Portugal
La ruta alentejana
EXPERIENCIAS
Por > Ana Schlimovich
35 Un recorrido por paisajes rurales con historias milenarias, ciudadelas y playas indómitas, con la compañía inigualable de los vinos y la cocina local.
El Océano Atlántico desde la Playa da Galé, una de las más lindas de la costa Alentejana
La fabulosa playa de Odeceixe, al sur de Alentejo
Los farallones dorados de la Playa da GalĂŠ, son Ăşnicos por estos lares
Vista de la ciudad de Évora
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ay lugares que combinan con su nombre, Alentejo, por ejemplo. Tiene el ritmo aletargado que insinúa su nombre. Y una lejanía abstracta, porque aunque Évora está a una hora y media de Lisboa, la sensación es de cientos de años de distancia. Évora es una de las ciudades más antiguas de Europa y de las principales de Alentejo, una vasta región que limita con España, al este, y con un Océano Atlántico azulísimo y salvaje, al oeste. Arriba está la antigua y moderna Lisboa y debajo Algarve y sus playas repletas de resorts. Alentejo, que etimológicamente significa “más allá del río Tajo”, se mantiene casi intacta por haber preservado hasta hoy sus características rurales. Por un lado, es la región portuguesa que más emigración de jóvenes ha tenido en los últimos años. Escasea el trabajo. Y por otro, su desarrollo turístico creció lento pero firme y, sobre todo, fiel a su estilo auténtico. Sobre esta tierra trata la primera gran novela de José Saramago, Levantado del Suelo, de 1980. Y a los pies del Castelo Montemor o Novo, en el distrito de Évora, la escritora portuguesa Alexandra Lucas Coelho escribió su libro más fogoso: O meu amante de domingo. Si se coloca este castillo en el Earth View, se confirma la frase más conocida del libro de Saramago: “Lo que más hay en la Tierra es paisaje. Por mucho que falte del resto, paisaje ha sobrado siempre”.
Edificio neoclásico de Évora, donde funciona un asilo
Portugal es el mayor productor de corcho del mundo, y gran parte de los alcornoques están en ese paisaje que nombra Saramago. El verano europeo es justamente la época en que se arranca la corteza de los árboles y se pinta en los troncos desnudos el número 9, la cantidad de años que deben dejar pasar antes de repetir la extracción. En Montsobro, una tienda de objetos de materia viva, en Évora, el corcho toma forma de carteras, posavasos, pulseras, sombreros y hasta vestidos.
LA BUENA MESA
Habas con chorizo de la Tasca do Celso, en Vila Nova de Mil Fontes
“Comer en Évora” es lo primero que se ve al entrar al Café Alentejo, dentro de las murallas romano-godo-árabes de esta ciudad de más de dos milenios, de casas blancas, techos rojos y calles empedradas. Un libro cuadrado, gordo y de tapas duras que muestra una selección de restaurantes locales a través de fotografías —del premiado Jerónimo Heitor Coelho— de espacios, recetas y retratos de sus creadores, tantas veces anónimos. Los espárragos verdes salteados y el cerdo negro alentejano asado al horno con papas que llegan a la mesa de esta fonda, salen en el libro. En otra mesa, la del desayuno del Hotel Vitória Stone, además de pasteles de nata, panes caseros, frutos secos y frescos, y aguas de hierbas, hay cartelitos con dichos populares: “Barriga vacía no conoce alegría”, “Vientre en ayuno no oye a ninguno”. En Alentejo la comida es el viaje. Y los vinos. El centro de visitantes de la Ruta del Vino de Alentejo está en Évora, en un antiguo convento, y hay degustaciones gratuitas de lunes a sábados. Comenzaron a fines de los 80 con 17 productores y hoy son 70 bodegas certificadas. Luego de probar un buen vino alentejano, hay que ir a ver los azulejos de la Universidad de Évora, las ruinas del templo romano, del siglo I, y la impresionante Iglesia de los Huesos. Y al final del día volver al Vitória Stone para darse un chapuzón en la piscina de la terraza y tomar algo en el bar Avista, otro lugar que combina con su nombre.
EL CAMPO Y LAS PLAYAS “2450 años” se lee en el certificado tallado en piedra que está delante de la olivera. Es la más antigua que tienen en Horta da Moura, un hotel rural a los pies de la villa medieval de Monsaraz, que fue ocupada por romanos, visigodos y musulmanes antes de ser conquistada por los caballeros templarios en 1232 y a la que se sube en carruaje. Las otras oliveras son más jóvenes, tienen 705, 400 años, y de ellas extraen el aceite de oliva, las aceitunas y el paté de aceituna que sirven antes de la cena. En esta finca que está a orillas del Alqueva, el lago artificial más grande de Europa, la cocina local es tan protagonista que hasta dan clases. El chef enseña a hacer huevos revueltos con farinheira y la encharcada, un postre tradicional que lleva apenas nueve yemas, azúcar y agua. Un fado del alentejano António Zambujo suena en la camioneta que maneja Elsa Dias, junto a su hija Margarida. Fueron a la estación del comboio a buscarme, como se le dice al tren en Portugal, para llevarme a la finca Barradas da Serra. Luís Días, marido y padre, es el experto en las tareas rurales: crían ovejas, extraen la corteza del alcornoque, labran la tierra. Y todos juntos llevan adelante estas 600 hectáreas con diez habitaciones bellísimas y una piscina. Queda muy cerca del Atlántico, se puede ir a pasar el día a la Playa da Galé, con sus farallones dorados, y sobra tiempo para pasear por Grândola, la ciudad que se hizo famosa por la canción Grândola, Brunch vespertino en el hotel rural Barradas da Serra
Caminata entre el mar y los acantilados, momento sublime
En primavera las flores silvestres cubren toda Alentejo
Zambujeira do Mar, repleta de acantilados y pequeĂąas calas
Sopa de frutillas con croutons de miel, menta y flores en Horta da Moura
El mejor programa de Évora es recorrer sus calles angostas
Vila Morena; de José Afonso, el himno de la revolución del 25 de abril de 1974, la revolución de los claveles. El sol del atardecer tiñe el campo de dorado, en la mesa de la galería hay quesos de cabra y oveja, pan casero; aceitunas y copas enormes y finísimas con vino verde y fresco. El campo propone su propia música y el tiempo, que ya es lento, aquí uno querría que fuera eterno. La última parada es en Monte do Zambujeiro, un hotel rural que está donde el río hace una curva, en lo alto del monte, cerca de la villa costera Vila Nova de Milfontes. Hace más de 300 años que estas 70 hectáreas son de la familia de Mónica McGill. Allí pasaba sus veranos, de chica, “sin agua ni electricidad, pero con la mayor felicidad”, cuenta Mónica durante la cena, entre bocados de bacalao hecho a la Zambujeira, y sorbos de vino Carlota Joaquina. En el 2005 empezó a recuperar la casa. Tres años después decidió abrirla como alojamiento y en 2012 construyó las casas nuevas, a todo lujo. Su hotel participa de la red de turismo creativo Casas Brancas, que ella misma preside, y de las Rutas Vicentinas: recorridos a pie por caminos históricos de pescadores y pastores que bordean el mar. Ya fue advertido: la gastronomía alentejana es el viaje; y el viaje por Alentejo conviene hacerlo en auto. Luego de un desayuno de campo, casero y abundante, el destino son las playas: Odeceixe, llena de surfistas; Zambujeira do Mar, con sus calas y sus viudas vestidas de negro en las puertas de las casas blancas; y Vila Nova de Milfontes, repleta de gaviotas, rodeada por una villa de casas pintadas a la cal, veredas angostas y tascas como la de Celso, donde sirven unas favas con chorizo inolvidables.
Desayuno en el hotel Vitória Stone
Dónde dormir www.vitoriastonehotel.com www.hortadamoura.pt www.barradasdaserra.pt www.montedozambujeiro.com Cortezas extraídas del alcornoque