Baúl de Relatos REFUGIO DEL ESCRITOR
Baúl de Relatos
PARA MIS HIJOS, UNA Y TODAS LAS VECES NECESARIAS
Baúl de Relatos PRIMERA EDICIÓN EN <<REFUGIO DEL ESCRITOR>> 2016
Diseño: Refugio del Escritor Ilustración: Refugio del Escritor
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Baúl de Relatos 5 Equilibrista 7 Reencuentro 8 La muñeca de plástico 15 La locura del escritor
EQUILIBRISTA
Pablo pasaba horas mirando al cielo cuando se sentía abrumado, triste. Un día echó a andar tranquilo, con un libro en la mano. Lo abrió y leyó. Eran las instrucciones de cómo controlar la vida a partir de cumplir los cuarenta. En el apartado donde explicaba algo sobre el tema de perseguir los sueños había una nota de atención. Empezó a pensar en el significado de aquellas palabras. De repente detuvo sus pasos. Miró las nubes. Volvió la vista atrás. El camino que ya no se encontraba. Había desaparecido. Bajo sus pies apareció el mar. El viento agitaba el agua creando un fuerte oleaje. Recordó que no sabía nadar. Se preguntó cuándo salió del camino y, sin darse cuenta, subió a la cuerda floja. Pasó demasiado rápido de un lado a otro. En sus manos seguía el libro. Volvió a leer la advertencia en voz alta: <<Los sueños, sueños son>>. El cable empezó a temblar bajos sus zapatos. La única cosa a la que podía sujetarse era al libro. Pensó que necesitaba otro libro para hacer equilibrio y llegar hasta final. No era un buen momento para tomar un descanso pero sí para reducir la velocidad. Ante el peligro de ser lanzado al vacío por el fuerte viento hizo un gran esfuerzo. Por momentos dejó ir al miedo. La opresión se lo puso más difícil. El temor volvía. Tratando de ejercer control se sintió frágil.
Baúl de Relatos
Evitó mirar hacia abajo. Fijó la vista en un punto lejano en el horizonte. El otro extremo se veía lejos. Rezó algo muy rápido. Parpadeó un instante, recordó la vieja mecedora de su madre. Le llegó un sentimiento sorprendente. Se sintió seguro, feliz. Excitado continuó su caminar sobre la cuerda. Se vio inundado por una extraña sensación de libertad. Reconoció la locura del equilibrista. Se sintió vivo. Libre. Supo que era más fuerte de lo que creía. Pablo descubrió que no había fallado ni una sola vez. Sin perder el equilibrio se sintió como un pájaro. Pensó que en las nubes se está mucho mejor.
Sandy Torres
REENCUENTRO Baúl de Relatos
El cuerpo es como un cofre. Alberga nuestro tesoro, la vida. Personal e intransferible. Sandy Torres
He vuelto a ver a una chica. La última vez que la vi ella contaba tres añitos. Es hija de un primo hermano mío de Barcelona. Su hermano, mi otro primo, es forense. El pequeño de los cuatro hermanos es policía. El abogado viene todos los veranos de vacaciones cerca de mi pueblo. El reencuentro ha sido muy agradable. Me he sentido muy feliz. Mi cabeza se ha llenado de alegres recuerdos. De repente quise correr, contarles a mis padres que la he visto y decirles que mi primo Juan, el padre, murió hace dos años de cáncer de pulmón. Pero es imposible, no puedo decirles eso. Ellos murieron antes que él.
LA MUÑECA DE PLASTICO Baúl de Relatos
Recuerdo momentos de mi infancia en los que corría contra las elementos, con los brazos
abiertos,
en
cruz.
Resultaba
fantástico
abrirse
paso
entre
el
aire
y el
viento.
Notaba un cosquilleo por todo el cuerpo. Me sentía como un pájaro en libertad. Era una ilus ión, volar. De vez en cuando, cuando viene al c aso, vis ualizo un aterr ador m om ento. Era
febrero,
el
cumpleaños
de
mi
hermana,
y
era
la
primera
vez
que
vi
una
muñeca
gigante. Era la típica rubia de ojos azules, moderna, le podías meter los dedos en los ojos
y no
se
inmutaba,
parpadeaba. Ahora,
en
la
distancia
que
marca
el
paso
de
los
años me sigo preguntado por qué lloraba al ver aquella muñeca, no era fea. Pero no se movía, ni hablaba, ni caminaba. No hacia pis, ni era una recién nacida. Recuerdo que eso me preocupó mucho. Mi tristeza era tan grande como ella. Un nuevo modelo de un metro
a
la
que
el
pelo
la
elevaba
dos
centímetros
más
arriba.
Yo
debía
medir
cinco
centímetros menos. La veía tan dura, tan quieta. Además, yo pensaba que ella me podía ver
desde un lugar que yo desconocía y eso me
primera
vez
que
me
puse
delante
muerto. Pero con los ojos abiertos.
de
lo
que
asuntaba.
parecía
ser
lo
Creo que aquel día fue la que
significa
estar
como
Baúl de Relatos
Va r i o s a ñ o s m á s t a r d e m e l o c o n f i r m ó e l p r i m e r m u e r t o r e a l q u e p u e d e v e r, s i e n d o a ú n u n a n i ñ a . To d o s s e r e í a n d e m í . Yo n o l e v e í a l a g r a c i a p o r n i n g ú n s i t i o . E l ú n i c o que se compadeció conmigo fue mi padre. En un arranque de incomprensión agarró a la muñeca de uno de sus brazos de plástico y la arrastró con tanto brío que la muñeca se balanceaba como diciendo adiós a
todos con el brazo que le
quedaba libre.
Mi padre
ordenó a mi hermana, la dueña de aquel monstruo, que me llevase a jugar a otro sitio, que me entretuviese. Mi hermana me agarró como hizo mi padre con aquella muñeca, de u n b r a z o , y e m p e z ó a t i r a r d e m í y d e m i l l a n t o . Yo l a s e g u í a , e m b a r r a d a , p e r o m i r a n d o hacia
atrás. A pesar
muñeca
al
tejado
de
de las lágrimas la
casa
donde
pude ver vivíamos.
cómo mi padre hizo un lanzamiento de Un
cortijo
rodeado
de
varias
hectáreas
sembradas con almendros, parras, donde se criaba la uva de cuerno que tanto me gusta; higueras, naranjos, perales y mandarinos. La huerta más bonita donde crecí, y donde viví mí sobresaltada infancia. La casa, una planta baja con dos dormitorios, un salón, cocina, calle.
una
gran
despensa
y un
amplio
patio
donde
no
me
gustaba
j u g a r.
Prefería
la
Baúl de Relatos
El cuarto de baño no existía hasta que mi padre construyo, él mismo, una pequeña habitación donde había un espejo, un mueble hecho con tablas de madera, con una zafa o palangana de porcelana blanca embellecida con un filo azul y una jarra para el agua del mismo material. El váter hubo que taparlo con urgencia, un día empezó a brotar del pozo
ciego,
que
no
filtraba
a
ningún
sitio,
ni
una
gota
del
agua
pútrida.
Con los mocos hechos agua y dulces. Y los ojos inundados en lágrimas saladas, giré la cabeza
hacia
mi
hermana;
cinco
años
mayor
que
yo.
Ella
caminaba
esquivando
las
piedras del camino, enfada, a punto de reventar en un llanto contenido descontrolado. En una milésima de segundo vi cómo me taladraba con una miraba de odio. Entonces tuve
una
certeza
aterradora.
Imagine
que
la
próxima
en
salir
volando
al
tejado
de
alguna casa iba a ser yo. De pronto, sin perder el ritmo de su paso, arrastrando mis pies por el suelo y levantando una polvareda, intentando escapar de su garra. No sé de donde saqué las fuerzas para soltar un nuevo y potente berrido, desesperado, aterrador q u e l le g ó a a s u s t a r m e . P a r e c í a u n c o c hi n i ll o a p u n t o d e s e r s a c r if ic a d o . Vo lv í l a c ab e za hacia atrás, otra vez, buscaba a mi padre.
Baúl de Relatos
Intenté pedir auxilio a aquel hombrecillo de metro sesenta y cinco que hacia un amago de agacharse para recoger del suelo a la gran muñeca de plástico. Al parecer su
primer
lanzamiento
fue
fallido.
La
muñeca
chocó
en
el
voladizo
rebotando
en
el
suelo. La imagen me devolvió la esperanza. La idea de que mi hermana fallase en su l a n z a m i e n t o . Yo a l c a e r e v i t a r í a r e b o t a r . P e r o s i r e b o t a b a m e l e v a n t a r í a a t o d a p r i s a y huir ía de m i verdugo, en este c aso, de m i her m ana m ayor. Dej é atrás la im agen de m i padre y sus lanzamientos, volví la vista hacia arriba y vi a mi hermana llorando. Sus lágrimas
me
apenaron
tanto
que
llegué
a
sentirme
mal.
Fue
la
primera
vez
que
el
remordimiento recorría mi cabecita de niña asustada. Entendí que ella había perdido a su gigante muñeca. Aunque a mí me pareciese una horrible monstrua de plástico. Era su muñeca, un regalo de papá. Por eso yo, en mi infancia no he jugado con muñecas.
Esto es una buena historia. Un episodio de mi vida.
S a n d y To r r e s
“Los escritores tienen un punto de esquizofrenia o viven la fina locura” Refugio del escritor
SANDY TORRES Baúl de Relatos
Los escritores necesitan viajar con sus personajes tanto como los personajes necesitan al escritor. Amar, sufrir, morir con ellos; reír, llorar, cantar y vivir como ellos. En definitiva, seguir sus pensamientos. La culpa la tienen ellos. Escribo ficción más que nada por mis personajes. De pequeña no quería ser algo importante en la vida. No quería ser fontanera, ni profesora, ni ama de casa. En mi casa mandan todos menos yo. De niña me gustaba contemplar las estrellas de aquellas noches claras e inviernos fríos pero no quería ser astronauta, que va. Solo yo me daba cuenta de la viveza que habita y llena la ciudad de mi imaginación. Ya de pequeña apuntaba formas. Cuando hablo de mi época de niña es porque mi pasado se aparece. Soy quien mi imaginación quiere que vea. Es algo que no llegué a comprender siendo niña. Ahora, más que antes, mis relatos crecen, se hacen mayores. Maduran como los tomates o las peras de agua. Pienso que el cerebro es como una máquina casi perfecta cuando la memoria y el tiempo funcionan de forma sincronizada. Es como un inmenso archivo lleno de documentos creados por la imaginación. Imágenes, vivencias, sueños, fantasías y un poco de realidad.
Soy adicta a las historias reales de las personas que me rodean. A partir de dichas historias reales se abren a mí las imaginarias y los dichosos personajes, siempre vivos, que habitan por un tiempo determinado en algún lugar de mi mente. Cobran acción en esos ratos en los que me abstraigo de mi entorno. Mi absurda y aburrida realidad. Nostalgia, melancolía, y algún punto leve, sin llegar a ser del todo depre, son los ingredientes que me invitan a escribir. No sé por qué las vivencias de mi familia no me aportan nutrientes. Con ellos no cuento. Mi locura empieza cuando los personajes de mis historias se plantan frente a mí y me cuentan sus vidas o problemas. Todos muestran escenas completas de alegrías y deseos. Me invitan a viajar con ellos. Me llevan a lugares que no sabría decir donde se encuentran y os tengo que describir. Ambientes agradables, llenos de luz. No aparecen durante la noche. Quizá no pretenden asustarme. Si no les hago caso no desaparecen. Vuelven como boomerang, locos por atraer mi atención. Quieren ser vistos por mí. Ellos, mis personajes, se creen que sus vidas pertenecen a mi misma realidad, no saben que pertenecen a otra muy distinta. Pero yo no les digo eso. Me limito a seguirles el hilo, los observo en silencio, los escucho hablar. Casi siempre son ellos los que acaban por olvidarse de mí. Es entonces cuando da comienzo lo que de verdad me importa narrar. Sandy Torres
Gracias Refugio del escritor BaĂşl de Relatos Sandy Torres
Refugio del escritor Baúl de Relatos
Dirección: elejidostorres@gmail.com
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