celu

Por Eduardo Perfecto Brito

Una recarga bastaría para ser feliz. Un diminuto aparato que no tenga que esconderlo de ustedes. Una pequeña tarjeta, donde me roben con mayores oportunidades, donde me estafen, pero pueda sentir, encerrado, libertad.

Un pequeño aparato, donde escuche a mi hijo decirme “buenos días, papá”, donde le diga a mi esposa que la amo y me duerma con su imagen grabada en mis pupilas o tatuada en el corazón.

Un pequeño aparato que controle mis emociones y mis actos, aunque para ello tenga que responder con la invisibilidad de mi buen comportamiento.

Que me controlen las entradas y salidas, o el lenguaje sentido que utilizan ellos para nombrarnos en un asado domingal. Un teléfono que sea el privilegio de buena conducta o un “¡no!” al delito y a las drogas. No tendrían gastos, solo tendrían que pensar en algo que fuera un estímulo ganancial. Pero les rompemos las ganancias de la entrada. Esas que llegan cuando te descubren el Merequetengue y lo venden en otra unidad. Tendrían que pensar tan solo en un sistema, pero no quieren trabajar. Cómo aprender del trabajo y de la conducta si tener un celular es ilegal.