Manual de diseño editorial Jorge de Buen Unna Diseño y diagramación: Laura Perilla Interpretación: Laura Perilla Impreso en Bogotá, Colombia Noviembre, 2011
Manual de Dise帽o Editorial Principios de Formaci贸n
Jorge de Buen Interpretado por Laura Perilla
Principios de Formación
Introducción
Bajo el triste pero ineludible pretexto de la economía, los libros modernos se diseñan con un enfoque utilitarista. La tendencia a aprovechar al maximo los materiales, especialmente el papel, atenta conta la función. Suceden cosas raras que ilustran cómo hay editores que han perdido el norte.
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Principios de Formación
Número de caracteres por Línea
En el estudio de la legibilidad, uno de los primeros factores a ponderar es la longitud de los renglones. Existen diversos criterios para establecer cuáles son las medidas mínimas, óptimas y máximas de los renglones, sin que transluzcan evidencias de consenso. Según Josef Mü11er-Brockmann, “una regla establece que se ha logrado una anchura de columna favorable para la lectura cuando se colocan, por término medio, diez palabras por línea. Esta -dicees una norma válida en los textos largos”. Antes, el mismo autor afirma: “Según una regla empírica, bien conocida, debe haber siete palabras por línea para un texto de cualquier extensión”.
De acuerdo con Emil Ruder: “una línea de 50 a 60 letras es fácil de leer”. 51 Por su parte, algunos editores angloparlantes aplican el criterio de las siete palabras como “regla de la mano”. Definir la extensión de los renglones es una de las tareas críticas en el plan editorial, porque la cuenta de caracteres por renglón incide en que un libro fatigue en mayor o menor medida a sus lectores. El lector recibe un estímulo cada vez que termina un renglón. Cuando las líneas son demasiado anchas, esta estimulación sucede escasamente y la 7
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lectura resulta ardua. Si, por el contrario, los renglones terminan demasiado pronto, el lector debe hacer un esfuerzo excesivo para mover el ojo de un lado a otro.
lectores se les deben presentar los mayores estímulos, mientras que para los altos lectores se podrá, por ejemplo, llegar hasta el máximo de 80 caracteres por renglón.
Es común encontrar libros con más de 70 caracteres por línea. Mientras no exceden los 80 golpes, son bastante tolerables. Ahora bien, si los párrafos son extensos, es prudente evitar las líneas largas. Las revistas, los diarios y el material publicitario deben asirse a los óptimos, según el procedimiento aritmético arriba mencionado, ya que es indispensable que seduzcan al perceptor. Por esa razón, estos impresos se suelen dividir en dos o más columnas.
Es importante tomar en cuenta que la longitud de las líneas debe afectar la separación vertical entre ellas. Mientras más largo sea un renglón, mayor deberá ser la interlínea, y vice-versa; en caso contrario, hasta el ojo más entrenado perderá constantemente el lugar donde debe continuar la lectura.
Podemos hablar de lectores con alto nivel de entrenamiento y lectores con bajo nivel de entrenamiento; o bien, para abreviar “altos lectores” y “bajos lectores”. Los criterios de legibilidad no pueden ser fijos, sino dependientes de la obra que ha de formarse y, por lo tanto, de sus destinatarios. A los bajos
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Número de caracteres por Línea
MINIMO ÓPTIMO MÁXIMO
Bajos Lectores 34 45 60
Nostio del inci eugait, volorer ostrud te venim adip ex ea coreet, sum dolore consequissi tat. Lorper sum nit accum numsan henis ex er at, se core eu feugiam, quis adigna feuissequate te tio eugait ad ea core velessi. Estrud eum dolobore minim nonumsa ndipsummy non henibh er sumsan volorer ciduisit ad ming ea augue dolobor atet, vel ex enis adipisis dionsenim zzriuscil eraesed et praestrud te
Altos Lectores 45 60 80
Unt nim dipit, senit, vullut delendr erostrud digna feu feum velisim dolor ad tetummy nim veriliq uamconsectet ipit praesto exero od magniamet, velesto odio odion ulla faccum alit lan henim doloreet, consequat. Dui ese tion vel dui ercincil dipsusci blaor si. Feugue vullam, quamcommy nullumsandre del ex ercing esectet, vel dit lutatio commy nostrud eleniamet am, quam, quis ad tie dolorper sequismod modiam euipsumsan henibh exer sequat lum quisim zzrit ing ea faciduis nonsecte ming esed magna feum voloreet veliquat. Ut nos eugiam, vulput ad et vel eliquatue te digna facin velit at praesen diamet, si tie
La columna de la izquierda está en el nivel mínimo y presenta algunas líneas abiertas. La columna de la derecha está compuesta en el óptimo, lo que le sa un aspecto muy agradable.
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Columnas
Para evitar los renglones largos, los amanuenses ya hacían divisiones en columnas. De esa manera podían emplear papeles grandes con caracteres pequeños; sacaban el mayor provecho de la superficie sin sacrificar la legibilidad. Las propias biblias de Gutenberg, impresas a mediados del siglo XV, estaban formadas en dos columnas con un amplio corondel entre ambas. Por sus amplios formatos, los periódicos han recurrido a la composición en múltiples columnas. De ahí se derivó la popularización, comprensión y mejoramiento del recurso.
La división en columnas no es, en principio, un recurso estético. Sigue propósitos eminentemente prácticos en la búsqueda de la mayor legibilidad. Sin embargo, es cada vez más común que se aplique en forma incorrecta. Una columna demasiado estrecha provoca efectos indeseables: Como dije antes, uno de estos es el movimiento excesivo de los ojos, fomentado por los saltos constantes desde el final de un renglón hasta el principio del siguiente. Además, existen otras cortapisas, más esquivas para el neófito, pero no menos importantes. La primera se relaciona con la destreza al leer: La mayoría de los impresos se 11
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destina a lectores que tienen la facultad de leer frase por frase. Las columnas angostas, por tanto, obstaculizan el reconocimiento de las frases, pues dan lugar a que una composición simple quede disgregada en tres o más renglones. Aparte, cuando deben justificarse a ambos lados, las columnas estrechas hacen ostensible un fastidioso problema técnico: Como la justificación se realiza manipulando los espacios entre las palabras, mientras más vocablos hay, mejores posibilidades tiene el oficial para controlar las líneas. Si hay pocas palabras por renglón, se corre el riesgo de que aparezcan las ilegibles y horripilantes líneas abiertas, ya sea porque las palabras se han distanciado excesivamente o porque han sido ampliadas las separaciones entre las letras. El recurso más importante para justificar o ajustar cualquier renglón es la división silábica. No obstante, existen muchas restricciones en el uso del guión. El compositor tipográfico debe probar una y otra vez con diferentes
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combinaciones, pasando sílabas de una línea a otra, según las reglas. Los escritos deben ser revisados renglón por renglón, aun si están hechos con los programas de cómputo más avanzados. La división silábica sigue reglas precisas y deja poco lugar a ambigüedades. Por avanzado que sea el algoritmo del programa de auto edición, sigue haciendo falta el buen ojo del editor. La capacidad de dividir los textos en columnas es un magnífico poder; pero debe usarse con cautela. El principiante que apenas lo descubre suele sucumbir ante su encanto; las líneas abiertas son apenas lo más notable entre una larga lista de desbarros. El llamado “estilo tipográfico internacional”, nacido en Suiza al final de la década de los cincuenta, popularizó las líneas de texto quebradas. Este tipo de composición, cargada a la izquierda, hace posible mantener una separación constante entre las palabras. Al final del renglón solo se cortan aquellos vocablos demasiado extensos, pero se procura
Columnas
en cierta medida evadir el uso de guiones. Pero en español, al contrario de lo que sucede con otros idiomas, como el inglés, los guiones no interrumpen de manera importante el flujo de la lectura. La única razón por la que pudiera eludirse un corte de palabra es la repetición de signos, ya sea al principio o al final de los renglones. Este es otro problema que surge solamente en las columnas angostas. Si varios renglones consecutivos terminan con guión, el rectángulo tipográfico exhibe un efecto ingrato. Como regla general, debe evitarse la aparición de cierto número de guiones consecutivos, como veremos más adelante. El diseñador ponderará, sin embargo, cuál de los males es menor: permitir la aparición de una línea abierta o recurrir a un guión extra. El problema de los finales idénticos en renglones consecutivos no se presenta sólo con los guiones. En ciertos casos puede haber 2 o más renglones con final idéntico.
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Márgenes
Parecen existir abismales diferencias culturales en la percepción del espacio blanco, aquel sobre el cual se construye la forma tipográfica. En Latinoamérica, el espacio vacío suele identificarse como una ausencia de signos, una inexistencia que debe superarse. Por el contrario, en Europa suele verse como una fuente de luz y, en cierto modo, como un signo por sí mismo. El margen ha ido perdiéndose gradualmente durante los últimos decenios bajo la bandera de precio máximo sobre costo mínimo. Desde luego, a los empresarios les asiste el derecho
de obtener la mayor utilidad de su trabajo, pero los lectores han pasado a un lamentable segundo plano. Los medios impresos están perdiendo batallas frente a los medios activos, como la radio, el cine y la televisión; y ello se debe en parte a la visión utilitarista de este fin de siglo. Lo patético, es que los libros se han convertido en artículos cada vez mas costosos; y las razones de esto es que los negocios de hoy procuran obtener la máxima ganancia con el menos riesgo, basándose para ello en reducir los costos indiscriminadamente. El 15
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1 2 3 4
Evitar que partes del texto se pierdan al cortar el papel.
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Dejar una superficie sin texto para la manipulaci贸n de la p谩gina. Ocultar tirada.
posibles
impresiciones
en
la
Evitar que la encuadernaci贸n obstruya la lectura.
Márgenes
resultado comienza a hacerse tangible con la perdida de calidad en los procedimientos de impresión y en los acabados, debido a que se emplean materiales ligeros y poco resistentes, manipulados a velocidades de manufactura e impresión tan altas, que hacen muy difícil el control de calidad, se encuaderna con pegamentos quebradizos y sin hilo; se emplean para las cubiertas cartulinas suaves que absorben la humedad y se comban al contacto con la piel; y se desdeñan además, las guardas y las hojas de respeto. Por si ello fuera poco, algunos editores han reducido su nómina eliminando compositores y, por supuesto correctores gramaticales y correctores técnicos. Y esta es tan solo una encuadernación sucinta de los vicios que la modernidad ha traído a la industria editorial. Para cumplir con estos cuatro determinantes no se requieren márgenes amplios. En el acabado, los cortes normalmente quitan uno o dos milímetros en cada lado del papel;
sin embargo, esta medida puede llegar a ser superior a los 5 mm, dependiendo de la materia prima y las diversas manipulaciones de los pliegos. La encuadernación exige un análisis particular, ya que existen muy diversas técnicas. Sin embargo, es precioso adelantar dos efectos que son determinantes para el diseño de los márgenes. El primero se relaciona con las encuadernaciones al caballete y el segundo, con todos los tipos de encuadernaciones. Cuando el volumen se imprime en cuartos –como la gran mayoría de las revistas-, el cuadernillo se forma apilando las hojas en un caballete, para pasar después al cosido, que ordinariamente se hace con grapas de cobre o acero. En este casi, queda en el lomo una considerable acumulación de papel; tanto como la mitad del espesor que tiene el volumen terminado.
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Párrafos
Ahora me ocuparé de algunas entre las muy diversas formas que pueden tomar los párrafos. Para indicar el comienzo de un nuevo párrafo, cuando los textos se escribían a renglón seguido, se empleaba un calderón (¶) -o algún ornamento- que comúnmente se pintaba en color rojo. Antes de la invención de la imprenta, el trabajo de aplicar ese segundo color -al igual que las labores de encuadernación- solía hacerse fuera del taller donde se habían estampado los textos. Era normal que los clientes recibieran del impresor un paquete de hojas extendidas con indicaciones marginales, destinadas a
facilitar el trabajo de los encuadernadores y espacios para los signos rojos o rúbricas. El propio Pedro Schoffer, quien fuera empleado de Gutenberg y luego yerno y socio de Fust, descubrió que las rúbricas podían imprimirse con moldes de madera o metal, y así se hizo en algunas ediciones; pero lo normal era que las imprentas se limitaran a tirar solo el negro. Durante la Edad Media se inició la práctica de comenzar cada párrafo en línea aparte. A pesar de eso, la costumbre de empezar la línea con un calderón prevaleció durante mucho tiempo, así que el copista o el 19
Principios de Formaciรณn
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Lortis dolendiam nibh ercing erillum modolor am, quat alit adigniam, vel dolum verci ea faccum augue diat eugait ing exer autem amet, quamet volobor sendrem vullam ipis alit la Pรกrrafos separados
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Párrafos
impresor dejaban al rubricador un espacio en blanco antes de la primera palabra. Según la capacidad económica del cliente, el artesano cubría con ornamentos los espacios blancos del volumen: desbordaba los márgenes con fantasías arborescentes que partían de las iniciales de capítulo y de muchas otras mayúsculas importantes; insertaba las rúbricas y a veces completaba los renglones cortos con grecas policromas. Pero también era muy común que los libros se quedaran sin rubricar, así que los lectores se acostumbraron a ver un espacio en blanco en el comienzo de cada párrafo. Pronto se descubrió la conveniencia de sangrar así, deliberadamente, los primeros renglones, de manera que el accidente se convirtió en regla. No obstante, muchos diseñadores han buscado maneras de evitar las sangrías, como son los siguientes casos:
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Párrafos separados Párrafo Francés Párrafo Epigráfico Párrafo quebrado o bandera
Los anteriores son métodos más eficaces para presentar los párrafos; sin embargo, hay otras formas, numerosas, que aunque resultan inferiores en legibilidad, pueden emplearse para dar variedad a ciertos impresos. Muchos de estos sistemas alternativos han nacido de la intención de conseguir una simetría que no existe en los básicos, con excepción del párrafo epigráfico.
• Párrafo Ordinario • Párrafo Moderno
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