcel Schwob encontró la manera de recordar con mayor acierto la vida de todo individuo. El problema que Schwob plantea es el mismo que enfrenta cualquier biógrafo cuando pretende escribir sobre la vida de una persona que ha muerto hace mucho tiempo y sobre quien la historia, empeñada en dejarnos sus actos más valiosos, nos deja una lista de datos superfluos. Es la herencia de las ciencias que tienden hacia las ideas generales y Schwob aclara que el arte está en la parte opuesta, que solamente describe lo que es individual. No clasifica: desclasifica. Para hacer de la biografía algo verdaderamente significativo, debemos recurrir al arte e indagar, con esta mirada, dentro de la historia. Encontrar dentro de la vida los rasgos que son únicos e irrepetibles. Lucio, tío de un amigo, tiene el hábito de recoger cuanta pieza metálica se topa a su paso y la guarda con la convicción de que tarde o temprano les encontrará alguna utilidad. No sólo las guarda, sino que dispuso de una habitación como bodega con anaqueles donde intenta clasificarlas y ordenarlas, ya fuera por forma, coloración o función. Así, un tornillo es más cercano a un clavo, o a un chilillo, que a una tuerca o a una rondana. No colecciona fierros viejos, pues su idea no es venderlos según su peso, sino encontrarles una utilidad ya que han sido forjados para tener una función específica. Digamos que tiene espíritu de tornero, en vista de que en esa rama de la ingeniería mecánica en que debe repararse una maquinaria, si la refacción no existe como tal, debe inventarse y crearse con la ayuda de un torno o una fresadora. Sólo un tornero desarrolla esta habilidad de imaginar por la forma y el tamaño el funcionamiento de una pieza metálica dentro de un mecanismo. Como si el mundo fuera para el tío Lucio un rompecabezas, permanece atento ante la ocasión en que requiera volver a embonar la pieza extraviada en un lugar donde haga falta. Esta peculiaridad otorga un sentido muy especial a la vida de Lucio, le da una forma de ser, absurda para más de uno, especialmente cuando tuvo la necesidad de cambiarse de casa y su familia se negó a pagar otra mudanza aparte

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con todos sus anaqueles cargados de piezas raras. Entonces, debió abandonarlos. Le dolió mucho, pues había llegado a convencerse de que si el azar lo ponía ante tales piezas, su destino lo llevaría también a reacomodarlas y él no moriría hasta no haber utilizado la última pieza. Ciertamente, él no ha muerto aún, pero el azar le presenta más piezas que ocasiones de ubicarlas. Sin embargo, hasta la fecha no abandona su hábito. Y si un día en su caminar topa con alguna pieza metálica, la guarda y la almacena, primero en su memoria, para tenerla presente por si se llega a necesitar, luego en su nueva casa. Igual que Lucio, nosotros debemos estar atentos a esos rasgos extraños que tiene cada persona y que son inclasificables, pero en un momento determinado le dan un sentido a cada vida. Un poco más difícil es encontrarlos en nosotros mismos. Podemos apreciar la rareza en lo distante, en la otra persona, pero para nosotros nuestra propia actitud siempre es algo natural y convencional. Todo lo que hacemos nos parece normal y cotidiano. A veces somos tan distantes a nuestra propia persona que ni siquiera reconocemos nuestra imagen cuando la vemos en fotografías o en videos. Mucho menos analizar nuestro proceder y, dentro de él, nuestros rasgos únicos. En este espacio de La Manzana se brindará al lector el olvidado arte biográfico de ejercitar la memoria. Vivencias de personas que no necesitan por coartada haber logrado alguna proeza histórica para contar y compartirnos sus memorias. Aquí veremos cómo, para escribir una autobiografía, se requieren muchos ejercicios de introspección, muchas revisiones sobre nuestro carácter y nuestra forma de actuar. La historia personal de la vida, dónde nacimos, dónde hemos vivido, quiénes fueron nuestra familia, cuánto hemos estudiado, qué trabajos hemos desempeñado, a quiénes hemos amado; datos que por lo común implican a la mayoría de la gente, pues todos nacimos en algún lugar, algo hemos aprendido y a alguien damos nuestro afecto. Son, sin embargo, un punto de partida, una pista clave si hemos de descifrar cómo somos, cómo hemos sido y, tal vez, cómo seremos.


huésped de papel

reverso, revista literaria

r

Susette Hernández Madera, coordinadora editorial [Guadalajara] everso nace como respuesta a la inquietud que un grupo de amigos compartíamos: el interés por publicar y editar. El primer ejemplar de reverso vio la luz en noviembre del 2000, en la celebración de la XIV edición de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Desde entonces, reverso ha evolucionado de un pliego literario a una revista de 52 páginas. Es necesario, al hablar de los antecedentes de la revista, definir con claridad las dos etapas que ha vivido hasta ahora. La primera, que fue la gestación del proyecto en una publicación a manera de “hoja literaria”, un pliego a cuatro cartas doblado en cruz en papel bond a una tinta, con un tiraje de mil ejemplares, y lo que se denominó “nueva época” que inicia a partir de la impresión del sexto ejemplar en el cual la revista sufrió una transformación considerable, que aún hoy en día continúa fraguándose. Según la premisa de un difícil acceso a las publicaciones que entonces cohabitaban en la ciudad, reverso surge con la finalidad de dar a conocer el trabajo de jóvenes creadores. Desde el inicio nos hemos abocado a que la revista sea un espacio para la publicación de cuento y poesía. A partir del número 4, en la búsqueda por abrir nuevos espacios, se incluyó un apartado en el cual se busca dar a conocer la poesía de un país o de una región invitada, hasta el momento ha sido posible llevar a cabo este trabajo en relación con Francia, España, Eslovenia y Alemania, además de la región de Cataluña. El equilibrio entre los autores jóvenes pero con una calidad y un oficio notorios, con aquellos mayores de 35 años y que ya gozaban de una trayectoria forjada, fue el objetivo inmediato de esta nueva etapa, suscitar un ejercicio editorial plural y divulgativo de la creación literaria de hoy. reverso ha sido merecedora en dos ocasiones –en las convocatorias 2003 y 2004– de la beca “Edmundo Valadés” de Apoyo a la Edición de Revistas Independientes que otorga el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Para reverso el objetivo es claro: la promoción y la difusión de la literatura, preferentemente la escrita por jóvenes; tenemos como prioridad promover las expresiones creativas contemporáneas a través de un espacio dedicado a la generación entrante de autores al panorama literario –con apoyo en la plástica y la gráfica, mediante las ilustraciones de pintores y grabadores, así como del dossier de fotografía–, de la mano de aquellos que ya poseen un oficio y lugar en el quehacer cultural de todo el país. Hasta el momento se ha publicado la obra de más de doscientos escritores nacionales y extranjeros, así como el trabajo de 51 artistas gráficos, entre pintores y fotógrafos. Con ello se propone consolidar un proyecto editorial que dé cabida a expresiones culturales sostenidas en la relación literatura-plásticafotografía-diseño, que difunda la obra y respalde movimientos artísticos –mediante festivales o campañas colectivas– en la publicación. www.revistareverso.com revistareverso@gmail.com, re_verso@hotmail.com

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poesía

La barca (fragmento) Salen los cuerpos del abismo, ascienden como azufre solar; su resplandor atraviesa las aguas. Antonio Gamoneda

El fulgor se levanta desde el lado amarillo de mi sangre. Un puñado de clavos construye mi madero mientras los dedos buscan estrellas moribundas a las puertas del día que ya desciende. Y como si durmiera como si un beso de mujer me cerrara los párpados como si descansara tendido en un lecho de vapor me dejo conducir por esta barca que boga hacia la muerte. (¿He dicho beso? ¿he dicho barca? ¿he dicho muerte?) Escucho mis palabras como ajenas, como si mis labios las recogieran de algún sueño o del túnel que arroja, como un chorro, este golpe de letras. Suena sobre azoteas un saxofón lejano su melodía revela el pulso de mi cuerpo dibuja círculos dorados en mi frente y abre el ala del alma hacia espacios que no me pertenecen. Ah, la ciudad emerge bajo el sol casi muerto esta tarde caída saturada de ozono Jorge Souza [Guadalajara]

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poesía

Brindis por dos ciudades Digamos que desleídas, opacas, en el todavía acorde a lo planeado por el quiste al que cerebro llaman, apenas un par o poco más de siglos en ayunas. No es por dudar, bien lo sabe cada átomo de este valle tremendo que asume el rencor en sus belfos como una pequeña gripe de mosca. Y no, no es por fantasear que se lo digo. A trasnoche se aglutinan soberbios disfraces llameantes, altavoces, diuréticos para los enredados en pasos largos y ajenos. Será bueno ponerse a descansar la brizna de piojos que traspasa la médula de los huesos mal paridos. Brindemos: gangrena, atajos, megalómanos que toman la pistola a fin de parecer valientes sin nunca jalar del gatillo sino cuando se propicie la ventaja. A eso hemos llegado. Carlos Vicente Castro [Guadalajara]

Días Dejaba de pertenecerme La inabarcable sombra en la Ciudad El permanente exilio de los pájaros azules La ventana rota de una garganta a punto de encajarse en un mar que se ennegrece El infinito descansando en el borde de una pregunta El sabor de un paréntesis Dejaban de pertenecerme las cosas muertas Los días Las cosas muertas.

Ingrid Valencia [Ciudad de México] 20

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Patricia Medina [Guadalajara]

Nueva autora Mauxi Ornelas, poeta muy joven, nació en Tlaquepaque. Su libro Aseos, en coedición con la Dirección de Publicaciones de la Secretaría de Cultura y Literalia será presentado en la próxima Feria Internacional del Libro. De ahí, el siguiente poema:

Travesti Percibo tu aliento, papi tan cerca en el reflejo del rosario dios te salve reina y madre de las pelucas soy hija del señor con bigote y medias soy hija del señor(a) y la señora tu vida, papi una escuela siempre: el camellón… te veo, papi definitiva: tu aliento al jazmín de mamá mi novio, papi hoy te enterrará lo puñal que eres cuando baje la ventana estire el billete con Hidalgo ¿te subes? percibo, tu aliento, papi, desde la oscura cajuela los veo: ambos me aman deja que mi novio te toque por la entrepierna, papi toca el jazz. sudo la gota de aluminio en tus silicones me enrosco como los que te faltan hoy veo, papi, tu brillante escote… hagamos un cambio de lugar.

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entrevista

“La mejor canción es la que consigue un equilibrio” S

ilueta como sirena es la obra que Ricardo Zohn-Muldoon, compositor mexicano radicado en Estados Unidos, crea para la fundación Fromm de la Universidad de Harvard. El autor escribió un doble concierto inspirado en las canciones de Alfredo Sánchez, cantautor que radica en Guadalajara, Jalisco, de donde el propio Zohn es originario, y el estreno se llevará a cabo el 20 de enero de 2007 en el Alice Tully Hall del Lincoln Center en la ciudad de Nueva York. Alfredo Sánchez, compositor mexicano nacido en el Distrito Federal y avecindado desde su adolescencia en Guadalajara, a principios de los ochenta participó como compositor y guitarrista en el grupo de nueva canción Escalón; como guitarrista y laudista en el grupo de música medieval y renacentista Ars Antiqua. Tocó los teclados y la guitarra en la primera época del grupo de rock El Personal; fue director musical, arreglista, productor y compositor de la cantante Jaramar Soto. En 2005 editó bajo el sello independiente Discos Imposibles su disco debut como solista llamado Primeros Pasos con influencias brasileñas, mediterráneas, norafricanas, rockeras, bossanova, guaguancó, blues, cumbia, son, chacarera, brit-pop; algunas de las canciones contenidas en este álbum inspiraron Silueta como sirena. Zohn-Muldoon obtuvo el doctorado en composición por la Universidad de Pennsylvania, donde estudió con George Crumb. Ha obtenido becas de la Fundación Guggenheim, el Tanglewood Music Center, la Camargo Foundation y el Fonca. Desde 2002 es profesor de composición en la Eastman School of Music. En estas páginas se abre el camino hacia ese diálogo sorprendente (la música caleidoscópica de Ricardo Zohn interpretada por una orquesta sinfónica y la música melancólica y oscura de Alfredo Sánchez) entre dos compositores tan contrastantes y al mismo tiempo similares en otros aspectos. El camino de Alfredo Sánchez como músico tal vez se definió cuando una canción suya ganó, en 1981, el Primer Festival de Canto Nuevo del Canal 13 de la Televisión. No es precisamente ése el género en el que el compositor se desarrolla, pero un pequeño trazo le guiñó el ojo desde entonces. Si él no estuviera seguro de que éste es su camino, ¿sería entonces su perdición o su salvación? El punto de partida es, finalmente, su necesidad de componer. El detonante puede ser una imagen, un sentimiento, una frase que, intuye, se puede convertir en canción, una secuencia de acordes.

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entrevista con Alfredo Sánchez y Ricardo Zohn-Muldoon Karla Sandomingo [Guadalajara]

I

Alfredo Sánchez

¿Qué parte de tu proceso creativo es dolorosa y cuál gozoao? En mi caso todas las partes tienen algo de dolor y algo de gozo. Dolor, cuando no puedo cerrar una idea en la letra, por ejemplo; gozo, cuando encuentro una solución armónica o melódica. Dolor, cuando tengo que abandonar una canción a medias porque no la pude resolver; gozo, cuando termino una canción y creo que quedó bien. Dolor, cuando digo cosas que lastiman; gozo, cuando digo cosas que me alivian. ¿Dónde están las dudas? ¿dónde las respuestas? Las dudas siempre están en la mente y las respuestas en la acción. Soy alguien que tiende a racionalizar demasiado y, por lo tanto, a dudar demasiado. Pero en cuanto me pongo a trabajar van apareciendo las respuestas. Ahora, la duda es buena, es un estímulo para el intelecto, es algo que nos reta, pero no hay que dejar que nos deje inmóviles. Acabo de oír una canción de Jorge Drexler que se llama ¨Hermana Duda¨, donde dice algo así como: “qué bueno que siempre me acompañas, pero hoy, nada más hoy, dame una tregua”. En todo caso, la duda principal siempre es: ¿de verdad esto que estoy diciendo le importa a alguien más que no sea yo? Creo que hay distintas formas por las que uno se asoma al mundo; puede ser más racional o emocional, o incluso sensual. ¿Cómo lo refleja tu música? En mi caso es una mezcolanza de cosas. Como te decía, tiendo a ser muy racional y a veces –supongo que para mal– eso se refleja en mis canciones. Pero eso no quiere decir que no sea emocional cuando escribo. Me percibo como en una lucha constante entre el intelecto y la emoción, entre la cabeza y el corazón. Siendo autocrítico, te diría que a veces me falta más espontaneidad.


entrevista

Tu forma de componer ¿tiende a romper estructuras formales en la música o intenta expresar una emoción en el soporte musical que lo pida? Es lo mismo de antes: una combinación de las dos cosas. Eso de ¨romper estructuras formales¨ suena muy pretencioso, pero uno siempre trata de decir las cosas de una manera diferente o interesante, de un modo que no haya sido dicho antes exactamente así, y que la forma responda también a la emoción que se desea transmitir. Cuando se logra ese balance, es un triunfo. ¿Qué es más importante para ti, la letra o la música?, ¿qué acompaña a quién? ¿Dialogan la una con la otra o son una misma cosa? Mentiría si dijera que las dos cosas. Para mí la música siempre ha estado primero, aunque hay canciones que han surgido de la letra. Pero evidentemente la mejor canción es la que consigue un equilibrio o, como dices, un diálogo entre ambas partes. Independientemente de que toques guitarra, ¿cuál instrumento te gusta más? Aunque he tocado teclados en diferentes proyectos, disfruto mucho más tocar la guitarra. Quizás porque fue el primer instrumento que aprendí o quizás porque es un instrumento muy noble: te permite cantar mientras lo tocas, lo puedes llevar contigo a donde sea, puedes tocar melodías o armonías (¡o las dos cosas!), lo puedes percutir, en fin. También últimamente disfruto mucho tocar y componer en un instrumento de origen griego que se llama bouzouki.

¿Qué parte de ti es lo que es gracias al mundo de la música? Creo que soy lo que soy por causa y efecto de la música. No es lo único que me define, por supuesto, pero es esencial.

ricos a partir de ideas sencillas, la precisión, el ingenio y muchas otras cosas que quizá no pueden encontrarse en la vida real. Ésta se rige por fuerzas azarosas, difícilmente controlables, o comprensibles. No me interesa mucho el realismo en el arte, o lo “natural”, o lo ideológico. El arte puede darnos experiencias emocionales e intelectuales distintas a aquéllas del mundo real. ¿Por qué rehuir eso? No quiero decir que el arte sea un escapismo. Al contrario, es una manera de comprender el mundo, y nuestra humanidad con mayor profundidad: a partir de una experiencia construida por una persona para los demás. El arte surge de un acto de generosidad, del deseo de encontrar algo más grande que las propias limitaciones, de la ilusión de capturar el tiempo. Las obras de arte que amamos son nuestras anclas contra el caos

¿Qué preguntas te haces como compositor y cuáles te hacen sufrir cuando estás cantando y tocando? La principal ya la dije antes: ¿valdrá la pena esto que hago? Otra que me hace sufrir, pero que al mismo tiempo es un reto es: ¿cómo le hago para decir eso de un modo distinto al que ha sido dicho? ¿Qué podrías sacrificar? Dejar de componer, dejar de escribir letras, dejar de tocar o dejar de cantar. Podría dejar de escribir letras y quizás podría dejar de cantar, pero no de componer. Alfredo tiene más de 20 años dedicando su tiempo a la música y a su trabajo como promotor de la cultura en una exitosa revista radiofónica, “Señales de humo”, en Radio Universidad de Guadalajara. De seguro ahora su tiempo lo dedica también a ponerse gozosamente nervioso y prepararse para su viaje a Nueva York.

(Aprovecho y le hago preguntas que hice para Alfredo sobre el rompimiento de estructuras y la emoción contenida en una pieza). Todo lo que exprese una emoción genuina implica en cierta medida una ruptura o modificación de lo aprendido. La estructura formal y la técnica en su sentido más profundo son parte del mismo acto creativo que alberga la expresión emocional. No concibo componer de otra forma. Si la música que compones fuera una parte de tu cuerpo, ¿cuál sería? Mi papá decía: “La emoción y el intelecto vienen del mismo lugar”, pero nunca me dijo a que lugar se refería.

Si la melancolía que se refleja en tu música y en tus letras fuera una parte de tu cuerpo, ¿cuál sería?. La sangre. ¿Qué harías si no fueras músico? ¿Qué lograría que sobrevivieras sin la música? Yo creo que escribiría. No sé si sólo sobre música o sobre otras cosas. Me gusta la crónica, me gusta el periodismo (a lo que también me he dedicado, por cierto). Pero quizás también podría ser jardinero. ¿Cómo podrías trazar la frontera entre el compositor y el que toca arriba de un escenario para sí mismo y para los otros?. Son cosas diferentes pero que se complementan. Encerrarse en el estudio y componer o tocar para uno mismo es un gran placer egoísta. Subirse al escenario es más generoso, pero contiene más riesgos. La frontera está entre la generosidad y el egoísmo, pero también entre la introspección y el alarde, entre la reflexión y la puesta en común. ¿Quién eres arriba del escenario que no eres abajo? Creo que soy el mismo. En todo caso la pregunta podría ser: ¿quién soy en la música que no soy en otras actividades? Aunque tampoco tengo una respuesta para eso, ja, ja.

II

Ricardo Zohn-Muldoon

Pareciera que la mirada de Ricardo para observar al mundo es silenciosa, serena, meticulosa. Pareciera que la música de Ricardo se detiene en las minucias, en las miniaturas, en aquella luz que para otros es imperceptible. Me imagino al compositor metido en un estudio –el único lugar donde no hay caos– y hundido en la búsqueda del inicio del laberinto que lo hundirá a un universo propio surgido de una frase musical que aparece ante sus oídos como un sueño, un hallazgo, casi una epifanía. ¿De qué manera se refleja en tu música tu visión del mundo? ¿Lo miras con cuidado, con una lupa, como pareciera que expresa tu música de su realidad, su propio universo? En mis composiciones intento lograr claridad de expresión, la construcción de significado(s)

¿Cómo podrías trazar la frontera entre el compositor y el que toca tu música? ¿Hay una cierta coautoría, un retrato fiel de lo que tú escuchaste en tu mente cuando escribiste, o no, o has tenido hallazgos? A diferencia del jazz y otras manifestaciones musicales en que la improvisación juega una gran parte, la frontera entre compositor e intérprete es muy clara en la música clásica. Ambas partes tienen un ámbito creativo, pero no es el mismo. Como compositor, considero mi responsabilidad escribir con todo el detalle necesario para comunicar la obra. El intérprete es responsable de ofrecer una lectura interpretativa personal, cuidando de no distorsionar la intención expresiva de la obra. Si no fueras músico ¿qué otro oficio lograría tu supervivencia en el mundo? Sería lector, e intentaría escribir. ¿Necesitas la música para ser quien eres? Sí, definitivamente. El idioma (o idiomas) que hablamos configura nuestra estructura mental, y por ende la manera en que nos relacionamos con la realidad. La música es similar a un lenguaje, pero mucho más amplio. El pasar tantas horas al día pensando “en música” seguramente afecta cómo soy.

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Aparto el viento

Caminata de la Sierra de las Navajas, ejido Nopalillo S

i cada caminante da un paso sobre otro en una vereda angosta, como aquel que va más arriba marcando el rumbo, entonces ¿ven la misma realidad los que van atrás? Tienen el mismo clima, el mismo escenario, la misma hora sin importar los minutos, el mismo ritmo armónico, hasta la misma conversación. Pero cada quien lleva pensamientos distintos. Pasamos esa mañana por el Ejido Nopalillo, muy cerca de Tulancingo, en el estado de Hidalgo. El comisario ejidal nos permitió la entrada por los terrenos comunales hacia la Sierra de las Navajas, llamada así por la cantidad de depósitos de obsidiana que guarda desde el ras de la tierra hasta varios metros en el fondo de ella. Esa zona durante la etapa precolombina era una proveeduría de la materia prima hacia Mesoamérica para hacer lo mismo espejos de obsidiana, donde se puede ver la verdadera naturaleza de quien se refleja en él, como puntas de flechas, navajas prismáticas, figurillas antropomorfas, joyería y cuchillos. La obsidiana es un vidrio volcánico semitranslúcido y oscuro producido cuando la roca ígnea fundida (magma) sale a la superficie

Mario Corsalini [Ciudad de México]

El Ejido Nopalillo se encuentra entre Pachuca y Tulancingo. El Rancho Santa Elena está en Acatlán, en el estado de Hidalgo. www.santaelena. com.mxa

terrestre (lava) y se enfría tan rápidamente que sus iones no tienen tiempo de cristalizar. La piedra se encuentra de color negro, o verde y café oscuro, o con varios matices entre estos colores. Aun en la colonia se siguió usando en faenas de corte de magueyes, en la joyería y en ritos paganos. En la cultura mexica existen dos deidades que tienen una naturaleza directamente relacionada con estas piedras, Tezcatlipoca (el que tiene el espejo humeante de obsidiana) e Itzpapálotl (la mariposa de obsidiana). Caminábamos pisando la obsidiana como quien pisa piedras en otras veredas. Hay un gran contraste entre el color café de la tierra y la presencia de la obsidiana negra saliendo a ras del suelo. Cuando empezamos a avanzar esa mañana, el guardia de la entrada nos conminó a no llevarnos nada, a dejar todo en su lugar. Para nuestra sorpresa es una zona muy limpia, aun cuando muchas personas la visitan. De allí nos dirigimos al Rancho Santa Elena, en una jornada larga. Íbamos hacia Acatlán, cada quien con una realidad distinta en la cabeza. Pasamos por una zona de piedras que llaman

“La Encantada”, con formaciones caprichosas de unos 4 metros de altura que parecen testigos del andar de la gente. Seguimos un río limpio que nos llevó a una cascada con una caída como de 30 metros hacia una poza paciente. Varias horas seguidas de caminar nos hermanaron más. Allí nos encontramos con el dueño del rancho que andaba con un grupo de ciclistas de montaña. Estábamos dentro de una propiedad privada que se erige como una reserva ecológica de más de 1,000 hectáreas, con la mitad del territorio reforestado arduamente, buscando detener el desgaste por siembras constantes de maíz en el pasado. Finalmente, llegamos a una laguna con agua abundante que marca el final de la caminata. Allí muy cerca, en el corazón del Rancho, hay unas cabañas que se rentan. Se ve un escenario con conciencia ecológica que incluye diferenciación de basura y sistemas de tratamiento de aguas residuales. Comimos escamoles y barbacoa. El café nos lo invitó el amable señor Campuzano, dueño del Rancho Santa Elena.

Trae tu poema, comparte el micrófono y celebra con nosotros la nueva época de La manzana, cultura sin fronteras

Te invita a participar en:

La noche de los poetas espontáneos Moderan: Ingrid Valencia y Fernando de León

Octubre 2006

El 23 de octubre del 2006 a las 20:00 h en LA TENTACIÓN Prisciliano Sánchez 790, entre Camarena y Rayón. En Zona Expiatorio a dos cuadras de la Plaza Expiatorio Colonia Americana 38 25 55 86.


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