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Los retos de una latina conductora de buses escolares: dentro los estudiantes y afuera el tráfico
Yuliana Montiel
Los días de Rina Cisnero comienzan muy temprano, a las 5:00 a.m. se prepara para salir a trabajar como conductora de buses para las Escuelas de Charlotte-Mecklenburg (CMS), en donde está desde hace tres años.
Desde el inicio del año escolar, Rina recibió su ruta (un documento que le indica las paradas escolares asignadas). Para este período, se le asignó dos rutas en el horario de entrada y tres para las salidas de clase. Antes del amanecer de lunes a viernes, se prepara para cumplir con todas las paradas. La primera de estas comienza a las 5:40 a.m. “Ya a las 10:00 suelo terminar con mi jornada diurna, entonces me voy a mi casa y regreso a la parada a la 1:00 p.m. para la salida de los estudiantes, usualmente salgo a las 5:30 p.m., pero debido a que faltan choferes, por ahora no tengo horario de salida”, señaló.
Esperó seis años para hacer realidad su meta: conducir buses
Rina se mudó de El Salvador a Estados Unidos en 1996. Vivió en Nueva York, donde trabajaba en una fábrica. Relata que desde que vio los primeros buses en la Gran Manzana admiró este oficio, pero fue en el 2012 cuando comenzó a hacer todo lo que estabas en sus manos para co locarse detrás del volante.
“Yo siempre me quedaba viendo los buses y me quedaba sorprendi da pensando ‘si él puede manejar el bus, yo también puedo’. En ese mo mento y en esa ciudad no vi que hu biera otro latino haciendo esto, tam poco había muchas mujeres, pero yo no vi esto como un impedimento”, contó.
Gracias a su esfuerzo, Rita obtuvo su licencia y trabajó como conductora de buses durante 6 años. Al mudarse a Charlotte, hace tres años, decidió que continuaría con este oficio. Se preparó y estudió para aprobar la prueba escrita y práctica de conductor de autobús escolar de Carolina del Norte.
Lidiando con estudiantes y conductores agresivos
“Las dificultades para un chófer de autobús son los peligros que existen en la carretera. Uno tiene que andar pendiente todo el tiempo porque uno anda con niños. Siempre tiene que andar viendo la carretera y viendo a los niños”, explicó.
Respecto a la seguridad de los estudiantes, Rina asegura que el mayor peligro para los niños son los conductores agresivos, quienes no respetan las señales de “Pare” o tocan su bocina para apurar a los jóvenes o al chófer del bus.
“A veces se pasan en el sentido contrario. Entonces tiene uno que estar atento todo el tiempo en todos los sentidos, porque en un descuido podría pasar un conductor, por un lado, ya que lamentablemente hay conductores que no tienen paciencia y los buses tienen un límite en la velocidad, se manejan hasta 45 millas por hora, de allí uno no pasa este límite”, explicó.
“Somos conductores y no maestros”
Rina asegura que se siente mucho más cómoda conduciendo un bus que un vehículo normal. Sin embargo, lo único que en ocasiones le produce incomodidad son los problemas que se presentan con los adolescentes, cuando estos desobedecen las normas para un buen comportamiento en un autobús escolar.
“Nosotros somos conductores y no maestros. Entonces hay situaciones en las que no podemos involucrarnos porque nuestra tarea es llevar a los niños sanos y salvos a su casa. Lo único que podemos hacer es detener el bus en un área segura y pedirle que cumplan las normas del bus, pero aunque a veces qui- siera separar a los niños para que no se peleen, nosotros no podemos separarlos. Entonces lo que hago es decirle a los niños más grandes que los separen y pedirle a los niños del conflicto que se sienten”, lamentó.
Pocas latinas detrás del volante de un bus escolar
A pesar de las dificultades del oficio, Rina asegura que desde hace nueve años se encuentra cumpliendo su sueño de manejar un bus, lo que la motiva a esperar a sus estudiantes todos los días con una sonrisa y a darles siempre los “buenos días”.
Actualmente, CMS cuenta con 893 conductores. De estos, solo 13 son latinos.
“A veces escucho llamadas porque las compañeras no entienden lo que los niños les están diciendo y me llaman para que yo le pregunte a los niños la información básica como el nombre y el apellido, por eso considero que sí es importante saber los dos idiomas”, dijo.
Luego de los padres y antes de los maestros, Rina es el adulto con quienes algunos niños y adolescentes comparten la experiencia de ir a clases.
“Hay algunos niños que vienen de hogares tempoprales y ven en mí la empatía que algunas veces no tienen allí. Entonces verlos animados a seguir yendo a clases es importante para ellos y me llena de alegría cuando termina el año o cuando en Navidad me dan detalles para mostrar su agradecimiento por llevarlos a clases. Es lindo saber que se dan cuenta que estoy allí”, concluyó.