Realizadores: Francisco Reyes Trejo twitter: @warsawx Gerson Guerrero Lozano twitter: @dospalabrass
Lascivo Fanzine es una publicaciĂłn impresa y digital. NĂşmero 4, 2017 Contacto: lascivofanzine@gmail.com facebook.com/lascivofanzine
コンテンツ
C O N T E N I D O
コンテンツ
ausencia .......................................................................... pg 5 but heaven knows... ...................................................... pg 6 te colapsé ....................................................................... pg 9 bebés embotellados ..................................................... pg 13
ausencia. Francisco Reyes
Odio toda la indiferencia Odio que tres, cuatro, cinco meses hayan pasado de prisa Odio las preguntas que dejaste sin respuesta Odio las palabras vagas Odio su sonrisa Odio esos abrazos poco sinceros Odio que los dĂas soleados resequen los labios Odio que el cafĂŠ sepa amargo Odio los compromisos Odio que tus dedos comiencen a tornarse morados
5
but heaven knows... Eugenio Montes
—¿Alguna vez has llegado a tal punto de tu vida en que el simple hecho de prender otro cigarrillo te hace darte cuenta sobre lo rápido que se consume, como si todo lo que alguna vez fue real para ti se convirtiera en cenizas y no logras entender cómo llegaste a ese preciso momento donde te quemas los labios con un filtro que sabe como chupar un marca textos por un par de horas, con la mirada perdida en un cuadro del que alguna vez fuiste? Me refiero a esa imagen tuya donde la calidad del fotógrafo es tan mala que el marco en el que estás colgado resalta como cualquier borde de alguna iglesia barroca en algún país ibérico.
explicar las causas de cómo el mundo en el siglo en el que vivimos se está yendo por el inodoro; tantas filosofías perdidas en un activismo tan falso como la actuación de Sean Connery en “Never Say Never Again”. Es como cuando no puedes sacarte de la cabeza esa canción de los Smiths y entonces justo cuando intentas dormir después de un par de meses con insomnio, lo único que consigues a las 4:26 am es un recuento en cámara lenta de todos los errores que has cometido una y otra vez a lo largo de tu vida tan insignificante, y entonces solo tarareas: “I was happy in the haze of a drunken hour. But Heaven knows, I’m miserable now…”. Y al final te das cuenta de que por lo único que vale la pena levantarse día a día es porque el cesto de basura de tu departamento está desbordando todas las cajetillas de cigarrillos, con sus letras amarillas en un fondo negro, pronosticando una muerte asquerosamente lenta y patética; así que decides vaciar cada morona de ceniza en el inodoro, preparas la tina para un baño relajante, desconectas el teléfono para no tener que atender las frustrantes llamadas de tu ex esposa pidiendo la pensión de tu hija y prendes otro cigarrillo y otro y otro y otro.
¿Será que todas las fuerzas inexplicables que ejercen su poder en todos esos momentos en los que jamás podemos explicar el porqué de las cosas, a las que mi abuela llamaba “Maestros invisibles”, me han abandonado en un mundo tan surrealista en donde lo que más se logra acercar a la verdad son las películas de Godard, Méliès, Cocteu, Buñuel; y que cuando llegas a Buñuel te das cuenta de que tampoco es real, tampoco sirve como una herramienta anarquista en un mundo que te hace creer que puedes ser un alquimista de ilusiones o un terrorista de las expectativas? Y después está toda esa mierda que te enseñan en las escuelas, todos esos libros y autores que se volvieron locos, ebrios, drogadictos y sumamente depresivos intentando
— Mierda, H. Ahora no podré sacarme esa maldita canción de la cabeza…
6
te colapsé Carolin GF
Me levanté colapsada por mis secretos, apreté mi estómago con lo que quedaba del desayuno. Me ahogué en el vómito de tus decisiones perversas y aún así dejé que me vieras vulnerable en el segundo colapso que presenció la alfombra, en mi culpabilidad por olvidar las llaves de esa mierda, en mis anhelos por detener esto. Y a doce minutos de tu último mensaje yo sigo queriéndote irreal y enferma alucinando mis males para tenerte prefiriendo la lástima antes que la indiferencia, temiendo por mi dignidad posada en tus manos. Y en tu lejanía decidí por las sesiones, porque me gusto más real que loca aunque nunca me haya conocido estable, aunque nunca me haya visto antes.
9
bebés embotellados Fifi Blanco Alicia tenía un pasatiempo bastante peculiar, no era nada del otro mundo, pero cada vez que se lo contaba alguien no podía evitar sentirse desilusionada. Ella mostraba un poco de entusiasmo y los demás no eran capaces de ofrecer ni un poquito de compresión, ya ni hablar de algo de empatía. No es que hiciera algo malo o anormal. A ella simplemente le encantaba hacerse abortos.
No podía irse a la tumba sin terminar su misión en la vida. Tenía que empezar a buscar al candidato indicado cuanto antes. De igual forma, los lugares para conquistar hombres empezaban a escasear. Alicia no gustaba de repetir la escena del crimen. Los bares, cafeterías, bibliotecas, parques, plazas y demás centros de reunión social se acababan. La misión no resultaría tan sencilla. Algo que nunca cambiaba era la estrategia para recoger hombres. Procuraba que fueran por lo menos algo agraciados físicamente, no deseaba que sus fetos lucieran horribles. Siempre se acercaba a hombres solitarios, a esos que desde la mirada se les nota lo patéticos que son. Ella iniciaba la conversación preguntándoles sobre cualquier tontería, pero siempre cargando una enigmática sensualidad para atraer la atención del ejemplar seleccionado. Ir al ataque de manera directa sólo los asustaría. Podría pensarse que existían veces en que las cosas no salían bien, pero eso no es cierto. Siempre, invariablemente, salía airosa. Alicia es una mujer desmesuradamente bella, no bajo los estrictos cánones de belleza plástica de ahora, sino con una hermosura natural inexplicable.
Según sus propias cuentas, ya contaba con una colección de once fetos. Todos de diferentes etnias y estilos. Sería realmente estúpido que las criaturas se vieran semejantes entre sí, ¿para qué repetir la misma estampa? Alicia sabía muy bien que su cuerpo no resistiría por mucho tiempo. Su vagina ya no era lo que fue años atrás, sus labios ahora se encontraban caídos y su lubricación ya no fluía con la intensidad de antaño. La menopausia se asomaba cruelmente. Eso le deprimía. Especialmente porque comprendía que su colección no se hallaba completa; aún no. Le faltaba uno, uno más para poder completar la serie. Doce era el número que añoraba. Doce como los apóstoles de Cristo. Como los doce signos zodiacales. Como los doce caballeros que conformaban la mesa redonda. Como los doce frutos del espíritu santo. Era el número mágico, un dígito que se distinguía por encima de los demás y Alicia lo sabía muy bien.
A pesar de los grandes gastos que ha tenido que pagar por la realización de sus abortos, nunca ha gastado más de lo que debería; siempre lo justo. Su primer hom-
13
bre, el que le dio su primer retoño, era un ginecólogo especialista en el tema de quitar vidas. Lo conoció por casualidad; ella iba por una simple revisión de rutina con la doctora revisa-puchas, pero por cosa del destino ella había salido de la ciudad, por lo que tuvo que ser atendida por el doctor toca-coños. Al entrar al consultorio, no pudo evitar sentir una enorme atracción hacia él. No visualizó una vida juntos tras una hermosa boda de película Hollywoodense, lo que realmente desfiló por su cabeza fue una escena softcore al estilo de Jess Franco. Cuando Alicia se encontraba desnuda y en posición para ser checada, no pudo contener el primer chorro proveniente de su vagina. El doctor toca-coños trató de ser profesional y continuó con su labor, pero no pudo resistirse por mucho tiempo a la exquisita vulva de su paciente. Alicia se encargó de hipnotizar al endeble médico. Sin cruzar demasiadas palabras, esa misma tarde terminó convirtiéndose en su primera cita,
una que finalizó con una sesión de sexo sin protección horas más tarde en el lujoso departamento del toca-coños. Al poco tiempo de saber que estaba embarazada, él prometió que se haría cargo económicamente del infante pero que no quería saber de ella jamás. No estaba listo para ser padre y seguramente nunca lo estaría. Es entonces cuando todo se le facilitó a Alicia, proponiéndole a su amado de una noche que le practicara un aborto. No quería estafarlo intentando obtenerlo gratis, ella estaba dispuesta a pagar por él. Palabras más, palabas menos y transcurridas unas semanas se llevó a cabo el procedimiento. Ambos quedaron satisfechos con el desenlace. A partir de ese día, el doctor toca-coños se ha convertido en el abortista de cabecera de Alicia. No se sabe porqué lo hizo y porqué lo sigue haciendo. El instinto asesino del ser humano dirán algunos. A causa de la culpa dirán unos otros. ¿Tal vez amor? Nunca se sabrá, es un secreto que sin duda se llevará
hasta la muerte.
ca recibía visitas. Fue demasiado sencillo seducirlo, lo complicado fue el coito, el cual fue terrible. El séptimo fue con su mejor amigo; el octavo con un desconocido en un antro; el noveno con un vago que recogió de la calle; el décimo se originó en una orgía, así que de ese desconoce al padre; y el onceavo fue concebido de una manera distinta a la táctica habitual, fue gracias a una violación que Alicia se buscó adrede.
Tras su primera experiencia, Alicia sintió la obligación de volverlo a hacer. Llenar ese vació que tenía desde hace mucho tiempo. Extraer esos diminutos cuerpos e introducirlos en botellas era la satisfacción que requería. Le daba sentido a su vida. Sería erróneo afirmar que se volvió una adicción, más bien una necesidad. Y así, Alicia continuó cazando hombres para seguir extendiendo su colección. Para su segunda adquisición incautó a un pobre turista caribeño, nunca lo había hecho con un negro. Fue una noche de sexo con una verga descomunal. El tercero llegó gracias a su primo, ella sabía bien que él la deseaba, así que en una reunión familiar aprovechó para echárselo. Al enterarse del embarazo, el cobarde huyó. El cuarto y quinto fue gracias a unos hermanos gemelos que asistían al mismo gimnasio que Alicia. Ambos eran tan torpes que ella misma dudó si cogérselos o no, pero fue más fuerte su obsesión que acabó por hacerlo. El sexto fue obra de su vecino, un patético cuarentón que nun-
Once bastardos, once ángeles muertos. Estuvo pensando por varios días qué hacer, quién podría ayudarla en su causa. Tenía que cerrar con broche de oro. Tenía que ir más allá de los límites. ¡Era el doceavo apóstol! Entonces lo supo, era claro. Él era el indicado. El afamado y querido Padre ultraja-niños, el párroco que habitaba la iglesia de la cuadra. Sin pensarlo más, llamó a su querido doctor para anunciarle su decisión. —Ya tengo al elegido —dice entusiasmada tras el auricular—. ¡Será el Padre ultraja-niños! ¡Será él quien complete mi colección!
15
—¿Qué? —exclama alarmado el doctor toca-coños—. ¿Estás segura de lo que dices?
marcha. Cuando estaba por cruzar la calle para llegar a la iglesia, una camioneta negra la interceptó y un hombre encapuchado salió de ella y la empezó a someter, le daba una serie de porrazos en la cabeza para contener los gritos desesperados de Alicia. «¡Ayuda, ayuda!» Era lo único que se escuchaba pero nadie iba a socorrerla, la gente a su alrededor sólo se limitó a observar y grabar todo el secuestro desde sus teléfonos celulares en silencio. Cuando el encapuchado logró noquearla y meterla a la camioneta, esta arrancó, desapareciendo entre las calles.
—Claro que sí, es la mejor forma de concluir la colección. ¡El doceavo apóstol! —No será nada fácil y tú los sabes. —Nah, no te preocupes, será todo lo contrario. —Si tú lo dices… —De una vez vete preparando. —¿Segura que es el indicado? ¡Es un Padre, por Dios! —Por eso mismo. No te pongas así, que la que decide soy yo.
Alicia despertó atada a una silla en un cuarto que reconoció desde el primer instante. Era de ese cabrón, de ese maldito hijo de puta.
—Él no es el indicado —vociferaba el toca-coños—, piénsalo bien.
—Perdona por traerte de esta forma —dice el doctor toca-coños apareciendo en escena—, pero no podía dejarte hacer semejante atrocidad.
—Tú encárgate de hacer tu trabajo y punto final. Alicia se sentía confiada, pero también sabía que el doctor toca-coños poseía algo de razón. Así que si quería salir victoriosa tenía que armar un plan perfecto. Desde esa misma noche empezó a tomar todas esas píldoras, tés y demás menjurjes para incrementar la fertilidad. Checó su agenda para poner fecha. Pronto le bajaría la regla. Habría que actuar rápido.
—¿De qué diablos hablas? Déjate de pendejadas y desátame. —No, no puedo hacer eso. No estás pensando con claridad. —En serio, ¿de qué carajos hablas? —Él no puede ser el último, no lo es. Yo sí, yo inicié esta cadena y soy la persona adecuada para cerrarla.
Pasaron los días y la fecha elegida aparecía en el calendario, Alicia se puso un vestido corto y unas medias de red, una blusa ajustada y una leve dotación de maquillaje. Iría a la iglesia de San Cojones para confesar sus pecados e insinuarse al Padre ultraja-niños. Se despidió de sus once fetos y salió del departamento para ponerse en
Es entonces cuando el doctor toca-coños comienza a subirle el vestido a Alicia y bajarle sus pantaletas. Acariciaba su vagina con delicadeza. Ya tenía tiempo de no verla.
16
—¡Déjame ya, maldito pervertido! —gritaba Alicia.
débiles.
—Ja, ja, ja. Ya no recordaba lo ridículo que es tu pene.
—¿A cuántas mujeres has dejado queriendo más? Seguro te hiciste ginecólogo para poder tocar coños, ya que con esa diminuta verga nadie se atrevería a coger contigo. Tienes mucha fortuna de saber cómo es una vagina.
—Cállate perra —le dice mientras le brinda una tremenda bofetada—. Sabes bien que te gusta mi verga
—Ya… por favor…—dice el doctor entre lamentos, su verdad había sido exhibida. Alicia había acertado en todo.
—Nah, tu penesillo es un insulto a la masculinidad, deberías cortártelo. Eso sería más decoroso que cargarlo entre tus piernas.
—Por tu bien, desátame y déjame ir a realizar mi tarea.
—Tranquilízate, ya sabes cómo es esto —dice el doctor mientras se saca su miembro.
—¡Que te calles! —vuelve a cachetearla. —Tuviste suerte de ser el primero, sabiendo que tenías esa cosita ni te hubiera dirigido la palabra. Me hubiera ido a otra parte. —¡Para ya! —los golpes del doctor toca-coños cada vez eran más
El toca-coños tomó un poco de aire y desató lentamente a Alicia. Sin decir nada le abrió la puerta y la dejó en libertad. Antes de salir, ella se acercó al compadeciente hombre y le dijo: —No te me agüites, que pronto tendrás que trabajar. Estamos en contacto. Bye, bye.
Colaboradores: Fifi Blanco Eugenio Montes Carolin GF Diseño de portada y contenido; corrección de estilo: Francisco Reyes Diseño: Gerson Guerrero Para colaborar con nosotros, manda tus textos o ilustraciones a: lascivofanzine@gmail.com