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la basura por
from La Resistencia Nº22
by Taller Colectivo de Edición: La Resistencia, Los Monstruos Tienen Miedo y Desatadas
cristian gomez
haberse ido hacía ya dos años, Nahuel volvió tres meses atrás, con todo lo que eso implica, como la amargura de no ver a sus seres queridos o la certeza de que vas a pasar un tiempo en la cárcel. El segundo WhatsApp se lo mandó al gitano, un viejo bonachón y fumón, que vivió con él en un pabellón y se hizo querer.
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Al día siguiente, Ariel fue a la facultad, lugar neurálgico de la cárcel de Devoto, donde los pibes de todo el penal se reúnen a realizar talleres y diferentes carreras universitarias. Ahí pudo entregar las cartas a dos amigos que estaban, uno con Nahuel en planta 3 y, el otro, con el gitano en planta 2.
Con eso Ariel ya fue feliz, sabe cómo están hoy las cárceles en su país, Argentina. Hasta en Devoto, la única cárcel de Capital Federal, al preso el sistema no lo ayuda, solamente otro preso ayuda al preso y, en la mayoría de los casos, es contra este infierno. Pero lo mejor para Ariel estaba por venir. Nahuel lo había llamado al pabellón para agradecerle, pero como en ese momento Ariel se estaba bañando, no atendió.
Al cuarto día del hallazgo, Ariel, en lugar de despertarse a las 8 am, se despertó a las 7 y ya no pudo pegar un ojo. El pabellón era una tumba, ya que con el frío del invierno se transforma en un freezer, por eso los muchachos se tapan hasta la cabeza y en ese horario duermen todos profundamente. Ariel se levantó de un salto y se fue a duchar, se abrigó y se dispuso a guardar su teléfono. Pero, justo antes de apagarlo, decidió leer dos mensajes del día anterior. El primero era de Nahuel y decía: “Gracias, hermano, por rescatarme la carta y mandarla, era de la flaca, mi jermu. Hace tres meses, cuando pinché, se bajó del trucho, pero en esta carta me dice que me extraña y que la anote para visita. Gracias, amigo, cuando pueda bajo a la facu y hablamos, me salvaste la vida”. Ariel no lo podía creer, y menos aún cuando leyó el segundo mensaje que, como ya se imaginarán, era del gitano: “Ariel, amigo, te quería agradecer lo de la carta, pensé que se había extraviado en el correo. Me quería matar porque es una carta reimportante para mí, se la escribí a Naty, mi hija, y le decía cosas que no me animé a decirle en la visita. A ella nunca le conté de la carta, porque ya la daba por perdida, amigo, y no me animaría nunca a hablarle de los temas que le hablo en esta carta. Ahora se la voy a dar en la mano, porque desde acá no llegan. Bueno, amigo, no sabés lo bien que hiciste”.
Ariel se detuvo cinco minutos, cinco minutos eternos en los que revivió los últimos cuatro días y todas sus emociones vividas: bronca, tristeza y, al final, alegría, felicidad y orgullo. Porque razonó que no solo luchó contra un sistema perverso y ganó a su modo, sino que también ayudó mucho a dos amigos. Les dio ese poquito de felicidad que les había sido vulnerada y devolvió parte de esos sueños que habían sido tirados a la basura solo por su condición de presos. ¡Bien, Ariel!
Por Cristian Bianchi
Hoy te pido que no te detengas ni un solo instante, que pases rápido y silencioso. Que me des muchas lunas y muchos soles, muchas noches y muchos amaneceres.
Hoy te necesito más que nunca, tú eres mi esperanza y el camino que quisiera que me conduzca a la libertad. Es a ti a quien necesito, llévame nuevamente a mi verdadero hogar.
Pasa velozmente, sopla como el viento, sé mi compañía en este lío. Vuela como lo hacen las aves cuando emigran, sé fugaz como las estrellas y veloz como los cometas. No te detengas ni por un momento, como las agujas del reloj cuando giran en el tiempo.
Querido y adorado tiempo: a ti es a quien imploro, hoy te necesito más que nunca. Tú, que puedes traspasar los muros y romper las cadenas de este encierro, ayúdanos a que todo esto termine, que te recordaremos toda la vida. Devuélvenos la sonrisa, la satisfacción y la alegría, la paz que hay en nuestro interior. Cierra mis ojos y ábrelos cuando todo esto haya pasado.
Dedicado a este maravilloso grupo de compañeros y profesores de la Facultad de Filosofía y Letras, que semana tras semana nos hacen sentir que, por un momento, la vida se nos hace verdaderamente feliz. Muchísimas gracias a todos y que, esta vez, el tiempo juegue de nuestro lado. Cariñosamente, Cristian Bianchi.